4º Derrick Storm "STORM FRONT" [Traducido al Español COMPLETO]
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Re: 4º Derrick Storm "STORM FRONT" [Traducido al Español COMPLETO]
CAPÍTULO 24
QUEENS, Nueva York
La terminal de Delta Airlines en el Aeropuerto LaGuardia había estado bajo construcción tanto tiempo, que Storm juraría que podrían haberla reconstruido al menos tres veces. Todavía permanecía el andamiaje, la sujeción temporal se había convertido de alguna manera en permanente.
Storm llegó allí a las 6:45 de la mañana, mirada cansada, entrecejo fruncido y sintiéndose peor. Había sido una larga noche con la policía de Nueva York, quienes finalmente se convencieron en dejar seguir su propio camino a Storm. Ayudó que un agente de la CIA avalara a Storm. Naturalmente, eso añadió una complicación para Storm: El agente tendría que rellenar un informe que llegaría al escritorio de Jedediah Jones en veinticuatro horas o menos, lo cual incitaría preguntas por parte de Jones. Storm sólo tendría que ir con sutileza con eso.
El obstáculo final había sido Laster, el hombre de recepción, que quería a Storm arrestado por cargos de asalto y agresión física, también insinuó una demanda civil, donde su dolor y sufrimiento serían compensados con decenas, si no cientos, o miles de dólares. Entonces Jameson Rook prometió que a cambio de dejarla pasar, él podría conseguir una invitación para la fiesta de la Semana de la Moda de Nueva York donde podría deambular con hermosas modelos. Eso resultó ser suficiente para aliviar el dolor del hombre y poner fin a su sufrimiento.
Storm agradeció a Rook su ayuda. Los dos se lisonjearon mutuamente una última vez de su porte rudo aunque apuesto, lo que provocó decir a Heat algo sobre vomitarse en su propia boca. Entonces Storm se marchó para tomar unas pocas horas de sueño rápido en el W, lamentándose por la trágica infrautilización de la cama Heavenly Bed.
Había tomado un taxi en dirección al aeropuerto, haciéndolo parar en el estacionamiento donde guardaba su Mustang Shelby GT500 — y más importante, algunas armas de repuesto—. Pensó en tener el taxi libre para él allí, pero luego optó por lo contrario. Contando el coche de alquiler que había conducido a la casa de Cracker, él ya tenía un Mustang fuera de su sitio con el cual tendría que lidiar más tarde. No quería tener que abandonar otro en cualquier lugar. Completó el viaje a LaGuardia en el taxi.
Ahora, él esperaba en la zona de llegadas, anhelando vislumbrar algo aún más celestial —Ling Xi Bang— cuando su teléfono satélite sonó. Reconoció el código del país de la llamada entrante, origen Rumania. Eso sólo podía significar una persona.
"Hermana Rose", saludó. "¿Has cambiado de opinión sobre mi propuesta?"
"Oh, Derrick Storm," el acento de la Hermana Rose McAvoy surgió a través del teléfono. "Desearía que el propósito de mi llamada fuese tan dichoso."
"¿Qué pasa? Preguntó Storm.
"No quiero ser un problema para ti. Y si estás ocupado salvando el mundo, tan sólo tienes que decírselo a esta pequeña vieja monja para seguir con su camino e irse".
"Sabes que yo siempre tengo tiempo para ti, hermana Rose."
"Eres una bendición, Derrick Storm, una verdadera bendición", dijo. "Pero me temo que lo que necesitamos en este momento no es una bendición, sino un milagro."
"¿Qué va mal?"
"La diócesis ha decidido cerrar el orfanato."
La mente de Storm de inmediato viajó al Orfanato del Santo Nombre, ese pequeño punto brillante en medio de toda la penuria de Bacau. Vio los ojos de los niños cuyas vidas fueron salvadas por el orfanato. En particular, se acordó de una niña, Katya Beckescu, sosteniendo un oso de peluche hecho jirones y cazando mariposas. El corazón de Storm fue trasladado de inmediato a miles de kilómetros de distancia.
"Pero ¿a qué santo viene hacer eso?", increpó Storm. "No puedo pretender entender el trabajo de Dios, pero si tú no lo haces, ¿entonces quién?"
"No se trata de eso, Derrick. Es sobre dinero. La abadía que aloja el Santo Nombre es demasiado valiosa. La diócesis se va rápido a la quiebra, y descubrió que puede conseguir diecisiete millones de leus mediante la venta de la abadía y los terrenos que la rodean. Eso es el equivalente a cinco millones de tus dólares. El obispo dice que vendiendo la abadía puede salvar la diócesis, y es mejor mantener toda la diócesis en marcha que un sólo orfanato".
"Pero... Está bien, ¿ellos no pueden trasladarte a algún otro lugar?"
"Para nosotros no hay otro lugar al que ir —al menos uno que se ajuste a todos nosotros—. La abadía es el único lugar lo suficientemente grande. Eso es parte de lo que la hace tan valiosa. Y aún hay más..."
Lo que fuese que iba a decir fue interrumpido por un sollozo ahogado. Storm presionó el teléfono aún más cerca de su oído. "¿Qué ocurre, hermana Rose?"
"El obispo dice que una vez que vendan la abadía, es hora de que me retire ", dijo, y Storm casi podía oír las lágrimas corriendo por su rostro. "Me van a retirar, Derrick Storm. Al igual que un rocín que no sirve de nada a nadie. Me convertiré en una de esas viejas arpías chochas cerca de la casa de retiro de monjas, chocando contra las paredes y goteando gachas por mi boca. Oh, sé que no debo luchar contra él si este es el designio de Dios para mí. El Señor sabe que soy lo suficientemente mayor, pero los niños... ¿Quién se va encargar de estos niños?"
"Tú, hermana Rose. Tiene que haber alguna manera de hablar al obispo de este absurdo".
Su voz se hizo más baja. "Me temo que no haya ninguna conversación. Que Dios me perdone por hablar de uno de Sus siervos de esta manera, pero he visto un montón de obispos ir y venir en mi vida, y éste, es ruin como un burro viejo. Y terco, también. Lo único ante lo que responde es al dinero".
"Así que necesitas cinco millones de dólares", dijo Storm. Si ella hubiera dicho un millón, podría firmar un cheque ahí mismo. Pero cinco millones era más de lo que podía permitirse.
"Siento tanto molestarte con esto Derrick, sólo que no sabía dónde más recurrir. Tengo mi pequeña red de almas generosas como tú quienes pueden darnos el dinero suficiente para mantener el pan en la boca de los niños. Pero, ¿cinco millones de dólares? No tengo ni idea de dónde conseguir esa cantidad de dinero. Pero yo sé que eres un hombre que... que sabe cómo hacer que las cosas más improbables ocurran. Y se me ocurrió..."
"No diga más. Yo me ocupo de esto."
"Pero Derrick, ¿cómo vas a...?"
"No se preocupe por eso," dijo Storm mientras vio fugazmente a Xi Bang a través del área de seguridad. "Yo me encargaré del dinero, hermana Rose. Usted preocúpese por el cuidado de esos niños, ¿me oye?"
"Dios te bendiga, Derrick Storm. Voy a orar por ti esta noche, tal como lo hago todas las noches".
Y estoy seguro de que lo necesitaré, pensó Storm. "Siempre me está diciendo que Dios escucha nuestras oraciones", dijo. "Tal vez debería rezar una para sí misma, también."
"Créeme, también estoy haciendo eso ahora."
"Cuídese, hermana Rose. Hablaremos pronto."
Terminó la llamada justo cuando Xi -Bang se encaramó hasta él y le dio un apasionado beso en los labios. Ella todavía estaba vestida con el mismo atuendo, para el deleite de varios de los viajeros de negocios que se habían unido a ella en el enlace de la seis de la mañana.
"Tengo un regalito para ti," dijo ella.
"Pensé que esto era mi regalo", dijo Storm, mirando la indumentaria.
"No, es mejor", precisó ella, revelando una bolsa de plástico de detrás de su espalda y ceremoniosamente presentándosela a él. Estaba adornada con el logotipo de una tienda de regalos que Storm sabía localizar en el Aeropuerto Reagan National.
Storm abrió la bolsa. En el interior había un par de Intercomunicadores tipo Reloj de Muñeca SuperEspia de Cloak & Dagger Enterprises. "¡Envía Mensajes Secretos como los espías reales!" Se podía leer en el paquete. "¡Dial de frecuencia variable permite la comunicación multicanal! ¡Alcance efectivo 900 metros!"
"Pensé que bajo el espíritu de cooperación internacional, deberíamos estar en la misma frecuencia, " propuso ella. "De esta manera, siempre podemos estar en contacto."
Storm abrió el paquete y pasó el reloj en su muñeca izquierda. Lo admiró un momento y dijo: "Es el mejor juguete que nunca he tenido."
qwerty- Escritor - Policia
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Localización : En la luna de Valencia
Re: 4º Derrick Storm "STORM FRONT" [Traducido al Español COMPLETO]
Hola qwerty, por fin termine mis estudios, ahora si voy a poder disfrutar gracias a tus traducciones de los libros!! por favor seguí traduciéndolo no hay apuro, cuando vos puedas. Te agradezco lo q estas haciendo, saluditos desde Argentina!!!
mitek- Escritor novato
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Re: 4º Derrick Storm "STORM FRONT" [Traducido al Español COMPLETO]
Se juntó capítulo largo con fiestas patronales de mi ciudad = retraso de varias semanas.
QUEENS, Nueva York
El ascensor de la Torre Marlowe elevaba a sus ocupantes vertiginosamente hacia el cielo, acercándolos rápidamente a los 560 metros cuadrados de Prime Resource Investment Group en la planta ochenta y siete.
"Quiero decir, ¿nadie pensó en serio sobre eso? P-R-I-G. Las siglas de su compañía significa vanidoso" Aclaraba Xi-Bang.
"Incluso yo, que no soy una angloparlante oriunda, me di cuenta de eso."
"Tal vez sea intencionado," sugirió Storm.
"Intencionalmente, lo que, ¿de veras? ¿Intencionalmente elitista?"
"Ahora no irás a lanzarte a despotricar contra el capitalismo ¿verdad?" Preguntó Storm.
Y no, no lo haría. No después de la breve parada que habían realizado Storm y ella en su ruta hacia las oficinas de Whitely Cracker. Storm era uno de esos clientes exclusivos de Barneys a los que se les permitía tener horarios de compra privados, y los dos sacaron el máximo provecho de ello. Corretearon por toda la tienda como unos niños sobrexcitados, parloteando con sus Relojes EspioTalk. Xi Bang salió con un vestido de Balenciaga negro con aberturas recortadas, una sencilla pero imponente pieza que le había permitido deshacerse con regocijo de sus prendas de colegiala y tirarlas a la basura. Lo combinó con un bolso Delvaux con el tamaño adecuado para la elegante Taurus PT709 de 9 mm que le llegó del Mustang de Storm.
Storm adquirió un traje de raya diplomática de Andrea Campagna que le permitía mezclarse con los esnob. Afortunadamente, estaba cortado de manera suficientemente amplia para cubrir tanto su corpulento pecho como la pistolera de sobaquera para uno de sus revólveres favoritos, un Smith & Wesson modelo 629 Stealth Hunter, una versión modernizada, ligeramente más silenciosa del revólver de Harry El Sucio que, al igual que el famoso revólver de Clint Eastwood, utiliza munición Mágnum .44.
Su táctica para con Cracker, la cual habían discutido mientras hacían el resto del viaje, era bastante sencilla: lanzar un farol para abrirse paso hasta su oficina y confrontarlo. Si obtenían una confesión, fantástico. Si no, procederían a su detención, ya fuese voluntaria o a la fuerza. No se preocuparían de la legalidad de todo eso hasta más tarde.
Una vez salieron del ascensor, entraron por las puertas de cristal velado de Prime Resource Investment Group, se encontraron cara a cara con una recepcionista metiche. Ella sabía muy bien que esos dos extraños tan bien vestidos no tenían cita concertada. Storm no estaba preocupado. Gracias a Clara Strike, sabía exactamente lo que había que decir.
"Hola", dijo Storm, entonces fingió inmediatamente un porte arrogante y acento de Medio Oriente. "Soy Mustafá Mattar y ella es mi ayudante, Fátima al-Fayez. Somos emisarios de Su Alteza Real, el Príncipe Heredero Hashem, y exigimos tener una audiencia con este tan-nombrado Whitely Cracker de una vez o nos veremos forzados a retirar todo el dinero de nuestra cuenta".
Que ni Storm, ni Xi Bang tuvieran pintas remotamente cercanas a las arábicas no era, al menos en principio, la primera de todas las preocupaciones de la secretaria. Que cerca de setecientos cincuenta millones de dólares de los fondos de su jefe amenazaran con salir por la puerta, acaparó más su atención.
"Sí, sí, por supuesto, Sr. Mattar. El Sr. Cracker está..."
"¿Por qué sigo esperando?" inquirió Storm con la barbilla bien alta. "El príncipe me ha enviado aquí con una orden real. Es costumbre de Jordania y de ley que cualquier emisario del príncipe debe ser tratado como si fuera el propio príncipe. ¿He sido claro?"
"Sí, pero el Sr. Cracker salió hace un minuto. Si usted pudiera por favor sent–"
"No voy tomar asiento. Y no voy a esperar. Exijo saber dónde está en este mismo momento".
"Lo siento, pero si usted toma asiento yo puedo llamarlo. Él sólo fue a la tienda delicatessen cruzando la calle. Puedo llamarlo y estará de vuelta aquí en... "
"¿En el delicatessen cruzando la calle?", preguntó Storm. "Muy bien. ¿Srta. al-Fayez? Salgamos".
Storm arrolló de nuevo las puertas de cristal, con Xi Bang pisándole los talones.
"Buen trabajo ahí dentro, Mustafá," felicitó Xi -Bang tan pronto como se cerraron. "¿Al deli?"
"Al deli", confirmó Storm.
Regresaron en silencio, cogidos de la mano. No era exactamente un comportamiento acorde a dos profesionales de la delegación del príncipe, pero Storm estaba bastante seguro que no necesitaría esa tapadera otra vez. Llegaron al nivel de la calle, empujaron las puertas giratorias de latón pulido de la Torre Marlowe, e hicieron camino cruzando la calle hacia el delicatessen que había, apropiadamente llamado "DELI".
Entonces Storm avistó dos hombres sentados tras la ventana.
Ellos tenían una conversación intensa. Uno tenía el pelo de color rubio cenizo blandiendo una cuchara plateada sobre su cabeza. El otro tenía un parche en el ojo y una espantosa cara llena de cicatrices.
El agarre de Storm sobre la mano de Xi Bang se volvió como un torniquete.
"¿Quién es?", Preguntó Bang.
"Es Cracker", respondió. "Y está sentado con Gregor Volkov."
Storm soltó a Xi Bang. Su mano buscó el Smith & Wesson de Harry el Sucio.
"Espera", lo detuvo Xi Bang atrapando su brazo. "No te abalances como un idiota. Primero preparemos un plan”.
"No," sacudiéndose de su agarre. "Se me ha escabullido Volkov demasiadas veces."
Y la parte que Storm no necesitó decir era que no iba a suceder de nuevo. Esta vez, Volkov no iba a escapar solamente con unas quemaduras. Esta vez, no habría segundo, tercer o cuarto acto. Esta vez, Storm iba a seguir metiendo balazos a la cabeza de Volkov hasta que el hombre cayera y nunca más se volviese a levantar.
En cierto modo, toda la escena en conjunto era surreal para Storm. Había perseguido a Volkov a través de continentes y a lo largo de años, y ahora estaba allí, justo enfrente de él, sentado en el lado de la calle de un Deli, al igual que cualquier neoyorquino, oculto a plena vista. La gente pidiendo sus bagels y cogiendo sus cafés de camino a la oficina sin tener idea de que los dos hombres sentados en medio de ellos, uno de ellos era un terrorista internacional y el otro urdía una catástrofe financiera que haría que la Gran Recesión pareciese un pequeño cachorro en comparación con la fiera de mercado que se avecinaba.
Storm levantó su arma y apuntó.
"Derrick, por el amor de Dios, espera...," gritó Xi Bang.
Pero Storm ya estaba cruzando la calle a grandes zancadas con arma en mano, haciendo caso omiso del tráfico. Sus ojos y su cañón de la pistola estaban preparados para Volkov. En el momento en que estuviera seguro que tenía un tiro limpio, iba a realizarlo. La munición del .44 Magnum tenía el poder para atravesar el cristal y todavía tendría más que suficiente empuje para terminar el trabajo.
Un camión de propano cambió de dirección bruscamente al paso de Storm haciendo resonar su bocina.
A Gregor Volkov le encantaba esta parte. La amaba.
Whitely Cracker, rey de los cerdos capitalistas norteamericanos, le había encargado — no, ordenado — como si él fuera una especie de lacayo, pensando que Volkov estaría agradecido y feliz de aceptar el pago de los seis millones de dólares a cambio de los seis códigos de MonEx.
Porque, después de todo, ¿quién era Gregor Volkov para Whitely Cracker? Tan sólo una boca que respira y un cerebro de músculos que no era lo suficientemente civilizado como para asistir a las mismas óperas, un matón de pacotilla a quien Cracker ni siquiera quería en su oficina, por consiguiente necesitaba de su encuentro en una tienda Deli; algún ruso estúpido que querría picotear en las sobras incluso cuando Cracker se daba un festín en la mesa encima de él.
Él apenas sabía.
Él apenas podía adivinar.
Así que ahí estaba Volkov exigiéndole. Todo había cambiado. Volkov era ahora el amo y Cracker el siervo. Ellos harían con los códigos MonEx lo Volkov quisiese — cuándo y cómo Volkov dijese—.
Volkov estaba disfrutando mucho, incluso explicó el porqué de todo esto. Había estado en contacto con algunos oligarcas rusos poderosos, quienes habían aceptado con entusiasmo utilizar una parte de sus beneficios con la realización de la Teoría Click para financiar el golpe de Estado del general Volkov contra la guarida de ladrones que gobernaba actualmente Moscú, las ratas cuya desenfrenada corrupción desgastó la Madre Rusia de su fuerza. Olvidando las pérdidas de la Guerra Fría, el despropósito de la Unión Soviética, y el chiste que fueron los gobiernos que habían regido desde entonces. En detrimento del resto de las economías mundiales, Rusia se levantaría de nuevo, sin sus alfeñiques subordinados, sin mangantes, y con Volkov como su dictador militarmente respaldado.
Y sí, Cracker aceptaría su papel. No sólo por la Ruger que Volkov había escondido bajo una servilleta debajo de la mesa mientras hablaban. Sino porque Volkov se lo cobraría con un precio mucho más alto por la desobediencia, uno que no obtendría de Cracker — al menos no en una primera instancia — sino de su familia. Su encantadora esposa. Su precioso chico. Su perfecta niña.
Volkov estaba llegando a esta parte cuando de repente los pelos de la nuca se pusieron de punta. Él no había permanecido vivo en este mundo durante tanto tiempo sin desarrollar ciertos instintos, y uno de ellos era tener conciencia de lo que le rodea en un radio de 360 grados.
Y así se percató de cosas. Percibió movimientos. Percibió formas extrañas. Percibió cuando un claxon sonó, y no sonaba de la forma tap-tap de un conductor cuando quería llamar la atención de alguien, era un claxon cabreado y fuerte de un conductor que quería enviar un rapapolvo.
Todas estas cosas habían aparecido a la vez a la agudeza de la conciencia de Volkov, le impactó sacándolo de su conversación con Cracker le hizo mirar la calle, donde vio a un Storm a la carga.
El ruso se detuvo exactamente medio segundo, sopesando calmadamente sus opciones. Entonces sacó el Ruger de debajo de la servilleta y disparó dos tiros perfectamente certeros.
Pero no a Storm.
Al camión de propano.
La explosión resultante envió una bola de fuego con forma de hongo a través del desfiladero de rascacielos que era la calle del bajo Manhattan. Al principio, la fuerza de la explosión aplastó el camión, luego lo levantó en el aire durante una fracción de segundo antes de lanzarlo sobre su costado a los escaparates del otro lado de la calle. Al menos treinta coches fueron levantados de sus neumáticos y desperdigados como si fueran juguetes de niños, algunos sobre sus laterales, otros sobre sus techos. Una motocicleta se elevó lo suficientemente alta como para ir a parar sobre la parte superior de las luces del semáforo de detrás de él.
Los cuerpos fueron igualmente esparcidos. Storm, Xi Bang, y docenas de otros peatones fueron arrojados a o dentro de edificios. Los conductores fueron aplastados dentro de sus vehículos. Milagrosamente, el conductor del camión voló limpiamente de la cabina y acabó con lesiones no mortales. Otros no tuvieron tanta suerte.
La deflagración de la explosión había destrozado todas las ventanas de los edificios desde la décima planta para abajo, enviando una lluvia de esquirlas de vidrio que obligó a Storm mantener la cabeza gacha.
En el momento en que fue capaz de mirar hacia arriba, Volkov y Cracker habían desaparecido. Xi Bang también estaba peleando al igual que Storm para ponerse en pie. Tuvo una rápida decisión que realizar: ir tras Volkov o ir tras Cracker. No podía perseguir a ambos.
Cracker era un hombre de orígenes en Nueva York, un hombre sin formación en desaparecer y sin lugar para ocultarse. Volkov, por otro lado, era un fantasma con un largo historial de ser capaz de bailar entre las gotas de lluvia sin mojarse. En realidad, no fue una decisión: Storm tenía que perseguir al fantasma.
"Cubre el frente," gritó Storm por encima de la cacofonía de alarmas de los autos. "Voy por detrás para atrapar a Volkov."
"Storm, espera," gritó Xi Bang. Pero como si le dijese a la lluvia que no cayera.
Storm se precipitó hacia el callejón de la parte izquierda del Deli, todavía empuñaba firmemente su revólver en la mano derecha. La explosión le había dado al menos una ventaja: Cualquier persona o cualquier cosa que pudiera haber estado en su camino había volado debido a la onda expansiva. Hizo el giro a la derecha volteando el edificio. La puerta trasera estaba todavía abierta, pivotando sobre su bisagra, como si alguien hubiera salido disparado a gran velocidad.
Era un callejón sin salida con forma de L. No había ninguna señal de Volkov. Tampoco había en el callejón otras puertas a nivel de la calle. ¿Dónde podría...?
Entonces Storm levantó la vista, en el mismo instante que Volkov se encaramaba a lo alto de la escalera de incendios del edificio de ladrillos de cinco pisos de altura. Storm disparó un tiro, pero Volkov ya había desaparecido por encima de la cornisa.
Storm evaluó la situación al instante. Un poco más allá del edificio de ladrillos, había un rascacielos donde las plantas inferiores eran un estacionamiento de vehículos abierto por los lados. Volkov podría ser lo suficientemente audaz — o estar lo suficientemente desesperado — para saltar a la otra parte cruzando el callejón que separa las dos estructuras y escalar por una de las aberturas de las paredes del estacionamiento. Esa podría ser su única vía de escape.
Si Storm escogía correr, salir del callejón y dar la vuelta, sería demasiado tarde. Si tan sólo pudiera alertar a Xi Bang que Volkov saldría por el estacionamiento, ella podría interceptarlo.
Entonces Storm bajó la vista al pequeño trozo de plástico atado a su muñeca izquierda. Se sintió un poco ridículo haciéndolo, pero apretó el botón de habla de su Reloj Intercomunicador EspioTalk.
"Está en tejado del edificio, justo al sur de la tienda," dijo Storm mientras corría hacia la escalera de incendios. "Va a saltar a un aparcamiento en el edificio de al lado. ¿Puedes...?"
"Voy," crepitó con interferencias la voz de Xi Bang.
"Haré presión desde atrás," dijo Storm, saltando y agarrando la parte inferior de la escalera de incendios.
Se encaramó a la antigua estructura de hierro, luego subió brincando las escaleras de tres en tres, con la esperanza de que pudiera tener una oportunidad de disparo para cuando llegara a la azotea. Llegó a la azotea justo a tiempo para ver a Volkov deslizarse sobre uno de los muros abiertos de cemento del estacionamiento.
Storm no se tomó tiempo para calcular la distancia del callejón y ver si podía con el salto. Tan sólo metió la pistola en su funda y se lanzó adelante. El tejado tenía quizá unos veintitrés metros, lo suficiente como para permitir que Storm alcanzara la velocidad máxima — o al menos tan rápido como pudiera ir calzando lo que su padre ridiculizaba como "zapatos italianos de marica"—. Saltó en el borde del edificio.
El vacío era más amplio de lo que pensaba. Y por un momento escalofriante pensó que tal vez no tuviera suficiente impulso para llevarlo al otro lado.
Lo consiguió por la distancia de un brazo, golpeándose en el hormigón lo suficientemente duro como para exhalar fuera todo el aire que contenía. Ignorando el dolor, rodó por encima del muro y se agachó lo justo sacando su arma de nuevo. Se levantó y apuntó al objetivo humano más cercano. Pero no era Volkov. Era un hombre de mediana edad angustiado.
"¡No dispare! ¡No dispare!", gritó, con las manos en el aire.
"¿Dónde fue?" Apremió Storm.
"No lo sé. ¡Robó mi vehículo!", dijo el hombre.
"¿Qué conduces?"
"Un Toyota Camry."
"¿Color?"
"Plata. ¿Estás con el...?"
Pero Storm ya lo había pasado corriendo. Apretó el botón de habla en su reloj de juguete. "Toyota Camry plateado, saldrá de un momento a otro."
"Estaré ahí," escuchó como respuesta.
Varios pisos más abajo, Storm podía oír los chirridos de los neumáticos cuando Volkov tomaba las curvas cerradas del aparcamiento a gran velocidad. Storm aceleró aún más hacia las escaleras centrales del aparcamiento. Volkov se encontraba ahora con un motor entre sus manos, sin embargo tenía que serpentear hasta abajo. Al menos Storm podría llegar directamente.
Al llegar a la penúltima planta, escuchó resonar unos disparos. Sonaban como de una 9 mm. Sólo podía desear que hubieran encontrado su blanco. Ahora los gritos se aunaban a los pitidos de las alarmas de coches para crear una banda sonora de una película de catástrofes.
Storm llegó a la primera planta y corrió hacia la calle. Cuando llegó allí, Xi Bang se acercaba lentamente por la parte posterior izquierda del Camry, medio en cuclillas, y sin soltar su arma, sus zapatos crujían sobre la capa de vidrios rotos. La calle estaba cubierta de los restos de la explosión. Varios incendios se habían prendido y el lamento cada vez más cercano de las sirenas de los camiones de bomberos rebotaban contra el cañón de rascacielos. El olor acre del humo llenaba el aire. Los peatones heridos gemían, acurrucados en cualquier refugio que hubieron podido encontrar.
Xi Bang no se daba cuenta de nada. Toda su atención estaba centrada en el Camry, muerto en medio de la calle. Se había detenido en un ángulo extraño. El neumático delantero izquierdo estaba destrozado. Tenía tres impactos de bala en el lateral y las ventanas habían volado.
Storm levantó su arma, preparado para apretar el gatillo si veía alguna señal de movimiento proveniente del coche inerte. Lo rodeó avanzando por el frente izquierdo del coche.
"¿Le diste?" preguntó Storm, rodeándolo rápidamente.
"Eso creo", dijo Xi Bang. "No sé cómo podría haber fallado."
"Estamos hablando de Volkov. Es como tratar de disparar a una sombra".
Llegaron al coche a la vez. Estaba vacío. No había rastro de sangre. La puerta del lado del pasajero estaba abierta.
"¿Dónde carajos ha ido?" reclamó Xi Bang.
"¿Cómo voy a saberlo? Estaba en el aparcamiento".
Obtuvieron la respuesta al otro lado del coche. Una rejilla del metro había sido apartada a un lado.
"Está bajo tierra", dijo Storm divisando la parada de metro de Wall Street a tres manzanas. "Está a dos tercios del camino. Si trata de ir al este, tiene que pasar por debajo de todo el East River antes de llegar a otra parada. Irá al norte, hacia el centro"
Storm enfundó su revólver. Señaló en la distancia hacia la estación de metro y dijo: "Eso significa que intentará salir allí. Tú irás desde arriba. Yo desde abajo. Vamos a acorralarlo hasta que aparezca".
El pozo de acceso que conducía al subsuelo tenía una escalera lateral, Storm descendió a la oscuridad lo más rápido que pudo sin perder su asidero. El metro no estaba tan profundo bajo Wall Street como en otras partes del sistema. Pero estaba lo suficientemente profundo para que una caída fuese presumiblemente letal.
En algún lugar debajo de él, un tren se acercaba. Storm podía sentir el aire caliente fluyendo por el hueco hacia él mientras continuaba bajando, un peldaño cada vez.
Finalmente advirtió el final del pozo a unos veinte metros de profundidad. Todavía había una tenue luz filtrándose desde la calle. El túnel en sí no estaba iluminado. Storm escudriñó hacia abajo. En la penumbra, apenas podía distinguir el rastro, ni siquiera cinco metros más allá. Vio que la escalera continuaba bajando por el lateral del túnel. Así que podía mantener el descenso del camino restante lentamente. O podría ir por la vía rápida.
Eligió la vía rápida. Sacó su arma, y se dejó caer por la escalera.
Storm cayó al suelo y rodó, tal como había sido entrenado. De inmediato basculó su arma, listo para disparar a cualquier cosa más grande que una rata, a cualquier pequeño destello de luz, a cualquier cosa que apenas se moviese. Sin embargo tenía todo el túnel para él. Detrás sólo había oscuridad. Por delante, una luz tenue mientras el túnel se curvaba hacia la derecha.
Storm comenzó a correr por las vías hacia la luz. Si Volkov estaba tendido esperándolo al siguiente giro, que así fuere. Gracias a su traje, él era un blanco casi negro contra un fondo casi negro. Tomaría sus oportunidades con una emboscada.
Más que probablemente, sabía que Volkov estaba tratando de escabullirse como la cucaracha que era. Storm aceleró el paso, manteniendo las rodillas arriba para que fuese menos probable el tropezar.
Dobló la siguiente esquina. Todavía no estaba Volkov.
Pero había algo más. El convoy de la línea número 2 se acercaba por detrás de él.
A Storm le daba igual. Se había percatado de que el túnel tenía resguardos, retiros donde los trabajadores podían ocultarse y esperar al paso del tren. Pasó por uno, confiado de que sería capaz de llegar al siguiente a tiempo, con ganas de ganar tanto terreno sobre Volkov como fuera posible.
El tren se dirigía hacia él. Él giró bruscamente hacia el lado derecho del carril. Vio un resguardo en el lado izquierdo, pero ya lo había pasado antes de que pudiera reaccionar. Podía sentir la ráfaga de aire del tren cada vez más cerca. No había ningún resguardo en el lado derecho.
Aunque ya estaba esprintando, se obligó a ir más rápido todavía. En una ocasión, Storm había parado el tiempo del cronómetro en la carrera de 100 metros en 10,2 segundos, justo como en una clasificación de clase mundial. Pero no era una marca suficiente para un tren de metro a plena carga.
Las luces del tren iluminaron a Storm desde atrás, proyectando una sombra delante de él menguando a cada segundo. El maquinista debió haber visto a Storm, porque la sirena del tren sonó. Storm impulsaba brazos y piernas. Podía imaginarse pocos finales más humillantes: Arrollado por el número 2.
En el último nanosegundo, un resguardo surgió en el lado derecho. Se empotró contra él, hundiendo sus pies en la grava de los raíles para evitar ser succionado hacia el interior. El raudo motor pasó apenas con unos centímetros de separación, sus pasajeros estaban ajenos del jadeante hombre junto a su flanco derecho.
En cuanto pasó el metro, Storm volvió a su carrera. Escuchó la desaceleración del tren al aproximarse a la estación, empleando los frenos con un chirrido. Entonces otro sonido se confundió con ese.
Pop. Pop. Pop.
Disparos. De gran calibre.
Storm se obligó a ir más rápido. Los gritos provenían del andén del metro. Entonces más disparos. Storm perdió la cuenta del número de disparos. Rezó para que algunos de los ecos fuesen respuesta de Ling Xi Bang. Y que fuesen certeros. Pero no escuchaba su arma.
Llegó a la parte trasera del tren que se había detenido en la estación. No había espacio en ninguno de los dos lados para que pudiera encaramarse hasta la plataforma. Storm blasfemó pero sin llegar a romper el paso. Se subió de un salto en el último vagón y abrió la puerta de atrás.
En el interior del vagón del metro habían pasajeros en el suelo, acurrucados bajo los asientos. Ver a un hombre con un arma sólo hizo que retrocedieran aún más. No veía sangre. Nadie de aquí había sido alcanzado. Storm salió rápidamente por las puertas laterales abiertas del vagón, levantó la pistola.
Fuera en el andén, todo era un maremágnum. El tiroteo había cesado, pero los gritos no. Había pasajeros esparcidos por todas partes, escondiéndose detrás de cada banco, rótulo o pequeño refugio que pudieron encontrar. Algunos de ellos gemían y se agarraban partes de su cuerpo. Al menos tres estaban boca abajo y otros muertos o muriéndose.
Storm estaba empezando a entender la situación cuando Volkov lo derribó desde el lateral.
Las piernas de Storm automáticamente se prepararon contra el placaje. Volkov había intentado agarrarlo demasiado alto. Storm bajó ligeramente, entonces se enderezó enviando a Volkov por los aires a un lado. Storm giró en redondo, dispuesto a meterle una bala a su atacante y poner fin a esta cosa.
Entonces vio que no era Volkov. Era un blanco, calvo, de mediana edad, con traje, tratando de hacerse el héroe. El hombre se encogió incluso cuando Storm bajó el arma.
"Quédate abajo, joder, " Rugió Storm. "Y déjame. Soy el bueno".
Storm avanzó hacia el otro extremo del andén, sacando de nuevo el revolver de Harry El Sucio y girando sobre sus talones sobre un panorama de hemorragias, muerte y neoyorquinos muertos. Había más de una docena en diferentes estados de angustia.
Entonces vio a una que parecía dolorosamente familiar.
Era Ling Xi Bang. Ella estaba vencida, una rodilla contra el suelo, agarrándose el estómago, tratando de levantarse. Storm corrió a su lado.
"¿Te ha dado?" Preguntó Storm. Pero él ya sabía la respuesta. Podía ver la mancha húmeda en su vestido negro.
"No es nada", dijo con los dientes apretados.
"Acuéstate. No luches contra eso."
"Ayúdame a ponerme en pie," pidió. "Él subió las escaleras. Todavía podemos atraparlo".
Storm tenía suficientes heridas de bala por todo su cuerpo para saber que la de Xi Bang era grave. Él también había sido tiroteado en el estómago. El dolor era algo que no podía describirse. Podía ver la agonía en la cara de Xi Bang.
"Mira, olvídate de mí. Te voy a retrasar. Ve a por Volkov", dijo todavía luchando por conseguir que su otra pierna la sostuviera. Ella trató de alejarlo, pero no tenía fuerzas.
Storm sabía que si abandonaba a Xi Bang y retomaba la persecución había una posibilidad de que pudiera alcanzar a Volkov. El bastardo tendría quizá un minuto de ventaja, y estaba en una isla con un puñado de medios de escape. Storm podía darle caza, y luego lo despellejaría.
Fue entonces cuando se dio cuenta de que también habían alcanzado a Xi Bang en la pierna. Por eso no podía volver a ponerse en pie. Había todo un charco de color rojo debajo de ella, agrandándose rápidamente.
"Estás perdiendo mucha sangre", dijo Storm manteniendo un tono medido, tratando de alejar el pánico de su voz. "Tenemos que detener la hemorragia."
"Déjame".
"Eso no va a suceder", juró Storm. Él ya la había rodeado con su brazo alrededor del hombro. Deslizó el otro brazo por debajo de sus piernas y la acunó durante un instante, luego la colocó suavemente en el piso.
Moviéndose rápidamente, se quitó la chaqueta, luego la camisa, arrancó una tira con una gran sacudida. Localizó la herida de la pierna de Xi Bang. Estaba justo por encima de la rodilla, en la parte interna del muslo. Eso explicaba toda la sangre. La arteria femoral circulaba por ese lado. La bala debió darle. Storm ató un torniquete a la mitad del muslo, atándolo tan fuerte como su considerable fuerza permitía.
"No pude realizar el disparo," dijo ella en un susurro apenas audible, casi gemido. "Había una mujer detrás de él. Tenía un niño. Habría dado a..."
"Shhh", dijo. "Lo sé."
"Agarró a esta anciana y—" Interrumpió la frase con un pequeño grito de dolor. "La estaba utilizando como escudo humano."
Storm arrancó otra tira de su camisa, y luego dobló el resto haciendo una improvisada compresa. Afianzó la compresa con la tira. Era lo mejor que podía hacer hasta que llegasen los profesionales.
Luego se movió a la herida del estómago. La bala le había dejado un agujero limpio en el vestido. Tenía que evaluar lo que había debajo. Trabajando con tanta cautela como pudo, empezó a desgarrar el vestido desde el dobladillo.
"Hey," dijo ella, con voz débil.
"No seas descarado."
"Algunos tíos harán cualquier cosa por algo de peepshow", medio bromeó él.
Cuando a fin llegó a su abdomen, bendijo que ella estuviese mirando al techo en lugar de a su cara. De lo contrario, habría visto el desalentador gesto que se apoderó de él. Su estómago estaba mal. Peor de lo que pensaba. La bala se había fragmentado dentro de ella y el impacto se había expandido. La herida era un agujero abierto por el que se veía todas sus destrozadas entrañas. Storm apenas podía identificar los órganos a los que pertenecían los restos mutilados que estaba viendo. Incluso si estuviera en la mesa de operaciones del hospital con la mejor tecnología punta del mundo, con un equipo de los mejores cirujanos listos para intervenir, Storm no estaba seguro de si podía ser salvada.
Sobre el suelo de la parada de metro Wall Street, era imposible. La única pregunta era cuántos minutos de sufrimiento le quedaba. Tal vez diez. Si tenía mala suerte.
"Tengo frío", dijo ella.
"Lo sé," dijo Storm, agarrando su chaqueta y envolviéndola como si fuera una manta.
Deslizó su brazo derecho por debajo de ella, acunándola en sus brazos. Lo único que podía hacer era tratar de que se sintiera cómoda.
"¿Es esto lo que se siente cuando mueres?" Preguntó.
"Shhh...", dijo. "Relájate. No vas a morir".
Era mentira. Él lo sabía. Sintió que ella también lo sabía.
"Te amo," dijo ella.
"Lo sé. Yo también te amo."
Aunque lo dijera sobre todo para consolarla, no lo hizo sin sentir. En algún lugar en el fondo de su corazón, en la parte que se resistió a endurecer a lo largo de todas las misiones y todos los años, sabía que podía ser verdad.
"Lo siento," dijo ella.
"Shh".
Storm podía oír el redoble de los rotores de un helicóptero procedente de la calle. ¿Era un aterrizaje de evacuación sanitaria? No. No era posible. Los helicópteros no estaban permitidos en esta parte de la ciudad de Nueva York. Además, había suficientes hospitales en un corto trayecto en ambulancia para que los helicópteros sanitarios fuesen necesarios. ¿Por qué un helicóptero aterrizaría en las calles de Manhattan? Storm lo meditó durante un breve momento, hasta que se dio cuenta de que Xi Bang estaba hablando.
"Vas a ir a por él, ¿verdad?" estaba diciendo ella.
"Vas a ir a por Volkov."
"Sí, cariño. Por supuesto."
"Prométemelo".
"Lo prometo".
"Lo siento mucho", repitió de nuevo, más débilmente. Su cuerpo empezaba a convulsionar. La herida en la pierna ya había empapado el improvisado vendaje de Storm. Ahora había una carrera para ver que la mataría primero: la pérdida de sangre o insuficiencia orgánica múltiple.
"Esa noche en París", dijo Storm. "Bailando en la calle contigo. Hablaba en serio cuando dije que bailaríamos esa canción en nuestra boda".
"Mmm..." fue todo lo que ella pudo decir.
Pero él pudo ver que eso le trajo una sonrisa a su cara. Y así, mientras los últimos destellos de la vida de Ling Xi Bang se amortecían, Derrick Storm la abrazó con fuerza entre sus brazos y cantó su “Vals Vienés".
Fue su primer baile. Y ahora sería el último.
Me ha parecido curioso que siendo dos espías tan “experimentados” al menos Storm dejara que Xi Bang cargara el arma dentro de un bolso.
PEEPSHOW –
CAPÍTULO 25
QUEENS, Nueva York
El ascensor de la Torre Marlowe elevaba a sus ocupantes vertiginosamente hacia el cielo, acercándolos rápidamente a los 560 metros cuadrados de Prime Resource Investment Group en la planta ochenta y siete.
"Quiero decir, ¿nadie pensó en serio sobre eso? P-R-I-G. Las siglas de su compañía significa vanidoso" Aclaraba Xi-Bang.
"Incluso yo, que no soy una angloparlante oriunda, me di cuenta de eso."
"Tal vez sea intencionado," sugirió Storm.
"Intencionalmente, lo que, ¿de veras? ¿Intencionalmente elitista?"
"Ahora no irás a lanzarte a despotricar contra el capitalismo ¿verdad?" Preguntó Storm.
Y no, no lo haría. No después de la breve parada que habían realizado Storm y ella en su ruta hacia las oficinas de Whitely Cracker. Storm era uno de esos clientes exclusivos de Barneys a los que se les permitía tener horarios de compra privados, y los dos sacaron el máximo provecho de ello. Corretearon por toda la tienda como unos niños sobrexcitados, parloteando con sus Relojes EspioTalk. Xi Bang salió con un vestido de Balenciaga negro con aberturas recortadas, una sencilla pero imponente pieza que le había permitido deshacerse con regocijo de sus prendas de colegiala y tirarlas a la basura. Lo combinó con un bolso Delvaux con el tamaño adecuado para la elegante Taurus PT709 de 9 mm que le llegó del Mustang de Storm.
Storm adquirió un traje de raya diplomática de Andrea Campagna que le permitía mezclarse con los esnob. Afortunadamente, estaba cortado de manera suficientemente amplia para cubrir tanto su corpulento pecho como la pistolera de sobaquera para uno de sus revólveres favoritos, un Smith & Wesson modelo 629 Stealth Hunter, una versión modernizada, ligeramente más silenciosa del revólver de Harry El Sucio que, al igual que el famoso revólver de Clint Eastwood, utiliza munición Mágnum .44.
Su táctica para con Cracker, la cual habían discutido mientras hacían el resto del viaje, era bastante sencilla: lanzar un farol para abrirse paso hasta su oficina y confrontarlo. Si obtenían una confesión, fantástico. Si no, procederían a su detención, ya fuese voluntaria o a la fuerza. No se preocuparían de la legalidad de todo eso hasta más tarde.
Una vez salieron del ascensor, entraron por las puertas de cristal velado de Prime Resource Investment Group, se encontraron cara a cara con una recepcionista metiche. Ella sabía muy bien que esos dos extraños tan bien vestidos no tenían cita concertada. Storm no estaba preocupado. Gracias a Clara Strike, sabía exactamente lo que había que decir.
"Hola", dijo Storm, entonces fingió inmediatamente un porte arrogante y acento de Medio Oriente. "Soy Mustafá Mattar y ella es mi ayudante, Fátima al-Fayez. Somos emisarios de Su Alteza Real, el Príncipe Heredero Hashem, y exigimos tener una audiencia con este tan-nombrado Whitely Cracker de una vez o nos veremos forzados a retirar todo el dinero de nuestra cuenta".
Que ni Storm, ni Xi Bang tuvieran pintas remotamente cercanas a las arábicas no era, al menos en principio, la primera de todas las preocupaciones de la secretaria. Que cerca de setecientos cincuenta millones de dólares de los fondos de su jefe amenazaran con salir por la puerta, acaparó más su atención.
"Sí, sí, por supuesto, Sr. Mattar. El Sr. Cracker está..."
"¿Por qué sigo esperando?" inquirió Storm con la barbilla bien alta. "El príncipe me ha enviado aquí con una orden real. Es costumbre de Jordania y de ley que cualquier emisario del príncipe debe ser tratado como si fuera el propio príncipe. ¿He sido claro?"
"Sí, pero el Sr. Cracker salió hace un minuto. Si usted pudiera por favor sent–"
"No voy tomar asiento. Y no voy a esperar. Exijo saber dónde está en este mismo momento".
"Lo siento, pero si usted toma asiento yo puedo llamarlo. Él sólo fue a la tienda delicatessen cruzando la calle. Puedo llamarlo y estará de vuelta aquí en... "
"¿En el delicatessen cruzando la calle?", preguntó Storm. "Muy bien. ¿Srta. al-Fayez? Salgamos".
Storm arrolló de nuevo las puertas de cristal, con Xi Bang pisándole los talones.
"Buen trabajo ahí dentro, Mustafá," felicitó Xi -Bang tan pronto como se cerraron. "¿Al deli?"
"Al deli", confirmó Storm.
Regresaron en silencio, cogidos de la mano. No era exactamente un comportamiento acorde a dos profesionales de la delegación del príncipe, pero Storm estaba bastante seguro que no necesitaría esa tapadera otra vez. Llegaron al nivel de la calle, empujaron las puertas giratorias de latón pulido de la Torre Marlowe, e hicieron camino cruzando la calle hacia el delicatessen que había, apropiadamente llamado "DELI".
Entonces Storm avistó dos hombres sentados tras la ventana.
Ellos tenían una conversación intensa. Uno tenía el pelo de color rubio cenizo blandiendo una cuchara plateada sobre su cabeza. El otro tenía un parche en el ojo y una espantosa cara llena de cicatrices.
El agarre de Storm sobre la mano de Xi Bang se volvió como un torniquete.
"¿Quién es?", Preguntó Bang.
"Es Cracker", respondió. "Y está sentado con Gregor Volkov."
Storm soltó a Xi Bang. Su mano buscó el Smith & Wesson de Harry el Sucio.
"Espera", lo detuvo Xi Bang atrapando su brazo. "No te abalances como un idiota. Primero preparemos un plan”.
"No," sacudiéndose de su agarre. "Se me ha escabullido Volkov demasiadas veces."
Y la parte que Storm no necesitó decir era que no iba a suceder de nuevo. Esta vez, Volkov no iba a escapar solamente con unas quemaduras. Esta vez, no habría segundo, tercer o cuarto acto. Esta vez, Storm iba a seguir metiendo balazos a la cabeza de Volkov hasta que el hombre cayera y nunca más se volviese a levantar.
En cierto modo, toda la escena en conjunto era surreal para Storm. Había perseguido a Volkov a través de continentes y a lo largo de años, y ahora estaba allí, justo enfrente de él, sentado en el lado de la calle de un Deli, al igual que cualquier neoyorquino, oculto a plena vista. La gente pidiendo sus bagels y cogiendo sus cafés de camino a la oficina sin tener idea de que los dos hombres sentados en medio de ellos, uno de ellos era un terrorista internacional y el otro urdía una catástrofe financiera que haría que la Gran Recesión pareciese un pequeño cachorro en comparación con la fiera de mercado que se avecinaba.
Storm levantó su arma y apuntó.
"Derrick, por el amor de Dios, espera...," gritó Xi Bang.
Pero Storm ya estaba cruzando la calle a grandes zancadas con arma en mano, haciendo caso omiso del tráfico. Sus ojos y su cañón de la pistola estaban preparados para Volkov. En el momento en que estuviera seguro que tenía un tiro limpio, iba a realizarlo. La munición del .44 Magnum tenía el poder para atravesar el cristal y todavía tendría más que suficiente empuje para terminar el trabajo.
Un camión de propano cambió de dirección bruscamente al paso de Storm haciendo resonar su bocina.
A Gregor Volkov le encantaba esta parte. La amaba.
Whitely Cracker, rey de los cerdos capitalistas norteamericanos, le había encargado — no, ordenado — como si él fuera una especie de lacayo, pensando que Volkov estaría agradecido y feliz de aceptar el pago de los seis millones de dólares a cambio de los seis códigos de MonEx.
Porque, después de todo, ¿quién era Gregor Volkov para Whitely Cracker? Tan sólo una boca que respira y un cerebro de músculos que no era lo suficientemente civilizado como para asistir a las mismas óperas, un matón de pacotilla a quien Cracker ni siquiera quería en su oficina, por consiguiente necesitaba de su encuentro en una tienda Deli; algún ruso estúpido que querría picotear en las sobras incluso cuando Cracker se daba un festín en la mesa encima de él.
Él apenas sabía.
Él apenas podía adivinar.
Así que ahí estaba Volkov exigiéndole. Todo había cambiado. Volkov era ahora el amo y Cracker el siervo. Ellos harían con los códigos MonEx lo Volkov quisiese — cuándo y cómo Volkov dijese—.
Volkov estaba disfrutando mucho, incluso explicó el porqué de todo esto. Había estado en contacto con algunos oligarcas rusos poderosos, quienes habían aceptado con entusiasmo utilizar una parte de sus beneficios con la realización de la Teoría Click para financiar el golpe de Estado del general Volkov contra la guarida de ladrones que gobernaba actualmente Moscú, las ratas cuya desenfrenada corrupción desgastó la Madre Rusia de su fuerza. Olvidando las pérdidas de la Guerra Fría, el despropósito de la Unión Soviética, y el chiste que fueron los gobiernos que habían regido desde entonces. En detrimento del resto de las economías mundiales, Rusia se levantaría de nuevo, sin sus alfeñiques subordinados, sin mangantes, y con Volkov como su dictador militarmente respaldado.
Y sí, Cracker aceptaría su papel. No sólo por la Ruger que Volkov había escondido bajo una servilleta debajo de la mesa mientras hablaban. Sino porque Volkov se lo cobraría con un precio mucho más alto por la desobediencia, uno que no obtendría de Cracker — al menos no en una primera instancia — sino de su familia. Su encantadora esposa. Su precioso chico. Su perfecta niña.
Volkov estaba llegando a esta parte cuando de repente los pelos de la nuca se pusieron de punta. Él no había permanecido vivo en este mundo durante tanto tiempo sin desarrollar ciertos instintos, y uno de ellos era tener conciencia de lo que le rodea en un radio de 360 grados.
Y así se percató de cosas. Percibió movimientos. Percibió formas extrañas. Percibió cuando un claxon sonó, y no sonaba de la forma tap-tap de un conductor cuando quería llamar la atención de alguien, era un claxon cabreado y fuerte de un conductor que quería enviar un rapapolvo.
Todas estas cosas habían aparecido a la vez a la agudeza de la conciencia de Volkov, le impactó sacándolo de su conversación con Cracker le hizo mirar la calle, donde vio a un Storm a la carga.
El ruso se detuvo exactamente medio segundo, sopesando calmadamente sus opciones. Entonces sacó el Ruger de debajo de la servilleta y disparó dos tiros perfectamente certeros.
Pero no a Storm.
Al camión de propano.
La explosión resultante envió una bola de fuego con forma de hongo a través del desfiladero de rascacielos que era la calle del bajo Manhattan. Al principio, la fuerza de la explosión aplastó el camión, luego lo levantó en el aire durante una fracción de segundo antes de lanzarlo sobre su costado a los escaparates del otro lado de la calle. Al menos treinta coches fueron levantados de sus neumáticos y desperdigados como si fueran juguetes de niños, algunos sobre sus laterales, otros sobre sus techos. Una motocicleta se elevó lo suficientemente alta como para ir a parar sobre la parte superior de las luces del semáforo de detrás de él.
Los cuerpos fueron igualmente esparcidos. Storm, Xi Bang, y docenas de otros peatones fueron arrojados a o dentro de edificios. Los conductores fueron aplastados dentro de sus vehículos. Milagrosamente, el conductor del camión voló limpiamente de la cabina y acabó con lesiones no mortales. Otros no tuvieron tanta suerte.
La deflagración de la explosión había destrozado todas las ventanas de los edificios desde la décima planta para abajo, enviando una lluvia de esquirlas de vidrio que obligó a Storm mantener la cabeza gacha.
En el momento en que fue capaz de mirar hacia arriba, Volkov y Cracker habían desaparecido. Xi Bang también estaba peleando al igual que Storm para ponerse en pie. Tuvo una rápida decisión que realizar: ir tras Volkov o ir tras Cracker. No podía perseguir a ambos.
Cracker era un hombre de orígenes en Nueva York, un hombre sin formación en desaparecer y sin lugar para ocultarse. Volkov, por otro lado, era un fantasma con un largo historial de ser capaz de bailar entre las gotas de lluvia sin mojarse. En realidad, no fue una decisión: Storm tenía que perseguir al fantasma.
"Cubre el frente," gritó Storm por encima de la cacofonía de alarmas de los autos. "Voy por detrás para atrapar a Volkov."
"Storm, espera," gritó Xi Bang. Pero como si le dijese a la lluvia que no cayera.
Storm se precipitó hacia el callejón de la parte izquierda del Deli, todavía empuñaba firmemente su revólver en la mano derecha. La explosión le había dado al menos una ventaja: Cualquier persona o cualquier cosa que pudiera haber estado en su camino había volado debido a la onda expansiva. Hizo el giro a la derecha volteando el edificio. La puerta trasera estaba todavía abierta, pivotando sobre su bisagra, como si alguien hubiera salido disparado a gran velocidad.
Era un callejón sin salida con forma de L. No había ninguna señal de Volkov. Tampoco había en el callejón otras puertas a nivel de la calle. ¿Dónde podría...?
Entonces Storm levantó la vista, en el mismo instante que Volkov se encaramaba a lo alto de la escalera de incendios del edificio de ladrillos de cinco pisos de altura. Storm disparó un tiro, pero Volkov ya había desaparecido por encima de la cornisa.
Storm evaluó la situación al instante. Un poco más allá del edificio de ladrillos, había un rascacielos donde las plantas inferiores eran un estacionamiento de vehículos abierto por los lados. Volkov podría ser lo suficientemente audaz — o estar lo suficientemente desesperado — para saltar a la otra parte cruzando el callejón que separa las dos estructuras y escalar por una de las aberturas de las paredes del estacionamiento. Esa podría ser su única vía de escape.
Si Storm escogía correr, salir del callejón y dar la vuelta, sería demasiado tarde. Si tan sólo pudiera alertar a Xi Bang que Volkov saldría por el estacionamiento, ella podría interceptarlo.
Entonces Storm bajó la vista al pequeño trozo de plástico atado a su muñeca izquierda. Se sintió un poco ridículo haciéndolo, pero apretó el botón de habla de su Reloj Intercomunicador EspioTalk.
"Está en tejado del edificio, justo al sur de la tienda," dijo Storm mientras corría hacia la escalera de incendios. "Va a saltar a un aparcamiento en el edificio de al lado. ¿Puedes...?"
"Voy," crepitó con interferencias la voz de Xi Bang.
"Haré presión desde atrás," dijo Storm, saltando y agarrando la parte inferior de la escalera de incendios.
Se encaramó a la antigua estructura de hierro, luego subió brincando las escaleras de tres en tres, con la esperanza de que pudiera tener una oportunidad de disparo para cuando llegara a la azotea. Llegó a la azotea justo a tiempo para ver a Volkov deslizarse sobre uno de los muros abiertos de cemento del estacionamiento.
Storm no se tomó tiempo para calcular la distancia del callejón y ver si podía con el salto. Tan sólo metió la pistola en su funda y se lanzó adelante. El tejado tenía quizá unos veintitrés metros, lo suficiente como para permitir que Storm alcanzara la velocidad máxima — o al menos tan rápido como pudiera ir calzando lo que su padre ridiculizaba como "zapatos italianos de marica"—. Saltó en el borde del edificio.
El vacío era más amplio de lo que pensaba. Y por un momento escalofriante pensó que tal vez no tuviera suficiente impulso para llevarlo al otro lado.
Lo consiguió por la distancia de un brazo, golpeándose en el hormigón lo suficientemente duro como para exhalar fuera todo el aire que contenía. Ignorando el dolor, rodó por encima del muro y se agachó lo justo sacando su arma de nuevo. Se levantó y apuntó al objetivo humano más cercano. Pero no era Volkov. Era un hombre de mediana edad angustiado.
"¡No dispare! ¡No dispare!", gritó, con las manos en el aire.
"¿Dónde fue?" Apremió Storm.
"No lo sé. ¡Robó mi vehículo!", dijo el hombre.
"¿Qué conduces?"
"Un Toyota Camry."
"¿Color?"
"Plata. ¿Estás con el...?"
Pero Storm ya lo había pasado corriendo. Apretó el botón de habla en su reloj de juguete. "Toyota Camry plateado, saldrá de un momento a otro."
"Estaré ahí," escuchó como respuesta.
