BitterSweet Symphony - FIN - Capitulo 17 (+ Epílogo)

Capitulo 4


- Señor Castle no le pudo dejar pasar – Ahí estaba uno de los policías que hacía guardia en la puerta de su casa – No nos ha llegado ningún aviso. No puedo dejarle salir del edificio – Se interpuso en el patio para no dejarle pasar.
- ¿Estás de coña? – No estaba dispuesto a aguantar gilipolleces.
- No hemos recibido…
- Ya te he oído – Le interrumpió y eso no puso de buen humor al policía – Llama a quien tengas que llamar, pero no me pienso mover de aquí.

Se cruzó de brazos esperando a que llamara por la radio:

- Sabes que no funciona así.
- A ver Jack, te compro donuts cuando vengo de la tienda, te traigo café…Subiste a ver el partido a mi casa – Jugó con el regalo en las manos – Es el cumpleaños de mi hija y voy a ir. O por esta puerta o por la terraza, y me vas a tener que buscar por toda la ciudad, pero ya te lo digo yo, estaré en casa de mi ex mujer, donde vive con su nuevo novio, en una casa que pago yo. Llama por favor. – Intentó ser amable.

El policía se quedo ahí sin hacer nada, mirándole con los brazos en jarra en la cintura:

- Tío, te lo digo en serio, ahora vive con una especie de Lobezno descafeinado, se pasea por ahí en camiseta de tirantes, o con camisa de cuadros. Botas de piel y esa barba de tres días que seguro que si me la dejara yo parecería un indigente. Tiene que tener tres vaqueros en el armario, es que…joder – Se quejó.

En ese tiempo Jack había llamado con la radio que llevaba al hombro con la única intención de que el escritor se callara de una vez. Mientras se reía por su monólogo.

Llamó al timbre y le abrió Josh, con camisa de cuadros roja y negra de manga larga, vaqueros y botas, por lo que al escritor le costó mucho no reírse, tanto que Josh pensó en no dejarle pasar, pero Amy le vio y él entró sin esperar ser invitado.
Siempre había sido divertido, en eso ganaba por goleada a Josh con Amy y con los compañeros de su hija. Y lo cierto era que eso le encantaba a Kate:

- Llega tarde – Dijo al verla sonreír cuando el escritor se puso a perseguir a los niños por todo el salón.
- Pero a ellos no les importa – Josh quería darle más importancia de la que tenía.
- Es incapaz de comportarse como un adulto.

Ella no entró más en el tema, cogió un bol con patatas y lo acercó a la mesa donde estaban los aperitivos. Mientras Castle seguía persiguiendo a los críos mientras estos gritaban y corrían.

Después de hacer un millón de cosquillas y de correr para arriba y para bajo, Kate le esperaba con un refresco, ya que estaba agotado y sudando:

- Amy se lo ha pasando genial – A veces Richard le recordaba sin darse cuenta porqué se enamoró de él.
- ¿Y Josh? – Preguntó hartándose de refresco.
- Ha ido a acompañar a unos invitados.

Los demás padres se despedía y Amy agotada se acurrucaba en el sofá. Kate y Richard bebían y charlaban, y cuando cayeron en la cuenta Castle cogió a su hija en brazos y la llevo hasta la cama.

Por eso esperó en el quicio de la puerta mientras él descalzaba y metía en la cama a su hija que ya había caído dormida:

- El miércoles tengo reunión con su profesora – Susurró para no despertarla y él se acercó – quizás podrías…
- Iré contigo – Supo como seguir – Mañana me quitan la pulsera – Señaló su tobillo.
- Bien – Sonrió.
- Bien.

Parecía dos adolescentes de instituto flirteando. Ella le esquivo la mirada sonriendo, Rick se apoyó quedando cerca de ella, y entonces llegó Josh.


- ¿Porqué cree que las cosas salieron mal en su matrimonio?
- Metí la pata – No había tema de conversación que le pusiera más triste.
- Quizás si fuera más concreto…
- Da igual lo concreto que sea, hice algo que ella nunca va a olvidar. Aunque alguna vez me perdone no lo va a olvidar.
- Está bien, dejemos a un lado ese tema – Él suspiró aliviado – De momento – Aclaró - ¿Cómo lleva sus adicciones?
- Ya sabe que la semana que viene empiezo rehabilitación – Sonrió orgulloso - Son tres meses y es duro pero…merecerá la pena – Ella parecía tan satisfecha como él – Es una pena que la terapia siga entre rejas – Bromeó.
- Soy yo la que se tendrá que hacer dos horas de viaje tres veces por semana – Después de varios meses de terapia parecía que la cosa funcionaba - ¿Cómo le va a plantear a Amy que esté allí?
- No quiero que ella lo sepa.
- ¿No quiere que lo visite mientras está allí?
- No quiero que me vea así. Aún es pequeña, Kate y yo mantendremos que me he ido de viaje y hablaré a diario con ella por teléfono.
- ¿Cree que es lo mejor?
- Quizás cuando sea más mayor le cuente toda la verdad. De momento quiero mantener sus ilusiones intactas el mayor tiempo posible.
- ¿Y la señorita Beckett?
- Peco de ser impaciente, y cuando soy impaciente lo quiero todo para ya.


- Amy ha tenido un comportamiento algo extraño últimamente – Kate y Rick al otro lado del escritorio se mantenían correctos, o al menos él lo intentaba con todas sus fuerzas – Ha manifestado que se siente algo extraña por como ha cambiado la relación en casa.
- Amy era un bebe cuando nos separamos… - Intentó entender Beckett.
- Ve a los otros niños teniendo a sus padres, conviviendo, haciendo cosas los tres…Por cierto señor Castle es un honor verle después de tanto tiempo.
- Está claro que aún no hemos conseguido normalizar, pero somos sus padres y haremos todo lo necesario para que Amy sea feliz. Sé que nunca he estado muy involucrado en sus cosas, pero si lo que me está diciendo es que mi hija está mal y que podemos hacer algo lo haremos.

