Cobblestones [28/?]

500 miles

Castle sonrió mirando por la ventana del tren, iba a bastante velocidad por las afueras de la ciudad, todo estaba verde a diferencia de la intoxicación de Nueva York, llena de coches, estrés, claxons, gente con prisas, llena de edificios altos, era un paisaje perfecto para reencontrarse con su inspiración.

Miró con nostalgia el pasto verde a las afueras y a lo lejos la costa, hacia años que no viajaba en tren a los Hamptons, y lo estaba disfrutando. Cada parada, cada historia de cada pasajero que paseaba por los vagones, cada risa, era una inspiración más para él. Algunos tensos o cansados, buscando algo de paz y relajación, algo parecido a lo que él buscaba en su refugio de la playa, otros, como los jóvenes que viajaban a dos o tres asientos de distancia de él, llenos de energía, recién estrenando las vacaciones de verano se divertían y él se moría de envidia.

El tren se detuvo y fijo su vista en el andén. Miró a través del ventanal y la vio. Su musa, su amada Kate Beckett. Apenas un gesto, apenas una mirada que lo decía todo.

Suspiró y siguió mirando al frente, perdido en sus pensamientos mientras de vez en cuando trataba de reencontrarse con ella, ahí fuera. El tren volvió a arrancar. Escuchó unos pasos acercarse, un taconeo inconfundible.

-¿Está ocupado?-señaló el asiento vacío a su lado.

Castle negó con sus ojos repletos de emoción, clavando su mirada en la de ella. Kate se sentó a su lado tras dejar su pequeña bolsa junto a la de él. Castle clavó de nuevo su vista en el vidrio. Beckett apoyó su cabeza en el hombro de él, sonriendo, entrelazando sus manos con las del escritor.

-Te he estado esperando toda la vida.

-Ya estoy aquí -Beckett alzó la mirada, y apenas le dio un beso en los labios.

Castle apartó un mechón del flequillo del rostro de la detective, y apoyó su propia cabeza a la de ella. Parecían dos fugitivos huyendo de la ciudad, escapando de la rutina para vivir un sin fin de emociones en un viaje planificado con cariño por parte de él.

-No te vayas más.

-No lo haré.

Like they do it on the Discovery Channel

Beckett se despertó de un brinco. Miró el reloj algo desorientada. Eran casi las 2 am. Se giró y se vio revuelta entre las sábanas negras más suaves que existían. Se sentó en la cama suspirando al ver que se encontraba completamente sola en la habitación.

Se acomodó el cabello revuelto y salió arrastrando sus pies descalzos por el pasillo hasta llegar a las escaleras.

Bajó pausadamente y sin hacer ruido, atravesó la sala y abrió con cuidado la puerta del despacho, viendo como él, ni siquiera notaba su presencia.

Se colocó detrás de él y pellizcó su hombro, hablándole con un acento ruso que ya había utilizado en uno de sus primeros casos, sabiendo que le excitaba.

-Así que, Porno...-dijo mirando la pantalla del portátil de él, dónde un tipo montaba a una rubia plastificada mientras ambos gemían falsamente.

-Discovery Chanel-bromeó.

Castle cerró la pantalla del portátil y giró sobre su silla mirándola. Iba despeinada y en ropa interior.

Se vio descubierto.

-Sabes que cuando me quedó bloqueado recurro a la distracción...recurro al porno.

-Hay otras formas de distracción -Beckett se sentó a horcajadas sobre él y pudo sentir la leve excitación bajo su pantalón del pijama. Castle colocó sus manos en la cintura de la detective.

-Creo que son para mayores de 18 también-sonrió atrapando sus labios con los suyos propios.

Beckett se inclinó haciendo que Castle reclinara la silla, ambos reían en la boca del otro mientras se besaban y acariciaban.

Castle entró y echó un rápido vistazo alrededor. La luz era tenue. La habitación apenas estaba alumbrada con una lamparita en la mesilla. Sonrió. Se acercó a su cama tamaño king size, con un colchón bastante duro pero confortable, como le gustaba.

Las sábanas eran del mejor algodón, suaves y elegantes, de color oscuro igual que la cabecera y el resto de la decoración de la habitación, lo cual la hacía más oscura a esas horas del día.

Todo estaba tranquilo.

Se descalzó al llegar al borde de la cama, y lanzó su chaqueta a un sillón colocado en un lateral, haciendo el menor ruido posible. Dejó su iPhone en la mesita de noche junto con su reloj.

Tras quitarse los calcetines, movió apenas los pies deslizando sus zapatos debajo de la cama, y se inclinó reposando en la cama, justo detrás de ella.

Suspiró en su cuello, soplando levemente al mismo tiempo que apartaba su cabello. Dejó sus labios justo en el punto que su pulso latía con fuerza y le dio un cariñoso y tierno beso, apenas un roce que hizo que la detective sonriera y abriera levemente los ojos.

Ella, también descalza, echó una de sus manos hacia atrás, acariciando el rostro del escritor, sin dejar de sonreír mientras sus pies se enredaban con los de él.

-Por fin llegas...

-Se me hizo tarde, lo siento.

-Te echábamos de menos.

Castle se pegó más a ella, tocando con su pecho la espalda de Beckett, y repitió la acción apartando de nuevo su suave cabello mientras su mano, juguetona acariciaba de su brazo a su abultado vientre.

Ambos sonreían mientras la policía se dejaba hacer. Castle se removió.

-No...-se quejó la detective, más quisquillosa que nunca- Quédate a mi lado.

-Siempre.

-Siempre-sonrió Beckett.

Castle se dio media vuelta y retrocedió. Al momento supo que darle la espalda no era buena idea, más todavía cuando vio que uno de sus zapatos de tacón que por un pelo no le volaba la cabeza.

-¡CASI ME MATAS!

