Un cuento de Navidad... al estilo Castle

24 DE DICIEMBRE.

Castle y yo nos quedamos sentados bajo al árbol durante un rato, abrazados, sin decirnos nada; tampoco había mucho que decir. Alexis se levantó y bajó con Martha al garaje, deseosa de ver su moto y probarla. Castle cogió la gargantilla que su madre me había regalado y me apartó el pelo del cuello; era muy fina y elegante, la acaricié, pensando en la suerte que tenía de tener una nueva familia, una familia extraordinaria.

-¿Cuándo partimos a París? –Le pregunté. Él sonrió.
-En abril, no sabes cuánto me alegro de que quieras ir…
-¿Pensabas que me negaría? –Pregunté, arqueando una ceja.
-Pues…
-Una amiga me habló de su viaje a París, me contó una historia preciosa que había vivido allí con un fotógrafo; desde entonces sueño con ir.
-Eres más romántica de lo que yo pensaba. –Comentó. Me volví y le besé.

Alexis y Martha entraron y se acercaron a nosotros. La joven tenía el pelo alborotado.

-Ha sido increíble, es genial, me encanta, gracias papá.
-De nada cielo, pero más te vale que no vuelvas a montar sin casco.
-La culpa es tuya. ¿Cómo se te ocurre regalar una moto sin casco? –Dijo Martha. Yo me reí.
-Solo han sido cinco minutos papá, para probarla, no he salido de esta calle. Pero tienes razón, me compraré un casco mañana mismo.
-Mucho mejor. No queremos tener problemas con la policía, ¿no? –Dijo, mirándome divertido.
-Sobretodo tú, papá, no vaya a ser que te esposen a la cama. –Me puse colorada en cuestión de segundos. –O te aten con pañuelos negros de seda. –Añadió, riendo mientras que subía por la escalera.

-¿Dónde has dejado la caja? –Pregunté entre dientes. Él no contestó, parecía aturdido. -¡Castle!
-¿Eh?
-Dios no voy a poder mirar a tu hija a la cara nunca más.
-No digas tonterías querida, Alexis no es una niña, sabe de sobra lo que hacéis cuando os quedáis solos. –Martha me sonrió y subió las escaleras. Castle se acercó a mí.

-Hagamos como si no hubiera pasado nada, ¿vale? –Castle me miraba, preocupado. Asentí, aún muerta de vergüenza.

Durante el resto de la mañana Alexis no hizo ningún comentario sobre la caja y al final pude respirar tranquila. Vimos películas navideñas y llamamos a nuestros amigos para felicitarles la Navidad. Yo llamé a mi padre; lo noté feliz, tranquilo, sentí alivio, me preocupaba muchísimo que pasara las fiestas solo, pero parecía que el viaje le había sentado bien, aunque fuera por trabajo.

-Hablaremos cuando vuelva, Katie, un beso. –Se despidió.
-Un beso papá, Feliz Navidad.
-Feliz Navidad, cariño, te quiero.

-¿Todo bien? –Castle me tendió una copa de vino, Martha y Alexis estaban haciendo la comida.
-Sí, parece que está bien. Incluso contento, diría yo.
-Me alegro. –Sonrió.
-¡Esto ya está listo! ¡A comer!

El almuerzo de Navidad consistió en una pierna de cordero rellena de los restos del día anterior. Estaba delicioso.

-No entiendo porque te quejas de la comida de tu madre. –Comenté. –Esto está delicioso.
-Te llevaré algo de lo que hace cuando tú no estás. Tendrás que darme la razón. –Dijo divertido.
-Yo te reservaré una de sus chocotillas. –Replicó Martha. –Cuando las pruebes te plantearás seriamente si te merece la pena seguir con la relación.

Empezaron a picarse haciendo que Alexis y yo suspirásemos, divertidas.



-Debería irme. Tengo que arreglarme para la subasta.
-¿Vendrás? –Dijo, ilusionado.
-Claro.

Me levanté y cogí mis regalos. –Gracias por todo esto Castle, es la mejor navidad que he tenido en años.
-Gracias a ti por tu regalo, ha sido… extraordinario. –Sonreí; esa palabra empezaba a tener un significado diferente para nosotros que para el resto del mundo, al igual que siempre.
-Te quiero. –Le di un beso y fui a su dormitorio, a vestirme. Miré la caja que Castle había dejado en la mesita de noche. –Será mejor que me la lleve. –Salí de la habitación y él me acompañó a la puerta.

-¿Te llevas la caja? –Protestó.
-Claro, es mi regalo, ¿recuerdas?
-Pero…
-Castle, en mi casa podremos jugar más tranquilos. –Asintió, mirándome seductor.
-Lo estoy deseando.
-Lo siento, pero ya te lo dije, nada de sexo durante un tiempo.
-¿Cuánto tiempo? –Preguntó horrorizado.
-Empieza a hacer cruces en el calendario, ya te avisaré.
-Es usted muy mala, inspectora. –Se quejó como un niño pequeño.
-Te veo en la subasta, Castle. –Le di un beso de despedida y me marché, sonriendo.



