(+18) Amo del Universo - ÚLTIMOS CAPÍTULOS Y EPÍLOGO
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Re: (+18) Amo del Universo - ÚLTIMOS CAPÍTULOS Y EPÍLOGO
Este es otro regalo para Alba. Ella quería a un Castle menos frío y creo que aquí lo encontrará =D Felicidades guapa (otra vez)
Era muy temprano cuando desperté, ni siquiera había salido el sol. Estaba aprisionada por unos fuertes brazos y una pierna masculina entrelazada a la mía. Notaba su respiración, acompasada en mi nuca. Me giré lentamente, no quería despertarlo, deseaba verlo dormir. No pude evitar que mis labios dibujaran una sonrisa al verlo así. Tranquilo, despeinado, no parecía el amo frío que había conocido hacia unas semanas, ni tampoco el amo sexy de la noche anterior. En aquel momento sólo veía a Castle, el escritor que me acompañaba en comisaría y hacía bromas y teorías absurdas con mis compañeros, haciéndose el encantador. Acaricié suavemente su perfil con la yema de los dedos, no se inmutó. Suspiré audiblemente, había sido una noche increíble y a la vez sorprendente. Los azotes junto a la puerta, en el sillón, en la cama… su lengua recorriendo la raja de mi vestido… como se movió dentro de mí cuando ya no pudo seguir con su propio juego… dejé de pensar en aquello, empezaba a notar como unas gotas de humedad empezaban a acumularse entre mis piernas. Con cuidado volví a darme la vuelta quedándome esta vez boca arriba y lancé un pequeño grito. Me ardía el trasero.
Richard despertó de repente y me miró, aturdido. -¿Kate?
No le contesté, me giré de nuevo, evitando a toda costa el roce de las sábanas, me dolía y mucho. Nos miramos durante unos interminables segundos. Despacio, Richard recorrió lentamente mi espalda con una mano hasta llegar a mis doloridas nalgas. Las acarició con suavidad, notando el calor que emitían, aunque dudaba de que pudieran competir con mis mejillas. Me pregunté si era algo normal después de una sesión BDSM.
-¿Te duele mucho? –me preguntó, sin dejar de acariciarme. Me encogí de hombros, nerviosa. Se levantó y se marchó, lo escuché subir por la escalera, me pregunté a donde iba, pero no tardó mucho en volver con un bote pequeño en las manos. Se impregnó las manos con una crema y me dijo que me tumbase boca abajo. Negué.
-No es necesario.
-Hazme caso –repuso, con calma –debí hacer esto anoche pero te quedaste dormida antes de llegar a la habitación. No quise despertarte.
-No es para tanto, se me pasará…
-Preciosa… no me obligues a atarte. Túmbate boca abajo, ahora –me ordenó, esta con firmeza.
-Primero me pegas y después me cuidas, ¿así va esto?
-Primero te azoto, luego te doy placer y luego te cuido –me corrigió. Seguí sin moverme, no iba a ponerme cremita en el culo, ni hablar, no se me ocurría nada menos patético. El suspiró, su paciencia se estaba acabando -. Tienes la piel muy roja, se te podría irritar. Deja que te cuide, nena.
-Con una condición –repliqué, indignada, olvidando el tema de la crema. Asintió, esperando -. No me vuelvas a llamar nena –Lo sé, puede parecer estúpido, pero no soporto que los hombres me llamen así, no sólo no me parece nada cariñoso ni mucho menos erótico… sino que… simplemente no me gusta, lo odio.
-Hecho –dijo tras la sorpresa inicial y una risa divertida –Ahora date la vuelta, cariño –añadió poniendo énfasis en la última palabra. Suspiré y obedecí, dejando expuestas mis nalgas y la espalda, agradeciendo que no pudiera ver el rubor de mis mejillas. Era absurdo, la noche anterior le había dejado que me azotase y que me acariciara, pero la idea de tener sus manos en mi trasero en ese momento era…
-Oh… -enseguida sentí un gran alivio y dejé de pensar. Sus manos estaban frías por el ungüento y me acariciaban despacio, con mucha suavidad, calmando el dolor y la irritación -. Que bien… -gemí. Se rio y continuó con su particular masaje, frotando un poco más fuerte.
-Esta crema es perfecta para esto… alivia el dolor y calma la piel, cuidándola para que no se irrite. Los azotes pueden ser muy placenteros, Kate, pero después hay que cuidarse, el cuerpo humano tiene un límite. Tienes una piel muy sensible pero a la vez es muy fuerte… resistente, me gusta.
-Me alegro –respondí intentado parecer burlona, pero me sentía genial con sus manos sobre mí.
-Anoche estuviste… no sé ni cómo describirlo –me reí.
-Vivan los escritores y su variado vocabulario –dejó de acariciarme para darme una nalgada juguetona.
-Esto ya está –anunció.
-Gracias.
Me incorporé, probando a sentarme. La piel había absorbido la crema rápidamente y me sentía bien, fresca y también muy viva. Me acerqué a él y me senté a horcajadas sobre su regazo, rodeándole el cuello con ambos brazos -. ¿Esto está permitido entre un amo y una sumisa?
-No lo sé… -respondió, acariciando mi espalda -¿eres mi sumisa, Kate?
-¿El sexo será siempre como el de anoche?
-No. Anoche todo era nuevo para ti y a mí me dolía el brazo… así que puedo asegurar que será mucho mejor.
-Tu brazo… -murmuré, no había caído en la cuenta de aquello. Llevaba una gasa tapando la zona donde la bala le había rozado -¿No te duele? –le pregunté, preocupada.
-No fue nada, sólo un rasguño.
-Si me azotaste así teniendo el brazo herido… no creo que pueda soportar…
-Shhh, lo de ayer no tiene nada que ver con el brazo –me interrumpió, apartando un mechón de cabello que había ido a parar a mi cabello –ayer no fue para tanto, cariño y seguirá siendo así durante los primeros días, hasta que tu cuerpo se acostumbre y yo empiece a conocerlo. No debes tener miedo a los azotes, ya te dije que nunca traspasaré los límites y tú dispones de la mejor defensa, tu palabra de seguridad.
-Manzana –recordé.
-Manzana –asintió –Que por cierto, me tendrás que decir por qué manzana.
-Me acordé de repente de un capítulo de una serie… una policía llevaba a su compañero a un local de BDSM y él decía que su palabra era manzana.
-Me suena la serie… el tío está fondón.
-No es cierto, ahora está mucho mejor.
-Prefiero a la chica, de hecho me recuerda mucho a ti.
-Hablábamos de amos y sumisas… -le recordé, antes de que siguiéramos hablando de series y actores.
-Y tú me has preguntado si el sexo será siempre así.
-Y según tú, será mucho mejor.
-Mil veces mejor –acentuó.
-¿Tendré que dejarte el control siempre? –pregunté, arrugando el entrecejo.
-En el sexo sí, al menos al principio. Quiero enseñarte todo lo que se puede hacer en esa habitación, preciosa y quiero enseñarte cuáles son tus verdaderos límites. Digamos que te enseñaré mi forma de disfrutar del sexo y después… bueno si después sigues prefiriendo el sexo vainilla supongo que podemos llegar a un acuerdo… a no ser que después de probar te quieras ir, claro.
-¿Y sobre el contrato?
-Seré tu amo en la cama y allí querré que me obedezcas y cumplas mis órdenes sin protestar y sin cuestionártelo. Si te pido algo que te parezca demasiado difícil dímelo, hablaremos de ello, pero por lo demás, quiero obediencia y sumisión en la cama. El resto del tiempo seremos amigos o compañeros de trabajo si es lo que quieres, aunque con ciertas normas.
-¿Qué normas? –pregunté, poniéndome en alerta.
-Nada de secretos, nada de relaciones sexuales con otras personas y nada de hablar de lo que hacemos en la cama con otros. No te pediré que firmes el acuerdo, porque confío en ti, pero esto va en serio Kate, nadie puede saber qué hacemos o que dejamos de hacer en la cama.
-No tenía intención de contárselo a nadie –repliqué, molesta.
-Lo sé, pero quería dejártelo claro. Y cuando digo nada de secretos, quiero decir, nada de secretos. Quiero que confíes plenamente en mí. Si algo te molesta quiero saberlo. Si estás feliz por algún motivo en especial, quiero saberlo. Si no quieres follar porque simplemente no te apetece, quiero saberlo.
-Quieres que sea un libro abierto –resumí.
-Sí.
-¿Tendré yo lo mismo de ti?
-Por supuesto.
-Vale… -no sonaba mal, aunque iba a ser difícil, yo no era precisamente una mujer fácil de conocer. Decidí ser sincera con él -. Tendrás que tener paciencia, nunca he sido… muy abierta.
-Lo sé. No te pido que me cuentes tu vida con pelos y señales en un día, sólo que poco a poco me dejes conocerte. Y que cualquier cosa que te afecte hoy en día, me lo cuentes. Nada más.
-Bien.
-Una cosa más. Cuando me enviaste tu contrato me hablaste del respeto –asentí, lo recordaba -. El BDSM se basa en el respeto y la confianza. Exigiré eso de ti y por supuesto te ofreceré lo mismo, no tienes nada de qué preocuparte.
-Tiene gracia… no suena tan mal como me lo imaginaba.
-Me alegro de que vayas cambiando de opinión –sonrió.
-Entonces… serás mi amo en la cama –asintió- querrás que confié en ti y que te respete y a cambio yo tendré lo mismo; no podré acostarme con otros y no podré hablar de esto con nadie.
-Buen resumen.
-Supongo que… podría probarlo…
-Genial.
-Aunque aún hay cosas que deberíamos hablar… -esperó a que continuase hablando –los límites sexuales y el tema de los castigos…
-¿Qué te parece si te das una ducha mientras que preparo el desayuno y después hablamos de eso?
Acepté. Richard se levantó y me tomó de la mano, me dijo dónde estaba todo y me tendió un albornoz de color celeste de mujer; olía a nuevo.
-¿Lo has comprado para mí? –pregunté.
-Pues... sé que no quieres que te compre nada, pero eso es para mi casa, así que técnicamente no te he comprado nada.
