That's all Folks. (un placer, es mi despedida)

Ha sido un placer. Me despido de todos vosotr@s de la mejor manera que creo que es posible, con este fic. Acabaré Vidas sueños y un pedido del gremio. Salu2.

Hay cosas que quedan. Imborrables, desafían al tiempo y aunque a veces estamos más tristes de lo que debemos siempre estarán con nosotros.  Las sonrisas, los buenos recuerdos, los cafés y el jugar a hablar con las miradas. Mientras recorro las cuatro esquinas de mi mesa con la palma de la mano pienso. Pienso en lo que voy a dejar, sin temor, pena o duda. Lo dejo porque sé que es hora de dejarlo. La razón es tan egoísta que me hace sonreír ampliamente. Y es que esa pequeña con tirabuzones en el pelo y su padre patrocinan mi felicidad. Ahora toca aparcar los malos recuerdos, mamá se que estarás más que orgullosa. Quise buscar la redención de no sé qué cosa, pero el peso del mundo no me tocará llevarlo otra vez. No, no será esta vez. Cojo la placa que hay en mi mesa y retiro el nombre de Katherine Beckett, la meto en la bolsa. Ya está, ya no queda nada.

Los buenos amigos y amigas que dejo por aquí ya se despidieron en la fiesta que me hicieron. Rick está esperándome abajo con la pequeña, le pedí que me dejara hacer esto sola, pues me lo debía. Así que bajo al parking, allí está él, con una sonrisa y Anne entre sus brazos dormida, montados en el coche cómo si nada pudiera romper esa burbuja de inocencia y calidez. Joder, cómo no voy a dejarlo si tengo esos dos argumentos. Rick sonríe al verme aparecer. Meto la bolsa en el maletero y me acerco a la ventanilla y él la baja.

- ¿Podrías ir tú mientras? Quiero hacer otra cosa.- mi sincera sonrisa le infunde calma y su temor se desvanece.

- Por su puesto.- le beso y pongo rumbo a mi destino, el puente de Brooklyn. Así, caminé por un buen trecho de la ciudad. Iba, tranquila, disfrutando del paseo, me puse mis gafas de sol. Todo tenía un color especial, era como la hermosura de los colores del otoño, pero a mí me esperaba la primavera, vida, podría decirse que eso era lo que me esperaba a mí. Llegué al puente y me adentré en el carril para peatones. Me apoyé sobre la baranda y contemplé el agua que había bajo mis pies y el hormigón. Los barcos deambulan de aquí para allí flotando. Todo sería más perfecto sí el ruido de los coche no estuviera. Pero no se puede tener todo en esta vida. Miro el reloj que llevaré por última vez y lo desabrocho. Me quito el colgante en el que descansa el anillo de mi madre. Durante muchos años no me di cuenta, pero tal vez fueran más una cruz que un recuerdo o un símbolo. Los miro por última vez y los dejo caer al agua. Se acabo todo, ahora me toca a mí y sé que de sobra he cumplido, tal vez demasiado, aunque me he dado cuenta muy tarde.

Cogí el taxi y fui al apartamento. Castle me esperaba en los Hamptons con Anne, yo iba a guardar unas últimas cosas antes de reunirme con ellos. La bolsa estaba en la entrada, la cogí y me senté en el sofá. No me di cuenta hasta ese momento, pero había una rosa sobre la mesa. Buen detalle Rick, esta noche te lo agradeceré en privado. Abrí la bolsa, de ella saqué mi placa, la pistola, mi nombre que estaba en la placa y una taza que me compró Anne. Fui al armario y saqué la caja que había en la repisa de arriba. Aún no estaba embalada, en ella estaban algunos recuerdos más, como el muñeco de palo que hice con mi padre en la playa hace tiempo. Metí todo en la caja y la cerré con cinta adhesiva. Ya, ya había acabado. Fui al cajón de Castle, él me había pedido algo que había dejado allí. En una bolsita de plástico había un papel roto en cuatro trozos. Era el documento que Castle había firmado eximiendo a la policía de cualquier daño que le sucediese por trabajar con ella. No pensaba que pudiera sentirme más feliz, pero sí, gracias otra vez Rick. Así que fui otra vez al armario, guardé los restos del documento junto con lo demás y volví a sellar la caja.

Llegué a los Hamptons una hora después. Apagué el motor del coche y bajé. Puse rumbo a la entrada a la casa, abrí y entré dentro.

- ¿Rick?- pregunté mientras cogía el correo. – Ya estoy aquí. Querría decirte algo.- pero el silencio fue la respuesta. Algo extrañada bajé al garaje, el coche de Rick estaba allí. Subí a las habitaciones, habían deshecho el equipaje y estaba guardado en los armarios, todo estaba en orden, pero ellos no estaban. Quizá estarían en el jardín, a Anne le encantaba jugar con Rick allí. Pero no estaban, supuse que deberían haber ido a dar un paseo. Entonces fue cuando sucedió. De uno de los setos salieron vestidos de piratas Rick y Anne.