-Feliz Navidad inspectora. –Gates, su marido y sus dos hijos estaban en el local de la ONG. Los saludé sorprendida.
-Feliz Navidad… señor… ¿cómo lo ha sabido?
-Yo también leo el periódico, Kate. –Sonrió. –Parece que el señor Castle sabe lo que se hace… un anuncio puesto el día anterior y mire cuanta gente. –Asentí, mirando a mi alrededor. Había mucha gente en el local, desde las familias que siempre acudían allí hasta señoritas con vestidos caros que parloteaban sin parar. Oí como una decía que sería mejor que se subastara un beso del escritor y no sus libros. Castle entró en ese momento en la sala; no tardó en empezar a hablar con las chicas, sonriendo en exceso, encantador. Gates se rio.

-Creo que va a tener que defender lo que es suyo, inspectora. –Asentí, mirando furibunda al grupito de chicas.
-¡Hola, cariño! –Le saludé, con frialdad. Castle tragó saliva.
-Kate… ya estás aquí…
-Sí. –Sonreí, tensa. –Te veo muy bien acompañado. –Las chicas me miraron con desdén. –Si no les importa… me llevo a mi pareja. Un placer, señoritas. –Tiré de él y lo llevé hasta una esquina, furiosa.

-Kate… esto no es…
-Calla y escucha. –Asintió, asustado.-No quiero que te hagas el conquistador, ¿me oyes? Me da igual que las mujeres de Nueva York te vean como el soltero 7 o el 3, pero tú eres mío. Mío. Y no te pienso compartir con nadie.
-Kate…
-Voy armada, Castle, solo te digo eso. –Me dirigí al nuevo grupo que había llegado. Saludé a Lanie y al resto, Jenny parecía más feliz que nunca, estaba radiante.

-Tenemos una sorpresa. –Dijo Ryan. Castle se acercó a nosotros, me miró, intentando llamar mi atención pero le ignoré.
-¡Vamos a tener un bebé! -Enseguida todo fueron aplausos y felicitaciones.
-¡Voy a tener un sobrino! –Esposito parecía emocionado; Lanie lo miró sorprendida.
-¿Estás llorando?
-No. –Negó, haciéndonos reír.

-Va a empezar la función. –Samantha se acercó a nosotros; parecía tranquila, si estaba triste, disimulaba muy bien. El juez la había dejado en libertad sin cargos. –Inspectora, capitán Gates… -Nos saludó. –Quería… darle las gracias por todo, por dejar que… nos ocupemos del funeral de Santa Claus… y también por venir. –Se marchó sin dejarnos contestar, parecía avergonzada.

-Pobre mujer… -Suspiró. Asentí. Castle se acercó a mí.
-Kate, ¿podemos hablar?
-Ahora no, Castle. –Me senté junto a Lanie. Castle se sentó a mi lado, parecía triste. Lanie nos miró, extrañada, pero negué con la cabeza, no tenía ganas de hablar.

En el escenario Bianca apareció vestida de pordiosera. La pequeña parecía tímida.

-Señoras y señores, niños y niñas, la función va a comenzar.

Durante la función Castle me cogió la mano y la acarició, con suavidad. Estuve tentada de soltarme, pero no pude evitar conmoverme ante su mirada. Esos ojitos de cachorro podían conmigo; ya no me era tan fácil ser insensible ante sus miradas y él lo sabía. Dejé que me acariciara la mano y no la soltó hasta que la obra terminó y aplaudimos. Samantha subió al escenario y cogió el micrófono.

-Esperemos que les haya gustado. Bien, ahora todos los niños deben ir al salón de al lado, donde les espera alguien muy querido. -Los niños se levantaron rápidamente y fueron a la otra habitación. La hija pequeña de Gates miró a su madre, quien asintió. Celine cogió a su hermano de la mano y tiró de él.

-Vamos, vamos Nick levanta. -El niño siguió a su hermana. Gates sonrió.

-¿Cual es la sorpresa? -Pregunté. No había caído en la cuenta de que Castle no podría disfrazarse de Santa Claus, tenía que atender la subasta. Él sonrió.
-Digamos que este año Santa Claus no viene del Polo Norte.-Lo miré extrañada, entonces escuché una voz desde la otra habitación.

-Jo, jo, jo ¡Feliz Navidad, niños! ¡¿Habéis sido buenos?!

-¡¿Esposito?! -Me reí.
-Sí, un Santa Claus cubano es una novedad. -Dijo, divertido. -Tengo que ocuparme de la subasta, ¿me esperas aquí?

Asentí. Castle me sonrió, dándome un beso y se dirigió hasta el escenario.

-¿Castle? -Lo llamé, él se volvió.
-Feliz Navidad.
-Feliz Navidad, cariño.