En eso se basó la reunión, Amy estaba teniendo un comportamiento extraño porque no sabía como lidiar ante el hecho de que sus padres estaban separados, y veía al resto de niños con sus padres y notaba que algo faltaba. Y lo que ninguno de los dos podía negar es que la niña parecía mucho más feliz cuando estaban los tres a solas:

- ¿qué propones? – Le echó un vistazo a su hija que jugaba en el parque con otros niños mientras ellos la observaban.
- De momento cine y cena y mañana ya veremos – Ambos parecía encantados con esa idea, incluso más que su hija.
- He oído que tienes nuevo trabajo.
- Si, escribo una columna en el times, no es gran cosa, pero es gratificante. Se me había olvidado que era que te pagaran por palabra y tener a alguien que te corrige.
- ¿Te ajustas a la política de la empresa? – Dijo con tono de broma y él rió.
- No mucho, pero se hace lo que se puede.
- Estoy orgullosa del esfuerzo que estás haciendo – Castle sonrió halagado.

Fue una velada divertida incluso aunque Josh se empeñara en llamar varias veces. Cenaron los tres juntos y lo pasaron en grande, y Amy realmente parecía feliz. Cualquiera que les hubiera visto no hubiera adivinado nada más que se trataba de una familia unida y feliz.

Ya en el cine, y aunque se habían metido a ver una película de niños, Amy no tardó en quedarse frita en el regazo de su padre. Mientras que Beckett les miraba de reojo con ternura:

- ¿quieres que la suba hasta arriba? – Propuso antes de pasarse a Amy de unos brazos a otros.
- Es tarde, y Josh estará esperándonos, además aún puedo hacerlo – Sonrió.
- Está bien – Tragó saliva, le parecía inhumano tener que despedirse y que ella subiera a dormir con otro.
- Gracias por todo – Se sentía confuso pensando que ella le mandaba señales contradictorias.


Se sintió con el alma en los pies cuando ella echó a caminar, pero unos pasos después cuando él ya miraba al suelo con las manos en los bolsillos y algo derrotado, ella volvió sobre sus pasos y le besó en la mejilla y a él aquello le pareció lo más dulce del mundo.

Buscó y rebuscó por casa, los lugares más recónditos donde antes hubiera guardado alcohol, pastillas o el propio tabaco. Se había dado cuenta de que esconderlos era su manera de sentirse solo, sabiendo que le daba seguridad que aquello estuviera allí.

Sacó una bolsa de basura y se sintió aliviado de no necesitar que aquello estuviera más en su casa, en su vida, ya no tenía la necesidad constante de tener que fumar o beber para aislarse o para quedarse dormido. Estaba realmente dispuesto a recuperar su vida.

Me gusta sigue pronto!!!!

IMPRESIONANTEEEEEEE

Sin palabras, me encanta!!!

ahora viene lo bueno
necesito que sigas
tu fic es mi droga

Pedazo historia, escribes de maravilla
Continua pronto

Esto es bueno... realmente bueno. Ánimo que lo haces estupendo.
Soy tu fan.

Capitulo 5

Dos días antes del Antes del accidente de coche:

- Hola, estará lista en un segundo – Reparó en su mano vendada apoyada en la puerta y se le borró la sonrisa - ¿No te has cambiado el vendaje?
- No está Josh, echo de menos sus gruñidos a lo Alcide – Ambos rieron y ella entró buscando algo.
- Está de guardia en el hospital – Cuando sacó el botiquín casi obligó al escritor a entrar.

Resopló mirándole al darse cuenta de que no solo tenía el mismo vendaje que ella le había puesto sino que ya estaba marcado con sangre:

- Eres lo bastante mayorcito – Dijo con malicia dejando las cosas encima de la mesa de la cocina y jugando con el esparadrapo entre las manos.

Él sonrió y fue a cogerlo y al contacto con sus manos se tomaron un segundo:

- Tienes fiebre – Le pasó la mano por la frente.
- No es nada – Su voz es casi un susurro que no la convence.

Antes de que Castle pudiera decir nada, ella ya había sacado el termómetro y se lo había puesto en la boca, lo que hizo que él pusiera cara de pocos amigos:

- Lo aguantas ahí un minuto mientras yo le echo un vistazo a esto – Quitó la venda de la mano y vio como supuraba levemente.

Le miró dispuesta a echarle la bronca, pero le pareció muy graciosa la cara del escritor, con el termómetro en la boca intentando ser muy amable. Le pareció muy curioso que se dejara manejar por ella y que no fuera a protestar. Incluso le gustó el sabor del recuerdo de que Castle hiciera tantos esfuerzos para contener su mala baba solo con ella:

- Te voy a poner una venda – Su voz sonó con cariño – Y en un par de días un apósito – Ya había limpiado la herida y con un gesto rápido le quitó el termómetro de la boca – Solo tienes unas décimas.

Pasó otra vez su mano por la frente del escritor pero esta vez más bien como una caricia, y Castle se mordió la boca antes de estropear ese momento con cualquiera de sus frases. Ver a Kate sonriéndole tan de cerca le quitaba las ganas de ser un borde:

- ¿Te lo curarás tú o tendré que ir detrás de ti? – Le sonrió de nuevo y al escritor la ida de tener a Kate pendiente de él le provoca un escalofrío en la espalda - Mejor me lo dejas a mi – Sentenció firme – No me fío ni un pelo – Y ambos parecían felices en esos breves instantes en que sus miradas se clavaron.


