Un cuento de Navidad... al estilo Castle

23 DE NOVIEMBRE

No hablamos más sobre ese tema, Castle respetó mi tiempo y yo se lo agradecí profundamente. Salimos de la sala de descanso, sonriéndonos con complicidad pero Gates nos mirada desde su despacho, nos apresuramos a cambiar de expresión, aunque seguimos sonriendo por dentro. La capitán se nos acercó.

-¿Han identificado a la víctima?
-No, señor, aún no. Sus huellas no están en la base de datos, su cara tampoco aparece y por ahora nadie ha llamado diciendo que lo conoce…
-Bueno… -Ryan tosió con incomodidad, Gates se dirigió a él.
-¿Sí?
-Pues… han llamado varias personas para identificarle… -Esposito puso los ojos en blanco, exasperado.
-Entonces ya saben quien es.
-Señor… lo identifican como… Santa Claus. –Castle sonrió, yo tragué saliva, Gates miró fijamente a Ryan, Esposito cerró los ojos, esperando que cayese la bomba.

-¿Santa… Claus? –Preguntó despacio.
-Sí… bueno… de hecho una señora llegó aquí diciendo que le pagaría el funeral, en agradecimiento a un regalo que le trajo hace años… -Me dirigí a mi escritorio, para evitar estar cerca cuando nuestra jefa explotase, Castle me siguió rápidamente.

-Entonces, me está diciendo usted que una señora le quiere pagar el funeral a… ¿Santa Claus?
-Pues… sí. –Dijo, ofreciéndole una temerosa sonrisa. Castle, Esposito y yo contuvimos la respiración, pero entonces ocurrió lo insospechable, Gates soltó una carcajada.
-Ja… ja… jajajaja, ¿en serio?, se ofreció a pagarle… dios… ¿el funeral? Jaja… dígame, ¿se ofreció también a cuidar de los renos? –Gates se dirigió a su despacho, riéndose, de muy buen humor. Nos miramos entre nosotros.

-Eso ha sido raro… -Comentó Esposito.
-Muy raro. –Afirmó Castle.
-Bueno chicos, dejemos los casos paranormales para Expediente X, tenemos un cadáver que identificar.
-Es San…
-¿Todavía sigues con eso? –Le corté. Asintió.
-¿Acaso a ti se te ocurre algo mejor que mi teoría?
-Sí, un hombre con barba larga se disfrazó de Santa Claus, como el traje no tiene bolsillos se dejó la cartera en casa y alguien lo mató.
-Aburrido. –Esposito se rió, yo le lancé una mirada asesina, Castle continuó. –Además, ¿qué hay de los renos?
-Quizás fue al zoo o viajó a Canadá. –Sugerí.
-¿Vestido de Santa Claus?, ¿crees que dejarían subir a un hombre disfrazado de Santa Claus a un avión?
-Pues se cambió al volver.
-Pero se quedó con los zapatos. –Sonrió, sabía que me estaba poniendo histérica y lo peor es que ya no sabía que decirle. Solo tenía una cosa clara, ni en mis peores sueños le reconocería a Castle que estaba empezando a tener dudas sobre nuestra víctima.

24 DE NOVIEMBRE

No conseguimos nada durante las dos horas siguiente y nadie llamaba. Empezaba a preguntarme cómo íbamos a identificar a nuestra víctima cuando Gates salió su despacho y nos dio la segunda sorpresa del día:

-¿Algo nuevo?
-No señor… hemos investigado por las cámaras de seguridad de las entradas al parque, pero nada, nuestra víctima cayó del cielo y aún no sabemos cómo. Además nadie parece conocerlo, no sabemos donde estuvo antes de morir…
-¿Han probado en el zoo?
-Sí, nuestra víctima no estuvo allí. También hemos llamado a los centros comerciales donde se organizan animaciones navideñas, pero nadie ha perdido a Santa Claus.
-En resumidas cuentas, no tienen ni idea de quien es nuestra víctima.
-No, señor, ni la menor idea. –Gates suspiró.
-Está bien, escuchen es Navidad y han hecho un buen trabajo, váyanse a casa, vuelvan mañana.
-¡¿Cómo dice?! –Los cuatro la miramos fijamente, seguros de haber oído mal.
-Pueden tomarse el resto de la tarde libre, supongo que todos tienen compras navideñas que hacer, les veo mañana. –Se dio la vuelta y volvió a entrar. Castle se acercó a mí.

-Sí Gates es capaz de darnos la tarde libre, nuestra víctima puede ser Santa Claus. –Por esta vez no le llevé la contraria, parecía que este día estaba lleno de sorpresas.
-… vámonos, antes de que se arrepienta. –Cogimos los abrigos y nos dirigimos al ascensor. No hablamos, hasta que oímos suspirar a Ryan. Lo miramos.

-¿Va todo bien?
-Jenny… -Suspiró. -…quiere que unamos a las familias en Nochebuena.
-¿Y cuál es el problema? –Inquirió Castle.
-Su madre y mi madre no se llevan… muy bien.
-Ya.
-De hecho, mi madre dice que antes de cenar con esa arpía, se irá a un restaurante chino.
-¿Por qué no hacéis dos veladas? –Pregunté. Castle me miró con atención, Ryan interesado. –Cenáis con una familia en Nochebuena y almorzáis con la otra en Navidad. Mis abuelos también se detestaban y mis padres hacían dos comidas para evitar problemas.
-Ya lo hemos pensado… pero mi madre dice que quiere cenar con nosotros y mis suegros se marchan a Florida en la mañana de Navidad temprano.
-Tío, tienes un problema.
-¿Y tú qué Espo?, ¿qué vas a hacer en Nochebuena?
-Tengo planes. –Se limitó a decir.
-¿Esos planes incluyen a una chica?
-Puede… -Sonreí, Lanie también tenía planes y yo sabía muy bien con quien, pero no dije nada. Esposito salió del ascensor apresuradamente y Ryan también, tras decirnos adiós con poco entusiasmo.

