(+18) Academia de Policía (ACTUALIZADO EL 11-12-13)

El viernes yo no tenía ánimos para nada que no fuera recoger mis cosas y largarme. Ni siquiera pensé en ir a casa, me dolía la actitud de Lanie, que se mantenía esquiva y yo no iba a hacer nada por arreglarlo. No se puede obligar a alguien a apreciarte, pensé con amargura. Intenté animarme pensando en que pasaría el fin de semana entero con él, o al menos eso esperaba, tenía miedo de que le surgiera algo. Pero por suerte no fue así.

-Kate –él dejó de sonreír cuando lo abracé, con fuerza. Sentí como me estrechó entre sus brazos, apoyando su barbilla en mi pelo, frotándome la espalda con dulzura. Me separé, intentando aparentar normalidad, pero no lo engañé. Hacía ya mucho que él adivinaba mis sentimientos, me miró preocupado -. ¿Qué sucede?
-Sólo te echaba de menos –mentí.
-Me lo vas a acabar contando, lo sabes, ¿verdad? –me encogí de hombro, tomando sus labios entre los míos durante unos segundos, dirigiéndole una mirada de súplica.
-Ahora sólo quiero descansar, por favor, hablaremos luego…
-Está bien, vamos pasa, el arroz está casi listo.


-No entiendo por qué tu hermana dice que no sabes cocinar –comenté mientras me sentaba a la mesa. Aquel arroz cremoso hacía que se me hiciera la boca agua.
-Cuando cumplió los nueve años le prometí que le regalaría el mejor desayuno del mundo…
-Y le hiciste tus famosas chocotillas –adiviné; él se rio, mirándome con inocencia.
-Me dijo que no volvería a comer nada de lo que yo preparase y lo peor es que lo cumplió. Mi madre no cocinaba… no me preguntes como logró sobrevivir, porque no lo sé.
-Deberías atarla a una silla y obligarle a comer esto, está increíble.
-Lo haría, pero conociéndola me lo haría pagar… y créeme, para ser una adolescente con carita de ángel puede ser realmente malévola.
-¿Alexis? Creo que exageras.
-Le pediré que venga esta noche a jugar al póker, ya verás como me darás la razón.

