In dubio pro reo [COMPLETO]
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Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
Sigue pronto por favorr
treinta y uno- As del póker
- Mensajes : 444
Fecha de inscripción : 09/06/2013
Edad : 25
Localización : Pamplona/Navarra
Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
No había tenido el gusto de leer este fic, y wowwwww continúa pronto por favor..
asita24- Actor en Broadway
- Mensajes : 187
Fecha de inscripción : 07/09/2011
Edad : 35
Localización : Heredia, Costa Rica
Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
Valeeee. Sigue.
evaelica2- Ayudante de policia
- Mensajes : 68
Fecha de inscripción : 05/07/2013
Edad : 49
Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
Mil perdones por tardar tanto en actualizar pero me ha tenido bastante bloqueada este fic. Por suerte, un ramalazo de inspiración ha llegado a mí junto con el temporal y me he sentado a escribir como una loca. Esto va dedicado a todos vosotros, todos los que os tomáis un tiempo para leer mis locuras y, sobre todo, comentar, porque no sabéis cuanto me alegráis el día cuando me llega el mensajito de una nueva review. Así que GRACIAS a todos vosotros, lectores/as. ¡Os quiero!
------------------------------------------------------------------------------------
- ¿Estás bien? – preguntaron ambos a la vez.
La sombra de una sonrisa bailó en los labios de la detective, pero yo me mantuve serio, demasiado herido para poder maravillarme de la coincidencia de decir la misma frase al mismo tiempo. Beckett se puso seria al darse cuenta de que no iba a resultar tan fácil, que iba a tener que dar algunas explicaciones para recuperarme, y sus ojos se sumieron en tristeza, dejándose caer contra el asiento del Jeep, cansada.
- ¿Por qué pitaste? – Pregunté, casi regañándola – Pensé que te había pasado algo.
- No… No. – Se quedó en silencio, mirándome, sin saber qué decir. Yo simplemente esperé, con mi paciencia agotándose.
- ¿Vas a decirme algo o me voy?
- Castle… - murmuró, sus ojos verdes avellana llenos de dolor.
Pero ni una sola palabra más salió de sus labios, y me harté de esperar por algo que jamás llegaría. Asentí secamente, cuadrando los hombros y apretando la mandíbula: aquello era todo. El final de algo que pudo ser pero que jamás sería. Contuve una risa sarcástica mientras me encaminaba con paso fuerte a la puerta del apartamento, sacudiendo la cabeza, maldiciéndome por haber sido tan estúpido. Una mano se cerró alrededor de mi brazo, haciendo que me tensara y dejara de caminar bruscamente. Giré sobre mis talones, sabiendo lo que encontraría, a quien encontraría.
- Espera, por favor – suplicó en casi un susurró.
Algo dentro de mí se ablando ante la mirada de total desesperación en su mirada. Mi subconsciente me regañó "Pobrecita, no sabe cómo hacerlo. Cálmate con ella", pero mi diablillo me susurró al otro oído "No hagas caso, solo está jugando contigo. Es una estupenda actriz." Sacudí la cabeza, sabiéndome en una encrucijada, sin saber qué camino escoger. Decidí quedarme en el medio, sin mostrar compasión pero tampoco dureza, simplemente relajé mi cuerpo y ladeé la cabeza, a la espera.
- ¿Podemos ir a la playa? ¿Dar un paseo? – inquirió Beckett, rehuyendo mi mirada.
- Está bien – dije en tono neutro.
Con los zapatos en la mano, comenzamos a caminar por la arena de la playa, en medio de la oscuridad de la noche. Alcé la cabeza, dándome cuenta de que la luna estaba oculta por unos nubarrones grises que no presagiaban nada bueno, y que un fuerte viento estaba comenzando a soplar. Vi estremecerse a Beckett, con frío, y le puse mi chaqueta encima de los hombros. No me paré a observar su mirada de agradecimiento, sabiendo que como lo hiciera toda mi determinación desaparecería.
- Te debo una explicación… Mucho más que eso – susurró ella, lo suficientemente alto para que pudiera oírla sin problemas.
- No estaría mal – contesté con voz fría.
"Te estás pasando" me susurró el angelito. "Sigue así, chaval" rebatió el diablillo. Me tragué el suspiro y miré a Kate, quien estaba observando el mar, mordiéndose el labio, indecisa y pensativa.
- Algo pasó – dijo, al fin, sin alzar la voz.
- ¿Cuándo?
- Al principio de mi primer año universitario. Algo… me cambió la vida, para bien y para mal. Dejé Derecho y empecé en la Academia de Policía, me hundí en un pozo de tristeza y venganza… Levanté una muralla a mí alrededor y me dediqué a alejar a toda persona que pudiera herirme.
- ¿Qué pasó? – pregunté, susurrando también, notando los paralelismos de nuestras vidas.
- No estoy lista para contarlo todavía – contestó, negando con la cabeza, sin atreverse a mirarme.
- Comprendo…
- Rick, tú más que nadie tienes que entenderlo – alzó los ojos, encontrándose con los míos, una súplica silenciosa escrita en ellos. Me estremecí, me llegó hasta la última fibra sensible de mí ser y, de repente, comprendí que ella también estaba emocionalmente dañada. – Solo dos personas en mi vida saben qué pasó, y una de ellas es mi madre… Sé que mereces algo más, a alguien mejor, no a una chica con tantos traumas en sus hombros que no puede andar recta.
- ¿Y qué pasa si yo no quiero a nadie más? – inquirí, dejando de andar, mirándola intensamente.
Alzó la mirada de golpe, analizando lo que había dicho y mi expresión, decidiendo si estaba hablando en serio o si la estaba tomando el pelo.
- Entonces estás loco – sentenció, con un brillo peculiar en sus verdes ojos.
Hice una mueca, encogiéndome de hombros.
- Eso dice mi psicólogo…
Una sonrisa apareció fugazmente en el rostro de la detective, que se puso seria de nuevo, con temor de lo pasara a continuación.
- Mira – comencé a decir, suspirando – Voy a ser sincero. Yo también tengo traumas, yo también estoy hundido en un pozo, yo también tengo murallas con las que ya te has chocado. La verdad, esperaba encontrar a una mujer que me comprendiera y aceptara tal y como soy, una mujer lo suficientemente cuerda para mantenerme a flote.
