Y tú, ¿Quién eres?, Epílogo
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Foro Castle :: OffTopic :: Fan Fics
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Re: Y tú, ¿Quién eres?, Epílogo
Oh dios, un nuevo hijo, no me hace gracia y creo que en el fondo a Kate tampoco. Esperemos que el peque sea una monada.
Continua pronto...
Continua pronto...
Invitado- Invitado
Re: Y tú, ¿Quién eres?, Epílogo
Sólo he entrado al foro, pàra leer tu nuevo capitulo.
Me prometí a mi misma, no fisgonear en ningun otro sitio para no leer ningún spoiler.
Bueno vamos a tu fic.
Muy bueno e inesperado.
También me ha gustado la reacción de Kate.
Veremos si realmemte es hijo de Castle.
Espero que subas pronto el nuevo cap. Me encanta como escribes, aunque a decir verdad este foro en pocos meses se han publicado cosas muy interesantes y bien escritas.
Sobre todo que nadie se moleste, si no leo todos los fics, pero es que hay tantos...que los voy dosificando, para no liarme.
Saludos
Me prometí a mi misma, no fisgonear en ningun otro sitio para no leer ningún spoiler.
Bueno vamos a tu fic.
Muy bueno e inesperado.
También me ha gustado la reacción de Kate.
Veremos si realmemte es hijo de Castle.
Espero que subas pronto el nuevo cap. Me encanta como escribes, aunque a decir verdad este foro en pocos meses se han publicado cosas muy interesantes y bien escritas.
Sobre todo que nadie se moleste, si no leo todos los fics, pero es que hay tantos...que los voy dosificando, para no liarme.
Saludos
marypaz- Policia de homicidios
- Mensajes : 687
Fecha de inscripción : 09/06/2011
Re: Y tú, ¿Quién eres?, Epílogo
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Libou- Ayudante de policia
- Mensajes : 149
Fecha de inscripción : 16/03/2012
Localización : Madrid
Re: Y tú, ¿Quién eres?, Epílogo
¡Hola! Os dejo el siguiente capítulo. Quiero disculparme de antemano, por si he escrito alguna barbaridad, en los temas legales y de asistencia social. No tengo ni idea de como funciona en Estados Unidos el derecho de familia, simplemente he intentado hacerlo lo más creíble posible.
Solo deciros que muchas gracias por leer y comentar.
Capítulo 6:
Durante todo el tiempo que duró el vuelo hasta Washington, Castle no paró de darle vueltas a la cabeza. Intentaba recordar el tiempo que pasó con Rachel, pero no tenía conciencia, de si se cuidó cuando estuvo con ella o si ella tomaba anticonceptivos. Solo imaginar que un hijo suyo, hubiese vivido medio abandonado, le erizaba el vello. Todavía no entendía porque Rachel, nunca le dijo nada, ni del niño, ni de su enfermedad.
Empezó a pensar en como sería su hijo, porque en el fondo de su corazón ya lo consideraba suyo. Siempre había sido niñero, faceta que se vio satisfecha con Alexis, pero mentiría si dijera que no le hubiese importado tener más hijos. Fantaseaba en tenerlos con Kate, ahora que su niña se hacía mayor, le apetecía más que nunca volver a ser padre. Claro que nunca pensó que de este modo, más bien se veía cuidando de una Kate embarazada y volviendo a cambiar pañales. Suspiró y se adormiló un poco, le quedaba al menos una hora más de vuelo, y el día había sido intenso y largo.
La voz de la azafata le despertó anunciando que iban a aterrizar. Cogió su equipaje y a la salida del aeropuerto, tomó un taxi que lo llevó hasta el hotel que había reservado previamente. Temprano en la mañana, tenía que arreglar muchas cosas.
Lo primero que hizo cuando por fin se quedó tranquilo en su habitación, fue mandarle un mensaje a Kate, diciendo que había llegado y ya estaba en el hotel. No sabía si se habría dormido ya y no quería despertarla.
Pero ella esperaba despierta a que él la llamase. Lo había visto marcharse muy alicaído, y se había quedado preocupada, así que al recibir el mensaje, lo telefoneó para hablar un rato con él.
- ¿Cómo estás? – le preguntó preocupada.
- La verdad es que no sé muy bien como me siento – contestó él – lo único que tengo claro es que quisiera que estuvieses aquí conmigo. Te echo terriblemente de menos.
- Yo también te extraño y me gustaría estar contigo y acompañarte en este momento.
- ¿Te has ido a tu casa?
- No, esta noche me quedo en tu cama, espero que no te importe.
- Ya sabes que no, esa también es tu casa y tu cama. No quise llamarte pues pensé que quizás estuvieses dormida.
- No dormía, esperaba tu llamada.
- Kate…
- ¿Si?
- Tengo miedo.
- ¿Miedo de que?
- De no saber como es ese niño, de no conocerlo, de que me odie, miedo a no poder quererlo.
- Rick, si ese niño necesita a alguien en estos momentos tan difíciles, es a ti. Es muy pequeño aun y lo que necesitará es atención y cariño, y eso es lo que vas a darle. Ese niño ha tenido mucha suerte en tenerte como padre.
- ¿Suerte?, el pobre parece que lleva dando vueltas por ahí cada vez que su madre ingresaba en el hospital.
- Pues por eso, va a tener suerte porque vas a buscarlo. ¿A qué hora tienes que ir?
- Muy temprano, primero iré a arreglar el traslado de Rachel y luego a la casa de acogida.
- Entonces te dejo descansar, y me acuesto yo también.
- Buenas noches Kate, te quiero.
- Buenas noches, yo también te quiero.
Se despidieron y se fueron a dormir, aunque los dos tardaron muchísimo en hacerlo.
Muy temprano por la mañana, fue Rick al depósito de cadáveres del hospital que le había indicado el abogado que lo visitó en Nueva York y que también se encontraba en el lugar. Él fue el que lo asesoró para contactar con una funeraria que se encargaría de preparar el cuerpo y el traslado del mismo, al aeropuerto. Tardaron casi media mañana en dejarlo todo solucionado. En el JFK los restos de Rachel, serían recogidos, por otra funeraria de la ciudad que se encargaría del servicio fúnebre y el entierro.
Castle no tenía muy claro cuando podría volver a su casa, pensaba que los trámites para llevarse al chiquillo serían largos y costosos, así que iba dispuesto a pasar unos días en Washington.
Una vez terminaron en la funeraria, el mismo abogado lo llevó al centro de menores. Estaba nervioso, iba a ver a su hijo por primera vez. El lugar a donde lo llevaron, estaba a las afueras de la ciudad. Era una edificación bastante grande y algo antigua. Tenía un amplio jardín donde niños y niñas de distintas edades, y al cuidado de varios educadores, jugaban al beisbol, al baloncesto o simplemente paseaban o corrían por el lugar.
Era como un gran colegio, y a Castle le pareció un lugar agradable. El abogado le dijo que lo esperaba la directora del centro, y que una vez conociera al niño y decidiera si quería quedarse con él, deberían ir al juzgado de familia a terminar de solucionarlo todo, para que el niño quedase legalmente reconocido como hijo suyo, pues aunque llevara su apellido y él apareciera como su padre en su partida de nacimiento, al no saber nada de la existencia del menor, podía renunciar a su guarda y custodia si lo creía conveniente, y así el niño podría pasar a un programa de adopciones.
A Castle le pareció espantoso oír hablar al abogado del niño, como si fuera un objeto, él pensaba llevárselo, le gustara o no, era más que probable que fuera hijo suyo y se merecía tener lo mismo que Alexis, ¡uf!, pensó en su hija y en como se tomaría la llegada del nuevo miembro de la familia.
Entraron al recinto y les indicaron donde estaba el despacho de la directora. Esta era una mujer afroamericana, de mediana edad, cabellos cortos y rizados, y gafas de montura al aire.
Ya conocía al abogado y sabía con quien y a que venía. Los invitó a sentarse.
- Buenos días – le dijo tendiéndole la mano – soy Eliza Jones, la directora del centro. Así que ¿usted es el escritor?
- Sí, soy Richard Rodgers, aunque Castle es el nombre que utilizo para firmar mis libros.
- Lo sé – dijo la señora Jones, con una sonrisa – confieso que he leído casi todas sus novelas.
La señora Jones pasó a explicarle la situación del pequeño. Quedó sorprendida cuando Castle le dijo que no había tenido conocimiento de la existencia del niño hasta que el abogado fue a buscarlo y se lo comunicó.
- Es extraño – dijo la directora – en la partida de nacimiento figura usted como su padre, si quiere puedo enseñársela, y además el crío…
- Debo decir – intervino el abogado – que mi cliente la señora Rachel Greyson, modificó la partida de nacimiento del menor hace dos años. Nos los comunicaron en el juzgado de familia, al parecer hasta la fecha de su modificación el niño aparecía como que era de padre desconocido.
- ¿Tiene usted idea señor Rodgers de porque pudo producirse este cambio?
- Ya le he dicho que no he conocido la existencia del niño hasta ayer. Dejé de ver a la madre hace más de cinco años, cuando partió a Canadá para desempeñar un trabajo como actriz. Habíamos tenido una relación y evidentemente iba embarazada cuando se fue, por lo que hay muchas posibilidades de que el niño sea mi hijo, por eso he venido a buscarlo, en cuanto he sabido de él.
- Entonces ¿está dispuesto a hacerse cargo del pequeño?, mire que una vez que formalice los documentos, no podrá echarse atrás.
- Pero, ¿le pasa algo al niño? – preguntó preocupado – él – señalando al abogado me ha peguntado lo mismo, ¿es que tiene algún problema?
- Ninguno, por supuesto – dijo la señora Jones – es un chico muy agradable, pero entendemos que si hay una remota posibilidad de que el niño no sea suyo, llegado el momento quiera devolverlo.
- Se supone que es mi hijo, es más, si su madre dejó dicho que lo era, será porque es cierto, así que me lo llevo conmigo, por favor, estamos hablando de un niño, no de una mascota. Soy consciente de todo lo que me ha dicho y estoy dispuesto a asumir las consecuencias.
- De acuerdo – dijo la directora a quien Castle le había caído bastante bien, por la determinación que había mostrado en sus intenciones de llevarse al chico – ahora ya habrá empezado la hora del almuerzo, si quiere pueden esperar a que termine de hacerlo, aquí en mi despacho o en el jardín, en cuanto acabe de comer lo llevaré a que lo conozca, y ya luego veremos. Ahora si no le importa tengo algo urgente que atender.
