Espejismos (One-shot)
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Espejismos (One-shot)
¡Hola! Bueno, antes de nada. Es mi primer fanfic. Bueno, espero que os guste. Para mayor seguridad: Ratting M, por automutilación y demás. Y por tratar un tema un tanto problemático, creo. En fin, el que avisa no es traidor. Ah, que se me olvida. No es de Castle, lo siento.
Un beso a todos.
Mira a su alrededor. La gente que tiene al lado ríe, habla y entrechoca sus copas rebosantes de vino. Por toda la estancia tintinean los cubiertos. Pero algo no va bien. Dentro de ella, algo se ha roto. Mejor dicho, lleva mucho tiempo roto y deteriorado por el tiempo transcurrido. Se siente como si estuviera enfocada por una luz sobre un escenario, mientras el resto de las personas, absolutamente tranquilas, la observasen con ojos de búho, audaces, esperando a que falle, a que de un paso en falso. Quizá sea cierto, el halógeno sobre su cabeza brilla más que el resto, pero ella no lo nota. De todas formas se sentiría igual. Igual de mal, igual de confusa.
Su mano tiembla al elevar el tenedor. No puede hacerlo. No debería hacerlo, lo sabe. Pero el aparentar a veces puede más, sobretodo cuando comienzan las habladurías que la persiguen día y noche, hora a hora, minuto a minuto. Porque si no es la gente la que habla, es su propia mente, y llega a ser bastante más dura que las figuras difusas en las que se han convertido los asistentes en el salón, emborronados por su acuosa mirada.
Traga, traga con fuerza y gritando por dentro. Por fuera es otra historia. Quiere que la gente crea que esta bien, que nunca ha estado mejor, porque eso es lo que cree ella, o cómo cree que estará en cuánto su infierno personal de frutos, cuando salga algo de entre las cenizas. Pero no es así. Ellos no lo ven así. La ven más débil y delgada que nunca, sus ojos no brillan igual. Parece incómoda en todos lados, en reuniones familiares, en salidas al centro comercial. Ya no pasea con su precioso cachorrito de suave pelo negro, ni queda con sus amigas para ir al cine.
Hace una mueca. Están en vacaciones, por eso tanta gente. Malditas fiestas.
Cree que su vestido negro reventará de un momento a otro. Al contrario, dos primas suyas cuchichean a un lado de la mesa, mientras ella las observa incómoda, sin percatarse de que hablan temiendo que su vestido caiga al suelo de lo grande que le queda. Pero no, ella piensa que lo que susurran entre miradas furtivas llenas de un sentimiento entre la pena y el enfado es sobre los bultos de carne blancucha que le sobresalen.
Pasa media hora, quiere salir corriendo. Es horrible sentir ese monstruo gritando que se detenga en su interior. Quiere hacerle caso, pues solo quiere lo mejor para ella.
Se disculpa. No se encuentra bien, dice. Va a tumbarse un rato en su cuarto, dice.
Pero la puerta que abre en el segundo piso no es esa. Se apoya en el lavabo una vez cerrada con pestillo la puerta. Recuerda la primera vez que hizo aquello. Una semana intentándolo, y aquel maldito sábado en el que se sintió libre y asustada a la vez, mirando el fondo del inodoro, incapaz de comprender lo que acababa de hacer. Porque no recordaba como había llegado a ese punto. El sonido de las voces de sus padres provenientes de la planta baja, llamándola para que fuera a la cocina. Su corazón acelerado, creyendo que ya lo sabían. Media hora después, acariciando la cabecita de su labrador negro como el carbón, al pensar tumbada sobre la cama tranquilamente, se dio cuenta de las estupideces que los sentimientos y la conciencia nos hacen hacer o pensar.
Se inclina sobre la taza, con el pelo amarrado en una goma elástica mal colocada. Le siguen temblando las manos.
Aún de pie, cierra los ojos. Cuesta. Acaricia la sensible piel casi con violencia, mientras la saliva corre y su cuerpo se convulsiona, deshaciéndose en arcadas.
Poco después, nota su garganta arder, y cae de rodillas sobre el frío azulejo. Se inclina varias veces en espasmos involuntarios, quedando vacía. Sus ojos brillan enrojecidos, su mano empapada se sostiene contra el suelo. En su cara, una demacrada y leve sonrisa. Ya no es la niña de antes.
Se levanta, tambaleándose y, como si de una sentencia de muerte se tratara, se acerca temerosa a la báscula.