Beckett bajó la cabeza, ocultando la decepción de su rostro, el dolor. Ella no estaba tan cuerda, y lo sabía. Ambos lo sabíamos. Me acerqué a la detective y la agarré por la barbilla, obligándola a mirarme.
- ¿Pero quién mejor que otra mujer tan jodida como yo para comprenderme? – pregunté retóricamente, con una sonrisa torcida.
Ella hizo una mueca ante mi forma de expresarlo, pero pude ver en sus ojos el alivio, tan claro como un río de plata que aclaró su mirada y deshizo las arrugas de su frente. Nos mantuvimos la mirada unos segundos, hablando sin palabras, hasta que Beckett se estremeció de nuevo, mi chaqueta sin poder protegerla del fuerte aire.
- Vayamos a dormir.
La detective asintió, conforme, y caminamos hombro con hombro hasta el apartamento.
-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-
El teléfono de Beckett me despertó cuando ni siquiera el sol había salido. Abrí un ojo perezosamente y comprobé que la detective estaba tan profundamente dormida que ni era consciente de la estaban llamando al móvil. Suspiré, con cansancio, y maldiciendo a quien se había atrevido a despertarme.
Cogí el iPhone de la mesilla, con cuidado de no hacer mucho ruido. "No oye el móvil, te va a oír a ti" me dijo una vocecita condescendiente. Tuve que admitir que tenía razón, por mucho que me fastidiara. Bajé con rapidez las escaleras, agradeciendo mentalmente que Beckett no tuviera contraseña.
- ¿Diga? – saludé, todavía con voz de dormido mientras me dejaba caer en el sillón.
- ¿Hola? ¿Quién es? – dijo la voz de una mujer al otro lado.
- ¿No debería preguntar yo eso? Eres tú quién está llamando.
- Sí, pero estoy llamando a Kate, no a ti.
- Ya, pero resulta que aquí, en Barbados, son las 7 de la mañana.
- ¿Castle? – inquirió la mujer, la sorpresa filtrándose en su voz.
- El mismo. ¿Quién ha tenido el placer de despertarme?
- Soy Lanie – se presentó. Dejé escapar un "Aaah" de reconocimiento interrumpido por un bostezo. - ¿Qué haces con el teléfono de Kate?
- Ella se encuentra apagada o fuera de cobertura, más bien todavía en la cama, sobando.
- ¿Habéis dormido juntos? – preguntó la forense, con sospecha en su voz.
- No. O sea, sí. Pero no. – fruncí el ceño, sin saber ni yo mismo que estaba diciendo.
- ¿Sí o no? No creo que sea tan difícil de contestar.
- Sí lo es cuando estás medio dormido todavía – refunfuñé, levantándome del sillón y mirando por la ventana. Hoy no iba a haber sol alguno…
- ¿Entonces? – me apremió ella, curiosa como siempre.
- Sí pero no. Sí hemos dormido juntos pero no en el sentido que tú crees.
- Solo Kate es capaz de dormir con un hombre y no hacer nada – comentó Lanie, con un suspiro de exasperación. – Por lo menos arreglaríais las cosas, ¿no?
- Aja – contesté, distraído. – Espera, ¿cómo lo sabes? – inquirí, súbitamente interesado.
- ¿A quién crees que llama Beckett cuando no sabe qué hacer? Estaba bastante angustiada y se sentía como una imbécil por haberte mentido con lo del beso.
- ¿De veras?
- Sí, sí – Lanie asintió, sin darse cuenta de que la estaba liando. – En el fondo te tiene mucho aprecio aunque no lo deje ver. Yo creo que es más que aprecio pero ell… - de repente se paró bruscamente, y se quedó en silencio.
- ¿Lanie? ¿Sigues ahí?
- Erm, me está… llamando alguien. Sí. – Dijo precipitadamente, escupiendo las palabras – Adiós, Castle.
"Kate me va a matar" la oí mascullar antes de que me colgara. Una sonrisa petulante apareció en mi cara, y me estiré cuan largo era, sabiendo que tenía en mi posesión una información tremendamente útil. Me encaminé a la cocina y puse la cafetera a trabajar, con el rico aroma a café pronto flotando en el aire. Me estremecí, con frío, y fui a encender la calefacción, siendo la primera vez que lo hacía en todas las veces que me había quedado allí. "Quizá sería más inteligente ponerte una camiseta en vez de andar medio desnudo" murmuró mi subconsciente sabiondo.
Mientras veía la cafetera rellenarse con café, jugueteé con el iPhone de Beckett, haciéndolo girar entre mis dedos, observando la pantalla en negro y la funda blanca, reflexionando sobre lo que se le había escapado a Lanie. ¿Mentirme con lo del beso? ¿Se refería a que le había gustado? Giré sobre mis talones, mirando hacia la puerta de la cocina, y me quedé congelado.
- ¿Se puede saber que estás haciendo con mi móvil? – preguntó Beckett, enfadada.
------------------------------------------------------------------------------------
Capítulo 51:
- ¿Estás bien? – preguntaron ambos a la vez.
La sombra de una sonrisa bailó en los labios de la detective, pero yo me mantuve serio, demasiado herido para poder maravillarme de la coincidencia de decir la misma frase al mismo tiempo. Beckett se puso seria al darse cuenta de que no iba a resultar tan fácil, que iba a tener que dar algunas explicaciones para recuperarme, y sus ojos se sumieron en tristeza, dejándose caer contra el asiento del Jeep, cansada.
- ¿Por qué pitaste? – Pregunté, casi regañándola – Pensé que te había pasado algo.
- No… No. – Se quedó en silencio, mirándome, sin saber qué decir. Yo simplemente esperé, con mi paciencia agotándose.
- ¿Vas a decirme algo o me voy?
- Castle… - murmuró, sus ojos verdes avellana llenos de dolor.
Pero ni una sola palabra más salió de sus labios, y me harté de esperar por algo que jamás llegaría. Asentí secamente, cuadrando los hombros y apretando la mandíbula: aquello era todo. El final de algo que pudo ser pero que jamás sería. Contuve una risa sarcástica mientras me encaminaba con paso fuerte a la puerta del apartamento, sacudiendo la cabeza, maldiciéndome por haber sido tan estúpido. Una mano se cerró alrededor de mi brazo, haciendo que me tensara y dejara de caminar bruscamente. Giré sobre mis talones, sabiendo lo que encontraría, a quien encontraría.
