Sólo una noche - cuarta parte (Final)... 26/NOV

Hola de nuevo!! Aquí les traigo la tercera parte de esta historia. Muchas gracias a todos por los comentarios, así da gusto escribir! Me alegra muchísimo que les guste y ahora, a leer y comentar! Un beso!


Sólo una noche – Parte 3

Hasta que entraron al apartamento ninguno de los dos dijo nada. Castle estaba pensando en cómo podía abordar el tema que tenía en la cabeza sin que ella volviera a encerrarse en sí misma y lo echara de allí. Beckett intentaba poner en orden sus pensamientos y ponerse de acuerdo consigo misma sobre lo que quería.

–Puedes dejar la chaqueta en el perchero… –dijo la inspectora mientras se quitaba la suya y la colgaba.

–Sí… hace mucho calor… –contestó el escritor al mismo tiempo que se quitaba su chaqueta y la ponía en el lugar sugerido por ella.

–¿Quieres una cerveza, vino o… whisky? –preguntó Beckett mientras ojeaba con rapidez lo que tenía en la nevera y la despensa.

–Un whisky está bien.

Kate sirvió dos vasos de whisky con hielo, a ella también le apetecía algo fuerte. Se dirigió al salón con las copas en las manos y las colocó en la mesa. Castle estaba sentado en un extremo del sillón, se había remangado la camisa y desabrochado los primeros botones. Beckett se sentó al otro extremo y no pudo evitar mirarlo de reojo. Le resultaba tremendamente sexy verlo así, con la camisa fundida en su cuerpo y el pelo alborotado a causa del calor.

–Y bien… –intentó romper el hielo el escritor.

–Pues… no sé… ¿qué tal… Alexis? –preguntó ella no muy convencida pero como un intento de evadir el tema que sabía que él estaba intentando sacar.

–Emm… –Castle la miró durante un segundo dudando si responderle o ir al grano directamente, pero al final asintió y continuó. –Bien… como siempre… dedicada a sus exámenes, ya sabes…

–¿Y… Martha? –siguió la inspectora con inseguridad y sin mirarlo directamente.

–Pues… muy bien… -pensó durante un momento y se decidió. Se rodó por el sillón, quedando cerca de Beckett. Ella lo miró entre sorprendida y asustada. Sabía que había llegado el momento que había intentado posponer. –Pero no estoy aquí para hablar de Alexis ni de mi madre, Kate. Sabes que ellas están perfectamente. Te hablo de ellas a diario…-ella lo miró pero no dijo nada, esperando a que él continuara. –Necesito que hablemos de lo que pasó esta noche y, sobretodo, de lo que pasará a partir de ahora. –La inspectora lo miró a los ojos y suspiró.

–Yo… no sé lo que pasó, Castle. Supongo que… los dos estábamos borrachos y nos dejamos llevar pero… eso no tiene por qué afectar a nuestra relación… en el trabajo. –No estaba segura de ninguna de sus palabras, pero fue la mejor excusa que se le ocurrió para no hacer frente a la realidad.

–No me vengas con que estábamos borrachos y nos dejamos llevar. Lo que hice lo hubiera hecho en cualquier otro momento y en cualquier otro lugar… y te aseguro que tu también. –Mientras hablaba la tomó de las manos y se acercó aún más a ella, quedando sus rostros a unos centímetros. –Si quieres puedes engañarte a ti misma pero a mí no me engañas. No después de lo de esta noche y de sentirte temblar en mis brazos mientras te besaba.

Beckett notó como su corazón de aceleró de golpe y no supo que contestarle. Sabía que era cierto todo lo que él estaba diciendo pero no estaba lista para reconocer que ese beso le había movido el mundo. –Yo… eso no debió pasar, Castle. Somos…compañeros, somos…

–Lo siento pero no estoy dispuesto a escuchar más escusas por tu parte –la interrumpió el escritor. Ahora se pegó aún más a ella, llegando a tocar su nariz con la de él. Soltó una de sus manos para acariciarle el rostro. Ella sintió como su cuerpo se estremecía ante ese contacto y le pedía a gritos que se dejara llevar. –Dime que me vaya y lo haré. Y te prometo que nunca volveremos a tener esta conversación –le susurró el escritor en sus labios. Ella lo miró a los ojos, luego a los labios, que casi rozaban los suyos, y otra vez a los ojos. En ese momento sólo le bastó un segundo para decidirse. Subió una mano para tocar la suya, que estaba en su mejilla, y se dejó llevar.

Se fundieron en un beso lleno de dulzura y de sentimiento. Castle no podía creer que eso estuviera pasando. Subió su otra mano también a su rostro y se lo acarició con cariño mientras profundizaba más el beso. Ella enredó sus dos manos en el pelo de él, justo por encima de la nuca. Podía sentir la calidez de su cuerpo sin llegar a tocarlo, desprendía un calor intenso que la invitaba a quemarse en él. El escritor bajó sus manos ahora a la cintura de ella y la atrajo hacia su cuerpo, todo lo que le permitía el estar sentados. Beckett empezó a acariciar su espalda con una de sus manos y entonces comprendió que aquello no era suficiente. No para lo que su cuerpo le estaba pidiendo a gritos que hiciera.

Se separó bruscamente de los labios de Castle. Él la miró aterrado pensando que se había arrepentido y que simplemente se había vuelto a dejar llevar por el momento. Sin embargo, cuando la miró a los ojos vio de todo menos arrepentimiento. Vio que sus ojos ardían de deseo y excitación, y también vio necesidad, una necesidad infinita que sólo se podía comparar con la que él mismo estaba sintiendo en este momento. Entonces, y como si de imanes se tratase, sus bocas se atrajeron y se devoraron con desesperación. Sus lenguas luchaban por llevar el control y por explorar cada rincón de la boca del otro. Habían estado alimentando este deseo y esta pasión desde el primer momento en el que se habían visto y, después de cuatro años, llegados a este punto, no había manera de pararlo.

