Pecados capitales.(Envidia.)

Holaa gentecilla, vuelvo de nuevo y está vez no lo hago sola. La verdad es que todo esto es idea de Sara (Sí, la ornitorrinca del foro) Ella escribe Fics omo todos hemos podido comprobar pero indagando indagando (No, la verdad es que fue sólo meterme en Fanfiction y buscarla) Encontré un Fic que me llamó la atención.Y Ara me ha dejado escribirla con ella es tan..djflkdhgsdfglsdjf*___* Por eso pido en nombre de las dos, perdón a toñi, María, Laura y Jess por la que le liamos a noche. Espero que os guste.

1.Pereza.



El simple hecho de percibir cómo su propio bostezo le hace abrir la boca de esa forma tan desmesurada, casi provocándole que vuelva a tumbarse sobre su cama por su inconcebible fuerza somnífera le hace tener una ligera idea de cómo se va a desenvolver ese día. Se frota los ojos con cansancio, refunfuñando. Hay días en los que le cuesta demasiado apagar el despertador, pero lo de hoy es otra historia. Hoy creía que se moría mientras oía la irritante alarma rebotar por todas y cada una de las paredes de su habitación.

Pone su pie derecho sobre la alfombra, con esfuerzo, para después poner su izquierdo. Es levantarse sobre sus dos piernas y tener la sensación de que hasta el suelo es una superficie lo suficiente cómoda para tener un sueño placentero. Sacude la cabeza. No sabe por qué, pero hoy solo quiere dormir. O al menos, mantenerse quieto y relajado, a ser posible sentado sobre algo confortable y blandito. No quiere saber nada del mundo, ni de todas esas cosas que se te suelen venir encima cuando te despiertas. No quiere pensar en qué champú y gel usar hoy, o cómo peinarse. No quiere planear su indumentaria, ni su desayuno, ni el trayecto de ida a la comisaria, ni el de la vuelta.

No quiere nada, solo adoptar su postura más primitiva y vivir su propia día de la marmota.

-Hoy tengo el día vago –murmura, para sí solo, mientras se dirige hacia el cuarto de baño.

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-¡Richard! ¡Richard! –se sobresalta, abriendo los ojos. Oye unos golpes secos contra la mampara de la ducha y dirige su atención hacia el foco de todo aquel jaleo sobreactuado- Hijo mío, ¿estás ahí?

A través de la superficie translúcida puede apreciar la silueta indefinida de lo que supone que su madre. Agobiada, tambaleándose, haciendo movimientos melodramáticos con sus brazos que hacen que el escritor suelte una carcajada silenciosa. Suena tan desesperada y agitada que un poco más y Castle se cree que ha habido un atentado cerca o algo parecido. Sacude su cabeza, volviendo a situarla bajo la alcachofa, esperando a que el agua lo espabilara, aunque fuera lo bastante como para que eso no volviera a pasar.

Casi se asombra de su curiosa –y eficaz, sobre todo- habilidad para dormir de pie. Pero se siente tan pesado que no le quedan ni ganas de echarse algún elogio. Solo se molesta en estirarse. No mucho porque le duele el simple esfuerzo de moverse, y le quita hierro al asunto con desgana:

-¿Qué pasa, madre?
-Dios, Richard Alexander Rodgers, no vuelvas a dar esos sustos a tu pobre madre.
-Mamá, es Castle. Rich… –bosteza, frotándose el ojo derecho con el dorso de su mano-. Bah, qué más da. ¿Qué ha pasado?
-Nada, que la pena es que no te hayas roto la cabeza.
-Yo también te quiero, mamá.

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Castle es consciente de que tiene un pelo precioso. Tiene ese corte en el que no le queda ni demasiado corto pero tampoco demasiado largo. Cuando se mira al espejo se tira un beso a sí mismo cuando ve ese flequillo cayéndole hacia su izquierda, con elegancia pero a la vez rebeldía y sabe que le sienta genial. Pero hoy no tiene ese flequillo, ni ese cabello propio de un sex symbol. Lo que hoy tiene es una maraña de pelos sin rumbo indefinido y cuando se mira al espejo casi le da un respingo de la desastrosa imagen que da ahora mismo. Por un momento piensa en coger el pelo y el secador. Por un momento se atreve a darse la vuelta para buscar el bote de gomina.

