In dubio pro reo [COMPLETO]
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Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
Esta Lanie es tremenda, tendría que irse también a la isla con ellos, diversión seguro que no les falta, Jajajajaja.
Continúa pronto.
Continúa pronto.
Yaye- Escritor - Policia
- Mensajes : 1751
Fecha de inscripción : 05/06/2012
Localización : Huelva
Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
Dios geme! Que arte tienes:)) continua que quiero saber que va a pasar en esa isla^^
Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
Ohhhhh que genialisima es Lanie, en serio. Adoro a esa mujer jajajaja.
Dios, cuanto mas leo tu fic, mas me engancha. En serio, esta suuuper interesante! *______* Me encanta. Y uyyyy, esos dos solos en una isla por ahi perdida... ahi hay tomate, sisi TIENE QUE HABER TOMATE .
Ains, continualo pronto, POOOOOORFA! QUIERO SABER QUE VA A PASAR AHI, SEGURO QUE HAY MAGREO. Vamos chica, que vas genial con esto! ^^
Dios, cuanto mas leo tu fic, mas me engancha. En serio, esta suuuper interesante! *______* Me encanta. Y uyyyy, esos dos solos en una isla por ahi perdida... ahi hay tomate, sisi TIENE QUE HABER TOMATE .
Ains, continualo pronto, POOOOOORFA! QUIERO SABER QUE VA A PASAR AHI, SEGURO QUE HAY MAGREO. Vamos chica, que vas genial con esto! ^^
Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
Debes continuarlo porque esta muy bien de verdad
rubiodav- Actor en Broadway
- Mensajes : 240
Fecha de inscripción : 04/03/2012
Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
Capítulo 7
- Dime que esto es una broma – exclamó Beckett.
Alcé la cabeza y la miré desde el embarcadero. Ahora era ella la que tenía el sol a su espalda, así que me vi obligado a guiñar los ojos y colocarme una mano a modo de visera.
- ¿Qué ocurre? – pregunté, sin ver el problema.
- ¿En serio tenemos que ir en eso? – dijo la detective, señalando la lancha, despreciativa. Sonreí de lado, divertido.
- ¿Miedo al agua, detective Beckett? Puedo asegurarte que es de fiar – le di un suave golpe en el lateral, pasando la mano por la pulida madera.
- No tengo miedo, es… - mientras ella pensaba una palabra para describirlo, yo tiré mi bolsa en la parte trasera de la lancha – Desconfianza. Eso es. – dijo Kate, chascando los dedos.
Solté una carcajada y miré el reloj:
- Confía en mí, no te pasará nada.
- ¿No hay un helicóptero o algo así?
- Venga ya... ¡Pensé que serías más aventurera! – Extendí los brazos, señalando el mar a mi espalda y el cálido sol – La isla está aquí al lado, no vamos a ir en helicóptero, además de que ya hemos venido en avión.
Beckett paseó su mirada por la lancha, suspiró y entonces encontró otro problema, cómo bajar al embarcadero.
- Coge mi maleta – gritó, apenas dándome tiempo para reaccionar.
La bolsa me golpeó en el pecho, haciendo que soltara todo el aire de golpe acompañado de un gemido de dolor. Intentando comprobar si me había roto alguna costilla, tiré su maleta a la parte trasera de la lancha y fui a ayudarla a descender por la escalerilla de madera, que estaba resbaladiza. Extendí mis manos por encima de mi cabeza, esperando para cogerla por la cintura, pero uno de sus tacones resbaló en un peldaño y adiós plan, adiós esqueleto... Al resbalar, Beckett perdió el equilibrio y cayó sobre mí, yendo a parar los dos al suelo de golpe, yo debajo.
- Ay, joder… Como sigas así no llego vivo a la isla… - me quejé.
- ¿Te crees que a mí me ha gustado caerme? – inquirió Beckett, quitándose de encima de mí. Se sentó y me miró, con el ceño fruncido, pero al verme espatarrado en el suelo tocándome los huesos con auténtica preocupación, empezó a reírse a carcajada limpia.
- Yo no me rio – protesté, sentándome también mientras me llevaba una mano a las lumbares. Eso solo hizo que la detective se riera más y más fuerte. Me levanté, soltando quejidos iguales a los de mis articulaciones.
- Ay… ¿Dónde…? ¿Don…? – Beckett intentaba hablar pero casi no tenía aire. Tranquilizó su respiración y se levantó - ¿Dónde estamos si se puede saber?
- En Santa Lucía – respondí, sacudiéndome los pantalones. – Me debes unos Armani, que lo sepas.
- Venga ya, ¿y soy yo la poco aventurera? Solo se te ocurre a ti venir de Armani – replicó, alzando una ceja, mirando con escepticismo el agujero que tenía en la rodilla de los caros vaqueros.
- Y solo se te ocurre a ti venir en tacones – contraataqué.
- Touché, escritor – respondió, arrugando la nariz. Me quedé mirándola, admirando su belleza incluso cuando ponía esas muecas.
- Bueno, vayamos all… - me corté en medio de la frase al reconocer a alguien en el puerto, cargado con su leal amiga la cámara. Miré a mi alrededor, buscando donde esconderme.
- ¿Qué pasa? – preguntó Beckett, confusa. Barrió con la mirada el embarcadero pero no vio nada alarmante.
- Paparazzi – respondí simplemente. La comprensión se abrió paso por su rostro y entonces lo vi claro. Me pegué a su cuerpo, atrayéndola por la cintura y acercando nuestras caras.
- ¡Ey! – protestó, intentando separarme.
- ¡Ssshh! – chisté, sujetándole las muñecas con las que intentaba alejarme, y colocándonos de forma que pareciéramos una simple pareja abrazándonos. Josh estuvo un buen rato mirando hacia nosotros pero al final dio media vuelta y despareció. En cuanto Beckett oyó mi suspiro de alivio me empujó lejos de ella. - ¿¡Pero qué demonios haces?!
No me paré a dar explicaciones. La cogí del codo y la guie hacia la lancha.
- Sube, rápido.
Ella clavó los tacones en las tablas del embarcadero y de desasió de mi mano, cruzándose de brazos. Eché una rápida mirada al puerto y vi que aún estaba rondando por allí así que la apremié:
- La próxima será un beso.
Beckett me evaluó con la mirada, poniéndome a prueba. Levanté el mentón en un gesto testarudo que no hacía desde mucho tiempo atrás, ese recuerdo hizo aparecer en mis ojos un fugaz destello de dolor. La detective me analizó, notándolo en mi mirada, y entonces un movimiento por el rabillo del ojo llamó mi atención. Josh otra vez. "Condenado paparazzi…" mascullé.
Kate reaccionó y subió de un salto a la lancha, conmigo pisándole los talones. Arranqué a toda prisa y solo me dio tiempo a gritar un "Agárrate fuerte" ahogado por el ruido del motor al acelerar. Oí el grito de Beckett, pero no supe diferenciar si era alarma o diversión.
Hasta que no estuvimos a una buena distancia del puerto no reduje la velocidad.
- ¿Quién era ese? – Preguntó la detective, sentada a mi lado, con la cara al sol y el pelo revuelto por el aire.
- Josh Davidson, paparazzi. Su mejor amiga es la cámara y le encanta tergiversar cualquier cosa y meter el dedo en la llaga personal de la gente.
- ¿Y cuál es tu llaga personal, Castle?
"La que acabas de tocar" pensé. Contuve el gesto de dolor que provocó esa pregunta en mí, solo paré la lancha totalmente, quedándonos en medio del mar, entre las dos islas: a nuestra espalda, Santa Lucía. Frente a nosotros, Barbados. Me giré, mirándola con los ojos ocultos tras las gafas de sol:
- Algo ocurrió que me ha hecho ser quien soy – resumí, serio. La sonrisa desapareció de la cara de Beckett lentamente.
- ¿El qué?
Ahora sí que no contuve el gesto de dolor.
- Todavía no, Detective… - respondí, volviendo a encender la lancha.
Noté su mirada clavada en mí mientras conducía por el calmado mar. Estuvimos en silencio por un largo rato, solo acompañados del chocar de las olas contra el morro y el salpicar de algunas gotas. Cada rato miraba por el rabillo del ojo a la detective, y pude comprobar que parecía perdida en sus pensamientos. Se mordía el labio mientras miraba hacia el infinito, el mar y el sol reflejado en sus verdes ojos - ¿Cuál es tu llaga personal? – inquirí, rompiendo el silencio.
Ella parpadeó, regresando al mundo real lentamente. Tardó en procesar mi pregunta:
- ¿Por qué das por hecho que tengo una? – preguntó a su vez Beckett. Una sonrisa asomó a mis labios.
- Quizá por el hecho de que tienes dinero y talento suficiente para pagarte una buenísima universidad con una carrera de estrella y estás como detective de robos.
Beckett se encogió de hombros, colocando las comisuras de sus labios en forma de "U" mientras pensaba.
