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(+18) Amo del Universo - ÚLTIMOS CAPÍTULOS Y EPÍLOGO

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(+18) Amo del Universo - ÚLTIMOS CAPÍTULOS Y EPÍLOGO - Página 32 Empty Re: (+18) Amo del Universo - ÚLTIMOS CAPÍTULOS Y EPÍLOGO

Mensaje por maria_cs Dom Ago 17, 2014 10:13 am

Capítulo 46

-Así que... ¿sadomasoquismo?

Ryan se sienta a mi lado, tendiéndome una taza de café. Aunque ahora mismo me vendría mejor una... -¿Qué le has puesto a esto? -pregunto, después de tragar; me lagrimean los ojos.

-Mi abuela decía: no hay nada que un buen café irlandés no arregle.

-Una mujer sabia.

-Mucho. Entonces...

-Sí, sadomasoquismo -confirmo -. Pero es mucho más que eso.

-Kate... no seré yo quien te diga lo que tienes que hacer en tu vida privada...

-¿Pero?

-Pero, ¿cuánto hace que lo conoces? Quiero decir, eh si quieres que un tío te ate y te dé con una pala, genial, es tu vida. ¿Pero cómo sabes que no va a hacerte daño?

-La pregunta de siempre ¿no? Kate, ¿cómo sabes que puedes confiar en él? Kate, si te ata ¿cómo sabes que no te matará o te violará o Dios sabe qué? Kate, ¿estás loca? Llevo mucho tiempo haciéndome esas preguntas, Ryan. Y sabes qué, la respuesta es siempre la misma. Confío en él. -O eso creía.

-¿Entonces no crees que haya matado a esa chica? Ahora hasta yo dudo.

-¿Encuentras una habitación diseñada para el sexo duro y ya cambias de opinión? -pregunto, arqueando las cejas, dándole otro trago al café.

-No, es sólo que... mira creía conocer a Castle, joder creía conocerte a ti y jamás se me hubiera pasado por la cabeza que fueras una...

-La palabra es sumisa -murmuro.

-Mira, tú tampoco estás segura. ¿O sí? -Me obliga a mirarlo, esperando una respuesta. Suspiro. No sé qué pensar. Por un lado lo defiendo y por otro soy incapaz de decir "no, él no fue". Las pruebas, las coincidencias... todo encaja. Pero no quiero creer que el mismo hombre que hace unas noches me estaba haciendo el amor es un asesino. -Es fácil, Beckett. Si tú confías en él, yo confío en él. Así que dime, ¿confiamos en él?

Me pongo en pie, al otro lado de la sala Esposito y el capitán hablan, ambos con el ceño fruncido. Me vuelvo hacia mi compañero. -¿Qué has averiguado?

-Bien -sonríe y no sé por qué creo que todo ese cuento sobre seguridad y locuras sexuales era su forma de presionarme para que me diera cuenta de lo que siento por Rick -Tal como me pediste hablé con la editora de Castle, una rubia antipática de las que ya no quedan...

-¿Y? -le insto a continuar, impaciente.

-Al parecer fue hasta allí, pero la reunión apenas duró una media hora.

-Rick me comentó que estaría allí toda la mañana.

-Por lo visto él recibió una llamada y se marchó de repente.

-¿Le dio explicaciones?

-No y eso a la rubia la cabreó bastante. De hecho me despidió de su despacho con un "dígale a su amigo que quiero diez capítulos la semana que viene o lo denuncio por incumplimiento del contrato".

-Si todo fuera eso... -murmuro.

-Eh. Todo saldrá bien, ¿vale?

-Le he fallado Ryan -musito- él sólo necesita mi apoyo y yo...

-Se lo estás dando ahora. Además, seguro que se vengará de un modo apropiado...

-¡Ryan!

-¿Qué? Muchos años durmiendo en casa de Espo... adivina cual es su primera página en el historial.

-No quiero saberlo.

-Bueno, ¿próximo paso?

-Averiguar dónde estuvo Rick tras salir de la reunión.

-Me ocupo yo. Tú mejor mantente alejada de él antes de que el capitán te eche.

-Bien, yo mientras iré a hablar con la madre de la chica... quizás ella sepa algo sobre quién querría matar a su hija.

-Por lo que cuenta Esposito... la madre está segura de que es Castle.

-La madre no ha pensado en otro tío porque le hemos puesto la cabeza de Castle en bandeja. Hora de ayudarla un poco.

-Te avisaré con lo que averigüe. Gracias y Ryan... dile que...

-Se lo diré.

-o-

Apenas he puesto un pie en el ascensor cuando el capitán me llama, serio. Respirando hondo pongo la mejor de mis miradas de inocencia y espero. -¿Va a algún lado?

-Me marchaba a casa -respondo -. Aquí no puedo hacer nada y me estoy volviendo loca.

-Ya. Supongo que no tiene ni la menor idea de porqué Ryan quiere saber que hizo Castle durante toda la mañana.

-Amm... no sé, señor, quizás porque es su trabajo investigar las coartadas de los sospechosos...

-Ahórrese el sarcasmo, inspectora. El CSI sigue buscando en el loft el arma, si lo encuentra, sabe que Castle está perdido.

-Lo sé, si me disculpa...

-Beckett.

Resoplo, volviéndome de nuevo -¿Señor?

-Si todo esto es un error... y resulta que Castle es inocente...

-¿Sí?

-Bueno, podría convencerle para que me diera unos consejos... mi mujer está loca con esa trilogía de las sombras y uno ya no tiene... edad para experimentar por su cuenta.

Muevo los labios, tratando de decir algo coherente y al final simplemente entro en el ascensor y pulso el botón, mirando a cualquier lado mientras se cierran las puertas. Dios, ya me lo he tenido que imaginar.

De camino al coche me encuentro con Troy Stewart, quien está apoyado junto a una farola, con los brazos cruzados. -¿Qué haces aquí?

-Tu compañero me ha echado de la comisaría. No iba a largarme sin más.

-No tengo tiempo para tus acusaciones -digo, sorteándolo y sacando las llaves, pero él me bloquea el paso.

-¿Qué vas a hacer?

-Eso no te importa.

-Se trata de mi mejor amigo -replica.

-Sabes, llevo mucho sin saber de ti, ¿y dices que eres su mejor amigo?

-¿Quien te crees que lo acompañó a Londres mientras tú te decidías a ser sumisa o no?

Eso ha sido un golpe bajo. -Voy a hablar con la madre de la víctima.

-Kyra. Su nombre era Kyra.

-Ya. Ahora si no te importa...

-Te acompaño.

-No hablas en serio.

-De Rick, Matt y yo ¿quién crees que es único que le cae bien a esa mujer? Me necesitas.

Cuento hasta tres, preguntándome si Rick y yo podríamos estar la misma celda por asesinato. Conteniéndome abro el coche y espero a que se suba, luego cierro la puerta con demasiada fuerza. -Ni una palabra hasta que lleguemos.

-Cuando esto acabe le pediré a Rick cinco minutos contigo. Hace mucho que no zurro un trasero como el tuyo.

-Yo hace mucho que no le disparo a un tío en los cojones. -Y arranco.

-o-

-Así que... Rick y tú os conocéis desde jóvenes.

-Rick está perdiendo facultades sin consiente que lo llames viejo.

-¡Sabes lo que he querido decir!

-Tranquila, tigresa -se burla -. Sí, nos conocemos desde la universidad. Yo le presenté a Kyra. A Pam no le hizo mucha gracia -añade.

-¿A Pam? -repito, sorprendida.

-Pam era una chiquilla por aquel entonces, tenía a Rick en un pedestal. Luego se hizo mayor. Cuando Rick la llevó al club por primera vez... -sonríe - Matt fue un cabrón con suerte, me hubiera encantado domarla. Pero supongo que un pelirrojo musculoso y desconocido llama más la atención a una jovencita que el idiota que se burla de ella y le tira de las trenzas.

-Veo que has superado lo de Celia -observo. Él me sujeta la muñeca, con brusquedad.

-No hables de Celia -Me suelto de un tirón pero el dolor en sus ojos me impide responder.

-Rick me dijo que tú le enseñaste el club donde conoció a Gina.

-Así es. En realidad lo llevé por dos motivos: que saliera del pozo sin fondo en el que se había metido y que se interesase por el club para salvarlo de la ruina. La jugada me salió bien. Aunque no contaba con que llegaría el día en que su sumisa lo traicionaría llamándolo asesino.

-Vuelve a decir eso y te tiro con el coche en marcha -escupo.

-Empate a uno -responde, con frialdad. El resto del viaje lo hacemos en silencio. Sólo quiero llegar a casa de esa señora, resolver este caso y que Rick me perdone. Quiero terminar con esta pesadilla.



Capítulo 47

-Beckett.
Justo antes de bajar del coche recibo una llamada de Ryan. Le indico al imbécil que espere y escucho, tensa.
-Beckett, Esposito me ha echado de la sala. Tienes que oír esto:
-No tienen nada en contra de mi cliente.
-¿Nada? Tenemos una huella en el cuerpo de la víctima, ¿le parece poco?
-Eso prueba que estuvo con ella, no que la matase.
-No estuve con ella…
-Rick, por favor, deja que yo me ocupe de…
-¡No, joder! ¡No he visto a Kyra en años! No sé cómo coño llegó mi huella ahí, pero yo no la maté.
-Siéntate, Castle.
-Maldita sea, ¿qué coño quieres de mí, Javier?
-Detective Esposito para ti. Y pon tu culo en la silla si no quieres que te lo ponga yo.
-Eres un completo imbécil.
-Al menos yo no soy un asesino. Ni un maltratador. Sí, Rick, he visto ese cuarto… látigos, esposas, cintas de cuero… el dolor te pone, ¿eh? Te excita… matar era sólo el siguiente…
-Espo, cierra la boca.
-Seguro que hasta se te puso dura cuando la estrangulas…
-Javier…
-Lo que todavía no entiendo es como has conseguido que Beckett caiga en tu juego… la creía una chica lista.
-No metas a Kate en esto.
-He oído suficiente –murmuro, colgando antes de que Ryan pueda decirme algo. Oír esa conversación entre Rick y Esposito me ha hecho hervir de rabia. A mi lado Troy espera, en silencio. Sin decirle una palabra salgo del vehículo y me dirijo a la casa de la madre de Kyra. Cuanto antes resuelva esto antes podré decirle cuatro cositas al gilipollas al que creía mi amigo.
---o---
-Mire, no sé qué quiere que le diga, creía que ese cabrón ya estaba detenido…
-Señora…
-Agatha –interviene Troy -. Estamos aquí porque estamos convencidos de que Richard no ha matado a Kyra. Tú sabes que él la quiso mucho…
-Yo sólo sé que mi niña llegó una noche llorando… años más tardes vi esa horrible cicatriz –solloza-me dijo que se la había hecho él.
-Señora…
-¿Cómo pudo hacerle eso? Mi Kyra era tan buena… -rompe a llorar, desconsolada. Troy la abraza durante varios minutos, yo no digo nada, espero y le doy el tiempo que necesita. Cuando la pobre mujer se serena un poco él la obliga a mirarlo a los ojos.
-Agatha realmente creo que mi amigo es inocente. Por favor, tienes que decirnos si Kyra había quedado con alguien… o estaba asustada por algo…
-No –niega -. Ella no me dijo nada. Salió esta mañana a correr, como todos los días… me dijo “te veré en el almuerzo, mamá” y ya nunca…
-¿Kyra vivía aquí con usted? –pregunto, sorprendida.
-Había aceptado un puesto en Londres –murmura, triste -. Dejó su apartamento la semana pasada así que le dije que se quedara aquí unos días antes de que le dieran las llaves de su nueva casa.
-Lo siento mucho –digo, con sinceridad -. Escuche, entiendo que está convencida de que Richard Castle ha asesinado a su hija, pero…
-Él mató a mi hija –me interrumpe -. No me convencerá de lo contrario.
-Agatha, ¿te importa si miramos entre las cosas de Kyra? Sabes que no te lo pediría si no creyese en él. Ella también lo quiso mucho –añade. Ella toma una lenta respiración y aunque me mira con hostilidad asiente.
-De acuerdo, mirad lo que queráis –murmura -. Si así consigo que me dejéis en paz…
-Gracias.
Ambos entramos en la habitación de invitados, escasamente decorada. Troy me mira: -¿Qué debemos buscar?
-Cualquier cosa… su móvil, una agenda…
-Su móvil no está aquí –Agatha nos observa, agotada -. Se le cayó hace unos días y lo llevó a reparar… es de esos modernos de ahora que se rompen con un soplido.
-Entiendo.
Empiezo a mirar, por un lado de la habitación mientras él mira por otra, pero la busqeda no da ningunos frutos. No hay nada que indique que Kyra quedase con alguien o que estuviera preocupada, nada que implique a Rick, pero tampoco nada que lo exculpe. Suspirando me dejo caer en el colchón, Troy se sienta a mi lado. –Esto ha sido una pérdida de tiempo –murmuro.
-Agatha está convencida de que Rick ha matado a Kyra –suspira -. Él nunca fue santo de su devoción pero…
-Vámonos de aquí.
---o---
Tras dejarlo a él en su casa y sabiendo que no puedo volver a comisaría sin que el capitán me eche me dirijo a casa, donde me espera una sorpresa y me temo que no será agradable. Martha, la madre de Rick espera frente a mi puerta, llevando a Always en brazos. El minino se agita y le araña la piel, pero no parece notarlo.
-Martha –saludo débilmente.
-Han detenido a mi hijo –dice, sus ojos y su voz llenos de preocupación -. ¿Qué está pasando, Kate?
-¿Quieres pasar?
---o---
-Mi hijo… él jamás haría algo así. Da igual lo que la policía haya encontrado o que porque le guste el sexo duro crean que es un maltratador… él no le haría daño a nadie.
-Martha… ¿lo sabes? –pregunto, con los ojos abiertos de par en par.
-¿Qué él es un amo y tú su sumisa? Querida, no nací ayer y el BDSM tampoco. –Bebe un sorbo de vino, su mirada fija en los libros que tengo sobre la escalera. Aún intento asimilar esa afirmación, pero ella vuelve a llamar mi atención. –Dime que crees en él, por favor. Rick jamás superaría que la mujer que lo tiene atrapado lo viese como un monstruo…
-Confío en él –digo, sin titubear. Ella empieza a sonreír -. Pero no quiero mentirte, Martha. Esta mañana, cuando lo detuvieron yo…
-Dudaste –termina. Asiento, sin poder mirarla. Martha me coge la mano y me la acaricia.
-Cuando empecé a entender que mi hijo mantenía relaciones… vamos a decir extrañas, con mujeres, me preocupé y me dije a mí misma: Martha ¿qué has hecho mal? Yo también dudé de él. Pero luego me di cuenta de que él hace lo que cualquier hombre  que se precie haría en una relación: entregarse en cuerpo y alma a otra persona. Eso es lo que hace un amo cuando pone sus cinco sentidos en el bienestar y… el placer de su sumisa, ¿no?
-Estás muy orgullosa de él.
-Es lo mejor que he hecho, querida. Y por eso te suplico que le ayudes a limpiar su nombre. No sé quién mató a la pobre Kyra, pero él no fue.
Cuando Martha se marcha mi teléfono vuelve a sonar, es Ryan, otra vez. –Beckett.
-Kate, antes me colgaste y no me dejaste hablar.
-Yo… cierto, perdona, ¿Rick ha dicho algo de por qué se fue pronto de la reunión? ¿Ha dado el nombre de la persona que lo llamó?
-No, Kate, él no quedó con nadie, mintió.
-¿Cómo dices?
-Antes de que Esposito me echase…
-Imbécil –mascullo.
-…me dijo que su editora, Gina lo estaba poniendo de los nervios y para no aguantarla más fingió una llamada urgente y se marchó. Dice que ha estado toda la mañana en su loft. No tiene coartada.
-Mierda.
-También… me ha pedido que te diga que el mando se cayó mojó. Me dijo que lo entenderías –comenta, confuso. –Por eso las vibraciones pararon de repente, aunque eso no explica que no me respondiera a los mensajes -. Y que el móvil se quedó sin batería. –Si no fuera él diría que es una excusa tras otra. Eso es lo que diría Esposito, pienso con asco.
-Sí entiendo, está bien, Ryan, gracias.
-De nada y Kate… esto pinta mal. Esta noche se quedará aquí en el calabozo pero mañana…
-Ingresará en prisión –termino en apenas un susurro. Necesito despedirme de él.
---o---
Está pálido, ojeroso y agotado. Además de triste y completamente asustado. Con una inclinación de cabeza agradezco al guardia responsable y le pido unos minutos de intimidad. Él me abre la celda, murmurando “cinco minutos” antes de alejarse. Rick alza la cabeza y al verme en su rostro veo primero ilusión, para después seguirle ira y dolor. Muchísimo dolor. No se mueve.
Rick yo… pero antes de decir las palabras me freno y sorprendiéndonos de ambos me dejo caer en el suelo, arrodillada y sumisa. Arrepentida. –Lo siento mucho, amo.
Esta vez se levanta, con la mirada clavada en el suelo veo como sus zapatos se acercan, hasta estar a pocos centímetros de mis manos. Siento como sus dedos se enredan en mi pelo, un par de lágrimas resbalan por mejillas. –Levanta –dice suavemente -. No quiero que te vean así. No aquí.
-No me importa –replico, mi voz un poco más alta de lo normal. Necesito su perdón. Lo miro a los ojos, rogándole.
-A mí sí –responde -. Tienes una reputación que mantener. Tu sumisión es sólo para mí, Kate. Levántate, por favor.
Al final obedezco, intento abrazarlo pero él se echa unos pasos hacia atrás. Me quedo bloqueada, sin saber qué hacer. –Ahora no puedo –se limita a decir.
-Entiendo –me trago las lágrimas, abro la jaula, pero él me toma de la mano, apretándomelas en silencio.
-Sácame de aquí, Kate –susurra -. Sácame de aquí para que podamos arreglarlo.
Asiento, esperando hasta que él me suelte. Rick me obliga a girarme y sin hablar me da un beso en la frente; el beso más sencillo y más íntimo que me ha dado nunca. Un beso que es una promesa de perdón. Pero primero tengo que sacarlo de aquí para que podamos hacer las cosas bien.
-Lo encontraré –le prometo, con sus labios aún sobre mi piel – Te lo prometo.
-Lo sé.
---o---
No he podido dormir en toda la noche, no he dejado de darle vueltas al caso y entre las fotos de una Kyra ensangrentada se mezclaban los labios dulces y dolidos de mi amo. Always duerme echa un ovillo a mi lado, en paz, ajena a lo que sucede. Pienso en él, en cómo estará en esa maldita celda, sabiendo que en unas horas irán a… No quiero pensar en eso.
Maldita sea. Tras una ducha y un buen café puedo pensar con algo más de claridad, pero no sé por dónde continuar. Sin testigos, sin ningún otro posible sospechoso, con una prueba que lo incrimina… sin una coartada que lo exculpe. He descartado a sus compañeros de trabajo, todos y cada uno me han dicho lo mismo, que Kyra era una gran chica que se merecía ese puesto en Londres; tampoco había ningún amante celoso o con sed de venganza, salvo Rick y él no ha sido. Mi Rick, mi amo, jamás mataría a una mujer.
-¿Inspectora Beckett? –Es Agatha. Me sorprende que me llame, cuando le di mi número creí que simplemente lo tiraría a la basura.
-Sí, soy yo, ¿puedo ayudarla en algo?
-Creo que he encontrado algo –responde, temblorosa. El corazón empieza a latirme con rapidez, ¿será cierto? –Que ha encontrado.
-Esta mañana encontré debajo de la cómoda un trozo de papel, viene una dirección y un… creo que es un apellido: Bolton.
-Dígame la dirección –la apremio.
No tardo en llegar, está cerca de donde encontraron el cadáver. Por el camino le he pedido a Ryan que hable con Rick, a ver si el nombre de Bolton le suena de algo. Entro rápidamente en el edificio, uno de oficinas de alquiler, ahora vacío. Atenta miro a mi alrededor, en busca de una pista, planta a planta. El móvil suena: -Beckett.
-Beckett, tienes que salir de ahí, ahora.
Y entonces todo se vuelve negro.
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(+18) Amo del Universo - ÚLTIMOS CAPÍTULOS Y EPÍLOGO - Página 32 Empty Re: (+18) Amo del Universo - ÚLTIMOS CAPÍTULOS Y EPÍLOGO

Mensaje por maria_cs Dom Ago 17, 2014 10:19 am

Capítulo 48

Antes de leer, dos cositas a tener en cuenta:

En este capítulo, voy a cambiar la forma de contar la historia: en vez de narrar sólo Beckett, habrá tres narradores.