La boca de Castle abandonó la de ella para explorar otros rincones de su cuerpo a los que podía acceder y que se moría de ganas de saborear. Perfiló su mandíbula con sus besos, alternando los labios, la lengua y los dientes. Se topó con su oreja y jugó un rato con ella. Succionó el lóbulo y no pudo resistirse a susurrarle lo que tenía por dentro: -te deseo, Kate… Te deseo tanto… -Su voz estaba entrecortada por la excitación del momento. Ella por toda respuesta soltó un gemido que llegó a los oídos del escritor como música celestial. Siguió bajando por su cuello, dedicándose a saborear cada centímetro de piel que recorría. Llego al punto en el que se une su cuello con su clavícula y ahí fue donde concentró toda su atención con el mayor esmero. Era una zona de su cuerpo que siempre había deseado besar, sobretodo, esas veces en la que la había visto con el pelo recogido. Eso era algo que, aunque ella no lo supiera, para él había resultado una apetecible tentación y una terrible tortura. Castle besó y chupó, dejando escapar suspiros y frases incoherentes, tratando de reflejar lo que sentía. Kate no pudo dejar de soltar gemidos y suspiros desde el primer momento en el que su escritor se dedicó a estimular esa zona. Él se dio cuenta de que había descubierto uno de sus puntos sensibles. Uno de esos que con sólo un simple roce, podía hacerla perder la cabeza. Y uno de los muchos que le quedaban por descubrir esa noche.

Beckett no pudo más y se volvió a separar de Castle. No sabía si él se estaba sintiendo igual pero ella estaba a punto de arder y era el escritor el único que podía apagar su fuego. Lo miró a los ojos con la misma expresión de antes y le sonrió levemente. Él le devolvió la sonrisa, se sentía inmerso en un sueño del que no quería despertar. Entonces ella se levantó del sillón y a Castle se le volvió a para el corazón durante unos segundos pensando lo peor. Pero Beckett esta vez no tenía intención de escapar ni de encerrarse, por lo menos no de hacerlo sola. Se quedó de pie frente a él y, mientras se mordía el labio inferior, le ofreció la mano para guiarlo hacia su dormitorio.


No dejaron de acariciarse ni de besarse durante todo el camino. Eso hizo que varias cosas de las estanterías o muebles que encontraban a su paso cayeran al suelo, provocando la risa de ambos dentro de los besos. En el pasillo, antes de llegar a la puerta de la habitación, Castle la acorraló contra la pared, recorriendo su cuerpo con las manos y su boca con la lengua. Beckett gimió en sus labios lo que hizo que el escritor soltara un grito de frustración y se apretara más contra su cuerpo. Bajó las manos hasta su trasero y la levantó del suelo. Kate enredó sus piernas en la cintura del escritor, pegándose a su cuerpo todo lo que era posible. Castle aprovechó su nueva posición para besas sus pechos por encima de la camisa, haciendo que ella volviera a gemir.


Caminó rápidamente y sin soltarla hasta la habitación. Una vez allí, se dejó caer sobre la cama encima de su musa. No quería despegarse ni un segundo de su cuerpo. Quería disfrutar de su cuerpo y de su piel todo lo que le fuera posible. Beckett empezó a desabrochar los botones de la camisa de él con desesperación, pero Castle no estaba dispuesto a esperar. Tiró de los dos extremos y se arrancó de golpe, haciendo que los botones saltaran por los aires y que la inspectora sonriese con lascivia, mientras se sacaba la suya y se quedaba en sujetador. El cuerpo de Castle se dejó caer sobre el de ella para volver a saborear sus labios, sintiendo ahora el contacto de sus pieles sudorosas. Bajó por todo el torso de la inspectora dejando un rastro de besos por donde pasaba. Llegó a su abdomen y lamió y besó la piel alrededor de su ombligo, haciéndola jadear pesadamente. Se topó con el borde de sus pantalones y se deshizo de ellos con rapidez, dejando a su musa frente a él en ropa interior. Se incorporó un poco y se quitó también sus pantalones, mostrando unos bóxer de seda azules.

Volvió a acostarse sobre ella. Las manos de ambos recorrían con avidez el cuerpo del otro. No querían dejar un rincón sin descubrir y sus manos y sus bocas estaban dispuestas a conseguirlo. Sus cuerpos parecían fundirse en uno solo, desprendiendo un calor sofocante que los sumergía en una atmósfera de fuego y placer insuperable e intenso. De pronto, Castle tuvo que preguntar algo y separó los labios de su musa, tratando de regular su respiración para poder hablar.

-Kate… tienes… ¿tienes protección, verdad? –casi no consigue terminar la frase debido a la excitación.

-No…-Castle abrió los ojos con desesperación y frustración. No era posible que eso le estuviese pasando en ese momento. Ella se dio cuenta y le sonrió con confianza, subiendo una mano para acariciarle el rostro, mientras su pecho subía y bajaba con rapidez. Lo que pasaba es que a ella también le costaba normalizar su respiración y terminar la frase que iba a decir. –No… hace falta… tomo la píldora. –Castle sonrió aliviado y se dejó arrastrar de nuevo por la pasión. Kate en un rápido movimiento se puso encima de él y separó unos segundos sus labios para susurrarle: -¿Crees que te hubiese dejado llegar hasta aquí si no pudiésemos terminar?


Espero que les haya gustado y siento cortarles la escena a la mitad!