¿Quién controla a quién? (Cont. Una broma del destino)- Capítulo 25... 10/Mar

Buenas noches! Siento la hora pero, como dije, aquí les dejo el nuevo capítulo. Se lo quiero dedicar a, como ella misma dice, "una espía de este fic", Skyscraper. Sé que te gustan las escenas románticas, así que ahí va una para ti! Gracias por leer desde el principio y por cada comentario!

A todos los demás, muchas gracias por leer y no olviden comentar! Un beso


Capítulo 12: Despertar navideño

Aquella noche de Navidad Castle y Beckett pudieron dar rienda suelta a toda su pasión. No supieron si Roy se despertó en algún momento pero, como era Jim el que tenía el intercomunicador, no se enteraron. Hicieron el amor varias veces, hasta quedar completamente satisfechos y saciar por completo su deseo.

A la mañana siguiente, Castle se despertó con una enorme sonrisa. Su musa dormía plácidamente, con medio cuerpo apoyado sobre el de él y completamente desnuda. El escritor dedicó unos minutos a observarla detenidamente. A pesar del tiempo que llevaban juntos y de las veces que la había visto dormir desnuda, era algo que nunca se cansaría de hacer y de lo que disfrutaba muchísimo. Le dio un suave beso en los labios que la hizo sonreír en sueños y, con mucho cuidado, la apartó para poder levantarse. Aún era muy temprano para despertar al resto y abrir los regalos, así que aprovecharía para hacer el desayuno. Después de la noche que habían tenido, necesitaban recuperar fuerzas y energía. Además, a Castle le encantaba la idea de alargar todo lo posible ese rato de intimidad que en circunstancias normales no habría sido posible, y abusar un poco más de la confianza de su suegro para poder desayunar tranquilamente con su musa en la cama.

Fue a la cocina y preparó un copioso desayuno. Sabía que a Kate le encantaban las tortitas con sirope de fresa y para él era la mejor forma de agradecerle la noche anterior. Sonrió recordando la primera vez que le llevó el desayuno a la cama y cómo ella le dijo “Veo que no estuvo mal si me lo agradeces con tortitas”. Desde luego para él no era comparable. Si las tortitas guardasen relación con lo bien que había estado lo de la noche anterior, para ser justos, tendría que llevarle un camión de tortitas a la cama. En la bandeja, tampoco podía faltar zumo natural y su café, tal y como a ella le gustaba.

Entró a la habitación y dejó el desayuno sobre su mesilla para despertarla. Apartó con delicadeza los mechones de pelo que caían sobre su rostro y ella se revolvió un poco pero no se despertó. Acarició su mejilla con cariño, sonriendo al ver como ella se estremecía.

-Kate… -susurró cerca de su oído sin dejar de acariciarla. Le dio suaves besos en el cuello, subiendo hacia la mandíbula. –Cariño, despierta…

-Mmmmmm… -la inspectora sonrió aún con los ojos cerrados y dejó escapar una sonrisa. Enredo los brazos en el cuello de su marido y tiró de él, haciendo que perdiera el equilibrio y cayera sobre ella. Los dos soltaron una carcajada y empezaron a besarse. -…Buenos días… mmm –le dijo la inspectora sobre sus labios y sin dejar de sonreír.

-Muy buenos…-dijo el escritor riendo con picardía mientras metía su mano por debajo de las sábanas y acariciaba el cuerpo desnudo de su mujer. Ella jadeó en sus labios.

-Veo que no ha tenido suficiente, señor Castle –le susurró ella divertida.

-Nunca tendré suficiente contigo… –susurró sobre su boca antes de volver a besarla. Se fundieron en un beso apasionado, hasta que la falta de aire los hizo separarse. El escritor acarició su mejilla, luego sus labios y, finalmente le tomó de la barbilla para darle un último y rápido beso. –Te he preparado el desayuno. –Beckett se envolvió en la sábana y se sentó, apoyando su espalda en el cabecero de la cama, al mismo tiempo que Castle se levantó a tomar la bandeja. La puso sobre las piernas de su mujer y se sentó a su lado para disfrutar del banquete que había preparado.