Castle y el abogado, salieron del despacho. Él decidió esperar en el jardín, mientras el abogado atendía una llamada telefónica. Era un sitio agradable, con árboles y bancos para sentarse. Castle estuvo paseando un rato, haciendo tiempo para que terminase la hora del almuerzo. Estaba abstraído mirando una casa en un árbol, que era el sueño de cualquier crío, cuando sintió que le tiraban de la chaqueta. Se volvió mirando hacia abajo. Un niño de poco más de un metro de alto, de cabellos rubios y ojos azules, con un dragón de felpa verde, bajo el brazo, lo miraba con atención.
- ¡Hola! – dijo agachándose para ponerse a la altura del muchacho – y tú, ¿Quién eres?
- Soy Henry, Henry Rodgers – dijo el chico al más puro estilo de James Bond, señalándose el pecho – y tú eres mi papá – dijo con determinación.
- ¿Y quién te lo dijo? – le preguntó al chiquillo que se parecía extraordinariamente a Rachel.
- Mami me lo dijo, mira – y quitándose una mochila de Spiderman, que no había visto que llevaba colgada de la espalda, sacó un libro, que Castle reconoció como uno de los suyos y señalando la contraportada dijo – yo le pregunté a mami, donde estaba mi papá, y me dijo que eres tú – señalando la foto.
- Pues encantado de conocerte, Henry – dijo Castle a quien el chiquillo ya le había robado el corazón – yo soy Rick, y este ¿es tu amigo? – señalando al dragón de felpa.
- Es Edwin, me lo regaló mi mami, ¿tú sabes dónde está?, Joey dice que ya no viene más por mí, porque se puso muy malita y se fue al cielo.
En ese momento se oyó la alegre voz de la señora Jones:
- Veo que ya se conocieron – dijo con una enorme sonrisa – ¿Dónde te habías metido Henry?, me dijo Melissa que no te terminaste el almuerzo.
- Fui a hacer pis – dijo el chico mirando hacia abajo.
- ¿Y cómo has terminado en el jardín? – preguntó la señora Jones – ¿no habrás hecho pis en el patio?
- Que no, que lo he hecho en el wáter.
- ¿Y por qué no volviste al comedor después de hacer pis?
- Estaba en nuestra casa del árbol – dijo Henry señalando a Castle – y yo vi por la ventana que se parecía a mi papá.
- Así que viniste a averiguar si había venido por ti, ¿eh? – dijo la directora del centro, comprendiendo.
- ¿Nos vamos a tu casa ya?, yo no quiero ir con la señora Carpenter.
Castle miró a la directora sin comprender de que hablaba el niño. Esta se dirigió a él para decirle.
- Henry, Melissa te está esperando para ayudarte a preparar tus cosas, porque como tú nos decías siempre, tu papá ha venido a buscarte. Mientras yo tengo que hablar con él de asuntos de mayores.
El chiquillo se debatía entre obedecer a la directora y no perder de vista a Castle, por si acaso se iba sin él.
- Yo vengo pronto, tú no te vayas – dijo inseguro.
- Claro hombre – dijo Castle – yo te espero en su despacho hasta que vuelvas.
- Vale – dijo el niño no muy convencido.
- Melissa te espera en el vestíbulo, anda ve con ella – le dijo la directora.
El chiquillo echó a correr, pero por tres veces se paró a ver si Castle seguía allí. La directora le dijo:
- Tengo que contarle algunas cosas sobre Henry, ¿quiere que vayamos al despacho o prefiere dar un paseo?
- Mejor damos un paseo – dijo Rick quien estaba ansioso por saber todo del crío – por cierto, ¿Quién es Joey?, Henry me contó que él le dijo que su madre había muerto.
- Joey es el psicólogo del centro. Ha estado viendo a Henry un rato cada día, el niño preguntaba constantemente cuando volvía su madre por él, así que tuvimos que contarle que se había puesto muy enferma, y que no podría volver a buscarlo. Fue entonces cuando empezó a decir que llamaran a su papá para que viniera a recogerlo.
- Me dijo que sabía quién era yo, y me enseñó una foto mía de uno de mis libros que lleva en la mochila.
- Si – sonrió la señora Jones – no suelta la mochila ni para bañarse, tiene que dejarla bien a la vista en el cuarto de baño, ni la mochila ni el dragón. Son regalos de su madre, y le dan cierta seguridad.
- ¿Lleva aquí mucho tiempo? – preguntó interesado.
- Hace dos años lo trajo un asistente social del hospital. La madre había ingresado para hacerse unas pruebas y no tenía a nadie con quien dejar al niño. Lo tuvimos aquí durante una semana. Luego su madre vino a llevárselo. Aprovechaba mientras el niño estaba en el colegio para darse las sesiones de quimio. Pero cada vez que la operaban, que fueron un par de veces, o tenía que someterse a pruebas durante varios días, Henry volvía al centro. Es un chico sociable y optimista y aunque preguntaba cuando lo recogería su madre, sabía que ella vendría por él, así que se conformaba y esperaba.
- ¿Quién es esa señora Carpenter? – preguntó Castle, que había recordado lo que dijo el chiquillo.
- Rachel siempre fue muy responsable con el niño, quería lo mejor para él. Cuando empezó a encontrarse tan mal, que no se sentía capaz de cuidar de su hijo, ella misma lo trajo al centro, diciendo al crío que tenía que volver al hospital. Se despidió de él, con intención de no volver a verlo. Como sabíamos que su madre no podría volver a recogerlo, lo mandamos con una familia de acogida para ir preparándolo para una posible adopción. Henry no se adaptó, había ya otros niños en la familia, ya sabe que el estado les paga por cada menor que acogen, y bueno, aunque yo no era muy partidaria de mandarlo, no era quien tomaba la decisión, fue el juez. La señora Carpenter, últimamente no estaba muy bien, ya que su marido no pasaba por sus mejores momentos, había perdido su trabajo, y empezado a beber. No sabíamos nada, pero por lo visto hacía tiempo que maltrataba a la esposa y los niños. Los mayores se callaban por miedo, pero Henry estaba en fase de prueba, por lo que la asistenta social iba a verlo periódicamente y el chiquillo tenía varios golpes. Al final se le retiraron todos los menores de acogida a esa señora. Henry no guarda muy buen recuerdo de ese tiempo.
- No me extraña – dijo Castle estremeciéndose.
- Así que lo trajimos aquí de nuevo, fue entonces cuando Rachel empeoró y pidió verlo de nuevo, pues quería despedirse de él. Cuando volvió del hospital venía muy triste. Al comunicarle que su madre había muerto, primero pasó por una fase de mutismo y al cabo de unos días, fue cuando empezó a preguntar por su padre, sacó de su inseparable mochila su libro y nos señaló que ese señor era su papá y que había que llamarlo para que viniese a buscarlo. Que su mamá se lo había dicho y que teníamos que llamarlo. Ni se imagina lo insistente que puede llegar a ser ese niño.
- ¿Fue entonces cuando me avisó el abogado?
- ¡Qué va! – exclamó la señora Jones – todos pensamos que Rachel le había dicho a Henry que usted era su padre, como manera de darle una esperanza o calmarlo. Imagínese nuestra sorpresa, cuando vino el abogado, para comunicarnos que se había leído la última voluntad de una cliente, y que allí decía que usted era el padre de Henry, por lo que había que comunicárselo. Creo que el resto ya lo sabe, ¿no?
- Si – dijo Castle – una historia increíble. Entonces, ¿puedo llevármelo?
- No veo porque no. Su abogado lo acompañará al juzgado de familia, para que firme usted los papeles y Henry sea legalmente suyo.
- Pues vamos entonces.
Se dirigieron al interior del centro, hacia el despacho de la directora. Fuera del mismo un impaciente Henry esperaba a Castle.
- ¿Dónde estabas que no te he visto? – preguntó preocupado.
- Yo ya le dije que enseguida venía – dijo la chica que estaba con él, evidentemente una cuidadora – pero Henry está ansioso por irse.
- Ella es Melissa – le presentó a la chica – ha cuidado de Henry todo el tiempo que ha estado aquí.
- Encantado – dijo Castle tendiéndole la mano – bueno Henry, ¿Qué te parece si nos vamos?
- Vale, ¿a tu casa?
- A mi casa, pero primero hay que ir al juzgado – le contestó.
- Pero yo me voy contigo, ¿eh?
- Si hombre, no te preocupes que no voy a dejarte aquí, ahora debes despedirte de Melissa y la señora Jones, y darle las gracias y despídete también de tus amigos.
- De sus amigos se ha despedido ya – dijo Melissa – adiós Henry – dijo la chica que se agachó para ponerse a la altura del crío y lo abrazó – ha sido un placer conocerte.
- Adiós Henry – le dijo la directora – me alegro de que tu papá te encontrase y viniese a buscarte – y lo besó en la mejilla.
- Adiós – dijo Henry solamente – otro día vengo a verte – esto último no muy convencido.
Castle le dio la mano a las dos y les agradeció todo lo que habían hecho por el niño.
Cogió la bolsa roja de Cars, con su ropa y se la colgó del hombro, Henry que ya estaba preparado para irse con su chaqueta puesta, Edwin debajo de un brazo y su mochila colgada, agarró la mano de su padre, más que dispuesto a empezar una nueva vida.
Al salir vieron al abogado, al que Castle le comentó el tema del juez. Cogieron un taxi y fueron al juzgado, donde Castle firmó todos los documentos que indicaban que Henry era su hijo.
El abogado le preguntó qué, que hacían con las pertenencias de Rachel y del niño, que por lo visto no eran muchas, y que el dueño del piso en el que vivían de alquiler, lo había metido todo en cajas y llevado a un trastero. Lo autorizó a que abonara la factura del alquiler del trastero, y le pidió que contratase una empresa de mudanzas, para que llevase todas las cosas a Nueva York y las dejase en su casa.
Una vez terminado todo, se vio en la puerta del hotel a las siete de la tarde, con todo solucionado.
- ¿Es esta tu casa? – preguntó Henry asombrado – es tan grande como el centro.
- No – rio Castle – no es mi casa, es un hotel.
- ¿Por qué vives en un hotel?, ¿un hotel es una casa?
