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4º Derrick Storm "STORM FRONT" [Traducido al Español COMPLETO]

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Mensaje por qwerty Vie Jul 05, 2013 7:54 am

Posteo el siguiente capítulo. No tengo idea de si llegaré a realizar la traducción del libro completa. Si con suerte (mucha suerte) consigo hacer 1 capítulo a la semana, de los 34 que tiene, conseguiría acabar el libro allá por Febrero o Marzo.

Como apenas tengo conexión de internet, aprovecho para hacer las cosas fuera de red, así cuando consigo algo de línea sólo es copiar/pegar.

Por ahora el libro no se encuentra en castellano, aunque una coletilla que nunca viene mal recordar adaptada a la serie Castle  es ésta:
Esta es una traducción echa por y para fans de la serie. Cuando encuentres en tu país este libro, no seas rata y cómpralo o léelo de la biblioteca municipal. Ayudarás a expandir el fenómeno Castle y a que la cadena nos ofrezca más productos como éste.

Además, tendrás en tus manos una traducción impecable realizada por profesionales.



CAPÍTULO 6







PROVINCIA DE JAWZJĀN, Afganistán


Desde el exterior, parecía que no había ningún interior. Eso es lo que lo hacía tan buen escondite.

Gregor Volkov se había topado con el complejo de cavernas a principios de los noventa, cuando era un agente joven con la policía secreta soviética conocida como la Komitet Gosudarstvennoy Bezopasnosti, cuando todavía existía en otro tiempo algo como la KGB.

Esto fue sólo unos pocos años después de que la URSS se hubiera dado por vencida públicamente en la locura de tratar de controlar Afganistán, y una década antes de que Estados Unidos emprendiera la misma misión inútil. Los soviéticos seguían teniendo operaciones secretas en el país, a pesar de ser evidente que no podrían conquistarla. En el vacío creado por la retirada Soviética, muchos grupos competían por el poder. Era una época salvaje en un lugar salvaje, lo cual lo hacía perfecto para Volkov, el lobo. Los talibanes fueron poco a poco tomando posiciones en algunas de las ciudades, pero fuera en las montañas, era lo mismo de como siempre había estado. La idea de que incluso había algo como una nación llamada Afganistán – o que los lugareños le debían algún sentido de lealtad – no estaba habitualmente aceptado. El poder político se ejercía detrás del cañón de un arma por quien tuviera la fortaleza de reivindicarlo.

Este tipo de estructura dirigente de fuerza-hace-derechos atrajo a Volkov. Cuando encontró la caverna, él sabía que la URSS no pasaría mucho tiempo más en este planeta. En cierto modo, era ambivalente sobre su desaparición. La Madre Rusia se había debilitado a sí misma mediante la adopción de tantos hijos a su cargo. Era mejor para Rusia que cortara el cordón umbilical y prosiguiera un imperio sin ellos. Mientras tanto, Volkov también concebía su propia independencia, una que implicara un futuro como profesional independiente. A medida que la URSS entraba en sus espasmos finales de disolución – y el orden comenzó a disiparse en el KGB - Volkov regresó a esta pequeña grieta en la ladera de una montaña y la convirtió en su base de operaciones.

A lo largo de los años, la había convertido en una plataforma de lanzamiento eficaz y un hogar confortable. La entrada tenía sólo unos pocos metros de ancho y bien cubierta con árboles. Pero en su interior, la naturaleza había excavado un laberinto generoso que se adentraba profundamente en la ladera de la montaña. Volkov contrató a trabajadores locales para ayudar a ampliar partes de la misma, suavizar otras, lo que se dice civilizarla. Luego mató a los trabajadores uno a uno, para protegerse de habladurías sobre ello.

A partir de ahí, instaló un sistema provisional de fontanería, con agua potable entubada desde un manantial cercano. Trajo generadores para darle electricidad y calor y aprovisionó suficientes barriles de diesel – robado del Ejército Rojo ya que estaba disuelto – para mantener las luces encendidas durante muchos años. Reemplazó los vacíos uno por uno. Instaló unos cuantos receptores satélite estratégicamente escondidos que le permitían comunicarse con el mundo exterior o, si así lo deseaba, simplemente ponerse cómodo y navegar por Internet.

Volkov podía ir y venir a su antojo, cruzando la frontera de Turkmenistán a través de los numerosos desfiladeros y puertos de montaña. No tenía que preocuparse de las autoridades, ya que no había ninguna. El único pasaporte que necesitaba era cualquier armamento automático o semiautomático que llevara en el momento. Los aldeanos más cercanos – quienes sólo sabían que estaba en algún lugar de las montañas y sólo lo veían cuando bajaba a la ciudad para suministros – vivían bajo un terror mortal hacia él. Había un señor de la guerra conocido por operar en la región. No se molestó con Volkov. Había suficiente espacio para todos, con cientos de kilómetros cuadrados de terreno montañoso prácticamente deshabitado. Además, Gregor Volkov no era el tipo de hombre que nadie escogería para tener una bronca con él.

Él sólo traía a su equipo aquí cuando necesitaba hacer algo, y ahora necesitaba su ayuda. Y así que, después de haber completado con éxito su último trabajo en Suiza, Volkov y su equipo pasaron una noche salvaje en Mónaco, consintiéndose sus gustos por mujeres, alcohol, drogas y juegos de azar. Luego robaron un MonEx4000, lo desmantelaron en piezas suficientemente pequeñas para ser transportadas sin ser detectadas, y luego volvieron a montar las piezas en la cueva, para que Volkov pudiera intentar convertir este trabajo ya de por sí rentable en algo aún más lucrativo.

"Yuri, ¿todavía no has conseguido el enlace seguro?" Ladró Volkov a un hombre joven con una melena de pelo rojo fuego recogido en una cola de caballo. Los dedos de Yuri volaban sobre el teclado que se conectaba a un ordenador que, a su vez, controlaba remotamente el ángulo y la dirección de las antenas parabólicas de Volkov.

"Sí, General, acabo de hacerme con ellos ahora", respondió Yuri. General. Volkov insistió a todos sus hombres que lo llamaran General. Él creía que si la URSS hubiera aguantado unida, él finalmente habría llegado a la cima de la KGB, y luego se hubiera trasladado a la milicia, donde habría ascendido a ese rango y ejercido su influencia en el Politburó. Que nada de eso hubiera pasado no cambiaba la opinión de Volkov que se le debían de dirigir de esa forma.

"¿Y tienes este terminal configurado?", insistió Volkov.

"Sí, General. He estado trabajando en ello, pero yo... "

"Muy bien, déjame ver entonces," interrumpió Volkov, cruzando el ramal de la cueva que servía como centro de comunicaciones.

El MonEx 4000, protegido por una carcasa de acero pintado de color beige, era del tamaño de un baúl y pesaba un quintal. No tenía aspecto de un servidor de gran tamaño. Hasta la fecha, no todos los aparatos electrónicos digitales se habían encogido hasta la palma de la mano, y éste era uno cuya complejidad requería de sus amplias dimensiones. Se ajustaba a la parte superior de una mesa que uno de sus subordinados había llevado al centro de comunicaciones.

"General, con el debido respeto, no entiendo porqué estamos haciendo esto", dijo Yuri.

"¿No entiendes qué?"

"Nuestro contratista nos paga generosamente por cada código de MonEx que le suministramos, ¿estoy en lo cierto?" Preguntó Yuri. Volkov no le había dicho a su equipo cómo de generosamente. Estaba consiguiendo un millón de dólares por código, sin embargo dijo a su equipo que eran cien mil. Cada miembro de los cinco hombres del equipo pensaba que estaba recibiendo un buen trato - diez mil por cada uno, y la otra mitad para Volkov. Si alguno de ellos sospechaba cómo era el reparto, de hecho, mucho menos justo que lo pactado, ninguno se atrevió a decir nada.

"Es correcto", afirmó Volkov sintiendo que su enojo comenzaba a crecer. No le gustaba ser cuestionado por un subordinado.

"Entonces, ¿por qué no nos mantenemos suministrando códigos? A cien mil por matar cada banquero chupatintas – es buen dinero por trabajo fácil, ¿verdad?"

"Debería darte vergüenza, Yuri. Piensas a lo pequeño", refunfuñó Volkov.

"¿Cómo es eso, General?"

"Simple lógica. Si alguien está dispuesto a pagarnos cien mil dólares por un código, debe valer más que eso, ¿no?" Especialmente cuando él nos está pagando en realidad un millón, pensó Volkov.

"Pero tal vez sólo vale mucho para él", rebatió Yuri. "Quizás deberíamos..."

"Yuri", dijo Volkov agarrando la cola de caballo del joven y sacudiéndola atrás. Los ojos de Yuri se abrieron exageradamente cuando Volkov aprisionó su garganta. "Tienes razón en que quizás no seamos capaces de aprovechar estos códigos para nuestro propio beneficio, en ese caso aceptaremos nuestra recompensa y pasaremos a nuestro próximo trabajo. Pero me gustaría pensar con optimismo. ¿No quieres ser un optimista, Yuri? "

"Sí, General," asfixiándose.

"En el ajedrez, un gran maestro no sólo plantea el juego de una forma", dijo Volkov, inclinando la cabeza de Yuri más atrás. "Tiene muchas estrategias diferentes, todas trabajando al mismo tiempo. De esa manera él está preparado, no importa lo que haga su oponente. ¿Entiendes esto? "

"Sí, General."

"Pierdo el tiempo contigo, Yuri. Enséñame lo que tienes", ordenó Volkov y lo soltó. Luego se ajustó instintivamente su parche del ojo, el cual había sido desplazado ligeramente de su posición.

Yuri se frotó el cuello. No le entusiasmaba lo que tenía que decir a continuación.

"Ese es el problema, General. Yo no... Nosotros no... Nosotros no tenemos nada".

"¿Qué quieres decir? El terminal fue perfectamente ensamblado de nuevo. Tomamos fotos. Yo mismo estudié los esquemas. "El volumen de voz de Volkov se incrementó en un crescendo hasta al menos un mezzo forte.

"No es eso, General. Yo..."

"¿Es la conexión? Pensé que habías dicho que tenías los satélites configurados adecuadamente".

"Sí, General, lo hice. Es sólo que..."

Volkov estaba ahora en forte. "Entonces, ¿cuál es el problema?"

"Es esto", dijo Yuri, inclinando la pantalla para enfrentarla directamente con Volkov.

El ojo sano del ruso escaneó de lado a lado el texto de la pantalla, su confusión crecía con cada segundo que pasaba. No es que las letras fueran desconocidas – pertenecían al alfabeto romano, el que le habían enseñado a Volkov hacía mucho tiempo. No es que las palabras fueran indescifrables – era claramente Inglés, el cual Volkov hablaba con fluidez. Pero la pantalla, analizándola en su totalidad, era incomprensible. O al menos lo era incomprensible para alguien que no había recibido una amplia formación en las singularidades del exclusivo sistema operativo del MonEx. Y ninguno, ni Yuri ni Volkov la tenían.

"¿Has introducido el código correctamente?"

"Sí, General. Lo volví a comprobar dos veces."

"Entonces, ¿Qué es... Qué es esto?"

"No estoy seguro", dijo Yuri.

"Tenemos que ser capaces de... transferir fondos fuera de alguna manera... o ... de algo."

"Lo he intentado, General. Como puede ver, la func…."

"Quítate de en medio," ordenó Volkov, agarrando la camisa de Yuri y usándola como tirador para lanzarlo bruscamente de la silla.

Volkov se sentó, ladeó su ojo sano a la pantalla, e inspeccionó el teclado. Alrededor del familiar teclado QWERTY había filas y columnas de botones con una utilidad que ni siquiera podía adivinar. Él tecleó ‘transfer funds’. La pantalla se iluminó con:


[INVALID COMMAND ERROR]



‘Access account’, tecleó de nuevo Volkov.


[INVALID COMMAND ERROR]



‘Show funds’, intentó Volkov.


[INVALID COMMAND ERROR]



Con cada mensaje de error, Volkov sentía que su presión arterial aumentaba. Comenzó a probar pulsando los botones extraños de todo el lateral. Algunos no hicieron nada. Otros hicieron cosas aleatorias, caracteres de aspecto extraño aparecieron en la pantalla – o cadenas de caracteres que no tenían sentido para Volkov. Entonces hubo una serie de mensajes de error desconcertantes:


[IMPROPER NULL FUNCTION]



O:


[OPERATOR VOIDED TRANSACTION]



O:


[INTERNAL CONSISTENCY CONFLICT]



O, más sencilla y más frecuente:


[ACCESS DENIED]



Esto no llevaba a ninguna parte. La ira de Volkov sólo crecía. En primer lugar, el MonEx no había sido fácil de robar. Luego había sido mucho más difícil pasarlo de contrabando a este país y cargarlo hasta la montaña. Debía ser recompensado por este esfuerzo, no penalizado bloqueado por ello. Volkov se puso en pie y gruñó a Yuri.

"¡Siéntate!", ordenó Volkov. "¿Cómo te atreves a rehusar de tu deber?"

"Pero, General, yo..."

"¡Dijiste que podías realizar este trabajo!"

"Pensé que estaba basado en Linux," protestó Yuri. "No sabía que tenía su propio sistema operativo. He estado tratando de encontrar un manual de instrucciones, pero es necesario tener un código de licencia y nosotros no–"

"¡Tus excusas son poco convincentes!", bramó Volkov. Él estaba en un fortissimo máximo.

"General, si pudiera por favor darme una semana o do–"

"No tenemos una o dos semanas", escupió Volkov.

"Tenemos una fecha límite."

Y la tenían. El contratista de Volkov había sido muy explícito: Volkov tenía que entregar seis códigos, de los seis banqueros designados, todos en una estricta línea de tiempo marcada. Si Volkov no cumplía con alguno de ellos, no se le pagaba un centavo. Difícilmente podía pedir más tiempo porque estaba tratando de encontrar la manera de utilizar los códigos para sus propios fines ilícitos.

"General, yo..."

"Su incompetencia me irrita", dijo Volkov.

"Pero, General, si –"

El resto de la frase nunca la pronunció. Volkov agarró la Ruger de su cartuchera, la sostuvo contra la frente de Yuri, y apretó el gatillo tres veces en una rápida sucesión. Cintas de disparos carmesí surcaron la habitación, seguida por la carne y sesos que previamente pertenecían a Yuri.

Los otros dos miembros del equipo entraron precipitadamente dentro del centro de comunicaciones para responder al fuego. Se detuvieron en seco cuando vieron que los hilos rojizos que fluían en la cabeza de Yuri no eran, por primera vez, solamente su cabello. Volkov pasó entre ellos y en el trayecto de salida de la habitación habló una vez más.

"Yuri ha decidido retirarse", dijo. "Sacadlo de aquí."

"Sí, General."

"Y cuando hayáis terminado con eso, equipaos", ordenó Volkov. "Tenemos otro trabajo que hacer."

"Oh", añadió mirando al MonEx, "y encontradme a alguien que sepa cómo funciona esa máquina."




* * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * *




Alguna vez dejaré cosas que me he ido encontrando en la traducción, unas serán ideas mías, otras datos o cosas que me he ido encontrando al ir realizando la traducción.

Nota.Traducción 1: He dudado en traducir los códigos que escribía Volkov y lo que mostraba la pantalla el MonEx4000. Así que como tecleaba el texto en inglés que era lo que la máquina entendía, lo he dejado tal cual.

Por si alguien no entiende lo que significan los comandos vendrían a ser esto:

Spoiler:



N.T 2: Politburó: Buró Político del Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética. Es decir, el órgano ejecutivo del partido comunista.

Spoiler:



N.T 3: En este capítulo hace referencia al crescendo, mezzo forte, forte, fortissimo. Es fácil adivinar que se trata del volumen de sonido. Estos términos se utilizan en solfeo para modificar el matiz de una obra.

Ahora lo acabo de complicar. Mini-clase de solfeo:

Spoiler:

Saludos.
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4º Derrick Storm  "STORM FRONT"  [Traducido al Español COMPLETO] - Página 2 Empty Re: 4º Derrick Storm "STORM FRONT" [Traducido al Español COMPLETO]

Mensaje por qwerty Vie Jul 12, 2013 5:13 am

CAPÍTULO 7






FAIRFAX, Virginia


Derrick Storm se deslizó entre las sombras del final de la tarde, acercándose a favor del viento desde el sudoeste. Su vuelo a París no salía hasta la noche. Tenía tiempo para una misión rápida.

La casa objetivo era una vivienda de dos alturas, construida en la época de los Feos Setenta y enclavada en el corazón de un barrio residencial típico de la costa este. Las otras viviendas cercanas se habían convertido en derribos o candidatas a ampliaciones. Ésta no. Esencialmente era la misma casa que fue el día en que los primeros propietarios se instalaron. Había sido bien conservada, aunque sólo tenía una bonita arquitectura paisajística que podía hacer salvar la cosa desde su propia falta de elegancia de base.

Storm se movió con confianza calculada. Estaba armado, una pistola anudada a su pecho y otra amarrada a su tobillo. Su conocimiento del interior de la casa objetivo era absoluto. Conocía cada uno de sus rincones, desde sus tres dormitorios con alfombras de pelo largo a su estrecha cocina, o al cuarto de baño alicatado con mosaico Aqua Blanco de cuatro colores. Conocía sus puntos débiles, sus accesos y egresos, la trampilla parcialmente oculta. Sabía cómo vibraba la canal de aguas pluviales y saltaba a una de las habitaciones del segundo piso. El trazado de planta estaba prácticamente incrustado en su cabeza.

Se detuvo en lo que reconoció que serían los puntos ciegos, invisible a cualquiera de los ocupantes de la casa. Esto era lo que Derrick Storm había entrenado mucho tiempo de sí mismo: ver sin ser visto, escabullirse sin hacerse notar. Era el sigilo personificado. Él era como el viento, estaba ahí pero siempre oculto. No haría detectar su presencia, ni siquiera mientras rodeaba la casa a una distancia de ataque, pasando de un árbol a otro, cada vez más cerca del objetivo.

Los últimos seis metros desde su último escondite hasta la casa era terreno abierto. Esta era la parte más peligrosa del trabajo. Estudió la casa en busca de signos de alarma y, al no ver ninguno, hizo una pausa para recomponerse. Luego realizó un perfecto sprint hacia el lado de la casa más cercano al garaje.

Se detuvo de nuevo, escuchando con atención incluso el más pequeño indicio que nadie en el interior se hubiera percatado de su presencia. No había ninguno. El ritmo del final de la tarde no estaba alterado en este vecindario.

Storm se permitió una pequeña ojeada tras la esquina. El garaje era del tipo de dos plazas, con una única puerta amplia cubriendo las dos plazas. Había un hombre en el interior, trabajando en un coche. Un partido de los Orioles crepitaba en una antigua radio Westinghouse, la suave voz de Fred Manfra lograba superar algunos transistores seriamente desgastados.

Storm se quedó pegado contra el lateral de la casa, esperando a que su corazón volviera a un rango aceptable. No podía haber ningún error en esta operación. Necesitaba una sorpresa total, y estaba seguro que la había logrado. Con un último...

"¡Por los clavos de Cristo!, si vas a acercarte sigilosamente a un viejo agente del FBI, intenta no usar esos zapatos de marica italianos, ¿eh?", Una voz resonó desde el interior. "¿Cuántas veces tengo que decírtelo, muchacho?: suela de goma. Nunca te equivocarás con suela de goma".

Derrick Storm frunció el ceño, dejando su escondite giró la esquina. "Hola, papá".

Carl Storm dejó caer el trapo manchado de grasa que había estado blandiendo y rodeó el coche para agarrar a su hijo en un abrazo de oso. Al igual que su hijo, Carl tenía una constitución sólida. Él medía un poco menos de metro ochenta, y ya pesar de que Derrick tenía a su viejo tamborileándole la espalda casi 10 cm por debajo de él – con su metro ochenta y ocho de altura y 105 kilos de sólido músculo  – todavía se sentía pequeño en los brazos de su padre. Esperaba que siempre fuera así, pero sabía por otro lado que no era así. Era evidente que Carl había perdido parte de su vitalidad en los últimos años. Su piel se estaba acartonando, indicio de ancianidad. Su cojera, que antes sólo se manifestaba en días de lluvia, era cada vez más notoria.

Sin embargo, incluso con sus sesenta y muchos, no deberías apostar contra el viejo en un concurso de pulsos.

"¿Cómo está mi chico?", preguntó, dando un golpe sólido a Derrick en la espalda.

"Estoy bien, papá", respondió Derrick.

"¿Qué te trae por aquí?"

"Eres es el único padre que tengo. Pensé que te debía una visita."

"¿Cuántas veces te tengo dicho que no puedes embustir a un embustero? Estás aquí por trabajo".

"Eso es clasificado, agente Storm. Estoy bastante seguro que la CIA no quiere sus secretos compartidos con el FBI ", respondió Derrick.

"Incluso a un viejo jamelgo jubilado como yo?"

Derrick cambió de tema: "¿Qué pasa con el Buick?"

Carl golpeó el lateral de su Buick Electra del 86, del que él era el propietario inicial. A pesar de que él había sido un niño pequeño en esa época, Derrick aún podía recordar el día en que su padre trajo el coche a casa, rebosante de orgullo. Le dio a su hijo una larga charla – acerca de la importancia de comprar en Estados Unidos – un discurso que al parecer había calado, dado el fetichismo de Derrick por los Ford – y ese día se llevaron el Electra a dar una vuelta. Derrick se sentó en la parte trasera, en los asientos de tela aterciopelada tan suave que podía escribir su nombre en ellos. Todavía podía oír a su padre alabando los vehículos "pickup", cuando aplastó el acelerador y el motor V6 de 3,8 litros lanzó el coche a toda velocidad por un camino poco transitado.

En aquel entonces parecía una lujosa máquina devora carreteras. Ahora parecía una caja rodante, posiblemente dos generaciones separaban los Buicks de apariencia de portaaviones de los sesenta y setenta. La última vez que Derrick había mirado el cuentakilómetros, leyó 57332 – pero eso era engañoso, ya que había dado la vuelta al menos tres veces. El que Carl lo hubiera mantenido sobre la carretera todo este tiempo era un testimonio de su habilidad para la mecánica, su parquedad y, sobre todo, de su terquedad.

"El maldito ventilador del radiador sólo trabaja a una velocidad," gruñó Carl. "Ventila en baja todo el tiempo."

Derrick se acercó a echar un vistazo. Una de las características más inusuales de este particular Buick era que su capó era abatible por delante y se abría alejándose del parabrisas, lo contrario a casi todos los vehículos que alguna vez salieron de la cadena de producción de Detroit. Esto hacía que diera un enorme dolor al trabajar en él, lo cual hizo que Carl fuera mucho más fiel al mismo.

"Recoloqué el ventilador y el relé y el condenado todavía no anda bien", explicó Carl. "Puedo hacerlo funcionar eléctricamente a través de un interruptor externo de palanca y conseguir que funcione. Pero tan pronto como lo ensamblo como toca, no trabaja con las diferentes velocidades. Sólo en baja".

"¿Comprobaste los fusibles?", preguntó Derrick.

"¿Qué? ¿Tengo pinta como si me hubieran golpeado anoche con un idiotizador?"

"Sí, pero decidí ser cortés y no decirlo."

Carl gruñó. Derrick estudió la unidad culpable y el cableado que salía de ella, maravillado por la relativa simplicidad de las entrañas del Buick. Tal como Carl había criticado muchas veces, los coches modernos estaban gobernados en gran medida por sus diversos sistemas informáticos. A menos que tuvieras tu propio ordenador para ejecutar diagnósticos en ellos, podría ser virtualmente imposible de arreglar para un mecánico casero. Es por eso que Carl se negó a deshacerse del Buick: sus problemas, aunque a veces innumerables, eran por lo menos reparables sin ayuda digital. Ninguno de los hombres necesitaba decir una plegaria, los dos seguros de conseguirlo.

En la radio, los Orioles habían presionado con tres carreras en el final de la séptima entrada para tomar una ventaja de 6-5 sobre los Ángeles.

"Es bueno tener a Markakis de vuelta", comentó Carl. "Habríamos ganado a los Yankees el pasado octubre si hubiéramos tenido a Markakis en la alineación".

En la residencia Storm, los Orioles habían sido "nosotros". Con unas pocas excepciones, éste había sido un acto de sufrimiento compartido por los hombres Storm.

"Hubiéramos derrotado a los Yankees si Jimmy Johnson hubiera sido Jimmy Johnson", reprochó Derrick.

"No sabía que todavía prestaras esa especial atención."

"Hay cosas que están en la sangre, tanto si las quieres como si no, viejo."

"Hey, fueron sólo quince años de apariciones de postemporada", dijo Carl, luego añadió en voz baja: "Mejor no ser otras quince o yo no podría hacerlo."

Derrick dejó pasar el comentario macabro.

"Veo que la vieja Westinghouse todavía funciona".

"Sí. ¿Por qué? ¿Quieres desmontarla de nuevo?".

Derrick se echó a reír. Cuando era niño, su padre había hecho hincapié en que su hijo supiera cómo desmontar y volver a montar una radio – y entender las funciones de todas las partes que viera por el camino – como si esto fuera una habilidad de supervivencia básica que todo jovencito necesita.

"Preocupémonos sólo por el coche, papá."

El joven Storm examinó primero visualmente el Buick, luego con sus manos. Pronto, dirigió su atención hacia un manojo de cables próximos al depósito del líquido del limpiaparabrisas.

"Aquí está el problema", dijo. "Echa un vistazo al cable del fusible".

Carl frunció el ceño, maldijo, agarró unas gafas de farmacia de su mesa de trabajo. Una vez que las lentes las encaramó sobre la punta de la nariz, alumbró con una linterna al área afectada. "Seré condenado", dijo, mirando a un cable que había sido frito al estilo sureño en una maraña fundida. "No puedo creer que pasara eso por alto."

"Estoy bastante seguro de que esto es tu culpable", dijo Derrick.

Carl echó un vistazo a su reloj de pulsera, un Casio que por lo menos era tan antiguo como el coche. "La tienda de repuestos está cerrando. Puedo enfrentarme a esto por la mañana. Tomemos una cerveza".

Derrick siguió a su padre en el túnel del tiempo a lo que era su casa de la infancia. Poco había cambiado en la casa en sus bien pasados treinta años. La casa clamaba por el toque femenino, pero la madre de Storm había fallecido en un accidente de coche cuando tenía cinco años. Derrick sólo tenía vagos recuerdos y sabía muy poco de ella. Lo único que su padre le dijo alguna vez de ella era "Ella era una mujer formidable, tu madre." Luego hacía una excusa para salir de la habitación.

Carl revisó la ya de por sí desértica nevera – los actuales habitantes: mayonesa, lonchas de queso Kraft, lechuga amarillenta, panecillos de hamburguesa lo suficientemente resecos para ser frágiles al tacto – y cogió dos latas de Pabst Blue Ribbon de un paquete medio vacío de veinticuatro. En sus años alejado de su padre, Derrick había desarrollado un paladar para las cervezas artesanales en sus distintas variedades. Actualmente se estaba dejando llevar por la fase IPA. Pero en la casa de su padre, honró la costumbre local: una cerveza americana de gran producción industrial.

Se acomodaron en los asientos de la sala de estar – Carl en su sillón reclinable favorito marca Barcalounger, Derrick en el sofá de estampado cachemir – y abrieron las cervezas. Esto era una especie de ritual no-oficial entre los chicos Storm. Derrick compartía la mayoría de sus casos con su padre. En parte porque él valoraba los conocimientos de su padre. Pero sobre todo porque Carl Storm era su póliza de seguros. Jedediah Jones dejaría a Derrick Storm pudrirse en esa prisión tibetana si era políticamente conveniente. Carl Storm nunca descansaría hasta que su hijo regresara de manera segura.

Y así, mientras bebían, Derrick contó a su padre sobre el reguero de banqueros muertos, la certeza de la mano perversa de Volkov en el trabajo, y la posibilidad de la participación China. Carl Storm escuchaba con el oído ejercitado de un investigador experimentado. Carl había hecho carrera en el FBI, uniéndose al Departamento en una época cuando aquello no era tan refinado como se había convertido desde entonces. En aquella época, era más una unidad de currantes para la resolución de crímenes. Sus trajes eran más baratos y del mismo modo lo era su formación. La influencia de Hollywood todavía no los había transformado en supuestos superpolis. Eran más bien como policías normales, aunque muy buenos. Todavía no conseguirías de Carl Storm cómo J. Edgar Hoover realmente consiguió la mala reputación de los medios de comunicación.

De todas las cosas que Carl había enseñado a Derrick a través de los años, la capacidad de pensar como un detective fue la principal de ellas. En muchos sentidos, las habilidades del hijo ahora superaban a las del padre. Pero el viejo todavía podía sorprenderlo. A Derrick le llevó el tiempo de dos cervezas para exponerlo todo.

"Parece que tus compañeros espías están demasiado centrados en la búsqueda de un vínculo entre los sospechosos que entre una persona o un negocio", dijo Carl cuando Derrick hubo terminado. "¿Y si el vínculo es lo que hicieron por separado? Dijiste que Kornblum y Motoshige tenían sus manos en un montón de cosas, pero Sorenson sólo hizo esos intercambios de dinero exorbitados, ¿es eso correcto?"

Derrick asintió. Carl continuó: "Entonces esto es sólo una teoría que lanzo al aire hasta que venga algo mejor, los intercambios de dinero podrían ser su elemento común. Es la única cosa que los tres compartían, que sepamos a ciencia cierta".

"Buen punto", dijo Derrick.

"Maldita sea, sí. Claro que es un buen punto. Mira, hijo, sé que piensas que tu padre no sabe mover su culo de la primera base, pero si he aprendido algo en mis años en el Departamento, es que este tipo de cosas siempre se reducen a una cosa: dinero. Sigue el dinero, y encontrarás tu tipo malo".

"Entonces, ¿cómo lo hago en este caso?"

"¿Me estás preguntado? Por el amor de Dios, apenas puedo dar el cambio en el supermercado. Sin embargo, te voy a decir una cosa, y esto es porque no me gusta cómo suena nada de esto. ¿Cuántas veces tengo que decirte, no puedes confiar en esos agentes secretos de la CIA? Te están preparando una trampa para algo y tú ni siquiera sabes el qué. Esa mujer Clara Strike es un problema andante. ¿Está involucrada en esto?"

"No que yo sepa."

"Ya, pero ese mal nacido de Jedediah Jones lo está, estoy seguro. Ese hombre es una vívora en la hierba".

Derrick no necesita que se lo recordase. Para usar una analogía de béisbol, Derrick era como un bateador emergente contratado para enfrentarse a un pitcher que nunca había visto antes. El tipo podría tirar deslizantes bajas y eliminarlo. O su primer lanzamiento podría ser un bateo recto de 160 kilómetros por hora dirigida a la oreja de Derrick.

Mientras el cerebro de Derrick runruneaba, los ojos de Carl involuntariamente derivaron hacia la fotografía de la madre de Derrick que todavía decoraba la repisa de la chimenea. Ella había sido una mujer hermosa – los fuertes rasgos de su hijo venían directamente de ella – y ahora ella estaba preservada en el tiempo. La imagen, como todo lo demás en la casa, se volvía lentamente más anticuada, con cada año que pasaba.

"Tendré cuidado", dijo Derrick, luego levantó la vista a la fotografía.

"Es difícil no echarla de menos, ¿verdad?"

"Ella era una mujer formidable, tu madre," dijo Carl Storm. Luego aplastó su lata de cerveza entre sus manos y se levantó de un salto con sorprendente agilidad del Barcalounger. "De todos modos, si te vas a quedar a cenar, podríamos pedir una pizza o algo. Realmente no tengo comida en casa. Voy a ducharme".

Derrick escuchó cómo la ducha del baño principal de arriba se encendía. En unas pocas horas, tendría que ir al aeropuerto y tomar un vuelo nocturno hacia el este. Tenía tiempo para la cena. Buscó un menú, descolgó el teléfono y pidió un gran pastel de carne que sabía que iba a ser devorado sin mencionar a la mujer que los observaba desde su lugar en la repisa de la chimenea.

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Mensaje por qwerty Jue Jul 25, 2013 7:37 pm

CAPÍTULO 8





WASHINGTON, Distrito de Columbia.


Escasamente a treinta kilómetros del hogar solariego de los Storm, a tan sólo un corto trayecto por la interestatal 66 y al final de Constitution Ave., el senador Donald Whitmer (Republicano - Alabama) se paseaba de un lado a otro dentro de su despacho de director del edificio Dirksen de oficinas del Senado. Y estaba que estaba pestes.

Generalmente, sólo había una cosa que conseguiría llevar a Donny Whitmer a esta histeria, y eso era si el equipo de fútbol Alabama Crimson Tide perdía por alguna razón.

Sin darse cuenta Jack Porter había dado un traspié en un segundo.

"Te equivocas", Whitmer rugió a Porter. "Me-cago-en-Dios, esto es imposible."

Porter era un encuestador. El mejor. El profesional de los profesionales, lo había sido cerca de veinte años, y había desarrollado metodologías estadísticas que habrían sido la envidia de Gallup, Quinnipiac, y cualquier otro encuestador de ahí fuera – si tan sólo tuvieran constancia de ellas. Había estando aconsejando a las fuerzas de las sedes electorales hacia la toma de posesión de presidentes – y futuros presidentes – congresistas, senadores, casi cualquier persona que pudiera permitirse pagar sus tarifas.

Esta era la tercera campaña en que Porter había trabajado para el senador de Alabama. En las dos primeras campañas su información había dado en el blanco. Mes tras mes había identificado los puntos fuertes y las debilidades del candidato con los votantes, cosa que permitió a la campaña de Whitmer adaptar su mensaje y el objetivo de su manera de hablar. En las últimas semanas, le dijo a Whitmer dónde colocar sus recursos exactamente. Su encuesta final, siempre había resultado ser de una precisión de un punto porcentual sobre los resultados electorales reales.

Era un buen hombre. Inteligente. Honorable. Y nunca se equivocaba.

"Te equivocas, te equivocas, te equivocas", gritó el senador Whitmer.

"Lo siento, senador", se excusó Porter. "Pero los números son lo que son."

Trece puntos por debajo. Eso es lo que Porter estaba tratando de decirle. Pero no había forma posible que él estuviera trece puntos por debajo. Él era Donny Whitmer, maldita sea. Como presidente del todopoderoso Comité de Asignaciones del Senado, Whitmer era el tipo de hombre que podía convertir un miembro del gabinete en un servil alcahuete, tener a un gobernador arrastrándose sobre manos y rodillas, o hacer saltar a algún miembro de un piquete a través de un aro de fuego.

Durante veinticuatro años en Washington, Whitmer se había dado a conocer como un legislador que podía manejar los hilos del dinero del gobierno y espolvorear oro en casi cualquier cosa. Se entregó a su circunscripción en innumerables ocasiones, el rey indiscutible del proyecto del amiguismo. Había no sólo puentes a ninguna parte en algunas zonas de Alabama, había puentes desde ninguna parte, una hazaña todavía más impresionante. No había proyecto personal para el que no pudiera conseguir financiación, incluso si era relativamente poca cosa. Doscientos mil dólares por un museo para niños. Cuatrocientos por algún pequeño parque de la ciudad. Ochocientos para preservar algún hito histórico.

No costaba mucho, relativamente hablando, hacer que la gente sintiera que ellos te pertenecieran para siempre. Y Donny lo había estado haciendo durante años. Ahora con cabello plateado y setenta, todavía se consideraba a sí mismo en la cima de sus poderes. Estaba con el número nueve en la lista de la revista Washington Magazine’s "Las Cien Personas Más Poderosas en Washington DC". En años nunca había estado fuera de los veinte primeros.

Así que no había manera, simplemente ninguna jodida manera, que estuviera trece puntos abajo – en unas primarias nada más ni nada menos – de algún propagandista gilipollas del Tea Party.

"Pero eso es... ¿Qué estúpida plaga está descendiendo en ese estado mío?"

Porter levantó una gruesa carpeta blanca de su regazo y pasó las páginas a tacos hasta que llegó a la parte que necesitaba. "Estos son sus números entre los cristianos multiconfesionales. Usted es el verde. Él es el rojo".

Porter sostuvo una página en que la barra roja se extendía notablemente más allá de la barra verde.

"Santa Madre de Dios", dijo Whitmer.

"Aquí tiene a los Baptistas", dijo Porter, girando una hoja para poner al descubierto una página que parecía idéntica a la anterior.

"Oh, dulce Jesús."

"Los Metodistas pintan como esto", continuó Porter. Las barras estaban un poco más cercanas de longitud, pero la roja todavía fácilmente distanciada de la verde.

"Y aquí están los Episcopales," terminó Porter, levantando otra página que no era nada pero más malas noticias para el senador.

"¿Desde cuándo el averno crea Episcopales para dar una mierda sobre religión?" Exigió Whitmer. "Oh, Jesucristo, ¿Qué me dices de los ateos?"

"Ah... todos son Demócratas, señor."

"Está bien, está bien, me enferma hablar de los malditos fanáticos de Jesús", decía Whitmer. "Ellos van con esos hijos de puta del Tea Party. Capto la idea. Hablemos de geografía. Tiene que haber algún lugar del estado en el que esté haciéndolo bien. Tal vez podamos levantar sobre eso".

Porter asintió con la cabeza, pasó montones de páginas de su carpeta hasta que llegó al lugar correcto.

"Está bien, hemos hecho trabajo a nivel de condado. Si quiere que hilemos más fino que eso, podemos, pero eso va a añadir a la estimación que le di", dijo Porter.

"Por condado está bien", aceptó Whitmer.

"De acuerdo. Lo está haciendo mejor en la parte sur del estado. Los condados de Mobile y Baldwin todavía recuerdan todo lo que hizo después del vertido de BP".

"Maldita sea que sí," bramó Whitmer. "Y bien que deberían. Hay doscientas mil personas en Mobile. Quizás deberíamos ir para asegurar que salgan y voten".

"Bueno, le dije que lo estaba haciendo mejor allí. No le he dicho que estaba ganando. Es prácticamente un empate técnico".

"Oh", se contrarió Whitmer.

"Yo sigo recomendando un esfuerzo allí del tipo  desentierra-el-voto", explicó Porter.

"Por supuesto."

"Si observa, esas son áreas de relativa fortaleza. Las áreas débiles son, en fin, aquí. Puede verlas por sí mismo. De nuevo, usted es el tono verdoso. Él es el de los tonos rojos. Los lazos estadísticos son grises".

Porter sostuvo una página con un mapa de Alabama. Había una mancha verde en Marengo, condado de la residencia del senador. Había algo de gris a lo largo de la costa sur. A parte de eso, todo el mapa estaba inundado en distintos tonos de rojo. Cuanto más rural más rojo. Algunas áreas eran prácticamente magenta.

"Oh, Jesucristo", dijo Whitmer de nuevo. Rebuscó en su cajón y sacó una petaca de vodka. Tenía un almuerzo al que asistir y no quería oler a bourbon.

"Bien, es interesante que deba comunicarse de esta manera, porque tengo que decirle, algunos de estos votantes cristianos que encuestamos hicieron alusión a su tendencia a blasfemar. Es posible que desee reducir..."

"Re-hostia puta, no me digas cómo hablar, muchacho", reprendió Whitmer. "Sólo dime qué hacer con esos trece jodidos puntos."

"Un escándalo vendría muy bien, señor", dijo Porter, serenamente. "Le tiende una trampa con una meretriz, y se filtran las imágenes a la prensa."

Whitmer ya estaba sacudiendo la cabeza. "Intentamos eso antes de que supiéramos que fuera tan grande como esta amenaza. No funcionó. El hijoputa tiene demasiado de Jesús en él. Reprendió a la mujer por tratar de seducir a un hombre casado, sermoneó a la mujer sobre la santidad del matrimonio, a continuación efectivamente hizo que ella rezara con él. Lo último que supe, fue que ella se enroló de voluntaria en la oficina de campaña y que va a su condenada iglesia".