Hoy:

- Está más callado y taciturno que de costumbre, ¿no encaja aquí? – El escritor jugaba con una pelota con forma de pelota de baloncesto.
- Me quitaron las drogas y el porno al entrar – Masculló de mal humor – Y me obligaron a ponerme este ridículo pijama.
- Vaya, ironía con mala baba. Hacía tiempo que no caminaba por ahí. Estaba tan de buen humor la última vez que nos vimos. Ya sabe, contento por venir y rehabilitarse, incluso valoró la idea de que su hija viniera a visitarle.
- Las cosas han cambiado – Miró al infinito serio y triste mientras seguía lanzando la pelota al aire.
- ¿Quiere que hablemos de ello?


Cuando el escritor se dio cuenta de que le quedaban menos de 48 horas para dejar de hacer lo que le diera la gana hasta el cielo le parecía más azul.
La compenetración para hacerse cargo de Amy era más que genial, llevaban la dinámica de una familia y eso le había llevado a tener más de un encontronazo con Josh, aunque sin llegar a nada.

Por eso cuando le pidió a Kate pasar el penúltimo día en libertad con ella y con Amy, ella no se pudo negar y parecía bastante complacida. El escritor solo quería que las cosas mejoraran del todo.

Por eso apareció casi 15 minutos antes, sabía que a Amy la traería la canguro de clase, y después irían a dar una vuelta y a cenar. No había estado más contento nunca:

- ¿Ricky? – Cuando la vio se le congeló el pulso.
- Amber – Casi tartamudeo y ella sonrió.
- No me voy a esforzar en recordarte que no me llamo así aunque a ti parezca que te encante – Se quitó las gafas de sol y dejó parada su maleta.
- ¿Qué haces aquí?
- Tengo un reportaje fotográfico en el Hilton.

Claro que no se llamaba Amber, a Castle le recordaba tanto a la actriz Amber Heard que se había olvidado incluso de su nombre original. Lo que no era capaz de olvidar eran sus piernas largas, sus labios rojos y su pelo rubio:

- ¿y tú? – Entonces cayó en la cuenta de porque estaba allí.
- Esperando a alguien, pero no te quiero entretener, tendrás prisa – De repente parecía muy apurado.

Su piel blanca, suave y fría le hacía tener un recuerdo inapropiado y solo pudo ponerse a sudar nervioso:

- Dejaste de llamarme – Realmente parecía triste por ello.
- No sigas por ahí – Miró el patio y deseó que Beckett no apareciera.
- Tú te lo pierdes– Suspiró como si se estuviera conteniendo lanzarse a sus brazos.
- No quiero que llegues tarde por mi culpa – El patio se abrió y a Castle se le secó la garganta de golpe, pero no era más que una vecina.
- Me alegro tanto de verte – No sabía si lo estaba haciendo aposta o no, pero sonaba sugerente y deliciosa y solo quiso alejarla de él lo máximo posible.

Pero entonces ocurrió el desastre, Kate se acercaba y lo que al principio parecía una sonrisa se tornó en la peor de las pesadillas para el escritor:

- Richard – Su tono fue tan tajante y seco que solo quiso evaporarse y que todo fuera una broma.

Ellas ya se conocían, de solo una vez. Una sola vez en las que sus miradas se cruzaron justo como ahora, justo igual, y Amber con sus labios rojos y su gran sonrisa parecía igual de satisfecha que la primera vez:

- Ya se iba – Casi se atraganta con sus propias palabras.
- Si – Sonrió mirando a los dos – Será lo mejor.

Cogió su maleta de mano y se fue tirando de ella:

- ¿Me llamaras? – Sonrió con maldad antes de desaparecer calle abajo con esas caderas dentro de esa falda de tubo.

Su pelo en un moño y sus tacones altos se difuminaban mientras más de uno le lanzaba una mirada casi pervertida. Pero él en seguida volvió clavó los ojos en los de Beckett que puso la misma expresión que el día que Amber desapareció casi de la misma manera de casa, como si fuera el ser más pequeño y menos agraciado del mundo:

- Menuda casualidad – Se esforzó en romper la tensión.

Pero cuando Kate le devolvió la mirada estaba a punto de llorar, exactamente igual que la última vez:

- A las 9 Amy tiene que estar en casa. Ni un segundo después – No le dejó hablar como la primera vez, pero al menos no le echó.

Supo que ni siquiera se iba a molestar en echarle, simplemente, mientras ella volvía al patio decepcionada y cabizbaja, aguantándose las lágrimas, tuvo la certeza de que todo lo avanzado en este tiempo se acababa de evaporar. Volvía a estar sin nada y era totalmente consciente de que de nada serviría insistir.


- Engañó a su mujer – Seguía apuntando en su libreta.
- Parece decepcionada, es raro porque parecía que era lo que todo el mundo esperaba de mí.
- ¿Así que lo hizo porque era lo que los demás esperaban?
- No, no sé porque lo hice. No tenía motivos, no existe un porqué. Estaba en mi mejor época, ganaba millones. Tenía una mujer preciosa que acababa de dar a luz a una niña sana y bonita. No lo analice. Soy un cabrón. Y el karma me odia, porque no veía a Amber desde el mismo día que mi matrimonio se rompió.
- Pero Amber no es su nombre – El escritor resopló.
- No importa su nombre fue puro y duro sexo furioso.
- ¿Sexo furioso? – Parecía confundida y Castle estaba perdiendo la paciencia.
- A mí no me importa si Amber es feliz, si los domingos va a comer a casa de su madre, si tiene facturas que pagar o un gato que se llame calcetines. Yo quería poseerla, quería hacerla mía. Así que enhorabuena ha descubierto al monstruo. Soy un puto superficial. Un jode matrimonios. No estaba pasando por una mala racha, no estaba cabreado con mi mujer. Lo hice porque soy un cabrón y ella podría ser feliz sin mi – Después de eso lanzó la pelota atravesó la habitación golpeando con fuerza contra la pared.
- No es tan monstruo como cree – Suspiró – Al fin y al cabo sí que le importa la felicidad de Katherine, solo tiene que buscar en su interior porque lo hizo.


