ÚLTIMA ESPERANZA (Temporada 2)
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ÚLTIMA ESPERANZA (Temporada 2)
ÚLTIMA ESPERANZA
Prólogo
El edificio estaba en silencio, no parecía que hubiese nadie dentro. Pero su objetivo estaba allí, sus objetivos estaban allí. Llevaban toda la semana preparando la operación y por fin había llegado el momento de la acción.
Una manzana más arriba estaban ellos. Nadie hablaba, estaban esperando que llegase la hora acordada. Las respiraciones se acompasaban. El único sonido que se oía era la voz de alguien cantando suavemente, como en un murmuro.
“You’re just too good to be true, can’t take my eyes off of you, you’d feel like heaven to touch, I wanna hold you so much, at long last love has arrived and I thank God I’m alive, you’re just too good to be true, can’t take my eyes off of you…”
- Ya está el sargento otra vez cantando – murmuró la soldado Doyle a sus compañeros mientras sonreía. Le hacía gracia esa costumbre de su sargento de cantar en las misiones.
- ¿Tiene algún problema soldado Doyle? – dijo el sargento Barton girando la cabeza a sus soldados – Si mal no recuerdo tú cantas en la ducha – continuó con una sonrisa burlona.
Una risa se propagó por el reducido grupo, incluso la soldado Doyle se contagió mientras se ruborizaba.
Eran un grupo de cinco: dos soldados rasos, Doyle y Harris, un especialista informático, Beaumont, un soldado sanitario, Banks, y el sargento. Llevaban ya unos cuantos años trabajando juntos, con alguna baja de tanto en tanto, pero siempre muy unidos.
De repente el Sargento hizo callar las risas con un leve movimiento de mano que indicaba que había visto u oído algo. Todos le miraron esperando su orden.
- Ha llegado el momento, chicos – dijo el sargento mirando a sus soldados, les sonrió para darles confianza y empezó a moverse en la noche.
Los soldados siguieron a su sargento. Se movían por la noche como gatos en caza. Estaban entrenados para esto y sabían lo que debían hacer. Barton iba dando órdenes mientras se movían, en silencio, solo gesticulando.
Llegaron al edificio a escondidas y se dividieron en dos grupos, uno de dos y otro de tres. Banks, Harris y Beaumont entraron por un costado del edificio, y Doyle y Barton por el otro. Mantenían la comunicación por el transmisor cerebral, que conectaba sus pensamientos.
En su mente el sargento Barton seguía cantando la canción. “I love you baby and if it’s quite all right, I need you baby to warm the lonely nights, I love you baby, trust in me when I say, Oh pretty baby, don’t bring me down I pray, oh pretty baby I’ve found a way to stay, and let me love you baby, let me love you…”
Pero entonces sus soldados le riñeron y le pidieron que se concentrara. Él se limitó a sonreír y a llamarles aguafiestas.
Doyle y Barton habían entrado por un conducto de ventilación, y estaban llegando ya a su destino. Los demás estaban a punto de llegar también al suyo. Estaban a punto de empezar de verdad. Doyle y Barton salieron silenciosamente del conducto, con sus armas preparadas. Caminaban con unas gafas para la oscuridad, pisando cuidadosamente, siempre con su objetivo en mente. Esa era la noche en la que desarticulaban una serie de experimentos con humanos. Era un caso muy importante para todos ellos que llevaban mucho tiempo queriendo solucionar.
“Seguro que hay monstruos y quimeras escondidas por estos rincones” pensó Beaumont.
“¿Para qué hacer quimeras si puedes hacer zombies?” respondió Harris.
“Chicos, hacer el favor de concentraros, no hay tiempo para monstruos infantiles” les riñó Doyle.
“¿Habéis llegado ya?” preguntó Barton.
“Estamos en e-“
El pensamiento de Banks fue interrumpido, y substituido por chillidos de horror. No solo chillidos en el pensamiento, sino chillidos que podían oír desde la otra banda del edificio.
Barton y Doyle actuaron en seguida. Aunque perseguidos por los chillidos, se pusieron a correr a ayudar a sus compañeros. Algo había salido tremendamente mal, algo horrible había sucedido.
Pero antes de que pudieran correr más de cien metros y casi sin darse cuenta fueron rodeados por diez hombres.
Todo sucedió muy rápido. Doyle calló muerta en el suelo de un rápido disparo. Barton no tuvo tiempo que chillar su nombre que se vio asediado por siete hombres mientras los otros tres custodiaban el cuerpo de Doyle, asegurándose que estaba muerta.
No supo cómo había conseguido escapar de los disparos y esconderse en un rincón oscuro. Había disparado unas cuantas balas y sabía que cuatro hombres habían caído. Pero le seguían persiguiendo los demás.
Corrió. Intentó hablar con los demás pero había perdido el contacto con sus mentes, y no lo podía recuperar. El silencio sólo era interrumpido por su respiración agitada. Por un momento le había invadido el pánico. Pero no se había dejado llevar por él, no era el momento de llorar por ellos. Era un soldado entrenado, un profesional. Se calmó y volvió a pensar racionalmente.
Se ocultó en un rincón y se puso a analizar lo sucedido.
Doyle había muerto, había perdido contacto con los demás pero las posibilidades de que estuviesen vivos eran mínimas. ¿Cómo habían sabido que estarían allí? No habían dado señales de vida, todo había ido según lo planeado ¿Y por qué había tantos hombres? Se suponía que iban a haber solamente diez en todo el edificio. Algo no encajaba. Necesitaba salir de allí, no podía ponerse en contacto con la central así que tendría que arreglárselas solo. Repasó mentalmente el mapa del edificio. Estaba jodido, calculaba que debía encontrarse entre la sala central y la de armas. Todo estaría lleno de soldados preparados para disparar al mínimo movimiento. Pero no tenía tiempo que perder así que tomó una decisión rápida.
Salió cuidadosamente, con su arma preparada. Fue esquivando pasillos y guardias, hasta que finalmente encontró la puerta que le llevaría a una salida lateral.
Pero antes de que pudiese salir de su escondite ya había hombres rodeándole y apuntándole con pistolas. Él intentó tirar para atrás pero le agarraron fuerte de los brazos y le hicieron salir. Intentó escabullirse pero no lo consiguió.
Algo no encajaba ¿Por qué no le habían matado aún? ¿Por qué no le habían metido una bala en el cerebro como a los demás?
- Impresionante – dijo una voz delante de él. Era una voz profunda, grave. Con acento arabio – Has logrado escapar y esquivar a mis hombres durante un buen rato, hijo.
- ¿Cómo ha sabido que estábamos aquí? – dijo secamente Barton.
- No eres el único que tiene espías, hijo. – contestó él. Barton lo entendió enseguida. Había gente infiltrada en el ejército.
- ¿Quién eres? – preguntó el sargento a la oscuridad, cabreado.
- Eso no importa, aquí lo que importa no es quién soy yo, sino qué puedes hacer tu por mí – como Barton no dijo nada el hombre continuó hablando - Sabes, me iría bien un hombre con tus habilidades, estaría dispuesto a dejarte trabajar para mí. Con un buen salario, por supuesto – dijo riendo, saliendo de las sobras. Era un hombre corpulento, alto y vestía de traje. Llevaba sombrero y gafas, era moreno y tenía una sonrisa burlona en la cara - ¿Qué me dices?
El sargento le miró a los ojos e hizo una media sonrisa. Acto seguido le escupió a la cara.
Uno de los hombres le dio un puñetazo que le hizo sangrar por la boca mientras el hombre de traje gruñía furioso y se limpiaba la cara con un pañuelo que tenía en el bolsillo.
- ¿De verdad pensaba usted que iba a aceptar eso? – dijo el sargento con rabia, mirando al hombre a la cara.
- Matadle – sentenció el hombre, pero rápidamente se corrigió – No, esperad. Creo que le reservaré otro destino a este pequeño hijo de puta. Llevadle a la sala 205. Estoy seguro de que lo va a disfrutar.
El sargento Barton abrió los ojos con pánico, sabía a lo que se refería el hombre. Intentó zafarse de los hombres que le agarraban pero no pudo. Le llevaron a rastras por los pasillos hasta que llegaron a una puerta marrón con una placa con el número 205 en ella. A Barton le iba el corazón a mil por hora, tenía que salir de ahí.
Le metieron forzadamente dentro de la habitación, que parecía una habitación de hospital pero más sucia, y le tumbaron en una camilla. No paró de intentar zafarse pero le ataron las muñecas con esposas y le sujetaron la cabeza.
Enseguida entró el hombre de traje con alguien que parecía un doctor a su lado.
- Creo que este sujeto podría ser interesante. A lo mejor dura un poco más que los otros. – dijo burlonamente el hombre de traje al doctor.
El doctor se limitó a asentir, parecía cansado. Se dirigió a una mesa que había al lado de la camilla donde había unos tubos de ensayo. Sacó una aguja de un cajón y puso en ella el líquido de uno de los tubos. Entonces se acercó a Barton, el cual intentaba inútilmente moverse, y le inyectó la aguja en el cuello.
William Barton abrió los ojos desmesuradamente por el dolor. El líquido fue esparciéndose por su cuerpo rápidamente, haciendo que todo doliera y ardiera. Empezó a sudar y las venas se le marcaron mucho. Al cabo de unos segundos volvió a la normalidad. Aunque él sabía que no sería por mucho tiempo.
Aun dolorido, fue sacado a rastras de la habitación. Pudo oír como el hombre de traje chillaba a sus hombres que enterraran los cuatro cadáveres y que le encerraran a él en una sala para dejarle morir ahí.
El tiempo empezó a ralentizarse mientras los hombres le llevaban de los brazos a rastras por un pasillo blanco. Había dejado de intentar escapar. El cansancio se estaba apoderando de él.
Pero entonces recordó a Doyle, muerta en el suelo, con los ojos vacíos de vida y de su habitual alegría, y a Beaumont, Harris y Banks, gritando en su mente, unos gritos que costarían de olvidar, si algún día lo hacían. No podía dejar que se salieran con la suya. Tenía que escapar. Era un soldado, tenía las fuerzas para continuar.
Esperó un momento, se aclaró la mente y respiró profundamente. Y cuando supo que había llegado el momento indicado empezó. Dio un fuerte codazo a uno de los hombres, que le envió al suelo. Al otro, que se había dado cuenta unos segundos demasiado tarde, le asestó un golpe en el pecho, le tiró al suelo y le volvió a golpear, dejándole inconsciente. Al que había tirado antes le dio una patada al notar que se acercaba a él y le arrancó la pistola.
Empezó a correr por el pasillo, intentando situarse. Se escondió de unos guardias que venían por otro pasillo y continuó su escapada por rincones más oscuros. Justo en la salida provisional, un conducto de ventilación, había unos guardias, pero les dejó en el suelo de unos pocos golpes.
Se metió dentro y cruzó rápidamente el conducto de ventilación. Apartó de una patada la reja y salió saltando del edificio. Antes de que los guardias pudiesen dar la voz de alarma ya se estaba escabullendo por las sombras, alejándose del lugar.
Respirando agitadamente y empezando a sudar continuó su camino hacia un lugar seguro. Aunque ya no sabía cuál era un lugar seguro. No podía volver con el ejército, ya no podía confiar en ellos. No tenía a nadie. A nadie. Estaba solo.
Una idea le sobrevino de repente y empezó a moverse otra vez. Era una locura, probablemente inútil. Pero era su última esperanza.
Una manzana más arriba estaban ellos. Nadie hablaba, estaban esperando que llegase la hora acordada. Las respiraciones se acompasaban. El único sonido que se oía era la voz de alguien cantando suavemente, como en un murmuro.
“You’re just too good to be true, can’t take my eyes off of you, you’d feel like heaven to touch, I wanna hold you so much, at long last love has arrived and I thank God I’m alive, you’re just too good to be true, can’t take my eyes off of you…”
- Ya está el sargento otra vez cantando – murmuró la soldado Doyle a sus compañeros mientras sonreía. Le hacía gracia esa costumbre de su sargento de cantar en las misiones.
- ¿Tiene algún problema soldado Doyle? – dijo el sargento Barton girando la cabeza a sus soldados – Si mal no recuerdo tú cantas en la ducha – continuó con una sonrisa burlona.
Una risa se propagó por el reducido grupo, incluso la soldado Doyle se contagió mientras se ruborizaba.
Eran un grupo de cinco: dos soldados rasos, Doyle y Harris, un especialista informático, Beaumont, un soldado sanitario, Banks, y el sargento. Llevaban ya unos cuantos años trabajando juntos, con alguna baja de tanto en tanto, pero siempre muy unidos.
De repente el Sargento hizo callar las risas con un leve movimiento de mano que indicaba que había visto u oído algo. Todos le miraron esperando su orden.
- Ha llegado el momento, chicos – dijo el sargento mirando a sus soldados, les sonrió para darles confianza y empezó a moverse en la noche.
Los soldados siguieron a su sargento. Se movían por la noche como gatos en caza. Estaban entrenados para esto y sabían lo que debían hacer. Barton iba dando órdenes mientras se movían, en silencio, solo gesticulando.
Llegaron al edificio a escondidas y se dividieron en dos grupos, uno de dos y otro de tres. Banks, Harris y Beaumont entraron por un costado del edificio, y Doyle y Barton por el otro. Mantenían la comunicación por el transmisor cerebral, que conectaba sus pensamientos.
En su mente el sargento Barton seguía cantando la canción. “I love you baby and if it’s quite all right, I need you baby to warm the lonely nights, I love you baby, trust in me when I say, Oh pretty baby, don’t bring me down I pray, oh pretty baby I’ve found a way to stay, and let me love you baby, let me love you…”
Pero entonces sus soldados le riñeron y le pidieron que se concentrara. Él se limitó a sonreír y a llamarles aguafiestas.
Doyle y Barton habían entrado por un conducto de ventilación, y estaban llegando ya a su destino. Los demás estaban a punto de llegar también al suyo. Estaban a punto de empezar de verdad. Doyle y Barton salieron silenciosamente del conducto, con sus armas preparadas. Caminaban con unas gafas para la oscuridad, pisando cuidadosamente, siempre con su objetivo en mente. Esa era la noche en la que desarticulaban una serie de experimentos con humanos. Era un caso muy importante para todos ellos que llevaban mucho tiempo queriendo solucionar.
“Seguro que hay monstruos y quimeras escondidas por estos rincones” pensó Beaumont.
“¿Para qué hacer quimeras si puedes hacer zombies?” respondió Harris.
“Chicos, hacer el favor de concentraros, no hay tiempo para monstruos infantiles” les riñó Doyle.
“¿Habéis llegado ya?” preguntó Barton.
“Estamos en e-“
El pensamiento de Banks fue interrumpido, y substituido por chillidos de horror. No solo chillidos en el pensamiento, sino chillidos que podían oír desde la otra banda del edificio.
Barton y Doyle actuaron en seguida. Aunque perseguidos por los chillidos, se pusieron a correr a ayudar a sus compañeros. Algo había salido tremendamente mal, algo horrible había sucedido.
Pero antes de que pudieran correr más de cien metros y casi sin darse cuenta fueron rodeados por diez hombres.
Todo sucedió muy rápido. Doyle calló muerta en el suelo de un rápido disparo. Barton no tuvo tiempo que chillar su nombre que se vio asediado por siete hombres mientras los otros tres custodiaban el cuerpo de Doyle, asegurándose que estaba muerta.
No supo cómo había conseguido escapar de los disparos y esconderse en un rincón oscuro. Había disparado unas cuantas balas y sabía que cuatro hombres habían caído. Pero le seguían persiguiendo los demás.
Corrió. Intentó hablar con los demás pero había perdido el contacto con sus mentes, y no lo podía recuperar. El silencio sólo era interrumpido por su respiración agitada. Por un momento le había invadido el pánico. Pero no se había dejado llevar por él, no era el momento de llorar por ellos. Era un soldado entrenado, un profesional. Se calmó y volvió a pensar racionalmente.
Se ocultó en un rincón y se puso a analizar lo sucedido.
Doyle había muerto, había perdido contacto con los demás pero las posibilidades de que estuviesen vivos eran mínimas. ¿Cómo habían sabido que estarían allí? No habían dado señales de vida, todo había ido según lo planeado ¿Y por qué había tantos hombres? Se suponía que iban a haber solamente diez en todo el edificio. Algo no encajaba. Necesitaba salir de allí, no podía ponerse en contacto con la central así que tendría que arreglárselas solo. Repasó mentalmente el mapa del edificio. Estaba jodido, calculaba que debía encontrarse entre la sala central y la de armas. Todo estaría lleno de soldados preparados para disparar al mínimo movimiento. Pero no tenía tiempo que perder así que tomó una decisión rápida.
Salió cuidadosamente, con su arma preparada. Fue esquivando pasillos y guardias, hasta que finalmente encontró la puerta que le llevaría a una salida lateral.
Pero antes de que pudiese salir de su escondite ya había hombres rodeándole y apuntándole con pistolas. Él intentó tirar para atrás pero le agarraron fuerte de los brazos y le hicieron salir. Intentó escabullirse pero no lo consiguió.
Algo no encajaba ¿Por qué no le habían matado aún? ¿Por qué no le habían metido una bala en el cerebro como a los demás?
- Impresionante – dijo una voz delante de él. Era una voz profunda, grave. Con acento arabio – Has logrado escapar y esquivar a mis hombres durante un buen rato, hijo.
- ¿Cómo ha sabido que estábamos aquí? – dijo secamente Barton.
- No eres el único que tiene espías, hijo. – contestó él. Barton lo entendió enseguida. Había gente infiltrada en el ejército.
- ¿Quién eres? – preguntó el sargento a la oscuridad, cabreado.
- Eso no importa, aquí lo que importa no es quién soy yo, sino qué puedes hacer tu por mí – como Barton no dijo nada el hombre continuó hablando - Sabes, me iría bien un hombre con tus habilidades, estaría dispuesto a dejarte trabajar para mí. Con un buen salario, por supuesto – dijo riendo, saliendo de las sobras. Era un hombre corpulento, alto y vestía de traje. Llevaba sombrero y gafas, era moreno y tenía una sonrisa burlona en la cara - ¿Qué me dices?
El sargento le miró a los ojos e hizo una media sonrisa. Acto seguido le escupió a la cara.
Uno de los hombres le dio un puñetazo que le hizo sangrar por la boca mientras el hombre de traje gruñía furioso y se limpiaba la cara con un pañuelo que tenía en el bolsillo.
- ¿De verdad pensaba usted que iba a aceptar eso? – dijo el sargento con rabia, mirando al hombre a la cara.
- Matadle – sentenció el hombre, pero rápidamente se corrigió – No, esperad. Creo que le reservaré otro destino a este pequeño hijo de puta. Llevadle a la sala 205. Estoy seguro de que lo va a disfrutar.
El sargento Barton abrió los ojos con pánico, sabía a lo que se refería el hombre. Intentó zafarse de los hombres que le agarraban pero no pudo. Le llevaron a rastras por los pasillos hasta que llegaron a una puerta marrón con una placa con el número 205 en ella. A Barton le iba el corazón a mil por hora, tenía que salir de ahí.
Le metieron forzadamente dentro de la habitación, que parecía una habitación de hospital pero más sucia, y le tumbaron en una camilla. No paró de intentar zafarse pero le ataron las muñecas con esposas y le sujetaron la cabeza.
Enseguida entró el hombre de traje con alguien que parecía un doctor a su lado.
- Creo que este sujeto podría ser interesante. A lo mejor dura un poco más que los otros. – dijo burlonamente el hombre de traje al doctor.
El doctor se limitó a asentir, parecía cansado. Se dirigió a una mesa que había al lado de la camilla donde había unos tubos de ensayo. Sacó una aguja de un cajón y puso en ella el líquido de uno de los tubos. Entonces se acercó a Barton, el cual intentaba inútilmente moverse, y le inyectó la aguja en el cuello.
William Barton abrió los ojos desmesuradamente por el dolor. El líquido fue esparciéndose por su cuerpo rápidamente, haciendo que todo doliera y ardiera. Empezó a sudar y las venas se le marcaron mucho. Al cabo de unos segundos volvió a la normalidad. Aunque él sabía que no sería por mucho tiempo.
Aun dolorido, fue sacado a rastras de la habitación. Pudo oír como el hombre de traje chillaba a sus hombres que enterraran los cuatro cadáveres y que le encerraran a él en una sala para dejarle morir ahí.
El tiempo empezó a ralentizarse mientras los hombres le llevaban de los brazos a rastras por un pasillo blanco. Había dejado de intentar escapar. El cansancio se estaba apoderando de él.
Pero entonces recordó a Doyle, muerta en el suelo, con los ojos vacíos de vida y de su habitual alegría, y a Beaumont, Harris y Banks, gritando en su mente, unos gritos que costarían de olvidar, si algún día lo hacían. No podía dejar que se salieran con la suya. Tenía que escapar. Era un soldado, tenía las fuerzas para continuar.
Esperó un momento, se aclaró la mente y respiró profundamente. Y cuando supo que había llegado el momento indicado empezó. Dio un fuerte codazo a uno de los hombres, que le envió al suelo. Al otro, que se había dado cuenta unos segundos demasiado tarde, le asestó un golpe en el pecho, le tiró al suelo y le volvió a golpear, dejándole inconsciente. Al que había tirado antes le dio una patada al notar que se acercaba a él y le arrancó la pistola.
Empezó a correr por el pasillo, intentando situarse. Se escondió de unos guardias que venían por otro pasillo y continuó su escapada por rincones más oscuros. Justo en la salida provisional, un conducto de ventilación, había unos guardias, pero les dejó en el suelo de unos pocos golpes.
Se metió dentro y cruzó rápidamente el conducto de ventilación. Apartó de una patada la reja y salió saltando del edificio. Antes de que los guardias pudiesen dar la voz de alarma ya se estaba escabullendo por las sombras, alejándose del lugar.
Respirando agitadamente y empezando a sudar continuó su camino hacia un lugar seguro. Aunque ya no sabía cuál era un lugar seguro. No podía volver con el ejército, ya no podía confiar en ellos. No tenía a nadie. A nadie. Estaba solo.
Una idea le sobrevino de repente y empezó a moverse otra vez. Era una locura, probablemente inútil. Pero era su última esperanza.
egaara- Autor de best-seller
- Mensajes : 999
Fecha de inscripción : 26/12/2010
Edad : 31
Localización : Barcelona!
Re: ÚLTIMA ESPERANZA (Temporada 2)
Poooooooor fiiin!!! Espero que os guste, a mi me ha gustado escribirlo xD
¿Qué os ha parecido? Sé que hay muchas cosas misteriosas por el medio pero ya se irán resolviendo con el transcurso de la temporada. Recordad que la cosa tiene que durar aproximadamente 6-7 días.
Me encanta escribir sobre esta unidad, creo que está muy unida y es todo muy cercano y monoso (aunque bueno, Rose y Aidan se acaben de pelear y tal... xD)
El perfil de William Barton lo cuelgo mañana que ahora estoy cansadisima...[center]
DÍA 1
Su posición era perfecta, desde el árbol podía vigilar todos los movimientos del enemigo sin ser vista. Se movía sigilosa por las ramas para tener mejor visión del campo rival, el cual estaba a seis metros de distancia. Vio a Jake posicionado en un rincón del fuerte de nieve, a su lado estaba Nicole, la cual parecía hablar con firmeza señalando algo que había en el suelo. Enseguida vio cómo Ruth contestaba algo a lo que había dicho Nicole y todos asentían en acuerdo.
Bajó del árbol de un ágil movimiento y sin ser vista se dirigió a su propio muro.
- Aún están haciendo planes, pero parece que no tardarán mucho en empezar a moverse – informó Rose a Aidan y Scott, los cuales estaban planeando algo en el suelo.
-Yo no quería jugar a esto...-dijo Scott el cual solo asentía con desgana a lo que decía Aidan y Rose.
- Eso ya los has dicho tres mil veces - dijo Rose dándole una suave colleja - ahora a concentrarse en el plan.
Scott asintió e hizo un esfuerzo para olvidar sus problemas y centrarse en el juego y así tan vez podría desahogarse un poco.
-Bien, creo que al primero que deberíamos tumbar es a Jake, será el mas fácil, Nicole y Ruth, eso ya será otra historia...
Aidan rió un poco.
-No te hagas el interesante, Rose y yo ya te conocemos lo bastante como para saber que te mueres por inmovilizar a alguna de nuestras rivales. Yo propongo que nos dividamos y ataquemos en círculo.
Scott saco la lengua a Aidan aunque debía aceptar que era verdad lo que el había dicho y asintió mostrando su conformidad con el plan.
-Entonces tú te mueres para inmovilizar a la otra no?
- Bueno, a ver si esto va a acabar siendo una conversación sobre pervertidos y no sobre soldados - les riñó Rose.
-Perdón capitán nuestro capitán! - pregunto Scott mirando a Rose.
-No somos pervertidos. Tú tampoco quieres inmovilizar a Jake.-le dijo Aidan picándola.
- Para algo soy lesbiana, no? - dijo ella sacándole la lengua - ¿Qué gracia tendría eso?
Por otra parte a pocos metros de esa pequeña discusión de pervertidos Nicole protegía su preciado cabello con un gorro de esos tan monos de invierno, con bolita incluida, mientras hablaba de cómo ganar la importante batalla que se iba a librar en unos instantes.
-Bien equipo ¿estáis de acuerdo con la estrategia?-dijo mientras colocaba su mano encima de la nieve para que sus amigos hicieran lo mismo.
Ruth asintió mientras hacía una bola de nieve, y probaba su puntería lanzándosela flojo a un distraído Jake.
-Jake atiende, ¿Estás aquí o estás viendo la tele?-le preguntó sonriendo.
-Jake, en mi equipo solo se gana así que despierta o te meto una bola de nieve pro el culo i créeme no es agradable-dijo Nicole mientras le hacia un "I'm watching you" con los dedos.
- No seáis agresivas, que os estoy escuchando. - se quejó él.
-Así me gusta, bien, Ruth confío en ti, se que vas a matar a Aidan, yo me ocupo de Scott, no va a ser muy difícil, Jake, tú tienes a Rose, se que va a ser la mas difícil pero tú puedes chaval-dijo colocando una mano en su hombro para darle confianza-Que la suerte este siempre se vuestro lado porque si perdéis, os pateo el trasero a los dos.
-Nicole, relájate...-le dijo Ruth divertida.-Jake y yo aún podemos amotinarnos.
Nicole miro con los ojos entrecerrados a sus compañeros intentándoles dejar claro que para ella las guerras de bolas de nieve eran algo serio, tal vez tenía que ver en eso el hecho no solo de que fuera una mujer competitiva sino el que se criara en un pueblo donde en invierno llegan a -15 i 10000 cm de nieve.
- No sé mucho de batallas reales, pero sí de videojuegos. Y creo, pero no me hagáis mucho caso, que tenemos que ir contra los del otro equipo, no contra los miembros del nuestro. Solo lo puntualizaba.
Que listo, démosle un aplauso Ruth!-dijo sin darse cuenta de lo borde que sonaba eso, a veces la competición le giraba la cabeza y las ganas que tenía de ganar a Scott solo perjudicaban a su racionalidad.-Lo siento Jake, tienes razón, algo que puntualizar Ruth?
-¿Yo? Nada, nada. Pero al primero que eliminen invita a una cena.
- Hecho-dijo Nikki deseando cenar de gratis.
Pero no tuvieron tiempo a hacer nada pues de repente les cayeron un montón de bolas de nieve encima.
- ¡Emboscada! – chilló la voz de Rose desde las alturas.
- ¡Mierda! – se quejó Nikki mientras hacía una bola de nieve y la lanzaba a un blanco invisible.
- ¡Por aquí! – dijo la voz de Aidan desde una esquina, haciendo que Ruth reaccionara y le disparara una bola certera.
- ¡No os despistéis! – dijo la voz de Nathan por detrás de Jake a la vez que le lanzaba una bola a la cabeza.
- ¡Hemos ganado! – dijo Rose emocionaba.
Pero entonces se calló del árbol en el que estaba subida, haciendo que todos salieran del escondite y fueran a ver si estaba bien.
- ¿Te encuentras bien Rose? – preguntó Jake preocupado.
- Sí, sí, no os preocupéis ha sido un simple golp… - pero fue interrumpida por una avalancha de bolas de nieve - ¡Me las vais a pagar! – chilló ante la risa de todos sus compañeros.
Entonces empezó una gran batalla campal en la que los equipos ya estaban disueltos y todos se lanzaban bolas entre todos.
Y así pasaron la mañana, riendo y jugando en Central Park, para luego ir a comer todos juntos.
Tara golpeó a Alexo con fuerza, haciendo que cayera de espaldas unos cuantos metros aparte. Él enseguida se levantó y le propinó un puñetazo en la mejilla a ella, lo cual hizo que bajara la guardia y pudiera propinarle seguidamente una patada. Tara cayó al suelo agotada, pero tenía un último recurso y su enemigo estaba también cansado.
Se levantó con rapidez, fue al otro lado de la sala y gastando lo que le quedaba de energía dio un triple salto mortal para empotrar su pie contra la cabeza de Alexo, dejándole finalmente K.O tendido en el suelo.
- ¡He ganado! ¡He ganado! – se regocijó Rose – Pero has sido un digno oponente, Pecas, tendremos que jugar a este juego nuevo más a menudo. Y ahora, lo que me debes – le dijo a un Jake un poco malhumorado tendiéndole la mano.
Jake rebuscó en su bolsillo y sacó una chocolatina para luego dársela, fulminándole con la mirada.
- No me mires así que ayer perdí yo al Space Trip XIII y tuve que ir a comprarte esos bombones que te gustan tanto – le dijo ella sacándole la lengua.
- Tú te picaste tanto que propusiste la revancha. Ahora volvemos a estar empatados. - le dijo Jake.
- Pero eso no seguirá así por mucho tiempo, ¿jugamos otra? Voy a desempatar este marcador, my Darling – le retó Rose.
- Si lo harás, pero perdiendo.
- Ya, ya, ya, ya veremos quien acaba llorando – se rió ella.
- Vale, pero antes de empezar, voy a por un refresco. ¿Quieres que te traiga algo? - dijo Jake, poniendose en pie.
- Mmmm… un bocadillo de jamón y queso y un chocolate caliente, por favor – dijo poniendo cara de súplica.
Jake la miró con cansancio y molestia, pero acabó cediendo ante la mirada de Rose, la cual se congratuló de sus dotes persuasivas y empezó a preparar el juego para otra partida, esta vez no le dejaría ni un segundo para respirar.
Pero entonces empezó a sonar su móvil, ella lo ignoró al principio, no le apetecía para nada descolgar. Finalmente decidió que debía cogerlo, pues podía ser algo realmente importante. Dejó el mando de la PlayStation en la mesita y agarró el aparato.
En el momento en que leyó la pantalla se quedó helada. No podía ser. ¿Después de tanto tiempo? Ni siquiera recordaba tener aún su número registrado.
No debía contestar, sabía que si lo hacía nada bueno saldría de ello.
Dejó el móvil en la mesa otra vez, inquieta. Un montón de recuerdos dolorosos le vinieron a la mente. No, definitivamente ignoraría la llamada.
Miró de reojo el móvil mientras continuaba sonando ¿es que nunca se cansaría y colgaría?
Finalmente el móvil dejó de sonar.
Rose suspiró aliviada, pero la llamada le seguía carcomiendo los pensamientos. Intentó dejar de pensar en ello y se concentró en preparar el juego.
Pero entonces le llegó un mensaje de texto. Se quedó sentada sin hacer nada hasta que finalmente cogió el aparato con las manos temblorosas.
Después de leer el mensaje se levantó del sofá y miró por la ventana. Entonces suspiró.
- Ughhhhh, ¿por qué a mí? – se quejó mientras hacía muecas a la ventana, frustrada. Enseguida se puso otra vez seria. – Jake – le llamó mientras cogía el abrigo del colgador.
- ¿Sí? - preguntó desde la cocina.
- Ven por favor - dijo mientras se ponía el abrigo.
Jake obedeció y se asomó al salón.
- ¿Pasa algo?
- Jake necesito que me escuches con atención - dijo Rose poniéndose la pistola en el tobillo – Voy a salir a hacer un recado, si en una hora no me he puesto en contacto conmigo, preocúpate. Llama a la ICD y dale esto al jefe – dijo mientras le entregaba un sobre – pero eso solamente si me pasara algo. Necesito que confíes en mi, Jake. Te prometo que luego te lo contaré todo.
Jake no dijo nada. Solamente asintió y se guardó el sobre. Rose sonrió y con una mirada se lo dijeron todo. Ella salió sin pensárselo dos veces, pues si lo pensaba no saldría nunca de casa. Sólo esperaba poder ponerse en contacto con Jake antes de una hora.
Habían pasado tres meses desde que se conocieron y Jake se mudó con ella. Habían sido realmente unos tres meses memorables.
Jake era de naturaleza callada y tranquila, todo lo contrario a Rose, y precisamente tal vez era eso lo que los hacía tan compatibles. Eran como el yin y el yang, opuestos pero iguales, se completaban el uno al otro. Eran una especie de naranja no romántica.
Rose al principio tenía sus dudas de cómo iba a funcionar todo, le daba miedo su decisión de haber dejado entrar a alguien en su vida de esa manera, pero no se arrepentía. Al principio sí había costado adaptarse, sobre todo cuando a Jake le daba por levantarse de madrugada a tocar y despertaba a Rose. Aunque ella no estaba libre de pecado, consumía más comida de la que podían permitirse y molestaba a Jake para que saliera con ella a correr o jugar a fútbol con su equipo. Pero iban adaptándose a las costumbres, curiosidades y extrañeces del otro. Jake intentaba que Rose comiese más sano y Rose intentaba que Jake moviese un poco más el culo. Jugaban juntos a videojuegos, veían películas y series, se prestaban libros y filosofaban por las noches mirando las estrellas desde el balcón. Cada día aprendían algo nuevo el uno del otro, alguna manía, alguna tradición, alguna cosa buena, alguna cosa mala. Cada día se llevaban mejor, y se entendían fácilmente. Cada día era mucho mejor que el anterior. Y aunque habían pasado muchas cosas durante esos tres meses, ellos cada día estaban más unidos.
Además Jake estaba contento con su nuevo puesto, trabajaba desde su despacho en la ICD, progresaba con sus ordenadores y ayudaba a todos con los casos, cada día era más bueno, cada día les sorprendía a todos. Hacía maravillas con la informática.
Y Rose no estaba descontenta con su posición, ir sola a las misiones le permitía total libertad para tomar sus decisiones, y si necesitaba a alguien se llevaba a Nathan, para alivio de Nicole.
Su amistad con él también había crecido, se llevaban muy bien y muchas tardes se tiraban en el parque con un batido mirando a las chicas que pasaban y diciendo cual les gustaba más y por qué.
Pero ahora todo podía desvanecerse. Ahora que empezaba a estar realmente feliz había vuelto un pedacito de pasado a torturarles.
Llegó con todos estos pensamientos a Central Park, en el lugar indicado. Miró el reloj, no llegaba tarde. Intentó ver a través de la oscuridad pues la zona donde habían quedado no había mucha iluminación. Se sentó en el banco más cercano a esperar.
- Has venido, gracias – dijo una voz conocida detrás de ella, haciéndola botar del susto.
Por un momento el corazón le empezó a latir con mucha fuerza, tenía miedo. No debería haber ido, y sobre todo no debería haber ido sola. Pero entonces se obligó a relejarse, no iba a atacarla, no se atrevería.
- Tu voz suena cansada, ¿tanto has envejecido desde la última vez? – dijo ella con burla, intentando parecer lo más tranquila posible.
- Necesito tu ayuda – dijo él ignorando el comentario.
- ¿Qué te ayude? ¿Qué te ayude? ¿Tú necesitas ayuda? – preguntó ella incrédula – ¿Mr. Puedo hacerlo todo yo solo necesita ayuda?
- Por favor Rose, escucha. Sé que en el pasado no todo fue genial, pero necesito que me escuches.
Rose frunció el ceño, pensándose si quería hacerle caso o no. Finalmente suspiró y gruñó un poco, indicándole a él que podía hablar.
- Te haré un rápido resumen: hace tres semanas recibimos un chivatazo desde el interior de una empresa que opera en Massachusetts. El mensaje decía que estaban utilizando personas para experimentar con un nuevo fármaco ilegal – paró un momento para toser un poco, luego prosiguió – estuvimos dos semanas estudiando la empresa y finalmente descubrimos todo el pastel: estaban creando una droga. Mi equipo y yo fuimos a desmantelar la operación, parecía una tarea bastante sencilla, estaba perfectamente preparada, todo detallado para acabar con la producción… pero nos emboscaron, alguien les dio el chivatazo y mataron a mi equipo…
- No quiero parecer insensible pero, ¿a dónde quieres llegar a parar? – preguntó Rose.
- Rose, están creando una arma de destrucción masiva, pretenden cambiar un cargo de millones de vacunas que se dirige a Nueva York por esa droga, pretenden matar a la mitad de la población.
Rose se quedó sin palabras. Una arma de destrucción masiva que acabaría con la mitad de la población de la ciudad…
- ¿De la ciudad…? – preguntó Rose.
- Del estado – dijo él.
Rose no sabía qué decir.
- La droga – dijo él mientras tragaba un poco de saliva – destroza el cuerpo de la persona a la que se lo inyectan pasando por…dolorosas fases. A los 9 días, 10 a lo máximo, la persona muere. Rose tienes que ayudarme a pararlo.
Entonces Rose se levantó de golpe y empezó a alejarse.
- ¿Adónde vas? – le preguntó él con angustia, levantándose también. Entonces la empezó a seguir.
- ¿Cómo sé que lo que dices es verdad? No me fio de ti – dijo ella con aspereza, evitando mirarle.
- Rose por favor, necesito detener esto – insistió el Sargento Barton cogiéndola de la muñeca.
- Suéltame, Will – dijo ella poniendo la voz más fría que pudo.
- Me estoy muriendo – dijo él de repente.
Rose volvió a quedarse sin habla y se giró poco a poco para encararle.
- Me muero, Rose… - entonces se arremangó el jersey que llevaba y mostró su brazo, el cual estaba verdoso - me inyectaron la droga para utilizarme como sujeto de prueba, pero logré escapar. No quiero que lo último que haga en mi vida sea dejar que esa droga mate a miles de personas…
- ¿Y…y por qué no acudes al ejército? – preguntó ella aún sorprendida.
- No puedo confiar en ellos, hay un topo. Sois mi última esperanza, por favor… - dijo Barton mirándola a los ojos con sincera súplica.
Rose dudó unos segundos más, pero finalmente dejó escapar el aire que había estado aguantando y asintió.
- Veré lo que puedo hacer. – dijo seria. Entonces cogió el móvil y marcó el número de Jake. – Jake, necesito que vayas a la ICD, espérame en la puerta del edificio, llego en un cuarto de hora. – entonces colgó.
- Rose, otra cosa – le dijo él antes de que ella empezara a caminar. – no les digas a los de tu equipo que me estoy muriendo, por favor.
Rose no entendió el por qué, pero asintió.
- Sólo se lo contaré a tres personas, y no hay trato si no es así – le dijo cuando vio que se iba a quejar.
- De acuerdo – suspiró él, entonces se pusieron en marcha.
Rose entró a la ICD temiendo que el jefe no se encontrara ahí, pero como siempre la luz de su despacho estaba encendida. Muchos días Keith se quedaba hasta las tantas trabajando en el despacho, aunque Rose no sabía exactamente qué hacía suponía que eran temas burocráticos y cosas aburridas. También tenía la teoría de que el jefe era un ser de otro mundo que estudiaba el planeta Tierra y escribía sus notas por las noches en la soledad de la ICD.
Dio unos suaves golpecitos a la puerta del despacho y entró. Keith la miró extrañado.
- ¿Rose? ¿Qué haces aquí? ¿A pasado algo? – dijo preocupado.
- Primero de todo – dijo ella acercándose a la mesa de su jefe y apoyando sus manos en ella - ¿por qué estás aquí y no con tu familia en casa? – le riñó, ante lo que Keith se limitó a rodar los ojos – segundo, tenemos un… asunto que resolver…
- ¿Un asunto que resolver? – preguntó él con curiosidad.
- William Barton está en la puerta del edificio, esperando con Jake a que tu decidas algo – soltó Rose sin tapujos, haciendo que el jefe no reaccionara inmediatamente.
- ¿Qué hace William Barton aquí? – dijo él entre preocupado y molesto.
- Es una larga historia…
Entonces Rose le explicó todo lo sucedido, con pelos y señales, incluyendo el estado del agente Barton.
- Pero esto es horrible… - dijo Keith refiriéndose al armamento de droga. - ¿Cómo sabemos que está diciendo la verdad?
- Lo sé, sé que no miente… aunque le he explicado todo a Jake y se pondrá a verificar la historia. No podemos contactar con el ejército pues tienen a un topo infiltrado, no nos podemos fiar de nadie. Tenemos que pararlo – dijo ella seriamente, suplicando a su jefe con la mirada que aceptara el caso. - Y tenemos que hacerlo en menos de seis días.
Keith estuvo unos momentos callado, pensando en la mejor opción. Sabía que haciendo eso ponían en riesgo a toda la unidad, sobre todo teniendo en cuenta que en el pasado su equipo y el equipo de Barton no habían acabado muy bien. Era una misión peligrosa y realmente el terrorismo no era la especialidad de su unidad… pero si lo que decía Barton era cierto la vida de miles de personas estaría en peligro.
- Está bien – dijo finalmente Keith – mañana reúne el equipo y empezaremos.
- De acuerdo- asintió Rose – gracias, jefe – le sonrió.
Cuando Rose hubo salido del despacho Keith suspiró con pesadez ¿por qué eran siempre ellos los que se metían en esos problemas?
Pensó que lo mejor que podía hacer en ese momento era irse a casa como le había dicho la agente Sawyer, su mujer estaría empezando a preocuparse.
Cuando Rose salió del edificio se dirigió donde Jake y Will estaban. Ninguno de los dos hablaba, lo cierto es que Jake aún estaba inseguro por el caso.
- Ha dado su consentimiento, mañana mismo empezamos – dijo ella mirando a Barton, el cual le lanzó una pequeña sonrisa para luego empezar a toser. – Hace mucho frío, deberíamos volver a casa y descansar.
Jake asintió, se le estaban congelando las orejas, pues con las prisas se había dejado el gorro en casa.
- Will ¿tienes donde pasar la noche? – preguntó Rose.
- Mmm… no te preocupes, ya encontraré algún sitio por aquí, nos vemos mañana – dijo haciendo un movimiento con la mano y girándose para irse.
- ¿A dónde crees que vas? – dijo Rose cogiéndole de la chaqueta – Jake, ¿te importa que se quede a dormir en el sofá mientras estamos con el caso?
Jake asintió, aunque no estaba muy seguro de fiarse de ese desconocido se fiaba de Rose. Además, tenía ganas de meterse bajo su manta y dormir como un lirón.
- Pues está decidido, nuestro sofá será tu nuevo palacio – bromeó ella mientras agarraba a Will del brazo y le arrastraba con ellos.
- Gracias – se limitó a agradecer él con timidez, no se esperaba tanta hospitalidad.
Al día siguiente Rose llegó nerviosa a la ICD, sabía que tres de los agentes no se iban a tomar muy bien la presencia de Barton, pero tendría que convencerles de que lo que hacían estaba bien.
Entró con Jake y Barton detrás de ella, pero mandó a Barton a la sala de descanso mientras Jake y ella iban a la de reuniones, donde se suponía que estaba ya todo el equipo reunido.
Cuando entraron todas las miradas se dirigieron a ellos, en especial la de Nicole, pues estaba de mal humor porque era la primera vez que no se ocupaba ella de organizar el caso.
- Más te vale que valga la pena, Sawyer – le dijo entre bromeando y matándola con la mirada. Rose se limitó a sonreír con miedo.
- Antes de empezar – dijo Rose mientras Jake se sentaba en su sitio – Aidan, me gustaría hablar contigo en privado.
Todos se quedaron en silencio. Aidan se levantó de su silla haciéndole un gesto de interrogación a Ruth, que le miraba con curiosidad.
- Es importante que mantengas la calma ante lo que te voy a contar – le dijo Rose a la que hubieron salido y se hubieron alejado un poco de la sala de reuniones.
Aidan frunció el ceño intrigado por no saber lo que le tenía que decir su compañera, y se cruzó de brazos mientras le hacía un asentimiento de cabeza.
- Tú dirás.
Rose suspiró antes de decirlo, agarrándose a todo el valor que pudo.
- William Barton está aquí, el caso de hoy lo ha traído él – dijo de una tirada, sabiendo cual sería la reacción de su amigo.
Aidan la miró a los ojos, y enseguida sintió como todo su ser se llenaba de una fuerte cólera. Y dolor, mucho dolor.
- ¿William Barton está aquí?- preguntó con una risilla, y como si su cabeza no pudiera asimilar tal información.
- Por favor Aidan no te exaltes, ahora lo explicaré todo junto a los demás. Por favor Aidan prométeme que me dejarás acabar toda la explicación y que no te tirarás encima de Barton cuando le veas - le dijo Rose con ojos suplicantes.
Él suspiró sonoramente, y se separó de Rose. Le dio la espalda, y se llevó una mano a la frente. Su cerebro repetía el nombre de William Barton constantemente.
- ¿El jefe aprueba esto?-le preguntó girándose un poco, y levantando la voz más de lo debido.
- Sí… se lo conté ayer…
- ¡Joder!-exclamó Aidan cortándola, y volviéndose acercar hasta ella con rabia-¿Tú le has ofrecido la ayuda, no?
- Aidan yo... lo-lo siento... - dijo ella evitando mirarle - pero no podía dejarle tirado, no podía...
Aidan se sintió dolido, no podía creérselo. Le agarró la cara sin pasarse de fuerza, e hizo que lo mirara a los ojos:
- Claro…no podías.-la soltó- Pero sí puedes hacerme pasar por esto a mí, no?
Rose le miró a los ojos con valentía pero no pudo evitar que se le humedecieran los ojos y algunas lágrimas salieran de ellos.
- Aidan, nunca haría nada deliberadamente que pudiera herirte, si pudiera evitaría toda esta situación, pero no puedo, no es tan fácil, por favor Aidan…
Él le aguantó una mirada dura, y negó con la cabeza:
- ¿Por favor? Yo soy el que debería usar el ''por favor'' aquí. ¿Por qué lloras?-le preguntó luego hirientemente.-También soy yo el que debería llorar.-se calló, sintiendo como el nudo de su garganta iba en aumento. -¿Sabes qué Rose? A partir de ahora no se te ocurra dirigirme la palabra, y si me la tienes que dirigir que sea como agente Sawyer y agente Van Hepburn.-dicho aquello, meditó la posibilidad de largarse de allí pero armándose de valor finalmente volvió a entrar.
Rose se quedó de pie donde estaba, intentando contener las lágrimas. Sentía una opresión horrible en el pecho. Sabía que iba a ser malo, pero no pensó que tanto.
Se obligó a relajarse y se secó las lágrimas con la manga de la camiseta. Entonces fue a la sala de descanso a decirle a Barton que se preparara y aprovechó para lavarse la cara en la pica del baño.
- Rose, ¿estás bien? – le preguntó Will al salir.
- No te preocupes. Tu quédate fuera y entra cuando yo te avise y solamente cuando yo te avise – le advirtió, él se limitó a asentir.
Rose se armó de valor y entró en el despacho donde todos la esperaban con más expectación después de que Aidan entrase de tan mal humor.
- Chicos, tenemos un caso complicado delante nuestro y necesito que colaboréis, aunque a algunos no os guste la idea, dijo mirando de reojo a Aidan, que la miraba fríamente.
Entonces empezó a explicarles la situación y todos los detalles que tenían sobre el caso. Jake había confirmado que la historia era real antes de llegar a la ICD, así que tenían un caso completamente legal, aunque a la vez secreto, lo cual lo hacía complicado.
Cuando el agente Barton entró a petición de Rose, ésta tubo serias dudas sobre si Aidan se le tiraría encima, pero éste se contuvo. Las miradas que Nicole y Ruth le echaron tampoco dejaban mucho a la imaginación, y Keith era cordial, aunque claramente se sentía incómodo con la situación. Los únicos que parecían medianamente tranquilos con la situación eran Jake y Nathan, puesto que solo hacía tres meses y medio que estaban en la ICD y no sabían nada sobre el pasado del grupo con Barton.
Rose sentía como le faltaba el aire, las lágrimas se le escapaban de los ojos sin que ella pudiese hacer nada por evitarlo, se sentía terriblemente estúpida y terriblemente mal. Sentía como si hubiese traicionado a Aidan y no podía evitar pensar que todo era culpa suya.
Encerrada en uno de los lavabos de la ICD se desahogó hasta quedarse sin fuerzas, pues sabía que ya no podría llorar más, ya no se lo podía permitir. A partir de ahora tendía que ser fuerte y enfrentarse a toda la situación sin decaer en ningún momento.
Se levantó, salió del baño y se lavó otra vez la cara. Luego se dirigió hacia el laboratorio.
- ¿Qué te parece? – le preguntó Rose a Alice, que le miraba fijamente, lo cual la estaba empezando a poner nerviosa.
- Necesitaré una muestra de sangre para averiguarlo todo sobre la droga y ver si encuentro el antídoto – contestó finalmente.
- De acuerdo, intentaré convencerle para que te de una muestra de sangre – dijo ella deseando huir de allí lo antes posible, hoy no estaba de humor para las excentricidades de Alice.
- Sawyer – dijo Alice antes de que Rose saliera por la puerta – me debes una – dijo sonriendo burlonamente.
Rose sonrió.
- Buscaré un buen cadáver con el que puedas divertirte – bromeó, y dicho esto se largó.
Bajó del árbol de un ágil movimiento y sin ser vista se dirigió a su propio muro.
- Aún están haciendo planes, pero parece que no tardarán mucho en empezar a moverse – informó Rose a Aidan y Scott, los cuales estaban planeando algo en el suelo.
-Yo no quería jugar a esto...-dijo Scott el cual solo asentía con desgana a lo que decía Aidan y Rose.
- Eso ya los has dicho tres mil veces - dijo Rose dándole una suave colleja - ahora a concentrarse en el plan.
Scott asintió e hizo un esfuerzo para olvidar sus problemas y centrarse en el juego y así tan vez podría desahogarse un poco.
-Bien, creo que al primero que deberíamos tumbar es a Jake, será el mas fácil, Nicole y Ruth, eso ya será otra historia...
Aidan rió un poco.
-No te hagas el interesante, Rose y yo ya te conocemos lo bastante como para saber que te mueres por inmovilizar a alguna de nuestras rivales. Yo propongo que nos dividamos y ataquemos en círculo.
Scott saco la lengua a Aidan aunque debía aceptar que era verdad lo que el había dicho y asintió mostrando su conformidad con el plan.
-Entonces tú te mueres para inmovilizar a la otra no?
- Bueno, a ver si esto va a acabar siendo una conversación sobre pervertidos y no sobre soldados - les riñó Rose.
-Perdón capitán nuestro capitán! - pregunto Scott mirando a Rose.
-No somos pervertidos. Tú tampoco quieres inmovilizar a Jake.-le dijo Aidan picándola.
- Para algo soy lesbiana, no? - dijo ella sacándole la lengua - ¿Qué gracia tendría eso?
Por otra parte a pocos metros de esa pequeña discusión de pervertidos Nicole protegía su preciado cabello con un gorro de esos tan monos de invierno, con bolita incluida, mientras hablaba de cómo ganar la importante batalla que se iba a librar en unos instantes.
-Bien equipo ¿estáis de acuerdo con la estrategia?-dijo mientras colocaba su mano encima de la nieve para que sus amigos hicieran lo mismo.
Ruth asintió mientras hacía una bola de nieve, y probaba su puntería lanzándosela flojo a un distraído Jake.
-Jake atiende, ¿Estás aquí o estás viendo la tele?-le preguntó sonriendo.
-Jake, en mi equipo solo se gana así que despierta o te meto una bola de nieve pro el culo i créeme no es agradable-dijo Nicole mientras le hacia un "I'm watching you" con los dedos.
- No seáis agresivas, que os estoy escuchando. - se quejó él.
-Así me gusta, bien, Ruth confío en ti, se que vas a matar a Aidan, yo me ocupo de Scott, no va a ser muy difícil, Jake, tú tienes a Rose, se que va a ser la mas difícil pero tú puedes chaval-dijo colocando una mano en su hombro para darle confianza-Que la suerte este siempre se vuestro lado porque si perdéis, os pateo el trasero a los dos.
-Nicole, relájate...-le dijo Ruth divertida.-Jake y yo aún podemos amotinarnos.
Nicole miro con los ojos entrecerrados a sus compañeros intentándoles dejar claro que para ella las guerras de bolas de nieve eran algo serio, tal vez tenía que ver en eso el hecho no solo de que fuera una mujer competitiva sino el que se criara en un pueblo donde en invierno llegan a -15 i 10000 cm de nieve.
- No sé mucho de batallas reales, pero sí de videojuegos. Y creo, pero no me hagáis mucho caso, que tenemos que ir contra los del otro equipo, no contra los miembros del nuestro. Solo lo puntualizaba.
Que listo, démosle un aplauso Ruth!-dijo sin darse cuenta de lo borde que sonaba eso, a veces la competición le giraba la cabeza y las ganas que tenía de ganar a Scott solo perjudicaban a su racionalidad.-Lo siento Jake, tienes razón, algo que puntualizar Ruth?
-¿Yo? Nada, nada. Pero al primero que eliminen invita a una cena.
- Hecho-dijo Nikki deseando cenar de gratis.
Pero no tuvieron tiempo a hacer nada pues de repente les cayeron un montón de bolas de nieve encima.
- ¡Emboscada! – chilló la voz de Rose desde las alturas.
- ¡Mierda! – se quejó Nikki mientras hacía una bola de nieve y la lanzaba a un blanco invisible.
- ¡Por aquí! – dijo la voz de Aidan desde una esquina, haciendo que Ruth reaccionara y le disparara una bola certera.
- ¡No os despistéis! – dijo la voz de Nathan por detrás de Jake a la vez que le lanzaba una bola a la cabeza.
- ¡Hemos ganado! – dijo Rose emocionaba.
Pero entonces se calló del árbol en el que estaba subida, haciendo que todos salieran del escondite y fueran a ver si estaba bien.
- ¿Te encuentras bien Rose? – preguntó Jake preocupado.
- Sí, sí, no os preocupéis ha sido un simple golp… - pero fue interrumpida por una avalancha de bolas de nieve - ¡Me las vais a pagar! – chilló ante la risa de todos sus compañeros.
Entonces empezó una gran batalla campal en la que los equipos ya estaban disueltos y todos se lanzaban bolas entre todos.
Y así pasaron la mañana, riendo y jugando en Central Park, para luego ir a comer todos juntos.
***
Tara golpeó a Alexo con fuerza, haciendo que cayera de espaldas unos cuantos metros aparte. Él enseguida se levantó y le propinó un puñetazo en la mejilla a ella, lo cual hizo que bajara la guardia y pudiera propinarle seguidamente una patada. Tara cayó al suelo agotada, pero tenía un último recurso y su enemigo estaba también cansado.
Se levantó con rapidez, fue al otro lado de la sala y gastando lo que le quedaba de energía dio un triple salto mortal para empotrar su pie contra la cabeza de Alexo, dejándole finalmente K.O tendido en el suelo.
- ¡He ganado! ¡He ganado! – se regocijó Rose – Pero has sido un digno oponente, Pecas, tendremos que jugar a este juego nuevo más a menudo. Y ahora, lo que me debes – le dijo a un Jake un poco malhumorado tendiéndole la mano.
Jake rebuscó en su bolsillo y sacó una chocolatina para luego dársela, fulminándole con la mirada.
- No me mires así que ayer perdí yo al Space Trip XIII y tuve que ir a comprarte esos bombones que te gustan tanto – le dijo ella sacándole la lengua.
- Tú te picaste tanto que propusiste la revancha. Ahora volvemos a estar empatados. - le dijo Jake.
- Pero eso no seguirá así por mucho tiempo, ¿jugamos otra? Voy a desempatar este marcador, my Darling – le retó Rose.
- Si lo harás, pero perdiendo.
- Ya, ya, ya, ya veremos quien acaba llorando – se rió ella.
- Vale, pero antes de empezar, voy a por un refresco. ¿Quieres que te traiga algo? - dijo Jake, poniendose en pie.
- Mmmm… un bocadillo de jamón y queso y un chocolate caliente, por favor – dijo poniendo cara de súplica.
Jake la miró con cansancio y molestia, pero acabó cediendo ante la mirada de Rose, la cual se congratuló de sus dotes persuasivas y empezó a preparar el juego para otra partida, esta vez no le dejaría ni un segundo para respirar.
Pero entonces empezó a sonar su móvil, ella lo ignoró al principio, no le apetecía para nada descolgar. Finalmente decidió que debía cogerlo, pues podía ser algo realmente importante. Dejó el mando de la PlayStation en la mesita y agarró el aparato.
En el momento en que leyó la pantalla se quedó helada. No podía ser. ¿Después de tanto tiempo? Ni siquiera recordaba tener aún su número registrado.
No debía contestar, sabía que si lo hacía nada bueno saldría de ello.
Dejó el móvil en la mesa otra vez, inquieta. Un montón de recuerdos dolorosos le vinieron a la mente. No, definitivamente ignoraría la llamada.
Miró de reojo el móvil mientras continuaba sonando ¿es que nunca se cansaría y colgaría?
Finalmente el móvil dejó de sonar.
Rose suspiró aliviada, pero la llamada le seguía carcomiendo los pensamientos. Intentó dejar de pensar en ello y se concentró en preparar el juego.
Pero entonces le llegó un mensaje de texto. Se quedó sentada sin hacer nada hasta que finalmente cogió el aparato con las manos temblorosas.
Después de leer el mensaje se levantó del sofá y miró por la ventana. Entonces suspiró.
- Ughhhhh, ¿por qué a mí? – se quejó mientras hacía muecas a la ventana, frustrada. Enseguida se puso otra vez seria. – Jake – le llamó mientras cogía el abrigo del colgador.
- ¿Sí? - preguntó desde la cocina.
- Ven por favor - dijo mientras se ponía el abrigo.
Jake obedeció y se asomó al salón.
- ¿Pasa algo?
- Jake necesito que me escuches con atención - dijo Rose poniéndose la pistola en el tobillo – Voy a salir a hacer un recado, si en una hora no me he puesto en contacto conmigo, preocúpate. Llama a la ICD y dale esto al jefe – dijo mientras le entregaba un sobre – pero eso solamente si me pasara algo. Necesito que confíes en mi, Jake. Te prometo que luego te lo contaré todo.
Jake no dijo nada. Solamente asintió y se guardó el sobre. Rose sonrió y con una mirada se lo dijeron todo. Ella salió sin pensárselo dos veces, pues si lo pensaba no saldría nunca de casa. Sólo esperaba poder ponerse en contacto con Jake antes de una hora.
Habían pasado tres meses desde que se conocieron y Jake se mudó con ella. Habían sido realmente unos tres meses memorables.
Jake era de naturaleza callada y tranquila, todo lo contrario a Rose, y precisamente tal vez era eso lo que los hacía tan compatibles. Eran como el yin y el yang, opuestos pero iguales, se completaban el uno al otro. Eran una especie de naranja no romántica.
Rose al principio tenía sus dudas de cómo iba a funcionar todo, le daba miedo su decisión de haber dejado entrar a alguien en su vida de esa manera, pero no se arrepentía. Al principio sí había costado adaptarse, sobre todo cuando a Jake le daba por levantarse de madrugada a tocar y despertaba a Rose. Aunque ella no estaba libre de pecado, consumía más comida de la que podían permitirse y molestaba a Jake para que saliera con ella a correr o jugar a fútbol con su equipo. Pero iban adaptándose a las costumbres, curiosidades y extrañeces del otro. Jake intentaba que Rose comiese más sano y Rose intentaba que Jake moviese un poco más el culo. Jugaban juntos a videojuegos, veían películas y series, se prestaban libros y filosofaban por las noches mirando las estrellas desde el balcón. Cada día aprendían algo nuevo el uno del otro, alguna manía, alguna tradición, alguna cosa buena, alguna cosa mala. Cada día se llevaban mejor, y se entendían fácilmente. Cada día era mucho mejor que el anterior. Y aunque habían pasado muchas cosas durante esos tres meses, ellos cada día estaban más unidos.
Además Jake estaba contento con su nuevo puesto, trabajaba desde su despacho en la ICD, progresaba con sus ordenadores y ayudaba a todos con los casos, cada día era más bueno, cada día les sorprendía a todos. Hacía maravillas con la informática.
Y Rose no estaba descontenta con su posición, ir sola a las misiones le permitía total libertad para tomar sus decisiones, y si necesitaba a alguien se llevaba a Nathan, para alivio de Nicole.
Su amistad con él también había crecido, se llevaban muy bien y muchas tardes se tiraban en el parque con un batido mirando a las chicas que pasaban y diciendo cual les gustaba más y por qué.
Pero ahora todo podía desvanecerse. Ahora que empezaba a estar realmente feliz había vuelto un pedacito de pasado a torturarles.
Llegó con todos estos pensamientos a Central Park, en el lugar indicado. Miró el reloj, no llegaba tarde. Intentó ver a través de la oscuridad pues la zona donde habían quedado no había mucha iluminación. Se sentó en el banco más cercano a esperar.
- Has venido, gracias – dijo una voz conocida detrás de ella, haciéndola botar del susto.
Por un momento el corazón le empezó a latir con mucha fuerza, tenía miedo. No debería haber ido, y sobre todo no debería haber ido sola. Pero entonces se obligó a relejarse, no iba a atacarla, no se atrevería.
- Tu voz suena cansada, ¿tanto has envejecido desde la última vez? – dijo ella con burla, intentando parecer lo más tranquila posible.
- Necesito tu ayuda – dijo él ignorando el comentario.
- ¿Qué te ayude? ¿Qué te ayude? ¿Tú necesitas ayuda? – preguntó ella incrédula – ¿Mr. Puedo hacerlo todo yo solo necesita ayuda?
- Por favor Rose, escucha. Sé que en el pasado no todo fue genial, pero necesito que me escuches.
Rose frunció el ceño, pensándose si quería hacerle caso o no. Finalmente suspiró y gruñó un poco, indicándole a él que podía hablar.
- Te haré un rápido resumen: hace tres semanas recibimos un chivatazo desde el interior de una empresa que opera en Massachusetts. El mensaje decía que estaban utilizando personas para experimentar con un nuevo fármaco ilegal – paró un momento para toser un poco, luego prosiguió – estuvimos dos semanas estudiando la empresa y finalmente descubrimos todo el pastel: estaban creando una droga. Mi equipo y yo fuimos a desmantelar la operación, parecía una tarea bastante sencilla, estaba perfectamente preparada, todo detallado para acabar con la producción… pero nos emboscaron, alguien les dio el chivatazo y mataron a mi equipo…
- No quiero parecer insensible pero, ¿a dónde quieres llegar a parar? – preguntó Rose.
- Rose, están creando una arma de destrucción masiva, pretenden cambiar un cargo de millones de vacunas que se dirige a Nueva York por esa droga, pretenden matar a la mitad de la población.
Rose se quedó sin palabras. Una arma de destrucción masiva que acabaría con la mitad de la población de la ciudad…
- ¿De la ciudad…? – preguntó Rose.
- Del estado – dijo él.
Rose no sabía qué decir.
- La droga – dijo él mientras tragaba un poco de saliva – destroza el cuerpo de la persona a la que se lo inyectan pasando por…dolorosas fases. A los 9 días, 10 a lo máximo, la persona muere. Rose tienes que ayudarme a pararlo.
Entonces Rose se levantó de golpe y empezó a alejarse.
- ¿Adónde vas? – le preguntó él con angustia, levantándose también. Entonces la empezó a seguir.
- ¿Cómo sé que lo que dices es verdad? No me fio de ti – dijo ella con aspereza, evitando mirarle.
- Rose por favor, necesito detener esto – insistió el Sargento Barton cogiéndola de la muñeca.
- Suéltame, Will – dijo ella poniendo la voz más fría que pudo.
- Me estoy muriendo – dijo él de repente.
Rose volvió a quedarse sin habla y se giró poco a poco para encararle.
- Me muero, Rose… - entonces se arremangó el jersey que llevaba y mostró su brazo, el cual estaba verdoso - me inyectaron la droga para utilizarme como sujeto de prueba, pero logré escapar. No quiero que lo último que haga en mi vida sea dejar que esa droga mate a miles de personas…
- ¿Y…y por qué no acudes al ejército? – preguntó ella aún sorprendida.
- No puedo confiar en ellos, hay un topo. Sois mi última esperanza, por favor… - dijo Barton mirándola a los ojos con sincera súplica.
Rose dudó unos segundos más, pero finalmente dejó escapar el aire que había estado aguantando y asintió.
- Veré lo que puedo hacer. – dijo seria. Entonces cogió el móvil y marcó el número de Jake. – Jake, necesito que vayas a la ICD, espérame en la puerta del edificio, llego en un cuarto de hora. – entonces colgó.
- Rose, otra cosa – le dijo él antes de que ella empezara a caminar. – no les digas a los de tu equipo que me estoy muriendo, por favor.
Rose no entendió el por qué, pero asintió.
- Sólo se lo contaré a tres personas, y no hay trato si no es así – le dijo cuando vio que se iba a quejar.
- De acuerdo – suspiró él, entonces se pusieron en marcha.
***
Rose entró a la ICD temiendo que el jefe no se encontrara ahí, pero como siempre la luz de su despacho estaba encendida. Muchos días Keith se quedaba hasta las tantas trabajando en el despacho, aunque Rose no sabía exactamente qué hacía suponía que eran temas burocráticos y cosas aburridas. También tenía la teoría de que el jefe era un ser de otro mundo que estudiaba el planeta Tierra y escribía sus notas por las noches en la soledad de la ICD.
Dio unos suaves golpecitos a la puerta del despacho y entró. Keith la miró extrañado.
- ¿Rose? ¿Qué haces aquí? ¿A pasado algo? – dijo preocupado.
- Primero de todo – dijo ella acercándose a la mesa de su jefe y apoyando sus manos en ella - ¿por qué estás aquí y no con tu familia en casa? – le riñó, ante lo que Keith se limitó a rodar los ojos – segundo, tenemos un… asunto que resolver…
- ¿Un asunto que resolver? – preguntó él con curiosidad.
- William Barton está en la puerta del edificio, esperando con Jake a que tu decidas algo – soltó Rose sin tapujos, haciendo que el jefe no reaccionara inmediatamente.
- ¿Qué hace William Barton aquí? – dijo él entre preocupado y molesto.
- Es una larga historia…
Entonces Rose le explicó todo lo sucedido, con pelos y señales, incluyendo el estado del agente Barton.
- Pero esto es horrible… - dijo Keith refiriéndose al armamento de droga. - ¿Cómo sabemos que está diciendo la verdad?
- Lo sé, sé que no miente… aunque le he explicado todo a Jake y se pondrá a verificar la historia. No podemos contactar con el ejército pues tienen a un topo infiltrado, no nos podemos fiar de nadie. Tenemos que pararlo – dijo ella seriamente, suplicando a su jefe con la mirada que aceptara el caso. - Y tenemos que hacerlo en menos de seis días.
Keith estuvo unos momentos callado, pensando en la mejor opción. Sabía que haciendo eso ponían en riesgo a toda la unidad, sobre todo teniendo en cuenta que en el pasado su equipo y el equipo de Barton no habían acabado muy bien. Era una misión peligrosa y realmente el terrorismo no era la especialidad de su unidad… pero si lo que decía Barton era cierto la vida de miles de personas estaría en peligro.
- Está bien – dijo finalmente Keith – mañana reúne el equipo y empezaremos.
- De acuerdo- asintió Rose – gracias, jefe – le sonrió.
Cuando Rose hubo salido del despacho Keith suspiró con pesadez ¿por qué eran siempre ellos los que se metían en esos problemas?
Pensó que lo mejor que podía hacer en ese momento era irse a casa como le había dicho la agente Sawyer, su mujer estaría empezando a preocuparse.
***
Cuando Rose salió del edificio se dirigió donde Jake y Will estaban. Ninguno de los dos hablaba, lo cierto es que Jake aún estaba inseguro por el caso.
- Ha dado su consentimiento, mañana mismo empezamos – dijo ella mirando a Barton, el cual le lanzó una pequeña sonrisa para luego empezar a toser. – Hace mucho frío, deberíamos volver a casa y descansar.
Jake asintió, se le estaban congelando las orejas, pues con las prisas se había dejado el gorro en casa.
- Will ¿tienes donde pasar la noche? – preguntó Rose.
- Mmm… no te preocupes, ya encontraré algún sitio por aquí, nos vemos mañana – dijo haciendo un movimiento con la mano y girándose para irse.
- ¿A dónde crees que vas? – dijo Rose cogiéndole de la chaqueta – Jake, ¿te importa que se quede a dormir en el sofá mientras estamos con el caso?
Jake asintió, aunque no estaba muy seguro de fiarse de ese desconocido se fiaba de Rose. Además, tenía ganas de meterse bajo su manta y dormir como un lirón.
- Pues está decidido, nuestro sofá será tu nuevo palacio – bromeó ella mientras agarraba a Will del brazo y le arrastraba con ellos.
- Gracias – se limitó a agradecer él con timidez, no se esperaba tanta hospitalidad.
***
Al día siguiente Rose llegó nerviosa a la ICD, sabía que tres de los agentes no se iban a tomar muy bien la presencia de Barton, pero tendría que convencerles de que lo que hacían estaba bien.
Entró con Jake y Barton detrás de ella, pero mandó a Barton a la sala de descanso mientras Jake y ella iban a la de reuniones, donde se suponía que estaba ya todo el equipo reunido.
Cuando entraron todas las miradas se dirigieron a ellos, en especial la de Nicole, pues estaba de mal humor porque era la primera vez que no se ocupaba ella de organizar el caso.
- Más te vale que valga la pena, Sawyer – le dijo entre bromeando y matándola con la mirada. Rose se limitó a sonreír con miedo.
- Antes de empezar – dijo Rose mientras Jake se sentaba en su sitio – Aidan, me gustaría hablar contigo en privado.
Todos se quedaron en silencio. Aidan se levantó de su silla haciéndole un gesto de interrogación a Ruth, que le miraba con curiosidad.
- Es importante que mantengas la calma ante lo que te voy a contar – le dijo Rose a la que hubieron salido y se hubieron alejado un poco de la sala de reuniones.
Aidan frunció el ceño intrigado por no saber lo que le tenía que decir su compañera, y se cruzó de brazos mientras le hacía un asentimiento de cabeza.
- Tú dirás.
Rose suspiró antes de decirlo, agarrándose a todo el valor que pudo.
- William Barton está aquí, el caso de hoy lo ha traído él – dijo de una tirada, sabiendo cual sería la reacción de su amigo.
Aidan la miró a los ojos, y enseguida sintió como todo su ser se llenaba de una fuerte cólera. Y dolor, mucho dolor.
- ¿William Barton está aquí?- preguntó con una risilla, y como si su cabeza no pudiera asimilar tal información.
- Por favor Aidan no te exaltes, ahora lo explicaré todo junto a los demás. Por favor Aidan prométeme que me dejarás acabar toda la explicación y que no te tirarás encima de Barton cuando le veas - le dijo Rose con ojos suplicantes.
Él suspiró sonoramente, y se separó de Rose. Le dio la espalda, y se llevó una mano a la frente. Su cerebro repetía el nombre de William Barton constantemente.
- ¿El jefe aprueba esto?-le preguntó girándose un poco, y levantando la voz más de lo debido.
- Sí… se lo conté ayer…
- ¡Joder!-exclamó Aidan cortándola, y volviéndose acercar hasta ella con rabia-¿Tú le has ofrecido la ayuda, no?
- Aidan yo... lo-lo siento... - dijo ella evitando mirarle - pero no podía dejarle tirado, no podía...
Aidan se sintió dolido, no podía creérselo. Le agarró la cara sin pasarse de fuerza, e hizo que lo mirara a los ojos:
- Claro…no podías.-la soltó- Pero sí puedes hacerme pasar por esto a mí, no?
Rose le miró a los ojos con valentía pero no pudo evitar que se le humedecieran los ojos y algunas lágrimas salieran de ellos.
- Aidan, nunca haría nada deliberadamente que pudiera herirte, si pudiera evitaría toda esta situación, pero no puedo, no es tan fácil, por favor Aidan…
Él le aguantó una mirada dura, y negó con la cabeza:
- ¿Por favor? Yo soy el que debería usar el ''por favor'' aquí. ¿Por qué lloras?-le preguntó luego hirientemente.-También soy yo el que debería llorar.-se calló, sintiendo como el nudo de su garganta iba en aumento. -¿Sabes qué Rose? A partir de ahora no se te ocurra dirigirme la palabra, y si me la tienes que dirigir que sea como agente Sawyer y agente Van Hepburn.-dicho aquello, meditó la posibilidad de largarse de allí pero armándose de valor finalmente volvió a entrar.
Rose se quedó de pie donde estaba, intentando contener las lágrimas. Sentía una opresión horrible en el pecho. Sabía que iba a ser malo, pero no pensó que tanto.
Se obligó a relajarse y se secó las lágrimas con la manga de la camiseta. Entonces fue a la sala de descanso a decirle a Barton que se preparara y aprovechó para lavarse la cara en la pica del baño.
- Rose, ¿estás bien? – le preguntó Will al salir.
- No te preocupes. Tu quédate fuera y entra cuando yo te avise y solamente cuando yo te avise – le advirtió, él se limitó a asentir.
Rose se armó de valor y entró en el despacho donde todos la esperaban con más expectación después de que Aidan entrase de tan mal humor.
- Chicos, tenemos un caso complicado delante nuestro y necesito que colaboréis, aunque a algunos no os guste la idea, dijo mirando de reojo a Aidan, que la miraba fríamente.
Entonces empezó a explicarles la situación y todos los detalles que tenían sobre el caso. Jake había confirmado que la historia era real antes de llegar a la ICD, así que tenían un caso completamente legal, aunque a la vez secreto, lo cual lo hacía complicado.
Cuando el agente Barton entró a petición de Rose, ésta tubo serias dudas sobre si Aidan se le tiraría encima, pero éste se contuvo. Las miradas que Nicole y Ruth le echaron tampoco dejaban mucho a la imaginación, y Keith era cordial, aunque claramente se sentía incómodo con la situación. Los únicos que parecían medianamente tranquilos con la situación eran Jake y Nathan, puesto que solo hacía tres meses y medio que estaban en la ICD y no sabían nada sobre el pasado del grupo con Barton.
***
Rose sentía como le faltaba el aire, las lágrimas se le escapaban de los ojos sin que ella pudiese hacer nada por evitarlo, se sentía terriblemente estúpida y terriblemente mal. Sentía como si hubiese traicionado a Aidan y no podía evitar pensar que todo era culpa suya.
Encerrada en uno de los lavabos de la ICD se desahogó hasta quedarse sin fuerzas, pues sabía que ya no podría llorar más, ya no se lo podía permitir. A partir de ahora tendía que ser fuerte y enfrentarse a toda la situación sin decaer en ningún momento.
Se levantó, salió del baño y se lavó otra vez la cara. Luego se dirigió hacia el laboratorio.
***
- ¿Qué te parece? – le preguntó Rose a Alice, que le miraba fijamente, lo cual la estaba empezando a poner nerviosa.
- Necesitaré una muestra de sangre para averiguarlo todo sobre la droga y ver si encuentro el antídoto – contestó finalmente.
- De acuerdo, intentaré convencerle para que te de una muestra de sangre – dijo ella deseando huir de allí lo antes posible, hoy no estaba de humor para las excentricidades de Alice.
- Sawyer – dijo Alice antes de que Rose saliera por la puerta – me debes una – dijo sonriendo burlonamente.
Rose sonrió.
- Buscaré un buen cadáver con el que puedas divertirte – bromeó, y dicho esto se largó.
¿Qué os ha parecido? Sé que hay muchas cosas misteriosas por el medio pero ya se irán resolviendo con el transcurso de la temporada. Recordad que la cosa tiene que durar aproximadamente 6-7 días.
Me encanta escribir sobre esta unidad, creo que está muy unida y es todo muy cercano y monoso (aunque bueno, Rose y Aidan se acaben de pelear y tal... xD)
El perfil de William Barton lo cuelgo mañana que ahora estoy cansadisima...[center]
Última edición por egaara el Mar Feb 05, 2013 3:06 am, editado 1 vez
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Re: ÚLTIMA ESPERANZA (Temporada 2)
No es un capi muy largo, y es mas bien cacurrio, no espereis gran cosa.
Voy a poner el titulo de Capitulo, pero solo porque queda mono y eso xDD
Intentó girarse incómoda en la cama, pero apenas podía moverse. Necesitaba salir urgentemente.
Giró la cabeza y no pudo evitar esbozar una dulce sonrisa. Pero pronto su vejiga volvió a hacer de las suyas, y sintió pinchazos en el vientre.
David, como de costumbre, dormía de lado junto a ella, muy pegado. Esta vez, todo su cuerpo rozaba el costado izquierdo de Jane la cual estaba boca arriba; una de las piernas de Dave se enredaba con una de las de ella, la cabeza totalmente enterrada en su cuello, oculta entre su pelo largo y castaño, y el brazo izquierdo caía completamente extendido por encima del cuerpo de Jane y llegaba hasta el borde de la cama. La verdad es que esa postura resultaba agobiante en ocasiones, pero Jane era incapaz de dormir si no sentía su cuerpo en la espalda o abrazado a ella.
- Dave. – susurró, girando la cabeza y pegando su boca a su oreja.
Pero él dormía tan profundamente que no se movió. Jane insistió varias veces, pero él seguía durmiendo, respirando fuertemente en el cuello de ella.
Finalmente, alargó la mano y le dio un suave pellizco en la parte trasera del muslo por encima del pantalón, casi a la altura de la nalga. David no pareció inmutarse, pero su respiración cambió y con voz ronca preguntó, aún con la cabeza oculta entre el pelo de Jane.
- ¿Qué excusa tienes esta vez para despertarme?
- ¿Cuáles están disponibles para que no te enfades conmigo? – preguntó ella a su vez.
David suspiró y movió la cabeza para apoyarla en su hombro.
- Que Sarah esté llorando, que Mercury esté ladrando o que un ladrón haya entrado en casa.
- ¿Y que tu mujer necesite salir porque se hace pis? – David alzó la mirada y la miró con cara de reproche. – No me mires así, es la cabeza de Robert la que me presiona la vejiga.
David suspiró y se giró en la cama, apartando por fin el brazo de encima de Jane.
Ella salió corriendo hacia el baño y entornó la puerta. Dave quedó tumbado boca arriba, con los brazos estirados, y mirando el techo.
- Oliver. – dijo de pronto.
- ¿Eh? – preguntó Jane desde el baño, sin entender a lo que se refería.
La puerta volvió a abrirse y salió, de vuelta a la cama.
- Se llama Oliver. – le dijo David, mirándola con una media sonrisa, provocándola.
- De eso nada. – dijo ella, volviendo a tumbarse de espaldas a él, a la vez que David volvía a rodearla como de costumbre, esta vez situando la mano sobre la tripa más que evidente de su mujer. – Tú elegiste el nombre de Sarah.
- Porque querías llamarla Elizabeth. – respondió sin mas, acomodando su cabeza sobre la de ella.
- ¿Y que hay de malo en eso? Es un nombre bonito.
- Porque habrían acabado llamándola de todo menos Elizabeth: Beth, Betty, Lizzy, Liz… - luego suspiró sonoramente y cerró los ojos. - ¿En serio vamos a hablar ahora de esto? No todos podemos faltar al trabajo por maternidad.
- La verdad es que sería preocupante que pidieras una baja por maternidad. – rió ella echando la mano hacia atrás y dándole un suave golpe donde le había pellizcado previamente. – Además, cállate. Has empezado tú con eso de “se llama Oliver”.
- Oliver es bonito. – repuso él. – Además pasa lo mismo con los motes si le llamamos Robert. No me importaría llamarle Robbie, pero como alguien se atreviera a llamarle Bob o Bobby, te juro que le cambiaríamos el nombre. Bob suena a granjero gordo.
- ¿Y Olly? Suena ridículo.
- A mi me gusta.
- A mi no. – repuso ella.
- ¿Sabes que? De acuerdo, tú ganas. Estoy cansado y mañana tengo que madrugar. – se removió para acomodarse mejor aún mas cerca de ella, casi encima de su costado. – Eso sí, espero que no vuelvas a tener ganas de hacer pis, porque no me pienso levantar esta vez.
David salió del ascensor, echó un vistazo a la planta, en la cual no había demasiada gente, se acercó con paso firme a la puerta del despacho de Keith Harris y dio un par de golpes suaves con el nudillo del índice.
- Adelante - dijo Keith sin levantar la vista de sus papeles
David entró y cerró la puerta tras él.
- Agente Harris. - dijo, acercándose al escritorio.
Keith levantó la caneza al reconocer el acento británico del hablante.
- Agente Miur - dijo mientras se levantaba y le tendía la mano - me alegro de que esté aquí, ¿cómo va la mudanza?
- Bien, gracias. - le respondió, asintiendo levemente.
- ¿Preparado para incorporarte al equipo? Justo llegas cuando empezamos un caso - le informó el jefe a David.
- Entiendo. ¿En qué consiste el caso? - preguntó interesado.
- Terrorismo químico, un grupo terrorista pretende cambiar un cargo de vacunas por una droga mortal y traerla al estado de Nueva York, tenemos una semana para pararlo - le resumió mientras le entregaba una carpeta con los datos del caso.
- Gracias. - le dijo cuando le tendió la carpeta. La abrió y ojeó la primera página. Luego alzó la vista de nuevo. - ¿Algún avance por ahora?
- Poca cosa, resulta que el centro en el que operaban a sido vaciado, así que tenemos que encontrar su nueva base de operaciones. Pero sí que sabemos el día del cambiazo, el 16 de enero, así que tenemos poco tiempo para frenarlo.
El jefe acabó de explicarle todo el asunto al agente Miur. Le explicó que había sido un sargento del ejército quien había traido el caso y el por qué no podían confiar en el ejército. También le relató que algunos de los agentes estaban un poco irascibles y que tuviese cuidado con ellos.
- No están en el mejor momento para hacer migas con nadie así que no te ofendas si no se muestran muy amistosos - le advirtió.
- No se preocupe, señor. Prefiero trabajar solo. - respondió David.
- Respecto a eso... sé que en la ICD británica le permitían trabajar solo, pero aquí tengo la política de todos los agentes tienen un compañero, y no voy a hacer una excepción con usted - le dijo serio pero con una sonrisa. Entonces apretó un botón de su comunicador y habló por él - agente, puede venir un momento a mi despacho, es importante.
- ¿Disculpe? - preguntó Dave ligeramente molesto. - Supongo que sabe que ya tuve un compañero hace unos años, y los problemas que trajo consigo.
Keith asintió.
- Los conozco, y creo que ya es hora de olvidarse del pasado. Además, estoy seguro de que esta vez podrá evitarlos - entonces alguien golpeó la puerta - adelante.
- Jefe, ¿me necesitas para algo importante? Estaba investigando una pista con Jake - dijo Rose un poco molesta.
David miró hacia la puerta y se cruzó con la mirada de aquella agente de la ceremonia benéfica, la cual consiguió ponerle de los nervios. Frunció el ceño ligeramente y volvió a mirar al jefe, escrutando más allá de su mirada. Y entonces supo cuales eran sus intenciones. Tras rascarse con el índice la mandíbula, dijo:
- No lo estará pensando en serio, ¿verdad?
Keith se limitó a sonreír mientras Rose se acercaba a la mesa del jefe.
- ¡¿Qué hace este aquí?! - exclamó mientras le señalaba descaradamente con el dedo, mirando a Keith y esperando una respuesta que no significara nada molesto para ella.
- Le han trasladado a la ICD de Nueva York, a partir de hoy será tu nuevo compañero - contestó él.
Rose se quedó sin palabras. Después de todo lo que le había pasado en ese día esto era lo que menos deseaba. Miró al agente británico, el cual la miraba molesto, y luego volvió a dirigirle la mirada a Keith.
- Es una broma ¿verdad? - ante lo que el jefe negó - ¡Me niego!
- No puedes negarte, la decisión ya está tomada - contestó el jefe, ya no tan sonriente.
- A ninguno de los dos nos agrada la idea, ¿por qué no evitar todo esto entonces? - dijo David, mirando fijamente a Keith, con un ligero tono de súplica.
- Es una decisión inamovible, creo que será lo mejor para el equipo - dijo Keith, no tenía intención alguna de ceder.
David no dijo nada, solo resopló con suavidad y echó un vistazo de reojo a Rose, con las cejas ligeramente fruncidas.
Rose le devolvió la mirada, frunciendo el ceño.
- Yo conduzco - dijo apartando la mirada, con molestia - aún tendríamos un accidente con este conduciendo por la izquierda - dijo burlona mirando al jefe. Sabía que éste no iba a ceder así que intentó tomárselo con buen humor. El día iba de mal en peor.
- Tu conduces tu coche, yo el mío. - dijo David a regañadientes. - Seremos compañeros el menor tiempo posible.
- Parece que alguien no entiende lo que ser compañeros significa - dijo Rose rodando los ojos - pero haz lo que te de la gana, a mi ya me está bien.
- Rose... - empezó Keith a reñirla.
- ¡¿Qué?! Es él el que se niega a cooperar,¡no me eches las culpas de toda la mierda que hay por aquí! - dicho eso se largó, dando un portazo al salir por la puerta.
Cuando David se quedó solo en el despacho de Keith, le dirigió una mirada y dijo, negando levemen:
- Nadie me había informado que tendría un compañero.
- Ese no es mi problema, pero en mi unidad no tratamos a nadie con ningún favor especial, y como norma todos deben tener un compañero. Así que le pido por favor que se comporte como un profesional y cumpla con sus obligaciones. - le dijo Keith seriamente.
- Cumpliré gustosamente con mis obligaciones, si usted controla a sus agentes y evita que suceda lo mismo que pasó en mi unidad. - le dijo, dirigiendose hacia la puerta. Pero antes de salir, añadió: - Le recuerdo que usted no es el único al que le gustaría tenerme en su equipo.
Dicho esto, salió del despacho y buscó a Rose con la mirada. No la encontró en ninguno de los escritorios, así que se asomó a las salas que tenían la puerta abierta, y en una de ellas, la vio y entró con paso firme y rápido.
- De acuerdo. - dijo, nada más entrar en el despacho, y la apuntó con la carpeta que le había dado Keith. - Tenemos que ser compañeros, y a ninguno de los dos nos gusta la idea. Así que más vale que pongamos unas normas claras. - luego se dio cuenta de que no estaban solos en el despacho, sino que había otra persona, a la cual reconoció de la fiesta benéfica. Le echó una mirada y le dijo: - Hola.
- Hola. - respondió Jake sin atreverse a entrometerse entre ellos.
Pronto David volvió a centrar su atención en Rose, y preguntó:
- ¿Te parece bien?
Rose le miró con curiosidad, pero sin dejar de fruncir el ceño.
- Te escucho - le dijo finalmente.
- Bien. - respondió. - Solamente somos compañeros en el trabajo. No estoy a favor de juntar la vida personal con la profesional, así que fuera del trabajo, tu y yo no nos conocemos. - hizo una breve pausa. - Yo conduzco, y solamente mi coche. ¿No te gusta? Vas en tu propio coche. Por mi encantado, es más, supongo que no pondrás ninguna pega. - carraspeó suavemente para luego continuar hablando. - Los interrogatorios son mi especialidad, así que yo me ocupo de ellos. No cuestiones mis métodos, ni me preguntes sobre ellos. Y por último, lo más importante: no me gusta hablar de mi vida privada.
Rose sonrió.
- Yo también tengo mis reglas. Me parece bien lo de separar vida privada y personal, no me interesa tenerte a la vista fuera del trabajo. Te dejo que hagas lo que quieras con tu coche mientras no me molestes. Mis métodos tampoco son cuestionables, y si no te gusta lo que hago te fastidias. Y no pienso darte los interrogatorios, eso ni de coña - dijo ella.
- Si consigues sacar la mitad de información que saco yo en un solo interrogatorio, te los cedo. - la retó él.
- ¿Es esto una apuesta? - dijo ella mirándole emocionada y estampando su mano derecha en el escritorio de Jake.
- Si quieres considerarlo como tal, a mi no me importa. - respondió él.
- Que soso eres chico - dijo mientras se ponia los brazos detrás del cuello - en fin, haz lo que quieras - le dijo, para luego centrarse en Jake. - ¿Dónde está Barton, por cierto?
- No estoy seguro. - dijo Jake. - Creo que ha salido a dar una vuelta.
- Mierda, le dije que no se moviera de aquí - dijo Rose mosqueada - voy a buscarle - dicho esto se largó de la sala sin siquiera mirar a Dave.
Ambos observaron como Rose salía de la sala. Cuando se quedaron solos, David preguntó:
- ¿Quién es Barton? ¿Es el sargento relacionado con el caso? - dijo, haciendo referencia a lo que le había dicho el jefe en su despacho.
- Si, es él. - respondió Jake, encogiendose de hombros, dando así por entendido que no sabía mucho sobre el tema. - Todos parecen molestos por que Rose le haya traido aquí, aunque no llego a entender el por qué.
- Entiendo. - dijo David, pensativo. - ¿Y del caso se sabe algo?
- No mucho, nos lo ha presentado Rose hoy mismo.
Al cabo de un rato Rose entró otra vez seguida por un hombre alto y de pelo corto castaño. Rose parecía seria y preocupada. Le indicó al hombre que se sentara en el sofá y ella se sentó junto a Jake.
Entonces se fijó en la mirada que David le echaba a Will.
- Oh sí, Agente Miur le presento al sargento William Barton, Will, te presento al príncipe Harry - les presentó.
- Encantado - musitó William desde el sofá, para luego toser un poco, lo cual hizo que Rose frunciera el ceño levemente, sin apartar la mirada de la pantalla.
David no respondió, pero inclinó la cabeza a modo de saludo.
Rose miraba a la pantalla, intentando concentrarse.
- Will, ¿cómo me has dicho que se llamaba la compañía que lo estaba preparando todo? - le preguntó.
- Ingernal SA, pero ya no existe ¿por? - preguntó él
- Por que el día que Ingernal SA desapareció, otra compañía empezó a crecer desmesuradamente: GPA SA - dijo ella señalando la pantalla del ordenador
- Déjame ver. - dijo David, acercandose también a la pantalla.
Rose entonces señaló un trozo de la pantalla.
- Aquí dice que la fabrica de la empresa está en Massachusetts pero las oficinas están en Ossining, podríamos ir a investigar - dijo la agente. (nota, Ossining es un pueblo del estado de Nueva York)http://es.wikipedia.org/wiki/Ossining_(Nueva_York)
- ¿Vamos ahora? - preguntó David.
- Pero no podemos llegar ahí y empezar a hacer preguntas, sospecharían y cerrarían el garito. Tenemos que meternos a escondidas.
- No tenemos por qué preguntar. - repuso David.
- Por supuesto que no ¿tienes algo pensado?
- Si. - respondió sin más, sin mirarla.
Rose rodó los ojos.
- Reformulo la pregunta ¿piensas contarme lo que has pensado?
David la miró fijamente.
- ¿Escuchaste lo que te dije antes? ¿Lo de que no me preguntes por mis métodos? Ahora es buen momento para que lo pongas en práctica.
Rose frunció el ceño.
- Está bien, haz lo que te de la gana, pero si te pasa algo luego no vengas llorando - entonces se levantó - Jake, te veo en casa, me llevo a Will - dicho esto agarró a Barton del brazo y se largó de la sala cabreada.
Rose apagó la música y bajó del coche, no había sido un viaje demasiado largo, Ossining estaba cerca de Nueva York.
- ¿Por qué tener las oficinas de una empresa de Massachusetts en un pueblo residencial como Ossining? - se preguntó Rose a si misma en voz alta.
Buscó al agente Miur con la mirada, aunque ya era oscuro pudo distinguirle entre los coches de la otra acera. Él también acababa de llegar. Se acercó y le saludó haciendo un gesto con la cabeza.
David musitó un “hola” y caminó junto a ella, en dirección a la entrada de las oficinas.
Rose se sintió un poco incómoda al caminar en silencio junto al inglés, no le gustaba tener un compañero invisible. Pero no le caía bien y estaba claro que era algo mútuo. Suspiró y recordó el plan: entrar a escondidas a la oficina, evitar ser vista, meterse en los archivos y conseguir cualquier información útil.
- mmm... - voy a entrar por la puerta de atrás... - informó Rose, un poco insegura de cual sería la respuesta de él.
- Tú misma. – respondió él, sin detener el paso y mirándola de reojo.
Rose murmuraba maldiciones, no sabía ni por qué se preocupaba por ese imbécil. Pero si le pasaba algo se las cargaría ella y el jefe le echaría la bronca, y eso no le apetecía nada.
Cuando llegó a la puerta trasera no se sorprendió de que no hubiese cámaras, pues Jake ya lo había comprobado antes. Cogió un clip que llevaba en el pelo y con él abrió la puerta.
No había moros en la costa, a esa hora se suponía que había cambio de turno de los guardias y durante cinco minutos tenía vía libre. Cogió el telecomunicador y se lo colocó en la oreja.
- Jake, ya estoy dentro – le avisó.
- Buenos días. – dijo David, entrando por la puerta, con una gran sonrisa dibujada en su rostro.
Los dos hombres que estaban sentados en los escritorios mas próximos, le miraron, extrañados.
David fingió asombro ante su reacción y dijo:
- Perdonen mis modales. Soy Peter Lucas. – les tendió la mano. – Acaban de transladarme aquí.
Ambos hombres le estrecharon la mano, pero seguían mirándole, cautelosos.
- No sabía que hubiesen trasladado a nadie, ¿de qué empresa viene? - preguntó uno de los hombres.
Rose cogió el móvil y miró el plano del edificio. Tenía que subir a la quinta planta sin ser vista. Empezó a subir por las escaleras, le sorprendió la poca gente que había trabajando allí, aunque fuera hora de marcharse se esperaba más movimiento.
Llegó sin problemas hacia donde tenía que ir y abrió con sigilo la habitación. Era un despacho con un simple escritorio y un ordenador bastante antiguo en él, por el modelo seguramente era de 2015.
Rose se acercó y vio que estaba encendido, resultaba bastante sospechoso. Con un movimiento de ratón la pantalla se iluminó y, para sorpresa de Rose, mostró un dibujo de una calavera con una frase debajo: “Wrong place, now die”. Rose abrió los ojos y entonces notó que alguien entraba en la habitación: un hombre alto y grande, calvo y con barba de unos cuantos días.
- Lo siento nena, te has metido donde no debías y aquí se acaba todo para ti – le dijo él mirándola lascivamente.
Rose hizo una mueca. “Piensa, piensa, piensa” se decía a si misma. Entonces el hombre sacó una pistola y la apuntó, pero antes de que pudiera hacer nada ella sacó la suya y le disparó en el hombro. Él se lo agarró chillando de dolor, lo que dio una oportunidad de oro a Rose para huir saltando por encima suyo y clavándole los zapatos en la espalda.
- ¡Maldita zorra! ¡Que alguien la pare! – chilló el hombre.
“¿Por qué todo el mundo está obsesionado en llamarme zorra?” pensó molesta mientras empezaba a bajar las escaleras. Entonces una bala le pasó rozando por la pierna.
- ¡Detenedla! – dijo alguien detrás suyo.
Giró un poco la cabeza y vio un grupo de hombres que la perseguían y la intentaban apuntar, aunque con la carrera les era imposible. Rose intentó darse prisa para perderles de vista y salir de allí cuanto antes, pero cuando estaba en la segunda planta dos hombres la pillaron mientras subían por la escalera. Se encontró rodeada por arriba y por abajo, sin saber qué hacer miró de reojo por la ventana que había en el pequeño pasillo y se le ocurrió un plan, estúpido y arriesgado, pero un plan al fin y al cabo.
David salió al fin del edificio. Tenía la información que necesitaban, y esperaba encontrarse con Rose en el mismo sitio donde se separaron.
Sin embargo, ella no estaba fuera, así que tuvo que esperar un rato, encogido en su abrigo flexionando levemente las rodillas para evitar el frío.
Mientras la esperaba, involuntariamente le vino a la cabeza el primer nombre que se le ocurrió como nombre en clave: “Peter Lucas”. Lucas estaba en la lista de posibles nombres para el bebé, y había sido descartado. Sin embargo, Peter… Se sintió estúpido por no habérsele ocurrido antes.
Unos gritos le distrajeron, y alzó la mirada, hacia la fuente del bullicio.
- Oigan, aquí ha habido una confusión… - dijo ella intentando distraerles.
- De eso nada, muñeca, tú…
Pero antes de que el sujeto pudiera acabar de hablar Rose pegó un disparo a la pared que hizo que un pequeño trozo de techo se viniera abajo formando una gran nube de polvo. Alguien disparó a ciegas pero no dio en el blanco.
Rápidamente Rose abrió la ventana, miró un segundo para abajo y chilló.
- ¡EH, DR JEKYLL, CÓGEME!
Entonces cogió aire y saltó.
Con los ojos cerrados Rose notó cómo la gravedad se apoderaba de su cuerpo y caían en el pequeño abismo, ya sin más esperanza de que su compañero la cogiera y no se rompiera una pierna.
A David el salto de Rose le pilló totalmente por sorpresa, y apenas tuvo tiempo para alargar los brazos y frenar su caída. Sin embargo, perdió el equilibrio y cayó de espaldas, aún con Rose en sus brazos.
- Joder, ten más cuidado. – consiguió decir, ya que el golpe le había dejado sin aliento.
Rose tardó unos segundos en recuperarse de la caída.
- Lo siento, era mi única salida - dijo aún encima suyo. Luego miró hacia la ventana de la que acababa de saltar y vio como los que la perseguían se habían recuperado de la sorpresa y les estaban apuntando con sus armas - Tenemos que salir pitando de aquí - dijo mientras se levantaba bruscamente y agarraba a David del brazo para que se levantara.
Cuando al fin se puso en pie, removió el brazo, molesto, e hizo que Rose dejara de agarrarle. Corrió junto a Rose camino a su coche, mientras se rascaba la parte de atrás de la cabeza, justo donde se había golpeado.
Rose abrió el coche desde la distancia.
- ¡Nos vemos! - se despidió ella para luego meterse rápidamente en su coche y poder salir de allí.
- ¿Es que estás mal de la cabeza? – gritó nada más salir del coche, y caminando deprisa hacia ella.
Rose giró la cabeza, no le apetecía discutir.
- Ya te he dicho que lo siento ¿vale? Era mi única salida.
- No lo digo por eso. – siguió gritándola. – ¿No hay ninguna otra forma mejor de investigar que colarte en no-se-donde y saltar por una ventana?
- ¡Bueno, al menos es hacer algo! - chilló ella también, esta vez encarándole - ¡Y no era un no-se-donde, Jake y yo estubimos planeando la operación!
- Estas muy segura de eso, sin embargo, no veo que hayas conseguido nada. – gritó David. – Y además, hemos tenido que salir corriendo. ¡Podría haber descubierto más cosas!
- ¡Pero si era una maldita trampa! ¡No podías haber descubierto nada! Además, ¿Quién te ha dicho que no he sacado nada de todo esto? - chilló ella más fuerte.