- La respuesta es muy sencilla. Cuando era pequeña nos entraron a robar una vez y desde entonces tuve un pánico terrible a que se repitiera. Simplemente… - su voz se apagó, logrando que desviase mi vista hacia ella. – No quería que la gente pasara por eso. – concluyó.
Aunque sabía que había más aparte de lo que me había dicho, no quise presionar. No era quien para hacerlo. "Tú eres el primero que se ha negado a contárselo". Pero yo tenía mis motivos… "Y ella los suyos." Esta repelente voz me estaba enfadando ya, quizá no debería haber dejado las sesiones con el Dr. Burke, quizá no debería haber hecho lo que hice, quizá no debería haber empezado ese viaje, quizá… Sacudí la cabeza, harto de tantos quizás y tantos remordimientos. Tenía mis motivos para hacer lo que hacía, ¿no? Cuando empecé esos motivos me parecían suficientes para robar, para lograr hacerme una reputación en ese mundillo y acercarme a aquellos que me arruinaron la vida. Pero ahora ya no estaba tan seguro de que fuera la opción correcta, ahora los "¿Y si…?" que componían mi vida daban vueltas en mi mente a todas horas, volviéndome loco.
- Tierra a la vista – gritó Beckett, sujetándose el pelo con una mano mientras con la otra apuntaba a una franja de playa delante de nosotros.
Salí de la marea negra de pensamientos en la que me había vuelto a hundir y casi sonrío ante la cara de satisfacción de la detective.
- ¿Mucho tiempo queriendo decirlo?
Ella sonrió ampliamente:
- Desde pequeñita. Mi padre y yo solíamos… - de repente, dejó de hablar, frunciendo el ceño.
- ¿Qué? – pregunté. Tenía curiosidad por saber que me iba a contar. Beckett sacudió una mano, quitándole importancia, pero no terminó su historia. "No pretendas que se abra a ti como si nada. Todos tenemos una muralla, y la tuya es muy gruesa" me repitió la voz de mi mente. Ahora el que frunció el ceño fui yo, pensando si quizá estaba enloqueciendo, si mi secreto me estaba volviendo loco.
- ¡Hey, despierta! No me gustaría estrellarme ahora que estamos tan cerca – dijo Beckett mientras me sacudía el hombro. Sonreí de lado, un poco fríamente, y aparqué la lancha en el embarcadero sin ningún percance. Subí a la plataforma de madera y le tendí una mano para ayudarla, una vez Beckett estaba arriba, volví a bajar para sacar las maletas.
- Conmigo nunca te vas a estrellar, un poco más de confianza en mí, mujer – rogué, fingiendo exasperación.
- ¿Cómo quieres que confíe si no sé nada de ti? – replicó ella.
Cerré los ojos tras las gafas de sol, quedándome quieto y parando de hacer lo que estaba haciendo. La miré, y vi que ya se estaba arrepintiendo de lo que había dicho, otra vez atrapando su labio inferior entre los dientes en esa pose tan sensual. Pero me había dolido, y ahora mismo no podía pensar en nada más que en su frase. Dejé la maleta al lado de su pie bruscamente.
- Si quieres saber más, ¿por qué no le preguntas al paparazzi de antes? – Pregunté, encarándola - ¿O al alcalde? Oh, no, mucho mejor. – Le sonreí, irónico - A mi madre. ¿Quieres los teléfonos o te apañas sola?
Eché a andar a paso rápido por el embarcadero, solo deseando poner distancia entre los dos. La última imagen que tuve de ella fue cuando ya estaba oculto entre los pinos de la playa, volví la cabeza y Beckett aún estaba parada en el embarcadero, mirando hacia el suelo.
Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
Lo del pasado de este señor a mi me intriga mucho. Yo quiero saber qué le pasa. En serio. Oooois, y seguro que Beckett tambien tiene sus secretos. ADEMAS, ESTOY ENAMORADA DE TU FIC .
Cada día lo pintas mas interesante, chica. Y eso me mola mucho, nos mantienes enganchados. Sigue asi, esta historia cada dia promete mas! Yo estare esperando impaciente a leer la conti. vamos, QUE TE HAS GANADO UNA FAN . No tardes mucho en subir el siguiente capi, pleeeease!
Cada día lo pintas mas interesante, chica. Y eso me mola mucho, nos mantienes enganchados. Sigue asi, esta historia cada dia promete mas! Yo estare esperando impaciente a leer la conti. vamos, QUE TE HAS GANADO UNA FAN . No tardes mucho en subir el siguiente capi, pleeeease!
Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
Muy bien, me encanta .
Continua pronto.
Continua pronto.
_Caskett_- Escritor - Policia
- Mensajes : 2936
Fecha de inscripción : 22/01/2013
Localización : en un mundo feliz
Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
Que será lo que le ha pasado a Castle para que reaccione de esa forma ante la pregunta?? Me tienes intrigadísima. Espero que puedas continuar pronto.
Yaye- Escritor - Policia
- Mensajes : 1751
Fecha de inscripción : 05/06/2012
Localización : Huelva
Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
Espero que puedas continuar lo antes posible porque es simplemente genial
rubiodav- Actor en Broadway
- Mensajes : 240
Fecha de inscripción : 04/03/2012
Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
que borde! xDDD
pero como adoro la ironía es lo que me gusta... ¿cuanto nos dejaras con la intriga de su pasado? jejeje
saludos!
pero como adoro la ironía es lo que me gusta... ¿cuanto nos dejaras con la intriga de su pasado? jejeje
saludos!
Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
Cada capítulo me añade algo más de incertidumbre sobre los motivos de Castle para convertirse en ladrón y sobre cómo van a llevar una posible relación con oficios encontrados, jajajajaja
Muy bueno pero se terminó y esto hay que seguirlo, no se puede quedar así, por lo tanto ya estás escribiendo el siguiente no se te atragante el asunto.
BESOTESSSSSSSSSSSSSS
Muy bueno pero se terminó y esto hay que seguirlo, no se puede quedar así, por lo tanto ya estás escribiendo el siguiente no se te atragante el asunto.
BESOTESSSSSSSSSSSSSS
agecastbet- Escritor - Policia
- Mensajes : 2971
Fecha de inscripción : 27/12/2012
Localización : En la colina del loco - Madrid
Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
Abrí la puerta del apartamento con un poco de dificultad, ya que las casas estaban en la costa y no había farolas que alumbraran esa zona. Eran las 12 de la noche, pero yo estaba en camiseta corta todavía, y se estaba genial en la calle. Miré al despejado cielo, disfrutando por un momento de la luna llena y del brillo de las estrellas, sin contaminación, ni coches, ni vecinos molestos. Solo silencio, las olas en el mar y los grillos cantando a esa preciosa noche. Había estado lo que quedaba de la tarde caminando por la playa, reflexionando sobre lo que había dicho, dándole vueltas a la idea de que quizá me había pasado con Beckett. Era lógico que no confiara en mí, si me negaba a hablarle de hechos tan determinantes en mi vida como ese. Pero… recordarlo dolía. Mirarme cada mañana en el espejo y ver la cicatriz, la placa colgando de mi cuello… Era una forma de asegurarme que esa herida no se cerrara. ¿Pero y si era la hora de que cerrase? Sacudí la cabeza, harto de tantos quebraderos. ¿Por qué todas estas dudas ahora? ¿Qué había cambiado?
Sin respuesta para tantas preguntas, empujé la puerta y entré en el recibidor de la casa que usaba siempre que me invitaban. El apartamento 47.
No encendí las luces ya que conocía la distribución de los muebles. Pero algo había cambiado. Al entrar en el salón, tropecé con un bulto tirado en el suelo, llevándome una mesita de decoración por delante y el jarrón que había encima. Caímos en amor y compañía al suelo, armando un gran estrépito.
- Maldita sea… - mascullé, dándome cuenta de que me había cortado con los trozos de jarrón. Me miré el antebrazo, viendo la sangre caer, y me recordó demasiado a otro momento de mi vida, así que aparté la vista rápidamente, buscando algo con lo que limpiar la herida.
"El botiquín del baño de arriba" recordé. Subí por las escaleras, con más cuidado no fuera a ser que hubiera más bultos en el suelo. Me di cuenta de que no había mirado con que había tropezado, pero lo más lógico era que fueran mis maletas, las que había dejado abandonadas de cualquier manera en la barca. Pensé otra vez en cómo le había saltado a Beckett, y me dije que lo primero que haría mañana sería disculparme con ella.
La oscuridad del pasillo me desconcertó bastante, pero no quería encender la luz para no verme colapsado por los recuerdos. Tanteé las paredes en busca de una puerta, y al encontrar una, la abrí con decisión, rezando para que fuera el baño ya. Entré trastabillando con la alfombra, que tenía un bulto en la esquina, perfecto para que mi pie se enganchara con él. Con un suspiro, miré en donde estaba, dándome un gran susto cuando vi una sombra ahí parada, taladrándome con la mirada. Ey, yo reconocía esa figura…
- ¿Qué haces en mi habitación? – pregunté.
