Y tú, ¿Quién eres?, Epílogo
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Re: Y tú, ¿Quién eres?, Epílogo
¡Hola!, aprovecho mientras se me descarga el episodio de anoche para dejaron un nuevo capítulo de mi historia.
Muchísimas gracias por leer y por dejar vuestros comentarios. Espero que os guste.
Capítulo 8:
Durante el trayecto que duró alrededor de dos horas, estuvieron escuchando una divertida emisora de radio que emitía canciones conocidas, que los tres cantaban.
Henry iba cómodamente instalado en su silla y leyendo los cuentos, porque ya había empezado a leer, así que muy despacio y silabeando, iba leyendo poco a poco el escueto texto de los libros. A cada poco los mayores le animaban, diciéndole que lo hacía muy bien, ante lo que el crío sonreía orgulloso.
Poco antes de llegar a su destino, tuvieron que parar para hacer pis y tomar algo y fue entonces, cuando Castle cayó en la cuenta, de que no había avisado a su familia que iban para allá.
Así que cogió el teléfono y saliendo de la cafetería llamó a su casa, para decirle que iban a pasar allí el fin de semana, con un invitado, sin especificar quien. Martha, que fue con quien habló le dijo que prepararía el almuerzo, y que Alexis seguía durmiendo, pues estuvo en una fiesta con sus amigos de la zona, la noche anterior, pero que cuando se levantara le pediría que se quedara a esperarlos. Ante la sorpresa de Martha, Castle le pidió que preparara macarrones con queso.
Henry y Kate se habían quedado dentro del local, ella tomando su café y él un batido de chocolate, pero cuando vio que su padre salía y caminaba alejándose, empezó a mostrarse inquieto.
- ¿Qué te pasa Henry? – preguntó Kate – ¿no te gusta el batido?
- Mi papá se va solo – dijo preocupado apretando a Edwin al que no soltaba para nada.
- No cielo, solo ha salido a hablar por teléfono, aquí dentro no hay cobertura, mira ves, ahí viene – Henry te echaba de menos – le dijo a Castle, que se acercaba a ellos – ya creía que te ibas sin él.
- ¿Cómo me iba a ir sin mi novia y sin mi hijo? – dijo Castle – de eso nada, ¿habéis terminado?... pues al coche.
Henry por si acaso se agarró de la mano de Castle, no estaba muy convencido de que no fueran a dejarlo por ahí. Volvieron al coche y siguieron camino a la playa.
Cuando llegaron a la casa, Kate no pudo menos que expresar su admiración. Era una casa grande y muy bonita, del estilo de las casas de la zona. Aparcaron en la entrada y bajaron. Kate ayudó a soltarse a Henry.
Alexis que había oído el ruido del coche y tenía muchas ganas de ver a su padre salió enseguida a saludarlos, abrazó a Castle, le dio un beso a Kate, y fue entonces cuando reparó en el niño.
- Anda, y tú, ¿Quién eres? – preguntó sorprendida.
- Soy Henry, Henry Rodgers – dijo el niño, como tenía por costumbre presentarse.
Alexis miró a su padre, luego a Kate, después al niño y por último volvió a mirar a su padre.
- Papá, ¿Qué has hecho?, que no hace ni un mes que te dejamos solo.
- Hija – dijo Rick – será mejor que entremos en casa porque esta es una larga historia.
- ¿Eres Ariel? – preguntó Henry, que miraba atentamente a Alexis y a su espléndida melena pelirroja.
- ¿Ariel? – preguntó desconcertada – yo soy Alexis.
- Pero la sirenita se llama Ariel – afirmó Henry.
- ¡Ah, esa Ariel!, no, no soy Ariel, me llamo Alexis.
- Creo que este niño ha visto demasiados dibujos animados – dijo Castle – anda vamos dentro y así os cuento todo.
Entraron en la casa y Martha los saludó alegre, hasta que reparó en Henry. Antes de que tuviera tiempo de preguntar, Castle le dijo que ese era Henry y que ahora les contaba, pero Kate y el niño iban a bajar a la playa, así que los llevó a su habitación para dejar las cosas y cambiarse. Mientras Kate se cambiaba en el baño, él ayudaba al niño a ponerse el bañador, y a coger sus cosas.
- ¿Tú no te pones el bañador?
- Ahora tengo que hablar con Alexis y con esa señora que estaba ahí y que es mi madre. Cuando termine, me pongo el bañador y bajo a la playa.
- ¿Yo me voy solo?
- No, claro que no, Kate se va contigo.
Esta salía en ese momento del baño, con un veraniego vestidito que se había puesto encima del bikini. Él no se pudo resistir y se acercó a besarla.
- ¡Estás muy guapa!
- Gracias. ¿Has preparado las cosas?
- Si – dijo él, que en una bolsa había metido las toallas y la crema protectora – ponle bastante, a ver si encima se nos quema.
- No te preocupes, lo untaré como un panecillo.
- ¿Estás preparado Henry? – le preguntó su padre.
- Sí, pero… dijo el crío.
Llevaba puesta la gorra y a su inseparable Edwin debajo de un brazo. Se había colgado la mochila de plástico de la espalda, y en la mano tenía la de Spiderman, y era evidente que no sabía qué hacer con ella.
- Esta la guardamos aquí en casa, para que no se estropee en la playa, ¿de acuerdo?
- Vale, luego vengo por ella.
Kate lo cogió de la mano, pasaron por el salón antes unas asombradas abuela y nieta, y Castle los llevó hasta el porche para indicarle la bajada a la playa.
- ¿Tú vienes pronto? – preguntó Henry a Castle.
- En cuanto termine con esto, me reúno con vosotros.
Cuando salieron, fue a sentarse en un sillón frente a su madre y su hija.
- Y ahora Richard – le dijo muy seria Martha – ¿vas a decirnos quien es ese niño?, porque Alexis me ha dicho que se llama Henry Rodgers, que yo sepa, nosotros tres somos los únicos Rodgers que hay en esta casa.
Durante más de una hora Castle estuvo contando todo lo que había sucedido en los últimos días. Tanto su madre, como su hija recordaban a Rachel, sobre todo Alexis, que se entristeció mucho al saber que y como había muerto. Ella la recordaba con mucho afecto, pues Rachel siempre fue cariñosa con ella, si tenían que llevársela cuando salían juntos a algún sitio, Alexis iba con ellos y a Rachel nunca le estorbó la niña, incluso le había hecho de canguro algunas veces.
- Entonces, ¿Henry es mi hermano? – preguntó sintiendo un enorme interés por el pequeño.
- Pues parece que así es – dijo Castle.
- Pero, ¿te harás las pruebas de paternidad? – le preguntó Martha.
- ¿Para qué?
- Hijo, que pareces tonto algunas veces – dijo exasperada Martha – a saber si esa Rachel, te quiso encasquetar al niño. Ella sabía perfectamente, que tienes dinero. Tienes que hacerte las pruebas nada más que volvamos a la ciudad.
- Bueno – dijo no muy convencido – le gustaba Henry y lo aceptaba como hijo.
- ¿Y Kate no ha dicho nada?, ¿lo ha aceptado sin problemas?
- Mamá, ya te he dicho como ocurrió todo. Si Henry es mi hijo, que estoy seguro de que lo es, porque por el tiempo en que fue concebido, ella y yo estábamos juntos, a Kate ni siquiera la conocía. Ocurrió antes, lo que pasa es que me he enterado después, por Dios, que no voy a ir llamando a las mujeres con las que he estado por si por casualidad las dejé embarazadas en su momento.
En ese momento escucharon las voces de Henry y Kate que venían por el jardín. El niño traía puesto aun los manguitos.
- Espera Henry que te quito los manguitos.
Entraron en la casa. Los tres se quedaron mirándolos.
- Tengo pis – dijo Henry que pasó como una exhalación hacia el dormitorio y desde ahí al baño.
- ¿Por qué no me habéis esperado en la playa? – preguntó Castle.
- A Henry le pareció que tardabas mucho, y quiso subir a asegurarse que no te habías ido sin él. A mitad de camino le entraron ganas de orinar.
- Me gustaba Rachel – dijo Alexis – me tenía cariño y yo a ella. Creo que solo por ser hijo de ella, Henry se merece una oportunidad en nuestra familia, se ha quedado solo, y nada más nos tiene a nosotros.
- ¿Tú qué opinas? – preguntó Martha a Kate.
- Creo como Alexis, que Henry merece una oportunidad. Es solo un niño. Desde que lo conozco, no he podido dejar de pensar que si a un hijo mío le pasara lo que a él, no encontraría mejor persona que Rick para cuidarlo.
Castle la miró con agradecimiento y amor.
- Ni siquiera se parece a ti, hijo – siguió protestando Martha.
- Yo tampoco me parezco a ti, y nunca hemos dudado el uno del otro – contestó Rick.
- Pero prométeme que cuando volvamos te harás las pruebas de ADN.
- De acuerdo – dijo con cansancio.
Salió el niño. Todos le miraron.
- Henry, ¿quieres un zumo? – le preguntó Alexis.
- Bueno, ¿Tú vienes a la playa? – le preguntó a su padre.
- Ahora mismo voy a ponerme el bañador y bajamos a la playa, pero antes quiero presentarte a alguien. A Alexis ya la conoces, ella es mi hija mayor, así que es tu hermana.
- Yo nunca tenía una hermana – dijo Henry.
- Bueno – dijo Alexis – pues ya la tienes. Soy tu hermana mayor y se agachó para abrazarlo. Algunas veces cuando papá no pueda, yo cuidaré de ti, ¿de acuerdo?
- Vale. Te pareces a Ariel – volvió a decir el chiquillo – eres guapa – dijo zalamero.
- En eso si que se parece a ti, ha sido ver una chica guapa y desplegar todos sus encantos – dijo Martha sin poder evitar la sonrisa.
- Y esta señora es mi mamá – dirigiéndose a Martha – se llama Martha, y es tu abuela.
- Tú no eres como la abuela de Johnny – dijo Henry, mirando atentamente a Martha – ni como la de Enzo.
- ¿Y cómo son las abuelas de Johnny y Enzo? – preguntó Martha interesada.
- La de Johnny tiene el pelo largo y blanco. Tu pelo es naranja. Me gusta el naranja. Es bonito.
- Gracias – dijo Martha.
- ¿Y cómo es la abuela de Enzo? – preguntó Alexis curiosa.
- Tiene muchos pelos aquí – dijo señalándose debajo de la nariz y provocando la sonrisa de todos – no me gusta. ¿Me das zumo?
- Claro, mientras papá se pone el bañador y nos vamos a la playa, ¿tú te vienes abuela?
- No hija, yo mejor me quedo aquí preparando el almuerzo, macarrones con queso.
- Me gustan los macarrones con queso – dijo Henry con una amplia sonrisa.
Salió Castle con calzonas, camiseta y chanclas.
- ¿Nos vamos?
- Si – dijeron los tres a la vez.
- Divertíos – dijo Martha – os aviso cuando esté la comida.
Kate y Alexis se tumbaron en sus toallas a tomar el sol. Henry se sentó en la arena, sentando a Edwin junto a él y volvió a sacar todos los cacharros de la mochila. Cogió la pala y empezó a llenar el cubo de arena. Castle que se había sentado junto a sus chicas, simplemente lo observaba.
- ¿En qué piensas? – le dijo Kate incorporándose, al verlo tan pensativo.
- En lo diferente que habría sido su vida, si su madre me hubiese hablado de él. Es tan chico y ha pasado por tanto ya.
- No te culpes papá – intervino Alexis – no eres adivino, alégrate de haber sabido de él. Si Rachel no hubiera dicho nunca nada, ni siquiera sabríamos que existe Henry.
Mientras los adultos hablaban, el aludido hacía flanes de arena de lo más concentrado. Como si hubiese intuido que hablaban de él, levantó la cabeza y les dedicó una radiante sonrisa.
- Es muy guapo, y Martha tiene razón no se parece en nada a ti – dijo Kate para picarle.
- Yo tampoco me parezco a papá – dijo Alexis solidaria con su padre.
- De eso nada – dijo Kate convencida – a lo mejor no os parecéis físicamente, pero cuando se os conoce a los dos, no puedes negar que eres hija de tu padre.
- ¿De veras? – preguntó interesada Alexis – nunca me lo había dicho nadie.
- Pues es cierto, igual le pasa a tu padre con tu abuela. Tenéis algunos gestos, que son inconfundibles de la familia Rodgers.
Henry dio por terminada su obra y dirigiéndose a su padre preguntó:
- ¿Te gusta mi castillo papi?
- Mucho, es un castillo precioso, ¿te apetece darte un baño?
Henry miró el mar. Había bastante oleaje.
- No sé…
- ¿Te dan miedo las olas? – le preguntó.
- Un poquito – contestó receloso.
- ¿Y si yo te sujeto?
- Vale – se levantó y fue a coger a Edwin.
- ¿Quieres que cuide de Edwin mientras tú te bañas? – le preguntó Kate – no creo que le apetezca mucho mojarse.
- Bueno – y muy diligente sentó al muñeco al lado de Kate.
- Quédate con la señora Kate, ella te cuida muy bien. Ahora vengo – dijo.
Kate no supo si se lo decía a ella o a Edwin. Desde su posición privilegiada los vio entrar al agua cogidos de la mano. El chiquillo saltaba y gritaba cada vez que le alcanzaba una ola, cuando el agua le llegó a la altura del pecho, Castle lo cogió en brazos. Entonces se volvió a Alexis.
- ¿Cómo te sientes ante esta nueva situación? – preguntó – no solo me tienes que aguantar a mí en la vida de tu padre, sino que de repente te aparece un hermano.
- Pues un poco rara. No me malinterpretes Kate, de verdad que no tengo nada en contra tuya, es más, en estos días que he hablado con papá por teléfono, lo he oído feliz, y sé que eso es gracias a ti. Llevo dándole vueltas a la cabeza, y ahora que me voy a la universidad, realmente me alegro, de que estéis juntos, y ahora que ha aparecido Henry, todavía me alegro más de que estés con él.
- Me hace feliz – dijo Kate mirando hacia donde estaban ellos – y yo pensé que nunca podría serlo, que no tendría paz hasta dar con el asesino de mi madre y que no merecía vivir una vida propia, hasta haber acabado con eso, y tu padre me ha cambiado todos los esquemas.
- ¿Y si vuelve quien mandó asesinar a tu madre?, ¿te lanzarás a perseguirlo para matarlo? – preguntó Alexis – porque ya sabes que donde tú te tires, mi padre se tirará detrás.
- Si vuelve, seré prudente y pediré ayuda, y si me tengo que quedar en casa y dejar que otros se encarguen por mí, pues lo haré, se acabó ir de heroína por ahí, poniendo en peligro mi vida y las de las personas que me quieren. Lo que tengo con tu padre es demasiado valioso para ponerlo en peligro, este ha sido el mejor mes de mi vida.
- Me alegro de oír eso, de verdad, me alegro mucho, veo a mi padre muy feliz, y solo espero que la llegada de Henry no os afecte mucho.
- Yo también lo espero, de momento no parece un niño difícil. Y a ti, ¿cómo te afecta la llegada de Henry? – le preguntó Kate.
- Me gustaba Rachel, era alegre y cariñosa – recordó Alexis – nunca le importó que papá me llevara con ellos. Jugaba conmigo y me hacía peinados de chica mayor. Alguna vez que papá tuvo que salir y la abuela no estaba, cuidó de mí. Era una buena persona, me entristeció mucho cuando papá me contó cómo y de que había muerto.
- Si, la verdad es que es una pena que muriera así, tan joven – dijo Kate – te hace plantearte muchas cosas.
- Cuando papá nos contó quien era Henry, no pude evitar pensar en mi misma, y en lo diferente que habría sido mi vida si mi padre no hubiese estado ahí para cuidarme. Quiero a mi madre, pero si me hubiera criado ella, no habría tenido esta vida. Así que si Henry es mi hermano, bienvenido sea a la familia.
- Pues bienvenido, creo que todos vamos a tener que adaptarnos a la nueva situación.
- Para ti muy nueva – dijo la pelirroja sonriendo – un novio y un hijo en menos de un mes.
- Sí, pero a todo hay que adaptarse, y me encantan los retos, voy a darme un baño, ¿vienes?
- Si, empieza a hacer calor.
Entraron al agua entre grititos y saltos, pues estaba bastante fría, hasta que se zambulleron las dos. Se acercaron a los chicos. Henry estaba encantado, cada vez que Castle lo alzaba y lo tiraba al agua, gritaba de felicidad. Estaba cansado y trepó encima de su padre. Cuando vio acercarse a las chicas, las saludó alegre y se dio cuenta que su querido Edwin no estaba con ellas.
- ¿Dónde está Edwin?
- Allí, ¿lo ves? – le dijo Kate señalando al muñeco encima de la toalla – se ha quedado cuidando las toallas y la bolsa.
- ¡Ah, bueno! Edwin lo cuida todo – y se quedó conforme.
Estuvieron un rato bañándose y nadando juntos, hasta que decidieron salir para secarse un rato y subir a comer pues ya era la hora.
Al entrar en la casa, un delicioso olor les llegó.
