Foro Castle
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Mensaje por livingmylife Lun Jul 03, 2017 12:24 pm

Buenas! Hoy traigo.. sorpresa (doble).

Cuando leáis el capítulo, entenderéis por qué lo digo! Wink

Espero que os guste! Smile


CAPÍTULO 23

El resto de la semana transcurrió con normalidad; eso sí, sin que la pareja olvidara sus miraditas, sus teorías en conjunto e incluso el que Castle pasara alguna noche en casa de Beckett. El fin de semana llegó, con nerviosismo por parte de ambos. Tan sólo quedaban 4 días para Navidades y todavía no habían hablado con Martha y Alexis como era debido. Por ello, ese mismo sábado iban a cenar en el loft de Castle con ellas, para explicarles su relación. Alexis ya lo sabía y aunque a Martha nadie se lo hubiera confirmado, se olía algo.

Las dos mujeres Castle ya estaban vestidas y maquilladas para la ocasión. A pesar de que no iban a salir de casa, habían querido arreglarse un poco más de lo habitual. Castle terminaba de abrocharse la corbata mientras no dejaba de mirar el teléfono móvil cada dos por tres.

Justo cuando volvía a bloquear la pantalla por enésima vez, su hija entró en su cuarto dispuesta a ayudarle a atarse la corbata. "Por muchas veces más que lo mires, no va a llegar antes". Bromeó la pelirroja ya frente a él y haciéndose cargo de la dichosa corbata.

Rick bufó con nerviosismo. "Ya lo sé. No es eso. Se me hace raro que no me haya mandando un mensaje esta tarde, ni para decirme que salía de casa ni nada". Observó cómo su hija se armaba de paciencia para atarle la corbata.

"Habrá estado hasta hace poco eligiendo qué ponerse, cómo maquillarse y si recogerse el pelo o no". Sonrió Alexis besando la mejilla de su padre después de terminar. "Habrá salido con el tiempo justo para coger el coche o un taxi para venir aquí y estará tan acelerada que no creo ni que se le haya pasado por la cabeza mandarte un mensaje. ¿Para qué? Si os vais a ver en menos de 5 minutos". Intentó tranquilizarle su hija.

"Puede que tengas razón". Concedió el escritor besando la cabeza de su hija con una sonrisa. "¿Cómo va la cena?". Preguntó mientras ambos salían de la habitación en dirección al salón.

"Terminándose. Estará lista en cuanto Beckett entre por esa puerta". Anunció su madre desde la cocina. Acababa de echar el último vistazo al horno.

"Espero que no hayas tocado más de lo debido y no me hayas estropeado la cena". Inquirió Castle alzando una ceja mientras miraba a su madre de manera acusadora.

La actriz elevó las manos enseñándole las palmas a su hijo y abrió los ojos más de lo normal, dramatizando, como era costumbre en ella. "Tranquilo que no he tocado nada". Caminó hasta él. "Muy importante debe ser esta cena que has organizado con la inspectora para que te hayas puesto tan guapo y hayas cocinado tu plato estrella".

"Lo es, madre. Lo es". Afirmó él sonriente, pero no por ello menos nervioso.

"¿Una copa de vino mientras llega?". Propuso Martha.

"Que sea doble". Se apuntó inmediatamente su hijo.

Pasaron 45 minutos más en los que la familia Castle estuvo charlando en la cocina, controlando la cena y esperando la ansiada llegada de Beckett. Pero ésta ya llevaba 40 minutos de retraso, lo que hacía que el escritor estuviera cada vez más nervioso.

Martha se levantó del taburete en el que había estado sentada para ir al baño. Rick aprovechó ese momento para volver a llamar al móvil de Beckett, pero éste dio que estaba apagado o fuera de cobertura. Bufó nervioso. "¿Y si se ha arrepentido?". Preguntó en voz baja, pero suficientemente alto como para que su hija lo escuchara.

Alexis miró a su padre sorprendida. "¿Arrepentirse de esta cena o de estar contigo?". Preguntó casi segura de qué era lo que más preocupaba a su padre.

"De cualquiera de las dos cosas". Respondió pasándose la mano por el pelo, con nerviosismo. Aunque realmente su cabeza no dejaba de repetirle una y otra vez la posibilidad de que Kate se estuviera arrepintiendo de esa relación que habían empezado. Demasiados habían sido los fracasos entre ellos para no pensarlo siquiera. Pero ninguna de las veces habían llegado tan lejos como esta. Y ella le había asegurado en repetidas veces que no quería huir, que quería estar con él. Eso era lo que intentaba repetirse una y otra vez el escritor, para no ponerse más nervioso.

"Papá". Agarró la mano de su padre. "Habrá encontrado atasco, o se le ha hecho tarde, simplemente. Pero no se ha arrepentido ni va a volver a huir". Apretó su mano con cariño. Castle le sonrió de costado.

"¿Todavía no hay llegado?". Preguntó su abuela bajando nuevamente las escaleras.

Castle bufó ante su pregunta y la joven le echó una mirada recriminatoria por su poco tacto. La actriz se encogió de hombros.

"¿Y si le ha pasado algo?". Preguntó Rick esta vez con evidente preocupación porque se encontrara en peligro. Le había llamado ya en 5 ocasiones y todas se había encontrado con su móvil apagado o fuera de cobertura.

Justo en ese preciso instante, 1 hora después de cuando se suponía que Beckett tendría que haber llegado, sonó el timbre. Castle se levantó tan rápido del taburete en el que se había apoyado cansado de dar vueltas por la cocina, que casi se cayó de morros al suelo al tropezarse con la pata de la mesa.

"¡Kate!". Casi gritó abriendo la puerta de golpe, sin tan siquiera mirar por la mirilla a ver de quién se trataba. Sus ojos demostraron preocupación, miedo y, sobre todo, sorpresa de lo que se encontró cuando abrió.

"Rick…". Murmuró Beckett al verlo tan preocupado.

La boca de Castle se abrió y se cerró en varias ocasiones, como si quisiera decir algo, pero le era imposible articular palabra. Ante él se encontraba Kate completamente empapada, con sus brazos cargando y rodeando el pequeño cuerpo de lo que parecía ser una niña pequeña, también mojada, aunque tapada con la chaqueta de la inspectora. A su lado, una adolescente, que tendría aproximadamente la edad de su hija, chorreando de cabeza a pies.

Detrás de él, Martha y Alexis desde el salón observaban la escena en silencio.

"Lo siento". Susurró Kate al observar la mirada de él, que reflejaba perfectamente que no entendía nada. "Lo siento… No… no tenía a quién más acudir… Me ha… bueno, nos ha surgido un imprevisto". Intentó explicar frunciendo ligeramente el ceño al no encontrar las palabras exactas para expresarse y que él la comprendiera. "Esta pequeñaja es Bella y ella se llama Maddie". Tomó aire y abrió la boca para seguir hablando, pero Rick alzó la mano suavemente negando con la cabeza y no dejándola hablar.

"Luego. Pasad, daros una ducha caliente, que Alexis os deje algo de ropa y después hablamos". Pidió haciéndose a un lado para que ellas pasaran.

Kate se mordió el labio aguantando las lágrimas que se empezaban a acumular en sus brillantes ojos y le dedicó una pequeña sonrisa, a la vez que con su mirada le pedía perdón y demostraba preocupación y cierto miedo. "Gracias…". Susurró entrando en casa con la niña en brazos y la joven a su lado todo el rato.

Castle acortó la distancia entre ellos, con el cuerpo de la pequeña en medio y besó suavemente los labios de la inspectora, tranquilizándola así y haciéndole saber que todo estaba bien, que tan sólo le hacía falta una explicación de lo que estaba pasando.

"Maddie, sube con Alexis arriba y dúchate en su cuarto. Alexis, déjale algo de ropa a ella y luego baja algo para Kate, por favor". Pidió mirando a la pelirroja, que asintió y guió a la joven hasta arriba para que pudiera ducharse. "Ven". Colocó la mano en la baja espalda de Beckett y la guió hasta su cuarto. Retiró la chaqueta mojada de la inspectora del cuerpo de la pequeña y acarició su corto pelo mojado con cariño. La niña no se separó del cuerpo de Kate en ningún momento, manteniendo su cara pegada a su cuello, abrazada con fuerza a ella.

"Princesa". Susurró Kate con cariño en el oído de Bella. "Vamos a quitarnos la ropa y a darnos un baño calentito, ¿quieres?". Preguntó frotando su espalda. La niña seguía aferrada a ella. No lloraba, pero tampoco hacía ningún movimiento que indicara que le estaba escuchando. Besó su pelo y separó su pequeño cuerpecito como pudo.

Castle se acercó a ella y le ayudó a sentar a la niña en la cama, pero ésta, en cuanto notó la presencia del escritor, se agarró con fuerza al jersey empapado de Kate. Cogió aire despacio y miró a Rick con cara de circunstancias.

"Tranquila". Se levantó de la cama. "Os dejo solas. Como si estuvieras en tu casa, Kate. Voy a buscar algo de ropa para Bella". Le dedicó una pequeña sonrisa y salió de la habitación dispuesto a buscar algo de ropa de cuando Alexis era pequeña, que pudiera servir para la niña.

Estaba concentrado rebuscando en un armario de la habitación de invitados donde sabía que tenía guardadas cosas de cuando Alexis era una niña. Sintió una mano en su hombro y se giró para ver a Alexis con algo de ropa para Kate. "Gracias". Le sonrió con agradecimiento.

"¿Te la dejo aquí y se la bajas tú?". Propuso la pelirroja agachándose a ayudar a su padre a buscar.

"Sí, en cuanto encuentre algo para Bella. ¿Maddie se está duchando?". Preguntó.

"Sí, y le he dado algo de ropa para que se ponga. Tienen que estar heladas". Torció el gesto al imaginarse cuánto frío tenían que haber pasado.

Rick asintió despacio mientras sacaba más cajas.

"¿Quiénes crees que son?". Preguntó con curiosidad.

"No tengo ni idea". Suspiró su padre pasándose la mano por el pelo y echándose el flequillo para atrás. Después siguió sacando y abriendo cajas. "Pero si ha acabado aquí con ellas y no ha venido a la cena, debe ser muy importante para ella". Aseguró con una pequeña sonrisa.

"Bella parece bastante pequeñita. Podría tener unos dos años. Mira en esa caja de allí, creo que habrá algo que le pueda servir". Señaló una caja marrón a la derecha de su padre.

Castle le hico caso y, efectivamente, encontró algo de ropa que podría servirle. "Gracias". Besó su pelo levantándose con diferentes camisetas y pantalones para probarle a la niña. Cogió también la ropa que Alexis le había llevado para Beckett y bajó a su habitación.

Dejó todo extendido sobre la cama y golpeó con suavidad la puerta del baño, sin abrirla. "Kate, os he dejado ropa para las dos sobre mi cama. Tardad todo el tiempo que queráis. Os espero fuera".

"Enseguida salimos". Contestó ella desde dentro, sumergida en el agua caliente, con la niña sobre su cuerpo, abrazándola y acariciándola. Había conseguido tranquilizarla y parecía que se estaba quedando dormida. Antes de que Castle se hubiera podido alejar del baño, volvió a hablar. "Rick…". Le llamó mordiéndose el labio.

"Dime". Volvió a acercarse a la puerta del baño, pues ya estaba casi saliendo de su habitación.

"Gracias". Escuchó la voz de la inspectora desde fuera.

"Siempre". Respondió haciendo sonreír a Beckett.


Bueno, un pequeño giro en la historia de estos dos. ¿Qué os ha parecido?
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Mensaje por livingmylife Mar Jul 04, 2017 8:05 pm

CAPÍTULO 24

Cuando Beckett y Bella salieron de la habitación de Castle ya duchadas, con el pelo seco y nuevamente vestidas, con las ropas que les habían dejado, se encontraron con la mesa puesta y Alexis, Martha, Rick y Maddie terminando de servir la cena para todos. La actriz y la joven se habían cambiado de ropa, también; mientras que Castle únicamente se había puesto un delantal sobre la ropa con la que le había abierto la puerta hacía un rato.

“Venga, a cenar”. Dijo después de servir la cena para los 5, mientras servía un poco de sopa en un platito para la pequeña.

Kate se acercó con Bella en brazos y acaricio con ternura la cabeza de Maddie. “¿Estás bien?”. Le preguntó en un susurro. La joven únicamente asintió suavemente, sentándose a la mesa sin articular palabra. Así llevaba desde que habían llegado al loft del escritor.

Castle se acercó a Beckett por detrás, con el cuenco con la sopa. Puso una mano en su baja espalda, con cariño. “Le he preparado un caldo a la niña. Le ayudará a entrar en calor”. Lo dejó sobre la mesa con cuidado de no derramarlo.

“Gracias”. Dibujó una pequeña sonrisa la inspectora sentándose al lado de Maddie en la mesa, con Bella sobre sus piernas. “¿Cenamos, cariño?”. Acarició su espalda suavemente, animándola a cenar.

“Xi”. Pronunció casi inaudiblemente la niña mirando la sopa. Kate sonrió y empezó a dar de cenar a la niña mientras el resto de comensales se sentaban a la mesa y empezaban a degustar la comida, en silencio. Cuando la pequeña se terminó la cena, Kate, con ella en brazos todavía, tomó parte de su cena, pero no toda. Tenía el estómago cerrado después de lo que había pasado.

“¿No vas a comer más?”. Preguntó el escritor levantándose para recoger los platos de su madre e hija, el bol de Bella y su propio plato.

“No, no puedo más. Estaba buenísimo, pero no tengo mucha hambre”. Confesó haciendo una mueca con los labios.

“Vale”. Respondió con una pequeña sonrisa al mirar a Bella, que se había pasado a los brazos de Maddie para que Kate terminara de cenar más a gusto. La niña se estaba quedando dormida con las caricias que la joven le estaba dando en la barriga.

Beckett se puso en pie para ayudarles a recoger la mesa. Cuando acabó, se acercó a la silla en la que Maddie seguía sentada con la niña dormida entre sus brazos. Puso una mano sobre el hombro de la mayor. “Lo vamos a encontrar y no va a conseguir separarte de ella. Te lo prometo”. Besó su pelo suavemente. Maddie asintió acunando a la niña entre sus brazos.

Castle se acercó a las chicas mientras Martha y Alexis limpiaban los platos y cubiertos que habían utilizado. “Maddie, ¿quieres acostarte en la habitación de invitados?”. Propuso hablando con cariño a la joven.

Maddie miró a Kate. Ella le sonrió para tranquilizarla y asintió para que aceptara. “Pero Bella se viene conmigo”.

“No te preocupes, cabéis las dos perfectamente”. Informó el escritor y la guió hasta la planta de arriba, donde le enseñó la habitación de invitados. Las dejó allí tras asegurarse de que no necesitaban nada más.

Cuando bajó nuevamente, se encontró a su madre y su hija en la cocina hablando con Kate que se había sentado en un taburete alto al otro lado de la encimera donde estaban las chicas. Se acercó hasta la inspectora y besó su pelo suavemente. “Se han metido en la cama”. Informó.

“Gracias, Rick”. Suspiró cuando sintió cómo el cuerpo de él se pegaba más a ella. Apoyó la cabeza sobre su hombro y cerró los ojos momentáneamente. Cuando los volvió a abrir vio a las pelirrojas dispuestas a subir a sus habitaciones y dejarlos solos en el salón. “Martha, Alexis, quedaros. Vosotras también tenéis derecho a saber qué está pasando”. Pidió antes de que se acercaran del todo a las escaleras.

Las chicas asintieron después de intercambiar la mirada con Rick y los 4 se sentaron en el salón: Kate y Rick juntos en el sofá y las chicas juntas en una butaca que acercaron para que quedara frente a ellos.

La inspectora tomó aire despacio, juntó las manos sobre sus piernas y centró la vista en un punto fijo sobre la alfombra que cubría el suelo. Comenzó a hablar. “Maddie y Bella viven en un orfanato. Conocí a Maddie hace 6 años. Aquella Nochebuena yo… trabajaba, como cada Navidad desde que mi madre no está. Tuvimos que ir a ese orfanato a resolver un asesinato. Entonces Maddie tenía 11 años. Era una rebelde, andaba metiéndose en líos cada dos por tres, pero… me encariñé de ella rápidamente. Sólo quería llamar la atención, que la gente estuviera pendiente de ella, sentir que le importaba a alguien…”. Se mordió el labio inferior al notar la mano de Rick posarse sobre su rodilla izquierda y dirigió la mirada hacia él dedicándole una pequeña sonrisa. Después, miró a Martha y Alexis que la observaban atentas a la historia que estaba contando. “Desde entonces, he ido visitando el orfanato con bastante regularidad. Y he colaborado con sus dueños para mantener las instalaciones en las mejores condiciones que hemos podido, por y para los niños. También apadriné a Maddie, de alguna manera”. Confesó sorprendiendo a los 3. Sonrió un poco al ver la cara de sorpresa del escritor. Colocó la mano izquierda sobre la de él, entrelazando sus dedos. “Bella tendrá dos años y medio y apareció en el orfanato hace más de dos años. Su madre había muerto en un accidente de tráfico y creemos que los abuelos maternos fueron los que la abandonaron con tan sólo 3 meses. Su padre no sabía de su existencia y, aunque dimos con él, supimos que era un drogadicto. Servicios Sociales decidió que la pequeña estaría mejor en el orfanato que con su padre. Esa pequeña no sólo se ganó mi corazón, sino también el de Maddie. Por esa niña, Maddie ha dejado de meterse en líos y se dedica en cuerpo y alma a estudiar para poder salir del orfanato con un buen futuro y poder ayudar a Bella a conseguir lo mismo”. Contó con orgullo hacia la joven. “Además de visitarlas casi todas las semanas, me paso cada Navidad, estoy con ellas, con los niños de allí y suelo leerles algún cuento y jugar con ellos”. Se giró para mirar a Rick. “Quería esperar al día de Navidad para llevarte allí y contarte todo esto”. Se mordió el labio. “Pero se me han adelantado”. Castle le sonrió con ternura y pasó el brazo por detrás de su espalda para abrazarla y atraerla a él. “Maddie me llamó a mediodía, angustiada, llorando”. Continuó. “Había escapado con Bella del orfanato. Por casualidad, había escuchado que el padre de la niña se había enterado de que tenía una hija y había ido al orfanato a buscarla. Jack, el padre de Bella, las vio huir y las siguió. Consiguieron despistarlo y fue cuando Maddie me llamó. Fui con el coche a por ellas, pero él nos encontró y nos seguía de cerca todo el rato. Hice lo que pude para despistarlo. Aparqué el coche en un callejón y nos fuimos al metro. Pero estaban en obras, no podíamos entrar por allí. Pensé en ir a la comisaría, pero no me parecía lugar para ellas”. Se mordió el labio. “Así que vinimos hasta aquí. Nos pilló una tormenta de camino. Y me había quedado sin batería”. Terminó de explicar, apoyada en el cuerpo del escritor. Miró a Martha y Alexis.

“¿Qué va a pasar con Bella?”. Preguntó la joven.

“Tendría que avisar a la comisaría, pedirles que busquen a su padre, que no pueda llegar hasta Bella. Yo intentaré recabar toda la información posible contra él para que ningún juez le entregue la custodia de la niña y se pueda quedar en el orfanato, que es donde lleva dos años y donde es feliz”. Explicó.

“¿Quieres llamar ahora?”. Propuso el escritor incorporando el cuerpo de ella con suavidad para mirarla.

“Cuanto antes, mejor”. Agradeció con una pequeña sonrisa.

“Ve a mi despacho. Allí podrás hablar tranquilamente”. Se levantó del sofá para que ella hiciera lo mismo. Le tendió su móvil para que llamara.

“Gracias”. Caminó hasta allí, entornando la puerta a su entrada. Se apoyó ligeramente sobre el escritorio mientras realizaba la llamada.

“Menuda historia”. Dijo la actriz que hasta entonces había permanecido en silencio escuchando con atención y sorpresa a la inspectora.

“La verdad es que no me imaginaba esa faceta tan de madre en Beckett”. Dijo Alexis.

“Yo sí”. Confesó él. “Puede parecer muy dura, pero no lo es tanto”. Sonrió. Esa historia le había sorprendido, mucho. Y le hacía ver a un Beckett cariñosa, sensible y que confiaba en él, en ellos, para contarles todo aquello.

“¿Te hace feliz?”. Preguntó la actriz.

“Completamente”. Respondió él con una enorme sonrisa.

“Entonces, a nosotras también”. Sonrió la joven levantándose para besar la mejilla de su padre. “Me voy a acostar. Si necesitáis algo, estoy en mi habitación”.

“Gracias”. Le sonrió su padre.

“Estoy feliz por ti, hijo”. Confesó Martha también despidiéndose de él. Subió a su habitación a descansar. Lo dejaron solo en el sofá, sonriendo y pensando en la suerte que tenía con su madre y su hija.

Se levantó del sofá y caminó hasta su despacho. Antes de entrar, se paró en la puerta para escuchar si Beckett había terminado ya de hablar con la comisaría. No escuchó su voz, así que empujó despacio la puerta hasta entrar. Kate se encontraba apoyada en el borde del escritorio de él, con la espalda hacia la puerta, tecleando en su móvil. Rodeó la mesa hasta llegar a ella y la abrazó por detrás, besando su coronilla. “¿Ya has avisado?”. Preguntó hablando en voz baja.

“Sí”. Respondió ella bloqueando el móvil después de terminar la conversación que tenía con Ryan. “Les he pedido expresamente a Ryan y Espósito que se encarguen de esto. Por supuesto, han aceptado. Les he mandado lo poco que sé de Jack por email. Me avisarán con lo que sea”. Informó dejándose recostar sobre el ancho cuerpo del escritor.

Rick hizo que se levantara del escritorio y la rodeó por completo desde la espalda, colocando las manos sobre su abdomen. Inspiró el aire, impregnándose del dulce aroma de ella. “Eres extraordinaria”. Susurró en su oído antes de besar suavemente su cuello.

Kate sonrió entre sus brazos. Se giró sin deshacer el abrazo y colocó los brazos alrededor del cuello de él, perdiéndose en su mirada. “Gracias”. Susurró ella también, para no romper el íntimo ambiente que habían creado.

“¿Por qué?”. Preguntó frunciendo el ceño. Colocó las manos mejor sobre sus caderas, no permitiéndole que se alejara ni unos centímetros de él.

“Por confiar en mí, por dejarme pasar con ellas, por dejarnos bañar aquí, por la cena, por hacerme sentir especial… Por todo, Rick”. Acarició su cuello con ternura, justo donde nace su pelo en la nuca.

“Bueno, antes de que llegaras estaba entre enfadado y preocupado. En ese orden. Y muerto de miedo”. Confesó juntando la frente con la de ella. “No entendía por qué no habías llamado, por qué llegabas tarde. Tenía miedo de que te hubieras arrepentido, de que quisieras volver a huir”. Tomó aire con profundidad. “Pero finalmente la preocupación empezó a ganar la batalla. Rezaba porque no te hubiera pasado nada”. Besó su nariz dulcemente.

“Lo siento”. Susurró ella conmovida por la sinceridad de sus palabras. “No tenía forma de avisarte y… tenía que ayudarlas”.

“Lo sé”. Acarició su espalda con ternura. “Cuando abrí la puerta y te vi, sana y salva, pidiéndome perdón con la mirada, se me pasó todo de golpe”. Sonrió con cariño. “Gracias”. Fue su turno ahora de agradecer.

“¿Por qué?”. Preguntó ella acariciando su mejilla.

“Por confiar en mí. Y en mi madre y Alexis”. Colocó un mechón de pelo detrás de su oreja, aprovechando para rozar la suave piel de su rostro.

“Siempre, Rick”. Besó sus labios con delicadeza, pasando las manos hasta la ancha espalda de él, aferrándose a ella. “Y no pienso huir”. Repitió como había hecho más veces, dispuesta a hacerle darse cuenta de una vez por todas que no tenía que temer por ello.

“Lo sé… Pero a veces… es superior el miedo”. Confesó cerrando los ojos.

“Yo haré que desaparezca ese miedo”. Prometió juntando sus frentes después de volver a besar sus labios. Él sonrió con agradecimiento y amor, infinito amor.

“Ve a comprobar que Maddie y Bella sigan dormidas y vamos nosotros también a descansar”.

Y así lo hizo. Subió a la habitación de invitados, las vio dormir y las arropó con cariño para después bajar hasta la habitación de Castle, donde él ya se había cambiado de ropa.

Se acostaron en la amplia cama y, a pesar de tener sitio para ambos perfectamente, juntaron sus cuerpos todo lo que pudieron y se entregaron a Morfeo completamente abrazados.
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Mensaje por livingmylife Vie Jul 07, 2017 11:38 am

CAPÍTULO 25

Cuando la luz empezó a filtrarse por la ventana ella ya llevaba un rato despierta, observando en silencio cada facción del hombre que descansaba a su lado, pegado a ella, abrazándola y haciendo que apoyara la cabeza sobre su pecho. Sonrió cuando un pequeño ronquido se escapó de los labios de él. No se pudo resistir y alzó la mano empezando a acariciar su cuello y su pecho con suavidad. Él, se removió ligeramente ante sus caricias, ensanchando la sonrisa en el rostro de ella. Besó sus labios apenas rozándolos y con cuidado de no despertarle se levantó de la cama para salir de la habitación.

Caminó hasta la cocina, encendió la cafetera para que se fuera preparando y subió las escaleras con sigilo para encaminarse a la habitación de invitados. Se asomó despacio entreabriendo la puerta y sonrió al encontrarse a Bella despierta, sentada en la cama al lado de una dormida Maddie.

“Hola princesa”. Susurró entrando en la habitación. La niña sonrió al escuchar la voz de Beckett y se giró hacia ella extendiendo sus bracitos para que la cogiera. Kate caminó hasta ella sonriendo y la tomó en sus brazos con cuidado de no despertar a Maddie. “¿Vamos a desayunar y dejamos que Maddie siga durmiendo?”. La estrechó entre sus brazos recibiendo un cariñoso abrazo por parte de la pequeña.

“Maddie”. Exclamó la niña señalando a la joven.

“Sí cariño, está Maddie ahí”. Besó su frente y le recolocó el pelo detrás de la oreja. “Pero vamos a dejar que duerma un poco mientras nosotras preparamos el desayuno”. La colocó correctamente entre sus brazos y salieron de la habitación dejando la puerta entornada.

Bajaron a la cocina nuevamente y, Kate con la niña en brazos, preparó los cafés para Castle y para ella y algo de fruta y unas tortitas para todos. Preparó un colacao para la pequeña y la dejó sentada en el sofá mientras se lo tomaba. Le encendió la tele con unos dibujos animados y besó su cabeza con ternura. “Estoy en ese cuarto de ahí despertando a Rick, ¿vale cariño?”. La niña únicamente asintió con una sonrisa al ver el desayuno que Kate le había preparado.

Colocó un plato con fruta, tortitas y el café de Rick y el de ella en una bandeja y lo llevó a su habitación, posándolo sobre la mesita de noche de él. Sonrió cuando lo encontró todavía dormido. Se sentó en el borde de la cama, a su lado y le colocó con ternura el flequillo que se le había caído hasta los ojos. “Rick…”. Susurró inclinándose sobre él para besar suavemente la comisura de los labios. Él se removió ligeramente, pero no abrió los ojos. Sin embargo, una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios y ese gesto le hizo saber a ella que estaba despierto. “No te hagas el dormido, que te he traído el desayuno y se va a enfriar”. Acarició sus facciones con la punta de los dedos, despacio.

Castle abrió los ojos ensanchando su sonrisa al verla tan concentrada observándole. “Buenos días”. Murmuró todavía algo adormilado. Agarró la mano con la que ella le acariciaba y le dio un suave beso en los dedos. Kate sonrió por su gesto. “¿Y las chicas?”. Preguntó incorporándose en la cama para quedar sentado, con la espalda apoyada en el respaldo. Se frotó los ojos tratando así de despertarse del todo.

“Bella desayunando en el salón y Maddie sigue dormida”. Informó pinchando algo de fruta y llevándosela a la boca, siendo rápidamente imitada por él. Él asintió y ambos se dedicaron unos minutos a comer el desayuno en silencio. “Parece que tu madre y Alexis se han tomado bien nuestra relación”. Comentó la inspectora antes de darle un mordisco a su tostada.

“¿Acaso lo dudabas?”. Preguntó él después de acabarse el café.

Beckett se elevó de hombros volviendo a dar un mordisco a la tostada. “No, supongo que no. Pero no te lo he hecho pasar bien. Ellas mejor que nadie saben lo que habrás tenido que sufrir y… habría entendido que me guardaran algo de rencor”. Se limpió los labios con una servilleta.

“Kate”. Dijo Castle poniéndose serio. Colocó una mano en la baja espalda de ella mirándola a los ojos. “Ninguna de las dos es tonta. Saben que he sufrido, claro que lo saben. Pero eso es pasado. A ellas ahora lo único que les importa es que yo sea feliz. Y tú eres quien me hace feliz”. Movió sus dedos suavemente, acariciando su espalda con ternura.

Sonrió con dulzura ante sus palabras y se inclinó para besar suavemente sus labios. “Tú me haces más feliz a mí”. Confesó atrapando el labio inferior de Rick entre sus dientes.

El sonido del móvil de Beckett, ya cargado, en la mesilla de noche interrumpió ese íntimo momento. La inspectora se levantó para cogerlo y contestó a la llamada con su habitual tono firme. “Beckett”. Se mantuvo en silencio escuchando lo que su interlocutor tenía que decirle. Asintió aunque él no pudiera verla. “Vale, muchas gracias Espo”. Agradeció terminando la llamada.

Castle la miró desde la cama, preguntándole con la mirada.

“Siguen sin dar con él”. Informó suspirando. “¿Cómo alguien que ha sido o es drogadicto puede esconderse tan bien de la policía?”. Preguntó ofuscada porque no lo hubieran encontrado todavía. Se sentó nuevamente en la cama tras retirar la bandeja con el desayuno.

“Precisamente por eso”. Agarró su mano con ternura, entrelazando sus dedos. Ella le miró esperando que continuara. “Esa gente se conoce la calle mejor que todos los polis juntos. Sabe dónde esconderse y cómo”. Vio el gesto de ella al torcer los labios y apretó su mano con cariño. “Pero no tienen tanta paciencia como nosotros. Cometerá un error y lo encontraremos”. Intentó transmitirle seguridad.

“Eso espero”. Sonrió un poco, agradecida por sus palabras.

“¿Vamos con Bella al salón y esperamos a que se despierte el resto?”. Preguntó en tono conciliador.

“En realidad…”. Suspiró mordiéndose el labio. “¿Me dejarías tu ordenador? Necesito empezar a buscar información contra él cuanto antes”. Explicó poniéndose en pie, al igual que él.

“Claro”. Contestó él con una sonrisa. “Ve a mi despacho, ahí tienes todo lo que puedes necesitar”. Informó calzándose las zapatillas de estar en casa. “La contraseña es el cumpleaños de Alexis, el 17 de febrero, seguido del tuyo”.

Beckett se giró para mirar al escritor, con sorpresa e ilusión marcadas en el rostro. “¿Mi cumpleaños?”. Preguntó mordiéndose el labio en un intento de contener la enorme sonrisa que amenaza con formarse en sus labios.

“Ahá”. Respondió él sonriendo al ver su rostro.

“¿Desde cuándo?”. Preguntó acercándose a él hasta quedar frente a frente, parados en mitad de la habitación.

“No lo sé”. Se encogió de hombros. “¿Un par de años?”. Volvió a elevarse de hombros.

“¿Por qué?”. Preguntó nuevamente, agarrando su mano.

“Porque sois lo más importante para mí”. Confesó dando un suave beso en su mano. “Junto con mi madre. Pero me habría matado si llego a poner su edad, con año incluido”. Bromeó haciéndole reír a ella.

“Gracias”. Susurró acercándose de puntillas hasta besar sus labios.

“¿Por usar tu fecha de cumpleaños como contraseña de mi ordenador?”. Preguntó él con incredulidad.

“Sí. Porque eso significa que, a pesar del dolor, seguías teniendo fe en mí, en nosotros”. Volvió a besar sus labios.

“Siempre, Kate”. Confesó él acariciando su pelo con ternura antes de dejarla marchar al despacho.

Castle salió al salón donde se encontró a Alexis y Maddie sentadas a cada lado de Bella, desayunado lo que Kate había preparado. “Buenos días, chicas”.

Las tres saludaron con un “hola” mientras continuaron degustando las tostadas y la fruta.

“¿Y Kate?”. Preguntó Maddie después de un rato en el que Castle aprovechó para lavar los platos y tazas que habían utilizado.

“En el despacho, utilizando mi ordenador”. Contestó él sentándose en la butaca, cerca del sofá donde estaban ellas.

“¿Puedo ir?”. Preguntó con cautela la joven.

“Claro”. Respondió Rick con una sonrisa. “Ve, es esa puerta de ahí”. Se la señaló y observó cómo la joven pronunció un tímido “gracias” y se encaminó hasta allí, llamando a la puerta antes de entrar y cerrarla nuevamente a sus espaldas.

“Bella, ¿te apetece pintar un rato?”. Propuso la joven pelirroja a la niña, que parecía aburrida ya de ver dibujos en la tele.

La pequeña se giró inmediatamente hacia ella, con los ojos iluminados. “¡Xi!”. Exclamó contenta, poniéndose como pudo de pies sobre el sofá para dar un pequeño salto.

Tanto padre como hija rieron ante el entusiasmo de la niña. Alexis se levantó del sofá para subir al piso de arriba. “Voy a por papeles y pinturas. Ahora bajo”.

