Segundas Oportunidades Cap 9 ( 19/12/13) TERMINADO

Abrió los ojos, pasó la lengua por sus labios, estaban resecos, su boca tenía un sabor metálico, intentó incorporarse, en ese mismo instante sintió un pinchazo que le recorrió desde el talón hasta su cadera haciendo que ponerse en pie le resultase imposible.

Centró su mirada, intentando descubrir dónde se encontraba. Estaba rodeado por contenedores metálicos de basura, a su lado restos de comida podrida, frente a él la salida de emergencia de un restaurante asiático.

No recordaba cómo había llegado hasta allí, se pasó la mano por el pelo, lo sintió grasiento, miró sus pantalones, rotos y sucios al igual que su chaqueta. Nuevamente intentó ponerse en pie, y pese a sentir como algo se desgarraba nuevamente en su interior, lo logró. Una gota de sudor rodó por su sien, demostrando el tremendo esfuerzo que aquello había supuesto.

Apoyándose en la pared, fue dando pequeños pasos, arrastraba la pierna izquierda intentar doblarla le causaba un gran dolor, pensó que estaría rota, con gran esfuerzo salió de aquel callejón. El retrovisor de un vehículo le devolvió su imagen actual. Pelo largo, sucio, grasiento, barba muy poblada, grandes ojeras surcaban bajo sus ojos, restos de sangre seca cerca de la sien izquierda, labio partido. Miró sus manos, los moratones de sus nudillos no dejaban lugar a la duda, había tenido una pelea.

Dejó de mirarse alzó la vista, reconocía aquella calle, su bar favorito se encontraba a la vuelta de la esquina. Encaminó sus pasos hacia aquel establecimiento, lentamente, cada paso dado le devolvía un dolor insoportable, por un momento su mente le sugirió ir hasta un hospital, sólo fue por un momento, inmediatamente pensó que con una copa alejaría el dolor.

La guarida, su bar preferido desde hacía años, comenzó a descender las escaleras de entrada, pero inmediatamente sintió como su pierna le fallaba, comenzó a rodar escaleras abajo. Brian, el dueño de aquel bar escuchó el golpe en la puerta, salió de detrás de la barra y fue a ver qué pasaba.

-Joder, Tom, avisa a una ambulancia – le gritó a su camarero – RR se ha caído.

-Estoy bien, puedo ponerme en pie, no hace falta una ambulancia – intentó levantarse pero lo único que logró fue que de su garganta saliera un grito inmenso de dolor.

-Estate quieto, enseguida llegan. No te bastó con la pela de anoche, que has decidido terminar ahora lo que ellos comenzaron.

Pese a los intentos de él Brian logró mantenerle en el suelo, más por el miedo a una posible demanda que porque realmente estuviera preocupado por él. La ambulancia llegó, lo primero que hicieron antes de ponerle sobre una camilla fue asegurar su cuello con un collarín.

-No lo llevamos al hospital, parece tener la pierna rota y alguna lesión más – le dijeron al propietario del bar.

-Será de la pelea de anoche – dijo éste con un tono de cansancio.

Brian regresó al interior una vez la ambulancia comenzó a alejarse.

-Es una pena, cada noche se la pasa bebiendo.

-Lo es Tom, lo es. Hace años que le conozco, y ha ido empeorando su romance con el alcohol.

-¿Siempre fue así? – Brian le miró sin entender a qué se refería- Hay días que cuando está sobrio habla con mucha educación, me habla de literatura, historia, filosofía, eso me hace pensar que en algún momento su vida debió ser de otra forma.

-Lo fue, cuando le conocí aún tenía un trabajo, una casa, amigos. Pero poco a poco fue perdiendo todo. El alcohol es lo que tiene, destruye todo lo que tienes.

-¿A qué se dedicaba? – preguntó con curiosidad.

-Era profesor, creo que en la Universidad, pero ya ves como ha terminado.

Mientras ambos hombres terminaban de adecentar el local para la apertura, en el hospital RR esperaba en una sala de curas.

Tras las pruebas pertinentes, descubrieron que efectivamente la pierna estaba rota, tenía varias lesiones que necesitaban puntos, pero nada más.