Y, sin saber cómo, acaba sentado sobre su cama encogiéndose de hombros, y vuelve a tumbarse. Está a punto de jurar que no hay placer equiparable al que está sintiendo en ese justo momento, hasta una tonta sonrisa se ha dibujado en sus labios. Adora su cama. Tanto que un poco más y estará al borde de ser su próximo fetiche.

El sonido de un móvil interrumpe esa deliciosa degustación placentera hacia su colchón, y él rebufa exasperado. Vuelve a rebufar cuando ve la pantalla del móvil. Gina. Le da miedo contestar porque, desde que tiene uso de razón, recuerda que la vida le ha enseñado que las desgracias nunca vienen solas, y el día de por sí tiene todas las que acabar siendo el típico día en el que uno no desea haberse despertado.

Deja que siga sonando y sonríe de forma triunfal cuando la molesta musiquilla cesa. Poco más de cinco segundos después vuelve a insistir la llamada y él resopla, abatido. Está dispuesto a tirar el aparato a cualquier sitio de la habitación para que deje de sonar cuando oye los acelerados pasos de otra persona pisar sobre su moqueta. Acto seguido, siente el auricular de su móvil sobre su oído y un sonido que confirma que ha descolgado la llamada. Abre un ojo, perezoso, para ver a su madre de espaldas saliendo de su habitación. Suspira.

-Hoy me he levantado teniendo la sensación de que mi día sería una mierda. No sabía por qué, la verdad. Gracias por despejarme esa duda de la cabeza, Gina.
-De nada, ahora ya sabes cómo me sentía yo todas las mañanas cuando estábamos casados –Castle no dice nada, ni siquiera se siente ofendido. No le apetece tomarse eso a pecho, les es bastante indiferente-. Por cierto, los de la editorial me están presionando. Y si ellos me presionan a mí, yo te presiono a ti. Así que ya estás moviendo el culo y dándome los cinco primeros capítulos de Calor desnudo.
-Es que ¿sabes qué pasa? Ayer me tiré hasta las tres y media de la mañana escribiendo –miente de pena, pero eso le da igual y más si se trata de una conversación entre él y Gina- y me duelen hasta las uñas. Como comprenderás, no voy a estar deslomándome todos los días mientras me obceco con una sola cosa. Tengo una vida. No sé si sabrás que es eso, pero ya te aseguro que es importante.
-No te pases de listo, Ricky. Tengo un contrato y no me cuesta nada partirlo en dos. Y tampoco me va a doler.
-No lo vas a hacer y lo sabes. Me necesitas para ganar dinero, y qué sería de ti sin eso. Lo que más te ha gustado de mí, siempre, es que sabes cómo aprovecharte de mis encantos –sonríe, con sorna, mordiéndose el labio. Tiene el día vago, pero puede sacar energías de donde sea si tiene que ver con hacerla de rabiar-. ¿De verdad quieres perder esa parte tan propia de ti?
-No, Rick. Yo ya tengo dinero, y sé cómo sacarlo sin que venga de ti. La semana que viene quiero los cinco capítulos.
-Mentira, no lo sabes –ella cuelga desde el otro lado y él suelta una carcajada, jactancioso. Aquella conversación le ha animado un poco. Lo suficiente para meterse la camisa por debajo de los pantalones y pensar en desayunar algo.

