Coitus Interruptus [12/12] -Acabado-

Miró su reloj una vez más. Estaba nerviosa. Después de todos los momentos a solas echados a perder… y con el último encuentro aun prácticamente en su mente… Castle le había prometido que la sorprendería, y de hecho, ya lo estaba haciendo llegando tarde.

Un minuto tarde. Las 11.01 marcó el reloj al instante que sonó el timbre de su casa.

Castle fue escueto. Un simple “Baja, estoy aparcado en segunda fila”. Así…empezaban mal.

Pero Beckett cambió de idea cuando llegó abajo, cargando su pequeña bolsa para el fin de semana y le vio apoyado en la puerta de su mercedes. Jeans, camisa y gafas de sol. Combinación perfecta.

-¿A dónde vamos?

-Eso lo verás en un ratito.

Beckett se subió a su coche y durante todo el trayecto estuvieron hablando de cosas triviales y cantando con la música de la radio.

-¿A los Hamptons?

-Creo que en mi casa tendremos la suficiente tranquilidad, intimidad para hacer lo que queramos y además estaremos a salvo de diarreas… tengo comida sana.

Beckett no pudo evitar contener una carcajada ante la mirada del escritor.

-Y a salvo de bailes…

-También.-Castle le miró mientras aparcaba- ¿Te he sorprendido?

-El día está mejorando-contestó Beckett maravillada ante la casa de veraneo de Castle.

Después de acomodar sus cosas dentro de la casa y comer un sándwich, lejos de atiborrarse, se vistieron y salieron al jardín que conectaba con la playa.

Beckett se recostó en la arena sobre una toalla y sonrió.

-¡Esto es el paraíso! ¡No hay nadie!

-No es época…pero igualmente, desde aquella roca-Castle señaló un pedrusco a unos 20 metros- y hasta allí-dijo señalando dirección contraria, separado por un caminito-se podría decir que todo esto es mío.

-Ok, Mufasa-Beckett se rió despeinándolo, se inclinó sobre él llenando su rostro de besos. Castle la estrechó entre sus brazos y el vestido ligero que llevaba y la coleta alta que recogía su cabello duró poco, dejándola con un bikini negro, pequeñísimo.

Beckett se lo quedó mirando.

-Tu turno-dijo mirándole, esperando que se quitara su ropa.

-Estoy gordo.

Beckett alzó una ceja.

-Tengo muslazos, y no precisamente como los de Spartacus.

Beckett se mordió el labio al recordar los Muslos de los actores de la serie y se percató que perdió la noción ante la mirada odiosa de su pareja.

-No me importa Rick, si hace falta te arrancaré la ropa…

Castle tragó saliva con miedo al ver la mirada de la detective y recordando lo peligrosa que podía ser. Rápidamente se quitó los vaqueros y se quedó con un bañador por la rodilla, rojo con florecillas hawaianas.


-Mucho mejor.

-Muchísimo mejor –replicó él, acercándose a ella y besándola con intensidad, agarrándola por el trasero y pegándola a él. –Mmmmmmmm

-Si… ¿Te vienes conmigo al agua? –tiró de él con travesura, haciendo que la siguiera. El agua estaba limpia y cálida…un lugar ideal en el que cumplir varias fantasías.

Castle la abrazó por la espalda, lamiendo su hombro, notando el sabor salado de la piel. Subió sus manos por el estómago hasta llegar a los pechos y se los acarició suavemente a través de la tela, notando la dureza de los pezones. Tiró con los dientes el lazo que estaba anudado al cuello, apartando su cabello mientras la otra mano hacia lo propio con el nudo de la espalda. La giró y sonrió al ver como el bikini se deslizaba suavemente y Beckett le echaba los brazos al cuello, besándolo con parsimonia.

Se frotó contra él con suavidad, haciendo aún más evidente su excitación, enlazando las piernas en su cintura.


La besó de nuevo, deslizando la cálida lengua entre los labios. Joder, quería quitarse el maldito bañador, arrancarle las braguitas del bikini y hacerlo con ella, ahí mismo, en ese momento.

Al parecer, ella adivinó sus intenciones. Con una mano agarró el filo del bañador, intentando tirar hacia abajo, haciendo malabarismos con su mano entre sus cuerpos mientras el vaivén de las olas los desestabilizaba y hacia que se empaparan hasta el pelo, pegándose a su frente. Beckett acarició su erección y consiguió bajar levemente la goma del bañador de Castle, pero…

-¡¡Ah!! ¡¡Maldita sea!! –él la miró, asustado.

-¡¿Qué pasa?!

-¡Creo que me ha picado una medusa! –estiró la pierna haciendo casi contorsionismo para que Richard lo viera con claridad. La zona estaba enrojecida. -¡Mierda!