- ¡Tengo hambre de oso! – exclamó Henry provocando la risa de todos – yo me lavo pronto las manos y me como toda la comida.
Y sin que nadie le dijera nada, se fue muy formal al cuarto de baño a lavarse las manos.
Se sentaron a la mesa, y empezaron a comer, mientras comentaban lo buena que estaba la playa y el gran baño que se habían dado. Henry comía con gran apetito, mientras los mayores hablaban, fue a coger su vaso de zumo para beber, pero se le resbaló de la mano y el zumo se derramó por toda la mesa. Todos se echaron hacia atrás para evitar mojarse, Henry se quedó quieto con cara de miedo. Castle que se había dado cuenta, acercó la mano para poner bien el vaso diciendo:
- No pasa nada, ha sido un accidente.
El niño al ver acercarse la mano de Castle se encogió asustado, tapándose la cara y lloriqueando.
- Ya no lo hago más, ya no lo hago más.
Los cuatro adultos se quedaron callados, observando la exagerada reacción del pequeño. Con cuidado Castle le apartó las manos, y se le partió el alma, al ver la cara de puro pánico que tenía puesta.
- No pasa nada, Henry – volvió a repetir – ha sido sin querer, el vaso pesaba mucho para ti, te compraremos uno de plástico. Ahora se limpia y ya está.
- ¿Tú no me pegas?
- Por supuesto que no – dijo conmovido.
- El señor Carpenter se enfada mucho y me grita y me da aquí fuerte – señalándose el cogote.
A Castle le dieron ganas de volver a Washington, buscar al señor Carpenter y partirle la cara, con sus propias manos. Todos estaban callados, pensando con pena, que a ese niño le habían pegado más de una vez. Castle les había hablado a las tres del tiempo que Henry estuvo en una familia de acogida, y que no fue una buena experiencia para él.
- No tienes por que preocuparte Henry – dijo Martha solidaria y conmovida – a mí me pasa casi siempre – y sin querer, queriendo golpeó su vaso que también se derramó por la mesa.
El chiquillo la miró sorprendido, como esperando que alguien le riñera a esa señora tan torpe. Alexis se levantó por un paño y limpió lo derramado por su hermano y por su abuela, diciendo:
- Ya lo ves Kate, estoy rodeada de niños – dijo con una sonrisa, que Kate correspondió.
Después sacó un vaso más pequeño para Henry, que volvió a llenar y el almuerzo siguió con normalidad.
Castle propuso volver a la playa por la tarde, pero Alexis dijo que había quedado con unos amigos para ir al cine, así que fue a ducharse. Martha, también había quedado, así que decidieron verse a la hora de la cena en una cafetería cercana al puerto de Montauk.
Volvieron a la playa. Estaban los dos pendientes del niño, que se mostraba feliz jugando con la arena y el agua, sin alejarse mucho de los mayores. No pudieron evitar comentar el incidente ocurrido durante el almuerzo.
- ¿Crees que le habrán maltratado mucho? – preguntó Kate – me sobrecogió cuando le vi encogerse de esa manera.
- Y a mí – suspiró Castle – estoy segura de que Rachel lo trató bien y lo quiso mucho, era muy afectuosa, quería mucho a Alexis, así que no pongo en duda que no quisiera a su propio hijo. Tampoco dudo del centro de acogida, se veían cariñosos e interesados por los niños. Es esa maldita familia Carpenter, donde han tenido que tratarlo tan mal.
- Pobrecillo, ¿has visto como a cada poco levanta la vista de lo que está haciendo y te mira sonriente?, es como si quisiese asegurarse de que no te vas a ir sin él.
- Si, su madre le dejó dicho que me buscara, que yo era su padre, y en cuanto me ha encontrado, no me pierde de vista. De momento parece que es bastante tranquilo.
- Si, parece que lo educó bien, y eso se le ha quedado a pesar de los malos momentos.
- Me hubiera gustado que tu primera visita a mi casa de verano, hubiese sido distinta, no tan apresurada, no me ha dado tiempo a enseñarte nada, casi ni hemos podido hablar.
- Rick, que te pareces a tu hijo – dijo Kate seria – no me voy a ir a ningún sitio, me gusta Henry, solo por ser tuyo, yo ya lo quiero.
- Gracias Kate – dijo besándola – esto es muy importante para mí.
- ¿Vas a volver a Nueva York o te vas a quedar más tiempo?
- ¿Dónde me voy a quedar?
- Pues aquí, Henry parece contento y en la ciudad hace mucho calor.
- Pero tú no puedes quedarte – dijo él.
- No, después de haber estado todo un mes sin trabajar por mi suspensión, no creo que Gates me diera vacaciones.
- Pues debería, que fue ella quien te suspendió y sin sueldo, eso no debería contar como tiempo de vacaciones.
- Lo sé, pero ni lo intento. Entonces, ¿te quedarás aquí?
- No – dijo con firmeza – me vuelvo contigo. Ya veremos como nos apañamos. Podemos venir los fines de semana.
- Genial – dijo ella, que no le apetecía volverse sola.
Se fueron a bañar y llamaron al niño para que los acompañara, luego jugaron otro rato con la arena, y hasta con una pelota que Alexis le había sacado a Henry.
Estuvieron en la playa hasta bien entrada la tarde, cuando decidieron subir para ducharse y cambiarse de ropa. Fue Castle quien se encargó de bañar a Henry, mientras Kate se duchaba en el otro cuarto de baño. Henry salió vestido de limpio, peinado y oliendo a la colonia de su padre.
- ¿Le has puesto tu colonia al niño?
- Si, ¿Por qué?
- Bueno, aunque huele muy bien, no es un olor apropiado para él, hay que comprarle alguna colonia infantil.
- Creo que cuando volvamos vamos a tener que hacer más compras.
Los dejó viendo la tele, mientras era él, quien se duchaba. Una vez los tres arreglados, subieron al coche y se fueron a cenar.
CONTINUARÁ…
Muchísimas gracias por leer y por dejar vuestros comentarios. Espero que os guste.
Capítulo 8:
Durante el trayecto que duró alrededor de dos horas, estuvieron escuchando una divertida emisora de radio que emitía canciones conocidas, que los tres cantaban.
Henry iba cómodamente instalado en su silla y leyendo los cuentos, porque ya había empezado a leer, así que muy despacio y silabeando, iba leyendo poco a poco el escueto texto de los libros. A cada poco los mayores le animaban, diciéndole que lo hacía muy bien, ante lo que el crío sonreía orgulloso.
Poco antes de llegar a su destino, tuvieron que parar para hacer pis y tomar algo y fue entonces, cuando Castle cayó en la cuenta, de que no había avisado a su familia que iban para allá.
Así que cogió el teléfono y saliendo de la cafetería llamó a su casa, para decirle que iban a pasar allí el fin de semana, con un invitado, sin especificar quien. Martha, que fue con quien habló le dijo que prepararía el almuerzo, y que Alexis seguía durmiendo, pues estuvo en una fiesta con sus amigos de la zona, la noche anterior, pero que cuando se levantara le pediría que se quedara a esperarlos. Ante la sorpresa de Martha, Castle le pidió que preparara macarrones con queso.
Henry y Kate se habían quedado dentro del local, ella tomando su café y él un batido de chocolate, pero cuando vio que su padre salía y caminaba alejándose, empezó a mostrarse inquieto.
- ¿Qué te pasa Henry? – preguntó Kate – ¿no te gusta el batido?
- Mi papá se va solo – dijo preocupado apretando a Edwin al que no soltaba para nada.
- No cielo, solo ha salido a hablar por teléfono, aquí dentro no hay cobertura, mira ves, ahí viene – Henry te echaba de menos – le dijo a Castle, que se acercaba a ellos – ya creía que te ibas sin él.
- ¿Cómo me iba a ir sin mi novia y sin mi hijo? – dijo Castle – de eso nada, ¿habéis terminado?... pues al coche.
Henry por si acaso se agarró de la mano de Castle, no estaba muy convencido de que no fueran a dejarlo por ahí. Volvieron al coche y siguieron camino a la playa.
Cuando llegaron a la casa, Kate no pudo menos que expresar su admiración. Era una casa grande y muy bonita, del estilo de las casas de la zona. Aparcaron en la entrada y bajaron. Kate ayudó a soltarse a Henry.
Alexis que había oído el ruido del coche y tenía muchas ganas de ver a su padre salió enseguida a saludarlos, abrazó a Castle, le dio un beso a Kate, y fue entonces cuando reparó en el niño.
- Anda, y tú, ¿Quién eres? – preguntó sorprendida.
- Soy Henry, Henry Rodgers – dijo el niño, como tenía por costumbre presentarse.
Alexis miró a su padre, luego a Kate, después al niño y por último volvió a mirar a su padre.
- Papá, ¿Qué has hecho?, que no hace ni un mes que te dejamos solo.
- Hija – dijo Rick – será mejor que entremos en casa porque esta es una larga historia.
- ¿Eres Ariel? – preguntó Henry, que miraba atentamente a Alexis y a su espléndida melena pelirroja.
- ¿Ariel? – preguntó desconcertada – yo soy Alexis.
- Pero la sirenita se llama Ariel – afirmó Henry.
- ¡Ah, esa Ariel!, no, no soy Ariel, me llamo Alexis.
- Creo que este niño ha visto demasiados dibujos animados – dijo Castle – anda vamos dentro y así os cuento todo.
Entraron en la casa y Martha los saludó alegre, hasta que reparó en Henry. Antes de que tuviera tiempo de preguntar, Castle le dijo que ese era Henry y que ahora les contaba, pero Kate y el niño iban a bajar a la playa, así que los llevó a su habitación para dejar las cosas y cambiarse. Mientras Kate se cambiaba en el baño, él ayudaba al niño a ponerse el bañador, y a coger sus cosas.
- ¿Tú no te pones el bañador?
- Ahora tengo que hablar con Alexis y con esa señora que estaba ahí y que es mi madre. Cuando termine, me pongo el bañador y bajo a la playa.
- ¿Yo me voy solo?
- No, claro que no, Kate se va contigo.
Esta salía en ese momento del baño, con un veraniego vestidito que se había puesto encima del bikini. Él no se pudo resistir y se acercó a besarla.
- ¡Estás muy guapa!
- Gracias. ¿Has preparado las cosas?
- Si – dijo él, que en una bolsa había metido las toallas y la crema protectora – ponle bastante, a ver si encima se nos quema.
- No te preocupes, lo untaré como un panecillo.
- ¿Estás preparado Henry? – le preguntó su padre.
- Sí, pero… dijo el crío.
Llevaba puesta la gorra y a su inseparable Edwin debajo de un brazo. Se había colgado la mochila de plástico de la espalda, y en la mano tenía la de Spiderman, y era evidente que no sabía qué hacer con ella.
- Esta la guardamos aquí en casa, para que no se estropee en la playa, ¿de acuerdo?
- Vale, luego vengo por ella.
Kate lo cogió de la mano, pasaron por el salón antes unas asombradas abuela y nieta, y Castle los llevó hasta el porche para indicarle la bajada a la playa.
- ¿Tú vienes pronto? – preguntó Henry a Castle.
- En cuanto termine con esto, me reúno con vosotros.
Cuando salieron, fue a sentarse en un sillón frente a su madre y su hija.
- Y ahora Richard – le dijo muy seria Martha – ¿vas a decirnos quien es ese niño?, porque Alexis me ha dicho que se llama Henry Rodgers, que yo sepa, nosotros tres somos los únicos Rodgers que hay en esta casa.
Durante más de una hora Castle estuvo contando todo lo que había sucedido en los últimos días. Tanto su madre, como su hija recordaban a Rachel, sobre todo Alexis, que se entristeció mucho al saber que y como había muerto. Ella la recordaba con mucho afecto, pues Rachel siempre fue cariñosa con ella, si tenían que llevársela cuando salían juntos a algún sitio, Alexis iba con ellos y a Rachel nunca le estorbó la niña, incluso le había hecho de canguro algunas veces.
- Entonces, ¿Henry es mi hermano? – preguntó sintiendo un enorme interés por el pequeño.
- Pues parece que así es – dijo Castle.
- Pero, ¿te harás las pruebas de paternidad? – le preguntó Martha.
- ¿Para qué?
- Hijo, que pareces tonto algunas veces – dijo exasperada Martha – a saber si esa Rachel, te quiso encasquetar al niño. Ella sabía perfectamente, que tienes dinero. Tienes que hacerte las pruebas nada más que volvamos a la ciudad.
- Bueno – dijo no muy convencido – le gustaba Henry y lo aceptaba como hijo.
- ¿Y Kate no ha dicho nada?, ¿lo ha aceptado sin problemas?
- Mamá, ya te he dicho como ocurrió todo. Si Henry es mi hijo, que estoy seguro de que lo es, porque por el tiempo en que fue concebido, ella y yo estábamos juntos, a Kate ni siquiera la conocía. Ocurrió antes, lo que pasa es que me he enterado después, por Dios, que no voy a ir llamando a las mujeres con las que he estado por si por casualidad las dejé embarazadas en su momento.
En ese momento escucharon las voces de Henry y Kate que venían por el jardín. El niño traía puesto aun los manguitos.
- Espera Henry que te quito los manguitos.
Entraron en la casa. Los tres se quedaron mirándolos.
- Tengo pis – dijo Henry que pasó como una exhalación hacia el dormitorio y desde ahí al baño.
- ¿Por qué no me habéis esperado en la playa? – preguntó Castle.
- A Henry le pareció que tardabas mucho, y quiso subir a asegurarse que no te habías ido sin él. A mitad de camino le entraron ganas de orinar.
- Me gustaba Rachel – dijo Alexis – me tenía cariño y yo a ella. Creo que solo por ser hijo de ella, Henry se merece una oportunidad en nuestra familia, se ha quedado solo, y nada más nos tiene a nosotros.
- ¿Tú qué opinas? – preguntó Martha a Kate.
- Creo como Alexis, que Henry merece una oportunidad. Es solo un niño. Desde que lo conozco, no he podido dejar de pensar que si a un hijo mío le pasara lo que a él, no encontraría mejor persona que Rick para cuidarlo.
Castle la miró con agradecimiento y amor.
- Ni siquiera se parece a ti, hijo – siguió protestando Martha.
- Yo tampoco me parezco a ti, y nunca hemos dudado el uno del otro – contestó Rick.
- Pero prométeme que cuando volvamos te harás las pruebas de ADN.
- De acuerdo – dijo con cansancio.
Salió el niño. Todos le miraron.
- Henry, ¿quieres un zumo? – le preguntó Alexis.
- Bueno, ¿Tú vienes a la playa? – le preguntó a su padre.
- Ahora mismo voy a ponerme el bañador y bajamos a la playa, pero antes quiero presentarte a alguien. A Alexis ya la conoces, ella es mi hija mayor, así que es tu hermana.
- Yo nunca tenía una hermana – dijo Henry.
- Bueno – dijo Alexis – pues ya la tienes. Soy tu hermana mayor y se agachó para abrazarlo. Algunas veces cuando papá no pueda, yo cuidaré de ti, ¿de acuerdo?
- Vale. Te pareces a Ariel – volvió a decir el chiquillo – eres guapa – dijo zalamero.
- En eso si que se parece a ti, ha sido ver una chica guapa y desplegar todos sus encantos – dijo Martha sin poder evitar la sonrisa.
- Y esta señora es mi mamá – dirigiéndose a Martha – se llama Martha, y es tu abuela.
- Tú no eres como la abuela de Johnny – dijo Henry, mirando atentamente a Martha – ni como la de Enzo.
- ¿Y cómo son las abuelas de Johnny y Enzo? – preguntó Martha interesada.
- La de Johnny tiene el pelo largo y blanco. Tu pelo es naranja. Me gusta el naranja. Es bonito.
- Gracias – dijo Martha.
- ¿Y cómo es la abuela de Enzo? – preguntó Alexis curiosa.
- Tiene muchos pelos aquí – dijo señalándose debajo de la nariz y provocando la sonrisa de todos – no me gusta. ¿Me das zumo?
- Claro, mientras papá se pone el bañador y nos vamos a la playa, ¿tú te vienes abuela?
- No hija, yo mejor me quedo aquí preparando el almuerzo, macarrones con queso.
- Me gustan los macarrones con queso – dijo Henry con una amplia sonrisa.
Salió Castle con calzonas, camiseta y chanclas.
- ¿Nos vamos?
- Si – dijeron los tres a la vez.
- Divertíos – dijo Martha – os aviso cuando esté la comida.
Kate y Alexis se tumbaron en sus toallas a tomar el sol. Henry se sentó en la arena, sentando a Edwin junto a él y volvió a sacar todos los cacharros de la mochila. Cogió la pala y empezó a llenar el cubo de arena. Castle que se había sentado junto a sus chicas, simplemente lo observaba.
- ¿En qué piensas? – le dijo Kate incorporándose, al verlo tan pensativo.
- En lo diferente que habría sido su vida, si su madre me hubiese hablado de él. Es tan chico y ha pasado por tanto ya.
- No te culpes papá – intervino Alexis – no eres adivino, alégrate de haber sabido de él. Si Rachel no hubiera dicho nunca nada, ni siquiera sabríamos que existe Henry.