Aunque solo sea un chorro de la nata montada de la nevera.
Desayuna a duras penas, sin ganas, sin hambre y por primera vez en mucho tiempo desea que Kate no le incordie diciéndole que tienen un caso. Richard Castle siempre ha sido un hombre activo, lleno de vitalidad y energía, pero hoy parece que las fuerzas se hayan esfumado. Piensa en volver a la habitación, pero sería dar muchos pasos, además su sillón es cómodo. Se deja caer, sin apenas es fuerzo, arrastrando los pies, sin quitarse ni las zapatillas. Hoy no, hoy está demasiado vago como para importarle mucho si su impecable sillón negro contiene alguna huella de zapatilla. Suspira feliz, apoyando la cabeza en las palmas de sus manos, cerrando a los ojos decidido a no hacer absolutamente nada. De nuevo el sonido del móvil lo saca de su letargo, suspira frustrado, su día empeora por momentos. Apoya sus dos pies en el suelo y con un esfuerzo sobre humano consigue levantar el cuerpo del mueble mientras su teléfono no deja de sonar la misma canción repetitiva desde hace unos minutos.
-Ya va, ya va. –Gruñe entre dientes arrastrando los pies desde el salón hasta su dormitorio donde se encontraba el maldito móvil. Mira la foto y ahí está. Beckett, piensa en dejarlo sonar pero sabe que sólo conseguiría que la maldita canción acabase con su paciencia. Coge el teléfono justo cuando estaba a punto de colgarlo.
-Castle.-Dice una vez, serio monótono.
-¡Por fin! Estaba empezando a preguntarme si estabas muerto o algo.-No tiene ganas ni de contestarle con doble sentido, ni con sátira, se queda callado tumbado en la cama.-¿Castle sigues ahí?
-¿Qué?-Responde con ganas de colgarle y seguir haciendo el vago.-
-Que tenemos un caso, ¿Viene o qué?
-¿La verdad? Es que prefiero quedarme hoy en casa. Estoy cansado de escribir hasta tarde.-Cierra los ojos hundiendo más la cabeza en la mullida almohada.
-Castle, vas a venir, tanto si quieres como si no. No me hagas ir a por ti, porque sabes que lo haré.
Suspiró.
-Beckett ayer estuve con una rubia impresionante, ¿Entiendes mi cansancio?-Otra mentira más para librarse de su obligación, para poder quedarse en su casa sin hacer nada, poner el móvil en silencio, disfrutar del único sonido de su corazón y seguir durmiendo, mañana ya sería otro día.
-Pues le dices que se vaya y mueves tu culo hasta la escena del crimen.
-Ya he dicho que no.-Cuelga sin darle tiempo a rechistar, poniendo el móvil en silencio por si se le ocurre volver a llamar.
Cierra los ojos, quedándose casi al instante dormido. Sin pensar en nada, sin hacer nada productivo, sin escribir, sin ayudar en los casos. La puerta suena y vuelve a sonar abre los ojos molesto por el ruido, cubre su cabeza con la almohada. Los golpes siguen cada vez más fuertes, cada vez más insistentes. La voz ahogada de Beckett por la puerta le llena algo distorsionada.
-Richard Castle no me hagas tirar la puerta abajo.
Duda, piensa en quedarse en la cama, pero sabe que ella es capaz de hacerlo, con parsimonia va hacia la puerta de madera maciza abriéndola y se encuentra con Kate cara a cara. Sabe lo que está viendo, lo mismo que ha visto él al mirarse al espejo; El pelo completamente desordenado, hecho una maraña, ojeras que no tienen significado ya que no trasnochó en exceso, barba por afeitar, camisa blanca y sus calzoncillos.
-Beckett, te dije que no quería trabajar hoy.-Entra arrastrando los pies hasta el centro del salón, sabe que ella ha entrado, ha escuchado cerrarse la puerta, se sienta en el reposabrazos y se deja caer hacia atrás.
-Castle, ¿Qué te pasa? Nuca te había visto así.
-No me pasa absolutamente nada, simplemente hoy me he despertado sin hacer nada.
Me mira con la interrogación en sus ojos y yo no puedo darle una respuesta ¿Cómo voy a darle una respuesta de algo que no sé ni yo? La nota cogerle de la mano y tratar de tirar hacia arriba de él. Inutil, ambos saben de sobra que no puede levantar mi peso, pero aún así no desiste. Se rinde y le mira.
-¿No vas a venir hoy verdad?
Niega moviendo la cabeza de lado a lado, lentamente y mirándola en todo momento a los ojos.
Suspira frustrada, ha perdido contra él, orgullo herido, pero decide retirarse, no servirá de nada. Le deja sólo en el salón e intenta ponerse a escribir. Nada. Ni un ápice de inspiración. Piensa en ir a ayudar a Beckett, pero eso supondría vestirse, peinarse y afeitarse, al final escoge lo más fácil, irse a la cama, bajar las persianas y dejar que el día transcurra, hasta que llegue el próximo día.


Así acaba, espero que os guste, y seguiremos escribiendo xDD (Me siento importante al escribir por dos personas.. xD

Así que para esto queríais los números¿? XDD

Vale, gracias por usarme para esta maravillosa idea, seguid así, deseo leer el siguiente muy pronto

Besos!!

lujuria he dicho!!

