(+18) Amo del Universo - ÚLTIMOS CAPÍTULOS Y EPÍLOGO

-Se llama Celia Gómez, veinticinco años. Por la temperatura diría que murió entre las dos y las tres de la mañana.

Lanie estaba agachada junto a la víctima, colocando algo en una bolsita de pruebas. Me la tendió y lo observé con atención, era un papelito arrugado, con unos números escritos.

-Parece que tiene algo escrito… -murmuré. Ella asintió, mientras que seguía examinando el cuerpo -.¿Causa de la muerte?
-Asfixia por estrangulamiento. El asesino usó algo que dejó estar marcas.
-¿Un cinturón? –sugerí.
-Eso parece, pero no te lo diré seguro hasta que la lleve al depósito, dónde tú y yo vamos a hablar.
-Lanie…
-No, chica, lo siento, pero llevas tres días evitándome, hoy no te libras. Tienes que contarme cómo fue tu cita con…
-Aquí no –intenté callarla, pero era tarde. Esposito se acercó a mí, con una sonrisita maliciosa.
-¿Una cita? ¿En serio Beckett? ¿Quién es el afortunado?
-Cállate Esposito.
-Sí, cállate, no te dirá nada, no hasta que me lo cuente todo a mí. –Esposito sonrió divertido, yo le lancé una mirada de advertencia y le entregué la bolsa con el papelito.

-Averigua que es esto, mantenme informada y cómo le cuentes una palabra de esto a Ryan o a cualquier otro, te mataré.
-Tranquila, aunque lo publicara en el tablón de anuncios no me iban a creer.
-¿Por qué no te iban a creer? –pregunté, súbitamente molesta.
-Pues porque… eres… bueno se trata de ti…
-¿Y? –Vi como Lanie negaba con la cabeza, indicándole a Esposito que se callara; este tragó saliva.
-Tú no… tú no tienes citas…
-Quiero saber que significa ese número antes de la hora de comer, ¿entendido?

Asintió y se marchó. Me volví, enfadada, Lanie sonrió.

-Tranquila cielo, Esposito es idiota, no puede evitar hablar más de la cuenta.
-Ya –la corté -.Avísame cuando tengas lista la autopsia –ella intentó decirme algo, la interrumpí de nuevo -.Sí, Lanie te lo contaré todo, comamos juntas, ¿vale? Ahora tengo que trabajar.

Mi amiga asintió satisfecha y me di la vuelta. Divisé a Ryan que estaba un poco más alejado y me acerqué a él. Cerró su libreta y negó con la cabeza.

-Nadie ha visto nada, una mujer se asomó a la ventana y encontró a la chica muerta en el callejón. He hablado con ella, dice que tampoco ha oído ni visto nada.
-Entonces no hay testigos –suspiré.
-No.
-No hay sangre en el callejón, así que no la mataron aquí, el asesino tuvo que traerla de alguna parte. Tenemos que buscar el lugar del crimen.
-Hay una sucursal de banco en la calle de al lado, puede que la cámara de seguridad captara algo.
-Ocúpate de ello.

Cuando terminé en el callejón me dirigí a comisaría. Allí me encontré con el capitán Montgomery, lo saludé con una sonrisa tensa, falsa.

-Vamos, Kate, ¡no me diga que sigue enfadada!
-No tenía derecho a darle mi dirección a Richard Castle, señor –contesté con frialdad.
-Kate, ya se lo he dicho, me aseguró que quería mandarle su regalo; sé que es usted una gran fan suya, pensé que se alegraría de recibir un ejemplar de su libro.

Por un instante me quedé callada, sin saber que contestarle. No le había dicho a Montgomery los verdaderos motivos que Richard Castle tenía para necesitar mi dirección, no lo veía necesario, así que tuve que asentir en silencio, no sin antes pedirle que no volviera a hablar con el escritor sobre mí.

-Se lo pido cómo favor personal, señor.
-No se preocupe Kate, no creo que vuelva a verlo.
-Ya, aún así…
-Tiene mi palabra. Ahora póngase a trabajar, tiene un asesinato que resolver.
-Sí, señor.

Una hora después me encontraba en la morgue, Lanie me había llamado diciéndome que tenía que ver el cadáver, que era urgente. Me acerqué a ella y la miré esperando.

-¿Y bien?
-Como pensamos la estrangularon con un cinturón, pero eso no es lo importante.
-Explícate.
-Mira esto.

Me acerqué a la víctima y la observé con atención.

-Marcas de ataduras… -murmuré.
-Sí y mira esto –me señaló unas heridas que tenía en la espalda, parecían…
-¿Latigazos?
-¿A ti también se te han puesto los pelos de punta? –preguntó. Asentí en silencio, había visto muchos cadáveres, pero no recordaba nunca haber visto ninguno con marcas de latigazos. No eran muchas, apenas dos o tres, pero debían haberle provocado un gran dolor.

