(¿+18?) Continuación de La Tormenta

Hola =) Pues lo prometido es deuda, asi que aqui teneis el primer capitulo de la continuacion de La Tormenta. Espero que os guste. Por ahora no tengo nombre para la historia, ya lo pensare.    

MENSAJE ESCRITO EN 2014: Este fic, ya terminado contiene escasas escenas de contenido sexual bastante suaves.


CAPÍTULO 1

-¿Estás segura de lo que vas a hacer? –Dos amigas estaban sentadas en una cafetería, disfrutando de una selección de dulces de nata y dos cafés helados. Era verano y el calor se notaba con fuerza, no se podía andar por la calle, todo el mundo buscaba un lugar con aire acondicionado o se quedaba en casa. Muchos neoyorkinos disfrutaban de sus vacaciones en la playa, pero otros no tenían esa suerte e inventaban métodos para soportar el calor. Un ventilador portátil, una toalla mojada sobre la piel, hielo… cualquier cosa servía. Katherine Beckett y Lanie Parish eran dos de esas personas que no habían salido de la ciudad. El trabajo se lo impedía, la primera era la capitana de la comisaria 12 y estaría de vacaciones si no fuera porque una serie de asesinatos habían azotado la isla de Manhattan. Desde la fiscalía y el ayuntamiento la presionaban, eran ya cinco las mujeres que habían aparecido muertas y no había pistas. Tampoco Lanie podía librarse del trabajo, su amiga se lo había pedido como favor personal, la consideraba la mejor forense. Así que ahí estaban las dos, aunque en ese momento el trabajo no era el tema de conversación.

-Me ha engañado, sí, estoy segura. –Su amiga suspiró.
-Vamos, quizás sea un malentendido…
-¿Te pones de su parte? –La miró furiosa. –Estaba en nuestra casa y besando a esa zorra, sé muy bien lo que vi.
-No me pongo de su parte, solo digo que antes de hacer algo de lo que puedas arrepentirte hables con él.
-No hay nada de qué hablar, esto se ha acabado. –Su amiga se mordió el labio, iba a decirle algo, pero un móvil las interrumpió.

-Capitana Beckett. Si, voy para allá. Tengo trabajo, ¿hablamos otro día?
-Vale, pero cielo de verdad, piénsatelo bien.

La mujer asintió y se marchó. Llegó a la comisaria en poca más de diez minutos. Allí su mejor inspector y los dos detectives a su cargo la esperaban. Esposito la saludó con rapidez y la llevó hasta la pizarra.

-Dime que por fin hay algo.
-Más o menos, ¿recuerdas el número que encontramos escrito en la mano de la tercera víctima? –Esposito no esperó a que contestara. –No era un número de móvil, como pensábamos, sino una contraseña, creemos que de una caja fuerte.
-¿La caja fuerte de su habitación de hotel?
-Ya lo hemos comprobado, pero no. Sin embargo sabemos que la víctima se reunía con un hombre en el vestíbulo, hemos preguntado al personal de hotel y tenemos un boceto, puede que él sepa de qué caja fuerte es.
-O puede que sea el asesino. –Esposito asintió. –Encontrarle.
-Venga a trabajar. –El cubano miró a sus detectives, que se apresuraron a moverse. Una cayendo la grapadora del escritorio, el otro tirando la carpeta de informes que tenía en las manos. Esposito suspiró, negando con la cabeza. Fue al despacho de su jefa, a intentarlo otra vez. –Beckett…
-Ya te lo he dicho mil veces, nos los han enviado para que los convirtamos en detectives de verdad, así que tendrás que aguantarte.
-Son un par de inútiles. –Protestó.
-Lo sé, pero es lo que hay.
-No respondo de mis actos…
-Ten paciencia, tienen potencial, solo hay que sacarlo.
Esposito la miró y murmuró algo parecido a un lo dudo mucho. Beckett sonrió. –Y Beckett… me ha llamado Castle y…
-Espo, vete a trabajar.
-Como quieras…