Esto no va a ser agradable.

GRACIAS POR LEER

Capítulo 48

-Tú…

Parpadea, la veo confusa, aturdida. La sangre le gotea, cayendo lentamente al suelo. Una gota. Dos. Tres. Cuatro lágrimas rojas que se pierden entre su pelo y acaban en el duro cemento. Disfruto de la sensación, sentado en un cómodo sillón de cuero. Cojo un trapo, lo mojo en una palangana con agua fresca y me acerco a ella, que instintivamente se echa hacia atrás. Lástima que las cadenas no se lo permitan. Presiono el trapo sobre su herida, la oigo sisear. Sonrío, apretando más fuerte, saboreando su débil intento de callar el gemido. –Shhh. Esto parará la hemorragia. –No es momento de desperdiciar la sangre. Todavía no. Tengo tiempo.

-¿Por qué? –pregunta. Le acaricio el pelo, apartándoselo de la cara. Ella mira hacia otro lado. La tomo de la barbilla y aprieto.

-No te he dado permiso –la regaño, fríamente.

-Estás enfermo.

-Kate, Kate, Kate… -Muevo el dedo de un lado a otro delante de su cara, reprobador -. No seas grosera. No me gustan las sumisas impertinentes.

-Cabrón.

-Está bien –suspiro -. Parece que tendrás que obligarme a ser malo. Es una lástima, pensé que te gustaría comer algo primero.

Y le cruzo la cara de un bofetón.

-o-

-Explícamelo otra vez.

Maldito imbécil, ¿qué coño te pasa? –Ya te lo he dicho, él la tiene, va a por Beckett, tenemos que ayudarla.

-Una historia muy entretenida para alguien que quiere evitar o retardar el ingreso en prisión –responde. Ignorándolo miro hacia el capitán, que está serio.

-Roy, Kate está en peligro, ya ha visto lo que ese enfermo le ha hecho a mi ex; por favor.

-Richard…

-¡Joder, estamos hablando de Kate Beckett! ¿A qué coño espera?

-Respeta al capitán –Esposito me fulmina con la mirada, pero vuelvo a ignorarle, ahora mismo no estoy para gilipolleces.

-Roy –repito, implorante -. Por favor. Tienes que creerme.

-Capitán –Ryan interviene; Montgomery se vuelve hacia él -. Yo le creo. Los hechos coinciden.

-Gilipolleces –replica Esposito.

-Capitán –Ryan también implora -. No perdemos nada por investigarlo. Se trata de Beckett.

El capitán respira hondo y nos mira a los tres. –Esto es lo que vamos a hacer –dice al final, dirigiéndose a Ryan -. Vas a coger a Castle, vas a meterlo en el ascensor –esposado- y vas a investigar esto. Si resulta ser una farsa para tratar de escapar, cogerás tu pistola y le pegarás un tiro en la pierna.

-Sí, señor –responde, haciéndome un gesto para que lo siga.

-Capitán… -Esposito vacila.

-Tú, te quedarás conmigo y me ayudarás a convencer al fiscal de que dejar que Castle se dé un paseíto por la ciudad es fundamental para la investigación. Y pobre de ti como trates de joderme. ¿He sido claro?

-Sí, señor –murmura.

-Andando.

Gracias a Dios.

Ryan me señala el asiento de copiloto y ya dentro del coche me quita las esposas. Lo miro arqueando las cejas. –Tío, si creyese que eres un psicópata o que vas a intentar escapar no te habría sacado de ahí.

-Gracias.

-De nada. Ahora piensa, rápido, ¿dónde crees que podrían estar?

-Agatha dio una dirección.

-Mientras Esposito se esforzaba por convencer al capitán de que eres poco menos que un terrorista yo fui hacia allí. Nada. Ni sangre, ni huellas, ni una jodida pista. Todo hubiera sido mejor si hubiéramos encontrado sangre de Becke…

-No digas eso –gruño.

-Eh, yo tampoco quiero que le pase nada. Pero reconoce que una gota de sangre habría puesto a toda la comisaría en pie.

-Ahora da igual. Tenemos que encontrarla.

-o-

Duele. La cabeza me palpita. En la mejilla va a salirme un moratón. Las cadenas me dañan las muñecas y los tobillos. Duele. Y no puedo escapar. Estoy a su merced y eso es lo más horrible. Él se acerca. Con unas tijeras en la mano y una sonrisa de sádico en el rostro. Mis ojos se enfocan en las tijeras; se ríe, siguiendo la dirección de mi mirada.

-No me gustan las sumisas con ropa –comenta como si me estuviera hablando de sus películas favoritas. Se acerca demasiado a mí, colocando las tijeras entre mi piel y la blusa; no pienso en la frialdad del metal y con la poca fuerza que tengo le doy un cabezazo, haciéndolo gritar y tambalearse hacia atrás. La rabia puede más que la fuerza física. Y ahora mismo me sobra. Levanta la cabeza, su mirada llena de ira. Camina hacia una cómoda y saca algo de un cajón. Lo levanta, dejándolo a la altura de mis ojos. Es un collar de cuero. Muy grueso.

Se coloca detrás de mí y apartándome el pelo me pone el collar, apretándolo. Siento como me ahoga. Continúa, la hebilla va hasta el último orificio, me lloran los ojos por la sensación de asfixia, mi visión se vuelve borrosa. Lo oigo reír otra vez, cruelmente. Las cadenas tintinean ante mis intentos de liberarme. Y de repente, el cuero se afloja. –Podría –susurra en mi oído, provocándome un escalofrío -. Sabes que podría. –Pero no lo hace, sólo me deja el collar, lo suficientemente cerrado como para que no pueda mover la cabeza de ningún modo. Ahora no puedo atacarle. Ni tampoco mirar hacia abajo, ni a los lados. Estoy completamente indefensa.

-Vamos a intentarlo otra vez –dice y con un hábil movimiento me rasga la blusa. Los vaqueros le cuestan un poco más, pero apenas unos minutos después estoy en ropa interior. Hace muchísimo frío y empiezo a temblar. Se aleja unos pasos, mirando complacido. –Mírate –suspira, admirado, provocándome una sensación de asco que no había sentido nunca antes. –Una lástima que seas como eres. Serías una delicia para cualquier amo con la educación adecuada. Pero yo me encargaré de esos detalles. Se lo debo a él.

-Él no… -trago saliva y pruebo –él no quiere que hagas esto…

-Cállate –me da otro bofetón -. No te atrevas a decirle a un amo lo que otro querría. Vosotras, las putas irrespetuosas os creéis que lo sabéis todo… creéis que podéis hacer con nosotros lo que queráis, pero no. Yo te enseñaré el respeto que debes mostrarle a tu señor. Cuando termine contigo serás una perfecta sumisa. Tu comportamiento corresponderá con tu maravilloso cuerpo –termina. Sin poder evitarlo siento como el metal vuelve a rozarme la piel, corta las tiras de mi sujetador y lo arroja al suelo. Luego rasga las bragas y me deja completamente desnuda. Parpadeo para evitar las lágrimas. Ese cabrón no me va a ver llorar.

-o-

Vuelvo a sentarme en el sillón, abriéndome la cremallera y sacándomela. Comienzo a frotar, soltando un gruñido bajo, sin dejar de mirarla. Es una pena que le pertenezca a él, debe ser una gozada follarla. Quizás podría ordenarle que me la chupase… eso no le molestaría tanto… pero no. No tengo su permiso y yo respeto a los amigos. Esto es sólo un entrenamiento. Un favor para él. Mi compensación por su ayuda con Celia. Celia… al pensar en ella siento una ráfaga de intenso placer y empiezo a sacudírmela más rápido, pasando desde la base hasta la cabeza una y otra vez. Celia… Celia… Celia… -Joder, sí –. El semen caliente me mancha la mano.

Satisfecho puedo volver a mi tarea. Esta maleducada. Arrojo un pañuelo de papel a la papelera y me coloco frente a la sumisa, cruzándome de brazos. –Esto no tiene porqué ser… demasiado doloroso. Es fácil, cariño. Sé buena y yo seré bueno. Soy estricto, pero justo. Si te portas bien, todo terminará rápido. Si eres mala… bueno, tengo todo el tiempo y el material disponible para doblegarte. Para mí podría ser un placer pero para ti… -Escucho un gemido ahogado, parece que no quiere mostrarme ninguna muestra de debilidad. Muy mal. Una sumisa no debe esconder sus emociones. Y menos si se trata de dolor. Ella no tiene derecho a negarme su dolor. El dolor de una sumisa le pertenece al amo, para disfrutarlo. No es algo que pueda decidir. –Ves, eso no está bien. Si te duele, ¿por qué me lo ocultas?

-Tú no… -se atraganta, el collar está apretado y eso le impide hablar – no puedes hacerme daño –escupe.

Esa mirada de prepotencia… me pone enfermo que una sumisa me mire así. Me encojo de hombros, yendo hacia la cómoda y sacando una pequeña paleta de madera. Me coloco detrás de ella, acariciándola con la pala –Avísame cuando quieras pedir disculpas.

-o-

-¿Coche?

-Ni idea. Es perfectamente capaz de comprar uno nuevo y lo suficientemente listo para hacerlo sin usar una tarjeta a su nombre. No podremos identificarlo con eso.

-Nadie ha visto nada. Si Beckett fue a ese edificio de algún modo tiene que haberla sacado de allí.

-Volvamos al edificio.

-Bien.

Aguanta cariño. Está viva, lo sé. Y asustada y herida. Pero lucha. La conozco bien. No dejará que él la quiebre. Mi Kate es fuerte. Por eso es la elegí como sumisa, porque necesitaba esa fuerza que yo ya no tenía. Y entonces lo que empezó como un reto excitante se convirtió en algo más. La quiero. La necesito a mi lado. Para amarla, protegerla y cuidarla como mi sumisa y como mi mujer. Y el no saber dónde está me está volviendo loco. Te quiero, Kate. Sé fuerte.

-La encontraremos. –Ryan afirma. -. Y conociéndola para cuando demos con ella el cabrón se habrá arrepentido. No sabe con quién está jugando.

-Kate es fuerte –asiento.

-Y terca. ¿Sabes qué cuando me trasladaron de narcóticos fue ella la que convenció al capitán de que me dejase salir a la calle? –dice, con una risa nerviosa -. Montgomery quería dejarme haciendo el papeleo, nadie creía en mí, me veían como el blandito. Pero ella se metió en su despacho y acabaron a gritos. Al final el capitán salió y me dijo "usted, vaya a investigar antes de que ella acabe con mi paciencia".

-La quieres –sonrío.

-Es como una hermana. Y alguien tiene que seguir siéndole leal, ahora que Esposito ha sido poseído por un ente maligno.

-No entiendo qué coño le pasa a Esposito.

-Está celoso –responde, mirándome un segundo antes de volver la vista hacia la carretera.

-Siempre supe que él intentó algo… pero creía que estaba superado.

-Supongo que se trata de rencor. Él no pudo y tú… que apareces de la nada y encima te gusta el… ¿cómo lo llamáis?

-BDSM.

-Eso. Lo que te decía, supongo que está cabreado de que tú hayas podido y él no.

-Es un completo imbécil. Si a Kate le pasa algo por haber perdido el tiempo en comisaría lo…

-No digas eso –me interrumpe -. Ella estará bien.

Aguanta, cariño.

-o-

La piel me arde bajo la pala de madera, no puedo más. Rick nunca había usado una pala así conmigo, ni me había azotado con tanta fuerza… ni rabia. Pero esto no es… no puedo comparar a este sádico con mi amo. Un nuevo golpe, más duro que los anteriores me hace apretar los dientes. No voy a darle lo que quiere, me da igual cuanto me golpee. Lo soportaré. Él es un sádico, pero yo soy fuerte.

Tras unos golpes más escucho como arroja la pala al suelo y vuelve a estar frente a mí, cabreado por no conseguir ninguna respuesta. Levanta la mano e instintivamente cierro los ojos, esperando otra bofetada que no llega. Los pasos se alejan y vuelven rápidos; me toca un pecho, pellizcando bruscamente un pezón antes de que lo roce con algo metálico, algo que se cierra de golpe en torno a él. Reprimo un grito. –Duele, ¿eh? Seguro que tu amo sólo ha usado contigo pinzas ajustables. Estas no tienen término medio, se aprietan como si fueran dientes.

-Ca… -tomo aire, respirando a través del dolor -. Cabrón… hijo de…

-Kate… ¿no vas a aprender nunca? –Me enseña algo, unas bolitas grises y sin decir palabra cuelga dos a la primera pinza. El peso hace que el dolor sea prácticamente insoportable. Y a ese se le une el del otro pecho. –Bien, ahora, puedes ser amable y decir "Lo siento, señor" o quedarte ahí hasta que se me pase el mal humor. ¿Qué eliges?

-Que… que te… que te jodan.

-Es una lástima.

Se marcha, apagando la única luz de la habitación. Me deja a oscuras, atada, con las pinzas torturándome, desnuda y muerta de frío. –Rick –susurro en medio de la oscuridad, reprimiendo un sollozo. Cierro los ojos con fuerza, intentando pensar en otra cosa, algo que me ayude a soportar esto.

-Ponme sobre tus rodillas.

-¿Te encuentras bien? –Me miró con sorpresa, mientras se abotonaba la camisa azul. Me despojé rápidamente de la mía y le cogí las manos, poniéndole ojitos.

-Quiero saber que se siente… todavía no me has azotado sobre tus rodillas.

-La primera vez que lo intenté te dio un ataque de pánico –me recordó.

-Antes no sabía quién era. Ahora sí.

-De acuerdo –respondió, alegre -. Si quieres unos azotes, gánatelos, pídelos bien.

-Oh, no me hagas suplicar –protesté.

-¿Y perderme el placer de que reconozcas que estás deseando que te azote sobre mi regazo? –se cruzó de brazos, una sombra de diversión en sus ojos que trataba de disfrazar con severidad.

-Está bien –repliqué -. Oh, mi querido y perfecto amo, ¿puedes ponerme sobre tus maravillosas rodillas?

Él entornó los ojos y se dio la vuelta; continuó vistiéndose, ignorándome. Me planté frente a él, mirándolo con inocencia: -¿No querías que te lo pidiera educadamente?

-Burlarte de tu amo no hará que consigas lo que quieres, cariño –repuso.

-Vamos… -le rodeé el cuello con los brazos -. Por favor…

-Por favor, ¿qué? –me apretó hacia su cuerpo, amasando mis nalgas con ambas manos.

-Por favor, amo, azóteme.

-Mucho mejor –susurró, antes de besarme. Me toma de la mano y se sienta en el borde de la cama, palmeándose las rodillas. Con cierto nerviosismo me coloco, mi cuerpo desnudo rozándose contra sus vaqueros. Me acaricia ambas mejillas y entre ellas, aumentando el calor y a la vez retardando lo que deseo. Es sorprendente como esto puede ser incluso más íntimo que hacer el amor.

Vuelvo al presente, sintiendo un agudo dolor en los pechos y unos ojos mirándome fijamente.

-¿Qué pasa ahora mismo por tu mente? –pregunta en apenas un susurro. No respondo, mis recuerdos son míos, no pienso compartirlos con él. –Me lo estás poniendo muy difícil, Kate –dice, mirando su reloj de pulsera. –Veamos si cambias de opinión cuando esas pinzas te hayan pellizcado la carne durante horas. Creo que sabrás ser más amable… cuando te las quite.

Recuerdo el dolor cuando Rick me quitó por primera vez las pinzas, pero entonces él estaba ahí para calmarlo. Este sádico… Tira de una de las bolas que cuelgan de las abrazaderas, trato de reprimir un gemido, pero no puedo evitarlo y él me oye. Eso le hace sonreír. –Parece que vamos mejorando –dice siempre en ese tono tan bajo, me acaricia los labios con el dedo y sin pensarlo lo muerdo, con fuerza. Él cabrón suelta un alarido y se aparta. Siento en mi lengua el sabor de la sangre. Se mira la herida, antes de volver su mirada hacia mí. –Vas a pagar por eso.

-o-

Abro los últimos cajones y saco un par de instrumentos perfectos para doblegar a sumisas incorregibles. Me acerco a ella, sin darle la oportunidad de ver lo que llevo en las manos y con tirándole del pelo se lo recojo en una coleta, haciéndole daño. Lo echo a un lado y con la bola de goma tanteo sobre su boca, ella se niega a abrirla así que uso mi objeto favorito y lo aprieto contra su culo; el dolor por la chispazo eléctrico inesperado la hace gritar y consigo meterle la pelota en la boca, atándola bien. Sólo por disfrute personal rozo de nuevo la punta de la varita roja contra su piel, esta vez en el interior de su muslo, dejándolo ahí un par de segundos. Se sacude y el sonido tintineante de las cadenas se vuelve música en mis oídos. Siento como se pone dura de nuevo y deseando aterrorizarla rozo mi polla contra sus nalgas; eso la hace entumecer. –Quizás gritarías si te la metiera por el culo… -dijo en su oído y oigo un gemido cortado por la mordaza –O podría meterte allí un plug… el más grande que encuentre y después follarte una y otra vez, hasta que me supliques… -Puedo oler su miedo, es muy excitante, así que sólo para torturarla un poco más llevo un dedo hasta su coño y la penetro con él, bruscamente, traspasando los secos pliegues de una sola vez. El placer que su respiración acelerada me otorga sólo pudieron superarlo los orgasmos de Celia. Celia… pensando en ella retiro el dedo y vuelvo a metérselo, un par de veces, antes de alejarme definitivamente. Es una pena no poder follarla. Aunque ella no tiene porqué saberlo.

Dejo la vara eléctrica a un lado y alzo el otro objeto que he cogido, dejando delante de sus ojos. Está temblando. Por el frío, el miedo y la sensación de humillación. Me pregunto por qué no había hecho esto antes. Doblegar a una sumisa con ternura no tiene nada que ver con esto… aquí ella sabe que mando yo. Con amor… con amor la puta puede pensar que me tiene a sus pies. No es el caso. Y esta zorra lo sabe. –Me has hecho sangrar –digo -. Es justo que pagues con la misma moneda, ¿no crees? –Y bajo el cuchillo hasta su muslo.

-o-

-¿Cómo pudo sacarla de aquí sin que nadie lo viera? –Ryan echa un vistazo a la primera planta del edificio de oficinas. Miro mi reloj, han pasado cuatro horas, cuatro horas desde que él la tiene y Dios sabe qué le estará haciendo.

-Es culpa mía –murmuro y en dos segundos tengo a Ryan a mi lado.

-¿Qué coño dices?

-Se supone que es lo que se nos da bien a los amos… entender las emociones. No pude ver que mi… amigo se había vuelto loco. Y ahora Kate está pagando mi estupidez.

-Si Beckett estuviera aquí te daría un puñetazo –responde. Miro hacia otro lado, sin querer escuchar el típico discurso de compasión y de repente algo llama mi atención.

-Mira –digo, señalando sin apenas moverme y él me imita. Miramos a través de la ventana. Ahí hay alguien.

-Quédate aquí –saca la pistola y corre por las escaleras. Será un milagro que llegue al edificio de al lado y el tío siga allí. Y no pienso quedarme de brazos cruzados.

Mientras Ryan entra por la portal decido ser prácticos y guiarme por el instinto y años de series y películas de persecuciones y espero en la escalera de incendios, donde como esperaba un hombre baja los últimos escalones de un salto y corre. O al menos eso intenta porque en cinco segundos lo tengo tumbado en el suelo, con mi pie sobre su cuello. –Ni se te ocurra moverte. ¡RYAN!

El rubio se acerca y dejando la pistola saca las esposas, pero no lo ayuda a levantarse. Se agacha a su lado, yo lo imito y habla, su voz tan dura como nunca lo había oído -. Vas a decirnos dónde están. Y por tu bien, más te vale que digas la verdad a la primera.

Capítulo 49

-No sé de qué cojones me hablas.