-Bueno, pues esto ya está – dijo una enfermera tras colocar el yeso en la pierna- Deberá volver para que se lo quitemos en un mes. Espere aquí, el doctor vendrá con su alta y con las recetas para las medicinas. Y considere lo que le hemos dicho, ingrese en un centro.

-No tengo ningún problema con la bebida, así que no es necesario.

-Como quiera – dijo encogiéndose de hombros – al menos aséese de vez en cuando – concluyó la enfermera saliendo de la sala.

Media hora después abandonaba el hospital apoyado en unas muletas, en sus bolsillos las recetas de las medicinas para evitar el dolor, pero en sus bolsillos no tenía dinero suficiente para comprarlas.

Pese a no gustarle decidió que lo mejor sería ir a un refugio para indigentes, al menos ese día, tenía que reconocer que pese a los calmantes que le habían suministrado le dolía todo el cuerpo.

Decidió ir al 30th Street Intake Center, era un centro para indigentes masculinos, situado en la 400-430 Este de la calle 30, abría las 24 horas de día, incluyendo fines de semana y días festivos.

Se dirigió al metro, tras comprar el billete tomó el tren 6 hasta la calle 28, allí se bajó y caminó, lentamente, hacia el este hasta llegar a la 1st Avenida y allí giró a la izquierda, en dirección norte hasta llegar a la calle 30.

Se encontraba en la entrada sin decidirse a dar el último paso y entrar en aquel edificio.

-Ya que ha llegado hasta aquí, no pierda nada por entrar – dijo una mujer sujetando la puerta desde dentro – tenemos fundas para la escayola con ellas se podrá dar una ducha y en unas horas serviremos la comida, seguro que un plato caliente no le vendría mal – continuaba con su charla la mujer.

Miró al suelo, suspiró y por fin se decidió a entrar.

-Buena decisión – dijo la mujer haciéndose a un lado para que pudiera pasar- Mi nombre es Rachel.

-Supongo que deberé dar mis datos para poder quedarme aquí – dijo parándose nada más traspasar aquella puerta.

-Nos lo exigen los servicios sociales. ¿Si quieres acompañarme? – dijo comenzando a caminar hacia la recepción.

Él aún se encontraba parado en mitad de la sala, decidiendo si aquello había sido una buena idea.

-Vamos, has venido hasta aquí, por tu aspecto diría que hace tiempo que no duermes en una cama en condiciones, por no hablar de las comidas. Al menos regálate eso aunque sea por un día – decía Rachel.

-Está bien – contestó tras pensarlo un momento – pero sólo será hasta mañana – concluyó acercándose hasta el mostrador.

-Bueno, por algo se empieza – dijo ella sonriendo – Necesitaré algunos datos, nombre, edad, profesión, ultimo domicilio –dijo ella mirándole- No es muy difícil.

-Está bien. Richard, mi nombre es Richard, 42 años, profesor o al menos lo era, vivía en Columbia en el campus.

-Vaya, un profesor universitario – dijo ella haciendo que Richard se sintiera incomodo- necesitaré tu apellido y que me firmes el ingreso – tendía ante él la solicitud y le dejaba al lado un bolígrafo.

-Rodgers, Richard Rodgers – contestó él al tiempo que firmaba.

-Bueno, no ha sido tan difícil. Tu habitación es la 12 en la primera planta, allí encontraras todo lo necesario para asearte, la comida se sirve en dos horas y ahora una de mis compañeras te acercará la bolsa para la escayola.

-Perfecto – contestó él comenzando a caminar.

-Te dejaremos ropa limpia, la tuya está hecha un asco. Ropa interior, vaqueros, camiseta, jersey y una cazadora, ¿tu número de pie?

-45 –contestó él.

-Perfecto, ahora te llevaran todo. Rick – él se paró y se giró – bienvenido.

Mientras él llegaba a su habitación Rachel encomendaba a una colaboradora el suministrar al nuevo todo lo necesario.

-Y no te olvides de la bolsa para la ducha.

-Tranquila lo he apuntado todo. Ahora se lo subo, la 12 ¿no? – Rachel asintió.

Una hora después, tras la ducha, Rick se miraba en el espejo.