Desayunaron entres risas, besos y caricias, hasta que empezaron a oír ruidos en la cocina. Se podía escuchar como alguien utilizaba los utensilios, seguramente para preparar un desayuno. La pareja pensó que sería Jim porque Alexis y Martha muy probablemente estarían durmiendo. De vez en cuando se oían risas del pequeño Roy, que se escuchaba muy alegre y divertido. Castle y Beckett no pudieron evitar sonreír al escucharlo.

-Me recuerda tanto a ti… –le dijo Beckett mientras apoyaba la cabeza en su hombro y entrelazaban una de sus manos. Castle se las llevó a la boca y besó con ternura la de su mujer. -…con sus ojitos azules y esa sonrisa encantadora, que aunque solo tenga dos dientes me desarma… –los dos se rieron. –Lo único que los diferencia es que Roy es un poco más rubio…

-Yo de pequeño era mucho más rubio que ahora…-dijo el escritor convencido mientras la abrazaba. Estuvieron un rato así hasta que Beckett se separó y lo miró a los ojos.

-Nunca reconoceré en público que he dicho esto pero… -los dos sonrieron con complicidad –...me encanta que sea un mini Castle. Adoro tu mirada, tu sonrisa, el color y el tacto de tu piel…Saber que mi hijo tiene algo de eso me hace muy feliz. También me encantaría que Roy sacara tu carácter divertido, tu valentía y tu dedicación a los demás. Además, tu inteligencia, tu ingenio y, sobretodo, tu encanto innato. Volverá loca a la mujer que quiera con una combinación de todo eso… -Castle se rió y le dio un beso en la mejilla.

-Tienes razón en lo de las mujeres… A mí me ha funcionado para tener la que siempre quise conmigo –volvieron a sonreírse con cariño. –No me importaría que Roy fuese un mini Castle si luego tenemos una mini Beckett –la inspectora lo miró con los ojos y la boca muy abiertos. Le había sorprendido mucho el comentario de su marido.

-¿Quieres tener otro hijo?

-Por supuesto… -dijo Castle rotundamente. -No ahora que Roy es aún muy pequeño y sería una auténtica locura, pero si más adelante. Ya te digo que me encantaría tener a una princesita de cabello castaño y ojos verdes corriendo por ahí, y regañando a su hermano por sus travesuras.

-Bueno…-Beckett no sabía que contestar- supongo que cuando Roy sea un poco mayor podríamos hablarlo... –añadió algo dudosa.

-Emmm… ¡Claro! ¿cuando tenga diez meses está bien? –ella lo fulminó con la mirada.

-Eso no se planea así, Castle. Además… ¿estás loco? ¿Diez meses? Yo pensaba algo así como… cinco años –dijo ella muy segura.

-Cariño… las cosas hay que planearlas, aunque luego no salgan del todo como esperamos. Cinco años es mucho…-Empezó a besarle con dulzura la piel que no tenía cubierta por la sabana. Primero por su hombro y luego siguió por su clavícula hasta llegar a ese punto en el que se une con su cuello. -¿Qué tal un año? –Susurró contra su piel. Ella gimió y no supo qué decir.

-Dos… -Aquella palabra sonó más como un gemido. Castle sabía muy bien como volver loca a su mujer y, sobretodo, como convencerla y hacer que acabara haciendo lo que él quería.

-Uno y medio… -Volvió a susurrarle el escritor casi sin despegar sus labios de ella. Beckett estaba bastante agitada, el escritor la estaba torturando a la perfección. La inspectora hubiese querido discutirle pero eso significaba más tiempo de tortura. Mientras ella intentaba responder, la mano de Castle se coló debajo de la sábana y ascendió por su muslo hasta llegar a su intimidad. Ella cogió aire y lo soltó de golpe.