- Más o menos, los hoteles son casas donde se quedan las personas que van de viaje.
- ¿Nos vamos de viaje? – preguntó interesado – ¿en tren?
- Nos vamos a Nueva York, que es la ciudad donde yo vivo, y nos vamos en avión.
- Vale – dijo conforme – me gusta el avión.
Subió a la habitación y mientras Henry veía un canal de dibujos en la tele, él llamó al aeropuerto y reservó dos billetes para el último vuelo del día, que salía a las diez y media de la noche. Luego llamó a Kate, para decirle que ya estaba todo solucionado, que ellos llegarían sobre la medianoche y que el cuerpo de Rachel lo haría al día siguiente. Ella le dijo que iría a buscarlos al aeropuerto, él insistió en que era muy tarde, pero ella insistió más, alegando que al día siguiente era sábado y además el lunes era festivo y no tenían que madrugar. Tenía tantas ganas de verla que no protestó. Se despidieron para que él pudiese arreglarlo todo y salir enseguida.
En una cafetería del aeropuerto, cenaron algo. El chiquillo estaba cansado y no hablaba mucho, él tampoco quiso insistirle, ya habría tiempo de todo. Embarcaron a la hora convenida, después de sentarse, ponerse el cinturón y preguntar un par de cosas sobre los aviones, los dos se quedaron dormidos. Él se despertó cuando el avión aterrizó, no así Henry que dormía profundamente, se había perdido todo el vuelo.
Kate lo esperaba impaciente en la puerta de salida. Por fin lo vio llegar. Tenía una cara de agotamiento espantosa. Con un brazo sujetaba a un niño con una mochila de Spiderman y un dragón de felpa, que dormía sobre su hombro.
Con la otra mano tiraba de la maleta que llevaba enganchada al asa una bolsa roja de Cars. Sonrió al verla. Se acercó y agachó la cara para besarla.
- Bienvenido – le dijo ella – no te imaginas lo que te he echado de menos, ¿Qué tal todo? – dijo mirando hacia el niño.
- Como ves está agotado, ha sido un día muy largo, mañana haremos las presentaciones formales, ahora vámonos.
- Si – dijo ella, tirando de la maleta por él – vámonos a casa.
CONTINUARÁ…
Solo deciros que muchas gracias por leer y comentar.
Capítulo 6:
Durante todo el tiempo que duró el vuelo hasta Washington, Castle no paró de darle vueltas a la cabeza. Intentaba recordar el tiempo que pasó con Rachel, pero no tenía conciencia, de si se cuidó cuando estuvo con ella o si ella tomaba anticonceptivos. Solo imaginar que un hijo suyo, hubiese vivido medio abandonado, le erizaba el vello. Todavía no entendía porque Rachel, nunca le dijo nada, ni del niño, ni de su enfermedad.
Empezó a pensar en como sería su hijo, porque en el fondo de su corazón ya lo consideraba suyo. Siempre había sido niñero, faceta que se vio satisfecha con Alexis, pero mentiría si dijera que no le hubiese importado tener más hijos. Fantaseaba en tenerlos con Kate, ahora que su niña se hacía mayor, le apetecía más que nunca volver a ser padre. Claro que nunca pensó que de este modo, más bien se veía cuidando de una Kate embarazada y volviendo a cambiar pañales. Suspiró y se adormiló un poco, le quedaba al menos una hora más de vuelo, y el día había sido intenso y largo.
La voz de la azafata le despertó anunciando que iban a aterrizar. Cogió su equipaje y a la salida del aeropuerto, tomó un taxi que lo llevó hasta el hotel que había reservado previamente. Temprano en la mañana, tenía que arreglar muchas cosas.
Lo primero que hizo cuando por fin se quedó tranquilo en su habitación, fue mandarle un mensaje a Kate, diciendo que había llegado y ya estaba en el hotel. No sabía si se habría dormido ya y no quería despertarla.
Pero ella esperaba despierta a que él la llamase. Lo había visto marcharse muy alicaído, y se había quedado preocupada, así que al recibir el mensaje, lo telefoneó para hablar un rato con él.
- ¿Cómo estás? – le preguntó preocupada.
- La verdad es que no sé muy bien como me siento – contestó él – lo único que tengo claro es que quisiera que estuvieses aquí conmigo. Te echo terriblemente de menos.
- Yo también te extraño y me gustaría estar contigo y acompañarte en este momento.
- ¿Te has ido a tu casa?
- No, esta noche me quedo en tu cama, espero que no te importe.
- Ya sabes que no, esa también es tu casa y tu cama. No quise llamarte pues pensé que quizás estuvieses dormida.
- No dormía, esperaba tu llamada.
- Kate…
- ¿Si?
- Tengo miedo.
- ¿Miedo de que?
- De no saber como es ese niño, de no conocerlo, de que me odie, miedo a no poder quererlo.
- Rick, si ese niño necesita a alguien en estos momentos tan difíciles, es a ti. Es muy pequeño aun y lo que necesitará es atención y cariño, y eso es lo que vas a darle. Ese niño ha tenido mucha suerte en tenerte como padre.
- ¿Suerte?, el pobre parece que lleva dando vueltas por ahí cada vez que su madre ingresaba en el hospital.
- Pues por eso, va a tener suerte porque vas a buscarlo. ¿A qué hora tienes que ir?
- Muy temprano, primero iré a arreglar el traslado de Rachel y luego a la casa de acogida.
- Entonces te dejo descansar, y me acuesto yo también.
- Buenas noches Kate, te quiero.
- Buenas noches, yo también te quiero.
Se despidieron y se fueron a dormir, aunque los dos tardaron muchísimo en hacerlo.
Muy temprano por la mañana, fue Rick al depósito de cadáveres del hospital que le había indicado el abogado que lo visitó en Nueva York y que también se encontraba en el lugar. Él fue el que lo asesoró para contactar con una funeraria que se encargaría de preparar el cuerpo y el traslado del mismo, al aeropuerto. Tardaron casi media mañana en dejarlo todo solucionado. En el JFK los restos de Rachel, serían recogidos, por otra funeraria de la ciudad que se encargaría del servicio fúnebre y el entierro.
Castle no tenía muy claro cuando podría volver a su casa, pensaba que los trámites para llevarse al chiquillo serían largos y costosos, así que iba dispuesto a pasar unos días en Washington.
Una vez terminaron en la funeraria, el mismo abogado lo llevó al centro de menores. Estaba nervioso, iba a ver a su hijo por primera vez. El lugar a donde lo llevaron, estaba a las afueras de la ciudad. Era una edificación bastante grande y algo antigua. Tenía un amplio jardín donde niños y niñas de distintas edades, y al cuidado de varios educadores, jugaban al beisbol, al baloncesto o simplemente paseaban o corrían por el lugar.
Era como un gran colegio, y a Castle le pareció un lugar agradable. El abogado le dijo que lo esperaba la directora del centro, y que una vez conociera al niño y decidiera si quería quedarse con él, deberían ir al juzgado de familia a terminar de solucionarlo todo, para que el niño quedase legalmente reconocido como hijo suyo, pues aunque llevara su apellido y él apareciera como su padre en su partida de nacimiento, al no saber nada de la existencia del menor, podía renunciar a su guarda y custodia si lo creía conveniente, y así el niño podría pasar a un programa de adopciones.
A Castle le pareció espantoso oír hablar al abogado del niño, como si fuera un objeto, él pensaba llevárselo, le gustara o no, era más que probable que fuera hijo suyo y se merecía tener lo mismo que Alexis, ¡uf!, pensó en su hija y en como se tomaría la llegada del nuevo miembro de la familia.
Entraron al recinto y les indicaron donde estaba el despacho de la directora. Esta era una mujer afroamericana, de mediana edad, cabellos cortos y rizados, y gafas de montura al aire.
Ya conocía al abogado y sabía con quien y a que venía. Los invitó a sentarse.
- Buenos días – le dijo tendiéndole la mano – soy Eliza Jones, la directora del centro. Así que ¿usted es el escritor?
- Sí, soy Richard Rodgers, aunque Castle es el nombre que utilizo para firmar mis libros.
- Lo sé – dijo la señora Jones, con una sonrisa – confieso que he leído casi todas sus novelas.
La señora Jones pasó a explicarle la situación del pequeño. Quedó sorprendida cuando Castle le dijo que no había tenido conocimiento de la existencia del niño hasta que el abogado fue a buscarlo y se lo comunicó.
- Es extraño – dijo la directora – en la partida de nacimiento figura usted como su padre, si quiere puedo enseñársela, y además el crío…
- Debo decir – intervino el abogado – que mi cliente la señora Rachel Greyson, modificó la partida de nacimiento del menor hace dos años. Nos los comunicaron en el juzgado de familia, al parecer hasta la fecha de su modificación el niño aparecía como que era de padre desconocido.
- ¿Tiene usted idea señor Rodgers de porque pudo producirse este cambio?
- Ya le he dicho que no he conocido la existencia del niño hasta ayer. Dejé de ver a la madre hace más de cinco años, cuando partió a Canadá para desempeñar un trabajo como actriz. Habíamos tenido una relación y evidentemente iba embarazada cuando se fue, por lo que hay muchas posibilidades de que el niño sea mi hijo, por eso he venido a buscarlo, en cuanto he sabido de él.
- Entonces ¿está dispuesto a hacerse cargo del pequeño?, mire que una vez que formalice los documentos, no podrá echarse atrás.
- Pero, ¿le pasa algo al niño? – preguntó preocupado – él – señalando al abogado me ha peguntado lo mismo, ¿es que tiene algún problema?
- Ninguno, por supuesto – dijo la señora Jones – es un chico muy agradable, pero entendemos que si hay una remota posibilidad de que el niño no sea suyo, llegado el momento quiera devolverlo.
- Se supone que es mi hijo, es más, si su madre dejó dicho que lo era, será porque es cierto, así que me lo llevo conmigo, por favor, estamos hablando de un niño, no de una mascota. Soy consciente de todo lo que me ha dicho y estoy dispuesto a asumir las consecuencias.
- De acuerdo – dijo la directora a quien Castle le había caído bastante bien, por la determinación que había mostrado en sus intenciones de llevarse al chico – ahora ya habrá empezado la hora del almuerzo, si quiere pueden esperar a que termine de hacerlo, aquí en mi despacho o en el jardín, en cuanto acabe de comer lo llevaré a que lo conozca, y ya luego veremos. Ahora si no le importa tengo algo urgente que atender.
