Treinta días (Día 30)
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Foro Castle :: OffTopic :: Fan Fics
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Re: Treinta días (Día 30)
Gooood evening! :3 Muchas gracias por todos vuestros comentarios y seguir leyendo y asdafsdfasddf. Que ya son 26 dias, y se agradece mucho, de verdad . Bueno, nunca he escrito nada como esto. Nunca. Asíq ue no sé cómo me habrá salido. Espero haber estado a la altura jajaja. Bueno, espero que os gusteeee! ^^
***
Día 26: Unión
Durante diez minutos que lleva de piel casi inmóvil frente al espejo no ha podido hacer otra cosa que suspirar con agobio y deshacerse una y otra vez el nudo de la corbata. No suele ser tan torpe a la hora de atársela, pero parece que hoy el mundo ha decidido despertarse en su contra, porque todo le parece demasiado pesado como para cargar con ello. Se mira de arriba a abajo, cuando se probó por primera vez ese traje pensó que era perfecto para él. Que es exactamente con lo que se imaginaría puesto, fácilmente. El retrato de su personalidad, elegante pero no muy pomposo.
Pero por alguna razón, ahora se siente inseguro, pensando si no hará demasiado el ridículo con eso puesto.
Y el nudo de la corbata vuelve a quedarle desastroso.
-Castle –se da la vuelta, desesperado, señalando su problema con un leve movimiento de cabeza-. Dios mío, se supone que es ella la que tiene que llegar tarde. A este paso pensará que la has dejado plantada.
-Es esta mierda, no soy capaz de ponérmelo bien –se resigna, exasperado, dejándose el complemento alrededor del cuello, apoyándose cansado sobre la superficie reflectante-. Si lo llego a saber, no me levanto.
-Castle, que quedan tres horas y todavía tenemos que… –Esposito entra en su habitación, mirando su reloj. Castle sabe que va a apurado de tiempo, pero no es para que se lo estén recordando una y otra vez, como si no lo supieran-. Tío, ¿aún no te has puesto la corbata?
-Oye, ¿qué tal si dejáis de acosarme y de recordarme constantemente lo tardísimo que voy a llegar? Porque no ayudáis.
Castle les da la espalda, volviendo a su ardua tarea de intentar ponerse la corbata de manera aceptable. Pero no se ve capaz. Le sudan las manos, el pulso le tiembla y tiene tantas cosas en las que pensar que al mismo tiempo no es capaz de concentrarse en ninguna. Se pasa el dorso de la mano por su frente, frenéticamente, limpiándose el incipiente sudor. Está por creer que dios tiene algún plan para contrarrestar la felicidad de lo que se supone que es uno de los mejores días de su vida. Y es replanteárselo por un momento y enfadarse aún más.
-Richard –vuelve a suspirar, soltando el lazo, dando una vuelta sobre sí mismo con los brazos cruzados, apretando sus labios. Su madre también ha entrado en el dormitorio, y a pesar de que es espacioso se le va quedando pequeño por momentos, aumentando su nerviosismo-. Oh, ¿problemas con la corbata?
-Ayúdame, anda. Yo me rindo.
-Nosotros te esperamos en el coche. No os enrolléis mucho, la gente ya habrá empezado a llegar –pide Esposito, dejando la habitación junto con su compañero. Cuando oye la puerta de su casa cerrarse, siente que se relaja un poco más.
Se acerca a su madre, de frente, dejando que le arregle el nudo. La mira a la cara durante un segundo y aprecia cómo sus ojos empiezan a lagrimear. La mira extrañado, casi riéndose, mientras Martha acaba de arreglarle el nudo. Se gira lo justo y necesario para comprobar que su corbata está bien, y por fin tiene el impecable nudo Windsor alrededor de su cuello. Resopla aliviado, y antes de buscar su americana y bajar para irse de allí, limpia suavemente las pocas lágrimas que discurren por las mejillas de su madre.
-Venga, mamá. Con lo guapa que te has puesto y vas a dejar que esto te estropee el maquillaje.
-Perdón, pero es que estas cosas siempre consiguen sacar mi parte más sensible.
-Es la tercera vez –le resta importancia, sonriendo.
-Pero es la primera vez que te veo así –la sonríe, con ternura mientras inquiere con la mirada-. Sí, no pareces contento. Pero al mismo tiempo, pareces el hombre más feliz del mundo. Y no te vi así con Meredith o Gina.
-Y lo soy. Créeme, ahora mismo me siento como el hombre más feliz del mundo. Es solo que… –se muerde el labio, dubitativo. Martha lo mira, expectante, abriendo la boca- tengo miedo, ¿sabes? Es como si lo de subir al altar fuera una maldición –suspira, agachando su cabeza-. Lo de Meredith no salió bien. Lo de Gina, tampoco. ¿Quién dice que con Kate no pasará lo mismo? Y–
-Richard, para –interrumpe, levantando su mano derecha sobre su cara-. Eso nunca lo vas a saber.
-Y cuando lo sepa, ya será demasiado tarde.
-O puede que no. Puede que a la tercera vaya la vencida. Hijo mío, si Beckett se va a casar conmigo es porque de verdad está enamorada de ti. Porque quiere pasar el resto de sus días con tu compañía. Ella ya sabe lo que hay. Sabe cómo han acabado las otras dos. Pero ahí está, y espera a que tú también lo estés.
-¿Y si resulta que no la hago feliz?
Martha le sonríe, con dulzura, y Castle no puede evitar dirigirle la misma mirada. Siente los labios de su madre dejar un suave beso sobre su mejilla, que le reconforta. La rodea la cintura para atraerla hacia él y sumirse en un abrazo. Sabe que hay cosas que nunca cambian, y ese tipo de contacto materno-filial siempre conseguirá hacerle sentir un poco mejor. Un poco más relajado. Más seguro.
-Ya lo haces, Richard. Y lo sabes.
Él afianza el abrazo, y percibe como sus ojos empiezan a llenarse de lágrimas- Gracias, mamá.
---
Las dos horas de trayecto se le hicieron eternas, y agradeció mucho en ese momento que condujera Ryan. No estaba en pos de manejar un coche y menos en ese frenético estado de nervios.
Cuando por fin vislumbró la playa a los lejos, y cómo se iba a acercando su casa a medida que iban recorriendo los Hamptons, se sintió levemente relajado. Pero era acordarse de lo que estaba por llegar y notaba otra vez ese nudo en el estómago, esas ganas de salir corriendo. La corbata no le apretaba, para nada, pero creía que se iba a ahogar con ella en cualquier momento.