Sonreí, sintiéndome tranquila, al menos podía disfrutar de la calma durante un rato junto a él. Luego tendríamos que hablar de la horrible semana que habíamos tenido, pero eso podía esperar. Hay que disfrutar los pequeños momentos.
-Aquí tienes.
Le pagué el delicioso almuerzo con un café irlandés, con mucha nata y mucho whisky, necesitábamos algo fuerte para la charla que se nos avecinaba. Rick tomó la copa y tomó una cucharada de nata, llenándose la barbilla. Me reí.
-¿Qué?
-Nada… a veces me recuerdas a un niño.
-Ya me aseguraré esta noche de que me veas como un hombre –replicó, arqueando las cejas. Yo me mordí el labio.
-Podrías asegurarte ahora… -comenté en voz baja, seductora. Pero él negó, arruinando mi estrategia.
-Tenemos que hablar, ya habrá tiempo para lo otro después.
-Está bien –mascullé, con poco entusiasmo.
-Entonces, ¿me vas a contar qué ha pasado?
-Perlmutter es un cabrón…
-Dime algo que no sepa –ironizó.
-Pero puede ser mi mejor aliado en la academia.
-Vas a tener que explicármelo –me dijo, confuso. Le conté todo sobre la pelea y la charla; él no me interrumpió en ningún momento. Cuando terminé de hablar, omitiendo la parte en la que Lanie y yo habíamos discutido, Rick se frotó la mejilla, pensativo. Esperé, impaciente a que dijese algo.
-Bueno, parece que el teniente te ha cogido cariño.
-¿Tú también crees que me favorece? –salté.
-¿Qué? ¿A qué viene eso? ¿Quién cree que te favorece?
Resoplé, negando. –Nadie, entonces ¿crees que de verdad puedo confiar en él?
-Tú ya has decidido que vas a confiar en él, que importa lo que yo piense –repuso suavemente.
-A mí me importa, tú eres la única persona en la que realmente puedo confiar desde la muerte de mi madre. –Sentí una punzada de culpabilidad al no añadir a mi padre en esa corta lista, pero él bastante tenía con afrontar sus problemas como para pensar en los míos.
-¿Y Lanie?
Solté un “ja” sarcástico. Rick esperó a que le contase el resto. Esta vez no comentó nada.
-¿Crees que tiene razón? –le pregunté.
-¿Qué te tratan con condescendencia? No, sabes que no.
-Entonces ¿por qué no dices nada?
-Porque Lanie está cabreada, Kate, pero no contigo, sino consigo misma. Piénsalo, lo de Esposito; es la única que está ahí sin quererlo; siente que lo merece por no haber aprobado ese examen… Supongo que necesitaba alguien con quien descargar su rabia y lo pagó contigo. A veces los amigos hacen eso.
-Ya… -murmuré, apartando la mirada. Tragué saliva. –Es sólo que… duele saber que ya no la tengo a ella. Desde que entramos en la academia hemos sido buenas amigas, Lanie ha sido mi apoyo. Supongo que yo debería haber pensado un poco en ella y haber sido el suyo.
-Vivís juntas. Habla con ella y listo. Si le preparas un café como este, seguro que te escucha.
-Si todo se solucionara con un buen café la vida sería más fácil, ¿no? –sonreí.
-Todo tiene solución, menos la muerte.
Entrecerré los ojos, triste. Rick masculló algo por lo bajo y me obligó a sentarme sobre su regazo, acariciándome el rostro.
-Lo siento, cariño, no quería decir eso. Soy un imbécil.
-No importa –acaricié su mentón, intentando quitarle importancia -. Una tiene que hacerse a la idea algún día, ¿no?
Me besó cariñosamente en el pelo, dejándome un rato para mí. No sé si pasaron unos minutos o varias horas, pero al final volví a mirarlo, robándole un beso.
-¿Y bien? ¿Qué piensas sobre Perlmutter?
-Pues, por mucho que me joda creo que él puede ayudarte a ser la mejor. Aunque esto cambia muchas cosas…
-¿De qué hablas?
-Nada, tonterías mías –respondió, aunque no me dejó tranquila. ¿Tendría esto algo que ver con lo que estaban planeando Rick, Ryan y Esposito? Empezó a besarme en la clavícula, supe que utilizando la táctica que yo había intentado antes, pero cuando me acarició el estómago por debajo de la camisa no pude evitar soltar un alarido. Me miró asustado.
-La pelea –dije, como si no fuera nada grave.
-Hijo de puta… espero que su forma de ayudarte no esté siempre relacionada con los puños –gruñó -. Métele la pistola por el culo si vuelve a tocarte.
-Cálmate, no es para tanto. Y cambiando de tema, ¿qué tal va tu novela? ¿Ya tienes nombre para la poli?
-Pues… -me miro con ojos inocentes -. Si ya tiene nombre, pero no creo que te guste.
-Vamos, no puede ser tan malo –me reí.
-Nikki Heat -aclaró.
-¿Nikki He… ¡Rick! Ese no es un nombre de poli.
-¿Por qué no? Suena bien, es atrayente, seductor…
-Claro, por eso sería un nombre estupendo para… –él me cortó, besándome. Intenté zafarme. –Sabes que no me gusta que me hagas callar así…
-Kate, cariño, cierra la boca –murmuró, antes de quítame la camisa, esta vez teniendo cuidado. Le obedecí, en aquel momento el nombre de su personaje era la última de mis preocupaciones.

Me tomó de la mano o mejor dicho, tiró de mí con fuerza y me llevó hasta su habitación, pero nuestro momento se vio interrumpido por el timbre. Él masculló una maldición y yo carraspeé.

-Quizás deberías quitar la mano de ahí e ir a abrir.
-También podríamos ignorarlo –respondió, arqueando las cejas, más la persona que esperaba en el rellano no parecía estar de acuerdo y pulsó de nuevo varias veces, emitiendo un sonido irritante.
-Mejor seguimos luego –le dije dándole un beso y acomodándome la camisa.

Rick fue a abrir con cara de pocos amigos, encontrando allí a su hermana. Alexis dejó de sonreír al ver su ceño.

-Alexis –dijo con fingida amabilidad –Que alegría verte por aquí.
-Ya… se te ve feliz, Ricky. ¡Kate! –Alegremente entró en la casa ignorando a su hermano y me saludó con un beso. –Ya sé que dije que no vendría hasta la noche, pero mamá quería la casa para ella sola así que…
-Nosotros también quer…
-No pasa nada Alexis, no teníamos nada mejor que hacer –lo interrumpí.
-¿Seguro? Si molesto puedo ir a casa de mi novio…
-¡Qué! ¡Ni hablar! No molestas, vamos, ponte cómoda.

Mientras la chiquilla se sentaba en el sofá me lo llevé a la cocina para hablarle.

-¿No eres un poco hipócrita?
-¿Por qué quiera hacer el amor contigo pero evitar que mi hermana lo haga con su novio? Eso no es hipocresía, es protección fraternal.
-¿Qué tal si le preguntamos a Alexis lo que piensa sobre tu protección fraternal?
-Me daría una charla sobre lo madura que es y la inexplicable desconfianza que demuestro al no dejarla vivir su vida.
-Y tendría mucha razón.
-Yo le respondería con que es mi hermana pequeña y como tal tengo el derecho y la necesidad de protegerla contra los indeseables.
-Y yo terminaría con un “yo no digo nada de todas las chicas con las que has estado”. Tú te quedarías callado y Kate me pediría perdón con la mirada por tu estúpido comportamiento. Así que, ¿por qué no nos ahorramos la charla y jugamos al póker? –Alexis nos sonrió desde el sofá con una baraja en la mano.
-Me parece bien.