Nos mira con miedo, como si supiera que no nos va a temblar la mano a la hora de hacerle daño, pero prueba una vez más a mentir. Ryan intercambia una mirada conmigo, asiento en silencio y él se marcha. Un poli no debería verse implicado en esto…

-Te daré una última oportunidad –susurro -. ¿Dónde están?

-No… no lo sé.

-Mala respuesta.

-o-

-¿Por qué haces esto? –Me limpio con la servilleta los restos de salsa de carne y me vuelvo hacia ella. La sangre ha corrido por su pierna hasta formarle una mancha en el pie. Es sorprendente como un insignificante corte puede ser tan doloroso…

-¿Sabes que a algunas sumisas les gusta ser cortadas? –Ella me mira con incredulidad, al menos eso es lo que veo en sus agotados ojos. –Sí, Kate. Algunas disfrutan tanto del dolor que disfrutan de los juegos con sangre. Nunca le he visto el atractivo pero ahora… bueno, puede que llegue a verle el lado divertido.

-Estás loco –escupe. Me encojo de hombros.

-Puede ser. No te di permiso para hablar, pero tu pregunta es razonable así que te la responderé. Rick es mi mejor amigo, ver en el pelele en el que se está convirtiendo por tu culpa me asquea. Antes no le temblaba la mano a la hora de castigar a una mala sumisa… bueno, ya viste como trató a mi Celia. Pero contigo… es tan blando… alguien tiene que darte una lección.

-Sádico.

-No te lo negaré. Cuando te devuelva a él me lo agradecerá. Tendrá una sumisa domada y tierna como un cachorrito, justo como debe ser. Así que te agradecería que colaborases, cariño. No me gustaría devolverte demasiado dañada. No creo que a él le guste.

-¿Por qué… a Kyra? –gime, tengo que acercarme mucho para oírla. Apenas tiene fuerzas. Arrimo la silla y me siento tranquilamente.

-Ella le destrozó. Durante mucho tiempo me dije que tendría sus motivos, que Rick se recuperaría y que ella… bueno, ella volvería a ser feliz. Yo le tenía mucho cariño, ¿sabes? Cuando dejó a Rick fui el único con el que mantuvo contacto… a veces incluso la sometía. Pero un día, de repente me dice que lo echa de menos y que quiere arreglarlo… y no iba a permitir que volviera a convertirlo en un ser patético como hace años. Tenía que quitarme el problema de encima. Pobre… sus labios aún estaban calientes cuando la besé por última vez. Eso hizo que se me pusiera dura –le confío, disfrutando de su mueca de asco.

-Lo impli… implicaste a él –murmura, con la voz entrecortada.

-Mi plan era fácil. Acabar con Kyra y cogerte a ti, para eso tenía que asegurarme de que él no interviniera… durante unos días. Entre tú y yo, ¿sabes lo fácil que ha sido burlar ese programa de detectores de huellas?

-Mis compañeros… Rick… te encontrarán. –Suelto una carcajada que resuena en las paredes.

-Cielo… ¿no lo entiendes? No tengo intención de huir, sé que me encontrarán y posiblemente iré a la cárcel pero… para entonces yo habré terminado mi trabajo. Y eso nos lleva de nuevo a este justo momento. –Miro mi reloj y doy unos golpecitos con el pie -. Bien, un par de horas con esas pinzas deben ser suficientes. Veamos los efectos. Sería mejor para ti que pidieras por favor que sea amable. –Aprieta los labios, negándome esas súplicas que tarde o temprano me dará. –Como quieras. –Y tiro de una.

-o-

El grito que dejo escapar resuena por toda la habitación y me hiela la sangre. Los bordes la pinza estaban afilados y siento la sangre brotar, un hilillo resbala por el pecho y gotea. Pero el corte no es nada comparado con el dolor de que la sangre vuelva a fluir. Es horrible. Con los ojos medios nublados por las lágrimas lo veo esperar, atento. –Que… que te… follen. –Quiero cabrearle, aunque eso suponga más dolor. Él pone los ojos en blanco y de un tirón me quita la otra pinza. Prepararme para el dolor no ayuda pero al menos logro contener otro grito. Y eso lo enoja aún más.

-¿Qué tengo que hacer, preciosa? ¿Más cortes? ¿Varazos? ¿Sal en las heridas? Demasiado dolor cuando podría parar si lo pidieses por favor, ¿no te parece? Vamos, di: "por favor, señor, necesito descansar" y te soltaré de las cadenas. Te dejaré dormir un rato… comer, un baño caliente. Sólo pídelo por favor.

Un baño caliente…

-Que bien sienta esto.

Él asintió y tomando el jabón empezó a pasearlo por mi brazo, para luego ir hacia mis pechos y mis piernas. El agua caliente, el vapor, la música y el aroma a cerezas del vino me mantenían muy relajada. Por no hablar de sus mismos y atenciones. Dejando el jabón a un lado se colocó detrás de mí y empezó a masajearme los hombros. –Ummm…

-Cuando gimes así me vuelves loco –murmuró, dándome un beso en el cuello. Me reí.

-No puedo evitarlo… la culpa es tuya.

-No me estaba quejando –respondió, antes de tomarme de la barbilla y hacerme ladear el rostro, para capturar mis labios. Se apartó antes de permitir que mi lengua se enredara con la suya y negó. –Estás muy cansada –aclaró al ver mi gesto de confusión. Lo ignoré y tomé su mano, llevando un dedo hasta mi boca. Empecé a lamerlo antes de darle un mordisquito, Rick gimió pero se apartó -. En serio, cariño.

-Aguafiestas –respondí y luego con una risa traviesa lo salpiqué, ganándome un ceño de amo ofendido y varias palmadas en el culo. No me quejé. Había conseguido lo que quería.

-¿Kate? –El sádico espera mi respuesta.

-Que te jodan. –Mi sumisión no es para él. Sólo es para el amo que se la ha ganado. No para este animal.

-Estúpida –gruñe.

-o-

Fuera Ryan me espera apoyado en la pared. Arquea las cejas, esperando.

-Vamos –digo, saliendo, pero él me frena con una mano en el hombro. Va hacia la habitación donde el otro se encuentra y un par de minutos después vuelve, sorprendido.

-¿Te enseñan eso en la escuela de amos?

-En primer curso –respondo antes de dirigirme al coche. Ryan hace una llamada y se sube al volante.

-¿La dirección?

-o-

-Tiempo. –Cierro el grifo de la manguera y ella deja de retorcerse. Está temblando, el pelo le chorrea. El agua helada parece haberle bajado un poco los humos, quizás esta vez le dure. Con la manguera he lavado la sangre y ahora puedo admirar los moratones que las pinzas dejaron en sus pezones, además del corte en su muslo. Sencillamente precioso. Miro la varita eléctrica, abandonada a un lado y una cruel idea se me cruza por la mente. Pero no… dejaré eso como último recurso. Hacer esto despacio es más divertido. –Vamos, cielo, seguro que tu mamá te enseñó las palabras mágicas. –Esas palabras la enfurecen, lo noto en como aprieta los puños y sus facciones, a pesar del cansancio se endurecen.

-Hijo de puta –masculla -. Ni la nombres…

-Oh –Estupendo -. Parece que he metido el dedo en una llaga. ¿Qué le paso a tu mami, Kate? –Me vuelvo a sentar, disfrutando de su ira. Verla sacudirse, como si quiera matarme cuando está atada… como un animal en el zoo. Suelto una carcajada. -¿Eso te cabrea? Kate… parece que no entiendes que tu carácter te puede llevar a la tumba. En fin, veamos si el agua ha servido de algo, di: "lo siento señor, no volveré a gritarle". –Espero. Cinco segundos. Diez. Quince. Abro de nuevo el grifo y esta vez apunto a su boca.

-o-

Me ahogo. No puedo respirar. Siento que me falta el aire en los pulmones y que todo va a terminar de un momento a otro y esta vez no despertaré. No quiero que acabe. La muerte ya no es aceptable ahora que tengo motivos por los que vivir. Ya no es como antes, cuando sólo me importaba encontrar la verdad. No me siento vacía después de años sin respuestas, esto no es la indiferencia que sentí cuando Will me dijo que se iría conmigo o sin mí. Ahora no quiero que esto acabe. No cuando la vida por fin parece tener sentido. No cuando tengo a alguien que me espera al otro lado de la cama. Y eso me hace buscar aire dónde no lo hay, cerrar la boca para evitar que el agua me ahogue aunque sepa que no puedo evitarlo. Pero no importa porque sigo luchando. Y entonces todo para y el agua deja de ahogarme. Duele, pero ahora puedo respirar. O quizás esté muerta. Porque ya no veo al monstruo. Ahora lo veo a él. Rick.

-o-

-Sigue sin despertar –digo, con ansiedad. Ryan me pone una mano en el hombro y aprieta.

-Los médicos dicen que está bien. Sólo déjala descansar.

-Casi la mata…

-No volverá a hacerle daño –responde -. Tengo que volver a comisaría, el capitán está histérico y Esposito… bueno quiere convocar una rueda de prensa para limpiar tu nombre.

-¿Alguien se siente culpable? –murmuro con amargura.

-Es mi amigo y debería defenderle pero… supongo que hay comportamientos que no se pueden defender.

-Dile que no venga por aquí. No hasta que Kate tenga fuerzas para darle la hostia que se merece.

-Se lo diré. –Antes de irse se inclina sobre su Kate y le da un beso en la frente, mirándola con cariño. Ese amor fraternal que le demuestra… Ryan no la juzga por ser sumisa, sólo le importa haberla encontrado. Kate tiene mucha suerte. Cuando se marcha me acerco aún más a la cama y le cojo de la mano. Nunca había estado tan aterrorizado.

-Son todas de Celia –Ryan señaló las miles de fotografías colgadas sobre el corcho. No había nada más en aquella habitación, sólo fotos. Celia sonriendo, Celia atada, Celia y él haciendo el amor. Y luego muchas otras con su cara tachada con un boli y las palabras "Me dejaste" escritas. Una y otra vez.

-Él no está aquí –dije. La casa estaba en silencio, el cabrón nos había mentido. No había nadie allí.

-Espera –respondió, haciéndome un gesto para que callase. ¿No oyes eso?

-Parece… agua.

-Viene de abajo. Tiene que haber un sótano… hay que encontrar las escaleras.

Las encontramos y bajé cada escalón sabiendo que lo que vería me partiría el corazón. No estaba listo para ver a Kate en ese estado, atada, desnuda, herida, humillada y torturada, pero por primera vez en muchos años no se trataba de mí y de si estaba listo o no. Se trataba de ella. De ponerla a salvo. De cuidarla. Por primera vez no importaba lo que yo sentía. Sólo importaba Kate. Y eso fue lo único en lo que pensé cuando avancé sin armas y sin protección alguna.

-Se acabó Troy –él me miró, como si Ryan no le estuviera apuntando con un arma. -Aléjate de ella.

-Tendrás que terminar el trabajo –dijo, con una sonrisa -. Yo he hecho lo más difícil.

-Estás loco –le escupo, acercándome a Kate mientras Ryan va hacia él, apuntándole con el arma. –Estás loco –repetí; él frunció el ceño, dejando que el detective lo esposara sin oponer resistencia. No se defendió, ni intentó pararlo, como si no tuviera motivos. Como si estuviera encantado de que lo hubiéramos encontrado torturando a Kate. Me bastó mirarlo un segundo a los ojos para entender que no quedaba allí nada más que locura y sadismo. Ese no era el Troy que yo había conocido. Mi amigo debió morir con Celia.

-Lo hice por ti. Ella no volverá a desafiarte. Lo hice por ti, amigo.

-Si vuelves a tocarla te mataré –respondí, antes de mirar a Ryan –Llévatelo.

No tuve tiempo de pensar más en aquel loco que decía ser mi amigo. Encontré las llaves de las esposas y la solté, dejándome caer en el suelo encharcado, con ella en brazos. La cubrí con mi chaqueta, queriendo acabar con sus temblores.

-Ri…Rick… -gimió.

-Shhh, estás a salvo. Se acabó, cariño.

-Tiene dos… dos cómplices –dijo, con la voz entrecortada. La incorporé un poco, sin entender.

-¿Dos cómplices?

-Lo… lo ayudó alguien… a traer…me aquí.

-Tranquila, lo hemos cogido, cielo. Descansa, está todo bien.

-No… -gimió -. Hay alguien más… Kyra quedó con… un… Bolton… -Apenas podía respirar, la arrullé, con paciencia y dulzura, besándole el empapado pelo.

-No. Troy es Bolton, cariño. Kyra empezó a llamarlo así… cuando estrenaron High School Musical… era una broma de ellos dos… -Una broma que te ha salvado la vida, pensé para mí, mientras daba gracias a Kyra y pedía perdón por no haberla salvado a ella también. Descansa en paz, Kyra–. Ahora descansa. Todo ha terminado.

Pero no había terminado. Un ruido y un grito me hizo mirar hacia arriba y encontrarme a Troy apuntándola con una pistola. A la cabeza.

-Troy -dije, con voz calmada.

-Lo he hecho por ti –repitió, su voz llena de ira.

-Baja el arma.

-Hijo de puta… yo te llevé hacia Gina. Todo lo que eres… es gracias a mí. Maté a Kyra por ti.

-De acuerdo –respondí -. Si lo hiciste por mí, baja el arma. No se dispara a las sumisas de los amigos.

-No –estuvo de acuerdo -. Pero tú y yo ya no somos amigos. Sólo eres un hijo de puta… desagradecido…

Un disparo. Nunca antes había sentido tanto miedo, ni cuando una bala me rozó el brazo semanas atrás en aquel club. Quise protegerla con mi cuerpo, pero no fui yo quien la salvó. Fue Ryan, quien aturdido y cojeando pudo empujarlo lo suficiente para que la bala le diera en el hombro. Kate gritó y sentí el dolor como si fuera mío. Después se desmayó, pero no importaba porque estaba viva. Ni tampoco importaban los dos disparos que atravesaron el pecho de quien fuera mi amigo. Ni el miedo que yo sentí. Sólo importaba su vida.

-Aquí estamos –digo torpemente -. Debería calentarte el trasero por el susto que me has dado… supongo que eso no es lo que una chica espera escuchar después de haber sido secuestrada pero… soy así. Estaba muerto de miedo, mi amor.

-Creo que la frase que buscas es "te quiero" -. Musita, con una sonrisita en la boca y los ojos aún cerrados. Se incorpora lentamente, haciendo un gesto de dolor, angustiado voy a pulsar el botón para llamar a la enfermera, pero ella niega -. No –pide, aunque parece estar agotada.

-Kate…

-Sigo esperando.

Mis labios se curvan hacia arriba y las palabras salen fácilmente.

-Te quiero.

Ella no responde, vuelve a recostarse y cierra los ojos, dejándome con cara de tonto. -¿No vas a decir nada?

-Estoy muy cansada –murmura -. Quédate conmigo… Cuida de mí, amo.

-Siempre.
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(+18) Amo del Universo - ÚLTIMOS CAPÍTULOS Y EPÍLOGO - Página 32 Empty Re: (+18) Amo del Universo - ÚLTIMOS CAPÍTULOS Y EPÍLOGO

Mensaje por maria_cs Dom Ago 17, 2014 10:22 am

Capítulo 50

Me ahogo. No puedo respirar. Es como tragar hielo. Me siento débil. Por favor, que pare. Sólo quiero que pare. Por favor...

-Kate -Alguien me zarandea, mis ojos siguen cerrados, se niegan a abrirse -. Cielo, abre los ojos. -Es una voz femenina. No quiero, pero obedezco. Lanie me mira con preocupación, lleva unas gasas en la mano. -Tranquila -sonríe débilmente -era una pesadilla.

-Estoy bien-No quiero hablar del tema-. ¿Qué... qué hora es?

-Las seis. Le dije a Castle que se fuera mientras tú dormías.

-Lleva aquí desde que me dieron el alta -murmuro -. Echará de menos su casa y sus cosas.

-En realidad me dijo algo así como "voy a por una muda nueva y vuelvo". Chica, o le dejas las cosas claras o empiezas a hacer hueco en los cajones.

-Ahora no tengo fuerzas para eso -suspiro -. Y me gusta tenerlo aquí. -Me hace sentir segura. Soy incapaz de meterme en la cama sin sus brazos para darme protección. Patético. Me incorporo haciendo una mueca de dolor, la herida en el hombro aún molesta, bastante. Al menos el corte del muslo ya está curado. Lanie me ayuda a quitarme la camiseta que llevo puesta y me la limpia cuidadosamente, para taparla después con una gasa limpia. Hace lo mismo cada día desde hace una semana, después de que convenciese a mi médico para que me diera el alta. "yo me ocuparé de las curas" había dicho. -Gracias -digo, cansada y agradecida cuando termina. Ella me hace un gesto, quitándole importancia y se acerca con las gasas sucias al cubo de la basura.

-¡Joder!

-¿Qué? -Me levanto, dolorida y camino hacia la cocina. Lanie señala al cubo, volcado en el suelo, donde cierta bola de pelo juega con una raspa de pescado. La forense arruga la cara.

-Castle tenía que regalarte el único gato sucio de toda la ciudad.

-He probado a asustarla, echarle agua, hasta cáscaras de naranja... no hay nada que hacer. -Trato de agacharme a recoger pero un gemido me obliga a parar a medio camino. Lanie chasquea la lengua y me ayuda a levantarme, poniéndose ella en cuclillas para regañar a Always.

-Gato malo, mamá está enferma, no le des más trabajo.

-No soy su mamá -protesto -. Y es gata.

-Ahora mismo sólo podría decir que es cerdo. Venga, largo de aquí -La ahuyenta dando un manotazo y Always sale disparada hacia el dormitorio. Cinco minutos después el desastre está recogido y Lanie toma una copa de vino mientras yo me contento con un vaso de zumo. "Nada de alcohol con medicamentos" me había advertido varios días atrás. -He de admitir que la calidad de vida ha mejorado mucho desde que sales con él. Este vino está delicioso.

-Me alegra que mi pareja te haga feliz -ironizo, mirando anhelante la copa, recordando la primera vez que lo había probado.

-Kate, ¿quieres ver la carta o no? –Richard llamó mi atención. Me encogí de hombro, en esos momentos no podía pensar.

-Tráiganos el menú degustación, Antoine, gracias.

-Ha tardado mucho en acercarse –comenté cuando el maître se marchó. Sonrió.

-En el reservado sólo te atienden cuando pulsas este botón –señaló un pequeño botón negro que había en la pared, a unos centímetros de la mesa –así nos dejan intimidad.

-Ya veo.

-¿Estás bien?

-Sí, perfectamente –mentí.

-Escucha, la comida de este sitio es increíble. Vamos a relajarnos un poco y disfrutarla, ¿de acuerdo? Después podremos seguir con nuestra conversación.

-¿Cómo quieres que me relaje? –pregunté en voz baja al ver que el hombre volvía con una botella de vino. Me sirvió primero a mí para que lo probase. No pude evitar hacer un gesto de placer, era el mejor vino que había probado nunca.

-Creo que es de su agrado, déjenos la botella –Antoine me hizo una gentil reverencia y se marchó.

-Sabe a caramelo –observé.

-Lo sé.

-Nunca había probado un vino tan bueno. –Me pregunté mentalmente cuánto costaría una botella, pero él no parecía preocupado por ese tema. Nos sirvió a ambos y sonrió.

-Nos llevaremos una botella para después.

-¿Cómo dices?

-Este vino es magnífico, preciosa, pero estoy seguro de que me gustará más beberlo en tu espalda. El vino sabe mejor sobre la piel de una hermosa mujer.

-Te estás poniendo roja -señala, devolviéndome al presente. La miro con inocencia, sonriendo para mí misma. Parece que han pasado siglos desde aquello y apenas han sido unos meses. -Kate... -se pone seria y toma otro trago, dejando la copa en la mesa. Intuyo por donde quiere ir -... han pasado dos semanas y...

-Aún no estoy lista.

-Se siente fatal...

Se lo merece quiero decir, pero por respeto a ella me muerdo la lengua. Necesito cambiar de tema.

-Mañana vienen a cenar la pareja de amigos de la que te hablé. Vendrás, ¿no?

-Sólo si dejas que Javi venga conmigo.

-Lanie...

-Kate, se comportó como un imbécil, estamos de acuerdo en eso pero...

-Tú no oíste lo que yo oí. Si hubieras visto como trató a Rick...