-Tranquila, vamos. –La llevó hasta la orilla en brazos, mientras intentaba limpiar la zona con el agua salada. –No hay amoniaco ni pomadas en la casa, debía comprar… Habrá que tomar medidas.

-¿Qué medidas?

-¿Amputación?

-¿¡Qué!?

-Nah… sólo tengo que mear en tu pie.

-¿¡Qué!? ¿¡Qué dices, estás loco!?

Castle la miró confundido.

-¿Te parece mejor la amputación? ¡No lo hago por placer! Lo de la lluvia dorada no va conmigo. No es que quiera escribir mi nombre en tu pierna con el pis, es por tu bien.

-¡No! ¡No pienso dejar que me orines encima! –él hizo amago de bajarse el bañador. -¡Te juro que como lo hagas, te la corto! Trae hielo y algún antihistamínico. –Minutos después, Castle corriendo por la arena, venía con una bolsa de hielo envuelta en una toalla. La puso sobre la picadura y le ofreció la medicación. –Gracias. No quería gritarte…

-Ya lo se… Deberíamos tumbarnos un poco –dijo señalando las toallas. –Primer atentado del día.

-Si…es lo mejor. ¿Me devuelves el bikini?

Él se había encargado de recogerlo cuando lo había “perdido” en el mar.

-Hacer topless es sano.

-¿Pensarías lo mismo si la playa fuera pública? –la cara que puso fue suficiente. -¿Y mis gafas de sol?

-¿Éstas? –preguntó él, girándose con unas gafas rojas de corazones puestas.

-Si, esas.

-He olvidado las mías en la casa, me las quedo un rato. –Ella iba a protestar pero ¿qué más daba? Se tumbó, echándose el vestido sobre la cara, notando como le cosquilleaba la piel a medida que se secaba. Y sin darse cuenta, se quedaron dormidos, con las manos entrelazadas.

No sabía cuanto rato había pasado. Soltó un soplido y se estiró soltando la mano de Beckett. Sintió su piel caliente y su boca seca. Un extraño graznido le hizo sobresaltarse.
¿Era una gallina? No, no podía ser. ¿Una gaviota?

Si, eso si. Aunque era mejor abrir los ojos para confirmar la compañía del ave. Abrió un ojo viéndolo todo oscuro y se percató que aún llevaba las gafas de sol de Kate. Se las quitó y quiso
Incorporarse pero… ¡Auch! Notaba la piel tirante.

Observó uno de sus brazos…había adquirido el color de una langosta. Giró la cabeza y la vio. Dios…estaba precioso, dormida profundamente, semidesnuda, y…. más roja que un tomate.

-Beckett… ¡KATE!.

-¿Qué, qué pasa?

-¡Nos hemos quemado! –cuando lo dijo en voz alta, le pareció mucho peor.

Se acabó el fin de semana romántico. La gaviota se unió al drama sobrevolando bajo sobre ellos y cagandose en el dorso de la mano de Castle.

Beckett no pudo evitar soltar una risotada pero al hacerlo su cuerpo rozó con la toalla y vió las estrellas.

Se incorporó, soltando un gemido lastimero. El vestido que se había puesto sobre la cara cayó sobre su regazo. Castle se llevó la mano a la boca, reprimiendo una carcajada. El bello rostro de la detective conservaba aún su color blanco pero el resto…

-Si te estás riendo de lo que creo, solo déjame decirte… ¡Qué gafas tan bonitas de corazón se te han marcado en la cara! –la sonrisa del escritor se borró de inmediato.


-Vale, que no cunda el pánico. Nos vamos a la bañera. Agua fría. Ya.

Levantarse no fue tarea fácil, cómo tampoco lo fue caminar, puesto que hasta la planta de los pies las tenían quemadas.

Llenaron la bañera de agua helada, sin saber si aquello sería una solución y por suerte con lo grande que era cabían los dos sin siquiera tocarse. Cuando se metieron ahí, el dolor fue menos intenso haciendo que ambos pusieran gesto placentero como si el mayor de los orgasmos los hubiera poseído.

-Realmente pienso que estamos gafados- Ella lo miró apunto de echarse a llorar.

No quería creer en aquellas cosas pero…eran demasiados los incidentes que habían ocurrido cada vez que intentaban algo. ¿Cómo, estando quemados, iban a poder tocarse?

–Beckett –ella lo miró, con tristeza. –Me da igual que todo esto pase. En algún momento, el universo dejará de conspirar contra nosotros, porque yo no pienso dejar esto así.

-Bonito discurso, agente Mulder –dijo ella sonriendo.

Con cuidado Castle acarició sus dedos con los suyos sobre el borde de la bañera, mirándose cargados de amor y pasión.