- Espera, por favor – suplicó en casi un susurró.
Algo dentro de mí se ablando ante la mirada de total desesperación en su mirada. Mi subconsciente me regañó "Pobrecita, no sabe cómo hacerlo. Cálmate con ella", pero mi diablillo me susurró al otro oído "No hagas caso, solo está jugando contigo. Es una estupenda actriz." Sacudí la cabeza, sabiéndome en una encrucijada, sin saber qué camino escoger. Decidí quedarme en el medio, sin mostrar compasión pero tampoco dureza, simplemente relajé mi cuerpo y ladeé la cabeza, a la espera.
- ¿Podemos ir a la playa? ¿Dar un paseo? – inquirió Beckett, rehuyendo mi mirada.
- Está bien – dije en tono neutro.
Con los zapatos en la mano, comenzamos a caminar por la arena de la playa, en medio de la oscuridad de la noche. Alcé la cabeza, dándome cuenta de que la luna estaba oculta por unos nubarrones grises que no presagiaban nada bueno, y que un fuerte viento estaba comenzando a soplar. Vi estremecerse a Beckett, con frío, y le puse mi chaqueta encima de los hombros. No me paré a observar su mirada de agradecimiento, sabiendo que como lo hiciera toda mi determinación desaparecería.
- Te debo una explicación… Mucho más que eso – susurró ella, lo suficientemente alto para que pudiera oírla sin problemas.
- No estaría mal – contesté con voz fría.
"Te estás pasando" me susurró el angelito. "Sigue así, chaval" rebatió el diablillo. Me tragué el suspiro y miré a Kate, quien estaba observando el mar, mordiéndose el labio, indecisa y pensativa.
- Algo pasó – dijo, al fin, sin alzar la voz.
- ¿Cuándo?
- Al principio de mi primer año universitario. Algo… me cambió la vida, para bien y para mal. Dejé Derecho y empecé en la Academia de Policía, me hundí en un pozo de tristeza y venganza… Levanté una muralla a mí alrededor y me dediqué a alejar a toda persona que pudiera herirme.
- ¿Qué pasó? – pregunté, susurrando también, notando los paralelismos de nuestras vidas.
- No estoy lista para contarlo todavía – contestó, negando con la cabeza, sin atreverse a mirarme.
- Comprendo…
- Rick, tú más que nadie tienes que entenderlo – alzó los ojos, encontrándose con los míos, una súplica silenciosa escrita en ellos. Me estremecí, me llegó hasta la última fibra sensible de mí ser y, de repente, comprendí que ella también estaba emocionalmente dañada. – Solo dos personas en mi vida saben qué pasó, y una de ellas es mi madre… Sé que mereces algo más, a alguien mejor, no a una chica con tantos traumas en sus hombros que no puede andar recta.
- ¿Y qué pasa si yo no quiero a nadie más? – inquirí, dejando de andar, mirándola intensamente.
Alzó la mirada de golpe, analizando lo que había dicho y mi expresión, decidiendo si estaba hablando en serio o si la estaba tomando el pelo.
- Entonces estás loco – sentenció, con un brillo peculiar en sus verdes ojos.
Hice una mueca, encogiéndome de hombros.
- Eso dice mi psicólogo…
Una sonrisa apareció fugazmente en el rostro de la detective, que se puso seria de nuevo, con temor de lo pasara a continuación.
- Mira – comencé a decir, suspirando – Voy a ser sincero. Yo también tengo traumas, yo también estoy hundido en un pozo, yo también tengo murallas con las que ya te has chocado. La verdad, esperaba encontrar a una mujer que me comprendiera y aceptara tal y como soy, una mujer lo suficientemente cuerda para mantenerme a flote.
Beckett bajó la cabeza, ocultando la decepción de su rostro, el dolor. Ella no estaba tan cuerda, y lo sabía. Ambos lo sabíamos. Me acerqué a la detective y la agarré por la barbilla, obligándola a mirarme.
- ¿Pero quién mejor que otra mujer tan jodida como yo para comprenderme? – pregunté retóricamente, con una sonrisa torcida.
Ella hizo una mueca ante mi forma de expresarlo, pero pude ver en sus ojos el alivio, tan claro como un río de plata que aclaró su mirada y deshizo las arrugas de su frente. Nos mantuvimos la mirada unos segundos, hablando sin palabras, hasta que Beckett se estremeció de nuevo, mi chaqueta sin poder protegerla del fuerte aire.
- Vayamos a dormir.
La detective asintió, conforme, y caminamos hombro con hombro hasta el apartamento.
-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-
El teléfono de Beckett me despertó cuando ni siquiera el sol había salido. Abrí un ojo perezosamente y comprobé que la detective estaba tan profundamente dormida que ni era consciente de la estaban llamando al móvil. Suspiré, con cansancio, y maldiciendo a quien se había atrevido a despertarme.
Cogí el iPhone de la mesilla, con cuidado de no hacer mucho ruido. "No oye el móvil, te va a oír a ti" me dijo una vocecita condescendiente. Tuve que admitir que tenía razón, por mucho que me fastidiara. Bajé con rapidez las escaleras, agradeciendo mentalmente que Beckett no tuviera contraseña.
- ¿Diga? – saludé, todavía con voz de dormido mientras me dejaba caer en el sillón.
- ¿Hola? ¿Quién es? – dijo la voz de una mujer al otro lado.
- ¿No debería preguntar yo eso? Eres tú quién está llamando.
- Sí, pero estoy llamando a Kate, no a ti.
- Ya, pero resulta que aquí, en Barbados, son las 7 de la mañana.
- ¿Castle? – inquirió la mujer, la sorpresa filtrándose en su voz.
- El mismo. ¿Quién ha tenido el placer de despertarme?
- Soy Lanie – se presentó. Dejé escapar un "Aaah" de reconocimiento interrumpido por un bostezo. - ¿Qué haces con el teléfono de Kate?
- Ella se encuentra apagada o fuera de cobertura, más bien todavía en la cama, sobando.
- ¿Habéis dormido juntos? – preguntó la forense, con sospecha en su voz.