Estuvimos jugando durante al menos dos horas al estilo Castle, es decir, los dos se miraban fijamente intentando descifrar los gestos del otro mientras me ignoraban a mí. No fue extraño por tanto que yo ganase casi todas las partidas. Cuando Rick repartió por última vez Alexis resopló.

-No vuelvo a jugar contigo Kate, ahí te llevas toda mi paga del mes.
-¿Jugáis siempre así? –pregunté entre risas mientras que él miraba también con pena los dos dólares que le quedaban.
-No, cuando jugamos contra mamá nos aliamos y después nos repartimos las ganancias.
-¿Y ella no se da cuenta?
-Hablas de una mujer que se toma un chupito por cada partida perdida. Eso ayuda.
-Y si gana se bebe dos –añadió Alexis.
-Vaya… ¿y qué hacéis con los beneficios?
-Comprarle más botellas.
-Ella bebe, nosotros ganamos, ella bebe…
-Y caemos en un círculo vicioso una y otra vez –terminó la pelirroja con un gesto teatral. –Pero será mejor que dejemos de contarle momentos sobre nuestra vida familiar o la asustaremos. Voy a encargar la cena.
Se levantó dejándonos solos; capté el brillo de orgullo en la mirada de Rick.

-Todavía no entiendo como ha salido tan bien –comentó -. Entre divorcios, locuras maternales y sobre protección fraternal hubiera sido más normal que cayese en las drogas o algo así.
-Es lista –observé -. Además, tu madre y tú la habéis educado bien.
-¿Aun habiéndola entre chupitos y póker?
-Bueno… yo no le comentaría esos detalles a un asistente social –nos reímos -. Pero la adoráis, sólo hay que verlo.
-Me gustaría tener una hija como ella –sonrió. Yo me aparté al darme cuenta de lo que significaban esas palabras, miré a otro lado, con la boca seca. –Obviamente ese ha sido un comentario desafortunado.
-Esto…
-Hagamos como si no hubiera dicho nada –dijo, quitándole importancia.
-Pero…
-Kate, sólo es un comentario sobre un futuro muy lejano, yo tampoco quiero niños ahora.

Suspiré aliviada, lo último que necesitaba era hablar de bebés con él, ya fueran bebés del futuro o del presente. A mí lo único que me gustaba de los bebés era como se hacían y tampoco es que tuviera mucha práctica sobre ello.

-Cariño, si sigues tomándote la vida tan en serio te saldrán canas antes de tiempo –se rio de mí, haciéndome fruncir el ceño.
-A mí no me hace gracia –gruñí.
-Lo siento… -se disculpó divertido -. Es sólo que me estoy imaginando la cara que pondría si te hablase de matrimonio o algo así.
-Yo prefiero imaginar la que tendrías tú después del puñetazo que quiero darte ahora mismo.
-¿Pelea de enamorados? –Alexis se sentó a nuestro lado de nuevo, burlona. Miró a su hermano: -¿Qué has hecho esta vez?
-Hablar de bebés, ¿qué te parece Alexis? ¿Quieres un sobrinito? –siguió riéndose mientras yo controlaba las ganas de matarlo; afortunadamente mi cuñada salió en mi defensa.
-¿Y tú?

Rick no volvió a sacar el tema sobre bebés en mucho, mucho tiempo.
Alexis se marchó unas horas después, cuando recibió una llamada de su madre diciendo que la casa ya estaba libre. La joven trató de hablar con Rick sobre el nuevo “amigo” de su madre, pero él declinó la oferta, no era un tema que le entusiasmase. Él la acompañó hasta la casa familiar, ignorando sus protestas.

-Es de noche, no te irás sola –le dijo antes de volverse hacia mí -. ¿Me esperas aquí?

Asentí antes de darle un beso a la pelirroja que se despidió diciendo por lo bajo algo que nos sonó a un “podrías hacer cosas divertidas si no te empeñases en llevarme a casa”.

Cuando ambos hermanos se marcharon me puse manos a la obra, decidida a preparar algo que hiciera que las cosas divertidas merecieran aún más la pena. Busqué por el pequeño apartamento y encontré varias velas, las dejé por el baño y luego busqué por los armarios, dudando de que un tío tuviera sales o bombas, pero me equivoqué, allí estaban, con olor a cereza. Me las apañé para que el agua de la ducha saliera a una temperatura adecuada, algo muy complicado de conseguir en esa casa y esparcí una buena cantidad de las sales de colores en la bañera. Enseguida el olor frutal llenó toda la habitación y el vapor comenzó a empañar los cristales. Salí de allí y empecé a desnudarme, dejando la camisa sobre el sofá, el sujetador en el suelo y los pantalones cerca de la puerta del baño, junto con una nota. Luego cerré la puerta y me metí en la bañera, a esperar.