-Hecho…-soltó sin más antes de lanzarse a sus labios y devorarlos. Volvieron a hacer el amor. No sabían cuando volverían a tener tiempo para esa intimidad y tenían que aprovecharlo. Se amaron con mucha ternura, aunque sin dejar la pasión que había reinado la noche anterior.


Cuando terminaron se dieron cuenta de que en la cocina había mucho más jaleo, lo que quería decir que ya todos estarían allí. Se pusieron el pijama entre risas y caminaron hacia la puerta de la habitación. Antes de salir, Castle la abrazó por detrás y llevó su boca a su oído.

-Me muero por ver tu regalo… -le susurró. Ella sonrió y se giró en su abrazo, quedando frente a frente.

-El que es apto para todos los públicos lo verás ahora, el otro lo disfrutaremos esta noche... –Beckett se mordió el labio inferior y Castle suspiró. Era increíble la capacidad que tenía esta mujer para ponerlo a tono, incluso después de haber pasado una noche y una mañana apoteósica.

Hola a todos!! Les dejo el siguiente capítulo. La verdad es que no estaba muy inspirada con lo de los regalos, aún así, espero que les guste y no les resulte muy pesado.

Gracias por leer y no olviden comentar!


Capítulo 13: Intercambio de regalos

-¡Papá! ¡Kate! Al fin... –dijo Alexis emocionada mientras se levantaba de su sitio e iba hacia ellos. Los abrazó a los dos juntos con fuerza, haciendo que la inspectora se sorprendiera. -¿Podemos abrir ya los regalos? –le preguntó a su padre suplicándole con la mirada. La pareja sonrió al ver la emoción de la pelirroja.

-Por supuesto –dijo Castle– Allá vamos. –Beckett cogió en brazos al pequeño Roy que estaba sentado en su trona. Jim ya le había dado el desayuno y estaba tranquilo y sonriente. Todos caminaron hacia el sofá para hacer el intercambio de regalos.

El primero en abrir los suyos fue Roy. Estaba sentado sobre el regazo de Kate y Alexis le iba pasando sus paquetes uno a uno. El niño parecía emocionado de romper el papel, aunque, la mayoría de las veces, tuvo que ser Castle quien lo ayudó a deshacerse de él. El escritor se había encargado hacía unos meses de equiparlo con todo lo disponible en las jugueterías y, como el niño aún no era muy consciente, o eso creían, no quisieron ser exagerados y se pusieron de acuerdo en no comprarle muchas cosas, sobretodo, porque llegaría un momento en el que no tendrían donde meterlas. Su abuelo Jim le compró un juego educativo, que decía palabras sencillas para que el niño intentara repetirlas. “Mi abu Jim quiere que sea un niño inteligente y esto me va ayudar a decir más cosas aparte de llamar a mi mami”. Martha le había comprado todo un equipamiento para jugar al Láser Tag en miniatura.

-Gracias madre –dijo Castle emocionado cuando lo vio. –Llevaba tiempo queriendo conseguirlo.

-De nada, Richard pero supongo que has visto el tamaño. No es para ti… -le contestó Martha en tono de burla y todos rieron.

-Ja ja ja. Muy graciosa –ironizó el escritor. Después se giró hacia su hijo –En cuanto aprendas a andar verás lo bien que lo vamos a pasar –El entusiasmo de Castle se podía notar en su tono de voz. Beckett miró hacia arriba y sonrió. -“La verdad es que mola el regalo de mi abu Martha. Ya tengo ganas de empezar esa batalla con mi papi”.

Por otra parte, Alexis en su regalo había recurrido un poco al humor. Le había comprado al pequeño un chaleco de policía que ponía escritor y un juego de esposas y pistola de plástico. Castle y Beckett sonrieron al verlo.

-Supongo que de este modo tendrá algo de los dos. Así cuando sea un poco mayor podrá decidir a qué quiere dedicarse –dijo la pelirroja divertida.

-Vaya… Alexis, es un detalle –le dijo Kate sonriente. -“Yo voy a ser poli como mi mami para detener a los malos. ¡Pum! ¡Pum! ¡Pum! ¡NYPD, quedas detenido!”