Bella se quedó de pie, observando por donde había desaparecido Alexis. Castle aprovechó que se había quedado a solas con ella para cambiarse al sofá y posar una mano en la espalda de la pequeña. “Hola peque”. Le saludó con tono de voz tranquilo.

“Hola”. Respondió ella con jovialidad, girándose para mirarle intrigada.

“Soy Rick”. Le ofreció su mano a modo de saludo.

La niña rió y estrechó su mano encantada. “Yo Bella”. Pronunció con seguridad.

“Lo sé”. Sonrió él. “Eres una niña muy guapa”. Halagó.

La pequeña se sonrojó y sonrió con amplitud. “¿Maddie y Kate?”. Preguntó después al escuchar las voces del despacho.

“Están haciendo una cosita, pero enseguida vienen a estar contigo, ¿vale?”. La tranquilizó.

“Ale”. Asintió ella sentándose de nuevo en el sofá.

Alexis bajó con lo necesario para pintar un rato con la niña y se sentó en el sofá a su lado. Le pasó hojas y rotuladores.

Bella cogió una hoja y un rotulador rojo y se los acercó a Castle. “¿Pintas?”. Preguntó con una bonita sonrisa.

“¿Quieres que pinte con vosotras?”. Preguntó entre sorprendido y encantado de que le dejara pintar con ella.

“Xi”. Afirmó asintiendo mientras se concentraba en empezar a dibujar algo en el papel.

“Está bien”. Contestó sonriente, mirando a Alexis que había presenciado la escena con una sonrisa.

Los tres se pusieron a pintar mientras Kate y Maddie hablaban en el despacho de Castle. La joven quería informarse de si habían encontrado al padre de Bella y qué pasaría a partir de ese momento.
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Mensaje por livingmylife Jue Jul 13, 2017 10:57 pm

CAPÍTULO 26

Beckett y Maddie salieron abrazadas del despacho del escritor. Se pararon en seco a observar la tierna escena que tenían ante ellas. Sentados en el sofá, Alexis, Bella y Rick dibujaban y pintaban mientras intentaban adivinar los dibujos de los otros, provocando que la niña riera sin parar.

“¡Ya sé, ya sé!”. Exclamó el escritor concentrado en el dibujo de la niña. “Creo que es un pájaro”. Miró interrogante a Bella.

La niña rió con ganas negando con la cabeza. Miró a Alexis para ver si ella lo adivinaba. La joven pelirroja miró atentamente el dibujo mientras pensaba, colocándose una mano debajo de la barbilla para acentuar el gesto. “Umm… Yo diría que es un perro”. Propuso la chica.

“¡Xi!”. Gritó con entusiasmo mientras alzaba los brazos en señal de victoria. “Ahoda tú”. Le paso el lápiz a Alexis para que dibujara ella y los demás adivinaran.

“¿Qué hacéis?”. Preguntó Kate desde la puerta del despacho, abrazando a Maddie por detrás.

“Pintá”. Informó la niña acercándose a Alexis que ya había empezado a trazar sobre el papel.

Maddie y Kate sonrieron al ver a la niña contenta. La joven besó la mejilla de la inspectora separándose de ella para caminar hasta el sofá y sentarse al lado de Bella.

Castle caminó hasta Beckett y se sonrieron con cariño. “¿Tú también has dibujado?”. Preguntó abrazándose a él. Reposó la cabeza sobre su pecho, cerrando los ojos.

“Uhum. Algo así”. Rió tras besar su cabeza y corresponder a su abrazo, cada día más sorprendido, y encantado, con esa Kate cariñosa. “¿Has encontrado algo que te sirviera?”. Preguntó sin soltarla en el abrazo.

“Creo que sí”. Despegó la cabeza del cuerpo de él para poder mirarle. “Ahora sólo falta encontrarle”.

“¿Y hasta entonces?”.

“Espero que no tardemos mucho, pero supongo que hasta entonces me las llevaré a casa. En el orfanato no estarán seguras”.

“¿Y cuando vayas a trabajar y se queden solas?”. Preguntó acariciando su mejilla dulcemente.

Kate se mordió el labio y desvió la mirada hasta el sofá donde las chicas pintaban, charlaban y se divertían, las tres juntas. Sonrió cuando se cruzó con la mirada de la pelirroja. Volvió a mirar a Castle. “Tengo vacaciones hasta después de las fiestas”. Informó observando detenidamente la reacción del escritor.

“¿Te has cogido vacaciones en Navidades?”. Preguntó con sorpresa.

“Sí”. Asintió sonriendo. “Quería que fuera una sorpresa, pasarlas enteritas contigo”. Se elevó de hombros. “Cambiar, por fin, mi tradición”.

“Kate…”. Susurró conmovido.

“Te quiero, Rick”. Susurró ella también inclinándose para besar sus labios con dulzura.

“Quedaros aquí, en casa. Pasaremos juntos las Navidades. Hay sitio de sobra para para todos aquí”. Pidió acariciando su mejilla.

“No quiero causaros más problemas. No quiero que Jack de con nosotras y aparezca aquí. No quiero que corráis más riesgos por mí”. Se perdió en su mirada.

“No lo hará, no os encontrará. Y si lo hace, nos defenderemos de él. Quedaros Kate, por favor”. Volvió a pedir con la mirada fija en los verdes ojos de ella.

Beckett sonrió al escuchar a Maddie y Bella reírse giró la mirada nuevamente hacia él. “Quedamos en que íbamos a ir despacio”. Susurró. “Por los dos”. Acarició su mandíbula. “Y quiero cumplirlo. A pesar de esta situación”. Apreció cómo la mirada de él se entristecía, a pesar de que intentó ocultarlo. Agarró su mano y tiró de él hasta el despacho, cerrando la puerta tras ellos.

Se colocaron en mitad de aquella habitación, uno frente al otro, en silencio. Kate se mordió el labio al comprobar, nuevamente, que sus palabras habían herido al escritor. “Rick”. Exhaló el aire rápidamente. “No hay nada que me gustara más que quedarme estos días aquí, con vosotros y con ellas. Pero quiero hacer las cosas bien. Quiero seguir yendo despacio contigo. Quiero que los dos vayamos a nuestro ritmo. Y aunque sé que deseas con todas tus fuerzas tenerme aquí, también sé que todavía no estás preparado para ello”. La mirada de Castle se desvió hacia el suelo, haciéndole saber que estaba acertando con sus palabras. El escritor volvió a fijar sus ojos en los de ella a los pocos segundos y asintió, conforme con la inspectora. Kate sonrió un poco. “Quedaremos, haremos planes, pasaremos noches juntos y cenaremos todos aquí si es que sigo estando invitada, con Maddie y Bella”.

“Por supuesto que sí, Kate”. Le devolvió la pequeña sonrisa.

“Bien”. Besó sus labios tiernamente, poniéndose de puntillas para ello.

“Gracias”. Susurró apretándola entre sus brazos.

“¿Por qué?”. Preguntó ella alzando la cabeza sin separar la cara de su cuerpo, abrazada a él.

“Por ser ahora tú la que va haciendo los avances por los dos”. Acarició su cabeza, enredando los dedos entre sus mechones de pelo.

“Siempre”. Volvió a apoyarse contra su pecho, abrazándolo más a él. Rick no pudo más que sonreír abiertamente. Esa mujer iba a acabar volviéndolo loco.

“Katie, Katie”. Escucharon la voz de la pequeña. “Ven a pintá”.

“Voy”. Besó fugazmente los labios del escritor y con una sonrisa salió del despacho y caminó hasta el sofá donde la niña ya le había hecho hueco entre Maddie y ella. Se sentó, siendo rápidamente incluida en el juego de pintar.

Así pasaron la mañana de aquel sábado. Entretenidos con la niña, haciendo todo tipo de juegos y pasando un buen rato los 5 juntos.

“Papá”. Llamó la atención de su padre. El escritor, que estaba preparando la comida, alzó la cabeza de las verduras que cortaba para mirar a su hija, prestándole atención. “Voy a salir después de comer. Dormiré en casa de Page”.

“Vale cariño”. Sonrió a su hija volviendo a su tarea.

Cuando la pelirroja subió las escaleras para preparar una bolsa con lo necesario, la inspectora apareció detrás de él, abrazándolo por la espalda. “¿Te ayudo?”. Preguntó mirando por encima de su hombro lo que estaba haciendo.

“No hace falta. Ahora todo va al horno y a esperar”. Sonrió terminando y limpiando los utensilios que había usado.

Se separó del cuerpo de él para dejarle maniobrar con comodidad. “Había pensado ir a dar un paseo a Central Park después de comer. ¿A Alexis le apetecerá?”.

“Me acaba de decir que ha quedado con sus amigas y dormirá en casa de Paige. Pero puedes proponérselo. Igual cambia de idea”.

“¿Tú crees?”. Preguntó con cierta reticencia.

“¿Por qué no? Ya la has visto. Ha estado jugando con Bella y riéndose con Maddie toda la mañana”. Metió la bandeja al horno y se giró para mirar a Beckett.

“Vale. Subo a hablar con ella”. Le sonrió con nerviosismo. Castle le guiñó el ojo para animarla y sonrió al verla desaparecer escaleras arriba para hablar con la pelirroja.

Kate llamó a la puerta con los nudillos y esperó a que la joven le diera permiso para entrar. “Hola Alexis”. Le saludó y sonrió al ver cómo la chica cerraba el armario de su cuarto cargando un pijama que guardó en la mochila.

“Ah, hola Kate”. Saludó sonriente.

“Había pensado ir a dar una vuelta a Central Park esta tarde, y tal vez podríamos ir a patinar. ¿Te apuntas?”. Preguntó quedándose de pie mientras observaba cómo Alexis guardaba el resto de cosas en la mochila.

“Eh… bueno, suena bien pero… he quedado y luego voy a dormir a casa de Page”. Titubeó ligeramente al responder, dándole la espalda a la inspectora mientras cerraba la mochila.

Frunció el ceño tras notar el titubeo de la joven. “Bueno, yo te lo comentaba por si te apetecía cambiar de plan. Pero entiendo que quieras quedar con tus amigas”.

Alexis respiró hondo y se giró para mirar a Kate. “No he quedado con mis amigas”. Confesó sentándose en el borde de su cama y jugando nerviosamente con sus manos.

Beckett se acercó hasta ella y, con cierta indecisión, se sentó a su lado, mirándola en silencio. Dándole su espacio para que se abriera a ella. “Alexis, sabes que me puedes contar cualquier cosa, ¿verdad?”. Preguntó en tono suave.

“Sí… lo sé”. Se mordió el labio. “Es sólo que… es la primera vez que he mentido a mi padre y… aunque sé que no lo he hecho por algo malo…”. Fijó la vista en el suelo.

“No has quedado con tus amigas..”. Alexis negó ligeramente. “¿Con un chico?”. Se aventuró a preguntar. La joven asintió. “¿Quieres contármelo?”. Posó una mano sobre su rodilla.

“¿Se lo contarás a mi padre?”. Preguntó alzando la cabeza y mostrando sus asustados ojos azules.

“Sólo si creo que lo que vas a hacer puede ser peligroso”. Fue sincera. “Pero para ello necesito que me cuentes qué está pasando”. Apretó su rodilla tiernamente y le sonrió para darle confianza.

“Conocí a un chico en la biblioteca. Al principio no le di mayor importancia. Nos llevábamos bien, congeniábamos, y él es tan buen estudiante como yo. Pero hasta ahí. Yo estaba más concentrada en los exámenes que en fijarme en él”.

“¿Y ahora?”. La animó a continuar.

“Ahora, hemos quedado un par de días. Yo pensaba que él se interesaba en quedar conmigo porque le había caído bien, porque habíamos estudiado bien juntos. Pero el otro día me dijo que empezaba a sentir algo por mí y desde ese momento le veo con otros ojos. Y me está empezando a gustar”. Confesó esto último casi en un susurro.

“Eso no tiene nada de malo, Alexis”. Agarró su mano y la estrechó entre las suyas.

“Lo sé”. Se mordió el labio. “Pero tiene casi 5 años más que yo”. Siguió confesando. “Empezó a estudiar más tarde porque en su casa no tenían el dinero suficiente para mandarle a la universidad”. Bajó la mirada al suelo.

“Por eso no se lo has contado a tu padre”. Entendió la inspectora. Alexis asintió. “¿Lo de dormir en casa de Paige es verdad?”. Preguntó con cautela.

“Sí”. Aseguró alzando la cabeza y mirando fijamente a Kate para que viera que decía la verdad.

“Me tenía que asegurar”. Sonrió haciendo sonreír a la joven. “Entonces, ¿cómo se llama el chico?”. Preguntó alzando una ceja, con curiosidad.

“John”. Sonrió al decir su nombre.

“¿Y John sabe que si te hace algo tanto tu padre como yo iremos a por él?”. Sonrió mirándola de forma graciosa, lo que hizo que la joven riera.

“No tienes de qué preocuparte. Él es el primero que quiere ir a mi ritmo. Y yo… se lo agradezco”. Se mordió el labio. “Ya sabes yo… bueno, no tengo ninguna experiencia y quiero esperar a estar segura”. Frunció el ceño debido a la intensidad de las palabras que estaba pronunciando.

“Sabía que eras muy madura para tu edad, pero hoy me estás sorprendiendo, y mucho”. Sonrió apretando la mano de Alexis. La joven levantó la cabeza para mirar a Kate entre avergonzada y agradecida. “No pienso decirle nada a tu padre, pero avísame cuando vayas a dormir a casa de Page. Así me quedo tranquila”. Pidió con una pequeña sonrisa.

“Hecho. Muchas gracias Kate”. Se acercó a ella abrazándola con cariño.

La inspectora correspondió al abrazo encantada. “Pero empieza a plantearte el contárselo a tu padre, sobre todo si seguís avanzando. Él únicamente se preocupará por ti, pero terminará entendiéndolo si te ve segura y confiada”. Alexis le sonrió agradecida. “Te lo digo por experiencia”. Ambas soltaron una pequeña carcajada y se pusieron en pie cuando escucharon la voz de Bella desde abajo diciéndoles que la comida ya estaba lista.

“Por cierto, ¿al final encontraste el regalo para mi padre?”. Preguntó mientras abría la puerta de la habitación.

“Sí”. Sonrió agradecida. “Ya lo tengo todo preparado”. Le guiñó el ojo.

“Le va a encantar”. Sonrió la joven mientras las dos bajaban las escaleras dispuestas a comer todos juntos.
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Mensaje por livingmylife Sáb Jul 15, 2017 12:34 am

CAPÍTULO 27

“¡Rick, mira!”. Gritó la pequeña desde el centro de la pista de hielo, agarrada firmemente a las manos de Maddie y Alexis que la ayudaban a patinar.

Al final la tarde anterior decidieron quedarse en casa, pero la mañana de Nochebuena la aprovecharon para pasear y patinar.

El escritor se giró, agarrado a la barrera de la pista y sonrió al verla patinar sobre el hielo más o menos decentemente. “¡Muy bien!”. Exclamó riendo al ver que Alexis casi se resbala al intentar que la niña no se cayera.

Se tambaleó ligeramente cuando el cuerpo de la inspectora se ciñó al suyo, abrazándolo por detrás. “¡Ey!”. Protestó en una pequeña carcajada. “Me has asustado”. Pegó más la espalda a su pecho, agarrando las manos de ella, que se habían colocado sobre sus abdominales.

“Perdón”. Rió ella estrechándolo más. Observó a las chicas por encima del hombro de él, sin separarse. Sonrió viéndolas patinar y divertirse en aquella mañana de Nochebuena.

“Ha sido buena idea venir”. Dijo poniendo en palabras los pensamientos de Beckett.

“Uhum”. Asintió mordiéndose el labio. “Llevaba años sin pisar esta zona en Navidades”. Confesó con cierta timidez al abrir nuevamente su corazón a él. Pero cada día se sentía con más soltura para hacerlo, sentía que estando a su lado podía empezar a construir recuerdos nuevos, con él, sustituyendo a los dolorosos del pasado.

Sintió cómo su cuerpo tembló, conmovido por la profundidad de sus palabras. Sabía lo que significaba para ella aquella pista de hielo, donde había patinado por última vez con su madre, unos días antes de que la arrebataran de su lado. Se giró para mirarla a los ojos, con cuidado de no caer. Se agarró con una mano a la barandilla metálica y con la mano libre acarició su mejilla suavemente, perdido en su mirada. Las palabras sobraban en aquel momento. Sus ojos expresaban cada uno de sus sentimientos: nostalgia, dolor y ganas de avanzar por parte de ella; y empatía, agradecimiento y amor por parte de él.

Se aproximó a sus labios, rozándolos tiernamente antes de besarlos. “Cada día me sorprende más tu fuerza”.

Kate negó ligeramente, rozando su nariz con la de él. “No soy tan fuerte, Rick. Y si cada día lo soy un poco más, es gracias a ti”. Agarró su mano suavemente, entrelazando sus dedos.

“Bueno, últimamente estás haciendo muchos avances”. Sonrió orgulloso de ella. “Y me estás sorprendiendo, cada día”. Aseguró haciendo que ella también sonriera.

“Eso intento”. Ladeó la cabeza de forma graciosa, sonrojada. “Tú me ayudas y… las sesiones de terapia, también”. Confesó mordiéndose el labio.

“¿Estás yendo a terapia?”. Preguntó con sorpresa. Ella asintió ligeramente. “Wow, no lo sabía”.

“De eso se trataba”. Susurró besando sus labios fugazmente. “Luego te cuento más, ¿vale?”. Pidió soltando su mano tras acariciarle el dorso de la misma. Rick asintió con una pequeña sonrisa y antes de que ella volviera a empezar a patinar, la agarró de la mano, pegándola nuevamente a él. Se aferró a su nuca y la besó con intensidad, haciendo que casi se desequilibrara y cayera, pero la agarró con mayor firmeza para evitarlo.

Beckett sonrió aún en sus labios y mordió su labio pícaramente. “No me distraigas, que quiero ver cómo patinas”.

Castle puso cara de circunstancias, haciéndola reír.

Después de estar patinando casi toda la mañana, decidieron comer en un restaurante cercano al parque. Así tendrían el resto de la tarde libre para organizar la cena de Nochebuena. Cenarían todos juntos en casa del escritor. Castle estaba tan emocionado de tener en esas fechas a la detective con él que no podía despegar la mirada de ella, ni dejar de sonreír cuando sus ojos se encontraban.

Por su parte, Beckett estaba algo nerviosa. Aunque sus nervios también se mezclaban con emoción y cierta nostalgia. Sus sentimientos estaban encontrados. Deseaba volver a sentir la magia de las Navidades y no conocía a nadie mejor que Castle para aquello; pero, a la vez, no podía apartarse de la cabeza el pensamiento de que estaba fallando, en cierta manera, a su madre al volver a celebrar esas fiestas tan familiares. Aún así, pensaba luchar por ir apartando ese pensamiento, poco a poco. Como le había dicho su psicólogo, y aunque doliera demasiado, no podía defraudar a su madre porque ella estaba muerta. Tenía que centrarse en volver a construir su vida, en ser feliz. Eso es lo que le gustaría ver a su madre: verla feliz, saberla feliz.

Maddie, Bella y Kate fueron a casa de la inspectora para descansar un poco y prepararse para la cena. A pesar de que Beckett había insistido en quedarse en el loft para ayudarles con la cena, el escritor se negó tantas veces que no le quedó otra opción que irse a casa.

Castle estuvo el resto de la tarde poniendo un hermoso árbol de Navidad en el centro del salón. No había querido hacerlo antes para darles la sorpresa esa noche. Alexis le estuvo ayudando un rato y después, juntos cocinaron su famosa receta de Nochebuena, como llevaban haciendo desde que pelirroja tenía 2 años.

“Les va a encantar”. Dijo la joven cuando vio a su padre parado en mitad del salón recolocando una bola del árbol.

“¿Tú crees?”. Preguntó con dudas. “¿No es demasiado?”.

“Sí. Pero es muy tú”. Sonrió Alexis acercándose hasta él y colgando una bolita más. Castle la miró con el ceño fruncido deseando que se explicara. “Es excesivo, como casi todo lo que haces, papá. Y eso es lo que te hace tan especial. Eso es lo que me encanta de ti y estoy segura de que también es lo que enamoró a Beckett de ti”. Besó su mejilla. “Me voy a dar una ducha y a vestirme antes de que lleguen las chicas. La abuela ya debe de haber terminado”. Subió las escaleras dejando a su padre plantado en el salón, frente al árbol, con una pequeña sonrisa en los labios gracias a las palabras de su hija.

Comprobó que el horno estaba a una temperatura baja y aprovechó esos 30 minutos que quedaban para ducharse y vestirse elegantemente.

Mientras tanto, en casa de Beckett, las jóvenes ya estaban duchadas y vestidas. Maddie se había duchado primero para que le diera tiempo a ondularse un poco el cabello. Después, Kate bañó a Bella y se entretuvo más de lo que esperaba jugando y riendo con ella. Por eso ahora iba un poco justa de tiempo.

Salió del baño con el albornoz puesto y una toalla en el pelo. Abrió el armario de su cuarto y echó un rápido vistazo a todo lo que tenía. Se mordió el labio indecisa. Metió la cabeza dentro y empezó a revolver toda su ropa.

La pequeña entró, sin llamar, en la habitación con su impecable vestido rosa y su precioso lazo en la cabeza. Se acercó a Kate dándole su teléfono móvil. “Tío Rick”. Le dijo dándole un pequeño tirón del albornoz al ver que no reaccionaba a su presencia y que seguía sumergida en el armario, rebuscando algo que ponerse.

“Bella”. Dijo sorprendida por no haberla escuchado entrar. Sacó su cuerpo del armario y cogió el móvil frunciendo el ceño. “Hola, Castle”. Dijo con una sonrisa esperando escuchar la voz de él.

“Hola, Kate”. Sonrió él al otro lado al escucharla.

“Vamos un poco justas de tiempo”. Avisó ella sintiéndose algo culpable y pensando que llamaba para ver si ya estaban.

“Oh, no te preocupes. No te llamaba por eso”. Soltó una pequeña carcajada. “Tranquila. Sé lo que es andar corriendo con una niña pequeña. Y también sé lo que es hacerlo con una adolescente por casa”.

“Bueno, en realidad la que va tarde soy yo”. Se mordió el labio sentándose en el borde de la cama y ayudando a Bella a subirse a su lado. La niña se abrazó al brazo de Kate, lo que le hizo sonreír.

“No pasa nada”. Repitió él, sonriente. “Sólo era para preguntarte si os quedaréis esta noche a dormir”.

“Oh”. Susurró ella. No se esperaba aquella propuesta, pero saber que él había pensado en eso, le hacía sentir un pequeño y agradable hormigueo en su estómago. “No lo había pensado. Les pregunto a las chicas y lo decidimos ahora, ¿si?”.

“Vale”. Sonrió deseando que sí se quedaran. Pasar aquella Nochebuena completamente en su casa, con ella. Despertarse el día de Navidad abrazado a ella, aspirando su aroma, rozando su piel… Tomó aire con fuerza mordiéndose el labio.

“Vale”. Repitió ella también sonriendo. Sintió un repentino deseo de pasar la noche en el loft, con él. Se mordió el labio respirando hondo al escuchar cómo él también lo hacía con intensidad. “Te veo en 40 minutos. No más, lo juro”.

“Tranquila. La cena está terminando de hacerse poco a poco en el horno”. Informó. “Hasta ahora, Kate”.

“Hasta ahora, Rick”. Colgó sonriente dejando el teléfono móvil sobre el colchón. Se tumbó hacia atrás en la cama atrayendo el pequeño cuerpo de Bella hacia ella y la abrazó con cariño. “¿Quieres dormir en casa del tío Rick otra vez?”. Preguntó acariciando sus mechones rubios.

“¡Sí!”. Sonrió feliz mirando a los ojos a la detective.

Kate sonrió con cariño y besó su cabeza tiernamente. “Vamos a preguntarle a Maddie”. Las dos de la mano se levantaron de la cama y salieron al salón donde la joven estaba sumergida en la lectura del primer libro de la saga Nikki Heat.

“¡Mad!”. La niña se lanzó casi sobre ella, aplastando sus piernas.

La adolescente se sobresaltó, pero al darse cuenta de que era Bella, rió besando su mejilla. “¿Qué pasa renacuaja?”. Le preguntó cariñosamente.

“¿Quieres dormí en casa tío Rick esta noche?”. Preguntó intentando imitar el tono de voz de Beckett, lo que hizo reír a la inspectora, que las observaba sentada al otro lado del sofá.

La joven miró a Kate para corroborar que lo que la niña le preguntaba era cierto. Kate asintió interrogándola con la mirada. Maddie giró la vista hasta Bella e hizo como que se lo pensaba un poco. “Umm… La verdad es que la cama me gustó mucho”. Comentó mordiéndose el labio y dándole más dramatismo al momento. Beckett sonrió al ver la cara de expectación de la pequeña. “Vale, sí. Sí quiero dormir en casa de Rick esta noche”. Concedió sonriendo abiertamente al ver cómo la felicidad embargaba a la niña.

“Y ahora que hemos decidido eso, ¿por qué no cogéis vuestros pijamas y algo de ropa para mañana mientras yo termino de prepararme?”. Se levantó del sofá alzando a Bella para dejarla en el suelo y que fuera a coger sus cosas.

Las chicas salieron corriendo a hacer lo que Kate les había pedido. Maddie acabó en primer lugar y cuando lo hizo, entró al cuarto de Beckett, encontrándola ya con el pelo seco y maquillada, pero eligiendo todavía la ropa que ponerse.

“¿Te ayudo?”. Se ofreció poniéndose a su lado, frente al armario y mirando todos y cada uno de los conjuntos de la inspectora.

“Por favor”. Suspiró Kate. Estaba nerviosa. Mentiría si dijera que no lo estaba. Pero eran más bien nervios por comenzar una tradición nueva, por ir dejando atrás la suya, por empezar a construir su vida, su vida junto al escritor. Se mordió el labio llevándose las manos a la cara con cierta desesperación.

“¿Falda?”. Propuso la joven seleccionando una falda de tonos oscuros, por encima de la rodilla, lisa, ceñida. “¿Con una camisa blanca?”. Sacó la blusa a la que se refería colgando las dos cosas de los pomos del armario.

Kate se mordió el labio observando el conjunto y sonrió. Asintió contenta con lo que veía. “Con estos tacones”. Se agachó rápidamente a rebuscar los que quería y sacó unos negros preciosos. “¿Qué te parece?”. Le preguntó.

“Que vas a dejar a Castle babeando”. Rió haciendo que la inspectora sonriera.

“Perfecto”. Besó la mejilla de la joven. “Gracias, Maddie”.

“A ti, Kate”. Le devolvió la sonrisa. “Por todo lo que estás haciendo por nosotras”.

“Os lo merecéis, Mad. Las dos”. Le guiñó el ojo y se fue rápidamente al cuarto de baño con la ropa y la muda para cambiarse”.

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Mensaje por livingmylife Dom Jul 16, 2017 12:26 pm

Capítulo Navideño! Wink

CAPÍTULO 28

La pequeña Bella salió disparada del ascensor y llamó con rapidez al timbre del loft de Castle. Detrás de ella, Maddie y Kate sonreían al verla tan contenta. Entre las dos cargaban las pequeñas maletas con lo necesario para que las tres pasaran allí la noche.

Castle abrió la puerta con una enorme sonrisa, que se acentuó cuando Bella se abrazó a sus piernas gritando su nombre. Y se ensanchó todavía más al levantar la mirada de la niña y encontrarse con los ojos color avellana de Kate mirándolo atentamente. Se sonrieron con complicidad.

"Buenas noches chicas". Saludó el escritor a las tres, cogiendo en brazos a Bella para darle un dulce beso en la mejilla.

"Buenas noches". Saludaron Maddie y Kate al unísono.

"Pasad". Bajó a la niña al suelo, quien salió corriendo al interior de la casa para saludar a Martha y Alexis. Se hizo a un lado para dejar pasar a la adolescente. Antes de que Beckett pudiera entrar, le hizo soltar la bolsa que llevaba y, sujetándola con una mano en su baja espalda, la atrajo a él para besarla despacio. Cerraron los ojos a la vez, disfrutando del suave beso que se dedicaron durante unos largos segundos. Rick fue el primero en separarse suavemente de sus labios, juntando, en su defecto, sus frentes. "Te he echado de menos". Susurró abriendo los ojos para perderse bizcamente en los de ella.

Kate soltó una pequeña carcajada. "Nos hemos visto hace unas horas, Castle". Se hizo la dura con él y sonrió agachándose para coger la bolsa. Antes de entrar al loft, se acercó a la oreja del escritor y le mordió suavemente el lóbulo. "Pero yo también te he echado de menos". Susurró haciéndole temblar.

Castle cerró los ojos e inspiró con fuerza, sobrepasado por sus sentimientos. Sonrió enormemente al sentir el cuerpo de la detective escabullirse por la puerta para entrar en su casa. Se llevó una mano a la oreja donde segundos antes había sentido su cálido aliento y se giró para entrar tras ella. Cerró la puerta de casa y sonrió al ver cómo Maddie y Bella admiraban el árbol de Navidad.

Martha y Alexis, que ya habían saludado a las jóvenes, se acercaron a saludar a la detective. La abrazaron, siendo rápidamente correspondidas por Beckett. "Chicas, subo vuestras cosas a la habitación". Dijo Alexis agarrando la mochila de la pequeña y la bolsa de Maddie. Las chicas se lo agradecieron, todavía ensimismadas con la decoración navideña.

Kate se acercó a Mad y Bella, también asombrada por el enorme árbol. Sonrió sin poder evitarlo, repasando todos y cada uno de sus adornos. Un pequeño sentimiento de nostalgia se apoderó de ella. Hacía años que ella no decoraba así su casa. Hacía años que no disfrutaba de las fiestas, que no se dejaba llevar por la magia que supuestamente debía de sentir en esos días. Recordó las risas con sus padres cuando era pequeña y ponían todo patas arriba para adornar cada rincón de la casa. Sus ojos, poco a poco, se empezaron a humedecer. Sintió la mano de Bella aferrarse a la suya, contenta. Tragó saliva intentando borrar el nudo que se había formado en su garganta y con la mano libre se secó las dos únicas lágrimas que había dejado que se le escaparan.

Tiró de la mano de Kate suavemente, llamando su atención. "Kate, ¿a que es bonito?". Preguntó la niña con un brillo especial en su mirada.

"Sí que lo es, es precioso". Sonrió a la niña y volvió a mirar aquel árbol, fijándose esta vez en la estrella que presidía sus ramas desde lo más alto.

"Es una pasada". Concluyó Maddie, que también seguía observándolo.

Castle sonrió desde detrás de ellas. Se acercó a Bella, agachándose a su lado. "¿Quieres ver cómo está decorado vuestro cuarto?". Le preguntó haciéndose el misterioso.

"¡Xí!". Gritó la niña soltando su mano de Kate y cogiendo la de Maddie para que la acompañara arriba.

Las dos chicas se encaminaron a ver lo que les había dicho, entre risas.

Rick se fijó en que Kate no se había movido ni un milímetro de su posición, todavía con la vista perdida en el árbol. Cogió aire, preocupado. Se acercó a ella por detrás, abrazándola por la espalda hasta apoyar el mentón sobre su hombro. "Ey". Susurró dándole un suave beso en la mejilla. Sintió cómo se estremecía ante su abrazo y la estrechó más entre sus brazos. "¿Tan feo te parece el árbol?". Preguntó con un tono entre preocupado y bromeando.

Kate rió suavemente apoyando la espalda sobre su pecho y echando la cabeza ligeramente hacia atrás, apoyándola sobre su hombro. Cerró los ojos unos segundos y volvió a abrirlos, secándose una furtiva lágrima. "Es precioso". Susurró. "Gracias". Se mordió el labio.

"¿Por decorar un árbol de Navidad?". Preguntó dejando suaves caricias en su cintura.

"Sí. No sabes lo que significa para mí". Se giró hasta quedar frente a él y lo abrazó con fuerza, apoyando la cabeza, esta vez, en su pecho.

Rodeó su cuerpo colocando una mano sobre su cabeza. Aprovechó para acariciar su pelo tiernamente. "Sólo quiero que disfrutes de la magia de la Navidad".

"Pues lo estás consiguiendo". Murmuró con una pequeña sonrisa, pese a las lágrimas que bañaban sus ojos.

"Pues demuéstramelo con una de tus sonrisas". Pidió acariciando sus mechones de pelo.

Ella alzó la cabeza para perderse en su mirada y, al ver sus azules ojos mirarla con adoración, no pudo más que sonreír, dejando escapar un par de lágrimas. Castle se las secó suavemente con el pulgar, acariciando su mejilla en el proceso. "Así está mejor". Le devolvió él la sonrisa. "Ve a dejar tu bolsa en mi cuarto mientras saco la cena". Besó sus labios tiernamente.

"Ahora vuelvo". Le devolvió el beso, alargándolo durante unos segundos hasta que se separó suavemente y caminó hasta su habitación para dejar la bolsa y el abrigo que llevaba puesto.

Antes de que pudiera salir de la habitación, Castle entró entornando la puerta. La miró con una enorme sonrisa, acercándose poco a poco a ella. Beckett alzó la ceja, parada frente a la cama del escritor, mirándole sonriente también. "¿Qué?". Murmuró ante la intensa mirada del escritor.

"Que eres preciosa". La agarró por la cintura, pegándola a él y besando sus labios lentamente. "Y que estoy feliz". Susurró tras separarse unos centímetros de sus labios.

