Un cuento de Navidad... al estilo Castle

13 DE DICIEMBRE

-¿Qué es todo eso? –Miré sorprendida a Castle, que sonrió; llevaba una caja con un montón de trastos y una pizarra como la mía pero un poco más pequeña y sin patas, las dejó sobre la mesa, junto a mí. Estaba sentada en la mesa de la sala de descanso, los chicos se había ido a comer al restaurante de la esquina y yo había preferido quedarme, me dolía terriblemente la cabeza y no tenía hambre. Me tomaba un té tranquilamente cuando él se me sentó a mi lado, sacando una colección de muñecos de la caja. Dejé el té en la mesa y esperé, presintiendo que no me iba a gustar.

-Vamos a usar el método que utilizo yo cuando me quedo bloqueado y necesito ponerme en situación.
-¿Jugar con muñecas? –Me burlé.
-No. Ésta eres tú. –Me enseñó a una barbie, ganándose la famosa mirada Beckett. –Quiero decir, Nikki Heat, pero hoy nos servirá en el papel de la amable elfo de la Casa de Santa Claus.
-Tendría que haber bebido más. –Suspiré. Me ignoró y siguió sacando muñecos.
-Nuestra víctima. –Me enseñó un muñequito de Santa Claus. –No le des al botón que se pone a cantar.

Me seguí bebiendo mi té, intentado no ser desagradable, pero me lo estaba poniendo muy difícil.

-Tom, el voluntario desconfiado. –Cogió a un Ken, asentí, con aburrimiento. -John y María. –Esta vez señaló a dos figuras de un Belén navideño; reconocí a la Virgen y a San José.
-¿De dónde las has sacado?
-Se las he pedido a Ryan. La pequeña Bianca. –Dijo sacando una muñeca que reconocí como la hermana pequeña de la barbie.
-Espera, ¿ella es también sospechosa? –Dije, con humor.
-Es para ponernos en situación.
-Claro…
-Samantha. –Sacó otra barbie, pero de pelo castaño. –Y por último Arnold, el sustituto. –No pude evitar reírme. El muñeco era Gruñón, el enanito de Blancanieves.
-Muy bien Castle, ahora qué hacemos, ¿esperamos a qué cobren vida y nos cuenten quien mató a nuestra víctima?
-Muy graciosa. Pero aunque no te lo creas este método es muy efectivo, yo escribo muchos capítulos así.
-Espero que no escribas también los de sexo. –Dije.
-¿Por quien me tomas? –Me encogí de hombros. –No, para escribir esos utilizo las fotos que tengo en las que sales desnuda. –Escupí el té.

-¡¿Qué?!, ¿qué fotos?
-Pues… concéntrate Kate, tenemos que resolver el caso.
-Como quieras… pero que sepas que te has quedado sin regalo de Navidad. –Le dije de mal humor. Me miró como un cachorrito pero lo ignoré y cogí a Santa Claus. –Empieza.

-Vale… -Cogió al muñeco y lo puso de de pie, sobre la pizarra. –Bien, el tres de Diciembre Santa Claus…
-La víctima. –Le interrumpí.
-La víctima... –Se corrigió a regañadientes. – … decide ayudar a los niños enfermos y pone un anuncio en el periódico. –Dibujó en la pizarra un periódico y escribió “3 de diciembre”.
-En el anuncio se piden voluntarios, que deben reunirse el día cuatro en Central Park para hacer una especie de Casa de Santa Claus. –Añadí; escribió 4 de diciembre y dibujó unos árboles.
-A la cita acude la amable elfo. –Coloca sobre los árboles los dos muñecos.-Y también Santa…
-La víctima. –Le interrumpí. Me miró de mal humor y colocó el muñeco sobre el dibujo.
-Junto al resto de voluntarios consiguen atraer a muchísima gente y la idea es todo un éxito.
-Pasa el mes y todo va bien, pero entonces la mujer de Gruñón se cansa de que su marido esté todo el día en casa y lo anima a ir a la Casa de Santa Claus y colaborar.
-Siendo un autentico fracaso. –Añadí mientras que él colocaba los tres muñecos en un nuevo dibujo que representaba a una casa.
-Espera falta algo… -Rebuscó en la caja y sacó dos ciervos de plástico, arqueé una ceja. –No había renos. –Se disculpó; asentí con la cabeza, con una sonrisita en los labios.

-Bien, la víctima, Arnold, la chica elfo y los renos estaban en la Casa junto al resto de voluntarios.
-Pero Santa Claus ve que la Casa va de maravilla y decide que es hora de empezar a ayudar a más familias.
-Y empieza a ayudar en la ONG. Todo el mundo lo adora, Samantha, María, John, los niños… -Castle colocó a todos los muñecos sobre el dibujo de otra casa que ponía “ONG”.
-Salvo nuestro amigo Tom, que desconfía de Sant… -Arqueé una ceja. -…de la víctima.
-Tom cree que se está pasando con la pequeña Bianca y se lo comenta a María, pero ésta le quita importancia.
-Entonces Tom discute con la víctima delante de todo el mundo y después hablan a solas.
-Pero sale vivo, y se dirige de nuevo a la casa.
-Y después…
-Tuvo que ser después cuando lo asesinaron.
-Y cuando dejaron caer su cadáver.
-Pero… ¿quién?
-¿Y cómo?
-Tuvo que ser alguien que tuviese un motivo para matarle.
-Alguien que también desconfiara de él.
-Alguien que…
-¡Ya sé quién es el asesino! –Nos miramos fijamente, con una sonrisa, deseé lanzarme a sus brazos en ese instante, pero me controlé.