Castle y el abogado, salieron del despacho. Él decidió esperar en el jardín, mientras el abogado atendía una llamada telefónica. Era un sitio agradable, con árboles y bancos para sentarse. Castle estuvo paseando un rato, haciendo tiempo para que terminase la hora del almuerzo. Estaba abstraído mirando una casa en un árbol, que era el sueño de cualquier crío, cuando sintió que le tiraban de la chaqueta. Se volvió mirando hacia abajo. Un niño de poco más de un metro de alto, de cabellos rubios y ojos azules, con un dragón de felpa verde, bajo el brazo, lo miraba con atención.
- ¡Hola! – dijo agachándose para ponerse a la altura del muchacho – y tú, ¿Quién eres?
- Soy Henry, Henry Rodgers – dijo el chico al más puro estilo de James Bond, señalándose el pecho – y tú eres mi papá – dijo con determinación.
- ¿Y quién te lo dijo? – le preguntó al chiquillo que se parecía extraordinariamente a Rachel.
- Mami me lo dijo, mira – y quitándose una mochila de Spiderman, que no había visto que llevaba colgada de la espalda, sacó un libro, que Castle reconoció como uno de los suyos y señalando la contraportada dijo – yo le pregunté a mami, donde estaba mi papá, y me dijo que eres tú – señalando la foto.
- Pues encantado de conocerte, Henry – dijo Castle a quien el chiquillo ya le había robado el corazón – yo soy Rick, y este ¿es tu amigo? – señalando al dragón de felpa.
- Es Edwin, me lo regaló mi mami, ¿tú sabes dónde está?, Joey dice que ya no viene más por mí, porque se puso muy malita y se fue al cielo.
En ese momento se oyó la alegre voz de la señora Jones:
- Veo que ya se conocieron – dijo con una enorme sonrisa – ¿Dónde te habías metido Henry?, me dijo Melissa que no te terminaste el almuerzo.
- Fui a hacer pis – dijo el chico mirando hacia abajo.
- ¿Y cómo has terminado en el jardín? – preguntó la señora Jones – ¿no habrás hecho pis en el patio?
- Que no, que lo he hecho en el wáter.
- ¿Y por qué no volviste al comedor después de hacer pis?
- Estaba en nuestra casa del árbol – dijo Henry señalando a Castle – y yo vi por la ventana que se parecía a mi papá.
- Así que viniste a averiguar si había venido por ti, ¿eh? – dijo la directora del centro, comprendiendo.
- ¿Nos vamos a tu casa ya?, yo no quiero ir con la señora Carpenter.
Castle miró a la directora sin comprender de que hablaba el niño. Esta se dirigió a él para decirle.
- Henry, Melissa te está esperando para ayudarte a preparar tus cosas, porque como tú nos decías siempre, tu papá ha venido a buscarte. Mientras yo tengo que hablar con él de asuntos de mayores.
El chiquillo se debatía entre obedecer a la directora y no perder de vista a Castle, por si acaso se iba sin él.
- Yo vengo pronto, tú no te vayas – dijo inseguro.
- Claro hombre – dijo Castle – yo te espero en su despacho hasta que vuelvas.
- Vale – dijo el niño no muy convencido.
- Melissa te espera en el vestíbulo, anda ve con ella – le dijo la directora.
El chiquillo echó a correr, pero por tres veces se paró a ver si Castle seguía allí. La directora le dijo:
- Tengo que contarle algunas cosas sobre Henry, ¿quiere que vayamos al despacho o prefiere dar un paseo?
- Mejor damos un paseo – dijo Rick quien estaba ansioso por saber todo del crío – por cierto, ¿Quién es Joey?, Henry me contó que él le dijo que su madre había muerto.
- Joey es el psicólogo del centro. Ha estado viendo a Henry un rato cada día, el niño preguntaba constantemente cuando volvía su madre por él, así que tuvimos que contarle que se había puesto muy enferma, y que no podría volver a buscarlo. Fue entonces cuando empezó a decir que llamaran a su papá para que viniera a recogerlo.
- Me dijo que sabía quién era yo, y me enseñó una foto mía de uno de mis libros que lleva en la mochila.
- Si – sonrió la señora Jones – no suelta la mochila ni para bañarse, tiene que dejarla bien a la vista en el cuarto de baño, ni la mochila ni el dragón. Son regalos de su madre, y le dan cierta seguridad.
- ¿Lleva aquí mucho tiempo? – preguntó interesado.
- Hace dos años lo trajo un asistente social del hospital. La madre había ingresado para hacerse unas pruebas y no tenía a nadie con quien dejar al niño. Lo tuvimos aquí durante una semana. Luego su madre vino a llevárselo. Aprovechaba mientras el niño estaba en el colegio para darse las sesiones de quimio. Pero cada vez que la operaban, que fueron un par de veces, o tenía que someterse a pruebas durante varios días, Henry volvía al centro. Es un chico sociable y optimista y aunque preguntaba cuando lo recogería su madre, sabía que ella vendría por él, así que se conformaba y esperaba.
- ¿Quién es esa señora Carpenter? – preguntó Castle, que había recordado lo que dijo el chiquillo.
- Rachel siempre fue muy responsable con el niño, quería lo mejor para él. Cuando empezó a encontrarse tan mal, que no se sentía capaz de cuidar de su hijo, ella misma lo trajo al centro, diciendo al crío que tenía que volver al hospital. Se despidió de él, con intención de no volver a verlo. Como sabíamos que su madre no podría volver a recogerlo, lo mandamos con una familia de acogida para ir preparándolo para una posible adopción. Henry no se adaptó, había ya otros niños en la familia, ya sabe que el estado les paga por cada menor que acogen, y bueno, aunque yo no era muy partidaria de mandarlo, no era quien tomaba la decisión, fue el juez. La señora Carpenter, últimamente no estaba muy bien, ya que su marido no pasaba por sus mejores momentos, había perdido su trabajo, y empezado a beber. No sabíamos nada, pero por lo visto hacía tiempo que maltrataba a la esposa y los niños. Los mayores se callaban por miedo, pero Henry estaba en fase de prueba, por lo que la asistenta social iba a verlo periódicamente y el chiquillo tenía varios golpes. Al final se le retiraron todos los menores de acogida a esa señora. Henry no guarda muy buen recuerdo de ese tiempo.
- No me extraña – dijo Castle estremeciéndose.
- Así que lo trajimos aquí de nuevo, fue entonces cuando Rachel empeoró y pidió verlo de nuevo, pues quería despedirse de él. Cuando volvió del hospital venía muy triste. Al comunicarle que su madre había muerto, primero pasó por una fase de mutismo y al cabo de unos días, fue cuando empezó a preguntar por su padre, sacó de su inseparable mochila su libro y nos señaló que ese señor era su papá y que había que llamarlo para que viniese a buscarlo. Que su mamá se lo había dicho y que teníamos que llamarlo. Ni se imagina lo insistente que puede llegar a ser ese niño.
- ¿Fue entonces cuando me avisó el abogado?
- ¡Qué va! – exclamó la señora Jones – todos pensamos que Rachel le había dicho a Henry que usted era su padre, como manera de darle una esperanza o calmarlo. Imagínese nuestra sorpresa, cuando vino el abogado, para comunicarnos que se había leído la última voluntad de una cliente, y que allí decía que usted era el padre de Henry, por lo que había que comunicárselo. Creo que el resto ya lo sabe, ¿no?
- Si – dijo Castle – una historia increíble. Entonces, ¿puedo llevármelo?
- No veo porque no. Su abogado lo acompañará al juzgado de familia, para que firme usted los papeles y Henry sea legalmente suyo.
- Pues vamos entonces.
Se dirigieron al interior del centro, hacia el despacho de la directora. Fuera del mismo un impaciente Henry esperaba a Castle.
- ¿Dónde estabas que no te he visto? – preguntó preocupado.
- Yo ya le dije que enseguida venía – dijo la chica que estaba con él, evidentemente una cuidadora – pero Henry está ansioso por irse.
- Ella es Melissa – le presentó a la chica – ha cuidado de Henry todo el tiempo que ha estado aquí.
- Encantado – dijo Castle tendiéndole la mano – bueno Henry, ¿Qué te parece si nos vamos?
- Vale, ¿a tu casa?
- A mi casa, pero primero hay que ir al juzgado – le contestó.
- Pero yo me voy contigo, ¿eh?
- Si hombre, no te preocupes que no voy a dejarte aquí, ahora debes despedirte de Melissa y la señora Jones, y darle las gracias y despídete también de tus amigos.
- De sus amigos se ha despedido ya – dijo Melissa – adiós Henry – dijo la chica que se agachó para ponerse a la altura del crío y lo abrazó – ha sido un placer conocerte.
- Adiós Henry – le dijo la directora – me alegro de que tu papá te encontrase y viniese a buscarte – y lo besó en la mejilla.
- Adiós – dijo Henry solamente – otro día vengo a verte – esto último no muy convencido.
Castle le dio la mano a las dos y les agradeció todo lo que habían hecho por el niño.
Cogió la bolsa roja de Cars, con su ropa y se la colgó del hombro, Henry que ya estaba preparado para irse con su chaqueta puesta, Edwin debajo de un brazo y su mochila colgada, agarró la mano de su padre, más que dispuesto a empezar una nueva vida.
Al salir vieron al abogado, al que Castle le comentó el tema del juez. Cogieron un taxi y fueron al juzgado, donde Castle firmó todos los documentos que indicaban que Henry era su hijo.
El abogado le preguntó qué, que hacían con las pertenencias de Rachel y del niño, que por lo visto no eran muchas, y que el dueño del piso en el que vivían de alquiler, lo había metido todo en cajas y llevado a un trastero. Lo autorizó a que abonara la factura del alquiler del trastero, y le pidió que contratase una empresa de mudanzas, para que llevase todas las cosas a Nueva York y las dejase en su casa.
Una vez terminado todo, se vio en la puerta del hotel a las siete de la tarde, con todo solucionado.
- ¿Es esta tu casa? – preguntó Henry asombrado – es tan grande como el centro.
- No – rio Castle – no es mi casa, es un hotel.
- ¿Por qué vives en un hotel?, ¿un hotel es una casa?