Sin la mugre aun podía reconocer algo del hombre que fue hace tiempo. Se vistió y salió en busca de Rachel.

-Perdone – dijo al encontrarla- ¿Tendría una máquina para cortarme el pelo?

-Sí claro. Vaya cambio que has dado –dijo mirándolo – ahora ya pareces una persona. Voy a avisar a Martha para que traiga una máquina.

Tras esperar cinco minutos, la mujer llegó con la máquina para el pelo.

-Cuando termines, no olvides dejarla en la recepción – le dijo Martha al dársela.

-Descuide, no pensaba robarla – contestó a la defensiva él.

-Perdona, no quise que sonara de esa forma, lo digo porque si no luego no sabemos dónde está y es un lío buscarla.

-Entonces quien debe disculparse soy yo.

Regresó a su habitación, había llegado la hora de dejar a tras esas melenas, lo mejor sería raparlo al 2 así sería más fácil mantenerlo limpio.

Cuando tomó la máquina para empezar sintió como su pulso comenzó a temblar, símbolo inequívoco de las horas que llevaba sin tomar alcohol. Decidió ignorar el temblor y comenzar a afeitarse la cabeza. Cuando por fin terminó continuó con la barba, pero aquella sí decidió afeitarla totalmente.

-Bienvenido Rick – dijo al mirarse en el espejo.

Miró la hora en el reloj de la pared, faltaban poco más de veinte minutos para la hora de la comida, decidió ponerse el jersey y bajar al comedor.

Al pasar por la recepción dejó allí la máquina del pelo.

-Gracias, siento haber tardo tato, pero mi pulso no era del todo bueno – dijo con una pequeña sonrisa.

-No tenías límite de tiempo.  Estás mucho mejor así, es la hora de la comida, ves o te quedarás sin sitio en el que sentarte – la mujer sonrió al verle marchar – puede que con éste podamos hacer algo – dijo para ella.

Xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx

Un coche atravesaba a gran velocidad las calles de la ciudad, hacía sonar su sirena logrando que los vehículos que le precedían le abrieran paso.

Una vez en su destino, tras parar el motor, alguien descendía de él.

-¿Qué tenemos? –preguntó al llegar a la altura de sus compañeros.

-Hola cariño, varón, tiene marcas de haber tenido una pelea recientemente, herida por arma blanca en la zona del estómago. Te podré dar más datos cuando haga la autopsia.

-Gracias Lanie. Espo, Ryan –se giraba hacia sus compañeros – preguntar por el vecindario a ver si hay suerte y alguien vio algo.

-Kate, ¿cómo estás?

-Ahora no Lanie, estamos trabajando.

-Lo sé, soy profesional, pero eso no hace que me olvide de mi amiga. Hace menos de una semana que has descubierto que tu prometido tenía una amante, sólo me preocupo por ti.

-Si quieres quedamos esta noche en tu casa y hablamos, pero ahora centrémonos en el caso.

De vuelta en la comisaría los detectives analizaban lo descubierto.

-La víctima se llamaba Cris Alcot, vivía en el Soho, era director de una sucursal bancaria. Tenía 50 años, soltero –relataba el detective Ryan.

-¿Habéis podido averiguar algo por el vecindario?

-Tenemos a varios vecinos con el dibujante, vieron a nuestra victima discutiendo con alguien a la salida de un bar – contestaba Espo.

-¿Tenemos el nombre del bar?

-Deja que consulte las notas – Ryan miraba su libreta – La guarida.

-Perfecto, yo iré al bar, mientras vosotros ir a la casa de la víctima y a su lugar de trabajo a ver si tenía enemigos.

-Beckett, ¿no prefieres que uno de nosotros vaya contigo? – Espo supo que había sido una mala pregunta nada más ver al cara de la detective – Está bien, Ryan y yo iremos a la casa y al trabajo. Nos vemos luego.

La detective Beckett llegaba a La Guarida, dejando su coche aparcado en la puerta de acceso trasera.

Decidió hacerse una coleta rápida, tomó su chaqueta de cuero del asiento posterior y se la puso, colocó su placa de la policía en el cinturón del pantalón y comenzó a caminar hacia la entrada del local.