No le respondí, aunque le dirigí una mirada de exasperación. Me sonrió y se dirigió a la cocina. Me tomé un buen tiempo para aclarar mis ideas mientras que me duchaba. La verdad es que la sumisión, tal como él la planteaba no sonaba tan mal… era prácticamente una relación pero sin amor… además estaba el tema de los castigos que hablaríamos tras desayunar y otros puntos que tenía que comentar con él. Pero por lo demás… me sorprendí a mí misma dispuesta a aceptar, aunque no sabía si aquello iba a funcionar. ¿De verdad podría ser sumisa? Quizás no con otro, pero con él… ayer me había tratado bien, atento en todo momento a mis necesidades, no sólo a las suyas y además se había tomado su tiempo para cuidar mi piel con esa crema. Recordé las palabras de la inspectora Gates, él la dejará ir…
Envuelta en el albornoz me dirigí a la cocina donde me quedé con la boca abierta. Richard Castle estaba dándole de comer a un gato de espeso pelaje, de color crema. Me acerqué, frotándome los ojos, debía de estar soñando. Cuando volví a mirar el gato seguía allí y Richard lo acariciaba con una sonrisa.
-¿Qué tal la ducha? –me preguntó alzando la vista -. ¿Kate? ¿Estás bien?
-Eso es un gato –señalé.
-No, es un perro, pero le da por maullar –contestó, sarcástico.
-Tienes un gato.
-Sí.
-Tú.
-Sí, yo. ¿Acaso no puedo tener un gato?
-Pero… pero eres tú –me miró divertido, encogiéndose de hombros – eres tú, Richard Castle, un amo –dije como si aquello fuera una locura.
-Te voy a contar un secreto –dijo, haciéndome un gesto para que me acercase. Acercó sus labios a mi oído, apartándome el cabello mojado –le encanta mirar.
Me aparté, sobresaltada mientras que él se reía de mí, negando con la cabeza. –Kate por Dios, no soy un monstruo, salvo por mis peculiares gustos sexuales soy un tío normal. Salgo a correr por las mañanas, juego con helicópteros teledirigidos y mira por donde, tengo una mascota, que por cierto, es hembra y se llama Isis.
-Vale… creo que necesito un café –dije, intentando asimilar aquello. Me sirvió una taza, aún con una sonrisa en la cara y nos sentamos en la barra de desayunos-. No lo había visto antes…
-Mi madre se quedó en mi casa unos días antes de conocerte, cuando se fue no se quiso separar de Isis y se la llevó alegando que una hembra viviría mejor con una mujer. Isis empezaría con el celo justo en esos días así que acepté dejársela por unos días. No soporta más sus maullidos y aquí está de nuevo.
-Anoche…
-Anoche queríamos follar, no iba a ponerme a buscarla para presentaros.
-No se acercó a ti…
-Es muy independiente, no suele venir a saludar cuando entro en casa.
-Es tan… -me eché a reír –encantador. No me lo creo, es lo último que me imaginaba de ti.
Él sonrió y dirigió la vista hacia el animal. Vi un plato con brownies y cogí uno. Richard volvió a mirarme.
-No Kate, no te comas eso.
Pero ya era tarde, al probar aquello hice un gesto de asco y lo escupí. Me tendió una servilleta.
-Dios, ¡qué mal cocinas!
-No son míos –se defendió –son de mi madre.
-Pues deja que te diga que tu madre no te tiene mucho cariño –dije tras beber un buen trago de zumo.
-Piensa que cocina genial y me trae cosas así a menudo. Cuando es carne o pescado se lo doy a Isis, pero no puedo darles dulces.
-¿Has pensado en decirle que no se tome la molestia?
-¿Y romperle el corazón? Ni hablar, mientras viva el gato, todo estará bien.
-Espero que Isis viva mucho años.
-Yo también.
Capítulo 24
Era muy temprano cuando desperté, ni siquiera había salido el sol. Estaba aprisionada por unos fuertes brazos y una pierna masculina entrelazada a la mía. Notaba su respiración, acompasada en mi nuca. Me giré lentamente, no quería despertarlo, deseaba verlo dormir. No pude evitar que mis labios dibujaran una sonrisa al verlo así. Tranquilo, despeinado, no parecía el amo frío que había conocido hacia unas semanas, ni tampoco el amo sexy de la noche anterior. En aquel momento sólo veía a Castle, el escritor que me acompañaba en comisaría y hacía bromas y teorías absurdas con mis compañeros, haciéndose el encantador. Acaricié suavemente su perfil con la yema de los dedos, no se inmutó. Suspiré audiblemente, había sido una noche increíble y a la vez sorprendente. Los azotes junto a la puerta, en el sillón, en la cama… su lengua recorriendo la raja de mi vestido… como se movió dentro de mí cuando ya no pudo seguir con su propio juego… dejé de pensar en aquello, empezaba a notar como unas gotas de humedad empezaban a acumularse entre mis piernas. Con cuidado volví a darme la vuelta quedándome esta vez boca arriba y lancé un pequeño grito. Me ardía el trasero.
Richard despertó de repente y me miró, aturdido. -¿Kate?
No le contesté, me giré de nuevo, evitando a toda costa el roce de las sábanas, me dolía y mucho. Nos miramos durante unos interminables segundos. Despacio, Richard recorrió lentamente mi espalda con una mano hasta llegar a mis doloridas nalgas. Las acarició con suavidad, notando el calor que emitían, aunque dudaba de que pudieran competir con mis mejillas. Me pregunté si era algo normal después de una sesión BDSM.
-¿Te duele mucho? –me preguntó, sin dejar de acariciarme. Me encogí de hombros, nerviosa. Se levantó y se marchó, lo escuché subir por la escalera, me pregunté a donde iba, pero no tardó mucho en volver con un bote pequeño en las manos. Se impregnó las manos con una crema y me dijo que me tumbase boca abajo. Negué.
-No es necesario.
-Hazme caso –repuso, con calma –debí hacer esto anoche pero te quedaste dormida antes de llegar a la habitación. No quise despertarte.
-No es para tanto, se me pasará…
-Preciosa… no me obligues a atarte. Túmbate boca abajo, ahora –me ordenó, esta con firmeza.
-Primero me pegas y después me cuidas, ¿así va esto?
-Primero te azoto, luego te doy placer y luego te cuido –me corrigió. Seguí sin moverme, no iba a ponerme cremita en el culo, ni hablar, no se me ocurría nada menos patético. El suspiró, su paciencia se estaba acabando -. Tienes la piel muy roja, se te podría irritar. Deja que te cuide, nena.
-Con una condición –repliqué, indignada, olvidando el tema de la crema. Asintió, esperando -. No me vuelvas a llamar nena –Lo sé, puede parecer estúpido, pero no soporto que los hombres me llamen así, no sólo no me parece nada cariñoso ni mucho menos erótico… sino que… simplemente no me gusta, lo odio.
-Hecho –dijo tras la sorpresa inicial y una risa divertida –Ahora date la vuelta, cariño –añadió poniendo énfasis en la última palabra. Suspiré y obedecí, dejando expuestas mis nalgas y la espalda, agradeciendo que no pudiera ver el rubor de mis mejillas. Era absurdo, la noche anterior le había dejado que me azotase y que me acariciara, pero la idea de tener sus manos en mi trasero en ese momento era…
-Oh… -enseguida sentí un gran alivio y dejé de pensar. Sus manos estaban frías por el ungüento y me acariciaban despacio, con mucha suavidad, calmando el dolor y la irritación -. Que bien… -gemí. Se rio y continuó con su particular masaje, frotando un poco más fuerte.
-Esta crema es perfecta para esto… alivia el dolor y calma la piel, cuidándola para que no se irrite. Los azotes pueden ser muy placenteros, Kate, pero después hay que cuidarse, el cuerpo humano tiene un límite. Tienes una piel muy sensible pero a la vez es muy fuerte… resistente, me gusta.
-Me alegro –respondí intentado parecer burlona, pero me sentía genial con sus manos sobre mí.
-Anoche estuviste… no sé ni cómo describirlo –me reí.
-Vivan los escritores y su variado vocabulario –dejó de acariciarme para darme una nalgada juguetona.
-Esto ya está –anunció.
-Gracias.
Me incorporé, probando a sentarme. La piel había absorbido la crema rápidamente y me sentía bien, fresca y también muy viva. Me acerqué a él y me senté a horcajadas sobre su regazo, rodeándole el cuello con ambos brazos -. ¿Esto está permitido entre un amo y una sumisa?
-No lo sé… -respondió, acariciando mi espalda -¿eres mi sumisa, Kate?
-¿El sexo será siempre como el de anoche?
-No. Anoche todo era nuevo para ti y a mí me dolía el brazo… así que puedo asegurar que será mucho mejor.
-Tu brazo… -murmuré, no había caído en la cuenta de aquello. Llevaba una gasa tapando la zona donde la bala le había rozado -¿No te duele? –le pregunté, preocupada.
-No fue nada, sólo un rasguño.
-Si me azotaste así teniendo el brazo herido… no creo que pueda soportar…
-Shhh, lo de ayer no tiene nada que ver con el brazo –me interrumpió, apartando un mechón de cabello que había ido a parar a mi cabello –ayer no fue para tanto, cariño y seguirá siendo así durante los primeros días, hasta que tu cuerpo se acostumbre y yo empiece a conocerlo. No debes tener miedo a los azotes, ya te dije que nunca traspasaré los límites y tú dispones de la mejor defensa, tu palabra de seguridad.
-Manzana –recordé.
-Manzana –asintió –Que por cierto, me tendrás que decir por qué manzana.
-Me acordé de repente de un capítulo de una serie… una policía llevaba a su compañero a un local de BDSM y él decía que su palabra era manzana.
-Me suena la serie… el tío está fondón.
-No es cierto, ahora está mucho mejor.
-Prefiero a la chica, de hecho me recuerda mucho a ti.
-Hablábamos de amos y sumisas… -le recordé, antes de que siguiéramos hablando de series y actores.
-Y tú me has preguntado si el sexo será siempre así.
-Y según tú, será mucho mejor.
-Mil veces mejor –acentuó.
-¿Tendré que dejarte el control siempre? –pregunté, arrugando el entrecejo.
-En el sexo sí, al menos al principio. Quiero enseñarte todo lo que se puede hacer en esa habitación, preciosa y quiero enseñarte cuáles son tus verdaderos límites. Digamos que te enseñaré mi forma de disfrutar del sexo y después… bueno si después sigues prefiriendo el sexo vainilla supongo que podemos llegar a un acuerdo… a no ser que después de probar te quieras ir, claro.
-¿Y sobre el contrato?
-Seré tu amo en la cama y allí querré que me obedezcas y cumplas mis órdenes sin protestar y sin cuestionártelo. Si te pido algo que te parezca demasiado difícil dímelo, hablaremos de ello, pero por lo demás, quiero obediencia y sumisión en la cama. El resto del tiempo seremos amigos o compañeros de trabajo si es lo que quieres, aunque con ciertas normas.