Porter asimiló esto un momento. "Bueno, entonces sólo hay una cosa que va a hacer funcionar la estafa: dinero. Es un poco tarde en el juego, pero tampoco demasiado tarde. Si lanza publicidad de gran bombardeo – desde Huntsville a Birmingham a Mobile por cada pequeña ciudad que haya en medio – usted será capaz de atarle las piernas al tipo en sus propias narices. Pero tendrá que ser negativo, muy duro y realmente rápido".

"Eso es", aceptó Whitmer. "Sí, ya sabes, me gusta cómo suena eso. Dile a la gente que es judío. Engalanado con una kipá. Mejor aún, musulmán. O gay. ¿Cuánto necesito?"

"¿Cuánto tienes en tus arcas de guerra?"

"Un millón doscientos".

"No es suficiente", dijo Porter. "Estamos hablando de una desventaja de dos dígitos. Usted necesitará al menos cinco millones para mover la aguja".

"Jesús", dijo Whitmer.

Olvidó el vodka. Whitmer se acercó a los vasos altos de highball que guardaba en la biblioteca de la pared del fondo. Abrió un armario, sacó una botella de whisky Clyde May’s Conecuh Ridge Alabama Style Whiskey, sirvió tres dedos, y lo vació de un trago.

"¿Quieres un poco?", Preguntó.

"No, gracias, Senador."

"¿Tienes alguna buena noticia que contarme?"

"No, senador."

"Entonces lo mejor es que circules."

Mientras Porter salía, Whitmer andaba de un lado a otro por su despacho, incapaz de creer este giro de los acontecimientos. Faltaban seis semanas para ir a las primarias. Antes de esto, Whitmer ni siquiera se había preocupado en pagar por la votación porque parecía estar en cabeza – seguramente, nadie estaba tomando en serio a los cabrones del Tea Party.

Y ahora parecía que la vida política de Whitmer estaba en juego. ¿Estaba realmente su electorado volviéndose contra él de esta manera? ¿Realmente iba a tener que empaquetar su vida en Washington y regresar a Alabama sumido en la vergüenza y derrota, un senador durante cuatro mandatos batido en las primarias por algún diácono pueblerino? ¿Realmente iba a ser otro de la larga lista de víctimas de esta fruslería del Tea Party?

No. No a Donny Whitmer.

Agarró el Clyde May, prácticamente arrancó el tapón, y en esta ocasión ni se molestó con el protocolo del vaso. Con un largo trago regó su garganta.

Sólo tenía que pensar en la forma de levantarse con cinco millones de dólares.

Su mente pronto encontró no una idea pero sí un hombre. Era un hombre que le debía un favor. Un gran favor. Un favor de cinco millones de dólares, tal vez.

Whitmer estaba tan emocionado, se sentó y escribió el nombre del hombre en la parte inferior de su bloc de notas formato legal. Últimamente, había estado más olvidadizo – especialmente cuando estaba agitado – y encontró que escribir las cosas en su bloc de notas, en nítidos caracteres de imprenta, le ayudaban a mantener sus pensamientos claros, especialmente cuando revisaba más tarde.

Bajó la vista al nombre y sonrió.


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4º Derrick Storm  "STORM FRONT"  [Traducido al Español COMPLETO] - Página 2 Empty Re: 4º Derrick Storm "STORM FRONT" [Traducido al Español COMPLETO]

Mensaje por qwerty Sáb Ago 17, 2013 12:20 am

CAPÍTULO 9







PARÍS, Francia


El periodista sólo podía ser descrito como rudamente atractivo, con pelo y ojos oscuros, mandíbula cuadrada, y músculos tonificados de una forma que ningún reportero habría tenido nunca. Únicamente esperaba que nadie se diera cuenta de esta parte.

En armonía con su tapadera, su atuendo consistía en una chaqueta de sport manida de tweed, pantalones color caqui que a duras penas combinaban a juego, una camisa blanca con manchas apenas visibles de una batalla perdida contra un ‘chili dog’ de mucho tiempo atrás, y zapatos oxfords rozados. Guardaba un bloc de notas de espiral de reportero en el bolsillo izquierdo y dos bolígrafos en el derecho: uno principal y otro de reemplazo en caso de que el primero fallara. Un periodista nunca podría ser demasiado cuidadoso.

Si él guardaba un sorprendente parecido con un hombre que una vez fue un gondolero veneciano – por no hablar de docenas de identidades que podía o no podía haber tenido antes – era sin duda una coincidencia. Desde el momento en que Derrick Storm aterrizó en el aeropuerto Charles de Gaulle, su pasaporte y credenciales de prensa lo identificaban como Cleveland Detroit de la revista Soy Trader Weekly.

Él era un serio periodista para una publicación seria sobre el comercio de soja, una publicación que no osaría pestañear en su prolongada lucha contra la tan odiada Soybean America. Si cualquier curioso de la fiesta decidía buscarlo en Google, encontrarían una elaborada página web con un montón de artículos sobre el tema de la soja, cuidadosamente diseñada para aparentar ser el trabajo de un pequeño grupo imparcial, un conjunto equilibrado de periodistas conocedores de la soja – realmente obra de algunos de los internos de la CIA con mayor destreza en agricultura. La página web contenía enlaces para poder picar y contactar con los editores del Soy Trader Weekly, leer sobre la historia del Soy Trader Weekly, anunciarse en Soy Trader Weekly, incluso para suscribirse. Los internos de la CIA seguían resolviendo qué hacer con las catorce personas que ya habían aprovechado la oferta 52-semanas-por-el-precio-de-50.

Esto no era problema de Cleveland Detroit. Su único objetivo era encontrar a la espía escondida en medio de todos los viceministros, subsecretarios, ayudantes de subalternos, y vice-lameculos que deberían estar viajando con el Ministerio de Hacienda chino en apoyo al gran discurso de su jefe. El ministro de Hacienda Chino había llegado a París para dirigirse públicamente al Consejo de Asuntos Económicos y Financieros de la Unión Europea, más conocido como el Consejo de Economía y Finanzas, o simplemente Ecofin. Se consideraba una aparición muy esperada desde una agencia China que no destacaba por su transparencia.

El discurso iba a darse en el Hotel de la Dame, un pomposo mesón situado en el Rive Gauche que encontró maneras sutiles para recordar a sus visitantes que Churchill lo consideraba su destino parisino preferido y Mitterrand lo había elegido como el lugar donde engañó a su esposa por primera vez.

Para el objetivo de esta ocasión, la entrada al hotel estaba cubierta con fuerzas de seguridad, tanto destacamentos del Ministerio Chino de Seguridad del Estado como autoridades francesas. Nada de esto era un problema para Cleveland Detroit, cuya documentación falsa era escrupulosamente auténtica. Pasó como si nada un control de documentos, un detector de metales, y luego un cacheo de un francés que estaba tan preocupado por la búsqueda de armas grandes, que no se dio cuenta del micrófono oculto y la cámara inalámbrica de botón que nutría de sonido e imágenes a la habitación 419. Allí, se había establecido un agente que era parte del contingente Chino de la CIA – y que había sido prestado a la unidad de Jedediah Jones para la noche. Si alguien podía ayudar a Storm a rastrear su objetivo, sería el agente de la 419.

"Estoy dentro" Informó Storm cuando atravesó el último control.

"Excelente trabajo." Crepitó una voz en el auricular microscópico de Storm.

"¿Tienes ojos y oídos?"

"Afirmativo", corroboró el agente en la habitación 419.

"Voy a dar una vuelta a echar un vistazo. Mantén la radio silenciada a menos que haya alguien del que necesite saber".

Entró en el vestíbulo, el cual era un hervidero de gente de todas las nacionalidades, algunos importantes, otros simplemente lo pretendían. Mientras Storm deambulaba entre la multitud, de vez en cuando el agente interrumpía con algo del estilo "Él es He Ranqing, director adjunto del Ministerio de Hacienda. Creemos que es legal. "Otras veces era "Acabas de tropezar con Wang Hongwei. Supuestamente se encarga de la política fiscal. En realidad es de contrainteligencia. Aléjate."

Storm trató de centrarse en el reducido número de mujeres chinas de la multitud, pero no fue fructífero. El agente de la 419 las identificó a todas como administrativas auxiliares y ayudantes de oficina. Ninguna de ellas era nueva en el ministerio.

Finalmente el agente le avisó: "El discurso comienza en cinco minutos. Mejor entrar".

Teniendo en cuenta sus instrucciones, Storm entró en el salón de baile, donde toda la prensa foránea ya se había aglomerado para el discurso. Se incluía a  la Associated Press (AP), a la Agence France-Presse (AFP), una media docena de periódicos y revistas estadounidenses, cerca de una docena de publicaciones de todo el mundo, y un puñado de blogueros, tuiteros y parásitos, todos ellos relegados a una pequeña zona acordonada a un lado de la tribuna de oradores.

No había espacio para Cleveland Detroit en la primera fila de la sección de prensa, que era exactamente a dónde él iba. Se abrió paso apretujadamente entre los corresponsales del Asahi Shimbun y el New York Times, quienes le lanzaron una mirada molesta. Sin preocuparse de actuar bien, Detroit codeó accidentalmente al chico del Times en las costillas con la suficiente frecuencia que acabó retrocediendo.

Durante el discurso, Storm trató de fisgonear el grupo de funcionarios del Ministerio de Hacienda junto a la tribuna, para ver si había alguna mujer rezagada entre ellos, pero su línea de visión no era la mejor. No vio a ninguna.

El discurso concluyó, y un secretario de prensa salió del grupo de los burócratas del Ministerio de Hacienda.

Una secretaria de prensa femenina.

Ella avanzó hasta la tribuna, su cuerpo esbelto se movía a pasos largos y naturales. Ofreció al ministro de Hacienda una sonrisa tímida mientras se ajustaba el micrófono a la boca.

"El ministro de Hacienda contestará ahora algunas preguntas", anunció en un francés fluido, a continuación señaló a uno de los periodistas. "Sí, Sr. Eli Saslow del Washington Post, adelante."

Storm observaba, cautivado, mientras la mujer moderaba la conferencia de prensa. Su cabello negro fluía en cascada con esporádicos reflejos por la espalda de su blusa blanca. Sus ojos oscuros resaltaban esculpidos, pómulos altos. Alternaba fácilmente entre francés, mandarín, e inglés con acento americano. Se movía como hilo de seda cruda flotando en una suave brisa.

"¿Quién es ella?" Susurró Storm.

"No lo sé", respondió el agente de arriba. "Nunca la había visto antes, y he estado trabajando desde hace meses en el Ministerio de Hacienda. Ella es una nueva actriz en escena. Creo que puedes haber encontrado tu blanco".

"Pues vaya" consideró. "Parece que Cleveland Detroit necesita realizar un poco de periodismo de investigación."


Ya que la conferencia de prensa había terminado y el ministro de Hacienda hizo su salida apresurada, Storm se quedó cerca de la marabunta de periodistas que todavía formaban un semicírculo alrededor del podio, comparando notas y opiniones sobre lo que acababan de escuchar. La mayoría ignoraban a Cleveland Detroit, quien no formaba parte de su pandilla habitual.

A Storm no le importaba. Su atención estaba centrada en la mujer de la blusa blanca. Ella estaba ocupada en una serie de conversaciones bis a bis con los miembros del Cuarto Poder, quizá recibiendo peticiones de entrevistas. Storm esperó hasta que ella solventara sus preguntas y pareciera estar a solas antes de que él se moviera.

Ella tenía sonrisa seductora, y Storm permitió a sus ojos una breve ojeada de arriba a abajo a su atuendo. La blusa halagaba su esbelto torso. Su falda era lo suficientemente larga para no crear un incidente internacional si decidía agacharse.

"Disculpe", se excusó. "Estoy con el Soy Trader Weekly. Mi nombre Cleveland Detroit".

"Ah, sí, el Sr. Detroit. Vi su nombre en la lista de pases de prensa" dijo, y añadió:" Es muy poco corriente".

"Mamá era una fan de los Indians, Papá de los Tigers. Son equipos de béisbol de América".

"Por supuesto", asintió. "De cualquier modo, ¿cómo puedo ayudarle?"

Storm estaba preparado: "Hemos escuchado informes que debido a las precipitaciones por encima de la media en la región Yangtze, se espera que las exportaciones de soja china aumenten un uno con setenta y cuatro por ciento en el próximo trimestre. ¿Tiene a alguien que pueda ser capaz de hacer comentarios al respecto, y que también pueda hablar sobre el impacto potencial futuro en el mercado de la soja?"

"Podría dirigirle a nuestro viceministro de Agricultura. Él será capaz de darle el tipo de" – hizo una pausa para encontrar la frase correcta – “información altamente detallada que usted parece estar buscando."

"Eso sería muy amable de su parte. Y perdóneme por ponerme tan emocionado por la soja. Económicamente, es la leguminosa más importante del mundo, ya sabe."

"Yo... yo desconocía el asunto", dijo ella. Sus cuerpos se habían acomodado más cerca. Sobre sus tacones, ella era unos pocos centímetros más menuda que él. Storm no podía evitarlo, se fijó que sus tallas estaban bien ajustadas para bailar. Quizás podrían hacer un buen tango en...

Céntrate, Storm. O, mejor dicho: Céntrate, Detroit.

"Estaría encantado de proporcionarle más información acerca de la soja", siguió. "Alguien en su posición debería estar al tanto de ello, desde que fueran sus antepasados quienes la cultivaron por primera hace unos cinco mil años."

"¿En serio?" Dijo ella, como si le estuviera contando que alguien había descubierto un nuevo continente o estaba revelando la verdadera naturaleza del átomo.

Ellos se acercaban aún más. Él podía sentir el calor del cuerpo de ella. Había tomado intensamente conciencia de sus ojos y, más concretamente, su deseo de pasar toda una noche entera nadando en ellos.

"Sí, en serio. Nosotros, en Estados Unidos somos relativamente novatos en la planta. Sólo hemos estado con ella cerca de 300 años. Y a pesar de que somos ahora el mayor productor mundial de productos derivados de la soja, tenemos una gran deuda con su país por introducírnoslo. ¿Le gustaría saber sobre un chinoamericano que considero el Johnny Appleseed de la soja? Estaría feliz de contarte sobre eso, Señorita..."

"Lo siento, no me he presentado", se disculpó, materializando una tarjeta de visita de no se sabe dónde. Ella se la entregó. Estaba impresa en estilo occidental, con el nombre primero. La identificaba como "Ling Xi Bang, Secretaria de Prensa, Ministerio de Hacienda."

"Lo que es un apellido poco frecuente", comentó él. "¿Se pronuncia 'Zi Bang?"

"En realidad, cuando el mandarín es occidentalizado, la 'x' se pronuncia como 'sh'", explicó. "Así que es 'She Bang’."

Storm sólo esperaba que ella no se percatara que su nuez subía y bajaba tragando. "¿Qué ... qué interesante", tartamudeó.

"Casi tan interesante como la soja", respondió ella en un leve ronroneo. Sus caras estaban cerca de rozarse.

Era, por supuesto, absolutamente nada interesante. Y Storm sabía eso. Tenía que ir con cuidado. Si era una espía – como el agente en la habitación 419 y la propia intuición de Storm parecía indicar – ella debía tantearlo con tanta seguridad como él la tanteaba a ella. Si ella sabía que él también era un espía...

Pero no. Ella no podía saberlo. Todo sobre Cleveland Detroit del Soy Trader Weekly – desde sus credenciales de prensa hasta su página web – había sido meticulosamente construida. No había forma que ella estuviera al tanto de él. Él hizo su movimiento.

"Señorita Xi Bang, disculpe por ser atrevido, pero como periodista, yo siempre trato de decir la verdad. Y la verdad es, que me gustaría llevarla a cenar".

"¿Y podemos tener algo hecho a base de soja?", preguntó ella.

"¿Tofu?"

"Perfecto".

"Lo encuentro excelente cuando se rocía en salsa de soja", puntualizó.

"¿Crees que podemos encontrar un bistrot cercano que nos lo sirva de esa manera?"

"Da la casualidad que sé de uno. ¿Nos encontramos en el vestíbulo en quince minutos?".

"Que sean diez", zanjó ella.

Ella sonrió. Él cucó un ojo. Ella se dio la vuelta. Storm obsequió a la cámara de botón la vista de sus piernas torneadas mientras salía.

Tan pronto como ella estuvo a una distancia segura, el auricular de Storm tornó a la vida. "Storm, ¿realmente sedujiste a una hermosa mujer hablando tan sólo de soja?" Preguntó el agente.

"Sucede todo el tiempo", respondió. "Sólo la típica historia de la soja conoce chica".


Mientras Storm realizaba un último barrido del vestíbulo, el agente de la habitación 419 le dijo que la gente de Jones había confirmado lo que ya sospechaba: el nombre de Ling Xi Bang no aparecía en ninguno de los datos del Ministerio de Hacienda Chino. Era, por lo visto, una secretaria de prensa que nunca había escrito ningún comunicado de prensa.

"¿Es posible que sea tan sólo una nueva empleada?", preguntó Storm.

"Sí", dijo el agente. "Pero es más plausible que sus operarios no hayan hecho un buen trabajo montando su tapadera."

"Suena como que ella necesita un trabajo en el Soy Trader Weekly."

"Sólo ten cuidado, Storm."

"De acuerdo."

"Ella no puede obtener la más mínima pista de lo que eres. Perdimos un operativo en Shanghai el mes pasado en este tipo de cosas. Los chinos no juegan limpio. Para ellos la Convención de Ginebra es una burla continua."

"De acuerdo."

"Y, recuerda, porque es demasiado pequeño, el alcance efectivo del equipo que llevas es de tan sólo seis cientos metros", advirtió el agente.

"Si te metes en problemas, tendremos gente en el terreno para darte apoyo. Pero tienes que permanecer en la distancia".

"De acuerdo."

"Hay un lugar de comida fusión asiático-francesa en los campos Elíseos que está lo suficientemente cerca", sugirió el agente. "Incluso tienen una parrillada de tofu en el menú”.

"Suena perfecto", dijo Storm.

Entonces se arrancó el auricular, el micrófono y la cámara y los depositó en el poubelle más cercano.

Durante el siguiente par de minutos, un transeúnte hubiera escuchado algo que sonaba como un cubo de basura diciendo: "Storm… Storm, ¿me copias?... Storm, ¿estás ahí?"


Ella se había mudado a un vestido rojo con menos cubrimiento para la pierna que la falda que había ofrecido antes. El escote era de un estilo cuyo nombre Storm no podía recordar exactamente. ¿Lo llamaban corte princesa? ¿Corte Cupido? Lo que sea. Storm lo bautizó exquisito.

Mientras caminaba hacia él, pasado el mostrador de conserjería, todos los ojos masculinos de la sala la siguieron. Los ingleses del vestíbulo tenían que hacerlo a escondidas, para que sus esposas no los encontraran embobados. Los americanos eran un poco más notorios. Los franceses no se molestaban en ocultarlo en absoluto.

Cleveland Detroit estaba maldiciendo en silencio que tenía que ser Cleveland Detroit. Derrick Storm habría tenido su esmoquin Hermès recién planchado, sus zapatos Gucci pulidos con un alto brillo, su pajarita negra Brooks Brothers cuidadosamente anudada.

Luego se recordó a sí mismo que, no importa que todo el mundo diga lo contrario, es el hombre quien hace la ropa. Se levantó de la silla que lo había estado sujetando y la recibió con un rápido y suave beso en la mejilla. La electricidad que sintió cuando sus labios rozaron la piel fue suficiente para debilitar sus rodillas.

"Te ves increíble", dijo él.

"Gracias."

"¿Vamos?", Sugirió, ofreciéndole su brazo.

Pasó su brazo con el de él de una manera que le permitió sentir brevemente su cuerpo apretado contra el suyo. Eso lo dejó con un poderoso deseo de hacer que no fuera la última vez que sentía esa sensación particular. "Vamos", dijo ella.

Mientras paseaban tomados del brazo fuera del hotel, bajando hacia el Sena, Storm se permitió una mirada más llena de admiración, luego comenzó su sutil interrogatorio con preguntas aparentemente inofensivas sobre su niñez.

Resultó que, a diferencia de la mayoría de los empleados del Ministerio de Hacienda, ella no tenía un padre importante u otros enlaces familiares. Ella pertenecía a una familia pobre de campesinos en la provincia rural de Qinghai. La política del hijo único fue firme en su zona en el momento de su nacimiento, y muchas familias de su aldea ahogaron a sus hijas y esperaron la llegada de los niños. A pesar de los prejuicios culturales contra la educación de las niñas, se las había arreglado para sobresalir en la escuela. Cuando registró el mejor resultado de toda la provincia en la versión china de las pruebas de acceso universitarias, fue invitada a asistir a la universidad de Pekín. Allí, ella acabó en la media superior de su clase. Sus credenciales fueron tan impresionantes que el Ministerio de Hacienda estuvo dispuesto a pasar por alto su género.

"Tu Inglés es tan impecable," dijo en un momento – y podría haber añadido que debía ser espía. En cambio, le dio una salida fácil: "Debes haber estudiado en el extranjero."

"Pasé un semestre en la USC", dijo.

"Ah, la Universidad de Señoritos Consentidos", ironizó Storm. "Fui a la escuela de periodismo allí. ¿Cuál era tu pizza favorita: La de Roma o La de Geno"?

"La de Roma," contestó rápidamente. "Tenían la mejor corteza."

Y esto es cuando Derrick Storm supo que todo lo que Ling Xi Bang le había contado era probablemente mentira. Se inventó los nombres de las pizzerías. Casi estaba sorprendido que ella cayera en una artimaña tan simple. Evidentemente no había sido bien informada.

No importaba. Había encontrado lo que vino a buscar a París. Ese era el primer objetivo. La segunda era cortejarla hasta confiar en el acercamiento. No era necesario que ella fuera a contarle mucho. Pero si él permanecía cerca de ella, podía escuchar por casualidad una conversación, o escurrirse a echar un vistazo a su cartera, o hacer los arreglos para "perder" su teléfono y ocultarlo para un técnico de la CIA. Siempre había un camino.

Esto, sabía, implicaría un poco de romance. Quizás incluso contacto físico. Era trabajo duro, claro, pero por el bien de la seguridad nacional, Derrick Storm haría el sacrificio.

Encontraron una pequeña cafetería ubicada en una manzana en el Sena. La noche era lo suficientemente cálida que cenaron al aire libre, permitiéndoles ver el pináculo iluminado de la cercana Notre Dame contra el cielo nocturno. Ordenó una botella de Domaine Viret y propuso un brindis por "nuestras dos grandes culturas."

Repicaron los cristales y comenzó una libre discusión sobre temas muy diversos. Él habló de la química que hace la glicina, la cual se encuentra en abundancia en la soja, el mejor gusto de los aminoácidos no esenciales. Ella contaba historias del viaje del ministro a Indonesia, donde asistió al sacrificio ritual de un búfalo de agua. Se rieron. Se mintieron. Bebieron vino en grandes cantidades.

Mientras hablaban, sus piernas mantenían un roce continuo. Ella le tocaba el brazo y se reía cuando él contaba chistes. En medio de todo eso, hubo una pequeña parte del cerebro de Storm que se mantuvo precavido. Sabía que no estaba siendo tan fiel a la historia de su tapadera como debía de ser. Sí, siguió introduciendo detalles sobre el cultivo de soja que había averiguado de su curso intensivo en el viaje de avión a través del Atlántico. Ella estaba consiguiendo demasiado Derrick Storm, no era suficiente con Cleveland Detroit.

Incluso le contó la historia de la magdalenas cupcakes. Era su sexto cumpleaños, hacia el final del año escolar. Estaba terminando en otras circunstancias las maravillosas horas en el jardín de infancia. Excepto que él tenía una sensación de temor persistente. Su maestra, la Sra. Taylor, mantenía un cartel con el cumpleaños de cada uno. Durante todo el año escolar, había visto cómo las madres de los niños de clase se presentaban después de la comida en el cumpleaños de su hijo con magníficas viandas de magdalenas recién horneadas. Pero él no tenía una mamá. Él tenía un papá que ni siquiera sabía cómo encender un horno. Estaba seguro que su cumpleaños pasaría sin magdalenas. Había una esperanza, pero... Principalmente, sólo podía sentir la vergüenza de ser el único niño que no tendría magdalenas en su cumpleaños.

El gran día llegó. La comida llegó. La comida pasó. Como era de esperar, sin magdalenas. Estaba machacado. Entonces, justo antes del recreo, hubo un toque a la puerta de la señora Taylor. Y allí estaba su viejo, con una mueca ladeada y la más fea, más chapucera, y más maravillosa pila de magdalenas nadie jamás había visto. No sólo rebosó los moldes, había puesto el doble de glaseado que indicaba la receta. Había creado una deliciosa catástrofe. Todo el mundo en la guardería de la Sra. Taylor decidió que eran las mejores magdalenas del año.

"Puedo decirte que quieres mucho a tu padre", dijo Xi Bang dando palmadas en su mano.

"A su manera, él era el mejor papá de un niño podía tener", confirmó Storm.

Storm se salvó de más sentimentalismos cuando un músico ambulante con un violín se instaló cerca. Su primera melodía fue "El Vals Vienés", uno de los favoritos de Storm. No pudo evitarlo. Agarró a Xi Bang en sus brazos y satisfaciendo sus anteriores sospechas que ellos eran más que adecuados como pareja de baile – por no hablar de su potencial aptitud de socios en otras, actividades más aeróbicas.

"Esta música", dijo mientras daban vueltas por la acera. "La bailaremos en nuestra boda."

"¿Hay que hacerlo ahora?", Preguntó ella. "¿Quién dice que no tengo que elegir la canción?"

"Porque con ésta no se necesita una orquesta sinfónica completa. Suena hermosa cuando se toca por un pequeño cuarteto de cuerda. De esa manera, podemos mantener la ceremonia como pequeña e íntima. ¿Está bien?"

"Sí," dijo ella, escondiendo la cara en su pecho. "Algo íntimo es bueno."

Bailaron un poco más, bebieron un poco más. Cuando llegó la cuenta, se dijo a sí mismo que era el momento de recuperar el juicio. La vuelta a casa, sabía, sería la parte peligrosa. Si ella había rastreado sus mentiras como lo había hecho con ella, sería sencillo llevarlo a una trampa. Si Storm no era cuidadoso, los agentes chinos podían matarlo fácilmente, arrojar su cuerpo, y convertir Cleveland Detroit en una adivinanza para las autoridades francesas.

Y, como era de esperar, mientras tambaleaban ebrios a casa, apoyándose el uno en el otro, sintió su alarma interna sonar cuando ella lo arrastró hasta un callejón. Su cuerpo se tensó. Sus ojos andaban buscando furiosamente. Se preparó para pelear. O huir. Cualquiera que pareciese la más apropiada.

Entonces ella plantó sus labios sobre los suyos y presionó su tenso cuerpo contra él, para ser justos/ vapuleándolo contra la pared de ladrillos del edificio. Fue en ese momento que Storm se dio cuenta que las únicas personas en el callejón eran dos amantes, un estadounidense, una china, bañados en la luz de luna parisina.

"Tengo una suite en el hotel toda entera para mí", dijo ella cuando salieron en busca de aire. "Acompáñame".

Él respondió con otro largo beso. Y así ocurrió, una suite en el Hotel de la Dame se convirtió en testigo de la colisión de dos grandes culturas.


Lo siguiente que supo Storm, fue que su teléfono sonaba. Era por la mañana. El otro lado de la cama estaba vacío. Le tomó un momento recordar dónde estaba y, más importante, quién era.

Finalmente, picó el botón. Contestó al teléfono con: "Cleveland Detroit."

"Storm, soy yo", dijo la tosca voz de Jedediah Jones.

"Adelante", dijo Storm. Donde fuera que Xi Bang estuviera – ¿en el baño, quizás? – era probable que estuviera fuera del alcance del oído. Pero todavía exigía cautela.

"Tenemos otro banquero muerto con un montón de uñas desaparecidas", dijo Jones. "Volkov ha atacado de nuevo."

"¿Dónde?"

"Londres".

"¿Y?"

"Tú eres mi batidor más cercano sobre el terreno. Ves para allá. Examina la escena. Aprende lo que puedas aprender de la víctima. Estoy preparando una escolta para ti a Londres".

"E-mail detalles", Pidió. "Ya estoy en camino."

"Asegúrate que no tienes sombras cuando salgas de la ciudad."

"Entendido," confirmó, y apagó el teléfono.

Storm comenzó a recoger su ropa, que estaba esparcida en varias habitaciones de la suite. Ya tenía una mentira preparada para Xi Bang: Lo requerían en Londres para informar sobre la noticias de soja y tenía que reunirse con el Ministerio de Hacienda en algún momento más tarde para terminar su historia.

Esperaba encontrar a Xi Bang en alguna parte, tal vez leyendo el periódico o saboreando café. Quizás no habría tiempo siquiera para un breve pero gratificante reconocimiento de los territorios que habían quedado sin explorar la noche anterior.

Pero ella no estaba en la sala de estar. No estaba en el balcón. Tampoco en el baño.

Cuando Storm encontró la última pieza de ropa, admitió lo que debería haber entendido en el momento que vio la cama vacía:

Ling Xi Bang se había ido.



Johnny Appleseed: Personaje de Estados unidos que vivió entre los siglos XVIII y XIX. Es muy popular en la historia y folclore estadounidense. Este personaje prácticamente sembró manzanos allá por donde fuere, de este a oeste. No sólo cultivó terrenos de su propiedad sino terrenos de otros. Regaló manzanos a colonos y no colonos.
Puede que os suene un capítulo de los Simpson donde la familia se encuentra a un vagabundo en un vagón de tren, éste les cuenta esa leyenda a cambio de un lavado. Lisa hacía tartas de manzanas contra Homer que se encargaba de matar todos los búfalos vivientes.

Bistrot: es una cantina típicamente Parisina. Sirven principalmente vinos aunque también sirven algo de comida. Habría traducido bistro por cantina o quizás taberna pero al encontrarse los personajes en París y referirse a este tipo de establecimiento típico de allí he preferido dejar el nombre original.

Poubelle: cubo de la basura. En el texto original también escriben poubelle, al ser una palabra francesa en un texto inglés, he querido conservarla en francés.

USC: Universidad Sur California.
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4º Derrick Storm  "STORM FRONT"  [Traducido al Español COMPLETO] - Página 2 Empty Re: 4º Derrick Storm "STORM FRONT" [Traducido al Español COMPLETO]

Mensaje por qwerty Vie Ago 30, 2013 11:54 pm

CAPÍTULO 10





NEW YORK, New York


Desde las taquillas de nogal pulido a los retratos de los anteriores presidentes que colgaban de los muros, el club Trinity Health & Racquet olía a fortunas patrimoniales.

Y con razón. Todo el mundo de allí la tenía. A espuertas. En las raras ocasiones en las que el club aceptaba un nuevo miembro, él – todos excepto dos miembros eran varones – tenía que aportar un depósito a fondo perdido de cincuenta mil dólares con el fin de obtener acceso a sus pistas de tenis cubiertas y al aire libre, a las pistas de racquetball, de squash, el gimnasio y el comedor e instalaciones de vestuarios, que incluyen la mejor sauna del bajo Manhattan. La exigencia de cincuenta de los grandes no era porque el club necesitara particularmente el efectivo. Su dotación actual superaba los treinta millones de dólares, suficiente para dirigir el club cerca de tres años sin cobrar un sólo dólar en cuotas. Únicamente era para mantener alejada a la chusma.

G. Whitely Cracker V era de una saga – pertenecía a la tercera generación de Crackers. Su abuelo, W. Graham Cracker III, había sido uno de los miembros fundadores. Su retrato colgaba en el muro, justo a la entrada del comedor. El padre de Whitely, G. W. Cracker IV, había cumplido tres mandatos como presidente. Su retrato se encontraba cerca del bar.

Estaba ampliamente previsto, incluso esperado, que algún día Whitely quisiera tomar su turno, y cuando su mandato terminara (o sus dos o tres terminaran), también sería inmortalizado en una pintura al óleo.

Mientras tanto, Whitely venía aquí dos veces a la semana para su partido de tenis, una actividad que trataba con una reverencia ligeramente inferior a la que un sacerdote trata la misa mayor. Siempre jugaba individuales – contra un elenco rotativo de oponentes – y uno de los trabajos de su secretaria era asegurarse que al menos uno de sus adversarios habituales estuviera disponible. Si el oponente se atrevía a no aparecer, Whitely era demasiado cortés para decir nada a la cara del hombre. Pero el ofensor pronto descubriría que su taquilla había sido trasladada – forzosamente debido a alguna reforma, por supuesto – para que acabara junto a un pilar o encajonada en un rincón.

Simplemente, el partido no era negociable para Cracker. No importaba lo que estuviera sucediendo en los mercados. Cualquier cosa que estuviera sucediendo en su vida privada no importaba. Había dos ocasiones cada semana, en las que Whitely Cracker simplemente no estaba disponible para el resto del mundo, y eso duraba la hora y media – o dos, si el partido se alargaba a un tercer set – que dedicaba a este juego.

Lo cual no quiere decir que él se tomara el deporte en sí mismo en serio. En realidad, se trataba más de tener una excusa para salir a correr, para mantenerse en plena forma. Whitely era únicamente un tenista aceptable. Su condición física y cobertura de la cancha eran sus mejores recursos. Su saque no era particularmente imponente. Su derecha, a pesar de constante, no intimidaba a nadie. Su revés era famosamente errático. Su juego en la red era un desastre, sólo deambulaba por allí cuando se veía obligado por las circunstancias.

Pero, ah, jugaba con pasión. Se enorgullecía de ser capaz de vencer regularmente a mejores jugadores en la arena. Y su secretaria comprendió que debía intentar programarle mejores jugadores antes que volverse hacia otros peores. A Whitely Cracker no le preocupaba perder. Prefería perder ante un buen jugador que batir a uno mediocre.

En este día, Cracker estaba perdiendo. Estaba jugando contra Arnold Richardson – de los Richardson de Nueva Jersey – con quien había jugado seis individuales cuando estaba en Dartmouth. Los golpes de Richardson eran muy superiores a los de Whitely. E Incluso si Whitely podía durar más tiempo en un intercambio de golpes, no era suficiente para considerarlo una seria amenaza.

Richardson ganaba el primer set 6-2 y estaba 3-1 arriba en el segundo cuando se separaron los dos lados de una pesada lona de plástico detrás de la cancha. De aquella abertura apareció Lee Fulcher, un constructor que se creía un futuro Donald Trump, pero en realidad era sólo un jugador de tamaño medio en el descomunal juego de bienes que era el auténtico estado de Manhattan.

Fulcher siempre parecía que estaba al borde de un ataque al corazón, con los cuellos de las camisas que le sentaban un poco demasiado ajustados – debido a su negativa a admitir que estaba subiendo de peso – y un rostro que enrojecía fácilmente. Esta ocasión no era la excepción. Incluso su cuero cabelludo, expuesto por las entradas, parecía ser de color escarlata. Era bastante desagradable, cargando a través de la pista, completamente vestido de manera formal, desde sus mocasines con borlas a la derecha hasta su doble nudo Windsor de la corbata.

"Jesús, Lee", dijo Richardson, señalando con su raqueta.

"Tus zapatos. Todd acaba de repavimentar estas canchas. Vas a conseguir marcarlas todas".

Fulcher lo ignoró mientras se cocía atravesando la pista hacia Whitely.

"En serio, hombre", dijo Richardson. "Creo que hay algo en los estatutos sobre calzado adecuado. Si aparecen rozaduras, vas a pagar por ellas."

Las palabras ni siquiera parecían haber hecho mella en los oídos de Fulcher. Comenzó a echar vapor poco después de cruzar la red.

"Tu condenada secretaria no quiso decirme dónde estabas," Gritó Fulcher a Whitely.

Nota mental, pensó Whitely, dar un aumento a la secretaria.

"Pero llamé al gerente del club de tenis y me dijo que estabas aquí abajo en la pista tres," continuó Fulcher.

Nota mental, pensó Whitely, tener que despedir al gerente del club de tenis.

"Bueno, me encontraste", dijo Whiteley, manteniendo su tono afable. "¿Qué puedo hacer por ti, Lee?"

Cuando llegó a la línea de saque, Fulcher se detuvo e informó: "Tengo una jodida llamada de reposición de garantías sobre el proyecto Mulberry Street."

Whitely asimiló esta noticia sin una reacción visible. Se llevó la muñequera a la frente y enjugó el sudor.

Fulcher todavía estaba enfurecido: "¿Te lo puedes creer de estos malnacidos del First National? Es como si nunca hubiéramos trabajado juntos, como si ni me conocieran. Me tratan como si fuera un propietario de mierda de primera mano que perdió sus tres primeros meses. No soy un marrullero. ¡Hostias, soy Lee Fulcher! ¿No se acuerdan de Broadway 442? O... o... los apartamentos West Side? Se forraron con eso. Quiero decir, ¡mierda!"

"Relájate, Lee. La reposición de garantías sucederá", dijo Whitely filosóficamente. "¿Puedes cubrirlo?"

"Sí, pero necesito todo", dijo Fulcher.

Whitley miró hacia abajo a las cuerdas de su raqueta, enderezando una fila que se había torcido un poco de lado. Por no mentir, Lee Fulcher no era el mayor capitalista en el Prime Resource Investmen Group. Pero tampoco era el más pequeño. Whitely tendría que buscarlo para estar seguro, pero lo primero que le vino a la mente era que sabía que la cuenta de Fulcher rondaba los cuarenta millones de dólares.

"¿Es que esto va a ser un problema?" Apuntó Fulcher.

"No, No, por supuesto que no ", dijo Whiteley. "¿Cuándo lo necesitas?"

"Mañana. Sólo me sorprendieron con esta cosa. Traté de negociar, pero me dijeron que cerrarían el grifo a menos que pudiera cubrirlo. ¿Puedes creer eso? "

Whitely se secó la frente de nuevo. Teddy Sniff estaba a punto de tener una pataleta. Iba a ser una espantada. Whitely no estaba seguro qué tipo de efectivo tenían a mano, pero estaba seguro que no tenían cuarenta millones de dólares sólo por ahí tirados. Tendría que vender un montón de participaciones que realmente necesitaba agarrar. Especialmente ahora. Que tendría que estar tomando un magnífico baño. Otro más.

"Los vas a tener, ¿verdad?", Preguntó Fulcher.

"Sí, Lee, por supuesto," le aseguró Whiteley. "Por supuesto. No te preocupes."

Fulcher lo miró un segundo, como si no estuviera seguro de poder confiar en lo que estaba oyendo.

"Está bien", dijo Fulcher. "Digamos que a las tres. Puedes transferirlo a mi cuenta principal. Tu chico tiene el número".

"Trato hecho", dijo Whiteley.

Finalmente Fulcher comenzó a retirarse de la cancha de juego.

"Hey, Fulcher, mientras salgas quizás quieras revisar los sofás para encontrar alguna moneda suelta", dijo Richardson, burlándose de él cuando pasaba por su lado. "Tal vez veas si alguien se dejó veinticinco centavos en una de las máquinas expendedoras."

"Que te jodan, Arnie."

"Y mientras estás con eso, compra unas puñeteras zapatillas de tenis para la próxima vez que vengas a la cancha, ¿huh?"

"Hey, Arnie, sé bueno", reprendió Whiteley. "¿Pero Lee?"

"¿Sí?" Dijo el hombre, parando justo cuando estaba a punto de desaparecer tras el telón.

"Arnie tiene razón en una cosa," dijo. "Por favor otra vez no vuelvas a llevar zapatos aquí."


El todoterreno ligero estaba estacionado a mitad de Fulton Street, a un bloque del club. Tenía lunas tintadas tan oscuras que eran, técnicamente ilegales. A la gente en el interior del vehículo no les preocupaba las multas de poca monta que pudieran derivarse de dicha infracción. Su mayor preocupación era que alguien se diera cuenta que dentro de esa camioneta cuadrada negra se hallaba una colección de equipos de vigilancia.