- No. O sea, sí. Pero no. – fruncí el ceño, sin saber ni yo mismo que estaba diciendo.
- ¿Sí o no? No creo que sea tan difícil de contestar.
- Sí lo es cuando estás medio dormido todavía – refunfuñé, levantándome del sillón y mirando por la ventana. Hoy no iba a haber sol alguno…
- ¿Entonces? – me apremió ella, curiosa como siempre.
- Sí pero no. Sí hemos dormido juntos pero no en el sentido que tú crees.
- Solo Kate es capaz de dormir con un hombre y no hacer nada – comentó Lanie, con un suspiro de exasperación. – Por lo menos arreglaríais las cosas, ¿no?
- Aja – contesté, distraído. – Espera, ¿cómo lo sabes? – inquirí, súbitamente interesado.
- ¿A quién crees que llama Beckett cuando no sabe qué hacer? Estaba bastante angustiada y se sentía como una imbécil por haberte mentido con lo del beso.
- ¿De veras?
- Sí, sí – Lanie asintió, sin darse cuenta de que la estaba liando. – En el fondo te tiene mucho aprecio aunque no lo deje ver. Yo creo que es más que aprecio pero ell… - de repente se paró bruscamente, y se quedó en silencio.
- ¿Lanie? ¿Sigues ahí?
- Erm, me está… llamando alguien. Sí. – Dijo precipitadamente, escupiendo las palabras – Adiós, Castle.
"Kate me va a matar" la oí mascullar antes de que me colgara. Una sonrisa petulante apareció en mi cara, y me estiré cuan largo era, sabiendo que tenía en mi posesión una información tremendamente útil. Me encaminé a la cocina y puse la cafetera a trabajar, con el rico aroma a café pronto flotando en el aire. Me estremecí, con frío, y fui a encender la calefacción, siendo la primera vez que lo hacía en todas las veces que me había quedado allí. "Quizá sería más inteligente ponerte una camiseta en vez de andar medio desnudo" murmuró mi subconsciente sabiondo.
Mientras veía la cafetera rellenarse con café, jugueteé con el iPhone de Beckett, haciéndolo girar entre mis dedos, observando la pantalla en negro y la funda blanca, reflexionando sobre lo que se le había escapado a Lanie. ¿Mentirme con lo del beso? ¿Se refería a que le había gustado? Giré sobre mis talones, mirando hacia la puerta de la cocina, y me quedé congelado.
- ¿Se puede saber que estás haciendo con mi móvil? – preguntó Beckett, enfadada.
Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
Capítulo 52:
- Emm… - murmuré, abriendo la boca pero sin que nada lógico saliera de ella.
Beckett alzó las cejas, esperando mi contestación, y justo ese momento eligió el iPhone para sonar en mis manos, sobresaltándome. Siguiendo el instinto de contestar, la fuerza de la costumbre, desbloqueé la pantalla y pulsé el botoncito verde.
- ¿Sí?
- ¿Castle? ¿Qué haces tú con el móvil de Beckett? – inquirió Ryan, sorprendido.
"Otro que tal baila" pensé, suspirando mentalmente.
- ¡Dame mi móvil! – exclamó la detective, arrebatándomelo de la mano antes de que pudiera decir o hacer nada.
Me encogí, con miedo, pero Beckett me lanzó una mirada asesina de esas que te hacen pensar "si las miradas mataran yo ya estaría más que muerto" y me dio la espalda, eligiendo la opción de ignorarme.
- Dime, Ryan.
- Ah, hola, Beckett – saludó el irlandés, algo desconcertado por los cambios de interlocutor. - ¿Vais a seguir intercambiándoos el teléfono?
- No, tranquilo – dijo ella, con una sonrisa.
- Perfecto. Bueno, tengo entendido que le pediste cierta información anoche a Esposito. Como llegué más pronto yo y vi el post-it en su mesa decidí adelantarte trabajo.
- Mil gracias, Ryan.
- Espera a lo que tengo que decirte… No hay rastro alguno de alguna chica en sus tarjetas de crédito o teléfono. Lo he repasado todo y nada, ni un solo cosmético o llamada a un número sospechoso. O bien este hombre sabía cómo ocultar sus pasos o dicha chica no existe.
- Esperemos que sea la primera opción – comentó Beckett, sintiendo sus esperanzas desvanecerse.
- Sin embargo, y ya puedes ir haciéndome un regalo excepcional, he encontrado la casa de Ian Sckuss.
- Mmmm… ¿Cómo te digo esto para que no te duela? – bromeó la detective.
- ¿El qué?
- Ya sabíamos dónde vivía, nos lo dijo un compañero de trabajo.
- Vaya… - la decepción del detective era notable – Pues nada, buen viaje a Saint Michael.
- ¿Qué? ¿Saint Michael? No, la casa de Ian Sckuss está en St. John's.
- No según la factura de un electricista al que pagó para que le arreglara la caja de fusibles.
- Esto es raro… ¿Estás pensando lo mismo que yo? – inquirió la detective, sus alarmas activadas.
- ¿Qué soy tremendamente listo y atractivo? – bromeó el irlandés, con voz distraída.
Beckett resopló, poniendo los ojos en blanco.
- Que quizá una de estas sea la casa de la mujer misteriosa. – me erguí de repente, mi atención captada por las palabras de Kate y me acerqué a ella, tratando de oír algo de lo que decía Ryan.
- Claro, claro. Esa era la segunda cosa que estaba pensando.
La detective se río, sacudiendo la cabeza y anotó la dirección que su compañero le dictó.
- Gracias, Ryan, puede que nos hayas ayudado a aclarar un poco esto.
- Para eso estamos.
Me acerqué más a ella, curioso e intrigado.
- ¿Qué te ha dicho? ¿Cuál es la casa de la mujer misteriosa?
- Mira, Richard Castle, la próxima vez que cojas mi teléfono para cotillear – me amenazó, con el índice extendido mientras daba golpecitos contra mi pecho desnudo – te juro que te mato.
- ¡No fue por eso! – me defendí, alzando las manos en señal de rendición.
- ¿Entonces por qué tenías mi teléfono? – preguntó Beckett.
- Porque te llamó Lanie a las 7 de la mañana y estabas demasiado dormida para darte cuenta. Pero a mí sí me despertó.