-¿Qué normas? –pregunté, poniéndome en alerta.
-Nada de secretos, nada de relaciones sexuales con otras personas y nada de hablar de lo que hacemos en la cama con otros. No te pediré que firmes el acuerdo, porque confío en ti, pero esto va en serio Kate, nadie puede saber qué hacemos o que dejamos de hacer en la cama.
-No tenía intención de contárselo a nadie –repliqué, molesta.
-Lo sé, pero quería dejártelo claro. Y cuando digo nada de secretos, quiero decir, nada de secretos. Quiero que confíes plenamente en mí. Si algo te molesta quiero saberlo. Si estás feliz por algún motivo en especial, quiero saberlo. Si no quieres follar porque simplemente no te apetece, quiero saberlo.
-Quieres que sea un libro abierto –resumí.
-Sí.
-¿Tendré yo lo mismo de ti?
-Por supuesto.
-Vale… -no sonaba mal, aunque iba a ser difícil, yo no era precisamente una mujer fácil de conocer. Decidí ser sincera con él -. Tendrás que tener paciencia, nunca he sido… muy abierta.
-Lo sé. No te pido que me cuentes tu vida con pelos y señales en un día, sólo que poco a poco me dejes conocerte. Y que cualquier cosa que te afecte hoy en día, me lo cuentes. Nada más.
-Bien.
-Una cosa más. Cuando me enviaste tu contrato me hablaste del respeto –asentí, lo recordaba -. El BDSM se basa en el respeto y la confianza. Exigiré eso de ti y por supuesto te ofreceré lo mismo, no tienes nada de qué preocuparte.
-Tiene gracia… no suena tan mal como me lo imaginaba.
-Me alegro de que vayas cambiando de opinión –sonrió.
-Entonces… serás mi amo en la cama –asintió- querrás que confié en ti y que te respete y a cambio yo tendré lo mismo; no podré acostarme con otros y no podré hablar de esto con nadie.
-Buen resumen.
-Supongo que… podría probarlo…
-Genial.
-Aunque aún hay cosas que deberíamos hablar… -esperó a que continuase hablando –los límites sexuales y el tema de los castigos…
-¿Qué te parece si te das una ducha mientras que preparo el desayuno y después hablamos de eso?
Acepté. Richard se levantó y me tomó de la mano, me dijo dónde estaba todo y me tendió un albornoz de color celeste de mujer; olía a nuevo.
-¿Lo has comprado para mí? –pregunté.
-Pues... sé que no quieres que te compre nada, pero eso es para mi casa, así que técnicamente no te he comprado nada.
No le respondí, aunque le dirigí una mirada de exasperación. Me sonrió y se dirigió a la cocina. Me tomé un buen tiempo para aclarar mis ideas mientras que me duchaba. La verdad es que la sumisión, tal como él la planteaba no sonaba tan mal… era prácticamente una relación pero sin amor… además estaba el tema de los castigos que hablaríamos tras desayunar y otros puntos que tenía que comentar con él. Pero por lo demás… me sorprendí a mí misma dispuesta a aceptar, aunque no sabía si aquello iba a funcionar. ¿De verdad podría ser sumisa? Quizás no con otro, pero con él… ayer me había tratado bien, atento en todo momento a mis necesidades, no sólo a las suyas y además se había tomado su tiempo para cuidar mi piel con esa crema. Recordé las palabras de la inspectora Gates, él la dejará ir…
Envuelta en el albornoz me dirigí a la cocina donde me quedé con la boca abierta. Richard Castle estaba dándole de comer a un gato de espeso pelaje, de color crema. Me acerqué, frotándome los ojos, debía de estar soñando. Cuando volví a mirar el gato seguía allí y Richard lo acariciaba con una sonrisa.
-¿Qué tal la ducha? –me preguntó alzando la vista -. ¿Kate? ¿Estás bien?
-Eso es un gato –señalé.
-No, es un perro, pero le da por maullar –contestó, sarcástico.
-Tienes un gato.
-Sí.
-Tú.
-Sí, yo. ¿Acaso no puedo tener un gato?
-Pero… pero eres tú –me miró divertido, encogiéndose de hombros – eres tú, Richard Castle, un amo –dije como si aquello fuera una locura.
-Te voy a contar un secreto –dijo, haciéndome un gesto para que me acercase. Acercó sus labios a mi oído, apartándome el cabello mojado –le encanta mirar.
Me aparté, sobresaltada mientras que él se reía de mí, negando con la cabeza. –Kate por Dios, no soy un monstruo, salvo por mis peculiares gustos sexuales soy un tío normal. Salgo a correr por las mañanas, juego con helicópteros teledirigidos y mira por donde, tengo una mascota, que por cierto, es hembra y se llama Isis.
-Vale… creo que necesito un café –dije, intentando asimilar aquello. Me sirvió una taza, aún con una sonrisa en la cara y nos sentamos en la barra de desayunos-. No lo había visto antes…
-Mi madre se quedó en mi casa unos días antes de conocerte, cuando se fue no se quiso separar de Isis y se la llevó alegando que una hembra viviría mejor con una mujer. Isis empezaría con el celo justo en esos días así que acepté dejársela por unos días. No soporta más sus maullidos y aquí está de nuevo.
-Anoche…
-Anoche queríamos follar, no iba a ponerme a buscarla para presentaros.
-No se acercó a ti…
-Es muy independiente, no suele venir a saludar cuando entro en casa.
-Es tan… -me eché a reír –encantador. No me lo creo, es lo último que me imaginaba de ti.
Él sonrió y dirigió la vista hacia el animal. Vi un plato con brownies y cogí uno. Richard volvió a mirarme.
-No Kate, no te comas eso.
Pero ya era tarde, al probar aquello hice un gesto de asco y lo escupí. Me tendió una servilleta.
-Dios, ¡qué mal cocinas!
-No son míos –se defendió –son de mi madre.
-Pues deja que te diga que tu madre no te tiene mucho cariño –dije tras beber un buen trago de zumo.
-Piensa que cocina genial y me trae cosas así a menudo. Cuando es carne o pescado se lo doy a Isis, pero no puedo darles dulces.
-¿Has pensado en decirle que no se tome la molestia?
-¿Y romperle el corazón? Ni hablar, mientras viva el gato, todo estará bien.
-Espero que Isis viva mucho años.
-Yo también.
Última edición por maria_cs el Vie Abr 05, 2013 11:37 am, editado 5 veces
Re: (+18) Amo del Universo - ÚLTIMOS CAPÍTULOS Y EPÍLOGO
Bueno parece que he tenido suerte. Salgo del trabajo, entro en el foro y zas! capítulo nuevo del "Amo" y además largito. Pues nada a leer y esta noche a dejar el correspondiente comentario. Ya sabes desde el móvil odio escribir (bueno este mensaje ha sido cortito)
Re: (+18) Amo del Universo - ÚLTIMOS CAPÍTULOS Y EPÍLOGO
María, tan genial como siempre.
Este si parece el castle de siempre así que me alegro que le hayas concedido el deseo a Alba
Este si parece el castle de siempre así que me alegro que le hayas concedido el deseo a Alba
Anver- Policia de homicidios
- Mensajes : 711
Fecha de inscripción : 14/06/2012
Localización : Madrid
Re: (+18) Amo del Universo - ÚLTIMOS CAPÍTULOS Y EPÍLOGO
Muchas gracias María por el regalo, prefiero a este Castle, estoy con Ana, este si parece más él.
No he tenido tiempo de leer el capítulo completo pero lo que he leído me ha encantado, este Castle es adorable
Mañana lo termino de leer y te comento.
Besazos
No he tenido tiempo de leer el capítulo completo pero lo que he leído me ha encantado, este Castle es adorable
Mañana lo termino de leer y te comento.
Besazos
Re: (+18) Amo del Universo - ÚLTIMOS CAPÍTULOS Y EPÍLOGO
el tio de la serie está fondón
me quito el sombrero con tantos fics a cual mejor
me quito el sombrero con tantos fics a cual mejor
choleck- Escritor - Policia
- Mensajes : 1967
Fecha de inscripción : 07/06/2012
Localización : en la parra
Re: (+18) Amo del Universo - ÚLTIMOS CAPÍTULOS Y EPÍLOGO
''-Eso es un gato –señalé.
-No, es un perro, pero le da por maullar –contestó, sarcástico.''
''-Dios, ¡qué mal cocinas!
-No son míos –se defendió –son de mi madre.
-Pues deja que te diga que tu madre no te tiene mucho cariño –dije tras beber un buen trago de zumo.
-Piensa que cocina genial y me trae cosas así a menudo. Cuando es carne o pescado se lo doy a Isis, pero no puedo darles dulces.
-¿Has pensado en decirle que no se tome la molestia?
-¿Y romperle el corazón? Ni hablar, pero mientras viva el gato, todo estaría bien.
-Espero que Isis viva mucho años.
-Yo también.''
JAJAJAJAAJ COMO ME HE REIDOOOO AJAJAJ SIGUE PRONTOOO
-No, es un perro, pero le da por maullar –contestó, sarcástico.''
''-Dios, ¡qué mal cocinas!
-No son míos –se defendió –son de mi madre.
-Pues deja que te diga que tu madre no te tiene mucho cariño –dije tras beber un buen trago de zumo.
-Piensa que cocina genial y me trae cosas así a menudo. Cuando es carne o pescado se lo doy a Isis, pero no puedo darles dulces.
-¿Has pensado en decirle que no se tome la molestia?
-¿Y romperle el corazón? Ni hablar, pero mientras viva el gato, todo estaría bien.
-Espero que Isis viva mucho años.
-Yo también.''
JAJAJAJAAJ COMO ME HE REIDOOOO AJAJAJ SIGUE PRONTOOO
castle&beckett..cris- Escritor - Policia
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Re: (+18) Amo del Universo - ÚLTIMOS CAPÍTULOS Y EPÍLOGO
''-Eso es un gato –señalé.
-No, es un perro, pero le da por maullar –contestó, sarcástico.''
''-Dios, ¡qué mal cocinas!
-No son míos –se defendió –son de mi madre.
-Pues deja que te diga que tu madre no te tiene mucho cariño –dije tras beber un buen trago de zumo.
-Piensa que cocina genial y me trae cosas así a menudo. Cuando es carne o pescado se lo doy a Isis, pero no puedo darles dulces.
-¿Has pensado en decirle que no se tome la molestia?
-¿Y romperle el corazón? Ni hablar, pero mientras viva el gato, todo estaría bien.