Beckett se echó hacia atrás, tapándose la cara con ambas manos, en un claro signo de cansancio. Su móvil volvió a sonar, lo cogió agotada, pero intentó sonar alegre. –Hola cielo.
-Hola, Kate, ¿estás ocupada?
-No cielo, cuéntame, ¿Cómo van los preparativos?
-Bien, pero sigo sin tener vestido, no me gusta ninguno de los que me pruebo…me preguntaba si…
-¿Quieres probarte el mío?
-¿No te importa?
-Claro que no, puede que haya que hacerle algunos arreglos, pero si te gusta estarás preciosa con él.
-Muchas gracias Kate, sabes que me encanta tu traje de novia. También quería saber si… vas a venir a la boda, ¿verdad?
-Claro que iré cielo, Alexis no quiero que los problemas con tu padre afecten a nuestra relación, tranquila.
-Vale. –La voz de la pelirroja sonaba mucho más animada. –Y… Kate, mi padre está muy mal, por favor, habla con él.
Beckett no dijo nada, al otro lado su hijastra esperaba. –Alexis ahora mismo no puedo, lo siento,  tengo que dejarte, un beso cielo.

Alexis suspiró, parecía muy lejano el día en que había anunciado que se casaba y solo había pasado un año. Su padre había estado a punto de desmayarse, pero después se había emocionado, abrazándola para después besar a su mujer, ilusionado. Beckett le había respondido con entusiasmo, felicitando a la pelirroja. Ahora todo había cambiado.



Beckett llegó a casa y fue recibida por los abrazos de sus tres hijos. Lucía había crecido mucho en ese año, al igual que sus padres apuntaba a que iba a ser muy alta y ya había alcanzando a la rubita Sarah, casi un año mayor que ella. Ryan por su parte era el ojito derecho de su madre y en septiembre ya iría al colegio. Los tres niños eran la alegría de la capitana y ahora mismo su único consuelo. Los pequeños no sabían nada de lo que estaba pasando y creían que su padre estaba de viaje. Castle se había negado a que Beckett se fuera del loft y se había marchado él, diciendo que nadie la iba a echar de su casa. La capitana había aceptado por sus hijos, que durante el día se quedaban con Lara, su canguro.  Pagó a la joven y se despidió de ella, para luego coger a Ryan y a Sarah de la mano y llevarlos hasta el piso superior, con Lucía delante. –Ahora a ser buenos y a dormir.
-¿Mañana nos llevarás a la piscina?
-¿Por qué no vamos a la playa?
-¿Cuándo vuelve papá?
-Iremos a la piscina si queréis, papa todavía tiene cosas que hacer en el viaje, pero os manda muchos besos, venga a dormir.
-Mami léenos un cuento.

Una hora después la mujer estaba en el sofá, con una copa de vino, tras haberse dado una ducha fría. Lloraba en silencio, echando de menos esas noches en las que cuando al volver a casa la esperaba él con una deliciosa cena y luego disfrutaban de la compañía del otro, hablando, viendo una película o haciendo el amor. Ahora solo la acompañaba su soledad. Se levantó para ir a dormir pero el timbre de la puerta la interrumpió. Abrió para encontrárselo a él, con barba de varios días y mal aspecto, entristecido. Se obligó a endurecer sus facciones y su voz, aunque lo que quería era echarse a sus brazos.

-¿Qué quieres?
-Os echo de menos.
-Los niños están dormidos. –Intentó cerrar la puerta, pero Castle se lo impidió.
-Kate por favor… -Recibió como respuesta una mirada fría. –Me ha llamado tu abogado. –Dijo con rabia.
-Cuanto antes firmemos los papeles mejor.
-¿Así va a acabar esto?, ¿con un par de abogados?, Kate, por favor, sabes que lo nuestro se merece algo mas.
-No he sido yo la que lo ha estropeado todo. –Le reprochó.
-Por favor, cariño, solo dame una oportunidad, una oportunidad para explicarte lo que pasó, mi amor, te prometo que si me dejas explicártelo lo entenderás todo.
-No hay nada que entender, me engañaste, ahora vete, por favor.
-Kate…
-¡Vete! –Cerró la puerta y se dejó caer, llorando. Al otro lado Castle golpeaba con furia y desesperación la pared, la había perdido.