- Jo jo jo. ¿Que tenemos aquí mi pequeña bucanera?-

- Es una polizón capitán papá.-

- ¿Tiene algo que alegar en su defensa polizón?-

- Yo sólo pasaba por aquí.- entonces le guiñé un ojo a Anne y entre las dos empujamos a Rick a la piscina.

- Socorro un motín.- decía Rick mientras chapoteaba cómicamente en el agua. – Socorro no sé nadar.- Hacía cómo que se ahogaba y se quedó suspendido en el agua boca abajo. Anne se lo creyó y fue a ayudar a su papá, pero este salió en cuanto la notó cerga y la cogió por sorpresa y la metió en la piscina con él. Entre juegos de ver quien ahogaba a quien fui a por unas toallas. Cuando regresé ya estaban fuera en el borde de la piscina. Estaba secando a mi pequeña, que a sus tiernos cinco años era lo más bonito que había en el mundo. No me di cuenta y aunque me hubiera enterado no me hubiera resistido, pero entre los dos me empujaron a la piscina. Rick se tiró justo después y se acercó a mí. Nos miramos a los ojos y nos besamos. Todo era perfecto. La pequeña Anne aún le tenía miedo al agua, pero quería estar con nosotros. Así que me acerqué a ella y la cogí entre mis brazos, fui junto a Castle y allí nos quedamos los tres juntos en el centro de la piscina. Aquello fue el principio de mi nueva vida, llena de felicidad junto a Anne y Rick. Aquel día dejé todo lo malo y doloroso atrás.

Han pasado dos meses desde que dejé la comisaría. Todo es perfecto, Rick sigue tan payaso como siempre, pero no lo cambiaría por nada. Anne, que decir de ella. Es mi pequeña, mi niña y lo más bonito que hay por aquí. En esta burbuja se respira paz, tranquilidad y amor. Y hablando de amor Rick y yo acabamos de hacerlo. Él se recuesta sobre la cama y yo de lado, con mi cabeza apoyada sobre mi mano. Con un dedo recorro sus labios. Él sonríe y me mira con picardía, venga vamos a por otro cariño. Tres cuartos de hora después nos vestimos y bajamos a desayunar. Me puse unos pantalones afganos, y una camiseta de tirantes. El verano aquí es un poco caluroso y la ropa holgada viene bastante bien para no pasarlo. Rick tiene un pequeño ritual con Anne, y es que él la despierta cada mañana. Cómo trabajaba en comisaría y él se quedaba con ella, lo llevaban haciendo desde hace ya mucho tiempo. Era su momento y nunca me gustó meterme. Pero al contrario que otros días Anne no baja feliz. Está desinflada y triste. Castle también, él no quiere ver a su niña así.

- ¿Qué es lo que pasa?- pregunto

- Maica se ha perdido.- dice Anne. Maica era la muñeca de trapo de Anne, se la hizo Alexis.

- ¿No recuerdas donde la tuviste por última vez?-

- No y tampoco hemos salido de los Hamptons en este último tiempo. Salvo para ir a comprar o al cine y ya he llamado. No tenían nada.- concluyó Rick, había algo en su mirada que me hacía sonreír. Ese mezcla entre inocencia y travesura que siempre me había gustado y sólo él sabía poner. Desayunamos tranquilamente, aunque Anne no estaba de humor. Acabamos y recogimos. Fui a comprar unas cosas al mercado que había. Castle rehusó venir, algo estaría tramando. Como cada martes, el mercado estaba abierto desde las nueve de la mañana. Iba en bici, durante mucho tiempo de mi vida me vi encerrada en un coche. Mis piernas lo agradecían y mi salud también. Compré fruta y algunas verduras, Rick compró ayer algo de carne y la haríamos en la barbacoa. Y a mi pequeña le encantaba la macedonia de frutas. Deposité las bolsas en la cesta de y regresé a casa. Dejé la bici en el garaje de la casa y entré.

- ¿Rick?-

- Un momento.- dijo su voz, que venía del salón.

- ¿Puedes venir?-

- Dame un momento Kate por favor.- dejé las bolsas en la cocina y fui al salón. Allí estaba vestido de Sherlock Holmes. Llevaba el sombrero, la pipa y la lupa. Me hizo mucha gracia verle de aquella guisa. También había una pizarra, como lo que tuve en la comisaría.

- ¿Se puede saber que haces?-

- Investigando la desaparición de Maica. Aunque no dudo que sería una conspiración de mi archienemigo el Doctor Moriarty para fastidiarme.-

- ¿Quién es ese doctor papá?-

- Ya va siendo hora de que te de buenos libros Anne. El doctor Moriary es el némesis de Holmes. Bueno prosiguiendo por donde iba.- fue a la pizarra y le dio la vuelta. Todo era como en nuestros casos. Una foto de la muñeca, diversos indicios. - ¿Qué me dice señorita Beckett, quiere ser mi Watson?- era increíble lo que podía llegar a hacer ese hombre si se aburría. Pero he de reconocer que me sorprendió y me metió el gusanillo. Y qué demonios, era la muñeca favorita de mi hija.