- Más o menos, los hoteles son casas donde se quedan las personas que van de viaje.
- ¿Nos vamos de viaje? – preguntó interesado – ¿en tren?
- Nos vamos a Nueva York, que es la ciudad donde yo vivo, y nos vamos en avión.
- Vale – dijo conforme – me gusta el avión.
Subió a la habitación y mientras Henry veía un canal de dibujos en la tele, él llamó al aeropuerto y reservó dos billetes para el último vuelo del día, que salía a las diez y media de la noche. Luego llamó a Kate, para decirle que ya estaba todo solucionado, que ellos llegarían sobre la medianoche y que el cuerpo de Rachel lo haría al día siguiente. Ella le dijo que iría a buscarlos al aeropuerto, él insistió en que era muy tarde, pero ella insistió más, alegando que al día siguiente era sábado y además el lunes era festivo y no tenían que madrugar. Tenía tantas ganas de verla que no protestó. Se despidieron para que él pudiese arreglarlo todo y salir enseguida.
En una cafetería del aeropuerto, cenaron algo. El chiquillo estaba cansado y no hablaba mucho, él tampoco quiso insistirle, ya habría tiempo de todo. Embarcaron a la hora convenida, después de sentarse, ponerse el cinturón y preguntar un par de cosas sobre los aviones, los dos se quedaron dormidos. Él se despertó cuando el avión aterrizó, no así Henry que dormía profundamente, se había perdido todo el vuelo.
Kate lo esperaba impaciente en la puerta de salida. Por fin lo vio llegar. Tenía una cara de agotamiento espantosa. Con un brazo sujetaba a un niño con una mochila de Spiderman y un dragón de felpa, que dormía sobre su hombro.
Con la otra mano tiraba de la maleta que llevaba enganchada al asa una bolsa roja de Cars. Sonrió al verla. Se acercó y agachó la cara para besarla.
- Bienvenido – le dijo ella – no te imaginas lo que te he echado de menos, ¿Qué tal todo? – dijo mirando hacia el niño.
- Como ves está agotado, ha sido un día muy largo, mañana haremos las presentaciones formales, ahora vámonos.
- Si – dijo ella, tirando de la maleta por él – vámonos a casa.
CONTINUARÁ…
Cata Castillo- Escritor - Policia
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Re: Y tú, ¿Quién eres?, Epílogo
CONTINUALO
ME ENCANTA
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Ari_Castle19- Escritor novato
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Re: Y tú, ¿Quién eres?, Epílogo
Me encanta! Sigue pronto!!
forever23- As del póker
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Re: Y tú, ¿Quién eres?, Epílogo
Me encanta, sigue pronto!
lucia-rub09- Ayudante de policia
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Re: Y tú, ¿Quién eres?, Epílogo
sigue prontoooo
castle&beckett..cris- Escritor - Policia
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Re: Y tú, ¿Quién eres?, Epílogo
De momento todo parece de color de rosa, y me pregunto cuando y dónde aparecerán los problemas.
Porque seguro que los habrá.
Muy bien planteado todo, y muy verosímil
Nos toca esperar aque subas un nuevo cap.
Porque seguro que los habrá.
Muy bien planteado todo, y muy verosímil
Nos toca esperar aque subas un nuevo cap.
Última edición por marypaz el Mar Oct 02, 2012 3:50 am, editado 1 vez
marypaz- Policia de homicidios
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Re: Y tú, ¿Quién eres?, Epílogo
Yo tampoco entiendo nada de derecho de familia, pero lo explicas todo también que haces que me lo crea. Me gusta mucho esta historia, además la reacción es justo la que me esperaría que tuviera Castle ante algo así. El niño tiene pinta de ser un amor, igualito a su padre.
Zeny_Mackenzie- Moderador
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Edad : 41
Re: Y tú, ¿Quién eres?, Epílogo
¡Hola! Aquí estoy de nuevo con otro capítulo de mi historia. Espero que también os guste. Muchas gracias por leer y comentar.
¡Feliz fin de semana!
Capítulo 7:
Mientras conducía, Kate le fue explicando que había abierto el sillón del estudio y lo había preparado para que el niño durmiera ahí. No le pareció conveniente ponerlo en una de las habitaciones de arriba, demasiado lejos del dormitorio principal.
Él le dijo que había tenido una idea excelente, no sabía si el niño tendría o no pesadillas, le explicó por encima lo que le había contado la señora Jones, pero tampoco se explayó mucho. También estaba cansado, además de tener muchas cosas en la cabeza.
Llegaron a la casa y subieron al piso desde el garaje. Castle volvía a cargar con el chiquillo que dormía profundamente y no se había alterado en todo el tiempo que duró el trayecto en coche. Entraron y él se dirigió directamente al estudio, se sentó y con destreza y sin despertarlo, le quitó al crío, la chaqueta, la sudadera, los zapatos y los calcetines. Lo volvió a coger en brazos y lo depositó en la improvisada cama. Ya ahí le quitó los pantalones vaqueros, dejándolo en camiseta de mangas largas y calzoncillos.
- Sí que se te da bien acostarlo sin despertarlo, ni se ha inmutado, ¿no le pones el pijama? – le dijo Kate.
- No sé dónde estará el pijama guardado, tampoco hace tanto frio, Alexis siempre se quedaba dormida cuando veníamos tarde en el coche. Si veníamos de Los Hamptons la subía al coche con el pijama ya puesto, pero si era del cine o de otro sitio, me tocaba desvestirla y acostarla.
Antes de taparlo le puso el muñeco debajo del brazo, por si se despertaba que lo tuviese cerca. Kate sonrió con ternura ante el gesto de él, que le dijo:
- Es Edwin, por lo visto son inseparables.
- ¿Quieres comer algo? – preguntó solícita.
- No, ya lo hicimos en el aeropuerto, lo que si voy es a darme una ducha, debo tener un olor a humanidad horroroso.
- Vale, yo te espero en la cama. ¿Tu madre y Alexis saben algo?
- No, tenían idea de pasar varios días en Los Hamptons, Alexis quiere despedirse de su vida adolescente, como dice ella. Cuando no pudimos ir porque empezaste a trabajar, les dije que igual íbamos un fin de semana, y ahora con esto… no sé como van a tomárselo, sobre todo Alexis.
- Si quieres podemos ir mañana y volvernos el lunes por la tarde, que es festivo. Cuanto antes lo sepan mejor. Seguro que le gusta la playa – dijo mirando hacia el estudio.
- No sé, no es mala idea, pero a ver como nos levantamos mañana, ahora mejor me ducho y ya luego lo hablamos.
Castle se desnudó en el cuarto y en ropa interior se metió al baño. Se dio una ducha caliente, pues realmente la necesitaba. Dejó que el agua le cayera por encima, desentumeciendo los músculos. Estuvo un buen rato debajo del agua, hasta que se sintió mejor. Se secó, se puso unos calzoncillos limpios y se lavó los dientes. Cuando pasó al cuarto, vio que ella se había quedado dormida. Se metió en la cama, y se acercó abrazándola. La había necesitado durante todo el día, y sabía que iba a necesitarla todavía más, a partir de ese momento. La ducha lo había relajado bastante, se durmió enseguida, casi sin darse cuenta.
Kate fue la primera en despertarse. Aún era pronto para levantarse, pero ella no tenía sueño. Castle dormía y no quería despertarlo.
Salió al estudio y observó al niño, que también dormía. La verdad es que era bastante guapo, con ese pelo rubio que le caís sobre la frente. Se había destapado, así que volvió a taparlo y salió sin hacer ruido. Tenía hambre, por lo que empezó a preparar el desayuno.
Llevaba un rato partiendo fruta y pensando en como podría afectarles la nueva situación a su recién estrenada relación, cuando sintió como si alguien la mirara. Levantó la vista y allí estaba el hijo de Rick, en calzoncillos y camiseta y abrazado a un dragón de felpa verde.
- ¿Cómo te llamas? – le preguntó el chiquillo.
- Kate, soy la novia de tu padre – se sintió en la obligación de explicarle al niño, para arrepentirse luego, ya que ni siquiera su padre sabía que ellos dos estaban juntos – y tú, ¿Quién eres?
- Soy Henry, Henry Rodgers – contestó de la misma forma que le contestó a Castle el día anterior – ¿y mi papá?
- Está durmiendo todavía, ¿Tienes hambre?, ¿quieres desayunar?
- Tengo pis – dijo por toda respuesta el niño.
- Pues vamos al baño – dijo ella al ver la cara de urgencia que se le había puesto.
Lo guió hasta el dormitorio, para llevarlo al baño. Henry dejó a Edwin en el filo de la bañera, levantó la tapa del retrete y orinó. Luego muy formal, tiró de la cisterna, bajó la tapa y fue hasta el lavabo para lavarse las manos.
Kate lo observaba desde fuera y sonrió pensando que el niño estaba bastante bien enseñado.
Henry se puso a Edwin bajo el brazo y salió al dormitorio. Se paró junto a la cama donde Castle seguía durmiendo, totalmente ajeno a lo que pasaba a su alrededor.
- Papá no hace ruido – dijo – el señor Carpenter hacía mucho ruido y yo no me duermo.
- No, tu papá no ronca – afortunadamente, pensó Kate – ¿Quieres desayunar ahora?
El niño miró hacia la cama.
- ¿Yo lo espero aquí?
- Puedes venir a la cocina conmigo – le dijo tendiéndole la mano – cuando se despierte él viene a desayunar con nosotros.
- Vale – dijo Henry, que era un niño bastante dócil, cogiendo la mano que Kate le ofrecía.
Lo ayudó a sentarse en un taburete y le preguntó:
- ¿Te gustan las tortitas?
- Mi mamá me hacía tortitas, pero después se pone malita y como muchos cereales. ¿Tú sabes hacer tortitas?
- Claro que sí, ¿quieres leche o zumo de naranja?
- Leche.
Kate le sirve un vaso de leche y mientras se la bebe, va haciendo las tortitas. El niño mira a todos lados con interés y de repente le pregunta:
- ¿Esto es un hotel?
- No – dijo ella sonriendo – es la casa donde vive tu padre.
- ¿Yo vivo aquí? – volvió a preguntar.
- Por supuesto que si – contestó Castle que ya se había levantado y se acercaba a la cocina – ahora esta también es tu casa. ¡Buenos días! – dijo dando un beso a Kate y revolviendo cariñosamente el cabello del niño.
