Un cuento de Navidad... al estilo Castle

5 DE DICIEMBRE

-¿Dónde os habíais metido? –Ryan nos miraba con la boca abierta, Esposito burlón.
-Hemos ido…
-Se me había caído la placa en el coche.
-Ya… pues si no quieres que Gates se entere de que se te ha caído… la placa, será mejor que te peines un poco. –Cogí un espejito que tenía en mi cajón y me arreglé el cabello, con rapidez, echándole un vistazo a mis labios. Al menos no se me había corrido el pintalabios. Esposito y Ryan se miraron y se rieron, cuchicheando. Los miré, cabreada.

-¿Qué?
-Nada…
-Chicos…
-Es solo que… bueno… ya han arreglado las cámaras de vigilancia del garaje, ¿lo sabías? –Castle y yo nos miramos, en cuestión de segundos mi rostro se volvió tres tonos más pálido de lo normal. –Pero… yo podría hablar con el encargado, que es amigo, y pedirle el favor… de... ya sabes… -Añadió Ryan, mientras que Esposito sonreía, asintiendo. Respiré profundamente.

-¿Cuánto nos costaría eso?
-A ti nada. –Contestó Esposito mientras que se volvía hacia Castle, quien comprendió al instante.
-¿El Ferrari?
-Durante todas las navidades. –Aclaró Ryan. Le dirigí una mirada de súplica a Castle quien aceptó a regañadientes.
-Tíos, estos momentos vividos con vosotros no los voy a olvidar, nunca. –Dijo, intentando sonar lo más amable posible. Los dos le sonrieron, yo suspiré.

-Bueno, más os vale que nadie vea ese vídeo y cuando digo nadie, os incluyo a vosotros dos, ¿entendido? –Asintieron. –Bien, ahora decidme, ¿sabemos algo nuevo?
-La verdad es que sí.
-¿Y bien? –Les apremié. -¿A qué esperabais para decírmelo?
-Si no os dedicarais a grabar vídeos porno con las cámaras de la comisaría…
-¡Shhhh! ¡baja la voz! –Dije, mirando temerosa al despacho de Gates.
-Lo siento, pues eso, que no es culpa nuestra.
-Exacto. –Añadió Ryan.
-Está bien, fallo nuestro, ¿qué tenéis nuevo?
-Pues como buenos polis que somos nosotros sí hacemos nuestro trabajo…
-¡Al grano!
-Y haciendo preguntas por aquí y por allá, una testigo nos dijo que encontró en el parque, unas dos o tres horas antes de la hora de la muerte, a una pareja muy sospechosa. Por lo visto discutían, hasta que uno se cabreó y se largó, en dirección a la Quinta Avenida.
-¿Una pareja discutiendo? –Preguntó Castle, escéptico. -¿Qué tiene eso que ver con nuestra víctima?
-Pues, el tío que se cabreó iba disfrazado de Santa Claus.
-Podría ser nuestro Santa. –Comenté.
-Podría ser. Hemos ido a la Quinta Avenida y hemos pedido las cámaras de vigilancia que están en las entradas de la avenida, a ver si sobre esa hora aparece algún Santa Claus. Nos las van a traer ahora.

Sonreí, con un poco de suerte esta vez si tendríamos por donde investigar.

6 DE DICIEMBRE

Mientras que nos llegaban los vídeos de seguridad Ryan se ocupó de otro vídeo, que a mí me preocupa mucho más. Al final volvió, con un DVD en la mano, sonriendo, burlón. Le tendí la mano para que me lo diese, pero el retiró el brazo.

-No hasta que tengamos las llaves del Ferrari.
-¡Oh, vamos!, ha ido a por las llaves, no tardará.
-Pues cuando las traiga, os daré el vídeo.
-No sé como podéis ser tan críos… -Bufé.
-Dijo la señorita “voy a quitarme este calentón de encima en el lugar donde trabajo”. –Replicó Esposito, haciendo que Ryan se riera a carcajadas.
-¿Se puede saber que es tan divertido? –Gates nos miraba a los tres de mal humor, Ryan se apresuró a dejar de reír.
-Nada señor…
-¿Han llegado ya los vídeos de la Quinta Avenida?
-Aún no, señor. Estarán a punto…
-Eso espero y mientras hagan el favor de hacer algo útil. –Mientras que nos miraba de mal humor sonó su teléfono. Miró la pantalla con desagrado.

-Hola Cissy. Sí, ya he comprado el pavo. No, no lo haré yo, se encargará Nick, ¿qué tiene de malo que sea él el que cocine? –Entró en su despacho mientras que hablaba por teléfono, tras lanzarnos una mirada furibunda.

-Vaya, ahora entiendo ese mal humor.
-Navidades con la familia…
-¿Quién será Cissy?
-Ni idea, pero tiene que tener mucho estómago para pasar la Nochebuena con Gates… -Dijo Esposito, nosotros negamos con la mirada, demasiado tarde.

-Espero que algún día sepa lo que es cenar con su suegra, detective Esposito y entonces sabrá lo que es el verdadero infierno.
-Sí, señor…
-Pero usted no tiene esa preocupación ahora, ¿verdad?
-No…
-¡Pues yo seré su suegra mientras que trabaje aquí!, ¡a trabajar! –Tras gritarle en el oído a Esposito se marchó, entrando en la sala de descanso.

-Te estás ganando su cariño. –Me burlé.
-Al menos a mí me quiere más que a tu novio. –Replicó.
-¿Quién te quiere más a ti que a mí? –Castle se acercó a nosotros.
-Gates.
-No por mucho tiempo. Aquí tengo algo que le va a llegar al corazón. –Sonrió.
-Ya, suerte con eso, ahora si no te importa… -Ryan le tendió la mano; Esposito sonrió. Castle sacó las llaves del Ferrari y las besó.

-Tened cuidado con mi pequeñín.
-Gracias. –Esposito guardó sus llaves y yo miré a Ryan.
-Él DVD, ¡ya!
-Aquí tenéis, es la única copia. Y se ve muy bien. –Sonrió.
-Serás hijo de…
-¿Inspectora Beckett? –Un hombre se acercó a mí con un paquete. –Los vídeos de la Quinta Avenida.
-Gracias. Ya hablaremos luego. –Le dije cabreada a Ryan. –Ahora poneos a ver esto y si sale nuestra víctima me avisáis.
-¿Por qué no nos ayudas?
-Porque hoy he decidido beneficiarme del hecho de ser vuestra superiora. ¡A trabajar! Y tú, ¡deshazte de esto! –Le di el DVD a Castle y fui furiosa al gimnasio, o me desahogaba con el saco o lo hacía con Ryan.

-¿Por qué me grita a mí? –Oí que Castle le preguntaba a los chicos.

Una hora después Castle vino a buscarme al gimnasio.

-¿Kate? –Preguntó en voz baja, como si temiera acercarse a mí. Sonreí.
-No muerdo Castle, ¿qué pasa?
-Los chicos han visto los vídeos, Tienes que ver uno.