Treinta días (Día 30)
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Foro Castle :: OffTopic :: Fan Fics
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Re: Treinta días (Día 30)
Muy bonita la escena,
Delta5- Escritor - Policia
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Fecha de inscripción : 30/07/2012
Localización : Ciudadano del Mundo
Re: Treinta días (Día 30)
Buenas noches a toooods! ^^ Muchas gracias por todos los comentarios, como siempre os digo . Bueno, día 20. He intentado que este sea un poco más largo, pero los bailes no son lo mío jajaja. Aun asi he intentado que salga bonito y tal, asi que... solo puedo decir: ESPERO QUE OS GUSTEEEE!
Por cierto, la canción en cuestion es Bounce, de The Cab. No sabia cual elegir para hacer que estos dos bailaran, pero creo que esta es la mas sensual, por la letra, por el ritmo tan animadillo y... bueno, no digo mas jaja.
***
Día 20: Bounce
Ver Dancing With The Stars los lunes por la noche se ha supuesto una tradición que ha pasado durante generaciones en el seno de la familia Rodgers. Al igual que es una tradición que, después de las eliminatorias, Castle, su madre y su hija se harten de todos los tipos de helados habidos y por haber de la heladería de la esquina.
Y cuando Beckett se pone a reflexionar sobre eso y se da cuenta de que ya forma parte de esa tradición, se siente más resguardada y protegida que nunca. Ya se siente parte de su familia y sobre todo, siente que Castle quiere hacerla parte de su familia. Da igual si le resulta un programa demasiado presuntuoso, es capaz de hacer tripas, corazón solo por el hecho de notar cómo Castle le hace todo tipo de carantoñas mientras ven uno de sus programas juntos. Como si siempre hubieran estado así.
Lo que nunca ha visto como una tradición es lo que Castle le acaba de pedir ahora mismo. Ese arrebato por hacer algo tan artístico como lo que aparece en su pantalla y desde que lo ha oído sabe que va a ser una mala idea. Muy mala idea, porque Castle no es la viva imagen de la destreza y ella, bueno. Sabe defenderse, pero no lo suficiente como para quedar bien de cara a un público selecto.
Casi se muere de risa sobre el sofá cuando ve a Castle suplicándola que bailasen mientras intentaba hacer algo portentoso, técnicamente hablando. Como si fuera un bailarín de salsa profesional, o esforzándose por para parecerlo –y de verdad, Beckett cree que lo único que van a conseguir esa noche es ir de cabeza al hospital más cercano-. Pero es que Castle la está mirando ahora mismo con una carita de perro abandonado que Beckett ni se molesta en resistirse ni hacerse de rogar.
-Vale, ¿y qué propones?
Castle la envuelve la cintura, acercándola hasta el punto de no tener siquiera espacio para respirar relajadamente. Un poco más y su nariz rozará con la suya y eso la provoca un curioso hormigueo por todo su estómago- Hagamos nuestro propio baile. No tiene que ser nada profesional como lo que aparece ahí. Algo con lo que… no sé, nos identifiquemos –propone, sugerente. Como instinto, Beckett se muerde el labio, tentadora.
-¿Por qué tendré la sensación de que vamos a acabar rompiéndonos la crisma, Castle? O que acabaré sin pies.
-Oye –protesta, mientras la mira intentando parecer ofendido. Pero Beckett no se lo traga- Aunque no lo creas, sé bailar. ¿Te acuerdas de la subasta esa? Dime que no estuve impresionante.
-Mal. No estuviste mal –no sabe por qué, pero Beckett siempre tendrá una posesiva fijación con poner de los nervios a Castle-. A lo mejor hasta me sorprendiste un poco.
-Pues te sorprenderé aún más –se separa levemente para coger el mando del equipo de música, encendiéndolo. Una canción a un volumen no demasiado alto empieza a sonar. Está a un nivel perfecto, como música ambiental.
-Por un momento pensé que ibas a poner Fire Down Below.
-Te gustó ese capítulo, ¿eh? –la guiña un ojo y ella se ríe, es evidente que la conoce muy bien. Vuelve a acercarse y agarrarla como antes- Bien, relájate. Mandaré yo.
Beckett siente a Castle dando unos pasos hacia delante, empujándola levemente, sin separarla. Ella se deja, como si fuera una pluma. Le gusta mandar, es de las cosas que mejor se le da hacer. Pero hay momentos en los que le gusta someterse a Castle y dejar que la sorprende –porque ella sabe que él es como una caja de bombones. Siempre, no sabe cómo, consigue conocer una nueva faceta de él y le encanta-. Repentinamente, la separa, le agarra la mano y la hace dar una vuelta en sí misma, de manera que, por el efecto yoyo, Beckett vuelve a su posición. Esta vez de espaldas a él, sintiendo el brazo restante de Castle rodeando su abdomen, sin dejar de soltar su mano. Quizá Castle tenía razón. Quizá se le da bastante mejor de lo que aparenta.
Puede notar el pecho de Castle contraerse y expandirse sobre su espalda, respirando con intensidad mientras sus cinturas se amoldan perfectamente, bailando al unísono.
-Me gusta esta canción –susurra Beckett, sin dejar de bailar-. ¿Cómo se llama?
-Bounce –sentir el aliento del escritor sobre el lóbulo de su oreja la provoca todo tipo de escalofríos que recorren su cuerpo de abajo a arriba. Siempre ha sabido que era un hombre muy sensual. Pero verle así en este terreno está haciendo que se muera por dentro. Además, el título engloba perfectamente la situación.
Siguen igual hasta el pre-estribillo antes de escuchar el estribillo por segunda vez, y cambian de posición. Castle da una vuelta alrededor de Beckett, aprovechando para rodear su cintura con su brazo izquierdo, mientras que con el derecho agarra suavemente su nuca, acercándose a ella de una forma deliciosamente lúbrica y enterrando su rostro en su cuello, para dejar un suave beso que provoca que Beckett suspire un pequeño gemido, y el escritor suelta una carcajada.
-¿Quieres probar?
Y nada más comenzar el segundo estribillo, Beckett ya está danzando alrededor de él, como él ha hecho antes, procurando tener siempre un mínimo contacto físico con él. Sabe dónde quiere llegar. Sabe cómo hacerlo. Y cada vez que se restriega suavemente contra él, nota a Castle dar un pequeño respingo mientras la observa maravillado, y ella se ríe. Así es como a ella le gusta, expectativo. Es cuando mejor sabe hacer las cosas, cuando nada está dado por hecho. Cuando las cosas salen solas.
Le agarra de la mano y, haciendo honor al título, van dando pequeños botes mientras bailan por todo el salón. Y resulta siendo un pequeño desafío para ver cuál de los dos tiene la situación bajo control. Se vuelve a juntar, sin agarrarse solo rozándose levemente y cada uno aporta lo suyo. Cada uno lucha por llevarse al otro a su terreno, dotando al ambiente de una atmósfera de expectación y cierto erotismo donde la gravedad ni siquiera existe. Y cuando más cerca están el uno del otro, más se carga esa atmósfera. El deseo se hace casi tangible y los roles que han tomado desembocan en una especie de tensión sexual no resuelta sobre el escenario.
Kate nota el magnetismo de Castle cada vez que le mira a los ojos y está segura de que él también. En algún momento, vuelven a agarrarse como antes. Los brazos de uno envueltos en la espalda de otro y viceversa, y la tensión sigue aumentando. Ella siente todo tipo de descargas eléctricas sobre su vientre y sabe cómo va acabar eso. Básicamente, eso es una especie de guerra. Y en la guerra solo hay vencidos, y los dos están a punto de perder contra su propio autocontrol.
Siguen moviéndose, acompasados, más lentamente. Cuando acaba el segundo estribillo, al ritmo en el que suena la colisión de la canción, Beckett empieza a besar el cuello de su novio. Percibe a Castle moviéndose con cierta torpeza e inseguridad, esta es una de las razones por las que le encanta tenerle al filo de la navaja. Le puede manejar totalmente, tiene todo lo necesario para hacerlo. Va deslizándose hacia su mejilla, para luego bajar a su mentón y subir a su nariz, en una acción totalmente provocativa para ver hasta dónde pueden llegar.
Y cuando se separa y le mira a los ojos, sabe que ha llegado hasta ahí. Tiene la pupila totalmente dilatada, observándola con magnificencia y un apetito embriagador. Y se siente desprotegida ante esa mirada. Además, no le apetece luchar, quiere probarle. Se deja llevar para hacer justo lo que él quiere, ahora. Beckett se inclina hacia el escritor, pasando el relevo a Castle, él manda en estos momentos.
No dejan de bailar cuando ambos encuentran lo que llevan buscando desde el principio. Rompen la tensión sexual acumulada durante el baile, dejando que sus bocas se unan en un sabroso frenesí en el que sus lenguas también participan en ese baile. Dan vueltas por el salón, sin seguir una coreografía determinada ni algún paso conocido, simplemente van al mismo son al que bailan sus labios.
Cuando empieza a sonar la parte instrumental, profundizan más ese contacto. Beckett tiene a Castle recorriendo su cuello, dejando besos húmedos que descienden hasta el escote de su camisa, en un vertiginoso camino lleno de sensaciones que se mueven a la misma velocidad que la melodía que dejan los solos de piano y guitarra. Con descaro y fragor.
Antes de que se den cuenta, ya están en su dormitorio. Y en ese pequeño momento de inflexión, en el que el instrumental empieza a desvanecerse progresivamente para volver a dejar parte al estribillo, se miran a los ojos. Tiene el pelo revuelto, ahora la mirada es un ruego para acabar lo que han empezado, los labios de Castle están hinchados, colorados y entreabiertos, gesticulando una sonrisa demasiado lasciva a la que Beckett no se enfrenta, simplemente imita. Posa su frente sobre la suya, suspirando sobre sus labios.
-¿Vamos? –le pregunta, ambos saben a lo que se refiere.