Hay días en el que a mí me pasa lo mismo, día de pereza total. Jejeje. Me ha gustado mucho, espero leer pronto el siguiente pecado capital.

Muy bueno....!
CONTINUAD PRONTO

Por fin se para que era todo el lío de ayer!!
Me gusta, seguir pronto

Me encanto
Sigue

sigue

¡uaaaa gran comienzo!!!!!!!
jeje a mi tambien ma han pasados esos dias, dias en que realmente no tienes ganas de hacer absolutamente nada
sigueeee que estaré esperando la contiiiii

Me gusta la idea, espero la continuacion!!

SIGUEEEEE

Me has matado Que calidad al relatarlo, me ha encantado, pobre Rick, se nota que conociendolo tan solo fue un día malo. Espero que continues pronto...porque me supongo que si son pecadoS, harás los 7, ¿please?

¡Sin duda uno de mis FICs favoritos, me encanta, al ser algo raro y que nadie había tratado, me ha encantado!

Patrona de los ratones...

Insisto que deberías dedicar más tiempo a esto y menos a otras actividades menos culturales.

A la espera del siguiente capítulo, que supongo que será algún otro pecado ¿Gula? ¿Soberbia? ejem...

Sigue!!!

ay que barbaridad por primera vez que beckett le llevara un cafecito

Pues nada, a esperar la continuación con paciencia, jejeje.

Hello a todo el mundo! :3 Este es otro nuevo pecado capital.. y que bueno.. xDD no se que decir.. os lo dejo

Ira

Era el tercer cargador que vaciaba contra el hombre de cartón. Impecable dándole siempre en el centro donde se suponía que estaba su corazón. Sentía la ira fluir desde su ser hasta el cañón de la pistola, como si agente y arma fueran una sola persona. Katherine Beckett nunca se permitía perder el control pero ciertos sucesos la habían llevado a estar en la sala de tiro libera su frustración de esa forma.

Cerró los ojos al notar la última bala impactar contra la agujereada superficie.

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15 horas antes

El sol entraba poco a poco por la ventana impactándole en la cara. Se removió incomoda hasta que un profundo suspiro salió de su boca y no le quedo más remedio que abrir los ojos.

Se levantó despacio mientras el sueño abandonaba su cuerpo comenzando por su pelo y haciendo todo el recorrido hasta la punta de sus pies.

Encendió el calefactor y se dirigió al baño encendiendo el agua caliente. La dejó correr libre desde el grifo hasta el desagüe varios minutos. Nada. El agua seguía sin calentarse. Cayó en la cuenta de que hacía dos días tenía que haber ido a comprar una botella de butano, pero entre el lío de la comisaría y el cansancio que tenía al llegar a casa siempre fueron un impedimento.

-Mierda. -Susurro con algo de rabia contenida. Hoy sería ducha de agua fría pensó amargamente mientras se deshacía una a una de las prendas que utilizada para dormir.
Contó mentalmente hasta 10 y se metió bajo los chorros de agua fría de su ducha. Sentía que miles de pequeñas agujas se clavaban en su cuerpo por donde el agua corría mojándola. La ira iba bullendo lentamente en su interior, si seguía así sabía que estallaría por cualquier cosa. Se envolvió en la toalla tiritando y con los labio algo morado. Suspiró profundamente, esperaba con todas sus fuerzas que su día mejorase un poco.

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Subía los escalones de dos en dos. El ascensor había dejado de funcionar. Le ardían los pulmones, desde el disparo no había tenido oportunidad de ponerse al día y eso la hacía jadear cada vez que subía un piso. El pecho se le oprimía de dolor. Aún no estaba lista para ese tipo de esfuerzos.

Miró su escritorio donde una gran montaña de papeleo le esperaba para recibirla por la mañana. Instintivamente su vista voló hacia la silla de su compañero, esperando al menos compensar su fatídico día con el café que todas las mañanas él le traía sin esperar recibir nada a cambio. Pero no había nadie. Pensó en ir a la sala de descanso y prepararse ella misma el café pero antes de que esa idea se materializase la desechó a sabiendas de que ella y la maquina nunca se habían llevado lo suficientemente bien como para entregarle un café como ella quería y el vapor siempre acababa quemándola por el dorso de su mano, daba igual el cuidado con el que se lo preparase siempre acabaría quemándose.