Varios pisos más abajo, Storm podía oír los chirridos de los neumáticos cuando Volkov tomaba las curvas cerradas del aparcamiento a gran velocidad. Storm aceleró aún más hacia las escaleras centrales del aparcamiento. Volkov se encontraba ahora con un motor entre sus manos, sin embargo tenía que serpentear hasta abajo. Al menos Storm podría llegar directamente.
Al llegar a la penúltima planta, escuchó resonar unos disparos. Sonaban como de una 9 mm. Sólo podía desear que hubieran encontrado su blanco. Ahora los gritos se aunaban a los pitidos de las alarmas de coches para crear una banda sonora de una película de catástrofes.
Storm llegó a la primera planta y corrió hacia la calle. Cuando llegó allí, Xi Bang se acercaba lentamente por la parte posterior izquierda del Camry, medio en cuclillas, y sin soltar su arma, sus zapatos crujían sobre la capa de vidrios rotos. La calle estaba cubierta de los restos de la explosión. Varios incendios se habían prendido y el lamento cada vez más cercano de las sirenas de los camiones de bomberos rebotaban contra el cañón de rascacielos. El olor acre del humo llenaba el aire. Los peatones heridos gemían, acurrucados en cualquier refugio que hubieron podido encontrar.
Xi Bang no se daba cuenta de nada. Toda su atención estaba centrada en el Camry, muerto en medio de la calle. Se había detenido en un ángulo extraño. El neumático delantero izquierdo estaba destrozado. Tenía tres impactos de bala en el lateral y las ventanas habían volado.
Storm levantó su arma, preparado para apretar el gatillo si veía alguna señal de movimiento proveniente del coche inerte. Lo rodeó avanzando por el frente izquierdo del coche.
"¿Le diste?" preguntó Storm, rodeándolo rápidamente.
"Eso creo", dijo Xi Bang. "No sé cómo podría haber fallado."
"Estamos hablando de Volkov. Es como tratar de disparar a una sombra".
Llegaron al coche a la vez. Estaba vacío. No había rastro de sangre. La puerta del lado del pasajero estaba abierta.
"¿Dónde carajos ha ido?" reclamó Xi Bang.
"¿Cómo voy a saberlo? Estaba en el aparcamiento".
Obtuvieron la respuesta al otro lado del coche. Una rejilla del metro había sido apartada a un lado.
"Está bajo tierra", dijo Storm divisando la parada de metro de Wall Street a tres manzanas. "Está a dos tercios del camino. Si trata de ir al este, tiene que pasar por debajo de todo el East River antes de llegar a otra parada. Irá al norte, hacia el centro"
Storm enfundó su revólver. Señaló en la distancia hacia la estación de metro y dijo: "Eso significa que intentará salir allí. Tú irás desde arriba. Yo desde abajo. Vamos a acorralarlo hasta que aparezca".
El pozo de acceso que conducía al subsuelo tenía una escalera lateral, Storm descendió a la oscuridad lo más rápido que pudo sin perder su asidero. El metro no estaba tan profundo bajo Wall Street como en otras partes del sistema. Pero estaba lo suficientemente profundo para que una caída fuese presumiblemente letal.
En algún lugar debajo de él, un tren se acercaba. Storm podía sentir el aire caliente fluyendo por el hueco hacia él mientras continuaba bajando, un peldaño cada vez.
Finalmente advirtió el final del pozo a unos veinte metros de profundidad. Todavía había una tenue luz filtrándose desde la calle. El túnel en sí no estaba iluminado. Storm escudriñó hacia abajo. En la penumbra, apenas podía distinguir el rastro, ni siquiera cinco metros más allá. Vio que la escalera continuaba bajando por el lateral del túnel. Así que podía mantener el descenso del camino restante lentamente. O podría ir por la vía rápida.
Eligió la vía rápida. Sacó su arma, y se dejó caer por la escalera.
Storm cayó al suelo y rodó, tal como había sido entrenado. De inmediato basculó su arma, listo para disparar a cualquier cosa más grande que una rata, a cualquier pequeño destello de luz, a cualquier cosa que apenas se moviese. Sin embargo tenía todo el túnel para él. Detrás sólo había oscuridad. Por delante, una luz tenue mientras el túnel se curvaba hacia la derecha.
Storm comenzó a correr por las vías hacia la luz. Si Volkov estaba tendido esperándolo al siguiente giro, que así fuere. Gracias a su traje, él era un blanco casi negro contra un fondo casi negro. Tomaría sus oportunidades con una emboscada.
Más que probablemente, sabía que Volkov estaba tratando de escabullirse como la cucaracha que era. Storm aceleró el paso, manteniendo las rodillas arriba para que fuese menos probable el tropezar.
Dobló la siguiente esquina. Todavía no estaba Volkov.
Pero había algo más. El convoy de la línea número 2 se acercaba por detrás de él.
A Storm le daba igual. Se había percatado de que el túnel tenía resguardos, retiros donde los trabajadores podían ocultarse y esperar al paso del tren. Pasó por uno, confiado de que sería capaz de llegar al siguiente a tiempo, con ganas de ganar tanto terreno sobre Volkov como fuera posible.
El tren se dirigía hacia él. Él giró bruscamente hacia el lado derecho del carril. Vio un resguardo en el lado izquierdo, pero ya lo había pasado antes de que pudiera reaccionar. Podía sentir la ráfaga de aire del tren cada vez más cerca. No había ningún resguardo en el lado derecho.
Aunque ya estaba esprintando, se obligó a ir más rápido todavía. En una ocasión, Storm había parado el tiempo del cronómetro en la carrera de 100 metros en 10,2 segundos, justo como en una clasificación de clase mundial. Pero no era una marca suficiente para un tren de metro a plena carga.
Las luces del tren iluminaron a Storm desde atrás, proyectando una sombra delante de él menguando a cada segundo. El maquinista debió haber visto a Storm, porque la sirena del tren sonó. Storm impulsaba brazos y piernas. Podía imaginarse pocos finales más humillantes: Arrollado por el número 2.
En el último nanosegundo, un resguardo surgió en el lado derecho. Se empotró contra él, hundiendo sus pies en la grava de los raíles para evitar ser succionado hacia el interior. El raudo motor pasó apenas con unos centímetros de separación, sus pasajeros estaban ajenos del jadeante hombre junto a su flanco derecho.
En cuanto pasó el metro, Storm volvió a su carrera. Escuchó la desaceleración del tren al aproximarse a la estación, empleando los frenos con un chirrido. Entonces otro sonido se confundió con ese.
Pop. Pop. Pop.
Disparos. De gran calibre.
Storm se obligó a ir más rápido. Los gritos provenían del andén del metro. Entonces más disparos. Storm perdió la cuenta del número de disparos. Rezó para que algunos de los ecos fuesen respuesta de Ling Xi Bang. Y que fuesen certeros. Pero no escuchaba su arma.
Llegó a la parte trasera del tren que se había detenido en la estación. No había espacio en ninguno de los dos lados para que pudiera encaramarse hasta la plataforma. Storm blasfemó pero sin llegar a romper el paso. Se subió de un salto en el último vagón y abrió la puerta de atrás.
En el interior del vagón del metro habían pasajeros en el suelo, acurrucados bajo los asientos. Ver a un hombre con un arma sólo hizo que retrocedieran aún más. No veía sangre. Nadie de aquí había sido alcanzado. Storm salió rápidamente por las puertas laterales abiertas del vagón, levantó la pistola.
Fuera en el andén, todo era un maremágnum. El tiroteo había cesado, pero los gritos no. Había pasajeros esparcidos por todas partes, escondiéndose detrás de cada banco, rótulo o pequeño refugio que pudieron encontrar. Algunos de ellos gemían y se agarraban partes de su cuerpo. Al menos tres estaban boca abajo y otros muertos o muriéndose.
Storm estaba empezando a entender la situación cuando Volkov lo derribó desde el lateral.
Las piernas de Storm automáticamente se prepararon contra el placaje. Volkov había intentado agarrarlo demasiado alto. Storm bajó ligeramente, entonces se enderezó enviando a Volkov por los aires a un lado. Storm giró en redondo, dispuesto a meterle una bala a su atacante y poner fin a esta cosa.
Entonces vio que no era Volkov. Era un blanco, calvo, de mediana edad, con traje, tratando de hacerse el héroe. El hombre se encogió incluso cuando Storm bajó el arma.
"Quédate abajo, joder, " Rugió Storm. "Y déjame. Soy el bueno".
Storm avanzó hacia el otro extremo del andén, sacando de nuevo el revolver de Harry El Sucio y girando sobre sus talones sobre un panorama de hemorragias, muerte y neoyorquinos muertos. Había más de una docena en diferentes estados de angustia.
Entonces vio a una que parecía dolorosamente familiar.
Era Ling Xi Bang. Ella estaba vencida, una rodilla contra el suelo, agarrándose el estómago, tratando de levantarse. Storm corrió a su lado.
"¿Te ha dado?" Preguntó Storm. Pero él ya sabía la respuesta. Podía ver la mancha húmeda en su vestido negro.
"No es nada", dijo con los dientes apretados.
"Acuéstate. No luches contra eso."
"Ayúdame a ponerme en pie," pidió. "Él subió las escaleras. Todavía podemos atraparlo".
Storm tenía suficientes heridas de bala por todo su cuerpo para saber que la de Xi Bang era grave. Él también había sido tiroteado en el estómago. El dolor era algo que no podía describirse. Podía ver la agonía en la cara de Xi Bang.
"Mira, olvídate de mí. Te voy a retrasar. Ve a por Volkov", dijo todavía luchando por conseguir que su otra pierna la sostuviera. Ella trató de alejarlo, pero no tenía fuerzas.
Storm sabía que si abandonaba a Xi Bang y retomaba la persecución había una posibilidad de que pudiera alcanzar a Volkov. El bastardo tendría quizá un minuto de ventaja, y estaba en una isla con un puñado de medios de escape. Storm podía darle caza, y luego lo despellejaría.
Fue entonces cuando se dio cuenta de que también habían alcanzado a Xi Bang en la pierna. Por eso no podía volver a ponerse en pie. Había todo un charco de color rojo debajo de ella, agrandándose rápidamente.
"Estás perdiendo mucha sangre", dijo Storm manteniendo un tono medido, tratando de alejar el pánico de su voz. "Tenemos que detener la hemorragia."
"Déjame".
"Eso no va a suceder", juró Storm. Él ya la había rodeado con su brazo alrededor del hombro. Deslizó el otro brazo por debajo de sus piernas y la acunó durante un instante, luego la colocó suavemente en el piso.
Moviéndose rápidamente, se quitó la chaqueta, luego la camisa, arrancó una tira con una gran sacudida. Localizó la herida de la pierna de Xi Bang. Estaba justo por encima de la rodilla, en la parte interna del muslo. Eso explicaba toda la sangre. La arteria femoral circulaba por ese lado. La bala debió darle. Storm ató un torniquete a la mitad del muslo, atándolo tan fuerte como su considerable fuerza permitía.
"No pude realizar el disparo," dijo ella en un susurro apenas audible, casi gemido. "Había una mujer detrás de él. Tenía un niño. Habría dado a..."
"Shhh", dijo. "Lo sé."
"Agarró a esta anciana y—" Interrumpió la frase con un pequeño grito de dolor. "La estaba utilizando como escudo humano."
Storm arrancó otra tira de su camisa, y luego dobló el resto haciendo una improvisada compresa. Afianzó la compresa con la tira. Era lo mejor que podía hacer hasta que llegasen los profesionales.
Luego se movió a la herida del estómago. La bala le había dejado un agujero limpio en el vestido. Tenía que evaluar lo que había debajo. Trabajando con tanta cautela como pudo, empezó a desgarrar el vestido desde el dobladillo.
"Hey," dijo ella, con voz débil.
"No seas descarado."
"Algunos tíos harán cualquier cosa por algo de peepshow", medio bromeó él.
Cuando a fin llegó a su abdomen, bendijo que ella estuviese mirando al techo en lugar de a su cara. De lo contrario, habría visto el desalentador gesto que se apoderó de él. Su estómago estaba mal. Peor de lo que pensaba. La bala se había fragmentado dentro de ella y el impacto se había expandido. La herida era un agujero abierto por el que se veía todas sus destrozadas entrañas. Storm apenas podía identificar los órganos a los que pertenecían los restos mutilados que estaba viendo. Incluso si estuviera en la mesa de operaciones del hospital con la mejor tecnología punta del mundo, con un equipo de los mejores cirujanos listos para intervenir, Storm no estaba seguro de si podía ser salvada.
Sobre el suelo de la parada de metro Wall Street, era imposible. La única pregunta era cuántos minutos de sufrimiento le quedaba. Tal vez diez. Si tenía mala suerte.
"Tengo frío", dijo ella.
"Lo sé," dijo Storm, agarrando su chaqueta y envolviéndola como si fuera una manta.
Deslizó su brazo derecho por debajo de ella, acunándola en sus brazos. Lo único que podía hacer era tratar de que se sintiera cómoda.
"¿Es esto lo que se siente cuando mueres?" Preguntó.
"Shhh...", dijo. "Relájate. No vas a morir".
Era mentira. Él lo sabía. Sintió que ella también lo sabía.
"Te amo," dijo ella.
"Lo sé. Yo también te amo."
Aunque lo dijera sobre todo para consolarla, no lo hizo sin sentir. En algún lugar en el fondo de su corazón, en la parte que se resistió a endurecer a lo largo de todas las misiones y todos los años, sabía que podía ser verdad.
"Lo siento," dijo ella.
"Shh".
Storm podía oír el redoble de los rotores de un helicóptero procedente de la calle. ¿Era un aterrizaje de evacuación sanitaria? No. No era posible. Los helicópteros no estaban permitidos en esta parte de la ciudad de Nueva York. Además, había suficientes hospitales en un corto trayecto en ambulancia para que los helicópteros sanitarios fuesen necesarios. ¿Por qué un helicóptero aterrizaría en las calles de Manhattan? Storm lo meditó durante un breve momento, hasta que se dio cuenta de que Xi Bang estaba hablando.
"Vas a ir a por él, ¿verdad?" estaba diciendo ella.
"Vas a ir a por Volkov."
"Sí, cariño. Por supuesto."
"Prométemelo".
"Lo prometo".
"Lo siento mucho", repitió de nuevo, más débilmente. Su cuerpo empezaba a convulsionar. La herida en la pierna ya había empapado el improvisado vendaje de Storm. Ahora había una carrera para ver que la mataría primero: la pérdida de sangre o insuficiencia orgánica múltiple.
"Esa noche en París", dijo Storm. "Bailando en la calle contigo. Hablaba en serio cuando dije que bailaríamos esa canción en nuestra boda".
"Mmm..." fue todo lo que ella pudo decir.
Pero él pudo ver que eso le trajo una sonrisa a su cara. Y así, mientras los últimos destellos de la vida de Ling Xi Bang se amortecían, Derrick Storm la abrazó con fuerza entre sus brazos y cantó su “Vals Vienés".
Fue su primer baile. Y ahora sería el último.
Me ha parecido curioso que siendo dos espías tan “experimentados” al menos Storm dejara que Xi Bang cargara el arma dentro de un bolso.
- Spoiler:
- No me gustan las armas y por mí las prohibiría, pero en fin, ya que los protagonistas las llevan quiero comentar como curiosidad que me parece extraño el lugar elegido para llevar el arma Xi Bang.
En un bolso no se debería llevar un arma porque:
- La alejas de ti. Un arma siempre debe ir contigo, hasta para mear.
- Si es para protegerte de un ladrón u otro agresor es bastante habitual que nuestros reflejos sean desocupar las manos para podernos defender, a no ser que tengamos algo tipo palo o similar para defendernos golpeando, un bolso no se suele agarrar bien.
- ¿Cuánto tardas en sacar el arma? Veamos…. Agarrar el bolso para abrir, abrir la cremallera o velero o cierre cosa que no siempre logramos a la primera, meter la mano, coger el arma que con un poco de suerte será por la rabera o empuñadura. Si no es por la empuñadura pues otro paso para colocarla correctamente entre las manos, quitar el seguro…. Es más rápido subirse un jersey y cogerla de atrás, de un costado o de delante ya en la posición adecuada que no el bolso.
- Siguiendo el tema de abandonar el arma, si estamos en una cafetería ¿qué es lo primero que soltamos? El bolso antes que la cazadora. ¿Y qué es lo primero que roban? El bolso, el mismo donde guardamos el arma.
- Si alguien va a cachearte da igual donde la lleves, el bolso también se abre.
Vamos, que para mí no es práctico eso de meterla en bolso. Mejor ‘apegá al cuerpo.
- Spoiler:
- y medio bares donde se sirve comida, tanto dulces como panecillos con fiambres, vendría a ser una charcutería con servicio de cafés y dulces o una panadería con servicio de fiambres. La comida no suele ser del tipo “comida basura” sino que tiene más calidad. Como es algo típico de EE.UU dejo el nombre tal cual.
BAGEL: Es un panecillo en forma de donought pero hecho de masa de pan, el cual se hierve primero y se hornea después. Se suele partir por la mitad y se rellena con cremas dulces o alimentos salados. Lo hubiera traducido por rosca o rosquillas pero hay muchos tipo de roscas, las que yo mas conozco son enormes en comparación con los bagels y las rosquillas inspiran más a un dulce que no a este tipo de panecillo redondo con agujero en medio.
PEEPSHOW –
- Spoiler:
- Es un servicio erótico-sexual que se caracteriza por el voyeurismo o “mirones”. Una persona, una pareja, un trio… se coloca en un cuarto a realizar algún tipo de acto erótico o sexual, desde un streaptease hasta un acto sexual real. Las paredes de este cuarto tienen unas mirillas en las que a la otra parte de la pared existen varias cabinas donde el cliente se sienta a mirar lo que ocurre en la habitación. Entre los mirones y la persona que está dentro de la habitación no existe ningún tipo de contacto ni físico ni nada, ni siquiera visual. El cliente paga, se va a una cabina el tiempo pagado observa por la mirilla (si hace otra cosa que mirar ya es asunto del cliente) y se va al finalizar su tiempo o sesion. De ahí que Storm diga que estaban haciendo una especie de peepshow. El le estaba desgarrando el vestido, como si fuese a desnudarla y la gente de alrededor serían los mirones del espectáculo que haría.
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Re: 4º Derrick Storm "STORM FRONT" [Traducido al Español COMPLETO]
CAPÍTULO 26
LANGLEY, Virginia
Jedediah Jones hubiera estado tirándose de los pelos, si hubiera tenido alguno del que tirarse.
Tal cual estaban las cosas, parecía un cruce entre un Director de Finanzas estresado y un furioso Representante del Servicio de Atención al Cliente. Hablaba a través de un teléfono de diadema a un volumen —un experto en ergonomía de la CIA había dicho que era lo mejor para el cuello— amenazando seriamente los tímpanos cercanos.
Mientras despotricaba, se paseaba de un lado a otro del cubículo, golpeando en cualquier mesa que no sostuviera un artilugio de un cuarto de millón de dólares en equipo de espionaje. Los cerebrines mantenían su atención inmersa en sus terminales informáticos. Un contacto visual podría provocar más si era posible.
"Dieciocho muertos", gritó. "Ochenta y siete heridos. Ciento setenta hospitalizados. Ni siquiera quiero saber cuántos millones en daños materiales. ¿Tienes alguna consideración sobre la propiedad material en lo más mínimo?"
El hombre al otro lado de la línea permanecía callado. Derrick Storm había visto apenas media hora antes el cuerpo de Ling Xi Bang ser cargado en la camioneta de un médico forense de Nueva York. No tenía ánimos para contestar preguntas retóricas.
"Y por encima de todo, tengo una compañía de propano diciendo que uno de nuestros agentes hizo estallar su camión. ¿Quieres explicarme por qué eso era tácticamente necesario?"
Todavía nada por parte de Storm. Rodríguez y Bryan seguían tratando de eludir a Jones tan pronto como él andaba desbocado cerca de ellos. De vez en cuando, le entregarían un pliego de papel que miraría y a continuación lo tiraría al suelo —el cual ya estaba lleno de papeles y cosas que había lanzado—.
"Tengo a la jodida policía de Nueva York diciendo que me van a enviar la factura de la grúa telescópica para bajar una moto de un semáforo", continuó con su verborrea. "¡Una grúa! ¿Cómo se ha anclado una moto en un jodido semáforo? "
Jones se inclinó y recogió algo que había descartado con anterioridad.
"Además tengo al departamento de policía preguntando por qué llevé un helicóptero al espacio aéreo restringido tan cerca de la Torre de la Libertad. Habría tenido que decirles que no lo sabía, excepto que me preocupaba que eso me hubiera hecho sonar aún más tonto de lo que ya sonaba".
El helicóptero. Al final Storm lo entendió: Así es cómo Volkov debió haber realizado su evacuación.
"Robo de un vehículo a punta de pistola... un tiroteo en las calles de Manhattan... un andén de metro lleno de civiles, tiroteados directamente o aterrados con los disparos de advertencia... ¿todo eso y encima Volkov se ha fugado? Storm, ¿qué cojones pasó esta mañana?"
Storm estaba sentado en un banco de un parque en el bajo Manhattan. Todavía llevaba impregnado sobre él una buena parte de los fluidos de Xi Bang que había desangrado sobre él. Había empezado a secarse y solidificarse, haciendo rígidos a sus pantalones. Sus manos y cara eran una mezcolanza de sangre restregada; parte era de ella, parte de él por los cortes de vidrio que había sufrido. Para cualquier persona que pasase por allí, debía parecerle un asesino desquiciado. Todavía no se le había pasado por la cabeza preocuparse de nada de esto. En el momento en que Jones llamó, Storm estaba contemplando un árbol, preguntándose cómo era posible que el árbol —un pedazo de vegetación, estúpido, sin sentimientos— se le permitiera seguir con vida y realizando la fotosíntesis, mientras que Ling Xi Bang estaba muerta.
"Storm, ¿vas a decir algo?" exigió Jones.
"Se cometieron errores", dijo en voz baja.
"Puedes apostar tu culo que se cometieron errores. Y el primer error fue el contratarte. ¿Tienes alguna explicación para esta incompetencia?"
"No." Al menos ninguna que le gustase a Jones.
"Y, perdón, ¿qué cojones estabas haciendo en la ciudad de Nueva York? Pensé que estabas en Iowa".
"Hubo cambio de planes."
"¿Y cuando ibas a informarme de este cambio de planes?"
“No hubo tiempo."
"Ya veo. Y cuándo ibas a informarme de... Ponme esa grabación de vigilancia de nuevo." Jones se interrumpió a sí mismo para ladrar a uno de los cerebrines que cumplió su orden. "Tengo suficiente metraje aquí que hace que parezca que estuvieses en connivencia con una agente china, la mujer asiática que interceptaste en París. ¿Quieres decirme qué cojones pasó con eso?"
"No."
"Sabes que no era nuestro acuerdo. Si necesitabas ayuda, me la pedirías a mí. Tengo todo el personal que necesitemos. No puedo tenerte tomando partido con una tercera vía, especialmente con chinos, por el amor de Dios. ¿Sigues trabajando con ella?"
Storm apenas prestaba atención a su jefe. En el momento en el que mencionó la "mujer asiática," los pensamientos de Storm viajaron al instante cuando descubrió a Volkov dentro del Deli. Ahí es donde todo empezó a salir mal, y no había la menor duda de quién fue la culpa. Ella le había pedido que esperase antes de abalanzarse sobre él. Ella le había dicho que debían hacer un plan. No limitarse a cargar como un idiota... Derrick, por el amor de Dios, espera... ¿Cuánto tiempo habría tomado a dos agentes inteligentes llegar con un plan viable? ¿Tres minutos?, ¿Dos?
En cambio, su sangre estaba literal y en sentido figurado en sus manos: en primer lugar, porque no había escuchado sus coherentes órdenes, y luego porque él la había colocado directamente en el camino de un salvaje sociópata. Ella le había dicho que no solía hacer trabajo de campo. Ella no tenía el entrenamiento para afrontar una bestia como Volkov. Nunca debió haber hecho que lo hiciera.
"Maldita sea, respóndeme: ¿Sigues trabajando con ella?"
"Es un punto polémico", contestó escuetamente Storm.
"No quiero ni saber lo que eso significa. Probablemente no quiera saber nada de lo que pasó esta mañana. Pero sí tengo que preguntar acerca de otro informe que me ha llegado. Algo sobre ti ¿paseándote por una escena de homicidio? De acuerdo con uno de nuestros agentes, hay una detective llamada Nikki Heat que piensa que serías el sospechoso perfecto si tan sólo pudiera encontrar la manera de demostrarlo. ¿Debería entregarte a ella?"
Storm no contestaba. Estaba distraído abriendo y cerrando la mano izquierda. Se había atrapado uno de los dedos cuando dio el salto en el estacionamiento. Estaba ejercitándola para asegurarse de que no se había roto. Las costillas también estaban empezando a agarrotarse de cuando se estrelló contra el pavimento. No importaba. El dolor físico era un cosquilleo distante en comparación con lo que estaba sintiendo emocionalmente.
"En realidad, ¿quieres saber lo que es un punto discutible? Tú y este caso", continuó Jones.
"A partir de este momento estás despedido. Vuelve a bucear o tejer o lo que cojones era lo que hacías cuando estabas muerto. De nuevo estás oficialmente muerto."
"¿Qué va a pasar con Whitely Cracker?", preguntó Storm.
"Eso no es de tu incumbencia."
Storm se incorporó, en realidad interesándole la conversación por primera vez. "¿Cómo puedes decir que no es de mi incumbencia? He desarrollado una idea sólida que Whitely Cracker ha planeado un complot para ejecutar una catástrofe financiera. En primer lugar, sobornó a un senador para efectuar un cambio en la política de la Reserva Federal, y luego desató a Volkov sobre seis hombres inocentes y sus fami—"
Y entonces Storm paró. En el momento que él dijo el nombre "Whitely Cracker", Jones debería haber preguntado por qué Whitely Cracker tenía que ver con esto. Él debería haberse escandalizado y haber echado pestes de todo, pero actuó como si Storm hubiese echado a suertes un nombre aleatorio de alguna otra parte del universo. Storm no había informado a Jones sobre Cracker siendo el dinero de detrás de la nueva PAC de Donny Whitmer, ni Storm había dicho que vio a Cracker y Volkov juntos en el Deli. Jones no debería tener conocimiento de que los dos estuviesen conectados.
Pero lo sabía. Por supuesto que sí. Clara Strike había estado llevando a cabo una cobertura, una vigilancia las 24 horas del día sobre Cracker durante dos meses. Ella le habría dicho a Jones lo que vio y oyó. Tal vez Strike no tenía la perspectiva al completo de lo que estaba sucediendo —ella no habría tenido el contexto para saber el significado de gran parte de eso— pero Jones tenía toda la información sobre lo que sucedía.
Y no le importó. Seguro que él buscaba conocer más sobre lo que Cracker se proponía. Es por eso que contrató a Storm en el primer lugar. Tal vez quería utilizarlo como palanca contra Cracker. Quizá buscaba obtener un trapo sucio de Donny Whitmer, el poderoso presidente del Comité de Presupuestos del Senado. Tal vez tenía alguna otra intención de la que Storm no podía ni siquiera imaginar, porque había otras piezas en el juego.
Pero ¿castigar al culpable? ¿Corregir el mal? ¿La moralidad de todo esto? Esas nunca serían del interés de Jones. Ni en ese momento. Ni nunca —a menos que sirviera para otro propósito suyo—. ¿Que las personas fuesen asesinadas, las vidas truncadas, y los corazones rotos? Para Jones sólo eran daños colaterales, un subproducto desafortunado pero necesario de una guerra más vasta.
"Así que estás diciendo que Whitely Cracker no se enfrentará a cargos criminales por haber ordenado la muerte de seis hombres y la masacre de sus familias", afirmó Storm.
"No estoy diciendo eso", se excusó Jones. "Estoy diciendo que vamos a tratar con él a mi manera. No a la tuya."
"¿Lo tienes bajo custodia?"
"No." Jones todavía echaba humo. "Está esfumado. Pero en este momento esa es la menor de tus preocupaciones. La única cosa que importa ahora es que has estado comprometido y por lo tanto esto se ha terminado para ti. Abandona. Ahora."
"Bien," dijo Storm, con calma. "Hay una pequeña tienda de buceo en las Islas Caimán que he estado deseando visitar."
"Storm", dijo Jones en un tono amenazador. "Lo digo en serio. Estás fuera del caso. Has terminado. No te protegeré en adelante. No te encubriré. Te metes en problemas y estás completamente por tu cuenta, ¿entiendes? A partir de este momento, eres un civil que actúa por su cuenta. Te pagaré tu trabajo hasta las nueve de esta mañana y te reembolsaré tus gastos. Pero eso es todo. Has terminado. ¿Me escuchas? ¿Storm? Storm, respóndeme".
Pero Jones estaba hablando consigo mismo. Storm ya había terminado la llamada. Tenía trabajo que hacer. Un maníaco tenía que ser detenido. La justicia necesitaba ser servida.
Además, él había hecho una promesa a una amiga moribunda que no tenía intención de romper.
Nota del capítulo
TORRE DE LA LIBERTAD:Es el rascacielos que están construyendo en el sitio de las Torres Gemelas de Nueva York o antiguo World Trade Center.
A este nuevo rascacielos creo que además de Freedom Tower (Torre de la Libertad) y que es precisamente es como lo han denominado en el libro creo que también lo llaman One World Trade Center.
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Re: 4º Derrick Storm "STORM FRONT" [Traducido al Español COMPLETO]
¡UPS!! Se me olvidó subir el capítulo de esta semana. Hoy lo hago el lunes, pero seguiré subiéndolos viernes o sábado. Esta semana también habrá capítulo, pues es cortito.
¡SORPRESA! Los quesos Manchegos son conocidos más allá del Atlántico. Siguiendo la escritura para mí habría sido normal que hubiera puesto un queso francés pues en los libros de Castle conoce bien la gastronomía francesa, pero gratamente me he llevado la sorpresa que también incluye una de las perlas de nuestra gastronomía.
SLOATSBURG, Nueva York
Whitely Cracker no se había cortado en su vida. Cortes de afeitado, sí. Cortes de papel, por supuesto. Incluso una vez se había clavado de punta un cuchillo de cortar quesos mientras troceaba un Manchego especialmente testarudo.
Pero ¿una laceración completa? ¿Una que fuese profunda, dolorosa y real? ¿Una que requiriera puntos de sutura? Jamás le había ocurrido.
Ahora tenía la cara llena de tajos. La bala del arma de Volkov había hecho añicos la ventana de donde ellos estaban sentados. Entonces, la fuerza de la explosión del camión de propano había proyectado las esquirlas a toda velocidad de regreso hacia él, como si fueran cientos de pequeños cuchillos. Se consideraba afortunado porque ninguno le hubiera impactado en los ojos.
La única razón por la que no había ido inmediatamente al hospital para recibir asistencia fue la de que él estaba huyendo por su vida.
En el momento en que tuvo garantías que era seguro salir de debajo de la mesa donde se había escondido, se fue abriendo paso al garaje donde guardaba su coche. El aparcacoches se había quedado mirándolo atentamente, incluso preguntándole en español si necesitaba médico. Pero Whitely se subió con dificultad a su Jaguar como si nada fuese inusual, dándole una propina doble al hombre como si dijera: No más preguntas, ¿de acuerdo? Él era otro gestor de fondos con la cara llena de sangre.
Una vez que se metió en su coche, condujo sin pensar. No sabía a dónde se dirigía o por qué, sólo que contra más kilómetros pusiese entre él y ese chiflado de Gregor Volkov mejor.
No podía ir a su oficina por razones obvias: Volkov podría estar buscando allí. Su residencia era... Oh, Jesús, su casa. Sacó su teléfono, llamó a su esposa, le dijo que no entrara en pánico, entonces, básicamente le dio instrucciones de irse y llevarse lo más lejos posible de Chappaqua a los niños.
Siguió condiciendo. Se dirigió al norte, incorporándose a la vía rápida Deegan y continuándola hasta que se convirtió en la autopista estatal de Nueva York y lo llevó a la sinuosa campiña que los ricos de Manhattan consideraban como un único paisaje al que llamaban "upstate."
Se aseguró —muy mucho— que él no estaba siendo perseguido, recurriendo a todas las contramedidas que había visto en las películas de espionaje: acelerar y a continuación ralentizar, virando a un lado de la carretera justo después de las curvas ciegas, tomando salidas, parando en gasolineras, volviendo inmediatamente a la interestatal.
Cuando estuvo seguro de que estaba solo, se detuvo en un área de servicio de la autopista estatal de Nueva York. Se encontró sentado frente a un Dunkin’ Donuts, sorbiendo café, siendo nerviosamente observado por una mujer india vestida con un sari que trataba de hacer parar a sus dos hijos que no le mirasen. Necesitaba un plan. Y necesitaba ayuda. Lo sabía.
Pero ¿qué plan podría funcionar? No tenía experiencia en estar prófugo. Tampoco tenía ninguna experiencia en estar con su vida bajo peligro.
¿Y quién podría ayudarle? Barry, su jefe de seguridad en Prime Resource Investment Group era un policía retirado pero, obviamente, un tanto idiota. El hombre había permitido que la casa, coche y oficina de Whitely —y quién sabe qué más— tuviese una infestación de micros ocultos y haber sido completamente inconsciente todo el tiempo.
Pensó en llamar a Teddy Sniff, su contable de confianza. Pero, ¿qué haría Teddy? ¿Solicitar una auditoria sobre Volkov? ¿Asegurarse de conciliar sus cuentas? Teddy estaría tan fuera de lugar en este nuevo terreno como Whitely.
El café se había agotado. Fue a rellenarlo, preguntándose que si él utilizaba la tarjeta American Express negra, y Volkov tuviese alguna manera de rastrearla, por tanto, esta sería la taza de café más mortífera que bebería en su vida. Estaba a mitad de verter su segundo paquete de azúcar en la bebida cuando de repente una idea le vino a la mente:
Ese tipo de la CIA. ¿Cuál era su nombre? ¿Cloud? No, no era ese. ¿Rain? No, ese era el nombre más estúpido para un héroe de acción que Whitely jamás hubiera escuchado.
Storm. Eso era. Derrick Storm. La CIA tenía que ayudarlo, ¿verdad? Él era un contribuyente. E incluso si él fuera un contribuyente que pagase una tasa efectiva por debajo del 15 por ciento, todavía sería un ciudadano americano. Storm estaría obligado, ¿no era así?
Whitely sacó su teléfono, encontró el nombre en su lista de contactos, y estaba a punto de apretar a marcación cuando se acordó de lo que la Storm le había avisado: Sin llamadas desde su teléfono móvil. Alguien podría estar escuchando.
Storm dijo que debía encontrar "un teléfono público en el medio de la nada." Upstate de Nueva York sin duda se calificaba como la nada. Así Whitely comenzó a deambular por el área de descanso en busca de un teléfono público, rezando para que todavía existiesen. ¿Quién utiliza los teléfonos de pago hoy en día? Whitely no había tocado uno en más de una década. Cuando se encontró con una pequeña hilera de ellos se dio cuenta que ya no tenía idea de cómo hacer funcionar uno. Ya no tenía una tarjeta con saldo —aquello tan pintoresco allá por los noventa—. Ahora mismo él necesitaba… ¿monedas? Eso también era anticuado. Whitely había ido sin efectivo durante años.
Encontró un cajero automático, sacó efectivo, y comprando un donut y pidiendo el cambio consiguió monedas pequeñas.
Finalmente ya estaba preparado. Dejó caer cuatro monedas de veinticinco y marcó.
"Investigaciones Storm," escuchó.
"Sr. Storm, gracias a Dios. Soy Whitely Cracker".
Hubo una pausa, seguida por un escueto "Sí. ¿Y?"
"Usted dijo que si temía por mi vida debía llamarte. Bueno, temo por mi vida".
Otra pausa. "¿Y a razón de qué?"
"Sé que esto va a sonar de locos. Pero hay un... Por Dios, no sé ni cómo llamarlo. Supongo que se le puede definir como un... un matón a sueldo. Él es ruso, y..."
"Gregor Volkov," dijo Storm sólo para acelerar la conversación.
"¿Lo conoce?"
"Sí".
"Bueno, entonces usted probablemente sepa que..."
Él vaciló.
"Yo..." Intentándolo de nuevo.
"He hecho un... Oh, Dios, ¿qué es lo que he hecho?"
El peso de aquello finalmente lo aplastó. El daño que había causado. Las vidas que habían sido truncadas. Las vidas que estaban ahora en peligro. Por su parte había empezado como una especie de juego —sólo una gran táctica de inversión, nada más— y se había desarrollado tan increíblemente mal.
Todo se derrumbó sobre él, todo a la vez. Y fue entonces cuando Graham Whitely Cracker V —el que mueve miles de millones, amo del universo, vástago de la fortuna Cracker— empezó a llorar.
No era un sollozo pequeño. Cayó en redondo, su cara se ajó. Sus hombros se arquearon. Estaba haciendo ese ruido que suena más a animal que a humano, y sabía que debería parecer tan aterrado como estúpido, pero no podía evitarlo. Goteaban lágrimas y mocos por todo el teléfono de monedas, balbuceando fragmentos de frases sin sentido.
Storm le dejó seguir con el berrinche. No sentía el menor atisbo de piedad por Cracker. Storm estaba más que dispuesto a matarlo como único consuelo a dar. Así que eso era todo lo que podía hacer para no colgar el teléfono ante esa pobre demostración, la cual era, como mucho autocompasión.
Cuando no pudo escucharlo más, finalmente Storm saltó: "Sr. Cracker, contrólese."
Cracker lloriqueó un poco más, disculpándose todo el tiempo, hasta que finalmente empezó a decir cosas que Storm podía interpretar.
"Volkov... Volkov se volvió contra mí.... Me dijo que va a matar a mi familia si no coopero.... Oh, Dios... "
"¿Cooperar con qué, Sr. Cracker?"
"Los códigos MonEx. Yo... yo... yo le pagué para robar los códigos MonEx de un grupo de banqueros de todo el mundo. Y yo podría tener... Le hablé de la Teoría Click. No puedo creer que fuese tan estúpido, pero él era... quiero decir, él no era más que un músculo a sueldo, ¿entiendes? Nunca pensé que tendría algún plan para su propio futuro... Supuestamente, él sólo tenía que conseguir los códigos para mí, recibir su recompensa, y eso era todo. Pero ahora quiere utilizarlos para su propio interés. Él no sabe cómo ejecutar el MonEx, e incluso si encontrara a alguien que supiera, no sabría exactamente cómo hay que llevar a cabo las operaciones que necesitas para llevar a cabo la Teoría Click. Probablemente sólo un puñado de nosotros en el mundo entero realmente entendemos qué sería necesario hacer. Y bajo amenazas en contra de mi familia... no tengo otra opción".
"¿Qué es exactamente lo que él espera obtener de esto?"
"Una catástrofe planificada, al igual que yo, pero con un final diferente", dijo Whitely." No dejaba de hablar sobre devolver a Rusia a su completa gloria. "América se hundirá. Rusia se levantará." Todas esas patrañas. Está reuniendo a algunos oligarcas rusos para aprovecharse de la inestabilidad provocada por un desencadenamiento de la Teoría Click. A cambio, estos oligarcas aparentemente lo apoyarían en una especie de golpe de estado...."
"Creando una Rusia revitalizada económicamente con una dictadura militar con el general Volkov a la cabeza," completó Storm.
"Sí, aproximadamente de esa magnitud."
Storm tenía en cuenta la repercusión de tener un hombre con la crueldad y ambición de Volkov con el dedo sobre el gatillo del empobrecido-pero-todavía-formidable arsenal nuclear de Rusia. Era un pensamiento del que no quería volver a pensar más.
"Sr. Cracker, ¿dónde estás ahora mismo?"
"Estoy... en un área de descanso de la autopista de Nueva York... Justo después de la salida Quince-A."
"La primera cosa que quiero que hagas es llamar a tu esposa y decirle..."
"Ya me he ocupado de eso," aseguró Cracker. "Ella va a irse de la casa en cuestión de segundos."
"De acuerdo, entonces lo siguiente que tienes que hacer es tener calma y esperarme. Estaré allí en menos de una hora".
Storm sabía que mientras Volkov lo necesitase, Whitely Cracker todavía tendría sus usos.
Como carnada.
NUEVA YORK , Nueva York
Primer problema a lidiar: Storm necesitaba una muda de ropa. Afortunadamente, la ciudad de Nueva York estaba llena de establecimientos que vendían ropa. Storm pronto estuvo re-equipado, con una chaqueta de pana gris oscuro, una camiseta negra ajustada, pantalones multibolsillos grises, y —su padre habría estado orgulloso— zapatos negros con suela de goma.
Segundo problema a lidiar: Storm necesitaba un vehículo. Afortunadamente, la ciudad de Nueva York estaba llena de gente que no son dueños de uno, y por tanto, necesitaban alquilar. Dejó que su teléfono le guiase al punto de alquiler más cercano, y pronto estuvo conduciendo el único Ford que tenían. Un Fusion. No es el vehículo más sexy para un superespía internacional, pero al menos tenía un motor V6.
El tercer problema a lidiar era el más engorroso de todos: Storm necesitaba los cerebrines. Y, por desgracia, los cerebrines no estaban en la ciudad de Nueva York. Estaban en un cubículo muy por debajo y/o al lado y/o en la parte más alta de la sede central de la CIA. Y dado que acababa de ser despachado, Storm no podía llamarlos.
A menos que...
A menos que él pudiera conseguir que cierta persona que respondiese a su teléfono.
Un tono. Dos tonos.
"¿Qué quieres?" Reclamó el agente Kevin Bryan en un susurro feroz.
"Kev. Kev, colega, soy yo, Storm."
"Precisamente," susurró Bryan. "Lo siento, no podemos tener una conversación en estos momentos. No hablo con la gente muerta".
"Lo sé, lo sé. Pero necesito un favor."
"Olvídalo. Dicho sea de paso, ¿sabes que Jones está rondando por aquí? Él me confina de nuevo a la unidad de traducción si se entera que te ayudé. En este momento tu cadáver está demasiado caliente".
"No tienes elección. Me lo debes".
"¿De qué? Yo no t- Oh, espera, por esos veinte dólares de Javi? Olvídalo."
"Una deuda es una deuda", dijo Storm.
"Esa deuda no es igual a lo que sea que vayas a pedir ahora mismo."
"Está bien," dijo Storm. "Recuerda Bahrein."
Bryan hizo una pausa. Incluso en el mundo resbaladizo de la CIA, había un código de honor entre compañeros de infantería que no permitía dar ahora un paso atrás, y ambos lo sabían.
"Aww, hombre, eres increíble", dijo Bryan. "Está bien. ¿Qué necesitas?"
"Lo primero de todo, no puedes contarle a Jones nada de esto."
"Créeme, eso no es problema. Jones me despediría en el acto si sabe que aún estoy hablando contigo".
"Bien. Necesito algo de los cerebrines. Hubo un helicóptero no autorizado que voló en el espacio aéreo restringido de Manhattan a primera hora de esta mañana..."
"Sí, de alguna manera me enteré de que," se detuvo Bryan. "Por supuesto que eres consciente en qué dirección la mierda fluye, y puedo asegurarte que he sido una de las desafortunadas víctimas aguas abajo de la inundación."
"Sí, perdón por eso. De cualquier modo, haz que los cerebrines pirateen los ordenadores de la Administración Federal de Aviación. La AFA tiene una base de datos con el historial de vuelos que rastrea todos los desplazamientos autorizados y no autorizados en el aire. Necesito saber dónde fue ese helicóptero".
"Espera", dijo Bryan bajando su teléfono. Storm podía oír a Jones, todavía bramando en algún lugar del fondo.
Unos minutos más tarde, Bryan regresó: "Lo tengo. El helicóptero despegó y aterrizó desde lo que parece ser la azotea de una fábrica abandonada en Bayona. Te voy a enviar las coordenadas GPS a tu teléfono".
Storm se reía por lo bajo amargamente.
"¿Qué ocurre?" Preguntó Bryan.
"Primero París, ahora Bayona."
"¿Qué es tan gracioso?"
"Siempre acabo pensando en Bayona como el París de Nueva Jersey.”
¡SORPRESA! Los quesos Manchegos son conocidos más allá del Atlántico. Siguiendo la escritura para mí habría sido normal que hubiera puesto un queso francés pues en los libros de Castle conoce bien la gastronomía francesa, pero gratamente me he llevado la sorpresa que también incluye una de las perlas de nuestra gastronomía.
CAPÍTULO 27
SLOATSBURG, Nueva York
Whitely Cracker no se había cortado en su vida. Cortes de afeitado, sí. Cortes de papel, por supuesto. Incluso una vez se había clavado de punta un cuchillo de cortar quesos mientras troceaba un Manchego especialmente testarudo.
Pero ¿una laceración completa? ¿Una que fuese profunda, dolorosa y real? ¿Una que requiriera puntos de sutura? Jamás le había ocurrido.
Ahora tenía la cara llena de tajos. La bala del arma de Volkov había hecho añicos la ventana de donde ellos estaban sentados. Entonces, la fuerza de la explosión del camión de propano había proyectado las esquirlas a toda velocidad de regreso hacia él, como si fueran cientos de pequeños cuchillos. Se consideraba afortunado porque ninguno le hubiera impactado en los ojos.
La única razón por la que no había ido inmediatamente al hospital para recibir asistencia fue la de que él estaba huyendo por su vida.
En el momento en que tuvo garantías que era seguro salir de debajo de la mesa donde se había escondido, se fue abriendo paso al garaje donde guardaba su coche. El aparcacoches se había quedado mirándolo atentamente, incluso preguntándole en español si necesitaba médico. Pero Whitely se subió con dificultad a su Jaguar como si nada fuese inusual, dándole una propina doble al hombre como si dijera: No más preguntas, ¿de acuerdo? Él era otro gestor de fondos con la cara llena de sangre.
Una vez que se metió en su coche, condujo sin pensar. No sabía a dónde se dirigía o por qué, sólo que contra más kilómetros pusiese entre él y ese chiflado de Gregor Volkov mejor.
No podía ir a su oficina por razones obvias: Volkov podría estar buscando allí. Su residencia era... Oh, Jesús, su casa. Sacó su teléfono, llamó a su esposa, le dijo que no entrara en pánico, entonces, básicamente le dio instrucciones de irse y llevarse lo más lejos posible de Chappaqua a los niños.
Siguió condiciendo. Se dirigió al norte, incorporándose a la vía rápida Deegan y continuándola hasta que se convirtió en la autopista estatal de Nueva York y lo llevó a la sinuosa campiña que los ricos de Manhattan consideraban como un único paisaje al que llamaban "upstate."
Se aseguró —muy mucho— que él no estaba siendo perseguido, recurriendo a todas las contramedidas que había visto en las películas de espionaje: acelerar y a continuación ralentizar, virando a un lado de la carretera justo después de las curvas ciegas, tomando salidas, parando en gasolineras, volviendo inmediatamente a la interestatal.
Cuando estuvo seguro de que estaba solo, se detuvo en un área de servicio de la autopista estatal de Nueva York. Se encontró sentado frente a un Dunkin’ Donuts, sorbiendo café, siendo nerviosamente observado por una mujer india vestida con un sari que trataba de hacer parar a sus dos hijos que no le mirasen. Necesitaba un plan. Y necesitaba ayuda. Lo sabía.
Pero ¿qué plan podría funcionar? No tenía experiencia en estar prófugo. Tampoco tenía ninguna experiencia en estar con su vida bajo peligro.
¿Y quién podría ayudarle? Barry, su jefe de seguridad en Prime Resource Investment Group era un policía retirado pero, obviamente, un tanto idiota. El hombre había permitido que la casa, coche y oficina de Whitely —y quién sabe qué más— tuviese una infestación de micros ocultos y haber sido completamente inconsciente todo el tiempo.
Pensó en llamar a Teddy Sniff, su contable de confianza. Pero, ¿qué haría Teddy? ¿Solicitar una auditoria sobre Volkov? ¿Asegurarse de conciliar sus cuentas? Teddy estaría tan fuera de lugar en este nuevo terreno como Whitely.
El café se había agotado. Fue a rellenarlo, preguntándose que si él utilizaba la tarjeta American Express negra, y Volkov tuviese alguna manera de rastrearla, por tanto, esta sería la taza de café más mortífera que bebería en su vida. Estaba a mitad de verter su segundo paquete de azúcar en la bebida cuando de repente una idea le vino a la mente:
Ese tipo de la CIA. ¿Cuál era su nombre? ¿Cloud? No, no era ese. ¿Rain? No, ese era el nombre más estúpido para un héroe de acción que Whitely jamás hubiera escuchado.
Storm. Eso era. Derrick Storm. La CIA tenía que ayudarlo, ¿verdad? Él era un contribuyente. E incluso si él fuera un contribuyente que pagase una tasa efectiva por debajo del 15 por ciento, todavía sería un ciudadano americano. Storm estaría obligado, ¿no era así?
Whitely sacó su teléfono, encontró el nombre en su lista de contactos, y estaba a punto de apretar a marcación cuando se acordó de lo que la Storm le había avisado: Sin llamadas desde su teléfono móvil. Alguien podría estar escuchando.
Storm dijo que debía encontrar "un teléfono público en el medio de la nada." Upstate de Nueva York sin duda se calificaba como la nada. Así Whitely comenzó a deambular por el área de descanso en busca de un teléfono público, rezando para que todavía existiesen. ¿Quién utiliza los teléfonos de pago hoy en día? Whitely no había tocado uno en más de una década. Cuando se encontró con una pequeña hilera de ellos se dio cuenta que ya no tenía idea de cómo hacer funcionar uno. Ya no tenía una tarjeta con saldo —aquello tan pintoresco allá por los noventa—. Ahora mismo él necesitaba… ¿monedas? Eso también era anticuado. Whitely había ido sin efectivo durante años.
Encontró un cajero automático, sacó efectivo, y comprando un donut y pidiendo el cambio consiguió monedas pequeñas.
Finalmente ya estaba preparado. Dejó caer cuatro monedas de veinticinco y marcó.
"Investigaciones Storm," escuchó.
"Sr. Storm, gracias a Dios. Soy Whitely Cracker".
Hubo una pausa, seguida por un escueto "Sí. ¿Y?"
"Usted dijo que si temía por mi vida debía llamarte. Bueno, temo por mi vida".
Otra pausa. "¿Y a razón de qué?"
"Sé que esto va a sonar de locos. Pero hay un... Por Dios, no sé ni cómo llamarlo. Supongo que se le puede definir como un... un matón a sueldo. Él es ruso, y..."
"Gregor Volkov," dijo Storm sólo para acelerar la conversación.
"¿Lo conoce?"
"Sí".
"Bueno, entonces usted probablemente sepa que..."
Él vaciló.
"Yo..." Intentándolo de nuevo.
"He hecho un... Oh, Dios, ¿qué es lo que he hecho?"
El peso de aquello finalmente lo aplastó. El daño que había causado. Las vidas que habían sido truncadas. Las vidas que estaban ahora en peligro. Por su parte había empezado como una especie de juego —sólo una gran táctica de inversión, nada más— y se había desarrollado tan increíblemente mal.
Todo se derrumbó sobre él, todo a la vez. Y fue entonces cuando Graham Whitely Cracker V —el que mueve miles de millones, amo del universo, vástago de la fortuna Cracker— empezó a llorar.
No era un sollozo pequeño. Cayó en redondo, su cara se ajó. Sus hombros se arquearon. Estaba haciendo ese ruido que suena más a animal que a humano, y sabía que debería parecer tan aterrado como estúpido, pero no podía evitarlo. Goteaban lágrimas y mocos por todo el teléfono de monedas, balbuceando fragmentos de frases sin sentido.
Storm le dejó seguir con el berrinche. No sentía el menor atisbo de piedad por Cracker. Storm estaba más que dispuesto a matarlo como único consuelo a dar. Así que eso era todo lo que podía hacer para no colgar el teléfono ante esa pobre demostración, la cual era, como mucho autocompasión.
Cuando no pudo escucharlo más, finalmente Storm saltó: "Sr. Cracker, contrólese."
Cracker lloriqueó un poco más, disculpándose todo el tiempo, hasta que finalmente empezó a decir cosas que Storm podía interpretar.
"Volkov... Volkov se volvió contra mí.... Me dijo que va a matar a mi familia si no coopero.... Oh, Dios... "
"¿Cooperar con qué, Sr. Cracker?"
"Los códigos MonEx. Yo... yo... yo le pagué para robar los códigos MonEx de un grupo de banqueros de todo el mundo. Y yo podría tener... Le hablé de la Teoría Click. No puedo creer que fuese tan estúpido, pero él era... quiero decir, él no era más que un músculo a sueldo, ¿entiendes? Nunca pensé que tendría algún plan para su propio futuro... Supuestamente, él sólo tenía que conseguir los códigos para mí, recibir su recompensa, y eso era todo. Pero ahora quiere utilizarlos para su propio interés. Él no sabe cómo ejecutar el MonEx, e incluso si encontrara a alguien que supiera, no sabría exactamente cómo hay que llevar a cabo las operaciones que necesitas para llevar a cabo la Teoría Click. Probablemente sólo un puñado de nosotros en el mundo entero realmente entendemos qué sería necesario hacer. Y bajo amenazas en contra de mi familia... no tengo otra opción".
"¿Qué es exactamente lo que él espera obtener de esto?"
"Una catástrofe planificada, al igual que yo, pero con un final diferente", dijo Whitely." No dejaba de hablar sobre devolver a Rusia a su completa gloria. "América se hundirá. Rusia se levantará." Todas esas patrañas. Está reuniendo a algunos oligarcas rusos para aprovecharse de la inestabilidad provocada por un desencadenamiento de la Teoría Click. A cambio, estos oligarcas aparentemente lo apoyarían en una especie de golpe de estado...."
"Creando una Rusia revitalizada económicamente con una dictadura militar con el general Volkov a la cabeza," completó Storm.
"Sí, aproximadamente de esa magnitud."
Storm tenía en cuenta la repercusión de tener un hombre con la crueldad y ambición de Volkov con el dedo sobre el gatillo del empobrecido-pero-todavía-formidable arsenal nuclear de Rusia. Era un pensamiento del que no quería volver a pensar más.
"Sr. Cracker, ¿dónde estás ahora mismo?"
"Estoy... en un área de descanso de la autopista de Nueva York... Justo después de la salida Quince-A."
"La primera cosa que quiero que hagas es llamar a tu esposa y decirle..."
"Ya me he ocupado de eso," aseguró Cracker. "Ella va a irse de la casa en cuestión de segundos."
"De acuerdo, entonces lo siguiente que tienes que hacer es tener calma y esperarme. Estaré allí en menos de una hora".
Storm sabía que mientras Volkov lo necesitase, Whitely Cracker todavía tendría sus usos.
Como carnada.
NUEVA YORK , Nueva York
Primer problema a lidiar: Storm necesitaba una muda de ropa. Afortunadamente, la ciudad de Nueva York estaba llena de establecimientos que vendían ropa. Storm pronto estuvo re-equipado, con una chaqueta de pana gris oscuro, una camiseta negra ajustada, pantalones multibolsillos grises, y —su padre habría estado orgulloso— zapatos negros con suela de goma.
Segundo problema a lidiar: Storm necesitaba un vehículo. Afortunadamente, la ciudad de Nueva York estaba llena de gente que no son dueños de uno, y por tanto, necesitaban alquilar. Dejó que su teléfono le guiase al punto de alquiler más cercano, y pronto estuvo conduciendo el único Ford que tenían. Un Fusion. No es el vehículo más sexy para un superespía internacional, pero al menos tenía un motor V6.
El tercer problema a lidiar era el más engorroso de todos: Storm necesitaba los cerebrines. Y, por desgracia, los cerebrines no estaban en la ciudad de Nueva York. Estaban en un cubículo muy por debajo y/o al lado y/o en la parte más alta de la sede central de la CIA. Y dado que acababa de ser despachado, Storm no podía llamarlos.
A menos que...
A menos que él pudiera conseguir que cierta persona que respondiese a su teléfono.
Un tono. Dos tonos.
"¿Qué quieres?" Reclamó el agente Kevin Bryan en un susurro feroz.
"Kev. Kev, colega, soy yo, Storm."
"Precisamente," susurró Bryan. "Lo siento, no podemos tener una conversación en estos momentos. No hablo con la gente muerta".
"Lo sé, lo sé. Pero necesito un favor."
"Olvídalo. Dicho sea de paso, ¿sabes que Jones está rondando por aquí? Él me confina de nuevo a la unidad de traducción si se entera que te ayudé. En este momento tu cadáver está demasiado caliente".