Mientras los adultos hablaban, el aludido hacía flanes de arena de lo más concentrado. Como si hubiese intuido que hablaban de él, levantó la cabeza y les dedicó una radiante sonrisa.
- Es muy guapo, y Martha tiene razón no se parece en nada a ti – dijo Kate para picarle.
- Yo tampoco me parezco a papá – dijo Alexis solidaria con su padre.
- De eso nada – dijo Kate convencida – a lo mejor no os parecéis físicamente, pero cuando se os conoce a los dos, no puedes negar que eres hija de tu padre.
- ¿De veras? – preguntó interesada Alexis – nunca me lo había dicho nadie.
- Pues es cierto, igual le pasa a tu padre con tu abuela. Tenéis algunos gestos, que son inconfundibles de la familia Rodgers.
Henry dio por terminada su obra y dirigiéndose a su padre preguntó:
- ¿Te gusta mi castillo papi?
- Mucho, es un castillo precioso, ¿te apetece darte un baño?
Henry miró el mar. Había bastante oleaje.
- No sé…
- ¿Te dan miedo las olas? – le preguntó.
- Un poquito – contestó receloso.
- ¿Y si yo te sujeto?
- Vale – se levantó y fue a coger a Edwin.
- ¿Quieres que cuide de Edwin mientras tú te bañas? – le preguntó Kate – no creo que le apetezca mucho mojarse.
- Bueno – y muy diligente sentó al muñeco al lado de Kate.
- Quédate con la señora Kate, ella te cuida muy bien. Ahora vengo – dijo.
Kate no supo si se lo decía a ella o a Edwin. Desde su posición privilegiada los vio entrar al agua cogidos de la mano. El chiquillo saltaba y gritaba cada vez que le alcanzaba una ola, cuando el agua le llegó a la altura del pecho, Castle lo cogió en brazos. Entonces se volvió a Alexis.
- ¿Cómo te sientes ante esta nueva situación? – preguntó – no solo me tienes que aguantar a mí en la vida de tu padre, sino que de repente te aparece un hermano.
- Pues un poco rara. No me malinterpretes Kate, de verdad que no tengo nada en contra tuya, es más, en estos días que he hablado con papá por teléfono, lo he oído feliz, y sé que eso es gracias a ti. Llevo dándole vueltas a la cabeza, y ahora que me voy a la universidad, realmente me alegro, de que estéis juntos, y ahora que ha aparecido Henry, todavía me alegro más de que estés con él.
- Me hace feliz – dijo Kate mirando hacia donde estaban ellos – y yo pensé que nunca podría serlo, que no tendría paz hasta dar con el asesino de mi madre y que no merecía vivir una vida propia, hasta haber acabado con eso, y tu padre me ha cambiado todos los esquemas.
- ¿Y si vuelve quien mandó asesinar a tu madre?, ¿te lanzarás a perseguirlo para matarlo? – preguntó Alexis – porque ya sabes que donde tú te tires, mi padre se tirará detrás.
- Si vuelve, seré prudente y pediré ayuda, y si me tengo que quedar en casa y dejar que otros se encarguen por mí, pues lo haré, se acabó ir de heroína por ahí, poniendo en peligro mi vida y las de las personas que me quieren. Lo que tengo con tu padre es demasiado valioso para ponerlo en peligro, este ha sido el mejor mes de mi vida.
- Me alegro de oír eso, de verdad, me alegro mucho, veo a mi padre muy feliz, y solo espero que la llegada de Henry no os afecte mucho.
- Yo también lo espero, de momento no parece un niño difícil. Y a ti, ¿cómo te afecta la llegada de Henry? – le preguntó Kate.
- Me gustaba Rachel, era alegre y cariñosa – recordó Alexis – nunca le importó que papá me llevara con ellos. Jugaba conmigo y me hacía peinados de chica mayor. Alguna vez que papá tuvo que salir y la abuela no estaba, cuidó de mí. Era una buena persona, me entristeció mucho cuando papá me contó cómo y de que había muerto.
- Si, la verdad es que es una pena que muriera así, tan joven – dijo Kate – te hace plantearte muchas cosas.
- Cuando papá nos contó quien era Henry, no pude evitar pensar en mi misma, y en lo diferente que habría sido mi vida si mi padre no hubiese estado ahí para cuidarme. Quiero a mi madre, pero si me hubiera criado ella, no habría tenido esta vida. Así que si Henry es mi hermano, bienvenido sea a la familia.
- Pues bienvenido, creo que todos vamos a tener que adaptarnos a la nueva situación.
- Para ti muy nueva – dijo la pelirroja sonriendo – un novio y un hijo en menos de un mes.
- Sí, pero a todo hay que adaptarse, y me encantan los retos, voy a darme un baño, ¿vienes?
- Si, empieza a hacer calor.
Entraron al agua entre grititos y saltos, pues estaba bastante fría, hasta que se zambulleron las dos. Se acercaron a los chicos. Henry estaba encantado, cada vez que Castle lo alzaba y lo tiraba al agua, gritaba de felicidad. Estaba cansado y trepó encima de su padre. Cuando vio acercarse a las chicas, las saludó alegre y se dio cuenta que su querido Edwin no estaba con ellas.
- ¿Dónde está Edwin?
- Allí, ¿lo ves? – le dijo Kate señalando al muñeco encima de la toalla – se ha quedado cuidando las toallas y la bolsa.
- ¡Ah, bueno! Edwin lo cuida todo – y se quedó conforme.
Estuvieron un rato bañándose y nadando juntos, hasta que decidieron salir para secarse un rato y subir a comer pues ya era la hora.
Al entrar en la casa, un delicioso olor les llegó.
- ¡Tengo hambre de oso! – exclamó Henry provocando la risa de todos – yo me lavo pronto las manos y me como toda la comida.
Y sin que nadie le dijera nada, se fue muy formal al cuarto de baño a lavarse las manos.
Se sentaron a la mesa, y empezaron a comer, mientras comentaban lo buena que estaba la playa y el gran baño que se habían dado. Henry comía con gran apetito, mientras los mayores hablaban, fue a coger su vaso de zumo para beber, pero se le resbaló de la mano y el zumo se derramó por toda la mesa. Todos se echaron hacia atrás para evitar mojarse, Henry se quedó quieto con cara de miedo. Castle que se había dado cuenta, acercó la mano para poner bien el vaso diciendo:
- No pasa nada, ha sido un accidente.
El niño al ver acercarse la mano de Castle se encogió asustado, tapándose la cara y lloriqueando.
- Ya no lo hago más, ya no lo hago más.
Los cuatro adultos se quedaron callados, observando la exagerada reacción del pequeño. Con cuidado Castle le apartó las manos, y se le partió el alma, al ver la cara de puro pánico que tenía puesta.
- No pasa nada, Henry – volvió a repetir – ha sido sin querer, el vaso pesaba mucho para ti, te compraremos uno de plástico. Ahora se limpia y ya está.
- ¿Tú no me pegas?
- Por supuesto que no – dijo conmovido.
- El señor Carpenter se enfada mucho y me grita y me da aquí fuerte – señalándose el cogote.
A Castle le dieron ganas de volver a Washington, buscar al señor Carpenter y partirle la cara, con sus propias manos. Todos estaban callados, pensando con pena, que a ese niño le habían pegado más de una vez. Castle les había hablado a las tres del tiempo que Henry estuvo en una familia de acogida, y que no fue una buena experiencia para él.
- No tienes por que preocuparte Henry – dijo Martha solidaria y conmovida – a mí me pasa casi siempre – y sin querer, queriendo golpeó su vaso que también se derramó por la mesa.
El chiquillo la miró sorprendido, como esperando que alguien le riñera a esa señora tan torpe. Alexis se levantó por un paño y limpió lo derramado por su hermano y por su abuela, diciendo:
- Ya lo ves Kate, estoy rodeada de niños – dijo con una sonrisa, que Kate correspondió.
Después sacó un vaso más pequeño para Henry, que volvió a llenar y el almuerzo siguió con normalidad.
Castle propuso volver a la playa por la tarde, pero Alexis dijo que había quedado con unos amigos para ir al cine, así que fue a ducharse. Martha, también había quedado, así que decidieron verse a la hora de la cena en una cafetería cercana al puerto de Montauk.
Volvieron a la playa. Estaban los dos pendientes del niño, que se mostraba feliz jugando con la arena y el agua, sin alejarse mucho de los mayores. No pudieron evitar comentar el incidente ocurrido durante el almuerzo.
- ¿Crees que le habrán maltratado mucho? – preguntó Kate – me sobrecogió cuando le vi encogerse de esa manera.
- Y a mí – suspiró Castle – estoy segura de que Rachel lo trató bien y lo quiso mucho, era muy afectuosa, quería mucho a Alexis, así que no pongo en duda que no quisiera a su propio hijo. Tampoco dudo del centro de acogida, se veían cariñosos e interesados por los niños. Es esa maldita familia Carpenter, donde han tenido que tratarlo tan mal.
- Pobrecillo, ¿has visto como a cada poco levanta la vista de lo que está haciendo y te mira sonriente?, es como si quisiese asegurarse de que no te vas a ir sin él.
- Si, su madre le dejó dicho que me buscara, que yo era su padre, y en cuanto me ha encontrado, no me pierde de vista. De momento parece que es bastante tranquilo.
- Si, parece que lo educó bien, y eso se le ha quedado a pesar de los malos momentos.
- Me hubiera gustado que tu primera visita a mi casa de verano, hubiese sido distinta, no tan apresurada, no me ha dado tiempo a enseñarte nada, casi ni hemos podido hablar.
- Rick, que te pareces a tu hijo – dijo Kate seria – no me voy a ir a ningún sitio, me gusta Henry, solo por ser tuyo, yo ya lo quiero.
- Gracias Kate – dijo besándola – esto es muy importante para mí.
- ¿Vas a volver a Nueva York o te vas a quedar más tiempo?
- ¿Dónde me voy a quedar?
- Pues aquí, Henry parece contento y en la ciudad hace mucho calor.
- Pero tú no puedes quedarte – dijo él.
- No, después de haber estado todo un mes sin trabajar por mi suspensión, no creo que Gates me diera vacaciones.
- Pues debería, que fue ella quien te suspendió y sin sueldo, eso no debería contar como tiempo de vacaciones.
- Lo sé, pero ni lo intento. Entonces, ¿te quedarás aquí?
- No – dijo con firmeza – me vuelvo contigo. Ya veremos como nos apañamos. Podemos venir los fines de semana.
- Genial – dijo ella, que no le apetecía volverse sola.
Se fueron a bañar y llamaron al niño para que los acompañara, luego jugaron otro rato con la arena, y hasta con una pelota que Alexis le había sacado a Henry.
Estuvieron en la playa hasta bien entrada la tarde, cuando decidieron subir para ducharse y cambiarse de ropa. Fue Castle quien se encargó de bañar a Henry, mientras Kate se duchaba en el otro cuarto de baño. Henry salió vestido de limpio, peinado y oliendo a la colonia de su padre.
- ¿Le has puesto tu colonia al niño?
- Si, ¿Por qué?
- Bueno, aunque huele muy bien, no es un olor apropiado para él, hay que comprarle alguna colonia infantil.
- Creo que cuando volvamos vamos a tener que hacer más compras.
Los dejó viendo la tele, mientras era él, quien se duchaba. Una vez los tres arreglados, subieron al coche y se fueron a cenar.
CONTINUARÁ…
Cata Castillo- Escritor - Policia
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Localización : Al sur del sur
Re: Y tú, ¿Quién eres?, Epílogo
Me ha gustado mucho este capi. El niño me encanta... sigue pronto . Un saludo!
okusak- Policia de homicidios
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Fecha de inscripción : 03/05/2012
Edad : 34
Localización : Entre la nebulosa Nervitana y el país de nunca jamás.
Re: Y tú, ¿Quién eres?, Epílogo
Pero bueno, tu me quieres matar, y lo dejas asi, alaaaaaaaa y se van ha cenar. Pues quiero ya mismo el siguiente capitulo.
moth13- Policia de homicidios
- Mensajes : 695
Fecha de inscripción : 24/04/2011
Localización : Madrid
Re: Y tú, ¿Quién eres?, Epílogo
Que tierno. Me gusta mucho. Siguelo!!!!!
Yaye- Escritor - Policia
- Mensajes : 1751
Fecha de inscripción : 05/06/2012
Localización : Huelva
Re: Y tú, ¿Quién eres?, Epílogo
Un capitulo muy familiar, y muy entrañable, veremos como acaba todo.....
marypaz- Policia de homicidios
- Mensajes : 687
Fecha de inscripción : 09/06/2011
Re: Y tú, ¿Quién eres?, Epílogo
Preciosossoooo
castle&beckett..cris- Escritor - Policia
- Mensajes : 5471
Fecha de inscripción : 20/03/2011
Edad : 33
Localización : Menorca..I LOVE NEW YORK..NYPD..RICK CASTLE & KATE BECKETT
Re: Y tú, ¿Quién eres?, Epílogo
Que bonito capítulo Cata, precioso, me encanta cada capítulo nuevo que escribes, es como un libro empecé a engancharme poco a poco y ahora esto y enganchadísima a tu historia. Me encanta porque no le falta de nada y este capítulo ha sido estupendo, ha habido momento tiernos como Castle con el pequeño bañandose el mar, momento más tristes, como cuando el niño derramo el zumo en la mesa, momentos más románticos, como cuando Beckett sale vestida para bajar a la playa y Castle no duda en besarla,...
Ya tengo ganas de saber que pasaré en el siguiente capítulo, me gusta muchísimo esta historia
Ya tengo ganas de saber que pasaré en el siguiente capítulo, me gusta muchísimo esta historia
Re: Y tú, ¿Quién eres?, Epílogo
Esta historia es tan.... tierna que me tiene enganchada. Odio a las personas que son capaces de hacer daño a los niños... si yo fuera Castle no dudaria en denunciar a la gentuza que maltrato al niño. Continua pronto.
amnigl- Autor de best-seller
- Mensajes : 956
Fecha de inscripción : 23/02/2011
Edad : 55
Localización : Córdoba
Re: Y tú, ¿Quién eres?, Epílogo
Q adorable es este niño, creo que aunque no fuera hijo que lo dudo, lo adoptarian, ya que ambos al igual que nosotras lo adoramos
Sigue pronto
Sigue pronto
anaforo- Escritor - Policia
- Mensajes : 1090
Fecha de inscripción : 06/02/2012
Edad : 31
Localización : Murcia. Y en una de las 20 manzanas que hay entre la casa Rick y la de Kate :)
Re: Y tú, ¿Quién eres?, Epílogo
¡Hola! Aquí os dejo el siguiente capítulo. Espero que os siga gustando la historia como hasta ahora.
Quiero disculparme de antemano, por si encontráis algún error en la continuidad del relato. Escribo a ratos, sobre todo los fines de semana y aunque leo y releo, antes de seguir, estoy segura de que alguna cosa o algún dato, se me pasará y a lo mejor no coincide, si es así, lo siento, no soy escritora profesional, esto es un pasatiempo, lo hago lo mejor que puedo, y no puedo dedicarle todo el tiempo que quisiera.
Sin más, solo deciros que muchas gracias por leer y comentar y ¡Feliz fin de semana!
Capítulo 9:
Cuando llegaron a la cafetería, Martha y Alexis ya les esperaban allí. Se sentaron en una mesa en la terraza del local. Pidieron su cena, y un menú infantil para Henry, que se lo comió todo sin rechistar, encantado con el delfín de plástico que venía de regalo con su menú y después en la sobremesa yendo a una pequeña zona recreativa infantil que había en el local.
Al principio no quiso despegarse de los mayores, aunque se le iban los ojos detrás de los toboganes. Castle lo tomó de la mano, y lo acompañó. Le dijo que él estaba en la mesa, que desde allí podía verlo perfectamente, y que por supuesto no pensaba irse sin él. Al final, logró convencerlo y lo dejó allí, aunque estaba pendiente para corresponder al saludo, que el chiquillo le mandaba a cada rato.
Estuvieron hablando de sus planes para los próximos días. Tanto Martha como Alexis habían decidido volver a la ciudad. La primera por asuntos de su escuela de teatro y la segunda porque quería dejar solucionadas varias cosas antes de irse a la universidad y l e apetecía además terminar su periodo de prácticas con Lanie.
- ¿Ella sabe lo vuestro? – preguntó Alexis – es que me voy a sentir muy rara trabajando con ella y ocultándoselo.
- Si – dijo Kate – no tuve más remedio que contárselo, pero me ha prometido guardar silencio, Esposito y Ryan no saben nada, y por supuesto ni hablar de que se entere Gates.
- ¿Volverás a la comisaría papá?, ¿Qué harás con él?, todavía no ha empezado el colegio, porque tendrá que ir al colegio, ¿no?
- Había pensado llevarlo al colegio donde tú fuiste, no creo que haya problema, para matricularlo, además está cerca de casa. También había pensado preguntar en la guardería en la que te quedaste algunas veces, la que está en Broadway con Prince Street, creo que atienden niños en verano, mientras los padres trabajan.