- Sé que es una trampa, pero podríamos haber sacado algún nombre de alguien que sí supiera donde está la droga en verdad. – gritó él, para hacerse oír por encima de la voz de Rose.
- ¡¿En una asociación tan grande crees de verdad que unos peones como ellos lo iban a saber?! - gritó aún más ella, como si se tratara de una competición.
- En una asociación tan grande alguien tendría que saberlo. Pero eso, por supuesto, tu no lo sabías. Porque al parecer, lo único por lo que te preocupas es de hacer lo que te venga en gana sin sopesar las consecuencias. – la acusó.
- ¿Y tu qué sabes? No me conoces, no te atrevas a juzgarme siendo tu el que está tan hinchado de orgullo que ni se plantea el trabajo en equipo - le acusó ella a su vez, cada vez más cabreada.
- Por trabajar en equipo es por lo que hemos tenido que salir corriendo mientras unos tipos nos disparaban desde una ventana. ¿Y encima me acusas a mi de orgulloso? – alzó aún más la voz. – Puede que tu no aprecies tu vida, pero yo si la mía. Y si vas a seguir haciendo estupideces como la que has hecho hace un rato, no tendré ningún reparo en cambiar de trabajo.
- ¡Pues vete! ¡No se ni para qué has venido en primer lugar! ¡Si tanto aborreces esto vete de una vez!
- Ojala pudiera. ¿Crees que no me gustaría volver a mi casa? Lo que pasa es que tu no entiendes nada. Así que limítate a no arriesgar tu vida cuando esté la mía de por medio también, ¿de acuerdo?
- No me da la gana.
- Ahora entiendo por qué no tienes compañero aparte de mí. Dudo que alguien quiera trabajar con una persona que arriesga su vida, es de estúpidos.
- Estando en un trabajo como este es de estúpidos pensar en no arriesgar tu vida - contestó ella, aunque las palabras de David la habían herido no lo iba a mostrar - Me da igual lo que pienses, pero yo no arriesgo mi vida así por que sí.
- Por supuesto que no, arriesgas la de los demás. – la acusó él. – Querías que te agarrara para que no te mataras al saltar por la ventana. Pero, ¿y si no llevo a darme cuenta y eres tu la que me rompe algo a mi?
- No seas crío, era una caída de tres metros. Y ya te lo he dicho, si no saltaba me mataban, hubiese saltado aunque tu no hubieses estado ahí. Otro día seré yo la que te salve el pellejo.
- Dudo mucho que seas capaz de eso. – dijo él, cansándose de la conversación y dándola por zanjada.
Continuó caminando hacia el ascensor del aparcamiento y se metió las manos en los bolsillos del abrigo, encogiendo los hombros por el frío.
- Maldito británico - dijo mientras le daba una patada a una de las columnas del parking para luego retorcerse del dolor - mierda, ¿por que todo da tanto asco hoy? ¿por qué me tiene que salir todo mal? - se quejó mientras se frotaba la punta del pie - Necesito chocolate - y dicho eso se alejó del coche y subió por las escaleras, procurando ir lenta para no toparse con David en la salida.
El pequeño cachorro de Golden Retriever le esperaba tumbado como una alfombra, mirando a hacia la puerta fijamente y con la cabeza apoyada en la cálida madera de la casa.
Cuando David abrió la puerta de la casa, el cachorro alzó la cabeza y agitó las orejas levemente. Acto seguido, se puso en pie, y agitando el rabo, se acercó contento a su amo y se colocó a dos patas, apoyándose en sus piernas.
David no pudo evitarlo. Todo el mal humor que tenía por culpa de lo ocurrido en el trabajo se esfumó de golpe. Se agachó y rascó al perro tras las orejas y a lo largo de su espalda.
Tras unos segundos, soltó al perro, dejó las llaves, el abrigo y las demás cosas en el recibidor, y entró en el salón.
- ¿No habéis sacado a Mercury a pasear? – dijo, quitándose la corbata.
Jane y Sarah estaban sentadas en el sofá. Jane leía mientras que Sarah, con el rostro iluminado, miraba hacia el televisor.
David se inclinó a darle un beso suave a su hija en el pelo, la cual siguió concentrada con los dibujos animados. Luego se sentó junto a Jane y le dio un breve y dulce beso.
- Si, a las cuatro. – respondió ella. - ¿Por qué? ¿Es que se ha hecho algo?
- Me estaba esperando delante de la puerta, con cara de tener una especie de urgencia.
- Pues es tu turno de sacarle. Creo que sabe que eres tú el que le saca a correr. – contestó Jane, acariciándole la rodilla. - ¿Qué tal en el trabajo, por cierto?
- Veamos. – resopló él, mientras se echaba hacia atrás en el sofá. – Un punto medio entre el suicidio y el asesinato.
- Deduzco que mal, entonces. ¿Qué ha pasado?
- Dicen que tengo que tener compañero, y en mi caso, es una niñata que cree saberlo todo, pero en realidad no sabe nada.
Jane no respondió, solamente se mordió el labio inferior, pensativa.
- Para que te hagas una idea, - continuó él. – hoy ha saltado desde una ventana y ha caído encima de mí. Y luego nos han perseguidos unos tipos armados. Se nota que es americana.
Jane rió ante este comentario.
- No puedo imaginarte trabajando con un compañero, se me hace raro. - luego fingió cara de gravedad. - ¿Debo preocuparme porque me vayas a engañar con ella?
- No te esfuerces. Es homosexual. – comentó David. – Y a mí no me gusta. Es americana. – repitió, enfatizando el calificativo.
- ¿Y no le gustan las americanas, señor inglés? – dijo ella, apoyando la cabeza en su hombro.
- Yo solo salgo con chicas de Manchester. – dijo, estrechándola contra él, y rodeándole los hombros con su brazo. – Hablo por supuesto de Emily, nuestra antigua vecina.
Jane apretó los labios para evitar sonreír, y le pellizcó levemente la piel del brazo.
- Por cierto. – continuó David, cambiando el tono de voz. – Ni Robert ni Oliver, pero, ¿qué te parece Peter?
Ella alzó la vista y le miró durante unos segundos, como si sopesara la idea.
- Peter me gusta. ¿Te gusta a ti?
- Si no me gustara, no te lo habría sugerido, ¿no crees? – dijo, sacándole la lengua.
Rose llegó a casa cargada con dos bolsas del supermercado y una del chino de al lado de casa.
- ¡Ya estoy aquí! - gritó exasperada mientras cerraba de un portazo con la ayuda del pie.
Se encaminó hacia el comedor y dejó las bolsas en la mesa, para enseguida empezar a hurgar en ellas y sacar un montón de comida.
- Traigo la cena - anunció abriendo agresivamente una bolsa cerrada con un nudo.
Jake alzó la mirada por encima del respaldo del sofá, pero no se dignó a levantarse.
- ¿Qué tal te ha ido el día con el inglés? – preguntó.
- Ni me lo menciones - gruñó Rose.
- ¿En serio? ¿Tan mal? – dijo, puso el volumen de la tele al mínimo, sentándose y apoyando las manos y la cabeza en el respaldo del sofá para mirarla.
- Ha sido horrible, y además casi nos matan, y la misión ha fracasado del todo, era una trampa - explicó Rose lanzándole a Jake una bolsa de patatas. Entonces, mientras comía la mayor parte de lo que había traido, le explicó todo lo sucedido.
Will mientras tanto escuchaba en silencio sentado en el sofá.
Cuando Rose terminó de hablar, Jake dejó de masticar las patatas un segundo y la miró con los ojos entrecerrados.
- ¿En serio saltaste por una ventana? – preguntó ladeando la cabeza.
- S-sí... - contestó ella - ¿tu también vas a echarme la bronca? - dijo apartando la mirada, nerviosa.
- ¿Sabes? – dijo, acomodándose en el sofá. – Siempre que oía eso de que los videojuegos influyen en los niños, y por eso no pueden jugar a esos que son muy violentos, pensaba que era mentira. Ahora veo que no. – comentó sin poder evitar una sonrisa. - ¿A quién en su sano juicio se le ocurre saltar por una ventana, sin haber desarrollado aún los poderes de superhéroe?
Rose rió levemente ante el comentario, aliviada.
- ¿Es que no sabías que en mis horas libres me disfrazo de rojo y azul y practico con mis telarañas? - bromeó ella.
- Me da igual. ¿Y si hubieras llegado a caer mal? – dijo, estremeciéndose solo de pensarlo. – Por si acaso, no vuelvas a saltar por ninguna ventana, ¿de acuerdo?
- Mmm... De acuerdo Pecas, pero solo por que tu me lo pides - dijo revolviéndole el pelo y sentándose a su lado en el sofá, sonriendo. - Pero al menos ahora sabemos dos cosas - dijo cambiando de tema - la primera es que esa no será la única empresa trampa que nos encontraremos, es una organización grande y protegida; y la segunda es que saben que hay gente que les busca, no nos lo pondrán fácil.
Entonces Rose miró a Will.
- Pero les pararemos, no te preocupes - le aseguró, ante lo que Will asintió.
Luego volvieron a cambiar de tema para centrarse en cuántos sabores de patata frita podían llegar a existir. Finalmente Rose encontró su momento feliz del día.
Voy a poner el titulo de Capitulo, pero solo porque queda mono y eso xDD
CAPITULO y punto xD
Intentó girarse incómoda en la cama, pero apenas podía moverse. Necesitaba salir urgentemente.
Giró la cabeza y no pudo evitar esbozar una dulce sonrisa. Pero pronto su vejiga volvió a hacer de las suyas, y sintió pinchazos en el vientre.
David, como de costumbre, dormía de lado junto a ella, muy pegado. Esta vez, todo su cuerpo rozaba el costado izquierdo de Jane la cual estaba boca arriba; una de las piernas de Dave se enredaba con una de las de ella, la cabeza totalmente enterrada en su cuello, oculta entre su pelo largo y castaño, y el brazo izquierdo caía completamente extendido por encima del cuerpo de Jane y llegaba hasta el borde de la cama. La verdad es que esa postura resultaba agobiante en ocasiones, pero Jane era incapaz de dormir si no sentía su cuerpo en la espalda o abrazado a ella.
- Dave. – susurró, girando la cabeza y pegando su boca a su oreja.
Pero él dormía tan profundamente que no se movió. Jane insistió varias veces, pero él seguía durmiendo, respirando fuertemente en el cuello de ella.
Finalmente, alargó la mano y le dio un suave pellizco en la parte trasera del muslo por encima del pantalón, casi a la altura de la nalga. David no pareció inmutarse, pero su respiración cambió y con voz ronca preguntó, aún con la cabeza oculta entre el pelo de Jane.
- ¿Qué excusa tienes esta vez para despertarme?
- ¿Cuáles están disponibles para que no te enfades conmigo? – preguntó ella a su vez.
David suspiró y movió la cabeza para apoyarla en su hombro.
- Que Sarah esté llorando, que Mercury esté ladrando o que un ladrón haya entrado en casa.
- ¿Y que tu mujer necesite salir porque se hace pis? – David alzó la mirada y la miró con cara de reproche. – No me mires así, es la cabeza de Robert la que me presiona la vejiga.
David suspiró y se giró en la cama, apartando por fin el brazo de encima de Jane.
Ella salió corriendo hacia el baño y entornó la puerta. Dave quedó tumbado boca arriba, con los brazos estirados, y mirando el techo.
- Oliver. – dijo de pronto.
- ¿Eh? – preguntó Jane desde el baño, sin entender a lo que se refería.
La puerta volvió a abrirse y salió, de vuelta a la cama.
- Se llama Oliver. – le dijo David, mirándola con una media sonrisa, provocándola.
- De eso nada. – dijo ella, volviendo a tumbarse de espaldas a él, a la vez que David volvía a rodearla como de costumbre, esta vez situando la mano sobre la tripa más que evidente de su mujer. – Tú elegiste el nombre de Sarah.
- Porque querías llamarla Elizabeth. – respondió sin mas, acomodando su cabeza sobre la de ella.
- ¿Y que hay de malo en eso? Es un nombre bonito.
- Porque habrían acabado llamándola de todo menos Elizabeth: Beth, Betty, Lizzy, Liz… - luego suspiró sonoramente y cerró los ojos. - ¿En serio vamos a hablar ahora de esto? No todos podemos faltar al trabajo por maternidad.
- La verdad es que sería preocupante que pidieras una baja por maternidad. – rió ella echando la mano hacia atrás y dándole un suave golpe donde le había pellizcado previamente. – Además, cállate. Has empezado tú con eso de “se llama Oliver”.
- Oliver es bonito. – repuso él. – Además pasa lo mismo con los motes si le llamamos Robert. No me importaría llamarle Robbie, pero como alguien se atreviera a llamarle Bob o Bobby, te juro que le cambiaríamos el nombre. Bob suena a granjero gordo.
- ¿Y Olly? Suena ridículo.
- A mi me gusta.
- A mi no. – repuso ella.
- ¿Sabes que? De acuerdo, tú ganas. Estoy cansado y mañana tengo que madrugar. – se removió para acomodarse mejor aún mas cerca de ella, casi encima de su costado. – Eso sí, espero que no vuelvas a tener ganas de hacer pis, porque no me pienso levantar esta vez.
***
David salió del ascensor, echó un vistazo a la planta, en la cual no había demasiada gente, se acercó con paso firme a la puerta del despacho de Keith Harris y dio un par de golpes suaves con el nudillo del índice.
- Adelante - dijo Keith sin levantar la vista de sus papeles
David entró y cerró la puerta tras él.
- Agente Harris. - dijo, acercándose al escritorio.
Keith levantó la caneza al reconocer el acento británico del hablante.
- Agente Miur - dijo mientras se levantaba y le tendía la mano - me alegro de que esté aquí, ¿cómo va la mudanza?
- Bien, gracias. - le respondió, asintiendo levemente.
- ¿Preparado para incorporarte al equipo? Justo llegas cuando empezamos un caso - le informó el jefe a David.
- Entiendo. ¿En qué consiste el caso? - preguntó interesado.
- Terrorismo químico, un grupo terrorista pretende cambiar un cargo de vacunas por una droga mortal y traerla al estado de Nueva York, tenemos una semana para pararlo - le resumió mientras le entregaba una carpeta con los datos del caso.
- Gracias. - le dijo cuando le tendió la carpeta. La abrió y ojeó la primera página. Luego alzó la vista de nuevo. - ¿Algún avance por ahora?
- Poca cosa, resulta que el centro en el que operaban a sido vaciado, así que tenemos que encontrar su nueva base de operaciones. Pero sí que sabemos el día del cambiazo, el 16 de enero, así que tenemos poco tiempo para frenarlo.
El jefe acabó de explicarle todo el asunto al agente Miur. Le explicó que había sido un sargento del ejército quien había traido el caso y el por qué no podían confiar en el ejército. También le relató que algunos de los agentes estaban un poco irascibles y que tuviese cuidado con ellos.
- No están en el mejor momento para hacer migas con nadie así que no te ofendas si no se muestran muy amistosos - le advirtió.
- No se preocupe, señor. Prefiero trabajar solo. - respondió David.
- Respecto a eso... sé que en la ICD británica le permitían trabajar solo, pero aquí tengo la política de todos los agentes tienen un compañero, y no voy a hacer una excepción con usted - le dijo serio pero con una sonrisa. Entonces apretó un botón de su comunicador y habló por él - agente, puede venir un momento a mi despacho, es importante.
- ¿Disculpe? - preguntó Dave ligeramente molesto. - Supongo que sabe que ya tuve un compañero hace unos años, y los problemas que trajo consigo.
Keith asintió.
- Los conozco, y creo que ya es hora de olvidarse del pasado. Además, estoy seguro de que esta vez podrá evitarlos - entonces alguien golpeó la puerta - adelante.
- Jefe, ¿me necesitas para algo importante? Estaba investigando una pista con Jake - dijo Rose un poco molesta.
David miró hacia la puerta y se cruzó con la mirada de aquella agente de la ceremonia benéfica, la cual consiguió ponerle de los nervios. Frunció el ceño ligeramente y volvió a mirar al jefe, escrutando más allá de su mirada. Y entonces supo cuales eran sus intenciones. Tras rascarse con el índice la mandíbula, dijo:
- No lo estará pensando en serio, ¿verdad?
Keith se limitó a sonreír mientras Rose se acercaba a la mesa del jefe.
- ¡¿Qué hace este aquí?! - exclamó mientras le señalaba descaradamente con el dedo, mirando a Keith y esperando una respuesta que no significara nada molesto para ella.
- Le han trasladado a la ICD de Nueva York, a partir de hoy será tu nuevo compañero - contestó él.
Rose se quedó sin palabras. Después de todo lo que le había pasado en ese día esto era lo que menos deseaba. Miró al agente británico, el cual la miraba molesto, y luego volvió a dirigirle la mirada a Keith.
- Es una broma ¿verdad? - ante lo que el jefe negó - ¡Me niego!
- No puedes negarte, la decisión ya está tomada - contestó el jefe, ya no tan sonriente.
- A ninguno de los dos nos agrada la idea, ¿por qué no evitar todo esto entonces? - dijo David, mirando fijamente a Keith, con un ligero tono de súplica.
- Es una decisión inamovible, creo que será lo mejor para el equipo - dijo Keith, no tenía intención alguna de ceder.
David no dijo nada, solo resopló con suavidad y echó un vistazo de reojo a Rose, con las cejas ligeramente fruncidas.
Rose le devolvió la mirada, frunciendo el ceño.
- Yo conduzco - dijo apartando la mirada, con molestia - aún tendríamos un accidente con este conduciendo por la izquierda - dijo burlona mirando al jefe. Sabía que éste no iba a ceder así que intentó tomárselo con buen humor. El día iba de mal en peor.
- Tu conduces tu coche, yo el mío. - dijo David a regañadientes. - Seremos compañeros el menor tiempo posible.
- Parece que alguien no entiende lo que ser compañeros significa - dijo Rose rodando los ojos - pero haz lo que te de la gana, a mi ya me está bien.
- Rose... - empezó Keith a reñirla.
- ¡¿Qué?! Es él el que se niega a cooperar,¡no me eches las culpas de toda la mierda que hay por aquí! - dicho eso se largó, dando un portazo al salir por la puerta.
Cuando David se quedó solo en el despacho de Keith, le dirigió una mirada y dijo, negando levemen:
- Nadie me había informado que tendría un compañero.
- Ese no es mi problema, pero en mi unidad no tratamos a nadie con ningún favor especial, y como norma todos deben tener un compañero. Así que le pido por favor que se comporte como un profesional y cumpla con sus obligaciones. - le dijo Keith seriamente.
- Cumpliré gustosamente con mis obligaciones, si usted controla a sus agentes y evita que suceda lo mismo que pasó en mi unidad. - le dijo, dirigiendose hacia la puerta. Pero antes de salir, añadió: - Le recuerdo que usted no es el único al que le gustaría tenerme en su equipo.
Dicho esto, salió del despacho y buscó a Rose con la mirada. No la encontró en ninguno de los escritorios, así que se asomó a las salas que tenían la puerta abierta, y en una de ellas, la vio y entró con paso firme y rápido.
- De acuerdo. - dijo, nada más entrar en el despacho, y la apuntó con la carpeta que le había dado Keith. - Tenemos que ser compañeros, y a ninguno de los dos nos gusta la idea. Así que más vale que pongamos unas normas claras. - luego se dio cuenta de que no estaban solos en el despacho, sino que había otra persona, a la cual reconoció de la fiesta benéfica. Le echó una mirada y le dijo: - Hola.
- Hola. - respondió Jake sin atreverse a entrometerse entre ellos.
Pronto David volvió a centrar su atención en Rose, y preguntó:
- ¿Te parece bien?
Rose le miró con curiosidad, pero sin dejar de fruncir el ceño.
- Te escucho - le dijo finalmente.
- Bien. - respondió. - Solamente somos compañeros en el trabajo. No estoy a favor de juntar la vida personal con la profesional, así que fuera del trabajo, tu y yo no nos conocemos. - hizo una breve pausa. - Yo conduzco, y solamente mi coche. ¿No te gusta? Vas en tu propio coche. Por mi encantado, es más, supongo que no pondrás ninguna pega. - carraspeó suavemente para luego continuar hablando. - Los interrogatorios son mi especialidad, así que yo me ocupo de ellos. No cuestiones mis métodos, ni me preguntes sobre ellos. Y por último, lo más importante: no me gusta hablar de mi vida privada.
Rose sonrió.
- Yo también tengo mis reglas. Me parece bien lo de separar vida privada y personal, no me interesa tenerte a la vista fuera del trabajo. Te dejo que hagas lo que quieras con tu coche mientras no me molestes. Mis métodos tampoco son cuestionables, y si no te gusta lo que hago te fastidias. Y no pienso darte los interrogatorios, eso ni de coña - dijo ella.
- Si consigues sacar la mitad de información que saco yo en un solo interrogatorio, te los cedo. - la retó él.
- ¿Es esto una apuesta? - dijo ella mirándole emocionada y estampando su mano derecha en el escritorio de Jake.
- Si quieres considerarlo como tal, a mi no me importa. - respondió él.
- Que soso eres chico - dijo mientras se ponia los brazos detrás del cuello - en fin, haz lo que quieras - le dijo, para luego centrarse en Jake. - ¿Dónde está Barton, por cierto?
- No estoy seguro. - dijo Jake. - Creo que ha salido a dar una vuelta.
- Mierda, le dije que no se moviera de aquí - dijo Rose mosqueada - voy a buscarle - dicho esto se largó de la sala sin siquiera mirar a Dave.
Ambos observaron como Rose salía de la sala. Cuando se quedaron solos, David preguntó:
- ¿Quién es Barton? ¿Es el sargento relacionado con el caso? - dijo, haciendo referencia a lo que le había dicho el jefe en su despacho.
- Si, es él. - respondió Jake, encogiendose de hombros, dando así por entendido que no sabía mucho sobre el tema. - Todos parecen molestos por que Rose le haya traido aquí, aunque no llego a entender el por qué.
- Entiendo. - dijo David, pensativo. - ¿Y del caso se sabe algo?
- No mucho, nos lo ha presentado Rose hoy mismo.
Al cabo de un rato Rose entró otra vez seguida por un hombre alto y de pelo corto castaño. Rose parecía seria y preocupada. Le indicó al hombre que se sentara en el sofá y ella se sentó junto a Jake.
Entonces se fijó en la mirada que David le echaba a Will.
- Oh sí, Agente Miur le presento al sargento William Barton, Will, te presento al príncipe Harry - les presentó.
- Encantado - musitó William desde el sofá, para luego toser un poco, lo cual hizo que Rose frunciera el ceño levemente, sin apartar la mirada de la pantalla.
David no respondió, pero inclinó la cabeza a modo de saludo.
Rose miraba a la pantalla, intentando concentrarse.
- Will, ¿cómo me has dicho que se llamaba la compañía que lo estaba preparando todo? - le preguntó.
- Ingernal SA, pero ya no existe ¿por? - preguntó él
- Por que el día que Ingernal SA desapareció, otra compañía empezó a crecer desmesuradamente: GPA SA - dijo ella señalando la pantalla del ordenador
- Déjame ver. - dijo David, acercandose también a la pantalla.
Rose entonces señaló un trozo de la pantalla.
- Aquí dice que la fabrica de la empresa está en Massachusetts pero las oficinas están en Ossining, podríamos ir a investigar - dijo la agente. (nota, Ossining es un pueblo del estado de Nueva York)http://es.wikipedia.org/wiki/Ossining_(Nueva_York)
- ¿Vamos ahora? - preguntó David.
- Pero no podemos llegar ahí y empezar a hacer preguntas, sospecharían y cerrarían el garito. Tenemos que meternos a escondidas.
- No tenemos por qué preguntar. - repuso David.
- Por supuesto que no ¿tienes algo pensado?
- Si. - respondió sin más, sin mirarla.
Rose rodó los ojos.
- Reformulo la pregunta ¿piensas contarme lo que has pensado?
David la miró fijamente.
- ¿Escuchaste lo que te dije antes? ¿Lo de que no me preguntes por mis métodos? Ahora es buen momento para que lo pongas en práctica.
Rose frunció el ceño.
- Está bien, haz lo que te de la gana, pero si te pasa algo luego no vengas llorando - entonces se levantó - Jake, te veo en casa, me llevo a Will - dicho esto agarró a Barton del brazo y se largó de la sala cabreada.
***
Rose apagó la música y bajó del coche, no había sido un viaje demasiado largo, Ossining estaba cerca de Nueva York.
- ¿Por qué tener las oficinas de una empresa de Massachusetts en un pueblo residencial como Ossining? - se preguntó Rose a si misma en voz alta.
Buscó al agente Miur con la mirada, aunque ya era oscuro pudo distinguirle entre los coches de la otra acera. Él también acababa de llegar. Se acercó y le saludó haciendo un gesto con la cabeza.
David musitó un “hola” y caminó junto a ella, en dirección a la entrada de las oficinas.
Rose se sintió un poco incómoda al caminar en silencio junto al inglés, no le gustaba tener un compañero invisible. Pero no le caía bien y estaba claro que era algo mútuo. Suspiró y recordó el plan: entrar a escondidas a la oficina, evitar ser vista, meterse en los archivos y conseguir cualquier información útil.
- mmm... - voy a entrar por la puerta de atrás... - informó Rose, un poco insegura de cual sería la respuesta de él.
- Tú misma. – respondió él, sin detener el paso y mirándola de reojo.
- Spoiler:
- UN INCISO PORNOSO: Yo soy Rose y este hombre me mira así de reojo, y o me hago hetero, o bien me suicidio o algo…
***
Rose murmuraba maldiciones, no sabía ni por qué se preocupaba por ese imbécil. Pero si le pasaba algo se las cargaría ella y el jefe le echaría la bronca, y eso no le apetecía nada.
Cuando llegó a la puerta trasera no se sorprendió de que no hubiese cámaras, pues Jake ya lo había comprobado antes. Cogió un clip que llevaba en el pelo y con él abrió la puerta.
No había moros en la costa, a esa hora se suponía que había cambio de turno de los guardias y durante cinco minutos tenía vía libre. Cogió el telecomunicador y se lo colocó en la oreja.
- Jake, ya estoy dentro – le avisó.
***
- Buenos días. – dijo David, entrando por la puerta, con una gran sonrisa dibujada en su rostro.
Los dos hombres que estaban sentados en los escritorios mas próximos, le miraron, extrañados.
David fingió asombro ante su reacción y dijo:
- Perdonen mis modales. Soy Peter Lucas. – les tendió la mano. – Acaban de transladarme aquí.
Ambos hombres le estrecharon la mano, pero seguían mirándole, cautelosos.
- No sabía que hubiesen trasladado a nadie, ¿de qué empresa viene? - preguntó uno de los hombres.
***
Rose cogió el móvil y miró el plano del edificio. Tenía que subir a la quinta planta sin ser vista. Empezó a subir por las escaleras, le sorprendió la poca gente que había trabajando allí, aunque fuera hora de marcharse se esperaba más movimiento.
Llegó sin problemas hacia donde tenía que ir y abrió con sigilo la habitación. Era un despacho con un simple escritorio y un ordenador bastante antiguo en él, por el modelo seguramente era de 2015.
Rose se acercó y vio que estaba encendido, resultaba bastante sospechoso. Con un movimiento de ratón la pantalla se iluminó y, para sorpresa de Rose, mostró un dibujo de una calavera con una frase debajo: “Wrong place, now die”. Rose abrió los ojos y entonces notó que alguien entraba en la habitación: un hombre alto y grande, calvo y con barba de unos cuantos días.
- Lo siento nena, te has metido donde no debías y aquí se acaba todo para ti – le dijo él mirándola lascivamente.
Rose hizo una mueca. “Piensa, piensa, piensa” se decía a si misma. Entonces el hombre sacó una pistola y la apuntó, pero antes de que pudiera hacer nada ella sacó la suya y le disparó en el hombro. Él se lo agarró chillando de dolor, lo que dio una oportunidad de oro a Rose para huir saltando por encima suyo y clavándole los zapatos en la espalda.
- ¡Maldita zorra! ¡Que alguien la pare! – chilló el hombre.
“¿Por qué todo el mundo está obsesionado en llamarme zorra?” pensó molesta mientras empezaba a bajar las escaleras. Entonces una bala le pasó rozando por la pierna.
- ¡Detenedla! – dijo alguien detrás suyo.
Giró un poco la cabeza y vio un grupo de hombres que la perseguían y la intentaban apuntar, aunque con la carrera les era imposible. Rose intentó darse prisa para perderles de vista y salir de allí cuanto antes, pero cuando estaba en la segunda planta dos hombres la pillaron mientras subían por la escalera. Se encontró rodeada por arriba y por abajo, sin saber qué hacer miró de reojo por la ventana que había en el pequeño pasillo y se le ocurrió un plan, estúpido y arriesgado, pero un plan al fin y al cabo.
***
David salió al fin del edificio. Tenía la información que necesitaban, y esperaba encontrarse con Rose en el mismo sitio donde se separaron.
Sin embargo, ella no estaba fuera, así que tuvo que esperar un rato, encogido en su abrigo flexionando levemente las rodillas para evitar el frío.
Mientras la esperaba, involuntariamente le vino a la cabeza el primer nombre que se le ocurrió como nombre en clave: “Peter Lucas”. Lucas estaba en la lista de posibles nombres para el bebé, y había sido descartado. Sin embargo, Peter… Se sintió estúpido por no habérsele ocurrido antes.
Unos gritos le distrajeron, y alzó la mirada, hacia la fuente del bullicio.
***
- Oigan, aquí ha habido una confusión… - dijo ella intentando distraerles.
- De eso nada, muñeca, tú…
Pero antes de que el sujeto pudiera acabar de hablar Rose pegó un disparo a la pared que hizo que un pequeño trozo de techo se viniera abajo formando una gran nube de polvo. Alguien disparó a ciegas pero no dio en el blanco.
Rápidamente Rose abrió la ventana, miró un segundo para abajo y chilló.
- ¡EH, DR JEKYLL, CÓGEME!
Entonces cogió aire y saltó.
Con los ojos cerrados Rose notó cómo la gravedad se apoderaba de su cuerpo y caían en el pequeño abismo, ya sin más esperanza de que su compañero la cogiera y no se rompiera una pierna.
A David el salto de Rose le pilló totalmente por sorpresa, y apenas tuvo tiempo para alargar los brazos y frenar su caída. Sin embargo, perdió el equilibrio y cayó de espaldas, aún con Rose en sus brazos.
- Joder, ten más cuidado. – consiguió decir, ya que el golpe le había dejado sin aliento.
Rose tardó unos segundos en recuperarse de la caída.
- Lo siento, era mi única salida - dijo aún encima suyo. Luego miró hacia la ventana de la que acababa de saltar y vio como los que la perseguían se habían recuperado de la sorpresa y les estaban apuntando con sus armas - Tenemos que salir pitando de aquí - dijo mientras se levantaba bruscamente y agarraba a David del brazo para que se levantara.
Cuando al fin se puso en pie, removió el brazo, molesto, e hizo que Rose dejara de agarrarle. Corrió junto a Rose camino a su coche, mientras se rascaba la parte de atrás de la cabeza, justo donde se había golpeado.
Rose abrió el coche desde la distancia.
- ¡Nos vemos! - se despidió ella para luego meterse rápidamente en su coche y poder salir de allí.
***
- ¿Es que estás mal de la cabeza? – gritó nada más salir del coche, y caminando deprisa hacia ella.
Rose giró la cabeza, no le apetecía discutir.
- Ya te he dicho que lo siento ¿vale? Era mi única salida.
- No lo digo por eso. – siguió gritándola. – ¿No hay ninguna otra forma mejor de investigar que colarte en no-se-donde y saltar por una ventana?
- ¡Bueno, al menos es hacer algo! - chilló ella también, esta vez encarándole - ¡Y no era un no-se-donde, Jake y yo estubimos planeando la operación!
- Estas muy segura de eso, sin embargo, no veo que hayas conseguido nada. – gritó David. – Y además, hemos tenido que salir corriendo. ¡Podría haber descubierto más cosas!
- ¡Pero si era una maldita trampa! ¡No podías haber descubierto nada! Además, ¿Quién te ha dicho que no he sacado nada de todo esto? - chilló ella más fuerte.
- Sé que es una trampa, pero podríamos haber sacado algún nombre de alguien que sí supiera donde está la droga en verdad. – gritó él, para hacerse oír por encima de la voz de Rose.
- ¡¿En una asociación tan grande crees de verdad que unos peones como ellos lo iban a saber?! - gritó aún más ella, como si se tratara de una competición.
- En una asociación tan grande alguien tendría que saberlo. Pero eso, por supuesto, tu no lo sabías. Porque al parecer, lo único por lo que te preocupas es de hacer lo que te venga en gana sin sopesar las consecuencias. – la acusó.
- ¿Y tu qué sabes? No me conoces, no te atrevas a juzgarme siendo tu el que está tan hinchado de orgullo que ni se plantea el trabajo en equipo - le acusó ella a su vez, cada vez más cabreada.
- Por trabajar en equipo es por lo que hemos tenido que salir corriendo mientras unos tipos nos disparaban desde una ventana. ¿Y encima me acusas a mi de orgulloso? – alzó aún más la voz. – Puede que tu no aprecies tu vida, pero yo si la mía. Y si vas a seguir haciendo estupideces como la que has hecho hace un rato, no tendré ningún reparo en cambiar de trabajo.
- ¡Pues vete! ¡No se ni para qué has venido en primer lugar! ¡Si tanto aborreces esto vete de una vez!
- Ojala pudiera. ¿Crees que no me gustaría volver a mi casa? Lo que pasa es que tu no entiendes nada. Así que limítate a no arriesgar tu vida cuando esté la mía de por medio también, ¿de acuerdo?
- No me da la gana.
- Ahora entiendo por qué no tienes compañero aparte de mí. Dudo que alguien quiera trabajar con una persona que arriesga su vida, es de estúpidos.
- Estando en un trabajo como este es de estúpidos pensar en no arriesgar tu vida - contestó ella, aunque las palabras de David la habían herido no lo iba a mostrar - Me da igual lo que pienses, pero yo no arriesgo mi vida así por que sí.
- Por supuesto que no, arriesgas la de los demás. – la acusó él. – Querías que te agarrara para que no te mataras al saltar por la ventana. Pero, ¿y si no llevo a darme cuenta y eres tu la que me rompe algo a mi?
- No seas crío, era una caída de tres metros. Y ya te lo he dicho, si no saltaba me mataban, hubiese saltado aunque tu no hubieses estado ahí. Otro día seré yo la que te salve el pellejo.
- Dudo mucho que seas capaz de eso. – dijo él, cansándose de la conversación y dándola por zanjada.
Continuó caminando hacia el ascensor del aparcamiento y se metió las manos en los bolsillos del abrigo, encogiendo los hombros por el frío.
- Maldito británico - dijo mientras le daba una patada a una de las columnas del parking para luego retorcerse del dolor - mierda, ¿por que todo da tanto asco hoy? ¿por qué me tiene que salir todo mal? - se quejó mientras se frotaba la punta del pie - Necesito chocolate - y dicho eso se alejó del coche y subió por las escaleras, procurando ir lenta para no toparse con David en la salida.
***
El pequeño cachorro de Golden Retriever le esperaba tumbado como una alfombra, mirando a hacia la puerta fijamente y con la cabeza apoyada en la cálida madera de la casa.
Cuando David abrió la puerta de la casa, el cachorro alzó la cabeza y agitó las orejas levemente. Acto seguido, se puso en pie, y agitando el rabo, se acercó contento a su amo y se colocó a dos patas, apoyándose en sus piernas.
David no pudo evitarlo. Todo el mal humor que tenía por culpa de lo ocurrido en el trabajo se esfumó de golpe. Se agachó y rascó al perro tras las orejas y a lo largo de su espalda.
Tras unos segundos, soltó al perro, dejó las llaves, el abrigo y las demás cosas en el recibidor, y entró en el salón.
- ¿No habéis sacado a Mercury a pasear? – dijo, quitándose la corbata.
Jane y Sarah estaban sentadas en el sofá. Jane leía mientras que Sarah, con el rostro iluminado, miraba hacia el televisor.
David se inclinó a darle un beso suave a su hija en el pelo, la cual siguió concentrada con los dibujos animados. Luego se sentó junto a Jane y le dio un breve y dulce beso.
- Si, a las cuatro. – respondió ella. - ¿Por qué? ¿Es que se ha hecho algo?
- Me estaba esperando delante de la puerta, con cara de tener una especie de urgencia.
- Pues es tu turno de sacarle. Creo que sabe que eres tú el que le saca a correr. – contestó Jane, acariciándole la rodilla. - ¿Qué tal en el trabajo, por cierto?
- Veamos. – resopló él, mientras se echaba hacia atrás en el sofá. – Un punto medio entre el suicidio y el asesinato.
- Deduzco que mal, entonces. ¿Qué ha pasado?
- Dicen que tengo que tener compañero, y en mi caso, es una niñata que cree saberlo todo, pero en realidad no sabe nada.
Jane no respondió, solamente se mordió el labio inferior, pensativa.
- Para que te hagas una idea, - continuó él. – hoy ha saltado desde una ventana y ha caído encima de mí. Y luego nos han perseguidos unos tipos armados. Se nota que es americana.
Jane rió ante este comentario.
- No puedo imaginarte trabajando con un compañero, se me hace raro. - luego fingió cara de gravedad. - ¿Debo preocuparme porque me vayas a engañar con ella?
- No te esfuerces. Es homosexual. – comentó David. – Y a mí no me gusta. Es americana. – repitió, enfatizando el calificativo.
- ¿Y no le gustan las americanas, señor inglés? – dijo ella, apoyando la cabeza en su hombro.
- Yo solo salgo con chicas de Manchester. – dijo, estrechándola contra él, y rodeándole los hombros con su brazo. – Hablo por supuesto de Emily, nuestra antigua vecina.
Jane apretó los labios para evitar sonreír, y le pellizcó levemente la piel del brazo.
- Por cierto. – continuó David, cambiando el tono de voz. – Ni Robert ni Oliver, pero, ¿qué te parece Peter?
Ella alzó la vista y le miró durante unos segundos, como si sopesara la idea.
- Peter me gusta. ¿Te gusta a ti?
- Si no me gustara, no te lo habría sugerido, ¿no crees? – dijo, sacándole la lengua.
- Spoiler:
- No hace falta que suba fotos del perro, verdad? INCISO #2!!! Estas escenas estaban escritas antes del jueves, pero no era un cachorro de Golden, sino de Pastor Alemán xDD Lo del Golden lo cambié. Y no podía llamar al cachorro Robbie porque lo estaban pensando para el hijo, habría sido raro xDD
***
Rose llegó a casa cargada con dos bolsas del supermercado y una del chino de al lado de casa.
- ¡Ya estoy aquí! - gritó exasperada mientras cerraba de un portazo con la ayuda del pie.
Se encaminó hacia el comedor y dejó las bolsas en la mesa, para enseguida empezar a hurgar en ellas y sacar un montón de comida.
- Traigo la cena - anunció abriendo agresivamente una bolsa cerrada con un nudo.
Jake alzó la mirada por encima del respaldo del sofá, pero no se dignó a levantarse.
- ¿Qué tal te ha ido el día con el inglés? – preguntó.
- Ni me lo menciones - gruñó Rose.
- ¿En serio? ¿Tan mal? – dijo, puso el volumen de la tele al mínimo, sentándose y apoyando las manos y la cabeza en el respaldo del sofá para mirarla.
- Ha sido horrible, y además casi nos matan, y la misión ha fracasado del todo, era una trampa - explicó Rose lanzándole a Jake una bolsa de patatas. Entonces, mientras comía la mayor parte de lo que había traido, le explicó todo lo sucedido.
Will mientras tanto escuchaba en silencio sentado en el sofá.
Cuando Rose terminó de hablar, Jake dejó de masticar las patatas un segundo y la miró con los ojos entrecerrados.
- ¿En serio saltaste por una ventana? – preguntó ladeando la cabeza.
- S-sí... - contestó ella - ¿tu también vas a echarme la bronca? - dijo apartando la mirada, nerviosa.
- ¿Sabes? – dijo, acomodándose en el sofá. – Siempre que oía eso de que los videojuegos influyen en los niños, y por eso no pueden jugar a esos que son muy violentos, pensaba que era mentira. Ahora veo que no. – comentó sin poder evitar una sonrisa. - ¿A quién en su sano juicio se le ocurre saltar por una ventana, sin haber desarrollado aún los poderes de superhéroe?
Rose rió levemente ante el comentario, aliviada.
- ¿Es que no sabías que en mis horas libres me disfrazo de rojo y azul y practico con mis telarañas? - bromeó ella.
- Me da igual. ¿Y si hubieras llegado a caer mal? – dijo, estremeciéndose solo de pensarlo. – Por si acaso, no vuelvas a saltar por ninguna ventana, ¿de acuerdo?
- Mmm... De acuerdo Pecas, pero solo por que tu me lo pides - dijo revolviéndole el pelo y sentándose a su lado en el sofá, sonriendo. - Pero al menos ahora sabemos dos cosas - dijo cambiando de tema - la primera es que esa no será la única empresa trampa que nos encontraremos, es una organización grande y protegida; y la segunda es que saben que hay gente que les busca, no nos lo pondrán fácil.
Entonces Rose miró a Will.
- Pero les pararemos, no te preocupes - le aseguró, ante lo que Will asintió.
Luego volvieron a cambiar de tema para centrarse en cuántos sabores de patata frita podían llegar a existir. Finalmente Rose encontró su momento feliz del día.
Re: ÚLTIMA ESPERANZA (Temporada 2)
CAPICACA PERO CAPI
PD:No he tenido mucho tiempo para escribir, hoy he echo mi último examen... TT siento todos los errores o si hay algo que no tiene sentido sq lo he echo a trozos.
Cabo breton en verano, ahora mismo esta lleno de nieve y a menos 15 o asi xD
Nicole echaba de menos Nueva York, tan bonita y viva, incluso cuando la nieve le cubria la cabeza le parecia ahora calida comparada con el pequeño pueblo pesquero donde vivian sus padres en Canada.Cada año para las vacaciones su hermana ( y familia) y ella iban a ver a sus padres y primos en su pequeño pueblo pesquero en Cabo Bretón.
La estancia solia durar dos semanas en las quales Nikki no sabia si engordaba a causa de la mania de su abuela de que se habia quedado demasiado delgada sumada a la insistencia de sus primos adolescentes a deyasunar cosas relacionadas con la obesidad o si perdia 50 kilos de golpe al salir a correr cada dia por la mañana y luego por la tarde o tal vez llevarse a sus primos y sobrina a jugar a hoquei.
Nicole miro a su alrededor mientras se llevaba media tarta a la boca, justo enfrente suyo, al final de la mesa estaba su abuela, la jefa de la familia, a su izquierda estaba su padre y a la derecha su madre.Despues de ellos venian Tia Karen y Tio Marc a la derecha y sus primos Robert y Zach. Y por ultimo justo a su lado estaba su hermana Annie, su sobrina Maika y su encantador cuñado Patrick.
Mientras Nikki sonreia ante la bonita estampa familiar, todos sentados en una mesa larga y cuadrada comiendo como cerditos noto la mirada de su abuela clavada en ella.
-Que ocurre abu?-dijo Nicole que de pequeña no sabia decir Abuela y a la pobre mujer se le quedo el mote cariñoso de Abu por el resto de su vida.
-Nicole cariño, cuando vas a darme nietos!
Nicole se atraganto con el postre y casi lo escupió todo por encima de la mesa pero pudo controlar su paro cardiaco y sonreir como si su abuela hubiese dicho una gran tonteria.
-ABUELA!
Todos empezaron a reir como locos, la abuela no entendia lo que ocurria puesto que ella hablaba muy seriamente y Nicole habai cogido un color rojo tomate.
-Abuela los tiempos canvian yo aun soy joven y ademas tengo un trabajo dificil, no me queda tiempo para buscar hombres-dijo pensando que no habia necesidad de que su pobre abuela supiese lo de sus continua salidas nocturnas en tiempos de solteria y mucho menos que nadie de la familia conociese la existencia de ciertas personajes que ultimamente cruzaban su cabeza.
Mayka que parecia alejada de ese mundo levanto la cabeza y con la voz mas inocente del mundo dijo.
-Pero tia Nikki, mama me dijo que ya habias encontrado a tu principe azul pero que no se lo podia contar a nadie.
Se hizo un silencio, primero todo el mundo miro a la pequeña pensando que pobrecita aun no entendia el concepto de no contarselo a nadie pero despues de una pequeña risa, todos desviaron su mirada hacia ella y Nicole se temio lo peor, de repente Robert y Zac empezaron a cantar con voz chinchona “ Tia Nikki tiene novio,Tia Nikki tiene novio!!” Su madre y su abuela parecian haber llegado al septimo cielo y su sonrisa era,sin exageracion alguna, mas grande que su cabeza. Tia karen la miraba con compasión y Tio Marc intentaba hacer callas a los niños.Su padre parecio preferer no pronunciarse hasta no poseer mas información.
-Gracias Annie-dijo a su hermana mientras ella se daba cuenta de lo mucho que la habia liado.
-Oh esto se merece un garabe de l'abuela!-dijo la misma mientras se levantaba emocionada y iba hacia la cocina.
El garabe de l'abuela no era mas que una bebide alcoholica no muy suabe que solian tomar los mayores cuando se hacian comidad familiares,el abuelo siempre decian cuando aun vivia que un trajo de eso hacia olvidar todas las tonterias, por ese motivo la mayor regla familiar era que si te dejaban beber el garabe de l'abuela se podia decir que ya eras mayor.
-EI!EI! Tranquilos !! Siento decepcionaros pero no existe ningun principe azul, hace tiempo que se perdio por el camino y es demasiado tozudo para pedir indicaciones asi que hasta que no se ilumine el solito y encuentre el camino correcto, nada de principes , entendido familia?
*************
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Su habitacion estaba totalmente a oscuras y todo era silencio,cosa que agradecia . Llevaba horas dando vueltas por la cama, haciendo todo tipo de posturas, algunas mas dificiles que las del kamasutra, mordiendo la almohada y presionando su barriga con las dos manos.
Odiaba la regla, con toda su alma y todo su corazon, no la dejaba hacer nada y se pasaba el dia de mal humor o haciendo la fotosintesis en el sofa de su despacho ( a veces con suerte si no habia trabajo, en su camita).
Al final se dio por vencida y se desplomo en la cama, cosa que hizo que empezara a pensar en ese pequeño pueblo perdido entre montañas y lagos helados, sola en su habitacion, sintiendo como el frio se apoderaba de su cuerpo inmobil.Se levanto de golpe,y dejo ir un suave grito ahogado.
Corrio escaleras abajo para poner mas fuerte la calefacción, si aun iban con calefacción!, y buscar en el cajon de las infusiones de su abuela. La casa de sus padres, pero antes de su abuela, era un pequeño mundo antiguo dentro del nuevo mundo y de alguno forma Nikki amaba eso.
Aprovechando el insomnio provocado por la regla se sento en el sofa con una taza navideña que parecia una maquina de vapor y se dedico a disfrutar de la solitud ante el bonito arbol navideño.
Pero, justo al lado de ese arbol se encontraba su preciado piano, Nicole no podia evitar sentir tristeza y nostalgia al recordar las largas noches aprendiendo a tocar dulces melodias con su abuelo. Haciendole compañía en sus largas noches de insomnio.
Las luces del arbol lo iluminavan, dandole un poder magico que echizaba a Nicole.
Al final cayo ante sus propios deseos y se sento delante de ese viejo piano, acarizandio su cubierta de madera y dejando que los recuerdos de las viejas melodias compuestas ya años atrás recorrieran su cabeza y danzaran hacia sus dedos, haciendo que estos bailaran encima de cada tecla del piano, creando un bals para las magicas luces del arbol.
De repente, una melodia se apodero de sus labios y empezo a cantar.
https://www.youtube.com/watch?v=roh_QmxtSEk
Encisada por la musica no se dio cuenta de la mirada que la observava y escuchaba cantar y sigui cantando, con voz baja, solo cantaba para ella. Hasta que de repente la musica se detubo con el impacto de una lagrima encima de las teclas iluminadas.
-Increible...-dijo la persona que llevaba tiempo observandola des del lindar de la puerta-Puedo pasar?
Nicole asintio y bajo con cuidado la tapa del piano para despues girarse hacia su hermana.
-No podia dormir.
-Lo se, esto es lo que solias hacer cada noche cuando no podias dormir y gracias a tu musica yo podia dormir sin miedo, porque tus canciones me tranqulizaban, hasta que dejaste de tocar.
Nicole asintio, aun estaba afectada por haber vuelto a tocar en ese piano y aun mas esa cancion delante de alguien.
-Nunca habia escuchado esa cancion, es nueva?
Ella nego con la cabeza, esa cancion tenia ya mas de 10 años y la habia escrito entre lagrimas y trozos de corazon roto.
-Puedes hablar conmigo, lo sabes verdad?
Nicole empezo a llorar y no pudo evitar echarse en brazos de Annie, para que esta la consolara con sus dulces palabras de cariño.
-Te has acordado de el verdad?
Nicole asintio aun con la cabeza aplastada en el hombro de su hermana, la cual tenia solo parte de razon puesto que no solo se habia acordado de su abuelo al tocar en ese piano, sino que tambien se habia acordado de Chris con esa melodia que habia escrito cuando el se fue a la guerra por primera vez, cuando volvio a casa despues de ese ultimo beso en el aeropuerto, cuando habian pasado dos meses sin saber nada de el.Cuando todo lo bonito se habia terminado.
*********FLASHBACK************* Mayo de algun año, Aeropuerto JFK.
Estava tan guapo, tan imponente.No podia dejar de mirarle, queria recordar cada parte de su cuerpo, cada sonido que salia de su boca, cada mirada de sus ojos, todo. Tenia miedo, tanto que ni la mano de el acariciando su mejilla, ni sus labios a pocos centimetros, ni el pausado sonido de su respiracion podian tranquilizarla.
El interrumpió sus pensamientos con un dulce beso, un ultimo momento, donde todo estaba bien y no habia miedo, solo ellos.
-No me olvides por favor.
Ella clavo sus ojos en los de el y le acaricio los labios con los dedos, como pidiendole que se callara.
-No me des motivos para hacerlo.
El sonrio y asintio, le cogio la mano y se la beso despació, como un principe ,todo un caballero.
-Nos vemos pronto entonces?
-Mas te vale-hizo una pausa para rodearlo con los brazos-Te quiero Chris.
“General!!”-se escucho de fondo.
-Parece que me reclaman-suspiro con tristeza-Te quiero Nik y pase lo que pase, siempre te voy a querrer.
Ella lo separo de su cuerpo y hizo que se girara hacia el grupo de soldados que lo estaban llamando.
-Vamos soldado, haz del mundo un lugar mejor- y le dio una palmada en el trasero para que el empezara a andar-Mantente a salvo-dijo cuando el ya habia andado unos pasos.
-Siempre.
Y el con una sonrisa triste en la cara le hizo el despido militar y ella le correspondio el gesto, para despues darse la vuelta y alejarse de la puerta del infierno, donde el, se iba a lanzar de cabeza.
******
Nicole se vio obligada a despertar de sus pensamientos cuando su hermana preocupada ante su permanente silencio la abrazo en la oscuridad de l'habitacion solo iluminada, al igual que el piano por las coloridas luces de navidad.
-Nikki, para de hacerte daño a ti misma, no fue tu culpa...
Ante esas palabras nicole no pudo evitar abrir los ojos como platos. Que estaba diciendo su hermana? Des de cuando ella sabia nada de lo ocurrido?
-Que...
-No te atormentes por lo del abuelo, no pudiste evitarlo Nik, nadie pudo.
OH! El abuelo, su hermana hablaba de su abuelo y no de christian! Dios su abuelo! Por un momento lo habia olvidado, que estaba haciendo! Tocando canciones de amores perdidos, pensando en esas gilipolleces en el piano de su abuelo.
Ahora se sentia fatal, y no podia contener las lagrimas, cosa que aun la ponia de mas mala leche, porque ella no llorava, nunca.
-Es gracioso-dijo entre sorzollos suaves-Me habia olvidado del abuelo...
-Como?-dijo annie aturdida ante la noticia.
-Estaba pensando en Christian, ha sido sin querer, me he sentado en el piano y he empezado a tocar y sin darme cuenta todo a vuelto a mi cabeza...
-Nicole cariño, mirame.-Ella obedecio a su hermana y clavo sus ojos en los de ella-Como vuelvas a llorar por el, te voy a dar tal ostia que se te va a quitar de una vez por todas esos pajaros de la cabeza-dijo con voz enfadada.
Y con razon penso Nicole , la cual habai asentido con la cabeza pero no sin lanzar una mirada de orgullo y reto a su hermana. Annie sabia que Nicole no habia podido olvidar a su primer amor y que era culpa de christian que nicole no fuese capaz de mantener una relacion minimamente estable con un hombre.
***********
Hacia un frio que mataba, era su primer dia en Nueva York des de que se habia ido a la academia hacia ya 3 meses y aunque lo negara se moria de ganas de ver a su familia.
Miro ese pequeño trozo de mundo al que podia llamar hogar y haciendole sonreir vio a su hermana en la ventana de arriba bailando como una loca.Su hermana, era una cabra loca y ura una pesada pero la queria mucho.
Empezo a caminar lentamente sabiendo que Nieve avisaria de su llegada antes de que el pudiese llamar al timbre y asi fue.El perro empezo a ladrar y la puerta se abrio cuando el subia los tres escalones del porche.
Su madre, una hermosa mujer rubia de ojos claros se abalanzo hacia el y le abrazo mientras Nieve tambien intentaba darle un abrazo perruno. Su madre y su hermana se parecian muchisimo, Luk, era mas como su padre aunque tenia los ojos azules de ella y el, el era la combinacion perfecta de ambas partes.
-Hola mama-dijo mientras la abrazaba con fuerza y luego se ponia de rodillas y empezaba a acariciar a Nieve.-Hola grandote! Que me has echado de menos amigo!-el perro empezo a lamerle y Dan le cerro cariñosamente el morro con la mano y le beso la frente peluda.-Yo tambien te he echado de menos tio.
-Vaya, saludas antes al perro que a tu padre-dijo un Kyle mayor pero igual o mas atractivo que el joven des del lindar de la puerta.
-Papa!-Ambos se abrazaron .
Cuando entro en la casa el olor de una deliciosa cena le invadio la nariz y su estomago empezo a rugir.
-Donde estan Luk y la cosa de mi hermana.
-Dicen que no te quieren ver-dijo Kyle con una sonrisa para despues decir sus nombres en voz alta.-Demasiado tiempo fuera de casa.
-Cuanto amor...-la frase de Dan quedo interrumpida cuando una pelota de futbol americano cruzo el aire des de las escaleras direccion a su cara.Por suerte Dan la cogio al vuelo y con una sonrisa malvada se la devolvio aun mas fuerte a su hermano aunque este ya estaba delante suyo.
Al cabo de 10 minutos su hermana bajo y despues de unas quantas bromas los cinco se dispusieron a cenar.
Cuando fueron las doce todos se felicitaron entre ellos y segundos despues sus padres se besaron.
Dan los miro un segundo y sintio envidia, hacia tanto que estaban juntos, pero se seguian queriendo tantisimo y el tambien queria algo asi para su fututo y en ese momento sin quererlo penso en ella y no pudo evitarlo, por que era navidad. Asi que se disculpo levantandose de la mesa y se sento en el balancin del porche al lado de Nieve.
-No contestes el telefono por favor, no contestes-murmuro en voz baja mientras se oia el pip pip.
Meggan salió del barullo de la fiesta en la que estaba, y contestó sin mirar al móvil.
-Pronto? Chi parla?
Dan entendio el gran error que habia cometido en ese momento pero no s e vio con el valor de colgar asi que solto un timido murmuro como saludo.
-Ei...Come stai?
Meggan arrugó la frente al sonarle familiar pero no pudo reconocer la voz, su mente no estaba muy despejada. Al contrario, ya había empezado a clarear y ella tenía un par de copas de más. Lo cierto era que no había bebido mucho, nunca lo hacía y cuando lo hacía en días especiales como aquel, dos vasos eran suficientes para dejarla fatal.
-Chi parla?-repitió.
-El unico americano que se le pasaria por la cabeza llamarte a las... seis de la mañana hora italiana para desearte un Feliz año nuevo...-dijo el dejando ir una pequeña sonrisa.
Oyó como la voz cambiaba de idioma, y le vino a la mente un chico de ojos azules arrebatadores. Enseguida sintió algo extraño, y sonrió tontamente.
-¿Mi abuelo?-le preguntó bromeando.
Sabia que le habia reconocido pero prefirio continuar con la coña para acabar de romper el hielo.
-No, el tio Sam, siento la desilusión.
Megg se sentó en las escaleras de piedra de la terraza en la que estaba, y se puso la mano en la frente mientras seguía sonriendo.
-¿Por qué dices que me has llamado?
-Para felicitarte el año nuevo...-hizo una pausa y continuo-para oir tu voz.
Meggan no supo que decir al escuchar algo tan dulce, pero también recordó por qué estaban enfadados, molestos o lo que fueron que estuvieran.
-¿Y Bree?
No habia caido en eso y se quedo en blanco.
-No lo se, I just wanna know why You say goodbye when I say hello...-dijo el sin cantar, solo repitiendo las palabras con voz dulce y tranquila, solo para que los recuerdos de esos momentos volvieran a la mente de ambos-Recuerdas como se canta?-murmuro intentando que ella entendiera el verdadero significado de esa frase.
Megg ensanchó la sonrisa,y soltó una carcajada. El alcohol seguía causando estragos en su mente.
-¿Lo único que haces con ella es cantar? Conmigo solo cantas-dijo eso y de pronto se sintió triste.-...Cantas
-Me gusta cantar...pero mas contigo...-repitio aun deseando que ella lo hubiese entendido.
-Pero haces más cosas con ella. ¿Por qué me has llamado?-eso seguía sin quedarle claro-No me apetce cantar.
-Porque es noche vieja y en noche vieja estas con las personas a las que quieres y por que es navidad y en navidad se dice la verdad...
Meggan meditó sus palabras.
-¿Tú me quieres?
Trago saliva, esa no se la esperaba y le tomo totalmente por sorpresa. I si habia de ser del honesto, no lo sabia, quiza lo intuia, eso seguro...pero podia decir que la queria? Apenas la conocia, no sabia nada de sus gustos o aficiones, solo lo que habia podido interpretar entre conversaciones.Pero cada vez que miraba esos ojos azules y ella le sonreia, algo dentro de el le hacia sonreir como un estupido y deseaba que ella tambien fuese lo suficientemente estupida como para sonreirle de la misma forma que hacia el.
-Ya lo sabes megg, se que lo sabes- pudo soltar despues de su pequeña batalla interior.
Lo sabía o creía saberlo, no obstante el no estaba lo que se dice soltero.
-No lo sé, tú tienes novia. Supongo que la quieres más a ella. ¿O no?
-Lo siento meggan, no deberia haber llamado pero necessitava escuchar tu vor, oir tu respiracion, y porque no, para imaginar que te besaba a media noche como desearia poder hacer...Lo siento, buonanotte principessa.
-No vuelvas a llamarme Dan Daniel.-sentenció doliendole por dentro.-Buonanotte.
Dan colgo y empezo a golpearse la cabeza con el mobil, mientras no parava de repetirse lo gilipollas que habia sido. Al cabo de unos instante se levanto de un salto decidido, para correr directamente hasta el jardin cubierto de vieve y lanzarse hasta esta para acabar tumbado encima de esa gruesa capa de frio, que le recorria todo el cuerpo y le recordaba los errores que habia cometido.Y empezo a agitar los brazos y las piernas con fuerza sin darse quanta de que lo conseguia con eso era hacer un bonito angel de nieve.
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“Un poco mas por favor, solo un poco mas de tiempo”
Penso Nathan mientras esperava ver la bola caer en Times Square des de la azotea del hospital.
Era una celebracion ,pero no lo parecia, o al menos asi lo sentia el donde 8 plantas por debajo , en la habitacion 610, lo unico que se podia celebrar eran los dias de lucha ganados, esperando sin esperanza alguna el ultimo aliento, el ultimo grito antes del final.
Cerro los ojos y aspiro todo el aire frio que podia.No sabia como sentirse, queria que todo acabase, queria que ella dejara de sufrir, pero no queria que su hermano viese morir a su madre, no queria enterrar a su madre junto a su padre en ese solitario cementerio de tumbas blancas.No queria quedarse solo.
Cogio su mobil y sin saber muy bien que hacia empezo a llamar, una y otra vez pero ella no contestaba y se cabreo sin motivo.Era normal que no contestara, era nochebuena, probablemente estaria de fiesta, en algun lugar de Nueva York, con ese Tuck.
Sacudio la cabeza para sacarse esos pensamientos incoherentes de su cabeza y volvio a coger el movil para llamar, pero esta vez , la persona a la que habia llamado si contesto.
- SCOOOOOOTT - dijo una alegre Rose desde la otra línea - ¿Dónde estáaas? ¡Que te pierdes toda la diversión!!
“Tu eres gilipollas tio” Penso Scott en sus adentros al escuchar la alegre voz de Rose. Que se suponia que iba a decirle? No lo sabia asi que se limito a aparentar tan bien como pudo, porque al fin y al cabo solo la habia llamado para escuchar una voz conocida no para buscar consuelo o lamento.
-Feliz año nuevo Rose.-miro al infiniro y se dio cuenta de que la bola de Times square ya habia caido-Estoy, he visto caer la bola en Times square... solo queria felicitarte el año nuevo.
Rose se dio cuenta de que la voz de Scott no sonava tan alegro como de costumbre, lo cual la preocupó.
- mmmm... ¿estás bien? ¿ha pasado algo? - le preguntó mientras se apartaba del grupo con el que estaba
-mmm..emmm...-no sabia que decir, si se lo contaba iba a amargarle la noche y ese nunca habia sido su proposito-Tranquila ya te lo he dicho, solo queria felicitarte el año nuevo, tambien he llamado a la gruñona-dijo imitando una voz animada al referirse a Nicole- Pero no contesta debe de estar en alguna fiesta loca...
- Seguro... oye, ¿te apetece venir aquí? te irá bien un poco de diversión - dijo ella, aún preocupada.
No contesto, cerro los ojos y cogio aire, una parte de el le pedia a gritos salir de ese hospital gris, simplemente irse y no preocuparse por nada, aunque solo fuese por unas horas, unas tristes horas de despreocupacion, cosa que no tenia des de hacia mucho tiempo, aunque nadie lo supiera.Pero, como siempre pasaba, el Nathan responsable,salio a la luz para hablar.
-Ah...En verdad no puedo, estoy con mi madre y mi hermano, lo siento
-Oh, no te preocupes - contestó ella - Nathan - dijo llamándole por su nombre, cosa que hacía pocas veces - ¿dónde estás de verdad? - le preguntó
-Ya...-Ya te lo he dicho, iba a decir, pero estaba harto de mentir, y hacia tiempo que necessitava contarselo a alguien, por muy egoista que fuera, necessitava que alguien conociera al chico asustado que llevaba dentro, no el ligon alegre que mostrava, aunque la verdad, no habia escogido el mejor momento para hacerlo- Estoy en Times square, en el Times square hospital...no, no te preocupes estoy bien, solo estoy en el tejado, es un buen lugar para ver la bola caer...
- Nathan ¿qué haces en un hospital? - preguntó Rose seriamente preocupada.
-No te deberia haverte llamado Rose, no quiero joderte la noche, pero no sabia que hacer, necesitaba escuchar una voz conocida , lo siento muchisimo...es solo,dios... no se ni como contartelo, me siento gilipollas al estar haciendo esto, pero Nicole no contestaba, con ruth y aidan no hay tanta confianza y ...bueno en realidad no tengo confianza con casi nadie...es...a...mi madre,esta cansada de luchar .
Rose asimiló rapidamente sus palabras y tomó una rápida decisión.
- Nathan, no te muevas de donde estás, estoy ahí en diez minutos - dijo intentándole transmitir confianza - tu espérame.
Dicho eso colgó antes de que él pudiese contestar nada y fue a despedirse de Jake con la excusa de que quería dar un paseo. Salió corriendo de casa, cogió el coche y en menos de un cuarto de hora llegó al hospital.
Cuando la vio entrar por la puerta de la azotea Scott no pudo evitar caminar hacia ella y abrazarla, solo hacia 4 meses que la conocia, pero en ese momento, parecia una eternidad.
-Gracias.
Rose le devolvió el abrazo.
- Ei, no te preocupes, estoy aquí para lo que sea - dijo separándose un poco y sonriéndole.
-Ha sido demasiado egoista por mi parte llamarte a estas horas, sobretodo hoy...-dijo mirando la hora en su mobil y viendo que eran casi la una de la noche-Quieres un cafe?
- Mataría por un café - bromeó ella - y nada de egoísmos, lo importante es que tu estés bien - le dijo mientras le pasaba el brazo por la cintura abrazándolo.
**
Estaban en la terraza de la cafeteria, caian suabes copos de nieve y hacia un frio acojonante, pero estaban solos, cosa que Scott agradecia.
-Yo tenia 19 años cuando el murio-hizo una pausa para coger el valor necesario al pensar en su padre- Despues de dos eternos y jodidos años, llege a ser capaz de vivir con eso, durante un año, todo parecia ir bien, pero de la noche a la mañana a mi madre le diagnosticaron mieloma múltiple, lo que es gracioso porque ahora mismo, es el cancer con mayor index de supervivencia o como minimo de mas durada de supervivencia, pero hace cosa de 5 meses, despues de 4 años de lucha, las cosas se complicaron y paso a tratarse de una enfermedad terminal con prolongacion de vida de un año, pero estos ultimos dias la cosa empezó a ponerse fea y hoy le ha dado un ataque, los medicos la han dormido a la espera de un diagnostico, para que no sufra...Rose-le habia contado todo eso sin mirarla a la cara, solo escupiendo de manera rapida y directa, pero intentando no ser frio todo lo que guardava dentro. Pero no se sentia mejor como el esperava, aun seguia sintiendo todo ese peso encima de su cuerpo, el corazon le latia con esfuerzo y se odiava a el mismo y al mundo para hacer lo que estaba haciendo, dar pena-No te lo cuento por que quiera darte pena. Pero, durante los ultimos 7 años de mi vida he estado alimentandome de mis miedos sin tener la possibilidad de contarlos, habia de der valiente para mi madre y mi hermano, no podia permitirme caer, porque entonces caiamos todos- hizo una pausa para coger aire y intentando ser disimulado se seco lo que podia parecer una timida lagrima resvalando por su mejilla- Pero ahora que por primera ves estoy solo, sabiendo que mi hermano esta en un lugar seguro, probablemente durmiendo en lso brazos de mi tia, mientras esta contempla a su hermana tumbada en esa cama...yo...Supongo que hoy no he aguantado mas y te ha tocado a ti pagar el pato. Nicole se ha librado por ser una fiestera...y ese otro par por...que si supongo...
Rose le agarró la mano con suavidad.
- Nathan, si te soy sincera no sé bien bien qué decirte en estos momentos. Sé que lo estás pasando mal, y sé que no me lo cuentas para dar pena, no siento pena por tí, pero sí empatía. No... no sé si puedo ser de mucha ayuda en estos momentos pero quiero que sepas que estoy aquí para lo que necesites y que me voy a quedar contigo el tiempo que haga falta, por eso no te preocupes o te sientas culpable ¿vale? Y deja de pensar ya en Nicole que a este paso la vas a secuestrar con el poder de tu mente - intentó bromear Rose. Lo cierto es que tenía el pecho encogido, quería decirle a Scott que todo iría bien y que su madre se recuperaría, pero darle falsas esperanzas no era la solución, así que estaría con él cuando lo necesitase.
Una vez Rose se habia ido, Nathan volvio a la habitacion con un nudo en la garganta, habia dejado a su hermano dormido en un profundo sueño.Sabia que dejarlo solo no habia sido la mejor opcion pero necessitaba aclarar sus pensamientos antes de hablar con su hermano.
Por su alivio cuando entro Tommy aun dormia, acurrucado en el sofa de l'habitacion,
Nathan lo miro con tristeza, no podia imaginar el dolor que debia sentir el, su padre se habia ido cuando el solo tenia 5 años y ahora con solo 12 era el turno de perder a su madre. Se arrodillo delante del sofa y acaricio la mejilla de su hermano para despertarle y cuando el niño abrio los ojos y lo vio se levanto de golpe gritando.
-Mama se ha despertado!!?
Pero antes de que Tom pudiera ver a su madre Nathan lo detubo con la mano y se sento a su lado.
-Quiero hablar contigo Tommy.
El chico asintio con tremenda tristeza y espero a que su hermano estubiera listo para hablar.
-Antes de nada quiro decirte que eres muy valiente, el hombre mas valiente que he conocido nunca, y no sabes lo mucho que admiro eso Tom...
Su hermano lo miro con incertidumbre y Nathan cogio tanto aire como pudo y lo expulso con calma, con los ojos cerrados, buscando la valentia perdida pero antes de que pudiera hablar su hermano lo dijo por el.
-No se va a levantar verdad?
Abrio los ojos de golpe y los clavo en los de su hermano, no lloraba, no pestañeaba y Nathan sintio miedo, su hermano parecia distinto al niño de 5 años que habia cogido de la mano en el funeral de su padre.
-No, no lo hara.
-Cuando?
-No lo se...
Tom se levanto y abrazo a su hermano, enterrando su cabeza en el cuello de el.Si lloraba pero en silencio, como hacia Nathan.
-Tienes miedo?-pregunto el niño aun abrazado a su hermano.
-Mucho... Y tu?
-Tambien. No me vas a abandonar verdad Nathan? Te escuche hablar con tia Helen el otro dia, me quiere llevar a chicago con ella verdad?
“COMO?” penso Scott sorprendido. Como dimonios sabia el eso.
-Si, Helen te quiere llevar a chicago, pero no te voy a abandonar, lo juro.
Tom asintio y se separo de su hermano y ambos siguieron hablando hasta que fue hora de irse a casa, hora de despedirse de su madre con la duda de si cuando la mañana siguiente volvieran seguiria viva.
PD:No he tenido mucho tiempo para escribir, hoy he echo mi último examen... TT siento todos los errores o si hay algo que no tiene sentido sq lo he echo a trozos.
Cabo breton en verano, ahora mismo esta lleno de nieve y a menos 15 o asi xD
Nicole echaba de menos Nueva York, tan bonita y viva, incluso cuando la nieve le cubria la cabeza le parecia ahora calida comparada con el pequeño pueblo pesquero donde vivian sus padres en Canada.Cada año para las vacaciones su hermana ( y familia) y ella iban a ver a sus padres y primos en su pequeño pueblo pesquero en Cabo Bretón.
La estancia solia durar dos semanas en las quales Nikki no sabia si engordaba a causa de la mania de su abuela de que se habia quedado demasiado delgada sumada a la insistencia de sus primos adolescentes a deyasunar cosas relacionadas con la obesidad o si perdia 50 kilos de golpe al salir a correr cada dia por la mañana y luego por la tarde o tal vez llevarse a sus primos y sobrina a jugar a hoquei.
Nicole miro a su alrededor mientras se llevaba media tarta a la boca, justo enfrente suyo, al final de la mesa estaba su abuela, la jefa de la familia, a su izquierda estaba su padre y a la derecha su madre.Despues de ellos venian Tia Karen y Tio Marc a la derecha y sus primos Robert y Zach. Y por ultimo justo a su lado estaba su hermana Annie, su sobrina Maika y su encantador cuñado Patrick.
Mientras Nikki sonreia ante la bonita estampa familiar, todos sentados en una mesa larga y cuadrada comiendo como cerditos noto la mirada de su abuela clavada en ella.
-Que ocurre abu?-dijo Nicole que de pequeña no sabia decir Abuela y a la pobre mujer se le quedo el mote cariñoso de Abu por el resto de su vida.
-Nicole cariño, cuando vas a darme nietos!
Nicole se atraganto con el postre y casi lo escupió todo por encima de la mesa pero pudo controlar su paro cardiaco y sonreir como si su abuela hubiese dicho una gran tonteria.
-ABUELA!
Todos empezaron a reir como locos, la abuela no entendia lo que ocurria puesto que ella hablaba muy seriamente y Nicole habai cogido un color rojo tomate.
-Abuela los tiempos canvian yo aun soy joven y ademas tengo un trabajo dificil, no me queda tiempo para buscar hombres-dijo pensando que no habia necesidad de que su pobre abuela supiese lo de sus continua salidas nocturnas en tiempos de solteria y mucho menos que nadie de la familia conociese la existencia de ciertas personajes que ultimamente cruzaban su cabeza.
Mayka que parecia alejada de ese mundo levanto la cabeza y con la voz mas inocente del mundo dijo.
-Pero tia Nikki, mama me dijo que ya habias encontrado a tu principe azul pero que no se lo podia contar a nadie.
Se hizo un silencio, primero todo el mundo miro a la pequeña pensando que pobrecita aun no entendia el concepto de no contarselo a nadie pero despues de una pequeña risa, todos desviaron su mirada hacia ella y Nicole se temio lo peor, de repente Robert y Zac empezaron a cantar con voz chinchona “ Tia Nikki tiene novio,Tia Nikki tiene novio!!” Su madre y su abuela parecian haber llegado al septimo cielo y su sonrisa era,sin exageracion alguna, mas grande que su cabeza. Tia karen la miraba con compasión y Tio Marc intentaba hacer callas a los niños.Su padre parecio preferer no pronunciarse hasta no poseer mas información.
-Gracias Annie-dijo a su hermana mientras ella se daba cuenta de lo mucho que la habia liado.
-Oh esto se merece un garabe de l'abuela!-dijo la misma mientras se levantaba emocionada y iba hacia la cocina.
El garabe de l'abuela no era mas que una bebide alcoholica no muy suabe que solian tomar los mayores cuando se hacian comidad familiares,el abuelo siempre decian cuando aun vivia que un trajo de eso hacia olvidar todas las tonterias, por ese motivo la mayor regla familiar era que si te dejaban beber el garabe de l'abuela se podia decir que ya eras mayor.
-EI!EI! Tranquilos !! Siento decepcionaros pero no existe ningun principe azul, hace tiempo que se perdio por el camino y es demasiado tozudo para pedir indicaciones asi que hasta que no se ilumine el solito y encuentre el camino correcto, nada de principes , entendido familia?
*************
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Su habitacion estaba totalmente a oscuras y todo era silencio,cosa que agradecia . Llevaba horas dando vueltas por la cama, haciendo todo tipo de posturas, algunas mas dificiles que las del kamasutra, mordiendo la almohada y presionando su barriga con las dos manos.
Odiaba la regla, con toda su alma y todo su corazon, no la dejaba hacer nada y se pasaba el dia de mal humor o haciendo la fotosintesis en el sofa de su despacho ( a veces con suerte si no habia trabajo, en su camita).
Al final se dio por vencida y se desplomo en la cama, cosa que hizo que empezara a pensar en ese pequeño pueblo perdido entre montañas y lagos helados, sola en su habitacion, sintiendo como el frio se apoderaba de su cuerpo inmobil.Se levanto de golpe,y dejo ir un suave grito ahogado.
Corrio escaleras abajo para poner mas fuerte la calefacción, si aun iban con calefacción!, y buscar en el cajon de las infusiones de su abuela. La casa de sus padres, pero antes de su abuela, era un pequeño mundo antiguo dentro del nuevo mundo y de alguno forma Nikki amaba eso.
Aprovechando el insomnio provocado por la regla se sento en el sofa con una taza navideña que parecia una maquina de vapor y se dedico a disfrutar de la solitud ante el bonito arbol navideño.
Pero, justo al lado de ese arbol se encontraba su preciado piano, Nicole no podia evitar sentir tristeza y nostalgia al recordar las largas noches aprendiendo a tocar dulces melodias con su abuelo. Haciendole compañía en sus largas noches de insomnio.
Las luces del arbol lo iluminavan, dandole un poder magico que echizaba a Nicole.
Al final cayo ante sus propios deseos y se sento delante de ese viejo piano, acarizandio su cubierta de madera y dejando que los recuerdos de las viejas melodias compuestas ya años atrás recorrieran su cabeza y danzaran hacia sus dedos, haciendo que estos bailaran encima de cada tecla del piano, creando un bals para las magicas luces del arbol.
De repente, una melodia se apodero de sus labios y empezo a cantar.
https://www.youtube.com/watch?v=roh_QmxtSEk
Encisada por la musica no se dio cuenta de la mirada que la observava y escuchaba cantar y sigui cantando, con voz baja, solo cantaba para ella. Hasta que de repente la musica se detubo con el impacto de una lagrima encima de las teclas iluminadas.
-Increible...-dijo la persona que llevaba tiempo observandola des del lindar de la puerta-Puedo pasar?
Nicole asintio y bajo con cuidado la tapa del piano para despues girarse hacia su hermana.
-No podia dormir.
-Lo se, esto es lo que solias hacer cada noche cuando no podias dormir y gracias a tu musica yo podia dormir sin miedo, porque tus canciones me tranqulizaban, hasta que dejaste de tocar.
Nicole asintio, aun estaba afectada por haber vuelto a tocar en ese piano y aun mas esa cancion delante de alguien.
-Nunca habia escuchado esa cancion, es nueva?
Ella nego con la cabeza, esa cancion tenia ya mas de 10 años y la habia escrito entre lagrimas y trozos de corazon roto.
-Puedes hablar conmigo, lo sabes verdad?
Nicole empezo a llorar y no pudo evitar echarse en brazos de Annie, para que esta la consolara con sus dulces palabras de cariño.
-Te has acordado de el verdad?
Nicole asintio aun con la cabeza aplastada en el hombro de su hermana, la cual tenia solo parte de razon puesto que no solo se habia acordado de su abuelo al tocar en ese piano, sino que tambien se habia acordado de Chris con esa melodia que habia escrito cuando el se fue a la guerra por primera vez, cuando volvio a casa despues de ese ultimo beso en el aeropuerto, cuando habian pasado dos meses sin saber nada de el.Cuando todo lo bonito se habia terminado.
*********FLASHBACK************* Mayo de algun año, Aeropuerto JFK.
Estava tan guapo, tan imponente.No podia dejar de mirarle, queria recordar cada parte de su cuerpo, cada sonido que salia de su boca, cada mirada de sus ojos, todo. Tenia miedo, tanto que ni la mano de el acariciando su mejilla, ni sus labios a pocos centimetros, ni el pausado sonido de su respiracion podian tranquilizarla.
El interrumpió sus pensamientos con un dulce beso, un ultimo momento, donde todo estaba bien y no habia miedo, solo ellos.
-No me olvides por favor.
Ella clavo sus ojos en los de el y le acaricio los labios con los dedos, como pidiendole que se callara.
-No me des motivos para hacerlo.
El sonrio y asintio, le cogio la mano y se la beso despació, como un principe ,todo un caballero.
-Nos vemos pronto entonces?
-Mas te vale-hizo una pausa para rodearlo con los brazos-Te quiero Chris.
“General!!”-se escucho de fondo.
-Parece que me reclaman-suspiro con tristeza-Te quiero Nik y pase lo que pase, siempre te voy a querrer.
Ella lo separo de su cuerpo y hizo que se girara hacia el grupo de soldados que lo estaban llamando.
-Vamos soldado, haz del mundo un lugar mejor- y le dio una palmada en el trasero para que el empezara a andar-Mantente a salvo-dijo cuando el ya habia andado unos pasos.
-Siempre.
Y el con una sonrisa triste en la cara le hizo el despido militar y ella le correspondio el gesto, para despues darse la vuelta y alejarse de la puerta del infierno, donde el, se iba a lanzar de cabeza.
******
Nicole se vio obligada a despertar de sus pensamientos cuando su hermana preocupada ante su permanente silencio la abrazo en la oscuridad de l'habitacion solo iluminada, al igual que el piano por las coloridas luces de navidad.
-Nikki, para de hacerte daño a ti misma, no fue tu culpa...
Ante esas palabras nicole no pudo evitar abrir los ojos como platos. Que estaba diciendo su hermana? Des de cuando ella sabia nada de lo ocurrido?
-Que...
-No te atormentes por lo del abuelo, no pudiste evitarlo Nik, nadie pudo.
OH! El abuelo, su hermana hablaba de su abuelo y no de christian! Dios su abuelo! Por un momento lo habia olvidado, que estaba haciendo! Tocando canciones de amores perdidos, pensando en esas gilipolleces en el piano de su abuelo.
Ahora se sentia fatal, y no podia contener las lagrimas, cosa que aun la ponia de mas mala leche, porque ella no llorava, nunca.
-Es gracioso-dijo entre sorzollos suaves-Me habia olvidado del abuelo...
-Como?-dijo annie aturdida ante la noticia.
-Estaba pensando en Christian, ha sido sin querer, me he sentado en el piano y he empezado a tocar y sin darme cuenta todo a vuelto a mi cabeza...
-Nicole cariño, mirame.-Ella obedecio a su hermana y clavo sus ojos en los de ella-Como vuelvas a llorar por el, te voy a dar tal ostia que se te va a quitar de una vez por todas esos pajaros de la cabeza-dijo con voz enfadada.
Y con razon penso Nicole , la cual habai asentido con la cabeza pero no sin lanzar una mirada de orgullo y reto a su hermana. Annie sabia que Nicole no habia podido olvidar a su primer amor y que era culpa de christian que nicole no fuese capaz de mantener una relacion minimamente estable con un hombre.
***********
Hacia un frio que mataba, era su primer dia en Nueva York des de que se habia ido a la academia hacia ya 3 meses y aunque lo negara se moria de ganas de ver a su familia.
Miro ese pequeño trozo de mundo al que podia llamar hogar y haciendole sonreir vio a su hermana en la ventana de arriba bailando como una loca.Su hermana, era una cabra loca y ura una pesada pero la queria mucho.
Empezo a caminar lentamente sabiendo que Nieve avisaria de su llegada antes de que el pudiese llamar al timbre y asi fue.El perro empezo a ladrar y la puerta se abrio cuando el subia los tres escalones del porche.
Su madre, una hermosa mujer rubia de ojos claros se abalanzo hacia el y le abrazo mientras Nieve tambien intentaba darle un abrazo perruno. Su madre y su hermana se parecian muchisimo, Luk, era mas como su padre aunque tenia los ojos azules de ella y el, el era la combinacion perfecta de ambas partes.
-Hola mama-dijo mientras la abrazaba con fuerza y luego se ponia de rodillas y empezaba a acariciar a Nieve.-Hola grandote! Que me has echado de menos amigo!-el perro empezo a lamerle y Dan le cerro cariñosamente el morro con la mano y le beso la frente peluda.-Yo tambien te he echado de menos tio.
-Vaya, saludas antes al perro que a tu padre-dijo un Kyle mayor pero igual o mas atractivo que el joven des del lindar de la puerta.
-Papa!-Ambos se abrazaron .
Cuando entro en la casa el olor de una deliciosa cena le invadio la nariz y su estomago empezo a rugir.
-Donde estan Luk y la cosa de mi hermana.
-Dicen que no te quieren ver-dijo Kyle con una sonrisa para despues decir sus nombres en voz alta.-Demasiado tiempo fuera de casa.
-Cuanto amor...-la frase de Dan quedo interrumpida cuando una pelota de futbol americano cruzo el aire des de las escaleras direccion a su cara.Por suerte Dan la cogio al vuelo y con una sonrisa malvada se la devolvio aun mas fuerte a su hermano aunque este ya estaba delante suyo.
Al cabo de 10 minutos su hermana bajo y despues de unas quantas bromas los cinco se dispusieron a cenar.
Cuando fueron las doce todos se felicitaron entre ellos y segundos despues sus padres se besaron.
Dan los miro un segundo y sintio envidia, hacia tanto que estaban juntos, pero se seguian queriendo tantisimo y el tambien queria algo asi para su fututo y en ese momento sin quererlo penso en ella y no pudo evitarlo, por que era navidad. Asi que se disculpo levantandose de la mesa y se sento en el balancin del porche al lado de Nieve.
-No contestes el telefono por favor, no contestes-murmuro en voz baja mientras se oia el pip pip.
Meggan salió del barullo de la fiesta en la que estaba, y contestó sin mirar al móvil.
-Pronto? Chi parla?
Dan entendio el gran error que habia cometido en ese momento pero no s e vio con el valor de colgar asi que solto un timido murmuro como saludo.
-Ei...Come stai?
Meggan arrugó la frente al sonarle familiar pero no pudo reconocer la voz, su mente no estaba muy despejada. Al contrario, ya había empezado a clarear y ella tenía un par de copas de más. Lo cierto era que no había bebido mucho, nunca lo hacía y cuando lo hacía en días especiales como aquel, dos vasos eran suficientes para dejarla fatal.
-Chi parla?-repitió.
-El unico americano que se le pasaria por la cabeza llamarte a las... seis de la mañana hora italiana para desearte un Feliz año nuevo...-dijo el dejando ir una pequeña sonrisa.
Oyó como la voz cambiaba de idioma, y le vino a la mente un chico de ojos azules arrebatadores. Enseguida sintió algo extraño, y sonrió tontamente.
-¿Mi abuelo?-le preguntó bromeando.
Sabia que le habia reconocido pero prefirio continuar con la coña para acabar de romper el hielo.
-No, el tio Sam, siento la desilusión.
Megg se sentó en las escaleras de piedra de la terraza en la que estaba, y se puso la mano en la frente mientras seguía sonriendo.
-¿Por qué dices que me has llamado?
-Para felicitarte el año nuevo...-hizo una pausa y continuo-para oir tu voz.
Meggan no supo que decir al escuchar algo tan dulce, pero también recordó por qué estaban enfadados, molestos o lo que fueron que estuvieran.
-¿Y Bree?
No habia caido en eso y se quedo en blanco.
-No lo se, I just wanna know why You say goodbye when I say hello...-dijo el sin cantar, solo repitiendo las palabras con voz dulce y tranquila, solo para que los recuerdos de esos momentos volvieran a la mente de ambos-Recuerdas como se canta?-murmuro intentando que ella entendiera el verdadero significado de esa frase.
Megg ensanchó la sonrisa,y soltó una carcajada. El alcohol seguía causando estragos en su mente.
-¿Lo único que haces con ella es cantar? Conmigo solo cantas-dijo eso y de pronto se sintió triste.-...Cantas
-Me gusta cantar...pero mas contigo...-repitio aun deseando que ella lo hubiese entendido.
-Pero haces más cosas con ella. ¿Por qué me has llamado?-eso seguía sin quedarle claro-No me apetce cantar.
-Porque es noche vieja y en noche vieja estas con las personas a las que quieres y por que es navidad y en navidad se dice la verdad...
Meggan meditó sus palabras.
-¿Tú me quieres?
Trago saliva, esa no se la esperaba y le tomo totalmente por sorpresa. I si habia de ser del honesto, no lo sabia, quiza lo intuia, eso seguro...pero podia decir que la queria? Apenas la conocia, no sabia nada de sus gustos o aficiones, solo lo que habia podido interpretar entre conversaciones.Pero cada vez que miraba esos ojos azules y ella le sonreia, algo dentro de el le hacia sonreir como un estupido y deseaba que ella tambien fuese lo suficientemente estupida como para sonreirle de la misma forma que hacia el.
-Ya lo sabes megg, se que lo sabes- pudo soltar despues de su pequeña batalla interior.
Lo sabía o creía saberlo, no obstante el no estaba lo que se dice soltero.
-No lo sé, tú tienes novia. Supongo que la quieres más a ella. ¿O no?
-Lo siento meggan, no deberia haber llamado pero necessitava escuchar tu vor, oir tu respiracion, y porque no, para imaginar que te besaba a media noche como desearia poder hacer...Lo siento, buonanotte principessa.
-No vuelvas a llamarme Dan Daniel.-sentenció doliendole por dentro.-Buonanotte.
Dan colgo y empezo a golpearse la cabeza con el mobil, mientras no parava de repetirse lo gilipollas que habia sido. Al cabo de unos instante se levanto de un salto decidido, para correr directamente hasta el jardin cubierto de vieve y lanzarse hasta esta para acabar tumbado encima de esa gruesa capa de frio, que le recorria todo el cuerpo y le recordaba los errores que habia cometido.Y empezo a agitar los brazos y las piernas con fuerza sin darse quanta de que lo conseguia con eso era hacer un bonito angel de nieve.
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“Un poco mas por favor, solo un poco mas de tiempo”
Penso Nathan mientras esperava ver la bola caer en Times Square des de la azotea del hospital.
Era una celebracion ,pero no lo parecia, o al menos asi lo sentia el donde 8 plantas por debajo , en la habitacion 610, lo unico que se podia celebrar eran los dias de lucha ganados, esperando sin esperanza alguna el ultimo aliento, el ultimo grito antes del final.
Cerro los ojos y aspiro todo el aire frio que podia.No sabia como sentirse, queria que todo acabase, queria que ella dejara de sufrir, pero no queria que su hermano viese morir a su madre, no queria enterrar a su madre junto a su padre en ese solitario cementerio de tumbas blancas.No queria quedarse solo.
Cogio su mobil y sin saber muy bien que hacia empezo a llamar, una y otra vez pero ella no contestaba y se cabreo sin motivo.Era normal que no contestara, era nochebuena, probablemente estaria de fiesta, en algun lugar de Nueva York, con ese Tuck.
Sacudio la cabeza para sacarse esos pensamientos incoherentes de su cabeza y volvio a coger el movil para llamar, pero esta vez , la persona a la que habia llamado si contesto.
- SCOOOOOOTT - dijo una alegre Rose desde la otra línea - ¿Dónde estáaas? ¡Que te pierdes toda la diversión!!
“Tu eres gilipollas tio” Penso Scott en sus adentros al escuchar la alegre voz de Rose. Que se suponia que iba a decirle? No lo sabia asi que se limito a aparentar tan bien como pudo, porque al fin y al cabo solo la habia llamado para escuchar una voz conocida no para buscar consuelo o lamento.
-Feliz año nuevo Rose.-miro al infiniro y se dio cuenta de que la bola de Times square ya habia caido-Estoy, he visto caer la bola en Times square... solo queria felicitarte el año nuevo.
Rose se dio cuenta de que la voz de Scott no sonava tan alegro como de costumbre, lo cual la preocupó.
- mmmm... ¿estás bien? ¿ha pasado algo? - le preguntó mientras se apartaba del grupo con el que estaba
-mmm..emmm...-no sabia que decir, si se lo contaba iba a amargarle la noche y ese nunca habia sido su proposito-Tranquila ya te lo he dicho, solo queria felicitarte el año nuevo, tambien he llamado a la gruñona-dijo imitando una voz animada al referirse a Nicole- Pero no contesta debe de estar en alguna fiesta loca...
- Seguro... oye, ¿te apetece venir aquí? te irá bien un poco de diversión - dijo ella, aún preocupada.
No contesto, cerro los ojos y cogio aire, una parte de el le pedia a gritos salir de ese hospital gris, simplemente irse y no preocuparse por nada, aunque solo fuese por unas horas, unas tristes horas de despreocupacion, cosa que no tenia des de hacia mucho tiempo, aunque nadie lo supiera.Pero, como siempre pasaba, el Nathan responsable,salio a la luz para hablar.
-Ah...En verdad no puedo, estoy con mi madre y mi hermano, lo siento
-Oh, no te preocupes - contestó ella - Nathan - dijo llamándole por su nombre, cosa que hacía pocas veces - ¿dónde estás de verdad? - le preguntó
-Ya...-Ya te lo he dicho, iba a decir, pero estaba harto de mentir, y hacia tiempo que necessitava contarselo a alguien, por muy egoista que fuera, necessitava que alguien conociera al chico asustado que llevaba dentro, no el ligon alegre que mostrava, aunque la verdad, no habia escogido el mejor momento para hacerlo- Estoy en Times square, en el Times square hospital...no, no te preocupes estoy bien, solo estoy en el tejado, es un buen lugar para ver la bola caer...
- Nathan ¿qué haces en un hospital? - preguntó Rose seriamente preocupada.
-No te deberia haverte llamado Rose, no quiero joderte la noche, pero no sabia que hacer, necesitaba escuchar una voz conocida , lo siento muchisimo...es solo,dios... no se ni como contartelo, me siento gilipollas al estar haciendo esto, pero Nicole no contestaba, con ruth y aidan no hay tanta confianza y ...bueno en realidad no tengo confianza con casi nadie...es...a...mi madre,esta cansada de luchar .
Rose asimiló rapidamente sus palabras y tomó una rápida decisión.
- Nathan, no te muevas de donde estás, estoy ahí en diez minutos - dijo intentándole transmitir confianza - tu espérame.
Dicho eso colgó antes de que él pudiese contestar nada y fue a despedirse de Jake con la excusa de que quería dar un paseo. Salió corriendo de casa, cogió el coche y en menos de un cuarto de hora llegó al hospital.
Cuando la vio entrar por la puerta de la azotea Scott no pudo evitar caminar hacia ella y abrazarla, solo hacia 4 meses que la conocia, pero en ese momento, parecia una eternidad.
-Gracias.
Rose le devolvió el abrazo.
- Ei, no te preocupes, estoy aquí para lo que sea - dijo separándose un poco y sonriéndole.
-Ha sido demasiado egoista por mi parte llamarte a estas horas, sobretodo hoy...-dijo mirando la hora en su mobil y viendo que eran casi la una de la noche-Quieres un cafe?
- Mataría por un café - bromeó ella - y nada de egoísmos, lo importante es que tu estés bien - le dijo mientras le pasaba el brazo por la cintura abrazándolo.
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Estaban en la terraza de la cafeteria, caian suabes copos de nieve y hacia un frio acojonante, pero estaban solos, cosa que Scott agradecia.
-Yo tenia 19 años cuando el murio-hizo una pausa para coger el valor necesario al pensar en su padre- Despues de dos eternos y jodidos años, llege a ser capaz de vivir con eso, durante un año, todo parecia ir bien, pero de la noche a la mañana a mi madre le diagnosticaron mieloma múltiple, lo que es gracioso porque ahora mismo, es el cancer con mayor index de supervivencia o como minimo de mas durada de supervivencia, pero hace cosa de 5 meses, despues de 4 años de lucha, las cosas se complicaron y paso a tratarse de una enfermedad terminal con prolongacion de vida de un año, pero estos ultimos dias la cosa empezó a ponerse fea y hoy le ha dado un ataque, los medicos la han dormido a la espera de un diagnostico, para que no sufra...Rose-le habia contado todo eso sin mirarla a la cara, solo escupiendo de manera rapida y directa, pero intentando no ser frio todo lo que guardava dentro. Pero no se sentia mejor como el esperava, aun seguia sintiendo todo ese peso encima de su cuerpo, el corazon le latia con esfuerzo y se odiava a el mismo y al mundo para hacer lo que estaba haciendo, dar pena-No te lo cuento por que quiera darte pena. Pero, durante los ultimos 7 años de mi vida he estado alimentandome de mis miedos sin tener la possibilidad de contarlos, habia de der valiente para mi madre y mi hermano, no podia permitirme caer, porque entonces caiamos todos- hizo una pausa para coger aire y intentando ser disimulado se seco lo que podia parecer una timida lagrima resvalando por su mejilla- Pero ahora que por primera ves estoy solo, sabiendo que mi hermano esta en un lugar seguro, probablemente durmiendo en lso brazos de mi tia, mientras esta contempla a su hermana tumbada en esa cama...yo...Supongo que hoy no he aguantado mas y te ha tocado a ti pagar el pato. Nicole se ha librado por ser una fiestera...y ese otro par por...que si supongo...
Rose le agarró la mano con suavidad.
- Nathan, si te soy sincera no sé bien bien qué decirte en estos momentos. Sé que lo estás pasando mal, y sé que no me lo cuentas para dar pena, no siento pena por tí, pero sí empatía. No... no sé si puedo ser de mucha ayuda en estos momentos pero quiero que sepas que estoy aquí para lo que necesites y que me voy a quedar contigo el tiempo que haga falta, por eso no te preocupes o te sientas culpable ¿vale? Y deja de pensar ya en Nicole que a este paso la vas a secuestrar con el poder de tu mente - intentó bromear Rose. Lo cierto es que tenía el pecho encogido, quería decirle a Scott que todo iría bien y que su madre se recuperaría, pero darle falsas esperanzas no era la solución, así que estaría con él cuando lo necesitase.
Una vez Rose se habia ido, Nathan volvio a la habitacion con un nudo en la garganta, habia dejado a su hermano dormido en un profundo sueño.Sabia que dejarlo solo no habia sido la mejor opcion pero necessitaba aclarar sus pensamientos antes de hablar con su hermano.
Por su alivio cuando entro Tommy aun dormia, acurrucado en el sofa de l'habitacion,
Nathan lo miro con tristeza, no podia imaginar el dolor que debia sentir el, su padre se habia ido cuando el solo tenia 5 años y ahora con solo 12 era el turno de perder a su madre. Se arrodillo delante del sofa y acaricio la mejilla de su hermano para despertarle y cuando el niño abrio los ojos y lo vio se levanto de golpe gritando.
-Mama se ha despertado!!?
Pero antes de que Tom pudiera ver a su madre Nathan lo detubo con la mano y se sento a su lado.
-Quiero hablar contigo Tommy.
El chico asintio con tremenda tristeza y espero a que su hermano estubiera listo para hablar.
-Antes de nada quiro decirte que eres muy valiente, el hombre mas valiente que he conocido nunca, y no sabes lo mucho que admiro eso Tom...
Su hermano lo miro con incertidumbre y Nathan cogio tanto aire como pudo y lo expulso con calma, con los ojos cerrados, buscando la valentia perdida pero antes de que pudiera hablar su hermano lo dijo por el.
-No se va a levantar verdad?
Abrio los ojos de golpe y los clavo en los de su hermano, no lloraba, no pestañeaba y Nathan sintio miedo, su hermano parecia distinto al niño de 5 años que habia cogido de la mano en el funeral de su padre.
-No, no lo hara.
-Cuando?
-No lo se...
Tom se levanto y abrazo a su hermano, enterrando su cabeza en el cuello de el.Si lloraba pero en silencio, como hacia Nathan.
-Tienes miedo?-pregunto el niño aun abrazado a su hermano.
-Mucho... Y tu?
-Tambien. No me vas a abandonar verdad Nathan? Te escuche hablar con tia Helen el otro dia, me quiere llevar a chicago con ella verdad?
“COMO?” penso Scott sorprendido. Como dimonios sabia el eso.
-Si, Helen te quiere llevar a chicago, pero no te voy a abandonar, lo juro.
Tom asintio y se separo de su hermano y ambos siguieron hablando hasta que fue hora de irse a casa, hora de despedirse de su madre con la duda de si cuando la mañana siguiente volvieran seguiria viva.
casbeck2- Moderador
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Re: ÚLTIMA ESPERANZA (Temporada 2)
Holaaaa Pues eso, capi Q mañana paséis un Feliz día de Reyes, y q os traigan muy pocos regalos, o ninguno
Es raro, pero en mis capis (y en todos) El inglés es español, y viceversa, lo digo porque los razonamientos de Gio pueden ser un poco raros, y os preguntareis, quién coño es Gio??? Pues leed y enteraros
Aidan Van Hepburn se desplomó en su cama boca abajo. No sabía qué hacer. Su mente estaba tan confundida, y estaba tan dolido, que de alguna forma se encontraba anestesiado por la sorpresa y por la incapacidad para reaccionar frente a la escena que acababa de vivir. Tuvo ganas de echarse a reír al recordar los amargos reproches que se había dedicado a sí mismo durante años antes de aquel día. Resucitando aquella torpe angustia, tuvo ganas de echarse a reír sí, pero no lo consiguió, porque además de haber recordado la pérdida de Camille cómo si hubiese pasado sólo un mísero instante desde el suceso, se dio cuenta de que uno de los culpables de su muerte estaba falto de ayuda, y aparte de perplejo, estaba a punto de llorar. Se maldijo así mismo por ser quién era, por ser agente de la División Castle y por saber que no poseía las agallas suficientes para pegarle un tiro entre ceja y ceja a William Barton.