Se sentó en el sillón comprando al instante que alguien lo había manipulado ya que sus pies apenas rozaban el suelo, otro motivo más que añadir a su día de mierda, tras pelear con el regulador y conseguirlo tenerlo a su altura adecuada se puso al papeleo. Casos y más casos ante sus ojos, a veces había que añadir una palabra o una línea otras simplemente borrar.

-¿Es que no hay nadie que sepa hacer un buen informe sobre el caso? -Masculló tachando un gran texto que estaba en el informe.

El ascensor estaba arreglado, ya que escuchó las puertas abrirse, giró la silla para ver quién era la persona que vendría a trabajar casi a las 11 de la mañana. No le habría hecho falta sólo había una persona capaz de eso. Capaz de sacarla de quicio y la vez sacarle una sonrisa con un simple café.

Richard Castle.

Y no venía sólo. Frunció el ceño, estaba acostumbrada a verle traer bombones fritos, pero hacía bastante que pensaba que él ya había abandonado esa fachada de mujeriego, sobre todo después de lo que le confesó en el funeral.

Eso no fue lo que realmente molestó a Kate, la verdad es que aunque le molestase ella no le había dado pie a nada. Lo que realmente le molestó fue ver que la estúpida rubia que le acompañaba hoy llevase un brick de café. Ella uno y él otro.

¿Dónde estaba el suyo?

-Buenos días inspectora. -Dijo Castle al ponerse a su altura.
-Buenos días Castle. -Le inspeccionó con la mirada de arriba abajo y de paso a la mosquita muerta que le acompañaba también.- Y, ¿tú eres?
-Oh, soy Sandy, le conocí ayer en una fiesta y al decirme que trabajaba en la comisaría le pedí que si me podía enseñar las instalaciones.
-Oh Castle, no sabía que ahora hacíamos visitas guiadas.

Se levantó dejándole con la palabra en la boca, estaba más que enfadada. Le tocaba ir a hacerse a ella misma el café.

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El vapor le impactó directamente en las manos haciendo que soltase el bote donde colocaba la leche.

-Mierda, mierda. -Resopló llevándose el dedo a la boca impregnándolo de saliva para aliviar el quemazón que había provocado el no llevarse bien con la máquina de café.
-¿Necesitas ayuda? -Preguntó Castle que en esos momentos acaba de entrar en la sala de descanso, y para su sorpresa ya se encontraba solo.
-No, me las apaño bien. Gracias. -Contestó echándole una mirada asesina volviéndose a hacia la máquina.- ¿Dónde te has dejado a la rubia?
-¿Sandy? Tenía que trabajar. -Repuso él con las manos en sus bolsillos viendo como Beckett manipulaba el aparato eléctrico. -¿Seguro que no quieres que te ayude? -Dijo dando unos pasos hacia ella.
-Ya te he dicho que no. -Beckett miraba con el ceño fruncido a la máquina intentando darle al botón correcto. -Me las puedo apañar perfectamente sin... ¡MIERDA! –Volvió a soltar el cacharro de la leche al volver a quemarse.
-Trae, déjamelo a mí, que no sabes. -Agarró el recipiente donde la leche se había vuelvo a caer y lo rellenó.- El truco de hacer un buen café es saber tratar a la cafetera.

Beckett le habría dicho algo, pero simplemente lo dejó correr. Suspiró antes de reponerse y miró a su compañero con recelo. Cruzándose de brazos en la profunda resignación, observaba la soltura con la que Castle se desenvolvía y accionaba la máquina, y es como si hablaran entre ellos. Mientras este le preparaba ese café de modo que quedase como a ella tanto le gustaba, el olor que desprendía hizo que se enfadara más. Con él y consigo misma. Cuando Castle le tendió la taza de café humeante y desprendiendo esa fragancia deliciosa con esa sonrisa esbozaba en sus labios algo se le removió por dentro.

-Toma.

Y odió demasiado lo frágil y vulnerable que le hacía sentir. Pero sobre todo, odió que ella fuera lo suficiente susceptible como para caer. Eso y el hecho de que está descargando en Castle las culpas de algo en el que él ni pincha ni corta.

