Siempre estaré contigo (one-short)

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Siempre estaré contigo


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Era un hermoso día de verano, los árboles, plantas y flores estaban rebosantes de vida, al igual que el corazón de ese hombre de cabello castaño oscuro y los ojos increíblemente  azules que rebozaban de alegría.

Su corazón palpitaba de manera acelerada mientras sus manos jugaban nerviosas entre sí y sus labios formaban una sonrisa muy alegre en su rostro, se sentía el hombre más feliz del mundo.

Cuando escuchó los acordes de la marcha nupcial, supo que ya era el momento. El momento que enlazaría su vida con ella. Con la mujer que amaba.

Con la mujer que cambio completamente su vida…

Vio como las grandes y robustas puertas se habrían, vio como las figuras de dos personas. La de un hombre mayor que traía orgulloso y sonriente de la mano a su única hija. Los dos avanzaban por ese pasillo dirigiéndose al altar.

Para Rick parecía todo que fuera a cámara lenta, a cada paso que daba ella, era cada momento que nunca olvidaría. La sonrisa que había en la boca de ella, el brillo que había en sus verdosos ojos, lo preciosa que estaba con ese vestido…
Habían pasado por muchas dificultades para llegar a ese día, muchas barreras y muros que superar y tirar pero cuando sus manos se entrelazaron y sus labios se unieron por primera vez como esposos, Richard Castle y Kate Beckett supieron que todo había valido la pena, que su amor podría superar cualquier barrera…

Pero el destino es caprichoso y da muchos giros y sólo bastaron unos minutos para que aquel ambiente alegre se volviera un caos.

Por el pasillo que la novia había recorrido con alegría, ahora una persona caminaba llena de rabia y sed de venganza, se plantó frente a los recién casados y los amenazó con separarlos y arrebatarles su felicidad. Todo fue tan rápido, nadie pudo evitar que aquella arma de fuego se disparara y manchara de rojo aquellas prendas.

Gritos de dolor y terror resonaron en la iglesia, la personas corrieron a socorrer a aquel ser que se aferraba al cuerpo sangrante de su ser amado, y que lloraba desconsoladamente. La ambulancia no tardó en llegar, tuvieron que intervenir dos personas para lograr deshacer aquel abrazo desesperado, único medio que tenía para no dejar ir a su pareja.

El camino hacia el hospital fue largo y tortuoso, nadie pudo lograr que esa pareja se separara. El paramédico observaba acongojado como esas manos permanecían enlazadas y como las manchas de sangre se empezaban a diluir gracias a las persistentes gotas saladas que caían sobre ellas. Jamás había visto a una persona sufrir tanto como en ese momento, ni tampoco había escuchado aquel susurrar de palabras alentadoras y de amor, rogando por que fuera fuerte y luchara por su vida, por la vida de los dos.

El trayecto de la ambulancia al quirófano fue igual de doloroso, quiso entrar para no separarse de su pareja, pero los enfermeros se lo impidieron. Tras cansarse de gritar su nombre y que le permitieran pasar, se fue a sentar a la sala de espera. Sus familiares estuvieron a su lado todo el tiempo, esperando para saber noticias de la operación, rogando que saliera bien.

Una, dos, tres, horas pasaron, aunque le parecieron años.

El ambiente en la sala de espera era de dolor y angustia, nadie se atrevía a hablar, y si lo hacían era sólo para comentar que ya había pasado mucho tiempo sin tener informes.

Se sentó sintiendo que su cuerpo ya no podía aguantar más. Escucho las voces de sus amigos preguntando si se encontraba bien pero no los escuchaba. Lo que en ese momento quería saber es si su pareja se encontraba bien.
Pero como si al sentarse todas las energías se fe cerró los ojos.

— Hey — sintió que alguien le llamaba. —Hey cariño despierta — volvió a sentir la misma voz que la despertaba. Poco a poco comenzó a abrir los ojos y se topó con esa mirada que tanto amaba. Abrió los ojos completamente sorprendiéndose.

— ¡Rick! —Murmuró con alivio y alegría mientras que se tiraba al cuello de su pareja. Lágrimas de alegría corrían por su cara.