-No lo defiendo -me aclara -. Pero necesita explicarse y pediros perdón. Y yo necesito que le dejes. No sé si te has dado cuenta, pero estoy en medio de todo esto.

-Está bien. Que venga si quiere. Aunque dudo mucho que le apetezca ir a una cena con dos amos y dos sumisas. Piensa que somos unos depravados, ¿recuerdas?

Antes de que pueda responder suena el timbre. Lanie mira el reloj y pone los ojos en blanco. -Chica, entiendo que no quiera separarse de ti, pero esto roza el acoso...

-Ábrele, anda.

Oigo un par de palabras intercambiadas antes de que Rick se acerque y me salude con un beso en los labios y una caricia en el pelo. Lanie desde atrás hace como si fuera a vomitar, provocándome una risita. Él entrecierra los ojos y se vuelve hacia ella.

-Ya me quedo yo.

-Por supuesto, como no. No la agobies demasiado -le avisa antes de despedirse de mí y caminar hacia la puerta. Rick me mira.

-A ver si adivino, ¿el control en la cama le interesa y la sobreprotección la aburre?

-Algo así -respondo, viendo como deja unas cajas en la encimera. Lleva varios días cocinando para mí y lo admito, sentirse mimada es agradable.

-¿Sopa de ajo o tomate?

-Tomate.

-Buena elección.

Me acomodo en el sofá, admirando como se mueve por la pequeña cocina como pez en el agua. En veinte minutos dos rodajas de salmón se están dorando en el horno con patatas y cebollas y el delicioso olor de la sopa de tomate inunda todo el apartamento. Cogiendo una copa se sirve un poco del vino que Lanie ha dejado sobre la mesita y se sienta a mi lado. Lo miro con envidia, él se ríe.

-No.

-Sólo un poquito -suplico.

-No -repite, esta vez con una voz más fría. Doy otro trago al zumo, aceptando que es una batalla perdida.

-Esposito vendrá mañana a la cena.

Rick escupe el vino que tiene en la boca y se limpia con el dorso de la mano, mirándome con incredulidad.

-¿Qué?

-Lanie me ha convencido.

-Quieres que un tío que considera el BDSM como una perversión cene con una sumisa traumatizada. -Miro hacia otro lado, dolida por el comentario. Él me toma de la barbilla -Me refería a Pam, cariño. ¿Crees que es una buena idea?

-Bueno...

-Hablaré con Matt en cuanto baje del avión –dice, frotándose la barbilla, pensativo -. Me la suda lo que Esposito piense de mí, pero no voy a dejar que Pam se sienta mal por su culpa, ni hablar.

-Está arrepentido, Rick –le digo -. Y sé que te cuesta creerlo, pero sabe comportarse.

-Tienes razón –responde, levantándose-. Me cuesta creerlo.

Vuelve a la cocina y echa un vistazo a la sopa. El olor a pescado atrae a Always, que sale del dormitorio y se acerca, olisqueando. Rick le tiende un trocito de algo y luego empieza a poner la mesa. Me levanto para ayudarlo pero él niega.

-Ah, ah, ah, no señorita, tú al sofá.

-Estoy harta de estar sentada –protesto, suplicante. Al ver su mirada de advertencia refunfuño: -Eres un mandón.

-La palabra correcta es amo –me corrige, divertido.

Una hora después, la cocina y la mesa están recogidas y nuestros estómagos llenos. Me duele el hombro y se me cierran los ojos, pero no quiero ir a la cama. Dormir no es agradable. Ya no. Ni estar acurrucada en el sofá con él. Siento frío. Sé que hace calor pero yo solo tengo frío. Y por mucho que lo intente no se va. Como si siguieran apuntándome con una manguera de agua helada. Como un cuchillo me rasgase la ropa y la…

-Kate.

Abro los ojos, un par de iris azules me muestran su preocupación. Ni el dolor del hombro me frena y me lanzo a sus brazos. Puede que con Lanie necesitara ser la inspectora dura que puede con todo, pero ahora sólo soy una mujer vulnerable que necesita consuelo. Y con mi amo puedo tenerlo. Sin avergonzarme. Sin miedo.

-Te llevo a la cama –murmura, tomándome en brazos. Apartando la colcha me deja en mi lado de la cama y me tapa con la sábana, dándome un beso. –Vengo enseguida…

-¡No! No te vayas –ruego.

-Cielo… ahora mismo tengo algo que hacer… y no creo que quieras que lo haga aquí.

Arrugo la frente y entonces comprendo, con una risita asiento y desaparece tras la puerta del baño. Una bola de pelo se sube a la cama de un salto –por fin ha aprendido- y trepa por mis piernas hasta llega a mí, ronroneando. No quiero dormir, así que escondo la mano bajo la sábana y empiezo a moverla, rápido. Always la sigue con los ojos antes de lanzarse hacia ella, con zarpazos y con la boca, pasándoselo bien. Al menos ella es feliz, pienso con tristeza antes de parar porque de nuevo, vuelvo a sentir una punzada bajo las gasas.

Rick sale del baño, sólo con el pantalón del pijama y se sienta a mi lado, acariciando distraído al animal. Luego me mira, como si no pusiera con que tono hablar.

-Sólo escúpelo de una vez –digo, poniéndome nerviosa.

-Algún día tendremos que hablar de lo que pasó –dice al final.

-Tu amigo se volvió loco y la tomó conmigo –respondo, quitándole importancia -. Ya pasó.

-Mi amigo mató a mi ex –responde, su voz grave -. Luego te secuestró y te torturó. Dijo que lo hacía por mí. Te hizo creer que no eras buena para mí. Kate, tenemos que…

-No quiero hablar de él.

-Yo sí quiero –replica, haciéndome respingar. Se controla y suaviza el tono -. Sabes que puedes hablar conmigo. No sólo sirvo para dar abrazos.

-Lo sé –contesto -. Pero no quiero. No… no quiero pensar en él. Sólo quiero olvidarlo. ¿No puedes hacer tú lo mismo?

-Te hizo daño –susurra -. Y mató a la segunda mujer a la que más he querido… no, Kate. No puedo olvidarlo.

De repente pienso en Kyra… y en él. No he pensado en eso. No hasta ahora. No he tenido en cuenta sus sentimientos, ni lo que puede haber sufrido perdiéndola a ella. Me he centrado sólo en mí. La madre de Kyra…

-¿Ya has vuelto? –me incorporé como pude en la maldita cama de hospital, mirándolo con atención. Él se sentó en el borde, esquivo, triste. -¿Cómo ha ido? –pregunté, en voz baja, sintiéndome estúpida. ¿Por qué la gente pregunta cómo ha ido un funeral? ¿Acaso puede ser algo más aparte de triste y doloroso?

-No pude quedarme –murmuró.

-Lo siento, sé que debe haber sido duro…

-Su madre me echó –aclaró, con un nudo en la garganta -. Me dijo que todo es culpa mía. Que ojalá nunca la hubiera conocido… que soy un monstruo.

Traté de abrazarlo pero él se apartó, acariciándome a cambio la mejilla. -¿Cómo estás hoy? –Cambió de tema.

-Siento su pérdida –musito.

-Ya no puedo hacer nada para salvarla… -dice con pesar -. Pero aún… estoy aquí para ti.

-Háblame de ella –le pido. No quiero hablar de mí. Y él… necesita despedirse de Kyra. Al instante su mirada se suaviza.

-Era dulce. Siempre reía y… con ella parecía que todo iba a estar bien. Siempre. Pero también era caprichosa, no era culpa suya, de niña siempre tuvo lo que pedía… más de una vez acabó en mis rodillas por eso –sonríe, perdido en sus recuerdos -. Me enseñó la confianza que la sumisión y la dominación implican… La amé –suspira -. La amé casi tanto como te quiero a ti.

Una lágrima corre por su mejilla y no puedo evitar limpiársela con un beso. Entierra su cabeza en mi hombro (sano) y lo acaricio, jugando con su corto cabello. Así nos quedamos, parece que el tiempo se para, hasta que se aparta, parece agotado.

-Vamos a dormir.

-Sí…

-Y Kate, no creas que he olvidado que tenemos una charla pendiente.

No respondo a eso, cierro los ojos y finjo dormir. Entonces se hace el silencio.

-o-

-¿Sobre qué hora llegarán Matt y Pam? –pregunto, estirando los brazos para coger los platos. Mi hombro se resiente y tengo que bajarlos –Joder –mascullo, sintiéndome inútil. Él me dedica una mueca que conozco bastante bien.

-Kate, ¿qué parte de "no hagas ningún esfuerzo" no entiendes?

-Sólo son unos platos –protesto, aunque tenga razón. Rick se cruza de brazos, me mira durante unos minutos y al final gruñe:

-Si tengo que atarte para que hagas reposo, lo haré.

Siento un escalofrío, agradable, recorriendo mi piel. Voy a decirle algo, seguirle el juego, pero de repente algo me traspasa, como un cortocircuito y sólo puedo pensar en unas dolorosas cadenas reteniéndome y unas manos crueles golpeándome. Tocándome. Un dedo penetrándome sin permiso. Haciéndome daño. Oigo un gemido, el sollozo de alguien herido y noto unos brazos fuertes rodeándome. Comprendo que ese gemido era mío.

-Lo siento –dice en mi oído -. No quería traerte malos recuerdos.

Casi puedo oír sus torpes disculpas y sus auto-reproches en su cabeza. "Imbécil, no le hables de ataduras, tiene miedo; estúpido, piensa en todo por lo que ha pasado, nunca más querrá volver a jugar". Respiro hondo, me alejo e intento que mi voz suene segura.

-Estoy bien. Sólo ha sido… -No sé qué palabra elegir, no creo que haya ninguna que explique cómo me siento en estos momentos –Estoy bien –repito.

Evidentemente no me cree, pero lo deja estar. Mira su reloj y dice algo como que nuestros amigos llegarán en media hora. -¿Por qué no vas a ducharte? Yo terminaré esto –añade.

Asiento y tras taparme las gasas con unos plásticos especiales me meto en la ducha. Dejo que el agua corra por mi piel y cierro los ojos; el calor y el aroma del gel borra los malos recuerdos, el frío. Me siento mejor, protegida. Ya no me tiemblan las manos.

-¿Kate? –Rick irrumpe y abre la mampara, sobresaltándome. Recuerdo la voz de Lanie cuando me hizo la primera cura y dolió demasiado "Toma aire y suéltalo despacio". Una profunda respiración. Dos. Tres. Cuatro… Estoy de espaldas a él, no me atrevo a darme la vuelta, desde aquello no he dejado que me vea desnuda. Me siento vulnerable.

-¿Querías algo? –pregunto al final, débilmente. Lo siento acercarse, sus manos rodean mi cintura, me pongo rígida, aprieto los puños, queriendo apartarme, pero él no hace nada simplemente me sostiene. Mi trasero desnudo roza contra la tela de sus vaqueros y contra su erección. Empiezo a temblar, otra vez. Asustada.

-Te deseo –dice sobre mi oído. Intento decir algo, suplicar, pero me estrecha entre sus brazos con más fuerza. Ahora estoy aterrada -. No creo que llegue el día en que te vea desnuda y no te desee, Kate. Pero no siempre tengo lo que quiero –termina, soltándome. Me da un beso en la clavícula y pregunta, tranquilo -¿Dónde está la salsera?

-En… el armarito… de arriba -respondo.

Y se marcha. Cuando se cierra la puerta me apoyo contra los azulejos; suelto una risita nerviosa.

No sé cuánto tiempo he estado en la ducha pero cuando salgo, con un cómodo vestido y el pelo mojado Matt y Pam ya están aquí. El pelirrojo no se mueve pero ella corre hacia mí y me abraza, con fuerza. Le devuelvo el abrazo, sintiéndome comprendida como nunca antes. –Vas a estar bien –susurra, con ese tono de voz triste que aún no ha perdido -. Eres fuerte, estarás bien.

-Tú también –respondo, apartándome para poder mirarla. Parece estar… mejor. No curada, aún no. Pero mejor. Le pregunto con la mirada y ella asiente.

-Hicimos el amor –confiesa, feliz. Mira hacia los hombres que hablan entre ellos, dándonos un momento de chicas -. Y… me ató.

-Me alegro mucho por ti –digo sinceramente, antes de darle otro brazo. Pam sonríe y ambas nos acercamos hacia… nuestros amos. Matt la rodea por la cintura y me saluda con suavidad.

-Hola, Kate.

-Matt –esbozo una sonrisa. No se acerca, parece que espera a que yo dé el primer paso. Doy un par de pasos, vacilante y lo abrazo; él me frota ligeramente la espalda. Supongo que tiene experiencia en eso de tratar con mujeres traumatizadas. Sumisas traumatizadas. –Déjate cuidar, nena –dice en apenas un susurro, para que sólo yo lo oiga -. Deja que tu amo cuide de ti.

Se separa de mí, tras acariciarme la mejilla y luego habla en voz alta, alegre –Bueno, ¿no hay una copa de vino para un veterinario sediento?

Pam ayuda a Rick a terminar los entrantes mientras Matt y yo nos sentamos en el sofá, con dos copas. La mía, con zumo. Otra vez. El pelirrojo mira hacia la cocina, ambos están de espaldas a nosotros y me tiende la suya. –Sólo un sorbo –me advierte y antes de que se arrepienta se la quito de las manos y la llevo a mi boca. Delicioso. Se la devuelvo, curvando mis labios hacia arriba –Gracias.

-De nada. Que él no se entere.

-¿Enterarme de qué?

El timbre suena, salvándonos. Rick pone mala cara; me levanto y voy a abrir, diciéndole al pasar por su lado –Sé amable.

Lanie está preciosa, con el pelo ondulado y un vestido verde que enseña a su par de gemelas. Me da un beso en la mejilla y me pregunta por el hombro. "Estoy bien" respondo, dejándola pasar. Esposito sigue fuera, sin saber qué hacer. En sus ojos sólo puedo ver culpa. Suspiro –Pasa.

-Gracias.

Lanie ya se ha presentado –ella sola- a Matt y Pam y acepta una copa de vino que Rick le ofrece. Esposito camina detrás de mí y cuando nos acercamos al resto se hace un incómodo silencio. Me coloco al lado de mi amiga y ambas miramos nerviosas a nuestras respectivas parejas, que intercambian un duelo de miradas pocos amistosas. Bueno, en realidad es Rick quien parece dispuesto a asesinar al otro, Javier parece más bien avergonzado.

-Castle… -dice al final, mirando al suelo.

-¿No te atreves a mirarme? Ya veo que aparte de cabrón eres un cobarde –escupe, asqueado.

-Rick –intervengo. Pam y Matt se miran, incómodos. Lanie no sabe donde meterse. Mi compañero alza la mirada, desafiante.

-Venía a pediros disculpas –masculla -. Pero ya veo que es perder el tiempo. –Se da la vuelta, pero Rick lo sujeta, brusco.

-Me llamaste asesino, maltratador… ¿y se supone que tengo que ser simpático y hacer como si no hubiera pasado nada?

-¡Me equivoqué, joder! Las pruebas te señalaban… vi esa habitación, ¿qué coño querías que pensara? ¿Cómo cojones iba a imaginarme que mi compañera era una depr…

-¿Una qué? –pregunta en una voz peligrosamente baja. Lanie parece a punto de echarse a llorar, me acerco a ella y la tomo de la mano, no tiene la culpa de nada.

-Nada, déjalo. Será mejor que me vaya.

-No –digo, sorprendiéndole -. Termina la frase, ¿qué ibas a llamarme?

Pero él se da la vuelta, sin siquiera mirar a Lanie, que está horriblemente avergonzada. Y entonces una vocecilla hace que todos nos giremos hacia Pam, que aprieta los puños. Cuando vuelve a hablar su voz ya no suena asustada, sino rabiosa.

-Kate no es una depravada. Ella es como yo.

-Mira… -Esposito trata de interrumpirla, pero la mirada que Matt le dedica lo hace callar. "No te metas con mi sumisa o te mataré".

-Somos sumisas –continúa, mirándolo a los ojos -. Mujeres lo suficientemente valientes como para aceptar lo que queremos en nuestras vidas y atrevernos a exigirlo… aunque a gente como a usted no le guste. Nunca le he hecho daño a nadie por pedirle a mi amo que me… ate o me azote. Me gusta ese control que pone sobre mí, porque sé que cuando me domina en lo único que piensa... lo único que existe para él, soy yo. Es lo que los dos queremos. Es lo que Kate quiere con su amo –añade, sonriéndome -. Y usted no tiene ningún derecho a juzgarla por ello. Ni a insultarla.

Esposito no sabe que decir, me mira, intenta decir algo, pero ahora es mi turno.

-Creo que aquí ya está todo dicho -miro a Pam y le sonrío con cariño; Matt la abraza desde atrás, orgulloso. Rick se cruza de brazos e intercambia una mirada conmigo. "Adelante" -. Pero por si las dudas... No me avergüenzo de nada, ni de lo que hago, ni de lo que soy. Soy inspectora de policía, soy mujer y soy sumisa. Y tú... -lo miro a los ojos -. Tú ya no eres nada para mí. Me avergüenzas delante de estas maravillosas personas. Pam, siendo sumisa, es la mujer más valiente que conozco. Matt y Rick son los hombres más dominantes que he conocido nunca. Y sí, también son pacientes, amables y buenos. No como tú. No mereces estar aquí. Sal de mi casa. Y no vuelvas a hablarme. Nunca más.


Perdón por la tardanza, pero ya apenas me meto en el foro. Un beso.
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Mensaje por castle&beckett..cris Dom Ago 17, 2014 2:47 pm

porfiiin apareces!!!!!! aajaaj leiste mi tweet???

4 capis madre miaaa perfectoo y hermosooo pobre kate las a pasado putas con ese capullo....

sigueeee por dioosss no te demores tantooo Happy Clap Clap Thumb bounce Hysterical Crazy Oh, my God! Reverence Big Crying Dreaming Inlove Big XD 
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Mensaje por kateAlexis.B.Castle Mar Ago 19, 2014 9:18 am

Wow! Me encanta y ahora ya solo kiero leer
Las 50 sombras de Grey jaja esta buenisima tu historia
Y me gusta como evuluciona Kate ante su amo y como acepta
Que es una sumisa pero que a la vez es dominante
Creo que tanto Castle como Beckett se complementan
A tal punto que el no parece tan dominante y ella no parece tan sumisa
Pero, si cede ante las ordenes de su amo y señor al mismo tiempo
Que el la deja ser ella pero; sin que sea ella la que contrala
Simplemente me fascina tu fic y deja q te diga que empeze a leerlo ayer y no eh parado hasta que
E leido todos capitulos. Me tienes super enganchada tanto que eh tenido que
recurrir a tomar cafe para mantenerme en pie ya que no pegue ojo en toda la noche...
Pero a valido la pena!!!! Porfa continua pronto
Espero que Esposito termine siendo un sumiso como minimo por ver mal a nuestra parejita! Smile Smile

Sigueeeeeeee
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Mensaje por kateAlexis.B.Castle Vie Oct 17, 2014 5:35 pm

Wowww lindo el fic me a encando continualo pronto
Smile
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Mensaje por maria_cs Sáb Dic 27, 2014 7:42 am

Aunque ya no escriba en el foro no quería dejar este fic sin terminar, especialmente por Cristina. Aquí os dejo los últimos capítulos, un beso y gracias por haber seguido esta historia. =)
Capítulo 51


(Dos meses después)

-Es demasiado pronto, deberías esperar unos días más...

Lo miro, con paciencia. -Estoy bien, no necesito más descanso. Quiero volver al trabajo.

-El capitán está de acuerdo conmigo.

-Montgomery sabe que he pasado la evaluación psiquiátrica y el examen de tiro. No puede hacer nada y tú tampoco.

-Pasar la evaluación no es sinónimo de estar bien -responde. Me vuelvo hacia él, ahora cabreada.

-Es mi trabajo, no puedes controlar eso también.

-No quiero controlar tu vida profesional -replica, tranquilo.

-¿Entonces a qué viene esto? ¿No te das cuenta de que necesito recuperar mi vida?

-Lo que necesitas es volver a dormir sin tener pesadillas. Lo que necesitas, Kate, es poder acercarte a un hombre sin que te tiemblen las manos.

-Perdona si mis secuelas son una molestia para ti. Demasiado tiempo sin volver a la habitación de los látigos aburre, ¿no?

