(+18) La primera noche

Duerme con la cabeza apoyada en mi regazo. No quiero despertarla, está agotada, tengo el móvil en la mano, el número marcado, debo llamarlo, decirle que debe regresar, por su hija, pero ¿cómo hacerlo sin decirle lo que Alexis acaba de contarme? No se lo digas, me suplicaba, se lo he prometido, a cambio de otra promesa. Se lo dirá, cuando su padre vuelva se lo dirá… pero mientras… Alexis se hunde cada vez más, apenas come, apenas duerme, debería estar pensando en la universidad, tiene que terminar la matricula, elegir las asignaturas, ir a la residencia, empezar a llevar sus cosas, el curso empieza en dos semanas, pero no está lista, no después de lo que ha pasado. Quisiera decirle algo, pero… ¿qué le digo? ¿Cómo decirle que yo también lo pensé? Richard no lo sabe, ni lo sabrá jamás. Mi hijo no se merece saber que un día pensé en… ¿matarlo?, no, matarlo no es la palabra. Mi nieta no es una asesina, no, ella no es como esos animales que Richard y Kate meten entre rejas, ella no es como ellos. Alexis es buena, lo sé. Y yo tampoco soy mala persona por haberlo pensado. Se revuelve inquieta, acaricio su pelo, como cuando Richard era pequeño y las pocas veces que yo estaba en casa me llamaba llorando. Observo el móvil, dos semanas… Kate dejó bien claro que en septiembre volvería, faltan dos semanas para eso, puedo soltar el móvil, ocuparme de esto yo sola, dejar que Alexis hable con Richard cuando esté lista, o puedo llamarlo, decirle que su niña está mal, que lo necesita. Me pregunto cómo se lo va a tomar… ¿la comprenderá, estará decepcionado?por las explicaciones de mi niña ha sido un accidente, ella no lo buscó, lo evitó, pero no funcionó. Richard no puede enfadarse con ella por esto, ¿no? –¿Abuela?... –Sus ojos, azules como el cielo me miran desde mis rodillas, le sonrío con ternura. Se incorpora, mira el móvil, lo dejo en la mesa. –Tranquila, no le he llamado.

-Gracias. –No es miedo, ni cobardía. Voy a decírselo a mi padre, aun no sé cómo, ni cómo va a reaccionar, pero se lo diré, solo que no ahora. Está en Roma, con la mujer de su vida, merece estar tranquilo, disfrutar de este verano, ser feliz, siempre hay tiempo para dar horribles noticias, pero para ser feliz… nadie debería quitarle a alguien un momento inocente de felicidad, porque esos momentos son difíciles de conseguir, todos los buscamos, algunos tenemos suerte de encontrarlos, pero es imposible mantenerlos siempre, tarde o temprano el momento feliz se va y vuelven las preocupaciones, el miedo, el dolor, el sufrimiento, las dudas, hasta que otro día vuelven esos pequeños momentos. En eso consiste la vida de los adultos, felicidad y dolor, lástima haberlo aprendido tan pronto. Miro a mi abuela, mi egoísmo me ha obligado a contárselo todo, compartir el dolor con ella, romper su momento de felicidad después de haber estrenado una obra, con mucho éxito. Felicidad y dolor. Le pido perdón. –Abuela… siento haberte contado esto hoy… -Niega con la cabeza. –Querida, lo único que lamento es que no me lo hayas contado antes, ojala hubiera podido estar contigo en esos días, ayudarte a superarlo. –Mi abuela es una de esas personas que aman el éxito, pero lo deja de lado cuando alguien que le importa sufre. Me acaricia la cara. Se siente mal, por mí, por mi padre, por todo lo que mi decisión ha provocado y va a provocar. No quiero preocuparla, esta es mi carga, no la suya –Estoy bien. –Intento sonreír, me mira con compasión y niega. –No lo estas, eres infeliz, te sientes mal, egoísta, créeme, lo sé. Pero algún día te darás cuenta de que has hecho bien, tu vida apenas acaba de empezar cariño, ahora irás a la universidad, donde se supone que te enseñarán a enfrentarte al mundo real. –Dice, con cierta ironía. –Pero permite que sea yo la que te de un consejo hoy. Nunca, nunca te hagas cargo de un acto del que no te podrás responsabilizar, créeme, evitarás hacerte daño y evitarás daños a terceras personas.

-Tú también lo pensaste, ¿verdad? –Me dice. Creo que esta es la primera conversación entre adulta que hemos tenido, las otras eran charlas sin importancia, maquillajes, ropas, pero nada como esto. Las conversaciones entre adultos siempre las he dejado para Richard, aunque parezca mentira. Pero Alexis ya no es una niña, es hora de que hablemos de mujer a mujer. –Sí, querida, yo también lo pensé. Y aun hoy, cuando pienso en el daño que le hice a tu padre, dejándolo en casa, con niñeras durante horas o incluso días, algunas completamente irresponsables, sin tener mi atención, me pregunto si no hubiera estado mejor con otra familia o… -No termino la frase, quiero a mi hijo, más que a nada en este mundo, Richard no merece que termine esta frase. Alexis me coge la mano. –Papa te quiere, fuiste valiente abuela, tomaste una decisión y gracias a ello ahora tienes un hijo maravilloso.

-Y una nieta maravillosa. –Me limito a abrazarla y pienso en nosotras, en nuestras opciones, en nuestras decisiones, en lo que nos convierten. Hasta hace unos minutos me sentía como un monstruo, pero ahora, cuando miro a la mejor mujer que conozco, sabiendo que ella también estuvo a punto de hacer lo mismo que yo, me digo a mi misma que ella no es monstruo y puede que yo tampoco… quizás el dolor haya pasado por ahora y por fin pueda tener un poco de felicidad, al menos hasta que llegue mi padre, tenga que decirle todo y el ciclo vuelva a empezar. Dolor y felicidad.

Muchas gracias por leer, en especial a los que os tomáis la molestia de comentar . Ahora me voy a ver que hago con el pequeño Rick, quizas deba dejarlo flojucho para siempre...