Y ahora, ahí está. Andando hacia el altar, a paso lento pero seguro. Miraba de reojo de vez en cuando a su madre, que sigue sonriéndole como hizo en todo el trayecto. Dándole fuerzas. Y él se crece, y a pesar de ser un cúmulo de emociones y nervios, tiene la confianza suficiente para asegurarse de que puede con todo. Puede con eso.
Y está dispuesto a asentir sin apenas estremecerse cuando el alcalde Weldon le pregunte si está dispuesto a pasar el resto de su vida con la mujer a la que ama. Y cuando lo haga, mirará al cielo orgulloso.
Los bancos van a juego con las flores que los decoran. Elegantes, blancos, pero discretos de acuerdo a la propia boda. En el altar se alzaba un arco, del mismo color. Con una hiedra sencilla, bonita, también recubierta con flores de todo tipo que se ajusten al color indicado. No es la boda del año, ni por la decoración, la fiesta o los invitados. Pero a él le basta y le sobra.
Se detienen en el altar, bajo el arco, y su madre se sienta en el banco antes de sonreírle y susurrarle casi inaudiblemente “ánimo, mi niño”. Alexis está al lado de ella, y le guiña un ojo, mirándole con alegría. Está guapísima con ese vestido azul satén, piensa. Y ver a su madre y a su hija dándole apoyos en una constante comunicación visual le basta para mantenerse firme hasta que llegue el momento tan deseado.
Pero cuando por fin oye a los músicos entonando la marcha nupcial, siente cómo su corazón sufre el riesgo de salir disparado hacia algún sitio. Empieza a respirar agitadamente, temblando, odia esa capacidad para ponerse a sudar a la mínima de cambio. Traga saliva duramente, dándose la vuelta con lentitud. No quiere romper ese momento mágico.
Y por fin la ve.
A Castle le cuesta bastante no dejar que su mandíbula se desencaje. Beckett es una mujer demasiado atractiva y siempre lo ha sabido. Pero con ese vestido ha alcanzado un nuevo nivel de belleza. Parece una diosa. Contiene la respiración, fijándose en los pequeños detalles. El vestido es de palabra de honor, blanco completamente, en raso. Tiene unos motivos plateados en forma de hilera de flores que asciende por su costado izquierdo. Y lleva el pelo suelto, como a él le gusta. El sol se refleja en su cabello, haciéndolo brillar aun más y Rick se siente el hombre más afortunado del mundo.
Se acerca agarrando del brazo a su padre. A Castle se le cae la baba cuando ve esa estampa, porque parece tímida cuando lo mira, pero también segura. Aprovecha para mirar a Jim, que le dedica una sonrisa, suave. Parece orgulloso, y eso también le sirve para tomárselo con más calma. Cuando le deja en el altar, enfrente de Rick, se sienta al lado de Martha.
Y cuando el escritor la vuelve a mirar, a los ojos, con esa expresión de felicidad incontenible que transmite, puede jurar que se siente sobrevolando el cielo. Suspira, agradeciendo el que no haya visto hasta ese momento su vestido. Para ellos eso de seguir las tradiciones es una tontería, pero querían hacer de eso algo especial.
Y la sorpresa ha merecido mucho la pena.
-Estás preciosa –murmura, y ella le sonríe.
Robert carraspea, y ambos dirigen su atención hacia él. Cuando este les sonríe, con confianza, agradece a Beckett la idea de que sea algo íntimo, pero eso también lo hace lo suficiente informal para que se sientan cómodos. Y que les case uno de los mejores amigos del escritor es, desde luego, un honor para ambos. Sobre todo cuando es el alcalde de su ciudad. Es como elevarse a un nuevo nivel.
-Richard Edgar Castle y Katherine Houghton Beckett, ¿venís a contraer matrimonio sin ser coaccionados, libre y voluntariamente?
-Sí, venimos libremente –responden al unísono.
Responden de forma autómata a todas las formalidades propias de una ceremonia civil. Castle no puede evitar dejar de sonreír de esa manera, como si fuera un niño. Ya le empiezan a doler las mejillas, y cuando mira a Beckett de reojo sabe que ella también.
Robert no tardas en pronunciar las palabras mágicas:
-Así pues, ya que queréis contraer matrimonio, unid vuestras manos y manifestad vuestro consentimiento –obedecen, el calor de la mano de su novia extendiéndose por la palma de su mano le embarga-. Katherine, ¿quieres y aceptas contraer matrimonio con Richard, aquí presente junto a ti, de acuerdo con la legalidad vigente?
Beckett lanza una fugaz mirada a Castle, atenuando su sonrisa, para luego mirar al alcalde y responder un firme y claro-: Siempre.
Castle se sobrecoge al oír la propia versión de aceptación del matrimonio de la detective. Se muerde el labio inferior, le cuesta reprimir un sollozo. Suspira levemente, preparándose ahora para su turno.
-Richard, ¿quieres y aceptas como mujer y esposa a Katherine, aquí presente junto a ti, de acuerdo con la legalidad vigente?
Y de la misma manera, casi imitándola, agarra su mano con fuerza y contesta con un “siempre” que suena a juramento, resaltado y solemne.
Después de proceder al intercambio de alianzas y arras, se siente más poderoso que nunca, porque ya es factible. Ahí están, dándose la mano, puede sentir el anillo de la detective sobre su mano, y es una sensación demasiado maravillosa como para poder ser descrita. Puede que solo sea una especie de protocolo judicial, unas firmas sobre unos papeles. Pero a Castle siempre le han hecho demasiada ilusión este tipo de cosas. Y ahora, enfrente de todo el mundo, lo suyo ya es tangible. Ya son prácticamente una familia.
Cuando el alcalde les declara unidos, dándole su debido permiso, Castle toma la barbilla de su mujer con suavidad, dejando un corto, suave beso sobre sus labios. Y cree que de un momento para otro va a empezar a llorar. Su madre tenía razón, no es la primera vez. Pero con Beckett todo parece nuevo. Y siente que nunca antes se ha casado.
-Señora Castle –murmura Kate, sobre sus labios-. Me cuesta asimilarlo, ¿sabes?
-¿Y sabes que es lo mejor? –se separan, lentamente, dispuestos a dar por finalizada la ceremonia- Que tenemos toda una vida para recordarnos que esto es de verdad.