A aquellas horas estaba casi desierto, no había más de diez personas en el sitio, se dirigió hasta la barra.

-Buenos días, soy la detective Beckett de la policía de NY – dejaba la placa sobre el mostrador – me gustaría hacerle algunas preguntas.

-Buenos días detective, soy Tom en camarero. ¿ En qué puedo ayudar?

-¿Conoce a este hombre? – ponía la foto de la victima sobre el mostrador.

-No, no me suena – contestaba Tom tras mirar con detenimiento la foto mostrada.

-Según algunos testigos, anoche tuvo un altercado a la salida de éste lugar.

-Anoche libré, pero mi jefe trabajó, tal vez él le pueda ayudar. Está abajo en su despacho.

-Gracias – decía la detective encaminándose ya hacia el despacho.

Bajó las escaleras, al final de las mismas comenzaba un pasillo, con una puerta en el fondo. Una vez ante la misma llamó, esperando una respuesta.

-Adelante – dijo alguien al otro lado.

-Buenos días, soy la detective Beckett y me gustaría hacerle algunas preguntas sobre un posible cliente suyo – dijo nada más entrar al tiempo que tendía su mano.

-Buenos días detective, mi nombre es Brian – tomó la mano entre la suya a modo de saludo – le ayudaré en todo lo que pueda.

-¿Conoce a este hombre? – preguntaba enseñando la foto de Alcot.

-Sí, estuvo anoche aquí. Le he visto no más de 3 ó 4 veces, no es un cliente habitual.

-Bien, según algunos testigos tuvo un altercado con alguien al salir de su local.

-Así es, tuvo una gran pelea con RR, uno de mis clientes más antiguos.

-¿Sabe la causa de la pelea?

-No, sólo sé que comenzó dentro, pero les dije a ambos que en mi local no permito las pelas y al salir continuaron con lo que habían comenzado. ¿Ha pasado algo? – preguntó Brian.

-El señor Alcot ha aparecido muerto esta mañana, y todo parece indicar que fue asesinado. ¿Me podría facilitar algún dato del tal RR?

-No mucho, es un indigente. Antes no lo era, pero ha tenido mala suerte – decía el hombre negando con la cabeza.

-¿Nada? ¿No puede decirme nada más? – insistía la detective.

-Sólo que antes era profesor, creo que en la universidad, pero no sé nada más. Siento no haber sido de más ayuda.

-Gracias por todo, si tengo más preguntas le haré llamar.

De vuelta en la 12th la detective miraba la pizarra. Allí tenían el retrato robot de la persona con la que la víctima de había peleado. RR, posible profesor universitario, pero nada más.

-Hola Beckett – dijeron llegando hasta ella sus compañeros.

-¿Teneís algo?

-No tenía enemigos, era una persona muy querida – contestaba Ryan – por lo que veo tú has logrado más que nosotros.

-Alcot se peleó con un indigente conocido por RR, antiguo profesor de universidad, pero no me han podido dar más datos.

El sonido del teléfono hacía que la detective se girase hacia su mesa.

-Beckett – contestaba como en ella era habitual – perfecto Lanie, ahora voy. Parece que Lanie tiene algunas huellas dactilares y las está cotejando. Voy a la morgue, chicos.

Unos treinta minutos después estaba de regreso en la 12th.

-Tenemos un nombre, RR, son las iniciales de Richard Rodgers. Ryan averigua todo lo que puedas sobre él.

---

pues hasta aquí el 1er capítulo, espero que os guste.

 

 

 

 

 

 

-Richard Rodgers, licenciado por Oxford en Literatura y Filosofía, profesor de Literatura en la Universidad de Columbia hasta hace cinco años – Ryan comenzaba a leer sus anotaciones- en que fue despedido.

-Vale, pero eso…

-Espera Beckett ahora viene lo mejor – interrumpía Ryan a su compañera- Fue denunciado por una alumna, los cargos que se presentaron fueron por agresión sexual, el nombre de la alumna era Gina – Kate y Espo prestaban total atención a su compañero- antes del juicio se descubrió que no había existido tal agresión. Sí existió sexo entre ellos, pero fue consentido por ambas partes. Eso no impidió que siguiendo los estrictos códigos éticos de la universidad el señor Rodgers fuese despedido, y desde entonces entró, por así decirlo en una lista negra, y no ha vuelto a encontrar trabajo. Además aquello también supuso que su mujer Meredith pidiera el divorcio, dejándole en la ruina.

