(+18) Academia de Policía (ACTUALIZADO EL 11-12-13)

Desperté cuando el sol aún no había salido; abrí los ojos despacio, escuchando su respiración acompasada; me giré con cuidado y lo miré, dormía profundamente, con un brazo sobre mi cintura, apretándome a él. Parecía tranquilo, sonreía en sueños, acaricié suavemente su mandíbula, sus labios. Aún era temprano, decidí no despertarlo. Me levanté y anduve hasta el baño, sintiendo un ligero dolor ahí abajo, pero no era muy desagradable, me sentía bien. Cogí ropa del armario y me dirigí a la ducha. Canturreé una canción alegremente mientras me lavaba el pelo, de espaldas a la cortina. No lo oí entrar en el baño, pero en cuestión de segundos estaba sentado en el borde de la bañera, desnudo. Me cubrí rápidamente con la cortina, poniéndome colorada.

-Buenos días. –Me saludó con una alegre sonrisa, sin parecer percibir mi vergüenza.
-Ho… hola. –Dije con timidez. Me observó con curiosidad.
-¿Estás bien?
-Sí…
-¿Cómo te sientes?, ¿te… duele?
-No, estoy bien. –Aseguré.
-¿Por qué te tapas? –Preguntó, extrañado. Puse los ojos en blanco.
-Porque me da vergüenza que me veas. –Dije, como si fuera obvio.
-Te da vergüenza. –Repitió. –Ayer besé cada centímetro de tu cuerpo, Kate, es un poco tarde para la vergüenza, ¿no crees? -Dijo, sin dejar de sonreír. Parecía que ese tema le hacía mucha gracia.

-Ayer no… apenas había luz. –Soltó una carcajada; lo miré ofendida y salí de la ducha, cogiendo una toalla y envolviéndome en ella. –Dúchate si quieres, yo ya he terminado. –En realidad solo me había lavado la cabeza, pero estaba enfadada. Salí del baño y me senté en la cama, me crucé de brazos.

Salió dos minutos después, ya no se reía. Llevaba puesto un albornoz, se sentó a mi lado, cogiéndome la mano; miré hacia otro lado.

-Lo siento. –Dijo.
-No soporto que te rías de mí. –Le dije, furiosa.
-No me reía de ti. –Murmuró; lo miré fijamente. –Es solo que me hace mucha gracia eso que has dicho. Kate que ayer apenas hubiera luz no quiere decir que no me conozca tu cuerpo de memoria. De hecho lo tengo aquí grabado. –Dijo señalándose la cabeza. –Si cierro los ojos lo puedo ver cuando quiera. –Sonrió.

Volví a desviar la mirada. –Esto es… me cuesta actuar con normalidad. Lo de anoche fue… lo mejor que me ha pasado nunca, pero es…
-Nuevo para ti. –Asentí. -Lo sé. Lo entiendo, cariño. No te preocupes, solo necesitas un tiempo para acostumbrarte a esto. Vuelve a la ducha. Te espero aquí.
-Ya he terminado. –Mentí de nuevo.
-Kate, tienes champú en el pelo. –Entrecerré los ojos, me levanté. Él no se movió. Me volví, mirándolo.

-Quieres… ¿quieres que nos duchemos juntos? –Pregunté, nerviosa. Me miró sorprendido.
-¿Quieres tú?
-Sí… creo que sí.

Se levantó y me tomó de la mano, me llevó al baño. Dejó caer el albornoz, quedándose desnudo. Corrió la cortina y se metió dentro de la bañera. Me tendió la mano, inspirándome confianza con la mirada. Lentamente deshice el nudo de la toalla y la dejé en el suelo, me metí en la bañera con él, mirando al suelo. Rick colocó un dedo debajo de mi barbilla y me obligó a mirarlo; en su rostro se reflejaba una sonrisa amable. Cogió la alcachofa de la ducha y con una mano empezó a masajear mi cabello, mientras que me enjuagaba los restos de champú.

-Anoche estuviste maravillosa.
-Debí de parecerte muy torpe… -Murmuré; gruñó, como si lo hubiera ofendido.
-¿Torpe? Yo mejor diría tierna, dulce, romántica… incluso salvaje. –Lo miré con incredulidad. Sonrió. –Aún me duelen las marcas de tus uñas, tengo la espalda en carne viva. - Puse cara de horror, se rio, acariciándome cariñosamente.
-Eres extraordinaria. –Susurró, besándome. Volvió a dejar la alcachofa en su sitio y cogió la pastilla de jabón. Me miró, esperando, asentí.