Los ojos de la inspectora se humedecieron nuevamente, al escuchar esa confesión. Sonrió alzando la mano y acariciando su mejilla. "¿De verdad?". Preguntó también en un susurro.

"¿No me lo notas?". Sonrió más al sentir sus caricias. Volvió a atrapar sus labios en un corto pero intenso beso.

"Me gusta que me lo digas. Saber cuando voy por buen camino". Tomó aire en un intento de controlar todos los sentimientos que se agolpaban en su interior.

"Vas por muy buen camino". Rozó su nariz con la de ella, despacio, en una tenue caricia, haciéndola sonreír.

"Bien". Susurró cerrando los ojos antes de atrapar sus labios con cierta intensidad. Saber que, poco a poco (y no tan poco a poco) iba consiguiendo su objetivo, le hacía emocionarse y estremecerse; querer besarle hasta quedarse sin aliento; prometerle una vida entera a su lado, superando juntos cada adversidad. Porque el amor que ella sentía por el escritor, en esos días intentando luchar por él y por su plena confianza en ella, se había acrecentado todavía más.

"Bien". Susurró él también mientras con la mano que posaba en su espalda, dejaba suaves caricias por encima de su blusa. Juntaron sus frentes, sintiéndose cerca, más cerca que nunca. Un intenso pero agradable calor se iba instalando en sus pechos, llenando el vacío que ambos habían tenido en sus vidas, hasta ese momento.

Escucharon cómo Martha les llamaba para empezar a cenar y tras volver a besarse fugazmente, salieron de la mano, sonrientes.

La cena estuvo deliciosa. Todos disfrutaron de ella, charlando, riendo e incluso bromeando. Estaban siendo unas Navidades diferentes para todos. Los Castle siempre habían pasado esas fiestas los tres solos, sin nadie más. Beckett llevaba años sin celebrarla, dedicándose al trabajo cada Navidad y echando de menos a su madre, y también a su padre. Y Maddie y Bella lo habían hecho siempre rodeadas de los niños del orfanato donde, a pesar de que los encargados intentaban esmerarse y darles lo que necesitaban, los niños no podían evitar sentir que les faltaba algo de cariño.

Mientras Alexis y Richard recogían los platos para poner el postre, Martha propuso poner unos villancicos. La niña enseguida se entusiasmó, saltando de la silla y preparándose en mitad del salón, frente al árbol, dispuesta a cantarlos todos. Maddie y Kate rieron al verla tan contenta y la joven se puso a su lado para cantar con ella.

La música empezó a sonar y las chicas, con total confianza y sin apenas vergüenza, empezaron a cantar. Alexis, tras dejar el postre sobre la mesa, se unió a ellas jugando y riendo con la niña mientras intentaban seguir el ritmo y la letra de la canción.

Beckett se levantó de la mesa para ir a la habitación y coger el móvil que había dejado en el bolsillo del abrigo. Volvió al salón y se puso frente a las chicas, disfrutando del espectáculo que estaban dando y aprovechando para sacarles alguna que otra foto a la tras delante del hermoso árbol de Navidad.

Castle se colocó detrás de ella. Besando su pelo agarró el teléfono que Beckett sujetaba. "Ponte con ellas y os hago una foto". Propuso obteniendo una sincera sonrisa como respuesta.

Kate se puso al lado de Maddie y Bella, posando para la foto que Castle les hizo mientras Alexis hacía monerías detrás de él para que la niña sonriera más todavía y saliera mejor en la fotografía. "Perfecta". Dijo mirando la foto que les había sacado y acercándose a ellas para que también la vieran.

Kate sonrió ampliamente al ver la foto y besó la mejilla de Rick. "Gracias". Acarició brevemente su pelo, peinándoselo ligeramente.

Castle le guiñó el ojo y ambos se sonrieron.

"Chicos, siento interrumpir pero o nos comemos el postre, o se va a derretir". Intervino Martha que miraba la escena sonriente desde la mesa.

Todos volvieron a la mesa dispuestos a tomar el postre y terminar de ponerle la guinda a aquella espectacular cena, mientras varios villancicos seguían sonando. Beckett y Castle recogieron los platos entre fugaces miradas, roces intencionados y besos robados.

"Bueno, ha llegado el momento más esperado". Dijo Rick y todos pudieron ver cómo sus ojos se iluminaban.

"¿Cuál?". Preguntó Bella expectante.

"El de los regalos". Contestó Alexis sonriendo a su padre. Los ojitos de Bella se iluminaron casi exactamente como los de Castle. Alexis miró a su padre muy sonriente. Ella conocía mejor que nadie lo infantil que podía llegar a ser el escritor. Y la Navidad era el momento idóneo para sacar a pasear ese lado. Beckett se mordió el labio sin poder evitar sonreír mirando a Rick. Estaba adorable cuando sonreía y se ilusionaba así.

Maddie y Bella se miraron y se sonrieron nerviosas. "Ahora venimos". Dijo la más mayor mientras las dos se levantaban y corrían escaleras arriba.

"¿Dónde vais?". Preguntó Castle frunciendo el ceño sorprendido por la reacción de ellas.

"Creo que han preparado algún regalo para nosotros. Y conociéndolas, les va a hacer mucha ilusión darnos uno a cada uno". Dijo Kate mirando hacia las escaleras con una sonrisa.

"Yo también voy a por los míos". Alexis se levantó de la mesa siendo imitada por su abuela, que iba a lo mismo.

Kate miró al escritor con nerviosismo, mordiéndose ligeramente el labio. "Los míos ya están puestos, detrás del árbol". Confesó el escritor haciéndole sonreír.

"Voy a por los míos, entonces". Besó los labios de su novio fugazmente y fue a la habitación para deshacer la maleta y sacar de ella los regalos envueltos. Guardó uno debajo de su almohada y volvió al salón para colocar el resto al lado de los de Castle. Un pequeño nudo se formó en su estómago cuando leyó su nombre en uno de los paquetes que el escritor había preparado. Respiró hondo intentando controlar las lágrimas de emoción que luchaban por escaparse de sus ojos y se incorporó.

-All I want for Christmas is you- de Mariah Carey sonaba en ese momento en todo el loft. Castle y Beckett se perdieron en sus miradas, frente al árbol de Navidad. El resto del mundo había desparecido para ellos. Únicamente existían los ojos del otro. Castle le sonrió, acercándose hasta ella. Colocó un mechón de pelo detrás de su oreja y besó la comisura de sus labios. "Gracias por estar aquí, esta noche, conmigo". Susurró.

Kate negó ligeramente, mordiéndose el labio y controlándose para no echar más lágrimas y estropear su maquillaje. "Es donde quiero estar". Se abrazó a él, apoyando la cabeza contra su hombro. Cerró los ojos y por primera vez en mucho tiempo se sintió en paz, en casa. Sintió que había encontrado su hogar. Respiró hondo inundándose de su perfume. Escuchó la letra de la canción y sonrió preparándose para lo que iba a hacer a continuación. Besó su pecho con suavidad y empezó a cantar en un tono bajo, lo suficientemente alto para que él la escuchara, entonando la canción a la perfección, aunque con un poco de vergüenza. "Cause I just want you here tonight. Holding on to me so tight. What more can I do? Baby, all I want for Christmas is you".

El corazón del escritor dio un vuelco cuando empezó a escuchar la suave voz de ella cantando, cantando para él y haciéndolo endemoniadamente bien. Sus ojos se humedecieron al entender qué parte le estaba cantando y lo que significaba para ella, para él, para ellos. La estrechó más entre sus brazos, justo como ella le pedía con la letra de la canción. Besó su pelo tiernamente. Ante ese gesto ella levantó la mirada, encontrándose con los ojos lagrimosos de él. Apretó sus labios conmovida al descubrir lo hondo que había llegado su voz hasta él. Acarició su mejilla borrando el rastro de un par de lágrimas que se le habían escapado.

"Dios mío, Kate". Exhaló cogiendo aire después, intensamente.

"Ya sé que esta Beckett es un poco cursi pero…" Se elevó de hombros en una mueca graciosa, haciéndole sonreír. "… es lo que tú consigues en mí".

"Me gusta que tengas tu parte dura y tu parte cursi". Juntó su frente con la de ella y ambos cerraron los ojos y sonrieron a la vez.

"Menos mal". Susurró ella, sonriente. Él también sonrió, sin moverse de aquella posición, disfrutando de esa nueva intimidad que tenían y que empezaba a llenar su corazón.

Alexis que acababa de colocar sus regalos y los de su abuela, sonrió al ver esa escena tan entrañable, pese a que no había escuchado lo que se habían dicho. Sacó el móvil de su bolsillo y les hizo una foto a los dos, abrazados, en aquella posición juntando sus frentes y sonriendo, con el árbol de Navidad de fondo.

Se oyeron los pasos rápidos de las chicas bajando nuevamente las escaleras y la pareja se separó despacio, no sin antes volver a besarse suavemente. Se secaron las lágrimas disimuladamente y Castle hizo que todas se sentaran frente al árbol. Había llegado el momento de repartir los regalos de Santa.

TRADUCCIÓN DE LA PARTE DE LA CANCIÓN QUE CANTA KATE: "Porque sólo te quiero aquí esta noche. Sujetándome bien fuerte. ¿Qué más puedo hacer? Cariño, todo lo que quiero por Navidad eres tú.


¿Cómo lo veis?
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Mensaje por livingmylife Miér Jul 19, 2017 5:34 am

CAPÍTULO 29

Los villancicos seguían sonando mientras ellos se sentaron en el suelo, al lado del árbol y de los regalos.

“Nuestra tradición siempre ha marcado que el más pequeño de la casa sería el que primero abriera sus regalos”. Castle sonrió primero a su madre y a Alexis, quienes le devolvieron la sonrisa. Después miró a Maddie y finalmente fijó su vista en Bella y Kate. La pequeña estaba sentada sobre las piernas cruzadas de la detective, esperando ansiosa. “Este año tenemos tres invitadas más y ninguno de nosotros tiene intención de romper con esa tradición así que… Bella, te toca empezar a abrir los regalos que te ha traído Santa”. Rió al ver cómo la niña se removía nerviosa sobre el cuerpo de Kate.

“Este regalo es de parte del Santa de mi abuela, mi padre y mío”. Dijo Alexis alcanzando el paquete más grande, perfectamente envuelto en papel rojo y acercándoselo a Bella.

La niña, con sus pequeñas manitas lo agarró como pudo, ayudada por Kate, y empezó a desenvolverlo todo lo rápido que podía. Maddie se acercó más a ella, pendiente de lo que pudiera haber tras el papel. Los ojos de la más pequeña se iluminaron al descubrir un precioso baúl de madera, de color rosa con dibujos en tonos claros.

“Ábrelo”. La animó Castle. Era increíble como en tan poco tiempo había cogido tanto cariño a aquella niña.

Bella se apresuró a abrirlo. Nuevamente, sus ojos demostraron la sorpresa al descubrir todo lo que había dentro: un precioso osito de peluche marrón, con un lazo rojo atado al cuello; una muñeca del tamaño de un recién nacido, vestida con un precioso pijamita rosa palo y un chupete en su manita derecha; un marco de fotos infantil que contenía una foto que se habían hecho todos y unos walkie-talkies infantiles para que la niña pudiera jugar con quien quisiera en el orfanato.

Sacó el osito de dentro y lo abrazó con fuerza. Repitió el mismo movimiento con la muñeca y sonrió cuando Castle le explicó para qué servían los walkie-talkies. Observó el marco de fotos y lo sacó con cuidado, mirando detenidamente la foto. Acarició despacio el rostro sonriente de cada uno de ellos en aquella fotografía, consiguiendo, con ese gesto, encoger el corazón de los allí presentes. Kate besó la cabeza de la pequeña, con emoción. Maddie acarició su pelo suavemente sabiendo lo que para la pequeña significaba haber podido celebrar sus primeras Navidades con alguien que no fueran los niños del orfanato. Ella se sentía exactamente igual.

“¿Te ha gustado?”. Preguntó Rick cuando consiguió sobreponerse a la ternura de la pequeña.

Bella asintió efusivamente y se abrazó al peluche, acurrucándose en los brazos de Kate. La inspectora la abrazó, estrechándola contra su pecho. Siempre había sentido la necesidad de protegerla, desde el primer día que vio aquellos ojitos asustados. “Mi Santa también ha dejado algo para ti”. Susurró la mujer en el oído de la pequeña. Se estiró con ella encima hasta alcanzar lo que buscaba y le pasó el regalo.

Bella, todavía con el osito entre sus brazos, abrió el regalo y sonrió al descubrir un cuaderno para pintar y unas pinturas en perfecto estado. “¡Qué guay!”. Exclamó contenta. Ojeó el libro sonriendo al descubrir cada dibujo que se presentaba ante sus ojos. Cogió un pequeño diario que también había dentro del regalo y se lo enseñó a Kate sonriendo.

“Para cuando aprendas a escribir y puedas hacer uno como el mío”. Besó su cabeza con cariño. “Y lo otro, para que puedas pintar siempre que quieras”. Acarició su espalda tiernamente. La niña le sonrió y se volvió a acurrucar entre sus brazos, contenta de sentir el calor que estaba recibiendo durante esos días.

“Maddie, te toca”. Dijo Castle pasándole un regalo. “Es de parte de todos”. Sonrió al entregárselo y ver cómo a la joven también se le iluminaban los ojos. Kate se mordió el labio mirando al escritor con agradecimiento. Sin él, no habría podido hacer realidad el regalo completo que quería hacerle a la joven.

Cogió con vergüenza el regalo entre sus manos y lo desenvolvió con nerviosismo. Abrió la caja que había estado envuelta por el papel y sonrió al ver lo que había dentro. “¿Y esto?”. Preguntó alzando la cabeza y mirando a todos para detenerse en Kate. Ella era la única que sabía aquello.

La inspectora se encogió de hombros dedicándole una pequeña sonrisa. Se trataba de un estetoscopio de color rojo. Bella se acercó para comprobar qué había dentro y sonrió. Ella también sabía pera qué servía aquello. Se lo había explicado Maddie muchas veces. “Es para que puedas practicar y ser la mejor enfermera del mundo”. Concluyó la pequeña, como si fuera evidente, pese a su no tan buena pronunciación. Hizo sonreír a todos.

“Abre este”. Le tendió Kate un regalo plano.

La chica rompió el envoltorio y apretó los labios nerviosa al descubrir dentro un sobre con su nombre. Lo abrió despacio y cuando descubrió lo que había en su interior, su cara cambió a un completo asombro. Sus ojos se llenaron de lágrimas sin poder evitarlo.

“Sé que apenas te acuerdas de ella. Pero estoy segura de que le habría encantado que siguieras sus pasos. Alguna vez me has hablado de lo que significaría para ti tener los recursos necesarios para poder estudiar enfermería, como tu madre. Ese es tu regalo de Navidad. Tus estudios de enfermería pagados”.

Maddie soltó lo que tenía entre sus manos y se abrazó con fuerza a Beckett, emocionada, feliz. “Gracias, gracias, gracias”. Susurró entre el llanto que había empezado a apoderarse de ella.

Kate la rodeó con el brazo que tenía libre de sujetar a Bella y besó la cabeza de la adolescente. “Dáselas a Rick que es el que ha puesto la mayor parte del dinero”. La pegó más a ella, con cariño y sonrió al escritor.

La adolescente se separó de Beckett y se acercó a Castle, abrazándolo con fuerza. “Gracias”. Susurró con algo de vergüenza.

“¿Sabes cómo puedes agradecérmelo de verdad?”. Preguntó él mientras la abrazaba. La joven le miró interrogante después de separarse despacio de él. “Esforzándote hasta conseguir tu sueño”. Le guiñó el ojo haciéndola sonreír.

“Lo haré. De verdad que lo haré. Muchísimas gracias”. Sonrió de verdad, sentándose otra vez en su sitio.

“Espera”. Dijo Kate cogiendo un par de pequeños paquetes envueltos y tendiéndole uno a Maddie y otro a Alexis. “Sé que os gustaba así que… ahí lo tenéis”. Sonrió a las chicas mordiéndose el labio.

Las dos se miraron sorprendidas y abrieron cada una su regalo, para encontrarse con un precioso foulard que ella usaba y que a las chicas les había encantado. “Wow, gracias Kate”. Sonrió Alexis acercándose a ella para besar su mejilla. Maddie hizo exactamente lo mismo. “Me encanta”. Dijeron a la vez, haciendo que todos soltaran una carcajada.

“No hay de qué”. Sonrió ella al ver que había acertado con el regalo para ambas.

“Toma Lexis”. Dijo Bella levantándose con ayuda de Kate y acercándole un pequeño paquete hecho con un folio de papel.

“¿Para mí?”. Preguntó sorprendida la pelirroja. Maddie y Bella asintieron esperando expectantes a que lo abriera. La pequeña Castle deshizo con cuidado el envoltorio y sonrió abiertamente cuando en su interior descubrió una preciosa pulsera hecha con hilos. “¡Uala, me encanta!”. Exclamó sacándola para que el resto pudiera verla. “¿La habéis hecho vosotras?”. Preguntó sorprendida y feliz por aquel detalle.

“Xí”. Asintió la niña acercándose más a ella y ayudándole a que se la colocara.

“Es preciosa, muchísimas gracias”. Se abrazó a las dos chicas sonriente. “Me tenéis que enseñar a hacer muchas de estas”. Sonrió alzando la muñeca en la que llevaba la pulsera.

“Cuando quieras”. Dijo Maddie sonriendo.

Los adultos observaron el intercambio de sonrisas y de palabras de las tres chicas, sin dejar de sonreír. Habían congeniado de maravilla. Castle carraspeó llamando su atención y miró a su madre para que le diera su regalo a Alexis.

La pelirroja cogió el paquete tendiéndoselo a su nieta con una sonrisa. Alexis lo abrió, descubriendo una preciosa pulsera, que enseguida reconoció como aquella que su abuela llevaba casi siempre puesta y de la que casi nunca se despegaba. “Abuela…” Susurró la joven conmovida.

“Quiero que la tengas tú. Me la dio mi madre. A ella se la había dado la suya. Y yo no iba a dársela a tu padre”. Bromeó intentando quitarle un poco de peso a ese momento emotivo. La joven rió y Rick apretó los labios con emoción, pese a la broma de su madre. “Es muy importante para mí que la tengas tú, Alexis. Has demostrado ser una muchacha increíble, e incluso, en ocasiones, mucho más madura que tu propio padre”. Kate soltó una carcajada, de acuerdo con la frase de la actriz. “Cuídala”. Siguió Martha besando y abrazando a su nieta.

“Gracias, abuela”. Se abrazó con fuerza a ella.

“Este es de tu madre”. Dijo Castle dándole un sobre a Alexis. Tanto la joven como la abuela miraron con sorpresa al escritor. “Sí, parece que este año a ella también le ha llegado el espíritu de la Navidad”. Se alzó de hombros haciendo una mueca con los labios.

La chica abrió el sobre y descubrió que se trataba de un viaje a Los Ángeles para que la visitara cuando quisiera. “Vaya”. Exclamó sorprendida. “Es todo un detalle”.

“Sí que lo es”. Dijo Martha todavía sorprendida de que su exnuera hubiera hecho aquello.

“Luego la llamaré”. Concluyó la pelirroja dejando a un lado el sobre de su madre y colocándose la pulsera que su abuela le había regalado y el pañuelo que Kate la había dado. Ese simple gesto hizo sonreír a los adultos.

“Bien, ahora mi regalo para ti”. Dijo el escritor con nerviosismo. Cogió dos paquetes pero estiró el brazo hacia su hija con sólo uno de ellos. Antes de que la pelirroja pudiera cogerlo, retiró el brazo y miró a los ojos azules de la joven. “Pero tienes que prometerme que irás con cuidado”. Le avisó ahora sí terminando de darle el regalo.

Alexis frunció el ceño sin comprender del todo a su padre y lo desenvolvió. Abrió la cajita y se llevó una mano a la boca al comprobar lo que era. “¿¡De verdad!?”. Casi gritó de la emoción. Los demás, la miraban intrigados por lo que habría en esa caja. “¿Dónde está?”.

“En el garaje, al lado de mi Ferrari. Es la moto que me compré con uno de mis primeros sueldos”. Alexis miró a su padre con la boca abierta, igual que Martha y Kate. “La he mandado arreglar y ponerle todo lo necesario para que puedas ir con ella”. Su hija se abrazó fuerte a él. Llevaba meses pidiéndole una moto. Le sería más fácil moverse así de casa a la universidad y viceversa. “Pero con una condición”. Dijo Castle abrazando el fino cuerpo de su hija.

“¿Cuál?”. Preguntó ella sentándose al lado de él tras el abrazo.

Castle le entregó el otro paquete a Beckett, con una pequeña sonrisa. La inspectora se mordió el labio al cogerlo. Le preguntó con la mirada si lo abría y él, simplemente, asintió esperando, deseando ver la reacción de ella. Kate desenvolvió el paquete hasta encontrarse con una caja igual a la de Alexis. Frunció el ceño y la abrió. Cuando descubrió lo que había en su interior, contuvo el aire, sorprendida y, cómo no, ilusionada.

“Rick…”. Susurró la inspectora sin poder creerse lo que tenía entre sus manos.
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Mensaje por livingmylife Sáb Jul 22, 2017 9:05 pm

CAPÍTULO 30

El escritor sonrió al ver la cara de emoción de Beckett y miró a su hija. “La condición es que, si ella quiere, te enseñe Kate a montar. Y le hagas caso siempre en todo lo que te diga”. Avisó a su pelirroja. Volvió a mirar a Beckett, quien no podía ocultar su sonrisa ni el brillo de sus ojos.

“¿Es…?”. Intentó preguntar, pero levantó la cabeza para mirarle a los ojos.

“Es tu moto, sí. Restaurada completamente. Arreglada sin perder ese toque especial que tenía. También está en el garaje. Luego podéis bajar a verlas, si queréis”. Sonrió contento al comprobar que sus regalos habían resultado todo un éxito.

“Gracias”. Susurró ella, sonriente, contenta, emocionada. Se puso de rodillas, inclinándose adonde él estaba para besar fugazmente sus labios en agradecimiento. Miró a Alexis sonriente. “Cuando quieras, empezamos con las clases”.

“¡Genial! Gracias, Kate”. Sonrió la joven.

“Toma”. El escritor cogió un sobre y se lo pasó Beckett. “Es de Alexis y mío”. Informó esperando que lo abriera.

Lo abrió con suavidad, y dentro se encontró diferentes fotografías de una misma ciudad, fotos que parecían haber sido cogidas de Internet. Frunció el ceño pasando una por una hasta que, al llegar a la última, lo comprendió. En la última fotografía se podía ver a sus padres hacía muchos años, en Barcelona. Ese había sido su viaje de novios. Siempre habían dicho que querían repetirlo, que querían ir con Kate. Pero bien por el trabajo de Johanna, o por el de Jim, finalmente nunca pudieron ir. Beckett cogió aire y leyó el papel que venía junto con las imágenes: “Vale por un viaje a Barcelona, para cuando tú quieras, con quien tú quieras”. Leyó casi en un susurro, aunque todos pudieron escucharlo perfectamente. Levantó la cabeza con los ojos humedecidos y miró tanto a Alexis como a Rick, sin poder decir nada, agradeciéndoles todo con la mirada.

“Cuando te pregunté si había estado alguna vez en España y me contaste lo de la luna de miel de tus padres, se me ocurrió que este podía ser tu regalo de Navidad”. Dijo Alexis sonriendo a la inspectora.

Kate negó tragando saliva. Quería decir tantas cosas y no le salía ni un simple “gracias”. Se mordió el labio respirando hondo.

“Puedes cogerte unas vacaciones, obligar a tu padre a que haga lo mismo e iros los dos a disfrutar de esa maravillosa ciudad”. Propuso el escritor acercándose a ella y tomando su mano con ternura. Acarició sus dedos suavemente esperando a que fuera capaz de levantar la cabeza y mirarles.

“No sabéis lo que esto significa para mí”. Susurró alzando la mirada y encontrándose con aquellos dos pares de ojos azules que la miraban enternecidos. “Gracias, gracias, de verdad”. Se abrazó fuerte a Rick y estiró el brazo para que Alexis se uniera a ellos. La joven lo hizo encantada, estrechando a su padre y a Kate.

“Pero queremos fotos eh”. Dijo Alexis haciendo sonreír a la inspectora.

“Eso está hecho”. Besó su mejilla con cariño y una tierna sonrisa. Después besó los labios del escritor.

“Mi regalo no va a superar esto, pero también te puede venir bien”. Dijo Martha dándole un sobre con unos vales para unas sesiones en el mejor SPA de Nueva York.

“Gracias Martha. Lo voy a necesitar. Después de unos cuantos meses trabajando sin parar, no sabes cómo se te queda la espalda”. Sonrió a la actriz, agradecida.

“Katie”. Dijo la pequeña Bella ofreciéndole un sobre como el que le había dado a Alexis.

“¿Para mí?”. Preguntó contenta la inspectora. Adoraba cuando la niña le llamaba así. Era el diminutivo con el que sus padres la llamaban y que únicamente dejaba que su padre y la niña usasen. La pequeña asintió nerviosa. Kate abrió el paquete y sonrió con amplitud al encontrarse una pulsera parecida a la de Alexis. “Es preciosa, Bella. Me encanta”. Sonrió a la niña y después miró a Maddie también, agradecida. Besó la mejilla de las dos y entre ambas le colocaron la pulsera en la muñeca izquierda, junto al reloj de su padre.

“Richard”. Llamó su atención la actriz. El escritor giró rápidamente la cabeza, deseando descubrir qué regalos le esperaban a él. “Tengo dos paquetes para ti. ¿Cuál quieres abrir primero?”. Le enseñó dos paquetes, uno un poco más grande que el otro.

Castle se mordió el labio, indeciso y finalmente cogió el de mayor tamaño. Lo abrió despacio para descubrir su colonia. Esa que tanto le gustaba y que su madre siempre se las arreglaba para regalársela. Le sonrió con agradecimiento. Tomó el otro y lo desenvolvió con cuidado. En su interior había una pequeña cajita con su nombre. Miró a su madre y ella asintió, animándole a abrirlo. Sintió cómo Beckett se acercaba a él por detrás y supo que ella conocía el contenido de esa caja. La mano de la inspectora se posó sobre su hombro mientras se inclinaba ligeramente hacia arriba para poder ver mejor cómo él quitaba la tapa a la pequeña caja. Y cuando vio su interior, agradeció internamente el calor que el cuerpo de ella le proporcionaba, la paz de saberla a su lado, el amor que irradiaba por cada poro de su piel y que iba dirigido únicamente a él. Se mordió el labio, imitando ese gesto tan de Kate que no pudo controlar. Sus ojos se llenaron de lágrimas al rozar el objeto con sus dedos. “Pero…”. Intentó formar alguna palabra más, aunque le fue imposible. Miró a su madre sorprendido de aquello que tenía entre sus manos.

“Katherine me ayudó a encontrarlo”. Confesó la actriz. Castle giró la cabeza para mirar a Beckett y se sonrieron con sinceridad. “Sé lo importante que fue él para ti”. Siguió hablando Martha consiguiendo que su hijo volviera a mirar esa pequeña chapa con una inscripción.

“Siempre hay una historia”. Leyó Rick aquellas letras. “Y qué razón tenía el tío Nick”. Se mordió el labio al recordar a aquel hombre del que tanto había aprendido de niño, a quien tanto había querido, con quien se había criado gran parte de infancia y adolescencia.

Kate acarició su espalda suavemente. No había oído hablar de ese tal Nick hasta que Martha le preguntó si podría buscar aquella cadena con esa chapa inscrita. Apareció en comisaría cuando sabía que Castle no estaría, para pedirle aquel favor. Le había escuchado a Alexis decir que tenían una zona donde guardaban los objetos pertenecientes a víctimas, que nunca habían sido reclamados por familiares. La inspectora se pasó unas cuantas horas buscando hasta que encontró una caja con el nombre de Nicholas Dale. Y allí dentro estaba ese colgante. Se lo entregó a Martha al día siguiente y no hizo ninguna pregunta. Le bastó con sentir el profundo abrazo que le dio la actriz como agradecimiento para saber que aquel objeto era importante para ellos, para ella y para el escritor.

“Esto es… increíble”. Consiguió pronunciar Castle sonriendo abiertamente al mirar a su madre. “Gracias, madre”. La abrazó besando su mejilla con cariño. Después, se giró hacia Kate. Ella le sonreía nerviosa, pero la mirada de Rick la tranquilizó. “Gracias”. Susurró él acercándose a ella para besar sus labios tiernamente.

“Siempre”. Respondió casi de inmediato, sin pensárselo, susurrando entre el beso. Se separaron despacio, sonriéndose.

Castle cogió la cadena y se la pasó a su madre para que le ayudara a colocársela. La actriz así lo hizo. “A él le habría encantado que la tuvieras tú”. Besó su mejilla cariñosamente. Rick únicamente sonrió asintiendo despacio.

Las tres chicas sonreían mirando aquella escena. A pesar de que Maddie y Bella no sabían por qué era tan importante ese colgante, les gustaba ver felices a aquellas personas.

“Papá”. Dijo Alexis ofreciéndole su regalo.

El escritor abrió despacio el regalo y sonrió al descubrir que se trataba de un precioso álbum de fotos digital, con fotos de su pelirroja favorita y de él durante el transcurso de los años. En cada fotografía se veía la estrecha relación que padre e hija siempre habían mantenido. “Es precioso, Alexis. Gracias”. Sonrió como un niño pequeño al recibir una chocolatina.

“Me alegro de que te guste, papá”. Se abrazó a él, apoyando la cabeza en su pecho como cuando era pequeña. “Ahora que empezaré a pasar menos tiempo por casa, quería que tuvieras algo así”. Confesó cerrando los ojos al sentir el brazo de su padre rodear su cuerpo, protector.

“Gracias”. Repitió él besando su cabeza con cariño.

La pelirroja se separó de él dejando así espacio para que Kate pudiera darle su regalo. Antes de que la inspectora le pasara el paquete envuelto al escritor, intercambió una mirada cómplice con la joven, que no pasó desapercibida por Castle, que las miró a ambas con el ceño fruncido.

“Toma”. Colocó el regalo frente a él.

Rick lo abrió con nerviosismo. Era el primer regalo que recibía por parte de Beckett. Respiró hondo antes de terminar de abrirlo por completo y abrió la boca con sorpresa e ilusión. “¿¡Un helicóptero!?”. Exclamó contentísimo.

“Un helicóptero teledirigido”. Le corrigió ella sonriente. “Y tiene algo dentro”. Le avisó cuando él ya estaba sacando el juguete de la caja.

Castle abrió desmesuradamente los ojos al descubrir que las puertas de aquel pequeño cacharro se podían abrir, como si fuera uno de verdad. Las abrió y sacó un pequeño papel doblado varias veces. Lo desdobló y sonrió al encontrarse la perfecta caligrafía de Beckett:

“A veces me sorprende tu madurez y otras muchas me sacas de quicio, y encandilas a la vez, con tu parte infantil. En estas fechas, me gustaría sacar un poco más a ese niño pequeño que llevas dentro. Espero que te guste el helicóptero teledirigido y que aceptes acompañarme a un viaje por los rascacielos de Nueva York en uno de verdad.

Gracias por contagiarme tu magia estas Navidades.

Te quiero.

Kate”.


Miró a Beckett después de leer aquel papel “¿De verdad?”. Preguntó sorprendido. Ella únicamente asintió. “¿Cuándo dices que volaremos?”. Preguntó tan entusiasmado que hizo reír a la inspectora.

“Antes de que tenga que volver a trabajar”. Besó la comisura de sus labios sin poder aguantarse.

“Perfecto”. Sonrió ante el beso.

“Tengo algo más esperándote en tu habitación”. Susurró en su oído antes de separarse de él.

Su aliento y su suave voz provocaron que el cuerpo del escritor se estremeciera de arriba abajo. Su mirada se oscureció ligeramente y se perdió en los ojos de ella, mirándola con intensidad. Kate negó sonriente para volver a besar sus labios fugazmente. “Luego”. Susurró de nuevo ella antes de separarse de él.

Bella y Maddie habían hecho otra pulsera para Castle, esta vez en tonos más oscuros y acordes con la ropa que él solía llevar. Se la colocaron en la muñeca derecha, contentas.

Todos los regalos para Martha consistieron en ropa que sabían que le iba a gustar y en una pulsera muy colorida hecha por las chicas.

Tras el reparto de regalos, bajaron a ver las motos de Alexis y de Beckett. Ambas se quedaron sorprendidas al ver los vehículos allí y se lo volvieron a agradecer. Después, los adultos tomaron una copa de vino hasta que Alexis y Maddie salieron con los amigos de la primera, con la promesa de no regresar muy tarde y de llamar si algo ocurría. Y Martha aprovechó que las chicas se iban para ir ella también con unos amigos.

Bella se había quedado dormida en el sofá, viendo la televisión sin soltar su osito de peluche que Santa le había traído. Beckett se acercó a ella con cuidado de no despertarla y acarició su rubio pelo. “Se ha dormido”. Susurró al escritor, que se acercaba a ellas.

“¿La subimos arriba?”. Propuso él mirando como dormía plácidamente.

“Sí”. Se agachó hasta quedar a su altura y besó su cabeza tiernamente. Castle sonrió por el gesto de ella y se inclinó sobre el sofá para coger en brazos a Bella. La subió hasta arriba, seguido por Beckett. La arroparon con cuidado y ambos le dieron un suave beso en la frente. “Buenas noches, pequeña”. Le susurró Kate. “Y feliz Navidad”.