-EXAGERADO-gritó Beckett al otro lado del salón, detrás del sofá- ¡Cómo con todo!

-Kate, de verdad, no sabía que…

-Tú nunca sabes nada…

Castle bufó molesto. Beckett cada vez estaba de peor humor. El retomar el caso de su madre, verse perseguida por los culpables, su relación y miles de casos más la estaban alterando al punto de ser una montaña rusa de emociones a cada momento, eso, y el haberse ido a vivir juntos.

-¿Ah sí?

-¡SI!-exclamó Beckett, enfurruñada.

-¡Tú estás exagerando ahora! Apenas ha sido una tapa levantada…

-Cuatro veces, Castle, Cuatro jodidas veces. Y me extraña que hayas dejado la ropa tirada con lo recogidito que eres…

-Habló doña maniática-masculló el escritor-y eso que…-se quedó pensativo mientras Beckett le miraba con una ceja alzada, esperando-¡JÁ! ¡YA SÉ!

-¿El qué sabes?

-Qué tu no eres perfecta.-Castle se cruzó de brazos- Yo podré dejarme la tapa levantada, las tazas sin lavar o alguna vez la ropa por el medio, pero tú…-la señaló con el dedo-haces ruidos mientras duermes, y babeas mi almohada.

-¿Tú almohada?-dice casi ofendida.

-Si, si, esa que sólo utilizas para hacer la siesta, la ergonómica, esa doble, por la que peleamos…

-Cuidado-masculló Beckett-.

Castle le saca la lengua mientras camina hacia ella. Ella da dos pasos hacia atrás y agachó la mirada.

-Pues tú….-Beckett no sabe que responder. Elevó la vista y sin esperárselo, se encontró envuelta en los fuertes brazos de Castle, relajado, sonriendo.

Acto que ella misma no pudo evitar imitar y acabaron riendo.

-Sabes que me da igual, puedes hacer lo que quieras-Castle acarició el cabello de ella-babéame la almohada, me encanta… No he pasado todo lo que he pasado para ahora echarlo a perder por chorradas, Kate.

Kate asintió.

-No me he gastado todo el dinero en cafés en vano…-Beckett le dio un golpe en el brazo-Auch, ¡es verdad! Piensa, a 3 dólares por día…por 365 días que tiene un año, sin contar el día de navidad, y aquella semana de vacaciones, y aquellos dos días sin trabajo… haz cuentas. ¡Me he dejado un dineral!

-Lo mismo que yo en terapia para soportarte-le respondió la detective, mordaz siempre que se lo proponía, algo que a él le encantaba.

Ambos terminaron cayendo en el sofá, besándose suavemente mientras reían.

Castle sonrió saltando de la cama, tras estirarse como un felino. Eran apenas las 7:30 AM. Normalmente no se levantaba tan pronto, pero se había acomodado a los horarios de su pareja.

La ventana estaba abierta dejando entrar una brisa que aireaba la habitación.

Descalzo y apenas vestido con unos boxers, entró en el baño conjunto a su habitación. Sonrió mirando a través de la pequeña pared de vidrio opaco que separaba la ducha del resto del baño. El agua del grifo resbalaba por la silueta de Kate Beckett que se enjabonaba perniciosamente mientras afuera la música de los Blues Brothers sonaba sin parar.

Castle abrió el grifo para lavarse la cara.

-¡OYE!-Beckett gritó molesta al sentir el cambio de temperatura.

El escritor sonrió y volvió a hacerlo ante las quejas de la detective. Se mojó el cabello y luego se giró al ritmo de la música parándose frente al retrete.

-Castle dime que no estás haciendo lo que creo que estás haciendo.

-No-dijo mintiendo mientras sonreía y terminaba de hacer sus necesidades. Se colocó la ropa interior y tiró de la cadena.

-OTRA VEZ -masculló Beckett ante el repentino empapamiento de agua helada.

Castle se paró frente al lavamanos y mientras se las lavaba, empezó a cantar ignorando las quejas de su musa.

-Everybody, need somebody…

Cogió la espuma de afeitar y se la esparció por la cara mientras Beckett salía de la ducha, desnuda y empapada.

Se colocó detrás de él, besando su hombro desnudo, dejándolo húmedo. Castle sonrió a través del espejo.

-Buenos días.

Castle se giró tomándola de la mano, bailando al ritmo de la canción con algo de torpeza. Beckett lo miraba riendo sin poder evitarlo.

-Vamos, ¡estoy desnuda!

-Y me encanta… Y a ti también-rió Castle con, ésta vez, sus manos en la cintura. –¡Muévete, nena!

-Tonto.

Castle alzó las cejas y se acercó a por ella, mientras ella se echaba hacia atrás sabiendo la que se le venía encima como tantas otras mañanas.

-No, no, no, ni se te ocurra Richard Castle.

En un rápido movimiento atrapó su rostro con las manos y le plantó un fuerte beso en los labios, manchándola con espuma de afeitar.

-Lo sabía-se resignó Beckett buscando una toalla para cubrirse.

-Es divertido.

-Es tarde. -Beckett le devolvió el beso y éste se dispuso a afeitarse de nuevo mirándose al espejo. La detective seguía detrás de él, mirándolo. –Deja -le agarró de la mano-, no te afeites hoy, esa barbita te hace ver más... Travieso.

Castle sonrió y se giró para mirarla en el justo momento que Kate regresaba a la habitación, moviendo sus caderas para provocarle.

El escritor contuvo la respiración unos segundos mirando tal espectáculo y luego se lavó la cara con agua helada.

Se revolvió entre las sábanas que escasamente cubrían su cuerpo desnudo y enfocó la vista en la oscura habitación encontrándose desorientada, perdida.