-¿De verdad cree Esposito qué nos engaña?, ¿qué te ha dicho Lanie?
-Que van a cenar en plan amigos.
-Bueno en Navidad todo es posible. Quizás cenen como amigo y desayunen como amantes. –Sonreímos mientras que nos dirigimos a mi coche.
-Quizás… bueno, ¿tienes planes para ahora?
-Pues… no tenía previsto que a la Dama de Hierro la poseyera el espíritu navideño… así que no, soy todo tuyo inspectora, ¿por qué?, ¿tienes algún plan? –Me preguntó con picardía, me reí.
-Sí, pero no de ese tipo. –Me miró desilusionado. –Tengo que hacer algunas compras y… a lo mejor me quieres acompañar. –Sus ojos se iluminaron y asintió, emocionado. Antes de montarnos en el coche me acerqué a él y le di un beso, me miró sorprendido, no solía besarle en la calle.

-¿Y esto?
-Me apetecía.

25 DE NOVIEMBRE

Entramos en un Centro Comercial, que por supuesto estaba iluminado y decorado con motivos navideños, incluso sonaban villancicos. En una tarima había un trono en el que un Santa Claus gordo y viejo estaba sentado, con una niña en sus rodillas, mientras que dos elfos guardaban cartas y buscaban caramelos y juguetes en un saco. Sonreí sin darme cuenta, esa niña de pelo castaño y trenzas me recordaba mucho a otra niña que una vez se sentó en las rodillas de Santa Claus, para después darle la carta a un alegre elfo, en el que pedía una Nancy, un cuento y una pelota de beisbol. Castle se colocó delante de mí y me sonrió.

-¿Buenos recuerdos?
-Sí, muy buenos. –Reconocí. –Hace frío y tenemos tiempo, ¿tomamos un café?
-Vamos. –Nos sentamos en una cafetería y pedimos dos cafés y unas galletas de avena, con forma de estrella y de árbol de navidad, me reí, incluso las galletas transmitían espíritu navideño. -Bueno… ¿qué es lo que tienes qué comprar?
-Regalos. –Contesté antes de darle un mordisco a mi galleta.
-¡No me digas!
-Regalos para Alexis y para tu madre. –Aclaré, él asintió, sorprendido. –Quiero regalarles algo, por eso te necesito, no sé que regalarles…
-No es necesario que les regales na…
-Castle es Navidad, se hacen regalos a la gente que te importa, pero tienes que ayudarme, tú las conoces mejor que yo.
-Bueno, tú juegas con ventaja, eres mujer. Desde que Alexis se hizo mayor a mí también me cuesta hacerle regalos…
-Yo pongo la parte femenina y tú la sentimental. Trabajo en equipo.
-Trabajo en equipo. –Sonrió, luego me miró de otra forma, que yo conocía muy bien. –Después podríamos ir a la tienda de lencería de la segunda planta… yo podría hacerte un regalo… especial. –Me levanté y dejé tres dólares en la mesa, agachándome, susurrando cerca de él.
-Ese tema ya lo tengo cubierto Castle. –Me encantaba dejarlo con la boca abierta. Fuimos mirando por las tiendas, buscando regalos para Alexis y Martha. Cuando pasamos por la tienda de lencería decidí torturarlo.

-¿Entramos? –Me mordí el labio, él asintió emocionado. Ignoré la parte de pijamas y braguitas de Disney y me fui directamente a la zona atrevida. Cogí un precioso y sensual conjunto de sujetador y tanga, de color rojo fuego, con transparencias, llamé a Castle que estaba ojeando detrás de mí. -¿Te gusta?
-… -Me lo tomé como un sí. -¿Te gustaría que me lo probase? –Tragó saliva, miré a nuestro alrededor, no había mucha gente en la tienda, tiré de él y lo metí en el probador, de gran tamaño. –Bien, date la vuelta y cierra los ojos y, ni se te ocurra abrirlos. –Obedeció al instante, me desnudé con rapidez y me probé el conjunto, con el plástico de higiene, por supuesto. Me miré al espejo, me sentía muy sexy. -¿Castle? –Se dio la vuelta lentamente, aún con los ojos cerrados. –Abre los ojos. –Abrió los ojos y me miró de arriba a abajo. Le había dejado sin respiración.

-Kate…
-¿Te gusta?
-¿Lo preguntas en serio?
-Entonces, ¿debería comprarlo?
-Si no lo compras tú, lo haré yo.
-Genial, pues ya tenemos regalo para Alexis. –Su mirada, antes completamente excitada y emocionada, cambió de repente. Me quité el conjunto y me vestí, él seguía en silencio, antes de salir del mostrador sonreí, dándole un beso. –Ahora que ya hemos dormido al pequeño Castle, sigamos buscando regalos, ¿vale?
-Eso no ha tenido gracia.
-Porque no lo ves desde mi punto de vista, vamos Castle, tenemos unos regalos que comprar. –Salimos de la tienda en silencio, parecía enfadado, entramos en una tienda de antigüedades, pero de repente salió.

-Ahora vengo. –Lo miré extrañada, quizás me había pasado… pero diez minutos después volvió, sorprendiéndome, llevando una bolsa de la tienda de lencería.
-¿Y eso?
-Vas a recompensarme por el mal rato que me has hecho pasar.
-Has comprado la lencería, ¿verdad?
-¿Lo dudabas? –Otra vez el Castle seductor, sonreí, realmente era incorregible.