Y justo cuando comienza el estribillo, nuevamente, el escritor empuja a su novia sobre su cama, desabrochándole la camiseta a la misma velocidad y vigor con los que suena la canción. Casi sin paciencia, está segura de que él la habrá roto algún botón -de la misma manera que ella a él-. Cuando acaban con las prendas superiores, vuelven a centrarse en sus labios, y gimen a la vez ante el desafío que vuelven a disputar sus lenguas.
Y la canción vuelve a sonar, repitiéndose, mientras siguen bailando sobre el otro a ritmo de Bounce, dejando que sus cuerpos desnudos se muevan uniformemente, amoldándose el uno al otro, en un equilibrio perfecto entre arte, sensualidad y romance.
***
Gracias por leer y espero que os haya gustadoooo! ^^ Nos vemos mañana! :3
Por cierto, la canción en cuestion es Bounce, de The Cab. No sabia cual elegir para hacer que estos dos bailaran, pero creo que esta es la mas sensual, por la letra, por el ritmo tan animadillo y... bueno, no digo mas jaja.
***
Día 20: Bounce
Ver Dancing With The Stars los lunes por la noche se ha supuesto una tradición que ha pasado durante generaciones en el seno de la familia Rodgers. Al igual que es una tradición que, después de las eliminatorias, Castle, su madre y su hija se harten de todos los tipos de helados habidos y por haber de la heladería de la esquina.
Y cuando Beckett se pone a reflexionar sobre eso y se da cuenta de que ya forma parte de esa tradición, se siente más resguardada y protegida que nunca. Ya se siente parte de su familia y sobre todo, siente que Castle quiere hacerla parte de su familia. Da igual si le resulta un programa demasiado presuntuoso, es capaz de hacer tripas, corazón solo por el hecho de notar cómo Castle le hace todo tipo de carantoñas mientras ven uno de sus programas juntos. Como si siempre hubieran estado así.
Lo que nunca ha visto como una tradición es lo que Castle le acaba de pedir ahora mismo. Ese arrebato por hacer algo tan artístico como lo que aparece en su pantalla y desde que lo ha oído sabe que va a ser una mala idea. Muy mala idea, porque Castle no es la viva imagen de la destreza y ella, bueno. Sabe defenderse, pero no lo suficiente como para quedar bien de cara a un público selecto.
Casi se muere de risa sobre el sofá cuando ve a Castle suplicándola que bailasen mientras intentaba hacer algo portentoso, técnicamente hablando. Como si fuera un bailarín de salsa profesional, o esforzándose por para parecerlo –y de verdad, Beckett cree que lo único que van a conseguir esa noche es ir de cabeza al hospital más cercano-. Pero es que Castle la está mirando ahora mismo con una carita de perro abandonado que Beckett ni se molesta en resistirse ni hacerse de rogar.
-Vale, ¿y qué propones?
Castle la envuelve la cintura, acercándola hasta el punto de no tener siquiera espacio para respirar relajadamente. Un poco más y su nariz rozará con la suya y eso la provoca un curioso hormigueo por todo su estómago- Hagamos nuestro propio baile. No tiene que ser nada profesional como lo que aparece ahí. Algo con lo que… no sé, nos identifiquemos –propone, sugerente. Como instinto, Beckett se muerde el labio, tentadora.
-¿Por qué tendré la sensación de que vamos a acabar rompiéndonos la crisma, Castle? O que acabaré sin pies.
-Oye –protesta, mientras la mira intentando parecer ofendido. Pero Beckett no se lo traga- Aunque no lo creas, sé bailar. ¿Te acuerdas de la subasta esa? Dime que no estuve impresionante.
-Mal. No estuviste mal –no sabe por qué, pero Beckett siempre tendrá una posesiva fijación con poner de los nervios a Castle-. A lo mejor hasta me sorprendiste un poco.
-Pues te sorprenderé aún más –se separa levemente para coger el mando del equipo de música, encendiéndolo. Una canción a un volumen no demasiado alto empieza a sonar. Está a un nivel perfecto, como música ambiental.
-Por un momento pensé que ibas a poner Fire Down Below.
-Te gustó ese capítulo, ¿eh? –la guiña un ojo y ella se ríe, es evidente que la conoce muy bien. Vuelve a acercarse y agarrarla como antes- Bien, relájate. Mandaré yo.
Beckett siente a Castle dando unos pasos hacia delante, empujándola levemente, sin separarla. Ella se deja, como si fuera una pluma. Le gusta mandar, es de las cosas que mejor se le da hacer. Pero hay momentos en los que le gusta someterse a Castle y dejar que la sorprende –porque ella sabe que él es como una caja de bombones. Siempre, no sabe cómo, consigue conocer una nueva faceta de él y le encanta-. Repentinamente, la separa, le agarra la mano y la hace dar una vuelta en sí misma, de manera que, por el efecto yoyo, Beckett vuelve a su posición. Esta vez de espaldas a él, sintiendo el brazo restante de Castle rodeando su abdomen, sin dejar de soltar su mano. Quizá Castle tenía razón. Quizá se le da bastante mejor de lo que aparenta.
Puede notar el pecho de Castle contraerse y expandirse sobre su espalda, respirando con intensidad mientras sus cinturas se amoldan perfectamente, bailando al unísono.
-Me gusta esta canción –susurra Beckett, sin dejar de bailar-. ¿Cómo se llama?
-Bounce –sentir el aliento del escritor sobre el lóbulo de su oreja la provoca todo tipo de escalofríos que recorren su cuerpo de abajo a arriba. Siempre ha sabido que era un hombre muy sensual. Pero verle así en este terreno está haciendo que se muera por dentro. Además, el título engloba perfectamente la situación.
Siguen igual hasta el pre-estribillo antes de escuchar el estribillo por segunda vez, y cambian de posición. Castle da una vuelta alrededor de Beckett, aprovechando para rodear su cintura con su brazo izquierdo, mientras que con el derecho agarra suavemente su nuca, acercándose a ella de una forma deliciosamente lúbrica y enterrando su rostro en su cuello, para dejar un suave beso que provoca que Beckett suspire un pequeño gemido, y el escritor suelta una carcajada.
-¿Quieres probar?
Y nada más comenzar el segundo estribillo, Beckett ya está danzando alrededor de él, como él ha hecho antes, procurando tener siempre un mínimo contacto físico con él. Sabe dónde quiere llegar. Sabe cómo hacerlo. Y cada vez que se restriega suavemente contra él, nota a Castle dar un pequeño respingo mientras la observa maravillado, y ella se ríe. Así es como a ella le gusta, expectativo. Es cuando mejor sabe hacer las cosas, cuando nada está dado por hecho. Cuando las cosas salen solas.
Le agarra de la mano y, haciendo honor al título, van dando pequeños botes mientras bailan por todo el salón. Y resulta siendo un pequeño desafío para ver cuál de los dos tiene la situación bajo control. Se vuelve a juntar, sin agarrarse solo rozándose levemente y cada uno aporta lo suyo. Cada uno lucha por llevarse al otro a su terreno, dotando al ambiente de una atmósfera de expectación y cierto erotismo donde la gravedad ni siquiera existe. Y cuando más cerca están el uno del otro, más se carga esa atmósfera. El deseo se hace casi tangible y los roles que han tomado desembocan en una especie de tensión sexual no resuelta sobre el escenario.
Kate nota el magnetismo de Castle cada vez que le mira a los ojos y está segura de que él también. En algún momento, vuelven a agarrarse como antes. Los brazos de uno envueltos en la espalda de otro y viceversa, y la tensión sigue aumentando. Ella siente todo tipo de descargas eléctricas sobre su vientre y sabe cómo va acabar eso. Básicamente, eso es una especie de guerra. Y en la guerra solo hay vencidos, y los dos están a punto de perder contra su propio autocontrol.
Siguen moviéndose, acompasados, más lentamente. Cuando acaba el segundo estribillo, al ritmo en el que suena la colisión de la canción, Beckett empieza a besar el cuello de su novio. Percibe a Castle moviéndose con cierta torpeza e inseguridad, esta es una de las razones por las que le encanta tenerle al filo de la navaja. Le puede manejar totalmente, tiene todo lo necesario para hacerlo. Va deslizándose hacia su mejilla, para luego bajar a su mentón y subir a su nariz, en una acción totalmente provocativa para ver hasta dónde pueden llegar.
Y cuando se separa y le mira a los ojos, sabe que ha llegado hasta ahí. Tiene la pupila totalmente dilatada, observándola con magnificencia y un apetito embriagador. Y se siente desprotegida ante esa mirada. Además, no le apetece luchar, quiere probarle. Se deja llevar para hacer justo lo que él quiere, ahora. Beckett se inclina hacia el escritor, pasando el relevo a Castle, él manda en estos momentos.
No dejan de bailar cuando ambos encuentran lo que llevan buscando desde el principio. Rompen la tensión sexual acumulada durante el baile, dejando que sus bocas se unan en un sabroso frenesí en el que sus lenguas también participan en ese baile. Dan vueltas por el salón, sin seguir una coreografía determinada ni algún paso conocido, simplemente van al mismo son al que bailan sus labios.
Cuando empieza a sonar la parte instrumental, profundizan más ese contacto. Beckett tiene a Castle recorriendo su cuello, dejando besos húmedos que descienden hasta el escote de su camisa, en un vertiginoso camino lleno de sensaciones que se mueven a la misma velocidad que la melodía que dejan los solos de piano y guitarra. Con descaro y fragor.
Antes de que se den cuenta, ya están en su dormitorio. Y en ese pequeño momento de inflexión, en el que el instrumental empieza a desvanecerse progresivamente para volver a dejar parte al estribillo, se miran a los ojos. Tiene el pelo revuelto, ahora la mirada es un ruego para acabar lo que han empezado, los labios de Castle están hinchados, colorados y entreabiertos, gesticulando una sonrisa demasiado lasciva a la que Beckett no se enfrenta, simplemente imita. Posa su frente sobre la suya, suspirando sobre sus labios.