“No entres en la DC ” le había aconsejado su padre al comunicarle su intención de ingresar en la organización. Y cuando no le hizo caso, le dijo con una sonrisa triste y extrañamente melancólica en los labios “hagas lo que hagas, no te enamores de tu compañera, y menos si es rubia. Te hará llorar. ” Dicho y hecho. La manzana nunca cae lejos del árbol. Y Aidan había cometido uno de los mayores errores de su padre casi paso a paso, y estando avisado. Se había enamorado perdidamente de su compañera, una chica rubia. Para luego perderla, y sufrir durante el resto de sus días, porque a Aidan le parecía que aquel dolor casi físico jamás desaparecería, y ahora era peor.
- Alla fine della partita il re, e il pedone ritornano nella stessa scatola.-murmuró despacio, y amargamente. No era estúpido, no iba a ganar nada haciendo daño a Barton, sólo conseguiría hacerse daño a sí mismo, y no estaba dispuesto a pasar por ello, y aunque no lo perjudicaría de ninguna forma tampoco iba a mover un dedo para ayudarlo.
En ese momento, oyó como alguien entraba a su piso, y supo quién era sin hacer falta comprobarlo. Podrían ser muchas personas, muchas personas tenían la llave de su casa, pero sólo una podría ir a su consuelo.
-¿Sabes qué tienes una mala leche bastante notable?-.le preguntó la cariñosa voz de Ruth al ver cómo había roto algunos valiosos objetos del mobiliario.-¿Es genética?
-Que te den.-le espetó él, con la confianza que le otorgaba la amistad.
-Vale, pues empieza a bajarte los pantalones.-contratacó ella, mientras se agachaba para recuperar un marco de foto de los de toda la vida que reposaba en el suelo junto con un montón de cristales.
Aidan puso los ojos ante la repuesta de Ruth, y permaneció inmóvil, sin decir nada mientras su compañera sacaba con extremo cuidado la fotografía del marco roto, y la contemplaba. Los personajes parecían estar andando, lo que le daba a la instantánea un aire de espontaneidad muy bello. La señora Van Hepburn sostenía en brazos a Meggan, con Aidan de la otra mano, y Annabelle de la mano de su hermano. El niño le sacaba la lengua a la cámara, mientras los tres rostros femeninos no parecían percatarse de la presencia del fotógrafo, y le sonreían a él, quizás riéndose de su gracia.
-¿Sabes qué siempre quise tener un hermano mayor?
-Yo también.-comentó él, sin cambiar el tono derrotado.
Ruth sonrió, y dejó la foto encima del semanario de madera que estaba a la izquierda del dormitorio.
-Yo lo quería para estar rodeada de tíos todo el día, porque imaginaba que alguno de sus amigos, sería un chico igual de mayor que él y guapo. ¿Tú querías tenerlo por lo mismo, no?-.bromeó ella riéndose un poco, aunque sabía muy bien que el horno no estaba para bollos. Y ella sólo quería animarlo.
-No.-gruñó Aidan.
Ruth tragó saliva, fue hasta la cama, y se sentó en ella, mirándolo, sin que su compañero se moviera, pues aún seguía boca abajo, y tenía la cara escondida hacia el otro lado.
-No es culpa de Rose…-empezó ella.-Ha hecho lo correcto.
-Lo correcto.-ironizó Aidan.-Y una mierda.
-Bueno, no sé si ayudar a Barton es lo correcto, pero salvar a la ciudad, sí lo es, y además es nuestro trabajo.
-El vuestro. Porque he dimitido hace menos de una hora.-le informó, mirándola por fin para que viera que no mentía.
Ruth no supo cómo procesar esa información, y tardó unos segundos más de la cuenta en abrir la boca.
-¿¿Qué??-.musitó.
-He dimitido.-repitió él, con extraña parsimonia.-Voy a avisar del peligro a las personas que me importan, y me voy a largar de esta puta ciudad para siempre.
Lo miró a los ojos, y Ruth sintió un extraño cumulo de emociones. Rabia, tristeza, incluso un cruel sentimiento de soledad. Si él se marchaba se iba el mayor apoyo que tenía ahora mismo en su vida.
-No puedes dimitir en una investigación en curso.-le recordó ella, intentado agarrarse a un clavo ardiendo.
-Lo sé. Y Keith no la ha aceptado, pero me da igual. No me esperes mañana, ni pasado, ni al otro. Prefiero trabajar de lo que sea a pisar de nuevo ese edificio. Creo ser un hombre digno, me visto por los pies.-la miró fijamente, y se levantó de la cama.-Y ahora si no te importa, deja la llave y vete.
Ruth le dejó la llave en la cama, y salió por la puerta sin decir nada ante la atenta mirada de él. Pero volvió sobre sus pasos, y le dijo:
-Sé que no te irás…creo conocerte bien, y no te irás.
Quiso decirle que no la dejara sola, que era un egoísta o reprocharle su conducta con algo así cómo “Pero que sepas que después de esto te va a costar mucho recibir mi perdón ” Y sin embargo, no pudo, porque sabía que estaba destrozado y que ella lo perdonaría. Así que se fue, casi rezando para poder creerse sus propias palabras.
Meggan se meditó en la bañera de la habitación, sin agua y con ropa. Cómo siempre hacía cuando tenía que pensar, o estaba asustada. Era un día muy importante. Podía demostrarle a todo el mundo que valía para ser agente, que su decisión no había sido un capricho de niña malcriada que no sabe hacer con su vida, y podía demostrar que era la mejor. Pero antes tendría que superar una prueba. Antes tendría que superar a Dan. Aquella estúpida prueba formaba parte del pequeño mini concurso que la academia organizaba cada año para los dos alumnos que hubieran destacado más. El mini torteo tenía tres pruebas, ya habían superado dos, y cada uno había ganado una con anterioridad, así que quién ganara la tercera se llevaría el reconocimiento de ser el mejor alumno de la promoción.
Estaba siendo un mini torneo muy competitivo. Dan y ella, continuaban enfadados. Él le había pedido perdón.-sin saber porque debía disculparse-.por activa y por pasiva, pero Megg había hecho oídos sordos.
El motivo de tal enfado había sido que el comienzo de su relación con Bree meses antes de Navidad. Y extrañamente y aunque no lo quisiera admitir a ella le había dolido. Tenía el corazón, y el orgullo heridos y no lo podría perdonar como si nada. No, no lo haría…esa era su obstinada forma de ser, y se odiaba un poco por no ser capaz de dejar de ser así.
Los copos de nieve se quedaban descansando en el cristal del ventanal mientras caían suavemente. El invierno había llegado a la Toscana, pero no era un invierno muy frío pues la villa de los Van Hepburn no estaba muy cerca de los Apeninos. Aquella villa en medio de la campiña italiana era el lugar dónde la familia pasaba siempre las vacaciones y las fechas señaladas. Su padre la había adquirido deseoso de poder cultivar y comercializar vino ya que en Bari le era imposible, y además de el exquisito licor que al cabeza de familia tanto le fascinaba, cosechaban trufas y hongos, como según su madre: todo buen comerciante nacido en Italia debería hacer.
La villa era prácticamente una mansión, y contaba con amplias tierras sin un fin de producción. Había un magnifico escenario de cipreses y toda clase de frutales, junto con campos de flores que conferían un espectáculo visual digno de contemplar en primavera o verano. En definitiva, todo lo que rodeaba a la villa era n viñedos, naranjos, manzaneros, olivos, almendros, castaños, campos florales de miles de colores y verdes praderas.
Megg cerró el libro que estaba leyendo, y se levantó del sofá. Miró por el gran ventanal que tenía justo delante, y sonrió. Para ella, en cualquier estación del año aquel lugar era mágico, y le evocaba recuerdos muy bellos y felices. Era su segundo hogar después de Bari, pues allí también había crecido y aprendido.
-Permesso?-.dijo una amable voz familiar detrás suyo.
Meggan dejó el libro en el sofá y se giró, encontrándose con Francesco ‘Ciccio’ Di Giovanni. Pocos lo llamaban Ciccio, la mayoría le decía Gio porque era hijo de Giovanni Di Giovanni, y así lo llamaban a él. Era como los motes que pasan de padres a hijos.
El señor Di Giovanni era el capataz jefe de la villa, y la mano derecha de su padre. Su mujer, Antonietta Di Giovanni, se encargaba de cocinar, y de mantener el interior de la villa cuando ningún miembro de la familia Van Hepburn se encontraba allí. Eran personas de campo. Y para sus padres Francesco era algo así como un ahijado. Durante toda su adolescencia había compaginado el trabajado en la tierra de la villa con los estudios. Los Van Hepburn le habían pagado una carrera universitaria y había podido dedicarse a algo que no fuese romperse la espalda trabajando de sol a sol.
-Ohh Ciao Gio, come stai?
-Muy bien.-le dijo sorprendiéndola al no hablarle en su lengua, mientras se daban un afable abrazo. Se quedaron unos segundos mirándose como idiotas. Gio estaba muy guapo, tenía el cabello azabache peinado desenfadadamente, se había dejado una barba de tres días muy sexy. Y para sorpresa de Megg los ojos azules de Gio, le hicieron pensar en otra persona.
-¿Estás aprendiendo inglés?-le preguntó ella despacio e intrigada.
-Sí, me gusta. Y si quiero viajar o trabajar en otro país lo podré cómodamente-le respondió él, hablando otro idioma pero no librándose de su marcado acento toscano.
Megg se acordó de algo al oírle pronunciar la palabra trabajo.
-Oye, felicidades. Tu madre me dijo antes que ya eres profesor. ¿Te va bien?
Gio había acabado la carrera de literatura, y desde hacía un año daba clases en un instituto de Florencia, el lugar dónde había nacido y dónde vivía.
-Perfectamente, gracias. ¿Y tú has dejado de bailar, no?
-Sólo profesionalmente.
-Me extrañó mucho cuando me enteré, creí que era tu sueño. Cuando eras pequeña estabas todo el día dando el coñazo con el ballet. Que si el Allegro, que si el Assemblé. Bla, bla, bla .-Gio rió un poco, y Megg le sonrió dándole un manotazo flojo.
-Aún me gusta, pero sorprendentemente descubrí que no me hacía todo lo feliz que esperaba.-le respondió, hablando rápido adrede.
Gio la miró intentando entenderlo todo, pero no lo consiguió. Y se rindió, sonriente.
-Ho perso. Non ho capito, signorina Van Hepburn.
-Ho detto, mi piace ancora, ma sorprendentemente ho scoperto che non mi ha fatto felice come previsto.-le repitió, tal cuál.
-Oh, va bene. Pero es una pena, me gustaba verte en…-meditó un momento la palabra.- mallas.
-Apuesto a que sí-.le respondió ella aparentando indiferencia, pero por dentro ligeramente sorprendida ante sus palabras.-Supongo que has venido en busca de algún libro.
-Bueno, el libro es una excusa.
-¿Para qué?
-Para encontrarme contigo.-le soltó, y su sonrisa y su forma de decirlo tenían tintes de conquista.
Se sonrieron, y Megg se centró en una de las estanterías. No sabía que le ocurría a Gio, puede que fuera la edad y los estudios que le habían otorgado más desparpajo y confianza en sí mismo, pues lo cierto era que nunca le había tirado los tejos de aquella manera tan directa. En verdad, nunca se había atrevido a flirtear con ella. Megg no creyó que su indiferencia hasta ahora fuera por ser una de las hijas de los jefes de sus padres, porque al fin y al cabo Gio se había relacionado con ellos como si de un amigo o un primo se tratase, y no tenía sentido que su falta de cortejo fuera por el respeto que le tenía a causa de su posición social si ahora le había dicho aquello. Recordó que a veces la llamaba señorita, pero lo hacía para molestarla, y supuso que la razón del cambio era su edad, no la de él. Gio era tres o cuatro años mayor que Aidan, ahora rosaría los treinta, y ella ya había dejado de ser la niña pequeña de la villa que daba el coñazo con el ballet para convertirse en una mujer hecha y derecha, en una mujer muy bien hecha y muy bien derecha, y Megg sospechó que esa metamorfosis no había pasado desapercibida para el profesor, que quizás ya aceptaba su madurez y estaba más que dispuesto a dejar que se la mostrara en todo su esplendor si ella quería complacerlo.
Estaban en la biblioteca de la villa. Era la más numerosa que tenía la familia. Aquella parecía la biblioteca de un coleccionista más que de un lector. El anterior propietario de la villa había muerto sin herederos y los Van Hepburn la habían comprado con todas sus pertenencias, y aunque algunas cosas las habían subastado de nuevo no se habían desecho de ningún libro. Todas las obras tenían elegantes encuadernaciones, la mayoría parecían no haber sido abiertos jamás, aunque todos habían sido leídos por alguien. Gozaban de un par de valiosas primeras ediciones, y no solo tenía un piso lleno de estanterías, si no que contaba también con una entreplanta muy luminosa y acogedora. Olía a libros, y a intelectualidad. Para Megg, era una habitación completamente extraordinaria. Y para un profesor de literatura como Gio, era casi el paraíso.
-¿Buscas alguno en concreto, Casanova?-le preguntó subiéndose con gracia en la escalera de corredera, y echando adrede hacia atrás el culo. Convencida de que su víctima no se podría resistir.
Y efectivamente, el despierto Gio le miró el trasero sin querer queriendo, y Megg carraspeó para que volviera a la Tierra.
-Ehh…-titubeó al verse pillado in fraganti.-Esto…en inglés. Alguno que no esté en italiano me vale, quiero practicar el idioma.-se quedó callado.- Aunque yo debería recomendarte uno a ti, y no al revés.
Megg dejó de observar los libros para mirarlo a él.
-Eres profesor de literatura, pero eso no significa que los simples mortales no leamos.
Gio se llevó una mano al corazón teatralmente e hizo un gesto de rendición. Cómo buen italiano su expresión gestual era teatral y muy variada.
-D’accordo, mi dispiace.
Megg le sonrió, y cogió un libro. Bajó de un salto de la escalera antes de tocar el último peldaño y se lo tendió.
-Es uno de mis favoritos. No lo abras, que sea una sorpresa.
Gio obedeció a regañadientes, y se lo puso bajo el brazo con delicadeza y sin mirar.
-Más te vale que no sea ninguno con lenguaje difícil.-la volvió a mirar fijamente a los ojos, y vio como Megg negaba divertida con la cabeza.-Es Shakespeare ¿verdad?
-No, no es Shakespeare.-lo tranquilizó.
Hubo un silencio extraño.
- Supongo que sabes que mañana en el Maggio Musicale de Firenze.-sin querer dijo el nombre de su hogar en italiano.-Representan Rigoletto.- sabía lo mucho que le gustaba Verdi, y esperaba que le confirmara su presencia.-¿Vas a ir?
-Por supuesto, hace mucho que no voy a la ópera.
Gio asintió feliz con la nueva información.
-Poi arriverderci.-le dijo como despedida.- Grazie mille e…Buon Natale.-agregó al habérsele olvidado decírselo al entrar.
-Buon Natale.-le deseó también Megg, mientras veía como el resplandeciente chico se marchaba. Sonrió al pensar en la cara que se le quedaría cuando abriera el libro, y luego se fijó en la vitrina dónde descansaba uno de los números de Spider-man que habían sido del abuelo Charles, para finalmente ir hacia el comedor. Siempre le había parecido una ordinariez tener un cómic en una vitrina mientras primeras ediciones descansaban sin apenas protección, pero al final recordaba que no le llegaba a molestar porque sus padres la habían criado para que opinara firmemente que la literatura no debía estar vetada, y que el cometido de los libros era darse calor unos a otros mientras dormían en las estanterías, sus hogares. Esperando apaciblemente a que los poseyeran mentes llenas de deseos de aventuras.
Después de meditar aquello, llegó a su destino. Se encontró con sus hermanos, y su padre. Quiénes estaban conversando animadamente sobre baloncesto al calor de la chimenea, mientras cada uno bebía una copa de vino tinto. El vino y el baloncesto, nunca faltaban en sus reuniones familiares. Y otra cosa que no faltaba y que no estaba aún por allí después de dos días de la llegaba de sus hijos, era la señora Van Hepburn, que se estaba haciendo de rogar más de lo normal.
-Dov’é mamma?-les preguntó a ninguno en especial, sentándose al lado de su padre en el sofá, y dejando que Aidan y Belle estuviesen solos en el de enfrente. Sus hermanos mayores siempre habían sido como uña y carne, se llevaban muy poca diferencia de edad, y aunque los tres eran inseparables desde la infancia. Megg siempre sería la pequeña, y desde niños se aliaban contra ella cuando hacía falta.
-No lo sabemos.-le respondió Roger pasándole un brazo por encima del hombro cuando ella tomó asiento, y dándole un beso en la frente. El pobre la echaba de menos, aún no se acostumbraba a que no viviera con ellos en Italia, y menos aún a que estuviese en la academia de la DC.
-Te ha dejado definitivamente o te pone los cuernos.-comentó Annabelle, siendo apoyada por sus los asentimientos de cabeza de sus hermanos.-¿Qué es más importante qué estar con sus hijos? Un amante, te pone los cuernos.-repitió seria por fuera, pero en broma por dentro.
Roger los miró uno por uno, y rió un poco al ver una expresión idéntica en tres rostros diferentes.
-No me pone los cuernos, listillos. Así que no os preocupéis, la vida sexual de papá y mamá sigue siendo plenamente satisfactoria. El Martes mismo…
-Valeee…-el trío lo cortó al unísono, sabiendo que Roger no acabaría la frase porque lo decía para jorobarlos, consiguiendo asquearlos o más bien avergonzarlos al imaginar la aún agitada vida marital de sus padres.
-Yo solo os aviso desde ya, no descarto que mamá se deje hacer un tercer hermanito.-les amenazó, con pose digna y seria, como si a su mujer le viniera aún la marea roja todos los meses.-O mejor hermanita.
Sus tres hijos sonrieron, y la primera que habló fue la marisabidilla de Annabelle, como siempre había hecho desde que tenían memoria. Convirtiéndose en la portavoz oficial para plantar cara a sus padres cuando les echaban la bronca, o más tarde cuando siendo adolescentes ya discutían.
-No podéis, y aunque pudierais, pensad en Megg.-la señaló con una sonrisa divertida.- le destrozaríais el corazoncillo al dejar de ser la preferida.
-Apoyo la moción.-comentó Aidan, dejándole claro a su hermana pequeña que aquella conversación iba a ser una nueva alianza de dos contra una.-Nuestra Megg es muy sensible, no soportaría vivir sin sus privilegios de niña mimada.-agregó bromista, como si la aludida no estuviera presente.
Megg que sabía perfectamente que sólo querían bromear sin herirla en algo que todos sabían que era una media verdad, no pudo resistir la tentación de mandarlos a tomar viento en italiano, antes de que su padre interviniera.
-Dejad en paz a la niña.-les pidió con seriedad fingida, sin molestarse en discutir las acusaciones de los otros dos.-Sois un par de odiosos celosos.
Los odiosos celosos, se rieron y empezaron a hablar entre ellos, como cuando eran niños y vilmente ambos le hacían a la vez un magistral vacío a Meggan.-que no duraba mucho.-aunque solo se hubiese peleado con uno, y no con los dos.
-Yo me enteré de que teníamos una hermana cuando una niña de ojos azules se sentó a desayunar con nosotros una mañana, y papá y mamá nos la presentaron. Y luego nos dijeron que nunca le contáramos que la habían encontrado tirada por ahí.
-Es verdad.-coincidió Aidan, intentando no sonreír.-Hasta ese momento los llantos que oíamos por la noche nos daban un miedo atroz, y encima mamá nos contó una historia de un bebé fantasma llamado Meggan que había palmado en el desván, o algo así. ¿Recuerdas?
Annabelle asintió enérgicamente y convencidísima, sabiendo que todo aquello se lo acababan de inventar sobre la marcha.
-JA, ja.-los interrumpió Megg irónicamente, sin el menor rastro de risa porque tampoco era muy mala actriz.-Qué chispa. No sé cómo el circo ha dejado escapar vuestro talento.
-Yo tampoco.-la apoyó su padre con voz tranquila, mientras disfrutaba de aquel espectáculo que hacía tiempo que no podía vivir por culpa de la lejanía geográfica.
En la teoría y en menor medida en la práctica, Aidan era el responsable, porque era el único varón y el mayor, Annabelle era la mediana, por lo tanto era la más rebelde y la que había sido la más insoportablemente traviesa, y Meggan era la pequeña, y la favorita. La hipotética bonita niña mimada de la casa, pero en secreto la favorita de todos, y no solo por estar predestinada a hacer la niña de los ojos de papá, sino porque los primeros años de su vida habían estado marcadas por la desdicha. Había sufrido epilepsia desde un par de días de vida hasta los catorce años, y por ello quizás había gozado de una cierta sobreprotección. Y no sólo paternal, si no siendo ejecutada por el resto de la familia también. Aidan y Annabelle, los abuelos, los tíos y primos siempre la habían tratado de una forma ligeramente especial. No es que la quisieran más, ni que le dieran más regalos, más caricias o le prestaran más atención. Simplemente, era la favorita y a nadie le importaba, porque lo único que querían era que la niña se sintiera lo mejor posible.
-¿Recordáis el día en el que le dio un ataque en medio del escenario?-preguntó Annabelle con una media sonrisa.-Mamá rebautizó a El cascanueces cómo ``El cascanueces cascado´´ y aún sigue llamándolo así.
Los tres hermanos rieron, y su padre los acompañó después. Cuando bromeaban sobre eso, siempre reía después. Porque cuando a Megg le dieron las primeras convulsiones, y su mujer y él sufrieron tanto al ser informados de las posibles consecuencias fatales que podría tener la epilepsia en un ser tan débil cómo un bebé de días, porque cuando la vieron, tres días después del parto, tan sola, y tan pequeña, y tan rodeada de cables para hacerle todo tipo de pruebas, en una cuna como un prematuro ataúd de cristal, en una habitación blanca y aséptica como la frontera que separa del mundo a los padres infelices, le había prometido a ella y a su madre que todo iría bien, que pagaría cualquier precio, por alto que fuera, para que algún día se rieran juntos de todo aquello, y lo estaban haciendo ahora cómo tantas veces anteriores lo habían hecho. Y establecieron con ella un lazo que sus madres jamás ataron con ellos, un vínculo cuya fortaleza ni siquiera sospechan las mamás ni los papás de los bebés sanos y felices. Por eso él reía después, cuando se le pasaba el escalofrío al recordar el miedo y la incertidumbre sufridos.
-La señora Van Hepburn, ha llegado.-anunció Megg al oír la voz de su madre cerca.-Os vais a enterar.
-¿Qué? ¿Me cambiáis por ella?-les preguntó Roger haciéndose el indignado, al ver cómo todos sus hijos se levantaban rápidamente.-¿Es vuestra favorita, verdad?
-Pues sí.-respondió Aidan.
-Sí.-coincidió Annabelle.
-Un poco.-opinó Megg, mientras él se levantaba también con una sonrisa siguiendo el camino que habían tomado para ir junto a sus hijos a recibir a su esposa.
Al día siguiente, una vez en el Teatro del Maggio, y durante el descanso Megg se dedicó a buscar a Gio.-había venido con su padre, el único Van Hepburn que junto a ella no pensaba que la ópera era ver a gente gorda cantando cómo si los estuviesen torturando.- con tan mala suerte para ella que en lugar de con él se topó con Lewis Fitzgerald, un pesado que cada vez que la veía intentaba conquistarla para llevarla a su cama, sin éxito. Sus padres eran conocidos. Lewis era hijo de un empresario inglés multimillonario que también tenía viñedos en la Toscana. El chico tenía el pelo rubio rizado, unos ojos grises de caerse para detrás, y fastidiaba todo su encanto exterior al abrir la boca. Era un presumido, se creía un hombre interesante cuando no lo era en absoluto, y su característico acento refinado no hacía más que reflejar el orgullo de su personalidad. No paró de hablar de sí mismo durante al menos tres minutos, y por eso cuando vio a Gio parado al pie de la escalinata no pudo más que sonreírle de oreja a oreja. Sintió algo extraño mientras bajaba los escalones del brazo del rubio, la verdad era que desde ayer sentía cosas nuevas por él. Estaba guapísimo, su aura parecía tan casual como siempre al tener una mano metida en el pantalón con desgana dotándolo de un aire muy atractivo. Nunca antes lo había visto de esmoquin por eso le chocó ligeramente, pero le sentaba genial. Cuando por fin llegó hasta él, este se inclinó sobre su mano enguantada para hacerle el gesto de besársela, y ella tuvo que resistirse a la tentación de tocarle la cara. Su repentino interés por Gio había despertado en su interior como un león aletargado, ávido de deseo físico.
-¿Está disfrutando de la ópera, señorita Van Hepburn? -le preguntó cortésmente, pero sus ojos azules decían «me gustaría estar de nuevo a solas contigo».
-Mucho. El tenor tiene una voz maravillosa.
-En mi opinión el director de orquesta sigue un tempo demasiado pausado.
Gio era la única persona que conocía que tuviera conocimientos profundos de ópera, y que se la tomara tan en serio como ella.
-No estoy de acuerdo.-replicó.-Es un drama, de modo que las melodías deben fluir grácilmente.
-Lleva razón, pero me gustaría que redujera un poco el tempo cuando las cosas se pongan feas en el último acto.
Lewis carraspeó, pues durante aquella pequeña discusión los otros dos parecían no ser conscientes de su presencia.
-Francesco Di Giovanni, le presento a Lewis Fitzgerald Junior.-dijo educadamente Megg, después de que el rubio reclamara su atención otra vez.
Gio se sacó la mano del bolsillo con un gesto que a Megg le pareció extrañamente gracioso, y aguantó como un campeón el apretón de manos asesino que le dedicó Lewis.
-Supongo que sabe quién es mi padre. ¿A qué se dedica su familia, señor Di Giovanni?-le preguntó Lewis mirándolo por encima del hombro sin hacer falta que Gio dijera que su familia no era como la de ellos.-Nunca he oído hablar de ustedes.
-Imagino que es porque no pertenecemos a las grandes familias de la región. Mis padres trabajan para los señores Van Hepburn, mi madre forma parte del servicio de la villa, y mi padre es uno de los capataces de las tierras.-le comunicó sin reparos o pudor dándole más información de la necesaria. Se sentía muy orgulloso de lo que era, y no iba a dejar que un estúpido le incomodara. Megg le sonrió alegre por su respuesta serena y sincera.
-Ya entiendo. Me complace contemplar que el debate sobre el precio y accesibilidad de la ópera esté construido a base de mucho tópico y cierto resentimiento histórico asociado a su carácter elitista.
Megg insultó a Lewis en su interior, menudo gilipollas. Conocía a gente como él, incluso tenía amigos y amigas con aquella mentalidad otorgada al haber nacido en una familia con estatus desde la cuna. Se notaba en qué clase de ambiente lo habían educado, ella nunca diría semejante grosería, no le habían enseñado a despreciar a las personas, pero Lewis era uno de esos hijos de ricos que se sentían muy orgullosos de lo que tenían sin haber derramado ni una gota de sudor para conseguirlo. Y por un momento, temió que Gio no lo hubiera comprendido, pero le demostró que sí, y se alegró.
-Bueno, como bien ha apuntado la ópera actual ya no es un territorio exclusivo, pero no es ningún tópico, en mi opinión sigue teniendo un precio…molto alto.-se paró buscando la palabra en inglés.-elevadísimo. Me podría haber dado el capricho, pero soy un hombre con suerte pues hoy no he pagado ni un euro, he venido en calidad de invitado.-sonrió con educación para jorobar al rubio, y le guiñó un ojo a Meggan con disimulo.
En ese momento su padre cruzó por su lado y se paró, ya había coincidido con Lewis así que se dirigió al otro chico que acompañaba a su hija:
-Gio, que sorpresa. -le dio una palmadita afable en la espalda.-¿Por qué no nos acompañas a nuestro palco? Tenemos un asiento libre.
-¡Será un placer!-le respondió este sin pensar en el amigo con el que había venido, y que lo estaría esperando. Megg se despidió de Lewis y cambió su brazo por el de Gio.-¿Ve? Soy un hombre con suerte.-el inglés lo mató con la mirada, pero Gio siguió manteniendo su educación inmaculada.-Disfrute de la ópera.
Megg estaba encantada. Su padre solo intentaba ser hospitalario con un chico al que quería casi como un hijo: no sabía que su hija hija había empezado a sentir mariposas en el estómago a medida que pasaba más minutos junto a Gio. Subieron la escalinata y él le sonrió con diversión mientras recorrían el pasillo.
-¿Qué?
-¿El Kamasutra uno de tus libros favoritos?-Gio soltó una carcajada y rió abiertamente.
Megg rió con él, pues creyó que nunca sacaría el tema.
-No negarás su lenguaje fácil, además tiene dibujos. Te viene todo muy bien explicadito, y seguro que lo has disfrutado.-contuvo la risa, diciéndole eso con una máscara de formalidad.
Gio puso los ojos sin dejar de sonreír.
-Lo que me preocupa es que supieras en qué lugar de la biblioteca estaba.-la miró fijamente, y él se puso serio de verdad.-¿Es sólo una broma? ¿O también una indirecta?-.no la dejó responder.- Porque si es así. Que sepas que no me hace falta ningún libro para hacerte el amor.
Se estudiaron unos segundos, ella no respondió, y llegaron al palco, habían seis asientos en total. Roger se sentó y Megg le cedió su asiento a una señora vieja que no había parado de ponerle ojitos a el señor Van Hepburn durante los primeros actos. Era consciente de que tenía aún un padre muy atractivo, le hacía gracia la cantidad de veces que ligaba sin querer o queriendo, y sabía que después le echaría la bronca por dejarlo a merced de aquella adorable Vilma, pero la perdonaría. Para algo era la favorita, coño.
La hilera trasera del palco solo tenía dos asientos y un ángulo de visión muy malo. Y por alguna extraña o no tan extraña razón, Megg y Gio ocuparon esos asientos sin pensarlo.
-¿Es muy dura la academia?-le preguntó de repente cuando hubieron estado un rato en silencio.
-Un poco, pero no más que las clases con Madame Flaubert, uno de mis primeras profesoras de ballet.-le aclaró.-Era una zorra francesa muy estricta.
Ella sonrió un poco, y Gio rió. Y en ese instante se apagaron las luces. En la penumbra, se imaginó a solas con él. El tercer y último acto empezó con Rigoletto y Gilda en escena. Lo que más le gustaba a Megg de las óperas de Verdi, era el modo en que hacía cantar juntos a amos y criados, mostrando las complejas e íntimas relaciones entre las clases altas y bajas. Muchos dramas solo reflejaban la vida de lo burgueses, y representaban a los sirvientes como si fueran una parte más del mobiliario, tal y como deseaban los espectadores de antaño, y algunos de ahora. Y desde luego, ella deseaba algo muy diferente.
Nadie los miraba a ellos, y Megg se preguntó, presa de la excitación, si podría aprovecharse del entorno y el momento. Con la confianza que da la audacia, estiró el brazo y le agarró la mano a Gio con disimulo. Los compases de la famosa aria La donna è mobile empezaron a sonar, y el tenor comenzó a cantar. Él sonrió, y le correspondió acariciándole los dedos con la yema del pulgar. A Megg le apeteció mucho besarlo, pero hacerlo sería una imprudencia.
Un impulso irresistible tentó a Megg, y justo cuando en el escenario Maddalena, se dejaba llevar por los encantos del duque, ella se puso la de mano de Gio en el pecho, haciendo que el italiano diera un grito ahogado involuntario que fue totalmente camuflado por la voz del tenor.
Megg le dio la vuelta a la mano para que pudiera sentir su pezón con la palma.
Miró a Gio a la cara y vio que tenía la vista fija en el escenario, pero tragó saliva visiblemente, y la mano se le había puesto sudorosa. Megg sonrió maliciosamente, sabiendo que estaba mal excitarlo de aquel modo, cuando no podía proporcionarle mayor satisfacción; pero él no hizo el menor ademán de retirar la mano, por lo que ella dedujo que le gustaba lo que estaba haciendo. Y a Meggan también. Pero, como siempre, quería más. ¿Qué la había cambiado? Ella nunca había sido así con Gio. Era culpa de él, claro, y de la conexión que sentía, una proximidad tan intensa que tenía la sensación de que podía decirle cualquier cosa, hacer lo que le viniera en gana, sin reprimir nada. Flirteaba, pero no era condescendiente, no era presuntuoso e invertía el mismo esfuerzo, como mínimo, en escucharla cuando le hablaba y no sólo en mirar embelesado los atributos de su cuerpo de bailarina.
Deslizó la mano por el muslo y, cuando Rigoletto le entregaba el dinero al asesino, ella encontró el pene erecto de Gio y lo agarró. Megg estaba igual de excitada que él. Lo palpó por encima de los pantalones. Era más grande de lo que esperaba, y también más duro, parecía un pedazo de madera más que una parte del cuerpo. Siempre se había maravillado de que pudiera suceder un cambio físico tan extraordinario gracias al simple tacto de una mujer. Despertar el lívido de un hombre, tener su masculinidad y su placer a su merced, le daban un sentimiento de poder extraordinariamente vigoroso, y supuso que no sólo le debía de ocurrir a ella, supuso que aquel sentimiento de triunfo estaba presente en la consciencia femenina colectiva.
Cuando ella se excitaba los cambios era muy pequeños, y muy invisibles en un lugar cómo una ópera. Para Gio era como izar una bandera.
Empezó a sonar Bella figlia dell'amore. Y luego la música se volvió siniestra. Casi habían llegado al punto culminante dramático de la ópera.
Ahora Meggan estaba casi segura de que nadie los miraría. Tal vez podía proporcionarle una pequeña satisfacción a Gio, y la mera idea le aumentó el ritmo de las pulsaciones del corazón. Se quitó el guante de seda muy lentamente, y puso la mano sobre el muslo de Gio. Podía sentir el calor de su piel a través del fino material de los pantalones del traje.
Él seguía sin mirarla, quizás estaba pasmado frente el descaro y el atrevimiento de ella, pero Megg vio como abría la boca y jadeaba ante sus persistentes y suaves caricias.
Movió la mano hacia arriba y hacia abajo, mientras Sparafucile le entregaba a Rigoletto el saco con el supuesto cuerpo del duque y este se regocijaba en su triunfo. Gio resollaba, pero nadie podía oírlo porque la orquesta tocaba muy fuerte. Y ella estaba encantada de poder satisfacerlo. Veía las nucas de las demás personas del palco, y la aterraba la posibilidad de que su padre u otro alguien pudiera volverse, pero se sentía demasiado embargada por lo que estaba haciendo para detenerse. Gio le cogió la mano con la suya, y Megg lo agarró con fuerza, bajando y aliviando la presión cuando subía. Y mientras La donna è mobile volvía a sonar, y Rigoletto descubría el cuerpo agonizante de su querida hija, Gio dio un respingo en el asiento. Megg sintió unos espasmos en el pene, una, dos y tres veces y entonces, a la vez que Gilda moría en los brazos de su padre, y este emitía un lamento desgarrador, Gio se desplomó, exhausto. Recibiendo la placentera petite mort.
De repente Meggan se dio cuenta de que lo que había hecho era una absoluta locura y apartó la mano rápidamente. Se sonrojó ligeramente. Ella también jadeaba e intentó respirar con normalidad.
En el escenario empezó el ensemble final y Meggan se relajó. No sabía qué la había poseído, pero se había salido con la suya. El alivio de tensión hizo que le entraran ganas de reír, pero logró contener la risa.
Miró a Gio a los ojos, mientras se ponía de nuevo el guante de seda con adrede parsimonia. Consiguiendo que él la observara, fascinado. Meggan sintió un gran regocijo. Él se inclinó en ese momento hasta ella y le susurró al oído:
-Gracias.
-Ha sido un placer.-ahora fue ella la que se inclinó sobre su oído-Si quieres puedo darte clases particulares de inglés hasta que me vuelva a ir-.levantó las cejas cómicamente.-Te aseguro que serán clases magistrales.
-Meggan, Meggan.-los gritos de Janet sacaron a Megg de sus pensamientos, pero no se movió de la bañera.
-¿Qué?
-Te están esperando.
Megg suspiró sonoramente, y todo lo que hizo a continuación fue mecánico. Se levantó, se puso vendaje en las manos, y salió de su habitación. Entró en un clásico ring de boxeo, y lo miró.
Extrañamente los ojos de Dan le recordaron a otra persona. Situados a cada lado del cuadrilátero, sus compañeros les animaban, mientras ellos sólo se clavaban sendas miradas. No es que no le apeteciera pegarle a Dan, pero la verdad es que todo aquello le parecía un poco ridículo.
Dan cogió aire mientras escuchaba con atención la cuenta atrás, se levantó y dio unos lentos pero firmes pasos al frente, y de repente se encontraba allí, delante de ella, tan cerca que podía escuchar su respiración y notar sus ojos azules clavados en los de él. Sintió pena, hacía tiempo que no miraba esos preciosos ojos de tan cerca y por una parte concibió alegría y nostalgia, pero luego recordó que aquella última vez no existía esa pequeña chispa de rencor en ellos.
-No quiero hacerte daño.
Meggan rió ante sus palabras, y aunque sabía que no lo había dicho cómo una amenaza o en plan machote, le dio rabia, no se movió ignorando los gritos de los espectadores que les pedían acción.
-Igual te lo hago yo a ti.-le dijo, lanzándole otra mirada cargada de seriedad.
Odiaba esa extraña tensión que nunca había querido tener, pero que sentía.
Dan se acercó un poco más a ella, y su respiración se aceleró.
-No voy hacer daño a alguien a quién quiero...-tragó saliva, sabía que se estaba metiendo en la boca del lobo, pero ese era su mejor momento, su única oportunidad en mucho tiempo para hablarle.-¿ Tú?
Megg dudó, pero lo empujó con las dos manos y dejando soltar toda la rabia que había acumulado contra él durante los últimos meses, le enganchó un buen puñetazo en la mejilla que hicieron las delicias del respetable, y que tambaleó a Dan. Mientras ella volvía a estar quieta, y callada.
Él la miró con dolor a los ojos y sabía que había de luchar pero no quería, no podía hacerle daño. Así que, se movió hace ella y la inmovilizó con los brazos desde atrás. Ella luchaba para soltarse pero él la sostuvo cerca de su boca oído y le susurro:
-¿Por qué, Megg?
Ella que lo menos que quería era montar una escenita allí, no intentó soltarse más y lo miró.
-¿Por qué, qué?-quiso saber, con enfado.
Dan la soltó dándole un pequeño empujón.
-¡Por qué estás así conmigo!
Megg le dio otro derechazo, aunque esta vez más flojo que no logró tambalearlo. Y la verdad era que no podía responder a la pregunta, no lo sabía. No lo sabía, o no quería saberlo. Daba igual, lo único que sentía algo era ser incapaz de darle una explicación, no encontraba palabras para expresarse y eso le hervía la sangre.
Él tampoco sabía qué hacer, todos los miraban, no podía luchar, no podía hacer nada, suspiró, y cerró un momento los ojos, para seguidamente lanzarse contra de ella y arrojarla al suelo, cayendo el encima.
-Rompí con Bree antes de Navidad, antes de llamarte.-le dijo clavándole la mirada y acercándose peligrosamente a sus labios- Te…te quiero, afróntalo o no, pero esa es la jodida verdad.
Meggan sintió un insólito estremecimiento, pero lo ignoró, y le apartó la cara con la manos. Tenía que ser fuerte.
-Pues…Yo no te quiero, Daniel. Esa es mi jodida verdad.-le remedó, impulsándose hacia arriba a la vez que le daba un tercer golpe en la cara que no logró quitarlo de encima.-Ahora soy yo la que va a pasar de ti, porque estoy enamorada sí, pero no de Daniel Greenwood. Y cuanto antes lo aceptes mejor…Y sí no lo aceptas, me da igual, de todas formas no nos volveremos a ver.
Y ese fue el peor de los puñetazos, como si le cogieran el corazón y se lo arrancaran de golpe, sin cura ni miramientos, a sangre fría.
-¿Es esta tu última respuesta?
Meggan volvió dudar, y extrañamente al ver la expresión de Daniel sintió ganas de llorar.
-Sí.-logró decir con firmeza.
Dan asintió cerrando los ojos y la soltó, se puso de pie y caminó despacio hasta el límite del ring.
-Renuncio, ella ha ganado.- dijo sin mirarla y entre los gritos de la gente salió de la sala con paso firme camino al bosque, al lugar dónde una vez habían sido…ellos.
Me cuesta más q el normal escribir el rol futuro (¿Angie, dónde estás? Te necesito) Pero me alegra ver q ya pongo flashbacks, peleas de ``parejas´´y escenas manueriles Ahhh, y devuelvo a Pavarotti a la vida
Ayer me quejé de los personajes hostiables de Nat, pero en este capi mis hermanisimos han estado muy repelentes
Megg le ha hecho a Dan:
Y Aidan a Ruth:
Reconozco q los Van Herpburnsillos están pa' darles unas buenas hostias
Es raro, pero en mis capis (y en todos) El inglés es español, y viceversa, lo digo porque los razonamientos de Gio pueden ser un poco raros, y os preguntareis, quién coño es Gio??? Pues leed y enteraros
Capítulo 1
“Alla fine della partita, il re e il pedone tornano nella stessa scatola”-Al final de la partida, el rey y el peón vuelven a la misma caja.
Aidan Van Hepburn se desplomó en su cama boca abajo. No sabía qué hacer. Su mente estaba tan confundida, y estaba tan dolido, que de alguna forma se encontraba anestesiado por la sorpresa y por la incapacidad para reaccionar frente a la escena que acababa de vivir. Tuvo ganas de echarse a reír al recordar los amargos reproches que se había dedicado a sí mismo durante años antes de aquel día. Resucitando aquella torpe angustia, tuvo ganas de echarse a reír sí, pero no lo consiguió, porque además de haber recordado la pérdida de Camille cómo si hubiese pasado sólo un mísero instante desde el suceso, se dio cuenta de que uno de los culpables de su muerte estaba falto de ayuda, y aparte de perplejo, estaba a punto de llorar. Se maldijo así mismo por ser quién era, por ser agente de la División Castle y por saber que no poseía las agallas suficientes para pegarle un tiro entre ceja y ceja a William Barton.
“No entres en la DC ” le había aconsejado su padre al comunicarle su intención de ingresar en la organización. Y cuando no le hizo caso, le dijo con una sonrisa triste y extrañamente melancólica en los labios “hagas lo que hagas, no te enamores de tu compañera, y menos si es rubia. Te hará llorar. ” Dicho y hecho. La manzana nunca cae lejos del árbol. Y Aidan había cometido uno de los mayores errores de su padre casi paso a paso, y estando avisado. Se había enamorado perdidamente de su compañera, una chica rubia. Para luego perderla, y sufrir durante el resto de sus días, porque a Aidan le parecía que aquel dolor casi físico jamás desaparecería, y ahora era peor.
- Alla fine della partita il re, e il pedone ritornano nella stessa scatola.-murmuró despacio, y amargamente. No era estúpido, no iba a ganar nada haciendo daño a Barton, sólo conseguiría hacerse daño a sí mismo, y no estaba dispuesto a pasar por ello, y aunque no lo perjudicaría de ninguna forma tampoco iba a mover un dedo para ayudarlo.
En ese momento, oyó como alguien entraba a su piso, y supo quién era sin hacer falta comprobarlo. Podrían ser muchas personas, muchas personas tenían la llave de su casa, pero sólo una podría ir a su consuelo.
-¿Sabes qué tienes una mala leche bastante notable?-.le preguntó la cariñosa voz de Ruth al ver cómo había roto algunos valiosos objetos del mobiliario.-¿Es genética?
-Que te den.-le espetó él, con la confianza que le otorgaba la amistad.
-Vale, pues empieza a bajarte los pantalones.-contratacó ella, mientras se agachaba para recuperar un marco de foto de los de toda la vida que reposaba en el suelo junto con un montón de cristales.
Aidan puso los ojos ante la repuesta de Ruth, y permaneció inmóvil, sin decir nada mientras su compañera sacaba con extremo cuidado la fotografía del marco roto, y la contemplaba. Los personajes parecían estar andando, lo que le daba a la instantánea un aire de espontaneidad muy bello. La señora Van Hepburn sostenía en brazos a Meggan, con Aidan de la otra mano, y Annabelle de la mano de su hermano. El niño le sacaba la lengua a la cámara, mientras los tres rostros femeninos no parecían percatarse de la presencia del fotógrafo, y le sonreían a él, quizás riéndose de su gracia.
-¿Sabes qué siempre quise tener un hermano mayor?
-Yo también.-comentó él, sin cambiar el tono derrotado.
Ruth sonrió, y dejó la foto encima del semanario de madera que estaba a la izquierda del dormitorio.
-Yo lo quería para estar rodeada de tíos todo el día, porque imaginaba que alguno de sus amigos, sería un chico igual de mayor que él y guapo. ¿Tú querías tenerlo por lo mismo, no?-.bromeó ella riéndose un poco, aunque sabía muy bien que el horno no estaba para bollos. Y ella sólo quería animarlo.
-No.-gruñó Aidan.
Ruth tragó saliva, fue hasta la cama, y se sentó en ella, mirándolo, sin que su compañero se moviera, pues aún seguía boca abajo, y tenía la cara escondida hacia el otro lado.
-No es culpa de Rose…-empezó ella.-Ha hecho lo correcto.
-Lo correcto.-ironizó Aidan.-Y una mierda.
-Bueno, no sé si ayudar a Barton es lo correcto, pero salvar a la ciudad, sí lo es, y además es nuestro trabajo.
-El vuestro. Porque he dimitido hace menos de una hora.-le informó, mirándola por fin para que viera que no mentía.
Ruth no supo cómo procesar esa información, y tardó unos segundos más de la cuenta en abrir la boca.
-¿¿Qué??-.musitó.
-He dimitido.-repitió él, con extraña parsimonia.-Voy a avisar del peligro a las personas que me importan, y me voy a largar de esta puta ciudad para siempre.
Lo miró a los ojos, y Ruth sintió un extraño cumulo de emociones. Rabia, tristeza, incluso un cruel sentimiento de soledad. Si él se marchaba se iba el mayor apoyo que tenía ahora mismo en su vida.
-No puedes dimitir en una investigación en curso.-le recordó ella, intentado agarrarse a un clavo ardiendo.
-Lo sé. Y Keith no la ha aceptado, pero me da igual. No me esperes mañana, ni pasado, ni al otro. Prefiero trabajar de lo que sea a pisar de nuevo ese edificio. Creo ser un hombre digno, me visto por los pies.-la miró fijamente, y se levantó de la cama.-Y ahora si no te importa, deja la llave y vete.
Ruth le dejó la llave en la cama, y salió por la puerta sin decir nada ante la atenta mirada de él. Pero volvió sobre sus pasos, y le dijo:
-Sé que no te irás…creo conocerte bien, y no te irás.
Quiso decirle que no la dejara sola, que era un egoísta o reprocharle su conducta con algo así cómo “Pero que sepas que después de esto te va a costar mucho recibir mi perdón ” Y sin embargo, no pudo, porque sabía que estaba destrozado y que ella lo perdonaría. Así que se fue, casi rezando para poder creerse sus propias palabras.
...
Meggan se meditó en la bañera de la habitación, sin agua y con ropa. Cómo siempre hacía cuando tenía que pensar, o estaba asustada. Era un día muy importante. Podía demostrarle a todo el mundo que valía para ser agente, que su decisión no había sido un capricho de niña malcriada que no sabe hacer con su vida, y podía demostrar que era la mejor. Pero antes tendría que superar una prueba. Antes tendría que superar a Dan. Aquella estúpida prueba formaba parte del pequeño mini concurso que la academia organizaba cada año para los dos alumnos que hubieran destacado más. El mini torteo tenía tres pruebas, ya habían superado dos, y cada uno había ganado una con anterioridad, así que quién ganara la tercera se llevaría el reconocimiento de ser el mejor alumno de la promoción.
Estaba siendo un mini torneo muy competitivo. Dan y ella, continuaban enfadados. Él le había pedido perdón.-sin saber porque debía disculparse-.por activa y por pasiva, pero Megg había hecho oídos sordos.
El motivo de tal enfado había sido que el comienzo de su relación con Bree meses antes de Navidad. Y extrañamente y aunque no lo quisiera admitir a ella le había dolido. Tenía el corazón, y el orgullo heridos y no lo podría perdonar como si nada. No, no lo haría…esa era su obstinada forma de ser, y se odiaba un poco por no ser capaz de dejar de ser así.
...
15 de Diciembre (pum, pum, pum xD)
Los copos de nieve se quedaban descansando en el cristal del ventanal mientras caían suavemente. El invierno había llegado a la Toscana, pero no era un invierno muy frío pues la villa de los Van Hepburn no estaba muy cerca de los Apeninos. Aquella villa en medio de la campiña italiana era el lugar dónde la familia pasaba siempre las vacaciones y las fechas señaladas. Su padre la había adquirido deseoso de poder cultivar y comercializar vino ya que en Bari le era imposible, y además de el exquisito licor que al cabeza de familia tanto le fascinaba, cosechaban trufas y hongos, como según su madre: todo buen comerciante nacido en Italia debería hacer.
La villa era prácticamente una mansión, y contaba con amplias tierras sin un fin de producción. Había un magnifico escenario de cipreses y toda clase de frutales, junto con campos de flores que conferían un espectáculo visual digno de contemplar en primavera o verano. En definitiva, todo lo que rodeaba a la villa era n viñedos, naranjos, manzaneros, olivos, almendros, castaños, campos florales de miles de colores y verdes praderas.
Megg cerró el libro que estaba leyendo, y se levantó del sofá. Miró por el gran ventanal que tenía justo delante, y sonrió. Para ella, en cualquier estación del año aquel lugar era mágico, y le evocaba recuerdos muy bellos y felices. Era su segundo hogar después de Bari, pues allí también había crecido y aprendido.
-Permesso?-.dijo una amable voz familiar detrás suyo.
Meggan dejó el libro en el sofá y se giró, encontrándose con Francesco ‘Ciccio’ Di Giovanni. Pocos lo llamaban Ciccio, la mayoría le decía Gio porque era hijo de Giovanni Di Giovanni, y así lo llamaban a él. Era como los motes que pasan de padres a hijos.
El señor Di Giovanni era el capataz jefe de la villa, y la mano derecha de su padre. Su mujer, Antonietta Di Giovanni, se encargaba de cocinar, y de mantener el interior de la villa cuando ningún miembro de la familia Van Hepburn se encontraba allí. Eran personas de campo. Y para sus padres Francesco era algo así como un ahijado. Durante toda su adolescencia había compaginado el trabajado en la tierra de la villa con los estudios. Los Van Hepburn le habían pagado una carrera universitaria y había podido dedicarse a algo que no fuese romperse la espalda trabajando de sol a sol.
-Ohh Ciao Gio, come stai?
-Muy bien.-le dijo sorprendiéndola al no hablarle en su lengua, mientras se daban un afable abrazo. Se quedaron unos segundos mirándose como idiotas. Gio estaba muy guapo, tenía el cabello azabache peinado desenfadadamente, se había dejado una barba de tres días muy sexy. Y para sorpresa de Megg los ojos azules de Gio, le hicieron pensar en otra persona.
-¿Estás aprendiendo inglés?-le preguntó ella despacio e intrigada.
-Sí, me gusta. Y si quiero viajar o trabajar en otro país lo podré cómodamente-le respondió él, hablando otro idioma pero no librándose de su marcado acento toscano.
Megg se acordó de algo al oírle pronunciar la palabra trabajo.
-Oye, felicidades. Tu madre me dijo antes que ya eres profesor. ¿Te va bien?
Gio había acabado la carrera de literatura, y desde hacía un año daba clases en un instituto de Florencia, el lugar dónde había nacido y dónde vivía.
-Perfectamente, gracias. ¿Y tú has dejado de bailar, no?
-Sólo profesionalmente.
-Me extrañó mucho cuando me enteré, creí que era tu sueño. Cuando eras pequeña estabas todo el día dando el coñazo con el ballet. Que si el Allegro, que si el Assemblé. Bla, bla, bla .-Gio rió un poco, y Megg le sonrió dándole un manotazo flojo.
-Aún me gusta, pero sorprendentemente descubrí que no me hacía todo lo feliz que esperaba.-le respondió, hablando rápido adrede.
Gio la miró intentando entenderlo todo, pero no lo consiguió. Y se rindió, sonriente.
-Ho perso. Non ho capito, signorina Van Hepburn.
-Ho detto, mi piace ancora, ma sorprendentemente ho scoperto che non mi ha fatto felice come previsto.-le repitió, tal cuál.
-Oh, va bene. Pero es una pena, me gustaba verte en…-meditó un momento la palabra.- mallas.
-Apuesto a que sí-.le respondió ella aparentando indiferencia, pero por dentro ligeramente sorprendida ante sus palabras.-Supongo que has venido en busca de algún libro.
-Bueno, el libro es una excusa.
-¿Para qué?
-Para encontrarme contigo.-le soltó, y su sonrisa y su forma de decirlo tenían tintes de conquista.
Se sonrieron, y Megg se centró en una de las estanterías. No sabía que le ocurría a Gio, puede que fuera la edad y los estudios que le habían otorgado más desparpajo y confianza en sí mismo, pues lo cierto era que nunca le había tirado los tejos de aquella manera tan directa. En verdad, nunca se había atrevido a flirtear con ella. Megg no creyó que su indiferencia hasta ahora fuera por ser una de las hijas de los jefes de sus padres, porque al fin y al cabo Gio se había relacionado con ellos como si de un amigo o un primo se tratase, y no tenía sentido que su falta de cortejo fuera por el respeto que le tenía a causa de su posición social si ahora le había dicho aquello. Recordó que a veces la llamaba señorita, pero lo hacía para molestarla, y supuso que la razón del cambio era su edad, no la de él. Gio era tres o cuatro años mayor que Aidan, ahora rosaría los treinta, y ella ya había dejado de ser la niña pequeña de la villa que daba el coñazo con el ballet para convertirse en una mujer hecha y derecha, en una mujer muy bien hecha y muy bien derecha, y Megg sospechó que esa metamorfosis no había pasado desapercibida para el profesor, que quizás ya aceptaba su madurez y estaba más que dispuesto a dejar que se la mostrara en todo su esplendor si ella quería complacerlo.
Estaban en la biblioteca de la villa. Era la más numerosa que tenía la familia. Aquella parecía la biblioteca de un coleccionista más que de un lector. El anterior propietario de la villa había muerto sin herederos y los Van Hepburn la habían comprado con todas sus pertenencias, y aunque algunas cosas las habían subastado de nuevo no se habían desecho de ningún libro. Todas las obras tenían elegantes encuadernaciones, la mayoría parecían no haber sido abiertos jamás, aunque todos habían sido leídos por alguien. Gozaban de un par de valiosas primeras ediciones, y no solo tenía un piso lleno de estanterías, si no que contaba también con una entreplanta muy luminosa y acogedora. Olía a libros, y a intelectualidad. Para Megg, era una habitación completamente extraordinaria. Y para un profesor de literatura como Gio, era casi el paraíso.
-¿Buscas alguno en concreto, Casanova?-le preguntó subiéndose con gracia en la escalera de corredera, y echando adrede hacia atrás el culo. Convencida de que su víctima no se podría resistir.
Y efectivamente, el despierto Gio le miró el trasero sin querer queriendo, y Megg carraspeó para que volviera a la Tierra.
-Ehh…-titubeó al verse pillado in fraganti.-Esto…en inglés. Alguno que no esté en italiano me vale, quiero practicar el idioma.-se quedó callado.- Aunque yo debería recomendarte uno a ti, y no al revés.
Megg dejó de observar los libros para mirarlo a él.
-Eres profesor de literatura, pero eso no significa que los simples mortales no leamos.
Gio se llevó una mano al corazón teatralmente e hizo un gesto de rendición. Cómo buen italiano su expresión gestual era teatral y muy variada.
-D’accordo, mi dispiace.
Megg le sonrió, y cogió un libro. Bajó de un salto de la escalera antes de tocar el último peldaño y se lo tendió.
-Es uno de mis favoritos. No lo abras, que sea una sorpresa.
Gio obedeció a regañadientes, y se lo puso bajo el brazo con delicadeza y sin mirar.
-Más te vale que no sea ninguno con lenguaje difícil.-la volvió a mirar fijamente a los ojos, y vio como Megg negaba divertida con la cabeza.-Es Shakespeare ¿verdad?
-No, no es Shakespeare.-lo tranquilizó.
Hubo un silencio extraño.
- Supongo que sabes que mañana en el Maggio Musicale de Firenze.-sin querer dijo el nombre de su hogar en italiano.-Representan Rigoletto.- sabía lo mucho que le gustaba Verdi, y esperaba que le confirmara su presencia.-¿Vas a ir?
-Por supuesto, hace mucho que no voy a la ópera.
Gio asintió feliz con la nueva información.
-Poi arriverderci.-le dijo como despedida.- Grazie mille e…Buon Natale.-agregó al habérsele olvidado decírselo al entrar.
-Buon Natale.-le deseó también Megg, mientras veía como el resplandeciente chico se marchaba. Sonrió al pensar en la cara que se le quedaría cuando abriera el libro, y luego se fijó en la vitrina dónde descansaba uno de los números de Spider-man que habían sido del abuelo Charles, para finalmente ir hacia el comedor. Siempre le había parecido una ordinariez tener un cómic en una vitrina mientras primeras ediciones descansaban sin apenas protección, pero al final recordaba que no le llegaba a molestar porque sus padres la habían criado para que opinara firmemente que la literatura no debía estar vetada, y que el cometido de los libros era darse calor unos a otros mientras dormían en las estanterías, sus hogares. Esperando apaciblemente a que los poseyeran mentes llenas de deseos de aventuras.
Después de meditar aquello, llegó a su destino. Se encontró con sus hermanos, y su padre. Quiénes estaban conversando animadamente sobre baloncesto al calor de la chimenea, mientras cada uno bebía una copa de vino tinto. El vino y el baloncesto, nunca faltaban en sus reuniones familiares. Y otra cosa que no faltaba y que no estaba aún por allí después de dos días de la llegaba de sus hijos, era la señora Van Hepburn, que se estaba haciendo de rogar más de lo normal.
-Dov’é mamma?-les preguntó a ninguno en especial, sentándose al lado de su padre en el sofá, y dejando que Aidan y Belle estuviesen solos en el de enfrente. Sus hermanos mayores siempre habían sido como uña y carne, se llevaban muy poca diferencia de edad, y aunque los tres eran inseparables desde la infancia. Megg siempre sería la pequeña, y desde niños se aliaban contra ella cuando hacía falta.
-No lo sabemos.-le respondió Roger pasándole un brazo por encima del hombro cuando ella tomó asiento, y dándole un beso en la frente. El pobre la echaba de menos, aún no se acostumbraba a que no viviera con ellos en Italia, y menos aún a que estuviese en la academia de la DC.
-Te ha dejado definitivamente o te pone los cuernos.-comentó Annabelle, siendo apoyada por sus los asentimientos de cabeza de sus hermanos.-¿Qué es más importante qué estar con sus hijos? Un amante, te pone los cuernos.-repitió seria por fuera, pero en broma por dentro.
Roger los miró uno por uno, y rió un poco al ver una expresión idéntica en tres rostros diferentes.
-No me pone los cuernos, listillos. Así que no os preocupéis, la vida sexual de papá y mamá sigue siendo plenamente satisfactoria. El Martes mismo…
-Valeee…-el trío lo cortó al unísono, sabiendo que Roger no acabaría la frase porque lo decía para jorobarlos, consiguiendo asquearlos o más bien avergonzarlos al imaginar la aún agitada vida marital de sus padres.
-Yo solo os aviso desde ya, no descarto que mamá se deje hacer un tercer hermanito.-les amenazó, con pose digna y seria, como si a su mujer le viniera aún la marea roja todos los meses.-O mejor hermanita.
Sus tres hijos sonrieron, y la primera que habló fue la marisabidilla de Annabelle, como siempre había hecho desde que tenían memoria. Convirtiéndose en la portavoz oficial para plantar cara a sus padres cuando les echaban la bronca, o más tarde cuando siendo adolescentes ya discutían.
-No podéis, y aunque pudierais, pensad en Megg.-la señaló con una sonrisa divertida.- le destrozaríais el corazoncillo al dejar de ser la preferida.
-Apoyo la moción.-comentó Aidan, dejándole claro a su hermana pequeña que aquella conversación iba a ser una nueva alianza de dos contra una.-Nuestra Megg es muy sensible, no soportaría vivir sin sus privilegios de niña mimada.-agregó bromista, como si la aludida no estuviera presente.
Megg que sabía perfectamente que sólo querían bromear sin herirla en algo que todos sabían que era una media verdad, no pudo resistir la tentación de mandarlos a tomar viento en italiano, antes de que su padre interviniera.
-Dejad en paz a la niña.-les pidió con seriedad fingida, sin molestarse en discutir las acusaciones de los otros dos.-Sois un par de odiosos celosos.
Los odiosos celosos, se rieron y empezaron a hablar entre ellos, como cuando eran niños y vilmente ambos le hacían a la vez un magistral vacío a Meggan.-que no duraba mucho.-aunque solo se hubiese peleado con uno, y no con los dos.
-Yo me enteré de que teníamos una hermana cuando una niña de ojos azules se sentó a desayunar con nosotros una mañana, y papá y mamá nos la presentaron. Y luego nos dijeron que nunca le contáramos que la habían encontrado tirada por ahí.
-Es verdad.-coincidió Aidan, intentando no sonreír.-Hasta ese momento los llantos que oíamos por la noche nos daban un miedo atroz, y encima mamá nos contó una historia de un bebé fantasma llamado Meggan que había palmado en el desván, o algo así. ¿Recuerdas?
Annabelle asintió enérgicamente y convencidísima, sabiendo que todo aquello se lo acababan de inventar sobre la marcha.
-JA, ja.-los interrumpió Megg irónicamente, sin el menor rastro de risa porque tampoco era muy mala actriz.-Qué chispa. No sé cómo el circo ha dejado escapar vuestro talento.
-Yo tampoco.-la apoyó su padre con voz tranquila, mientras disfrutaba de aquel espectáculo que hacía tiempo que no podía vivir por culpa de la lejanía geográfica.
En la teoría y en menor medida en la práctica, Aidan era el responsable, porque era el único varón y el mayor, Annabelle era la mediana, por lo tanto era la más rebelde y la que había sido la más insoportablemente traviesa, y Meggan era la pequeña, y la favorita. La hipotética bonita niña mimada de la casa, pero en secreto la favorita de todos, y no solo por estar predestinada a hacer la niña de los ojos de papá, sino porque los primeros años de su vida habían estado marcadas por la desdicha. Había sufrido epilepsia desde un par de días de vida hasta los catorce años, y por ello quizás había gozado de una cierta sobreprotección. Y no sólo paternal, si no siendo ejecutada por el resto de la familia también. Aidan y Annabelle, los abuelos, los tíos y primos siempre la habían tratado de una forma ligeramente especial. No es que la quisieran más, ni que le dieran más regalos, más caricias o le prestaran más atención. Simplemente, era la favorita y a nadie le importaba, porque lo único que querían era que la niña se sintiera lo mejor posible.
-¿Recordáis el día en el que le dio un ataque en medio del escenario?-preguntó Annabelle con una media sonrisa.-Mamá rebautizó a El cascanueces cómo ``El cascanueces cascado´´ y aún sigue llamándolo así.
Los tres hermanos rieron, y su padre los acompañó después. Cuando bromeaban sobre eso, siempre reía después. Porque cuando a Megg le dieron las primeras convulsiones, y su mujer y él sufrieron tanto al ser informados de las posibles consecuencias fatales que podría tener la epilepsia en un ser tan débil cómo un bebé de días, porque cuando la vieron, tres días después del parto, tan sola, y tan pequeña, y tan rodeada de cables para hacerle todo tipo de pruebas, en una cuna como un prematuro ataúd de cristal, en una habitación blanca y aséptica como la frontera que separa del mundo a los padres infelices, le había prometido a ella y a su madre que todo iría bien, que pagaría cualquier precio, por alto que fuera, para que algún día se rieran juntos de todo aquello, y lo estaban haciendo ahora cómo tantas veces anteriores lo habían hecho. Y establecieron con ella un lazo que sus madres jamás ataron con ellos, un vínculo cuya fortaleza ni siquiera sospechan las mamás ni los papás de los bebés sanos y felices. Por eso él reía después, cuando se le pasaba el escalofrío al recordar el miedo y la incertidumbre sufridos.
-La señora Van Hepburn, ha llegado.-anunció Megg al oír la voz de su madre cerca.-Os vais a enterar.
-¿Qué? ¿Me cambiáis por ella?-les preguntó Roger haciéndose el indignado, al ver cómo todos sus hijos se levantaban rápidamente.-¿Es vuestra favorita, verdad?
-Pues sí.-respondió Aidan.
-Sí.-coincidió Annabelle.
-Un poco.-opinó Megg, mientras él se levantaba también con una sonrisa siguiendo el camino que habían tomado para ir junto a sus hijos a recibir a su esposa.
Al día siguiente, una vez en el Teatro del Maggio, y durante el descanso Megg se dedicó a buscar a Gio.-había venido con su padre, el único Van Hepburn que junto a ella no pensaba que la ópera era ver a gente gorda cantando cómo si los estuviesen torturando.- con tan mala suerte para ella que en lugar de con él se topó con Lewis Fitzgerald, un pesado que cada vez que la veía intentaba conquistarla para llevarla a su cama, sin éxito. Sus padres eran conocidos. Lewis era hijo de un empresario inglés multimillonario que también tenía viñedos en la Toscana. El chico tenía el pelo rubio rizado, unos ojos grises de caerse para detrás, y fastidiaba todo su encanto exterior al abrir la boca. Era un presumido, se creía un hombre interesante cuando no lo era en absoluto, y su característico acento refinado no hacía más que reflejar el orgullo de su personalidad. No paró de hablar de sí mismo durante al menos tres minutos, y por eso cuando vio a Gio parado al pie de la escalinata no pudo más que sonreírle de oreja a oreja. Sintió algo extraño mientras bajaba los escalones del brazo del rubio, la verdad era que desde ayer sentía cosas nuevas por él. Estaba guapísimo, su aura parecía tan casual como siempre al tener una mano metida en el pantalón con desgana dotándolo de un aire muy atractivo. Nunca antes lo había visto de esmoquin por eso le chocó ligeramente, pero le sentaba genial. Cuando por fin llegó hasta él, este se inclinó sobre su mano enguantada para hacerle el gesto de besársela, y ella tuvo que resistirse a la tentación de tocarle la cara. Su repentino interés por Gio había despertado en su interior como un león aletargado, ávido de deseo físico.
-¿Está disfrutando de la ópera, señorita Van Hepburn? -le preguntó cortésmente, pero sus ojos azules decían «me gustaría estar de nuevo a solas contigo».
-Mucho. El tenor tiene una voz maravillosa.
-En mi opinión el director de orquesta sigue un tempo demasiado pausado.
Gio era la única persona que conocía que tuviera conocimientos profundos de ópera, y que se la tomara tan en serio como ella.
-No estoy de acuerdo.-replicó.-Es un drama, de modo que las melodías deben fluir grácilmente.
-Lleva razón, pero me gustaría que redujera un poco el tempo cuando las cosas se pongan feas en el último acto.
Lewis carraspeó, pues durante aquella pequeña discusión los otros dos parecían no ser conscientes de su presencia.
-Francesco Di Giovanni, le presento a Lewis Fitzgerald Junior.-dijo educadamente Megg, después de que el rubio reclamara su atención otra vez.
Gio se sacó la mano del bolsillo con un gesto que a Megg le pareció extrañamente gracioso, y aguantó como un campeón el apretón de manos asesino que le dedicó Lewis.
-Supongo que sabe quién es mi padre. ¿A qué se dedica su familia, señor Di Giovanni?-le preguntó Lewis mirándolo por encima del hombro sin hacer falta que Gio dijera que su familia no era como la de ellos.-Nunca he oído hablar de ustedes.
-Imagino que es porque no pertenecemos a las grandes familias de la región. Mis padres trabajan para los señores Van Hepburn, mi madre forma parte del servicio de la villa, y mi padre es uno de los capataces de las tierras.-le comunicó sin reparos o pudor dándole más información de la necesaria. Se sentía muy orgulloso de lo que era, y no iba a dejar que un estúpido le incomodara. Megg le sonrió alegre por su respuesta serena y sincera.
-Ya entiendo. Me complace contemplar que el debate sobre el precio y accesibilidad de la ópera esté construido a base de mucho tópico y cierto resentimiento histórico asociado a su carácter elitista.
Megg insultó a Lewis en su interior, menudo gilipollas. Conocía a gente como él, incluso tenía amigos y amigas con aquella mentalidad otorgada al haber nacido en una familia con estatus desde la cuna. Se notaba en qué clase de ambiente lo habían educado, ella nunca diría semejante grosería, no le habían enseñado a despreciar a las personas, pero Lewis era uno de esos hijos de ricos que se sentían muy orgullosos de lo que tenían sin haber derramado ni una gota de sudor para conseguirlo. Y por un momento, temió que Gio no lo hubiera comprendido, pero le demostró que sí, y se alegró.
-Bueno, como bien ha apuntado la ópera actual ya no es un territorio exclusivo, pero no es ningún tópico, en mi opinión sigue teniendo un precio…molto alto.-se paró buscando la palabra en inglés.-elevadísimo. Me podría haber dado el capricho, pero soy un hombre con suerte pues hoy no he pagado ni un euro, he venido en calidad de invitado.-sonrió con educación para jorobar al rubio, y le guiñó un ojo a Meggan con disimulo.
En ese momento su padre cruzó por su lado y se paró, ya había coincidido con Lewis así que se dirigió al otro chico que acompañaba a su hija:
-Gio, que sorpresa. -le dio una palmadita afable en la espalda.-¿Por qué no nos acompañas a nuestro palco? Tenemos un asiento libre.
-¡Será un placer!-le respondió este sin pensar en el amigo con el que había venido, y que lo estaría esperando. Megg se despidió de Lewis y cambió su brazo por el de Gio.-¿Ve? Soy un hombre con suerte.-el inglés lo mató con la mirada, pero Gio siguió manteniendo su educación inmaculada.-Disfrute de la ópera.
Megg estaba encantada. Su padre solo intentaba ser hospitalario con un chico al que quería casi como un hijo: no sabía que su hija hija había empezado a sentir mariposas en el estómago a medida que pasaba más minutos junto a Gio. Subieron la escalinata y él le sonrió con diversión mientras recorrían el pasillo.
-¿Qué?
-¿El Kamasutra uno de tus libros favoritos?-Gio soltó una carcajada y rió abiertamente.
Megg rió con él, pues creyó que nunca sacaría el tema.
-No negarás su lenguaje fácil, además tiene dibujos. Te viene todo muy bien explicadito, y seguro que lo has disfrutado.-contuvo la risa, diciéndole eso con una máscara de formalidad.
Gio puso los ojos sin dejar de sonreír.
-Lo que me preocupa es que supieras en qué lugar de la biblioteca estaba.-la miró fijamente, y él se puso serio de verdad.-¿Es sólo una broma? ¿O también una indirecta?-.no la dejó responder.- Porque si es así. Que sepas que no me hace falta ningún libro para hacerte el amor.
Se estudiaron unos segundos, ella no respondió, y llegaron al palco, habían seis asientos en total. Roger se sentó y Megg le cedió su asiento a una señora vieja que no había parado de ponerle ojitos a el señor Van Hepburn durante los primeros actos. Era consciente de que tenía aún un padre muy atractivo, le hacía gracia la cantidad de veces que ligaba sin querer o queriendo, y sabía que después le echaría la bronca por dejarlo a merced de aquella adorable Vilma, pero la perdonaría. Para algo era la favorita, coño.
La hilera trasera del palco solo tenía dos asientos y un ángulo de visión muy malo. Y por alguna extraña o no tan extraña razón, Megg y Gio ocuparon esos asientos sin pensarlo.
-¿Es muy dura la academia?-le preguntó de repente cuando hubieron estado un rato en silencio.
-Un poco, pero no más que las clases con Madame Flaubert, uno de mis primeras profesoras de ballet.-le aclaró.-Era una zorra francesa muy estricta.
Ella sonrió un poco, y Gio rió. Y en ese instante se apagaron las luces. En la penumbra, se imaginó a solas con él. El tercer y último acto empezó con Rigoletto y Gilda en escena. Lo que más le gustaba a Megg de las óperas de Verdi, era el modo en que hacía cantar juntos a amos y criados, mostrando las complejas e íntimas relaciones entre las clases altas y bajas. Muchos dramas solo reflejaban la vida de lo burgueses, y representaban a los sirvientes como si fueran una parte más del mobiliario, tal y como deseaban los espectadores de antaño, y algunos de ahora. Y desde luego, ella deseaba algo muy diferente.
Nadie los miraba a ellos, y Megg se preguntó, presa de la excitación, si podría aprovecharse del entorno y el momento. Con la confianza que da la audacia, estiró el brazo y le agarró la mano a Gio con disimulo. Los compases de la famosa aria La donna è mobile empezaron a sonar, y el tenor comenzó a cantar. Él sonrió, y le correspondió acariciándole los dedos con la yema del pulgar. A Megg le apeteció mucho besarlo, pero hacerlo sería una imprudencia.
- Spoiler:
Un impulso irresistible tentó a Megg, y justo cuando en el escenario Maddalena, se dejaba llevar por los encantos del duque, ella se puso la de mano de Gio en el pecho, haciendo que el italiano diera un grito ahogado involuntario que fue totalmente camuflado por la voz del tenor.
Megg le dio la vuelta a la mano para que pudiera sentir su pezón con la palma.
Miró a Gio a la cara y vio que tenía la vista fija en el escenario, pero tragó saliva visiblemente, y la mano se le había puesto sudorosa. Megg sonrió maliciosamente, sabiendo que estaba mal excitarlo de aquel modo, cuando no podía proporcionarle mayor satisfacción; pero él no hizo el menor ademán de retirar la mano, por lo que ella dedujo que le gustaba lo que estaba haciendo. Y a Meggan también. Pero, como siempre, quería más. ¿Qué la había cambiado? Ella nunca había sido así con Gio. Era culpa de él, claro, y de la conexión que sentía, una proximidad tan intensa que tenía la sensación de que podía decirle cualquier cosa, hacer lo que le viniera en gana, sin reprimir nada. Flirteaba, pero no era condescendiente, no era presuntuoso e invertía el mismo esfuerzo, como mínimo, en escucharla cuando le hablaba y no sólo en mirar embelesado los atributos de su cuerpo de bailarina.
Deslizó la mano por el muslo y, cuando Rigoletto le entregaba el dinero al asesino, ella encontró el pene erecto de Gio y lo agarró. Megg estaba igual de excitada que él. Lo palpó por encima de los pantalones. Era más grande de lo que esperaba, y también más duro, parecía un pedazo de madera más que una parte del cuerpo. Siempre se había maravillado de que pudiera suceder un cambio físico tan extraordinario gracias al simple tacto de una mujer. Despertar el lívido de un hombre, tener su masculinidad y su placer a su merced, le daban un sentimiento de poder extraordinariamente vigoroso, y supuso que no sólo le debía de ocurrir a ella, supuso que aquel sentimiento de triunfo estaba presente en la consciencia femenina colectiva.
Cuando ella se excitaba los cambios era muy pequeños, y muy invisibles en un lugar cómo una ópera. Para Gio era como izar una bandera.
Empezó a sonar Bella figlia dell'amore. Y luego la música se volvió siniestra. Casi habían llegado al punto culminante dramático de la ópera.
Ahora Meggan estaba casi segura de que nadie los miraría. Tal vez podía proporcionarle una pequeña satisfacción a Gio, y la mera idea le aumentó el ritmo de las pulsaciones del corazón. Se quitó el guante de seda muy lentamente, y puso la mano sobre el muslo de Gio. Podía sentir el calor de su piel a través del fino material de los pantalones del traje.
Él seguía sin mirarla, quizás estaba pasmado frente el descaro y el atrevimiento de ella, pero Megg vio como abría la boca y jadeaba ante sus persistentes y suaves caricias.
Movió la mano hacia arriba y hacia abajo, mientras Sparafucile le entregaba a Rigoletto el saco con el supuesto cuerpo del duque y este se regocijaba en su triunfo. Gio resollaba, pero nadie podía oírlo porque la orquesta tocaba muy fuerte. Y ella estaba encantada de poder satisfacerlo. Veía las nucas de las demás personas del palco, y la aterraba la posibilidad de que su padre u otro alguien pudiera volverse, pero se sentía demasiado embargada por lo que estaba haciendo para detenerse. Gio le cogió la mano con la suya, y Megg lo agarró con fuerza, bajando y aliviando la presión cuando subía. Y mientras La donna è mobile volvía a sonar, y Rigoletto descubría el cuerpo agonizante de su querida hija, Gio dio un respingo en el asiento. Megg sintió unos espasmos en el pene, una, dos y tres veces y entonces, a la vez que Gilda moría en los brazos de su padre, y este emitía un lamento desgarrador, Gio se desplomó, exhausto. Recibiendo la placentera petite mort.
De repente Meggan se dio cuenta de que lo que había hecho era una absoluta locura y apartó la mano rápidamente. Se sonrojó ligeramente. Ella también jadeaba e intentó respirar con normalidad.
En el escenario empezó el ensemble final y Meggan se relajó. No sabía qué la había poseído, pero se había salido con la suya. El alivio de tensión hizo que le entraran ganas de reír, pero logró contener la risa.
Miró a Gio a los ojos, mientras se ponía de nuevo el guante de seda con adrede parsimonia. Consiguiendo que él la observara, fascinado. Meggan sintió un gran regocijo. Él se inclinó en ese momento hasta ella y le susurró al oído:
-Gracias.
-Ha sido un placer.-ahora fue ella la que se inclinó sobre su oído-Si quieres puedo darte clases particulares de inglés hasta que me vuelva a ir-.levantó las cejas cómicamente.-Te aseguro que serán clases magistrales.
...
-Meggan, Meggan.-los gritos de Janet sacaron a Megg de sus pensamientos, pero no se movió de la bañera.
-¿Qué?
-Te están esperando.
Megg suspiró sonoramente, y todo lo que hizo a continuación fue mecánico. Se levantó, se puso vendaje en las manos, y salió de su habitación. Entró en un clásico ring de boxeo, y lo miró.
Extrañamente los ojos de Dan le recordaron a otra persona. Situados a cada lado del cuadrilátero, sus compañeros les animaban, mientras ellos sólo se clavaban sendas miradas. No es que no le apeteciera pegarle a Dan, pero la verdad es que todo aquello le parecía un poco ridículo.
Dan cogió aire mientras escuchaba con atención la cuenta atrás, se levantó y dio unos lentos pero firmes pasos al frente, y de repente se encontraba allí, delante de ella, tan cerca que podía escuchar su respiración y notar sus ojos azules clavados en los de él. Sintió pena, hacía tiempo que no miraba esos preciosos ojos de tan cerca y por una parte concibió alegría y nostalgia, pero luego recordó que aquella última vez no existía esa pequeña chispa de rencor en ellos.
-No quiero hacerte daño.
Meggan rió ante sus palabras, y aunque sabía que no lo había dicho cómo una amenaza o en plan machote, le dio rabia, no se movió ignorando los gritos de los espectadores que les pedían acción.
-Igual te lo hago yo a ti.-le dijo, lanzándole otra mirada cargada de seriedad.
Odiaba esa extraña tensión que nunca había querido tener, pero que sentía.
Dan se acercó un poco más a ella, y su respiración se aceleró.
-No voy hacer daño a alguien a quién quiero...-tragó saliva, sabía que se estaba metiendo en la boca del lobo, pero ese era su mejor momento, su única oportunidad en mucho tiempo para hablarle.-¿ Tú?
Megg dudó, pero lo empujó con las dos manos y dejando soltar toda la rabia que había acumulado contra él durante los últimos meses, le enganchó un buen puñetazo en la mejilla que hicieron las delicias del respetable, y que tambaleó a Dan. Mientras ella volvía a estar quieta, y callada.
Él la miró con dolor a los ojos y sabía que había de luchar pero no quería, no podía hacerle daño. Así que, se movió hace ella y la inmovilizó con los brazos desde atrás. Ella luchaba para soltarse pero él la sostuvo cerca de su boca oído y le susurro:
-¿Por qué, Megg?
Ella que lo menos que quería era montar una escenita allí, no intentó soltarse más y lo miró.
-¿Por qué, qué?-quiso saber, con enfado.
Dan la soltó dándole un pequeño empujón.
-¡Por qué estás así conmigo!
Megg le dio otro derechazo, aunque esta vez más flojo que no logró tambalearlo. Y la verdad era que no podía responder a la pregunta, no lo sabía. No lo sabía, o no quería saberlo. Daba igual, lo único que sentía algo era ser incapaz de darle una explicación, no encontraba palabras para expresarse y eso le hervía la sangre.
Él tampoco sabía qué hacer, todos los miraban, no podía luchar, no podía hacer nada, suspiró, y cerró un momento los ojos, para seguidamente lanzarse contra de ella y arrojarla al suelo, cayendo el encima.
-Rompí con Bree antes de Navidad, antes de llamarte.-le dijo clavándole la mirada y acercándose peligrosamente a sus labios- Te…te quiero, afróntalo o no, pero esa es la jodida verdad.
Meggan sintió un insólito estremecimiento, pero lo ignoró, y le apartó la cara con la manos. Tenía que ser fuerte.
-Pues…Yo no te quiero, Daniel. Esa es mi jodida verdad.-le remedó, impulsándose hacia arriba a la vez que le daba un tercer golpe en la cara que no logró quitarlo de encima.-Ahora soy yo la que va a pasar de ti, porque estoy enamorada sí, pero no de Daniel Greenwood. Y cuanto antes lo aceptes mejor…Y sí no lo aceptas, me da igual, de todas formas no nos volveremos a ver.
Y ese fue el peor de los puñetazos, como si le cogieran el corazón y se lo arrancaran de golpe, sin cura ni miramientos, a sangre fría.
-¿Es esta tu última respuesta?
Meggan volvió dudar, y extrañamente al ver la expresión de Daniel sintió ganas de llorar.
-Sí.-logró decir con firmeza.
Dan asintió cerrando los ojos y la soltó, se puso de pie y caminó despacio hasta el límite del ring.
-Renuncio, ella ha ganado.- dijo sin mirarla y entre los gritos de la gente salió de la sala con paso firme camino al bosque, al lugar dónde una vez habían sido…ellos.
Me cuesta más q el normal escribir el rol futuro (
Ayer me quejé de los personajes hostiables de Nat, pero en este capi mis hermanisimos han estado muy repelentes
Megg le ha hecho a Dan:
Y Aidan a Ruth:
Reconozco q los Van Herpburnsillos están pa' darles unas buenas hostias
Re: ÚLTIMA ESPERANZA (Temporada 2)
MINICAPI: COMES MAS QUE UNA CRIA DE DINOSAURIO
Encima de la mesita había dos tazas de café vacías y el pitido de las maquinas resonaba en la silenciosa habitación. Nathan se había pasado prácticamente todo en día en el hospital, aguantando como las enfermeras le miraban con cara de pena mientras el veía la vida de su madre consumirse delante de sus ojos.
No soportaba mas la situación, incluso con el tratamiento su madre empeoraba segundo a segundo y el no podía hacer nada mientras veía como ella no podía parar de vomitar e incluso cuando no le quedaba comida en el estomago las sonoras arcadas continuaban, las cuales a veces veían de la mano con convulsiones. Los peores días eran aquellos en los que ella luchaba contra esas náuseas y empezaba a gemir y gimotear. Pero no había nada hacer mas que estrechar su mano con fuerza e intentar animarla, en esos momentos era cuando se sentía mas inútil.
-Nate-dijo la débil y somnolienta voz de su madre mientras iba despertando poco a poco-cariño que hora es, deberías ir a casa.
El acerco un poco su silla a la cama de ella y le beso la mano.
-Hola mama, como has dormido?
-Muy bien-intento sonreír pero lo único que le salio fue una triste mueca de dolor.
Nathan sabia que mentía, la había estado observando mientras dormía, llevaba meses haciéndolo, miraba su cara poco a poco, intentando con todos sus fuerzas ver un atisbo de mejora, pero eso no ocurría.
-Mama duerme un poco mas, el peque esta en casa de un amigo de clase y me voy a quedar aquí toda la noche- La mirada de desaprobación de su madre hizo que Scott bajara la cabeza. Su madre no quería que malgastara sus noches de sueño por ella, pero a Nathan no le importaba y además hacia tiempo que ya no dormía mas de 4 o 5 h diarias y parecía que su cuerpo se había acostumbrado a ese ritmo de vida.- Voy a por algo de comer en el bar que tengo hambre, ahora vuelvo- se levanto e hizo una pausa mientras la miraba- Te quiero mama.
-Yo también te quiero Nate.
Nathan salio de la habitacion sin mirar atrás y empezó a caminar por el pasillo, hacia las escaleras, odiaba coger el ascensor, prefería mover las piernas .
Una vez en el bar se sentó en la terraza para disfrutar del suave frío nocturno. Llevaba días dándole vueltas a varias cosas y una era su hermano, se preguntaba si lo estaba atendiendo bien. Si analizaba su día a día, este consistía en la División y el Hospital, llegaba a casa hacia las 11 y gracias a la maravillosa canguro que había encontrado su hermano ya hacia rato que había cenado, duchado y echo los deberes.
Pero aunque deseaba dejar el trabajo para poder centrarse en su familia, los requisitos económicos que exigía el tratamiento de su madre , el mantenimiento de dos pisos y la escolarización de su madre pendían de su sueldo y ese motivo, el dinero, era el motivo principal por el Gual estaba en la División.
Otro tema que le rondaba por la mente era el "después" que haría cuando todo ese infierno terminara? Seguiría viviendo en la casa de sus padres y simularía que el era el padre? No tenia problema con el echo de haber de asumir toda la responsabilidad de criar a su hermano el solo, lo había echo siempre pero era Nueva York el lugar ideal para hacerlo? Con esa harpia de mujer que tenia de Tía?
Era conveniente seguir trabajando de policía y exponerse a la posibilidad de dejar a su hermano solo en este mundo? No eso no era una opción.
También empezó a cuestionarse su comportamiento, intentaba actuar de forma despreocupada, no necesitaba que nadie sintiera pena por el y la única que sabia de su situación era Rose. A veces se había planteado contarle a Nicole lo que sucedía pero aunque ella fuera su compañera y le gustara mucho tampoco se conocían tanto. Apenas sabia nada de ella y estaba seguro que ella tenia una visión muy errónea de el, aunque no podía culparla, es lo que intentaba proyectar.
Algunas noches había soñado como seria acostarse con Nicole, pero eso solo consistían un sueño alimentado por la falta de contacto emocional que tenia des de hacia tiempo. Era cierto que había estado saliendo con alguna que otra mujer, pero solo se trataba de sexo, una pequeña válvula de escape en ese jodido infierno. Pero con Nicole se sentía un poco diferente, había algo en ella, tal vez su forma de mirar a la gente o su histeria incontrolable que le hacia sentir extrañamente seguro.
Se levanto en silencio y decidió que quería salir a la calla, salir un rato del hospital y inhalar fuerte el olor a vida del exterior.
La mañana siguiente se levanto a las 6 y noto como su espalda se resentía después de haber dormido en esa silla de hospital. Beso a su madre en la frente la Gual dormía placidamente y se fue en silencio. Decidió pasar por su piso para cambiarse de ropa y comprobar que todo estaba en oraren des de la ultima semana que había estado allí , pero cuando salio del coche y subió los primeros peldaños de la entrada exterior , noto como la cabeza empezaba a darle vueltas y se dejo caer en el portal, con la cara enterrada entre las manos.
-Que haces Scotti?
Cuando esa voz familiar resonó en sus oídos lo único en lo que Nathan pudo pensar fue " Mierda" y levanto la cabeza a poco a poco con una sonrisa cansada.
-Buenos días preciosa
Ella sonrío un poco y se lo quedo mirando, evaluando su aspecto. Llevaba el pelo despeinado, un par de buenas ojeras debajo de los ojos y la misma ropa que la de el día anterior. No tenia muy buen aspecto la verdad, pero no tenia pinta de , cosa que hizo que Nicole se preguntara el origen de ese aspecto.
-Papa y mama te han echado de casa?-dijo ella burnola.
Scott no tenia fuerzas para replicar y mucho menos para dar explicaciones así que se limito a sacarle la lengua y después la miro con atención. Eran las 6:40 de la mañana, Nicole iba vestida con la ropa de trabajo y llevaba el pelo suelto, dejándolo caer libre por su espalda.. Era lógico que pasara por allí puesto que hacia poco había descubierto que solo Vivian a 5 minutos del otro, pero no a esas horas de la mañana, cosa que cobro sentido cuando Scott vio la bolsa de 24h que tenia en la mano.
-Quieres ir a almorzar?-dijo ella levantando la bolsa que llevaba en las manos dirección a la puerta del edificio-Cuando me he despertado he descubierto que no tenia nada de comida en el frigorífico y tampoco tenia café así que he ido al 24h de la esquina.
Scott se levanto del suelo y se hacerco a ella.
-También podemos darnos una ducha si quieres-dijo mientras le cogia la bolsa de su mano y se dirigía a la puerta.
Ella sonrío y le lo siguió hasta dentro del edificio. El viaje en ascensor fue una pequeña pesadilla para Nicole ya que este era algo pequeño cosa que hacia que tuviese el cuerpo de Scott muy cerca de ella.
Una vez en el piso, Scott se disculpo para ir a la ducha, después claro de hacer alguna bromita y Nicole empezó a preparar el desayuno.
Mientras esperaba que el café se hiciese, Nicole empezó a observar a su alrededor. La verdad es que se había sorprendido, su idea del piso de Nathan era el típico piso de tío soltero inmaduro, sucio y lleno de ropa por todas partes pero había de reconocer que si alguien mirara el piso de el y el de ella, probablemente ella seria el cerdito de la relación.
Cuando Nikki aun estaba distraida con el pequeño piso Nathan salio de la puerta del baño con solo una toballa alrededor de la cintura.
-SCOTT! -grito Nicole cuando lo vio, pero enseguida se avergonzó de la voz que le habia salido y estaba segura que sus mejillas habían adoptado un color tomate mas intenso de lo debido. Pero por mucho que odiara a Nathan no podía negar que la visión de el mojado y con solo una toballa negra , era sin duda una buena forma de empezar el día.
El se disculpo y aclaro que se habia dejado la ropa en la habitación , pero cuando entro en esta , la puerta no llego a cerrarse , dejando un pequeño espacio por el cual Nicolo pudo ver como esa toballa negra se caía al suelo y no pudo evitar tragar saliva. Pero cuando vio que no solo sus ojos no reaccionaban ante la orden de su cerebro de dejar de mirar sino que además en su mente empezaba a formarse una idea, una imagen de ella entrando por esa puerta, en plan Satine, decidió que auto darse una ostia en ese momento era algo adecuado.
Gracias a ese pequeño sacrificio personal una vez Scott salio de la habitacióncontraba sentada en la mese y con todo el desayuno preparado encima.
-Nikki te encuentras bien? Estas muy roja...-dijo Scott mientras se acercaba a ella- Déjame ver.- Y cogiendo a la pobre muchacha por desprevenido Scott se sentó enfrente suyo y coloco su mano encima de la mejilla ardiente de Nicole.
Cuando ella se percato de la situación y esa perturbadora imagen conquisto otra vez su mente, aparto con brusquedad la mano del chico y utilizo la taza de café para esconder su cara de los ojos de el.
-Siempre estas de este bueno humor por las mañanas?-dijo Scott cogiendo una de las napolitanas de la mesa-Por cierto, no deberías estar desayunando con ese tío, Tuck.
-No, solo lo utilizo para el sexo mañanero, eso de desayunar es muy formal, aunque la verdad es que lo dejamos antes de navidad.
-En ese caso tranquila, el próximo día empezaremos el día en la cama y luego podemos desayunar también en ella si quieres.
Nicole lo miro de reojo.
-Y quien te dice a ti que existirá un próximo día listo?
-Si no fuera a existir ese "próximo día" no te hubieses quedado mirándome con cara de boba mientras me vestia.
Nicole escupió el café que le quedaba en la boca y Scott empezó a reír descontroladamente.
-Esa es tu familia?- Dijo Nicole señalando una vieja foto dentro de un marco, donde salía Scott cogiendo en brazos a un niño de unos 5 años mientras un hombre y una mujer posaban sonrientes a su lado, en un desesperado intento de cambiar de tema.
Pero Scott paro de reír de golpe cuando escucho la pregunta y sus ojos se entristecieron de golpe y por primera vez Nicole cayo en el echo de que cada vez que el tema de sus padres salía a la superficie , Scott adoptaba la mirada de un cachorrito abandonado.
-Ese es mi padre, Eric , mi madre, Diane y mi hermano Ben.
Nicole trago saliva, no sabia si seguir preguntando era lo correcto aunque si era sincera se Moria de curiosidad. Por su suerte, o como descubriría unos segundos después para su desgracia, Scott continuo hablando.
-De esta foto hace ya siete año...Casi no me acuerdo de mi vida antes de esa fotografía-Suspiro y continuo con la vista fija en la foto como si de algún modo se hubiese olvidado del echo de que Nicole estaba allí y simplemente estuviese evocando sus sentimientos al aire- Al cabo de 3 semanas mi padre murió por culpa de un adolescente que conducía bebido, lo atropellaron. Por ese entonces Ben tenia 5 años, fue el único que no lloro en el funeral, me acuerdo que le conté que ahora el estaba en un lugar mejor, con todos esos personajes históricos que tanto le gustaban, mi padre era profesor de Historia en la NYU-dijo como aclarando su comentario, pero en ese momento giro la cabeza hacia Nicole pero cuando vio que los ojos de ella se habían convertido en dos pelotitas rojas a punto de llorar, se pregunto que que estaba haciendo contándole su vida a su compañera de trabajo.- Lo siento no debería estar contándote esto, ya es tarde, deberíamos ir a trabajar.
-Nathan- dijo ella llamándolo por primera vez por su nombre de pila.
El la miro y ella deseo poderle decir algo reconfortante pero no sabia que decir ni que hacer, quería abrazarlo pero, sabia que cuando una persona estaba mal, lo ultimo que necesitaba a veces era la pena de los otros, esa mirada que ella tenia ahora.
-Quieres terminar de desayunar antes de ir a trabajar, es que aun tengo hambre-dijo finalmente.
Scott volvió a sonreír y miro el plato de comida de Nicole.
-Comes mas que una cría de dinosaurio.
-Ves, por eso, solo por eso, ya no nos vamos a la cama.
Los dos empezaron a reír, aun quedaba en sus mentes el dolor de la conversacion anterior, pero a causa de eso algo habai canviado, Scott se sentia aliviado al haber compartido parte de su vida con ella y el echo de que no le hubiese abrazado o dicho “ Siento lo de tu padre” con esa mirada de perrito triste, le habia echo ver a Nicole aun mejor de lo que ya la veia antes. Por parte de Nicole, algo tambien habia canviado puesto que por primera vez había sentido su dolor compartido con otra persona, porque aunque lo que le había contado Scott ya era doloroso, algo en sus ojos le decia que había mas.
- Spoiler:
- [img]http://media.tumblr.com/tumblr_mbn351Wf551r47jkb.gif/img[]
( Nikki en su momento miniorgasmo)
( eso se lo va a tener que contar a ben xD no a regina the evil queen xD)
Encima de la mesita había dos tazas de café vacías y el pitido de las maquinas resonaba en la silenciosa habitación. Nathan se había pasado prácticamente todo en día en el hospital, aguantando como las enfermeras le miraban con cara de pena mientras el veía la vida de su madre consumirse delante de sus ojos.
No soportaba mas la situación, incluso con el tratamiento su madre empeoraba segundo a segundo y el no podía hacer nada mientras veía como ella no podía parar de vomitar e incluso cuando no le quedaba comida en el estomago las sonoras arcadas continuaban, las cuales a veces veían de la mano con convulsiones. Los peores días eran aquellos en los que ella luchaba contra esas náuseas y empezaba a gemir y gimotear. Pero no había nada hacer mas que estrechar su mano con fuerza e intentar animarla, en esos momentos era cuando se sentía mas inútil.
-Nate-dijo la débil y somnolienta voz de su madre mientras iba despertando poco a poco-cariño que hora es, deberías ir a casa.
El acerco un poco su silla a la cama de ella y le beso la mano.
-Hola mama, como has dormido?
-Muy bien-intento sonreír pero lo único que le salio fue una triste mueca de dolor.
Nathan sabia que mentía, la había estado observando mientras dormía, llevaba meses haciéndolo, miraba su cara poco a poco, intentando con todos sus fuerzas ver un atisbo de mejora, pero eso no ocurría.
-Mama duerme un poco mas, el peque esta en casa de un amigo de clase y me voy a quedar aquí toda la noche- La mirada de desaprobación de su madre hizo que Scott bajara la cabeza. Su madre no quería que malgastara sus noches de sueño por ella, pero a Nathan no le importaba y además hacia tiempo que ya no dormía mas de 4 o 5 h diarias y parecía que su cuerpo se había acostumbrado a ese ritmo de vida.- Voy a por algo de comer en el bar que tengo hambre, ahora vuelvo- se levanto e hizo una pausa mientras la miraba- Te quiero mama.
-Yo también te quiero Nate.
Nathan salio de la habitacion sin mirar atrás y empezó a caminar por el pasillo, hacia las escaleras, odiaba coger el ascensor, prefería mover las piernas .
Una vez en el bar se sentó en la terraza para disfrutar del suave frío nocturno. Llevaba días dándole vueltas a varias cosas y una era su hermano, se preguntaba si lo estaba atendiendo bien. Si analizaba su día a día, este consistía en la División y el Hospital, llegaba a casa hacia las 11 y gracias a la maravillosa canguro que había encontrado su hermano ya hacia rato que había cenado, duchado y echo los deberes.
Pero aunque deseaba dejar el trabajo para poder centrarse en su familia, los requisitos económicos que exigía el tratamiento de su madre , el mantenimiento de dos pisos y la escolarización de su madre pendían de su sueldo y ese motivo, el dinero, era el motivo principal por el Gual estaba en la División.
Otro tema que le rondaba por la mente era el "después" que haría cuando todo ese infierno terminara? Seguiría viviendo en la casa de sus padres y simularía que el era el padre? No tenia problema con el echo de haber de asumir toda la responsabilidad de criar a su hermano el solo, lo había echo siempre pero era Nueva York el lugar ideal para hacerlo? Con esa harpia de mujer que tenia de Tía?
Era conveniente seguir trabajando de policía y exponerse a la posibilidad de dejar a su hermano solo en este mundo? No eso no era una opción.