- Perdona, esta es mi habitación. – replicó ella, dejando algo en el bolso.
- No… No. Se supone que ni siquiera teníamos que estar en la misma casa.
- Pues explícame, entonces, que haces aquí. – la detective puso los brazos en jarra, esperando una respuesta.
Me quedé en silencio, pensando. Di un paso a adelante un poco inseguro, notando un cálido reguero de sangre recorrerme el brazo.
- ¿Estás borracho? – preguntó.
- ¿Yo? ¡Qué va!
Beckett se acercó mucho a mí, supongo que para ver si olía a alcohol. Negó con la cabeza, desconcertada. Nuestras miradas se encontraron, y en esa cercanía, casi podía apreciar todas las motas avellanas que manchaban el verde de sus ojos. Respiré hondo ante su proximidad, pero eso solo hizo que el aroma a cerezas llenara mis pulmones. Algo cambió en su mirada, y se alejó un poco bruscamente. En dos zancadas, ya estaba al lado de la puerta, y encendió la luz, cegándome con el resplandor. Ambos parpadeamos varias veces, adaptando poco a poco nuestros ojos.
- ¡Por dios! ¿Qué te ha pasado? – inquirió con la vista fijada en mi brazo.
- Tropecé con algo abajo. Estaba todo a oscuras y no lo vi. Ah, te rompí el jarrón…
- Mientras no lo robes – bromeó, encogiéndose de hombros. – No es mi casa, eso díselo al alcalde.
Me fijé en sus cortos pantalones de dormir, y en su camiseta extra grande. Aparté la vista, y entonces otra gotita de sangre me recordó que tenía que curarme el brazo.
- Si me disculpas, te dejaré dormir. Yo estaré limpiándome esto y luego iré al sillón hasta que arreglemos este lío.
Antes de que pudiera contestar, salí a paso rápido de la habitación, buscando el baño. A la primera, lo encontré. Me senté en el váter mientras abría el maletín de primeros auxilios y retorcía el brazo para limpiarlo. Inspiré aire bruscamente cuando el alcohol entró en contacto con la herida, escociendo a rabiar. Era una posición algo incómoda pero me las apañaría…
- Deja que te ayude por lo menos – dijo Beckett, sobresaltándome.
Entró en el baño, sin hacer caso a mis débiles "Estoy bien". Se sentó frente a mí, en el bidé, y me cogió el brazo con cuidado, intentando no hacerme daño. Con suavidad, fue retirando los restos de sangre, y desinfectándola.
- Perdona – murmuró, cuando volví a inspirar ante el escozor. Negué con la cabeza, quitándole importancia.
- No sé por qué haces esto – dije con voz ronca. Ella me miró sin comprender – Pensé que después de lo gilipollas que fui no te quedarías, y mucho menos me ayudarías.
- ¿Sinceramente? – Preguntó, de forma retórica – Lo pensé. Estuve a esto – colocó su dedo pulgar e índice a poca distancia. – Pero luego caí en que todo el mundo tiene una vida privada, y… Bueno – se encogió de hombros – decidí confiar en ti.
- ¿A pesar de…? – inquirí, sin terminar la pregunta.
- A pesar de – dijo Beckett, asintiendo. Le sonreí levemente.
- Gracias.
- Siempre – respondió simplemente. – Esto ya está – dijo, mirando satisfecha su trabajo. Retorcí el brazo y vi que había limpiado la herida y los alrededores y había puesto una tirita. Hice un gesto de aprobación y recibí como recompensa una sonrisa interrumpida por un bostezo.
- Perdona por todo el numerito, pensé que estaba solo. Cuando vengo me suelo hospedar aquí.
- ¿Sabes que me ha sorprendido mucho? – dijo Beckett, tras hacer un gesto como diciendo que no pasaba nada – Me esperaba una mansión enorme, una demostración de dinero y poder. ¿Y qué encontré? Unos apartamentos a pie de playa y una casa de tamaño normal.
- Bueno – dije, tras una suave risa – A Rob no le gusta alardear. Si algo le caracteriza, es su humildad… Odia que todos le traten con tanta reverencia. Pero – hice como que miraba a los lados – Esto es un secreto.
La detective soltó una carcajada, y entonces pude ver lo cansada que estaba.
- Ve a dormir. Yo me iré al sillón, no hay ningún problema.
Me miró intensamente, debatiendo consigo misma.
- ¿Seguro? – preguntó al final. Yo asentí, sonriéndole con cansancio para que se diera cuenta de que todo estaba bien. Ella me imitó, asintiendo también, y se paró en la puerta, dubitativa.
- Buenas noches, Castle. – dijo, casi en un susurro pero lo suficientemente alto.
Me levanté y pasé por su lado.
- Buenas noches, detective. – dudé en hacer algo más, pero al final, solo le di un suave apretón en el brazo.
"El acero de la bala me quemaba el hombro. Era un dolor lacerante, intenso. Parecía que el hombro me latía, y que con cada latido, la bala entraba más adentro y más sangre salía para afuera. Y hablando de sangre, su sabor metálico me impregnaba la boca por la herida que me habían hecho al pegarme un puñetazo. La nuca también latía, pero de ahí no salía sangre. ¿O sí? En esos momentos sentía que todo yo era sangre, y que por cada simple grieta, agujero o herida, escapaba abundantemente, llenando el ambiente de un aroma a óxido. Una espesa niebla me cubría el cerebro poco a poco, haciendo que casi no me acordara de ciertos detalles. Sin embargo, algo en mi mente se resistía, gritándome que debía de ser fuerte, que me necesitaban. ¿Quién me necesitaba? Alguien gritó en mi despacho, un grito infantil, asustado. ¡Alexis!
- Por favor – conseguí articular – Por favor… Solo tiene…
- ¡Cállate! – me gritaron.
- ¡Es solo una niña! ¡Solo tiene cuatro años!
Intenté incorporarme pero un trallazo de dolor me recorrió el cuerpo, paralizándome en el suelo. Todo yo latía, hundiendo más y más el ardiente metal de la bala en mi cuerpo. Seguí gritando que no le hicieran nada hasta que uno de ellos me dio una patada en las costillas, haciendo que comenzara a toser violentamente. El dolor era insoportable pero la noción de que Alexis, de que mi pequeña calabaza, estaba a manos de esos monstruos, me mantenía consciente. Alexis dejó de gritar, y entonces pude oír un gemido:
- Papá…
Un ruido resonó por toda la casa. Una pistola."
- ¡Castle!
- ¡NO! – grité, incorporándome de golpe del sillón.
- Castle. Para. Soy yo. – Beckett, me puso una mano en el hombro, intentando calmarme.
Lágrimas corrían por mis mejillas, mientras aun respiraba entrecortadamente.
- ¿Pesadillas? – inquirió la detective, mirándome preocupada.
Desenterré la cara de las manos, apartándome el mismo mechón rebelde de siempre de la cara.
- Sí – contesté con voz rota. Ella asintió, dándome a entender que sabía qué era eso.
- Tranquilízate. Voy a la cocina a prepararte una cosa que mi madre siempre me hace cuando las pesadillas vuelven.
- ¿Te desperté? – pregunté al cabo de un rato mientras miraba el iPhone. Eran las 4.50 de la madrugada.
- Aja – dijo ella – No parabas de decir "por favor, no le hagáis nada".
Abrí la boca para hablar pero ella alzó un dedo, logrando que me callara de inmediato. Dejó una taza humeante en la mesa del centro y se acercó a las escaleras.
- No… No hace falta. Sé que no estás preparado.
- ¿Cómo…? – inquirí, sin continuar la pregunta. No hacía falta.
- No eres el único con secretos.
Y dicho esto se fue.
Sin respuesta para tantas preguntas, empujé la puerta y entré en el recibidor de la casa que usaba siempre que me invitaban. El apartamento 47.
No encendí las luces ya que conocía la distribución de los muebles. Pero algo había cambiado. Al entrar en el salón, tropecé con un bulto tirado en el suelo, llevándome una mesita de decoración por delante y el jarrón que había encima. Caímos en amor y compañía al suelo, armando un gran estrépito.
- Maldita sea… - mascullé, dándome cuenta de que me había cortado con los trozos de jarrón. Me miré el antebrazo, viendo la sangre caer, y me recordó demasiado a otro momento de mi vida, así que aparté la vista rápidamente, buscando algo con lo que limpiar la herida.
"El botiquín del baño de arriba" recordé. Subí por las escaleras, con más cuidado no fuera a ser que hubiera más bultos en el suelo. Me di cuenta de que no había mirado con que había tropezado, pero lo más lógico era que fueran mis maletas, las que había dejado abandonadas de cualquier manera en la barca. Pensé otra vez en cómo le había saltado a Beckett, y me dije que lo primero que haría mañana sería disculparme con ella.