- ¿Y contestaste así porque sí?
- No, te pedí permiso y entre sueños dijiste que sí. ¡Claro que contesté! ¿Preferías que la colgara?
- No, pero…
- ¡Aja! Castle 1, Beckett 0.
Ella resopló, exasperada, y se dio la vuelta.
- ¿Y qué quería?
- Ah, nada, saber si estabas bien. Anoche la dejaste preocupada – vi como su espalda se tensaba, su mano agarrando con más fuerza el asa de la nevera.
Me llevé la taza de café a los labios, tratando de ocultar mi sonrisa de superioridad.
- ¿Te dijo que habíamos estado hablando anoche?
- No directamente pero era obvio.
- ¿Algo más que te dijera que deba saber? – preguntó con voz tensa, todavía sin moverse.
- Nah, minucias.
Beckett ladeó la cabeza, mirando a la nevera, y se giró de golpe. Con mirada fiera, se acercó a mí y volvió a apoyar el dedo índice en mi pecho, amenazadoramente.
- No sé qué demonios os traéis vosotros dos entre manos pero da por seguro que lo averiguaré. Siempre acabo averiguando tus secretos, Richard Castle.
Tragué saliva, excitado. Se suponía que aquello tendría que haberme asustado pero no… Tenerla tan cerca, todavía con esa camiseta extra-grande que le dejaba medio hombro al descubierto, su dedo en mi piel desnuda… "No sigas por ahí" me dije a mí mismo. Cerré los ojos, respirando hondo. Fue a girarse cuando se paró y me miró.
– Por cierto, ¿qué problema tienes tú con ponerte camisetas? – inquirió, con tono irritado.
- Ninguno, lo hago para alegrarte la vista. – Beckett iba a replicar, pero yo continué hablando como si nada – Según Lanie, lo he conseguido.
Ante su cara de sorpresa, hice un gesto como de "eso tuvo que doler" y dije:
- Uuh… Touché, detective.
Me fui tan pancho de la cocina, dejándola sola para recuperarse de mi golpe bajo, y sabiendo que me lo iba a devolver de un momento a otro, de una forma o de otra, pero que iba a lograr que me arrepintiera de haberle dicho eso. De momento, se estaba en la gloria. Por una vez la había dejado sin réplica, por una vez, doña detective-yo-lo-sé-todo, no había tenido la última palabra.
-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-
Beckett dio un sorbo a su café, comprobando que no quemaba, todavía medio apoyada en la encimera tratando de buscar la forma de devolvérsela a Castle. Le iba a hacer sufrir, iba a lamentar el día en que se le ocurrió hablar con Lanie. Y hablando de Lanie…
- Kate… - contestó la forense, su voz teñida de miedo.
- Lanie – saludó Beckett.
- Me vas a matar, ¿verdad?
- Solo después de hacerte sufrir un poquito.
- Losientolosientolosientolosiento – se disculpó Lanie, tan rápido que ni separaba las palabras.
- ¿Cómo demonios se te ocurre contarle lo que quiera que le hayas contado?
- Fue completamente sin querer, Kate, lo juro. Me enredó con sus palabras… ¡Maldito escritor!
- ¿Qué le dijiste?
- ¡Nada! Bueno, nada no muy importante…
- Lanie – avisó Beckett, con voz amenazadora.
- Solo que te sentías mal por haberle mentido sobre el beso y…
- ¿¡QUÉ?!
- … que en el fondo le tenías aprecio aunque yo creía que era algo más que aprecio – terminó de decir la forense, bajando la voz hasta que fue un mero murmullo.
- LANIE, YO. TE. MATO – gritó Beckett, marcando cada palabra. - ¿PERO ESTÁS LOCA?
- No pensé lo que estaba diciendo, se me escapó… En cuanto me di cuenta le colgué sin darle tiempo a decirme nada, pero supongo que era demasiado tarde. Entiendo que estés enfadada pero…
- No… No estoy enfadada, Lanie. – La cortó la detective, suspirando – No contigo. Conozco a Castle, te lía con su cháchara y consigue que hables más de la cuenta, y si a eso le unes que a ti te encanta hablar… Pues ya está, la combinación más peligrosa.
- De todos modos, me dijo una cosa muy curiosa.
- Miedo me das.
- ¿Qué es eso de que dormisteis juntos? Y nada de mentiras, Katherine Beckett, sino sé muy bien a quien acudir para que me cuente la verdad.
Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
POOOOOORFIN! No Tardes tanto en subir el siguiente ehh geme:) YA SABES QUE ADORO LO QUE ESCRIBES, no por nada soy Raquelion, aissssss extraordinario, vontinua prontito anda TE QUIERO <3
Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
Muy bueno, aunque siguen ambos sin aclarar nada, pero bueno, por lo menos ha dicho que algo pasa que aún no se encuentra preparada para contar.
Que gracia la respuesta de Lanie a lo de dormir juntos si pero no, solo a sella se le ocurren, jejejejejeje.
Espero que puedas continuar pronto.
Que gracia la respuesta de Lanie a lo de dormir juntos si pero no, solo a sella se le ocurren, jejejejejeje.
Espero que puedas continuar pronto.
Yaye- Escritor - Policia
- Mensajes : 1751
Fecha de inscripción : 05/06/2012
Localización : Huelva
Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
Capi nuevooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooo! Me encanto ahora ya pueden empezar a aclarar ciertas cosas! Continua pronto pf!
Verispu- As del póker
- Mensajes : 437
Fecha de inscripción : 24/06/2013
Edad : 46
Localización : Mexico, Oaxaca
Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
Gracias a dios capítulo nuevo! Como extrañaba este fic. Vamos a ver que se le ocurre a becket para devolvérsela a castle! Ja ja
Ruth Maria- Policia de homicidios
- Mensajes : 565
Fecha de inscripción : 14/11/2012
Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
Bueno al fin algo interesante que leer, jajajajajaja El caso parece que quiere empezar a aclararse un poco, y lo que estos dos piensan de su extraña relación también, al fin ella se da cuenta de que no se ha portado del todo bien, y lo que es más importante, quiere hacer algo a favor, no es que se haya abierto a él, no es de las que se expone y menos después de haber levantado tantas murallas, pero sabe que siente algo por él y no es amistad. No termina de decidirse, pero es que Castle no ayuda tampoco mucho, con esa forma suya de ser. El también tiene murallas, pero las oculta detrás de su humor ácido. Le ha dolido, y mucho lo que le dijo Lanie, sabe que ella le está mintiendo, pero al menos se ha parado a escucharla, no es poco. Veremos a ver en qué termina todo esto, por su propio bien ya va siendo hora de que se pongan las cartas encima de la mesa de una santa vez, por ellos y por el bien de su trabajo, me huelo que se están metiendo en la boca del lobo y necesitan tener todas sus facultades mentales, completamente alerta, esta gente a la que se enfrentan no son para tomárselos a broma.
