A mi manera (Un gran final): Rick
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A mi manera (Un gran final): Rick
Hace mucho tiempo que no escribía algo. Apenas, empecé a ver de nuevo la serie completa, y el capítulo 1, que es el principio, me hizo pensar en los finales. Igual me encuentro un poco oxidado, pero pensé en un par de finales, desde los puntos de vista de Rick y Kate, que quiero compartir. Son historias de un sólo y pequeño capítulo, pero espero que les gusten. Este es el de Rick:
Richard se sentó, no sin esfuerzo, en la cama. Apenas hace un momento escuchó como Alexis, salía de su cuarto, casi sin hacer ruido, para dejarlo descansar. Sabía que ella lo amaba, y él a su vez, le agradecía tantos momentos de felicidad que le había dado: su nacimiento aún estaba fresco en su mente, cuando ella se graduó de la escuela, cuando nacieron sus dos nietos. Su vida con ella, había sido plena. Pensar en ella, siempre le hacía sonreír. Siempre fue una gran hija.
Volteó y vio el equipo médico conectado a su débil cuerpo. ¿Cuánto tiempo llevaba así? Demasiado, si alguien le preguntaba. En medio de sus pensamientos, sabía que estaba viviendo tiempos extras. Un pequeño dolor, mitigado por la medicina, yacía en su cuerpo.
La luz que entraba por la ventana le permitía imaginar la hora: el día llegaba a su fin.
Recordó con infinita tristeza, a los amigos y personas que amaba que habían partido antes que él: Espo, quien siempre se mostró duro, encontró la muerte cuando una operación encubierta salió mal. Martha, que sufrió un ataque al corazón en plena obra. Murió en el lugar que ella amaba más que a nada en el mundo: un teatro. Montgomery: quien a pesar de los errores cometidos en su juventud, le abrió las puertas a la persona que él más admiraba…
Sus ojos, de pronto, se llenaron de lágrimas. A su edad, en su estado, estaba permitido llorar casi por cualquier cosa, pero él no lo hacía. Al menos no, hasta que la recordaba.
Becket, su Kate. Ella también lo había dejado antes de tiempo.
En un esfuerzo por revivir esos momentos, se preguntó: ¿en qué momento de tu vida, Richard Alexander Castle, te enamoraste de esa mujer?. La respuesta no tardó en llegar a su mente: -Desde el momento en que entró a tu vida, cuando te llevó a la delegación a interrogarte por aquellos homicidios que se basaban en tus libros- se sinceró.
- ¿Por qué no lo reconociste en ese momento?. Fuiste un estúpido en no aceptar tus sentimientos desde el principio, se reprochó a sí mismo.
De inmediato, supo que no era así: que desde el momento en que la vio, se rindió ante sus ojos verdes, reconoció que el momento que marcó su vida, fue verla alejarse lentamente, después de que rechazara su propuesta de conocerse y le dijo al oído: “You have no idea (No te lo imaginas)”. Ahí empezó todo…
Los sueños
Los tropiezos
Las ilusiones y desilusiones
Los celos al verla con alguien más que no fuera él
La estupidez de estar con otra mujer que no fuera ella…
Sonrió. Después de un par de meses encerrado en esas cuatro paredes, enchufado a aparatos que marcaban su vida, por primera vez sonrió sinceramente. Y después, lloró, como un niño, al darse cuenta todo lo bueno que la vida le había dado. No, reconoció: lloró porque la vida le permitió estar a su lado: el descubrimiento de su entereza, de su empatía con las víctimas, de los casos resueltos, de los silencios compartidos, de las miradas que denotaban complicidad. Si algo tenía que agradecer a la vida, era eso: dejarle estar a su lado.
Recordó, porque sabía que era su última oportunidad, que ella le tomó la mano, en la cama del hospital, y sin palabras, le dijo que lo amaba. El maldito cáncer lo arrancaba de su vida, pero, al final estarían juntos en un lugar mejor.
Mi amada Kate, dijo con la vista nublada, espérame un momento, que pronto estaré contigo.
Con las pocas fuerzas que le quedaban y en un esfuerzo sobrehumano, logró levantarse de su cama. Caminó lastimosamente a la puerta y puso el seguro. No quiso correr ningún riesgo y apoyó, casi agotando sus fuerzas, una silla contra la manija de la puerta. Se desconectó del ventilador que ayudaba a sus pulmones a respirar. Sintió la falta de aire y alcanzó la silla donde hasta hace unos minutos –¿o fueron una horas?- Alexis estaba sentada. Nuevamente sonrió y cerrando los ojos dijo en voz alta: Mi amada Kate, estoy volando a tus brazos.
Alcanzó, antes de dormirse, a oír la alarma del ventilador y los toques en la puerta de la enfermera. Pero eso a él, ya no le importó.