Llevaban 6 meses saliendo cuando Castle prometió ir a recogerla a la salida de la galería en la que trabajaba por aquel entonces. Irían a cenar y a tomar algo.
Estaba en una reunión para firmar el acuerdo sobre su segundo libro, ya había entregado el borrador y estaba impaciente, pero en la editorial se retrasaron y él no podía dejar de mirar el reloj impaciente. Y como diluviaba fuera.

Cuando por fin todo acabó bajo los escalones de la oficina de dos en dos, derrapando por los pasillos, cansado de ver como tardaba el ascensor y como de atestada estaba la oficina.

Llegó al coche y corrió más de la cuenta dispuesto a pagar la multa que hiciera falta mientras no se retrasara más. Fuera llovía con ganas pero no era una posibilidad rendirse.
Pasó a paso de tortuga por delante de la parada desierta del bus, miró cada rincón, cada persona que corría para resguardarse y ahí la encontró cobijada bajo una cornisa, abrazada a si misma por el frío, calada hasta los huesos y con cara de pocos amigos.

Su pie pisó el freno a tope y al acercarse bajó la ventanilla del copiloto:

- Kate – sus ojos le miraron con un odio infinito – Kate sube al coche – Suplicó sin importar parecerle vulnerable. Ella optó por echar a caminar y hacer como que la cosa no iba con ella – Por favor.

Caminó unos metros y puede que fuer a la cara de pena del escritor, los coches pitándole por ir tan lento o la lluvia pero al final accedió y se metió dentro del coche.
Un silencio sepulcral se instaló en el coche. El escritor se quitó la chaqueta y casi la obligó a que ella hiciera lo mismo y se pusiera la suya. Subió la calefacción e intentó que estuviera cómoda.

Kate se dejó cuidar fijándose en los movimientos del escritor, intentando que verle tan arrepentido no hiciera que le perdonara fácilmente:

- ¿Dónde quieres ir? – Intentó ser amable.
- A casa – Murmuró de mal humor y el escritor supo que esa iba a ser la respuesta.

A Richard se le ocurrieron mil maneras de disculparse pero ninguna que fuera lo suficiente como para compensar.

Cuando aparcó ella no se bajó se quedó allí con la chaqueta del escritor puesta, de brazos cruzados y mirando al infinito:

- Te he estado esperando más de una hora – Murmuró enfadada después de estar mucho callada.
- Lo siento, de verdad.
- No puedo creer que se te haya olvidado que habíamos quedado.
- No se me ha olvidado – Se ofendió – Sería incapaz de olvidarme de ti – Se sintió incómodo demostrando sus sentimientos.
- Espero que tengas un buen motivo – Al fin le miraba, desafiante y aún de brazos cruzados.
- Sí, pero no es suficiente.
- Aclárate o esto te importa o no, porque vas a acabar volviéndome loca – A Castle le apetece abrazarla, casi en un impulso – Porque parece que vienes detrás de mí, pero cuando al fin accedo como que pierdes interés.
Hay algo de odio en su mirada como si hubiera llevado tiempo callándose las cosas, por miedo a que le alejara del todo de su lado:
- Sé coherente.
- No llores – Suplico al ver como sus ojos se inundaban
- ¿Qué más te da? – Las contradicciones del escritor son hirientes siempre cuando cree que está bien con él da un giro y viceversa y ya no sabe a qué atenerse.

El escritor se sentía miserable por verla llorar e impotente por no ser capaz de abrazarla y besarla en la frente que era lo único que realmente le apetecía. Ninguno hizo nada, Kate esperaba que Rick hiciera o dijera algo y él no sabe ni dónde poner las manos.

Por lo que fue lógico que ella se hartase y abriera la puerta para salir. Lo que al escritor no le pareció tan lógico fue como su mano cogió la muñeca de ella y tiró ligeramente para retenerla:

- Yo soy así – Murmuró aún sujetándola – Tengo días malos y días peores y a ti parece que te han tocado todos los peores juntos. Lo siento. De verdad.
- Deja de una vez por todas ese rollo de cabrón si escrúpulos, porque no eres tan malo como intentas aparentar – Él siguió teniendo su muñeca entre las manos, y ella no intentó escaparse.

Una vez más se sintió desprotegido delante de ella, sin su pesada coraza, como si ella fuera la única que podía ver a través de él:

- Sé que te mereces algo mejor, mucho mejor – La miró – Y esta mañana estaba convencido de lo que iba a hacer. Llevaba todo el día pensando en ti y en que te iba a decir cuando te viera – Suspiró.

Kate parecía extrañada justo como esas veces que sabes que alguien va a abrir su corazón delante de ti y estás impaciente y expectante.

El escritor buscó en los bolsillos de su pantalón y le tendió una cajita negra:

- Jamás había sentido por alguien lo que siento por ti. Y lo único que espero es vivir lo suficiente – Ella abrió la cajita y vio el anillo de compromiso – Para poder hacerte feliz. Para casarme contigo y tener un millón de hijos, con tus ojos, tu sonrisa y mi…apellido.

Perfecto capitulo

lo estaba esperando, por fin
ya estoy impaciente a por el sexto YAAAAA!!!!!

impresionante, me encanta esta historia tengo muchas, pero que ganas de leer el sexto, increíble el momento de la pedida de mano
sigue pronto por faaa

al principio de leer el fic dude si me gustaria o no, pero ahora no tengo duda, me encanta

Jo..justo le ve con esa.. siguelo

Capitulo 6

- Me alegra que haya decidido venir señorita Beckett, ya sabe que estás terapias son también para los familiares más directos, y que usted es el único familiar de Richard Castle mayor de edad. Disculpe que haya tardado tanto en llamarla, pero quería tener claros ciertos puntos antes de pedirle venir. Antes de empezar le recuerdo que está aquí voluntariamente y que puede irse cuando quiera – Beckett se limitó a asentir – ¿Alguna pregunta?
- No de momento, aunque estoy algo incómoda – Eso era evidente.
- Relájese, lo dicho aquí queda en la confincialidad y es solo como refuerzo para la terapia del señor Castle – Esa era la única razón por la que estaba allí – ¿Empezamos?