-¿Vamos? –le pregunta, ambos saben a lo que se refiere.
Y justo cuando comienza el estribillo, nuevamente, el escritor empuja a su novia sobre su cama, desabrochándole la camiseta a la misma velocidad y vigor con los que suena la canción. Casi sin paciencia, está segura de que él la habrá roto algún botón -de la misma manera que ella a él-. Cuando acaban con las prendas superiores, vuelven a centrarse en sus labios, y gimen a la vez ante el desafío que vuelven a disputar sus lenguas.
Y la canción vuelve a sonar, repitiéndose, mientras siguen bailando sobre el otro a ritmo de Bounce, dejando que sus cuerpos desnudos se muevan uniformemente, amoldándose el uno al otro, en un equilibrio perfecto entre arte, sensualidad y romance.
***
Gracias por leer y espero que os haya gustadoooo! ^^ Nos vemos mañana! :3
Última edición por iamaplatypus el Miér Ene 16, 2013 12:40 pm, editado 1 vez
Re: Treinta días (Día 30)
agecastbet escribió:Pero por qué lo cortas tan pronto¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡
Así no hay quien aguante tantas horas para poder seguir leyendo¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡
Muy bueno pero pelin tacaña, no te parece, que esto no es un telegrama, aquí no cobran por palabra, a ver cuando te explayas con esta pequeña plebe de seguidores, por favor, lo queremos bueno, bonito y barato (= LARGO)
Besos, hasta mañana¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡
Jajajaja jo, lo siento. Es que depende del tema de cada dia hay capis que dan para mucho y capis que dan para poco. Y el de ayer (formal wear) pues no lo vi para mucho, sinceramente . Paciencia, quedan más días y temas con más chicha, y no me gusta meter relleno a un relato porque sí, queda muy forzado. Solo te pido que sigas leyendo, quedan 10 dias mas y SEGURO que alguno por ahi da para hacer algo bastante mar largo que este .
Gracias por el comentario y leer! ^^
Re: Treinta días (Día 30)
sigueeeee
castle&beckett..cris- Escritor - Policia
- Mensajes : 5471
Fecha de inscripción : 20/03/2011
Edad : 33
Localización : Menorca..I LOVE NEW YORK..NYPD..RICK CASTLE & KATE BECKETT
Re: Treinta días (Día 30)
Por fin me puse al dia...y como siempre ME ENCANTAN TODOS!
Y gracias por lo del Dia 12 Ornitorrinco!
Y gracias por lo del Dia 12 Ornitorrinco!
AlwaysSerenity- Autor de best-seller
- Mensajes : 966
Fecha de inscripción : 14/10/2012
Edad : 27
Localización : Málaga (Andalucia) España
Re: Treinta días (Día 30)
Me asombra como puedes escribir una maravilla de algo tan simple como puede ser un baile (aunque también es verdad que nada es simple cuando se trata de Castle y Beckett jajaja)
Me encanta este capítulo, es otro de mis favoritos, es tan sensual. ¡Es una maravilla!
No sé como lo haces pero siempre te quedan preciosos.
Me encanta este capítulo, es otro de mis favoritos, es tan sensual. ¡Es una maravilla!
No sé como lo haces pero siempre te quedan preciosos.
Re: Treinta días (Día 30)
Sara esta genial sigue muchos besos
monsta- Actor en Broadway
- Mensajes : 170
Fecha de inscripción : 24/04/2012
Edad : 32
Localización : madrid
Re: Treinta días (Día 30)
Me encantan! Me he leído todos, y solo puedo decir que escribes fenomenal. Y este último uno de lo mejores sin duda.
Aliciaa- Ayudante de policia
- Mensajes : 60
Fecha de inscripción : 22/10/2012
Re: Treinta días (Día 30)
Como todos los demás, una maravilla.
Delta5- Escritor - Policia
- Mensajes : 10286
Fecha de inscripción : 30/07/2012
Localización : Ciudadano del Mundo
Re: Treinta días (Día 30)
Holooooooooo again! :3 Muchas gracias por seguir leyendo y comentando. Que son 21 dias, no se como nos os habeis cansado jajaja. Bueno, el de hoy me ha quedado... raro. Y largo, bastante largo. Me he explayado bastante jajaja. Bueno, ya me direis que os parece y tal. ENJOY IT!
***
Día 21: Pizza
El hecho de que hayan vuelto a salvar el mundo, por segunda vez además, es algo que les invita a festejar el momento como si en realidad tuviesen los días contados. Y no es por atribuirse todo el mérito –en ambas veces todos pusieron su granito de arena-, pero Castle sabe que, si no hubieran formado parte de toda esa investigación, ahora mismo todo lo que su alrededor se vería reducido a polvo. O sumergidos en una crisis económica con un trágico desenlace que envolvería bombas atómicas y genocidios sin escrúpulos, probablemente. Así que tiene una razón sólida para creérselo.
Y se lo cree tanto que ha decido montar una fiesta en su casa por todo lo alto, aprovechando que su madre y Alexis se han ido a los Hamptons a pasar un fin de semana de relax –al menos para su madre, le ha costado decir que no a esa cara de perro abandonado que ponía su hija, y hasta ahí no se dio cuenta de su portentoso don de convicción, ahora transmitido de una generación a otra-. Castle necesitaba estar a sus anchas en casa. No solo por el hecho de que se maneja mejor sin ser partícipe de los tejemanejes de su madre y las eternas súplicas de su hija, sino porque tienen dos horas para tener todo listo. Él y Beckett. Solos.
Castle sabe cómo aprovechar una ocasión que se le pone justo a tiro de piedra. Es demasiado inteligente.
De hecho, toda la parafernalia fiestera ya recubre cada pared y tapiz del loft. Lo único que falta es la comida. O bueno, la pizza marca Castle porque Beckett ya se ha encargado de traer todo tipo de aperitivos y suculencias que pondría los dientes largos a cualquiera –el escritor, de hecho, ya los tiene-. Y Castle no sabe si está embelesado por cada maravilla culinaria que hay sobre la mesa o por la extraordinaria habilidad que tiene Kate para hacer el amor al recetario de cocina.
Y sabe que hay pocas cosas –por no decir ninguna- que no le cautiven de ella. Todo lo que desprende es magia y Castle babea sin disimulo alguno por lo que hace.
-¿Y qué dices que lleva esa pizza? –Beckett reclama su atención y Rick sacude levemente su cabeza en un intento de quitarse esa expresión de irremediable depravado.
-De todo.
-Por qué me dará la sensación de que voy a acabar en el hospital con un cólico o una úlcera, Castle –pregunta retóricamente, poniendo sus ojos en blanco. Castle arruga sus labios.
-Por favor, Beckett –protesta, pendenciero, levantando su mano con fingido dramatismo-. No blasfemes más. Es una receta consagrada que ha pasado de generación en generación a través de mi familia, planeada y escrita por una de las mentes más privilegiadas habidas y por haber del universo de la gastronomía trascendental.
La detective levanta una ceja, mirándole con escepticismo- Sí, tú sigue adornando con tu destreza poética el hecho innegable de que eres un desastre en la cocina.
-Dios mío –exclama, melodramático-. Me ofendes, Beckett. Me ofendes exuberantemente.
-Oh, creo que voy a llorar –gesticula un puchero, y Castle cree se que va a morir por dentro de lo adorable que está Beckett cuando da rienda suelta a esa niña que lleva dentro. Aun así, se las apaña para quitar esa cara de ciega devoción y mostrarse receloso.
Delante de Beckett todavía le queda un poco de orgullo. La cosa siempre ha ido así, le gusta hacerla sentir adorada de vez en cuando, pero también le gusta hacerse de rogar. Le gusta creer que cuando Beckett le mira con esos ojos y esboza esa sonrisa es porque hay un momento de conexión lo suficiente ferviente como para que ella se dé cuenta de que Castle está ahí.
Intenta mantener esa soberbia estable, esperando a que Beckett se rinda, aunque sea levemente, ante él. Pero lo único que hace es dirigirse hacia la encimera de la cocina, rozando su hombro contra el suyo mientras le dirige una de sus sutiles miradas, impregnadas con ese trasfondo tentador que hace que Castle deje de saber dónde están el cielo y la tierra, y cuando nota su calor pegándose en un breve momento contra su cuerpo, ahí percibe que la realidad ha dejado de tener sentido. Y la sigue embobado, sin rechistar.
-¿Qué pretendías echar a la pizza? –observa todo aquel desastre, desorganizado- ¿Sirope de chocolate? ¿Mayonesa? –agarra con incredulidad un tarro que contenía una espesa sustancia de color crema, mirando a Castle con horror- ¿Manteca de cacahuete?
-Me encanta la manteca de cacahuete. ¿A ti no?
-¡Castle!
-Oh, venga. Es la Pizza Castle. Se tiene que notar que la he hecho yo.
-¿He dicho que acabaríamos en el hospital? Lo retiro –se reafirma, cruzándose de brazos-. Acabaremos en la morgue.
El escritor rebufa, apoyando su espalda contra la encima, quedándose enfrente de su compañera, mirándola con suspicacia- Muy bien, listilla. ¿Cuál es tu idea?
-No me digas que te has enfadado –suelta una carcajada.
-No tiene gracia.
-Venga, Castle. Solo intento ayudarte –agrupa la harina, la sal, la levadura y el aceite cerca de un recipiente, estirándose para coger el rodillo del bote de utensilios.
-¿Entonces hacemos mi pizza?
Beckett asiente, pero le mira con precaución- Pero –remarca, levantando su dedo índice- intentando que no acabes por hacer algo radiactivo –este hincha sus mofletes, y la detective se ríe. En realidad a Castle va a dar su brazo a torcer, es solo que le gusta cuando ella se ríe así. Porque se la ve contenta y despreocupada, alejando ese pequeño atisbo de dolor de sus ojos y, sobre todo, porque es gracias a él-. Venga, luego me lo agradecerás.
