Un cuento de Navidad... al estilo Castle

16 DE DICIEMBRE

Entramos en su despacho con la cabeza agachada, incapaz de sostenerle la mirada a Gates, que nos observaba en silencio, con el rostro frío y sin expresión ninguna. Castle fue el primero en hablar.

-Señor… yo… lamento lo… -Gates levantó una mano, haciéndole un gesto para que se callara. Yo volví a mirarme los pies, sin saber que decir ni que hacer.
-¿Inspectora Beckett? –Levanté lentamente la mirada, enfrentándome a ella. –Está suspendida de empleo y sueldo durante un mes. –Asentí en silencio. –Y esto por supuesto constará en su expediente, agradezca que no la despido.
-Sí, señor. –Musité. La capitana se dirigió a Castle, observándolo durante unos minutos, que a ambos se nos hicieron eternos.

-Señor Castle… no sé qué hacer con usted. –Dijo. –No puedo suspenderlo porque no trabaja para mí, no puedo despedirlo, porque tiene contactos, ¿qué diablos tengo que hacer con usted? –Preguntó, furiosa.
-Señor…
-No, no me vengas con esas. Dígame una cosa, ¿le preocupa lo más mínimo este trabajo?, ¿le preocupa el trabajo de su compañera?, ¿o debería decir su amante?, ¿se ha molestado en pensar en el daño que puede provocar su comportamiento en su expediente? –Castle no dijo nada, se quedó callado; yo la miré con frialdad.

-Con todos mis respetos señor, no soy una niña, nadie me ha obligado a mantener una relación con mi compañero. Asumo toda la responsabilidad. –Gates me miró durante unos segundos y luego volvió a mirarle a él.

-No me ha respondido señor Castle, ¿qué hago con usted?
-Eso debería decidirlo usted, señor. –Gates se rió, sarcástica.
-¿Yo? ¿Para qué? ¿Para que llame a su querido amigo, me humille y me obligue a aceptarlo de nuevo?, ¿sabe lo que es recibir la llamada del alcalde diciéndome, exigiéndome, tenerle aquí? Usted no es policía, no debería estar aquí, no tiene por qué estar aquí, pero me aguanto y lo mínimo que podría hacer es cumplir las reglas; así que dígame, ya que todo gira alrededor de usted y los demás solo debemos acatar sus decisiones, ¿qué quiere que haga? ¿Quiere que le dé una placa por acostarse con mi mejor inspectora?, o mejor, ¿quiere qué le dé una medalla? Estoy a su disposición.
-Será mejor que me vaya. –Murmuró Castle. –No se preocupe, no volverá a verme por aquí. –Me dirigió una triste sonrisa, abatida y se marchó, cerrando la puerta en silencio. Miré fijamente a mi jefa.

-Usted no tiene ni idea de cómo es él. –Le dije y tras entregarle mi placa y mi arma, requisitos de mi suspensión, salí.

Muchas gracias a todos por las felicitaciones Espero que os guste este nuevo capítulo.

17 DE DICIEMBRE

-Rick… -Lo llamé con suavidad; estaba junto a la máquina de café, de espaldas a mí. Se dio la vuelta y me sonrió, pero no me engañó, en sus ojos podía ver como se sentía. Ya no teníamos que fingir, así que le cogí de la mano y le acaricié la mejilla. –Vámonos. –Susurré.

El trayecto hasta mi casa lo hicimos en silencio, él estuvo todo el tiempo mirando por la ventana. Cuando llegamos lo miré, suspiró. –Kate… me gustaría estar solo… por favor. –Lo miré durante unos segundos y negué.
-No. –Me miró con sorpresa. –Sube, tenemos que hablar de esto. Sube. –No se movió. –Por favor. –Supliqué; entrecerró los ojos, un gesto típico en mí, pero muy raro en él. Subimos a mi apartamento y volvimos a quedarnos callados. Me rehuía la mirada y yo no sabía cómo empezar la conversación.

-¿Quieres una copa de vino? –Pregunté al fin, intentando relajar un poco el ambiente. Se encogió de hombros y decidí tomármelo como un sí.

Serví dos copas y me senté en el sofá, mirándolo, esperando. Se sentó a mi lado, más bien se dejó caer, rendido, casi tuve que obligarle a coger la copa. Bebió un sorbo, apenas se mojó los labios y la dejó en la mesa.

-Bien, empieza cuando quieras. –Dijo. Lo miré fijamente, evidentemente me estaba perdiendo algo.
-¿Qué… empiece… cuando quiera? –Pregunté.
-Bueno, Gates ya me ha dejado claro la molestia que soy en comisaría, solo quedas tú.
-Creo… que no te entiendo. –Dije, aunque lo entendía perfectamente, pero no daba crédito a mis oídos.
-Te he seguido durante cuatro años, cuatro largos años, sin preguntarte si quiera que te parecía, he escrito sobre ti sin pedirte permiso, por mi culpa mucha gente te ve como la silueta desnuda de la portada de un libro, saqué a relucir el caso de tu madre y casi te matan por eso… y ahora he destruido tu reputación, Gates no volverá a confiar en ti y todo por mi culpa. Adelante, desahógate. –Me levanté lentamente, respiré hondo, intentando no descargar mi rabia contra él, porque sinceramente, en ese momento lo hubiera matado.