Tomó una gran bocanada de aire antes de dejarse sumergir en una oleada de sentimientos y recuerdos:

- ¿Cómo conoció al señor Castle?

Ya me habían hablado de él, y para que negarlo, mal…muy mal. Se había acostado con la mitad de las chicas que trabajaban conmigo en la galería. Hasta con mi jefa. Todas decían que era un caradura, pero a la semana siguiente siempre caía una nueva, incluso alguna repetía. Y se pasaban las noches de presentación de nuevos talentos detrás de él rogándole un poco de atención.

Me prometí que no me pasaría, además no era ni tan guapo ni tan encantador. Estaba convencida de que era un idiota integral y un experto en despreciar los sentimientos de los demás:

- Te he visto antes, ¿trabajas en la galería? – Me pilló de sorpresa aburriéndome con mi primera copa de champan en la mano.

Era la presentación de un artista conceptual, uno más de los que despegan y tienen un mal aterrizaje. Yo intenté continuar a lo mío, sin prestarle atención esperando que se aburriera:

- Déjame en paz – Murmuré de mal humor cuando insistió la tercera vez – Estoy con alguien.
- ¿En serio? – Parecía divertido - ¿Con quien?
- El chico de allí – Mi acompañante no sabía ni como sujetar la copa que tenía en la mano.
- Escucha, sé que te he visto antes ¿Trabajas en la galería? – Hasta yo sentí vergüenza de Pete, mi acompañante.
- Me aburres – Estaba convencida que si ignorarle no había funcionado, ser una borde funcionaria. Pero parecía encantado con todo aquello.
- ¿Te aburro? Vaya – Después entendería que cuanto más difíciles son las cosas más le gustan.
- Si, así es, eres muy aburrido – Evitaba el contacto visual en todo momento, esquivar sus ojos y su sonrisa radiante era la mejor opción, eso y no ceder.
- Pues sé como pasarlo bien.
- ¿En serio? – Ahí estaba yo fingiendo que no me afectaba.
- No te haces una idea - Sonrió con malicia.
- Vale – Me reía bebiendo un trago largo, dándole a entender que no tenía nada que hacer – Está bien, y ¿Cómo lograrías entretenerme? – Y ahí falle, contacto visual y todo al garete.

Se acercó y me susurró algo al oído, no recuerdo muy bien el que. Y yo me reí, y después vino todo lo demás.

El primer día que me fijé en él estaba ayudando a cambiar la distribución de los cuadros en la galería. Le vi de lejos, como veía a un montón de hombres y mujeres atractivos usando el arte para decorar sin tener la menor idea. Él ni siquiera había reparado en mi. Pero si se había fijado en la recepcionista, en la encargada, en la chica del almacen…Sonriendo, besando las manos de cada una de ellas, siendo encantador y dulce con todas.

Me fijé en él, desde el primer día.


La doctora le dedicó un instante a observarla, parecía conmovida por su propia historia:

- ¿Por qué cree que no funcionó? – En ese instante parecía que Beckett aguantaba las lágrimas mordiéndose el labio inferior y mirando a la nada.
- Porque igual que tiene un interés repentino por algo deja de tenerlo. Y cuando pierde lo que ya no quiere… - Suspiró – Vuelve a querer tenerlo.


Cuando sonó el timbre la primera idea que le pasó por la cabeza era hacer como si no estuviera en casa, fuera quien fuera podría esperar, aunque fuera Angela dispuesta a animarla con toneladas de helado.

Además había sido ella misma la que le había animado a irse a casa y a darse un buen atracón de helado mientras veía un maratón de dibujos animados; “Todo lo demás puede esperar” había dicho casi empujándola con sus cosas por la puerta de la galería. Parecía que tenía un abrazo reservado por si le hacía falta pero que no iba a dárselo para que no se derrumbara.

El timbre volvía a sonar y Kate ya estaba cansada del sonido repetitivo, se levantó perezosa esperando llegar a la puerta y que no hubiera nadie.

Miró por la mirilla y suspiró cansada apoyando la cabeza en la puerta pero sin abrir. Castle no era de los que se rendía y mucho menos de los que se iba. Respiró hondo y abrió la puerta lo justo para asomarse:

- Hola – Sonrió dulce al ver solo parte de la cara de Kate mirándole con cierta desconfianza.

Pero ella no se mueve, no habla, espera algo más antes de ceder:

- Venía para hablar contigo – Miró al suelo con la cara que te miraría un cachorro cuando le echas la bronca.

Y ella sabía que esa era la mirada que siempre la hacía ceder, por eso acto seguido miró a cualquier otra parte, clavar su mirada en la de él hacía que perdiera cualquier tipo de credibilidad a la hora de parecer enfadada:

- Kate… - Murmuró intentando que la mirara, pero ella está demasiado concentrada.

Luchó por no mirarle directamente a los ojos, porque entonces volvería a dejarse caer, y ni todo el helado del mundo lograría mantenerla a salvo:

- Estoy sola, sentada en el sofá, comiendo helado, en pijama y viendo dibujos animados – Dijo lentamente abriendo la puerta y dejando ver su pijama de conejitos en motocicleta.
- De verdad que siento lo que pasó – Suspiró agachando la mirada realmente arrepentido.
- ¿Qué parte exactamente? – Cruzó los brazos sobre el pecho y se apoyó contra el marco de la puerta - ¿Cuándo me besaste o cuando has estado actuando como si no existiera? – Aguantó seria mientras él era consciente de cuanto había metido la pata.
- Tu también me besaste – Sonrió de lado…simplemente encantador.