***
Bueno, muchas gracias por leer y nos vemos mañanaaaaa!
***
Día 26: Unión
Durante diez minutos que lleva de piel casi inmóvil frente al espejo no ha podido hacer otra cosa que suspirar con agobio y deshacerse una y otra vez el nudo de la corbata. No suele ser tan torpe a la hora de atársela, pero parece que hoy el mundo ha decidido despertarse en su contra, porque todo le parece demasiado pesado como para cargar con ello. Se mira de arriba a abajo, cuando se probó por primera vez ese traje pensó que era perfecto para él. Que es exactamente con lo que se imaginaría puesto, fácilmente. El retrato de su personalidad, elegante pero no muy pomposo.
Pero por alguna razón, ahora se siente inseguro, pensando si no hará demasiado el ridículo con eso puesto.
Y el nudo de la corbata vuelve a quedarle desastroso.
-Castle –se da la vuelta, desesperado, señalando su problema con un leve movimiento de cabeza-. Dios mío, se supone que es ella la que tiene que llegar tarde. A este paso pensará que la has dejado plantada.
-Es esta mierda, no soy capaz de ponérmelo bien –se resigna, exasperado, dejándose el complemento alrededor del cuello, apoyándose cansado sobre la superficie reflectante-. Si lo llego a saber, no me levanto.
-Castle, que quedan tres horas y todavía tenemos que… –Esposito entra en su habitación, mirando su reloj. Castle sabe que va a apurado de tiempo, pero no es para que se lo estén recordando una y otra vez, como si no lo supieran-. Tío, ¿aún no te has puesto la corbata?
-Oye, ¿qué tal si dejáis de acosarme y de recordarme constantemente lo tardísimo que voy a llegar? Porque no ayudáis.
Castle les da la espalda, volviendo a su ardua tarea de intentar ponerse la corbata de manera aceptable. Pero no se ve capaz. Le sudan las manos, el pulso le tiembla y tiene tantas cosas en las que pensar que al mismo tiempo no es capaz de concentrarse en ninguna. Se pasa el dorso de la mano por su frente, frenéticamente, limpiándose el incipiente sudor. Está por creer que dios tiene algún plan para contrarrestar la felicidad de lo que se supone que es uno de los mejores días de su vida. Y es replanteárselo por un momento y enfadarse aún más.
-Richard –vuelve a suspirar, soltando el lazo, dando una vuelta sobre sí mismo con los brazos cruzados, apretando sus labios. Su madre también ha entrado en el dormitorio, y a pesar de que es espacioso se le va quedando pequeño por momentos, aumentando su nerviosismo-. Oh, ¿problemas con la corbata?
-Ayúdame, anda. Yo me rindo.
-Nosotros te esperamos en el coche. No os enrolléis mucho, la gente ya habrá empezado a llegar –pide Esposito, dejando la habitación junto con su compañero. Cuando oye la puerta de su casa cerrarse, siente que se relaja un poco más.
Se acerca a su madre, de frente, dejando que le arregle el nudo. La mira a la cara durante un segundo y aprecia cómo sus ojos empiezan a lagrimear. La mira extrañado, casi riéndose, mientras Martha acaba de arreglarle el nudo. Se gira lo justo y necesario para comprobar que su corbata está bien, y por fin tiene el impecable nudo Windsor alrededor de su cuello. Resopla aliviado, y antes de buscar su americana y bajar para irse de allí, limpia suavemente las pocas lágrimas que discurren por las mejillas de su madre.
-Venga, mamá. Con lo guapa que te has puesto y vas a dejar que esto te estropee el maquillaje.
-Perdón, pero es que estas cosas siempre consiguen sacar mi parte más sensible.
-Es la tercera vez –le resta importancia, sonriendo.
-Pero es la primera vez que te veo así –la sonríe, con ternura mientras inquiere con la mirada-. Sí, no pareces contento. Pero al mismo tiempo, pareces el hombre más feliz del mundo. Y no te vi así con Meredith o Gina.
-Y lo soy. Créeme, ahora mismo me siento como el hombre más feliz del mundo. Es solo que… –se muerde el labio, dubitativo. Martha lo mira, expectante, abriendo la boca- tengo miedo, ¿sabes? Es como si lo de subir al altar fuera una maldición –suspira, agachando su cabeza-. Lo de Meredith no salió bien. Lo de Gina, tampoco. ¿Quién dice que con Kate no pasará lo mismo? Y–
-Richard, para –interrumpe, levantando su mano derecha sobre su cara-. Eso nunca lo vas a saber.
-Y cuando lo sepa, ya será demasiado tarde.
-O puede que no. Puede que a la tercera vaya la vencida. Hijo mío, si Beckett se va a casar conmigo es porque de verdad está enamorada de ti. Porque quiere pasar el resto de sus días con tu compañía. Ella ya sabe lo que hay. Sabe cómo han acabado las otras dos. Pero ahí está, y espera a que tú también lo estés.
-¿Y si resulta que no la hago feliz?
Martha le sonríe, con dulzura, y Castle no puede evitar dirigirle la misma mirada. Siente los labios de su madre dejar un suave beso sobre su mejilla, que le reconforta. La rodea la cintura para atraerla hacia él y sumirse en un abrazo. Sabe que hay cosas que nunca cambian, y ese tipo de contacto materno-filial siempre conseguirá hacerle sentir un poco mejor. Un poco más relajado. Más seguro.
-Ya lo haces, Richard. Y lo sabes.
Él afianza el abrazo, y percibe como sus ojos empiezan a llenarse de lágrimas- Gracias, mamá.
---
Las dos horas de trayecto se le hicieron eternas, y agradeció mucho en ese momento que condujera Ryan. No estaba en pos de manejar un coche y menos en ese frenético estado de nervios.
Cuando por fin vislumbró la playa a los lejos, y cómo se iba a acercando su casa a medida que iban recorriendo los Hamptons, se sintió levemente relajado. Pero era acordarse de lo que estaba por llegar y notaba otra vez ese nudo en el estómago, esas ganas de salir corriendo. La corbata no le apretaba, para nada, pero creía que se iba a ahogar con ella en cualquier momento.
Y ahora, ahí está. Andando hacia el altar, a paso lento pero seguro. Miraba de reojo de vez en cuando a su madre, que sigue sonriéndole como hizo en todo el trayecto. Dándole fuerzas. Y él se crece, y a pesar de ser un cúmulo de emociones y nervios, tiene la confianza suficiente para asegurarse de que puede con todo. Puede con eso.