"¿Lo tienes todo?" Preguntó el hombre que trabaja en el equipo de monitoreo al conductor.

"Sí," contestó el conductor.

Intervenir el club de tenis había sido un auténtico dolor de cabeza. El lugar tenía seguridad las veinticuatro horas y había sido capaz de permitirse lo mejor. Pero ellos sabían que Cracker iba allí al menos dos veces a la semana durante aproximadamente dos horas. Su acecho a Whitely Cracker llevaba ya una hora de reloj. Y ese reloj no podía tener una ventana de cuatro horas cada semana.

El hombre encajó sus hombros entre el conductor y el asiento del acompañante, así que su cabeza estaba con la del conductor.

"¿Hay que moverse? Lo podríamos capturar ahora. Acabar con esto ", dijo el hombre.

"¿Dónde? ¿Cuando salga del club? ¿Ahí mismo en la acera? "

"Sí, claro. ¿Por qué no? "

"No. Todavía no," respondió el conductor. "Hemos sido pacientes por una razón. Tenemos que hacer esto bien".

"Pero has oído eso. Fulcher acaba de exigir su dinero. Todo su dinero. ¿Sabes cuánto es eso?"

"No. Pero estoy seguro que no es nada."

"¿Qué va a pasar cuando se dé cuenta que Cracker no lo tiene?"

"¿Quién sabe?", Dijo el conductor. "Tal vez nuestro chico sea capaz de conseguirlo. Es un hombre con iniciativa".

El hombre se retiró a la trasera de la camioneta. Todo el café que había estado bebiendo para mantenerse despierto estaba presionando su vejiga. Necesitaba orinar. Negó con la cabeza y cogió la botella de Gatorade que había estado usando para tal fin.

"Parece que sólo estamos retrasando lo inevitable", bramó mientras la orina golpeaba contra la botella.

"Lo sé", dijo el conductor. "Sólo sé paciente. No va a durar mucho más".
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Mensaje por qwerty Vie Sep 06, 2013 1:12 pm

CAPÍTULO 11




BLOIS, Francia


Cleveland Detroit llevó a cabo las medidas necesarias para garantizar su salida desde París, se hallaba sin la compañía de ninguno de los grupos de fisgones. Una vez que se aclararon los límites de la ciudad, Derrick Storm se encaminó hacia el punto de encuentro designado, una casa señorial, la cual sólo tenía 700 años de antigüedad y por lo que no se consideraba muy interesante entre los franceses.

La casa se ubicaba a las afueras de Blois (pronunciado "blah"), al suroeste de París. Storm esperaba ser recibido por una escolta de las autoridades francesas, tal como Jedediah Jones había prometido – con algún tipo de destelleos durante la marcha a través del Túnel del Canal, y en ese momento sería entregado a los británicos, que le acercarían rápidamente a Londres de forma similar. Storm nunca sabía cómo Jones organizaba esas cosas a tres mil kilómetros de casa, en jurisdicciones extranjeras. Pero Jones nunca le había defraudado.

Hasta ese momento. Storm había llegado a los jardines señoriales, pasado a través de los muros exteriores, y llamado a la puerta principal de la casa principal. Fue respondida por un envejecido capataz. Storm tenía la bastante seguridad que el hombre era un agente... desde la resistencia francesa durante la Segunda Guerra Mundial. Pero, siguiendo órdenes, dijo en francés: "Jones me ha enviado."

Por lo general, estas tres palabras eran suficientes para hacer que las cosas sucediesen. En su lugar, el sobrestante le dio la bienvenida con la calidez hospitalaria francesa de la que es famosa, lo que quiere decir que miró a Storm como si llevara una camisa hecha de estiércol de burro.

"Qu'avez-vous dit", preguntó. Traducción aproximada: "¿Qué dices, amigo?"

Storm había cambiado a francés y comenzó a dar explicaciones de sí mismo cuando oyó en la distancia el sonido lejano de los rotores de un helicóptero cortando el aire. Si Storm conocía a Jones, significaba que su viaje había concluido.

"No importa," dijo Storm, cambiando al Inglés. "Casa equivocada. Mi sentido de la orientación debe ser un poco... Blois".

Storm se rió de su propia broma cuando se volvió para irse.

"Oh, debes ser el americano", aclaró el capataz en Inglés, agarrando el brazo de Storm con una fuerza sorprendente. "Quédate aquí. Tengo unas cosas para ti."

Storm permaneció en la puerta de la casa señorial hasta que el hombre regresó con una muda de ropa y un paquete de forma rectangular, de aproximadamente treinta centímetros de largo y tal vez la mitad de ancho. Estaba envuelto en papel liso, color marrón.

"Esto", aclaró. "Me dijo que te gustaría esto."

"¿Esto es... un juguete?" preguntó Storm, sintiendo el brillo formándose en su ojo.

El capataz ladeó su cabeza, como si Storm se hubiera re-vestido con su camisa de estiércol de burro. Por entonces, el helicóptero se acercaba para aterrizar, aplastando la hierba en un campo cercano con su chorro de aire descendiente.

"No importa," se excusó Storm, rasgando el papel marrón para descubrir una caja. Impreso en el lateral en letras mayúsculas y negritas estaba el nombre "ACME".

"¡Es un juguete!", exclamó Storm. El ACME era una broma habitual entre Jones y él, ambos forofos de los clásicos dibujos animados de El Coyote y el Correcaminos. Storm abrió la caja y sacó lo que parecía ser una manga como la del quarterback Robert Griffin III que popularizó en la NFL.

"¿Qué... qué es eso?" Curioseó Storm, deslizando la manga sobre su brazo. Al final, cerca de su hombro tenía dos correas que Storm ató alrededor de su torso, manteniendo la manga en su lugar. Sobre el antebrazo, había una carcasa casi plana con una pequeña abertura cerca de la muñeca.

"Es una especie de gancho", dijo el anciano. "La línea es tan fina como la seda dental, pero más fuerte que el acero. Lo último en nanotecnología. La línea acelera en treinta metros por segundo al cuadrado –"

"Eso es tres veces más rápido que la gravedad", intervino Storm.

"- Y el gancho se forma mientras la línea se extiende. Excepto que no es realmente un gancho. Es más como un disco. De sólo ocho centímetros de ancho, pero se adhiere prácticamente a cualquier material o estructura, incluso una pared plana, y es capaz de soportar 225 kilos".

"Sin embargo, en sí mismo no puede pesar más de un kilo", meditó Storm, oyéndose sonar un poco demasiado anonadado.

"Una vez más: nanotecnología."

"Entonces no Blois," se reprendió Storm a sí mismo.

"Sólo asegúrate de leer las instrucciones," advirtió el vigilante.

"¿Por qué iba a hacer eso?"

"Me dijeron que preguntarías eso", dijo riendo. "La respuesta es: porque Jones dice que sí."

Storm entró y se cambió rápidamente con la ropa nueva, agradeciendo en silencio a Jones por el preparativo de un atuendo más de Derrick Storm, uno que en realidad le correspondía. También incluía uno de sus accesorios de moda favoritos, uno de los que usan munición. La Beretta de 9 mm no era necesariamente la primera opción de armamento de Storm, pero le haría ganar en una discusión si se topaba con alguien con una mala actitud. Se puso la manga de enganche en el brazo, sobre la camisa pero debajo de la chaqueta, dejando la pequeña abertura que apenas asomaba por el puño de la chaqueta.

Se fue sin más comentarios, trotando hacia el helicóptero que lo esperaba, un Griffin HAR2 con las marcas de la Royal Air Force. Storm se encaramó a la bodega principal. Había un asiento con un casco sobre él que supuso que eran para él. Se abrochó el casco y se ató.

"Llegas tarde", dijo Storm al intercomunicador del casco.

"Lo siento, señor", respondió el piloto.

"¿Qué pasó, te pillaron en el atasco de la M-1?", Bromeó Storm. "¿O es que el destino hizo a tu navegación una especie de... Blois?"

El piloto no respondió.

Storm intentó de nuevo: "¿O tal vez el helicóptero está teniendo un... día Blois?"

El piloto apretó unos cuantos botones en el panel de control.

"Oh, vamos, ¿nada de eso? Tienes un... sentido del humor Blois".

Seguía sin haber palabras de parte del piloto.

"¿Lo entiendes? Porque vas a una ciudad llamada Blois y..."

"¿Cree que una broma mejora cuando tiene que explicarla?", preguntó el piloto.

"Cierto. A Londres, entonces."

Storm sintió la oleada del arranque del helicóptero elevándose y luego miró por la pequeña ventana lateral mientras los campos del norte de Francia pasaban por debajo. Devolvió su atención al gancho, lanzando las instrucciones sobre el piso del helicóptero. En el momento en que llegaron a las costas icónicas de Normandía, se sintió cómodo con el funcionamiento del dispositivo.

En algún lugar sobre el Canal Inglés, se quedó dormido.





LONDRES, Inglaterra


Era media mañana cuando Storm aterrizó cerca de la escena del crimen. Se sentía recompuesto por la siesta y tenía ganas de ser capaz de hacer su propia investigación, no sólo basándose en los informes de los demás. Él no pensaba necesariamente que era más inteligente que cualquiera de los agentes que habían peinado las otras escenas. Pero él conocía a Volkov. Tal vez habría algo que los otros agentes habían pasado por alto o una importancia de la que ellos no entendían.

El edificio donde se produjo el asesinato estaba lleno de apartamentos de moda en un edificio industrial recuperado en la ribera sur del río Támesis, a dos meandros del Parlamento, no lejos de King’s Stairs Gardens.

Esta era una parte de Londres que había sufrido muchos cambios desde la Segunda Guerra Mundial, y su rejuvenecimiento había continuado durante el siglo XXI, aunque algo vacilante. Cerca del ático, levantándose tristemente desde el suelo, habían unas vigas de acero desnudas de lo que algún día sería – si la financiación pudiera alguna vez venir de nuevo – una torre de oficinas próxima al Shard como una de las edificaciones más altas de Londres. La superestructura había sido completada, pero la construcción había sido interrumpida, un recordatorio de que Inglaterra no había sido inmune a la enfermedad económica que se había apoderado de Europa. Storm preguntó innecesariamente cuántos millones de dólares de acero se había utilizado en la fabricación de lo que era esencialmente un esqueleto imponente.

Storm entró en el edificio de apartamentos y se dirigió a su piso más alto, el octavo, el cual era un hervidero de oficiales de todos los rangos. En la puerta principal, se le entregó un par de guantes de látex por un hombre uniformado, quien registró el acceso de Storm. Caminó por el vestíbulo, hasta una salita, y luego hacia el punto donde toda la acción parecía estar teniendo lugar: el despacho, en la esquina noroeste del ático.

Por lo menos en el mundo occidental, las escenas de los crímenes siempre parecían iguales. Había gente con diferentes tipos de uniforme alrededor, trabajando en su pequeña zona de acción, cumpliendo con sus responsabilidades. Y luego, en algún lugar, sin uniforme, estaba la persona a cargo.

Storm finalmente encontró a esa persona en el despacho. Era alto, con gafas y de aspecto agradable, con el pelo largo, castaño, recogido en una cola de caballo. No tenía tanta pinta de ser detective de Scotland Yard y más de alguien que se podía encontrar en el doctorado de ciencia Ph.D. El hombre estaba centrado con algo en un portapapeles, mirando hacia arriba mientras Storm se acercó.

"Hola, me llamo..."

"Derrick Storm," dijo el hombre. "Y yo soy Nick Walton, Scotland Yard. Me han dicho que cooperara completamente con usted. ¿Le agradaría un poco de té? "

Okay, quizás habían pequeñas diferencias en las escenas del crimen. "No, gracias", dijo Storm. "¿Qué tenemos aquí?"

Storm hizo un gesto hacia el cadáver todavía amarrado con cinta adhesiva gris a una silla del escritorio. El hombre estaba desplomado ligeramente hacia adelante contra sus ataduras, con la cabeza colgando hacia la izquierda. El ángulo que tenía Storm le daba una visión más de lo que necesitaba del fragmento perdido de la parte posterior del cráneo del hombre. La mano derecha del hombre, que colgaba a su lado, parecía carne cruda. Trabajo de Volkov, innegable.

"El nombre de la víctima es Nigel Wormsley", dijo Walton. "Él era un vicepresidente ejecutivo del Queen Royal Bank. Me han dicho que podría ser de interés para usted."

Storm se limitó a asentir.

"Le dispararon dos balas justo entre los ojos en un radio cercano," continuó Walton. "Los disparos están tan próximos que las heridas de entrada se unen en un único agujero. Pero mirando a los bordes de la de la izquierda, parece ser del calibre cuarenta y cinco. Esa es mi mejor conjetura. Como usted sabe, no estamos tan acostumbrados a la violencia armada como los yanquis, así que no tenemos tanta práctica en ese tipo de cosas".

Storm dejó pasar el golpe bajo – sí, de hecho, era intencionadamente concebido como golpe bajo y no meramente una declaración de hechos – pasó sin comentar.

"Si quiere echar un vistazo, tiene que conseguir estar por debajo de él y mirar arriba", dijo Walton. "Obviamente, no es tan duro como ver la salida de la herida. Y estoy seguro de que habrá notado que su mano es una carnicería. El que hizo esto es un bastardo brutal".

"¿Otras víctimas?", preguntó Storm, preparado para la respuesta.

"No, sólo el Sr. Wormsley", dijo Walton. "Tiene una casa en el campo, donde residen su hijo y esposa. Esto lo han descrito como su lugar de la ciudad donde dormir".

Storm miró a su alrededor en la oficina, con sus elegantes muebles modernos. Ya fuera Wormsley o su decorador tenían gustos caros. La oficina tenía ventanas grandes, casi del suelo al techo que ofrecían una amplia vista de la ciudad.

"Bonito lugar en donde dormir", pensó Storm.

"El Sr. Wormsley era un hombre muy rico, como puede imaginar", dijo Walton. "Me han dicho que su prima, sólo el año pasado, rondaba millones de libras. No está mal, ¿eh?"

"¿Sabes qué tipo de trabajo hacía en el Queen Royal?"

"No lo sé. Cosas de banqueros. ¿Importa eso? "

"Podría", dijo Storm. "¿Por casualidad sabes si estuvo involucrado en el comercio de divisas?"

Walton arqueó la ceja derecha. "Pues sí, de hecho. Era vicepresidente ejecutivo a cargo del cambio de divisas".

Gran viejo. Su corazonada había sido correcta. Por supuesto. Ahora no era una coincidencia: cuatro banqueros, todos involucrados en el comercio de divisas, todos torturados por alguna razón. Cuál era la razón, no estaba clara.

Storm estudió el escritorio sin tocar nada. Era una gran superficie abierta, en su mayoría, vacía de baratijas o recuerdos. Había una buena cantidad de sangre, cuajándose o coagulándose, acumulada en la parte superior. Este debía haber sido el sitio donde Volkov arrancó las uñas del hombre. Había unos pocos marcos de fotos y un pisapapeles cerca, en el suelo, como si alguien los hubiera barrido de la mesa.

"¿Se apoderaron de algo?" Preguntó Storm.

"No lo sabremos hasta que la mujer llegue aquí a revisarlo. Debería estar en cualquier momento, y esperábamos sacar a Sr. Wormsley de aquí antes de que ella haga el recorrido, por lo que si usted necesita examinarlo, debería hacerlo ahora".

Storm no hizo movimiento hacia el cuerpo. No había nada que pudiera decirle, a no ser que de repente empezara a hablar.

Storm miró las paredes, observando un Modigliani original que le devolvía la mirada con esa cara distintiva – triste y retorcida. Tenía que estar valorado en millones de dólares. Claramente Volkov no conocía el valor de la pintura. No era propio de él dejar pasar la oportunidad de mejorar su día de pago. O tal vez sabía que sólo iba a retrasar su partida innecesariamente.

"Así que eso es todo lo que sé por ahora, al menos hasta que los del laboratorio regresen y me digan más", dijo Walton. "¿Hay algo que pueda contarme?"

Storm decidió que no había nada más para él en la escena del crimen, y por lo tanto podía dar a Scotland Yard un pequeño regalo de despedida. Su mirada se desvió a la silueta urbanística de la ciudad de Londres mientras hablaba.

"Tu asesino es un ruso llamado Gregor Volkov. La substracción de uñas es una especie de firma personal. Mide metro sesenta y tres, complexión fuerte. Lleva un parche en el ojo y tiene cicatrices de quemaduras en su cara. Mi gente puede proporcionarte una foto actual, pero probablemente no va a ayudarte. Es más que probable que se introdujera al país con un nombre diferente y es casi seguro que ahora ya se haya ido. Él no es del tipo que tarda en marcharse".

"Ya veo, ¿Y por qué el Sr. Volkov desea..."

Storm ya no estaba escuchando. Sus ojos se detuvieron en una figura solitaria, vestida de negro, agarrada al lado de una columna en el inacabado rascacielos de al lado. No podía ser un obrero o cualquier persona con permiso autorizado para estar allí. El sitio estaba inoperativo. Quienquiera que fuese, era alto y flaco y, por lo que parece, sin miedo a las alturas. Storm no podía ver los rasgos del hombre, porque su cara estaba oculta por una cámara con un gran objetivo de largo alcance acoplado a ella.

Walton seguía hablando cuando Storm interrumpió: "¿Era el señor Wormsley famoso en algún aspecto?"

Storm ya había apartado la vista, por lo que el fotógrafo no debería saber que había sido descubierto.

"No, sólo era rico. No era famoso".

"¿Hay alguna razón por la que los paparazzi estarían interesados en este caso?"

"¿Por qué lo preguntas?"

"Mira rápidamente cerca de la puerta, aproximadamente a nuestra altura. Hay un hombre con una cámara fotografiando. No mires demasiado tiempo. No quiero que sepa que estamos al tanto de él. "

Walton hizo lo indicado y luego dijo: "Ese no es paparazzi, amigo."

"¿Cómo lo sabes?"

"Después de que partes de la princesa Kate aparecieran en prensa, se hizo mano dura contra ese tipo de cosas. Parte de las medidas enérgicas que se tomaron fue asegurarse que los paparazzi no pisaran en propiedad privada. El individuo de ahí está claramente en propiedad privada – el ángulo de las fotografías que están siendo disparadas haría claro que está cerca de la misma cota que nosotros, por lo que sería imposible realizarlas desde un lugar público cercano. Si trata de venderlas, se estaría buscando una gran multa. Lo mismo sucedería con cualquier medio de comunicación que las comprara. No debe ser paparazzi. Dicho esto, no sé quién es o qué hace.”

Storm ya estaba en movimiento. "Bueno," dijo. "Entonces tal vez debería enterarme."


Storm se montó en el ascensor, descendió y cruzó rápidamente a la calle. Esto podría ser una tarea de tontos, lo sabía. Por todo lo que dijo Walton, únicamente podría ser un paparazzi, buscando fotografías de una escena de crimen sensacionalista. O podría ser alguien con una especie de búsqueda de emociones extraña que mezcla la fascinación por los asesinatos horripilantes con algo por las alturas.

O podría ser que el Ministerio de Seguridad del Estado Chino había enviado a alguien para asegurarse que Volkov había hecho bien su trabajo.

Fuera lo que fuese, Storm iba a averiguarlo teniendo una conversación cortés con el hombre. O no tan cortés. Esa parte dependería principalmente de cómo de comunicativo pareciese ser el fotógrafo.

Storm llegó a la obra de construcción y observó el exterior. Estaba rodeada por todos lados por una valla de alambre de cuchillas. No era insuperable, pero era lo suficientemente imponente como para dar a Storm una pausa.

¿Cómo había entrado el fotógrafo? Storm dio una vuelta rápida alrededor del edificio y encontró lo que estaba buscando en el otro lado. Alguien que al parecer era muy bueno con cizallas había recortado una estrecha sección del alambre de cuchillas. Storm aprovechó el hueco, saltando por encima de la cerca en ese punto.

A partir de ahí, el camino era fácil de seguir. El suelo esta blando, y las únicas huellas frescas conducían directamente al edificio. Una cristalera continua recubría los tres primeros pisos – tan alto como habían podido antes de quedarse sin dinero – y Storm siguió las huellas a través de las puertas delanteras.

El interior del edificio estaba completamente sin acabar – sólo las columnas de acero elevándose hasta el cielo. En el centro de la estructura había un montacargas que conducía a la grúa que seguía en su sitio, unas cincuenta plantas aproximadamente más arriba, donde algún día tal vez terminen los pisos superiores del edificio.

Storm fue al montacargas y apretó un gran botón verde. No ocurrió nada. Pulsó el botón rojo de encima. Todavía nada. La cabina estaba inalterable, inactiva, inoperable, igual que todo lo demás en esa construcción. Obviamente, la energía estaba cortada.

Storm miró al fotógrafo. Contó las vigas. El hombre estaba diez pisos arriba, todavía disparando desde detrás de su teleobjetivo. Él tenía que haber subido allí.

Storm sabía que tendría que hacer lo mismo. La única buena noticia era que el fotógrafo estaba más o menos atrapado. Hasta allí no había una forma rápida de ascender lo que significaba que tampoco había una forma rápida de descender – al menos ninguna manera que no tuviera un final repentino y doloroso. Además, Storm tenía los poderes de persuasión de la Beretta para ayudar a su causa.

Storm se acercó a la columna más cercana y comenzó su camino hacia arriba. La escalada no era especialmente difícil, al menos no para un hombre de la fuerza de Storm y su estado físico. Las columnas tenían suficientes muescas por las que era fácil escalar. Storm alcanzó rápidamente donde estaba el fotógrafo, quien estaba tan absorto documentándose de la escena del crimen que no se percató que estaba a punto de tener compañía.

Como Storm hizo su ascensión silenciosa, se quedó justo debajo del fotógrafo por lo que el hombre no lo vería. Storm ojeaba ocasionalmente hacia arriba. El fotógrafo estaba vestido de negro, desde sus botas, a su mono, a su pasamontañas. El clásico ladrón hombre araña. No era tan alto como Storm pensó. Su delgadez sólo hacía aparentar que sí lo era.

Storm estaba ahora un piso por debajo, todavía fuera de la línea visual del fotógrafo. Hizo una pausa para considerar su próximo movimiento. No quería acercarse directamente desde debajo del hombre. El hombre podría patearlo en la cabeza, lo cual Storm necesitaba, bueno, como si él necesitara una patada en la cabeza.

Con esto en mente, Storm decidió que iría hasta la siguiente columna, a unos diez metros. Podía escalarla, tomar el mismo nivel que el fotógrafo, y sacar su arma. Entonces tendría al tipo exactamente donde él quería.

Storm miró a lo lejos, tratando de llevar su mente al estado correcto. Storm no era particularmente acrofóbico, pero era tan consciente como cualquier otro ser humano que una caída de diez pisos de altura, probablemente dolería un poco. En realidad, era sólo un truco de psicología. Después de todo, si la viga se colocara en el suelo y él – o cualquier otra persona con un sentido razonable del equilibrio – caminara estos diez metros, sería capaz de andarlo a lo largo, incluso sprintarlo, sin ningún titubeo. Poner la misma viga diez pisos más arriba y se pone el corazón en un puño, arrastrándose centímetro a centímetro.

Así que el truco era convencerse a sí mismo que la viga estaba realmente sobre el terreno. Sí. Estaba en el suelo. ¿Qué es lo que la gente siempre dice? No mirar abajo. Gran consejo. Se enfiló allí con el pensamiento de un hombre siendo perseguido por un oso para correr un poco más rápido.

Sin embargo, eso era todo lo que Storm tenía. Abandonó la seguridad de la columna y, sin mirar hacia abajo, comenzó a caminar con calma.

Tres metros. No hay problema. Cuatro metros. El viento soplaba un poco. No dejó que le inquietara. Seis metros. Un pájaro voló – por debajo de él. Se obligó a no alterarse por ello. Su único objetivo era el próximo pilar.

Fue pasado los siete metros y medio – a falta de metro y medio para seguridad - cuando ocurrió el desastre. Su pie golpeó algo. No podía ver qué, pero se sentía como una fina pieza de metal. Automáticamente, Storm miró abajo. Era una escuadra en T. Algún trabajador o ingeniero o alguien la había dejado allí, excepto que ahora había sido golpeada con el pie y estaba cayendo a toda velocidad hacia tierra. Storm la vio caer y golpear el cemento diez pisos más abajo con un tremendo estrépito.

La cabeza del fotógrafo giró inmediatamente en la dirección del sonido, que naturalmente atrajo su mirada hacia abajo – y directamente con Storm.

Storm sacó la Beretta. "¡No te muevas!", ordenó.

Sin decir palabra, el fotógrafo se colgó la cámara al cuello y empezó a escalar el pilar. Storm tuvo al hombre a tiro, pero no especialmente bueno. Había vigas entre medias. Además, ¿y si diera al tipo? No se puede interrogar a un hombre muerto.

Luego estaba la preocupación de Storm por el retroceso del arma haciéndole perder el equilibrio. La 9 mm no tenía mucho retroceso, pero le daría un pequeño empujón, y Storm no estaba asegurado a nada.

Así fue como, Storm sintió que su equilibrio desaparecía. Mirando hacia abajo a la escuadra en T y luego arriba al fotógrafo lo tenía aturdido. La conciencia de estar a 35 metros en el aire, encaramado en un trozo de metal de de tan sólo 30 cm, le impactó.

Se tambaleó hacia un lado y luego al otro. Su estómago dio un vuelco. Iba a caer. Levantó los brazos intentando estabilizarse, al igual que con una vara de equilibrista.

No funcionó.

Storm sintió que se precipitaba.

En un último intento desesperado de salvarse, se lanzó hacia la siguiente columna. La agarró con ambas manos, luego se tiró hacia ella, abrazándola como si fuera los brazos de su madre. Se permitió un segundo para sentirse seguro, entonces maldijo sonoramente cuando escuchó algo pesado golpeando el hormigón a lo lejos.

La Beretta. Se había caído.

No había vuelta atrás para eso ahora. El fotógrafo le había ganado unas cuantas plantas sobre él, y al parecer la intención era ir más alto. ¿Por qué el hombre se encaramaba? ¿Qué había que ganar con eso?

No ganaba nada intentando reflexionar esa estrategia. Storm volvió corriendo al otro lado de la viga - al infierno con las diez alturas – y alcanzó el pilar de justo debajo del fotógrafo.

Entonces Storm comenzó su propia escalada del rascacielos.


Storm le recortaba terreno. No había ninguna duda al respecto. El fotógrafo no se quedaba manco como escalador. Y estaba en tan buena forma como Storm. Pero Storm era más fuerte y más rápido.

Tan sólo que el progreso era lento. Para cuando alcanzaron la vigésimo quinta planta, Storm había recortado la ventaja del fotógrafo a la mitad, hasta la altura de una planta. Por el cuadragésimo piso, tenía media altura. Storm podía sentir el ácido láctico segregándose en los músculos y la crudeza donde el acero estaba corroyéndose en los dedos, pero estaba agradecido por el dolor. Le dio algo para concentrarse en otra cosa que en las vertiginosas alturas a las que estaban llegando. Todo Londres estaba empequeñeciendo por debajo de ellos.

Cuando pasaron la base de la grúa, en la planta cincuenta, el fotógrafo apenas estaba unos centímetros de distancia. Fue a mitad camino entre la sesenta y dos y sesenta y tres cuando Storm fue capaz de alcanzar y agarrar el tobillo del hombre con su mano derecha. El hombre pateó con furia, entonces Storm apretó más fuerte. Despacio, con cuidado, Storm comenzó a arrastrar al hombre hacia la planta sesenta y dos.

"Podemos hacer esto de dos maneras", dijo Storm entre enormes jadeos. "El camino fácil o el difícil. ¿Qué va a ser? "

"Suéltame", protestó el fotógrafo. Sólo que no era la voz de un hombre.

Era de una mujer.

"No puedo hacer eso", dijo Storm. "Tú y yo necesitamos tener una conversación sobre las fotos que estabas tomando. ¿Vas a decirme quién eres y por qué estás fotografiando la escena del crimen?, o te juro, que voy a lanzarte de este edificio".

La respuesta de la mujer fue a patear más. Storm estaba moviéndose cuidadosamente hacia la viga, centímetro a centímetro, arrastrando a la mujer con él. El descenso no era fácil, especialmente haciéndolo a una mano mientras que con la otra tenía que mantener domado una extremidad agitándose. Pero Storm estaba haciendo progresos. Finalmente, llegó a la viga de debajo de él y se aferró envolviendo sus piernas alrededor de ella. Tenía aprovechar ahora. Esto se acabaría con rapidez.

Tiró. La mujer se resistía con toda la fuerza que le quedaba, pero estaba cansada después de la larga subida. Ella estaba casi en sus manos. Sólo un poco más. Ella trataba de revolverse hacia el exterior de la columna – el lado más peligroso. Era un intento desesperado por conseguir alejarse de Storm y quizá escabullirse de sus garras.

Luego se resbaló. Ella había estado forcejeando con tal violencia contra el agarre de Storm - y los antebrazos los tenía tan cansados de todo el esfuerzo – que sus dedos no pudieron con ella, perdiendo el asidero que tenía en la columna.

Ella cayó soltando un grito desesperado. Storm todavía tenía la sujeción del tobillo y sintió que su hombro se desencajaba de la base mientras todo el peso del cuerpo desplomado de ella se convirtió de repente en peso a resistir. La única cosa que lo salvó del impulso de ella arrastrando a ambos hasta el olvido fue la propia columna. Él estaba en la parte interior, mientras que ella estaba en la exterior.

Se quedaron allí por un segundo – ella colgando boca abajo, a sesenta y dos pisos de altura, él sujetándose con toda su fuerza. Su pasamontañas se había caído, y Storm se sintió resollar cuando vio su pelo largo, negro y en cascada y reconoció los pómulos que habían estado escondidos debajo.

Era Ling Xi Bang.

A pesar de sí mismo – a pesar de todas las veces que se había blindado contra la participación de sus emociones durante una misión – todavía sentía la espina de la traición. Sí, la había estado utilizando en París, intentando de acercarse a ella para fisgonear secretos de ella, de la misma forma que ella lo había estado usando él. Pero ¿no había por lo menos algo de lo que intercambiaron que fuese real? ¿El vals? ¿Las anécdotas personales? ¿El paseo bajo la luz de la luna?

Pero no. Todo había sido una mentira. En realidad, le repugnaba, saber que se había acostado con alguien que podía desenjaular a Volkov sobre civiles inocentes.

"¿Cómo puedes contratar a un hombre como Volkov?" Gritó Storm.

"No. No soy yo, lo juro".

"¿Entonces por qué estás tomando fotos?"

"Estoy tratando de averiguar lo que está pasando con estos banqueros muertos, igual que tú", explicó. "La diferencia es, que no tenemos una relación tan acogedora con los británicos, por lo que no puedo llamar simplemente a Scotland Yard y ser invitada a la escena del crimen."

"Mientes", dijo Storm.

"No. Por favor. Piensa en esto: ¿Por qué hago fotos cuando lo único que queremos es tener muertos a estos hombres? Porque estoy investigando, también."

La pernera que Storm estaba agarrando estaba confeccionada de un tejido resbaladizo. Su mano se deslizaba lentamente hacia la bota. Él no iba a ser capaz de mantenerla suspendida de esa manera mucho tiempo. ¿No debería dejarla caer? Después de todo, era un operativo enemigo.

Pero tal vez había partes de su historia que tenían sentido. Y quizá, Storm acabó admitiendo, que no estaba listo para su tiempo con Xi Bang hasta finalizar con una noche en París.

Mientras tanto, ella estaba tratando de arquear su cuerpo para poder obtener un agarre sobre el edificio y salvarse. Pero era mucho más de lo que un cuerpo humano podía doblarse hacia atrás, aunque fuera tan ágil como el de Xi Bang.

"Tonterías," dijo Storm. "Estamos al tanto de ti, Agente Xi Bang – o como sea que te llames. Estás maquinando algún tipo de plan para socavar la moneda de EE.UU. por –"

"No somos nosotros. Por el amor de Dios, para y piensa en ello. ¿Por qué íbamos a querer destruir vuestra economía? Somos vuestro principal inversor. Nadie posee más deuda Americana que China. Si vuestra moneda se derrumba, toda esa deuda pierde su valor. Iríamos a bancarrota directamente con vosotros".

Ahora él la sostenía por la bota, y nada más. Y la bota no se iba a quedar ahí. Ella estaba luchando con el pie para tratar de mantenerlo dentro, pero se deslizaba lentamente a pesar de sus mejores esfuerzos.

"Todos estamos tan preocupados por estos banqueros como vosotros", continuó. "Y puedo demostrártelo."

"¿Cómo?"

"Ven a Iowa conmigo."

"¿Iowa? ¿Qué hay en Iowa?", preguntó Storm.

"Hay un hombre en Ames que quiero que conozcas. Si quieres, puedes mantenerme esposada todo el viaje, no me importa. Hablando con este tipo te demostraré que estoy de tu lado. Ahora, por favor, ayúdame a subir".

Storm decidió que una agente china no sería capaz de inventar una historia que involucrara a Ames, Iowa, mientras cuelga boca abajo de un rascacielos. "Está bien", dijo, extendiendo la mano en el otro lado de la columna, la que no sujetaba la bota. "Agarra mi mano".

La bota estaba casi fuera. Xi Bang trató de alcanzar y agarrar la mano libre de Storm, retorciendo su cuerpo en forma de C. Sus dedos estaban a centímetros de ser capaz de agarrarla y tirar de ella hacia la protección.

Entonces la bota se desprendió.

Xi Bang gritó. Ella estaba en caída libre con brazos y piernas en cruz, boca arriba, como un ángel de nieve aterrado.

Storm no lo dudó. El gancho de agarre. Todavía lo tenía en su brazo izquierdo. Su mano derecha la dirigió rápidamente al botón de activación, y apuntó a la mitad de Xi Bang.

La línea se disparó con los treinta metros por segundo al cuadrado, tres veces más rápido que la gravedad. Storm observó con fascinación como el final de la línea formó un disco, como si hubiera aparecido de la nada. Entonces, exactamente como el francés había dicho que haría, se agarró al vestido de malla de Xi Bang, y a través del milagro de lo que sea que los científicos de Jones habían fabricado, se mantuvo firme.

Storm gruñó mientras la línea tensada, lo golpeaba contra la columna. Xi Bang se balanceaba suavemente catorce pisos más abajo y aterrizó - aunque ortogonalmente – contra el lateral del edificio. Entonces ella comenzó a trepar lentamente hacia arriba. Storm podía sentir las correas de la manga hincándose en su costado, pero los sostuvo.

Pronto, llegó al lugar donde Storm se aferraba a la columna, se contoneó por su perfil, y se derrumbó sobre él, jadeando por el esfuerzo y el terror. Él la abrazó, sintiendo sus corazones batiendo uno contra el otro.

"Ahora", dijo él, "¿qué estabas diciendo de esposas?"
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Mensaje por mitek Dom Sep 15, 2013 3:52 pm

Hola qwerty!!, por favor seguí con la traducción, gracias a ustedes que se toman el trabajo de traducir puedo leer estos libros, porque acá en Argentina no se consiguen.
Muchas gracias por el trabajo que te tomas y por compartirlo, te mando saludos!!!
Happy Clap Clap

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Mensaje por qwerty Sáb Sep 21, 2013 1:22 pm

CAPÍTULO 12





WASHINGTON, Distrito de Columbia.


Ésta era una ciudad que todo era sobre el realizar favores. Por lo menos eso había enseñado a Donny Whitmer casi un cuarto de siglo dando vueltas por los pasillos del poder. Grandes favores. Pequeños favores. Los hacías si podías, porque nunca sabes cuándo puedes necesitar cobrar ese favor.

Como por ejemplo, cuando estás trece puntos por debajo en las primarias contra un candidato del Tea Party, quien al parecer tenía a todos los cristianos en el estado de Alabama listos para tirar de la palanca por él, y simplemente no tienes tiempo para realizar las dos mil llamadas telefónicas que serían necesarias para recaudar los cinco millones de dólares que necesitas para hundir al bastardo.

Ya sabes. Momentos como éste.

En este caso, el favor que Donny Whitmer había hecho parecía bastante sencillo. Unas tres semanas antes, su mejor donante lo había llamado. Se aproximaba una partida de fondos para votar, una de las grandes, enrevesadas, turbias, con quince mil palabras de bazofia que el Senado necesitaba pasar para eludir otra amenaza de bloqueo de gobierno. El donante quería una cláusula de aditamento colocada en la partida de fondos. Sólo una pequeña cláusula.

Éste era el tipo de cosas en que Donny Whitmer se había especializado a lo largo de su carrera. Había aprendido exactamente cómo deslizarse entre ellas – siempre esperaba hasta el último minuto – y como él era el presidente del Comité de Asignaciones del Senado, nunca tuvo demasiados problemas en hacerlo. Así fue cómo había conseguido repavimentar toda la sección I-20 de Alabama, aunque en realidad no lo necesitara. Era la manera de cómo había financiado un estudio de larvas de mariposa pigmeo en la Universidad de Alabama, la cual podía o no haber encontrado modos de desviar ese dinero para el equipo de fútbol. Así era como Donny Whitmer se había convertido en Donny Whitmer.

A decir verdad, realmente no entendía la cláusula que este donante quería. Era un oscuro cambio en la política de la Reserva Federal, una que colocaba restricciones – generosas, pero restricciones no obstante – de la cantidad de bonos del gobierno que el Sistema de Reserva Federal podía emitir cada mes.

Por qué el donante buscaba eso o cómo se beneficiaría, era algo así como un misterio para Donny. Pero el tipo había sido muy generoso a lo largo de los años, Donny no se entrometería. Llamó al secretario del Senado y le dijo que tenía unas pocas líneas más para insertar en la ley de presupuestos. Era cerca de quinientas palabras. El secretario las agregó sin comentar o preguntar, porque, hey, era el presidente del Comité de Asignaciones, y eso era un proyecto de ley de presupuestos.

Donny estaba preparado con una historia para cualquiera que preguntase. Haría todo un escándalo acerca de cómo la Reserva Federal estaba constantemente excediendo su autoridad y cómo todo el sistema de la Reserva Federal se había salido de control. Era una parodia sobre el despotrique favorito entre el núcleo duro de los fiscales conservadores, por lo que nadie pensaría que sería demasiado duro escuchándolo venir del Senador Whitmer. Sabrían que estaba haciendo frente mediante un cambio de resistencia elemental y pensarían que estaba usando esto para satisfacer su base.

Sin embargo, nadie preguntó. Esta era la magia de hacer furtivamente un aditamento en el último segundo: Nadie lo leyó. Todo el mundo había regateado para sí mismos hasta la muerte y estaban preparados para hacerse con todo el asunto. El Presidente, desesperado por evitar un cierre que mancharía su administración, firmó el proyecto en una ley a falta de dos minutos para medianoche.

Whitmer prácticamente lo había olvidado. Lo tenía almacenado lejos, en su banco de favores realizados sempiternamente creciente. Y ahora, antes de lo que alguna vez pensó que sería necesario, era hora de hacer una salida.

Y con una esperanza tan grande como el cielo que habría cinco millones de dólares en la cuenta. Esperó a que su personal se hubiera ido y tener su espaciosa oficina en el edificio Dirksen del senado toda para él antes de hacer la llamada. No quería correr el riesgo de nadie escuchando lo que era necesario que ocurriera.

Descolgó su teléfono de la oficina, y luego lo soltó. Teléfono móvil. Eso se percibiría más personal. Introdujo el Bluetooth en su oído. Sacó el teléfono del bolsillo. Marcó.

"Bien, muy buenas, jovencito", saludó Donny, fingiendo calidez. Condenado identificador de llamadas. No consigues llegar a decir "Es el Senador Whitmer", jamás.