También empezó a cuestionarse su comportamiento, intentaba actuar de forma despreocupada, no necesitaba que nadie sintiera pena por el y la única que sabia de su situación era Rose. A veces se había planteado contarle a Nicole lo que sucedía pero aunque ella fuera su compañera y le gustara mucho tampoco se conocían tanto. Apenas sabia nada de ella y estaba seguro que ella tenia una visión muy errónea de el, aunque no podía culparla, es lo que intentaba proyectar.
Algunas noches había soñado como seria acostarse con Nicole, pero eso solo consistían un sueño alimentado por la falta de contacto emocional que tenia des de hacia tiempo. Era cierto que había estado saliendo con alguna que otra mujer, pero solo se trataba de sexo, una pequeña válvula de escape en ese jodido infierno. Pero con Nicole se sentía un poco diferente, había algo en ella, tal vez su forma de mirar a la gente o su histeria incontrolable que le hacia sentir extrañamente seguro.
Se levanto en silencio y decidió que quería salir a la calla, salir un rato del hospital y inhalar fuerte el olor a vida del exterior.
La mañana siguiente se levanto a las 6 y noto como su espalda se resentía después de haber dormido en esa silla de hospital. Beso a su madre en la frente la Gual dormía placidamente y se fue en silencio. Decidió pasar por su piso para cambiarse de ropa y comprobar que todo estaba en oraren des de la ultima semana que había estado allí , pero cuando salio del coche y subió los primeros peldaños de la entrada exterior , noto como la cabeza empezaba a darle vueltas y se dejo caer en el portal, con la cara enterrada entre las manos.
-Que haces Scotti?
Cuando esa voz familiar resonó en sus oídos lo único en lo que Nathan pudo pensar fue " Mierda" y levanto la cabeza a poco a poco con una sonrisa cansada.
-Buenos días preciosa
Ella sonrío un poco y se lo quedo mirando, evaluando su aspecto. Llevaba el pelo despeinado, un par de buenas ojeras debajo de los ojos y la misma ropa que la de el día anterior. No tenia muy buen aspecto la verdad, pero no tenia pinta de , cosa que hizo que Nicole se preguntara el origen de ese aspecto.
-Papa y mama te han echado de casa?-dijo ella burnola.
Scott no tenia fuerzas para replicar y mucho menos para dar explicaciones así que se limito a sacarle la lengua y después la miro con atención. Eran las 6:40 de la mañana, Nicole iba vestida con la ropa de trabajo y llevaba el pelo suelto, dejándolo caer libre por su espalda.. Era lógico que pasara por allí puesto que hacia poco había descubierto que solo Vivian a 5 minutos del otro, pero no a esas horas de la mañana, cosa que cobro sentido cuando Scott vio la bolsa de 24h que tenia en la mano.
-Quieres ir a almorzar?-dijo ella levantando la bolsa que llevaba en las manos dirección a la puerta del edificio-Cuando me he despertado he descubierto que no tenia nada de comida en el frigorífico y tampoco tenia café así que he ido al 24h de la esquina.
Scott se levanto del suelo y se hacerco a ella.
-También podemos darnos una ducha si quieres-dijo mientras le cogia la bolsa de su mano y se dirigía a la puerta.
Ella sonrío y le lo siguió hasta dentro del edificio. El viaje en ascensor fue una pequeña pesadilla para Nicole ya que este era algo pequeño cosa que hacia que tuviese el cuerpo de Scott muy cerca de ella.
Una vez en el piso, Scott se disculpo para ir a la ducha, después claro de hacer alguna bromita y Nicole empezó a preparar el desayuno.
Mientras esperaba que el café se hiciese, Nicole empezó a observar a su alrededor. La verdad es que se había sorprendido, su idea del piso de Nathan era el típico piso de tío soltero inmaduro, sucio y lleno de ropa por todas partes pero había de reconocer que si alguien mirara el piso de el y el de ella, probablemente ella seria el cerdito de la relación.
- Spoiler:
Cuando Nikki aun estaba distraida con el pequeño piso Nathan salio de la puerta del baño con solo una toballa alrededor de la cintura.
-SCOTT! -grito Nicole cuando lo vio, pero enseguida se avergonzó de la voz que le habia salido y estaba segura que sus mejillas habían adoptado un color tomate mas intenso de lo debido. Pero por mucho que odiara a Nathan no podía negar que la visión de el mojado y con solo una toballa negra , era sin duda una buena forma de empezar el día.
El se disculpo y aclaro que se habia dejado la ropa en la habitación , pero cuando entro en esta , la puerta no llego a cerrarse , dejando un pequeño espacio por el cual Nicolo pudo ver como esa toballa negra se caía al suelo y no pudo evitar tragar saliva. Pero cuando vio que no solo sus ojos no reaccionaban ante la orden de su cerebro de dejar de mirar sino que además en su mente empezaba a formarse una idea, una imagen de ella entrando por esa puerta, en plan Satine, decidió que auto darse una ostia en ese momento era algo adecuado.
Gracias a ese pequeño sacrificio personal una vez Scott salio de la habitacióncontraba sentada en la mese y con todo el desayuno preparado encima.
-Nikki te encuentras bien? Estas muy roja...-dijo Scott mientras se acercaba a ella- Déjame ver.- Y cogiendo a la pobre muchacha por desprevenido Scott se sentó enfrente suyo y coloco su mano encima de la mejilla ardiente de Nicole.
Cuando ella se percato de la situación y esa perturbadora imagen conquisto otra vez su mente, aparto con brusquedad la mano del chico y utilizo la taza de café para esconder su cara de los ojos de el.
-Siempre estas de este bueno humor por las mañanas?-dijo Scott cogiendo una de las napolitanas de la mesa-Por cierto, no deberías estar desayunando con ese tío, Tuck.
-No, solo lo utilizo para el sexo mañanero, eso de desayunar es muy formal, aunque la verdad es que lo dejamos antes de navidad.
-En ese caso tranquila, el próximo día empezaremos el día en la cama y luego podemos desayunar también en ella si quieres.
Nicole lo miro de reojo.
-Y quien te dice a ti que existirá un próximo día listo?
-Si no fuera a existir ese "próximo día" no te hubieses quedado mirándome con cara de boba mientras me vestia.
Nicole escupió el café que le quedaba en la boca y Scott empezó a reír descontroladamente.
-Esa es tu familia?- Dijo Nicole señalando una vieja foto dentro de un marco, donde salía Scott cogiendo en brazos a un niño de unos 5 años mientras un hombre y una mujer posaban sonrientes a su lado, en un desesperado intento de cambiar de tema.
Pero Scott paro de reír de golpe cuando escucho la pregunta y sus ojos se entristecieron de golpe y por primera vez Nicole cayo en el echo de que cada vez que el tema de sus padres salía a la superficie , Scott adoptaba la mirada de un cachorrito abandonado.
-Ese es mi padre, Eric , mi madre, Diane y mi hermano Ben.
Nicole trago saliva, no sabia si seguir preguntando era lo correcto aunque si era sincera se Moria de curiosidad. Por su suerte, o como descubriría unos segundos después para su desgracia, Scott continuo hablando.
-De esta foto hace ya siete año...Casi no me acuerdo de mi vida antes de esa fotografía-Suspiro y continuo con la vista fija en la foto como si de algún modo se hubiese olvidado del echo de que Nicole estaba allí y simplemente estuviese evocando sus sentimientos al aire- Al cabo de 3 semanas mi padre murió por culpa de un adolescente que conducía bebido, lo atropellaron. Por ese entonces Ben tenia 5 años, fue el único que no lloro en el funeral, me acuerdo que le conté que ahora el estaba en un lugar mejor, con todos esos personajes históricos que tanto le gustaban, mi padre era profesor de Historia en la NYU-dijo como aclarando su comentario, pero en ese momento giro la cabeza hacia Nicole pero cuando vio que los ojos de ella se habían convertido en dos pelotitas rojas a punto de llorar, se pregunto que que estaba haciendo contándole su vida a su compañera de trabajo.- Lo siento no debería estar contándote esto, ya es tarde, deberíamos ir a trabajar.
-Nathan- dijo ella llamándolo por primera vez por su nombre de pila.
El la miro y ella deseo poderle decir algo reconfortante pero no sabia que decir ni que hacer, quería abrazarlo pero, sabia que cuando una persona estaba mal, lo ultimo que necesitaba a veces era la pena de los otros, esa mirada que ella tenia ahora.
-Quieres terminar de desayunar antes de ir a trabajar, es que aun tengo hambre-dijo finalmente.
Scott volvió a sonreír y miro el plato de comida de Nicole.
-Comes mas que una cría de dinosaurio.
-Ves, por eso, solo por eso, ya no nos vamos a la cama.
Los dos empezaron a reír, aun quedaba en sus mentes el dolor de la conversacion anterior, pero a causa de eso algo habai canviado, Scott se sentia aliviado al haber compartido parte de su vida con ella y el echo de que no le hubiese abrazado o dicho “ Siento lo de tu padre” con esa mirada de perrito triste, le habia echo ver a Nicole aun mejor de lo que ya la veia antes. Por parte de Nicole, algo tambien habia canviado puesto que por primera vez había sentido su dolor compartido con otra persona, porque aunque lo que le había contado Scott ya era doloroso, algo en sus ojos le decia que había mas.
casbeck2- Moderador
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Re: ÚLTIMA ESPERANZA (Temporada 2)
I BRING YOU ROL
Jake subió por el ascensor mientras ella hacía un poco de ejercicio matutino y subía por las escaleras. Entró en la ICD buscando a David y le encontró en la sala de descanso tomándose un té.
- Buenos días – gruñó entrando y yendo a la máquina para hacerse un café.
- Buenos días. - respondió él al instante, casi sin mirarla.
Dejó la máquina haciendo café y se giró para observarle, sin decir nada.
- ¿Qué? - preguntó él, notando su mirada.
- Nada – volvió su atención a la máquina, que indicaba que el café estaba hecho.
David frunció el ceño y puso los ojos en blanco, sin contestar.
- ¿Has mirado algo más sobre el caso? - preguntó al rato, por sacar un tema.
- Estubimos mirando algunas empresas con Jake pero no hemos sacado nada en limpio, sinceramente.
David asintió en silencio y volvió a centrar su atención en su taza de té.
- ¿Y tú? ¿Has encontrado algo nuevo?
- Nada. - respondió, negando.
- ¿Y tienes intención de colaborar o pretendes serguir yendo"solo"?
- Eso depende de si sigues con intenciones de saltar desde las ventanas de todos los edificios. - respondió él, tajante.
Él no sonrió, sin embargo, y se quedó mirandola, con los ojos entrecerrados.
- Mira, Darcy, si vamos a ser compañeros durante al menos unos días, porque espero conseguir que el jefe cambie de opinión, deberíamos empezar a colaborar seriamente.
- Yo te puse mis condiciones, a las cuales añado el hecho de que me niego a ejercer de canguro de una irresponsable a la cual no quiero señalar.
- Las condiciones que pusiste son un poco estúpidas, si se trabaja en equipo se trabaja en equipo. Y yo no sería tan "irresponsable" si te importara un poco más trabajar conmigo.
Dave se la quedó mirando a los ojos y Rose le aguantó la mirada, sin ceder. Finalmente decidió que lo mejor sería ir a ver a Jake o a Ruth. Sin decir otra palabra salió de la sala.
Tenía ganas de estampar algo o alguien contra la pared.
Fue hacia el escritorio de Ruth, esperando encontrarla.
Y allí estaba la morena, con gesto pensativo, mientras no hacía nada en particular.
-¿Tenemos algo nuevo?-le preguntó a Rose, cuando esta entró en su campo de visión con unos papeles en la mano.
- Venía a preguntarte lo mismo - suspira y se apoya en la mesa, mirándola.
-Pues no, nada.-le respondió, triste. Aunque su tristeza no tenía nada que ver con el caso.
- Lástima... por cierto - dice un poco tímida - ¿Y Aidan?
-En su casa...-se calló para tragar saliva.-Al parecer ha dimitido. Y dice que no va a volver aunque el jefe no la haya aceptado.
La miró sorprendida.
- ¿Qué?
Ruth asintió apenada.
-Lo que oyes.
- No puede ser, no puede hacer eso, no puede... - se le rompe la voz.
-Está muy dolido. Y ya sabes como es cuando se le mete algo entre ceja y ceja.
Frunció el ceño.
- No se lo voy a permitir.
- ¿Y qué piensas hacer?
- Voy a ir a buscarle.
Ruth la miró, dándole pena toda aquella situación.
-No creo que sea buena idea...
-Está bien, intentarlo no está de más. A mi no me ha hecho caso. Pero ojalá puedas convencerlo tú.-no creía que fuera posible pero Ruth nunca perdía la esperanza.
La mira con determinación.
- Ese idiota no escapará tan fácilmente.
Se fue casi corriendo, bajó al parquin y se fue con el coche hacia el piso de Aidan.
Estaba nerviosa, muy nerviosa. No sabía qué iba a decir, ni cómo le convencería para que no fuera un crío y volviese a la ICD. Además, con lo cabreado que estaba Aidan con ella tenía miedo de que se enfadara más. Pero no iba a permitir que esto destrozara su carrera.
Llegó al edificio y subió corriendo por las escaleras, no quería pensar en nada. Cuando llegó a su puerta llamó al timbre y esperó nerviosa.
Aidan estaba acostado en el sofá mientras veía sin ningún entusiasmo un canal de dibujos animados. Oyó el timbre, y maldijo en voz baja. No se movió y ni lo iba a hacer, esperando que su visitante quién quiera que fuera se cansara, y se largara.
Rose insistió con ímpetu.
Aidan se resistió al principio, pero como su visitante era muy insistente, se acabó por levantar, y miró por la mirilla. Era Rose. Dudó, pero al instante de verla allí su mente se inundó de recuerdos dolorosos, y su cerebro también le recordó que debía estar furioso con ella.
-Vete, Rose.-le dijo, lo suficientemente alto para que fuera audible a través de la puerta.
Rose tragó saliva y se quedó en el sitio, decidida a hacerle salir.
- No, no pienso irme si no es contigo.
Aidan se enterneció un poco ante sus palabras, pero luchó por mantenerse estoico.
- -Entonces esperarás mucho tiempo.
- Aidan, puedes enfadarte conmigo todo lo que quieras, puedes no volverme a hablar en tu vida si es lo que quieres, pero no puedes huir de esto como un niño pequeño. No me pienso ir hasta que no vuelvas a la ICD – Rose decidió sentarse en el suelo, dispuesta a no levantarse.
Él meditó que hacer a continuación, y al final se dejó caer al suelo, apoyando la espalda al otro lado, estando junto a Rose, pero separados por la puerta.
- ¿Quién dice que no puedo huir? Puedo hacerlo, lo he hecho. Me da igual si te parece infantil, estar aquí, y ver dibujos animados es mucho más cómodo que volver a combatir con mi pasado. No espero que lo entiendas, no espero que nadie lo entienda. Y me da igual.
- No mientas, te importa. Por mucho que no quieras enfrentarte a ello sé que te importa, pero tienes miedo de lo que puede pasar.
Pero te necesitamos, Aidan.
- Quizás eres tú la que necesita que siga con mi vida para no sentirte culpable por jodérmela otra vez.-apuntó, intentado hacerle daño adrede.
- Quizá – se muerde el labio inferior, triste y muy nerviosa – pero realmente pienso que huir de tu pasado no te servirá de nada. Enfrentarte a él es lo que te ayudará.
- -¡No tienes derecho a elegir cómo dejo vivir!-exclamó, cabreado.-¿Quién te crees que eres? Entiendo que aceptaras ayudar a ese hijo de puta aunque me duela, pero no aceptaré tus consejos. No te los he pedido, y no los necesito, ¿te enteras?
Rose se encogió sobre sí misma, abrazándose las rodillas y juntándolas a su pecho, dolorida. Notaba como algo presionaba su pecho y las lágrimas le vinieron a los ojos. Pero no iba a llorar.
- ¿Algo más?
Aidan se sintió mal en el instante en el soltó todo aquello, seguía estando enfadado, pero eso no quería decir que no le hubiera dolido a él también tratarla así.
- -No, puedes irte ya.-le dijo, siguiendo aparentando una pose fría.
- No.
Aidan suspiró pesadamente, meditando unos segundos sin abrir la boca.
- -Me lo pensaré, ¿te vale eso?
- No, quiero que te vengas conmigo... - hunde la cabeza en el hueco dentre las rodillas y el pecho.
Aidan volvió a suspirar.
- Fui el hermano mayor, y siempre lo seré. No puedo dejar que me lleves de la manita hasta allí.-le respondió, entre serio y divertido.
- No te llevaré de la manita, te llevaré del pié - intenta bromear.
- ¿Del pie? ¿De qué pie?-le preguntó, sin poder evitar seguirle el juego.
- Del que tú prefieras – sonríe y alza la cabeza, más tranquila.
Aidan se levantó por fin, y se sintió lo bastante preparado para abrir la puerta.
-Entonces me voy a poner triste.-le dio un golpecito en la frente con la mano, mientras ella alzaba la cabeza para mirarlo.-Porque sé cuál preferirás tú.
Le miró interrogativa.
Él le devuelve la misma expresión.
-Este pie, tonta.-le aclara, señalando hacia abajo, hacia el pie descalzo.-No me vengas ahora con que eres bisexual o algo así. Me desnudé una vez delante de ti, ¿recuerdas?
Rose sonrió.
- ¿Es que quieres que te lleve agarrado de allí?
Ahora era Aidan el confundido.
-¿De dónde?
- De tu pie secreto.
-¿Es que tu querrías llevarme agarrado de mi pie secreto?-le preguntó él, sin abandonar la broma, y repitiendo más o menos su pregunta anterior.
- ¿Yo? No sacaría placer de ello. Pero tal vez tú sí – ríe un poco.
- Tal vez.-le dio la razón.-Quizás te haces la lesbiana para poder ligar conmigo, y verme desnudo, tampoco lo descarto.
- Eso permanecerá eternamente secreto – sonrió ella.
-Más te vale.-le ofreció las manos para ayudarla a levantarse del suelo.
Ella aceptó la ayuda y una vez de pie se quedó en silencio, sin saber muy bien qué decir ahora.
Aidan le soltó las manos, miró a todos lados, sin saber muy bien cómo expresar lo que le quería decir.
-Te perdono…-murmuró simplemente.-Entiendo que era necesario, el bien de la ciudad es lo más lo importante.
Ella sonrió, un poco tímida, pero muy contenta, y le dio un suave beso en los labios.
- ¿Entonces te vienes conmigo?
-¿Cómo negarme?-le dijo él a su vez, sonriente.
Volvieron juntos a la ICD y el ambiente volvió a ser más relajado. Rose dejó que sus inseguridades fuesen desapareciendo, aunque aún le daba miedo como sería todo durante el caso. No tenían mucho tiempo, en realidad tenían demasiado poco tiempo.
Tenían que seguir buscando posibles empresas e ir descartando, tenían que parar fuese como fuese ese cargo de vacunas.
Y tenía que encontrar una cura para Will, no le dejaría morir, no lo permitiría.
SIENTO QUE SEA TAN CORTO Y CACOTA EL PRÓXIMO SERÁ MEJOR I PROMISE, OS QUIERO
Día 2
Rose aparcó el coche en el parquin de la ICD e intentó calmarse antes de bajar del coche. Sabía lo que le esperaba allí arriba y no le apetecía nada.Jake subió por el ascensor mientras ella hacía un poco de ejercicio matutino y subía por las escaleras. Entró en la ICD buscando a David y le encontró en la sala de descanso tomándose un té.
- Buenos días – gruñó entrando y yendo a la máquina para hacerse un café.
- Buenos días. - respondió él al instante, casi sin mirarla.
Dejó la máquina haciendo café y se giró para observarle, sin decir nada.
- ¿Qué? - preguntó él, notando su mirada.
- Nada – volvió su atención a la máquina, que indicaba que el café estaba hecho.
David frunció el ceño y puso los ojos en blanco, sin contestar.
- ¿Has mirado algo más sobre el caso? - preguntó al rato, por sacar un tema.
- Estubimos mirando algunas empresas con Jake pero no hemos sacado nada en limpio, sinceramente.
David asintió en silencio y volvió a centrar su atención en su taza de té.
- ¿Y tú? ¿Has encontrado algo nuevo?
- Nada. - respondió, negando.
- ¿Y tienes intención de colaborar o pretendes serguir yendo"solo"?
- Eso depende de si sigues con intenciones de saltar desde las ventanas de todos los edificios. - respondió él, tajante.
Él no sonrió, sin embargo, y se quedó mirandola, con los ojos entrecerrados.
- Mira, Darcy, si vamos a ser compañeros durante al menos unos días, porque espero conseguir que el jefe cambie de opinión, deberíamos empezar a colaborar seriamente.
- Yo te puse mis condiciones, a las cuales añado el hecho de que me niego a ejercer de canguro de una irresponsable a la cual no quiero señalar.
- Las condiciones que pusiste son un poco estúpidas, si se trabaja en equipo se trabaja en equipo. Y yo no sería tan "irresponsable" si te importara un poco más trabajar conmigo.
Dave se la quedó mirando a los ojos y Rose le aguantó la mirada, sin ceder. Finalmente decidió que lo mejor sería ir a ver a Jake o a Ruth. Sin decir otra palabra salió de la sala.
Tenía ganas de estampar algo o alguien contra la pared.
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Fue hacia el escritorio de Ruth, esperando encontrarla.
Y allí estaba la morena, con gesto pensativo, mientras no hacía nada en particular.
-¿Tenemos algo nuevo?-le preguntó a Rose, cuando esta entró en su campo de visión con unos papeles en la mano.
- Venía a preguntarte lo mismo - suspira y se apoya en la mesa, mirándola.
-Pues no, nada.-le respondió, triste. Aunque su tristeza no tenía nada que ver con el caso.
- Lástima... por cierto - dice un poco tímida - ¿Y Aidan?
-En su casa...-se calló para tragar saliva.-Al parecer ha dimitido. Y dice que no va a volver aunque el jefe no la haya aceptado.
La miró sorprendida.
- ¿Qué?
Ruth asintió apenada.
-Lo que oyes.
- No puede ser, no puede hacer eso, no puede... - se le rompe la voz.
-Está muy dolido. Y ya sabes como es cuando se le mete algo entre ceja y ceja.
Frunció el ceño.
- No se lo voy a permitir.
- ¿Y qué piensas hacer?
- Voy a ir a buscarle.
Ruth la miró, dándole pena toda aquella situación.
-No creo que sea buena idea...
-Está bien, intentarlo no está de más. A mi no me ha hecho caso. Pero ojalá puedas convencerlo tú.-no creía que fuera posible pero Ruth nunca perdía la esperanza.
La mira con determinación.
- Ese idiota no escapará tan fácilmente.
Se fue casi corriendo, bajó al parquin y se fue con el coche hacia el piso de Aidan.
Estaba nerviosa, muy nerviosa. No sabía qué iba a decir, ni cómo le convencería para que no fuera un crío y volviese a la ICD. Además, con lo cabreado que estaba Aidan con ella tenía miedo de que se enfadara más. Pero no iba a permitir que esto destrozara su carrera.
Llegó al edificio y subió corriendo por las escaleras, no quería pensar en nada. Cuando llegó a su puerta llamó al timbre y esperó nerviosa.
Aidan estaba acostado en el sofá mientras veía sin ningún entusiasmo un canal de dibujos animados. Oyó el timbre, y maldijo en voz baja. No se movió y ni lo iba a hacer, esperando que su visitante quién quiera que fuera se cansara, y se largara.
Rose insistió con ímpetu.
Aidan se resistió al principio, pero como su visitante era muy insistente, se acabó por levantar, y miró por la mirilla. Era Rose. Dudó, pero al instante de verla allí su mente se inundó de recuerdos dolorosos, y su cerebro también le recordó que debía estar furioso con ella.
-Vete, Rose.-le dijo, lo suficientemente alto para que fuera audible a través de la puerta.
Rose tragó saliva y se quedó en el sitio, decidida a hacerle salir.
- No, no pienso irme si no es contigo.
Aidan se enterneció un poco ante sus palabras, pero luchó por mantenerse estoico.
- -Entonces esperarás mucho tiempo.
- Aidan, puedes enfadarte conmigo todo lo que quieras, puedes no volverme a hablar en tu vida si es lo que quieres, pero no puedes huir de esto como un niño pequeño. No me pienso ir hasta que no vuelvas a la ICD – Rose decidió sentarse en el suelo, dispuesta a no levantarse.
Él meditó que hacer a continuación, y al final se dejó caer al suelo, apoyando la espalda al otro lado, estando junto a Rose, pero separados por la puerta.
- ¿Quién dice que no puedo huir? Puedo hacerlo, lo he hecho. Me da igual si te parece infantil, estar aquí, y ver dibujos animados es mucho más cómodo que volver a combatir con mi pasado. No espero que lo entiendas, no espero que nadie lo entienda. Y me da igual.
- No mientas, te importa. Por mucho que no quieras enfrentarte a ello sé que te importa, pero tienes miedo de lo que puede pasar.
Pero te necesitamos, Aidan.
- Quizás eres tú la que necesita que siga con mi vida para no sentirte culpable por jodérmela otra vez.-apuntó, intentado hacerle daño adrede.
- Quizá – se muerde el labio inferior, triste y muy nerviosa – pero realmente pienso que huir de tu pasado no te servirá de nada. Enfrentarte a él es lo que te ayudará.
- -¡No tienes derecho a elegir cómo dejo vivir!-exclamó, cabreado.-¿Quién te crees que eres? Entiendo que aceptaras ayudar a ese hijo de puta aunque me duela, pero no aceptaré tus consejos. No te los he pedido, y no los necesito, ¿te enteras?
Rose se encogió sobre sí misma, abrazándose las rodillas y juntándolas a su pecho, dolorida. Notaba como algo presionaba su pecho y las lágrimas le vinieron a los ojos. Pero no iba a llorar.
- ¿Algo más?
Aidan se sintió mal en el instante en el soltó todo aquello, seguía estando enfadado, pero eso no quería decir que no le hubiera dolido a él también tratarla así.
- -No, puedes irte ya.-le dijo, siguiendo aparentando una pose fría.
- No.
Aidan suspiró pesadamente, meditando unos segundos sin abrir la boca.
- -Me lo pensaré, ¿te vale eso?
- No, quiero que te vengas conmigo... - hunde la cabeza en el hueco dentre las rodillas y el pecho.
Aidan volvió a suspirar.
- Fui el hermano mayor, y siempre lo seré. No puedo dejar que me lleves de la manita hasta allí.-le respondió, entre serio y divertido.
- No te llevaré de la manita, te llevaré del pié - intenta bromear.
- ¿Del pie? ¿De qué pie?-le preguntó, sin poder evitar seguirle el juego.
- Del que tú prefieras – sonríe y alza la cabeza, más tranquila.
Aidan se levantó por fin, y se sintió lo bastante preparado para abrir la puerta.
-Entonces me voy a poner triste.-le dio un golpecito en la frente con la mano, mientras ella alzaba la cabeza para mirarlo.-Porque sé cuál preferirás tú.
Le miró interrogativa.
Él le devuelve la misma expresión.
-Este pie, tonta.-le aclara, señalando hacia abajo, hacia el pie descalzo.-No me vengas ahora con que eres bisexual o algo así. Me desnudé una vez delante de ti, ¿recuerdas?
Rose sonrió.
- ¿Es que quieres que te lleve agarrado de allí?
Ahora era Aidan el confundido.
-¿De dónde?
- De tu pie secreto.
-¿Es que tu querrías llevarme agarrado de mi pie secreto?-le preguntó él, sin abandonar la broma, y repitiendo más o menos su pregunta anterior.
- ¿Yo? No sacaría placer de ello. Pero tal vez tú sí – ríe un poco.
- Tal vez.-le dio la razón.-Quizás te haces la lesbiana para poder ligar conmigo, y verme desnudo, tampoco lo descarto.
- Eso permanecerá eternamente secreto – sonrió ella.
-Más te vale.-le ofreció las manos para ayudarla a levantarse del suelo.
Ella aceptó la ayuda y una vez de pie se quedó en silencio, sin saber muy bien qué decir ahora.
Aidan le soltó las manos, miró a todos lados, sin saber muy bien cómo expresar lo que le quería decir.
-Te perdono…-murmuró simplemente.-Entiendo que era necesario, el bien de la ciudad es lo más lo importante.
Ella sonrió, un poco tímida, pero muy contenta, y le dio un suave beso en los labios.
- ¿Entonces te vienes conmigo?
-¿Cómo negarme?-le dijo él a su vez, sonriente.
Volvieron juntos a la ICD y el ambiente volvió a ser más relajado. Rose dejó que sus inseguridades fuesen desapareciendo, aunque aún le daba miedo como sería todo durante el caso. No tenían mucho tiempo, en realidad tenían demasiado poco tiempo.
Tenían que seguir buscando posibles empresas e ir descartando, tenían que parar fuese como fuese ese cargo de vacunas.
Y tenía que encontrar una cura para Will, no le dejaría morir, no lo permitiría.
SIENTO QUE SEA TAN CORTO Y CACOTA EL PRÓXIMO SERÁ MEJOR I PROMISE, OS QUIERO
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Re: ÚLTIMA ESPERANZA (Temporada 2)
SARAH SMILES
El grifo de la ducha estaba completamente abierto, y el agua caliente provocó la aparición de un intenso vaho que cubrió todo el cuarto de baño. David estaba refugiado bajo el chorro de agua, temeroso de la baja temperatura reinante no solo en el exterior, sino también capaz de filtrarse por las paredes e invadir el interior de las casas.
Se enjabonó el pelo mientras disfrutaba del agua caliente cayendo sobre sus hombros y resbalando por su torso.
Estaba quitándose la espuma del cabello cuando Jane entró en el cuarto de baño. Él la escuchó, pero no hizo por recibirla. Ni siquiera cuando descorrió por un lateral la cortina, entró en la bañera y le abrazó desde atrás.
- Estás enfadado conmigo ¿verdad? – dijo ella, con el rostro pegado contra la espalda de él.
David no pudo evitarlo, y esbozó una sonrisa.
- No. – respondió sin más.
- Es mentira, sí que lo estás. – insistió ella, dándole suaves besos en la espalda.
Dave volvió a sonreír, se zafó de su abrazo y giró para encararla.
- No estoy enfadado, solo molesto.
Ella sonrió también. Luego le puso las manos a ambos lados de la cara y le dijo:
- Cariño, lo hacemos por el bebé. – David llevaba oyendo esa frase desde la noche anterior, y se repetía la discusión que habían tenido unos años antes, con el embarazo de Sarah, y por eso puso los ojos en blanco.
- El bebé iba a estar bien de todas formas. Ya oíste al doctor. Tener relaciones sexuales no es malo para él, y menos para nosotros.
- ¡Pero imagínate que puede ver! – exclamó ella, volviendo a la discusión de la noche anterior. – Quedaría traumatizado de por vida.
- No se si debería sentirme ofendido por lo que acabas de decir. – dijo David, fingiendo estar dolido. – Creo que si. Ya puedes disculparte.
Jane rió y le dio un suave beso en los labios.
- Sabes que te quiero, tonto. – y luego añadió, bajando pícaramente la mirada: - A los dos.
Luego volvió a besarle, esta vez, de forma más lenta. Fue un beso intenso, en el que aprovecharon para acariciarse mutuamente, de forma lenta. Cuando ella empezó acelerar las caricias, él se separó de Jane y le preguntó:
- ¿En qué quedamos? Pensaba que no querías traumatizar al bebé con mi…
Pero ella le tapó la boca con la mano.
- No digas esa palabra delante de él. Aún es pequeño para aprenderla.
- ¿Qué? – rio David. – Es una palabra normal, y te recuerdo que él tiene uno.
Ella iba a replicar, pero la puerta del cuarto de baño volvió a abrirse.
- ¿Papá? – se oyó una voz infantil al otro lado de la cortina.
David asomó la cabeza por un lateral de la cortina y vio a Sarah, aún con el pijama y el pelo rizado heredado de él tapándole la mitad de la cara.
- Dime, cielo.
- Tengo hambre. – dijo la pequeña mirándole con ojos tristes.
David suspiró, pero sonrió a su vez.
- De acuerdo, ahora mismo voy. Ve al salón a ver la tele mientras.
La niña obedeció y salió corriendo por el pasillo, olvidándose de cerrar la puerta.
David volvió dentro de la bañera y le dio un suave beso a Jane.
- Tal vez otro día. – dijo ella, decepcionada.
- Deberíamos buscar una canguro e irnos a cenar. – añadió él, mientras se ataba una toalla alrededor de la cintura, y con la otra se secaba el cuerpo y la cabeza. Luego ayudó a Jane a salir de la ducha.
- Me parece bien. Hace mucho que no salimos a cenar solos.
- Más vale que me dé prisa, o el bebé no nos dejará. Ya casi no me deja ni abrazarte. – dijo con ironía, pero cargada de verdades.
Luego salió del baño y se dirigió hacia la cocina.
- ¿Estás celoso del bebé? – exclamó Jane desde el baño, mientras él se alejaba. – No me lo puedo creer, David Miur. Tener celos de tu propio hijo.
David sonrió, pero no respondió porque había parte de razón en sus palabras.
***
- Así que… - empezó Simon con voz tranquila. - ¿Estás saliendo con mi hija?
No fue una pregunta, sino más bien una simple afirmación, un comentario irónico para mantener la atmósfera del salón aún más cargada de lo habitual.
Él estaba sentado sobre uno de los dos sofás del amplio salón, mirando fijamente al joven sentado en el otro de en frente. Era consciente de que estaba nervioso, y Simon decidió aprovechar esa desventaja.
El joven no respondió a la pregunta, no lo vio necesario. Estaba con la vista fija en sus zapatos y en la alfombra que cubría el suelo de la estancia.
- ¿Cuántos años tienes? – preguntó de nuevo Simon, tras un largo silencio.
- Papá, por favor. – se quejó Anna, la cual estaba de pie tras el sillón donde se encontraba el joven. - ¿No ves lo absurdo que es todo esto?
El joven levantó la cabeza y miró a Anna, mientras negaba suavemente.
- Da igual, no me importa. – luego volvió a mirar a Simon, y contestó sin atreverse a mirarle directamente a los ojos durante mucho rato: - Veintidós.
Simon asintió lentamente.
- Veintidós. – repitió. – Eres dos años mayor que Anna.
- Un año y tres meses, papá. – respondió Anna de forma cortante. – Tú eres seis años mayor que mamá, no seas hipócrita.
- No vayas por ahí, Anna –dijo Simon, algo molesto. – Sabes de sobra que no es lo mismo. – luego volvió a mirar al joven y preguntó: - ¿Piensas aprovecharte de ella?
El joven aludido frunció el ceño dada la pregunta, y abrió la boca para contestar, pero Anne le interrumpió.
- No respondas, Will. Esto es una estupidez.
- Muy bien, pues no dejo que os marchéis. – dijo Simon. – Os dejaré ir cuando yo lo considere oportuno, que para eso esta es mi casa y ella, mi hija. ¿Te enteras, Will?
El pobre Will no pudo más que asentir nerviosamente y tragar saliva. Anna suspiró y se sentó en el brazo del sofá junto al joven rubio.
- ¿Y sigues estudiando arte? – preguntó Simon, el cual se acomodó en el sofá, dando a entender que ese clandestino interrogatorio se iba a alargar indebidamente.
- Sí, señor. – respondió Will, asintiendo suavemente, y en un hilo de voz.
Simon se rio y se irguió en el asiento.
- ¿Señor? – dijo con una sonrisa. - ¿Desde cuándo me llamas señor?
Will no estaba muy seguro de qué responder a eso, así que agradeció enormemente la interrupción de la puerta principal al cerrarse. Los tres se volvieron para ver quién acababa de entrar. Simon supuso que sería Anne, que había ido a la compra, por eso le sorprendió enormemente ver a su hijo en la puerta de la entrada.
- ¿Jake? ¿Qué haces aquí? – preguntó Simon.
- Anna me ha pedido ayuda. En el mensaje ponía: “SOS. Papá entrando en la menopausia”. – contestó Jake mientras dejaba las llaves sobre la mesa y se acercaba al grupo. – Lo consideré una situación grave, así que creí que lo más conveniente sería venir a ayudar.
Simon puso los ojos en blanco y negó con la cabeza.
- Creo que tenemos que hablar, papá. – continuó Jake, sentándose en la mesita de café, justo enfrente de donde estaba su padre. Luego giró la cabeza y miró a la pareja del otro sofá. – Anna, Will, iros ahora que podéis.
Anne instantáneamente se puso en pie, sin intención de dejar pasar esa oportunidad de escapar de la cadena paterna. Cogió del brazo a Will y se lo llevó hacia la salida.
- No, no. – exclamó Simon. – No salgáis por esa puerta, aún no he terminado.
Anne ni se giró, pero Will, al cual le imponía bastante el señor Logan, sí hizo ademán de volverse, obediente. Jake negó con la cabeza y le dijo en voz baja: “Ni caso, marchaos.” Luego puso las manos en los hombros de su padre y le dijo:
- Papá, ¿qué haces?
- ¿Cómo que qué hago? – exclamó Simon. – Se ha ido con él, y tiene dos años más que ella.
- ¿Y qué?
- ¡Ella es una niña! – continuó él.
Jake calló unos segundos y suspiró.
- No sé cómo decirte esto, papá. Pero Anna ya no es una niña. Tiene veinte años. Tienes que dejarla más libertad.
Simon pareció calmarse y comprender la situación, pero solo duró unos breves instantes. De nuevo, volvió a erguirse y miró fijamente a su hijo.
- Tú lo sabías, ¿verdad que sí? – le acusó con el dedo. – Lo sabías y no me dijiste nada. – el silencio de Jake le dio a entender a Simon la afirmación de su respuesta. – Me has traicionado, Jacob. ¿Desde cuándo salen juntos?
Jake desvió la mirada, dispuesto a callar sobre ese tema tan personal de su hermana. Pero la mirada intensa de Simon se clavaba en su cara, y sentía que casi le quemaba la piel, así que a regañadientes, decidió responder:
- Desde la cena de Acción de Gracias. – notó como su padre volvía a enfadarse, así que antes de que dijera nada, añadió: - ¿Pero no te alegra saber que sale con Will, y no con cualquier otro desconocido?
Simon pareció pensarse la respuesta, pero respondió con un tajante “no” cargado de antipatía.
- Conoces a Will desde que nació, sabes cómo es él, y cómo lo son sus padres. No me niegues que no prefieres esto a que fuera cualquier desconocido de la universidad.
Esta vez, sí que no contestó. Admitió para sí mismo que había sido un golpe de suerte por su parte.
- Voy a llamar a su padre. – dijo Simon, más tranquilo y levantándose del sofá. – Seguro que lo sabe, y aunque no lo sepa, quiero advertirle de que como Will se sobrepase con Anna, tendré que ir a su casa.
- ¿Y después? – preguntó Jake, divertido por las constantes amenazas que lanzaba su padre a lo largo del día y de las cuales no solía cumplir ninguna.
- Después tendré que devolverle el puñetazo que le debo desde hace años.
NOTA escribió:Tras ser sometido a una votacion en el consejo del rol (con Patri xD) he decidido cambiarle el nombre a la hija de Simon por Anna, para distinguirla de la novia (Anne)
- Will:
- Nombre: William
Segundo Nombre: Pierre
Apellido: Redfield
Edad: 22 (28 de noviembre de 2017)
Trabajo: Estudiante de bellas artes .
Foto:- Spoiler:
Si os estáis preguntando por qué parece mayor de 22 años, es que es maduro para su edad...el actor tiene 27, lo admito, perdon...
Descripción: De casi dos metros de altura, tiene el pelo rubio oscuro y los ojos verdes de su padre. Heredando también la personalidad de sus progenitores, tiene una vena extravagante y bondadosa, pero enmascarada por la tremenda timidez que le asola con gente fuera de su círculo de amistades y familiares. Es reservado, callado e introvertido incluso con su familia.
Curiosidad: Él es el único que ha heredado la facultad de su padre de abstraerse del mundo que le rodea a través de la pintura, y de su madre, mediante la música
Actor: Armie Hammer
***
Seis empresas habían sufrido un crecimiento anómalo en las últimas semanas en el estado de Nueva York. David golpeó la mesa con las yemas de los dedos, pensativamente. Era imposible que todas ellas tuvieran relación con la empresa que buscaba. Intentó hacer una selección de las más sospechosas o las que su repentina alza fuera la menos creíble.
Dada a dificultad, decidió que lo mejor sería apuntar los nombres y direcciones de las empresas e ir a visitarlas él mismo.
Justo cuando había terminado su búsqueda y se disponía a levantarse, se encontró con Rose.
- Buenos días, Doctor.
- Hola, Rose. – contestó él.
- ¿Alguna novedad? - ella sonrió ligeramente.
David le mostró el papel donde había anotado.
- He encontrado empresas sospechosas. Iba a ir a verlas.
- Oh, te acompaño.
David se quedó mirándola.
- ¿Para qué? – entrecerró los ojos.
- Somos compañeros y Keith me insiste en que esté contigo.
David no contestó, pero suspiró y continuó caminando hacia el ascensor.
Rose le siguió hasta la puerta del ascensor y le paró.
- ¿Eso es un sí?
- Eso es un “qué remedio”. –contestó sin mirarla.
- De acuerdo, te espero en el parquin - dicho esto se alejó y bajó por las escaleras.
David frunció el ceño y entró en el ascensor.
Cuando llegó al garaje del edificio, Rose aún no había llegado. Así que se metió en el coche y esperó a su llegada para arrancar.
Rose llegó al poco, respirando con dificultad del ejercicio, y se metió en el asiento del copiloto, jadeando.
- Hoy voy contigo, te concedo el honor de llevarme en coche.
- Me siento halagado. – respondió él con ironía, a la vez que arrancaba el coche.
***
Aidan entró a la sala de descanso en busca de algo con lo que calmar su sed, y se encontró con el nuevo.
-¿David, verdad? Aidan Van Hepburn-se presentó, ofreciéndole la mano.
David le estrechó la mano y sonrió.
- Encantado.
-¿Inglés?
David volvió a sonreír.
- ¿Tanto se nota?
-Bastante.-asintió-Yo me crie en Italia, pero no se me nota...o eso creo.
- Lo cierto es que no. – respondió David, negando con la cabeza.
-¿De qué parte de Inglaterra eres?-le preguntó, intentando crear un ambiente ameno.
- De las Islas del Canal, pero me crie en Londres. – respondió este, cogiendo dos tazas de la encimera. - ¿Café? – le ofreció a Aidan.
-Sí, por favor.-le respondió.
David preparó la máquina y pulsó el botón para accionarla.
- ¿Y qué hay de ti? ¿Llevas muchos años dedicándote a esto?
-Unos pocos, lo llevo en la sangre. Es una especie de profesión familiar. ¿Tú?
- Unos cuantos, tampoco llevo la cuenta. – respondió David.
Aidan aceptó la taza de café que le ofreció su nuevo compañero una vez se hubo hecho, y bebió un trago.
-¿Y siempre has trabajado en Inglaterra antes de esto?
David dio un trago también a su café, y a continuación asintió.
***
Rose entró en el despacho de Keith, sigilosamente. Abrió el cajón que ella sabía que tendría el expediente de David y rebuscó hasta encontrarlo. Se lo escondió en la espalda y volvió a salir.
Cuando llegó a casa se encerró en su habitación y empezó a leer. Quería saber todo lo posible sobre él. Al principio todo eran detalles irrelevantes: nombre, apellidos, procedencia, estatura, estado civil, etc. Las cosas aburridas de siempre. Pero a medida que iba leyendo el expediente se iba volviendo más y más interesante. - Resulta que ocultas más de lo que pensaba… - dijo en voz alta para sí misma.
Según el informe tenía una especie de poderes sobrehumanos: tenía los sentidos más evolucionados y podía leer la mente. Se imaginó un Superman pero rancio y sin humor.
Se quedó un momento pensando. Eso explicaría muchas cosas, como cómo supo que era lesbiana sin siquiera conocerla, como supo predecir sus movimientos al luchar y todas las cosas raras que hacía.
Tenía que hablar con él, ya que iban a estar juntos en esto quería saberlo todo. Y sobre todo no tenía ganas de que le estuviese leyendo la mente todo el rato, de eso tendría que hablar seguro.
***
Rose aparcó el coche en el principio de la calle y salió, sintiéndose nerviosa pero también emocionada por lo que sabía. Buscó la casa de Dave y picó a la puerta.
***
Aquí inauguro una nueva sección llamada
"Miriam's music recommendation of the month" (version alfa)
Es más o menos lo que tenía pensado hacer en la T5 del normal
Este mes: Sarah Smiles, de Panic! at the Disco (ESCUCHAR)
"Miriam's music recommendation of the month" (version alfa)
Es más o menos lo que tenía pensado hacer en la T5 del normal
Este mes: Sarah Smiles, de Panic! at the Disco (ESCUCHAR)
En casa de David todo el mundo conocía esa canción. Hasta el primer día que Dave se la cantó a Sarah, Jane no la había escuchado. Pero tan pronto e inesperadamente como llegó a su familia, se convirtió en una rutina cantarla alguna vez al día.
David se la cantaba a Sarah cuando le hacía el desayuno, la cena o la bañaba. Sarah tarareaba, incluso llegó a aprenderse parte de la canción.
I was fine, just a guy living on my own
Waiting for the sky to fall
Then you called and changed it all, doll
Velvet lips and the eyes to pull me in
We both know you'd already win
A pesar de haberse convertido en una tradición familiar, prácticamente, a Jane no le hizo gracia la primera vez que escuchó a David cantarla.
- “Me engañaste una vez con los ojos, cariño”. ¿Estás cantando a la niña una canción de una arpía? – le había regañado Jane.
- Es una canción sarcástica. Y le divierte que diga su nombre. – había respondido él. – Aún le quedan muchos años hasta que empiece a preguntarse por el significado de la canción. Preocúpate entonces, cielo.
Y había continuado cantando:
You fooled me once with your eyes now, honey
You fooled me twice with your lies and I say
Sarah smiles like Sarah doesn't care
She lives in a world so unaware
Does she know that my destiny lies with her?
Sarah, Sarah, Sarah, Sarah. Oh, Sarah. Sarah
Aquella tarde, Jane había prometido a su hija estrenar el horno de la nueva casa hacienda una bandeja de galletas de chocolate. David, hijo de cocineros, supervisaba la preparación de la masa, mientras, cómo no, le cantaba a su hija esa canción que tanto le gustaba, mientras ella reía y repetía algunos compases con él.
- Ha vuelto a llamar tu madre. – dijo Jane aprovechando un descanso de la canción, aunque Sarah continuara tarareándola.
- ¿Si? ¿Para qué era esta vez? – preguntó David sin darle mayor importancia.
- Para lo de siempre, ¿qué si no? – suspiró Jane. – Quiere estar segura de que el niño nace sano. Como si en este país no hubiera ningún hospital.
- Yo la entiendo. – rio David. – Es la primera vez que nos vamos tan lejos. Recuerda mis palabras. – dijo a continuación, señalándola con una cuchara de madera. – Cuando venga para el parto, se quedará durante semanas, puede que meses.
- Eso ya me lo esperaba yo. Es propio de tu madre.
Entonces llamaron al timbre. Mercury se levantó de la posición estratégica que se había buscado, justo debajo del mostrador donde se preparaba la masa; corrió hacia la entrada y comenzó a ladrar. Sarah corrió detrás de él, entusiasmada por la llegada de algún visitante. Jane fue tras ellos para abrir la puerta, cediéndole el turno a David en la preparación de las galletas.
***
Se escucharon unos fuertes ladridos al otro lado de la puerta, que continuaron hasta que alguien abrió la puerta. Lo primero que apareció tras esta fue una pequeña cabeza, cubierta por unos rizos dorados, y el hocico húmedo de un perro. Luego, la puerta se abrió del todo y apareció una mujer, que retuvo a la niña para impedir que saltara de cabeza a la calle.
- Hola. – saludó a Rose, al reparar en ella.
Ella se puso un poco nerviosa, en su mente se había imaginado que abriría Dave y estaría solo en casa. Idiota.
- Buenos días, señora Miur - dijo un poco nerviosa.
- Buenos días. – respondió ella. Luego se dirigió a su hija y le dijo: - Vuelve a la cocina, Sarah.
- Eh... mi nombre es Rose Sawyer, trabajo con su marido.
- Ah, claro. Sí. Rose. – asintió ella con una educada sonrisa. – Buscas a David, supongo.
Rose asintió.
- Espero no estar interrumpiendo nada.
- Oh, no te preocupes. – negó Jane, invitándola a entrar con un gesto. Cuando cerró la puerta, alzó la voz y dijo: - ¡Dave, ven un momento!
Rose se quedó de pie esperando, un poco más nerviosa que antes.
David apareció por el arco que comunicaba con la cocina, frotándose las manos para quitarse los restos de harina. Cuando vio a Rose en el recibidor se le borró la sonrisa y su rostro se endureció.
- ¿Qué haces aquí? – le preguntó, confuso a la vez que algo molesto.
- Os dejo que habléis. Un placer, Rose. – dijo Jane, y se fue por el mismo arco por el que había entrado David segundos antes.
Ella se tragó todo el miedo y esbozó una sonrisa.
- ¿Qué maneras son esas de saludar a una compañera?
- Ya me dirás tú, si vienes a mi casa sin avisar en lugar de llamarme por teléfono. ¿Qué quieres? – respondió él, a su vez.
- No me cogías el teléfono, supongo que no estabais. Necesito hablar contigo, en privado.
- Tal vez porque no tengo que seguir trabajando una vez esté en casa. – dicho eso, cerró la puerta que comunicaba con la cocina, y añadió: - ¿Y bien? ¿Qué es tan importante como para venir hasta aquí?
No sabe muy bien como abordar el asunto así que se lo dice directamente.
- Conozco tu secreto.
David frunció levemente el ceño, confundido.
- ¿Secreto?
Rose se señaló la frente con el dedo índice, sonriendo.
David negó lentamente, fingiendo no comprender, con el ceño fruncido.
- Estoy segura de que sabes de lo que te hablo, piensa un poco. O tal vez prefieres que lo piense yo.
David empalideció ligeramente. Había supuesto que se trataba de otra cosa, pero se equivocaba. Si Rose lo había averiguado, cualquiera podría también, y todo se iría a la mierda.
- ¿A qué has venido, Rose? – dijo, cruzándose de brazos.
- A decirte que he descubierto tu secreto y que puedes dejar de ser tan misterioso conmigo.
David la agarró del antebrazo y la llevó hacia el salón, donde pudo permitirse alzar la voz.
- ¿Tu quién coño te crees que eres? Vienes a mi casa porque te da la gana, y encima me vienes con esas. ¿Que deje de ser tan misterioso? Tengo derecho a una privacidad, y no tengo que contarte todo lo que me pase en la vida. Estás muy equivocada. ¿O es que tú me has contado que babeas detrás de Ruth, acaso? ¿Me inmiscuyo yo en tu vida privada?
Rose le miró un poco asustada, y se puso roja por el comentario sobre Ruth.
- No es tu vida privada, es algo importante que influye en tu trabajo. Soy tu compañera te guste o no, hay cosas que debo saber.
- Te equivocas. Debes saber lo que yo considere que debes saber. Lo demás es privado.
- No, tu habilidad puede determinar muchas cosas, Dave. Deberías aprovecharla.
- Que debería aprovecharla… - repitió David. Luego suspiró. – Se llama telepatía y no es tan bueno como crees. – se detuvo y desvió la mirada. Finalmente, negó suavemente con la cabeza y volvió a mirar a Rose. - ¿Sabes qué hago aquí? ¿Por qué tuve que dejar Gran Bretaña? Pues verás, hace años, decidí contarle mi “habilidad” – dijo con un tono irónico. – a mi compañero. Un tiempo después, un grupo de terroristas anti-democráticos a los que intentábamos detener, le secuestró. Y el muy cobarde se lo contó todo. Ahora no solamente me buscan a mí, sino que amenazan a mi mujer y a mis hijos. ¿Y todo esto gracias a qué? – hizo una pausa y miró fijamente a Rose. – A leer las jodidas mentes.
Le mira sorprendida.
- Lo siento, eso no lo sabía.
- Claro que no, no tenías por qué saberlo. – respondió él, molesto.
David suspiró y se frotó la frente. De pronto, la puerta de la cocina se abrió y Jane salió por ella.
- ¿Va todo bien? – preguntó con una tímida sonrisa. – Siento molestar.
- No te preocupes, no pasa nada. – respondió David, intentando suavizar su rostro.
Jane se acercó a ellos y se colocó junto a su marido. Luego miró a Rose y le preguntó:
- Íbamos a tomar el té. ¿Quieres que te prepare una taza?
Rose no supo muy bien cómo reaccionar así que se limitó a asentir.
- Perfecto. – sonrió Jane, y volvió de nuevo a la cocina.
Dave esperó a que Jane hubo entrado en la cocina para volver a dirigirse a Rose en el mismo tono seco de antes:
- ¿Cómo te has enterado?
- Tengo mis recursos.
Él negó con la cabeza y apretó la mandíbula.
- ¿Cómo te has enterado? – insistió él.
- Mirando tu expediente.
- En mi expediente no aparece escrito que lea la mente. – dijo él, frunciendo el ceño. - ¿O sí?
- En el oficial no.
- ¿Entonces?
- Keith tiene su propio archivo secreto, no sabe que yo lo sé.
David resopló y se rascó la barbilla, molesto.
- Qué bien. – respondió, sarcásticamente.
- Lo hace para poder ayudarnos en caso de necesidad, no por querer privarnos de algo.
Dave no respondió, se limitó a deambular por la habitación de forma pensativa. En ese momento, la puerta volvió a abrirse y salió Jane de nuevo con dos tazas de té, una se la tendió a Rose y la otra a su marido.
Salió también Sarah y corrió a sentarse en el sillón del salón, donde empezó a darle pequeños mordiscos a una gran galleta de chocolate, con un brillo satisfecho en la mirada.
Jane señaló el conjunto de sillones y le preguntó a Rose:
- ¿Te sientas con nosotros?
Rose asintió, porque tampoco hubiese sabido como decir que no, y se sentó en uno de los sillones, en silencio.
David no se sentó, sino que se apoyó sobre el brazo del sillón donde Sarah daba diminutos mordiscos a la galleta. Jane, por el contrario, se sentó frente a Rose y colocó su taza sobre la mesita de café.
- ¿Eres de Nueva York, Rose? - preguntó.
Rose negó con la cabeza.
- Soy de Texas.
- Entiendo. – Jane asintió lentamente. - ¿Llevas mucho tiempo viviendo aquí? – luego le mostró el plato con galletas y añadió: - ¿Quieres una galleta? Las ha hecho Sarah.
- Llevo un tiempo ya - cogió una con timidez y sonrió al probarla.
Jane asintió de nuevo y bebió de su taza. Volvió a dirigirse a Rose, y esta vez le preguntó, bromeando:
- Y cuéntame, ¿qué tal está David en el trabajo? – le miró de reojo, pero éste ni contestó ni se dio por aludido, sino que continuó jugueteando con uno de los rizos de Sarah. – No se le da muy bien lo de trabajar en equipo.
Rose sonrió y se termió la galleta.
- Hace lo que puede. Estoy segura de que cada día le pondrá más ganas. Ha sido un placer conocerles, pero tengo que irme.
- ¿De veras? Algún día tendrás que pasarte con más tiempo. – dijo Jane.
Rose sonrío y asintió.
- Será un placer.
David se levantó para acompañar a Rose hacia la puerta. Una vez salieron del salón y tuvieron más intimidad, David dijo:
- Supongo que no hará falta decir que no le puedes hablar de esto a nadie, ¿verdad?
- ¿Crees que soy idiota? Claro que no se lo diré a nadie.
- Bien. – añadió él, y asintió brevemente.
- Sé que te costará, pero me gustaría que confiases en mi. Si vamos a ser compañeros esta relación tiene que mejorar.
- Tendrás que ganarte mi confianza. Y esto no ha sido un voto a tu favor, desde luego.
- He leido las fichas de todos los de la ICD, no eres especial por ello.
David ladeó la cabeza.
- Entonces eres tú la que no confía en los demás.
- Puedes leer mi ficha si quieres, me da igual. - ella se concogió de hombros.
- Rose, ¿de verdad crees que necesito leer tu ficha? – esbozó una media sonrisa.
Ella también sonrió.
- No - entonces borró la sonrisa y le señaló con el dedo índice. - Aunque eso de leerme la mente se ha acabado.
David por su parte no borró la sonrisa.
- Eso deberás ganártelo. Tal vez cuando dejes de leer mis informes y de presentarte en mi casa sin avisar, me plantee lo de confiar en ti.
Ella volvió a sonreír.
- De acuerdo. Pero me debes un helado.
- No. – respondió él, mientras abría la puerta de la calle. – Todavía no.
- Me gusta sobretodo de chocolate. Aunque dejaré que me sorprendas. - Salió por la puerta.
- Que no te voy a invitar a un helado. No hemos llegado a ese nivel de confianza. – insistió él.
- Con virutas de chocolate por encima.
David no respondió, pero sonrió mientras negaba con la cabeza. Murmuró un “hasta luego” y cerró la puerta.
***
- ¿Qué es lo que tramas con Rose? – preguntó Jane desde el dormitorio.
Ella estaba ya arropada en la cama, mientras sostenía un libro de papel entre las manos.
David terminó de ponerse el pijama, suspiró y se sentó en la cama junto a ella.
- Sabe lo de… - dijo, mientras se tocaba la frente.
Jane bajó el libro y se enderezó.
- ¿Cómo?
Dave se encogió de hombros y ladeó la cabeza.
- Al parecer está escrito en unos informes y ella los leyó. – Jane suspiró y volvió a apoyarse sobre la cabecera de la cama. – Pero creo que podemos confiar en ella.
Se metió bajos las sábanas y se acurrucó junto a ella. Se hizo el silencio en la habitación, únicamente interrumpido por las respiraciones de ambos y los ronquidos de Mercury, quien dormía a los pies de la cama.
Al cabo del rato, Jane volvió a bajar el libro y preguntó:
- ¿Debería ponerme celosa?
Él, ya medio adormecido, se puso boca arriba para mirarla. Frunció el ceño y preguntó:
- Creo que no. ¿Por qué?
- Bueno, no me habías dicho que es una rubia explosiva.
David sonrió y volvió a tumbarse de lado, ignorando el tema.
- Te estoy hablando en serio, David. – insistió ella, aunque sonriendo. – Parece una modelo. Y a los hombres… Se os suele ir la vista.
- Eso me ofende. – respondió, aunque sin ningún ápice de sentirse ofendido.
Jane cerró el libro y se tumbó junto a él.
- Si alguna vez dejo de gustarte, ¿te acostarías con ella? – insistió Jane, en susurros.
David no respondió. Estiró el cuello para acercar la cara a la suya y darla un breve beso. Luego volvió a tumbarse y añadió:
- Tendré que buscarme a alguien para estos meses en los que el bebé puede verlo todo... – esbozó una sonrisa provocadora.
- Si fueras madre lo entenderías.
- No soy madre, no. Pero soy padre, gracias por excluirme del núcleo familiar.
- Luego prometo compensártelo. En serio. – susurró ella.
- Pienso grabarte para que no se te olvide, Jane. - cerró los ojos y dio por concluida la conversación.
Re: ÚLTIMA ESPERANZA (Temporada 2)
Voy a empezar a poner titulos XD
Well well well... welcome again my dears to this wonderfull world we call drugs,
El perro ladraba, su mujer correteaba arriba y abajo probándose vestidos y sus otros dos hijos parecían estar haciendo una representación de las antiguas justas medievales en el salón, pero en vez de lanzas con espadas láser.
Kyle estaba sentado en su sillón de cuero marrón oscuro, vestido con uno de sus mejores trajes y pensando que solo le faltaba un vaso con whisky con dos cubitos de hielo en una mano y un puro en la otra para parecer Al Capone.
-Cariño vamos a llegar tarde-dijo finalmente Kyle empezando a perder la paciencia.
Pero nadie le contesto, el grito de dolor de su hijo menor cuando su hermana lo estibo la espada contra el brazo no contaba como una contestación, así que con resignación, dejo su puro y vaso de whisky imaginarios en la mesita y subió las escaleras hasta el dormitorio.
Su mujer se encontraba delante del espejo, peleándose para cerrarse la cremallera del vestido negro, el que se cerraba por la espalda y que tanto le gustaba.
-Déjame a mí-dijo Kyle con una sonrisa mientras caminaba a paso lento hacia ella.
La señora Greenwood bajo los brazos y dejo que su marido la ayudase. Una vez subida la cremallera, Kyle le aparto la cabellera rubia de los hombres y, antes de que ella pudiese girarse hacia él, le beso el cuello justo donde tenía las cicatrices.
-Esta preciosa.
-Tu tampoco estas nada mal- dijo ella burlona mientras le arreglaba la corbata-Va a estar bien ¿verdad?
-¿Quien, Daniel?
Ella asintió y Kyle le acaricio el cabello.
-Claro, lo lleva en la sangre y además es duro de roer, como su madre.
-Pero también es muy como tú-replico ella.
-¿Qué quieres decir con esto?-Pregunto Kyle separándose un poco y frunciendo el entrecejo.
-Bueno, ya sabes, es dulce y sensible…Mira, por ejemplo, recuerdas esa Halloween, cuando los niños tenían 9 y 7 años respectivamente y tú te disfrazaste para asustarlos?
Kyle empezó a reír y su mujer le tuvo que propinar un puñetazo en el hombro para que parara.
-Sí, Dan hecho un grito y empezó a llorar, en cambio la peque cogió una de las ramas del suelo y empezó a perseguirme con ella. Oh dios, que recuerdos.
-¿Ves a lo que me refiero?-concluyo su mujer, satisfecha de haber podido mostrar su punto sin que su esposo se enfadara.
-Sí, pero eso fue antes de lo de Adam, fue muy duro para Daniel, lo sabes, ha sido diferente en ese aspecto desde entonces, pero basta ya de hablar del tema, tenemos que irnos o nos perderemos la graduación de nuestro propio hijo.
Ella asintió, dio un suave beso en los labios a su marido y ambos salieron de la estancia. Abajo su hija mayor, que en cierto modo siempre había sido muy parecida a su madre, tanto física como psicológicamente, pisaba el brazo de su hermano menor para que este no pudiese alcanzar su la espada Jedi, que había quedado arrinconada en un rincón.
Kyle que se emocionó en ver la escena, pego un brinco, que luego lamento ya que le empezó a doler la espalda, y recogió la espada del suelo , la cual uso para apuntar a sus hijos, luego extendió la mano hacia su hijo menor y grito “Luke, yo soy tu padre!”.
-¡PAPA!- replicaron tanto Luke, que era una versión de Daniel aun en la edad del pavo, como su hermana.
Kyle sonrió y devolvió la espada a Luke y finalmente, después de que la señora Greenwood dejara claras las indicaciones para el cuidado de la casa y la normativa de la prohibición de fiestas esa noche que pasarían fuera, se fueron.
Dentro de una hora su hijo recogería la placa que lo acreditaría como futuro agente de la ICD.
El orgullo, la emoción, pero también el terror, que sentían en ese momento hacía que se vieran obligados a contener las lágrimas.
-Cariño…-dijo la voz entrecortada de su esposa.
Él le sonrió y le cogió la mano con fuerza para después besársela con afecto.
Luego su mujer se apartó un segundo, para comprobar si veía a su hijo y Kyle Greenwood se topó con un viejo amigo.
-¿Roger?-dijo con sorpresa.
Este se giró cuando reconoció la voz que llamaba por su nombre, y buscó con la mirada a su ex compañero, encontrándolo rápidamente entra la multitud. El aspecto de Roger seguía siendo el mismo, e incluso su pose, firme y dominante, había mejorado con la edad.
-¿Kyle?-el moreno llegó a su altura, y se estrecharon en un abrazo dándose sendas palmaditas en la espalda.- ¿Qué haces aquí?
-Mi hijo se gradúa hoy, ¿te acuerdas de Daniel?
-¿En serio? Claro que me acuerdo. Tu hijo mayor.-Roger se sorprendió y sonrió ampliamente.-Yo he venido por lo mismo, Meggan será una agente también.
-Lo siento, Roger...-luego sonrió y le puso una mano en el hombro- A mí ya me preocupa uno haciéndose el héroe , pero tú con dos…
Roger asintió.
-Hice todo lo que puede para que se dedicara a otro cosa. Imagino que tú también.
-De todo, pero nada, supongo que es culpa mía, de pequeño le contaba historias de todo lo que hacíamos, sólo lo bueno, claro, aunque no entiendo como conociendo la historia…
Roger le dirigió una mirada comprensiva, y cambió de tema.
-¿Qué estás haciendo ahora? ¿Disfrutar de tus últimos días o qué?-bromeó.
-Disfrutando de mi preciosa mujer una hora al día.-dijo con una sonrisa mientras la buscaba un poco con la mirada.-Y las otras 23 horas, controlando a otro hijo rebelde y a una hija aún peor, ya sabes...
Roger rió ante sus palabras.
-Te compadezco. ¿Seguís viviendo en NY?-le preguntó luego.
-No, ahora vivimos en las afueras, como sabes, aun tiempo después de que Dan naciera, decidimos ir a vivir juntos, y nos quedamos en NY, pero cuando vino la pequeña nos fuimos a las afueras, ¿y tú que tal por Italia?
-Tan bien y tan tranquilo como siempre.-le respondió.-Pero nos estamos planteando la posibilidad de mudarnos de vuelta si Megg elige una División aquí, Aidan y Annabelle ya viven en NY, y la señora Van Hepburn-dijo bromista-Sufre mucho al tener a nuestros hijos tan lejos. Y yo también.-reconoció sin ninguna vergüenza, pero había omitido hablar de su otro hijo aposta, como hacía desde casi un año ya.
-Comprendo. Y ahora que lo pienso Roger, ¿crees que Dan y Meggan se han reconocido?
-No lo sé, ella no me ha comentado nada. Eran muy pequeños la última vez que se vieron. Y hablando de la reina de Roma.-dijo cuándo Megg apareció a su lado y lo agarró del brazo.-¿Meggan, te acuerdas del señor Greenwood? Es un viejo amigo.
¿Señor Greenwood? La mente de Megg empezó a repetir el apellido como si su cabeza tuviera eco.
-No, lo siento. Perdóneme, de todas formas es un placer señor Greenwood.-le dijo con una sonrisa al tiempo que le daba un educado beso en la mejilla.
-¡Vaya!-exclamó Kyle con una gran sonrisa-La última vez que te vi, Dan y tú corríais como locos uno detrás del otro, y mírate ahora.
La boca de Megg se abrió como un buzón, ¿qué había dicho? ¿La última vez? ¿Dan? ¿Correr? ¿Correr detrás del otro como locos?
-¿Daniel Greenwood, es su hijo?-le preguntó, pero se sintió tonta, solo había un Daniel que se apellidara Greenwood en la academia.
Kyle sonrió y miró a Roger, él cual observaba a su hija en busca de si ese nombre le había producido alguna reacción que no quisiera ver.
-El mismo, mirad, por ahí viene.-dijo Kyle señalando al chico que caminaba hacia ellos.
Megg intentó escabullirse, pero tener agarrado el brazo de Roger se lo impidió, y eso produjo un movimiento raro que hizo que chocara hombro con hombro contra su padre.
-Esto va a ser interesante.-murmuró sin que nadie la pudiera oír, sentía las mejillas rojas sin saber porqué.
Y en ese momento la deslumbrante e inocente sonrisa que Dan había estado mostrando de camino allí, se apagó de golpe cuando llegó al lado de su padre y vio que esa chica de pelo castaño que había visto de espaldas mientras caminaba hacia allí, esa chica que le había hecho pasar por la cabeza un "Tiene un culo tan perfecto como el de Megg" era Megg.
-Hola, papá...
-Daniel, este es Roger, un amigo y antiguo compañero de trabajo. Meggan es su hija.
-Me alegro mucho de volver a verte, Dan-le dijo Roger dándole la mano y una afable palmadita en el hombro.
Y mientras Meggan seguía flipando, le vinieron a la memoria recuerdos difusos de su infancia, pero se acordó de un niño de ojos azules con el que jugó un par de veranos, haciendo castillos de arena, jugando en la plaza por las tardes. De repente se acordó hasta de su nombre, Dan, el niño, era Daniel, Dan, Dan Daniel, aquel Daniel. Alguien le debía estar gastando una broma pesada. No lo había recortado hasta ese instante.
-Un placer conocerle, señor.-dijo Dan educadamente, pero no podía quitar sus ojos de ella.
-Dan y yo nos llevamos muy bien-comentó Meggan rompiendo el silencioso incómodo que se había producido mientras le aguantaba la mirada-De hecho, luchamos por el primer puesto de la promoción con bastante limpieza, y al final yo le gané-apuntó con su encanto habitual haciendo que los ex agentes rieran, pero que Dan no lo hiciera al saber que sus palabras tenían una segunda lectura nada encantadora.
-Si me lo permitís voy a ir a la mesa a buscar un poco de agua, tengo la garganta seca, ¿queréis algo?
"Cagado" pensó Meggan, mientras se soltaba de su padre. Él y Kyle habían negado la oferta de Dan, y habían empezado a hablar animadamente. Así que Megg decidió huir también, mejor con Dan, que oyendo batallitas que la pudieran avergonzar como hija.
-Voy contigo.
Caminaron en silencio y al pasar al lado de una pared que hacía esquina Dan tiró de Megg para que ambos pudieran esconderse.
-¿Qué ha sido eso, Meggan?
-Unos de los minutos más raros de mi vida, eso ha sido. Estoy tan flipada como tú-se defendió ella.-No sabía nada de esto, no te recordaba, supongo que de pequeño eras tan molesto como ahora, y mi cerebro eliminó la información-bromeó, pero sin sonreír para jorobarlo.
-Un momento, ¿de pequeño?
En ese momento un débil y fugaz recuerdo estallo en el cerebro de Dan y una foto de él en la playa con una niña a su lado apareció lentamente mientras en ésta se formaba la letra de su madre detrás de la fotografía. Eso le dio la pista que necesitaba " Meggan y Dan, Italia, 5 años"
-Pues eso, que al parecer ya nos conocíamos de antes-le respondió, y lo miró atentamente pues desde la fuerte bronca en el ring no se habían dirigido la palabra-Fuiste dos veranos a mi casa.
-¿Me estás diciendo que la niña de la foto eres tú? No me jodas...
-No te jodo, lo intentamos un par de veces y nada. ¿Recuerdas?-sonrió por fin.
-Sí, me acuerdo, eres demasiado orgullosa para aceptar que sientes algo por mí...
Meggan ignoró eso.
-Bueno, ¿de qué foto hablabas?
-La foto que tengo desde pequeño, salgo yo y la que creía que fue…mi primer amor-murmuro en voz baja- ahora resulta que estaba equivocado, eras tú.
Meggan repasó sus palabras una por una, la mayoría de las veces Daniel la pillaba con la guardia tan baja que no sabía que pensar, y mucho menos que decir. Así que soltaba tonterías.
-¿Te hacías pajas con ella?-le preguntó fingiendo estar escandalizada, pero con una gran sonrisa ahora.
-¿Ves? Esto es lo que más odio de ti, tu incapacidad de hablar de sentimientos ¡Siempre sacas alguna cosa estúpida que decir para evitar enfrentarte a la realidad!
Tampoco sabía que cosa inteligente contestarle cuando se ponía en plan Hannibal Lecter a psicoanalizarla. Aunque él no se la había comido aún. Y lo había intentado. Pero ese era otro tema…
-No hablo de las cosas que ya he solucionado. ¡Igual el orgulloso eres tú al pensar que estoy loquita por tus huesos!
-Oh vamos, Meggan ¿En serio? No puedes afrontarlo ni un segundo, estoy loco por ti, te lo he repetido más veces que mi propio nombre, y no me cansaría nunca de decírtelo si no fuera porque tú, al parecer no sientes lo mismo aunque me niego a aceptarlo y aun mas ahora... En todo caso que quieres hacer ¿eh? ¿Quieres que volvamos allí cogiditos de la mano o cómo?
Meggan sintió una mezcla de sentimientos, pero no iba a dejar que le hablara así. Cogió una copa de agua de la bandeja de un camarero que pasaba, y se la lanzó a la cara.
-Tú no sé, yo volveré seca.-le dijo-Lo siento, soy una torpe.-agregó irónica, yéndose de su lado.
Pensó que quizás se había pasado un poco, pero le dio igual.
Dan pescó una copa de cava y caminó despacio hacia Meggan, cuando la tuvo cerca la llamó y cuando ella se giró con expresión de rabia le echó el cava en la cara.
Zas, en toda la boca. Empate.
Megg aguantó unos segundos con los ojos cerrados, luego los abrió, Dan la cogió por sorpresa y atrayéndola hacia él con las manos la besó en los labios unos salvajes instantes, se separó de ella, sonrió amablemente y le dijo:
-Mmmmm, ¿qué bueno que esta el cava, verdad?
Meggan hizo caso omiso a toda la gente que ahora los miraban, le sonrió a Daniel falsamente, y le dio una bofetada bastante sonora.
-Que sea la última vez que me besas.-le advirtió, girándose de nuevo-La próxima vez no será una bofetada.
-¡Te crees muy mujer al pegar a un hombre!-dijo sonriendo y se puso a correr hasta atraparla, se colocó enfrente suyo y le frenó el paso, haciéndola chocar contra su pecho.
Meggan lo empujó apartándolo.
-Vaffanculo!-le gritó en italiano-¡Qué te jodan!
Pero él no se rindió, y la cogió por el brazo girando con el movimiento hasta los árboles que tenían a la derecha.
-¿Aquí le parece bien?-le preguntó haciendo referencia al "que te jodan" anterior.-Es un buen lugar para joder.
Meggan lo miró por encima del hombro, aunque si alguien le preguntara no podría negar que todo aquello la había empezado a poner cachonda.
-No tienes lo que hay que tener para follar con una mujer como yo, Greenwood. Ya me lo has demostrado un par de veces.
-Lo siento, no estoy acostumbrado a las zorras sin corazón.
Si hubiera sido otro le habría estampado contra el suelo los dientes, pero era Dan. Y que le mostrara su carácter no le desagradó. Y en lugar de mostrarse ofendida, Meggan se empezó a reír a carcajada limpia. Le había molestado, pero eso había ocasionado que se cabreara. Para ofenderse hay que considerar a tu oponente como un igual, y en ese momento no era el caso. Su orgullo era una virtud y un defecto.
-Me pondría a tu altura, pero sería caer muy bajo. No quiero mancharme el vestido. Es muy caro.
Él sonrió y miro hacia abajo.
-¿Aquí? ¿Con toda esta gente qué nos puede ver? Siento decirte que no tienes los ovarios de ir más abajo.
A la mierda, lo deseaba. Hoy era el último día en el que se verían. Meggan sonrió con picardía, alargó la mano derecha y le apretó con fuerza la entrepierna.
-Te mueres porque esta zorra sin corazón vaya…más abajo...-suavizó el agarre y le paso la mano, acariciándole el bulto que había empezado a notarse.
Dan sonrió, la tenía en el bote, la conocía demasiado bien, si quería podría follársela allí mismo, pero ya no era eso lo único que quería, porque la quería a ella como a un objeto, no quería ser su follamigo, la quería a ella como persona, quería su corazón del mismo modo que ella tenía el suyo.
Pero sabía que debía avanzar un poco más la jugada así que la besó, haciendo que el cuerpo de ella rebotara contra el árbol con brusquedad.
Meggan rompió el beso, lo agarró girándose, y ahora fue él quien estaba atrapado contra el tronco del árbol.
-Eres un gilipollas...-murmuró.-Te odio.-ahora lo besó ella, mordiéndole el labio inferior sin importarle si le hacía daño o no.
-Te odio-le susurró él en la oreja mientras ella le mordía el cuello.-Odio tu sonrisa.
-Odio tu boca-le replicó ella sin poder dejar de besarlo con fiereza.
-Odio tu culo-y se lo agarró con fuerza.
-Y yo el tuyo-Megg le dio una nalgada e imitó su acción estrujándole las nalgas.
Y ese era el momento idóneo, si no lo hacía ahora, no lo haría nunca. La separó de su cuerpo con una mano y le mordió el labio.
-Odio quererte.
Y la alejó definitivamente pero no le apartó la mirada.
Meggan soltó un suspiro de fastidio al saber que se había acabado la diversión, se bajó el vestido a su posición original recuperando el decoro y lo alisó con su elegancia natural, arreglándose el pelo luego que estaba un poco pegajoso por el cava en las puntas onduladas.
-¿No puedes callarte? Nos lo podríamos haber pasado bien.
-Y nos lo pasaremos muy bien.-caminó hasta ella y le besó los labios.-Te lo prometo.
-Eres un acosador, Dan Daniel. Tu obsesión conmigo empieza a ser preocupante, sei un rompipalle.-termina la frase volviendo a expresarse en su otra lengua madre.
-Hace unos segundos te he visto bien dispuesta, ¿volvemos? Al final van a pensar que ha pasado algo entre nosotros.
-Me voy.-apuntó señalándose-Me sé el camino.-aprovechó su cercanía, y le dio un beso rápido, como el primero que le había dado en el bosque.-Aquí te quedas, idiota. No me sigas.
Dan la miró sonriente, él también se dio cuenta de que ese beso había sido igual al primero, y no sabía que había querido decirle con ello, pero ese pequeño contacto era mejor que todo lo ocurrido anteriormente.
Al final siguió su camino para volver a encontrársela un rato después, junto a sus padres con un aspecto impecable otra vez pero…oliendo a cava y besos.
Una vez la ceremonia hubo concluido Dan aguanto durante un buen rato un discurso de su padre sobre lo que significaba ser un agente de la ICD, sobre los peligros y la responsabilidad, el cual, gracias a dios, se vio interrumpido por una llamada que Dan agradeció de todo corazón.
-Papa, es el tío Alex, he de cogerlo-se disculpó Dan con una sonrisa- ¡Hola tío!
-Hola, Dan. - saludó la voz al otro lado de la línea. - Enhorabuena.
-Gracias por acordarte, y por salvarme de papa, ahora estaba dándome el famoso discurso de los peligros de la agencia- dijo Dan sacando la lengua a su padre que se había distraído mirando a su mujer y no prestaba atención a la conversación.
-Dan es normal que tu padre te repita eso, ¿o debo recordarte lo que paso?-se hizo un silencio y Alex supuso que Dan había entendido lo que le quería decir-Además, es un milagro que te dejaran entrar en la academia sin rechistar mucho.
-Lo sé, lo sé, en fin gracias por llamar, tengo que irme ya, ¿Le podrás decir a Willy que me llame? Fue un valiente al enfrentarse al señor Logan.
- De acuerdo, se lo diré. - contestó Alex con una sonrisa. - Muchas felicidades de nuevo, Dan. Espero que podamos vernos en Pascua.
-Por supuesto, papa dice Hola y que te llamara más tarde, bueno cuelgo ya que debo huir de alguien, ya te lo contare ¡gracias por llamar! Adiós.
Nicole Ryan miraba impaciente la puerta de salida mientras tatareaba la canción “Could It Be Another Change - The Samples”, mientras pensaba que si Emily la oía canturrear eso le volvería a recomendar que se tratara su obsesión enfermiza por esa película, rápidamente.
Nicole iba preparada para la situación, llevaba el colgante con el anillo bien visible y con sus manos sostenía un trozo de cartón viejo que decía, “BIENVENIDA A CASA PUTILLA”, con letras rosa fosforito.
La canción aún no había terminado cuando las puertas se abrieron y entre un mar de gente, mayoritariamente guiris, salió una chica de pelo oscuro y ojos azules, llevaba un gorro de paja en la cabeza y gracias a la camiseta blanca de tirantes se podían ver claramente sus brazos tatuados, pero eso no era lo único que llevaba ya que entre sus manos sostenía un cartel que ponía “QUE TE JODAN ZORRILLA”.
Nicole la miro con una sonrisa y una vez vio que Emily había visto su pancarta, la lanzo al suelo y alzo los brazos, a los cuales Emily se lanzó dando un saltico. Parecían dos niñas de cinco años recibiendo a Santa Claus.
-No sabes lo mucho que te he echado de menos Nic- dijo Emily aun abrazando a Nicole con fuerza.
-Yo también te he echado de menos Em- le dio un estrujón fuerte y luego de separo de ella-¿Qué quieres hacer?
Emily miro su reloj digital y dejo ir un suspiro.
-Bien, tenemos ir tiempo de ir a mi casa, echar un polvete e ir a tomar algo, digamos… ¿hasta las siete de la mañana?, tú empiezas a las ocho ¿verdad? ¿Qué te parece?
-Perfectísimo, pero creo que voy a pasar del polvete-dijo con una sonrisa, mientras ayudaba a Em con una de sus bolsas.
-Tú antes eras salvaje Nic,¿ donde se han quedado nuestras noches de pura pasión?-protesto Emily
-Tu antes tenías Pene, “Oh Emily tiene pene y por culpa de sus escotes solo pienso en zipotes”-Replico Nicole canturreando la famosa canción de “Irene tiene pene”.
Emily hizo una mueca de asco algo treatalizada ante la imagen de un pene y la empujo con un movimiento de cadera pero le siguió el rollo y ambas empezaron a cantar “Irene tiene pene” de camino al coche.
-¿Qué película quieres ver enano?-dijo Nathan mientras despeinaba, aún más, la mata oscura que tenía su hermano por cabello.
-No lo sé Nate, ya te he dicho que no tenía ganas de ver una película…
-Oh vamos Ben, tienes que salir un poco, no puedes pasarte el día yendo de casa al colegio, del colegio al hospital y del hospital a casa, tienes doce años, soy yo el que me tengo que ocupar de las cosas, tu solo tienes que sentarte conmigo en una sala 3D y ver la película.
-Pero…
-Sin peros, mueve tu culo de enano dentro del cine si no quieres que te haga una llave ninja aquí mismo, además, le hemos prometido a Rose que íbamos a ir al cine ¿verdad?
Nathan se sentía un poco mejor cuando Rose estaba cerca, des de la noche de fin de año, cuando ella había dejado la fiesta para estar con él en el hospital, des de ese día, se sentía en deuda con ella.
Sí que era verdad que empezaba a caer mejor a Nicole, o eso le había parecido la última vez que habían estado juntos fuera del trabajo, en su piso, comiendo juntos. Ese día Scott le había contado, sin darse cuenta de lo que hacía, como había muerto su padre y de alguna forma, tal vez por la forma en la que ella lo miraba, ni de pena ni de repentino cariño, más bien de comprensión, como si entendiese perfectamente cómo se sentía, de alguna forma, ahora sentía una extraña sensación de querer abrazarla, de querer tenerla cerca.
-¡SCOTT!- grito una voz no muy lejos de el
Nathan que se había quedado abstraído en sus pensamientos levanto la cabeza y vio una hermosa chica de pelo rubio y labios rojos acercándose hacia ellos.
Cuando la chica se paró delante de él con una sonrisa de oreja a oreja, ella y Nathan hicieron su habitual y ya muy coordinado choque de manos con facilidad y luego se saludaron con palabras.
-¿Cómo estas Scottie?
-Si te digo la verdad, mientras venias estaba pensando lo guapa que eres y luego me estaba recordando que eres lesbiana y que yo no planeo un cambio de sexo, al menos de momento.
-Me dices eso cada vez que me ves, voy a empezar a creérmelo.
-Oh rose eres la tercera mujer mas guapa que conozco, tienes que creértelo, es un echo.-dijo mientras le hacia un gesto para ponerse en marcha hacia la taquilla de venda de entradas.
-¿La tercera? ¿En serio? ¿Tienes una lista?
Scott se tomo un segundo para pensar, no es que tuviese una lista de las mujeres mas guapas que conocía, era simplemente que cuando pensaba en belleza, le venían tres mujeres a la mente, la primera sin duda era su madre. Nathan sabia que objetivamente ella no era la mujer mas guapa que conocía, pero era su madre y la quería de todo corazón y por eso y seguramente también por el echo de haber de asumir que, mas pronto de lo que el hubiese querido la perdería, hacia que aunque sin ser verdad la considerara la mujer mas bonita del mundo. Y después, bueno lo que venia después ya era otro cuento.
-Claro que tengo una lista, organizada por edad, apellido, nota, color de pelo ect... tu eres la segunda rubia mas buenorra que conozco y la primera de ojos claros, que rose, acéptalo yo también soy el primer chico de tu lista.
-Mmmmm... No sé, no sé, el jefe es muy guapo.
-Eso me ha dolido Rosie, justo aquí- dijo apretando su dedo indice contra el pectoral izquierdo-yo me pensaba que era el único hombre de tu vida- dijo mientras aparentaba secarse lagrimas de los ojos.
-Nathe, si fuésemos el único hombre y la única mujer en el mundo, te escogería a tí para ser el padre de mis hijos y que la humanidad no pereciese.
Nathan paro de secarse las lagrimas falsas, coloco ambos brazos en forma de garra apoyando las manos en su cintura y levanto la cara con una sonrisa triunfante.
-Yo, Nathan kwanten Scott, prometo exterminar cada hombre y mujer de este mundo, ese es mi destino!
Rose empezó a reír y Nathan la siguió, y así entraron los dos al cine, con un Ben impaciente que les echaba en cara que se habría perdido los trailers por culpa de su pequeña conversación.
Well well well... welcome again my dears to this wonderfull world we call drugs,
El graduado, la zorrilla y el ultimo hombre en la tierra
- fotos:
El perro ladraba, su mujer correteaba arriba y abajo probándose vestidos y sus otros dos hijos parecían estar haciendo una representación de las antiguas justas medievales en el salón, pero en vez de lanzas con espadas láser.
Kyle estaba sentado en su sillón de cuero marrón oscuro, vestido con uno de sus mejores trajes y pensando que solo le faltaba un vaso con whisky con dos cubitos de hielo en una mano y un puro en la otra para parecer Al Capone.
-Cariño vamos a llegar tarde-dijo finalmente Kyle empezando a perder la paciencia.
Pero nadie le contesto, el grito de dolor de su hijo menor cuando su hermana lo estibo la espada contra el brazo no contaba como una contestación, así que con resignación, dejo su puro y vaso de whisky imaginarios en la mesita y subió las escaleras hasta el dormitorio.
Su mujer se encontraba delante del espejo, peleándose para cerrarse la cremallera del vestido negro, el que se cerraba por la espalda y que tanto le gustaba.
-Déjame a mí-dijo Kyle con una sonrisa mientras caminaba a paso lento hacia ella.
La señora Greenwood bajo los brazos y dejo que su marido la ayudase. Una vez subida la cremallera, Kyle le aparto la cabellera rubia de los hombres y, antes de que ella pudiese girarse hacia él, le beso el cuello justo donde tenía las cicatrices.
-Esta preciosa.
-Tu tampoco estas nada mal- dijo ella burlona mientras le arreglaba la corbata-Va a estar bien ¿verdad?
-¿Quien, Daniel?
Ella asintió y Kyle le acaricio el cabello.
-Claro, lo lleva en la sangre y además es duro de roer, como su madre.
-Pero también es muy como tú-replico ella.
-¿Qué quieres decir con esto?-Pregunto Kyle separándose un poco y frunciendo el entrecejo.
-Bueno, ya sabes, es dulce y sensible…Mira, por ejemplo, recuerdas esa Halloween, cuando los niños tenían 9 y 7 años respectivamente y tú te disfrazaste para asustarlos?
Kyle empezó a reír y su mujer le tuvo que propinar un puñetazo en el hombro para que parara.
-Sí, Dan hecho un grito y empezó a llorar, en cambio la peque cogió una de las ramas del suelo y empezó a perseguirme con ella. Oh dios, que recuerdos.
-¿Ves a lo que me refiero?-concluyo su mujer, satisfecha de haber podido mostrar su punto sin que su esposo se enfadara.
-Sí, pero eso fue antes de lo de Adam, fue muy duro para Daniel, lo sabes, ha sido diferente en ese aspecto desde entonces, pero basta ya de hablar del tema, tenemos que irnos o nos perderemos la graduación de nuestro propio hijo.
Ella asintió, dio un suave beso en los labios a su marido y ambos salieron de la estancia. Abajo su hija mayor, que en cierto modo siempre había sido muy parecida a su madre, tanto física como psicológicamente, pisaba el brazo de su hermano menor para que este no pudiese alcanzar su la espada Jedi, que había quedado arrinconada en un rincón.
Kyle que se emocionó en ver la escena, pego un brinco, que luego lamento ya que le empezó a doler la espalda, y recogió la espada del suelo , la cual uso para apuntar a sus hijos, luego extendió la mano hacia su hijo menor y grito “Luke, yo soy tu padre!”.
-¡PAPA!- replicaron tanto Luke, que era una versión de Daniel aun en la edad del pavo, como su hermana.
Kyle sonrió y devolvió la espada a Luke y finalmente, después de que la señora Greenwood dejara claras las indicaciones para el cuidado de la casa y la normativa de la prohibición de fiestas esa noche que pasarían fuera, se fueron.
**********************
Dentro de una hora su hijo recogería la placa que lo acreditaría como futuro agente de la ICD.
El orgullo, la emoción, pero también el terror, que sentían en ese momento hacía que se vieran obligados a contener las lágrimas.
-Cariño…-dijo la voz entrecortada de su esposa.
Él le sonrió y le cogió la mano con fuerza para después besársela con afecto.
Luego su mujer se apartó un segundo, para comprobar si veía a su hijo y Kyle Greenwood se topó con un viejo amigo.
-¿Roger?-dijo con sorpresa.
Este se giró cuando reconoció la voz que llamaba por su nombre, y buscó con la mirada a su ex compañero, encontrándolo rápidamente entra la multitud. El aspecto de Roger seguía siendo el mismo, e incluso su pose, firme y dominante, había mejorado con la edad.
-¿Kyle?-el moreno llegó a su altura, y se estrecharon en un abrazo dándose sendas palmaditas en la espalda.- ¿Qué haces aquí?
-Mi hijo se gradúa hoy, ¿te acuerdas de Daniel?
-¿En serio? Claro que me acuerdo. Tu hijo mayor.-Roger se sorprendió y sonrió ampliamente.-Yo he venido por lo mismo, Meggan será una agente también.
-Lo siento, Roger...-luego sonrió y le puso una mano en el hombro- A mí ya me preocupa uno haciéndose el héroe , pero tú con dos…
Roger asintió.
-Hice todo lo que puede para que se dedicara a otro cosa. Imagino que tú también.
-De todo, pero nada, supongo que es culpa mía, de pequeño le contaba historias de todo lo que hacíamos, sólo lo bueno, claro, aunque no entiendo como conociendo la historia…
Roger le dirigió una mirada comprensiva, y cambió de tema.
-¿Qué estás haciendo ahora? ¿Disfrutar de tus últimos días o qué?-bromeó.
-Disfrutando de mi preciosa mujer una hora al día.-dijo con una sonrisa mientras la buscaba un poco con la mirada.-Y las otras 23 horas, controlando a otro hijo rebelde y a una hija aún peor, ya sabes...
Roger rió ante sus palabras.
-Te compadezco. ¿Seguís viviendo en NY?-le preguntó luego.
-No, ahora vivimos en las afueras, como sabes, aun tiempo después de que Dan naciera, decidimos ir a vivir juntos, y nos quedamos en NY, pero cuando vino la pequeña nos fuimos a las afueras, ¿y tú que tal por Italia?
-Tan bien y tan tranquilo como siempre.-le respondió.-Pero nos estamos planteando la posibilidad de mudarnos de vuelta si Megg elige una División aquí, Aidan y Annabelle ya viven en NY, y la señora Van Hepburn-dijo bromista-Sufre mucho al tener a nuestros hijos tan lejos. Y yo también.-reconoció sin ninguna vergüenza, pero había omitido hablar de su otro hijo aposta, como hacía desde casi un año ya.
-Comprendo. Y ahora que lo pienso Roger, ¿crees que Dan y Meggan se han reconocido?
-No lo sé, ella no me ha comentado nada. Eran muy pequeños la última vez que se vieron. Y hablando de la reina de Roma.-dijo cuándo Megg apareció a su lado y lo agarró del brazo.-¿Meggan, te acuerdas del señor Greenwood? Es un viejo amigo.
¿Señor Greenwood? La mente de Megg empezó a repetir el apellido como si su cabeza tuviera eco.
-No, lo siento. Perdóneme, de todas formas es un placer señor Greenwood.-le dijo con una sonrisa al tiempo que le daba un educado beso en la mejilla.
-¡Vaya!-exclamó Kyle con una gran sonrisa-La última vez que te vi, Dan y tú corríais como locos uno detrás del otro, y mírate ahora.
La boca de Megg se abrió como un buzón, ¿qué había dicho? ¿La última vez? ¿Dan? ¿Correr? ¿Correr detrás del otro como locos?
-¿Daniel Greenwood, es su hijo?-le preguntó, pero se sintió tonta, solo había un Daniel que se apellidara Greenwood en la academia.
Kyle sonrió y miró a Roger, él cual observaba a su hija en busca de si ese nombre le había producido alguna reacción que no quisiera ver.
-El mismo, mirad, por ahí viene.-dijo Kyle señalando al chico que caminaba hacia ellos.
Megg intentó escabullirse, pero tener agarrado el brazo de Roger se lo impidió, y eso produjo un movimiento raro que hizo que chocara hombro con hombro contra su padre.
-Esto va a ser interesante.-murmuró sin que nadie la pudiera oír, sentía las mejillas rojas sin saber porqué.
Y en ese momento la deslumbrante e inocente sonrisa que Dan había estado mostrando de camino allí, se apagó de golpe cuando llegó al lado de su padre y vio que esa chica de pelo castaño que había visto de espaldas mientras caminaba hacia allí, esa chica que le había hecho pasar por la cabeza un "Tiene un culo tan perfecto como el de Megg" era Megg.
-Hola, papá...
-Daniel, este es Roger, un amigo y antiguo compañero de trabajo. Meggan es su hija.
-Me alegro mucho de volver a verte, Dan-le dijo Roger dándole la mano y una afable palmadita en el hombro.
Y mientras Meggan seguía flipando, le vinieron a la memoria recuerdos difusos de su infancia, pero se acordó de un niño de ojos azules con el que jugó un par de veranos, haciendo castillos de arena, jugando en la plaza por las tardes. De repente se acordó hasta de su nombre, Dan, el niño, era Daniel, Dan, Dan Daniel, aquel Daniel. Alguien le debía estar gastando una broma pesada. No lo había recortado hasta ese instante.
-Un placer conocerle, señor.-dijo Dan educadamente, pero no podía quitar sus ojos de ella.
-Dan y yo nos llevamos muy bien-comentó Meggan rompiendo el silencioso incómodo que se había producido mientras le aguantaba la mirada-De hecho, luchamos por el primer puesto de la promoción con bastante limpieza, y al final yo le gané-apuntó con su encanto habitual haciendo que los ex agentes rieran, pero que Dan no lo hiciera al saber que sus palabras tenían una segunda lectura nada encantadora.
-Si me lo permitís voy a ir a la mesa a buscar un poco de agua, tengo la garganta seca, ¿queréis algo?
"Cagado" pensó Meggan, mientras se soltaba de su padre. Él y Kyle habían negado la oferta de Dan, y habían empezado a hablar animadamente. Así que Megg decidió huir también, mejor con Dan, que oyendo batallitas que la pudieran avergonzar como hija.
-Voy contigo.
Caminaron en silencio y al pasar al lado de una pared que hacía esquina Dan tiró de Megg para que ambos pudieran esconderse.
-¿Qué ha sido eso, Meggan?
-Unos de los minutos más raros de mi vida, eso ha sido. Estoy tan flipada como tú-se defendió ella.-No sabía nada de esto, no te recordaba, supongo que de pequeño eras tan molesto como ahora, y mi cerebro eliminó la información-bromeó, pero sin sonreír para jorobarlo.
-Un momento, ¿de pequeño?
En ese momento un débil y fugaz recuerdo estallo en el cerebro de Dan y una foto de él en la playa con una niña a su lado apareció lentamente mientras en ésta se formaba la letra de su madre detrás de la fotografía. Eso le dio la pista que necesitaba " Meggan y Dan, Italia, 5 años"
-Pues eso, que al parecer ya nos conocíamos de antes-le respondió, y lo miró atentamente pues desde la fuerte bronca en el ring no se habían dirigido la palabra-Fuiste dos veranos a mi casa.
-¿Me estás diciendo que la niña de la foto eres tú? No me jodas...
-No te jodo, lo intentamos un par de veces y nada. ¿Recuerdas?-sonrió por fin.
-Sí, me acuerdo, eres demasiado orgullosa para aceptar que sientes algo por mí...
Meggan ignoró eso.
-Bueno, ¿de qué foto hablabas?
-La foto que tengo desde pequeño, salgo yo y la que creía que fue…mi primer amor-murmuro en voz baja- ahora resulta que estaba equivocado, eras tú.
Meggan repasó sus palabras una por una, la mayoría de las veces Daniel la pillaba con la guardia tan baja que no sabía que pensar, y mucho menos que decir. Así que soltaba tonterías.
-¿Te hacías pajas con ella?-le preguntó fingiendo estar escandalizada, pero con una gran sonrisa ahora.
-¿Ves? Esto es lo que más odio de ti, tu incapacidad de hablar de sentimientos ¡Siempre sacas alguna cosa estúpida que decir para evitar enfrentarte a la realidad!
Tampoco sabía que cosa inteligente contestarle cuando se ponía en plan Hannibal Lecter a psicoanalizarla. Aunque él no se la había comido aún. Y lo había intentado. Pero ese era otro tema…
-No hablo de las cosas que ya he solucionado. ¡Igual el orgulloso eres tú al pensar que estoy loquita por tus huesos!
-Oh vamos, Meggan ¿En serio? No puedes afrontarlo ni un segundo, estoy loco por ti, te lo he repetido más veces que mi propio nombre, y no me cansaría nunca de decírtelo si no fuera porque tú, al parecer no sientes lo mismo aunque me niego a aceptarlo y aun mas ahora... En todo caso que quieres hacer ¿eh? ¿Quieres que volvamos allí cogiditos de la mano o cómo?
Meggan sintió una mezcla de sentimientos, pero no iba a dejar que le hablara así. Cogió una copa de agua de la bandeja de un camarero que pasaba, y se la lanzó a la cara.
-Tú no sé, yo volveré seca.-le dijo-Lo siento, soy una torpe.-agregó irónica, yéndose de su lado.
Pensó que quizás se había pasado un poco, pero le dio igual.
Dan pescó una copa de cava y caminó despacio hacia Meggan, cuando la tuvo cerca la llamó y cuando ella se giró con expresión de rabia le echó el cava en la cara.
Zas, en toda la boca. Empate.
Megg aguantó unos segundos con los ojos cerrados, luego los abrió, Dan la cogió por sorpresa y atrayéndola hacia él con las manos la besó en los labios unos salvajes instantes, se separó de ella, sonrió amablemente y le dijo:
-Mmmmm, ¿qué bueno que esta el cava, verdad?
Meggan hizo caso omiso a toda la gente que ahora los miraban, le sonrió a Daniel falsamente, y le dio una bofetada bastante sonora.
-Que sea la última vez que me besas.-le advirtió, girándose de nuevo-La próxima vez no será una bofetada.