-No vayas por ahí -me advierte.

-Pues déjame en paz. ¡Vete a tu maldito loft y deja de tratarme como una niña! -Le grito. Rick parpadea, me mira fijamente, uno, dos, tres, cuatro, cinco segundos... y sin decir nada más coge su chaqueta y se marcha, cerrando la puerta sin hacer ruido. El maldito amante del control, nunca pierde los nervios, nunca tiene necesidad de gritar ni de dar portazos. Imbécil...

Me dejo caer en el sofá, no sin antes coger un vaso y una botella de vodka, ese que ya no tengo prohibido y beberme una copa de un trago. Dejo el vaso con un fuerte golpe en la mesa, asustando a Always que se aleja, mirándome con cara de gato enojado. -¿Qué? ¿Tú también vas a enfadarte conmigo? Vale, me he portado como una zorra, pero tantos mimos me ponen histérica. -Me sirvo otra copa y me aparto el pelo de la cara, sintiéndome culpable. -Dos meses aguantándome para esto... alguien tiene el cielo ganado.

Por la noche apenas he podido dormir, no después de tantos días durmiendo acompañada, pensando en que soy una desagradecida y además sabiendo que tendré que ver a Esposito en poco tiempo. No he vuelto a hablar con Javier desde la fatídica comida. No sé mucho de él, salvo que Lanie lo ha dejado. Y ahora el papel de pacificador ha pasado a Ryan, pero cada uno de sus intentos han sido respondidos de la misma manera: con un no.

Tras una ducha y un café me visto y me arreglo el pelo con un moño. Desde aquello no he vuelto a peinarme como antes, no salgo de los moños serios, algo que Lanie reprueba con energía. "Pareces una cuarentona" o "La señorita Rottenmeier estaría orgullosa de ti" han sido sus frases más amables, pero las he ignorado. Al menos Pam lo entiende, aunque a ella tampoco parece gustarle mucho mi cambio de look. Dejando de pensar en lo que mis amigas aprueban o no termino de arreglarme y cojo mi arma. Cierro el puño en torno a ella, respirando hondo. No va a temblarme la mano. Él está muerto, Kate y tú vas armada. También lo estabas cuando te secuestró, canturrea una voz en mi cabeza. Resoplando agarro mi chaqueta y me voy. Una estúpida voz no va a poder conmigo.

En el ascensor la ansiedad se apodera de mí. Cuando las puertas se abren me quedo parada, presa del pánico, pero entonces llegan las voces, tan conocidas. Ryan, Montgomery, el impresentable de Esposito, los agentes... este es mi hogar. Mi casa. Aquí no tengo porqué temer, estoy a salvo.

Me acerco a mi escritorio y de repente se hace el silencio. Ryan se acerca a mí y me abraza y todo el mundo rompe a aplaudir. Sonrío, entre la vergüenza y la gratitud, dándole la mano al capitán.

-Bienvenida, inspectora.

-Gracias, señor.

Otros detectives se acercan, algunos agentes, todos se deshacen en saludos y felicitaciones por mi rápida recuperación. Esposito es el único que no viene y lo agradezco. No creo que pueda enfrentarme a él, sería demasiado.

-Bueno, ¿lista para la acción? -Ryan me señala la pizarra. Una foto de una mujer sonriente en el centro.

-¿Víctima? -pregunto.

-Marisol Rodríguez, hispana, 26 años, hallada en Central Park esta madrugada. Llevaba unas ocho horas muerta. Estrangulamiento. La autopsia ha revelado... -La voz de Ryan se apaga.

-¿Sí?

-Violación -termina, entre dientes. Asiento, con una leve inclinación de cabeza.

-¿Alguna pista?

-Un par de testigos dicen haber visto a la víctima discutiendo con un hombre sobre las cuatro de la tarde. Pelo oscuro, alto y una cicatriz en el ojo. Estamos peinando la zona.

-¿Se lo habéis comunicado a la familia?

-Sí... Ellos, viven en México, no la veían desde hacía seis meses. Pero hablaban todas las semanas. Fue... difícil darles la noticia.

-Siempre lo es -digo, notando que mi voz suena demasiado fría, sin empatía. Ryan se aleja de la pizarra.

-Bueno, mientras los agentes encuentran al tío de la cicatriz ¿por qué no te tomas el café? Se te va a enfriar. -Señala mi escritorio, donde un vaso de cartón alargado me espera.

-¿Castle ha estado aquí?

-Vino a primera hora, dejó el café y luego se fue. ¿Va todo bien? -Pregunta, vacilante. Asiento, sentándome en mi silla, mirando en silencio la suya, vacía. Cuando acabe el día tendré que pedirle unas disculpas a alguien.

Una hora después una tos fingida llama mi atención. Alzo la mirada para encontrarme con la de Esposito. -Han traído al tipo.

-Bien -respondo fríamente. Me levanto y camino hacia la sala de interrogatorios, seguida por él.

-Beckett...

-No te acerques mucho, la depravación puede ser contagiosa -le corto. Lo oigo resoplar y cierra la puerta de la sala, quedándose junto a la mesa de pie. Yo me siento en la silla más alejada, mirando al hombre que tengo en frente.

-John... ¿el encantador? -Leo sorprendida en mi informe.

-Ese soy yo. ¿Y usted es...? -Me sonríe enseñándome todos los dientes, asquerosamente amarillos. Su aliento es desagradable y me echo hacia atrás.

-Inspectora Beckett.

-Un placer, preciosa.

-No me llame así -le advierto. Esposito carraspea, me giro hacia él, advirtiéndole que se calle antes de volverme hacia el otro. -Vayamos al grano, ayer lo vieron por Central Park, discutiendo con una chica, sobre las cuatro. Esta chica -le enseño una foto, que él coge con aburrimiento.

-Mari. Un encanto.

-Admite haber estado con ella.

-Ayer tocaba hispana.

-¿Cómo dice?

-Los martes son para la rusa, los viernes para la china y los lunes, para la hispana. Esta hispana.

-Explíquese -Me echo aún más hacia atrás; este tío me da asco.

-Putas, chica, putas.

-¿Marisol era prostituta? -Esposito pregunta, sorprendido.

-Bastante mala, pero limpia. Con la mierda de sueldo que tengo no me puedo permitir nada mejor así que me conformaba con ella. Follando era una inútil... pero al menos la chupaba bien.

-Cabrón pienso, pero intento controlarme -¿Cómo contactaba con las chicas?

-Quedábamos en un hotel cercano al parque. Cuando terminaba la puta se quedaba y yo me iba, pero ayer esta vez ella no se quedó, me siguió y me dijo que la ayudara. Le dije que se largara y me fui.

-Maldito imbécil…

-Oiga no le consiento que...

-¡Cállese! -Le interrumpo, cabreada. Me pongo de pie, él tío me mira y también Esposito, que parece preocupado: -Esta chica está muerta, ya que no sentía ningún respeto hacia su vida, no se atreva a seguir hablando de ella como si no valiera nada.

-Veinte dólares la hora, ese era su precio.

-Será mejor que se…

-Beckett, deja que me ocupe yo.

-Debió ser divertido aprovecharse de su necesidad, ¿no?

-Oiga...

-Claro, supongo que para una basura como usted le resulta imposible echar un polvo sin tener que pagar y...

-¡BASTA! -Se levanta, enojado. En ese momento entra Ryan que me toma del brazo -. Salgamos fuera, Kate, por favor.

-Suéltame -replico, antes de salir echa un basilisco.

Me dirijo hacia la sala de descanso; me tiemblan las manos, pero esta vez no es de miedo, es pura rabia. Ryan entra y cierra la puerta.

-Tienes que controlarte.

-Estoy bien, no volverá a pasar.

-Kate, no puedes trabajar así. El tío amenaza con denunciarte.

-Un putero que se siente insultado... -mascullo, asqueada -. Seguro que se cabreó porque la chica no le satisfacía y la mat...

-No -niega -. No fue él. Estaba cenando en un restaurante chino a la hora del crimen.

-¿Cómo?

-Esposito lo va a comprobar, pero parecía sincero. Vamos a soltarlo.

-Joder...

-Escucha, tómate tu tiempo para... relajarte. Yo voy a hablar con familia y amigos, a ver si alguien sabía a qué se dedicaba Marisol.

-¿Si trabajaras en algo así se lo dirías a tu familia? -cuestiono, con las cejas arqueadas. Él suspira. -El tío habló de una rusa y una china, con un poco de suerte las chicas se conocían, trata de localizarlas. Todo apunta a un chulo o un putero cabreado.

-Am... quizás deberías usar el término "cliente" -sugiere.

-¿Las chicas son putas y los hombres son clientes? -replico, fríamente.

-Vale... -Se marcha.

Kate, estás inaguantable.

La búsqueda no da sus frutos y el día se pasa sin que podamos hacer nada, me siento una inútil. Probablemente ambas chicas estén muertas, al igual que Marisol. Cansada, me frotó la frente con las manos, me duele horriblemente la cabeza. Siento una mano que se posa en mi hombro, miro hacia arriba, Ryan niega.

-Es tarde, vete a casa.

-Estoy bie…

-Kate, es tu primer día después de tú convalecencia. Vete a descansar. No vaya a ser que tu amo venga con el látigo –bromea. Le agradezco el intento de aligerar la tensión y al final acepto.

-Hasta mañana.

-Que descanses.

Ya en el coche no sé a dónde ir. Le debo una disculpa a Rick y a la vez me niego a pedirle perdón por querer hacer mi trabajo. No es por hacer tu trabajo, es por haber sido tan borde. Me siento frustrada: el caso, la discusión y… dos meses sin sexo. Primero por el dolor físico, luego por el miedo… el trauma. Se acabó. Estoy harta. Un psicópata no va a dominar mi vida. Sé lo que quiero y lo que necesito. Y voy a por ello. Ahora.

No tardo mucho en llegar al loft y sin llamar uso la llave que él me regaló hace ya unas semanas. Rick está en la barra de la cocina, cenando. Al verme entrar arquea las cejas, sorprendido, pero yo lo ignoro y subo, tengo un destino fijo. Y está en el piso de arriba, detrás de una puerta que ya no está cerrada con llave.

Al entrar el olor a cuero me golpea y me llena; me encanta, este olor me hace sentir viva, me hace ser yo misma. En silencio me desnudo y dejo la ropa pulcramente ordenada en el sillón, antes de arrodillarme junto a la cama, con la mirada gacha. Y ahí espero.

No sé cuánto pasa hasta que Rick entra y se deja caer en la cama, tranquilo. No me invita a unirme a él así que no me muevo. Espero, calmada.

-Desnúdame –dice al final. Obediente me levanto y le quito la ropa. Primero la camiseta, dejando sus fuertes brazos y ese torso que me gustan tanto al descubierto. Después voy a por su cinturón, él me frena –Déjalo sobre la mesa, quizás lo use después.

-Sí, señor.

-Prueba de nuevo –responde. Lo miro, confusa, antes de comprender.

-Sí, amo. Lo siento. –Él asiente satisfecho y llevo el cinturón hasta la mesa acolchada. Luego vuelvo y continúo con mi tarea. Desnudarlo. De un tirón le quito los vaqueros y los dejo a un lado. Ya sólo queda…

-No, déjalos puestos. Todavía no te la has ganado.

-Sí, amo.

Se levanta, con energía y empieza a pasear por la habitación. -¿Sabes? Lo primero que uno espera después de recibir unos cuantos gritos es una disculpa, pero no… tú tenías que meterte en el cuarto de juegos. No es que me queje, me encanta verte ahí, sobre todo me encanta verte tan sumisa. Mírame, ya estoy duro. Y apenas me has tocado. –Dirijo mis ojos hacia su entrepierna, dónde efectivamente se adivina un bulto. Me relamo los labios, lo quiero, ahora, pero sé que esto va a ser largo. –La cosa es… siendo yo el amo, podría simplemente recibir placer y dejarte con las ganas, ¿no te parece? Sería un buen castigo.

-Lo que… desees, amo –murmuro.

-Mírame –me ordena y me enfrento a él -. Hace dos días tenías miedo de que te tocara, ahora me pides esto. ¿Qué ha cambiado?

-Vuelvo a ser yo –respondo -. Tras volver a trabajar… he vuelto a verme como la que soy… ya no tengo miedo.

-¿Y eso no te sorprende?

-No lo sé. –La verdad es que no esperaba "curarme" de golpe, pero ha sido como si algo hiciera clic en mi cabeza y me dijera que deje de hacer el tonto.

-A mí no –dice y lo miro, extrañada -. Siempre he sabido que cuando llegara el momento serías tú la que lo pedirías y también imaginaba que sería más pronto que tarde. Aunque no me esperaba tanto ímpetu –añade, divertido.

-¿Te estás burlando de mí?

-"¿Te estás burlando de mí, amo? –me corrige. Frunzo el ceño, pero asiento. –Muy bien, Kate –dice con voz más suave -. Dime, ¿estás segura?

-Sí. Sí, amo.

-De acuerdo. Entonces súbete a esa mesa a recibir tu castigo.

Suelto el aire, despacio y me coloco bocabajo pero él niega -. No, sobre tu espalda.

-Pero… ¿no iba a castigarme?

-Hay muchos tipos de castigo –dice, como si me leyera la mente -. Este va a ser un poquito desesperante, pero al menos no será doloroso.

Me encadena a la mesa, de pies y muñecas y al sentir el cuero rodeándome me tenso. Él para y se acerca a mí, me acaricia el rostro -¿Manzanas? –pregunta, preocupado.

-No… sólo…

-Esto no va a ser tan fácil como parece –me dice, acariciándome el pelo -. Puedo ir más despacio –El amo se ha ido para darle paso a mi amante. Pero no quiero que se vaya, quiero hacer esto. Voy a demostrarme a mí misma que soy fuerte y que nadie va a amedrentarme.

-Estoy bien –digo, con firmeza. Las esposas no son frías, ni duras. El tacto es agradable. Y el cuarto de juegos tiene un olor muy distinto al de aquel lugar. Aquí no hay frío ni humedad. Estoy bien. Me relajo y asiento, invitándole a seguir.

-Usa Naranja si quieres que vaya más despacio.

-Vale.

Él se aparta y vuelve a sentarse, esta vez sobre el sillón. Atada a la mesa apenas puedo verlo. ¿Por qué hace esto? Supongo que es parte del castigo. Desde luego no me gusta. Tiro de una cadena y entonces habla:

-No luches. Estoy aquí.

-Quiero verte –pido.

-Lo sé.

-Por favor… yo…

-Todavía no. Respira. Toma aire y suéltalo, despacio.

Obedezco. Está ahí. Aunque no lo vea me habla para darme confianza. Mi respiración se hace más lenta.

-Muy bien –me alienta -. Otra vez. –Mi pecho sube y baja, despacio. Varias veces, me pregunto cuántas serán necesarias hasta que él esté satisfecho.

Pasa un buen rato hasta que él se levanta y se acerca. Me duelen los brazos y las piernas, agradezco mentalmente que las cadenas estén forradas. Rick me acaricia el brazo, el que hasta hace poco estaba herido y se centra en la cicatriz, ya curada. Me la roza, cuidadosamente.

-¿Te duele?

-No.

¡Ay! Siento un pellizco en mi otro brazo. Lo fulmino con la mirada y él pellizca más fuerte. –No, amo –dijo, a regañadientes.

-Bien. –Me sigue acariciando, antes de inclinarse y poseer mi boca, con decisión. Su lengua se enreda con la mía, sus dientes me muerden. Toma todo el control y eso hace que me moje. Mucho. Joder, estoy empapada. Echo la cabeza hacia delante, queriendo más de él, pero entonces se aleja. Lo miro, jadeante y frustrada. Me acaricia la mejilla, ahora tierno. Quiero protestar, no quiero ternura, quiero más de lo otro. Se ríe ante mi evidente frustración. –Ya te dije que no sería doloroso…

Se refiere al castigo. Discrepo. De hecho toda mi mitad inferior discrepa con él. Y más ahora cuando deja de acariciarme el rostro y baja hasta mis muslos. Gimo. -¿Sabes por qué hago esto? –pregunta.

-Para castigarme –mascullo.

-Exacto –responde, apoya la cadera en el borde de la mesa, me sigue rozando, pero ahora no usa los dedos, sino un plumero rojo con un mango de cuero. Recuerdo haberla vista antes en la cómoda y recuerdo haber pensado en un cutre disfraz de asistenta cachonda. Ahora la palabra cutre sería la última que usaría. Las plumas rozan la cara interna de mis muslos, pero no se acercan a mis empapados labios –Llevo dos meses preguntándome como querrías que volviéramos a… nuestros juegos –informa. Me obligo a prestarle atención, a pesar de las malditas plumas -. No sabía si querrías que hiciéramos el amor primero… o sí necesitarías mucho más tiempo para volver a venir aquí. Ni siquiera sabía si querrías volver. Pero aquí estás… demostrándome una vez más que puedes con cualquier cosa… que sólo necesitabas decirte a ti misma que podías con ello –me mira, admirado -. Eres increíble, inspectora.

-Gr… gracias –susurro. Deja la pluma a un lado y sus dedos van a mi pecho. Lo sujeta entre el pulgar y el índice y aprieta, justo lo necesario. Suspiro.

-Esta noche no voy a follarte, cariño –comenta como si nada y giro mi rostro hacia él, confundida –Tú me follarás a mí –dice, seductor -. Pero primero… te voy a torturar un poquito más.

Richard Castle tiene un concepto extraño de "un poquito más", un concepto relacionado con un molinillo dentado. Por favor, los dientes de ese chisme pasean por mis pechos, mi abdomen, mis piernas, provocándome, haciendo que me arquee y él pare, serio –Quieta… no queremos que te pinches, ¿verdad?

-No… señor –jadeo, cuando vuelve al ataque, esta vez justo sobre mi pezón. Duele, un dolor tan erótico que siento que voy a estallar. Y entonces con un dedo invade mi cuerpo, despacio, esperando algo... esperando a que me asuste o me eche atrás. También yo espero a que lleguen los horribles recuerdos pero no. Nada sucede. Nada me aterra. Estoy aquí, en nuestro cuarto de juegos. Con él. Aquí no hay nada más. Sólo estamos él y yo. –Por favor, más –suplico. Él sonríe y hunde el dedo más profundo, curvándolo hacia arriba, frotándome el clítoris, primero con el pulgar luego con el molinillo. ¡JODER! Me voy a…

-No –dice y se aparta. Quiero matarlo. Dios, no puede dejarme así, justo en el borde. –Un castigo es un castigo, inspectora. Todavía no tienes permiso para correrte.

-Te odio –mascullo y él suelta una carcajada. Empieza a soltar una a una las cadenas y me ayuda a incorporarme. Temblorosa, me cuesta sostenerme en pie, el amo me lleva hasta el sillón donde se sienta, conmigo sobre su regazo. Aún lleva en la mano la rueda dentada. Niego, suplicante.

-Acabas de insultarme –me recuerda, con malicia.

-Sólo he dicho que te odiaba.

-Eso para alguien que te quiere es como un insulto –me reprocha. Voy a decir algo pero él me interrumpe tomándome de la nuca y atrayéndome a él, con firmeza. Ahora tengo las manos libres y puedo jugar, enredar mis dedos en su pelo, profundizar el beso. Lo oigo gruñir y entonces le muerdo. Se aleja, agitado. Apoya su frente en la mía y murmura: -No te muevas.

-¿Qu…

-Shhh, calla –me alienta. Vuelve a recorrer mi cuerpo con la rueda, muy despacio, pero esta vez no se detiene –separa un poco las piernas –ordena. Yo obedezco y el continúa su camino, hasta llegar –quiero que te corras. Ahora Kate, dame tu placer –susurra, su frente aún junto a la mía. Uno de los dientes del molinillo presiona sobre mi clítoris, al principio es sólo un cosquilleo doloroso, pero de repente se transforma en una gran bola de placer. Con una mano me sostiene, para impedir que me mueva y con la otra presiona. Siento que el orgasmo me atrapa, así, sobre él, desnuda sobre mi amo, con sus ojos clavados en los míos. –Ah… ah… Richard… -dejo escapar su nombre, apenas me oigo, pero sé que él lo sabe. Todo lo que siento, todo el placer. Es él. Por él. –Eres maravillosa –susurra, dejando caer la rueda y abrazándome. Aún tiemblo, me aferro a él. –Podemos dejarlo así –añade, acariciándome la espalda – haremos el amor, cariño, lo sé. Pero no tiene porqué ser hoy.