Se sube, cruzando los dedos. Baja la vista, apretando las uñas contra su palma en el camino. Suspira, aliviada. Tres kilos menos que hace una escasa semana.
Se dirige al espejo de cuerpo entero que adorna las paredes del baño, y la mueca que malamente adornaba sus marcadas facciones se borra por completo, mientras un grito de rabia enmudecido por un sollozo escapa de sus labios. Sigue estando gorda, no hay manera. Los números mienten. Sus amigas, aquellas que la miran raro últimamente, marcan al pesarse veinte números más, y están mil veces mas delgada que ella. Se ríen a sus espaldas, eso le quedo claro hace tiempo.
Llorando amargamente, piensa. Nada de caprichos a partir de ahora. Lo más absolutamente imprescindible. No será benevolente o flexible. La gente se empeña en engañarla con palabras de suplicas e intentando meterle en la cabeza algo que en sus cuentas no cuadra. ¿No se dan cuenta, acaso, de que la hacen más daño de esa forma? Deberían ayudarla, no ralentizar sus objetivos.
Acaricia su muñeca levemente y la rodea sin esfuerzo con dos dedos. Sobra espacio. Se sorprende, pero al mirar ve que es un espejismo. Apenas logra cubrir media. Su tenue y cansado llanto inicia de nuevo con energías renovadas. Casi mudo, pero imparable. Porque se lo merece. No quiere manos acariciando su espalda hasta que no deje de sentir vergüenza de sí misma. Es su culpa no poder pararse delante de un espejo, que los chicos no la quieran.
Acaricia sus robustos muslos, sin darse cuenta de que podría haber pasado por uno de los esqueletos de las clases de Biología.
No tiene fuerzas. Entonces, como si de una aparición se tratase, nota las cicatrices en sus piernas. A penas para de llorar, se incorpora. Abre el cajón y estira la mano hacia el fondo. Tantea con los dedos las esquinas, hasta que nota como sobresale una pequeña marca en el fondo falso. Tira de un lado. Saca la mano cerrada en un puño. Se sienta en la silla del lavabo, jugando distraídamente con la lámina brillante de duro acero, pasando las puntas de las manos sobre el filo cortante, ligeramente manchando se restos de sangre seca.
Y lo hace. Escuece, pero a penas lo siente. La sangre corre por sus piernas. Los antebrazos se verían en demasía. No quiere dar el grito de alarma.
Se siente mejor. Se lo merecía.
Una oleada de gritos y doce campanadas la sacan de su ensoñación. Aturdida, sacude la cabeza, logrando que varios cabellos caigan hacía el suelo imitando a varias gotas de agua. Y, como si estuviera hablando con otra persona, susurra con los labios agrietados estirados hacia arriba y una voz apagada que no es ni la sombra de la dulce entonación que meses atrás poseía:
-Feliz Año Nuevo.
Un beso a todos.
Mira a su alrededor. La gente que tiene al lado ríe, habla y entrechoca sus copas rebosantes de vino. Por toda la estancia tintinean los cubiertos. Pero algo no va bien. Dentro de ella, algo se ha roto. Mejor dicho, lleva mucho tiempo roto y deteriorado por el tiempo transcurrido. Se siente como si estuviera enfocada por una luz sobre un escenario, mientras el resto de las personas, absolutamente tranquilas, la observasen con ojos de búho, audaces, esperando a que falle, a que de un paso en falso. Quizá sea cierto, el halógeno sobre su cabeza brilla más que el resto, pero ella no lo nota. De todas formas se sentiría igual. Igual de mal, igual de confusa.
Su mano tiembla al elevar el tenedor. No puede hacerlo. No debería hacerlo, lo sabe. Pero el aparentar a veces puede más, sobretodo cuando comienzan las habladurías que la persiguen día y noche, hora a hora, minuto a minuto. Porque si no es la gente la que habla, es su propia mente, y llega a ser bastante más dura que las figuras difusas en las que se han convertido los asistentes en el salón, emborronados por su acuosa mirada.
Traga, traga con fuerza y gritando por dentro. Por fuera es otra historia. Quiere que la gente crea que esta bien, que nunca ha estado mejor, porque eso es lo que cree ella, o cómo cree que estará en cuánto su infierno personal de frutos, cuando salga algo de entre las cenizas. Pero no es así. Ellos no lo ven así. La ven más débil y delgada que nunca, sus ojos no brillan igual. Parece incómoda en todos lados, en reuniones familiares, en salidas al centro comercial. Ya no pasea con su precioso cachorrito de suave pelo negro, ni queda con sus amigas para ir al cine.