Y está dispuesto a asentir sin apenas estremecerse cuando el alcalde Weldon le pregunte si está dispuesto a pasar el resto de su vida con la mujer a la que ama. Y cuando lo haga, mirará al cielo orgulloso.
Los bancos van a juego con las flores que los decoran. Elegantes, blancos, pero discretos de acuerdo a la propia boda. En el altar se alzaba un arco, del mismo color. Con una hiedra sencilla, bonita, también recubierta con flores de todo tipo que se ajusten al color indicado. No es la boda del año, ni por la decoración, la fiesta o los invitados. Pero a él le basta y le sobra.
Se detienen en el altar, bajo el arco, y su madre se sienta en el banco antes de sonreírle y susurrarle casi inaudiblemente “ánimo, mi niño”. Alexis está al lado de ella, y le guiña un ojo, mirándole con alegría. Está guapísima con ese vestido azul satén, piensa. Y ver a su madre y a su hija dándole apoyos en una constante comunicación visual le basta para mantenerse firme hasta que llegue el momento tan deseado.
Pero cuando por fin oye a los músicos entonando la marcha nupcial, siente cómo su corazón sufre el riesgo de salir disparado hacia algún sitio. Empieza a respirar agitadamente, temblando, odia esa capacidad para ponerse a sudar a la mínima de cambio. Traga saliva duramente, dándose la vuelta con lentitud. No quiere romper ese momento mágico.
Y por fin la ve.
A Castle le cuesta bastante no dejar que su mandíbula se desencaje. Beckett es una mujer demasiado atractiva y siempre lo ha sabido. Pero con ese vestido ha alcanzado un nuevo nivel de belleza. Parece una diosa. Contiene la respiración, fijándose en los pequeños detalles. El vestido es de palabra de honor, blanco completamente, en raso. Tiene unos motivos plateados en forma de hilera de flores que asciende por su costado izquierdo. Y lleva el pelo suelto, como a él le gusta. El sol se refleja en su cabello, haciéndolo brillar aun más y Rick se siente el hombre más afortunado del mundo.
Se acerca agarrando del brazo a su padre. A Castle se le cae la baba cuando ve esa estampa, porque parece tímida cuando lo mira, pero también segura. Aprovecha para mirar a Jim, que le dedica una sonrisa, suave. Parece orgulloso, y eso también le sirve para tomárselo con más calma. Cuando le deja en el altar, enfrente de Rick, se sienta al lado de Martha.
Y cuando el escritor la vuelve a mirar, a los ojos, con esa expresión de felicidad incontenible que transmite, puede jurar que se siente sobrevolando el cielo. Suspira, agradeciendo el que no haya visto hasta ese momento su vestido. Para ellos eso de seguir las tradiciones es una tontería, pero querían hacer de eso algo especial.
Y la sorpresa ha merecido mucho la pena.
-Estás preciosa –murmura, y ella le sonríe.
Robert carraspea, y ambos dirigen su atención hacia él. Cuando este les sonríe, con confianza, agradece a Beckett la idea de que sea algo íntimo, pero eso también lo hace lo suficiente informal para que se sientan cómodos. Y que les case uno de los mejores amigos del escritor es, desde luego, un honor para ambos. Sobre todo cuando es el alcalde de su ciudad. Es como elevarse a un nuevo nivel.
-Richard Edgar Castle y Katherine Houghton Beckett, ¿venís a contraer matrimonio sin ser coaccionados, libre y voluntariamente?
-Sí, venimos libremente –responden al unísono.
Responden de forma autómata a todas las formalidades propias de una ceremonia civil. Castle no puede evitar dejar de sonreír de esa manera, como si fuera un niño. Ya le empiezan a doler las mejillas, y cuando mira a Beckett de reojo sabe que ella también.
Robert no tardas en pronunciar las palabras mágicas:
-Así pues, ya que queréis contraer matrimonio, unid vuestras manos y manifestad vuestro consentimiento –obedecen, el calor de la mano de su novia extendiéndose por la palma de su mano le embarga-. Katherine, ¿quieres y aceptas contraer matrimonio con Richard, aquí presente junto a ti, de acuerdo con la legalidad vigente?
Beckett lanza una fugaz mirada a Castle, atenuando su sonrisa, para luego mirar al alcalde y responder un firme y claro-: Siempre.
Castle se sobrecoge al oír la propia versión de aceptación del matrimonio de la detective. Se muerde el labio inferior, le cuesta reprimir un sollozo. Suspira levemente, preparándose ahora para su turno.
-Richard, ¿quieres y aceptas como mujer y esposa a Katherine, aquí presente junto a ti, de acuerdo con la legalidad vigente?
Y de la misma manera, casi imitándola, agarra su mano con fuerza y contesta con un “siempre” que suena a juramento, resaltado y solemne.
Después de proceder al intercambio de alianzas y arras, se siente más poderoso que nunca, porque ya es factible. Ahí están, dándose la mano, puede sentir el anillo de la detective sobre su mano, y es una sensación demasiado maravillosa como para poder ser descrita. Puede que solo sea una especie de protocolo judicial, unas firmas sobre unos papeles. Pero a Castle siempre le han hecho demasiada ilusión este tipo de cosas. Y ahora, enfrente de todo el mundo, lo suyo ya es tangible. Ya son prácticamente una familia.
Cuando el alcalde les declara unidos, dándole su debido permiso, Castle toma la barbilla de su mujer con suavidad, dejando un corto, suave beso sobre sus labios. Y cree que de un momento para otro va a empezar a llorar. Su madre tenía razón, no es la primera vez. Pero con Beckett todo parece nuevo. Y siente que nunca antes se ha casado.
-Señora Castle –murmura Kate, sobre sus labios-. Me cuesta asimilarlo, ¿sabes?
-¿Y sabes que es lo mejor? –se separan, lentamente, dispuestos a dar por finalizada la ceremonia- Que tenemos toda una vida para recordarnos que esto es de verdad.
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Bueno, muchas gracias por leer y nos vemos mañanaaaaa!
Re: Treinta días (Día 30)
Capítulo nuevo, y vaya, que bonito, me ha gustado mucho, sigueee.