No obstante, tardó poco en situarse. Sonrió relajada. Estaba en la cama de Castle… Y aunque pareciera extraño, y tras varios encuentros "carnales", era la primera vez que se quedaba a dormir toda la noche. La primera, le entró el pánico, salió corriendo con él detrás. Las demás habían dormido en su casa.

Arrugó la nariz al sentir un olor indescifrable pero sumamente agradable, se irguió en busca del olor, observando la puerta entreabierta, y su cabello cayó con gracia sobre sus hombros.

Se giró y vio la hora. Masculló una palabrota y se levantó rápido, buscando su ropa sin éxito alguno.

Se vistió con una camisa del escritor, y descalza, salió de la habitación bajando las escaleras hasta la cocina.

Y ahí descubrió el motivo por el que la casa olía especialmente bien: Castle, en calzoncillos y delantal, se movía como un experto por la cocina preparando el desayuno.

Nada más verla, sonrió. Él también estaba muy despeinado. Beckett se acercó hasta él.

-Buenos días.

La música sonaba floja desde el reproductor del salón sin impedir que el repicar de la lluvia contra la ventana pasara inadvertido para ambos.

Castle sonrió como nunca y en dos zancadas, la agarró de la cintura robándole un beso.

-No me has despertado… pensaba que lo haríamos juntos. Me has apagado el despertador.

Beckett se sentó sobre la encimera, mirando como cocinaba los últimos creppes, teniendo el atrevimiento de lanzarlos hacia arriba con la sartén.

-Ese era mi intención, mantenerte alejada de lo que se supone que debes hacer.

Beckett alzó una ceja.

-Baje a hacer el desayuno… te debía unos pancakes.

La detective no pudo evitar sonreír. Castle terminó de colocar todo en la mesa.

-Tus famosos Pancakes-dijo casi babeando al ver semejante desayuno preparado ya en la mesa. Zumo, café, creppes, fruta, Pancakes, y también Banana Muffins, sus favoritos.

-¿Cómo has sabido que eran mis favoritos?

-Soy escritor-le guiñó un ojo.

Beckett se bajó y sintió el cuerpo de Castle detrás suyo, abrazándola, acariciando su nuca con sus labios tras apartar el cabello.

-No vamos a poder comer todo esto… y menos en una hora…

Castle la giró y apartó el cabello de su rostro con tranquilidad, relajándola. Intentándola convencer.

-No es fin de semana, a diferencia de ti, debo ir a trabajar.

Castle hizo una mueca.

-Podemos fingir que es fin de semana.

Beckett se acercó a la mesa y empezó a picar de todos los platos, sin importarle si engordaba o no. Su cara cambiaba por momentos, disfrutando de la comida… casi teniendo un orgasmo culinario.

-Dios, Ricky…no…sabía que cocinabas tan bien.

Castle sonrió orgulloso y satisfecho.

-Te lo dije.

Beckett le dio un bocado a otro pancake, en el momento que su móvil sonaba en la mesita del salón dónde casualmente se lo había olvidado la noche anterior.

-No lo cojas. Es muy temprano.

Beckett asintió importándole bien poco si había un caso o no, teniendo semejante regalo de los dioses en la boca.

Tragó y bebió zumo, se acercó a Castle sentándose sobre sus piernas.

-Podemos fingir que es fin de semana.

El escritor asintió y limpió la comisura de los labios de su musa, sonriendo. Jamás había tenido un desayuno tan perfecto.

Beckett dejó su vaso de leche fría en la mesita del salón, estiró los dedos de los pies descalzos reposándolos en el respaldo del sofá y se río.

Dejó uno de los tomos que Castle le había regalado y cerró los ojos. Sonrió imaginándose al escritor vestido con traje de súper héroe, de Batman pues el negro le sentaba de muerte… o tal vez de Superman. Algo ceñido, que marcara bien los músculos de sus brazos que le volvían loca cuando la abrazaban… u otra parte de su anatomía que… también la volvía loca.

El ruido seco de la puerta al cerrarse la sacó de sus sueños y la obligó a volver a la realidad abriendo sus ojos.

-Castle…-murmuró estirándose de nuevo. Llevaba mucho rato tumbada en ese cómodo sofá.

-Becks-Castle se acercó rápido a ella, y se arrodillo a su lado, besándole los labios-mmm te he echado de menos.

-Sólo has estado un día solo con los chicos…

-No es lo mismo, imagínate a Batman sin Robin, o a Thor sin Iron man…

Beckett alzó una ceja.

-Esos dos tienen un rollo raro-dije Castle, recostándose contra el sofá, acariciando su pierna-¿Cómo has estado?

-Bien. Por ahora tu pequeño se porta bien.

Castle subió su mano hasta el aún vientre plano de Beckett y se lo acarició suavemente.

-Pero... no creo aguantar mucho. Ya me he leído todo eso-Beckett señaló 15 cómics que reposaban sobre la mesa-.

-El médico dijo que descansaras al menos unos días…

-¿No me has traído nada?

Castle sonrió. Se levantó y al momento volvió con unos bocetos y unos manuscritos.

-A ver que te parece esto…

Beckett se quedó impresionada leyéndolo. Era el primer tomo de los cómics de Nikki Heat. Sonrió.

-¿Cuándo…?

-El otro día…-Castle sonrió contento-en la página 34 Nikki sale semidesnuda-dijo alzando las cejas.-Si no lo apruebas no saldrá, detective Heat.

Beckett se mordió el labio. Adoraba que Castle contara con ella para esos detalles. Detalles de su trabajo.

Y ambos compartían su trabajo. El escritor se preparó una copa de vino y regresó a su lado, sentándose en el suelo. El rostro de Kate se ensombreció, dato que no pasó desapercibido para él.

-¿Qué ocurre?

-Que tengo ganas de volver a tener mi pistola…de salir…-dijo sincera-no estoy hecha para esto.