"No tienes elección. Me lo debes".
"¿De qué? Yo no t- Oh, espera, por esos veinte dólares de Javi? Olvídalo."
"Una deuda es una deuda", dijo Storm.
"Esa deuda no es igual a lo que sea que vayas a pedir ahora mismo."
"Está bien," dijo Storm. "Recuerda Bahrein."
Bryan hizo una pausa. Incluso en el mundo resbaladizo de la CIA, había un código de honor entre compañeros de infantería que no permitía dar ahora un paso atrás, y ambos lo sabían.
"Aww, hombre, eres increíble", dijo Bryan. "Está bien. ¿Qué necesitas?"
"Lo primero de todo, no puedes contarle a Jones nada de esto."
"Créeme, eso no es problema. Jones me despediría en el acto si sabe que aún estoy hablando contigo".
"Bien. Necesito algo de los cerebrines. Hubo un helicóptero no autorizado que voló en el espacio aéreo restringido de Manhattan a primera hora de esta mañana..."
"Sí, de alguna manera me enteré de que," se detuvo Bryan. "Por supuesto que eres consciente en qué dirección la mierda fluye, y puedo asegurarte que he sido una de las desafortunadas víctimas aguas abajo de la inundación."
"Sí, perdón por eso. De cualquier modo, haz que los cerebrines pirateen los ordenadores de la Administración Federal de Aviación. La AFA tiene una base de datos con el historial de vuelos que rastrea todos los desplazamientos autorizados y no autorizados en el aire. Necesito saber dónde fue ese helicóptero".
"Espera", dijo Bryan bajando su teléfono. Storm podía oír a Jones, todavía bramando en algún lugar del fondo.
Unos minutos más tarde, Bryan regresó: "Lo tengo. El helicóptero despegó y aterrizó desde lo que parece ser la azotea de una fábrica abandonada en Bayona. Te voy a enviar las coordenadas GPS a tu teléfono".
Storm se reía por lo bajo amargamente.
"¿Qué ocurre?" Preguntó Bryan.
"Primero París, ahora Bayona."
"¿Qué es tan gracioso?"
"Siempre acabo pensando en Bayona como el París de Nueva Jersey.”
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Re: 4º Derrick Storm "STORM FRONT" [Traducido al Español COMPLETO]
CAPÍTULO 28
FAIRFAX, Virginia
Finalmente Carl Storm había reparado el Buick. El ventilador del radiador ahora ya funcionaba en baja, media y alta velocidad, tal como lo hizo cuando lo sacó de la sala de exposición hace ya tantos años. Había tenido un problema con el cable del fusible desde el principio. Derrick tenía razón.
Ahora Carl estaba deseando que algo más se estropease en el objeto, aunque sólo fuese porque le daría algo en que pensar que no fuese en su hijo y los problemas en que seguramente se encontraba.
El hecho era que Carl Storm no tenía muchas aficiones. No era uno de esos viejos que se dedica a jugar a golf. Tenía trabajo de jardín a realizar, pero no sentía satisfacción dedicándole horas y horas. Trabajaba en su coche, pero sólo cuando se rompía.
La única cosa que podría alejar su mente era la lectura. Estaba acomodado en su sillón reclinable Barcalounger, en plena relectura de las obras completas de Stephen J. Cannell, que Dios lo tenga en su Gloria, cuando el teléfono de la casa sonó.
"¿Hola?"
"Sr. Storm", se presentó una voz clara por el otro extremo del teléfono. "Mi nombre es Scott Colston. Nosotros no nos conocemos. Pero me han dicho que debido a algo que sucedió hace muchos años en Tucson, debo llamarle e informarle sobre mi actual investigación. Y debo confiar que usted manejará esta información con la cautela precisa."
Carl Storm se sentó en la mecedora y agarró un boli y la libreta de la mesita auxiliar.
"¿Entonces tú eres el tipo de la unidad de Estafas y Fraudes? ¿Esto está en relación con la operación Hostia Sacramental?"
"Correcto", dijo Colston.
"Cuéntame."
Colston empezó a hablar. El bolígrafo de Carl rasgueaba furiosamente el papel, tratando de seguir el ritmo del flujo de información. Hubo un tiempo en que confiaría en su memoria, cuando tenía un cerebro como una esponja que empapaba todos los detalles de una nueva investigación de forma casi automática. Pero estaba fuera del juego desde hacía mucho tiempo. La esponja no era tan absorbente como solía ser.
Además, no era su culo el que estaba en riesgo. Era el de Derrick. Y eso era mucho más importante.
Mientras hablaba Colston, Carl le acribilló con preguntas. ¿Cómo fue tu primera toma de contacto con esto? ¿Cuándo comenzó esta actividad? ¿Cuántos fondos han sido desviados de nuevo? ¿Dónde se esconde él?
Él no sabía qué partes podrían llegar a ser importantes y cuáles superfluas. Quería asegurarme de no perder ningún detalle que Derrick necesitase.
Cuando el hombre acabó, Carl le dio las gracias.
Entonces llamó a Derrick.
"Hijo", dijo. "Tengo que hablarte de algo llamado Operación Hostia Sacramental."
La llamada le duró a Derrick todo el camino desde la ciudad hasta el área de descanso del upstate. Le llevó tanto tiempo a Carl por revisar todas sus notas y explicarle todo. Pero fue un tiempo bien empleado.
En el momento que Derrick dejó su coche, las líneas generales de su plan —algo así como los primeros truenos de lo que pronto sería una estruendosa sinfonía— empezaban a encajar en su lugar. Por lo menos, Storm había resuelto cómo iba a lidiar con Whitely Cracker.
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Re: 4º Derrick Storm "STORM FRONT" [Traducido al Español COMPLETO]
CAPÍTULO 29
SLOATSBURG, Nueva York
En el trabajo del día a día, Derrick Storm a menudo veía gente en el peor día de su vida. Pero nada había más patético de ver que Whitely Cracker en el peor día de su vida. Tal vez porque fuese tan rico, tan brillante, había estado tan protegido desde el momento en que estuvo en su cuna: Cuando los mega-ricos caen, lo hacen desde una altura mucho mayor, y cuando caen a lo más hondo, aterrizan en un lugar cuya existencia raramente imaginaron.
Al entrar en el área de descanso Sloatsburg de la autopista de Nueva York, Storm vio a Whitely Cracker sentado en una mesa más solo que perro malo, arqueado sobre un donut, con mirada asustadiza, ensangrentado y empequeñecido.
Además, debería estarlo. Estaba siendo perseguido por un energúmeno que no vacilaría en masacrarlo a él y a su familia. Su patrimonio neto descendía a millones en negativo. Y cuando la noticia de su ruina se filtrase y sus clientes se diesen cuenta que sus inversiones se habían esfumado, su en otro tiempo buen nombre, bajaría junto al de Bernie Madoff, Michael Milken, y los nombres de todos los estafadores de Wall Street que llegaron antes. Su hijo, Whit el VI, sería el último del linaje Graham Whitely Cracker. El niño probablemente cambiaría su nombre sólo para distanciarse de la vergüenza de llevarlo.
El hombre que mordisqueaba ese donut había envejecido veinte años desde que Storm lo hubiera visto la noche anterior. Storm reconoció, de alguna manera importante, que Cracker había claudicado por completo a lo que iba a venir ahora.
"Oh, gracias a Dios que estás aquí", dijo cuando vio a Storm acercándose. "Muchas gracias por venir."
No era el tono habitual de probablemente-te-sorprendas-por-qué-te-he-reunido-aquí-hoy que Whitely Cracker utilizaba habitualmente. Era humilde. Sincero.
"Sé que no merezco tu ayuda", añadió.
"Sí, eso es verdad", replicó Storm. "Y para que quede claro, Sr. Cracker, no estoy aquí como favor personal hacia tí y no estoy aquí porque me gustes. Estoy francamente disgustado contigo. Tus acciones y decisiones han provocado la muerte de decenas de personas inocentes por todo el mundo. Pienso que deberías pasar el resto de su vida en la cárcel por lo que has hecho. No sé lo que el gobierno de EE.UU. tendrá que decir al respecto. Pero si encuentro la oportunidad de exponer mi opinión, lo haré".
Estaba pensando en todas las víctimas de Volkov cuando lo dijo, pero sobretodo en Ling Xi Bang. No, Cracker no había apretado el gatillo de la bala que le seccionó la arteria femoral, ni la bala perforadora de su intestino. Fue Volkov quien hizo eso. Y Storm reconocía que él mismo también era responsable de su muerte. Pero el hecho era, que si Whitely Cracker nunca hubiera entrado en la vida de Storm, Ling Xi Bang todavía estaría viva. Storm siempre lo despreciaría por eso. La única razón por la que Storm no se consumía con encontrar una manera de asegurarse que Cracker fuese adecuadamente castigado era que la de parar a Volkov importaba más.
"Entiendo", dijo Whitely equitativamente. "Pero quiero que sepas, que se suponía—"
"No tengo tiempo para excusas," lo cortó Storm. "Nos tenemos que ir. Vamos."
Storm le dio la espalda y a grandes zancadas se dirigió hacia la salida. Cracker dejó caer su Donut a medio comer y salió en desbandada tras él.
"No estoy tratando de poner excusas. Créeme, no lo hago. Pero quiero que entiendas lo que pasó. No espero perdón o... o simpatía... ni nada. Pero me gustaría que al menos supieses la verdad tal como yo la veo".
Storm empujó las puertas dobles del parking, allí vio el Jaguar de Cracker.
"Cogeremos tu coche", dijo Storm, sin mirar atrás. "Y yo conduzco."
Storm había visto por primera vez el Jaguar en el garaje de Cracker cuando cogió el Maserati. El motor V12 del Jaguar podría ser útil.
"Sí, sí, está bien, " aceptó Cracker. "De todos modos, como iba diciendo, yo... Mira, sé que no quieres oír esto, pero, de verdad, se supone que nadie iba a salir lastimado. Volkov se presentó como un mercenario experto en vigilancia. Se suponía que debía espiar a estas personas, robarles sus códigos, y después dármelos a mí. Matar nunca fue algo que discutimos".
Llegaron al Jaguar.
"¿De verdad esperas que me crea eso?", espetó Storm. "Contratas a un hombre como Volkov por una única razón, y es la de matar gente. Es lo que hace. Eficazmente y sin remordimientos. Me resulta difícil de creer que un hombre que hace búsquedas para ganarse la vida no ha sido capaz de averiguar algo más sobre quién es Volkov. Llaves".
"¿Qué?"
"Dame las llaves."
"Oh, sí. Lo siento", se disculpó Whitely, sacándoselas de su bolsillo y lanzándoselas a Storm. "Mira, sé lo que estás diciendo, y sé cómo debe sonar, pero te estoy diciendo la verdad. Tienes que recordar que investigo empresas, no criminales. Nunca tuve ningún pensamiento sobre derramar sangre cuando Volkov y yo hablamos por primera vez. Incluso le estaba pagando extra porque dijo que la forma en que yo quería hacer el trabajo era más difícil. Eso también era una parte importante de mi plan. Supuestamente, nadie sería consciente de que esto estaba sucediendo. Quería esto discretamente, sin llamar la atención en absoluto —ni desde la comunidad financiera, ni bajo la aplicación de la ley, ni bajo nadie—. Entonces, lo siguiente que supe, fue que estaba dejando un rastro de cuerpos por todas partes y yo no podía controlarlo".
Storm se acomodó en el lado del conductor, reclinó el asiento hacia atrás, y encendió el motor. Por mucho que odiara admitirlo, la versión de Cracker de la historia sonaba plausible. Y, por mucho que odiara participar en la conversación de Cracker, su curiosidad era conseguir lo máximo de él.
"Pero ¿por qué, Cracker? ¿Por qué? ¿Por qué poner en marcha un plan como éste en acción? Estoy bastante seguro de que lo sé, pero necesito escucharlo de ti."
"Porque estoy en la ruina", dijo Cracker.
"Eso he oído. ¿Cómo es eso posible?"
"No lo sé. Realmente no lo sé. Pensé que mis operaciones eran todas muy buenas. La mayoría de ellas. No estoy diciendo que todos los tratos que yo terminé fuesen una victoria. Nadie en este negocio tiene un promedio de bateo perfecto. Pero yo estaba ganando por lo menos ocho de cada diez veces. O yo pensaba que así era. Pero supongo que... Mira, sé que esto suena ridículo, pero yo siempre he estado muy orientado hacia los procesos. Estoy en todo lo que se hunde muy profundo, prestando atención a los detalles de cada operación, y luego dejo que otras personas a lidien con el resto. Yo nunca presté tanta atención a la línea de fondo. Y lo siguiente que supe, es que mi contable se acercó diciéndome que estaba en la ruina".
"Su contable. ¿Theodore Sniff?", Dijo Storm, incorporándose al tráfico hacia el sur y acelerando hasta que estuvieron muy por encima del límite de velocidad.
"Oh, ¿Conoces a Teddy, también? Sí, él. Buen chico. Trajes arrugados".
"Estabas diciendo que él te dijo que estabas en quiebra."
"Sí, arruinado. Y no estoy hablando sólo de un tipo rico arruinado, estoy por debajo de los últimos cientos de millones que juré que nunca tocaría. Al parecer, ya los toqué hace tiempo. Estoy hablando de un agujero de miles de millones. Miles de millones. Podía engañar a la gente durante un tiempo porque mi nombre es Graham Whitely Cracker V, pero no se puede dar largas para siempre. Todo estaba a punto de derrumbarse sobre mí".
"Entonces que llamas a tu amigote, el senador Whitmer."
"Wow, realmente has hecho los deberes. Cuidado con el camión."
Storm había metido el Jaguar en una situación complicada entre un camión de dieciocho ruedas y una minivan por lo que él debía escabullirse del lento Mitsubishi que se había instalado permanentemente en el carril de adelantamiento —la manera en cómo se desarrollaba hizo que, en pocas palabras, Storm desease que el Jaguar tuviese montados unos lanzacohetes delanteros—.
"En cualquier caso, sí, leí el artículo de Rodney Click. Muchos de nosotros que están activos en el mercado de divisas extranjeros lo hicimos. Incluso habíamos hablado de ello, de esa manera que se habla de, no sé, el BigFoot o el monstruo del lago Ness. Todos los demás de se rieron de eso. Pero yo estaba rondando con ella en mi mente. Y, al mismo tiempo, me estaba poniendo más y más desesperado cada vez que hablaba con Teddy Sniff. La teoría Click aparecía como mi única escapatoria. Entonces llamé a bueno del viejo Donny Whitmer y le pedí un favor y me dijo que por supuesto. Lo siguiente sabía era que la teoría Clic, se había transformado del Lago Ness a un pequeño pez de color nadando en una pecera. Estaba ahí, justo para mí. Todo lo que tenía que hacer era meter la mano y agarrarlo".
"Porque sabías que podías hacer una matanza cuando la teoría Click se impusiese," dijo Storm mientras se colocó en un camino claro y aceleró.
"Eso es correcto. Sabía que las acciones estadounidenses caerían en picado mientras que los metales preciosos y cualquier cosa no concerniente al dólar se quedarían fuera del espectáculo. Así que realmente era muy simple. Yo estaba vendiendo corto en todo lo que podía, almacenando oro, plata y moneda no estadounidense, esperando tornar con mi fortuna."
"Y al infierno con el resto del mundo", insinuó Storm.
"No, esa era la mejor parte", dijo Cracker. "Rodney Click es un tipo muy inteligente, pero tiene un conocimiento más teórico de las cosas. Él no comprende plenamente la forma en que el ForEx funciona en la práctica. Pasó por alto ciertos mecanismos correctivos que habría entrado en funcionamiento en cuanto los comerciantes sabedores observasen el nuevo panorama. ¿Y si entendieras estas medidas y todavía tuvieras los seis códigos MonEx de esos seis tratantes? Podrías esperar una semana y luego revertir completamente los efectos de la teoría Click. Hubiera hecho un desastre, sí. Pero hubiera sido un desastre temporal. Habría limpiado todo de nuevo. Hubiera estado todo reestablecido otra vez en una semana, y al final de ella, yo habría estado de nuevo al cien por cien."
"A expensas de la gente estafada."
"Créeme, la gente con la que negocio pueden manejar un puñado de pérdidas", dijo Cracker. "Mira, yo sé... sé que lo que hice exactamente no va hacerme ganar ningún voto para el Hombre del Año, pero yo... también yo hago mucho bien con mi dinero. Doy mucho a la caridad. Trato de ayudar a la–"
"Ahórratelo", cortó Storm.
"Vale, vale, lo sé, pero yo–"
"Cállate".
"Sí, señor".
"Escucha, Cracker, si los dos salimos con vida de ésta —y ésto sigue siendo un gran “si” — va a llegar un momento en que voy a sugerirte que hagas ciertas cosas. Corrección, voy a exigirte hacer ciertas cosas. Las harás sin pensarlo dos veces, lo harás de forma anónima, y las harás sin expectativas de reconocimiento o recompensa. ¿Queda claro?"
"Cristalino".
"Bien."
Condujeron en silencio durante un minuto o dos.
"¿Puedo preguntarte algo?", Dijo Cracker.
"Sí. Una cosa".
"¿A dónde vamos?"
"A ver a un agente del FBI."
"¿El FBI? ¿Por qué el FBI?"
"Lo siento", dijo Storm. "Se acabó tu turno de preguntas."
Bernie Madoff, Michael Milken Ambos, corredores de bolsa cometieron fraudes, el primero estafó miles de millones de dólares, el segundo es conocido como el rey de los bonos basura, acusado principalmente por evasión fiscal, intercambio de información privilegiada, devolución de ganancias ilícitas y diversos delitos de valores.
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Re: 4º Derrick Storm "STORM FRONT" [Traducido al Español COMPLETO]
¡¡CAMBIO DE DECIMAL EN EL NÚMERO DE LOS CAPÍTULOS!!! significa que ya queda poco
EAST RUTHERFORD, Nueva Yersey
La Oficina Local del FBI de East Rutherford es uno de los puestos menos publicitados de la agencia más poderosa de Estados Unidos. La puedes encontrar junto a la Ruta 17, una carretera secundaria con tráfico denso, escondida entre grandes almacenes, cadenas de restaurantes y gasolineras. Se albergaba en un edificio de oficinas sin ningún letrero que se parecía a una gragea de menta Tic Tac, porque es largo, blanco y de algún arquitecto de los setenta que pensó que redondeando las esquinas de cada extremo daría a su creación un aspecto distintivo.
Y si eres un corredor de bolsa de Wall Street, éste es el último lugar en el que nunca desearías encontrarte.
La oficina local de East Rutherford da cobijo a la famosa —o infame, dependiendo de tu punto de vista— WCCU. La Unidad de Delitos Financieros. A menudo trabajando en conjunto con la Comisión de Bolsa y Valores. La unidad cuenta con algunos de los agentes más inteligentes que el FBI tiene, lo cual es importante porque van detrás de algunos de los granujas más sofisticados de América. La mayoría de los agentes que aterrizan en la WCCU están porque tienen Máster en Administración y Dirección de Empresas u otros títulos superiores; y además, en honor a la verdad, son unos resentidos.
Y resulta que, eso es tan importante como cualquier otra formación académica para hacer uso de ella. Las personas con las que tratan rara vez reconocen que han actuado de manera ilegal y rara vez se ven como criminales. El ladrón que roba dinero de un banco entiende que está haciendo algo malo. El ladrón que hace uso ilícito de un fondo de pensiones piensa que sólo zarandea papeles en el aire.
Por definición, cuando capturas a un estafador, hay un cierto número de ellos indignados, yo-hago-lo-que-sea-que-estoy-haciendo-al-igual-que-hacen-los-demás, inventando excusas. Y, para ser justos, tienen razón. Ellos sólo imitan lo que muchos de sus colegas hacen, pero con la diferencia de que ellos no han sido pillados. La naturaleza caótica de esto es más fácil de reconciliar si tienes una cierta actitud —y una cierta rectitud moral— con el trabajo.
Storm llegaba a este departamento improvisando hasta cierto punto. Todavía no se había puesto en contacto con el FBI —sólo lo hizo su padre— y no sabía cómo de cooperativos o cercanos serían los federales con alguien que no fuese de los suyos.
Pero esperaba que actuasen bien con él. Para que funcionase el plan que ahora mismo estaba maquinando, Storm necesitaba —por desgracia— a Whitely Cracker reintegrado, que fuese económicamente solvente.
Cuando menos, Storm podía disfrutar de la ironía de la situación: Llevaba a un corredor de bolsa a un lugar que lo sentiría como una prisión como primer paso para luego huir de ella.
Sacó el Jaguar de la carretera atestada y en el estacionamiento, al igual que Whitely contempló el edificio algo intimidado.
"He oído hablar de este lugar", dijo Whitely.
"¿Ah, sí?"
"¿Sabes de qué manera los Boy Scouts se sientan alrededor de la fogata y cuentan historias de fantasmas? Este es el tipo de historias de fantasmas que se cuentan en mi club de tenis. Sobre gente que retienen aquí. Ellos llaman a este edificio la “Píldora Venenosa", porque eso es lo que parece y eso es lo que quieres tener a mano si alguna vez te piden venir aquí para ser interrogado. Para las personas en mi mundo, esto es como la oficina del director, la silla del dentista y el Pa’s woodshed —todo en uno y luego empeorado un millón de veces más—."
Storm hizo caso omiso del comentario. No estaba de ánimos para el humor negro de este hombre. La muerte no era divertida para Storm. Era un dolor sordo en un espacio vacío que una vez estuvo ocupado por Ling Xi Bang.
Storm aparcó y salió del coche. Con recelo, sacó el revólver de Harry el Sucio de la pistolera de su costado sabiendo que no pasaría más allá del detector de metales. Lo lanzó al maletero del Jaguar, lejos de cualquier garduño manilargo que pudiese rondar por el estacionamiento y gustarle.
Entraron al edificio cruzando el sello incrustado del FBI camino a un detector de metales, un registro concienzudo, y un breve aunque vigorizante cacheo.
Una vez atravesaron la primera línea de seguridad, un agente preguntó si tenían cita.
Storm no la tenía. Pero dijo: "Estoy aquí para ver a Scott Colston."
El agente frunció el ceño. "Me temo que el agente Colston está fuera."
"Esperaremos", informó Storm.
El hombre los dirigió a un banco de madera rígida en el vestíbulo. No tenía almohadas. Particularmente, al FBI no le importaba si sus visitas estaban cómodas.
A unos cinco minutos de empezar su espera, una falange de agentes irrumpió por la puerta principal. Dos de ellos sostenían las puertas dobles extra anchas esperando a que entrase un agente corpulento con perilla que escoltaba a un hombre bajito, gordo, calvo y con un traje arrugado.
Un traje arrugado y esposas.
Si la mandíbula de Whitey Cracker no estuviera articulada, se habría caído al suelo. La expresión de su cara era auténtica confusión, como si estuviera viendo a alguien demasiado familiar para él, pero en un lugar completamente equivocado.
"¿Teddy?", Vociferó Whitely mientras Theodore Sniff y sus escoltas atravesaban seguridad." Teddy, ¿qué estás hac...? ¿Qué haces aquí?"
Los agentes tenían un rostro inmutable. El tipo corpulento espoleaba suavemente a Sniff a seguir adelante. El contable hacía todo lo posible para evitar el contacto visual con su jefe.
"Teddy, ¿qué está pasando?", Preguntó Whitely.
La atención de Sniff estaba ahora firmemente fija en el suelo de delante de él. Estaban pasando por delante de Storm y Cracker de camino hacia el ascensor. Y Whitely finalmente empezó a poner las cosas en su conjunto: Ningún financiero era llevado maniatado a la Píldora Venenosa para conseguir una buena mención de ciudadanía.
"Teddy, ¿qué has hecho?"
Todavía nada por parte de Sniff. Whitely caminó hacia el hombre corpulento. "Disculpe, señor. Mi nombre es Whitely Cracker y este... éste es mi contable. Por favor, ¿puede decirme por qué lo han traído aquí?"
El hombre se volvió hacia Cracker, lo juzgó un momento, abrió la boca, la cerró como si lo hubiera pensado mejor, por último, decidió que no sería perjudicial.
"Apropiación indebida", dijo escuetamente.
"¿Malversación? Pero... pero ¿a quién ha estado malversando?"
El hombre miró a Cracker como si fuera un idiota de primera. "A ti, por supuesto."
La mandíbula de Cracker estaría ahora no sólo a ras del suelo, sino en el subsuelo, el sótano, el lecho de roca, y más allá hasta el núcleo de la Tierra. El peor día de su vida había empeorado de otra manera: él no sólo estaba roto y cazado, había sido traicionado por uno de sus colaboradores más cercanos.
Otro hombre podría haber estado enojado por saber esto. Esa no era la naturaleza de Whitely Cracker. Estaba más que nada desconcertado.
"Pero Teddy... Teddy, ¿cómo pudiste? ¿Después de todo lo que hemos hecho juntos? He... Te he tratado como de la familia. Te he dado bonos extra, vacaciones extra. Eres el padrino de mi niñita, ¡Por el amor de Dios! Empezamos juntos..."
El ascensor había llegado. Sniff y sus escoltas estaban subiendo a bordo.
"Les agradecería que ustedes caballeros, esperasen aquí", dijo el hombre corpulento. "Ahora mismo sería muy útil tenerlos aquí. Simplemente, todavía no estamos listos para atenderlos."
Whitely apenas oía débilmente al hombre. Él estaba ocupado suplicando algún tipo de reacción de este hombre que hasta hace unos instantes había sido su mano derecha de confianza.
"Habla... háblame, Teddy. Yo no... No lo entiendo. ¿Cómo pudiste hacerme esto a mí, Teddy? ¿Qué es lo que te he hecho, Teddy? "
Al final, Sniff se volvió a su jefe, subiendo la cabeza bien alto, y con una voz que podía matar contestó: "No me llames Teddy. Odio ese nombre. Siempre he odiado ese nombre. Mi nombre es Theodore. ¿Entiendes hijo de puta?"
Después de que las puertas del ascensor se cerrasen, Storm y Cracker fueron empujados al banco. Eso le venía bien a Storm. Necesitaba tiempo para pensar, para rellenar con carne y piel el esqueleto del plan que había trazado.
Cracker paseaba la mayor parte del tiempo. También tenía mucho en que pensar.
"Entonces," dijo en un momento dado, " todos esos micros en mi casa. ¿Son del FBI?"
"En realidad, son de la CIA", aclaró Storm. "Ellos... vigilaban para proteger los activos de uno de tus clientes extranjeros más importante, estratégicamente hablando."
"Ah, sí. El príncipe Hashem".
"Eso es."
Se sumieron de nuevo en sus pensamientos. Una media hora más tarde, un agente bajó y dijo que el agente Colston –el tipo corpulento con perilla– estaba agradecido por su paciencia, pero necesitaba un poco más de tiempo para interrogar al acusado.
Sniff no era un sospechoso más. Ahora era el encausado.
Una hora más tarde, Storm recibió un mensaje de texto del teléfono de Kevin Bryan. "Una camioneta ha salido desde la ubicación de Volkov en Bayona. Informaré de movimientos adicionales. ¿Seguro?"
Storm pensó en su actual posición y envió un mensaje de respuesta: "No podría estar más seguro."
La réplica: "Bien. Mantén esta vía."
Storm esperaba que Volkov no se quedase en Bayona. Era un depredador. Los depredadores permanecen en movimiento. Es un hecho en el reino animal que los carnívoros tienden a tener territorios mucho más extensos que los herbívoros. El mundo humano podría asemejarse. Storm trataba de pensar en cómo usar ese hecho contra Volkov.
De alguna manera deseó poder aprovechar la fortaleza de la Agencia, pero conocía demasiado bien cómo operaban. Tenían leyes que seguir, jurisdicción que respetar, procedimiento al que adherirse. Y por encima de todo, no era su investigación. No tenían ninguna evidencia que justificara una acción contra Volkov. La mera palabrería de un detective privado no empezaría la acción.
Él estaba volviendo a pensar en lo que sería capaz de lograr por su cuenta cuando un agente apareció en la planta baja, los invitó al ascensor y los llevó a una sala de conferencias en el segundo piso.
Allí, los recibió el agente Colston.
"Gracias por su espera, Sr. Cracker" dijo Colston, luego se volvió hacia Storm. "Creo que nunca hemos coincidido."
"Derrick Storm."
Por un breve momento una sonrisa apareció en el rostro de Colston, justo antes de ocultarla. "Qué casualidad. A primera hora de esta mañana estuve hablando con un hombre llamado Carl Storm. ¿Puede ser un pariente suyo?"
"Es posible," respondió Storm.
"¿Y cuál es su interés en este asunto?"
"Soy detective privado", dijo Storm presentando su tarjeta de visita de Investigaciones Storm. "El Sr. Cracker me ha contratado".
"Me parece bien", dijo Colston. Desvió su atención lejos de Storm. "Sr. Cracker, tengo que decir, que es inusual tener a la espera a la víctima de un crimen en el vestíbulo antes de que yo viniera con el hombre que estamos acusando de defraudarle. Pero supongo que también es conveniente."
"Así le ahorro un viaje a Manhattan", dijo Cracker amistosamente.
"Bueno, sí". Colston hizo una pausa, juntó las manos y las separó. "Creo que deberíamos empezar por el principio. Me ahorraré algunos detalles, pero puedo darte un esbozo de nuestra investigación. Nos dieron un chivatazo diciendo que existían irregularidades financieras en Prime Resource Investment Group que valía la pena investigar."
"¿Un chivatazo? ¿De quién?"
Colston meditó otra vez cuánto debía decir. Pero, en última instancia, Cracker probablemente lo sabría de todos modos.
"De hecho, fue tu esposa."
"¿Melissa?" dijo Cracker como si tuviera más de una esposa y necesitase aclarar su identidad.
"En efecto."
"Pero, ¿cómo hizo ella...?" empezó, luego negó con la cabeza. "Y pensar que la gente no me cree cuando digo que ella es más inteligente que yo."
"De cualquier manera, nos dieron algunas órdenes, y por supuesto, hemos sido capaces de encontrar que ha existido un goteo constante de dinero de tus cuentas que se remonta años atrás. Como muchos de los malversadores, el Sr. Sniff comenzó con cantidades pequeñas, luego se volvió más audaz a medida que el tiempo avanzaba y él no era descubierto. Con el tiempo, se dio cuenta que tú no estabas al tanto de tu negocio, y el goteo se convirtió en un torrente. Tenía una forma de hacerlo muy elaborada, nos tomó tiempo desentrañar todo. Pero, en esencia, te robaba a ciegas. Ha ocultado miles de millones en cuentas en el extranjero, tanto en el Caribe como en Suiza".
"¡Lo sabía!" Exclamó Cracker.
Colston y Storm lo miraron sin entender.
"Bueno, bien, obviamente yo no lo sabía. Pero yo... Es tal como le estaba diciendo antes al Sr. Storm. Sabía que mis transacciones eran en su mayoría fructíferas. No tenía ningún sentido que estuviera sin dinero. De la misma forma que hace unas semanas, convertí algunos futuros granos de cereales en..."
"Sr. Cracker, si no te importa, tengo mucho trabajo que hacer aquí", interrumpió Colston.
"Lo siento, lo siento. Continúe".
"Durante un tiempo creó libros falsos para ti. Luego se dio cuenta que en realidad era más divertido —para él— si pensabas que estabas en bancarrota. No sólo sería el estrés, tendrías que pedir dinero prestado para tratar de recuperar lo que habías perdido, eso te pondría en un agujero aún más profundo cuando al final sacara el tapón. Te quería tan humillado como fuese posible. Mantuvo los libros mayores falsos para tus clientes y la Comisión Nacional de Valores y Bolsa, por supuesto. Por lo tanto, nos tomó un tiempo desenredar todo. Al final hemos sido capaces de establecer lo que hacía y cómo lo hacía. Se aclaró al ser capaces de observar las pautas generales indirectas. Sólo faltaba poder atraparlo en el acto. Así que convencimos a Lee Fulcher fingir que tenía una llamada de valores marginales y pedir todo el dinero".
"¿Eso era falso?"
"Fue una trampa", dijo Colston. "El Sr. Sniff se había convertido increíblemente codicioso. Una vez más, quería ponerte en el agujero más profundo posible. Sabíamos que si había una petición repentina por valor de cuarenta y tres millones de dólares, se pondría en acción."
"Porque ¿Eso le tendría hacer sacar el dinero?"
"No, en realidad, todo lo contrario: porque lo haría usurar lo poco que pudiese. Él sabía que la llamada de valores marginales sería lo que te llevaría al límite. Este era su último retiro antes de que te liquidase las cuentas por bueno. Por suerte para ti estábamos vigilando. Él hizo su movimiento justo antes del trato final de ayer. Nos aseguramos de que estuviese plenamente documentado, y luego lo arrestamos hoy a primera hora".
Una expresión de asombro total invadió a Cracker. "Increíble, y, ¿qué pasa ahora?"
"Bueno, hemos estado teniendo, eh, conversaciones con el Sr. Sniff las últimas horas", dijo Colston. "Le mostramos algunas pruebas nuestras y presentamos dos escenarios. Uno de ellos es donde decide luchar contra nosotros. Él no tiene bienes con que hacerlo, porque tenemos a un juez que ha congelado todas sus cuentas. Él se iría a pique de todos modos. Acumulamos los cargos, insistiendo en sentencias consecutivas en lugar de concurrentes, y lo enviamos al agujero más desagradable de la prisión que podamos encontrar, en la que es más que probable ser violado y agredido por los compañeros de prisión, hasta que ya se muera de vejez o por puro agotamiento. O..."
Colston se permitió otra minúscula sonrisa antes de continuar: "O él coopera, admite irregularidades, devuelve el dinero que te robó a ti y tus clientes, y sirve diez años en un prisión de mínima seguridad para delincuentes de fraude. La segunda oferta puede ser demasiado generosa pero es una que nos ahorra mucho tiempo y recursos que pueden dedicarse mejor a la captura de otros rateros. Y te acelera todo el proceso financiero que si la cosa se tiene que arrastrar a través de los tribunales".
"¿Y?" preguntó Cracker inclinándose hacia adelante.
"Él está esperando firmar los documentos de acuerdo con el fiscal en estos momentos", dijo Colston. "La buena noticia para ti es que no ha gastado nada del dinero que te robó. En realidad, él ha hecho un buen trabajo invirtiéndolo. Creo que te va a terminar gustando la devolución".
Su fortuna restaurada, Cracker estaba radiante, lo suficiente para que Storm estuviese bastante seguro de que había olvidado —momentáneamente— que todavía tenía un ruso sociópata tras él.
Pero después de recibir las garantías de que iba a obtener noticias por parte de Colston, salió del edificio y no le llevó mucho tiempo recordar. Él y Storm giraron a la derecha ya fuera del estacionamiento de la Píldora Venenosa, incorporándose a la calzada de tres carriles de la Ruta 17 dirección sur.
No habían circulado más de 800 metros cuando las balas empezaron a silbar.
Tres balas impactaron en la parte trasera del Jaguar, perforando tres agujeros del tamaño de 3 monedas de 5 en el parachoques.
Cracker se hundió rápidamente en el hueco del asiento del pasajero. "¡Alguien nos está disparando!" Gritó. "¿Por qué alguien nos dispara?"
La única reacción de Storm fue la de apretar el acelerador y mirar por el espejo retrovisor a la fuente de los disparos. Era una camioneta blanca modelo Lincoln Mark LT. Tenía un conductor y un pasajero, ninguno de los cuales Storm pudo distinguir por culpa del reflejo del sol de la tarde. El hombre que disparaba contra ellos estaba de pie en la plataforma de carga, apoyado contra el techo de la cabina. Portaba un rifle de asalto AR-15 semiautomático, la versión civil del militar M-16.
El primer pensamiento de Storm fue que se trataba de una elección extraña. El AR-15 tenía sus usos, y había razones para que hubiese sido el rifle estándar del ejército de EE.UU. durante más de cuatro décadas —era ligero, preciso, fácil de llevar, simple en su diseño, y barato por la producción en masa—. Pero se parecía más a una cerbatana en un escenario donde una pistola contra elefantes hubiera sido una mejor opción. En la parte trasera de la camioneta, Volkov podría haber montado una Browning M2 calibre .50 que sólo habría necesitado unos treinta segundos para transformar al Jaguar en un montón de chatarra triturada. El AR-15 de calibre .223 simplemente no tenía el mismo impacto.
Entonces Storm lo dedujo: los neumáticos. Estaban tratando de disparar a los neumáticos, desestabilizar el Jaguar y secuestrar a Cracker. No podían arriesgarse a matarlo. Él era su llave para desbloquear el poder de los códigos MonEx.
Storm supo que esa era su vulnerabilidad. Disfrutó de la idea de entrar en un tiroteo abierto con gente que tendría miedo de disparar de nuevo.
Más disparos volaron, pero esta vez se perdieron por bajo, rebotando en el pavimento. Los coches comenzaron desviarse del camino del Lincoln. Los conductores de Nueva Jersey eran de una estirpe resistente, hechos a una conducción agresiva prolongada, pero un tiroteo era demasiado, incluso para ellos.
El plan de Storm era simple: encontrar un lugar para detenerse donde nadie pudiera recibir un disparo por fuego cruzado, sacar el revolver de Harry el Sucio, y tomarse su tiempo acabando uno a uno a los tres asaltantes. Rebuscó en su chaqueta y maldijo en voz alta.
"¿Qué pasa?" Preguntó Cracker.
"Olvidé mi arma en el maletero", dijo.
No podía hacer un alto ahora. Y pronto habría un problema. Esta sección de la Ruta 17 tenía semáforos. Muchos. Hasta ahora habían estado en verde. Pero eso no duraría.
"Sube tu patético culo a este asiento y ponte el cinturón de seguridad," ordenó Storm.
"Pero ellos están disparando."
"No a ti."
"¿Qué...?"
"Cinturón de seguridad. Ahora", ordenó Storm, cortó el volante con fuerza a la izquierda para esquivar un Honda, enviando a Cracker contra la puerta del lado del pasajero. Cuando se recobró, cumplió la orden de Storm.
"¿Qué vas a hacer?" preguntó Cracker con la voz quebrada por el pánico. "¿Tienes...? ¿Tienes un plan?"
"Sí. Mi plan es para que te calles".
Storm comenzó a abrirse paso entre los coches de sus compañeros de viaje, cruzándose de un carril a otro, quemando una gran cantidad de goma en el asfalto, y asegurándose que sus neumáticos nunca fuesen expuestos a un disparo limpio por parte del pistolero. El Jaguar era más rápido que el Lincoln, pero en medio de este tráfico, la ventaja se mitigó. Necesitaba una vía libre, sin semáforos de carretera si quería tener una oportunidad de aventajar a sus perseguidores.
Entonces su GPS mostró que, como si fuera enviado por los dioses, se aproximaba una gran autovía. Señalizada como Ruta 3. Storm se permitió una media sonrisa. La Ruta 3 permitía conducir con bastante rapidez a Turnpike de New Jersey. Sólo quedaba un semáforo entre él y más de un centenar de kilómetros de carretera sin interrupción.
Entonces la luz cambió a rojo.
Siendo Nueva Jersey, unos cuantos coches se saltaron el semáforo. Pero otros, los vehículos de delante de Storm obedientemente estaban deteniéndose. Tiró del volante a la derecha, llevando el Jaguar por el arcén, sin pisar el acelerador, pero sin atreverse a frenar. No podía darle al matón de la caja de carga del Lincoln un disparo cercano.
La intersección ahora estaba aliviando el tráfico como si fuera una única línea continua, entrando coches desde ambos lados, dejando una mínima distancia entre cada coche.
"Tu secretaria me dijo que tienes una sala de videojuegos arcade," dijo Storm mientras medía la maniobra que iba a intentar. "¿Alguna vez jugaste al Frogger?"
"No ¿Por qué?"
"Estás a punto", dijo Storm.
Tocó el freno medio segundo mientras miraba el carril de la izquierda, enseguida miró al carril de la derecha. Desde el Lincoln venían más disparos, pero eran erráticos. Un cartel de Exxon que estaba a su lado se hizo añicos. Algunas jardineras explotaron. Storm sólo rezó para que los conductores apiñados de igual forma que sus depósitos de combustible circulasen sin recibir un disparo de rebote.
El Lincoln se acercaba. Y rápido. Si frenaba mucho más tiempo, iba a ser alcanzado por detrás, probablemente empujándole contra otro coche. Él estaría en un punto muerto. Si eso ocurría, bien podía abrocharle el cinturón de seguridad a Cracker en el Lincoln, y luego pegarse un tiro —así le ahorraría tiempo a todo el mundo.
Entonces vio un resquicio, aunque no muy grande. Tal vez fuese suficiente. Tal vez no lo fuese. Pero el momento para más deliberaciones había pasado. Dos balas impactaron en el maletero del Jaguar. Si el tirador ajustaba el objetivo sólo unos centímetros más abajo, Storm perdería cualquier oportunidad que tuviese en la persecución. Era momento de actuar. Pisó el acelerador a fondo y el Jaguar se precipitó adelante.
"Agárrate," gritó Storm.
Los claxon sonaron estridentemente. Cracker cerró los ojos. Storm agarró el volante de dirección como si fuera su vida misma. Se encarriló a un claro del carril de la izquierda —el primer carril de los coches que tenía que sortear— pero no había tal vacío en el carril de la derecha. Se dirigía directamente hacia la puerta del lado del pasajero de un Subaru. Pudo ver los ojos del conductor engrandecerse y bajar su mandíbula para dar rienda suelta a un chillido al darse cuenta de que estaba a punto de ser embestido por lo que parecía ser un auto fuera de control. Pero Storm no podía encajarse sin recortar otro coche por la derecha. La colisión era inminente.
Entonces, en el último segundo, él dio un codazo al volante a la derecha. Pasó con apenas unos centímetros de diferencia. Storm dejó escapar un grito rebelde mientras entraban en la Ruta 3, ahora totalmente sin obstáculos.
Detrás de él, oyó el crujido del metal de la colisión frontolateral que el Lincoln propinó al Subaru.
Storm sólo esperaba que, debido a que el coche no iba demasiado rápido, el conductor estuviese bien. Él no era un hombre profundamente religioso, pero pronunció una breve oración.
Storm mantuvo el pedal del acelerador a fondo hasta llegar a la salida izquierda que llevaba a la autopista. A medida que giraba sobre la rampa de acceso a la autopista suavizó la velocidad, relajando la fuerza con que apretaba el volante.
Cracker parecía que se iba a desmayar. Comenzó a hacer algunos ejercicios de respiración extraños. Storm estuvo a punto de decirle que parase —era molesto— pero luego decidió dejarlo jadear. Era mejor que tener que oírlo hablar.
Storm mantenía un ojo en la carretera, y otro en el retrovisor. Tan pronto como corrigió la dirección y llegaron a la entrada, aceleró. Un cartel de bienvenida les mostraba que la salida a la autopista de peaje de Nueva Jersey estaba a poco más de un kilómetro a su derecha.
"Así que eso era... ¿era Volkov?" preguntó Cracker.
"¿Tienes a alguien más en tu vida que pudiera tener una razón para dispararte?"
"¿Si yo hubiera ido a la bancarrota? Sí, una horda. Pero ahora no. Él es el único".
"Bueno, pues ahí lo tienes."
"Entonces, ¿qué vamos a...?"
"Mierda", dijo Storm.
"¿Qué?"
La camioneta había reaparecido por el espejo retrovisor. La rejilla del radiador estaba golpeada y su parachoques delantero se había esfumado, pero de alguna manera el vehículo estaba intacto. Su motor debía haber tenido suficiente torsión mecánica para empujarlo a través de los restos del auto que había empujado.
Lo único a agradecer era que parecía que el francotirador había sido arrojado de la...
Ya daba igual. Estaba recuperando la posición, con los brazos extendidos sobre la parte superior de la cabina. Debía haber visto aproximarse la colisión y se protegió atrincherándose en la plataforma de carga.
"¿Qué pasa? Dime", suplicó Cracker.
"Tus amigos están de vuelta."
Storm fue capaz de incorporarse a los carriles dirección sur de la autopista de Nueva Jersey sin sufrir más fuego por parte de la Lincoln, la tarde seguía avanzando. Nadie conducía a ningún sitio superando mucho el límite de velocidad. Storm podría utilizar los arcenes para adelantar, pero no se atrevía a utilizarlos para circular continuamente: Eran un campo minado de neumáticos destrozados de camiones y otros desechos. Sería muy probable que reventara un neumático.
En esas condiciones no podía poner tierra de por medio con el Lincoln. En todo caso, el conductor de la camioneta estaba tomando más riesgos en sus adelantamientos, sin importarle si golpeaba el parachoques del auto de vez en cuando, y por lo tanto estaba ganando un poco de ventaja sobre ellos. El tipo de la AR-15 estaba haciendo tiros al azar. Incluso si estaba demasiado lejos como para ser capaz de acertar de forma fiable a un objetivo zigzagueando rápidamente, era tentador provocar a la suerte, seguir disparando. Con el tiempo, una de esas balas encontraría su objetivo. Storm se daba las gracias que no hubiera alcanzado a ninguno de los otros coches. En verdad, muchos de ellos no parecían notar ni siquiera los disparos. El ruido del cañón de un AR- 15 podía confundirse fácilmente con un silenciador contraproducente.
La frente de Storm se arrugó. Huir era frustrante, y no sólo porque no estaba funcionando. Quería sentirse como si estuviera haciendo algo proactivo para mejorar su situación. El curso actual de sus acciones era demasiado pasivo. Storm odiaba la pasividad.
"¿Qué tienes en el coche?", preguntó.
"¿Qué quieres decir?, ¿armas?"
"Eso sería un buen comienzo."
"Bueno, tengo una mini navaja suiza en mi llavero".
"Una cuchilla de acero inoxidable de cinco centímetros y una lima de uñas. Más les valdría rendirse ante nosotros ahora mismo. ¿Algo más?"
"Nada. Soy un administrador de fondos, no un mercenario".
Storm suspiró. Este era el problema con los aficionados. Tenías que explicárselo todo. "No, quiero decir, ¿qué más tienes en este coche? Quiero hacer una lista de cada artículo de este coche que no esté atornillado".
"Uh, está bien, veamos", dijo Cracker, dándose la vuelta para enumerar el contenido de su asiento trasero." Tengo mi bolsa de tenis... un paquete de seis botellas de agua Poland Spring... una caja de CD... una botella de whisky Macallan, iba a dársela a un amigo mío en el club... el asiento de coche de mi hija... una caja de cigarros y... Eso es todo. A excepción de lo que está en la guantera".
Storm sentía que estaba rescatando a un niño de seis años. "Y lo que hay en la guantera es… ¿Whitely?"
"Uhh, veamos... Algunas servilletas... aspirina... el manómetro de presión... mi seguro y papeles del coche... y, oh, ¡ahí es donde me puse las gafas de sol!"
"Me alegro mucho por ti. ¿Algo más?"
"No. Eso es todo. Lo siento, no hay nada útil. Como he dicho, no estoy..."
"En realidad, todo eso es muy bueno", contradijo Storm. "Trae la bolsa de tenis aquí y dame tu raqueta."
Cracker sacó una raqueta Head YouTek IG Speed MP. Fabricada de polímero reforzado con fibras de carbono. Había dos más idéntica a ella en la bolsa.
"Esa es la raqueta utiliza Novak Djokovic", explicó Cracker con entusiasmo.
"Estoy seguro de que estaría muy orgulloso", contestó Storm, bajando la ventanilla dejando que el aire entrara en el coche.
Storm miró al Lincoln por su espejo retrovisor, seguía manteniendo la posición unos coches detrás de él, entremezclándose entre el tráfico tal como él hacía. Storm maniobró hasta que tuvo una distancia abierta detrás de él y se desvió al arcén de la derecha.
Entonces accionó los frenos, tiró del volante con fuerza a la izquierda, y ejecutó un giro perfecto de ciento ochenta grados en el arcén —en dirección contraria al tráfico que se aproximaba.
Un coro de bocinas sonaron por Storm, al igual que un pequeño ejército de saludos de un-dedo de Jersey, pero Storm no les hizo caso y se centró en lo que estaba a punto de intentar.
Una facultad poco conocida sobre Derrick Storm —una que rara vez se molestaba en compartir, porque rara vez parecía relevante— es que él es ambidiestro. Podía lanzar tanto con el brazo izquierdo como con el derecho. El derecho tendió a ser más fuerte. Pero el izquierdo era, a saber por qué, más preciso. Confiaba en eso a medida que consiguió enderezar el Jaguar y pisar a fondo el pedal del acelerador.
Agarrando la raqueta, sacó su brazo izquierdo por la ventana. Esperó a que el Lincoln estuviera casi sobre ellos, y entonces arrojó la raqueta al francotirador, como si fuese un boomerang.
En el momento que Storm lanzó su improvisado proyectil, el Jaguar se había estancado a punto muerto, quizás se desplazaba a unos treinta kilómetros por hora. El Lincoln estaba empezando a ralentizar como respuesta a la velocidad de Storm y aún así circulaba a ochenta. Contando los ochenta kilómetros por hora, Storm fue capaz de generar un lanzamiento de raqueta desde la posición sentado al hombre armado con una velocidad efectiva de ciento noventa kilómetros por hora.
La raqueta lo golpeó la frente, dejándolo inconsciente y arrojándolo fuera de la plataforma a toda velocidad, bajo las llantas de un camión de dieciocho ruedas. El camión ni tuvo tiempo de reaccionar antes de aplastar al inesperado peatón.
"Supongo que es un punto por abajo", dijo Cracker.
"Más bien quince-nada", dijo Storm.
A medida que aceleraban pasaron a toda velocidad a los ocupantes de la camioneta que estaban todavía confusos, Storm divisó un paso de mediana que separaba los dos sentidos de circulación de la autopista. Se trataba de un giro en U para uso exclusivo de servicio de emergencias, y Storm decidió que estaba realizando un servicio de emergencia. Parecía prudente para unirse a los carriles del tráfico con la dirección en la que actualmente circulaba. Se coló por el hueco, y luego apuró los cilindros V12 del Jaguar, uniéndose rápidamente al carril izquierdo dirección norte.
Él sabía de sobras que no debía pensar que por un simple movimiento perdería de vista la camioneta de Volkov. Efectivamente, mientras Storm miraba atrás, la camioneta estaba en pleno cambio de sentido. No era tan manejable como el Jaguar, y Storm lo vio rebanar el parachoques delantero de un Chevy Cavalier y a continuación se estrelló contra la mediana de la autopista, raspando el lateral pero acelerando hacia el mismo cambio de sentido que Storm había utilizado.
El Jaguar había ganado algo de terreno, pero la circulación sentido norte no fluía con menos problemas que la de sentido sur. La camioneta estaba cuatro coches atrás, copiando cada adelantamiento del jaguar coche por coche. Pero, al menos, pensó Storm, no estaban recibiendo más disparos.
Entonces sonaron nuevos disparos. Storm supuso, por el sonido de ellos, que era o un 0,38 o un .357. Suficiente como para hacer trizas un neumático. Algunos coches fueron apartados bruscamente del camino del Lincoln al arcén. Otros hacían sonar el claxon. Otros parecían completamente ajenos —un hombre, dentro del coche más cercano al Jaguar hablaba por su teléfono móvil como si fuera a dar un paseo dominical.
Storm miró por la luna trasera y vio a un hombre con la mitad de su cuerpo asomando por la ventana del lado del pasajero. No era Volkov. Él debía conducir.
Así resultó que deshacerse del hombre de la plataforma de carga de la camioneta sólo había mejorado su situación parcialmente. Un tirador que tuviese que asomarse por un coche y utilizar un arma de fuego sería más errático que uno plantado sobre sus pies usando un rifle. Así pues, la probabilidad de ser alcanzado por alguna bala había bajado. Pero cada bala todavía llevaba consigo esa posibilidad.
"Está bien, quiero que me escuches con mucha atención, y sigue exactamente cada una de mis instrucciones," habló Storm. "Y no tengo tiempo para preguntas. ¿Puedes hacer eso?"
"Yo... sí… Sí".
"Muy bien. Entonces primer paso. Extiende la hoja de la navaja suiza de tu llavero".
"¿Qué? ¿Vamos a retarlos a un duelo a cuchillo?"
"¿Qué fue lo que dije acerca de las preguntas?"
"Lo siento", se disculpó Cracker, y a continuación desplegó la cuchilla del llavero mientras Storm se abría paso hábilmente entre el tráfico.
"Lo siguiente, sentí algunas camisetas en tu bolsa de tenis. ¿Estan hechas de algún tipo de tela mezclada? ¿Del tipo que elimina la humedad?"
"Sí".
"Excelente. Corta una de ellas en seis tiras largas".
"De acuerdo", obedeció Cracker y se puso manos a la obra con la navaja y las camisetas. Storm escuchó el rasgado del tejido. Más balas surcaron desde el Lincoln. Uno hizo añicos el retrovisor derecho, provocando un grito en Cracker. Pero, dándole méritos, se mantuvo en su faena.
"¿Lo siguiente?", Preguntó cuando hubo terminado.
"Agarra esas botellas de agua de Poland Spring y vacíalas."
"¿Dónde?"
"No importa. Al suelo".
Cracker hizo lo que dijo. "¿Y ahora?"
"Vierte el Macallan en las seis botellas a partes iguales. Y trata de no derramar nada. Necesitamos esas botellas tan llenas como sea posible."
Cracker repartió el escocés equitativamente, llenando cada una de las botellas más o menos un tercio del contenido. "Hecho. ¿Lo siguiente?"
"Introduce esas tiras en las botellas. Que todo el tejido que se pueda quede impregnado con el licor, pero deja algo de la tela sobresaliendo por la parte superior."
"Uh -huh", dijo Cracker y se aplicó a su tarea. Al parecer, le costaba mucho: "Las bocas de estas botellas no son muy grandes. Estoy pasando un mal rato intentando meterlas. ¿Debo cortar tiras más estrechas?"
"No. En realidad necesitamos que se ajusten. Lo suficientemente ajustadas para que no se derrame si se mantienen boca abajo".
"Está bien."
Cracker trabajó diligentemente durante dos minutos, durante los cuales Storm logró mantener el Jaguar protegido de los disparos.
"Hecho", anunció Cracker.
"Fantástico. Deja las botellas boca arriba de manera que se apoyen contra la parte posterior del asiento", señalando Storm con el pulgar hacia la parte trasera del coche. "Ahora ves ahí atrás, desabrocha el asiento de tu hija."
"Uh, está bien."
Storm se permitió sentir optimista durante un momento. Estaba seguro que pronto se desharía de la Lincoln.
Pero ese momento no duró mucho. La autopista giraba a la izquierda, y Storm necesitaba tomar una decisión: Circular por el arcén izquierdo le permitiría pasar varios coches y conseguir una abertura que le daría la oportunidad de poner un poco de espacio significativo entre él y el Lincoln; pero con ello también le daría al pistolero una línea más directa de fuego a los neumáticos del Jaguar durante unos segundos.
Storm decidió correr el riesgo. Aceleró el motor e irrumpió en el arcén izquierdo.
Resultó ser una decisión equivocada. El momento en que expuso los neumáticos, una ráfaga de fuego salió de la camioneta.
Y el neumático trasero izquierdo explotó.
El Jaguar patinó y se desvió hacia la izquierda, raspando el hormigón. Storm luchó con el volante para evitar que perdieran el control por completo, empleando sus bíceps y tríceps en la lucha. Todavía quedaban trozos de neumáticos que se aferraban obstinadamente en la llanta, pero eran poca de ayuda. Todo lo que podía hacer era volver a meter el Jaguar de nuevo en el carril de la izquierda.
"¿Qué está pasando?" Gritó Cracker desde el asiento trasero.
"Hemos perdido una goma", explicó Storm. "No es tu problema. Sólo concéntrate en lo que estás haciendo".
"De acuerdo. Ya lo tengo suelto."
Storm agradeció que el Jaguar fuera de tracción delantera. El coche no había perdido su tracción. Sólo su manejo.
Aquello hizo que abrirse paso a través del tráfico lento fuese un imposible. Tan sólo mantener el coche en su carril se había convertido en un forcejeo constante. Ahora Storm estaba limitado a moverse a la velocidad del tráfico.
El Lincoln había aprovechado esta desventaja y se había acercado a dos coches. Pronto estaría completamente detrás de ellos, o al lado, o donde Volkov quisiese que estuviese.
"Alcánzame el asiento", pidió Storm.