-Vaya, pues tengo que reconocer que fue una putada – decía el detective Javier Esposito.

- Por lo visto la alumna sólo quiso vengarse por la nota que su amante le había puesto en el último examen, ya que consideraba que merecía más. El señor Rodgers por aquel entonces estaba a punto de lanzar su primera novela, pero con el escándalo la editorial se negó y le reclamó la devolución del adelanto.

-Ahí tenemos como un hombre puede terminar viviendo en la calle – finalizaba Esposito.

-Buen trabajo Ryan, pero aún no sabemos la razón de su pelea con la víctima – la detective se levantaba y se quedaba mirando la pizarra- necesitamos encontrar la relación de ambos. Y la dirección actual del Rodgers.

-Le he pasado los datos a servicios sociales, estoy a la espera de una respuesta. ¿No queréis saber por qué estaban las huellas de Rodgers en el sistema? –preguntaba Ryan con una sonrisa en su cara.

-Supongo que por el asunto de la agresión.

-No Espo, es mejor, mucho mejor que eso – se podía decir que el detective Ryan estaba contento- hace siete años el Rodgers robó un caballo a la policía, y se dedicó a montar desnudo por Central Park, ¿no es genial?

-Colega, parece que ese tío se ha convertido en un héroe para ti y te recuerdo que de momento es nuestro único sospechoso.

-Lo sé Javi, pero me ha hecho gracia, no me negareis que fue original – miró a la detective y tras ver la cara puesta por ésta dejó de sonreír- Está bien, voy a buscar la relación entre ambos.

-Será mejor que lo hagamos ya mañana es tarde y será mejor que vayamos a casa, además necesitamos la contestación de servicios sociales. Venga chicos a casa, mañana os quiero aquí a primera hora.

La detective Beckett tras recoger sus papeles, se ponía su cazadora y salí de la planta de homicidios, nada más salir del edificio hacía una llamada, y quedaba en media hora en casa de su mejor amiga, Lanie.

Sabía que lo que venía ahora sería duro, nunca le había gustado mostrar sus sentimientos, no quería que la gente a su alrededor descubriera lo vulnerable que podía llegar a ser, pero necesitaba sacar todo lo que tenía en su interior. Y Lanie era la persona adecuada para ello, siempre le daba buenos consejos, era como si la forense fuese su lado “humano”.

Tras respirar profundamente un par de veces llamó al timbre y justo antes de que aquella puerta se abriera dibujó una sonrisa en su rostro.

-Kate, ya puedes ir borrando esa sonrisa falsa, a mi no me engañas – fue lo primero que le dijo la forense al abrir la puerta – anda pasa. Supuse que no habrías cenado, así que he preparado algo de pasta, vamos a la cocina aún le faltan unos minutos a la salsa.

-Podíamos haber pedido algo de comida preparada.

-¿Tienes miedo de mi cena?

-Idiota, no lo decía por eso. Tú también debes estar cansada.

-Un poco, pero me relaja cocinar. Anda abre la nevera y saca un par de cervezas – decía mientras removía la salsa en la cazuela.

Cuando la cena estuvo lista ambas mujeres se sentaron a degustarla en la mesa del salón, durante la cena charlaron de cosas triviales. Lanie conocía bien a la detective y sabía que debía ser Kate la que comenzase a hablar sobre lo pasado con su prometido, porque de lo contrario se cerraría y no dejaría salir su dolor.

Tras la cena se trasladaron al sofá llevando consigo una botella de vino y dos copas.

-Soy una estúpida – dijo de repente la detective.

Lanie sólo miró a su amiga dándole en tiempo necesario para que se abriera del todo y le contase todo lo ocurrido.

-Tanto viaje, tanto tiempo fuera de casa no podía ser normal. Pero le creía cada vez que me decía que se iba para ayudar en una nueva causa, seré idiota. Claro que tenía una nueva causa, el follarse a una nueva mujer, y mientras la tonta de Kate le esperaba en casa – Kate lloraba mientras giraba su cabeza fijando su mirada en un punto en el infinito.