Por último, fue el turno del regalo de los padres. Ellos habían decidido comprarle algo que le fuera útil a su pequeño. Como ya casi había aprendido a gatear y pronto empezaría a dar sus primeros pasos, le habían comprado una andadora. Castle se había empeñado en que tenía que ser una andadora especial, así que se decidieron por una de Buzz Lightyear. Simulaba ser la nave espacial del guardián del espacio y tenía varios botones que al pulsarlos de oían frases como “¡Hasta el infinito… y más allá!”, “Buzz Lightyear a comando estelar… Adelante comando estelar”, “El peligro siempre está presente en el Sector Gama” y “Misión secreta en espacio no explorado”. El escritor empezó a darle a todos los botones ilusionado, mientras todos los miraban sonriente y Roy reía a carcajadas.

-¿A qué es genial? –preguntó emocionado. Todos asintieron con la cabeza. -“Wow ahora podré ser un guardián del espacio y explorar cada rincón de esta galaxia”.


Después de haber abierto todos los regalos de Roy, fue el turno de Alexis, que abrió todos los paquetes desesperada. Ella le había dejado caer a su padre lo que quería y sabía que eso no lo encontraría en ninguno de esos paquetes, pero esperaba dar con algo que la llevara hasta ese regalo. Sin embargo, no encontró nada de eso. En sus paquetes había varios modelitos, zapatos, abrigos y unos pendientes de oro blanco.

-Muchas gracias… son preciosos… –dijo la pelirroja intentando parecer contenta, antes de darle besos a todos. Castle y Kate se miraron con complicidad. A pesar de su intento, supieron que Alexis se había quedado decepcionada al no encontrar ni rastro del regalo que esperaba.


Martha y Jim también abrieron también sus respectivos regalos. La actriz ya sabía en qué consistían la mayoría de ellos porque ella misma se había encargado, muy sutilmente, de hacerles saber lo que quería. Durante el último mes, había dejado revistas de moda en el salón con las páginas marcadas. Castle sabía que con su madre era mejor no arriesgarse y comprarle lo que ella quería. Además, como buena actriz, fingió sorprenderse al abrir cada paquete provocando la risa de todos. En el caso del abogado, sus regalos consistieron en una camisas, un jersey y un bonito reloj.


Luego fue el turno de Kate. Abrió varios paquetes con ropa que le regalaron Martha, Alexis y su padre. Castle, por su parte, le había comprado un bonito y sexy vestido en color negro. La conocía a la perfección y sabía que, a pesar de tener varios, ese era su color favorito para salir. Además, le entregó una caja de una joyería que cuando Kate la abrió se quedó alucinada.

-Rick… es precioso… -la inspectora no sabía qué decir. Su marido le había comprado un conjunto de pendientes y gargantilla espectacular. Era también de oro blanco pero tenía incrustados una combinación perfecta de diamantes y rubíes. –Muchas gracias –dijo antes de acercarse a él y darle un beso en los labios.

-Te quedará hermoso con ese traje rojo que tanto me gusta…-susurró sobre sus labios.-Toma, también tengo esto –dijo mientras le tendía una caja un poco mayor. La inspectora lo miró sorprendida mientras abría el nuevo paquete.

-¿Otro libro? –le preguntó mientras ojeaba las páginas del manuscrito.

-Lo he escrito poco durante los últimos meses mientras cuidaba de Roy. No voy a publicarlo, está escrito sólo para ti. Trata de un escritor que había perdido su inspiración hasta que conoció a su musa y se enamoró perdidamente de ella –le dijo sonriéndole con ternura. Kate lo miró a los ojos y volvió a besarlo, está vez con más pasión, bajo la mirada divertida de los demás.


El último en abrir sus regalos fue Castle. Para el escritor esta era su parte favorita de la navidad y en el fondo se sentía ilusionado como un niño pequeño. Le encantó todo lo que había en los paquetes que abrió. Jim le había comprado una bonita pluma de plata y una bufanda, y su hija y su madre, un helicóptero teledirigido mucho más grande que el que tenía. Cuando lo vio, a Castle se le iluminó la mirada.

