Un cuento de Navidad... al estilo Castle

26 DE NOVIEMBRE

Tras una larga tarde de compras por fin tenemos los regalos perfectos para Martha y Alexis, espero que les gusten. Castle cierra la puerta detrás de mí y deja la chaqueta en el ropero. Llevo los regalos a mi armario, los guardo allí y me siento en la cama, necesito quitarme los tacones. Es curioso lo fácil que me resulta correr y trabajar con ellos y lo que me duelen los pies cuando llego a casa. Me froto los pies y suelto un suspiro de alivio, al levantar la cabeza él está ahí, apoyado en el marco de la puerta.

-¿Puedo quedarme esta noche? –Me pregunta, con su sonrisa conquistadora, me acerco hacia él, descalza y lo rodeo con mis brazos, él hace lo mismo, enredándolos en mi cintura.
-¿Tenías pensado otra cosa? –Niega, me acaricia la nariz con la suya, nos besamos lentamente hasta que nos quedamos sin aire, desabrocho los dos primeros botones de su camisa, él lleva sus manos hasta el borde de mi jersey, pero suena su móvil. Nos miramos, frustrados, Castle respira hondo y contesta. Habla durante varios minutos, intuyo que es Alexis, durante la conversación lo veo fruncir el ceño varias veces, al final sonríe, aún tenso, y cuelga.

-¿Va todo bien?
-No lo sé… dice que esta noche va a quedarse en casa de una amiga.
-¿Y eso es un problema?
-Parecía nerviosa, Alexis no sabe mentir, empieza a preocuparme.
-Tranquilo Castle, puede que simplemente se esté viendo con algún chi…
-La, la, la, no termines esa frase. –Dice como un niño enfadado, niego con la cabeza, suspirando.
-Castle, es una mujer, adulta, tendrás que hacerte a la idea algún día.
-Ten por seguro que ese día aún no ha llegado y cuando llegue, cuanto menos sepa, mejor.
-¿Por qué todos los padres os creéis que vuestras hijas van a ser niñas para siempre?
-Es nuestro instinto, no lo podemos controlar. Ningún padre quiere ver a su niña en los brazos de un hombre… y ahora… ¿por dónde íbamos? –Intento no reírme, vuelve a atraerme hacia él y me besa de nuevo, caminamos hacia la cama, me tumba, recorriendo mi cuello con cortos y excitantes besos, pero lo empujo varios centímetros con ambas manos.

-Lo siento, no puedo.
-¡Qué! ¡¿Por qué?! –Me mira frustrado, sorprendido y desesperado. Me encojo de hombros.
-He pensado en lo que has dicho antes… y siento lástima por mi padre. Imagina lo que debe sentir cuando piensa en lo que tú y yo hacemos. –Me mira como si quisiera matarme, se sienta a mi lado, miramos al techo.

-¿Me he olvidado de alguna fecha importante o algo así? –Pregunta.
-No, al menos no que yo sepa.
-¿Le he mirado el culo a la nueva agente más de la cuenta?
-No… espera, ¿le miras el culo a la nueva? –Pregunto indignada. Se apresura a negar con la cabeza.
-No, es solo… bueno, ya sabes un acto reflejo.
-Ya. –Replico.
-Sabes que solo tengo ojos para ti… así que si no he hecho nada malo, ¿a qué viene esa manía de dejarme a medias?
-Es divertido. –Confieso, con una sonrisa en la cara. Se gira y se coloca sobre mí.
-¿Divertido? –Pregunta con voz ronca, asiento.
-Muy divertido.
-Muy bien… ¿qué te parece si te enseño como me divierto yo?
-¿Vas a jugar con el helicóptero?
-Sí… helicóptero… en eso estaba pensando. –Murmura mientras vuelve a besarme en el cuello, entre risas volvemos a besarnos y a acariciarnos, y esta vez nadie nos interrumpe.

Tengo muchos trabajos por eso hoy es tan cortito y puede que incluso soso. No sé, por un lado me gusta y por otro me sabe a poco, mañana será mejor

27 DE NOVIEMBRE

Desperté sintiendo unos labios perezosos sobre mi espalda. Sonreí, mirando hacia la ventana de mi dormitorio, desde donde entraba la luz. No me moví, no vi necesidad de hacerlo, le dejé jugar un rato más, pero sabía que teníamos que movernos. Por mucho que a Gates la hubiese poseído el espíritu navideño nos echaría una bronca si llegáramos tarde. Me giré, quedando cara a cara con él.

-Buenos días. –Saludó, le di un beso en los labios y apoyó su frente contra la mía. Suspiramos, si por mí hubiera sido, me hubiera quedado el día entero en esa cama.
-Hola. –Murmuré. –Me gusta esta nueva forma de despertar… es mucho más agradable que el despertador. –Comenté; asintió, estando de acuerdo, mientras que jugaba distraído con un mechón de mis cabellos.
-Lo de anoche estuvo bien, ¿eh? –Dijo, con voz ronca.
-Muy bien. –Corroboré.
-¿Tenemos que ir a trabajar? –Preguntó con pena.
-Gates está de buen humor, no lo estropeemos, ¿vale?
-Vale… -Volvimos a quedarnos en silencio, abrazados, pero suspiré, había que levantarse.

-Será mejor que me duche… -Me incorporé, apartando las mantas, me senté en el borde de la cama, gemí, cansada, no tenía ganas de ir a trabajar, además el caso de Santa Claus era frustrante. Sentí un desagradable temblor por todo el cuerpo, hacía frío y estaba desnuda, intenté ponerme de pie pero sus brazos me lo impidieron, me dio un beso en el cuello.

-¿Qué tal una ducha juntos? –Sugirió. Me mordí el labio, me encantaba la idea, pero se nos hacía tarde.
-Mejor otro día… lo siento. –Me disculpé, con sinceridad. Apoyó la barbilla en mi cabeza, seguimos unos minutos así, disfrutando de poder despertar juntos. Al final tuve que deshacerme de su abrazo, me levanté y me dirigí a la ducha, sintiendo como me seguía con la mirada, le sonreí, me gustaba que me mirase así, me gustaba desde hacía años, aunque él jamás lo sabría.

-¿Café? –Preguntó.
-Café. –Y me fui a la ducha.