La oscuridad del pasillo me desconcertó bastante, pero no quería encender la luz para no verme colapsado por los recuerdos. Tanteé las paredes en busca de una puerta, y al encontrar una, la abrí con decisión, rezando para que fuera el baño ya. Entré trastabillando con la alfombra, que tenía un bulto en la esquina, perfecto para que mi pie se enganchara con él. Con un suspiro, miré en donde estaba, dándome un gran susto cuando vi una sombra ahí parada, taladrándome con la mirada. Ey, yo reconocía esa figura…
- ¿Qué haces en mi habitación? – pregunté.
- Perdona, esta es mi habitación. – replicó ella, dejando algo en el bolso.
- No… No. Se supone que ni siquiera teníamos que estar en la misma casa.
- Pues explícame, entonces, que haces aquí. – la detective puso los brazos en jarra, esperando una respuesta.
Me quedé en silencio, pensando. Di un paso a adelante un poco inseguro, notando un cálido reguero de sangre recorrerme el brazo.
- ¿Estás borracho? – preguntó.
- ¿Yo? ¡Qué va!
Beckett se acercó mucho a mí, supongo que para ver si olía a alcohol. Negó con la cabeza, desconcertada. Nuestras miradas se encontraron, y en esa cercanía, casi podía apreciar todas las motas avellanas que manchaban el verde de sus ojos. Respiré hondo ante su proximidad, pero eso solo hizo que el aroma a cerezas llenara mis pulmones. Algo cambió en su mirada, y se alejó un poco bruscamente. En dos zancadas, ya estaba al lado de la puerta, y encendió la luz, cegándome con el resplandor. Ambos parpadeamos varias veces, adaptando poco a poco nuestros ojos.
- ¡Por dios! ¿Qué te ha pasado? – inquirió con la vista fijada en mi brazo.
- Tropecé con algo abajo. Estaba todo a oscuras y no lo vi. Ah, te rompí el jarrón…
- Mientras no lo robes – bromeó, encogiéndose de hombros. – No es mi casa, eso díselo al alcalde.
Me fijé en sus cortos pantalones de dormir, y en su camiseta extra grande. Aparté la vista, y entonces otra gotita de sangre me recordó que tenía que curarme el brazo.
- Si me disculpas, te dejaré dormir. Yo estaré limpiándome esto y luego iré al sillón hasta que arreglemos este lío.
Antes de que pudiera contestar, salí a paso rápido de la habitación, buscando el baño. A la primera, lo encontré. Me senté en el váter mientras abría el maletín de primeros auxilios y retorcía el brazo para limpiarlo. Inspiré aire bruscamente cuando el alcohol entró en contacto con la herida, escociendo a rabiar. Era una posición algo incómoda pero me las apañaría…
- Deja que te ayude por lo menos – dijo Beckett, sobresaltándome.
Entró en el baño, sin hacer caso a mis débiles "Estoy bien". Se sentó frente a mí, en el bidé, y me cogió el brazo con cuidado, intentando no hacerme daño. Con suavidad, fue retirando los restos de sangre, y desinfectándola.
- Perdona – murmuró, cuando volví a inspirar ante el escozor. Negué con la cabeza, quitándole importancia.
- No sé por qué haces esto – dije con voz ronca. Ella me miró sin comprender – Pensé que después de lo gilipollas que fui no te quedarías, y mucho menos me ayudarías.
- ¿Sinceramente? – Preguntó, de forma retórica – Lo pensé. Estuve a esto – colocó su dedo pulgar e índice a poca distancia. – Pero luego caí en que todo el mundo tiene una vida privada, y… Bueno – se encogió de hombros – decidí confiar en ti.
- ¿A pesar de…? – inquirí, sin terminar la pregunta.
- A pesar de – dijo Beckett, asintiendo. Le sonreí levemente.
- Gracias.
- Siempre – respondió simplemente. – Esto ya está – dijo, mirando satisfecha su trabajo. Retorcí el brazo y vi que había limpiado la herida y los alrededores y había puesto una tirita. Hice un gesto de aprobación y recibí como recompensa una sonrisa interrumpida por un bostezo.
- Perdona por todo el numerito, pensé que estaba solo. Cuando vengo me suelo hospedar aquí.
- ¿Sabes que me ha sorprendido mucho? – dijo Beckett, tras hacer un gesto como diciendo que no pasaba nada – Me esperaba una mansión enorme, una demostración de dinero y poder. ¿Y qué encontré? Unos apartamentos a pie de playa y una casa de tamaño normal.
- Bueno – dije, tras una suave risa – A Rob no le gusta alardear. Si algo le caracteriza, es su humildad… Odia que todos le traten con tanta reverencia. Pero – hice como que miraba a los lados – Esto es un secreto.
La detective soltó una carcajada, y entonces pude ver lo cansada que estaba.
- Ve a dormir. Yo me iré al sillón, no hay ningún problema.
Me miró intensamente, debatiendo consigo misma.
- ¿Seguro? – preguntó al final. Yo asentí, sonriéndole con cansancio para que se diera cuenta de que todo estaba bien. Ella me imitó, asintiendo también, y se paró en la puerta, dubitativa.
- Buenas noches, Castle. – dijo, casi en un susurro pero lo suficientemente alto.
Me levanté y pasé por su lado.
- Buenas noches, detective. – dudé en hacer algo más, pero al final, solo le di un suave apretón en el brazo.
"El acero de la bala me quemaba el hombro. Era un dolor lacerante, intenso. Parecía que el hombro me latía, y que con cada latido, la bala entraba más adentro y más sangre salía para afuera. Y hablando de sangre, su sabor metálico me impregnaba la boca por la herida que me habían hecho al pegarme un puñetazo. La nuca también latía, pero de ahí no salía sangre. ¿O sí? En esos momentos sentía que todo yo era sangre, y que por cada simple grieta, agujero o herida, escapaba abundantemente, llenando el ambiente de un aroma a óxido. Una espesa niebla me cubría el cerebro poco a poco, haciendo que casi no me acordara de ciertos detalles. Sin embargo, algo en mi mente se resistía, gritándome que debía de ser fuerte, que me necesitaban. ¿Quién me necesitaba? Alguien gritó en mi despacho, un grito infantil, asustado. ¡Alexis!
- Por favor – conseguí articular – Por favor… Solo tiene…
- ¡Cállate! – me gritaron.
- ¡Es solo una niña! ¡Solo tiene cuatro años!
Intenté incorporarme pero un trallazo de dolor me recorrió el cuerpo, paralizándome en el suelo. Todo yo latía, hundiendo más y más el ardiente metal de la bala en mi cuerpo. Seguí gritando que no le hicieran nada hasta que uno de ellos me dio una patada en las costillas, haciendo que comenzara a toser violentamente. El dolor era insoportable pero la noción de que Alexis, de que mi pequeña calabaza, estaba a manos de esos monstruos, me mantenía consciente. Alexis dejó de gritar, y entonces pude oír un gemido:
- Papá…
Un ruido resonó por toda la casa. Una pistola."
- ¡Castle!
- ¡NO! – grité, incorporándome de golpe del sillón.
- Castle. Para. Soy yo. – Beckett, me puso una mano en el hombro, intentando calmarme.
Lágrimas corrían por mis mejillas, mientras aun respiraba entrecortadamente.
- ¿Pesadillas? – inquirió la detective, mirándome preocupada.
Desenterré la cara de las manos, apartándome el mismo mechón rebelde de siempre de la cara.
- Sí – contesté con voz rota. Ella asintió, dándome a entender que sabía qué era eso.
- Tranquilízate. Voy a la cocina a prepararte una cosa que mi madre siempre me hace cuando las pesadillas vuelven.
- ¿Te desperté? – pregunté al cabo de un rato mientras miraba el iPhone. Eran las 4.50 de la madrugada.
- Aja – dijo ella – No parabas de decir "por favor, no le hagáis nada".
Abrí la boca para hablar pero ella alzó un dedo, logrando que me callara de inmediato. Dejó una taza humeante en la mesa del centro y se acercó a las escaleras.
- No… No hace falta. Sé que no estás preparado.
- ¿Cómo…? – inquirí, sin continuar la pregunta. No hacía falta.
- No eres el único con secretos.
Y dicho esto se fue.
Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
Ya se ha terminado ????? pero qué pronto, eso no puede ser, si estaba en lo más interesante, porqué tiene pesadillas él, porqué tiene pesadillas Beckett, de que van estos dos ???, me has dejado llena de dudas, pues si que estamos bien, casi que es mejor no leer, se me añaden más y más preguntas y no hay forma de enterarse de nada.
Bueno pues esto se arregla siguiendo pronto y así algo se resolverá, digo yo, por que si no va a ser peor el hambre que las ganas de comer, jajajajajaja
BESOTESSSSSSSSSSSSSSSSSSSS
Bueno pues esto se arregla siguiendo pronto y así algo se resolverá, digo yo, por que si no va a ser peor el hambre que las ganas de comer, jajajajajaja
BESOTESSSSSSSSSSSSSSSSSSSS
agecastbet- Escritor - Policia
- Mensajes : 2971
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Localización : En la colina del loco - Madrid
Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
Me encanta, continua pronto que esta muy bien.