Castle la abrazó por la espalda cuando llegaron al piso de abajo. “Me ha sorprendido muchísimo esta noche, inspectora. Gracias”. Susurró sintiendo como el fino cuerpo de ella se estremecía ante sus palabras.

“Espero que lo que te voy a dar ahora vuelva a sorprenderte”. Se acurrucó entre sus brazos, dejándose mecer por él.

“¿Vamos a la habitación?”. Preguntó impaciente por descubrir qué más tenía ella para él.

“Uhum”. Asintió ella sonriendo. Entrelazaron sus manos para caminar hasta la habitación y no se soltaron una vez llegaron allí. “Ven”. Susurró tirando de su mano hasta sentarlo en el lado izquierdo de la cama. Cogió la cajita que había dejado debajo de aquella almohada y se la tendió, mordiéndose el labio con nerviosismo. Castle la miró con sorpresa. “Mi otro regalo de Navidad. Ábrelo”. Pidió sentándose a su lado. Ambos giraron sus cuerpos en el borde de la cama hasta quedar uno frente al otro.

Rick abrió la tapa y frunció el ceño al ver dentro una única llave. “¿De dónde es?”. Preguntó alzando la mirada hacia ella.
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Mensaje por livingmylife Mar Jul 25, 2017 1:06 am

CAPÍTULO 31

“Lo que voy a decir ahora va a sonar muy cursi, Castle. Pero es la verdad”. Se mordió el labio con nerviosismo y cierta timidez. Nunca había sido de abrirse de esa manera a nadie. Pero con él empezaba a sentir que no iba a sufrir si lo hacía. Tomó aire y cogió la llave entre sus dedos. “Es la llave de mi casa”. Confesó dibujando una pequeña sonrisa en los labios de ambos. “Quiero que tengas una copia y puedas entrar y salir de allí siempre que quieras”. La dejó en la caja de nuevo y agarró las dos manos de él, alzando la mirada para mirar fijamente sus azules ojos. “Y te doy esa llave porque la de mi corazón ya la tienes. Hace tiempo que lleva tu nombre y fue completamente tuya el día que destruiste todos y cada uno de los ladrillos de mi muro”. Volvió a morderse el labio, expectante a una respuesta por parte de él.

Los ojos del escritor se anegaron de lágrimas que él no pudo controlar. Sus mejillas se humedecieron incontrolablemente mientras ellos permanecían en silencio y sus manos no se soltaban. La mirada de Kate no paraba de analizar cada gesto y cada lágrima de él. Apretó sus manos dulcemente, consiguiendo que una pequeña sonrisa se dibujara en los labios de Castle.

“Rick…”. Susurró ella con preocupación.

Castle reaccionó al escuchar cómo lo llamaba. Soltó sus manos suavemente, provocando que el corazón de Beckett se perdiera un latido por ese gesto y le mirara confundida. Él dejó la cajita con la llave a un lado de la cama y se acercó a ella todo lo que pudo. Sus rodillas se rozaron, sus alientos se mezclaron. Ambos suspiraron a la vez cuando sintieron el calor del otro. Rick la atrajo más a él, agarrándola por la nuca para atrapar sus labios en un intenso beso. Sobraron las palabras. Sus cuerpos, sus manos, sus labios se dijeron todo lo que sus palabras no podían en ese momento. “Te quiero…”. Susurró en el segundo que se tomaron para respirar, antes de volver a atacar los labios de su compañera. “Te quiero…”. Volvió a repetir, atrayéndola más a él, posando su otra mano en su cintura.

Kate sonrió al escucharle. Agarró la cara de Castle con ambas manos, obligándolo a separarse un poco de ella. Secó sus lágrimas con los pulgares, despacio. Sus miradas se cruzaron. Cualquiera que les hubiera visto en ese momento, habría podido notar el amor que desprendían aquellos dos pares de ojos. “Me habías asustado”. Confesó ella atrayendo la cara de él a sus labios, para ser ella quien esta vez le besara a él.

“Estaba asimilando todo esto”. Junto su frente con la de ella después del beso.

“¿Y a qué conclusión has llegado?”. Preguntó con ternura, acariciando los cortos mechones de su pelo para recolocárselos bien.

“A que quiero la dirección de tu psicólogo. Hace milagros”. Bromeó con su característico humor, haciendo que ella sonriera.

“Tonto”. Negó con la cabeza inclinándose más hacia delante para poder abrazarse a él y dejar descansar la cabeza sobre su pecho. Él enseguida la estrechó entre sus brazos.

“No, enserio. Gracias”. Acarició su largo pelo, pasando los dedos entre sus mechones. Sintió como ella se aferraba más a su cuerpo y beso su cabeza dulcemente. “Gracias porque sé lo duro que es para ti abrirte a alguien. Porque no puedo hacerme ni una ligera idea de todo el sufrimiento que has llevado y que seguramente sigues llevando tú sola a cuestas; pero aquí estás, sorprendiéndome cada día un poco más, haciéndome ver que vas enserio con esto, conmigo”.

“No lo llevo yo sola”. Susurró tras unos segundos que se tomó para sí misma, en silencio, conmovida por sus palabras. “Desde hace casi 4 años no lo llevo yo sola, Rick. Aunque… me costara abrirme a ti, aunque siempre me he guardado mis sentimientos, tú te fuiste colando poco a poco en esa fortaleza que más que protegerme, me dañaba. Y gracias a ti, el dolor se iba haciendo menos intenso, más llevadero. Y... nunca podré agradecerte lo suficiente la paciencia que siempre has tenido conmigo, el amor que sientes por mí. Ni que derribaras el muro, salvándome de mí misma. Porque, a pesar de sentir pánico, me abriste los ojos. El estilo de vida que llevaba, no era vivir, era sobrevivir. A tu lado es como puedo empezar a vivir. Y es lo que estoy intentando. Vivir, contigo, juntos. Demostrarte y demostrarme, que la dura Kate Beckett siempre ha tenido su lado sensible y que no pasa nada por exponerlo”. Se secó las lágrimas que poco a poco se habían ido escapando de sus ojos.

Besó su cabeza, conmovido por sus palabras. “Me conformo con poder tenerte así, conmigo”. La estrechó aún más entre sus brazos, manteniéndola bien pegada a él.

“No pienso moverme de aquí”. Prometió alzando la cabeza para mirarle a los ojos. Se sonrieron y él acarició su mejilla.

“Bien porque… tengo un par de regalos más para ti”. Alzó la ceja esperando la reacción de ella.

“¿Más?”. Preguntó con sorpresa e ilusión. Castle asintió haciéndola sonreír más. “Sabes que lo que me habéis regalado hoy… es más de lo que jamás habría deseado, ¿verdad?”. Preguntó con emoción. “Y no me refiero únicamente al viaje a Barcelona”. Rick asintió, concentrado en su mirada, en sus claros ojos que no paraban de gritarle lo mucho que le quería. “Haber vuelto a disfrutar de estas fechas, de la Navidad, de la magia, de los regalos, de… una familia”. Susurró. “Gracias”. Besó fugazmente sus labios.

“Siempre”. Contestó él secando sus lágrimas, dulcemente.

“Te quiero”. Pronunció en un tono de voz bajo, aumentando esa burbuja de amor entre ellos. “Y...”. Se mordió el labio alzando una ceja. “También quiero saber qué más tienes para mí”. Amplió su sonrisa, sin dejar de morderse el labio, lo que le dio la apariencia de una niña pequeña, deseando descubrir los regalos de Santa.

“¿Impaciente, inspectora?”. Preguntó contento de verla así.

“Venga Castle”. Pidió intentando disimular la expectación que el escritor estaba causando en ella.

“Está bien”. Sonrió levantándose de la cama. Ella se sentó en mitad del colchón, ansiosa. El escritor se acercó a uno de los cajones de su mesita de noche y sacó una caja de terciopelo rojo. Se sentó en mitad de la cama, al lado de ella, sujetando el objeto entre sus manos, sin llegar a dárselo. “Sé que ya tienes un recuerdo suyo, sé que lo llevas siempre contigo. Pero quería que tuvieras algo que te recordara a las últimas Navidades con ella, y a las nuestras. Algo que te devolviera un poco esa magia y, tal vez, la esperanza”. Abrió la caja bajo la atenta mirada de Beckett, que miraba cada gesto de él, con las manos entrelazadas, y apoyando la barbilla en ellas, deseando saber qué tenía para ella. En el interior de la caja había un precioso colgante con forma de corazón en relieve. El escritor lo cogió con los dedos índice y pulgar de su mano derecha y abrió una tapita del colgante, apareciendo dentro la última foto que Kate y su madre se habían hecho aquellas navidades en Central Park. Ambas sonreían a la cámara. Comprobó que los ojos de ella volvían a estar llenos de lágrimas, eligiendo ese momento para besar suavemente la comisura de sus labios. Después, giró el corazón, enseñándole una inscripción en la parte trasera del mismo.

“Vincit omnia veritas”. Leyó ella en un susurro, aquellas letras con perfecta caligrafía grabadas en el dorso del colgante. “Rick…”. Susurró con emoción, sin poder apartar la vista del colgante. “Es… es precioso”. Se mordió el labio acariciando las letras suavemente. Levantó la mirada, encontrándose con los ojos de él, que la miraban con cierta culpabilidad, como si fuera un niño pequeño que acabara de incumplir varias normas.

“Sé que los regalos que te he hecho esta noche necesitan alguna que otra explicación, pero, aún así, no me arrepiento de ello”. Colocó el colgante en la palma de la mano de ella.

“Me da igual. Ahora mismo eso me da igual”. Susurró acortando la distancia entre ellos para besar sus labios con lentitud y profundidad. “Gracias, gracias”.

“Una vez te prometí que estaría ahí cuando detuvieras al culpable y sigo manteniéndolo”. Agarró sus manos con suavidad, manteniendo el colgante en la mano cerrada de ella. “Lo hemos encontrado, pero no hemos acabado con él. Y sólo quiero asegurarme de que mantienes la esperanza de hacerlo algún día”.

“Es… complicado, Castle”. Susurró mirado sus manos agarradas, símbolo de la promesa que él le hizo en su momento y que no había desaparecido. Cerró los ojos dejando escapar las lágrimas.

“No, no lo es”. Aseguró él con firmeza, haciendo que ella volviera a abrir sus ojos y los fijara en él. “Todo tiene una historia. Todo, Kate. Y sólo tenemos que tener paciencia para armar mejor esa historia y poder encerrarlo”.

“Ojalá tengas razón”. Le regaló una pequeña sonrisa, apretando sus manos suavemente.

“Tío Nick siempre decía que para entender la historia completa, había que mirarla desde todas las perspectivas diferentes posibles. Y eso es lo que haremos”. Llevó la mano de ella hasta sus labios y dejó un tierno beso en su dorso. “¿Te lo pongo?”. Preguntó señalando su mano con el colgante en ella.

“Por favor”. Pidió sonriéndole. Puede que tuviera razón, que sólo necesitaran mirarlo todo de otra forma. Pero en ese momento no quería pensar en ello. Quería disfrutar de él, de ellos.

Castle se colocó detrás de ella cogiéndole el colgante de su mano y colocándoselo en el cuello, junto al anillo de su madre. Kate bajo la mirada hacia su cuello, encontrándose los dos collares juntos y sonrió. Cogió ambos en su mano, observándolos. “Me gusta cómo quedan”. Confesó haciéndole sonreír.

“Me alegro”. Retiró lentamente el pelo de ella de su lado izquierdo y le dio un beso en mitad del cuello. “Tengo otro pequeño regalo para ti”. Susurró en su oído, haciendo que se estremeciera.

“¿Cuál?”. Preguntó tragando saliva a causa del calor que empezaba a nacer en su interior.

“Está en tu apartamento así que… no vas a poder descubrirlo hasta mañana”. Rozó su cuello con el dedo índice, besando el lóbulo de su oreja.

“¿En mi apartamento?”. Preguntó sorprendida, frunciendo el ceño tras cerrar los ojos brevemente para contenerse del impulso de girarse y lanzarse sobre él.

“Uhum”. Asintió él bajando la mano por su hombro y acariciando despacio su brazo, hasta llegar a su mano, donde entrelazó sus dedos.

“Definitivamente, vas a tener que explicarme muchas cosas esta noche”. Sonrió al sentir sus caricias.

“¿Por dónde quieres que empiece?”. Preguntó sonriendo detrás de ella.

“Por mi moto”. Se giró para mirarle a los ojos. “Y luego por la inscripción del colgante. Después con lo que hay en mi apartamento”. Sonrió viendo cómo él también lo hacía.

“Y por último, te hablaré del tío Nick”. Besó sus labios fugazmente poniéndose en pie. “La noche va a ser larga. Voy a por un par de copas de champán”.

Kate sonriendo mirando cómo salía de la habitación. Se mordió el labio inspirando hondo. Aquella noche sus expectativas se habían cubierto, con creces. El escritor era único con los detalles, haciendo que se sintiera a gusto. Su familia era increíble. Y haber podido compartir esa noche con Bella y Maddie también había sido muy importante para ella. Volvió a tocar los colgantes en su cuello y sonrió todavía más. Miró hacia la puerta de la habitación y se movió hacia atrás en la cama, apoyándose contra el cabecero de la misma, mientras le esperaba. “Rick”. Le llamó con voz sugestiva, sensual. “No tardes mucho o… se apagará este fuego que has encendido en mí”. Se mordió el dedo índice, provocativa.

Castle entró en la habitación casi derrapando, con dos copas de champán en la mano derecha y una botella de cava en la izquierda. “Ya estoy aquí”. Sonrió con picardía.

“Ven”. Palmeó la cama, sonriente.

Sirvió champán en las dos copas, ofreciéndole una a ella y sentándose a su lado con la otra. “Dime”.

“La moto”. Le instó a que contara la historia, alzando una ceja.


¿Alguien quiere más?
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Mensaje por livingmylife Miér Jul 26, 2017 1:51 am

En capítulos anteriores...

"La moto". Le instó a que contara la historia, alzando una ceja.

"Oh, la moto". Sonrió él elevando la mirada hacia el techo, haciéndose el interesante.


CAPÍTULO 32

Kate le dio un ligero codazo en las costillas después de dar un corto sorbo a la copa. Él la miró con esa sonrisa de suficiencia que en ocasiones le había llegado a sacar de quicio y ahora le parecía incluso adorable. "Sencillo. Hablé con tu padre. Le pregunté si la seguías teniendo y si podría cogerla para arreglarla y darte una sorpresa". Se elevó de hombros.

"¿Desde cuando tienes relación con mi padre?". Preguntó con una sonrisa.

"No tengo relación con tu padre. No más de las contadas veces que lo he visto… desde la primera vez, hace casi un año". Confesó haciendo que ella le mirara mordiéndose el labio, intentando entender cuándo lo había conocido. "Vino a verme poco antes de que te dispararan. Estaba preocupado por ti, por el caso que investigabas".

"El de mi madre". Recordó ella en un susurro.

"Me pidió que te protegiera, que no dejara que el caso acabara contigo. Que te convenciera de que tu vida valía más que la muerte de tu madre".

"Por eso viniste a hablar conmigo, a mi casa. A intentar convencerme de que no siguiera, de que parara". Miró las sábanas con la cabeza agachada.

"La conversación con tu padre fue el empujón que necesitaba para hacer lo que yo ya quería hacer y no me había atrevido a cumplir". Fijó él también su vista en las sábanas, recordando aquel día con dolor. "Pero no pude convencerte, ni protegerte". Se elevó de hombros tras soltar un suspiro.

"No fue tu culpa". Alzó la cabeza para mirarle a los ojos, pero descubrió que los suyos estaban puestos en la cama. Dejó la copa encima de la mesita de noche y entrelazó sus dedos con los de la mano de Castle.

"Bueno, el caso es que le llamé y le pedí tu moto. La llevé al mejor taller que conozco y la pusieron a punto".

"Es muy dulce". Sonrió apretando más en enlace de sus dedos. "Y… Rick". Pronunció su nombre con suavidad, haciendo que esta vez él le mirara. "No fue tu culpa". Insistió en un intento de convencerle de aquello. Era culpa de ella y únicamente de ella. Por haberse obcecado de aquella manera. Por su sed de justicia, por no haber sabido manejar de una forma mejor dolor que llevaba dentro. Él seguía mirándola, en silencio. "No lo fue, ¿vale?". Volvió a decir, esta vez con mayor seriedad.

"Pero…". Suspiró intentando hablar, pero ella lo interrumpió alzando la mano que tenía libre.

"Pero nada. Intentaste salvarme, de mí misma y de aquel disparo. Te lanzaste sobre mí sin importarte las consecuencias que eso pudiera tener. Sin pensar en nadie más que en mí". Su voz se quebró al final de aquella frase, sintiendo cómo los recuerdos nuevamente podían con ella. Aflojó el agarre de la mano del escritor, volviendo a mirar a las sábanas. No quería mostrarse así delante de él, pero tampoco podía consentir que Castle se culpara de aquello. No había sido culpa de él y tampoco era justo que se sintiera así. No después de todo lo que había hecho por ella.

"Ey". Susurró pasándole el brazo por detrás del hombro para atraerla a él y abrazarla. "Lo siento". Murmuró acercando los labios a su pelo y depositando allí un dulce beso. "No lo pienses". Pidió acurrucándola entre sus brazos, sintiendo cómo el cuerpo de ella casi no reaccionaba.

"Hubiera muerto si te llega a pasar algo por mi culpa". Susurró contra su pecho, abrazándose con fuerza a él.

Castle quiso decirle que así se había sentido él cuando comprobó que le habían dado, que había una bala en su pecho. Pero no lo hizo. Porque eso únicamente hubiera aumentado el dolor de ella en ese momento y no era lo que quería. Había preparado esas fiestas para que se olvidara de lo malo y recuperara la magia, la fe, la esperanza. Besó su cabeza enredando los dedos en su pelo, acariciándoselo despacio. "¿Quieres saber por qué conozco la inscripción que he puesto en tu colgante?". Preguntó con tono calmado, intentando que dejara de pensar en el día en el que su mundo volvió a tambalearse y prácticamente cayó en el abismo.

"Uhum…". Asintió sin despegarse de él, abrazándolo con fuerza. Cerró los ojos respirando con suavidad e intentar que se le pasara el nudo que se había instalado en la boca de su estómago.

"El Tío Nick también está en ese cementerio. Hacía muchos años que no iba a visitarle pero un día se me ocurrió ir allí. Necesitaba buscar algo de paz. Y fui. Me senté en la hierba, frente a su nombre en la lápida y empecé a contarle mis problemas. Él siempre me había escuchado de niño. Siempre había tenido la palabra clave y el consejo perfecto para mí. Tras 2 horas allí sentado hablando con él, me levanté y di varias vueltas por el cementerio. Siempre he sido un poco curioso, ya me conoces". Soltó una pequeña carcajada haciendo que ella elevara la cabeza para mirarle.

"Si sólo fuera un poco…". Bromeó la detective volviendo a sonreír y contagiándole a él.

"No te pases". Dijo a tono de broma, besando su cabeza con ternura. Ella sonrió negando con la cabeza y besó fugazmente sus labios, instándole a que continuara. "Bueno, pues fui leyendo todos los nombres que había escritos. Me sorprendí al leer el de tu madre. Y nunca te lo dije porque supuse que aquello para ti era como tu secreto, tu lugar donde ir cuando no podías más. Un sitio que no querías compartir con nadie que no fuera tu padre". Se elevó de hombros cuando ella lo miró con agradecimiento y una pequeña sonrisa. "Pero se me ocurrió ese regalo y no pude resistirme".

"Me encanta". Confesó nuevamente bajando la cabeza para mirar el corazón junto al anillo de su madre. Los agarró con una mano, acariciándolos, venerándolos. Volvió a mirarle cuando sintió que él besaba su mejilla tiernamente. "¿Por qué necesitabas paz?". Preguntó en un susurro.

Cogió aire despacio, volviendo a su tarea de acariciar con lentitud y suavidad el pelo de la inspectora. "Porque por fin te había dicho que te quería y tú no sólo no te acordabas sino que me habías apartado de tu lado. Y habías vuelto a mí ese mismo día y yo, no había podido alejarme de ti del todo. Iba a volver a comisaría, y no estaba seguro de si aquello me beneficiaría o me dañaría más". Observó cómo ella volvía a posar la mirada en las sábanas, pensativa, triste, enfadada consigo misma. "Pero, ¿sabes qué conclusión saqué estando allí?". Ella le miró, aunque no cambió la expresión de culpabilidad de su rostro. "Que, pese a todo, cada día te quería más y la historia que habíamos tenido, era lo más bonito que me había pasado nunca. Y que tú eras lo único que merecía la pena. Verte sonreír, ya bastaba. Y volví, y volví con más ganas y más fuerza que nunca". Acarició su mejilla con dulzura, acercándose a besar sus labios, pero parándose justo antes de hacerlo. "Y, a día de hoy, te quiero todavía más". Susurró con dulzura para terminar uniendo sus labios en un dulce beso.

Beckett correspondió al beso, despacio, con lentitud, saboreándolo, acariciando los mechones de su corto cabello. "No merezco tenerte…". Susurró cuando se separaron.

"Te voy a contar una cosa y quiero que dejes de pensar, de una vez por todas, que no me mereces, ¿vale?". Acarició sus labios despacio. La vio asentir y la colocó mejor sobre sus piernas para poder mirarse a los ojos sin que ninguno forzara el cuello. "Desde que entré a trabajar contigo en la comisaría, mi madre y mi hija son más felices. A pesar de que tienen miedo de que me pase algo, son más felices. ¿Sabes por qué?". Acarició su ceja derecha para descender hasta su pómulo con una tenue caricia. Sonrió al sentir cómo se estremecía y no dejaba de mirarle con intriga. "Porque yo soy feliz, cosa que antes no ocurría. No tengo que refugiarme en mujeres o en relaciones que no me satisfacen, estoy más centrado, más maduro, más contento, más yo. Y todo porque te conocí a ti, porque tú me inspiraste para escribir, y para vivir. Porque conocer tu historia me hizo darme cuenta de la fuerza de las personas, de cuánto merece la pena la vida. Pero la vida de verdad, no la que yo tenía. La vida que me estás dando desde hace 4 años, la que me has dado estos días". Besó sus labios fugazmente, una, dos, tres, cuatro y hasta cinco veces haciendo que sonriera.

"Entonces estamos en paz". Le besó ella a él, largo, lento, despacio, juntando sus lenguas con cierta timidez.

"Así me gusta". Sonrió él besando la punta de su nariz. Cogió sus dos copas de champán, pasándole una a ella y animándola a brindar. "Por nosotros".

"Por nosotros". Correspondió ella chocando su copa con la de él. Bebieron a la vez, con una pequeña sonrisa y volvieron a posar las copas en la mesita de noche.

"De lo de tu apartamento sólo te voy a dar una pista". Avisó y rió al ver su cara de frustración. "Es algo muy nuestro, de nosotros. Algo que compartimos a diario".

"¿Esa es la pista?". Preguntó frunciendo el ceño.

"Ahá". Asintió él sonriente.

"¿Y tengo que esperar a mañana?". Se cruzó de brazos como un niño, enfurruñada.

"Sí señorita". Besó rápidamente sus labios.

"Más te vale que la historia del Tío Nick sea muy interesante y que se me olvide, hasta mañana, que tengo un regalo esperando en casa". Bromeó ella.

"Hecho". Respondió él acariciando su brazo suavemente.

"Pues empieza". Entrelazó sus manos de nuevo.

Continuará...
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Mensaje por livingmylife Dom Jul 30, 2017 6:42 am

Hoy toca uno algo más largo Wink

CAPÍTULO 33

"Tío Nick no era mi tío en realidad, como ya supondrás. Fue un ayudante del teatro en el que trabajaba mi madre. La vida no le trató nada bien. Se casó con la mujer de su vida y tuvieron dos hijos, varones. Pero ella murió al poco tiempo por una grave enfermedad. No tuvo opción ni para deprimirse por ello. Tenía dos niños en los que pensar. Él los sacó adelante, matándose a trabajar las horas que ellos iban al colegio, de trabajo en trabajo, intentando buscar siempre algo mejor. Cuando sus hijos eran adolescentes, encontró una oferta de trabajo que iba a solucionar todos los problemas de dinero que había ido dejando. Pero le timaron, le dejaron sin un duro, en la ruina. Los chicos, en cuanto tuvieron oportunidad se fueron, dejándole solo, muerto de hambre. Nunca tuvieron en cuenta todo el esfuerzo que su padre había hecho por ellos. Lo abandonaron como a un perro, a su suerte". Apretó la mandíbula con rabia de lo que estaba contando. Respiró hondo para continuar, pero no lo hizo al sentir los finos dedos de ella acariciar su barbilla suavemente. Se lo agradeció con la mirada y con una pequeña sonrisa y siguió narrando la historia. "Cuando yo tendría uno años, mi madre se lo encontró en la puerta del teatro donde ella representaba una obra. Había ido a pedir un sitio caliente donde dormir. Era pleno invierno y había nevado. Los dueños del teatro le negaron la entrada, alegando que sería una mala imagen. Pero mi madre no pudo hacerlo y lo metió, a escondidas, en su camerino, con nosotros, conmigo. No lo conocía de nada y sin embargo, confió en que no nos haría daño". Sonrió al recordarlo. Kate lo hizo también. "Al principio dormía en el camerino y por la mañana temprano se iba. Así durante un par de años. Yo apenas coincidía con él, pero una semana que estuve enfermo y no fui al colegio, acompañé a mi madre al teatro por la mañana. Y nos lo encontramos todavía dormido, acurrucado como podía en el suelo y tapado con una manta. A mis 10 años, se me encogió el corazón al verlo así. Dejé de comer el bollo que tenía y me acerqué a él arrodillándome a su lado. Lo desperté como pude y le ofrecí mi desayuno". Sonrió con nostalgia. "Mi madre presenció la escena y con una sonrisa en los labios salió del camerino dispuesta a resolver la vida de ese pobre hombre. Habló con los dueños del teatro, que buscaban un ayudante y les habló de un hombre trabajador que estaría dispuesto a ayudar. Ellos pidieron entrevistarlo al día siguiente. Así que esa noche se vino a dormir a nuestra casa y lo poco que teníamos lo repartimos entre los tres. Esa mañana se dio una ducha y se vistió con ropa que mi madre había cogido del teatro. Fue a la entrevista y le cogieron. Algunas noches se seguía quedando a dormir en el camerino de mi madre; otras se venía a casa con nosotros. Poco a poco fue remontando hasta tener su propio piso. Y yo empecé a ver en él un modelo a seguir. Una persona luchadora, que no se rindió y que, pese a todo, encontró una pequeña familia que le quería: mi madre y yo". Sonrió perdido en sus recuerdos, mirando al frente de la habitación. "La chapa me la regaló una Navidad. Fue su forma de animarme a escribir. Se la di a él cuando enfermó. Siempre pensamos que el cáncer acabaría con él, pero fue un señor borracho el que le atropelló". Finalizó su relato, haciendo que Kate se mordiera el labio. Ambos respiraron hondo, a la vez.

"Es de admirar la fuerza de Nick". Dijo conmovida por aquella historia. Se había imaginado a un Rick Castle de niño, ofreciendo su desayuno a un vagabundo y a una Martha Rodgers, mucho más joven, dejando que aquel desconocido pasara tiempo con ella y su hijo pequeño. Ambos eran de gran corazón. "Pero también es de admirar lo que vosotros hicisteis". Acarició los dedos del escritor, dirigiendo la mirada allí donde su piel se unía.

Castle sonrió al sentir las suaves caricias. Fijó la vista en sus manos unidas y correspondió a los fijos roces de ella. "Él me salvó en numerales ocasiones. Cuando decidí que quería dedicarme a escribir, allí estaba él para animarme a hacerlo. Cuando mi madre tenía que salir de viaje por sus obras de teatro, yo me quedaba con él. Llegó a ser mucho más que mi tío, como yo lo llamaba. A veces soñaba con él, cuando hacía unos días que no le veía, y en los sueños, le llamaba papá". Un par de furtivas lágrimas se escaparon de sus ojos, aterrizando en el dorso de la mano de Kate.

"Debió de ser duro crecer sin un padre…". Susurró ella mientras secaba con su pulgar el rastro que aquellas lágrimas habían dejado en las mejillas del escritor.

"Lo fue…" Susurró él también. "Más cuando nunca supe qué había pasado, por qué todos los compañeros de clase tenían a su madre y a su padre y yo no. Para mí, mi madre era mi madre y mi padre. La que me castigaba y a la vez me levantaba el castigo". Sonrió ligeramente, respirando hondo al volver a sentir una caricia de Kate en la mejilla.

"¿Nunca le preguntaste dónde estaba tu padre?". Preguntó con ternura.

"No directamente. Pero sí dejaba caer mi preocupación. Y ella siempre me respondía lo mismo. Mi padre estaba salvando el mundo". Se rió con ironía. "Por eso me creé la teoría de que era alguien de la CIA que no podía tener tiempo para estar con su familia". Se elevó de hombros.

"Y resultó no ser tan falsa como podría haber sido".

"Cierto". Alzó una ceja y se fijó en cómo Kate se mordía el labio inferior. Alzó la mano hasta rozar con suavidad sus labios, haciendo que lo soltara del agarre de sus dientes. "Pero llegó un momento en el que aquello no era lo que más me dolía. Empecé a aceptar mi dolor para escuchar el de mi madre. Cada noche. Después de acostarme, arroparme y leerme un cuento, me daba un beso de buenas noches, salía de mi habitación y se encerraba en la suya, a llorar". Respiró hondo y cerró los ojos al sentir cómo ella lo abrazaba con fuerza. "Tío Nick le ayudó mucho también a ella. Nunca llegaron a ser nada más que amigos. Pero el saber que podía dejarme a mí a cargo de alguien decente, la certeza de volver a casa y que estuviéramos los dos esperándola…".

"Cada día admiro más a tu madre. Casi tanto como a ti". Besó su pecho con dulzura, acurrucándose entre los brazos de él, que la rodeaban con cariño.

Se quedaron en silencio un buen rato, disfrutando de su calor, de su abrazo. Únicamente se escuchaban sus respiraciones, tranquilas, suaves. Ella acariciaba despacio la espalda de él. El escritor, lo hacía enredando los dedos en los largos mechones de su cabello.

"¿Puedo preguntarte algo?". Pronunció Castle sin soltar el abrazo. Sintió cómo ella asentía contra su camisa y sonrió mordiéndose el labio. No sabía si sería profundizar demasiado, pero era algo que llevaba tiempo preguntándose. "Puedes no contestarme, ¿vale?". Susurró con cierta preocupación.

Beckett alzó la cabeza, deshaciendo ligeramente el abrazo, y lo miró a los ojos. "¿Tanto miedo tienes de que salga corriendo por esa puerta después de lo que vas a preguntarme?". Frunció el ceño, preocupada de que así fuera.

Soltó el aire con fuerza, cerrando los ojos durante un par de segundos. Inspiró nuevamente, abriéndolos para mirarla con cierto toque de culpabilidad. Aquello hizo que el corazón de la detective se achicara. "¿Qué sentiste cuando te dije que te quería, tras el disparo?". Soltó con rapidez, como esa frase que se ensaya una y otra vez y que si no se formula de golpe, no sale.

Beckett abrió los labios para coger aire. Le había pillado completamente desprevenida aquella pregunta. Cerró la boca cuando sintió que se le empezaba a secar y trató de volver a abrirla para decir algo, pero no pudo. Frunció el ceño y bajó la cabeza, separándose un poco más, sin querer, de su abrazo. Su cabeza era un hervidero. Cientos de ideas y sentimientos se agolparon sin que ninguno de ellos pudiera llegar a ser pronunciado. Sus ojos empezaron a aguarse cuando las imágenes de aquel día acudieron a ella, pudiendo recordar a la perfección el pánico que sintió. Por el disparo, el dolor, la mirada aterrorizada de Richard. Pero sus palabras llegaron y aunque pareciera extraño, fueron como un pequeño bálsamo para ella. Cogió aire despacio. Se había olvidado de la pregunta y hasta de que él la miraba, esperando una respuesta.

El escritor la observaba en silencio, sintiendo que había metido la pata hasta el fondo. Un fuerte nudo se colocó en la boca de su estómago. "Kate…". Susurró con preocupación. Acarició su brazo muy lentamente, de abajo arriba, hasta llegar a su hombro. "Lo siento… No… no hace falta que contestes. Perdóname..".

Levantó la cabeza, despacio, fijando sus humedecidos ojos en los asustados de Castle. Se mordió el labio con fuerza y le dedicó una pequeña sonrisa. Ese gesto descolocó al escritor, que la miró sin comprender. Beckett se secó las lágrimas con la palma de la mano y después, entrelazó los dedos con los del escritor. Rick se relajó un poco al sentir ese suave roce. "Esa misma pregunta me hizo mi psicólogo el día que me atreví a decirle la verdad, a contarle que recordaba cada segundo de aquel día, incluidas tus palabras".

"¿Y qué le dijiste?". Preguntó con suavidad.

"Nada. No pude contestarle. No tenía ni idea de cómo me había sentido, ni de qué había pensado. Pero Burke fue sacándomelo, poco a poco, sesión tras sesión". Fue dejando pequeñas caricias en los dedos de Castle, concentrada en ello. "Esta semana tuve otra sesión con él". Le miró a los ojos y vio la sorpresa reflejada en ellos. "No te dije nada porque estoy esperando a… mejorar del todo…". Frunció el ceño buscando las palabras exactas. "A estar bien…". Soltó el aire despacio.

"No tenemos que hablar de esto, Kate…". Murmuró acariciando su mejilla dulcemente. "No tendría que haber preguntado".