El asiento de coche era un trozo opaco y difícil de manejar, compuesto de plástico y metal. Pesaba algo más de trece kilos, y la pare inferior era la pesada, ya que es donde las piezas de metal lo anclaban al coche. Cracker peleó para conseguir pasarlo a través de la estrecha abertura entre los dos asientos delanteros para después al regazo de Storm.
"Fantástico. Mientras estás ahí atrás, encuentra esa caja de cigarros. Hay un encendedor ahí dentro, ¿cierto?"
"Sí, por supuesto. En realidad se parece más a un pequeño soplete".
"Perfecto. Ponlo detrás de mi asiento. Voy a tener que cogerlo rápidamente cuando me dé la vuelta".
Mientras Cracker completaba esa tarea, Storm bajó la ventanilla y accionó el control de crucero a ochenta. Un pequeño espacio abierto se abrió delante de él, era suficiente: No tendría que preocuparse por embestir el coche de delante de él mientras intentaba la maniobra que había estado planeando.
Ahora había un solo coche —un Toyota verde— entre el Jaguar y el Lincoln.
"Te voy a necesitar aquí para agarrar el volante", dijo Storm. "Mantennos tan rectos como puedas. Te va a hacer pelear y tratará de tirar hacia la izquierda. Pero si te pones en el lado del volante, la izquierda sube y la derecha baja. Puedes usar la gravedad para mantenerlo bajo. ¿Eso tiene sentido para ti?"
"Sí, lo tiene."
Cracker se metió en su posición, a continuación, puso ambas manos sobre el volante. El Lincoln se subió al arcén izquierdo para pasar un coche que se había separado del Jaguar. Era el movimiento que Storm había estado esperando.
"Suelto ahora", dijo.
El volante tiró a la izquierda, pero Cracker tenía toda la ventaja que necesitaba para mantenerlo en su lugar. Storm agarró el asiento del coche, retorció el cuerpo por lo que miraba al revés, entonces se encaramó por el lado de la puerta, de modo que tanto el asiento como su torso estaban fuera del Jaguar.
Con ambas manos, poniendo toda la fuerza que pudo reunir en el lanzamiento arrojó el asiento del coche al parabrisas del Lincoln.
Golpeó en el mismo centro del parabrisas, creando un enorme agujero. El Lincoln viró violentamente, balanceándose sobre su suspensión, y Storm esperó por un instante que pudiese hacer un trompo. En lugar de eso, se enderezó al haberse golpeado de refilón con el Toyota verde, lo que desencadenó un accidente en cadena detrás de él —pero por desgracia, no ralentizó el Lincoln—.
Storm se centró en la camioneta, evaluando los daños que había causado. La fuerza de esos trece kilos arrojados hacia atrás no rompió todo el parabrisas, tal como Storm esperaba —el cristal templado hizo su trabajo y se mantenía en su sitio —pero tenía un agujero del tamaño del asiento en el centro.
Storm regresó de nuevo al interior del Jaguar, que se mantenía estable —o al menos relativamente estable— por un muy concentrado Whitely Cracker. Storm se apoderó del encendedor y de la primera botella de Poland Spring y encendió el trozo de camiseta que sobresalía de la parte superior. Esperaba que Volkov apreciase este homenaje a Vyacheslav Molotov, el ministro de Exteriores ruso que presentó al mundo la vulgar bomba de fabricación casera que todavía lleva su nombre.
Storm esperó hasta estar seguro de que la mecha había prendido, y luego se echó hacia atrás ya fuera del coche y lanzó su creación al agujero del parabrisas del Lincoln.
Por desgracia para él, porque estaba en el lado izquierdo del coche y mirando hacia atrás, usaba su brazo menos preciso, el derecho. Falló. La botella rebotó sin causar daños por encima de la cabina del Lincoln y no se encendió hasta que golpeó el pavimento, muy por detrás de la camioneta.
No hubo más disparos procedentes del Lincoln. Tal vez el asiento del coche había herido o matado al pasajero, cuando había dañado la camioneta. O simplemente estaba recargando.
Storm encendió la siguiente mecha y lo arrojó. Se perdió por el lado derecho. El intento número tres salpicó en la parrilla delantera y se prendió en una bola de fuego, pero aquello fue como dispararle a un rinoceronte con una carabina de aire comprimido. El Lincoln no se quedó afectado.
El intento número cuatro golpeó el parabrisas de delante del conductor, pero rebotó en la dirección equivocada y, es más, no estalló hasta que golpeó el asfalto.
Storm tenía dos oportunidades más. Para empeorarlo, la Lincoln tenía de nuevo un francotirador. El pistolero estaba asomado por la ventana y vació el cargador en una única ronda. Las primeras seis falladas. La séptima acertó al neumático trasero derecho del Jaguar justo cuando Storm tenía la siguiente mecha encendida.
Storm se alegró de estar dentro del auto cuando sucedió. Las salvajes sacudidas del Jaguar podrían haberlo lanzado por los aires si hubiera estado medio colgado.
Tal como sucedieron las cosas fue arrojado contra el lateral del vehículo, se desgarró la frente. No era una herida grave, pero sí una herida abierta. Storm maldijo cuando la sangre le cegó los ojos.
"Oh, Dios mío, ¿estás herido?" Exclamó Cracker.
"Conduce," gruñó Storm.
Tan sólo le quedaba al Jaguar las llantas en la parte trasera, salpicando un flujo constante de chispas tras él. El motor estaba trabajando el doble para mantener la velocidad constante programada en el control de crucero, sus doce cilindros rugían furiosamente.
Storm miró el penúltimo Molotov.
"Vamos, Derrick", se exigió. "Vamos a hacer esto."
Se retorció fuera del coche, exponiéndose todavía más de su cuerpo para que pudiera lanzar con el brazo izquierdo. Se centró en el agujero del parabrisas, excepto que no era un parabrisas más. Era el guante del catcher. Y él no era un simple hombre. Era un lanzador de doce años, en el patio trasero, de pie sobre el montículo de lanzador improvisado que su padre había hecho para él.
"Mantén tus ojos en el guante", le decía siempre su padre cuando peleaba con su concentración. "No apuntes. Sólo lanza".
El anciano lo había encaminado en tantos aspectos de su vida.
Este sólo era uno más.
Sacó su brazo izquierdo, seguido del lanzamiento que mejor pudo.
La botella trazó una línea recta hacia la camioneta, girando con una espiral suave mientras surcaba el aire. Lanzar una botella de cinco centímetros de diámetro a través de un agujero de no más de sesenta centímetros de ancho desde la ventana de un coche que coleteaba derrapando ochenta kilómetros por hora era, Storm lo sabía, una tarea casi imposible.
Pero lo imposible es con lo que Derrick Storm ganaba la vida.
La botella pasó a través del agujero. El interior de la cabina de la camioneta se vio envuelto en llamas.
El Lincoln se desvió repentinamente a la derecha, mandando un coche al carril de la derecha y luego hizo un trompo. A mitad de la vuelta, perdió su agarre sobre el asfalto dando una vuelta de campana.
Dio una vuelta, lanzando al anterior pistolero por la ventana abierta al torrente de vehículos que se acercaban.
Dio una segunda vuelta, hundiéndose el techo de la cabina.
Fue cuando dio una tercera vuelta cuando la combinación de varios factores implicados —la creciente deflagración dentro de la cabina, la ruptura del tanque de combustible, la deformación del metal— se unieron para crear una enorme explosión.
Storm no se molestó en ver el resto. Se acomodó en el Jaguar, tomó el control del volante, y regresó al esfuerzo de mantenerlos sobre la calzada.
"¿Eso es... eso es lo que…?" preguntó Cracker después de haber perdido todo color en la cara.
"Una cosa más", dijo Storm. "Pásame la última botella."
Storm afianzó el volante con su pierna mientras Cracker le daba la botella. Storm arrancó la tela, la inclinó atrás y dejó que el Macallan regase su garganta.
Aclaraciones del capítulos, vuelven a salir acrónimos y en este caso un personaje muy popular de allí pero que creo que ninguno conocemos.
CAPÍTULO 30
EAST RUTHERFORD, Nueva Yersey
La Oficina Local del FBI de East Rutherford es uno de los puestos menos publicitados de la agencia más poderosa de Estados Unidos. La puedes encontrar junto a la Ruta 17, una carretera secundaria con tráfico denso, escondida entre grandes almacenes, cadenas de restaurantes y gasolineras. Se albergaba en un edificio de oficinas sin ningún letrero que se parecía a una gragea de menta Tic Tac, porque es largo, blanco y de algún arquitecto de los setenta que pensó que redondeando las esquinas de cada extremo daría a su creación un aspecto distintivo.
Y si eres un corredor de bolsa de Wall Street, éste es el último lugar en el que nunca desearías encontrarte.
La oficina local de East Rutherford da cobijo a la famosa —o infame, dependiendo de tu punto de vista— WCCU. La Unidad de Delitos Financieros. A menudo trabajando en conjunto con la Comisión de Bolsa y Valores. La unidad cuenta con algunos de los agentes más inteligentes que el FBI tiene, lo cual es importante porque van detrás de algunos de los granujas más sofisticados de América. La mayoría de los agentes que aterrizan en la WCCU están porque tienen Máster en Administración y Dirección de Empresas u otros títulos superiores; y además, en honor a la verdad, son unos resentidos.
Y resulta que, eso es tan importante como cualquier otra formación académica para hacer uso de ella. Las personas con las que tratan rara vez reconocen que han actuado de manera ilegal y rara vez se ven como criminales. El ladrón que roba dinero de un banco entiende que está haciendo algo malo. El ladrón que hace uso ilícito de un fondo de pensiones piensa que sólo zarandea papeles en el aire.
Por definición, cuando capturas a un estafador, hay un cierto número de ellos indignados, yo-hago-lo-que-sea-que-estoy-haciendo-al-igual-que-hacen-los-demás, inventando excusas. Y, para ser justos, tienen razón. Ellos sólo imitan lo que muchos de sus colegas hacen, pero con la diferencia de que ellos no han sido pillados. La naturaleza caótica de esto es más fácil de reconciliar si tienes una cierta actitud —y una cierta rectitud moral— con el trabajo.
Storm llegaba a este departamento improvisando hasta cierto punto. Todavía no se había puesto en contacto con el FBI —sólo lo hizo su padre— y no sabía cómo de cooperativos o cercanos serían los federales con alguien que no fuese de los suyos.
Pero esperaba que actuasen bien con él. Para que funcionase el plan que ahora mismo estaba maquinando, Storm necesitaba —por desgracia— a Whitely Cracker reintegrado, que fuese económicamente solvente.
Cuando menos, Storm podía disfrutar de la ironía de la situación: Llevaba a un corredor de bolsa a un lugar que lo sentiría como una prisión como primer paso para luego huir de ella.
Sacó el Jaguar de la carretera atestada y en el estacionamiento, al igual que Whitely contempló el edificio algo intimidado.
"He oído hablar de este lugar", dijo Whitely.
"¿Ah, sí?"
"¿Sabes de qué manera los Boy Scouts se sientan alrededor de la fogata y cuentan historias de fantasmas? Este es el tipo de historias de fantasmas que se cuentan en mi club de tenis. Sobre gente que retienen aquí. Ellos llaman a este edificio la “Píldora Venenosa", porque eso es lo que parece y eso es lo que quieres tener a mano si alguna vez te piden venir aquí para ser interrogado. Para las personas en mi mundo, esto es como la oficina del director, la silla del dentista y el Pa’s woodshed —todo en uno y luego empeorado un millón de veces más—."
Storm hizo caso omiso del comentario. No estaba de ánimos para el humor negro de este hombre. La muerte no era divertida para Storm. Era un dolor sordo en un espacio vacío que una vez estuvo ocupado por Ling Xi Bang.
Storm aparcó y salió del coche. Con recelo, sacó el revólver de Harry el Sucio de la pistolera de su costado sabiendo que no pasaría más allá del detector de metales. Lo lanzó al maletero del Jaguar, lejos de cualquier garduño manilargo que pudiese rondar por el estacionamiento y gustarle.
Entraron al edificio cruzando el sello incrustado del FBI camino a un detector de metales, un registro concienzudo, y un breve aunque vigorizante cacheo.
Una vez atravesaron la primera línea de seguridad, un agente preguntó si tenían cita.
Storm no la tenía. Pero dijo: "Estoy aquí para ver a Scott Colston."
El agente frunció el ceño. "Me temo que el agente Colston está fuera."
"Esperaremos", informó Storm.
El hombre los dirigió a un banco de madera rígida en el vestíbulo. No tenía almohadas. Particularmente, al FBI no le importaba si sus visitas estaban cómodas.
A unos cinco minutos de empezar su espera, una falange de agentes irrumpió por la puerta principal. Dos de ellos sostenían las puertas dobles extra anchas esperando a que entrase un agente corpulento con perilla que escoltaba a un hombre bajito, gordo, calvo y con un traje arrugado.
Un traje arrugado y esposas.
Si la mandíbula de Whitey Cracker no estuviera articulada, se habría caído al suelo. La expresión de su cara era auténtica confusión, como si estuviera viendo a alguien demasiado familiar para él, pero en un lugar completamente equivocado.
"¿Teddy?", Vociferó Whitely mientras Theodore Sniff y sus escoltas atravesaban seguridad." Teddy, ¿qué estás hac...? ¿Qué haces aquí?"
Los agentes tenían un rostro inmutable. El tipo corpulento espoleaba suavemente a Sniff a seguir adelante. El contable hacía todo lo posible para evitar el contacto visual con su jefe.
"Teddy, ¿qué está pasando?", Preguntó Whitely.
La atención de Sniff estaba ahora firmemente fija en el suelo de delante de él. Estaban pasando por delante de Storm y Cracker de camino hacia el ascensor. Y Whitely finalmente empezó a poner las cosas en su conjunto: Ningún financiero era llevado maniatado a la Píldora Venenosa para conseguir una buena mención de ciudadanía.
"Teddy, ¿qué has hecho?"
Todavía nada por parte de Sniff. Whitely caminó hacia el hombre corpulento. "Disculpe, señor. Mi nombre es Whitely Cracker y este... éste es mi contable. Por favor, ¿puede decirme por qué lo han traído aquí?"
El hombre se volvió hacia Cracker, lo juzgó un momento, abrió la boca, la cerró como si lo hubiera pensado mejor, por último, decidió que no sería perjudicial.
"Apropiación indebida", dijo escuetamente.
"¿Malversación? Pero... pero ¿a quién ha estado malversando?"
El hombre miró a Cracker como si fuera un idiota de primera. "A ti, por supuesto."
La mandíbula de Cracker estaría ahora no sólo a ras del suelo, sino en el subsuelo, el sótano, el lecho de roca, y más allá hasta el núcleo de la Tierra. El peor día de su vida había empeorado de otra manera: él no sólo estaba roto y cazado, había sido traicionado por uno de sus colaboradores más cercanos.
Otro hombre podría haber estado enojado por saber esto. Esa no era la naturaleza de Whitely Cracker. Estaba más que nada desconcertado.
"Pero Teddy... Teddy, ¿cómo pudiste? ¿Después de todo lo que hemos hecho juntos? He... Te he tratado como de la familia. Te he dado bonos extra, vacaciones extra. Eres el padrino de mi niñita, ¡Por el amor de Dios! Empezamos juntos..."
El ascensor había llegado. Sniff y sus escoltas estaban subiendo a bordo.
"Les agradecería que ustedes caballeros, esperasen aquí", dijo el hombre corpulento. "Ahora mismo sería muy útil tenerlos aquí. Simplemente, todavía no estamos listos para atenderlos."
Whitely apenas oía débilmente al hombre. Él estaba ocupado suplicando algún tipo de reacción de este hombre que hasta hace unos instantes había sido su mano derecha de confianza.
"Habla... háblame, Teddy. Yo no... No lo entiendo. ¿Cómo pudiste hacerme esto a mí, Teddy? ¿Qué es lo que te he hecho, Teddy? "
Al final, Sniff se volvió a su jefe, subiendo la cabeza bien alto, y con una voz que podía matar contestó: "No me llames Teddy. Odio ese nombre. Siempre he odiado ese nombre. Mi nombre es Theodore. ¿Entiendes hijo de puta?"
Después de que las puertas del ascensor se cerrasen, Storm y Cracker fueron empujados al banco. Eso le venía bien a Storm. Necesitaba tiempo para pensar, para rellenar con carne y piel el esqueleto del plan que había trazado.
Cracker paseaba la mayor parte del tiempo. También tenía mucho en que pensar.
"Entonces," dijo en un momento dado, " todos esos micros en mi casa. ¿Son del FBI?"
"En realidad, son de la CIA", aclaró Storm. "Ellos... vigilaban para proteger los activos de uno de tus clientes extranjeros más importante, estratégicamente hablando."
"Ah, sí. El príncipe Hashem".
"Eso es."
Se sumieron de nuevo en sus pensamientos. Una media hora más tarde, un agente bajó y dijo que el agente Colston –el tipo corpulento con perilla– estaba agradecido por su paciencia, pero necesitaba un poco más de tiempo para interrogar al acusado.
Sniff no era un sospechoso más. Ahora era el encausado.
Una hora más tarde, Storm recibió un mensaje de texto del teléfono de Kevin Bryan. "Una camioneta ha salido desde la ubicación de Volkov en Bayona. Informaré de movimientos adicionales. ¿Seguro?"
Storm pensó en su actual posición y envió un mensaje de respuesta: "No podría estar más seguro."
La réplica: "Bien. Mantén esta vía."
Storm esperaba que Volkov no se quedase en Bayona. Era un depredador. Los depredadores permanecen en movimiento. Es un hecho en el reino animal que los carnívoros tienden a tener territorios mucho más extensos que los herbívoros. El mundo humano podría asemejarse. Storm trataba de pensar en cómo usar ese hecho contra Volkov.
De alguna manera deseó poder aprovechar la fortaleza de la Agencia, pero conocía demasiado bien cómo operaban. Tenían leyes que seguir, jurisdicción que respetar, procedimiento al que adherirse. Y por encima de todo, no era su investigación. No tenían ninguna evidencia que justificara una acción contra Volkov. La mera palabrería de un detective privado no empezaría la acción.
Él estaba volviendo a pensar en lo que sería capaz de lograr por su cuenta cuando un agente apareció en la planta baja, los invitó al ascensor y los llevó a una sala de conferencias en el segundo piso.
Allí, los recibió el agente Colston.
"Gracias por su espera, Sr. Cracker" dijo Colston, luego se volvió hacia Storm. "Creo que nunca hemos coincidido."
"Derrick Storm."
Por un breve momento una sonrisa apareció en el rostro de Colston, justo antes de ocultarla. "Qué casualidad. A primera hora de esta mañana estuve hablando con un hombre llamado Carl Storm. ¿Puede ser un pariente suyo?"
"Es posible," respondió Storm.
"¿Y cuál es su interés en este asunto?"
"Soy detective privado", dijo Storm presentando su tarjeta de visita de Investigaciones Storm. "El Sr. Cracker me ha contratado".
"Me parece bien", dijo Colston. Desvió su atención lejos de Storm. "Sr. Cracker, tengo que decir, que es inusual tener a la espera a la víctima de un crimen en el vestíbulo antes de que yo viniera con el hombre que estamos acusando de defraudarle. Pero supongo que también es conveniente."
"Así le ahorro un viaje a Manhattan", dijo Cracker amistosamente.
"Bueno, sí". Colston hizo una pausa, juntó las manos y las separó. "Creo que deberíamos empezar por el principio. Me ahorraré algunos detalles, pero puedo darte un esbozo de nuestra investigación. Nos dieron un chivatazo diciendo que existían irregularidades financieras en Prime Resource Investment Group que valía la pena investigar."
"¿Un chivatazo? ¿De quién?"
Colston meditó otra vez cuánto debía decir. Pero, en última instancia, Cracker probablemente lo sabría de todos modos.
"De hecho, fue tu esposa."
"¿Melissa?" dijo Cracker como si tuviera más de una esposa y necesitase aclarar su identidad.
"En efecto."
"Pero, ¿cómo hizo ella...?" empezó, luego negó con la cabeza. "Y pensar que la gente no me cree cuando digo que ella es más inteligente que yo."
"De cualquier manera, nos dieron algunas órdenes, y por supuesto, hemos sido capaces de encontrar que ha existido un goteo constante de dinero de tus cuentas que se remonta años atrás. Como muchos de los malversadores, el Sr. Sniff comenzó con cantidades pequeñas, luego se volvió más audaz a medida que el tiempo avanzaba y él no era descubierto. Con el tiempo, se dio cuenta que tú no estabas al tanto de tu negocio, y el goteo se convirtió en un torrente. Tenía una forma de hacerlo muy elaborada, nos tomó tiempo desentrañar todo. Pero, en esencia, te robaba a ciegas. Ha ocultado miles de millones en cuentas en el extranjero, tanto en el Caribe como en Suiza".
"¡Lo sabía!" Exclamó Cracker.
Colston y Storm lo miraron sin entender.
"Bueno, bien, obviamente yo no lo sabía. Pero yo... Es tal como le estaba diciendo antes al Sr. Storm. Sabía que mis transacciones eran en su mayoría fructíferas. No tenía ningún sentido que estuviera sin dinero. De la misma forma que hace unas semanas, convertí algunos futuros granos de cereales en..."
"Sr. Cracker, si no te importa, tengo mucho trabajo que hacer aquí", interrumpió Colston.
"Lo siento, lo siento. Continúe".
"Durante un tiempo creó libros falsos para ti. Luego se dio cuenta que en realidad era más divertido —para él— si pensabas que estabas en bancarrota. No sólo sería el estrés, tendrías que pedir dinero prestado para tratar de recuperar lo que habías perdido, eso te pondría en un agujero aún más profundo cuando al final sacara el tapón. Te quería tan humillado como fuese posible. Mantuvo los libros mayores falsos para tus clientes y la Comisión Nacional de Valores y Bolsa, por supuesto. Por lo tanto, nos tomó un tiempo desenredar todo. Al final hemos sido capaces de establecer lo que hacía y cómo lo hacía. Se aclaró al ser capaces de observar las pautas generales indirectas. Sólo faltaba poder atraparlo en el acto. Así que convencimos a Lee Fulcher fingir que tenía una llamada de valores marginales y pedir todo el dinero".
"¿Eso era falso?"
"Fue una trampa", dijo Colston. "El Sr. Sniff se había convertido increíblemente codicioso. Una vez más, quería ponerte en el agujero más profundo posible. Sabíamos que si había una petición repentina por valor de cuarenta y tres millones de dólares, se pondría en acción."
"Porque ¿Eso le tendría hacer sacar el dinero?"
"No, en realidad, todo lo contrario: porque lo haría usurar lo poco que pudiese. Él sabía que la llamada de valores marginales sería lo que te llevaría al límite. Este era su último retiro antes de que te liquidase las cuentas por bueno. Por suerte para ti estábamos vigilando. Él hizo su movimiento justo antes del trato final de ayer. Nos aseguramos de que estuviese plenamente documentado, y luego lo arrestamos hoy a primera hora".
Una expresión de asombro total invadió a Cracker. "Increíble, y, ¿qué pasa ahora?"
"Bueno, hemos estado teniendo, eh, conversaciones con el Sr. Sniff las últimas horas", dijo Colston. "Le mostramos algunas pruebas nuestras y presentamos dos escenarios. Uno de ellos es donde decide luchar contra nosotros. Él no tiene bienes con que hacerlo, porque tenemos a un juez que ha congelado todas sus cuentas. Él se iría a pique de todos modos. Acumulamos los cargos, insistiendo en sentencias consecutivas en lugar de concurrentes, y lo enviamos al agujero más desagradable de la prisión que podamos encontrar, en la que es más que probable ser violado y agredido por los compañeros de prisión, hasta que ya se muera de vejez o por puro agotamiento. O..."
Colston se permitió otra minúscula sonrisa antes de continuar: "O él coopera, admite irregularidades, devuelve el dinero que te robó a ti y tus clientes, y sirve diez años en un prisión de mínima seguridad para delincuentes de fraude. La segunda oferta puede ser demasiado generosa pero es una que nos ahorra mucho tiempo y recursos que pueden dedicarse mejor a la captura de otros rateros. Y te acelera todo el proceso financiero que si la cosa se tiene que arrastrar a través de los tribunales".
"¿Y?" preguntó Cracker inclinándose hacia adelante.
"Él está esperando firmar los documentos de acuerdo con el fiscal en estos momentos", dijo Colston. "La buena noticia para ti es que no ha gastado nada del dinero que te robó. En realidad, él ha hecho un buen trabajo invirtiéndolo. Creo que te va a terminar gustando la devolución".
Su fortuna restaurada, Cracker estaba radiante, lo suficiente para que Storm estuviese bastante seguro de que había olvidado —momentáneamente— que todavía tenía un ruso sociópata tras él.
Pero después de recibir las garantías de que iba a obtener noticias por parte de Colston, salió del edificio y no le llevó mucho tiempo recordar. Él y Storm giraron a la derecha ya fuera del estacionamiento de la Píldora Venenosa, incorporándose a la calzada de tres carriles de la Ruta 17 dirección sur.
No habían circulado más de 800 metros cuando las balas empezaron a silbar.
Tres balas impactaron en la parte trasera del Jaguar, perforando tres agujeros del tamaño de 3 monedas de 5 en el parachoques.
Cracker se hundió rápidamente en el hueco del asiento del pasajero. "¡Alguien nos está disparando!" Gritó. "¿Por qué alguien nos dispara?"
La única reacción de Storm fue la de apretar el acelerador y mirar por el espejo retrovisor a la fuente de los disparos. Era una camioneta blanca modelo Lincoln Mark LT. Tenía un conductor y un pasajero, ninguno de los cuales Storm pudo distinguir por culpa del reflejo del sol de la tarde. El hombre que disparaba contra ellos estaba de pie en la plataforma de carga, apoyado contra el techo de la cabina. Portaba un rifle de asalto AR-15 semiautomático, la versión civil del militar M-16.
El primer pensamiento de Storm fue que se trataba de una elección extraña. El AR-15 tenía sus usos, y había razones para que hubiese sido el rifle estándar del ejército de EE.UU. durante más de cuatro décadas —era ligero, preciso, fácil de llevar, simple en su diseño, y barato por la producción en masa—. Pero se parecía más a una cerbatana en un escenario donde una pistola contra elefantes hubiera sido una mejor opción. En la parte trasera de la camioneta, Volkov podría haber montado una Browning M2 calibre .50 que sólo habría necesitado unos treinta segundos para transformar al Jaguar en un montón de chatarra triturada. El AR-15 de calibre .223 simplemente no tenía el mismo impacto.
Entonces Storm lo dedujo: los neumáticos. Estaban tratando de disparar a los neumáticos, desestabilizar el Jaguar y secuestrar a Cracker. No podían arriesgarse a matarlo. Él era su llave para desbloquear el poder de los códigos MonEx.
Storm supo que esa era su vulnerabilidad. Disfrutó de la idea de entrar en un tiroteo abierto con gente que tendría miedo de disparar de nuevo.
Más disparos volaron, pero esta vez se perdieron por bajo, rebotando en el pavimento. Los coches comenzaron desviarse del camino del Lincoln. Los conductores de Nueva Jersey eran de una estirpe resistente, hechos a una conducción agresiva prolongada, pero un tiroteo era demasiado, incluso para ellos.
El plan de Storm era simple: encontrar un lugar para detenerse donde nadie pudiera recibir un disparo por fuego cruzado, sacar el revolver de Harry el Sucio, y tomarse su tiempo acabando uno a uno a los tres asaltantes. Rebuscó en su chaqueta y maldijo en voz alta.
"¿Qué pasa?" Preguntó Cracker.
"Olvidé mi arma en el maletero", dijo.
No podía hacer un alto ahora. Y pronto habría un problema. Esta sección de la Ruta 17 tenía semáforos. Muchos. Hasta ahora habían estado en verde. Pero eso no duraría.
"Sube tu patético culo a este asiento y ponte el cinturón de seguridad," ordenó Storm.
"Pero ellos están disparando."
"No a ti."
"¿Qué...?"
"Cinturón de seguridad. Ahora", ordenó Storm, cortó el volante con fuerza a la izquierda para esquivar un Honda, enviando a Cracker contra la puerta del lado del pasajero. Cuando se recobró, cumplió la orden de Storm.
"¿Qué vas a hacer?" preguntó Cracker con la voz quebrada por el pánico. "¿Tienes...? ¿Tienes un plan?"
"Sí. Mi plan es para que te calles".
Storm comenzó a abrirse paso entre los coches de sus compañeros de viaje, cruzándose de un carril a otro, quemando una gran cantidad de goma en el asfalto, y asegurándose que sus neumáticos nunca fuesen expuestos a un disparo limpio por parte del pistolero. El Jaguar era más rápido que el Lincoln, pero en medio de este tráfico, la ventaja se mitigó. Necesitaba una vía libre, sin semáforos de carretera si quería tener una oportunidad de aventajar a sus perseguidores.
Entonces su GPS mostró que, como si fuera enviado por los dioses, se aproximaba una gran autovía. Señalizada como Ruta 3. Storm se permitió una media sonrisa. La Ruta 3 permitía conducir con bastante rapidez a Turnpike de New Jersey. Sólo quedaba un semáforo entre él y más de un centenar de kilómetros de carretera sin interrupción.
Entonces la luz cambió a rojo.
Siendo Nueva Jersey, unos cuantos coches se saltaron el semáforo. Pero otros, los vehículos de delante de Storm obedientemente estaban deteniéndose. Tiró del volante a la derecha, llevando el Jaguar por el arcén, sin pisar el acelerador, pero sin atreverse a frenar. No podía darle al matón de la caja de carga del Lincoln un disparo cercano.
La intersección ahora estaba aliviando el tráfico como si fuera una única línea continua, entrando coches desde ambos lados, dejando una mínima distancia entre cada coche.
"Tu secretaria me dijo que tienes una sala de videojuegos arcade," dijo Storm mientras medía la maniobra que iba a intentar. "¿Alguna vez jugaste al Frogger?"
"No ¿Por qué?"
"Estás a punto", dijo Storm.
Tocó el freno medio segundo mientras miraba el carril de la izquierda, enseguida miró al carril de la derecha. Desde el Lincoln venían más disparos, pero eran erráticos. Un cartel de Exxon que estaba a su lado se hizo añicos. Algunas jardineras explotaron. Storm sólo rezó para que los conductores apiñados de igual forma que sus depósitos de combustible circulasen sin recibir un disparo de rebote.
El Lincoln se acercaba. Y rápido. Si frenaba mucho más tiempo, iba a ser alcanzado por detrás, probablemente empujándole contra otro coche. Él estaría en un punto muerto. Si eso ocurría, bien podía abrocharle el cinturón de seguridad a Cracker en el Lincoln, y luego pegarse un tiro —así le ahorraría tiempo a todo el mundo.
Entonces vio un resquicio, aunque no muy grande. Tal vez fuese suficiente. Tal vez no lo fuese. Pero el momento para más deliberaciones había pasado. Dos balas impactaron en el maletero del Jaguar. Si el tirador ajustaba el objetivo sólo unos centímetros más abajo, Storm perdería cualquier oportunidad que tuviese en la persecución. Era momento de actuar. Pisó el acelerador a fondo y el Jaguar se precipitó adelante.
"Agárrate," gritó Storm.
Los claxon sonaron estridentemente. Cracker cerró los ojos. Storm agarró el volante de dirección como si fuera su vida misma. Se encarriló a un claro del carril de la izquierda —el primer carril de los coches que tenía que sortear— pero no había tal vacío en el carril de la derecha. Se dirigía directamente hacia la puerta del lado del pasajero de un Subaru. Pudo ver los ojos del conductor engrandecerse y bajar su mandíbula para dar rienda suelta a un chillido al darse cuenta de que estaba a punto de ser embestido por lo que parecía ser un auto fuera de control. Pero Storm no podía encajarse sin recortar otro coche por la derecha. La colisión era inminente.
Entonces, en el último segundo, él dio un codazo al volante a la derecha. Pasó con apenas unos centímetros de diferencia. Storm dejó escapar un grito rebelde mientras entraban en la Ruta 3, ahora totalmente sin obstáculos.
Detrás de él, oyó el crujido del metal de la colisión frontolateral que el Lincoln propinó al Subaru.
Storm sólo esperaba que, debido a que el coche no iba demasiado rápido, el conductor estuviese bien. Él no era un hombre profundamente religioso, pero pronunció una breve oración.
Storm mantuvo el pedal del acelerador a fondo hasta llegar a la salida izquierda que llevaba a la autopista. A medida que giraba sobre la rampa de acceso a la autopista suavizó la velocidad, relajando la fuerza con que apretaba el volante.
Cracker parecía que se iba a desmayar. Comenzó a hacer algunos ejercicios de respiración extraños. Storm estuvo a punto de decirle que parase —era molesto— pero luego decidió dejarlo jadear. Era mejor que tener que oírlo hablar.
Storm mantenía un ojo en la carretera, y otro en el retrovisor. Tan pronto como corrigió la dirección y llegaron a la entrada, aceleró. Un cartel de bienvenida les mostraba que la salida a la autopista de peaje de Nueva Jersey estaba a poco más de un kilómetro a su derecha.
"Así que eso era... ¿era Volkov?" preguntó Cracker.
"¿Tienes a alguien más en tu vida que pudiera tener una razón para dispararte?"
"¿Si yo hubiera ido a la bancarrota? Sí, una horda. Pero ahora no. Él es el único".
"Bueno, pues ahí lo tienes."
"Entonces, ¿qué vamos a...?"
"Mierda", dijo Storm.
"¿Qué?"
La camioneta había reaparecido por el espejo retrovisor. La rejilla del radiador estaba golpeada y su parachoques delantero se había esfumado, pero de alguna manera el vehículo estaba intacto. Su motor debía haber tenido suficiente torsión mecánica para empujarlo a través de los restos del auto que había empujado.
Lo único a agradecer era que parecía que el francotirador había sido arrojado de la...
Ya daba igual. Estaba recuperando la posición, con los brazos extendidos sobre la parte superior de la cabina. Debía haber visto aproximarse la colisión y se protegió atrincherándose en la plataforma de carga.
"¿Qué pasa? Dime", suplicó Cracker.
"Tus amigos están de vuelta."
Storm fue capaz de incorporarse a los carriles dirección sur de la autopista de Nueva Jersey sin sufrir más fuego por parte de la Lincoln, la tarde seguía avanzando. Nadie conducía a ningún sitio superando mucho el límite de velocidad. Storm podría utilizar los arcenes para adelantar, pero no se atrevía a utilizarlos para circular continuamente: Eran un campo minado de neumáticos destrozados de camiones y otros desechos. Sería muy probable que reventara un neumático.
En esas condiciones no podía poner tierra de por medio con el Lincoln. En todo caso, el conductor de la camioneta estaba tomando más riesgos en sus adelantamientos, sin importarle si golpeaba el parachoques del auto de vez en cuando, y por lo tanto estaba ganando un poco de ventaja sobre ellos. El tipo de la AR-15 estaba haciendo tiros al azar. Incluso si estaba demasiado lejos como para ser capaz de acertar de forma fiable a un objetivo zigzagueando rápidamente, era tentador provocar a la suerte, seguir disparando. Con el tiempo, una de esas balas encontraría su objetivo. Storm se daba las gracias que no hubiera alcanzado a ninguno de los otros coches. En verdad, muchos de ellos no parecían notar ni siquiera los disparos. El ruido del cañón de un AR- 15 podía confundirse fácilmente con un silenciador contraproducente.
La frente de Storm se arrugó. Huir era frustrante, y no sólo porque no estaba funcionando. Quería sentirse como si estuviera haciendo algo proactivo para mejorar su situación. El curso actual de sus acciones era demasiado pasivo. Storm odiaba la pasividad.
"¿Qué tienes en el coche?", preguntó.
"¿Qué quieres decir?, ¿armas?"
"Eso sería un buen comienzo."
"Bueno, tengo una mini navaja suiza en mi llavero".
"Una cuchilla de acero inoxidable de cinco centímetros y una lima de uñas. Más les valdría rendirse ante nosotros ahora mismo. ¿Algo más?"
"Nada. Soy un administrador de fondos, no un mercenario".
Storm suspiró. Este era el problema con los aficionados. Tenías que explicárselo todo. "No, quiero decir, ¿qué más tienes en este coche? Quiero hacer una lista de cada artículo de este coche que no esté atornillado".
"Uh, está bien, veamos", dijo Cracker, dándose la vuelta para enumerar el contenido de su asiento trasero." Tengo mi bolsa de tenis... un paquete de seis botellas de agua Poland Spring... una caja de CD... una botella de whisky Macallan, iba a dársela a un amigo mío en el club... el asiento de coche de mi hija... una caja de cigarros y... Eso es todo. A excepción de lo que está en la guantera".
Storm sentía que estaba rescatando a un niño de seis años. "Y lo que hay en la guantera es… ¿Whitely?"
"Uhh, veamos... Algunas servilletas... aspirina... el manómetro de presión... mi seguro y papeles del coche... y, oh, ¡ahí es donde me puse las gafas de sol!"
"Me alegro mucho por ti. ¿Algo más?"
"No. Eso es todo. Lo siento, no hay nada útil. Como he dicho, no estoy..."
"En realidad, todo eso es muy bueno", contradijo Storm. "Trae la bolsa de tenis aquí y dame tu raqueta."
Cracker sacó una raqueta Head YouTek IG Speed MP. Fabricada de polímero reforzado con fibras de carbono. Había dos más idéntica a ella en la bolsa.
"Esa es la raqueta utiliza Novak Djokovic", explicó Cracker con entusiasmo.
"Estoy seguro de que estaría muy orgulloso", contestó Storm, bajando la ventanilla dejando que el aire entrara en el coche.
Storm miró al Lincoln por su espejo retrovisor, seguía manteniendo la posición unos coches detrás de él, entremezclándose entre el tráfico tal como él hacía. Storm maniobró hasta que tuvo una distancia abierta detrás de él y se desvió al arcén de la derecha.
Entonces accionó los frenos, tiró del volante con fuerza a la izquierda, y ejecutó un giro perfecto de ciento ochenta grados en el arcén —en dirección contraria al tráfico que se aproximaba.
Un coro de bocinas sonaron por Storm, al igual que un pequeño ejército de saludos de un-dedo de Jersey, pero Storm no les hizo caso y se centró en lo que estaba a punto de intentar.
Una facultad poco conocida sobre Derrick Storm —una que rara vez se molestaba en compartir, porque rara vez parecía relevante— es que él es ambidiestro. Podía lanzar tanto con el brazo izquierdo como con el derecho. El derecho tendió a ser más fuerte. Pero el izquierdo era, a saber por qué, más preciso. Confiaba en eso a medida que consiguió enderezar el Jaguar y pisar a fondo el pedal del acelerador.
Agarrando la raqueta, sacó su brazo izquierdo por la ventana. Esperó a que el Lincoln estuviera casi sobre ellos, y entonces arrojó la raqueta al francotirador, como si fuese un boomerang.
En el momento que Storm lanzó su improvisado proyectil, el Jaguar se había estancado a punto muerto, quizás se desplazaba a unos treinta kilómetros por hora. El Lincoln estaba empezando a ralentizar como respuesta a la velocidad de Storm y aún así circulaba a ochenta. Contando los ochenta kilómetros por hora, Storm fue capaz de generar un lanzamiento de raqueta desde la posición sentado al hombre armado con una velocidad efectiva de ciento noventa kilómetros por hora.
La raqueta lo golpeó la frente, dejándolo inconsciente y arrojándolo fuera de la plataforma a toda velocidad, bajo las llantas de un camión de dieciocho ruedas. El camión ni tuvo tiempo de reaccionar antes de aplastar al inesperado peatón.
"Supongo que es un punto por abajo", dijo Cracker.
"Más bien quince-nada", dijo Storm.
A medida que aceleraban pasaron a toda velocidad a los ocupantes de la camioneta que estaban todavía confusos, Storm divisó un paso de mediana que separaba los dos sentidos de circulación de la autopista. Se trataba de un giro en U para uso exclusivo de servicio de emergencias, y Storm decidió que estaba realizando un servicio de emergencia. Parecía prudente para unirse a los carriles del tráfico con la dirección en la que actualmente circulaba. Se coló por el hueco, y luego apuró los cilindros V12 del Jaguar, uniéndose rápidamente al carril izquierdo dirección norte.
Él sabía de sobras que no debía pensar que por un simple movimiento perdería de vista la camioneta de Volkov. Efectivamente, mientras Storm miraba atrás, la camioneta estaba en pleno cambio de sentido. No era tan manejable como el Jaguar, y Storm lo vio rebanar el parachoques delantero de un Chevy Cavalier y a continuación se estrelló contra la mediana de la autopista, raspando el lateral pero acelerando hacia el mismo cambio de sentido que Storm había utilizado.
El Jaguar había ganado algo de terreno, pero la circulación sentido norte no fluía con menos problemas que la de sentido sur. La camioneta estaba cuatro coches atrás, copiando cada adelantamiento del jaguar coche por coche. Pero, al menos, pensó Storm, no estaban recibiendo más disparos.
Entonces sonaron nuevos disparos. Storm supuso, por el sonido de ellos, que era o un 0,38 o un .357. Suficiente como para hacer trizas un neumático. Algunos coches fueron apartados bruscamente del camino del Lincoln al arcén. Otros hacían sonar el claxon. Otros parecían completamente ajenos —un hombre, dentro del coche más cercano al Jaguar hablaba por su teléfono móvil como si fuera a dar un paseo dominical.
Storm miró por la luna trasera y vio a un hombre con la mitad de su cuerpo asomando por la ventana del lado del pasajero. No era Volkov. Él debía conducir.
Así resultó que deshacerse del hombre de la plataforma de carga de la camioneta sólo había mejorado su situación parcialmente. Un tirador que tuviese que asomarse por un coche y utilizar un arma de fuego sería más errático que uno plantado sobre sus pies usando un rifle. Así pues, la probabilidad de ser alcanzado por alguna bala había bajado. Pero cada bala todavía llevaba consigo esa posibilidad.
"Está bien, quiero que me escuches con mucha atención, y sigue exactamente cada una de mis instrucciones," habló Storm. "Y no tengo tiempo para preguntas. ¿Puedes hacer eso?"
"Yo... sí… Sí".
"Muy bien. Entonces primer paso. Extiende la hoja de la navaja suiza de tu llavero".
"¿Qué? ¿Vamos a retarlos a un duelo a cuchillo?"
"¿Qué fue lo que dije acerca de las preguntas?"
"Lo siento", se disculpó Cracker, y a continuación desplegó la cuchilla del llavero mientras Storm se abría paso hábilmente entre el tráfico.
"Lo siguiente, sentí algunas camisetas en tu bolsa de tenis. ¿Estan hechas de algún tipo de tela mezclada? ¿Del tipo que elimina la humedad?"
"Sí".
"Excelente. Corta una de ellas en seis tiras largas".
"De acuerdo", obedeció Cracker y se puso manos a la obra con la navaja y las camisetas. Storm escuchó el rasgado del tejido. Más balas surcaron desde el Lincoln. Uno hizo añicos el retrovisor derecho, provocando un grito en Cracker. Pero, dándole méritos, se mantuvo en su faena.
"¿Lo siguiente?", Preguntó cuando hubo terminado.
"Agarra esas botellas de agua de Poland Spring y vacíalas."
"¿Dónde?"
"No importa. Al suelo".
Cracker hizo lo que dijo. "¿Y ahora?"
"Vierte el Macallan en las seis botellas a partes iguales. Y trata de no derramar nada. Necesitamos esas botellas tan llenas como sea posible."
Cracker repartió el escocés equitativamente, llenando cada una de las botellas más o menos un tercio del contenido. "Hecho. ¿Lo siguiente?"
"Introduce esas tiras en las botellas. Que todo el tejido que se pueda quede impregnado con el licor, pero deja algo de la tela sobresaliendo por la parte superior."
"Uh -huh", dijo Cracker y se aplicó a su tarea. Al parecer, le costaba mucho: "Las bocas de estas botellas no son muy grandes. Estoy pasando un mal rato intentando meterlas. ¿Debo cortar tiras más estrechas?"
"No. En realidad necesitamos que se ajusten. Lo suficientemente ajustadas para que no se derrame si se mantienen boca abajo".
"Está bien."
Cracker trabajó diligentemente durante dos minutos, durante los cuales Storm logró mantener el Jaguar protegido de los disparos.
"Hecho", anunció Cracker.
"Fantástico. Deja las botellas boca arriba de manera que se apoyen contra la parte posterior del asiento", señalando Storm con el pulgar hacia la parte trasera del coche. "Ahora ves ahí atrás, desabrocha el asiento de tu hija."
"Uh, está bien."
Storm se permitió sentir optimista durante un momento. Estaba seguro que pronto se desharía de la Lincoln.
Pero ese momento no duró mucho. La autopista giraba a la izquierda, y Storm necesitaba tomar una decisión: Circular por el arcén izquierdo le permitiría pasar varios coches y conseguir una abertura que le daría la oportunidad de poner un poco de espacio significativo entre él y el Lincoln; pero con ello también le daría al pistolero una línea más directa de fuego a los neumáticos del Jaguar durante unos segundos.
Storm decidió correr el riesgo. Aceleró el motor e irrumpió en el arcén izquierdo.
Resultó ser una decisión equivocada. El momento en que expuso los neumáticos, una ráfaga de fuego salió de la camioneta.
Y el neumático trasero izquierdo explotó.
El Jaguar patinó y se desvió hacia la izquierda, raspando el hormigón. Storm luchó con el volante para evitar que perdieran el control por completo, empleando sus bíceps y tríceps en la lucha. Todavía quedaban trozos de neumáticos que se aferraban obstinadamente en la llanta, pero eran poca de ayuda. Todo lo que podía hacer era volver a meter el Jaguar de nuevo en el carril de la izquierda.
"¿Qué está pasando?" Gritó Cracker desde el asiento trasero.
"Hemos perdido una goma", explicó Storm. "No es tu problema. Sólo concéntrate en lo que estás haciendo".
"De acuerdo. Ya lo tengo suelto."
Storm agradeció que el Jaguar fuera de tracción delantera. El coche no había perdido su tracción. Sólo su manejo.
Aquello hizo que abrirse paso a través del tráfico lento fuese un imposible. Tan sólo mantener el coche en su carril se había convertido en un forcejeo constante. Ahora Storm estaba limitado a moverse a la velocidad del tráfico.
El Lincoln había aprovechado esta desventaja y se había acercado a dos coches. Pronto estaría completamente detrás de ellos, o al lado, o donde Volkov quisiese que estuviese.
"Alcánzame el asiento", pidió Storm.
El asiento de coche era un trozo opaco y difícil de manejar, compuesto de plástico y metal. Pesaba algo más de trece kilos, y la pare inferior era la pesada, ya que es donde las piezas de metal lo anclaban al coche. Cracker peleó para conseguir pasarlo a través de la estrecha abertura entre los dos asientos delanteros para después al regazo de Storm.
"Fantástico. Mientras estás ahí atrás, encuentra esa caja de cigarros. Hay un encendedor ahí dentro, ¿cierto?"
"Sí, por supuesto. En realidad se parece más a un pequeño soplete".
"Perfecto. Ponlo detrás de mi asiento. Voy a tener que cogerlo rápidamente cuando me dé la vuelta".
Mientras Cracker completaba esa tarea, Storm bajó la ventanilla y accionó el control de crucero a ochenta. Un pequeño espacio abierto se abrió delante de él, era suficiente: No tendría que preocuparse por embestir el coche de delante de él mientras intentaba la maniobra que había estado planeando.
Ahora había un solo coche —un Toyota verde— entre el Jaguar y el Lincoln.
"Te voy a necesitar aquí para agarrar el volante", dijo Storm. "Mantennos tan rectos como puedas. Te va a hacer pelear y tratará de tirar hacia la izquierda. Pero si te pones en el lado del volante, la izquierda sube y la derecha baja. Puedes usar la gravedad para mantenerlo bajo. ¿Eso tiene sentido para ti?"
"Sí, lo tiene."
Cracker se metió en su posición, a continuación, puso ambas manos sobre el volante. El Lincoln se subió al arcén izquierdo para pasar un coche que se había separado del Jaguar. Era el movimiento que Storm había estado esperando.
"Suelto ahora", dijo.
El volante tiró a la izquierda, pero Cracker tenía toda la ventaja que necesitaba para mantenerlo en su lugar. Storm agarró el asiento del coche, retorció el cuerpo por lo que miraba al revés, entonces se encaramó por el lado de la puerta, de modo que tanto el asiento como su torso estaban fuera del Jaguar.
Con ambas manos, poniendo toda la fuerza que pudo reunir en el lanzamiento arrojó el asiento del coche al parabrisas del Lincoln.
Golpeó en el mismo centro del parabrisas, creando un enorme agujero. El Lincoln viró violentamente, balanceándose sobre su suspensión, y Storm esperó por un instante que pudiese hacer un trompo. En lugar de eso, se enderezó al haberse golpeado de refilón con el Toyota verde, lo que desencadenó un accidente en cadena detrás de él —pero por desgracia, no ralentizó el Lincoln—.
Storm se centró en la camioneta, evaluando los daños que había causado. La fuerza de esos trece kilos arrojados hacia atrás no rompió todo el parabrisas, tal como Storm esperaba —el cristal templado hizo su trabajo y se mantenía en su sitio —pero tenía un agujero del tamaño del asiento en el centro.
Storm regresó de nuevo al interior del Jaguar, que se mantenía estable —o al menos relativamente estable— por un muy concentrado Whitely Cracker. Storm se apoderó del encendedor y de la primera botella de Poland Spring y encendió el trozo de camiseta que sobresalía de la parte superior. Esperaba que Volkov apreciase este homenaje a Vyacheslav Molotov, el ministro de Exteriores ruso que presentó al mundo la vulgar bomba de fabricación casera que todavía lleva su nombre.
Storm esperó hasta estar seguro de que la mecha había prendido, y luego se echó hacia atrás ya fuera del coche y lanzó su creación al agujero del parabrisas del Lincoln.
Por desgracia para él, porque estaba en el lado izquierdo del coche y mirando hacia atrás, usaba su brazo menos preciso, el derecho. Falló. La botella rebotó sin causar daños por encima de la cabina del Lincoln y no se encendió hasta que golpeó el pavimento, muy por detrás de la camioneta.
No hubo más disparos procedentes del Lincoln. Tal vez el asiento del coche había herido o matado al pasajero, cuando había dañado la camioneta. O simplemente estaba recargando.
Storm encendió la siguiente mecha y lo arrojó. Se perdió por el lado derecho. El intento número tres salpicó en la parrilla delantera y se prendió en una bola de fuego, pero aquello fue como dispararle a un rinoceronte con una carabina de aire comprimido. El Lincoln no se quedó afectado.
El intento número cuatro golpeó el parabrisas de delante del conductor, pero rebotó en la dirección equivocada y, es más, no estalló hasta que golpeó el asfalto.
Storm tenía dos oportunidades más. Para empeorarlo, la Lincoln tenía de nuevo un francotirador. El pistolero estaba asomado por la ventana y vació el cargador en una única ronda. Las primeras seis falladas. La séptima acertó al neumático trasero derecho del Jaguar justo cuando Storm tenía la siguiente mecha encendida.
Storm se alegró de estar dentro del auto cuando sucedió. Las salvajes sacudidas del Jaguar podrían haberlo lanzado por los aires si hubiera estado medio colgado.
Tal como sucedieron las cosas fue arrojado contra el lateral del vehículo, se desgarró la frente. No era una herida grave, pero sí una herida abierta. Storm maldijo cuando la sangre le cegó los ojos.
"Oh, Dios mío, ¿estás herido?" Exclamó Cracker.
"Conduce," gruñó Storm.
Tan sólo le quedaba al Jaguar las llantas en la parte trasera, salpicando un flujo constante de chispas tras él. El motor estaba trabajando el doble para mantener la velocidad constante programada en el control de crucero, sus doce cilindros rugían furiosamente.
Storm miró el penúltimo Molotov.
"Vamos, Derrick", se exigió. "Vamos a hacer esto."
Se retorció fuera del coche, exponiéndose todavía más de su cuerpo para que pudiera lanzar con el brazo izquierdo. Se centró en el agujero del parabrisas, excepto que no era un parabrisas más. Era el guante del catcher. Y él no era un simple hombre. Era un lanzador de doce años, en el patio trasero, de pie sobre el montículo de lanzador improvisado que su padre había hecho para él.
"Mantén tus ojos en el guante", le decía siempre su padre cuando peleaba con su concentración. "No apuntes. Sólo lanza".
El anciano lo había encaminado en tantos aspectos de su vida.
Este sólo era uno más.
Sacó su brazo izquierdo, seguido del lanzamiento que mejor pudo.
La botella trazó una línea recta hacia la camioneta, girando con una espiral suave mientras surcaba el aire. Lanzar una botella de cinco centímetros de diámetro a través de un agujero de no más de sesenta centímetros de ancho desde la ventana de un coche que coleteaba derrapando ochenta kilómetros por hora era, Storm lo sabía, una tarea casi imposible.
Pero lo imposible es con lo que Derrick Storm ganaba la vida.
La botella pasó a través del agujero. El interior de la cabina de la camioneta se vio envuelto en llamas.
El Lincoln se desvió repentinamente a la derecha, mandando un coche al carril de la derecha y luego hizo un trompo. A mitad de la vuelta, perdió su agarre sobre el asfalto dando una vuelta de campana.
Dio una vuelta, lanzando al anterior pistolero por la ventana abierta al torrente de vehículos que se acercaban.
Dio una segunda vuelta, hundiéndose el techo de la cabina.
Fue cuando dio una tercera vuelta cuando la combinación de varios factores implicados —la creciente deflagración dentro de la cabina, la ruptura del tanque de combustible, la deformación del metal— se unieron para crear una enorme explosión.
Storm no se molestó en ver el resto. Se acomodó en el Jaguar, tomó el control del volante, y regresó al esfuerzo de mantenerlos sobre la calzada.
"¿Eso es... eso es lo que…?" preguntó Cracker después de haber perdido todo color en la cara.
"Una cosa más", dijo Storm. "Pásame la última botella."
Storm afianzó el volante con su pierna mientras Cracker le daba la botella. Storm arrancó la tela, la inclinó atrás y dejó que el Macallan regase su garganta.
Aclaraciones del capítulos, vuelven a salir acrónimos y en este caso un personaje muy popular de allí pero que creo que ninguno conocemos.
- WCCU:
- :Unidad de delitos financieros. En realidad es acrónimo de: White Collar Crimes Unit. La traducción literal sería “Unidad de Crímenes de Cuello Blanco”, ésto para nosotros queda un poco ambiguo pues no son robos de guante blanco que es lo que más se parece sino que son robos y fraudes de personas que… por decirlo de alguna manera no se ensucian las manos, no van a punta de pistola frente a un banco.
Se trata de los robos, casi siempre millonarios, que realiza gente desde el despacho, a través de papeles y sin levantarse de su asiento, de ahí lo de cuello blanco, que sería el cuello de la camisa que llevan.
Un white collar también es usado a veces para designar al oficinista (aunque no tenga rango alto) en contraste del blue collar que es el operario de fábrica por las camisas azules que solían llevar. Tengo que repasar los primeros capítulos pues en alguno aparece lo de white collar y creía que era “oficinista” cuando en realidad era el investigador de fraudes.
- Pa's woodshed:
- apenas he encontrado información de este tipo. Al parecer se trata de un personaje de ficción creado para la empresa Pa’s woodshed para promocionar sus productos: todo tipo de muebles y (creo) menaje de hogar.
Me imagino que Cracker, o Castle, lo nombra por las pintas que tiene, va vestido como si fuese una persona muy rica, como el personaje del monopoly: pajarita, frac, sombrero ect… peeeero, muy, muy, muy venido a menos, arruinado. Es decir, como si fuera un indigente: Barba de una semana, guantes de lana típicos de indigentes, el frac lleno de remiendos, los pantalones remendados y sucios… Está vestido de frac pero con las pintas del Sr. Barragán.
Así pues, al igual que el Sr. Barragán fue un personaje popular en España y creado para una campaña de publicidad aunque luego se pasó a la comedia, el tal Pa’s woodshed también es un personaje de publicidad para este gran almacén y que me imagino, será muy famoso en su tierra pero al menos yo ni había oído hablar de él.
En España, el personaje más parecido que tenemos es el Sr. Barragán, pero como es directamente una persona vestida de indigente pero no da la connotación de haber caído de lo más alto a lo más bajo como este Pa’s woodshed, y además probablemente sólo se le conozca en España pues no he hecho la equivalencia y dejo el nombre del original.