_Caskett_- Escritor - Policia
- Mensajes : 2936
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Localización : en un mundo feliz
Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
Cada vez me tienes más intrigada y enganchada con la historia. Espero que puedas continuar pronto.
Yaye- Escritor - Policia
- Mensajes : 1751
Fecha de inscripción : 05/06/2012
Localización : Huelva
Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
esto se ve genial, cada capitulo me dejas mas intrigada continua pronto para saber como sigue esto!
cururi- As del póker
- Mensajes : 447
Fecha de inscripción : 15/03/2013
Edad : 36
Localización : World Citizen
Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
Me gusta pero hay algunas cosas ocultas y quiero saberlas
Continua prontito
BESOSS
Continua prontito
BESOSS
ZOMAtitos&Oreos- Autor de best-seller
- Mensajes : 863
Fecha de inscripción : 02/02/2013
Edad : 25
Localización : Con los ZOMAtes parlantes XD
Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
OOOOOOH esto se esta poniedno muy interesanteeee asi que todo el mundo tiene secretos jajaja y eso me intriga bastantee
me encanta de como va estooo asi que sigueeee plissss me muero de ganas de leer la contii... ¡nos vemos!
besotessss
me encanta de como va estooo asi que sigueeee plissss me muero de ganas de leer la contii... ¡nos vemos!
besotessss
Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
creo que acabo de morir por exceso de dudas
Me ha gustado mucho el desarrollo de este capítulo, ha estado muy intenso. Uhmmm que poco sabemos del pasado de Castle y ahora me dejas en la duda de qué le habrá pasado a Alexis
Uhmmm Beckett las pesadillas ¿por su mami? argfgfgfggfgf
Me guuuuuuuuuuuuuuuuusta (como diría Jim Carrey), a por el siguiente! ^__^
Me ha gustado mucho el desarrollo de este capítulo, ha estado muy intenso. Uhmmm que poco sabemos del pasado de Castle y ahora me dejas en la duda de qué le habrá pasado a Alexis
Uhmmm Beckett las pesadillas ¿por su mami? argfgfgfggfgf
Me guuuuuuuuuuuuuuuuusta (como diría Jim Carrey), a por el siguiente! ^__^
Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
Esta genial pero debes continuar pronto porque es una historia fantástica.
rubiodav- Actor en Broadway
- Mensajes : 240
Fecha de inscripción : 04/03/2012
Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
Aquí llega, POR FIN, la continuación que todas pedíais. A partir de ahora actualizaré más rápido ¡Decirme que os parece!
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Beckett se tumbó en la cama, mirando las sombras que se dibujaban en el techo, siguiendo sus movimientos causados por la cortina al agitarse. Se levantó y asomó la cabeza por la ventana abierta de la habitación. El cálido aire de la noche chocó contra su cuerpo, y sus ojos buscaron la luna en el cielo.
Allí estaba: llena, enorme, brillante… De pequeña siempre soñaba con poder viajar algún día a ella, incluso decía que quería vivir allí y hacer una familia con los marcianitos que vivieran en la luna. Una triste sonrisa asomó a las comisuras de los labios de la detective. Que pronto había sustituido esos sueños con los de pillar a aquellos que le amargaron la infancia, los que destrozaron a su familia y la determinaron a convertirse en policía de robos. Suspiró, cansada de su búsqueda de venganza particular.
Beckett se alejó de la ventana, dejándola abierta de par en par para que la brisa marina se colara en la habitación y bajara un poco la temperatura, refrescándola. Se dejó caer encima del colchón, con los brazos estirados a los lados, la cabeza perdida en otro mundo…
Alexis. Tenía ese nombre grabado a fuego, aun le parecía estar escuchando a Castle gritarlo mientras suplicaba que no le hicieran nada. ¿Quién sería esa tal Alexis? ¿Su novia? ¿Su mujer? ¿Su madre? No, creía recordar que en los informes policiales ponía que su madre se llamaba Martha, y sus exmujer no se llamaba Alexis, sino Meredith. Beckett giró en la cama, haciéndose una bola mientras abrazaba con fuerza la almohada. Si dijera que no le preocupaba Castle, estaría mintiendo. Parecía que detrás de toda esa fachada de escritor famoso y ricachón se escondía una persona con un oscuro secreto, lleno de dolor y amargura.
"¿A quién te recuerda?" le preguntó una vocecita llena de ironía. "Pero yo no me he convertido en delincuente para llevar a cabo mi vendetta personal" pensó. En ese momento, llenó su mente el recuerdo de su padre diciéndole cuando Beckett era pequeña "El fin justifica los medios, Katie". Ahora podría discutirle que si algo había aprendido en la academia de policía era que, aquello que de pequeña aceptaba como una filosofía irrebatible, simplemente porque su padre la decía; no era verdad.
- El fin no siempre justifica los medios, papá… - susurró de forma inconsciente.
Se sorprendió de haber hecho eso, y volvió a cambiar de posición, colocándose con la cabeza a los pies de la cama. La detective se permitió el lujo de dejar que los recuerdos invadieran su mente, se permitió dejarse llevar, por una noche, revivirlo todo… Hacía mucho tiempo que no lo hacía, ya que era demasiado dolor y demasiada rabia acumulada, y recordarlo era liberarla. En la academia le enseñaron que los motivos personales siempre eran un foco de debilidad que los delincuentes experimentados sabían explotar de forma que la única dañada fueras tú. Y desde entonces Beckett había metido todo lo que ocurrió aquella noche en una caja, había escrito con permanente "Caja de Pandora" en la tapa, y la había enterrado en el rincón más oscuro, polvoriento y solitario de su mente, aquel que reservaba para todos aquellos temas que la hacían débil. Solo se permitía liberar su contenido en contadas ocasiones, y normalmente, cuando estaba sola.
Nadie podría conocer su secreto jamás. Nadie.
Sin embargo, ahora había un hombre de su edad durmiendo en la planta de abajo, un hombre que utilizaba el mismo método de la caja de pandora para esconder su propio secreto, un hombre que robaba para lograr, de una forma que Beckett aun no entendía, cumplir su vendetta personal. Richard Castle la había calado desde el primer momento, y Kate lo sabía, por ello se había mostrado siempre fría y dura con él. Era un delincuente, y por eso, si tenía la oportunidad, no dudaría en usar el secreto de la detective para terminar con su venganza. En aquellas situaciones, no había solidaridad.
Suspiró de nuevo. ¿Cuántas veces lo había hecho en aquella noche? Demasiadas para contarlas… Se levantó de la cama, consciente de que no iba a lograr dormir más, no con la mente llena de tantas cosas. Debía tomar una decisión, y tenía que ser ya.
Richard Castle sabía que tenía un secreto, ella misma se lo había contado. Ahora le quedaban dos opciones: o aliarse con él y lograr juntos venganza, o volver a su actitud distante y fría de siempre, olvidarse de lo que había pasado. Beckett analizó su situación actual y se decantó por la segunda, como había dicho antes, con esos temas no había solidaridad. Y manteniéndose alejada de Castle, tenía la seguridad de que su secreto seguiría a salvo. Los sucesos de aquella noche seguirían bajo llave en la caja de pandora, enterrada en su mente, sin que nadie más, excepto su familia, supiera lo que había ocurrido.
Con la decisión tomada, miró su móvil para ver la hora. Demasiado tarde para dormirse y demasiado pronto para estar despierta… Beckett suspiró otra vez. Se recogió el pelo en una coleta alta y tirante, y se vistió con ropa de deporte, iba a dejar que el sudor se llevara todos los recuerdos. Para el amanecer, volvería a ser la misma Katherine Beckett de siempre, la implacable detective de robos.
Ya no más sentimientos, ni pena ni sentirse identificada con Castle. Todo aquello quedaría atrás, igual que el nombre de Alexis. No quería tener nada que ver con la venganza personal del escritor, ya le bastaba con la suya.
Asintiendo con determinación, cogió los cascos para escuchar música, y salió por las escaleras que había en la terraza que daba a su habitación. Al ritmo de Lana del Rey, comenzó a correr en dirección a la playa, dejando en la casa a Castle y todos los recuerdos.
-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-
Lo había intentado, pero me fue imposible volver a dormirme. Tras 20 minutos dando vueltas en el sillón, intentando buscar una postura cómoda, agobiado por el calor, desistí. La pesadilla aún estaba muy reciente… Lo que me confundía era el porqué de las pesadillas, no las había vuelto a tener, supongo que dejar las sesiones con el Dr. Burke debió de afectarme más de lo que supuse.
Me levanté en silencio, mirando por donde pisaba para no armar más estropicio y despertar de nuevo a Kate. La detective Beckett estaba resultando ser una caja de sorpresas, no solo decidió confiar en mí sin saber nada, sino que además me acababa de confesar que ella también tenía un secreto, cosa que o sospechaba desde el principio. ¿Llegaría a descubrirlo en algún momento? Algo me decía que no, pero no hice caso, estaba confiado en que lo haría. Poco a poco, iba progresando con esa mujer, solo necesitaba tiempo.