-Lo sé…-Castle suspiró- eres una heroína. Pero ahora…podemos ser héroes-El escritor no dejaba de acariciar su vientre-de otra forma.

-¿De pañales?

-De pañales y biberones-sonrió y se inclinó para besarla, dejó la copa de vino al lado del vaso de leche, se levantó cómo pudo y se sentó en el sofá. Abarcó su menudo cuerpo entre sus fuertes brazos.

-Tendré que acostumbrarme a éste sofá.

-¿Sólo al sofá?-Castle besó la cabeza de Beckett mientras ella aguantaba uno de los cómics edición limitada que él le había regalado en el aniversario de su primera semana oficialmente juntos.

Él no necesitaba más que eso… ella entre sus brazos, buena lectura, una copa de vino y toda la noche para mimarla acariciando su vientre dónde albergaban una esperanza más para su relación… un nuevo principio.

Castle dormitaba tranquilamente, acababa de amanecer, entraba una brisa por la ventana que lo acunaba en sus sueños reflejados con una sonrisa en su rostro mientras que su mano reposaba sobre el pecho de Beckett, a su lado, ya despierta.

El escritor disfrutaba de un sueño reparador tras una noche de amor y pasión compartida con la detective, hasta que ésta, inquieta, se levantó estrepitosamente del lecho, revolviendo sabanas, despertando a su compañero como si un terremoto hubiera interrumpido su vida.

Beckett, descalza, salió corriendo tratando de no tropezar con las zapatillas, la camisa de Castle, y la pata de la cama deseando llegar al baño lo antes posible.

-¿Becks?-Castle preguntó al aire, con los ojos entrecerrados, mirando entre la penumbra hacia la luz del baño, escuchando los sonidos desgarradores que provenían de esa estancia.

Se levantó lentamente, con toda su parsimonia se acercó y abrió la puerta encontrándose a Kate arrodillada ante el wc, arrollando casi hasta el alma.

Castle se inclinó a su lado, acarició su espalda y aguantó su cabello hasta que ese suplicio terminó.

Beckett se levantó con cuidado, sintiéndose mareada y tras tirar de la cisterna se lavó la boca y la cara mirando a Castle con cara de cansancio.

-¿Mejor?

-¿Tú que crees?-Kate se recostó sobre el pecho de él, mientras él la confortaba con caricias.

Un sonoro repiqueteo en la puerta de la habitación los sacó del trance.

-¿Papá? ¿Todo está bien?-preguntó Alexis al otro lado.

Castle miró a Beckett.

-Si…Alexis, todo bien.

Castle se dirigió a la puerta, envolviéndose en su batín, mientras que Beckett iba con un short y una camiseta y abrieron saliendo de la habitación, topándose con la pelirroja.

-¿Quién de los dos…?

-Yo-intervino Castle-anoche me sentaron mal las palomitas…

-Papá-bufó Alexis bajando las escaleras seguida por su padre y la novia de él.-Te tengo dicho que después de la 1am comas lo que comas te sienta mal…

-Lo sé-sonrió Castle entrelazando sus dedos con los de Beckett.

Abajo, en la cocina, esperaba Martha terminando de colocar el desayuno en la mesa y miró a los tres.

-Ya está todo listo…

-Me sorprende que cocinas, madre.

Martha sonrió. Alexis pasó por su lado y le dio un beso quitándole una tostada.

-Yo he quedado, lo siento-se excusó yendo a la puerta. Se despidió y salió, dejando a los tres adultos en silencio.

Martha empezó a servir comida a diestro y siniestro mientras que Castle picaba de todos los platos, Beckett apenas probaba bocado.

-Yo…no desayunaré….-Beckett se vio interrumpida por el sonido del móvil de Castle-.

-Ups, me he dejado el móvil arriba, ahora vengo-dijo, levantándose de su taburete y desapareciendo.

Martha miró a su hijo desaparecer escaleras arriba y miró a Kate.

-Pensaba que… era Richard quien se encontraba mal del estomago… quien había vomitado-dijo mirando el plato a medio terminar y clavando sus ojos en los de la detective maliciosamente.

-Yo… él… si…creo que se encuentra mejor…-dijo algo nerviosa- pero ya conoces a Rick, siempre come de todo…le siente mal o no-sonrió.

-Ya…-Martha carraspeó- ¿Cuánto?

-Casi 2 meses…-confirmó Beckett-queremos confirmarlo antes que nada…

-Oh querida-dijo posando su mano sobre la de ella- es…genial.

-Bueno…aún no queremos hacerlo oficial. Rick tiene miedo…está nervioso. Y yo…igual.

Martha no lo dudó un momento y la abrazó con todas sus fuerzas, emocionada mientras Beckett le respondía de la misma forma.

-Pues deberéis actuar mejor…-dijo la actriz sonriendo al momento que bajaba Castle con el móvil en la mano, mirándolas a ambas.

-¿Qué me he perdido?

-Lo sabe-dijo Kate con una sonrisa- a ella no se le puede engañar.

Castle abrazó a Beckett por detrás con el ceño fruncido, acariciando su vientre plano, adoraba hacer eso, mientras besaba su cuello. Martha les miró emocionada, sonriendo, orgullosa de la nueva familia que estaba formando su hijo, con la mejor mujer que podía esperar.

-Es imposible engañar a Martha Rodgers-murmuró Castle.

La habitación olía a azul. Si los colores se pudieran sentir como las esencias, olfateándolas, esa estancia de la casa estaba impregnada de un olor azul inconfundible.

Las sabanas olían a un suave aroma, estaban frescas y bien ventiladas. Apenas entraba luz por una rendija de la ventana, cerrada, con vidrio doble que impedía que el ruido de la gran cuidad se colora arruinando su descanso.

