Kate espera, y espera, y espera...
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Kate espera, y espera, y espera...
Kate espera, tiesa e inquieta, a que pasen los días, a que el calendario vaya consumiéndose, desechando horas, minutos y segundos, reflejando el paso del tiempo. El problema es que el tiempo pasa demasiado despacio, con una lentitud exasperante, como si algún alma malvada y cruel y superior a cualquier humano común y corriente hubiera manipulado los relojes con magia negra, causando que las manecillas no avancen o – lo que sería peor, y lo que se ajusta más a los sentimientos que la devoran a ella – que se muevan de a milímetros por hora, y que, una vez finalmente completado su ciclo de veinticuatro horas, vuelvan a empezar, trayendo como consecuencia que el día se repita eternamente, una y otra y otra vez. Es ridículo, es ilógico, es imposible, y ella lo sabe – su parte racional lo sabe, mejor dicho -, pero eso no impide que se sienta atrapada, encerrada en un laberinto del cual no se conoce salida, un laberinto en el que ha estado encerrada durante el verano.
Kate espera, espera como esperó durante junio, julio y agosto, esos tres meses que se asemejaron a una eternidad, a un siglo. Espera una señal, un llamado, una noticia… algo. Espera con ansiedad, una ansiedad demasiado grande, demasiado pesada, que se acumula en su pecho, que no la deja respirar, que se mezcla con sus ganas de llorar hasta altas horas de la madrugada abrazada a la almohada, ansiedad que se mezcla con frustración, con culpa, con arrepentimiento, con fantasías que trata de expulsar de su cabeza pero que no hacen más que echar raíces, fantasías sobre cómo podrían haberse desarrollado las cosas de haber dado ese paso que, a lo último, no se atrevió a dar, ese paso que debería haber dado antes en lugar de seguir jugando con él al gato y al ratón, en lugar de hacerse la difícil, en lugar de dejar que sus miedos siguieran contribuyendo a la construcción de enormes, altos muros de acero alrededor de su corazón, muros detrás de los cuales esconderse, muros que supuestamente la protegerían de un dolor que está sintiendo de todos modos, porque su corazón terminó explotando, su corazón terminó herido, su corazón terminó hecho pedazos.
Con la llegada del otoño, ese otoño que embellece a New York con sus colores dorado, ocre y verde oscuro pero que para Kate no guarda belleza alguna porque sus ojos están demasiado nublados por las lágrimas que no va a dejar caer, la espera se vuelve más insoportable, se vuelve terrible, el tiempo corre incluso más despacio de lo que corrió durante el verano, como si estuviera burlándose de ella, como si estuviera riéndose en su cara, como si estuviera tratando de provocarla para llevarla a romperse, a quebrarse, a estallar como debería haber estallado aquél día en el que se quedó sin palabras y permitió que las cosas sucedieran sin pelear, sin animarse a dar otro paso. En ése instante sus pies se quedaron clavados, en el instante en que él se fue prometiendo regresar en otoño (lo cual no ha ocurrido aun, lo cual ella aun impaciente y tensa espera), y siente que no puede seguir: los días pasan (lentamente), las semanas pasan (lentamente), junio, julio y agosto se desdibujaron (muy lentamente), pero ella y su corazón siguen atrapados, clavados en el segundo exacto en el que lo vio alejarse, alejarse en los brazos de otra, alejarse por tiempo indefinido, alejarse de ella, cuando estaba lista para acercarse, para dejar caer los muros, para dejarlo entrar, para mostrarle ese otro costado que pocos conocen.
El segundo en el que lo perdió, el segundo en el que él se escurrió por entre sus dedos, todos los relojes se detuvieron, y su corazón se quedó en ese punto exacto, congelado, latiendo sólo para existir, para funcionar, pero demasiado herido como para hacer otra cosa que pueda denominarse como algo más que supervivir. Por eso el tiempo corre tan despacio, por eso la espera es tan insoportable, por eso ella siente que el almanaque se le ríe en la cara, por eso el otoño le resulta tan triste, por eso la ansiedad la desborda, por eso tiene los nervios de punta, por eso siente que en cualquier momento va a caer derrumba si la situación la sobrepasa y el control se le va de las manos.