Kate les sirvió tortitas al niño y al padre, al que también le puso café, y luego se sirvió ella. Los tres empezaron a comer en silencio, hasta que este, fue roto por Castle.
- ¿Has dormido bien Henry?
- Si, tenía mucho sueño y Edwin también.
- ¿Qué te parece si cuando terminemos de desayunar nos vestimos y vamos al parque?, ¿Te gustan los animales?, en el parque hay un zoo, ¿te gustaría verlo?
- Vale, vemos los animales y venimos a la casa.
- Bueno, yo había pensado que podíamos pasar el día fuera. Luego de ir al parque y al zoo, podemos ir a comer una hamburguesa, o una pizza. ¿Qué te gusta más?
- Macarrones con queso, mi mamá me los hace para comer, pero ella ya no viene nunca, ¿Tú me cuidas?
Castle y Becket se miraron, era evidente que Henry aún se sentía inseguro por su situación.
- ¿Y la playa?, ¿te gusta la playa, Henry?
Al chiquillo se le iluminó la cara.
- Me gusta mucho la playa, yo tengo un cubo de Nemo y una pala naranja.
- ¿Te gustaría ir a la playa, mejor que al zoo?
- ¿Y me baño en el agua? – preguntó ilusionado, aunque luego le cambió la cara cuando recordó algo – ¡ay!, pero es que no tengo manguitos y entonces no puedo.
- Pues compramos unos manguitos nuevos – dijo Kate solidaria ante la cara de preocupación del pequeño.
- Entonces, ¿nos arreglamos y nos vamos a la playa? – preguntó Castle, y dirigiéndose a Kate – ¿Estás de acuerdo?
- Me apetece mucho ir a la playa, además mientras antes se enteren Martha y Alexis, mejor, ¿no?
- Si, también lo decía por eso.
Terminaron el desayuno, y Kate se ofreció a recoger.
- ¿Me ayudas a hacer la cama? – preguntó Castle a su hijo.
- Bueno, Edwin también te ayuda. Adiós señora Kate.
- Adiós Henry – dijo ella con una sonrisa – ahora te veo.
Entraron al estudio, y al ver el sillón donde había dormido, le preguntó.
- ¿Esta cama?
- Eso no es una cama, es un sillón que se extiende y se puede usar para dormir.
- ¿Yo duermo aquí siempre?
- No hijo, eso ha sido anoche, que llegamos muy tarde, pero vas a tener un cuarto para ti solo.
Ya en el dormitorio, Castle le dijo como tenía que ir ayudándolo a estirar la ropa de cama. Sentó a Edwin en una butaca y se dispuso a ayudar a su padre.
- ¿Y yo no duermo contigo en esta cama?
- No, aquí conmigo duerme Kate.
- ¿Por qué es tu novia?
- ¿Quién te dijo eso? – preguntó sorprendido.
- La señora Kate, ella es buena, me hizo tortitas.
- Sí, es muy buena.
- En mi casa de Washington yo también tengo un cuarto para mí solo, pero es muy chico.
Kate, que ya había terminado, asiste a la conversación de los dos. Cuando terminan de hacer la cama, ella les dice:
- ¿Qué tal si miramos en la bolsa de Henry a ver si hay un bañador para la playa? – entrando al cuarto con la bolsa en la mano.
Henry cogió a Edwin y se acerca a ella.
- Si, mira, yo tengo un bañador naranja como Nemo, me gusta mucho el naranja.
Abrieron la bolsa, y Kate empezó a sacar la ropa del niño, que no era mucha.
- Vamos a tener que comprarle ropa – dijo, mientras de una bolsita más pequeña con ropa interior y calcetines, sacaba un bañador naranja de Nemo.
- Supongo que cuando lleguen las cajas con sus cosas, vendrá más ropa, y sus juguetes – dijo de pronto Castle – ¿Dónde están tus juguetes Henry?
- ¡Ay! – dijo con pena – están en mi casa de Washington, yo no podía llevarlos al centro. Yo tenía un coche, y una moto, y puzles y cuentos.
- Bueno – dijo Castle con resignación – me parece que vamos a tener que comprar algunos juguetes también, venga a vestirse, que nos vamos de compras.
- ¿Preparamos las cosas y nos vamos directamente a Los Hamptons? – preguntó ella.
- Es lo mejor, ¿no? Nos arreglamos, pasamos por el centro comercial y nos vamos a la playa, ¿te parece bien? – preguntó dirigiéndose al pequeño.
- Vale, yo me pongo la camiseta roja de Mickey – dijo señalando la prenda que Kate había sacado y dejado sobre la cama.
Prepararon las cosas y se vistieron los tres. Henry con su inseparable Edwin y su mochila de Spiderman.
- ¿Y esa mochila Henry? – preguntó Kate, que ya se la había visto puesta el día anterior – yo llevo todo lo necesario para los tres en esta bolsa, y lo que nos falta lo comparemos ahora.
- Es que… – el niño la miró sin saber que decir. Cargaba con la mochila donde llevaba sus posesiones más apreciadas, entre ellas, un pequeño álbum de fotos y el libro de su padre.
- ¿Puedo ver lo que llevas dentro? – preguntó curiosa y mirando a Castle, que asintió, aunque él ya sabía lo del libro.
Se descolgó la mochila y se la dio a Kate que se sentó en el sofá a mirar que había dentro. La abrió y lo primero que sacó fue el libro de Castle.
- Este es mi papá, que me lo dice mi mamá – dijo el niño.
- Según la directora del centro de acogida, Rachel le explicó quien era yo y él lleva el libro a todas partes como referencia.
- ¡Ah! – dijo Kate solamente – ¿Y esto? – dijo sacando el álbum.
El niño se lo quitó de las manos y lo abrió. Era uno de esos pequeños, como un libro con unas cuantas hojas de plástico dentro.
La primera foto, era de una mujer de cabello rubio ceniza, de perfil y con las manos puestas sobre el abultado vientre.
- Esta es mi mamá. Yo estoy en su barriguita.
Castle que se había sentado al otro lado del niño, dejando a este en medio de los dos, suspiró al ver la foto.
- Pobre Rachel – fue solo capaz de decir.
- Era muy bonita, Henry – dijo dirigiéndose al pequeño, y era verdad, sin ser una mujer despampanante, era una chica muy agradable y risueña – debía ser muy alegre, y tú te pareces mucho a ella.
- Mi mamá es guapa – intervino Henry, quién a continuación acarició la mejilla de Kate, diciendo – la señora Kate también es guapa.
- ¡Vaya muchas gracias! – dijo Kate que sin poderse aguantar, besó al niño en el cachete.
- Mi papá es importante – y señaló la siguiente foto, que era una de Castle, evidentemente recortada de alguna revista o libro – mira cuando yo era un bebé – mostrando otra foto de un bebé rubio y sonrosado, como un angelote.
Las pocas fotos que quedaban, eran de la madre y el hijo, con diferentes edades del niño y hasta hacía poco tiempo. Era evidente el parecido entre los dos, aunque Rachel tenía los ojos color caramelo y Henry azules. En la última los dos llevaban un pañuelo puesto en la cabeza, a modo de pirata.
- Mi mamá no tiene pelos en la cabeza, porque está malita, y nos ponemos un pañuelo y jugamos a los piratas.
Los adultos se miran conmovidos. El niño ajeno a los sentimientos que ha despertado en los dos, sigue sacando lo que hay en la mochila. Saca una bola de Navidad, con un Santa Claus, en su casa del Polo Norte, un cuento bastante usado de Nemo, un submarino amarillo y un tiburón de goma.
- Es para la bañera, pero no están los demás peces y un barco. Y el catalejo de los piratas – dice sacando por último un estropeado caleidoscopio de cartón.
- ¿No te gustaría dejar esta mochila aquí en casa bien guardada? – le preguntó Castle.
- ¡Hmmm! – titubeó el niño – ¡No!, mejor me la llevo.
- Como quieras, ¡ea, pues en marcha!
Bajaron directamente al garaje, donde se dirigieron al coche familiar de Castle. Cuando se montaron, fue cuando Kate se dio cuenta.
- También vamos a tener que comprar una silla para el coche, o por lo menos un adaptador para el asiento.
- Bueno, parece que vamos a tener que arrasar el centro comercial – dijo Castle con una gran sonrisa.
Al salir de la casa, a Castle le sonó el teléfono. Llamaban de la funeraria comunicando que habían llegado el cuerpo de Rachel y que si podía pasar por allí para solucionar algunos trámites.
Así que antes de pasar por el centro comercial, tuvieron que parar en la funeraria. No quiso que entrase el niño, así que lo dejó con Kate dentro del coche, asegurándole que en seguida volvía. Lo gestionó todo para que el entierro fuese cuando volviesen de Los Hamptons. De momento se quedó tranquilo sabiendo que los restos de ella estaban allí, y que ellos se encargarían de prepararlo todo. Cuando salió, sonrió al verlo con medio cuerpo fuera del coche, mirando a todos lados.
- Parece que te ha salido un fan acérrimo – dijo Kate con una sonrisa – solo hacía preguntar por ti y por si te habías ido sin él.
- Que no hombre, que no me voy a ningún lado sin ti, y ahora métete dentro que tenemos que ir de compras.
Al llegar al centro comercial, fueron primero a la sección de automóviles, donde compraron una silla adaptable para el coche de Castle. Fueron con el empleado al parking y este se encargó de montarla e instalarla en el coche.
- ¿Te gusta tu nueva silla Henry?
- ¿Ahí me siento yo solo? – preguntó.
- Si hijo – dijo Castle con una sonrisa – solo a ti te cabe el culo ahí.
- Jejeje – soltó una risita Henry al oír la palabra culo.
Una vez instalada la silla, volvieron a entrar hacia la sección de playa y piscina. Allí además de los manguitos, y ante la mirada anhelante de Henry, compraron una mochila de plástico transparente con los filos amarillos, que llevaba dentro todo lo necesario para que un niño se divirtiera en la playa. También le compraron una gorra y una toalla, de su querido Nemo. Luego Castle no se pudo resistir y le compró unos cuantos cuentos.
Volvieron a montar en el coche y pusieron rumbo a Los Hamptons.
CONTINUARÁ…
¡Feliz fin de semana!