Muy buenos capítulos, pero no terminamos de llegar a donde vamos, esto tarda mucho, dando vueltas sin parar como un tiovivo, y ya sabemos todos lo que opina Lanie de los tiovivos. Menos mal que Lanie tiene bula que si no, esta metidura de pata la habría costado cara, pero ella está siempre a salvo y lo sabe, por lo que no deja de echar leña al fuego, jajajajajaja
Ryan como siempre, en su mundo, no es preguntón, cosa rara en un detective como él, claro que tampoco es el cotilla de Espo, jajajajajajajajaja
Sigue pronto que ya estoy más que de los nervios, se me está haciendo muy largo, no solo la espera, es que esta mujer tarda mucho en decidirse, sólo espero que no pierda la oportunidad de quedarse a su lado.
BESOTESSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS
Muy buenos capítulos, pero no terminamos de llegar a donde vamos, esto tarda mucho, dando vueltas sin parar como un tiovivo, y ya sabemos todos lo que opina Lanie de los tiovivos. Menos mal que Lanie tiene bula que si no, esta metidura de pata la habría costado cara, pero ella está siempre a salvo y lo sabe, por lo que no deja de echar leña al fuego, jajajajajaja
Ryan como siempre, en su mundo, no es preguntón, cosa rara en un detective como él, claro que tampoco es el cotilla de Espo, jajajajajajajajaja
Sigue pronto que ya estoy más que de los nervios, se me está haciendo muy largo, no solo la espera, es que esta mujer tarda mucho en decidirse, sólo espero que no pierda la oportunidad de quedarse a su lado.
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agecastbet- Escritor - Policia
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Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
Estos capítulos han sido bastante divertidos de escribir... Sobretodo el último que subiré hoy ¡Espero que os gusten! Dejarme un pequeño comentario para hacérmelo saber, ya sea aquí o por twitter
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- No hay nada que explicar, en verdad – intentó excusarse la detective, a ver si colaba.
- ¿Cómo qué no? ¿Duermes con él y no hay nada que explicar? – replicó Lanie, ahora era ella la que tenía tono de voz amenazador.
Beckett se pasó una mano por el pelo, pensando cómo decirlo para que no sonara como no tenía que sonar.
- A ver, nos pusieron en un apartamento con una sola cama de matrimonio, ya que la habitación de la buhardilla está inservible. Caballerosamente, Castle se ofreció para dormir en el sillón pero está tan lleno de bultos que terminó con la espalda machacada, así que le dije que podía dormir conmigo.
- ¿Y no hicisteis nada? – preguntó Lanie, sospechando, y la detective supo sin necesidad de verla que tenía los ojos entornados.
- No, Lanie, no. Se puede dormir con un hombre y no hacer nada perfectamente, deberías probarlo algún día, te aseguro que sobrevivirías.
- ¡Ja! Beckett, hombres y mujeres no pueden ser amigos, siempre termina habiendo tensión sexual por el medio.
- Sabes que no estoy de acuerdo, lo hemos discutido muchas veces.
- Lo sé, pero mi opinión no ha cambiado ni un poquito.
- Lo que tú digas – suspiró la detective, rindiéndose. – Mira, tengo que ir a la casa de nuestra víctima así que te llamo otro día, ¿vale?
- Vaaale – aceptó la forense, alargando las vocales. - ¡Pero espabílate! – le gritó, antes de que Kate colgara.
-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-
- ¿Qué tal la sesión de cotilleos diaria? – inquirí cuando Beckett entró en la habitación para vestirse.
- Muy interesante – comentó ella.
Pero no iba a picar, sabía lo que estaba tratando de hacer. Quería jugar al mismo juego que yo estaba jugando, hacerme creer que Lanie le había contado algo que yo le había dicho, pero lo que Beckett no sabía es que yo escucho pero cuento poco de mí mismo. Eso me proporciona información de los demás, y a ellos les deja con poca mía.
- ¿Qué haremos hoy? – me tiré de espaldas a la cama, quedándome totalmente estirado, con cansancio.
- Ir a Saint Michael, tratar de averiguar de quien es esa casa.
- ¿Has pensado en la posibilidad de que solo se trate de una residencia de verano? ¿O de la de invierno?
- Sí, pero un tío que se gana la vida haciendo de gánster dudo que tenga el dinero suficiente para mantener dos casas.
- O sí. Nunca sabes de dónde saca la gente el dinero.
- Claro – dijo ella, con sorna, ladeando la cabeza para mirarme – Puede jugar a hacer de ladrón, ¿no?
- Es una opción – comenté, sin darme por aludido – El amigo de un amigo lo es y no le va nada mal.
- ¿El amigo de un amigo? ¿No serás tú?
- ¿Yo? Oh, no, detective. Nunca se me ocurriría robar para ganarme un sueldo.
- ¿Seguro? – insistió ella. Me levanté de la cama, acercándome a ella con paso lento.
- Segurísimo. Tan seguro estoy yo como tú de que estás dando palos de ciego – respondí, inclinándome hacia ella.
- Yo nunca doy palos de ciego, Rick – rebatió, ronroneando, obligándome a tragar saliva.
- ¿Segura?
- Segurísima. – nos mantuvimos la mirada durante unos segundos, la tensión creciendo entre el poco espacio que nos separaba. Finalmente, Beckett rompió el contacto visual y giró sobre sus talones, dándome con su pelo en la cara.
Dejé escapar el aire de golpe, el aroma a cerezas rodeándome como un manto que desprendía sensualidad por todos lados. Sacudí la cabeza, tratando de centrarme, y bajé al salón para comprobar el tiempo en el ordenador. En lo que tardó la máquina en encenderse y cargar todos los programas, la detective ya se había preparado y estaba haciéndose una coleta al pie de las escaleras.