— Kate. — él la apretó contra sí. Emitió un suspiro al saber que ella se encontraba bien.

— ¡Estás bien! — dijo con alegría mientras se separaba y le tocaba la cara comprobando que no le había pasado nada.

—Sí. —respondió él acortando la distancia que los separaba para darle un tierno beso en la frente.

Extendió su mano para acariciarlo, necesitaba sentir su piel, afirmar que estaba con ella. Rick colocó su mano sobre la mano cálida de ella. Las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos, pero no llegaron a resbalar por sus mejillas pues Rick las limpió cuidadosamente con su mano.

Él colocó tiernamente su otra mano en la otra mejilla de ella, después de observarla unos segundos, lentamente se fue inclinando hasta juntar sus labios. Fue un beso suave y tierno, no demostraba pasión, sino amor.

Una sensación de paz y la certeza de que su amor era inmensurable, de que pasara lo que pasara sus almas estarían unidos por siempre, los inundó. Se separaron lentamente sin dejar de verse a los ojos.

—Te amo. —le dijo él. —nunca lo olvides—

—No lo olvidaré, yo me encargare de repetirte cuannto te necesito — dijo Kate sonriendo mientras juntaba su frente con la del escritor mientras que se le escapan pequeñas lágrimas.

—Y yo te recordaré lo importante que eres para mí cada día de nuestras vidas. — dijo mientras la volvía a besar.
Rick se apartó un poco y de su bolsillo sacó un fino collar de color plateado. Lo acarició y cogió unas de las manos de Kate mientras que lo depositaba en ella. Seguidamente le dio un beso en la mano y le hizo cerrar el puño quien lo apretó con fuerza mientras lo miraba fijamente.  

Cuando iba a hablar, lo volvió a ver y se dio cuenta que el traje de él estaba manchado de sangre y tenía un orificio cerca del corazón.

Y entonces todo cobró sentido.

Kate sintió un intenso dolor en su corazón y luego se unió a él en un abrazo desesperado.

— Sé fuerte. —dijo Rick susurrándola en el oído mientras que correspondía al abrazo. —siempre estaré contigo, nunca lo olvides—. Kate sintió como Rick se desvanecía entre sus brazos, intentó apretarlo con más fuerza pero no sirvió de nada, él ya no estaba.

— ¡Rick!— gritó mientras apretaba el pequeño collar entre sus manos y las lágrimas recorrían su rostro.

— Kate ya tranquila — Abrió los ojos y vio a su amiga preocupada por ella. Kate comenzó a mirar donde estaba. — ¡Rick! — miro a Lanie preguntando con la mirada donde estaba su pareja. Lanie solo derramó un par de lágrimas y Kate entonces recordó todo. Todo había sido real.

La puerta de la sala de operaciones se abrió abruptamente  mientras que el doctor se acercó a ellos, Kate fue el primera en ponerse de pie.

— ¿doctor cómo se encuentra? — preguntó apresuradamente  El doctor se quitó el gorro de la cabeza y bajó la mirada. A sus tantos largos años de experiencia había visto de todo, muchas personas habían pasado por el quirófano, había visto a sus familiares sufrir la pérdida de un ser querido…

Pero ver la mirada de esa mujer de delante de él ver la tristeza y el enorme dolor que transmitían sus ojos, la desesperación que había, por unos segundos le hicieron desear que no fuera él el portador de la noticia.

— Lo siento, no pudimos hacer nada. — dijo con pesar. – La herida de bala era muy cercana al cor…— no puedo acabar la frase.

— ¡Miente! —  la voz dura de Kate resonó por el pasillo. Como si todo el hospital se hubiera puesto de acuerdo no se escuchó ni un sonido. — ¡él es fuerte doctor! ¡Miente! ¡Él está vivo! — desesperada, Kate intentó entrar dentro de la sala de quirófano para poder ver a Rick.

— Kate… — Lanie no sabía cómo consolar a su amiga. En ese momento se sentía destrozada por haber perdido a uno de sus mejores amigos pero sabía que nada era comparado con lo que debía de sentir Kate en ese momento.