Capítulo 7:
Mientras conducía, Kate le fue explicando que había abierto el sillón del estudio y lo había preparado para que el niño durmiera ahí. No le pareció conveniente ponerlo en una de las habitaciones de arriba, demasiado lejos del dormitorio principal.
Él le dijo que había tenido una idea excelente, no sabía si el niño tendría o no pesadillas, le explicó por encima lo que le había contado la señora Jones, pero tampoco se explayó mucho. También estaba cansado, además de tener muchas cosas en la cabeza.
Llegaron a la casa y subieron al piso desde el garaje. Castle volvía a cargar con el chiquillo que dormía profundamente y no se había alterado en todo el tiempo que duró el trayecto en coche. Entraron y él se dirigió directamente al estudio, se sentó y con destreza y sin despertarlo, le quitó al crío, la chaqueta, la sudadera, los zapatos y los calcetines. Lo volvió a coger en brazos y lo depositó en la improvisada cama. Ya ahí le quitó los pantalones vaqueros, dejándolo en camiseta de mangas largas y calzoncillos.
- Sí que se te da bien acostarlo sin despertarlo, ni se ha inmutado, ¿no le pones el pijama? – le dijo Kate.
- No sé dónde estará el pijama guardado, tampoco hace tanto frio, Alexis siempre se quedaba dormida cuando veníamos tarde en el coche. Si veníamos de Los Hamptons la subía al coche con el pijama ya puesto, pero si era del cine o de otro sitio, me tocaba desvestirla y acostarla.
Antes de taparlo le puso el muñeco debajo del brazo, por si se despertaba que lo tuviese cerca. Kate sonrió con ternura ante el gesto de él, que le dijo:
- Es Edwin, por lo visto son inseparables.
- ¿Quieres comer algo? – preguntó solícita.
- No, ya lo hicimos en el aeropuerto, lo que si voy es a darme una ducha, debo tener un olor a humanidad horroroso.
- Vale, yo te espero en la cama. ¿Tu madre y Alexis saben algo?
- No, tenían idea de pasar varios días en Los Hamptons, Alexis quiere despedirse de su vida adolescente, como dice ella. Cuando no pudimos ir porque empezaste a trabajar, les dije que igual íbamos un fin de semana, y ahora con esto… no sé como van a tomárselo, sobre todo Alexis.
- Si quieres podemos ir mañana y volvernos el lunes por la tarde, que es festivo. Cuanto antes lo sepan mejor. Seguro que le gusta la playa – dijo mirando hacia el estudio.
- No sé, no es mala idea, pero a ver como nos levantamos mañana, ahora mejor me ducho y ya luego lo hablamos.
Castle se desnudó en el cuarto y en ropa interior se metió al baño. Se dio una ducha caliente, pues realmente la necesitaba. Dejó que el agua le cayera por encima, desentumeciendo los músculos. Estuvo un buen rato debajo del agua, hasta que se sintió mejor. Se secó, se puso unos calzoncillos limpios y se lavó los dientes. Cuando pasó al cuarto, vio que ella se había quedado dormida. Se metió en la cama, y se acercó abrazándola. La había necesitado durante todo el día, y sabía que iba a necesitarla todavía más, a partir de ese momento. La ducha lo había relajado bastante, se durmió enseguida, casi sin darse cuenta.
Kate fue la primera en despertarse. Aún era pronto para levantarse, pero ella no tenía sueño. Castle dormía y no quería despertarlo.
Salió al estudio y observó al niño, que también dormía. La verdad es que era bastante guapo, con ese pelo rubio que le caís sobre la frente. Se había destapado, así que volvió a taparlo y salió sin hacer ruido. Tenía hambre, por lo que empezó a preparar el desayuno.
Llevaba un rato partiendo fruta y pensando en como podría afectarles la nueva situación a su recién estrenada relación, cuando sintió como si alguien la mirara. Levantó la vista y allí estaba el hijo de Rick, en calzoncillos y camiseta y abrazado a un dragón de felpa verde.
- ¿Cómo te llamas? – le preguntó el chiquillo.
- Kate, soy la novia de tu padre – se sintió en la obligación de explicarle al niño, para arrepentirse luego, ya que ni siquiera su padre sabía que ellos dos estaban juntos – y tú, ¿Quién eres?
- Soy Henry, Henry Rodgers – contestó de la misma forma que le contestó a Castle el día anterior – ¿y mi papá?
- Está durmiendo todavía, ¿Tienes hambre?, ¿quieres desayunar?
- Tengo pis – dijo por toda respuesta el niño.
- Pues vamos al baño – dijo ella al ver la cara de urgencia que se le había puesto.
Lo guió hasta el dormitorio, para llevarlo al baño. Henry dejó a Edwin en el filo de la bañera, levantó la tapa del retrete y orinó. Luego muy formal, tiró de la cisterna, bajó la tapa y fue hasta el lavabo para lavarse las manos.
Kate lo observaba desde fuera y sonrió pensando que el niño estaba bastante bien enseñado.
Henry se puso a Edwin bajo el brazo y salió al dormitorio. Se paró junto a la cama donde Castle seguía durmiendo, totalmente ajeno a lo que pasaba a su alrededor.
- Papá no hace ruido – dijo – el señor Carpenter hacía mucho ruido y yo no me duermo.
- No, tu papá no ronca – afortunadamente, pensó Kate – ¿Quieres desayunar ahora?
El niño miró hacia la cama.
- ¿Yo lo espero aquí?
- Puedes venir a la cocina conmigo – le dijo tendiéndole la mano – cuando se despierte él viene a desayunar con nosotros.
- Vale – dijo Henry, que era un niño bastante dócil, cogiendo la mano que Kate le ofrecía.
Lo ayudó a sentarse en un taburete y le preguntó:
- ¿Te gustan las tortitas?
- Mi mamá me hacía tortitas, pero después se pone malita y como muchos cereales. ¿Tú sabes hacer tortitas?
- Claro que sí, ¿quieres leche o zumo de naranja?
- Leche.
Kate le sirve un vaso de leche y mientras se la bebe, va haciendo las tortitas. El niño mira a todos lados con interés y de repente le pregunta:
- ¿Esto es un hotel?
- No – dijo ella sonriendo – es la casa donde vive tu padre.
- ¿Yo vivo aquí? – volvió a preguntar.
- Por supuesto que si – contestó Castle que ya se había levantado y se acercaba a la cocina – ahora esta también es tu casa. ¡Buenos días! – dijo dando un beso a Kate y revolviendo cariñosamente el cabello del niño.
Kate les sirvió tortitas al niño y al padre, al que también le puso café, y luego se sirvió ella. Los tres empezaron a comer en silencio, hasta que este, fue roto por Castle.
- ¿Has dormido bien Henry?
- Si, tenía mucho sueño y Edwin también.
- ¿Qué te parece si cuando terminemos de desayunar nos vestimos y vamos al parque?, ¿Te gustan los animales?, en el parque hay un zoo, ¿te gustaría verlo?
- Vale, vemos los animales y venimos a la casa.
- Bueno, yo había pensado que podíamos pasar el día fuera. Luego de ir al parque y al zoo, podemos ir a comer una hamburguesa, o una pizza. ¿Qué te gusta más?
- Macarrones con queso, mi mamá me los hace para comer, pero ella ya no viene nunca, ¿Tú me cuidas?
Castle y Becket se miraron, era evidente que Henry aún se sentía inseguro por su situación.
- ¿Y la playa?, ¿te gusta la playa, Henry?
Al chiquillo se le iluminó la cara.
- Me gusta mucho la playa, yo tengo un cubo de Nemo y una pala naranja.
- ¿Te gustaría ir a la playa, mejor que al zoo?
- ¿Y me baño en el agua? – preguntó ilusionado, aunque luego le cambió la cara cuando recordó algo – ¡ay!, pero es que no tengo manguitos y entonces no puedo.
- Pues compramos unos manguitos nuevos – dijo Kate solidaria ante la cara de preocupación del pequeño.
- Entonces, ¿nos arreglamos y nos vamos a la playa? – preguntó Castle, y dirigiéndose a Kate – ¿Estás de acuerdo?
- Me apetece mucho ir a la playa, además mientras antes se enteren Martha y Alexis, mejor, ¿no?
- Si, también lo decía por eso.
Terminaron el desayuno, y Kate se ofreció a recoger.
- ¿Me ayudas a hacer la cama? – preguntó Castle a su hijo.
- Bueno, Edwin también te ayuda. Adiós señora Kate.
- Adiós Henry – dijo ella con una sonrisa – ahora te veo.
Entraron al estudio, y al ver el sillón donde había dormido, le preguntó.
- ¿Esta cama?
- Eso no es una cama, es un sillón que se extiende y se puede usar para dormir.
- ¿Yo duermo aquí siempre?
- No hijo, eso ha sido anoche, que llegamos muy tarde, pero vas a tener un cuarto para ti solo.
Ya en el dormitorio, Castle le dijo como tenía que ir ayudándolo a estirar la ropa de cama. Sentó a Edwin en una butaca y se dispuso a ayudar a su padre.
- ¿Y yo no duermo contigo en esta cama?
- No, aquí conmigo duerme Kate.
- ¿Por qué es tu novia?
- ¿Quién te dijo eso? – preguntó sorprendido.
- La señora Kate, ella es buena, me hizo tortitas.
- Sí, es muy buena.
- En mi casa de Washington yo también tengo un cuarto para mí solo, pero es muy chico.
Kate, que ya había terminado, asiste a la conversación de los dos. Cuando terminan de hacer la cama, ella les dice:
- ¿Qué tal si miramos en la bolsa de Henry a ver si hay un bañador para la playa? – entrando al cuarto con la bolsa en la mano.
Henry cogió a Edwin y se acerca a ella.
- Si, mira, yo tengo un bañador naranja como Nemo, me gusta mucho el naranja.
Abrieron la bolsa, y Kate empezó a sacar la ropa del niño, que no era mucha.
- Vamos a tener que comprarle ropa – dijo, mientras de una bolsita más pequeña con ropa interior y calcetines, sacaba un bañador naranja de Nemo.
- Supongo que cuando lleguen las cajas con sus cosas, vendrá más ropa, y sus juguetes – dijo de pronto Castle – ¿Dónde están tus juguetes Henry?
- ¡Ay! – dijo con pena – están en mi casa de Washington, yo no podía llevarlos al centro. Yo tenía un coche, y una moto, y puzles y cuentos.