Delta5- Escritor - Policia
- Mensajes : 10286
Fecha de inscripción : 30/07/2012
Localización : Ciudadano del Mundo
Re: Treinta días (Día 30)
Que bonitoooo
Yaye- Escritor - Policia
- Mensajes : 1751
Fecha de inscripción : 05/06/2012
Localización : Huelva
Re: Treinta días (Día 30)
Que bonito
ORNITORRINCO, ME ENCATAS! Grrrr Grrrr
ORNITORRINCO, ME ENCATAS! Grrrr Grrrr
AlwaysSerenity- Autor de best-seller
- Mensajes : 966
Fecha de inscripción : 14/10/2012
Edad : 27
Localización : Málaga (Andalucia) España
Re: Treinta días (Día 30)
Impresionante!!
KBRC- Escritor novato
- Mensajes : 19
Fecha de inscripción : 16/01/2013
Re: Treinta días (Día 30)
Este era uno de los días que más ganas tenías de leer y has superado todas mis expectativas.
Ha sido una escena preciosa, me encanta como has descrito los sentimientos de Castle, su nerviosismo y su miedo al matrimonio, algo lógico en él después de dos fallidos.
Si llegamos a ver una boda de la pareja, espero que sea algo así.
Genial Sara!
Ha sido una escena preciosa, me encanta como has descrito los sentimientos de Castle, su nerviosismo y su miedo al matrimonio, algo lógico en él después de dos fallidos.
Si llegamos a ver una boda de la pareja, espero que sea algo así.
Genial Sara!
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Castlet: What happens if you don’t like what you see?
Beckett: What happens if you don’t let me look?
Re: Treinta días (Día 30)
Estos 26 dias han sido maravillosos, tienes una increible capacidad para escribir y sorprender cada día, felicitaciones!! como siempre ha estado genial
danivos- Escritor novato
- Mensajes : 27
Fecha de inscripción : 09/10/2012
Re: Treinta días (Día 30)
HERMOSOOOOOOOOO
castle&beckett..cris- Escritor - Policia
- Mensajes : 5471
Fecha de inscripción : 20/03/2011
Edad : 33
Localización : Menorca..I LOVE NEW YORK..NYPD..RICK CASTLE & KATE BECKETT
Re: Treinta días (Día 30)
SIGUEEEE
castle&beckett..cris- Escritor - Policia
- Mensajes : 5471
Fecha de inscripción : 20/03/2011
Edad : 33
Localización : Menorca..I LOVE NEW YORK..NYPD..RICK CASTLE & KATE BECKETT
Re: Treinta días (Día 30)
que hermosoooo, me he imaginado esa boda, y a sido la boda mas linda que puede haber, como siempre una genialidad de fic, me da pena que vayan a terminar ya los 30 días... espero con ansias el siguiente
Emily Claire- Actor en Broadway
- Mensajes : 215
Fecha de inscripción : 16/10/2012
Edad : 31
Localización : Chile, Viña del Mar
Re: Treinta días (Día 30)
QUE HERMOSO
Este día me encantó como el resto de los días...
Este día me encantó como el resto de los días...
Fanny_123- Autor de best-seller
- Mensajes : 831
Fecha de inscripción : 15/09/2012
Edad : 24
Localización : Chile!!! c:
Re: Treinta días (Día 30)
No se que decir la verdad me as dejado sin palabras continua
monsta- Actor en Broadway
- Mensajes : 170
Fecha de inscripción : 24/04/2012
Edad : 32
Localización : madrid
Re: Treinta días (Día 30)
NO ME PUEDES HACER ESTÁS COSAS DESPUÉS DE CONTARTE LO DE LOS LIBROS DE EXTRATERRESTES no puedes NO
Y encima ahora me doy cuenta de que el fic, realmente llega a su fin y es como "Oh dios, en menos de 30 días he cogido la costumbre de esperar a las 11 a ver si Sara subía un caitulo y ahora...
Total que casi lloro yo con la boda, me pongo así con un fic imaginate si lo hacen en la serie
Pero tú sigue escribiendo que lo haces muy muy bien
Y encima ahora me doy cuenta de que el fic, realmente llega a su fin y es como "Oh dios, en menos de 30 días he cogido la costumbre de esperar a las 11 a ver si Sara subía un caitulo y ahora...
Total que casi lloro yo con la boda, me pongo así con un fic imaginate si lo hacen en la serie
Pero tú sigue escribiendo que lo haces muy muy bien
PartnersAlways- As del póker
- Mensajes : 373
Fecha de inscripción : 26/11/2012
Re: Treinta días (Día 30)
Dios, la última frase me ha matado!
Se que sueno repetitiva pero: ME ENCANTA!
Se que sueno repetitiva pero: ME ENCANTA!
Aliciaa- Ayudante de policia
- Mensajes : 60
Fecha de inscripción : 22/10/2012
Re: Treinta días (Día 30)
¡Vivan los novios! Lo has contado de manera espectacular, ojalá fuese así en la serie.
Cata Castillo- Escritor - Policia
- Mensajes : 1729
Fecha de inscripción : 25/09/2010
Localización : Al sur del sur
Re: Treinta días (Día 30)
La última frase.... INCREIBLE!!!
Como siempre, me ha encantado
Como siempre, me ha encantado
forever23- As del póker
- Mensajes : 382
Fecha de inscripción : 09/09/2012
Edad : 32
Localización : Bilbao
Re: Treinta días (Día 30)
Sin palabras, una boda preciosa. Y esto a lo que me refería, sabes transmitir de una forma muy especial todos los sentimientos de los personajes, o por lo menos a mi me llegan. Me he emocionado y todo.
Re: Treinta días (Día 30)
IMPRESIONANTES LOS DOS CAPITULOS, ME HAS DEJADO SIN PALABRAS, SON LO MÁS BONITO QUE HE LEIDO HASTA AHORA Y SIN MENOSPRECIAR A NADIE.
EXCELENTES, PRECIOSOS, TE HAS VUELTO A SUPERAR,...............ESTO ES LO TUYO, CHICA TÚ SI QUE VALES¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡
PERO QUE NO TE PASE COMO A CASTLE, CUIDADO CON EL EGO¡¡¡¡¡¡ JAJAJAJAJAJA
BUENO LA CULMINACIÓN TIENE QUE SER ALGO INCREIBLE, HAS PUESTO EL LISTÓN MUY ALTO Y SEGURA ESTOY DE QUE LA GUINDA DEL PASTEL NO ME LA PUEDO PERDER POR NADA, Y POR SI ACASO QUE SE PARE EL MUNDO O SI NO ME BAJO, PERO NO ME PIERDO ESTE FINAL APOTEÓSICO. A POR ÉL¡¡¡¡¡¡¡¡
YA SABES SUERTE Y AL TORO, DÉJANOS SIN ALIENTO.............COMO SIEMPRE.