Marta se derrumbó en la silla no pudiendo aguantar el peso de sus piernas. Su único hijo había muerto, estaba derrumbada. Kate no pudo más y se acercó a la pared dejándose caer en ella hasta llegar al suelo.

— ¡Kate! — Jim se acercó a su hija intentando levantarla pero no pudo. Sintió mucha pena por ver a su hija en ese estado, sentada en la pared con el vestido arrugado y manchas de sangre.

El hombre se agachó a la altura de su hija.

— Sé que la muerte de Rick es muy dolorosa para ti, para todos lo es. — aclaró su padre mientras también derramaba lágrimas. — Pero no puedes derrumbarte así, vamos Katie él no querría que tu estuvieras así. —

— Papá no puedo —le dijo Kate abrazándolo y llorando desconsoladamente. — me dijo que siempre estaría conmigo. — sus lágrimas seguían corriendo por sus mejillas.

— y lo esta hija, siempre estará contigo. Tienes que recomponerte, no puedes dejar que esto te hunda otra vez, ¡tienes que salir adelante! — escuchaba la voz de su padre pero sentía que las fuerzas se le escapaban del cuerpo. Sus parpados le pesaban otra vez y antes de que se sumiera otra vez en la oscuridad vio que en su mano había el pequeño collar que le regalo el día de su cumpleaños.


Aquel día había amanecido con un resplandeciente sol dándole los buenos días desde su ventana y treinta y ocho grados de temperatura quemándole la piel. No era de extrañar en la primera semana de agosto, pero lo que si la sorprendía era que, repentinamente, aquel cielo despejado y azul ahora estaba cubierto por una manta de nubes plomizas que amenazaban con estallar en cualquier momento.

Siempre había odiado la lluvia. Era fría y húmeda  y siempre iba acompañada de un cielo oscuro que le deprimía hasta el punto del autismo. Pero sobretodo, la razón principal era que le traía demasiados recuerdos sobre un trágico pasado que intentaba olvidar a toda costa, a pesar de que en esos días le martirizara más que nunca.

Como una caja llena de momentos y cerrada bajo llave que, cuando llovía, parecía programada para abrirse automáticamente.

Si hubiera podido cerrar esa caja para no ver jamás aquel dolor oculto tras simple indiferencia en su rostro, bien sabía Dios que lo habría hecho. Con mucha suerte, le sacara una sonrisa.

Una repentina brisa de aire cálido revolvió su cabello. El tiempo no había pasado en vano para nadie y, al fin y al cabo, también tenía un pasado turbio que la atormentaba.

Alzó la mirada al cielo en el preciso instante en el que una gota se posó en su mejilla.

No pudo evitar que un suspiro de resignación escapara de sus labios. Habiendo tantos días como números en el calendario, tenía que llover precisamente ese día. Aunque, en el fondo lo comprendía, no podía echarle en cara al cielo algo que ella hacía por dentro. Siempre por dentro porque, si había algo que ni el tiempo ni las circunstancias podían cambiar, era que Kate Beckett odiaba mostrarse débil ante los demás.

Sí, porque para ella lo más importante era ella. No dejaría que ninguna mueca de pesadez arruinara su alegría en esos días.

Como él hubiera querido.

Sonrió con los ojos cerrados y entendió que, por primera vez, el cielo le había dado una tregua y se había aliado con ella, exteriorizando lo que su interior gritaba pero su boca callaba. Y por estúpido que pareciera, aquello la hacía sentir un poco mejor. Al menos, aliviaba la tristeza que su sonrisa escondía.

Porque en esos momentos el cielo lloraba su ausencia.

Disfrutó unos instantes más de aquel aire limpio y volvió la mirada al frente, contemplando el racimo de flores secas que reposaban al lado de aquel monumento de piedra; el culpable de todos sus temores. Aquellos que tenía que desafiar enfrentándose a esa tormentosa presión en el pecho.

Otra vez.

Al lado de otra columna de granito con el grabado de "Johanna Beckett", su madre a la que tanto había querido, a la que había encontrado justicia, se encontraba la lápida del hombre que, a pesar del tiempo, seguía amando más que a su propia vida.

