''Prefiero arriesgarme al error, al error de no arriesgarme'' CAPÍTULO 3.

¡Hola a todos!

Lo primero, pedir perdón otra vez. Se que llevo dos semanas sin subir capítulo pero he estado de viaje de estudios en Praga y Budapest por lo que, como comprendereís, no he podido escribir nada.

Pero bueno, por suerte o por desgracia ya estoy de vuelta así que os traigo nuevo capítulo. Es un poco flojo pero espero que mi inspiración vuelva pronto para poder traeros un capítulo en condiciones. Este ni siquiera iba a publicarlo pero me sabía mal tardar más tiempo todavía en publicar algo. Aún así espero que, dentro de lo que cabe, os guste un poquillo.
¡GRACIAS POR LA PACIENCIA!

Este capítulo se lo dedico especialmente a Sara, que por fín me ha hecho caso y se ha registrado en el foro. Me enrollaría y te diría mil cosas pero ya lo sabes todo. Simplemente añadiré que me encantó poder pasar un rato contigo y que GRACIAS.
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Capítulo 3

Ahí está ella, en un estado de relajación total, tanta que hasta le cuesta abrir los ojos, así qué decide no hacerlo, decide simplemente quedarse en esa posición, tumbada sobre el lado izquierdo de su cuerpo con la fina sábana amoldándose perfectamente a su cuerpo. Se siente bien, muy bien. Por fin han aclarado el tema, por fin vuelven a estar cerca; tan cerca que el brazo de Castle sigue rodeándola, descansando sobre la piel desnuda de su cuerpo, justo dónde lo había dejado la noche anterior antes de que ambos quedaran atrapados en el más profundo de los sueños.

Los primeros rayos de Sol empiezan a colarse en la habitación, iluminándola poco a poco. Ella, consciente de que la alarma de su móvil sonará en apenas unos minutos, abre los ojos lentamente y no puede evitar que sus labios se curven formando una gran y sincera sonrisa al verle. Siempre le ha gustado verle dormir, es una sensación que realmente le encanta. Le maravilla que ni siquiera durmiendo sean capaces de separarse, siempre que se duermen abrazados se despiertan de la misma manera, es como si fueran dos imanes incapaces de separarse. Con pequeños gestos Castle siempre ha hecho que ella se sienta como en casa y ahora ella, aun que ni siquiera vivan juntos, es incapaz de llamar ''hogar'' a otro sitio que no sea en el que se encuentra en ese momento; a su lado.

Acerca lentamente la mano hasta su cara y le proporciona una suave caricia para luego pasar a jugar con su pelo revuelto pero el apenas se inmuta, está completamente dormido. Kate sonríe con ganas y se libra del brazo con el que él la está rodeando, acercándose más a él y depositando suaves besos en su cuello, pasando por su mandíbula y acabando en sus labios con un beso corto, suave y dulce. Cuando va a retirarse nota que él le ha impedido cualquier movimiento apretándola contra él, mientras le acaricia suavemente la espalda con las yemas de los dedos y profundiza el beso. Ambos se separan lentamente cuando comienzan a notar la falta de oxígeno y él le susurra al oído un ‘’buenos días Kate’’. El hecho de escuchar su nombre saliendo de su boca en un susurro casi inaudible hace que ella se estremezca y que un agradable escalofrío recorra su espalda. No puede hacer otra cosa que volver a besarlo, una y otra vez; besos cortos, besos largos, simplemente besos.

Solo había sido una semana pero ambos habían echado de menos esos despertares. Despertares llenos de abrazos, de caricias, de besos y de sonrisas. Despertares en los que no existía nada más a su alrededor; solo ellos dos queriéndose como nadie.

La cosa comienza a ponerse realmente interesante pero, para desgracia de ambos, la alarma del móvil de Beckett empieza a sonar.

-Mmmm, un ratito más por favor.

-Dice Castle entre beso y beso.

-Castle para. Llegaremos tarde. - Le dice entre sonrisas.

-Seguro que pueden apañárselas sin nosotros un rato… - Dice él poniendo ojitos.

-¿Y tú crees que Gates lo verá así? -

-Probablemente… - Kate le recrimina con la mirada y el decide no insistir más – no. Probablemente no… - Dice poniendo cara de fastidio.

A ella también le encantaría pasar con él toda la mañana así, pero no puede. Se libra de él como puede, depositando un suave beso en su mejilla, susurrándole al oído un ‘’Buenos días a ti también Rick’’ y regalándole la mejor de sus sonrisas, a la que él responde con la mejor de las suyas.

Mientras Kate se da una ducha como hace cada mañana, él se dirige a la cocina para preparar el desayuno. Decide preparar café y crêpes de chocolate, los favoritos de Kate.