Hace una mueca. Están en vacaciones, por eso tanta gente. Malditas fiestas.
Cree que su vestido negro reventará de un momento a otro. Al contrario, dos primas suyas cuchichean a un lado de la mesa, mientras ella las observa incómoda, sin percatarse de que hablan temiendo que su vestido caiga al suelo de lo grande que le queda. Pero no, ella piensa que lo que susurran entre miradas furtivas llenas de un sentimiento entre la pena y el enfado es sobre los bultos de carne blancucha que le sobresalen.
Pasa media hora, quiere salir corriendo. Es horrible sentir ese monstruo gritando que se detenga en su interior. Quiere hacerle caso, pues solo quiere lo mejor para ella.
Se disculpa. No se encuentra bien, dice. Va a tumbarse un rato en su cuarto, dice.
Pero la puerta que abre en el segundo piso no es esa. Se apoya en el lavabo una vez cerrada con pestillo la puerta. Recuerda la primera vez que hizo aquello. Una semana intentándolo, y aquel maldito sábado en el que se sintió libre y asustada a la vez, mirando el fondo del inodoro, incapaz de comprender lo que acababa de hacer. Porque no recordaba como había llegado a ese punto. El sonido de las voces de sus padres provenientes de la planta baja, llamándola para que fuera a la cocina. Su corazón acelerado, creyendo que ya lo sabían. Media hora después, acariciando la cabecita de su labrador negro como el carbón, al pensar tumbada sobre la cama tranquilamente, se dio cuenta de las estupideces que los sentimientos y la conciencia nos hacen hacer o pensar.
Se inclina sobre la taza, con el pelo amarrado en una goma elástica mal colocada. Le siguen temblando las manos.
Aún de pie, cierra los ojos. Cuesta. Acaricia la sensible piel casi con violencia, mientras la saliva corre y su cuerpo se convulsiona, deshaciéndose en arcadas.
Poco después, nota su garganta arder, y cae de rodillas sobre el frío azulejo. Se inclina varias veces en espasmos involuntarios, quedando vacía. Sus ojos brillan enrojecidos, su mano empapada se sostiene contra el suelo. En su cara, una demacrada y leve sonrisa. Ya no es la niña de antes.
Se levanta, tambaleándose y, como si de una sentencia de muerte se tratara, se acerca temerosa a la báscula.
Se sube, cruzando los dedos. Baja la vista, apretando las uñas contra su palma en el camino. Suspira, aliviada. Tres kilos menos que hace una escasa semana.
Se dirige al espejo de cuerpo entero que adorna las paredes del baño, y la mueca que malamente adornaba sus marcadas facciones se borra por completo, mientras un grito de rabia enmudecido por un sollozo escapa de sus labios. Sigue estando gorda, no hay manera. Los números mienten. Sus amigas, aquellas que la miran raro últimamente, marcan al pesarse veinte números más, y están mil veces mas delgada que ella. Se ríen a sus espaldas, eso le quedo claro hace tiempo.
Llorando amargamente, piensa. Nada de caprichos a partir de ahora. Lo más absolutamente imprescindible. No será benevolente o flexible. La gente se empeña en engañarla con palabras de suplicas e intentando meterle en la cabeza algo que en sus cuentas no cuadra. ¿No se dan cuenta, acaso, de que la hacen más daño de esa forma? Deberían ayudarla, no ralentizar sus objetivos.
Acaricia su muñeca levemente y la rodea sin esfuerzo con dos dedos. Sobra espacio. Se sorprende, pero al mirar ve que es un espejismo. Apenas logra cubrir media. Su tenue y cansado llanto inicia de nuevo con energías renovadas. Casi mudo, pero imparable. Porque se lo merece. No quiere manos acariciando su espalda hasta que no deje de sentir vergüenza de sí misma. Es su culpa no poder pararse delante de un espejo, que los chicos no la quieran.
Acaricia sus robustos muslos, sin darse cuenta de que podría haber pasado por uno de los esqueletos de las clases de Biología.
No tiene fuerzas. Entonces, como si de una aparición se tratase, nota las cicatrices en sus piernas. A penas para de llorar, se incorpora. Abre el cajón y estira la mano hacia el fondo. Tantea con los dedos las esquinas, hasta que nota como sobresale una pequeña marca en el fondo falso. Tira de un lado. Saca la mano cerrada en un puño. Se sienta en la silla del lavabo, jugando distraídamente con la lámina brillante de duro acero, pasando las puntas de las manos sobre el filo cortante, ligeramente manchando se restos de sangre seca.