La espera está agotándola. La espera ya la ha agotado. Tres meses sin él… Fue insoportable. Lo sufrió tanto, y en silencio, porque su carácter, su orgullo, jamás la dejarían confesar que él le hace falta, que lo extraña, que no es lo mismo ir al trabajo cada mañana sin que él esté ahí, esperándola con una taza de café, su sonrisa seductora, sus consejos, sus ideas, sus opiniones, sus teorías descabelladas, sus chistes (que aunque ella finja le molestan, siempre la hacen reír), sus ojos azules buscando perderse en sus ojos verdes en cada ocasión posible, su sentido del humor… No, ella a nadie le ha confesado que lo extraña terriblemente, que ya no es lo mismo trabajar sin él, sin su compañero, sin su amigo, sin la persona de la que está enamorada, la persona de la que probablemente se enamoró años atrás a través de sus libros, de sus palabras, de sus personajes, de sus historias, de su talento, de su imaginación, de su inteligencia, y que terminó de hacerla caer bajo su hechizo cuando entró de golpe, a la fuerza, sorpresivamente y sin permiso a su vida, instalándose en ella, convirtiéndose en parte de ella (parte fundamental, parte esencial).
Y así, de golpe como había aparecido en su historia, se fue, se fue porque ella no le había dado la oportunidad de ir más allá de la amistad, del compañerismo, como los dos deseaban, con la diferencia de que él reconoce sus sentimientos, pero ella no, porque el miedo la paraliza, le impide actual, la inmoviliza, la deja absolutamente estancada. Se fue diciendo que regresaría en el otoño, dejándola a ella con el corazón roto, con el alma rota, con un dolor tan fuerte que es insoportable, terriblemente insoportable… Esperando. La había dejado esperando, esperando a que llegara esa estación que le sigue al verano, esperando a su regreso, esperando a que volviera (si es que decidía volver), esperando para tener una oportunidad de hacer las cosas bien, de volver a empezar, de, al menos, salvar su amistad. Esperando. De golpe él se había ido, se había ido con otra que estaba ocupando el lugar que a ella le gustaría ocupar y que por miedo y orgullo había perdido, y la había dejado esperando, mirando relojes cuyas manecillas van al ritmo que quieren, encerrada en su cabeza en un laberinto sin salida, reprimiendo sus sentimientos, tratando de pretender delante del mundo que todo estaba bien, cuando la realidad es que hay muchas cosas que están mal.
Esperando. Kate está esperando, espera ansiosa, tensa, tiesa, sin saber en realidad muy bien qué espera, porque el otoño ha llegado pero de él ni rastros. Espera a que suene el teléfono, a que los relojes vuelvan a andar normalmente, a que el tiempo corra en lugar de arrastrarse, a que algo suceda, a que una señal aparezca y la guíe, espera para saber si podrán volver a ser amigos, si podrán seguir trabajando juntos, si podrán volver a tener esa complicidad que compartían antes, si podrán volver a reír juntos.
Espera, Kate espera, espera a que el otoño le devuelva lo que el verano se llevó. Espera a que él retorne, para ver si así su angustia disminuye (por otro lado, también teme, a la par que espera teme, que con su regreso él no haga más que traerle una angustia mayor, más aguda, más intensa). Espera a que él retorne, para ver si los relojes vuelven a comportarse con normalidad, para ver si su corazón avanza, para ver si su corazón sale de esa fracción de segundo en la que quedó encapsulado cuando lo vio a él irse con ella, con esa otra. Espera para ver si con su regreso esa carga en el pecho, ese peso en los hombros, esa sensación de vacío se van (y a la vez tiene miedo, porque puede que con su regreso todo aquello aumente en lugar de desaparecer, porque siempre existe la posibilidad de que lo que se cree es la cura no haga más que un mal peor).
Kate espera, espera, espera. Y el tiempo se burla de ella, le sonríe con descaro, yendo más y más lento, tomándose horas para hacer transcurrir los segundos, haciendo que cada día parezca un mes, que cada momento se alargue hasta llegar a valer lo que una eternidad.
Kate espera, espera aguantando las lágrimas, espera intentando no quebrarse, espera llena de dudas y preguntas, espera llena de arrepentimiento, espera llena de miedo, espera llena de bronca, espera llena de interrogantes que la aprisionan, la asfixian y no la dejan dormir en las noches, espera con los ojos llenos de lágrimas que no va a dejar caer, porque no quiere mostrar debilidad, no quiere sentir más vulnerable de lo que sabe es, no quiere que el llanto se convierta en una prueba visible y material de que extraña a Richard Castle más que a nada, de que lo necesita, de que está enamorada de él, de que desearía más que nada poder tomar al tiempo, sacudirlo, golpearlo, rogarle, pedirle de rodillas que le dé la oportunidad de regresar atrás, de retroceder hasta el instante exacto en el que todo se convirtió en una sucesión de hechos aconteciendo en cámara lenta, y poder decirle lo que tenía en la punta de la lengua, poder confesar sus sentimientos, animarse y arriesgarse, en lugar de quedarse en silencio y ver cómo él se iba, con una promesa a medias en los labios, diciendo que volvería con la llega del otoño.
El otoño ya llegó. Hace un mes que de las copas de los árboles se caen las hojas, dejando a las ramas desnudas, frágiles, con aspecto mortecino, cubriendo el pasto antes verde, ese césped que ahora luce reseco y que está lleno de hojas. El otoño arribó hace un mes, pero Castle no. Al otoño lo esperó desesperada, con un dolor que llevó en secreto, un dolor intenso, inmenso, indescriptible, lo esperó porque creyó que al caer las primeras hojas Castle volvería. Lo esperó, pero el otoño llegó, y con él no trajo más que dolor, porque el hombre al que ella espera no volvió.
Pero ella sigue esperando, ella espera. Espera, aunque esté cansada de esperar. Espera, aunque duela. Espera, aunque los minutos se parezcan más a siglos que a otra cosa. Espera, tratando de meter dentro esas emociones que quieren escapar, esas emociones que se agolpan en su pecho causándole un malestar que oculta, porque no quiere que nadie la incite a hablar de lo que todos saben pero callan: que ella ama a Richard Castle, y que esperarlo está matándola lentamente, tan lentamente como el tiempo transcurrió en el verano, tan lentamente como el tiempo transcurre ahora que ya es otoño, ese otoño en el cual ella pensaba él regresaría.
Kate espera, espera como esperó durante junio, julio y agosto, esos tres meses que se asemejaron a una eternidad, a un siglo. Espera una señal, un llamado, una noticia… algo. Espera con ansiedad, una ansiedad demasiado grande, demasiado pesada, que se acumula en su pecho, que no la deja respirar, que se mezcla con sus ganas de llorar hasta altas horas de la madrugada abrazada a la almohada, ansiedad que se mezcla con frustración, con culpa, con arrepentimiento, con fantasías que trata de expulsar de su cabeza pero que no hacen más que echar raíces, fantasías sobre cómo podrían haberse desarrollado las cosas de haber dado ese paso que, a lo último, no se atrevió a dar, ese paso que debería haber dado antes en lugar de seguir jugando con él al gato y al ratón, en lugar de hacerse la difícil, en lugar de dejar que sus miedos siguieran contribuyendo a la construcción de enormes, altos muros de acero alrededor de su corazón, muros detrás de los cuales esconderse, muros que supuestamente la protegerían de un dolor que está sintiendo de todos modos, porque su corazón terminó explotando, su corazón terminó herido, su corazón terminó hecho pedazos.
Con la llegada del otoño, ese otoño que embellece a New York con sus colores dorado, ocre y verde oscuro pero que para Kate no guarda belleza alguna porque sus ojos están demasiado nublados por las lágrimas que no va a dejar caer, la espera se vuelve más insoportable, se vuelve terrible, el tiempo corre incluso más despacio de lo que corrió durante el verano, como si estuviera burlándose de ella, como si estuviera riéndose en su cara, como si estuviera tratando de provocarla para llevarla a romperse, a quebrarse, a estallar como debería haber estallado aquél día en el que se quedó sin palabras y permitió que las cosas sucedieran sin pelear, sin animarse a dar otro paso. En ése instante sus pies se quedaron clavados, en el instante en que él se fue prometiendo regresar en otoño (lo cual no ha ocurrido aun, lo cual ella aun impaciente y tensa espera), y siente que no puede seguir: los días pasan (lentamente), las semanas pasan (lentamente), junio, julio y agosto se desdibujaron (muy lentamente), pero ella y su corazón siguen atrapados, clavados en el segundo exacto en el que lo vio alejarse, alejarse en los brazos de otra, alejarse por tiempo indefinido, alejarse de ella, cuando estaba lista para acercarse, para dejar caer los muros, para dejarlo entrar, para mostrarle ese otro costado que pocos conocen.
El segundo en el que lo perdió, el segundo en el que él se escurrió por entre sus dedos, todos los relojes se detuvieron, y su corazón se quedó en ese punto exacto, congelado, latiendo sólo para existir, para funcionar, pero demasiado herido como para hacer otra cosa que pueda denominarse como algo más que supervivir. Por eso el tiempo corre tan despacio, por eso la espera es tan insoportable, por eso ella siente que el almanaque se le ríe en la cara, por eso el otoño le resulta tan triste, por eso la ansiedad la desborda, por eso tiene los nervios de punta, por eso siente que en cualquier momento va a caer derrumba si la situación la sobrepasa y el control se le va de las manos.
La espera está agotándola. La espera ya la ha agotado. Tres meses sin él… Fue insoportable. Lo sufrió tanto, y en silencio, porque su carácter, su orgullo, jamás la dejarían confesar que él le hace falta, que lo extraña, que no es lo mismo ir al trabajo cada mañana sin que él esté ahí, esperándola con una taza de café, su sonrisa seductora, sus consejos, sus ideas, sus opiniones, sus teorías descabelladas, sus chistes (que aunque ella finja le molestan, siempre la hacen reír), sus ojos azules buscando perderse en sus ojos verdes en cada ocasión posible, su sentido del humor… No, ella a nadie le ha confesado que lo extraña terriblemente, que ya no es lo mismo trabajar sin él, sin su compañero, sin su amigo, sin la persona de la que está enamorada, la persona de la que probablemente se enamoró años atrás a través de sus libros, de sus palabras, de sus personajes, de sus historias, de su talento, de su imaginación, de su inteligencia, y que terminó de hacerla caer bajo su hechizo cuando entró de golpe, a la fuerza, sorpresivamente y sin permiso a su vida, instalándose en ella, convirtiéndose en parte de ella (parte fundamental, parte esencial).
Y así, de golpe como había aparecido en su historia, se fue, se fue porque ella no le había dado la oportunidad de ir más allá de la amistad, del compañerismo, como los dos deseaban, con la diferencia de que él reconoce sus sentimientos, pero ella no, porque el miedo la paraliza, le impide actual, la inmoviliza, la deja absolutamente estancada. Se fue diciendo que regresaría en el otoño, dejándola a ella con el corazón roto, con el alma rota, con un dolor tan fuerte que es insoportable, terriblemente insoportable… Esperando. La había dejado esperando, esperando a que llegara esa estación que le sigue al verano, esperando a su regreso, esperando a que volviera (si es que decidía volver), esperando para tener una oportunidad de hacer las cosas bien, de volver a empezar, de, al menos, salvar su amistad. Esperando. De golpe él se había ido, se había ido con otra que estaba ocupando el lugar que a ella le gustaría ocupar y que por miedo y orgullo había perdido, y la había dejado esperando, mirando relojes cuyas manecillas van al ritmo que quieren, encerrada en su cabeza en un laberinto sin salida, reprimiendo sus sentimientos, tratando de pretender delante del mundo que todo estaba bien, cuando la realidad es que hay muchas cosas que están mal.
Esperando. Kate está esperando, espera ansiosa, tensa, tiesa, sin saber en realidad muy bien qué espera, porque el otoño ha llegado pero de él ni rastros. Espera a que suene el teléfono, a que los relojes vuelvan a andar normalmente, a que el tiempo corra en lugar de arrastrarse, a que algo suceda, a que una señal aparezca y la guíe, espera para saber si podrán volver a ser amigos, si podrán seguir trabajando juntos, si podrán volver a tener esa complicidad que compartían antes, si podrán volver a reír juntos.