-No –murmuro, echándome hacia atrás. Puedo notar su erección, mi humedad. Nos deseamos. Quiero sentirlo, quiero que vea que él nunca podrá hacerme daño estando dentro de mí. No es como el monstruo. A él lo he elegido –Quiero seguir. Hoy. Quiero más.

-Muy bien –responde, con energía. El amo ha vuelto -. En ese caso, ofréceme tu culo, vamos a terminar con tu castigo.

-Pero… -¿No había terminado ya? Me mira, serio.

-¿Tengo que repetirlo?

-No, señor –me levanto y me coloco, mi cabeza cerca del suelo, afortunadamente soy alta y la postura no me hace sentir tan indefensa. Siento su erección sobre mi estómago y su mano jugando con mi entrada. Uff…

-A ver… cinco azotes por gritarme, cinco por no agradecerme el café, cinco por entrar aquí sin permiso…

-¡Por no agradecerte el café! –suelto, indignada.

-Cinco por hablar sin permiso… sí, podríamos dejarlo en 30.

-Iban veinte –protesto.

-Súmale los cinco por decirme que me odias y los cinco que acabas de ganarte por hablar de nuevo sin permiso. Y si no tienes nada más que objetar -¿Preguntas o afirmas? –No sabes cuánto echaba de menos azotar este culito.

Y empieza. No me pega muy fuerte, pero tampoco es que sea suave. Alterna entre las nalgas, a veces se concentra en la parte más baja, otras sólo me golpea en el centro. Poco a poco el calor se funde con el placer, me siento arder y dios, es tan bueno… Un nuevo azote, más fuerte me hace gritar, de placer. Luego me acaricia todo el trasero, provocándome aún más. –Te gusta, ¿eh?

-Sí… amo.

-Estás empapada, estoy deseando meterme dentro de ti, preciosa.

-Hazlo, por favor –gimo.

-No, no, no –me riñe -. Tengo un castigo que acabar.

Es concienzudo, no deja ni una sola zona sin azotar. No quiero que lo haga, el calor y el dolor me están volviendo loca. De repente para y me ayuda a levantarme. Lo miro, excitada y confundida. ¿Se ha acabado? –Ve al espejo –dice -. Examina mi obra de arte.

Camino despacio, siento la humedad corriendo entre mis muslos y el calor de mis nalgas, propagándose. Pero obedezco y ladeo mi cuerpo para mirarme. Joder. -¿Te gusta? –pregunta.

-Sí –Es erótico. No encuentro otra manera de describirlo. Quizás mañana lo lamente, pero ahora. Ahora sólo quiero más de lo que esté dispuesto a darme.

El amo se levanta y se coloca detrás de mí, abarcando mi trasero con ambas manos. Suspiro. –Ahora si estás lista –dice en voz baja, mordiéndome un lóbulo antes de darme un beso en la nuca. –Lista para entregarte a tu amo.

Me toma de la mano y despacio tira de mí, camina de espaldas hasta la cama y se deja caer, bocarriba, quitándose los bóxers. Me insta a colocarme sobre él, a horcajadas. Nuestros sexos se rozan. Cierro los ojos, disfrutando de ese roce. –Soy tan tuyo como tu mía –dice, su voz me tienta. Es seductora. Como una caricia de sus manos. Como uno de sus azotes –Estás lista para poseerme –continúa –sabes que lo estás. Tu cuerpo lo desea tanto como el mío.

-Sí… -susurro. Cojo su erección y la acaricio, por toda la longitud. Abro los ojos para ver el efecto que tengo en él. Espera, con la boca entreabierta. Me acaricio con él, su punta rozando contra mi clítoris, lo empapo en mi calor. –Así… -jadea –así, preciosa. –No puedo más, no voy a negarnos este placer por más tiempo. Y decidida, lo conduzco hasta mi entrada y lo entierro en mí, centímetro a centímetro, hasta que me llena. –Ahhh…

Dejo caer la cabeza hacia atrás, sintiéndome plena. Nunca ha sido tan fuerte, no sólo el placer, sino la sensación de que estamos unidos. El saberlo dentro de mí. Es algo mucho más que física. Rick me acaricia, sus manos en mis caderas inician un lento baile, se mueve, van hacia mis nalgas y las aprieta, el dolor se funde con el placer de tenerlo dentro. No se mueve, espera a que yo continúe. Lentamente me muevo hacia arriba y vuelvo a bajar, más deprisa. Eso le vuelve loco. Durante todo este tiempo también yo he aprendido a conocer su cuerpo. Repito el movimiento, esta vez dibujando un sensual círculo antes de volver a bajar. Así una y otra vez. La habitación se llena de gemidos, jadeos y del sonido que hacen nuestros cuerpos al chocar.

-Kate… Kate… Kate… -su nombre es como una oración para mí. Me adora, como si fuera una diosa. Lo sé porque yo siento lo mismo.

-Richard… -jadeo.

-Sí… así… tócate –me ordena, retomando el control. Con una mano me pellizco un pezón y con la otra me rodeo el clítoris. Mi vagina se contrae en torno a su pene. Joder. Me da un azote que me hace gritar y me entrego al dolor. –Kate… -Acelera el ritmo. Me ayuda, tomándome y alza las caderas para ir a mi encuentro. Cada vez es más bueno. Cada vez más deprisa. Más. de repente se incorpora y me muerde con fuerza, en el hombro, dejándome una marca de su posesión. -¡Rick!

-Eso es… -jadea, su cuerpo martilleando dentro de mí –justo así… -vuelve a morderme, esta vez un pecho y no lo soporto más. El clímax me tensa todo el cuerpo, necesito soltarme, necesito… algo… no puedo más, voy a…

-Dámelo –dice en mi oído. Y mi cuerpo responde a su suave orden. Me dejo caer en el placer del orgasmo. Caigo rendida ante él. Y él se rinde ante mí. Todo se detiene. Sólo puedo sentir al amo.

Se deja caer sobre la cama y me arrastra con él. Me acaricia el pelo, nuestras respiraciones no nos dan tregua. No quiero moverme por mucho, mucho tiempo. Lo noto regalarme besos en la cabeza. Pero el dulce momento se rompe cuando él se levanta. Lo miro con reproche. Se ríe, dándome un tierno beso en los labios. Va hacia la cómoda y vuelve con un bote de crema hidratante. Bien pensado. Mi culo lo va a necesitar.

-¿Lista para los mimos?

-No has usado el cinturón -comento, cuando empieza a frotar la loción.

-Ya lo haré. Tengo toda la noche. Ahora deja que me ocupe de ti -dice, relajado.

-Soy toda tuya –murmuro, cerrando los ojos. Sé que hoy por fin voy a poder dormir. Si es que él no tiene otros planes.

Capítulo 52


-Las han encontrado.

-¿Dónde?

-En un sótano, cerca de la escena del crimen, las dos están heridas.

-¿Heridas?

-Les han dado una paliza. Una buena paliza.

-Dios, ¿por qué no las han llevado al hospital?

-Se niegan a ir, cuando lo hemos sugerido, se han puesto a gritar y a llorar. No quieren darnos sus nombres. Creemos que son ilegales.

-Voy para allá.

Cuelgo el teléfono y me giro hacia él. Está dormido. ¿Cansado, señor Castle? No le culpo, nos hemos pasado la mitad de la noche en el cuarto de juegos, de vez en cuando caíamos en un corto sueño hasta que uno de los dos despertaba y volvíamos a empezar. Sé que si me mirara al espejo me respondería mi reflejo con una sonrisita satisfecha. Lo estoy, como nunca. Pero tengo que volver al trabajo.

Aparto las sábanas y todos los músculos de mi cuerpo se ponen de acuerdo para hacerme soltar un quejido. Rick se incorpora un poco, con los ojos medio cerrados. Se frota la frente y parpadea. –No te he dado permiso para salir de mi cama –murmura, adormilado. Sonrío.

-Tengo trabajo, lo siento.

-Ummm –se acerca y me abraza desde atrás, apoyando la barbilla en mi hombro -. ¿Es importante?

-Mucho.

-¿Quieres que te acompañe?

Aprieto sus manos y miro hacia abajo, antes de hablar -. No negaré que echo de menos tus teorías y trabajar juntos pero… esto tengo que hacerlo sola.

-De acuerdo –responde, dándome un beso en la nuca. Y me suelta, dejándome ir. Pero yo me vuelvo y lo beso, tomando el control, durante unos segundos antes de decir: -Te veo luego.

Rick asiente y vuelve a dejarse caer en la cama, cerrando los ojos. Niego con la cabeza, riendo. Sí, descansa, tú que puedes.

-o-

-Es raro, Marisol tenía el permiso de residencia en orden; he hablado con la familia, por lo que cuentan, estudiaba para ser enfermera, pero en la facultad dicen que hace tres meses que no saben nada de ella ¿qué la llevó a prostituirse con dos "sin papeles"?

-Quizás alguien la amenazó... -sugiero

-Pero ella siguió hablando con su familia todas las semanas.

-Vamos a hablar con las chicas.

-Suerte con eso. Esposito ha probado pero no sueltan prenda, están muertas de miedo.

-Iré yo –digo, enérgica.

-¿Seguro? -Pregunta, vacilante.

-No voy a gritarles... son víctimas.

Al entrar en la sala no puedo evitar intercambiar una mirada con Esposito, que parece cabreado. Las dos chicas están temblando, una se abraza a sí misma, la otra repele a mi compañero, que respira hondo controlando su rabia e intenta calmarlas.

-Señoritas, les prometo que nadie va a volver a hacerles daños…

La chica de rasgos orientales tiene un ojo morado y el labio partido; la rusa, tiene una mano cubierta con una venda sucia mal puesta y una gasa tapa algo en su mejilla, posiblemente una herida hecha con arma blanca. Esta última suelta me mira, suplicante y niega.

-¿Qué les has dicho? –pregunto en voz baja a Esposito que me mira, molesto.

-¿Qué quieres que les diga? He preguntado por Marisol y se han puesto así. Obviamente el asesino les dio una paliza.

-Hay que llevarlas al hospital.

-¡NO! –Ambas gritan, sobresaltándonos -. Hospital no, hospital no. No. Por favor, no.

-Escuchen, están heridas, tiene que verlas un médi…

-No –repite la rubia. Su compañera se echa a temblar.

-¿Por qué tanto miedo al médico? –Pregunta Esposito, extrañado, antes de dirigirse a mí: -Entiendo que teman a la poli, pero ¿quién se niega a recibir atención hospitalaria?

-No lo sé… llamaré a Lanie, para que las examine. Señoritas –les hablo con voz dulce, tranquilizadora -. Van a examinarlas –Ambas empiezan a negar, pero alzo la mano -. No en un hospital, una amiga mía. Les prometo que no les pasará nada.

-Hospital no –repiten.

-No –les prometo -. Hospital no.

-o-

-Les han dado una buena paliza. Li puede que tenga un traumatismo y necesita puntos en el labio; a Tanja le han roto los dedos de la mano izquierda con algo pesado, posiblemente un martillo. Le herida de la cara afortunadamente no está tan mal. Kate, estas mujeres necesitan ser hospitalizadas. –Lanie está seria; las dos mujeres esperan alejadas, sentadas en una de las mesas para cadáveres.

-Lo sé, pero se niegan a ir al hospital –me lamento.

-Hay más –me giro hacia ella, esperando -. No es algo que me sorprenda, teniendo en cuenta su profesión pero… ambas tienen desgarros vaginales y anales y cardenales en muñecas y tobillos. Marisol también los tenía. No hay restos de semen.

-No, los cabrones se pondrían condón –mascullo, cabreada.

-Inspe… ¿inspectora? –Tanja, nos ha dicho su nombre tras mucho insistirle, se acerca, temblando. Lanie la toma de la mano y le frota tiernamente la espalda.

-Estás a salvo, cielo.

-Yo… quiero… quiero ayudar. Pero… tengo… mucho… tengo mucho miedo. De él. Li… también tiene miedo. Marisol… también tenía miedo. El monstruo… nos hará daño.

-Tranquila. ¿Puedes ocuparte de Li? –Lanie asiente y va con la chica, yo voy con Tanja hasta su despacho, donde la invito a sentarme. –De acuerdo, Tanja, empecemos con algo fácil, ¿de acuerdo? ¿Cuántos años tienes?

-Veinte –responde, triste.

-Eres muy joven –murmuro. Ella niega.

-Li es más joven, Li tiene… ¿dieciocho, diecinueve? Cuando… él nos… convenció, Li era virgen –dice.

Suelto una especie de gruñido, pero no digo nada. –Háblame de él, cariño ¿puedes darme su nombre?

-No sé su nombre.

-¿Sabes dónde vive?

-No.

-¿Cómo es?

-Alto. Rubio. Ojos claros. Muy guapo. Triunfador.

-De acuerdo. ¿Cómo os secuestró?

-Él no… él no nos secuestró.

-Entiendo… ¿cómo os convenció para que… os prostituyeseis?

-Tenía hambre y… estaba cansada, muy cansada. Me dolía, aquí –se señala el abdomen -. Fui al médico. Él me curó.

-¿Al médico? Espera, el hombre que te ha hecho esto, ¿es médico?

-Él me sonrió y me dijo: tranquila cielo, no te va a doler. Me curó y me preguntó: ¿tienes a dónde ir? Y yo dije: no, no tengo a nadie. Era tan bueno… me compró comida y me llevó a su casa… su preciosa casa –Empieza a sollozar -. Yo fui… estúpida. Me acosté con él… creí que me hacía el amor, porque era bueno y me susurraba cosas bonitas, pero cuando terminó… -Le tomo de la mano, tierna -… desperté en un colchón viejo y sucio y frío. Y la noche después… llegó el primero… el primer hombre malo. Iba con él. Le dije: por favor, por favor, no me hagas daño. Y él me dijo: shhh no pasa nada, ahora vas a ser buena con él como ayer lo fuiste conmigo y después podrás comer. Yo… él me miraba… tenía miedo… acepté… y luego acepté otra vez… y otra… y otra… fui tonta, fue culpa mía –La abrazo, negando, dejando que se calme.

-No fue culpa tuya… te engañó, Tanja. Eres una víctima. No fue culpa tuya –Le acaricio el rostro, limpiando las lágrimas con mis pulgares, ella se atraganta antes de seguir:

-Li llegó dos meses después… ella no quiso hacerlo y le dijo que no quería, que la dejara ir... Yo le curé las heridas después –susurra, triste.

-Fuiste buena con Li, sin ti no habría sobrevivido. ¿Y Marisol? ¿Cuándo llegó ella?

-Hace… ¿tres, cuatro meses? Pero Marisol era diferente, ella… ella no lloraba ni se quejaba. A ella no la trajo él engañada… se ofreció.

-¿Se ofreció? –repito, incrédula.

- Los hombres se quejaban: esa no sabe follar, pero era barata. La pedían… porque era buena… con la boca. Ella sólo suplicaba una cosa: poder llamar a su familia una vez… a la semana.

-No entiendo por qué se ofreció.

-Por su hermana, inspectora –aclara. Confundida, abro la boca, pero ella continua:

-Su hermana, Lucía. Lucía llegó antes que Li y se fue antes que Li. Lucía… él la mató. Uno de ellos quería… hacérselo por… por detrás. Y ella rogó y lloró y peleó. Él le pegó y su cabeza golpeó con la mesa… y mucha sangre. Mucha sangre. Él se la llevó y meses después vino Marisol. Él ni la reconoció, pero yo sí. Se parecían mucho. Ella necesitaba saber dónde estaba su hermana. Ayer… él nos sacó de allí… a las tres –susurra -. Nos llevó al hotel donde nos lleva para ver a los hombres y… nos dejó en una habitación, llevándose a Marisol –musita.

-Tranquila.

-Pasaron horas… creíamos que él no regresaría, pero regresó… sin Marisol. Nos llevó a ambas al cuarto viejo y allí… estaba muy enfadado –Esto último lo dice sin apenas voz, me cuesta oírla. Al otro lado, Li rompe a llorar y Tanja se levanta para consolarla. Lanie se aparta y mira compungida a las jóvenes que se abrazan, aterradas. Me aclaro la voz, intentando que no me tiemble.

-Fuisteis muy valientes. Las dos –le aseguro, tierna -. Escucha, Tanja, tienes que decirnos el nombre del hospital.

-Él nos matará –lamenta.

-Cariño, te prometo que no te hará daño. Os protegeremos. Te lo prometo–Y ella murmura un nombre.

Li y Tanja serán atendidas en un hospital. Me ha costado mucho pero he conseguido convencerlas; Lanie va con ellas y con dos policías. Esposito se acerca a mí, tose, incómodo. Estoy cabreada, no con él, ahora no, pero estoy muy enojada. Hay crímenes que me superan y la esclavitud sexual es uno de ellos.

-¿Siguiente paso? –pregunta.

-Vamos a por ese cabrón –replico, decidida.

Sé que no va a ser tan fácil y así es. En el hospital nadie recuerda a las jóvenes y se limitan a darnos todos los nombres de los médicos varones rubios. Les pido que manden las fotografías a Ryan, que está con las chicas para que estas intenten identificarlos. -Es muy importante –aclaro antes de marcharme, junto a Esposito.

-Quizás todavía no sepa que hemos liberado a las chicas. Vayamos al sótano –sugiere y yo acepto en silencio.

Vamos en mi coche y él trata de decir algo, pero yo no estoy por la labor de empezar una conversación. Lo único que quiero es encontrar al monstruo que tiene aterrorizadas a esas pobres chicas y meterlo entre rejas. Porque darle una paliza es ilegal. Sería satisfactorio. Pero ilegal.

-He buscado información sobre… lo que hacéis –dice, después de un rato. Freno bruscamente, alguien pita desde atrás pero lo ignoro y me vuelvo hasta el que hace poco era mi amigo.

-¿Cómo?

-Necesito… necesito entenderte…

-No quiero que me entiendas. Quiero que me dejes en paz.

-Joder Kate –protesta -. Durante años has sido la dura inspectora Beckett, una tía que patea culos sin dudar, tienes que comprender que esto me chocara.

-Esposito, sigue hablando y comprobarás que no tengo problemas para seguir pateando culos.

-Eso es lo que intento decir –se defiende -. Que he comprendido que una cosa no quita a la otra.

-Enhorabuena –replico -. Ahora puedes dar una charla sobre BDSM. Pero a mí no me hables.

-Estoy tratando de pedirte perdón.

-No me interesan tus disculpas.

-Vale… -suspira, rendido y yo continuo, diciéndome a mí misma que hemos perdido unos valiosos minutos.

Llegamos al sótano dónde encontraron a las chicas gracias a un rastro de sangre y entramos en silencio. Los técnicos que han recogido pruebas ya se han marchado, dejando el correspondiente precinto. Lo retiro, rezando para que le asesino aún no lo haya visto y entramos, despacio. Yo delante, él detrás, ambos con las pistolas preparadas. Noto, cabreada que vuelve a temblarme la mano al cogerla. Y él también lo nota.

-¿Estás bien?

-Sí –replico.

-Puedes cubrirme tú a mí si…

-Esposito, te he dicho que estoy bien –le corto.

Se oye un ruido y ambos miramos hacia la entrada. Un hombre baja las escaleras, lleva una bandeja en las manos.

-¿Zorritas? Venid con papi, es hora de comer. ¿Dónde estáis?

Controlo mis náuseas y apuntando con el arma grito:

-Policía de Nueva York, no se mueve.

La bandeja cae al suelo con gran estrepito y el tío saca un arma. Esposito grita y yo también. Él tío apunta a Javier. -¡Baja el arma!

-Eso no va a pasar, caramelito. Será mejor que tú y tu amigo bajéis las vuestras.

-Baja. El. Arma. –repito. Él se ríe y mueve la pistola, pero no para bajarla, sino para apuntarme a mí.

No sé qué es lo que pasa pero durante los siguientes cinco minutos no soy consciente de lo que sucede a mí alrededor. Sé que Esposito vuelve a gritar y que se oye un disparo. Sé que me dejo caer y el arma se me escapa de las manos. Pero nada más. Un sonido me hace volver en mí. Una voz firme, hablándome.

-¡Beckett!, ¡Kate!