Richard se sentó, no sin esfuerzo, en la cama. Apenas hace un momento escuchó como Alexis, salía de su cuarto, casi sin hacer ruido, para dejarlo descansar. Sabía que ella lo amaba, y él a su vez, le agradecía tantos momentos de felicidad que le había dado: su nacimiento aún estaba fresco en su mente, cuando ella se graduó de la escuela, cuando nacieron sus dos nietos. Su vida con ella, había sido plena. Pensar en ella, siempre le hacía sonreír. Siempre fue una gran hija.
Volteó y vio el equipo médico conectado a su débil cuerpo. ¿Cuánto tiempo llevaba así? Demasiado, si alguien le preguntaba. En medio de sus pensamientos, sabía que estaba viviendo tiempos extras. Un pequeño dolor, mitigado por la medicina, yacía en su cuerpo.
La luz que entraba por la ventana le permitía imaginar la hora: el día llegaba a su fin.
Recordó con infinita tristeza, a los amigos y personas que amaba que habían partido antes que él: Espo, quien siempre se mostró duro, encontró la muerte cuando una operación encubierta salió mal. Martha, que sufrió un ataque al corazón en plena obra. Murió en el lugar que ella amaba más que a nada en el mundo: un teatro. Montgomery: quien a pesar de los errores cometidos en su juventud, le abrió las puertas a la persona que él más admiraba…
Sus ojos, de pronto, se llenaron de lágrimas. A su edad, en su estado, estaba permitido llorar casi por cualquier cosa, pero él no lo hacía. Al menos no, hasta que la recordaba.
Becket, su Kate. Ella también lo había dejado antes de tiempo.
En un esfuerzo por revivir esos momentos, se preguntó: ¿en qué momento de tu vida, Richard Alexander Castle, te enamoraste de esa mujer?. La respuesta no tardó en llegar a su mente: -Desde el momento en que entró a tu vida, cuando te llevó a la delegación a interrogarte por aquellos homicidios que se basaban en tus libros- se sinceró.
- ¿Por qué no lo reconociste en ese momento?. Fuiste un estúpido en no aceptar tus sentimientos desde el principio, se reprochó a sí mismo.
De inmediato, supo que no era así: que desde el momento en que la vio, se rindió ante sus ojos verdes, reconoció que el momento que marcó su vida, fue verla alejarse lentamente, después de que rechazara su propuesta de conocerse y le dijo al oído: “You have no idea (No te lo imaginas)”. Ahí empezó todo…
Los sueños
Los tropiezos
Las ilusiones y desilusiones
Los celos al verla con alguien más que no fuera él
La estupidez de estar con otra mujer que no fuera ella…
Sonrió. Después de un par de meses encerrado en esas cuatro paredes, enchufado a aparatos que marcaban su vida, por primera vez sonrió sinceramente. Y después, lloró, como un niño, al darse cuenta todo lo bueno que la vida le había dado. No, reconoció: lloró porque la vida le permitió estar a su lado: el descubrimiento de su entereza, de su empatía con las víctimas, de los casos resueltos, de los silencios compartidos, de las miradas que denotaban complicidad. Si algo tenía que agradecer a la vida, era eso: dejarle estar a su lado.
Recordó, porque sabía que era su última oportunidad, que ella le tomó la mano, en la cama del hospital, y sin palabras, le dijo que lo amaba. El maldito cáncer lo arrancaba de su vida, pero, al final estarían juntos en un lugar mejor.
Mi amada Kate, dijo con la vista nublada, espérame un momento, que pronto estaré contigo.
Con las pocas fuerzas que le quedaban y en un esfuerzo sobrehumano, logró levantarse de su cama. Caminó lastimosamente a la puerta y puso el seguro. No quiso correr ningún riesgo y apoyó, casi agotando sus fuerzas, una silla contra la manija de la puerta. Se desconectó del ventilador que ayudaba a sus pulmones a respirar. Sintió la falta de aire y alcanzó la silla donde hasta hace unos minutos –¿o fueron una horas?- Alexis estaba sentada. Nuevamente sonrió y cerrando los ojos dijo en voz alta: Mi amada Kate, estoy volando a tus brazos.
Alcanzó, antes de dormirse, a oír la alarma del ventilador y los toques en la puerta de la enfermera. Pero eso a él, ya no le importó.
hombre1111- Ayudante de policia
- Mensajes : 82
Fecha de inscripción : 28/11/2011
Edad : 50
Localización : México
Re: A mi manera (Un gran final): Rick
Un poco penoso pero me ha gustado esta bien
love.C.and.B.Marbele- As del póker
- Mensajes : 314
Fecha de inscripción : 21/11/2014
Edad : 23
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