- ¿Crees que se quedará a gusto? – preguntó Kate – ya sabes lo inseguro que se muestra y el miedo que le da pensar que lo vas a dejar por ahí.
- Tendrá que acostumbrarse – dijo Rick – iremos poco a poco, para que se vaya dando cuenta que puede ir a los sitios, sin temor a que lo vayan a dejar abandonado.
- Me da tanta tristeza pensar en todo lo que ha tenido que pasar siendo tan chico – dijo Alexis solidaria.
- Pues ya no hay más que lamentar, no se puede volver atrás, lo bueno es que ahora está con gente que lo quiere – dijo Martha a quien el niño empezaba a gustarle y veía como tanto su hijo, como su nieta lo habían aceptado como un miembro más de la familia.
- ¿No eras tú la que decía que no tenía que fiarme de lo que me hubieran dicho y que no dejara de hacerme las pruebas de paternidad? – le preguntó su hijo sorprendido.
- Y sigo pensando que para tu tranquilidad debes hacértelas, eso no quita que ese crío no me caiga bien.
Y hablando del crío, este llegó a la mesa, poniendo fin a la conversación de los mayores y pidiendo zumo pues se moría de sed. Kate le sirvió un vaso, que se bebió del tirón.
Kate no pudo menos que admirar, como toda la familia, incluso Martha que tenía sus dudas, iban aceptando a Henry. Todos eran de natural cariñoso, Castle abrazaba y besaba a su hija a menudo, y no digamos a ella. Ahora Henry también empezaba a recibir las muestras de cariño de su familia, poco a poco y en pequeñas dosis, no querían atosigarlo, pero tampoco querían que se sintiera desplazado.
- ¿Qué os parece si damos un paseo por el puerto? – propuso Castle - ¿Quieres ver los barcos Henry?
- Si – dijo Henry – me gustan los barcos y a Edwin también.
- ¿Os importa si no os acompaño?, he visto a Lorraine y a Ronald, tomando una copa en el local de al lado y creo que voy a acompañarlos.
- Claro que no – dijo Alexis – ¿te paso a buscar cuando terminemos el paseo o te vuelves en taxi?
- Mejor espero a que tú me recojas – le dijo a su nieta.
Tal como había dicho, Martha se reunió con sus amigos, y el resto de la familia se fue a pasear. Fueron al puerto y vieron los yates que allí había atracados, algunos realmente ostentosos. Henry que había terminado subido a los hombros de Castle, no paraba de hablar sobre barcos, piratas, y tiburones.
- El ADN no sé cuál será – dijo Kate con una amplia sonrisa – pero la imaginación y la fantasía, por el estilo, más o menos.
Siguieron paseando hasta que ya cansados, decidieron volver a la casa. Acompañaron a Alexis a recoger a su abuela, y luego las escoltaron hasta su coche, yéndose después en busca del suyo. A esas alturas de la noche, estaban ya todos bastante cansados, sobre todo Henry, que cabeceaba sobre el hombro de su padre.
Cuando llegaron a la casa, preguntó Martha, que donde lo acostarían, a lo que Alexis contestó que no le importaba que durmiera en la otra cama que había en su habitación, y que muchas veces habían usado sus amigas.
Así que Castle volvió a demostrar su experiencia desvistiendo niños dormidos, y por segunda vez, Henry durmió en camiseta y calzoncillos.
Una vez acostados, ellos se fueron a su dormitorio, se desvistieron y después de lavarse los dientes, se reencontraron en la cama.
- Estoy agotado – dijo él – ha sido un día muy largo.
- Sí que lo ha sido – dijo ella que se arrimó a él, buscando su abrazo – te he echado de menos, tenía ganas de estar a solas contigo – dándole un beso.
- Y yo, considera esto un entrenamiento a marchas forzadas, para cuando decidas tener niños – sonrió él.
- Todavía es pronto – bostezando – de momento creo que mis instintos maternales, se van a ver totalmente satisfechos con Henry.
Él empezó a besarla, suavemente por toda la cara y bajando luego a la zona del cuello y la clavícula y volviéndole a dar las gracias por haber aceptado a Henry.
- ¿No estabas agotado?
- Un poco, pero también necesito esto, claro, si tú quieres dármelo.
- Soy toda tuya – respondió entre jadeos.
Se amaron dulcemente, sin prisas, hasta llegar al clímax y caer los dos rendidos uno en los brazos del otro.
Los dos días que pasaron en Los Hamptons fueron aprovechados al máximo. Mucha playa y piscina, paseos por los pueblos cercanos y ya a última hora de la tarde vuelta a la ciudad.
Kate dijo que le gustaría ir a su casa, pero entre la cara de pena de Castle, la inocente voz de Henry, preguntándole a su padre, si la señora Kate, no se quedaba con ellos y las pocas ganas que tenía de estar sola, fueron suficiente para convencerla de quedarse en el loft.
A la hora de acostarse, pensaron en instalar al niño en el cuarto de invitados, pero cuando este vio la gran habitación toda decorada en tonos sobrios y oscuros, con la enorme cama en el centro, dijo que no le gustaba y que quería la camita del otro día, así que volvieron a extender el sillón y a prepararle ahí la cama, aunque Castle le dijo que en cuanto la arreglaran esa sería su habitación.
Estaban todos tan cansados, que se durmieron en seguida. La primera en despertar fue Kate, el deber la llamaba y tenía que volver a comisaría. Afortunadamente la habían dejado descansar el fin de semana. Se levantó sin ganas y se metió al baño.
Cuando salió, ya Castle no estaba en la cama, y ella sabía que le estaba preparando el desayuno. Salió por el estudio con cuidado de no despertar a Henry, que dormía profundamente.
- ¡Buenos días! – le dijo con su encantadora sonrisa.
- Podrías haber seguido durmiendo, ¿sabes?
- ¿Y mandarte a trabajar con el estómago vacío?, eso no estaría bonito inspectora.
- ¿Qué vas a hacer hoy? – preguntó.
- Voy a llevar a Henry a la guardería, para que la conozca y luego creo que visitaré una tienda de muebles.
- ¿Vas a comprar los muebles para su cuarto?, ¿Ya?
- Si, va a tener que acostumbrarse a su propia habitación, no podemos tenerlo durmiendo en un sillón. ¿Te gustaría venir a elegirlos con nosotros?
- Si – dijo con determinación, pues realmente le apetecía participar en la decoración de la habitación del niño.
- Entonces te esperaremos a que salgas.
- ¿Y si me preguntan por ti?
- Ya lo sabes, estoy ocupadísimo escribiendo y si no hay caso, no puedo ir.
- ¿Y si hay un caso?
- Ya se nos ocurrirá algo, ¿vas a contárselo a Lanie? – preguntó de pronto.
- ¿El qué?
- Lo de Henry. La doctora Parish va a pensar muy mal de mí cuando se entere.
- ¿Por qué? – preguntó Kate sin saber muy bien a que se refería.
- Ya sabes, eso de aparecerme un hijo secreto por ahí, no está muy bien visto, todos recordarán la vida disipada que he llevado antes de sentar la cabeza contigo, y no me considerarán digno de ti.
- Tú y tu prodigiosa imaginación, ¿cuándo te ha importado a ti lo que piensen los demás?
- Todo lo que pueda afectarte a ti me importa muchísimo.
- Pues si yo acepto a Henry, como tu hijo y parte de esta familia, nadie tiene más nada que decir.
- Gracias, Kate, de verdad muchas gracias, no te haces una idea de lo que esto significa para mí. No he podido dejar de pensar en que la aparición de Henry iba a ser un obstáculo en nuestra relación y que no podría culparte si salías corriendo.
- No me voy a ningún lado, siempre me ha gustado verte actuar en tu faceta de padre con Alexis, y ahora que ella se va, voy a poder seguir disfrutando viéndote con Henry, y ahora no tengo más remedio que irme a trabajar.
Él se acercó a ella y rodeándola con sus brazos, la abrazó largamente, para terminar el abrazo, dándole un profundo beso.
- Estamos en contacto, cuando Henry se despierte, lo llevará a conocer la guardería de la entrañable señora Johnson.
- Alexis me estuvo hablando anoche de esa guardería, y que aunque a ella no le gustaba mucho que la dejases allí, la señora Johnson era como otra abuela para ella.
- Si – dijo él – Ethel Johnson es de esas mujeres que tienen pinta de adorable abuela, incluso antes de cumplir los cincuenta. Ahora tendrá ya los sesenta y no sé como la voy a encontrar, ahora llamaré para avisar que vamos y nos puedan recibir.
- Mientras que a Henry le inspire confianza y se sienta a gusto, da igual como esté – dijo Kate – y ahora si que me voy.
Llegaba Kate a la comisaría, cuando se encontró a Lanie y a Javier, que se soltaron de la mano, como si ella no supiese que volvían a estar juntos.
- ¿Qué tal el fin de semana? – le preguntó Lanie con ironía.
- Pues bien, aunque no tanto como el tuyo – le devolvió la pelota Kate.
- ¿Y el chico escritor no va a seguir acompañándonos? – volvió a preguntar Lanie, queriéndola incomodar.
- Pues la última vez que hablé con él – dijo intentando aparentar que de eso hacía ya varios días – me dijo que estaba agobiado con los plazos de entrega y que solo lo llamáramos si se presentaba un caso realmente interesante.
- ¡Qué exigente! – dijo Esposito – Castle y sus casos a la carta.
- Prefiero que se quede escribiendo a tenerlo por aquí dando vueltas aburrido mientras hago papeleo – dijo exasperada y sin faltar a la verdad.
Se separaron para dirigirse cada uno a su lugar de trabajo y ella y Esposito, subieron hasta su planta. Estuvo haciendo papeleo hasta la hora del almuerzo, que paró un rato, mientras se comía el sándwich que Javi había ido a buscar. Lanie no la había llamado, por lo que estaría ocupada, y Castle le había mandado un mensaje hacía un rato diciendo que salía para la guardería.
Cuando Henry se despertó y se levantó de su improvisada cama, se dirigió al baño, comprobando que no había nadie en la cama de su padre. Cuando salió del estudio, este, su hermana y su abuela, llevaban ya un rato sentados en la cocina, hablando tranquilamente mientras desayunaban sin prisa.
- ¡Buenos días! – saludaron los tres adultos.
- ¡Hola! – dijo por toda respuesta.
- Anda – le dijo Martha – ven a desayunar – y empezó a servirle en un plato.
Comió en silencio, observado por los tres adultos. Cuando terminaron, y después de recoger, Martha dijo que se iba a la escuela de teatro y Alexis preguntó si podía acompañarlos.
- Claro que si – dijo feliz Castle, estaremos encantados de que nos acompañes, ¿verdad Henry? – le preguntó al niño, que no tenía la menor idea de adónde iba a acompañarles.
Se vistieron y en menos de una hora estaban ante las puertas de la guardería. Durante el camino le habían ido explicando entre los dos, lo bonita y lo divertida que era, y que allí tendría muchos amigos para juagar. Henry asentía, él ya había estado antes en el colegio y la guardería, sabía de qué se trataba y los recordaba con cariño, pues se divertía en esos lugares.
Cuando entraron, los recibió el conserje que los acompañó hasta el despacho de la directora. Ella y Castle se conocían hace muchos años, desde que el llevaba a Alexis, cuando era pequeña.
- ¡Hola Rick! – lo saludó amable – ¡Alexis, que gusto volver a verte! – exclamó jovial – ¡estás hecha toda una mujer! – y por último y dirigiéndose a Henry – y este debe ser el pequeño Rodgers del que me hablaste esta mañana.
- Señora Johnson – la saludó Alexis cariñosa mientras le daba un beso – me alegro de volver a verla.
- Ethel – le dijo Rick – es un placer verte de nuevo, estás tan estupenda como siempre.
- Anda ya, zalamero – dijo riendo la directora – que siempre has sido igual de adulador.
A Ethel Johnson le gustaba Castle, o Richard Rodgers como siempre lo había conocido en su faceta de padre de Alexis. Conocía su profesión, había leído sus libros, e infinidad de artículos en la prensa que hablaban de su complicada vida, con el sexo femenino, sabía que había estado casado dos veces, pero había sido capaz de descubrir al verdadero Rick, el buen padre, siempre pendiente del bienestar de su hija, debajo de toda esa fachada de play boy que siempre le había acompañado.
Castle, le presentó a Henry y solicitó que fuera admitido, hasta que empezara el colegio al terminar las vacaciones. La señora Johnson, decidió enseñarle el recinto al niño, primero el aula a la que iría, donde había otros niños y niñas de su edad y luego lo llevó al jardín donde se hacía el recreo, donde había varios columpios que en seguida captaron la atención del pequeño.
- ¿Puedo subirme?
- Claro – le dijo su padre – mientras la señora Johnson y yo volveremos a su despacho, para hablar.
- Entonces me voy contigo – dijo sin tener ya ningún interés por subir a los columpios.
- Ve a lo que me refiero – le dijo Castle a Ethel Johnson – creo que piensa que lo voy a dejar abandonado.
- Entiendo – dijo la directora, a quien Castle había puesto en antecedentes cuando habló en la mañana por teléfono con ella.
- Henry – dijo agachándose y poniéndose a la altura del niño – no me voy a marchar sin ti, solo voy a hablar con ella, puedes jugar aquí mientras, te prometo que no me voy sin ti.
- Además yo me puedo quedar contigo, ¿quieres? – intervino Alexis.
- Vale, pero no tardes – dijo un poco más conforme.
Castle se marchó con la directora y mientras hablaba con ella y le contaba todo lo que había ocurrido en los últimos días desde que le dijeron que tenía un hijo. La señora Johnson, psicopedagoga con mucha experiencia, le dijo que la actitud insegura de Henry, era una reacción normal. Últimamente había habido mucha inestabilidad en su vida, y era notorio que demandaba seguridad.
También le dijo, que aunque al principio le costara separarse de su nueva familia, el niño terminaría acostumbrándose, por lo poco que sabía de él, veía que era bastante dócil y tranquilo y no creía que les diera problemas. Castle se quedó tranquilo, confiaba en aquella mujer, y sabía positivamente que el niño estaría seguro mientras él volvía a la comisaría.
Mientras Alexis le había estado hablando a Henry de cuando ella iba allí de pequeña, lo bien que lo pasaba y lo que se divertía. Lo acompañó a conocer todo el recinto y le enseñó sus lugares favoritos. Luego con mucho tacto le fue diciendo que tendría que ir allí, mientras su papá iba al trabajo. El chico le contestó que él iba a otro cole, mientras su mamá trabajaba, pero que este le gustaba más.
Una vez que terminaron de hablar, Castle fue a buscar a sus hijos. Henry después de la charla con Alexis, estaba totalmente convencido y resignado a quedarse. Asi que cuando vio a su padre, le preguntó:
- ¿Tú te vas al trabajo y luego vienes por mí?
- ¿Quieres quedarte? – preguntó con sorpresa.
- Henry y yo hemos estado hablando – explicó Alexis – le he enseñado todo esto y mis lugares favoritos, y sabe que mientras tu trabajes se quedará aquí con la señora Johnson.
- Muy bien Henry – dijo la señora Johnson – ya verás como esto te gusta.
- ¿Pero tú vienes a buscarme siempre y no me quedo aquí?
- Claro – contestó Castle – y si yo no puedo venir, vienen Alexis o la abuela, y ellas te llevan a casa, pero aquí, no te quedas nunca.
- Vale.
- Pero hoy no tienes que quedarte, he hablado con la señora Johnson y empezarás la próxima semana, ¿de acuerdo?
- Si – dijo más que contento – otro día vengo.
- Pues hasta otro día Henry – se despidió la señora Johnson, recuerda que te espero.
- Si, otro día vengo un ratito – y cogido de las manos de Castle y Alexis salió de la guardería más contento que unas castañuelas.
Pasaron el resto del día, juntos los tres, al final fueron hasta el zoo a ver a los animales. Castle le iba mandando a Kate mensajes a cada rato, para ir informándola de como pasaban el día. Por primera vez en su vida profesional, le dieron ganas de dejarlo todo e irse a disfrutar del zoo con su familia. Sintió un extraño y agradable cosquilleo interior en pensar en ellos como su familia.
Cuando terminó la jornada, afortunadamente sin ningún caso, se despidió de sus compañeros, antes de que estos pudieran entretenerla. Había quedado con ellos en una conocida tienda de decoración, para comprar los muebles del dormitorio de Henry.
Se vieron en el aparcamiento. Cuando Henry la vio, le dedicó una amplia sonrisa, aunque el saludo fue más formal.
- ¡Hola señora Kate!, papi va a comprarme una camita nueva.
- Hola cielo – dijo cariñosamente – ¿sabes que puedes llamarme solamente Kate?, eso de señora me hace sentir muy mayor.
- Pero es que tú eres mayor – afirmó el niño sorprendido.
- No te ofendas señora Kate – le dijo Rick con guasa – para él todo el mundo a partir de doce años es mayor.
- Sí, pero me ha hecho sentirme como una abuela – dijo resignada.
- Pues eres una abuela estupenda, ya hubiera querido yo una abuela la mitad de buena de lo que estás tú.