-Lo siento cariño. Josh me parecía un buen tipo, algo engreído, como buen cirujano, nunca pensé que podría ser de esos que engañan a sus mujeres.

-Por primera vez en mucho tiempo, dejé que alguien entrase un poco en mis murallas, y mira cómo termina. Nunca debí aceptar su propuesta de matrimonio, nunca he estado segura de querer casarme con él de la misma forma que no debí comenzar a vivir con él. Me daba pánico el compartir mi vida con alguien hasta ese nivel, pero por una vez me dejé llevar.

-Cariño, la vida hay que vivirla. Y tú te has pasado muchos años de tu vida dejando que ésta pasase por ti pero sin dejarla entrar. Es cierto que te has dejado llevar y te ha salido mal, pero eso no quiere decir que no lo tengas que volver a hacer – decía mientras tomaba de las manos a su amiga- Josh no era el adecuado, pero seguro que ahí fuera está el hombre de tu vida, el que te hará completamente feliz, el que se despertará cada mañana con una única idea en su mente, dibujar una sonrisa en tu rostro.

-¿Y dónde está ese hombre? Porque hasta ahora todos los que han aparecido en mi vida se han ido – tomaba un sorbo de vino al tiempo que limpiaba sus lágrimas con un pañuelo.

-Kate, seamos sinceras, salvo a Josh al resto les has echado tú. Cada vez que una relación parecía que se tornaba en algo serio, les alejabas de tu lado. No han sido ellos los que se han ido, has sido tú la que les has obligado a hacerlo – Kate miró a su amiga alzando una ceja – Oh vamos cariño, ¿no me lo irás a negar? Josh es el primero al que le has dado una oportunidad real.

-Y mira como ha salido. Llegas a casa temprano, deseando dar una sorpresa a tu hombre y la sorpresa te la llevas tú, cuando te lo encuentras en vuestra cama follando con otra mujer.

La conversación entre las dos amigas continuó, Kate dejando salir todo su dolor mientras Lanie intentaba hacerla ver que lo que había sucedido con Josh no significaba que debiera esconderse nuevamente tras sus murallas.

Xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx

A la mañana siguiente la detective llegaba a la 12th junto con la forense, la cual tras dejar a su amiga en la comisaría se dirigía hacia la morgue.

-Te llamo en cuanto tenga algo nuevo – Lanie se despedía poniendo rumbo hacia la morgue.

Una vez en la planta de homicidios, Kate dejaba sus cosas sobre su mesa y se quedaba fija mirando la pizarra.

-Buenos días jefa – decía el detective Ryan – tengo la contestación de los servicios sociales. Ayer un hombre llamando Richard Rodgers ingresó en 30th Street Intake Center.

-Genial Kevin, salgamos hacia allí a ver si tenemos suerte y aún está allí.

-Javi aún no ha llegado.

-Bueno, pero nosotros sí, vámonos, él sabía a qué hora tenía que estar aquí.

Ambos detectives tras subirse en el coche oficial de Beckett pusieron rumbo hacia aquel refugio para indigentes.

Rick, abrió los ojos lentamente, una arruga se formó en su entrecejo, al principio le costó reconocer el lugar en el que estaba. Cuando por fin recordó dónde se encontraba soltó un gran suspiro.

Hacía mucho tiempo que no dormía del tirón, demasiado tiempo que su cuerpo no descansaba sobre un colchón, que su piel no sentía la suavidad de las sabanas. Se giró haciéndose un ovillo, realmente no quería salir de aquella cama, pero recordó que en menos de una hora se serviría el desayuno.

Despacio fue saliendo de aquella cama, miró la escayola, por su mente pasó la posibilidad de quitársela, ir con una escayola no era cómodo para alguien como él. Se dirigió al baño y abrió el grifo de la ducha, mientras esperaba a que el agua saliera caliente, se miró en el espejo pasando su mano por la barba, debería volver a afeitarse antes de salir. Sonrió levemente, al descubrir que bajo sus ojos, las ojeras eran menores aquel día.

Tras la ducha, se afeitó, se vistió y salió de aquella habitación.