-Bien, jefa. Tú mandas –se encoge de hombros, situándose a su lado.
Beckett mezcla la harina, la levadura y la sal en el recipiente, hasta que ninguno de los tres elementos se aprecia, haciendo un hoyo en el centro que empieza a llenar progresivamente de agua caliente y aceite. Consigue hacer la masa de la base con una rapidez que a Castle casi se le desencaja la mandíbula. Luego vuelve al mundo real. No solo es excepcional moviéndose entre mafiosos, ladrones y asesinos, sino también en la encimera.
Rick ya ha perdido cuenta de los innumerables suspiros contra los que ha luchado para que no se haga demasiado evidente el hecho de que está loco por ella.
-Castle, inténtalo –Beckett se desplaza para hacerle un hueco a su compañero.
Asiente con la cabeza, como si tuviera miedo, sosteniendo con delicadeza la masa entre sus manos. Como si fuera un bebé. La tantea, está cálida y moldeable, y no sabe muy bien qué hacer con ella. Intenta darle forma de pelota como puede, mordiéndose el labio, concentrado como si fuera una de sus novelas. Una trama complicada que requiere un buen planteamiento. Oye alguna que otra carcajada de fondo cuando aplasta la masa contra la tabla, esforzándose por hacer un círculo perfecto.
Cuando ve el resultado, se lleva las manos a la cabeza.
-En fin –suspira.
-Oye, al menos escribir se te da bien –Castle no la contesta, simplemente la mira con reproche y frustración, resoplando-. Mira, es fácil.
Castle se queda inmóvil, sin verse capaz de decir o hacer algo cuando nota a Beckett posicionarse detrás de él, totalmente pegada a su espalda, supone que de puntilla porque nota su barbilla rozando su hombro, y le embriaga el recuerdo de su improvisada clase de tiro en la comisaría. Pero diferente, porque se sienten ellos mismos, pero sin esa tensión incómoda y el compromiso al que se vieron sometidos. Al principio nota a Beckett dubitativa, pero ella se amolda a él. Su respiración se hace más pesada cuando nota como deja descansar el mentón sobre su clavícula, sin mucha restricción consigo misma. Y en el momento en el que nota los brazos de Beckett acercándose a los suyos por debajo de sus axilas, para poder tomar sus manos y manejarlas sobre la masa, siente que está a las puertas del paraíso.
Es la segunda versión del piano, pero con el aire cargado de confianza y seguridad. Ya no hay ese pánico a la incertidumbre. Esa resistencia contra sus propios instintos. Solo ellos dos, dejándose llevar.
-¿Sabes? Esto es un poco incómodo.
Castle se tensa, intentando no hacerse demasiadas ilusiones- ¿El qué es incómodo? –inquiere, intentando restar la aparente importancia al asunto que de repente ha cobrado gracias a su pregunta.
Beckett se separa de él, murmurando un casi inaudible “espera un momento” poniéndose a su lado. Empuja suavemente a Castle hacia atrás para quedar justo entre su torso y la encimera, dándole la espalda. Entonces vuelven a adquirir la misma posición de antes, salvo por el hecho de que ahora uno ocupa el lugar del otro. Y siguen amasando juntos la base de la pizza, dándole la forma perfecta.
Castle jura que se siente el protagonista de su propia versión de Ghost, solo que en vez de un botijo, es una pizza. Está a punto de decirlo en alto, pero no quiere levantar una tensión innecesaria.
Lo siguiente era el tomate. Castle no hace nada, es Kate la que esparce la salsa con delicadeza por toda la base, y él piensa que esto se le da genial. Castle apoya sus manos sobre la encima, a ambos lados de los brazos de Beckett, lo que más le encanta es la sensación de que a ella no parece importarle. Decide mover ficha y se inclina un poco hacia delante, lo suficiente como para sentir los omoplatos de su compañera sobre su pecho. Se pregunta si no ha arriesgado demasiado cuando ella se remueve ante el contacto.
Cuando se inclina hacia atrás, acomodándose sobre su torso, sabe que no. Y el ambiente se embarga de una sensación extraña, pero atrayente.
Y Castle está tan absorto disfrutando de la perfección de aquel momento que no se da cuenta de que Beckett le ha manchado ambos mofletes con tomate. Ella gira su rostro, está demasiado cerca del suyo, riéndose, y él la mira con desaprobación, pero sin poder borrar esa sonrisa de su rostro. Se miran e intercambian miradas que van haciendo viajes de sus ojos a sus labios, ambos, y él casi se cree que ambos se buscan lo mismo.
Jura que Beckett parece hipnotizada cuando deja su mirada pegada justo en esa zona, en su boca. Como si la pizza hubiera dejado de tener su importancia y ahora lo único que de verdad mereciera su atención fuera eso. Él está confuso, pero hipnotizado también. Y Castle se inclina hacia delante, casi puede rozar la punta de la nariz de Beckett con la suya.
Cuando la tiene justo donde quiere, coge la salsa de tomate y se la echa por las mejillas, justo como ella ha hecho.
-¡Oye! –protesta, en una carcajada, separándose.
-Vendetta, Beckett. Vendetta.
Ella murmura un “te vas a enterar” cuando coge el aceite y la harina. Y Castle retrocede hasta que no puede más, chocando su espalda contra la puerta del frigorífico. Ella le mira, relamiéndose los labios y él coloca sus antebrazos frene a su cara, mirándola con desafío, provocativo. Beckett se detiene, expectante, él la sigue mirando. Y cuando a un paso en falso, la detective se abalanza contra él, espolvoreando un puñado de harina sobre su pelo, y restregando parte contra su cara. Castle tose, por la exageración de polvo blanquecino en el aire, no quiere ni imaginarse cómo está.
En un momento de descuido, se sacude parte de la harina de su pelo contra el de Beckett, y extiende su mano para coger el queso y echárselo encima, sin olvidar echárselo por las marcas de tomate. Castle la mira, estallando en carcajadas. Ahí está la inspectora más dura de la doceava, recubierta de harina, tomate y queso. Y por un momento piensa que parece mentira que tengan las edades que tienen. Pero hay una gran ausencia de remordimiento ante ello.
Beckett se apoya sobre él, quitándose con ambas manos el tomate de sus mejillas, intentando manchar parte de su frente y su cuello.
-Si tus fans te vieran empezarían a hacerse una barbacoa con tus libros, Mono Escritor.
-¿Y a ti quién te tomaría en serio con esas pintas, inspectora Beckett?
No dejan de reírse, echándose todo lo que encontraban a su paso por encima. Castle no recuerda la última vez que se había sentido así. Como si estuviera volando sobre una nube de incontenible felicidad, dejando que un agradable cosquilleo se extendiera por todo su cuerpo. Y a juzgar por la cara de Beckett, piensa que ella tampoco. Y le encanta estar así. Le encanta ser el culpable de sacar su faceta más infantil y divertida.
Sabe que de vez en cuando se merece darse un respiro.
No sabe cómo, acaban en el suelo. Castle sentado entre dos encimeras, y la detective encima de él, inmovilizándose con ambas piernas. Cuando acaba de decorar su rostro con el último rastro de nata, susurra jactanciosa:
-La poli siempre gana, Castle.
Y él se encoge de hombros. Después la observa de arriba a abajo, casi analizándola. Estaba cubierta de todo lo habido y por haber en su cocina. Menudo derroche de dinero, piensa. Pero le da igual. Está muy mona cuando se porta como una niña. Demasiado mona. Tanto que se queda absorto solo mirándole los ojos. Ahí están, recubiertos de ingredientes, dando por hecho que ellos son la pizza. Y Beckett está muy cerca de él. Un poco más y tendrá su pecho contra el suyo. Y bueno, ya solo su postura les pone en un contexto demasiado comprometido.
Las manos de Beckett siguen sobre sus mejillas. Y su sonrisa se ha ido tornando hacia una expresión más seria. Puede ver cómo sus labios tiemblan, cómo vuelve a estar insegura. Él traga saliva, llevando sus manos a ambos lados de su cintura. Con miedo, tanteando terreno, no quiere precipitarse. Pero lo está buscando y lo quiere encontrar. Afianza más el contacto contra su piel y Beckett no parece moverse. De hecho, si se mueve es para acomodarse más sobre su abdomen. Y en algún momento un campo magnético ha empezado a incidir sobre sus rostros.
Antes de empezar a cerrar los ojos, observa que Beckett va a decir algo. Pero al final no lo hace, solo se deja llevar. El incipiente calor del pecho de Beckett se extiende progresivamente sobre el suyo, y su peso de descarga con suavidad hacia delante. Los brazos de Castle envuelven poco a poco su cintura y casi puede rozar los labios contra los suyos. El aliento nervioso de la detective golpea contra su boca y él casi esboza una sonrisa cuando nota esa sensación.
No es la primera vez que están así. Y él ya tiene certeza del sabor de Beckett. Pero sabe que nunca será lo mismo y la atracción tan deliciosa que están sufriendo nunca podrá ser comparable a esos momentos en los que, por muy reales que parecieran –al menos para él lo eran-, tenían que fingir con el único fin de elaborar una tapadera que pasase más o menos desapercibida.
Pero eso no es una tapadera. Son ellos dos, a punto de entregarse en cuerpo y alma a lo que han estado conteniéndose durante cuatro años. Y Castle está demasiado cerca, y ya abierto sus labios para recibir a los de Beckett como lleva esperando todo este tiempo.
Y de repente, ding, dong. Ambos suspiran a la vez. Y espera a que Beckett salga corriendo, distraída por el quebrantamiento del momento mágico que se habían recreado. Pero lo que hace es levantarse lentamente, casi como si le costase. Como si no quisiera hacerlo y cuando va hacia la puerta, se pregunta murmurando “pensaba que todavía quedaba una hora”. Y Castle juraría que parece mosqueada.