Lentamente empezó a enjabonarme la piel, con suavidad. Acarició mis brazos con el jabón, mi abdomen, mis pechos. Suspiré, era una sensación realmente agradable. Se agachó y siguió con mis piernas, haciéndome cosquillas en los pies. Me reí. Alzó la vista, sonriendo.

-Tienes una piel muy sensible, Kate, me encanta. –Se levantó y me hizo un gesto para que me diera la vuelta. Me frotó la espalda y después bajó lentamente. –Vaya… esto sí que no lo conocía. –Dijo, rozándome el lugar donde estaba mi tatuaje. -¿Qué significa? –Preguntó.

-Unas copas de más con unas amigas…
-Cuando yo bebo de más acabo cantando bajo la lluvia. –Comentó divertido.
-Apenas sabía lo que hacía. Supongo que quería poner de mal humor a mis padres…
-Quiero saber más de la Kate traviesa. –Susurró sobre mi cuello mientras que sus manos enjabonaban mis nalgas, apretándolas.
-Rick…

-¡Richard! ¡Richard abre la puerta, hay cambios de planes, abre! –Era Nigel, el editor, que golpeaba la puerta de la habitación desde el pasillo. Los dos suspiramos con frustración.

-¿Seguimos luego? –Le pregunté, sorprendiéndolo. Se rio y asintió.
-Seguimos luego. –Me prometió.

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Nigel habló con él rápidamente durante cinco minutos y después se marchó. Rick suspiró y empezó a vestirse.

-¿Qué ha pasado?
-La presentación del libro será en media hora. Como esto es tan pequeño la gente se ha enterado de que ya estoy aquí y hay una gran cola esperando en la librería. Nigel cree que adelantar la firma sería una buena forma de demostrar a mis lectores que me intereso por ellos. –Se abrochó los vaqueros y se puso un jersey. Yo cogí mi ropa y empecé a vestirme delante de él, notando que sus ojos estaban fijos en mí.

-¿Por qué te vistes? –Preguntó, sorprendido.
-Voy contigo. –Respondí.
-¿Qué? –Me miró con pánico. –No, no Kate, no puedes venir.
-¡Claro que voy!
-Kate. –Lo miré fijamente. –No quiero que vengas. –Aparté la mirada, dejando de abrochar los botones de mi camisa. Me metí en el baño y cerré la puerta, echando el pestillo. Lo oí suspirar al otro lado. –No te enfades. –Me pidió, pero lo ignoré. Pasaron varios minutos sin que ninguno de los dos dijésemos nada, hasta que volvieron a golpear la puerta de la habitación.

-¿Estás listo?
-Sí… enseguida bajo. –Rick volvió a acercarse al baño. -¿Kate? –No respondí. –Kate escúchame.
-Tienes que irte. –Dije secamente. Lo oí suspirar de nuevo.
-Está bien… hablamos luego. –Oí abrirse la puerta de la habitación y cerrarse.

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Unos minutos después salí del baño y me dejé caer en la cama, triste, confundida. Me preguntaba por qué no quería que fuera con él a la firma de libros. Una parte de mí no pudo evitar pensar que quizás solo me había llevado a Canadá para calentarle la cama. No seas estúpida, él no es así, dijo una de mis queridas voces. ¿Estás segura de eso?, preguntó otra. Habla con él, cuando vuelva le pides explicaciones y si no te convencen, te vas, sugirió la última. Suspiré, mis voces no me ayudaban mucho, me confundían aún más. Por un momento me arrepentí de haber ido a ese viaje, quizás lo había apresurado todo, quizás Rick ya había conseguido lo que quería y ya se había aburrido de mí… una triste sonrisa se dibujó en mis labios al recordar la noche anterior, había sido… ¿Increíble?, dijo la primera voz. ¿Maravillosa?, añadió la segunda. ¿Extraordinaria?