Alzo la mirada y me enfrento a los ojos oscuros de Esposito. El tío yace bocabajo, gritando de dolor, esposado. –Qué ha… ¿qué ha pasado?

-Le he disparado en el brazo –responde -. Vamos.

Coge al tío y tras mirarme, sale de allí. Tengo frío y apenas puedo moverme. Pero al final mis piernas reaccionan y lo sigo.

Esposito me dice que espere en el coche mientras pide una ambulancia –Sospechoso herido –dice, antes de colgar. La ambulancia no tarda mucho en llegar y tras dejar al tipo a cargo de un agente, Javier se sienta en el asiento del conductor. -¿Estás bien? –pregunta, suavemente. Asiento, sin querer hablar.

-No es el médico –dice, con voz grave. Este tío es bajito y moreno… no coincide con la descripción de Tanja.

-Lo sé –susurro.

En la 12 voy Esposito me deja en la sala de descanso y tras echarme una última mirada va al hospital, a hablar con nuestro sospechoso. Me dejo caer en el sofá, con la cabeza entre las manos. Apenas diez minutos después mi móvil empieza a sonar. Rick.

-Beckett –respondo, tratando de sonar normal.

-Hola –dice, amable -. ¿Va todo bien?

-S… ¿Esposito te ha llamado? –pregunto. El suspira.

-Me dijo que esperase un rato para llamarte… que te darías cuenta… debí hacerle caso.

-No tienes motivos para preocuparte –digo -. No es nada.

-Te has bloqueado –me contradice, aunque sin brusquedad.

-Por favor no… sabes que necesito hacer esto.

-Lo sé –responde -. Y por eso no voy ahí a darte un abrazo. Sólo prométeme que me llamarás si me necesitas.

-Te lo prometo.

-Te quiero, Kate –susurra y cuelga.

Dejo el móvil a un lado y la pantalla se vuelve a iluminar. Esta vez es un mensaje:

Por cierto, hoy cenamos con mi madre.

Suelto una carcajada, que llama la atención de un joven agente, que me mira sorprendido.

Ryan vuelve del hospital y se acerca a mí:

-¿Y las chicas?

-Están bien, Lanie está con ellas. Tres agentes las vigilan.

-¿Han identificado al médico?

-No –suspira -. Sus médicos dicen que tienen que descansar y no me han dejado enseñárselas.

-Joder. Si ellas lo identificaran, todo sería más rápido.

-Creo que yo puedo ayudarte –Esposito se acerca a nosotros. -Nuestro tío se ocupaba de mantener a las chicas. El asesino le pagaba con ellas –responde con asco-. Le pregunté sobre su jefe, al principio no quería cooperar, pero fue tocarle amablemente la herida en el brazo y cantar como un pajarito.

-¿Y?

-Andrew Stark –dice, satisfecho.

-Vamos a por él.

Esposito va con Ryan hacia el coche, pero yo lo freno: -¿Vienes conmigo? –Ryan nos mira y empieza a sonreír.

-Cállate –decimos ambos, pero Javier me sigue.

Ya dentro del automóvil suelto un sencillo gracias.

-De nada.

-No vuelvas a hablar con Castle sobre mis problemas –añado. Él esboza una sonrisa.

-¿O me pegarás con uno de sus látigos?

-No –respondo, tranquila -. Te pegaré con mis puños. Y luego te bajaré los pantalones y te daré con uno de sus látigos.

-Eso me po…

-No lo estropees –le corto, divertida.

Y todo se arregla.

El cabrón está en su apartamento, con su mujer. En cuanto nos ve trata de escapar, yendo hacia la azotea. ¿Por qué siempre huyen hacia la azotea? Los tres le seguimos; me siento llena de energía y cuando le aviso, mi voz suena fuerte y clara:

-¡ALTO!

Él nos mira y lentamente se acerca al borde. Y después, tras lanzarnos una mirada burlona se deja caer al vacío. Esposito y Ryan corren hacia allí y se vuelven hacia mí. Yo suspiro, dejando caer el arma.

-Vamos a tener que dar muchas explicaciones.

-Pues sí…

-¿Una cerveza? –ofrece Ryan y Espo asiente. Yo sonrío, pero niego.

-Tengo que hacer algo primero.

-o-

-Entonces… ¿está muerto?

Tanja me mira, sin poder creérselo, a su lado Li derrama lágrimas silenciosas de alivio. Le tomo de la mano, con cariño.

-Sí. Se acabó, cielo. Nadie más volverá a haceros daño.

Tanja rompe a llorar y se abraza a Li. Sin decir nada me marcho de allí, sabiendo que ahora mismo sólo se necesitan la una a la otra para curar las heridas. Estarán bien. Quizás no mañana ni pasado. Pero se curarán. Al igual que Pam. Al igual que yo. Ahora sé que estoy curada. Sintiéndome radiante lo llamo. Él responde enseguida, parece asustado:

-¿Va todo bien?

-Sí –respondo -. Nunca ha ido mejor.

Aunque no pueda verlo, sé que ahora él también se siente bien.

-o-

-Bueno ¿y para cuando la mudanza?

Martha Rogers nos mira alegremente, con una copa en la mano que Rick ha llenado tres veces, si no he contado mal. Intercambio un gesto con él, quien se vuelve hacia su madre:

-Madre…

-¿Qué? Cariño, tú casi vas a la cárcel y tú Kate, casi mueres. Así que, eso de pasarlo bien en la habitación de arriba es…

-¡Madre!

-…genial pero, ya es hora de que deis un paso más. Tendréis que saber si podéis vivir juntos antes de que haya boda…

-¡MADRE! –Rick parece horrorizado, yo me bebo mi copa de un trago.

-¿Qué? –pregunta, sorprendida ante nuestro comportamiento.

-¿No se te ha ocurrido pensar que es demasiado pronto para estas cosas? Apenas hace unos meses que estamos juntos.

-Querido, yo me casé con un hombre un mes después de…

-Y te divorciaste al mes siguiente –la cortó.

-Sí, pero tú eres el amante del control, a ti eso no te pasará. Vamos, ¿no os apetece darle un poco de alegría a vuestra relación?

-Madre, ¿te importaría dejar que Kate y yo hablemos de esto entre nosotros?

Martha se vuelve hacia mí -Chica, mi hijo es un aburrido, debe ser realmente bueno con el látig…

-Vale, se acabó, no más vino para ti.

-¿Pero qué he dicho?

-Ah… creo que no voy a terminarme el pescado –comento, dejando la servilleta en el plato.

-No te habré incomodado –dice, ahora preocupada.

-Madre, casi le pones una alianza en el dedo, claro que la has incomodado.

-Oh… querida no era mi intención.

-No, no, no –me apresuro a decir -. No pasa nada, tranquila.

-Bueno… de postre había tarta de whiskey –suspira Rick – pero antes de que mi madre nos compre una casita en las afueras, mejor saco una tarrina de helado.

-Idiota –masculla ella; él ya no parece molesto y le da un beso en el pelo, antes de mirarme y preguntarme con la mirada si todo va bien. Yo asiento.

-o-

-¿Te gusta así? –pregunta sobre mi clítoris.

Hoy no hemos ido al cuarto de juegos, después de pasar la noche anterior allí Rick comentó algo parecido a un de vez en cuando hay que variar y me ha llevado de la mano hasta su cama. Tras desnudarme, sin ataduras, ni juguetes ni nada ha empezado a besarme por todo el cuerpo. Por un lado echo de menos el control, pero por otro, un poco de empalagosa vainilla nunca viene mal.

-¿Estás aquí, Kate? –dice, mirándome a los ojos, ligeramente ofendido. Trato de no reírme y asiento.

-Lo siento, estaba pensando en…

-¿Tengo mi boca en tu coño y tú estás pensando? –reclama, indignado.

-En el cuarto de juegos.

Él alza la cabeza, su mirada pasando del enfado a la arrogancia en cuestión de segundos.

-¿Ya lo echas de menos?

-No he dicho eso –respondo. No hay ninguna necesidad de aumentar su ego.

-Ya…

-Olvídalo y sigue.

Él me mira, sus ojos más oscuros: -Kate… que no estemos en el cuarto de juegos… no significa que no pueda darte lo que quieres.

Antes de que me deje hablar coloca mis manos sobre mi cabecera y me habla al oído: -No los muevas de ahí.

Ese tono de voz me excita más que todos los chismes del cuarto juntos. Rick me mira, presumido, antes de lamer un pezón haciendo remolinos y continúa bajando. Mi cuerpo se arquea bajo su boca. –Veamos sí ahora puedes pensar –murmura, de nuevo sobre mis pliegues, cada vez más mojados. Voy a decirle algo sarcástico para cabrearlo pero su lengua roza perezosamente mi clítoris y eso reclama toda mi atención.

-Tan dulce –susurra, volviendo a chuparlo. En una acto reflejo bajo mis manos y presiono su cabeza sobre mi cuerpo, pero él para –Sube las manos –me ordena y yo obedezco -. Buena chica –me halaga, complacido antes de seguir.

De nuevo su lengua juega conmigo, torturándome, sus caricias son demasiado lentas y aumentan mi necesidad. Él lo sabe y aun así continúa así, durante el suficiente tiempo como para que vuelva a desobedecerlo. Una vez más, para –Kate, ¿voy a tener que atarte? Vuelve a poner las manos donde estabas.

-Ve más rápido –protesto y recibo por respuesta un azote en el interior de mi muslo. Peligrosamente cerca de mi sexo.

-Las manos –repite y cuando me coloco a su gusto vuelve a bajar. Pero esta vez me penetra con un dedo, moviéndolo con lentitud, imitando a su lengua. -¿Sabes? –vuelve a lamer –He estado pensando –otra pasada húmeda y cálida – y creo que mi madre tiene razón –Me mete otro dedo y succiona mi clítoris. Gimo, apretándome en torno a él.

-¿Ahora quieres… ahh… hablar de… joder… eso? –trato de decir.

-Creo que estarás de acuerdo conmigo… que es muy pronto para un compromiso como el que ella sugería… -Sus dedos hacen maravillas dentro de mí; siento como presiona despacio en mi ano y me introduce otro por allí. Me muerdo el labio, deseando que se calle y siga -… pero yo sí que quiero un tipo de compromiso… un compromiso muy especial.

Por un momento me concentro en sus palabras y voy a preguntar, pero él vuelve a chuparme el clítoris, ahora dándome golpecitos con la punta de la lengua, mientras sus dedos entran y salen, más rápido.

-Rick… Rick…

-Sabes tan bien –gime, su voz es como un ronroneo sobre mi sexo - … sé mía Kate –me susurra, curvando sus dedos que acaban de encontrar mi punto G -… sé mía.

-Rick… por favor…

-Sé mía –repite, acariciando las paredes de mi vagina y mi ano, pero sin darme lo que necesito –Dime que sí…

-Sí, sí, sí…

-Déjame saborear tu orgasmo –termina. Succiona mi clítoris y esta vez no se detiene, no hasta que me corro en su boca, sin ser consciente de lo que ha pasado. Sólo puedo sentir el placer que me dan sus dedos y su lengua, nada más. No me importa nada más.

Él me deja, tras darme un último beso en mi clítoris y va hacia su escritorio, de dónde saca una caja de joyería. Lo miro fijamente, sin poder hablar. Abre la caja:

-Katherine Beckett, aunque sea demasiado pronto y no haya ninguna garantía de que vaya a salir bien, ¿me dirás que sí?

El collar es sencillamente hermoso. Una gargantilla de oro blanco. Sé lo que significa. Lo que para un amo significa un collar. La total entrega de una sumisa hacia él. Una entrega que en nuestro caso significa amor y confianza. Y sólo hay una palabra que puedo decir a su propuesta:

-Sí. Soy tuya, Rick. Y tú eres mío. Sí.

Rick me mira, con los ojos humedecidos y deja el collar a un lado. Me atrae y me abraza, con fuerza. Quiero a este hombre.

-¿Sabes lo qué significa esto? –pregunta en voz baja, sin dejar de acariciarme el pelo.

-Que habrá una ceremonia –respondo en el mismo tono, sintiendo un cosquilleo en el estómago. Una ceremonia para ponerme el collar. ¿Cómo será? ¿Habrá sexo? ¿Quién estará allí?

-Sí, una ceremonia. Para decirle a todos que nos pertenecemos el uno al otro. Nuestra ceremonia –murmura, feliz.

-Nuestra ceremonia… -repito -. Supongo que nuestros padres no querrán venir.

-Por si acaso, no se lo sugieras a mi madre.

Ambos nos reímos, con complicidad. No, lo que ocurrirá en esa ceremonia no es algo que nuestros padres deban ver. Ya habrá tiempo para que haya una para ellos. Ahora sólo quiero mi collar. Mi collar de sumisa. El collar de Richard Castle.

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(+18) Amo del Universo - ÚLTIMOS CAPÍTULOS Y EPÍLOGO - Página 32 Empty Re: (+18) Amo del Universo - ÚLTIMOS CAPÍTULOS Y EPÍLOGO

Mensaje por maria_cs Sáb Dic 27, 2014 7:42 am

Epílogo


Seis meses después

-¿Estás nerviosa? Hoy es el gran día.

Lanie tira los guantes de látex a la basura y la acompaño hasta su despacho, donde nos sentamos. Saca de su nevera personal una caja de bombones y abriéndolos me ofrece uno. –Comer bombones en un laboratorio forense no es ilegal –dice, guiñándome un ojo. Divertida lo acepto y antes de que cierre la caja cojo otro por mi cuenta. Ummmm, chocolate y avellanas. Y chocolate blanco y frambuesas.

-No estoy nerviosa. Creo.

-Yo lo estaría. Es el día más especial de vuestras vidas, ¿no?

-Gracias Lanie, tienes razón, estoy nerviosa.

-Bueno, al menos será algo muy íntimo.

-Sí, mucho –coincido, mirando mi reloj. Quedan pocas horas. En… espera, ¿por qué mi reloj no se mueve? -¿Qué hora es?

-Las cuatro y media…

-¡Joder! Tengo que irme, te veo esta noche, a las…

-Siete, puntual como un reloj. Bueno como el tuyo no.

-Muy graciosa –replico, antes de salir. Pero de repente Lanie me frena y me da un abrazo, que me deja sorprendida y conmovida.

-Me alegro mucho por ti, Kate.

-Gracias –sonrío -. Y gracias por aceptar la invitación, no podría hacerlo sin ti.

-No me lo perdería por nada del mundo. Aunque… no sé si después de esto voy a poder verte de la misma forma.

-Dijimos que nada de comentarios –replico, divertida, antes de marcharme.

Saltándome al menos veinte normas de tráfico llego justo a tiempo al club. Nerviosa y emocionada, muy emocionada, atravieso el pasillo hasta llegar al ascensor e introduzco mi llave –mi llave personal, obsequio de Pam como regalo de la ceremonia. Así no tendrás que depender de que Rick venga para pasarte por el club, dijo no sin antes mirar con cierto nerviosismo a mi amo, como si estuviera haciendo alguna travesura-. Cuento mentalmente las puertas de las habitaciones y al llegar a la 4 entro sin llamar. No hay nadie allí y el lugar no tiene el aspecto que me imaginaba. Ni aparatos para jugar, ni la gran cama, ni el armario que encierra los juguetes sexuales. Allí hay una bonita bañera de aspecto antigua, llena de agua con pétalos de rosas de varios colores. El vapor empaña un espejo que hay en la pared, a mi derecha. La gran cama ha sido sustituida por una más pequeña, cubierta con suaves sábanas de seda, de color rojo. Y junto a ésta, una mesita de noche con unos pocos instrumentos: una paleta de azotes, dorada con las iniciales R.C.; unos peines; una preciosa pulsera de plata; unas pinzas para pezones con forma de flor, también de plata y con cristalitos de colores que forman los pétalos y van a juego con una joya anal; algunos botes con perfumes, geles y demás productos para un baño digno de un spa; un vestido blanco, muy corto y de una tela suave y transparente; una venda y por último, una nota. Cogí esta última.

Mi querida Kate, no puedo decirte lo que me provoca el que hayas aceptado mi propuesta. Quiero que este sea el día más feliz de nuestras vidas. Aquí tienes todo lo necesario para prepararte para la ceremonia de esta noche. Ahora, ponte la venda y deja que él te cuide y te guie. Piensa que sus manos serán las mías.

Te quiere, tu amo
.

¿Él te cuide y te guie? Antes me hubiera sentado a pensar y la incertidumbre se habría apoderado de mí, pero ahora no tengo miedo ni necesidad de desobedecer. La ceremonia de esta noche significará nuestra unión como amo y sumisa y con ello le entrego toda mi confianza al único merecedor de tal regalo. Con una sonrisa me pongo la venda, suave como me imaginaba y me tapo los ojos con ella. Luego digo a nadie en particular "Estoy lista".

La puerta se abre y unos pasos seguros se acercan a mí. El calor y el no saber quién va a tocarme aumentan mi excitación. Una mano masculina y caliente, que no es la de Rick, me acaricia la mejilla. Después va hasta el borde de mi camiseta y tira hacia arriba, hasta quitármela, en completo silencio. Se arrodilla delante de mí, puedo sentirlo y desabrocha el botón de mis vaqueros. Primero me quita los tacones, después desliza los pantalones por mis piernas y oigo como caen a un lado. Estoy en ropa interior ante un desconocido, indefensa y a la vez, protegida por la decisión del amo. Las manos del hombre me acarician el cuerpo, despacio, provocándome un agradable escalofrío. En mi espalda desabrocha el sujetador y éste cae al suelo. Y luego es el turno de mis bragas. Entonces estoy completamente desnuda.

-Preciosa –creo oírle decir. Me toma de la mano y me hace acostarme sobre la cama, bocabajo, con un cojín colocado de forma que mis nalgas se ofrecen para él. Respiro hondo, Rick no me contó nada sobre la preparación para la ceremonia, no dijo nada de azotes de un desconocido, pero estoy bien. Puedo manejarlo. Él cuida de mí.

El extraño pasea la paleta dorada por mi espalda, bajándola hasta llegar a mi culo y repite el proceso, una y otra vez, antes de centrarse sólo en mis nalgas, acariciándolas con la madera, pasando el instrumento por la hendidura, separando mis piernas para rozarme los labios con ella. Estoy mojada. Gimo cuando la paleta se aleja y entonces cae sobre mí, sin demasiada fuerza, pero con el suficiente arrojo para que la sienta y me caliente todo el cuerpo. Se siente muy bien…

Lentamente los golpes van cayendo, uno tras otro, no los cuento, no me importa cuántos sean, la sensación es exquisita. Pero de repente para y sustituye la madera por el tacto de su mano, que me acaricia todo el trasero, aumentando el calor. Oigo como deja la paleta a un lado y se agacha, dándome un único beso en mi hombro. Me retuerzo. Besos no.

-Tranquila, no volveré a besarte –dice tiernamente, ayudándome a levantarme. Me hace rodear la mesita, acercándome a la fuente de calor. Ahora estoy alerta, no quiero que este extraño me bese y le daré un puñetazo si vuelve a intentarlo. Los azotes me excitaban y supongo que me preparaban para lo que quiera que ocurra esta noche, pero los besos son innecesarios. No quiero besos de un extraño, sólo quiero los suyos. –Con cuidado –me indica, ayudándome a entrar en la bañera. Un extraño… tal vez, pero su voz me resulta muy familiar. Excitante, irritante y divertida.

No puedo creerlo, es él, ha vuelto.

-Ma…

-Shhh –me regaña, pinzando mis labios, con suavidad -. Llámame "señor". Siéntate, ¿el agua está demasiado caliente? ¿Fría?

-No, está perfecta –suspiro, totalmente relajada.

-Disfruta del baño –dice -. Yo me encargaré de todo, tú sólo relájate. Dice, entregándome una copa. Bebo un poco, encantada. Es nuestro vino. Me he hecho adicta a él.

-¿Cuándo has vuelto? –pregunto, sin poder evitarlo. Él no responde, empieza a lavarme el pelo, haciéndome un masaje. Bebo otro sorbo, cierro los ojos debajo de la venda, el placer me atrapa. Pero quiero que me responda. Lo hemos echado mucho de menos. Ha pasado tanto tiempo… -Ma… -me da un suave pero firme tirón de pelo, advirtiéndome –Señor –me apresuro a corregirme. -¿Cuándo has vuelto?

-Hace unos días –responde, antes de retomar su trabajo.