- Papá contrólate que hay un menor delante – dijo Alexis con una sonrisa – ya sé que lleváis todo el día sin veros y eso, pero Henry es demasiado pequeño para que le creéis un trauma.
- Pero la señora Kate es muy buena – dijo Henry muy serio.
- Y está muy buena – dijo Castle por lo bajini.
El “¡papá!” y el “¡Castle!” de Alexis y Kate sonaron a la vez.
- Bueno campeón – le dijo a su hijo – vamos a escoger unos bonitos muebles para ti.
Al final se decidieron por unos prácticos y funcionales muebles, de madera clara que combinarían con los accesorios en azul, ya que habían decidido decorarle la habitación con motivos marinos entre los que tendrían un lugar privilegiado su adorado Nemo y todos sus amigos del mar.
En un par de días irían del guardamuebles, a llevarse los muebles del dormitorio de invitados, y enseguida entrarían los pintores.
Le dijeron que en poco más de una semana, Henry tendría una estupenda habitación para él solo, mientras que de momento seguiría durmiendo en su camita del sillón, como él mismo la llamaba.
Un par de días después de volver de Los Hamptons, enterraron a Rachel. Castle fue capaz de convencer a Henry para que se quedara con Alexis en un parque cercano y él fue al cementerio con Martha. Fue una ceremonia muy sencilla, y corta, quería volver cuanto antes con el niño, ya cuando fuera un poco mayor le llevaría al cementerio. Ahora le parecía muy pequeño, y lo veía innecesario.
Durante la siguiente semana Henry se fue acostumbrando a su nueva familia, y ésta a él. Castle fue un par de veces a la comisaría, más que nada para disimular, porque fue una semana tranquila y sin casos. A Henry mientras, lo cuidaba Alexis, la relación entre los dos era bastante buena, Castle estaba feliz de que su hija hubiese aceptado tan bien al niño. Por su parte este, se encontraba a gusto y seguro con ella. Martha siguió insistiendo con lo de las pruebas de paternidad, su hijo le dijo que había llamado al laboratorio, pero que seguían de vacaciones y tendrían que esperar por lo menos un par de semanas, lo que calló a su madre.
Realmente no tenía ninguna prisa.
CONTINUARÁ…
Quiero disculparme de antemano, por si encontráis algún error en la continuidad del relato. Escribo a ratos, sobre todo los fines de semana y aunque leo y releo, antes de seguir, estoy segura de que alguna cosa o algún dato, se me pasará y a lo mejor no coincide, si es así, lo siento, no soy escritora profesional, esto es un pasatiempo, lo hago lo mejor que puedo, y no puedo dedicarle todo el tiempo que quisiera.
Sin más, solo deciros que muchas gracias por leer y comentar y ¡Feliz fin de semana!
Capítulo 9:
Cuando llegaron a la cafetería, Martha y Alexis ya les esperaban allí. Se sentaron en una mesa en la terraza del local. Pidieron su cena, y un menú infantil para Henry, que se lo comió todo sin rechistar, encantado con el delfín de plástico que venía de regalo con su menú y después en la sobremesa yendo a una pequeña zona recreativa infantil que había en el local.
Al principio no quiso despegarse de los mayores, aunque se le iban los ojos detrás de los toboganes. Castle lo tomó de la mano, y lo acompañó. Le dijo que él estaba en la mesa, que desde allí podía verlo perfectamente, y que por supuesto no pensaba irse sin él. Al final, logró convencerlo y lo dejó allí, aunque estaba pendiente para corresponder al saludo, que el chiquillo le mandaba a cada rato.
Estuvieron hablando de sus planes para los próximos días. Tanto Martha como Alexis habían decidido volver a la ciudad. La primera por asuntos de su escuela de teatro y la segunda porque quería dejar solucionadas varias cosas antes de irse a la universidad y l e apetecía además terminar su periodo de prácticas con Lanie.
- ¿Ella sabe lo vuestro? – preguntó Alexis – es que me voy a sentir muy rara trabajando con ella y ocultándoselo.
- Si – dijo Kate – no tuve más remedio que contárselo, pero me ha prometido guardar silencio, Esposito y Ryan no saben nada, y por supuesto ni hablar de que se entere Gates.
- ¿Volverás a la comisaría papá?, ¿Qué harás con él?, todavía no ha empezado el colegio, porque tendrá que ir al colegio, ¿no?
- Había pensado llevarlo al colegio donde tú fuiste, no creo que haya problema, para matricularlo, además está cerca de casa. También había pensado preguntar en la guardería en la que te quedaste algunas veces, la que está en Broadway con Prince Street, creo que atienden niños en verano, mientras los padres trabajan.
- ¿Crees que se quedará a gusto? – preguntó Kate – ya sabes lo inseguro que se muestra y el miedo que le da pensar que lo vas a dejar por ahí.
- Tendrá que acostumbrarse – dijo Rick – iremos poco a poco, para que se vaya dando cuenta que puede ir a los sitios, sin temor a que lo vayan a dejar abandonado.
- Me da tanta tristeza pensar en todo lo que ha tenido que pasar siendo tan chico – dijo Alexis solidaria.
- Pues ya no hay más que lamentar, no se puede volver atrás, lo bueno es que ahora está con gente que lo quiere – dijo Martha a quien el niño empezaba a gustarle y veía como tanto su hijo, como su nieta lo habían aceptado como un miembro más de la familia.
- ¿No eras tú la que decía que no tenía que fiarme de lo que me hubieran dicho y que no dejara de hacerme las pruebas de paternidad? – le preguntó su hijo sorprendido.
- Y sigo pensando que para tu tranquilidad debes hacértelas, eso no quita que ese crío no me caiga bien.
Y hablando del crío, este llegó a la mesa, poniendo fin a la conversación de los mayores y pidiendo zumo pues se moría de sed. Kate le sirvió un vaso, que se bebió del tirón.
Kate no pudo menos que admirar, como toda la familia, incluso Martha que tenía sus dudas, iban aceptando a Henry. Todos eran de natural cariñoso, Castle abrazaba y besaba a su hija a menudo, y no digamos a ella. Ahora Henry también empezaba a recibir las muestras de cariño de su familia, poco a poco y en pequeñas dosis, no querían atosigarlo, pero tampoco querían que se sintiera desplazado.
- ¿Qué os parece si damos un paseo por el puerto? – propuso Castle - ¿Quieres ver los barcos Henry?
- Si – dijo Henry – me gustan los barcos y a Edwin también.
- ¿Os importa si no os acompaño?, he visto a Lorraine y a Ronald, tomando una copa en el local de al lado y creo que voy a acompañarlos.
- Claro que no – dijo Alexis – ¿te paso a buscar cuando terminemos el paseo o te vuelves en taxi?
- Mejor espero a que tú me recojas – le dijo a su nieta.
Tal como había dicho, Martha se reunió con sus amigos, y el resto de la familia se fue a pasear. Fueron al puerto y vieron los yates que allí había atracados, algunos realmente ostentosos. Henry que había terminado subido a los hombros de Castle, no paraba de hablar sobre barcos, piratas, y tiburones.
- El ADN no sé cuál será – dijo Kate con una amplia sonrisa – pero la imaginación y la fantasía, por el estilo, más o menos.
Siguieron paseando hasta que ya cansados, decidieron volver a la casa. Acompañaron a Alexis a recoger a su abuela, y luego las escoltaron hasta su coche, yéndose después en busca del suyo. A esas alturas de la noche, estaban ya todos bastante cansados, sobre todo Henry, que cabeceaba sobre el hombro de su padre.
Cuando llegaron a la casa, preguntó Martha, que donde lo acostarían, a lo que Alexis contestó que no le importaba que durmiera en la otra cama que había en su habitación, y que muchas veces habían usado sus amigas.
Así que Castle volvió a demostrar su experiencia desvistiendo niños dormidos, y por segunda vez, Henry durmió en camiseta y calzoncillos.
Una vez acostados, ellos se fueron a su dormitorio, se desvistieron y después de lavarse los dientes, se reencontraron en la cama.
- Estoy agotado – dijo él – ha sido un día muy largo.
- Sí que lo ha sido – dijo ella que se arrimó a él, buscando su abrazo – te he echado de menos, tenía ganas de estar a solas contigo – dándole un beso.
- Y yo, considera esto un entrenamiento a marchas forzadas, para cuando decidas tener niños – sonrió él.
- Todavía es pronto – bostezando – de momento creo que mis instintos maternales, se van a ver totalmente satisfechos con Henry.
Él empezó a besarla, suavemente por toda la cara y bajando luego a la zona del cuello y la clavícula y volviéndole a dar las gracias por haber aceptado a Henry.
- ¿No estabas agotado?
- Un poco, pero también necesito esto, claro, si tú quieres dármelo.
- Soy toda tuya – respondió entre jadeos.
Se amaron dulcemente, sin prisas, hasta llegar al clímax y caer los dos rendidos uno en los brazos del otro.
Los dos días que pasaron en Los Hamptons fueron aprovechados al máximo. Mucha playa y piscina, paseos por los pueblos cercanos y ya a última hora de la tarde vuelta a la ciudad.
Kate dijo que le gustaría ir a su casa, pero entre la cara de pena de Castle, la inocente voz de Henry, preguntándole a su padre, si la señora Kate, no se quedaba con ellos y las pocas ganas que tenía de estar sola, fueron suficiente para convencerla de quedarse en el loft.
A la hora de acostarse, pensaron en instalar al niño en el cuarto de invitados, pero cuando este vio la gran habitación toda decorada en tonos sobrios y oscuros, con la enorme cama en el centro, dijo que no le gustaba y que quería la camita del otro día, así que volvieron a extender el sillón y a prepararle ahí la cama, aunque Castle le dijo que en cuanto la arreglaran esa sería su habitación.
Estaban todos tan cansados, que se durmieron en seguida. La primera en despertar fue Kate, el deber la llamaba y tenía que volver a comisaría. Afortunadamente la habían dejado descansar el fin de semana. Se levantó sin ganas y se metió al baño.
Cuando salió, ya Castle no estaba en la cama, y ella sabía que le estaba preparando el desayuno. Salió por el estudio con cuidado de no despertar a Henry, que dormía profundamente.
- ¡Buenos días! – le dijo con su encantadora sonrisa.
- Podrías haber seguido durmiendo, ¿sabes?
- ¿Y mandarte a trabajar con el estómago vacío?, eso no estaría bonito inspectora.
- ¿Qué vas a hacer hoy? – preguntó.
- Voy a llevar a Henry a la guardería, para que la conozca y luego creo que visitaré una tienda de muebles.
- ¿Vas a comprar los muebles para su cuarto?, ¿Ya?
- Si, va a tener que acostumbrarse a su propia habitación, no podemos tenerlo durmiendo en un sillón. ¿Te gustaría venir a elegirlos con nosotros?
- Si – dijo con determinación, pues realmente le apetecía participar en la decoración de la habitación del niño.
- Entonces te esperaremos a que salgas.
- ¿Y si me preguntan por ti?
- Ya lo sabes, estoy ocupadísimo escribiendo y si no hay caso, no puedo ir.
- ¿Y si hay un caso?
- Ya se nos ocurrirá algo, ¿vas a contárselo a Lanie? – preguntó de pronto.
- ¿El qué?
- Lo de Henry. La doctora Parish va a pensar muy mal de mí cuando se entere.
- ¿Por qué? – preguntó Kate sin saber muy bien a que se refería.
- Ya sabes, eso de aparecerme un hijo secreto por ahí, no está muy bien visto, todos recordarán la vida disipada que he llevado antes de sentar la cabeza contigo, y no me considerarán digno de ti.
- Tú y tu prodigiosa imaginación, ¿cuándo te ha importado a ti lo que piensen los demás?
- Todo lo que pueda afectarte a ti me importa muchísimo.
- Pues si yo acepto a Henry, como tu hijo y parte de esta familia, nadie tiene más nada que decir.
- Gracias, Kate, de verdad muchas gracias, no te haces una idea de lo que esto significa para mí. No he podido dejar de pensar en que la aparición de Henry iba a ser un obstáculo en nuestra relación y que no podría culparte si salías corriendo.
- No me voy a ningún lado, siempre me ha gustado verte actuar en tu faceta de padre con Alexis, y ahora que ella se va, voy a poder seguir disfrutando viéndote con Henry, y ahora no tengo más remedio que irme a trabajar.
Él se acercó a ella y rodeándola con sus brazos, la abrazó largamente, para terminar el abrazo, dándole un profundo beso.
- Estamos en contacto, cuando Henry se despierte, lo llevará a conocer la guardería de la entrañable señora Johnson.
- Alexis me estuvo hablando anoche de esa guardería, y que aunque a ella no le gustaba mucho que la dejases allí, la señora Johnson era como otra abuela para ella.
- Si – dijo él – Ethel Johnson es de esas mujeres que tienen pinta de adorable abuela, incluso antes de cumplir los cincuenta. Ahora tendrá ya los sesenta y no sé como la voy a encontrar, ahora llamaré para avisar que vamos y nos puedan recibir.
- Mientras que a Henry le inspire confianza y se sienta a gusto, da igual como esté – dijo Kate – y ahora si que me voy.
Llegaba Kate a la comisaría, cuando se encontró a Lanie y a Javier, que se soltaron de la mano, como si ella no supiese que volvían a estar juntos.
- ¿Qué tal el fin de semana? – le preguntó Lanie con ironía.
- Pues bien, aunque no tanto como el tuyo – le devolvió la pelota Kate.
- ¿Y el chico escritor no va a seguir acompañándonos? – volvió a preguntar Lanie, queriéndola incomodar.
- Pues la última vez que hablé con él – dijo intentando aparentar que de eso hacía ya varios días – me dijo que estaba agobiado con los plazos de entrega y que solo lo llamáramos si se presentaba un caso realmente interesante.
- ¡Qué exigente! – dijo Esposito – Castle y sus casos a la carta.
- Prefiero que se quede escribiendo a tenerlo por aquí dando vueltas aburrido mientras hago papeleo – dijo exasperada y sin faltar a la verdad.
Se separaron para dirigirse cada uno a su lugar de trabajo y ella y Esposito, subieron hasta su planta. Estuvo haciendo papeleo hasta la hora del almuerzo, que paró un rato, mientras se comía el sándwich que Javi había ido a buscar. Lanie no la había llamado, por lo que estaría ocupada, y Castle le había mandado un mensaje hacía un rato diciendo que salía para la guardería.
Cuando Henry se despertó y se levantó de su improvisada cama, se dirigió al baño, comprobando que no había nadie en la cama de su padre. Cuando salió del estudio, este, su hermana y su abuela, llevaban ya un rato sentados en la cocina, hablando tranquilamente mientras desayunaban sin prisa.
- ¡Buenos días! – saludaron los tres adultos.
- ¡Hola! – dijo por toda respuesta.
- Anda – le dijo Martha – ven a desayunar – y empezó a servirle en un plato.
Comió en silencio, observado por los tres adultos. Cuando terminaron, y después de recoger, Martha dijo que se iba a la escuela de teatro y Alexis preguntó si podía acompañarlos.
- Claro que si – dijo feliz Castle, estaremos encantados de que nos acompañes, ¿verdad Henry? – le preguntó al niño, que no tenía la menor idea de adónde iba a acompañarles.
Se vistieron y en menos de una hora estaban ante las puertas de la guardería. Durante el camino le habían ido explicando entre los dos, lo bonita y lo divertida que era, y que allí tendría muchos amigos para juagar. Henry asentía, él ya había estado antes en el colegio y la guardería, sabía de qué se trataba y los recordaba con cariño, pues se divertía en esos lugares.
Cuando entraron, los recibió el conserje que los acompañó hasta el despacho de la directora. Ella y Castle se conocían hace muchos años, desde que el llevaba a Alexis, cuando era pequeña.
- ¡Hola Rick! – lo saludó amable – ¡Alexis, que gusto volver a verte! – exclamó jovial – ¡estás hecha toda una mujer! – y por último y dirigiéndose a Henry – y este debe ser el pequeño Rodgers del que me hablaste esta mañana.
- Señora Johnson – la saludó Alexis cariñosa mientras le daba un beso – me alegro de volver a verla.
- Ethel – le dijo Rick – es un placer verte de nuevo, estás tan estupenda como siempre.
- Anda ya, zalamero – dijo riendo la directora – que siempre has sido igual de adulador.
A Ethel Johnson le gustaba Castle, o Richard Rodgers como siempre lo había conocido en su faceta de padre de Alexis. Conocía su profesión, había leído sus libros, e infinidad de artículos en la prensa que hablaban de su complicada vida, con el sexo femenino, sabía que había estado casado dos veces, pero había sido capaz de descubrir al verdadero Rick, el buen padre, siempre pendiente del bienestar de su hija, debajo de toda esa fachada de play boy que siempre le había acompañado.
Castle, le presentó a Henry y solicitó que fuera admitido, hasta que empezara el colegio al terminar las vacaciones. La señora Johnson, decidió enseñarle el recinto al niño, primero el aula a la que iría, donde había otros niños y niñas de su edad y luego lo llevó al jardín donde se hacía el recreo, donde había varios columpios que en seguida captaron la atención del pequeño.
- ¿Puedo subirme?