Miré mi iPhone, esperando un mensaje o una llamada de Rob que me mantuviera distraído, pero al ver la hora que era lo volví a dejar en la mesa con un suspiro. Aún no había ni amanecido… Entré en la cocina para coger un vaso de agua, con la mente otra vez ocupada en la detective.
Estaba completamente seguro de que sus motivos para convertirse en detective de robos eran los que tan secretamente guardaba. Algo fue el detonante que la convirtió en lo que era ahora. "No todos son como tú" me dijo la vocecita repelente de mi cabeza. Metí la cabeza debajo del grifo del fregadero, notando como el agua caía desde mi nuca hasta mi cara, refrescándome. Hacía tanto calor en Barbados… Ya no lo recordaba.
Me quité la camiseta del pijama y la tiré al sillón. Tumbado en el suelo, sujeté los pies en las patas de la mesa, y comencé a hacer abdominales. En silencio, expulsaba el aire mientras iba contando. Dejé la mente en blanco, el deporte siempre me ayudaba a conseguirlo, y fui notando como el sudor afloraba. Una vez hice una serie de 100 abdominales, me quedé tirado en el suelo, normalizando mi respiración y dejando a los músculos estirarse. Cuando me noté recuperado, me puse boca abajo y empecé con las flexiones.
Arriba, abajo. Inspira, expira. Así todo el rato hasta llegar hasta 100. Me concentré en el sonido de mi respiración, en los latidos de mi corazón, en notar mis músculos estirándose y contrayéndose, entrando en calor. Comenzaron los temblores típicos de cuando haces deporte de fuerza, pero apreté los dientes y seguí. Notaba el sudor caerme por la espalda y el pecho, escurrirse en gotitas por mi cara, molestando y a la vez liberándome de todo lo malo que hubiera en mi cuerpo. Al terminar las 100 flexiones, me dejé caer en el suelo, quedando con los brazos estirados por encima de mi cabeza y la frente contra la alfombra. Volví a normalizar mi respiración, a calmar a mi acelerado corazón. Al cabo de un rato me levanté de un salto, estiré los brazos y el pecho para no tener agujetas luego, y me dirigí silbando en bajito a la ducha.
Me quedé parado bajo el chorro de agua fría un buen rato, dejando que se llevara cualquier rastro de sudor y de la pesadilla que aun quedara en mi cuerpo. Cuatro canciones después, me envolví una toalla en la cintura y silbando otra vez, fui al salón a buscar ropa, ya que antes se me había olvidado cogerla.
Cuando estaba agachado delante de mi maleta, buscando un bañador que debía de estar por el fondo, oí como se abría la puerta del apartamento. Asomé la cabeza por encima del sillón para ver quién era, ya que Beckett aun estaba arriba durmiendo. O no…
- Buenos días, detective – saludé, pero no obtuve respuesta.
- ¿Cómo es que saliste? ¿No podías dormir? – pregunté.
Ella me ignoró, y le dio un trago de agua a la botella que llevaba. Entonces me fijé en que llevaba los cascos puestos y no me oía. Mi mano encontró en ese momento el bañador que buscaba y me incorporé, caminando hacia ella.
- ¡Hey! – grité.
Beckett se dio la vuelta, sobresaltada, y me vio por fin.
- Emm… Sabes que existe una cosa que se llama "ropa" – dijo mientras se quitaba un casco, dejando oír la música hasta que le dio al pause. Me encogí de hombros, sonriendo.
- ¿Algún problema? ¿Te molesta?
- No, no, que va… Solo hacía una observación. – respondió, retirando la mirada rápidamente de mi pecho.
- ¿Por dónde saliste? No te oí bajar.
- Las escaleras del balcón de mi habitación dan a la playa.
- Aaah, cierto. – asentí, viendo que llevaba un top negro de deporte y unas mallas ajustadas. La verdad es que estaba muuuuy buena…
- ¿Ves algo que te guste, Castle? – preguntó, entre molesta y divertida, con una ceja levantada. Carraspeé, mirándola a los ojos.
- Puede…
Le guiñé un ojo y me dirigí al baño para vestirme.
- ¿Terminaste de ducharte? – me gritó desde su habitación.
- Si, bueno, no. Me estoy vistiendo. – respondí en el mismo tono desde el baño – Pero puedes pasar y desnudarte aquí, prometo no mirar.
- Ja, ja, ja. – se río, irónica. – Ni de coña, escritor.
- Bueno, pues entonces, ya lo tienes libre – dije, llamando antes de asomarme a su habitación. – Tú te lo pierdes.
- Quizá en otro momento, Rick – me guiñó el ojo mientras pasaba por mi lado en dirección al baño y se soltaba la coleta, dejando que su melena cayera libre y alborotada por su espalda.
- Cuando quieras, estoy disponible las 24 horas del día. Mi contraseña es "manzanas". – bromeé.
- Me lo apunto – dijo, siguiéndome el juego. – La mía es "tócame y verás".
Me quedé mirando hacia donde había estado ella incluso tiempo después de que cerrara la puerta para ducharse. Entonces, reaccioné y bajé hacia la cocina para preparar un café mientras movía la cabeza. "Esta mujer va a terminar conmigo…"
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Capítulo 9:
Beckett se tumbó en la cama, mirando las sombras que se dibujaban en el techo, siguiendo sus movimientos causados por la cortina al agitarse. Se levantó y asomó la cabeza por la ventana abierta de la habitación. El cálido aire de la noche chocó contra su cuerpo, y sus ojos buscaron la luna en el cielo.
Allí estaba: llena, enorme, brillante… De pequeña siempre soñaba con poder viajar algún día a ella, incluso decía que quería vivir allí y hacer una familia con los marcianitos que vivieran en la luna. Una triste sonrisa asomó a las comisuras de los labios de la detective. Que pronto había sustituido esos sueños con los de pillar a aquellos que le amargaron la infancia, los que destrozaron a su familia y la determinaron a convertirse en policía de robos. Suspiró, cansada de su búsqueda de venganza particular.
Beckett se alejó de la ventana, dejándola abierta de par en par para que la brisa marina se colara en la habitación y bajara un poco la temperatura, refrescándola. Se dejó caer encima del colchón, con los brazos estirados a los lados, la cabeza perdida en otro mundo…
Alexis. Tenía ese nombre grabado a fuego, aun le parecía estar escuchando a Castle gritarlo mientras suplicaba que no le hicieran nada. ¿Quién sería esa tal Alexis? ¿Su novia? ¿Su mujer? ¿Su madre? No, creía recordar que en los informes policiales ponía que su madre se llamaba Martha, y sus exmujer no se llamaba Alexis, sino Meredith. Beckett giró en la cama, haciéndose una bola mientras abrazaba con fuerza la almohada. Si dijera que no le preocupaba Castle, estaría mintiendo. Parecía que detrás de toda esa fachada de escritor famoso y ricachón se escondía una persona con un oscuro secreto, lleno de dolor y amargura.
"¿A quién te recuerda?" le preguntó una vocecita llena de ironía. "Pero yo no me he convertido en delincuente para llevar a cabo mi vendetta personal" pensó. En ese momento, llenó su mente el recuerdo de su padre diciéndole cuando Beckett era pequeña "El fin justifica los medios, Katie". Ahora podría discutirle que si algo había aprendido en la academia de policía era que, aquello que de pequeña aceptaba como una filosofía irrebatible, simplemente porque su padre la decía; no era verdad.
- El fin no siempre justifica los medios, papá… - susurró de forma inconsciente.
Se sorprendió de haber hecho eso, y volvió a cambiar de posición, colocándose con la cabeza a los pies de la cama. La detective se permitió el lujo de dejar que los recuerdos invadieran su mente, se permitió dejarse llevar, por una noche, revivirlo todo… Hacía mucho tiempo que no lo hacía, ya que era demasiado dolor y demasiada rabia acumulada, y recordarlo era liberarla. En la academia le enseñaron que los motivos personales siempre eran un foco de debilidad que los delincuentes experimentados sabían explotar de forma que la única dañada fueras tú. Y desde entonces Beckett había metido todo lo que ocurrió aquella noche en una caja, había escrito con permanente "Caja de Pandora" en la tapa, y la había enterrado en el rincón más oscuro, polvoriento y solitario de su mente, aquel que reservaba para todos aquellos temas que la hacían débil. Solo se permitía liberar su contenido en contadas ocasiones, y normalmente, cuando estaba sola.
Nadie podría conocer su secreto jamás. Nadie.
Sin embargo, ahora había un hombre de su edad durmiendo en la planta de abajo, un hombre que utilizaba el mismo método de la caja de pandora para esconder su propio secreto, un hombre que robaba para lograr, de una forma que Beckett aun no entendía, cumplir su vendetta personal. Richard Castle la había calado desde el primer momento, y Kate lo sabía, por ello se había mostrado siempre fría y dura con él. Era un delincuente, y por eso, si tenía la oportunidad, no dudaría en usar el secreto de la detective para terminar con su venganza. En aquellas situaciones, no había solidaridad.