-Espero que Isis viva mucho años.
-Yo también.''
JAJAJAJAAJ COMO ME HE REIDOOOO AJAJAJ SIGUE PRONTOOO
-No, es un perro, pero le da por maullar –contestó, sarcástico.''
''-Dios, ¡qué mal cocinas!
-No son míos –se defendió –son de mi madre.
-Pues deja que te diga que tu madre no te tiene mucho cariño –dije tras beber un buen trago de zumo.
-Piensa que cocina genial y me trae cosas así a menudo. Cuando es carne o pescado se lo doy a Isis, pero no puedo darles dulces.
-¿Has pensado en decirle que no se tome la molestia?
-¿Y romperle el corazón? Ni hablar, pero mientras viva el gato, todo estaría bien.
-Espero que Isis viva mucho años.
-Yo también.''
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castle&beckett..cris- Escritor - Policia
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Re: (+18) Amo del Universo - ÚLTIMOS CAPÍTULOS Y EPÍLOGO
Me ha gustado y mucho,
Que risa con el gato, muy
Bueno sigue
Que risa con el gato, muy
Bueno sigue
chelcas- Escritor - Policia
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Re: (+18) Amo del Universo - ÚLTIMOS CAPÍTULOS Y EPÍLOGO
He terminado de leer el capítulo María.
Lo dicho, este Castle me encanta, tan atento con Beckett, mucho mejor que el Castle frío que nos has mostrado hasta ahora.
Lo del gato me ha hecho muchísima gracia, y más aun porque al leerlo tiene la misma pronunsiación que el nombre de mi mejor amiga. Lo que se va a reír cuando se lo diga jajaja
Gracias por este bonito regalo María
Lo dicho, este Castle me encanta, tan atento con Beckett, mucho mejor que el Castle frío que nos has mostrado hasta ahora.
Lo del gato me ha hecho muchísima gracia, y más aun porque al leerlo tiene la misma pronunsiación que el nombre de mi mejor amiga. Lo que se va a reír cuando se lo diga jajaja
Gracias por este bonito regalo María
Re: (+18) Amo del Universo - ÚLTIMOS CAPÍTULOS Y EPÍLOGO
Me ha gustado muchísimo el capitulo, parece que van encajando muy bien los dos en cuanto a sus peculiares gustos !! pues estupendo que leches si ellos se lo pasan bien !!
Me he reido con la alusión que hacen a la serie y con lo escena del gato, en fin que ha estado de 10, espero que el próximo capi no tarde mucho.
Me he reido con la alusión que hacen a la serie y con lo escena del gato, en fin que ha estado de 10, espero que el próximo capi no tarde mucho.
macucaro- Ayudante de policia
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Re: (+18) Amo del Universo - ÚLTIMOS CAPÍTULOS Y EPÍLOGO
No sé si darte las gracias o maldecirte por tus fics. OMG!! Te acabo de descubrir y llevo toda la semana enganchada.Vamos no tenía bastante con ser una shipper devota que encima ahora no pasa un día sin que revise para ver si hay algo nuevo.
Sólo decirte que sigas así, XD! me encantan sobre todo este, me gusta este lado oculto de Castle
Y ahora a esperar la continuación
Sólo decirte que sigas así, XD! me encantan sobre todo este, me gusta este lado oculto de Castle
Y ahora a esperar la continuación
curiosity- Escritor novato
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Re: (+18) Amo del Universo - ÚLTIMOS CAPÍTULOS Y EPÍLOGO
me encanta, continua pronto
_Caskett_- Escritor - Policia
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Re: (+18) Amo del Universo - ÚLTIMOS CAPÍTULOS Y EPÍLOGO
Que ganas tenía de leer otro capítulo del psicopata
Como siempre increíble, escribes genial
Ya tengo ganas de leer el siguiente capítulo, subelo cuando puedas
Como siempre increíble, escribes genial
Ya tengo ganas de leer el siguiente capítulo, subelo cuando puedas
forever23- As del póker
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Re: (+18) Amo del Universo - ÚLTIMOS CAPÍTULOS Y EPÍLOGO
curiosity escribió:No sé si darte las gracias o maldecirte por tus fics. OMG!! Te acabo de descubrir y llevo toda la semana enganchada.Vamos no tenía bastante con ser una shipper devota que encima ahora no pasa un día sin que revise para ver si hay algo nuevo.
Sólo decirte que sigas así, XD! me encantan sobre todo este, me gusta este lado oculto de Castle
Y ahora a esperar la continuación
Muchas gracias y es un honor recibir tu primer comentario
Espero que te diviertas mucho por aquí, nos vemos y de nuevo, gracias
Besos
Re: (+18) Amo del Universo - ÚLTIMOS CAPÍTULOS Y EPÍLOGO
Al resto, como siempre gracias por leer y por comentar, me alegro de que os haya gustado lo del gato, si queréis saber más o menos como es, aquí tenéis unas fotos de la que sería Isis ^^
Sobre el nombre, Isis es el nombre de una diosa egipcia, reina de los dioses, diosa de la magia, del matrimonio, del nacimiento y de muchas cosas más. Canela iba a llamarse así, pero esa pequeña manía que tenemos en Huelva de comernos las "S"... vamos, que no iba a funcionar.
De nuevo, gracias por leer
En el siguiente capítulo vuelve el Amo sexy
Sobre el nombre, Isis es el nombre de una diosa egipcia, reina de los dioses, diosa de la magia, del matrimonio, del nacimiento y de muchas cosas más. Canela iba a llamarse así, pero esa pequeña manía que tenemos en Huelva de comernos las "S"... vamos, que no iba a funcionar.
De nuevo, gracias por leer
En el siguiente capítulo vuelve el Amo sexy
Re: (+18) Amo del Universo - ÚLTIMOS CAPÍTULOS Y EPÍLOGO
Por cierto te ha salido una gata un poco exibicionista, en las dos fotos enseñándolo todo.
Re: (+18) Amo del Universo - ÚLTIMOS CAPÍTULOS Y EPÍLOGO
Que cosita más mona
Me encanta tu gata María.
Me encanta tu gata María.
Re: (+18) Amo del Universo - ÚLTIMOS CAPÍTULOS Y EPÍLOGO
Amo esta historia, así que espero que pronto puedas continuar
Makuu_Stanathan- Escritor novato
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Re: (+18) Amo del Universo - ÚLTIMOS CAPÍTULOS Y EPÍLOGO
Capítulo 25
Cuando terminamos el desayuno Richard recogió los platos y me pidió que le esperase en el salón, mientras se duchaba. Traté de obedecerlo, pero no pude reprimir mi curiosidad, quería subir, allí, explorar por mí misma y era mi oportunidad. Crucé el pasillo con rapidez, vacilando antes de entrar, preguntándome que podría hacerme si me pillaba; me reí, era inspectora de policía, tenerle miedo a ese hombre era absurdo, además, el hombre que había despertado a mi lado esa mañana y me había dado un masaje no parecía el monstruo que escribía contratos sobre sumisión que rozaban la esclavitud.
Abrí la puerta despacio, aún con la sensación de estar haciendo algo prohibido y entré. Era curioso cómo veía aquella habitación tras entrar por tercera vez. Ahora la miraba con otros ojos, no me parecía tan excitante como la noche anterior, aunque la situación y el ambiente tampoco eran los mismos. La cama estaba hecha, las sábanas de seda no presentaban ninguna arruga. ¿Había limpiado él la habitación después de dejarme en la suya? Acaricié el suave tejido, estremeciéndome al recordar lo diferente que lo había sentido mientras hacíamos el… follábamos, me corregí a tiempo. Ni siquiera en mi mente quería permitirme la estúpida idea de pensar que hacíamos el amor. Él no quería eso y yo, tampoco. Ya había tenido muchas relaciones en las que me había escondido, creyendo estar enamorada, a pesar de que muy dentro de mí sabía que no podía estarlo, puesto que desde hacía años tenía una especie de muro alrededor de mis sentimientos, un muro que nadie podía atravesar. Durante mucho tiempo viví con el temor de encontrar al hombre que tirase abajo ese muro, pero con él me sentía tranquila. Richard era el hombre con el que podía tener sexo, sexo fantástico, pero del que jamás me enamoraría.
Eché una ojeada a mi alrededor y mis ojos se posaron en la cómoda.
-Ábrelos
Su voz me sobresaltó. Estaba apoyado en el marco de la puerta. Sus labios se habían convertido en una fina línea, parecía enfadado y aun así, no me asustaba. Me había encontrado en su… su santuario. Suspiré, dispuesta a aceptar que descargase su furia, aunque teniendo muy presente que no le permitiría pasarse de la raya. Richard se acercó a mí, me cogió de la muñeca y apretó, sin mucha fuerza, sin querer hacer daño. Era su forma de recordarme quien era el amo en aquella habitación. Me llevó despacio hacia la cómoda y la señaló, aparentemente tranquilo.
-Vamos, ábrelos –ordenó, sin levantar la voz. Negué con la cabeza, dando un paso atrás pero volvió a sujetarme, con firmeza y a la vez, sorprendentemente, con suavidad.
Lo miré durante unos segundos y después, llevada por la curiosidad o por simple orgullo abrí el primer cajón casi violentamente, enfrentando mis ojos avellana a los suyos azules. Miré el interior del cajón y me quedé muy callada, no me esperaba eso.
-¿Decepcionada? ¿Esperabas esposas y más látigos? –preguntó, burlón. Asentí, se rio, parecía divertido –Hay más cajones –señaló.
-¿Debo preocuparme? –murmuré. Ver un botiquín en el primer cajón no me ayudaba a tranquilizarme. Se suponía que el BDSM era seguro, ¿no?
-No voy a hacerte daño. Pero siempre hay que prevenir. Pueden ocurrir accidentes y es mejor tener un botiquín cerca, ¿no crees?
-Cuando hablas de accidentes, ¿exactamente a qué te refieres?
-Pequeños cardenales o heridas, nunca nada grave –aseguró.
-Creía que no jugabas con objetos cortantes…
-Y no lo hago. Mira Kate, nunca le hecho daño a ninguna sumisa, tengo mucha práctica en esto y sé como azotar y como atar para que el cuerpo no sufra, el botiquín es sólo por si acaso.
-Vale… -respondí, aunque no muy convencida. Dentro del cajón había también botes con lubricantes, cajas de condones y más botes con crema calmante como la de la antes. Bueno, al menos se tomaba muy en serio el cuidado y la higiene, pensé.