-Desde ya te digo que tienes prohibido usarlo en mi habitación –dijo Alexis.

-Y en la mía –añadió Martha. “Y en la mía”-pensó Roy -“Sólo espero que me lo preste cuando pueda usarlo”.

Al escritor aún le quedaba por abrir el regalo de su mujer. Kate cogió la bolsa con sus paquetes y le dio el primero.

-Quiero que sepas que fue muy difícil elegir qué comprarle a un escritor que ya lo tiene todo –dijo la inspectora nerviosa. Castle quitó todo el papel y dentro había un despertador con la forma de Darth Vader.

-¡Me encanta! –le dijo el escritor mirándola sonriente.

-Toma… -dijo Beckett tendiéndole otro. Este se trataba de una camisa de seda de color azul marino y una corbata negra con finas rayas diagonales, en un azul un poco más claro que el de la camisa. A Castle le gustó mucho y se abalanzó sobre ella para besarla.-Espera… queda este –añadió la inspectora mientras le daba el último paquete, que era un poco más grande.

-Es… alucinante…

-Bueno… ya que nunca te dejo conducir, pensé que así podías tener tu propio coche de policía –Castle y ella se rieron. El regalo era un coche de juguetes con cada detalle de los coches de la NYPD.

–Gracias, cariño –le dijo el escritor y volvieron a besarse.


Después de abrir los regalos, fueron a la cocina a desayunar. Jim se había encargado de prepararlo todo mientras los demás dormían. Castle y Beckett no dejaban de mirarse sonrientes. Sabían perfectamente que la sesión de regalos no había terminado. El resto los miraba entrecerrando los ojos, preguntándose qué estarían tramando.

-Alexis, hay una cosa que no te hemos dicho…-la pelirroja miró a su padre atentamente. –Tengo que decirte que no estaba nada convencido pero al final Kate ha insistido tanto que lo hemos hecho…

-¿El qué? ¿Voy a tener otro hermanito? –Kate se atragantó con lo que tenía en la boca y empezó a toser con fuerza, casi ahogada. Castle empezó a darle suave golpes en la espalda mientras negaba con la cabeza divertido.

-Estoy bien… -digo la inspectora cuando pudo respirar.

-Bien… cariño, no vas a tener otro hermanito, por ahora... –recalcó las dos últimas palabras mirando a su mujer, que le sonrió forzadamente. –Toma, es tu último regalo –dijo dándole una pequeña caja. Cuando Alexis la abrió, no podía creérselo. Empezó a dar saltos y a gritar por toda la cocina, les dio efusivos besos y abrazos a todos, especialmente, a su padre y a Kate.

Después salió corriendo hacia al garaje seguida por todos los demás. Cuando llegaron allí, vieron un nuevo Volkswagen Beetle convertible azul celeste con un gran lazo rojo sobre el capó. La chica se montó llorando de la emoción. Castle y Beckett se acercaron a ella con Roy en los brazos.

-Muchísimas gracias a los dos… -dijo Alexis al borde del llanto, mientras ellos le sonreían.


El resto de la mañana la pasaron todos juntos. Dieron varias vueltas en el coche de Alexis y tanto Castle como Kate lo condujeron. Después almorzaron en familia y vieron varias películas navideñas que ponían en la tele. Cuando llegó la noche, Jim volvió a su casa y Martha salió. Sin embargo, la pelirroja estaba tan agradecida que se ofreció a cuidar ella de Roy esa noche.


Ya sus hijos estaban dormidos cuando Castle entró a su habitación y se encontró una nota sobre la cama que decía: “Ponte cómodo para que disfrutes de mi último regalo”. Castle sonrió con malicia y se acostó en la cama esperando. Unos segundos después, su respiración se aceleró y un calor intenso recorrió todo su cuerpo.

-No puede ser… Es tal y como lo había soñado…