Espera, Kate espera, espera a que el otoño le devuelva lo que el verano se llevó. Espera a que él retorne, para ver si así su angustia disminuye (por otro lado, también teme, a la par que espera teme, que con su regreso él no haga más que traerle una angustia mayor, más aguda, más intensa). Espera a que él retorne, para ver si los relojes vuelven a comportarse con normalidad, para ver si su corazón avanza, para ver si su corazón sale de esa fracción de segundo en la que quedó encapsulado cuando lo vio a él irse con ella, con esa otra. Espera para ver si con su regreso esa carga en el pecho, ese peso en los hombros, esa sensación de vacío se van (y a la vez tiene miedo, porque puede que con su regreso todo aquello aumente en lugar de desaparecer, porque siempre existe la posibilidad de que lo que se cree es la cura no haga más que un mal peor).
Kate espera, espera, espera. Y el tiempo se burla de ella, le sonríe con descaro, yendo más y más lento, tomándose horas para hacer transcurrir los segundos, haciendo que cada día parezca un mes, que cada momento se alargue hasta llegar a valer lo que una eternidad.
Kate espera, espera aguantando las lágrimas, espera intentando no quebrarse, espera llena de dudas y preguntas, espera llena de arrepentimiento, espera llena de miedo, espera llena de bronca, espera llena de interrogantes que la aprisionan, la asfixian y no la dejan dormir en las noches, espera con los ojos llenos de lágrimas que no va a dejar caer, porque no quiere mostrar debilidad, no quiere sentir más vulnerable de lo que sabe es, no quiere que el llanto se convierta en una prueba visible y material de que extraña a Richard Castle más que a nada, de que lo necesita, de que está enamorada de él, de que desearía más que nada poder tomar al tiempo, sacudirlo, golpearlo, rogarle, pedirle de rodillas que le dé la oportunidad de regresar atrás, de retroceder hasta el instante exacto en el que todo se convirtió en una sucesión de hechos aconteciendo en cámara lenta, y poder decirle lo que tenía en la punta de la lengua, poder confesar sus sentimientos, animarse y arriesgarse, en lugar de quedarse en silencio y ver cómo él se iba, con una promesa a medias en los labios, diciendo que volvería con la llega del otoño.
El otoño ya llegó. Hace un mes que de las copas de los árboles se caen las hojas, dejando a las ramas desnudas, frágiles, con aspecto mortecino, cubriendo el pasto antes verde, ese césped que ahora luce reseco y que está lleno de hojas. El otoño arribó hace un mes, pero Castle no. Al otoño lo esperó desesperada, con un dolor que llevó en secreto, un dolor intenso, inmenso, indescriptible, lo esperó porque creyó que al caer las primeras hojas Castle volvería. Lo esperó, pero el otoño llegó, y con él no trajo más que dolor, porque el hombre al que ella espera no volvió.
Pero ella sigue esperando, ella espera. Espera, aunque esté cansada de esperar. Espera, aunque duela. Espera, aunque los minutos se parezcan más a siglos que a otra cosa. Espera, tratando de meter dentro esas emociones que quieren escapar, esas emociones que se agolpan en su pecho causándole un malestar que oculta, porque no quiere que nadie la incite a hablar de lo que todos saben pero callan: que ella ama a Richard Castle, y que esperarlo está matándola lentamente, tan lentamente como el tiempo transcurrió en el verano, tan lentamente como el tiempo transcurre ahora que ya es otoño, ese otoño en el cual ella pensaba él regresaría.
Re: Kate espera, y espera, y espera...
impresionanteeeeeeeeeeeeeeeeee
gracias por subir una historia nueva
gracias por subir una historia nueva
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CASKETT ALWAYS
Re: Kate espera, y espera, y espera...
Teresita_yocastle$$NYPD escribió: impresionanteeeeeeeeeeeeeeeeee
gracias por subir una historia nueva
Gracias a vos por leerla y comentarla
Re: Kate espera, y espera, y espera...
GUAUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUU
LEILAKB- Actor en Broadway
- Mensajes : 202
Fecha de inscripción : 08/11/2011
Edad : 34
Localización : madrid
Re: Kate espera, y espera, y espera...
LEILAKB escribió:GUAUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUU
¿Asumo que te gustó? Gracias
Re: Kate espera, y espera, y espera...
¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡ME HA ENCANTADOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!!!!!!!!!!
caskett mola- Autor de best-seller
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Fecha de inscripción : 27/01/2011
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Localización : Castlelandia
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