-¿Ahora os ponéis de acuerdo? –Pregunté en voz alta. Genial, ahora hablaba sola, me estaba volviendo loca. Miré mi reloj, no sabía a qué hora volvería Rick, pero no pensaba quedarme quieta en la habitación. Si él no me quería en la librería muy bien, no iría, pero no me quedaría en el hotel. Terminé de vestirme y me abrigué. Aún era temprano, podría desayunar en el comedor del hotel. Me tomé sólo un café, no tenía apetito. Cuando pasé por la recepción pregunté si había algo que ver por el pueblo o por los alrededores.

-Hay una ruta siguiendo el riachuelo, lleva a una pequeña laguna. Es un lugar precioso y muy romántico, con una cabaña para los turistas al lado, podría dejarle la llave si lo desea. –Sonreí tristemente, la verdad es que me encantaría conocer esa cabaña, pero con una persona y esa persona me tenía muy confundida en ese momento.
-Creo que me limitaré a dar una vuelta… puede que después… por la tarde… -Decliné la oferta. La mujer asintió y me dijo que me abrigase aún más, hacía mucho frío. Subí de nuevo a la habitación y me puse un jersey de cuello vuelto y unos guantes. En cuanto salí del hotel noté el viento helado que me golpeó de lleno, era muy desagradable. Por un momento me arrepentí y pensé en quedarme en la habitación y leer algo o ver la televisión, pero al pensar en Rick y en un montón de admiradoras alrededor me fruncí el ceño y me dirigí al riachuelo. No voy a quedarme esperándote en casa, pensé con amargura.

Crucé el pueblo, pasando por la librería, donde una gran cantidad de gente hacía cola, a pesar del frío. Sí que tiene admiradores, pensé, luego suspiré con tristeza. Me hubiera gustado ir a la firma, de hecho había llevado mis dos libros para pedirle que me los firmase, pero me había dejado bien claro que no me quería allí. Continué hasta llegar a la salida y caminé hasta llegar al lugar donde nos habíamos besado el día anterior, junto al riachuelo. Crucé un pequeño puente de madera y caminé por el sendero que seguía el cauce del arroyo. Hacía muchísimo frío y ya me estaba arrepintiendo de haber abandonado el calor de la chimenea de mi habitación, pero seguí andando. Necesitaba moverme y no pensar en Rick. Rick y su no quiero que vengas; Rick y su firma con montones de seguidoras sonriendo y tonteando con él; Rick respondiéndoles con sonrisas y halagos… ¡Deja de pensar en Rick! Dijeron las tres voces a la vez, furiosas.

Sin darme cuenta llegué a la laguna de la que me había hablado la dueña del hotel. Era realmente un paisaje precioso; la laguna estaba limpia, con agua cristalina y fresca. Los árboles, la hierba y el suelo estaban cubiertos por una espesa capa de nieve, pero ya había dejado de nevar y era fácil caminar. Junto a la laguna había un merendero, una zona de recreo para niños y la cabaña.

No sé cuánto tiempo me quedé en ese lugar, sentada en una de las mesas del merendero tras apartar la nieve. Al final noté el intenso frío, tenía los pantalones empapados y la cara helada. Me levanté y recorrí el camino de vuelta, deseando volver allí pero no sola, sino con él. Tenía las piernas entumecidas pero las ganas de entrar en calor me hicieron andar con rapidez. Cuando llegué al pueblo la multitud junto a la librería se había dispersado, ¿tanto tiempo había estado fuera? Entré en el hotel y me dirigí a la habitación, muerta de frío. Rick aún no había llegado, pero ahora no tenía tiempo para pensar en él. Me quité la ropa rápidamente y me metí en la bañera. Enseguida sentí un gran alivio cuando el agua caliente acarició mi piel. No tenía nada mejor que hacer, así que puse el tapón y me senté en la bañera, echando un poco de gel en el agua. Sonreí al ver como se iba formando la espuma, me encantaban los baños relajantes de espuma, era un placer que había echado mucho de menos desde mi entrada en la Academia. Ni siquiera en los fines de semana podría disfrutar de ellos, siempre surgía alguna interrupción, pero ahora estaba sola en esa habitación de hotel y podía darme ese gusto. Tendría que haber cogido un libro… pensé, pero ya me daba igual, no tenía intención alguna de levantarme de allí.

Media hora después oí como la puerta de la habitación se abría y unos pasos se acercaban al baño. Contuve la respiración, no sabía que iba a decirle, aún estaba enfadada con él.