-¿Segundo cajón? –sugirió; volteé los ojos, molesta por el tono burlón de su voz. Enseguida noté como se tensaba a mi lado -. Kate, ¿recuerdas lo que hemos hablado del respeto?
-Sí –repliqué con brusquedad.
-Poner los ojos en blanco forma parte de la categoría faltar el respeto –aclaró.
-Burlarse también –apunté. Nos miramos durante unos segundos, ambos tensos; al final aflojó, relajándose, señalándome el segundo cajón.
Lo abrí, más tranquila. Aquel cajón ya me pareció más normal. Consoladores y vibradores. Cogí uno de los juguetes eróticos sin pedirle permiso, examinándolo. Era un vibrador, plateado, nuevo, de pequeño tamaño. No pude evitar sentirme decepcionada de nuevo, la verdad es que me esperaba algo más espeluznante.
-¿Demasiado pequeño para ti? –comentó, con desdén.
-No parece muy temible.
-Preciosa… si hay algún vibrador que te parezca temible, tienes un problema.
-Sabes que quiero decir –repliqué. Él sonrió.
-No deberías juzgar por el tamaño, eso es lo de menos.
-Típico comentario de hombre acomplejado –hizo un ruidito de disconformidad, me sujetó de repente, acercándome a su cuerpo, haciéndome notar su erección. Dios, ¿desde cuándo estaba ahí? Apreté los labios para contener un gemido, pero no pude controlar la humedad que empezó a empapar mi entrepierna. Lo miré, con deseo, pero entonces me soltó.
-Recuérdame que te deje dos horas atada con este vibrador sobre tu clítoris. Así aprenderás a no cabrearme.
Lo fulminé con la mirada, más por cómo me había dejado que por su amenaza. Dejé el vibrador y cogí otro objeto, más grande y terminado en una especie de bola.
-¿Prefiere eso, inspectora? –sonrió. Ignorándole le di al botón de encender y empezó a vibrar violentamente. Bien, ese sí que podría causar estragos.
-Me gusta.
-Si te portas bien te lo regalaré.
-¿Qué es para ti portarse bien?
-No poner los ojos en blanco y no volver a sugerir que la tengo pequeña.
-¿Nunca has oído eso de “quien se pica, ajos come”?
-Kate me está costando mucho no atarte a la cruz y cumplir mi amenaza –me avisó. Me encogí de hombros, fingiendo estar aburrida y volví a mirar el surtido de vibradores y consoladores. Uno tenía un pequeño añadido para masajear el clítoris, había también tres huevos de color lila, pequeños pero muy potentes y uno que llamó bastante mi atención. Era azul, largo y no muy grueso, también con un apéndice para el clítoris, pero tenía otro más en el lado opuesto. Lo miré con curiosidad. –Es para la zona anal –explicó al ver que no decía nada.
Asentí y lo dejé.
-Un cajón para cuidados e higiene y otro para vibradores y consoladores–observé- ¿Este es tu arsenal del dolor? –lo piqué. Él se limitó a sonreír, tranquilo.
-¿Por qué no abres el resto?
-A ver si adivino que hay en el tercero… ¿esposas de peluche? –me reí, mientras que lo abría. Me callé al instante. No había esposas, sino un amplio arsenal de juguetes para el sexo anal. Conté quince dilatadores, algunos pequeños y otros grandes, demasiado grandes. Al igual que los vibradores parecían completamente nuevos. Vi también varios rosarios anales y dos vibradores muy finos.
-¿Preferías las esposas? –se burló.
-Tenemos que hablar de esto –repuse, sin ningún humor en mi voz. Asintió y cogió uno de los dilatadores pequeños.
-Dijiste que los usarías –me recordó.
-Depende del tamaño… y sigo sin estar muy segura.
-Hablaremos de los límites después –dijo, con suavidad – ahora me gustaría que siguieras mirando.
-Está bien… pero ya te digo que no pienso usar uno de esos –señalé el de mayor tamaño. Richard devolvió el juguete y cerró el cajón, abriendo el cuarto.
-Tú decides siempre tus límites, Kate, pero yo decido que usar y que no. Tienes que aprender a confiar en mí como amo.
-Confío en ti –aseguré –pero no vas a meterme eso por el culo, ni de coña.
-Echa un vistazo al último, anda –contestó.
No sé si me arrepentí o no de obedecerle. Dentro estaban los objetos que esperaba. Pinzas para pezones, para los genitales, una especie de molinillo dentado, dos barras separadoras, esposas plateadas, bolas chinas, cuerdas, un antifaz, dos mordazas con pelotas rojas, más fustas y paletas y velas.
-¿Velas? –pregunté, horrorizada.
-La cera puede causar dolor al usarse como castigo, nada demasiado fuerte –recalcó –pero puede resultar también muy placentero sobre un cuerpo excitado.
-Lo dudo mucho…
-Piensa en tus pezones o en tu clítoris después de haber recibido una sesión de azotes con la fusta –los mencionados se endurecieron al instante al imaginarlo- ahora imagina lo que sería recibir unas gotas muy caliente de cera, sentirte arder y no poder evitarlo porque estarías atada.
-Dios… -jadeé, me dolían los pechos. Hacía calor, mucha calor.
-¿Lo notas? –Susurró –Siente como gota a gota la cera cae sobre tu clítoris, como el calor te atrapa, pero deseas más, ¿verdad preciosa?
-Sí –murmuré, intentando desanudar mi albornoz, pero me lo impidió.
-Tenemos que hablar de los límites primero.
Lo miré frustrada, quise replicar, pero me interrumpió dándome un beso en los labios.
-Cuando antes lo dejemos todo bien atado, antes empezaremos a jugar de verdad –señaló.
-Dame un minuto –le pedí; me temblaban las piernas y el calor empezaba a resultarme asfixiante. Dirigí la mirada hacia el segundo cajón. Él negó con la cabeza.
-Te quiero así, excitada, frustrada. Así te harás una idea de cómo puede ser un pequeño castigo…
-Pero –protesté.
-No discutas en esto –me recordó, con autoridad pero a la vez con cierta dulzura –soy el dueño de tu placer, preciosa.
-Aún no –puntualicé.
-Cierto. Aún no… pero esos juguetes sólo puede usarlos mi sumisa… así que, ¿bajamos?
-Eres un maldito manipulador.
-Gracias.
Me cogió de la mano y me llevó al piso de abajo. Fuimos a su despacho y se sentó tras su escritorio, sacando unos papeles. Me quedé de pie, no veía ninguna silla donde pudiera sentarme yo. Richard miró rápidamente los folios y guardó varios en un cajón, dejando los otros sobre la mesa.
-Siéntate –dijo, mientras que cogía un bolígrafo.
-¿Dónde? –repliqué, molesta. Arqueó las cejas, separando la silla del escritorio. -¿Me estás tomando el pelo?
-¿Acaso no quieres sentarte sobre el regazo de tu futuro amo?
-Ahora no –contesté.
-Es una lástima… si tanto te molesta, te traeré una silla –dijo, levantándose. Suspiré con impaciencia, poniendo una mano en su pecho para que volviera a sentarse y me senté sobre él. Llevaba puesto un vaquero y notaba su erección. Richard me acomodó mejor, levantando el albornoz. Tenía ahora la piel desnuda sobre la tela vaquera, aumentando la fricción. Me retorcí, aquello no me ayudaba nada. –Quieta… -murmuró – aclaremos esto rápido, quiero follarte sobre esta mesa ahora mismo y me está costando mucho controlarme.
-Podríamos alterar el orden –sugerí, gimiendo. Dios, eso era una tortura.
-No. Lo primero es tu seguridad, quiero saber tus límites, empecemos.
Bueno, cuanto antes hablásemos antes follaríamos… traté de olvidar lo que su erección me transmitía y miré los papeles, tratando de atender.
-Bien –dijo en un tono muy profesionalidad –vayamos directamente a lo que nos interesa…
-Si fuéramos directamente a lo que nos interesa ya me habrías abierto de piernas –murmuré. Richard me dio un pellizco en el culo, como advertencia.
-¿Quieres que hablemos de tus límites infranqueables o prefieres que los averigüe yo a mí manera? Decide rápido, Kate, no me gusta perder el tiempo.
-Está bien, perdona –suspiré, dejando caer la cabeza sobre su pecho. Me sonrió y me dio un beso en la mejilla. Aquello me pareció muy tierno.
-No tardaremos mucho –prometió. No respondí, me sentía más relajada tras aquella muestra de afecto así que me limité a acomodarme y esperé a que hablase.
-Según tu contrato… dijiste que estabas dispuesta a probarlo todo en el sexo, salvo el fisting y la suspensión.
-Y el sexo anal –recordé.
-Eso lo tengo como dudoso –dijo, señalando el papel que teníamos delante -. Ahora lo hablamos, pero antes dime, ¿hay alguna posibilidad de que cambies de opinión sobre estas dos?
-No.
-¿Puedo saber por qué?
-Tus manos son enormes y sólo de pensarlo ya me duele. Y la suspensión me parece peligrosa.
-Sé cómo hacerlo para que no sufras, Kate –repuso, meloso –no te dolería tanto como crees y te daría mucho placer.
-He dicho que no. ¿Vas a respetar mis límites o debo vestirme y marcharme? –le espeté, con brusquedad. Él me miró durante unos segundos y después escribió algo en un folio aparte. Lo leí:
LÍMITES INFRANQUEABLES DE KATHERINE BECKETT
Fisting vaginal.
Fisting anal.
Suspensión.
Dejó de nuevo el boli sobre la mesa y repasó la lista con el dedo.
-Sí a la ingestión de semen… ¿estás segura con eso?
-Sí, pero con una puntualización.
-Te escucho.
Traté de buscar las palabras adecuadas para decirlo sin parecer una ordinaria, pero la verdad es que no se me ocurrían.
-Puedes hablar sin tapujos, Kate.
-Bien. No quiero que te corras en mi cara, es asqueroso.
-Vale. ¿Algo más sobre ese tema?
-Sí. Si en cualquier momento mientras que te folle con la boca quiero parar, me dejarás apartarme o yo misma me aseguraré de que pares. –Quise que sonara como una amenaza y lo conseguí.
-De acuerdo –repuso -. Pero creo que ahora soy yo quien debe aclarar algo –asentí, a la espera –cuando te digo que te daré órdenes y tú obedecerás me refiero a que te daré órdenes y tú, obedecerás. No te pediré nada que sea un límite infranqueable, pero por lo demás… en otras palabras, si te digo que me la chupes, lo harás, sin dudar. Si te digo que no te muevas, te sujeto la cabeza mientras que te follo, Kate, lo aceptarás. Tu forma de decir no, como dijiste cuando me enviaste el contrato será tu palabra de seguridad y si la dice pararemos toda actividad sexual. Piensa bien lo que intento decir y piensa si podrás con ello. No quiero obligarte a hacer nada que no quieras, necesito que estés segura de esto.