Kate negó con la cabeza torciendo los labios. "Me ha sugerido hablarlo contigo. Y voy a hacerlo". Aseguró ganándose una sincera sonrisa.

"Ven". Dijo levantándose de la cama y dejándola completamente descolocada. "Ven". Repitió al ver que no se movía. Le tendió la mano, sonriéndole. Kate se agarró a él levantándose. "Vamos a hablar, pero con calma". Besó sus labios fugazmente y la condujo al baño. Soltó su mano con ternura y abrió el grifo de la bañera, dejando que ésta se empezara a llenar con agua tibia. Se giró hacia ella y se sonrieron. Volvió a agarrar su mano, girándola hasta que la espalda de la inspectora rozó el pecho de él. Deslizó suavemente la cremallera de la falda, lento, dulce, sensual. Dejó que la prenda cayera al suelo, le quitó la blusa y la abrazó por la espalda, estrechándola. "Vamos a darnos un baño relajante mientras me cuentas todo lo que tú quieras, ¿vale?". Susurró en su oído, besando el principio de su cuello, detrás de su oreja.

Kate sólo pudo asentir, conmovida tanto por su atención como por sus palabras. Castle terminó de desnudarla tras echar una sales y espumas aromáticas al agua y se desnudó él también. Se metieron en la bañera tras cerrar el grifo. Él detrás, ella delante, apoyada sobre su pecho.

"Ummm… qué gusto". Jadeó al sentir cómo las expertas manos de Rick empezaban a masajear sus hombros y el calor del agua hacía el resto. "Huele a cerezas". Comentó con los ojos cerrados.

"Sí". Sonrió besando su cabeza. "Me recuerda a ti".

Se dejó reposar completamente contra su cuerpo, y sus brazos enseguida la abrazaron. Ella se agarró a esas fuertes extremidades que la estrechaban, calmaban. "Te quiero. Lo sabes, ¿verdad?". Susurró.

"Lo sé, cariño". La apretó ligeramente más contra él.

"Me gusta cómo suena eso". Dijo haciéndole sonreír y sonriendo ella también.

Permanecieron en silencio unos segundos. Rick acariciaba la piel de su abdomen con el pulgar, mientras seguía abrazándola. Ella hacía lo mismo, dibujando pequeños círculos con su dedo gordo sobre el dorso de la mano del escritor.

"Me sentí sobrepasada". Confesó de repente. "Pero no por tus palabras. Llevaba días de estrés, tú lo sabes. Demasiados sentimientos juntos, demasiadas noticias nuevas… Cuando escuché el disparo y te vi lanzarte sobre mí, no entendía nada. Ni siquiera noté el dolor en el pecho hasta que te arrodillaste conmigo, hasta que noté tus manos manchadas de sangre. De mi sangre…". Se estremeció al recordarlo, empezando a temblar ligeramente.

"Tranquila… Estás a salvo, Kate". Besó su pelo repetidas veces mientras aumentaba la superficie de las caricias, intentando tranquilizarla.

Se aferró más al abrazo, cerrando los ojos. "Sentí pánico. Pensaba que me iba a morir allí mismo. Y si no lo hice, fue por ti". Agarró la mano de Castle y se la llevó a los labios, besándola un par de veces seguidas. "Sonará estúpido, porque después, en el hospital, te alejé de mí. Pero tú me salvaste, Rick. Si no hubiera sido por ti, por tu mirada, por tus palabras… me habría dejado ir. Era lo que más deseaba en ese momento. Acabar de una vez por todas con el sufrimiento. Con el dolor. El físico y, sobre todo, el psicológico". Castle se estremeció al escuchar sus palabras, pero se centró en escuchar lo que ella le decía. "Pero llegaste tú. Me miraste, me agarraste y te me declaraste. Y mi corazón se perdió un par de latidos. Y no fue por el disparo. Lo sé. Fue por ti, por el intenso amor que vi en tus ojos. Por la carga sentimental que llevaban tus palabras. Dirigidas a mí. Solamente a mí". Unas lágrimas se escaparon de sus ojos.

Castle se mantuvo en silencio, escuchándola y recordando aquel momento como el más doloroso de su vida. Aguantó sus lágrimas. No quería agrandar el dolor de Beckett.

"Me dijiste que me quedara contigo, y eso hice. Aunque cuando desperté en el hospital, todo se me cayó encima…". Tembló nuevamente, y Castle la abrazó un poco más. "Me sentía una mierda. Sentía que estaba completamente rota, que no podría centrarme en mi amor por ti. Que sólo te haría daño. Y sin quererlo, te causé mucho más daño del que jamás habría querido hacerte…". Susurró.

"Mereció la pena, Kate". Dijo con seguridad. "Porque ahora puedo tenerte aquí, así". Acarició su brazo suavemente, hasta llegar a su cuello y repitió el mismo recorrido, descendiendo hasta su cadera.

"Lo siento". Susurró ella.

"No lo sientas más". Se incorporó un poco en la bañera, sacando parte de sus cuerpos fuera del agua. "Mírame". Pidió con dulzura. Ella no se movió, mordiéndose el labio. "Kate, mírame por favor". Pidió girando su rostro con suavidad. Ella le hizo caso, mostrando sus ojos enrojecidos. "Te quiero". Besó sus labios con lentitud, dulzura, cariño.

"Y yo a ti". Susurró ella apoyando la frente contra la de él. Rick le secó las lágrimas suavemente, haciéndole sonreír.

"Gracias". Pronunció con absoluta sinceridad y eterno agradecimiento. "Por abrirte así, por darme y darnos una oportunidad". Besó la comisura de sus labios. "Por devolverme la plena confianza en ti".

Beckett negó con la cabeza con una enorme sonrisa al escuchar sus palabras y se acurrucó de nuevo entre sus brazos, girada de costado como estaba, apoyando la mejilla en el hombro izquierdo del escritor. Él la abrazó con cariño. "Gracias a ti". Susurró ella cerrando los ojos, relajada. Se había quitado un gran peso de encima. Había sido capaz de confesarle cómo se había sentido ese día. Había dado un paso gigante. Todavía le quedaban otros que dar, como superar el pánico que sentía a veces al escuchar un disparo o al pensar que otro francotirador estaría acechándola. Pero le tenía a él. Estaban juntos. Nada podría con ellos.

Y pensando aquello, se quedó dormida entre sus brazos. Castle se dedicó un rato a observarla en silencio, acariciando muy suavemente su perfil. Sonrió conmovido por cada palabra que ella le había confesado aquella noche. Sin duda, esas Navidades habían sido muy especiales.

Quitó el tapón de la bañera, dejando que se vaciara poco a poco. Se levantó con ella en brazos, y la llevó a la cama, donde la secó con todo el mimo del mundo. Besó su frente cuando ella se removió, sin llegar a despertarse. La vistió con unas braguitas que ella se había llevado y una camiseta grande de él, y la metió bajo las sábanas. Se puso él también algo de ropa y se acomodó detrás de ella, abrazándola por la espalda y dejando reposar la mano sobre su abdomen, protegiéndola, siempre.

A media noche, un pequeño cuerpecito se coló en la habitación del escritor, los observó a los dos y abrazada a su peluche, se metió entre las sábanas, por delante de Kate. La inspectora se espabiló un poco al sentirla y sonrió al darse cuenta de que era la pequeña Bella. La abrazó con mimo, acurrucándola entre sus brazos. Después, giró la cabeza hacia atrás para observar al escritor. Dormía plácidamente, abrazado a ella, sin soltarla, sin despegarse de su cuerpo ni un centímetro. Sonrió de nuevo. Le dio un tierno beso en la nariz y volvió a acomodarse, entre aquellos dos cuerpos que tanto significaban para ella.

¿Cómo vais viéndolo? ¿Avanza bien nuestra pareja? ¿Os ha gustado?
Espero, de corazón, que así sea.
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Mensaje por crk Mar Ago 08, 2017 7:03 am

Esta genial. Happy Clap
Continua

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Mensaje por livingmylife Lun Sep 04, 2017 10:51 pm

Buenas!!
Lo primero de todo, perdón por todo este tiempo de ausencia. He estado de vacaciones y no he tenido apenas conexión a internet. Espero que este parón no haya hecho que os desconectéis de la historia. Hoy vuelvo para continuarla! Wink
Decidme qué os está pareciendo, por favor y... GRACIAS!



CAPÍTULO 34

“Vamos”. Tiró de su mano con suavidad, haciéndola entrar en el apartamento.

“¿De verdad hacía falta que me vendaras los ojos?”. Preguntó ella cuando escuchó cómo alguien cerraba la puerta tras de sí.

“Es una sorpresa. Si hubieras entrado viendo, habría dejado de serlo”. Tiró de su brazo hasta hacerla sentar en una silla, frente a la mesa cerca de la cocina. “Espera ahí”. Pidió besando su pelo con ternura.  

Se mantuvo en silencio, agudizando el oído todo lo que pudo. Escuchó los pasos firmes del escritor moviéndose por su cocina mientras trasteaba con algo. Frunció el ceño, pero entonces sintió una pequeña mano sobre la suya y no pudo evitar sonreír. “¿Te sientas aquí conmigo?”. Le propuso a la pequeña Bella.

“Sí”. Afirmó enérgicamente.

Se movió lo justo para dejar hueco a la niña y la ayudó a subirse sobre sus piernas, abrazándola por detrás. Dio un tierno beso en su pelo. “¿Me vas a contar qué está tramando el tío Rick?”. Preguntó en un suave susurro, intentando que Castle no le escuchara.

“No puedo”. Imitó su tono de voz. “Secreto”. Susurró contenta.

“Hmmm… ya veo”. Empezó a hacerle cosquillas, provocando carcajadas en la niña.

“Para, para”. Se reía la pequeña, retorciéndose sobre el regazo de Beckett. “Katie, para por favor”. Dijo sin poder dejar de reírse.

“Está bien”. Sonrió la inspectora, abrazándola con cariño.

De repente, un ruido muy familiar inundó la cocina. Se quedó parada, escuchando hasta adivinar lo que era. Y lo hizo en cuanto aquel olor característico entró por sus fosas nasales, haciéndole comprender cuál era el otro regalo del escritor. Una máquina de café. Como la de él, como la de comisaría. Algo muy suyo, muy de ellos. Un café, el café, su café.

“Rick…”. Susurró conmovida, mordiéndose el labio. Él no le contestó, limitándose a seguir con su tarea de prepararle su delicioso café. Cuando acabó, le acercó la taza colocándola delante de ella sobre la mesa y le destapó los ojos con mimo.

Cogió la taza entre sus manos, dejando que el calor del café se las calentara. La acercó a su boca y aspiró el olor, disfrutando de él. Sus ojos se cerraron durante el proceso y una sonrisa se instaló en sus labios. Abrió los ojos y dio un corto sorbo, procurando no quemarse. “Me encanta”. Murmuró dejando nuevamente  la taza sobre la mesa y lazando la mirada hasta encontrarse con los ojos de Castle, que la miraban atentos. “Gracias”.

“Siempre”. Pronunció él, con tanta firmeza y seguridad que el cuerpo de Beckett se estremeció, haciendo que se abrazara más a la niña con los ojos ligeramente humedecidos.

“¿Te ha gustado su sorpresa?”. Preguntó la niña con emoción.

Kate asintió mirando a la niña. “Sí. Me ha encantado”. Acarició su mejilla dulcemente.

“¡Bien!”. Exclamó muy sonriente. Los dos adultos la imitaron al ver su felicidad.

“¿Quieres ver una peli o me ayudas a cocinar?”. Preguntó volviendo a coger el café y bebiéndoselo sorbo a sorbo.

La niña se quedó pensativa ante aquella pregunta. Frunció el ceño e incluso se llevó la mano a la barbilla, valorando qué le apetecía más.

“Puedes ver Frozen sentada en el sofá, o ayudarnos a nosotros a cocinar. Lo que más te apetezca”. Se acercó a ellas, acariciando el fino cabello de Bella.

“¿Puedo ayudaros? Nunca lo he hecho”. Bajó la cabeza conmoviendo a los dos.

“Claro que puedes, princesa”. Besó su pelo y se puso en pie con ella en brazos. La sentó sobre la mesa de la cocina y empezó a sacar todos los ingredientes y utensilios que necesitarían para cocinar.

“Tenemos un par de horas hasta que vengan todos”. Anunció Castle después de comprobar la hora en su móvil.

“Tiempo de sobra”. Le sonrió Kate.

“¿Por dónde empezamos?”. Preguntó el escritor robándole un fugaz beso de los labios.

“Por darte las gracias por la máquina de café”. Se acercó a él, agarrándose a su cintura y besando sus labios con lentitud, saboreándose. Sus bocas se abrieron con ansias, reconociéndose, lamiéndose. Mordió su labios inferior suavemente, frenando el beso. “Y… por preparar el pescado para meterlo al horno”. Concluyó, dándose la vuelta para empezar a cocinar, dejando a un atontado Castle con una enorme sonrisa.

Entre los tres prepararon la comida, riéndose, compartiendo momentos divertidos, tiernos. Beckett había invitado a Ryan y Jenny, Lannie y Espósito a comer. Y por supuesto, también a Castle. Lo hizo con la excusa de agradecerles que la hubieran ayudado a encontrar al padre de Bella y a encerrarlo. Pero lo que el escritor no sabía que le esperaba una grata sorpresa.

El timbre sonó justo en el momento en el que Beckett terminaba de hacerle una coleta a Bella. Miró el reloj y supuso que sería Maddie, a quien habían pedido que acudiera a la comida después de estar un rato con los amigos de Alexis. La niña salió corriendo a abrir la puerta en cuanto las manos de la inspectora soltaron su pelo, haciéndole sonreír.

“¡Maddie!”. Gritó la niña lanzándose a sus brazos cuando la joven entró y cerró la puerta que Castle le había abierto.

“Hola renacuaja”. Le saludó cogiéndola al aire y dando un par de vueltas con ella. Ambas reían. Se llevaban de maravilla y era un verdadero placer disfrutar de su complicidad. La abrazó con fuerza contra su cuerpo y terminó de entrar en el apartamento de Beckett, sonriendo a los dos adultos que las observaban “Hola”.

“Hola Mad”. Saludó Kate.

“¿Qué tal lo habéis pasado?”. Preguntó Castle acercándose a cogerle la chaqueta y el bolso y llevarlo a la habitación de invitados de Beckett donde dormían ellas.

“La verdad es que muy bien. Alexis tiene suerte de estar rodeada de amigos así”. Sonrió con cierta nostalgia, echando de menos tener ella ese tipo de amistades.

“A partir de ahora podéis quedar todos juntos, seguro que ellos están encantados de que vayas tú también”.

“Eso me han dicho”. Sonrió agradecida bajando a Bella al suelo. “¿Os ayudo en algo?”. Preguntó para cambiar de tema y no adentrarse demasiado en aquel.

Entre los cuatro pusieron la mesa para todos. El timbre sonó anunciando que los primeros invitados ya habían llegado. Beckett fue a abrir, encontrándose ya ahí a los cuatro.

Lanie sonrió a Castle y Beckett con complicidad. Era la única que conocía su relación y se alegraba mucho por ellos. El resto se saludaron como habitualmente para después sentarse a la mesa y esperar a que Beckett, ayudada por Castle y Maddie, llevara la comida a la mesa.

Disfrutaron como hacía tiempo, compartiendo risas y anécdotas, riendo con las bromas de Bella y sintiéndose también muy a gusto con Maddie.

Llegaron los postres y Beckett les deleitó con una deliciosa receta de bizcocho que había aprendido de su madre.

“Beckett, las vacaciones que te has tomado estas Navidades han sido para aprender a cocinar?”. Bromeó Espósito después de probar aquel manjar. Lo cierto era que tanto a Espo como a Ryan les había sorprendido que se cogiera vacaciones en esas fechas. Jamás lo hacía. De hecho, trabajaba como la que más durante esos días.

“Muy gracioso, Espo”. Le sacó la lengua lanzándole la servilleta de tela que tenía sobre su regazo. Le dio en la cara, provocando la risa de los demás.  Cuando las carcajadas cesaron, la mirada de Kate se volvió seria, pero sin dejar de sonreír. “Aunque sí que he aprovechado las Navidades. He disfrutado como hacía mucho tiempo que no disfrutaba”. Confesó mordiéndose el labio al observar de reojo la mirada sorprendida del escritor ante sus palabras. Ella, sentada a su lado, agarró su mano disimuladamente, por debajo de la mesa.

“¿Y eso?”. Preguntó Ryan, expresando en voz alta su asombro.

“Bueno, digamos que he estado muy bien acompañada”. Miró a Maddie y a Bella y después lo hizo con Castle, sonriéndole con cariño.  La respiración del escritor se entrecortó y abrió la boca para respirar. Sus pulsaciones estaban aceleradas, su rostro empezaba a acalorarse y su corazón, cada día latía con más fuerza por ella.

Y antes de que nadie pudiera decir nada, Kate se inclinó sobre él, depositando un casto beso en la comisura de sus labios, para después levantarse y empezar a recoger la mesa como si nada.

Las bocas de los dos detectives se abrieron por completo, al igual que los ojos de Rick, que siguieron sus movimientos, sorprendidos, asombrados.

“¿¡Estáis juntos!?”. Prácticamente grito Javier, soltando de golpe el pedazo de bizcocho que tenía en la mano dispuesto a llevárselo a la boca.

Kate soltó una carcajada ya desde la cocina, mientras depositaba los platos. Castle no podía apartar la mirada de ella. Maddie y Bella observaban todo en silencio, divertidas. Y mientras tanto, Lannie y Jenny sonreían y Ryan tenía una cara parecida a la de su compañero. “¿A ti qué te parece, Espo?”. Preguntó la inspectora preparando unas copas de vino para todos los adultos. Las acercó a la mesa y se quedó de pie, acariciando suavemente la nuca del escritor. Intentaba sacarlo de aquel trance en el que estaba desde que le había agarrado la mano y posteriormente besado delante de todos.

“Felicidades”. Dijo Jenny sonriente, intentando que las conversaciones volvieran a fluir entre todos.

“Gracias, Jenny”. Sonrió agradecida Kate. Se sentó al lado de él, volviendo a agarrar su mano y esta vez colocó ambas sobre la mesa.

Espo miró a la forense y frunció el ceño. “Tú ya lo sabías”. Afirmó más que preguntó.

“Sí”. Respondió feliz.

“Te lo dije tío, algo les pasaba”. Rompió su silencio por fin el irlandés.

“No hemos querido contaros nada porque era muy reciente y queríamos disfrutarlo. Aunque si os hubierais enterado no nos habría importado. A decir verdad, no lo hemos escondido demasiado”. Acarició el dorso de la mano de él con el pulgar, despacio, en círculos.

“Me alegro mucho”. Dijeron Ryan y Espósito a la vez. Se miraron con sorpresa y cierto terror a empezar a parecerse a Castle y Beckett cuando uno acaba las frases del otro. El resto rieron.

“Gracias chicos”. Sonrió Kate, agradecida. “Y de esto ni una palabra a Gates. Si se entera, puede echar a Castle”. Les avisó y ambos asintieron.

“Te has quedado muy callado, chico escritor”. Observó Lanie después de unos minutos en los que los demás volvieron a centrarse en tomar el resto del postre con el vino y sonreír ante la nueva noticia.

“Me vas a matar. Un día de estos, me vas a matar”. Confesó sonriendo ampliamente. Agarró el rostro de la detective con las dos manos y besó sus labios con lentitud, dulzura, saboreándose. Cerraron los ojos al sentir los labios del otro y, no sin cierto pudor, se besaron delante de todos, demostrándoles al fin su amor.

“Te quiero”. Susurró ella antes de que se separaran. Sólo lo escuchó él, pero por la sonrisa tonta que se instaló en sus labios, el resto pudo imaginarse qué era lo que le había dicho.

Los invitados empezaron a aplaudir ante la muestra de amor, sonrojando a la pareja, que pidió que pararan y que continuaran con la comida. Finalmente, para no enrojecer más sus rostros, continuaron hablando de diferentes temas, relajándose todos por completo.

“¿Hasta cuándo se quedarán aquí?”. Preguntó Lanie señalando a Maddie y Bella con la cabeza mientras ellas veían un rato la tele.

Kate dirigió la mirada hasta las chicas sonrió con cierta tristeza. “Hasta pasado mañana. No quería dejarlas marchar hasta después de mis vacaciones, aunque ya no corran peligro. Pero esta mañana hemos estado en el orfanato y la directora me ha dicho que  lo mejor para ellas es que vuelvan cuanto antes a su vida normal. Pasaré a verlas todos los días, y probablemente les den permiso de vez en cuando para venir a dormir a casa. Pero tienen que empezar a retomar sus vidas, allí”. Sintió la mano de Castle cerrarse alrededor de la suya y se lo agradeció con una pequeña sonrisa.

“Son buenas chicas”. Dijo Jenny mirando cómo se compenetraban.

“Sí que lo son, sí”. Dijo el escritor mientras todos las miraban, cada uno perdido en sus pensamientos.

Tras un rato más charlando, los chicos fueron yéndose poco a poco, dejando a la pareja con las chicas solos. Castle ayudó a Beckett a recogerlo todo y cuando terminaron, se sentaron en el sofá con ellas. Había llegado el momento de decirles que pronto tenían que volver al orfanato.

“Bella, ven aquí cariño”. Pidió Kate palmeando sus piernas para que la pequeña se sentara sobre ella. La niña enseguida lo hizo, encantada.

En cambio, Maddie se tensó y miró a ambos adultos, con el rostro serio. Kate abrazó a la niña con un brazo, pegándola a ella y agarró la mano de la joven con la otra. Castle dejó un poco de espacio a las tres, colocándose al otro lado de Maddie, posando una mano suavemente sobre su espalda.

“Esta mañana he hablado con la directora del orfanato”. Empezó Beckett mientras acariciaba la pierna de Bella. “Le he contado todos los planes que hemos hecho estos días y está muy contenta de lo bien que lo habéis pasado”. Empleó un tono y una forma de hablar sencillos, para que la pequeña entendiera todo lo que estaba contando. “Me ha dicho que enseguida empezaréis otra vez con las clases y que todos vuestros compañeros os han echado de menos allí. Así que hemos quedado en que pasado mañana volveréis al orfanato”. Explicó con tranquilidad, mirando a Bella de reojo y a Maddie a los ojos. La joven asintió en silencio. La niña se mantenía callada, jugando con el colgante de Kate, igual que hacía siempre que la inspectora la cogía en brazos, como en ese momento.

Rick frotó la espalda de Maddie y miró con atención a la niña, que no se movía.

“Vale”. Contestó la adolescente.

“Sé que habéis estado contentas con nosotros. Se os ha notado y estoy feliz por ello. Pero es hora de volver, chicas. Allí tenéis vuestras vidas. Y eso no significa que vayamos a dejar de vernos. Iré siempre que pueda a visitaros y algún fin de semana que yo tenga libre, podréis venir aquí”. Contó dando cortos besos en el pelo de la pequeña. “Bella, ¿has entendido todo lo que os he dicho?”. Preguntó cariñosamente. Ella asintió suavemente. “¿Y qué opinas?”. Susurró.

“¿Me puedo llevar todos los regalos que me ha traído Santa?”. Preguntó con voz triste.

“Claro que sí, princesa”. Intervino el escritor al ver la mueca de tristeza en la cara de Kate al escuchar la vocecilla de la niña. “Son tuyos. Puedes llevártelos donde quieras”.

“Vale”. Asintió conformándose con aquello, pese a que le daba pena dejar atrás esa vida en familia que había tenido durante esos días.

“¿Me ayudáis a hacer chocolate caliente?”. Pidió Kate con una sonrisa, para intentar animarlas.

Los 4 estuvieron en la cocina haciendo chocolate y compartiendo esos momentos juntos. Jugaron a diferentes juegos de mesa, aptos para Bella y compartieron risas. Decidieron saltarse la cena, pues la comida y la merienda habían sido contundentes y esa noche se quedaron a dormir en casa de Beckett.

Castle la abrazó por la espalda cuando entraron en la habitación. Depositó un suave beso en su nuca y las estrechó más entre sus brazos, dejando descansar las manos sobre su abdomen. “No deja de sorprenderme, inspectora”. Confesó con mimo en su oído.

Kate sonrió respirando pausadamente. Se sentía tan complementada estando entre sus brazos… “Me alegro”.

“Gracias”. Besó su cuello repetidas veces.

“Siempre”. Contestó ella girando la cabeza hasta poder besar sus labios.

Caminaron así abrazados hasta chocar contra la cama y lentamente se fueron desnudando. Después de ponerse ropa cómoda, se metieron en la cama y ella rápidamente busco el calor del cuerpo de él, abrazándolo y reposando la cabeza sobre su pecho. Estuvieron en silencio unos minutos, escuchando sus respiraciones.

“¿Alguna vez pensaste en quedarte con Bella y Maddie?”. Preguntó con cierto temor a que la pregunta fuera demasiado íntima.

Kate soltó el aire despacio al escucharle y se mordió el labio. Se tomó unos segundos para pensar y finalmente respondió. “Sí…”. Susurró. “Pero no soy lo que ellas necesitan. Ahora puede que empiece a serlo. Antes, desde luego, no lo era. Trabajaba más que vivía. Si me hubieran dado la custodia, que lo dudo, habrían estado solas la mayor parte del tiempo. Y eso no es lo que ellas necesitan, ni lo que merecen”. Se acomodó mejor a su lado, para poder mirarle a los ojos. “Preferí dedicarme a enderezar a Mad. Y creo que lo conseguí”. Sonrió un poco. “Ellas se necesitan mutuamente y de momento, con eso les va bien”. Besó su hombro con ternura.

“¿Crees que Maddie conseguirá sacarse la carrera y trabajar para conseguir la custodia de Bella y criarla ella?”. Preguntó acariciando tiernamente su pelo.

“Sí. Confío en que lo haga. Y mientras tanto, estaremos nosotros ahí para ayudarlas en lo que les haga falta”. Sonrió por sus caricias.

“Me encantas”. Confesó en un susurro acercando sus labios a ella. La besó tiernamente, despacio, con mimo. “Gracias por responder a mi pregunta”.

“No quiero esconder más mis sentimientos, Rick”. Acarició su corto pelo haciéndole sonreír.

Volvieron a abrazarse como antes, dedicándose suaves caricias, hasta que ambos cayeron completamente dormidos.

¿Más? Wink
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Mensaje por livingmylife Mar Sep 05, 2017 10:33 pm

Hoy traigo más! Wink

CAPÍTULO 35

“¡Wow!”. Gritó cuando empezó a sentir cómo todo bajo sus pies temblaba. Se aferró al asiento con fuerza y sonrió como un niño pequeño. “Impresiona mucho más de lo que esperaba”. Confesó.

“Y eso que todavía no nos hemos elevado”. Escuchó la voz de ella a su lado, burlándose de él. Pero le dio igual. En ese momento se sentía el hombre más afortunado del mundo. Si tan sólo pudiera ver la cara de ella durante el despegue en helicóptero… Pero Beckett se había encargado de vendarle los ojos justo antes de que arrancaran los motores.

“¿De verdad tengo que ir con el pañuelo?”. Preguntó enfurruñado, exactamente igual que un niño pequeño.

“Sí”. Respondió ella por enésima vez aquella tarde, tras poner los ojos en blanco. “Y como vuelvas a preguntarlo, no volamos”. Amenazó.

“Al menos podrías darme la mano”. Se soltó con la mano izquierda extendió el brazo con la palma hacia arriba, entre los asientos.

Soltó una carcajada, negando y entrelazo sus dedos con los de él, dejando reposar ambas manos sobre la pierna del escritor. “¿Mejor o quieres que pida un pañal por si acaso?”. Preguntó burlona.

“Muy graciosa, inspectora”. Le sacó la lengua girando la cabeza hacia ella.

“Vamos a despegar”. Avisó el piloto y ambos se aferraron más fuerte al agarre del otro.

El vehículo empezó a elevarse, emitiendo un fuerte sonido. Sus cuerpos notaron la fuerza con la que se elevaban y los dos sonrieron, inconscientemente. Beckett miraba por la ventanilla hasta que sintió cómo la mano de Castle se aferraba más a la suya. Entonces, giró la cabeza y le miró a él. Y prefirió seguir así el resto del despegue, disfrutando de sus facciones, de su sonrisa.

Unos minutos después, sobrevolaban la ciudad de los rascacielos. Desde allí arriba la gente casi ni se distinguía.

Desenlazó sus dedos suavemente y posó el brazo sobre el hombro del escritor. Rozó su nuca con la yema de los dedos suavemente, observando cómo su piel se erizaba ante el contacto. “2 minutos y podrás ver lo mismo que yo”. Prometió elevando la voz para que él pudiera escucharla.

Cuando tuvo bajo sus ojos las vistas que quería enseñarle, desató el pañuelo y lo dejó caer por su cuello, destapando sus ojos. Castle parpadeó varias veces hasta acostumbrarse a la luz. Cuando pudo disfrutar de las vistas, sus ojos se abrieron como platos, brillantes y de su boca se escapó un pequeño murmullo ininteligible que hizo reír a Beckett.

“Alucinante, ¿verdad?”. Agarró de nuevo su mano, posando ambas esta vez sobre su propia pierna.

“Sí..”. Murmuró alucinado con las vistas de Manhattan que tenían desde allí. El sol caía y se colaba entre los altos edificios del centro de la ciudad, creando una imagen espectacular desde el mar, donde estaban ellos, sobrevolándolo.

Estuvieron unos minutos en silencio, observando con parsimonia el cambio de colores que la caída del sol provocaba en todas aquellas construcciones.

“Y ahora mira”. Señaló un poco más arriba de los edificios haciendo que él dirigiera su mirada hacia allí.

Esperaron unos segundos y enseguida unos fuegos artificiales dibujaron cuatro palabras en el aire: I love you. Always.

“Kate…”. Susurró conmovido, observando cómo las luces de los fuegos se iban apagando, haciendo que aquella frase dejara de leerse. Cerró los ojos, humedecidos por la emoción y volvió a abrirlos, centrando su mirada en los ojos verde avellana que no dejaban de observarle, con una preciosa sonrisa. “Esto es… magnífico. Tú eres magnífica…”. Se aproximó a ella, atrapando sus labios tiernamente.

“Te quiero, Rick”. Susurró cerca de su boca, volviendo a atrapar sus labios despacio, saboreándose, con cierta timidez, como si lo hicieran por primera vez.

“Y yo a ti, no sabes cuánto”. Acarició su mejilla sonriéndole con agradecimiento. “Esto es… lo mejor que me han preparado nunca”. Confesó volviendo a mirar hacia las vistas que tenían.

“Me alegro de que te haya gustado”. Sonrió ella también, sin poder dejar de centrar su mirada en él, conmovida por la emoción que veía en sus azulados ojos.

“Me ha encantado”. Se giró para mirarla nuevamente. “No hay mejor forma de acabar las vacaciones de Navidad”. Volvió a besarla, fugazmente y apoyó la cabeza en su hombro para seguir disfrutando de aquel viaje por encima de su ciudad.

Aterrizaron en el helipuerto media hora después. Castle fue el primero en bajar del helicóptero y lo hizo dando un par de saltos seguidos, todavía eufórico por el precioso regalo de Navidad que le había hecho Beckett. Ella salió unos segundos después, dando un salto para llegar al suelo. Nada más poner los pies sobre la tierra, unos fuertes brazos la elevaron y dieron vueltas con ella en el aire.

“¡Castle!”. Protestó entre asustada y sorprendida por la reacción de él. Se aferró a sus bíceps para no caerse y se contagió de la carcajada del escritor. “Me voy a caer”. Volvió a quejarse, sin mucha fuerza. Se mordió el labio al ver la enorme sonrisa de su novio.

Cuando la bajó al suelo, sus labios colapsaron en un intenso beso que dejó a ambos sin aliento. “Gracias”. Repitió entrelazando sus manos.

“Siempre”. Respondió besando su brazo con cariño y caminando de su mano hasta el coche.

Volvieron al loft donde les esperaba Alexis para cenar todos juntos.

“¿Qué tal el viaje en helicóptero?”. Preguntó la joven dando un beso a cada uno cuando entraron por la puerta.

“Ha sido alucinante, maravilloso, precioso”. Contestó Castle de inmediato. “Hemos visto todo Manhattan desde los aires. Pero con la luz del sol cayendo era todavía más bonito”. Siguió contando con euforia. “Y Kate lo ha hecho todavía más impresionante”. Contó sin terminar de revelar lo de los fuegos artificiales. Ese detalle quería guardárselo para él, para ella, para ellos.

La inspectora sonrió ligeramente sonrojada porque le adulara de aquella manera delante de la joven. Alexis les sonrió, contenta de ver así a su padre y de verificar que la pequeña sorpresa de Kate le había encantado.

“He preparado la cena. La abuela debe estar a punto de llegar. Te quedas, ¿verdad Kate?”.

El escritor la miró, esperando a que contestara, deseando que su respuesta fuera afirmativa. Ella le sonrió, leyendo su mirada y asintió. “Me quedo”.

Esperaron a que la actriz llegara a casa y los 4 juntos disfrutaron de la deliciosa cena que Alexis había preparado.

“¿Mañana empiezas a trabajar?”. Preguntó dejando su copa sobre la mesita tras darle un corto sorbo. Se recolocó el ostentoso collar, recostándose en el sofá al lado de la adolescente y enfrente de la pareja.

“Sí”. Suspiró dando un corto sorbo a su copa de vino. No le apetecía volver a su trabajo. Era la primera vez que le pasaba, pero le habían venido tan bien aquellos días de vacaciones que ahora le daba pereza volver a su rutina.