Aguantó en silencio, quería una explicación y la quería en ese instante, y la disculpa también:

- Dame unos minutos, por favor – Sabía como convencerla, sobretodo cuando en un despiste ambos se habían mirado fijamente a los ojos.

Kate se apartó del quicio de la puerta y le dejó entrar, al pasar la roza conscientemente. Pasó por el largo pasillo hasta el comedor:

- No cogías el teléfono…
- No tenía ganas de hablar con nadie – Dijo seca y él se dejó herir.

Se apoyó en el sofá manteniendo durante unos segundos la mirada fija en los dibujos que asaltaban la tele, haciendo que casi riera a carcajadas:

- Adorable – Se giró para mirarla y la vio con el pelo revuelto, en pijama y como si hubiera estado llorando – Lo siento – Se odiaba a si mismo y ella podía verlo – Me gusta tu pijama…
- No puedes pagar conmigo cada vez que tengas un mal día.
- Lo sé – Tomó aire.

Se acercó lo bastante, tanto como para que Richard se tense, y sus ojos se vayan directos a los labios de Kate, ella sonrió de lado, ver a alguien como él tensarse por su presencia era cuanto menos curioso:

- Tengo la sensación de que voy a esperarte siempre.

Esa fue la primera vez que Richard Castle se quedó a dormir en casa de Katherine Beckett.


- ¿Cree que intentó suicidarse?
- Ya lo he dicho, tiene una capacidad increíble para aburrirse de las cosas al poco tiempo, pero hay algo de lo que nunca se ha cansado de…Amy. Es un buen padre.

Posiblemente el mejor padre del mundo y no exagero. No sé si sería capaz de suicidarse, pero sé que nunca dejaría a Amy. Nunca.

- Parece muy convencida.
- Creí que podía cambiarle, creí que se trataba de paciencia y de… - Suspiró – No lo sé. Pero no es como si todo aquello fuera en balde, Richard ha encontrado a alguien a quien querer incondicionalmente y que le quiere de la misma manera y no será ninguna mujer de este planeta excepto su hija.

Buscó el siguiente punto en su libreta viendo que estaba más cómoda que al principio:

- ¿Quiere decir que si no tuvieran una hija en común no tendrían relación?
- Richard tiene un gran sentido del abandono. Cuando las cosas no salen como él quiere piensa que los demás le han traicionado y abandonado.
- ¿Qué sabe de su niñez?
- Nunca ha sido muy abierto en ciertos temas y quizás ese es su secreto mejor guardado. Sé que estuvo en casas de acogida, que en Kevin ha encontrado lo más parecido a un hermano. Que se pagó la carrera cuando después de llamar a un millón de puertas le compraron su primera novela, y que ha llegado a donde está por mérito propio. Nunca nadie le ha regalado nada.
- Parece que admira esa cualidad en él – Sonrió viendo donde quería llegar.
- Tiene muchas cosas buenas, muchísimas cosas buenas – Suspiró – Sé que a veces cuando la gente habla de él lanzan reproches. Pero lo que no cuentan es que la temporada que estuvieron a buenas con él realmente eran tiempos muy felices. Eso sumado a su alta noción del abandono hace que no tenga muchos amigos. Pero conoce a muchísimas personas.
- ¿Alguna vez estuvo celosa? En el tiempo en el que estuvo casada con él.
- Sé que parece absurdo por como salieron las cosas – Se miraba las manos esperando no sonar demasiado solemne – Pero no. Nunca.
- ¿Se enfadó con él?
- Durante mucho tiempo le odié, eso es verdad. No quería verle ni en pintura, y puede que a día de hoy no lo haya olvidado. Pero estaba más enfadada conmigo misma que con él.
- Ahora usted tiene pareja estable – A Beckett le sorprendió que Castle y la psicóloga hubieran ahondado tanto en ella.
- Si, desde hace dos años o así.
- ¿Sabe algo de él desde que ha empezado rehabilitación? – De repente le pareció que la psiquiatra sabía algo que ella no.
- Llamó la primera semana y le pasé directamente con Amy, no hablé con él. Y hace tres semanas que no llama.
- Quiero que lea esto – Le tendió el diario de Castle, el que la propia psicóloga le había, prácticamente obligado a tener – Tenga en cuenta que una desintoxicación total lleva al sujeto a pasar por diversos estadios, el más largo es la depresión, y son habituales los discursos incoherentes.


"Ha llegado un momento en el que me he rodeado del tipo de amigos que nadie quiere tener, te rien las gracias y te dan una palmadita en la espalda, pero no se quedan a recoger después de la fiesta.

No encuentro el valor para llamar a Amy, no sé que decirle, no se me ocurre nada, nada que no sea: Tu padre es un fracaso que te va a fallar. Porque cuanto más tiempo paso en esta habitación mirando al infinito o arrastrando los pies por estos jardines en este estúpido pijama. Más claro tengo que voy a acabar saltando el muro a emborracharme.

He tenido tiempo para pensar. Pensar y repensar, y después volver a pensar…Le pedí un favor a Javier, el informe del accidente. He leído la opinión de los peritos y de los expertos, he leído la opinión de todo el mundo y las declaraciones de los testigos. Eso unido a mis pesadillas recurrentes me han hecho pensar que quizás si tuve un segundo en el que podía haber apretado el freno. Haber parado. Muchas veces me he visto derrapando al borde del precipicio y salvándome en el ultimo instante. Pero puede que después de tanto pelearme todo el mundo tenga razón, quizás no apreté el freno conscientemente."