-¡Te crees muy mujer al pegar a un hombre!-dijo sonriendo y se puso a correr hasta atraparla, se colocó enfrente suyo y le frenó el paso, haciéndola chocar contra su pecho.
Meggan lo empujó apartándolo.
-Vaffanculo!-le gritó en italiano-¡Qué te jodan!
Pero él no se rindió, y la cogió por el brazo girando con el movimiento hasta los árboles que tenían a la derecha.
-¿Aquí le parece bien?-le preguntó haciendo referencia al "que te jodan" anterior.-Es un buen lugar para joder.
Meggan lo miró por encima del hombro, aunque si alguien le preguntara no podría negar que todo aquello la había empezado a poner cachonda.
-No tienes lo que hay que tener para follar con una mujer como yo, Greenwood. Ya me lo has demostrado un par de veces.
-Lo siento, no estoy acostumbrado a las zorras sin corazón.
Si hubiera sido otro le habría estampado contra el suelo los dientes, pero era Dan. Y que le mostrara su carácter no le desagradó. Y en lugar de mostrarse ofendida, Meggan se empezó a reír a carcajada limpia. Le había molestado, pero eso había ocasionado que se cabreara. Para ofenderse hay que considerar a tu oponente como un igual, y en ese momento no era el caso. Su orgullo era una virtud y un defecto.
-Me pondría a tu altura, pero sería caer muy bajo. No quiero mancharme el vestido. Es muy caro.
Él sonrió y miro hacia abajo.
-¿Aquí? ¿Con toda esta gente qué nos puede ver? Siento decirte que no tienes los ovarios de ir más abajo.
A la mierda, lo deseaba. Hoy era el último día en el que se verían. Meggan sonrió con picardía, alargó la mano derecha y le apretó con fuerza la entrepierna.
-Te mueres porque esta zorra sin corazón vaya…más abajo...-suavizó el agarre y le paso la mano, acariciándole el bulto que había empezado a notarse.
Dan sonrió, la tenía en el bote, la conocía demasiado bien, si quería podría follársela allí mismo, pero ya no era eso lo único que quería, porque la quería a ella como a un objeto, no quería ser su follamigo, la quería a ella como persona, quería su corazón del mismo modo que ella tenía el suyo.
Pero sabía que debía avanzar un poco más la jugada así que la besó, haciendo que el cuerpo de ella rebotara contra el árbol con brusquedad.
Meggan rompió el beso, lo agarró girándose, y ahora fue él quien estaba atrapado contra el tronco del árbol.
-Eres un gilipollas...-murmuró.-Te odio.-ahora lo besó ella, mordiéndole el labio inferior sin importarle si le hacía daño o no.
-Te odio-le susurró él en la oreja mientras ella le mordía el cuello.-Odio tu sonrisa.
-Odio tu boca-le replicó ella sin poder dejar de besarlo con fiereza.
-Odio tu culo-y se lo agarró con fuerza.
-Y yo el tuyo-Megg le dio una nalgada e imitó su acción estrujándole las nalgas.
Y ese era el momento idóneo, si no lo hacía ahora, no lo haría nunca. La separó de su cuerpo con una mano y le mordió el labio.
-Odio quererte.
Y la alejó definitivamente pero no le apartó la mirada.
Meggan soltó un suspiro de fastidio al saber que se había acabado la diversión, se bajó el vestido a su posición original recuperando el decoro y lo alisó con su elegancia natural, arreglándose el pelo luego que estaba un poco pegajoso por el cava en las puntas onduladas.
-¿No puedes callarte? Nos lo podríamos haber pasado bien.
-Y nos lo pasaremos muy bien.-caminó hasta ella y le besó los labios.-Te lo prometo.
-Eres un acosador, Dan Daniel. Tu obsesión conmigo empieza a ser preocupante, sei un rompipalle.-termina la frase volviendo a expresarse en su otra lengua madre.
-Hace unos segundos te he visto bien dispuesta, ¿volvemos? Al final van a pensar que ha pasado algo entre nosotros.
-Me voy.-apuntó señalándose-Me sé el camino.-aprovechó su cercanía, y le dio un beso rápido, como el primero que le había dado en el bosque.-Aquí te quedas, idiota. No me sigas.
Dan la miró sonriente, él también se dio cuenta de que ese beso había sido igual al primero, y no sabía que había querido decirle con ello, pero ese pequeño contacto era mejor que todo lo ocurrido anteriormente.
Al final siguió su camino para volver a encontrársela un rato después, junto a sus padres con un aspecto impecable otra vez pero…oliendo a cava y besos.
Una vez la ceremonia hubo concluido Dan aguanto durante un buen rato un discurso de su padre sobre lo que significaba ser un agente de la ICD, sobre los peligros y la responsabilidad, el cual, gracias a dios, se vio interrumpido por una llamada que Dan agradeció de todo corazón.
-Papa, es el tío Alex, he de cogerlo-se disculpó Dan con una sonrisa- ¡Hola tío!
-Hola, Dan. - saludó la voz al otro lado de la línea. - Enhorabuena.
-Gracias por acordarte, y por salvarme de papa, ahora estaba dándome el famoso discurso de los peligros de la agencia- dijo Dan sacando la lengua a su padre que se había distraído mirando a su mujer y no prestaba atención a la conversación.
-Dan es normal que tu padre te repita eso, ¿o debo recordarte lo que paso?-se hizo un silencio y Alex supuso que Dan había entendido lo que le quería decir-Además, es un milagro que te dejaran entrar en la academia sin rechistar mucho.
-Lo sé, lo sé, en fin gracias por llamar, tengo que irme ya, ¿Le podrás decir a Willy que me llame? Fue un valiente al enfrentarse al señor Logan.
- De acuerdo, se lo diré. - contestó Alex con una sonrisa. - Muchas felicidades de nuevo, Dan. Espero que podamos vernos en Pascua.
-Por supuesto, papa dice Hola y que te llamara más tarde, bueno cuelgo ya que debo huir de alguien, ya te lo contare ¡gracias por llamar! Adiós.
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Nicole Ryan miraba impaciente la puerta de salida mientras tatareaba la canción “Could It Be Another Change - The Samples”, mientras pensaba que si Emily la oía canturrear eso le volvería a recomendar que se tratara su obsesión enfermiza por esa película, rápidamente.
Nicole iba preparada para la situación, llevaba el colgante con el anillo bien visible y con sus manos sostenía un trozo de cartón viejo que decía, “BIENVENIDA A CASA PUTILLA”, con letras rosa fosforito.
La canción aún no había terminado cuando las puertas se abrieron y entre un mar de gente, mayoritariamente guiris, salió una chica de pelo oscuro y ojos azules, llevaba un gorro de paja en la cabeza y gracias a la camiseta blanca de tirantes se podían ver claramente sus brazos tatuados, pero eso no era lo único que llevaba ya que entre sus manos sostenía un cartel que ponía “QUE TE JODAN ZORRILLA”.
Nicole la miro con una sonrisa y una vez vio que Emily había visto su pancarta, la lanzo al suelo y alzo los brazos, a los cuales Emily se lanzó dando un saltico. Parecían dos niñas de cinco años recibiendo a Santa Claus.
-No sabes lo mucho que te he echado de menos Nic- dijo Emily aun abrazando a Nicole con fuerza.
-Yo también te he echado de menos Em- le dio un estrujón fuerte y luego de separo de ella-¿Qué quieres hacer?
Emily miro su reloj digital y dejo ir un suspiro.
-Bien, tenemos ir tiempo de ir a mi casa, echar un polvete e ir a tomar algo, digamos… ¿hasta las siete de la mañana?, tú empiezas a las ocho ¿verdad? ¿Qué te parece?
-Perfectísimo, pero creo que voy a pasar del polvete-dijo con una sonrisa, mientras ayudaba a Em con una de sus bolsas.
-Tú antes eras salvaje Nic,¿ donde se han quedado nuestras noches de pura pasión?-protesto Emily
-Tu antes tenías Pene, “Oh Emily tiene pene y por culpa de sus escotes solo pienso en zipotes”-Replico Nicole canturreando la famosa canción de “Irene tiene pene”.
Emily hizo una mueca de asco algo treatalizada ante la imagen de un pene y la empujo con un movimiento de cadera pero le siguió el rollo y ambas empezaron a cantar “Irene tiene pene” de camino al coche.
***************
-¿Qué película quieres ver enano?-dijo Nathan mientras despeinaba, aún más, la mata oscura que tenía su hermano por cabello.
-No lo sé Nate, ya te he dicho que no tenía ganas de ver una película…
-Oh vamos Ben, tienes que salir un poco, no puedes pasarte el día yendo de casa al colegio, del colegio al hospital y del hospital a casa, tienes doce años, soy yo el que me tengo que ocupar de las cosas, tu solo tienes que sentarte conmigo en una sala 3D y ver la película.
-Pero…
-Sin peros, mueve tu culo de enano dentro del cine si no quieres que te haga una llave ninja aquí mismo, además, le hemos prometido a Rose que íbamos a ir al cine ¿verdad?
Nathan se sentía un poco mejor cuando Rose estaba cerca, des de la noche de fin de año, cuando ella había dejado la fiesta para estar con él en el hospital, des de ese día, se sentía en deuda con ella.
Sí que era verdad que empezaba a caer mejor a Nicole, o eso le había parecido la última vez que habían estado juntos fuera del trabajo, en su piso, comiendo juntos. Ese día Scott le había contado, sin darse cuenta de lo que hacía, como había muerto su padre y de alguna forma, tal vez por la forma en la que ella lo miraba, ni de pena ni de repentino cariño, más bien de comprensión, como si entendiese perfectamente cómo se sentía, de alguna forma, ahora sentía una extraña sensación de querer abrazarla, de querer tenerla cerca.
-¡SCOTT!- grito una voz no muy lejos de el
Nathan que se había quedado abstraído en sus pensamientos levanto la cabeza y vio una hermosa chica de pelo rubio y labios rojos acercándose hacia ellos.
Cuando la chica se paró delante de él con una sonrisa de oreja a oreja, ella y Nathan hicieron su habitual y ya muy coordinado choque de manos con facilidad y luego se saludaron con palabras.
-¿Cómo estas Scottie?
-Si te digo la verdad, mientras venias estaba pensando lo guapa que eres y luego me estaba recordando que eres lesbiana y que yo no planeo un cambio de sexo, al menos de momento.
-Me dices eso cada vez que me ves, voy a empezar a creérmelo.
-Oh rose eres la tercera mujer mas guapa que conozco, tienes que creértelo, es un echo.-dijo mientras le hacia un gesto para ponerse en marcha hacia la taquilla de venda de entradas.
-¿La tercera? ¿En serio? ¿Tienes una lista?
Scott se tomo un segundo para pensar, no es que tuviese una lista de las mujeres mas guapas que conocía, era simplemente que cuando pensaba en belleza, le venían tres mujeres a la mente, la primera sin duda era su madre. Nathan sabia que objetivamente ella no era la mujer mas guapa que conocía, pero era su madre y la quería de todo corazón y por eso y seguramente también por el echo de haber de asumir que, mas pronto de lo que el hubiese querido la perdería, hacia que aunque sin ser verdad la considerara la mujer mas bonita del mundo. Y después, bueno lo que venia después ya era otro cuento.
-Claro que tengo una lista, organizada por edad, apellido, nota, color de pelo ect... tu eres la segunda rubia mas buenorra que conozco y la primera de ojos claros, que rose, acéptalo yo también soy el primer chico de tu lista.
-Mmmmm... No sé, no sé, el jefe es muy guapo.
-Eso me ha dolido Rosie, justo aquí- dijo apretando su dedo indice contra el pectoral izquierdo-yo me pensaba que era el único hombre de tu vida- dijo mientras aparentaba secarse lagrimas de los ojos.
-Nathe, si fuésemos el único hombre y la única mujer en el mundo, te escogería a tí para ser el padre de mis hijos y que la humanidad no pereciese.
Nathan paro de secarse las lagrimas falsas, coloco ambos brazos en forma de garra apoyando las manos en su cintura y levanto la cara con una sonrisa triunfante.
-Yo, Nathan kwanten Scott, prometo exterminar cada hombre y mujer de este mundo, ese es mi destino!
Rose empezó a reír y Nathan la siguió, y así entraron los dos al cine, con un Ben impaciente que les echaba en cara que se habría perdido los trailers por culpa de su pequeña conversación.
casbeck2- Moderador
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Re: ÚLTIMA ESPERANZA (Temporada 2)
Capítulo II ''¿Sabes cuántas personas están haciendo el amor en este instante?''
¿Qué es el amante? ¿Qué el amado? Su diferencia no es de cantidad, sino de calidad. En toda relación amorosa hay, en último término, un devoto y un dios, un esclavo y un amo. Hay quien rompe a hablar y quien responde.-Antonio Gala.
Meggan estaba destrozada físicamente hablando, con los tacones en una mano, el pelo revuelto, y el vestido arrugado. Seguía amando bailar, y había bailado demasiado. Pero por suerte la fiesta se había acabado ya, la mayoría de sus compañeros ya se habían ido a dormir o estaban tirados por el jardín, gran parte de ellos borrachos perdidos. Parecía mentira que dentro de pocas horas todos se fueran de la academia. Se repartirían en Divisiones diferentes, por todo el mundo, así que aunque no lo admitiera Meggan estaba buscando a Dan para despedirse, o al menos para no irse sin hacer las paces como Dios manda. Lo encontró sentando en el césped, solo, mirando hacia las estrellas que brillaban en el cielo.
-Dan Daniel…-le dijo para llamar su atención mientras se acercaba hasta él.
Dan no contestó, se quedó mirando el cielo un par de segundos más y luego se levantó. No hizo ningún esfuerzo para avanzar hacia ella pues sabía que eso iba a ser una despedida, una muy larga y aunque sabía que no podía evitar ese momento quería atrasarlo hasta lo imposible. Así que lo único que hizo fue esbozar una leve sonrisa y mirar las estrellas, cosa que curiosamente le hizo recordar la noche en la cabaña del bosque.
Meggan titubeó al ver que no le hablaba, pero como había sonreído, llegó a su lado manteniendo una pequeña distancia entre ellos.
-¿Estás mudo o estás pasando de mi culo?
-Claramente estoy pasando de tu culo…me gustan las estrellas.
Meggan levantó una ceja burlonamente, y también miró hacia arriba para principalmente no tener que mirarlo a él.
-A mí también…y si mal no recuerdo la última vez que miramos estrellas juntos me violaste con la lengua.-le acusó, aunque recordaba que habían llegado casi a mantener relaciones sexuales si no hubiera sido por una inoportuna llamada de su hermanito Aidan.
-Una de nuestras muchas no primera vez, ¿verdad? Fue un error.
A Meggan aquellas palabras le enviaron un pinchazo de dolor que no pudo evitar ni tampoco comprender. Suspiró, era hora de dejar claras las cosas, y arreglarlo lo mejor posible.
-Quizás me he portado un poco mal contigo...-se calló sin saber bien que decirle. -Pero no te preocupes, no creo que nos volvamos a ver...he elegido la DC de Roma.
Dan la miró a los ojos y pensó que lo que fue un error no fue besarla si no dejar que contestara el teléfono.
-Vaya...bien, me alegro por ti...
No se alegraba lo más mínimo, y no porque le quisiera algún mal, era más bien otra cosa, Megg lo vio de forma cristalina en sus ojos. Le aguantó la mirada, y se mordió el labio inferior indecisa.
-Bueno, pues…he venido a despedirme.-murmuró ofreciéndole la mano.-Espero que te vaya bien, y que no te maten.-le sonrió un poco.
Cuando Dan escuchó la palabra "despedirme" desvió instintivamente la mirada hacia el cielo otra vez, como si buscara algo mágico en él, como si por el simple hecho de no aguantarle la mirada a ella entendiste que no se podía ir.
-Ha sido un placer conocerte Meggan, aunque en realidad tú nunca me hayas dejado conocerte de verdad.-dijo finalmente estrechándole la mano.
Meggan no sabía que responderle a eso, y menos que pensar, volvía a estar hecha un lío, no sabía si saltarle al cuello y besarlo, o girarse e irse. A ella le gustaba Dan, le parecía un chico muy amable, muy guapo, muy alto, con unos ojos impresionantemente azules, con aquella pinta añiñada casi de adolescente imberbe intacta, como la de ella, muchas veces se había preguntado si el verdadero ser de Dan era el que le mostraba o sólo era su propio reflejo manifestado en él, ¿los dos serían lo mismo? Ella tampoco le conocía a él, aunque sus vidas se habían cruzado desde la más tierna infancia. ¿Quién era Daniel? ¿Un niño veinteañero tan orgulloso e indeciso como ella? ¿O un hombre seguro de quién era la mujer a la que quería querer? Más bien le parecía lo primero. Y sin embargo, ella tampoco deseaba que aquella noche se acabara tan deprisa.
Finalmente, y sin soltarle la mano, se acercó a él, titubeando, pero finalmente plantándole un beso en la mejilla, y dejando los labios allí unos segundos duraderos.
-Suerte.-murmuró en su oído, luego le soltó la mano, y se giró para alejarse.
Dan se quedó petrificado durante unos segundos, quería correr hacia ella y besarla como nunca antes alguien había besado a otra persona, pero no pudo, tenía miedo a volver a ser rechazado, pero aún tenía más miedo a no serlo y luego verla marcharse lejos de él.
-¡Megg! - consiguió gritar finalmente.
Ella detuvo su caminar, y se giró lentamente.
-¿Qué? -le respondió, y luego se sintió tonta, pues podría haber soltado algo más perspicaz.
De todos formas, él tomó las riendas de la situación, y lo hizo por ella, arrancó a correr valientemente y cuando la tuvo delante, sin detenerse, cogió su rostro y la besó, la besó como nunca antes lo había hecho, no fue un beso de pasión descontrolada, no fue un beso sexual, solo fue el acto desesperado de un chico, intentándole demostrar a una chica que lo único que pedía, lo único que quería era que pasara lo que pasara, lo único que quería recordar era ese beso.
-No me olvides. -fue lo único que le susurró en los labios.
Meggan se quedó callada, maldiciéndose a sí misma, y al mundo entero, justo cuando quizás podría haber dejado que Dan la convenciera, justo cuando quizás habría estado dispuesta a hacerle caso a su corazón, se tenían que separar. Lo mandó todo a la mierda.
-No recordaré nada más.-le dijo con voz franca. Le puso las manos en las mejillas, y le devolvió el beso haciendo caso omiso a las alarmas de su cerebro. Bien saben los neurólogos que desde los cerebros más primitivos del ser humano toda decisión racional, siempre es emocional.
Y ellos no pensaron. Porque no les hacía falta.
...
-¿Sabes cuántas personas están haciendo el amor en este instante?
Ruth respondió a la pregunta de Aidan con una nueva mueca descafeinada. Aún fingía estar enfadada con él por lo de la dimisión, aunque ni en un sólo momento había dudado de que Aidan volvería a trabajar.
-¿Sabes que cuando te cabreas se te achinan los rasgos?
-¿Sabes que no eres el gracioso de tu familia, verdad?-dijo ella a su vez, poniendo los ojos. Aunque seguía fingiendo con aquello, se alegraba enormemente de que hubiera vuelto tan pronto. Y no estaba enfadada con él porque le comprendía, le comprendía más que nadie desde hacía años.
Aidan se hizo el ofendido, y bebió un nuevo trago de su copa.
-Soy el adoptado, ¿recuerdas?
Y a pesar de estar bromeando, eso lo dijo con una pizca de dolor. El dolor de siempre. Era relativamente tarde, después de otra jornada laboral sin avances. Ambos estaban de un humor raro, ambos taciturnos. Ambos por diferentes motivos. A ella le había dejado su novio de demasiados años hacia tres días. Owen, el médico incansable, solidario y que no hacía más que viajar sin preocuparse por ni siquiera llamar a su novia. En cambio, Aidan seguía queriendo a un fantasma, y sufriendo por su recuerdo. No eran cosas muy alegres, y por eso estaban bebiendo en aquel bar. Para alegrarse. Y para hacerse compañía.
-Nunca he entendido que sientes respecto a eso…-esta vez fue Ruth quien rompió el silencio.-¿Te jode ser adoptado? Formas parte de una familia rica aunque no lo comentes…te dieron un apellido importante, no te adoptaron los señores fulanito. ¿Preferirías a tu familia biológica?
-No.-negó con la cabeza.-Lo que pasa es que de pequeño yo no era como mis hermanos, me di cuenta enseguida, en muy poco tiempo dejamos de ser 3 para ser 5, y luego 6. Familia numerosa a toda hostia. Siempre estaba detrás de mi madre, nunca me separaba de ella, de muy pequeño no dejaba que nadie la rozara siquiera, era un plasta, con los años se me fue quitando, claro, y cuando fui creciendo tenía el deseo casi enfermizo de querer ser como mi padre. Quizás es algún trauma chungo de infancia que no me he dado cuenta de que es un trama chungo de infancia, ¿no?
Ruth le escuchaba atentamente.
-Quizás. Pero sigo sin picharlo, tío.
-Mis hermanas…y mi hermano.-se sintió más triste al tener que decir la última palabra.-eran niños preciosos. Yo era bonito, pero no tenía los ojos claros como ellos tres, ni tampoco era rubio. Yo era el que no encajaba en la ecuación estética. Todo el mundo pensaba que era el primo mayor, en lugar de su hermano.
Ruth miró a los ojos a Aidan, nunca había logrado descifrar de qué color los tenía, eran de un color extraño, verdosos pero definitivamente oscuros. Él siguió hablando.
-Era un buen chico, siempre lo he sido, y he creado menos problemas, menos conflictos, y he dado menos disgustos que cualquiera de ellos. Porque yo lo he querido así. Ninguno se burló o metió conmigo por ser adoptado para hacerme daño, ni en las broncas de niños. Pero desde pequeño he sentido que yo tenía que ser más bueno que los tres en una especie de pago con mis padres por adoptarme. Cuando le conté a mi padre que quería ser como él, y convertirme en soldado me dio la primera, y única bofetada que me ha dado jamás, pero a pesar de sus esfuerzos porque no le imitara, yo quería hacerle sentir orgulloso. Yo sabía que mi madre me querría aunque fuera un perdedor, y aunque fuera soldado, me lo había dicho ella misma cuando me vino a consolar a mi cuarto después de la hostia, pero con mi padre no lo tenía tan claro, le gustaba la disciplina, sin embargo, era cariñoso, y muy atento con los cuatro, sin duda, lo sigue siendo hoy día, sabía que no quería que fuera soldado porque me quería, y me quería proteger, pero cuando yo intentaba decidir mi profesión no sabía si su amor era tan incondicional como lo es el amor materno hacia sus hijos. Por alguna extraña razón pensaba que si decidía ser panadero o alguna otra cosa, cualquier cosa, él no lo aceptaría. Porque mis padres son cultos, tienen carreras universitarias, han criado a cuatro hijos cultos, en un ambiente culto desde la cuna, y yo no le quería defraudar…porque soy el adoptado. Esa es la verdad. Tenía que ser mejor, como él o mejor que él.
-¿Y?-Ruth seguía sin tener nada claro…quizás era por todo el alcohol que habían bebido ya.
-Mi padre es un hombre mucho más extraordinario de lo que hemos llegado a ser sus hijos varones, eso pasa. Unos largos centímetros más alto que nosotros incluso.-y los tres centímetros que lo separaban a él para igualar estatura con su padre se agigantaron en la conciencia adolescente de Aidan como una metáfora de su incapacidad para estar a su altura. -Mi hermano es lo opuesto a él, nunca ha querido imitarle, le saldría sarpullido si lo intentara. Por eso no sabemos nada de él desde hace meses…-suspiró.-Pero yo debo tener ese trauma chungo que te dije antes porque no me siento feliz, ni pienso que sea un buen hijo, ni un buen hombre. Me siento mal…e infeliz.-Aidan estaba borracho, pero los borrachos siempre dicen la verdad así que Ruth se estaba tomando aquella conversación muy en serio.-Nadie es nunca feliz, así, del todo, ¿no?
-No, porque siempre tienes algún problema, casi todos los días hay alguna pega que resolver, o una decisión complicada que tomar, o se rompe algo en la cocina, no sé, a mí por lo menos me pasa eso, así que no me quejo por no ser feliz.
-Yo ni siquiera aspiro a tanto. Pero me gustaría tener ganas de volver a casa por las noches, fíjate que no es mucho, este puto trabajo te absorbe...estoy empezando a estar un poco cansado. Ni siquiera puedes tener la excusa de decir que te dedicas a salvar personas. ¿Cuántas personas hemos salvado? Nosotros no salvamos personas, las víctimas que encontramos vivas en una investigación es un índice muy bajo. ¿Tú te has dado cuenta de lo poco que necesitan algunos para ser felices? Cosas que nosotros tenemos, un trabajo, un sueldo, una casa...
-Siempre se necesita lo que no se tiene.-le interrumpió ella.
-Sí, eso es verdad. Pero también es verdad que hay más feliz que otra porque aspiran a auténticas tonterías, y cuando las consiguen, porque son fáciles de conseguir, se ponen como locos...
-Sí, yo también desearía que un móvil nuevo me hiciera feliz.
-Joder, ya ves. A mí también me gustaría... ¿Sabes lo que más miedo me da de todo esto? Que me veo a mí mismo dentro de unos años, después de los cuarenta, gastándome la fortuna que me dejen mis padres yendo sistemáticamente de putas todos los viernes, por ejemplo, o follando con una secretaria que ni siquiera estará buena del todo, y me pregunto qué habrá pasado conmigo, con el niño con aspiraciones que fui, con la vida justa que perseguí, con los deseos de enamorarme de una mujer admirable que me han traído hasta donde estoy, eso me pregunto, y me contesto que no ha pasado nada en realidad, sólo la vida, y después me da mucha pena de mí mismo, pero eso es lo que me espera.
-No.-intervino Ruth, tan indignada por su repentina mansedumbre que hasta se le olvidó la suya-¿Por qué?
-Porque soy un hombre insignificante.-levantó la cabeza para mirarla y creyó notar un barniz líquido en sus ojos, y un estremecimiento en la voz de borracho que había adquirido desde hacía rato-un pobre hombre, y no tengo suerte, los hombres como yo no tienen suerte y acaban pagando por follar, y punto.
-Eso no es verdad. Eres un hombre muy inteligente, muy brillante en tu trabajo, eres encantador, divertido, bueno quizás no divertido.-bromeó.-pero leal...Hay mucha gente que te quiere. Tu numerosa familia te quiere, tus padres, tus hermanos, tus abuelos, tus primas, sobre todo la gordita simpática, tu tío, el hermano de tu padre, que tiene menos edad que tú, y que me tiró los tejos en tu apartamento.-los enumera porque la inmensa familia de Aidan le divertía y encantaba a partes iguales.-Tus amigos. Yo te quiero, imbécil.
-Sí.-no pudo evitar sonreír-Eso no lo niego.
...
Media hora más tarde, Aidan se apoyaba en la pared del bar intentando mantener el equilibrio mientras esperaba a que Ruth pasara con el coche para que subiera. Todo lo que sucedió a continuación delante de sus ojos fue muy rápido. Un tipo en coche gris sucio arrastró a una chica hasta el maletero y arrancó a toda hostia…o eso le pareció.
-Joder…-murmuró, y la borrachera se le pasó al instante. Se montó en el asiento del copiloto lo más rápido que pudo y le gritó a su compañera que siguiera al coche desde una distancia segura mientras le contaba lo que había presenciado con atropello en las palabras.
-¿Estás seguro de esto, Aidan? Estás borracho.
-No lo bastante como para estar alucinando. Ese tío ha metido en la furgoneta a una chica.
-¿Seguro?
-¡Seguro! ¡No le pierdas!
-¡No, pero no me grites!
Ruth le siguió a una distancia prudencial para no levantar sospechas durante una hora. Luego el coche aparcó delante de un de los surtidores de una gasolinera perdida de las afueras, y ambos supieron que era su oportunidad de salvar a la hipotética chica que sólo había visto Aidan. Se bajaron de la mano como una parejita normal, y cuando el tipo entró en el bar/cafetería de la gasolinera Aidan se acercó al maletero con cautela. Se oían gemidos pidiendo ayuda.
-¡Tranquila, hemos venido a ayudarte!-exclamó cuando oyó a la chica dentro.-¿Estás bien? ¡Da dos patadas si estás bien!
Se oyeron dos ruedos fuertes.
-¡Bien hecho! ¡Enseguida te sacamos!-le indicó, y luego miró a Ruth que ya le creía, pero no se lo reprochó.
-¿Plan?
-Avísame si viene. O entra y entretenlo con tus armas de mujer…
Ella puso los ojos con fastidio.
-En la academia nadie te dice que tienes que hacer de puta cada dos por tres…-se quejó un poco, pero le hizo caso, y se apartó de su lado vigilando al tío malote.
Aidan intentaba abrir el maletero sin éxito cuando escasos minutos después, Ruth le avisó de que el tipo venía hacia el vehículo. Ella se perdió en la oscuridad de la parte trasera de la gasolinera. Sabía que iba a dar un rodeo para poder acorralar al tipo entre los dos. Era la única de los dos que llevaba pipa. Aidan la había dejado en el edificio de la ICD, pero por suerte ella era menos olvidadiza y la había guardado en la guantera del coche antes de ir al bar.
-Eh, ¿qué coño haces?
El secuestrador, un tipo con cara de matón enfermizo empezó a caminar lentamente hasta él, aunque dudando, como asustado porque alguien hubiera descubierto que tenía a una chica en su maletero. Por suerte, Aidan tuvo una idea, y cogió la manguera del surtidor rápidamente.
-¿A ti qué te parece?
-¿Estás robando gasolina?-se acercaba cada vez más.
-Sí…joder, me has pillado. Estoy robando gasolina.-entonces vio a Ruth por detrás del tipo, encañonándolo con la pistola, y se relajó ligeramente. Sabía que ella le cubriría, además si la cosa se ponía fea la cabrona tenía buena puntería…mejor que la suya.-No sé porque lo hago…-se encogió de hombros siguiendo con la farsa.-La verdad es que puedo pagarla.
-Ya…me la suda. Lárgate de aquí.-de repente el malote se acercó a él con pasos rápidos, haciendo aspavientos con la mano.
-¿No puedo coger un par de litros?
-Mira, gilipollas…te lo voy a decir una vez más…
Y entonces Aidan accionó la manguera, y lo roció de gasolina.
El tipo se miró a sí mismo, sorprendido. E intentó avanzar hacia él otra vez, rojo de rabia.
-¿Qué cojones…?
Se llevó otra ducha de gasolina cortesía de Aidan Joseph Van Hepburn, y eso fue la gota que colmó el vaso. El tío sacó un revólver del bolsillo trasero de su pantalón.
-Eh, vale, vale.-Aidan levantó las manos haciéndose la víctima. -Voy a hacerte una pregunta. ¿Sabes cómo funciona un arma de fuego?
El matón con cara de enfermizo no tenía muchas luces, así que se volvió a inquietar por las palabras de Aidan.
-¿Qué…?
-La palabra clave…-meditó que seguir diciendo.-…es fuego. Cuando el percutor golpea el cebo hace explotar la carga por la chispa producida lo que debería preocupar a un hombre empapado de gasolina. ¿No te parece?
-Que chorrada…esa chispa está lejos de la gasolina.-dudó más aún, parecía a punto de cagarse en los pantalones.
-¿No terminaste el colegio, verdad? Lo que arde no es el líquido, son los gases.-colocó la manguera en su sitio con toda tranquilidad, y se sentó encima del maletero para proteger a la chica con su propio cuerpo de la posibles balas.-En condiciones normales te habría pegado un tiro nada más salir del coche, pero estoy haciendo un gran esfuerzo por evitar el papeleo, y el sentimiento de culpa que conlleva.-se fijó en su crucifijo colgado al cuello.- Aunque sabe Dios que tú eres de los que hace que merezca la pena. Vamos, ¿no podemos poner fin a esto sin que te conviertas en Jonathan Storm?
Sonrió un poco. La afición por los cómic que compartía con su abuelo Charles siempre salía a relucir. Era muy friki. El cuarto que tenía en su casa dedicado a su mayor afición lo probaba.
-Yo tengo el arma aquí.-el tipo reaccionó, tarde, pero reaccionó.-¿Y si te mato?
-Bueno, aparte de la gasolina. Si apuntas en cualquier dirección mi compañera te abrirá un agujero del culo en la cabeza.
El tipo se giró para ver si era verdad, mantuvo un pequeño enfrentamiento de miradas con Aidan, y luego soltó el revólver, rindiéndose.
...
-¿Lo de la gasolina me quedó chulo, verdad?-le preguntó Aidan ahora con una sonrisa de oreja a oreja. Habían llamado a la poli, ellos se habían encargado del tipo con colonia de gasolina y de la chica. Por fortuna estaba bien, bueno por fortuna no, por ellos. Y eso los había animado a los dos.
-Bastante.-admitió Ruth, orgullosa de él.-Pero ha sido de locos…menos mal que lo viste.
-Menos mal que tú estabas conmigo…-se quitó mérito, como hacía siempre, y la miró fijamente cuando llegaron a la puerta de su piso.-Al final hemos salvado a alguien…eso es lo que importa.
Se dio cuenta de que una de sus quejas mientras había estado muy deprimido y borracho en el bar había sido no poder a salvar a más personas, y que en la misma noche habían podido hacerlo. El destino era caprichoso.
-Sí…claro.-murmuró ella, y extrañamente despegó la vista de aquellos ojos de un color extraño que nunca había logrado descifrar, verdosos pero definitivamente oscuros.
-¿Quieres pasar a tomarte la última?-la invitó.
-En realidad estoy hambrienta. ¿Me harías algo de comer?
-Claro, pasa.-abrió la puerta, le indicó que entrara primero con caballerosidad, y sonrió.-Me hace mucha gracia la manera que tenéis las mujeres de anunciar que tenéis hambre.
-¿Sí? ¿Y por qué?-aunque lo sabía, y no pudo evitar sonreír ante la mente calenturienta de Aidan.
-No sé, pero siempre me suena un poco a juego, como a... -no se atrevió a terminar la frase, pero iba a decir ‘’provocación’’-En fin, nunca me lo acabo de creer del todo.
-¿Y cuando un hombre dice que tiene hambre? ¿Dice la verdad?-se sentó en el sofá.
-Desde luego, entonces sí me lo creo, y ya sé que habrá que esperar al postre para seguir hablando, o bromeando, o discutiendo cualquier cosa. Los hombres hambrientos sólo piensan en comer, las mujeres hambrientas pueden pensar o hablar al mismo tiempo de otras cosas.....-pronunció ''otras cosas'' más fuerte para dejárselo claro.- Eso es lo que me hace gracia.
-¿Crees que yo he pensado en ‘’otras cosas’’ al decírtelo, señorito Van Hepburn?
Eso lo pilló por sorpresa. Estaba siendo una noche extraña. Habían compartido sus penas, habían bebido, habían salvado a una chica en una situación de mucha adrenalina. Se tenían confianza, eran compañeros, y amigos. Y ninguno follaba desde hacía meses. Quizás esos condimentos estaban elaborando un nuevo menú en la carta.
-No lo creo.-la miró, inseguro. Siempre se habían hecho bromas, incluso tonteaban sin maldad, bromeando…o aparentemente bromeando porque ninguno sabía con certeza si el otro ponía burro al otro o no.
-Quiero pasta.-intervino ella, sin resolverle la duda.-Tus espaguetis a la carbonara.
Él no le buscó un segundo sentido esta vez.
-Perfecto, a mí también me apetecían. Yo también tengo hambre…-fue rumbo a la cocina.-¿Me echas una mano o no vas a mover el culo del sofá?
-Te echo las dos.-bromeó cuando llegó, y le pasó el delantal al cocinero. Luego se fijó en la hora, eran las dos y media de la madrugada, tenían que madrugar mañana, pero los espaguetis era un plato rápido, y tampoco tenían prisa para irse a la cama…o sí. Quién sabe. Los solteros adultos son seres muy complicados.
Ruth habló de repente, con ganas de desahogarse.
-No sé por qué has dicho lo de antes…o que buscabas, pero los dos sabemos que tú nunca te acostarías conmigo, Aidan.
Él se volvió a quedar estupefacto.
-¿Eh?
-Eres demasiado profesional…estás enamorado de…-casi suelta ‘’una puñetera muerta’’ pero se corrigió a tiempo.-…de Camile aún. No te perdonarías si follas conmigo hoy, y mañana me pegan un tiro.
La miró entre sobrecogido, y comprensivo. Y para sorpresa de ella, Aidan se encogió de hombros.
-El sexo es sexo. ¿Estás enamorada de mí?-era una pregunta franca, y directa.
-No.-dudó un poco.-Tú de mí tampoco.
-No.-dudó también aunque no se le notó.-¿Follamos?
-Sí, pero follamos, follar a secas, no tiene por qué estar relacionado con el amor, de hecho son dos cosas completamente distintas. ¿Verdad?
-Verdad.-concordó ella.
Se estudiaron con los ojos, sostuvieron sus miradas con firmeza y los labios entreabiertos, y los dos guardaron silencio mientras una extraña codicia guiaba la mano izquierda de Aidan a través de una de las mejillas de ella, conquistándola, acariciándola con la yema de los dedos, ejerciendo una presión tan distinta de la levedad de las caricias como de la violencia que al principio prometían. Ruth fue la que levantó el rostro, y atacó su boca, en un beso lento, casi dubitativo, como ellos.
Pero les gustó el contacto, el consuelo de los labios, del calor del otro porque poco a poco el ósculo se fue haciendo más hambriento, más carnal. Probablemente se arrepentirían de haberlo hecho cuando por las persianas bajadas del dormitorio entrara el sol de un nuevo día, y sin embargo sabían que no existía otro camino, que no habrían podido hacer otra cosa, que no les quedaban fuerzas para reengancharse a la decepción como forma de vida.
Mientras sus piernas empezaban a temblar, y temblaban sus manos, y sus sienes, y si era placer lo que sentían, se parecía mucho al pavor, y si era miedo, nunca había sido tan placentero.
...
Polignano a Mare, Bari.
- Descripción del lugar:
- http://es.wikipedia.org/wiki/Polignano_a_Mare
Meggan llegó a la puerta de su casa situada a orillas del Adriático, en el tacón de la bota de Italia, lugar también conocido como Bari, y tocó el timbre. Enseguida sonó la campanilla altisonante, y esperó. Bari experimentaba un cuajado invierno, y aunque su casa estaba en plena costa, podía ver el acantilado, y el mar tan fresco y limpio como en verano, percibir el olor a sal y salitre, sentía una suave pero puñetera brisa que le estaba helando las mejillas desprovistas de abrigo alguno.
El sonido la teletransportó a su vida entre aquellas paredes y a cómo identificaba a los visitantes por su manera de llamar a la puerta. Cuando era niña, las llamadas cortas le decían que sus amigas, demasiado bajas para llegar al timbre, estaban dando saltos para apretar el botón. Los toques rápidos y débiles la alertaban de la presencia de novios temerosos, aterrados de revelar su misma existencia, y mucho más su presencia, a su padre. Un ex militar, con voz gravísima que siempre se ponía muy serio adrede con una escopeta sin cargar en las rodillas para esperar a los pretendientes de sus hijas. Según él, un poco de teatro y efectos especiales nunca estaban de más. De esperar a las pretendientes femeninas se encargaba su madre, y Megg no sabía quien de sus padres infundía más respeto, a su madre no le hacía falta ningún efecto especial, o escenografía, ella sola se bastaba para intimidar a las pobres muchachitas. A sus cuatro hijos les constaba que ambos progenitores se divertían mucho en ese tipo de reuniones, por desgracia para sus vidas sentimentales se lo pasaban teta a su costa.
Volvió a tocar el timbre, eran las diez de la mañana y la casa estaba en completa calma. Finalmente oyó ruidos dentro y distinguió a su madre acercándose, imprecisa e inquietante, distorsionada por el cristal hasta que abrió la puerta, y ni la miró:
-No escuchamos a testigos de Jehová.-y le cerró la puerta en las narices.
Megg soltó un bufido, sabía que lo había hecho aposta.
-¡Mamá! ¡déjate de juegos¡ ¡Qué tengo frío!-aporreó la puerta con un puño.
-Perdona, cielo.-le dijo abriendo la puerta otra vez, después de unos segundos largos con una sonrisa contenida en el rostro.-no te he distinguido sin las gafas.
-Ya, muy graciosa.-se quejó de coña, y luego se abrazaron un rato largo, pero la magia y ternura del momento se rompió cuando su madre le empezó a besar y estrujar como si fuera una niña pequeña. Cosa que irritaba a Megg, y que su madre hacía porque la irritaba.-Mamá…-se intentó escapar.
-¡Hay que ver, que despegada y sosa eres, niña!-la soltó y la catapultó hacia dentro. Catapultar sí, no había otro verbo que definiera mejor su acción.-¡Entra en casa ya! ¡Qué llevas ahí fuera como una boba media hora!
Megg dio un pequeño traspiés por el impulso, y se empezó a desabotonar la chaqueta, alegrándose de estar en su hogar de nuevo. Su verdadero hogar, la casa donde pasaban la mayor parte del año, donde vivían día a día los días cotidianos. Donde habían crecido. Irónicamente, aquella casa era grande, destinada a una familia numerosa, pero normal, la más normal de todas las propiedades inmuebles de sus padres. Allí no sobraba nada, ni espacio, ni cuartos, ni baños. Quizás por eso era la más acogedora. Su preferida, sin duda. Por encima de las propiedades de Nueva York, y por encima de la Villa de la Campiña Toscana, con su espectacular biblioteca, y su lujo.
-¿Y papá?
-En la cama. Me dijo que le despertara antes de que llegaras, pero la artritis le tiene las rodillas como los balones de la Serie A. Hasta este suave frío le mata. Dejemos descansar al pobre viejo una hora más, ¿no te parece?
-Me parece.-Meggan sonrió, apenada por Roger. Las piernas arqueadas, la peculiaridad, y afección física de su padre no le había dado problemas de ningún tipo hasta que cumplió los cuarenta cuando empezó a tener artritis en las rodillas, y caderas gracias a ellas.
- Descripción random de piernas arqueadas para meter fotos random de Jensen:
- Eh, esto es verdad, lo busqué en internet y las personas con estas piernas tan graciosas como él pueden tener artritis a esa edad xDD Lo bueno de tener personas reales como la imagen del personaje hacen que la descripciones físicas te salgan más fácilmente
Dejó su equipaje junto a la pared de las fotografías del recibidor, dispuestas allí para dar un curso acelerado sobre la historia de la familia Van Hepburn a cualquier visita que cruzara el umbral.
Su madre enfiló hacia la cocina.
-¿Una taza de chocolate?
-Sí, claro.
Meggan se quedó un rato más en el recibidor mirando las fotos, y luego se dirigió a la cocina.
Nada había cambiado desde que vivía allí y estaba tan impecable como siempre, nada había cambiado de sitio, ni siquiera en aras de la comodidad. Observó a su madre moverse despacio, apoyándose en el pie izquierdo cuando abrió un armario bajo y luego se sirvió de los centímetros extra de la pierna derecha a modo de banqueta para alcanzar los altos. Miró su inmaculado jardín y apretó los dientes. Estaba enfadada y Megg volvió a sentirme como una adolescente esperando una reprimenda.
-¿En qué piensas, mamá?
-En el jardín.-contestó, y volvió a apretar la mandíbula.
-¿El jardín?
El jardín era más bien un pequeño patio trasero, con el huerto y la casi diminuta cabaña de herramientas.
-Ese maldito gato de la señora Bianchi siempre anda meándose en mis rosas.-sacudió la cabeza furiosamente.-Peluche -pronunció el nombre lentamente, y con asco.-así lo llama. Bueno, pues Peluche no será tan suave y sedoso cuando lo atrape. Me haré uno de esos gorros de pieles, y bailaré la Tarantela delante de su jardín mientras envuelve con una manta a Calvito para que deje de tiritar.
-¿De verdad piensas en eso?-le preguntó incrédula.
-Bueno, en realidad no, cariño. Claro que no.-confesó, serenándose.-En eso y en los narcisos.-se rió, y Megg rió con ella.
Era poco frecuente que estuviera en el barrio a aquellas horas del día. Normalmente estaría trabajando.
-¿Te han dado el día libre?
-Lo he cogido yo. He alegado cuestiones familiares.
-¿Y qué estabas haciendo antes de que llegara?
-¿Hoy o hace 23 años?
-Hoy.-le sonrió a su madre por la ocurrencia.
-Un damero.-señaló con el mentón la mesa de la cocina, donde había una revista de pasatiempos en italiano. Y varios acabados.-Me he atascado en la definición seis. Échale un vistazo. Supongo que la sabrás.
Se sentaron, y la señora Van Hpeburn trajo las tazas a la mesa.
-¿Qué ópera de Mozart no fue bien recibida por un crítico muy influyente que resumió la obra diciendo que «tenía demasiadas notas»?-tradujo la pregunta al inglés en voz alta.
-Ópera.-refunfuñó, pues no le gustaba y tenía conocimientos mínimos sobre el tema.
-El emperador José II-le respondió Megg con una sonrisa. Y de pronto se acordó de Gio, y del palco de Florencia, y lo que habían hecho en el palco, y una descarga le recorrió la columna vertebral. Y luego sin poderlo evitar se acordó de Dan, y se puso triste.
-Pues ponlo, ¿a qué esperas?-su madre puso la cara de fastidio que siempre ponía cuando alguien sabía algo que ella desconocía o no recordaba.
-No te piques, ¿por qué te picas, mamá? ¿No te alegras que tu hija no sea una ignorante?-la provocó un poco mientras escribía la respuesta correcta.-Oye…-lo meditó.-¿Podríamos ver las fotos del altillo después?-quería buscar fotos de Daniel, y ella para poder creerse del todo que se conocían desde niños. Era extraño, pero había pasado un día desde su despedida y no hacía más que pensar en él aunque se resistiera.
-Claro.-se dio cuenta de algo.-¡Las diez y veinticinco! ¡Vayamos corriendo al salón!
-¿Qué vamos a ver? -le siguió a la sala de estar, observándola divertida.
-Un programa malísimo con el que te ríes un montón.
A Megg la cautivó su entusiasmo, mientras tarareaba la música y hacía como si tocara la trompeta.
-Ven aquí y túmbate en el sofá, que te taparé con esto.-la obedeció, y su madre cogió una manta de cuadros escoceses del respaldo del sofá de terciopelo verde y se la echó encima, remetiéndola tanto en torno a su cuerpo que no pudo mover los brazos hasta que el programa acabó. Era la misma manta sobre la que jugaba de bebé, la misma manta con la que la tapaban cuando no iba al colegio porque estaba enferma y le dejaban ver la tele en el sofá. Miró a madre con cariño, recordando la ternura que siempre le demostró de pequeña, sintiéndose como si hubiese regresado a la infancia. Hasta que se tiró encima de ella y le dio una hostia en las costillas.
Re: ÚLTIMA ESPERANZA (Temporada 2)
Le dedico este capi a mi querída esposa Miriam. Muchas felicidades!!! Espero que pases un gran año y hayas tenido un gran día. Te quiero mucho mucho!!
- No creo que me gusta más la actuación de Loenardo DaCiprio en Orpígen que en The Werefolf of Wall Street. – dijo Rose mientras se comía los huevos revueltos que le había preparado Scott.
- Loenardo Daciprio estuvo increible en Orpigen, pobre hombre, muerto y sin su osca-dijo el mientras olia su taza de cafe y se sentaba en la mesa, al lado de Rose- Hablando de películas, dime, preciosa, ¿cuál es tu película preferida?
- Eso es muy complicado, hay tantísimas películas y muchas realmente buenas. - Le miró sujetando el tenedor en alto, pensativa. - Me decido a no contestar hasta que lo haya pensado mucho.
Nathan asintió con la cabeza mientras se quemaba la lengua con el café ardiente.
- ¿Y tú?
- Muy difícil, antes solía ir mucho al cine, mi padre me solía llevar cada domingo por la tarde, tengo muchas películas preferidas que me recuerdan a mi infancia... Pero ahora hace años que no tengo tiempo para ver películas, antes de ir al cine contigo hacía 4 meses que no veía una, en todo caso, creo que Toy Story se gana la partida, ¡de pequeño estaba obsesionado!
- A mí me daba miedo... Aunque la tercera es tan preciosa que lloré como un bebé.
Scott se echó a reir aunque entendia perfectamente a Rose, aunque no lo aceptara habia películas que le habían echo llorar y esa era una de ellas.
- ¿Y tu actriz sexualmente preferida? La mia es difinitivamente Jannefan Anostein , de pequeño miraba Frunds , ya sabes esa serie que estrenaron en el 2015 creo, solo por ella.
- Esa también es difícil, hay tantas actrices atractivas…
- Dímelo a mí - Scott no pudo evitar sonreír ante el recuerdo de él mismo, con 15 años, había cambiado tanto...
- Emily Blunt sería una buena elección, por ejemplo. Pero no podría escogerla como definitiva.
- ¿No podrias escogerla como definitiva porque tal vez ya estás con alguien?
- ¿Qué quieres decir? Ya te digo que no tengo ninguna atriz preferida en cuestión de atractivo.
- Lo sé, tranquila era una broma, bueno va no nos desviemos del tema, seguimos con el test, ¿humana?
- Pregunta lo que quieras, alien.
- Muy bien humana, eres la primera que acierta mi origen, muchas me consideran un ángel caido - la miró con una sonrisa angelical- Bien, va, vamos a por la musica, canción favorita?
- Bad Reputation - Dijo Rose con la boca llena tras comerse lo que le quedaba de huevos.
De repente Scott se levanto, cogió lo mas parecido a un palo que pudo encontrar por la mesa y empezo a cantar.
- I don't give a damn 'bout my bad reputation You're living in the past it's a new generation A girl can do what she wants to do and that's , What I'm gonna do An' I don't give a damn ' bout my bad reputation YEAH!
Rose se rió y le aplaudió.
- Gracias, gracias - Scott hizo una reverencia - Soy fan de los karaokes, conozco un bar que esta a unos 20 minutos que hacen karaokes los sabados, podemos ir un dia si quieres.
- Me parece genial. Por cierto, vas a matarme pero... -hizo una pausa dramática y le señaló el plato vacío.- Tengo hambre.
- Estoy rodeado de crias de dinosaurio - dijo sonriendo mientras se levantaba y cogia el plato de Rose - Nikki hace lo mismo el otro día casi se come mi almuerzo.
- Deberías ponernos más comida y no te daríamos problemas.
- Tal vez lo haga a posta para que os quedeis mas rato, tal vez tengo planes oscuros, ¿cómo sabes que no he puesto algo en la comida?
- Porque me fio de tí. Y si me haces algo Jake sabe que he venido.
- El pobre chaval no me da mucho miedo, pero lo voy a tener en cuenta. Anda ,ten - dijo mientras le daba otro plato lleno.
- Gracias - contestó ella emocionada al ver tanta comida y sin miramientos empezó a zampar.
En ese momento sonó el timbre, Scott miró su reloj, las ocho. Se levantó mientras de reojo veía a Rose absorta en la comida, preguntándose quien iba a ser a esas horas. Rose estaba demasiado concentrarse en su plato para preocuparse. Scott abrió la puerta, y de detrás de ella salió Nicole, con el habitual atuendo con el que últimamente de había acostumbrado a usar cuando iba a almorzar a casa de Scott los fines de semana.
- Hola tu - dijo con una media sonrisa cuando este abrió la puerta.
- Hola tu -contestó él y le hizo un gesto para que esta entrara.
Y así lo hizo, hablando por los codos en su camino de entrada.
-Sé que no hemos quedado pero esta mañana creo que he perdido mi anillo aquí, lo busco ¿vale?
Al oír a Nicole, Rose alzó la cabeza de su plato.
- Hola, Nikki. Creo que se ha quedado sin huevos por mi culpa.
- ¿Rose? - Nicole miró a los dos algo confundida - Demasiada mujer para él...
Lanzo su bolso en el sofá y se sentó en la mesa al lado de Rose.
- Como si estuvieras en casa Nik - dejó ir Scott mientras iba a la cocina y preparaba un plato para Nicole, pero con nueces.
- ¿Qué dices que has perdido? –preguntó Rose mientras apartaba un poco el plato ya vacío.
- Un anillo, creo que lo he...perdido aquí-y entonces pensó en lo mal que eso sonaba- Esta mañana por casualidad, he, m'he he encontrado a Scott y hemos almorzado... Aquí.
Rose la miró a los ojos, un poco desconcertada.
- Bueno, pues si quieres te ayudo a buscarlo.
- Uhmmm, claro gracias, ¿y tú qué haces aquí?
- Aprovecharme de la nevera de Scott.
- ¡Cocina fatal!- le miró sacándole la lengua mientras en le entregaba el plato con nueces.
- Estoy aquí, lo sabéis ¿verdad?
- A mí me da igual si cocina bien o mal, es comida gratis. –rió Rose. Además, así dejo a Jake con sus cosas de informática durante un tiempo.
- Bueno - dijo Nicole con medio plato en la boca- Como e vir con Jk -no se entendía nada.
- Si alguien me hubiese dicho hace unos meses que vería a Nicole Ryan con un moño de estos, ropa de deporte y comiendo como una cría de dinosaurio, creo que nunca me lo hubiese creído... En fin, traducción, que Nicole pregunta que como es vivir con Jake - dijo Scott mientras pensaba en lo divertido que sería poder fotografiar a aquel par de rubias, que incluso en ese momento, harían a muchos hombres y mujeres perder la cabeza.
- Pues no sé, normal. Divertido, a veces horrible. Como con cualquier compañero de piso.
Nicole continuó comiendo y asintió con la cabeza.
- En fin, ya te busco yo el anillo...-dijo Scott al ver que ninguna de las dos abandonaría su plato de comida.
- Oye. –dijo Rose en voz baja. -¿Qué está pasando aquí?
- Aquí , ¿dónde? -pregunta Nicole- Si te refieres entre nosotras, no es un secreto que somos amantes- dijo de broma ella lanzando un beso al aire.
- Tonta. –dijo Rose riendo. – Me refiero entre Nathe y tú.
- Nada. Sólo, me cae bien, y yo le caigo bien, lo cual es normal, soy adorable.
- ¿Y qué ha hecho que te caiga bien cuando os odiabais tanto?
- Supongo...-Nicole se detuvo a pensar en eso por primera vez, en cuestión de semanas su relación había dado un giro 360 grados.-Supongo... que hablamos, nunca me había parado a hablar con él antes. En verdad tampoco hablamos tanto, creo que es más la sensación que me da, creo que... Bueno no sé...
Rose se limitó a sonreír.
- ¿Por qué sonríes? Créeme no es lo que piensas, es sólo- no sabía como formular esta pregunta pues Rose tampoco sabía mucho de ella- Sabes si Scott, a perdido a alguien? -Nicole sabía lo del padre de Scott pero presentía que había más, porque cuando creía que nadie lo miraba, solía dirigir su mirada algún objeto sin importancia y de quedaba así, hasta que alguien aparecía y de repente el sonriente y estúpido Scott volvía aparecer, como un pokemon salvaje.
- No lo sé, no sé tanto de él. – mintió Rose, pues le había prometido a Nathe que no diría nada.
- Uhmmm, bien. Y tu que tal? Alguna amante bandida escondida? Porqué te recuerdo que me debes salir a tomar algo algún día, hace mucho que no salgo, desde...- desde qué empece a quedarme en casa de Scott e vez de salir pensó- hace mucho.
- No, ninguna amante bandida. Y además, estamos en medio de un caso, no tengo tiempo para salir.
- Siempre hay tiempo para salir, en fin, dijo mirando la hora en su mobil-Me tengo que ir, he quedado con Em.-se levantó de la mesa y se hacerlo a la puerta des de donde vio a Scott buscando su anillo.- Tú.
- Tú-contesto el dejándose caer en el sofá.
- Tranquilo, tal vez no lo haya perdido aquí.
- O tal vez no lo has perdido y sólo querías verme. –ella intentó replicar pero él la cortó. -O gorronear comida.
- Definitivamente sólo quería gorronear comida, en fin me voy, gracias por los huevos Tu.-volvió a entrar en la habitación donde estaba Rose y se acerco a ella para poder darle un beso en la mejilla y susurrarle en el odio -Cómetelo todo, vamos a dejarlo sin comida ¿vale?
- De acuerdo, no te preocupes que le dejaré seco.
- Nos vemos mañana!!-y al decir esto se largó a toda pastilla.
Una vez Nicole ya no estaba, Scott se sentó al lado de Rose.
- Gracias.
- No hay que darlas. -contestó Rose, sabiendo a lo que se refería.
- Uhm y por cierto, eres una cotilla, pero te prometo que sí pasará algo entre nosotros te lo contaría- Scott también quería preguntarle a Rose sobre la cicatriz que Nicole tenía en el estómago, pero ni quería ni se atrevía a hacerlo pues esa cicatriz la había visto de reojo mientras Nicole intentaba coger algo de una estantería y su camiseta se había levantado por accidente.
- Lo sé, sólo quería poner nerviosa a Nicole.
- No creo que nada pueda ponerla nerviosa, su única estado es el de estar histérica, aunque últimamente no se enfada tanto conmigo, debe ser por esa amiga suya que está con ella ahora, está de mejor humor.
- Bueno, mejor para todos, entonces.
- Sip, por cierto creo que a su amiga le van las rubias buenorras, ¿te has replanteado ya lo del trío?
- Me da igual lo que le guste a su amiga. Y no, nada de tríos.
- Ahh me haces daño Rose, justo aquí- dijo señalando su corazón- Va terminare los huevos que te quiero echar ya-dijo sacándole la lengua, pero la verdad era que tenía que ir al hospital.
- -Voy, voy. -se terminó lo que le quedaba por comer y le dejó el plato en la cocina. - Me voy a dormir que esta noche tengo misión con Dave. Ves con cuidado. -le dió un beso en la frene y se fue.
(Esa misma noche)
Era de noche, una noche oscura y fría. Ruth entró en el bar, y fue hasta una de las mesas del fondo. El local estaba casi vacío por la hora, pero William Barton le esperaba pacientemente.
- Curiosa forma de malgastar el tiempo para un moribundo.-comentó un pelín irónica mientras se quitaba uno de los guantes de cuero.
Él la miró sonriendo, se le notaba el cansancio en la cara, tenía ojeras y la cara un poco chupada.
- No encuentro ninguna mejor.
Ruth le correspondió a la sonrisa, y se sentó enfrente de él.
- Pareces un zombie...algunas mujeres encuentran atractivos a los hombres desvalidos, sin duda podrías tener tu último polvo asegurado.
- ¿Quieres que me vaya a la tumba antes de tiempo? -rió él.
Ruth dudó, y dudó de verdad.
- Bueno…das muchos problemas vivo. El silencio de los muertos, es el único silencio definitivo. Pero aceptaste ayudar en su momento, supongo que te debo eso. Te lo debemos todos…el país entero.
Él suspiró.
- Nadie me debe nada.
Ella se puso una mano bajo la barbilla, y contempló la pared del otro lado.
- Mmm…Aidan Van Hepburn te sigue odiando por algo que no hiciste. Estados Unidos no conoce tu nombre, no proclama que eres un héroe, y posiblemente vayas a palmar pronto. Yo diría que hay mucha gente que te debe algo. Si yo fuera tú estaría llorando por los rincones.
- No me gusta llorar por cosas que no merecen la pena. No me metí en esto para ser honrado. Y seguro que tú tampoco.
Ruth volvió la cabeza para mirarlo a los ojos cuando oyó sus palabras.
- ¿Me estás juzgando, Barton?
- Sólo estoy diciendo que no somos tan diferentes.
- Los dos sabemos guardar secretos, ¿no?-le dijo con aire misterioso, aunque entre ellos no existía tal misterio.
- Es un buen ejemplo. ¿Quieres tomar algo? Te invito, ya que voy a morir aprovecharé el dinero que me queda.
- No, estoy bien. Prefiero evitar el envenenamiento. -le respondió, dejándole claro que se fiaba hasta un punto de él. - ¿Sigues en casa de Rose?
Él asintió. Ruth puso cara de fastidio ante eso.
- Tienes que tener cuidado. A nuestra Rose le gusta mucho meterse en donde no la llaman. No quiero que acabe muerta por enterarse de cosas que no debe.
- No voy a meterla en más líos, no te preocupes.
La morena asintió, pensativa.
- Que tu lengua siga sirviendo sólo para hablar y hacer cunilingus. No la cagues, no hables demasiado, y todo irá bien.
- No te preocupes, no tengo intención de hacerlo. Aunque no podrás guardarlo en secreto eternamente.
Ruth soltó una leve carcajada, algo inquieta aunque intentara que no fuera así.
- Mi trabajo consiste en hacer que ese secreto no se revele nunca…es a lo que me dedico. Y me considero muy buena en mi trabajo.
- Por lo que he podido observar así es. Pero los secretos son difíciles de mantener a raya. Ves con cuidado.
Ruth cogió el vaso de Will y se lo bebió de un vez. Al final tuvo que recurrir a un trago para mantener la compostura. Sobre todo porque uno de sus mayores motivos de nerviosismo es que se había acostado con Aidan Van Hepburn.
- Lo sé…esto es como un patio de marujas donde a la mujer con mala fama a la que visitan hombres que no son su marido pierde. Lo sé mejor que nadie, y he venido aquí para asegurarme de que tú también lo sabías. Y me he dado cuenta de que los dos seguimos siendo conscientes. Me quitas un peso de encima.
- Me alegro de ello. –dijo él mientras alzaba la mano para pedirle al camarero dos bebidas más.
Ruth aceptó el nuevo vaso entre los dedos y lo balanceó.
- Intenta no provocarlo, pasa de él. -comentó después de dar un sorbo apurado, sin hacerle falta decir a quién se refería.
- No voy a provocarle, ya te he dicho que no quiero morir antes de lo poco que me queda.
Ruth sonrió ligeramente, y vaciló un poco a pesar de todo.
- Aidan no te mataría, no mataría ni a una mosca. Lo haría yo, ¿recuerdas?
- Lo sé, pero el tema de su novia le pone un poco nervioso, y la gente nerviosa es inpredecible.
Ruth sonrió un poco ante la ironía de su acompañante. Aidan no se ponía nervioso, se ponía furioso por culpa del dolor, y una persona herida era lo peor.
- Quiso renunciar al trabajo y largarse de la ciudad. No te quiere matar, porque me entreveraría a decir que prefiere que estés agonizando. Si yo fuera Aidan lo preferiría, tendría justicia por fin…o eso cree él.
- Déjale que lo crea, cuando me muera, quiero decir.
Ella se acabó la copa, y se levantó.
- ¿Es qué te has vuelto tonto? Pues claro que eso se irá contigo a la tumba, o se quedará en tu conciencia, es lo único que importa.
- Gracias por el apoyo moral. Eres muy agradable. -bromeó él.
Ruth se volvió a poner los guantes con aire de suficiencia.
- Gracias, tú eres un adulador. Nos vemos en nuestra obra de teatro… digo en la ICD. –le devolvió la coña-
Will se limitó a hacerle un gesto de despedida con la mano. Cuando Ruth se fue hico una mueca de dolor que llevaba reprimiendo un buen rato, se terminó la bebida y salió de allí. Rose estaba en una misión con su compañero y Jake estaba en su ordenador ayudándoles, asi que sabía que no se enteraría cuando volviese a entrar cautelosamente al piso.
Rose se terminó su último trozo de pizza, casi llorando. Seguía con hambre pero ya era la segunda vez que salía a por comida y no quería soportar las miradas de desaprobación de David. Cuando terminó el trozo, metió la caja en una bolsa de basura y la dejó en el asiento de atrás. Se recolocó en el asiento delantero del coche y miro hacia el edificio que estaban vigilando. Suspiró, aburrida y miró a David.
- Entretenme.
David resopló y arqueó las cejas.
- Me has pillado por sorpresa. Si me lo hubieras dicho, hubiera traído los malabares.
- Deberías ir siempre preparado, agente. – Se rió ella. – Cuéntame algo, llevamos tres horas aquí y me he quedado sin libro y sin comida, me aburro.
- Podría contarte uno de los cuentos que le gustan a Sarah, pero no creo que te gustaran. - dijo él, encogiéndose de hombros.
- ¿Por qué no me iban a gustar? Me encantan las historias. Cuenta.
David sonrió y se acomodó en el asiento.
- Érase una vez un patito que era diferente a los demás, y por eso la gente se metía con él. Los demás animales le insultaban y le ignoraban, así que decidió huir. Cuando años después regresó a su antigua charca, se dio cuenta de que de esta vez le miraban de forma distinta. El patito había crecido y se había convertido en un cisne y era admirado por todos los mismos animales que antes se habían metido con él. Pero el cisne se dio cuenta de que aquellas personas no le querían, y se fue a vivir con sus amigos de verdad. - hizo una pausa. - ¿Te ha gustado? La moraleja es la mejor parte.
- Tienes un garbo para contar cuentos, un desarrollo de la trama espectacular, deslumbrante, me he emocionado tanto al oírlo que he tenido que ocultar con mucha fuerza las lágrimas. – Rose se metió un poco con él, pero con un deje de cariño.
David entrecerró lo ojos, pero no contestó.
- Entonces, tus poderes ¿cómo funcionan exactamente? ¿Lees la mente de la gente así sin más? – preguntó ella, mirándole con sincera curiosidad.
- Es difícil de explicar. - respondió él.
- Tenemos todo el tiempo del mundo.
David suspiró, sin intención de contarle nada a Rose. Pero pudo sentir su mirada insistente, y supo que no le dejaría tranquilo si no contestaba.
- Simplemente lo escucho, como si fueran voces. - intentó explicar. - Y no, no tengo que mantener contacto visual ni llevarme dos dedos a la frente con el Profesor X. - añadió con una sonrisa.
Rose le devolvió la sonrisa.
- Lástima, hubiese sido interesante. Aunque bien pensado, se podría dibujar un cómic sobre tí, tienes poderes de superhumano, con eso de los sentidos o lo que sea, y leer la mente es un plus. Sí, sí, yo compraría el cómic. Aunque tal vez sería más interesante si fueses mujer.
- ¿Más interesante? - preguntó, extrañado. - No tendrá que ver con que las superheroínas vayan ligeras de ropa, ¿no es así?
- No, tonto. - Le dio un golpe suave en el hombro. - Porque ya hay muchos héroes masculinos, y aún en medio siglo XXI las heroinas protagonistas son increiblemente reducidas.
David se encogió de hombros y giró la cabeza para contestar, pero de pronto se percató de una figura que salía por una de las puertas del edificio, y enderezó en el asiento.
Rose se dió cuenta de su gesto y dirigió su mirada hacia las puertas.
- ¿Es él? ¿Es nuestro sospechoso? - Cogió los prismáticos y le observó, los prismáticos analizaron la imagen y le confirmaron que en efecto era el sospechoso. - Tenemos que seguirle sin que se de cuenta. - Dijo apartando la mirada de los prismáticos por un momento para mirarle.
David no contestó, pero salió del coche. Rose salió también y le siguió, asegurándose de tener la pistola preparada por si acaso. Se movieron sigilosamente, siguiendo al sospechoso. Jake había descubierto una conexión con ese sujeto y otras empresas que habían resultado ser falsas, así que los indicios indicaban que era cómplice de la trama, aunque no parecía ser alguien muy importante en la escalera de poder, sí tenía ciertas responsabilidades observables. Sospechaban que era el encargado de hacer funcionar las empresas falsas durante el tiempo suficiente antes de que cayeran como pistas falsas que era.
- ¿Crees que nos llevará a algún lugar interesante? – preguntó Rose en voz baja.
Él se encogió de hombres y respondió, en el mismo tono:
- Eso espero.
- ¿No podrías leerle la mente o algo?
- ¿Le oirías decir algo a esta distancia? No es tan fácil, Rose, tengo que estar más cerca.
- De acuerdo, de acuerdo. Pues esperamos a poder acercarnos más.
David asintió y continuaron siguiéndole en silencio. Estuvieron un rato siguiéndole sin llegar a ninguna parte, Rose empezaba a temer que les hubiese descubierto y les quisiese entretener cuando llegó a un edificio y se metió dentro, mirando ante a un lado y a otro.
- - ¿Crees que es una trampa? – dijo ella.
David volvió a encogerse de hombros, y respondió:
- Ni idea, pero no vamos a quedarnos aquí, ¿no crees?
- Por supuesto que no. – sonrió ella.
Rose llamó a Jake indicándoles su posición y le pidió que pirateara las posibles cámaras del edificio para que no les viesen entrar, cuando Jake les dio el visto bueno se acercaron a la puerta y entraron sigilosamente.
- Me da la sensación de que en cualquier momento aparecerá un zombie.
- No Tienes nada que temer, Rose. Los Zombies comen cerebros y tú eres rubia. – Respondió David, sin mirarla.
- Si no fuera porque tienes superpoderes muy útiles te apalizaría ahora mismo por ese comentario. – dijo ella sin mirarle, con pistola preparada y la linterna, inspeccionando el pasillo.
Siguieron inspeccionando la zona hasta que llegaron a una puerta de donde salían voces. David se colocó a un lado de la puerta y Rose al otro. Se quedaron muy quietos y callados, esperando poder escuchar lo que decían dentro.
- ¿Y qué pasará si la poli nos pilla? – preguntó una voz más molesta que asustada.
- Pues que meterán tu apestoso trasero en prisión, perro loco. – dijo otra voz, riendo.
- No bromees, no me apetece volver a prisión, y menos ahora que estamos a punto de hacernos millonarios.
- Pues lo único que tenemos que hacer es no emborracharnos ni hablar sobre nuestro jefe ¿entendido? En menos de una semana esto estará acabado y podremos huir del país.
Rose miró a David con urgencia. El hombre aseguraba que en menos de una semana la operación sería efectiva, eso significaba que la habían adelantado y podría ser en cualquier momento. David se limitó a hacerle un gesto con la mano y a escuchar atentamente.
- ¿Y cuántas empresas más dices que tenemos que inventar? Estoy ya cansado de todo esto.
- Las que sean necesarias. – dijo una tercera voz. – Lo que está claro es que estamos haciendo un buen trabajo, la poli no sabe cuál es la de verdad. –se rió. – Y no lo sabrán hasta que media ciudadanía esté muerta.
Rose apretó los dedos alrededor de la pistola, notaba cómo la rabia y la adrenalina le corría por las venas. Notó cómo David le lanzaba una mirada de advertencia, pidiéndole que no hiciese nada estúpido.
- Bueno, muchachos, es hora de jugar a cartas. – dijo esa tercera voz. Entonces pudieron oír cómo se ponían a jugar y a beber.
Rose miró a David y le preguntó con la mirada qué debían de hacer. Él señaló con la cabeza la puerta de salida y sin hacer ruido salieron. Una vez lejos volvieron al coche.
- ¿Qué vamos a hacer? Sé que no podemos detenerles o sabrán que sabemos todo su plan. Pero sin más información no tenemos casi nada. – se puso el cinturón agresivamente.
- Lo sé.- respondió él, pensativo.- Será mejor que volvamos a la ICD y lo hablemos entre todos. Si nos precipitamos y fallamos, la cagamos.
Rose asintió, resignada, y David les llevó a la ICD. En el viaje Rose llamó a Jake para decirle por encima lo que había pasado y para que convocase una reunión de urgencia en la oficina.
Cuando llegaron, todos los demás ya estaban allí. Algunos tenían cara de haber salido del matadero y otros de querer meterles en el matadero.
- Espero que no hayamos interrumpido nada. – se burló Rose.
- Muy graciosa. – masculló Nicole mientras le pasaba un café, lo cual Rose agradeció intensamente.
El jefe carraspeó y preguntó a Rose y David que contaran lo que había pasado. Entre los dos explicaron todo lo que había sucedido y a todos de les cambió la cara cuando dijeron que la entrada de drogas sería efectiva en menos de una semana pero que no habían dicho cuando.
Rose pudo ver por el rabillo del ojo como Will suspiraba y se llevaba las dos manos a la cara. Jake, que estaba a su lado, le miró y luego miró a Rose, que se había vuelto del todo, pidiéndole qué hacer con la mirada. Rose negó con la cabeza, diciéndole que ya se ocuparía de ello más tarde. Intentó no prestarle atención a la tez cada vez más pálida de Will ni a los moratones que le estaban saliendo.
- Tenemos que descubrir qué día será la entrega lo antes posible, si es menos de una semana tenemos como máximo seis días más, lo cual no es mucho. – dijo el jefe, pensativo.
- Y menos tendremos si no son seis, puede que sea mañana o pasado. – dijo Aidan, serio. – Necesitamos alguna forma de enterarnos del día sea como sea.
- Podríamos infiltrar a alguien. – propuso Ruth.
- Saben que estamos detrás de su pista, no creo que dejen meter a nadie en el plan, será demasiado sospechoso. – apuntó Scott.
- Siempre podemos interrogar a uno de los hombres que hemos visto. – dijo Rose.
- No sabían el día ¿recuerdas que lo han dicho? El cabecilla sólo dijo que sabía que sería en menos de una semana. – dijo David mirando a Rose significativamente, no quería que dijese que les había leído la mente.
Rose lo comprendió y asintió.
- ¿Pero podríais describir a esos en concreto? Tal vez si les encontramos en el registro podamos vincularles a otros que sí sepan la fecha. – propuso Jake.
- Me parece una buena idea. – asintió el jefe. – David y Rose, id con Jake y describidle todo lo que podáis. Los demás seguid investigando, no podemos detenernos para nada, esto es muy grave.
Todos asintieron e inmediatamente volvieron al trabajo. Rose le dijo a Will que viniese con ellos, pues tal vez reconocía a alguien de la noche de la misión.
- David, Jake, empezad sin mí, enseguida vengo. –los dos asintieron y empezaron con las descripciones. Rose miró a Will, él le devolvió una sonrisa cansada. – ¿Cuánto hace que no duermes?
- Unas horas.
- ¿Unas horas o unos días? Tienes un aspecto terrible.
- Estoy muriéndome, por si no lo recuerdas. –respondió él sin enfado ni burla, aunque a Rose se le encogió el estómago.
- Pero tienes que dormir. O empeorarás más rápido.
Él se quedó unos instantes en silencio.
- ¿Qué pasa? – insistió ella.
- No puedo dormir.
- ¿Por qué?
- Tengo miedo.
Rose le miró, comprendiendo.
- Tengo miedo de no despertar si me duermo. Y cada vez que mis ojos se cierran necesito luchar para que no lo hagan. Sé que suena muy cobarde por mi parte, pero… no quiero morir.
- No suena cobarde. Suena humano. – contestó ella poniéndole una mano en el hombro. – Te prometo que no dejaré que te vayas tan rápido. Yo te despertaré, me aseguraré de que estés bien.
Will sonrió.
- Eres tan inocente y dulce como siempre.
- Eso no es cierto. Y lo digo en serio, me quedaré vigilándote mientras duermes, me aseguraré de que despiertas. Te lo prometo. – le miró fijamente a los ojos, muy seria. Will le devolvió la mirada y suspiró, resignado. - ¿Es eso un sí?
Él se limitó a asentir. Rose sonrió ampliamente y le cogió de la mano para llevarle al despacho de Jake donde David y él ya estaban bastante avanzados. Le obligó a tumbarse en el sofá y Will se durmió enseguida. Mientras ayudaba a Jake y David, Rose iba vigilando y asegurándose de que Will seguía respirando y de que dormía pacíficamente.
Espero que os haya gustado :DY siento mucho la tardanza horrible.
Una vez más, muchas felicidades querida Miriam!!
Día 3
- No creo que me gusta más la actuación de Loenardo DaCiprio en Orpígen que en The Werefolf of Wall Street. – dijo Rose mientras se comía los huevos revueltos que le había preparado Scott.
- Loenardo Daciprio estuvo increible en Orpigen, pobre hombre, muerto y sin su osca-dijo el mientras olia su taza de cafe y se sentaba en la mesa, al lado de Rose- Hablando de películas, dime, preciosa, ¿cuál es tu película preferida?
- Eso es muy complicado, hay tantísimas películas y muchas realmente buenas. - Le miró sujetando el tenedor en alto, pensativa. - Me decido a no contestar hasta que lo haya pensado mucho.
Nathan asintió con la cabeza mientras se quemaba la lengua con el café ardiente.
- ¿Y tú?
- Muy difícil, antes solía ir mucho al cine, mi padre me solía llevar cada domingo por la tarde, tengo muchas películas preferidas que me recuerdan a mi infancia... Pero ahora hace años que no tengo tiempo para ver películas, antes de ir al cine contigo hacía 4 meses que no veía una, en todo caso, creo que Toy Story se gana la partida, ¡de pequeño estaba obsesionado!
- A mí me daba miedo... Aunque la tercera es tan preciosa que lloré como un bebé.
Scott se echó a reir aunque entendia perfectamente a Rose, aunque no lo aceptara habia películas que le habían echo llorar y esa era una de ellas.
- ¿Y tu actriz sexualmente preferida? La mia es difinitivamente Jannefan Anostein , de pequeño miraba Frunds , ya sabes esa serie que estrenaron en el 2015 creo, solo por ella.
- Esa también es difícil, hay tantas actrices atractivas…
- Dímelo a mí - Scott no pudo evitar sonreír ante el recuerdo de él mismo, con 15 años, había cambiado tanto...
- Emily Blunt sería una buena elección, por ejemplo. Pero no podría escogerla como definitiva.
- ¿No podrias escogerla como definitiva porque tal vez ya estás con alguien?
- ¿Qué quieres decir? Ya te digo que no tengo ninguna atriz preferida en cuestión de atractivo.
- Lo sé, tranquila era una broma, bueno va no nos desviemos del tema, seguimos con el test, ¿humana?
- Pregunta lo que quieras, alien.
- Muy bien humana, eres la primera que acierta mi origen, muchas me consideran un ángel caido - la miró con una sonrisa angelical- Bien, va, vamos a por la musica, canción favorita?
- Bad Reputation - Dijo Rose con la boca llena tras comerse lo que le quedaba de huevos.
De repente Scott se levanto, cogió lo mas parecido a un palo que pudo encontrar por la mesa y empezo a cantar.
- I don't give a damn 'bout my bad reputation You're living in the past it's a new generation A girl can do what she wants to do and that's , What I'm gonna do An' I don't give a damn ' bout my bad reputation YEAH!
Rose se rió y le aplaudió.
- Gracias, gracias - Scott hizo una reverencia - Soy fan de los karaokes, conozco un bar que esta a unos 20 minutos que hacen karaokes los sabados, podemos ir un dia si quieres.
- Me parece genial. Por cierto, vas a matarme pero... -hizo una pausa dramática y le señaló el plato vacío.- Tengo hambre.
- Estoy rodeado de crias de dinosaurio - dijo sonriendo mientras se levantaba y cogia el plato de Rose - Nikki hace lo mismo el otro día casi se come mi almuerzo.
- Deberías ponernos más comida y no te daríamos problemas.
- Tal vez lo haga a posta para que os quedeis mas rato, tal vez tengo planes oscuros, ¿cómo sabes que no he puesto algo en la comida?
- Porque me fio de tí. Y si me haces algo Jake sabe que he venido.
- El pobre chaval no me da mucho miedo, pero lo voy a tener en cuenta. Anda ,ten - dijo mientras le daba otro plato lleno.
- Gracias - contestó ella emocionada al ver tanta comida y sin miramientos empezó a zampar.
En ese momento sonó el timbre, Scott miró su reloj, las ocho. Se levantó mientras de reojo veía a Rose absorta en la comida, preguntándose quien iba a ser a esas horas. Rose estaba demasiado concentrarse en su plato para preocuparse. Scott abrió la puerta, y de detrás de ella salió Nicole, con el habitual atuendo con el que últimamente de había acostumbrado a usar cuando iba a almorzar a casa de Scott los fines de semana.
- Hola tu - dijo con una media sonrisa cuando este abrió la puerta.
- Hola tu -contestó él y le hizo un gesto para que esta entrara.
Y así lo hizo, hablando por los codos en su camino de entrada.
-Sé que no hemos quedado pero esta mañana creo que he perdido mi anillo aquí, lo busco ¿vale?
Al oír a Nicole, Rose alzó la cabeza de su plato.
- Hola, Nikki. Creo que se ha quedado sin huevos por mi culpa.
- ¿Rose? - Nicole miró a los dos algo confundida - Demasiada mujer para él...
Lanzo su bolso en el sofá y se sentó en la mesa al lado de Rose.
- Como si estuvieras en casa Nik - dejó ir Scott mientras iba a la cocina y preparaba un plato para Nicole, pero con nueces.
- ¿Qué dices que has perdido? –preguntó Rose mientras apartaba un poco el plato ya vacío.
- Un anillo, creo que lo he...perdido aquí-y entonces pensó en lo mal que eso sonaba- Esta mañana por casualidad, he, m'he he encontrado a Scott y hemos almorzado... Aquí.
Rose la miró a los ojos, un poco desconcertada.
- Bueno, pues si quieres te ayudo a buscarlo.
- Uhmmm, claro gracias, ¿y tú qué haces aquí?
- Aprovecharme de la nevera de Scott.
- ¡Cocina fatal!- le miró sacándole la lengua mientras en le entregaba el plato con nueces.
- Estoy aquí, lo sabéis ¿verdad?
- A mí me da igual si cocina bien o mal, es comida gratis. –rió Rose. Además, así dejo a Jake con sus cosas de informática durante un tiempo.
- Bueno - dijo Nicole con medio plato en la boca- Como e vir con Jk -no se entendía nada.
- Si alguien me hubiese dicho hace unos meses que vería a Nicole Ryan con un moño de estos, ropa de deporte y comiendo como una cría de dinosaurio, creo que nunca me lo hubiese creído... En fin, traducción, que Nicole pregunta que como es vivir con Jake - dijo Scott mientras pensaba en lo divertido que sería poder fotografiar a aquel par de rubias, que incluso en ese momento, harían a muchos hombres y mujeres perder la cabeza.
- Pues no sé, normal. Divertido, a veces horrible. Como con cualquier compañero de piso.
Nicole continuó comiendo y asintió con la cabeza.
- En fin, ya te busco yo el anillo...-dijo Scott al ver que ninguna de las dos abandonaría su plato de comida.
- Oye. –dijo Rose en voz baja. -¿Qué está pasando aquí?
- Aquí , ¿dónde? -pregunta Nicole- Si te refieres entre nosotras, no es un secreto que somos amantes- dijo de broma ella lanzando un beso al aire.
- Tonta. –dijo Rose riendo. – Me refiero entre Nathe y tú.
- Nada. Sólo, me cae bien, y yo le caigo bien, lo cual es normal, soy adorable.
- ¿Y qué ha hecho que te caiga bien cuando os odiabais tanto?
- Supongo...-Nicole se detuvo a pensar en eso por primera vez, en cuestión de semanas su relación había dado un giro 360 grados.-Supongo... que hablamos, nunca me había parado a hablar con él antes. En verdad tampoco hablamos tanto, creo que es más la sensación que me da, creo que... Bueno no sé...
Rose se limitó a sonreír.
- ¿Por qué sonríes? Créeme no es lo que piensas, es sólo- no sabía como formular esta pregunta pues Rose tampoco sabía mucho de ella- Sabes si Scott, a perdido a alguien? -Nicole sabía lo del padre de Scott pero presentía que había más, porque cuando creía que nadie lo miraba, solía dirigir su mirada algún objeto sin importancia y de quedaba así, hasta que alguien aparecía y de repente el sonriente y estúpido Scott volvía aparecer, como un pokemon salvaje.
- No lo sé, no sé tanto de él. – mintió Rose, pues le había prometido a Nathe que no diría nada.
- Uhmmm, bien. Y tu que tal? Alguna amante bandida escondida? Porqué te recuerdo que me debes salir a tomar algo algún día, hace mucho que no salgo, desde...- desde qué empece a quedarme en casa de Scott e vez de salir pensó- hace mucho.
- No, ninguna amante bandida. Y además, estamos en medio de un caso, no tengo tiempo para salir.
- Siempre hay tiempo para salir, en fin, dijo mirando la hora en su mobil-Me tengo que ir, he quedado con Em.-se levantó de la mesa y se hacerlo a la puerta des de donde vio a Scott buscando su anillo.- Tú.
- Tú-contesto el dejándose caer en el sofá.
- Tranquilo, tal vez no lo haya perdido aquí.
- O tal vez no lo has perdido y sólo querías verme. –ella intentó replicar pero él la cortó. -O gorronear comida.
- Definitivamente sólo quería gorronear comida, en fin me voy, gracias por los huevos Tu.-volvió a entrar en la habitación donde estaba Rose y se acerco a ella para poder darle un beso en la mejilla y susurrarle en el odio -Cómetelo todo, vamos a dejarlo sin comida ¿vale?
- De acuerdo, no te preocupes que le dejaré seco.
- Nos vemos mañana!!-y al decir esto se largó a toda pastilla.
Una vez Nicole ya no estaba, Scott se sentó al lado de Rose.
- Gracias.
- No hay que darlas. -contestó Rose, sabiendo a lo que se refería.
- Uhm y por cierto, eres una cotilla, pero te prometo que sí pasará algo entre nosotros te lo contaría- Scott también quería preguntarle a Rose sobre la cicatriz que Nicole tenía en el estómago, pero ni quería ni se atrevía a hacerlo pues esa cicatriz la había visto de reojo mientras Nicole intentaba coger algo de una estantería y su camiseta se había levantado por accidente.
- Lo sé, sólo quería poner nerviosa a Nicole.
- No creo que nada pueda ponerla nerviosa, su única estado es el de estar histérica, aunque últimamente no se enfada tanto conmigo, debe ser por esa amiga suya que está con ella ahora, está de mejor humor.
- Bueno, mejor para todos, entonces.
- Sip, por cierto creo que a su amiga le van las rubias buenorras, ¿te has replanteado ya lo del trío?
- Me da igual lo que le guste a su amiga. Y no, nada de tríos.
- Ahh me haces daño Rose, justo aquí- dijo señalando su corazón- Va terminare los huevos que te quiero echar ya-dijo sacándole la lengua, pero la verdad era que tenía que ir al hospital.
- -Voy, voy. -se terminó lo que le quedaba por comer y le dejó el plato en la cocina. - Me voy a dormir que esta noche tengo misión con Dave. Ves con cuidado. -le dió un beso en la frene y se fue.
***
(Esa misma noche)
Era de noche, una noche oscura y fría. Ruth entró en el bar, y fue hasta una de las mesas del fondo. El local estaba casi vacío por la hora, pero William Barton le esperaba pacientemente.
- Curiosa forma de malgastar el tiempo para un moribundo.-comentó un pelín irónica mientras se quitaba uno de los guantes de cuero.
Él la miró sonriendo, se le notaba el cansancio en la cara, tenía ojeras y la cara un poco chupada.
- No encuentro ninguna mejor.
Ruth le correspondió a la sonrisa, y se sentó enfrente de él.
- Pareces un zombie...algunas mujeres encuentran atractivos a los hombres desvalidos, sin duda podrías tener tu último polvo asegurado.
- ¿Quieres que me vaya a la tumba antes de tiempo? -rió él.
Ruth dudó, y dudó de verdad.
- Bueno…das muchos problemas vivo. El silencio de los muertos, es el único silencio definitivo. Pero aceptaste ayudar en su momento, supongo que te debo eso. Te lo debemos todos…el país entero.
Él suspiró.
- Nadie me debe nada.
Ella se puso una mano bajo la barbilla, y contempló la pared del otro lado.
- Mmm…Aidan Van Hepburn te sigue odiando por algo que no hiciste. Estados Unidos no conoce tu nombre, no proclama que eres un héroe, y posiblemente vayas a palmar pronto. Yo diría que hay mucha gente que te debe algo. Si yo fuera tú estaría llorando por los rincones.
- No me gusta llorar por cosas que no merecen la pena. No me metí en esto para ser honrado. Y seguro que tú tampoco.
Ruth volvió la cabeza para mirarlo a los ojos cuando oyó sus palabras.
- ¿Me estás juzgando, Barton?
- Sólo estoy diciendo que no somos tan diferentes.
- Los dos sabemos guardar secretos, ¿no?-le dijo con aire misterioso, aunque entre ellos no existía tal misterio.
- Es un buen ejemplo. ¿Quieres tomar algo? Te invito, ya que voy a morir aprovecharé el dinero que me queda.
- No, estoy bien. Prefiero evitar el envenenamiento. -le respondió, dejándole claro que se fiaba hasta un punto de él. - ¿Sigues en casa de Rose?
Él asintió. Ruth puso cara de fastidio ante eso.
- Tienes que tener cuidado. A nuestra Rose le gusta mucho meterse en donde no la llaman. No quiero que acabe muerta por enterarse de cosas que no debe.
- No voy a meterla en más líos, no te preocupes.
La morena asintió, pensativa.
- Que tu lengua siga sirviendo sólo para hablar y hacer cunilingus. No la cagues, no hables demasiado, y todo irá bien.
- No te preocupes, no tengo intención de hacerlo. Aunque no podrás guardarlo en secreto eternamente.
Ruth soltó una leve carcajada, algo inquieta aunque intentara que no fuera así.
- Mi trabajo consiste en hacer que ese secreto no se revele nunca…es a lo que me dedico. Y me considero muy buena en mi trabajo.
- Por lo que he podido observar así es. Pero los secretos son difíciles de mantener a raya. Ves con cuidado.
Ruth cogió el vaso de Will y se lo bebió de un vez. Al final tuvo que recurrir a un trago para mantener la compostura. Sobre todo porque uno de sus mayores motivos de nerviosismo es que se había acostado con Aidan Van Hepburn.
- Lo sé…esto es como un patio de marujas donde a la mujer con mala fama a la que visitan hombres que no son su marido pierde. Lo sé mejor que nadie, y he venido aquí para asegurarme de que tú también lo sabías. Y me he dado cuenta de que los dos seguimos siendo conscientes. Me quitas un peso de encima.
- Me alegro de ello. –dijo él mientras alzaba la mano para pedirle al camarero dos bebidas más.
Ruth aceptó el nuevo vaso entre los dedos y lo balanceó.
- Intenta no provocarlo, pasa de él. -comentó después de dar un sorbo apurado, sin hacerle falta decir a quién se refería.
- No voy a provocarle, ya te he dicho que no quiero morir antes de lo poco que me queda.
Ruth sonrió ligeramente, y vaciló un poco a pesar de todo.
- Aidan no te mataría, no mataría ni a una mosca. Lo haría yo, ¿recuerdas?
- Lo sé, pero el tema de su novia le pone un poco nervioso, y la gente nerviosa es inpredecible.
Ruth sonrió un poco ante la ironía de su acompañante. Aidan no se ponía nervioso, se ponía furioso por culpa del dolor, y una persona herida era lo peor.
- Quiso renunciar al trabajo y largarse de la ciudad. No te quiere matar, porque me entreveraría a decir que prefiere que estés agonizando. Si yo fuera Aidan lo preferiría, tendría justicia por fin…o eso cree él.
- Déjale que lo crea, cuando me muera, quiero decir.
Ella se acabó la copa, y se levantó.
- ¿Es qué te has vuelto tonto? Pues claro que eso se irá contigo a la tumba, o se quedará en tu conciencia, es lo único que importa.
- Gracias por el apoyo moral. Eres muy agradable. -bromeó él.
Ruth se volvió a poner los guantes con aire de suficiencia.
- Gracias, tú eres un adulador. Nos vemos en nuestra obra de teatro… digo en la ICD. –le devolvió la coña-
Will se limitó a hacerle un gesto de despedida con la mano. Cuando Ruth se fue hico una mueca de dolor que llevaba reprimiendo un buen rato, se terminó la bebida y salió de allí. Rose estaba en una misión con su compañero y Jake estaba en su ordenador ayudándoles, asi que sabía que no se enteraría cuando volviese a entrar cautelosamente al piso.
***
Rose se terminó su último trozo de pizza, casi llorando. Seguía con hambre pero ya era la segunda vez que salía a por comida y no quería soportar las miradas de desaprobación de David. Cuando terminó el trozo, metió la caja en una bolsa de basura y la dejó en el asiento de atrás. Se recolocó en el asiento delantero del coche y miro hacia el edificio que estaban vigilando. Suspiró, aburrida y miró a David.
- Entretenme.
David resopló y arqueó las cejas.
- Me has pillado por sorpresa. Si me lo hubieras dicho, hubiera traído los malabares.
- Deberías ir siempre preparado, agente. – Se rió ella. – Cuéntame algo, llevamos tres horas aquí y me he quedado sin libro y sin comida, me aburro.
- Podría contarte uno de los cuentos que le gustan a Sarah, pero no creo que te gustaran. - dijo él, encogiéndose de hombros.
- ¿Por qué no me iban a gustar? Me encantan las historias. Cuenta.
David sonrió y se acomodó en el asiento.
- Érase una vez un patito que era diferente a los demás, y por eso la gente se metía con él. Los demás animales le insultaban y le ignoraban, así que decidió huir. Cuando años después regresó a su antigua charca, se dio cuenta de que de esta vez le miraban de forma distinta. El patito había crecido y se había convertido en un cisne y era admirado por todos los mismos animales que antes se habían metido con él. Pero el cisne se dio cuenta de que aquellas personas no le querían, y se fue a vivir con sus amigos de verdad. - hizo una pausa. - ¿Te ha gustado? La moraleja es la mejor parte.
- Tienes un garbo para contar cuentos, un desarrollo de la trama espectacular, deslumbrante, me he emocionado tanto al oírlo que he tenido que ocultar con mucha fuerza las lágrimas. – Rose se metió un poco con él, pero con un deje de cariño.
David entrecerró lo ojos, pero no contestó.
- Entonces, tus poderes ¿cómo funcionan exactamente? ¿Lees la mente de la gente así sin más? – preguntó ella, mirándole con sincera curiosidad.
- Es difícil de explicar. - respondió él.
- Tenemos todo el tiempo del mundo.
David suspiró, sin intención de contarle nada a Rose. Pero pudo sentir su mirada insistente, y supo que no le dejaría tranquilo si no contestaba.
- Simplemente lo escucho, como si fueran voces. - intentó explicar. - Y no, no tengo que mantener contacto visual ni llevarme dos dedos a la frente con el Profesor X. - añadió con una sonrisa.
Rose le devolvió la sonrisa.
- Lástima, hubiese sido interesante. Aunque bien pensado, se podría dibujar un cómic sobre tí, tienes poderes de superhumano, con eso de los sentidos o lo que sea, y leer la mente es un plus. Sí, sí, yo compraría el cómic. Aunque tal vez sería más interesante si fueses mujer.
- ¿Más interesante? - preguntó, extrañado. - No tendrá que ver con que las superheroínas vayan ligeras de ropa, ¿no es así?
- No, tonto. - Le dio un golpe suave en el hombro. - Porque ya hay muchos héroes masculinos, y aún en medio siglo XXI las heroinas protagonistas son increiblemente reducidas.
David se encogió de hombros y giró la cabeza para contestar, pero de pronto se percató de una figura que salía por una de las puertas del edificio, y enderezó en el asiento.
Rose se dió cuenta de su gesto y dirigió su mirada hacia las puertas.
- ¿Es él? ¿Es nuestro sospechoso? - Cogió los prismáticos y le observó, los prismáticos analizaron la imagen y le confirmaron que en efecto era el sospechoso. - Tenemos que seguirle sin que se de cuenta. - Dijo apartando la mirada de los prismáticos por un momento para mirarle.
David no contestó, pero salió del coche. Rose salió también y le siguió, asegurándose de tener la pistola preparada por si acaso. Se movieron sigilosamente, siguiendo al sospechoso. Jake había descubierto una conexión con ese sujeto y otras empresas que habían resultado ser falsas, así que los indicios indicaban que era cómplice de la trama, aunque no parecía ser alguien muy importante en la escalera de poder, sí tenía ciertas responsabilidades observables. Sospechaban que era el encargado de hacer funcionar las empresas falsas durante el tiempo suficiente antes de que cayeran como pistas falsas que era.
- ¿Crees que nos llevará a algún lugar interesante? – preguntó Rose en voz baja.
Él se encogió de hombres y respondió, en el mismo tono:
- Eso espero.
- ¿No podrías leerle la mente o algo?
- ¿Le oirías decir algo a esta distancia? No es tan fácil, Rose, tengo que estar más cerca.
- De acuerdo, de acuerdo. Pues esperamos a poder acercarnos más.
David asintió y continuaron siguiéndole en silencio. Estuvieron un rato siguiéndole sin llegar a ninguna parte, Rose empezaba a temer que les hubiese descubierto y les quisiese entretener cuando llegó a un edificio y se metió dentro, mirando ante a un lado y a otro.
- - ¿Crees que es una trampa? – dijo ella.
David volvió a encogerse de hombros, y respondió:
- Ni idea, pero no vamos a quedarnos aquí, ¿no crees?
- Por supuesto que no. – sonrió ella.
Rose llamó a Jake indicándoles su posición y le pidió que pirateara las posibles cámaras del edificio para que no les viesen entrar, cuando Jake les dio el visto bueno se acercaron a la puerta y entraron sigilosamente.
- Me da la sensación de que en cualquier momento aparecerá un zombie.
- No Tienes nada que temer, Rose. Los Zombies comen cerebros y tú eres rubia. – Respondió David, sin mirarla.
- Si no fuera porque tienes superpoderes muy útiles te apalizaría ahora mismo por ese comentario. – dijo ella sin mirarle, con pistola preparada y la linterna, inspeccionando el pasillo.
Siguieron inspeccionando la zona hasta que llegaron a una puerta de donde salían voces. David se colocó a un lado de la puerta y Rose al otro. Se quedaron muy quietos y callados, esperando poder escuchar lo que decían dentro.
- ¿Y qué pasará si la poli nos pilla? – preguntó una voz más molesta que asustada.
- Pues que meterán tu apestoso trasero en prisión, perro loco. – dijo otra voz, riendo.
- No bromees, no me apetece volver a prisión, y menos ahora que estamos a punto de hacernos millonarios.
- Pues lo único que tenemos que hacer es no emborracharnos ni hablar sobre nuestro jefe ¿entendido? En menos de una semana esto estará acabado y podremos huir del país.
Rose miró a David con urgencia. El hombre aseguraba que en menos de una semana la operación sería efectiva, eso significaba que la habían adelantado y podría ser en cualquier momento. David se limitó a hacerle un gesto con la mano y a escuchar atentamente.
- ¿Y cuántas empresas más dices que tenemos que inventar? Estoy ya cansado de todo esto.
- Las que sean necesarias. – dijo una tercera voz. – Lo que está claro es que estamos haciendo un buen trabajo, la poli no sabe cuál es la de verdad. –se rió. – Y no lo sabrán hasta que media ciudadanía esté muerta.
Rose apretó los dedos alrededor de la pistola, notaba cómo la rabia y la adrenalina le corría por las venas. Notó cómo David le lanzaba una mirada de advertencia, pidiéndole que no hiciese nada estúpido.
- Bueno, muchachos, es hora de jugar a cartas. – dijo esa tercera voz. Entonces pudieron oír cómo se ponían a jugar y a beber.
Rose miró a David y le preguntó con la mirada qué debían de hacer. Él señaló con la cabeza la puerta de salida y sin hacer ruido salieron. Una vez lejos volvieron al coche.
- ¿Qué vamos a hacer? Sé que no podemos detenerles o sabrán que sabemos todo su plan. Pero sin más información no tenemos casi nada. – se puso el cinturón agresivamente.
- Lo sé.- respondió él, pensativo.- Será mejor que volvamos a la ICD y lo hablemos entre todos. Si nos precipitamos y fallamos, la cagamos.