Suspiró de nuevo. ¿Cuántas veces lo había hecho en aquella noche? Demasiadas para contarlas… Se levantó de la cama, consciente de que no iba a lograr dormir más, no con la mente llena de tantas cosas. Debía tomar una decisión, y tenía que ser ya.
Richard Castle sabía que tenía un secreto, ella misma se lo había contado. Ahora le quedaban dos opciones: o aliarse con él y lograr juntos venganza, o volver a su actitud distante y fría de siempre, olvidarse de lo que había pasado. Beckett analizó su situación actual y se decantó por la segunda, como había dicho antes, con esos temas no había solidaridad. Y manteniéndose alejada de Castle, tenía la seguridad de que su secreto seguiría a salvo. Los sucesos de aquella noche seguirían bajo llave en la caja de pandora, enterrada en su mente, sin que nadie más, excepto su familia, supiera lo que había ocurrido.
Con la decisión tomada, miró su móvil para ver la hora. Demasiado tarde para dormirse y demasiado pronto para estar despierta… Beckett suspiró otra vez. Se recogió el pelo en una coleta alta y tirante, y se vistió con ropa de deporte, iba a dejar que el sudor se llevara todos los recuerdos. Para el amanecer, volvería a ser la misma Katherine Beckett de siempre, la implacable detective de robos.
Ya no más sentimientos, ni pena ni sentirse identificada con Castle. Todo aquello quedaría atrás, igual que el nombre de Alexis. No quería tener nada que ver con la venganza personal del escritor, ya le bastaba con la suya.
Asintiendo con determinación, cogió los cascos para escuchar música, y salió por las escaleras que había en la terraza que daba a su habitación. Al ritmo de Lana del Rey, comenzó a correr en dirección a la playa, dejando en la casa a Castle y todos los recuerdos.
-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-
Lo había intentado, pero me fue imposible volver a dormirme. Tras 20 minutos dando vueltas en el sillón, intentando buscar una postura cómoda, agobiado por el calor, desistí. La pesadilla aún estaba muy reciente… Lo que me confundía era el porqué de las pesadillas, no las había vuelto a tener, supongo que dejar las sesiones con el Dr. Burke debió de afectarme más de lo que supuse.
Me levanté en silencio, mirando por donde pisaba para no armar más estropicio y despertar de nuevo a Kate. La detective Beckett estaba resultando ser una caja de sorpresas, no solo decidió confiar en mí sin saber nada, sino que además me acababa de confesar que ella también tenía un secreto, cosa que o sospechaba desde el principio. ¿Llegaría a descubrirlo en algún momento? Algo me decía que no, pero no hice caso, estaba confiado en que lo haría. Poco a poco, iba progresando con esa mujer, solo necesitaba tiempo.
Miré mi iPhone, esperando un mensaje o una llamada de Rob que me mantuviera distraído, pero al ver la hora que era lo volví a dejar en la mesa con un suspiro. Aún no había ni amanecido… Entré en la cocina para coger un vaso de agua, con la mente otra vez ocupada en la detective.
Estaba completamente seguro de que sus motivos para convertirse en detective de robos eran los que tan secretamente guardaba. Algo fue el detonante que la convirtió en lo que era ahora. "No todos son como tú" me dijo la vocecita repelente de mi cabeza. Metí la cabeza debajo del grifo del fregadero, notando como el agua caía desde mi nuca hasta mi cara, refrescándome. Hacía tanto calor en Barbados… Ya no lo recordaba.
Me quité la camiseta del pijama y la tiré al sillón. Tumbado en el suelo, sujeté los pies en las patas de la mesa, y comencé a hacer abdominales. En silencio, expulsaba el aire mientras iba contando. Dejé la mente en blanco, el deporte siempre me ayudaba a conseguirlo, y fui notando como el sudor afloraba. Una vez hice una serie de 100 abdominales, me quedé tirado en el suelo, normalizando mi respiración y dejando a los músculos estirarse. Cuando me noté recuperado, me puse boca abajo y empecé con las flexiones.
Arriba, abajo. Inspira, expira. Así todo el rato hasta llegar hasta 100. Me concentré en el sonido de mi respiración, en los latidos de mi corazón, en notar mis músculos estirándose y contrayéndose, entrando en calor. Comenzaron los temblores típicos de cuando haces deporte de fuerza, pero apreté los dientes y seguí. Notaba el sudor caerme por la espalda y el pecho, escurrirse en gotitas por mi cara, molestando y a la vez liberándome de todo lo malo que hubiera en mi cuerpo. Al terminar las 100 flexiones, me dejé caer en el suelo, quedando con los brazos estirados por encima de mi cabeza y la frente contra la alfombra. Volví a normalizar mi respiración, a calmar a mi acelerado corazón. Al cabo de un rato me levanté de un salto, estiré los brazos y el pecho para no tener agujetas luego, y me dirigí silbando en bajito a la ducha.
Me quedé parado bajo el chorro de agua fría un buen rato, dejando que se llevara cualquier rastro de sudor y de la pesadilla que aun quedara en mi cuerpo. Cuatro canciones después, me envolví una toalla en la cintura y silbando otra vez, fui al salón a buscar ropa, ya que antes se me había olvidado cogerla.
Cuando estaba agachado delante de mi maleta, buscando un bañador que debía de estar por el fondo, oí como se abría la puerta del apartamento. Asomé la cabeza por encima del sillón para ver quién era, ya que Beckett aun estaba arriba durmiendo. O no…
- Buenos días, detective – saludé, pero no obtuve respuesta.
- ¿Cómo es que saliste? ¿No podías dormir? – pregunté.
Ella me ignoró, y le dio un trago de agua a la botella que llevaba. Entonces me fijé en que llevaba los cascos puestos y no me oía. Mi mano encontró en ese momento el bañador que buscaba y me incorporé, caminando hacia ella.
- ¡Hey! – grité.
Beckett se dio la vuelta, sobresaltada, y me vio por fin.
- Emm… Sabes que existe una cosa que se llama "ropa" – dijo mientras se quitaba un casco, dejando oír la música hasta que le dio al pause. Me encogí de hombros, sonriendo.
- ¿Algún problema? ¿Te molesta?
- No, no, que va… Solo hacía una observación. – respondió, retirando la mirada rápidamente de mi pecho.
- ¿Por dónde saliste? No te oí bajar.
- Las escaleras del balcón de mi habitación dan a la playa.
- Aaah, cierto. – asentí, viendo que llevaba un top negro de deporte y unas mallas ajustadas. La verdad es que estaba muuuuy buena…
- ¿Ves algo que te guste, Castle? – preguntó, entre molesta y divertida, con una ceja levantada. Carraspeé, mirándola a los ojos.
- Puede…
Le guiñé un ojo y me dirigí al baño para vestirme.
- ¿Terminaste de ducharte? – me gritó desde su habitación.
- Si, bueno, no. Me estoy vistiendo. – respondí en el mismo tono desde el baño – Pero puedes pasar y desnudarte aquí, prometo no mirar.
- Ja, ja, ja. – se río, irónica. – Ni de coña, escritor.
- Bueno, pues entonces, ya lo tienes libre – dije, llamando antes de asomarme a su habitación. – Tú te lo pierdes.
- Quizá en otro momento, Rick – me guiñó el ojo mientras pasaba por mi lado en dirección al baño y se soltaba la coleta, dejando que su melena cayera libre y alborotada por su espalda.
- Cuando quieras, estoy disponible las 24 horas del día. Mi contraseña es "manzanas". – bromeé.
- Me lo apunto – dijo, siguiéndome el juego. – La mía es "tócame y verás".
Me quedé mirando hacia donde había estado ella incluso tiempo después de que cerrara la puerta para ducharse. Entonces, reaccioné y bajé hacia la cocina para preparar un café mientras movía la cabeza. "Esta mujer va a terminar conmigo…"
Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
Capítulo 10:
La cafetera comenzó a silbar escandalosamente en la cocina, así que dejé la partida de Angry Birds en pausa y salí corriendo a retirarla del fuego. Con cuidado, eché el caliente líquido en dos tazas, y a continuación vertí la leche, colocando la espuma. Alargué el brazo, y así aprovechando para estirarme yo, cogí de un armario el bote de vainilla que le pedí al alcalde. Eché varias cucharadas en una de las tazas y me soplé en el mío en espera a que bajara Beckett.
Di un sorbo solo para apartar los labios rápidamente de la taza. ¡Me había achicharrado la boca! Dejé el café de manera brusca encima de la encimera y dando saltitos, metí y saqué aire de la boca para enfriarla. Justo ese momento escogió Beckett para bajar a desayunar. Se quedó apoyada en el marco de la puerta, mirándome con una sonrisa deslumbrante en la boca, los brazos cruzados en actitud socarrona.