"Estoy bien, estoy muy bien", continuó Donny.

"Gracias por preguntar. ¿Cómo estás tú?"

Encanto sureño. Donny tenía en cantidades.

"Fantástico, eso es increíble escucharlo. ¿Y cómo están la esposa y niños? "

El toque personal. Había que darle toque personal.

"¿Parvulario? ¿Están ya en parvulario? Caramba, caramba, parece que fue ayer cuando estaba recibiendo la noticia del nacimiento. El tiempo vuela".

Ahora se paseaba por su despacho. El Clyde May lo estaba llamando.

"¿Leyendo ya? Chico listo, chico listo. De tal palo tal astilla, ¿verdad?"

Adulación. Te consigue llevar a todas partes. Dios, despreciaba eso.

"Bueno, si esa escuela privada necesita algo un poco extraordinario, sólo tienes que hacer un toque al viejo Donny, ¿oyes? Resulta que la joven senadora de tu estado me debe un favor."

O al menos ella lo debería si Donny necesitaba que ella lo tuviera. Gracias a Dios no era una de esas senadoras pedantes que se negaron a jugar a la pelota con los chicos.

"Eso es muy amable por tu parte. Sissy me puso bajo uno de ellos con una dieta baja en carbohidratos. No entiendo sus horribles cosas de pan de maíz, pero he perdido cinco kilos desde marzo".

Sí, al parecer, la adulación era en ambos sentidos.

"¿No estaría bien? Tendremos que conseguir al INS para investigar eso", dijo Donny, riendo algo demasiado forzado en una broma que ni siquiera era tan graciosa. Cuando caes directamente en picado, nada sobre dietas es graciosa.

Al final, salvaron la charla trivial necesaria, y Donny oyó al donante decir las palabras que podrían echar a rodar la conversación: ¿A qué debo el honor de la llamada, senador?

"Bueno, me alegra que lo preguntes," planteó Donny, ansioso por continuar adelante con eso." Es posible que hayas oído, pero parece que voy a estar cara a cara en un pequeño desafío en las próximas primarias de junio."

Pequeño desafío en las primarias. Un eufemismo si alguna vez hubo alguno. Donny Whitmer se enfrentaba a un pequeño desafío en las primarias de la misma manera que Sandy fue una pequeña tormenta.

"Mmm, hmm, él es uno de esos mamones del Tea Party. No para de parlotear calentando la cabeza de cómo él nunca subirá impuestos, recortará el gasto gubernamental, recortará esto, recortará aquello, no comprometerá, no trabajará con nadie sobre nada. Ahora, sabes que soy un conservador orgulloso, pero todavía necesitamos ser capaces de atravesar el pasillo si queremos hacer algo en esta ciudad. No basta con meter los dedos en los oídos y decir 'no, no, no’ todo el tiempo. Pero esto es lo que esos amigos quieren hacer".

Donny escuchó un momento. Todo esto tenía que ir a la velocidad adecuada. Se sentía como si estuviera haciendo un buen progreso.

"Sí, conoces al tipo. Y para empeorar las cosas, el ‘joputa golpetea la Biblia cada vez que puede. Soy tan devoto como el que más. Y si quieres rezar en la escuela, yo digo adelante. Pero este toca-pelotas, está hablando como si fuera a poner una cruz clavada sobre el Monumento a Washington. No necesito decirte que no podemos permitir que estas personas tomen el control de la fiesta. Tienen esta agenda social y –“

El donante le interrumpió con una reciprocidad entusiasta. Eso era bueno. Donny tomó las riendas donde lo había dejado:

"Exactamente. Una distracción. Eso es lo que también siempre digo. Una distracción. Quiero decir, no es que tenga demasiado apego a estos maricas casándose uno con el otro. Pero tenemos problemas más grandes en este país ahora mismo a pesar de que una pareja de bolleras digan el 'sí, quiero'".

Más escucha. Ahora el tipo estaba despotricando un poco más, pero el viejo Donny iba a permitírselo. Donny se acercó paseando a las pelotas de golf y putter que guardaba escondido en la esquina. Usó la cabeza del putter para colocar una bola a la derecha, y luego, con un golpe delicado la rodó por la alfombra hacia la pata de la mesa de café. La pelota se detuvo justo antes de la pata. Mierda. Donny odiaba los putts cortos.

El tipo finalmente terminó, y Donny se metió de lleno con "Bueno, eso es lo que estoy diciendo exactamente. Tipos como éste, simplemente no tienen conocimientos de... de... de la sensibilidad de algunos de estos temas más complejos, especialmente en los mercados financieros".

Y entonces, sin vacilar, sin dar al hombre la oportunidad de decir nada, Donny comenzó a golpear con el martillo: "Es como esa cláusula que pude conseguir pasar para ti hace un par de semanas. ¿Te acuerdas de eso?"

Sí, el tipo recordaba eso. Por supuesto que lo recordaba.

"Bueno, eso es exactamente el tipo de cosas de las que estoy hablando. ¿Crees que los mamones del Tea Party harían eso por ti? "

Sutil, Donny. Sutil. Pero al menos redirigió al donante a hablar de esto, ejem, una pequeña amenaza elemental.

"Bueno, no es nada para estar demasiado preocupados sobre eso, pero nunca puedes ser demasiado cuidadoso", dijo Donny. "Yo pago a mi encuestador para preocuparse por estas cosas, y él está haciendo su trabajo, eso es seguro."

Su trabajo. Exacto. Trece putos puntos de trabajo.

"No, no. Aquí nadie es presa del pánico. No hay necesidad de entrar en pánico. Es sólo que estas cosas al final pueden ser impredecibles. Existe una ola anti-cargos-electos surcando de un lado para otro, y antes de que te des cuenta, todo el mundo vota a quien haya estado, sin importar que la persona que está al cargo, ha estado fielmente al servicio de sus intereses durante muchos años".

Al final, apareció el dulce sonido de la frase pronunciada dentro de toda la verborrea de la boca del hombre: ¿Hay algo que pueda hacer para ayudar?

"Bueno, ahora que lo dices, me alegra que lo preguntes. Podría utilizar algo un poco extra para dar una pizca de publicidad a mis feligreses diciendo que tienen que ayudar”.

¿Cuánto?

"Mi gente dice que cinco millones de dólares lo haría", declaró Donny, y no dio tiempo al hombre a objetar antes de continuar: "Obviamente, nos gustaría configurarlo como un súper PAC. Dios bendiga a Ciudadanos Unidos. Podríamos darle uno de esos nombres imprecisos como "Votantes de Alabama", o ¡carajo!, llamarlo 'Roll Tide para el Senado.’"

En realidad, eso no era una medio-mala idea. En Alabama, la única cosa que podría superar el voto religioso podría ser el voto Crimson Tide. Donny se dejó caer pesadamente en su escritorio, sacó un nuevo bloc de notas, y escribió "ROLL TIDE PAC" en letras mayúsculas en la parte superior.

"La cuestión es, mis colegas quienes han repelido con éxito estos desafíos del Tea Party tienen todos los súper PAC apoyándolos. Así que ¿qué me dices? ¿Hacemos trato?"

Donny contuvo el aliento. Estaba preparado para una variedad de respuestas, todas las formas, desde el "sí," a "déjame pensarlo", proponer un sablazo a algunos de sus camaradas ricachones en representación de Donny. En cambio, Donny se sorprendió por la respuesta del donante.

"¿Qué quieres decir con que no lo tienes?", Dijo Donny, oyéndose gritar ligeramente." Lo tienes. Tú siempre tienes."

Donny se incrustó el Bluetooth más profundamente en su oído. De repente tenía problemas para escuchar al tipo.

"Sí, ya. Ya sé que es mucho. Pero hablemos de ese aditamento. Quiero decir, ¿cuánto vale eso para ti? ¿Ser capaz de dar un telefonazo a un... a un escaño del senado de los Estados Unidos que puede poner lo que quieras en una ley de presupuestos? Yo diría que eso vale cinco millones de dólares. ¡Coño!, yo diría que vale mucho más de cinco millones de dólares. La gente paga edificios de oficinas llenos de lobbystas mucho más que eso, para al final, no tener a mano tanta influencia".

El tipo no estaba en desacuerdo. Pero tampoco se estaba ofreciendo para aparecer con el dinero. Donny podría decir que el tipo no estaba suficientemente motivado. Había llegado el momento de darle la motivación. Donny no sabía porqué este donante quería la cláusula. Pero si conocía a los tipos ricos – y, Dios, los conocía – nunca querían que otros tipos ricos supieran qué llevaban entre manos. Era momento de utilizarlo como palanca.

"Bueno, déjame exponértelo de otra manera: ¿Cuánto vale para ti que yo no mencione que fuiste tú el que me preguntó que pusiera la cláusula dentro? ¿Esto vale cinco millones? Porque, ya sabes, podría seguir y seguir. O podría tener en mi oficina de prensa una antigua emisión de un gran comunicado, diciendo que el mundo te tiene que dar las gracias por este cambio en la política de la Reserva Federal. ¿Qué opinas de esto?"

Tal como sospechaba Donny, acaparó el interés del hombre. De hecho, cambió todo el tono de su voz. Y su respuesta.

"Por supuesto, puedo darte un poco de tiempo para pensar en ello. Pero no mucho. ¿Hablamos mañana?"

Repentinamente, regresaron de nuevo a la charla banal.

"Genial, gracias. Y dale mis mejores deseos a su encantadora esposa, ¿oyes?... Muy bien. Que pases una buena velada."

Desconectó la llamada y dejó escapar un largo suspiro. Estaba temblando ligeramente. Se acercó al Clyde May y bebió un trago de la botella.

Un montón de emociones circulaban por él, tal vez ninguna más fuerte que la de la incredulidad. Sabía que podría tratar de dar la vuelta a su propia mente, pero sólo se estaría engañando a sí mismo. El hecho era que él había – por primera vez en una larga y distinguida carrera política – cometido extorsión.






Unas pocas aclaraciones e historietas del capítulo:
INS
– Instituto Nacional de Salud

Sandy – fue un huracán/tormenta tropical que azotó toda la costa este de América Central y América del Norte. Afectó desde Colombia y Venezuela hasta Estados Unidos, pasando por todas las islas: Cuba, Rep. Dominicana, Jamaica….
Ni decir los daños personales y materiales que causó.

Super PAC – (Ayudándome de la wikipedia y de otras páginas para informarme, no sabía si tenía alguna traducción) Un súper PAC es una variedad relativamente moderna de la Comisión de Acción Política (PAC) que permite recaudar y gastar cantidades ilimitadas de dinero de corporaciones, sindicatos, individuos y asociaciones.

El término "super PAC" se utiliza para describir lo que técnicamente se conoce en el código electoral federal como un "gasto independiente – sólo comité." Son relativamente fáciles de crear bajo leyes federales.

Ciudadanos Unidos (más información encontrada pos webs) llamados en EEUU como Citizens United son más conocidos por el juicio de Ciudadanos Unidos contra Comisión de Elecciones Federales de 2010 por la que este caso acabó en una sentencia en la que permitía la participación de empresas en campañas políticas electorales, pues basándose en la primera enmienda de la constitución de Estados Unidos (libertad de expresión) prohibía al gobierno limitar las donaciones políticas.

Crisol Tide: Es el equipo de fútbol de Alabama. Ehhhh…. En USA el fútbol es nuestro rugby americano (no confundir con el rugby) y nuestro fútbol en USA es el soccer. Entonces el Crisol Tide es el equipo de rubgy americano, ese que el equipaje es de hombreras muy grandes y casco.



Y ahora una aclaración con las palabrotas, insultos y palabras malsonantes de éste y capítulos anteriores.
Estoy haciendo (intentándolo) una traducción que sea lo más literal posible.

En el libro de Storm aparecen palabras como Damn, goddamnit, goddamned, asshole, sumbitch, queers, dykes, crap....
No soy una experta en el lenguaje malsonante Inglés pero estas palabras son “fuertecillas”, desde luego no son las más "fuertes" que nos podemos encontrar en Inglés

Si en el libro aparecen ciertos términos, no quiero “descafeinar” el lenguaje y poner algo “políticamente correcto”. Si aparece de nuevo crap, mi intención es traducirlo como “mierdas”, “boludeces” “huevadas”… a no ser que sea un personaje que nunca utilizara este tipo de lenguaje pero que al expresar algo más fuerte que “tonterías” ya buscaría un nivel intermedio entre los dos, quizá: “chorradas” o “sandeces”.

¿Porqué escribir las palabrotas? Porque si en el libro pone sumbitch veo ridículo traducirlo como “tonto”. En películas, series, algunos libros y en los cómic/manga cuando pasan a un nivel comercial para explotarlos económicamente nos malacostumbran a eliminar el lenguaje soez para llegar a más público y evitar ciertos impedimentos. Así pues, por seguir la línea que el autor escribe (evitando endulzar el lenguaje) voy a seguir escribiendo estas palabras malsonantes.

Como he dicho, me parece ridículo escribir cosas del tipo: Córcholis, jopetas, ostras, pardiez, caramba, mala persona, despreciable, leches… en boca de un personaje como Whitmer. O simplemente omitir el insulto.
Si el personaje dice queers y dykes, y además contando que es un personaje de una ideología completamente contraria no veo correcto escribir “gais” y “lesbianas” endulzando el lenguaje, sino que veo mejor una traducción como “maricas” y “bolleras” con el sentido despreciativo que da el personaje (además de ajustarse mejor a la traducción literal). Es más, por mi parte, Whitmer no sólo utilizaría estas palabras sino que usaría otras más fuertes.

Aparte, el personaje de Whitmer, al ser tan tan religioso utiliza “Jesús Christ”, “Holy Mother of God”…
En inglés existen los insultos del tipo “no utilizarás el nombre de Dios en vano”, es decir, que si nos vemos un God, perfectamente puede ser un insulto. Cuando le he leído estas expresiones he tenido serias dudas si sólo las decía en plan de exclamación o de insulto. Por ahora las he dejado como exclamación, es decir, tal cual aparecen en el texto: “Jesucristo” “Dulce Madre de Dios” pero me da que hay algo de insulto en ellas.

Los hispanohablantes no tenemos estas dudas, siempre (quizá haya alguna excepción) que usamos “Dios”, “Virgen Santa”, “Por los clavos de Cristo”, “Jesucristo de mi vida” es para expresar sorpresa o exclamación ante una situación inesperada y no son en absoluto malsonantes. ¡CLARO! La cosa cambia cuando añadimos delante “Me cago en…”, “Puto/a…” y todas sus variantes.

Saludos.


Última edición por qwerty el Vie Oct 18, 2013 12:01 am, editado 2 veces
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Mensaje por qwerty Sáb Sep 21, 2013 1:38 pm

mitek escribió:Hola qwerty!!, por favor seguí con la traducción, gracias a ustedes que se toman el trabajo de traducir puedo leer estos libros, porque acá en Argentina no se consiguen.
Muchas gracias por el trabajo que te tomas y por compartirlo, te mando saludos!!!
Happy Clap Clap
Hola mitek, gracias por comentar.

Por otros foreros/as argentinos conozco el tema de las importaciones en vuestro país. Es una auténtica pena.
Espero que la traducción esté a la altura. No sé utilizar el "Español neutro" ese que existe y como soy Española estoy segura que algunas palabras o frases se me escaparán haciendo el texto un poco más de acá que no de allá. Espero que al final se entienda todo.

Saludos. Kiss
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Mensaje por qwerty Sáb Sep 28, 2013 12:44 pm

CAPÍTULO 13





AMES, Iowa.


El hombre parecía que había estado escondido en Montana durante al menos una década lejos de toda civilización, en algún lugar subsistiendo de ardillas, carne de alce y bayas indígenas. La barba le cubría toda la cara y caía hasta la parte superior de su pecho. Su desgreñado pelo estuvo como mínimo el mismo tiempo sobre su espalda. Tenía el cuerpo de un liniero ofensivo de un equipo de fútbol, tanto en altura como de contorno, lo que hacía mucho más incongruente las gafas gruesas de estilo John Lennon en la punta de la nariz.

"Derrick, me gustaría presentarte al Dr. Rodney Click, profesor adjunto de economía aquí, en el estado de Iowa", dijo Ling Xi Bang. "¿Sería correcto por mi parte llamarle economista cuantitativo? ¿Lo digo de la manera apropiada?"

"'Calculín' también lo haría muy bien", dijo Click, ofreciendo a Storm una sonrisa bonachona y un apretón de manos.

"Yo, tan sólo le llamaré Doc, si le parece bien," dijo Storm, sacudiendo la mano.

"Estoy seguro que me han llamado cosas peores. De todos modos, vengan a mi oficina", invitó Click girando y hablando por encima del hombro: "Simplemente no puedo creer que la CIA esté lo suficientemente interesada en mi teoría para prestarse a otra visita".

Storm lanzó una mirada a Xi Bang que parecía decir: Otra visita, ¿eh? No hacía falta ser un economista cuantitativo para hacer los cálculos: Xi Bang había estado aquí antes, y le había dicho al hombre que ella estaba con la CIA. Xi Bang simplemente sonrió con recato a Storm. Su viaje a Iowa, que había incluido una breve parada en una habitación de hotel cerca del aeropuerto Kennedy, había dado nueva dimensión a las palabras “hacer escala”.

"Tenéis que entender que la mayoría de las veces cuando hago un documento como éste, asumo que sólo va a ser leído por otros académicos," Continuó Click mientras los conducía a la pequeña madriguera de conejo que tenía por oficina con paredes revestidas por estantes repletos de libros. "La revista The Journal of Global Economist no se confunde con una novela de suspense apasionante. No es como si yo fuera Michael Connelly".

Click se acomodó en su silla, la cual crujió en consecuencia. Storm y Xi Bang tomaron las sillas del otro lado del escritorio.

"Créeme cuando digo que lo encontré fascinante", dijo Xi Bang. "Y me gustaría que se lo explicaras a mi colega de la CIA de la misma manera que lo hizo para mí."

"Entonces supongo que empezaré por el mismo sitio, con un poco de historia", dijo Click, intentando captar la atención de Storm. "No quiero sonar como que estoy menospreciándote, pero ¿cuánto entiendes sobre los mercados de cambio de divisas extranjeras?"

"Lo suficiente como para llenar un dedal", admitió Storm.

"Está bien, lo básico: El mercado de divisas extranjero, a veces llamado ForEx, o simplemente FX, es el mercado más grande y más líquido del mundo. En cierto modo, también es el más volátil. Aproximadamente con un valor de casi cuatro billones de dólares se negocia diariamente. Ahora, una minoría de ese volumen es lo que piensas que es: Particulares o corporaciones que hacen negocios operando en una moneda que de repente necesitan pagar por algo en otra divisa. Así que, por decirlo de alguna manera, estás de vacaciones en la India. Aterrizas en Bombay y cambias dólares por rupias".

"Excepto que siempre salvo algunos billetes verdes para sobornos", interrumpió Storm.

"Por supuesto. En cualquier acontecimiento, este tipo de transacción – que se podría debatir si es para lo que FX fue creado – es tal vez el veinte por ciento del mercado. El ochenta por ciento son bancos, fondos de cobertura también llamados fondos de alto riesgo y otras grandes instituciones financieras que hacen operaciones especulativas. Eso es el porqué hay tanta volatilidad. Hay todo tipo de formas complicadas en las que ellos pueden hacer dinero mediante estas transacciones, algunas de las cuales dependen de factores que el inversor medio no piensa. Así, por ejemplo, hay un tipo de transacción, el comercio de divisas, que esto funciona debido a las diferentes tasas de interés que ofrecen los bancos centrales de los distintos países. Otras transacciones son más directas: inversores apostando en cuya vía colocan una divisa al frente en base a alguna intuición o conocimiento sobre la economía de ese país".

"Así que es muy parecido a la bolsa de valores: chicos ricos apostando con el dinero de otras personas", apuntó Storm.

"Sí, pero hay una diferencia importante", dijo Click. "El FX no es un mercado regulado. Cada negocio se lleva a cabo esencialmente con un apretón de manos, o un apretón de manos virtual. No hay gobierno que lo controle, sin cámara de compensación especial, no hay reglas sobre el tamaño de las operaciones, nadie manteniéndose alerta de los inversores con tráfico de influencias, sin salvaguardias establecidas para evitar grandes oscilaciones en el mercado. La Bolsa de Nueva York suspende las transacciones si los precios de las acciones están cayendo demasiado rápido o si hay algún tipo de perturbación en los mercados para que todo el mundo precise parar y digerirlo. No es así con FX. Está abierto las veinticuatro horas durante los días laborables. Si los inversores deciden abandonar una determinada divisa, su valor puede – al menos en teoría – caer a cero, y nadie lo detendrá. Es un mercado que se basa exclusivamente en las fuerzas de la regulación".

"Suena como el Salvaje Oeste", puntualizó Storm.

"Más de lo que crees", confirmó Click. "Porque otra máxima es la siguiente: Todas las principales divisas en el mundo hoy en día son lo que llamamos las monedas o divisas fiduciarias. No están respaldadas por oro ni plata ni otros productos básicos. Tienen valor porque el gobierno que emite la divisa dice que tiene valor y el mercado decide estar de acuerdo con ello porque la economía que sustenta la divisa es fundamentalmente sólida".

Storm negó con la cabeza. "Así que todo está basado en una fe común".

"Exactamente. Especialmente con el dólar de EE.UU. Un cierto porcentaje del valor de nuestro dinero viene del hecho de que se nos considera una moneda inexpugnable – la divisa demasiado-grande-para-quebrar. Si eres un inversor internacional y tienes un montón de dinero en algún lugar, lo más probable es que vayas a tenerlos en dólares estadounidenses. Pero los economistas siempre han especulado sobre lo que sucedería si eso dejara de ser el caso.

"Muy bien, tened esto en mente cuando os cuente sobre el 2 de octubre de 2008", dijo Click. "Si recordáis lo que estaba sucediendo entonces, el mundo financiero se había ido prácticamente a pique. Lehman Brothers había quebrado. Fannie y Freddie se tambaleaba. AIG estaba a punto de hundirse. Los bancos estaban paralizados a prestarse dinero entre sí. Hubo carreras sobre los fondos de inversión. La gente estaba vendiendo la totalidad de sus carteras y enterrando el efectivo en el patio trasero de casa. Fue una época salvaje, y casi cada dos días salían noticias que nadie pensó que vería nunca. Yo creo que eso es el porqué de lo que sucedió el 2 de octubre no recibiera mucha atención. Bueno, eso, y porque todo terminó muy rápido. Los principales medios de comunicación ni siquiera tuvieron tiempo para entenderlo".

"¿Entender, qué?", preguntó Storm. Se dio cuenta que se había corrido rápidamente hasta el borde de su silla. Click, del mismo modo, se inclinó adelante, por lo que su enorme cuerpo asfixiaba el borde de su escritorio.

"Durante doce minutos del 2 de octubre de 2008, el dólar de EE.UU. perdió cerca del cincuenta por ciento de su valor", declaró Click con el merecido drama.

"Pero... pero ¿eso no podía ser imposible?"

"Podrías pensar que sí. Como podrías haber pensado que era imposible para la General Motors irse a la bancarrota, pero también sucedió. Como he dicho, era un tiempo salvaje".

"Entonces, ¿qué pasó?" Preguntó Storm.

"Bueno, esa es la cuestión por la que me he pasado los últimos cuatro años investigando", dijo Click. "La versión corta es que uno de los comerciantes de divisas más activos y más grandes de Corea del Sur decidió hacerse con el dólar de EE.UU. No fue una decisión racional particular de su parte. Pero, eso sí, los coreanos estaban viendo todo lo que pasaba con la economía de EE.UU. con disgusto. Lo vieron como nuestra falta de disciplina financiera de muchos años que finalmente regresó para perseguirnos. Esencialmente, este tipo tan sólo canjeó y movió todo su dinero a otras divisas".

"Pero... quiero decir, ¿cuántos dólares hay en circulación en el mundo?", preguntó Storm. "Una persona no es posible que haga esta gran diferencia."

"Para responder a tu pregunta, todo depende de cómo definas lo que quieres decir ‘en circulación’. Por el bien de la conversación, vamos a decir diez billones. Así que, no, no pienses que un inversor, sin importar cuán rico sea, importa tanto. Pero resulta que él hizo lo que se llama una transacción de ida y vuelta. No estoy seguro si puedo explicarte el mecanismo de una manera que tenga sentido para ti – no te ofendas. Basta con decir, que es una transacción cuyo impacto en el valor de la moneda en cuestión no es sólo doble. Es más como el cuádruple. Y al empezar aquello fue una gran transacción. Terminó desencadenando un clásico circuito de realimentación negativa – una tendencia que comienza a alimentarse de sí misma. La mayor parte de las operaciones estaban siendo realizadas por ordenadores que habían sido programados para hacer ciertos movimientos cuando un valor umbral prefijado fuese quebrantado. Los principales mercados bursátiles de todo el mundo tienen controles contra este tipo de cosas para conseguir que no se salgan demasiado fuera de control. Pero, de nuevo, FX es un mercado no regulado. Así que no había nada para detener estos equipos de hacer lo que tenían programado, y durante doce minutos, el valor del dólar de EE.UU. se derrumbó en una manera que nadie podría haber imaginado".

"Pero has dicho que sólo duró doce minutos. ¿Por qué?", preguntó Storm.

"Alguien en la Fed vio lo que estaba pasando, y la Fed se lanzó en picado y lo salvó. Una de las formas en que la Fed controla la reserva monetaria es a través de un gran acopio de bonos del Estado que posee. Rápidamente vendió un montón de ellos a precios ganga a los bancos que reconocieron el gran trato que estaban consiguiendo. La Fed perdió un montón de dinero, pero al hacerlo, tomó un montón de dinero de fuera de la circulación. A partir de ahí, la simple oferta y demanda hizo el relevo. Las reservas habían sido restringidas. Menos billetes verdes disponibles los hace más valiosos, la retroalimentación negativa se invirtió, y el dólar se recuperó de lo que había pasado doce minutos antes. Para los medios de comunicación, pareció más como un rescate del Tío Sam, y que no podían discutir. Así que fue una especie historia sin interés periodístico".

"Está bien, así que..." Dijo Storm, volviéndose a Xi Bang. "Lo siento, ¿qué tiene esto que ver con los cuatro banqueros muertos?"

"Bueno, puedo mostrártelo si quieres, " dijo Click, alzándose detrás de su escritorio. "Ven conmigo".


Storm y Xi Bang siguieron a Click a través de un pasillo hacia un hueco de la escalera, luego bajaron algunos peldaños hacia el sótano. Click giró hacia una habitación con varias torres de servidores, la mayoría de ellas tan altas como él. Se acercó a una de ellas que tenía un teclado y un monitor acoplado en el medio.

"Siento hacerte caminar", dijo Click. "Podría acceder a esto desde mi despacho, pero se tarda una eternidad en cargar, y ya tengo el modelo en marcha aquí."

"Creo que puedo con el ejercicio," le aseguró Storm.

"Lo que estás a punto de ver en funcionamiento es el MIEDSM, el Modelo Iowa del Estado de Depreciación Súbito Monetario.”

"Ahora todo el mundo en la disciplina lo llama ‘La Teoría Click’", interrumpió Xi Bang.

"Sí, bueno...", dijo Click, como si toda la atención del enorme mundo de la economía cuantitativa lo avergonzara. Él enredó con el teclado y subió una pantalla llena de números. "Ahora, tened en cuenta, éste es un modelo informático del FX. Es una recreación de la realidad, es lo que he pasado cuatro años perfeccionando. Me permite predecir el impacto de una transacción con un intervalo de confianza del noventa y nueve por ciento".

"De acuerdo, ¿qué es lo que estoy viendo aquí?", preguntó Storm.

Click plantó un dedo en la pantalla, en una columna de números expresados en quinta cifra decimal. "Ahí está el valor del dólar de EE.UU. con respecto a una variedad de divisas en las condiciones actuales del mercado. Está el euro, el franco suizo, el dólar australiano, el dólar canadiense, etcétera. Acabo de colgar diez en este momento, pero obviamente puedo mostrarte cualquier moneda quieras. Esto es lo que sucede con el valor del dólar de EE.UU. al vender un metro de billetes verdes a, por ejemplo, libras esterlinas".

"¿Un metro?"

"Lo siento. Eso es el argot del FX para mil millones".

"¿Las operaciones son realmente tan grandes?"

"Algunas de ellas, sí," dijo Click. "Hay que tener en cuenta que muchos de estos tratos sólo están haciendo dinero fuera de márgenes, y en muy pequeños porcentajes. Así que necesitas hacer grandes operaciones con el fin de que sea prolífico tu tiempo. Así que, de todos modos, esto es lo que sucede cuando vendo un metro de dólares".

Click presionó un botón. Storm mantuvo su mirada en los números.

"Pero nada ha cambiado", dijo.

"Exactamente. Tampoco podemos esperar que lo haga. Con diez billones de dólares en circulación, mover mil millones en una dirección u otra es como tratar de mover un huracán con un ventilador de techo. Entonces, ahora ponemos dos metros".

Storm vio como el último número de la pantalla, el quinto desde el punto decimal, cambió de 7 a 6. "Está bien, ya lo veo," dijo Storm.

"Correcto. Ahora, cinco metros".

En esta ocasión, tanto el último dígito como el segundo desde el final se movieron.

"¿Entendido? Bien. Ahora, ponemos cinco metros, ejecutado como una transacción de ida y vuelta", avisó Click. El tercer dígito desde el final cambió, al igual que los dos adyacentes. "Acabo de afectar el valor del dólar estadounidense por una décima parte de un centavo. Todavía no es gran cosa, ¿verdad? Quiero decir, el valor del dólar puede fluctuar más que eso en una base diaria y la vida como la conocemos continúa muy bien".

"Sí. Ésto no se ve exactamente como el Armagedón financiero", apoyó Storm.

"Confía en mí, nos estamos acercando al Armagedón. Mira esto. He aquí diez metros de ida y vuelta".

El valor del dólar en el modelo de Clic, de repente costó dos centavos menos. "Todavía no es mucho, ¿verdad? Pero eso es porque los bucles de retroalimentación negativa no han entrado en acción. Se tarda un poco para que esto suceda. Pero, en el caso de Corea en 2008, estábamos hablando de una transacción cercana a los ciento cincuenta metros – históricamente la mayor transacción, todo en una sola dirección. Nada como eso había sucedido antes. Y, voilà".

Click pulsó un botón. El dólar inmediatamente perdió siete centavos frente a la libra británica. "Ahora, espera a que..." anunció Click. Y, como era de esperar, Storm y Xi Bang vieron desarrollar un desastre económico simulado: La caída aumentó a diez centavos. Luego de catorce centavos. Veintidós centavos. Treinta y ocho centavos.

Click presionó otro botón y la caída libre se detuvo.

"Acabo de apretar pausa. Sabed, puesto que este servidor es muy potente, que soy capaz de acelerar la acción de lo que está sucediendo más rápido de lo que sería en la vida real. Acabáis de ver unos quince minutos de juego simulado. Ahora mirad qué pasa cuando tengo mi propia acción del Fed simulado para regular la oferta monetaria mediante la venta de bonos como lo hizo en 2008".

Click pulsó un botón, tecleó unos pocos comandos, y a continuación dio un paso atrás. Efectivamente, rápidamente el dólar recuperó el terreno perdido y a continuación comenzó a negociarse con lo que parecía ser el mismo nivel que antes.

"Así que, básicamente, no hay daño, no hay falta, ¿cierto?" Dijo Click. "Mientras tengamos a Papa Fed velando nuestras espaldas, estaremos bien. Pero mirad ésto. Voy a realizar seis operaciones similares a la de la transacción de Corea del 2008, y – esto es vital – sucederán al mismo tiempo, en seis divisas diferentes, todas de ida y vuelta."

Los dedos de Click bailaron sobre el teclado durante unos treinta segundos. Entonces preguntó, " Ling, ¿querrías hacer los honores? Pulsa este botón de aquí".

Xi Bang, se adelantó hasta el teclado de la computadora, rozando a Storm en su camino. Él estaba tan absorto en la demostración que casi – casi – olvidó cuán interesado estaba en verlo que su propio programa de cambio de divisas continuó.

"¿Éste? ", Preguntó Xi Bang.

"Sip. Adelante".

Xi Bang, presionó el botón y los números en la pantalla saltaron a la vez. Los números de la columna del lado izquierdo, representando al dólar de EE.UU, titilaban de manera constante a la baja. La columna de la derecha, representando a las demás divisas, escaló en consecuencia.

"Ahora, voy a hacer intervenir a la Fed, de la misma manera que antes", dijo Click.

Los números en el lado izquierdo continuaron con su caída. No tuvo efecto. Cuando los números en la pantalla finalmente comenzaron a estabilizarse, el dólar era una cuarta parte de lo que había sido.

"Lo que acabáis de ver tendría lugar en unas dos horas de tiempo real", advirtió Click. "Así que estaríamos hablando de que el dólar estadounidense perdería tres cuartas partes de su valor en dos horas. La inestabilidad creada en los mercados de Estados Unidos sería casi imposible de comprender. Y eso sin contar todavía el efecto dominó que tendría lugar a lo largo de todo el mundo. Es más que probable que se sumiría al mundo en una especie de Edad Media financiera que duraría... bueno, ¿quién sabe? Por suerte nunca hemos tenido la oportunidad de averiguarlo. Baste decir, que sería malo".

"¿Y seis negociantes, que se distribuyan por todo el mundo, realizando operaciones lo suficientemente grandes, podrían hacer que esto ocurriese?", preguntó Storm.

"Sí", dijo Xi Bang. "Eso es un resumen muy básico de la Teoría Click".

"¿Qué pasaría si tan sólo fueran cuatro negociantes?", Volvió a preguntar Storm.

"Sería suficiente para activar la bajada, pero la Fed aún podría salvarlos".

"Así que seis es el número mágico."

"Correcto".

"¿Hay alguna manera de detenerlo?", preguntó Storm.

"Sí, en teoría," dijo Click. "Si la Fed vende todo lo que tiene – estoy hablando de todo, incluyendo el seno de la cocina – podría tener efecto. Sería una medida extraordinaria por parte de la Reserva Federal. Literalmente tendrías que agotar al límite el volumen de la intervención de la Fed, e incluso el modelo dice que estaríamos viendo la posibilidad de una corrección del cuarenta y siete por ciento. Básicamente, sería una moneda lanzada al aire saber si funcionaría".

"¿Y sin la Fed?"

"Armagedón garantizado", dijo Click. "Eso sí, se trata de un modelo teórico. Pero las matemáticas, una vez que las entiendes, son realmente muy simples."

"¿Al igual que dos más dos son cuatro?"

"Más parecido a que cualquier número multiplicado por cero es igual a cero." Storm asintió y sacó su teléfono.

"¿Qué estás haciendo?" Preguntó Xi Bang.

"Seguir mi intuición", dijo Storm.


Storm salió de la sala de servidores, volvió a subir las escaleras, y caminó al exterior bajo los rayos de sol de la media tarde de Iowa, esos que hacen crecer las cosechas y Storm entornó los ojos.

Nadie se adentraría en todas las dificultades en diseñar una catástrofe a menos que hubiera neutralizado la capacidad de la Fed para evitarlas. Si Storm era capaz de encontrar a alguien que hubiera estado trapicheando con la Fed – tanto su personal como su política – estaría mucho más cerca de encontrar a quien contrató Volkov.

Y, por mucho que Storm temía hacerlo, sabía que estaba a una llamada telefónica de un hombre que probablemente podía averiguar lo que estaba pasando, un hombre con los dedos metidos en todos los pasteles de todo Washington. Storm sacó su teléfono vía satélite y pulsó cada botón firmemente, deliberadamente. Había aprendido que este no era el tipo de llamada que haces a la ligera.

"¿Qué pasa, Storm?", Dijo Jedediah Jones, su voz sonaba extraordinariamente áspera, como si hubiera tragado una ración adicional de arena.

Storm inhaló, para darse unos segundos más para pensar las cosas en profundidad. Éste era un juego al que había jugado con Jones muchas veces, el juego donde cada hombre decidía cuánto podía permitirse mostrar al otro – y, más concretamente, cuánto podía retener manteniéndolo oculto. Para un hombre como Jones, la información era como una llave Allen – cuanto más tenía, más difícil sería después girar los tornillos. Y sin embargo, en este caso, no había forma de evitarlo: Storm tendría que dar algo para conseguir un poco. Teniendo en cuenta lo que acababa de escuchar, había demasiado en juego para no hacer participar a Jones y sus considerables recursos.

"Necesito algo de tus topos en el Capitolio para hacer un poco de pesca", dijo Storm.

"¿Sí? ¿Qué tipo de peces estás tratando de atrapar?"

"Tengo curiosidad si alguien está enredando con la capacidad de la Reserva Federal para vender los bonos del gobierno."

"¿En serio?", Dijo Jones, casi sonando como que le había hecho gracia, porque él también lo sabía – sabía que el juego ya había empezado. "¿Y por qué quieres saber eso, agente Storm? ¿Quieres saber si ahora es el momento adecuado para invertir?"

"Como he dicho, sólo curiosidad."

"¿Dónde estás ahora?"

Jones tenía los medios para averiguar si realmente quería saberlo, así que Storm no se molestó en mentir: "Ames, Iowa".

"¿Ames, Iowa? ¿Qué hay en Ames, Iowa?"

"Fundamentalmente maíz. Pero también una importante universidad americana".

"¿Tiene esto algo que ver con los banqueros muertos?"

"Tal vez sí, tal vez no", dijo Storm, aunque si conocía a Jones, sabía que podía ver a través de sus evasivas. "Pero probablemente lo tiene. Después de todo, esto es para lo que me contrataste para investigar."

"Sí, soy consciente. ¿Puedes darme un poco más para seguir adelante?"

"Realmente no. En estos momentos, por mí mismo no conozco mucho del tema. Sin embargo, ¿podrías mirar dentro del personal de la Fed quién está haciendo este tipo de cosas y ver si algo ha cambiado en él o ella? ¿Si ahora es una persona diferente? ¿Si últimamente ha habido algún tipo de cambio en el manual de gestión de ese departamento? ¿Quizá si esa persona ha sido comprometida o intervenida de alguna manera?"

"¿Quién podría estar haciendo la intervención?", preguntó Jones.

"Ojalá supiera," dijo Storm mientras miraba algunos estudiantes universitarios volar un Frisbee, felizmente ignorantes de lo precario que se había convertido de repente todo lo relacionado con su forma de vida.

"Entonces, ¿Se supone que sólo debo husmear en los departamentos de ventas de bonos de la Fed hasta que alguien admita que han estado recibiendo sobornos?", preguntó Jones. "¿Algún consejo sobre cómo debería abordar eso?"

"Di mucho ‘por favor’”, dijo Storm. "A la gente le gusta la educación."

"Lo tendré en cuenta."

"Sólo trato de ser útil," dijo Storm y finalizó la llamada.


Cuando Storm volvió a la oficina de Click, el economista le entregó una copia encuadernada del artículo que había sido la base de la Teoría Click. Storm la leyó rápido, pasando por alto las ecuaciones. Sin embargo, se sentía como si estuviera empezando a entenderlo. Habiendo visto el modelo en acción, ayudó.

"Pero hay una cosa que todavía no entiendo," se dirigió Storm tanto a Xi Bang como a Click. "Digamos que tú eres la persona que mata a estos banqueros. ¿Por qué? ¿Qué consigues con eso? El modelo del Dr. Click diría que necesitas estos banqueros con vida, actuando sincronizados, no en una morgue en cualquier parte".

"Bueno, ya hemos tenido tiempo para pensar en eso y tenemos una teoría", explicó Xi Bang. "Recuerda, no sólo los mataron. Primero los torturaron."

"Sí, ¿Y?"

"Creemos que los torturaron por sus contraseñas del MonEx", conjeturó Xi Bang.

"Traduce, por favor."