Rose asintió, resignada, y David les llevó a la ICD. En el viaje Rose llamó a Jake para decirle por encima lo que había pasado y para que convocase una reunión de urgencia en la oficina.
Cuando llegaron, todos los demás ya estaban allí. Algunos tenían cara de haber salido del matadero y otros de querer meterles en el matadero.
- Espero que no hayamos interrumpido nada. – se burló Rose.
- Muy graciosa. – masculló Nicole mientras le pasaba un café, lo cual Rose agradeció intensamente.
El jefe carraspeó y preguntó a Rose y David que contaran lo que había pasado. Entre los dos explicaron todo lo que había sucedido y a todos de les cambió la cara cuando dijeron que la entrada de drogas sería efectiva en menos de una semana pero que no habían dicho cuando.
Rose pudo ver por el rabillo del ojo como Will suspiraba y se llevaba las dos manos a la cara. Jake, que estaba a su lado, le miró y luego miró a Rose, que se había vuelto del todo, pidiéndole qué hacer con la mirada. Rose negó con la cabeza, diciéndole que ya se ocuparía de ello más tarde. Intentó no prestarle atención a la tez cada vez más pálida de Will ni a los moratones que le estaban saliendo.
- Tenemos que descubrir qué día será la entrega lo antes posible, si es menos de una semana tenemos como máximo seis días más, lo cual no es mucho. – dijo el jefe, pensativo.
- Y menos tendremos si no son seis, puede que sea mañana o pasado. – dijo Aidan, serio. – Necesitamos alguna forma de enterarnos del día sea como sea.
- Podríamos infiltrar a alguien. – propuso Ruth.
- Saben que estamos detrás de su pista, no creo que dejen meter a nadie en el plan, será demasiado sospechoso. – apuntó Scott.
- Siempre podemos interrogar a uno de los hombres que hemos visto. – dijo Rose.
- No sabían el día ¿recuerdas que lo han dicho? El cabecilla sólo dijo que sabía que sería en menos de una semana. – dijo David mirando a Rose significativamente, no quería que dijese que les había leído la mente.
Rose lo comprendió y asintió.
- ¿Pero podríais describir a esos en concreto? Tal vez si les encontramos en el registro podamos vincularles a otros que sí sepan la fecha. – propuso Jake.
- Me parece una buena idea. – asintió el jefe. – David y Rose, id con Jake y describidle todo lo que podáis. Los demás seguid investigando, no podemos detenernos para nada, esto es muy grave.
Todos asintieron e inmediatamente volvieron al trabajo. Rose le dijo a Will que viniese con ellos, pues tal vez reconocía a alguien de la noche de la misión.
- David, Jake, empezad sin mí, enseguida vengo. –los dos asintieron y empezaron con las descripciones. Rose miró a Will, él le devolvió una sonrisa cansada. – ¿Cuánto hace que no duermes?
- Unas horas.
- ¿Unas horas o unos días? Tienes un aspecto terrible.
- Estoy muriéndome, por si no lo recuerdas. –respondió él sin enfado ni burla, aunque a Rose se le encogió el estómago.
- Pero tienes que dormir. O empeorarás más rápido.
Él se quedó unos instantes en silencio.
- ¿Qué pasa? – insistió ella.
- No puedo dormir.
- ¿Por qué?
- Tengo miedo.
Rose le miró, comprendiendo.
- Tengo miedo de no despertar si me duermo. Y cada vez que mis ojos se cierran necesito luchar para que no lo hagan. Sé que suena muy cobarde por mi parte, pero… no quiero morir.
- No suena cobarde. Suena humano. – contestó ella poniéndole una mano en el hombro. – Te prometo que no dejaré que te vayas tan rápido. Yo te despertaré, me aseguraré de que estés bien.
Will sonrió.
- Eres tan inocente y dulce como siempre.
- Eso no es cierto. Y lo digo en serio, me quedaré vigilándote mientras duermes, me aseguraré de que despiertas. Te lo prometo. – le miró fijamente a los ojos, muy seria. Will le devolvió la mirada y suspiró, resignado. - ¿Es eso un sí?
Él se limitó a asentir. Rose sonrió ampliamente y le cogió de la mano para llevarle al despacho de Jake donde David y él ya estaban bastante avanzados. Le obligó a tumbarse en el sofá y Will se durmió enseguida. Mientras ayudaba a Jake y David, Rose iba vigilando y asegurándose de que Will seguía respirando y de que dormía pacíficamente.
***
Espero que os haya gustado :DY siento mucho la tardanza horrible.
Una vez más, muchas felicidades querida Miriam!!
egaara- Autor de best-seller
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Re: ÚLTIMA ESPERANZA (Temporada 2)
Se que no es lo mismo tener capi del rol nuevo que del rol viejo, pero bueno, aqui teneis, es algo chorra, aun asi espero que os guste.
Miriam muchas gracias, te quiero sestra y por eso, quiero que empieces a leer el rol con esta imagen que estoy segura que ya tienes memorizada y que miras cada dos segundos.
Se que no tiene nada que ver pero, HAPPY ROL DAY GIRLS!
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Dan hundía las manos en los bolsillos, mientras “World Spins Madly On-The Weepies” sonaba como música de fondo, a través de sus auriculares. Aunque el sol brillaba por encima de él, Dan notaba el frio calándose en sus huesos mientras recorría las cruces blancas, leyendo una por una, los nombres grabados en ellas.
Una chica pelirroja lo miraba des de lejos, sostenía un ramo de flores en sus manos y aun des de la distancia Dan sabía que estaba llorando. Poco a poco fue acercándose mas a ella hasta que la chica, sin decir nada lo agarro fuerte, entre sus brazos.
-Hola-musito el aricándole suavemente el pelo-¿Cómo estas Jo?
Joanna sacudió un poco la cabeza y se separó de él. Al contrario de lo que Dan había pensado, Jo no lloraba. Se miraron un rato y finalmente se sentaron en el húmedo trozo de hierba fresca que rodeaba la cruz de madera blanca.
-Hola- dijo finalmente ella, pero no miraba al chico moreno de su lado, sino a la cruz.
-¿Cómo estas colega?-dijo Dan, haciendo exactamente lo mismo que Joanna.
Nadie respondió, como era de esperar.
-¿Sabes que si algún día de estos contesta me voy a cagar en todo verdad?
-Y tu pretendes ser Policía, que poco valiente eres...
-No quiero ser Policía, quiero ser agente de la ICD, es diferente.
-Mucho.
-Enserio.
-Ya...
-Anda cállate -dijo Dan golpeándole las costillas.
Ambos rieron un rato pero finalmente se quedaron en silencio.
-La cosa no se suponía que iba a ser así...
-Lo sé.
-¿Te acuerdas de cuando teníamos 16 años?
-Como no hacerlo, por vuestra culpa cada sábado llegaba a casa oliendo a Vodka y fanta de limón barata.
Ella sonrió e hizo ver que le olía y luego se tapaba la nariz.
-Sí, pero me refiero a...
-No quiero hablar de eso ahora Jo, ahora no.
-Dan...
-He dicho que no Joanna.
-Vale.
Al cabo de unos minutos en silencio Jo abrió su bolso y de él saco una botella de Vodka barato y tres vasos de chupito, los lleno y dejo uno delante de la cruz, el otro de lo dio a Dan.
-Por Adam, el carbón que nos dejó antes de tiempo.
-Por Adam-repitió Daniel, pero no pronuncio en voz alta las palabras que tenía en mente, pues eran solo para su mejor amigo y él ya las sabia.
Nicole llevaba horas sentada en su despacho, evitando mirar el papeleo de su mesa, ya que, por obligación, los papeles oficiales seguían siendo hechos en papel y no en ordenador. Se había pasado la ultima hora hablando con Emily por teléfono, no habían hablado de nada en especial, pero ambas se aburrían y solían llamarse para decir estupideces cuando eso pasaba.
-Bueno Em, tengo que colgar ya, la burocracia está intentando matarme, nos vemos esta noche, si...-rio ante el comentario de su amiga- ya te gustaría, adiós.
Colgó y se obligó a levantar el abrigo que había colocado encima del papeleo. Los miro con la ceja levantada unos minutos y finalmente empezó a rebuscar entre los cajones.
-¿Porque una no puede encontrar un jodido mechero cuando lo necesita?
Cerró los cajones de golpe y dio permiso al pesado que llevaba un minuto llamando a la puerta para que entrase.
-¿Qué quieres Lolipop?
Lolipop era el chico que se encargaba de repartir sobres por las oficinas de la ICD. Su nombre de verdad era Loras Puge pero mucha gente le llamaba Lolipop, sin ningún motivo aparente.
-Ha llegado esto para ti, bueno en verdad era para vuestro jefe pero él me ha dicho que te lo diese a ti.
-Siempre hace lo mismo...-dijo Nicole echando un bufido-En fin, gracias Loras, cierra la puerta por favor.
Lolipop salió y Nicole maldijo a Keith en voz alta.
-Haber que tenemos aquí...
Dentro del sobre marrón había una hoja de papel blanca con cincuenta nombres en ella y dos marcados con un subrayador amarillo.
-Daniel James Greenwood... ¿de qué me suena este nombre? En fin, uhmm una puntuación de 96 no está nada mal...y quien más...-leyó el nombre tres o cuatro veces para asegurarse de haberlo leído bien- No me jodas que voy a tener que aguantar a otro Van Hepburn en mi vida...Meggan Lynn Van Hepburn, no me jodas.
Y con una sonrisa, salto de su silla y desplazo el que ella nombraba “su culo gordo” unos 15 pasos a la derecha, hasta el despacho de Aidan Van Hepburn, el probablemente, hermanísimo de la pequeña Meggan.
Abrió la puerta sin llamar.
-Ei
Aidan no levantó los ojos del ordenador, y siguió tecleando con ambas manos. -Hey, ¿qué te pica para que hayas sido tan maleducada? ¿Y si me llegas a pillar desnudo?-bromeó, y le hizo caso con la mirada después de poner un punto y final.
-Aunque me encantaría verte desnudo, no eres mi tipo Aidan, lo siento, lo nuestro es imposible-dijo ella bromeando y se sentó en la silla de delante de la mesa.-Sabes necesitas comprarte un sofá como yo, y una mini nevera y esconderla debajo de esto-golpeo la mesa- SI lo hicieses picaría a la puerta antes de entrar.
-Si lo hiciera sería un agente poco profesional. Prefiero hacer mi trabajo sobrio.-le dijo con una sonrisa, y apoyó los codos en el escritorio.-Tú dirás. ¿Ha pasado algo con el caso?
-Primero, yo siempre voy sobria al trabajo, en mi nevera solo hay batidos de chocolate y segundo, no, no es sobre el caso, sino sobre esto-dijo lanzándole el sobre encima de la mesa- Dime Van Hepburn, es tu intención llenar mi vida con gente con la que compartes tu extraño e impronunciable apellido o es solo una coincidencia cósmica?
-¿Gente con la que comparto mi apellido?-repitió sus palabras extrañado, y cogió el papel enseguida para leerlo rápidamente-¡No me jodas!
-Si te jodo-dijo sonriendo al ver la cara de Aidan- Dime, ¿es tu hermana pequeña? Porque si lo es tengo que felicitarte, quiero decir, claramente no tiene tus genes porque ¡pedazo expediente!-dijo sacándole la lengua.
Aidan no se lo podía creer.
-Tiene que ser una broma… ¡Claro que tiene mejor expediente! Era bailarina de ballet, su vida era la disciplina rigurosa.-se levantó de la silla-Si viene a aquí, la odiarás. Vendrá a ser la mejor, y será hostiable. No le gusta ni perder al parchís, y sí, es mi hermana pequeña…no podría estar tranquilo.-suspiró varias veces.
Nicole no podía contener la risa ante la idea de una Aidan chica muy hostiable.
-A mí tampoco me gusta perder al parchís, así que tendrá que aprender- no estaba segura si Aidan la había oído pues aun murmuraba cosas para si-En fin, ¿y a él lo conoces? Su apellido me suena de algo.
Aidan volvió a leer el otro nombre porque antes sólo se había fijado en el de su hermana.
-Fíjate, le conozco desde niño, pero hace años que no le veo. ¿No te suena su apellido? No recuerdo el nombre oficial, pero se ve que fue repugnante…
Nicole hizo memoria y recordó el caso, Simon se lo había contado, entre otros más de una vez, al parecer fue un episodio muy sonado para la antes conocida como DC, pero sobretodo recordaba porque hubo unas cuantas muertes.
-Ahora lo recuerdo, Greenwood es el apellido de uno de los agentes involucrados en el caso ¿verdad?
Aidan asintió, y se cubrió la cara con las manos con cansancio.
-Esto es una mierda.
-Pero que dices, será divertido tener a una pequeña tu por aquí, si quieres puedes hacerle tú de tutor y yo me quedo con el pequeño Greenwood.
-¿Estás de coña? Yo me ocupo de él, tú de ella. No le vendrá mal la influencia de una agente.-se quedó pensativo.-Mis padres me dijeron que en la graduación notaron algo raro entre ellos...-cotilleó un poco.
-Dios espero que estén liados, si están liados esto se va a convertir en un culebrón colombiano, ya verás cuando se lo cuente a Emily-después de decir eso recordó que Aidan no conocía a Emily y dejo el tema- ¿Y saben estos dos que las relaciones sexuales y románticas están...vamos a decir, poco recomendadas, entre compañeros de trabajo?-al decir eso miro a Aidan y pensó en lo mucho que lo shippeaba con Ruth.
Él aludido carraspeó, y desvió la mirada.
-Meggan lo sabe perfectamente, mi padre es muy pesado con el temita.
-Tu padre debe ser muy pesado porque tiene miedo de...- iba a comentar lo de Camille, pero sabía que no era buena idea hacerlo así que intento rectificar su error- de...que te enamores de mí, que estoy muy buena, jodidamente buena.
Se dio cuenta de lo que iba a decir, y tampoco quiso comentarlo.
-Sabe que ya no soy de rubias. Él las odia...una vez me dijo que le caías mal.-mintió.
Antes de contestar Nicole se levantó y se apoyó en el marco de la puerta.
-Mentida, a mi todo el mundo me encuentra adorable, pero tienes razón, tú no eres de rubias sino... de morenitas asiáticas.
Estuvo a punto de ponerse rojo, pero no lo hizo.
-Nicole...no inventes.
-Yo solo me atengo a los hechos querido.-Le hubiese gustado decir “No mates mi OTP con tus falacias” pero no considero oportuno descubrir a Aidan su lado más...o mejor dicho, menos Agente Nicole-En fin, me tengo que ir a por el papeleo y tengo que hablar con Rose, creo que ha avanzado un poco en el caso...Dale recuerdos a tu hermana de mi parte Aidan, dile que se prepare para jugar al parchís.- se fue.
-Daniel estaba sentado en el balancín de la entrada de su casa, había estornudado cuatro o cinco veces en pocos minutos, lo que le hico pensar que alguien estaba hablando de él, y espero de todo corazón que fuese una tal Van Hepburn.
-¡¡¡Hola engendro!!!
Una muy animada Amy subía los escalones de su casa acompañada por su mejor amiga Katie.
-¿Qué quieres?-dijo mirando primero a su hermana con mala cara para luego, con una sonrisa mirar a Katie.-Hola Katie.
Ella le sonrió pero no dijo nada, tenía los ojos algo rojos, al igual que su hermana.
-¿Habéis estado fumando?
Amy se quedó quieta mirándolo, se cruzó de brazos, levanto las dos cejas e hizo un bailoteo antes de negar haber fumado.
-Amy...
-Daniel...
-¿Katie? Su hermana paro de bailar, y se dejó caer en el banco al lado de su hermano.
-Te has fijado que aquí-dijo levantando su mano derecha al aire- hay más luz que aquí- y levanto la otra mano al lado de la otra, justo donde empezaba la sombra.
Dan no pudo contener la risa y se golpeó la cara con la palma de la mano, tan fuerte que casi se hace daño de verdad.
-Vete Amy, anda...que tengo que hacer una llamada.
-¿Y a quien quieres llamar eh? ¿A tu novia? Mama me conto que en la graduación estabas muy pendiente de una chica, dime Daniel, ¿tienes novia?-su hermana levanto la ceja y agito los brazos, provocando que el balancín casi se cayera hacia atrás y que Katie se preocupara por Amy.
-¿Puedes irte pesada?
-Nop, jode eh!
-Vete a la mierda, estúpida.
Dan se levantó y se fue del porche, con la rabia de ver a su hermana victoriosa, sentada en el balancín junto a Katie.
-¡Yo también te quiero hermano!-grito Amy.
Al final se tumbó en el césped del jardín, junto a su perro.
Biipppp, Biippppp....
“Contesta, contesta por favor Megg”
Giulio Cesare Van Hepburn tenía cuatro años, y correteaba por la casa de sus abuelos a pesar de que eran las ocho de la mañana. Se cayó pero se volvió a levantar y cuando sonó el móvil de su tía se elevó en puntillas, y lo contestó.
-Buongiorno. Chi parla?
A Dan no le sorprendió que la voz contestara en Italiano sino lo infantil que sonaba.
-¿Meggan?
-No.-el niño fue así de escueto, pero sintió curiosidad, y no colgó.
Daniel no entendía nada y no estaba seguro ni de con quien hablaba ni de qué idioma hablar, ya que los niños pequeños siempre eran difíciles de entender. Quería colgar, su italiano estaba muy oxidado, pero se tratara de Meggan.
-Parlare inglese?
-Sí, ¿quién eres tú?-estaba acostumbrado a hablarlo en aquella casa, así que contestó rápido.
Esa respuesta le tranquilizo ya que en ese momento no se veía muy preparado para mantener una conversación en italiano con un niño aparentemente pequeño, básicamente porque tampoco sabía como mantener esa conversación en Ingles.
-Soy...-Y que era el para ella- Me llamo Daniel, soy amigo de Meggan, ¿puede ponerse al teléfono por favor?
-¿Bambi?-no sabía muy bien quien era Meggan, pues si hablaba de su tía allí todos la llaman por ese mote.
-¿Bambi?-Dan no pudo contenerse la risa y deseo volver a ver a Meggan solo para poder llamarla de ese modo.- ¿Es bambi Meggan? Quiero hablar con la dueña de este teléfono, se llama Meggan ¿verdad?-por un instante pensó que se había equivocado pero eso era imposible-Una chica morena de ojos azules...por cierto, ¿quién eres tú?
-Sí, sí...-le confirmó.-Soy su...-no sabía cómo se decía en inglés.-...soy Giulio Cesare Van Hepburn.-le gustaba decir su nombre completo porque hacía poco que había aprendido a escribirlo.
Daniel estuvo apunto de descojonarse ante ese nombre, como eran los italianos a la hora de llamar a sus hijos...
-Piacere di conoscerti piccolo, devo riagganciare ora, ma vorrei farmi un favore? Si può dire Bambi a chiamare me? E 'molto importante... Digli che sono Dan, e lei saprà chi sonó.
Le entendió perfectamente aunque tenía un acento un poco raro, parecido al de su abuelo, pero asintió.
Así que decidió devolver la llamada al ver que era un número estadounidense. Colgó, ¿y si era Dan? Se puso muy nerviosa, pero volvió a llamar, y esperó.
-Si- dijo una voz femenina al otro lado del teléfono.
Meggan se descolocó un poco, ¿tendría ya novia? ¿Una tía con quién estuviera follando? ¿Quién sería?
-Perdona, ¿estoy llamando a Daniel Greenwood?
-Sí, si- dijo la chica mientras se le escapaba la risa-Lo siento, está en la ducha, ¿quién eres?
Meggan levantó una ceja, y se sorprendió al sentirte cabreada, y hasta celosa. Y luego pensó en el cuerpo mojado de Daniel, y le vivieron imágenes interesantes a la mente.
-¿Yo? Nadie, me ha llamado él. ¿Sabes si quería algo?
-¿No serás Meggan verdad?-la chica empezó a reírse. Conocía a Dan desde que los unicornios poblaban la tierra, es decir, des del día que nació y sabia como era su hermano.
Se volvió a sorprender, y tragó saliva.
-Pues sí, lo soy. ¿Qué pasa? ¿Tú quién eres?
-Soy Amy, espero que ya sepas quien soy, voy a matar a Dan si no te ha hablado de mi- y en ese momento dudo, entre ser una buena hermana o la hermana cruel que le gustaba ser y supuso que podía ser ambas- ¿Quieres que vaya a buscarlo a la ducha?
Eso le volvió a sentar como una patada en el centro de gravedad.
--No, y no, con que le digas a tu amigo que no me llame otra vez me basta. -le dijo con chulería.
-Yo no consideraría a Daniel mi amigo la verdad...
-¡Pues tu novio!-le espetó sin pensar.- ¡Me da igual!
-¡DIOS NO, QUE ASCO! Dan es mi hermano, dios, que asco-se golpeó la cabeza con la mano para intentar borrar esa asquerosidad de su mente.-Dios...
-Oh...-se sintió la gilipollas más gilipollas del mundo.-Ya... ¿en serio?
-Enserio, dios es repugnante, ¿quién te has pensado que era? ¿Joanna?
-¿Quién?-las alarmas se le volvieron a encender en el cerebro. Ese nombre...se acordó enseguida, era la chica con la que Dan le había dicho que había perdido la virginidad o al menos era el mismo nombre.
-Joanna es su... Oh -interrumpió su frase de repente- ¿Ya sale de la ducha te lo paso?
Y en ese momento Meggan escucho a Amy, la no-novia-sino-hermana-de-Dan-pero que le había hablado de una tal Joanna decir “Tu idiota Meggan al teléfono...si esa, ¡que sí! Tu Meggan...joder aguanta la toalla guarro...si, si ahora me voy... ¡pero cógelo! ¡Que no que no voy fumada! ¡¡Puedes coger el teléfono!!”
Al final, Meggan colgó sin responderle, y estuvo a punto de mandar a volar el móvil. ¿Qué le pasaba? No podía ponerse así por un tío, tenía que tener dignidad, y amor propio.
-Stronzo...-se acordó de la madre de Dan.
Mientras tanto en la habitación de Dan, el miraba el teléfono, con la mirada vacía mientras su hermana de seria de él, tirada en el suelo.
-¿Puedes parar de reírte? No hace gracia Amy!-dijo Dan mirándola con maldad.
-Sí que la hace Dan, eres un huevón, huevón, huevón, ¡como papá!
-¡No soy un huevón, pero esta chica me gusta de verdad! Tú no puedes entenderlo, nunca has estado con nadie ni te ha gustado nadie.
-No tienes ni idea-le dijo ella, y era verdad ya que nadie de su familia sabia con quién soñaba ella por las noches.- Mira Dan ella es una chica, yo soy una chica, y por lo que me parece es más como yo que como tú, así que relájate y no la llames cada tres segundos ¿vale? Tómalo o déjalo, pero no me eches a mí tu mierda.
-Vete, te he escuchado hablándole de Jo, sabes que no hay nada entre ella y yo y aun así se lo has dicho...
-¿Seguro Dan?
Y se fue, dando un portazo al más puro estilo Amy (Can't show you the name yet) Greenwood.
Después de dejar el móvil en la mesa Meggan se puso un abrigo largo, y un gorro y bajó por el camino de un lado del acantilado hacia la playa. Era la mejor manera que conocía de despejar la mente, y además le encantaba el mar. Su olor, su sonido, todo.
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El reconocido fotógrafo Neoyorkino descansaba sus pies, dejándolos balancearse en el vacío del acantilado, sin temer a una inminente caída. Estaba demasiado asombrado por el paisaje, costas escarpadas, aguas azuladas y un constante y probablemente imaginario olor a pizza. A través del objetivo de su camera fotografiaba cada instante y de repente la vio a ella, una chica paseando a paso rápido, enfurecida como el mar de enero. Con su mano giro el objetivo y lo aproximo a ella, como unos prismáticos se sintió como un acosador, pero no acosando su cuerpo en el sentido más cruel, sino su belleza, y sus movimientos. La fotografió repetidas veces de espaldas, ansiando que se girara para del todo, para poder contemplarla entera, no solo su hermoso perfil.
Pero ella parecía negarle el gusto, así que decidió abandonar el peligro del acantilado y enfundado en su abrigo tejano, bajo a paso rápido las escaleras que llevaban a la playa. Se acercó poco a poco a ella, pero se quedó a unos pasos de distancia y levanto su cámara, a la espera de que ella lo mirara.
Meggan se quedó mirando el horizonte en la orilla, y cuando sintió la presencia de alguien en ella, dobló un poco la cabeza y miró justo a la cámara por encima de un hombro.
Click, click, click
-Gracias-dijo el satisfecho y la miro con una sonrisa.
¿Era el día internacional de incordiar a Meggan Van Hepburn, y ella no lo sabía?
-¿Cómo?-se sorprendió por su descaro.-Más te vale borrar esas fotos.
El sonrió y la volvió a fotografiar, con el ceño fruncido y el cuerpo echado hacia delante, con las nubes grises de decoración.
-Como fotógrafo, tengo la obligación moral de nunca borrar de mi cámara cosas bonitas, así que lo siento, y por cierto, pensé que eras Italiana.
Cambió la expresión cuando le volvió a sacar una foto, y se puso una mano en la cintura en señal de cabreo.
-Pues yo no he pensado que fueras italiano, sólo un imbécil estadounidense.
-No te alejas de la realidad, pero te falta añadir- hizo otra foto- un imbécil estadounidense con descendencia Canadiense, e irlandesa...creo, es importante.
Ella optó por quedarse quieta.
-¿No tienes nada mejor que hacer que no sea acosar a mujeres?
-Yo no acoso a mujeres, solo estoy aquí por mi trabajo, me pagan para fotografiar todo eso que considero bello, estaba fotografiando la playa y te he visto, no he podido evitar...-medito la situación y bajo la cámara- Siento la grosería, ha sido un imprudente error por mi parte.
-Así mejor...-cuando bajó la cámara se dio cuenta de que estaba para sacarle fotos a él también-Muchas gracias. ¿Trabajas para una revista o para una agencia de viajes?
-Trabajo para la National Geographic y soy fotógrafo independiente, un cazarecompensas que vende su pasión a cambio de dinero- Le sonrió otra vez, solía sonreír, era algo importante, pero en ese caso, no lo hacía obligado, esa chica tenía algo y aunque parecía más joven que él, hubiese dejado mucho atrás solo para poder fotografiarla una vez más...- ¿Cómo te llamas?
Permaneció callada, oyéndolo, y mirándolo con atención, y luego sin saber el motivo decidió mentir.
-¿Yo? Joanna.-el primer nombre que se le ocurrió fue el que había dicho la hermana de Dan, y le había molestado tanto.- ¿Tú?
¿El?
-Killian, como bien he dicho, creo que tengo descendencia Irlandesa, encantado de conocerte Joanna, -Bonito nombre..., me pregunto, ¿quieres someterte a un pequeño interrogatorio mientras nos tomamos un café? Te prometo que intentare no fotografiarte, aunque quien sabe, tal vez no puedo resistir tan deliciosa combinación.
Se mordió el labio inferior, pensativa. Pensó que una distracción con un hombre guapo, y con una profesión interesante no le vendría mal a nadie, y menos a ella.
-¿Vas a seguir con esos piropos baratos todo el tiempo?
-Es probable, no se me da muy bien hablar, soy más de “una imagen vale más que mil palabras” pero no puedes culparme, me he pasado la vida viendo el mundo a través de un objetivo. Aun así si lo prefieres, puedo intentar usar piropos más adecuados, claro está, que voy a necesitar muchos cafés de practica para llegar a eso, ¿no crees?
-O quizás no.-se hizo la misteriosa.-Igual no.-le repitió despacio, y no dejó de mirarlo con fijeza, casi como si lo quisiera memoriza
-Siempre tienes algo listo para responder ¿cierto? Dime, si no es una indiscreción, ¿hay alguien que intentaría matarme si supiese que tengo la intención de fotografiarte en mi habitación?
-Probablemente mi padre, y mis hermanos. -le respondió.-Pero soy mayor de edad desde hace años, y te intentaría matar yo, no ellos.-le guiñó un ojo con ironía.
-Sera un placer correr ese riesgo entonces, Joanna.
Killian se acercó a ella y volvió a levantar la cámara y le capturo los labios con un suave click.
-Deberías dejar de hacerme fotos sin mi permiso, fotógrafo.-no se apartó, y permaneció en el sitio quieta.
-Uno no tiene que pedir permiso para hacer eso que le place hacer, solo asumir la posibilidad del rechazo- bajo la cámara y la miro a los ojos, levantando un dedo hacia ella y acariciándole el rostro.-Aunque sí que es cierto, que algunas cosas merecen ese riesgo más que otras.
Meggan se apartó de él dando un par de pasos hacia atrás.
-Yo no soy una cosa. -le dijo seria para ver que contestaba.
Killian sonrío, era difícil mantener esa farsa pose de poeta duro con esa chica, y empezaba a quedarse sin respuestas que darle, así que decidió ir a por todas, lanzar un último piropo cutre.
-Sí que lo eres, todos lo somos, yo no te conozco, para mi eres solo una extraña, y en unos días tal vez solo seas un recuerdo, o una foto en blanco y negro colgada en la parte de mi casa, junto a otras cosas preciosas que he ido fotografiando a lo largo de los años, no me mal intérpretes, pues no hablo de cosa como un insignificante objeto sino como algo que vale la pena mantener.-hizo una pequeña pausa y le beso la comisura derecha del labio, se apartó de ella.-Ha sido un placer conocerte Joanna, sin duda...
-¿Y ahora huyes?-le preguntó cuándo vio cómo se alejaba de ella.-Eres un cobarde, yo no he huido de ti cuando me estabas molestando con tu flash.
Kilian sonrió, había acertado quien era Joanna.
-No huyo, pero con mi trabajo he aprendido, que cuando quieres fotografiar a un animal salvaje, debes dejar que sea el que te mire a los ojos, no al revés, he aprendido que es más cauto dar un pato atrás y extender tu mano a la espera de un roce..
¿La acababa de llamar animal salvaje?
-Yo soy una señorita muy bien educada.-pero sin embargo dio varios pasos hacia delante.- ¿Dónde te alojas?-quería comprobar si mentía o no, y era rápido pensando.
-No, eres un animal salvaje, y lo sabes...y te gusta... Hay una casa rural a 15 minutos de aquí, hacia el este, al lado de la desembocadura del rio.
Meggan asintió, pues conocía el sitio.
-¿Sabes qué este animal podría patearte el culo, no? Lo digo en serio, espero que no seas un rarito...o más rarito.
-¿Valgo la pena? ¿Correr el riesgo quiero decir?-levantó su mano hacia el primer botón del abrigo de la chica pero no lo desabrocho, solo lo acaricio.
Meggan empezó a sentir calor, o más calor que desde hacía un rato, y le apartó la mano de forma juguetona
-¿No vas muy rápido?-le vaciló.
-¿Es que tocarte el primer botón del abrigo lo consideras ir rápido?- él entendía lo que Meggan quería decir pero ella no era la única con una respuesta esperando siempre entre los dientes.
-Sí, sí cuando debajo tengo las tetas.-le respondió-¿Yo te puedo tocar el botón de los vaqueros?
-¿Aun pidiendo por permiso?-él le levanto una ceja, algo que le encantaba hacer.
-Te he dicho que soy educada.-estiró una mano, y con un dedo recorrió su bragueta.
¿Qué coño estaba haciendo? No lo sabía, pero aquel hombre le atraía como un imán, y pensar en Dan follando con esa tal Joanna le hacía querer tener sexo con el desconocido con más ganas. Pero sabía que sería una locura, y además no se fiaba de su profesión.
-Ciao.-apartó la mano, y se giró para irse.
-¡Ciao Bella!- Killian sonrió y espero a que ella se apartara unos pasos para gritar-¡¡Todas las cosas bonitas son libres y salvajes!!
Killian espero en la playa hasta que Joanna se fue, saco un par de fotos más al mar ahora ya más tranquilo y se dispuso a marchar hacia el hostal. “Podría ser actor” pensó mientras se subía el coche “Se me da bien”.
Hacía pocos días que Emily había vuelto a Nueva York, como parte ya habitual de sus vacaciones. Siempre que la una o la otra tenían fiesta en sus respectivos trabajos, utilizaban esos días para estar juntas. Como también era de esperar, siempre se instalaban en casa de la respectiva anfitriona ya que ambas poseían un piso propio y además estaban solteras, o al menos no en una relación estable.
-Nik!-grito Emily des de la ducha, mientras Nicole preparaba la cena-¡Me he quedado si champú!
Nicole puso los ojos en blanco y se lavó las manos antes de dirigirse hacia el baño con un bote de champú olor “Flores salvajes”.
-Aquí-dijo entrando sin llamar pensando que Emily estaría envuelta en una toalla. No lo estaba “Ya lo dicen ya que la confianza da asco” pensó Nicole. -Ya no me queda el de siempre, este es el de “Flores salvajes”- Intento mirarla a los ojos, pero no pudo evitar echar un vistazo sin querer, era raro que se sonrojara.
-Mmmh Sexy, aunque prefiero el otro ya sabes porque...
Nicole sonrió y le lanzo el bote de champú a las manos.
-Lo se lo recuerdo bien, pero calla y espabila que yo también quiero ducharme antes de cenar.
-Nadie te impide entrar ahora en la ducha-dijo Emily sonriendo mientras abría el bote de champú.
-Idiota.
Nicole salió del baño mientras escuchaba a Emily empezar a cantar “Let it go” otra vez.
Una vez habían terminado de cenar Em se dirigió a su habitación, cansada después de pasarse el día dando vueltas por la ciudad mientras Nicole estaba en el trabajo.
-¿Puedo?-dijo Nicole llamando a la puerta.
-Claro
Nicole tenía una habitación de invitados en su piso, que durante algunos meses del año se convertía en la habitación de Emily, así que ya le había dejado tener en ella algunas cosas personales que quitaba en caso que alguien más tuviese que quedarse.
-¿Es esta tu forma de decir que tienes miedo de dormir sola o simplemente me estas sugiriendo una noche de sexo desenfrenado?- Comento Emily mientras Nicole se tumbaba en el lado derecho de la cama.
-Em...-sonrió y le golpeo la barriga con el brazo sin apenas moverse de su posición.
-Deberías volver a tocar sabes...quiero decir...- Dijo Emily mirando el techo.
-Lo sé, pero...
-Lo sé.
-Siempre me ha gustado esto...
-¿El qué?
-Cuando lo sabemos.
-Lo sé.
-Anda cállate.
-Me gusta esa foto-dijo Emily señalando la fotografía de la mesilla de noche. (http://media-cache-ec0.pinimg.com/236x/fe/f3/9a/fef39a9c3540b5badfa5d54da752b1d5.jpg)
-Lo sé.
Ambas callaron y Nicole miro a Emily sonriendo. Estaban las dos estiradas en la cama, con los ojos cerrados El móvil de Nicole vibro y Emily le saco el móvil del bolsillo.
-¿Trabajo?
-Algo mejor, estamos teniendo un caso algo difícil y prácticamente nos pasamos el día encerrados en la oficina, por cierto, siento que justo cuando estés aquí no pueda pasar mucho rato contigo...
-Tranquila- Emily le sonrió mientras Nicole leía el mensaje.
-Así que esta mañana he convencido a un par de amigos para ir a tomar una cerveza, así que vamos levántate y ponte algo de ropa que nos vamos!
Emily iba con el albornoz lila de Nicole.
-¿Ese tal Scotty, el chico con nombre de perro?-dijo levantando una ceja sugerente y haciendo un pequeño baile sexy moviendo la cadera y haciéndola botar en el colchón para molestar a su amiga.
-Si ese Scotty, y no tiene nombre de perro Em, aunque ahora le he cogido el gusto a llamarle simplemente “tu”-hizo una pausa para dejar a su amiga hacer su habitual gesto de imitación hacia ella cuando Nicole hablaba de hombres y prosiguió- Y con Rose una compañera.
-Mmmh... Rose tiene un nombre sexy, ¿tiene pareja? ¿Crees que la puedo hacer sucumbir al lado oscuro de la sexualidad como dice tu madre?
-Para empezar mi madre ya no habla de la homosexualidad como algo oscuro, mi padre y yo tuvimos una seria charla con ella después del incidente de hace cuatro años...-Emily la interrumpió para recalcar lo divertido que había sido ese incidente y como aun recordaba la cara de su madre- Y segundo, a Rose le gustan las chicas así que no la tienes que hacer sucumbir a nada...-Emily volvió a interrumpir para añadir “Aunque sin duda podría, está demostrado.” y le guiño un ojo- Si, sin duda podrías, la cosa Em, es que es mi compañera de trabajo así que cuidado ¿vale?
-Claro.
Ambas se fueron a cambiar, discutiendo como era normal la ropa que iban a llevar ya que el estilo de ambas era muy diferente.
-¿Por cierto vamos en coche?
-¿Vas a privarte el gusto de un buen Tequila sunrise por mí?
-Haría muchas cosas por ti Nik, pero dejar una buena copa sola no es una de ellas.
-Me lo temía.
-Lo se.-dijo Emily ayudando a Nicole a subir la cremallera de su vestido, pero rozando su piel con los dedos mientras lo hacia.Nicole se estremecio momentaniamente pero se alejo de ella.-¿Llevas las bragas puestas?
Nicole asintió agarrando sus bragas con el vestido
-¿Y tú el sujetador?
Emily asintió agarrándose las tetas con ambas manos y ambas de dieron una mirada cómplice recordando el porqué de ese pequeño ritual y se fueron del apartamento sonriendo.
*************
Scott y Rose estaban sentados en una de las ultimas mesas de bar, cada uno disfrutaba de su bebida mientras esperaban la llegada de Nicole. La verdad era que ha Nathan no le hacía mucha gracia salir con gente, ya que prefería estar en el hospital con su madre o estar en casa con su hermano, ya que no le hacía mucha gracia no tener que dejar a su Ben con su tía Helena, una mala arpía que solo estaba esperando que su madre muriese para poder llevarse a Ben con ella a Chicago y cobrar una pensión por parte de Scott. Pero esa mañana Nicole había insistido en quedar con él, así que al final había cedido, llevándose un chasco cuando descubrió que Rose también estaría presente.
-¿Tu sabias que yo también venia?-dijo Scott dando un trago a su Coca-Cola- Quiero decir me encanta que estés aquí, pero...pensaba que Nicole... bueno...ya me entiendes....
-Pensabas que tendrías la oportunidad de estar a solas ¿no? -se río.- No, no sabía que ibas a venir.
-Ahora resultara que Nicole se ha olvidado que no te gustan los hombres y nos ha preparado una cita -también río- Eso justificaría porque llega 20 minutos tarde.
- No creo que sea tan mala como para citarme contigo a solas. -se burló ella.-
-Va que no estoy tan mal eh! Soy joven y guapo- le guiño un ojo- Soy Australiano, eso me tiene que dar puntos en la escala sexy ¿no? Y no bebo alcohol -levanto el refresco sonriendo- todo un partido, vaya.
-Meh, eres pasable.
-Rose Elisabeth Sawyer, no me quites de mi mundo de fantasía con tus malas palabras- hizo ver que se indignaba- Me has hecho daño, aquí-dijo señalándose el corazón.
-Lo superarás pronto, no te agobies. -le dio una pequeña colleja.
Rose se rio cuando Scott hizo una mueca y bebió de su zumo, alzando momentáneamente la vista. Vio entrar a Nicole y sonrió con intención de saludarla con la mano, pero se quedó parada cuando junto a ella entró una mujer alta y esbelta, morena -o eso le pareció en la oscuridad del bar.- y muy atractiva. Se quedó embobada durante una fracción de segundo hasta que se dio cuenta de que tendría que saludarla cuando llegasen a la mesa y se quedó un poco cortada. Se hundió un poco en su silla entrando en pánico. Mientras esto ocurría a pocos metros de los pensamientos de Rose, Nicole entraba cogiendo a Emily de la mano para cruzar juntas entre las mesas del bar. Nicole sonrió al ver a Scott mirándola con una sonrisa pero después se fijó en Rose, mirando a Emily y rápidamente hundiéndose en la silla y por un momento quiso dar media vuelta.
-¿Preparada Em?
-Siempre -contesto ella sonriendo y con su mejor acento británico.
Llegaron a la mesa y Scott se levantó rápidamente.
-Hey -dijo a continuación- ¿Quién es tu amiga?
Nicole intento golpearlo con el bolso pero no llego a sus pantalones así que decidió responderle con una pullita.
-Guárdate eso en los pantalones Scotty- le sonrió- Chicos, esta es Emily.
-Hola, encantada- dijo ella dándose cuenta después de decirlo que sin querer aun había pronunciado más su ya acento británico.
Rose carraspeó y se obligó a levantarse y tenderle la mano.
- Rose Sawyer, un placer.
Emily miro a la rubia, “Así que esta es Rose eh” pensó, siempre había tenido debilidad por las rubias.
-En Europa no tendemos la mano... damos un beso- y al decir eso se acercó a ella y le planto un beso en la mejilla. No era del todo cierto que los británicos hiciesen eso, pero ella había dicho europeos y eso si era cierto.- Encantada.
Emily se vio obligada a separarse de Rose ya que Nicole le había dado un golpe en pie tan disimuladamente como había podido. Rose se sonrojó violentamente tras el beso, pero hizo todo lo posible para disimularlo. -Cada uno tiene sus costumbres, supongo. -miró a Scott en busca de auxilio
-Vine aquí a pasar un buen rato y ahora me estoy indignando-dijo mirando a las tres chicas- ¿Por qué aquí todo el mundo recibe besos menos yo?
Emily sonrió.
-Pues venga a besarnos todos-se hizo paso entre Rose y Nicole y beso a Nathan en la mejilla- ¿Contento? -Mucho-dijo el sonriendo y mirando a Nicole de reojo.
-¿Nik?- Nicole sonrió y Emily le planto un beso en el lado derecho de la frente mientras la cogía de lado por los hombros.
-¿Podemos beber ya?-dijo Nicole a mirando a Rose y sus mejillas ardientes.
-Claro, si me decís qué queréis voy a la barra a buscarlo.-dijo ella.
-Espera, te ayudo-dijo Nicole soltándose de Emily y esperando a que Rose se levantara- ¿Lo de siempre? - miro a su amiga.
-Como siempre, querida.
Rose se levantó y mientras Nicole andaba detrás suyo pudo escuchar a Emily diciéndole a Scott “Ya lo sabe, esa es mi mujer” seguido por un “¿COMO?” alterado de Scott.
-Hey Rosie, ¿Estas bien? ¿Te has enfadado porque he venido con Em sin avisar? Es mi mejor amiga y vive en Londres, ahora está de vacaciones así que ha venido a pasar unas semanas en mi casa... se que estamos en medio de un caso, pero nos vemos poco asi que tenemos que aprovechar...
Rose asintió.
-Me parece bien, tranquila, no es nada. -esbozó una sonrisa.-
Nicole la miro levantando una ceja.
-Rose...- se acercó la camarera del bar y Nicole desvió la mirada de Rose por unos segundos- Dos Salitos con limón por favor -Volvió a mirar a la chica rubia de su lado- Sawyer...
-¿Qué?
-Nada -Contesto Nicole pues ni ella misma sabía bien lo que quería decir- Vamos anda...Tengo que contaros a tu y a Scott un montón de cosas vergonzosas sobre Em! Y ehem...cualquier cosa que ella diga sobre mi es mentira, ¿vale?
Habían pasado ya 40 minutos des de su llegada y en ese tiempo Rose y Scott no solo habían conocido algo a Emily, sino que ahora también conocían un poco más a su compañera de trabajo, habían conocido, a través de las historias de Emily, a una Nicole algo distinta, una Nicole de 19 años con el trasero atascado en un comedor de madera para cerdos por ejemplo.
-¡Y así es como al final sacamos su culo gordo del comedor de madera!- Finalizo Emily descojonándose no solo al recordar la historia sino también por la cara de Nicole.
Rose rio al imaginarse la imagen y se secó una lágrima que estaba resbalándole del ojo. -Maravilloso. -fue lo único que pudo comentar mientras reía.
-Si esto te ha parecido maravilloso ¡espera que te cuente la noche en la que nos conocimos! - respondió Emily aún más emocionada que con la historia anterior – Yo la llamaría “La noche que Nicole descubrió su...
-¡EMILY!- la interrumpió Nicole – Esa historia no.
Se miraron un par de segundos y Emily asintió con la cabeza.
-Esa ya os la contara Nicole si quiere...
-Pero seguro que no quiere. -se quejó Rose.
-No he bebido lo suficiente- dijo levantando su cerveza mientras empezaba a sonar su móvil- Lo siento tengo que cogerlo es Annie...
-Su hermana – susurro Emily en caso que alguno de los otros dos no lo supiese.- ¡Dile hola de mi parte!
Nicole asintió y se levantó del bar.
-Aprovechando- dijo Scott mirando a Rose- Voy a ir al baño y a pedir otra Coca-Cola.
-Que tiene este chico en contra de una buena copa de alcohol- le murmuro Emily a Rose cuando Scott se iba- Bueno y tú también, chica sana.
-No me gusta mucho beber. -contestó ella.
-A mí me gusta beber en ocasiones especiales...El problema es que suelo pensar que la vida en general es una ocasión muy especial.- levanto la copa hacia Rose y se terminó la cerveza, ahora ya algo caliente.- ¡Estamos vivos! -Sonrió- Pero no pienses mal de mí, en verdad soy una persona muy responsable, trabajo y todo aunque Nik te diga lo contrario!Estoy en el Servicio de Epidemiología y Prevención británico- estuvo a punto de decir “Por decirlo de alguna forma, soy el peor enemigo de los súper virus” pero se contuvo, no por hablar más adecuadamente, pues nunca le había gustado esta visión Hollywoodense de que los médicos y otros relacionados con los campos de la ciencia y medicina eran personas introvertidas, sin sentido del humor o con el único papel de ser personas cultas y raras a merced del protagonista, alguien no tan culto pero mucho más hábil socialmente.
-Qué raro...Sabes tal vez pueda ayudar, ahora estoy de vacaciones así que os puedo echar una mano, para mí sería un placer trabajar con vosotros- su voz contenía ilusión pero sus ojos buscaban a Nicole, preguntándose por qué su amiga no le había hablado del tema.
Rose le explicó el caso y los pocos progresos que habían hecho.
-Entiendo, que te parece si mañana a primera hora voy con Nik a la ICD y me pones en contacto tanto con William, quiero hacerle unas pruebas si te parece bien, mientras tanto esta noche convenceré a Nicole para que hable con vuestro jefe y me permita ser vuestra asesora temporal.
Después de estar en el baño por lo que debieron ser unos diez minutos apareció Nathan con un vaso de agua en la mano y Emily se disculpó, dejando a Rose contándole a Nathan el tema de Emily ayudando en el caso.
-Ahora vuelvo- Emily sonrió mirando a Rose y simplemente echo un vistazo rápido a Scott- Dos minutos.
Emily salió por la puerta del bar algo enfurecida, Nicole siempre hacia lo mismo y como siempre Emily ya sabía lo que iba a ocurrir.
Y ahora sin mas demora, os presento aLENA SEXY AS FUCK HEADEY EMILY
Y Ahora euhfu3hfiuqrhfuher2uheruhvpiuerhfRITA VOLK hdehwfc9hwei quiero decir Amy...
Miriam muchas gracias, te quiero sestra y por eso, quiero que empieces a leer el rol con esta imagen que estoy segura que ya tienes memorizada y que miras cada dos segundos.
Se que no tiene nada que ver pero, HAPPY ROL DAY GIRLS!
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Dan hundía las manos en los bolsillos, mientras “World Spins Madly On-The Weepies” sonaba como música de fondo, a través de sus auriculares. Aunque el sol brillaba por encima de él, Dan notaba el frio calándose en sus huesos mientras recorría las cruces blancas, leyendo una por una, los nombres grabados en ellas.
Una chica pelirroja lo miraba des de lejos, sostenía un ramo de flores en sus manos y aun des de la distancia Dan sabía que estaba llorando. Poco a poco fue acercándose mas a ella hasta que la chica, sin decir nada lo agarro fuerte, entre sus brazos.
-Hola-musito el aricándole suavemente el pelo-¿Cómo estas Jo?
Joanna sacudió un poco la cabeza y se separó de él. Al contrario de lo que Dan había pensado, Jo no lloraba. Se miraron un rato y finalmente se sentaron en el húmedo trozo de hierba fresca que rodeaba la cruz de madera blanca.
-Hola- dijo finalmente ella, pero no miraba al chico moreno de su lado, sino a la cruz.
-¿Cómo estas colega?-dijo Dan, haciendo exactamente lo mismo que Joanna.
Nadie respondió, como era de esperar.
-¿Sabes que si algún día de estos contesta me voy a cagar en todo verdad?
-Y tu pretendes ser Policía, que poco valiente eres...
-No quiero ser Policía, quiero ser agente de la ICD, es diferente.
-Mucho.
-Enserio.
-Ya...
-Anda cállate -dijo Dan golpeándole las costillas.
Ambos rieron un rato pero finalmente se quedaron en silencio.
-La cosa no se suponía que iba a ser así...
-Lo sé.
-¿Te acuerdas de cuando teníamos 16 años?
-Como no hacerlo, por vuestra culpa cada sábado llegaba a casa oliendo a Vodka y fanta de limón barata.
Ella sonrió e hizo ver que le olía y luego se tapaba la nariz.
-Sí, pero me refiero a...
-No quiero hablar de eso ahora Jo, ahora no.
-Dan...
-He dicho que no Joanna.
-Vale.
Al cabo de unos minutos en silencio Jo abrió su bolso y de él saco una botella de Vodka barato y tres vasos de chupito, los lleno y dejo uno delante de la cruz, el otro de lo dio a Dan.
-Por Adam, el carbón que nos dejó antes de tiempo.
-Por Adam-repitió Daniel, pero no pronuncio en voz alta las palabras que tenía en mente, pues eran solo para su mejor amigo y él ya las sabia.
Nicole llevaba horas sentada en su despacho, evitando mirar el papeleo de su mesa, ya que, por obligación, los papeles oficiales seguían siendo hechos en papel y no en ordenador. Se había pasado la ultima hora hablando con Emily por teléfono, no habían hablado de nada en especial, pero ambas se aburrían y solían llamarse para decir estupideces cuando eso pasaba.
-Bueno Em, tengo que colgar ya, la burocracia está intentando matarme, nos vemos esta noche, si...-rio ante el comentario de su amiga- ya te gustaría, adiós.
Colgó y se obligó a levantar el abrigo que había colocado encima del papeleo. Los miro con la ceja levantada unos minutos y finalmente empezó a rebuscar entre los cajones.
-¿Porque una no puede encontrar un jodido mechero cuando lo necesita?
Cerró los cajones de golpe y dio permiso al pesado que llevaba un minuto llamando a la puerta para que entrase.
-¿Qué quieres Lolipop?
Lolipop era el chico que se encargaba de repartir sobres por las oficinas de la ICD. Su nombre de verdad era Loras Puge pero mucha gente le llamaba Lolipop, sin ningún motivo aparente.
-Ha llegado esto para ti, bueno en verdad era para vuestro jefe pero él me ha dicho que te lo diese a ti.
-Siempre hace lo mismo...-dijo Nicole echando un bufido-En fin, gracias Loras, cierra la puerta por favor.
Lolipop salió y Nicole maldijo a Keith en voz alta.
-Haber que tenemos aquí...
Dentro del sobre marrón había una hoja de papel blanca con cincuenta nombres en ella y dos marcados con un subrayador amarillo.
-Daniel James Greenwood... ¿de qué me suena este nombre? En fin, uhmm una puntuación de 96 no está nada mal...y quien más...-leyó el nombre tres o cuatro veces para asegurarse de haberlo leído bien- No me jodas que voy a tener que aguantar a otro Van Hepburn en mi vida...Meggan Lynn Van Hepburn, no me jodas.
Y con una sonrisa, salto de su silla y desplazo el que ella nombraba “su culo gordo” unos 15 pasos a la derecha, hasta el despacho de Aidan Van Hepburn, el probablemente, hermanísimo de la pequeña Meggan.
Abrió la puerta sin llamar.
-Ei
Aidan no levantó los ojos del ordenador, y siguió tecleando con ambas manos. -Hey, ¿qué te pica para que hayas sido tan maleducada? ¿Y si me llegas a pillar desnudo?-bromeó, y le hizo caso con la mirada después de poner un punto y final.
-Aunque me encantaría verte desnudo, no eres mi tipo Aidan, lo siento, lo nuestro es imposible-dijo ella bromeando y se sentó en la silla de delante de la mesa.-Sabes necesitas comprarte un sofá como yo, y una mini nevera y esconderla debajo de esto-golpeo la mesa- SI lo hicieses picaría a la puerta antes de entrar.
-Si lo hiciera sería un agente poco profesional. Prefiero hacer mi trabajo sobrio.-le dijo con una sonrisa, y apoyó los codos en el escritorio.-Tú dirás. ¿Ha pasado algo con el caso?
-Primero, yo siempre voy sobria al trabajo, en mi nevera solo hay batidos de chocolate y segundo, no, no es sobre el caso, sino sobre esto-dijo lanzándole el sobre encima de la mesa- Dime Van Hepburn, es tu intención llenar mi vida con gente con la que compartes tu extraño e impronunciable apellido o es solo una coincidencia cósmica?
-¿Gente con la que comparto mi apellido?-repitió sus palabras extrañado, y cogió el papel enseguida para leerlo rápidamente-¡No me jodas!
-Si te jodo-dijo sonriendo al ver la cara de Aidan- Dime, ¿es tu hermana pequeña? Porque si lo es tengo que felicitarte, quiero decir, claramente no tiene tus genes porque ¡pedazo expediente!-dijo sacándole la lengua.
Aidan no se lo podía creer.
-Tiene que ser una broma… ¡Claro que tiene mejor expediente! Era bailarina de ballet, su vida era la disciplina rigurosa.-se levantó de la silla-Si viene a aquí, la odiarás. Vendrá a ser la mejor, y será hostiable. No le gusta ni perder al parchís, y sí, es mi hermana pequeña…no podría estar tranquilo.-suspiró varias veces.
Nicole no podía contener la risa ante la idea de una Aidan chica muy hostiable.
-A mí tampoco me gusta perder al parchís, así que tendrá que aprender- no estaba segura si Aidan la había oído pues aun murmuraba cosas para si-En fin, ¿y a él lo conoces? Su apellido me suena de algo.
Aidan volvió a leer el otro nombre porque antes sólo se había fijado en el de su hermana.
-Fíjate, le conozco desde niño, pero hace años que no le veo. ¿No te suena su apellido? No recuerdo el nombre oficial, pero se ve que fue repugnante…
Nicole hizo memoria y recordó el caso, Simon se lo había contado, entre otros más de una vez, al parecer fue un episodio muy sonado para la antes conocida como DC, pero sobretodo recordaba porque hubo unas cuantas muertes.
-Ahora lo recuerdo, Greenwood es el apellido de uno de los agentes involucrados en el caso ¿verdad?
Aidan asintió, y se cubrió la cara con las manos con cansancio.
-Esto es una mierda.
-Pero que dices, será divertido tener a una pequeña tu por aquí, si quieres puedes hacerle tú de tutor y yo me quedo con el pequeño Greenwood.
-¿Estás de coña? Yo me ocupo de él, tú de ella. No le vendrá mal la influencia de una agente.-se quedó pensativo.-Mis padres me dijeron que en la graduación notaron algo raro entre ellos...-cotilleó un poco.
-Dios espero que estén liados, si están liados esto se va a convertir en un culebrón colombiano, ya verás cuando se lo cuente a Emily-después de decir eso recordó que Aidan no conocía a Emily y dejo el tema- ¿Y saben estos dos que las relaciones sexuales y románticas están...vamos a decir, poco recomendadas, entre compañeros de trabajo?-al decir eso miro a Aidan y pensó en lo mucho que lo shippeaba con Ruth.
Él aludido carraspeó, y desvió la mirada.
-Meggan lo sabe perfectamente, mi padre es muy pesado con el temita.
-Tu padre debe ser muy pesado porque tiene miedo de...- iba a comentar lo de Camille, pero sabía que no era buena idea hacerlo así que intento rectificar su error- de...que te enamores de mí, que estoy muy buena, jodidamente buena.
Se dio cuenta de lo que iba a decir, y tampoco quiso comentarlo.
-Sabe que ya no soy de rubias. Él las odia...una vez me dijo que le caías mal.-mintió.
Antes de contestar Nicole se levantó y se apoyó en el marco de la puerta.
-Mentida, a mi todo el mundo me encuentra adorable, pero tienes razón, tú no eres de rubias sino... de morenitas asiáticas.
Estuvo a punto de ponerse rojo, pero no lo hizo.
-Nicole...no inventes.
-Yo solo me atengo a los hechos querido.-Le hubiese gustado decir “No mates mi OTP con tus falacias” pero no considero oportuno descubrir a Aidan su lado más...o mejor dicho, menos Agente Nicole-En fin, me tengo que ir a por el papeleo y tengo que hablar con Rose, creo que ha avanzado un poco en el caso...Dale recuerdos a tu hermana de mi parte Aidan, dile que se prepare para jugar al parchís.- se fue.
-Daniel estaba sentado en el balancín de la entrada de su casa, había estornudado cuatro o cinco veces en pocos minutos, lo que le hico pensar que alguien estaba hablando de él, y espero de todo corazón que fuese una tal Van Hepburn.
-¡¡¡Hola engendro!!!
Una muy animada Amy subía los escalones de su casa acompañada por su mejor amiga Katie.
-¿Qué quieres?-dijo mirando primero a su hermana con mala cara para luego, con una sonrisa mirar a Katie.-Hola Katie.
Ella le sonrió pero no dijo nada, tenía los ojos algo rojos, al igual que su hermana.
-¿Habéis estado fumando?
Amy se quedó quieta mirándolo, se cruzó de brazos, levanto las dos cejas e hizo un bailoteo antes de negar haber fumado.
-Amy...
-Daniel...
-¿Katie? Su hermana paro de bailar, y se dejó caer en el banco al lado de su hermano.
-Te has fijado que aquí-dijo levantando su mano derecha al aire- hay más luz que aquí- y levanto la otra mano al lado de la otra, justo donde empezaba la sombra.
Dan no pudo contener la risa y se golpeó la cara con la palma de la mano, tan fuerte que casi se hace daño de verdad.
-Vete Amy, anda...que tengo que hacer una llamada.
-¿Y a quien quieres llamar eh? ¿A tu novia? Mama me conto que en la graduación estabas muy pendiente de una chica, dime Daniel, ¿tienes novia?-su hermana levanto la ceja y agito los brazos, provocando que el balancín casi se cayera hacia atrás y que Katie se preocupara por Amy.
-¿Puedes irte pesada?
-Nop, jode eh!
-Vete a la mierda, estúpida.
Dan se levantó y se fue del porche, con la rabia de ver a su hermana victoriosa, sentada en el balancín junto a Katie.
-¡Yo también te quiero hermano!-grito Amy.
Al final se tumbó en el césped del jardín, junto a su perro.
Biipppp, Biippppp....
“Contesta, contesta por favor Megg”
Giulio Cesare Van Hepburn tenía cuatro años, y correteaba por la casa de sus abuelos a pesar de que eran las ocho de la mañana. Se cayó pero se volvió a levantar y cuando sonó el móvil de su tía se elevó en puntillas, y lo contestó.
-Buongiorno. Chi parla?
A Dan no le sorprendió que la voz contestara en Italiano sino lo infantil que sonaba.
-¿Meggan?
-No.-el niño fue así de escueto, pero sintió curiosidad, y no colgó.
Daniel no entendía nada y no estaba seguro ni de con quien hablaba ni de qué idioma hablar, ya que los niños pequeños siempre eran difíciles de entender. Quería colgar, su italiano estaba muy oxidado, pero se tratara de Meggan.
-Parlare inglese?
-Sí, ¿quién eres tú?-estaba acostumbrado a hablarlo en aquella casa, así que contestó rápido.
Esa respuesta le tranquilizo ya que en ese momento no se veía muy preparado para mantener una conversación en italiano con un niño aparentemente pequeño, básicamente porque tampoco sabía como mantener esa conversación en Ingles.
-Soy...-Y que era el para ella- Me llamo Daniel, soy amigo de Meggan, ¿puede ponerse al teléfono por favor?
-¿Bambi?-no sabía muy bien quien era Meggan, pues si hablaba de su tía allí todos la llaman por ese mote.
-¿Bambi?-Dan no pudo contenerse la risa y deseo volver a ver a Meggan solo para poder llamarla de ese modo.- ¿Es bambi Meggan? Quiero hablar con la dueña de este teléfono, se llama Meggan ¿verdad?-por un instante pensó que se había equivocado pero eso era imposible-Una chica morena de ojos azules...por cierto, ¿quién eres tú?
-Sí, sí...-le confirmó.-Soy su...-no sabía cómo se decía en inglés.-...soy Giulio Cesare Van Hepburn.-le gustaba decir su nombre completo porque hacía poco que había aprendido a escribirlo.
Daniel estuvo apunto de descojonarse ante ese nombre, como eran los italianos a la hora de llamar a sus hijos...
-Piacere di conoscerti piccolo, devo riagganciare ora, ma vorrei farmi un favore? Si può dire Bambi a chiamare me? E 'molto importante... Digli che sono Dan, e lei saprà chi sonó.
Le entendió perfectamente aunque tenía un acento un poco raro, parecido al de su abuelo, pero asintió.
Así que decidió devolver la llamada al ver que era un número estadounidense. Colgó, ¿y si era Dan? Se puso muy nerviosa, pero volvió a llamar, y esperó.
-Si- dijo una voz femenina al otro lado del teléfono.
Meggan se descolocó un poco, ¿tendría ya novia? ¿Una tía con quién estuviera follando? ¿Quién sería?
-Perdona, ¿estoy llamando a Daniel Greenwood?
-Sí, si- dijo la chica mientras se le escapaba la risa-Lo siento, está en la ducha, ¿quién eres?
Meggan levantó una ceja, y se sorprendió al sentirte cabreada, y hasta celosa. Y luego pensó en el cuerpo mojado de Daniel, y le vivieron imágenes interesantes a la mente.
-¿Yo? Nadie, me ha llamado él. ¿Sabes si quería algo?
-¿No serás Meggan verdad?-la chica empezó a reírse. Conocía a Dan desde que los unicornios poblaban la tierra, es decir, des del día que nació y sabia como era su hermano.
Se volvió a sorprender, y tragó saliva.
-Pues sí, lo soy. ¿Qué pasa? ¿Tú quién eres?
-Soy Amy, espero que ya sepas quien soy, voy a matar a Dan si no te ha hablado de mi- y en ese momento dudo, entre ser una buena hermana o la hermana cruel que le gustaba ser y supuso que podía ser ambas- ¿Quieres que vaya a buscarlo a la ducha?
Eso le volvió a sentar como una patada en el centro de gravedad.
--No, y no, con que le digas a tu amigo que no me llame otra vez me basta. -le dijo con chulería.
-Yo no consideraría a Daniel mi amigo la verdad...
-¡Pues tu novio!-le espetó sin pensar.- ¡Me da igual!
-¡DIOS NO, QUE ASCO! Dan es mi hermano, dios, que asco-se golpeó la cabeza con la mano para intentar borrar esa asquerosidad de su mente.-Dios...
-Oh...-se sintió la gilipollas más gilipollas del mundo.-Ya... ¿en serio?
-Enserio, dios es repugnante, ¿quién te has pensado que era? ¿Joanna?
-¿Quién?-las alarmas se le volvieron a encender en el cerebro. Ese nombre...se acordó enseguida, era la chica con la que Dan le había dicho que había perdido la virginidad o al menos era el mismo nombre.
-Joanna es su... Oh -interrumpió su frase de repente- ¿Ya sale de la ducha te lo paso?
Y en ese momento Meggan escucho a Amy, la no-novia-sino-hermana-de-Dan-pero que le había hablado de una tal Joanna decir “Tu idiota Meggan al teléfono...si esa, ¡que sí! Tu Meggan...joder aguanta la toalla guarro...si, si ahora me voy... ¡pero cógelo! ¡Que no que no voy fumada! ¡¡Puedes coger el teléfono!!”
Al final, Meggan colgó sin responderle, y estuvo a punto de mandar a volar el móvil. ¿Qué le pasaba? No podía ponerse así por un tío, tenía que tener dignidad, y amor propio.
-Stronzo...-se acordó de la madre de Dan.
Mientras tanto en la habitación de Dan, el miraba el teléfono, con la mirada vacía mientras su hermana de seria de él, tirada en el suelo.
-¿Puedes parar de reírte? No hace gracia Amy!-dijo Dan mirándola con maldad.
-Sí que la hace Dan, eres un huevón, huevón, huevón, ¡como papá!
-¡No soy un huevón, pero esta chica me gusta de verdad! Tú no puedes entenderlo, nunca has estado con nadie ni te ha gustado nadie.
-No tienes ni idea-le dijo ella, y era verdad ya que nadie de su familia sabia con quién soñaba ella por las noches.- Mira Dan ella es una chica, yo soy una chica, y por lo que me parece es más como yo que como tú, así que relájate y no la llames cada tres segundos ¿vale? Tómalo o déjalo, pero no me eches a mí tu mierda.
-Vete, te he escuchado hablándole de Jo, sabes que no hay nada entre ella y yo y aun así se lo has dicho...
-¿Seguro Dan?
Y se fue, dando un portazo al más puro estilo Amy (Can't show you the name yet) Greenwood.
Después de dejar el móvil en la mesa Meggan se puso un abrigo largo, y un gorro y bajó por el camino de un lado del acantilado hacia la playa. Era la mejor manera que conocía de despejar la mente, y además le encantaba el mar. Su olor, su sonido, todo.
***********************************************
El reconocido fotógrafo Neoyorkino descansaba sus pies, dejándolos balancearse en el vacío del acantilado, sin temer a una inminente caída. Estaba demasiado asombrado por el paisaje, costas escarpadas, aguas azuladas y un constante y probablemente imaginario olor a pizza. A través del objetivo de su camera fotografiaba cada instante y de repente la vio a ella, una chica paseando a paso rápido, enfurecida como el mar de enero. Con su mano giro el objetivo y lo aproximo a ella, como unos prismáticos se sintió como un acosador, pero no acosando su cuerpo en el sentido más cruel, sino su belleza, y sus movimientos. La fotografió repetidas veces de espaldas, ansiando que se girara para del todo, para poder contemplarla entera, no solo su hermoso perfil.
Pero ella parecía negarle el gusto, así que decidió abandonar el peligro del acantilado y enfundado en su abrigo tejano, bajo a paso rápido las escaleras que llevaban a la playa. Se acercó poco a poco a ella, pero se quedó a unos pasos de distancia y levanto su cámara, a la espera de que ella lo mirara.
Meggan se quedó mirando el horizonte en la orilla, y cuando sintió la presencia de alguien en ella, dobló un poco la cabeza y miró justo a la cámara por encima de un hombro.
Click, click, click
-Gracias-dijo el satisfecho y la miro con una sonrisa.
¿Era el día internacional de incordiar a Meggan Van Hepburn, y ella no lo sabía?
-¿Cómo?-se sorprendió por su descaro.-Más te vale borrar esas fotos.
El sonrió y la volvió a fotografiar, con el ceño fruncido y el cuerpo echado hacia delante, con las nubes grises de decoración.
-Como fotógrafo, tengo la obligación moral de nunca borrar de mi cámara cosas bonitas, así que lo siento, y por cierto, pensé que eras Italiana.
Cambió la expresión cuando le volvió a sacar una foto, y se puso una mano en la cintura en señal de cabreo.
-Pues yo no he pensado que fueras italiano, sólo un imbécil estadounidense.
-No te alejas de la realidad, pero te falta añadir- hizo otra foto- un imbécil estadounidense con descendencia Canadiense, e irlandesa...creo, es importante.
Ella optó por quedarse quieta.
-¿No tienes nada mejor que hacer que no sea acosar a mujeres?
-Yo no acoso a mujeres, solo estoy aquí por mi trabajo, me pagan para fotografiar todo eso que considero bello, estaba fotografiando la playa y te he visto, no he podido evitar...-medito la situación y bajo la cámara- Siento la grosería, ha sido un imprudente error por mi parte.
-Así mejor...-cuando bajó la cámara se dio cuenta de que estaba para sacarle fotos a él también-Muchas gracias. ¿Trabajas para una revista o para una agencia de viajes?
-Trabajo para la National Geographic y soy fotógrafo independiente, un cazarecompensas que vende su pasión a cambio de dinero- Le sonrió otra vez, solía sonreír, era algo importante, pero en ese caso, no lo hacía obligado, esa chica tenía algo y aunque parecía más joven que él, hubiese dejado mucho atrás solo para poder fotografiarla una vez más...- ¿Cómo te llamas?
Permaneció callada, oyéndolo, y mirándolo con atención, y luego sin saber el motivo decidió mentir.
-¿Yo? Joanna.-el primer nombre que se le ocurrió fue el que había dicho la hermana de Dan, y le había molestado tanto.- ¿Tú?
¿El?
-Killian, como bien he dicho, creo que tengo descendencia Irlandesa, encantado de conocerte Joanna, -Bonito nombre..., me pregunto, ¿quieres someterte a un pequeño interrogatorio mientras nos tomamos un café? Te prometo que intentare no fotografiarte, aunque quien sabe, tal vez no puedo resistir tan deliciosa combinación.
Se mordió el labio inferior, pensativa. Pensó que una distracción con un hombre guapo, y con una profesión interesante no le vendría mal a nadie, y menos a ella.
-¿Vas a seguir con esos piropos baratos todo el tiempo?
-Es probable, no se me da muy bien hablar, soy más de “una imagen vale más que mil palabras” pero no puedes culparme, me he pasado la vida viendo el mundo a través de un objetivo. Aun así si lo prefieres, puedo intentar usar piropos más adecuados, claro está, que voy a necesitar muchos cafés de practica para llegar a eso, ¿no crees?
-O quizás no.-se hizo la misteriosa.-Igual no.-le repitió despacio, y no dejó de mirarlo con fijeza, casi como si lo quisiera memoriza
-Siempre tienes algo listo para responder ¿cierto? Dime, si no es una indiscreción, ¿hay alguien que intentaría matarme si supiese que tengo la intención de fotografiarte en mi habitación?
-Probablemente mi padre, y mis hermanos. -le respondió.-Pero soy mayor de edad desde hace años, y te intentaría matar yo, no ellos.-le guiñó un ojo con ironía.
-Sera un placer correr ese riesgo entonces, Joanna.
Killian se acercó a ella y volvió a levantar la cámara y le capturo los labios con un suave click.
-Deberías dejar de hacerme fotos sin mi permiso, fotógrafo.-no se apartó, y permaneció en el sitio quieta.
-Uno no tiene que pedir permiso para hacer eso que le place hacer, solo asumir la posibilidad del rechazo- bajo la cámara y la miro a los ojos, levantando un dedo hacia ella y acariciándole el rostro.-Aunque sí que es cierto, que algunas cosas merecen ese riesgo más que otras.
Meggan se apartó de él dando un par de pasos hacia atrás.
-Yo no soy una cosa. -le dijo seria para ver que contestaba.
Killian sonrío, era difícil mantener esa farsa pose de poeta duro con esa chica, y empezaba a quedarse sin respuestas que darle, así que decidió ir a por todas, lanzar un último piropo cutre.
-Sí que lo eres, todos lo somos, yo no te conozco, para mi eres solo una extraña, y en unos días tal vez solo seas un recuerdo, o una foto en blanco y negro colgada en la parte de mi casa, junto a otras cosas preciosas que he ido fotografiando a lo largo de los años, no me mal intérpretes, pues no hablo de cosa como un insignificante objeto sino como algo que vale la pena mantener.-hizo una pequeña pausa y le beso la comisura derecha del labio, se apartó de ella.-Ha sido un placer conocerte Joanna, sin duda...
-¿Y ahora huyes?-le preguntó cuándo vio cómo se alejaba de ella.-Eres un cobarde, yo no he huido de ti cuando me estabas molestando con tu flash.
Kilian sonrió, había acertado quien era Joanna.
-No huyo, pero con mi trabajo he aprendido, que cuando quieres fotografiar a un animal salvaje, debes dejar que sea el que te mire a los ojos, no al revés, he aprendido que es más cauto dar un pato atrás y extender tu mano a la espera de un roce..
¿La acababa de llamar animal salvaje?
-Yo soy una señorita muy bien educada.-pero sin embargo dio varios pasos hacia delante.- ¿Dónde te alojas?-quería comprobar si mentía o no, y era rápido pensando.
-No, eres un animal salvaje, y lo sabes...y te gusta... Hay una casa rural a 15 minutos de aquí, hacia el este, al lado de la desembocadura del rio.
Meggan asintió, pues conocía el sitio.
-¿Sabes qué este animal podría patearte el culo, no? Lo digo en serio, espero que no seas un rarito...o más rarito.
-¿Valgo la pena? ¿Correr el riesgo quiero decir?-levantó su mano hacia el primer botón del abrigo de la chica pero no lo desabrocho, solo lo acaricio.
Meggan empezó a sentir calor, o más calor que desde hacía un rato, y le apartó la mano de forma juguetona
-¿No vas muy rápido?-le vaciló.
-¿Es que tocarte el primer botón del abrigo lo consideras ir rápido?- él entendía lo que Meggan quería decir pero ella no era la única con una respuesta esperando siempre entre los dientes.
-Sí, sí cuando debajo tengo las tetas.-le respondió-¿Yo te puedo tocar el botón de los vaqueros?
-¿Aun pidiendo por permiso?-él le levanto una ceja, algo que le encantaba hacer.
-Te he dicho que soy educada.-estiró una mano, y con un dedo recorrió su bragueta.
¿Qué coño estaba haciendo? No lo sabía, pero aquel hombre le atraía como un imán, y pensar en Dan follando con esa tal Joanna le hacía querer tener sexo con el desconocido con más ganas. Pero sabía que sería una locura, y además no se fiaba de su profesión.
-Ciao.-apartó la mano, y se giró para irse.
-¡Ciao Bella!- Killian sonrió y espero a que ella se apartara unos pasos para gritar-¡¡Todas las cosas bonitas son libres y salvajes!!
Killian espero en la playa hasta que Joanna se fue, saco un par de fotos más al mar ahora ya más tranquilo y se dispuso a marchar hacia el hostal. “Podría ser actor” pensó mientras se subía el coche “Se me da bien”.
Hacía pocos días que Emily había vuelto a Nueva York, como parte ya habitual de sus vacaciones. Siempre que la una o la otra tenían fiesta en sus respectivos trabajos, utilizaban esos días para estar juntas. Como también era de esperar, siempre se instalaban en casa de la respectiva anfitriona ya que ambas poseían un piso propio y además estaban solteras, o al menos no en una relación estable.
-Nik!-grito Emily des de la ducha, mientras Nicole preparaba la cena-¡Me he quedado si champú!
Nicole puso los ojos en blanco y se lavó las manos antes de dirigirse hacia el baño con un bote de champú olor “Flores salvajes”.
-Aquí-dijo entrando sin llamar pensando que Emily estaría envuelta en una toalla. No lo estaba “Ya lo dicen ya que la confianza da asco” pensó Nicole. -Ya no me queda el de siempre, este es el de “Flores salvajes”- Intento mirarla a los ojos, pero no pudo evitar echar un vistazo sin querer, era raro que se sonrojara.
-Mmmh Sexy, aunque prefiero el otro ya sabes porque...
Nicole sonrió y le lanzo el bote de champú a las manos.
-Lo se lo recuerdo bien, pero calla y espabila que yo también quiero ducharme antes de cenar.
-Nadie te impide entrar ahora en la ducha-dijo Emily sonriendo mientras abría el bote de champú.
-Idiota.
Nicole salió del baño mientras escuchaba a Emily empezar a cantar “Let it go” otra vez.
Una vez habían terminado de cenar Em se dirigió a su habitación, cansada después de pasarse el día dando vueltas por la ciudad mientras Nicole estaba en el trabajo.
-¿Puedo?-dijo Nicole llamando a la puerta.
-Claro
Nicole tenía una habitación de invitados en su piso, que durante algunos meses del año se convertía en la habitación de Emily, así que ya le había dejado tener en ella algunas cosas personales que quitaba en caso que alguien más tuviese que quedarse.
-¿Es esta tu forma de decir que tienes miedo de dormir sola o simplemente me estas sugiriendo una noche de sexo desenfrenado?- Comento Emily mientras Nicole se tumbaba en el lado derecho de la cama.
-Em...-sonrió y le golpeo la barriga con el brazo sin apenas moverse de su posición.
-Deberías volver a tocar sabes...quiero decir...- Dijo Emily mirando el techo.
-Lo sé, pero...
-Lo sé.
-Siempre me ha gustado esto...
-¿El qué?
-Cuando lo sabemos.
-Lo sé.
-Anda cállate.
-Me gusta esa foto-dijo Emily señalando la fotografía de la mesilla de noche. (http://media-cache-ec0.pinimg.com/236x/fe/f3/9a/fef39a9c3540b5badfa5d54da752b1d5.jpg)
-Lo sé.
Ambas callaron y Nicole miro a Emily sonriendo. Estaban las dos estiradas en la cama, con los ojos cerrados El móvil de Nicole vibro y Emily le saco el móvil del bolsillo.
-¿Trabajo?
-Algo mejor, estamos teniendo un caso algo difícil y prácticamente nos pasamos el día encerrados en la oficina, por cierto, siento que justo cuando estés aquí no pueda pasar mucho rato contigo...
-Tranquila- Emily le sonrió mientras Nicole leía el mensaje.
-Así que esta mañana he convencido a un par de amigos para ir a tomar una cerveza, así que vamos levántate y ponte algo de ropa que nos vamos!
Emily iba con el albornoz lila de Nicole.
-¿Ese tal Scotty, el chico con nombre de perro?-dijo levantando una ceja sugerente y haciendo un pequeño baile sexy moviendo la cadera y haciéndola botar en el colchón para molestar a su amiga.
-Si ese Scotty, y no tiene nombre de perro Em, aunque ahora le he cogido el gusto a llamarle simplemente “tu”-hizo una pausa para dejar a su amiga hacer su habitual gesto de imitación hacia ella cuando Nicole hablaba de hombres y prosiguió- Y con Rose una compañera.
-Mmmh... Rose tiene un nombre sexy, ¿tiene pareja? ¿Crees que la puedo hacer sucumbir al lado oscuro de la sexualidad como dice tu madre?
-Para empezar mi madre ya no habla de la homosexualidad como algo oscuro, mi padre y yo tuvimos una seria charla con ella después del incidente de hace cuatro años...-Emily la interrumpió para recalcar lo divertido que había sido ese incidente y como aun recordaba la cara de su madre- Y segundo, a Rose le gustan las chicas así que no la tienes que hacer sucumbir a nada...-Emily volvió a interrumpir para añadir “Aunque sin duda podría, está demostrado.” y le guiño un ojo- Si, sin duda podrías, la cosa Em, es que es mi compañera de trabajo así que cuidado ¿vale?
-Claro.
Ambas se fueron a cambiar, discutiendo como era normal la ropa que iban a llevar ya que el estilo de ambas era muy diferente.
-¿Por cierto vamos en coche?
-¿Vas a privarte el gusto de un buen Tequila sunrise por mí?
-Haría muchas cosas por ti Nik, pero dejar una buena copa sola no es una de ellas.
-Me lo temía.
-Lo se.-dijo Emily ayudando a Nicole a subir la cremallera de su vestido, pero rozando su piel con los dedos mientras lo hacia.Nicole se estremecio momentaniamente pero se alejo de ella.-¿Llevas las bragas puestas?
Nicole asintió agarrando sus bragas con el vestido
-¿Y tú el sujetador?
Emily asintió agarrándose las tetas con ambas manos y ambas de dieron una mirada cómplice recordando el porqué de ese pequeño ritual y se fueron del apartamento sonriendo.
*************
Scott y Rose estaban sentados en una de las ultimas mesas de bar, cada uno disfrutaba de su bebida mientras esperaban la llegada de Nicole. La verdad era que ha Nathan no le hacía mucha gracia salir con gente, ya que prefería estar en el hospital con su madre o estar en casa con su hermano, ya que no le hacía mucha gracia no tener que dejar a su Ben con su tía Helena, una mala arpía que solo estaba esperando que su madre muriese para poder llevarse a Ben con ella a Chicago y cobrar una pensión por parte de Scott. Pero esa mañana Nicole había insistido en quedar con él, así que al final había cedido, llevándose un chasco cuando descubrió que Rose también estaría presente.
-¿Tu sabias que yo también venia?-dijo Scott dando un trago a su Coca-Cola- Quiero decir me encanta que estés aquí, pero...pensaba que Nicole... bueno...ya me entiendes....
-Pensabas que tendrías la oportunidad de estar a solas ¿no? -se río.- No, no sabía que ibas a venir.
-Ahora resultara que Nicole se ha olvidado que no te gustan los hombres y nos ha preparado una cita -también río- Eso justificaría porque llega 20 minutos tarde.
- No creo que sea tan mala como para citarme contigo a solas. -se burló ella.-
-Va que no estoy tan mal eh! Soy joven y guapo- le guiño un ojo- Soy Australiano, eso me tiene que dar puntos en la escala sexy ¿no? Y no bebo alcohol -levanto el refresco sonriendo- todo un partido, vaya.
-Meh, eres pasable.
-Rose Elisabeth Sawyer, no me quites de mi mundo de fantasía con tus malas palabras- hizo ver que se indignaba- Me has hecho daño, aquí-dijo señalándose el corazón.
-Lo superarás pronto, no te agobies. -le dio una pequeña colleja.
Rose se rio cuando Scott hizo una mueca y bebió de su zumo, alzando momentáneamente la vista. Vio entrar a Nicole y sonrió con intención de saludarla con la mano, pero se quedó parada cuando junto a ella entró una mujer alta y esbelta, morena -o eso le pareció en la oscuridad del bar.- y muy atractiva. Se quedó embobada durante una fracción de segundo hasta que se dio cuenta de que tendría que saludarla cuando llegasen a la mesa y se quedó un poco cortada. Se hundió un poco en su silla entrando en pánico. Mientras esto ocurría a pocos metros de los pensamientos de Rose, Nicole entraba cogiendo a Emily de la mano para cruzar juntas entre las mesas del bar. Nicole sonrió al ver a Scott mirándola con una sonrisa pero después se fijó en Rose, mirando a Emily y rápidamente hundiéndose en la silla y por un momento quiso dar media vuelta.
-¿Preparada Em?
-Siempre -contesto ella sonriendo y con su mejor acento británico.
Llegaron a la mesa y Scott se levantó rápidamente.
-Hey -dijo a continuación- ¿Quién es tu amiga?
Nicole intento golpearlo con el bolso pero no llego a sus pantalones así que decidió responderle con una pullita.
-Guárdate eso en los pantalones Scotty- le sonrió- Chicos, esta es Emily.
-Hola, encantada- dijo ella dándose cuenta después de decirlo que sin querer aun había pronunciado más su ya acento británico.
Rose carraspeó y se obligó a levantarse y tenderle la mano.
- Rose Sawyer, un placer.
Emily miro a la rubia, “Así que esta es Rose eh” pensó, siempre había tenido debilidad por las rubias.
-En Europa no tendemos la mano... damos un beso- y al decir eso se acercó a ella y le planto un beso en la mejilla. No era del todo cierto que los británicos hiciesen eso, pero ella había dicho europeos y eso si era cierto.- Encantada.
Emily se vio obligada a separarse de Rose ya que Nicole le había dado un golpe en pie tan disimuladamente como había podido. Rose se sonrojó violentamente tras el beso, pero hizo todo lo posible para disimularlo. -Cada uno tiene sus costumbres, supongo. -miró a Scott en busca de auxilio
-Vine aquí a pasar un buen rato y ahora me estoy indignando-dijo mirando a las tres chicas- ¿Por qué aquí todo el mundo recibe besos menos yo?
Emily sonrió.
-Pues venga a besarnos todos-se hizo paso entre Rose y Nicole y beso a Nathan en la mejilla- ¿Contento? -Mucho-dijo el sonriendo y mirando a Nicole de reojo.
-¿Nik?- Nicole sonrió y Emily le planto un beso en el lado derecho de la frente mientras la cogía de lado por los hombros.
-¿Podemos beber ya?-dijo Nicole a mirando a Rose y sus mejillas ardientes.
-Claro, si me decís qué queréis voy a la barra a buscarlo.-dijo ella.
-Espera, te ayudo-dijo Nicole soltándose de Emily y esperando a que Rose se levantara- ¿Lo de siempre? - miro a su amiga.
-Como siempre, querida.
Rose se levantó y mientras Nicole andaba detrás suyo pudo escuchar a Emily diciéndole a Scott “Ya lo sabe, esa es mi mujer” seguido por un “¿COMO?” alterado de Scott.
-Hey Rosie, ¿Estas bien? ¿Te has enfadado porque he venido con Em sin avisar? Es mi mejor amiga y vive en Londres, ahora está de vacaciones así que ha venido a pasar unas semanas en mi casa... se que estamos en medio de un caso, pero nos vemos poco asi que tenemos que aprovechar...
Rose asintió.
-Me parece bien, tranquila, no es nada. -esbozó una sonrisa.-
Nicole la miro levantando una ceja.
-Rose...- se acercó la camarera del bar y Nicole desvió la mirada de Rose por unos segundos- Dos Salitos con limón por favor -Volvió a mirar a la chica rubia de su lado- Sawyer...
-¿Qué?
-Nada -Contesto Nicole pues ni ella misma sabía bien lo que quería decir- Vamos anda...Tengo que contaros a tu y a Scott un montón de cosas vergonzosas sobre Em! Y ehem...cualquier cosa que ella diga sobre mi es mentira, ¿vale?
Habían pasado ya 40 minutos des de su llegada y en ese tiempo Rose y Scott no solo habían conocido algo a Emily, sino que ahora también conocían un poco más a su compañera de trabajo, habían conocido, a través de las historias de Emily, a una Nicole algo distinta, una Nicole de 19 años con el trasero atascado en un comedor de madera para cerdos por ejemplo.
-¡Y así es como al final sacamos su culo gordo del comedor de madera!- Finalizo Emily descojonándose no solo al recordar la historia sino también por la cara de Nicole.
Rose rio al imaginarse la imagen y se secó una lágrima que estaba resbalándole del ojo. -Maravilloso. -fue lo único que pudo comentar mientras reía.
-Si esto te ha parecido maravilloso ¡espera que te cuente la noche en la que nos conocimos! - respondió Emily aún más emocionada que con la historia anterior – Yo la llamaría “La noche que Nicole descubrió su...
-¡EMILY!- la interrumpió Nicole – Esa historia no.
Se miraron un par de segundos y Emily asintió con la cabeza.
-Esa ya os la contara Nicole si quiere...
-Pero seguro que no quiere. -se quejó Rose.
-No he bebido lo suficiente- dijo levantando su cerveza mientras empezaba a sonar su móvil- Lo siento tengo que cogerlo es Annie...
-Su hermana – susurro Emily en caso que alguno de los otros dos no lo supiese.- ¡Dile hola de mi parte!
Nicole asintió y se levantó del bar.
-Aprovechando- dijo Scott mirando a Rose- Voy a ir al baño y a pedir otra Coca-Cola.
-Que tiene este chico en contra de una buena copa de alcohol- le murmuro Emily a Rose cuando Scott se iba- Bueno y tú también, chica sana.
-No me gusta mucho beber. -contestó ella.
-A mí me gusta beber en ocasiones especiales...El problema es que suelo pensar que la vida en general es una ocasión muy especial.- levanto la copa hacia Rose y se terminó la cerveza, ahora ya algo caliente.- ¡Estamos vivos! -Sonrió- Pero no pienses mal de mí, en verdad soy una persona muy responsable, trabajo y todo aunque Nik te diga lo contrario!Estoy en el Servicio de Epidemiología y Prevención británico- estuvo a punto de decir “Por decirlo de alguna forma, soy el peor enemigo de los súper virus” pero se contuvo, no por hablar más adecuadamente, pues nunca le había gustado esta visión Hollywoodense de que los médicos y otros relacionados con los campos de la ciencia y medicina eran personas introvertidas, sin sentido del humor o con el único papel de ser personas cultas y raras a merced del protagonista, alguien no tan culto pero mucho más hábil socialmente.
-Qué raro...Sabes tal vez pueda ayudar, ahora estoy de vacaciones así que os puedo echar una mano, para mí sería un placer trabajar con vosotros- su voz contenía ilusión pero sus ojos buscaban a Nicole, preguntándose por qué su amiga no le había hablado del tema.
Rose le explicó el caso y los pocos progresos que habían hecho.
-Entiendo, que te parece si mañana a primera hora voy con Nik a la ICD y me pones en contacto tanto con William, quiero hacerle unas pruebas si te parece bien, mientras tanto esta noche convenceré a Nicole para que hable con vuestro jefe y me permita ser vuestra asesora temporal.
Después de estar en el baño por lo que debieron ser unos diez minutos apareció Nathan con un vaso de agua en la mano y Emily se disculpó, dejando a Rose contándole a Nathan el tema de Emily ayudando en el caso.
-Ahora vuelvo- Emily sonrió mirando a Rose y simplemente echo un vistazo rápido a Scott- Dos minutos.
Emily salió por la puerta del bar algo enfurecida, Nicole siempre hacia lo mismo y como siempre Emily ya sabía lo que iba a ocurrir.
Y ahora sin mas demora, os presento a
- FUCKFUCKFUCKFUCK:
- Nombre: Emily Sophia Kenzi
Edad: 32 o 33o 34 o 35 estoy haciendo numeros para una cosa
Nacionalidad: Britanica
OF COURSE SHE LOOK BEAUTIFULL! SHE IS LENA HEADEY FOR FUCK SAKE!
I MEAN...
Yes, yes... I'd goa lota little gay for her...
NOTEVENSORRY
Y Ahora euhfu3hfiuqrhfuher2uheruhvpiuerhf
- RITA VOLK eheduwehfiuhewfuhe1wuf`1uwhfuh1wìuch3weuch3ùwehcùowe:
- Nombre completo: Amy (HAUHAUHAUAHUA) Greenwood.
Edad: Unos 19-20-21 aprox, no esta decidido pero al ser secundaria no importa mucho.
Color de pelo : Rubio (quien sabe tal vez es teñido)
Color de ojos: Verde azulado.
Estatura: 169 (No se la altura real de la actriz, asi que le doy esta que es mas baja de lo que me gustaria pero bueno)
Familia: Es una Greenwood, no hay mas que decir.
Cosas que la hacen feliz:
-Insultar a su hermano mayor (Dan) por que a Luke (pequeño) lo adora
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-Ver a Katie.
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-Fumar hierba. ( Moderadamente)
Vida:
-Bueno ahora mismo la chica esta perdida en los laureles, se ha pasado todo el verano en Australia con unos amigos para encontrarse a si misma ( Para no hacer nada mas que salir de fiesta basicamente)
Imagenes: (Actriz Rita Volk, Miriam querida mia no la insultes por favor que a mi Rita me tiene dhewhdweiie)
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Re: ÚLTIMA ESPERANZA (Temporada 2)
I'M MR. RECKLESS, AND YOU'RE DEFENSELESS
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Nota: Es un capi raro, cutre y mierdero.
David dormía malamente en una cama extremadamente pequeña para él, con medio cuerpo colgando por el extremo del colchón y las piernas asomando por debajo. Se había quedado dormido junto a su hija aquella noche. La pequeña había tenido fiebre alta durante toda la tarde y habían decidido esperar a ver cómo evolucionaba antes de pensar ir al médico.
Se despertó unas horas más tarde por el terrible dolor lumbar que le había aparecido debido a la mala postura. Sarah dormía, la fiebre le había bajado, pero seguía teniendo el rostro pálido y la respiración entrecortada. En silencio, se levantó y se dirigió a su dormitorio. Mercury roncaba a los pies de la cama. Jane escuchó a David entrar y levantó la cabeza de la almohada.
- ¿Cómo está? – le preguntó en un susurro.
- Dormida, y creo que mejor. – él se metió en la cama junto a ella y se acurrucó a su lado.
- Dave, no podemos seguir así, tenemos que llevarla al médico. ¿Resolviste lo del tema del seguro médico?
- Aún no, mañana por la mañana iré a hablar con mi jefe. – respondió él.
- Bien, cuando lo resuelvas llámame, prefiero llevarla al pediatra cuanto antes.
Aquella misma mañana, David se dirigió nada más llegar al despacho de Keith Harris para preguntarle al respecto.
Golpeó la puerta con los nudillos y esperó a que le respondieran al otro lado de la misma.
-Pase.-dijo lo bastante alto para que fuera audible.
David obedeció y entró en el despacho.
- Buenos días. – saludó, cerrando la puerta y acercándose al escritorio. Lo vio repleto de papeles, y temió estar interrumpiendo. – Si está muy ocupado, puedo volver más tarde.
Keith dejó el boli en la mesa, y paró de escribir centrándose en su nuevo agente.
-No, por favor. Cuénteme. -todo buen jefe debía saber cómo tratar a sus agentes, cuando arroparlo, y cuando pasar, y debía conocerlos también, saber a quiénes le podía lanzar un grito para que se centraran delante de los demás o a quiénes no debía pegar un grito ni en privado para que se centraran. Ningún agente era igual, no tenían la personalidad igual, y había que darles un trato personalizado para que la división funcionara correctamente.
David se sentó en una de las sillas frente al escritorio y a continuación, dijo:
- Quería preguntarle sobre un asunto, pero no es nada relacionado con la división ni el caso.-aclaró.
Keith se echó hacia atrás en su asiento, y le hizo un gesto de cortesía con la mano.
-Lo que sea, ya sabe que intentamos darle el máximo bienestar a nuestros agentes y su familia tanto profesional como personalmente. Y más sí son recién llegados como usted.
David esbozó una fina sonrisa y asintió, educadamente.
- Me preguntaba… ¿Qué aspectos cubre el seguro médico de la división? – preguntó.
Keith asintió después de oírle, y cambió de posición.
-Bueno, pues es un seguro bastante completo, le aseguro que cubrirá todos los chequeos, y urgencias médicas de usted, y su familia, no se preocupe.
- ¿Entonces incluye a mi familia? – preguntó David, para asegurarse.
Keith volvió a asentir, y sonrió para demostrárselo.
-Por supuesto.
- Pues perfecto entonces. – sonrió él. – Muchas gracias por su tiempo.
-Es un placer, agente Miur, recuerde que estoy aquí para cualquier duda. -esperó a que saliera para volver a los papeles.
Recorrió el pasillo de vuelta a su puesto después de cambiarse la bata vomitada por un bebé de cuatro meses, y cuando llegó la doctora Fletcher señaló disimuladamente a una mujer embarazada, y una niña con los ojos vidriosos que esperaban su turno.
-Sé que puedes encargarte tú solito, me voy a tomar un café.
-¡Vale!-él aceptó con entusiasmo, y se acercó a su quinto o sexto paciente sin vigilancia y su madre, o su tía, o lo que fuera.-Hola, soy el médico residente Van Hepburn.-recordó que siempre tenía que aclararlo antes.-Puede pasar a consulta conmigo si lo desea.-les dedicó una sonrisa confiada a ambas.
- Sí, muchas gracias. – respondió Jane, con una sonrisa. Se puso en pie y cogió a Sarah en brazos, quien tenía las mejillas enrojecidas por la fiebre y la mirada cansada.
Siguió al doctor Van Hepburn hasta la consulta y cerró tras ella.
-Déjeme, usted no haga esfuerzos.-se preocupó al verla levantar el peso de la niña en su estado, y la ayudó a llevarla hasta la camilla con un brazo.-Bueno…-miró a Sarah cuando la dejaron encima, y le dedicó una sonrisa.-Creo que esta pequeña tiene fiebre…-luego se volvió a dirigir a la adulta. - ¿Ha sido muy alta?
- Esta mañana llegó a los treinta y nueve y medio. Ha sido la más alta que ha tenido, diría yo. Empezó anoche con muy poca y se pasó la tarde vomitando. – explicó Jane. – Le hemos estado dando paracetamol para la fiebre.
El doctor Van Hepburn asintió y ya tenía dos opciones en su mente, Meningitis o una infección mucho más banal. Nunca había que descartar nada.
-Entendido. ¿Cómo te llamas, guapa?-le habló a la niña, y sacó el estetoscopio del bolsillo mientras le levantaba la ropa con suavidad.
- Sarah. – respondió ella, levantando las manos mientras le sacaba la camiseta.
-Qué nombre más bonito. Me gusta mucho.-la piropeó, y le indicó las clásicas inspiraciones y exhalaciones.- ¿Le duele la garganta o ha tenido mocos? -se quitó el estetoscopio de las orejas, y se lo dejó en el cuello para hablar con Jane de nuevo. Luego empezó a palpar el cuello de su paciente por si las moscas.-Siento tener las manos frías.
- Mocos no, pero sí tiene flemas por el vómito. Y tampoco se ha quejado de dolor de garganta. – contestó Jane.
-Siéntese, por favor. No esté de pie.-dejó un momento a la pequeña, y le acercó una de las sillas a Jane, y luego empezó a revisarle los oídos a Sarah.-¿Es su segundo hijo?
Ella sonrió y se sentó.
- Muchas gracias. – dijo ella. Luego se llevó la mano al vientre y respondió: - Sí, el segundo. Y ya veremos si el último o no.
El doctor Van Hepburn asintió agradablemente, le encantaban los niños, y embarazos significaban posibles pacientes para él.
-Espero que todo salga bien.- finalmente cogió un depresor, y se acercó a la boca de Sarah-Hermana mayor, abre la boquita, y dime un ''AH'' muy grande.
Ella, obedeció mientras el doctor presionaba sobre su lengua para observar su garganta.
Se aseguró de que no había infección allí, y retiró el palo de su lengua segundos después.
-Muy bien, es una simple gastroenteritis, la fiebre alta, y los vómitos en niños siempre asustan y son aparatosos, pero no se preocupe. ¿Vienes conmigo, Sarah?-la cogió en brazos, y la sentó encima de su madre-Puedes quedarte el palito sí quieres.-pasó detrás de la mesa, y se sentó en la silla para hacer la receta.
- De acuerdo, muchas gracias. – dijo Jane, con Sarah en su regazo, mirando con atención el palito que le habían regalado.
-Bien…-empezó a escribir en el pc-Dosis de Apiretal de 6 a 8 horas para la fiebre, dieta blanda, ya lo sabrá.-estaba seguro de que no era la primera vez, y que una madre sabía esas cosas.-Y asegúrese de que está bien hidratada.-lo firmó cuando salió el papel imprimido, y se lo tendió a Jane.-¿Cuál es tu color favorito, Sarah?
Jane tomó el papel con una sonrisa de agradecimiento y se lo guardó.
- Rojo, como papá. – respondió Sarah a su pregunta, algo tímida.
-Oh, muy buen gusto.-vio que no quedaban piruletas así que rebuscó en los bolsillos de su bata, y sacó un globo rojo, y otro verde. Lo empezó a inflar, dejó el verde en forma de palo alargado, y cuando infló el rojo lo empezó a manipular y a darle vueltas hasta que consiguió formar una flor de globos con su tallo, y todo.-Para ti, ya verás cómo te pones buena enseguida.-le aseguró, y luego buscó la complicidad de Jane.-¿Usted quiere otra?
Ella se rió.
