Sueños 8 Final.

Final de sueños.

Se despertó. Kate estaba a su lado. Por el suelo había vasos y algunos cristales rotos. Las botellas de alcohol estabas esparcidas por doquier por la habitación.

- Parece que anoche nos corrimos una buena juerga.- le dijo Rick a una Kate sonriente.

- Eso parece.-

- Uf, no me acuerdo de nada, parece como si llevásemos días celebrándolo.-

- ¿No te acuerdas de nada?- eso pareció trastocar a Kate.

- He tenido unos sueños bastante hermosos.- Rick sonrió. – Soñé que nos conocíamos de niños incluso y que ya desde pequeños, bueno, ya sabes.-

- ¿De veras no recuerdas nada?-

- ¿Debería acordarme?-

- Sí- Kate rompió a llorar. – He de marcharme Rick, lo siento muchísimo.- con la sábana por su cuerpo denudo se marchó. Pero no se llevó ninguna ropa. Tal vez la debió dejar en el baño, o quizá en otro lugar, en un arrebato de lujuria. “¿No recuerdas nada?”, resonaba por su cabeza una y otra vez. ¿Pero que debía recordar? ¿Fue algo que dijo? ¿Algo que hizo? Se sentía confuso. Se levantó de la cama y se cortó con uno de los cristales en el pie. La sangre fluía por su piel y la tocó con un dedo. Algo pasó. Un flash de una escena apareció por su mente dolorosamente. Pareció que un tren le había arrollado la cabeza por el dolor que sintió. Era Josh. ¿Qué pintaba él en ese flash? Estaba disgustado con algo. Aunque más bien parecía roto.

Kate se había ido, parecía que no iba a volver nunca. Estaba en la cocina tomando un café. Necesitaba reactivar su cerebro. Entonces se dio cuenta había una pistola en la mesa de la cocina. Era la de Kate ¿Cómo había llegado allí? Fue a la mesa y tocó la pistola. Pasó igual que cuando tocó la sangre. Un recuerdo reprimido. Pero esta vez era un sonido. Era algo cortando el aire. También, al igual que antes, le dolió rememorar aquella escena. Era un dolor físico insoportable, que le dejaba agotado. ¿Qué demonios pasaba?

Salió de su casa necesitaba despejarse y para ello fue a Central Park. Llegó al parque media hora después en taxi. Nada más poner un pie sobre el césped respiró hondo. Y una voz de una niña llegó a sus oídos.

- ¿Papá me compras un globo?- sucedió otra vez.

Dolió, como antes había hecho. Estaba exhausto, tumbado en el suelo. Un sudor frío recorría su cuerpo. ¿Qué había hecho? Él la había puesto en peligro. Se secó el sudor de la frente con el dorso de la mano. La pistola de Kate encima de su mesa, ¿lo había hecho él? No, él la amaba, él no podría haber hecho una cosa así. Es más la acaba de ver. Dios todo era tan confuso, pensó. Iría al apartamento de Kate. Eso sería la solución. Pasó por delante de una tienda de electrodomésticos. “Dos jóvenes han aparecido muertos en un congelador industrial, al parecer no fue suficiente que estuvieran abrazados para darse calor mutuamente.” Dijo una noticia.

-¡Kate!- él caía con ella al suelo. Corrió aún más, con todas sus fuerzas, a pesar del dolor. Llegó y llamó al portero. No contestaba nadie. Se alejó un poco para ver el balcón de Beckett. “En venta”. Cogió el móvil y llamó a Kate. “Hola soy Kate Beckett. En este momento no puedo atenderte deja un mensaje tras la señal”.

Corrió y corrió por toda la ciudad cómo un loco. No sabía que había hecho. Y lo peor es que algo malo había pasado y sólo tenía unos dolorosos fragmentos de aquel recuerdo. Paró a descansar. Estuvo corriendo hasta que no pudo más. Estaba frente al río y pasó un carguero de basura. Una ráfaga de viento sopló muy fuerte y trajo algo de la basura. Era un guante de látex. Recordó a Lanie, rota por el dolor. Sólo le quedaba un sitio al que ir. Encaminó sus pasos a su destino. Caminó a ritmo lento. No estaba seguro si estaría dispuesto a descubrir la respuesta a sus preguntas. Una hora después llegó a su destino, el cementerio. Buscó por todo el lugar, tratando de evitar por todos los medios ir al sitio donde sabría que podría estar a la tumba. Al final no encontró nada y no le quedó más remedio ir a donde no quería ir. Johana Beckett, rezaba una lápida. En la de al lado estaba la de Kate. Entonces recordó, todo lo que pasó. Beckett había muerto cuando le dispararon en el cementerio. También, recordó que se pasó los días bebiendo hasta perder el conocimiento. Como anteriormente le pasó, le dolió rememorar todo. Pero esta vez hubo algo que cambió, el dolor se exteriorizó en lágrimas. Jamás dolió tanto el pasado. Fue todo por su culpa, por su maldita culpa. Sólo podía hacer una cosa. Dormir. Dormir un sueño eterno, para así estar con Beckett. Llamó a su abogado y lo dejó todo listo, para que no le despertaran del sueño que le iban a inducir, que le mantuvieran vivo, hasta el final de sus días. Era la única forma de estar con Beckett, como siempre quiso. Así que fue a su casa. Su madre ni Alexis estaban así que todo sería más fácil. Hizo su última llamada, le traerían una dosis de glucosa, la cual le induciría un como por hiperglucemia. Una hora más tarde se lo trajeron. Pagó quinientos dólares por su somnífero. Subió al dormitorio y se puso un compresor. Las venas del brazo se le hincharon, con el índice detectó la más notable. Quitó el protector a la aguja, atravesó el bote de glucosa y sacó todo lo que había en él. En este coma no notas nada, solo que te duermes simplemente. Así fue Castle se quedó dormido. Poco a poco, lentamente, sin enterarse. Cuando entró en coma el comenzó a soñar. Soñó que estaba con Kate, que no existía el dolor. Como hizo días atrás disfrutó del regalo que le hacía el subconsciente, pero esta vez no despertaría, esta vez no habría dolor.

Dentro del coma Castle se despertó tumbado en la cama, sin compresor, sin jeringuilla clavada en el brazo. Sólo estaba con Kate, ella le sonreía.

- Ahora si es para siempre.- le dijo ella con una sonrisa.