- ¿Segura que quieres ir hoy a Saint Michael? – pregunté, enarcando una ceja.
- ¿Qué te ha dado a ti hoy? No dejas de cuestionarme todo – inquirió ella a su vez.
- Nada, solo que tendrás que cambiarte de ropa – comenté, echándole una mirada de fingido desacuerdo a sus vaqueros cortos y su camisa vaquera.
- ¿Por?
- Detective, por si no se ha dado cuenta – que ya veo que no lo ha hecho – el sol no ha salido hoy por la sencilla razón de que se esperan lluvias para toda la semana acompañadas de fuertes tormentas y vientos de hasta 130 km/hora.
Beckett hizo una mueca, fastidiada, y se quedó parada unos instantes, considerando las probabilidades.
- Vamos a ir hoy.
- ¿Has oído lo que te acabo de decir? Aprecio mi vida demasiado como para andar en un coche por ahí con vientos tan fuertes.
- Pues no vengas pero yo voy a ir. Mejor hoy que hace mal tiempo que cuando haga sol, así no habrá fans perturbados que molesten.
- ¿Fans perturbados? – inquirí, sin saber de dónde salía eso.
- Castle, culturízate un poco.
Sin darme explicaciones se dio la vuelta y volvió a subir a la habitación para cambiarse. Muerto de curiosidad, me levanté del sillón y la seguí, queriendo saber a qué se había referido.
- ¿Qué querías decir con fans perturbados? – pregunté, mientras abría la puerta.
- ¡Castle! Podrías llamar, ¿no? – me reprendió ella, mientras se abrochaba el botón del vaquero.
- Estás vestida – dije, alzando una ceja con escepticismo.
- Da igual, podría no haberlo estado.
Se me escapó una risa.
- Ni que nunca hubiera visto una chica desnuda – resoplé, dándome aires de importancia. – Soy un escritor multimillonario, las mujeres se pegan para que les firme en el pecho en las presentaciones de mis libros.
- Una vez más me das detalles que no me interesa saber – murmuró Beckett, con cara de asco. Pero al mirarme pude ver un trasfondo de molestia por mi comentario. "Tienes que derrumbar su muro, no ayudarla a hacerlo más alto, imbécil" me susurró mi subconsciente.
- Perdona, ha estado un poco fuera de contexto.
- ¿Solo un poco?
- Tampoco te pases – avisé.
Ella sonrió de lado y vi que estaba de broma. Sacudí la cabeza, mareado. Con esta mujer era imposible saber cuándo estaba enfadada y cuándo no, cuándo te estaba tomando el pelo y cuándo decía algo totalmente en serio. Era una maestra en lo que a enmascarar sentimientos se refiere, y sus cambios de estado de ánimo eran tan repentinos que la mayor parte de las veces no los veías venir. Era un completo misterio, un enigma. Y yo era conocido por mi gusto por los acertijos, además de mi notable masoquismo.
Observé como daba saltitos para meter el pie en la bota, pero en realidad mi mente estaba muy lejos de allí, pensando en una niña de 4 añitos que hacía lo mismo cuando llovía y se tenía que poner las botas de agua. El eco de sus risas al saltar charcos y empaparme llegó a mis oídos, como si hubiera ocurrido el día anterior, casi podía oírla decirme "Venga, papá, ahora tú". Podía verla echar la cabeza hacia atrás, riéndose, o sus gritos cuando la mojaba…
- ¿Castle? ¿Te encuentras bien? – inquirió Beckett, preocupada.
Salí de mi ensoñación, notando que tenía los ojos húmedos. Parpadeé varias veces, haciendo que el mundo se enfocara y dejara de tener esa película cristalina que desfiguraba las cosas.
- Sí, sí – asentí, algo brusco, y me fui de allí.
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Capítulo 53
- No hay nada que explicar, en verdad – intentó excusarse la detective, a ver si colaba.
- ¿Cómo qué no? ¿Duermes con él y no hay nada que explicar? – replicó Lanie, ahora era ella la que tenía tono de voz amenazador.
Beckett se pasó una mano por el pelo, pensando cómo decirlo para que no sonara como no tenía que sonar.
- A ver, nos pusieron en un apartamento con una sola cama de matrimonio, ya que la habitación de la buhardilla está inservible. Caballerosamente, Castle se ofreció para dormir en el sillón pero está tan lleno de bultos que terminó con la espalda machacada, así que le dije que podía dormir conmigo.
- ¿Y no hicisteis nada? – preguntó Lanie, sospechando, y la detective supo sin necesidad de verla que tenía los ojos entornados.
- No, Lanie, no. Se puede dormir con un hombre y no hacer nada perfectamente, deberías probarlo algún día, te aseguro que sobrevivirías.
- ¡Ja! Beckett, hombres y mujeres no pueden ser amigos, siempre termina habiendo tensión sexual por el medio.
- Sabes que no estoy de acuerdo, lo hemos discutido muchas veces.
- Lo sé, pero mi opinión no ha cambiado ni un poquito.
- Lo que tú digas – suspiró la detective, rindiéndose. – Mira, tengo que ir a la casa de nuestra víctima así que te llamo otro día, ¿vale?
- Vaaale – aceptó la forense, alargando las vocales. - ¡Pero espabílate! – le gritó, antes de que Kate colgara.
-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-
- ¿Qué tal la sesión de cotilleos diaria? – inquirí cuando Beckett entró en la habitación para vestirse.
- Muy interesante – comentó ella.
Pero no iba a picar, sabía lo que estaba tratando de hacer. Quería jugar al mismo juego que yo estaba jugando, hacerme creer que Lanie le había contado algo que yo le había dicho, pero lo que Beckett no sabía es que yo escucho pero cuento poco de mí mismo. Eso me proporciona información de los demás, y a ellos les deja con poca mía.
- ¿Qué haremos hoy? – me tiré de espaldas a la cama, quedándome totalmente estirado, con cansancio.
- Ir a Saint Michael, tratar de averiguar de quien es esa casa.
- ¿Has pensado en la posibilidad de que solo se trate de una residencia de verano? ¿O de la de invierno?
- Sí, pero un tío que se gana la vida haciendo de gánster dudo que tenga el dinero suficiente para mantener dos casas.