-¿Por qué no habías avisado?

-Quería darte una sorpresa. Tu amo me dijo que al fin teníais fecha para la ceremonia y no quería faltar. Me alegro mucho por ti, Kate. Por vosotros.

-¿Por eso me preparas?

-Rick quería alguien en quien confiase plenamente. –Después de lo que pasó hace casi un año se ha vuelto paranoico con respecto a mi seguridad, hemos llegado a tener graves discusiones sobre mi trabajo, pero ha tenido que entenderlo. Soy policía y cambiar eso sería cambiarme a mí. Entiendo que le haya pedido a él que se ocupe de la preparación, supongo que es la única persona en el mundo en quien confiaría algo tan importante. Aunque sigo sin entender por qué no me prepara él mismo. –Para tu amo es como la tradición de no ver a la novia antes de la boda –me explica, leyéndome el pensamiento. -Rick es muy especial sobre sus gustos –como si no lo supiera- no conozco a muchos amos que hagan esto antes de la ceremonia. Cada persona es un mundo… te diré que me alegro de la parte que me ha tocado.

-Yo… me alegro de que seas tú.

-Echa la cabeza hacia atrás –ordena, enjuagándome el pelo, antes de frotar sobre él algo que huele maravillosamente bien. Como a cerezas. –A tu señor le vuelve loco el olor a cerezas –comenta -. ¿Me pregunto por qué será?

Divertida lo salpico con un poco de agua, él suelta un gruñido y me responde pellizcándome un pezón, pero no duele. Es juguetón. Sigue acariciándolo mientras con la otra mano me aparta el pelo de la cara. Siento como se me endurece, gimo. -¿Vas a ponerme pinzas?

-Sí. También el plug, tu amo quiere que estés preparada.

-¿Sabes que tiene preparado para la ceremonia? –pregunto.

-No voy a decírtelo –responde -. Destrozaría la sorpresa.

-Aguafiestas –murmuro. Él se ríe y empieza a lavarme el cuerpo, frotando con ligereza por todos los rincones, sin olvidar nada. Me pide que me ponga de pie y continúa, hasta que una capa de jabón cubre toda mi piel. Satisfecho vuelve a colocarse detrás y me pasa un cepillo por el pelo, desenredando cada mechón con esmero.

-Serías un buen peluquero –sonrío. No responde, continúa y cuando termina lo oigo ponerse en pie.

-Disfruta un rato más del baño, avísame cuando el agua empiece a enfriarse.

Pensaba que iba a alejarse pero se queda a mi lado y se dedica a excitarme, acariciándome, dándome minutos de relajación y abandono para luego volver a continuar. Toca mis labios, me roza entre las piernas, pellizca mis pezones… y así continúa hasta dejarme en un estado de intensa necesidad. Pero no quiero que él me lleve al auténtico placer, ese derecho es sólo para… Espera. De repente me incorporo, él grita.

-¿Pero qué haces?

-¡No habrá una sumisa haciendo esto mismo con él, ¿verdad?!

Voy a quitarme la venda de un tirón, pero me frena, sujetándome y, sorprendentemente suelta una carcajada. –Ya decía yo que la calma no podía durar mucho contigo. Claro que no, Kate, Rick sabe que le pegarías un tiro si alguien le tocase.

-¿Seguro? –pregunto, no muy convencida. Siento su mano en mi mejilla pero la aparto de un manotazo. Su voz se vuelve grave, dura.

-Rick te respeta y te es fiel. Si no me crees dímelo y me largo, no voy a seguir perdiendo el tiempo.

Sin verlo sé que está cruzado de brazos, esperando una respuesta, su mandíbula apretada por la indignación. Pienso en Rick, en todos estos meses nunca me ha dado un solo motivo para desconfiar de él, pero no puedo evitarlo. Soy celosa. Suspirando me arrodillo como puedo en la bañera. –Lo siento, señor. –Lo oigo suspirar.

-Está bien, nena, lo entiendo. Vamos, ven –me ayuda a incorporarme y me deja de pie, completamente empapada. Se aleja y vuelve con una toalla, esponjosa y empieza a secarme. Cuando sus manos van a parar a mi entrepierna no puedo evitar respingar. A pesar de los últimos minutos el baño me ha dejado muy relajada y sensible.

-Listo –anuncia -. Ahora… sí, tenemos tiempo de sobra. –Me pregunto que toca ahora.

-¿Puedo quitarme la venda?

-No, nena. No lo estropees –me pide -. No voy a decirte que voy a hacer, no necesitas saberlo. Sólo avísame si te hago daño y entonces pararé, ¿de acuerdo?

-Está bien –susurro, no quiero volver a estropearlo. De repente frunzo el ceño. -¿Me has llamado nena? –pongo las manos en las caderas, haciéndolo reír.

-Te azoto el culo, te desnudo como si fueras una muñeca pero a ti sólo te molesta que te llame nena. Rick no sabe lo que hace tomándote –comenta y recibe de mi parte otro manotazo que creo va a parar a su pecho. El señor suelta un gruñido. –Creo que vamos a atar esas manos para evitar más problemas.

Dicho y hecho, en un minuto tengo las manos atadas a la espalda y algo frío al tacto enroscándose en mi pezón. La pinza. Ah… Le da una vuelta al tornillo, dos, tres… aprieta más y más hasta que empieza a doler de verdad. Aprieto los puños. Entonces para. –Aguántalo un minuto –dice y tomo aire, asintiendo, contando mentalmente los segundos. Y cuando pasan, él afloja la pinza, sólo una vuelta, pero lo suficiente para que sea mucho más soportable… aunque lo siga sintiendo a cada respiración. –Siguiente pezón –Y repite el proceso.

Siento los pechos llenos, tensos y cargados, me duelen y cada chispa de dolor va a hasta mi clítoris y mi vagina. Él los manosea y tira de las pinzas, no me da tregua, hasta que todo mi cuerpo suplica por sexo. –Bien –murmura -. Ya casi estás.

Me lleva hasta la cama y con delicadeza me hace arrodillarme, casi pierdo el equilibrio por culpa de mis manos atadas. –Voy a desatarte –dice -. Si me pegas otra vez, te ato las manos al pelo –añade.

-Empezabas a gustarme –espeto. Pero no le ofende ni quiero hacerlo. Él sabe que lo aprecio. Mucho. A pesar de que no esté de acuerdo con lo que ha hecho.

Cuando me suelta me hace agachar los hombros, hasta que estos tocan la seda y tengo que apoyar la mejilla en la cama. Las pinzas me dan pellizcos y protesto, pero él me recoloca con cuidado. -¿Mejor?

-Sí, gracias. –Un segundo. Silencio. Dos segundos… -señor –añado.

No responde, acaricia mis labios con algo frío, metálico. El dilatador. Abro la boca y lo lubrico con mi saliva, él me hace lamerlo, jugar con el plug entre mis labios, con mi lengua. Eso hace que sea aún más consciente de las pinzas en mis pezones. Gimo y se aleja.

Ahora la joya anal recorre la línea que separa mis nalgas, una, dos, tres veces, hasta detenerla justo sobre mi ano. Matt separa las mejillas y empuja unos milímetros la punta del tapón. Me tenso. Esto sólo lo he hecho con Rick.

-Mis manos son las suyas –dice en voz baja, calmándome. Con una sigue empujando despacio el plug mientras que con la otra me acaricia la zona azotada con la pala. El vino, la venda, la sensualidad de este momento me relajan y disfruto muchísimo cuando la joya queda en su sitio. Suspiro. Él me da una palmada juguetona y me dice que me eche de lado. Siento su peso junto a mí y después algo presiona sobre mi boca. Una fresa. –Abre –dice.

Obedezco y muerdo la fruta. Me encantan las fresas, forman parte de muchos de nuestros juegos desde aquella vez en el restaurante. Matt me alimenta, alternando las fresas con mousse de chocolate y más vino. Entonces siento como deja caer unas gotas de vino sobre mi pezón y se inclina para lamerlas. Mis pechos ya están muy sensibles por las pinzas y eso me hace sollozar. Ríe sobre mi pecho y me acaricia, antes de apartarse.

-Rick es afortunado –murmura.

-Pam también lo sería… si tú se lo permitieses –respondo.

-Ya hemos hablado de eso.

-Ma…

-Kate, no me obligues a amordazarte –me avisa y cierro la boca, pero de mala gana. Él trata de apaciguarme –Hoy es tu día, disfrútalo.

-Está bien… pero no voy a olvidar el tema.

-Lo sé –suspira.

No sé cuánto tiempo hemos estado aquí, pero al poco tiempo, después de más caricias y más vino, me hace levantarme y me pone el fino vestido, quitándome primero el plug y después, con cuidado las pinzas. Aprieto las manos, aún no me he acostumbrado al dolor inicial que dejan tras quitarse. Luego me pone la pulsera. –Muy bien –murmura, rozando mis pechos con suavidad. Estás preciosa. ¿Lista para verte?

Asiento, ansiosa y él me quita la venda. Me lleva de la mano hasta un espejo y disfruto del resultado. Ligeramente ruborizada por el vino y el calor del baño y sus caricias y con ese precioso vestido que lo insinúa todo, me siento como una sacerdotisa egipcia. De la pulsera cuelgan dos letras, una R y una K. Es su regalo para la ceremonia, espero que a él le guste el mío. Matt me ha dejado el cabello suelto y estoy descalza. Con una barra de labios me da el último toque, sin ponerme ni una gota más de maquillaje. –Es la hora –me dice -¿Preparada?

-Sí.

Me toma de la mano y caminamos despacio por los pasillos del club, hasta llegar a una puerta cerrada. Oigo murmullos y risas en el interior. Matt me acaricia la mejilla, me siento temblar por la anticipación: -¿Vamos allá?

Tomo aire y lo suelto lentamente, antes de clavar mis ojos en los suyos -Vamos.

La sala es sencillamente preciosa. Tenuemente iluminada con velas blancas y rojas, huele a cuero y a mar. El aroma me transporta a nuestra noche en Los Hamptons. Agradezco esos pequeños detalles que me recuerdan nuestros días. Es sorprendente como ni siquiera ha pasado un año desde que nos conocimos y aun así estamos aquí, listos para declararnos como una pareja formal de amo y sumisa. Matt me lleva lentamente hasta el centro de la sala. Los murmullos han desaparecido. Nerviosa, pero radiante en la cara miro hacia nuestros escasos invitados: Lanie y Pam, que me miran con una sonrisa idéntica, Ryan que parece a punto de desmayarse y Victoria Gates, que está vestida con un traje negro de cuero y me mira con diversión, como si dijera ¡ya te lo dije! No hemos invitado a Esposito, ni Rick ni yo creíamos que fuera una buena idea y lo hablé con él. Javier prácticamente me abrazó, aliviado de no tener que acudir a esto. Así que solo son cinco invitados.

Y en el centro, esperando con los brazos en la espalda, sin camisa y sólo con unos pantalones negros, elegantes y sexis, está él. Mi amo. Excitada por lo guapo que está y por lo que estamos a punto de hacer, me centro en su rostro. Está feliz. Como nunca antes lo había visto. Y orgulloso.

Matt me deja con él y se echa a un lado, colocándose junto a Ryan. Pam aprieta los labios, pero no dice nada. Sé que esto es difícil para ella. Para los dos. Pero se ha comprometido a ignorarlo y no estropearnos el día.

Rick me acaricia, mirándome de arriba abajo.

-Estás preciosa. Eres preciosa.

-Gracias –sonrío. Él entrecierra los ojos; suelto una risita –Amo –añado. A nuestro alrededor los demás ríen, salvo Ryan que sé que quiere salir de ahí corriendo. Esto debe ser tan incómodo… Rick lo mira y de buen humor comenta:

-Ryan… ¿por qué no subes y te tomas unas copas? Te avisaremos cuando acabe la ceremonia y empiece la fiesta.

-¿De verdad? ¿No os importa? –Me mira a mí, quien señalo la puerta con la cabeza:

-Anda, vete.

-Gracias –y se larga, sin pensarlo un segundo. Mi amo me entrelaza sus dedos con los míos y me dirige hacia unas columnas con cadenas. Despacio, me rodea, dándome un beso en la nuca, antes de volver a quedar frente a mí.

-¿Estás lista para someterte a mí delante de nuestros amigos?

-Sí, amo.

Sonríe y ladea la cabeza, mirando a nuestros invitados. -¿Lanie? ¿Seguro que quieres quedarte?

-Alguien tendrá que matarte si te pasas de la raya.

Pam y Gates sueltan una carcajada. Rick entrecierra los ojos, pero no dice nada, vuelve a centrarse en mí.

Lleva sus manos hasta el final de mi vestido y despacio lo desliza por mil, hasta quitármelo. Aspira y cierra los ojos, disfrutando del aroma. –No creo que pueda cansarme nunca de tu perfume –dice en voz baja, sólo para mí.

Ahora estoy completamente desnuda. Todos permanecen en silencio. Las manos del amo adoran mi cuerpo, lentas, acariciando cada centímetro de piel. Mis pezones, sensibles después de los cuidados de Matt, se endurecen bajo sus dedos. Un delicioso escalofrío me recorre cuando acuna mi sexo, rozando el clítoris con el pulgar. Entreabro mis labios, un sonido bajo y sexy invade la habitación. –Alza los brazos –me ordena. Los ata por encima de mi cabeza, el suave plumón me hace cosquillas en las muñecas. Estoy de espaldas al resto. Ahora sus dedos bajan por mi espalda, erizándome la piel; al llegar a mi trasero aprieta mis nalgas; me entrego a sus manos.

Pero algo cambia. Ya no me acaricia él, sino que lo hacen unas tiras de cuero muy suaves. Y entonces las tiras se separan de mí y vuelven, rápidas, empezando a caer una y otra vez por mi espalda, mi culo y mis muslos. Primero es suave pero poco a poco el ritmo crece y empieza a doler. Doler en serio. Él nota mi incomodidad y aligera:

-Déjate llevar, pequeña. Entrégate a las sensaciones.

Y continúa. Sé lo que quiere. Llevarme de nuevo al subspace. Ese lugar en el que soy totalmente libre, dónde sólo hay placer. Me abandono al ritmo de los golpes, el dolor de nuevo aumentando, pero ahora sólo tengo que aceptarlo.

-Eso es –me anima -. No luches. Siéntelo.

No lucho y todo se hace diferente. La vista se me nubla y sólo soy consciente del flogger acariciando mi piel, del calor que deja y sobre todo, de su voz.

-Kate.

El cuero deja paso a sus dedos de nuevo. Noto sus labios pegados a mi piel, me sujeta por la cintura, con una mano, mientras la otra baja hasta mis muslos. –Lo estás haciendo muy bien –dice, admirado -. Gracias por confiarme tu dolor y tu placer. –Lento un dedo me penetra por detrás, luego dos.

-Amo…

Se aparta un momento y lo oigo desnudarse. Noto su erección entre mis nalgas

-Mía -susurra antes de penetrarme, lento. Ambos gemimos y todo a mí alrededor desaparece. No soy consciente de quien está allí, de quienes miran este acto tan íntimo. Sólo puedo pensar en él empujando dentro de mí, en mi calor envolviéndolo. Volviéndolo loco.

-Mía… -repite –mía…

Es como un cántico. Y tiene razón. Me siento suya. Fui suya en el momento en el que me sujetó de la muñeca en la sala de interrogatorios. El día en que lloré cuando me puso sobre sus rodillas y me sentí incapaz de complacerlo. El día en que follamos por primera vez y el primer día que hicimos el amor. Suya el día en que aquel loco quiso destruirme y no se lo permití. Soy suya ahora mientras dejo que me posea delante de nuestros amigos. Soy suya. Porque sé que él, es mío. Siempre.

-Dame todo tu placer –dice en mi oído, empujándose contra mí. Y esta vez no se mueve. Se queda quieto, mientras el orgasmo nos atrapa. Mi nombre vuelve a escapar de sus labios, mientras su miembro se vacía, dentro de mí. Nadie habla. Su respiración y la mía son el único sonido que se oye en la habitación. –Eres única –murmura antes de separarse de mí. Suelto un gemido de descontento al sentirme vacía sin él. Lo oigo reír.

Me suelta y me lleva en brazos hasta un sillón. Alguien le tiende una manta y me envuelve en ella, la piel me hormiguea. –Bebé –ordena, acercando una taza a mis labios. Chocolate caliente.

Oigo a los demás hablar, mientras Rick me atiende. –Están esperando –digo, tras un rato. Él se encoge de hombros.

-No hay prisas.

-Quiero hacerlo ahora –respondo sobre su pecho. Él acepta y me ayuda a ponerme en pie. Nos reunimos con los otros, Lanie y Matt levan dos cajitas en las manos. Mi amiga tiene lágrimas en los ojos y está ligeramente ruborizada.

El amo me mira y habla, sus ojos también humedecidos:

-Kate, cuando te conocí sólo quería someterte, disfrutar de tu cuerpo, tu belleza, ser sólo tu amo y tu amigo. Pero me atrapaste. No esperaba volver a enamorarme, creía que sólo hay un verdadero amor para cada persona… y me equivoqué. Te conocí a fondo, en todos los sentidos –añade, con humor, haciéndome reír –y me cautivaste. Por tu valentía, tu fuerza y la magia que encierras. Me has atrapado y quiero ser tuyo. Ser tu amigo, tu amo y también tu amante. Tu refugio. Prometo cuidarte y empujar tus límites respetando tus miedos. Prometo ponerte siempre por delante de todo. Prometo no rendirme nunca y darte fuerzas si alguna vez pierdes las tuyas. Prometo estar aquí para ti, amarte y hacerte feliz de la manera que los dos queremos. Creciendo juntos, como pareja y como amo y sumisa. ¿Quieres llevar mi collar?

Aunque tengo los ojos llenos de lágrimas, consigo que mi voz suene estable:

-Amo… Rick –añado –no quería aceptar lo que sentía, ni lo que era. Tenía miedo y podrías haberme presionado, pero me diste el tiempo que necesitaba para aceptarme tal como soy. Y entonces lo entendí. Entendí que soy tuya porque quiero serlo. Me entrego completamente a ti, para cuidarte, hacerte feliz y… desobedecer tus órdenes mil veces… -ahora es su turno de reírse- crecer contigo como mujer y como sumisa. Confío en ti y prometo entregarte mi confianza, mi cuerpo y mi amor cada día. Quiero llevar tu collar. Siempre.

Rick echa mi cabello a un lado y me coloca el collar. No puedo reprimir mis ganas de tocarlo, emocionada. Él me mira, feliz y me echo a sus brazos. –Te quiero –digo sólo para él y me aprieta aún más fuerte entre sus brazos.

Nuestros amigos aplauden y sonríen. Matt reparte copas de champán y Pam me entrega mi vestido, para cubrirme antes de que entre Ryan. Niego, volviéndome hacia mi amo, que me mira con curiosidad.

-Gracias por la pulsera, es preciosa.

-De nada –responde.

-Yo también tengo un regalo para ti –añado. Lanie se acerca, con la cajita. De allí saco un bolígrafo, con sus iniciales en dorado. Rick arquea una ceja. – ¿Quieres escribir sobre mi piel? -le digo seductora y a la vez enigmática. No sé si lo recuerda, pero él asiente, con entusiasmo. Mientras los demás hablan, alegres, Rick se arrodilla detrás de mí y escribe en la parte más baja de mi espalda. Sólo una palabra. Luego posa un beso allí y se levanta.

-¿Qué has escrito? –pregunto y él niega.

-Adivínalo. Y si fallas… -no termina la frase, sólo arquea las cejas, haciéndome una invitación.

-Ummm –murmuro, rodeando su cuello con mis brazos -… a lo mejor no quiero acertar.

-Ummm, ¿un misterio que la inspectora Beckett no quiere descubrir?

-Tengo toda la vida para descubrirlo.

-Y yo toda la vida para escribirte.

FIN
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Mensaje por kateAlexis.B.Castle Sáb Dic 27, 2014 9:42 am

Awwws:3 lindo, hermoso mas que lindo :O me a gustado mil y ahora me gusta maz este fic...
gracias por darnos tan hermoso final ya q no podria ser de otra manera bellisimo gracias gracias mil gracias
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Mensaje por castle&beckett..cris Dom Dic 28, 2014 11:23 am

Hermosisimooo mariaaa gracias por terminarlo
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