Se ha quedado completamente absorto en sus propios pensamientos. Le encanta que sea Kate lo primero que ve cada mañana al despertarse, que sea ella a la que debe prepararle el desayuno, que sea ella la que se acurruca junto a él en el sofá para vez una película, para leer o simplemente para hablar. Adora que sea ella a la que debe prepararle un baño y una copa de vino en esos días que son especialmente duros de trabajo, que sea ella a la que le roba besos en cuanto tiene oportunidad, que sea ella la que le sonríe cada día antes de quedarse dormido. Se podría decir que casi viven juntos, pero no. A él le encantaría pero tiene claro que no quiere presionarla; con ella la presión no funciona, es lo peor que puede hacer.

-¡Vaaaaya, que bien huele por aquí! – La voz de Kate y el abrazo que ella le da rodeándolo por la espalda le sacan de sus pensamientos.

-Pues como dicen: si huele bien… mejor sabrá. Toma, pruébalo. – Dice él mientras le acerca un trozo de crêpe de chocolate a la boca.

-Mmm, ¡riquísimo! – Dice ella con una gran sonrisa. Sabía de sobra que iba a estar genial antes de probarlo, sabía de buena mano lo bien que le quedaban siempre los crêpes a Rick, pero la encanta cuando la cuida de esa manera, como si fuera una niña pequeña que incluso necesita que la den de comer. Con él siempre se siente protegida y eso es algo que le encanta y que agradece en el alma porque es la única persona que ha conseguido que ella se sienta así.

Kate coge otro trozo y lo acerca hasta la boca de Castle y justo antes de introducirlo lo dirige a la suya propia, se lo come de un solo bocado, relamiéndose lentamente los labios y dejándolo a él con cara de fastidio.

-¡Eso no vale! Yo también quiero probarlos. Aunque he de admitir que eso último te ha quedado muy… sexy. – Le dice él mientras Kate pone los ojos en blanco.

Siguen unos minutos más dándose de comer el uno al otro, entre risas y besos con sabor a chocolate, hasta que el móvil de Kate vuelve a interrumpirlos.

-Un día de estos tiraré ese móvil por la ventana… ¿tienen que interrumpirnos siempre en los mejores momentos? – Dice dándole un trago al café.

-Los asesinos no descansan Castle, ya lo sabes. – Dice ella guiñándole un ojo mientras se dispone a contestar. – Beckett. Si. Ahá. Vale, muy bien, ahora mismo vamos. – Beckett cuelga el teléfono y coge su taza de café, bebiéndose de un trago lo poco que le quedaba.

-Deduzco que tenemos un caso… - Dice Castle con una sonrisa mientras observa cómo se bebe el café.

-Deduces bien gatito. ¿Vamos? –

-¡No me llames gatito! – Dice él poniendo cara de circunstancia y voz de niño pequeño. – Es odioso.

-Es gracioso – Le contesta ella a carcajada limpia poniéndose el abrigo y abriendo la puerta del loft.

Castle suelta una especie de bufido y, abrigo en mano, la sigue.

***

Minutos más tarde llegan a una especie de callejón, muy largo, en el que ya se encuentra el resto del equipo y también la policía científica.

-Hey Espo, ¿qué tenemos? – Mira hacia todos lados imitando a Castle, que también se encontraba estudiando la escena, pero ninguno de los dos consigue ver nada. - ¿Y el cadáver?

-Allí, con Lanie. – Dice Espósito señalando un taxi. – Se lo cargaron dentro del taxi de un disparo en la cabeza con una nueve milímetros. – Le continúa explicando mientras se dirigen hacia dónde se encuentra Lanie. – Varón, cuarenta años, nacionalidad rusa.

-¿Hora de la muerte? – Pregunta Kate mirando a Lanie nada más llegar al taxi.

-Calculo que entre las seis y las siete de la mañana. – Responde ella más seria de lo habitual y con una cara que refleja algo de tristeza.

-¿Estás bien? – Kate muestra cierta preocupación. Normalmente su amiga siempre tiene una sonrisa, aunque sea en la escena de un crimen.

-Sí… estoy bien, no te preocupes. – Contesta Lanie con una falsa sonrisa, desviando por un segundo la vista hacia Espósito.
Es entonces cuando Kate se da cuenta de lo que pasa; otra de sus discusiones con el detective. Más tarde hablará con ella.

-Un testigo afirma haber visto a un hombre de unos treinta y pico años, alto y corpulento salir corriendo de aquí a eso de las seis y diez de la mañana. – Afirma Ryan que ha salido como de la nada sobresaltando a todos.

-Hey bro, ¿dónde estabas? – Le pregunta Espo a Ryan.

-Estaba… hablando con Jenny. ¿Os venís mañana a tomar algo? Es… importante. –

Todos se miran extrañados, pero aceptan encantados.

-Bien. Llevad al testigo con un dibujante, mirad si hay algo que pueda servirnos en las cámaras de seguridad y que los técnicos comprueben si hay más huellas en el taxi.

-De acuerdo, eso está hecho. – Afirman Ryan y Espo a la vez.

-¿Y nosotros? – Pregunta Castle.

-Nosotros… a comisaría. – Contesta ella con fastidio. La verdad es que no tenía ninguna gana de pasarse el día trabajando, se sentía agotada y no le apetecía en absoluta soportar a Gates.