-¿Kate? –Preguntó desde el otro lado, en voz baja. Sonreí, me gustaba ese tono de súplica; abrió la puerta y asomó a cabeza. Volví a ponerme seria, no se lo iba a poner fácil, al menos no hasta que me explicase a qué había venido lo de esa mañana. Rick se acercó a mí y se sentó en el suelo, junto a la bañera, mirándome. –Te veo… relajada. –Comentó, nervioso. Lo miré con desdén y cogí la pastilla de jabón. Empecé a pasearla por mi cuerpo, distraída, ignorándole, sabiendo que él me observaba atentamente.

-¿Qué tal la firma? –Pregunté cómo quien no quiere la cosa. -¿Muchas admiradoras? –Añadí mientras que alzaba una pierna y empezaba a enjabonarla.
-Sí… -Lo miré. –Quiero decir no… bueno… todo bien.
-Ya, me alegro. –Seguimos en silencio, durante unos minutos. Suspiró.

-Kate, escucha, sé que estás enfadada, lo entiendo.
-¿Enfadada?, no, ¿por qué iba a estarlo? –Pregunté con frialdad.
-Kate, no debí decirte eso, no encontré las palabras adecuadas…me equivoqué…
-Elegiste las palabras perfectas. No querías que fuera y no fui.
-Kate… por favor escúchame. –Me pidió con paciencia. Lo miré, esperando, mientras que seguía paseando la pastilla de jabón por mi piel. Él tragó saliva. –Podrías… ¿podrías dejar eso?
-¿Te molesta? –Pregunté alzando una ceja.
-No, pero no me deja concentrarme. –Gruñó. Dejé el jabón en el borde de la bañera.
-Mira… no quería que vinieses…
-Empiezas mal.
-Déjame terminar. –Dijo, empezando a perder la paciencia.
-No te atrevas a hablarme así. –Repliqué. Él frunció el ceño pero se mordió la lengua. Respiró hondo y volvió a hablar, más tranquilo.
-Kate, yo no… nunca he hecho una firma de libros, ¿vale? Mis novelas no son famosas y apenas me conocen, esto era algo nuevo y… no confiaba en que fuera a salir bien. No quería que vinieras porque me daba vergüenza.

Lo miré con la boca abierta. ¿Rick? ¿El seguro Rick asustado y sintiendo vergüenza? En ese momento me sentí fatal. Él preocupado por hacer el ridículo y yo creyendo que me había llevado a Canadá solo para echarme un polvo. Eres idiota, dijeron mis voces y yo estuve de acuerdo con ellas.

-Perdóname. –Dijo, en voz baja, como un niño pequeño.
-¿Qué tal ha ido? –Le pregunté, con una sonrisa amable, intentando no parecer culpable. Se encogió de hombros.
-Nigel dice que tengo un encanto natural.
-Y tiene mucha razón.
-La verdad es que al principio me he sentido raro… pero no sé, tampoco ha sido tan difícil.
-No sé porque te sorprendes, eres encantador. –Me miró, sonriendo.
-Entonces… ¿estoy perdonado?
-Acércate. –Respondí. Se acercó a mí, le atraje con una mano y lo besé, durante unos segundos. Rick metió la mano bajo el agua, acariciándome entre las piernas, me estremecí.

-¿Podríamos seguir con lo de esta mañana? –Preguntó, mientras que me atraía más a él.
-Eso… estaría bien… -Respondí entre besos. Rick se levantó y me tomó de la mano. Salí de la bañera, cogiendo la toalla. Él me la quitó.
-Déjame a mí. –Me secó con lentitud, poniendo gran atención en algunas partes de mi cuerpo, me mordí el labio.
-Rick… -Sonrió y dejó la toalla, me cogió en volandas, haciéndome reír.
-¿Lista para la segunda ronda? –Me preguntó, llevándome a la cama.
-¿Contigo? Siempre.

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-¿Estás bien? –Preguntó preocupado, acariciándome.

-Sí… sólo… dame un momento… -Murmuré. Estaba dolorida, pero aun así no quería parar, tenerlo así para mí era mucho más que una simple unión física. Rick empezó a besar mi cuello, mientras que me acariciaba, intentando relajarme, movió lentamente sus caderas, iniciando un suave vaivén. Gemí, pero no de placer precisamente.