-Sé lo que quieres decir y sé lo que quiero hacer. Pero… -suspiré, las sutilezas habían quedado atrás –la tienes muy grande, Richard, tanto que me preocupa llegar a lastimarme, en el sexo oral no puedo decir la palabra de seguridad, estaré indefensa.
-Si necesitas parar, parar de vedad, dame un pellizco en la pierna y me apartaré.
-Siempre puedo mordértela… -dije, divertida. Hizo un gesto de horror.
-Prefiero el pellizco, gracias. ¿Tema cerrado?
-Creo que sí.
-Bien.
Volvió a tomar el folio donde escribía mis límites y con letra clara puso “Eyaculación en el rostro”
-Sólo nos queda hablar del sexo anal.
-Y de los métodos de dolor.
-También. A ver, explícame exactamente qué tienes en contra del sexo anal y que es lo que te preocupa.
-Nunca lo he hecho –contesté, con franqueza. Me miró con sorpresa.
-Aquí dice que no es tu práctica favorita… supuse que al menos lo habías probado.
-Lo intenté, hace años, cuando aún estaba en la universidad… a mi novio le encantaba y yo sentía curiosidad, pero cuando quiso meterla, no hubo manera, apenas fueron unos milímetros y me dolió muchísimo.
-Entiendo… ¿lo hicisteis bien?
-Es sexo. Puede ser aburrido o satisfactorio, ¿pero cómo se puede hacer mal?
-Te lo preguntaré de otra manera, ¿usasteis alguna técnica de dilatación?
-Pues… -negué con la cabeza mientras que recordaba aquella desastrosa noche.
-Dime que por lo menos usó algo para lubricar.
-No.
-Ese tío fue un completo imbécil –dijo, cabreado -. Y tú fuiste un poco estúpida, Kate.
-No me insultes –le advertí, indignada.
-No te enfades –me pidió, más calmado -. No debiste dejar que te lo hiciera, no así, podría haberte hecho daño.
-Tenía dieciocho años, no sabía nada del sexo anal –me defendí- confiaba en él –aclaré.
-Está bien, dime, ¿quieres probarlo o no?
-No lo sé. No creo que pueda soportar un dilatador como el que me enseñaste antes.
-No tengo la menor intención de usar uno así contigo, al menos no aún. Sólo quiero saber si mientras que dure tu doma me dejarás estimular y entrenar tu culo, nada más.
-Mi… ¿mi doma? –Me levanté de golpe, furiosa -. ¿Qué coño te crees? ¡No soy una yegua!
-Es una forma de nombrar al entrenamiento de una sumisa, no es un insulto –dijo -. Si tanto te molesta el nombre lo llamaremos entrenamiento, cálmate, por favor.
-Aquí nadie va a domar a nadie. Quiero que te quede claro –dije, aún en el mismo tono.
-Vale, nada de domas, ahora ven aquí.
-Estoy bien de pie.
-Kate, lo siento, ¿vale?, no era mi intención molestarte.
Lo fulminé con la mirada antes de sentarme sobre su regazo de nuevo; su erección había desaparecido y yo ya no me sentía excitada, ahora me sentía muy molesta y también confusa.
-No soy una yegua… hacer esto no me convierte en un animal, ¿no? –musité, afectada. Me cogió las manos y me las acarició, antes de colocar un dedo bajo mi barbilla y obligarme a mirarlo a los ojos.
-No eres un animal. Eres una mujer, una increíble mujer. Lo que vamos a hacer, lo que estamos hablando… nada de esto atenta contra tu dignidad, tú eres la que aceptas someterte, tú decides cuando parar y cuando acabar, en realidad, tú tienes todo el poder. Lo sabes, ¿verdad?
Asentí en silencio, aunque me sentía insegura… ¿Cuántas personas creerían que estoy atentando contra la dignidad de la mujer? Yo misma lo pensaba a menudo, pero Richard no me hacía daño, no me obligaba a hacer nada que no quisiera, me respetaba, me cuidaba. Se había puesto hecho una furia cuando le hablé de mi primer intento en la facultad, realmente parecía que se preocupaba por mí.
-Sigamos… -murmuré.
-¿Segura?
-Sí. Hablábamos de sexo anal… has dicho algo de entrenamiento, ¿cómo sería?
-Como el resto. No puedo coger una paleta y empezar a azotarte, no sentirías el menor placer y te haría daño, tampoco puedo ponerme un condón y hacértelo por detrás de repente. Si tanto le gustaba a ese imbécil debería haberlo sabido –gruñó. - Primero quiero conocer tu cuerpo. Empezaremos despacio, como ayer, aumentando poco a poco el ritmo y la intensidad, nada de juegos demasiado intensos hasta que no sepa donde podría hacerte daño y donde te daría más placer. Con tu culo será igual, primero jugaremos con los dilatadores más pequeños, con mis dedos… hasta que poco a poco lo aceptes y empiece a gustarte de verdad.
-¿Y si no me gusta?
-Lo dejamos como límite infranqueable. Déjame intentarlo primero, cariño, te prometo que cuidaré de ti. Estoy seguro de que te va a encantar.
-Está bien, lo intentaré… pero como te pases de la raya lo probaré yo contigo –le avisé. Me miró sorprendido y soltó una carcajada.
-Podrías ser una buena ama –comentó, con humor.
-Si quieres probar…
-Lo siento, nena, no me va la sumisión.
-¡No me llames nena!
-Perdón… -sonrió, apaciguador -. Ya sólo queda hablar del dolor…
-¿De verdad los castigos son necesarios? –me quejé.
-Muy necesarios. Pero deja de verlos como si fuesen algo malo, no es para tanto.
-Se nota que no eres tú el que los va a recibir.
-Tú tienes una forma de castigarme mucho más cruel y no me refiero a tu pistola.
Lo miré con sorpresa, ¿a qué diablos se refería? Fui a decir algo, pero colocó dos dedos sobre mis labios y me obligó a mirar el folio donde venían los métodos de causar dolor.
-Los castigos serán una especie de juego, con dos rondas. Una primera donde te administraré dolor, que servirá para corregir tu falta y una segunda donde recibirás los mimos y el placer. En la segunda notarás que a pesar del dolor, no querrás que pare el castigo, piensa en los azotes que recibiste ayer y en como deseabas correrte. Dolor y placer, preciosa, así va esto.
-¿Entonces siempre recibiré las dos cosas?
-A no ser que hagas algo terriblemente grave, sí, siempre.
-¿De qué clase de castigos estamos hablando? Aparte de los azotes.
-Negación del orgasmo durante cierto periodo de tiempo, pinzamiento de pezones o genitales, estimulación con hielo, con cera… hay cientos de formas para castigar. Algunas son como juegos, que serán las que tú y yo usaremos y otras son verdaderas torturas.
-¿Por ejemplo?
-Los varazos que le propiné a Celia… aunque lo que más suele joder a una sumisa es que la estimulen hasta la locura y luego le nieguen el orgasmo. Luego se siente vacía… apática…
-Eso es cruel.
-Los castigos dependen de las faltas cometidas. Los orgasmos son la manera que tiene el amo de decir que está contento con su sumisa y también de agradecerle todo el placer que ella le proporciona a él. Si en cambio le ha molestado mucho o le ha hecho daño… ya sea faltándole el respeto gravemente o traicionando su confianza… bueno, entonces le muestra cómo se siente. Por supuesto nunca se llega al daño físico.
-A veces el daño psicológico es mucho peor –dije, con frialdad.
-Si la sumisa sufre demasiado el castigo, hasta el punto de serle insoportable, sólo tiene que decir la palabra de seguridad.
-A no ser que sea como Celia y le importe más su amo que ella misma –comenté con amargura.
-Por eso hay que tener cuidado y estar pendiente del estado emocional de la otra persona. Yo jamás permitiría que una mujer hiciera por mí algo que no pudiera soportar. Sería abusar de su confianza y dañarla.
-Tu amigo lo hizo.
-Lo sé. Y aún se arrepiente.
-No parecía muy arrepentido entonces –recordé.
-Hablé con él después de aquello, discutimos. Celia debió haberle parado pero él debió haber estado atento. Ambos se equivocaron.
-Todo esto es tan… complicado…
-No más que una relación de pareja normal. Se trata de confiar, respetar y hablar las cosas. Si algo te molesta, me lo dices y ya está. No debes tenerme miedo.
-Hace apenas unos minutos me has hablado de aceptar todo lo que me exijas.
-En el sexo –puntualizó –y dentro de lo que puedas soportar. Si hago o voy a hacer algo que no te parezca buena idea, sea por el motivo que sea, di la palabra de seguridad y hablaremos de ello.
-Está bien. Hablemos de los métodos.
-Primero dime tu opinión sobre la mordaza y los ojos vendados –repuso.
-No me importa que me vendes los ojos, pero te pediría que lo dejases para más adelante… cuando…
-¿Confíes más en mí?
-Confío en ti. Pero todavía es demasiado pronto para algunas cosas.
-Bien.
-Y sobre la mordaza… la verdad es que no me hace mucha gracia que me pongas esa pelota en la boca –reconocí.
-Podemos usar esparadrapo u otra cosa –contestó.
-No sé, deja que lo piense.
-Está bien. Ahora sí. Iré enumerando los métodos de castigo y dolor, dime simplemente sí o no.
-De acuerdo.
-¿Azotes?
-Sí.
-¿Azotes con pala?
-¿Con cuidado? –Él asintió- ¿Cuándo me haya acostumbrado al… dolor? –Movió de nuevo la cabeza, afirmativamente –está bien, sí.
-¿Latigazos?
-No lo sé.
-Serán como los de ayer, sólo que más fuertes.
-Vale...
-¿Azotes con vara?
-Ni hablar.
-¿Mordiscos?
-Sí.
-¿Pinzas para pezones?
-Supongo que podría intentarlo –contesté, poco convencida.
-Las pinzas genitales las dejamos entonces, no creo que puedas con eso. ¿Hielo?
-Sí –respondí con seguridad. Ambos sonreímos, con el mismo pensamiento en la cabeza.
-¿Cera caliente?
-Preferiría que no la usases como castigo…
-No suelo hacerlo, la prefiero para causar placer, después del dolor, claro.
-Está bien -suspiré.
