Un cuento de Navidad... al estilo Castle

Dedicado a Kate&Rick por haber tenido esa maravillosa idea, XD

7 DE DICIEMBRE

-Vamos. –Bajamos de nuevo y me acerqué a los chicos. Ryan me miró con miedo pero yo simplemente lo ignoré; realmente estaba enfadada con él. Noté como intercambiaba una mirada de pena con Castle, éste negó, quitándole importancia.

-¿Qué habéis encontrado?
-Tras mirar la mitad de los vídeos empezamos a perder la esperanza, pero al final, ¡voilà! –Observé el vídeo durante unos minutos; allí estaba nuestra víctima o al menos alguien disfrazado de Santa Claus.
-Podría ser él… -Comenté.
-Podría, hemos acercado la cámara todo lo posible, pero claro, disfrazado cualquiera sabe…
-Tenemos que ir a preguntar, a ver dónde se metió.
-Ya nos hemos ocupado. –Contestó Ryan, sonriendo; le miré con frialdad, dejó de sonreír al instante, Castle y Esposito nos miraron y negaron con la cabeza. -Llamamos por teléfono a los comercios.
-¿Y?
-Ninguno recordó ver a un Santa Claus a esa hora.
-Genial…
-Pero… una mujer de una tienda de lujo nos ha dado una idea de a dónde puede haber ido.-Añadió Esposito. –Resulta que una pareja alquila su local para todo tipo de eventos, en este caso para hacer una representación de la casa de Santa Claus. –Castle sonrió, emocionado. –Nos han mandado el vídeo de seguridad por ordenador y mira lo que hemos encontrado.

Allí estaba, nuestra víctima, no había lugar de que era él.

-Y eso explica el contacto con renos. –Añadió Ryan, señalando el vídeo. Dos renos se veían en el interior, tranquilos, vigilados por un hombre disfrazado de duende.
-¿A dónde van? –Gates se acercó a nosotros.
-Esposito se lo explicará todo, señor. Tenemos que seguir una pista.
-Bien. Esposito deme los DVD, quiero verlos todos. –Dijo sorprendiéndonos. Ella se encogió de hombros.
-Me los llevaré a casa esta noche, así tendré una excusa para no tener que ver a mi suegra. –No pude evitar reírme. Castle la miró sorprendido y se dirigió conmigo al ascensor.
-Oye, ¿no crees qué te estás pasando con Ryan? –Me preguntó mientras que conducía.
-Le dije que no viera el vídeo y es lo primero que hace. No tenía derecho, hay cosas que son privadas.
-Lo sé… lo sé, pero no creo que lo hiciera con mala intención.
-Me da igual con que intención lo hiciera, ¿cómo se pondría él si tu vieras un vídeo suyo con Jenny?
-Mmmm, creo que tienes razón. Bueno, ¿no es genial? –Lo miré por un segundo, extrañada. –¡Vamos a ver la casa de Santa Claus!
-No, vamos a ver un local decorado como la casa de Santa Claus.
-No puedes pasar sin quitarme la ilusión, ¿verdad?
-Céntrate Castle, vamos a trabajar. –Aparqué y salí del coche, él refunfuñó y antes de que nos dirigiéramos me sujetó y me habló al oído:

-Espero que hoy podamos irnos pronto a casa, tengo que enseñarte algo. –Decidí no hacer preguntas, me limité a mirarlo con interrogación, pero él negó, sonriente.
-Vamos Castle.

Entramos en el local y hasta yo me quedé con la boca abierta. Mirases por donde mirases, todo te hacía sentir que estabas en casa de Santa Claus. Miré a mi lado, para comentárselo a Castle, pero no lo encontré; eché un vistazo por la estancia y me reí; estaba acariciando a los renos, parecía un niño ilusionado. Me acerqué a él y ahora fui yo quien le hablé en voz baja:

-Vamos Castle, si te portas bien dentro de poco conocerás a Miss Claus. –Lo dejé sin aire y me siguió con rapidez.
-¿Cuándo?
-Ten paciencia. –Le contesté. -Ahora a trabajar. –Nos acercamos a una mujer que iba vestida como un elfo, nos sonrió alegremente.