-Buenos días Martha – sonrió a la mujer – venía a dejar la llave de la habitación.

-Buenos días muchacho, no es necesario te la puedes llevar.

-No, no puedo. Ya le dije a Rachel que sólo pasaría un día aquí. Me marcharé después de desayunar.

-¿Por qué? –Preguntó la mujer mirando fijamente a Rick - ¿Tienes algo mejor dónde ir?

-No, pero no quiero seguir aquí.

-Mira muchacho, hace menos de 24 horas que has llegado, aún debes estar dolorido por la paliza que sufriste, ¿por qué no pasas al menos otras 48 horas aquí? Y después de eso si sigues teniendo esa idea de irte no te detendré.

-No sé, quiero…

-Beber, eso es lo que más deseas – le interrumpió Martha – lo intentas disimular pero el temblor de tus manos se ha acrecentado. Llevas unas 24 horas sin probar el alcohol, y eso te está matando, quizás es el momento de dejarlo.

-¡No tengo ningún problema con la bebida! –Dijo alzando la voz- me iré después de desayunar, y guárdate tus consejos para alguien que los necesite.

-Como quieras, recuerda que nuestras puertas están abiertas las 24 horas del día los 365 días del año – fue lo único que la mujer contestó.

Rick se giró y tomando las muletas se dirigió hacia el salón a desayunar.

Media hora después reaparecía en la zona de recepción. Su idea de marcharse de allí no había cambiado.

-Gracias por todo Martha y por favor disculpa mis modales de antes.

-Estoy acostumbrada, lo que ya no es tan normal es que me pidan perdón después.

-Pues lo siento, de verdad que siento como te grité.

En aquel instante las puertas del centro se abrieron dejando entrar a dos personas.

-Buenos días, soy la detective Beckett y él es el detective Ryan – decía señalando a su compañero al tiempo que ambos mostraban sus placas.

-Buenos días detectives – contestaron al tiempo Martha y Rick.

-Queríamos saber si Richard Rodgers aún está en el centro – dijo sin ningún preámbulo la detective.

-Yo soy Rodgers – contestó Rick dando un paso hacia los detectives - ¿por qué me buscan?

-Queremos hacerle algunas preguntas sobre su pelea con el Señor Alcot.

-¿Quién? –preguntó desconcertado él.

-El hombre con el que se peleo hace dos noches – contestó Ryan-Si no le importa deberá acompañarnos a comisaría.

-Pueden hacer sus preguntas aquí.

-Verá el Señor Alcot ha sido asesinado y usted es el principal sospecho así que será mejor que venga con nosotros a la comisaría. Lo puede hacer por las buenas o le podemos esposar u detener ahora mismo – decía la detective.

-Está bien, iré con ustedes, pero ya les digo que yo no he matado a nadie.

 

En la sala de interrogatorios número 3 estaba sentando el único sospechoso del asesinato del señor Alcot, se pasaba una y otra vez las manos por la cabeza, en la sala contigua y a través del espejo los detectives le observaban.

-Será mejor que empecemos –Kate abría la puerta y se dirigía a la sala contigua.

Los detectives Esposito y Ryan se quedaban dónde estaban para observar a su compañera en acción.

-Buenos días señor Rodgers – Retiraba la silla y se sentaba enfrente del sospechoso, con la mesa de por medio – como le dijimos antes quiero hacerle unas preguntas acerca del señor Alcot.

-Como ya le dije yo no he matado a nadie – dijo poniéndose tenso.

-De momento nadie le ha acusado de asesinato, son sólo unas preguntas.

-Ya, y ¿por eso estoy en la sala de interrogatorios?

-Veamos, según varios testigos la víctima y usted se enzarzaron en una pelea. ¿Me podría decir los motivos? – la detective tenía la mirada clavada en su interlocutor.

-Algo de una copa.

-¿Le importaría ser más preciso? – insistió la detective.

-No me importaría, creo que le tiré una copa encima, intenté disculparme, él me llamó borracho y le pegue.

-Brian el dueño del local les mandó salir, ¿qué pasó en la calle, continuaron la pelea?

-Sí, él continuó llamándome borracho, que era un desecho de la sociedad, que la gente como yo debería estar metida en un gueto. Le golpee de la misma manera que él me golpeó a mí.