Castle su mano que reposaba sobre el sofá y entrelazó sus dedos con cariño. “Los malos no se nos resistirán. Hemos cogido fuerzas estas vacaciones, ¿verdad?”. Le sonrió con cariño, transmitiéndole las ganas y la energía que a ella le faltaban. Ella le miró sonriente, agradecida.

“¿Qué haréis con Gates?”. Preguntó Alexis que había estado hablando justamente de aquello con su padre esa mañana.

Rick fue a responder, pero Kate le interrumpió apretando su mano ligeramente. “De momento intentar que no lo sepa, pero sin agobiarnos. No quiero tener que escondernos todo el rato. No me apetece”. Le miró a él a los ojos, demostrándole que todo lo que decía era de verdad. Él sonrió ampliamente, feliz. “Y si se entera y nos dice algo, ya nos las apañaremos”. Concluyó. “No quiero adelantarme a ningún acontecimiento. Lo que tenga que ser, será”.

“Una actitud muy inteligente”. Alabó la actriz elevando su copa a modo de brindis y dando un corto trago al vino.

La pareja sonrió conforme con ella. “Siempre puedo intentar sobornarla para que me siga dejando ayudaros aunque estemos juntos”. Bromeó el escritor.

“¿Crees que con eso comprarías a La Dama de Hierro?”. Preguntó incrédula alzando una ceja.

“No he dicho cómo lo haría”. Sonrió con picardía.

Kate soltó una pequeña carcajada. “Prefiero no saber qué harías”.

“Tampoco se lo diría, inspectora”. Besó la comisura de sus labios, medio provocativo.

Las pelirrojas les observaban con una sonrisa. Adoraban cómo se llevaban, la complicidad que tenían, esa química, ese humor entre ellos. No se la habían visto nunca con nadie a Richard.

Siguieron charlando de diferentes cosas, los 4 juntos hasta que se les hizo demasiado tarde y las dos mujeres de la casa se fueron a la cama. Kate y Rick seguían en el sofá, recostados, ella ligeramente sobre él.

“Me quedaría así para siempre”. Murmuró medio adormilada gracias a las caricias que él le dejaba en el brazo.

“Yo también”. Susurró en su oído, apoyando la mejilla en su pelo.

“¿Me puedo quedar a dormir aunque mañana tenga que pasar por casa para coger mis cosas?”. Preguntó cerrando los ojos.

“Eso ni se pregunta, Kate. Mi casa es tu casa. Ya lo sabes”. Besó su cabeza dulcemente. “Venga, vamos a la cama que te me estás quedando dormida”. Se incorporó obligándola a ella a hacer lo mismo.

“Mmmhh...”. Protestó al notar la pesadez de su cuerpo al moverse.

“Venga, perezosa”. Sonrió agarrando su mano y tirando de ella para que se pusiera de pie y caminara hasta la habitación.

Arrastró los pies hasta el borde de la cama, donde dejó su pijama tras sacarlo del armario y se fue al baño a desmaquillarse. Salió nuevamente a la habitación y sonrió al ver a Castle sin camiseta y vistiendo únicamente unos bóxers. Se acercó hasta su espalda y lo abrazó por detrás pegando la mejilla contra su espalda. “Gracias...”. Susurró.

“¿Por qué?”. Preguntó agarrando las manos de ella que reposaban sobre su desnuda cadera. Entrelazó sus dedos con cariño.

“Por haberme hecho disfrutar de las Navidades”. Confesó con agradecimiento.

“¿De verdad?”. Susurró conmovido por el fondo de sus palabras. Se giró entre sus brazos para mirarla a los ojos, pero ella bajó la mirada mordiéndose el labio. “Ey”. Agarró su mentón con dulzura, obligándola a que le mirara a los ojos. Lo hizo, sonriéndole tímidamente mientras asentía. “¿De verdad he conseguido eso?”. Repitió mirándola a los ojos con adoración.

“Uhum...”. Asintió mordiéndose el labio. “Cada día”. Confirmó. “No puedo decir que no la he echado de menos a ella, eso es imposible. Pero vosotros me habéis ayudado a ver las fiestas de otra forma, dándome cuenta de que también se pueden disfrutar. Siempre con su recuerdo”. Se perdió en su mirada.

“Me alegro, Kate. De verdad. No sabes cuánto...”. La agarró de la nuca con ternura y besó sus labios despacio, saboreándole, pegándose a ella para sentirla más.

“Te quiero...”. Susurró sobre sus labios, tras corresponder a su beso con agrado. “Te quiero... Mucho”.

“Y yo a ti..”. Volvió a besarla, fugazmente. “Venga, cámbiate y vamos a dormir”. Acarició su mejilla dulcemente.

Beckett sonrió elevándose sobre las puntas de sus pies para repetir ella el beso rápido antes de cambiarse de ropa delante de él, bajo su atenta mirada.

“¿Te gusta lo que ves?”. Preguntó mirándole de reojo provocativamente mientras se terminaba de poner la camiseta.

“Mucho, ya lo sabes”. La atrajo hacia él agarrándola de la cadera. Estaba sentado en el borde de la cama, lo que le permitió besar su cuello a la vez que colaba la mano bajo su camiseta y acariciaba la piel de su vientre, circularmente, subiendo y bajando, provocándola.

“Tú querías venir a la cama para aprovecharte de mí”. Bromeó dejándose hacer, encantada.

“Calla y ven”. Abrió las piernas colocándola a ella en el medio. Llevó ambas manos al borde inferior de su camiseta y lentamente se la sacó de la cabeza, acariciando sus costados. “Me encantas...”. Susurro antes de besar su abdomen repetidas veces.

Beckett se dejaba hacer, disfrutando de sus atenciones. Apoyó las manos sobre sus hombros aproximándose más a él. Acarició sus músculos por encima de la camiseta. “Bésame”. Pidió sentándose a horcajadas sobre él y tumbando ambos cuerpos sobre la cama.

Sus labios se juntaron hambrientos, deseosos de sentirse más profundamente. Sus manos volaron por el cuerpo del otro, acariciando, arañando, rozando. La ropa fue desapareciendo poco a poco dejando que sus pieles se pegaran. El silencio de la habitación fue roto por sus respiraciones fuertes y entrecortadas, por sus pequeños y frágiles gemidos al principio y fuertes e intensos al final.

Terminaron acostados bajo las sábanas, desnudos, abrazados con las piernas entrelazadas, dejándose pequeñas caricias.

“Me estaba acordando de las caritas de felicidad que se les quedó a todos los niños y, sobre todo, a Bella cuando te vieron aparecer disfrazado de Papá Noël con un saco enorme cargado de regalos para todos”. Acarició su pecho circularmente con el dedo índice.

“Sí”. Sonrió recordándolo. “Menos mal que tenía uno de cuando Alexis era pequeña”. Besó su cabeza dejando caricias en su brazo, de arriba abajo.

“Tienes un gran corazón”. Le dio un rápido beso en el pecho, cariñosamente.

“Y te pertenece a ti”. Añadió él abrazándola un poco más.

“Eso me gusta”. Sonrió dejándose acurrucar entre sus brazos.

“Y a mí”. Sonrió y se estiró para apagar la luz.

“Buenas noches, Rick”. Murmuró adormilada entre sus brazos.

“Buenas noches, Kate”. Besó su pelo y ambos cayeron dormidos rápidamente.

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Mensaje por livingmylife Jue Sep 07, 2017 6:51 am

Un poquito más! Wink


CAPÍTULO 36

Salió fugaz del coche, mirando por enésima vez aquella mañana el reloj de su padre. Llegaba tarde a trabajar. La sesión con el doctor Burke se había alargado más de lo que esperaba. Pese a eso, no pudo evitar parar de camino a la comisaría. Cuando obtuvo lo que quería, reanudó su camino rápidamente hasta llegar. Subió en el ascensor, cargada y con la lengua fuera del esfuerzo por llegar cuanto antes.

Las puertas se abrieron y la inspectora salió fugaz hacia su mesa. Sonrió al descubrir a los tres hombres que trabajaban con ella concentrados mirando la pizarra, donde había un nuevo caso expuesto.

“Lo siento, se me ha hecho tarde”. Se disculpó a sus espaldas, dejando su café sobre la mesa con la carpeta de trabajo.

Los tres se giraron al escucharla. “Se te han pegado las sábanas, ¿Beckett?”. Preguntó el moreno bromeando.

“Algo así”. Respondió ella ignorando su comentario y sonriendo a Castle. Él era el único que conocía el motivo de su retraso.

El escritor le devolvió la sonrisa, y la acentuó al recibir de las manos de la inspectora un café. Ese que siempre era él el que se lo llevaba a ella. Rozó sus dedos no tan disimuladamente al coger el vaso de cartón. “Gracias”. Susurró agradecido por ese detalle.

Beckett negó con una pequeña sonrisa, restándole importancia y de la misma preguntó los detalles del caso, centrándose rápidamente en el trabajo.

Entró en la sala de descanso, tras ella, después de haber pasado toda la mañana analizando cada detalle del caso. La observó en silencio, disfrutando de sus gestos al preparar los cafés para ambos. Cuando estuvieron listos, se sentaron en la mesa alta a degustarlo. “¿Cómo ha ido?”. Formuló la pregunta que llevaba toda la mañana deseando hacerle.

“Bien”. Contestó levantando la mirada del café con una pequeña sonrisa. “Ha ido bien”. Repitió permitiéndose agarrar la mano de él por encima de la mesa.

Era la tercera cita que tenía con su psicólogo desde que estaba con Castle. Beckett le había relatado las dos anteriores al escritor, abriéndose a él, confesándole a él también sus pequeños temores. En la última, Burke avisó de que en la siguiente hablarían con más profundidad del día del funeral, del disparo, de su miedo a volver a ser atacada, del tembleque que sentía en sus manos cada vez que podía ser disparada, pese a ir ella también armada.

Y el doctor había cumplido la promesa. Habían hablado del disparo, de lo que sintió, lo que recordaba y del pánico que en ocasiones se apoderaba de ella cuando pensaba en la posibilidad de que hubiera alguien acechándola nuevamente con un arma.

“¿De verdad?”. Se quiso asegurar, leyendo su mirada una vez más.

“Te lo prometo”. Le sonrió con sinceridad. “Luego hablamos, ¿vale?”. Pidió al ver que Ryan y Espósito se aproximaban a ellos con noticias del caso.

Media hora después se encontraban en una nave industrial abandonada donde el principal sospechoso se encontraba ensayando con su grupo de música.

“¡Alto! ¡Policía!”. Exclamaron los tres detectives, entrando a la vez en busca del principal sospechoso. Los hombres por un lado y la mujer, seguida por su fiel escudero, por el otro.

Los allí presentes se quedaron estáticos, con las manos en alto; excepto uno. El chico de la gorra roja se levantó como un resorte al escuchar la fuerte voz de la inspectora y desenfundó su pistola, apuntando directamente hacia Beckett y Castle. “¡No deis ni un paso más o disparo!”. Gritó con nerviosismo.

Pese a llevar su arma en las manos, el cuerpo de Beckett se quedó estático. Sus ojos enfocaron la pistola con temor. Sus brazos quedaron suspendidos en el aire, arma empuñada, pero sin atreverse ni a pestañear. Empezó a temblar, imperceptiblemente al principio.

Al verlo, Castle se acercó a ella, moviéndose con lentitud para no asustar al sospechoso. “Tranquila”. Susurró sólo para ella. “Lo tienes, Beckett”. Continuó observando atentamente el estado de su novia y, de reojo, al hombre que los apuntaba.

“Baja el arma”. Murmuró Beckett intentando que su voz no temblara. Pero él ni se inmutó, dando un paso hacia atrás, intentando huir de ellos. “¡Te he dicho que bajes el arma!”. Gritó ligeramente sobrepasada por el pánico y el nerviosismo.

“Dejadme ir y nadie saldrá herido”. Pidió nervioso.

“Tranquila, Beckett. Es uno más. No puede contigo”. Siguió apoyándola y animándola el escritor. Sonrió ligeramente al ver cómo ella daba un par de pasos hacia el hombre armado. “Eso es. Lo tienes donde querías”. La imitó despacio avanzando suavemente.

“Estás rodeado, Robert. No tienes escapatoria. Deja la pistola en el suelo”. Habló con el tono más firme que pudo, agarrando más fuerte la pistola entre sus manos y acercándose cada vez más a él.

“¡Quieta!”. Gritó al sentirla acercarse.

Pero la inspectora no se achantó. Comprobó de reojo que tenía a Castle detrás de ella y aquello le dio fuerzas para seguir. “Sabemos que fuiste tú. Sé que no quieres que nadie más salga herido. Baja el arma”. Pidió con calma.

Ryan y Espósito llegaban hasta ellos cuando vieron a Robert apuntar y quitarle el seguro a la pistola. El moreno no dudó en disparar en su pierna antes de que él lo hiciera, en el mismo momento en el que el escritor se lanzó sobre Beckett, tumbándola, con él encima, en el suelo para que no fuera disparada. La pistola de hombre se disparó ante la sorpresa de ser disparado, pero la bala fue directa al techo.

Beckett cerró fuerte los ojos y apenas sintió el golpe que se llevó en el lado izquierdo cuando Castle la derribó. Su corazón se perdió un par de latidos al escuchar los disparos y se aferró con fuerza al brazo que la rodeaba. “Beckett. Kate”. Escuchó su voz llamándola y sintió su mano rozando su espalda suavemente. “¿Estás bien?”. Preguntó.

“Sí, sí”. Respondió sentándose en el suelo y volviendo a ponerse en pie rápidamente. Demasiado rápido, pues del estrés del momento se mareó momentáneamente y tuvo que apoyarse en el brazo de Castle para no caerse. Sin embargo, enseguida se recuperó, irguiéndose para aparentar normalidad.

Los detectives ya tenían a Robert esposado en el suelo y con la herida de bala taponada, a la espera de una ambulancia. Ninguno se atrevió a decir nada de lo que acababa de pasar.

“Acompañadlo al hospital y que confiese”. Ordenó la inspectora dándose la media vuelta y caminando hacia afuera dispuesta a montarse en el coche y volver a comisaría. Castle intercambió una mirada de preocupación con sus compañeros y la siguió en completo silencio.

Ambos entraron al coche sin decir absolutamente nada y así transcurrió el camino hasta la comisaría, donde ella se centró en rellenar el papeleo sin hacer comentario alguno. Él se limitó a estar a su lado, a pasarle los papeles que necesitara y a apoyarla en silencio Haciéndole saber que estaba ahí, con y para ella. Y ella, secretamente, se lo agradecía.

Cuando terminaron, fueron a casa de Beckett, como habían quedado que harían ese día. Siguieron sin hablar, más que lo justo y necesario. Prepararon la cena juntos, aunque ella tenía el estómago cerrado. Castle intentaba dedicarle alguna caricia y algún beso cariñoso mientras tanto, para animarla. Sus ojos denotaban cansancio y el miedo que había pasado allí dentro. Y su respiración no era tranquila, sino forzada, angustiosa. Y él no podía, no soportaba verla así.

Sirvieron dos copas de vino y se sentaron en el sofá a cenar. El escritor la observaba de reojo todo el rato mientras comían en silencio. Cuando terminó, Beckett tomó su copa de vino y dio un pequeño sorbo, volviéndola a dejar sobre la mesita. Tomó aire con fuerza y cerró los ojos, apretando los párpados. Su mente revivía cada segundo que había pasado aquel día. Se llevó las manos a la cara y no pudo más. Apoyó los codos sobre las rodillas y se inclinó hacia adelante dejando escapar, en forma de lágrimas, toda la tensión, el miedo y la angustia que había sentido.

El corazón del escritor se encogió al verla de aquella manera. Dejó las cosas sobre la mesita y se sentó un poco más cerca de ella. Posó la mano sobre su espalda, suavemente, sin querer asustarla. “Ey..”. Susurró con mimo y no sin preocupación. Apretó los labios al sentir el cuerpo de la inspectora temblar bajo su mano. “Cariño…”. Murmuró intentando adivinar qué necesitaba ella en ese momento.

Kate tragó saliva secándose las lágrimas. Cogió aire con profundidad un par de veces, intentando retomar el ritmo normal de su respiración. Pero no dijo nada, ni hizo nada. Se quedó quieta tal y como estaba, sintiendo cómo las lágrimas volvían a rodar por sus mejillas.

“Dime qué puedo hacer…” Pidió angustiado de verla así.

“Abrázame”. Susurró con la voz rota por el llanto. Él no se lo pensó ni medio segundo. La atrajo hacia su cuerpo, abrazándola con firmeza.

“Ya ha pasado, Kate. Estás a salvo. Lo has hecho muy bien”. Habló con suavidad en su oído, acariciando su espalda de arriba abajo mientras la sujetaba con cariño contra su pecho. Besó la parte superior de su cabeza, dejando reposar los labios sobre su pelo durante unos segundos. “Y te quiero, hoy muchísimo más”.

Respiró despacio, intentando calmar el llanto. Pero los acontecimientos de ese día y las palabras de Castle en su oído no le dejaron hacerlo. 15 minutos después, algo más tranquila, levantó la cabeza del pecho de él para secarse las lágrimas. “Lo… lo siento”. Murmuró algo cohibida porque él la viera así.

“No tienes nada que sentir”. Besó su pelo con ternura haciendo que volviera a recostarse sobre él. “Nada, Kate”. Acarició sus mechones suavemente. “Me tienes aquí, para lo que necesites”.

“Justo hoy había hablado con Burke de todo esto… de lo que me pasa, de lo que siento… Hasta hoy no me había pasado con tanta fuerza”. Decidió abrirse a él, le haría bien.

“Tal vez porque lo tenías reciente de tu charla con el psicólogo”. Intentó tranquilizarla. “Pero lo has conseguido. Has podido con el miedo”. La apretó más entre sus brazos.

“No. Tú has hecho desaparecer mi miedo”. Le dedicó una diminuta sonrisa.

Él acarició sus labios con mimo, observando sus cansados ojos. “Eres extraordinaria”. Le recordó una vez más.

“Junto a ti”. Se abrazó más a él y cerró los ojos, rememorando cómo se había quedado bloqueada. “Era como si se me hubieran pegado los pies al suelo. No podía avanzar, no me salía. Sabía lo que tenía que hacer, pero mi mente sólo era capaz de recordarme el ardor que sentí cuando recibí la bala…”. Se tocó la cicatriz por encima de la camiseta de estar por casa que llevaba puesta. Castle acarició su espalda dulcemente, en silencio, escuchándola, dejando que se desahogara. “Pero luego te he mirado a ti y… me he acordado de que tengo algo por lo que luchar y… he podido con ello. Más o menos”. Terminó su relato, frunciendo el ceño suavemente.

“¿Qué te dice Burke que tienes que hacer cuando te pase algo así?”.

“Pensar que nadie es más que yo. Que lo mismo que la otra persona puede disparar, puedo hacerlo yo también. Que piense en las cosas por las que quiero luchar para sacar fuerzas y poder con el miedo”. Una lágrima furtiva rodó por su mejilla, yendo a parar al pantalón del escritor.

“Lo has hecho muy bien”. Susurró en su oído, abrazándola con ternura.

“Me siento una mierda, ahora mismo”. Confesó tragando saliva y volviendo a cerrar los ojos con fuerza. Su cuerpo estaba completamente tenso.

“Pues yo me siento cada día más orgulloso de ti”. Se puso en pie, besó su frente, recogió las cosas de la cena y fue al baño de la detective.

“¿Adónde vas?”. Preguntó con la voz algo gangosa a causa del llanto.

“Ahora vuelvo”. Respondió únicamente. Llenó la bañera de agua tibia, le añadió unas sales y salió nuevamente a salón a buscar a Kate. La encontró con la espalda sobre el respaldo del sofá y la cabeza echada hacia atrás. Había dejado de llorar, pero tenía la mirada perdida en algún punto del techo. Respiró hondo y se acercó a ella. “Ven”. Le ofreció su mano dulcemente, regalándole una pequeña sonrisa.

Ella tardó en reaccionar, y cuando lo hizo, movió la cabeza despacio hasta que sus ojos se encontraron con los del escritor. Casi como una autómata y sin preguntarse adónde quería que fuera, agarró su mano suavemente y se levantó del sofá. Frunció el ceño e hizo un pequeño gesto con los labios cuando al moverse sintió todo su cuerpo tirante. Pero no soltó ni una queja. Caminaron de la mano hasta el baño, él la guiaba a ella. Se colocó frente a ella y empezó a desnudarla con suavidad. No era un acto para nada sexual, sino más bien tierno y dulce. Kate se dejó hacer, cuidar, mimar. Cuando estuvo completamente desnuda, la ayudó a entrar en la bañera.

Su bello se erizó al contacto con el agua caliente. No se había dado cuenta de lo helada que estaba hasta que entró en la bañera. Cerró los ojos al sentarse y dejar que su cuerpo se relajara. Escuchó a su pareja moverse por el baño, pero no tenía fuerzas para abrir los ojos y ver lo que hacía.

De repente, unas hábiles manos agarraron su pie izquierdo y empezaron a masajearlo, logrando que soltara un pequeño suspiro de placer. Se hundió más en el agua, permitiéndose relajarse pese a todo lo que había en su mente. Las manos del escritor masajearon toda su pierna, logrando que dejara de sentir esa tensión y después, repitió el mismo masaje con la derecha.

Se levantó del suelo donde se había arrodillado y se colocó a su espalda. Echó champú en sus manos y enjabonó el pelo de la detective, cuidadosamente, masajeando su cabeza. Fue notando cómo la tensión iba abandonando poco a poco el cuerpo de Kate y sonrió cuando comprobó que se había quedado profundamente dormida. Siguió un poco más con el masaje y después aclaró su pelo dulcemente. Fue vaciando la bañera y acariciando su mejilla para despertarla poco a poco. “Ven, campeona. Vámonos a la cama”. Le dijo cuando la vio abrir los ojos pesadamente.

Con su ayuda, se puso en pie, se envolvió en el albornoz y dejó que Richard le secara el pelo. Se sentía tan relajada que hasta los malos pensamientos se habían borrado de su cabeza. Le ayudó a vestirse con una camiseta amplia de dormir y se acostaron en la cama de la inspectora, pegados, abrazados.

“Descansa, cariño”. Le deseó él besando su frente con amor.

“Rick”. Se quedó en silencio un momento, aspirando su aroma. “Gracias”. Susurró contra su pecho, adormilada, más relajada.

“Siempre”. Respondió estrechándola más contra él.

¿Y bien? ¿Os gusta? Dejádmelo saber, por favor.
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Mensaje por livingmylife Sáb Sep 09, 2017 9:58 am

Buenas noches! Hoy os traigo dos capítulos. A ver si os gustan. Espero que sí!


CAPÍTULO 37

“¡Bella! ¡Corre! ¡Que te va a pillar!”. La inspectora animó a la niña con una enorme sonrisa mientras veía cómo el escritor corría detrás de ella, jugando en el parque. Esa tarde, Beckett había salido pronto de trabajar y se pasaron por el orfanato para llevarse a Bella a jugar con ellos. Maddie estaba estudiando para los exámenes que tenía enseguida.

Kate se agachó un poco y abrió los brazos preparada para recibir a la niña que corría cada vez más rápido hacia ella. Cuando la alcanzó, la cogió en el aire y dio vueltas con ella en brazos, haciéndola reír.

Castle llegó hasta ellas unos segundos después cansado por la carrera que se había echado intentando atrapar a la enana. “Eh, eso no vale”. Protestó graciosamente. “Te has encontrado una casita”. Bromeó besando la mejilla de la pequeña.

Bella, cansada después de jugar una hora, se acurrucó entre los brazos de Kate, dejando reposar la cabeza sobre el hombro de ella.

“¿Estás cansada, cariño?”. Preguntó con ternura mientras la estrechaba más entre sus brazos. Ella únicamente asintió, haciendo sonreír a los dos adultos.

“Os invito a un chocolate caliente”. Propuso Richard colgándose la mochila de juguetes de la niña al hombro. A pesar de ser principios de enero, el temporal había dado una tregua y no hacía tanto frío, pero sus manos y sus pies empezaban a estar ya helados de tanto estar en la calle.

Los tres caminaron hasta la chocolatería más cercana al orfanato y disfrutaron del delicioso chocolate.

“Le podríamos llevar uno de estos a Maddie para que se lo tome mientras estudia”. Propuso el escritor. Las dos chicas asintieron conformes y cuando terminaron sus respectivas bebidas, compraron la de la joven y se la llevaron.

“Madd, chocolate”. Se lo acercó la pequeña cuando entraron en su habitación.

“Ey, hola”. Saludó contenta dando la vuelta a su silla para verles. “¿Es para mí?”. Preguntó.

“¡Xí!”. Gritó la niña sonriendo cuando la chica se lo cogió de las manos.

“Gracias”. Sonrió mirando primero a la pequeña y después a la pareja.

“¿Cómo lo llevas?”. Le preguntó Kate acercándose hasta ella para ver qué estudiaba.

“Bien, ya estoy terminando”. Sonrió agradeciendo su preocupación.

“Os dejamos tranquilas entonces”. Dijo el escritor agachándose para abrazar a la pequeña. “Volveremos el fin de semana a por vosotras, ¿vale?”. Le explicó besando su mejilla. La niña asintió con una pequeña sonrisa.

Se despidieron de Maddie con la promesa de llevarlas el fin de semana al cine y caminaron de la mano hasta el loft de ella.

“¿Qué quieres cenar?”. Preguntó Kate mientras se despojaba del abrigo y la bufanda y los colgaba en su sitio.

Castle, que ya había colgado su abrigo en el armarito de la entrada, la abrazó por la espalda, dejando suaves besos en su cuello. “¿Hacemos pasta?”. Acarició su cintura pegándola más a él.

Kate cerró los ojos, disfrutando de sus caricias. “Mmmm… Vale. Pero no quiero acostarme muy tarde. Mañana… tengo sesión con Burke antes de ir a trabajar”. Inspiró hondo y se mordió el labio. El día siguiente iba a ser duro. 9 de enero. Aniversario de la muerte de su madre. Y a su psicólogo no se le había ocurrido nada mejor que hacer terapia ese mismo día. Ella sólo quería pasar el día tranquila, cumplir con su ritual de cada año y, como novedad, cenar con su padre. Pero nada más.

“Lo sé”. Mordió ligeramente su cuello y la soltó despacio, encaminándose a la cocina para preparar la cena. Sabía que Kate estaba más sentimental debido a la fecha que se aproximaba y quería cuidarla y mimarla.

Prepararon la pasta y cenaron dedicándose miradas, caricias y besos cómplices. Después, se sentaron a ver un rato la tele.

Kate se acurrucó más entre sus brazos, sintiendo algo menos el dolor por el recuerdo de su madre. “¿Te vas a quedar a dormir?”. Preguntó siendo casi más una petición.

“Haré lo que tú quieras, Kate”. Se removió para mirarla a los ojos. La sinceridad y el amor predominaban en aquella mirada.

Ella sonrió un poco, besando fugazmente sus labios. “Quédate”. Pidió acariciando su mentón, perdida en ese azulado mar que eran sus ojos.

“Me quedo”. Rozó su nariz con la de ella antes de besarla despacio, saboreando sus labios, acariciando su nuca a la vez.

Se acomodó nuevamente en su pecho, contenta de tenerle, de no pasar más ese día sola. Y así, poco a poco, se fue quedando dormida entre sus brazos. Ni siquiera se enteró cuando él, un rato más tarde, la llevó hasta la cama, la cambió de ropa y se acostó a su lado para dormir abrazados toda la noche.

Por la mañana, fue ella la primera en despertarse. Acababa de tener una de sus habituales pesadillas. Veía a su madre morir, en aquel callejón, sola, sin poder acercarse a ella ni decirle cuánto la quería. Respiró hondo  abriendo los ojos y secándose las lágrimas que se le habían escapado. Se mordió el labio con fuerza e intentó tranquilizarse. Se sintió algo más liviana cuando sintió el fuerte brazo del escritor estrecharla más contra él, todavía dormido, sin inmutarse de nada. Cogió los dos colgantes que tenía en el cuello y los acarició despacio mientras los observaba. Miró el reloj de la mesita de noche y suspiró al pensar que debería levantarse para no llegar tarde al psicólogo. Se giró entre los brazos de Castle y besó la punta de su nariz con cariño. Despacio, se deshizo de su abrazo y salió de la cama, entrando rápidamente al baño para ducharse. Cuando salió, el escritor seguía completamente dormido. Sonrió al verlo totalmente estirado en la cama. Parecía un niño pequeño.

Antes de vestirse, abrió el cajón de su mesita de noche, donde guardaba una foto de su madre y la acarició con añoranza. Llevó las puntas de sus dedos a los labios para besárselos y después los posó sobre la foto. “Te quiero, mamá”. Susurró bajito para no despertar a Castle.

Con ese pequeño ritual cumplido, se vistió y salió a preparar el desayuno para los dos. Estaba en ello cuando unos fuertes brazos la estrecharon con cariño. “Hola, dormilón”. Saludó dejándose abrazar mientras terminaba de hacer tostadas.

“Hola” Murmuró todavía con voz de dormido. Aspiró el aroma de su pelo durante unos segundos, consiguiendo sacarle una pequeña sonrisa. “¿Te ayudo?”. Se ofreció deshaciendo el abrazo tras darle un beso en la mejilla.

Entre los dos prepararon el desayuno y lo tomaron con tranquilidad. Después mientras ella se maquillaba, él se dio una ducha rápida y se vistió.

“Castle”. Entró en el baño justo cuando él estaba terminando de abrocharse los botones de la camisa.

“Dime”. Se dio la vuelta para mirarla y le sonrió.

“¿Te importa acompañarme y después vamos juntos a comisaría?”. Preguntó deseando que él dijera que sí. Se mordió el labio a la espera de la respuesta.

Sorprendido por su petición, pero encantado con ella, se acercó a la inspectora y la agarró de la cadera para pegarla suavemente a él. Sonrió al ver su turbación. Todavía le costaba pedir lo que necesitaba, pero últimamente estaba haciendo grandes avances. “No me importa, claro que no”. Besó sus labios con suavidad, intentando no arruinar el suave pintalabios que se había dado.

“¿De verdad?”. Insistió.

“De verdad”. Acarició su mejilla suavemente. “Vamos juntos y te espero allí para ir luego a comisaría”.

“Gracias”. Susurró abrazándose a él y apoyando la cabeza en su pecho.

La abrazó con ternura, acariciando suavemente su espalda. “Venga, vamos”.

Fueron en el coche de la detective, consiguieron aparcar cerca y subieron juntos en el ascensor hasta el piso de su psicólogo. Al verla llegar, la secretaria de Burke le sonrió y le dijo que el doctor la estaba esperando.

“Voy”. Asintió Kate girándose para encontrarse con los ojos del escritor. “Como mucho estaré una hora. Si quieres dar una vuelta o lo que sea, no pasa nada. Quedamos en el coche”. Colocó con cuidado el cuello de su camisa que se había subido.

“No te preocupes por mí. Ya sabes que me puedo entretener con cualquier cosa”. Le guiñó un ojo y besó fugazmente sus labios. “Venga ve, te veo en un rato”. Acarició su mejilla suavemente. Ella asintió agradeciéndole con la mirada que estuviera ahí con ella. “Que vaya bien”. Besó sus labios otra vez para después ver cómo ella entraba intentando recuperar esa firmeza que siempre le faltaba en el aniversario de la muerte de su madre.

55 minutos después, Beckett salía por la puerta del despacho del doctor, secándose el rastro de algunas lágrimas. Respiró hondo buscando al escritor con la mirada y suspiró al no encontrarlo. Supuso que estaría en el coche tal y como habían quedado. Se despidió de la secretaria encaminándose al ascensor y justo en ese momento sus puertas se abrieron dejando salir a un acelerado Castle sosteniendo un vaso de cartón.

“Perdón”. Habló con fatiga por la carrera que se acababa de pegar. “En el último momento se me ocurrió ir a por uno de estos para ti y pensaba que me iba a dar tiempo de sobra, pero…”. Se elevó de hombros en una mueca graciosa y le ofreció el café.

Kate sonrió ligeramente al verlo así y, sobre todo, por ese gesto tan significativo para ella, para ellos. “Muchas gracias”.

Rick sonrió antes de besar su mejilla tiernamente. “¿Vamos?”. Preguntó ofreciéndole su brazo para caminar junto a ella.

“Uhum”. Asintió aferrándose a su brazo y juntos bajaron hasta la calle donde se montaron en el coche, conduciendo ella como siempre.

Pusieron rumbo a la comisaría, en silencio. Ella sumida en sus recuerdos y en todo lo que había hablado con el doctor y él intentando darle su tiempo.

Aparcó en el parking de la comisaría, apagó el motor del coche y cogió aire respirando hondamente. Castle, salió sigiloso del coche hasta colocarse en su puerta y se la abrió, ofreciéndole la mano con una pequeña sonrisa. Beckett se giró hacia él aún sentada y salió de su mano, devolviéndole la sonrisa. Pero hoy, ese gesto de sus labios no llegaba a sus ojos.

Cuando la tuvo a su lado, de pie, la abrazó con ternura, dejando que reposara la cabeza sobre su hombro.

“¿Y esto?”. Susurró ella aferrada al cuerpo del escritor.

“Esto es porque te quiero”. Besó su cabeza estrechándola más entre sus brazos.

“Y yo a ti”. Elevó la cabeza y se fijó en sus ojos azulados. Aquellos que tanta paz y tanto amor le transmitían. Besó sus labios suavemente. “Gracias”.

“Siempre”. Respondió él haciéndola sonreír de verdad por primera vez en el día.