Podéis ver a este personaje aquí.
https://www.youtube.com/watch?v=2BPRd0iXh8o
Pa’s woodshed es un almacén que ya cerró, incluso se quemó. Como curiosidad, tuvo durante mucho tiempo la silla más grande construida y colocada encima del tejado del almacén, como reclamo publicitario.
- FROGGER:
- Juego clásico de arcade, el jugador tiene el control de una rana. El objetivo es hacer cruzar esa rana de la parte inferior de la pantalla a la superior, para eso tendrá que cruzar una carretera evitando ser atropellada y luego salvar un río sin que se caiga al agua, pues esta rana no sabe nadar y sin que se la coman los cocodrilos y castores. Conforme avanza el juego los vehículos van más deprisa y aparecen más cocodrilos y bichejos que matarán a la rana. Es un juego exasperante porque te matan enseguida pero de los que enganchan.
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Re: 4º Derrick Storm "STORM FRONT" [Traducido al Español COMPLETO]
El siguiente capítulo 32 va a tardar, tiene más páginas para traducir y no creo que pueda hacerlo en 1 semana
HACKENSACK, Nueva Yersey
Llegaron a una especie de parada, combinación medio gasolinera medio concesionario de coches usados junto a la autopista, un lugar de mala muerte que había visto de todo, excepto un Jaguar XJL acribillado y renqueante entrando en el aparcamiento.
"Todavía estoy desconcertado con una cosa," dijo Cracker mientras se aupaban por encima del coche. "¿Cómo nos encontró? Quiero decir, me dijiste esos micros eran de la CIA... no es como que pudiera escucharnos en mi coche".
Storm pensaba en eso mismo mientras forzaba la cerradura del maletero inutilizado del Jaguar. Recuperó el revólver de Harry el Sucio volviéndolo a guardar en su pistolera. Su peso se sentía bien. Comprobó el revólver. Estaba completo.
"Cuando estabas con Volkov esta mañana, ¿te tocó en algún momento? ¿Chocó levemente contra ti? ¿Te abrazó? ¿Te agarró?"
Cracker lo pensó. "No, quiero decir, nos dimos la mano, pero... La única vez que tuvimos contacto fue cuando me pidió prestado mi teléfono. Pero no creo que..."
"Déjame ver tu teléfono", interrumpió Storm.
Giró el teléfono y encontró un pequeño trozo de cinta negra que se disimulaba muy bien con la parte posterior del teléfono. Storm despegó la cinta para desenmascarar un pequeño microchip.
"Puso un dispositivo de rastreo", aclaró Storm mostrando a Cracker el chip. "Reunió a sus hombres y esperó hasta que paramos un tiempo. Entonces se movió. Estoy seguro que le detuvo cuando se dio cuenta que estábamos en una oficina del FBI. Pero sabía que el tiempo estaba de su lado".
Storm arrojó la cinta y microchip en un contenedor de basura cercano y estaba a punto de entregarle a Cracker su teléfono cuando sonó.
Storm dio un vistazo a la pantalla. El remitente aparecía como "GREGOR VOLKOV."
Storm se quedó mirando fijamente. "¿Es que no muere?", se preguntó retóricamente. ¿Cómo podía ser que Volkov sobreviviera a ese accidente?, a menos que... Por supuesto. No estaba en el Lincoln. Storm se dio cuenta de que en realidad nunca se fijó exactamente en el conductor. Quienquiera que fuese, no era Gregor Volkov.
Sonó de nuevo. Storm respondió a la llamada con un "¿Qué quieres?"
"¿Derrick Storm?"
"Sí".
"¡No puedo creerlo!, ¡es Derrick Storm!" retumbó la voz de Volkov en un Ruso mezclado con Inglés. "Qué maravilla de oír tu voz. Esta mañana me sorprendí de verte en Manhattan. Estaba con la creencia de que estabas muerto. Fue una sensación muy agradable."
"Sí, bueno, el sentimiento es mutuo."
"Te debes de referir a ese pequeño roce en Mogadiscio", dijo entre risas.
"En realidad, me refería a la camioneta que acabo de ver estallar en llamas en la autopista de Nueva Jersey."
"Oh, ¿así que eso es lo que pasó?", Dijo Volkov como si no fuera nada más que la respuesta a un acertijo que había meditado casualmente. "Me preguntaba por qué perdimos la comunicación. Qué pena. Qué pena. Eran buenos hombres. Pero al parecer no lo suficiente. Debería haber sabido que no eran rival para Derrick Storm".
"Imagino que no llamaste para alabarme, así que vamos al grano: Whitely Cracker no se va a ir contigo. No te va a ejecutar esas operaciones. Él está conmigo y se queda conmigo. Así que puedes dejarlo y reptar a ese agujero en el que te escondes, o puedes morirte directamente. Tú decides."
"Chit-chit —chasqueó— Derrick Storm. ¿De verdad crees que un hombre tan preparado como yo no tenía un plan de reserva? Es cierto que esperaba que los caballeros de la camioneta persuadieran al Sr. Cracker para unirse conmigo. Pero creo que tengo mi propia... póliza de seguros".
Con los dientes apretados, protestó Cracker, "¿De qué estás hablando?"
"¿Serías tan amable de poner el altavoz? Me gustaría que vosotros dos escuchaseis algo".
Storm se volvió hacia Cracker. "Pon el altavoz."
Cracker tocó un botón. Storm dijo: "Ya está. Estamos escuchando".
Volkov habló a una persona de la habitación. "Vamos querida, ruega por tu vida."
El sonido de la señora de G. Whitely Cracker V llenó el espacio: "Whitely, ¿cariño? Te quiero. Lo siento tanto... que yo..."
"¡Melissa! Oh, Dios mío, ¿cómo están—?"
"Suficiente." Cortó Volkov. "¿No es una suerte para mí que mis hombres fuesen capaces de apoderarse de ella justo antes de que brincase como el conejito que es? Me dijeron que casi escapó del alcance de sus manos. Sr. Cracker ¿Quieres saber de tus queridos hijos o puedes confiar en que si tengo a tu esposa, los tengo también?"
"¿Qué quieres, Volkov?" Suplicó Cracker tratando de sonar valiente. "¿Quieres dinero? Tengo todo el dinero que necesites. Te daré diez millones por cada uno de ellos, enviados a cualquier cuenta de cualquier parte del mundo, sin preguntas, sin condiciones. Que sean veinte millones. La mitad ahora y la otra mitad cuando—"
"Guarda tu dinero, Sr. Cracker. No debiste escuchar esta mañana. ¿Por qué iba yo a querer tu dinero cuando puedo tener el poder? Máximo poder. Para mí y para mi país. Te aseguro que no hay suficiente dinero en el mundo para hacerme renunciar a ese sueño. Ni siquiera en tu cuenta bancaria".
Storm miró la cara de Cracker. La expresión era de sorpresa, de estar abrumado y completamente desesperado. Sin decir una sola palabra, Storm se dio cuenta que tratar de entrar en razón con este hombre no funcionaría. Así que, sí, Storm podría decirle que no existe ningún punto en la negociación con terroristas. Storm podría decir que tenían que tomar el control de la situación, atacar antes de ser atacado, confiar en que Volkov era en última instancia un pragmático que no mataría a la familia de Cracker mientras los necesitase como coacción. Storm podría decir a Cracker que si accedía y hacía lo que quería Volkov, él y su familia estarían muertos al segundo en que Volkov ya no los encontrase útiles.
Pero Storm sabía que Cracker estaba más allá de todo, más allá de cualquier escucha. Claramente Cracker cometió errores —en particular, sus acciones recientes lo habían hecho ser cualquier cosa excepto equipararse a la torre de virtuosismo que el mundo pensaba que era—. Aún así, en el fondo de su ser, era un hombre decente que haría cualquier cosa por salvar a su esposa e hijos.
Incluso si haciéndolo, en realidad terminasen siendo todos asesinados.
"Está bien", dijo Storm. "Tú eres el que tienes la mano de cartas. ¿Cómo va a ir esto?"
"El Sr. Cracker se presentará ante mí en la entrada de Salidas Internacionales de la Terminal B en el aeropuerto de Newark, en dos horas", exigió Volkov. "Como sé hacia dónde se dirigen tus pensamientos en este preciso momento, permíteme comenzar diciendo que si encontramos al Sr. Cracker de repente inscrito en la "Lista de Exclusión de Embarque” o si hay algo más que hacer que impida su embarque fuera del país, las consecuencias para su familia serán muy graves".
"Entiend…" empezó a decir Cracker, pero Volkov le gritó.
"No he terminado. El Sr. Cracker llevará su pasaporte, pero no llevará nada más de equipaje. Vendrá solo. He entrenado a mis hombres para saber qué pinta tienen los tuyos de la CIA y cuáles son sus trucos. Si mi gente o yo detectamos el más mínimo indicio que el Sr. Cracker no está solo o que has organizado algún tipo de resistencia, créeme que te enviaré por correo a su familia a pedazos".
"Lo captamos", dijo Storm antes de que Cracker pudiera responder. "Pero no podemos hacer que eso suceda en dos horas. Tus hombres destrozaron nuestro coche. Su pasaporte está en su casa en Chappaqua. No podemos conseguir un coche nuevo, llegar a Chappaqua, y luego bajar al aeropuerto de Newark en dos horas. Que sean cuatro horas."
En cuatro horas, Storm podría convencer a Jedediah Jones para tener un equipo en el sitio. Sería un equipo que, dijese lo que dijese Volkov, ningún matón sería capaz de detectar, sin importar lo que Volkov les hubiera dicho que buscasen.
¿Pero en dos horas? Sería casi imposible coordinar todos esos movimientos sin tener a policías con pintas de una película de los años 20 correteando. Alguien podría joderlo.
Y Volkov lo sabía.
"Tú eres un hombre de recursos, Storm. Puedes hacer que llegue a tiempo", dijo Volkov. "Te veré dentro de dos horas, Sr. Cracker. O voy a disfrutar violando a tu bonita mujer mientras que tus hijos son desmenuzados a cachitos".
El torrente de palabras qué-vamos-a-hacer-ahora-cómo-vamos-a-hacerlo-qué-nos-pasará que salió de la boca de Cracker tenía un matiz de pánico que cada vez tomaba menos sentido conforme hablaba. Storm esperó a que terminase.
Cuando estuvo bastante seguro que había terminado, Storm empezó a hablar, "Dame tu cartera."
"¿Por qué qu...? ¿Por qué necesitas mi cartera?"
"Vamos a tener que volver a la política de sin-preguntas, por favor. Tan sólo dame tu cartera".
Cracker metió la mano en el bolsillo de atrás y sacó una delgada billetera de cuero aunque de aspecto caro. El único dinero que albergaba en ella era el de un sólo billete de cien dólares. Storm recorrió todas las tarjetas de crédito hasta que llegó a la tarjeta American Express negra. Caminó hacia la parte de la tienda de autos de segunda mano de la gasolinera, entró a través de una puerta de cristal que tenía una rajadura irregular en la parte inferior y con campanas atadas a su tirador.
Cracker se pegó como una lapa a Storm pero, de acuerdo con la política recientemente instaurada, no dijo nada. El tintineo de la puerta atrajo desde un cuarto trasero a un hombre negro de aspecto cansado.
"¿Puedo ayudarte?"
"Sí, ¿sabes lo que es esto?", preguntó Storm sosteniendo la tarjeta de crédito. El hombre entrecerró los ojos un instante y Storm continuó. "En realidad, déjame ahorrarte tiempo. Es una tarjeta American Express Centurion, también conocida como una Tarjeta American Express Negra, por razones obvias. Es la tarjeta de crédito más rara del mundo, y sólo se expide a las personas con un patrimonio neto de al menos veinte millones de dólares. Hay un rumor de que no tiene límite, pero en realidad no es cierto. La última vez que lo comprobé, el límite era de cerca de seis millones de dólares. El hecho es, que el límite es mucho.
"Este es el Sr. Whitely Cracker ", continuó Storm. " Como puedes ver por las letras en la parte frontal, es el titular de esta tarjeta. A él le gustaría comprarte dos de tus mejores coches usados, y le gustaría hacerlo muy, muy rápido. ¿Nos puedes ayudar con esta transacción o tenemos que usar nuestra tarjeta negra en otro lugar?"
Los ojos del hombre habían vuelto a la vida. No necesitaba la guía de referencia para lo que Storm había presentado. Estaba a punto de vender dos coches —probablemente dos más de lo que había vendido en las dos semanas previas. "No," dijo el hombre. "Creo que puedo ayudar."
"Fantástico. ¿Cuál es el coche más caro que tienes?"
"Tengo un BMW serie cinco del 2004," informó. "Tiene menos de sesenta y cinco mil kilometros. Lo tengo a la venta por veintiún mil dólares. Está justo ahí, por si quieres echarle una mirada".
"No es necesario. Será para él. Y por favor, le cobra el doble. ¿Qué más tiene?"
"Tengo un Cadillas STS del 2005. Tiene un pequeño…."
"No es bueno. ¿Tienes algún Ford?"
"Tengo un Fiesta de dos años, pocos kilómetros, por 13500."
"Él va a comprarlo. Por favor cargue el triple".
"Uh... está bien", dijo el tipo y ya estaba aporreando el teclado numérico de una antigua calculadora de sobremesa. "Con las tasas, asciende a noventa y dos mil trescien—"
"Redondéalo a cien mil," dijo Storm entregándole la tarjeta. "No me gusta el regateo. Pero nos vamos a ir de aquí en tres minutos."
"Tú eres el jefe."
"¿Tienen combustible?" preguntó Storm entregándole la tarjeta.
"Sí, señor. Los tanques llenos. Necesitaré su firma en algunos pap—"
"Falsifícalas. Sólo entréguenos las llaves lo antes posible".
"Déme dos minutos," comentó arrastrando los pies con un poco más de celeridad hacia un ordenador en la habitación de atrás.
Cracker esperó hasta que el hombre estuvo fuera de la habitación, entoncescomenzó a hablar por primera vez desde que entró: "¿Puedo hacer una pregunta ahora?"
"Que sea rápida."
"¿Por qué dos coches?"
"Siento tener que decirte esto, compañero, pero tenemos que dividir la banda. Tú te vas a por tu pasaporte y te vas al aeropuerto de Newark, tal como dijo el hombre. Te sugiero que conduzcas bastante rápido si quieres llegar. Tan sólo asegúrate de mantener el teléfono encendido para el caso de necesitar ponerme en contacto contigo.”
"¿Y tú a dónde vas?"
"Bayona".
"¿Bayona? ¿En Nueva Jersey?"
"Sí," dijo Storm. "He oído que es precioso en esta época del año."
CAPÍTULO 31
HACKENSACK, Nueva Yersey
Llegaron a una especie de parada, combinación medio gasolinera medio concesionario de coches usados junto a la autopista, un lugar de mala muerte que había visto de todo, excepto un Jaguar XJL acribillado y renqueante entrando en el aparcamiento.
"Todavía estoy desconcertado con una cosa," dijo Cracker mientras se aupaban por encima del coche. "¿Cómo nos encontró? Quiero decir, me dijiste esos micros eran de la CIA... no es como que pudiera escucharnos en mi coche".
Storm pensaba en eso mismo mientras forzaba la cerradura del maletero inutilizado del Jaguar. Recuperó el revólver de Harry el Sucio volviéndolo a guardar en su pistolera. Su peso se sentía bien. Comprobó el revólver. Estaba completo.
"Cuando estabas con Volkov esta mañana, ¿te tocó en algún momento? ¿Chocó levemente contra ti? ¿Te abrazó? ¿Te agarró?"
Cracker lo pensó. "No, quiero decir, nos dimos la mano, pero... La única vez que tuvimos contacto fue cuando me pidió prestado mi teléfono. Pero no creo que..."
"Déjame ver tu teléfono", interrumpió Storm.
Giró el teléfono y encontró un pequeño trozo de cinta negra que se disimulaba muy bien con la parte posterior del teléfono. Storm despegó la cinta para desenmascarar un pequeño microchip.
"Puso un dispositivo de rastreo", aclaró Storm mostrando a Cracker el chip. "Reunió a sus hombres y esperó hasta que paramos un tiempo. Entonces se movió. Estoy seguro que le detuvo cuando se dio cuenta que estábamos en una oficina del FBI. Pero sabía que el tiempo estaba de su lado".
Storm arrojó la cinta y microchip en un contenedor de basura cercano y estaba a punto de entregarle a Cracker su teléfono cuando sonó.
Storm dio un vistazo a la pantalla. El remitente aparecía como "GREGOR VOLKOV."
Storm se quedó mirando fijamente. "¿Es que no muere?", se preguntó retóricamente. ¿Cómo podía ser que Volkov sobreviviera a ese accidente?, a menos que... Por supuesto. No estaba en el Lincoln. Storm se dio cuenta de que en realidad nunca se fijó exactamente en el conductor. Quienquiera que fuese, no era Gregor Volkov.
Sonó de nuevo. Storm respondió a la llamada con un "¿Qué quieres?"
"¿Derrick Storm?"
"Sí".
"¡No puedo creerlo!, ¡es Derrick Storm!" retumbó la voz de Volkov en un Ruso mezclado con Inglés. "Qué maravilla de oír tu voz. Esta mañana me sorprendí de verte en Manhattan. Estaba con la creencia de que estabas muerto. Fue una sensación muy agradable."
"Sí, bueno, el sentimiento es mutuo."
"Te debes de referir a ese pequeño roce en Mogadiscio", dijo entre risas.
"En realidad, me refería a la camioneta que acabo de ver estallar en llamas en la autopista de Nueva Jersey."
"Oh, ¿así que eso es lo que pasó?", Dijo Volkov como si no fuera nada más que la respuesta a un acertijo que había meditado casualmente. "Me preguntaba por qué perdimos la comunicación. Qué pena. Qué pena. Eran buenos hombres. Pero al parecer no lo suficiente. Debería haber sabido que no eran rival para Derrick Storm".
"Imagino que no llamaste para alabarme, así que vamos al grano: Whitely Cracker no se va a ir contigo. No te va a ejecutar esas operaciones. Él está conmigo y se queda conmigo. Así que puedes dejarlo y reptar a ese agujero en el que te escondes, o puedes morirte directamente. Tú decides."
"Chit-chit —chasqueó— Derrick Storm. ¿De verdad crees que un hombre tan preparado como yo no tenía un plan de reserva? Es cierto que esperaba que los caballeros de la camioneta persuadieran al Sr. Cracker para unirse conmigo. Pero creo que tengo mi propia... póliza de seguros".
Con los dientes apretados, protestó Cracker, "¿De qué estás hablando?"
"¿Serías tan amable de poner el altavoz? Me gustaría que vosotros dos escuchaseis algo".
Storm se volvió hacia Cracker. "Pon el altavoz."
Cracker tocó un botón. Storm dijo: "Ya está. Estamos escuchando".
Volkov habló a una persona de la habitación. "Vamos querida, ruega por tu vida."
El sonido de la señora de G. Whitely Cracker V llenó el espacio: "Whitely, ¿cariño? Te quiero. Lo siento tanto... que yo..."
"¡Melissa! Oh, Dios mío, ¿cómo están—?"
"Suficiente." Cortó Volkov. "¿No es una suerte para mí que mis hombres fuesen capaces de apoderarse de ella justo antes de que brincase como el conejito que es? Me dijeron que casi escapó del alcance de sus manos. Sr. Cracker ¿Quieres saber de tus queridos hijos o puedes confiar en que si tengo a tu esposa, los tengo también?"
"¿Qué quieres, Volkov?" Suplicó Cracker tratando de sonar valiente. "¿Quieres dinero? Tengo todo el dinero que necesites. Te daré diez millones por cada uno de ellos, enviados a cualquier cuenta de cualquier parte del mundo, sin preguntas, sin condiciones. Que sean veinte millones. La mitad ahora y la otra mitad cuando—"
"Guarda tu dinero, Sr. Cracker. No debiste escuchar esta mañana. ¿Por qué iba yo a querer tu dinero cuando puedo tener el poder? Máximo poder. Para mí y para mi país. Te aseguro que no hay suficiente dinero en el mundo para hacerme renunciar a ese sueño. Ni siquiera en tu cuenta bancaria".
Storm miró la cara de Cracker. La expresión era de sorpresa, de estar abrumado y completamente desesperado. Sin decir una sola palabra, Storm se dio cuenta que tratar de entrar en razón con este hombre no funcionaría. Así que, sí, Storm podría decirle que no existe ningún punto en la negociación con terroristas. Storm podría decir que tenían que tomar el control de la situación, atacar antes de ser atacado, confiar en que Volkov era en última instancia un pragmático que no mataría a la familia de Cracker mientras los necesitase como coacción. Storm podría decir a Cracker que si accedía y hacía lo que quería Volkov, él y su familia estarían muertos al segundo en que Volkov ya no los encontrase útiles.
Pero Storm sabía que Cracker estaba más allá de todo, más allá de cualquier escucha. Claramente Cracker cometió errores —en particular, sus acciones recientes lo habían hecho ser cualquier cosa excepto equipararse a la torre de virtuosismo que el mundo pensaba que era—. Aún así, en el fondo de su ser, era un hombre decente que haría cualquier cosa por salvar a su esposa e hijos.
Incluso si haciéndolo, en realidad terminasen siendo todos asesinados.
"Está bien", dijo Storm. "Tú eres el que tienes la mano de cartas. ¿Cómo va a ir esto?"
"El Sr. Cracker se presentará ante mí en la entrada de Salidas Internacionales de la Terminal B en el aeropuerto de Newark, en dos horas", exigió Volkov. "Como sé hacia dónde se dirigen tus pensamientos en este preciso momento, permíteme comenzar diciendo que si encontramos al Sr. Cracker de repente inscrito en la "Lista de Exclusión de Embarque” o si hay algo más que hacer que impida su embarque fuera del país, las consecuencias para su familia serán muy graves".
"Entiend…" empezó a decir Cracker, pero Volkov le gritó.
"No he terminado. El Sr. Cracker llevará su pasaporte, pero no llevará nada más de equipaje. Vendrá solo. He entrenado a mis hombres para saber qué pinta tienen los tuyos de la CIA y cuáles son sus trucos. Si mi gente o yo detectamos el más mínimo indicio que el Sr. Cracker no está solo o que has organizado algún tipo de resistencia, créeme que te enviaré por correo a su familia a pedazos".
"Lo captamos", dijo Storm antes de que Cracker pudiera responder. "Pero no podemos hacer que eso suceda en dos horas. Tus hombres destrozaron nuestro coche. Su pasaporte está en su casa en Chappaqua. No podemos conseguir un coche nuevo, llegar a Chappaqua, y luego bajar al aeropuerto de Newark en dos horas. Que sean cuatro horas."
En cuatro horas, Storm podría convencer a Jedediah Jones para tener un equipo en el sitio. Sería un equipo que, dijese lo que dijese Volkov, ningún matón sería capaz de detectar, sin importar lo que Volkov les hubiera dicho que buscasen.
¿Pero en dos horas? Sería casi imposible coordinar todos esos movimientos sin tener a policías con pintas de una película de los años 20 correteando. Alguien podría joderlo.
Y Volkov lo sabía.
"Tú eres un hombre de recursos, Storm. Puedes hacer que llegue a tiempo", dijo Volkov. "Te veré dentro de dos horas, Sr. Cracker. O voy a disfrutar violando a tu bonita mujer mientras que tus hijos son desmenuzados a cachitos".
El torrente de palabras qué-vamos-a-hacer-ahora-cómo-vamos-a-hacerlo-qué-nos-pasará que salió de la boca de Cracker tenía un matiz de pánico que cada vez tomaba menos sentido conforme hablaba. Storm esperó a que terminase.
Cuando estuvo bastante seguro que había terminado, Storm empezó a hablar, "Dame tu cartera."
"¿Por qué qu...? ¿Por qué necesitas mi cartera?"
"Vamos a tener que volver a la política de sin-preguntas, por favor. Tan sólo dame tu cartera".
Cracker metió la mano en el bolsillo de atrás y sacó una delgada billetera de cuero aunque de aspecto caro. El único dinero que albergaba en ella era el de un sólo billete de cien dólares. Storm recorrió todas las tarjetas de crédito hasta que llegó a la tarjeta American Express negra. Caminó hacia la parte de la tienda de autos de segunda mano de la gasolinera, entró a través de una puerta de cristal que tenía una rajadura irregular en la parte inferior y con campanas atadas a su tirador.
Cracker se pegó como una lapa a Storm pero, de acuerdo con la política recientemente instaurada, no dijo nada. El tintineo de la puerta atrajo desde un cuarto trasero a un hombre negro de aspecto cansado.
"¿Puedo ayudarte?"
"Sí, ¿sabes lo que es esto?", preguntó Storm sosteniendo la tarjeta de crédito. El hombre entrecerró los ojos un instante y Storm continuó. "En realidad, déjame ahorrarte tiempo. Es una tarjeta American Express Centurion, también conocida como una Tarjeta American Express Negra, por razones obvias. Es la tarjeta de crédito más rara del mundo, y sólo se expide a las personas con un patrimonio neto de al menos veinte millones de dólares. Hay un rumor de que no tiene límite, pero en realidad no es cierto. La última vez que lo comprobé, el límite era de cerca de seis millones de dólares. El hecho es, que el límite es mucho.
"Este es el Sr. Whitely Cracker ", continuó Storm. " Como puedes ver por las letras en la parte frontal, es el titular de esta tarjeta. A él le gustaría comprarte dos de tus mejores coches usados, y le gustaría hacerlo muy, muy rápido. ¿Nos puedes ayudar con esta transacción o tenemos que usar nuestra tarjeta negra en otro lugar?"
Los ojos del hombre habían vuelto a la vida. No necesitaba la guía de referencia para lo que Storm había presentado. Estaba a punto de vender dos coches —probablemente dos más de lo que había vendido en las dos semanas previas. "No," dijo el hombre. "Creo que puedo ayudar."
"Fantástico. ¿Cuál es el coche más caro que tienes?"
"Tengo un BMW serie cinco del 2004," informó. "Tiene menos de sesenta y cinco mil kilometros. Lo tengo a la venta por veintiún mil dólares. Está justo ahí, por si quieres echarle una mirada".
"No es necesario. Será para él. Y por favor, le cobra el doble. ¿Qué más tiene?"
"Tengo un Cadillas STS del 2005. Tiene un pequeño…."
"No es bueno. ¿Tienes algún Ford?"
"Tengo un Fiesta de dos años, pocos kilómetros, por 13500."
"Él va a comprarlo. Por favor cargue el triple".
"Uh... está bien", dijo el tipo y ya estaba aporreando el teclado numérico de una antigua calculadora de sobremesa. "Con las tasas, asciende a noventa y dos mil trescien—"
"Redondéalo a cien mil," dijo Storm entregándole la tarjeta. "No me gusta el regateo. Pero nos vamos a ir de aquí en tres minutos."
"Tú eres el jefe."
"¿Tienen combustible?" preguntó Storm entregándole la tarjeta.
"Sí, señor. Los tanques llenos. Necesitaré su firma en algunos pap—"
"Falsifícalas. Sólo entréguenos las llaves lo antes posible".
"Déme dos minutos," comentó arrastrando los pies con un poco más de celeridad hacia un ordenador en la habitación de atrás.
Cracker esperó hasta que el hombre estuvo fuera de la habitación, entoncescomenzó a hablar por primera vez desde que entró: "¿Puedo hacer una pregunta ahora?"
"Que sea rápida."
"¿Por qué dos coches?"
"Siento tener que decirte esto, compañero, pero tenemos que dividir la banda. Tú te vas a por tu pasaporte y te vas al aeropuerto de Newark, tal como dijo el hombre. Te sugiero que conduzcas bastante rápido si quieres llegar. Tan sólo asegúrate de mantener el teléfono encendido para el caso de necesitar ponerme en contacto contigo.”
"¿Y tú a dónde vas?"
"Bayona".
"¿Bayona? ¿En Nueva Jersey?"
"Sí," dijo Storm. "He oído que es precioso en esta época del año."
qwerty- Escritor - Policia
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Re: 4º Derrick Storm "STORM FRONT" [Traducido al Español COMPLETO]
sin apuro, q aca esperamos, saludos!!! y gracias!!!!
mitek- Escritor novato
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Re: 4º Derrick Storm "STORM FRONT" [Traducido al Español COMPLETO]
Qwertyyyyyyyyyyyyyyyyyy!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!! que te quedan 3 capissssssss!!!!!!!!!!!!!!!!! acaba el libro porfissssssss!!!!!!!!!!!
007Castle- As del póker
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Re: 4º Derrick Storm "STORM FRONT" [Traducido al Español COMPLETO]
.007Castle escribió:Qwertyyyyyyyyyyyyyyyyyy!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!! que te quedan 3 capissssssss!!!!!!!!!!!!!!!!! acaba el libro porfissssssss!!!!!!!!!!!
HOLA!!! Y SORRYYY!!!
Que se me han complicado un poco las cosas y he dejado la traducción. Con todo lo que llevo hecho es para terminarlo que si no me mato yo misma. Encima que dentro de nada aparece otro personaje conocido por nosotros.
Paciencia, por favor.
qwerty- Escritor - Policia
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Re: 4º Derrick Storm "STORM FRONT" [Traducido al Español COMPLETO]
Uff!!! Llegó el capítulo 32. El siguiente también es igual de largo, espero que no me cueste tanto colgarlo pero seguro que tardaré más de 1 semana.
BAYONA, Nueva Jersey
El plan de Storm comenzó con un principio básico, una premisa inapelable.
Volkov estaba mintiendo.
Esto se basaba en la experiencia, la intuición y el sentido común de andar por casa. Era tal como Carl Storm rezaba siempre: Si un hombre como Volkov dice que hay una rata en la Luna, no lleves queso.
De esta manera fue como Derrick Storm supuso que el encuentro en la terminal internacional, el pasaporte, las severas advertencias sobre la utilización de la lista de no-admitidos —todo era un engaño para hacerle creer que Cracker iba a ser sacado clandestinamente fuera del país para reunirlo con su familia en alguna localidad extranjera, donde se llevaría a cabo el horrible acto—.
Eso, obviamente, significaba que era improbable que Cracker saliera ni siquiera de Nueva Jersey; que su familia estuviera probablemente cerca de allí, refugiados en la fábrica abandonada que Volkov creía que nadie era conocedor de su existencia; que probablemente Volkov había preparado el MonEx 4000 ahí y lo había dejado listo para rodar.
Mientras Storm se alejaba con el coche de reventa envió unos mensajes de texto al agente Kevin Bryan: "¿Sigue ocupada la localización de Volkov en Bayona?"
Rápidamente, mientras conducía, Storm recibió la respuesta: "Afirmativo. Infrarrojos muestran catorce formas de vida dentro de la construcción. Helicóptero ha partido ahora. Debe haber sido un alquiler".
Storm anhelaba tener todo el apoyo de Jedediah Jones y de los cerebrines —no sólo los mensajes furtivos de uno de los agentes— si antes ya había actuado sin las comodidades de los recursos de Jones, él podría hacerlo de nuevo. Además, sabía cómo acabaría el asunto implicando a Jones. Con dos llamadas telefónicas Jones podría conseguir todo, desde los Boinas Verdes a la Navy Seal Team 6 penetrando en el edificio desde todos los flancos. Eso daría docenas de oportunidades para que las cosas se fueran a la mierda. Al menos trabajando solo, pensó Storm irónicamente, sólo existía una posibilidad.
Tomó la salida 14A de la prolongación de la autopista de Nueva Jersey, dejando que el GPS de su teléfono lo guiara a través del laberinto de calles con nombres numéricos en una zona industrial de la ciudad. Hacía un tiempo, la pequeña burguesía había llegado a muchas partes oxidadas de Nueva Jersey, la proximidad a Manhattan condujo a un auténtico boom inmobiliario que transformó lugares como Hoboken y la ciudad de Jersey con edificios de apartamentos y oficinas.
La licitación residencial todavía no había encontrado Bayona. Todavía era un núcleo industrial, tal como había sido a lo largo de su historia; por desgracia, era un centro de fabricación de artilugios americanos obsoletos. Así que la mayoría de los edificios que Storm cruzaba, o estaban abandonados o infrautilizados. Y al caer la noche y empezar a avanzar a oscuridad, esa poca humanidad que hacía uso de ellos se marchaba a casa.
Finalmente Storm llegó a su lugar de destino, y mientras rayaba el ocaso lo observó detenidamente. Era un edificio de dos bloques de largo, cuatro alturas, pintadas grafiteras gigantescas cubrían el ladrillo caravista del edificio, estaba plagado de ventanas llenas de mugre más rotas que enteras. Algún antiguo propietario había hecho lo responsable para mantener alejados a ocupantes ilegales y vagabundos, había rodeado el edificio con una valla de tela metálica. Pero no se había conservado en condiciones. La cerca metálica ofrecía una defensa parcheada a quien quisiera inspeccionar el edificio. Secciones enteras de ella estaban dañadas o habían desaparecido.
Matas de maleza, algunas de ellas de más de un metro de altura, se habían apoderado del estacionamiento —o al menos de las partes que no estaban cubiertas por los montones de vertidos de desechos ilegales—. Storm no veía ningún vehículo, aunque probablemente ellos lo ocultasen por los alrededores por precaución a que una patrulla de la policía que pasase lo divisara y decidiera inspeccionar más.
Storm mantuvo una velocidad constante al pasar por primera vez ante el edificio. No se atrevió a pasar una segunda vez. Un Ford Fiesta llevado por una calle de Bayona no atraería la atención de nadie dentro de la fábrica. Pero un coche de cualquier marca o modelo circulando por segunda vez podría llamar la atención a alguien de dentro. Giró la siguiente calle y lo sacó a un lado de la vía tan pronto como estuvo seguro de que se encontraba fuera de miras.
Echó un vistazo a su reloj. Hacía sólo media hora desde que Volkov anunció su proclama. Storm pensó en las catorce formas de vida del interior de la construcción. Tres de ellos eran probablemente la familia de Cracker. Eso lo reducía a Volkov y diez mercenarios. Storm supuso que, en algún momento, aproximadamente la mitad de ellos partirían hacia el aeropuerto de Newark, dejando la otra mitad para vigilar a los prisioneros.
En ese punto es cuando tendría que hacer su movimiento. Mejoraría sus posibilidades —cinco o seis contra uno parecía más manejable que once contra uno—. Especialmente cuando el revolver de Harry el Sucio sólo disponía de seis rondas.
Libraría al mundo de Volkov, salvaría a la familia Cracker, a continuación llamaría a Cracker y lo haría cambiar de rumbo en el aeropuerto de Newark antes de que los matones de Volkov lo agarrasen. Sencillo.
Estaba a punto de salir del Fiesta cuando vio a una mujer caminando por la calle. Estaba sola, lo cual parecía extraño para esa parte de la ciudad —y en ese momento de la noche— Storm estuvo pendiente, porque él había sido entrenado para observar cualquier cosa inusual. Una farola lejana detrás de ella proyectaba una sombra por delante, sólo podía distinguir su silueta. Ella caminaba con los pasos determinantes de una mujer que sabía exactamente a dónde iba.
Y resultó que a donde se dirigía era al lado derecho del coche de Storm. Antes de que Storm pudiera hacer nada para detenerla, ella tiró de la manija de la puerta y se sentó a su lado, en el asiento del pasajero.
"Bonito coche, Storm", se presentó Clara Strike."Muy masculino. ¿Todavía te gusta el color cuando sufres el cambio hormonal?"
Storm echó una ojeada a Strike. Llevaba una prenda ceñida que dejaba pocas dudas sobre lo bien que había mantenido su físico en los últimos cuatro años. Y ahí estaba ese perfume, dejándolo sin sentido, como de costumbre.
Storm sonrió. Por mucho que Clara Strike pudiera complicar su vida, se alegró de verla. Además, aquello mejoraba sus probabilidades inmensamente.
"Es bajo de potencia, lo reconozco. No es el motor de la mayor calidad de Ford", comentó. "Pero estoy tomándole cariño. He decidido llamarla Becky".
"Si esto sale a la luz en el grupo de inteligencia, sabes que tu reputación como el mejor operativo de los Estados Unidos se arruina. ¿Storm galopando al rescate subido en un Ford Fiesta? No pega."
"Estaba algo falto de tiempo. Era lo mejor que podía encontrar", se excusó Storm, entonces cambió de tema. "¿Cómo me has encontrado?"
"Kevin me dijo dónde estabas. Pensó que sonabas como si necesitases algo de ayuda. Perdimos nuestra sombra sobre Cracker tras la explosión, y no se le ha vuelto a ver en ninguno de los lugares habituales. Así que de alguna manera, he estado buscando algo que hacer. De hecho, se me pasó la idea que podría estar contigo. O, perdón, con el pastor Steve Dunkel de la Iglesia de Jesucristo de los Últimos Santos Días"
"Y lo estaba. Lo mandé a hacer un recado. Aunque es probable que no necesites preocuparte en seguirlo más".
"¿Por qué no?"
"La fortuna del príncipe Hashem ya no está en peligro. La situación financiera de Prime Resource Investment Group ha mejorado drásticamente en las últimas veinticuatro horas."
"¿Ah, sí?"
"Resulta que Cracker no estaba en bancarrota después de todo. Su contador había estado robándole."
"¿Quién? ¿Teddy? "
"Yo no lo llamaría así", dijo Storm. "Al parecer, a él no le gusta mucho."
"Huh. ¿Y quién lo sabía?"
"Desce luego no nuestro amigo Whitely." Storm hizo una pausa un momento, observando cómo el último vestigio del crepúsculo desaparecía, dando paso a una oscuridad sin luna.
"Te está saliendo un bonito chichón en la frente", comentó tocando con cuidado cerca del bulto. "¿Estás bien?"
"No es nada. ¿Jones está al tanto que has venido?"
Ella no respondió. Storm lo tomó por un sí.
"Tal vez deberías irte", dijo él.
"Él no sabe", aclaró.
"¿Me estás mintiendo ahora mismo?"
"No importa lo que responda, ¿verdad? No me vas a creer. Ahora lo único que importa es que estoy como refuerzo, y por lo que te puedo decir, no estás en condiciones de rechazar ayuda".
"Jones es un—"
"Mira, olvídate de Jones," zanjó Strike.
"Sí, estoy segura que tiene sus planes. ¿Tanto te sorprende? Él siempre lo hace y siempre lo hará. Céntrate en el aquí y el ahora. Estoy aquí. Estás aquí. Sé que no estás de visita en Bayona por el paisaje. Kevin me dijo que Volkov se encontraba aquí. Hagamos un plan y ejecutémoslo".
Él sabía que por el bien de tres personas inocentes cuyas vidas estaban ahora en peligro —por no hablar de los incontables millones de personas de más que se verían amenazados si Volkov ascendía al poder— Storm tenia que olvidarse de cualquier injusticia que Jones pudiera estar planeando.
Respiró hondo y aceptó: "Está bien. Un plan. Como estoy seguro que Kevin te lo ha dicho, Volkov se esconde en esa fábrica abandonada calle abajo".
"Sí. E imagino que la única razón por la que no te has tragado tu orgullo y has pedido a Jones que enviase un equipo táctico completo para llevarlo a cabo es porque eres Derrick Storm y tienes que salvar el mundo por ti mismo".
"No, es porque hay civiles dentro."
"Oh. Kevin no mencionó eso".
"Eso es porque él no lo sabe. Él sólo sabe que hay cuerpos calientes que aparecen en el infrarrojo".
"¿Quiénes son los civiles?"
"La esposa y los hijos de Cracker. Volkov los secuestró. Él los está usando como chantaje para asegurarse que Cracker hace lo que le dicen. Me preocupa cualquier operación a gran escala —por uno de los equipos de Jones, por la policía, por el ejército, por cualquiera, no importa lo bien entrenado que estén— la cosa no terminará bien para ellos. Si Volkov está al mando, sus hombres no serán del tipo de rendirse fácilmente. Y no van a mostrar ninguna misericordia por los cautivos. Tenemos que golpearlos rápida y silenciosamente e incapacitarlos antes de que ni siquiera sepan que han sido batidos".
Compartió la idea de que los matones de dentro se separarían pronto, y su creencia de que esa sería su mejor oportunidad.
"Sólo tenemos que entrar en el edificio sin ser vistos," terminó Storm.
"El problema es que hay mucho campo abierto rodeando la fábrica por todos los lados. Si tienen un puesto de observación, seremos descubiertos. Si el vigía es rápido con un rifle, nos pondremos a tiro".
El interior del coche se quedó en silencio durante un minuto más o menos. Entonces Strike dijo: "Podríamos actuar como lo hicimos en Sarajevo."
"No es buena idea," contradijo Storm pensando en esa misión. "No hay suficiente viento lateral. Y, además, ¿de dónde íbamos a sacar todo el fertilizante que necesitaríamos en tan poco tiempo? Esto no es exactamente un país de granjeros".
"Bien visto". Se quedaron en silencio de nuevo. Fue interrumpido por el comentario de Strike: "Tengo conmigo granadas aturdidoras y máscaras de gas en la camioneta. Hay suficientes ventanas en ese sitio. Lanzamos granadas aturdidoras a través de las ventanas y nos movemos"
Storm sacudió la cabeza a mitad de comentario. "Demasiado humo. Demasiada confusión. Demasiado para dar una sola oportunidad para que uno de esos niños reciban una bala perdida".
"Sí, supongo que tienes razón."
"¿Tienes gafas de visión nocturna?", preguntó Storm.
"Lo siento," dijo ella. "Eso no forma parte de mi kit estándar de acción."
Hubo otra pausa para la auto-reflexión. "Lo que necesitamos es algún tipo de distracción para que podamos entrar en el edificio", planteó Storm. "A partir de ahí podemos reducirlos uno a uno."
"¿Qué tal una explosión? Tengo un poco de C- 4 conmigo".
"Eso esta bien, pero ¿qué vamos a volar?"
Una sonrisa malvada cruzó la cara de Strike. "Bueno, eso depende. ¿Cuánto cariño le tienes a Becky?" Preguntó Strike acariciando el salpicadero.
"No te atreverías."
"Lo haré. Vamos".
No necesitaron más palabras sobre eso. En este mundo había dos lugares —y por desgracia, sólo dos lugares— donde Storm y Strike estuvieron siempre en perfecta sincronía. Uno de ellos era en el dormitorio. El otro era en una operación encubierta.
Veinte minutos más tarde, habían cableado a Becky para la detonación y la empujaban a un taller de reparación de vehículos venido a menos cercano a la fábrica en la parte norte.
Si un vigía los viese, tenían la pinta exacta de un marido y una esposa empujando su decrépito coche a un lugar donde pudiera ser reparado. Se retiraron hacia el norte, dirección a la camioneta de Clara Strike.
Allí se equiparon para el próximo enfrentamiento: chalecos antibalas; los cuchillos de combate KA-BAR, los preferidos por los marines; y algo de fuego adicional. Strike cogió un Colt calibre 40 y una Sig Sauer de 9mm. Storm eligió una Glock compacta G38 de tobillo con silenciador. Eso hacía un buen complemento para su arma de Harry el Sucio. Además, sería capaz de agarrar varios tambores extra. Tener de repente unas cuantas balas de más parecía ser una buena idea.
"Kevin acaba de enviar un esquemático a mi teléfono basado en el infrarrojo," comentó Strike tendiéndole una imagen en 3-D. "Esta es su posición hace media hora." Ella tocó el teléfono y apareció una nueva imagen. "Y esta es su posición hace cinco minutos. Obviamente, esto está sujeto a cambios si se despliegan Volkov o sus matones —si hacen según tus sospechas— pero al menos nos da una idea".
Storm estudió la segunda imagen y regresó de nuevo a la primera, a continuación a la segunda de nuevo. El modo en que el agente Bryan había coloreado la imagen hacía que el edificio fuese fundamentalmente translúcido, las paredes y los pisos aparecían como una gasa de contornos azulados. Los seres humanos aparecían como trozos llameantes de naranja y rojo.
Los centinelas estaban en diferente posición en cada imagen, lo que sugería patrullas itinerantes en vez de celadores en posiciones fijas. Los rehenes estaban en la cuarta planta, en una habitación cerca del centro del edificio, los cuales habían permanecido estáticos. En cada imagen, en la habitación siempre había dos guardias con ellos.
En cada extremo del edificio existían sendas escaleras, pero no el centro. Cualquiera que hubiese sido la manufacturación del edificio había sido construido en base para alojar un tramo largo de la línea de montaje de forma ininterrumpida. Las escaleras en el centro del edificio habían sido consideradas superfluas por algún arquitecto. En los usos posteriores del edificio, antes de su abandono, estas plantas abiertas se habían distribuido en espacios más discretos. Ahora había un pasillo largo y recto dividiendo cada planta, con estancias de diferentes tamaños a cada lado.
"Obviamente nos acercaremos desde abajo," empezó a decir Storm cuando hizo el análisis de la planta. "Probablemente tenga sentido que tú tomes una escalera y yo me encargue de la otra. Encontrándonos en el centro".
"Claro. ¿Quieres la del norte o la del sur?"
"Norte. Ese es el lado por donde vendrá la explosión. Probablemente todos acudan a ese lado. Prefiero que vengan hacia mí".
"Siempre tan caballeroso", replicó Strike ofreciéndole una sonrisa coqueta y una reverencia.
Abandonaron la furgoneta, trotando mientras andaban dos calles más arriba, ocho bloques al sur, luego dos calles atrás, permitiéndoles acercarse a la fábrica a pie desde el lado opuesto de donde se encontraba Becky, a la espera de su acto final explosivo.
Sin decir una palabra atravesaron el aparcamiento colindante al sur de la fábrica buscando refugio tras de un muro de hormigón —todo lo que quedaba de lo que una vez había sido un edificio—.
Desde ahí, cada uno de ellos se asomaron por lo que había sido una ventana, dieron un breve vistazo al trayecto de aproximación a la fábrica — una carrera de obstáculos de desperdicios urbanos de apenas cien metros.
"¿Por ahí?" Susurró Storm, señalando con la cabeza a un lugar donde la parte inferior de la valla había sido forzada creando una abertura semicircular de quizá sesenta centímetros, suficiente para que cualquier persona razonablemente flexible pudiera arrastrarse.
"Por ahí," Respondió Strike en el mismo tono bajo, usando sus ojos para apuntar hacia un alto montón de trozos de asfalto que algún contratista de pavimentación volcó allí para evitar las tarifas de descarga en el vertedero local.
"Me adelantaré", anunció Storm preparando sus piernas para hacer la carrera. "Si alguien de aquí va a recibir un disparo, que sea yo."
"Storm, espera."
"¿Espera?", exclamó, porque el único sustantivo que no estaba en su diccionario común era el de paciencia.
"Storm, es que...," comenzó diciendo, y él vio que estaba teniendo dificultades para encontrar las palabras. "En el bar, nosotros realmente no... yo no tuve la oportunidad de decir algunas cosas que estaban en mi mente, y..."
“¿Ahora crees que es momento adecuado para esto?" preguntó Storm, manteniendo su tono bajo. Lanzó una mirada cautelosa hacia el edificio.
"Todavía no van a ir a ninguna parte. Además, nunca hay un momento adecuado entre nosotros. Nuestro último encuentro empezó contigo apuntándome con un arma”.
"Es justo", dijo relajando las piernas, apoyado contra la pared, manteniendo un ojo en el edificio y otro en Strike. "Está bien. Entonces, ¿qué tienes en la cabeza?"
"Supongo que... Mira, yo morí una vez y no te lo dije. Tú moriste una vez y no me lo dijiste. Sé que sigo siendo la mala de la película porque yo soy la que dañó primero. Pero supongo que esperaba que pudiéramos, no sé, no sé cómo llamarlo. Me perdonas. Te perdono. Tal vez ¿tratar de empezar de nuevo?"
Un nuevo comienzo. Con Clara Strike. ¿Había realmente tal cosa? ¿O era como siempre siendo ella la araña, y él la mosca?
"Clara, no sé, yo... tenemos toda esta historia, y a veces es lo mejor de nosotros. Otras veces es como este peso colgado de nuestros cuellos. Es fácil decir olvídate de todo y comencemos de nuevo. Pero, uno, yo no estoy seguro de querer olvidarlo todo —porque si haces olvidar las cosas malas, te arriesgas a olvidar las buenas—. Y dos..."
"Piensa en ello," dijo ella antes de que pudiera terminar. "Sólo piensa sobre ello antes de contestar, ¿de acuerdo?"
Con esto, ella desapareció rodeando el muro y se deslizó hacia el agujero en la valla. Sabía que él y Clara Strike continuarían probablemente alguna versión de su defectuosa y volátil relación, basada en el sexo, el espionaje y el engaño. Él siempre le daría la bienvenida en su cama, siempre admiraría su talento como agente. Y ella siempre entendería, mejor que cualquier ciudadano de a pie, las peculiaridades de su línea de trabajo.
¿Eso significaba que tenían un futuro? ¿Eran demasiado parecidos para que funcionase a largo plazo? ¿O eran demasiado diferentes?
Bajó la mirada a su muñeca izquierda. Todavía llevaba el reloj intercomunicador EspioTalk. Sabía, que con tiempo, el dolor se disiparía y sería capaz de quitárselo. Y sabía que algún día tiraría el ridículo juguete porque él no tenía un estilo de vida que permitiese la colección de recuerdos sentimentales.
Todavía no podía hacer nada de eso. Había perdido a Ling Xi Bang. Pero él no estaba dispuesto a dejarla ir. Ella podría haber sido todas las cosas buenas que Clara Strike tenía, pero sin la piedra angular de los pecados pasados . Sí, hubiese sido una relación casi-imposible —una pareja de agentes secretos de naciones cuyos intereses rara vez se alinean—. Todo lo que él sabía era que ella nunca lo había traicionado, y que le había gustado vivir con una cierta versión el futuro en el que ella nunca estaría.
Excepto que ahora él nunca tendría la oportunidad de conocerlo.
Strike había tomado su posición detrás del asfalto y gesticulaba para que Storm se reuniera con ella. Storm dejó escapar una gran exhalación de sus pulmones. Era el momento de dar prioridad a la misión. Salió de su escondite e hizo una rápida y baja carrera hacia ella.
Él cojeaba. Pero no de una manera que alguien pudiese ver.
Como agentes entrenados, Derrick Storm y Clara Strike podrían permanecer así durante horas: preparados, a la espera, listos para saltar; relajados pero concentrados; totalmente laxos pero a un instante de estar completamente en tensión. Dos cuerpos llenos de energía potencial.
Después de pasar unos cuarenta minutos en estas condiciones, El suceso que Storm había predicho aconteció. Un furgón negro con vidrios polarizados emergió de la parte trasera del edificio y salió por una de las secciones perdidas del cercado. La oscuridad y la distancia desde la que observaban el vehículo les hizo imposible decir cuántos ocupantes tenía. Era lo suficientemente grande para acomodar a ocho, pero Storm dudaba de que tuviera tanta suerte.
Storm miró su reloj. Estaban a quince minutos de la hora de encuentro designada. El aeropuerto de Newark estaba a unos diez minutos. Esto dio crédito a las sospechas de Storm: los hombres de Volkov planeaban lanzarse en picado, recoger a Cracker, y regresar a su base de Bayona.
No tenían mucho tiempo para esperar. Él asintió con la cabeza a Strike. Sacó un pequeño detonador de su bolsillo y mantuvo apretados dos botones.
Becky representó su papel maravillosamente creando no una, sino dos explosiones en una rápida sucesión. La primera fue cuando el C-4 explotó. La segunda fue cuando el depósito de combustible fue alcanzado y se sumó a los fuegos artificiales.
Se oyeron gritos desde el interior del edificio —fuertes, voces cortantes ladrando órdenes en ruso—. Storm no podía distinguir las frases completas, pero notó con satisfacción, que las palabras parecían expresar un sentido general de confusión.
Levantó tres dedos, luego dos, luego uno. Cuando cerró el meñique, Strike y él emergieron de su escondite corriendo rápidamente hacia el edificio. No hubo gritos de alarma, no hubo disparos para dar la bienvenida a su acercamiento. Toda la atención de los rusos se centró en Becky y sus estertores de muerte.
Strike desapareció por la entrada sur. Storm corrió a lo largo de la parte trasera del edificio hacia la entrada norte, permaneciendo lo suficientemente cerca del muro de ladrillo para que nadie del cuarto piso fuese capaz de verlo sin que asomase la cabeza por la ventana.
Se detuvo al llegar a la esquina noroeste del edificio para dar una mirada cautelosa por la esquina. Estaba despejado. Dio la vuelta a la esquina y luego se aplastó contra los ladrillos, caminando sigilosamente hacia la entrada con la Glock silenciada en su mano derecha. Desconocía si los rusos enviarían a un hombre para dar un vistazo de cerca al coche volado, no tenía intención de ser tomado por sorpresa.
Estaba a medio camino de la puerta cuando un hombre con el pelo castaño aunque rapado apareció y comenzó a descender por los pocos escalones de ladrillo que conducían desde el edificio hasta el estacionamiento. La dirección de su cabeza era la opuesta de donde se encontraba Storm, se dirigía hacia el coche en llamas.
Eso sería la última cosa que vería. Cuando el hombre pisó el último peldaño —garantizando para satisfacción de Storm que sólo era un hombre el que venía a inspeccionar el coche— apretó el gatillo dos veces. La Glock emitió un suave thwump, thwump. El único otro sonido fue el del cuerpo del hombre desplomándose justo a la derecha de las escaleras.
Storm se precipitó rápidamente sobre el cuerpo, arrastrándolo contra las escaleras para que al menos estuviese fuera del campo de visión. No miró a la cara del hombre. Este era una especie de mecanismo de defensa que había desarrollado años atrás. Aunque matar era en ocasiones un subproducto necesario del trabajo de Storm, no era algo con que él disfrutaba. Aprendió que si miraba a la cara de un hombre muerto, permanecería con él para siempre. Si no la veía, por lo menos había una posibilidad de que no volviera a ver a ese ruso en sus sueños durante el resto de su vida.
Con el cuerpo apartado fuera del camino, Storm trepó la escalera principal y entró al edificio. Era aún más oscuro el interior que lo que permanecía en el exterior, sin embargo Storm podía distinguir la abertura de la escalera a su izquierda. Storm leyó una vez que en la Segunda Guerra Mundial los pilotos de los bombarderos que volaban en misiones nocturnas mordisquearon zanahorias para agudizar su visión nocturna. A menudo él había hecho lo mismo, y ahora se alegraba por ello. Eso le daba una ventaja en este mundo entre sombras.
El vocerío de la cuarta planta se había enmudecido. Ahora, el único sonido era el crujido distante de un Ford Fiesta reduciéndose a cenizas.
Storm hizo el giro a la izquierda y cruzó el marco de la puerta —si alguna vez hubo puerta, estaba arrancada de sus goznes y había desaparecido—. Entró en el hueco de la escalera. Sin ventanas y de hormigón, eso significaba para Storm una cosa importante: Sería como una cámara de resonancia. Se enfundó la Glock. Incluso con el silenciador haría un ruido demasiado fuerte. No podía arriesgarse a anunciar su llegada. Podría significar la muerte de Melissa Cracker o de sus hijos.
A un lado del descansillo de la escalera, en la esquina, Storm pudo distinguir la borrosa silueta de un montón de desperdicios, probablemente abandonados por un vagabundo que una vez hizo de ese lugar su casa. Storm caminó sobre ellos, sintiendo —y peor aún, oyendo— las esquirlas de vidrio roto bajo sus zapatos. Se agachó y tanteó suavemente alrededor hasta que tocó ropa. Era una vieja camiseta. Perfecto.
Sacó su KA-BAR y cortó la camisa por el centro. Ató una mitad alrededor de su pie derecho, la otra en torno a su izquierdo. Con la tela amortiguando sus pasos comenzó a acercarse sigilosamente por las escaleras. Contó las pisadas conforme subía. Tenía doce escalones hasta llegar al giro de la escalera, luego doce pasos del rellano de la segunda planta.
Acababa de cruzar el rellano y estaba subiendo hacia la tercera altura cuando sus oídos le dijeron que otro ruso se acercaba desde arriba. El hombre descendía rápidamente, tal vez a controlar el vehículo, o tal vez a ir a otro lugar durante la patrulla. No importaba especialmente. La cuestión era, que venía. Y rápido.
Storm retrocedió de nuevo al descansillo. Había una puerta de acceso a la segunda planta, todavía sobre sus goznes. Storm no podía abrirla sin hacer demasiado ruido. Del mismo modo, no podía hacer todo el camino hasta la primera planta a tiempo. El ruso lo alcanzaría antes de llegar allí. Desandar en silencio era demasiado lento.