Impresionante capi

Me encanta! me resultó raro al principio, costó imaginarme a los personajes en otro contexto pero lograste atraparme con tu forma de escribir! Te felicito por tu valentía al escribir algo completamente diferente a lo que estamos acostumbrados! Saludos

Esta muy bien, algo diferente e interesante.
Aunque reconozco que me da cierta lástima que no esten juntos.
Continua cuando puedas

Me gusta demasiado esta historia, seguila pronto!

Siguela

Escribes muy bien, tu historia tiene ese "algo" especial que engancha.
Describes muy bien lo que están sintiendo los personajes pero a la vez dejas espacio entre ellos para seguir con la trama.
Síguela pronto!

Capitulo 7

Había visto a Castle desplegar todo su encanto para conseguir meterse en las bragas de muchas mujeres, y en cierta manera se sentía mal porque parecía que pasaba por delante de ella y no la veía.

Por eso cuando pasó esperaba que al despertarse él ya no estuviera, y que se esfumara, pero no fue así. Parecía que todo lo que le habían contado de él era mentira.

Era delicado, dulce, atento. No solo se quedó a dormir sino que a la mañana siguiente preparó el desayuno, y la llamó varias veces para verla las semanas siguientes. Incluso fue a buscarla a la salida del trabajo.Tanta era la dedicación que el escritor le estaba prestando que tuvo que pedir el traslado de galería porque sus compañeras habían empezado a hacerle la vida imposible:

- ¿Te estás quedando dormida? – Preguntó dulce mientras ella se acurrucaba más contra él en el sofá.

Katherine refunfuñó aferrándose más al brazo del escritor intentando aguantar despierta la película que habían puesto en el DVD. Estaban en casa de él, cosa que sus compañeras no podían decir, habían cenado allí con calma, entre risas, últimamente todo se lo tomaban así y era adorable verles juntos:

- No – Pero su voz sonaba adormilada.
- Va, vamos, te llevo a casa – Intentó incorporarse pero en un solo movimiento se acercó a él hasta atraparle y obligarle lentamente a que la abrazara.
Trepó por su cuello hasta que su nariz rozó el lóbulo de su oreja y allí se acomodó:
- Un ratito más – Su voz sigue sonando dormida pero su aliento sobre la piel del cuello de él hizo que el escritor se tensase.
- Solo un rato más, después se hará muy tarde – Ella se limitó a acomodarse más en su cuello.

El escritor tragó saliva con cierta dificultad, el olor de su perfume y el cuerpo de ella tan pegado se hacía intenso:

- Vamos, es tarde – Le habló con suavidad – Cuanto más tarde peor.

Pero ella no estaba por la labor, todo lo contrario, se aferró más a él, con la cara totalmente apoyada en el cuello del escritor dejó un suave y lento beso:

- No – Murmura divertida y el pulso del escritor tembló levemente.

Para Richard era muy difícil concentrarse, sobre todo cuando el cuerpo de ella terminó de caer sobre el de él, haciendo que los dos se tumbaran en el sofá, ganándole todo el terreno. Se puso tenso del todo y cerró los ojos, imaginándose que la desnudaba para hacerle el amor encima del sofá, despacio pero con ganas. Ella abrió sus ojos divertida y le vio tan concentrado que se preocupó:

- ¿Qué pasa?
- Por tu integridad física vete a casa – Bromeó como si le costara y ella rió.
- Ya será para menos.
- No, en serio, deja que te lleve a casa – Sí, le estaba rogando para no romper alguna estúpida promesa que se había hecho a si mismo para que ella no pensara que todo aquello se trataba solo de sexo.

Kate se mojo los labios y le miró intensamente con toda la maldad del mundo:

- ¿Qué sería lo peor que podría pasar? – Castle se agarró al sofá, el aliento de ella le había vuelto a rozar esa zona del cuello que le hacía perder la cabeza.
- No quieres saberlo.

Trepó con un impulso y su cara quedó cobre la de él, casi se frente contra la de Castle, le miró tan intensamente que el escritor sintió calidez en el estomago como si se entendiera a si mismo. Después ella se apiadó y le besó en los labios:

- ¿Kate? – Toda su atención volvía a estar en el lugar que debería.
- Perdona estoy agotada – Sacudió la cabeza.
- Te he preguntado ¿dónde has ido esta mañana? – Su tono de voz era dulce.
- A unos recados – Veía que él no la creía – De la galería.
- ¿Y por qué no me has cogido el teléfono? – Ahora recordaba su bolso vibrando durante la terapia.
- No podía.
- Que rara estás – Seguía vaciando las bolsas de la compra algo desconfiado.
- Mañana saldré temprano y no vendré a comer.
- ¿Qué? – De repente se sintió molesta teniendo que dar tantas explicaciones – Puedo preguntar ¿dónde vas? – Ahora Josh estaba abiertamente de mal humor.

Kate le miró con odio por alzar la voz cuando Amy estaba en casa, pero le echó un vistazo y seguía con sus cereales viendo la televisión. Mientras ellos continuaban vaciando las bolsas de la compra:

- Puedes hacerlo, pero eso no significa que vaya a contestarte – Se giró y fue al sofá sin decir nada más.


Volvió a hacer el trayecto de casi dos horas conduciendo hasta la clínica de rehabilitación y desintoxicación, llevaba más de dos cafés y dos discusiones con Josh.

Allí todo era demasiado blanco: uniformes, camillas, paredes, puertas…tanto que asustaba un poco:

- El señor Castle ha estado pasando por los estadios del abandono de sustancias y ha tenido algunos brotes violentos. Sabe que tiene hasta después de comer para traerle de vuelta. Y la Doctora Rodgers ha puesto mucho interés en que le recuerde – Leyó el trozo de papel donde lo tenía apuntado – que no puede contarle al paciente nada de lo que “usted ya sabe”.