EXCELENTES, PRECIOSOS, TE HAS VUELTO A SUPERAR,...............ESTO ES LO TUYO, CHICA TÚ SI QUE VALES¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡
PERO QUE NO TE PASE COMO A CASTLE, CUIDADO CON EL EGO¡¡¡¡¡¡ JAJAJAJAJAJA
BUENO LA CULMINACIÓN TIENE QUE SER ALGO INCREIBLE, HAS PUESTO EL LISTÓN MUY ALTO Y SEGURA ESTOY DE QUE LA GUINDA DEL PASTEL NO ME LA PUEDO PERDER POR NADA, Y POR SI ACASO QUE SE PARE EL MUNDO O SI NO ME BAJO, PERO NO ME PIERDO ESTE FINAL APOTEÓSICO. A POR ÉL¡¡¡¡¡¡¡¡
YA SABES SUERTE Y AL TORO, DÉJANOS SIN ALIENTO.............COMO SIEMPRE.
agecastbet- Escritor - Policia
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Fecha de inscripción : 27/12/2012
Localización : En la colina del loco - Madrid
Re: Treinta días (Día 30)
Yaaaa estoy aquí! :3 Pues dia 27. No se si este os gustara tanto como os ha gustado el anterior (jooo, muchas gracias por los comentarios, de verdad. Me emocioné hasta mas que Castle y Beckett en mi shot ) pero bueno, lo he intentado jajaja. Ahí os va! ^^
***
Día 27: April's fool day
Cuando la detective lo mira de reojo, casi puede jurar que está sufriendo ella más que él. No solo por la empatía tan pronunciada que, por suerte o por desgracia, tienden a experimentar con solo respirar el mismo aire. También por las incontenibles ganas que tiene Beckett de echarse a reír sobre su escritorio, porque lleva toda la mañana, desde que han llegado, con la boca temblando. Es mirarle a la cara y tener que irse a algún sitio, lejos de él, respirar hondo y volver a centrarse en su trabajo más que en las caras con las que Castle mira aquel panorama.
Y ella se pregunta si no estarán llevando esto demasiado lejos. Pero después de ver los pucheros que gesticula cuando la gente lo saluda con normalidad y lo mono que está cuando saca su parte más infantil, se le pasa todo remordimiento. Va a merecer la pena.
-Hoy estás muy raro, Castle –observa Beckett, con una socarrona sonrisa pronunciándose sobre sus labios.
-¿Hoy? –pregunta, exasperado, la detective vuelve a luchar contra sí misma para reprimir una carcajada- ¿De verdad me lo estás preguntando?
-Ah, claro. Ya te la han jugado, ¿verdad? –Castle resopla, arrugando sus labios y mirándola con suspicacia- Es el día de los tontos, ahora te toca a ti devolverla. Y supongo que estarás a la altura, así que no me hagas sentir decepcionada.
-Pero qué graciosa eres –suelta irónicamente, mientras se cruza de brazos. Beckett adora torturarlo de esa manera-. Y sí, me la están jugando y de una manera…
-Bueno, siempre puedes pensar que tu día no será peor que el de Esposito –señala a su compañero con el bolígrafo, y Castle dirige su atención hacia el moreno. Parece que va a hacer un amago por levantarse, pero no lo consigue. Y cuando se levanta, se lleva la silla consigo. Beckett suelta una silenciosa carcajada, mientras el escritor la mira con una mirada de reprobación, pero divertido.
-No me digas que has sido tú –la detective entierra su cara entre sus manos-. Uy, qué perversa.
Unos gritos desesperados se oyen desde el fondo de la comisaría. Ambos dirigen la atención hacia el foco del alboroto y pueden ver a Ryan con una especie de polvo blanco incrustado en su indumentaria, rostro y pelo. Las carcajadas de Beckett aumentan y Castle aparta sus ojos del inocente policía, protegiéndose de lo que puede venir ahora. Y se produce un choque de miradas entre Ryan y Esposito, seguido de unos cuántos insultos y juramentos mientras ambos se dirigen hacia el otro. Cuando el escritor y la inspectora observan a Ryan bañado en un color albino y Esposito dando brincos con la silla pegada, se apoyan sobre el escritorio, ante la imposibilidad de mantenerse firmes mientras dejan escapar sonoras carcajadas.
-Dios, ¿has visto a Ryan?
-Sabía que iba a usar el secador después de ducharse –intenta explicar Castle, limpiándose las incipientes lágrimas con su dedo índice-. Tenía que aprovecharme de eso.
-¿Has sido tú? –el escritor asiente- ¿Sabías que iba a pasar esto?
-Qué va, pero ha sido como caído del cielo. Eh, inspectora –le sitúa la mano abierta enfrente de su rostro, y ella se la choca-, conexión.
-Sí, bueno, siempre hemos tenido ese don, ¿verdad? –le guiña un ojo, y él se muerde el labio, sonriendo. Le encanta cuando Castle sonríe de esa manera, le resulta demasiado adorable.
-Hablando de conexión…
-¿Sabes? Me apetece un café. ¿Vamos a por uno? –corta la conversación. Él resopla, abatido, y ella se sobrecoge un poco.
Solo espera que a Castle no le afecte mucho. Al menos no demasiado como para que la sorpresa no luzca todo lo que ella espera que haga.
---
Al cruzar el umbral de la puerta de su casa, todo está oscuro. Más oscuro de lo normal. Cierra la puerta, quitando ese atisbo de luz que entraba desde el rellano y, cuando da un solo paso para pulsar el interruptor de la luz, empieza a vislumbrar una especie de brillo, algo fluorescente iluminándose a su espalda. Se da la vuelta, para poder apreciar cómo unas letras grandes, brillantes colgadas en su despacho empiezan a formar entre divertidas luces una frase, poco legible pero que, a juzgar por las letras que empiezan adquirir más fuera en su luz, es demasiado evidente lo que quiere significar.
Y antes de que diga nada, las luces de su loft se encienden de golpe y oye al unísono un resonante y animado “¡Felicidades!” que retumba en todas las paredes. Castle parece un niño pequeño cuando se estremece sobresaltado con esa gran sonrisa en su boca, para luego dirigirse hacia sus amigos dando pequeños brincos.