Cuando abre la puerta, aparecen Esposito, Ryan, Jenny y Lanie casi cantando. Los cuatro dirigen su atención casi a la vez hacia el desastre organizado en la cocina, mientras alternar sus miradas entre Beckett y Castle. Y él puede leer perfectamente que, en ese momento, se han dado cuenta de que portan el maravilloso don de la inoportunidad.
Esposito se acerca hacia el escritor, que sigue sentado sobre el suelo, con las piernas cruzadas, mirándole cómo si le preguntara y él resopla, con rabia, apretando sus dientes. En ese instante, lo que más le apetece, es tirar a los cuatro por la ventana más cercana. Y luego, si lo ve necesario, volver a por ellos.
-Tío, ¿qué habéis montado aquí? –acaba preguntando, con leve miedo. Castle supone que se ha dado por aludido.
-No preguntes –se levanta lentamente, mordiéndose el labio-. No preguntes.
***
Ale, espero que os haya gustado! ^^ Nos vemos mañana! :3
***
Día 21: Pizza
El hecho de que hayan vuelto a salvar el mundo, por segunda vez además, es algo que les invita a festejar el momento como si en realidad tuviesen los días contados. Y no es por atribuirse todo el mérito –en ambas veces todos pusieron su granito de arena-, pero Castle sabe que, si no hubieran formado parte de toda esa investigación, ahora mismo todo lo que su alrededor se vería reducido a polvo. O sumergidos en una crisis económica con un trágico desenlace que envolvería bombas atómicas y genocidios sin escrúpulos, probablemente. Así que tiene una razón sólida para creérselo.
Y se lo cree tanto que ha decido montar una fiesta en su casa por todo lo alto, aprovechando que su madre y Alexis se han ido a los Hamptons a pasar un fin de semana de relax –al menos para su madre, le ha costado decir que no a esa cara de perro abandonado que ponía su hija, y hasta ahí no se dio cuenta de su portentoso don de convicción, ahora transmitido de una generación a otra-. Castle necesitaba estar a sus anchas en casa. No solo por el hecho de que se maneja mejor sin ser partícipe de los tejemanejes de su madre y las eternas súplicas de su hija, sino porque tienen dos horas para tener todo listo. Él y Beckett. Solos.
Castle sabe cómo aprovechar una ocasión que se le pone justo a tiro de piedra. Es demasiado inteligente.
De hecho, toda la parafernalia fiestera ya recubre cada pared y tapiz del loft. Lo único que falta es la comida. O bueno, la pizza marca Castle porque Beckett ya se ha encargado de traer todo tipo de aperitivos y suculencias que pondría los dientes largos a cualquiera –el escritor, de hecho, ya los tiene-. Y Castle no sabe si está embelesado por cada maravilla culinaria que hay sobre la mesa o por la extraordinaria habilidad que tiene Kate para hacer el amor al recetario de cocina.
Y sabe que hay pocas cosas –por no decir ninguna- que no le cautiven de ella. Todo lo que desprende es magia y Castle babea sin disimulo alguno por lo que hace.
-¿Y qué dices que lleva esa pizza? –Beckett reclama su atención y Rick sacude levemente su cabeza en un intento de quitarse esa expresión de irremediable depravado.
-De todo.
-Por qué me dará la sensación de que voy a acabar en el hospital con un cólico o una úlcera, Castle –pregunta retóricamente, poniendo sus ojos en blanco. Castle arruga sus labios.
-Por favor, Beckett –protesta, pendenciero, levantando su mano con fingido dramatismo-. No blasfemes más. Es una receta consagrada que ha pasado de generación en generación a través de mi familia, planeada y escrita por una de las mentes más privilegiadas habidas y por haber del universo de la gastronomía trascendental.
La detective levanta una ceja, mirándole con escepticismo- Sí, tú sigue adornando con tu destreza poética el hecho innegable de que eres un desastre en la cocina.
-Dios mío –exclama, melodramático-. Me ofendes, Beckett. Me ofendes exuberantemente.
-Oh, creo que voy a llorar –gesticula un puchero, y Castle cree se que va a morir por dentro de lo adorable que está Beckett cuando da rienda suelta a esa niña que lleva dentro. Aun así, se las apaña para quitar esa cara de ciega devoción y mostrarse receloso.
Delante de Beckett todavía le queda un poco de orgullo. La cosa siempre ha ido así, le gusta hacerla sentir adorada de vez en cuando, pero también le gusta hacerse de rogar. Le gusta creer que cuando Beckett le mira con esos ojos y esboza esa sonrisa es porque hay un momento de conexión lo suficiente ferviente como para que ella se dé cuenta de que Castle está ahí.
Intenta mantener esa soberbia estable, esperando a que Beckett se rinda, aunque sea levemente, ante él. Pero lo único que hace es dirigirse hacia la encimera de la cocina, rozando su hombro contra el suyo mientras le dirige una de sus sutiles miradas, impregnadas con ese trasfondo tentador que hace que Castle deje de saber dónde están el cielo y la tierra, y cuando nota su calor pegándose en un breve momento contra su cuerpo, ahí percibe que la realidad ha dejado de tener sentido. Y la sigue embobado, sin rechistar.
-¿Qué pretendías echar a la pizza? –observa todo aquel desastre, desorganizado- ¿Sirope de chocolate? ¿Mayonesa? –agarra con incredulidad un tarro que contenía una espesa sustancia de color crema, mirando a Castle con horror- ¿Manteca de cacahuete?
-Me encanta la manteca de cacahuete. ¿A ti no?
-¡Castle!
-Oh, venga. Es la Pizza Castle. Se tiene que notar que la he hecho yo.
-¿He dicho que acabaríamos en el hospital? Lo retiro –se reafirma, cruzándose de brazos-. Acabaremos en la morgue.
El escritor rebufa, apoyando su espalda contra la encima, quedándose enfrente de su compañera, mirándola con suspicacia- Muy bien, listilla. ¿Cuál es tu idea?
-No me digas que te has enfadado –suelta una carcajada.
-No tiene gracia.
-Venga, Castle. Solo intento ayudarte –agrupa la harina, la sal, la levadura y el aceite cerca de un recipiente, estirándose para coger el rodillo del bote de utensilios.
-¿Entonces hacemos mi pizza?
Beckett asiente, pero le mira con precaución- Pero –remarca, levantando su dedo índice- intentando que no acabes por hacer algo radiactivo –este hincha sus mofletes, y la detective se ríe. En realidad a Castle va a dar su brazo a torcer, es solo que le gusta cuando ella se ríe así. Porque se la ve contenta y despreocupada, alejando ese pequeño atisbo de dolor de sus ojos y, sobre todo, porque es gracias a él-. Venga, luego me lo agradecerás.
-Bien, jefa. Tú mandas –se encoge de hombros, situándose a su lado.
Beckett mezcla la harina, la levadura y la sal en el recipiente, hasta que ninguno de los tres elementos se aprecia, haciendo un hoyo en el centro que empieza a llenar progresivamente de agua caliente y aceite. Consigue hacer la masa de la base con una rapidez que a Castle casi se le desencaja la mandíbula. Luego vuelve al mundo real. No solo es excepcional moviéndose entre mafiosos, ladrones y asesinos, sino también en la encimera.
Rick ya ha perdido cuenta de los innumerables suspiros contra los que ha luchado para que no se haga demasiado evidente el hecho de que está loco por ella.
-Castle, inténtalo –Beckett se desplaza para hacerle un hueco a su compañero.
Asiente con la cabeza, como si tuviera miedo, sosteniendo con delicadeza la masa entre sus manos. Como si fuera un bebé. La tantea, está cálida y moldeable, y no sabe muy bien qué hacer con ella. Intenta darle forma de pelota como puede, mordiéndose el labio, concentrado como si fuera una de sus novelas. Una trama complicada que requiere un buen planteamiento. Oye alguna que otra carcajada de fondo cuando aplasta la masa contra la tabla, esforzándose por hacer un círculo perfecto.
Cuando ve el resultado, se lleva las manos a la cabeza.
-En fin –suspira.
-Oye, al menos escribir se te da bien –Castle no la contesta, simplemente la mira con reproche y frustración, resoplando-. Mira, es fácil.
Castle se queda inmóvil, sin verse capaz de decir o hacer algo cuando nota a Beckett posicionarse detrás de él, totalmente pegada a su espalda, supone que de puntilla porque nota su barbilla rozando su hombro, y le embriaga el recuerdo de su improvisada clase de tiro en la comisaría. Pero diferente, porque se sienten ellos mismos, pero sin esa tensión incómoda y el compromiso al que se vieron sometidos. Al principio nota a Beckett dubitativa, pero ella se amolda a él. Su respiración se hace más pesada cuando nota como deja descansar el mentón sobre su clavícula, sin mucha restricción consigo misma. Y en el momento en el que nota los brazos de Beckett acercándose a los suyos por debajo de sus axilas, para poder tomar sus manos y manejarlas sobre la masa, siente que está a las puertas del paraíso.
Es la segunda versión del piano, pero con el aire cargado de confianza y seguridad. Ya no hay ese pánico a la incertidumbre. Esa resistencia contra sus propios instintos. Solo ellos dos, dejándose llevar.
-¿Sabes? Esto es un poco incómodo.
Castle se tensa, intentando no hacerse demasiadas ilusiones- ¿El qué es incómodo? –inquiere, intentando restar la aparente importancia al asunto que de repente ha cobrado gracias a su pregunta.
Beckett se separa de él, murmurando un casi inaudible “espera un momento” poniéndose a su lado. Empuja suavemente a Castle hacia atrás para quedar justo entre su torso y la encimera, dándole la espalda. Entonces vuelven a adquirir la misma posición de antes, salvo por el hecho de que ahora uno ocupa el lugar del otro. Y siguen amasando juntos la base de la pizza, dándole la forma perfecta.