Un montón de peluches daban aun mayor calidad a esa habitación, llena de esperanza y alegría. Castle se asomó a la cuna de su recién nacido hijo, y le observó.

Tenía sus cinco deditos en cada mano y cada pie. Acarició levemente sus bracitos, mientras este enfurruñado se removió ante el contacto de su feliz padre. Dormía plácidamente haciendo el mismo gesto con los labios que su famoso papá y arrugando la nariz como su madre.

Max contaba con el mismo cabello fino que su padre y el mismo color castaño oscuro que su madre. Abrió los ojos, bien grandes y casi siendo un reflejo del color de la pared, un azul claro pero intenso que dejó a Rick quieto, sonriendo.

-No te cansas de mirarle eh- Beckett abrazó a Castle por la espalda, asomándose también a la cuna, observando el bebé.

-Es perfecto.

-Así que...ya...no te quejas de haber tenido un hijo y no otra hija.

-No, ya no. -Castle acarició con mucha delicadeza la cabecita de su hijo.

Beckett sonrió ante la escena. Desprendían ternura. Besó el hombro de su compañero y apoyó su frente allí, sin dejar de mirar a su hijo, sin poder evitarlo.

La sala estaba a oscuras, apenas alumbrada por el reflejo de las llamas en la chimenea. Tenían la casa para ellos solos y no habían sido capaces si quiera de llegar a la habitación. Los zapatos de cada uno habían salido disparados al otro lado del salón, derribando el gato de plata que tantas veces había cambiado de lugar. Entre risas y caricias se desnudaban con prisa sin dejar de mirarse.

La camisa de Castle colgaba con gracia en la silla mientras que el resto de sus prendas, junto con las de Beckett, estaban esparcidas por el suelo.

Ninguno de los dos podía refrenar el deseo de besarse con esa pasión que jamás habían dejado de sentir el uno por el otro, Kate se apoyó contra el sofá mientras Rick no paraba de estimularla con sus mágicos dedos.

Castle jugueteaba con su lengua por todo el cuerpo de ella, ésta vez, en ese instante, en la casa y no en la comisaría, ahí mandaba él, y se lo hacía saber, se lo demostraba de la forma más humana y prehistórica posible, poseyéndola de una firme embestida.

Beckett gimió y sonrió al mismo tiempo. Jadeó el nombre de él mientras que Castle gimió ronco sintiendo la fricción de su miembro en el sexo de la detective. No podía parar. Era como un animal.

Mordió y besó su cuello, la tenía apoyada contra el respaldo del sofá, amarrándose de ahí para no terminar en el suelo.

Beckett gimió de nuevo casi en un grito, desesperada por llegar al clímax, sintiendo como la mano libre de Castle bajaba por su vientre hasta encontrarse con su clítoris, acariciándolo al mismo tiempo que la penetraba una y otra vez.

Richard hundió su rostro en el cuello de la detective, y con la mano que tenía apoyada en el respaldo, tapó su boca, amortiguando los gemidos. Ambos estaban sudorosos, hambrientos por más, llegando al éxtasis casi al mismo tiempo, gritando de placer.

Todo había pasado como si se tratara de un vendaval, un repentino instinto animal que les había llevado a poseerse en medio del salón, sin poder reprimirse.

Los dos no dejaban de mirarse, una vez controlada la pasión, con todo el amor que sentía el uno por el otro. Ninguno apartaba la mirada del otro, disfrutando de esos segundos posterior al sexo, tratando de tranquilizar sus corazones y normalizar sus respiraciones mientras se quedaban recostados en el frío suelo, igualando así su temperatura corporal.

No llegó a terminar de escribir la palabra "arma", y mucho menos de completar la frase "guardó su fría arma entre sus muslos". No se había quedado bloqueado, o eso creía; se había quedado en blanco, cada una de las ideas que tenía en mente plasmar en esa página de su libro, en cómo continuar la historia, habían fluido directas al archivo "B" de "Basura". Las había perdido cegado por un deseo primitivo que recorría todo su cuerpo.

En el momento en que Beckett puso un pie en la habitación –un pie descalzo, para ser más específicos— y lo subió al borde de la cama, subiéndose graciosamente el camisón hasta poco más arriba de sus muslos impregnándose de crema de coco, Castle perdió la noción del tiempo y cerró el portátil donde estaba escribiendo en la cama tranquilamente y lo dejó apartado en la mesita.

-¿Ves algo que te guste, Castle?

Éste no sabía que responder. ¿Algo? Le gustaba todo. Beckett llevaba el pelo mojado, tenía la mirada cargada de erotismo y su aura desprendía sensualidad allá por dónde pasaba. Llevaba un fino camisón negro semitransparente que se ceñía a sus curvas a la perfección.

El camisón, a conjunto con la lencería negra y de encaje, dejaba poco a la imaginación, por suerte para el escritor ya que le era imposible concentrarse en algo más que no fuera el cuerpo de la detective.

Beckett sonrió de la forma que sólo hacía con su pareja y subiéndose a la cama tras haber terminado con la crema en sus piernas, grabando una imagen en la mente de Castle que tardaría en olvidársele, gateó hasta el escritor.

Castle no pudo contenerse y se acercó besándola con pasión, acariciando su nuca, pero, no terminó de concretar el beso, Kate se separó juguetonamente, succionando su labio.

En un rápido movimiento, Beckett se inclinó en su mesita donde yacía su pistola, su placa y sus esposas. Tomó los grilletes y antes de que se diera cuenta, Castle estaba esposado.

Beckett abrió sus piernas a su antojo, quedando entre ellas, acariciando sus muslos mientras Rick trataba de zafarse y al mismo tiempo se revolvía de curiosidad por más.

Kate arrodillada ante él, se inclinó besando su cuello, lamiendo su nuez y bajó las manos por su pecho, arañando su vientre.