- Oh, no, muchas gracias, no se moleste. - luego miró a Sarah, que sostenía el globo como con gran ilusión, y dijo: - ¿Qué le tienes que decir al doctor?
- Gracias. - dijo, sonriendo y abrazando el globo.
- Muchas gracias. - le dijo Jane a su vez al doctor.
-De nada.-primero le contestó a Sarah con una gran sonrisa enternecida al verla, y luego a su madre.-Es un placer. Las acompaño.-se puso en pie, y esperó a que se levantaran.
Sarah se acurrucó en el cuello de su madre, cansada por la fiebre, aferrando con fuerza tanto el globo como el palito para no perderlos. Jane se acercó al doctor Van Hepburn y le tendió la mano que le quedaba libre.
Él se la estrechó rápidamente de forma afable.
-Ha sido un placer. Espero serles de ayuda en otra ocasión.-se movió para encontrarse con la cara de Sarah, y le dio un ligero apretón en una mejilla-Adiós, Sarah. Cuidada mucho de tu hermanito o hermanita, eh.
Ella asintió sin levantar la cabeza.
- Por supuesto, ya nos veremos. A Sarah le toca una revisión dentro de poco. - dijo Jane. Y sonrió: - Y luego llegará el nuevo.
El joven doctor volvió a sonreír satisfecho por el trabajo, y por haberle caído bien a la paciente, y su madre inglesas. Lo había notado, pero no había comentado nada aunque él también había pasado la mayor parte de su vida en Europa.
-Perfecto, estaré encantados de atender a ambos.-les abrió la puerta cortésmente, y les hizo un gesto con la mano dando por concluido la consulta.
Las hamburguesas del McDonald’s le quemaban la piel mientras las transportaba en la bolsa de papel, sujetándola por los brazos. Eso de que no tuviesen asa no le gustaba nada, encima la bolsa era muy grande, había tenido que comprar comida para Will, David, Jake y para ella. Y por supuesto lo suyo abultaba más, tampoco es que pudiese quejarse mucho. Subió las escaleras hasta llegar a la ICD y se metió en el despacho de Jake, donde desde hacía un día entero que intentaban encontrar los pasos de los delincuentes que ella y Dave habían espiado la noche pasada.
- Traigo la cena. –dijo al entrar. Will se levantó y la ayudó con su carga. –hay dos hamburguesas para cada uno de vosotros y unas patatas también. El resto ni se os ocurra tocarlo. Will se limitó a sonreír y a comer su comida con ansia.
- Lleva 153 minutos. - le comunicó Jake a los demás. - Es raro, la base de datos no suele tardar tanto en encontrar coincidencias.
-Tal vez es un ninja. -dijo Rose metiéndose una patata en la boca.
- Quizá se haya sometido a cirugía. - propuso David.
-Mi teoría es mejor. -Rose procedió a meterse seis patatas en la boca.
David la miró un momento, pero no dijo nada. Luego se giró hacia Jake.
- ¿Habría alguna forma ver como era antes de alguna posible operación?
Jake dudó un momento.
- Podríamos intentarlo con el programa de los retratos robot, pero no sé si funcionará. No sabemos qué se ha cambiado ni cómo. - respondió.
- Se os va a enfriar la comida. -se quejó Rose, indignada.
- Rose, ¿tú sabrías distinguir de una persona lo que se ha operado? - le preguntó David, ignorándola.
- Creo que sí. -empezó a comerse una hamburguesa.
David la miró seriamente, mientras Jake abría el programa e importaba la foto del sospechoso.
- ¿Podrías dejar de comer un segundo y ayudarnos? - le dijo David, seriamente. - Se te va a poner toda la grasa en el culo.
- Eso le digo yo todos los días. - comentó Jake.
Rose frunció el ceño.
- No puedo dejar de comer, si lo hago me puede dar un jamacuco. Soy perfectamente capaz de hacer las dos cosas a la vez, que vosotros seais unos raritos no es culpa mía.
- Pues levanta el culo y ven aquí. - le dijo David, apremiandola.
Rose bufó molesta pero le hizo caso, llevándose la hamburguesa con ella.
Cuando Rose se acercó a él, Jake le mostró la fotografía actual que tenían del sospechoso.
Rose se lo quedó mirando intensamente durante unos minutos.
Se quedó durante un largo rato congelada, mirando fijamente la pantalla. Jake la miró de reojo al ver que no decía una palabra, y luego se giró para mirar a David, que también estaba pendiente de ella con el ceño fruncido. Ambos cruzaron una mirada y David se encogió de hombros, pero no interrumpió el momento de concentración de Rose.
- ¡La nariz! La nariz y la barbilla. Y creo que el pómulo derecho.
Jake se sobresaltó ligeramente.
- No sé cómo debería hacerlo. – se disculpó él. Luego se levantó y le cedió el sitio a Rose. – Hazlo tú.
-Pero no sé reconstruir caras, sólo sé que eso parece operado. - dijo Rose.
- Yo sé menos todavía. - se quejó Jake. - Nunca he usado este programa siquiera.
- Ya lo intento yo. - dijo David apartando a ambos. - He aprendido a maquillar a Barbie con un programa, esto no puede ser muy complicado.
David empezó a modificar el tamaño de las distintas zonas que Rose había indicado.
- La gente cuando se opera la nariz, es para hacerla más pequeña, ¿no? Nadie se la amplía. – dicho esto, tocó sobre la pantalla para modificar el tamaño de la zona. – Y con los pómulos es al revés, ¿no? ¿Los amplían? – se giró para consultar a sus compañeros, pero Jake tan solo se encogió de hombros.
Rose asintió, instándole a continuar.
David entonces le estrechó los pómulos y le ensanchó la mandíbula, dándole un aspecto aún más vulgar del previo.
- Ahora entiendo por qué se operó. Era horrible. – comentó, con el ceño fruncido.
- Pero tenemos que asegurarnos de que es el de verdad. -dijo Rose. - ¿Jake? ¿Puedes encontrar posibles coincidencias?
David se apartó del ordenador y Jake volvió a sentarse. Exportó el resultado de David y lo filtró en la base de datos.
Rose cogió otra vez su hamburguesa y se la comió mirando la pantalla con emoción.
Esperaron durante unos minutos en los que nadie dijo nada, tan solo siguieron comiendo. Hasta que la búsqueda se detuvo y un archivo del FBI apareció en la pantalla.
- ¡Ahí está! -exclamó Rose emocionada. - Dale, dale.
Jake obedeció y tocó la carpeta para que se desplegaran los datos.
- Este señor ha cometido más crímenes que yo comido hamburguesas en toda mi vida. -Rose frunció el ceño.- Robo a mano armada, asalto en viviendas, intento de violación, intento de robo a un banco...y ahora se mete en terrorismo. Que poco va a durar en la calle.
David se abrochaba el abrigo hasta el cuello cuando salió por las puertas del edificio de la ICD y una ráfaga de aire helador de febrero le golpeó en la cara.
Tenía una hora libre ya que su comida se había visto interrumpida por el trabajo sobre el caso. Era el tiempo justo para tomarse un café, pero consultando el tráfico de la ciudad por internet había asumido que no le daría tiempo a ir a su casa y estar de vuelta puntual. Por eso, decidió cruzar a la cafetería que había frente a la división para poder comer algo tranquilamente sin tener que escuchar continuamente las conversaciones de Rose y Jake.
Aquel día hacía un frío terrible, y el humo de los coches y calefacciones, así como el calor de la gente, impedía una visión nítida de la calle. Tal vez fue por eso por lo que David no se percató de que había una persona parada a la entrada de la división, mirándole. Siguió su camino y la figura, encorvada y con las manos en los bolsillos, le siguió. Y no fue hasta que le llamó por su nombre y apellido cuando por fin se detuvo y se fijó en su perseguidor.
Se trataba de un hombre joven, más alto que él, de ojos azules y dientes grandes, afilados y brillantes. Tenía las mejillas y la nariz sonrosadas por el frío, las manos en los bolsillos y las orejas tapadas por un gorro, por debajo del cual asomaba una melena ondulada, castaña y desigual. Una corta barba poblaba el reborde de su mandíbula y su mentón.
Aquella cara le resultaba tremendamente familiar, pero no sabía de qué, y eso le desconcertaba.
El joven, por su parte, esbozó una media sonrisa tímida.
David solo tardó unos segundos en reconocerle, cuando consiguió ver lo que pasaba por su cabeza.
- ¿Josh? – preguntó, con más esperanzas de que su mente le engañase de que aquello fuera real.
La sonrisa del chico se hizo más amplia.
- No creía que me fueras a reconocer. – le dijo, con un acento británico muy marcado.
Por un momento, David no entendía nada. Se había quedado completamente en blanco. Le miró durante un rato, pensando qué podría preguntarle, pero no fue capaz de juntar dos palabras coherentes seguidas. Aquello le había pillado totalmente por sorpresa.
- ¿Qué haces aquí? – consiguió, finalmente, preguntarle, con una expresión de sorpresa en el rostro.
- He venido a hablar contigo. – respondió Josh.
- ¿Conmigo? – preguntó David, poco a poco aclarando sus ideas. – No puedes hablar conmigo, eres un fugitivo.
- Pero necesito tu ayuda. – intentó explicarle Josh, dando un paso hacia él, pero fue rápidamente interrumpido por David.
A su vez, David retrocedió un paso, intimidado por él, aunque le costase reconocerlo. La última vez que había visto a aquel chico había sido hacía tres años, apenas le llegaba al hombro de estatura y no sobrepasaba los sesenta kilos de peso. En tres años, se había convertido en una persona totalmente distinta.
- No. – respondió, tajante. – Te ofrecí mi ayuda una vez y tú la rechazaste, cuando huiste. – le echó en cara, ligeramente dolido por aquello.
Josh bajó la mirada y sin poder evitarlo, se encogió un poco sobre sí mismo.
- Yo no hui, David. Y necesito que confíes en mí como lo hiciste una vez. – le miró, suplicante. – Necesito que me ayudes, por favor. Tengo problemas.
David fue incapaz de ignorar aquella súplica y después de aguantarse la mirada mutuamente durante unos segundos, le dijo:
- De acuerdo, te permito una hora para convencerme de que tienes razón y no debería llamar a la ICD. – Josh sonrió, inmensamente agradecido, y asintió. David no puedo evitar relajar el rostro. Luego le preguntó: - ¿Quieres que te invite a comer?
David había conocido a Josh hacía tres años, cuando él tenía dieciséis. Recordaba su postura encorvada, idéntica a la de ahora, con las manos en los bolsillos y el pelo tapándole la frente.
Hacía tres años, aquel hombre era un niño. Medía un metro sesenta y pico de estatura, no había ni rastro de vello facial en sus mejillas y una capa de acné le cubría la piel. Un flequillo artificialmente alisado con planchas le tapaba uno de los ojos, llevando la mitad de la melena larga y la otra, mucho más corta. Tenía agujereados y adornados con aros el labio inferior y el lóbulo de una de la orejas, y lucía camisetas alguna que otra talla superior a la suya. Su aspecto y su acento de los barrios bajos de Londres se habían puesto en su contra en el juicio de hacía tres años, y el jurado había acabado condenándole a una estancia de 25 años en un centro psiquiátrico.
A pesar de todo aquello que había creado prejuicios en los miembros del jurado, David sabía que Josh era una buena persona, y veía culpabilidad y arrepentimiento en su mirada. No podía hacer nada para rebajarle la condena, pero le había ofrecido todo su apoyo y prometido que estaría para cualquier cosa que necesitase.
Sin embargo, antes de que fuera internado en la institución mental, Josh desapareció por completo. Nadie supo dónde había ido ni cómo se había escapado, pero ya no estaba. Aquello afectó a David profundamente, no solamente por el hecho de sentir que había fracasado con aquel chico, sino por haber sido traicionado por su propio juicio, e incluso por su habilidad de leer la mente. Él había confiado en la bondad de Josh, y huyendo le había demostrado que no estaba en lo cierto.
Y ahí le tenía ahora, sentado frente a él y devorando sin descanso un sándwich de queso como si llevase días sin comer. Y así era, tal y como David pudo escuchar en la mente de Josh. Tan solo podía ver una mezcla de ideas confusas, así que no fue capaz de sacar nada en claro acerca de cómo había llegado hasta ahí.
Esperó pacientemente a que el chico se terminase la comida para preguntarle:
- ¿Dónde has estado?
Él no le miró a la cara, solo empezó a juguetear con el tapón de la botella de agua.
- No lo sé. – respondió. – Creo que Sussex, o incluso el sur de Surrey.
Un montón de imágenes borrosas y cambiantes aparecieron por su memoria. Se podía ver un paisaje llano y verde, con un edificio que apenas lograba ver con claridad, pero que parecía una vieja granja.
- ¿Cómo llegaste a ese sitio? – insistió David, impotente por no lograr acabar de entender aquella situación.
- No lo sé. – repitió Josh negando con la cabeza y moviendo repetidamente la pierna con nerviosismo.
- Tienes que saberlo.
- No. No lo sé, ¿vale? – dijo Josh, alzando la voz y mirándole esta vez a la cara. – No lo recuerdo. – volvió a bajar la mirada y durante unos segundos ninguno de los dos dijo nada. Finalmente, Josh añadió: - Lo siento, no quería gritarte.
- No te preocupes. – tomó nota mental sobre su nerviosismo, sus mejillas enrojecidas y su ira al responderle, y le preguntó: - ¿Cuándo será la próxima vez?
- Dentro de una semana. – respondió Josh, sabiendo perfectamente a lo que David se refería.
- Lo siento. – le dijo, con sinceridad.
Esta vez, Josh sonrió, satisfecho, mostrando sus colmillos afilados.
- No lo hagas. Soy un hombre lobo, ¿se te ocurre algo que sea tan guay como eso?
- No lo eres. – se precipitó a decir David, extrañado por aquel brillo de orgullo en su mirada. Pero Josh pareció ignorarle.
- Claro que sí. ¿O acaso que te salga mucho pelo y te vuelvas agresivo una vez al mes es algo normal?
David no respondió al momento, se quedó un rato mirándole.
- No me puedo creer que estés a gusto con lo que te pasa. – dijo David, sin llegar a entender aquella reacción por su parte.
- Tiene más ventajas que desventajas. Solo es malo una vez al mes. Al fin y al cabo, tener mucha testosterona no es nada malo que yo sepa. – luego se inclinó sobre la mesa y esbozó una media sonrisa mientras arqueaba una ceja. - ¿Sabías que es la hormona de la virilidad?
Entonces David pudo ver, más allá de su nuevo aspecto de hombre, cómo aquél seguía siendo el mismo chico con ojos aterrorizados y hombros encogidos. No pudo evitar sonreír ante la situación.
Ninguno supo que decir en ese momento. Josh siguió jugueteando con el tapón de plástico, mientras David le miraba con curiosidad. No sabía por qué, pero sintió que tenía una gran responsabilidad de cuidar de ese chico. Tal vez porque se cometió una injusticia hacía tres años, o porque era el único que no le tomaba por loco cuando Josh contaba lo que le pasaba una vez al mes.
Sin embargo, David no sabía qué hacer. El chico había acudido a él para pedirle ayuda, pero ¿ayuda para qué? Entregárselo a las autoridades británicas era lo correcto, pero sabía que se arrepentiría de eso de por vida. Pero si lo ocultaba, ¿eso en qué lo convertía a él, un agente de la ICD?
Por su parte, Josh miraba de reojo a David. Observó su traje, sus manos pálidas por el frío. Su rostro, que juraría verlo más cansado, con nuevas arrugas. Se acordó de que cuando le conoció, él estaba a punto de ser padre y supuso que fueron las nuevas responsabilidades lo que habían acelerado su envejecimiento.
David había sido absolutamente la única persona del mundo que había creído sus palabras y le había ofrecido su ayuda. La razón de cómo podía estar tan seguro de que no mentía o estaba loco, como dijeron los demás, aún se la cuestionaba.
Le avergonzaba admitir que necesitaba su ayuda, y que estaba perdido sin él, pero era cierto. Los problemas le habían seguido toda su vida, y estaba seguro de que llegarían a Nueva York tarde o temprano.
No quería hablar del tema con nadie. El simple hecho de pensar sobre eso le erizaba el vello y le hacía estremecerse. Pero David tenía que saberlo, solo así podría ayudarle.
Permanecieron en silencio durante unos minutos, que a ambos se le hicieron eternos. David pudo escuchar cómo Josh estaba dispuesto a hablar con él, así que esperó pacientemente.
- El día antes de que me fueran a internar en el psiquiátrico, un guarda vino a mi habitación del correccional y me pidió que le acompañase. Fuimos a una habitación donde había unos tíos y creo que me inyectaron algo en el hombro. – se llevó inconscientemente una mano al hombro derecho. – No recuerdo prácticamente nada con claridad desde aquel día.
David supo que decía la verdad cuando vio aquellas imágenes en su mente, las mismas escenas que recuerda un drogadicto o un borracho. Solo podían verse caras borrosas y un techo negro con fluorescentes.
- Estaba en una habitación con dos puertas y las paredes recubiertas de metal. La mayoría del tiempo estaba tumbado, porque solía estar muy mareado todo el rato. A veces me encontraba mejor y lograba ponerme de pie. Me fijé en que había una pared que era distinta a las otras, y con el tiempo me enteré de que me veían todo el rato desde el otro lado. – explicó Josh. – La mayoría de las veces estaba totalmente solo, pero a veces entraba gente, aunque solo cuando me encontraba tan mal que no podía ni abrir los ojos. Había unos cuantos científicos, creo. Y luego estaban estos otros tíos, que parecían parte de una banda de algún tipo, porque recuerdo que dijeron que querían a un “perro” para que se deshiciera de unos asuntos. – dijo él, dolido al recordar sus palabras. – Uno de los científicos dijo que no se acercasen, pero ellos no hicieron caso. Solían golpearme y darme descargas con lo que parecía ser un taser. Una vez, mordí a uno, ¿no querían a un perro? – añadió, con cierta satisfacción. – Luego me enteré de que murió por una sepsis. ¿Tú sabías que la mordedura humana es mucho más peligrosa que la de cualquier otro animal del mundo?
David negó con la cabeza, y preguntó:
- ¿Y qué querían de ti?
- Los que parecían científicos, no estoy muy seguro. Pero los que me golpeaban esperaban verme enfadado, ya sabes. No tengo ningún recuerdo de ninguna de las veces que me pasó en el tiempo que estuve ahí, excepto de la última. Entraron unos tíos del mismo grupo que el que murió por el mordisco. Llevaban barras de hierro y oí como golpeaban con ellas. Entraron al cuarto donde estaba y me sacaron a rastras, hasta llevarme fuera de las instalaciones, que debían estar bajo tierra. Eran cuatro, me acuerdo bien de eso. Yo intenté soltarme, y uno me golpeó. – se levantó el jersey y mostró un enorme hematoma de color pardo a la altura del ángulo de las últimas costillas y la parte superior del abdomen, en el costado derecho.
David escuchó su historia mientras veía las escenas en su memoria, todas igual de incompletas que cómo las contaba.
- Después de aquello no sé qué más pasó. Desperté en una habitación de una granja de Surrey. Un hombre viudo me encontró al borde de la carretera y dijo que estuve durmiendo cuatro días, y que creía que estaba en coma. Me pasé las siguientes dos semanas vomitando y sin poder tenerme en pie. Tuve que pasar el mono, David, ¿te lo puedes creer? – le dijo, sin creérselo él tampoco todavía.
David no respondió. Enterarse de aquello le estaba haciendo sentirse culpable por haber estado decepcionado con Josh esos años. Había asumido su huída y nadie se había preocupado en buscarle más de la cuenta. Tal vez, si él hubiese investigado, podrían haberle encontrado mucho antes. Todo aquello era por su culpa.
- Cuando pude levantarme por fin, me miré al espejo y no me reconocía. Parecía un apóstol. – rió al recordarse con el pelo y la barba largos. – El hombre que me cuidó me dijo que acabábamos de entrar en el año 2039 y casi me muero del susto. Me había perdido casi tres años de mi vida.
- ¿Cómo sabías que estaba aquí? – preguntó David.
- Estuve en la ICD preguntando. Suponía que si ni yo mismo me reconocía, tampoco lo haría nadie. Por cierto, me follé a vuestra recepcionista, espero que no te importase. – dijo Josh. Se quitó el gorro de algodón gris y se rascó la cabeza, despeinándose aún más. – Tuve los niveles hormonales más altos unos días después, y fue genial. Me picó un poco todo el cuerpo al crecerme tanto pelo, pero no es nada del otro mundo. – dijo, sonriendo. – Tardé una semana en conseguir el dinero para el billete, mejor no te daré detalles sobre eso. Y aquí estoy.
David se quedó callado, mirándole muy fijamente y con los brazos cruzados sobre el pecho. Lo peor de todo era saber que aquello era verdad.
- No me crees, ¿verdad que no? – preguntó Josh, quien ya se había preparado para eso. Sin embargo, incluso si David no le creía e ingresada en el psiquiátrico, lo prefería por encima de cualquier otra cosa.
- Me gustaría no hacerlo, y así no me sentiría culpable.
El rostro de Josh se iluminó al escuchar eso.
- ¿Y qué vas a hacer ahora?
David se quedó callado, pensativo.
- No lo sé. – respondió con sinceridad. – Aún no lo sé. ¿Tienes al menos sitio donde quedarte?
Él le mostró una sonrisa suplicante, que hizo juego con su mirada.
- Esperaba que me invitaras a quedarme contigo.
- ¿En mi casa? Ni de coña. – dijo David, alzando ligeramente la voz.
La sonrisa de Josh se hizo más amplia:
- ¿Tienes miedo o qué?
- Sí, tengo miedo. Tengo mujer e hijos y no quiero que te acerques a ellos.
- Oh, vamos, David. Aún falta una semana. Te prometo que para el viernes me habré ido de tu casa. – insistió Josh. – No puedes dejarme en la calle, y no tengo dinero para pagarme un hotel. Imagínate que me han seguido hasta aquí. – añadió, utilizando aquella carta a su favor, aunque un escalofrío recorrió su espalda. Durante el mes que había pasado fuera de aquel sitio no había un día en que no pensase en que le encontrarían.
David no respondió. Es cierto, no sería capaz de dejarle tirado en la calle. Podría pagarle un hotel él mismo, pero si volvía a desaparecer aquella vez no se lo perdonaría.
- Me llevo muy bien con los niños. Puedo ejercer de canguro gratis. – añadió Josh.
- De acuerdo. – dijo David, finalmente, ablandándose. – Pero solo hasta el viernes.
Josh sonrió y apoyó la espalda en el respaldo de la silla, satisfecho. Luego, empezó a pasarse los dedos por el pelo.
- Por cierto, ¿quién te ha cortado el pelo? – preguntó David, fijándose en su extraño corte, con mechones más largos que otros.
- Me lo corto yo mismo. – siguió tocándose el pelo. – Me crece muy deprisa y no puedo permitirme ir una vez a la semana a la peluquería. ¿No te gusta?
- No puede quedarse, David. – le dijo Jane a su marido en un susurro, sin apartar la mirada de Josh, que jugaba en el suelo del salón con el perro.
Ambos se encontraban en la entrada de la habitación, alejados de él para que no pudiera escuchar su conversación.
- Solo será hasta el viernes, luego irá a otro sitio. – explicó David.
- ¡David! ¿Quieres meter a un asesino en nuestra casa? ¿Con tu hija? – exclamó ella en el mismo tono.
David frunció el ceño, y respondió:
- Ya hablamos de esto. Sabes lo que le pasa a este chico. Y no es mala persona.
Era cierto, ella conocía la historia de Josh porque él se la había contado, y por supuesto, por muy descabellada que pareciese, Jane creía en ella. Pero igualmente desconfiaba, al igual que lo hacía David.
- ¿Y le pagarás tú el hotel o el alquiler de un apartamento? – le recriminó Jane. - ¿Le vas a pagar todo lo que necesite?
David suspiró y se pasó una mano por el pelo.
- Si tan solo pudieras ver lo que he visto en su cabeza… Y ha sido por mi culpa.
Jane se giró hacia él y le puso ambas manos en sus mejillas.
- No es cierto, y lo sabes. No te tortures más por eso.
A continuación, ella le abrazó y él la rodeó con los brazos. Jane no necesitaba leer la mente como su marido para saber cuándo algo le preocupaba, para ella él era un libro abierto.
Tras un momento, se separaron y ella le dijo:
- De acuerdo, se quedará hasta el viernes. Pero si antes de entonces notamos algo raro, se marcha. Sin objeciones.
David asintió, sonriendo.
Ambos se giraron y vieron como Sarah había aparecido en el salón sin ellos darse cuenta y estaba sentada junto a Josh, ambos acariciando al perro.
David se alarmó durante unos segundos al recordar sus palabras durante la comida. Se separó de Jane y se acercó a ellos.
- Josh, ¿cómo conseguiste el dinero para el billete?
Él levantó la vista del suelo.
- ¿De verdad quieres saberlo?
- Sí, si existe alguna razón por la que deberías hacerte una analítica para comprobar si tienes alguna ETS o enfermedad parecida. – le dijo David, mientras se agachaba para coger a Sarah en brazos.
Josh se rio.
- Pero David. ¿Qué clase de persona te crees que soy?
- Una persona irresponsable y con instintos. – sentó a Sarah en el sofá y se giró hacia Josh. – Levanta, te vienes conmigo.
Se despertó unas horas más tarde por el terrible dolor lumbar que le había aparecido debido a la mala postura. Sarah dormía, la fiebre le había bajado, pero seguía teniendo el rostro pálido y la respiración entrecortada. En silencio, se levantó y se dirigió a su dormitorio. Mercury roncaba a los pies de la cama. Jane escuchó a David entrar y levantó la cabeza de la almohada.
- ¿Cómo está? – le preguntó en un susurro.
- Dormida, y creo que mejor. – él se metió en la cama junto a ella y se acurrucó a su lado.
- Dave, no podemos seguir así, tenemos que llevarla al médico. ¿Resolviste lo del tema del seguro médico?
- Aún no, mañana por la mañana iré a hablar con mi jefe. – respondió él.
- Bien, cuando lo resuelvas llámame, prefiero llevarla al pediatra cuanto antes.
***
Aquella misma mañana, David se dirigió nada más llegar al despacho de Keith Harris para preguntarle al respecto.
Golpeó la puerta con los nudillos y esperó a que le respondieran al otro lado de la misma.
-Pase.-dijo lo bastante alto para que fuera audible.
David obedeció y entró en el despacho.
- Buenos días. – saludó, cerrando la puerta y acercándose al escritorio. Lo vio repleto de papeles, y temió estar interrumpiendo. – Si está muy ocupado, puedo volver más tarde.
Keith dejó el boli en la mesa, y paró de escribir centrándose en su nuevo agente.
-No, por favor. Cuénteme. -todo buen jefe debía saber cómo tratar a sus agentes, cuando arroparlo, y cuando pasar, y debía conocerlos también, saber a quiénes le podía lanzar un grito para que se centraran delante de los demás o a quiénes no debía pegar un grito ni en privado para que se centraran. Ningún agente era igual, no tenían la personalidad igual, y había que darles un trato personalizado para que la división funcionara correctamente.
David se sentó en una de las sillas frente al escritorio y a continuación, dijo:
- Quería preguntarle sobre un asunto, pero no es nada relacionado con la división ni el caso.-aclaró.
Keith se echó hacia atrás en su asiento, y le hizo un gesto de cortesía con la mano.
-Lo que sea, ya sabe que intentamos darle el máximo bienestar a nuestros agentes y su familia tanto profesional como personalmente. Y más sí son recién llegados como usted.
David esbozó una fina sonrisa y asintió, educadamente.
- Me preguntaba… ¿Qué aspectos cubre el seguro médico de la división? – preguntó.
Keith asintió después de oírle, y cambió de posición.
-Bueno, pues es un seguro bastante completo, le aseguro que cubrirá todos los chequeos, y urgencias médicas de usted, y su familia, no se preocupe.
- ¿Entonces incluye a mi familia? – preguntó David, para asegurarse.
Keith volvió a asentir, y sonrió para demostrárselo.
-Por supuesto.
- Pues perfecto entonces. – sonrió él. – Muchas gracias por su tiempo.
-Es un placer, agente Miur, recuerde que estoy aquí para cualquier duda. -esperó a que saliera para volver a los papeles.
***
Recorrió el pasillo de vuelta a su puesto después de cambiarse la bata vomitada por un bebé de cuatro meses, y cuando llegó la doctora Fletcher señaló disimuladamente a una mujer embarazada, y una niña con los ojos vidriosos que esperaban su turno.
-Sé que puedes encargarte tú solito, me voy a tomar un café.
-¡Vale!-él aceptó con entusiasmo, y se acercó a su quinto o sexto paciente sin vigilancia y su madre, o su tía, o lo que fuera.-Hola, soy el médico residente Van Hepburn.-recordó que siempre tenía que aclararlo antes.-Puede pasar a consulta conmigo si lo desea.-les dedicó una sonrisa confiada a ambas.
- Sí, muchas gracias. – respondió Jane, con una sonrisa. Se puso en pie y cogió a Sarah en brazos, quien tenía las mejillas enrojecidas por la fiebre y la mirada cansada.
Siguió al doctor Van Hepburn hasta la consulta y cerró tras ella.
-Déjeme, usted no haga esfuerzos.-se preocupó al verla levantar el peso de la niña en su estado, y la ayudó a llevarla hasta la camilla con un brazo.-Bueno…-miró a Sarah cuando la dejaron encima, y le dedicó una sonrisa.-Creo que esta pequeña tiene fiebre…-luego se volvió a dirigir a la adulta. - ¿Ha sido muy alta?
- Esta mañana llegó a los treinta y nueve y medio. Ha sido la más alta que ha tenido, diría yo. Empezó anoche con muy poca y se pasó la tarde vomitando. – explicó Jane. – Le hemos estado dando paracetamol para la fiebre.
El doctor Van Hepburn asintió y ya tenía dos opciones en su mente, Meningitis o una infección mucho más banal. Nunca había que descartar nada.
-Entendido. ¿Cómo te llamas, guapa?-le habló a la niña, y sacó el estetoscopio del bolsillo mientras le levantaba la ropa con suavidad.
- Sarah. – respondió ella, levantando las manos mientras le sacaba la camiseta.
-Qué nombre más bonito. Me gusta mucho.-la piropeó, y le indicó las clásicas inspiraciones y exhalaciones.- ¿Le duele la garganta o ha tenido mocos? -se quitó el estetoscopio de las orejas, y se lo dejó en el cuello para hablar con Jane de nuevo. Luego empezó a palpar el cuello de su paciente por si las moscas.-Siento tener las manos frías.
- Mocos no, pero sí tiene flemas por el vómito. Y tampoco se ha quejado de dolor de garganta. – contestó Jane.
-Siéntese, por favor. No esté de pie.-dejó un momento a la pequeña, y le acercó una de las sillas a Jane, y luego empezó a revisarle los oídos a Sarah.-¿Es su segundo hijo?
Ella sonrió y se sentó.
- Muchas gracias. – dijo ella. Luego se llevó la mano al vientre y respondió: - Sí, el segundo. Y ya veremos si el último o no.
El doctor Van Hepburn asintió agradablemente, le encantaban los niños, y embarazos significaban posibles pacientes para él.
-Espero que todo salga bien.- finalmente cogió un depresor, y se acercó a la boca de Sarah-Hermana mayor, abre la boquita, y dime un ''AH'' muy grande.
Ella, obedeció mientras el doctor presionaba sobre su lengua para observar su garganta.
Se aseguró de que no había infección allí, y retiró el palo de su lengua segundos después.
-Muy bien, es una simple gastroenteritis, la fiebre alta, y los vómitos en niños siempre asustan y son aparatosos, pero no se preocupe. ¿Vienes conmigo, Sarah?-la cogió en brazos, y la sentó encima de su madre-Puedes quedarte el palito sí quieres.-pasó detrás de la mesa, y se sentó en la silla para hacer la receta.
- De acuerdo, muchas gracias. – dijo Jane, con Sarah en su regazo, mirando con atención el palito que le habían regalado.
-Bien…-empezó a escribir en el pc-Dosis de Apiretal de 6 a 8 horas para la fiebre, dieta blanda, ya lo sabrá.-estaba seguro de que no era la primera vez, y que una madre sabía esas cosas.-Y asegúrese de que está bien hidratada.-lo firmó cuando salió el papel imprimido, y se lo tendió a Jane.-¿Cuál es tu color favorito, Sarah?
Jane tomó el papel con una sonrisa de agradecimiento y se lo guardó.
- Rojo, como papá. – respondió Sarah a su pregunta, algo tímida.
-Oh, muy buen gusto.-vio que no quedaban piruletas así que rebuscó en los bolsillos de su bata, y sacó un globo rojo, y otro verde. Lo empezó a inflar, dejó el verde en forma de palo alargado, y cuando infló el rojo lo empezó a manipular y a darle vueltas hasta que consiguió formar una flor de globos con su tallo, y todo.-Para ti, ya verás cómo te pones buena enseguida.-le aseguró, y luego buscó la complicidad de Jane.-¿Usted quiere otra?
Ella se rió.
- Oh, no, muchas gracias, no se moleste. - luego miró a Sarah, que sostenía el globo como con gran ilusión, y dijo: - ¿Qué le tienes que decir al doctor?
- Gracias. - dijo, sonriendo y abrazando el globo.
- Muchas gracias. - le dijo Jane a su vez al doctor.
-De nada.-primero le contestó a Sarah con una gran sonrisa enternecida al verla, y luego a su madre.-Es un placer. Las acompaño.-se puso en pie, y esperó a que se levantaran.
Sarah se acurrucó en el cuello de su madre, cansada por la fiebre, aferrando con fuerza tanto el globo como el palito para no perderlos. Jane se acercó al doctor Van Hepburn y le tendió la mano que le quedaba libre.
Él se la estrechó rápidamente de forma afable.
-Ha sido un placer. Espero serles de ayuda en otra ocasión.-se movió para encontrarse con la cara de Sarah, y le dio un ligero apretón en una mejilla-Adiós, Sarah. Cuidada mucho de tu hermanito o hermanita, eh.
Ella asintió sin levantar la cabeza.
- Por supuesto, ya nos veremos. A Sarah le toca una revisión dentro de poco. - dijo Jane. Y sonrió: - Y luego llegará el nuevo.
El joven doctor volvió a sonreír satisfecho por el trabajo, y por haberle caído bien a la paciente, y su madre inglesas. Lo había notado, pero no había comentado nada aunque él también había pasado la mayor parte de su vida en Europa.
-Perfecto, estaré encantados de atender a ambos.-les abrió la puerta cortésmente, y les hizo un gesto con la mano dando por concluido la consulta.
***
Las hamburguesas del McDonald’s le quemaban la piel mientras las transportaba en la bolsa de papel, sujetándola por los brazos. Eso de que no tuviesen asa no le gustaba nada, encima la bolsa era muy grande, había tenido que comprar comida para Will, David, Jake y para ella. Y por supuesto lo suyo abultaba más, tampoco es que pudiese quejarse mucho. Subió las escaleras hasta llegar a la ICD y se metió en el despacho de Jake, donde desde hacía un día entero que intentaban encontrar los pasos de los delincuentes que ella y Dave habían espiado la noche pasada.
- Traigo la cena. –dijo al entrar. Will se levantó y la ayudó con su carga. –hay dos hamburguesas para cada uno de vosotros y unas patatas también. El resto ni se os ocurra tocarlo. Will se limitó a sonreír y a comer su comida con ansia.
- Lleva 153 minutos. - le comunicó Jake a los demás. - Es raro, la base de datos no suele tardar tanto en encontrar coincidencias.
-Tal vez es un ninja. -dijo Rose metiéndose una patata en la boca.
- Quizá se haya sometido a cirugía. - propuso David.
-Mi teoría es mejor. -Rose procedió a meterse seis patatas en la boca.
David la miró un momento, pero no dijo nada. Luego se giró hacia Jake.
- ¿Habría alguna forma ver como era antes de alguna posible operación?
Jake dudó un momento.
- Podríamos intentarlo con el programa de los retratos robot, pero no sé si funcionará. No sabemos qué se ha cambiado ni cómo. - respondió.
- Se os va a enfriar la comida. -se quejó Rose, indignada.
- Rose, ¿tú sabrías distinguir de una persona lo que se ha operado? - le preguntó David, ignorándola.
- Creo que sí. -empezó a comerse una hamburguesa.
David la miró seriamente, mientras Jake abría el programa e importaba la foto del sospechoso.
- ¿Podrías dejar de comer un segundo y ayudarnos? - le dijo David, seriamente. - Se te va a poner toda la grasa en el culo.
- Eso le digo yo todos los días. - comentó Jake.
Rose frunció el ceño.
- No puedo dejar de comer, si lo hago me puede dar un jamacuco. Soy perfectamente capaz de hacer las dos cosas a la vez, que vosotros seais unos raritos no es culpa mía.
- Pues levanta el culo y ven aquí. - le dijo David, apremiandola.
Rose bufó molesta pero le hizo caso, llevándose la hamburguesa con ella.
Cuando Rose se acercó a él, Jake le mostró la fotografía actual que tenían del sospechoso.
Rose se lo quedó mirando intensamente durante unos minutos.
Se quedó durante un largo rato congelada, mirando fijamente la pantalla. Jake la miró de reojo al ver que no decía una palabra, y luego se giró para mirar a David, que también estaba pendiente de ella con el ceño fruncido. Ambos cruzaron una mirada y David se encogió de hombros, pero no interrumpió el momento de concentración de Rose.
- ¡La nariz! La nariz y la barbilla. Y creo que el pómulo derecho.
Jake se sobresaltó ligeramente.
- No sé cómo debería hacerlo. – se disculpó él. Luego se levantó y le cedió el sitio a Rose. – Hazlo tú.
-Pero no sé reconstruir caras, sólo sé que eso parece operado. - dijo Rose.
- Yo sé menos todavía. - se quejó Jake. - Nunca he usado este programa siquiera.
- Ya lo intento yo. - dijo David apartando a ambos. - He aprendido a maquillar a Barbie con un programa, esto no puede ser muy complicado.
David empezó a modificar el tamaño de las distintas zonas que Rose había indicado.
- La gente cuando se opera la nariz, es para hacerla más pequeña, ¿no? Nadie se la amplía. – dicho esto, tocó sobre la pantalla para modificar el tamaño de la zona. – Y con los pómulos es al revés, ¿no? ¿Los amplían? – se giró para consultar a sus compañeros, pero Jake tan solo se encogió de hombros.
Rose asintió, instándole a continuar.
David entonces le estrechó los pómulos y le ensanchó la mandíbula, dándole un aspecto aún más vulgar del previo.
- Ahora entiendo por qué se operó. Era horrible. – comentó, con el ceño fruncido.
- Pero tenemos que asegurarnos de que es el de verdad. -dijo Rose. - ¿Jake? ¿Puedes encontrar posibles coincidencias?
David se apartó del ordenador y Jake volvió a sentarse. Exportó el resultado de David y lo filtró en la base de datos.
Rose cogió otra vez su hamburguesa y se la comió mirando la pantalla con emoción.
Esperaron durante unos minutos en los que nadie dijo nada, tan solo siguieron comiendo. Hasta que la búsqueda se detuvo y un archivo del FBI apareció en la pantalla.
- ¡Ahí está! -exclamó Rose emocionada. - Dale, dale.
Jake obedeció y tocó la carpeta para que se desplegaran los datos.
- Este señor ha cometido más crímenes que yo comido hamburguesas en toda mi vida. -Rose frunció el ceño.- Robo a mano armada, asalto en viviendas, intento de violación, intento de robo a un banco...y ahora se mete en terrorismo. Que poco va a durar en la calle.
***
David se abrochaba el abrigo hasta el cuello cuando salió por las puertas del edificio de la ICD y una ráfaga de aire helador de febrero le golpeó en la cara.
Tenía una hora libre ya que su comida se había visto interrumpida por el trabajo sobre el caso. Era el tiempo justo para tomarse un café, pero consultando el tráfico de la ciudad por internet había asumido que no le daría tiempo a ir a su casa y estar de vuelta puntual. Por eso, decidió cruzar a la cafetería que había frente a la división para poder comer algo tranquilamente sin tener que escuchar continuamente las conversaciones de Rose y Jake.
Aquel día hacía un frío terrible, y el humo de los coches y calefacciones, así como el calor de la gente, impedía una visión nítida de la calle. Tal vez fue por eso por lo que David no se percató de que había una persona parada a la entrada de la división, mirándole. Siguió su camino y la figura, encorvada y con las manos en los bolsillos, le siguió. Y no fue hasta que le llamó por su nombre y apellido cuando por fin se detuvo y se fijó en su perseguidor.
Se trataba de un hombre joven, más alto que él, de ojos azules y dientes grandes, afilados y brillantes. Tenía las mejillas y la nariz sonrosadas por el frío, las manos en los bolsillos y las orejas tapadas por un gorro, por debajo del cual asomaba una melena ondulada, castaña y desigual. Una corta barba poblaba el reborde de su mandíbula y su mentón.
- Spoiler:
Nombre: Josh
Apellido: Collins
Edad: 18 (7 de agosto de 2020)
Nacionalidad: Británico
Foto:
Esto es lo más mejor que puedo enseñaros sobre el muchacho:
Josh Franceschi
Aquella cara le resultaba tremendamente familiar, pero no sabía de qué, y eso le desconcertaba.
El joven, por su parte, esbozó una media sonrisa tímida.
David solo tardó unos segundos en reconocerle, cuando consiguió ver lo que pasaba por su cabeza.
- ¿Josh? – preguntó, con más esperanzas de que su mente le engañase de que aquello fuera real.
La sonrisa del chico se hizo más amplia.
- No creía que me fueras a reconocer. – le dijo, con un acento británico muy marcado.
Por un momento, David no entendía nada. Se había quedado completamente en blanco. Le miró durante un rato, pensando qué podría preguntarle, pero no fue capaz de juntar dos palabras coherentes seguidas. Aquello le había pillado totalmente por sorpresa.
- ¿Qué haces aquí? – consiguió, finalmente, preguntarle, con una expresión de sorpresa en el rostro.
- He venido a hablar contigo. – respondió Josh.
- ¿Conmigo? – preguntó David, poco a poco aclarando sus ideas. – No puedes hablar conmigo, eres un fugitivo.
- Pero necesito tu ayuda. – intentó explicarle Josh, dando un paso hacia él, pero fue rápidamente interrumpido por David.
A su vez, David retrocedió un paso, intimidado por él, aunque le costase reconocerlo. La última vez que había visto a aquel chico había sido hacía tres años, apenas le llegaba al hombro de estatura y no sobrepasaba los sesenta kilos de peso. En tres años, se había convertido en una persona totalmente distinta.
- No. – respondió, tajante. – Te ofrecí mi ayuda una vez y tú la rechazaste, cuando huiste. – le echó en cara, ligeramente dolido por aquello.
Josh bajó la mirada y sin poder evitarlo, se encogió un poco sobre sí mismo.
- Yo no hui, David. Y necesito que confíes en mí como lo hiciste una vez. – le miró, suplicante. – Necesito que me ayudes, por favor. Tengo problemas.
David fue incapaz de ignorar aquella súplica y después de aguantarse la mirada mutuamente durante unos segundos, le dijo:
- De acuerdo, te permito una hora para convencerme de que tienes razón y no debería llamar a la ICD. – Josh sonrió, inmensamente agradecido, y asintió. David no puedo evitar relajar el rostro. Luego le preguntó: - ¿Quieres que te invite a comer?
***
David había conocido a Josh hacía tres años, cuando él tenía dieciséis. Recordaba su postura encorvada, idéntica a la de ahora, con las manos en los bolsillos y el pelo tapándole la frente.
Hacía tres años, aquel hombre era un niño. Medía un metro sesenta y pico de estatura, no había ni rastro de vello facial en sus mejillas y una capa de acné le cubría la piel. Un flequillo artificialmente alisado con planchas le tapaba uno de los ojos, llevando la mitad de la melena larga y la otra, mucho más corta. Tenía agujereados y adornados con aros el labio inferior y el lóbulo de una de la orejas, y lucía camisetas alguna que otra talla superior a la suya. Su aspecto y su acento de los barrios bajos de Londres se habían puesto en su contra en el juicio de hacía tres años, y el jurado había acabado condenándole a una estancia de 25 años en un centro psiquiátrico.
A pesar de todo aquello que había creado prejuicios en los miembros del jurado, David sabía que Josh era una buena persona, y veía culpabilidad y arrepentimiento en su mirada. No podía hacer nada para rebajarle la condena, pero le había ofrecido todo su apoyo y prometido que estaría para cualquier cosa que necesitase.
Sin embargo, antes de que fuera internado en la institución mental, Josh desapareció por completo. Nadie supo dónde había ido ni cómo se había escapado, pero ya no estaba. Aquello afectó a David profundamente, no solamente por el hecho de sentir que había fracasado con aquel chico, sino por haber sido traicionado por su propio juicio, e incluso por su habilidad de leer la mente. Él había confiado en la bondad de Josh, y huyendo le había demostrado que no estaba en lo cierto.
Y ahí le tenía ahora, sentado frente a él y devorando sin descanso un sándwich de queso como si llevase días sin comer. Y así era, tal y como David pudo escuchar en la mente de Josh. Tan solo podía ver una mezcla de ideas confusas, así que no fue capaz de sacar nada en claro acerca de cómo había llegado hasta ahí.
Esperó pacientemente a que el chico se terminase la comida para preguntarle:
- ¿Dónde has estado?
Él no le miró a la cara, solo empezó a juguetear con el tapón de la botella de agua.
- No lo sé. – respondió. – Creo que Sussex, o incluso el sur de Surrey.
Un montón de imágenes borrosas y cambiantes aparecieron por su memoria. Se podía ver un paisaje llano y verde, con un edificio que apenas lograba ver con claridad, pero que parecía una vieja granja.
- ¿Cómo llegaste a ese sitio? – insistió David, impotente por no lograr acabar de entender aquella situación.
- No lo sé. – repitió Josh negando con la cabeza y moviendo repetidamente la pierna con nerviosismo.
- Tienes que saberlo.
- No. No lo sé, ¿vale? – dijo Josh, alzando la voz y mirándole esta vez a la cara. – No lo recuerdo. – volvió a bajar la mirada y durante unos segundos ninguno de los dos dijo nada. Finalmente, Josh añadió: - Lo siento, no quería gritarte.
- No te preocupes. – tomó nota mental sobre su nerviosismo, sus mejillas enrojecidas y su ira al responderle, y le preguntó: - ¿Cuándo será la próxima vez?
- Dentro de una semana. – respondió Josh, sabiendo perfectamente a lo que David se refería.
- Lo siento. – le dijo, con sinceridad.
Esta vez, Josh sonrió, satisfecho, mostrando sus colmillos afilados.
- No lo hagas. Soy un hombre lobo, ¿se te ocurre algo que sea tan guay como eso?
- No lo eres. – se precipitó a decir David, extrañado por aquel brillo de orgullo en su mirada. Pero Josh pareció ignorarle.
- Claro que sí. ¿O acaso que te salga mucho pelo y te vuelvas agresivo una vez al mes es algo normal?
David no respondió al momento, se quedó un rato mirándole.
- No me puedo creer que estés a gusto con lo que te pasa. – dijo David, sin llegar a entender aquella reacción por su parte.
- Tiene más ventajas que desventajas. Solo es malo una vez al mes. Al fin y al cabo, tener mucha testosterona no es nada malo que yo sepa. – luego se inclinó sobre la mesa y esbozó una media sonrisa mientras arqueaba una ceja. - ¿Sabías que es la hormona de la virilidad?
Entonces David pudo ver, más allá de su nuevo aspecto de hombre, cómo aquél seguía siendo el mismo chico con ojos aterrorizados y hombros encogidos. No pudo evitar sonreír ante la situación.
Ninguno supo que decir en ese momento. Josh siguió jugueteando con el tapón de plástico, mientras David le miraba con curiosidad. No sabía por qué, pero sintió que tenía una gran responsabilidad de cuidar de ese chico. Tal vez porque se cometió una injusticia hacía tres años, o porque era el único que no le tomaba por loco cuando Josh contaba lo que le pasaba una vez al mes.
Sin embargo, David no sabía qué hacer. El chico había acudido a él para pedirle ayuda, pero ¿ayuda para qué? Entregárselo a las autoridades británicas era lo correcto, pero sabía que se arrepentiría de eso de por vida. Pero si lo ocultaba, ¿eso en qué lo convertía a él, un agente de la ICD?
Por su parte, Josh miraba de reojo a David. Observó su traje, sus manos pálidas por el frío. Su rostro, que juraría verlo más cansado, con nuevas arrugas. Se acordó de que cuando le conoció, él estaba a punto de ser padre y supuso que fueron las nuevas responsabilidades lo que habían acelerado su envejecimiento.
David había sido absolutamente la única persona del mundo que había creído sus palabras y le había ofrecido su ayuda. La razón de cómo podía estar tan seguro de que no mentía o estaba loco, como dijeron los demás, aún se la cuestionaba.
Le avergonzaba admitir que necesitaba su ayuda, y que estaba perdido sin él, pero era cierto. Los problemas le habían seguido toda su vida, y estaba seguro de que llegarían a Nueva York tarde o temprano.
No quería hablar del tema con nadie. El simple hecho de pensar sobre eso le erizaba el vello y le hacía estremecerse. Pero David tenía que saberlo, solo así podría ayudarle.
Permanecieron en silencio durante unos minutos, que a ambos se le hicieron eternos. David pudo escuchar cómo Josh estaba dispuesto a hablar con él, así que esperó pacientemente.
- El día antes de que me fueran a internar en el psiquiátrico, un guarda vino a mi habitación del correccional y me pidió que le acompañase. Fuimos a una habitación donde había unos tíos y creo que me inyectaron algo en el hombro. – se llevó inconscientemente una mano al hombro derecho. – No recuerdo prácticamente nada con claridad desde aquel día.
David supo que decía la verdad cuando vio aquellas imágenes en su mente, las mismas escenas que recuerda un drogadicto o un borracho. Solo podían verse caras borrosas y un techo negro con fluorescentes.
- Estaba en una habitación con dos puertas y las paredes recubiertas de metal. La mayoría del tiempo estaba tumbado, porque solía estar muy mareado todo el rato. A veces me encontraba mejor y lograba ponerme de pie. Me fijé en que había una pared que era distinta a las otras, y con el tiempo me enteré de que me veían todo el rato desde el otro lado. – explicó Josh. – La mayoría de las veces estaba totalmente solo, pero a veces entraba gente, aunque solo cuando me encontraba tan mal que no podía ni abrir los ojos. Había unos cuantos científicos, creo. Y luego estaban estos otros tíos, que parecían parte de una banda de algún tipo, porque recuerdo que dijeron que querían a un “perro” para que se deshiciera de unos asuntos. – dijo él, dolido al recordar sus palabras. – Uno de los científicos dijo que no se acercasen, pero ellos no hicieron caso. Solían golpearme y darme descargas con lo que parecía ser un taser. Una vez, mordí a uno, ¿no querían a un perro? – añadió, con cierta satisfacción. – Luego me enteré de que murió por una sepsis. ¿Tú sabías que la mordedura humana es mucho más peligrosa que la de cualquier otro animal del mundo?
David negó con la cabeza, y preguntó:
- ¿Y qué querían de ti?
- Los que parecían científicos, no estoy muy seguro. Pero los que me golpeaban esperaban verme enfadado, ya sabes. No tengo ningún recuerdo de ninguna de las veces que me pasó en el tiempo que estuve ahí, excepto de la última. Entraron unos tíos del mismo grupo que el que murió por el mordisco. Llevaban barras de hierro y oí como golpeaban con ellas. Entraron al cuarto donde estaba y me sacaron a rastras, hasta llevarme fuera de las instalaciones, que debían estar bajo tierra. Eran cuatro, me acuerdo bien de eso. Yo intenté soltarme, y uno me golpeó. – se levantó el jersey y mostró un enorme hematoma de color pardo a la altura del ángulo de las últimas costillas y la parte superior del abdomen, en el costado derecho.
David escuchó su historia mientras veía las escenas en su memoria, todas igual de incompletas que cómo las contaba.
- Después de aquello no sé qué más pasó. Desperté en una habitación de una granja de Surrey. Un hombre viudo me encontró al borde de la carretera y dijo que estuve durmiendo cuatro días, y que creía que estaba en coma. Me pasé las siguientes dos semanas vomitando y sin poder tenerme en pie. Tuve que pasar el mono, David, ¿te lo puedes creer? – le dijo, sin creérselo él tampoco todavía.
David no respondió. Enterarse de aquello le estaba haciendo sentirse culpable por haber estado decepcionado con Josh esos años. Había asumido su huída y nadie se había preocupado en buscarle más de la cuenta. Tal vez, si él hubiese investigado, podrían haberle encontrado mucho antes. Todo aquello era por su culpa.
- Cuando pude levantarme por fin, me miré al espejo y no me reconocía. Parecía un apóstol. – rió al recordarse con el pelo y la barba largos. – El hombre que me cuidó me dijo que acabábamos de entrar en el año 2039 y casi me muero del susto. Me había perdido casi tres años de mi vida.
- ¿Cómo sabías que estaba aquí? – preguntó David.
- Estuve en la ICD preguntando. Suponía que si ni yo mismo me reconocía, tampoco lo haría nadie. Por cierto, me follé a vuestra recepcionista, espero que no te importase. – dijo Josh. Se quitó el gorro de algodón gris y se rascó la cabeza, despeinándose aún más. – Tuve los niveles hormonales más altos unos días después, y fue genial. Me picó un poco todo el cuerpo al crecerme tanto pelo, pero no es nada del otro mundo. – dijo, sonriendo. – Tardé una semana en conseguir el dinero para el billete, mejor no te daré detalles sobre eso. Y aquí estoy.
David se quedó callado, mirándole muy fijamente y con los brazos cruzados sobre el pecho. Lo peor de todo era saber que aquello era verdad.
- No me crees, ¿verdad que no? – preguntó Josh, quien ya se había preparado para eso. Sin embargo, incluso si David no le creía e ingresada en el psiquiátrico, lo prefería por encima de cualquier otra cosa.
- Me gustaría no hacerlo, y así no me sentiría culpable.
El rostro de Josh se iluminó al escuchar eso.
- ¿Y qué vas a hacer ahora?
David se quedó callado, pensativo.
- No lo sé. – respondió con sinceridad. – Aún no lo sé. ¿Tienes al menos sitio donde quedarte?
Él le mostró una sonrisa suplicante, que hizo juego con su mirada.
- Esperaba que me invitaras a quedarme contigo.
- ¿En mi casa? Ni de coña. – dijo David, alzando ligeramente la voz.
La sonrisa de Josh se hizo más amplia:
- ¿Tienes miedo o qué?
- Sí, tengo miedo. Tengo mujer e hijos y no quiero que te acerques a ellos.
- Oh, vamos, David. Aún falta una semana. Te prometo que para el viernes me habré ido de tu casa. – insistió Josh. – No puedes dejarme en la calle, y no tengo dinero para pagarme un hotel. Imagínate que me han seguido hasta aquí. – añadió, utilizando aquella carta a su favor, aunque un escalofrío recorrió su espalda. Durante el mes que había pasado fuera de aquel sitio no había un día en que no pensase en que le encontrarían.
David no respondió. Es cierto, no sería capaz de dejarle tirado en la calle. Podría pagarle un hotel él mismo, pero si volvía a desaparecer aquella vez no se lo perdonaría.
- Me llevo muy bien con los niños. Puedo ejercer de canguro gratis. – añadió Josh.
- De acuerdo. – dijo David, finalmente, ablandándose. – Pero solo hasta el viernes.
Josh sonrió y apoyó la espalda en el respaldo de la silla, satisfecho. Luego, empezó a pasarse los dedos por el pelo.
- Por cierto, ¿quién te ha cortado el pelo? – preguntó David, fijándose en su extraño corte, con mechones más largos que otros.
- Me lo corto yo mismo. – siguió tocándose el pelo. – Me crece muy deprisa y no puedo permitirme ir una vez a la semana a la peluquería. ¿No te gusta?
***
- No puede quedarse, David. – le dijo Jane a su marido en un susurro, sin apartar la mirada de Josh, que jugaba en el suelo del salón con el perro.
Ambos se encontraban en la entrada de la habitación, alejados de él para que no pudiera escuchar su conversación.
- Solo será hasta el viernes, luego irá a otro sitio. – explicó David.
- ¡David! ¿Quieres meter a un asesino en nuestra casa? ¿Con tu hija? – exclamó ella en el mismo tono.
David frunció el ceño, y respondió:
- Ya hablamos de esto. Sabes lo que le pasa a este chico. Y no es mala persona.
Era cierto, ella conocía la historia de Josh porque él se la había contado, y por supuesto, por muy descabellada que pareciese, Jane creía en ella. Pero igualmente desconfiaba, al igual que lo hacía David.
- ¿Y le pagarás tú el hotel o el alquiler de un apartamento? – le recriminó Jane. - ¿Le vas a pagar todo lo que necesite?
David suspiró y se pasó una mano por el pelo.
- Si tan solo pudieras ver lo que he visto en su cabeza… Y ha sido por mi culpa.
Jane se giró hacia él y le puso ambas manos en sus mejillas.
- No es cierto, y lo sabes. No te tortures más por eso.
A continuación, ella le abrazó y él la rodeó con los brazos. Jane no necesitaba leer la mente como su marido para saber cuándo algo le preocupaba, para ella él era un libro abierto.
Tras un momento, se separaron y ella le dijo:
- De acuerdo, se quedará hasta el viernes. Pero si antes de entonces notamos algo raro, se marcha. Sin objeciones.
David asintió, sonriendo.
Ambos se giraron y vieron como Sarah había aparecido en el salón sin ellos darse cuenta y estaba sentada junto a Josh, ambos acariciando al perro.
David se alarmó durante unos segundos al recordar sus palabras durante la comida. Se separó de Jane y se acercó a ellos.
- Josh, ¿cómo conseguiste el dinero para el billete?
Él levantó la vista del suelo.
- ¿De verdad quieres saberlo?
- Sí, si existe alguna razón por la que deberías hacerte una analítica para comprobar si tienes alguna ETS o enfermedad parecida. – le dijo David, mientras se agachaba para coger a Sarah en brazos.
Josh se rio.
- Pero David. ¿Qué clase de persona te crees que soy?
- Una persona irresponsable y con instintos. – sentó a Sarah en el sofá y se giró hacia Josh. – Levanta, te vienes conmigo.
Re: ÚLTIMA ESPERANZA (Temporada 2)
Hello, aquí está el capi, tengo que decir que aunque algunas apariciones parezcan extrañas, todos los personajes que van a salir están mencionados anteriormente, so. Lleva mucho tiempo pensado xD En realidad, me tomo el rol futuro como un fanfic y ni siquiera estoy segura de que mis personajes del rol normal vayan a acabar con este futuro, pero bueno. Espero que os guste, porque yo sigo escribiendo rol con mucho cariño y esfuerzo
Maya había heredado la paciencia y la bondad que caracterizaban a su familia. Casi nada podía hacerla salir de sus casillas, ni siquiera el hecho de que su coche hubiera decidido expirar justo a la salida de sus prácticas de residencia en el hospital, aquella heladora noche de febrero.
Volvió a intentar arrancarlo.
(Lo siento... )
Pero no recibió más que un quejido por parte del motor, que no sonaba demasiado bien. Pensó que la mejor opción sería volver al hospital y esperar a que alguien de su familia fuese a recogerla, o bien llamar a un taxi.
Salió del coche, intentando impedir que ese pequeño bache interfiriera en lo que estaba siendo una de los mejores meses de su vida. Será sólo el frío, pensó, evitando hacerse a la idea de que su coche tal vez hubiera decidido no volver a arrancar jamás.
Maya cerró la puerta del coche y se extendió la bufanda para cubrirse todo el cuello. En la oscuridad del aparcamiento, emprendió de vuelta su camino hacia el hospital.
Él estaba oyendo y observando los intentos de arranque mientras ponía sus cosas debajo del asiento de su moto, y bailaba un poco en el sitio porque tenía mucho frío. Finalmente, acabó de guardarlo todo, y cuando vio que la chica se rendía no se le ocurrió una idea mejor que ir detrás de ella en la oscuridad. Lo habían educado para ser una persona amable, y no la había ayudado desde el principio, así que se sintió mal y cuando se acercó lo suficiente le puso una mano en un hombro a la chica.
Maya había estado enviándole un mensaje a su tía más joven, apenas cinco años mayor, para pedirle que a la salida de su trabajo pasara a buscarla. Por eso, no se había percatado de que alguien la estaba siguiendo, y el corazón se le aceleró de pronto cuando notó la mano en su hombro. Saltó hacia un lado y se le resbaló el móvil de las manos. En aquel momento, el miedo dominaba su cuerpo, y no pudo controlarse cuando, de un manotazo, golpeó la nariz de quien ella creía que era su agresor.
—¡Ah! —el inofensivo doctor Van Hepburn se cayó de bruces hacia atrás por la sorpresa y se aferró la pecosa nariz con ambas manos cuando notó algo caliente e inconfundible, corriéndole hasta el labio. —Au... —se quejó lastimeramente, pero se sentó en el suelo y subió la mirada. —No quiero hacerte daño...sólo ayudarte. —la voz le salió muy nasal y graciosa a lo Dory de Buscando a Nemo.
El corazón de Maya seguía palpitando aceleradamente, pero de pronto se sintió fatal por lo que había hecho. Aun así, dudó antes de acercarse. Veía las noticias y no era tonta.
—¿Y por qué me atacas en la oscuridad? —le preguntó, nerviosa, intentando de esa forma disculparse. —¿Estás...estás loco?
—¡No! —exclamó más exasperado que ofendido. —Trabajo aquí…en pediatría. —le informó. —Y tú eres de neurología. —se dio cuenta tarde de que ese detalle igual sí le hacía parecer un acosador, pero la había visto un par de veces por Urgencias y lo sabía.
Maya se quedó paralizada. Aquello no se lo esperaba. Se fijó más en aquel chico sentado en el suelo y se dio cuenta de que no parecía en absoluto un violador, ni un asesino, y de que le había golpeado tan fuerte que la sangre resbalaba por su cara. Se tapó la boca con las manos, para ocultar la sorpresa por lo que había hecho, y se arrodilló a su lado para ayudarle con la hemorragia.
—Yo... Lo siento mucho, me he asustado. No debería haberte golpeado, lo siento. —repetía, mientras cogía de su bolso un paquete de pañuelos de papel y le limpiaba la sangre.
—No…hola. —se le cortó la voz cuando pudo mirarla así de cerca, y algo en su pecho empezó a bombear más rápido. —No pasa nada, no pasa nada, ha sido mi culpa, te he asustado, es comprensible. Hola. —volvió a repetir como un loro y con torpeza.
Ella se rió, sonrojándose ligeramente.
—Hola, Batman. —le cogió de la nuca y le giró delicadamente la cabeza hacia arriba, sin dejar de apretar con un pañuelo su nariz, deteniendo la hemorragia. —¿Te sueles llevar habitualmente muchos golpes por intentar ayudar a la gente en un parking por la noche?
—La verdad es que no. —notó como dejaba de sangrar, y no puedo evitar sonreír al oír como le llamaba mientras miraba el cielo y sentía su mano. —¿Tú sueles boxear, no? Eres boxeadora en tus ratos libres.
Maya volvió a reír.
— No, pero me has asustado. Y cuando me asusto pierdo el control. —dijo ella. Levantó el pañuelo para comprobar cómo iba la hemorragia y le palpó el tabique con cuidado. —La nariz está bien, y ya no sangra tanto. Lo siento mucho, de verdad. —volvió a disculparse cuando vio que la zona se le había enrojecido y la chaqueta se le había manchado de sangre.
Él le quitó hierro al asunto con la expresión de la cara.
—No, no. Tranquila, no pasa nada, yo también lo siento. La culpa ha sido mía. —se palpó su nariz, y le agarró la mano con suavidad. —Menos mal que tienes las manos frías. —se rió un poco. —Seguro que ayudará a la inflamación. —luego se corrigió rápidamente. —Aunque no es que me alegre de que pases frío, ya me entiendes… —no la soltó aún, sin darse cuenta.
Ella se dio cuenta del detalle de la mano y se sonrojó aún más, agradeciendo la oscuridad de la calle.
—Así que... ¿Ya me conocías? —preguntó al recordar sus palabras previas.
—Sí, te he visto por el hospital. —y no se había podido olvidar de ella aunque quisiera. —¿Tú no me has visto a mí? Quizás no me recuerdas porque ahora no voy en una bata machada de vómito de bebé. Más de uno me vomita o lanza buches de leche. Es mi pan de cada día. —le soltó la mano poco a poco cuando cayó en ello para no hacerla sentir incomoda.
—No creo que te haya visto antes. De haberlo hecho me acordaría. —le dijo, aunque luego se dio cuenta de sus palabras y desvió la mirada. —De todas formas, suelo ir muy despistada, y nunca me entero de lo que sucede a mí alrededor.
Al oírla primero se puso triste, pero después percibió un doble sentido en su frase y se animó, o quizás sólo eran imaginaciones de él.
—Vaya… —se quedó un instante en blanco, y tragó saliva con esfuerzo. —¿Pero con los TAC y los electroencefalogramas no eres despistada, no?-le sonrió alegremente.
Ella sonrió y se encogió de hombros.
—No, en el trabajo estoy concentrada. —le dijo. —Por cierto, ¿qué pretendías cuando te has acercado a mí en la oscuridad? Porque yo no soy quien necesita ayuda, sino mi coche.
—Sí, eso. —se había olvidado por completo del coche. —Puede ser o el motor de arranque o el motor de gasolina. —le explicó. —Con ambas cosas necesitarás una grúa porque no te va a arrancar. Así que es mejor cojas un taxi o que yo te lleve a casa, y la llamas mañana…si quieres. —agregó luego.
Maya odiaba abusar de la hospitalidad de otras personas, pero en aquel momento no se encontraba en condiciones de rechazar su oferta. Después de un breve momento de duda, dijo:
—Si no es mucha molestia, te agradecería mucho que me acercaras.
—Claro, no hay problema. —le contestó un poco más rápido de la cuenta, y apoyó ambas manos en el suelo, esperando a que ella se apartara para poder levantarse sin pedírselo.
—No creo que debas conducir en estas condiciones. —le dijo cuando vio su nariz enrojecida. —Se me ha ocurrido una idea: te invito a un café como disculpa por el golpe.
—Oh, ¿un café? —se quedó un poco cortado, y hasta se sonrojó un poco. —Vale, pero lo pagamos a medias. Tú me has pegado, pero yo te he asustado. Es lo justo.
Ella ladeó la cabeza y después de pensarlo unos segundos, sonrió.
—De acuerdo, como quieras. Pero que sepas que invitarte a café es lo mínimo que puedo hacer después de todo.
—Pero yo sentiría que me estoy aprovechando. —se encogió de hombros. —¿Dejas que me levante? —le preguntó con amabilidad después de unos segundos, pues aún seguían muy pegados.
—Oh, sí, claro. Perdona. —se separó y ambos se pusieron en pie.
Él se limpió las palmas de las manos con la ensangrentada chaqueta de cuero, y supo que era el momento de las presentaciones.
—¿Cómo te llamas?
Ella se alisó las arrugas del abrigo de tela y se peinó el pelo con los dedos, algo nerviosa.
—Soy Maya. —respondió, sonriente, mientras le tendía una mano. —¿Y tú?
—Batman Van Hepburn. —le apretó la mano mientras se reía un poco. —Dame tu móvil, te lo daré con mi número. —se sintió con la suficiente valentía para decirle eso, pero sin dejar de ser cortés.
El apretón de manos y aquellas palabras hicieron que el corazón de Maya diera un vuelvo sin explicación. Sonrió nerviosa y le dio su móvil.
—Gracias. —él le escribió su número, y agregó su nombre de pila con la aclaración de ‘’pediatra’’ detrás.
Maya lo leyó y bloqueó la pantalla.
—Me gusta tu nombre, pero puedo seguir llamándote Batman si lo prefieres.
—Me encantaría que siguieras llamándome Batman. Ya me lo he creído. —se rascó la nuca. —Tu nombre también es muy bonito, por cierto. —la miró a los ojos como un tonto.
Ella se rió ante sus comentarios, por ambos, pero se sonrojó al escuchar sus últimas palabras.
—Muchas gracias. —se colocó un mechón de cabello tras la oreja. Luego señaló la entrada al hospital y dijo: —¿Vamos a por el café mientras se te pasa lo del golpe?
—Vale. —asintió, aunque ya se le hubiera pasado casi el dolor fuerte y ahora sólo sentía una ligera molestia. —Las damas primero. —hizo un gesto con una mano para que pasara al interior antes que él.
Salieron de nuevo al frío de la noche después de haber compartido una charla con los cafés, y Batman estaba más que impresionado con ella, era muy lista y agradable…y guapa. Demasiado guapa.
—Una cosa, Maya. ¿No te dará miedo montar en moto, no?
—¿En moto? —exclamó ella. Nunca había montado en una, y no le transmitían confianza al haberse criado en una casa sobreprotectora donde pedir una moto se habría convertido en fuente de discusiones.
—En moto. —repitió. —¿Te da miedo, no? —lo dedujo por la expresión de su cara, y de su voz.
—No he montado nunca. —confesó ella.
—Yo monto desde los ocho años. Hacía Motocross. Mis padres fueron listos y prefirieron no negarse para que me cayera lo suficiente en un entorno controlado y de más mayor no hiciera locuras. Me di mis buenos guantazos en circuito. De esta forma supe donde se podía correr y donde no, y lo duro que está el asfalto. Procuraron que montara mucho en bici, infundirme prudencia, respeto a las normas de circulación y me enseñaron a predecir situaciones complicadas. Soy un profesional, no nos pasará nada. —le informó con una sonrisa. —Desde bebé estoy obsesionado con las dos ruedas. Si cumplía años todo lo que quería eran motos de juguete, y la carta a Santa Claus estaba llena de lo mismo. Tuve mi primera moto a los dieciséis, no era gran cosa. La verdad es que era una basura con encanto. A los veinte me regalaron esta chica de aquí. —señaló una moto clásica con un bonito metalizado rojo. —Es una Kawasaki Vulcan 900 Classic. —había sido un regalo de los señores Van Hepburn y les había costado un ojo de la cara. —Ya no se fabrican, mis padres me la consiguieron en una subasta. Es el mejor regalo que me han hecho en mi vida.
Ella la miró, sin pasarle desapercibida la pasión con la que hablaba el joven pediatra sobre el mundo de las motos.
—Es muy bonita. —le dijo. — Aunque yo no sé mucho sobre el tema. Cuando era pequeña, una de mis tías decidió comprarse una moto y mi abuela montó en cólera. Nunca la había visto enfadada, y por eso no se me olvidará. Luego me enteré de que su madre había tenido un accidente de moto.
—Qué mal, lo siento. —se apenó al oír eso y recordó lo aprensivas que eran también sus abuelas con el tema. —Yo he tenido un par de accidentes… —entrecerró los ojos para recordarlo. —Me he roto un brazo, un par de costillas, y un dedo del pie. —aunque tenía las rodillas con heridas de guerra, y más partes del cuerpo.
—Lo dices como si fuera poca cosa. —le dijo Maya, ladeando la cabeza.
—Bueno, todas fueron antes de los dieciocho, y fracturas sencillas. Nada complejo, así que tuve suerte. —sacó los dos cascos, y le puso el de los acompañantes en la cabeza. —¿Me dejas ajustártelo?
—Claro. —dijo ella, acercándose.
Batman le ajustó el cierre hasta que le quedó bien en la barbilla, y la miró rozando la yema de sus dedos en la mejilla sin querer.
—¿Te…te molesta o estás bien?
Maya sintió un escalofrío por el tacto de su piel y tardó un instante de más en reaccionar, mirándole más de la cuenta.
—Sí, sí. —contestó, finalmente, apartando la mirada. — Está bien.
—Guay. —levantó un pulgar y se puso el de él luego. —Montaré yo primero. —se subió a la moto, y la puso recta poniendo ambos pies en el suelo. —Ahora tú. —le ofreció una mano y le hizo espacio detrás.
Ella obedeció y se sentó como pudo, sintiéndose torpe y ridícula.
—¿Así? —le preguntó cuándo se sentó tras él. —¿Dónde pongo los pies?
—Déjalos caer doblando las rodillas, y verás que puedes apoyarlos en los reposapiés. —pero de todas formas estiró una mano hacia atrás y la agarró por el tobillo para ayudarla a colocarse correctamente en el sitio indicado.
—Muy bien, gracias. —dijo ella, cuando puso los pies en la posición que le había indicado.
—Cuanto más cerca estés de mí mejor. Rodéame la cintura. —carraspeó ligeramente, y dio gracias a que la noche fuera fría y tuvieran bastante ropa.
Maya dudó un momento, con el corazón palpitándole muy deprisa. ¿Qué estaba haciendo? Estaba a punto de montar en una terrorífica moto por la noche y con alguien a quien acababa de conocer hacía menos de dos horas y a quien había confundido con un violador. ¿Por qué? Se acercó más a él, cómo le había dicho, deslizándose en el asiento. Luego, le rodeó la cintura con los brazos y pegó su mejilla contra su espalda. Y aquello sirvió como respuesta a la pregunta que se había hecho antes.
Él lo sintió, pero no dijo nada aunque le gustara la sensación.
—Bueno. —le tenía que dar un par de indicaciones al verla tan inexperta. Siempre que hacía eso con una chica le recordaba los días de niñez en los que había instruido a sus hermanas pequeñas. —En las curvas debes seguirme con el cuerpo, haz la misma inclinación o al menos no cambies de posición, ¿vale? Y dame un toque con una mano en el hombro izquierdo si quieres decirme algo o que reduzca la velocidad.
—Vale. —dijo ella, asintiendo con la cabeza.
—Pues avanti. —dijo en italiano y arrancó la moto con un rugido después de que ella le dijera la dirección de su casa. Miró hacia los lados, y movió la mano derecha para accionar el acelerador y salir con precaución a una velocidad normal.
Cuando se despertó, su amante se había marchado sin despedida y estaba solo en la cama. Aidan, lejos de sentirse triste, se sintió aliviado por ello. Habían dicho que lo de anoche había sido sexo y punto, y Ruth pareció haberlo cumplido al rajatabla. Se estiró en la cama, dándole tregua a sus entumecidas extremidades y se arrepintió… Había vuelto a mantener relaciones sexuales con alguien del trabajo, pero no con uno cualquiera, sino con su compañera de nuevo. Aunque era una mujer distinta, se había jurado a sí mismo no volver a caer y había caído, como en un Día de la Marmota interminable. Pensaba en Camille, en su muerte y se sentía como un marido infiel, como si el polvo con Ruth hubiera sido una infidelidad, como si ella estuviera viva todavía y le pudiera reclamar. La verdad es que había sido un buen polvo a pesar de todo… Aidan sacudió la cabeza después de pensar algo así y se levantó para vestirse. Hacía un mañana fría y algo lúgubre, desayunó unas tostadas con mermelada y un café y respondió y leyó algunos mensajes en el móvil de camino al trabajo, Chuck le narraba una tontería sobre mujeres latinas, y Meggan contaba que Cece había dicho no sé qué cosa bastante mona. Cuando llegó al edificio, miró hacia todos lados y como si fuera un espía se metió rápido en su despacho, no quería encontrarse con Ruth, por alguna razón, sentía que se pondría como un tomate al verla. Sabía que era algo infantil y que su relación de compañerismo y amistad no se debía afectar o iban a ir de puto culo. Tampoco quería verle el careto a William Barton…es más, lo iba a evitar más que Superman la Kriptonita. El día avanzó, pero el caso siguió atascado, tuvo que hacer frente a las personas que quería e evitar y a todos los demás, claro. Pero la guinda del pastel se la puso Nicole, había entrado en el despacho, le había enseñado unos papeles y…el infierno se había desatado ante sus ojos.
Aidan volvió al leer el papel, y siguió sin poder creérselo. ¿Dos hermanos trabajando en la misma división? No way. ¿Cómo iba a ser eso posible? ¿¿Cómor??? –inserte a Chiquito-
—Cacho... —se levantó de su silla, y cuando llegó a la puerta del despacho de su jefe llamó varias veces insistentemente.
—Pase. —dijo la voz de Keith, y al entrar, Aidan se encontró con una sorpresa. Ese cogote de pelo canoso sólo podía ser de una persona...
—¿Papá?
Roger Van Hepburn estaba sentado en una de los asientos para las visitas con las piernas cruzadas de forma varonil, ataviado con vestimenta de jugar al golf sin gorra, lo que indicaba que iba a jugar a ese deporte más tarde. Se había retirado del FBI joven, a los cincuenta años, y se había dedicado a su familia mientras tenía algún trabajo esporádico sencillo. Como ser profesor de avioneta.
—Aidan. ¿Y ese tono de sorpresa? —le dio un buen abrazo como saludo, y volvió a tomar asiento. Aidan y Roger habían nacido en NY, pero eran italianos y estadounidenses a la vez. En el sur de Italia, hombres y hombres se daban un beso en la mejilla con tanta normalidad como las mujeres, pero su padre nunca le daba besos desde que le había salido barba, y Aidan lo agradecía, le daría vergüenza que su viejo lo besara por alguna razón. Y sabía que al viejo le pasaba lo mismo. —Te dije que iba a venir a la ciudad.
—No me acordaba... ¿Pero qué haces en mi trabajo?
—El señor Van Hepburn ha venido a hacernos una visita de cortesía. —comenzó Keith, como si no fuera su padre. —Es uno de nuestros mejores inversores, y hace poco nos recompensó con una generosa donación. Puede venir siempre que lo desee, agente. ¿No le parece?
—Desde luego. —Aidan se mostró igual de profesional y dio dos pasos hacia la mesa con el papel en mano. —Ha llegado a mi despacho el informe de los nuevos agentes, y me temo que hay algo erróneo.
—¿Qué le ha llevado a pesar eso?
Aidan titubeó, pero no se dejó intimidar.
—Bueno, aquí pone que la señorita Meggan Lynn Van Hepburn será miembro de esta unidad.
—Así es. Fue la mejor de la academia estadounidense. Primera de su promoción.
—Eso es realmente impresionante. Creo que eso lo pueden decir pocos agentes en esta sala. —Roger bromeó porque sabía que Aidan había sido el quinto, y el jefe le rió la gracia. Había una especie de camarería existente entre ellos. Aidan no sabía del todo por qué, pero estaba claro que el jefe respetaba a su padre y le caía bien. ¿Era sólo por las donaciones o porque había sido miembro del FBI?
—¿Tiene algún problema con mi elección, agente?
—Sí...digo no, pero sí. —se aclaró la garganta. —Es mi hermana, me temo que mi profesionalidad, y la suya se podrían ver seriamente comprometidas. Se corre el riesgo de que yo la anteponga a ella en situaciones límite y viceversa.
—Yo no opino lo mismo. No tengo pensado accionarlo como tutor a usted. Además, usted es un buen profesional. Creo que pueden llevarlo bien, hay casos más comprometidos. Hay agentes que se acuestan con compañeros… —sin querer, Aidan tragó saliva y empezó a sudar. —Incluso hay quiénes tienen relaciones consolidadas, pero dejan los arrumacos para las horas fuera del trabajo, y no ocurre nada, todo el mundo hace su trabajo bien y se mira para el otro lado de vez en cuando. Procure que la agente Van Hepburn sea una compañera más en su horario de empleo, y su hermana fuera de él. De todas formas, estará unos meses de prueba, como todos los nuevos y si ocurre algún problema que tenga que ver con tener el mismo apellido dejaré que se la lleve la división de Roma.
- ¿A dónde vamos ahora? – preguntó Josh desde el asiento del copiloto. - ¿Me llevas de visita turística por la ciudad?
- Vamos al laboratorio de la ICD. – respondió David, con voz pausada. Parecía concentrado en alguna idea mucho más importante que aquella conversación.
Josh frunció el ceño y se rascó la cabeza por encima del gorro de punto.
- Yo no quiero ir a ningún laboratorio. – le dijo, y se estremeció sin poder evitarlo.
- Quiero que la forense te haga una analítica. – explicó David mientras pisaba el acelerador para adelantar a un autobús. – Tenemos que darle una explicación a todo eso que te ocurre.
- Pero yo ya sé que me ocurre. – exclamó Josh, elevando ligeramente la voz, mostrando su indignación.
- No, no lo sabes. – David tampoco pudo evitar elevar su tono de voz. – No eres un jodido hombre lobo. Los hombres lobo no existen.
“Ni los telépatas”, se dijo a sí mismo, lo que le hizo dudar de sus palabras tras decirlas.
Él se cruzó de brazos, indignado, y torció los labios. Parecía un niño enfurecido.
- Es la única opción que tiene sentido.
- Por eso vamos al laboratorio, Josh. – agregó David, volviendo a su tono de voz pausado. – Para proponer otra idea que tenga más sentido.
El laboratorio de la ICD estaba en uno de los pisos del mismo edificio donde se instalaban las oficinas de los agentes. David condujo hasta el parking de la planta baja, donde aparcó en su plaza.
A paso ligero y sin formular palabra, Josh siguió a David hasta el ascensor, que los llevó hasta la décimo tercera planta.
Se trataba de un pasillo de baldosas blancas y paredes pintadas de gris, que no llamaba la atención por no disponer de ningún rasgo fuera de lo común. Sin embargo, un fuerte olor a desinfectante, éter y formol invadió las fosas nasales de ambos visitantes. Josh arrugó la nariz con un gesto repentino de asco.
- Ven por aquí. – le ordenó David.
Él recorrió el pasillo con Josh pisándole los talones, giraron a la izquierda y se paró frente a una de las puertas. Se podían oír voces al final del pasillo.
David golpeó la puerta con sus nudillos, y esperó a obtener respuesta al otro lado de la misma para entrar.
- Hola, Alice. ¿Cómo estás? – preguntó David educadamente, nada más entrar.
Ella dejó de balancearse en la silla giratoria que había tras su despacho cuando les vio entrar.
- Aburrida. Dile a tus compañeros que me traigan más cadáveres. – dijo ella, sacándose una piruleta de color verde de la boca.
Se levantó y se acercó a ellos. La estancia era amplia e iluminada por potentes fluorescentes blancos. En la esquina derecha se encontraba el despacho lleno de papeles desordenados y paquetes de galletas Oreo. En el resto de la habitación, había varias camillas y mesas con microscopios y demás elementos propios de un laboratorio de bioquímica.
- Entonces te alegrará saber que te traigo algo para que te entretengas. – contestó David. Luego señaló a Josh. – Éste es Josh.
Él le tendió la mano, pero ella no se la estrechó.
- No me habrás traído un novio, ¿verdad, David? Yo esperaba más de ti.
David sonrió mientras Josh le miraba, entre avergonzado y enfurecido.
- No. – respondió David. – A Josh le pasan cosas raras y quería que le hicieras unas pruebas para saber por qué.
- Eso está hecho. – respondió ella, mostrando un evidente entusiasmo repentino: - ¿Qué clase de cosas raras?
David miró a Josh para que empezase a hablar, pero él estaba enfadado y le ignoró. Finalmente, David empezó a describírselo.
- Él dice que son los niveles de testosterona. Le sale pelo por todo el cuerpo y está de pésimo humor, como ahora. También su voz se vuelve más grave. Y le pasa una vez al mes.
- Más o menos. – habló Josh por primera vez. Estaba sorprendido de que David supiera tanto de eso sin haberlo presenciado nunca, pero no hizo preguntas.
- Además, ha debido crecer unos cuarenta centímetros en tres años.
- Entiendo. – dijo ella, con la piruleta de nuevo en la boca. Con las manos en los bolsillos de la bata blanca, se balanceaba sobre sus zapatos. - Continúa.
- Él dice que es un hombre lobo.
- No lo creo. – dijo ella. Josh puso los ojos en blancos y David le miró de reojo. – Otra cosa, puede. Pero no un hombre lobo. – esta vez, se sacó la piruleta de la boca y la sostuvo en su mano - Los bizantinos fueron los primeros en mencionar la existencia de los hombres lobo, pero ellos no dijeron que fueran peludos en ningún momento. Tampoco se llamaban hombres lobo, sino lunáticos, gente que enloquecía por la Luna. Eran enfermos mentales, no gente peluda.
Josh enrojeció de rabia. Nadie le hacía caso, pero él sabía que era un hombre lobo. O al menos, eso se decía a sí mismo. En el fondo sabía que era la única forma de que aquella maldición pareciera un poco más atractiva a sus ojos. Guardó silencio, y desvió la mirada.
- Por otra parte, también se ha fantaseado con la existencia de los licántropos con otra enfermedad, que se llama hipertricosis. Puedes buscarla si tienes curiosidad, pero ya te digo yo que no es lo que te pasa. – añadió ella
.
Mientras terminaba de decir aquello, se había desplazado hacia una mesa próxima repleta de material de laboratorio. De una caja, sacó una aguja a la que puso una punta nueva y unos botes finos y alargados.
Josh miró a David, esperando que él hubiera cambiado de opinión, pero él no le devolvió la mirada.
- John, ¿puedes sentarte? – le dijo mientras se acercaba a él, poniéndose los guantes, y le señalaba una camilla.
- Es Josh en realidad. – murmuró él, pero ella pareció no oírle. Resignado, se sentó donde ella le indicaba, deseando que lo hubiera limpiado después de haber estado allí el último cadáver.
Ella le remangó la chaqueta y la camiseta de debajo.
- Vaya, ¿cuánta sangre te han sacado últimamente? – dijo a modo de comentario. Pero no le dio mayor importancia. Palpó su brazo y cuando tocó la vena, introdujo la aguja.
Josh por su parte acababa de fijarse por primera vez en todos aquellos diminutos puntitos que había en su pliegue del codo, algunos más marcados que otros. Miró a David, quien también había lanzado una mirada indiscreta hacia la piel de la zona.
Cuando los botes que Alice había cogido estuvieron llenos de aquel líquido oscuro y denso, sacó la aguja y le colocó una gasa sobre el pinchazo.
- Presiona con fuerza. – dijo sin mirarle.
Ella tomó las muestras con aprecio y se dirigió hacia una de las mesas, en la que había una centrifugadora. Automáticamente, perdió todo el interés en los dos hombres que mantenían una conversación en susurros tras ella.
- Me han sacado sangre, no me jodas. – exclamó en voz baja Josh. Sus ojos brillaron, colmados de lágrimas de rabia. – Como a una puta rata de laboratorio.
David no supo que decir. Estaba de acuerdo con Josh: le enfurecía la idea de que hubiera sido tratando aquel tiempo como sujeto de experimentación.
- Lo solucionaremos, lo prometo. – dijo finalmente.
- ¿Cómo? – Josh no pudo evitar elevar la voz, pero Alice no pareció inmutarse.
David habría jurado haber visto en ese mismo momento cómo la sombra de la barba de Josh se volvía ligeramente más densa. Pero era imposible, debían ser imaginaciones suyas. Tenían que serlo. Y sin embargo, su pulso se aceleró ligeramente.
- Alice, ¿podemos marchar ya? – le preguntó.
Ella no respondió, pero hizo un gesto con su mano indicándoles que se fueran, sin levantarse de su silla ni despegar la mirada de las muestras de sangre. David obedeció, sabiendo que en cuanto ella supiese algo, le llamaría.
Aidan acompañó a su padre a la salida y cuando llegaron a los aparcamientos empezó a hablar sin poder evitar un tono de enfado.
—Has sobornado a Keith…
Roger se giró con una ceja levantada.
—¿Qué dices? ¿Estás loco?
—Has hecho una donación, ¿no te parece mucha casualidad? Es inmoral e impropio de ti.
—No lo he sobornado, pero lo habría hecho. La seguridad de una de mis hijas está en juego. Lo entenderás si algún día eres padre de una niña dulce y repipi, que adora el rosa, y años después deja el ballet profesional, la que creías que era su gran vocación, por un trabajo altamente peligroso.
—No me digas que…
—¡A tu hermana no le pega ser agente! Además, es demasiado competitiva y sufriría si fracasa. No quiero que sufra.
—¿No le pega ser agente porque de pequeña le gustaba el rosa? ¿Qué clase de argumento de mierda es ese? —Aidan flipó más aún.
—Estás trangiversando mis palabras.
—No confías en las habilidades de Meggan, en realidad, no te impresiona que fuera la mejor en la academia, ¿verdad? Estás deseando que lo deje a los dos días.
Roger calló unos instantes, pensativo.
—No sé, por eso, es mejor que tenga a ti cerca…tú la cuidarás mejor que ningún desconocido, así yo estaré más tranquilo. Tu hermana parece no estar segura de lo que quiere, primero blanco, luego negro. Sí, temo que no sea lo suficientemente buena para este trabajo, y tengamos que enterrarla. No lo soportaríamos. ¿Tú lo soportarías?
Desde luego que no lo soportaría, pero no se lo dejó entrever.
—No me hagas chantaje emocional. ¿No confías en ella porque es una mujer? ¿Es por eso? Estás siendo un machista.
—¿Qué? ¿Cómo puedes decir algo así? —Roger soltó un bufido indignado.
—Bueno, tú siempre has sobreprotegido a Meggan y a Annabelle sólo por ser chicas. Eso no es nuevo en ti. Ya sabes, tu personalidad patriarcal. —sólo conocía a una mujer más feminista que Meggan y era Annabelle…se podía pasar horas rebatiendo. Se iba a liar parda.
—No digas tonterías. Yo hago mi trabajo como padre. Y lo hago con todos mis hijos, cuando tú quisiste ser agente me opuse de igual forma. Soy un padre preocupado, no un padre machista, por Dios.
—Ya es adulta, a mí también me costó aceptarlo, pero esto es lo que ha decidido hacer con su vida. Te tendrás que fastidiar. ¿Mamá sabe que no confías Megg?
—Mamá lo sabe todo.
—¿Sí? ¿Y qué opina sobre todo esto? ¿Te ha pedido ya el divorcio?
Roger sonrió un poco sin poderlo evitar.
—Me lo pidió una vez, pero no por esto. Llámala y pregúntaselo tú mismo.
—Lo haré entonces.
Roger cambió de tema radicalmente, estaba cansado de aquella conversación.
—He hablado con tu hermano.
—¿De cuál de mis hermanos hablas? ¿Del pediatra que ha estado ausente por su residencia o del que hacemos como si no existiera?
—Del pediatra, Aidan.
—Eso imaginaba.
—No sé de donde te sale tanta ira hacia mí, pero no tengo que tolerar todo lo que me has dicho y tampoco tus impertinencias.
—Yo sólo te he dicho la verdad. —se encogió de hombros. Si le contara lo estresado que estaba por el caso y porque Barton estuviera allí…
— Bien, pues nada, sólo quería decirte que vinieras a comer a casa de la abuela Marise.
Aidan relajó un poco los ánimos, aunque seguía muy enfadado con Roger. Cuando Megg se enterara de que su padre había movido los hilos para que la aceptaran en la división de NY y no en la de Roma, iba a arder Troya…y probablemente Nueva York también ardiera y el coche de Roger.
—Iré si puedo, no te preocupes por eso.
—Oye, guarda este secreto, ¿sí? —le pidió como último reclamo.
Aidan se mordió la lengua y negó con la cabeza, pero cedió al final.
—No se enterará por mí.
Valeria era de estatura media, tirando a bajita, tenía varios tatuajes en el cuerpo, y el pelo teñido de azul intenso con un corte a lo garçon. Cuando Megg y Cece escucharon el timbre, ya sabían que era ella, pues la señora Van Hepburn se los había dicho aquella mañana. Toda esta conversación también sería en italiano, pero me da pereza ir escribiendo a la vez, ¿qué queréis que le haga?
—¡Mamma! —Cece saltó de alegría a los brazos de su madre y ella le correspondió gustosa, estuvieron largos segundos dándose besos, hasta que Megg se unió al abrazo y se achucharon los tres a la vez.
—Bambi, te veo más guapa que nunca. —le dijo Valeria, le dio un pico fraternal en la boca y se volvieron a abrazar, pues hacía meses que no se veían.
—Yo podría decir lo mismo. Te queda muy bien el pelo así de corto. —Meggan le acarició la nuca despejada de cabello.
Finalmente, volvieron a pasar al interior de la casa, y Valeria reparó mejor en sus vestimentas. Cece tenía puesto un tutú rosa de cuando Megg era pequeña, y la propia Meggan tenía uno negro con plumas, uno de los que había usado para ser el cisne negro en las funciones del Lago de los cisnes.
—Bambi, me has travestido al niño... —hizo una pausa dramática. —¡Me encanta, exijo mi propio tutú!
Meggan se mostró de acuerdo y quince minutos después Valeria tenía puesto un tutú blanco divino, como si fuera un vestido de novia muy corto, pues tenía encaje y pedrería. Cece abrió los regalos que le había traído su madre y jugaron como locos por toda la casa, corriendo, saltando, escondiéndose unos de otros... Llegó un momento en el que Meggan y Valeria se aburrieron, y el niño aceptó descansar, jugando solo con legos.
Meggan se acostó en una tumbona del jardín y Valeria se sentó en la de al lado, allí no tenían piscina, así que las tumbonas estaban para leer al sol o para vaguear cuando hacía buen tiempo.
—¿Te conté lo que dijo? —Megg le relató con pelos y señales las palabras del niño respecto al tutú.
—Joder, tengo un hijo feminista. El sueño de toda madre, ¿puedo pedir más? —Valeria miró a su hijo con amor a la vez que encendía un cigarrillo y se lo llevaba a los labios. —Ojalá no cambie, imagínate que de mayor es retrógrado y le mete palizas a mis amigos gays. —se echó a reír y Megg la acompañó.
—Yo creo que será un gran hombre, dice que quiere ser bailarín de ballet.
—¿En serio? Bien, me alegro que no aspire a ser futbolista. —Valeria sonrió con picardía, dando un par de caladas.
—Ya, si el ballet fuera fácil se llamaría futbol. —comentó Megg y la sonrisa de la otra se amplió más aun por ello. Pero luego ambas se pusieron serias y estuvieron un rato calladas.
—¿Nunca le has escrito una canción a Cece?
—No.
—¿Por qué?
—¿Por qué? Meggan, yo escrito sobre drogas, sexo y estar triste, las cantantes que tienen canciones dedicadas a sus hijos son las divas del pop. Si la escribiese tendría que titularla Condón roto. —Valeria soltó todo el humo del cigarrillo.
—Eso me da que pensar, ¿puedo hacerte una pregunta?
—¿Me vas a preguntar cómo se ponen los condones?
—No, idiota. —le dio un manotazo juguetón en un hombro.
—Ya estas preguntando. Dispara.
—¿No pensaste nunca en el aborto?
Valeria se quedó pillada, pero no dejó de sonreír.
—Interesante cuestión, claro que lo pensé. Tu madre me hizo casi la misma pregunta en su momento.
—¿En serio?
—En serio.
—A ella sí le escribiste una canción. —apuntó Meggan.
—Ya ves. Y me la piden mucho en los conciertos, por cierto. El apellido Van Hepburn da para muchas rimas, a los compositores nos encanta la palabra burn, fire, todo lo fue tenga que ver con ser inflamable o con quemarse, el fuego, todo eso. Es un apellido poético.
—Bueno, ¿por qué decidiste tenerlo? —Megg recondujo el tema de conversación. Valeria era cantautora, amaba su profesión y hacia muchas giras por todo el mundo, pero no hacía música mainstream, sus temas no sonaban en la radio y sus conciertos eran conciertos íntimos en salas oscuras, bares o pequeños teatros. En Italia era relativamente famosa, pero en el resto de la geografía no tanto, pues había sacrificado el éxito absoluto en su profesión al parir un crío con 19 años. Meggan la respetaba mucho por eso, era una mujer valiente.
—Pues porque era tonta, me había quedado embarazada de mi novio accidentalmente, pero le amaba, y estoy a favor del aborto, claro, siempre lo he estado, pero cuando tuve la oportunidad de realizarlo no fui capaz, me imaginaba al embrión con el minúsculo corazón latiendo y con ojos y con extremidades...cuando vives las cosas en carne propia es distinto a suponerlo. Me habría sentido culpable, supongo, volvería a tomar la misma decisión, tenerlo...pero sólo porque es feminista y le gustan los tutús. —bromeó al final.
—Ya... —Megg intentaba estar de buen humor, pero no lo estaba logrando del todo.
—¿Y a ti qué diablos te pasa? Te noto triste.
Meggan dudó qué decir igual que por la mañana y no pudo aguantar más.
—Creo que estoy pillada de un imbécil.
Valeria se echó a reír un poco, era muy risueña, tanto que era difícil no verla sonriendo todo el tiempo.
—¿No lo están todas las mujeres heterosexuales? —luego sintió curiosidad. —¿De quién estás enamorada, pillina? ¿Le conozco?
—No, no creo... —recordó que Dan había formado parte de su infancia igual que Valeria, quizás se hubieran visto alguna vez. —El pequeño problema es que era un compañero de la academia, no están autorizada las relaciones sentimentales, ¿sabes? Es un problema...él es un problema. Me llamó esta mañana, pero no nos volveremos a ver...no sé qué destino escogió, pero yo voy a trabajar en Roma. Es mejor dejarlo atrás, pasar página, yo tomé mi decisión, estoy muy segura esta vez.
—Imagínate que aparece por aquí esta noche. —Valeria se lo había empezado a pasar teta y apoyaba la cabeza en ambos puños cerrados.
—En ese caso, avísame cuando veas su silueta en la pared. —Meggan cerró los ojos con fuerza y sin querer deseó volver a Daniel. —Creo que soy masoquista sentimental...fue mi culpa que él se alejara. —se había dado cuenta después de mucho mediar y que Megg reconociera un error propio era un pequeño paso para ella, pero un gran paso para la humanidad.
—Nunca te había visto con mal de amores, te pones muy mona. —Valeria bajó el noto de voz, creando una atmósfera más íntima. —¿Y cómo es el afortunado? No me has dicho su nombre.
Megg resopló.
—Se llama Daniel, pero todo el mundo le llama Dan. Muy alto, con los ojos muy azules, como…hambrientos y el pelo muy negro.
—Joder, como tenga todo lo demás muy largo... —Valeria sonrió de forma socarrona. —Sigue.
—Nunca tuvimos sexo.
—¿¿De verdad?? —Cece se giró para mirarlas curioso, pero luego siguió jugando. —Que estés pillada sin haber tenido sexo es lo más romántico que he oído en mucho tiempo.
—Lo intentamos, estábamos todo el día peleando cuando no nos besábamos, a veces parecía que quería pegarme en lugar de acariciarme, me hacía sentir débil... porque las veces que intenté resistirme a él no pude. A veces, sentía que podía leerme la mente...me habla como si me conociera mejor que yo misma.
—Oh, eso es un muy chulo.
—¡No es muy chulo!
—Lo es, tú también crees que es chulo, no finjas. ¿Recuerdas alguna frase de el en particular?
Megg se encogió de hombros.
—Al poco de conocernos me dijo que lograría conquistarme y lo último que me dijo fue que no le olvidara...
—Y no lo has hecho...
—No, incluso he pensado que me hubiera quedado si él me lo hubiera pedido. —admitió a regañadientes.
—¡Dios mio! Meggan, estás jodida. Es un enamoramiento grave, doctor. —diagnosticó. — Tienes suerte de que de amor ya no muera nadie. ¿Daniel fuma?
—¿Que si fuma? —no entendió a qué venía eso.
—Sí.