-Perfecto, pues ya hemos terminado con esto.
-Genial. Aunque me gustaría preguntar algo más.
-Dispara.
-¿Qué hay de lo de la protección?
-Me gustaría no tener que usar condones.
-Tendré que pedirle a mi ginecólogo que me recete la píldora de nuevo –observé -. ¿Puedo confiar en ti?
Por toda respuesta me enseñó unos análisis médicos sobre ETS. Todo estaba bien.
-Son de la semana pasada –aclaró –me gustaría que tú te los hicieras también.
-De acuerdo.
-Hasta entonces seguiremos con los condones –murmuró, con poco entusiasmo – Presiento que tienes más preguntas.
-En el contrato se hablaba de una segunda palabra.
-Sí y tenemos que hablar de eso. Manzana será rojo; si la dices, pararé enseguida, sin dudar –asentí –amarillo es una forma de decirme que empiezas a llegar al límite, que necesitas un descanso o que no te sientes bien… si necesitas beber agua, si las cuerdas te aprietan demasiado… ¿lo entiendes?
-Es mi forma de decir que necesito hablar contigo –resumí.
-Sí, pero recuerda que lo que vamos a hacer se basa en el dolor, el poder y la sumisión. Usa las palabras sólo si realmente lo necesitas.
-¿Me castigarías por usa a menudo las palabras de seguridad?
-No, pero si las usas a cada minuto para evitar que te haga algo será como decir que no te gusta lo que estoy haciendo y que no te gusta esta forma de… jugar. Y si no te gusta, simplemente puedes marcharte.
-Vale…
-No querrás usar amarillo, así que dime, ¿cuál?
-Pues… ni idea.
-Piensa en otra fruta –sugirió.
-¿Cerezas? –probé, él negó con la cabeza.
-Ni hablar, piensa en algo que no tenga que ver con el sexo.
-¿Qué diablos tienen que ver las cerezas con el sexo?
-Por tu culpa cada vez que pienso en las cerezas se me pone dura. Tú no te das cuenta, pero ese champú que usas es…
-Vale, entendido, nada de cerezas. ¿Plátano? –probé de nuevo, divertida, haciéndolo reír .
-¿Qué tal naranja? Algo completamente asexual.
-Bien, naranja y manzana –asentí, guardando bien esas palabras en mi mente; no debía olvidarla - . Una cosa más. ¿Por qué no puedo tocarte?
-Puedes tocarme –contestó, sorprendido.
-Pero en el contrato ponía…
-¿En qué idioma tengo que decirte que ese contrato no era para ti? Puedes tocarme, pero tampoco te hagas ilusiones, la mayor parte del tiempo estarás atada.
-Eso suena bien –repuse, de repente volvía a sentir el calor que un rato antes reinaba en aquel despacho. Él asintió, conforme.
-¿Eso te gustaría, preciosa? –Susurró sobre mi cuello -¿Te gustaría que te atase y te follase, con fuerza, igual que ayer?
-Mmm…
-¿Tienes alguna pregunta más? –inquirió, mientras que deslizaba el albornoz por mis hombros y me obligaba a incorporarme unos centímetros, quitándomelo. Estaba completamente desnuda, sentada en el regazo de ese hombre.
-Sólo una… -murmuré, entrecerrando los ojos por el placer cuando me pellizcó un pezón. Me apoyé contra su pecho, superada por la deliciosa sensación.
-Dime… -tenía toda su atención o al menos parte de ella, el resto se dedicaba a jugar con mis pechos.
-Ah… -traté de concentrarme, apenas recordaba que era lo que tenía que decirle.
-Te noto empapada –sonrió -. ¿Es por mí, inspectora?
-Puede ser… -contesté; apretó con fuerza el pezón entre sus dedos.
-Joder.
-Shhh –me regañó haciendo un gesto con el dedo -. Debería castigarte por esa boquita tan sucia, ¿no crees?
-¿Por qué no puedo tocarme sin tu permiso? –solté de golpe, recordando cual era mi última pregunta. Me miró, desconcertado, hasta que entendió. Sonrió, perverso.
-Porque soy tu amo –contestó, como si no necesitase más explicaciones, pero yo no quedé muy satisfecha con la respuesta -. Soy el dueño de todo tu placer, ya no te pertenece, preciosa. Tus gemidos, tus suspiros, tus gritos… esos orgasmos que te llevan a otra dimensión, son míos. Yo administro tu placer, porque tú me has dado el consentimiento para hacerlo. Aunque… -añadió, en voz muy baja, justo sobre mi oído- siempre puedes saltarte las reglas y recibir un castigo…
-Quizás no te des cuenta… -repuse, en el mismo tono. Él se rio.
-Conozco tu cuerpo como nadie, preciosa. Sé cuando estás satisfecha y cuando no. Además, no vas a necesitar tocarte, te daré todo el placer que necesites y más.
-Ya…
-Y ahora… si mi bella sumisa no tiene más preguntas… -negué con la cabeza -. Mejor, porque no puedo aguantar más.
-Yo tampoco…
-Levántate –me ordenó, con voz firme. Obedecí automáticamente; él tenía razón, yo me había prestado a jugar y jugar significaba obedecer. Me miró, complacido por mi rápida respuesta -. Muy bien. Ahora quiero que vayas arriba y traigas un condón y unas esposas, no tardes –dudé unos segundos, él arqueó las cejas; me di la vuelta y fui rápidamente a por lo que me había pedido, sorprendida por la reacción de mi cuerpo. Nunca había soportado que los hombres me dieran órdenes, pero aquello era… diferente. Me ponía cuando estaba en ese plan de amo dominante e inflexible.
Abrí los cajones y cogí lo que me había pedido; vacilé unos segundos mirando el tercer cajón. Lo abrí y saqué uno de los dilatadores más pequeños, negro. ¿Podría con ello? Richard seguía abajo, esperando y supuse que empezaba a perder la paciencia. Cerré el cajón y bajé rápidamente, cargada con los tres objetos.
-Has tardado mucho –dijo fríamente, pero no parecía enfadado. Era un papel, un papel de hombre frío, dominante, autoritario y sexy que representaba a la perfección. Se había quitado la camisa y desabrochado la cremallera de los vaqueros, dejando libre su erección. Decidí representar mi parte del guion.
-Lo siento, señor.
-Cierra la puerta y ven aquí –me ordenó. Obedecí y me acerqué. Me fijé en que había despejado el escritorio y había acercado una silla, colocando el respaldo en un lateral. Sobre la mesa sólo había un bolígrafo y una regla, pequeña, de madera. Tragué saliva, preocupada, pero mi clítoris se endureció sólo de verla. Mi cuerpo me traicionaba. -¿Qué traes ahí?
-Esto… pensé que podríamos empezar el entrenamiento anal… hoy –respondí, nerviosa. Parpadeó un par de veces, por la sorpresa pero se recuperó enseguida. Parecía satisfecho con mi propuesta.
-¿Eso quieres? –preguntó, con amabilidad. Me encogí de hombros -. Recuerda que yo decido que hacer, Kate, siempre –dijo, pero luego sonrió –pero me gusta que tomes la iniciativa –aprobó.
-Me alegro…
-Me alegro, ¿qué?
-Señor.
-Buena chica. Vamos a empezar con tu entrenamiento, arrodíllate en la silla e inclínate sobre el escritorio.
Obedecí sin dudar, por fin dejábamos atrás la teoría y empezábamos la práctica. Me arrodillé tal como me había pedido, dejándole una perfecta vista de mi trasero desnudo. Se acercó a mí, y frotó su mano contra mi clítoris, que se encontraba terriblemente necesitado. Gemí, histérica, pero cuando mi primer orgasmo empezaba a nacer dentro de mí, paró.
-¡No pares! –protesté. Recibí en respuesta a mi osadía un fuerte azote, que resonó en la habitación.
-No vuelvas a darme órdenes –me advirtió.
-Lo siento, señor… -no me sentía arrepentida en absoluto.
-No me creo esa disculpa… pero lo dejaré pasar. Ya llevas demasiado azotes para hoy.
-¿Me vas a castigar? –pregunté, asustada.
-Sí, por supuesto.
-Pero… ¿por qué?
-Veamos… diez por entrar en mi reino sin permiso; cinco por sugerir que la tengo pequeña y quince por discutirme esta mañana cuando lo único que quería era cuidarte.
Dios. Esos sumaban treinta. Era imposible que pudiera con ello y más con esa regla de madera.
-Serán quince con la regla y otros quince con la mano –añadió.
No contesté, había un bolígrafo frente a mí y lo cogí, sujetándolo con fuerza.
-Relájate, Kate –murmuró, acariciándome la espalda, frotando con ligereza.
-Lo intento, señor…
-Empezaremos con suavidad –dijo, sin dejar de acariciarme, esta vez con las manos sobre mi culo. Al igual que la noche anterior no tuve tiempo para asimilar cuando su mano dejaba de estar ahí y regresaba de golpe, con un azote fuerte y a la vez, tierno. Sujeté el bolígrafo con más fuerza, no por el dolor, porque no era para tanto, sino por la extraña sensación. Dolor y placer. Dolor porque había hecho algo malo. Placer porque en este mundo el dolor significaba placer. Un segundo azote, más fuerte que el anterior, pero de nuevo, dulce. No entendía entonces como podía haber ternura en aquellas manos, pero la había, sin duda. Los tres siguientes fueron rápidos y secos, apreté los dientes con fuerza, no iba a gritar, me negaba.
Cinco. Habían pasado ya cinco y no sabía cómo me sentía. ¿Quería que parase como me indicaba el dolor y el escozor? ¿Quería que siguiera, como me pedían mis pezones y mi clítoris? Me moví un poco, intentando aliviar la sensación. Tras los cinco primeros azotes me acarició, rozando apenas mi centro, empapado.
-Por Dios… -gemí.
-Te gusta, lo sé –murmuró. Y continuó.
Cada azote era una pequeña muestra de dominación y de cariño. No tenía nada que ver con el maltrato; Richard no era como esos hombres que golpeaban a sus mujeres y luego les pedían perdón, diciéndole que lo hacían por su bien. No. Esto era muy diferente. En cada roce de su mano sobre mi piel sentía lo mucho que le importaba. Primero el dolor, fuerte y a la vez estimulante, después el exquisito placer, sublime. Pero en aquel momento yo aún no podía comprender como mi cuerpo deseaba aquello, como podía llegar a gustarme. Creía que debía odiarlo, pero no podía; me encantaba lo que me estaba haciendo. La humedad entre mis piernas, los pezones, erectos, los suaves gemidos que escapaban de mis labios… aquello me gustaba y no podía evitar sentirme culpable por ese placer.