-Vaya vaya... Señor Castle, que tenemos aquí -Beckett acarició la erección del escritor que se escondía tras la tela del pijama.

Rick amortiguó un gemido mordiéndose el labio.

-¿Culpable o inocente?

-Inocente -gimió agudamente al observar y sentir como su chica bajaba la goma de su pantalón y de su bóxer liberando su duro miembro.

Beckett se inclinó más rozando su erección contra la tela del camisón que cubría sus senos y con ellos mismos, y le sonrió antes de tomar con sus labios la punta del pene de Castle.

-Inocente -volvió a gemir con la vista nublada.

-Hasta que se demuestre... Lo... Contrario -dijo Beckett dándole un par de besitos y lamidas, disfrutando de la tortura que le estaba proporcionando miles de sensaciones al escritor.

Beckett estaba apoyada en el muro de la azotea del edificio de Castle. En verano pasaban tanto tiempo ahí arriba, ellos dos solos, con la ciudad a los pies, sin problemas ni preocupaciones.

Sonrió viendo las pocas estrellas que el bullicio de la ciudad le permitía ver, y luego, centró su vista en los altos rascacielos de alrededor suyo.

Sonrió. Era feliz.

Castle, con la camisa arrugada y por fuera del pantalón, remangado, el cabello revuelto y descalzo, se acercó por detrás a ella.

Apartó el cabello y besó su cuello, mientras sus manos se acomodaban en sus caderas.

Kate posó sus manos sobre las de él.

Ambos en silencio, disfrutaban el intranquilo movimiento de la ciudad, incluso a esas horas, pero era Nueva York, no se podía pedir más, una ciudad que nunca dormía y había crímenes a todas horas.

La ciudad que adoraban. Dónde el café era mejor que en cualquier sitio –para llevar eso sí- y los paseos por central park –interminables- era lo más cerca de la naturaleza que podían estar.

-Nunca nos iremos de aquí, ¿verdad?-.

-No me veo viviendo en otro sitio-respondió Beckett, observando como en el edificio de enfrente un chico tocaba el saxo en su habitación, y abajo, un malhumorado taxi apretaba el claxon al ponerse el semáforo en verde-.

-Beckett…

-¿mmm?

Castle giró a Beckett suavemente, acarició su mejilla y depositó un tierno beso en sus labios.

-Tú… ¿Te casas conmigo?

-¿En serio?

-La forma más directa, la más sincera…nada de helicópteros-guiñó su ojos-sólo tú y yo.

Beckett sonrió, encontrando aquél simple gesto el más tierno del mundo. Sintiéndose superada por el amor que sentía.

-Ningún escritor…ningún hombre debería casarse con su musa, luego se desilusiona.

-Jamás lo haré…acepta…y no te arrepentirás.

Beckett sonrió acariciando la mano de Castle y le besó, soltándose, pasando sus brazos por el cuello de él, profundizando el beso.

-Acepto.

Toda la casa estaba en penumbras a pesar de la hora que era. A fuera apenas se escuchaba el rumor de las olas al ir venir en la orilla. Beckett, descalza, apenas vestida con una camiseta anchísima y completamente despeinada y desorientada anduvo por el pasillo en busca de una señal de su hijo o su novio, disfrutando de la sensación del frío suelo de madera bajo sus pies.

Abrió la puerta del salón principal y a tientas avanzó hacia la puerta corrediza y en ese momento con las cortinas cerradas sin que un resquicio de luz traspasara; que daba al porche y por ende, a la playa. Se detuvo al sentir algo viscoso en su pie y retomó su camino. Abrió las cortinas dejando la luz pasar y la girarse, se horrorizó.

Toda la estancia estaba con los muebles movidos, la mesa tirada en el suelo, y un montón de sangre en el suelo y en la pared.

Todo estaba salpicado de sangre. Se quedó helada. Y se odió. Pues se había quedado dormida sin enterarse de nada y no reaccionaba.

Para cuando quiso regresar a la habitación a por su Glock 9mm, un Castle sonriente aparecía cargando a Max en su pecho. Ambos con el cabello recogido por una diadema negra, dejando su frente despejada y una mascarilla en la boca, bañados en sangre.

-¿Qué mierda…que ha pasado?-Beckett se acercó preocupada hacia ellos-¿Estáis bien?

Castle asintió frunciendo el ceño, sorprendido hasta que reaccionó.

-Calma sólo es… sirope…nos bañamos y se va…-Castle pasó el dedo por su mejilla y se lo chupó.

Beckett seguía alerta e incrédula.

-¿A que viene "La matanza de Texas"?

-Queríamos hacer tortitas y se nos fue la mano… ¿Verdad Max?-Castle le habló a su hijo y éste por inercia se rió.

Beckett se lo quitó de los brazos y lo abrazó al mismo tiempo que besaba su frente, degustando el viscoso mejungue de sirope de chocolate y algo más que no reconocía.

-Ketchup.

-¡Puaj!

-Era para darle color…y textura-se excusó el escritor-.

-¿Y ahora me vas a explicar a que viene todo esto?

Castle sonrió.

-Estaba escribiendo y necesitaba recrear una matanza… Max estaba despierto y me ayudó para dejarte dormir un ratito.

Kate no pudo más que sonreír. Incluso cuando Castle estaba a tope de trabajo le ayudaba con el niño. Realmente era un padre increíble…salvo por que casi era más niño que su propio hijo.

Beckett le tendió al niño. Se quitó la camiseta quedándose en bikini y volvió a tomar al bebé que apenas iba con un bóxer de Bob Esponja sobre su pañal.

-Nos vamos a bañar…

Beckett caminó hacia la playa. Sonriendo, sabiendo que Castle no apartaba la mirada de ella.

-¿Y yo?

-Tú ensucias, tú limpias cariño.

Castle hizo una mueca y suspiró.