-Cariño… -Me obligó a mirarlo a los ojos. –¿Quieres qué pare?

Asentí, esquivando su mirada. Sentí como se deslizaba con cuidado y se sentaba a mi lado, acariciando mis piernas.

-No pasa nada. –Me dijo con ternura. Lo miré avergonzada.
-Lo siento… yo…
-Shh… no importa. –Se inclinó y me besó. –Además, podemos hacer otra cosa. –Lo miré con curiosidad; Rick volvió a echarse sobre mí y volvió a besarme, con ímpetu. No tardé en responder a sus besos y sus caricias, grité cuando atrapó un pezón entre sus dientes, mientras que cuidaba del otro con su mano.
-Oh, sí… -Suspiré. Él sonrió, con cierta arrogancia y continuó su viaje por mi cuerpo, llegando a mi ombligo, haciéndome cosquillas con la lengua. No pude evitar reírme. Rick paró un momento y empezó a hacerme cosquillas pero ahora con las manos, me retorcí.

-Para, para Rick, no me hagas…, no…, para… -Conseguí zafarme como pude, riendo. Le tiré una almohada. –Nada de cosquillas. –Le advertí, divertida. Él asintió.
-Vale… prometido. Ven aquí. –Me acerqué a él y lo besé. Rick me tendió de nuevo y volvió a besar mi ombligo, deslizando las manos por mi cintura. Gemí y suspiré, sintiendo como sus manos iban más abajo. Deslizó un dedo con suavidad dentro de mí, haciendo que me arqueara ante el contacto. Levantó la cabeza, observándome, atento a mi reacción y volvió a concentrarse en mi ombligo, pero esta vez bajando un poco más. Sentí como su dedo se movía despacio, saliendo y entrando con suavidad.

-Rick… ah… -Él sonrió y siguió besándome, sin dejar de penetrarme con el dedo, volviéndome loca, hasta que sentí su aliento sobre mis pliegues. –Rick, no… no hag… ¡Oh, Dios! –En cuanto noté su lengua sobre mi clítoris todo pensamiento de rechazo fue borrado. Alcé las caderas, deseando más y me agarré con fuerza a las sábanas. Rick levantó la cabeza de nuevo, divertido.

-¿Decías algo?
-¡Sigue! –Le ordené. Él se rio y siguió con lo suyo, lamiendo y succionando con lentitud, uniendo otro dedo más al anterior, haciéndome gritar. Le agarré del pelo, sin poder evitarlo, sintiendo que iba a estallar, sin dejar de retorcerme.
-No te muevas… -Murmuró sobre mi clítoris, sujetando mi vientre con la mano que tenía libre. El orgasmo se acercó a mí a pasos acelerados, noté como mi cuerpo aprisionaba sus dedos con fuerzas y como ese calor se concentraba en un solo punto, abrasándome. Grité su nombre, convulsionando, dejando caer la cabeza en la almohada, soltando un último gemido que debió oírse en todo el hotel.

-¿Kate? –Unos minutos después lo oí hablar, abrí los ojos, no me había dado cuenta de que los tenía cerrado. Le sonreí. -¿Te ha gustado? –Preguntó. Lo miré fijamente y solté una carcajada. Me miró sorprendido, era lo último que se esperaba de mí.
-¿Qué si me ha gustado? ¡Tú que crees! –Él se rio y me besó, con dulzura.
-¿Te he dicho alguna vez que tienes una risa preciosa? –Comentó, mientras que me colocaba un mechón de pelo detrás de la oreja. Me senté a horcajadas sobre él, dejando caer el pelo sobre su rostro, besándose de nuevo.
-Tú vuelve a hacerme eso y reiré para ti siempre que quieras.
-Mmmm ¿es un trato preciosa? –Dijo, haciéndome girar, quedando de nuevo encima de mí.
-Más bien es una petición… -Dije, con cierta timidez.
-Tus deseos son órdenes. –Empezó a descender por mi cuerpo con su boca, pero cuando llegó al ombligo me lanzó una mirada traviesa y empezó a hacerme cosquillas, haciéndome reír de nuevo.

Le hice parar un momento, mirándole a los ojos. –Gracias por hacerme reír.
-Siempre.


Muchas gracias por leer a todos, los lectores de siempre y los lectores nuevos. Espero seguir escribiendo esta historia durante mucho tiempo para vosotros.