Catarsis [14/14]

La cara que se le quedó a Beckett no tenía precio, era casi cómica. Arqueó sus cejas con incredulidad.

-¿Perdón? –Dijo entre trozo y trozo de queso fresco- ¿Me acabas de decir que eres un vampiro?

La intención de Castle no había sido la de admitirlo sin más. De algún modo las palabras habían fluido, casi escupiéndolas de su boca. Ahora tendría que llegar hasta el final.

.-Lo digo totalmente en serio.

Kate se comió el último trozo de queso y observó el desayuno de él.

-Pensaba que los vampiros sólo bebían…-puso cara de asco- sangre.

Él se rió entre dientes mientras cogía una tostada.

-Eso sería de lo más asqueroso-Dio un bocado, masticó y luego tragó- Nosotros…mi…-se quedó pensativo- Clan por así decirlo somos vampiros más sexuales…-él no explicó que sí bebían sangre, pero sólo la necesaria para conseguir una conexión con la víctima elegida.  Formaba parte del ritual de establecer una conexión total, física y menta, no lo hacían para alimentarse. Hizo una pausa mirando a Beckett. No tenía sentido contarle todo eso en ese momento, ya le hablaría de los rituales de los que él había sido testigo y protagonista más adelante.

-¡Ah claro!-Kate se dio un golpecito en la frente-ya había oído hablar sobre… tu apetito carnal. Eso lo explicaría todo…-se hizo una pausa algo incomoda-yo pensaba que simplemente eras un bastardo salido.

Kate le seguía la corriente y a Castle, a pesar de todo, le divirtió su actitud. Ella creía que le estaba tomando el pelo.

-Por favor… no conocí a mi padre pero tampoco me llames bastardo así a la ligera… En cuanto a lo de salido, siempre estoy interesado.

-No lo dudo-Kate, reanimada por la comida y la segunda taza de café, le dedicó una sonrisa. Esta vez fueron sus pies los que golpearon los de él- ¿Y qué hay de ese tema del ataúd del que he oído hablar? Y… ¿Es verdad que te tienes que llevar a casa la tierra de tu tumba?

Intentando ser lo más diplomático posible, Rick se aclaró la garganta y pasó una mano por su pelo.

-Nada de eso es verdad. A pesar de haber pasado por la experiencia de la muerte, duermo en una cama como tú.

Ese comentario hizo que Kate volviese los ojos hacia al techo antes de mirarlo como diciendo << No me puedo creer que estemos teniendo esta conversación. >>

Cambio de postura, flexionó una pierna y puso su pie debajo de su culo, la otra la escondió debajo del banco en el que estaba sentada. Se acabó el coqueteo por debajo de la mesa. Mientras se tomaba el café, parecía estar dándole vueltas a aquellas palabras.

-¿Experiencia de la muerte? ¡Eso es nuevo!-la curiosidad le hizo preguntar-Entonces tu vida mortal…acabó…moriste…y ahora…tu eres inmortal. ¿Es así como va?

A Castle se le pusieron los pelos de punta. Sintió un escalofrío. Jamás había explicado nada sobre su experiencia y sus rituales en voz alta, desde luego nunca a un extraño.

-Así es, tu amo… o ama se lleva tu vida mortal y la reemplaza por…esto-dijo moviendo las manos para señalarse a si mismo- ósea…una energía fuerte y poderosa…que te vincula con los demás…que son…como tú.

La fija y descarada mirada de Kate le desarmaba. Le recorrió fijamente como una sacudida eléctrica.

-¿Sois como un grupito?  ¿Cómo…tipo….no sé… como Brad Pitt en esa película… o esta última de…

-¡No!-interrumpió sabiendo por donde iban a ir los tiros. Estaba harto de absurdas comparaciones con vampiros que brillaban a plena luz del día con purpurina por todo el cuerpo.-Somos un colectivo, un grupo, una hermandad… lo que tu prefieras…

Kate se rió ante la contestación de él, tan nervioso.