-¡Bienvenidos a la casa de Santa Claus!, ¿en qué puedo ayudarles?
-Inspectora Kate Beckett, de homicidios. –Le enseñé la placa. -¿Podríamos hablar?
-Claro… vengan conmigo por favor. –Nos llevó hasta una sala pequeña que también estaba decorada pero donde no había nadie; cerró la puerta.
-¿Qué ocurre?
-Investigamos la muerte de este hombre, estuvo aquí poco antes de morir, ¿lo reconoce?
-Pues… -Le echó un vistazo. -¡Oh, dios mío!, es Santa Claus, ¿qué le ha pasado?
-Lo estamos investigando, pero… ¿no podría darnos algo más?, ¿su verdadero nombre?
-No nos lo dijo. Él fue el responsable de todo esto. Nos dio todo el dinero, nos ayudó a decorar, incluso trajo los renos; nos aseguró que eran muy mansos y que no harían daño a nadie. Como ve todo ha sido un éxito. Este año los niños de los hospitales más pobres tendrán unas navidades geniales.
-¿Los niños de los hospitales? –Preguntó Castle.
-Sí, todo lo que recaudamos aquí es para comprarles juguetes a los niños de los hospitales con pocos recursos.
-Vaya, parece que la ONG no era el único sitio donde Santa Claus ayudaba a los niños.
-Eso parece. –Coincidí; me dirigí de nuevo a la mujer. –Escuche, si la idea fue suya, ¿cómo se puso en contacto con todos ustedes?
-Puso un anuncio en el periódico, se lo puedo mostrar. –Abrió el cajón del pequeño escritorio que había allí y nos pasó un periódico. En una de las páginas de anuncios había uno que ocupaba toda la página a color, en el que se pedía voluntarios para representar a elfos y duendes navideños, además de un local que se pudiera alquilar para recrear la casa de Santa Claus.

-Los beneficios recaudados irán destinados a comprar juguetes para los niños hospitalizados. –Terminé de leer. –No deja número de contacto.
-¿No? –Castle me miró sorprendido.
-No, aquí pone que los interesados debían reunirse el 4 de diciembre en el Carrusel de Central Park. ¿No les extrañó que Santa Claus no quisiera dar su nombre? –Le pregunté sorprendida a la mujer.
-Inspectora, si usted hubiera visto a los renos, los adornos, los juguetes y todo lo demás, tampoco hubiera preguntado. Créame, ese hombre parecía el verdadero Santa Claus. No sé que vamos a hacer ahora… él era el alma de este sitio, no habrá otro Santa que pueda sustituirle en el trono, por mucho que lo intente. –Salimos y miramos el trono de Santa Claus vacío.

-Santa Claus pasaba mucho tiempo fuera ayudando en una ONG, ¿Quién ocupaba su sitio?
-Arnold. Se disfraza de Santa cuando el verdadero no está, el resto del tiempo hace de Duende. Aunque hoy se ha negado a hacer de Santa.
-¿Y eso?
-Dice que está harto de que los niños lo comparen con el otro Santa. –Suspiró. -Si quieren hablar con él puedo darles su teléfono, ahora mismo no está.
-Gracias y si no le importa nos llevamos también el periódico.
-Por supuesto.

Salimos del local y nos metimos en el coche. Castle miró el reloj.

-Es muy tarde, ¿Vas a volver ya a comisaría?
-No, pensaba irme a casa. Necesito que el Periódico esté abierto para hablar con el director.
-¿El Periódico? –Preguntó. –Ya… quieres averiguar su identidad preguntándole al director quien encargó el anuncio.
-Exacto. Esperaremos también a mañana para hablar con ese tal Arnold. –Llamé a Esposito por teléfono y le comenté las novedades, luego arranqué.

-¿A dónde vamos?
-Pues… la verdad es que me apetece jugar con tu tren. –Comenté.
-¡Inspectora! –Me miró con la boca abierta.
-Con el tren navideño Castle, dios ¿no puedes pensar en otra cosa? –Me reí. Aparqué en el garaje del loft y entramos, la casa estaba vacía.

-¿Y Alexis y tu madre?
-Alexis ha tenido que ir a la residencia, se ha dejado allí no sé que papeles y para que no vuelva de noche le he dicho que se quede allí a dormir. Madre se ha ido a un hotel balneario. Todos los años hace lo mismo, dos días antes de Nochebuena se va a tonificar el cuerpo. –Dijo, divertido.
-Entonces estamos solos. –Resumí.
-Sí y me encanta, porque te quiero enseñar esto. –Sacó un DVD del bolsillo de su abrigo; tardé solos dos segundos en darme cuenta de que era.
-¡Rick!, te dije que lo tirases. –Le grité furiosa.
-Y lo haré, te lo juro, pero antes… ¿no te gustaría verlo? –Lo miré de mal humor y fui hasta su dormitorio para ducharme, tenía allí un pijama y también un cepillo de dientes, Castle había insistido en que vendría bien y la verdad es que a mí también me parecía buena idea.

-Vamos Kate, no te enfades, te juro que lo tiro, pero primero… vamos a verlo. –Suplicó.
-No.
-Porfi. –Se acercó y me abrazó, mirándome seductoramente. –Venga, dime que no lo consideras… excitante…
-Castle… -Susurré. Él sonrió, sabiendo que me tenía. –Está bien, pero después lo partes en dos delante de mí.
-Por supuesto. –Encendió con rapidez la televisión y puso el DVD; se sentó a mi lado y le dio al play. -¿Lista para ver una explosión de sensualidad? –Preguntó; yo sonreí.

-Castle… esto es…
-No puede ser… -El vídeo no era ningún vídeo nuestro, sino uno de la Quinta Avenida, uno de los que los chicos habían investigado. Giré lentamente la cabeza, mirándolo. Si nosotros teníamos este vídeo significaba que el otro lo tenía…

-Gates… -Susurró.
-Castle, ¡TE VOY A MATAR!