(+18) Amo del Universo - ÚLTIMOS CAPÍTULOS Y EPÍLOGO

No sé si fue porque me lo pidió por favor y no me lo ordenó o porque estaba harta de ese juego que se traía entre manos y necesitaba explicaciones, pero acepté a regañadientes y me senté. Suspiró y se sentó de nuevo frente a mí, cogió una copa y me la tendió, pero yo negué.

-Bebe –dijo. Torcí el gesto, otra vez con las exigencias, le arranqué la copa de las manos y la dejé sobre la mesita, con enfado, derramando un poco de la bebida. Él no dijo nada, se limitó a mirarme con frialdad y cogió su copa, bebiendo un poco.
-Mi paciencia tiene un límite, Richard –le advertí.
-También la mía –repuso. Aquello me sacó de quicio, me levanté de nuevo, esta vez cogiendo el bolso, traté de dirigirme a las escaleras, pero se puso delante, bloqueándome el camino.

-Aparta –le ordené con un tono realmente amenazador.
-No.
-Richard Castle, apártate de mi camino ahora mismo o lo vas a lame…
-No deberías hacer amenazas que no vas a cumplir –me interrumpió. Lo miré airada, él me sostuvo la mirada, impasible. Tomé aire y lo solté despacio, intentado calmar los impulsos que me pedían que lo matase en ese mismo momento. ¿O quizás querían que lo besara?
-Déjame salir –le dije, con poca convicción.
-No hasta que me escuches. Luego podrás ir a donde te plazca, yo mismo te llevaré si lo deseas.

Me cogió de la mano y tiró de ella con suavidad, llevándome hasta el centro del pequeño despacho. –Siéntate.

Volví a sentarme, agotada, diciéndome que sería su última oportunidad para hablar. Sin embargo, no parecía que él tuviera mucho interés en mí, cuando volvió a sentarse se limitó a mirarme, mientras que seguía bebiendo.

-¿Tienes pareja? –me preguntó de golpe, tras unos interminables y frustrantes minutos. Lo miré desconcertada, ¿ahora iba a preguntarme si tenía pareja?, después de haberme dicho que quería sexo, ¿de qué iba este hombre?
-Eso no es asunto tuyo –contesté con frialdad.
-Entonces no tienes –fruncí el ceño, ¿por qué había llegado a esa, correcta, conclusión?
-¿Y tú Richard, tienes novia? ¿O quizás novio? –me miró con tranquilidad, tomando otro trago. Dejó su copa, vacía, en la mesita y se encogió de hombros, con una sombra de diversión en su rostro. Sin embargo cuando volvió a hablar su voz sonó demasiado fría.
-No tengo pareja, ni la necesito.

No contesté a eso, aunque no pude evitar preguntarme para qué me había pedido que quedásemos. Si él no necesitaba a nadie, ¿qué pintaba yo allí?

-¿Y tú? ¿Necesitas un hombre para sentirse segura? ¿O quizás una mujer? –preguntó, con una sonrisa.
-¿Sabes? Creo que no tengo porque hablar de esto contigo, ni siquiera sé todavía para que querías que viniese –y empiezo a estar harta, dije para mí misma.
-Parece que no quieres estar aquí…
-Por fin lo entiendes –aplaudí, como una madre aplaude a su hijo pequeño cuando aprende que uno más uno son dos.
-Cuidado –me advirtió-.No me gustan las ironías, Kate, te lo aviso.
-Y a mí no me gustan los hombres arrogantes, así que será mejor que dejemos esto aquí –me levanté invitándolo con la mirada a pararme, pero esta vez no hizo nada, se limitó a mirarme en silencio, con una mirada inexpresiva. Me pregunté en qué estaba pensando.

-Si no querías venir ¿por qué lo has hecho? –preguntó mientras que yo empezaba a subir las escaleras. Me di la vuelta, él ni siquiera se había movido, me hablaba mirando hacia la pared, ni se dignaba a mirarme a la cara.
-Supongo que quería corregir mi opinión sobre ti, pero ha sido una pérdida de tiempo.

Salí del bar sin darle tiempo a contestar, necesitaba alejarme de aquel hombre. En pocos minutos estaba en casa, a salvo. Me reprendí mentalmente, eres policía Kate, no puedes actuar así con un hombre, ahora pensará que te ha intimidado. Eso último ni siquiera podía negármelo, era así. Richard Castle me había parecido un maldito arrogante y un imbécil, pero por algún extraño motivo no podía ni quería quitármelo de la cabeza.

Miré mi reloj y decidí pedir algo de comida china, después podría darme ese baño que había tenido que dejar el día anterior. Comida china, una copa de vino y un baño de espuma, nada mejor para relajarme. Tras encargar la comida me serví una copa y me la bebí de un trago, sonreí, sirviéndome un poco más. La botella era un regalo de Lanie, me gustaba el sutil toque a regaliz que tenía. Me senté a esperar al repartidor, encendí la tele, pero no había nada interesante, nada que me permitiese abstraerme y olvidar el día que había tenido.
Cuando llamaron al timbre ya me había bebido la segunda copa, así que me serví otra para acompañar la comida.