Estuvieron el resto de la mañana concentrados en el trabajo de comisaría, siguiendo las pistas del caso que tenían entre manos.

Cuando se acercaba la hora de descanso que tenían para comer, Beckett miró su reloj, cerró la carpeta con los papeles que estaba ojeando y se estiró en la silla. Sonrió al ver a Castle concentrado repasando los listados telefónicos de la víctima.

Espósito se acercó a ellos poniéndose la chaqueta. “Ryan y yo vamos a bajar a comer algo. ¿Os venís?”. Preguntó mirando a ambos.

Inmediatamente el escritor fue a responder que sí, pero se vio cortado por la mano de la inspectora que la posó sobre su rodilla y por su voz diciendo un “no” rotundo y bastante rápido. Los dos hombres la miraron sorprendidos por su rápida respuesta. “Hemos quedado”. Aclaró intentando salir del apuro.

Castle levantó una ceja sorprendido. “¿Hemos quedado?”. Preguntó.

“Sí”. Contestó únicamente.

El moreno frunció el ceño sin entender nada y se elevó de hombros mirando al irlandés que en ese momento se unía a ellos. “Bueno, pues luego nos vemos”. Comentó mientras los dos se daban la vuelta y caminaban hacia el ascensor.

El escritor se quedó mirando a la detective, intentando adivinar qué le pasaba por la cabeza en ese mismo momento para haber rechazado la invitación a comer.

“Quiero llevarte a un sitio”. Explicó simplemente, poniéndose en pie y cogiendo su chaqueta.

Por la mirada de ella cargada de sentimientos, Castle enseguida supo adónde iba a llevarle, y no pudo evitar ponerse nervioso al pensar en ello. Pero no dijo nada. Se levantó y caminó junto a ella hasta el coche, donde se montaron y pusieron rumbo en completo silencio.

CAPÍTULO 38

Ella jugueteó nerviosa con el colgante de su madre entre sus manos mientras que él permaneció con la vista fija al frente, observando el campo en el que se encontraban. Habían aparcado el coche en la entrada y ninguno se había atrevido a moverse. Kate alzó la cabeza para mirar de lado al escritor y se mordió el labio al verle tan concentrado en lo que sus ojos veían. Sabía de sobra que su mente estaba recordando aquel día, en el funeral de Montgomery, cuando no pudo evitar que una bala le diera a ella en el pecho. Despacio, con cuidado de no sobresaltarlo al sacarle de sus pensamientos, colocó una mano sobre su rodilla, acariciándole la pierna tiernamente.

“Rick…”. Susurró con ternura. “¿Me acompañas?”. Preguntó con timidez, notando un ligero rubor instalarse en sus mejillas.

Castle giró la cabeza hacia ella y se mordió el labio imitando ese gesto tan de ella que últimamente no podía evitar copiar. “Kate…”. Susurró él también. “Esto es algo tuyo y de tu madre…”. Habló con calma intentando que no sonara demasiado brusca su declinación. “Ve tú. Yo te estaré esperando aquí”. Acarició su mano entrelazando sus dedos con amor.

Beckett cerró los ojos controlando las lágrimas que querían escaparse de sus ojos y negó ligeramente. “No puedo hacerlo…”. Confesó. “No sin ti”. Se aferró a su mano con cierta fuerza. “No…” .Tragó saliva y continuó. “No he vuelto desde entonces… no me atrevo, me tiembla todo cuando me bajo del coche y… tengo que volver a subirme corriendo”. Siguió abriéndose a él. “Pero necesito ir. Hoy lo necesito Rick, por favor”. Abrió nuevamente los ojos, mirándole con el dolor y pánico que no le dejaban avanzar.

Rick se quedó boquiabierto ante su confesión. No se imaginaba aquello. Suponía que ella había vuelto a visitar a su madre en alguna ocasión. Pero por lo visto no se había atrevido. Lo había intentado y no había podido. Respiró hondo manteniendo sus propias lágrimas bajo control y se pegó todo lo que pudo a ella para abrazarla con fuerza. “Vale, está bien. Tranquila”. Besó su pelo dulcemente. “Iré contigo”. Dejó suaves caricias sobre su pelo, aprovechando para frotar con cariño su espalda y darle el ánimo que necesitaba en ese momento. “Vamos a hacerlo poco a poco, ¿vale?”. Susurró con cariño besando, esta vez, su frente.

Kate asintió despacio, sintiéndose un poco mejor al haber soltado esa bomba que llevaba con ella cada día a cuestas. Castle se separó despacio de ella y con el mismo ritmo abrió la puerta del copiloto y se bajó del coche. Rodeó el vehículo hasta llegar a la puerta de ella y, con suavidad, la abrió ofreciéndole su mano para ayudarla a bajarse. Pese a que los ojos de la detective estaban anegados de lágrimas y su cuerpo temblaba ligeramente, se sonrieron momentáneamente cuando sus miradas se encontraron.

Se aferró a la mano su compañero con tanta fuerza que por un momento pensó que se la iba a romper. Cuando pisó el suelo, aflojó un poco el agarre tras recibir una sonrisa por parte de él. Cogió aire despacio, echándolo de la misma manera, como le había enseñado el doctor Burke que tenía que hacer cuando notaba que un ataque de ansiedad se le avecinaba.

“¿Bien?”. Preguntó con paciencia, rodeando su menudo cuerpo con el brazo por detrás de su espalda.

“Uhum”. Asintió pegándose a él y empezando los dos a caminar despacio hacia la tumba en la que descansaba Johanna Beckett.

Durante el trayecto, se pararon un par de veces para coger aire y fuerzas. Rick no la soltó en ningún momento; al contrario, la fue pegando más a él, animándola con gestos y palabras.

Cuando estuvieron frente a la lápida, contuvieron el aliento durante unos segundos. Unas flores blancas, muy frescas descansaban al pie de la misma. “Mi padre ha estado aquí”. Susurró observando las flores preferidas de su madre. Rick sonrió con nostalgia, imaginándose a un destrozado Jim Beckett acercarse a la tumba de su mujer para depositarlas. Suspiraron a la vez, lo que les hizo acurrucarse más el uno en el otro.

El escritor se posicionó detrás de ella y envolvió su cuerpo entre sus brazos. Besó su mejilla dulcemente. “Ve, acércate más a ella. Yo estoy aquí, contigo, detrás de ti, cubriéndote”. Acarició su cintura suavemente.

“No”. Pidió ella llevando rápidamente las manos hasta las de él, que descansaban sobre su abdomen. “No me sueltes, por favor”. Le pidió compungida.

“Cariño… esto es algo muy íntimo. Vuestro, y de nadie más. No quiero interferir, no hoy”. Intentó que razonara. No es que no quisiera quedarse ahí, ni protegerla. Pero sabía que a ella siempre le había gustado guardar su vida privada para ella sola y no quería que cambiara aquello, no hasta ese punto.

“Yo quiero que estés. Quiero presentártela”. Murmuró con las mejillas bañadas de lágrimas. “Ahora mi vida privada eres tú”. Se aferró más a su cuerpo y cogió aire lentamente, temblando ligeramente.

“Está bien”. Le sonrió asomando la cabeza por su lado derecho para besar la comisura de sus labios. “Aquí me quedo”. Apoyó la cabeza sobre su hombro, pegándola más a él.

“Gracias…” Sonrió mínimamente con la vista fija en las letras que componían el nombre de su madre. Permanecieron unos minutos en silencio, abrazados, hasta que la inspectora se decidió a empezar. “Hola mamá…”. Susurró dejando escapar más lágrimas. “Te echo mucho de menos. No sabes cuánto. Y sé que papá también lo hace. Pero estamos bien, los dos lo estamos. Nos ha costado, nos cuesta, pero lo estamos consiguiendo”. Sonrió mínimamente al sentir cómo Castle la abrazaba más fuerte. “Sé que tú querrías vernos felices y, estamos en ello, mamá. Yo lo estoy y sé que papá será feliz cuando yo lo sea. Y voy por muy buen camino, te lo prometo”. Se giró para mirar a Rick a los ojos y lo que vio en ellos no hizo más que emocionarla. La mirada del escritor demostraba el orgullo y el amor que sentía por ella. “¿Sabes quién me está ayudando a ello?”. Preguntó sin dejar de mirarle a él. “Ese escritor del que tanto te gustaban sus libros. Esos libros que te pasabas horas y horas leyendo y que siempre que terminabas uno, te daba mucha pena porque no tendrías otro que te llegara tanto hasta que él publicara el siguiente. Ese escritor al que yo empecé a leer gracias a ti y al que me enganché a través de sus libros. ¿Te acuerdas el que te enseñé que había conseguido que me firmara para ti?”. Preguntó sin esperar respuesta. Sonrió al imaginarse a su madre con ojos expectantes a que continuara y no se entretuvo más. “Pues ese mismo día me firmo uno a mí también, aunque él no se acuerde. Y me hizo tan feliz por un momento…”. Susurró sonriendo al notar al escritor estremecerse detrás de ella. “Hoy, ese escritor, es mucho más que eso en mi vida. Es mi amigo, mi compañero y el hombre del que estoy locamente enamorada. Mamá, te presento a Richard Castle”. Volvió a girar la cabeza para mirarle y descubrió que sus mejillas también estaban bañadas de lágrimas. “Él me está devolviendo la felicidad, mamá. Y gracias a él también, conseguí llegar a saber la verdad de por qué acabaron con tu vida”. Sonrió con tristeza. “Te echo tantísimo de menos… Me encantaría que pudierais conoceros, os encantaría, os caeríais genial”. Apretó las manos de Rick entre las suyas. “Te quiero muchísimo. Y… siento no haber podido venir en todos estos meses… No podía, era superior a mí. Pero ahora siento que empiezo a tener fuerzas para ello… Gracias a él”. Se mordió el labio momentáneamente. “Y, a partir de ahora, vendré más a menudo, lo prometo”. Soltó despacio el agarre del escritor, temblando ligeramente, para agacharse frente a la lápida de su madre. Acarició las letras de su nombre y se besó las puntas de los dedos para después volver a posarlas sobre la piedra. “Te quiero, mamá. Siempre”.

Se puso de pie y rápidamente fue envuelta por los brazos de Castle, que la apretaron contra él. “Gracias”. Le susurró completamente conmovido por lo que acababa de escuchar y de vivir.

Se giró entre sus brazos y apoyó la cabeza contra su hombro, llorando silenciosamente. No pudo articular palabra. Se aferró contra su cuerpo, dejando que las lágrimas se derramaran lentamente.

Rick le acarició la espalda suavemente, de arriba abajo. Besó su cabeza tiernamente. “Te amo…”. Pronunció conmovido y la vio levantar la cabeza con sorpresa e infinito amor marcados en su mirada. Él le sonrió y le acarició la mejilla dulcemente.

“Repítelo”. Pidió con la voz gangosa por el llanto. Se limpió las lágrimas con el dorso de la mano, mirándole expectante.

“Te amo, Kate. Como nunca he amado, ni amaré a nadie”. Agarró su cara con las manos, besándola tiernamente.

“Y yo a ti Rick. Yo también te amo”. Se agarró a su espalda devolviéndole el beso con lentitud y agradecimiento.

Se dieron la mano, sumidos en un profundo silencio, para nada incómodo, durante el que volvieron al coche, despacio, con una pequeña sonrisa dibujada en sus rostros bañados aún de lágrimas.

Volvieron a comisaría después de que se les pasara a los dos los rastros de haber estado llorando y de que Beckett se volviera a maquillar para disimular mejor las lágrimas. Pudieron terminar de cerrar el caso que tenían entre manos y por la tarde se despidieron de sus compañeros poniendo rumbo a casa de la detective.

“¿Pasta al pesto?”. Preguntó el escritor cuando hubieron sacado todas las cosas de la nevera para empezar a preparar la cena.

“Uhum”. Asintió ella con una pequeña sonrisa. Desde que habían vuelto del cementerio estaba más sumida en sus pensamientos. Pero es que habían sido demasiadas emociones juntas. “A mi padre le encanta”.

“Bien”. Sonrió empezando a ponerse manos a la obra.

Esa noche, como nueva tradición de la familia Beckett, padre e hija iban a cenar juntos, por primera vez desde que falleciera Johanna. Kate había llamado a su padre el día anterior preguntándole si le apetecía cenar con ella y el abogado, entre sorprendido y encantado, aceptó casi sin pensárselo. Les vendría bien a los dos.

Cocinaron juntos escuchando algo de música y cuando la pasta y la salsa estaban ya casi en su punto y empezaba a ser la hora de que Jim llegara, Castle se acercó a Becket por detrás, abrazándola con cariño. “Voy a ir marchándome”. Le informó besando su cuello suavemente.

“Ummm…”. Murmuró ella pegándose más a él. Se quedó en silencio, sintiendo las caricias y los besos que él le dejaba.

“Prométeme que vas a estar bien”. Pidió él girándola entre sus brazos para mirarla a los ojos.

“Lo intentaré”. Besó fugazmente sus labios con ternura. “Sólo me pondré un poco más nostálgica y mañana se me habrá pasado”. Prometió.

“Si necesitas algo, llámame”. Acarició su mejilla suavemente.

“Lo haré”. Le sonrió para tranquilizarle. Correspondió al tierno beso que él le dejó y antes de que se separara de ella, le agarró la mano con dulzura. “Gracias. Por todo lo de hoy, por lo de todos los días”. Agradeció con emoción.

Rick negó ligeramente con una pequeña sonrisa. “No, Kate. Gracias a ti. Lo que has hecho hoy… me ha llegado, mucho…”. Le recolocó un mechón de pelo pasándoselo por detrás de la oreja.

“Y a mí…”. Sonrió mordiéndose el labio. “Me ha venido muy bien hacerlo. Y sin ti no habría podido”. Acarició sus labios con el dedo índice.

“Siempre, Kate. Siempre”. Besó sus dedos y después sus labios, tiernamente, durante unos segundos.

“Toma”. Dijo cogiendo un libro de la estantería que él reconoció como uno de sus primeros libros.

“¿Mi libro?”. Preguntó él sorprendido.

“El que me firmaste hace años. Quiero que leas la dedicatoria que me pusiste y así entenderás lo feliz que me hiciste durante unos días, pese al mal momento que yo estaba pasando”. Explicó ofreciéndoselo.

“Gracias”. Lo tomó entre sus manos.

Kate simplemente le sonrió con ternura.

Se despidieron de nuevo en la puerta quedando la detective sola en casa para poner la mesa para ella y su padre. Veinte minutos después, el timbre sonó y Kate se apresuró a abrir la puerta encontrándose a su padre con un ramo de flores blancas iguales a las que había en la tumba de su madre.

“Papá…”. Susurró conmovida por aquel detalle. “¿Y esto?”.

“Sé que a ti también te gustaban y… ¿por qué no iba a traértelas?”. Sonrió con cariño a su hija.

“Gracias…”. Se mordió el labio para no empezar a llorar tan rápido, pero no pudo evitar que un par de lágrimas se deslizaran por su mejilla. Le cogió el ramo de flores, lo colocó en un jarrón con agua  y se abrazó con fuerza a él. “Gracias, papá”.

“De nada, hija”. Besó su pelo con ternura.

“¿Tienes hambre?”. Preguntó después de separarse del abrazo.

“Sí, y más oliendo lo que has preparado. ¿Es pasta al pesto?”. Preguntó con sorpresa.

“Uhum”. Corroboró asintiendo con una pequeña sonrisa.

Se sentaron a la mesa y empezaron a degustar la cena hablando de cosas de sus trabajos al principio y después recordando a Johanna y comentando lo que ambos la echaban de menos.

“Hija, esto está delicioso. Te felicito”. Dijo llevándose el último tenedor a la boca.

“Gracias. He tenido ayuda para cocinarlo”. Confesó sonrojándose un poco.

Jim alzó la cabeza para mirarla, sin sorpresa, lo que le hizo sospechar a Beckett que él tenía muy claro de quién estaba hablando. “Supongo que esa misa persona es la que te está ayudando a cambiar poco a poco y… a hacerte feliz”. Aseguró casi más que preguntar.

“Sí…”. Confesó mordiéndose el labio.

“¿Castle?”. Preguntó a sabiendas de que así sería.

Cogió aire y agarró una de las manos de su padre por encima de la mesa. “Sí, papá. Estamos juntos”.

Jim sonrió a su hija con sinceridad. “Me alegro muchísimo, cariño. Te hacía mucha falta alguien como él en tu vida”.

“No. Simplemente me hacía falta él. No alguien como él”. Confesó mordiéndose el labio.

“¡Wow! Eso es toda una declaración de amor por parte de mi hija. Sí que te está cambiando ese hombre”. Bromeó consiguiendo sacarle una bonita sonrisa.

“No sabes cuánto, papá”. Se sonrojó ligeramente.

“Me alegro, mucho. Es un buen hombre”. Apretó la mano de su hija con cariño.

“Sí que lo es…”.

Kate le fue contando un poco cómo había empezado todo entre ellos en los últimos meses y cómo él le estaba ayudando no a olvidar a su madre pero sí a ir pasando página poco a poco, con los recuerdos de ella siempre presentes.

Al final de la noche, se despidieron con un sentido abrazo y un “gracias” por parte de ambos.

Después de recoger todo y antes de acostarse, llamó a Castle para darle las buenas noches y contarle lo bien que le había venido ese rato charlando con su padre. También le dijo que él ya sabía lo que había entre ellos y que se había alegrado mucho, a lo que el escritor respiró aliviado.
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Mensaje por livingmylife Dom Sep 10, 2017 7:43 am

CAPÍTULO 39

“Rick, ¿quieres tranquilizarte?”. Se acercó a él para ayudarle con el nudo de la corbata. Le sonrió con ternura al ver la cara de frustración de él.

“No puedo estar tranquilo, Kate. Es tu padre”. Dijo como si fuera lo más obvio del mundo.

“Es mi padre, sí. Pero ya le conoces. Él ya te conoce a ti. Y, además, está feliz de que estemos juntos. Así que no hay nada por lo que tengas que preocuparte”. Besó sus labios con suavidad cuando terminó con el nudo.

“¿Y si no le parece bien vuestro viaje a Barcelona?”. Preguntó mirándose en el espejo.

“Le parecerá bieeeen”. Contestó con hartazgo fingido, abrazándole por detrás hasta meter las manos en los bolsillos delanteros del pantalón de él. “Le hará feliz poder volver allí. Y más siendo conmigo”. Besó su cuello repetidas veces y después apoyó la cabeza sobre su hombro, contemplando el reflejo de los dos en el espejo de su habitación.

“Vaaaale”. Suspiró intentando convencerse a sí mismo.

Beckett sonrió y le hizo girar para que quedara frente a ella. “Dame un beso y tranquilízate de una vez por todas, ¿sí?”. Pidió poniendo morritos.

“Cuando haces eso nunca puedo resistirme a ti”. Confesó aproximando sus labios en un beso lento, cargado de sentimientos y de cierta pasión. La agarró de la nuca tiernamente para profundizar más.

“Mmm…”. Gimió dulcemente en su boca, dejándose llevar por unos segundos. “Así está mejor”. Susurró besándole ahora ella fugazmente para separarse antes de que se les fuera de las manos.

Salieron con dos sonrisas tontas al salón donde sólo faltaba poner la pesa para que todo estuviera a punto. Entre los dos, colocaron la vajilla, los cubiertos y los vasos, sin poder evitar rozarse de vez en cuando. Era increíble, pero pese a llevar ya más de medio años juntos, parecían dos adolescentes que no pueden dejar sus manos quietas.

Su relación iba viento en popa. Con algún que otro rifirrafe, claro está. Pero cada día se entendían mejor, si es que aquello era posible, e incluso se querían con más fuerza; si es que eso también era posible.

Era la última semana antes de que empezara el verano y Beckett había decidido cogerse unos días de vacaciones para sorprender a su padre y utilizar su regalo de Navidad para irse los dos juntos a Barcelona. Esa noche, durante la cena, la primera los tres juntos, le contarían a Jim lo que el escritor y la detective habían planeado para esa semana de vacaciones de padre e hija.

Durante esos días Castle aprovecharía para tener algunas firmas de libros por Europa. Y, sin que ella lo supiera, había pedido acabar la gira en Barcelona para poder pasar allí con ellos su última noche en la ciudad condal.

A las nueve y media de la noche, el timbre de la casa de la detective Beckett sonaba anunciando la llegada de su padre. Kate fue a abrirle con una enorme sonrisa, mientras Castle terminaba de preparar la cena. “¡Hola, papá!”. Le saludó con un efusivo abrazo que fue correspondido rápidamente por el abogado.

“Hola, hija”. Sonrió estrechando a su pequeña entre sus brazos. Porque, aunque a ella le molestara que le siguiera diciendo así, para él siempre sería su pequeña.

“Pasa. La cena está casi”. Se hizo a un lado cogiendo la fina chaqueta que él se quitaba al entrar en la casa y colgándola en el ropero de la entrada.

“De hecho, está lista. Sólo tenemos que sentarnos”. Indicó el escritor saliendo de la cocina mientras se retiraba el delantal que se había puesto para no mancharse.

“Hola, Richard”. Saludó el abogado extendiendo su mano para estrechársela.

“Hola, Jim”. Le sonrió con cierto nerviosismo, pero estrechó su mano encantado.

“Sentémonos”. Propuso la detective llevando la cazuela con la cena.

Los dos hombres obedecieron encantados, seguidos de ella. Castle sirvió en los tres platos y pronto empezaron la cena con una trivial conversación donde mencionaban, más que nada, cosas de los trabajos de los tres.

“Me dijo Kate que en unos días empiezas una gira de firmas de libros por Europa. Suena interesante. ¿Te dará tiempo a visitar alguna ciudad?”. Preguntó el abogado llevándose el último bocado de la cena a la boca.

Rick sonrió a su novia al escuchar que solía hablarle de él a su padre. Dirigió la mirada al susodicho y frunció los labios en una mueca graciosa antes de contestar. “Rara vez me da tiempo a hacer turismo. Y es una pena, porque esta vez iremos a Londres, Madrid, Roma, Munich, Milán, Berlín…”. Se calló antes de desvelar la última ciudad a la que iría.

“Sí que es una pena. Son ciudades con mucho encanto. Deberías decirle a tu publicista que lo organice de manera que te dé tiempo”. Propuso dando un corto sorbo a su copa de agua.

“No pasa nada. Ya tendré tiempo de volver”. Sonrió mirando a la inspectora de reojo. “Además, acabo tan agotado que no tendría ganas de andar visitando la ciudad después de horas sentado firmando libros y sonriendo a la gente”. Bromeó ganándose que Kate rodara los ojos.

“Exagerado”. Le picó ella haciendo que él se le quedara mirando como ofendido. Su típico juego de bromas siempre activo. Aquel que antes de empezar a salir los había vuelto locos, pero que desde que estaban juntos, les volvía todavía menos cuerdos.

El abogado los miraba sonriente. Era evidente el amor entre ellos. Tomó la mano de su hija, que estaba sentada a su lado y sonrió a la pareja. “Me alegro mucho de que me hayáis invitado esta noche a cenar”. Agradeció de corazón.

“Bueno, ya iba siendo hora de hacer una de estas”. Dijo el escritor sonriente, encantado con las palabras del padre de su novia.

“Cierto”. Aseguró él.

“Y… además, queríamos contarte algo”. Empezó la detective.

Los ojos del abogado se abrieron expectantes. Por su mente pasaron cientos de ideas, pero no dejó que ninguna se expresara, esperando a que su hija y su novio se abrieran a él. Kate le pasó un sobre, como el que ella había recibido las pasadas Navidades y le instó a abrirlo.

Los ojos de Jim se fueron aguando a medida que analizaba mejor la foto que tenía entre sus manos. En ella se reconocía perfectamente a su difunta esposa y a él, recién casados, sonrientes, felices, posando frente a la Sagrada Familia. Pasó al siguiente papel que resultó un recorte escrito a ordenador en el que se podía leer: Vale por un Viaje a Barcelona, para dos.

Antes de que pudiera decir nada, Kate arrimó su silla a la de su padre y agarró la mano que éste tenía libre. “Este fue el regalo que me hicieron Rick y su familia por Navidad. Quiero ir contigo, papá. Quiero… queremos…”. Se corrigió mirando con una pequeña sonrisa al escritor “… que cumplas ese sueño que teníais mamá y tú de volver allí, conmigo. Me he cogido la semana que viene de vacaciones para que vayamos los dos. Sé que tú la tienes cogida hace meses y que sueles irte a la cabaña, pero… ¿vendrías conmigo?”. Pidió con los ojos vidriosos al ver a su padre aguantar las lágrimas.

Jim levantó la cabeza y miró a los dos pares de ojos que le observaban. Asintió despacio, volviendo a mirar aquella fotografía. “Me encantará ir contigo, cariño”. Dejó el sobre encima de la mesa y se abrazó con fuerza a su hija. Ahora entendía un poco mejor cuando ella le hablaba de los especial que era Castle.

Permanecieron unos segundos abrazados mientras Rick los miraba con una pequeña sonrisa. Se alegraba de que ese pequeño regalo hubiera gustado también a Jim.

“Es hora de cambiar nuestras pequeñas tradiciones”. Dijo Kate en un susurro a su padre antes de deshacerse del abrazo. “Por ella”.

“Sí”. Estuvo de acuerdo secándose una furtiva lágrima que se le había escapado. “Por tu madre y por nosotros mismos”. Besó su mejilla con cariño. “Richard”. Le miró a los ojos con absoluta sinceridad. “Gracias”. Se llevó una mano al pecho, cerca de su corazón. “De verdad, no sabes lo que esto significa para mí, para nosotros”. Agarró la mano de su hija e hizo lo mismo con la del escritor, sorprendiéndoles a los dos. Pero ese simple gesto hizo que los tres sonrieran.

“Sí que lo sé, Jim. Y en realidad la idea fue de mi hija Alexis”. Intentó restarse importancia en ese regalo.

“Pero el que ha pagado todo eres tú”. Se giró hacia él con una pequeña sonrisa de agradecimiento y besó sus labios fugazmente, sin importarle que su padre estuviera delante.

“Minucias”. Siguió restándole importancia con una pequeña sonrisa.

“¿Cuándo decís que nos vamos?”. Preguntó el abogado entre entusiasmado y nostálgico por el viaje.

“El lunes a primera hora. Ya está todo preparado”. Aseguró Castle pasándoles los billetes de avión y la reserva de hotel que había hecho. “Jim, ya has estado allí, pero la ciudad ha cambiado bastante estos años. Os he apuntado algunos sitios que no podéis dejar de ver. Y también podéis aprovechar para ir a la playa”.

Estuvieron un buen rato planeando el viaje, sentados en el sofá. Incluso Jim se atrevió a contar algún anécdota de cuando fue con su mujer, lo que hizo sonreír con tristeza a su hija, imaginándose a su madre en aquellas situaciones.

BARCELONA

Unos golpes sonaron en la puerta de la habitación de Kate y Jim. Ambos se miraron sorprendidos y fue Kate la que decidió abrir para ver de quién se trataba. Al hacerlo, simplemente vio a un hombre sosteniendo un ramo de flores blancas, de manera que no se le veía la cara. Frunció el ceño, sin comprender nada hasta que reconoció los fuertes brazos de la persona que tenía delante. “¿Castle?”. Preguntó con sorpresa y felicidad mezcladas.

“Premio para la señorita”. Dijo en un español algo torpe pero que hizo reír a la detective. Se quitó las flores de la cara, ofreciéndoselas.

“Gracias…”. Las tomó entre sus manos oliéndolas y disfrutando de su aroma con los ojos cerrados.

“Las que tú tienes…”. Le recolocó tiernamente un mechón de pelo detrás de la oreja, provocándole un dulce escalofrío.

“¿Qué haces aquí?”. Sonrió acercándose a él para besar sus labios, despacio, saboreándolo. Le había echado de menos esos días, pese a que había estado visitando la ciudad con su padre y había hablado con él a diario.

“Sorprenderte. Sorprenderos”. Acarició su mejilla mirándola con amor. “Esta tarde tengo mi última firma de libros. Aquí”. Aclaró. “Y por la noche, iremos a cenar los tres juntos. ¿Os apetece?”. Preguntó con cierto reparo. No había pensado que igual ellos preferían pasar la última noche en la ciudad de alguna otra manera.

“Claro que sí”. Respondió contenta, entrelazando su mano con la de él.

“Hija, ¿quién es?”. Se escuchó la voz de Jim desde dentro y sus pasos que se acercaban a la puerta.

“Una visita inesperada”. Anunció ella muy sonriente, haciéndose a un lado para que el escritor pasara adentro, sin soltarse de su mano.

“Richard”. Dijo sorprendido al verlo entrar. “¿Qué haces aquí?”. Le saludó con una sonrisa.

Le explicaron al abogado los planes que tenía el escritor para ese día y decidieron dar el paseo que iban a dar ellos dos antes los tres juntos. Después, almorzaron cerca del mar, disfrutando del buen tiempo de la ciudad. A primera hora de la tarde, Castle tuvo que irse a la librería en la que se realizaría la firma de libros, dejando a padre e hija visitando el Museo Nacional de Arte de Cataluña.

Eran las últimas personas ya de la cola para firmar. Estaba cansado, pero el pensar en cenar con su novia y el padre de ésta en un par de horas, le animaba completamente. Alzó la cabeza para sonreír a la chica que le ofrecía su libro para que se lo firmara y se quedó estático al descubrir a la mismísima Katherine Beckett de pie, mirándole con una enorme sonrisa. Su Kate estaba allí. Había ido hasta esa librería, se había comprado su libro en español y se lo daba para que lo firmara.

“Hola”. Dijo ella algo tímida, también en español.

“Hola”. Le respondió él siguiéndole el juego.

“¿Para quién lo firmo?”. Preguntó en su ensañado castellano.

“Para Kate, por favor”. Siguió ella con el idioma, sorprendiendo al escritor de su conocimiento del mismo.

Castle cogió el libro abriéndolo en la hoja donde ponía las dedicatorias y volvió a mirarla a ella cuando descubrió en su interior una de las flores que él le había llevado esa mañana entre las hojas. Le sonrió y estuvo unos segundos mirándola inspirándose para escribir: Para la flor más bonita del mundo, de mi mundo. Te quiero. Richard Castle.

Cerró el libro con cuidado de que no se cayera la hoja y se lo devolvió. “Gracias, señor Castle”. Pronunció ella mordiéndose el labio. Le encantaba verlo concentrado escribiendo y más, cuando era para ella.

“A usted, señorita”. Se sonrieron durante unos segundos antes de que ella saliera del campo de vista de él. Y él, se concentró en seguir firmando a las pocas personas que le quedaban.

A la salida, dieron un corto paseo los dos solos, por el puerto de Barcelona, cogidos de la mano, hablando de lo bien que lo había pasado Kate allí con su padre. Rick se alegró de que el viaje hubiera salido a la perfección. Una hora después se reunieron con Jim para cenar los tres juntos. El abogado, después de cenar se retiró al hotel a descansar dejando a la pareja que disfrutara de la noche barcelonesa.

Al día siguiente, a mediodía, volvieron a Nueva York con unas amistades entre padre e hija y Castle y Jim más forjadas. Y un amor creciente entre nuestra pareja favorita.
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Mensaje por BRIGITTEALWAYSBELIEVE Mar Sep 12, 2017 4:34 am

Por fin me he puesto al corriente con esta historia..increíble ed fascinante poder deleitarme a pesar del tiempo con esa magia que solo logran castle y beckett .. Bueno y quien hace todo esto posible. Sigue pronto
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Mensaje por livingmylife Miér Sep 13, 2017 5:49 am

BRIGITTEALWAYSBELIEVE escribió:Por fin me he puesto al corriente con esta historia..increíble ed fascinante poder deleitarme a pesar del tiempo con esa magia que solo logran castle y beckett .. Bueno y quien hace todo esto posible. Sigue pronto

GRACIAS, GRACIAS, GRACIAS POR TU MENSAJE!! Smile
Necesitaba un chute de energía para seguir escribiendo y tus palabras me lo han dado!! Love

Prometo volver pronto con más!! Wink
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Mensaje por livingmylife Dom Sep 17, 2017 10:06 am

Hoy un poquito más! Wink

CAPÍTULO 40

Eran las ocho y media de la mañana cuando el teléfono de la detective sonó encima de su escritorio anunciando que había recibido un mensaje. Esperó a terminar de rellenar el informe con el que estaba para coger el aparato y leer lo que le había llegado. Sonrío simplemente al ver que era de Castle. Lo abrió sin borrar la sonrisa.

“Me acaba de llamar Gina para una reunión en la editorial. Me paso después por comisaría para verte. ¿Comemos juntos? Te echo de menos. TQ”.

Contestó con pericia tecleando en su teléfono táctil.

“Perfecto. Todavía no tenemos ningún caso entre manos. Si surge alguno, te mando la dirección. Un beso. TQ.
PD: esta noche duermo en tu casa Wink”.

Dejó el teléfono sobre la mesa nuevamente, cerca de sus papeles por si él volvía a escribirle. Se intentó concentrar en rellenar el papeleo pendiente, cosa que no le fue muy fácil, pues tenía la cabeza en la noche que pasaría en el loft del escritor. No es que fuese a ser la primera, ni mucho menos; pero cada vez que iba allí se sentía tan cómoda que le hacía desear poder vivir aquello todas las noches. Soltó un suave suspiro casi sin ser consciente de ello mientras se echaba hacia atrás el pelo en un gesto muy típico en ella. Llevaba ya un par de semanas pensando en lo que su corazón le pedía: vivir bajo el mismo techo con Castle. Se mordió el labio pensando en la mejor forma de hablarlo con él. Estaba casi segura de que a él le pasaba lo mismo pero que, por alguna razón, no se había atrevido a hablarlo con ella. Tomó aire decidida a no dejar pasar aquello más días y a hablarlo cuanto antes con el escritor. Se querían, habían superado muchas barreras, algunas por separado y otras muchas los dos juntos, y se merecían empezar una vida juntos, en la misma casa.