- Claro – le dijo su padre – mientras la señora Johnson y yo volveremos a su despacho, para hablar.
- Entonces me voy contigo – dijo sin tener ya ningún interés por subir a los columpios.
- Ve a lo que me refiero – le dijo Castle a Ethel Johnson – creo que piensa que lo voy a dejar abandonado.
- Entiendo – dijo la directora, a quien Castle había puesto en antecedentes cuando habló en la mañana por teléfono con ella.
- Henry – dijo agachándose y poniéndose a la altura del niño – no me voy a marchar sin ti, solo voy a hablar con ella, puedes jugar aquí mientras, te prometo que no me voy sin ti.
- Además yo me puedo quedar contigo, ¿quieres? – intervino Alexis.
- Vale, pero no tardes – dijo un poco más conforme.
Castle se marchó con la directora y mientras hablaba con ella y le contaba todo lo que había ocurrido en los últimos días desde que le dijeron que tenía un hijo. La señora Johnson, psicopedagoga con mucha experiencia, le dijo que la actitud insegura de Henry, era una reacción normal. Últimamente había habido mucha inestabilidad en su vida, y era notorio que demandaba seguridad.
También le dijo, que aunque al principio le costara separarse de su nueva familia, el niño terminaría acostumbrándose, por lo poco que sabía de él, veía que era bastante dócil y tranquilo y no creía que les diera problemas. Castle se quedó tranquilo, confiaba en aquella mujer, y sabía positivamente que el niño estaría seguro mientras él volvía a la comisaría.
Mientras Alexis le había estado hablando a Henry de cuando ella iba allí de pequeña, lo bien que lo pasaba y lo que se divertía. Lo acompañó a conocer todo el recinto y le enseñó sus lugares favoritos. Luego con mucho tacto le fue diciendo que tendría que ir allí, mientras su papá iba al trabajo. El chico le contestó que él iba a otro cole, mientras su mamá trabajaba, pero que este le gustaba más.
Una vez que terminaron de hablar, Castle fue a buscar a sus hijos. Henry después de la charla con Alexis, estaba totalmente convencido y resignado a quedarse. Asi que cuando vio a su padre, le preguntó:
- ¿Tú te vas al trabajo y luego vienes por mí?
- ¿Quieres quedarte? – preguntó con sorpresa.
- Henry y yo hemos estado hablando – explicó Alexis – le he enseñado todo esto y mis lugares favoritos, y sabe que mientras tu trabajes se quedará aquí con la señora Johnson.
- Muy bien Henry – dijo la señora Johnson – ya verás como esto te gusta.
- ¿Pero tú vienes a buscarme siempre y no me quedo aquí?
- Claro – contestó Castle – y si yo no puedo venir, vienen Alexis o la abuela, y ellas te llevan a casa, pero aquí, no te quedas nunca.
- Vale.
- Pero hoy no tienes que quedarte, he hablado con la señora Johnson y empezarás la próxima semana, ¿de acuerdo?
- Si – dijo más que contento – otro día vengo.
- Pues hasta otro día Henry – se despidió la señora Johnson, recuerda que te espero.
- Si, otro día vengo un ratito – y cogido de las manos de Castle y Alexis salió de la guardería más contento que unas castañuelas.
Pasaron el resto del día, juntos los tres, al final fueron hasta el zoo a ver a los animales. Castle le iba mandando a Kate mensajes a cada rato, para ir informándola de como pasaban el día. Por primera vez en su vida profesional, le dieron ganas de dejarlo todo e irse a disfrutar del zoo con su familia. Sintió un extraño y agradable cosquilleo interior en pensar en ellos como su familia.
Cuando terminó la jornada, afortunadamente sin ningún caso, se despidió de sus compañeros, antes de que estos pudieran entretenerla. Había quedado con ellos en una conocida tienda de decoración, para comprar los muebles del dormitorio de Henry.
Se vieron en el aparcamiento. Cuando Henry la vio, le dedicó una amplia sonrisa, aunque el saludo fue más formal.
- ¡Hola señora Kate!, papi va a comprarme una camita nueva.
- Hola cielo – dijo cariñosamente – ¿sabes que puedes llamarme solamente Kate?, eso de señora me hace sentir muy mayor.
- Pero es que tú eres mayor – afirmó el niño sorprendido.
- No te ofendas señora Kate – le dijo Rick con guasa – para él todo el mundo a partir de doce años es mayor.
- Sí, pero me ha hecho sentirme como una abuela – dijo resignada.
- Pues eres una abuela estupenda, ya hubiera querido yo una abuela la mitad de buena de lo que estás tú.
- Papá contrólate que hay un menor delante – dijo Alexis con una sonrisa – ya sé que lleváis todo el día sin veros y eso, pero Henry es demasiado pequeño para que le creéis un trauma.
- Pero la señora Kate es muy buena – dijo Henry muy serio.
- Y está muy buena – dijo Castle por lo bajini.
El “¡papá!” y el “¡Castle!” de Alexis y Kate sonaron a la vez.
- Bueno campeón – le dijo a su hijo – vamos a escoger unos bonitos muebles para ti.
Al final se decidieron por unos prácticos y funcionales muebles, de madera clara que combinarían con los accesorios en azul, ya que habían decidido decorarle la habitación con motivos marinos entre los que tendrían un lugar privilegiado su adorado Nemo y todos sus amigos del mar.
En un par de días irían del guardamuebles, a llevarse los muebles del dormitorio de invitados, y enseguida entrarían los pintores.
Le dijeron que en poco más de una semana, Henry tendría una estupenda habitación para él solo, mientras que de momento seguiría durmiendo en su camita del sillón, como él mismo la llamaba.
Un par de días después de volver de Los Hamptons, enterraron a Rachel. Castle fue capaz de convencer a Henry para que se quedara con Alexis en un parque cercano y él fue al cementerio con Martha. Fue una ceremonia muy sencilla, y corta, quería volver cuanto antes con el niño, ya cuando fuera un poco mayor le llevaría al cementerio. Ahora le parecía muy pequeño, y lo veía innecesario.
Durante la siguiente semana Henry se fue acostumbrando a su nueva familia, y ésta a él. Castle fue un par de veces a la comisaría, más que nada para disimular, porque fue una semana tranquila y sin casos. A Henry mientras, lo cuidaba Alexis, la relación entre los dos era bastante buena, Castle estaba feliz de que su hija hubiese aceptado tan bien al niño. Por su parte este, se encontraba a gusto y seguro con ella. Martha siguió insistiendo con lo de las pruebas de paternidad, su hijo le dijo que había llamado al laboratorio, pero que seguían de vacaciones y tendrían que esperar por lo menos un par de semanas, lo que calló a su madre.
Realmente no tenía ninguna prisa.
CONTINUARÁ…
Cata Castillo- Escritor - Policia
- Mensajes : 1729
Fecha de inscripción : 25/09/2010
Localización : Al sur del sur
Re: Y tú, ¿Quién eres?, Epílogo
Me encanta el niño. Estoy ansiosa por saber el resultado de las pruebas, si se hacen, y como afectaría a la "familia". Sigue pronto! Un saludo.
okusak- Policia de homicidios
- Mensajes : 749
Fecha de inscripción : 03/05/2012
Edad : 34
Localización : Entre la nebulosa Nervitana y el país de nunca jamás.
Re: Y tú, ¿Quién eres?, Epílogo
Cada día me gusta más esta historia, el pequeño es muy tierno, siendo tan pequeño es muy listo y muy gracioso, no puedo evitar que me recuerde a mi primo pequeño con lo que se me hace aun más tierno jaja Ojala esas pruebas den positivas porque me encanta ese niño. Me sorprende la actitud de Kate, ha aceptado de buen grado al pequeño y ejerce muy bien de madre. Me ha encantado el comentario de Castle a Beckett cuando la ve después de su dia de trabajo, lo que me he reido con esa escena jaja
Espero que lo continues pronto, me gusta muchísimo
Espero que lo continues pronto, me gusta muchísimo
Re: Y tú, ¿Quién eres?, Epílogo
sigue prontooooo me encantaaa
castle&beckett..cris- Escritor - Policia
- Mensajes : 5471
Fecha de inscripción : 20/03/2011
Edad : 33
Localización : Menorca..I LOVE NEW YORK..NYPD..RICK CASTLE & KATE BECKETT
Re: Y tú, ¿Quién eres?, Epílogo
Bueno este capitulo ha sido como transición, no ha ocurrido gran cosa excepto comprarle la cama al pequeño, y conocerse más toda la familia.
Yo también quiero saber las pruebas del ADN. Igual nos reservas una sorpresa
Yo también quiero saber las pruebas del ADN. Igual nos reservas una sorpresa
marypaz- Policia de homicidios
- Mensajes : 687
Fecha de inscripción : 09/06/2011
Re: Y tú, ¿Quién eres?, Epílogo
¡Hola! Desesperaíta perdía estoy esperando los subtítulos del episodio de anoche. Lo he visto por encima en inglés, pero como no entiendo mucho prefiero esperar.
Os dejo el siguiente capítulo, aquí ocurre algo parecido a lo que pasó en el episodio 3 de esta temporada, se me ocurrió hace tiempo, solo es una pequeña coincidencia pues ya sabéis que Lanie, en esta historia sabe, que Castle y Becket están juntos y decide molestarlos un poco.
Espero que os guste como sigue esto y a ver si terminan de hacer los subtítulos, que me muero de impaciencia.
Muchas gracias por leer y comentar.
Capítulo 10:
En esa semana llegaron las cajas con las cosas de Henry. Venía su ropa y sus juguetes, lo que alegró bastante al niño. Fueron muchas las exclamaciones cuando reconocía algunas de sus cosas.
La habitación ya estaba pintada, solo esperaban a que el olor a pintura y disolvente se quitara, para que trajeran los muebles. En las cajas además de la ropa del niño y algunos juguetes, con los que el chiquillo se reencontró emocionado, venían las cosas de Rachel. Castle no sabía que hacer con ellas. Kate le sugirió que dieran la ropa a algún centro de beneficencia, pero que los objetos personales deberían guardarlos para Henry, ella era su madre y el niño tenía derecho a conservar sus cosas.
Así que eso hicieron, todo lo que pensaron que en algún momento el niño podría querer, volvieron a guardarlo en una caja, que llevaron al trastero del loft. Castle dejó fuera, más álbumes de fotos y escogió dos fotos, una de Rachel sola, y otra en la que estaba con su hijo, y quitando algunas de las que él tenía suyas, las puso allí, con la intención de ponerlas en el cuarto de Henry.
- Es un bonito detalle – le dijo Kate dándole un beso.
- Ella era su madre y solo por eso se merece un lugar en esta casa – le dijo él, con cierta tristeza – hubiera preferido ejercer de padre de fin de semana y vacaciones, pero que ella no hubiese muerto.
- Lo sé, pero si ella siguiese viva quizás nunca hubieses conocido a Henry.
- Gracias por comprenderlo, Kate.
- No tienes que estar todo el rato dándome las gracias, lo hago con gusto, me gusta Henry, mucho.
- Tú también le gustas a él señora Kate.
Cuando Henry vio las fotos de su madre, se puso triste y volvió a preguntar que si ya su madre nunca iba a venir, a lo que tuvieron que contestarle que no, que donde estaba ya no podía volver y él suspiró diciendo que tenía ganas de verla.
Los momentos en los que se acordaba de su madre y de su vida anterior, eran los peores para Castle, pues ahí no había consuelo posible, solo decirle que lo querían mucho y que ya no iba a estar nunca más solito, que era lo que más le preocupaba.
A Kate que siempre le había gustado Castle, en su faceta paternal, estaba asombrada de como Rick había aceptado y quería al niño. Él se encargaba de levantarlo, lo ayudaba a bañarse, le leía cuentos antes de dormir, procuraba ser siempre quien lo recogiera de la guardería, le decía con frecuencia lo mucho que lo quería, que era su niño favorito, y que estaba feliz de haberlo conocido, lo que hacía que Henry poco a poco se fuese sintiendo más seguro.
El siguiente fin de semana, tenían planeado volver a Los Hamptons, pero como dieron posibilidad de lluvia, decidieron quedarse en la ciudad. Al final la lluvia se quedó en un simple chaparrón y el domingo amaneció fresco y soleado.
En vista de que sus planes de playa se habían truncado, decidieron pasar el día en Central Park. Fueron los cuatro, pues Martha dijo que no le apetecía para nada un día de campo.
Pasaron una agradable mañana, jugando a la pelota, pues entre los juguetes de Henry aparecieron una gorra, un guante, una pelota y un bate de beisbol. Como Castle era un auténtico desastre, fue Kate la que estuvo jugando más con el niño, mientras Castle les hacía fotos.
Al mediodía les entró hambre y como no habían llevado nada de almuerzo, Kate se ofreció a ir a un carrito cercano y comparar unos perritos calientes y unos refrescos. Castle, Alexis y Henry, se pusieron a jugar con un juego de petanca infantil, que también habían llevado. Estaban de lo más entusiasmados jugando, cuando Castle oyó que lo saludaban, al levantar la vista se encontró con la persona que menos esperaba ver por allí.
- ¡Vaya señor Castle, no esperaba encontrarlo por aquí!
- Capitán Gates – saludó a la mujer a la que en principio no reconoció al verla con calzado deportivo, el pelo recogido en una coleta y embutida en unas ceñidas mallas negras y una camiseta de color violeta.
- Este es mi esposo, Alfred Gates – señalando a un hombre de color de la envergadura de Castle, pero sin un solo pelo en su brillante y redonda cabeza.
- Encantado – dijo Castle educado tendiendo la mano – ella es mi hija Alexis.
- Papi te toca – les interrumpió Henry, que se acercó a ellos llevando una de las pelotas del juego en la mano.
- No sabía que también tenía un hijo pequeño, señor Castle – dijo Gates con sorpresa – pensé que solo era padre de esta jovencita.
- Yo tampoco lo sabía señor, la madre de Henry nunca me dijo nada del niño, pero ha fallecido hace poco y lo dejó a mi cargo – dijo serio, pensando que como dijera alguna inconveniencia le iba a soltar cuatro fresca aunque llevase con ella al marido – Henry, esta señora es el capitán Gates – la presentó al niño.
- ¿Eres capitán de un barco de piratas? – dijo el niño mirándola con gran admiración – me gustan los piratas – lo que provocó la risa del señor Gates.
- Más o menos jovencito – dijo Gates reprimiendo una sonrisa.
El niño miró al señor Gates y le preguntó con tristeza:
- ¿Tú también estás malito señor? – mirando atentamente la cabeza del esposo del capitán.
- No pequeño, estoy perfectamente – contestó el señor Gates sorprendido – ¿Por qué me preguntas eso?
Castle iba a intervenir cuando el niño muy resuelto contesta:
- Mi mami se pone malita y se le caen todos los pelos de la cabeza – dijo Henry triste.
- La madre de Henry falleció de cáncer – se vio en la obligación de explicar Castle.
- Si – dijo el niño – se muere y ya nunca más la veo, pero mi papá me encuentra y ya no estoy solito.
- Pues me alegro mucho de que tu papá te cuide jovencito – dijo el señor Gates – y yo no estoy malito hijo, es que soy calvo – dijo sin poder evitar la sonrisa.
- Le dejo disfrutar de su día en familia señor Castle – se despidió Gates – nos vemos mañana Kate, y que aproveche – dirigiéndose a ésta que volvía con los perritos y al ver quien estaba hablando con ellos, se había escondido detrás de un árbol para que no la vieran.
- Hasta mañana señor – dijo Kate, pensando como a esa mujer no se le escapaba nada – ¿Cómo ha sabido que estaba ahí?, ¿Cómo puede haberme visto? – preguntó Kate.
- Los piratas tienen catalejos como yo para ver muchas cosas – le aclaró Henry.
- Si – dijo Kate – será eso, que tiene un buen catalejo.
- A lo mejor quien tiene un buen catalejo es su esposo – dijo Castle bajito, pero lo suficientemente alto para que Kate lo oyera y no pudiera evitar la sonrisa.
- Mejor hablamos de otra cosa – cambió de tema, pues ni Alexis ni Henry se habían enterado.
Siguieron disfrutando de su jornada en Central Park, hasta que empezó a refrescar y decidieron ir al cine a ver una sesión infantil, terminaron su domingo familiar cenando una pizza en Gino’s, aunque Henry prefirió tomar macarrones con queso.
A la mañana siguiente, cuando el despertador sonó a las 6:45, Kate lo apagó de un manotazo y sin pensarlo dos veces y con muy pocas ganas, salió de la cama. Castle murmuró algo ininteligible y se dio la vuelta para seguir durmiendo. Ella se metió al baño para ducharse a ver si se espabilaba algo. La noche anterior, después de llegar a casa y acostar a Henry, ellos que aunque habían estado juntos, se habían echado de menos durante todo el día se dieron un largo baño en el jacuzzi donde estuvieron jugando un rato. Después del baño, se fueron a la cama, donde volvieron a hacer el amor, cuidando de no hacer mucho ruido, para no despertar al niño.