-Buenas noches.

Me quedé completamente paralizada al verlo allí, estuve a punto de tirar la copa al suelo. ¿Cómo había conseguido mi dirección? ¿Se la habría dado Montgomery también? O simplemente era un… la palabra acosador retumbó en mi mente, pensé en cerrar la puerta de golpe e impedirle entrar, pero él parecía tranquilo. Era un imbécil, pero no tenía pinta de acosador…

-¿Puedo pasar? –preguntó. Me encogí de hombros, sin estar muy segura de dejarle entrar o no. Me sonrió, amable –.Me comportaré, Kate, te lo prometo.
-Más te vale –murmuré mientras que me hacía a un lado.
-Bonita casa –comentó mientras que echaba una ojeada a su alrededor. Asentí, en silencio -.Me gusta, es acogedora.
-Trabajo mucho, cuando llego a casa quiero relajarme, estar rodeada de mis cosas.
-¿Cómo mis libros? –sonrió. Miraba hacia los escalones que daban al dormitorio que usaba de librería. Me sonrojé.
-Sí… como tus libros –contesté. Él asintió y se apoyó en la isla de la cocina; nos quedamos en silencio durante unos minutos, hasta que volvió a sonar el timbre.
-¿Esperas a alguien? –preguntó. Volví a notar como sus facciones se endurecían, parecía tenso. Puse los ojos en blanco y negué.
-No, es solo comida y no te molestes en decirme que no te ponga los ojos en blanco, estoy en mi casa –no contestó; me di la vuelta y fui a abrir la puerta. Dejé la comida en la mesa y suspiré –. Richard, estoy cansada, mis planes eran cenar y darme un baño caliente, por favor, suéltalo ya.
-No me ha gustado como ha acabado la…
-¿Cita? –sugerí. Él se encogió de hombros.
-Supongo que es la palabra más adecuada, aunque no la más precisa…
-Eres escritor, piensa otra –contesté, con cierta diversión.
-Da igual, es solo una palabra, sólo quería pedirte disculpas si te he molestado –lo miré sorprendida –. No era mi intención.
-¿Y exactamente cuál era tu intención? –repliqué.
-Supongo que tomar una decisión sobre ti… más o menos.

No contesté a eso, aparté la mirada desconcertada. ¿Una decisión sobre mí?

-No te entiendo.
-No puedo explicarme mejor, al menos no por ahora. Digamos que quería conocerte.
-¿Preguntándome si tengo pareja? ¿Esa es tu forma de conocerme?
-Entre otras cosas sí, necesitaba saber eso.
-¿Para poder follarme? –pregunté con frialdad. A eso se resumía todo, saber si estaba libre para poder acostarse conmigo sin riesgos de que un novio celoso pudiera reclamar. También tú has pensado en sexo, me dijo una voz.
-Sí… y no.
-Haz el favor de salir de mi casa.
-Kate…
-No Richard, ya basta. Estoy cansada, si lo que querías era echar un polvo lo siento pero no me interesas, ahora vete o sacaré la pistola.
-¿Ahora vas a indignarte? –Preguntó, sarcástico -.Vamos Kate, estoy seguro de que no soy el único que ha pensado en echar un polvo, como tú dices.
-Te equivocas.
-¿Entonces por qué puedo notar tu excitación desde aquí? -susurró.

No pude contradecirlo, era un imbécil, arrogante y también un cabrón, pero me excitaba. Noté como la respiración se me aceleraba al oír esa pregunta, esa voz seductora, erótica.

-Richard… -dije intentado sonar molesta, mientras que él se me acercaba. Se inclinó junto a mí, acercando su boca a mi oído.
-Aún no, Kate, pero no tienes ni idea de las cosas que haré contigo, cuando aceptes, porque lo harás...
-No… estés tan… seguro –contesté, maldiciendo el tono de mi voz.
-Aceptarás, sé que aceptarás –murmuró, tocando el lóbulo de mi oreja con sus dientes. Reprimí un suspiro -.Tendrás noticias mías, cuando sepa que estás preparada para todo -sonriendo se apartó de mí, dirigiéndose a la puerta.
-Disfrute de su cena, inspectora y de su baño… relajante.

Oí como se cerraba la puerta, apenas siendo consciente de lo que acababa de suceder. Me dejé caer en el sofá, intentando controlar mi respiración. Notaba como entre mis piernas mi clítoris palpitaba con furia, fiel reflejo de cómo me había dejado ese hombre. Me dirigí a la bañera, me senté en un taburete de madera mientras que esperaba a que se llenase, seguía terriblemente excitada, pero también intrigada.

Preparada para todo… ¿qué habría querido decir con eso? ¿No era sólo sexo? Él no quería una relación lo había dejado claro, entonces, ¿qué deseaba ese hombre de mí?