-¿Puedo conducir? – Pregunta poniendo ojitos. – Porfiiiiiii. –

Kate siempre se ha preguntado por qué él insiste tanto en que le deje conducir. Al principio le hacía gracia pero ahora sentía demasiada curiosidad. Su coche era una porquería, una porquería que ella apreciaba mucho, pero una porquería al fin y al cabo.

-¿Por qué siempre insistes tanto en conducir mi coche Rick? Ni que fuera un ferrari… -

-Yo ya tengo un ferrari, así que si lo fuera… me daría igual. Déjame conducir, porfi. – Dice poniendo ojitos, con esas mirada suplicante que solo él sabe.

A Kate esta situación le parece sumamente infantil pero no tiene ganas de discutir, por lo que decide tenderle las llaves. Llaves que el coge sin dudar de la palma de la mano de Beckett en un rápido y sutil gesto.

***

El trayecto hasta la comisaría transcurre en silencio; cada uno atrapado en sus propios pensamientos, el mirando al frente, centrado en la conducción del vehículo y ella mirando hacia un lado a través de la ventana. Hasta que Castle, que deduce que ella sigue preguntándose por qué tanta insistencia para conducir su coche, decide romper el silencio.

-Siempre he insistido tanto en que me dejaras conducir este coche porque era algo que no le dejabas hacer a nadie. – Kate aparta la vista de la ventana para mirarlo. – Quiero decir, ya sé que es tu coche pero… no sé, era como si no confiaras en nadie más que en ti misma para llevarlo. Sé que parece una tontería y que no tienes por qué dejarle tu coche a nadie pero… pensé que el día que me dejaras conducirlo significaría que confías en mí. – Se produce un breve silencio antes de que Castle continúe en el que Kate frunce el ceño y aprieta los labios evitando solar una gran sonrisa. – Si lo sé, es una tontería. Pero siempre me había hecho ilusión conducirlo por esta razón.

-Rick… yo confío en ti, te deje o no te deje mi coche. – Castle la mira y asiente antes de devolver su vista a la carretera. – Pero supongo que tienes razón… tengo que confiar mucho en alguien para dejarle mi coche. – Dice soltando, ahora sí, una gran carcajada; lo que ha dicho es una bobada, pero tiene toda la razón. La conoce demasiado bien, incluso mejor que ella misma.
Castle sonríe y la mira durante unos segundos, le encanta verla así.

- Bueno pues… supongo que ya puedo tacharlo de mi lista. –

-¿Aún sigues con eso? – Pregunta ella riéndose más aún.

-Claro que sigo con eso. ¡Y seguiré! Quiero tener claros mis objetivos en esta vida. – Contesta él orgulloso y con una gran sonrisa.

Ella ya no sabe si tomárselo en serio o en broma. Era increíble lo obsesionado que había estado con esa lista durante el caso anterior, cuando había pensado que iba a morir por ver un estúpido video. Ella había tenido oportunidad pero no la había leído entera, se había detenido en el número uno: ‘’Estar con Kate’’. Recuerda haberse quedado mirando esa frase varios segundos hasta que la voz de Castle la sacó de sus pensamientos, recuerda haberse preguntado por qué habían perdido tanto tiempo y recuerda haberse autocontestado automáticamente que por su culpa, por su estúpido muro, ese estúpido muro los había mantenido alejados demasiado tiempo.

No puede evitar preguntarse cuantas cosas más sobre ella tendrá escritas Castle en esa lista y qué tipo de cosas serán. ¿Bobas de las suyas? ¿O tal vez cosas más serias? Le encantaría averiguarlo. Puede que en un futuro no muy lejano intente sonsacarle algo de información.

Vuelve a dirigir su vista hacia la ventana del coche, observando a la gente que pasea por las calles de Nueva York, aun húmedas a causa de la lluvia. Hay personas de todo tipo; adolescentes que caminan en grupo, padres paseando con sus hijos, grupos de turistas, amigas que van de compras, parejas dadas de la mano… Le gustaría estar ahí fuera, con él, disfrutando de su compañía mientras caminan abrazados, susurrándose palabras al oído, entre sonrisas y miradas. Miradas. Si hay algo que caracteriza su relación es eso, siempre se lo han dicho todo con una simple mirada. Y es algo que se confirma en cuanto ella gira la cabeza hacia él, que la está observando, y se percata de que está pensando exactamente lo mismo que ella, nada le gustaría más que aparcar el coche, abrirla la puerta, cogerla de la mano y perderse con ella por las calles de Nueva York.

Pero están llegando a la 12 y les espera un largo día de trabajo. Tal vez en otra ocasión, en la que los asesinos les den una pequeña tregua, puedan disfrutar de un paseo por las abarrotadas y bulliciosas calles de Nueva York o simplemente disfrutar de un rato juntos a solas, donde sea, sin la presión de tener que marchar a perseguir y desenmascarar criminales.