Al final se durmieron abrazados, pero el reloj sonó demasiado pronto para ella, después de solo haber dormido tres o cuatro horas. Estuvo un rato bajo el agua, hasta que al final no tuvo más remedio que salirse.
Cuando pasó al cuarto para vestirse, sonrió, él ya se había levantado, así que desayunaría acompañada. Salió a la cocina, y pensó que lo de desayunar acompañada era un decir, Castle había puesto la cafetera y el tostador, pero él dormitaba con la cabeza encima de la barra de la cocina. Retiró las tostadas que ya estaban listas y se sirvió el café, pero antes se acercó a él y dándole un beso en la frente lo animó para que volviera a la cama.
- ¿Do te impodta? – dijo con voz gangosa a causa del sueño.
- No, no me impodta – lo imitó ella con una sonrisa – aprovecha tu que puedes.
Se levantó con un gran esfuerzo y dándole un beso, le dijo:
- No te canses mucho hoy, luego nos vemos – y arrastrando los pies se volvió a la cama.
Cuando llegó a la comisaría la cosa estaba bastante tranquila. Solo estaba allí Gates, que cuando la vio llegar le hizo señas para que entrara a su despacho. Kate sabía que iba a hablarle de lo del día anterior, los había pillado.
- Señor… – empezó a hablar Kate, pero fue interrumpida por el capitán.
- Kate, no quiero que piense que soy una entrometida y quiero inmiscuirme en su vida privada, nada más lejos de mi intención. Lo del señor Castle y usted se veía venir, no sé el tiempo que llevan juntos y realmente no me importa. Lo único que si me importa es la imagen que se de en esta comisaría. Sus vidas son privadas, así que fuera de aquí pueden hacer lo que quieran, pero entre estas cuatro paredes, no quiero arrumacos y mucho menos discusiones de pareja. Eso forma parte de su intimidad, y espero que sepan guardar las apariencias cuando trabajen juntos.
- No tiene por qué preocuparse, ni siquiera lo saben mis compañeros, estamos intentando pasar lo más desapercibidos posible, es usted de las primeras personas que se han enterado.
- No veo problema en que lo sepan sus compañeros, sé lo allegados que son los tres, y ahora se puede ir a trabajar.
No había sido tan malo, pensó. Todavía no habían llegado los chicos y estaba sola. Sonrió para sí misma con satisfacción, se sentía dichosa, no solo porque había pasado una muy buena noche, sino porque realmente se sentía feliz. Su cariño por Henry iba en aumento, el niño era un encanto y se hacía querer. Así que sin darse cuenta, irradiaba felicidad por todos los poros de su cuerpo.
Llegó Ryan, aunque tenía el brazo mucho mejor, aun iba a rehabilitación, pero como era el izquierdo, se había incorporado para dedicarse de momento a labores administrativas. Luego llegó Esposito, que se alegró al ver a su compañero allí de nuevo.
Estuvieron un rato haciendo papeleo, hasta que sonó el teléfono, era un aviso de que un corredor había encontrado una pierna en Central Park, como no era un cuerpo, dijeron que la llevaran al depósito, para que la forense la analizara, pero poco a poco, se empezaron a recibir más avisos de varias personas que corrían, paseaban o montaban en bicicleta por el parque y que habían encontrado o tropezado, con otros miembros amputados de personas. Hasta el momento, se habían encontrado tres piernas, cinco manos, un brazo y dos pies. Por lo visto alguien se había vuelto loco de remate y descuartizado a media ciudad.
Ahora si que tenían que salir hacia allí.
- ¿No vas a llamar a Castle? – preguntó Esposito – se va a enfadar mucho si no lo avisas, que este es de los que le gusta.
- Ya le aviso, nos vemos allí.
- A esto voy yo también – se apuntó Ryan – quien al saber de que iba la cosa, le entró el morbo y quiso ir a mirar.
Castle le cogió el teléfono y le dijo que acababan de salir de la casa, que en cuanto dejase a Henry en la guardería, se iba hacia el parque.
Kate había estado revisando algunos de los sitios en los que habían aparecido los miembros, que estaban relativamente cercanos entre sí. Llegó hasta donde estaba Lanie. Al final no le había hablado a su amiga del niño, no había tenido ocasión de hacerlo, pues Lanie había estado ausente unos días por asuntos propios, sabía que se enfadaría con ella, pero no se lo iba a contar de cualquier forma.
Lanie, aunque la situación en la que se encontraban, no era la más apropiada, tenía unas enormes ganas de chinchar a su amiga y conociendo más que de sobra, la causa de su felicidad, al ver su radiante semblante, y como estaban allí presentes, solo ellas dos, Esposito y Ryan, exclamó al verla:
- ¡Menuda cara de felicidad que traes!, no pega nada con lo desagradable que es todo esto.
- Yo no tengo cara de felicidad – dijo seria – no sé porque dices eso – mirando a sus compañeros – no, no lo sé – intentando disimular.
- Pues yo si lo sé – dijo con aspavientos – Katherine Becket, ¡tú estás teniendo sexo! – dijo con una gran sonrisa, para hacerla sentir incómoda.
- ¡Aahhh, inspectora! – era Castle al que nadie había visto aparecer y que hacía exagerados aspavientos tratando de disimular – ¡que calladito se lo tenía!, así que teniendo una aventura y no lo ha compartido con sus amigos. ¿Y cómo es él? ¿Muy guapo, con un enorme atractivo y encantador?
- Quieres dejar de decir tonterías Castle – dijo gritando más de lo que quería pues se había puesto nerviosa – esto es muy serio para ponernos a decir pamplinas, y mi vida privada, es eso, pri-va-da – haciendo hincapié en cada silaba y echando una mirada asesina a Lanie.
Lanie no quería echarse a reír, pues la situación en la que se encontraban recogiendo trozos amputados de personas, no acompañaba mucho, pero la actuación de Castle había sido sublime, mientras que Becket, estaba más que nerviosa.
Lo que más risa le daba, era oír la conversación entre Ryan y Esposito intentando averiguar qué es lo que pasaba allí.
- Oye hermano – le decía Espo a Ryan – ¿no te parece raro que Castle esté tan tranquilo sabiendo que Becket está con otro?
- Pero, ¿es seguro que está con alguien?, mira que con el médico de la moto, tardamos un montón en enterarnos que estaba con él.
- Si Lanie ha dicho que está teniendo sexo, es seguro que no se equivoca, esa mujer es capaz de averiguar hasta de qué color usas los condones, solo con verte la cara.
- No me gustan de colores – murmuró Ryan sin darse cuenta – en eso soy bastante tradicional.
- No hablaba de tus condones, y además a mí no me importa como los uses – dijo poniendo cara de asco al pensar en lo que decía – voy a ver si averiguo algo preguntándole a Castle – ¡Hey Castle! – dijo acercándose a él – ¿tu sabías que Becket tiene un nuevo amiguito?
- No – dijo sin querer dar muchas explicaciones – ella lo ha negado, ¿no?
- Ella siempre lo niega, pero si Lanie dice que está teniendo sexo, es que lo está teniendo.
- ¿Y cómo puede saber eso la doctora Parish? – preguntó queriendo disimular y pensando que la puñetera lo sabía de primera mano.
- No sé tío, pero las mujeres son capaces de saber si otra tiene sexo, solo con verles la cara. Creo que tiene que ver algo con la satisfacción.
- ¡Vaya! – dijo Castle más para sí mismo, que para Esposito – así que Becket, está satisfecha, Oye Javier, si averiguo algo te lo digo, ¿vale tío? – dijo queriendo dejar la conversación.
- Pero ¿no te molesta?, nosotros pensábamos que entre tú y Becket, ya sabes…
- No, no sé – dijo el escritor.
- Pues que había algo, por lo menos a ti te gusta ella, ¿no?
- Es guapa y yo tengo debilidad por las mujeres guapas y… lo siento el deber me llama, digo Becket, es Becket quien me llama – y se alejó de allí hacia donde estaba ella mirándolo con una cara de mil demonios.
- ¿Qué te decía Javier?, ¡ah, míralos no paran de mirarnos! – se quejó ella.
- Me preguntaba si no estoy celoso porque estas con alguien.
- Pero, ¿Quién les ha dicho que estoy saliendo con alguien?, si no he abierto la boca – dijo molesta.
- Pues por lo visto no hace falta que abras la boca, ya lo dices todo con tu cara de satisfecha, ¿es verdad que estás satisfecha? – le cambió de tema a lo que realmente le interesaba.
- ¡Ah, maldita Lanie!, me prometió que no diría nada, ya hablaré con ella, y tú, disimula.
- Pero si yo disimulo, eres tú la que no lo haces – dijo enfadado.
Sus tres amigos no perdían detalle de la conversación, y poco a poco iban acercándose a ver que podían pillar, llegando a punto para oír como ella le preguntaba por Henry.
- ¿Quién es Henry? – preguntó enseguida Lanie, ya que ese nombre no le sonaba.
- Pues quien va a ser – dijo Castle aprovechando la oportunidad que se le presentaba – su nuevo novio, ¡Eh chicos!, ¿No queríais saber quién satisfacía a Becket?, pues ya sabéis su nombre – dijo muy ufano, pensando que se los iba a quitar de encima por un tiempo.
Kate quería matarlo allí mismo, menos mal que no había nadie más por allí cerca, ya que el resto de equipos estaban alrededor de las diferentes zonas acordonadas.
- NUNCA JAMÁS QUIERO VOLVER A OÍROS HABLAR DE MI VIDA PRIVADA COMO SI YO NOS ESTUVIERA PRESENTE – dijo hablando fuerte, pero evitando que lo oyeran los demás – y sí, estoy con alguien maravilloso que me tiene muy contenta y por eso tengo esta cara de alegría por las mañanas – dijo ya cansada sin poderlo evitar.
- Pero jefa… – iba a decir Ryan pues él no había dicho nada, y cuando se dio cuenta de lo que ella había dicho – entonces, ¿es verdad?
- ¡Cállate! – le dijo Becket – es que no te has enterado de lo que acabo de decir, no se habla de mi vida privada, y tú, ¿de qué te ríes? – dijo dándole un fuerte golpe a Castle en el brazo, al que se le había puesto una sonrisa tonta en la cara después de oírla decir que era alguien maravilloso y que la tenía muy contenta.
- ¡Ah!, pero ¿yo que he hecho? – dijo frotándose el brazo pues le había dolido.
- ¡Que te calles! – dijo muy enfadada, señalándolo con el dedo – ¡andando, nos vamos a la comisaría y ya la doctora Parish nos avisa cuando decida ponerse a trabajar y averigüe algo!
Cada uno se dirigió a su coche. Castle como siempre, en el de Becket, que iba echando chispas por los ojos.
- ¡Maldita Lanie!, no se puede confiar en ella, me prometió que no diría nada y a la primera oportunidad me pone en evidencia – dijo más que enfadada – ¿y tú?, tampoco has sido de mucha ayuda.
- Lo siento, pero es lo primero que se me ocurrió – dijo disculpándose – si no lo estuviéramos ocultando no pasarían estas cosas.
- Lo sé – dijo ella – pero aun no me siento preparada para hacerlo público, lo siento.
- ¿Quieres que hagamos rabiar un poco a Lanie? – preguntó con una enorme sonrisa.
- A ver, ¿Qué se te ha ocurrido?
- Todavía no lo tengo muy claro, pero no vayas sola al depósito, espera a que yo pueda ir contigo, ya se me ocurrirá algo, tu solo tienes que dejarte llevar y seguirme el rollo.
- Vale – dijo con una sonrisa – Lanie se merece un escarmiento, y al final no me dijiste que tal se quedó Henry.
- Bueno, no le hizo mucha gracia que lo dejara allí. Tuve que prometerle varias veces que iría a buscarlo por la tarde y que no iba a dejarlo solo. No se quedó muy convencido, pero ya sabes que es bastante dócil, así que me miró con resignación y cuando me despedí de él, solo me dijo: “Pero luego vienes por mi”
- Pobrecillo, le va a costar acostumbrarse a quedarse solo en los sitios y confiar en que no lo dejen abandonado.
CONTINUARÁ…
Os dejo el siguiente capítulo, aquí ocurre algo parecido a lo que pasó en el episodio 3 de esta temporada, se me ocurrió hace tiempo, solo es una pequeña coincidencia pues ya sabéis que Lanie, en esta historia sabe, que Castle y Becket están juntos y decide molestarlos un poco.
Espero que os guste como sigue esto y a ver si terminan de hacer los subtítulos, que me muero de impaciencia.
Muchas gracias por leer y comentar.
Capítulo 10:
En esa semana llegaron las cajas con las cosas de Henry. Venía su ropa y sus juguetes, lo que alegró bastante al niño. Fueron muchas las exclamaciones cuando reconocía algunas de sus cosas.
La habitación ya estaba pintada, solo esperaban a que el olor a pintura y disolvente se quitara, para que trajeran los muebles. En las cajas además de la ropa del niño y algunos juguetes, con los que el chiquillo se reencontró emocionado, venían las cosas de Rachel. Castle no sabía que hacer con ellas. Kate le sugirió que dieran la ropa a algún centro de beneficencia, pero que los objetos personales deberían guardarlos para Henry, ella era su madre y el niño tenía derecho a conservar sus cosas.
Así que eso hicieron, todo lo que pensaron que en algún momento el niño podría querer, volvieron a guardarlo en una caja, que llevaron al trastero del loft. Castle dejó fuera, más álbumes de fotos y escogió dos fotos, una de Rachel sola, y otra en la que estaba con su hijo, y quitando algunas de las que él tenía suyas, las puso allí, con la intención de ponerlas en el cuarto de Henry.
- Es un bonito detalle – le dijo Kate dándole un beso.
- Ella era su madre y solo por eso se merece un lugar en esta casa – le dijo él, con cierta tristeza – hubiera preferido ejercer de padre de fin de semana y vacaciones, pero que ella no hubiese muerto.
- Lo sé, pero si ella siguiese viva quizás nunca hubieses conocido a Henry.
- Gracias por comprenderlo, Kate.
- No tienes que estar todo el rato dándome las gracias, lo hago con gusto, me gusta Henry, mucho.
- Tú también le gustas a él señora Kate.
Cuando Henry vio las fotos de su madre, se puso triste y volvió a preguntar que si ya su madre nunca iba a venir, a lo que tuvieron que contestarle que no, que donde estaba ya no podía volver y él suspiró diciendo que tenía ganas de verla.
Los momentos en los que se acordaba de su madre y de su vida anterior, eran los peores para Castle, pues ahí no había consuelo posible, solo decirle que lo querían mucho y que ya no iba a estar nunca más solito, que era lo que más le preocupaba.
A Kate que siempre le había gustado Castle, en su faceta paternal, estaba asombrada de como Rick había aceptado y quería al niño. Él se encargaba de levantarlo, lo ayudaba a bañarse, le leía cuentos antes de dormir, procuraba ser siempre quien lo recogiera de la guardería, le decía con frecuencia lo mucho que lo quería, que era su niño favorito, y que estaba feliz de haberlo conocido, lo que hacía que Henry poco a poco se fuese sintiendo más seguro.
El siguiente fin de semana, tenían planeado volver a Los Hamptons, pero como dieron posibilidad de lluvia, decidieron quedarse en la ciudad. Al final la lluvia se quedó en un simple chaparrón y el domingo amaneció fresco y soleado.
En vista de que sus planes de playa se habían truncado, decidieron pasar el día en Central Park. Fueron los cuatro, pues Martha dijo que no le apetecía para nada un día de campo.
Pasaron una agradable mañana, jugando a la pelota, pues entre los juguetes de Henry aparecieron una gorra, un guante, una pelota y un bate de beisbol. Como Castle era un auténtico desastre, fue Kate la que estuvo jugando más con el niño, mientras Castle les hacía fotos.
Al mediodía les entró hambre y como no habían llevado nada de almuerzo, Kate se ofreció a ir a un carrito cercano y comparar unos perritos calientes y unos refrescos. Castle, Alexis y Henry, se pusieron a jugar con un juego de petanca infantil, que también habían llevado. Estaban de lo más entusiasmados jugando, cuando Castle oyó que lo saludaban, al levantar la vista se encontró con la persona que menos esperaba ver por allí.
- ¡Vaya señor Castle, no esperaba encontrarlo por aquí!
- Capitán Gates – saludó a la mujer a la que en principio no reconoció al verla con calzado deportivo, el pelo recogido en una coleta y embutida en unas ceñidas mallas negras y una camiseta de color violeta.
- Este es mi esposo, Alfred Gates – señalando a un hombre de color de la envergadura de Castle, pero sin un solo pelo en su brillante y redonda cabeza.
- Encantado – dijo Castle educado tendiendo la mano – ella es mi hija Alexis.
- Papi te toca – les interrumpió Henry, que se acercó a ellos llevando una de las pelotas del juego en la mano.
- No sabía que también tenía un hijo pequeño, señor Castle – dijo Gates con sorpresa – pensé que solo era padre de esta jovencita.
- Yo tampoco lo sabía señor, la madre de Henry nunca me dijo nada del niño, pero ha fallecido hace poco y lo dejó a mi cargo – dijo serio, pensando que como dijera alguna inconveniencia le iba a soltar cuatro fresca aunque llevase con ella al marido – Henry, esta señora es el capitán Gates – la presentó al niño.