Un buen rato después el agua caliente me había adormecido, pero el ruido de la cerradura me despejó de golpe. Lo escuché pisar y llamarme y casi pude imaginar su cara al recoger una a una las prendas y leer la nota. Volví a meterme en el agua tras encender apresuradamente cada vela, con el tiempo justo antes de que él abriese la puerta y entrase, apoyándose en los azulejos, con los brazos cruzados.

-Te veo relajada –dijo -.Quizás debería dejarte sola –sugirió. Yo sonreí despreocupada.
-Quizás –respondí.
-¿A sí? ¿Y qué harías si te dejase sola? –susurró. Volví apenas la cabeza, incorporándome un poco en la bañera, lo suficiente como para que viera mis pechos desnudos. Rick no perdió detalle de como el jabón resbalaba por las curvas.
-¿Quieres verlo?
-Sí –replicó, seguro. Nos miramos fijamente, él esperaba, pensando posiblemente que aún seguía siendo una chica tímida y vergonzosa. Le tendí una mano, se acercó a mí y cogiéndola metió un dedo en su boca, mordiéndolo antes de liberarlo. Entrecerré los ojos. –Enséñamelo –exigió.
Negué con el mismo dedo que había llevado a su boca. –Yo aquí desnuda y tú así… no es justo, ¿no crees?
Hablaba en voz baja, decidida a demostrarle que todos mis miedos habían quedado atrás. Rick se llevó las manos al jersey se lo quitó, arrojándolo hacia atrás. En apenas segundos se quedó completamente desnudo, me miró.
-¿Y ahora qué?
-¿Sigues queriendo ver lo que haría si te fueras?
-Oh, sí.
-Con una condición –dije.
-Lo que quieras.
-Yo también quiero verte.
Él entrecerró los ojos. -Quieres verme, ¿cómo?
-Rick… -le advertí.
-Dilo –me retó, rodeando su erección con la mano. Miré aquello, pero él se apartó, esperando.
-Sigue.
-¿Qué quieres que haga?
-Quiero que te toques –contesté.
-¿Y? –insistió.
-Richard…
-Quiero que te toques y te corras para mí, Kate –dijo él, tranquilo, sin vergüenza -. ¿Qué quieres tú?
Se arrodilló, quedando su rostro a mi altura, intenté besarle, pero se apartó, su mirada nunca dejó de retarme.
-Lo mismo –murmuré.
-Dilo –su voz me exigía, su mano volvió a rodear su miembro, pero no hizo nada, aunque pude notar como sólo aquello le hacía sentir bien. Por un momento me imaginé a mí misma tomándolo con la boca, tal como él ya me había hecho a mí, pero alejé ese pensamiento. Había cosas para las que no estaba preparada. Pero para otras sí.
-Tócate. -Ahora mi voz sonó firme - Y córrete para mí.
-Tus deseos son órdenes.

Esta vez no se limitó a acariciarse, empezó a masturbarse para mí, con movimientos rítmicos, arriba y abajo; enseguida sentí como de nuevo las ganas de acariciarme me quemaban, llevé una mano hasta un pecho y pellizqué un pezón, dejando la otra entre mis pliegues, frotando allí. Rick gimió ante aquello y aceleró el ritmo, yo lo imité. Entonces él no se conformó con mirar y con su otra mano hundió profundamente un dedo en mi vagina, grité ante la inesperada intrusión y me arqueé, dándole más acceso. El agua se movía violentamente, acompañándonos, la espuma había desaparecido, dejando todo mi cuerpo y lo que estaba haciendo a la vista de él. También yo quise darle placer y tomé su erección con firmeza, apretando. Rick gruñó y me introdujo de golpe otro dedo, mientras que con mi mano me frotaba el clítoris. Ambos estábamos muy cerca.

-Así… -jadeó - aprieta un poco más –me guio, sin dejar de penetrare con los dedos. Hice lo que me decía, sintiendo como una gota blanquecina manchaba mi mano. –Joder.

Cerré los ojos con fuerza y de repente sucedió. Rick curvó sus dedos dentro de mí y exploté, apretando los puños, provocando su orgasmo. El baño se llenó de gemidos y jadeos. Mi cuerpo se aferró a sus dedos, aprisionándolos, sin querer dejarlos ir, alargando el placer. Cuando sentí como todo se calmaba lo miré, él parecía relajado. Lo solté, ambos sonreíamos. Me eché hacia delante, mirándolo con picardía.

-¿Te apetece un baño caliente?