- Bueno – dijo Castle con resignación – me parece que vamos a tener que comprar algunos juguetes también, venga a vestirse, que nos vamos de compras.
- ¿Preparamos las cosas y nos vamos directamente a Los Hamptons? – preguntó ella.
- Es lo mejor, ¿no? Nos arreglamos, pasamos por el centro comercial y nos vamos a la playa, ¿te parece bien? – preguntó dirigiéndose al pequeño.
- Vale, yo me pongo la camiseta roja de Mickey – dijo señalando la prenda que Kate había sacado y dejado sobre la cama.
Prepararon las cosas y se vistieron los tres. Henry con su inseparable Edwin y su mochila de Spiderman.
- ¿Y esa mochila Henry? – preguntó Kate, que ya se la había visto puesta el día anterior – yo llevo todo lo necesario para los tres en esta bolsa, y lo que nos falta lo comparemos ahora.
- Es que… – el niño la miró sin saber que decir. Cargaba con la mochila donde llevaba sus posesiones más apreciadas, entre ellas, un pequeño álbum de fotos y el libro de su padre.
- ¿Puedo ver lo que llevas dentro? – preguntó curiosa y mirando a Castle, que asintió, aunque él ya sabía lo del libro.
Se descolgó la mochila y se la dio a Kate que se sentó en el sofá a mirar que había dentro. La abrió y lo primero que sacó fue el libro de Castle.
- Este es mi papá, que me lo dice mi mamá – dijo el niño.
- Según la directora del centro de acogida, Rachel le explicó quien era yo y él lleva el libro a todas partes como referencia.
- ¡Ah! – dijo Kate solamente – ¿Y esto? – dijo sacando el álbum.
El niño se lo quitó de las manos y lo abrió. Era uno de esos pequeños, como un libro con unas cuantas hojas de plástico dentro.
La primera foto, era de una mujer de cabello rubio ceniza, de perfil y con las manos puestas sobre el abultado vientre.
- Esta es mi mamá. Yo estoy en su barriguita.
Castle que se había sentado al otro lado del niño, dejando a este en medio de los dos, suspiró al ver la foto.
- Pobre Rachel – fue solo capaz de decir.
- Era muy bonita, Henry – dijo dirigiéndose al pequeño, y era verdad, sin ser una mujer despampanante, era una chica muy agradable y risueña – debía ser muy alegre, y tú te pareces mucho a ella.
- Mi mamá es guapa – intervino Henry, quién a continuación acarició la mejilla de Kate, diciendo – la señora Kate también es guapa.
- ¡Vaya muchas gracias! – dijo Kate que sin poderse aguantar, besó al niño en el cachete.
- Mi papá es importante – y señaló la siguiente foto, que era una de Castle, evidentemente recortada de alguna revista o libro – mira cuando yo era un bebé – mostrando otra foto de un bebé rubio y sonrosado, como un angelote.
Las pocas fotos que quedaban, eran de la madre y el hijo, con diferentes edades del niño y hasta hacía poco tiempo. Era evidente el parecido entre los dos, aunque Rachel tenía los ojos color caramelo y Henry azules. En la última los dos llevaban un pañuelo puesto en la cabeza, a modo de pirata.
- Mi mamá no tiene pelos en la cabeza, porque está malita, y nos ponemos un pañuelo y jugamos a los piratas.
Los adultos se miran conmovidos. El niño ajeno a los sentimientos que ha despertado en los dos, sigue sacando lo que hay en la mochila. Saca una bola de Navidad, con un Santa Claus, en su casa del Polo Norte, un cuento bastante usado de Nemo, un submarino amarillo y un tiburón de goma.
- Es para la bañera, pero no están los demás peces y un barco. Y el catalejo de los piratas – dice sacando por último un estropeado caleidoscopio de cartón.
- ¿No te gustaría dejar esta mochila aquí en casa bien guardada? – le preguntó Castle.
- ¡Hmmm! – titubeó el niño – ¡No!, mejor me la llevo.
- Como quieras, ¡ea, pues en marcha!
Bajaron directamente al garaje, donde se dirigieron al coche familiar de Castle. Cuando se montaron, fue cuando Kate se dio cuenta.
- También vamos a tener que comprar una silla para el coche, o por lo menos un adaptador para el asiento.
- Bueno, parece que vamos a tener que arrasar el centro comercial – dijo Castle con una gran sonrisa.
Al salir de la casa, a Castle le sonó el teléfono. Llamaban de la funeraria comunicando que habían llegado el cuerpo de Rachel y que si podía pasar por allí para solucionar algunos trámites.
Así que antes de pasar por el centro comercial, tuvieron que parar en la funeraria. No quiso que entrase el niño, así que lo dejó con Kate dentro del coche, asegurándole que en seguida volvía. Lo gestionó todo para que el entierro fuese cuando volviesen de Los Hamptons. De momento se quedó tranquilo sabiendo que los restos de ella estaban allí, y que ellos se encargarían de prepararlo todo. Cuando salió, sonrió al verlo con medio cuerpo fuera del coche, mirando a todos lados.
- Parece que te ha salido un fan acérrimo – dijo Kate con una sonrisa – solo hacía preguntar por ti y por si te habías ido sin él.
- Que no hombre, que no me voy a ningún lado sin ti, y ahora métete dentro que tenemos que ir de compras.
Al llegar al centro comercial, fueron primero a la sección de automóviles, donde compraron una silla adaptable para el coche de Castle. Fueron con el empleado al parking y este se encargó de montarla e instalarla en el coche.
- ¿Te gusta tu nueva silla Henry?
- ¿Ahí me siento yo solo? – preguntó.
- Si hijo – dijo Castle con una sonrisa – solo a ti te cabe el culo ahí.
- Jejeje – soltó una risita Henry al oír la palabra culo.
Una vez instalada la silla, volvieron a entrar hacia la sección de playa y piscina. Allí además de los manguitos, y ante la mirada anhelante de Henry, compraron una mochila de plástico transparente con los filos amarillos, que llevaba dentro todo lo necesario para que un niño se divirtiera en la playa. También le compraron una gorra y una toalla, de su querido Nemo. Luego Castle no se pudo resistir y le compró unos cuantos cuentos.
Volvieron a montar en el coche y pusieron rumbo a Los Hamptons.
CONTINUARÁ…
Cata Castillo- Escritor - Policia
- Mensajes : 1729
Fecha de inscripción : 25/09/2010
Localización : Al sur del sur
Re: Y tú, ¿Quién eres?, Epílogo
Me gusta mucho este fic. Estoy impaciente por saber como reaccionarán Martha y Alexis. Sigue pronto, un saludo!
okusak- Policia de homicidios
- Mensajes : 749
Fecha de inscripción : 03/05/2012
Edad : 34
Localización : Entre la nebulosa Nervitana y el país de nunca jamás.
Re: Y tú, ¿Quién eres?, Epílogo
Adoro ya a ese niño tanto como adoro a su padre y Kate esta siendo perfecta con él. Seguro que con Martha y Alexis, despues del primer susto, tampoco habrá ningún problema. Continúa pronto...
amnigl- Autor de best-seller
- Mensajes : 956
Fecha de inscripción : 23/02/2011
Edad : 55
Localización : Córdoba
Re: Y tú, ¿Quién eres?, Epílogo
Muy lindo y Henry super tierno, me gusta mucho el fic
Maku_Stanathan- Policia de homicidios
- Mensajes : 652
Fecha de inscripción : 07/10/2011
Edad : 30
Re: Y tú, ¿Quién eres?, Epílogo
Me gusstaaaaa sigueee
castle&beckett..cris- Escritor - Policia
- Mensajes : 5471
Fecha de inscripción : 20/03/2011
Edad : 33
Localización : Menorca..I LOVE NEW YORK..NYPD..RICK CASTLE & KATE BECKETT
Re: Y tú, ¿Quién eres?, Epílogo
Como ya lo dije antes muero de ternura con Henry! A ver como lo toma Alexis ahora =/
Re: Y tú, ¿Quién eres?, Epílogo
Hacía tiempo que no me pasaba por tu fic, tenía muchos capítulos pendientes y me los he leidos todos de un tirón. Me encanta tu historia, me encanta la aparición de Henry, el niño es adorable, y me gusta mucho ver esa faceta de "madre" de Kate cuidando del niño. Me gusta muchísimo tu forma de escribir, haces que sea romántica, emotiva, divertida, todo en su justa medida. Me encanta, espero que no tardes mucho en dejar nuevo capítulo
Re: Y tú, ¿Quién eres?, Epílogo
Quiero ver la reacción de la hermana y la abuela =)
El fic está genial, el niño es una monada!!
El fic está genial, el niño es una monada!!
Re: Y tú, ¿Quién eres?, Epílogo
Q adorable el pequeño Henry, me encanta la actitud de Kate con ella y yo también tengo muchas ganas de ver la reacción de Martha y Alexis
Esta genial continua pronto plis....
Esta genial continua pronto plis....
anaforo- Escritor - Policia
- Mensajes : 1090
Fecha de inscripción : 06/02/2012
Edad : 31
Localización : Murcia. Y en una de las 20 manzanas que hay entre la casa Rick y la de Kate :)
Re: Y tú, ¿Quién eres?, Epílogo
Has descrito a un niño de esos que se ganan las simpatías y el amor de los que le rodean.
Sólo espero que todo siga por el mismo camino, y entre ellos surja un buen entendimiento, que tanto Alexis como la abuela lo acepten igual de bien.
Una duda me asalta...¿Es de verdad su hijo?
Bueno ya lo iremos descubriendo.
Sólo espero que todo siga por el mismo camino, y entre ellos surja un buen entendimiento, que tanto Alexis como la abuela lo acepten igual de bien.
Una duda me asalta...¿Es de verdad su hijo?
Bueno ya lo iremos descubriendo.
marypaz- Policia de homicidios
- Mensajes : 687
Fecha de inscripción : 09/06/2011
Re: Y tú, ¿Quién eres?, Epílogo
Cata aunque no he comentado los últimos capítulos, que sepas que lo estoy leyendo, solo que no he podido comentar.
Me encanta la historia y estoy esperando ya el proximo
Me encanta la historia y estoy esperando ya el proximo
moth13- Policia de homicidios
- Mensajes : 695
Fecha de inscripción : 24/04/2011
Localización : Madrid
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