"El Monex 4000 es la marca del terminal utilizado por la mayoría de los principales operadores de divisas internacionales", dijo Click. "Parte de lo que lo hace popular es la velocidad con la que completa las transacciones, y te permite acceder a todas tus cuentas a través de una única interfaz."

"Así que, si estás buscando lanzar la tan-nombrada transacción coreana, eso es lo que tendrías que utilizar", dijo Storm.

"Exactamente", dijo Xi Bang. "Básicamente, Volkov está recogiendo estas contraseñas para alguien más, alguien que sabe cómo utilizarlas para llevar a cabo este hipotético Día del Juicio Final."

"Bueno, entonces ¿esto es un problema tan difícil de resolver?", Dijo Storm. "Llamamos a las personas que fabricaron el Monex, les decimos que las cuentas han sido comprometidas, y pedimos que las bloqueen."

Click comenzó a negar con la cabeza mientras Storm daba la supuesta solución.

"El MonEx marca los terminales y las licencias del sistema operativo que los ejecuta," dijo Click. "Por razones de responsabilidad, rechaza cualquier control sobre las cuentas creadas en ellos o lo que ocurra con las cuentas. Esencialmente, el MonEx se aisla legalmente a sí mismo de este mismo tipo de cosas. Es como decir, 'Hey, sólo hacemos la herramienta. Lo que la gente haga con la herramienta depende de ella. "La única persona que puede poner fin a una cuenta es el propietario del código de acceso. Y los negociantes tratan a sus códigos de acceso como algo más que el oro. Son instruidos para no compartirlas con absolutamente nadie. No a sus cónyuges. No a sus empleados. Nadie. La idea es que si llegasen a morir, las cuentas mueren con ellos".

"En cambio, a pesar de que estos negociantes están muertos, sus cuentas perduran."

"En lo que se refiere al MonEx, ellos continúan vivos, sí," dijo Click.

"Pero, bueno, digamos que Volkov es capaz de conseguir dos códigos de acceso más y es capaz de transmitirlas a alguien que puede hacer realidad la Teoría Click ¿Por qué esa persona a querría hacer eso? ¿Quién se beneficiaría de la caída del dólar de esa manera?"

"Cualquier persona podría", dijo Click. "Cualquier persona que tenga el conocimiento previo que un mercado está a punto de hacer un giro dramático en una dirección puede utilizar esa información para realizar un beneficio extraordinario."

Storm se reclinó en su silla, con la copia del artículo de Click descansando sobre su pecho mientras levantaba la vista al techo un momento.

"¿Y cuántas personas leen la revista The Journal of Global Economist?", preguntó.

"Hay unos pocos miles de suscriptores repartidos por todo el mundo", respondió Click. "La mayoría van a estar en las bibliotecas universitarias, por lo que no se sabría decirte cuántas personas la están leyendo realmente. Probablemente hay algunos grandes inversores institucionales suscritos, quizá unas pocas tiendas de Wall Street. Pero a fin de cuentas, quizá no podría haber más de mil quinientas personas, en todo el mundo. ¿Por qué lo preguntas? "

"Porque," Storm dijo, "en este momento, esa es nuestra lista de sospechosos.”






Más observaciones que salen del libro.

Liniero ofensivo.
Spoiler:

Billón / trillón – Clase de mates de potencias de 10, europea vs. estadounidense:
Spoiler:


Si vais viendo cuándo saco los capítulos suele ser los viernes o sábados, Tal vez como hoy que es un domingo de madrugada para mí cuenta como un sábado-tarde. Así que si entre el viernes a domingo de madrugada no hay capítulo es que lo dejo para la semana siguiente.
Como estoy haciendo esto sola, no confirmo que todas las semanas haya capítulo, pero sí voy a intentar que como mucho el plazo sea de 2 semanas para aquellos capítulos largos o porque se me haya complicado la cosa.
Saludos.
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4º Derrick Storm  "STORM FRONT"  [Traducido al Español COMPLETO] - Página 2 Empty Re: 4º Derrick Storm "STORM FRONT" [Traducido al Español COMPLETO]

Mensaje por qwerty Sáb Oct 12, 2013 1:24 pm

CAPÍTULO 14




NUEVA YORK, Nueva York.


El tiempo se agotaba. Los fantasmas estaban parpadeando. Había tres de ellos a la izquierda, titilando rosa-blanco, rosa-blanco, rosa-blanco. No tardarían en ser exterminados de nuevo. El intervalo de oportunidades se agotaba rápidamente.

Whitely Cracker esperó hasta el último segundo posible, hasta que tuvo a los tres fantasmas alineados perfectamente. Entonces sacudió la palanca de mando con fuerza hacia la derecha, haciendo que la Sra. Pac-Man los tragase en una rápida sucesión. Un tintineo de júbilo escapó de la máquina. Un 400, 600 y 800 apiñados flotaron en el aire. Victoria. Victoria. Victoria.

Por lo general, a Whitely le encantaba ese movimiento. En-fílalos, en-fréntalos. Los fantasmas nunca sabían qué los tragaba. Nada era más satisfactorio.

Excepto hoy, aquello no le daba satisfacción. Y así, a pesar de que quedaban a la izquierda sólo unos pocos puntos para engullir antes de pasar a la siguiente pantalla, se video-suicidó, abandonando a la Sra. Pac-Man para ser devorada por los fantasmas prontamente-autoregenerados.

Salió de la sala de juegos. Todavía llevaba puesta la gorra y los guantes de conducir, acaba de realizar el trayecto desde Chappaqua. Por último, se los quitó y se puso a trabajar. Tenía sus propios fantasmas a evitar.

La llamada de reposición de garantías le daba flojera, sin duda. Había manejado el asunto serenamente en la cancha de tenis, porque por otra parte nadie quiere ver a su gestor de inversiones rebuscando. Y lo primero que había hecho al regresar a la oficina fue echar un vistazo a la cuenta de Lee Fulcher. El total ascendía a 43.509.184,33 $, y Fulcher lo quería todo, hasta estos últimos treinta y tres centavos. Decir que era condenadamente inconveniente, era lo mínimo que se podía decir. Whitely estaba en un momento en que necesitaba más liquidez, no menos.

Sin embargo, un cliente era un cliente. Y después de todo, era el dinero de Fulcher. Whitely había adjudicado a Teddy Sniff encontrar el dinero de cualquier agujero que pudiera encontrar, a continuación hizo todo lo posible para sacar todo el asunto de su mente.

Se instaló frente a su MonEx 4000, introdujo su contraseña, y comenzó a hacer los negocios – ignorante, como siempre, de las cámaras de vigilancia supervisándolo.

Whitely se sentía cada vez más sereno mientras llegaba a acuerdos. Su cerebro había estado trabajando en los movimientos a realizar durante todo el tiempo en que había estado jugando a los video-juegos, y salió con los puños en alto listo para pelear. A veces aquello sorprendía a Whitely de dónde se originaban los negocios. A veces, era como que estallaban espontáneamente en su subconsciente, y él sólo estaba siguiendo sus impulsos.

Acababa de hacer una oferta exitosa de diecisiete mil gramos de peso en oro cuando la mensajería instantánea (MI) de su MonEx copó la parte superior de la pantalla. Pertenecía a otro negociante en Manhattan.


Gracias por adquirir de esa opción de compra de mí, pero ¿por qué simplemente no me das el dinero? Sabes que nunca va a caer tan lejos.



Whitely se detuvo un segundo, probando distintas respuestas posibles. Salió con:


¿Qué puedo decir? Considéralo como prestaciones sociales corporativas.



Regresó a su siguiente trato, rechazando un puñado de cientos de miles de participaciones en empresas prestigiosas de las que había tenido la corazonada de que iba a perder sus presuntas ganancias. Entonces la MI apareció de nuevo, procedía del mismo tipo:


El gran tiburón blanco está tramando algo.



Después de haber ido por el camino modesto, Whitely sostuvo con él:


Sólo tratando de hacer que se vea bien. Y podría estar dispuesto a hacerlo de nuevo. ¿Qué hay del McDonald’s en el 60?



Después de haber lanzado el cebo, esperó para ver si el tipo mordía. Efectivamente, lo hizo.


Se te va la olla. Pero seguro. ¿Cuánto?



Whitely escribió rápidamente.


¿350?



El hombre sabía que quería decir 350.000 participaciones. Y no dudó.


Hecho. Dinero fácil es lo que haré hoy. Todavía pienso que estás loco.



Whitely estaba considerando si debería tratar de atraer al hombre hacia un trato más supuestamente-demasiado-bueno-para-ser-realidad, pero se dio cuenta de que de nuevo, Theodore Sniff estaba al acecho en su puerta. Normalmente, habría ignorado al contable. Pero desde que le había encomendado a Sniff la tarea específica, podría acabar de una buena vez con ella.

Whitely alzó la vista. Sniff llevaba un traje que parecía que había sido enrollado en un ovillo y metido en un cubo de basura durante varios días antes de ponérselo.

"Teddy, ¿dormiste con ese traje o algo así?", Preguntó Whitely.

"No, yo... acabo de llegar de la lavandería", dijo Sniff. Siempre se sentía incapaz de explicar sus múltiples deficiencias a su jefe. Por supuesto, únicamente en la misma medida que aquellas eran culpa de Sniff. Era tanta la incomprensión de Whitely como en cualquier otra cosa. Los hombres con una raya perfecta en el pelo difícilmente podían entender la calvicie.

"Bueno, diles que la próxima vez planchen de verdad", dijo Whitley. "¿O quizá cambiar a limpieza en seco? Sólo estoy tratando de cuidar de ti, amigo."

"Gracias."

"De paso, ¿conseguiste llegar a algo con esa chica del Match.com?"

"Quedamos para tomar un café y ahora no responde a ninguno de mis mensajes", confesó Sniff. "Le guiñé un ojo tres veces, pero me ignoró."

"Bueno, mira el lado positivo: Es mejor que esa chica de entre comillas “Ridgefield, Connecticut”, que acabó siendo una prostituta eslovena", dijo Whiteley. "De cualquier modo, ¿qué ocurre?"

"Es... es sobre la llamada de reposición de garantías de Fulcher."

"¿Qué pasa con ella? ¿Estamos listos para emitir? Él necesita el dinero ipsofacto".

"Sí, sobre eso..." comenzó Sniff, y de repente no podía mirar a su jefe. La alfombra de delante de él se había convertido mucho más interesante.

"¿Qué, Teddy?"

"No lo tenemos."

"Así que mantienes lo dicho. Pero, ¿cómo es eso posible?"

"Bueno, esa donación que acaba de hacer no ayudó", dijo Sniff.

"Aún así, yo... yo no entiendo: Mis negocios son buenos. Mis negocios son fantásticos. Puedo contar con los dedos de una mano los que han ido mal en un mes completo. Debo tener uno de los mejores registros de victorias y derrotas en el negocio. ¿Cómo es posible que no tengamos el dinero?"

"Sólo te estoy diciendo lo que los libros me dicen," dijo Sniff. "Los libros no mienten."

"Sí, bueno..." dijo Whitely, pasándose las manos por el peinado perfecto, ahora mismo ligeramente despeinado.

"Entonces, ¿qué hacemos con lo de Fulcher?"

Whitely miró a lo lejos. Entrecruzó sus dedos, los llevó a los labios, y mantuvo las manos durante diez segundos.

"Su llamada de reposición de garantías es del First National", dijo finalmente Whitely. "Conocemos algunas personas de allí. Comuníquese con ellos y convéncelos de que se mantengan alejados de esa llamada durante una o dos semanas. Nos aseguraremos de que Fulcher sepa que le hicimos el favor y le decimos que permanezca tranquilo, que vamos a tener el dinero cuando llegue el momento. Y para entonces, lo tendremos".

Sniff murmuró algo entre dientes que Whitely no pudo oír. Sólo los micrófonos sensibles captaron las palabras y las condujo directamente a la octogésima tercera planta.

Y las palabras fueron: "Lo dudo."
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4º Derrick Storm  "STORM FRONT"  [Traducido al Español COMPLETO] - Página 2 Empty Re: 4º Derrick Storm "STORM FRONT" [Traducido al Español COMPLETO]

Mensaje por qwerty Jue Oct 17, 2013 11:52 pm

CAPÍTULO 15





WASHINGTON, Distrito de Columbia.


Donny Whitmer se había pasado levantado toda la noche.

Normalmente, eso significa beber alcohol y buscar carne – los pasatiempos preferidos de los hombres poderosos del mundo.

Pero esta vez era diferente. Donny Whitmer había descubierto, en cierto modo para su sorpresa, que incluso después de todos estos años en Washington, todavía tenía conciencia. Y esa conciencia estaba en una especie de crisis.

Lo reconcomía, lo que había hecho. Amenazar a su mejor donante con un desenmascaramiento como ése. Aquello hacía que su estómago doliera – rebajarse tan bajo después de una vida de servicio público honorable. Aquello era tan indigno de un senador. Se revolvió y dio vueltas en la cama hasta que Sissy lo hizo dormir en la habitación de invitados.

En algún punto pasada la medianoche, un pensamiento vino a su mente: Por la mañana, llamaría al hombre y le diría que no quería decir aquello. Que era una fanfarronada. Que lo dijo de repente por enojo o miedo. No, mejor aún, que era una broma. Ja, ja, una buena, ¿verdad, colega? Porque el viejo Donny nunca haría algo así.

A la mañana siguiente, antes de que Donny ni siquiera terminara su café, Jack Porter estaba de regreso en su oficina. Habían hecho unas pocas encuestas más. Había más tablas y gráficos. Los ‘joputas del Tea Party tenían mucho más reconocimiento de nombre de lo que nadie se había dado cuenta, muchos menos negativos de lo que parecía posible, y lo que es más, había bajado el número de indecisos de los que deberían haber a falta de seis semanas.

En otras palabras, el problema era peor de lo que Donny había pensado. El día anterior había sido como un sueño – más bien pesadilla – pero hoy la realidad se había impuesto. Objetivamente podía estar acabado. Se encontraba ignorando a Porter y mirando a todos los lados de su oficina, a la vista del Capitolio que él gobernaba desde su oficina de director, a todos los chismes, placas y menciones que había recogido durante años, y que no quería embalar. No estaba dispuesto a hacerlo.

Más que eso, la gente de Alabama no podía darse el lujo de perderlo. Todos esos proyectos de amiguismo que había labrado en su camino significaban empleos. Y el trabajo lo significaba todo. Este novato palurdo del Tea Party no tenía ni idea de cómo hacer funcionar las palancas del gobierno para conseguir ese tipo de cosas. El malnacido probablemente vendería su alma política tratando de retornar una sentencia lejana de la Corte Suprema, quien había prometido revocar Roe vs Wade. ¿Cuántos contratos de repavimentación proporcionaría a los contribuyentes? Ninguno. La idea molestaba a Donny incluso más que la propia idea de que él no podría gobernar nunca más sobre los grupos de presión.

En un momento dado, se había quitado de encima a Porter de su oficina, cerró la puerta y dijo a todo el mundo que no lo molestaran. Necesitaba pensar.

Cinco millones de dólares. Y, en verdad, sólo un lugar para conseguirlos. Todos sus otros principales donantes tenían vínculos con Alabama. Habrían olido que Donny estaba en problemas, por lo que sabrían que estaba desesperado y por consiguiente no le darían ni un centavo. El Birmingham News todavía no había hecho ningún sondeo, pero había escrito algunas historias halagadoras sobre su rival y sobre la devoción popular que parecía estar engendrando.

Donny tuvo que presionar más a su mejor donante. Esa fue su bala de plata. Él había amenazado de descubrir al empresario. Ese era un buen comienzo. ¿Y si él también...?

Sonó el teléfono.

Era su donante.

El donante que era la última oportunidad del senador para cambiar todo ese rojo en las fichas de Jack Porter a un hermoso y atractivo verde.

"Hola, muchacho ", dijo Donny.

Escuchó.

"No, no, no estás interrumpiendo nada. Y, además, es un placer hablar contigo. Siempre es un placer. "

Tal como si Donny no hubiera amenazado al hombre el día anterior. El hombre hablaba, y Donny se dio cuenta de que contenía el aliento. ¿Por qué no el tipo acaba de una vez de cortar por lo sano, decir que él le daba el dinero y terminar ahí? O tal vez ¿podría simplemente decir que no le daba el dinero y Donny aceptaría?... Espera. ¿Era real lo que Donny acababa de oír? Sí. Sí, lo era.

"Bueno, eso es muy generoso de su parte", dijo Whitmer. "El ‘Fondo Futuro de Alabama.' Eso suena muy bien."

Donny se levantó de su escritorio y deambuló hacia la ventana para contemplar el Capitolio. Después de todo, era posible poder mantener esta vista.

"Bueno, por supuesto, podríamos poner otro nombre a la cabeza de la PAC. Quienquiera que desees. No nos importa, siempre y cuando... "

Donny escuchó un momento.

"Sí, sí. La PAC tiene que enumerar sus donantes, pero... "

Donny buscó su putter. Tenía que hacer algo con las manos.

"Bueno, hay cosas que puedes hacer con el fin de enmascarar el origen del dinero si eso es lo que te gustaría hacer. No es difícil. O podemos hacerlo por nuestra parte. Podría hacer que mi abogado hiciera esta parte si lo deseas. Es lo menos que puedo..."

Olvida el putter. Sus manos temblaban demasiado. Cinco millones de dólares. Alabama estaba a punto de conseguir una gran dosificación de Donny Whitmer.

"Oh, no. No te preocupes. No existe la más mínima posibilidad de que lo rastreen hacia ti. Incluso podemos dividirlo por cinco vías para que parezca que proceden de cinco lugares diferentes. Puedes confiar en el viejo Donny. Transfiere ese dinero y nosotros nos encargaremos de él."

Donny estaba tan emocionado – y tan preocupado que había olvidado los detalles – por lo que fue a la siguiente página en blanco de su bloc de notas. Escribió "FONDO FUTURO DE ALABAMA" y "$5 MILLONES" y "DIVIDIR EN CINCO LLCs." Entonces escribió "GRACIAS" y el nombre del donante, lo subrayó tres veces porque había recordado escribir una bonita tarjeta de agradecimiento. La cortesía era la cortesía, después de todo.

"Bien, tengo que decirte que realmente aprecio esto. Y puedes creer que recordaré la próxima vez que necesites algo. Tan sólo llama al viejo Donny, ¿me oyes?"

Correcto. Después de todo, aquello no era una extorsión. Era sólo otro favor que se hacía en una ciudad llena de favores.

Terminó la llamada, las manos todavía temblaban. Todo se estaba poniendo en juego. Con los cinco millones en su lugar, la gente de Donny sería capaz de comprar a los medios para que empezaran a bombardear la próxima semana.

Entonces vería qué pinta tendrían los jodidos gráficos de Jack Porter.





Aclaración del capítulo,
LLC -  Limited Liability Company – Sociedad de responsabilidad limitada. Es un tipo de sociedad que funciona en algunos aspectos como sociedad mercantil y otras como sociedad individual. Es creada principalmente para pequeños empresarios y trabajadores, la posibilidad de la protección de una S.L., pero sin los problemas administrativos que ésta tiene.
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Mensaje por mitek Dom Oct 20, 2013 3:58 pm

Por otros foreros/as argentinos conozco el tema de las importaciones en vuestro país. Es una auténtica pena.
Espero que la traducción esté a la altura. No sé utilizar el "Español neutro" ese que existe y como soy Española estoy segura que algunas palabras o frases se me escaparán haciendo el texto un poco más de acá que no de allá. Espero que al final se entienda todo.

Saludos. Kiss[/quote]

Hola!!, la traducción esta mas que perfecta!!, se entiende todo, y te vuelvo a agradecer por tomarte este trabajo, te mando saludos desde estos lados!! Happy Clap Happy Clap Thumb Clap

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Mensaje por qwerty Vie Oct 25, 2013 8:27 am

mitek escribió:Hola!!, la traducción esta mas que perfecta!!, se entiende todo, y te vuelvo a agradecer por tomarte este trabajo, te mando saludos desde estos lados!! Happy Clap Happy Clap Thumb Clap
Gracias!!! Oops
Y a ti por seguir la historia.


De paso aprovecho para dar aviso, esta semana no subo capítulo, seguro que no me da tiempo a colgarlo mañana, espero poderlo hacer la semana que viene, como siempre, el intervalo es entre viernes por la tarde y el sábado.
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4º Derrick Storm  "STORM FRONT"  [Traducido al Español COMPLETO] - Página 2 Empty Re: 4º Derrick Storm "STORM FRONT" [Traducido al Español COMPLETO]

Mensaje por qwerty Jue Nov 07, 2013 5:03 pm

Ya es viernes, y como no quiero que me pase lo de la semana pasada, subo el capítulo antes que me líen y se me pase el fin de semana.
De paso, dar la gracias a chicas del foro ash24, nato_kine, la_loki, nathan_fan, nita85, mdm, agecastbet, kabeckett78, y perdón por si me he dejado a algunas más, a quienes consulto de vez en cuando para que me den traducción, sentido, punto de vista, opinión o bien encaminarme hacia el significado de alguna palabreja y 'frasecita del libro. Los dobles significados, modismos y frases hechas me matan.


CAPÍTULO 16




AMES, Iowa


Si hubiera estado en Florencia, Derrick Storm al menos habría sabido de tres restaurantes que habrían sido perfectos — dos con vistas al Ponte Vecchio y un tercero encaramado en las colinas cercanas a la Basílica de San Miniato al Monte—. En su restaurante favorito de Yakarta, no habría tenido necesidad de mirar el menú, tan sólo comandaría unas gambas Nasi goreng que habrían volado en su cita ficticia. En San Francisco, tenía un escondrijo donde el maître lo habría escoltado a su mesa exclusiva y descorcharía un Joseph Phelps Insignia sin siquiera Storm tener que preguntar.

En Ames, Iowa, se encontró atrapado, conduciendo sin rumbo fijo hasta que encontró un Buffalo Wild Wings.

Un establecimiento de comidas de franquicia encajado entre un hipermercado Target  y un Pizza Hut; no era, quizá, el primer lugar donde a alguien se le ocurriría buscar a dos agentes internacionales en plena investigación de un complot para paralizar la economía mundial. Pero tras una serie de comidas que habían consistido en lo que la aerolínea había puesto en las bandejas, estaban muertos de hambre. Y la cerveza estaba fría. Y no había nada como un montón de alitas picantes para despejar la mente, por no hablar de las fosas nasales.

Había sido toda una tarde productiva con el Dr. Rodney Click. Storm y Xi Bang habían pulido sus conocimientos de mercados de divisas extranjeros. Habían recibido una introducción al funcionamiento del MonEx 4000, para lo poco bueno que aquello había servido. Y habían contrastado una serie de escenarios en el Modelo Iowa del Estado de Depreciación Súbito Monetario.

Entonces Storm puso a trabajar a Click: Ahora que ellos sabían que la Teoría Click se estaba poniendo en práctica, ¿podría usar este modelo para predecir qué banqueros podrían ser los próximos objetivos? ¿Qué banqueros serían los más probables con la influencia necesaria para lograr el Armagedón?

Click dijo que iba a trabajar en eso durante toda la noche y se pondría en contacto con ellos en un día. O tal vez dos. Si tenía suerte. Entonces espantó a Storm y Xi Bang. El Buffalo Wild Wings había sido su primera parada.

"Tengo que admitir," dijo Storm, después de que ambos saciaran su primer hambre, "siempre me siento un poco culpable comiendo alitas Buffalo."

"¿Por qué?", preguntó Xi Bang, limpiándose la salsa de su barbilla con una servilleta.

"Es pensar en todos esos pobres búfalos, deambulando por las Grandes LLanuras sin sus alitas, mutilados para siempre."

"Oh, para."

"Bueno, en serio, ¿alguna vez has visto algún búfalo con alas?", preguntó Storm.

Ella roló los ojos, bebió el último cuarto de su pinta de un trago, e indicó a la camarera traerle otra.

"Hora de ponerse al día, ¿qué esperas?, ¿a que te dé permiso la cerveza?," lo desafió ella señalando con la cabeza el vaso de Storm, todavía medio lleno.

"¿Cómo sé que no has echado nada mientras te daba la espalda? Tal vez la hayas corrompido con Rohypnol para llevarme de nuevo a una habitación de hotel y aprovecharte de mí".

"Tal vez lo haya hecho", dijo ella.

La respuesta de Storm fue la de levar su cerveza y beber hasta que, también, estuvo vacía. Xi Bang rió. Ella había dejado en Europa sus vestidos de seda y faldas causantes de accidentes de tráfico y llevaba ropa menos llamativa: pantalones negros, un jersey entallado gris oscuro de cuello alto, tacones de tan sólo diez centímetros. Aún así, todavía estaba impresionante — no había nada que pudiera llevar, excepto si llevaba una sábana tamaño gigante, para ocultar eso — pero por lo menos no llamaba tanto la atención.

Storm también vestía de manera cómoda: pantalones vaqueros de moda, camisa de cuello abierto, chaqueta de cachemir. Había obtenido su cupo de sonrisas coquetas por parte de la anfitriona y la camarera – por todo lo rudamente guapo que habían visto – pero las había ignorado. Había habido algunas camareras y anfitrionas en su pasado, y probablemente algunas más en el futuro. Pero mujeres como Ling Xi Bang – inteligente, sofisticada, misteriosa – era mucho más interesante para él.

"Muy bien, entonces, en serio, ¿cuándo te diste cuenta?" Preguntó ella.

"Bueno, tenía curiosidad desde el principio", dijo Storm. "He estado en muchos eventos de los medios de comunicación, pero no estoy seguro de haber visto en mi vida una secretaria de prensa tan preciosa tú."

Ella bajó la mirada, sonrojándose.

"Pero lo que realmente me hizo percatarme fue cuando te pregunté si preferías la pizza de Roma o de Geno".

"Las pizzerías. Ambas te las inventaste", entendió ella. "Debería haberlo imaginado. Ellos me dieron la historia con estos antecedentes de mi vida pasada en el último minuto, y simplemente no tuve tiempo para investigar lo que haría normalmente. No suelo hacer mucho trabajo encubierto. Soy más una analista. Sólo me pusieron sobre el terreno porque una de mis áreas de especialización son las finanzas".

"Así que todo lo de la pobre-chiquita-Ling-de-Qinghai fue inventado, ¿verdad?"

"Cada palabra", admitió.

"Lo vendiste muy bien. Estaba dispuesto a creer esa parte".

"Gracias."

"Entonces, ¿de dónde sacaste tu Inglés? Debes haber pasado algún tiempo en Estados Unidos. Tienes demasiados modismos americanos".

"Mis padres me enviaron a un internado en Virginia", dijo. "No en la zona del distrito de Columbia donde creciste. Un poco más al sur, en las marismas del estado. La mayor parte de lo que aprendí sobre el espionaje comenzó escabulléndome después de apagar las luces del internado para encontrarme con los chicos detrás de la casa de campo. Eso y esconder los cigarrillos".

"Internado, ¿eh? Tus padres deben haber sido de una clase acomodada".

Ella asintió con la cabeza. "Mi abuelo, el padre de mi madre, estaba en la parte alta del partido”. "Utilizó su influencia para arreglar el matrimonio de mi madre a un rico hombre de negocios de Shanghai. Ahí es donde realmente me crié. Sin embargo, la parte sobre la universidad de Pekín es cierta. Me gradué primera de mi clase. Mi padre me quería para que fuese a su negocio. Pero sabía qué era el significado de eso: Ven a mi negocio durante unos años hasta que te case con cualquier vicepresidente que yo desee y tome cargo de la empresa para cuando me jubile. No quería ser parte de eso".

"Entonces, ¿cómo acabaste en el ministerio de Seguridad del Estado?"

"¿Quién dice que estoy en el ministerio de Seguridad del Estado?" Dijo ella, dejando entrever una ligera sonrisa.

Storm fingiendo acento alemán: "‘Niorsotros tiener medios parra obligarr hablarr’, agente Xi Bang."

"Mi abuelo aún tenía conexiones en el partido", continuó. "Me consiguió una pasantía en el ministerio de Seguridad del Estado. Eso parecía un camino mucho más interesante que de convertirse en la esposa de alguien".

"¿Alguna vez piensas en el matrimonio?", preguntó él.

"¿Por qué? Agente Storm, ¿me estás proponiendo algo?"

"Pensaba que ya lo hice. Bailaremos 'El vals Vienés’ en nuestra boda, ¿recuerdas?"

Cervezas frescas llegaron a la mesa. Una Widmer Brothers Drifter Pale Ale para ella. Y un Arrogant Bastard Ale para él.

"Muy bien, ¿y qué hay de ti?", preguntó él. "¿Cuándo te diste cuenta sobre mí?"

"Salud," dijo ella, tocando su vaso al suyo.

"Salud," dijo Storm.

"Y deja de dar evasivas. Te enseñé tus puntos débiles. Enséñame los míos: ¿Cuándo me descubriste?"

"Sospeché desde el momento en que puse los ojos sobre ti", dijo Xi Bang. "La forma en que los otros corresponsales te miraban, podía decir que no formabas parte de la manada habitual. Además, ¿esa chaqueta? Espantosa. Actualmente los medios de comunicación van vestidos mucho más agradablemente en estos días."

"Bueno, los corresponsales del Soy Trader Weekly destacan por su ropa práctica", dijo Storm.

"Ah, sí, Soy Trader Weekly. Bonita web, por cierto. Pero eso es lo que realmente te delató".

"¿Cómo? Ese sitio era perfecto."

"Sí, demasiado perfecto," dijo Xi Bang. "Cuando nuestros técnicos trataron de hackearla, no podían. Tenía un encriptado CIA sobre ella. ¿Puedes contarme cómo el Soy Trader Weekly tiene acceso a eso?"

"Error de amateur", dijo Storm tomando nota mental para decirle a Jedediah Jones sobre ese defecto.

Se abalanzaron de nuevo sobre el montón de alitas, haciendo un eficaz, aunque sucio, trabajo de reducción. Storm, como de costumbre, comía como si tuviera un agujero en el estómago. Pero Xi Bang mantenía el tipo. Y cuando la camarera se acercó y les preguntó si querían un segundo plato, compartieron un segundo de comunicación silenciosa antes de decidir, sí, eso estaría bien.

"Así pues ¿estás al tanto que tu reputación te precede dentro del grupo de inteligencia chino?", dijo Xi Bang mientras esperaban a que la próxima ronda de alitas llegase. "Con las historias que circulan, pensé que 'Derrick Storm' era en realidad una amalgama de varios agentes de Estados Unidos."

"Nop. Sólo estoy yo. ¿Qué te hizo pensar eso?"

"No lo sé. Supuse que todo lo que he oído no podía ser verdad. O que si era cierto, tenían que ser leyendas de múltiples agentes unidas en uno solo".

"Supongo que depende de lo que hayas oído."

"¿Estabas en Marruecos hace unos años?", preguntó.

Storm se encogió de hombros.

"¿Qué hay con ‘The Fear’?" ¿De verdad hicisteis un trabajo de limpieza con él?"

Él no dijo nada. Pero Xi Bang se percató de su tic: La comisura de su boca subió apenas un milímetro.

"También hay un rumor de que una vez mataste a un agente enemigo con un vaciador de melones".

"La gente exagera", dijo Storm al fin, sacudiendo la cabeza. "Era para hacer bolas de helado.”

Ella lo analizó para ver si estaba bromeando. No lo estaba. Ella sabía que era mejor no preguntar por los detalles.

"Así que," dijo él cambiando de tema con el tono de su voz, " parece que nuestros intereses en el caso que nos ocupa se alinean."

"Algo extraño para dos países que actúan como enemigos la mitad del tiempo, ¿no es así?", dijo ella. "Pero, sí, mi gente quiere parar a Volkov tanto como tu gente."

"Si me permites la pregunta, ¿cuáles son tus órdenes?"

"Probablemente las mismas que las tuyas: Si veo a Volkov, disparo a matar", dijo. "Mi país sigue hablando de una gran ideología sobre el comunismo, pero el hecho es que hay intereses económicos muy importantes que tienen influencias sustanciales dentro del partido. Esos intereses han dejado claro que su prioridad es un dólar estadounidense fuerte. Y por lo tanto, mis jefes han dejado claro que este asunto con Volkov es mi prioridad. Mi papel se supone que es más de investigación, pero si tengo una oportunidad..."

"Entiendo", dijo Storm. "Deberíamos trabajar juntos."

"¿Trabajar juntos?"

"Más tarde volveremos a ser enemigos", prometió Storm. "Incluso te voy a dejar que me ates."

"Eso suena fantástico, pero... ¿podemos hacer eso?"

"Claro, tan sólo tienes que coger algo de cuerda y..."

"No, quiero decir ¿si podemos trabajar juntos? Quiero decir, sé que lo hemos estado haciendo de manera informal. Pero no estoy segura si podemos formalmente..."

"Formal, informal — ¿qué importa?" dijo Storm descartando la pregunta agitando con el revés de la mano. A ciencia cierta, a Jones y a sus superiores en las altas esferas de la CIA les daría un ataque si supieran que Storm estaba acoplándose – literal y figuradamente – con una agente china. Pero esta no era la primera vez que Storm había hecho una alianza que la CIA no aprobaría. Además, ¿no era por eso mismo por lo que Jones lo contrató? ¿Para hacer las cosas que Jones y la agencia no podían hacer por sí mismos? ¿Para darles una denegación plausible cuando todo saliera mal?

"A toda su gente sólo va a preocuparle si esta parte del trabajo está hecha," continuó Storm.

"Lo mismo con mi gente. Tenemos que averiguar quién contrató a Volkov y detener a quien sea que está detrás de él. Tendremos muchas más posibilidades trabajando juntos y compartiendo información.

"Además," añadió Storm, "no quiero tener que perseguirte por más rascacielos."

"¿Qué? ¿No puede una chica poner las cosas difíciles?"

"Espero que no, agente Xi Bang," dijo él sonriendo. "Sinceramente espero que no."


Cinco vuelos al día despegaban del aeropuerto municipal de Ames, ninguno de ellos después del anochecer. Sí, una llamada a Jedediah Jones podría cambiar eso. Sí, había otras maneras de salir de Iowa.

Pero Derrick Storm y Ling Xi Bang se auto engañaron de que estaban atrapados, varados y abandonados hasta la mañana. Y, en cualquier caso, no tenían a dónde ir — al menos no hasta que el modelo de Click les diera algunas respuestas o, por desgracia, hasta que el banquero Nº 5 encontrara su final—.

Así es cómo terminaron haciendo un breve traspié en la calle hacia un motel Days Inn. Se escaparon a la habitación 214, entonces sometieron a los desafortunados que estuvieran ocupando las habitaciones 212 y 216 a algo que podría haber sonado como un televisor con un volumen demasiado alto, sintonizado el canal Planeta Animal.

Luego, tras un breve respiro, lo hicieron de nuevo.

Más tarde, mientras yacían desnudos, con las sábanas caídas a los pies de la cama, Storm dejó que sus dedos recorrieran un sinuoso camino a través de las costillas de Xi Bang, el estómago y las piernas. Él estaba apoyado sobre un codo. Ella estaba acostada, con los ojos fijos en algún punto en la oscuridad, disfrutando de sus caricias.

Ella rompió la calma preguntando: "¿La historia de las magdalenas era verdad?"

"Sí, lo era", confirmó Storm. "Cada trozo de ella."

"¿Recuerdas a tu madre?"

"En realidad no."

"Así que ¿sólo estabais tú y tu padre?"

"Sí, pero no es como si sintiera que estaba perdiéndome algo", explicó. "En primer lugar no puedes echar de menos lo que nunca conociste. Tengo un padre fantástico. Eso es suficiente".

"No puedo creer que nunca se volviera a casar."

"Olvídate de volverse a casar. Ni siquiera volvió a salir con nadie," dijo Storm. "Actúa como si reemplazarla por alguna cosa sería un acto de traición. Su actitud es que ella fue el amor de su vida, el único, y comportarse de otra manera disminuiría eso de alguna manera".

"No puedo decidir si eso es romántico o triste."

"Tal vez sea un poco de ambas cosas", dijo Storm.

"¿Y tú qué piensas? ¿Hay un único amor o hay muchos?"

"Creo que la capacidad humana de amar no es algo de una única vez."

"¿Así que eso es lo que es para ti, Storm? ¿El amor es como un cargador? ¿Con la pistola preparada en automático y descargarla a tu alrededor?"

"Yo nunca he dicho eso", dijo Storm. "El amor es como una bala, aunque no lo creas. Conoces el instante en que has sido alcanzado. Incluso si ha sido tan sólo una herida de refilón, no vuelves a ser el mismo. La bala, o penetra más profundamente dentro de ti, o se lleva con ella algún pedazo."

Cuando dijo esto estaba pensando en Clara Strike. ¿Cuántos pedazos de él se había llevado a lo largo de los años? Y sin embargo, ¿cuántas veces seguía volviendo a enfrentarse al pelotón de fusilamiento?

"Veo que tienes un montón de cicatrices, Derrick Storm", dijo Xi Bang, señalando una marca de piel arrugada para siempre en su abdomen. Si supiera ella cuán profundas eran algunas de ellas.

"¿Qué hay de ti?", preguntó él. "¿Alguna vez has estado enamorada?"

"He quedado", dijo.

"No te pregunté sobre citas. Te pregunté sobre el amor. Amor verdadero. El tipo de persona que siempre está contigo, incluso si vuestras vidas os llevan en direcciones muy opuestas".

"Quizá", dijo ella.

"¿Qué significa eso?"

Su respuesta fue la de cerrar los ojos y murmurar "El vals Vienés." "Tenemos que bailar un poco más", dijo ella.

"Tú puedes... ", comenzó a decir Storm, en aquel momento fue interrumpido por el timbre de su teléfono satélite.

"Tienes que coger eso", dijo ella.

"No. Puedo ignorarlo."

"Si tú no contestas, lo haré yo. Y entonces tendrás un montón de preguntas que responder a quien sea que esté en la otra parte de la línea".

"Eres dura, Ling Xi Bang. "

"No tienes ni idea."

Storm se dio la vuelta, a tientas palpó hasta que encontró sus pantalones en el suelo, y pescó el teléfono del bolsillo. El identificador de llamadas entraba como restringido. Era de Langley, Virginia.

"Más vale que sea bueno", dijo Storm.

"Lo es," le informó la voz de perdigones de Jedediah Jones.

"Bien, entonces habla", dijo Storm, cambiando para que Xi Bang pudiera oírlo.

"¿Hay alguien más ahí?", preguntó Jones. Storm a veces juraría que su teléfono tenía una cámara oculta, pero aún tenía que encontrarla.

"No. Sólo yo".

"¿Esa cuestión que me preguntaste acerca de buscar a alguien en la Reserva Federal que fuera capaz de jugar con la venta de bonos del gobierno de la Reserva Federal?"

"¿Sí?"

"Resulta que estabas en el camino correcto. Tan sólo te equivocaste en la institución”.

"Ah, ¿sí?"

"¿Te suena el senador Donald Whitmer de Alabama?"

"¿Donny Whitmer? Sí. Claro. ¿Qué pasa con él?"

"Hace tres semanas, coló una cláusula en una ley de presupuestos que pone límites a la capacidad de la Reserva Federal para vender bonos."

"En otras palabras, dinamitó el último posible refuerzo para evitar la desestabilización de la divisa predicha en la Teoría Click."

"Exactamente. No tenemos ni idea de por qué ha hecho esto o por quién podría haber hecho esto. Pero tiene pinta de ser una coincidencia demasiado grande para ser obviada. Whitmer normalmente utiliza sus influencias para prodigar el amiguismo entre sus electores, no traspasa estos cambios de política oscura que suenan ahora mismo".

"¿Cuál es tu teoría?" Preguntó Storm.

"Bueno, hay un hecho algo interesante: Los rumores son que el senador Whitmer tiene entre sus manos una gran lucha de primarias y no le va bien. Los donantes han estado abandonando su barco como si supieran que se está hundiendo. Y entonces, de repente, justo cuando más lo necesitaba, alguien creó un Comité de Acción Política para apoyar al senador Whitmer. Se llama el "Fondo Futuro de Alabama" y en este momento cuenta con cinco millones de dólares."