- ¿Eres capitán de un barco de piratas? – dijo el niño mirándola con gran admiración – me gustan los piratas – lo que provocó la risa del señor Gates.
- Más o menos jovencito – dijo Gates reprimiendo una sonrisa.
El niño miró al señor Gates y le preguntó con tristeza:
- ¿Tú también estás malito señor? – mirando atentamente la cabeza del esposo del capitán.
- No pequeño, estoy perfectamente – contestó el señor Gates sorprendido – ¿Por qué me preguntas eso?
Castle iba a intervenir cuando el niño muy resuelto contesta:
- Mi mami se pone malita y se le caen todos los pelos de la cabeza – dijo Henry triste.
- La madre de Henry falleció de cáncer – se vio en la obligación de explicar Castle.
- Si – dijo el niño – se muere y ya nunca más la veo, pero mi papá me encuentra y ya no estoy solito.
- Pues me alegro mucho de que tu papá te cuide jovencito – dijo el señor Gates – y yo no estoy malito hijo, es que soy calvo – dijo sin poder evitar la sonrisa.
- Le dejo disfrutar de su día en familia señor Castle – se despidió Gates – nos vemos mañana Kate, y que aproveche – dirigiéndose a ésta que volvía con los perritos y al ver quien estaba hablando con ellos, se había escondido detrás de un árbol para que no la vieran.
- Hasta mañana señor – dijo Kate, pensando como a esa mujer no se le escapaba nada – ¿Cómo ha sabido que estaba ahí?, ¿Cómo puede haberme visto? – preguntó Kate.
- Los piratas tienen catalejos como yo para ver muchas cosas – le aclaró Henry.
- Si – dijo Kate – será eso, que tiene un buen catalejo.
- A lo mejor quien tiene un buen catalejo es su esposo – dijo Castle bajito, pero lo suficientemente alto para que Kate lo oyera y no pudiera evitar la sonrisa.
- Mejor hablamos de otra cosa – cambió de tema, pues ni Alexis ni Henry se habían enterado.
Siguieron disfrutando de su jornada en Central Park, hasta que empezó a refrescar y decidieron ir al cine a ver una sesión infantil, terminaron su domingo familiar cenando una pizza en Gino’s, aunque Henry prefirió tomar macarrones con queso.
A la mañana siguiente, cuando el despertador sonó a las 6:45, Kate lo apagó de un manotazo y sin pensarlo dos veces y con muy pocas ganas, salió de la cama. Castle murmuró algo ininteligible y se dio la vuelta para seguir durmiendo. Ella se metió al baño para ducharse a ver si se espabilaba algo. La noche anterior, después de llegar a casa y acostar a Henry, ellos que aunque habían estado juntos, se habían echado de menos durante todo el día se dieron un largo baño en el jacuzzi donde estuvieron jugando un rato. Después del baño, se fueron a la cama, donde volvieron a hacer el amor, cuidando de no hacer mucho ruido, para no despertar al niño.
Al final se durmieron abrazados, pero el reloj sonó demasiado pronto para ella, después de solo haber dormido tres o cuatro horas. Estuvo un rato bajo el agua, hasta que al final no tuvo más remedio que salirse.
Cuando pasó al cuarto para vestirse, sonrió, él ya se había levantado, así que desayunaría acompañada. Salió a la cocina, y pensó que lo de desayunar acompañada era un decir, Castle había puesto la cafetera y el tostador, pero él dormitaba con la cabeza encima de la barra de la cocina. Retiró las tostadas que ya estaban listas y se sirvió el café, pero antes se acercó a él y dándole un beso en la frente lo animó para que volviera a la cama.
- ¿Do te impodta? – dijo con voz gangosa a causa del sueño.
- No, no me impodta – lo imitó ella con una sonrisa – aprovecha tu que puedes.
Se levantó con un gran esfuerzo y dándole un beso, le dijo:
- No te canses mucho hoy, luego nos vemos – y arrastrando los pies se volvió a la cama.
Cuando llegó a la comisaría la cosa estaba bastante tranquila. Solo estaba allí Gates, que cuando la vio llegar le hizo señas para que entrara a su despacho. Kate sabía que iba a hablarle de lo del día anterior, los había pillado.
- Señor… – empezó a hablar Kate, pero fue interrumpida por el capitán.
- Kate, no quiero que piense que soy una entrometida y quiero inmiscuirme en su vida privada, nada más lejos de mi intención. Lo del señor Castle y usted se veía venir, no sé el tiempo que llevan juntos y realmente no me importa. Lo único que si me importa es la imagen que se de en esta comisaría. Sus vidas son privadas, así que fuera de aquí pueden hacer lo que quieran, pero entre estas cuatro paredes, no quiero arrumacos y mucho menos discusiones de pareja. Eso forma parte de su intimidad, y espero que sepan guardar las apariencias cuando trabajen juntos.
- No tiene por qué preocuparse, ni siquiera lo saben mis compañeros, estamos intentando pasar lo más desapercibidos posible, es usted de las primeras personas que se han enterado.
- No veo problema en que lo sepan sus compañeros, sé lo allegados que son los tres, y ahora se puede ir a trabajar.
No había sido tan malo, pensó. Todavía no habían llegado los chicos y estaba sola. Sonrió para sí misma con satisfacción, se sentía dichosa, no solo porque había pasado una muy buena noche, sino porque realmente se sentía feliz. Su cariño por Henry iba en aumento, el niño era un encanto y se hacía querer. Así que sin darse cuenta, irradiaba felicidad por todos los poros de su cuerpo.
Llegó Ryan, aunque tenía el brazo mucho mejor, aun iba a rehabilitación, pero como era el izquierdo, se había incorporado para dedicarse de momento a labores administrativas. Luego llegó Esposito, que se alegró al ver a su compañero allí de nuevo.
Estuvieron un rato haciendo papeleo, hasta que sonó el teléfono, era un aviso de que un corredor había encontrado una pierna en Central Park, como no era un cuerpo, dijeron que la llevaran al depósito, para que la forense la analizara, pero poco a poco, se empezaron a recibir más avisos de varias personas que corrían, paseaban o montaban en bicicleta por el parque y que habían encontrado o tropezado, con otros miembros amputados de personas. Hasta el momento, se habían encontrado tres piernas, cinco manos, un brazo y dos pies. Por lo visto alguien se había vuelto loco de remate y descuartizado a media ciudad.
Ahora si que tenían que salir hacia allí.
- ¿No vas a llamar a Castle? – preguntó Esposito – se va a enfadar mucho si no lo avisas, que este es de los que le gusta.
- Ya le aviso, nos vemos allí.
- A esto voy yo también – se apuntó Ryan – quien al saber de que iba la cosa, le entró el morbo y quiso ir a mirar.
Castle le cogió el teléfono y le dijo que acababan de salir de la casa, que en cuanto dejase a Henry en la guardería, se iba hacia el parque.
Kate había estado revisando algunos de los sitios en los que habían aparecido los miembros, que estaban relativamente cercanos entre sí. Llegó hasta donde estaba Lanie. Al final no le había hablado a su amiga del niño, no había tenido ocasión de hacerlo, pues Lanie había estado ausente unos días por asuntos propios, sabía que se enfadaría con ella, pero no se lo iba a contar de cualquier forma.
Lanie, aunque la situación en la que se encontraban, no era la más apropiada, tenía unas enormes ganas de chinchar a su amiga y conociendo más que de sobra, la causa de su felicidad, al ver su radiante semblante, y como estaban allí presentes, solo ellas dos, Esposito y Ryan, exclamó al verla:
- ¡Menuda cara de felicidad que traes!, no pega nada con lo desagradable que es todo esto.
- Yo no tengo cara de felicidad – dijo seria – no sé porque dices eso – mirando a sus compañeros – no, no lo sé – intentando disimular.
- Pues yo si lo sé – dijo con aspavientos – Katherine Becket, ¡tú estás teniendo sexo! – dijo con una gran sonrisa, para hacerla sentir incómoda.
- ¡Aahhh, inspectora! – era Castle al que nadie había visto aparecer y que hacía exagerados aspavientos tratando de disimular – ¡que calladito se lo tenía!, así que teniendo una aventura y no lo ha compartido con sus amigos. ¿Y cómo es él? ¿Muy guapo, con un enorme atractivo y encantador?
- Quieres dejar de decir tonterías Castle – dijo gritando más de lo que quería pues se había puesto nerviosa – esto es muy serio para ponernos a decir pamplinas, y mi vida privada, es eso, pri-va-da – haciendo hincapié en cada silaba y echando una mirada asesina a Lanie.
Lanie no quería echarse a reír, pues la situación en la que se encontraban recogiendo trozos amputados de personas, no acompañaba mucho, pero la actuación de Castle había sido sublime, mientras que Becket, estaba más que nerviosa.
Lo que más risa le daba, era oír la conversación entre Ryan y Esposito intentando averiguar qué es lo que pasaba allí.
- Oye hermano – le decía Espo a Ryan – ¿no te parece raro que Castle esté tan tranquilo sabiendo que Becket está con otro?
- Pero, ¿es seguro que está con alguien?, mira que con el médico de la moto, tardamos un montón en enterarnos que estaba con él.
- Si Lanie ha dicho que está teniendo sexo, es seguro que no se equivoca, esa mujer es capaz de averiguar hasta de qué color usas los condones, solo con verte la cara.
- No me gustan de colores – murmuró Ryan sin darse cuenta – en eso soy bastante tradicional.
- No hablaba de tus condones, y además a mí no me importa como los uses – dijo poniendo cara de asco al pensar en lo que decía – voy a ver si averiguo algo preguntándole a Castle – ¡Hey Castle! – dijo acercándose a él – ¿tu sabías que Becket tiene un nuevo amiguito?
- No – dijo sin querer dar muchas explicaciones – ella lo ha negado, ¿no?
- Ella siempre lo niega, pero si Lanie dice que está teniendo sexo, es que lo está teniendo.
- ¿Y cómo puede saber eso la doctora Parish? – preguntó queriendo disimular y pensando que la puñetera lo sabía de primera mano.
- No sé tío, pero las mujeres son capaces de saber si otra tiene sexo, solo con verles la cara. Creo que tiene que ver algo con la satisfacción.
- ¡Vaya! – dijo Castle más para sí mismo, que para Esposito – así que Becket, está satisfecha, Oye Javier, si averiguo algo te lo digo, ¿vale tío? – dijo queriendo dejar la conversación.
- Pero ¿no te molesta?, nosotros pensábamos que entre tú y Becket, ya sabes…
- No, no sé – dijo el escritor.
- Pues que había algo, por lo menos a ti te gusta ella, ¿no?
- Es guapa y yo tengo debilidad por las mujeres guapas y… lo siento el deber me llama, digo Becket, es Becket quien me llama – y se alejó de allí hacia donde estaba ella mirándolo con una cara de mil demonios.
- ¿Qué te decía Javier?, ¡ah, míralos no paran de mirarnos! – se quejó ella.
- Me preguntaba si no estoy celoso porque estas con alguien.
- Pero, ¿Quién les ha dicho que estoy saliendo con alguien?, si no he abierto la boca – dijo molesta.
- Pues por lo visto no hace falta que abras la boca, ya lo dices todo con tu cara de satisfecha, ¿es verdad que estás satisfecha? – le cambió de tema a lo que realmente le interesaba.
- ¡Ah, maldita Lanie!, me prometió que no diría nada, ya hablaré con ella, y tú, disimula.
- Pero si yo disimulo, eres tú la que no lo haces – dijo enfadado.
Sus tres amigos no perdían detalle de la conversación, y poco a poco iban acercándose a ver que podían pillar, llegando a punto para oír como ella le preguntaba por Henry.
- ¿Quién es Henry? – preguntó enseguida Lanie, ya que ese nombre no le sonaba.
- Pues quien va a ser – dijo Castle aprovechando la oportunidad que se le presentaba – su nuevo novio, ¡Eh chicos!, ¿No queríais saber quién satisfacía a Becket?, pues ya sabéis su nombre – dijo muy ufano, pensando que se los iba a quitar de encima por un tiempo.
Kate quería matarlo allí mismo, menos mal que no había nadie más por allí cerca, ya que el resto de equipos estaban alrededor de las diferentes zonas acordonadas.
- NUNCA JAMÁS QUIERO VOLVER A OÍROS HABLAR DE MI VIDA PRIVADA COMO SI YO NOS ESTUVIERA PRESENTE – dijo hablando fuerte, pero evitando que lo oyeran los demás – y sí, estoy con alguien maravilloso que me tiene muy contenta y por eso tengo esta cara de alegría por las mañanas – dijo ya cansada sin poderlo evitar.
- Pero jefa… – iba a decir Ryan pues él no había dicho nada, y cuando se dio cuenta de lo que ella había dicho – entonces, ¿es verdad?
- ¡Cállate! – le dijo Becket – es que no te has enterado de lo que acabo de decir, no se habla de mi vida privada, y tú, ¿de qué te ríes? – dijo dándole un fuerte golpe a Castle en el brazo, al que se le había puesto una sonrisa tonta en la cara después de oírla decir que era alguien maravilloso y que la tenía muy contenta.
- ¡Ah!, pero ¿yo que he hecho? – dijo frotándose el brazo pues le había dolido.
- ¡Que te calles! – dijo muy enfadada, señalándolo con el dedo – ¡andando, nos vamos a la comisaría y ya la doctora Parish nos avisa cuando decida ponerse a trabajar y averigüe algo!
Cada uno se dirigió a su coche. Castle como siempre, en el de Becket, que iba echando chispas por los ojos.
- ¡Maldita Lanie!, no se puede confiar en ella, me prometió que no diría nada y a la primera oportunidad me pone en evidencia – dijo más que enfadada – ¿y tú?, tampoco has sido de mucha ayuda.
- Lo siento, pero es lo primero que se me ocurrió – dijo disculpándose – si no lo estuviéramos ocultando no pasarían estas cosas.
- Lo sé – dijo ella – pero aun no me siento preparada para hacerlo público, lo siento.
- ¿Quieres que hagamos rabiar un poco a Lanie? – preguntó con una enorme sonrisa.
- A ver, ¿Qué se te ha ocurrido?
- Todavía no lo tengo muy claro, pero no vayas sola al depósito, espera a que yo pueda ir contigo, ya se me ocurrirá algo, tu solo tienes que dejarte llevar y seguirme el rollo.
- Vale – dijo con una sonrisa – Lanie se merece un escarmiento, y al final no me dijiste que tal se quedó Henry.
- Bueno, no le hizo mucha gracia que lo dejara allí. Tuve que prometerle varias veces que iría a buscarlo por la tarde y que no iba a dejarlo solo. No se quedó muy convencido, pero ya sabes que es bastante dócil, así que me miró con resignación y cuando me despedí de él, solo me dijo: “Pero luego vienes por mi”
- Pobrecillo, le va a costar acostumbrarse a quedarse solo en los sitios y confiar en que no lo dejen abandonado.
CONTINUARÁ…
Cata Castillo- Escritor - Policia
- Mensajes : 1729
Fecha de inscripción : 25/09/2010
Localización : Al sur del sur
Re: Y tú, ¿Quién eres?, Epílogo
Me encanta cata!!!!!sigue prontooo
el trozo de lanie y los chicos a sido impresionante ajajaja
como me e reido!!!!!!
el trozo de lanie y los chicos a sido impresionante ajajaja
como me e reido!!!!!!
castle&beckett..cris- Escritor - Policia
- Mensajes : 5471
Fecha de inscripción : 20/03/2011
Edad : 33
Localización : Menorca..I LOVE NEW YORK..NYPD..RICK CASTLE & KATE BECKETT
Re: Y tú, ¿Quién eres?, Epílogo
Me gusta mucho este fic, en serio. Buen capítulo, sigue pronto. Un saludo.
okusak- Policia de homicidios
- Mensajes : 749
Fecha de inscripción : 03/05/2012
Edad : 34
Localización : Entre la nebulosa Nervitana y el país de nunca jamás.
Re: Y tú, ¿Quién eres?, Epílogo
Me encanta, jejej como me he reido con lo del catalejo del señor Gates y los chicos pero que cotillas son
Me alegra la actitud de Gates
No sabes las ganas que tengo de ver como se vengan de lanie, continua pronto
Me alegra la actitud de Gates
No sabes las ganas que tengo de ver como se vengan de lanie, continua pronto
anaforo- Escritor - Policia
- Mensajes : 1090
Fecha de inscripción : 06/02/2012
Edad : 31
Localización : Murcia. Y en una de las 20 manzanas que hay entre la casa Rick y la de Kate :)
Re: Y tú, ¿Quién eres?, Epílogo
Lo que me he podido reír con la escena de Lanie, ha sido genial!!! Me encanta la relación de Beckett y Castle y como cuidan del pequeño y ambos se preocupan por él aunque solo sea hijo de Castle. Por otro lado, me sorprendí lo bien que se tomó Gates el que Beckett esté con Castle, siempre parece la dama de hierro pero resulta que tiene un buen corazón.
Precioso capítulo, espero que lo continues pronto
Precioso capítulo, espero que lo continues pronto
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