Y lo hace. Escuece, pero a penas lo siente. La sangre corre por sus piernas. Los antebrazos se verían en demasía. No quiere dar el grito de alarma.
Se siente mejor. Se lo merecía.
Una oleada de gritos y doce campanadas la sacan de su ensoñación. Aturdida, sacude la cabeza, logrando que varios cabellos caigan hacía el suelo imitando a varias gotas de agua. Y, como si estuviera hablando con otra persona, susurra con los labios agrietados estirados hacia arriba y una voz apagada que no es ni la sombra de la dulce entonación que meses atrás poseía:
-Feliz Año Nuevo.
Última edición por Kate Stark el Lun Oct 07, 2013 6:09 am, editado 2 veces
Kate Stark- Escritor novato
- Mensajes : 4
Fecha de inscripción : 02/10/2013
Edad : 24
Localización : Entre montañas de libros
Re: Espejismos (One-shot)
Pf, yo pasé por lo de cortarme y creeme entiendo la paranoia de esta chica, muy bien reflejados los sentimientos de la chica y te lo digo yo, que lo he vivido.
Muy triste, me gusta el drama, espero qye lo sigas porque tienes enganchada=D Y no parece tu primer fic ^^
Muy triste, me gusta el drama, espero qye lo sigas porque tienes enganchada=D Y no parece tu primer fic ^^
Apocalipsis.- As del póker
- Mensajes : 385
Fecha de inscripción : 08/08/2013
Edad : 27
Localización : Vivo con David el Nomo :3
Re: Espejismos (One-shot)
Muchísimas gracias. Si te digo la verdad, sí, es el primero. Esto fue cosa de diez minutos libres entre deberes de física y de biología -.-" Me alegro de que te haya gustado. No pensaba continuarlo, la verdad... Bueno, ya veré Repito: muchas gracias.Apocalipsis. escribió:Pf, yo pasé por lo de cortarme y creeme entiendo la paranoia de esta chica, muy bien reflejados los sentimientos de la chica y te lo digo yo, que lo he vivido.
Muy triste, me gusta el drama, espero qye lo sigas porque tienes enganchada=D Y no parece tu primer fic ^^
Kate Stark- Escritor novato
- Mensajes : 4
Fecha de inscripción : 02/10/2013
Edad : 24
Localización : Entre montañas de libros
Re: Espejismos (One-shot)
Me gusta mucho tu manera de escribir y me ha encantado este shot , espero que lo continúes , creo que la chica se merece una nueva oportunidad .
P.D : la parte del corte me ha resultado demasiado difícil leerla , me ha parecido demasiado real pero me ha encantado .
P.D : la parte del corte me ha resultado demasiado difícil leerla , me ha parecido demasiado real pero me ha encantado .
lucy_castle- Escritor - Policia
- Mensajes : 1466
Fecha de inscripción : 05/01/2013
Localización : Bajo el suelo del loft de Castle .
Re: Espejismos (One-shot)
Mil gracias. Lo vuelvo a decir, no pensaba continuarlo, pero ya veré (depende de cómo ande el profesor de matemáticas xD) Yo espero como tu que tenga una nueva oportunidad. Lo siento si fue muy dura, pero me salió así. ¿De verdad te pareció real? Me alegro que te haya gustado.lucy_castle escribió:Me gusta mucho tu manera de escribir y me ha encantado este shot , espero que lo continúes , creo que la chica se merece una nueva oportunidad .
P.D : la parte del corte me ha resultado demasiado difícil leerla , me ha parecido demasiado real pero me ha encantado .
Besos!
Kate Stark- Escritor novato
- Mensajes : 4
Fecha de inscripción : 02/10/2013
Edad : 24
Localización : Entre montañas de libros
Re: Espejismos (One-shot)
Impresionante.
_Caskett_- Escritor - Policia
- Mensajes : 2936
Fecha de inscripción : 22/01/2013
Localización : en un mundo feliz
Re: Espejismos (One-shot)
Gracias Siento no haber respondido antes. No me pude conectar._Caskett_ escribió:Impresionante.
Kate Stark- Escritor novato
- Mensajes : 4
Fecha de inscripción : 02/10/2013
Edad : 24
Localización : Entre montañas de libros
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