-No tardo-gritó tratando de limpiar lo antes posible para bañarse con Kate y Max.

Beckett lo vio a lo lejos, apurándose, mientras su bebé y ella disfrutaban de la calida temperatura del agua a esa hora del día en la playa de su casa de los Hamptons.

Disfrutaba tanto de esos días de relax… que siempre se arrepentía de no haber aceptado su oferta antes.

Como si de un relámpago se tratase la vio pasar corriendo a la salida. Castle giró medio cuerpo al tratar de detenerla. Ahí estaba él parado, con su chaleco de Escritor, viendo como pasaba rápido cabizbaja dirigiéndose al coche. La siguió por el pasillo de coches de la policía. El ruido era ensordecedor. Las luces azules y rojas iluminaban los edificios de la boca de ese callejón, situado en un polígono medio abandonado.

El calor era sofocante en esa época del año a pesar de ser prácticamente media noche. Y mucho más sofocante después de una carrera tras un sospechoso hasta conducirles a ese edificio.

Beckett había entrado, armada, y seguida de unos cuantos de los suyos mientras le había prohibido tajantemente que la siguiera.

-¡Beckett! -Castle andaba a paso ligero detrás de ella, mientras ella seguía un ritmo más alto, caminando a prisa con el rostro cubierto por sus manos. -¡Beckett! ¡Kate!

Vio como se abría la puerta de su coche y apoyaba su frente ahí. Castle se colocó detrás suyo y desabrochó su chaleco, tirándolo a un lado.

Posó cada brazo a un lado, sin importarle lo sudados que estaban ambos. Beckett, con una camiseta negra de tirantes pegada al pecho y unos vaqueros súper ajustados acompañados de sus míticas botas de tacón, mientras a él se le pegaba la camisa en la espalda debido al calor.

-Lo habéis cogido… ¿Qué pasa?

La detective se giró, completamente despeinada y aun cubriendo su rostro y con un gesto de dolor apartó sus manos.

Castle frunció los labios en una mueca de dolor, compasión y al mismo tiempo aguantando su risa.

-Uy…

Kate frunció su ceño y al momento se relajó dolorida.

-No lo he visto venir -dijo girándose y agachándose al mismo tiempo para mirar su nariz hinchada y con algo de sangre seca en el espejo retrovisor.

-Te la has comido bien… -Kate le dio un codazo, obviamente a propósito. -Ay… -Castle acarició su espalda mientras Beckett se quejaba a cada leve gesto facial. -Vamos a la ambulancia…

-Estoy bien…

-Pues para estar bien… El tipo te ha enseñado qué número calza…

-¡Que gracioso… Ay!

Castle suspiró y la giró obligandola a mirarlo y sentarse en el asiento del conductor. El escritor se colocó entre las piernas de ella y pasó una mano por su –a pesar de estar desordenado- suave cabello, echándolo atrás.

Beckett apretó los labios en el momento que Castle pasó las yemas de sus dedos por el tabique hinchadísimo. El golpe le había producido un feo y oscuro hematoma alrededor de la nariz.

Castle se separó y fue al maletero a buscar el botiquín que llevaba para al menos limpiarle la nariz.

Empapó la toallita en agua oxigenada y se lo limpió con sumo cuidado ante las quejas.

-Venga ya… -Sopló suavemente, secándole la zona afectada con mucho cuidado. -¡Te han pegado un tiro en el pecho, una patada en la cara no es nada, no seas quejica!

-Como sigas hablando te daré yo una patada… Y no precisamente en la cara -bufó Beckett.

-Saldrías perdiendo también.

Castle terminó de "curar" su nariz, ya apenas pasaba suavemente sus dedos tratando de aliviarla. Se inclinó y le dio suaves besitos desde la punta, pasando por el tabique hasta llegar al entrecejo, con sus dos manos aguantando su cabeza para que no escapara.

-Ya estoy bien, no está rota… Sólo… Ha sido el golpe -musitó.

Rick sonrió. Adoraba verla haciéndose la fuerte y a la vez necesitar sus mimitos. Y él… Estaba encantado de dárselos. Bajo sus manos por su rostro y sus labios por su nariz hasta sus labios, atrapándolos en un tierno y cada vez más intenso beso.

Un carraspeo interrumpió el momento. Ambos se separaron y miraron hacia donde provenía el molesto ruido.

Espo les miraba con la ceja alzada.

-¿Estas bien?

Beckett asintió sonriendo.

-Sólo ha sido una patada voladora ninja -dijo Castle divertido, ganándose de nuevo un golpe en el estomago por parte de Beckett.

-Pues vamos… Te interesará hablar con el detenido.

Beckett se levantó, recogió su chaleco y lo metió en el coche. Cerró la puerta y siguió a Espo y Castle por entre las hileras de coches de la policía.

Castle pasó su brazo por encima de sus hombros atrayéndola a él, mientras caminaban.

-Ha sido un "zas en toda la boca" -dijo Espo chocando los cinco con Castle, mientras los dos se reían gracias a la detective.

Beckett pellizcó el trasero de Castle tras ese comentario, haciendo que diera un respingo. Ambos sonrieron.

Miró por la ventana y sonrió. Las luces de los edificios brillaban. Ya era de noche. Estaba hiperrelajado. Se había permitido un baño relajante. Ese día había huido antes de la comisaría y había ido a su casa. Había comprado helado. Se había cambiado de ropa, llevaba unos pantalones de algodón, de deporte, holgado, súper cómodo. Una camiseta negra que le quedaba pegada a su torso, pero cómoda también.

Iba descalzo y el pelo húmedo le daba más sensación de bien estar. El frío del suelo bajo sus pies le encantaba. Cogió un cenicero. Cogió incienso. Puso música relajante y lo llevo todo a su despacho.