Su mirada fue a parar a sus dos compañeros, que la miraban desde sus asientos. Por lo visto llevaba un buen rato con la vista fija al frente, sin moverse, pensativa con las manos entrelazadas sobre su regazo. Alzó una ceja algo azorada y trató de disimular y rehuir sus miradas y preguntas volviendo a centrarse en escribir aquel informe.

“Beckett, ¿todo bien?”. Escuchó la voz de Ryan muy cerca de ella.

Levantó la cabeza para comprobar que ambos habían acercados las sillas hasta su escritorio. Les sonrió para calmarlos y asintió. “Sí, todo perfecto”. Cerró la carpeta con todos los papeles dentro y la agitó delante de ellos. “¿Habéis acabado?”. Preguntó centrándose en sus quehaceres.

“Sí”. Respondieron los dos levantando la cabeza, orgullosos de sí mismos.

“Perfecto. Pues bajadlo al archivo”. Pidió pasándoles sus carpetas y haciendo hueco para los siguientes papeles que vinieran.

Los detectives volvieron a sus respectivos sitios y se pusieron en pie, a la vez, marcando una pose de soldado. “A sus órdenes”. Dijeron tras mirarse para hacerlo a la vez.

La detective soltó una pequeña carcajada negando con la cabeza. Era alucinante la fuerte amistad que les unía. Mientras esperaba a que ellos volvieran y Castle o algún caso aparecieran, se tomó unos minutos para tomarse un delicioso café que el escritor le había enseñado a prepararse en aquella preciada máquina.

Horas después y habiendo terminado su trabajo por aquel día, los chicos se marchaban dejando a Castle esperando a que Beckett terminara de recoger sus cosas para marcharse juntos.

“Con que… hoy duerme en mi casa, detective”. Alzó las cejas mirándola sugestivamente.

“Si me dejas, sí”. Le miró momentáneamente mientras guardaba sus cosas en el bolso.

“Sabes que sí”. Le sonrió con cariño. “Además esta semana mi madre está en los Hamptons”.

“Ah… la casa de los Hamptons. Cómo la echo de menos en días como hoy”. Dijo ella echándose hacia atrás en la silla para estirar la espalda y las cervicales.

“¿Mucho papeleo?”. Preguntó él poniéndose en pie para situarse detrás de ella y empezar a masajear suavemente sus zonas doloridas.

“Mmm…”. Cerró los ojos disfrutando de sus hábiles manos, sin poder ni contestarle. “Uf…”. Se mordió el labio cuando el pulgar de su novio localizó el punto exacto donde ella tenía una contractura.

“Perdón”. Aflojó un poco el masaje, pero sin moverse de esa localización intentando soltarle el nudo que tenía en la espalda. “Deberías ir a que te dieran un buen masaje”. Propuso él besando su cabeza unos minutos después.

“Ya me das tú muchos masajes”. Sonrió ella ante su gesto y su propuesta.

“Sí”. Sonrió él recordando algunos de ellos. “Pero ya sabes cómo acabamos siempre”. Alzó ambas cejas nuevamente, con picardía. “Y eso, te vuelve a cargar la espalda”.

“Cierto”. Rió ella estirándose y poniéndose de pie dispuesta a irse ya. “Pero no me quejo, eh”. Le dio un fugaz beso en los labios, sorprendiéndole. No solía mostrarse demasiado cariñosa con él en comisaría. Se sonrieron con amor y juntos salieron del edificio y cogieron el coche de ella.

Cuando entraron en el loft, él pasando delante de ella, Kate se chocó con su ancho cuerpo al no haberse dado cuenta de que había frenado bruscamente al poco de entrar en el salón. “¡Castle!”. Protestó. “¿Qué pasa?”. Preguntó saliendo de detrás de él y colocándose a su lado. Frunció el ceño al descubrir allí un par de maletas.

“No me lo puedo creer”. Murmuró el escritor apretando la mandíbula.

Beckett no tuvo opción de preguntar. Justo en el momento en el que iba a abrir la boca una pelirroja enfundada en un tremendo vestido negro bajó las escaleras. “¡Richard, por fin has llegado!”. Llegó hasta él besando con demasiada efusividad su mejilla.

“Meredith…”. Saludó más por educación que por otra cosa. Sintió moverse a Beckett a su lado, incómoda y tragó saliva. “¿Qué estás haciendo aquí?”. Preguntó dejando ver tanto su sorpresa como su enfado.

“Estamos en Nueva York para rodar algunas escenas y he venido a ver a Alexis”. Explicó como si fuera lo más lógico del mundo.

“Ya… ¿Y las maletas?”. Preguntó alzando las cejas y señalándolas con un dedo.

“No pretenderás que me quede en un hotel, alejada de mi niña, pudiendo dormir aquí bajo el mismo techo que ella, ¿verdad?”. Preguntó con fingida inocencia. Rozó el pecho de Castle con el dedo índice, haciendo que la vena de la frente de la detective se hinchara, sobre todo al ver que él no se movía ni hacía nada por evitar el contacto.

La inspectora siguió ahí quieta, sin decir ni hacer nada, pero tampoco marchándose. Tomó aire intentando tranquilizarse y carraspeó para llamar la atención de los dos.

“Oh, perdona. Qué maleducada…” Se golpeó la cabeza teatralmente la actriz. “Tú debes de ser Kate Beckett. Soy Meredith, la madre de Alexis”. Se acercó a ella para darle dos besos pero la detective le ofreció su mano a cambio. A la pelirroja no le quedó otra que estrechársela, con cierto desagrado por haber sido rechazada de aquella manera.

“Lo he supuesto”. Dijo Beckett sintiéndose mejor al ver que llevaba ella ahora un poco el control. Se giró hacia el escritor que las observaba algo azorado. “Voy a cambiarme”. Le anunció para encaminarse al cuarto no sin antes lanzarle una mirada de advertencia.

“Así que…”. Empezó Meredith dirigiéndose a la cocina, abriendo la nevera y sirviéndose una copa de vino como si aquella fuera su casa. “Por fin estáis juntos”.

“Sí”. Hizo una pequeña pausa. “Y por eso no te puedes quedar aquí”. Llevó la conversación por donde él quería, colocándose al otro lado de la encimera.

“Por mí no os preocupéis. No molestaré”. Le restó importancia dando un pequeño sorbo al vino.

Richard cerró los ojos unos segundos para calmarse y los volvió a abrir intentando hablar de forma tranquila. “Ya lo estás haciendo”.

“Oh, ¿no me digas que a la perfecta inspectora y musa le molesta que tu ex mujer y madre de tu hija se quede a dormir en tu casa?”. Preguntó ella incrédula, actuando completamente.

“Tú lo has dicho, Meredith. Es MI casa”. Remarcó aquella palabra.

“Vamos Ricky. Ni que fuera la primera vez que me quedo a dormir. A dormir… y a algo más, ya sabes”. Se acercó a él rodeando la encimera con pasos sensuales.

“Meredith...”. Le avisó él retrocediendo un par de pasos para no ser alcanzado por ella. “Sabes perfectamente que eso se acabó hace tiempo. Así que, por favor: coge tus maletas y vete”. Pidió cansado de tener que lidiar con ella como tenía que hacerlo hacía años

“¡Hola papá!”. Bajó Alexis las escaleras con el pelo mojado; claro síntoma de que se había estado duchando.

“Hola, cariño”. La saludó él con una sonrisa, olvidándose por un momento de la discusión con la otra pelirroja.

“Cielo, cuéntale a tu padre los planes que tenemos para mañana”. Propuso la actriz aprovechándose de la presencia de su hija para intentar ablandar el corazón del escritor.

Alexis empezó a hablar en el momento en el que Beckett salía de la habitación con ropa cómoda que ya había dejado en casa alguna vez anterior. “Vamos a ir a ver a sus compañeros de rodaje. Están aquí para grabar un par de escenas en la ciudad”. Comentó contenta la joven.

“Perfecto. Entonces podrás hospedarte en el mismo hotel que ellos”. Dijo de la manera más obvia. Beckett se acercó al grupo sin intervenir más que para saludar a la joven con un par de besos.

“Venga, Richard. No creo que os importe que me quede un par de días aquí. Además, ya lo he traído todo”. Puso cara de angelito, señalando sus maletas. “No te molesta, ¿verdad?”. Preguntó mirando a la detective, intencionadamente.

Beckett fue a hablar, pero el escritor se lo impidió agarrándole la mano. “No, Meredith. Te he dicho que aquí no te puedes quedar. Lo siento”. Habló con firmeza.

“Pero…”. Frunció el ceño sorprendida por sus palabras y su tono. “He venido a ver a Alexis”. Intentó convencerle abrazando a su hija pasándole un brazo por encima de los hombros.

“Y la verás. Mañana iréis al rodaje y supongo que también utilizaréis mi tarjeta de crédito para ir de compras. Pero nada más”.

“Pero…”. Intentó replicar nuevamente.

“Pero nada, Meredith”. Suspiró con fuerza, cansado de la discusión. “Has tenido más de 18 años para venir aquí y estar con tu niña, como tú dices. Y me sobran dedos de una mano para contar las veces que viniste única y exclusivamente por ella”. Los ojos de la actriz mostraron la sorpresa que las palabras de su ex marido estaban causando en ella. Jamás le había visto esa firmeza ni esa seriedad.

“Rick…”. Kate intentó que se calmara, agarrándolo suavemente del brazo.

“No, Beckett”. Se giró hacia ella con la rabia marcada en los ojos. “Estoy harto de que me toree siempre a su antojo. No se va a quedar aquí. No tengo por qué acogerla aquí, en MI casa”. Repitió aquella palabra. “Si Alexis quiere ir a pasar la noche con su madre, me parece perfecto. Pero no aquí”. Miró a su hija para ver qué le parecía a ella y una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios al reconocer en la mirada de su pelirroja que estaba de acuerdo con todo lo que estaba diciendo.

“Está bien”. Suspiró con cansancio Meredith. “Me voy al hotel”. Se acercó a coger sus maletas y miró a su hija. “¿Vienes, cielo?”. Preguntó con una de sus mejores sonrisas.

La joven miró a su padre y a Kate y suspiró apretando los labios. Aquello iba a doler a su madre, pero realmente no le apetecía estar tantas horas junto a ella, escuchando únicamente cosas de manicuras, peluquerías y boutiques de ropa. “Prefiero dormir en casa”. Sonrió como pudo. “Me acerco a tu hotel para desayunar juntas”. Se acercó a su madre dándole dos fríos besos.

La actriz, decepcionada por lo que acababa de vivir, se dio media vuelta agarrando sus maletas y salió del loft sin decir nada más.

Castle se peinó el pelo con la mano, echándoselo hacia atrás. Fue a la nevera y se sirvió una buena copa de vino. La necesitaba en ese momento. “¿Quieres?”. Le preguntó a Beckett bajando otra copa para ella.

“Sí, un poco por favor”. Pidió acercándose a él algo azorada por lo que acababa de pasar.

“Papá”. Llamó Alexis su atención desde el otro lado de la encimera.

“Dime”. Levantó la cabeza de las copas para mirar a su hija.

“Gracias”. Rodeó la alta mesa para besar la mejilla de su padre. “No me apetecía tenerla todo el día comiéndome la oreja con sus típicas cosas”.

“Iba siendo hora de ponerla en su sitio”. Dijo su padre abrazando el menudo cuerpo de la joven. “Lo siento porque es tu madre. Pero no tiene ningún derecho. ¿No?”. Preguntó frunciendo el ceño, algo inseguro ahora de lo que había hecho.

“No lo tiene, papá. Has hecho lo correcto”. Le sonrió para tranquilizarle y besó su mejilla nuevamente. “¿Pedimos chino?”. Propuso mirando a ambos. Los dos adultos asintieron encantados. “Bien, voy a llamar. ¿Lo de siempre?”.

Alexis fue al despacho de su padre a llamar para encargar la cena, dejando así sola a la pareja.

“Lo siento. Siento que hayas tenido que vivir esto”. Suspiró con cansancio. La sonrisa con la que había entrado en su casa se había esfumado en cuanto había visto a su ex mujer.

“Ey… no es tu culpa”. Se acercó a él agarrando su mano tiernamente.

“Sí que lo es, Kate”. La miró a los ojos por primera vez desde que había sucedido todo. “Siempre le he dejado hacer lo que le ha dado la gana y cuando ella ha querido. Siempre. Incluso estando embarazada y pudiendo peligrar la vida de mi niña. Porque me miraba con esos ojos y esa labia que tiene para todo y me convencía. O yo me dejaba convencer. Pero no puede ser. No puede seguir siendo así. Tenía que acabar y no hay mejor momento que este para ello”.

Kate le miró frunciendo el ceño ante sus palabras. Richard soltó el aire despacio y se tomó unos segundos para decir lo que quería. “Ven”. Agarró su mano y cada uno cogió su copa. El escritor la dirigió hasta el sofá, sentándose los dos, uno al lado del otro con una pierna flexionada, girados, para poder mirarse. “Llevo un tiempo pensando esto y… si no me he atrevido a decírtelo es porque no sabía si estaba en la misma página que tú”. Dejó la copa sobre la mesita. “Sé que tú lo estás hace unas semanas o eso he creído entender. Y yo… creo que acabo de llegar a ese mismo punto”. Agarró las dos manos de la detective, mirándola a los ojos. “Quiero que vivamos juntos, Kate. No quiero esperar más tiempo para dar el paso. Quiero dormir junto a ti cada noche, despertarme abrazado a ti cada mañana. Compartir desayunos, cafés, copas de vino e incluso duchas y baños. Ver tu ropa junto a la mía, que me quites sitio de mis zapatos para poner todos los tuyos”. La hizo sonreír con aquello. “Podemos vivir aquí, o mirar otra casa, comprarla juntos, decorarla juntos, empezar de cero. Tú eliges, Kate”. Acarició el dorso de sus manos de manera circular con su pulgar. “Eso sí… ten en cuenta que en el pack viene Alexis, al menos hasta que no se vaya de casa. Y… a mi madre ya le alquilaré algo para que tenga más independencia. Lleva años suplicándome que lo haga”. Dijo con cierto hastío fingido. “¿Qué me dices?”. Preguntó nervioso al verla tan callada.

“Que te quiero, que yo también quiero vivir contigo y… que hoy te quiero mucho más todavía”. Expresó sin dudar, acercándose a él hasta atrapar sus labios en un beso lento.

“¿De verdad?”. Preguntó queriendo asegurarse.

“De verdad, cariño”. Acarició su mejilla dulcemente. “Y el loft me parece bien”. Rozó su mentón de manera cariñosa. “Siempre me ha encantado su distribución, la decoración… todo. Además, Alexis tiene todo aquí y no voy a hacer que lo mueva todo, ni nada”.

“Bueno, a Alexis si le dices que nos mudamos de casa, le haces feliz. Empezaría desde ya a pensar en su próximo cuarto, los muebles, el papel pintado, la cama”. Rió imaginándosela.

“Igualmente. Nos quedamos aquí”. Sonrió feliz.

“Vale…”. Besó sus labios con cariño una vez más. “Pero…”. Se separó de sus labios para poder mirarla a los ojos. “Cuando te canses de estar aquí, me lo dices y miramos otra casa”.

“Sí, escritor multimillonario”. Bromeó ella besándolo con más decisión, agarrando su rostro con ambas manos. Él correspondió gustoso.

“Si queréis me subo a mi habitación…”. Comentó contenta la joven cuando salió del despacho y se encontró esa escena.

“Ve acostumbrándote, Alexis”. Aconsejó el escritor poniéndose en pie tras volver a besar a Kate fugazmente. “Kate se viene a vivir con nosotros”. Explicó ante la mirada de confusión de su hija.

“¿De verdad?”. Preguntó llena de euforia la joven.

“Sí”. Asintió algo avergonzada todavía delante Alexis.

“¡Eso es genial!”. Exclamó yendo a abrazar a Beckett con fuerza.

La inspectora correspondió gustosa al abrazo. “¿De verdad que no te importa?”. Preguntó con cierto miedo a meterse en mitad de su familia.

“Kate, tu presencia me hará no ser la única madura de la casa”. Alzó las cejas con evidencia. Hizo reír a la detective que asintió comprendiéndola. “Además, para mí eres casi más madre que mi propia madre”.

“Gracias, Alexis”. Sonrió con cierta emoción por sus palabras, volviendo a abrazar a la joven.

Los tres, cenaron la comida que habían encargado, entre risas y comentarios de felicidad por tener a Kate viviendo con ellos muy pronto.

¿Qué tal va?
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Mensaje por Ruth Maria Dom Sep 17, 2017 7:37 pm

Me he leído tu historia de un tiron!! En un inicio me hubiese gustado que Kate sufriera un poco más por todo lo que hizo pasar a rick!!! Que no hubiese sido tan fácil!!
El empezar a conocerse de nuevo se me hizo gracioso pues no hay nada que no sepan y sin embargo te quedo muy bien!!! Y una vez que estuvieron juntos no hay quien los separe y se muestren constantemente su amor .
Me gusta como lo llevas, el giro que le has dado con Maddie y belle pues no me lo esperaba!!
Han dado un paso muy importante al vivir juntos pero ya era necesario!!
Me alegra que todavía hay escritoras que nos deleitan con historia de castle pues una vez que acabo la serie se fue la inspiración de la gran mayoría!! Gracias por dedicar un rato de tu tiempo a escribir!!

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Mensaje por livingmylife Dom Sep 17, 2017 10:17 pm

Ruth Maria escribió:Me he leído tu historia de un tiron!! En un inicio me hubiese gustado que Kate sufriera un poco más por todo lo que hizo pasar a rick!!! Que no hubiese sido tan fácil!!
El empezar a conocerse de nuevo se me hizo gracioso pues no hay nada que no sepan y sin embargo te quedo muy bien!!! Y una vez que estuvieron juntos no hay quien los separe y se muestren constantemente su amor .
Me gusta como lo llevas, el giro que le has dado con Maddie y belle pues no me lo esperaba!!
Han dado un paso muy importante al vivir juntos pero ya era necesario!!
Me alegra que todavía hay escritoras que nos deleitan con historia de castle pues una vez que acabo la serie se fue la inspiración de la gran mayoría!! Gracias por dedicar un rato de tu tiempo a escribir!!

Gracias a ti por dedicar un rato para leer esta pequeña historia!!!
Me alegro de que te esté gustando!! Smile
Y muchas gracias por tus palabras!! Love
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Mensaje por BRIGITTEALWAYSBELIEVE Miér Sep 27, 2017 4:47 am

Bueno al cumplirse 10 días desde el ultimo capitulo , he decidido dejar un comentario para pedir un nuevo capitulo.. Por favor un nuevo capítulo pronto.. Quiero seguir enganchada con esta historia
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Mensaje por livingmylife Dom Oct 01, 2017 4:00 am

BRIGITTEALWAYSBELIEVE escribió:Bueno al cumplirse 10 días desde el ultimo capitulo , he decidido dejar un comentario para pedir un nuevo capitulo.. Por favor un nuevo capítulo pronto.. Quiero seguir enganchada con esta historia

GRACIAS por tu mensaje! Traigo nuevo capítulo gracias a que me has animado a seguir escribiendo esta pequeña historia! Smile
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Mensaje por livingmylife Dom Oct 01, 2017 4:01 am

CAPÍTULO 41

“Esto ya está”. Dijo mientras cerraba la última caja de libros. Se incorporó y estiró la espalda colocando ambas manos en sus lumbares. “¿Qué queda?”. Preguntó al verla salir de su habitación.

“Los objetos de decoración”. Los señaló con el dedo, todos colocados sobre la amplia mesa de la cocina.

“¿Los recojo yo mientras te vas duchando?”.

“¿No te importa?”. Preguntó soplando aire hacia su propio rostro para refrescarse. Llevaban toda la mañana terminando de recoger y empaquetar sus cosas y estaba toda sudada.

“Para nada, tranquila. Ve”. Le sonrió abriendo otra caja de cartón donde iba a ir colocando las últimas cosas.

“Perfecto. No tardo”. Se acercó a él rápidamente para darle un fugaz beso en los labios y corrió al baño a ducharse y cambiarse de ropa con lo justo que había dejado fuera de las cajas para poder hacerlo.

Castle empezó a guardar cada adorno de lo que hasta ahora había sido la casa de Beckett. Lo hizo con cuidado, sabiendo que probablemente aquellos detalles serían importantes para ella.

Unos minutos después, se detuvo a observar un jarrón que parecía bastante antiguo. Lo tomó entre sus manos con curiosidad. Era realmente bonito.

“Lo compró mi madre en un viaje que hizo antes de terminar la carrera”. Informó ella desde su espalda, acercándose a él.

Su voz le sobresaltó, haciendo que casi se le escapara de las manos el preciado jarrón. Lo agarró como pudo, con movimientos torpes, evitando que se le cayera. Pero al moverse tan bruscamente, golpeó sin querer con el codo una figura que había sobre la mesa, haciendo que se golpeara sonoramente al caer al suelo. Frunció los labios mirando el objeto en el suelo. “Wow, lo siento”.

“No pasa nada. Era de mi madre pero a mí nunca me gustó demasiado”. Dijo agachándose para recogerlo. Frunció el ceño al contemplar el objeto.

“¿Se ha roto?”. Preguntó preocupado.

“No…”. Dijo alargando la mano y tomándolo. Castle la miró expectante por saber su reacción al recoger el objeto. “Se ha abierto y…”. Enseñó en una mano la figura de elefantes que se había caído al suelo y en la otra una pequeña cinta de grabación, aparentemente antigua.

“¿Es una cinta de cassette?”. Preguntó sorprendido.

“Eso parece”. Jugó con ella entre sus dedos, intentando ver si tenía alguna inscripción que indicara qué contenía. Pero no la encontró.

“¿Qué hacía ahí?”. Formuló la pregunta que ambos se estaban cuestionando.

“No tengo ni idea”. Suspiró dejando la figura de los elefantes dentro de la caja con el resto de los adornos.

“En casa tengo un radio-cassette. Puedes probar a escucharla”.

“Bien”. Contestó sumida en sus pensamientos. Su cabeza había empezado a crear diferentes teorías acerca de aquel descubrimiento. Y ninguna era muy buena. Decidió guardar la cinta en el bolso y ayudó a Castle a terminar con lo que quedaba por recoger.

Bajaron las últimas cajas a la furgoneta que habían alquilado para poder transportar todo con mayor facilidad.

“Mañana vendré a entregarle las llaves al casero”. Informó Kate guardando la última caja.

“¿Quieres que te acompañe?”. Preguntó él tras cerrar las puertas traseras.

Kate sonrió. “Me va a costar despedirme de mi piso. En él he pasado por muchas cosas”. Confesó mordiéndose el labio.

“Lo sé”. Asintió. “Por eso pregunto”.

“Creo que es una fase que tengo que cerrar sola”. Confesó esperando que él lo comprendiera.

“Lo entiendo”. Le sonrió.

“Pero después… ¿me invitas a comer?”. Preguntó con una pequeña sonrisa.

“Hecho”. Besó sus labios suavemente. “Ahora vamos a descargar esto en el trastero y el resto a casa”.

Se montaron en la furgoneta y dejaron parte de las cajas que no iban a necesitar en un trastero que habían alquilado y después fueron a casa, descargaron el resto de cajas y las dejaron amontonadas en una esquina del salón para vaciarlas después de comer.

“¿Me dejas ese radio-cassette mientras terminas la comida?”. Sacó la cinta del bolso. Hasta entonces se le había olvidado, pero desde que la había visto en el bolso nuevamente no podía sacársela de la cabeza.

“Claro”. Respondió limpiándose las manos con un trapo de cocina para ir a su despacho y sacar aquel cacharro. “Todo tuyo”. Le guiñó el ojo, besó sus labios y volvió sobre sus pasos hasta la cocina. Sabía que, fuera lo que fuese que contenía aquella cinta, ella preferiría escucharla primero en privado. Confiaba en que después le contara qué había descubierto.

Beckett se quedó sola en el despacho, con la cinta entre sus manos, decidiendo si escucharla en ese momento era una buena idea. Tenía un mal presentimiento y cuando eso le pasaba, no solía equivocarse.

45 minutos después, la comida estaba preparada y Beckett todavía no había salido del despacho del escritor. Castle inspiró hondo y se acercó a la puerta a ver si escuchaba algo. Nada. Silencio. Con un nudo en el estómago, preocupado por la inspectora, golpeó un par de veces la puerta. “¿Kate?”. Preguntó con preocupación en su voz.

La escuchó moverse por el despacho y abrió la puerta despacio. Se quedó observándola desde allí, en silencio, valorando su estado. La encontró sentada en la silla de su mesa, tecleando frenéticamente en el ordenador. Se concentró en sus gestos y en sus ojos. Su mirada era seria, su entrecejo estaba fruncido y sus preciosos ojos tenían restos de lágrimas. Se acercó suavemente hasta la mesa, apoyándose en el borde, dándole su espacio. Intentó adivinar qué escribía o buscaba en el portátil y frunció el ceño al ver el nombre del senador Bracken entre sus diferentes búsquedas. “¿Qué está pasando?”. Preguntó con cautela, colocando la mano sobre su hombro.

“La hemos encontrado”. Dijo simplemente.

“¿El qué?”.

“La prueba definitiva, Castle”. Le miró a los ojos y él pudo observar una mezcla de sentimientos en ellos: nostalgia, felicidad, orgullo, miedo…

Entonces lo comprendió todo. Aquella cinta era la prueba definitiva para encerrar al asesino de la madre de Beckett. Su corazón empezó a latir acelerado ante la nueva situación que se les presentaba. “¿Qué vas a hacer?”. Preguntó tras unos minutos de silencio en los que ella permaneció observando la pantalla del ordenador.

Beckett tragó saliva echando la cabeza hacia atrás. “He buscado cuáles van a ser sus siguientes eventos en la ciudad. Están en plena campaña. Arrestarlo esta semana sería lo mejor para acabar con él y con toda su carrera política”.

“¿Tan potente es esa cinta?”. Preguntó algo desubicado. Era alucinante que aquella cinta pudiera contener la prueba definitiva para el arresto del senador.

Kate simplemente asintió y le dio al play, preparándose para escuchar una vez más la conversación en la que se confesaba todo. El motivo por el que su madre había sido asesinada y a manos de quién. Cerró los ojos durante los minutos que duraba esa grabación. Cuando los abrió nuevamente, pudo ver la sorpresa y el dolor en los de Castle. Sonrió mínimamente y puso la mano sobre la de él. “Se ha acabado”. Susurró con un remolino de sensaciones en su interior.

Richard se acercó más a ella, sin soltar su mano, y depositó un suave beso en la parte superior de su cabeza. “¿Qué hay que hacer para tener la orden de arresto?”.

“Creo que tendría que ir a hablar de todo esto con Gates. No puedo saltármela para pedir la orden y ella puede serme de ayuda para organizarlo todo”.

“Bien”. Se puso en pie. “Pero antes vamos a comer algo. Nos lo hemos ganado”. Tiró suavemente de su mano para que se levantara.

“Tengo el estómago cerrado”. Confesó cuando estuvo a su altura.

Castle simplemente la abrazó, dejando que la diferencia de altura hiciera que Kate apoyara la cabeza sobre su hombro. “Entonces vamos a comisaría”.

“¿Y tú tampoco comes?”. Preguntó sin separarse de su abrazo.

“He picado algo mientras cocinaba. Y tampoco tengo mucha hambre ahora mismo”.

Se separaron dándose un suave beso en los labios. Fueron a cambiarse de ropa y pusieron rumbo a la comisaría, en silencio. Beckett iba sumida en sus recuerdos y pensamientos. “Tendré que hablar con mi padre”. Pensó en voz alta.

“¿Cómo crees lo tomará?”. Preguntó.

“Creo que hace años que se resignó a no tener justicia por ella. Así que no lo sé”. Aparcó el coche en el lugar que le corresopndía en el parking.

“De algo estoy seguro”. Dijo saliendo del coche y haciendo que ella le mirara. “Estará orgulloso de ti. De todo lo que has luchado hasta llegar aquí”. Dio al botón del ascensor para llamarlo.

Kate sonrió ante sus palabras. “Bueno, he tenido un gran apoyo”. Le miró con amor mientras los dos se introducían en el ascensor.

Subieron a la planta de homicidios y la inspectora se acercó al despacho de su jefa, golpeando la puerta con suavidad. “Señor, ¿se puede?”. Preguntó asomando la cabeza.

Ante la afirmación de ella, entraron juntos en su despacho, lo que hizo que la capitana se sorprendiera. Normalmente, cuando había algo especial de lo que hablar, entraba Beckett sola, dejando a Castle fuera esperándola. Por lo que la presencia del escritor al lado de la inspectora añadía cierta inquietud a esa repentina reunión.

“Verá señor…”. Empezó tras cerrar la puerta del despacho. “Ha habido un repentino giro, definitivo, en el caso de mi madre”.

Beckett empezó explicándole los datos fundamentales. Su voz, pese a intentar sonar igual de profesional que siempre, denotaba un ligero tono de nerviosismo, identificable por su pequeño temblor al hablar. Se vio obligada a hablar de la implicación de su ex – capitán Montgomery, no sin antes mencionar que no le quedó otra opción y que él mismo le había pedido perdón y había dado su vida por ella. Y también dirigió sus sospechas, fundadas, hacia Bracken.

Cuando terminó, posó la cinta sobre el escritorio de Gates. “Ahí está la prueba definitiva”. Explicó ante la mirada de sorpresa de la capitana. “La tenía mi madre escondida. Y hasta hoy no he sido capaz de encontrarla”. Castle le acercó un pequeño reproductor conectado a un altavoz para reproducirla. “Me gustaría que la escuchara”. Con gestos seguros, tomó la cinta, la introdujo en el reproductor y tras comprobar que estuviera con un volumen adecuado, le dio al play.

El silencio puso a los tres en estado de nerviosismo. Castle y Beckett ya habían escuchado la cinta. De hecho, era la cuarta vez que Beckett lo hacía; y la segunda para Castle. Pero no dejaba de ser inquietante escuchar la frialdad y la impasibilidad con la que el, en aquel momento, futuro senador hablaba de las muertes que había causado.

“Esto cambia completamente el enfoque del caso, inspectora”. Dijo Gates tras tomarse unos segundos para asimilar todo lo que había escuchado. “Ahora cuenta con una prueba que lo acusa directamente a él. Pero tiene que saber jugar muy bien sus cartas”. Avisó quitándose las gafas para mirarla directamente.

“Lo sé”. Asintió ella cambiando el peso de su cuerpo de un pie a otro. Sintió el aliento de Castle tras ella y eso le dio fuerzas para seguir hablando. “Nuestra mejor baza es el factor sorpresa. Si sorprendemos al senador y, además, lo hacemos en público, crearemos mayor confusión y menor tiempo de reacción por su parte o la de sus abogados”. Gates asintió para que continuara. “Me he informado de los próximos eventos que tiene programados. Estamos a unos meses de las elecciones, por lo que para esta semana hay bastantes charlas y reuniones. Una de ellas, será televisada”.

Gates frunció el ceño. “¿Qué propone?”.

Beckett tomó aire y se aproximó al escritorio, dando dos pasos seguros. “Arrestarle delante de toda la ciudad. Miles de personas estarán atentas a su entrevista, y eso jugará a nuestro favor”. Le dio una hoja donde ponía los diferentes eventos del senador y marcado en rojo al que ella se refería. “Pero para ello necesito su ayuda”.

“Cuente con ella”. Respondió de inmediato, sorprendiendo tanto a la inspectora como al escritor. La capitana alzó la cabeza tras leer aquella hoja y miró a Kate. “No soporto las injusticias. Muchos creen que una vez te sientas detrás del cartel de capitán se te olvidan las víctimas, las familias… Pero no es mi caso”. Se echó hacia atrás en su silla apoyando las manos entrelazadas sobre sus caderas. “Empiezo a mover hilos ahora mismo. Usted váyase a casa, que si mal no recuerdo hoy era su día libre”.

“Así es, señor. Pero me gustaría ayudarle”. Respondió tras girarse para mirar un momento a Castle y comprobar que él estuviera de acuerdo. El escritor asintió con una pequeña sonrisa. “Además, ya ha habido antecedentes de ayudantes del senador dentro del cuerpo de policía. No me extrañaría nada que a nivel legal pasara lo mismo. No quiero cometer ningún error que les ponga sobre aviso”.

“Estoy de acuerdo”. Asintió poniéndose en pie.

“Yo tengo contacto con uno de los mejores jueces de la ciudad. Es fiable”. Dijo Castle dando un paso al frente para acercarse a las dos mujeres.

“Todos los contactos serán bienvenidos”. Respondió Gates tomando su teléfono y empezando a realizar las llamadas pertinentes para ponerse en contacto con todas aquellas personas que podían ser de ayuda y que, por supuesto, estaban fuera de sospecha.

Castle y Beckett se acomodaron en el despacho de Gates para realizar los pasos necesarios para atar todos los cabos y que no se les escapara nada.

Casi 4 horas después, con todo preparado para el arresto, la pareja ponía rumbo a casa, con un sentimiento de nerviosismo ante cómo se daría toda aquella situación.

El fin de toda aquella historia tendría lugar en 3 días.


¿Lo conseguirán?
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