-Vale, vale, pero si eres un vampiro… ¿Dónde están tus colmillos, Rick? Si me quieres convencer tengo que ver unos caninos en condiciones- Al sonreír, Beckett enseñaba sus perfectos dientes blancos.

Castle frunció los labios aguantando una sonrisa. Fingió estar avergonzado. Chasqueó los dedos como si hubiese olvidado algo.

-¡Maldita sea! Tengo que conseguir un par como sea. Tal vez deba enviar una nueva solicitud al consejo de vampiros y que me envíen unos… y que sean realistas.

Kate cogió el cuchillo que le habían puesto para untar mantequilla y lo inclinó intentando ver el reflejo de Castle.

-Eres un vampiro poco común… ¿Qué clase eres?

-No soy un vampiro bueno, querida-dijo tras lanzar un suspiro y la miró. Su cabello sedoso enmarcando su dulce rostro… le volvía prácticamente loco.

Ella le lanzó una mirada inquisitiva.

-¿Y qué es exactamente tan fascinante de la mística vampírica?

Esa pregunta le pilló por sorpresa, era difícil de explicar pero lo intentaría.

-La clase de gente…que viene al Heat Wave… ¿Sabes por qué están allí?

Ella negó.

-No son como los que van al Old Haunt…

Volvió a negar.

-Por que quieren un sitio al que pertenecer… y el Heat Wave, oscuro, erótico… caliente…es ese sitio…Quieren que la fantasía se haga realidad.

-¿Dices que quieren ser vampiros?

-Por supuesto. Piénsalo. No hay nada más excitante que la idea de ser inmortal. Para algunos el hecho de conectar con un amante a través de la sangre es erótica.

Castle se percató que en ese momento no se negaba en absoluto a introducir a Kate en su mundillo. Una oleada de sangre caliente se precipitó hacia su ingle. La idea le endureció su miembro deliciosamente. No sería esa noche, por supuesto. Ya llegaría la oportunidad. De eso…no tenía ninguna duda.


-Sabes… te dejas limitar por la definición de vampiro que te han contado en películas y libros. En realidad, no tiene nada que ver con lo que tú imaginas.

-¿Así que me dices que los vampiros existen de verdad?-arrugó la frente.

-¿Estas segura que no existen?

-Por supuesto que no existen-un aire soñador asomó a sus ojos. Parecía estar considerando las posibilidades. Un segundo después suspiró y su mirada soñadora desapareció- Si existiesen, me gustaría ser uno de ellos.

Justo las palabras que él quería escuchar. Que necesitaba oír salir de sus labios.

No obstante no era el lugar de hacerle ver a la ex detective lo que significaban. Aún no. Ya lanzaría su anzuelo.

-La grúa debe estar llegando-comentó Kate, sin saber si quiera por que había dicho eso último. Pero si lo sabía… para no estar más sola, aunque fuera pagando con la eternidad.

El tiempo había pasado volando y Castle ni se había dado cuenta. Se lo había pasado muy bien. Hacía mucho tiempo que no pasaba el rato con alguien solo por el puro placer de su compañía.

-Nos tenemos que ir-miró el total de la cuenta y rebuscó en el bolsillo interior de su americana. Sacó la mano vacía- ¡Mierda!

Kate se giró escuchando la exclamación.

-¿Pasa algo?

La vergüenza lo inundó.

-Me parece que me he olvidado la cartera.

Y efectivamente, se la había olvidado. Sobre la mesa de su despacho. Había salido del club con la cabeza llena de fantasías y se la olvidó. Se sentía un completo idiota.
No llevaba nada. Ni metálico ni tarjetas. No podía pagar.

Castle miró a la camarera.

-Te prometo que te pagaré…me conoces.

-No hay problema cariño-contestó la camarera-en especias algún día-le guiñó el ojo.

Kate se acercó a ambos y sacó un montón de billetes de su bolsillo. Aún llevaba unos cuantos dólares de las propinas.