"¿Puede ser algún tipo de soborno?" suscitó Storm. "¿Whitmer añade la cláusula a cambio de cinco millones de billetes?"

"O eso, o Whitmer mandó poner el dinero cuando se dio cuenta que estaba en problemas."

"De cualquier manera, es algo que necesitamos indagar. Y profundamente. Quien sea que puso todo ese dinero en el PAC es, probablemente, la persona que contrató a Volkov", dijo Storm.

"O tal vez sea un grupo de personas, pero sí. El único problema es que no sabemos quién es él".

"¿No tiene la PAC que enumerar a sus donantes?"

"A la larga, sí. Sin embargo, un PAC puede optar por presentar sus donantes de forma trimestral, y el trimestre todavía no ha terminado".

"Bueno, está bien, ¿pero no pueden los cerebrines averiguarlo?"

"Sí, pero no nos va a llevar muy lejos. Si alguien quiere enturbiar la fuente de financiación de un PAC, es tan fácil como crear una sociedad de responsabilidad limitada. Te apuesto una caja de whisky escocés que los donantes del PAC serán una LLC con un apartado de correos en Delaware".

"No hay apuesta," zanjó Storm sabiendo que Jones estaba en lo cierto. "Entonces, ¿qué propones?"

"Voy a programarme una reunión con el senador Whitmer y encontrar una manera sutil de preguntar quién es su viejo ricachón que le paga los caprichos," dijo Jones.

"Pero tengo que prepararlo correctamente, cruzar ciertos canales, hablar con algunos abogados. Puede ser que tome un poco de tiempo."

"No tenemos tiempo", dijo Storm.

"Es la única vía, Storm."

"Ya tenemos a cuatro banqueros muertos. ¿Quién sabe cuándo van a caer el quinto y sexto? Éstos son hombres con familias. No podemos sacrificarlos porque tienes que ser correcto. Si no tienes las agallas para hacerlo, lo haré yo. Iré a Washington y le preguntaré yo mismo".

"Storm, bajo ninguna circunstancia te encares con el senador, ¿entiendes? Esto es una orden directa."

"¿Por qué estas dando rodeos?" ladró Storm.

Y entonces Storm se respondió a su propia pregunta. Donny Whitmer era el presidente del Comité de Asignaciones del Senado, un hombre poderoso que controla la tapa de la caja de las galletas que era el gasto público. Jones no quería arriesgarse a que su mano se quedara fuera de la caja de las galletas. Todo esto trataba sobre las asignaciones a Jones, la conservación del territorio burocrático que había labrado para sí mismo.

"Sólo mantente lo más lejos del senador," dijo Jones. "Yo me encargo de esto."

"Bien," dijo Storm, y cortó la llamada.

"¿Qué está pasando?" Preguntó Xi Bang.

Él le puso al corriente de la otra mitad de la conversación que se había perdido.

"Entonces, ¿Cuál es nuestro próximo movimiento?" Preguntó Xi Bang.

"Jones dijo que yo no podía encarar al senador," dijo Storm. "No dijo nada sobre que tú lo hicieras. Y resulta que el senador Whitmer tiene una cierta reputación de ser... afectuoso con las damas. ¿Crees que puedes ir a Washington y, uhh, hablar con el senador Whitmer? Quizá obtengas quién es este donante"

Xi Bang rodó los ojos. "Washington y Pekín se supone que son muy diferentes. Los capitalistas contra los comunistas. Dos partidos políticos versus un partido político. Americanos contra Han’s. Pero por debajo de eso, todos son un puñado de viejos pervertidos."

"Los viejos pervertidos son una constante universal en todas las culturas," confirmó Storm. "Así que ¿lo harás?"

Una sonrisa cómplice se desplegó por la cara de Ling Xi Bang. Entonces, inmediatamente entró en el personaje, y con un perfecto acento de de algún recóndito lugar del Sur. "Por eso, pistolero de amor, dulce pirulí, me encantaríííííía tener una pequeña charla con el senador," dijo ella.

"Ese es el espíritu."

"La única duda que tengo es cómo consigo entrar en su oficina," puntualizó ella.

"No puedes dar una vuelta sin más por los edificios."

"Puedes cuando conoces a la gente que conozco,” dijo Storm. "Tan sólo muévete a Washington y me encargaré de ti a partir de ahí.”





Cosas que traduzco pero que no sé hasta que punto dejar el original en inglés, traducir literal o dejar una adaptación porque Storm (o Castle) es un cinéfilo y al final no sé que hacer:

"‘Niorsotros tiener medios parra obligarr hablarr’, agente Xi Bang." En el libro original de Storm la frase es: “Ve haff vays of making you talk, Agent Xi Bang”

Spoiler:
[/b]


Última edición por qwerty el Vie Nov 08, 2013 5:55 am, editado 3 veces (Razón : Cambiar la frase)
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4º Derrick Storm  "STORM FRONT"  [Traducido al Español COMPLETO] - Página 2 Empty Re: 4º Derrick Storm "STORM FRONT" [Traducido al Español COMPLETO]

Mensaje por qwerty Sáb Nov 16, 2013 1:16 pm

Y con este capítulo llevo la mitad de capítulos del libro. No estaba segura de llegar a este punto. Quedan otros... 17 más uffff. Poquito a poco irán saliendo

CAPÍTULO 17




JOHANNESBURGO, República de Sudáfrica


Todo estaba saliendo mal. Simplemente horrible, totalmente, tremendamente mal.

Volkov había entrado en la operación con un hombre menos de como estaba hasta entonces. No es que Yuri hubiera sido de mucha ayuda cuando llegó el momento de hacer el trabajo sucio, pero fue un pelagatos que supo apretar del gatillo. Había tenido su utilidad. Sin embargo, Volkov había optado por no contratar ayuda local para aumentar su plantilla. Nunca había confiado en los lugareños, y además, cinco hombres – cinco de sus hombres, de cualquier manera – serían suficientes para hacer ese trabajo.

Naturalmente, había fuerzas de seguridad con los que lidiar. Volkov contaba con eso, cualquier persona blanca con más de dos rands para tintinear en Sudáfrica tenía fuerza de seguridad armada, y un banquero rico como Jeff Diamant tenía suficiente para permitirse una buena. Como resultado, Volkov y sus hombres habían pasado un día realizando la vigilancia habitual, localizando los puntos débiles en el conjunto de cuatro hectáreas que formaban las instalaciones donde residía Diamant, evaluando los patrones de la fuerza de seguridad, averiguando dónde se ubicaban las cámaras, buscando las amenazas que necesitaban ser suprimidas, ideando su plan.

El papel de cada uno tenía que estar muy claro. Cada uno se acercaría a la casa principal desde los árboles que la rodeaban, cada uno yendo de una dirección diferente, desactivando silenciosamente los distintos dispositivos de seguridad que se encontrasen por el camino. Sorprenderían y matarían a cada uno de los siete guardias que estaban apostados en los distintos puntos del complejo. Asaltarían en silencio la casa principal y encontrarían a Diamant y a su esposa durmiendo en la cama. Harían lo que habían ido a hacer, lo que siempre hacían.

El plan era perfecto. Volkov nunca avanzaría sobre un objetivo con nada menos.

Entonces Nicolai, quien había sido asignado para aproximarse desde el sur, se había olvidado de eliminar los consabidos pit bulls que protegían esa zona. Era la primera cosa que supuestamente tenía que hacer tras cortocircuitar la cerca eléctrica y encaramar el muro del complejo: encontrar a los perros que duermen con sus lentes térmicas de visión nocturna, acoplar el silenciador en su arma, y disparar dos balas bien dirigidas a las cabezas de los perros.

En cambio, Nicolai acababa de cometer un error garrafal inexplicable en su trayecto, olvidándose completamente de los perros. Las fieras se despertaron, haciendo un escándalo de ladridos mientras embestían. Nicolai fue capaz de matar al primero a metro y medio de él, pero el segundo logró hundir sus dientes en el muslo de Nicolai. Nicolai golpeó al perro con la culata del arma y finalmente disparó a muerte. Pero para ese momento, los perros dejaron de ser su mayor problema. No había tenido tiempo de colocar su silenciador, por lo que si los ladridos de los perros no habían alertado a todos de su presencia, con seguridad lo había hecho el disparo. Nicolai todavía estaba tratando de hacer palanca a la mandíbula del perro muerto para abrirla y conseguir sacar de su muslo de los dientes del animal cuando un guardia de seguridad le descerrajó un doble disparo entre los ojos.

A partir de ahí, todo fue un caos. Una alarma se disparó. Los reflectores instalados alrededor de la casa principal se encendieron al instante, iluminando a 60 metros de distancia sobre el césped por todo el perímetro de la casa. Las luces también se conectaron en el interior de la garita de seguridad y en la casa principal. Los guardias saltaron a la acción como si no hubieran estado dormidos apenas unos instantes antes. Estaban sorprendentemente bien coordinados, como si se hubieran entrenado para este tipo de asaltos y estaban simplemente aplicando una maniobra frecuentemente practicada. Se desplegaron sobre el recinto, descubriendo inmediatamente a dos hombres más de Volkov que se acercaban desde el suroeste y sureste, respectivamente. Se produjo un tiroteo. Sí, los hombres de Volkov dispararon y mataron a un guardia e hirieron a otro. Pero no duró mucho más. Tan sencillo como que eran cinco contra dos. Sólo quedaban Volkov, aproximándose desde el noroeste, y Viktor, acercándose desde rumbo este.

Entonces ellos descubrieron a Viktor. También resistió el enfrentamiento, eliminando a dos guardias de seguridad más. Pero finalmente fue flanqueado y acabó con una bala en el lateral de su cabeza.

Todavía Volkov no sabía nada de esto – o al menos no lo sabía con exactitud. Acababa de escuchar una gran cantidad de disparos y era consciente de que sus hombres no respondían a la radio. Esto fue más que suficiente para indicarle que su plan tan meticulosamente urdido, ahora era un patético desastre.

Otro hombre cualquiera, como mínimo podría haber considerado abortar la misión. Volkov no. Se retiró y re evaluó la situación, trepando a un robusto árbol baobab que le dio una visión de todo el complejo. Esto no era todavía una derrota. Sólo un revés.

Contempló la escena con sus lentes térmicas, utilizando la función de teleobjetivo de acercar y alejar hasta que encontró los cuatro cuerpos de sus hombres, confirmando que ahora estaba solo. También observó tres guardias de seguridad muertos y observó cómo el herido se unía a los otros tres ilesos en la retirada hacia la casa principal.

Volkov sabía que por cualquiera que fuese su formación, todavía estarían sobrecogidos y desconcertados. Si esperaba, ellos podrían pensar que el ataque había finalizado y sería capaz de moverse por la casa y liquidarlos. Cuatro contra uno – más bien, tres y medio contra uno – no era especialmente complicado para un hombre de las habilidades de Volkov.

Eso cambió rápidamente cuando el Servicio de Policía de Sudáfrica llegó. Entraron con ansiedad, cinco coches rotulados y otros tres sin distinciones atravesaron la puerta principal y el estacionamiento en la amplia rotonda adyacente a la casa principal. Volkov contó catorce policías apeándose de los vehículos. Catorce policías más los tres guardias ilesos de seguridad restantes. Volkov podía enfrentarse cuatro a uno. Diecisiete a uno era estaba más allá de sus posibilidades, incluso para él.

Luego llegaron más refuerzos. Técnicos de escenario de crímenes. Otros policías, de quienes no pudo identificar de inmediato su función. Algunos agentes uniformados. Otros que no. Era un pequeño ejército contra un solo hombre.

Todo lo que tenía el solitario hombre era el elemento sorpresa. Ellos no sabían que estaba ahí. Habían supuesto que, o bien habían matado a todos los intrusos, o que cualquier otro matón que hubiera, habría huido cuando el enfrentamiento se volvió contra ellos.

Efectivamente, los policías pronto comenzaron a avanzar por los jardines como si fueran los dueños del lugar sin tener nada que temer. La mayor parte de ellos se dedicaron a enfocar las luces sobre los cuerpos de los compañeros caídos de Volkov, era todo un hormigueo de bullicio y ajetreo alrededor de los cadáveres, tomando fotos y recogiendo casquillos de munición.

Excepto cuatro de ellos, el resto de oficiales uniformados comenzaron a peinar el complejo con linternas, probablemente en busca de más pruebas. Se desplegaron – toda la superficie a inspeccionar ascendía a diez acres – y cometieron el terrible error de no trabajar por parejas. Volkov se percató de su vulnerabilidad, pero no había decidido cómo sacar provecho de él hasta que llegó el vehículo forense de la unidad local. Entonces, mientras veía a Nicolai ser acarreado, fue cuando ideó su nuevo plan.

Volkov esperó hasta que uno de los oficiales, un joven agente de policía, estuviera exactamente bajo su árbol. Se dejó caer sobre él desde arriba. Con ciento diez kilos de músculo aterrizando sobre él a gran velocidad, el hombre se desplomó inmediatamente, dejando escapar un gruñido sordo mientras caía. No le dieron oportunidad de hacer otro sonido, Volkov atrapó firmemente con una mano la boca del policía y a continuación rodeó su cuello con el otro brazo. El hombre joven – más bien no mucho más que un muchacho – luchó con arrojo, pero pronto fue asfixiado. No podía competir con la enorme fuerza de Volkov.

Una vez que estuvo seguro de que el agente había muerto, Volkov lo soltó y comenzó a tirar del uniforme del hombre para luego ponérselo sobre sí mismo, comenzando por el sombrero y trabajando hacia abajo. Estaba lejos de ser un entalle perfecto, pero Volkov no asistía a un desfile de moda policial. Sobre todo, se basaba en el hecho de que ya estaba oscuro. Arremangó la camisa y usó su cuchillo para hacer un cambio rápido y brutal en el talle de los pantalones. Se puso el cinturón de herramientas del hombre y su arma. Podía sentir el peso de las llaves del coche del agente en el bolsillo frontal y una cartera en la espalda.

Volkov sabía que no tenía tiempo para deshacerse del cuerpo correctamente. Improvisó, reclinándolo hacia arriba contra el tronco del árbol, en el lado opuesto que enfrentaba la casa, donde permanecería entre las sombras hasta la mañana siguiente. Suficientemente bueno. Él comenzó a caminar entre los árboles hacia la casa principal.

Ahora venía la parte tensa: los sesenta metros de terreno abierto de césped que existía entre la parte boscosa de la propiedad y la casa. Ladeando el sombrero del policía muerto sobre su cara, pasó entre los grupos de técnicos de la escena del crimen y los médicos forenses, si bien, con su cara entre las sombras. Ellos no le prestaron ninguna atención. Volkov entró por la puerta principal sin encontrar resistencia.

Una vez dentro, se sintió aliviado al descubrir que no había presencia policial. Los asaltantes, por lo que conocían los investigadores, no lo habían hecho dentro o cerca de la casa. Volkov se movió atravesando las habitaciones con confianza, hasta que se cruzó con uno de los guardias de seguridad, sentado en una silla en el exterior de una puerta cerrada. Volkov podía escuchar música clásica proveniente de dentro. Enderezó su cuerpo ante el hombre.

"¿Puedo ayudarte, amigo?", Preguntó el hombre.

"Sí", dijo Volkov. "¿Puedes decirme qué hora es?"

En el momento en que el hombre bajó la mirada a su reloj, Volkov se agachó, agarrando el mentón y la parte posterior de la cabeza del hombre al mismo tiempo, girándolos violentamente hacia la izquierda. Para Volkov, era como quitar el tapón de un gran tubo de pasta dental. El cuello del hombre se rompió fácilmente. El crujido de las vértebras fue el único sonido que aquello produjo. Volkov arrastró al hombre fuera de la silla, lo introdujo en un armario cercano, y lo dejó allí. Volkov no estaba absolutamente seguro de que el hombre estuviera muerto, pero no importaba: Estaba inconsciente, y si alguna vez se despertaba, no sería como si pudiera salir gateando. Volkov estaría muy lejos para entonces.

Volvió a la habitación que el hombre había estado vigilando y abrió la puerta. Caminó rápido, como un hombre que sabía exactamente lo que estaba haciendo y por qué estaba allí.

Diamant estaba sentado en un escritorio, escuchando a Rachmaninoff. Volkov no tenía la culpa, pero en silencio aprobaba la elección y casi – casi – se sintió mal por matar a un hombre de un buen gusto incomparable. El compositor representaba todo lo bueno de la cultura de la madre patria de Volkov.

La mirada de Diamant iba levantándose mientras Volkov se acercaba.

"Sr. Diamant, soy el oficial de Gregor Volkov," dijo, sin importarle presentarse con un nombre diferente. Por lo menos ayudaría a explicar el acento ruso.

"¿Qué puedo hacer por usted, oficial?" Preguntó Diamant. Se le veía cansado, confundido. Esto era una ventaja para Volkov. También estaba la desfiguración obvia, propia de Volkov. Él vio que Diamant se fijó brevemente en el parche del ojo y sus cicatrices de la cara, pero luego Diamant desvió la mirada rápidamente. Como mucha gente, Diamant era demasiado cortés para mantener la mirada.

"Hemos levantado nuestra morgue provisional a kilómetro y medio bajando por el camino", mintió. "Por ahora tenemos al primero de los asaltantes. Nos ayudaría mucho si usted bajara y le echara un vistazo."

"Pero el inspector ya me mostró fotografías. Ya le dije: No conozco a ninguno."

"Estoy al tanto de eso", volvió a mentir Volkov sin problemas. "Pero a veces ver un cuerpo en carne y hueso puede hacer cambiar de parecer. Tal vez te des cuenta de algún tatuaje que resulte familiar".

"No puedo... ¿no puede esperar? No estoy seguro de que yo—"

"El inspector dice que el tiempo es importante", interrumpió Volkov. "Tal vez conozcas a los perpetradores, tal vez no. Para ser sincero, señor, sólo estoy tratando de seguir las órdenes. Y el inspector dijo que le llevara a la morgue provisional".

Diamant negó con la cabeza, pero accedió: "Muy bien."

El banquero obedientemente siguió a Volkov fuera de la casa principal hacia la entrada. Esta era la última parte de la que se tenía que preocupar Volkov – él tenía unas llaves de un coche en su bolsillo, pero no sabía a qué vehículo pertenecía–. Las sacó, pulsó el botón de desbloqueo del llavero, y confió en que algo sucediera. No quería pulsar el botón de alarma.

Después de un mínimo retardo, las luces de uno de los vehículos patrulla brillaron rápidamente. Volkov se permitió una sonrisa de autosuficiencia al tiempo que abría la puerta trasera para Diamant. Una vez dentro, el hombre no tendría forma de escapar. Los autos de policía eran buenos para eso.

"Aprecio gratamente su cooperación, señor", dijo Volkov.

"Oh, y debo decir, que esa es una bonita manicura."

Cerró la puerta. Pronto sería suyo el quinto código MonEx. Luego contrataría a un nuevo equipo — cosa que nunca fue una complicación para un hombre con los contactos de Volkov — e iría a buscar el último nombre de su lista.

En cierto modo, era el más importante. Era el de Nueva York, después de todo.


La consternación del inspector del servicio de policía de Sudáfrica sobrevino unas dos horas más tarde, cuando alguien se dio cuenta al fin, que el joven agente que había sido enviado a la esquina noroeste de la propiedad no había informado en ningún momento.

El inspector trató de contactar con el agente por radio, pero falló. Entonces alguien se percató que su coche patrulla estaba desaparecido.

Ellos hicieron circular un comunicado sobre el coche, pensando que era un extraño acto de insubordinación por parte de un joven policía quien inexplicablemente se había largado de una importante escena de crimen. ¿Acaso no lo sabía?

Entonces, un miembro de las fuerzas de seguridad de Diamant fue a relevar al hombre que estaba de guardia en la oficina del banquero y solamente encontró una silla vacía. Llamó a la puerta y no obtuvo respuesta. Entró en la oficina. Diamant no estaba allí.

Tampoco estaba en el dormitorio. Ni en la cocina. Ni, al parecer, en ningún otro lugar dentro de la casa o sobre el terreno.

El guardia de seguridad privada llevó la noticia de la desaparición de Diamant al inspector, quien ya estaba tratando de dar sentido a la ausencia sin permiso de su agente.

Poco después, apartado de un camino poco transitado, el parachoques trasero de un coche patrulla fue visto medio hundido en un pantano. Después de ésto, al amanecer, el cuerpo del agente fue encontrado desplomado contra el tronco de un árbol en la propiedad de Diamant. Y el guardia de seguridad con el cuello roto fue encontrado en el armario al cabo de una hora.

Y entonces, el terrible descubrimiento de un niño en su camino a la escuela: un cadáver que había sido amarrado a un ébano africano con esposas de policía. Al cuerpo le habían desaparecido todas las uñas de su mano derecha. Se identificó rápidamente como el cuerpo de Jeff Diamant del Standard Rand Banck.

Les llevó otra hora más a las autoridades desentrañar el misterio, y cerca de otra más para que el suceso fuese puesto en el ordenador de la Interpol. Desde ahí, saltaron las señales de alarma. Y rápidamente, la Interpol ejecutó su protocolo de notificación.

Jedediah Jones recibió la llamada cerca de las cinco de la mañana, horario costa este, justo cuando estaba llegando de su carrera diaria. Jones esperó hasta una hora un poco más decente para llamar a Derrick Storm e informarle que el quinto banquero estaba ahora muerto. Ya habían sacado los despachos necesarios para Gregor Volkov, pero aquello era redundante. Él ya estaba en todas las listas de exclusión-de-embarque y en la lista de los más-buscados en todo el mundo. Y sin embargo, había desaparecido una vez más entre la niebla.
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4º Derrick Storm  "STORM FRONT"  [Traducido al Español COMPLETO] - Página 2 Empty Re: 4º Derrick Storm "STORM FRONT" [Traducido al Español COMPLETO]

Mensaje por qwerty Sáb Nov 23, 2013 8:30 am

CAPÍTULO 18




AMES, Iowa


Las ojeras bajo las bolsas de sus ojos eran lo suficientemente oscuras para destacar bajo las gafas tipo John Lennon. La cercana taza de café tenía marcas que parecían quemaduras de ser rellenada con tanta frecuencia. Había un ligero movimiento de la mano del ratón.

Si Rodney Click parecía que había pasado toda la noche levantado, no era fortuito. Lo había estado.

Derrick Storm tampoco había dormido mucho, aunque por una razón diferente. Aunque al final tuvo esa razón — Ling Xi Bang — en el primer vuelo de Ames, en dirección a Des Moines y en última instancia, Washington, D.C. Era cerca de las nueve de la mañana cuando Storm entró en la minúscula oficina de Click.

Storm no estaba seguro de haber visto nunca un hombre tan grande tan cerca de las lágrimas. Él estaba murmurando para sí mismo, sin apenas sentido para Storm, cuya formación matemática terminó con la clase de cálculo del duodécimo grado de la Sra. Beauregard. La perorata de Click estaba salpicada de expresiones del tipo "los parámetros de entrada son demasiado variables" o "no hay suficientes puntos de referencia contrastados" o "no se puede determinar la calculabilidad efectiva" y un montón de otras cosas que Storm ni siquiera podía analizar gramaticalmente. Sonaba como el cerebro de un matemático que se había dividido en dos mitades y ahora estaba esparciéndose sin sentido.

Storm se acercó por detrás del angustiado hombre, le puso una mano sobre su hombro, y le habló con el tono tranquilo de una maestra de primer curso.

"Doctor," dijo Storm. "¿Podrías decirme cuál es el problema?... en cristiano, por favor."

"No puedo... no puedo conseguir el algoritmo que me de algo", dijo Click. "O al menos nada de lo que yo consideraría fiable. En pocas palabras, el MIEDSM está diseñado para ir sólo en una dirección. Le dices qué operación estás realizado, dónde las has hecho y por quién, y predice el resultado de esa transacción en los valores relativos de las divisas. He pasado cuatro años perfeccionando su función, pero ni una sola vez he intentado hacer que vaya en el otro sentido — tomando un resultado y entonces seguir ese resultado hacia atrás, al origen en potencia —. Ayer pensaba que podría hacerlo con algunas modificaciones sencillas, pero ahora..."

Y luego se lanzó a una larga descripción de lo que había intentado hacer, la gran mayoría de las cuales era totalmente inexplicable. Storm escuchaba — a veces, había aprendido, era importante que la gente se sintiera escuchada, tanto si los entendías como si no—. Hizo todos los soniquetes de una escucha activa. Cuando estuvo seguro que Click había acabado, Storm palmeó el hombro del hombre nuevo. Caminó hacia el otro lado del escritorio y se sentó. Le estaba viniendo una idea. Miró a los libros que cubrían las paredes, la estrecha ventana orientada al campus, luego al hombre-montaña de profesor.

"¿Y si empezamos desde un lugar diferente?", Propuso Storm. "Estás preguntando a tu modelo hacer un montón de trabajo duro, pero en este caso, hay un tipo malo que ya ha hecho un montón de trabajo para nosotros. Cinco sextas partes del mismo, para ser exactos. Ya sabemos qué cinco víctimas son".

"Creía que eran sólo cuatro", dijo Click.

"Hubo una quinta anoche. Un sudafricano llamado Jeff Diamant."

"Diamant," pronunció solemnemente Click. "De hecho, me encontré con él en una conferencia una vez. Un hombre maravilloso. Nada que ver con la mayoría de los otros en su campo. No tenía ego. En realidad, de voz muy suave. Eso es... eso es horrible."

Los hombres compartieron un momento de silencio espontáneo.

"Así que, tal como estaba diciendo, qué pasaría si tomamos lo que sabemos sobre los cinco banqueros, lo ponemos en el modelo, y le preguntamos para que nos diga quién tiene un perfil similar. Trabajaríamos a partir de lo que se conoce en lugar de tratar de partir de cero", propuso Storm, y entonces comenzó a marcar los nombres con sus dedos. "Dieter Kornblum. Joji Motoshige. Wilhelm Sorenson. Nigel Wormsley. Y ahora Jeff Diamant. ¿Qué es lo que comparten? ¿Qué podemos deducir de ellos que nos permita aprender quién es el desafortunado Número-Seis antes de que sea demasiado tarde?"

Click mesó su larga barba. "En teoría eso suena bien, pero no tenemos los datos. La única información que tengo de ellos es de las transacciones que han hecho. Necesitaría mucho más. Tendrías mucho más hackeando la computadora central del FX, y con mucha suerte para eso. Si te dijese que la cosa es equivalente al cifrado de Fort Knox, habría sido insultante para FX. Fort Knox sería fácil comparado con eso. Nadie podía hackear esa cosa".

Una sonrisa se dibujó en el rostro de Storm. "¿Quieres apostar?", desafió.

Storm sacó su teléfono e hizo una llamada al cubículo. Respondió el agente Rodríguez.

"Javi, soy Storm. ¿Están los cerebrines ocupados con algo en este momento?"

"Sí, pero puedo desocuparlos si dices 'porfis, porfis'", embromó Rodríguez.

"Ni porfis, ni qué ocho cuartos. Los necesito para romper el sistema principal del mercado de divisas extranjero y darnos algo de información. ¿Crees que pueden controlar eso?"

"Tan sencillo como conducir ese feo Ford Taurus que conduces."

"Hey, no critiques la compañía de automoción de más calidad del mundo. Informaré de ti ante el Comité de Actividades Antiamericanas."

"Tienes que dejar de leer esas viejas novelas de espionaje, Storm. La Guerra Fría ha terminado, tío. Espera, déjame ponerte en contacto directo con uno de los cerebrines".

La línea quedó en silencio durante un minuto más o menos, entonces Storm se encontró hablando con una joven quien hizo parecer que filtrarse en el sistema principal del ForEx era más o menos del mismo nivel de dificultad que pedir una pizza. Storm casi esperaba que le preguntara si quería queso extra.

Ella le dijo a Storm que regresaría en breve — ¿en una media hora estaría liberado? se asombró — luego lo puso en espera. Storm le dijo a Click qué estaba pasando.

"¿Estás seguro de que esto es legal?" Preguntó Click.

Storm se encogió de hombros.

"Eso es de lo que se preocupan los abogados. Afortunadamente, no soy uno de esos. ¿Por qué no me dices qué tipo de cosas quieres buscar para cuando estemos dentro?"

Como siempre, el profesor Click comenzó su discurso. Storm se sentía como que necesitaba un cuaderno de espiral, pero él hizo todo lo posible para retener lo que estaba oyendo mientras mantenía su teléfono en la oreja. Quince minutos más tarde, el teléfono dio señales de vida.

"Está bien", dijo ella. "Estoy dentro. ¿Qué necesitamos?"

"Empecemos con Dieter Kornblum," dijo Storm.

Durante las siguientes cuatro horas, construyeron poco a poco un perfil de cada banquero, introduciendo toda la información que Click pensaba que necesitaba y alguna que no sabía que necesitaba hasta que de repente estuvo a su disposición. Construyeron un patrón donde Click hacía preguntas que Storm transmitía al cerebrín, quien proporcionaba la información a Storm, quien se la dictaba a Click, quien la introducía en el simulador. A veces, el proceso resultó laborioso. Pero hicieron un progreso constante. Storm siempre se sorprendía de la cantidad de dinero que estaba ahí fuera en el mundo, y él comenzó a entender por qué los banqueros podían referirse a ello en términos de la teoría de juegos: Cuando había demasiado de eso, no se sentía real.

Por último, Click avisó que tenía todos los datos que pensaba que necesitaba. Storm agradeció a la cerebrín por su paciencia y servicio, y le pidió permanecer en estado de alerta en caso de que necesitaran un poco más, y luego canceló la llamada.

"De acuerdo," Dijo Click. "Y ahora el trabajo duro."

El trabajo duro resultó ser unas últimas horas más. El papel de Storm se redujo al de chico de los recados: Ir a buscarle el café a Click, luego llevó un par de sándwiches; entonces Click le sugirió hacer una carrera de pastitas, lo que le explicaba a Storm de dónde venía al menos un poco de esa mole humana.

Entre los descansos de esas carreras de pastas, Storm realizó un par de llamadas a los contactos de Washington que ayudarían a suavizar el camino de Ling Xi Bang hasta el senador Whitmer. Eran contactos que suponían que Storm estaba actuando bajo instancia — o con la cooperación implícita — de Jedediah Jones y la CIA. Storm no se molestó en corregirlos de su error. Tampoco se molestó en decirles que la mujer a la que estaban ayudando en realidad era una agente china. No parecía haber ningún sentido agobiarles con detalles.

Cuando Storm volvió con el café, quizá por quinta ocasión, fue cuando se encontró a Click sonriéndole.

"Lo tengo", adelantó. "Pero, ten en cuenta, que una simulación como ésta se basa en probabilidades, no certezas. Pero como tiene que haber un sexto banquero, y he pasado el modelo muchas veces, ajustándolo en un par de variables diferentes cada vez sólo para asegurarme de que no puedo afectarlo. Y me sigue dando la misma respuesta. Como puedes ver, hay otros nombres, pero ninguno de ellos consiguió estar por encima de un veinte por ciento de probabilidades. Según mi modelo, hay un ochenta y siete por ciento de posibilidades de que éste sea su sexto banquero".

Click inclinó la pantalla del ordenador en dirección a Storm. Storm se quedó mirando fijamente por un momento. Era la última pieza del rompecabezas, el último baluarte entre ellos y el apocalipsis financiero. Storm sacó su teléfono para llamar a Jones, pero se lo pensó mejor. Esto estaba empezando a parecerse a uno de esos momentos en que cuanto menos sepa Jones, mejor.

En cambio, Storm tecleó una breve nota a su póliza-de-seguro/padre, avisándole de lo último. Él siempre quería sentirse como que estaba dejando a su viejo unas migajas de pan para seguir.

Entonces Storm activó una aplicación Busca-Personas y se puso a trabajar. En poco tiempo, consiguió la dirección de la empresa y la residencial del hombre en cuestión.

Storm buscó la hora en su teléfono. Eran las 15:06, Volkov había hecho el golpe el día anterior, pero en Sudáfrica. Le llevaría al menos otro día antes de que pudiera conseguir las piezas necesarias en el nuevo escenario para atacar de nuevo.

Storm sería capaz de llegar primero. Pero no había tiempo que perder. No si iba a proteger al hombre cuyo nombre aparecía el primero en la pantalla de Click: El director general y propietario de Prime Resource Investment Group, G. Whitely Cracker V.
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Mensaje por mitek Sáb Nov 30, 2013 8:55 am

Muchas gracias por seguir con la traducción!!! Estoy en época de exámenes por eso no entro tanto al foro, pero cuando me puedo hacer un momentito paso, mil gracias y saludos desde Argentina!!!! Happy Clap Clap Hi!

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Mensaje por qwerty Sáb Nov 30, 2013 9:38 am

¡¡¡Suerte con los finales, Mitek!!! Me alegro que te guste Kiss



Capítulo nuevo, otro sábado más:
CAPÍTULO 19




FAIRFAX, Virginia


Los antiguos agentes del FBI nunca mueren. Sólo comienzan a llevar ropa más cómoda.

Al menos así es la manera en que pensaba Carl Storm.

En el momento en que recibió el correo electrónico de su hijo, Carl Storm se fue a trabajar. Ahora tenía algo interno que podía investigar, y eso era bueno. Era duro cuando Derrick estaba trabajando en algo de asuntos exteriores. Exteriores significaba CIA, y Carl tenía tanta confianza sobre la CIA como en una hamburguesa poco hecha. Además, Carl tenía pocos contactos en la CIA. Nacional, por otra parte, significaba la Agencia. La Agencia nunca lo dejaría tirado.

Y Carl nunca dejaría tirado a Derrick.

Y así, sólo para asegurarse de que la espalda de su hijo estaba cubierta, Carl comenzó a hacer averiguaciones. Inició las indagaciones con algunos de sus viejos compinches, quienes prometieron hacer algunas llamadas telefónicas por él. Esos compinches, a su vez, llamaron a otros amigos. El FBI tenía aproximadamente catorce mil agentes, pero todos tenían lo suficiente para que una persona con los enlaces adecuados nunca estuviera mas allá de un par de llamadas de alguien que supiese algo sobre lo que estaba buscando.

Le llevó cerca de dos horas antes de que Carl escuchase a uno de esos alguien.

"¡Carl Storm!" Retumbó una voz que Carl no había oído en muchos años. "Cielos, ¿cómo te encuentras?"

"Cansado y enfermo, y enfermo y cansado. Me quejaría de eso, pero entonces sería otro de esos viejos chochos que se sientan a refunfuñar y renegar todo el día".

"Ya veo, ya veo. ¿Cuánto tiempo llevas fuera?"

"Seis años".

"¿Esas esposas doradas son tan bonitas como dicen?"

"Creo que vas a saberlo muy pronto por ti mismo."

"Sí. A menos que Emma decida ir al postgrado, en cuyo caso me quedo unos cuantos años más", dijo el hombre. "¿Cómo está tu muchacho?"

"Él está bien. No se ha casado, así que no hay nietos a la vista."

"Así que él tiene buena planta y es inteligente. Nunca pude entender cómo pudiste hacerlo."

"Salió a su madre", dijo Carl. "Ella era mujer formidable."

"Lo sé. Yo sé", dijo el hombre. Habiendo oído esto de Carl Storm y buscando cambiar de tema. "Hey, me estuve acordando de ti el otro día. ¿Recuerdas a Malibu Marv?"

"Por supuesto." Él era uno de los antiguos colaboradores de Carl Storm.

El tipo se echó a reír. "Resulta, al parecer soltaron al hijo de puta a cabo de veinte años. Había encontrado a Jesús, había dado su vida a Dios, estaba pasando página —toda esa mierda que le encanta al comité de libertad condicional—. Regresó al banco donde saltaste sobre él hace tantos años, se plantó en la esquina de la calle, y comenzó a predicar allí cinco días a la semana. Con las donaciones que recibía, fundó una iglesia en un bajo comercial la cual estaba haciendo mucho bien. Unos cientos de personas iban a la semana. Una verdadera historia de redención – hasta que pillaron a Marv robar de los diezmos–".

"Yeh, ese es Marv...", dijo Carl, riendo entre dientes. "Por lo menos conocerá su peregrinaje a San Quintín."

"Muy cierto, muy cierto. Hey, todavía yo te debo una por Tucson. No creas que me he olvidado de eso."

"Deberías."

"No, no lo hago. Siempre te deberé una por lo de Tucson. Me salvaste el culo, Carl".

Carl sólo gruñó. Esta era otra característica de los antiguos agentes del FBI: Nunca olvidan. Y así como era importante para Carl Storm afirmar que la deuda había sido perdonada, para el otro hombre era insistir en que no lo había sido. Todavía se la debía. Lo que estaba a punto de venir era otra forma de pago.

"De todos modos, tengo algo sobre ese nombre que estás husmeando. Podría ponerte en contacto con alguien que tiene información sobre algo llamado ‘Operación Hostia Sacramental.’"

"Operación Hostia Sacramental. Jesús bendito, los nombres que estos chicos inventan. ¿Qué es eso?"

"Algo que está siendo elaborado por los chicos en Nueva Jersey. Yo no conozco ningún detalle, sólo que involucra malversación de fondos y el tipo por el que estás preguntando. No tengo los detalles, pero al parecer es grande, y cada vez más grande. ¿En qué anda medido ese muchacho tuyo?"

"Vete a saber", dijo Carl, medio honestamente. "Sólo estoy tratando de asegurarme de que no se meta en más problemas de lo que ya está."

"Bueno, como sea, recibirás una llamada telefónica en un día o dos. Te pondré en contacto con el tipo que está al frente de la investigación. ¿Puedes estar tranquilo tanto tiempo?”

"No hay problema", dijo Carl. "Gracias por la llamada."

Colgaron. Carl Storm se quedó mirando la pared un instante, deseando no preocuparse, sabiendo que era una misión imposible.

Los padres se preocupan por sus hijos. No importa la edad del retoño.
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4º Derrick Storm  "STORM FRONT"  [Traducido al Español COMPLETO] - Página 2 Empty Re: 4º Derrick Storm "STORM FRONT" [Traducido al Español COMPLETO]

Mensaje por qwerty Sáb Dic 28, 2013 4:34 pm

Este capítulo ha llegado con más retraso:
CAPÍTULO 20




En algún lugar por encima de Decatur, Champaign, o quizá Columbus


Entre las muchas cosas maravillosas de ser Derrick Storm, una de ellas era que tenía amigos con su propio jet privado que no les importaba prestarlo en alguna ocasión.

Entre las muchas cosas maravillosas de los desplazamientos en avión privado, una de ellas era que nadie te agobiaba en que apagases tu teléfono móvil o cualquier otro dispositivo electrónico portátil en el momento en que las puertas del avión se cerraban.

Entre las muchas cosas maravillosas de los teléfonos vía satélite, una de ellas era que podían funcionar a treinta y siete mil pies de altura.

En cuanto su Gulf Stream IV prestado alcanzó la altitud de crucero, Storm realizó una llamada a Ling Xi Bang, quien había estado sobre el suelo en Washington, durante varias horas por ese asunto.

"Buenas tardes", dijo encantadoramente. "¿Qué tal fue el encuentro?" Storm había arreglado para Xi Bang el lugar de reunión con una sus fuentes. Después de que ella hubiera pronunciado una contraseña, él le proporcionó una tarjeta de identificación del Senado, un permiso de circulación de Virginia, y una tarjeta de crédito. Todas ellas contenían su foto y el nombre de Jenny Chang. También le había dado un pequeño saquito que incluía lo que llamó "la píldora y los polvos", y entonces le dio una explicación de lo que esas drogas podrían lograr para ella.

"Fue muy bien," dijo Xi Bang. "Bonita contraseña, por cierto. ¿Estás seguro de que no tienes algún tipo de fetichismo con esa legumbre?"