- ¿Qué tenemos?-

- Bueno tras un examen exhaustivo de la zona no encontré nada salvo lo que ves en la pizarra. Anne podrías decirme cómo era el carácter de Maica?-

- Era tímida, aunque conmigo se lo pasaba bien. Le gustaba tomar un colacao conmigo cuando merendábamos. Era lista y guapa, sobre todo muy guapa.- Rick apuntó todo en la pizarra y la miró pensativo. Me acerqué y observé: “Secuestro”, “Fibras rojas del pelo de Maica”.

- No hay indicios de que hubieran forzado cerradura alguna. Lo que quiere decir que tuvo que ser algún conocido. Alguien que se llevaba bien con Maica. Oh, ¡ya lo tengo!. Debió ser el Señor Conejito. ¿Quién si no? Debía estar celoso e hizo desaparecer a Maica, para quedarse él cómo el muñeco preferido de Anne.- Subió a la habitación. La pequeña me miró, mitad curiosa, mitad aterrada. Así que subimos juntas. Llegamos y allí estaba él, sentado en el suelo. Puso de mesa de interrogatorios la pequeña mesa que tenía Anne para algunos de sus juegos. Nos miramos y él me guiñó un ojo disimuladamente. – No quiere hablar. ¿Quieres intentarlo tú?- me dijo, miré a Anne y esta asentía. Así que me acerqué me senté junto a Castle. Miré al Señor Conejito a los ojos. Era un demasiado surrealista interrogar a un conejo de peluche. Pero la mirada triste de mi hija me impedía hacer lo contrario, así que comencé.

- Hola, soy la ex agente Kate Beckett. ¿Cómo se encuentra Señor Conejito?- hice una pausa, como si el conejo se estuviera presentando. – Tenemos sospechas de que usted podría estar implicado en la desaparición de Maica. Todo lo que queremos es información y usted no tendrá ningún problema. Si se niega a colaborar podríamos acusarle de obstrucción a la justicia, y pasar mucho tiempo en la cárcel.- entonces Anne se acercó y con lágrimas en los ojos me tiró de la manga de la camisa. Quería que fuera con ella a solas.

- Mamá él señor conejito dice que no ha sido y yo le creo. No quiero que vaya a la cárcel, tú me lo regalaste, no puede ser malo.- aquello me caló hasta lo más hondo. Volví a la habitación. – Vámonos Rick, él no ha sido.-

- ¿Estás segura?-

- Si, Anne está segura y eso me vale.-

- Entonces no tengo más que añadir. Pero usted.- dijo mirando al Señor Conejito – Ándese con ojo.- se levantó del suelo y vino con nostras. Entre los dos cogimos a Anne de sus manos, ella nos miró.

- ¿Papás y si miramos otra vez en el jardín?-

- Pues claro cariño.- dijo Rick. Y fuimos al jardín. Rebuscamos por todo él, pero no encontramos nada. Entonces vi cómo Rick se quedaba petrificado poco a poco. Me miró, por un momento me temí lo peor, pero con un gesto me indicó que me quedase con Anne, él entró a la casa. Volvió al cabo de un rato. – Nada, de nada ¿Porqué no repasamos otra vez las pistas.- así que entramos a la casa otra vez. Entonces me di cuenta de que Rick había manipulado la pizarra, pero sabía lo que quería hacer. Él ya sabía dónde estaba Maica, pero quería que la pequeña lo descubriese por ella misma.

- Hay algo que no me cuadra en todo esto Rick. Sólo una mente privilegiada podría resolverlo.-

- Estoy totalmente de acuerdo Kate.- entonces vi como la pequeña miraba la pizarra y se le iluminaba la cara, al igual que nos pasaba a Rick y a mí cuando resolvíamos un caso. Subió corriendo las escaleras.

- ¿Se puede saber que hacía la muñeca en el cesto de la ropa sucia?- le pregunté.

- Bueno verás, Anne me la dio para que la lavase. Se me olvidó y esta mañana eché encima nuestras sábanas, sin darme cuenta que Maica estaba allí.

- ¿Y has montado todo esto para buscar a la muñeca de tu hija por un despiste del que te has acordado hace cinco minutos?-

- Si- me miró con cara de culpabilidad. Pero él no sabía que en ese momento me sentía muy diferente a enfadada o decepcionada.

- Eres el mejor padre del mundo.- dije sonriendo abiertamente. Se le fue un peso de encima.

- Bueno, y tú la mejor madre. Y por cierto la más guapa.- dijo acercándose a mí. Nos besamos lentamente. En aquel momento estábamos en una nube. Terminamos y sabía hacer otra cosa salvo sonreír. Casi no escuchamos las voces de nuestra pequeña diciéndonos que Maica había aparecido.