Cuando llegó a los quince se colocó a mi lado y me tomó de la barbilla, evaluando mi expresión. Nos miramos fijamente mientras que él acariciaba mis enrojecidas nalgas. Hice una mueca de dolor, pero después jadeé cuando introdujo dos dedos dentro de mí, de golpe.
-Quince más, preciosa –dijo, sin dejar de moverlos.
-No… no creo que soporte… la regla, señor –balbuceé. Mi cuerpo tenía un límite, ya no sólo por el dolor, sino por el placer que sentía. Richard golpeaba mi punto G con sus dedos, aquello era una tortura, necesitaba correrme.
-Podrás –aseguró -. Lo has soportado muy bien, cariño, mereces un premio. Puedes correrte cuando quieras.
Y me corrí, así de simple. Richard introdujo un tercer dedo, los movió, curvándolos y estallé. Le empapé la mano con mis fluidos; grité, retorciéndome con sus dedos en mi interior y mi cuerpo se relajó después de tanta excitación. Me dejé caer agotada sobre el escritorio. Él sacó los dedos de mi interior y los acercó a mis labios.
-Límpialos –ordenó. Me introdujo los dedos en la boca, noté el sabor, mi sabor y lamí, hasta eliminar todo rastro de mi placer. Aquello era tan crudo, tan erótico… llevé mi mano hasta su pene, pero la sujetó, negando.
-Aún no he terminado contigo –tomó también la otra mano y las llevó a mi espalda, sujetándomelas allí con las esposas. Me ayudó a apoyar mejor mi cuerpo sobre el escritorio, para que no perdiese el equilibrio.
Tras atarme volvió a meter un dedo en mi vagina. Lo movió, dentro y fuera, varias veces.
-Ahh…
Sacó el dedo con la misma brusquedad con la que lo había metido y lo llevó hasta mi ano, rozando la zona con movimientos circulares. Poco a poco, utilizando mis fluidos como lubricante lo introdujo dentro, dándome a la vez una fuerte nalgada.
-¡Joder!
Todas las terminaciones nerviosas de aquella zona despertaron dentro de mí. Empezó a sacar y meter el dedo tal como había hecho antes en mi vagina, pero mucho más despacio. Apoyé mi mejilla contra la fría superficie del escritorio, mordiéndome el labio con fuerza.
-Eso es, bonita… siéntelo, disfruta el placer que te doy –me animó con la voz ronca, penetrándome con el dedo aún más profundamente. Me temblaban las piernas, no aguantaría mucho más. De repente sus manos me abandonaron y cogió el dilatador que yo había cogido de la cómoda. Lo metió con cuidado dentro de mi vagina, estaba frío, me estremecí. Lo giró un par de veces y lo sacó, rozando después mi ano con la punta –vamos a jugar con esto… no va a dolerte, preciosa, ya estás dilatada y no te hará daño.
Asentí, ansiosa, moviendo mi trasero, incitándole. Me sujetó con una mano, acariciándome y poco a poco introdujo el juguete. Dolía un poco, era una sensación extraña, fuerte pero a la vez muy placentera. Empezó a acariciar mi clítoris con la mano que tenía libre y continuó metiendo el dilatador, despacio. Al tener forma cónica el tamaño iba aumentando, dilatándome lentamente. Solté un gritito cuando lo metió completamente, quedando en el exterior la base plana.
-Así… -murmuró -. ¿Te gusta?
-Sí… pero dame un minuto, por favor –le pedí. Amablemente me acarició las nalgas y la espalda, acercando después su rostro al mío para besarme.
-No te haces una idea de cómo estoy en este momento. Estoy deseando follarte, ahora estarás mucho más estrecha por el dilatador y estás tan húmeda… -gemí, capturando sus labios con mis dientes, haciéndole gemir a él –…estás preciosa con la piel tan roja por los azotes, es algo tan erótico… volverías loco al más cuerdo de los hombres…
Mientras que hablaba llevó su mano hacia la base del dilatador y lo presionó suavemente, haciéndomelo notar allí y también en mi clítoris. Me dolían mucho los pechos, necesitaban atención.
-Señor… tócame… por favor… -supliqué. Siguió presionando, estaba a punto de correrme de nuevo.
-¿Dónde quieres que te toque, cariño? –preguntó, solícito.
-En los pechos, por favor –respondí, agitada.
-¿Te duelen, Kate? –Insistió, rozándolos, aumentando la sensación de dolor y placer -¿Quieres que los pellizque? ¿Qué te los muerda?
-Sí, sí.
-Pobrecita… pero no puedo, cariño, aún no ha terminado tu castigo… -dijo, con falsa pena, presionando de nuevo la base del juguete.
-Oh, por favor… -sollocé.
-Voy a follarte, cariño. Ahora. –escuché el sonido del aluminio al romperse y se colocó detrás de mí, cogiendo la regla con una mano y sujetando mi cadera con la otra -. No te corras, no tienes permiso para acabar hasta que yo te lo diga.
Rozó varias veces mi intimidad con su erección, me retorcí, pero me sujetó con más fuerza. Me penetró lentamente, aquello era parte del castigo, darme pequeñas dosis de placer, despacio, queriendo alargar la agonía. Traté de moverme hacia atrás, acelerar la penetración, pero me gané un reglazo por aquello.
-¡Ahhhhh!
-¿Quién es tu amo, Kate? –preguntó, exigente, empezando a moverse en mi interior, aumentando el ritmo.
-Tú, tú eres mi amo –me dio tres veces más con la regla, rápido pero suave, doloroso pero placentero.
-¿Te gusta esto, Kate? ¿Te gusta que te domine? –dos azotes más seguidas con dos embestidas rápidas y profundas. Un siguiente golpe, esta vez justo sobre la base del dilatador, grité.
-¡SÍ, SÍ, ME GUSTA! –Dios Santo, necesitaba correrme. No podría soportar los quince reglazos, era imposible.
Tres palmetazos más, uno en cada nalga y el tercero de nuevo sobre mi ano. Joder.
-¿Aceptas entonces ser mía? ¿Serás mi sumisa, Kate? ¿Para mi placer y para el tuyo?
-Sí, soy tuya, tu sumisa, haz conmigo lo que quieras –siguió dentro de mí con movimientos potentes, duros, fuertes, crudos. Sexo salvaje y animal. El que él quería. El que yo deseaba.
Llevó sus manos hasta el juguete y tiró de él, sacándolo y metiéndolo, esta vez rápido, mi cuerpo lo acogía encantado, sintiendo el placentero tirón con fuerza.
-Por Dios Richard necesito correrme –supliqué. Cuatro azotes más, dos en cada nalga, duros y exigentes. El placer más crudo y brusco que pudiera exigir. El dilatador de nuevo presionando, mis músculos internos contrayéndose a su alrededor, mi vagina apretando su pene. No aguantaría más, ya sentía como todo mi cuerpo temblaba, como se tensaba.
-¿Cómo me llamo para ti, Kate? –inquirió.
-Señor, señor.
-Eres mía, Kate. Tu placer es mío.
-Sí, es tuyo –asentí; ya no sabía ni lo que decía, me sentía en otra dimensión, notaba el placer en mi clítoris, en mi vagina, mis pechos, el ano, en todo el cuerpo. Me poseía, me atrapaba, le pertenecía.
-Entonces dámelo, quiero ese orgasmo –una última embestida y un último azote y los dos nos corrimos. Los dos sentimos los espasmos del otro, oímos los gritos del otro, notamos el temblor. Richard me sujetó con fuerza hasta que las últimas olas de placer nos abandonaron. Salió de mí y retiró el dilatador lentamente, soltándome las manos después; me dejé caer sobre su cuerpo, no tenía fuerzas. Richard se sentó en la silla y me abrazó, rodeándome con sus fuertes y acogedores brazos. Apoyé mi cabeza en su torso, exhausta.
-Eres extraordinaria –susurró.
-Gracias por esto –respondí.
-Descansa, yo cuidaré de ti.
Última edición por maria_cs el Sáb Abr 20, 2013 6:29 am, editado 2 veces
Re: (+18) Amo del Universo - ÚLTIMOS CAPÍTULOS Y EPÍLOGO
Me has dejado sin palabras con este capítulo María, es increíble el modo en el que describes cada escena haciendo que parezca muy real.
Cada capítulo me gusta más el Richard de tu historia, pese a comportarse como un amo en las sesiones de sexo, es tan tierno con Kate después
Esa primera toma de contacto de Kate con el sexo anal creo que no le va a dejar lugar a dudas de que ya no va a estar en sus límites infranqueables jajaja
Fantástico María.
Cada capítulo me gusta más el Richard de tu historia, pese a comportarse como un amo en las sesiones de sexo, es tan tierno con Kate después
Esa primera toma de contacto de Kate con el sexo anal creo que no le va a dejar lugar a dudas de que ya no va a estar en sus límites infranqueables jajaja
Fantástico María.
Re: (+18) Amo del Universo - ÚLTIMOS CAPÍTULOS Y EPÍLOGO
Guauu!!
Cada vez vas a mejor, estoy enganchada a este fic
Escribes genial Maria, ya sabes que me encanta
Cada vez vas a mejor, estoy enganchada a este fic
Escribes genial Maria, ya sabes que me encanta
forever23- As del póker
- Mensajes : 382
Fecha de inscripción : 09/09/2012
Edad : 32
Localización : Bilbao
Re: (+18) Amo del Universo - ÚLTIMOS CAPÍTULOS Y EPÍLOGO
waaaoooo me encantaaaa espero con ansia el siguienteeeee
castle&beckett..cris- Escritor - Policia
- Mensajes : 5471
Fecha de inscripción : 20/03/2011
Edad : 33
Localización : Menorca..I LOVE NEW YORK..NYPD..RICK CASTLE & KATE BECKETT
Re: (+18) Amo del Universo - ÚLTIMOS CAPÍTULOS Y EPÍLOGO
UAU... uno de los mejores capítulos que he leído, ademas de largo eso me encanta, aunque igual no quería que terminara... me encanta este tipo de Amo que es Castle, tan dominante y a la vez tan tierno... creo que Kate ya no pondrá el sexo anal en los limites infranqueables, y cambio toda su manera de pensar sobre el tema del BDSM, sigue pronto plissssss.
Emily Claire- Actor en Broadway
- Mensajes : 215
Fecha de inscripción : 16/10/2012
Edad : 31
Localización : Chile, Viña del Mar
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