-¿Qué… me desahogue? –Pregunté, lentamente.
-¿Para eso querías que subiera, no?
-Quería que subieras porque sé cómo te sientes, quería que subieras para poder estar contigo y consolarte como tantas veces has hecho tú, ¡quería que subieras para decirte lo importante que eres en mi vida! –Le grité. Me observó desde el sofá, parecía un cachorro, un animalito asustado triste, pero eso no me conmovió, hervía de rabia.

-¿La silueta desnuda de un libro? ¿Eso es lo que soy para ti en tus libros? –Intentó hablar, pero se lo impedí, con lágrimas de rabia en los ojos. –Creía que era mucho más que eso, pero ya veo que solo te he servido para ser la fantasía erótica de tus libros, ¿no?
-Eso no es cierto. –Se defendió con un susurro.
-¿En serio? Eres tú quien lo ha dicho, no yo. Tú eres el escritor, tú eres el que ha escrito esos libros y ese personaje, la gente me ve como tú quieres que me vean.
-Yo no controlo lo que la gente ve. –Protestó. –Sabes muy bien que para mí eres mucho más que eso. –Dijo, alzando un poco la voz.
-¿A sí?, ¡Entonces como te atreves a decirme esas cosas? ¿Cómo me dices que la gente me ve como una silueta desnuda?
-Yo no… me estás malinterpretando.
-El que malinterpretas las cosas eres tú. No eres una molestia en mi vida, no tienes la culpa de que me disparasen y ¡no tienes la culpa de mi suspensión!
-¡Durante siglos me dijiste que trabajar conmigo era insoportable!
-No… te… conocía. –Dije entre dientes. –Pero después descubrí que no eras el arrogante payaso que creía. –Suspiré. –¿Recuerdas cuándo te fuiste con Gina aquel verano y cuando volviste hicimos una apuesta?
-Si yo perdía no volvería a molestarte, pero gané. Y en vez de pensar en lo que tú deseabas saboreé mi victoria y nada más, no estabas muy equivocada, soy un arrogante, Gates tiene ra...
-Me dejé ganar. –Le interrumpí. Me miró fijamente, parpadeó un par de veces.
-¿Cómo dices?
-Me dejé ganar. Cuando llegó el otoño y vi que no volvías sentí pánico; no podía creerme que no fueras a volver. Cuando supe que habías vuelto a la ciudad pero no me llamaste me sentí… defraudada. Pero luego me di cuenta de que mi orgullo no ganaba a las ganas de volver a… trabajar contigo; me dejé ganar. Te quería de vuelta. Te deseaba de vuelta.
-No lo sabía… -Murmuró.
-No entiendo cómo te tragaste eso… hasta Esposito se dio cuenta. –Dije, sonriendo.
-Eso no quita el hecho… de… ¡estuvieron a punto de matarte!
-Me empujaste.
-¡Para lo que sirvió! -Replicó.
-Para darme cuenta de que no puedo vivir sin ti... y para oírte decir... que me querías -Murmuré. -Quizás para ti no sirviera para nada, pero yo estaba muerta de miedo, dolía, no quería morir... tú me diste fuerzas. -Susurré.
-Kate...
-¿No lo entiendes? No puedo vivir sin ti. Y puede que Gates tenga razón en una cosa, no es justo para ella que utilices al alcalde para... mangonearla, pero en todo lo demás se equivoca. Eres el mejor hombre que he conocido nunca, Castle. No vuelvas a pensar ni por un momento que no eres suficiente para mí.
-Yo... te he metido en muchos problemas... te han suspendido... otra vez. Esto te traerá problemas en un futuro...
-Eso es cosa mía. Tú no eres responsable de mis actos Castle, no soy una niña, además la idea de hacerlo en el garaje fue mía. Debí contenerme y ahora te han echado por mi culpa. Tú deberías estar enfadado conmigo, no yo. -Dije, entristecida.
-Yo no me quejé. De hecho, creo que no tardé en seguirte a ese garaje. Y si yo estaba allí es porque tu me has dejado estar Kate, yo... yo no me hubiera interesado tanto por los casos si no fuera por ti, por esa... pasión, esa entrega que pones para cada víctima. Si no fuera por ti, yo hubiera seguido siendo el arrogante y estúpido que conociste. -Me dijo, con una dulce sonrisa, mucho más relajado. Se acercó a mí. -Entonces...

-¿No más tonterías? -Pregunté.
-No más tonterías. -Dijo. Sonreí y le besé, durante unos segundos.
-Siento que no vayas a poder volver.
-No importa, te esperaré cada noche, eso Gates no puede impedirlo... lo que importa es que a ti no te ha despedido.
-La verdad es que cuando nos dijo que entráramos en su despacho pensé...
-Que nos pegaría un tiro... o dos. -Asintió.

Me reí con él, pero entonces me quedé pensando, durante unos segundos. -Espera, repite eso.

-Gates nos podría haber dispara...
-¡Dios Castle!, tenemos que volver a Comisaría. -Me miró sin entender nada. -Nos hemos equivocado, Samantha es inocente.