Castle jura que se siente el protagonista de su propia versión de Ghost, solo que en vez de un botijo, es una pizza. Está a punto de decirlo en alto, pero no quiere levantar una tensión innecesaria.
Lo siguiente era el tomate. Castle no hace nada, es Kate la que esparce la salsa con delicadeza por toda la base, y él piensa que esto se le da genial. Castle apoya sus manos sobre la encima, a ambos lados de los brazos de Beckett, lo que más le encanta es la sensación de que a ella no parece importarle. Decide mover ficha y se inclina un poco hacia delante, lo suficiente como para sentir los omoplatos de su compañera sobre su pecho. Se pregunta si no ha arriesgado demasiado cuando ella se remueve ante el contacto.
Cuando se inclina hacia atrás, acomodándose sobre su torso, sabe que no. Y el ambiente se embarga de una sensación extraña, pero atrayente.
Y Castle está tan absorto disfrutando de la perfección de aquel momento que no se da cuenta de que Beckett le ha manchado ambos mofletes con tomate. Ella gira su rostro, está demasiado cerca del suyo, riéndose, y él la mira con desaprobación, pero sin poder borrar esa sonrisa de su rostro. Se miran e intercambian miradas que van haciendo viajes de sus ojos a sus labios, ambos, y él casi se cree que ambos se buscan lo mismo.
Jura que Beckett parece hipnotizada cuando deja su mirada pegada justo en esa zona, en su boca. Como si la pizza hubiera dejado de tener su importancia y ahora lo único que de verdad mereciera su atención fuera eso. Él está confuso, pero hipnotizado también. Y Castle se inclina hacia delante, casi puede rozar la punta de la nariz de Beckett con la suya.
Cuando la tiene justo donde quiere, coge la salsa de tomate y se la echa por las mejillas, justo como ella ha hecho.
-¡Oye! –protesta, en una carcajada, separándose.
-Vendetta, Beckett. Vendetta.
Ella murmura un “te vas a enterar” cuando coge el aceite y la harina. Y Castle retrocede hasta que no puede más, chocando su espalda contra la puerta del frigorífico. Ella le mira, relamiéndose los labios y él coloca sus antebrazos frene a su cara, mirándola con desafío, provocativo. Beckett se detiene, expectante, él la sigue mirando. Y cuando a un paso en falso, la detective se abalanza contra él, espolvoreando un puñado de harina sobre su pelo, y restregando parte contra su cara. Castle tose, por la exageración de polvo blanquecino en el aire, no quiere ni imaginarse cómo está.
En un momento de descuido, se sacude parte de la harina de su pelo contra el de Beckett, y extiende su mano para coger el queso y echárselo encima, sin olvidar echárselo por las marcas de tomate. Castle la mira, estallando en carcajadas. Ahí está la inspectora más dura de la doceava, recubierta de harina, tomate y queso. Y por un momento piensa que parece mentira que tengan las edades que tienen. Pero hay una gran ausencia de remordimiento ante ello.
Beckett se apoya sobre él, quitándose con ambas manos el tomate de sus mejillas, intentando manchar parte de su frente y su cuello.
-Si tus fans te vieran empezarían a hacerse una barbacoa con tus libros, Mono Escritor.
-¿Y a ti quién te tomaría en serio con esas pintas, inspectora Beckett?
No dejan de reírse, echándose todo lo que encontraban a su paso por encima. Castle no recuerda la última vez que se había sentido así. Como si estuviera volando sobre una nube de incontenible felicidad, dejando que un agradable cosquilleo se extendiera por todo su cuerpo. Y a juzgar por la cara de Beckett, piensa que ella tampoco. Y le encanta estar así. Le encanta ser el culpable de sacar su faceta más infantil y divertida.
Sabe que de vez en cuando se merece darse un respiro.
No sabe cómo, acaban en el suelo. Castle sentado entre dos encimeras, y la detective encima de él, inmovilizándose con ambas piernas. Cuando acaba de decorar su rostro con el último rastro de nata, susurra jactanciosa:
-La poli siempre gana, Castle.
Y él se encoge de hombros. Después la observa de arriba a abajo, casi analizándola. Estaba cubierta de todo lo habido y por haber en su cocina. Menudo derroche de dinero, piensa. Pero le da igual. Está muy mona cuando se porta como una niña. Demasiado mona. Tanto que se queda absorto solo mirándole los ojos. Ahí están, recubiertos de ingredientes, dando por hecho que ellos son la pizza. Y Beckett está muy cerca de él. Un poco más y tendrá su pecho contra el suyo. Y bueno, ya solo su postura les pone en un contexto demasiado comprometido.
Las manos de Beckett siguen sobre sus mejillas. Y su sonrisa se ha ido tornando hacia una expresión más seria. Puede ver cómo sus labios tiemblan, cómo vuelve a estar insegura. Él traga saliva, llevando sus manos a ambos lados de su cintura. Con miedo, tanteando terreno, no quiere precipitarse. Pero lo está buscando y lo quiere encontrar. Afianza más el contacto contra su piel y Beckett no parece moverse. De hecho, si se mueve es para acomodarse más sobre su abdomen. Y en algún momento un campo magnético ha empezado a incidir sobre sus rostros.
Antes de empezar a cerrar los ojos, observa que Beckett va a decir algo. Pero al final no lo hace, solo se deja llevar. El incipiente calor del pecho de Beckett se extiende progresivamente sobre el suyo, y su peso de descarga con suavidad hacia delante. Los brazos de Castle envuelven poco a poco su cintura y casi puede rozar los labios contra los suyos. El aliento nervioso de la detective golpea contra su boca y él casi esboza una sonrisa cuando nota esa sensación.
No es la primera vez que están así. Y él ya tiene certeza del sabor de Beckett. Pero sabe que nunca será lo mismo y la atracción tan deliciosa que están sufriendo nunca podrá ser comparable a esos momentos en los que, por muy reales que parecieran –al menos para él lo eran-, tenían que fingir con el único fin de elaborar una tapadera que pasase más o menos desapercibida.
Pero eso no es una tapadera. Son ellos dos, a punto de entregarse en cuerpo y alma a lo que han estado conteniéndose durante cuatro años. Y Castle está demasiado cerca, y ya abierto sus labios para recibir a los de Beckett como lleva esperando todo este tiempo.
Y de repente, ding, dong. Ambos suspiran a la vez. Y espera a que Beckett salga corriendo, distraída por el quebrantamiento del momento mágico que se habían recreado. Pero lo que hace es levantarse lentamente, casi como si le costase. Como si no quisiera hacerlo y cuando va hacia la puerta, se pregunta murmurando “pensaba que todavía quedaba una hora”. Y Castle juraría que parece mosqueada.
Cuando abre la puerta, aparecen Esposito, Ryan, Jenny y Lanie casi cantando. Los cuatro dirigen su atención casi a la vez hacia el desastre organizado en la cocina, mientras alternar sus miradas entre Beckett y Castle. Y él puede leer perfectamente que, en ese momento, se han dado cuenta de que portan el maravilloso don de la inoportunidad.
Esposito se acerca hacia el escritor, que sigue sentado sobre el suelo, con las piernas cruzadas, mirándole cómo si le preguntara y él resopla, con rabia, apretando sus dientes. En ese instante, lo que más le apetece, es tirar a los cuatro por la ventana más cercana. Y luego, si lo ve necesario, volver a por ellos.
-Tío, ¿qué habéis montado aquí? –acaba preguntando, con leve miedo. Castle supone que se ha dado por aludido.
-No preguntes –se levanta lentamente, mordiéndose el labio-. No preguntes.
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Ale, espero que os haya gustado! ^^ Nos vemos mañana! :3
Re: Treinta días (Día 30)
Cabrones...siempre les tienen que interrumpir..asi no hay manera la verdad...
ME HA ENCANTADO ESTE DIA ORNITORRINCO!
P.D: Podriamos ver algo parecido en la serie... -.-'
ME HA ENCANTADO ESTE DIA ORNITORRINCO!
P.D: Podriamos ver algo parecido en la serie... -.-'
AlwaysSerenity- Autor de best-seller
- Mensajes : 966
Fecha de inscripción : 14/10/2012
Edad : 27
Localización : Málaga (Andalucia) España
Re: Treinta días (Día 30)
vaya que inoportunos
que los tire por la ventana
otro dia mas que me encanta
que los tire por la ventana
otro dia mas que me encanta
choleck- Escritor - Policia
- Mensajes : 1967
Fecha de inscripción : 07/06/2012
Localización : en la parra
Re: Treinta días (Día 30)
Pppfff y los tenian q interrumpir
Pero el capi me encanto
Pero el capi me encanto
Fanny_123- Autor de best-seller
- Mensajes : 831
Fecha de inscripción : 15/09/2012
Edad : 24
Localización : Chile!!! c:
Re: Treinta días (Día 30)
No entiendo porque los tienen que molestar joo con lo interesante que se estaba poniendo la cosa nada sara que ya sabes que me encanta y aquí estoy esperando el siguiente capitulo
monsta- Actor en Broadway
- Mensajes : 170
Fecha de inscripción : 24/04/2012
Edad : 32
Localización : madrid
Re: Treinta días (Día 30)
Muy muy inoportunos!! pero quitando eso....me ha encantado
El anterior no pude comentarte, pero también me encanto!
Esperando el siguiente
El anterior no pude comentarte, pero también me encanto!
Esperando el siguiente
forever23- As del póker
- Mensajes : 382
Fecha de inscripción : 09/09/2012
Edad : 32
Localización : Bilbao
Re: Treinta días (Día 30)
Siempre el maldito ding dong .....sigueeeee
castle&beckett..cris- Escritor - Policia
- Mensajes : 5471
Fecha de inscripción : 20/03/2011
Edad : 33
Localización : Menorca..I LOVE NEW YORK..NYPD..RICK CASTLE & KATE BECKETT
Re: Treinta días (Día 30)
Dios, que monos! Otro que me encanta.