-Fue torturada. Atada, torturada y estrangulada… pobre chica.
-¿Quién haría algo así?
-Alguien que la odiara… -contesté -.¿Hay alguna prueba que indique que opuso resistencia?
-Ninguna, es como…
-Como si confiara en su asesino. La víctima lo conocía.
-Y pagó su confianza con la muerte.
-Sí… -suspiré con cierta tristeza. A pesar de tantos años de experiencia nunca acababa de acostumbrarme. Además era aún peor cuando sabíamos que la víctima conocía al asesino, cuando confiaba en él, lo hacía aún más cruel -. ¿Tienes algo más?
-Sí, la víctima mantuvo relaciones sexuales poco antes de morir.
-¿Consentidas?
-Eso parece. Hay restos de semen, puedo obtener una muestra de ADN.
-Bien, busca en la base de datos, es muy probable que se trate del asesino.
-Te avisaré. Y no olvides que tenemos un almuerzo pendiente.
-Como si pudiera… -murmuré.

En cuanto salí del laboratorio encontré a Esposito, lo miré realmente sorprendida.

-¿Qué haces aquí?
-He identificado el número.
-¿Y para eso has venido hasta aquí? –pregunté.
-Bueno… pasaba por aquí cerca… ¿quieres saber de quién es el número?



-Lamento mucho su pérdida.

Tenía delante de mí a la mejor amiga de la víctima y no podía hacer nada para consolarla. En esos momentos ni las más amables palabras ni las caricias en las espalda ayudaban, nada te hacía olvidar que acababas de perder a tu ser querido, yo lo sabía bien.

-No puede estar muerta… no puede ser, ayer hablé con ella, estaba… estaba bien –sollozó.
-Señorita Scott entiendo que es difícil, pero tengo que hacerle algunas preguntas.

Asintió, hipando, mientras que se limpiaba las lágrimas con el dorso de la mano. Le ofrecí un pañuelo y le dirigí una mirada amable.

-Celia tenía su número apuntando en un papel, ¿se le ocurre algún motivo por el que no lo tuviera apuntando el móvil? –Quizás fuera una tontería, pero era extraño, normalmente la gente apuntaba en la agenda del móvil los teléfonos de sus contactos, especialmente los de los más allegados.
-Acababa de comprarse un móvil nuevo. Me pidió que le diera el número para apuntarlo pero lo apuntó en un papel. Le dije que lo escribiese en el móvil, pero me dijo que todavía no lo tenía, supuse que era otro regalo más de ese hombre.
-¿Celia salía con alguien?
-Sí… era un hombre raro muy… controlador. A menudo le decía a Celia que fuésemos a tomar algo los sábados, pero ella se negaba, decía que los fines de semana eran para él.
-¿Sabe su nombre?
-No, ni idea, ella nunca quiso decírmelo.
-¿Dice que el móvil era un regalo más? ¿Le compraba cosas a menudo?
-Cosas carísimas. Un vestido de doscientos dólares, unos zapatos de quinientos, un ordenador portátil… la semana pasada me enseñó su nuevo coche. Empecé a pensar que…
-¿Qué se estaba prostituyendo?
-Tuvimos una discusión por ello. Me dijo que no era una puta, que él se gastaba el dinero porque se interesaba por ella, que yo era una envidiosa y que jamás podría entenderlo.
-Pero dice que ayer se vieron y que todo estaba bien.
-Me llamó al día siguiente de la discusión y me dijo que no quería discutir conmigo, que me necesitaba tanto como a él… decidí dejar de meterme en su vida para mantener nuestra amistad –murmuró con cierta tristeza.
-¿Cómo actuó ella ayer?
-Estaba feliz, muy feliz. Le pregunté si algo había cambiado, pero me dijo que no, que todo estaba como siempre. Me dio un beso y se marchó… habíamos quedado para comer juntas este lunes.
-Lo siento mucho.
-¿Podría verla?
-Por supuesto… y necesitaríamos contactar con su familia.
-Ella no tenía familia, sólo me tenía a mí y a ese… ese… ¡seguro que ha sido él!
-Tranquilícese por favor, le aseguro que lo encontraremos.

Ella asintió entre lágrimas y se levantó, me dirigí con ella hacia el ascensor, le hice un gesto a Ryan, para que la acompañara hasta la morgue.

-Hay algo más que… quizás sea una tontería pero…
-Cualquier cosa puede ser importante –la animé.
-La semana pasada, antes de la discusión… oí como hablaba por teléfono con alguien… supuse que sería él, pero entonces dijo algo que me dejó desconcertada.
-¿Qué es lo que dijo?
-Lo llamó “amo”.
-¿Amo? –repetí.
-Sí… me sorprendió mucho pero no le di importancia, pensé que sería… un juego entre ellos o algo así.
-Ya, muchas gracias señorita Scott, ha sido de gran ayuda.
-De nada… inspectora, encuentre al cabrón que ha matado a mi amiga. Celia era una buena chica, no merecía esto.