Un cuento de Navidad... al estilo Castle

29 DE NOVIEMBRE

Los tres nos volvimos, sorprendidos. Una mujer de ojos grises y cabello castaño se acercaba a nosotros, parecía preocupada e incómoda.

-¿Quién es usted?
-Samantha Tacker. Sé quien es el hombre al que han matado, el que sale en las noticias.

Gates nos miró y volvió a su despacho. Nos sentamos con la mujer en la sala de descanso y esperamos.

-Señorita Tacker, ¿se encuentra bien? –Ella alzó la mirada, noté como miraba a Castle, poniéndose colorada.
-Castle… ¿te importaría preparar unos cafés? –Me miró como si no comprendiera, ladeé un poco la cabeza señalando a Samantha; él asintió.
-Les dejo solas, señorita, inspectora.

Cerró la puerta y vi como ella se relajaba. Me pidió disculpas con timidez.

-Lo siento… pero… soy una gran admiradora suya… y me moría de vergüenza…
-La entiendo, no se preocupe. –Aseguré. –Dígame, ¿sabe el nombre de la víctima?
-No… no exactamente. Verá… trabajo de voluntaria en una ONG, ayudando a las familias de una de las zonas más pobres de Nueva York; por Navidad hacemos actividades infantiles, juegos, entrega de regalos… ya sabe…-Asentí, sonriéndole con amabilidad.
-Hace unos días vino un hombre disfrazado de Santa Claus, nos dijo que quería colaborar, pero no quiso identificarse, así que le pedí que se marchase. No es la primera vez que tenemos problemas con voluntarios nuevos… hay mucho desalmado que solo quiere aprovecharse de esos niños. –Murmuró.
-¿Se marchó?
-No, al contrario. Una de nuestras niñas se acercó al verlo y le dijo si tenía un regalo para ella y para sus hermanos. Él se agachó y sacó de su bolsillo una muñequita de papel, diminuta. Le dijo que se había dejado los regalos en su trineo, pero que mientras jugase con la muñeca. Creerá que estoy loca, pero cuando vi como le daba la muñeca a la niña y como le sonreía…
-Confió en él.
-Sí. –Asintió. –Y no me arrepiento. En tres días todos los niños tenían un regalo maravilloso, nuestro local parece una postal de navidad y todas las familias tienen una cesta para poder tener una cena decente en Nochebuena.
-¿No le preguntó de dónde sacaba el dinero?
-Lo hice. Pero me dijo que no podía decírmelo, que era un secreto pero que no me preocupase, que él nunca haría algo ilegal. Y le creí. Créame inspectora, ese hombre no era una mala persona.
-Escuche señorita Tacker, en las fotos de las noticias la víctima aparece disfrazada de Santa Claus, sería fácil confundirse ¿cómo sabe que es el mismo hombre del que usted me habla?
-Su barba es natural, ¿me equivoco? –Preguntó. Asentí con la cabeza.
-Lo reconocería en cualquier parte, aunque se vista como todos los demás Santa Claus, él es distinto. –Dijo.
-Bien, dígame, ¿sabe dónde vivía?
-No. –Suspiró. –Me pedía que le llamase Santa Claus y decía, entre risas, que vivía en el Polo Norte. Todo iba bien, así que no le pregunté más.
-¿Vio algo raro desde su llegada? ¿Alguien iba al local más de lo normal o se presentó alguien nuevo?
-Tuvimos problemas con otro voluntario, Tom, decía que no se fiaba de él. Hace dos noches, antes de cerrar tuvieron una fuerte discusión y Santa Claus se fue sin decir nada. Esta mañana al ver las noticias he venido aquí.
-Necesitaré la ficha de ese tal Tom y también la de todos los voluntarios y las familias.
-La tendrá, yo misma me ocuparé.
-Bien, ¿puede decirme algo más?
-No. –Nos levantamos y salimos, se dirigió al ascensor, pero la frené.
-Una cosa más, ¿se ha fijado si Tom fue ayer al local?
-Ahora que lo dice… no recuerdo haberlo visto allí y tampoco esta mañana. –Comentó, pensativa.
-De acuerdo, gracias por su ayuda.
-De nada. Y, inspectora, ¿si nadie reclama el cuerpo podría avisarme?, ese hombre ha hecho mucho por nuestros niños, quisiera que tenga un funeral digno.
-La avisaré. –Me comprometí.
-Aquí tiene la tarjeta de la ONG, si necesita localizarme puede llamarme al número, siempre estoy allí.
-Lo haré, muchas gracias.

Castle se acercó a mí.

-¿Has conseguido información para nuestro caso?
-Sí.
-¿Entonces ya sabemos quien es?
-No. –Me miró extrañado, nos sentamos y le conté todo lo que me había dicho Samantha. Castle se frotó la barbilla, pensativo.

-Entonces, no se identificó.
-No.
-Y en tres días llevó regalos, adornó el local y dio comida para las familias.
-Sí.
-Y no dijo de donde sacaba todo eso.
-No. –Empezaba a ponerme nerviosa.
-Interesante…
-Castle… ni se te ocurra.
-No voy a decirlo… ya lo piensas tú solita. –Dijo, sonriendo. Aparté la vista y miré la tarjeta que tenía en la mano.
-Vamos, tenemos trabajo que hacer.

Aprovecho para agradecer a Andrés, gracias, contigo no necesito el corrector del Word,