—No lo sé, creo que le vi fumando una vez. ¿Por qué?
—Genial. —Valeria se levantó de la hamaca con entusiasmo y volvió al cabo de varios minutos con su inseparable guitarra y su pequeño cuaderno negro.
—¿Qué vas a hacer? —aunque ya lo sabía.
—¿No es obvio? Voy a escribir una canción sobre vosotros, me has inspirado.
Meggan puso cara de flipe.
—No serás capaz...
Pero Valeria ya no escuchaba, había recapitulado todas sus palabras y se había puesto a escribir como una loca en el cuaderno.
—¿En italiano o en inglés?
Meggan le dedicó una mirada asesina.
—Vale, en inglés. Así la entiende.
—Valeria, no...
—Sh, calla.
Continuará...
''Los Guapos —Parte I''
—Roger y sus hijos, aunque falta Meggan. Fotochó x mí OTP
''Recuerda lo que dijo no sé quién: En Italia, en treinta años de dominación de los Borgia, hubo guerras, matanzas, asesinatos... Pero también Miguel Ángel, Leonardo da Vinci y El Renacimiento. En Suiza, por el contrario, tuvieron quinientos años de amor, democracia y paz. ¿Y cuál fue el resultado? ¡El reloj de cuco!'' —Orson Welles, actor, director, guionista y productor de cine estadounidense.
El corazón de Meggan todavía bombeaba más a fuego que las alas de un colibrí. Había salido de la playa como si tuviese un motor de lancha en el culo. A veces, miraba hacia atrás para cerciorarse que el supuesto fotógrafo no la seguía. Había sido uno de los episodios más raros de su vida, no porque casi había aceptado mantener sexo con un completo desconocido, ni si quisiera por la posibilidad de que fuera un asqueroso paparazzo, lo que la atormentaba en ese instante era haberse dado cuenta de que habría follado con el desconocido sólo por rencor hacia Daniel. Joder, eso le parecía patético, ella que era tan orgullosa...
Caminaba apresuradamente por el paseo marítimo de piedra y al llegar a una esquina, Salvatore, el carnicero gordo, le gritó un Forza Milan! Ella le respondió con una sonrisa falsa y luego saludó con la mano a Carmenza y a Domenica, (así llamaban a mi abuela cuando trabajaba en Italia ) unas viejas cotillas, las típicas de toda la vida, pero entrañables mujeres. Pasó de largo sin pararse, otro día hasta se habría sentado con ellas a tomar el fresco de la mañana y hablar largo y tendido, pero no tenía el cuerpo para un cuestionario en ese momento. Oyó como Carmenza le preguntaba a Domenica si sus ojos estaban viendo bien o Meggan no era Meggan. Naturalmente, hablaban en italiano, pero os lo traduzco porque soy maja.
—¿Era la pequeña de Los guapos, no?
—Sí, era ella. Ya es una mujer.
—¡Qué rápido pasa el tiempo! —Domenica se lamentó, añorando el implacable paso de la vida.
I bei, así eran conocidos en Polignano a Mare. Sus padres habían aparecido allí un día cualquiera, un matrimonio extranjero con dinero. Al principio, todos los lugareños recelaron de aquellos dos, pero se fueron haciendo muy queridos, labrando simpatías por H o por B, porque no eran unos finolis, porque donaban dinero al orfanato, al hospital y otras muchas intuiciones de forma desinteresada, porque le daban trabajo a vecinos apurados en paro, porque les compraban los balones al equipo de fútbol y al de baloncesto, en todas las categorías.
Rápidamente, su padre Roger se ganó el apodo de Il bello, que viene a significar buenorro, porque en los pueblos los motes son el pan de cada día, ya se sabe. Y se lo pusieron por guapo, claro, pero también por necesidad lingüística, porque ningún italiano de aquella parte del sur intentaría pronunciar Van Hepburn sin morir en el intento o sin atragantarse con un cacho de penne. Sí, penne, es un tipo de pasta que al escribirlo en español da para chistes malos como este.
Así que Roger era Il bello, y autónomamente toda la familia pasó a tener el mismo apodo. Eran I bei, pronunciado tal cual, en plan Ebay, sí. Los guapos, el plural masculino en italiano es raro y parece singular. Los guapos, no los Van Hepburn. Y por fortuna, los hijos de Roger, como los miembros de casi todas las familias que han mezclado mucho su sangre, eran, en general, muy guapos, ¿pa' qué negarlo? Todos tenían esa belleza propia de las personas con unos genes muy variados, con un árbol genealógico muy exótico, sangre de distintos sitios, como si fueran mulatos blancos. Menos Aidan, claro, porque es el adoptado, equisdé. Nunca es justo nacer feo, porque antes o después alguien te obliga a pagar por tus defectos, y la fealdad es una de las taras más injustas, y la más difícil de ocultar al mismo tiempo, pero esta desgracia, cuya intensidad se modifica como la piel del camaleón al contacto con el ambiente, puede llegar a ser una tragedia si quien la padece está rodeado de gente guapa. De todas formas, aunque a veces se sintiera marginado, Aidan tampoco era feo, pero vamos, que si hubiera salido un feo de los huevos de Roger le habrían hecho un You can’t sit with us, aborto.
Es coña. También son buena gente y todo eso que dice Viola Davis en Criadas y Señoras.Mentira.
¿Por dónde iba? ¿Meggan seguirá caminando o habrá aprovechado que me he distraído para pararse, como si estuviera pasando detrás de la espalda del profe de gimnasia?
Meggan entró a su casa después de aquel paseo mañanero tan movidito y se encontró con su madre preparando el desayuno, y a su sobrino, intentando que su dinosaurio de juguete comiera cereales.
—¡Bambi! —el niño la saludó enérgicamente, como si no la hubiera visto en días.
—Hey, ¿dónde has ido tan temprano? —eso se lo preguntó su madre y Meggan no supo qué decir.
¿Decirle la verdad o mentir? Dejó el abrigo y el gorro de invierno en el perchero de la entrada y fue al baño a hacer pis. De fondo, podía oír a su madre hablar, pero no entendía qué decía.
—¡Mamá, no te oigo! ¡Ahora salgo!
Daba igual. No callaba. Tiró de la cisterna, se lavó las manos y al abrir la puerta se calló.
—Te iba a decir que…nada. —Megg se excusó, volviendo a entrar a la cocina y sentándose al lado de Cece, Cece era el mote cariñoso para el niño. —Es que me apetecía pasear por la playa después de estar tanto tiempo fuera de casa… —también me ha llamado el idiota de Daniel y me he puesto más celosa que una perra en celo, también he zorreado con un posible periodista de cotilleos…pero por lo demás, una mañana nada interesante, mamá. Lógicamente, todo eso lo pensó. —Me sentía nostálgica, supongo.
Su madre soltó un ''ah'' sin mucho ánimo y Meggan estuvo a puntito de confesarlo todo al grito pelao de VALE, LO CONFIESO. ME COMÍ LA ÚLTIMA GALLETA ANOCHE… Ah, no, que ese no era el tema.
—Mami… —nunca había perdido esa forma infantil y dulce de llamarla.
—¿Qué? —su madre ya tenía el ceño fruncido, sabía que algo le pasaba.
—Gracias por hacernos el desayuno.
—De nada. —la señora Van Hepburn apuró el trago en su taza. —Bueno, me voy a trabajar. —cogió una especie de maletín y le dio un beso a su nieto y otro a su hija. —Arrivederci!
—¡Ten un bien día! —le deseó Meggan, acompañándola hasta la puerta con Cece en una cadera. —¡Pórtate bien en el recreo! —bromeó y su madre se giró para dedicarles una última sonrisa divertida.
Meggan se quedó allí parada hasta que las manitas de Cece reclamaron toda su atención y le giró la cara, solicitando que le mirara.
—Bambi…
Aprovecho para contar que no la llamaban Bambi por el cervatillo al que matan a la madre los cazadores malotes, sino porque era un diminutivo para Bambina, que es niña en italiano. En casa, se habían referido a ella como «la niña», hasta que nació Cece y la ascendieron al estatus de «la peque». Meggan suponía que cuando cumpliera los cincuenta se referirían a ella como «la adolescente». Pero, para todos, siempre sería su niña pequeña, aunque tuviera muchos hijos y pasara toda una vida.
—Dimmi, amore.
—Quiero ponerme un tutú de los tuyos. —le dijo, hablándole sorprendentemente en inglés.
—¿Un tutú?
El niño asintió convencido.
—Pero… —quiso explicarle que el tutú era sólo para las bailarinas, que el ballet era estricto con la vestimenta y estricto con todo en general, y una de las pocas cosas donde se le daba más importancia a la mujer, que por eso el machismo aprovechaba para ridiculizar a los bailarines, alegando que eran todos homosexuales. —Vamos a buscarte uno que te sirva.
—Lucca. —un niño de su colegio. —Dice que los tutús son para las chicas, pero a mí no me importa vestirme como una chica, porque ser una chica no es algo de lo que avergonzarte, ¿verdad?
Meggan se quedó flipando, aquella había sido una de esas pequeñas perlas que dicen lo niños pequeños casi sin ser muy conscientes, pero con toda la razón del mundo. Ya se imaginaba así misma contándole la anécdota a toda la familia.
—Verdad. Lucca es tonto. —le sonrió y cerró la puerta sintiéndose infinitamente orgullosa de su sobrino.
Caminaba apresuradamente por el paseo marítimo de piedra y al llegar a una esquina, Salvatore, el carnicero gordo, le gritó un Forza Milan! Ella le respondió con una sonrisa falsa y luego saludó con la mano a Carmenza y a Domenica, (
—¿Era la pequeña de Los guapos, no?
—Sí, era ella. Ya es una mujer.
—¡Qué rápido pasa el tiempo! —Domenica se lamentó, añorando el implacable paso de la vida.
I bei, así eran conocidos en Polignano a Mare. Sus padres habían aparecido allí un día cualquiera, un matrimonio extranjero con dinero. Al principio, todos los lugareños recelaron de aquellos dos, pero se fueron haciendo muy queridos, labrando simpatías por H o por B, porque no eran unos finolis, porque donaban dinero al orfanato, al hospital y otras muchas intuiciones de forma desinteresada, porque le daban trabajo a vecinos apurados en paro, porque les compraban los balones al equipo de fútbol y al de baloncesto, en todas las categorías.
Rápidamente, su padre Roger se ganó el apodo de Il bello, que viene a significar buenorro, porque en los pueblos los motes son el pan de cada día, ya se sabe. Y se lo pusieron por guapo, claro, pero también por necesidad lingüística, porque ningún italiano de aquella parte del sur intentaría pronunciar Van Hepburn sin morir en el intento o sin atragantarse con un cacho de penne. Sí, penne, es un tipo de pasta que al escribirlo en español da para chistes malos como este.
Así que Roger era Il bello, y autónomamente toda la familia pasó a tener el mismo apodo. Eran I bei, pronunciado tal cual, en plan Ebay, sí. Los guapos, el plural masculino en italiano es raro y parece singular. Los guapos, no los Van Hepburn. Y por fortuna, los hijos de Roger, como los miembros de casi todas las familias que han mezclado mucho su sangre, eran, en general, muy guapos, ¿pa' qué negarlo? Todos tenían esa belleza propia de las personas con unos genes muy variados, con un árbol genealógico muy exótico, sangre de distintos sitios, como si fueran mulatos blancos. Menos Aidan, claro, porque es el adoptado, equisdé. Nunca es justo nacer feo, porque antes o después alguien te obliga a pagar por tus defectos, y la fealdad es una de las taras más injustas, y la más difícil de ocultar al mismo tiempo, pero esta desgracia, cuya intensidad se modifica como la piel del camaleón al contacto con el ambiente, puede llegar a ser una tragedia si quien la padece está rodeado de gente guapa. De todas formas, aunque a veces se sintiera marginado, Aidan tampoco era feo, pero vamos, que si hubiera salido un feo de los huevos de Roger le habrían hecho un You can’t sit with us, aborto.
Es coña. También son buena gente y todo eso que dice Viola Davis en Criadas y Señoras.
¿Por dónde iba? ¿Meggan seguirá caminando o habrá aprovechado que me he distraído para pararse, como si estuviera pasando detrás de la espalda del profe de gimnasia?
Meggan entró a su casa después de aquel paseo mañanero tan movidito y se encontró con su madre preparando el desayuno, y a su sobrino, intentando que su dinosaurio de juguete comiera cereales.
—¡Bambi! —el niño la saludó enérgicamente, como si no la hubiera visto en días.
—Hey, ¿dónde has ido tan temprano? —eso se lo preguntó su madre y Meggan no supo qué decir.
¿Decirle la verdad o mentir? Dejó el abrigo y el gorro de invierno en el perchero de la entrada y fue al baño a hacer pis. De fondo, podía oír a su madre hablar, pero no entendía qué decía.
—¡Mamá, no te oigo! ¡Ahora salgo!
Daba igual. No callaba. Tiró de la cisterna, se lavó las manos y al abrir la puerta se calló.
—Te iba a decir que…nada. —Megg se excusó, volviendo a entrar a la cocina y sentándose al lado de Cece, Cece era el mote cariñoso para el niño. —Es que me apetecía pasear por la playa después de estar tanto tiempo fuera de casa… —también me ha llamado el idiota de Daniel y me he puesto más celosa que una perra en celo, también he zorreado con un posible periodista de cotilleos…pero por lo demás, una mañana nada interesante, mamá. Lógicamente, todo eso lo pensó. —Me sentía nostálgica, supongo.
Su madre soltó un ''ah'' sin mucho ánimo y Meggan estuvo a puntito de confesarlo todo al grito pelao de VALE, LO CONFIESO. ME COMÍ LA ÚLTIMA GALLETA ANOCHE… Ah, no, que ese no era el tema.
—Mami… —nunca había perdido esa forma infantil y dulce de llamarla.
—¿Qué? —su madre ya tenía el ceño fruncido, sabía que algo le pasaba.
—Gracias por hacernos el desayuno.
—De nada. —la señora Van Hepburn apuró el trago en su taza. —Bueno, me voy a trabajar. —cogió una especie de maletín y le dio un beso a su nieto y otro a su hija. —Arrivederci!
—¡Ten un bien día! —le deseó Meggan, acompañándola hasta la puerta con Cece en una cadera. —¡Pórtate bien en el recreo! —bromeó y su madre se giró para dedicarles una última sonrisa divertida.
Meggan se quedó allí parada hasta que las manitas de Cece reclamaron toda su atención y le giró la cara, solicitando que le mirara.
—Bambi…
Aprovecho para contar que no la llamaban Bambi por el cervatillo al que matan a la madre los cazadores malotes, sino porque era un diminutivo para Bambina, que es niña en italiano. En casa, se habían referido a ella como «la niña», hasta que nació Cece y la ascendieron al estatus de «la peque». Meggan suponía que cuando cumpliera los cincuenta se referirían a ella como «la adolescente». Pero, para todos, siempre sería su niña pequeña, aunque tuviera muchos hijos y pasara toda una vida.
—Dimmi, amore.
—Quiero ponerme un tutú de los tuyos. —le dijo, hablándole sorprendentemente en inglés.
—¿Un tutú?
El niño asintió convencido.
—Pero… —quiso explicarle que el tutú era sólo para las bailarinas, que el ballet era estricto con la vestimenta y estricto con todo en general, y una de las pocas cosas donde se le daba más importancia a la mujer, que por eso el machismo aprovechaba para ridiculizar a los bailarines, alegando que eran todos homosexuales. —Vamos a buscarte uno que te sirva.
—Lucca. —un niño de su colegio. —Dice que los tutús son para las chicas, pero a mí no me importa vestirme como una chica, porque ser una chica no es algo de lo que avergonzarte, ¿verdad?
Meggan se quedó flipando, aquella había sido una de esas pequeñas perlas que dicen lo niños pequeños casi sin ser muy conscientes, pero con toda la razón del mundo. Ya se imaginaba así misma contándole la anécdota a toda la familia.
—Verdad. Lucca es tonto. —le sonrió y cerró la puerta sintiéndose infinitamente orgullosa de su sobrino.
***
Maya había heredado la paciencia y la bondad que caracterizaban a su familia. Casi nada podía hacerla salir de sus casillas, ni siquiera el hecho de que su coche hubiera decidido expirar justo a la salida de sus prácticas de residencia en el hospital, aquella heladora noche de febrero.
Volvió a intentar arrancarlo.
(Lo siento... )
Pero no recibió más que un quejido por parte del motor, que no sonaba demasiado bien. Pensó que la mejor opción sería volver al hospital y esperar a que alguien de su familia fuese a recogerla, o bien llamar a un taxi.
- Spoiler:
- Nombre: Maya
Apellido: Kent
Edad: 25 (23 de mayo de 2013)
Foto:
Penelope Mitchell. *Maya es un personaje de Miriam.
Salió del coche, intentando impedir que ese pequeño bache interfiriera en lo que estaba siendo una de los mejores meses de su vida. Será sólo el frío, pensó, evitando hacerse a la idea de que su coche tal vez hubiera decidido no volver a arrancar jamás.
Maya cerró la puerta del coche y se extendió la bufanda para cubrirse todo el cuello. En la oscuridad del aparcamiento, emprendió de vuelta su camino hacia el hospital.
Él estaba oyendo y observando los intentos de arranque mientras ponía sus cosas debajo del asiento de su moto, y bailaba un poco en el sitio porque tenía mucho frío. Finalmente, acabó de guardarlo todo, y cuando vio que la chica se rendía no se le ocurrió una idea mejor que ir detrás de ella en la oscuridad. Lo habían educado para ser una persona amable, y no la había ayudado desde el principio, así que se sintió mal y cuando se acercó lo suficiente le puso una mano en un hombro a la chica.
Maya había estado enviándole un mensaje a su tía más joven, apenas cinco años mayor, para pedirle que a la salida de su trabajo pasara a buscarla. Por eso, no se había percatado de que alguien la estaba siguiendo, y el corazón se le aceleró de pronto cuando notó la mano en su hombro. Saltó hacia un lado y se le resbaló el móvil de las manos. En aquel momento, el miedo dominaba su cuerpo, y no pudo controlarse cuando, de un manotazo, golpeó la nariz de quien ella creía que era su agresor.
—¡Ah! —el inofensivo doctor Van Hepburn se cayó de bruces hacia atrás por la sorpresa y se aferró la pecosa nariz con ambas manos cuando notó algo caliente e inconfundible, corriéndole hasta el labio. —Au... —se quejó lastimeramente, pero se sentó en el suelo y subió la mirada. —No quiero hacerte daño...sólo ayudarte. —la voz le salió muy nasal y graciosa a lo Dory de Buscando a Nemo.
El corazón de Maya seguía palpitando aceleradamente, pero de pronto se sintió fatal por lo que había hecho. Aun así, dudó antes de acercarse. Veía las noticias y no era tonta.
—¿Y por qué me atacas en la oscuridad? —le preguntó, nerviosa, intentando de esa forma disculparse. —¿Estás...estás loco?
—¡No! —exclamó más exasperado que ofendido. —Trabajo aquí…en pediatría. —le informó. —Y tú eres de neurología. —se dio cuenta tarde de que ese detalle igual sí le hacía parecer un acosador, pero la había visto un par de veces por Urgencias y lo sabía.
Maya se quedó paralizada. Aquello no se lo esperaba. Se fijó más en aquel chico sentado en el suelo y se dio cuenta de que no parecía en absoluto un violador, ni un asesino, y de que le había golpeado tan fuerte que la sangre resbalaba por su cara. Se tapó la boca con las manos, para ocultar la sorpresa por lo que había hecho, y se arrodilló a su lado para ayudarle con la hemorragia.
—Yo... Lo siento mucho, me he asustado. No debería haberte golpeado, lo siento. —repetía, mientras cogía de su bolso un paquete de pañuelos de papel y le limpiaba la sangre.
—No…hola. —se le cortó la voz cuando pudo mirarla así de cerca, y algo en su pecho empezó a bombear más rápido. —No pasa nada, no pasa nada, ha sido mi culpa, te he asustado, es comprensible. Hola. —volvió a repetir como un loro y con torpeza.
Ella se rió, sonrojándose ligeramente.
—Hola, Batman. —le cogió de la nuca y le giró delicadamente la cabeza hacia arriba, sin dejar de apretar con un pañuelo su nariz, deteniendo la hemorragia. —¿Te sueles llevar habitualmente muchos golpes por intentar ayudar a la gente en un parking por la noche?
—La verdad es que no. —notó como dejaba de sangrar, y no puedo evitar sonreír al oír como le llamaba mientras miraba el cielo y sentía su mano. —¿Tú sueles boxear, no? Eres boxeadora en tus ratos libres.
Maya volvió a reír.
— No, pero me has asustado. Y cuando me asusto pierdo el control. —dijo ella. Levantó el pañuelo para comprobar cómo iba la hemorragia y le palpó el tabique con cuidado. —La nariz está bien, y ya no sangra tanto. Lo siento mucho, de verdad. —volvió a disculparse cuando vio que la zona se le había enrojecido y la chaqueta se le había manchado de sangre.
Él le quitó hierro al asunto con la expresión de la cara.
—No, no. Tranquila, no pasa nada, yo también lo siento. La culpa ha sido mía. —se palpó su nariz, y le agarró la mano con suavidad. —Menos mal que tienes las manos frías. —se rió un poco. —Seguro que ayudará a la inflamación. —luego se corrigió rápidamente. —Aunque no es que me alegre de que pases frío, ya me entiendes… —no la soltó aún, sin darse cuenta.
Ella se dio cuenta del detalle de la mano y se sonrojó aún más, agradeciendo la oscuridad de la calle.
—Así que... ¿Ya me conocías? —preguntó al recordar sus palabras previas.
—Sí, te he visto por el hospital. —y no se había podido olvidar de ella aunque quisiera. —¿Tú no me has visto a mí? Quizás no me recuerdas porque ahora no voy en una bata machada de vómito de bebé. Más de uno me vomita o lanza buches de leche. Es mi pan de cada día. —le soltó la mano poco a poco cuando cayó en ello para no hacerla sentir incomoda.
—No creo que te haya visto antes. De haberlo hecho me acordaría. —le dijo, aunque luego se dio cuenta de sus palabras y desvió la mirada. —De todas formas, suelo ir muy despistada, y nunca me entero de lo que sucede a mí alrededor.
Al oírla primero se puso triste, pero después percibió un doble sentido en su frase y se animó, o quizás sólo eran imaginaciones de él.
—Vaya… —se quedó un instante en blanco, y tragó saliva con esfuerzo. —¿Pero con los TAC y los electroencefalogramas no eres despistada, no?-le sonrió alegremente.
Ella sonrió y se encogió de hombros.
—No, en el trabajo estoy concentrada. —le dijo. —Por cierto, ¿qué pretendías cuando te has acercado a mí en la oscuridad? Porque yo no soy quien necesita ayuda, sino mi coche.
—Sí, eso. —se había olvidado por completo del coche. —Puede ser o el motor de arranque o el motor de gasolina. —le explicó. —Con ambas cosas necesitarás una grúa porque no te va a arrancar. Así que es mejor cojas un taxi o que yo te lleve a casa, y la llamas mañana…si quieres. —agregó luego.
Maya odiaba abusar de la hospitalidad de otras personas, pero en aquel momento no se encontraba en condiciones de rechazar su oferta. Después de un breve momento de duda, dijo:
—Si no es mucha molestia, te agradecería mucho que me acercaras.
—Claro, no hay problema. —le contestó un poco más rápido de la cuenta, y apoyó ambas manos en el suelo, esperando a que ella se apartara para poder levantarse sin pedírselo.
—No creo que debas conducir en estas condiciones. —le dijo cuando vio su nariz enrojecida. —Se me ha ocurrido una idea: te invito a un café como disculpa por el golpe.
—Oh, ¿un café? —se quedó un poco cortado, y hasta se sonrojó un poco. —Vale, pero lo pagamos a medias. Tú me has pegado, pero yo te he asustado. Es lo justo.
Ella ladeó la cabeza y después de pensarlo unos segundos, sonrió.
—De acuerdo, como quieras. Pero que sepas que invitarte a café es lo mínimo que puedo hacer después de todo.
—Pero yo sentiría que me estoy aprovechando. —se encogió de hombros. —¿Dejas que me levante? —le preguntó con amabilidad después de unos segundos, pues aún seguían muy pegados.
—Oh, sí, claro. Perdona. —se separó y ambos se pusieron en pie.
Él se limpió las palmas de las manos con la ensangrentada chaqueta de cuero, y supo que era el momento de las presentaciones.
—¿Cómo te llamas?
Ella se alisó las arrugas del abrigo de tela y se peinó el pelo con los dedos, algo nerviosa.
—Soy Maya. —respondió, sonriente, mientras le tendía una mano. —¿Y tú?
—Batman Van Hepburn. —le apretó la mano mientras se reía un poco. —Dame tu móvil, te lo daré con mi número. —se sintió con la suficiente valentía para decirle eso, pero sin dejar de ser cortés.
- Spoiler:
- Nombre: Batman Van Hepburn.
Datos relevantes: Acabó la secundaria con 16 años, pues lo adelantaron un curso en cuarto de primaria y en segundo de secundaria.Guaposo y listoso, hay que joderse.Después de graduarse, se mudó a NY para empezar la carrera de medicina, pues quería ejercer allí y no en Italia.
Descripción física:
-patri se desmaya-
Por cierto, como curiosidad, tiene los ojos muy parecidos a los de Meggan, gris/azul verdoso, porque soy una crack haciendo que tengan características físicas similaresno
El apretón de manos y aquellas palabras hicieron que el corazón de Maya diera un vuelvo sin explicación. Sonrió nerviosa y le dio su móvil.
—Gracias. —él le escribió su número, y agregó su nombre de pila con la aclaración de ‘’pediatra’’ detrás.
Maya lo leyó y bloqueó la pantalla.
—Me gusta tu nombre, pero puedo seguir llamándote Batman si lo prefieres.
—Me encantaría que siguieras llamándome Batman. Ya me lo he creído. —se rascó la nuca. —Tu nombre también es muy bonito, por cierto. —la miró a los ojos como un tonto.
Ella se rió ante sus comentarios, por ambos, pero se sonrojó al escuchar sus últimas palabras.
—Muchas gracias. —se colocó un mechón de cabello tras la oreja. Luego señaló la entrada al hospital y dijo: —¿Vamos a por el café mientras se te pasa lo del golpe?
—Vale. —asintió, aunque ya se le hubiera pasado casi el dolor fuerte y ahora sólo sentía una ligera molestia. —Las damas primero. —hizo un gesto con una mano para que pasara al interior antes que él.
Salieron de nuevo al frío de la noche después de haber compartido una charla con los cafés, y Batman estaba más que impresionado con ella, era muy lista y agradable…y guapa. Demasiado guapa.
—Una cosa, Maya. ¿No te dará miedo montar en moto, no?
—¿En moto? —exclamó ella. Nunca había montado en una, y no le transmitían confianza al haberse criado en una casa sobreprotectora donde pedir una moto se habría convertido en fuente de discusiones.
—En moto. —repitió. —¿Te da miedo, no? —lo dedujo por la expresión de su cara, y de su voz.
—No he montado nunca. —confesó ella.
—Yo monto desde los ocho años. Hacía Motocross. Mis padres fueron listos y prefirieron no negarse para que me cayera lo suficiente en un entorno controlado y de más mayor no hiciera locuras. Me di mis buenos guantazos en circuito. De esta forma supe donde se podía correr y donde no, y lo duro que está el asfalto. Procuraron que montara mucho en bici, infundirme prudencia, respeto a las normas de circulación y me enseñaron a predecir situaciones complicadas. Soy un profesional, no nos pasará nada. —le informó con una sonrisa. —Desde bebé estoy obsesionado con las dos ruedas. Si cumplía años todo lo que quería eran motos de juguete, y la carta a Santa Claus estaba llena de lo mismo. Tuve mi primera moto a los dieciséis, no era gran cosa. La verdad es que era una basura con encanto. A los veinte me regalaron esta chica de aquí. —señaló una moto clásica con un bonito metalizado rojo. —Es una Kawasaki Vulcan 900 Classic. —había sido un regalo de los señores Van Hepburn y les había costado un ojo de la cara. —Ya no se fabrican, mis padres me la consiguieron en una subasta. Es el mejor regalo que me han hecho en mi vida.
Ella la miró, sin pasarle desapercibida la pasión con la que hablaba el joven pediatra sobre el mundo de las motos.
—Es muy bonita. —le dijo. — Aunque yo no sé mucho sobre el tema. Cuando era pequeña, una de mis tías decidió comprarse una moto y mi abuela montó en cólera. Nunca la había visto enfadada, y por eso no se me olvidará. Luego me enteré de que su madre había tenido un accidente de moto.
—Qué mal, lo siento. —se apenó al oír eso y recordó lo aprensivas que eran también sus abuelas con el tema. —Yo he tenido un par de accidentes… —entrecerró los ojos para recordarlo. —Me he roto un brazo, un par de costillas, y un dedo del pie. —aunque tenía las rodillas con heridas de guerra, y más partes del cuerpo.
—Lo dices como si fuera poca cosa. —le dijo Maya, ladeando la cabeza.
—Bueno, todas fueron antes de los dieciocho, y fracturas sencillas. Nada complejo, así que tuve suerte. —sacó los dos cascos, y le puso el de los acompañantes en la cabeza. —¿Me dejas ajustártelo?
—Claro. —dijo ella, acercándose.
Batman le ajustó el cierre hasta que le quedó bien en la barbilla, y la miró rozando la yema de sus dedos en la mejilla sin querer.
—¿Te…te molesta o estás bien?
Maya sintió un escalofrío por el tacto de su piel y tardó un instante de más en reaccionar, mirándole más de la cuenta.
—Sí, sí. —contestó, finalmente, apartando la mirada. — Está bien.
—Guay. —levantó un pulgar y se puso el de él luego. —Montaré yo primero. —se subió a la moto, y la puso recta poniendo ambos pies en el suelo. —Ahora tú. —le ofreció una mano y le hizo espacio detrás.
Ella obedeció y se sentó como pudo, sintiéndose torpe y ridícula.
—¿Así? —le preguntó cuándo se sentó tras él. —¿Dónde pongo los pies?
—Déjalos caer doblando las rodillas, y verás que puedes apoyarlos en los reposapiés. —pero de todas formas estiró una mano hacia atrás y la agarró por el tobillo para ayudarla a colocarse correctamente en el sitio indicado.
—Muy bien, gracias. —dijo ella, cuando puso los pies en la posición que le había indicado.
—Cuanto más cerca estés de mí mejor. Rodéame la cintura. —carraspeó ligeramente, y dio gracias a que la noche fuera fría y tuvieran bastante ropa.
Maya dudó un momento, con el corazón palpitándole muy deprisa. ¿Qué estaba haciendo? Estaba a punto de montar en una terrorífica moto por la noche y con alguien a quien acababa de conocer hacía menos de dos horas y a quien había confundido con un violador. ¿Por qué? Se acercó más a él, cómo le había dicho, deslizándose en el asiento. Luego, le rodeó la cintura con los brazos y pegó su mejilla contra su espalda. Y aquello sirvió como respuesta a la pregunta que se había hecho antes.
Él lo sintió, pero no dijo nada aunque le gustara la sensación.
—Bueno. —le tenía que dar un par de indicaciones al verla tan inexperta. Siempre que hacía eso con una chica le recordaba los días de niñez en los que había instruido a sus hermanas pequeñas. —En las curvas debes seguirme con el cuerpo, haz la misma inclinación o al menos no cambies de posición, ¿vale? Y dame un toque con una mano en el hombro izquierdo si quieres decirme algo o que reduzca la velocidad.
—Vale. —dijo ella, asintiendo con la cabeza.
—Pues avanti. —dijo en italiano y arrancó la moto con un rugido después de que ella le dijera la dirección de su casa. Miró hacia los lados, y movió la mano derecha para accionar el acelerador y salir con precaución a una velocidad normal.
***
Cuando se despertó, su amante se había marchado sin despedida y estaba solo en la cama. Aidan, lejos de sentirse triste, se sintió aliviado por ello. Habían dicho que lo de anoche había sido sexo y punto, y Ruth pareció haberlo cumplido al rajatabla. Se estiró en la cama, dándole tregua a sus entumecidas extremidades y se arrepintió… Había vuelto a mantener relaciones sexuales con alguien del trabajo, pero no con uno cualquiera, sino con su compañera de nuevo. Aunque era una mujer distinta, se había jurado a sí mismo no volver a caer y había caído, como en un Día de la Marmota interminable. Pensaba en Camille, en su muerte y se sentía como un marido infiel, como si el polvo con Ruth hubiera sido una infidelidad, como si ella estuviera viva todavía y le pudiera reclamar. La verdad es que había sido un buen polvo a pesar de todo… Aidan sacudió la cabeza después de pensar algo así y se levantó para vestirse. Hacía un mañana fría y algo lúgubre, desayunó unas tostadas con mermelada y un café y respondió y leyó algunos mensajes en el móvil de camino al trabajo, Chuck le narraba una tontería sobre mujeres latinas, y Meggan contaba que Cece había dicho no sé qué cosa bastante mona. Cuando llegó al edificio, miró hacia todos lados y como si fuera un espía se metió rápido en su despacho, no quería encontrarse con Ruth, por alguna razón, sentía que se pondría como un tomate al verla. Sabía que era algo infantil y que su relación de compañerismo y amistad no se debía afectar o iban a ir de puto culo. Tampoco quería verle el careto a William Barton…es más, lo iba a evitar más que Superman la Kriptonita. El día avanzó, pero el caso siguió atascado, tuvo que hacer frente a las personas que quería e evitar y a todos los demás, claro. Pero la guinda del pastel se la puso Nicole, había entrado en el despacho, le había enseñado unos papeles y…el infierno se había desatado ante sus ojos.
Aidan volvió al leer el papel, y siguió sin poder creérselo. ¿Dos hermanos trabajando en la misma división? No way. ¿Cómo iba a ser eso posible? ¿¿Cómor??? –inserte a Chiquito-
—Cacho... —se levantó de su silla, y cuando llegó a la puerta del despacho de su jefe llamó varias veces insistentemente.
—Pase. —dijo la voz de Keith, y al entrar, Aidan se encontró con una sorpresa. Ese cogote de pelo canoso sólo podía ser de una persona...
—¿Papá?
Roger Van Hepburn estaba sentado en una de los asientos para las visitas con las piernas cruzadas de forma varonil, ataviado con vestimenta de jugar al golf sin gorra, lo que indicaba que iba a jugar a ese deporte más tarde. Se había retirado del FBI joven, a los cincuenta años, y se había dedicado a su familia mientras tenía algún trabajo esporádico sencillo. Como ser profesor de avioneta.
—Aidan. ¿Y ese tono de sorpresa? —le dio un buen abrazo como saludo, y volvió a tomar asiento. Aidan y Roger habían nacido en NY, pero eran italianos y estadounidenses a la vez. En el sur de Italia, hombres y hombres se daban un beso en la mejilla con tanta normalidad como las mujeres, pero su padre nunca le daba besos desde que le había salido barba, y Aidan lo agradecía, le daría vergüenza que su viejo lo besara por alguna razón. Y sabía que al viejo le pasaba lo mismo. —Te dije que iba a venir a la ciudad.
—No me acordaba... ¿Pero qué haces en mi trabajo?
—El señor Van Hepburn ha venido a hacernos una visita de cortesía. —comenzó Keith, como si no fuera su padre. —Es uno de nuestros mejores inversores, y hace poco nos recompensó con una generosa donación. Puede venir siempre que lo desee, agente. ¿No le parece?
—Desde luego. —Aidan se mostró igual de profesional y dio dos pasos hacia la mesa con el papel en mano. —Ha llegado a mi despacho el informe de los nuevos agentes, y me temo que hay algo erróneo.
—¿Qué le ha llevado a pesar eso?
Aidan titubeó, pero no se dejó intimidar.
—Bueno, aquí pone que la señorita Meggan Lynn Van Hepburn será miembro de esta unidad.
—Así es. Fue la mejor de la academia estadounidense. Primera de su promoción.
—Eso es realmente impresionante. Creo que eso lo pueden decir pocos agentes en esta sala. —Roger bromeó porque sabía que Aidan había sido el quinto, y el jefe le rió la gracia. Había una especie de camarería existente entre ellos. Aidan no sabía del todo por qué, pero estaba claro que el jefe respetaba a su padre y le caía bien. ¿Era sólo por las donaciones o porque había sido miembro del FBI?
—¿Tiene algún problema con mi elección, agente?
—Sí...digo no, pero sí. —se aclaró la garganta. —Es mi hermana, me temo que mi profesionalidad, y la suya se podrían ver seriamente comprometidas. Se corre el riesgo de que yo la anteponga a ella en situaciones límite y viceversa.
—Yo no opino lo mismo. No tengo pensado accionarlo como tutor a usted. Además, usted es un buen profesional. Creo que pueden llevarlo bien, hay casos más comprometidos. Hay agentes que se acuestan con compañeros… —sin querer, Aidan tragó saliva y empezó a sudar. —Incluso hay quiénes tienen relaciones consolidadas, pero dejan los arrumacos para las horas fuera del trabajo, y no ocurre nada, todo el mundo hace su trabajo bien y se mira para el otro lado de vez en cuando. Procure que la agente Van Hepburn sea una compañera más en su horario de empleo, y su hermana fuera de él. De todas formas, estará unos meses de prueba, como todos los nuevos y si ocurre algún problema que tenga que ver con tener el mismo apellido dejaré que se la lleve la división de Roma.
***
- ¿A dónde vamos ahora? – preguntó Josh desde el asiento del copiloto. - ¿Me llevas de visita turística por la ciudad?
- Vamos al laboratorio de la ICD. – respondió David, con voz pausada. Parecía concentrado en alguna idea mucho más importante que aquella conversación.
Josh frunció el ceño y se rascó la cabeza por encima del gorro de punto.
- Yo no quiero ir a ningún laboratorio. – le dijo, y se estremeció sin poder evitarlo.
- Quiero que la forense te haga una analítica. – explicó David mientras pisaba el acelerador para adelantar a un autobús. – Tenemos que darle una explicación a todo eso que te ocurre.
- Pero yo ya sé que me ocurre. – exclamó Josh, elevando ligeramente la voz, mostrando su indignación.
- No, no lo sabes. – David tampoco pudo evitar elevar su tono de voz. – No eres un jodido hombre lobo. Los hombres lobo no existen.
“Ni los telépatas”, se dijo a sí mismo, lo que le hizo dudar de sus palabras tras decirlas.
Él se cruzó de brazos, indignado, y torció los labios. Parecía un niño enfurecido.
- Es la única opción que tiene sentido.
- Por eso vamos al laboratorio, Josh. – agregó David, volviendo a su tono de voz pausado. – Para proponer otra idea que tenga más sentido.
El laboratorio de la ICD estaba en uno de los pisos del mismo edificio donde se instalaban las oficinas de los agentes. David condujo hasta el parking de la planta baja, donde aparcó en su plaza.
A paso ligero y sin formular palabra, Josh siguió a David hasta el ascensor, que los llevó hasta la décimo tercera planta.
Se trataba de un pasillo de baldosas blancas y paredes pintadas de gris, que no llamaba la atención por no disponer de ningún rasgo fuera de lo común. Sin embargo, un fuerte olor a desinfectante, éter y formol invadió las fosas nasales de ambos visitantes. Josh arrugó la nariz con un gesto repentino de asco.
- Ven por aquí. – le ordenó David.
Él recorrió el pasillo con Josh pisándole los talones, giraron a la izquierda y se paró frente a una de las puertas. Se podían oír voces al final del pasillo.
David golpeó la puerta con sus nudillos, y esperó a obtener respuesta al otro lado de la misma para entrar.
- Hola, Alice. ¿Cómo estás? – preguntó David educadamente, nada más entrar.
Ella dejó de balancearse en la silla giratoria que había tras su despacho cuando les vio entrar.
- Aburrida. Dile a tus compañeros que me traigan más cadáveres. – dijo ella, sacándose una piruleta de color verde de la boca.
Se levantó y se acercó a ellos. La estancia era amplia e iluminada por potentes fluorescentes blancos. En la esquina derecha se encontraba el despacho lleno de papeles desordenados y paquetes de galletas Oreo. En el resto de la habitación, había varias camillas y mesas con microscopios y demás elementos propios de un laboratorio de bioquímica.
- Entonces te alegrará saber que te traigo algo para que te entretengas. – contestó David. Luego señaló a Josh. – Éste es Josh.
Él le tendió la mano, pero ella no se la estrechó.
- No me habrás traído un novio, ¿verdad, David? Yo esperaba más de ti.
David sonrió mientras Josh le miraba, entre avergonzado y enfurecido.
- No. – respondió David. – A Josh le pasan cosas raras y quería que le hicieras unas pruebas para saber por qué.
- Eso está hecho. – respondió ella, mostrando un evidente entusiasmo repentino: - ¿Qué clase de cosas raras?
David miró a Josh para que empezase a hablar, pero él estaba enfadado y le ignoró. Finalmente, David empezó a describírselo.
- Él dice que son los niveles de testosterona. Le sale pelo por todo el cuerpo y está de pésimo humor, como ahora. También su voz se vuelve más grave. Y le pasa una vez al mes.
- Más o menos. – habló Josh por primera vez. Estaba sorprendido de que David supiera tanto de eso sin haberlo presenciado nunca, pero no hizo preguntas.
- Además, ha debido crecer unos cuarenta centímetros en tres años.
- Entiendo. – dijo ella, con la piruleta de nuevo en la boca. Con las manos en los bolsillos de la bata blanca, se balanceaba sobre sus zapatos. - Continúa.
- Él dice que es un hombre lobo.
- No lo creo. – dijo ella. Josh puso los ojos en blancos y David le miró de reojo. – Otra cosa, puede. Pero no un hombre lobo. – esta vez, se sacó la piruleta de la boca y la sostuvo en su mano - Los bizantinos fueron los primeros en mencionar la existencia de los hombres lobo, pero ellos no dijeron que fueran peludos en ningún momento. Tampoco se llamaban hombres lobo, sino lunáticos, gente que enloquecía por la Luna. Eran enfermos mentales, no gente peluda.
Josh enrojeció de rabia. Nadie le hacía caso, pero él sabía que era un hombre lobo. O al menos, eso se decía a sí mismo. En el fondo sabía que era la única forma de que aquella maldición pareciera un poco más atractiva a sus ojos. Guardó silencio, y desvió la mirada.
- Por otra parte, también se ha fantaseado con la existencia de los licántropos con otra enfermedad, que se llama hipertricosis. Puedes buscarla si tienes curiosidad, pero ya te digo yo que no es lo que te pasa. – añadió ella
.
Mientras terminaba de decir aquello, se había desplazado hacia una mesa próxima repleta de material de laboratorio. De una caja, sacó una aguja a la que puso una punta nueva y unos botes finos y alargados.
Josh miró a David, esperando que él hubiera cambiado de opinión, pero él no le devolvió la mirada.
- John, ¿puedes sentarte? – le dijo mientras se acercaba a él, poniéndose los guantes, y le señalaba una camilla.
- Es Josh en realidad. – murmuró él, pero ella pareció no oírle. Resignado, se sentó donde ella le indicaba, deseando que lo hubiera limpiado después de haber estado allí el último cadáver.
Ella le remangó la chaqueta y la camiseta de debajo.
- Vaya, ¿cuánta sangre te han sacado últimamente? – dijo a modo de comentario. Pero no le dio mayor importancia. Palpó su brazo y cuando tocó la vena, introdujo la aguja.
Josh por su parte acababa de fijarse por primera vez en todos aquellos diminutos puntitos que había en su pliegue del codo, algunos más marcados que otros. Miró a David, quien también había lanzado una mirada indiscreta hacia la piel de la zona.
Cuando los botes que Alice había cogido estuvieron llenos de aquel líquido oscuro y denso, sacó la aguja y le colocó una gasa sobre el pinchazo.
- Presiona con fuerza. – dijo sin mirarle.
Ella tomó las muestras con aprecio y se dirigió hacia una de las mesas, en la que había una centrifugadora. Automáticamente, perdió todo el interés en los dos hombres que mantenían una conversación en susurros tras ella.
- Me han sacado sangre, no me jodas. – exclamó en voz baja Josh. Sus ojos brillaron, colmados de lágrimas de rabia. – Como a una puta rata de laboratorio.
David no supo que decir. Estaba de acuerdo con Josh: le enfurecía la idea de que hubiera sido tratando aquel tiempo como sujeto de experimentación.
- Lo solucionaremos, lo prometo. – dijo finalmente.
- ¿Cómo? – Josh no pudo evitar elevar la voz, pero Alice no pareció inmutarse.
David habría jurado haber visto en ese mismo momento cómo la sombra de la barba de Josh se volvía ligeramente más densa. Pero era imposible, debían ser imaginaciones suyas. Tenían que serlo. Y sin embargo, su pulso se aceleró ligeramente.
- Alice, ¿podemos marchar ya? – le preguntó.
Ella no respondió, pero hizo un gesto con su mano indicándoles que se fueran, sin levantarse de su silla ni despegar la mirada de las muestras de sangre. David obedeció, sabiendo que en cuanto ella supiese algo, le llamaría.
***
Aidan acompañó a su padre a la salida y cuando llegaron a los aparcamientos empezó a hablar sin poder evitar un tono de enfado.
—Has sobornado a Keith…
Roger se giró con una ceja levantada.
—¿Qué dices? ¿Estás loco?
—Has hecho una donación, ¿no te parece mucha casualidad? Es inmoral e impropio de ti.
—No lo he sobornado, pero lo habría hecho. La seguridad de una de mis hijas está en juego. Lo entenderás si algún día eres padre de una niña dulce y repipi, que adora el rosa, y años después deja el ballet profesional, la que creías que era su gran vocación, por un trabajo altamente peligroso.
—No me digas que…
—¡A tu hermana no le pega ser agente! Además, es demasiado competitiva y sufriría si fracasa. No quiero que sufra.
—¿No le pega ser agente porque de pequeña le gustaba el rosa? ¿Qué clase de argumento de mierda es ese? —Aidan flipó más aún.
—Estás trangiversando mis palabras.
—No confías en las habilidades de Meggan, en realidad, no te impresiona que fuera la mejor en la academia, ¿verdad? Estás deseando que lo deje a los dos días.
Roger calló unos instantes, pensativo.
—No sé, por eso, es mejor que tenga a ti cerca…tú la cuidarás mejor que ningún desconocido, así yo estaré más tranquilo. Tu hermana parece no estar segura de lo que quiere, primero blanco, luego negro. Sí, temo que no sea lo suficientemente buena para este trabajo, y tengamos que enterrarla. No lo soportaríamos. ¿Tú lo soportarías?
Desde luego que no lo soportaría, pero no se lo dejó entrever.
—No me hagas chantaje emocional. ¿No confías en ella porque es una mujer? ¿Es por eso? Estás siendo un machista.
—¿Qué? ¿Cómo puedes decir algo así? —Roger soltó un bufido indignado.
—Bueno, tú siempre has sobreprotegido a Meggan y a Annabelle sólo por ser chicas. Eso no es nuevo en ti. Ya sabes, tu personalidad patriarcal. —sólo conocía a una mujer más feminista que Meggan y era Annabelle…se podía pasar horas rebatiendo. Se iba a liar parda.
—No digas tonterías. Yo hago mi trabajo como padre. Y lo hago con todos mis hijos, cuando tú quisiste ser agente me opuse de igual forma. Soy un padre preocupado, no un padre machista, por Dios.
—Ya es adulta, a mí también me costó aceptarlo, pero esto es lo que ha decidido hacer con su vida. Te tendrás que fastidiar. ¿Mamá sabe que no confías Megg?
—Mamá lo sabe todo.
—¿Sí? ¿Y qué opina sobre todo esto? ¿Te ha pedido ya el divorcio?
Roger sonrió un poco sin poderlo evitar.
—Me lo pidió una vez, pero no por esto. Llámala y pregúntaselo tú mismo.
—Lo haré entonces.
Roger cambió de tema radicalmente, estaba cansado de aquella conversación.
—He hablado con tu hermano.
—¿De cuál de mis hermanos hablas? ¿Del pediatra que ha estado ausente por su residencia o del que hacemos como si no existiera?
—Del pediatra, Aidan.
—Eso imaginaba.
—No sé de donde te sale tanta ira hacia mí, pero no tengo que tolerar todo lo que me has dicho y tampoco tus impertinencias.
—Yo sólo te he dicho la verdad. —se encogió de hombros. Si le contara lo estresado que estaba por el caso y porque Barton estuviera allí…
— Bien, pues nada, sólo quería decirte que vinieras a comer a casa de la abuela Marise.
Aidan relajó un poco los ánimos, aunque seguía muy enfadado con Roger. Cuando Megg se enterara de que su padre había movido los hilos para que la aceptaran en la división de NY y no en la de Roma, iba a arder Troya…y probablemente Nueva York también ardiera y el coche de Roger.
—Iré si puedo, no te preocupes por eso.
—Oye, guarda este secreto, ¿sí? —le pidió como último reclamo.
Aidan se mordió la lengua y negó con la cabeza, pero cedió al final.
—No se enterará por mí.
***
Valeria era de estatura media, tirando a bajita, tenía varios tatuajes en el cuerpo, y el pelo teñido de azul intenso con un corte a lo garçon. Cuando Megg y Cece escucharon el timbre, ya sabían que era ella, pues la señora Van Hepburn se los había dicho aquella mañana. Toda esta conversación también sería en italiano, pero me da pereza ir escribiendo a la vez, ¿qué queréis que le haga?
- Spoiler:
- Nombre: Valeria Malfatti.
Datos relevantes: Tiene 24 años. Nació en el seno de una familia de intelectuales, su padre es un escultor italiano y su madre una escritora israelí. Él se crió en una familia cristiana y ella en una judía (pero no en una alubia) Son amigos de los Van Hepburn desde hace muchos años, pues vivían cerca y que supieran hablar inglés ayudó a su acercamiento rápido y fácil. Valeria es cantante, poeta y compositora. Fue madre de Cece a los 19, siendo la novia de uno de los Van Hepburn. Su principal característica es que suele tener un color de pelo diferente cada mes, pues se aburre de tener siempre el mismo aspecto.
Descripción física: (Os presento a uno de mis girl crush supremos desde hace meses,estoy obsesionada con esta mujer)
-patri se desmaya again- -tengo más gifs y fotos, pero he dejado palpable mi obsesión- -crea un rol con ella de protagonista y es feliz-
—¡Mamma! —Cece saltó de alegría a los brazos de su madre y ella le correspondió gustosa, estuvieron largos segundos dándose besos, hasta que Megg se unió al abrazo y se achucharon los tres a la vez.
—Bambi, te veo más guapa que nunca. —le dijo Valeria, le dio un pico fraternal en la boca y se volvieron a abrazar, pues hacía meses que no se veían.
—Yo podría decir lo mismo. Te queda muy bien el pelo así de corto. —Meggan le acarició la nuca despejada de cabello.
Finalmente, volvieron a pasar al interior de la casa, y Valeria reparó mejor en sus vestimentas. Cece tenía puesto un tutú rosa de cuando Megg era pequeña, y la propia Meggan tenía uno negro con plumas, uno de los que había usado para ser el cisne negro en las funciones del Lago de los cisnes.
—Bambi, me has travestido al niño... —hizo una pausa dramática. —¡Me encanta, exijo mi propio tutú!
Meggan se mostró de acuerdo y quince minutos después Valeria tenía puesto un tutú blanco divino, como si fuera un vestido de novia muy corto, pues tenía encaje y pedrería. Cece abrió los regalos que le había traído su madre y jugaron como locos por toda la casa, corriendo, saltando, escondiéndose unos de otros... Llegó un momento en el que Meggan y Valeria se aburrieron, y el niño aceptó descansar, jugando solo con legos.
Meggan se acostó en una tumbona del jardín y Valeria se sentó en la de al lado, allí no tenían piscina, así que las tumbonas estaban para leer al sol o para vaguear cuando hacía buen tiempo.
—¿Te conté lo que dijo? —Megg le relató con pelos y señales las palabras del niño respecto al tutú.
—Joder, tengo un hijo feminista. El sueño de toda madre, ¿puedo pedir más? —Valeria miró a su hijo con amor a la vez que encendía un cigarrillo y se lo llevaba a los labios. —Ojalá no cambie, imagínate que de mayor es retrógrado y le mete palizas a mis amigos gays. —se echó a reír y Megg la acompañó.
—Yo creo que será un gran hombre, dice que quiere ser bailarín de ballet.
—¿En serio? Bien, me alegro que no aspire a ser futbolista. —Valeria sonrió con picardía, dando un par de caladas.
—Ya, si el ballet fuera fácil se llamaría futbol. —comentó Megg y la sonrisa de la otra se amplió más aun por ello. Pero luego ambas se pusieron serias y estuvieron un rato calladas.
—¿Nunca le has escrito una canción a Cece?
—No.
—¿Por qué?
—¿Por qué? Meggan, yo escrito sobre drogas, sexo y estar triste, las cantantes que tienen canciones dedicadas a sus hijos son las divas del pop. Si la escribiese tendría que titularla Condón roto. —Valeria soltó todo el humo del cigarrillo.
—Eso me da que pensar, ¿puedo hacerte una pregunta?
—¿Me vas a preguntar cómo se ponen los condones?
—No, idiota. —le dio un manotazo juguetón en un hombro.
—Ya estas preguntando. Dispara.
—¿No pensaste nunca en el aborto?
Valeria se quedó pillada, pero no dejó de sonreír.
—Interesante cuestión, claro que lo pensé. Tu madre me hizo casi la misma pregunta en su momento.
—¿En serio?
—En serio.
—A ella sí le escribiste una canción. —apuntó Meggan.
—Ya ves. Y me la piden mucho en los conciertos, por cierto. El apellido Van Hepburn da para muchas rimas, a los compositores nos encanta la palabra burn, fire, todo lo fue tenga que ver con ser inflamable o con quemarse, el fuego, todo eso. Es un apellido poético.
—Bueno, ¿por qué decidiste tenerlo? —Megg recondujo el tema de conversación. Valeria era cantautora, amaba su profesión y hacia muchas giras por todo el mundo, pero no hacía música mainstream, sus temas no sonaban en la radio y sus conciertos eran conciertos íntimos en salas oscuras, bares o pequeños teatros. En Italia era relativamente famosa, pero en el resto de la geografía no tanto, pues había sacrificado el éxito absoluto en su profesión al parir un crío con 19 años. Meggan la respetaba mucho por eso, era una mujer valiente.
—Pues porque era tonta, me había quedado embarazada de mi novio accidentalmente, pero le amaba, y estoy a favor del aborto, claro, siempre lo he estado, pero cuando tuve la oportunidad de realizarlo no fui capaz, me imaginaba al embrión con el minúsculo corazón latiendo y con ojos y con extremidades...cuando vives las cosas en carne propia es distinto a suponerlo. Me habría sentido culpable, supongo, volvería a tomar la misma decisión, tenerlo...pero sólo porque es feminista y le gustan los tutús. —bromeó al final.
—Ya... —Megg intentaba estar de buen humor, pero no lo estaba logrando del todo.
—¿Y a ti qué diablos te pasa? Te noto triste.
Meggan dudó qué decir igual que por la mañana y no pudo aguantar más.
—Creo que estoy pillada de un imbécil.
Valeria se echó a reír un poco, era muy risueña, tanto que era difícil no verla sonriendo todo el tiempo.
—¿No lo están todas las mujeres heterosexuales? —luego sintió curiosidad. —¿De quién estás enamorada, pillina? ¿Le conozco?
—No, no creo... —recordó que Dan había formado parte de su infancia igual que Valeria, quizás se hubieran visto alguna vez. —El pequeño problema es que era un compañero de la academia, no están autorizada las relaciones sentimentales, ¿sabes? Es un problema...él es un problema. Me llamó esta mañana, pero no nos volveremos a ver...no sé qué destino escogió, pero yo voy a trabajar en Roma. Es mejor dejarlo atrás, pasar página, yo tomé mi decisión, estoy muy segura esta vez.
—Imagínate que aparece por aquí esta noche. —Valeria se lo había empezado a pasar teta y apoyaba la cabeza en ambos puños cerrados.
—En ese caso, avísame cuando veas su silueta en la pared. —Meggan cerró los ojos con fuerza y sin querer deseó volver a Daniel. —Creo que soy masoquista sentimental...fue mi culpa que él se alejara. —se había dado cuenta después de mucho mediar y que Megg reconociera un error propio era un pequeño paso para ella, pero un gran paso para la humanidad.
—Nunca te había visto con mal de amores, te pones muy mona. —Valeria bajó el noto de voz, creando una atmósfera más íntima. —¿Y cómo es el afortunado? No me has dicho su nombre.
Megg resopló.
—Se llama Daniel, pero todo el mundo le llama Dan. Muy alto, con los ojos muy azules, como…hambrientos y el pelo muy negro.
—Joder, como tenga todo lo demás muy largo... —Valeria sonrió de forma socarrona. —Sigue.
—Nunca tuvimos sexo.
—¿¿De verdad?? —Cece se giró para mirarlas curioso, pero luego siguió jugando. —Que estés pillada sin haber tenido sexo es lo más romántico que he oído en mucho tiempo.
—Lo intentamos, estábamos todo el día peleando cuando no nos besábamos, a veces parecía que quería pegarme en lugar de acariciarme, me hacía sentir débil... porque las veces que intenté resistirme a él no pude. A veces, sentía que podía leerme la mente...me habla como si me conociera mejor que yo misma.
—Oh, eso es un muy chulo.
—¡No es muy chulo!
—Lo es, tú también crees que es chulo, no finjas. ¿Recuerdas alguna frase de el en particular?
Megg se encogió de hombros.
—Al poco de conocernos me dijo que lograría conquistarme y lo último que me dijo fue que no le olvidara...
—Y no lo has hecho...
—No, incluso he pensado que me hubiera quedado si él me lo hubiera pedido. —admitió a regañadientes.
—¡Dios mio! Meggan, estás jodida. Es un enamoramiento grave, doctor. —diagnosticó. — Tienes suerte de que de amor ya no muera nadie. ¿Daniel fuma?
—¿Que si fuma? —no entendió a qué venía eso.
—Sí.
—No lo sé, creo que le vi fumando una vez. ¿Por qué?
—Genial. —Valeria se levantó de la hamaca con entusiasmo y volvió al cabo de varios minutos con su inseparable guitarra y su pequeño cuaderno negro.
—¿Qué vas a hacer? —aunque ya lo sabía.
—¿No es obvio? Voy a escribir una canción sobre vosotros, me has inspirado.
Meggan puso cara de flipe.
—No serás capaz...
Pero Valeria ya no escuchaba, había recapitulado todas sus palabras y se había puesto a escribir como una loca en el cuaderno.
—¿En italiano o en inglés?
Meggan le dedicó una mirada asesina.
—Vale, en inglés. Así la entiende.
—Valeria, no...
—Sh, calla.
Continuará...
Re: ÚLTIMA ESPERANZA (Temporada 2)
''Los Guapos —Parte II''
“Los italianos pierden las guerras como si fueran partidos de fútbol y los partidos de fútbol como si fuesen guerras”
―Winston Churchill, después de que las tropas Aliadas invadieran Italia y derrocaran al régimen fascista de Mussolinni.
―Winston Churchill, después de que las tropas Aliadas invadieran Italia y derrocaran al régimen fascista de Mussolinni.
Desde la calle no se veía la casa.
Garantizaba toda discreción una formidable puerta negra de hierro, ornamentada con puntas de lanza, con una pequeña puerta peatonal en un costado. Aidan bajó la ventanilla de coche, llamó a un telefonillo situado a la altura del conductor y, un segundo después, la puerta se deslizó suavemente a la izquierda. Era una vivienda de ladrillo de dos plantas.
Aparcó en el patio amplio que daba a la entrada principal y al garaje, cuya puerta se encontraba elevada, dejando al descubierto los vehículos aparcados: un Audi verde, un gran todoterreno de BMW, un moderno Lexus plateado, y en el patio, una bonita moto clásica. Naturalmente, asoció cada vehículo con su dueño y supo quienes estaban en la casa. Entró por la puerta de atrás y en la cocina se encontró a Lupita, era una inmigrante costarricense de unos cincuenta años que se encargaba de mantener la casa limpia, de cocinar y de atender a su abuela Marise en general. Bastante gordita, aunque con un rostro atractivo que potenciaba maquillándose de forma contenida y peinándose el pelo en una coleta muy discreta, mesura que contrastaba con su devoción por la bisutería. Traía más oro encima que el cofre de un pirata. En sus orejas tenía dos aros grandes como canastas de baloncesto y sólo le faltaba la red. Sus manos forradas de anillos parecía que se las había injertado de Mr. T. Si hubiera tenido que pasar por un arco detector de metales, lo hubiera reventado. A la pobre Marise, ver aquella mácula en el decoro y sobriedad que exigía le produjo quemaduras de primer grado en la retina, y activó todas las alertas. El primer día impuso el destierro obligado de las alhajas. Lupita tenía un pandero que acabaría con el hambre de África, pero lo movía como gelatina cuando ponía salsa en la radio. Cuando empezaba a llover café en el campo, ahí estaba Lupita dándolo todo. Llevaba muchos años como empleada y todos los miembros de la familia le tenían mucho cariñoso, incluido él, así que se saludaron afectuosamente y luego pasó al salón.
—Hijo, pensé que no ibas a venir. La puntualidad no es tu mayor virtud, desde luego.
Su abuela Marise no había muerto, no.
El abuelo Charles sí había fallecido ya, murió haciendo lo que más le gustaba, cerrando un contrato millonario para lograr hacerse más rico. Pero Marise estaba allí, la cabrona estaba vivita y coleando y todavía daba guerra.
—Siento el retraso, ya sabes cómo es mi trabajo. —Aidan se disculpó y besó la mejilla de su abuela paterna. —Este vestido morado te queda genial, Marise. Bueno, para ser justos, ¿alguna vez has estado mal arreglada?
¿Por qué la llamaba Marise? Pues porque aunque amaba a todos sus nietos e incluso tenía un bisnieto, Cece, Marise había dejado muy claro que no quería que ninguno la llamara abuela o similares y siempre habían usado su nombre de pila para referirse a ella.
—Eres un adulador, tu padre te ha enseñado bien. —le contestó ella, y luego recordó algo. —Seguro que esto te lo he contado ya, pero cuando era una niña, mi madre siempre me dijo que podría despertarme en mitad de la noche gravemente enferma, así que siempre tienes que estar impecable. Ahora me río, pero creo que todo el mundo debería irse a la cama como si tuvieran a su cita en la puerta.
—Ya, me habría encantado conocer a tu madre, Marise. No sé por qué. —Aidan se sentó y se preparó para oír las batallitas que ya había oído durante su infancia. Una de las cosas que más le gustaba hacer en el mundo era escuchar vivencias de su recatada abuela, que había nacido en una familia muy adinerada y había tenido una juventud apasionante. Es más, después de divorciarse de Charles Van Hepburn, Marise había recuperado su apellido de soltera, y había vuelto a ser Marise d' Béthencourt, descendiente de una familia de apellido normando con mucho más swag que los Van Hepburn. Los d' Béthencourt eran adinerados de Luisiana.
—Ya te he contado cómo era miles de veces. Era de Nueva Orleans. —la propia Marise era originaria de la ciudad sureña del jazz. De hecho, Marise quería ser enterrada junto a sus padres allí y no en Nueva York. —Muy estricta. Muy pelirroja y alta. Las pecas de la familia vienen de ella, ya sabes. Tu padre y tus hermanos las tienen por mis genes. Cuando tenía 14 años, quería fumar porque ella fumaba como una loca. Quería fumar para parecer mayor. Pero me dijo: No deberías fumar. Tus manos no son tan bonitas y eso es lo que se ve cuando fumas.
—¿En serio? —Aidan se sorprendió porque esa anécdota no se la había contado nunca.
—Sí. Y odiaba a las personas con tatuajes. Los encontraba horribles, decía que era como vivir en un vestido de Emilio Pucci todo el tiempo.
—¿Ese es el italiano de los estampados? —Aidan no entendía mucho de alta costura.
—Así es, en eso sigo estando de acuerdo con ella. —Marise se rió un poco y Aidan se levantó, pues recordó que cuanto antes volviera al trabajo después de comer sería mejor.
—Voy a ver dónde están los demás.
Marise dijo que fuera tranquilo y él siguió adentrándose en la casa, caminó por los pasillos luminosos hasta que escuchó voces familiares saliendo del despacho. Abrió la puerta y se encontró con Annabelle, a Chuck y a Roger mirando lo que parecían ser los planos de algo. Ella y Chuck estaban vestidos con trajes, lo que dejaba claros sus empleos de oficina. Aidan notó que aquel día Annabelle estaba especialmente guapa, con el pelo rubio recogido en una coleta improvisada para estar allí hablando, aunque estaría guapa hasta con una bolsa en la cabeza. Alta, rubia, muy pecosa, y con los ojos muy verdes, verdes en el sentido más literal, como si fueran dos aceitunas. Muy parecidos a los de su padre. En la familia Van Hepburn lo único que escaseaba era la melanina, aunque abundaba en forma de pecas.
- Spoiler:
- Nombre: Annabelle Daphne Van Hepburn. En la familia, algunos la prefieren llamar por el segundo nombre, así que o usan el diminutivo de Belle o el de Daph.
Datos relvantes: De niña estaba acomplejada y era muy insegura con su físico por tener tantas pecas, pues había una cabrona en el colegio que le hacía bullying por ello.Niña, que estás como un queso. Por fortuna, supo superarlo y esas experiencias le propiciaron un carácter fuerte y decidido. Aparte de los ojos, heredó la faceta artística de su padre, siempre le gustó pintar y dibujar y estudió arquitectura en Inglaterra. Hace pocos meses que está trabajando en la empresa familiar. Su meta es llegar a ser la presidenta en el futuro... la de Estados Unidos no, la de la empresa xD
Descripción física:
Mi fotochó ataca cuando menos te lo esperas.
Los años no pasan por Roger Es que no sé hacer arrugas con fotochó
—¡Qué se nos va de presupuesto, nada de cúpulas, pesado! —su hermana gritó, como si estuviera igual de cansada de repetirlo también.
Estaban hablando de negocios, así que Aidan intentó escabullirse por la puerta al instante, pero Chuck lo vio antes de que tuviera tiempo de una retirada exitosa.
—¡Eh, tenemos un espía! —comentó divertido y Aidan fue hasta ellos para darle un beso a su hermana y un golpe en el hombro a Chuck.
- Spoiler:
- Nombre: Charles III Thomas Van Hepburn. ''Chuck''
Datos relevantes: Es el segundo hijo de Charles Van Hepburn, su medio hermano, Roger, es 35 años mayor que él, lo que ha precipitado una especie de relación más de padre e hijo que una verdadera relación fraternal entre los dos. De hecho, Chuck lo considera una gran figura en su vida y es a la persona que más respeta en el mundo. Se lleva pocos años con sus sobrinos, así que son más primos/amigos que otra cosa. Estudió empresariales y también trabaja en el negocio familiar.
Descripción física:
—¿Es un nuevo proyecto? —les preguntó cortésmente, ignorando a su padre todo lo que podía para seguir mostrando su enfado hacia él.
—Es un polideportivo, nos vamos a presentar a concurso.
—Oh, ya veo. Parece estar muy bien. —Aidan no entendía ni jota de arquitectura, pero sabía que aquellos planos los había hecho Annabelle, y siempre se sentía muy orgulloso de todos los logros de sus hermanos.
—Pero esta tarde el proyecto lo tendrá que aceptar toda la junta directiva. —se apresuró a comentar Chuck con cierta maldad.
Lo he contado ya, pero Chuck y Annabelle se llevaban como el perro y el gato, nunca se habían llevado bien, desde niños parecían odiarse y la cosa no mejoraba, ahora ambos estaban trabajando en la empresa familiar desde hacía meses y la rivalidad entre ellos había alcanzado cotas estratosféricas. La empresa Van Hepburn & Co. siempre había sido una sociedad comanditaria por acciones. La habían fundado los tatarabuelos de las familias que la llevaban en la actualidad. La compañía la formaban inversores de tres familias muy pudientes: los Van Hepburn, que habían sido los socios fundadores menos adinerados durante décadas, ahora eran los mayoritarios desde hacía cincuenta años, y la empresa llevaba su apellido por ello. Sus representantes eran el propio Roger, su fallecido tío Jeremy y su padre, que había sido el presidente, pero como había fallecido ya también, sólo estaban Roger y Chuck con un gran número de acciones entre los dos, aunque Roger tenía más por la herencia de Jeremy. Su tío Sebastian, había sido el vice durante años y ahora era el presidente. Él representaba a los d' Béthencourt, la familia carnal de Marise, y por tanto también la representaba a ella, pues Marise tenía el mismo número de acciones que sus hermanos pequeños, que en total eran cinco. Algunos fallecidos de muy jóvenes.
Por último, estaban los Rolfsmeyer, cuya alianza empresarial con los Van Hepburn y los d' Béthencourt también se remontaba a muchas generaciones atrás, y cuyo representante actual era un viejo amigo de Charles. Se llamaba Larry, seguía siendo un tiburón de los negocios aunque tuviera demasiados años, era muy conservador y con mucha familia. Por suerte o por desgracia vivía rodeaba de hijos, de nietos y sobrinos. Todos ellos muy pijos. Algunos tenían las suficientes acciones para formar parte de la junta directiva de la empresa. Para alguien con extenso capital tener muchos hijos o no tener ninguno suponía un par de variables desfavorables y favorables. Si te morías y tenías muchos, esos retoños podrían pelearse por estar disconformes con la herencia de cada uno, y si no tenías ninguno, los socios podrían pelearse por comprar las acciones del muerto. Por eso, todos tenían siempre un testamento hecho al día, incluso Roger.
Van Hepburn & Co. cotizaba en bolsa y milagrosamente era una de las pocas empresas de construcción de viviendas de lujo neoyorkinas que seguía creciendo cada día. Les iba muy bien, el gobierno les contrataba para construir edificios públicos cada vez con más asiduidad en los concursos, cuidaban la caridad para tener buena prensa y tenían grandes planes de futuro. Así que el capital siempre estaba aumentando más y más.
—Estoy seguro de que la junta aceptará el proyecto. —les dijo Roger, saliendo por la puerta. —Iré a preguntarle a Lupita como lleva la comida, me estoy muriendo de hambre.
—Seguro que el voto de Larry y sus lacayos lo tienes, Annabel Lee. —comentó Chuck cuando se aseguró de que Roger no le oiría, imaginándose al viejo verde y a sus nietos babeando con las piernas de Annabelle, como siempre ocurría en las reuniones de socios. —Qué extraño que siempre te pongas falda… —ironizó luego, pero la rubia no quiso entrar al trapo y seguirle el juego.
Y justo cuando parecía que no iba a decir nada, le dijo:
—Me las pongo para ti. —ironizó guiñándole un ojo. —Pero si quieres te dejo una falda, te la pones y vemos a quién miran más.
ZASCA! Aidan sonrió por la ocurrencia, pero estaba incomodo, nunca le gustaba estar en medio cuando discutían. Se habían quedado los tres solos, pero no por mucho tiempo, pues por la puerta apareció otro alguien, no era muy alto, pero de estatura media y cuerpo fornido, tenía el pelo y la barba rubísimas, los ojos entre gris y azul verdoso, las pecas de la madre de Marise y cara de sueño.
—¡Hey! ¿Qué hacéis? Lo siento, quería estar en pie cuando llegareis, pero me acabo de levantar… Y desde hoy son Batman, que lo sepáis. —informó al trío con diversión, recordando a la chica que había llevado en moto aquella noche y se saludaron uno por uno con mucho afecto.
—Te has dejado barba, Doc. —comentó Chuck con una sonrisa, Doc era el mote cariñoso que empleaban para el susodicho desde que se había graduado. —¿Por qué dices que eres Batman?
El aludido se llevó una mano al vello facial y asintió.
—Porque sí, y la barba es porque intento parecer más mayor, las madres de mis pacientes no se fían de que tenga acabada la carrera. Y cómo aún soy interno, pues es peor…
—Normal…
—Las barbas rubias no producen mucho respeto de todas formas. —le dijo Annabelle, a pesar de que compartían el color de pelo. —Pareces Ken trasnochado.
—Ken es moreno. —la corrigió Chuck y se las miradas matasen hubiera palmado en ese instante.
—El Ken californiano… —Annabelle lo intentó arreglar.
—Bueno, ¿qué? ¿No estás cansado de oler a caca de bebé? —Chuck se quiso poner al día con Batman.
—No trato solo a bebés, mis pacientes son de 0 a 18.
—¡Cierto, suertudo! Seguro que te visita más de una adolescente buenorra y guarrilla. Y mamis...muchas mamis. Me pongo malo sólo de pensarlo...
—Dios... —murmuró Batman, resignado.
—Tienes un problema grave, Chuck. —comentó Annabelle.
En realidad, a Batman no le gustaba estar hablando todo el día de su trabajo, cuando le decía a la gente que era médico, entonces se interesaban por preguntarle cosas, datos, anécdotas. Sus amigos y familiares le mandaban los análisis de sangre para saber si estaban bien, le preguntaban de qué podría ser el dolor que les había aparecido, etc. Por eso, cuando conocía a alguien nuevo decía que era fontanero, nadie se interesaba por el día a día de un fontanero.
Aidan había estado callado viéndolos dialogar, pero Chuck se acordó de algo en ese instante.
—¡Oye, tú, agente!
—¿Qué pasa?
—¿Qué pasa? ¿Cómo está tu Mulán? ¿Te la has tirado ya?
Aidan se sintió enrojecer, y sus hermanos giraron la cara para mirarlo, ahora tenía dos ojos verdes y dos ojos azules encima de él. No recordaba que Chuck había conocido a Ruth en su apartamento…
—¿Mi Mulán?
—¿Su Mulán?
—¿Su Mulán?
Los tres hermanos le habían hecho la misma pregunta a la vez, aunque Aidan para ganar tiempo, haciendo cómo que no le había entendido.
—Sí, esa compañera asiática tuya. Está claro que quiere que seas su John Smith.
—Yo me he perdido… —musitó Batman, creyendo que quizás estaba espeso por la falta de horas de sueño.
—John Smith es de Pocahontas, idiota. —farfulló Annabelle, vengándose. —¿Qué pinta John Smith en China? ¿Fue de vacaciones a comer fideos?
—¡Da igual, se ha entendido! Una vez vi un documental en el decían que las asiáticas tienen los pelos del coño lisos… —Chuck era la finura personificada.
—No sabía que ponían documentales en Rebtube. —volvió a comentar Annabelle de forma sarcástica.
—Oye, que es verdad. Juro que era un maldito documental. —se defendió él.
Aidan estuvo a punto de echarle por tierra la teoría, pero recordó que tenía que callarse, pues él no era un bocazas. Y por fortuna, su hermano lo rescató.
—Pues yo no sé, Aidan, pero yo conocí una chica anoche. Se llama Maya. —no les contó lo del mote porque se iban a reír de él.
—¿Maya? ¿Como la Abeja Maya? —Chuck frunció el ceño.
—¿Eh? Pues ahora que lo dices… —Batman tuvo miedo porque supo que ahora nadie le quitaría el mote a la chica, a su familia le gustaban más los motes que comer. Saltaba a la vista.
Annabelle puso los ojos, mientras seguí enrollando planos y guardándolos.
—¿Podemos dejar de poner a dibujos animados como ejemplos?
—¿Podemos poner nombres de poemas, Annabel Lee? —Chuck la solía llamar así y ella lo odiaba, así que lo hacía para jorobarla.
—No, tampoco. —le contestó tranquila y él se rindió.
—Bueno, me encanta estar con mis sobrinos, pero yo también tengo hambre y una madre que me espera. He de salir sin que me vea la bruja de vuestra abuela, me siento como un ninja cada vez que vengo a esta casa.
De todas formas, Marise sabía que estaba allí, aunque nadie se lo hubiera dicho, no odiaba a Chuck, pero todavía le tenía cierto resquemor por ser hijo de otra mujer que no era ella, de una amante, aunque a lo largo de los años habían estado los dos en muchas celebraciones familiares y no había ocurrido nada.
—Saluda a tu madre de nuestra parte. —le dijo Aidan y los otros dos asintieron.
—Claro, pero recordad, pelos lisos. —hizo ese comentario final y salió por la puerta devolviendole el guiño a Annabelle para provocarla.
***
Valeria llevaba una hora y algo escribiendo como una loca y tocando un par de acordes en la guitarra, extraída del mundo y poseída por las musas. Sus canciones tenían un componente casi autobiográfico, todas hablaban de cosas reales, relaciones reales, hombres reales, especialmente uno, mujeres reales, sentimientos reales. Todo real, nada de fantasía, sólo un poco de estética con la poesía y segundos sentidos en las letras.
—Me vendría de lujo un porro. —comentó Valeria sin cortarse. No era drogadicta, pero era consumidora esporádica, se metía coca para aguantar el ritmo frenético en las giras y los porros la ayudaban para componer por alguna razón, o al menos le daban esa sensación.
—¿Le preguntamos a Cece si tiene maría escondida en los juguetes?
—No creo que tenga. Yo creo que te detendría y te pondría contra la pared. —bromeó Megg y Valeria levantó la vista con una mirada de buscona.
—¿Y tú me pondrías las esposas? —movió las cejas arriba y abajo de forma cómica. —Si no fueras mi ex cuñada…
—Cuñada, para mí nunca serás mi ex nada. —y era cierto, como era la madre de su único sobrino tenía la sensación de que serían familia para siempre, aunque tuviera otra cuñada oficial algún día.
—Pues cuñada, si no fueras mi cuñada y como una hermana pequeña para mí…yo te follaba. —murmuró y ese comentario hizo que las dos se echaran a reír. —Ya he acabado la canción. —le informó y despegó los ojos del cuaderno. —¿Quieres que te la cante? Quedará mejor a piano, pero bueno, improvisaré.
—No, déjalo.
—Va, sosa. —Valeria encendió su cuarto o quinto cigarrillo y se quedó pensativa. —¿Recuerdas cuando de pequeños íbamos todos de acampada?
—Sí, cuando Daph se asustó tanto por una araña que corrió hacia el bosque y estuvimos veinte minutos buscándola porque se acabó perdiendo. Qué pava. —se rieron de la pobre Annabelle.
—¿Y si la llamamos y le vacilamos con eso? —sacó el móvil de la chupa de cuero que se había puesto sobre el tutú.
—¡No! Igual está ya en la reunión de socios. —le dijo Meggan, riendo todavía.
Valeria volvió a guardarlo y siguió pensativa.
—Deberíamos hacer lo de las acampadas algún día, pero con los viejos y todo, sin cambiar nada. Nos lo pasábamos demasiado bien. Como la vez que tu madre y la mía se emborracharon e intentaban actuar normal con nosotros. ¿Recuerdas cuando tu madre empezó a hacer chistes de judíos y mi madre soltaba una carcajada de un minuto y luego la insultaba en hebreo? —en realidad, todos eran demasiados pequeños en esa ocasión y se habían dado cuenta de lo que había pasado con los años, haciendo más divertido el asunto.
—¡Sí, por Dios! —Meggan soltó su propia carcajada al recordarlas más pedo que Alfredo. —Creo que todas las palabras que sé en hebreo son palabrotas por culpa de ese día. Me pasé diez años creyendo que puta significaba bonita. Estaría guay hacerlo...
Ninguna pareció muy convencida de que se fuera a realizar y después de meditarlo, Meggan dio su brazo a torcer.
—Anda, canta la maldita canción, que lo estás deseando.
—¡Bien! —Valeria se aseguró de que la guitarra estaba afinada y empezó, cerrando los ojos. Siempre cerraba los ojos cuando cantaba, igual que cuando besaba o cuando tenía un orgasmo. —Would you bleed for me? Lick it off my lips like you needed me?
- Spoiler:
Meggan cerró los ojos también y la voz dulce, pero algo rasgada de Valería la sumergió en la letra que había creado. Enseguida reconoció frases que ella misma había dicho antes, frases que había expresado y que ahora estaban compuestas de forma poética, rimando en cada verso con la precisión de un reloj suizo. La mente se le inundó de Daniel, de imágenes de Daniel, de imágenes juntos también, de lo que podría haber sido y de lo que nunca sería. Ya sólo eran una canción. Había pasado el tiempo.
—¿Te gusta? —le preguntó la voz de Valeria de forma repentina.
Meggan abrió los ojos, pues casi no se había dado cuenta de que había terminado, aunque sí se había percatado de que ya no había más palabras.
—Joder, tu talento es un gran problema…
—Sí… —reconoció Valeria, cogió el bolígrafo y escribió Trouble como título. —Igual que ese Daniel para ti.
***
—¿Se queda a comer con nosotros? -le ofreció Roger a Lupita.
—No, señor, muchas gracias.
Lupita llevaba muchos años trabajando para ellos y ni una sola vez había aceptado la invitación, a pesar de que Roger se lo ofrecía con la esperanza de conseguirlo alguna vez, como si fuera un reto personal.
—Por estas cosas me gusta Lupita. —comentó Marise, cuando los cinco estuvieron sentados a la mesa. —Sabe perfectamente cuál es su sitio. No hay nada peor que una chica del servicio se crea la señora de la casa.
—Pero es como de la familia, Marise. —comentó Batman, dando un gran bocado al pescado de su plato.
—Sí. —respaldó Aidan y como Annabelle tenía la boca llena ella asintió con la cabeza.
—Los tres sois idiotas. Malditos genes Van Hepburn...
—Sin faltar. —repuso Roger, defendiendo a sus hijos, aunque en tono distendido y con una sonrisa.
—Lupita no es de la familia, la queremos mucho, yo más que ninguno de vosotros, pero sigue siendo del servicio, aunque vuestro padre se empeñe en ofrecerle un sitio. Os gusta pensar que la entendéis, y que sois iguales a ella, pero no es así, que yo sepa nadie de esta mesa ha tenido que fregar suelos para mantener a su familia, nadie ha tenido dificultades económicas aquí. A ella le gusta comer sola, se pone la tele y ve la telenovela, se siente mejor allí que aquí, creedme. Porque está en su mundo, no en el nuestro. —y en eso Marise tenía razón. La comida era el momento de relax de Lupita y le gustaba disfrutarlo en soledad. —Por cierto, tengo una vecina nueva exasperante. —ahora era cuando Marise rajaba hasta del apuntador. —Es amiga de Lauren Petersburg, pero son como el día y la noche. —Marise siempre había poseído aquella costumbre tan irritante y elaborada de referirse a las personas por su nombre y apellido, siempre que el apellido fuera uno bueno, claro, o por la empresa donde trabajan ellas o algún familiar, como tratando de hallar un fino hilo de conexión entre aquellos selectos elegidos. —Resulta que es nueva rica, una tía le dejó la herencia y ahora es una de esas personas que le tienen miedo al dinero y se priva de comprar objetos de lujo. No hay nada que soporte menos que un rico que intenta vivir como un comunista. Es una ordinariez.
Entonces se armó un debate sociopolítico en la mesa y Aidan deseó que Lupita le dejara ver la novela con ella, en su mundo.
***
—¡Mamma! ¡Bambi! Le calcio! —la voz chillona de Cece las alertó y ellas le hicieron caso, se levantaron de las hamacas y entraron de nuevo a la casa. Por el camino, Meggan le pasó un brazo por los hombros a Valeria y Valeria le rodeó la cintura a ella.—Te quiero mucho, ¿lo sabes, no? A ti y a toda tu familia. Estoy para lo que necesites. —le recordó.
—Lo sé. —le respondió Megg, le dio un beso en la frente y luego los tres se sentaron en el sofá, con Cece encima de las piernas de Meggan. Miraron hacia la tele.
Ya eran las ocho de la noche y se iba a jugar un partido de Champions. Manchester United vs AC Milan, Red Devils vs Il Diavolo, dos de los clubes míticos de Europa, jugando en el Teatro de los sueños, Old Trafford, un estadio en que todo niño y aficionado al fútbol quiere estar al menos una vez en su vida.
Los tifosi milaneses desplegaron un gran mosaico y encendieron bengalas rojas, la mayoría listos para disfrutar del espectáculo quedándose de pie para así pegar botes, como tenía que ser, igual que en Sudamérica, fieles a su tradición italiana de alborotadores, mientras la afición rival, la siempre distinguida afición de Manchester, con su respeto al rival, su primera fila de gradas casi a pie de campo y sus aplausos a los buenos jugadores contrarios, desplegaba otro en su lado del estadio. Se respiraba fútbol, las gradas estaban abarrotadas y los cánticos de uno y otro lado competían por hacerse oír más fuerte, en distinto idioma, pero con los mismos significados. El fútbol parecía igual en todas partes y los cánticos siempre sonaban igual.
—¡Bien! —Cece aplaudió cual hooligan de Liverpool enfervorizado cuando los jugadores del Milan saltaron al campo.
***
En Nueva York, los cinco ya había acabado de almorzar y estaban dispuestos a ver el partido también, mientras Roger buscaba el canal internacional de deportes. En Estados Unidos llamaban soccer o fútbol europeo al fútbol y seguía siendo un deporte relativamente poco popular, especialmente practicado y seguido por niñas y mujeres, con una selección muy exitosa desde los años 90, que quizás lo elegían por serles menos duro de practicar que el fútbol americano, el baloncesto o el béisbol. O quizás lo elegían porque es mejor deporte.
—Para encontrar el canal tienes que dejarte la vida. —comentó Batman, después de ver un montón de canales pasando cada vez que su padre le daba al mando.
—Nuestros compatriotas emitirán el fútbol en un canal de máxima audiencia, cuando estén seguros de que no puedan perder contra una selección de Oriente Medio. —comentó Annabelle con ironía,
Por fin apareció el partido en la tele y todos ocuparon los asientos: Marise, Annabelle, Aidan y Roger en el sofá y Batman en el suelo con las piernas a lo indio.
El partido comenzó de forma animada, el Manchester tenía la posesión, y el Milan lo dejaba jugar, pero los ingleses no conseguían llegar al área con asiduidad, pues el planteamiento del entrenador visitante había sido en plan catenaccio. El catenaccio, ese clásico italiano, tan criticado, tan aburrido, pero a la vez tan efectivo. El catenaccio es la prima fea del fútbol, pero de vez en cuando la necesitas. Aunque no en aquella ocasión, pasaron los minutos, y el juego del Milan se limitó a cortar los centros al área de los locales a base de despejes, y patadones para arriba. Como si fueran un equipo pequeño jugandose el descenso de categoría a final de temporada.
—Ni si quiera intentan alguna contra. —se quejó Aidan, que ya estaba aburrido, pero expectante a pesar de todo. Era el partido de ida de los Cuartos de final y conseguir un resultado bueno fuera de casa siempre era muy importante.
El Manchester empezaba a tirar a puerta con peligrosidad, y el portero de los rossoneros se tuvo que empezar a emplear a fondo, por suerte, era bastante bueno, pero no hay cosa más desquiciante para un aficionado que verse tan superado por el enemigo, cuando tu equipo está jugando tan mal te empiezas a desesperar, te acuerdas de la madre de algunos y le empiezas a gritar a la tele, ironizas sobre algún comentario tonto de los comentaristas, animando a los muñequitos a que corran más, que no fallen los pases, que el árbitro no pite esa falta tan absurda, que el entrenador haga un cambio y el otro, etc. En esas, el mediocentro defensivo tuvo que hacer una falta táctica para evitar un contragolpe y el árbitro indicó libre directo muy cerca al borde del área. El Manchester contaba con un lanzador experto, así que tomó carrerilla y la clavó de rosca en la escuadra derecha de la portería, sin dar posibilidades al cancerbero, a pesar de que hizo una buena estirada. 1-0.
Así acabó la primera parte.
***
El pobre Cece estaba triste por el panorama desolador, pero se animó mucho cuando los comentaristas informaron de que el entrenador parecía rectificar el planteamiento inicial e iba a sacar a su jugador favorito y a quitar al líbero de una vez. El jugador llevaba el número 13, como si quisiera hacer saber que la superstición no le daba miedo, aunque no había jugado desde el principio al tener molestias en un gemelo, la suerte con las lesiones siempre le había sonreído.
—¡Vamos! —gritó Cece emocionado y Meggan y Valeria aplaudieron con él.
Comenzó la segunda parte y el Milan se animó, empezaron a parecer otro equipo muy distinto, ahora intentaban jugar y dejar jugar, los balones llegaban al 13 y el 13 ponía pases a los demás desde su posición de mediapunta, regateó a un par de rivales, pero los defensas se hicieron respetar rápidamente a base de faltas duras. El central leñero nunca pasaba de moda y siempre sería una característica más del deporte.
—¡Falta, árbitro! —Cece se agarró el tutú con rabia y se quejó como lo hacían los adultos.
—Relájate, niño. —le dijo su madre, aunque verlo así al ser tan pequeño resultaba gracioso.
—¿Qué haces animando al Milan, Cece? Si tú eres tifosi del Inter, me lo dijo un pajarito el otro día. —Meggan lo picó con el eterno rival de los rossoneros.
—¡No! —Cece se enfurruñó un poco, pero se le quitó enseguida. —¡Vamos, vamos, ahora! —el trece se había escapado por dos defensores a trompicones y se había plantado delante del guardameta, en un uno contra uno, disparó, pero le pegó mal y falló estrepitosamente. —¡No!
—Qué malo. Eso lo hubiera metido hasta yo. —comentó Meggan con cierta diversión, pero estando apenada en realidad.
—Bambi… —Cece la miró como si fuera una traidora al burlarse del trece.
—Tranquilo, que va a marcar, no te preocupes, cielo.
Y efectivamente, después de una carrera alocada por la banda al aprovechar la defensa descolocada del Manchester, el trece volvió a pisar área, regateó al portero con una elástica muy bonita, en un gesto de excesiva confianza y chulería, y marcó a puerta vacía.
El cronista italiano se volvió loco.
''¡GOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOL! ¡GOL, GOL, GOL!
¡GOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOL! ¡GOOOOOOOOOOOOL DEL MILAN! ¡GOOOOOOOOOOL DE VAN GOL!''
—¡GOOOOOOOOOL! —Cece gritaba más fuerte que el comentarista porque había marcado su jugador favorito, su padre.
- Spoiler:
- Nombre: Lev Van Hepburn. Sus seres queridos le suelen llamar Shaggy, por el de Scooby-Doo, es su mote desde pequeño.
Datos relevantes: Es la oveja negra. Desde muy niño se interesó por todo tipo de deportes por culpa de su padre, y aunque empezó en baloncesto luego vio que la mayoría de sus amigos se decantaban por el fútbol y no quiso ser menos. Roger lo apuntó en las categorías inferiores del AS Bari, y así comenzó una prometedora carrera deportiva. Jugó en el primer equipo varias temporadas llevándolo a un ascenso a primera división 18 años después, y luego fichó por el Milan, su actual club. Se desempeña en la demarcación de mediapunta, aunque puede jugar también de extremo, y en menor medida de delantero centro. Aunque Nueva York siempre ha estado, y estará muy presente en su vida, considera a Italia su verdadero hogar. Debido a su doble nacionalidad pudo haber jugado con la selección de Estados Unidos, su país de nacimiento, o la selección italiana. Ambas selecciones se mostraron muy interesadas en que debutara con ellas, pero sin dudarlo se decantó por la Squadra Azzurra, defendiendo los colores de Italia. A pesar de que sabía que iba a tener más competencia para ganarse la titularidad y ser convocado. Quizás su mayor virtud psicológica, y su mayor talón de Aquiles es su intensidad. Tiene una relación de amor odio con la prensa, sobre todo con la prensa rosa, que le presta a su vida privada más atención de la que le gustaría. Es un jugador aguerrido y peleón, regateador, amante del alegre jogo bonito brasileño desde niño, pero con un carácter a veces demasiado conflictivo, lo que le ha provocado numerosos odios en hinchadas rivales y problemas. Incluso problemas con su familia, pues no se hablan desde hace un tiempo y ni siquiera pasó la Navidad en la Toscana con ellos. De todas formas, en Bari y en Milán es muy querido, y cuando juega en la Nazionale, juega toda Italia con él y a los aficionados se les olvidan sus colores, claro. Valeria fue su primera novia y mantuvieron la relación durante muchos años, y es el padre de Cece. Es el único de sus hermanos que no fue a la universidad, pero después de la secundaria obligatoria sus padres le exigieron que siguiera compaginando los estudios con el fútbol, por si no llegaba a ser profesional, y tiene el título superior de técnico electricista.Me emocioné con los datos relevantes de este
Descripción física:
Lev Van Hepburn se chupó un pulgar, dio un salto, se señaló el apellido a su espalda y después de abrazarse con sus compañeros se besó el dedo anular mirando a cámara, como si tuviera un anillo de casado invisible puesto. Le dedicó el gol a su hijo, al resto de su familia y a Valeria, a pesar de que ya no estaban juntos, todo el mundo sabía que se seguían queriendo y que tenían una bonita historia de amor a pesar de todo, llena de infidelidades por parte de ambos, llena de pasión, y llena de reencuentros que acababan siempre en esporádicas noches de sexo. No podían verse sin hacer el amor antes de despedirse hasta otra ocasión, pero sabían que no podían estar juntos, por sus trabajos y por muchas más cosas. Él le seguía dedicando goles igual que ella le seguía dedicando canciones. La aludida carraspeó y se levantó del sofá con el pretexto de tener que ir al baño, ella no estaba segura si el gol era para ella o para alguna chica que se hubiera follado la noche anterior… Va, en realidad, sí estaba segura y era eso lo que le dolía.
- Spoiler:
- Aprovecho para recomendar toda la música de Halsey aka Valeria. Las canciones pegan con el rol y lo gracioso es que los personajes y su historia estaban pensados antes de que la descubriera a ella.
Hurricane is my fav
Esta es repe, pero mola la versión:
***
—Bueno… —Aidan miró el reloj, ya no aguantaba más con la tensión que se respiraba en el ambiente, le quedaban veinte minutos para que acabara la hora de comer, Annabelle ya se había marchado también, así que decidió irse después del gol antes de que el partido acabara, se despidió de su abuela y se giró para irse.
—Espera, yo voy contigo, pero tengo que coger unos papeles en el despacho. —Batman decidió acompañarlo, pues él también iba a salir a hacer una gestión. Caminaron por el pasillo en extraño silencio, quizás apenados por la distancia que tenían todos con Shaggy. Abrió la puerta del despacho al llegar, pero la cerró de pronto.
—¿Qué pasa? —Aidan se dio cuenta de que el rostro se le había vuelto blanco como el papel.
—Nada. —mintió muy mal.
—¿Has visto un fantasma o qué? —se echó a reír.
Batman negó con la cabeza, con la cara tan impactada como si hubiera sobrevivido a un accidente.
—Igual los papeles están en mi cuarto…
—¿Qué… —Aidan decidió actuar por sí mismo, lo apartó de la puerta de un empujón y la abrió con cuidado, por alguna razón supo que tenía que abrirla sin hacer ruido. Annabelle estaba subida a la mesa de roble, rodeando con las piernas a Chuck, Chuck estaba delante de ella, creando un vaivén de dentro a fuera con la cadera. Ambos jadeaban y se comían la boca en un beso hambriento.
Aidan cerró rápidamente, apenas vio unos segundos, pero fueron los necesarios para que su cara se quedara igual que la del pediatra. Ya era bastante traumático pillar a tu hermana follando, pero verla follando con su medio tío, aquel chico que era como un primo para ellos, de la familia, aquel al que supuestamente odiaba, fue más traumático aún. —Esto no tiene sentido… —murmuró cuando pudo articular palabra, le dieron ganas de volver a abrir la puerta para asegurarse de que eran ellos, pero no se vio capaz.
—Nuestra hermana es Virginia Eliza Clemm. Lo de que la llame Annabel Lee tiene sentido más sentido todavía. —reflexionó Batman estúpidamente, todavía en shock.
- Explicación del mote de ''Annabel Lee'' y ''Virginia Eliza Clemm'':
- Os ahorro el viaje a Wikipedia.
Annabel Lee es el último poema completo compuesto por el escritor y poeta romántico estadounidense Edgar Allan Poe. Como en muchas de sus obras, explora la temática de la muerte de una hermosa mujer. El narrador, enamorado de Annabel Lee cuando eran jóvenes, continúa estándolo tras su muerte. Su amor hacia ella era tan fuerte que incluso los ángeles estaban celosos. Existe un debate sobre qué mujer, si es que la hubo, sirvió de inspiración para Annabel Lee. A pesar de que se han sugerido los nombres de varias, la candidata más creíble es su esposa, Virginia Eliza Clemm.
Virginia Eliza Clemm Poe. fue la esposa del escritor romántico estadounidense Edgar Allan Poe. Poe y ella eran primos terceros, y se casaron cuando ella tenía 13 años y él 27.
Los dos se alejaron de allí, saliendo al exterior.
—No me jodas… ¿Lo sabrá alguien? —se preguntó Aidan, sin saber si era un secreto a voces, aunque estaba seguro de que no era así, de que nadie de la familia lo sabía. O eso creía. —Menuda cara tienen, aquí, ¿y si papá hubiera abierto la puerta? —se mostró entre indignado y asqueado.
—Pero hemos sido nosotros. —Batman respiró hondo.
—Son de la misma sangre, es enfermizo.
—Bueno, sólo la mitad de sangre, hay gente que se lía con sus primos carnales en la adolescencia, no es tan raro…
—En la adolescencia, tú lo has dicho. —de repente meditó en la posibilidad de que estuvieran liados desde hacía tiempo, desde hacía años, y se sintió más engañado aún ante la idea.
—Las cosas nunca son lo que parecen con las mujeres de esta familia. —reflexionó Batman. —Creo…creo que debemos callarnos, no es justo delatarlos. Ni siquiera a mamá. —agregó, pues sabía que todavía era como el brazo derecho de la jefa. —No es asunto nuestro.
Aidan lo miró fijamente, estaba cansado de callarse, de no poder decir todo lo que quería y pensaba: Barton, Ruth, su padre con lo de Shaggy, su padre con lo de Meggan, Annabelle y Chuck… Aunque de todas formas, aquello era como algo demasiado embarazoso para compartirlo con el mundo, haber visto aquello era como ver que alguien se sacaba los mocos, los hacía bola y se los comía. Algo incómodo, algo que le daba vergüenza sólo de pensarlo.
—Esta familia tiene demasiados secretos... —sentenció y se dirigió a su coche, pensar en el peligro de su trabajo le producía menos estrés que su familia.
***
La alegría había durado poco, a los cinco minutos el Manchester remató un córner y marcó de estrategia. Curiosamente, lo metió de cabeza un jugador costarricense, un compatriota de Lupita, de orígenes tan humildes como los de ella. 2-1. El árbitro pitó el final y Cece se echó a llorar, Meggan lo consoló en sus brazos diciéndole que quedaba otro partido y que así era el deporte, que lo importante era competir aunque para ella fuera mentir, pero el crío era inconsolable, lloraba y lloraba como si se le hubiera muerto alguien, pues pensaba que su padre estaría muy triste y eso le daban ganas de llorar a él. A Meggan le enternecía demasiado verlo así, su cerebro le jugó una mala pasada y recordó a Daniel en ese momento, a su familia dividida, en lo mal que se sentía con todo en general, en lo triste que estaba ella también, así que empezó a llorar.
"El fútbol es el primer deporte del mundo, es el deporte más atractivo para todos los continentes. Si yo tuviera que decir por qué sucede eso, diría que es porque no siempre ganan los poderosos."
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