Tuvo que recorrer un pasillo blanco, siguiendo al encargado con su uniforme blanco y sus zapatillas blancas, hasta llegar a una de las puertas blancas del largo pasillo que lo único que no tenía blanco era el número de habitación. El hombre llamó con los nudillos fingiendo que allí daban cierta privacidad:

- Señor Castle ya ha llegado su visita – No hubo respuesta - ¿Señor Castle? – Antes de terminar la pregunta ya estaba girando desconfiado el pomo, temiéndose lo peor y haciendo que Beckett sintiera lo mismo.
- Hey – El escritor se escondió cerca del armario – Estaba intentando terminar de ponerme los pantalones – Y Beckett tuvo que taparse la cara para no reírse.

Cuando caminaron por el pasillo de nuevo, con Castle vestido de ropa de calle le observó detenidamente incapaz de creer que hubiera tenido ningún brote violento, parecía incluso que tenía esa especie de relajación que solo consiguen los fármacos. Cerraron la puerta principal tras ellos y ella dejó que se tomara un momento para llenar sus pulmones de aire nuevo.

Aquella clínica tan cara a las afueras de la civilización, rodeada de arboles y vegetación, con tonalidades de verde que nunca antes habían visto:

- ¿Sabes? Me prometí que cuando saliera por esas puertas bailaría haciendo el Moon Walker, pero creo que lo reservaré para cuando me vaya para siempre – Sonrió y ella con él.

Durante el trayecto se dedicó a mirar por la ventanilla fijándose en cada detalle, como si llevara 30 años en la cárcel y fuera su primer día, y tenía una actitud tan dulce y tan infantil que ella no pudo evitar sonreír:

- ¿Por qué ese restaurante? – Él había insistido mucho en ir a uno de esos restaurantes de carretera que suelen salir en las películas.
- Porque ponía la mejor tarta de limón del país, y algo tan pretencioso hay que verificarlo – Parecía feliz solo con eso, imaginándose un trozo de tarta de limón.

- ¿Es verdad que te han aumentado el tiempo en la clínica?
- Por recomendación de la gente de allí, ya sabes – Se puso algo melancólico pero quiso salir del paso enseguida – Quieren mi pasta.
- Creo que estás asustado – Si aún le conocía lo suficiente podía decirlo y él pareció agradecido.
- Sabía que iba a ser difícil pero creo que el no ver la luz al final del túnel no me lo pone fácil – Sonrió triste – Es la primera vez que salgo a la calle en 2 meses.
- Te pondrás mejor no vas a estar allí para siempre.
- Pero parece que si – Se miró la pulsera de la mano y ella también reparó en ese detalle igual que en cuanto la camarera se acercó se la cubrió con la chaqueta.


“Es el interno quien debe solicitar la visita” había dicho el celador de recepción antes de que su jefe le diera la charla a Beckett:

- Me ha sorprendido que me dijeran que querías verme.
- Amy pregunta por ti – Parecía que aquello le partía el corazón.
- Ya lo hablamos, es mejor que no sepa…
- Ya lo sé – Se sintió abatida por todo aquello.
- En todo este tiempo he tenido mucho en que pensar, y hay una cosa que no me puedo quitar de la cabeza – Ella le prestó atención – Nunca he podido olvidarme de las veces en las que me has mirado con decepción – Apartó el plato de la tarta ya repelado – Las llevo contadas empezando desde aquel estúpido día.

Ella parece congelada por la situación y por el desanimo de él como si supiera cuantas veces exactas ha dado la vuelta esa idea en su cabeza:

- Esa doctora no para de decir que soy un libro cerrado, que debería de ser más abierto, y ya sé de quien he oído eso antes – Sonrió triste mirándola – Estoy aquí por Amy, por ella y por ti. Porque creo sinceramente que os merecéis la mejor versión de mi que pueda dar.

Beckett parecía abrumada con tanta ternura de golpe, en estos meses no había podido más que verle como el ser más egoísta y superficial del mundo. El monstruo del que todas hablaban antes de que ella le conociera. Pero ahí estaba vislumbrando el hombre del que creía que se había enamorado incorrectamente:

- Quiero que sepas que nunca quise hacerte daño.
- Lo sé – Dijo ella conmovida – Y eso es lo peor.

Él siempre parecía a kilómetros para ella, y lo sabía y de repente notaba que estaba a centímetros, más cerca que nunca:

- Parece que es verdad – Tenía los ojos húmedos cosa que ella hacía siglos que no veía – El amor es la cosa más triste del mundo cuando se acaba.


El resto del tiempo no fue tan intenso, parecía que ambos querían deshacerse de esa parte agridulce de la mañana. Quizás fueron las horas más cómodas las que vinieron después, por eso no parecían tan lejanos:

- Gracias por el paseo e invitarme, te debo una – Estaban en la puerta dispuestos a despedirse.
- No tienes porque, me quedo con tu cara de satisfacción con la tarta, y con la verdad de que es la mejor del país.
- Bendita tarta de limón – Sonrió de oreja a oreja.

Se miraron un instante, intensamente, tanto que resulto agradable e incomodo a la vez:

- Será mejor que vuelva dentro, toca tarde de electro shock – Ambos rieron.

Fue entonces cuando él se acercó y ella se iba a sentir complacida por el beso en la mejilla que imaginaba que él le iba a dar, hasta que cuando se suponía que debía de sentirle en su mejilla, le sintió sobre sus labios. Con un beso simple, corto e incluso dulce.

Ella parecía tan sorprendida que no reaccionó y él simplemente desapareció por la puerta principal de la clínica.

Fue horrible para ella no saber exactamente como sentirse, pero lo que más le perturbaba de camino a casa, fue darse cuenta de que en realidad le había encantado.

cada dia me gusta mas y seguro que el siguiente capitulo hara que me guste mas, por eso ya estoy impaciente
tu manera de escribir y la historia como lo cuentas
no es pa menos, me quito el sombrero mientras espero