- ¿Llamo a los bomberos? – preguntó, riéndose.
- Ja, ja, ja. – dije con ironía. Le di la espalda, enfadado porque se hubiera burlado de mí.
- Venga, pareces un niño pequeño, estaba de broma.
- Mmmm… - gruñí.
Beckett me tocó el hombro e iba a decir algo cuando la puerta de la calle se abrió de golpe y entró una mujer mayor, muy morena de piel, y con el pelo recogido en una larga trenza de espiga. Chasqué la lengua ya que nos había interrumpido en un momento importante.
- Buenos días señor Castle – saludó la mujer alegremente.
- Buenos días Dolly – respondí, colocando una sonrisa en mi boca.
La mujer entró en el apartamento como si de su propia casa se tratara, tirando tras de sí de una carrito de limpieza cargado de sábanas nuevas, escoba y fregona. Silbando una melodía que no reconocí, Dolly comenzó a moverse por el salón con el plumero en una mano. Beckett la escrutó con la mirada mientras daba pequeños sorbos a su café, siendo más inteligente que yo, que había bebido sin precaución ninguna.
Suspiré, notando la lengua adormilada todavía por el líquido excesivamente caliente, y me senté en la mesa de la cocina para comerme mi tostada mientras miraba como Dolly parecía bailar en vez de caminar por la habitación. Me arrancó una sonrisa, como siempre lograba aquella peculiar mujer.
- ¿Así que es la mujer de la limpieza? – preguntó Beckett, teniendo el descaro de quitarme una de las tostadas que me había preparado. Entrecerré los ojos, mirándola, pero luego sonreí y le acerqué el plato.
- No le gusta ese término. Ella siempre dice que ayuda al alcalde a limpiar sus casas – me encogí de hombros.
- Aaah. Está bien saberlo, no me gustaría ofenderla.
- Usted tanquila, señorita. No me ofendería nunca una mujer tan bella e inteligente – dijo Dolly con su acento de Barbados, entrando en la cocina.
Beckett sonrió, azorada.
- No te lo creas, Dolly tiene propensión a los cumplidos – bromeé, ganándome un golpe con el trapo por parte de la mujer.
- No le escuche. Todo lo que digo es verdad. – se defendió Dolly.
Terminé de desayunar, y tras darle un beso en la mejilla a la limpiadora, que se convirtió en una segunda madre en unos tiempos difíciles de mi vida, subí a lavarme los dientes mientras Beckett y Dolly quedaban conversando.
Cogí una toalla, las gafas de sol y un libro. Calzándome las chanclas, bajé otra vez y me dirigí a la playa escuchando música. Mi plan para ese día era tostarme bajo el sol y bañarme en el agua hasta que recibiera noticias de Rob.
Me tumbé en la arena, y al cambiar de canción en el iPhone vi que tenía un mensaje de mi madre con la cuenta en la que le tenía que ingresar el dinero que me había pedido. Con una sensación de melancolía, hice en ese momento la transferencia para no olvidarme luego. Tras lo que había ocurrido, yo me había hundido en un pozo sin fondo de dolor, amargura y rabia; y nuestra relación madre-hijo se enfrió irremediablemente. Hacía mucho tiempo que no nos veíamos cara a cara, mucho menos hablar… Lo echaba de menos. Mi madre era una diva de Broadway que no aceptaba que su carrera estaba acabada y que de joven me culpó de sus fracasos, pero cuando la necesitaba siempre estuvo allí para recogerme y darme unos cuantos consejos. Siempre me apoyó, incluso cuando me casé con Meredith y desoí sus consejos de que me estaba casando con mi madre. Quizá debería llamarla y arreglar las cosas entre nosotros de una vez por todas, pero ella me exigirá dejar de hacer lo que hago, olvidarme de mi venganza, y no estoy preparado para hacerlo, no sé si seré capaz de estar tranquilo conmigo mismo sabiendo que he abandonado la lucha por lograr justicia.
Justo cuando estaba perdido en estos pensamientos y Stop and Stare llegaba a su mejor momento, una sombra se interpuso entre el sol y mi cuerpo, haciendo que arqueara las cejas y abriera un ojo para ver quién me impedía tomar el sol.
- Mmmm… Desde aquí abajo hay unas vistas magníficas – dije, quitándome un casco.
- Bueno, bueno, bueno, que gracioso estás últimamente. – protestó Beckett, colocando su toalla al lado de la mía. Me incorporé sobre un codo, y me bajé las gafas un poco. Ella me miró desde el otro lado de sus Ray-Ban rojas, sonriendo.
- Vine así de fábrica, si tienes alguna queja, dísela a mi madre.
- ¿A la famosa Martha Rodgers? Creí haber leído que andaba perdida por los teatros de Europa. – dijo mientras se tumbaba. Se echó crema solar en los hombros y las mejillas ante mi atenta mirada.
- ¿Necesitas ayuda? – pregunté, sonriendo de lado.
- Creo que paso – contestó.
Hice una mueca como de pena y me levanté.
- Voy a refrescarme. ¿Le hechas un vistazo a mis cosas de vez en cuando? – pedí. Beckett no me miró, simplemente hizo un gesto con la mano que me dio a entender que ella se encargaba. Dejé mis gafas encima de la toalla y me dirigí a paso rápido a la orilla.
Paseé de un lado a otro durante un ratito, metido hasta las rodillas en el agua. Sonreí y saludé a varias chicas que se me quedaron mirando, no quería nada con ellas pero tampoco era plan de parecer maleducado. Una de ellas se me acercó a hablar y yo le di conversación amablemente.
- Entonces… ¿Me das tu número? Prometo leer tus libros y si eso te digo que me parecieron. – me dijo, dedicándome una bonita sonrisa.
- Claro, ¡por qué no! Es: 628… - comencé a darle mi teléfono, y entonces noté una mojada mano en mi hombro. Eché el cuerpo para adelante con tal de evitarla y me giré para ver quién era. Allí estaba Beckett, sonriendo, con el pelo recogido en un moño alto y un bikini de florecitas que realzaba su figura.
- ¿No me presentas a tu amiguita, Ricky? – preguntó, arrastrando la "R" de mi nombre como siempre hacía cuando me llamaba así. Me mordí la lengua para no decir lo que quería decir.
- Erm… - "Qué situación más incómoda…" pensé.
- Bueno, yo me voy – dijo la chica. Agitó su mano tímidamente y se alejó a paso rápido. Me giré hacia Beckett, enfadado.
- ¿Por qué has hecho eso? – pregunté.
- ¿El qué? ¿Arruinarte el ligue? ¿Dejarte sin oportunidades de acostarte con ella en medio de un caso?
La agarré por los hombros, y mirándola fijamente a los ojos, dije:
- Kate. Desmelénate un poco, ¡por dios!
- Ya lo hago, pero no cuando estoy de servicio.
- Mira – dije, señalando la playa – Hoy no estás de servicio hasta que Rob no nos llame así que, disfruta. ¡Estás en Barbados!
Beckett puso los ojos en blanco y suspiró.
- Tú no sabes como soy, no me conoces. – alegó.
- Me da igual como seas en New York, que seguro que no te diviertes…
- ¡Eh! – exclamó.
- Hoy te vas a olvidar de que eres detective. Simplemente eres Katherine, ¿vale? Y esta noche tú y yo nos iremos de marcha.
- Castle, no me…
- ¡Chitón! Lo vas a hacer, nadie puede resistirse a Richard Castle.
Beckett frunció el ceño y echó la cabeza para atrás, fingiendo repulsión. Sonreí de lado.
- Si lo hago, ¿me dejarás en paz?
- Palabra de boy scout – prometí.
- Trato hecho. – dijo, alargando la mano para que se la estrechara.
- Ahora… Voy a buscar a la morena y aclararle que entre nosotros no hay nada.
- Jamás lo habrá – aclaró la detective. Le guiñé un ojo.
- Nunca digas nunca, detective.
- En este caso sí, Ricky – sonrió y se alejó hacia el agua – Solo quiero dejarlo claro porque está noche vas a alucinar.
Solté una carcajada.
- ¡Creo que va a ser al revés! – le grité. Ella negó con la cabeza, riéndose.
- Tú lleva pañuelos para recoger la baba que se te caerá, escritor.
Y tras decirme eso, se tiró de cabeza al agua, saliendo unos metros más allá a coger aire. Me quedé mirándola, embobado, y pensé con preocupación que quizá había hecho mal proponiéndole salir de fiesta aquella noche. ¿Y si no lograba contenerme después de varias copas?
Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
UUHHHHHHHHHHHHH vamos, Kate de fiesta y Rick tambien... y parece que Kate dejará a Rick embobado jajaja ¡ya quiero verlo (leerlo )
Estupendo capítulo (o capis ), me ha gustado muchísimo y a la espera de la contiii ^^ ¡nos vemos!!
besotess
Estupendo capítulo (o capis ), me ha gustado muchísimo y a la espera de la contiii ^^ ¡nos vemos!!
besotess
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