Dejó un billete de veinte sobre la mesa; más que suficiente para pagar la cuenta y dejar propina.

-Ya pago yo-dijo en voz baja.

Castle intentó devolverle el dinero. Sintió el calor de la firme mano de Kate bajo la suya.

-No es necesario, de verdad- Kate había trabajado toda la noche para conseguirlo, se había dejado hasta el alma y no pensaba permitir que pagase la cuenta.

Ella suspiró y recuperó su dinero. Inclinó su cabeza hacia atrás y le miró con sus preciosos ojos de largas pestañas.

-Ok, acompáñame hasta mi coche y estaremos en paz-le dio el dinero a la camarera-quédate con el cambio.

La mujer sonrió; sabía reconocer cuando alguien había sido más astuto que ella. La muchacha aun con uniforme de corbata negra sobre camisa blanca no quería imaginar a Castle pagándole en especias. Celos. Agarró el dinero y se largó.

-No hacía falta que hicieras eso… -empezó a decir.

Ella lo cortó con un gesto de su mano.

-Ha valido la pena pagar el desayuno a cambio de disfrutar de tu compañía.

Ahora el sorprendido era él.

-¿Ah, si?

Beckett se rió.

-Nunca había visto a un hombre mentir como lo haces tú. Tengo que admitirlo, tienes estilo-Sin esperarlo, se volvió y empezó a caminar hacia la salida. Cuando andaba, sus caderas se balanceaban de un modo muy tentador.

A Rick no le quedaba otro remedio que seguirla. El trayecto de vuelta al coche de Kate fue demasiado rápido. Antes de que Castle se diese cuenta, ya estaban otra vez donde habían empezado.

El viejo coche de Kate aún estaba allí, solo y desamparado. La grúa no parecía haber venido.

Beckett refunfuñó, se desplomó en su asiento y se tapó la cara con las manos.

-No ha venido-Cogió aire, sus pechos se elevaron y luego cayeron bajo la tela de la camisa de su uniforme. Se quitó la molesta corbata y la dejó a un lado. Se desabrochó el primer botón de la camisa y en la mente de Castle se desencadenaron una multitud de imágenes eróticas-Mi suerte llega terriblemente tarde.


En realidad, él estaba contentísimo de que la grúa no hubiese llegado. Eso le dio la excusa perfecta para llevarla a casa y poder estar más con ella.

Tenía la mirada clavada sobre el exquisito cuerpo de ella y se preguntaba como sería cogerle un pecho y apretarlo con suavidad mientras le acariciaba el erecto pezón con el pulgar y se inclinaba poco a poco sobre…

Incapaz de resistir la tentación ni un minito más, alargó su brazo y acarició el rostro de Kate.

Cuando ella recobró el aliento, volvió la cabeza para mirarlo directamente a los ojos. La conexión entre ambos era electricidad pura y Beckett no quería electrocutarse. Apartó la mano de él pero entreabrió sus labios.

-Tus caricias me hacen sentir viva. Desearía…-Una irónica sonrisa asomó en sus labios y se calló.

-¿Qué?

-Nada.-la pelea entre el miedo y el deseo cubría sus palabras de plomo.

Volvió a acariciar su rostro, esta vez con su pulgar y todo ello le provocó una presión en su entrepierna.

-Dime.

Kate hizo una mueca.

-Ya no me queda nada que desear.

Castle se inclinó y se acercó hasta que sus labios quedaron a pocos centímetros de la oreja de Kate. Olió el calor y el deseo sexual que irradiaba el menudo cuerpo de la muchacha. Un escalofrío le recorrió la espalda. Ella quería sucumbir, dejarse llevar y disfrutar de todo lo que él le ofreciera, pero el miedo la inmovilizaba; su muralla interior seguía firmemente de pie.

Él tendría que encontrar algún modo de atravesarla.