Kate flexionó las rodillas para cambiar las flores marchitas por un nuevo ramillete de lirios frescos. Acarició titubeante las letras que rezaba el muro de piedra con las puntas de los dedos y soltó de golpe todo el aire que llevaba conteniendo. Ni siquiera se había dado cuenta de que había estado haciéndolo.



- "Una vez más aquí estoy aquí Rick. Puede que suene estúpido, pero por algún motivo, ahora, delante de ti, me siento demasiado pequeña. Supongo que es porque este es el único lugar donde estoy obligada a asimilarlo en lugar de creer que es tan solo una pesadilla.

Pero es que me cuesta demasiado hacerme a la idea de que ya no estás aquí, conmigo. Te siento tan dentro que a veces pienso que estás a mi lado. Sonriendo orgulloso.

Sé que no puedo quedarme mirando atrás, sumergida en tus recuerdos. Tengo que seguir corriendo en línea recta, enfrentándome a cada obstáculo. Tal y como hacíamos antes, juntos, como un equipo.

Sigo adelante sin ti porque no puedo permitirme dejar de avanzar, por mucho que a veces fracase y desee rendirme. Se lo debo a ella. Logra colmar de ilusiones mi día a día y le agrega felicidad a mi vida. Gracias, Rick, por no haberme dejado completamente sola. Una parte de ti sigue conmigo. No sabes cuantas veces me habré imaginado verte orgulloso, rebosante de alegría por nosotras, tu familia.

Cuántas veces te habré imaginado con los ojos rebosantes de satisfacción, viéndola crecer poco a poco y susurrándome al oído que siga así, que lo estoy haciendo bien.

Espero que estés donde estés sigas igual que siempre. Con tu alegría, tus inquietudes, tu seguridad y ese gran corazón…
Recuérdalo siempre Rick… aunque me costó decirlo, yo…

Te quiero más allá que a mi propia vida nunca lo olvides…"

— Mamá… — una manita pequeña se arrugó en torno a sus pantalones — Está comenzando a llover —
Era cierto. Las pequeñas gotas comenzaban a caer mojándola. Del suelo cogió el paraguas que lo había dejado a un lado y lo abrió.

— ¡Hola papi! — dijo la misma voz infantil. — siento mucho no haber podido venido antes  — la pequeña niña se arrodillo en frente de la lápida mientras que con sus manitas tocaba el grabado de su nombre. — espero que estés bien con la abu Johanna y también de que te estés portando bien. Mami dice que eras muy travieso y que a veces te portabas mal — Kate no pudo evitar que una pequeña carcajada saliera de su boca. — papi no me gusta la lluvia espero que pronto deje de llover —

Kate le miró con una pizca de tristeza y ternura. Rick había dejado con ella algo que siempre la recordaría su estancia en el mundo.

La propia materialización de su amor.

Sin darse cuenta dejaron de escuchar el pequeño ruido que hacian las gotas al chocar al suelo.

— ¡bien mira mami ya deja de llover! — la pequeña se apartó de su madre para empezar a correr y saltar entre los pequeños charcos de agua.

Entonces, una corriente de aire cálido se levantó, envolviéndola, elevando sus cabellos con el viento. Si que se habia despejado al cielo rapidamente.

Sus oídos lo captaron al momento. El aire arrastraba un murmullo, palabras provenientes de una voz que tantas veces había escuchado. Pero que jamás le pareció tan hermosa.

— mira mami papi hizo que dejara de llover ¿eso significa que esta con nosotras y que nos escucha? —

La lucidez que llegó a su mente le sacó una sonrisa espontánea.

— Sí, cariño. Siempre lo ha hecho —

Sí, porque aunque no estuviera con ella, ¿qué más daba eso? Podía sentirle. Cálido, protector, seguro. Tal y como entonces.

Eso era más que suficiente para ella.

"Siempre estaré contigo…"



FIN


Es muuuuy corto lo sé pero que mejor que volver con algo jajaja y creo que me salió algo raro XDDD pero ¡lo necesitaba escribir!

Espero que os haya gustado mucho y ¡no se olviden de comentar! Jajaja ¡nos vemos!

Besotess :Kiss: