Una aventura

Bueno gente, perdón por la demora. Acá les dejo otro capítulo que viene cargado Que lo disfruten. Besiiitoooooooooos

De ahí en más mi vida fue eso. Punto número uno: decidí agilizar los trámites y esa misma noche estuve instalada en las viviendas para gimnastas de la Federación, con cuatro flamantes compañeras de habitación. Punto número dos: si alguien de mi familia se interesaba en mi, genial. Si no, gracias, no iba a andar yo atrás de ellos buscándome que me arruinaran la vida. Punto número tres: Ale. De eso no se necesitaba explicación.
Así que cuando llegué a la habitación que me habían designado, me encontré con cuatro chicas que tendrían más o menos mi edad. Apenas entré me miraron de arriba a abajo. Yo no dejé que eso me perturbara en lo absoluto. Puse mi bolso encima de la cama que estaba disponible y me dispuse a ordenar mis cosas. No iba a decirles nada. Si querían entablar una relación bien, y si no también, porque yo no había ido a ahí para hacer amigas: había ido para mejorarme como gimnasta y poder triunfar.
Antes de ir a por la cena, en un comedor donde se reunían todas las gimnastas que se alojaban allí para desayunar, almorzar y cenar, la encargada de nosotras me vino a traer un folleto con mi itinerario, la dieta que debía seguir acorde a mi peso y altura.
Empecé a ver los alimentos y cantidades sugeridas y pensé de inmediato: “¿esto es un internado en donde te hacen anoréxica?” Nunca en la vida iba a mantener el peso y la energía suficiente comiendo una porción de carne del tamaño de la palma de mi mano, ¿acaso era alguna broma?
El comedor era tan pulcro y ordenado como todas las instalaciones. Al entrar allí me sentí como en cualquier preparatoria de Estados Unidos; mesas largas donde sentarse. Máquinas dispensadoras de agua y jugos. Cada chica llevaba su comida en una bandeja. Tal como en las películas. Hice la fila y esperé por mi comida. Todas me miraban de arriba a abajo. Calculé que no muy a menudo venían chicas nuevas. Si no no me mirarían así. Pensé.
Luego de que me dieran un despoblado plato de unos cinco o seis vegetales hervidos, acompañados de una cucharada de polenta (y no miento), me fui a sentar a una mesa que estaba vacía, bajo unas cuantas miradas que me escaneaban.
Si en cualquier día ordinario no comía vegetales, menos ahora. Me rehusaba. Comí la polenta y cuando estaba a punto de ir a tirar los sobrantes a la basura, casi me llevo por delante a una diminuta chica. Tendría mi edad.
-Hola- me dijo la pequeña.
-Hola- saludé.
-Soy Lena, ¿y vos sos..?
-Martina- sonreí.
-¿Ya te mostraron las instalaciones?
-No- me alcé de hombros- cuando llegué me dijeron que tenía que dejar mis cosas acá… así que no sé.
-Bueno, yo te hago el “tour”, jajajaja- rió la pequeña, que parecía ser “Miss Simpatía” y “Miss Alegría”.
Una vez que me fue mostrando los diversos lugares del complejo para gimnastas, llegamos al gimnasio “B” que estaba vacío y en penumbras.
-Por acá- señaló ella un montón de colchonetas que estaban apiladas. Trepamos a allí y nos acostamos mirando el techo.
-¿Hace cuánto estás acá?- pregunté al cabo de un rato.
Lena suspiró.
-Mmmmm… dejame ver… ufff… y desde que se murió mi abuela, hace como tres años…
-¿Ehh? ¿Y cuántos años tenés entonces?
-¿Cuántos años crees que tengo?
-¿Trece?- sugerí.
-Muy bien, es coherente, jajaja… Tengo dieciséis.
-¿Dieciséis? Sos súper menudita.
-Sí, es una cosa de familia. Por eso, todavía sigo esperando que algunas formas de mi cuerpo aparezcan…- y reimos las dos juntas.
-¡No te preocupes, yo también sigo esperando lo mismo!
Sonrió.
-¿Con quién te tocó en la habitación?- preguntó al cabo de un rato.
-Ni idea, yo llegué, dejé mis cosas y fui al comedor. Lo único que sé es que miraron de arriba a abajo y no dijeron ni media palabra.
-¿Número de habitación te acordás?
-Creo que la 30.
-A ver, en la 30 está Micaela, Camila, Tatiana y Mora. ¡Qué personajes te tocaron! Mmmm, capás que puedo hacer que te cambien para mi habitación, que solo tiene dos camas, pero puede entrar una tercera.- me güiñó un ojo antes de levantarse y bajarse de las colchonetas- ¡Vení! ¡Vamos a hablar con la rectora!
Y allá fuimos.

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Después de haber cargado con una cama, atravesar medio edificio y llegar a la habitación de Lena y Paula, estaba acostada. Sabía que mañana me esperaba una jornada larguísima. Según el programa de actividades, iba a levantarme a las ocho, a desayunar y entrenar tres horas, antes de ir al liceo iba a almorzar, luego del liceo iba a entrenar otras dos horas y luego del entrenamiento iba a poder estudiar y a las nueve de la noche, se servía la cena.
Ya lo predecía desde ahora, iba a ser muy aburrido y rutinario, por eso, iba a necesitar hacerme MUY buenas amigas para poder sobrellevar la rutina.
Antes de cerrar los ojos, miré mi celular. Tres mensajes de mi hermana. Mejor, y para no amargarme, no los leí. Decidí escribirle a Ale contando dónde estaba, y también, preguntándole cómo íbamos a hacer con lo de la conspiración. No me contestó. Y decidí irme a dormir, que ganaba plata.
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Al otro día, a las siete, ya estábamos despiertas, peleándonos por usar el baño.
-¡Daaale Paula, salí de ahí!- gritaba Lena mientras le golpeaba la puerta a Paula, la otra chica.
Luego de diez minutos salió frotándose el pelo rubio con una toalla.
-¡Mija! ¡Y yo que pensé que te habías quedado a dormir ahí adentro!- se quejó mi amiga, quien cinco minutos más tarde me dejaba el baño libre. Fui rápida y en otros cinco minutos salí.
Juntamos nuestros bolsos y nos fuimos al comedor a desayunar.
Una taza de café con leche y un pedazo de pan con manteca o mermelada nos sirvieron en nuestras bandejas al mejor estilo de cualquier “High School” de Estados Unidos. Comimos en silencio. Lena estaba muy calladita, y Paula parecía ser seria y tímida, así que no esperaba una gran conversación.
Dejamos nuestras bandejas apiladas y nos dirigimos al gimnasio A. Allí habría cuatro o cinco chicas más. Reconocí a dos de ellas: eran las que estaba en mi habitación inicial, las que me habían mirado de arriba a abajo.
Mientras me ponía magnesio en las manos Lena se acercó y me susurró:
-¿Viste la de malla negra? Esa es Camila, y la otra, que tiene la remera de New York es Tatiana.
-Sí, yo las reconocí pero no sabía bien cuál era su nombre.
-Si te dicen algo vos ignoralas. Son lo más envidiosas que hay.- advirtió.
Luego de calentar varios entrenadores llegaron y se dispusieron a darnos una charla “motivacional”.
-Como todas aquí saben, dentro de poco menos de tres semanas son los nacionales. Su chance de hacerse notar y pasar a la competición de élite. Si llegaron hasta acá, quiere decir que lo valen, que tienen talento y una gran carrera por delante. Nuestra tarea es ayudarlas a progresar, y aunque muchas veces las regañemos, es para su bien, chicas. A nosotros nos pagan para entrenarlas y convertirlas en estrellas. Pero no todo recae en nuestros hombros. En el de uds también. Muchas veces hemos visto chicas brillantes, que se dejan estar, y pierden su condición física, y se dedican a la publicidad y la imagen. Esta institución se dedica al deporte, no al márketing ni al comercio. Así que, sean responsables de administrar su don y su fuerza para bien. No dejen que las grandes compañías compren su imagen y su nombre. Uds son deportistas, no modelos, si no, no estarían aquí. Espero que esto las haga reflexionar sobre su futuro y lo que en verdad quieren para sus vidas. Siendo constantes y perseverantes todo sale. Eso es todo.- habló la que parecía ser la entrenadora “principal”.
Otro de los entrenadores le susurró algo al oido que la hizo de nuevo hablar.
-Me acaba de informar mi compañero que tenemos un chica nueva en el grupo…-me miró e hizo un gesto como para que me pusiera de pie.
-Hola- dije- soy Martina.
Mis compañeras saludaron entre dientes, especialmente Tatiana y Camila.
-Bueno, espero que te hayas instalado bien- dijo la entrenadora.- Dejando las formalidades de lado, reúnanse con sus entrenadores.
Cada chica que estaba allí fue con el suyo. Me quedé parada sin saber qué hacer.
-¿No tenés entrenador?- preguntó Paula.
Negué. Ella frunció la boca. Se alzó de hombros.
-Entonces vení con la mía.
Así lo hice. Su entrenadora me miró de arriba a abajo. Como si intentara ver más allá de mi short y top deportivo. Como si intentara ver mi alma. A decir verdad. Eso me inquietó bastante, pero no dejé que determinara mi rendimiento. En el momento en que ella me pidió que le mostrase mi rutina de barra de equilibrio, varias de las otras chicas me observaban, especialmente Camila y Tatiana.
La entrenadora - que luego a la hora de dormir me enteré que se llamaba Alina Slatvenovna y que fue integrante del equipo soviético de gimnasia artística por tres años- podría decir que aprobó mi rutina con la mirada. Porque no dijo ni media palabra. Lo mismo hizo con las demás rutinas de los distintos aparatos. Lo único que comentó, fue que quería cambiar mi salto de potro por un doble Yurchenko con media pirueta. Así pasé todas las horas de entrenamiento. Practicando el salto. Estaba completamente agotada y la apatía de la entrenadora lo empeoraba. Simplemente quería salir de ahí y ver a Ale. Quería seguir con el otro asunto.
Pedí para ir al baño y fui hasta la habitación, me puse ropa decente y salí por una ventana rumbo a lo de Ale.
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Una vez que estuvimos desparramados en la alfombra de su cuarto le pregunté:
-¿Qué vamos a hacer?
-¿Qué vamos a hacer de qué?- me devolvió la pregunta él.
-De la conspiración, Ale- le hablé con voz dulce.
-No sé- dijo él mirándome a los ojos- se supone que vos sos la que sabés.
Suspiré. Él me abrazó y me mantuvo rodeada con sus brazos.
-Prometeme que no vas a llorar, ¿sí?
-¡No voy a llorar!
-Bueno.
Pensé. Pensé en qué podíamos hacer. Pensé y lo único que me vino a la mente fue la computadora de mamá. Teníamos que saber con qué nos estábamos enfrentando. Podría ser que la persona a la que conspiraban fuera inocente. O no. En eso dependía si trazábamos un plan.
-¿Tu computadora?- pregunté.
Él se levantó con un quejido y me trajo su laptop. Fui a los terminales y teclée para armar una improvisada base de datos para poder jackear la computadora de mi madre. Alejandro miraba con asombro.
-¿Dónde aprendiste…?
-Shhhhh…- teclée unas contraseñas esperando entrar al usuario de mamá- Entré.
Busqué la base de datos de criminales y puse el nombre que me indicó Ale. Demoró en aparecer el resultado. Leimos el impecable expediente de un hombre ficticio. Pero, no tan ficticio al fin. Pues tenía una foto. La abrí y el asombro se apoderó de mi. Grité por tal razón y me agarré la cabeza. Estaba viendo un muerto hace casi dieciséis años atrás, pues el que estaba en la foto, era mi padre.

Buen capítulo, continua.  

Delta5 escribió:Buen capítulo, continua.  

Muchas gracias por comentar Eso haré Besoooos