Problemas 5 terminado (15/02/2014)

―¿Perdón? ―Kate miró a la mujer de arriba a bajo. El chihuahua se adelantó un poco en los brazos de su dueña, olisqueando la patata que Kate mantenía en alto. Kate retiró la patata y volvió a observar a la mujer. Respiraba con dificultad y tenía un par de gotas de sudor resbalando por sus pómulos marcados.

―Jhonás la encontró―el perro ladró al escuchar su nombre―, está al principio del parque, tiene sangre...

Sangre. Kate se levantó de sopetón, cogiendo su gorro para ponérselo de un toque. Preguntó dónde estaba y la mujer señaló hacia una de las entradas del parque, la que empezaba con un camino de tierra rodeado por una hilera de árboles.

Ni si quiera se le ocurrió preguntar quién tenía sangre, su celebro no registro esa pregunta como importante hasta que vio un corrillo de personas rodeando uno de los árboles, cerca de una niña pelirroja escondida detrás de uno de los árboles.

Estática. Así se quedó Kate al ver a la pequeña. Su respiración se aceleró por causas ajenas a la carrera que se acababa de dar, y su boca tartamudeó sin decir nada coherente.

―¿Agente? ―escuchó la voz de la mujer mayor a su lado, Johanna estaba detrás de ésta, mirando a la pequeña―.
Haga algo, ¿no?

Huir. Le dijo una voz interior a Kate. Y ella retrocedió un paso dispuesta a hacerle caso.

Pero el perro ladró en el regazo de su dueña borrando todas sus esperanzas de pasar desapercibida. Maldito chihuahua. Los curiosos que rodeaban a la niña se giraron, dejando mayor campo de visión para que Kate viera a la pequeña. La pequeña estaba encogida en el suelo enfangado, abrazando lo que parecía un oso de peluche. Tenía la vista fija en el barro de sus pies y temblaba considerablemente. No vio la sangre por ningún lado.

―¿Agente? ―volvió a escuchar la voz de la mujer.

Kate la miró y asintió cogiendo la radio de su uniforme. Con la voz más calmada que encontró dijo su número de placa, un código que nadie entendió e informó de la situación. Estuvo a punto de pedir refuerzos cuando recibió una orden clara:

“Recoja a la niña y llévela a la comisaría más cercana.”

Y a pesar de que Kate quiso negarse, no le dio tiempo a replicar o excusarse, porque un grito agudo le hizo desviar la vista hacia la niña.

Sin saber cómo, el chihuahua de la abuela había saltado del regazo de su dueña y ahora se encontraba mordiendo el peluche de la pequeña. La pata derecha para ser más precisos.

―¡Jonhás! Deja eso inmediatamente.

Pero no fue él si no la niña, que dejó el peluche y corrió hacia el interior del parque, a uno de los toboganes azules, el más pequeño. Y se escondió debajo, llorando.

―¿Y ahora qué hago? ―siseó Kate observando como los curiosos volvían a acercarse a la niña, diciéndole cosas con voz suave para hacerla salir.

Johanna palmeó el hombro de su hija, recobrando su atención. La abogada sonreía casi pletóricamente.

―¿Ir a recogerla? ―sugirió arqueando sus labios aún más hacia arriba. Kate miró hacia el columpio y vio a la pequeña haciéndose un ovillo rodeando su piernas con sus brazitos.

―¡No puedo! ―gimió Kate, negando enérgicamente con la cabeza―. No, no, no, no puedo. No se me dan bien los... ―señaló a la pequeña con un dedo―. No se me dan bien, va a huir. ―entonces, como si se le encendiera una bombilla, cogió la mano de su madre y la miró suplicante―. Hazlo tú.

Pero Johanna rió soltando la mano.

―Yo no soy policía. ―volvió a mostrarle todos sus dientes, colocándose detrás de su hija. Sujetó sus hombros con las dos manos y la empujó hacia delante, dirigiéndola hacia el tobogán―. Pero tú sí. ―volvió a reír―. Y tienes el don Beckett, utilízalo. ―finalizó dándole una palmadita sobre la espalda, empujándola un par de pasos.

Kate se giró para replicarle, pero Johanna se cruzó de brazos, moviendo una mano hacia adelante con un “Vamos, ve.” grabado en sus ojos y una sonrisa de lado a lado. Kate volvió a girarse y vio que los curiosos se habían apartado para que ella pasara, expectantes.

Con un suspiro, Kate cerró los ojos.

Cógela, llévala a comisaría y todo acabará. Se dijo mentalmente antes de dar un paso hacia el tobogán.

La niña sollozó con un grito ahogado.

Kate retrocedió el paso. Huye, huye. Volvió a escuchar a su voz interior, esa que estaba más asustada que la niña. Pero unas manos la empujaron nuevamente hacia adelante. Los curiosos se iban amontonando hacia sus lados a medida que pasaba gente. Ahora estaba rodeada, sin salida alguna.

Cogiendo aire con fuerza, Kate se acercó lentamente hacia el tobogán poniéndose más tensa a cada paso que daba. Cuando llegó a su objetivo parecía uno de esos robots de juguete con apenas cinco articulaciones para mover.

A dos pasos de la niña, se levantó la visera del gorro policial y ladeó la cabeza, intentando ver a la pequeña. Pero ella estaba de espaldas, encogida como un huevo.

―Agáchate para no asustarla. ―escuchó la voz de su madre por detrás.

Kate obedeció poniendo una rodilla en el suelo enfangado. Luego se quedó quieta. La pequeña seguía con la cabeza hundida entre sus propios brazos, sollozando sin mirarla.

―Háblale suavemente ―volvió a escuchar el consejo de su madre―, pero con seguridad.

Con seguridad, vale sí, podía hacerlo.

―Ho... ho.. hola.

O quizás no. La pequeña gimió escondiéndose más en aquél pequeño rincón. Kate giró la cabeza para mirar a su madre, señalando a la niña con un movimiento de cabeza.

―Preséntate. ―sugirió con calma Johanna.

Cogiendo aire, Kate miró a la niña.

―So... soy la oficial de policía Kate Beckett.

Como si hubiera dado con las palabras mágicas, la pequeña elevó su cabecita. Sus ojos azulados estaban abiertos al máximo y dibujaba una enorme “o” en su boca. Además, tenía una herida en la frente de la que salía sangre. Pero lo que realmente asustó a la policía no fue eso, sino que la niña corriera hacia ella, abrazándola.

Kate recibió el abrazo estática, con los brazos completamente extendidos hacia los lados, como un espanta pájaros.

―Rodeala con tus brazos. ―se quejó Johanna. Y Kate obedeció como un robot, rodeando el cuerpo pequeño de la niña―. Levántante con suavidad, sin soltarla. ―su hija obedeció.

En el fondo, Kate espero que la pequeña pataleara para querer soltarse, pero todo lo contrario, la niña rodeó la cintura de la policía con sus piernecitas, se aferró con fuerza a su cuello y enterró su cabeza en el cuello de Kate.

Kate notó la nariz congelada de la niña sobre su cuello y tembló ante el contacto frío. Quiso separarse, pero la niña se aferró más a ella, sollozando con fuerza.

―¿Y ahora qué? ―preguntó la oficial de policía mirando a su madre.

Y Johanna Beckett arqueó sus labios hacia arriba con exageración, enseñándole los dientes.

―Ahora viene lo divertido.