La contraseña había sido "semilla de soja”.

"Al menos es una obsesión saludable", replicó.

"¿Dónde estás ahora mismo?"

Storm se asomó por la ventanilla. "No lo sé. Esto podría ser Bloomington, Illinois. O tal vez Bloomington, Indiana. Pero desde esta altura todas las ciudades del Medio Oeste parecen la misma. Hay una razón por la que se los llama puebluchos del aire, ya sabes. ¿Dónde estás?"

"En Washington".

"Ya lo sé. Quiero decir ¿dónde estás concretamente?"

"Concretamente, estoy sentada en un banco en la esquina noreste del Nacional Mall. Estaba pensando en ir al Museo del Aire y del Espacio y ver si podía seducir a uno de los guías turísticos para sonsacarle los secretos aeroespaciales de tu país".

"Probablemente ni siquiera tendrías que acostarte con el tipo. Sólo ofrécele un helado liofilizado y es tuyo. Aprenderás todo lo que siempre quisiste saber sobre el Apolo 11. Pero ten en cuenta: No hay combustible en el tanque, por lo que no pienses que puedes utilizarlo para encabezar la carrera espacial".

"Ya, ¿sabes que ganamos una, verdad? Los comunistas pusimos a un hombre en el espacio, mientras que vosotros los capitalistas todavía estabais jugando con enviar monos hasta allá arriba".

"Sí, pero piensa cómo de divertido estuvieron los monos."

Ella se echó a reír. A Storm le encantaba ese sonido.

"Así pues, te he montado un encuentro con el senador Whitmer a las ocho de la noche", informó Storm. "Su personal debe haber desaparecido para entonces. Él piensa que va a tener una importante reunión cara-a-cara, uno-a-uno, con Dianne Feinstein. Pero en el último segundo, ‘la oficina de la senadora Feinstein' llamará y cancelará la reunión. Ahí es cuando tienes que ponerte en movimiento."

"Lo tengo."

"A partir de ahí, sólo pon a trabajar tu magia. Necesitamos saber quién quería ese anexo a la ley de presupuestos y/o quién es el misterioso donante de detrás del Fondo Futuro de Alabama. Aunque, más que probable, sea la misma persona."

"En efecto."

"Bien." Storm meditó un segundo y luego preguntó: "¿Y qué llevas puesto ahora?"

"¿De verdad que vamos a jugar a ese juego? Por favor. Estoy en público".

"No, no, lo digo en serio. ¿Qué llevas puesto? O, mejor dicho, tal vez debería decir: ¿Qué está llevando Jenny Chang?"

"Lo mismo de ayer, por desgracia. Puedes recordar que exactamente no tuve tiempo de hacer el equipaje cuando salí de París".

Storm hizo memoria hasta el último atuendo en que había visto a Xi –Bang metida. Era adorable, pero... el pantalón hacía a sus piernas que fuesen un secreto bien guardado. ¿Y el cuello alto?

"Sí, eso no funcionaría para Jenny Chang. Ella necesitaba algo un poco más... juvenil. Algo que anunciase inocencia, falta de sofisticación, y, por encima de todo, disponibilidad. ¿Has dicho que estás en la esquina noreste del jardín? ¿Cerca del Museo de Historia de América?"

"Exacto."

"Muy bien, comienza a andar hacia el norte. Conozco un sitio."

Xi Bang siguió sus instrucciones, a lo que Storm no le importó admitir que disfrutaba. Era como tener su propia espía teledirigida. Hablaba sobre el juguete más maravilloso de su vida.

Storm comenzó a guiarla desde el Nacional Mall al local comercial. Era una tienda especializada en hacer que las niñas de dieciséis años, se viesen y se sintieran como de veinticinco, incluso si las únicas personas a las que fuesen a engañar fuesen ellas mismas — y a los viejos que ya no podían notar la diferencia—. Que es lo que lo hacía perfecto para lo que Storm tenía en mente.

"Ya he llegado", dijo Xi Bang.

"Bueno, el primer paso, la falda. La falda es la clave. Estoy pensando en una plisada. Y corta. ¿Crees que puedes arreglártelas con eso?"

"¿También voy a tener que conseguir pompones para eso?"

"Sólo si los tienen a la venta. Recuerda, el Tío Sam costea la factura de todo esto."

Storm pudo oír el chirrido de las perchas de alambre desplazándose sobre los bastidores.

"Falda plisada. La tengo", anunció. "¿Lo próximo?"

"Blusa. Algo simple. Con botones. Debe tener botones."

"Por supuesto", respondió ella. "Veamos lo que tenemos aquí... ¿De algodón blanca con un toque de spandex?"

"¿Qué tipo de corte tiene? ¿Ajustada? ¿De las anatómicas?"

"Sí. Y con manga casquillo".

"Perfecto. ¿Tienen zapatos?"

"Por tener, tener. Tienen."

"¿Zapatos de charol negros?"

"Eres como un viejo pervertido."

"Pervertido, sí. Pero no estoy seguro que se me pueda calificar como viejo. Pero aspiro a ello".

"Muy bien. Uhh, sí, tengo a la vista un par de zapatos de charol negro. Se parecen a unas Merceditas".

"Brillante. Cómpralos, por favor", pidió Storm. Él oyó cómo Xi-Bang pedía a una empleada el número nueve.

"Mientras que ella los busca, tienen medias allí, ¿cierto?", preguntó Storm.

"Sí. ¿Negras, blancas o grises?"

"Vamos a ir al gris. El blanco es un poco demasiado Escuela Dominical".

"No puedo creer que esté haciendo esto", dijo Xi Bang.

"Aww, vamos, es divertido. Es como tener tu propio asesor de compras personal de larga distancia".

"No sabía que eras tan metrosexual".

"Yo no lo soy. Créeme. Pero he conocido a tipos que lo son, y he aprendido sobre sus tendencias en el proceso de burla."

Xi Bang estaba hablando con la vendedora de nuevo. Los zapatos habían llegado. Storm escuchó mientras Xi Bang confirmaba que sí, que eran del tamaño adecuado.

"Está bien, tengo los zapatos, medias, falda y blusa. ¿Lo siguiente?"

"¿Tienes ropa interior?"

"El mismo modelo que llevaba ayer."

La mente de Storm se dirigió inmediatamente al sostén negro de encaje a juego con las braguitas que Xi Bang llevaba. "Sí, en realidad, eso va a hacer muy bien su función. Hora de visitar el probador. Quiero que te pruebes todo esto encima".

"Tu eres el jefe."

"Me gusta cómo suena eso."

"No me acostumbro a esto. Tengo que dejarte. Espera." Storm se asomó por la ventana de nuevo. Ahora estaban sobre Toledo. O quizás Cleveland. ¿Quién podría advertir la diferencia, aparte de los oriundos de Toledo o Cleveland?

"Muy bien, ya estoy de vuelta ", dijo Xi Bang.

"¿Cómo te ves?"

"Como una colegiala católica traviesa que trata de hacer una audición para su primera película porno. Esta es la pinta que has elegido, ¿cierto?"

"Naturalmente. Ahora por favor, tómate una foto de ti misma y envíala a mi teléfono. Necesito asegurarme que es auténtica. No podemos permitir que te arriesgues a que te descubran de nuevo, agente Xi Bang."

"Te estás poniendo cachondo con esto, ¿no es así?"

"Un poco," admitió. "Está bien, mucho."

Storm esperó a que la imagen llegase. Treinta segundos más tarde, su teléfono mostró una imagen que podría haber despertado ciertas ansias en él. Podría haber sentido un poco de vergüenza por eso, pero estaba bastante seguro de que cualquier otro varón hetero pasada la edad de la pubertad se habría sentido la misma manera.

"Fantástico", dijo Storm. "Sólo unos pocos toques finales. Ponte el pelo en una cola de caballo".

"Estás enfermo, ¿lo sabías?"

"Sólo prestando atención a los detalles. ¿Lo has hecho?"

"Sí".

"Muy bien. Ahora, disculpas, pero tienes que dejar libre un botón más en la blusa. Él tiene que ser capaz de obtener un pequeño vistazo a ese sostén tuyo de vez en cuando. Pero tiene que parecerse a algo así como que ha fallado el vestuario, como que tú no sabes que el botón está desabrochado o que tú estés dándole un pequeño espectáculo erótico."

"Esto supera la exageración," se exasperó Xi -Bang.

"Esto es América. El mal funcionamiento del guardarropa sucede aquí."

"De acuerdo. Me siento como una golfa."

"Otra foto, por favor."

"Está bien. Pero antes de que siquiera se te ocurra pensar en subirlas a internet, deberías recordar que con sólo una llamada de teléfono, puedo organizarte una muerte absolutamente humillante. Y sólo para asegurarme de que estamos en el mismo punto: Sí, implicaría arrumacos con ovejas."

"Eso suena maaaaaal," baló Storm.

Xi -Bang refunfuñó. La foto de la nueva, incluso más zorrona, Jenny Chang apareció en el teléfono de Storm.

"Tengo la foto. Creo que estoy viendo a la verdadera Jenny Chang. Muy bien. ¿Por qué no pagas por estas cosas?, y hablamos de tu pasado, tu historia de fondo."

Mientras Storm cruzaba el resto de las tierras orientales del país, él y Xi Bang trajeron a una Jenny Chang a la vida, creando su historia con la facilidad de dos mentirosos experimentados. A Storm le encantaban las bromas con ella, la mezcla de momentos serios y otros más tontos, su sentido de la aventura. Era como si estuviera hablando con Clara Strike, excepto que Storm no tenía la sensación a todos momentos de que Xi Bang escondiera un cuchillo de carnicero en la espalda. Por razones que Storm no podía explicar bien, él confiaba en ella.

Su avión se estaba acercando para aterrizar en el Aeropuerto del Condado de Westchester cuando llegó el momento de poner fin a su llamada. Él tenía que contactar con G. Whitely Cracker V. Ella tenía un trabajo que hacer. Él deseaba que no fuera así. Mientras ellos se prodigaban sus despedidas, ella paró repentinamente y dijo: "Ei, ¿Storm? Es fantástico trabajar contigo. Gracias por tu ayuda."

Storm se limitó a sonreír y dijo: "Siempre.”



NOTAS A ACLARAR, como es tarde lo suelto de sopetón, no sé si están organizadas bien del todo
Spoiler:


Última edición por qwerty el Mar Feb 18, 2014 3:31 am, editado 1 vez (Razón : Cambiar sujetador por sostén, que me he enterado que la palabra sostén se usa en más paises que sujetador)
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Mensaje por mitek Vie Ene 17, 2014 4:35 pm

Muchas gracias por la traducción, y felices fiestas!! (perdón por el retraso)  Smile 

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Mensaje por qwerty Jue Ene 23, 2014 12:16 pm

Bufff, disculpas, este capítulo llega también con un poco de retraso, pero.... de momento no se para la traducción.
Saludos

CAPÍTULO 21



CHAPPAQUA, Nueva York


Había sido capaz de alquilar un Mustang, lo que significaba que en medio de todo el desorden, había al menos una cosa correcta en el mundo de Storm – el ronco motor V8, de fabricación estadounidense bajo su mando –.

Poco antes de las ocho en punto, en el momento en que el GPS del Mustang le dijo de abandonar el camino principal: King Street, se encaminó hacia un paraíso de anglo-sajones blancos protestantes llamado Whippoorwill Country Club. En lugar de frenar redujo a una marcha más corta, hizo el giro y para cuando estaba empezando a disfrutar de las sinuosas carreteras de montaña de interior, el GPS le dijo que estaba a 250 metros del destino. Redujo la velocidad, miró a la izquierda, y no vio nada. Miró a la derecha y vio un angosto acceso que desaparecía entre los árboles subiendo la colina. Giró el volante a la derecha.

A mitad camino, encontró una cancela con un intercomunicador exterior junto a ella. Storm no tenía ganas de tener una conversación con un trozo de plástico, por lo que bajó la ventanilla del vehículo, hizo saltar la tapa de la caja y le hizo un puente. "Ábrete Sésamo", invocó mientras la puerta pivotaba permitiendo el paso.

Continuó hacia arriba por el camino hasta llegar a una rotonda final, la cual precedía a un edificio de fachada de piedra de estilo Colonial Georgiano apenas apreciable en toda esta zona de tanta ostentación. La propiedad que la rodeaba parecía tener al menos unas cuatro hectáreas y media. Si Storm hubiera tenido que poner precio a todo aquello, habría dicho siete millones de dólares. Eso era una propina para un hombre del peculio de Cracker. Él debe haber sido uno de esos tipos ricos que no le gusta mostrar demasiada ostentosidad con su efectivo. O tal vez su esposa rehuía ascender.

Storm estacionó el Mustang delante de un garaje independiente que parecía que tenía espacio para al menos cinco vehículos. Dio a su coche una larga mirada esperanzadora mientras se alejaba de él, entonces caminó hasta la puerta principal. Llamó. Como era de esperar, la residencia Cracker tenía uno de esos timbres que imaginas que sea atendido por un mayordomo.

Sin embargo, el hombre de la casa acudió a la llamada, abrió la puerta interior de madera pero dejando la exterior, mitad cristal mitad tela metálica. Todavía llevaba los pantalones de traje y una camisa de botones azul, pero había sustituido la chaqueta del traje por un cárdigan. Bienvenido al vecindario Mister Rogers.

"¿Puedo ayudarle?", preguntó a través de la tela metálica, mirando a algún punto entre desconcertado y asombrado. Y con razón. Buena parte de los hombres que se habían presentado sin previo aviso en su puerta había sido en la oscuridad de la noche.

Storm había tenido un debate consigo mismo sobre cuánto debía decir a Cracker y cuánto debía evitar. Le dio un vistazo evaluando al hombre. Tal vez fuese el pelo rubio o el cárdigan, pero la primera impresión de Storm fue la de que él era un melindroso. Entonces Storm miró de nuevo y algo le dijo que Cracker estaba hecho de suficiente materia dura. Podría manejar la verdad. Es más, él insistiría en ello.

"Sr. Cracker, me llamo Derrick Storm. Trabajo para la CIA en un caso que puede involucrarlo. ¿Hay algún lugar donde podamos hablar de temas delicados?"

Cracker se limitó a mirarlo un poco más. "Pero... ¿cómo llegaste por el camino? Hay una puerta".

"¿Se ha perdido la parte de la CIA?"

"No, no... Por supuesto. Lo siento. Entre. Entre."

Cracker abrió la puerta para Storm, quien entró en la casa. En el mismo instante en que lo hizo, sus ojos comenzaron a escanear el vestíbulo, el pasillo, cada recoveco y grieta. Parte del entrenamiento de Storm era notar las cosas que estaban fuera de lugar, un reflejo que se había convertido en casi tan automático como el respirar. En este caso, le llevó un simple vistazo para darse cuenta que algunas cosas le hicieron sospechar de que la casa de Whitely Cracker no era tan privada como pensaba Cracker. Una vez en la sala de estar, Storm lo confirmó: Su mano recorrió la parte inferior de la mesa de café y rápidamente localizó un microchip no mucho más grande que la punta de un bolígrafo.

Cracker era ajeno a la situación, todavía estaba tratando de hacer el papel de anfitrión: "¿Puedo ofrecerle algo de beber?, señor... Lo siento. Estoy un poco fuera de lugar. ¿Cómo ha dicho que era su nombre? "

"Dunkel... Elder Steve Dunkel... Es tan maravilloso que me invite a entrar en su morada que puedo contarle todo sobre la Iglesia de Jesucristo de los Últimos Santos Días. Me gustaría hablarle a usted sobre el designio de Dios. Hay algunos pasos sencillos que usted y su familia pueden realizar para encontrar una poderosa protección espiritual. ¿Alguna vez ha escuchado el nombre de Joseph Smith?"

Mientras hablaba, Storm había sacado un pedazo de papel de su bolsillo y estaba garabateando furiosamente. Whitely Cracker estaba en serios problemas. El Modelo de Click había dado una estadística del ochenta y siete por ciento que Whitely era el próximo objetivo. El Modelo de Storm lo había actualizado al cien por cien. Cuando terminó de escribir, volvió la nota a Cracker, por lo que él podía leer: "LÁRGAME FUERA. LUEGO SAL AL EXTERIOR Y HABLE CONMIGO".

Cracker, quien finalmente se dio cuenta de lo que estaba sucediendo, jugó su papel a la perfección.

"Lo siento, muchacho, pero ya asisto a una iglesia", se excusó. "Pero ¿por qué no me deja la revista para que pueda leerla en mi tiempo libre? Le deseo toda la suerte del mundo en su misión. Que tenga buenos días, adiós."

"Gracias por su tiempo, señor," dijo Storm mientras empujaba la puerta de tela metálica y volvió a salir. Cracker se quedó unos tres metros atrás. Storm siguió caminando hasta que estuvieron en medio de la extensión del césped delantero de la casa, pero todavía a una distancia prudencial de los árboles que rodeaban la propiedad.

"Lo siento, realmente no recuerdo su nombre."

"Derrick Storm."

"Cierto, cierto. Y usted está con la CIA. Supongo que no hay ninguna manera de que pueda confirmar eso"

"Podría tener un equipo táctico aterrizando en su patio y rodear su casa, si quiere eso" dijo Storm. "¿Quiere que lo haga?"

Cracker lo miraba serio, viendo si Storm estaba bromeando. No lo hacía. "De acuerdo, así que vamos a proceder como si fueses de la CIA", dijo Cracker.

"Esa es probablemente la mejor manera de actuar. Especialmente desde que su casa está pinchada".

"¿Eso es lo que sacaste de debajo de la mesa?"

"Sí. Su casa está podrida de vigilancia. No vi ninguna cámara. Pero el lugar es todo oídos".

Storm nunca supo que Volkov se molestase con vigilancia electrónica tan elaborada como ésta – por lo general simplemente hacía su reconocimiento a la antigua usanza –. Esto era más, el micro que Storm había sacado de la mesa de café no era de los familiarmente económicos que conseguía en sus días de investigador privado. Éste era de la gama más alta. Pero quizás, el enclavamiento de la casa, con todos esos árboles y toda aquella tierra alrededor, había requerido de ella. O quizás Volkov estaba cambiando, haciéndose más sofisticado.

Cracker tenía dificultades en seguirle el ritmo." Entonces, ¿cómo hiciste para...? Quiero decir, tú apenas entraste en mi casa y... ¿Cómo? ¿Puedes olerlos o algo así?"

"Vi un par de cosas que me hicieron preocuparme en el momento en que pasé dentro. He pinchado unas cuantas casas en mi vida. Tienes que saber qué buscar. Quien sea que lo hizo era muy bueno, pero ellos nunca son perfectos. Por ejemplo, cuando entré a la casa, vi un trozo de papel pintado que había sido recientemente desgarrado y vuelto a pegar. Pero quien fuese lo hizo un poco apresurado y el pegamento no actuó por completo. Te garantizo que vas a encontrar un micro ahí metido. Probablemente haya otra docena repartidos sólo en la primera planta. Debajo del mobiliario. En las lámparas. Por todos lados. Son pequeños, lo que significa que no son muy potentes, lo que significa que tienen que utilizar una buena cantidad. Probablemente, estén transmitiendo a una unidad que se esconde en algún lugar de la casa. Si subimos al ático, probablemente la encontraríamos escondida dentro de algún aislamiento. En cualquier caso, ahí es donde yo la pondría. Dependiendo de lo que estén utilizando, el transmisor puede ser tan pequeño como un puño y lo suficientemente potente como para enviar la señal en cualquier parte entre aquí y un kilómetro."

"Pero, ¿cómo es que? ... ¿Quién querría pinchar mi casa?"

"Es muy posible que la misma persona que está tratando de matarte", dijo Storm.

"¿¡Qué!?" exclamó Cracker.

"Mr. Cracker, ¿hay niños dentro de la casa?"

"Sí, están arriba. Su madre... mi esposa, Melissa... ella los metió en la cama, pero... "

"Perdone la franqueza de la pregunta, pero no tengo tiempo para ser cortés: Su esposa, ¿puede arreglárselas ella sola? ¿O es una mujer florero?"

"Oh, es lista como ella sola", dijo Cracker. "Mucho más inteligente que yo."

"Entonces debería sacarla fuera y decirle que se prepare para salir. Y, naturalmente, debe llevarse a los niños con ella", advirtió Storm.

"Sí, por supuesto, pero... disculpas, ¿puedes volver a la parte sobre que alguien quiere matarme? Todavía estoy intentando desatascarme de eso."

"Déjeme exponerlo tan claramente como pueda: Tenemos una razón de peso para creer que su vida está en grave peligro. Un asesino ruso llamado Gregor Volkov está camino a su casa en este momento para matarle. Pero antes de que lo mate, él lo torturará para sacarle su contraseña MonEx 4000, la cual está facilitando a alguien que quiere desencadenar una catástrofe financiera mundial".

Storm esperaba ver alguna reacción notable ante esta noticia, pero la cara de Cracker no reveló ninguna emoción.

"Ya veo", dijo. "Y esperas que me crea esto... ¿por qué?"

"Haga un esfuerzo, Sr. Cracker. ¿Ha notado algo inusual en los últimos días? ¿Alguien que lo siga a usted, tal vez? Me las he visto con Volkov antes. Él es el mejor de los mejores y no deja nada al azar. Él normalmente no usa micros, pero esas cosas marcan evidencia de su presencia. Su procedimiento habitual es tener equipos de avanzadilla para realizar la vigilancia en cualquier puesto. Desde un día hasta una semana antes de realizar el golpe. ¿Tal vez haya notado un coche detrás de usted durante su camino al trabajo?"

"No, no, nada de eso. ¿Dijiste que el nombre del hombre era VolKoff?" Preguntó Cracker, pronunciando excesivamente el nombre. "¿Y él es ruso?"

"Correcto. No se moleste en tratar de ubicarlo. Usted no lo conoce. Volkov está trabajando para alguien más. Sólo que no lo hemos descubierto aún".

"Ah", dijo Cracker. Eso fue todo. Sólo "Ah."

Storm conjeturó que el hombre debía estar en estado de shock. Un perfecto desconocido había irrumpido en su vida y le había dicho que estaba a punto de ser asesinado. Simplemente no lo había procesado todavía.

"Esto es serio, Sr. Cracker. Volkov es un asesino brutal. Ya hay cinco banqueros de inversiones muertos. Tenemos razones para creer que usted va a ser el sexto".

"¿Y por qué es eso?"

"¿Está familiarizado con la Teoría Click?"

Cracker ladeó la cabeza, tuvo una breve mirada de concentración, y luego dijo, "No. ¿Cuál es la Teoría Click?"

"Un economista cuantitativo llamado Rodney Click ha recreado el mercado de valores extranjeros en un elaborado modelo informático. Él lo ha utilizado para predecir qué seis tratantes de divisas, debidamente ubicados en las instituciones adecuadas alrededor del mundo, podrían desencadenar una caída en picado del valor del dólar si todos abandonan el dólar al mismo tiempo."

"Interesante", dijo Cracker. "¿Y por qué este sujeto quiere que esto suceda?"

"Una vez más, Volkov simplemente es el músculo. Él está obteniendo los códigos MonEx para otra persona. Hasta que no sepamos quién es esa persona o grupo, es casi imposible adivinar el motivo – a no ser que sea alguien que quiere causar la mayor calamidad financiera".

"¿Y Volkov ha matado a cinco personas ya?"

"Correcto."

"Qué terrible", dijo Cracker. "Pero, ¿qué te hace pensar que voy a ser el número seis?"

"El profesor Click ajustó su modelo para predecir quién podría ser el sexto banquero. Obtuvo en un ochenta y siete por ciento de posibilidades que serías tú".

"Ya veo." Cracker hablaba como si su mente diese vueltas a través de su propio modelo de predicción. "Bueno, en ese caso, es algo bueno que mi empresa tenga fuerza de seguridad. Mi jefe de seguridad es un hombre llamado Barry. Es excelente. Lo pondré al tanto de esta amenaza y veré que lo trate con la mayor seriedad. Gracias, Sr. Storm. Muchas gracias por venir y advertirme sobre esto."

"Usted no me cree", dijo rotundamente. No era una pregunta. Era una afirmación.

"No, no. Quiero decir, sí. Por supuesto que le creo. Es sólo que Barry puede estar atento por mí."

"Barry es realmente tan bueno, ¿eh?"

"Oh, sí."

"Tan bueno que es plenamente consciente que su casa – y probablemente su coche y su oficina – hayan sido intervenidos."

“Buen tanto" brindó Cracker. "Entonces, ¿qué propone que haga?"

Storm ya había estado considerando sus opciones. Volkov había estado en Sudáfrica esa mañana. Era posible que pudiera estar en el área de Nueva York por ahora. Y si él tenía un equipo suficiente en la casa de Cracker pinchándola a fondo, significaba que tenía un equipo suficiente en el lugar para entrar en acción. Storm consideró tener a Jones tirando de algunas palancas y conseguir que la Policía Chappaqua aparcase un coche patrulla fuera de la residencia Cracker como elemento disuasorio, pero luego lo pensó mejor. No había nada que un policía municipal fuese capaz de hacer parar un hombre como Volkov. Storm sólo pondría una persona más en su camino.

Además, Storm podría jugar a la defensiva más tarde. Primero, quería preparar alguna ofensa.

"Lo primero, aquí está mi número," dijo Storm, sosteniéndole una tarjeta Storm Investigaciones. "Si usted comienza a temer por su vida, llámame. Recuerde que si usted me llama desde su teléfono móvil, su teléfono de casa, su teléfono de oficina, o desde cualquier otro lugar que no sea un teléfono público en medio de ningún sitio, alguien probablemente va a estar escuchando".

"Está bien", dijo Cracker, aceptando la tarjeta y grabando el número en su teléfono.

"Ahora nuestro plan: Vamos a hacerlos salir de su escondite", dijo Storm. "Ver quién de ‘ellos’ es realmente. Golpearlos antes de que nos golpeen".

"¿Cómo lo hacemos?"

"Mr. Cracker, ¿qué tan rápido suele conducir?"

"No lo sé. Tal vez quince o treinta kilómetros sobre el límite de velocidad. No soy un loco del volante, pero si no vas al menos tan rápido por aquí, serás atropellado".

"¿Qué ruta sigues para ir al trabajo?"

Cracker se la dijo, terminando con un "¿Por qué preguntas todo esto?"

"Porque," dijo Storm: "Necesito que me prestes tu coche."


Quince minutos más tarde, con una gorra de conducir de Whitely Cracker, Derrick Storm se instaló en el asiento delantero del Maserati de Cracker y condujo hacia la puerta principal de Cracker. Se agachó para parecer unos centímetros más bajo de lo que él era. Contaba con la oscuridad para disimular las otras diferencias de apariencia entre Whitely Cracker y las suyas.

Había dado instrucciones a Cracker para regresar a la casa y decirle a Melissa que él tenía que regresar a la oficina. Esto, por supuesto, tenía dos propósitos. Alertaría al equipo de Volkov que "Cracker" estaba a punto de entrar en movimiento, y también salvaguardar a Cracker y su familia hasta que los hombres de Volkov pensasen que su objetivo estaba en el Maserati, no atrás en su casa.

Si eso significaba ponerse a sí mismo en peligro, que así fuere. Mejor él que un gestor de fondos de cobertura, una ama de casa, y sus dos hijos.

No se molestó en registrar el coche para buscar los micros, asumió que debería haber al menos uno y asumió, además, que alguien podría estar escuchando. Tenía que hacer que todo sonara normal. Encendió la radio, preparado para sufrir con cualquier asalto auditivo que saliera. Cracker le dio la impresión a Storm que era un tipo persona que podía escuchar músicas del mundo verdaderamente espantosas, llena de flautas y bongos y bodrios de esos. Afortunadamente, Bloomberg Business News apareció por los altavoces del coche.

Tal como Storm había sospechado, no había nadie esperándolo al final de la entrada. No era buen lugar para esconderse allí, y además, sólo había una manera de salir de la propiedad de Cracker. Podían permitirse agazaparse en algún lugar alejado de la carretera principal y esperar allí. Storm condujo la parte sinuosa de la ruta completamente solo.

Descubrió el vehículo de seguimiento una vez que desembocó en la calle King. Era una furgoneta blanca, probablemente repleta de dispositivos de control en el habitáculo de carga. Storm sonrió. Esto iba a ser fácil. Furgonetas blancas eran buenas para muchas cosas. Seguirle la pista a alguien a escondidas no era una de ellas. La furgoneta iba a ser fácil de detectar durante todo el trayecto.

Storm entró en el Saw Mill River Parkway, una carretera antigua y completamente obsoleta, anterior a la autovía interestatal Eisenhower. Era estrecha y sinuosa, llena de curvas ciegas, y sin embargo, algunos coches volaban por encima de los ciento treinta kilómetros por hora como si aquello fuese un tramo amplio y llano de la Autobahn. Sí, Derrick Storm era un espía internacional que era habitualmente cazado por asesinos y había engañado a la muerte docenas de veces, pero ¿el Saw Mill River Parkway? Tío, esa carretera era peligrosa.

Sobre diez minutos conduciendo, Storm planteó el movimiento que iba a hacer. Se quitó la chaqueta, la ató al volante, entonces amarró el otro extremo subiendo la ventanilla sobre él. Quería ver si podía conseguir que el coche continuase al menos un poco recto sin el uso de las manos sobre el volante. Sin embargo, también tenía que permitirle realizar un giro a la izquierda.

Él trasteó con la chaqueta hasta que se quedó satisfecho que funcionaría. Entonces esperó antes que saltara y la desató. Quería tranquilizar a los ocupantes de la furgoneta para que pensaran que esto era sólo otro viaje a la oficina por un individuo que trabajaba demasiado. Necesitaba que estuvieran tan confiados como fuese posible. Las horas estaban de su lado.

Probablemente habían estado sentados en la casa durante días y probablemente estuvieran cansados de la vigilancia. Estarían más adormilados al final del viaje.

Continuó por el Henry Hudson Parkway – Hudson habría rogado a su tripulación amotinarse si pudiera haber visto la carretera que llevaba su nombre – manteniéndose a una velocidad constante hacia Manhattan. La furgoneta blanca permaneció cómodamente tras él, a veces como mucho a quinientos metros de distancia. Era el tipo de seguimiento que se realiza por hombres que han hecho esto antes, sabían a dónde iba, y no estaban preocupados por perder su pista.

Storm pasó el puente George Washington y se quedó en la carretera mientras se convertía en la autovía del West Side, esta fue renombrada en 1999 tras quitarle el nombre del de la estrella del béisbol Joe DiMaggio – otro icono ahora revolviéndose en su tumba –. Mientras bajaban la Calle 42 y comenzaron a cambiar semáforos, la furgoneta se quedó atrapada un semáforo atrás, produciendo cierta consternación en Storm. Necesitaba a la furgoneta pegada a él por su idea de trabajo. Se relajó cuando fue alcanzado.
Storm hizo el giro hacia el edificio Marlowe de la Calle Warren. Había varias maneras de llegar a la oficina de Cracker, pero esa era la ruta que dijo Cracker que él tomaba. Entonces Storm hizo el giro a la derecha en Broadway. Hizo una señal con suficiente antelación en la Calle Liberty, su próximo giro. Arregló la chaqueta de Cracker en el volante tal como había hecho antes.

Storm echó una última mirada a la furgoneta. Todavía estaba a una manzana detrás, cruzando los semáforos que estaban cronometrados para permanecer verde. Perfecto.

Giró a la izquierda en Liberty, pasando justo un edificio alto que albergaba un Sephora y un Banco de América en sus niveles inferiores. En el momento en que la furgoneta la perdió de vista, Storm golpeó el regulador de velocidad, el cual estaba fijado a cuarenta kilómetros por hora. Brincó desde el asiento del conductor, saltando fuera por el lado del pasajero. El coche todavía estaba acelerando y no iba mucho más rápido de treinta. Storm aterrizó sobre sus pies y rápidamente rodó entre un par de coches estacionados.

Ocho segundos después, la furgoneta lo pasó reduciendo velocidad, habiendo hecho lo propio. Otro coche, un Honda rojo, lo siguió diez segundos más tarde. Más adelante, Storm oyó las rascaduras del metal cuando el Maserati embistió a algunos coches estacionados. Directamente. Storm se asomó a tiempo para ver el Maserati estamparse contra un taxi amarillo que esperaba bajo el semáforo en la calle Nassau. La furgoneta se ralentizó hasta detenerse detrás de él. El Honda paró detrás de la furgoneta.

El taxista salió fuera de su coche, agitando los brazos en el aire, gritando en un idioma que ni siquiera Storm entendía. El conductor del Honda rojo – que no podía ver más allá de la furgoneta para saber qué ocurría pero podía distinguir que la luz había cambiado a verde – tocaba el claxon con impaciencia.

Era una tapadera perfecta. Storm corrió por el lado del pasajero de la furgoneta. Él estaba presuponiendo que había dos personas en la furgoneta, uno conduciendo, el otro en la trasera con el equipo. Su plan era tan viejo como simple: disparar al conductor, hacer que el chico de la trasera tomara el volante, e ir a un lugar algo más privado, entonces tener una conversación con él.

Storm tiró de la puerta abierta del acompañante y teniendo el gatillo apretado a mitad recorrido se dio cuenta que el cañón de su arma apuntaba a Clara Strike.
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4º Derrick Storm  "STORM FRONT"  [Traducido al Español COMPLETO] - Página 2 Empty Re: 4º Derrick Storm "STORM FRONT" [Traducido al Español COMPLETO]

Mensaje por mitek Lun Ene 27, 2014 4:48 pm

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4º Derrick Storm  "STORM FRONT"  [Traducido al Español COMPLETO] - Página 2 Empty Re: 4º Derrick Storm "STORM FRONT" [Traducido al Español COMPLETO]

Mensaje por qwerty Sáb Feb 01, 2014 6:53 am

Otro capítulo más. Y en él aparece otro nombre conocido, lástima que sólo aparezca el nombre y no lo haya puesto en escena.

He ojeado el capítulo siguiente y tiene bastantes hojas con narración, creo que no me va a dar tiempo en hacerlo en una semana así que será probablemente para dentro de dos. Como siempre, lo subiré viernes o sábado.

CAPÍTULO 22




WASHINGTON, Distrito de Columbia


Ling Xi Bang acampó cerca del edificio de oficinas Dirksen del Senado, dejando pasar en un banco del parque los últimos minutos antes de su cita, donde podía vigilar las idas y venidas en las oficinas del senador Donald Whitmer. Sobre todo, las idas. Cerca de las ocho menos veinte, los últimos de sus empleados se fueron a casa, dejando al senador solo.

A las 19:57, observó que Whitmer atendía una llamada telefónica que, por lo que sabía, procedería de la falsa oficina de la senadora Feinstein. Esto era para Xi Bang – o, mejor dicho para Jenny Chang's – la señal para moverse. Metió la mano en su bolso y sacó la píldora de la que había sido provista. Era un inhibidor de la CIA: benzotripapina, que contrarresta los efectos intoxicantes del alcohol. La habían advertido que era un martirio para los riñones, por lo que no era prudente tomarla muy a menudo. Pero Storm dijo que el senador Whitmer era un bebedor de campeonato, y ella tenía que ser capaz de seguirle el ritmo sin que fuese perjudicada.

Con este preparativo dispuesto, Jenny Chang entró a sus anchas ante Seguridad, paseando por dentro del edificio, subiendo el ascensor, atravesando la puerta principal de la oficina del senador Whitmer, cruzando la zona de recepción, y el exterior de su sanctatanctórum particular sin dificultad.

Ella picó ligeramente la puerta.

"Y ahora ¿Qué?" Preguntó Whitmer. Sonaba irritado. Igual que un hombre que le habían pedido quedarse hasta tarde y luego lo dejan plantado en el último minuto.

Entonces la colegiala Jenny Chang apareció por el umbral de su puerta, sosteniendo fuertemente un archivo.

"Hola, señorita," dijo, su voz se enardeció unos cincuenta grados.

"Oh Dios mío, lo siento mucho", dijo demasiado entusiasmada."Creía que era el despacho del Senador Sessions. Creía que le iba a entregar esto a él. Oh Dios mío".

Donny Whitmer se echó a reír. "Cariño, me temo que estás algo perdida. El senador Sessions es el senador junior por Alabama y él está en el edificio Russell. Yo soy Donald Whitmer, senador senior por Alabama. Aunque dicen que aparento cinco años más joven que él."

Donny se pasó la mano por su pelo plateado. No había nada como una colegiala para traer de vuelta al colegial en cualquier hombre, sin importar su edad o condición social.

"Estoy tan, lamento tanto molestarle, senador," balbuceó." Yo sólo..."

Y entonces sucedió. Con todos sus nervios, Jenny Chang dejó caer el archivo que sostenía, esparciendo su contenido por el suelo. Ella inmediatamente se agachó para recogerlo, asegurándose de dar al senador Whitmer una bonita vista.

"Oh Dios mío, ¡soy tan patosa!" se lamentó.

"Espera, espera, déjame ayudarte," dijo el Senador Whitmer, saltando de la silla con una agilidad no-muy-septuagenaria, incluso arrodillándose en el suelo junto a ella. Muy, muy cerca de ella.

"Ya lo tengo. Ya lo tengo. Por favor, no quiero molestarlo".

"Vamos, vamos, no hay problema", dijo cálidamente. "Pero ahora tiene que decirme quién es usted. No puede entrar en mi oficina y tirar las cosas por todas partes a menos que conozca su nombre."

"Estoy tan, tan, lo siento," se disculpó poniéndose en pie y alargándole su brazo formalmente. "Soy Jenny Chang. Becaria de la senadora Jordan Shaw de Connecticut. Disculpe. Soy nueva".

"Ya puedo verlo", dijo Donny aceptando su mano suavemente entre las suyas.

"Aún así me encanta trabajar para ella. Es la mejor. ¿A usted no le encanta?"

La senadora Shaw era una demócrata, una de las personas más inteligentes en el Senado y, sin embargo, en la mente de Donny, una auténtica perra – una de esas senadoras que con toda seguridad no jugaba a la pelota con los chicos. La detestaba.

"¿A quién no le encantaría?" susurró Whitmer. "Ella es una gran funcionaria pública. Aprenderá mucho de ella".

"Oh, lo sé. Lo sé. Soy tan afortunada de haber logrado esta pasantía. La lástima es que todo esto termina en seis meses."

"Bueno, siempre hay otras oportunidades en el Capitolio", dijo Donny." Yo podría tener próximamente un puesto vacante para una... persona joven enérgica. Si te interesa".

"¿De verdad? Oh Dios mío, ¡eso sería tan increíble! ¿Pero no tendría que hacer?, no sé, entrevistarme ¿o algo así? "

"Esa es una buena idea", dijo el senador. "¿Qué te parece ahora?"

"D – De - ¿De verdad? ¿En serio?"

"No hay mejor momento que ahora. Si te parece bien. ¿Por qué no toma asiento?"

"Oh, Dios mío, eso es genial", dijo ella, caminando hacia una de las butacas de enfrente del escritorio del senador.

"Ahí no", dijo rápidamente. "Parece muy... antidemocrático. ¿Por qué no te sientas allí? Estaremos cómodos. Llegar a conocer al otro en un ambiente menos formal".

Hizo un gesto hacia el conjunto de diván y sofá para dos plazas de la esquina. Ella eligió el diván. "¿Quiere decir aquí?", preguntó ella.

"Ese está bien. Muy bien. ¿Por qué no te sirvo una copa? No puedes trabajar para un senador de Alabama a menos que aprendas a beber un verdadero whisky estilo Alabama".

"¿Es eso...?, ¿Eso está permitido?" Preguntó ella, abriendo los ojos como sólo ella sabía hacerlo.

"Bueno, eso depende. ¿Cuántos años tienes?"

"Tengo veintidós años, pero..."

Él tragó saliva en silencio. "Bueno, entonces, no hay ningún problema en absoluto."