-Creo que sé lo que deseas-sus labios deberían encontrarse en apenas un segundo.

Ella jadeó y se apartó. Puso los dedos sobre la barbilla de él.

-No. Prometiste no seducirme…

Él no se movió. Sus sentidos rebosaban de deseo insatisfecho. Nunca había deseado a una mujer de aquél modo. Ni siquiera la mujer que lo convirtió en lo que era.

Castle le cogió la mano y  le besó las yemas de los dedos.

-¿Yo he dicho eso?

Beckett tragó con dificultad y asintió.

-Era mentira-Castle sonrió.

Continuará…

Cuando entró en casa, Kate cerró la puerta y se apoyó en ella. Tenía que hacerlo. Mantenerla cerrada hasta que él se fuera por que si no… no sería capaz de mantener sus principios, se sentiría tentada de abrirla y dejar entrar a Rick.

Una sonrisa se dibujó en sus labios.

Y follárselo como una loca.

Unos minutos después, sabiendo que ya estaba a salvo, se alejó y se asomó a la ventana. El sonido del coche alejándose calle abajo le confirmaba que había conseguido resistir a la tentación. ¡Por los pelos!

Se quedó apoyada en el alfeizar unos segundos. La calle estaba desierta. No era para menos, eran casi las cinco menos veinte de la mañana.

Observó el lugar en el que debería estar aparcado su coche, pero no estaba. Castle le había prometido que se ocuparía de él por la mañana. Llamaría a la grúa para que lo llevase al taller más cercano. Sin embargo, la factura seguiría siendo cosa suya a pesar que su jefe se había ofrecido a darle un adelante.

Su lema debía mantenerse: no aceptaría nunca favores de los hombres.

Estaba segura de que si lo hacía, querrían algo a cambio. Nunca fallaba.  Los hombres eran todos unos cerdos; lo mismo daba que vistiesen piel que caros trajes italianos.

-Todos lo son, maldita sea.

Suspiró. Estaba agotada, pero demasiado cansada para irse a dormir así que decidió sacar una botella de vino de la nevera y se dirigió al baño mientras se desnudaba y se deshacía de su uniforme. Pantalón negro, corbata, braguitas todo a un cesto, la camisa blanca la lavaría a mano y la plancharía para quitarle arrugas y sobretodo debía quitar el olor a bar y humo.

Movió su cuello crujiendo todos sus músculos y descorchó la botella, dejándola reposar junto a una copa.

Se sentó en una esquina de la bañera y abrió el agua para regularla hasta que estuvo todo lo caliente que su piel podía soportar. Mientras se llenaba, se sirvió el vino y dio un largo trago al mismo tiempo que metia lentamente sus doloridos pies en el agua.
¡Oh, Dios, qué placer!

Cuando la bañera estuvo llena, se metió dentro del agua que estaba casi hirviendo y la piel se le empezó a poner roja; parecía una langosta dentro de una olla.

Se quedó allí hasta que el agua se enfrió y la piel se le hubo arrugado como a una anciana.

Con desgana, salió de la bañera, se secó lentamente y se lavó los dientes.

Entró desnuda en la habitación. Su nuevo trabajo la dejaba exhausta.

La cama ya era una imagen borrosa ante sus ojos cansados, un oasis tentador que la invitaba a dormir.

Las sábanas estaban frías y apetitosas. Justo lo que necesitaba.

Se deslizó bajo ellas y apagó la luz de la lamparita de noche que tenía junto a la cama. Se dejó llevar por el cansancio que la venció enseguida cayendo en los brazos de Morfeo.

Sólo llevaba unos cuantos minutos dormida cuando sintió una extraña presencia.

Una ligera presión se posó sobre sus caderas. Una deliciosa ola de calor se deslizó por todo su cuerpo.

Kate, perdida en las profundidades de su sueño, se entregó a la deliciosa fantasía. Casi podía imaginarse que estaba entre los brazos de un hombre. Las vibraciones eran tan intensas que tenía la sensación que cuando abriese los ojos, un cuerpo masculino, fibrado y duro, estaría encima de ella.