Aliciaa- Ayudante de policia
- Mensajes : 60
Fecha de inscripción : 22/10/2012
Re: Treinta días (Día 30)
enganchada me tienes a este fic... enhorabuena
KBRC- Escritor novato
- Mensajes : 19
Fecha de inscripción : 16/01/2013
Re: Treinta días (Día 30)
Jajaja, que mala suerte tienen los pobres, cuando ya parece que... se les estropea. Muy bueno, sigue.
Delta5- Escritor - Policia
- Mensajes : 10286
Fecha de inscripción : 30/07/2012
Localización : Ciudadano del Mundo
Re: Treinta días (Día 30)
Muy bueno, aunque estos cuatro siempre tienen el don de la inoportinudad, ¿no podrían haber pillado un atasco?, jejeje.
Yaye- Escritor - Policia
- Mensajes : 1751
Fecha de inscripción : 05/06/2012
Localización : Huelva
Re: Treinta días (Día 30)
El del baile ha sido genial, la canción me ha gustado. Creo que es una canción muy indicada para el momento, me encanta esa comnotacion al final, como saben lo que viene despues, ha sido genial.
Me ha encantado esa forma de preparar pizza, me hace gracias imaginarlos en ese plan mucho antes de haber estado juntos, son super dulces.
Tan solo 9 días, termina el sábado. Pero aunque sé que cuanto más leamos antes termina, quiero leer el siguiente.
Me ha encantado esa forma de preparar pizza, me hace gracias imaginarlos en ese plan mucho antes de haber estado juntos, son super dulces.
Tan solo 9 días, termina el sábado. Pero aunque sé que cuanto más leamos antes termina, quiero leer el siguiente.
Invitado- Invitado
Re: Treinta días (Día 30)
Que escena más divertida. Cuando empecé a leerlo me recordó a Ghost, y justamente nombras a la película en la historia. Y luego, ese momento harina me ha recordado a un capítulo de la versión española de Betty la fea jajaja
Ha sido precioso, me encanta como se va cargando el ambiente hasta que se vuelve de lo más íntimo. Pero siempre tienen que haber alguno que los interrumpa
Estupendo Sara, me encanta!
Ha sido precioso, me encanta como se va cargando el ambiente hasta que se vuelve de lo más íntimo. Pero siempre tienen que haber alguno que los interrumpa
Estupendo Sara, me encanta!
Re: Treinta días (Día 30)
¿No he comentado antes? Uff últimamente no tengo tiempo, pero que sepas que voy al día con tus historias. Me encanta tu forma de escribir, a cada historia le das un toque especial. Este último me ha encantado, pues me he imaginado a Kate y Castle jugando como niños chiquitos, todos llenos de harina... y después logras que pase a un momento tan intimo, como el que has escrito.
Re: Treinta días (Día 30)
Heeeeeeeeello! ^^ Ya estoy otra vez por aqui xd. Muchas gracias por comentar y leer, siempre os lo digo. Y creedme, teneros 22 dias seguidos leyendo mis historias es un gran honor . El del día de hoy era un tema raro, he intentado abordarlo como he podido xd. Yo espero que os guste, la verdad es que he disfrutado escribiendolo ^^ asi que ya me direis! Aaaaale, hope you like it! :3
***
Día 22: Protección
Puede notar como si formara parte de su propia piel la espalda de su compañero tensarse sobre la suya. Cómo se contrae en una pose defensiva y extiende sus brazos hacia atrás, empujándola suavemente porque quiere protegerla. Ella es la policía. Es la que lleva la placa. Sabe que esa es su tarea, y en la hora y media que han estado allí dando vueltas y buscando cualquier lugar que les sirviera de trinchera improvisada ha intentado convencerle de que se pusiera detrás de ella y huyese si era necesario. Como en ese justo momento.
Pero también sabe que si hay alguien más cabezona que ella –y eso es demasiado- es Richard Castle y su inescrutable instinto de supervivencia, que enfoca únicamente su objetivo el absoluto asilo de Beckett. Y contra eso no puede hacer nada, acabará haciendo alguna de sus locuras finalmente. Y como sabe que lo va a hacer, prefiere vérselo venir antes de tener que llevarse las manos a la cabeza.
-¿Sabes? Cuándo me hice escritor lo último en lo que me imaginaría verme envuelto es en una persecución callejera con tiroteo incluido, involucrando grupos musulmanes de contrabando de mujeres.
-Bueno, justo lo que a ti te gusta, ¿no?
-Me gustaría más si no tuviera la sensación de que voy a palmarla en cualquier momento.
Beckett hace un sonido de desaprobación- te lo he dicho. Ponte detrás de mí, Huye cuando las cosas se compliquen. Ponte a salvo. Pero, como siempre, las normas se imponen bajo tu criterio –Castle suelta una carcajada, con suficiencia-. Y aunque fueran bajo el mío, acabarías haciendo lo que te da la gana.
-¿Y quedarme sin musa? ¿Sabes la de libros que tengo que escribir todavía? –rebufa, fingiendo estar ofendida. A veces el curioso sentido del humor del escritor era de lo más inoportuno, pero se alegra de saber que hasta en las peores situaciones, si está él, tendrá asegurada una sonrisa.
Y eso lo hace muchísimo más fácil.
-Y además, no sería capaz de vivir con ese peso sobre la conciencia. Nunca me perdonaría el hecho de que te matasen por mi culpa.
Y eso acaba por aliviar la poca tensión que quedaba dentro sus cuerpos, y Beckett se siente con un pie en tierra firme. Lleva sus manos a su espalda, sacando una pistola del elástico de su vaquero, y se la tiende decisivamente. No ve la cara de su compañero, pero supone que debe estar sorprendido porque no acaba de cogerla. Y Beckett empieza a menear su mano.
-¿Estás de coña?
-No me tengas así todo el día, Castle. Todavía tenemos que pillar a unos tíos.
-Pero no tengo licencia.
-Mira, si vas a protegerme –se da la vuelta, sonriéndole. Intensifica más ese gesto cuando observa a Castle mirándola por el rabillo del ojo, sonriendo él también- hazlo bien, ¿vale?
Oyen unos susurros, en lengua árabe, y Rick toma la pistola, con seguridad, quitando el seguro y apuntando a cualquier punto que estuviera al alcance de su ángulo de visión. Ella sabe que es peligroso, y tampoco se lo perdonaría, nunca. Y cuando piensa en el hecho de que Castle puede morir esa noche por su culpa, casi se ahoga con su propia saliva y le tiemblan las piernas. Pero por otro lado, sintiéndose lo más egoísta que ha visto el mundo nacer, agradece que esté ahí. Le reconforta sentir su cuerpo curvándose sobre su espalda, cerca de ella, teniendo certeza segura de que no se va a morir de allí. Su profesión la obliga a dormir con un ojo abierto, pero desde que está con él, siente que de vez en cuando puede bajar la guardia.
Siente que no parece algo tan difícil y peligroso. Y eso la motiva más a seguir yendo cada día.
Un tiro al aire provoca que Beckett, instintivamente, agarre la mano de Castle. Percibir el calor de su mano ciñéndose contra su piel le proporciona la autoconfianza necesaria para pensar con la mente en frío, sin perder el raciocinio que cualquier persona habría ya abandonado. Se mueven juntos, lentamente, hacia la pared más oscura que son capaces de ver, en un admirable sentido del sigilo.
Está a punto de situarse en una esquina cuando nota un peso tirándose sobre ella, seguido de un disparo. Beckett contiene la respiración, angustiada, y vuelve a oír otro tiro, demasiado cerca, tanto que puede oler la pólvora, y eso no le ayuda a abordar la circunstancia actual con aplomo. Gira sobre sí misma, asustada, con un nudo en la garganta, rogando para que su compañero no haya hecho de escudo humano. Tiene los nervios tan colapsados que no es capaz de coordinar bien la psicomotricidad de su cuerpo. Lo único que espera encontrarse es a Castle, sano y salvo.
Y ahí está, sobre ella, rodeando su cuerpo con su brazo izquierdo, mientras que con su mano derecha sujeta la pistola, en alto. Y al fondo, ve a uno de los de la banda, tendido sobre el suelo, retorciéndose mientras se agarra la pierna con desesperación.
Suspira, relajada. Ha habido más veces en las que han rozado la muerte. Se exponen a morir todos los días, prácticamente, ya es algo habitual. Y después de haber sobrevivido a una explosión, al frío de un congelador industrial o haber evitado que el mundo se sumiera en una Tercera Guerra Mundial encuentros casuales con criminales como esos casi suenan a chiste. Pero, con diferencia, es una de las veces en las que más cerca han estado de ver su inminente final. Sobre todo el escritor.
El cuerpo tambaleante de Castle tirita casi al mismo ritmo que el suyo. En un acto totalmente reflejo, rodea a Castle con sus brazos, abrazándole. Sin pensarlo dos veces. Y en esos momentos se alegra de haberle dado esas clases improvisadas de tiro cuando son los primeros en llegar a la comisaría. Le envuelve más efusivamente, contra su cuerpo. Siente la necesidad de separarse, y se intensifica cuando nota a Castle abstracto, inmóvil, y no sabe muy bien si está forzando la situación, levantando una cortina de humo. Pero no quiere. Necesita sentirle cerca y comprobar que está bien. Necesita creerse lo cerca que ha estado de verle en una situación demasiado complicada.
Y al cabo de unos segundos, nota a Castle alzándola levemente e incorporándola entre sus piernas, ciñendo sus brazos alrededor de su cintura mientras la estrecha contra su pecho, y podría quedarse así toda su vida. Está convencida de que los abrazos de Castle han sido creados para dar cobijo a alguien como ella. O mejor, solo a ella. Le gusta pensar eso. Le gusta creer que es la única capaz de complementar todas y cada una de las facetas de su compañero.
-¿Ves? Te lo dije. Te voy a proteger –susurra sobre su oído, y ella afianza más el abrazo.