-Tío, tenías que haberte visto la cara cuando creías que nadie se había acordado –Esposito le mira, casi entrañado por su expresión-. Nos estaba empezando a dar pena y todo.
-Estuvimos a punto de parar. Pero luego pensamos en que tú nos habrías hecho lo mismo dejamos de sentirnos culpables –el escritor finge mirar con repulsión a Ryan, ante su expresión de sorna, pero ambos se acaban sonriendo con calidez-. Te podrás quejar, tío.
-Sí, bueno. Por cierto, siento lo del secador y la harina.
-Oh, no es… –Ryan se detiene, mirándole caviloso-. Espera, ¿qué?
Castle se encoge de hombros, observándole con indulto. Se le da bien dar pena cuando saca su parte más infantil a relucir.
Abre la boca para decir algo más, pero todos parecen estar expectantes a lo que hay detrás de él. Se va a dar la vuelta cuando unos brazos envuelven su cintura, entrelazándose sobre su estómago. Nota un cálido aliento sobre su oído mientras el peso de una persona recae sobre su espalda, apoyándose sobre esta. Como si supiera quién es, el escritor posa sus manos sobre las otras, agarrándolas con dulzura.
-Al final me has decepcionado, Castle. Qué mal.
Beckett deja de rodear su cuerpo al sentir al escritor dándose la vuelta. Cuando le tiene enfrente, vuelve a repetir la acción, uniendo sus brazos por detrás de su cuello, acercándose a él.
-Soy un inocente, ¿no? –frunce sus labios, con falsa culpabilidad.
-Eres un inocente –la detective acorta más la distancia, hasta conseguir rozar la punta de su nariz contra la de Castle, juguetona-. Pero ¿cómo me iba a olvidar de tu cumple?
-Sí, tienes razón. Siento haberte subestimado, inspectora. No tengo perdón –termina de deshacerse del espacio innecesario que hay entre sus labios, atrapándolos para darle un beso, suave, reconfortante, y Beckett siente cómo Castle sonríe sobre los suyos. En medio de ese pequeño momento de unión física y emocional, un sonido conmovedor se alza en el aire, al unísono, y ambos se separan, riéndose-. Venga, ni que fuera una película.
Los demás se ríen, la pareja se vuelve a mirar. Beckett apoya su frente contra la de su novio, dejando otro beso, corto antes de susurrar:
-Felicidades, Castle. Y… feliz día de los tontos.
El escritor se abraza más a ella, y la detective sabe que ha merecido la pena hacerle pasar ese mal trago. Porque ahora vuelve a sentir esa empatía y le dice que todo está bien. Demasiado bien. Y la sensación que le produce ver a su novio sonriendo con esa felicidad, como si se sintiera recogido, la eleva de tantas maneras que puede asegurar, con certeza, que sabe dónde está su sitio.
-Gracias.
***
Gracias por leeeer! Hasta mañana! :3
***
Día 27: April's fool day
Cuando la detective lo mira de reojo, casi puede jurar que está sufriendo ella más que él. No solo por la empatía tan pronunciada que, por suerte o por desgracia, tienden a experimentar con solo respirar el mismo aire. También por las incontenibles ganas que tiene Beckett de echarse a reír sobre su escritorio, porque lleva toda la mañana, desde que han llegado, con la boca temblando. Es mirarle a la cara y tener que irse a algún sitio, lejos de él, respirar hondo y volver a centrarse en su trabajo más que en las caras con las que Castle mira aquel panorama.
Y ella se pregunta si no estarán llevando esto demasiado lejos. Pero después de ver los pucheros que gesticula cuando la gente lo saluda con normalidad y lo mono que está cuando saca su parte más infantil, se le pasa todo remordimiento. Va a merecer la pena.
-Hoy estás muy raro, Castle –observa Beckett, con una socarrona sonrisa pronunciándose sobre sus labios.
-¿Hoy? –pregunta, exasperado, la detective vuelve a luchar contra sí misma para reprimir una carcajada- ¿De verdad me lo estás preguntando?
-Ah, claro. Ya te la han jugado, ¿verdad? –Castle resopla, arrugando sus labios y mirándola con suspicacia- Es el día de los tontos, ahora te toca a ti devolverla. Y supongo que estarás a la altura, así que no me hagas sentir decepcionada.
-Pero qué graciosa eres –suelta irónicamente, mientras se cruza de brazos. Beckett adora torturarlo de esa manera-. Y sí, me la están jugando y de una manera…
-Bueno, siempre puedes pensar que tu día no será peor que el de Esposito –señala a su compañero con el bolígrafo, y Castle dirige su atención hacia el moreno. Parece que va a hacer un amago por levantarse, pero no lo consigue. Y cuando se levanta, se lleva la silla consigo. Beckett suelta una silenciosa carcajada, mientras el escritor la mira con una mirada de reprobación, pero divertido.
-No me digas que has sido tú –la detective entierra su cara entre sus manos-. Uy, qué perversa.
Unos gritos desesperados se oyen desde el fondo de la comisaría. Ambos dirigen la atención hacia el foco del alboroto y pueden ver a Ryan con una especie de polvo blanco incrustado en su indumentaria, rostro y pelo. Las carcajadas de Beckett aumentan y Castle aparta sus ojos del inocente policía, protegiéndose de lo que puede venir ahora. Y se produce un choque de miradas entre Ryan y Esposito, seguido de unos cuántos insultos y juramentos mientras ambos se dirigen hacia el otro. Cuando el escritor y la inspectora observan a Ryan bañado en un color albino y Esposito dando brincos con la silla pegada, se apoyan sobre el escritorio, ante la imposibilidad de mantenerse firmes mientras dejan escapar sonoras carcajadas.
-Dios, ¿has visto a Ryan?
-Sabía que iba a usar el secador después de ducharse –intenta explicar Castle, limpiándose las incipientes lágrimas con su dedo índice-. Tenía que aprovecharme de eso.
-¿Has sido tú? –el escritor asiente- ¿Sabías que iba a pasar esto?
-Qué va, pero ha sido como caído del cielo. Eh, inspectora –le sitúa la mano abierta enfrente de su rostro, y ella se la choca-, conexión.
-Sí, bueno, siempre hemos tenido ese don, ¿verdad? –le guiña un ojo, y él se muerde el labio, sonriendo. Le encanta cuando Castle sonríe de esa manera, le resulta demasiado adorable.