Una copa llevó a dos. Y luego más.

Jenny Chang estaba encantadora y dicharachera. Arqueaba su espalda. Cruzaba y volvía a cruzar las piernas. Se inclinaba hacia él, luego se distanciaba.

Sin duda, estaba teniendo el efecto deseado. Donny la deseaba. Viciosa. Suficiente para que ella estuviera segura que el cerebro de arriba no tuviese más pensamientos.

Y oh. Él estaba haciendo un admirable trabajo siendo galante y caballeroso. Se resistió a deslizarse por el diván hacia ella. Hizo preguntas inteligentes y parecía estar interesado en sus respuestas – lo cual era impresionante, ya que incluso Xi Bang no estaba interesada en ninguna de las insulsas patrañas que estaban brotando de la boca de Jenny Chang –.

Incluso mantenía un buen contacto visual mientras hablaban. Excepto, por supuesto, cada vez que ella apartaba la mirada de él. Ella lo observaba por el rabillo del ojo mientras él dejaba viajar su mirada hasta sus pechos y piernas.

Pronto ella cambió la conversación hacia la política, la cual Jenny disfrutaba excesivamente aunque no lo pareciera, al igual que, en cierto modo, ya sabes, no siempre tenía sentido para ella. Tenía que hacerle explicar las cosas mucho. Y beber tanto como él hacía.

Cuando Donny hubo terminado de contar una historia particularmente auto-importante sobre la victoria en un enfrentamiento partidista, ella levantó las manos en el aire reclamando: "Es que parece tan difícil de conseguir cualquier cosa finiquitada por aquí. Es como si todo el mundo 'Oh, soy republicano" o "Oh, soy demócrata", y discutiendo todo el tiempo. Se olvidan de que se supone deben aprobar leyes y esas cosas".

"Vamos, vamos, princesa, no pierdas la fe en el proceso burocrático."

"¿Por qué no habría de hacerlo? Nadie consigue nada rematado en esta ciudad sin una pistola en su cabeza."

"Eso no es siempre cierto. Tú puedes... todavía puedes hacer cosas si... si sabes cómo", dijo Donny con aire de suficiencia, con una sonrisa torcida en su rostro. El Clyde May se había encargado de que ya no tuviera tanto cuidado.

"¿Sí? Dame un ejemplo", pidió Jenny. "Cuéntame de una vez que tuviste un proyecto de ley cerrado sin que se convirtiera en la Cuarta Guerra Mundial entre rojos y azules."

"Bueno, está bien, está bien eszzto... Así, bor ejemplo, hace unas semanas, un amigo... un amigo mío me llamó. Necesitaba un favor. Nesesitaba algo pequeño algo cerrado. Así que lo cerré por él. Ponéndolo en una asina... una asinaci..." paró y borracho escupió las palabras, "ahsi-ggg-na-ción-de-ffhondos, y salió sin problemas.”

"¿Simplemente así?"

"Zimplemente así."

"Debe de ser un buen amigo", tanteó, y se corrió hacia él de forma que levantó su falda un poco más. "¿Cómo se convierte uno en un buen amigo de un senador tan importante?"

"Bueno... tenes que ser gen... gener... geneooroso."

"Tal vez debería llamar a ese amigo tuyo, y me podría dar consejos sobre cómo ser generosa", dijo ella, inclinándose ligeramente para quitar trabas a su vista. "¿Cuál es el nombre de este amigo?"

Donny no pudo evitarlo. A pesar de que él sabía que ella estaba mirando, sus ojos bajaron a su blusa, a ese sostén de encaje negro que él ya había quitado un centenar de veces en su imaginación.

"Ese zocio qies se jace amigo," dijo arrastrando las palabras. "Nop-pedo decir."

"Oh, vamos. Yo soy tu amiga, ¿verdad? Así que puedes contarme. No lo diré a nadie."

Ella se deslizó más cerca de él. Se humedeció los labios.

"Oh, sí, tú eres mi amigo…-‘miga, síp," murmuró.

"¿Por qué no me lo susurras?" Ronroneó Jenny. Ladeó la oreja, así que estaba justo al lado de su boca. Ella posó su mano suavemente sobre su muslo.

Él estaba bastante más perturbado en cualquier sentido de la palabra que un hombre puede estar perturbado. Y sin embargo, en algún lugar de las profundidades de su mente, en un lugar que ni siquiera el Clyde May podía llegar, había una pequeña voz diciendo que quizás no debería hablar.

"Vamos, vamos", dijo él. Y luego, en una pequeña victoria de auto-control, se puso en pie. "Si me disculpa por un momento, creo que debo ir al baño. ¿Estarás aquí cuando vuelva?... Brind... brindaremos por el gran estado de... de Al-BAMA!"

"Eso haremos", afirmó Jenny.

En el momento en que él salió de la habitación, ella suspiró. Esto estaba tomando demasiado tiempo. Y aunque el Clyde May no la emborrachara, aún le ardía el esófago cada vez que tomaba un sorbo. También había sido suficientemente acosada por una noche. Estuvo preparada para hacer esto.

Hizo todo lo posible para obtener la información directamente. Había fracasado. Era el momento para su plan B químicamente respaldado. Se quitó la pequeña funda de papel vegetal con polvos que tenía escondido en la cuña de su zapato, rompió el sello y vertió su contenido en el vaso del senador.

El exceso de pentobarbital podría matar al ‘viejo Donny. Dosificado adecuadamente, tardaría menos de quince segundos en ponerlo bajo un sueño profundo durante cuatro horas. Removió el líquido ámbar del cristal hasta que el polvo se disolvió.

Cuando Donny regresó, brindaron por Al-bama, el hecho fue que habían perdido una sílaba en algún momento de la noche. Entonces Xi-Bang contó hacia atrás desde diez. En el momento en que llegó a dos, la barbilla de Donny Whitmer se desplomó contra su pecho.

Sólo para tener un poco de seguridad en caso de necesitar recurrir al chantaje – y porque pensaba que divertiría a Storm – se acercó al senador durmiente, posó con él sugestivamente, y se tomó unas pocas fotos.

Las envió por correo electrónico a Storm, y luego se fue a trabajar. Tenía cuatro horas pero no tenía ganas de probar la capacidad límite de la droga. Rápidamente acomodó al senador sobre el diván, donde pensaría que se había quedado frito. Tendría una resaca de tres pares por la mañana. Ella le dio un beso rápido en la mejilla, porque sentía lástima porque hizo todo ese esfuerzo y no consiguió nada.

Entonces comenzó a rebuscar en sus archivos. Empezó con los que estaban en su oficina, tratando de ser sistemática y también siendo consciente que el reloj seguía girando. En el momento en que determinó que un archivo no era relevante – ya fuese por el Fondo Futuro de Alabama o al anexo a la ley de presupuestos – se  movía al siguiente.

Después de una hora todavía no tenía nada. Había repasado todos los archivos de los donantes y se había cambiado a otras personas. Comprobaba los lomos de los archivadores por si hubiera alguno falso y los archivos no marcados. Pero todo era sencillo. Y aburrido. Y lo peor de todo, legal. Se sentía cada vez más inútil.

Dos horas más tarde, estaba empezando a entrar en pánico. Consideró en llamar a Storm, pero ¿qué es lo que podría decirle? Él no estaba allí. Él no podía ver lo que ella podía ver. Estaría adivinando aún más que ella.

Se sentó en la silla del gran hombre, tratando de despejar su mente, mirando el tablero de su escritorio mientras lo hacía. Fue entonces cuando vio un bloc de notas amarillo con "ROLL TIDE PAC" escrito en él – y nada más –. Curioso, ella empezó a hojearlo. Las siguientes cuatro páginas eran o sin sentido o irrelevantes.

Luego, en la sexta página, encontró oro. Las palabras "FONDO FUTURO DE ALABAMA" destacaban en la parte superior de la página. Debajo estaba escrito "$5 MILLONES" y "DIVIDIR EN CINCO LLC’s."

Y entonces, debajo de eso, estaba lo que ella y Storm habían buscado viajando por medio mundo. Era el nombre del hombre que había financiado la PAC, el hombre que había contratado a Gregor Volkov, el hombre cuyas órdenes eran directamente responsables de la muerte de cinco banqueros y sus familias, el hombre que planeó infligir la turbulencia financiera al mundo entero.

Estaba subrayado tres veces, y estaba tan claro como la escritura a mano del cuaderno del senador:

"GRACIAS WHITELY CRACKER".



¿Qué es un senador senior y un senador junior en EE.UU?

Senador Senior y Senador Junior son términos comúnmente usados por los medios de comunicación con los que describen la antigüedad de los Senadores de los Estados Unidos. Cada estado tiene dos Senadores como sus representantes en el Senado; el que lleva más años en el puesto (continuados) es, convencionalmente, llamado "senador senior", y el otro es referido como "senador junior". Si ambos son elegidos al mismo tiempo (uno en la elección regular y el otro designado para reemplazar el cargo de un senador que haya renunciado), el primero en jurar es el "senador senior".
No hay ninguna diferencia en cuanto a los derechos y atribuciones entre ambos, aunque las reglas internas del Senado dan mayores poderes a los senadores con mayor antigüedad. Generalmente, los "senadores senior" tendrán más poder, pero es más importante en ello ser un miembro del partido que tenga mayoría en el Senado que el ser un "senador senior".


Última edición por qwerty el Mar Feb 18, 2014 3:28 am, editado 1 vez
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4º Derrick Storm  "STORM FRONT"  [Traducido al Español COMPLETO] - Página 2 Empty Re: 4º Derrick Storm "STORM FRONT" [Traducido al Español COMPLETO]

Mensaje por qwerty Vie Feb 14, 2014 11:52 am

Me he dado cuenta que se han añadido algunos enlaces a ciertas palabras que abren ventanas de publicidad o de páginas de ventas.
Esos enlaces no los he colocado yo. Se ponen automáticamente. También he abierto de nuevo el mensaje para ver si existían estos enlaces como código de inserción y borrarlos para eliminar cualquier rastro de publicidad pero en el texto del mensaje no aparecen.
POR MI PARTE NO PINCHEIS EN LAS PALABRAS CON OTRO COLOR QUE NO SEA EL ROJIZO.
LA TRADUCCIÓN SOLO ES PARA LEER.
NO HE PUESTO NADA PARA QUE SE TENGA QUE ABRIR EN OTRA PÁGINA


CAPÍTULO 23



NUEVA YORK, Nueva York



Clara Strike parecía tan sorprendida de ver a Derrick Storm como él de verla a ella, por no decir incluso más. Después de todo, se suponía que él era el que estaba muerto.

Pero antes de que pudieran hacer frente a nada de eso, había un enredo para desenredar. Siempre había un enredo para desenredar cuando Clara Strike estaba cerca.

Él tenía que pagar al taxista. El Maserati tenía que ser remolcado — Storm no quería saber a cuanto ascendería la factura de reparación—; estaba agradecido de que Whitely Cracker no pareciese el tipo de persona a quien le preocupase demasiado. Y por último pero no menos importante, los policías de Nueva York o New York’s Finest como se hacían llamar, tenían que ser saciados.

Al mismo tiempo, Storm estaba enojado. Enojado por saberse engañado sobre la participación de Strike en el caso. Enojado porque había movimientos de piezas por parte de Jones que obviamente no le había informado, como de costumbre. Enojado porque a pesar de su enojo, lanzaba miradas furtivas a Clara y sentía esa familiar añoranza. Su cabello castaño rizado. Sus brillantes ojos marrones. Las pequeñas bocanadas que conseguía de su perfume. Joder, ese perfume lo tenía enganchado.

Durante los cuatro años que él había estado oficialmente muerto, Storm no la había visto ni una vez. Ni siquiera la había extrañado. O se sentía mal por hacer que ella pensase que estaba muerto. En lo que a él concernía, pagar con la misma moneda era juego limpio. Clara Strike también había muerto para él una vez —por si fuera poco, murió en sus brazos—. Ella no se puso en contacto con él, no existió ninguna pequeña vía de hacerle saber que todo aquello fue una artimaña de Jedediah Jones. Ella permitió que fuese a su funeral, dejándolo desolado, dejó que perdiera una parte de su alma pensando que había perdido a la mujer que amaba. Él era más joven. Más ingenuo. Más vulnerable. Todavía le dolía fácilmente al recordarlo.

Para ella, una muerte fingida sólo era trabajo —gajes del oficio—. Para él, había sido una angustia emocional. Cuando se enteró que ella estuvo viva durante todo ese tiempo y podría haberle ahorrado todo ese sufrimiento con una llamada telefónica, juró que nunca la perdonaría. Y no lo hizo.

Y sin embargo.

Allí estaba ella. Una vez más.

Y allí estaba él. Una vez más.

Y no pudo evitarlo. Se encontró pensando en todo lo que habían hecho juntos —de los malos tiempos, sí; pero de los buenos también—. Recordó a Jefferson Grout, el hombre que sin saberlo les había propiciado su presentación. Volviendo la vista a sus días como detective privado, Storm pasó cuatro meses rastreando a Grout, del que pensaba que simplemente era un marido infiel. En realidad Grout era un agente fugado de la CIA. Averiguando todo por sí mismo, Derrick Storm de Investigaciones Storm logró lo que los recursos de la CIA estuvieron fracasando durante un año. Al día siguiente, Strike lo reclutó para lo que ella llamaba "la empresa". Desde entonces hubieron una gran cantidad de victorias— muchas más victorias que derrotas, la verdad sea dicha—.

Así que cuando el taxista, el Maserati, y la furgoneta se fueron, y Strike preguntó a Storm para tomar una copa, que era algo así como una excusa para decir sí.

"Lo siento, te sigo mirando y…" dijo ella mientras se acomodaban en un reservado de la esquina en un acogedor bar de martinis en el East Village. "Es como que estoy viendo a un fantasma. No puedo creer..."

"Conozco la sensación," la cortó Storm.

"Al menos me gustaría preguntarte durante cuánto tiempo has estado vivo de nuevo. Quiero decir que has estado..."

"Vivo todo este tiempo", dijo Storm.

"Sí, es sólo que... quiero decir", empezó a mascullar, pero fue interrumpida de nuevo, esta vez por un camarero que venía a anotar su pedido. Le dio a Storm la oportunidad que necesitaba para cambiar la conversación alejándola de su aparente resurrección.

"Me dijeron que no estabas trabajando en este caso", dijo él.

"Me dijeron que no estabas trabajando en este caso", repitió ella.

"¿Esperas que me lo crea?"

Ella se encogió de hombros. "Supongo que el Príncipe Hashem vale cada esfuerzo del gobierno de los Estados Unidos."

"Espera, ¿quién?"

"Príncipe Hashem", dijo Strike. "No te hagas el tonto, Storm. No te conviene".

"Lo digo en serio. ¿Quién es el Príncipe Hashem?"

Strike se detuvo, estudiándolo. A veces, Storm sentía que ella podía leer la letra pequeña del interior de su cerebro. "¿No estarás jugando conmigo ahora mismo? ¿De verdad no estás trabajando en este caso?"

"Depende", dijo Storm, sintiendo esa sensación de desconcierto que sólo Clara Strike podría engendrar en él. "¿De qué caso estás hablando?"

"Tú primero".

"No, tú primero", dijo Storm. "Empecemos con esto: Esos micros que encontré en la casa de Cracker. Debería haber caído en la cuenta en el momento que los vi. Eran tuyos, no de Volkov".

"¿Volkov? ¿Igual que Gregor Volkov? ¿Qué coño tiene que ver él con esto? Está muerto”.

Ahora era el turno de Storm para estudiarla. No podía pretender creer en todo lo que ella contaba, pero tampoco podía detectar ningún embuste en ella. "Está bien, ¿qué mierda está pasando?", Replicó Storm. "¿De verdad no estás en esto?"

"Creo que cuando decimos "esto" estamos hablando de dos cosas diferentes", dijo Strike. "Simplemente para deshacer el galimatías: Sí, hemos tenido vigilancia sobre Whitely Cracker desde hace dos meses."

"¿Dos meses? Pero ese anexo a la ley de presupuestos ni siquiera ocurrió hasta hace tres semanas. Ese fue el detonante de todo este asunto".

"No tengo absolutamente la menor idea de lo que estás hablando en estos momentos."

Podía ver que ella estaba diciendo la verdad. "Entonces, ¿por qué has estado vigilando a Cracker?"

"Por el Príncipe Hashem, " dijo ella.

De nuevo fue el turno de Storm el hacer una mirada en blanco. Sacudió la cabeza para enfatizar su ignorancia.

Strike lo aleccionó: "Príncipe Hashem. Príncipe heredero de Jordania. Primero en la línea de sucesión al trono de uno de los países de mayor importancia estratégica en el Medio Oriente. Un hombre serio de los Estados Unidos no puede permitirse el lujo de ir tocándole los huevos si quiere continuar teniendo relaciones cordiales con Jordania. ¿Te suena algo de esto?"

"Ni una palabra."

Strike suspiró, y luego puntualizó: "Príncipe Hashem es uno de los mayores inversores de Whitely Cracker. Tiene setecientos millones de dólares en invertidos en Prime Resource Investment Group. Incluso para el príncipe de Jordania, eso es auténtico dinero. En realidad, la mayor parte de su fortuna. Seguramente a estas alturas te imaginas que Prime Resource Investment Group está en grave peligro de bancarrota".

"La verdad sea dicha, esto es nuevo para mí. Whitely Cracker no llegó a estar bajo mi radar hasta hoy", aclaró. Lo que él no añadió fue que no había querido decir ni una palabra a Jones sobre Cracker, y por lo tanto Storm no había pedido a los cerebrines hacer el habitual estudio financiero que habría revelado la aparente angustia de Cracker.

"Sí, bueno, confía en mí. Whitely lo tiene mal. Estamos en contacto con Bernie Madoff, de su equipo. Está en un enorme, enorme agujero. Ronda los billones. Con 'B' mayúscula. Él mantiene el endeudamiento, y por supuesto, todo el mundo se lo da porque es Whitely Cracker. Pero eso sólo le hace que el problema sea más profundo. Estamos tratando de encontrar una manera de entrar y salvaguardar el dinero del príncipe, pero por supuesto, la CIA no puede hacer un movimiento en contra de un ciudadano estadounidense. Tenemos que esperar a que él haga algo ilegal y luego enviar a la autoridad nacional adecuada. Por desgracia para nosotros, perder miles de millones de dólares no es ilegal. Así que lo único que podemos hacer es observar, esperar y confiar".

"Y luego te lanzaste en picado, salvando el día y asegurándote que el Príncipe Hashem sepa que el Tío Sam tiene vigilancia todo el trayecto, recordándole gentilmente que Irán o Hamás no serían capaces de hacer lo mismo."

"Eso mismo, esa es la envergadura del asunto", dijo Strike.

"Pero de nuevo, ¿qué tiene que ver Volkov con esto?"

Storm le contó todo lo que se atrevió, sin excederse en lo compartido, recordándose a sí mismo que todavía trabajaba para Jones. Storm confiaba en Clara Strike más que en Jedediah Jones, pero eso era como decir que confiaba en un trilero más que en un cirujano charlatán vendiendo aceite de serpiente encima de su carreta del medio oeste. Aún así, le proporcionó una visión básica de la Teoría Click y qué papel desempeñaba Cracker en ella. Se dio cuenta por sus reacciones que era una noticia completamente nueva para ella. Por una vez, parecía que Clara Strike no estaba jugando al juego del trile con él.

"Si sirve de ayuda, no hemos visto ninguna señal de Volkov o sus hombres," dijo ella. "Y, créeme, hemos estado vigilando. Conoces el patrón de Volkov mejor que nadie. Es del tipo echar-una-mirada-antes-del-asalto. Nunca iría tras Cracker sin haber hecho los deberes. Así que diría que todavía no ha llegado aquí."

"Lo más probable, simplemente el modelo Click está equivocado", sospechó Storm. "El sexto banquero no es Cracker. ¿Todavía tienes gente en su casa?"

Strike asintió.

"Bien. Si Volkov llega escabulléndose para acechar lo sabremos. Pero estoy empezando a pensar que tengo que llamar al Dr. Click para redibujar el planteamiento. No tiene pinta que Cracker sea la víctima número seis".

Storm sentía cierta sensación de alivio sabiendo a Cracker y su familia a salvo. Pero al mismo tiempo, significaba que había algún otro banquero — tal vez con alguna otra esposa y otros hijos— que todavía se encontraba en peligro. Y Storm no tenía ni idea de quién era. La impotencia era frustrante.

"Bueno, me alegra que el destino nos haya juntado de nuevo," dijo Strike cuando él terminó. "Verte es realmente genial, Storm. Pensé que estabas... quiero decir, esto es Jones, así que ¿quién coño sabe? Pero hubo momentos en que realmente pensé que estabas muerto. Iba una y otra vez. A veces pensaba: Nah, no puede estar muerto. Haría falta un arma nuclear para matar a ese hijo de puta. Pero otras veces recordaba las veces en que casi te pierdo y pensaba, bueno, tal vez esta vez sí te cogieron..."

"Sí, bueno... ", dijo Storm en voz baja. "Lamento no haberte localizado."

"Yo habría hecho lo mismo."

Storm no pudo resistir el derechazo: "Tú ya hiciste lo mismo."

"Lo sé, pero... Quiero decir, ¿estás buscando una disculpa o algo así? Ya sabes cómo se juega el juego. A veces no me gusta más que a ti. Pero también acepto que es una parte de este mundo que hemos elegido vivir. O tal vez es una parte del mundo que nos ha escogido a nosotros. Hasta cierto punto, eso no importa. Puedes quejarte y estar de morros todo lo que quieras, pero tú y yo sabemos que no nos marcharíamos aun si tuviéramos la oportunidad de hacerlo. Esto es lo que somos".

"Sí", esa fue toda respuesta de Storm. A veces, lo mejor era no dar a Clara Strike nada más que eso.

Ella había posado su mano sobre la de él. La iluminación era tenue. Los martinis estaban finalmente relajando la descarga de adrenalina que Storm había vivido.

"¿Te acuerdas de cuando encontramos este lugar?" Preguntó Strike.

"Por supuesto. Fue después de Marco Juárez", rememoró Storm, sintiendo la calidez del recuerdo. Juárez fue un señor de las drogas panameño. Remarcando lo de “fue". Storm y Strike habían celebrado la muerte de Juárez en Manhattan, gozando de su más que improbable supervivencia con una semana de sexo, comida y alcohol, más o menos en ese orden. Mojar, repetir. Mojar, repetir. Storm nunca lo diría en voz alta, pero si tuviera que vivir sólo una semana de su vida una y otra vez en un bucle, sería esa.

"Esa vez también pensé que te había perdido", admitió ella.

"¿Oh, qué? Eso sólo fue una herida superficial".

Ella entrelazó sus dedos con los suyos. Sus ojos estaban de algún modo húmedos y ardientes al mismo tiempo. "Te he eché mucho de menos", declaró ella." A veces pienso sobre, ya sabes, nosotros, y..."

Ella se detuvo. Storm había vuelto la cabeza a otra dirección.

"No estoy seguro de que pueda hablar de eso", dijo.

"¿En este momento?", preguntó. "¿O para siempre?"

"No lo sé."

De repente, fue ella la que volvió la cabeza a otra dirección. Se puso en pie y se limpió la cara con un pañuelo de papel. Sus últimas palabras antes de salir del bar fueron:

"Bueno, ten cuidado. Ahora mismo existe una manera repugnante de que te conviertas en un baja perpetua en tanto no vigiles".

Mientras él la vio salir de la puerta, no podía dejar de preguntarse si las lágrimas habían sido reales.


Storm pagó la cuenta y se fue. Nada como beber un martini con Clara Strike para hacerlo sentir bien en todos los sentidos. Había puertas que no podía permitirse el lujo de abrir, y esa era una de ellas. Desde luego, no ahora. Tal vez era a causa de sus sentimientos hacia Ling Xi Bang. Tal vez era porque había un hombre que no conocía, cuya vida sentía que tenía que salvar.

Storm se metió en un establecimiento All-night Deli, tomó un café negro para ayudar a despejar el chispazo del martini, y escribió un breve correo electrónico a Rodney Click. Le dijo que Whitely Cracker era aparentemente un callejón sin salida y preguntó si tenía alguna otra pista.

Storm acababa de pulsar el botón de enviar, cuando sonó el teléfono.

"Investigaciones Storm."

"Derrick, soy Ling. ¿Puedes hablar?"

"Adelante", dijo, disfrutando ya del sonido de su voz.

"Acabo de realizar la limpieza de la oficina del senador Witmer. El donante es un hombre llamado Whitely Cracker".

"¿Qué?" preguntó Storm, y no porque tuviera problemas de audición.

"Tengo a Whitmer borracho y me las arreglé para dirigir la conversación hacia la cláusula de la partida de asignaciones. Admitió que lo hizo bajo instancia de lo que llamó 'un amigo muy generoso’. No pude conseguir que dijera quién era el amigo, pero más tarde, cuando estaba inconsciente, encontré un cuaderno sobre el escritorio de Whitmer que más o menos lo especificaba. Los cinco millones se dividirían en cinco sociedades de responsabilidad limitada, pero en conjunto parece que todo el dinero proviene de este fulano, el tal Cracker. ¿Lo conoces o algo?"

"Sí, de hecho estuve en su casa," dijo Storm. "El modelo de Rodney Click predijo que Cracker sería el sexto banquero. Supongo que el modelo está algo confundido. Se pensó que estábamos buscando una víctima y en su lugar encontró a nuestro perpetrador".

Storm estaba que echaba humo al recordar su interacción con Cracker. El banquero había dejado a Storm en su casa como si fuera la paloma, no el halcón. Había fingido que nada en el mundo andaba mal y había actuado de manera inocente cuando Storm trajo a colación el nombre de Volkov, incluso preguntándole cómo se pronunciaba y corroborando por dos veces que era ruso. Durante todo el tiempo, el asesino había estado contratado por Cracker.

Storm estaba enojado consigo mismo primero —había tenido el final de su misión al alcance de su mano y no se había dado cuenta—. Entonces, su ira se volvió hacia Cracker, el hombre que había infligido tanta miseria en tantos, con la intención de causar un padecimiento aún más generalizado, sin considerar aparentemente a quién pudiera dañar. Todo en nombre del maldito dólar.

Storm se calmó al cabo de un rato. La ira no servía para nada aquí. Y además, podía tornar su propio error en una ventaja. Podía dejar que Cracker continuara creyendo que estaba bajo la protección de Storm. De esa manera Cracker no sabría que Storm estaba yendo a por él.

Y no había duda: Storm iría. Por él mismo. No hablaría con Jedediah Jones de esto. Todo lo que tenía eran las palabras de una agente china —una persona que ni siquiera había sido autorizada a trabajar con él—. Jones ladraría todo el día y parte de la noche por la violación de la seguridad. Y sin embargo, de momento Storm no dudaba de ella. Amaba a la ironía: la única persona en toda esa puesta en escena en que podía confiar era una agente enemiga.

Storm estaba tan distraído que cruzó la Novena sin mirar. Un Nissan Maxima tizo sonar su claxon por su imprudencia. Storm saludó en tono de disculpa.

"¿Estás bien?" Preguntó Xi Bang. "¿Qué haces?"

"Sólo jugando en el tráfico", dijo. "Y pensando."

"Ya veo, ¿y qué estás pensando?"

"Estoy pensando en que tú y yo necesitamos hacer una visita a Whitely Cracker mañana por la mañana", planteó Storm.

"¿Y?”

"Lo enfrentaremos con lo que sabemos, lo haremos confesar. Si él no confiesa, nos lo llevaremos de todas formas y lo retendremos hasta que podamos demostrar todo esto a la satisfacción de todos. Al menos eso lo pondrá fuera de circulación y alejado de las máquinas MonEx. ¿Puedes moverte a Nueva York? Hay un enlace que sale del aeropuerto del Reagan National a las seis de la mañana que conseguiría dejarte en LaGuardia a las siete. Puedo recogerte allí".

"¿Por qué agente Storm, me estás pidiendo una cita?"

"No. Estoy preguntando a Jenny Chang. Ella es un auténtico bombón. He visto fotos de ella en Internet, ya sabes."


Storm iba a pie, se dirigió a uno de sus hoteles favoritos —el W en Union Square— cuando su teléfono vibró, diciendo que tenía un nuevo correo electrónico.

Provenía de Click, quien todavía no había logrado despegarse del teclado de su ordenador. El profesor había pasado el día ajustando su modelo. Escribió dos párrafos largos y gruesos detallando cómo había alterado algunos de los supuestos y había modificado algunas de las variables. El ordenador todavía consideraba Cracker como primera elección para la brutalidad de Volkov, pero una vez que se le decía al ordenador que Cracker no era una opción, surgía un candidato diferente.

El nombre de este hombre era Timothy Demming. Era jefe de operador de divisas del NationBank. La actualización del modelo de Click estimó la posibilidad de que la próxima víctima fuese Demming al 73 por ciento.

"Lo conocí en una conferencia y él es el típico patán gilipollas de banca de inversiones", escribió Click. "Pero no hay duda de que sería capaz de realizar una transacción de la magnitud que hemos discutido. Yo diría que es una gran posibilidad".

Storm no dudó. Cargó su aplicación People Finder, la que le dijo que Demming vivía no muy lejos, en el distrito financiero. Storm se subió al primer taxi que pudo que se dirigía al sur y sólo se sintió un poco ridículo cuando pidió al conductor que acelerase.

Second Avenue se veía brumosa por la ventanilla, a continuación la calle Houston. Nueva York era la ciudad que nunca duerme, sin lugar a dudas, pero ya era pasada la medianoche, lo que significa que estos que no dormían al menos tenían el buen sentido de hacer algo diferente al de obstruir las calles.

En el corto trayecto, Storm buscó en Google a Demming. Era una estrella en el NationBank, de acuerdo. Había fotos sobre él en entradas de blogs. Era atractivo, sin dudas, pero en una especie de estilo desaliñado. Tenía el aspecto de alguien que rompería la hucha de un niño sólo para conseguirse una moneda más de níquel.

Storm llegó a la dirección de Demming para encontrar una comunidad de primer nivel, uno de esos edificios del bajo West Side que por los años noventa habían comenzado a aflorar como setas tras un aguacero. Demming vivía en el piso más alto. Storm pagó dando una propina al conductor del taxi y entró al edificio por las puertas giratorias.

"Por favor, ¿podría contactar usted con el Sr. Demming en el 52–J?" preguntó Storm al hombre de recepción, un caballero barrigudo de mediana edad embutido en un uniforme con galones de oro donde dentro de una discreta placa identificativa estaba escrito "CLARK LASTER" en negrita.

"¿No es un poco tarde para eso?" Inquirió el hombre.

"Sí, pero es una emergencia."

Laster suspiró e hizo una gran parafernalia abriendo un gran libro frente a él. "Lo siento. Pero el señor Demming ha dejado instrucciones de no ser molestado después de las 22:00. Lo dice aquí mismo." Laster giró el prontuario hacia Storm para que pudiera leerlo. Storm se inclinó como si tuviera intención de inspeccionar el documento como si fueran los Pergaminos del Mar Muerto. En cambio, se inclinó sobre el escritorio y con su mano derecha tomó medidas drásticas en la base del cuello de Laster, justo encima de la clavícula.

El hombre trató de retroceder, pero Storm se mantuvo firme. "¡Oww! Ei ¿qué estás...?"

El final de la frase no llegó a escapar de la boca de Laster. Para entonces el hombre ya estaba inconsciente.

"Lo siento, amigo, no tengo tiempo para hacer cosas como dice el libro", dijo Storm.

Storm llamó a un ascensor, lo subió a la planta cincuenta y dos. Estaba tranquilo y parecía un hotel. Storm se dirigió rápidamente a la puerta J, todo recto hasta el final del pasillo, e hizo sonar el timbre. No hubo respuesta. Él volvió a tocar. Todavía sin respuesta.

Demming estaría probablemente fuera. Tipos de Wall Street eran conocidos por entretener clientes hasta la madrugada. Storm decidió que el lugar más aconsejable para esperar a Demming era dentro de su apartamento.

Dio un paso atrás y miró la puerta. Era reforzada en acero, del tipo que sería muy ruidosa al forzarla. Sin embargo, la cerradura era manejada por un anticuado teclado analógico. Le llevó a Storm exactamente veintiocho segundos abrirla. Tenía ventajas el haber crecido con un padre que trabajó durante un tiempo en la unidad de robos de bancos del FBI. Aprender a forzar cajas de seguridad fue una de ellas.

Se sintió vanidoso, Storm abrió la puerta y atravesó el umbral en un baño de sangre.

Estaba por todas partes. En las paredes. En el suelo. En el sofá. Incluso en la obra de arte. Casi parecía como si hubiese salido con una manguera.

A pesar que sabía que era demasiado tarde —un paso por detrás de Volkov, una vez más— Storm sacó su pistola. Entró con cautela, no sólo con cuidado de no pisar ninguno de los charcos de sangre, sino también manteniendo los ojos arriba, en caso de que Volkov y sus hombres estuvieran todavía de alguna manera en el apartamento.

No estaban. Demming sí. Su cuerpo estaba colocado detrás del sofá. Lo que parecía ser un par de medias de lencería obscena de mujer había sido embutida en la boca y atado con unos calcetines de hombre. Un copete de encaje rosa escapaba de un lado de la mordaza.

Él estaba sin camisa, dejando al descubierto una serie de magulladuras que hacían indiscutible que había sido brutalmente golpeado hasta su muerte. Las costillas que habían sufrido fracturas múltiples perforaban la piel en diversos puntos. Había quemaduras de cigarrillos desde hombros hasta debajo de los dos brazos. Sus pezones tenían quemaduras sobre y por debajo de ellos, lo que sugería que unos electrodos habían sido conectados en ellos y la corriente había circulado atravesando todo su cuerpo. Y, por supuesto, las uñas de su mano derecha habían desaparecido.

La tortura ha sido extensa. Demming obviamente había sufrido mucho antes de su muerte, mucho más que cualquiera de las otras víctimas. Alguien había querido que Demming sintiera dolor. Mucho dolor.

Sin embargo, nada de eso estaba directamente relacionado con su muerte, la causa de la cual era bastante clara: Su garganta había sido cercenada con tanta saña que prácticamente había sido decapitado. Eso explicaba toda la sangre.

Storm se agachó y tocó el hombro desnudo de Demming. El cuerpo estaba frío. De ese modo no había ningún rastro que pudiera conducir a Storm de este apartamento a donde quiera que Volkov se estuviere escondiendo ahora.

Storm peinó rápidamente el resto de la residencia. Hizo esto a sabiendas que probablemente no hallaría nada dejado detrás después de su uso. No las hubo en ninguna de las otras escenas. Pero tenía que comprobarlo.

Storm trabajó metódicamente, pasando habitación por habitación, obligándose a mantener la concentración. Sin embargo, su mente vagaba: ahora Volkov tenía los seis códigos MonEx. Si él sabía qué hacer con ellos —o los había entregado a alguien que supiera— un tsunami financiero podría encaminarse hacia Wall Street en cualquier momento. Después de todo, el ForEx no cerraba en los días hábiles. Era como saber que un enorme deslizamiento de tierra se aproxima sin tener idea de cómo escapar de la base de la colina.

El apartamento estaba, como sospechaba Storm, carente de cualquier cosa útil. Se estaba preparando para abandonar el lugar cuando un par de agentes de policía uniformados entraron por la puerta principal.

La primera cosa que dijo Storm fue: "Antes de reaccionar de forma exagerada, yo estoy con la CIA y yo no he hecho esto."

El policía principal echó un vistazo a toda la sangre, echó un vistazo a Storm y entonces sacó su arma, apuntó al pecho de Storm.

"NYPD", gritó el policía. "Vamos, a ver esas manos."


Storm permitió ser esposado, exactamente trató de explicar al oficial que todo eso era sólo un gran malentendido. Como si la policía nunca hubiera oído eso antes.

Cuando se comunicó por radio la situación, lo obligaron a tumbarse boca abajo en el pasillo. Pronto, lo que parecía ser la mitad de los oficiales del departamento de policía de Nueva York de la Veinte entraron en tropel al departamento de Demming.

En el lento transcurso de la siguiente hora, a Storm se le permitió pasar a una posición sentada, luego fue relegado a la cocina. Identificarse como CIA lo había salvado de un paseo en un coche patrulla y un viaje a una celda de la 20, pero no le había hecho ganarse el cariño de cualquiera que llevase uniforme.

Desde su posición en la cocina, pudo oír la charla de los agentes. Clark Laster se había despertado de su letargo provocado,  no muy hecho polvo pero bastante cabreado. Laster llamó a la policía, quienes eran lo suficientemente avispados como para suponer que el hombre que había preguntado por el apartamento de Demming probablemente se habría dirigido al... apartamento de Demming.

La primera charla que tuvo Storm lo habría condenado a veinticinco cadenas perpetuas en Attica, CIA o no CIA. A continuación, la médico forense, una atractiva mujer negra, llegó y arruinó la diversión de los policías: la hora de la muerte había sido varias horas antes, lo que significaba que ese fornido desconocido que tan sólo había aparecido probablemente no hubiera participado.

Entonces, la médico forense reveló cosas interesantes. En realidad Demming era un hermafrodita. Aparentaba ser varón, pero tenía órganos sexuales masculinos y femeninos. Como era de esperar, los detectives de paisano que rastrearon el apartamento encontraron vestimenta de hombre y mujer, a pesar que estaba claro que el apartamento sólo tenía un habitante. Esto dio lugar a la teoría de que a Demming le gustaba ser un hombre durante el día, cuando era conveniente ser un miembro del club de los chicos de Wall Street, pero a veces satisfacía su lado femenino por la noche. Eso explicaba sin dudas las medias de antes dentro de la boca y los calcetines que habían sido usados para inmovilizarlo allí.

Storm era un mero espectador de su especulación. No fue hasta una hora más tarde en que una mujer exhibió una placa de detective acercándosele en la cocina. Tenía pelo oscuro, ojos oscuros, y era sin duda la detective más hermosa que Storm había visto nunca.

"Hola, Sr. Storm", se presentó. "Mi nombre es Nikki Heat. Soy de la policía de Nueva York".

"Hola, Nikki Heat", dijo Storm amablemente. "¿No he leído sobre ti en una revista en alguna parte?"

"Sí. Pero si te gusta tu cara sin un tortazo, te sugiero que no me lo recuerdes".

"Considéreme aconsejado", dijo Storm, luego apuntó la cabeza hacia un hombre que había aparecido detrás de Heat, y a muy corta distancia preguntó. "¿Quién es ese?"

"Es Jameson Rook. Él es... él no es nadie que te incumba".

"Jameson Rook, ¿el escritor de revistas?"

"Sí," dijo ella, como si le molestara.

"No sabía que era tan atractivo," dijo Storm.

"¿De verdad quieres un guantazo?", preguntó Heat.

Storm se encogió de hombros en cuanto Rook se acercó. "Disculpe, detective Heat, pero ¿quién es?"

"Es nuestro sospechoso", respondió la detective.

Rook evaluó a Storm en un momento. "No es posible. Es demasiado guapo para ser el sospechoso".

Heat meneó las manos en el aire. "Antes de que ustedes, señoritas, os larguéis y consigáis una habitación para dos, ¿os importaría si le pregunto a algunas cosas?"

"Lo siento, adelante ", se excusó Rook.

Heat se volvió a Storm: "Por favor ¿Puedes explicarme lo que estabas haciendo en este apartamento con el cadáver del Sr. Demming?"

"¿Para tu satisfacción?", preguntó Storm. "Con todos los respetos, no creo. Pero te puedo decir quién es el asesino."

"Genial", dijo Heat sarcásticamente. "¿Puedes decirme también dónde está, obtener una orden para su arresto, y luego su cuello para que pueda volver a casa y dormir un poco?"

Storm suspiró. "Ahí", objetó, "es donde las cosas comienzan a ponerse mucho más difíciles.”

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