Storm miró por el descansillo lo mejor que le permitía la escasa luz. No existía ningún lugar donde esconderse. El único escondrijo que tenía era la propia oscuridad. Storm se apretujó contra el rincón más cercano a la tercera planta, presionando la espalda contra la pared, tratando de hacerse parte de ella. No era una disposición perfecta por mucho que dijese. No era más que lo mejor que pudo hacer. Su esperanza era que el hombre estuviera concentrado en los peldaños para hacer su camino en la oscuridad y mirando a sus pies, no a la pared; así podría asaltar al hombre por la espalda, agarrar con una mano la boca para ahogar cualquier grito mientras que usaría su otra mano para rebanar la garganta del hombre con el KA-BAR.
Esas esperanzas se truncaron cuando Storm vio que el hombre estaba siendo precedido por un haz delgado de luz que crecía en intensidad a medida que se acercaba. Llevaba una linterna. Era cuestión de segundos que iluminara a Storm. Lo que sucediese en los posteriores segundos determinaría el destino de innumerables vidas.
Storm se quedó inmóvil, el KA-BAR firme en su mano derecha. Era posible que el hombre no viese a Storm hasta que estuviera lo suficientemente cerca para atacarlo. Ese era ahora el mejor escenario.
Pero no. Cuando el hombre dobló la curva de las escaleras entre la segunda y tercera planta, la linterna señalaba hacia abajo, a los escalones, pero parte de ella iluminaba a Storm. Primero el haz bañó los pies de Storm. Luego subió hasta las espinillas y rodillas. Cuando llegó a la cintura de Storm, se detuvo, al igual que el hombre de las escaleras. Estaba a mitad, seis escalones completos más allá de Storm.
Storm no esperó a que lo que viniese. Arrojó el KA-BAR, apuntando justo a la izquierda de la linterna. Pensó que probablemente el ruso tuviese el aparato en su mano derecha, y por lo tanto el centro del pecho del hombre estuviese un poco a la izquierda.
Demostró que fue una buena suposición. El KA-BAR se hundió con la cuchilla por delante, entre las costillas del hombre, atravesándole el corazón. El pequeño gemido que siguió fue ahogado rápidamente por el sonido de su cuerpo cayendo por las escaleras. Aterrizó a los pies de Storm.
"Cabo, ¿estás bien?", Dijo un hombre en ruso desde algún lugar arriba. Storm había pasado suficiente tiempo en Rusia para reconocer el acento. El hombre era de Moscú.
Storm apeló a su mejor imitación de un moscovita y respondió en ruso, "Tropecé. Estoy bien".
"Eres tan patoso como un buey", respondió el hombre.
Storm replicó: "Y tú tan feo como uno."
El hombre se echó a reír. Storm sacó el cuchillo del pecho del hombre muerto, entonces agarró su linterna. Era una linterna Maglite de cuerpo entero, un artefacto de acero, grande y pesado, lo hacía pesado las cuatro pilas tamaño D que utilizaba. Improvisando rápidamente añadió, "Creo que doblé la aguja del percutor de la pistola cuando me caí. Vuelvo para montar otra".
"Al general no le gustará eso."
"Tendré que disculparme", dijo Storm.
"No, Cabo. Toma una de las mías. Tengo dos pistolas".
"Gracias, amigo. Si permanecemos vivos, no moriremos", dijo Storm satisfecho de sí mismo por introducir este viejo proverbio ruso. Parecía que ponía fin a la conversación.
Storm se despojó de los trapos de camiseta de los pies. Tenía que sonar como un ruso torpe que no se preocupaba del ruido que estaba haciendo mientras subía arriba. Así que empezó a caminar ruidosamente hasta el tercer piso y luego hasta el cuarto.
Cuando llegó al último giro del hueco de la escalera antes de llegar a la planta superior, su linterna iluminó un par de botas negras polvorientas. Storm rápidamente subió el haz arriba, a la cara del hombre, cegándolo. El hombre reaccionó dándole la espalda y protegiéndose los ojos con la mano izquierda. Su mano derecha sostenía una pistola por el cañón.
"Apaga esa cosa", ordenó.
"Lo siento", se disculpó Storm cumpliendo la orden. Pero para ese momento la visión nocturna del hombre se había viciado completamente.
"Gracias de nuevo por la pistola," dijo Storm cuando llegó al rellano.
"No hay de qu—" comenzó a decir el ruso.
Pero las palabras se cortaron. Storm había blandido y hundido la Maglite a un lado de la cabeza, propinándole un golpe demoledor. Storm atrapó su cuerpo antes de que su caída produjese más ruido. El chasquido del cráneo del ruso había sido suficientemente fuerte.
Storm permaneció en la parte superior del descansillo un minuto, para comprobar si alguien venía a investigar la fuente del sonido. Cuando estuvo satisfecho de que nadie lo había escuchado —o que había sido descartado en relación con la extraña explosión del auto— Storm escondió la Maglite en su chaqueta y se apartó del rellano.
Entró en el largo pasillo que dividía los dos lados del edificio. Tenía puertas —-o en algunos casos, simplemente marcos de puertas— dispersas a intervalos irregulares a lo largo de ambos lados. Pequeñas cantidades de luz se filtraba de estas puertas, dando al corredor una iluminación sombría.
Storm volvió a pensar en el esquema que había estudiado del teléfono de Clara Strike. Él no tenía una memoria fotográfica perfecta, pero era capaz de cerrar los ojos un instante y volver a visualizarlo. Desde donde estaba parado, los rehenes se encontraban en la sexta sala a la derecha. También había que lidiar con los cuartos de la izquierda. Cualquiera de ellos podría tener hombres dentro.
Tendría que ir habitación por habitación, limpiándolas conforme pasase. No había otra manera de hacerlo.
Se preguntó brevemente cómo le iría a Clara Strike —a qué obstáculos estaba enfrentándose, si ya había hecho el recorrido por la escalera, cuántos enemigos se había encontrado— entonces, sacó esos pensamientos de su mente. Strike ya era toda una niña grande. Podía valerse por sí sola.
Desenfundó la Glock. Se acercó centímetro a centímetro a la primera habitación de la izquierda, entonces franqueó rápidamente la puerta. Nadie. Entró a hurtadillas. Estaba vacía, excepto por la basura.
Estaba a punto de salir cuando oyó dos voces hablando en ruso provenientes del pasillo. Se dirigían hacia la escalera norte. Si llegaban y encontraban a su compañero con la cabeza machacada darían la voz de alarma y el operativo cambiaría inmediatamente.
"He oído que es doloroso", estaba diciendo uno de ellos.
"Oh, es de lo peor", aseguró el otro.
"Una vez tuve un cálculo biliar," dijo la primera voz.
"Piedras en el riñón es peor, la única manera de—"
La oración se perdió en el silencio. Habían desaparecido tras la puerta de la habitación contigua a la de Storm. Tenía que actuar rápido. Echó una mirada al pasillo y cuando vio que estaba despejado, se dirigió a hurtadillas, silenciosamente, hacia la habitación.
Se detuvo en la puerta. No tenía ventanillo y estaba hecha de laminado de madera barato. Tenía un retenedor en la parte superior que la mantenía cerrada.
Aquello se presentó como un acertijo para Storm. Esperarles para reaparecer y noquearlos en el pasillo no llegaba a ser una completa opción: El pasillo discurría a lo largo del edificio, lo que significa que él —o los despojos que dejase— podrían ser vistos desde una cierta distancia. Al mismo tiempo la puerta atrancada no le permitía de ninguna manera entrar sin que los ocupantes se percatasen de su presencia.
Se sacó la chaqueta sobre la cabeza y se encorvó, metiéndose la pistola en la tripa. Irrumpió por la puerta, gimiendo, cayendo inmediatamente de bruces sobre el suelo haciéndose una masa como un ovillo cuando la puerta se cerró tras él.
"Qué coj...", empezó a decir uno de los guardias.
"Ohhhh, mi piedra del riñón," gritó Storm en ruso.
El segundo guardia se echó a reír. El primero no estaba para tanta broma.
"Muy gracioso", dijo el hombre caminando hacia Storm ya fuese para darle una patada o para ayudarlo. "¡Ahora levan—"
Storm se desenroscó con la Glock apuntando arriba y le metió una bala entre los ojos.
El segundo guardia se quedó mirando estupefacto a Storm. El procesador de su cabeza era demasiado lento para analizar lo que estaba sucediendo. En el tiempo en que hizo clic, Storm había rodado a su derecha y lo batió con tres balazos en la cara.
Estuvieron torpemente dirigidos, no como los pulcros disparos mortales que Storm había prodigado al primer hombre. Aunque éstos fueron suficientes para dejarlo hecho un guiñapo, Storm no estaba seguro si había completado el trabajo. Saltó sobre el hombre como un animal enfurecido, embutiendo una rodilla en su tráquea y las dos manos sobre su boca para ahogar cualquier grito o gemido.
Nada salió del hombre. Los disparos no habían sido perfectos, pero habían cumplido el efecto deseado.
Storm se puso en pie. El siguiente problema era cómo volver a salir de la habitación sin ser visto y sin saber quién podía o no podía estar en el pasillo. Él maldijo silenciosamente la invención de las puertas macizas.
Entonces, de repente, se convirtió en un asunto discutible. El sonido de fuego armado entró en erupción desde la escalera sur. Obviamente, Clara Strike había recurrido a hacer las cosas más ruidosas. Ya no habría que acercarse sigilosamente a nadie más, nunca más.
Storm irrumpió en el pasillo, lanzando la Glock a un lado para sacar la de Harry el Sucio, feliz de tener su fuerza bruta a su disposición de una manera más inmediata. Estaba dispuesto a disparar a todo lo que viese, y no tuvo que esperar mucho tiempo. Un hombre apareció de una sala a escasos cinco metros de distancia girando hacia el sur, hacia el ruido del combate cuerpo a cuerpo y alejándose de Storm.
Fue un error de descuido, uno por el que el hombre pagó con su vida. Storm apretó el gatillo dos veces. Las balas penetraron por la espalda del hombre a cada lado de su espina dorsal. Dos explosiones gemelas de reventones rojos salieron de su pecho. Cayó hacia adelante, con los brazos extendidos.
Storm se arrimó a la pared más próxima a él y se agachó, el arma todavía humeaba, haciéndose tan pequeño como pudiese. Estaba dispuesto a derribar a cualquiera que apareciese en el pasillo. Esperó, preparado para la acción.
Una figura emergió por el hueco de la escalera sur. Estaba todavía muy lejana —y demasiado oscuro— para que Storm pudiera tener enseguida un tiro decente.
Observó cómo se movía. No era tan grande como los matones rusos. Era Clara Strike. Pero no era la Clara Strike con sus andares normales. Estaba herida.
Ella subía por el pasillo, hacia Storm. Él empezó a acercarse furtivamente hacia ella, permaneciendo agachado con los ojos hacia arriba con el dedo índice derecho todavía sobre el gatillo.
Pero no había nada más a que disparar. Poco a poco estudiaron su camino hasta que se encontraron en el medio del pasillo, justo en el exterior de la habitación donde la familia Cracker estaba encerrada.
"¿Estás herida?", Preguntó Storm en voz baja.
"Si. El chaleco se llevó el impacto. Pero Jesús bendito, mis costillas."
"¿Rotas?"
"Creo que sí".
"¿De cuántos te deshiciste?"
"Dos. ¿Tú?"
"Seis".
"Fantasmón", susurró Clara.
Ocho bajas. De lejos se había quedado la teoría en que la mitad se iría al aeropuerto, mientras que la mitad se quedarían apostados en la base. De los once iniciales, habían uno o dos que no estaban ahí —en función de si habían enviado a uno o dos hombres al aeropuerto para recoger a Whitely Cracker.
Storm supuso que eran dos. Era la conjetura más probable —mejor suponer que hubiera más resistencia para luego ser gratamente sorprendido cuando fuesen menos—. Mucho más que probable, serían Volkov y otro hombre los que estuviesen en el interior con la familia. Ellos sabrían que para lo que fuese que estuviera sucediendo en el exterior, dos hombres armados atrincherados en una habitación con una puerta cerrada sería difícil de someter.
Storm consideró sus opciones y decidió rápidamente la acción. La puerta era el punto de inflexión. La puerta. Tenía que ocuparse de ella.
"¿Tienes más C-4 de sobra?", preguntó.
"¿Qué te crees?"
"¿Contigo?"
Rápidamente rebuscó en su chaleco antibalas y se acercó con una pequeña porción rectangular de una sustancia que parecía plastilina.
"¿Fulminantes de mecha?", preguntó. Y antes de que incluso pudiera preguntar de nuevo, ella ya estaba en medio del montaje.
"Cúbreme," dijo Storm.
Se levantó y pellizcó pequeños trozos de C-4, moldeándolos alrededor de las bisagras de la puerta. Estaba adivinando la cantidad a utilizar, sabiendo que demasiado poca no haría el trabajo, pero demasiada podría malherir a los inocentes del interior. Sólo una porción más para no meter la pata.
Puso los detonadores en la goma, enseguida hizo señas a Strike para retirarse por el pasillo junto con él. No tenía ningún sentido que ninguno de ellos recibiera metralla.
Él asintió con la cabeza. Ella pulsó dos botones.
La explosión fue pequeña, controlada. Por un momento Storm se preocupó de que no hubiera empleado la suficiente. Pero entonces hubo un crack mientras la puerta caía hacia adentro.
Uno de los niños soltó un grito ahogado. La ráfaga de balas, disparadas desde un arma automática, fue el modo de bienvenida a la voladura de la puerta, ya fuese o bien por Volkov o bien por su matón quienes disparaban al exterior a quien sea que pudiera estar parapetándose detrás del tablero caído. Los disparos se perdieron sin causar daño alguno en la pared del otro lado del pasillo.
Storm gesticuló a Strike. Comenzaron a ocuparse de su camino de regreso hacia la puerta, lentamente, en silencio, con las armas desenfundadas.
Más disparos de tanteo estallaron esporádicamente desde la habitación. Los hombres de dentro eran lo suficientemente inteligentes como para saber que se avecinaba una incursión. Sólo estaban esperando que fuesen los suficientemente afortunados para adivinar cuándo.
Storm se puso en cuclillas cuando llegó al marco de la puerta. Strike se quedó en pie.
Él levantó un puño, luego un dedo. Agitó el dedo hacia la derecha. Entonces levantó dos dedos y los movió a la izquierda. Este era un código que él y Strike habían establecido hacía mucho tiempo. Significaba que él tomaría al agresor de la derecha y ella el de la izquierda.
Enseguida Storm hizo una cuenta atrás de tres-dos-uno con los dedos. Cuando encogió el último dedo, rodó por el marco de la puerta y adoptó una posición de tiro.
Inmediatamente tomó conciencia del escenario. La familia se agrupaba en el centro de la habitación, acurrucados unos contra otros, atados y amordazados con cinta adhesiva. Por encima de ellos a la derecha había un hombre apuntando con un fusil AK-47. Storm lo mató de un disparo.
Por encima de él, Storm escuchó el sonido del arma de Strike. Y vio que se había hecho cargo de su hombre igual de eficazmente.
Los dos últimos hombres estaban muertos. Y eso podría haber sido una causa de gran celebración salvo por el detalle que ninguno de ellos lucía un parche en el ojo.
Volkov no estaba allí.
"A la mierda", exclamó Storm.
"¿Qué ocurre?" Preguntó Strike.
"Después de todo debería haber traído el queso."
"¿Eh?"
"Nada. Sólo es algo que mi padre una vez me dijo".
"No compr—"
"Volkov dijo que estaría en el aeropuerto de Newark, y definitivamente lo está. Por una vez en su vida, realmente estaba diciendo la verdad".
CAPÍTULO 32
BAYONA, Nueva Jersey
El plan de Storm comenzó con un principio básico, una premisa inapelable.
Volkov estaba mintiendo.
Esto se basaba en la experiencia, la intuición y el sentido común de andar por casa. Era tal como Carl Storm rezaba siempre: Si un hombre como Volkov dice que hay una rata en la Luna, no lleves queso.
De esta manera fue como Derrick Storm supuso que el encuentro en la terminal internacional, el pasaporte, las severas advertencias sobre la utilización de la lista de no-admitidos —todo era un engaño para hacerle creer que Cracker iba a ser sacado clandestinamente fuera del país para reunirlo con su familia en alguna localidad extranjera, donde se llevaría a cabo el horrible acto—.
Eso, obviamente, significaba que era improbable que Cracker saliera ni siquiera de Nueva Jersey; que su familia estuviera probablemente cerca de allí, refugiados en la fábrica abandonada que Volkov creía que nadie era conocedor de su existencia; que probablemente Volkov había preparado el MonEx 4000 ahí y lo había dejado listo para rodar.
Mientras Storm se alejaba con el coche de reventa envió unos mensajes de texto al agente Kevin Bryan: "¿Sigue ocupada la localización de Volkov en Bayona?"
Rápidamente, mientras conducía, Storm recibió la respuesta: "Afirmativo. Infrarrojos muestran catorce formas de vida dentro de la construcción. Helicóptero ha partido ahora. Debe haber sido un alquiler".
Storm anhelaba tener todo el apoyo de Jedediah Jones y de los cerebrines —no sólo los mensajes furtivos de uno de los agentes— si antes ya había actuado sin las comodidades de los recursos de Jones, él podría hacerlo de nuevo. Además, sabía cómo acabaría el asunto implicando a Jones. Con dos llamadas telefónicas Jones podría conseguir todo, desde los Boinas Verdes a la Navy Seal Team 6 penetrando en el edificio desde todos los flancos. Eso daría docenas de oportunidades para que las cosas se fueran a la mierda. Al menos trabajando solo, pensó Storm irónicamente, sólo existía una posibilidad.
Tomó la salida 14A de la prolongación de la autopista de Nueva Jersey, dejando que el GPS de su teléfono lo guiara a través del laberinto de calles con nombres numéricos en una zona industrial de la ciudad. Hacía un tiempo, la pequeña burguesía había llegado a muchas partes oxidadas de Nueva Jersey, la proximidad a Manhattan condujo a un auténtico boom inmobiliario que transformó lugares como Hoboken y la ciudad de Jersey con edificios de apartamentos y oficinas.
La licitación residencial todavía no había encontrado Bayona. Todavía era un núcleo industrial, tal como había sido a lo largo de su historia; por desgracia, era un centro de fabricación de artilugios americanos obsoletos. Así que la mayoría de los edificios que Storm cruzaba, o estaban abandonados o infrautilizados. Y al caer la noche y empezar a avanzar a oscuridad, esa poca humanidad que hacía uso de ellos se marchaba a casa.
Finalmente Storm llegó a su lugar de destino, y mientras rayaba el ocaso lo observó detenidamente. Era un edificio de dos bloques de largo, cuatro alturas, pintadas grafiteras gigantescas cubrían el ladrillo caravista del edificio, estaba plagado de ventanas llenas de mugre más rotas que enteras. Algún antiguo propietario había hecho lo responsable para mantener alejados a ocupantes ilegales y vagabundos, había rodeado el edificio con una valla de tela metálica. Pero no se había conservado en condiciones. La cerca metálica ofrecía una defensa parcheada a quien quisiera inspeccionar el edificio. Secciones enteras de ella estaban dañadas o habían desaparecido.
Matas de maleza, algunas de ellas de más de un metro de altura, se habían apoderado del estacionamiento —o al menos de las partes que no estaban cubiertas por los montones de vertidos de desechos ilegales—. Storm no veía ningún vehículo, aunque probablemente ellos lo ocultasen por los alrededores por precaución a que una patrulla de la policía que pasase lo divisara y decidiera inspeccionar más.
Storm mantuvo una velocidad constante al pasar por primera vez ante el edificio. No se atrevió a pasar una segunda vez. Un Ford Fiesta llevado por una calle de Bayona no atraería la atención de nadie dentro de la fábrica. Pero un coche de cualquier marca o modelo circulando por segunda vez podría llamar la atención a alguien de dentro. Giró la siguiente calle y lo sacó a un lado de la vía tan pronto como estuvo seguro de que se encontraba fuera de miras.
Echó un vistazo a su reloj. Hacía sólo media hora desde que Volkov anunció su proclama. Storm pensó en las catorce formas de vida del interior de la construcción. Tres de ellos eran probablemente la familia de Cracker. Eso lo reducía a Volkov y diez mercenarios. Storm supuso que, en algún momento, aproximadamente la mitad de ellos partirían hacia el aeropuerto de Newark, dejando la otra mitad para vigilar a los prisioneros.
En ese punto es cuando tendría que hacer su movimiento. Mejoraría sus posibilidades —cinco o seis contra uno parecía más manejable que once contra uno—. Especialmente cuando el revolver de Harry el Sucio sólo disponía de seis rondas.
Libraría al mundo de Volkov, salvaría a la familia Cracker, a continuación llamaría a Cracker y lo haría cambiar de rumbo en el aeropuerto de Newark antes de que los matones de Volkov lo agarrasen. Sencillo.
Estaba a punto de salir del Fiesta cuando vio a una mujer caminando por la calle. Estaba sola, lo cual parecía extraño para esa parte de la ciudad —y en ese momento de la noche— Storm estuvo pendiente, porque él había sido entrenado para observar cualquier cosa inusual. Una farola lejana detrás de ella proyectaba una sombra por delante, sólo podía distinguir su silueta. Ella caminaba con los pasos determinantes de una mujer que sabía exactamente a dónde iba.
Y resultó que a donde se dirigía era al lado derecho del coche de Storm. Antes de que Storm pudiera hacer nada para detenerla, ella tiró de la manija de la puerta y se sentó a su lado, en el asiento del pasajero.
"Bonito coche, Storm", se presentó Clara Strike."Muy masculino. ¿Todavía te gusta el color cuando sufres el cambio hormonal?"
Storm echó una ojeada a Strike. Llevaba una prenda ceñida que dejaba pocas dudas sobre lo bien que había mantenido su físico en los últimos cuatro años. Y ahí estaba ese perfume, dejándolo sin sentido, como de costumbre.
Storm sonrió. Por mucho que Clara Strike pudiera complicar su vida, se alegró de verla. Además, aquello mejoraba sus probabilidades inmensamente.
"Es bajo de potencia, lo reconozco. No es el motor de la mayor calidad de Ford", comentó. "Pero estoy tomándole cariño. He decidido llamarla Becky".
"Si esto sale a la luz en el grupo de inteligencia, sabes que tu reputación como el mejor operativo de los Estados Unidos se arruina. ¿Storm galopando al rescate subido en un Ford Fiesta? No pega."
"Estaba algo falto de tiempo. Era lo mejor que podía encontrar", se excusó Storm, entonces cambió de tema. "¿Cómo me has encontrado?"
"Kevin me dijo dónde estabas. Pensó que sonabas como si necesitases algo de ayuda. Perdimos nuestra sombra sobre Cracker tras la explosión, y no se le ha vuelto a ver en ninguno de los lugares habituales. Así que de alguna manera, he estado buscando algo que hacer. De hecho, se me pasó la idea que podría estar contigo. O, perdón, con el pastor Steve Dunkel de la Iglesia de Jesucristo de los Últimos Santos Días"
"Y lo estaba. Lo mandé a hacer un recado. Aunque es probable que no necesites preocuparte en seguirlo más".
"¿Por qué no?"
"La fortuna del príncipe Hashem ya no está en peligro. La situación financiera de Prime Resource Investment Group ha mejorado drásticamente en las últimas veinticuatro horas."
"¿Ah, sí?"
"Resulta que Cracker no estaba en bancarrota después de todo. Su contador había estado robándole."
"¿Quién? ¿Teddy? "
"Yo no lo llamaría así", dijo Storm. "Al parecer, a él no le gusta mucho."
"Huh. ¿Y quién lo sabía?"
"Desce luego no nuestro amigo Whitely." Storm hizo una pausa un momento, observando cómo el último vestigio del crepúsculo desaparecía, dando paso a una oscuridad sin luna.
"Te está saliendo un bonito chichón en la frente", comentó tocando con cuidado cerca del bulto. "¿Estás bien?"
"No es nada. ¿Jones está al tanto que has venido?"
Ella no respondió. Storm lo tomó por un sí.
"Tal vez deberías irte", dijo él.
"Él no sabe", aclaró.
"¿Me estás mintiendo ahora mismo?"
"No importa lo que responda, ¿verdad? No me vas a creer. Ahora lo único que importa es que estoy como refuerzo, y por lo que te puedo decir, no estás en condiciones de rechazar ayuda".
"Jones es un—"
"Mira, olvídate de Jones," zanjó Strike.
"Sí, estoy segura que tiene sus planes. ¿Tanto te sorprende? Él siempre lo hace y siempre lo hará. Céntrate en el aquí y el ahora. Estoy aquí. Estás aquí. Sé que no estás de visita en Bayona por el paisaje. Kevin me dijo que Volkov se encontraba aquí. Hagamos un plan y ejecutémoslo".
Él sabía que por el bien de tres personas inocentes cuyas vidas estaban ahora en peligro —por no hablar de los incontables millones de personas de más que se verían amenazados si Volkov ascendía al poder— Storm tenia que olvidarse de cualquier injusticia que Jones pudiera estar planeando.
Respiró hondo y aceptó: "Está bien. Un plan. Como estoy seguro que Kevin te lo ha dicho, Volkov se esconde en esa fábrica abandonada calle abajo".
"Sí. E imagino que la única razón por la que no te has tragado tu orgullo y has pedido a Jones que enviase un equipo táctico completo para llevarlo a cabo es porque eres Derrick Storm y tienes que salvar el mundo por ti mismo".
"No, es porque hay civiles dentro."
"Oh. Kevin no mencionó eso".
"Eso es porque él no lo sabe. Él sólo sabe que hay cuerpos calientes que aparecen en el infrarrojo".
"¿Quiénes son los civiles?"
"La esposa y los hijos de Cracker. Volkov los secuestró. Él los está usando como chantaje para asegurarse que Cracker hace lo que le dicen. Me preocupa cualquier operación a gran escala —por uno de los equipos de Jones, por la policía, por el ejército, por cualquiera, no importa lo bien entrenado que estén— la cosa no terminará bien para ellos. Si Volkov está al mando, sus hombres no serán del tipo de rendirse fácilmente. Y no van a mostrar ninguna misericordia por los cautivos. Tenemos que golpearlos rápida y silenciosamente e incapacitarlos antes de que ni siquiera sepan que han sido batidos".
Compartió la idea de que los matones de dentro se separarían pronto, y su creencia de que esa sería su mejor oportunidad.
"Sólo tenemos que entrar en el edificio sin ser vistos," terminó Storm.
"El problema es que hay mucho campo abierto rodeando la fábrica por todos los lados. Si tienen un puesto de observación, seremos descubiertos. Si el vigía es rápido con un rifle, nos pondremos a tiro".
El interior del coche se quedó en silencio durante un minuto más o menos. Entonces Strike dijo: "Podríamos actuar como lo hicimos en Sarajevo."
"No es buena idea," contradijo Storm pensando en esa misión. "No hay suficiente viento lateral. Y, además, ¿de dónde íbamos a sacar todo el fertilizante que necesitaríamos en tan poco tiempo? Esto no es exactamente un país de granjeros".
"Bien visto". Se quedaron en silencio de nuevo. Fue interrumpido por el comentario de Strike: "Tengo conmigo granadas aturdidoras y máscaras de gas en la camioneta. Hay suficientes ventanas en ese sitio. Lanzamos granadas aturdidoras a través de las ventanas y nos movemos"
Storm sacudió la cabeza a mitad de comentario. "Demasiado humo. Demasiada confusión. Demasiado para dar una sola oportunidad para que uno de esos niños reciban una bala perdida".
"Sí, supongo que tienes razón."
"¿Tienes gafas de visión nocturna?", preguntó Storm.
"Lo siento," dijo ella. "Eso no forma parte de mi kit estándar de acción."
Hubo otra pausa para la auto-reflexión. "Lo que necesitamos es algún tipo de distracción para que podamos entrar en el edificio", planteó Storm. "A partir de ahí podemos reducirlos uno a uno."
"¿Qué tal una explosión? Tengo un poco de C- 4 conmigo".
"Eso esta bien, pero ¿qué vamos a volar?"
Una sonrisa malvada cruzó la cara de Strike. "Bueno, eso depende. ¿Cuánto cariño le tienes a Becky?" Preguntó Strike acariciando el salpicadero.
"No te atreverías."
"Lo haré. Vamos".
No necesitaron más palabras sobre eso. En este mundo había dos lugares —y por desgracia, sólo dos lugares— donde Storm y Strike estuvieron siempre en perfecta sincronía. Uno de ellos era en el dormitorio. El otro era en una operación encubierta.
Veinte minutos más tarde, habían cableado a Becky para la detonación y la empujaban a un taller de reparación de vehículos venido a menos cercano a la fábrica en la parte norte.
Si un vigía los viese, tenían la pinta exacta de un marido y una esposa empujando su decrépito coche a un lugar donde pudiera ser reparado. Se retiraron hacia el norte, dirección a la camioneta de Clara Strike.
Allí se equiparon para el próximo enfrentamiento: chalecos antibalas; los cuchillos de combate KA-BAR, los preferidos por los marines; y algo de fuego adicional. Strike cogió un Colt calibre 40 y una Sig Sauer de 9mm. Storm eligió una Glock compacta G38 de tobillo con silenciador. Eso hacía un buen complemento para su arma de Harry el Sucio. Además, sería capaz de agarrar varios tambores extra. Tener de repente unas cuantas balas de más parecía ser una buena idea.
"Kevin acaba de enviar un esquemático a mi teléfono basado en el infrarrojo," comentó Strike tendiéndole una imagen en 3-D. "Esta es su posición hace media hora." Ella tocó el teléfono y apareció una nueva imagen. "Y esta es su posición hace cinco minutos. Obviamente, esto está sujeto a cambios si se despliegan Volkov o sus matones —si hacen según tus sospechas— pero al menos nos da una idea".
Storm estudió la segunda imagen y regresó de nuevo a la primera, a continuación a la segunda de nuevo. El modo en que el agente Bryan había coloreado la imagen hacía que el edificio fuese fundamentalmente translúcido, las paredes y los pisos aparecían como una gasa de contornos azulados. Los seres humanos aparecían como trozos llameantes de naranja y rojo.
Los centinelas estaban en diferente posición en cada imagen, lo que sugería patrullas itinerantes en vez de celadores en posiciones fijas. Los rehenes estaban en la cuarta planta, en una habitación cerca del centro del edificio, los cuales habían permanecido estáticos. En cada imagen, en la habitación siempre había dos guardias con ellos.
En cada extremo del edificio existían sendas escaleras, pero no el centro. Cualquiera que hubiese sido la manufacturación del edificio había sido construido en base para alojar un tramo largo de la línea de montaje de forma ininterrumpida. Las escaleras en el centro del edificio habían sido consideradas superfluas por algún arquitecto. En los usos posteriores del edificio, antes de su abandono, estas plantas abiertas se habían distribuido en espacios más discretos. Ahora había un pasillo largo y recto dividiendo cada planta, con estancias de diferentes tamaños a cada lado.
"Obviamente nos acercaremos desde abajo," empezó a decir Storm cuando hizo el análisis de la planta. "Probablemente tenga sentido que tú tomes una escalera y yo me encargue de la otra. Encontrándonos en el centro".
"Claro. ¿Quieres la del norte o la del sur?"
"Norte. Ese es el lado por donde vendrá la explosión. Probablemente todos acudan a ese lado. Prefiero que vengan hacia mí".
"Siempre tan caballeroso", replicó Strike ofreciéndole una sonrisa coqueta y una reverencia.
Abandonaron la furgoneta, trotando mientras andaban dos calles más arriba, ocho bloques al sur, luego dos calles atrás, permitiéndoles acercarse a la fábrica a pie desde el lado opuesto de donde se encontraba Becky, a la espera de su acto final explosivo.
Sin decir una palabra atravesaron el aparcamiento colindante al sur de la fábrica buscando refugio tras de un muro de hormigón —todo lo que quedaba de lo que una vez había sido un edificio—.
Desde ahí, cada uno de ellos se asomaron por lo que había sido una ventana, dieron un breve vistazo al trayecto de aproximación a la fábrica — una carrera de obstáculos de desperdicios urbanos de apenas cien metros.
"¿Por ahí?" Susurró Storm, señalando con la cabeza a un lugar donde la parte inferior de la valla había sido forzada creando una abertura semicircular de quizá sesenta centímetros, suficiente para que cualquier persona razonablemente flexible pudiera arrastrarse.
"Por ahí," Respondió Strike en el mismo tono bajo, usando sus ojos para apuntar hacia un alto montón de trozos de asfalto que algún contratista de pavimentación volcó allí para evitar las tarifas de descarga en el vertedero local.
"Me adelantaré", anunció Storm preparando sus piernas para hacer la carrera. "Si alguien de aquí va a recibir un disparo, que sea yo."
"Storm, espera."
"¿Espera?", exclamó, porque el único sustantivo que no estaba en su diccionario común era el de paciencia.
"Storm, es que...," comenzó diciendo, y él vio que estaba teniendo dificultades para encontrar las palabras. "En el bar, nosotros realmente no... yo no tuve la oportunidad de decir algunas cosas que estaban en mi mente, y..."
“¿Ahora crees que es momento adecuado para esto?" preguntó Storm, manteniendo su tono bajo. Lanzó una mirada cautelosa hacia el edificio.
"Todavía no van a ir a ninguna parte. Además, nunca hay un momento adecuado entre nosotros. Nuestro último encuentro empezó contigo apuntándome con un arma”.
"Es justo", dijo relajando las piernas, apoyado contra la pared, manteniendo un ojo en el edificio y otro en Strike. "Está bien. Entonces, ¿qué tienes en la cabeza?"
"Supongo que... Mira, yo morí una vez y no te lo dije. Tú moriste una vez y no me lo dijiste. Sé que sigo siendo la mala de la película porque yo soy la que dañó primero. Pero supongo que esperaba que pudiéramos, no sé, no sé cómo llamarlo. Me perdonas. Te perdono. Tal vez ¿tratar de empezar de nuevo?"
Un nuevo comienzo. Con Clara Strike. ¿Había realmente tal cosa? ¿O era como siempre siendo ella la araña, y él la mosca?
"Clara, no sé, yo... tenemos toda esta historia, y a veces es lo mejor de nosotros. Otras veces es como este peso colgado de nuestros cuellos. Es fácil decir olvídate de todo y comencemos de nuevo. Pero, uno, yo no estoy seguro de querer olvidarlo todo —porque si haces olvidar las cosas malas, te arriesgas a olvidar las buenas—. Y dos..."
"Piensa en ello," dijo ella antes de que pudiera terminar. "Sólo piensa sobre ello antes de contestar, ¿de acuerdo?"
Con esto, ella desapareció rodeando el muro y se deslizó hacia el agujero en la valla. Sabía que él y Clara Strike continuarían probablemente alguna versión de su defectuosa y volátil relación, basada en el sexo, el espionaje y el engaño. Él siempre le daría la bienvenida en su cama, siempre admiraría su talento como agente. Y ella siempre entendería, mejor que cualquier ciudadano de a pie, las peculiaridades de su línea de trabajo.
¿Eso significaba que tenían un futuro? ¿Eran demasiado parecidos para que funcionase a largo plazo? ¿O eran demasiado diferentes?
Bajó la mirada a su muñeca izquierda. Todavía llevaba el reloj intercomunicador EspioTalk. Sabía, que con tiempo, el dolor se disiparía y sería capaz de quitárselo. Y sabía que algún día tiraría el ridículo juguete porque él no tenía un estilo de vida que permitiese la colección de recuerdos sentimentales.
Todavía no podía hacer nada de eso. Había perdido a Ling Xi Bang. Pero él no estaba dispuesto a dejarla ir. Ella podría haber sido todas las cosas buenas que Clara Strike tenía, pero sin la piedra angular de los pecados pasados . Sí, hubiese sido una relación casi-imposible —una pareja de agentes secretos de naciones cuyos intereses rara vez se alinean—. Todo lo que él sabía era que ella nunca lo había traicionado, y que le había gustado vivir con una cierta versión el futuro en el que ella nunca estaría.
Excepto que ahora él nunca tendría la oportunidad de conocerlo.
Strike había tomado su posición detrás del asfalto y gesticulaba para que Storm se reuniera con ella. Storm dejó escapar una gran exhalación de sus pulmones. Era el momento de dar prioridad a la misión. Salió de su escondite e hizo una rápida y baja carrera hacia ella.
Él cojeaba. Pero no de una manera que alguien pudiese ver.
Como agentes entrenados, Derrick Storm y Clara Strike podrían permanecer así durante horas: preparados, a la espera, listos para saltar; relajados pero concentrados; totalmente laxos pero a un instante de estar completamente en tensión. Dos cuerpos llenos de energía potencial.
Después de pasar unos cuarenta minutos en estas condiciones, El suceso que Storm había predicho aconteció. Un furgón negro con vidrios polarizados emergió de la parte trasera del edificio y salió por una de las secciones perdidas del cercado. La oscuridad y la distancia desde la que observaban el vehículo les hizo imposible decir cuántos ocupantes tenía. Era lo suficientemente grande para acomodar a ocho, pero Storm dudaba de que tuviera tanta suerte.
Storm miró su reloj. Estaban a quince minutos de la hora de encuentro designada. El aeropuerto de Newark estaba a unos diez minutos. Esto dio crédito a las sospechas de Storm: los hombres de Volkov planeaban lanzarse en picado, recoger a Cracker, y regresar a su base de Bayona.
No tenían mucho tiempo para esperar. Él asintió con la cabeza a Strike. Sacó un pequeño detonador de su bolsillo y mantuvo apretados dos botones.
Becky representó su papel maravillosamente creando no una, sino dos explosiones en una rápida sucesión. La primera fue cuando el C-4 explotó. La segunda fue cuando el depósito de combustible fue alcanzado y se sumó a los fuegos artificiales.
Se oyeron gritos desde el interior del edificio —fuertes, voces cortantes ladrando órdenes en ruso—. Storm no podía distinguir las frases completas, pero notó con satisfacción, que las palabras parecían expresar un sentido general de confusión.
Levantó tres dedos, luego dos, luego uno. Cuando cerró el meñique, Strike y él emergieron de su escondite corriendo rápidamente hacia el edificio. No hubo gritos de alarma, no hubo disparos para dar la bienvenida a su acercamiento. Toda la atención de los rusos se centró en Becky y sus estertores de muerte.
Strike desapareció por la entrada sur. Storm corrió a lo largo de la parte trasera del edificio hacia la entrada norte, permaneciendo lo suficientemente cerca del muro de ladrillo para que nadie del cuarto piso fuese capaz de verlo sin que asomase la cabeza por la ventana.
Se detuvo al llegar a la esquina noroeste del edificio para dar una mirada cautelosa por la esquina. Estaba despejado. Dio la vuelta a la esquina y luego se aplastó contra los ladrillos, caminando sigilosamente hacia la entrada con la Glock silenciada en su mano derecha. Desconocía si los rusos enviarían a un hombre para dar un vistazo de cerca al coche volado, no tenía intención de ser tomado por sorpresa.
Estaba a medio camino de la puerta cuando un hombre con el pelo castaño aunque rapado apareció y comenzó a descender por los pocos escalones de ladrillo que conducían desde el edificio hasta el estacionamiento. La dirección de su cabeza era la opuesta de donde se encontraba Storm, se dirigía hacia el coche en llamas.
Eso sería la última cosa que vería. Cuando el hombre pisó el último peldaño —garantizando para satisfacción de Storm que sólo era un hombre el que venía a inspeccionar el coche— apretó el gatillo dos veces. La Glock emitió un suave thwump, thwump. El único otro sonido fue el del cuerpo del hombre desplomándose justo a la derecha de las escaleras.
Storm se precipitó rápidamente sobre el cuerpo, arrastrándolo contra las escaleras para que al menos estuviese fuera del campo de visión. No miró a la cara del hombre. Este era una especie de mecanismo de defensa que había desarrollado años atrás. Aunque matar era en ocasiones un subproducto necesario del trabajo de Storm, no era algo con que él disfrutaba. Aprendió que si miraba a la cara de un hombre muerto, permanecería con él para siempre. Si no la veía, por lo menos había una posibilidad de que no volviera a ver a ese ruso en sus sueños durante el resto de su vida.
Con el cuerpo apartado fuera del camino, Storm trepó la escalera principal y entró al edificio. Era aún más oscuro el interior que lo que permanecía en el exterior, sin embargo Storm podía distinguir la abertura de la escalera a su izquierda. Storm leyó una vez que en la Segunda Guerra Mundial los pilotos de los bombarderos que volaban en misiones nocturnas mordisquearon zanahorias para agudizar su visión nocturna. A menudo él había hecho lo mismo, y ahora se alegraba por ello. Eso le daba una ventaja en este mundo entre sombras.
El vocerío de la cuarta planta se había enmudecido. Ahora, el único sonido era el crujido distante de un Ford Fiesta reduciéndose a cenizas.
Storm hizo el giro a la izquierda y cruzó el marco de la puerta —si alguna vez hubo puerta, estaba arrancada de sus goznes y había desaparecido—. Entró en el hueco de la escalera. Sin ventanas y de hormigón, eso significaba para Storm una cosa importante: Sería como una cámara de resonancia. Se enfundó la Glock. Incluso con el silenciador haría un ruido demasiado fuerte. No podía arriesgarse a anunciar su llegada. Podría significar la muerte de Melissa Cracker o de sus hijos.
A un lado del descansillo de la escalera, en la esquina, Storm pudo distinguir la borrosa silueta de un montón de desperdicios, probablemente abandonados por un vagabundo que una vez hizo de ese lugar su casa. Storm caminó sobre ellos, sintiendo —y peor aún, oyendo— las esquirlas de vidrio roto bajo sus zapatos. Se agachó y tanteó suavemente alrededor hasta que tocó ropa. Era una vieja camiseta. Perfecto.
Sacó su KA-BAR y cortó la camisa por el centro. Ató una mitad alrededor de su pie derecho, la otra en torno a su izquierdo. Con la tela amortiguando sus pasos comenzó a acercarse sigilosamente por las escaleras. Contó las pisadas conforme subía. Tenía doce escalones hasta llegar al giro de la escalera, luego doce pasos del rellano de la segunda planta.
Acababa de cruzar el rellano y estaba subiendo hacia la tercera altura cuando sus oídos le dijeron que otro ruso se acercaba desde arriba. El hombre descendía rápidamente, tal vez a controlar el vehículo, o tal vez a ir a otro lugar durante la patrulla. No importaba especialmente. La cuestión era, que venía. Y rápido.
Storm retrocedió de nuevo al descansillo. Había una puerta de acceso a la segunda planta, todavía sobre sus goznes. Storm no podía abrirla sin hacer demasiado ruido. Del mismo modo, no podía hacer todo el camino hasta la primera planta a tiempo. El ruso lo alcanzaría antes de llegar allí. Desandar en silencio era demasiado lento.
Storm miró por el descansillo lo mejor que le permitía la escasa luz. No existía ningún lugar donde esconderse. El único escondrijo que tenía era la propia oscuridad. Storm se apretujó contra el rincón más cercano a la tercera planta, presionando la espalda contra la pared, tratando de hacerse parte de ella. No era una disposición perfecta por mucho que dijese. No era más que lo mejor que pudo hacer. Su esperanza era que el hombre estuviera concentrado en los peldaños para hacer su camino en la oscuridad y mirando a sus pies, no a la pared; así podría asaltar al hombre por la espalda, agarrar con una mano la boca para ahogar cualquier grito mientras que usaría su otra mano para rebanar la garganta del hombre con el KA-BAR.
Esas esperanzas se truncaron cuando Storm vio que el hombre estaba siendo precedido por un haz delgado de luz que crecía en intensidad a medida que se acercaba. Llevaba una linterna. Era cuestión de segundos que iluminara a Storm. Lo que sucediese en los posteriores segundos determinaría el destino de innumerables vidas.
Storm se quedó inmóvil, el KA-BAR firme en su mano derecha. Era posible que el hombre no viese a Storm hasta que estuviera lo suficientemente cerca para atacarlo. Ese era ahora el mejor escenario.
Pero no. Cuando el hombre dobló la curva de las escaleras entre la segunda y tercera planta, la linterna señalaba hacia abajo, a los escalones, pero parte de ella iluminaba a Storm. Primero el haz bañó los pies de Storm. Luego subió hasta las espinillas y rodillas. Cuando llegó a la cintura de Storm, se detuvo, al igual que el hombre de las escaleras. Estaba a mitad, seis escalones completos más allá de Storm.
Storm no esperó a que lo que viniese. Arrojó el KA-BAR, apuntando justo a la izquierda de la linterna. Pensó que probablemente el ruso tuviese el aparato en su mano derecha, y por lo tanto el centro del pecho del hombre estuviese un poco a la izquierda.
Demostró que fue una buena suposición. El KA-BAR se hundió con la cuchilla por delante, entre las costillas del hombre, atravesándole el corazón. El pequeño gemido que siguió fue ahogado rápidamente por el sonido de su cuerpo cayendo por las escaleras. Aterrizó a los pies de Storm.
"Cabo, ¿estás bien?", Dijo un hombre en ruso desde algún lugar arriba. Storm había pasado suficiente tiempo en Rusia para reconocer el acento. El hombre era de Moscú.
Storm apeló a su mejor imitación de un moscovita y respondió en ruso, "Tropecé. Estoy bien".
"Eres tan patoso como un buey", respondió el hombre.
Storm replicó: "Y tú tan feo como uno."
El hombre se echó a reír. Storm sacó el cuchillo del pecho del hombre muerto, entonces agarró su linterna. Era una linterna Maglite de cuerpo entero, un artefacto de acero, grande y pesado, lo hacía pesado las cuatro pilas tamaño D que utilizaba. Improvisando rápidamente añadió, "Creo que doblé la aguja del percutor de la pistola cuando me caí. Vuelvo para montar otra".
"Al general no le gustará eso."
"Tendré que disculparme", dijo Storm.
"No, Cabo. Toma una de las mías. Tengo dos pistolas".
"Gracias, amigo. Si permanecemos vivos, no moriremos", dijo Storm satisfecho de sí mismo por introducir este viejo proverbio ruso. Parecía que ponía fin a la conversación.
Storm se despojó de los trapos de camiseta de los pies. Tenía que sonar como un ruso torpe que no se preocupaba del ruido que estaba haciendo mientras subía arriba. Así que empezó a caminar ruidosamente hasta el tercer piso y luego hasta el cuarto.
Cuando llegó al último giro del hueco de la escalera antes de llegar a la planta superior, su linterna iluminó un par de botas negras polvorientas. Storm rápidamente subió el haz arriba, a la cara del hombre, cegándolo. El hombre reaccionó dándole la espalda y protegiéndose los ojos con la mano izquierda. Su mano derecha sostenía una pistola por el cañón.
"Apaga esa cosa", ordenó.
"Lo siento", se disculpó Storm cumpliendo la orden. Pero para ese momento la visión nocturna del hombre se había viciado completamente.
"Gracias de nuevo por la pistola," dijo Storm cuando llegó al rellano.
"No hay de qu—" comenzó a decir el ruso.
Pero las palabras se cortaron. Storm había blandido y hundido la Maglite a un lado de la cabeza, propinándole un golpe demoledor. Storm atrapó su cuerpo antes de que su caída produjese más ruido. El chasquido del cráneo del ruso había sido suficientemente fuerte.
Storm permaneció en la parte superior del descansillo un minuto, para comprobar si alguien venía a investigar la fuente del sonido. Cuando estuvo satisfecho de que nadie lo había escuchado —o que había sido descartado en relación con la extraña explosión del auto— Storm escondió la Maglite en su chaqueta y se apartó del rellano.
Entró en el largo pasillo que dividía los dos lados del edificio. Tenía puertas —-o en algunos casos, simplemente marcos de puertas— dispersas a intervalos irregulares a lo largo de ambos lados. Pequeñas cantidades de luz se filtraba de estas puertas, dando al corredor una iluminación sombría.
Storm volvió a pensar en el esquema que había estudiado del teléfono de Clara Strike. Él no tenía una memoria fotográfica perfecta, pero era capaz de cerrar los ojos un instante y volver a visualizarlo. Desde donde estaba parado, los rehenes se encontraban en la sexta sala a la derecha. También había que lidiar con los cuartos de la izquierda. Cualquiera de ellos podría tener hombres dentro.
Tendría que ir habitación por habitación, limpiándolas conforme pasase. No había otra manera de hacerlo.
Se preguntó brevemente cómo le iría a Clara Strike —a qué obstáculos estaba enfrentándose, si ya había hecho el recorrido por la escalera, cuántos enemigos se había encontrado— entonces, sacó esos pensamientos de su mente. Strike ya era toda una niña grande. Podía valerse por sí sola.
Desenfundó la Glock. Se acercó centímetro a centímetro a la primera habitación de la izquierda, entonces franqueó rápidamente la puerta. Nadie. Entró a hurtadillas. Estaba vacía, excepto por la basura.
Estaba a punto de salir cuando oyó dos voces hablando en ruso provenientes del pasillo. Se dirigían hacia la escalera norte. Si llegaban y encontraban a su compañero con la cabeza machacada darían la voz de alarma y el operativo cambiaría inmediatamente.
"He oído que es doloroso", estaba diciendo uno de ellos.
"Oh, es de lo peor", aseguró el otro.
"Una vez tuve un cálculo biliar," dijo la primera voz.
"Piedras en el riñón es peor, la única manera de—"
La oración se perdió en el silencio. Habían desaparecido tras la puerta de la habitación contigua a la de Storm. Tenía que actuar rápido. Echó una mirada al pasillo y cuando vio que estaba despejado, se dirigió a hurtadillas, silenciosamente, hacia la habitación.
Se detuvo en la puerta. No tenía ventanillo y estaba hecha de laminado de madera barato. Tenía un retenedor en la parte superior que la mantenía cerrada.
Aquello se presentó como un acertijo para Storm. Esperarles para reaparecer y noquearlos en el pasillo no llegaba a ser una completa opción: El pasillo discurría a lo largo del edificio, lo que significa que él —o los despojos que dejase— podrían ser vistos desde una cierta distancia. Al mismo tiempo la puerta atrancada no le permitía de ninguna manera entrar sin que los ocupantes se percatasen de su presencia.
Se sacó la chaqueta sobre la cabeza y se encorvó, metiéndose la pistola en la tripa. Irrumpió por la puerta, gimiendo, cayendo inmediatamente de bruces sobre el suelo haciéndose una masa como un ovillo cuando la puerta se cerró tras él.
"Qué coj...", empezó a decir uno de los guardias.
"Ohhhh, mi piedra del riñón," gritó Storm en ruso.
El segundo guardia se echó a reír. El primero no estaba para tanta broma.
"Muy gracioso", dijo el hombre caminando hacia Storm ya fuese para darle una patada o para ayudarlo. "¡Ahora levan—"
Storm se desenroscó con la Glock apuntando arriba y le metió una bala entre los ojos.
El segundo guardia se quedó mirando estupefacto a Storm. El procesador de su cabeza era demasiado lento para analizar lo que estaba sucediendo. En el tiempo en que hizo clic, Storm había rodado a su derecha y lo batió con tres balazos en la cara.
Estuvieron torpemente dirigidos, no como los pulcros disparos mortales que Storm había prodigado al primer hombre. Aunque éstos fueron suficientes para dejarlo hecho un guiñapo, Storm no estaba seguro si había completado el trabajo. Saltó sobre el hombre como un animal enfurecido, embutiendo una rodilla en su tráquea y las dos manos sobre su boca para ahogar cualquier grito o gemido.
Nada salió del hombre. Los disparos no habían sido perfectos, pero habían cumplido el efecto deseado.
Storm se puso en pie. El siguiente problema era cómo volver a salir de la habitación sin ser visto y sin saber quién podía o no podía estar en el pasillo. Él maldijo silenciosamente la invención de las puertas macizas.
Entonces, de repente, se convirtió en un asunto discutible. El sonido de fuego armado entró en erupción desde la escalera sur. Obviamente, Clara Strike había recurrido a hacer las cosas más ruidosas. Ya no habría que acercarse sigilosamente a nadie más, nunca más.
Storm irrumpió en el pasillo, lanzando la Glock a un lado para sacar la de Harry el Sucio, feliz de tener su fuerza bruta a su disposición de una manera más inmediata. Estaba dispuesto a disparar a todo lo que viese, y no tuvo que esperar mucho tiempo. Un hombre apareció de una sala a escasos cinco metros de distancia girando hacia el sur, hacia el ruido del combate cuerpo a cuerpo y alejándose de Storm.
Fue un error de descuido, uno por el que el hombre pagó con su vida. Storm apretó el gatillo dos veces. Las balas penetraron por la espalda del hombre a cada lado de su espina dorsal. Dos explosiones gemelas de reventones rojos salieron de su pecho. Cayó hacia adelante, con los brazos extendidos.
Storm se arrimó a la pared más próxima a él y se agachó, el arma todavía humeaba, haciéndose tan pequeño como pudiese. Estaba dispuesto a derribar a cualquiera que apareciese en el pasillo. Esperó, preparado para la acción.
Una figura emergió por el hueco de la escalera sur. Estaba todavía muy lejana —y demasiado oscuro— para que Storm pudiera tener enseguida un tiro decente.
Observó cómo se movía. No era tan grande como los matones rusos. Era Clara Strike. Pero no era la Clara Strike con sus andares normales. Estaba herida.
Ella subía por el pasillo, hacia Storm. Él empezó a acercarse furtivamente hacia ella, permaneciendo agachado con los ojos hacia arriba con el dedo índice derecho todavía sobre el gatillo.
Pero no había nada más a que disparar. Poco a poco estudiaron su camino hasta que se encontraron en el medio del pasillo, justo en el exterior de la habitación donde la familia Cracker estaba encerrada.
"¿Estás herida?", Preguntó Storm en voz baja.
"Si. El chaleco se llevó el impacto. Pero Jesús bendito, mis costillas."
"¿Rotas?"
"Creo que sí".
"¿De cuántos te deshiciste?"
"Dos. ¿Tú?"
"Seis".
"Fantasmón", susurró Clara.
Ocho bajas. De lejos se había quedado la teoría en que la mitad se iría al aeropuerto, mientras que la mitad se quedarían apostados en la base. De los once iniciales, habían uno o dos que no estaban ahí —en función de si habían enviado a uno o dos hombres al aeropuerto para recoger a Whitely Cracker.
Storm supuso que eran dos. Era la conjetura más probable —mejor suponer que hubiera más resistencia para luego ser gratamente sorprendido cuando fuesen menos—. Mucho más que probable, serían Volkov y otro hombre los que estuviesen en el interior con la familia. Ellos sabrían que para lo que fuese que estuviera sucediendo en el exterior, dos hombres armados atrincherados en una habitación con una puerta cerrada sería difícil de someter.
Storm consideró sus opciones y decidió rápidamente la acción. La puerta era el punto de inflexión. La puerta. Tenía que ocuparse de ella.
"¿Tienes más C-4 de sobra?", preguntó.
"¿Qué te crees?"
"¿Contigo?"
Rápidamente rebuscó en su chaleco antibalas y se acercó con una pequeña porción rectangular de una sustancia que parecía plastilina.
"¿Fulminantes de mecha?", preguntó. Y antes de que incluso pudiera preguntar de nuevo, ella ya estaba en medio del montaje.
"Cúbreme," dijo Storm.
Se levantó y pellizcó pequeños trozos de C-4, moldeándolos alrededor de las bisagras de la puerta. Estaba adivinando la cantidad a utilizar, sabiendo que demasiado poca no haría el trabajo, pero demasiada podría malherir a los inocentes del interior. Sólo una porción más para no meter la pata.
Puso los detonadores en la goma, enseguida hizo señas a Strike para retirarse por el pasillo junto con él. No tenía ningún sentido que ninguno de ellos recibiera metralla.
Él asintió con la cabeza. Ella pulsó dos botones.
La explosión fue pequeña, controlada. Por un momento Storm se preocupó de que no hubiera empleado la suficiente. Pero entonces hubo un crack mientras la puerta caía hacia adentro.
Uno de los niños soltó un grito ahogado. La ráfaga de balas, disparadas desde un arma automática, fue el modo de bienvenida a la voladura de la puerta, ya fuese o bien por Volkov o bien por su matón quienes disparaban al exterior a quien sea que pudiera estar parapetándose detrás del tablero caído. Los disparos se perdieron sin causar daño alguno en la pared del otro lado del pasillo.
Storm gesticuló a Strike. Comenzaron a ocuparse de su camino de regreso hacia la puerta, lentamente, en silencio, con las armas desenfundadas.
Más disparos de tanteo estallaron esporádicamente desde la habitación. Los hombres de dentro eran lo suficientemente inteligentes como para saber que se avecinaba una incursión. Sólo estaban esperando que fuesen los suficientemente afortunados para adivinar cuándo.