-Has estado a punto de jugártela, Castle.
-¿Y? ¿Soy tu compañero o no?
Se separa levemente, lo justo para poder mirarle cómodamente a los ojos- No vuelvas a hacerlo. Si te hubiera pasado algo…
-¿Qué? –le mira expectante, ella se muerde el labio. Cuando ve esos ojos azules sumergiéndose en los suyos, jura que está viendo el fin de su concepción de la vida. Y siente que su muro deja de existir momentáneamente.
En un arrebato, lleva su mano a la mejilla de Castle, sosteniéndola, para darle un corto, suave beso sobre su otra mejilla. Y con la misma rapidez, se separa y se levanta, agradeciendo la escasez de luz porque no soportaría hacer frente a la incómoda situación que originaría el que su compañero la viera ruborizándose. Carraspea, observando a Castle con cuidado, él la mira asombrado.
Y ella está igual de asombrada. Es básicamente por el hecho de que, de algún modo u otro, Castle siempre conseguirá despertar su lado más impulsivo. No es por quitar mérito a las sesiones del doctor Burke, pero un poco de acción al lado del escritor también acaba resultando un buen método terapéutico.
-¿Qué ha sido eso?
-No te acostumbres, lo he hecho por no pegarte un tiro. Luego tengo que hacer muchísimo papeleo.
Él se ríe, volviendo a recobrar la postura de defensa, esta vez delante de ella- Ha merecido la pena –se encoge de hombros y ella sonríe, volteándose para volver a quedar espalda con espalda-. ¿Sabes, Beckett? Tienes al mejor compañero del mundo.
Y se apoya levemente contra él, descansando su cabeza con suavidad sobre la nuca de su compañero, durante unos segundos.
-Lo sé –responde, sin una ápice de ironía, sin oponer resistencia, y suena como si fuera lo más verídico que ha soltado por su boca.
***
Espero que haya estado a la altura y muchas gracias por leer *-*. Nos vemos mañanaaaaa! :3
***
Día 22: Protección
Puede notar como si formara parte de su propia piel la espalda de su compañero tensarse sobre la suya. Cómo se contrae en una pose defensiva y extiende sus brazos hacia atrás, empujándola suavemente porque quiere protegerla. Ella es la policía. Es la que lleva la placa. Sabe que esa es su tarea, y en la hora y media que han estado allí dando vueltas y buscando cualquier lugar que les sirviera de trinchera improvisada ha intentado convencerle de que se pusiera detrás de ella y huyese si era necesario. Como en ese justo momento.
Pero también sabe que si hay alguien más cabezona que ella –y eso es demasiado- es Richard Castle y su inescrutable instinto de supervivencia, que enfoca únicamente su objetivo el absoluto asilo de Beckett. Y contra eso no puede hacer nada, acabará haciendo alguna de sus locuras finalmente. Y como sabe que lo va a hacer, prefiere vérselo venir antes de tener que llevarse las manos a la cabeza.
-¿Sabes? Cuándo me hice escritor lo último en lo que me imaginaría verme envuelto es en una persecución callejera con tiroteo incluido, involucrando grupos musulmanes de contrabando de mujeres.
-Bueno, justo lo que a ti te gusta, ¿no?
-Me gustaría más si no tuviera la sensación de que voy a palmarla en cualquier momento.
Beckett hace un sonido de desaprobación- te lo he dicho. Ponte detrás de mí, Huye cuando las cosas se compliquen. Ponte a salvo. Pero, como siempre, las normas se imponen bajo tu criterio –Castle suelta una carcajada, con suficiencia-. Y aunque fueran bajo el mío, acabarías haciendo lo que te da la gana.
-¿Y quedarme sin musa? ¿Sabes la de libros que tengo que escribir todavía? –rebufa, fingiendo estar ofendida. A veces el curioso sentido del humor del escritor era de lo más inoportuno, pero se alegra de saber que hasta en las peores situaciones, si está él, tendrá asegurada una sonrisa.
Y eso lo hace muchísimo más fácil.
-Y además, no sería capaz de vivir con ese peso sobre la conciencia. Nunca me perdonaría el hecho de que te matasen por mi culpa.
Y eso acaba por aliviar la poca tensión que quedaba dentro sus cuerpos, y Beckett se siente con un pie en tierra firme. Lleva sus manos a su espalda, sacando una pistola del elástico de su vaquero, y se la tiende decisivamente. No ve la cara de su compañero, pero supone que debe estar sorprendido porque no acaba de cogerla. Y Beckett empieza a menear su mano.
-¿Estás de coña?
-No me tengas así todo el día, Castle. Todavía tenemos que pillar a unos tíos.
-Pero no tengo licencia.
-Mira, si vas a protegerme –se da la vuelta, sonriéndole. Intensifica más ese gesto cuando observa a Castle mirándola por el rabillo del ojo, sonriendo él también- hazlo bien, ¿vale?
Oyen unos susurros, en lengua árabe, y Rick toma la pistola, con seguridad, quitando el seguro y apuntando a cualquier punto que estuviera al alcance de su ángulo de visión. Ella sabe que es peligroso, y tampoco se lo perdonaría, nunca. Y cuando piensa en el hecho de que Castle puede morir esa noche por su culpa, casi se ahoga con su propia saliva y le tiemblan las piernas. Pero por otro lado, sintiéndose lo más egoísta que ha visto el mundo nacer, agradece que esté ahí. Le reconforta sentir su cuerpo curvándose sobre su espalda, cerca de ella, teniendo certeza segura de que no se va a morir de allí. Su profesión la obliga a dormir con un ojo abierto, pero desde que está con él, siente que de vez en cuando puede bajar la guardia.
Siente que no parece algo tan difícil y peligroso. Y eso la motiva más a seguir yendo cada día.
Un tiro al aire provoca que Beckett, instintivamente, agarre la mano de Castle. Percibir el calor de su mano ciñéndose contra su piel le proporciona la autoconfianza necesaria para pensar con la mente en frío, sin perder el raciocinio que cualquier persona habría ya abandonado. Se mueven juntos, lentamente, hacia la pared más oscura que son capaces de ver, en un admirable sentido del sigilo.
Está a punto de situarse en una esquina cuando nota un peso tirándose sobre ella, seguido de un disparo. Beckett contiene la respiración, angustiada, y vuelve a oír otro tiro, demasiado cerca, tanto que puede oler la pólvora, y eso no le ayuda a abordar la circunstancia actual con aplomo. Gira sobre sí misma, asustada, con un nudo en la garganta, rogando para que su compañero no haya hecho de escudo humano. Tiene los nervios tan colapsados que no es capaz de coordinar bien la psicomotricidad de su cuerpo. Lo único que espera encontrarse es a Castle, sano y salvo.
Y ahí está, sobre ella, rodeando su cuerpo con su brazo izquierdo, mientras que con su mano derecha sujeta la pistola, en alto. Y al fondo, ve a uno de los de la banda, tendido sobre el suelo, retorciéndose mientras se agarra la pierna con desesperación.
Suspira, relajada. Ha habido más veces en las que han rozado la muerte. Se exponen a morir todos los días, prácticamente, ya es algo habitual. Y después de haber sobrevivido a una explosión, al frío de un congelador industrial o haber evitado que el mundo se sumiera en una Tercera Guerra Mundial encuentros casuales con criminales como esos casi suenan a chiste. Pero, con diferencia, es una de las veces en las que más cerca han estado de ver su inminente final. Sobre todo el escritor.
El cuerpo tambaleante de Castle tirita casi al mismo ritmo que el suyo. En un acto totalmente reflejo, rodea a Castle con sus brazos, abrazándole. Sin pensarlo dos veces. Y en esos momentos se alegra de haberle dado esas clases improvisadas de tiro cuando son los primeros en llegar a la comisaría. Le envuelve más efusivamente, contra su cuerpo. Siente la necesidad de separarse, y se intensifica cuando nota a Castle abstracto, inmóvil, y no sabe muy bien si está forzando la situación, levantando una cortina de humo. Pero no quiere. Necesita sentirle cerca y comprobar que está bien. Necesita creerse lo cerca que ha estado de verle en una situación demasiado complicada.
Y al cabo de unos segundos, nota a Castle alzándola levemente e incorporándola entre sus piernas, ciñendo sus brazos alrededor de su cintura mientras la estrecha contra su pecho, y podría quedarse así toda su vida. Está convencida de que los abrazos de Castle han sido creados para dar cobijo a alguien como ella. O mejor, solo a ella. Le gusta pensar eso. Le gusta creer que es la única capaz de complementar todas y cada una de las facetas de su compañero.
-¿Ves? Te lo dije. Te voy a proteger –susurra sobre su oído, y ella afianza más el abrazo.
-Has estado a punto de jugártela, Castle.
-¿Y? ¿Soy tu compañero o no?
Se separa levemente, lo justo para poder mirarle cómodamente a los ojos- No vuelvas a hacerlo. Si te hubiera pasado algo…
-¿Qué? –le mira expectante, ella se muerde el labio. Cuando ve esos ojos azules sumergiéndose en los suyos, jura que está viendo el fin de su concepción de la vida. Y siente que su muro deja de existir momentáneamente.
En un arrebato, lleva su mano a la mejilla de Castle, sosteniéndola, para darle un corto, suave beso sobre su otra mejilla. Y con la misma rapidez, se separa y se levanta, agradeciendo la escasez de luz porque no soportaría hacer frente a la incómoda situación que originaría el que su compañero la viera ruborizándose. Carraspea, observando a Castle con cuidado, él la mira asombrado.
Y ella está igual de asombrada. Es básicamente por el hecho de que, de algún modo u otro, Castle siempre conseguirá despertar su lado más impulsivo. No es por quitar mérito a las sesiones del doctor Burke, pero un poco de acción al lado del escritor también acaba resultando un buen método terapéutico.
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-No te acostumbres, lo he hecho por no pegarte un tiro. Luego tengo que hacer muchísimo papeleo.
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