Aquella suave presión se movía sobre su piel, deslizándose por los costados, por debajo de sus brazos, por encima de sus pechos…

Soltó un bufido al sentir como la caricia suave y sensual se alejaba levemente de su cuerpo caliente. La inundó una ráfaga de calidez sexual al volver a sentir la presión en sus senos. Sus pezones se endurecieron.

Un momento después aquella sensación bajo por su vientre hasta alcanzar la húmeda entrepierna.

Se le escapó un claro gemido entre los labios. Su clítoris palpitó y los jugos de su excitación empezaron a humedecer su sexo.

Aquella caricia entre sus piernas le provocaba un placer casi tormentoso. Su cuerpo se arqueó demandante. Sus pechos clamaban por ser besados, por ser lamidos, mientras los invisibles dedos separaban sus labios vaginales.

La respiración de Beckett cada vez era más profunda y desigual.  Tembló bajo la avalancha de sensaciones sexuales que invadió su cuerpo. Una caliente excitación la inundo tal como si una erección tan dura como invisible la penetrara y le volara la cabeza en el mismo momento en que se dejó llevar. Se dejó caer en el abismo del placer como si la vida le fuera en ello.

Las paredes de su habitación se giraron a su alrededor, su cabeza, sobre la almohada se hundía más aún mientras movía su pelvis, levantó los brazos por encima de su cabeza y se agarró al cabezal de la cama mientras el ritmo frenético empezaba a ser más lento, más profundo. Perdió el control y emitió un grito de placer que parecía un quejido gutural.

Pasaron varios minutos hasta que la invisible presión desapareció. Se fue tal como había llegado, desvaneciéndose entre las sombras.

Kate abrió los ojos y vació sus pulmones. Tenía los sentidos placenteramente turbados y en su mente flotaban los pedazos de un sueño demasiado breve.
Se humedeció los labios.


Si no hubiese tenido la absoluta certeza que estaba dormida, hubiese jurado que alguien acababa de hacerle el amor. Esbozó una débil pero placentera sonrisa. Imposible. Estaba completamente sola. Pero… había sido tan intenso.

Era gracioso. A pesar de todo no se sentía sola.

Se incorporó y observó las sombras que había en la habitación. Un ligero movimiento llamó su atención.

Se sentó en la cama y encendió la luz intentando habituar la vista. Todo estaba borroso ante el cambio brusco.

Kate se pasó la manos por la cara y se acurrucó de nuevo en la cama, mirando le techo mientras se acomodaba mejor contra la almohada.

Pasó la mano por el lado vacío de la cama. Sería bonito tener a alguien con quien irse a dormir cada noche y junto al que despertarse. Hacía mucho tiempo que el cuerpo de un hombre no yacía junto al suyo. Nadie ocupaba el espacio vacío.

Su nuevo jefe apareció en su mente. El deseo la invadió de nuevo. Frunció el ceño tratando de preguntarse por qué había ido a pensar en él después de lo que le había pasado minutos antes.

Era obvio. Le deseaba tanto como le asustaba el mero hecho de desearlo. Una contradicción. Un circulo vicioso en el que si no tenía cuidado se vería envuelta.

Richard Castle. Incluso su nombre sonaba majestuoso.

Kate recordó cómo la había mirado cuando estaba comiendo, cómo la desnudaba con los ojos y cómo se había sentido cuando él le tocó la mano. Una electricidad había recorrido su cuerpo. Nunca había experimentado nada parecido en toda su vida.

Suspiró profundamente intentando aceptarlo. Si, lo aceptaba. Necesitaba echar un buen polvo. Necesitaba una buena ración de sexo salvaje y sudoroso. Su último pensamiento racional llegó mientras el sureño se apoderaba dulcemente de ella.

Si Richard Castle quería conseguirla… debería seducirla.