-¿Vamos? –Me preguntó; asentí, pero antes me acerqué a su oído.
-Acabas de recuperar tu regalo de Navidad y estoy… deseando dártelo.

14 DE DICIEMBRE

-Se preguntarán por qué los hemos reunido a todos aquí. –Comentó Castle con esa voz de escritor de novelas de misterio; todos asintieron, aunque con indiferencia. –Están aquí porque ya es hora de que todo esto se resuelva, es hora de saber quién mató a Santa Claus.

-¿Un reno?–Preguntó Arnold Turner. El tono teatral de Castle me hizo reír hasta a mí, no pude evitarlo; Él me miró ofendido y me apresuré a mantenerme seria.

-Muy gracioso señor Turner, pero no. Un reno no tendría motivo alguno para matar a su amo, pero una persona sí y esa persona está en esta habitación. –Dijo, con voz enigmática. Suspiré.

-Castle… de aquí en adelante sigo yo, ¿vale? Ya sabes… por eso de que yo soy la poli y esas cosas…
-Claro, solo quería darle un tono misterioso. –Me sonrió, yo asentí y me dirigí al grupo de personas que tenía delante. Allí estaban Samantha, María, John, la chica-elfo, Arnold y Tom.

-Antes de acusar a nadie, ¿no prefiere confesar y hacer las cosas más fáciles? –Pregunté a nadie en particular; ninguno de ellos se movió. –Muy bien, entonces… queda usted detenida. –Me acerqué a ella y le puse las esposas, mientras que le leía sus derechos. Todos la miraron, entre asombrados e indiferentes.

En un ratito subiré el regalo para Kate&Rick y después por la noche el capítulo de hoy. =)
SALUDOS =D

EXTRA (REGALO PARA Kate&Rick)

Un saludo especial a Andrés, que fue el que me sugirió esta idea

Gates había accedido a regañadientes a almorzar con su suegra, en parte porque su hija estaría allí, para realizar lo que la pequeña había llamado el “almuerzo de las chicas Gates”. La mujer no había podido negarse, sabiendo que su pequeña adoraba a su abuela, tanto como ella la odiaba. Así que allí estaba, en el restaurante italiano, ayudando a cortar el escalope con salsa roquefort de su hija, mientras que su lasaña se enfriaba.

-Bueno Victoria, dime, ¿has comprado ya los regalos de…
-Shhhh. –Señaló a la niña con la cabeza. Celine aún creía en Santa Claus, se suponía que los regalos los traía él, no mamá. –Sí, ya está todo. –Dijo, aliviada de que la pequeña estuviera distraída, comiendo.
-Bien… aunque…
-¿Sí?-Preguntó con aburrimiento.
-Me gustaría pedirte un favor.
-¿Qué… clase de… favor? –Dijo.
-Verás… me gustaría ir a una de esas tiendas donde venden, ya sabes, ropa para alegrar… las noches.
-¿Hay ropa qué alegra las noches, mamá? –Victoria miró a su suegra como si quisiera asesinarla.
-Sí… pijamas… luminosos. Come. –Dijo. Luego se dirigió a la mujer.
-Cissy, ¿te parece apropiado hablar de eso delante de Celine?
-Tienes razón, lo siento, pero, ¿me ayudarás?
-Si no hay más remedio… pero no pienso acompañarte en el probador. –Aclaró.
-Yo también quiero un pijama de esos, mami.
-No hay de tu talla. ¡Come!
-Jo. –La pequeña comió otro trocito de carne y luego volvió a llamar la atención de su madre.
-¡Ayer la abuela y yo vimos una película!
-¡Qué bien!, ¿Cuál? –Preguntó.
-Ice Age. Pero antes vimos otra muy rara. –La señora Gates se retorció en su asiento.
-¿Una película rara? –Preguntó divertida, mirando a su hija menor.
-Sí, salía un hombre en un coche con una mujer encima y hacían cosas raras. –Gates miró fijamente a su hija y luego a su suegra; ésta última tragó saliva.
-¿Qué cosas raras?
-La mujer se movía encima del hombre y ¿a qué no sabes qué mami?
-¿Qué? –Preguntó con temor…
-Estaban casi desnudos y al él se le veía el…
-¡Basta! Comete la carne que se te enfría. –Dijo, horrorizada. Luego se dirigió a su suegra. -¡¿De dónde ha sacado ese vídeo?
-Pues…
-¡¿De dónde?!
-Estaba en tu cuarto creo, junto a un montón de DVD…
-¿Los vídeos del trabajo?; se preguntó a sí misma, pero quien… ¡serán hijos de puta!, pensó, entendiéndolo todo.