-Hablando de conexión…
-¿Sabes? Me apetece un café. ¿Vamos a por uno? –corta la conversación. Él resopla, abatido, y ella se sobrecoge un poco.
Solo espera que a Castle no le afecte mucho. Al menos no demasiado como para que la sorpresa no luzca todo lo que ella espera que haga.
---
Al cruzar el umbral de la puerta de su casa, todo está oscuro. Más oscuro de lo normal. Cierra la puerta, quitando ese atisbo de luz que entraba desde el rellano y, cuando da un solo paso para pulsar el interruptor de la luz, empieza a vislumbrar una especie de brillo, algo fluorescente iluminándose a su espalda. Se da la vuelta, para poder apreciar cómo unas letras grandes, brillantes colgadas en su despacho empiezan a formar entre divertidas luces una frase, poco legible pero que, a juzgar por las letras que empiezan adquirir más fuera en su luz, es demasiado evidente lo que quiere significar.
Y antes de que diga nada, las luces de su loft se encienden de golpe y oye al unísono un resonante y animado “¡Felicidades!” que retumba en todas las paredes. Castle parece un niño pequeño cuando se estremece sobresaltado con esa gran sonrisa en su boca, para luego dirigirse hacia sus amigos dando pequeños brincos.
-Tío, tenías que haberte visto la cara cuando creías que nadie se había acordado –Esposito le mira, casi entrañado por su expresión-. Nos estaba empezando a dar pena y todo.
-Estuvimos a punto de parar. Pero luego pensamos en que tú nos habrías hecho lo mismo dejamos de sentirnos culpables –el escritor finge mirar con repulsión a Ryan, ante su expresión de sorna, pero ambos se acaban sonriendo con calidez-. Te podrás quejar, tío.
-Sí, bueno. Por cierto, siento lo del secador y la harina.
-Oh, no es… –Ryan se detiene, mirándole caviloso-. Espera, ¿qué?
Castle se encoge de hombros, observándole con indulto. Se le da bien dar pena cuando saca su parte más infantil a relucir.
Abre la boca para decir algo más, pero todos parecen estar expectantes a lo que hay detrás de él. Se va a dar la vuelta cuando unos brazos envuelven su cintura, entrelazándose sobre su estómago. Nota un cálido aliento sobre su oído mientras el peso de una persona recae sobre su espalda, apoyándose sobre esta. Como si supiera quién es, el escritor posa sus manos sobre las otras, agarrándolas con dulzura.
-Al final me has decepcionado, Castle. Qué mal.
Beckett deja de rodear su cuerpo al sentir al escritor dándose la vuelta. Cuando le tiene enfrente, vuelve a repetir la acción, uniendo sus brazos por detrás de su cuello, acercándose a él.
-Soy un inocente, ¿no? –frunce sus labios, con falsa culpabilidad.
-Eres un inocente –la detective acorta más la distancia, hasta conseguir rozar la punta de su nariz contra la de Castle, juguetona-. Pero ¿cómo me iba a olvidar de tu cumple?
-Sí, tienes razón. Siento haberte subestimado, inspectora. No tengo perdón –termina de deshacerse del espacio innecesario que hay entre sus labios, atrapándolos para darle un beso, suave, reconfortante, y Beckett siente cómo Castle sonríe sobre los suyos. En medio de ese pequeño momento de unión física y emocional, un sonido conmovedor se alza en el aire, al unísono, y ambos se separan, riéndose-. Venga, ni que fuera una película.
Los demás se ríen, la pareja se vuelve a mirar. Beckett apoya su frente contra la de su novio, dejando otro beso, corto antes de susurrar:
-Felicidades, Castle. Y… feliz día de los tontos.
El escritor se abraza más a ella, y la detective sabe que ha merecido la pena hacerle pasar ese mal trago. Porque ahora vuelve a sentir esa empatía y le dice que todo está bien. Demasiado bien. Y la sensación que le produce ver a su novio sonriendo con esa felicidad, como si se sintiera recogido, la eleva de tantas maneras que puede asegurar, con certeza, que sabe dónde está su sitio.
-Gracias.
***
Gracias por leeeer! Hasta mañana! :3
Re: Treinta días (Día 30)
Perfecto, te ha quedado genial, wow. Veremos si mañana eres capaz de superarlo.
Delta5- Escritor - Policia
- Mensajes : 10286
Fecha de inscripción : 30/07/2012
Localización : Ciudadano del Mundo
Re: Treinta días (Día 30)
Jejeje pobre Castle, se creia que se habian olvidado de su cumple... y pobres Ryan y Espo que le hacen bromas para reirse Y me encanta Beckett abrazando a su ''amorcito'' y dandole un beso delante de sus amigos...
Ya va quedando menos para el final...
Ya va quedando menos para el final...
AlwaysSerenity- Autor de best-seller
- Mensajes : 966
Fecha de inscripción : 14/10/2012
Edad : 27
Localización : Málaga (Andalucia) España
Re: Treinta días (Día 30)
Pobre Castle, se pensaba que nadie se había acordado de su cumpleaños xD
Me ha encantado
Me ha encantado
forever23- As del póker
- Mensajes : 382
Fecha de inscripción : 09/09/2012
Edad : 32
Localización : Bilbao
Re: Treinta días (Día 30)
Castle pensando q no se acordaban de su cumpleaños y esas bromas hacia Ryan y Espo me han matado me ah encantado el capi
PD: "NO QUIERO QUE ACABE EL FIC"
PD: "NO QUIERO QUE ACABE EL FIC"
Fanny_123- Autor de best-seller
- Mensajes : 831
Fecha de inscripción : 15/09/2012
Edad : 24
Localización : Chile!!! c:
Re: Treinta días (Día 30)
PRECIOSOOOOO SIGUEEE
castle&beckett..cris- Escritor - Policia
- Mensajes : 5471
Fecha de inscripción : 20/03/2011
Edad : 33
Localización : Menorca..I LOVE NEW YORK..NYPD..RICK CASTLE & KATE BECKETT
Re: Treinta días (Día 30)
Perfectos como siempre, tengo poco tiempo por eso no comento seguido pero leo toooooodos tus capítulos.
Gracias por compartirlos, son preciosos!!!!!!!
Sigueeee
Gracias por compartirlos, son preciosos!!!!!!!
Sigueeee
silvanalino- Escritor - Policia
- Mensajes : 2439
Fecha de inscripción : 01/12/2010
Edad : 51
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