Miró hacia otro lado mientras daba un sorbo al líquido dejando que una inmensa calidez la tranquilizase por dentro. Iba a darle las gracias, pero no se atrevió. No le salía de dentro y simplemente se limitó a poner su expresión más conformista. Se dio la vuelta, dispuesta a irse hacia su escritorio cuando sintió la palma de la mano del escritor envolver con miedo, pero suavidad su antebrazo izquierdo.

-Kate –susurró, y le costó demasiado impedir que su taza fuera directa al suelo. Sabía cómo estaban las cosas cuando Castle la llamaba por su nombre y sabía qué era lo que vendría después, sobre todo cuando le oía poner ese tono. Igual otro día se habría mostrado más receptiva, pero ese no.
-A diferencia de ti, yo tengo que comerme el papeleo, Castle. Si no te importa…
-Es la mujer de un amigo mío. Es periodista y está haciendo un reportaje sobre los organismos públicos. Me pidió como favor personal que le enseñase cómo era la comisaría por dentro para informarse sobre las infraestructuras.
-Ni siquiera te he preguntado.
-Sí lo has hecho.

Lo que más rabia le daba, siempre, es que Castle tuviera la razón y que eso implicase que se la quitase. No solo era una cuestión de orgullo. Siempre que él llevaba la razón era en terreno privado, en algo que tenía que ver única y exclusivamente con ambos. Y eso la empequeñecía porque en todos los casos acababa reafirmándose y admitiendo que Castle tiene demasiado control sobre sus emociones. Que, aparentemente, no sabía nada pero realmente lo sabía todo.

Maldijo en silencio su infalible comunicación corporal que siempre conseguía delatarla y se zafó del agarre del escritor. Sin mucha delicadeza pero tampoco llegando a rozar la agresividad, y él no insistió más. Era algo propio de ella, esquivar todo tipo de situaciones incómodas de la forma de la que pudiera hacer uso, y supuso que él ya estaba demasiado acostumbrado.

Se sintió ligeramente arrepentida pero su día estaba siendo tan fatídico e irascible que el remordimiento no tenía cupo en toda aquella algarabía mental. Pensó en disculparse después, en ese momento no tenía ganas de meterse en algo que implicase revolver aún más su ámbito sentimental.

Se alejó de la sala de descanso, sin volver a inmutar palabra y no oyó que Castle la siguiera. Por una parte respiró con tranquilidad, aliviada por no tener que cargar con esa tensión. Lo que menos necesitaba es sentirse ahogada. Pero por otra, se sentía el peor de los despojos humanos y esa sensación se incremento cuando vio a Castle dirigirse directamente desde donde lo había dejado hasta el ascensor, desvaneciéndose entre las dos puertas.

Tragó saliva, enterrando su rostro entre sus manos, extenuada.

Hoy no estaba siendo un buen día.

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Las manos empezaron a temblar ante el agarre de su pistola y sintió los pilares de su mundo desplomarse lentamente, dejando que todo el peso que le había castigado durante todo el día hiciera uso de la fuerza de la gravedad, y no le vio ninguna posible solución a todo eso. Aunque tampoco se vio con fuerzas para buscarla. Apretó el gatillo dos o tres veces más, quizá por instinto, para mentalizarse de que ya había gastado todos sus recursos. Se sintió tan vacía como su arma y en ese momento de auto reconocimiento, se rindió y dejó que sus lágrimas vagasen libremente alrededor de sus ojos, para acabar discurriendo sin impedimento alguno por sus mejillas.

Ella sollozaba en silencio, inmóvil, todavía apuntando hacia su objetivo. Se sentía frustrada, impotente y sin ningún progreso tangible después de todas esas sesiones que se había tragado con el doctor Burke. Sentía que en vez de ir hacia delante, retrocedía hasta el punto de ver el reflejo de la joven de veinte años obcecada y traumatizada por los hechos que acontecían esos momentos en sí misma, doce años atrás.

No recordaba la última vez que se había sentido tan débil, tan prescindible. Cierra los ojos, con fuerza. Burke le había dicho en innumerables ocasiones que si tenía que llorar, llorase. Pero también le recordó que no dejara que le poseyera, y ella se estaba dejando poseer. Estaba echándose encima todo de lo que había huido estos últimos meses. Y en lugar de tomar el haber sobrevivido al disparo como si fuera un regalo, una segunda oportunidad lo tomaba como si fuera un castigo.