Las palabras dichas por Richard hicieron que algo en el interior de la detective se removiese.

-Entiendo – la detective tomaba notas de cada una de las respuestas.

-¿Entiende? – En el rostro del hombre se dibujó una sonrisa de cinismo – lo dudo. Yo no tengo ningún problema con la bebida, no soy un borracho.

-Su furia creció y no lo pudo controlar, terminó explotando y apuñalando al señor Alcot.

-¿Qué? No, está loca. Yo no he matado a nadie. Cierto que nos peleamos, pero nada más.

-¿Cómo puede estar tan seguro? ¿Cuántas copas había tomado esa noche?

-Lo sé. Dos o tres, no más. Se lo puede preguntar a Brian.

- ¿Cómo está tan seguro de que no fue usted quien apuñaló a la víctima? – la puerta de la sala se abrió entrando el detective Ryan y dejando un informa a su compañera. Tras leer aquellos documentos la detective prosiguió con el interrogatorio- Insisto ¿cómo está tan seguro? Aquí tengo los análisis de sangre que le hicieron en el hospital, su tasa de alcoholemia indica que no es cierto que bebiese dos o tres copas. Según esto estaba usted totalmente ebrio, ¿cómo puede afirmar que no fue usted la persona que mató al señor Alcot?

-Creo que será mejor que me faciliten un abogado, no voy a seguir con este juego. Ya pasé una vez por ello y no pienso repetir lo mismo – contestó cruzándose de brazos.

-Como quiera señor Rodgers, pero que conste que no estaba detenido, eran tan solo unas preguntas – la detective comenzaba a recoger los papeles.

-Si sólo son preguntas, ¿por qué no me cree cuando le digo que yo no maté a ese hombre? Puede que yo estuviese borracho, puede ser, pero aunque eso fuese cierto, recordaría haber matado a una persona. Supongo que en esos papeles, aparecerán mis antecedentes, supongo que estará también el informe del forense donde pondrá que mis huellas están en el cadáver de la víctima, que mi ADN también. ¡Es normal, me pelee con él, pero ya está! – se levantaba y lanzaba la silla hacia la pared.

-Será mejor que se calme señor Rodgers – Kate ponía su mano sobre su arma- Sé que ahora mismo daría su vida por una copa, tiene la garganta seca, le cuesta respirar, le tiemblan las manos, cierra los ojos porque lo que ellos le muestran dudan que sea real 

– Richard pegaba su espalda a la pared y se iba dejando caer tapaba su rostro con sus manos- Le entiendo, le traeré un café bien cargado mientras esperamos a un abogado – Kate dejó allí a Richard.

Sus compañeros se acercaron nada más verla salir.

-¿Qué piensas? – preguntó Ryan.

-No fue él – ambos la miraron con sorpresa – no me hagáis que os explique porque lo sé, pero algo en mi interior dice que ese hombre que está ahí dentro – señalaba con su mano la sala de interrogatorios – es inocente. Espo, trae un café yo tengo que hacer una llamada.

La detective se alejaba y tras llegar a los aseos, sacó el móvil, mantuvo una corta conversación, se refrescó la cara y regresó al lado de sus compañeros.

-El café – la detective tomó la taza ofrecida por su compañero y con ella se dirigió a la sala de interrogatorios nuevamente.

-Le traigo su café, en unos minutos supongo que su abogado estará aquí. Le recomiendo que se siente, su pierna se lo agradecerá.

Unos veinte minutos después el ruido del ascensor indicaba que alguien llegaba a la planta de homicidios.

-Jim – Saludaba Espo al hombre que terminaba de llegar – Kate está en la sala de descanso.

-Buenos días Javi, no vengo a ver a mi hija. Soy el abogado del señor Rodgers, me gustaría hablar con mi cliente.

Esposito y Ryan se miraban sorprendidos, la detective Beckett se acercaba hasta los tres hombres, había visto a través del cristal de la sala de descanso la llegada de su padre.

-Hola papá – dejaba un beso en la mejilla de su padre – sala de interrogatorios número 3. Te acompaño.

---

gracias por leer y más aun por comentar