Storm se puso en cuclillas cuando llegó al marco de la puerta. Strike se quedó en pie.
Él levantó un puño, luego un dedo. Agitó el dedo hacia la derecha. Entonces levantó dos dedos y los movió a la izquierda. Este era un código que él y Strike habían establecido hacía mucho tiempo. Significaba que él tomaría al agresor de la derecha y ella el de la izquierda.
Enseguida Storm hizo una cuenta atrás de tres-dos-uno con los dedos. Cuando encogió el último dedo, rodó por el marco de la puerta y adoptó una posición de tiro.
Inmediatamente tomó conciencia del escenario. La familia se agrupaba en el centro de la habitación, acurrucados unos contra otros, atados y amordazados con cinta adhesiva. Por encima de ellos a la derecha había un hombre apuntando con un fusil AK-47. Storm lo mató de un disparo.
Por encima de él, Storm escuchó el sonido del arma de Strike. Y vio que se había hecho cargo de su hombre igual de eficazmente.
Los dos últimos hombres estaban muertos. Y eso podría haber sido una causa de gran celebración salvo por el detalle que ninguno de ellos lucía un parche en el ojo.
Volkov no estaba allí.
"A la mierda", exclamó Storm.
"¿Qué ocurre?" Preguntó Strike.
"Después de todo debería haber traído el queso."
"¿Eh?"
"Nada. Sólo es algo que mi padre una vez me dijo".
"No compr—"
"Volkov dijo que estaría en el aeropuerto de Newark, y definitivamente lo está. Por una vez en su vida, realmente estaba diciendo la verdad".
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Re: 4º Derrick Storm "STORM FRONT" [Traducido al Español COMPLETO]
Que sí, que siempre he subido los capis viernes o sábado. Pero es que ya tengo ganas de "entregar" el libro al completo, así que lo cuelgo recién salido del horno. Si se me ha escapado alguna falta ortográfica o gramatical pues... que a las 2 de la mañana no ando tan fresca como quisiera.
Próximo capítulo (y último) corto, cortito, muy breve. Si no se tuercen las cosas a final de semana lo cuelgo.
NEWARK, Bayona
Aquello les había tomado demasiado tiempo. La precaución que tuvieron dentro de las escaleras. La eliminación paulatina de los matones rusos. El cableado y detonación de la puerta. Todo había sido demasiado lento. En el tiempo que Cracker dispuso para presentarse en el aeropuerto de Newark él ya habría ido y vuelto. Y ahora Cracker no contestaba a las reiteradas llamadas telefónicas.
Esto llevó a Storm a la conclusión número uno: Volkov ya lo retenía.
Cualquier idea que Storm tuviera sobre esto debería terminar por la vía más sencilla que se presentase. Volkov no era ningún idiota. Si él fue al aeropuerto a solas —habiendo diez cuerpos en la fábrica de Bayona dando testimonio que así había sido— estaría comunicándose de forma periódica con su equipo. Ellos le habrían informado de la alarma o simplemente habrían dejado de informar por completo. En cualquier caso, sabría que habían sido comprometidos. Y no volvería a la factoría.
Conclusión número dos: Volkov ahora estaba volando. Desde el aeropuerto de Newark podía levantar vuelo a donde fuere.
Así que, aunque la familia de Cracker estaba a salvo, realmente nada estaba resuelto. Volkov podía ir a cualquier parte con Cracker. Y sí, es cierto, ya no podía extorsionar a Cracker con hacerle daño a su familia. Pero Volkov era resolutivo y conocía más formas de torturar a un hombre que tiempo Storm para preocuparse en pensar en ello. El bastardo sádico encontraría la manera para que Cracker sucumbiese a su voluntad.
Conclusión número tres: A pesar de sus esfuerzos, al final Storm no había hecho nada para neutralizar la amenaza.
Volkov seguía siendo igual de peligroso con esos códigos de MonEx en la mano. De una forma u otra, al final Cracker haría exactamente lo que Volkov le dijese que hiciera.
Storm dejó a Strike con la familia de Cracker. Ella se encontraba en medio de todas las llamadas a las autoridades cuando abandonó el lugar. La Policía de Bayona respondería en cuestión de minutos. El FBI seguiría poco después. Así que él ya no se tenía que preocupar por más tiempo por su seguridad. ¿Y el futuro entre Storm y Strike? Eso tendrían que ponerlo en regla en otro momento.
Por ahora, Volkov y Cracker era lo único que importaba.
Mientras salvaba la maraña de accesos y vías que conducían de la autopista de Nueva Jersey al aeropuerto de Newark, había dos situaciones merodeando por la cabeza de Storm.
En una, Volkov había recogido a Cracker y ahora estaba conduciendo. A cualquier parte. A Storm no le gustaba esta suposición. Probablemente habría unas doscientas mil furgonetas negras en el área triestatal. Necesitaría un milagro para encontrar la que transportaba a Volkov.
En la otra situación, Volkov y Cracker estaban a bordo de un avión destino... a saber. Esta suposición no era mucho mejor. Pero al menos le daba a Storm algo a que aferrarse. Volkov seguramente viajaría bajo un alias: El hombre tenía más identidades falsas que un grupo de estudiantes de primer año de universidad. Pero él no tenía un pseudónimo para Cracker. Ese era el porqué había sido necesario que el hombre llevara su pasaporte.
Storm llamó a Bryan.
"¿Qué quieres ahora? ", Dijo Bryan en un susurro. "El crédito de tu tarjeta de Bahrein se está agotando."
"Necesito que uno de los cerebrines revise todas las aerolíneas para ver si pueden encontrar a Graham Whitely Cracker V en algún vuelo con salida Newark".
"Espera".
Mientras esperaba Storm llegó a la Terminal B. Sacó la camioneta de Strike sobre la acera, en el exterior de la zona de salidas internacionales y la abandonó allí. Dejaría que las autoridades averiguasen por qué una camioneta llena de chismes de vigilancia y armamento había sido abandonada allí. Tal vez le harían un favor y cerrarían el aeropuerto.
Cuando estaba saliendo, Bryan regresó a la línea. "Está en vuelo 19 de Air Venezuela dirección Caracas."
"¿Cuándo salen?"
"Estaba previsto que abandonasen la puerta 53B hace dos minutos. Sabes que Venezuela está fuera de nuestra juris—"
Storm sabía que no tenía tiempo para escuchar el resto. No era ninguna novedad para él. Estados Unidos tenía un tratado de extradición con Venezuela que se remontaba a 1922, pero estaba lleno de excepciones y rarezas. Puntualizando más, el gobierno de Hugo Chávez raramente cooperó con las peticiones de extradición, en particular cuando la parte a ser extraditada tenía los medios para pagar sobornos. Tan pronto como Volkov estuviese fuera del espacio aéreo de EE.UU., estaría fuera del alcance del gobierno de los EE.UU. Y tampoco es que el gobierno de EE.UU. estuviese ahora mismo tratando de detenerlo con la manera en que Jones demostraba estar llevando las cosas. Tal vez Storm podría conseguirlo a través del teléfono con sus nuevos colegas del FBI y convencerlos de que Cracker estaba siendo secuestrado. Pero eso llevaba tiempo, algo que ya no tenía.
El hecho era que no había ningún mecanismo legal o diplomático para evitar que Gregor Volkov se escabullese fuera del país; sin llamadas telefónicas a cargos influyentes o llamadas debiendo favores o llamadas correctamente razonadas suplicando al burócrata adecuado, nada de eso podría detener a Volkov o su conspiración. Podría escabullirse desde Caracas a Moscú, o Brasil, o donde se le antojase para lanzar el colapso financiero que consumiría las economías mundiales.
Sólo había una manera de detenerlo ahora.
La fuerza bruta.
Lo que le llevó a Storm a la conclusión número cuatro: Tenía que subirse al avión.
Se enfundó el teléfono en el bolsillo y echó a correr todo lo que pudo hacia la terminal. Remontó las escaleras hacia el atolladero que era la zigzagueante cola de pasajeros en la zona de seguridad. La cola para la tripulación y personal aeroportuario estaba en el lado izquierdo. Sin perder velocidad, Storm arremetió pasando ante dos confusos asistentes de vuelo, colándose por el detector de metales —activándolo en el acto— y colándose ante un cuarteto de inspectores de la TSA (Seguridad Transporte de Estados Unidos) que estaban tan preocupados por si la gente tenía o no tenía sus zapatos que no reaccionaron de inmediato ante la violación de seguridad más descarada que ninguno de ellos había visto fuera de un entrenamiento.
Finalmente, uno de ellos encontró lo necesario para gritar: "¡Tú! ¡Espera! ¡Alto!"
Para entonces Storm ya había desaparecido. El letrero de la puerta de embarque 53B le indicó que debía seguir recto. Brazos y piernas subían y bajaban, fue sorteado por curiosos viajeros, todos ellos se volvían para observar la espantada de ese loco por toda la terminal. En algún lugar, muy por detrás, los inspectores de la TSA habían hecho sonar las alarmas.
La puerta de embarque 53B estaba en el extremo de esa ramificación de la terminal. Storm corrió hacia una mujer que tenía la cabeza inmersa en la pantalla de un ordenador.
"Disculpe", dijo sin aliento. "Soy de la CIA. ¿Un hombre con un parche en el ojo subió a bordo del vuelo diecinueve?"
"Sí señor, pero ese vuelo ya ha sido cerrado. Si dese—"
Storm no oyó el resto. Ya estaba correteando por la pasarela telescópica directo al avión.
"¡Hey! No puede ir allá," vociferaba la mujer detrás de él, como si eso pudiera detenerlo.
Storm llegó al final de la manga. Allí no había ningún avión, sólo una abertura en el extremo de la rampa con forma de acordeón. Se dejó caer al asfalto donde encontró a un hombre en un carrito sin puertas y aún con las orejeras sujetas en la cabeza. El hombre estaba apilando conos de dirección en la parte trasera de ese pequeño carro motorizado.
"Disculpa", dijo Storm. "Soy de la CIA. ¿Acabas de dirigir fuera de este hueco el vuelo diecinueve?"
"Sí". Señaló a un pesado avión de Air Venezuela 747 blanco y rojo que se encontraba en la distancia. "Está ahí mismo. Pero tú no pued—"
Storm reanudó su carrera a toda velocidad. La aeronave había girado a la derecha de su puerta, aunque ahora se dirigía hacia la izquierda, a una pista de despegue. Estaba a algo más de trescientos cincuenta metros de distancia. Si Storm iba directo, igual podría ser capaz de abordarlo.
Mientras tomaba velocidad hacia él vio que el 747 hacía una parada al principio de la pista. No tenía más aviones delante de él. Era el primero para el despegue. Storm se encontraba ahora a poco más de doscientos cincuenta metros de distancia.
Después de frenar momentáneamente el piloto estaba subiendo a toda la potencia los cuatro motores Pratt & Whitney JT9D que tenía bajo su mando. El avión respondió inmediatamente. El 747 era una pieza grande y pesada de maquinaria, pero los Pratt & Whitney eran capaces de suministrar más de doscientos veinte Kilo newton de empuje.
Lo separaba unos ciento ochenta metros. Storm seguía ganando terreno al avión, pero no podía ir más rápido. El avión, por su parte, estaba acelerando. En algún punto detrás de él, una escuadrilla de personal de la TSA había llegado al final de la pasarela telescópica de la que Storm había salido. Storm no se atrevió a mirar atrás. Y si lo hubiera hecho, habría visto que el hombre con las orejeras apuntaba hacia él.
Cien metros de distancia. 10,2 segundos esprintando. Storm estaba llegando en un ángulo casi perpendicular. Tomó como referencia un punto en que —esperaba— el avión y él se cruzasen. Apuntó al tren de aterrizaje delantero.
A cincuenta metros de distancia vio que no podría hacerlo. El avión estaba tomando velocidad demasiado rápido. Ahora rodaba más rápido que él. A treinta y cinco metros ajustó su punto de referencia y lo dirigió al tren de aterrizaje trasero. Era su única oportunidad.
A veinte metros el avión estaba empezando a alejarse. Diez metros, Storm pensó que sus pulmones iban a estallar.
Estaba dándole alcance y al fin saltó por encima del montante de los neumáticos del 747. Abrió los brazos y se agarró al metal. Su cuerpo rebotó hacia el lado del neumático y se golpeó contra él. La fuerza descendente ejercida por el lateral de la cubierta del neumático hacía palanca para alejar a Storm, aunque todavía no rodaba con la suficiente rapidez para lograrlo. Storm fue capaz de izarse hasta el montante, y a continuación, al compartimiento del tren de aterrizaje.
El rugido de los motores era ensordecedor. Storm se agarraba contra las crecientes fuerzas G cuando el avión ganó velocidad, entonces fue capaz de pegarse contra el lateral del compartimiento colgado de un par de tubos que discurrían a lo largo de la parte superior. Y ese fue el lugar donde permaneció cuando el 747 se levantó del suelo.
Derrick Storm era ahora, muy extraoficialmente, el último pasajero a bordo del vuelo 19 de Air Venezuela.
El 747 ascendió rápidamente, primero sobre un cenagal de Jersey, a continuación sobrevoló los suburbios de Garden State. Storm había encontrado un buen asidero en el compartimento del tren de aterrizaje pero no se atrevía a mirar a su alrededor —o hacer cualquier cosa que pudiera causarle perder su agarre— hasta que las ruedas estuviesen completamente retraídas.
Cuando finalmente lo estuvieron, Storm rescató la Maglite de su chaqueta, la encendió y evaluó su situación. Con las ruedas arriba, no tenía mucho espacio para moverse. La claustrofobia estaba lejos de ser su mayor problema. Los escaladores que ascendían los picos más altos del mundo comenzaban a tener serios problemas con la carencia de oxígeno por encima de seis mil metros. Por encima de nueve mil metros, el aire sería demasiado escaso para respirar y haría un frío mortal. Storm no estaba seguro qué sucedería primero, si la asfixia o la muerte por congelación, aunque no estaba especialmente interesado en averiguarlo. Había leído noticias sobre polizones hallados muertos en los compartimentos del tren de aterrizaje. Tenía que llegar a una parte presurizada del avión antes de llegar a esa altitud. Calculó que tenía unos veinte minutos.
Levantó la vista hacia el techo de encima de él. Si había una cosa que le favorecía era que los ingenieros aeronáuticos prefieren materiales ligeros por la sencilla razón de que un avión más ligero es más fácil que se eleve de tierra. Efectivamente, sólo había una fina capa de una lámina de metal sobre su cabeza.
Sacó su KA-BAR y lo clavó encima de su cabeza. Perforó el metal hendiéndose hasta la empuñadura. Storm dio un tirón para sacarlo, después lo clavó de nuevo, justo a la derecha del primer agujero. El tajo se había duplicado en tamaño. Y de nuevo lo clavó. Tarde o temprano habría un mecánico que se preguntaría qué carajo había sucedido ahí y tendría que reparar el estropicio. Pero Storm sabía que un pequeño agujero en un compartimiento interior no haría nada para desestabilizar a un 747 en pleno vuelo.
Podía sentir el giro de la nave, posiblemente hacia el sur —era un poco difícil tener un buen sentido de la orientación dentro de una caja metálica totalmente sellada. De momento eso no era su mayor preocupación. Trabajando constantemente durante los siguientes cinco minutos continuó perforando el techo. Cuando tuvo unos 270 grados de un círculo irregular plegó la solapa de metal hacia abajo y se encaramó a través del agujero de su tamaño que había creado. Rápidamente llegó a una superficie metálica plana. Pero eso no era un techo. Era un suelo —en concreto, el piso de la bodega de carga trasera—.
Storm envainó el KA-BAR y se encaramó al hueco entre la pancha inferior del avión y el suelo de la bodega de carga. Aparte de alguna viga de sustentación esporádica, en general se podía decir que era un espacio vacío donde se curvaba la parte inferior. En el punto más bajo de la parábola, había un hueco cerca de un metro donde Storm podría arrastrarse.
Storm se retorció dentro del hueco, se volteó sobre sí mismo por lo que acabó mirando arriba, a la cara inferior del piso de la bodega de carga. Era de acero, mucho más consistente que el aluminio que Storm acababa de perforar en su camino hacia allí. Descansaba sobre viguetas metálicas que recorrían el ancho del avión. Esta vez no podía abrirse camino con el cuchillo. Era demasiado grueso. Empujó la chapa con la mano y ni se abolló. Probablemente tendría por encima de la plancha cientos de kilos de equipaje.
Storm comenzó a indagar qué camino seguir. La parte trasera de los compartimentos de equipaje se cargaba en primer lugar. Entonces, si había alguna parte del suelo sin carga —y Storm rezó para que Air Venezuela fuese una de esas líneas aéreas que cobraba una tarifa por equipaje facturado— debería estar delante.
Fue una marcha lenta, pero avanzó palmo a palmo hasta que se encontró una serie de apoyos que le dijeron que había llegado a la parte delantera del portaequipajes trasero. Levantó la vista y estudió la forma en que el suelo estaba unido a las riostras. Tenían remaches de acero cada cinco centímetros. Imposible.
Storm no era el tipo de hombre que entraba en pánico fácilmente. Pero sí se preocupaba cuando la situación lo justificaba. Y esto se estaba convirtiendo en una de esas situaciones. Él no sabía exactamente cuánto tiempo había pasado, o la cantidad de tiempo que le quedaba antes de que la panza del avión se convirtiese en su ataúd. Pero sabía que sus oídos habían pitado dos veces. El avión estaba ganando altitud con rapidez.
Trató de pensar racionalmente. Los aviones necesitan repararse. Tenía que haber alguna forma para una persona de mantenimiento de aeronaves pudiese llegar a esa parte del avión sin tener que taladrar huecos en la superestructura tal como Storm había hecho. Dio un barrido con la linterna a la parte inferior del suelo.
Mientras lo hacía, tenía la extraña sensación de que el avión ya no subía. No sabía decir si eso era una especie de percepción errónea por su parte. Pero sintió a ciencia cierta que la aeronave estaba girando de nuevo. Y también sintió que sus oídos no volvían a pitar más.
Aún así, todavía esa no era su primera preocupación. Encontrar una manera de salir sí lo era. Por último, localizó una escotilla rectangular en el lado de estribor de la nave.
Y ahora un nuevo problema: No veía una manera clara para abrirla. Storm observó que estaba fabricada para acceder desde el otro lado y quedar abierta. Aun así, seguía siendo el punto más vulnerable de todo el piso de sólido acero. Escogió una de las esquinas y la golpeó con su palma.
El primer golpe no hizo nada. Así que volvió a empujar. Storm estaba acostado sobre su espalda. En esa postura era capaz de generar una buena cantidad de fuerza hacia arriba con los músculos pectorales y tríceps. Eran músculos que usaba con frecuencia —Storm podía levantar en el banco de pesas más de ciento veinte kilos—.
Pero después de cuatro intentos más se dio cuenta que no era suficiente. Su empuje no era suficiente. Quizá en posición de cuclillas —su último récord fue de trescientos kilos— debería funcionaría mejor. Se posicionó de manera que sus pies apoyaron en una esquina de la escotilla, luego dio todo lo que tenía dentro.
Entonces un silbido de aire. La diferencia de presiones entre el compartimiento de equipaje y la presión exterior no era tan grande como lo hubiese sido en altitud de crucero, pero aún era considerable.
Storm había girado la escotilla quince grados hacia arriba. Eso le permitió ver que la escotilla estaba asegurada por varios bloqueos de plástico. Ahora que sabía dónde estaban podría acabar con ellos rápidamente. Se quitó el revolver de Harry el Sucio y deslizó la culata del arma en el hueco que había creado, a continuación, utilizó el cañón como palanca para hacer estallar los retenedores restantes, uno a uno.
Pronto se izó al compartimiento de la bodega y sustituyó los retenedores de la escotilla con parte de equipaje colocándolo en la parte superior de la misma para mantenerla cerrada, así el avión no se despresurizaría más.
Alumbró con la linterna hacia arriba para estudiar la siguiente barrera que se encontraría. El techo consistía en unos paneles que parecían endebles por lo que Storm no tuvo ninguna duda que podía perforarlos de una manera u otra. Sólo tenía que encaramarse ahí arriba.
Se encaminó a la tarea, colgando la Maglite en un lugar que le diese un poco de luz y también le permitiese usar las dos manos para su próximo objetivo. Comenzó a apilar una sobre otra algunas de las maletas de equipaje más robustas, creando una pirámide que le permitiría subir.
Estaba a punto de terminar cuando inesperadamente el avión se sacudió con fuerza a la derecha, tomando un ángulo de alabeo pronunciado que ningún piloto de aerolíneas comerciales intentaría, perdió el equilibrio y se desplomaron tanto Storm como su pila de maletas. Storm aterrizó pesadamente, magullándose el hombro y chocando la cabeza contra algo duro y metálico —en la oscuridad, no podía decir contra qué—.
El avión se enderezó, permitiendo a Storm ponerse en pie un momento. Entonces el avión se sacudió drásticamente y entró en guiñada a la izquierda. Él cayó de nuevo.
Storm no tenía ni idea de lo que estaba pasando. Pero podía oír los gritos de los pasajeros por encima de él.
Tendido en el suelo de la bodega de equipajes, Storm saboreaba sangre en su boca y sintió más brechas de sangre en su cuero cabelludo. Estaba mareado y algo conmocionado por el golpe que había sufrido en la cabeza.
El avión fue ganando altura de nuevo, y de forma rápida. Quien estuviese ahora gobernado los controles del avión —y Storm tenía una sensación de vértigo que sabía muy bien quién era el responsable— no estaba tratando de impresionar a nadie con un vuelo suave.
Storm se puso en pie de un salto y comenzó a reconstruir su pirámide con los equipajes. Estaba moviéndose por el tacto. Su linterna había rodado y se había roto o estaba sepultada debajo de algo. Storm no tenía tiempo para ir a buscarla.
Terminó su torre, trepó a la cima, tanteó una placa del techo y la golpeó con un golpe enérgico con la base de los carpianos de la mano. Cedió fácilmente. Había otros treinta centímetros entre ese techo y el suelo de la cabina principal. Storm se bajó de la pila, izó una maleta más para darle un poco más de altura, y luego volvió a trepar.
Tanteó la parte inferior del suelo de la cabina. Podía decir dónde estaban los asientos atornillados y, más importante, dónde no lo estaban. Ese era el pasillo. Y el pasillo estaba donde él quería estar.
Juntando toda su fuerza repitió el movimiento que acababa de emplear. El grosor del piso era delgado y no era rival para Storm. Hizo saltar los pequeños tornillos que había en el lugar. Movió la sección hacia un lado, deslizándola por encima de las otras secciones. Usó el KA-BAR para cortar un agujero en la moqueta y se encaramó.
Para los aterrorizados pasajeros de los asientos del lado de estribor del avión, entre las filas 29 a 45, no fue una visión reconfortante: un hombre ensangrentado con un cuchillo prorrumpiendo desde el suelo.
"Todo va bien", dijo Storm leyendo sus caras. "Estoy aquí para salvarlos."
No parecían muy convencidos. Nadie hablaba. Sus caras tenían un color ceniza.
"Estoy con la CIA", explicó. "Es lo que hago."
Al final, un hombre de un asiento cercano se atrevió a hablar: "Probablemente lo necesiten delante."
Storm asintió, apartó las cortinas camino a la cabina central, a continuación se dirigió a la clase preferente. Siguió caminando entre los pasajeros que aparecían tanto aturdidos como rendidos. El sonido del sufrimiento humano aumentó a cada paso que daba: gemidos, lamentos, quejidos. Conforme se acercaba a la parte delantera del avión, el sentido del olfato se unió al de su oído en que le decían que algo estaba muy mal. Olía a pólvora. Y sangre.
Entonces fue cuando entró en primera clase y entendió el porqué. Durante su vida, Storm había visto zonas de guerra, y ésta la podía calificar como una. Había sangre salpicada contra el techo, contra los mamparos, los asientos y el suelo. Por lo menos había siete pasajeros muertos y a todos les había desaparecido parte de su cabeza. Muchos más yacían en el pasillo con heridas graves. Las asistentes de vuelo estaban acuclilladas sobre ellos, atendiendo sus heridas.
Un hombre de piel oscura con ropa de piloto estaba en el suelo, apoyado contra la puerta de la cabina. Su cabeza semi-rapada estaba cubierta de sangre. Apretaba con la mano un trozo de gasa sobre el lado derecho de su cabeza. Su tarjeta de identificación lo nombraba como "Capitán Montgomery".
Storm se acercó, se identificó, se agachó junto al piloto y preguntó qué había sucedido.
"Todo empezó justo después del despegue", empezó a explicar. "Los agentes de seguridad notificaron al control de vuelo que teníamos un polizón en el hueco del tren de aterrizaje."
"Ese era yo. Disculpe por eso."
"Bueno, yo todavía tenía que seguir con el plan de vuelo durante un tiempo. No se puede hacer un simple cambio de sentido en el espacio aéreo con mayor tráfico de Estados Unidos, ¿sabes? Por lo que el controlador tenía que calcular una nueva ruta. Iban a hacer que me quedase a poca altitud para luego hacer un aterrizaje de emergencia en Filadelfia. Mientras tanto enviarían una escolta de dos F-18 como medida de precaución. Pero no es como si hubiera activado la identificación siete quinientos o algo similar".
"¿Un 7500?"
"Lo siento, ese es el código de secuestro. Tú transmites el código squawk siete quinientos en el transponder y la fuerza aérea sabe que tiene que enviar a la caballería. Esos aviones fueron enviados supuestamente para ser escoltas, pero no mucho después de presentarse fue cuando oí el disparo. Mi primer oficial me miró como diciendo Pero qué naric… cuando una de las asistentes de vuelo me llamó por el intercomunicador. Me dijo que un tipo con un parche en el ojo le había reventado la cabeza a un pasajero con un arma de fuego hecha de madera. El tipo le había dicho a la azafata que dispararía a un pasajero cada treinta segundos a menos que abriese la puerta de la cabina. Los reglamentos dicen que no puedo abrir esa puerta bajo ninguna circunstancia, pero maldita sea... Cada treinta segundos escuchaba otro disparo y yo... yo no podía..."
El hombre se detuvo, necesitaba serenarse. Storm miró por la ventana y vio las luces parpadeantes de un F-18, no muy lejos de las alas del 747. Volkov había secuestrado el avión porque pensaba que había sido capturado, sin darse cuenta de que en realidad fueron las acciones de Storm las que habían enviado los aviones de combate.
Esto no era una ironía que Storm disfrutase.
Montgomery había recuperado el suficiente aplomo para continuar: "Así que abrimos la puerta. Él me encañonó y me dijo que me quitase del asiento. Después le dijo a Roger que se quitase también del asiento" —Storm supuso que "Roger" era el primer oficial— "pero Roger no se movió. Él preguntó algo como, '¿Quién va a pilotar el avión?’ Y el tipo tan sólo dijo ‘Yo’ y le disparó sin más.... Le disparó a él...."
Montgomery necesitaba otro momento. Storm se puso en pie y miró a su alrededor buscando a Whitely Cracker. Se encontraba en la zona de primera clase tres filas más atrás, acurrucado bajo una manta manchada de vómito, sin mirar a nadie ni a nada.
Storm se acuclilló de nuevo.
"Estoy armado", dijo Storm en voz baja. "Si podemos conseguir que la puerta de la cabina vuelva a abrirse, puedo acabar con esto."
"Fantástico. Tengo un código que abrirá la puerta."
Montgomery se levantó con gran esfuerzo dirigiéndose a un teclado estrecho junto a la puerta.
"¿Estás listo?", Preguntó.
Storm sacó el Harry el Sucio. El piloto marcó algunos números.
"Bueno, ahí va", dijo Montgomery al pulsar el signo libra. Entonces frunció el ceño. No sucedía nada. Tecleó el código de nuevo. Todavía nada. Una luz roja se encendió.
"Mierda", exclamó Montgomery.
"¿Qué?"
"Encontró el botón que permite al piloto denegar el acceso desde el interior. No podemos entrar."
Montgomery se dejó caer. Volvió a comprobar su gasa empapada en sangre. Sus ojos parecían aún más hundidos de lo que habían estado minutos antes. Era la pura imagen de la derrota.
Derrick Storm sabía que no podía permitirse derrumbarse.
"Tiene que haber alguna manera", dijo Storm.
"Tal vez antes del 11/S, pero no ahora. Esas cosas son como cajas fuertes de bancos".
"Créeme cuando digo que las cajas fuertes pueden ser violadas", aseguró Storm. "¿Qué tipo de cerradura tiene?"
"Electromagnética. Estás hablando de algo así como 5000 kilos de fuerza de sujeción. Ni siquiera un oso como tú podría romper eso".
"No necesito romperlo. Las cerraduras electromagnéticas requieren de una fuente de alimentación. Interrumpo la corriente, interrumpo el bloqueo".
"¿No crees que las aerolíneas pensaron en eso?", Dijo el piloto. "Existe redundancia de la redundancia en estos aviones. Además de la fuente de alimentación principal, hay una batería secundaria que dura doce horas. La batería se encuentra en una caja de acero, incrustada en la puerta. Nunca la alcanzarás".
Storm se quedó mirando la puerta durante un largo rato, como si tuviera la visión calorífica de Superman. Por desgracia, no la tenía.
Pero de repente se dio cuenta que tenía algo que podría funcionar igual de bien.
Bajó la mirada a su muñeca izquierda. La frase "El dial de frecuencia variable permite la comunicación multicanal" estaba palpitando su la cabeza.
"¿A qué frecuencia está bloqueada la cerradura?" Preguntó Storm.
"¿Qué...? No tengo ni idea".
"No hay problema. ¿Las asistentes tienen un pequeño kit de herramientas? También voy a necesitar una pieza electrónica con una batería de nueve voltios y el ordenador portátil de alguien. Pregunte entre los pasajeros".
Montgomery reunió a dos de las azafatas quienes pronto consiguieron los artículos solicitados por Storm.
Echó una última mirada al Reloj de Muñeca Intercomunicador SuperEspia. "Lo siento, Ling. Tengo que hacer esto" murmuró, acto seguido desencajó el paramento.
En el interior, encontró una placa de un circuito electrónico que, en lo básico era como la caja Westing del garaje de su padre. Sólo que ésta mucho más pequeña. Empezó el proceso. Instalaría el juguete dentro de un dispositivo que enviase un pulso electromagnético a una frecuencia adecuada, era sólo cuestión de piratería con piezas de un ordenador portátil, una combinación con el transmisor del reloj, y la fuente de energía con la batería de nueve voltios.
Eso le llevaría su tiempo, lo que Storm estaba a punto de conocer es que se estaba quedando sin tiempo mucho más rápido de lo que pensaba. El problema ya no era abandonar el espacio aéreo de EE.UU. Permanecer en él también podría matarlos.
"No quiero agobiarte ", dijo el capitán Montgomery. "Pero, ¿cómo va eso?"
"Sólo un poco más. ¿Por qué?"
"Porque un viejo piloto de aerolíneas como yo tiene un altímetro incorporado en la cabeza. El mío me está diciendo que estamos cerca de ocho mil pies de altura. Y no creo que estos F-18 que están justo al lado de las alas sean muy pacientes. Recibirán órdenes para derribarnos si descendemos mucho más, para ser exactos por debajo de los cinco mil pies. Uno de ellos hará un choque de cabezas".
"¿Un choque de cabezas?" Preguntó Storm mientras atornillaba el cable en su lugar.
"Es una maniobra que realizan con un avión que no responde. Ascienden verticalmente hacia arriba a unos sesenta metros de distancia del morro, tratando de conseguir que los imites."
"Ya casi he terminado", dijo Storm. "Mientras estoy acabando, necesito un favor."
"Lo que sea."
"Evacue los pasajeros de primera clase", pidió. "Yo no sé lo que va a pasar cuando consiga abrir esta puerta. Cuanta menos personas sean dañadas por balas perdidas, mejor".
"De acuerdo," dijo Montgomery poniéndose en pie. El hombre estaba claramente energizado por tener un sentido de propósito. Storm añadió algo más:
"Oh, y ¿capitán? No te vayas muy lejos. Voy a necesitar a alguien que aterrice este avión después de que tomemos de nuevo el control."
"Me gusta tu estilo, Storm", dijo.
"Gracias, capitán. De paso, no me ha dicho su nombre completo".
"Es Roy. Roy Montgomery".
Los hombres intercambiaron un apretón de manos firme. Montgomery comenzó a impeler a los pasajeros hacia la parte trasera del avión, mientras Storm retornó a la tarea que ocupaba su mente. Él no iba a decirle a Montgomery esto: pero sólo calculaba que tenía el 50 por ciento asegurado que su improvisado chisme funcionase. El dial de frecuencia variable sólo operaba dentro de un cierto rango. Si la cerradura estaba establecida en una frecuencia fuera de ese rango —lo cual siempre era posible— no respondería al pulso.
Storm acabó de cablear cerca de cuando Montgomery logró vaciar la división de primera clase. Al capitán le faltaba el aliento cuando se acercó Storm.
"Está bien. Eso está hecho. Te importa si te pregunto: ¿Cuál es tu plan una vez que hayas liberado la cerradura?"
"Muy sencillo: Abro la puerta y disparo al tipo que pilota el avión."
"¿Cómo es tu puntería?" Preguntó Montgomery.
"Bastante buena. ¿Por qué? ¿Hay algo en el panel de instrumentos que no deba ser dañado?"
"Sí, todo."
"Entonces supongo que será mejor que no falle", dijo Storm.
"Está bien. Sólo recuerda que estas criaturas tienen cámaras en la parte delantera de la cabina", dijo Montgomery. "Otra cosa que le debemos al 11/S. Eso permite al capitán saber que es seguro abrir la puerta."
"En otras palabras, va a saber que me acerco."
"Si."
"Genial. Deséame suerte".
"Buena suerte", contestó Montgomery. Pero Storm creyó notar un pequeño movimiento de la cabeza mientras Montgomery se retiraba de nuevo a la clase preferente.
Storm sacó este detalle de su mente para concentrarse en la pequeña marca en el lateral del reloj de pulsera. Había rediseñado el dispositivo por lo que ahora tenía varios cables extra saliendo de él. Dos de ellos a la pila de nueve voltios. Conectó el último cable —con esto cerraba el circuito del artilugio—conmutó el dial a la frecuencia más baja, y se centró en la puerta.
No ocurrió nada. Entonces empezó a girar el dial, moviéndolo constantemente a lo largo de todo el rango de frecuencias del intercomunicador multicanal. Tenía que ir poco a poco. Las conexiones de su dispositivo estaban lejos de ser perfectas. No quería correr el riesgo de ir demasiado rápido pasando por la frecuencia adecuada sin dar el pulso suficiente para disparar el bloqueo.
Ya llevaba la mitad camino de todo el dial, y no se permitía sentirse pesimista, y aún así todavía sin escuchar nada.
Entonces, a tres cuartas partes del recorrido, oyó un chasquido y un zumbido.
Los imanes que sujetaban la cerradura habían sido liberados.
Storm sacó el revolver de Harry el Sucio y apretó la empuñadura. La puerta se abrió hacia adentro y se acurrucó contra ella, utilizando esa mole a prueba de balas como escudo. La cabina del 747 es una de las más largas, tiene un corto y estrecho pasillo que conduce a los asientos de los dos pilotos delanteros. Al principio, todo lo que Storm podía ver era la parte derecha de ese pasillo.
Empujó la puerta un poco más hacia dentro Su visión se amplió hasta el final del pasillo. Si no hubieran estado en un avión, él simplemente podría haber metido el revólver por el resquicio y haber comenzado a disparar a ciegas. Pero, teniendo en cuenta la advertencia del capitán Montgomery sobre el panel de instrumentos, parecía mala idea.
Volkov, por otro lado, no tendría ningún tipo de preocupación. Cualquier bala que disparase de su arma de madera —y Storm presuponía que tendría mucha munición— daría a zonas menos sensibles del avión. Storm estaba esperando ser recibido con fuego en cualquier momento.
Pero no pasó nada. Abrió la puerta algo más. Ahora podía ver la mitad del asiento del copiloto y parte del cuerpo desplomado sobre el asiento.
Siguió empujando la puerta, listo para disparar en el momento que viese cualquier parte de Volkov. Poco a poco, de manera constante, centímetro a centímetro minuciosamente, empujó hasta que la puerta estuvo completamente abierta.
No había nadie sentado en el asiento del piloto.
Pero eso no significaba que Volkov no se escondiese. Storm se arrastró hacia adentro, aunque sin comprometerse plenamente en la entrada del pasillo —ahí él sería un blanco fácil si Volkov apareciese de repente desde una esquina— aunque dándose una mejor visión. Todavía ni un ápice de Volkov.
Se permitió dar un pasito. Nada.
Otro paso. Y nada.
Después otro paso más, ahora podía ver la totalidad del volumen: el panel de instrumentos, ambos asientos de los pilotos, el asiento plegable para un tercer piloto, la consola, otros equipos electrónicos de la aviónica—todo.
Storm parpadeó, incapaz de creer lo que estaba viendo.
La cabina estaba vacía.
Storm se quedó inmóvil por un momento, casi como si él sólo necesitase mirar lo suficientemente fuerte para hacer aparecer Volkov. Su mente estaba revisando las posibilidades, pero ninguna de ellas tenía sentido. No había ninguna puerta adicional en la cabina que no fuese la que había entrado. No había cuchitril o espacio suficientemente grande como para esconder a un hombre, y mucho menos uno de la anchura de Volkov. No había manera de salir de la cabina que no fuese a través del parabrisas, y estaba intacto.
Storm observó estupefacto el inquietante y fantasmal avión volando por sí solo. La horquilla del timón se movió automáticamente un poco a la izquierda, haciendo un fino ajuste en el rumbo por orden del piloto automático.
Los reflejos de Storm iban a saltar a la mínima. Seguía blandiendo su arma. Se recordó en relajar la fuerza de su agarre —sostenerla demasiado fuerte en realidad disminuía el tiempo de reacción— pero no se atrevió a mover nada más.
Estaba empezando a considerar otras opciones. Tal vez el capitán Montgomery se había equivocado. Quizás Volkov no había entrado realmente en la cabina. Storm había estado en la panza del avión cuando ocurrieron los hechos. ¿Era posible que Montgomery —que acababa de ver ejecutar a su primer oficial y ser sometido a un terrible golpe en la cabeza— se hubiera perdido algo?
Storm elucubraba una nueva opción —una que involucrase a Volkov de alguna manera reprogramando las coordenadas del piloto en el ordenador de a bordo para luego desaparecer del avión— cuando su visión periférica captó un movimiento encima de él.
Era un brazo humano.
Storm saltó hacia delante. Unas décimas de segundo más tarde, Volkov abrió fuego.
Si estos hechos hubieran sucedido en orden inverso, Storm habría sido asesinado y el mundo habría puesto rumbo hacia un desorden increíble.
En lugar de eso, el proyectil, el cual fue disparado desde la parte superior de su cabeza continuó viajando en el espacio donde debería haber estado la parte superior de su cabeza. En una rápida secuencia, pasó cerca del cuello, de los hombros, de la espalda y las nalgas, todas las partes del cuerpo esquivaron el peligro durante los milisegundos que duró el respingo de Storm. Entonces el proyectil dio a una de las partes del cuerpo que no se había desplazado lo suficiente: la pantorrilla izquierda.
Storm rugió de dolor en el mismo instante que Volkov se dejaba caer del techo, donde había permanecido con brazos y piernas en cruz desde que Storm comenzó a manipular el dial del transmisor. Volkov aterrizó de pleno sobre la espalda de Storm, inmovilizándolo en el suelo de la cabina. Storm fue consciente de que su arma, que había soltado de la mano, había volado; y, por el rabillo del ojo, la vio aterrizar en el hueco bajo los mandos del timón, ahí donde los pies de los pilotos suelen estar.
Volkov había dejado caer su arma como si hubiera dejado de tener utilidad para él —¿como si se hubiera quedado sin balas de madera? Sospechó Storm— y rodeó con el brazo derecho el cuello de toro de Storm. Luego hizo palanca con la mano derecha y con la izquierda comenzando a apretar más que suficiente para restringir la mayor parte del flujo de sangre que fluía al cerebro de Storm.
Storm sabía que estaba en peligro. Tenía unos cuarenta y cinco segundos antes de perder la consciencia. Tenía que sacar el máximo provecho de lo que le quedaba.
No había ninguna razón para tratar de aflojar el agarre de Volkov. Tenía más posibilidades de poder abrir las mandíbulas de un tiburón hambriento que soltarse del estrangulamiento de Volkov. La única ventaja de Storm era la altura. Volkov era diez centímetros más bajo.
Storm luchó por ponerse en pie, levantando no sólo sus 105 kilos, sino también la masa de Volkov de 100 kilos —y haciéndolo con la única ayuda de su dañada pierna izquierda—. Volkov estaba colgado sobre su espalda, como una lapa, el peso extra reforzaba la asfixia.
Storm comenzó a recular hacia el exterior de la cabina. Necesitaba un poco de espacio para maniobrar, unos metros de pasillo para conseguir velocidad. Así que pronto estuvo dando marcha atrás lo más rápido que pudo, teniendo en cuenta su lastre, y se abrió camino hasta la zona de primera clase. Terminó su tambaleante marcha atrás con un fortísimo espaldarazo contra los respaldos de la primera línea de asientos. Su objetivo era conseguir que una parte dura del reposabrazos conectase con la parte blanda donde el cuello de Volkov se unía al cráneo.
Pero no consiguió suficiente impulso con la pierna izquierda. Así que falló el golpe. El respaldo impactó en la espalda de Volkov.
Sin embargo, la fuerza del mismo —205 kilos propulsados en el aire a una velocidad moderada— fue suficiente para aflojar momentáneamente el agarre de Volkov. Storm hábilmente se escabulló y los dos hombres se enfrentaron cara a cara.
Cada uno estaba agachado, listo para saltar. La lucha a distancia corta favorecía al brazo más corto de Volkov. El boxeo favorecía la lucha al brazo más largo de Storm. Ambos hombres conocían esto y estaban midiéndose, tratando de ver cómo podrían convertir la lucha a su ventaja.
"Estoy muy contento de que estés aquí, Storm," gruñó Volkov.
"¿Por qué? ¿Te estás enamorado de mí? No te preocupes. Le pasa a todas las chicas".
"No, es que me di cuenta de algo cuando te vi esta mañana", dijo Volkov, entonces pivotó sobre su talón y ejecutó un barrido alto de pierna. Storm lo esquivó fácilmente.
"¿Y de qué te diste cuenta?"
"Que realmente nunca te hice pagar por estas", dijo señalando a las cicatrices de su cara. "Todo este tiempo, pensé que estabas muerto, así que pensé que estábamos en paz. Pero ahora que te veo, sé que necesitas ser castigado".
Storm agarró un ordenador portátil que había sido dejado por uno de los pasajeros y se lo arrojó a Volkov. El ruso, lo bloqueó con un zarpazo.
"No va a funcionar, lo sabes. Esa cosa absurda que te traes entre manos con Cracker".
"Oh, me permito discrepar, Storm. Tengo algunos de los hombres más ricos de Rusia listos para sacar provecho de las alteraciones del mercado, y con el dinero que ganen, van a estar en condiciones de financiar una sublevación que derribe incluso el gobierno más poderoso. Esos payasos que dirigen ahora Moscú no tendrán ninguna oportunidad. La Madre Rusia tiene derecho de ser gobernada por un líder fuerte. Yo soy ese líder."
"Eres retorcido."
"Me halagas. Es una pena que tenga que matarte".
"Tú eres el que va a estar muerto esta noche, Volkov."
La respuesta de Volkov fue bajar la cabeza, gritar como un loco y embestir. Storm reaccionó con lo que estaba destinado a ser una patada demoledora a la caja torácica de Volkov. El único problema fue que proyectar la pierna así significaba que estaba de pie únicamente sobre la pierna izquierda. En el momento en que la mayor parte de su peso se transfirió al lado herido, se desplomó.
Volkov, que apuntaba a la sección media de Storm, terminó fallando por alto. Después de todos los movimientos sólo dio como resultado alternar las posiciones en el pequeño espacio al principio de la zona de primera clase, donde se enfrentaban.
Storm no esperó a la próxima carga de Volkov. Encaró al ruso balanceando los puños. Volkov trató de retroceder, pero no fue lo suficientemente rápido. Fue cosido por una serie de ganchos cruzados de derecha, a continuación, les siguió unos directos de izquierda. Y la sangre comenzó a fluir de su nariz.
Volkov trató de ponerse debajo de la línea de los puñetazos por lo que podía abrazar a Storm y convertir eso en lucha libre, la cual prefería, pero Storm se defendió con un gancho ascendente que abrió una brecha sobre el ojo de Volkov.
Los dos hombres se separaron un momento. Si hubiera sido un combate de boxeo de pesos pesados, Storm habría anotado unos cuantos puntos en las tarjetas de todos los jueces. Sólo que no habría ninguna tarjeta que pudiera sumar la herida del disparo en el gemelo de Storm.
Los hombres se encontraban en cada lado de la zona de primera clase, uno y otro respirando con dificultad, cada uno lidiando con sus heridas. El ojo bueno de Volkov —el que no tenía parche— estaba empezando a hincharse y cerrarse. Storm estaba perdiendo la sensibilidad en la pierna izquierda y no sabía durante cuánto tiempo más continuaría su extremidad respondiendo a sus órdenes.
Ambos sabían que la pelea estaba llegando a su fin. Cada pensamiento podría ser el ganador.
Los ojos de Volkov se movían precipitadamente. Retrocedió un poco más lejos, y Storm creyó que estaba preparando espacio para abalanzarse sobre él de cabeza. En cambio, corrió hacia Storm, y rápidamente fintó a su izquierda hacia el pasillo.
Primer pensamiento de Storm: Iba a por otra arma que tenía escondida en el equipaje de mano.
Sin embargo Volkov pasó de largo de los asientos en los que Cracker y él habían estado sentados.
Segundo pensamiento de Storm: Estaba huyendo a la cabina de pasajeros.
Pero Volkov paró repentinamente sin llegar a entrar en clase preferente.
Storm estaba reaccionando muy despacio, pensando con demasiada lentitud. Se había equivocado en ambos pensamientos y su pierna izquierda se arrastra mal tras él.
Volkov no iba a por un arma de fuego o a por un pasajero, sino a por la puerta de salida de emergencia del lateral del avión. Arrancó el sello y entonces la agarró con ambas manos.
La levantó fácilmente. Estaban en una altitud suficientemente baja para que el cambio de presiones no fuese significativo, sin embargo, ahora el viento azotaba dentro del compartimento a través de la escotilla. Miles de metros más abajo, la tierra se movía a toda velocidad.
Storm se dio cuenta, demasiado tardo, de la ventaja que Volkov tenía ahora: un arma de acero de veinte kilos. Lo había elevado, así que estaba agarrándola por la parte inferior de la puerta yendo a toda velocidad contra Storm.
Storm estaba atrapado a mitad pasillo —un blanco fácil—. Si se quedaba ahí de pie, iba a ser golpeado. Pero tampoco podía retirarse con suficiente rapidez debido a su pierna coja para poder eludir a Volkov.
No tenía otra opción. Dejó caer su hombro hacia delante y salió disparado contra él.
El movimiento cogió a Volkov con la guardia baja. Bajó la puerta violentamente sobre Storm pero apenas golpeó las partes blandas de la espalda y el hombro de Storm. Storm lo había alcanzado demasiado rápido.
Los dos hombres cayeron pesadamente, rodando por el suelo. Chocaron contra el mueble bar de la parte trasera de primera clase, entonces dando tumbos se dirigieron hacia la escotilla de emergencia recientemente abierta. Storm trataba de hacer llegar sus manos a la cara de Volkov con el objetivo de lesionar aún más su maltrecho ojo. Volkov intentaba alcanzar la pierna de Storm, buscando la herida de bala, tratando de hundir sus dedos en ella.
Ambos hombres bramaban y gruñían, en parte a causa del dolor que estaban sufriendo, en parte por el dolor que estaban infligiendo, en parte porque se había convertido en algo profundamente instintivo. Eran dos los organismos que luchaban por su propia supervivencia, encomendándose a sus reservas de energía más profundas, haciendo todo lo posible para imponer el máximo castigo al adversario.
Mantuvieron un intercambio rodando sobre sí mismos, por ver quién estaba encima de quién, aunque, hasta cierto punto no importaba. Ni el hombre de arriba ni el hombre de abajo parecía tener ninguna ventaja, sólo diferentes maneras de desgarrar, arañar, dar puñetazos, patadas, o inmovilizar al rival.
Entonces, de repente, algo cambió. Volkov estaba sobre Storm y Storm estaba tan decidido a ir a por el ojo del hombre que no hizo una buena defensa. Volkov consiguió rodear con sus manos el cuello de Storm, y el feroz ruso estranguló con cada nanogramo de fuerza que le quedaba. Storm se dio cuenta con una certeza escalofriante que iba a perder la pelea —y la vida—.
Las chiribitas aparecieron en la periferia de su visión. Entonces la oscuridad comenzó a hacerse más grande. La imagen —Volkov encorvado encima de él, burlándose sádicamente— estaba pasando rápidamente de ser de unos ligeros pinchazos a desaparecer por completo. Storm apenas le quedaban unos pocos segundos.
No sabía exactamente en qué lugar del suelo yacía. Sentía que estaba peligrosamente cerca de un torbellino de viento recio, lo que significaba que estaba cerca del borde. Él ya no podía ser cauteloso por más tiempo.
Con la última oleada de fuerza que pudo reunir, se lanzó contra la puerta abierta.
Mientras rodaba, su pie derecho —el que todavía tenía algo de sensibilidad— golpeó contra un lado de la abertura. A continuación su mano derecha golpeó al otro lado. Volkov, cuyas manos seguían apretando firmemente el cuello de su oponente el cual había sacado las rodillas de debajo de él, no tenía una postura demasiado amplia. De hecho, él era una especie de pelota.
Una pelota que Storm había dirigido satisfactoriamente al centro de la escotilla abierta.
Ahora sólo era cuestión de inercia. Storm tenía algo para detenerse —los laterales de la escotilla—. Volkov no los tenía. Volkov continuó viajando, únicamente que sin un avión que lo volviera a amparar.
Durante un breve instante, mientras su sonrisa burlona fue reemplazada por una mirada de puro terror, trató de mantener su sujeción sobre el cuello de Storm. Pero cuando su cuerpo rodó a través de la apertura y comenzó una caída que era tan inevitable como la gravedad, perdió el ángulo que necesitaba, y por tanto, perdió la sujeción.
La última cosa que Storm vio de Volkov fue la de su retorcida silueta empequeñeciéndose mientras descendía en picado bajo el cielo de la noche, directo a la dura superficie terrestre, a miles de metros por debajo de ellos.
Próximo capítulo (y último) corto, cortito, muy breve. Si no se tuercen las cosas a final de semana lo cuelgo.
CAPÍTULO 33
NEWARK, Bayona
Aquello les había tomado demasiado tiempo. La precaución que tuvieron dentro de las escaleras. La eliminación paulatina de los matones rusos. El cableado y detonación de la puerta. Todo había sido demasiado lento. En el tiempo que Cracker dispuso para presentarse en el aeropuerto de Newark él ya habría ido y vuelto. Y ahora Cracker no contestaba a las reiteradas llamadas telefónicas.
Esto llevó a Storm a la conclusión número uno: Volkov ya lo retenía.
Cualquier idea que Storm tuviera sobre esto debería terminar por la vía más sencilla que se presentase. Volkov no era ningún idiota. Si él fue al aeropuerto a solas —habiendo diez cuerpos en la fábrica de Bayona dando testimonio que así había sido— estaría comunicándose de forma periódica con su equipo. Ellos le habrían informado de la alarma o simplemente habrían dejado de informar por completo. En cualquier caso, sabría que habían sido comprometidos. Y no volvería a la factoría.
Conclusión número dos: Volkov ahora estaba volando. Desde el aeropuerto de Newark podía levantar vuelo a donde fuere.
Así que, aunque la familia de Cracker estaba a salvo, realmente nada estaba resuelto. Volkov podía ir a cualquier parte con Cracker. Y sí, es cierto, ya no podía extorsionar a Cracker con hacerle daño a su familia. Pero Volkov era resolutivo y conocía más formas de torturar a un hombre que tiempo Storm para preocuparse en pensar en ello. El bastardo sádico encontraría la manera para que Cracker sucumbiese a su voluntad.
Conclusión número tres: A pesar de sus esfuerzos, al final Storm no había hecho nada para neutralizar la amenaza.
Volkov seguía siendo igual de peligroso con esos códigos de MonEx en la mano. De una forma u otra, al final Cracker haría exactamente lo que Volkov le dijese que hiciera.
Storm dejó a Strike con la familia de Cracker. Ella se encontraba en medio de todas las llamadas a las autoridades cuando abandonó el lugar. La Policía de Bayona respondería en cuestión de minutos. El FBI seguiría poco después. Así que él ya no se tenía que preocupar por más tiempo por su seguridad. ¿Y el futuro entre Storm y Strike? Eso tendrían que ponerlo en regla en otro momento.
Por ahora, Volkov y Cracker era lo único que importaba.
Mientras salvaba la maraña de accesos y vías que conducían de la autopista de Nueva Jersey al aeropuerto de Newark, había dos situaciones merodeando por la cabeza de Storm.
En una, Volkov había recogido a Cracker y ahora estaba conduciendo. A cualquier parte. A Storm no le gustaba esta suposición. Probablemente habría unas doscientas mil furgonetas negras en el área triestatal. Necesitaría un milagro para encontrar la que transportaba a Volkov.
En la otra situación, Volkov y Cracker estaban a bordo de un avión destino... a saber. Esta suposición no era mucho mejor. Pero al menos le daba a Storm algo a que aferrarse. Volkov seguramente viajaría bajo un alias: El hombre tenía más identidades falsas que un grupo de estudiantes de primer año de universidad. Pero él no tenía un pseudónimo para Cracker. Ese era el porqué había sido necesario que el hombre llevara su pasaporte.
Storm llamó a Bryan.
"¿Qué quieres ahora? ", Dijo Bryan en un susurro. "El crédito de tu tarjeta de Bahrein se está agotando."
"Necesito que uno de los cerebrines revise todas las aerolíneas para ver si pueden encontrar a Graham Whitely Cracker V en algún vuelo con salida Newark".
"Espera".
Mientras esperaba Storm llegó a la Terminal B. Sacó la camioneta de Strike sobre la acera, en el exterior de la zona de salidas internacionales y la abandonó allí. Dejaría que las autoridades averiguasen por qué una camioneta llena de chismes de vigilancia y armamento había sido abandonada allí. Tal vez le harían un favor y cerrarían el aeropuerto.
Cuando estaba saliendo, Bryan regresó a la línea. "Está en vuelo 19 de Air Venezuela dirección Caracas."
"¿Cuándo salen?"
"Estaba previsto que abandonasen la puerta 53B hace dos minutos. Sabes que Venezuela está fuera de nuestra juris—"
Storm sabía que no tenía tiempo para escuchar el resto. No era ninguna novedad para él. Estados Unidos tenía un tratado de extradición con Venezuela que se remontaba a 1922, pero estaba lleno de excepciones y rarezas. Puntualizando más, el gobierno de Hugo Chávez raramente cooperó con las peticiones de extradición, en particular cuando la parte a ser extraditada tenía los medios para pagar sobornos. Tan pronto como Volkov estuviese fuera del espacio aéreo de EE.UU., estaría fuera del alcance del gobierno de los EE.UU. Y tampoco es que el gobierno de EE.UU. estuviese ahora mismo tratando de detenerlo con la manera en que Jones demostraba estar llevando las cosas. Tal vez Storm podría conseguirlo a través del teléfono con sus nuevos colegas del FBI y convencerlos de que Cracker estaba siendo secuestrado. Pero eso llevaba tiempo, algo que ya no tenía.
El hecho era que no había ningún mecanismo legal o diplomático para evitar que Gregor Volkov se escabullese fuera del país; sin llamadas telefónicas a cargos influyentes o llamadas debiendo favores o llamadas correctamente razonadas suplicando al burócrata adecuado, nada de eso podría detener a Volkov o su conspiración. Podría escabullirse desde Caracas a Moscú, o Brasil, o donde se le antojase para lanzar el colapso financiero que consumiría las economías mundiales.
Sólo había una manera de detenerlo ahora.
La fuerza bruta.
Lo que le llevó a Storm a la conclusión número cuatro: Tenía que subirse al avión.