Regresó a la cocina, abrió la nevera y cogió una bolsa de patatas y un refresco.

Se dio media vuelta y de camino a su despacho, desconectó el teléfono. Soledad, desconexión… divino tesoro.

Se sentó en su silla y su móvil vibró. Suspiró. Vio la foto de Beckett sonriendo iluminarse en la pantalla.

Con el mando distancia bajo la música.

-¿Yep?

-¿Dónde estás?

-En mi casa.

-He tratado de llamarte… lo tienes desconectado-Beckett hizo una pausa al otro lado del aparato- Cuanto…

-¿Cuánto qué?

-Que cuanto te queda de escribir…

-Ah…oh… bastante.

-Ok, entonces…-Beckett hizo una pausa- No iré hoy a verte.

-Me…-casi lo dice. Casi dice "Mejor". Lo evita-Ok, como quieras.

Castle hizo una mueca. El "pip-pip" al otro lado le indicó que Beckett había colgado. No sabía si era buena señal. Por si las moscas… apagó el móvil.

Sonrió y le dio al play de nuevo. La música envolvió la habitación. Cerró los ojos. Los abrió.

Se encendió el incienso y al mismo tiempo abrió una cajita de madera que reposaba en el escritorio. Olió la mercancía y se rió. Jamás había hecho eso… bueno no, cuando empezaba, cuando era más joven, para que engañarse…

Se encendió el peta y le dio una profunda calada. Sonrió y tosió. No estaba acostumbrado.

Le dio una segunda, y colocó los pies sobre el escritorio al lado del portátil. El cursor parpadeaba incesantemente frente a él, esperando.

Unas cuantas haladas después, lo dejó en el cenicero, y se concentró en escribir. Se rió. Una idea genial cruzó su mente y empezó a darle caña al teclado.

Un buen rato después, y unos cuantos párrafos de su nueva novela, se encendió el segundo. Las ideas venían de la mano de unas cuantas risas… Una risa que cesó en cuanto vio a la detective Beckett, sigilosa como nunca, parada en la puerta de su despacho.

-¡CASTLE!- Los ojos de ella estaban abiertos como platos-. Esnifó el ambiente. Ambiente cargado a una sustancia ilegal.

La música relajante, el estado chill out, había dado paso a música más hippie. Beckett estaba por más, sorprendida.

-¿Qué coño?-movió su mano, haciendo aspavientos para apartar el humo-Sabía que algo escondías…

Castle entre risas y toses, aplastaba la colilla contra el cenicero, apagaba el incienso y echaba ambientador en cantidades industriales por la habitación.

-Tu estás colgado…-Kate se movió por el despacho-Debería detenerte por sustancias ilegales.

-Son de uso familiar.

-¿Cómo?

-Mi madre…me… mierda Becks, estaba bloqueado.

-Y yo no…-el labio de Beckett tembló en una mueca- ni el porno… ni la música, los documentales de animales…-Castle negaba en todas y cada una de ellas-¿Nada? Ni las chucherías-a decir verdad, jamás se imaginó que su novio tuviera tan extrañas formas de inspirarse a la hora de escribir.

Ambos se quedaron en silencio. Beckett se sentó frente al escritorio y se inclinó, mirándole con los ojos entrecerrados. Se quitó la cazadora de cuero y la dejó detrás.

-¿Por cierto…por donde has entrado?

-¿Por la puerta?

-Jajaja…ah…claro.

Beckett suspiró y rodó los ojos. Alargó la mano, cogió uno que quedaba a medias, y lo prendió. Se lo llevó a los labios y le dio una calada. Castle no salía de su asombro y se echó a reír.

-¿Qué?

-Pensaba que tu no…

-Yo también he ido a la universidad, Castle.-Beckett soltó el humo de forma sensual, y se echó a reír viendo la cara del escritor-deja de mirarme así, pon música que nos reiremos.

-Creo que…por un momento la idea de que me esposaras por esto…

-Te dije detener no esposar…

-Ya pero lo podríamos pasar bien…-Beckett se rió.

-Dame un minuto para que pille tu ritmo, y tráeme una birra.

-Dios-Castle se levantó corriendo para ir a la cocina-No sabes como me pones de chica mala, detective.

Beckett se rió y se reclinó en su silla, poniendo los pies sobre el escritorio y dándole al play de la música, escuchando algo de Jahcoustix.

Mientras Beckett estaba sentada en el sofá, con los pies en la mesa, la manta cubriendo sus piernas, una taza de café en la mano y mordisqueaba un lápiz mientras leía unos informes, que reposaban en sus piernas, Castle estaba tirado en el suelo con su portátil.

Golpeaba el teclado rápido, casi frustrado.

Kate alzó la vista de sus papeles para mirarle.

-¿Qué haces?

-Busco una cosa-murmuró sin siquiera girarse.

Beckett dejó los papeles y la taza sobre la mesa y se acercó.

-Una página de coches.

-He puesto una oferta… pero creo que la voy a quitar.

Beckett alzó una ceja. Castle le pasó el pórtatil para que le echara un vistazo y ésta se sorprendió.

-¿El Ferrari?

-¡Estoy harto de que Ryan y Espo me lo pidan para chantajearme! ¡Siempre el Ferrari!

Beckett no pudo evitar reír.

-Se acabó. Lo vendo.

-Pero adoras ese coche.

-Pero también adoro fastidiarles-Castle se rió-.

-¿Y por que vas a quitar la oferta?

Castle se encogió de hombros.

-Lo subastare y el dinero será para la fundación Johanna Beckett.

Beckett no pudo evitar sonreír con sinceridad y se abrazó a él.

-Me parece perfecto.

Kate acarició su nariz con la de Castle en un tierno besito de esquimal, y finalmente posó sus labios en los de él, besándose lentamente.

-Gracias.

-Siempre.