Notó cómo el peso de su propio cuerpo cedía ante sus emociones y la embriaguez que eso producía y estuvo a punto de caer sobre sus dos rodillas. Hasta que sintió como dos manos que no eran las suyas se deslizaban con dulzura desde sus hombros, acariciando su piel hasta llegar a sus manos, tensas, todavía sujetando el arma, y un escalofrío recorrió su cuerpo de punta a punta. No le hizo demasiada falta darse la vuelta para saber quién era el invasor de su privacidad.

Esa incipiente tranquilidad y reconforte extendiéndose por cada una de sus extremidades no se los transmitía cualquier persona.

Las manos alcanzaron el arma y sintió un cuerpo pegándose al suyo, por su espalda, pronunciando esa sensación térmica y aliviadora que había empezado a percibir sobre sus brazos. Ella se dejó, sin oponer resistencia –y tampoco tenía la suficiente fuerza para hacerlo-. Sintió cómo le empujaba los brazos hacia abajo, relajándolos, y la tensión comenzó a desaparecer. Suavemente, casi acariciando sus manos, las apartó de la pistola, quitándosela con delicadeza y notó como la enfundaba casi con miedo en la funda sujeta a su cintura.

-Es tarde. Vamos, te llevo a casa.

Lo último que esperaba en esa mierda de día era tener a su compañero, una vez más, guardándole las espaldas, intentando vivificarla solo como él sabía hacer. Y se sintió egoísta, pero agradeció enormemente que Castle tuviera esa fijación especial con ella. Que no fuera capaz de evitar ser una de sus mayores preocupaciones, porque eso la levantaba y la hacía mejor persona. La alentaba.

Y pensó en las ansias de venganza que tenía y en que, algún día, haría pagar al que ha provocado todo eso. Le pondría las esposas y se replantearía largo y tendido si merecería seguir con vida. Se replantearía pegarle un tiro entre ceja y ceja, y se jura a sí misma que tendrá ese conflicto moral en un futuro. Estaba segura de que lo tendría y lucharía para que fuera así.

Pero ese día no quería venganza. Solo quería descansar. Quizá al día siguiente sí. Quizá le encontraría e incluso le mataría. Pero no.

Así que simplemente se dio la vuelta, suspirando y dejando que su compañero se tomase la libertad de limpiarle las lágrimas, mientras la sonreía, sin privarle de ese gesto como siempre hacía y dejándole invadir de esa manera su intimidad.

Y ella se esforzó por sonreírle también.


Muchas gracias a los comentarios sois muy dfhskljdhfkjsdgfsdkj*___*

Estupendo capítulo, me ha parecido genial, gracias.

Cuando te levantas con el pie izquierdo, mejor quedarte en casa- Pobrecilla, que mal día ha pasado-


Me ha gustado mucho este capítulo.

Muy bueno. Tu también eres muy dfhskljdhfkjsdgfsdkj

Sigue

R_P escribió:Muy bueno. Tu también eres muy dfhskljdhfkjsdgfsdkj

Ja bueno a decir verdad, es SOMOS, Sara y yo somos dhfdkjghksdfjhgskdjf

Muy buen fic!! sigue o más bien... sigan

Genial, muy buen fic me encanta! ..sigan pronto!

Como es posible que haya tardado casi una semana en descubrir tu Fic. Me ha gustado mucho, es algo distinto a lo leído por ahí.

Del primero creo que eso nos ha pasado a todos alguna vez. Es muy típico de los Domingos o cualquier día que te levantas y vas de la cama al sofá. Pero ahora que acabo de leer el pecado creo que mañana que libró y no tengo nada planeado lo voy a poner en práctica.

El segundo, la ira, esta genialmente explicado. A la pobre Kate la sale todo mal, un día que empieza con una ducha sin agua caliente no puede ser nunca un buen día. Llega a la comisaría, no tiene café, Caatle con una rubia, que más le puede pasar, no me extraña que destroze el muñeco de tiro.

Pues nada esperar el próximo pecado.

P.D.- Me imagino que todos la conoceréis pero todo esto me ha recordado a "Seven".

sigueeeee