Se enfundó el teléfono en el bolsillo y echó a correr todo lo que pudo hacia la terminal. Remontó las escaleras hacia el atolladero que era la zigzagueante cola de pasajeros en la zona de seguridad. La cola para la tripulación y personal aeroportuario estaba en el lado izquierdo. Sin perder velocidad, Storm arremetió pasando ante dos confusos asistentes de vuelo, colándose por el detector de metales —activándolo en el acto— y colándose ante un cuarteto de inspectores de la TSA (Seguridad Transporte de Estados Unidos) que estaban tan preocupados por si la gente tenía o no tenía sus zapatos que no reaccionaron de inmediato ante la violación de seguridad más descarada que ninguno de ellos había visto fuera de un entrenamiento.
Finalmente, uno de ellos encontró lo necesario para gritar: "¡Tú! ¡Espera! ¡Alto!"
Para entonces Storm ya había desaparecido. El letrero de la puerta de embarque 53B le indicó que debía seguir recto. Brazos y piernas subían y bajaban, fue sorteado por curiosos viajeros, todos ellos se volvían para observar la espantada de ese loco por toda la terminal. En algún lugar, muy por detrás, los inspectores de la TSA habían hecho sonar las alarmas.
La puerta de embarque 53B estaba en el extremo de esa ramificación de la terminal. Storm corrió hacia una mujer que tenía la cabeza inmersa en la pantalla de un ordenador.
"Disculpe", dijo sin aliento. "Soy de la CIA. ¿Un hombre con un parche en el ojo subió a bordo del vuelo diecinueve?"
"Sí señor, pero ese vuelo ya ha sido cerrado. Si dese—"
Storm no oyó el resto. Ya estaba correteando por la pasarela telescópica directo al avión.
"¡Hey! No puede ir allá," vociferaba la mujer detrás de él, como si eso pudiera detenerlo.
Storm llegó al final de la manga. Allí no había ningún avión, sólo una abertura en el extremo de la rampa con forma de acordeón. Se dejó caer al asfalto donde encontró a un hombre en un carrito sin puertas y aún con las orejeras sujetas en la cabeza. El hombre estaba apilando conos de dirección en la parte trasera de ese pequeño carro motorizado.
"Disculpa", dijo Storm. "Soy de la CIA. ¿Acabas de dirigir fuera de este hueco el vuelo diecinueve?"
"Sí". Señaló a un pesado avión de Air Venezuela 747 blanco y rojo que se encontraba en la distancia. "Está ahí mismo. Pero tú no pued—"
Storm reanudó su carrera a toda velocidad. La aeronave había girado a la derecha de su puerta, aunque ahora se dirigía hacia la izquierda, a una pista de despegue. Estaba a algo más de trescientos cincuenta metros de distancia. Si Storm iba directo, igual podría ser capaz de abordarlo.
Mientras tomaba velocidad hacia él vio que el 747 hacía una parada al principio de la pista. No tenía más aviones delante de él. Era el primero para el despegue. Storm se encontraba ahora a poco más de doscientos cincuenta metros de distancia.
Después de frenar momentáneamente el piloto estaba subiendo a toda la potencia los cuatro motores Pratt & Whitney JT9D que tenía bajo su mando. El avión respondió inmediatamente. El 747 era una pieza grande y pesada de maquinaria, pero los Pratt & Whitney eran capaces de suministrar más de doscientos veinte Kilo newton de empuje.
Lo separaba unos ciento ochenta metros. Storm seguía ganando terreno al avión, pero no podía ir más rápido. El avión, por su parte, estaba acelerando. En algún punto detrás de él, una escuadrilla de personal de la TSA había llegado al final de la pasarela telescópica de la que Storm había salido. Storm no se atrevió a mirar atrás. Y si lo hubiera hecho, habría visto que el hombre con las orejeras apuntaba hacia él.
Cien metros de distancia. 10,2 segundos esprintando. Storm estaba llegando en un ángulo casi perpendicular. Tomó como referencia un punto en que —esperaba— el avión y él se cruzasen. Apuntó al tren de aterrizaje delantero.
A cincuenta metros de distancia vio que no podría hacerlo. El avión estaba tomando velocidad demasiado rápido. Ahora rodaba más rápido que él. A treinta y cinco metros ajustó su punto de referencia y lo dirigió al tren de aterrizaje trasero. Era su única oportunidad.
A veinte metros el avión estaba empezando a alejarse. Diez metros, Storm pensó que sus pulmones iban a estallar.
Estaba dándole alcance y al fin saltó por encima del montante de los neumáticos del 747. Abrió los brazos y se agarró al metal. Su cuerpo rebotó hacia el lado del neumático y se golpeó contra él. La fuerza descendente ejercida por el lateral de la cubierta del neumático hacía palanca para alejar a Storm, aunque todavía no rodaba con la suficiente rapidez para lograrlo. Storm fue capaz de izarse hasta el montante, y a continuación, al compartimiento del tren de aterrizaje.
El rugido de los motores era ensordecedor. Storm se agarraba contra las crecientes fuerzas G cuando el avión ganó velocidad, entonces fue capaz de pegarse contra el lateral del compartimiento colgado de un par de tubos que discurrían a lo largo de la parte superior. Y ese fue el lugar donde permaneció cuando el 747 se levantó del suelo.
Derrick Storm era ahora, muy extraoficialmente, el último pasajero a bordo del vuelo 19 de Air Venezuela.
El 747 ascendió rápidamente, primero sobre un cenagal de Jersey, a continuación sobrevoló los suburbios de Garden State. Storm había encontrado un buen asidero en el compartimento del tren de aterrizaje pero no se atrevía a mirar a su alrededor —o hacer cualquier cosa que pudiera causarle perder su agarre— hasta que las ruedas estuviesen completamente retraídas.
Cuando finalmente lo estuvieron, Storm rescató la Maglite de su chaqueta, la encendió y evaluó su situación. Con las ruedas arriba, no tenía mucho espacio para moverse. La claustrofobia estaba lejos de ser su mayor problema. Los escaladores que ascendían los picos más altos del mundo comenzaban a tener serios problemas con la carencia de oxígeno por encima de seis mil metros. Por encima de nueve mil metros, el aire sería demasiado escaso para respirar y haría un frío mortal. Storm no estaba seguro qué sucedería primero, si la asfixia o la muerte por congelación, aunque no estaba especialmente interesado en averiguarlo. Había leído noticias sobre polizones hallados muertos en los compartimentos del tren de aterrizaje. Tenía que llegar a una parte presurizada del avión antes de llegar a esa altitud. Calculó que tenía unos veinte minutos.
Levantó la vista hacia el techo de encima de él. Si había una cosa que le favorecía era que los ingenieros aeronáuticos prefieren materiales ligeros por la sencilla razón de que un avión más ligero es más fácil que se eleve de tierra. Efectivamente, sólo había una fina capa de una lámina de metal sobre su cabeza.
Sacó su KA-BAR y lo clavó encima de su cabeza. Perforó el metal hendiéndose hasta la empuñadura. Storm dio un tirón para sacarlo, después lo clavó de nuevo, justo a la derecha del primer agujero. El tajo se había duplicado en tamaño. Y de nuevo lo clavó. Tarde o temprano habría un mecánico que se preguntaría qué carajo había sucedido ahí y tendría que reparar el estropicio. Pero Storm sabía que un pequeño agujero en un compartimiento interior no haría nada para desestabilizar a un 747 en pleno vuelo.
Podía sentir el giro de la nave, posiblemente hacia el sur —era un poco difícil tener un buen sentido de la orientación dentro de una caja metálica totalmente sellada. De momento eso no era su mayor preocupación. Trabajando constantemente durante los siguientes cinco minutos continuó perforando el techo. Cuando tuvo unos 270 grados de un círculo irregular plegó la solapa de metal hacia abajo y se encaramó a través del agujero de su tamaño que había creado. Rápidamente llegó a una superficie metálica plana. Pero eso no era un techo. Era un suelo —en concreto, el piso de la bodega de carga trasera—.
Storm envainó el KA-BAR y se encaramó al hueco entre la pancha inferior del avión y el suelo de la bodega de carga. Aparte de alguna viga de sustentación esporádica, en general se podía decir que era un espacio vacío donde se curvaba la parte inferior. En el punto más bajo de la parábola, había un hueco cerca de un metro donde Storm podría arrastrarse.
Storm se retorció dentro del hueco, se volteó sobre sí mismo por lo que acabó mirando arriba, a la cara inferior del piso de la bodega de carga. Era de acero, mucho más consistente que el aluminio que Storm acababa de perforar en su camino hacia allí. Descansaba sobre viguetas metálicas que recorrían el ancho del avión. Esta vez no podía abrirse camino con el cuchillo. Era demasiado grueso. Empujó la chapa con la mano y ni se abolló. Probablemente tendría por encima de la plancha cientos de kilos de equipaje.
Storm comenzó a indagar qué camino seguir. La parte trasera de los compartimentos de equipaje se cargaba en primer lugar. Entonces, si había alguna parte del suelo sin carga —y Storm rezó para que Air Venezuela fuese una de esas líneas aéreas que cobraba una tarifa por equipaje facturado— debería estar delante.
Fue una marcha lenta, pero avanzó palmo a palmo hasta que se encontró una serie de apoyos que le dijeron que había llegado a la parte delantera del portaequipajes trasero. Levantó la vista y estudió la forma en que el suelo estaba unido a las riostras. Tenían remaches de acero cada cinco centímetros. Imposible.
Storm no era el tipo de hombre que entraba en pánico fácilmente. Pero sí se preocupaba cuando la situación lo justificaba. Y esto se estaba convirtiendo en una de esas situaciones. Él no sabía exactamente cuánto tiempo había pasado, o la cantidad de tiempo que le quedaba antes de que la panza del avión se convirtiese en su ataúd. Pero sabía que sus oídos habían pitado dos veces. El avión estaba ganando altitud con rapidez.
Trató de pensar racionalmente. Los aviones necesitan repararse. Tenía que haber alguna forma para una persona de mantenimiento de aeronaves pudiese llegar a esa parte del avión sin tener que taladrar huecos en la superestructura tal como Storm había hecho. Dio un barrido con la linterna a la parte inferior del suelo.
Mientras lo hacía, tenía la extraña sensación de que el avión ya no subía. No sabía decir si eso era una especie de percepción errónea por su parte. Pero sintió a ciencia cierta que la aeronave estaba girando de nuevo. Y también sintió que sus oídos no volvían a pitar más.
Aún así, todavía esa no era su primera preocupación. Encontrar una manera de salir sí lo era. Por último, localizó una escotilla rectangular en el lado de estribor de la nave.
Y ahora un nuevo problema: No veía una manera clara para abrirla. Storm observó que estaba fabricada para acceder desde el otro lado y quedar abierta. Aun así, seguía siendo el punto más vulnerable de todo el piso de sólido acero. Escogió una de las esquinas y la golpeó con su palma.
El primer golpe no hizo nada. Así que volvió a empujar. Storm estaba acostado sobre su espalda. En esa postura era capaz de generar una buena cantidad de fuerza hacia arriba con los músculos pectorales y tríceps. Eran músculos que usaba con frecuencia —Storm podía levantar en el banco de pesas más de ciento veinte kilos—.
Pero después de cuatro intentos más se dio cuenta que no era suficiente. Su empuje no era suficiente. Quizá en posición de cuclillas —su último récord fue de trescientos kilos— debería funcionaría mejor. Se posicionó de manera que sus pies apoyaron en una esquina de la escotilla, luego dio todo lo que tenía dentro.
Entonces un silbido de aire. La diferencia de presiones entre el compartimiento de equipaje y la presión exterior no era tan grande como lo hubiese sido en altitud de crucero, pero aún era considerable.
Storm había girado la escotilla quince grados hacia arriba. Eso le permitió ver que la escotilla estaba asegurada por varios bloqueos de plástico. Ahora que sabía dónde estaban podría acabar con ellos rápidamente. Se quitó el revolver de Harry el Sucio y deslizó la culata del arma en el hueco que había creado, a continuación, utilizó el cañón como palanca para hacer estallar los retenedores restantes, uno a uno.
Pronto se izó al compartimiento de la bodega y sustituyó los retenedores de la escotilla con parte de equipaje colocándolo en la parte superior de la misma para mantenerla cerrada, así el avión no se despresurizaría más.
Alumbró con la linterna hacia arriba para estudiar la siguiente barrera que se encontraría. El techo consistía en unos paneles que parecían endebles por lo que Storm no tuvo ninguna duda que podía perforarlos de una manera u otra. Sólo tenía que encaramarse ahí arriba.
Se encaminó a la tarea, colgando la Maglite en un lugar que le diese un poco de luz y también le permitiese usar las dos manos para su próximo objetivo. Comenzó a apilar una sobre otra algunas de las maletas de equipaje más robustas, creando una pirámide que le permitiría subir.
Estaba a punto de terminar cuando inesperadamente el avión se sacudió con fuerza a la derecha, tomando un ángulo de alabeo pronunciado que ningún piloto de aerolíneas comerciales intentaría, perdió el equilibrio y se desplomaron tanto Storm como su pila de maletas. Storm aterrizó pesadamente, magullándose el hombro y chocando la cabeza contra algo duro y metálico —en la oscuridad, no podía decir contra qué—.
El avión se enderezó, permitiendo a Storm ponerse en pie un momento. Entonces el avión se sacudió drásticamente y entró en guiñada a la izquierda. Él cayó de nuevo.
Storm no tenía ni idea de lo que estaba pasando. Pero podía oír los gritos de los pasajeros por encima de él.
Tendido en el suelo de la bodega de equipajes, Storm saboreaba sangre en su boca y sintió más brechas de sangre en su cuero cabelludo. Estaba mareado y algo conmocionado por el golpe que había sufrido en la cabeza.
El avión fue ganando altura de nuevo, y de forma rápida. Quien estuviese ahora gobernado los controles del avión —y Storm tenía una sensación de vértigo que sabía muy bien quién era el responsable— no estaba tratando de impresionar a nadie con un vuelo suave.
Storm se puso en pie de un salto y comenzó a reconstruir su pirámide con los equipajes. Estaba moviéndose por el tacto. Su linterna había rodado y se había roto o estaba sepultada debajo de algo. Storm no tenía tiempo para ir a buscarla.
Terminó su torre, trepó a la cima, tanteó una placa del techo y la golpeó con un golpe enérgico con la base de los carpianos de la mano. Cedió fácilmente. Había otros treinta centímetros entre ese techo y el suelo de la cabina principal. Storm se bajó de la pila, izó una maleta más para darle un poco más de altura, y luego volvió a trepar.
Tanteó la parte inferior del suelo de la cabina. Podía decir dónde estaban los asientos atornillados y, más importante, dónde no lo estaban. Ese era el pasillo. Y el pasillo estaba donde él quería estar.
Juntando toda su fuerza repitió el movimiento que acababa de emplear. El grosor del piso era delgado y no era rival para Storm. Hizo saltar los pequeños tornillos que había en el lugar. Movió la sección hacia un lado, deslizándola por encima de las otras secciones. Usó el KA-BAR para cortar un agujero en la moqueta y se encaramó.
Para los aterrorizados pasajeros de los asientos del lado de estribor del avión, entre las filas 29 a 45, no fue una visión reconfortante: un hombre ensangrentado con un cuchillo prorrumpiendo desde el suelo.
"Todo va bien", dijo Storm leyendo sus caras. "Estoy aquí para salvarlos."
No parecían muy convencidos. Nadie hablaba. Sus caras tenían un color ceniza.
"Estoy con la CIA", explicó. "Es lo que hago."
Al final, un hombre de un asiento cercano se atrevió a hablar: "Probablemente lo necesiten delante."
Storm asintió, apartó las cortinas camino a la cabina central, a continuación se dirigió a la clase preferente. Siguió caminando entre los pasajeros que aparecían tanto aturdidos como rendidos. El sonido del sufrimiento humano aumentó a cada paso que daba: gemidos, lamentos, quejidos. Conforme se acercaba a la parte delantera del avión, el sentido del olfato se unió al de su oído en que le decían que algo estaba muy mal. Olía a pólvora. Y sangre.
Entonces fue cuando entró en primera clase y entendió el porqué. Durante su vida, Storm había visto zonas de guerra, y ésta la podía calificar como una. Había sangre salpicada contra el techo, contra los mamparos, los asientos y el suelo. Por lo menos había siete pasajeros muertos y a todos les había desaparecido parte de su cabeza. Muchos más yacían en el pasillo con heridas graves. Las asistentes de vuelo estaban acuclilladas sobre ellos, atendiendo sus heridas.
Un hombre de piel oscura con ropa de piloto estaba en el suelo, apoyado contra la puerta de la cabina. Su cabeza semi-rapada estaba cubierta de sangre. Apretaba con la mano un trozo de gasa sobre el lado derecho de su cabeza. Su tarjeta de identificación lo nombraba como "Capitán Montgomery".
Storm se acercó, se identificó, se agachó junto al piloto y preguntó qué había sucedido.
"Todo empezó justo después del despegue", empezó a explicar. "Los agentes de seguridad notificaron al control de vuelo que teníamos un polizón en el hueco del tren de aterrizaje."
"Ese era yo. Disculpe por eso."
"Bueno, yo todavía tenía que seguir con el plan de vuelo durante un tiempo. No se puede hacer un simple cambio de sentido en el espacio aéreo con mayor tráfico de Estados Unidos, ¿sabes? Por lo que el controlador tenía que calcular una nueva ruta. Iban a hacer que me quedase a poca altitud para luego hacer un aterrizaje de emergencia en Filadelfia. Mientras tanto enviarían una escolta de dos F-18 como medida de precaución. Pero no es como si hubiera activado la identificación siete quinientos o algo similar".
"¿Un 7500?"
"Lo siento, ese es el código de secuestro. Tú transmites el código squawk siete quinientos en el transponder y la fuerza aérea sabe que tiene que enviar a la caballería. Esos aviones fueron enviados supuestamente para ser escoltas, pero no mucho después de presentarse fue cuando oí el disparo. Mi primer oficial me miró como diciendo Pero qué naric… cuando una de las asistentes de vuelo me llamó por el intercomunicador. Me dijo que un tipo con un parche en el ojo le había reventado la cabeza a un pasajero con un arma de fuego hecha de madera. El tipo le había dicho a la azafata que dispararía a un pasajero cada treinta segundos a menos que abriese la puerta de la cabina. Los reglamentos dicen que no puedo abrir esa puerta bajo ninguna circunstancia, pero maldita sea... Cada treinta segundos escuchaba otro disparo y yo... yo no podía..."
El hombre se detuvo, necesitaba serenarse. Storm miró por la ventana y vio las luces parpadeantes de un F-18, no muy lejos de las alas del 747. Volkov había secuestrado el avión porque pensaba que había sido capturado, sin darse cuenta de que en realidad fueron las acciones de Storm las que habían enviado los aviones de combate.
Esto no era una ironía que Storm disfrutase.
Montgomery había recuperado el suficiente aplomo para continuar: "Así que abrimos la puerta. Él me encañonó y me dijo que me quitase del asiento. Después le dijo a Roger que se quitase también del asiento" —Storm supuso que "Roger" era el primer oficial— "pero Roger no se movió. Él preguntó algo como, '¿Quién va a pilotar el avión?’ Y el tipo tan sólo dijo ‘Yo’ y le disparó sin más.... Le disparó a él...."
Montgomery necesitaba otro momento. Storm se puso en pie y miró a su alrededor buscando a Whitely Cracker. Se encontraba en la zona de primera clase tres filas más atrás, acurrucado bajo una manta manchada de vómito, sin mirar a nadie ni a nada.
Storm se acuclilló de nuevo.
"Estoy armado", dijo Storm en voz baja. "Si podemos conseguir que la puerta de la cabina vuelva a abrirse, puedo acabar con esto."
"Fantástico. Tengo un código que abrirá la puerta."
Montgomery se levantó con gran esfuerzo dirigiéndose a un teclado estrecho junto a la puerta.
"¿Estás listo?", Preguntó.
Storm sacó el Harry el Sucio. El piloto marcó algunos números.
"Bueno, ahí va", dijo Montgomery al pulsar el signo libra. Entonces frunció el ceño. No sucedía nada. Tecleó el código de nuevo. Todavía nada. Una luz roja se encendió.
"Mierda", exclamó Montgomery.
"¿Qué?"
"Encontró el botón que permite al piloto denegar el acceso desde el interior. No podemos entrar."
Montgomery se dejó caer. Volvió a comprobar su gasa empapada en sangre. Sus ojos parecían aún más hundidos de lo que habían estado minutos antes. Era la pura imagen de la derrota.
Derrick Storm sabía que no podía permitirse derrumbarse.
"Tiene que haber alguna manera", dijo Storm.
"Tal vez antes del 11/S, pero no ahora. Esas cosas son como cajas fuertes de bancos".
"Créeme cuando digo que las cajas fuertes pueden ser violadas", aseguró Storm. "¿Qué tipo de cerradura tiene?"
"Electromagnética. Estás hablando de algo así como 5000 kilos de fuerza de sujeción. Ni siquiera un oso como tú podría romper eso".
"No necesito romperlo. Las cerraduras electromagnéticas requieren de una fuente de alimentación. Interrumpo la corriente, interrumpo el bloqueo".
"¿No crees que las aerolíneas pensaron en eso?", Dijo el piloto. "Existe redundancia de la redundancia en estos aviones. Además de la fuente de alimentación principal, hay una batería secundaria que dura doce horas. La batería se encuentra en una caja de acero, incrustada en la puerta. Nunca la alcanzarás".
Storm se quedó mirando la puerta durante un largo rato, como si tuviera la visión calorífica de Superman. Por desgracia, no la tenía.
Pero de repente se dio cuenta que tenía algo que podría funcionar igual de bien.
Bajó la mirada a su muñeca izquierda. La frase "El dial de frecuencia variable permite la comunicación multicanal" estaba palpitando su la cabeza.
"¿A qué frecuencia está bloqueada la cerradura?" Preguntó Storm.
"¿Qué...? No tengo ni idea".
"No hay problema. ¿Las asistentes tienen un pequeño kit de herramientas? También voy a necesitar una pieza electrónica con una batería de nueve voltios y el ordenador portátil de alguien. Pregunte entre los pasajeros".
Montgomery reunió a dos de las azafatas quienes pronto consiguieron los artículos solicitados por Storm.
Echó una última mirada al Reloj de Muñeca Intercomunicador SuperEspia. "Lo siento, Ling. Tengo que hacer esto" murmuró, acto seguido desencajó el paramento.
En el interior, encontró una placa de un circuito electrónico que, en lo básico era como la caja Westing del garaje de su padre. Sólo que ésta mucho más pequeña. Empezó el proceso. Instalaría el juguete dentro de un dispositivo que enviase un pulso electromagnético a una frecuencia adecuada, era sólo cuestión de piratería con piezas de un ordenador portátil, una combinación con el transmisor del reloj, y la fuente de energía con la batería de nueve voltios.
Eso le llevaría su tiempo, lo que Storm estaba a punto de conocer es que se estaba quedando sin tiempo mucho más rápido de lo que pensaba. El problema ya no era abandonar el espacio aéreo de EE.UU. Permanecer en él también podría matarlos.
"No quiero agobiarte ", dijo el capitán Montgomery. "Pero, ¿cómo va eso?"
"Sólo un poco más. ¿Por qué?"
"Porque un viejo piloto de aerolíneas como yo tiene un altímetro incorporado en la cabeza. El mío me está diciendo que estamos cerca de ocho mil pies de altura. Y no creo que estos F-18 que están justo al lado de las alas sean muy pacientes. Recibirán órdenes para derribarnos si descendemos mucho más, para ser exactos por debajo de los cinco mil pies. Uno de ellos hará un choque de cabezas".
"¿Un choque de cabezas?" Preguntó Storm mientras atornillaba el cable en su lugar.
"Es una maniobra que realizan con un avión que no responde. Ascienden verticalmente hacia arriba a unos sesenta metros de distancia del morro, tratando de conseguir que los imites."
"Ya casi he terminado", dijo Storm. "Mientras estoy acabando, necesito un favor."
"Lo que sea."
"Evacue los pasajeros de primera clase", pidió. "Yo no sé lo que va a pasar cuando consiga abrir esta puerta. Cuanta menos personas sean dañadas por balas perdidas, mejor".
"De acuerdo," dijo Montgomery poniéndose en pie. El hombre estaba claramente energizado por tener un sentido de propósito. Storm añadió algo más:
"Oh, y ¿capitán? No te vayas muy lejos. Voy a necesitar a alguien que aterrice este avión después de que tomemos de nuevo el control."
"Me gusta tu estilo, Storm", dijo.
"Gracias, capitán. De paso, no me ha dicho su nombre completo".
"Es Roy. Roy Montgomery".
Los hombres intercambiaron un apretón de manos firme. Montgomery comenzó a impeler a los pasajeros hacia la parte trasera del avión, mientras Storm retornó a la tarea que ocupaba su mente. Él no iba a decirle a Montgomery esto: pero sólo calculaba que tenía el 50 por ciento asegurado que su improvisado chisme funcionase. El dial de frecuencia variable sólo operaba dentro de un cierto rango. Si la cerradura estaba establecida en una frecuencia fuera de ese rango —lo cual siempre era posible— no respondería al pulso.
Storm acabó de cablear cerca de cuando Montgomery logró vaciar la división de primera clase. Al capitán le faltaba el aliento cuando se acercó Storm.
"Está bien. Eso está hecho. Te importa si te pregunto: ¿Cuál es tu plan una vez que hayas liberado la cerradura?"
"Muy sencillo: Abro la puerta y disparo al tipo que pilota el avión."
"¿Cómo es tu puntería?" Preguntó Montgomery.
"Bastante buena. ¿Por qué? ¿Hay algo en el panel de instrumentos que no deba ser dañado?"
"Sí, todo."
"Entonces supongo que será mejor que no falle", dijo Storm.
"Está bien. Sólo recuerda que estas criaturas tienen cámaras en la parte delantera de la cabina", dijo Montgomery. "Otra cosa que le debemos al 11/S. Eso permite al capitán saber que es seguro abrir la puerta."
"En otras palabras, va a saber que me acerco."
"Si."
"Genial. Deséame suerte".
"Buena suerte", contestó Montgomery. Pero Storm creyó notar un pequeño movimiento de la cabeza mientras Montgomery se retiraba de nuevo a la clase preferente.
Storm sacó este detalle de su mente para concentrarse en la pequeña marca en el lateral del reloj de pulsera. Había rediseñado el dispositivo por lo que ahora tenía varios cables extra saliendo de él. Dos de ellos a la pila de nueve voltios. Conectó el último cable —con esto cerraba el circuito del artilugio—conmutó el dial a la frecuencia más baja, y se centró en la puerta.
No ocurrió nada. Entonces empezó a girar el dial, moviéndolo constantemente a lo largo de todo el rango de frecuencias del intercomunicador multicanal. Tenía que ir poco a poco. Las conexiones de su dispositivo estaban lejos de ser perfectas. No quería correr el riesgo de ir demasiado rápido pasando por la frecuencia adecuada sin dar el pulso suficiente para disparar el bloqueo.
Ya llevaba la mitad camino de todo el dial, y no se permitía sentirse pesimista, y aún así todavía sin escuchar nada.
Entonces, a tres cuartas partes del recorrido, oyó un chasquido y un zumbido.
Los imanes que sujetaban la cerradura habían sido liberados.
Storm sacó el revolver de Harry el Sucio y apretó la empuñadura. La puerta se abrió hacia adentro y se acurrucó contra ella, utilizando esa mole a prueba de balas como escudo. La cabina del 747 es una de las más largas, tiene un corto y estrecho pasillo que conduce a los asientos de los dos pilotos delanteros. Al principio, todo lo que Storm podía ver era la parte derecha de ese pasillo.
Empujó la puerta un poco más hacia dentro Su visión se amplió hasta el final del pasillo. Si no hubieran estado en un avión, él simplemente podría haber metido el revólver por el resquicio y haber comenzado a disparar a ciegas. Pero, teniendo en cuenta la advertencia del capitán Montgomery sobre el panel de instrumentos, parecía mala idea.
Volkov, por otro lado, no tendría ningún tipo de preocupación. Cualquier bala que disparase de su arma de madera —y Storm presuponía que tendría mucha munición— daría a zonas menos sensibles del avión. Storm estaba esperando ser recibido con fuego en cualquier momento.
Pero no pasó nada. Abrió la puerta algo más. Ahora podía ver la mitad del asiento del copiloto y parte del cuerpo desplomado sobre el asiento.
Siguió empujando la puerta, listo para disparar en el momento que viese cualquier parte de Volkov. Poco a poco, de manera constante, centímetro a centímetro minuciosamente, empujó hasta que la puerta estuvo completamente abierta.
No había nadie sentado en el asiento del piloto.
Pero eso no significaba que Volkov no se escondiese. Storm se arrastró hacia adentro, aunque sin comprometerse plenamente en la entrada del pasillo —ahí él sería un blanco fácil si Volkov apareciese de repente desde una esquina— aunque dándose una mejor visión. Todavía ni un ápice de Volkov.
Se permitió dar un pasito. Nada.
Otro paso. Y nada.
Después otro paso más, ahora podía ver la totalidad del volumen: el panel de instrumentos, ambos asientos de los pilotos, el asiento plegable para un tercer piloto, la consola, otros equipos electrónicos de la aviónica—todo.
Storm parpadeó, incapaz de creer lo que estaba viendo.
La cabina estaba vacía.
Storm se quedó inmóvil por un momento, casi como si él sólo necesitase mirar lo suficientemente fuerte para hacer aparecer Volkov. Su mente estaba revisando las posibilidades, pero ninguna de ellas tenía sentido. No había ninguna puerta adicional en la cabina que no fuese la que había entrado. No había cuchitril o espacio suficientemente grande como para esconder a un hombre, y mucho menos uno de la anchura de Volkov. No había manera de salir de la cabina que no fuese a través del parabrisas, y estaba intacto.
Storm observó estupefacto el inquietante y fantasmal avión volando por sí solo. La horquilla del timón se movió automáticamente un poco a la izquierda, haciendo un fino ajuste en el rumbo por orden del piloto automático.
Los reflejos de Storm iban a saltar a la mínima. Seguía blandiendo su arma. Se recordó en relajar la fuerza de su agarre —sostenerla demasiado fuerte en realidad disminuía el tiempo de reacción— pero no se atrevió a mover nada más.
Estaba empezando a considerar otras opciones. Tal vez el capitán Montgomery se había equivocado. Quizás Volkov no había entrado realmente en la cabina. Storm había estado en la panza del avión cuando ocurrieron los hechos. ¿Era posible que Montgomery —que acababa de ver ejecutar a su primer oficial y ser sometido a un terrible golpe en la cabeza— se hubiera perdido algo?
Storm elucubraba una nueva opción —una que involucrase a Volkov de alguna manera reprogramando las coordenadas del piloto en el ordenador de a bordo para luego desaparecer del avión— cuando su visión periférica captó un movimiento encima de él.
Era un brazo humano.
Storm saltó hacia delante. Unas décimas de segundo más tarde, Volkov abrió fuego.
Si estos hechos hubieran sucedido en orden inverso, Storm habría sido asesinado y el mundo habría puesto rumbo hacia un desorden increíble.
En lugar de eso, el proyectil, el cual fue disparado desde la parte superior de su cabeza continuó viajando en el espacio donde debería haber estado la parte superior de su cabeza. En una rápida secuencia, pasó cerca del cuello, de los hombros, de la espalda y las nalgas, todas las partes del cuerpo esquivaron el peligro durante los milisegundos que duró el respingo de Storm. Entonces el proyectil dio a una de las partes del cuerpo que no se había desplazado lo suficiente: la pantorrilla izquierda.
Storm rugió de dolor en el mismo instante que Volkov se dejaba caer del techo, donde había permanecido con brazos y piernas en cruz desde que Storm comenzó a manipular el dial del transmisor. Volkov aterrizó de pleno sobre la espalda de Storm, inmovilizándolo en el suelo de la cabina. Storm fue consciente de que su arma, que había soltado de la mano, había volado; y, por el rabillo del ojo, la vio aterrizar en el hueco bajo los mandos del timón, ahí donde los pies de los pilotos suelen estar.
Volkov había dejado caer su arma como si hubiera dejado de tener utilidad para él —¿como si se hubiera quedado sin balas de madera? Sospechó Storm— y rodeó con el brazo derecho el cuello de toro de Storm. Luego hizo palanca con la mano derecha y con la izquierda comenzando a apretar más que suficiente para restringir la mayor parte del flujo de sangre que fluía al cerebro de Storm.
Storm sabía que estaba en peligro. Tenía unos cuarenta y cinco segundos antes de perder la consciencia. Tenía que sacar el máximo provecho de lo que le quedaba.
No había ninguna razón para tratar de aflojar el agarre de Volkov. Tenía más posibilidades de poder abrir las mandíbulas de un tiburón hambriento que soltarse del estrangulamiento de Volkov. La única ventaja de Storm era la altura. Volkov era diez centímetros más bajo.
Storm luchó por ponerse en pie, levantando no sólo sus 105 kilos, sino también la masa de Volkov de 100 kilos —y haciéndolo con la única ayuda de su dañada pierna izquierda—. Volkov estaba colgado sobre su espalda, como una lapa, el peso extra reforzaba la asfixia.
Storm comenzó a recular hacia el exterior de la cabina. Necesitaba un poco de espacio para maniobrar, unos metros de pasillo para conseguir velocidad. Así que pronto estuvo dando marcha atrás lo más rápido que pudo, teniendo en cuenta su lastre, y se abrió camino hasta la zona de primera clase. Terminó su tambaleante marcha atrás con un fortísimo espaldarazo contra los respaldos de la primera línea de asientos. Su objetivo era conseguir que una parte dura del reposabrazos conectase con la parte blanda donde el cuello de Volkov se unía al cráneo.
Pero no consiguió suficiente impulso con la pierna izquierda. Así que falló el golpe. El respaldo impactó en la espalda de Volkov.
Sin embargo, la fuerza del mismo —205 kilos propulsados en el aire a una velocidad moderada— fue suficiente para aflojar momentáneamente el agarre de Volkov. Storm hábilmente se escabulló y los dos hombres se enfrentaron cara a cara.
Cada uno estaba agachado, listo para saltar. La lucha a distancia corta favorecía al brazo más corto de Volkov. El boxeo favorecía la lucha al brazo más largo de Storm. Ambos hombres conocían esto y estaban midiéndose, tratando de ver cómo podrían convertir la lucha a su ventaja.
"Estoy muy contento de que estés aquí, Storm," gruñó Volkov.
"¿Por qué? ¿Te estás enamorado de mí? No te preocupes. Le pasa a todas las chicas".
"No, es que me di cuenta de algo cuando te vi esta mañana", dijo Volkov, entonces pivotó sobre su talón y ejecutó un barrido alto de pierna. Storm lo esquivó fácilmente.
"¿Y de qué te diste cuenta?"
"Que realmente nunca te hice pagar por estas", dijo señalando a las cicatrices de su cara. "Todo este tiempo, pensé que estabas muerto, así que pensé que estábamos en paz. Pero ahora que te veo, sé que necesitas ser castigado".
Storm agarró un ordenador portátil que había sido dejado por uno de los pasajeros y se lo arrojó a Volkov. El ruso, lo bloqueó con un zarpazo.
"No va a funcionar, lo sabes. Esa cosa absurda que te traes entre manos con Cracker".
"Oh, me permito discrepar, Storm. Tengo algunos de los hombres más ricos de Rusia listos para sacar provecho de las alteraciones del mercado, y con el dinero que ganen, van a estar en condiciones de financiar una sublevación que derribe incluso el gobierno más poderoso. Esos payasos que dirigen ahora Moscú no tendrán ninguna oportunidad. La Madre Rusia tiene derecho de ser gobernada por un líder fuerte. Yo soy ese líder."
"Eres retorcido."
"Me halagas. Es una pena que tenga que matarte".
"Tú eres el que va a estar muerto esta noche, Volkov."
La respuesta de Volkov fue bajar la cabeza, gritar como un loco y embestir. Storm reaccionó con lo que estaba destinado a ser una patada demoledora a la caja torácica de Volkov. El único problema fue que proyectar la pierna así significaba que estaba de pie únicamente sobre la pierna izquierda. En el momento en que la mayor parte de su peso se transfirió al lado herido, se desplomó.
Volkov, que apuntaba a la sección media de Storm, terminó fallando por alto. Después de todos los movimientos sólo dio como resultado alternar las posiciones en el pequeño espacio al principio de la zona de primera clase, donde se enfrentaban.
Storm no esperó a la próxima carga de Volkov. Encaró al ruso balanceando los puños. Volkov trató de retroceder, pero no fue lo suficientemente rápido. Fue cosido por una serie de ganchos cruzados de derecha, a continuación, les siguió unos directos de izquierda. Y la sangre comenzó a fluir de su nariz.
Volkov trató de ponerse debajo de la línea de los puñetazos por lo que podía abrazar a Storm y convertir eso en lucha libre, la cual prefería, pero Storm se defendió con un gancho ascendente que abrió una brecha sobre el ojo de Volkov.
Los dos hombres se separaron un momento. Si hubiera sido un combate de boxeo de pesos pesados, Storm habría anotado unos cuantos puntos en las tarjetas de todos los jueces. Sólo que no habría ninguna tarjeta que pudiera sumar la herida del disparo en el gemelo de Storm.
Los hombres se encontraban en cada lado de la zona de primera clase, uno y otro respirando con dificultad, cada uno lidiando con sus heridas. El ojo bueno de Volkov —el que no tenía parche— estaba empezando a hincharse y cerrarse. Storm estaba perdiendo la sensibilidad en la pierna izquierda y no sabía durante cuánto tiempo más continuaría su extremidad respondiendo a sus órdenes.
Ambos sabían que la pelea estaba llegando a su fin. Cada pensamiento podría ser el ganador.
Los ojos de Volkov se movían precipitadamente. Retrocedió un poco más lejos, y Storm creyó que estaba preparando espacio para abalanzarse sobre él de cabeza. En cambio, corrió hacia Storm, y rápidamente fintó a su izquierda hacia el pasillo.
Primer pensamiento de Storm: Iba a por otra arma que tenía escondida en el equipaje de mano.
Sin embargo Volkov pasó de largo de los asientos en los que Cracker y él habían estado sentados.
Segundo pensamiento de Storm: Estaba huyendo a la cabina de pasajeros.
Pero Volkov paró repentinamente sin llegar a entrar en clase preferente.
Storm estaba reaccionando muy despacio, pensando con demasiada lentitud. Se había equivocado en ambos pensamientos y su pierna izquierda se arrastra mal tras él.
Volkov no iba a por un arma de fuego o a por un pasajero, sino a por la puerta de salida de emergencia del lateral del avión. Arrancó el sello y entonces la agarró con ambas manos.
La levantó fácilmente. Estaban en una altitud suficientemente baja para que el cambio de presiones no fuese significativo, sin embargo, ahora el viento azotaba dentro del compartimento a través de la escotilla. Miles de metros más abajo, la tierra se movía a toda velocidad.
Storm se dio cuenta, demasiado tardo, de la ventaja que Volkov tenía ahora: un arma de acero de veinte kilos. Lo había elevado, así que estaba agarrándola por la parte inferior de la puerta yendo a toda velocidad contra Storm.
Storm estaba atrapado a mitad pasillo —un blanco fácil—. Si se quedaba ahí de pie, iba a ser golpeado. Pero tampoco podía retirarse con suficiente rapidez debido a su pierna coja para poder eludir a Volkov.
No tenía otra opción. Dejó caer su hombro hacia delante y salió disparado contra él.
El movimiento cogió a Volkov con la guardia baja. Bajó la puerta violentamente sobre Storm pero apenas golpeó las partes blandas de la espalda y el hombro de Storm. Storm lo había alcanzado demasiado rápido.
Los dos hombres cayeron pesadamente, rodando por el suelo. Chocaron contra el mueble bar de la parte trasera de primera clase, entonces dando tumbos se dirigieron hacia la escotilla de emergencia recientemente abierta. Storm trataba de hacer llegar sus manos a la cara de Volkov con el objetivo de lesionar aún más su maltrecho ojo. Volkov intentaba alcanzar la pierna de Storm, buscando la herida de bala, tratando de hundir sus dedos en ella.
Ambos hombres bramaban y gruñían, en parte a causa del dolor que estaban sufriendo, en parte por el dolor que estaban infligiendo, en parte porque se había convertido en algo profundamente instintivo. Eran dos los organismos que luchaban por su propia supervivencia, encomendándose a sus reservas de energía más profundas, haciendo todo lo posible para imponer el máximo castigo al adversario.
Mantuvieron un intercambio rodando sobre sí mismos, por ver quién estaba encima de quién, aunque, hasta cierto punto no importaba. Ni el hombre de arriba ni el hombre de abajo parecía tener ninguna ventaja, sólo diferentes maneras de desgarrar, arañar, dar puñetazos, patadas, o inmovilizar al rival.
Entonces, de repente, algo cambió. Volkov estaba sobre Storm y Storm estaba tan decidido a ir a por el ojo del hombre que no hizo una buena defensa. Volkov consiguió rodear con sus manos el cuello de Storm, y el feroz ruso estranguló con cada nanogramo de fuerza que le quedaba. Storm se dio cuenta con una certeza escalofriante que iba a perder la pelea —y la vida—.
Las chiribitas aparecieron en la periferia de su visión. Entonces la oscuridad comenzó a hacerse más grande. La imagen —Volkov encorvado encima de él, burlándose sádicamente— estaba pasando rápidamente de ser de unos ligeros pinchazos a desaparecer por completo. Storm apenas le quedaban unos pocos segundos.
No sabía exactamente en qué lugar del suelo yacía. Sentía que estaba peligrosamente cerca de un torbellino de viento recio, lo que significaba que estaba cerca del borde. Él ya no podía ser cauteloso por más tiempo.
Con la última oleada de fuerza que pudo reunir, se lanzó contra la puerta abierta.
Mientras rodaba, su pie derecho —el que todavía tenía algo de sensibilidad— golpeó contra un lado de la abertura. A continuación su mano derecha golpeó al otro lado. Volkov, cuyas manos seguían apretando firmemente el cuello de su oponente el cual había sacado las rodillas de debajo de él, no tenía una postura demasiado amplia. De hecho, él era una especie de pelota.
Una pelota que Storm había dirigido satisfactoriamente al centro de la escotilla abierta.
Ahora sólo era cuestión de inercia. Storm tenía algo para detenerse —los laterales de la escotilla—. Volkov no los tenía. Volkov continuó viajando, únicamente que sin un avión que lo volviera a amparar.
Durante un breve instante, mientras su sonrisa burlona fue reemplazada por una mirada de puro terror, trató de mantener su sujeción sobre el cuello de Storm. Pero cuando su cuerpo rodó a través de la apertura y comenzó una caída que era tan inevitable como la gravedad, perdió el ángulo que necesitaba, y por tanto, perdió la sujeción.
La última cosa que Storm vio de Volkov fue la de su retorcida silueta empequeñeciéndose mientras descendía en picado bajo el cielo de la noche, directo a la dura superficie terrestre, a miles de metros por debajo de ellos.
- GOLPES BOXEO:
- No estoy completamente familiarizada con la terminología boxística y no sé exactamente cuales son nombres propios de golpe y cuales no, así que he traducido todos los nombres. Pero por contexto he intentado describir los golpes tal cual se realizan. Pongo esto como nota aclaratoria porque quizá alguno de vosotros los conozca mejor por el término en inglés que con el traducido.
En el texo original pone:
round house right – que lo he traducido como “ganchos cruzados de derecha”. Round house la verdad es que me inspira a lo que yo conozco como crochet, que es un golpe que se da de medio lado, parecido a un gancho pero sin tanto recorrido. Es decir más corto haciendo algo de giro y en sentido derecha-izquierda o izquierda-derecha. Desconozco si “round house” es un tipo de golpe especial y que tiene que llamarse así o sólo ha sido una descripción del golpe.
“then by the left jab” – éstos golpes sí son los “directos de izquierda”, así pues según en tierra de cada uno se les llama “directos” o “jab”
“uppercut” traducido como “gancho ascendente” – se trata de un gancho de corto recorrido desde abajo a arriba. Lo he visto usar en posición de defensa cuando ambos contrincantes están muy cerca y ambas manos protegiéndose la cara. Uno de ellos lanza este golpe completamente vertical y ascendente para dar a la barbilla o nariz para intentar desestabilizar, distraer o ganar distancia para otro ataque haciendo levantar la cabeza al contrario.
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Re: 4º Derrick Storm "STORM FRONT" [Traducido al Español COMPLETO]
CAPÍTULO 34
BĂCAU, Rumania
Algo había cambiado. Derrick Storm podía verlo en los ojos de la pequeña.
Katya Beckescu todavía agarraba el mismo oso andrajoso de peluche. Todavía llevaba la misma ropa vieja. Pero era una niña diferente de la que fue la primera vez en que la espió en el patio del Orfanato del Santo Nombre. La niña hizo una carrerilla recta hacia él, rodeando con sus bracitos alrededor suyo con tanta fuerza que le tiró el bastón que había estado utilizando la última semana, mientras se recuperaba de una molesta herida de un disparo en la pantorrilla.
Storm había pasado la primera parte de esa semana en un hospital tras una cirugía para extirpar la cosa más rocambolesca y curiosa que el médico había visto en su vida: una bala fabricada de un compuesto de madera que era más duro que el plomo. De hecho, era tan sólida, que no se había hecho añicos con el impacto tal como sucede con una bala normal, lo que significaba que las perspectivas de Storm para recuperar la completa movilidad de la pierna eran muy prometedoras.
Había pasado lo que quedaba de semana en largas reuniones con la FAA, la TSA, el FBI, y todo un alfabeto de otras agencias gubernamentales que estaban tratando de solucionar lo que se conocía como "el Incidente del Vuelo 19." Aquello llevó repetidos juramentos de parte del capitán Roy Montgomery asegurándoles que sí, que Derrick Storm realmente había sido el héroe. Oficialmente, la CIA estaba —típicamente— callada sobre todo el asunto.
Storm también visitó a Jedediah Jones en el cubículo, donde el jefe de ejecuciones de la división interna aseguró a Storm que en verdad no tenía ningún resentimiento; y que a pesar de algunas discrepancias creativas durante el grueso de su última misión, tendría más misiones en un futuro. Jones acompañó esas promesas con una maleta llena de dinero efectivo.
Storm pasó la última parte de la semana de viaje a Beijing, donde vio enterrar a Ling Xi Bang con honores militares. Aunque las circunstancias no fueron explicadas por los controlados medios de comunicación del estado Chino, había sido condecorada con la Orden de la Gloria Nacional, el equivalente chino a la Medalla de Honor. Storm fue el único occidental en asistir a la ceremonia, y el envejecido padre de Xi Bang pestañeó con ojos llorosos preguntándose qué estaba haciendo un estadounidense en el funeral de su hija. Pero antes de que Storm se fuese, el hombre le agarró amablemente por el brazo y le susurró: "Gracias señor Storm, por asegurarse que su muerte no fuese en vano.”
En otras noticias, "alguien" había filtrado al Washington Post fotos comprometedoras realizadas con un teléfono móvil del senador Donald Whitmer con una joven fémina de la plantilla del Senado. El periódico tenía demasiado decoro para publicar las imágenes. Aunque sí escribió unas líneas sobre su existencia, en las que tan sólo identificaba a la empleada del senado como "una mujer asiática acicalada con una falda plisada corta." En cuestión de horas, a Whitmer lo estaban apodando en internet como "el Senador Repubiscano". El senador denunció las imágenes como falsificaciones. Luego, al día siguiente, realizó una breve declaración explicando que él no se presentaría a un quinto mandato, de esta forma podría pasar más tiempo con su familia.
Mientras tanto, el Departamento de Justicia cerró silenciosamente una breve e infructuosa investigación sobre Whitely Cracker. Aunque no había ninguna duda en la mente del asistente del fiscal general de EE.UU. que Cracker merecía tener cargos presentados contra él, hubo una total escasez de pruebas por lo que fue imposible llevar los cargos. No existió ningún capital transferido entre las cuentas de Cracker y el asesino del que fue acusado de haber contratado. Sin el dinero a seguir, no había caso.
Eso significaba que Derrick Storm tuvo que impartir su propia justicia sobre Whitely Cracker, el cual estuvo más que feliz en aceptar el castigo. La primera parte fue una garantía personal de que si Cracker volvía a hacer alguna vez otra transacción —aunque fuesen cromos de béisbol— iba a ser visitado por un ángel vengador, ya fuese Storm o alguno de sus amigos, que no mostraría misericordia con Cracker. La segunda parte fue el plan que Storm había urdido para Cracker durante todo ese tiempo, el plan que había elaborado por primera vez cuando Carl Storm explicó la investigación Operación Hostia Sacramental a su hijo.
Y ahora Storm estaba aquí, tratando de quitarse de encima a una niñita de cinco años de sus piernas.
"¿Qué te tiene tan feliz, pequeña Katya? ", Dijo Storm en rumano.
"Voy a ser adoptada", dijo demasiado atropelladamente.
"Me voy a un sitio de tu América que se llama San Francisco."
"Qué maravillosa noticia," dijo Storm cuando ella finalmente lo dejó libre.
"Yo seguía queriendo y queriendo y queriendo tener una mamá," dijo ella sonriendo. "Y la hermana Rose me ha dicho que ahora voy a tener dos mamás".
Storm se rió. "Sí, eso tiene toda la pinta de San Francisco."
Storm se inclinó para recoger su bastón cuando la hermana Rose McAvoy apareció en la entrada principal de la abadía. Caminó lentamente hacia él cruzando el patio. Tenía lágrimas en los ojos.
"Ay, Derrick Storm, no creerías la llamada telefónica que acabo de recibir", dijo ella, su acento irlandés apareció conmovida por la emoción.
"¿Ah, sí?", Preguntó Storm.
"Parece que una persona anónima de Nueva York ha hecho una donación de cincuenta millones de dólares para el Orfanato del Santo Nombre", continuó explicando. "Se ha solicitado que cinco millones compren la abadía de la diócesis y que los restantes cuarenta y cinco millones entren en una dotación para que el orfanato —y sólo el orfanato— pueda utilizar. Parece que el Santo Nombre va a ser financieramente estable para el resto de sus días, hijo mío".
"¿De veras?", dijo Storm como si eso fuera algo nuevo para él.
"Y bien, ¿tú no habrás tenido nada que ver con esto, verdad, Derrick Storm?", Preguntó.
La hermana Rose terminó su largo paseo y rodeó sus brazos en el robusto torso de Storm. Él podía sentir sus viejos huesos presionando contra él a través de su fina piel. Aunque su apretón todavía se sentía fuerte.
"Te aseguro que no lo hice", dijo Storm. "Siempre me estás diciendo que Dios contesta nuestras oraciones. Debe de haber contestado a las tuyas hermana Rose."
"Y lo hizo. Y lo hizo. Y pienso que estoy mirando a la encarnación de esas oraciones en este mismo momento".
Ella lo miró, su cara estaba llena de lágrimas pero feliz.
"¿Esto quiere decir que no vas a huir conmigo y casarte conmigo, hermana Rose?"
"Me temo que no Derrick, mi muchacho. Aquí, en el orfanato, hay trabajo que hacer para mí".
Suspiró. "Qué lástima."
Y entonces la hermana Rose bajó un poco las manos, lo pellizcó en el culo, y dijo con una rápida sonrisa diabólica: "A pesar de todo, eres de los guapos y atractivos. Con un aire rudo".
- Ruggedly Handsome:
Última frase del libro: “Ruggedly handsome”
Estamos acostumbrados a ver la serie en inglés y nos suena "Ruggedly Handsome" del capítulo 1x06, cuando Castle se mira en la pantalla del TV en un escaparate. En la traducción de la TV lo hacen como “La verdad es que estoy muy bueno” y en subtítulos suele parecer como “muy apuesto” "tremendamente guapo" “muy atractivo” o similares. Beckett también se lo ha dicho al menos en un capítulo que yo recuerde cuando ya está enamoraita hasta las trancas.
En realidad o la traducción más literal la hace la Hermana Rose muy bien: “You are sort of handsome, though. In a rugged way” “Eres de los (de tipo) guapo/atractivo, sin embargo. De una manera ruda / tosca”
Entiendo que es un tipo de hombre guapo pero de facciones no aniñadas. Agunos quizá podéis pensar que la palabra “viril” sería la mejor, también pensé en ella pero no me gusta del todo porque no connota esa… ¿cómo decirlo? Aspereza en las facciones.
Así pues… si tanto al principio, como al final del libro he puesto “Rudamente guapo” y queda raro, no me lo echéis del todo en cara porque no me han dado mejor opciones. Sé que en castellano/español queda raro pero esta vez no veo lógico escribir lo que han traducido en la serie y sí hacerlo aproximándome al significado literal.
Ni “Always” es un “De nada” ni “Ruggedly Handome” es un “Estoy muy bueno”
qwerty- Escritor - Policia
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Re: 4º Derrick Storm "STORM FRONT" [Traducido al Español COMPLETO]
Y hasta aquí llegó mi aventura en la traducción del libro.
Sé que no he tenido muchos comentarios y eso también me ha hecho dudar de si se llegaba a entender o he metido algún gazapo que hacía que no se leyese bien el libro.
Por mi parte ha sido toda una experiencia, he ampliado vocabulario y en general (aunque a veces quebraderos de cabeza por las frases hechas de Castle) me ha encantado.
Para descargar:
https://drive.google.com/file/d/0B8ziMkPRUDBHQUxKWkNwalB0TVE/edit?usp=sharing
Los libros en el idioma original siempre son los mejores, pues en las traducciones a veces perdemos algunas ideas o chascarrillos, y si alguna vez el libro llega a salir publicado en español por profesionales compradla pues tendréis un trabajo realizado por gente que sabe. Además de ayudar a la difusión de Castle y a que nos ofrezcan más productos como éste.
Sé que no he tenido muchos comentarios y eso también me ha hecho dudar de si se llegaba a entender o he metido algún gazapo que hacía que no se leyese bien el libro.
Por mi parte ha sido toda una experiencia, he ampliado vocabulario y en general (aunque a veces quebraderos de cabeza por las frases hechas de Castle) me ha encantado.
Para descargar:
https://drive.google.com/file/d/0B8ziMkPRUDBHQUxKWkNwalB0TVE/edit?usp=sharing
Los libros en el idioma original siempre son los mejores, pues en las traducciones a veces perdemos algunas ideas o chascarrillos, y si alguna vez el libro llega a salir publicado en español por profesionales compradla pues tendréis un trabajo realizado por gente que sabe. Además de ayudar a la difusión de Castle y a que nos ofrezcan más productos como éste.
qwerty- Escritor - Policia
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Localización : En la luna de Valencia
Re: 4º Derrick Storm "STORM FRONT" [Traducido al Español COMPLETO]
Muchas gracias por semejante trabajo!!!, desde Argentina te mando saludos y vuelvo a agradecerte el poder leer este libro, ya q acá no se consigue ninguno y por medio de ustedes los puedo leer!! Gracias y seguimos en contacto!!!
mitek- Escritor novato
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Re: 4º Derrick Storm "STORM FRONT" [Traducido al Español COMPLETO]
De nada!!!
La verdad es que este libro en nuestro idioma no se encuentra en ningún sitio, que sepa todavía no lo han publicado.
Es una lástima que no se hayan decidido a publicarlos, así que hice esto no sólo como reto personal, mejorar mi inglés sino que además para los que prefieren leerlo en castellano. Como he dicho antes, ha sido a veces un quebradero de cabeza pero a la vez un placer.
¡Que nadie lo copie y vaya a tener algún tipo de beneficio por ésto! . Ni los personajes ni la historia original me pertenece, aunque espero que la traducción haya estado a la altura.
La verdad es que este libro en nuestro idioma no se encuentra en ningún sitio, que sepa todavía no lo han publicado.
Es una lástima que no se hayan decidido a publicarlos, así que hice esto no sólo como reto personal, mejorar mi inglés sino que además para los que prefieren leerlo en castellano. Como he dicho antes, ha sido a veces un quebradero de cabeza pero a la vez un placer.
¡Que nadie lo copie y vaya a tener algún tipo de beneficio por ésto! . Ni los personajes ni la historia original me pertenece, aunque espero que la traducción haya estado a la altura.
qwerty- Escritor - Policia
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Fecha de inscripción : 27/04/2011
Localización : En la luna de Valencia
Re: 4º Derrick Storm "STORM FRONT" [Traducido al Español COMPLETO]
Hola. se sqabe si el enlace de descarga esta quitado? No me deja descargarlo....
naxx81- Invitado
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