- O sí. Nunca sabes de dónde saca la gente el dinero.
- Claro – dijo ella, con sorna, ladeando la cabeza para mirarme – Puede jugar a hacer de ladrón, ¿no?
- Es una opción – comenté, sin darme por aludido – El amigo de un amigo lo es y no le va nada mal.
- ¿El amigo de un amigo? ¿No serás tú?
- ¿Yo? Oh, no, detective. Nunca se me ocurriría robar para ganarme un sueldo.
- ¿Seguro? – insistió ella. Me levanté de la cama, acercándome a ella con paso lento.
- Segurísimo. Tan seguro estoy yo como tú de que estás dando palos de ciego – respondí, inclinándome hacia ella.
- Yo nunca doy palos de ciego, Rick – rebatió, ronroneando, obligándome a tragar saliva.
- ¿Segura?
- Segurísima. – nos mantuvimos la mirada durante unos segundos, la tensión creciendo entre el poco espacio que nos separaba. Finalmente, Beckett rompió el contacto visual y giró sobre sus talones, dándome con su pelo en la cara.
Dejé escapar el aire de golpe, el aroma a cerezas rodeándome como un manto que desprendía sensualidad por todos lados. Sacudí la cabeza, tratando de centrarme, y bajé al salón para comprobar el tiempo en el ordenador. En lo que tardó la máquina en encenderse y cargar todos los programas, la detective ya se había preparado y estaba haciéndose una coleta al pie de las escaleras.
- ¿Segura que quieres ir hoy a Saint Michael? – pregunté, enarcando una ceja.
- ¿Qué te ha dado a ti hoy? No dejas de cuestionarme todo – inquirió ella a su vez.
- Nada, solo que tendrás que cambiarte de ropa – comenté, echándole una mirada de fingido desacuerdo a sus vaqueros cortos y su camisa vaquera.
- ¿Por?
- Detective, por si no se ha dado cuenta – que ya veo que no lo ha hecho – el sol no ha salido hoy por la sencilla razón de que se esperan lluvias para toda la semana acompañadas de fuertes tormentas y vientos de hasta 130 km/hora.
Beckett hizo una mueca, fastidiada, y se quedó parada unos instantes, considerando las probabilidades.
- Vamos a ir hoy.
- ¿Has oído lo que te acabo de decir? Aprecio mi vida demasiado como para andar en un coche por ahí con vientos tan fuertes.
- Pues no vengas pero yo voy a ir. Mejor hoy que hace mal tiempo que cuando haga sol, así no habrá fans perturbados que molesten.
- ¿Fans perturbados? – inquirí, sin saber de dónde salía eso.
- Castle, culturízate un poco.
Sin darme explicaciones se dio la vuelta y volvió a subir a la habitación para cambiarse. Muerto de curiosidad, me levanté del sillón y la seguí, queriendo saber a qué se había referido.
- ¿Qué querías decir con fans perturbados? – pregunté, mientras abría la puerta.
- ¡Castle! Podrías llamar, ¿no? – me reprendió ella, mientras se abrochaba el botón del vaquero.
- Estás vestida – dije, alzando una ceja con escepticismo.
- Da igual, podría no haberlo estado.
Se me escapó una risa.
- Ni que nunca hubiera visto una chica desnuda – resoplé, dándome aires de importancia. – Soy un escritor multimillonario, las mujeres se pegan para que les firme en el pecho en las presentaciones de mis libros.
- Una vez más me das detalles que no me interesa saber – murmuró Beckett, con cara de asco. Pero al mirarme pude ver un trasfondo de molestia por mi comentario. "Tienes que derrumbar su muro, no ayudarla a hacerlo más alto, imbécil" me susurró mi subconsciente.
- Perdona, ha estado un poco fuera de contexto.
- ¿Solo un poco?
- Tampoco te pases – avisé.
Ella sonrió de lado y vi que estaba de broma. Sacudí la cabeza, mareado. Con esta mujer era imposible saber cuándo estaba enfadada y cuándo no, cuándo te estaba tomando el pelo y cuándo decía algo totalmente en serio. Era una maestra en lo que a enmascarar sentimientos se refiere, y sus cambios de estado de ánimo eran tan repentinos que la mayor parte de las veces no los veías venir. Era un completo misterio, un enigma. Y yo era conocido por mi gusto por los acertijos, además de mi notable masoquismo.
Observé como daba saltitos para meter el pie en la bota, pero en realidad mi mente estaba muy lejos de allí, pensando en una niña de 4 añitos que hacía lo mismo cuando llovía y se tenía que poner las botas de agua. El eco de sus risas al saltar charcos y empaparme llegó a mis oídos, como si hubiera ocurrido el día anterior, casi podía oírla decirme "Venga, papá, ahora tú". Podía verla echar la cabeza hacia atrás, riéndose, o sus gritos cuando la mojaba…
- ¿Castle? ¿Te encuentras bien? – inquirió Beckett, preocupada.
Salí de mi ensoñación, notando que tenía los ojos húmedos. Parpadeé varias veces, haciendo que el mundo se enfocara y dejara de tener esa película cristalina que desfiguraba las cosas.
- Sí, sí – asentí, algo brusco, y me fui de allí.
Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
Capítulo 54:
Metí la cabeza bajo el chorro de agua que salía del grifo, cerrando los ojos, sin molestarme que estuviera helada. Coloqué mis manos en forma de cuenco, recogiendo agua para luego echármela en la cara. Mantuve mis manos presionadas contra mis mejillas incluso cuando todo el líquido se había filtrado ya entre mis dedos y caído de nuevo al lavabo.
Sacudí la cabeza, irguiéndome y mirando mi reflejo, que me observaba con rostro cansado.
- ¿Alguna vez me dejaréis en paz? – pregunté, hablando solo o quizá con los fantasmas del pasado que me perseguían.
Salí del baño, repuesto ya de ese momento de debilidad que no volvería a tener. No me volverían a pillar con la guardia baja, la próxima vez los espantaría cuando quisieran atraparme y hundirme de nuevo en ese pozo del que tanto me estaba costando salir.
- ¿Estás listo? – me preguntó Beckett, la duda pintada claramente en sus verdes ojos.
- Preparado para lo que sea – contesté, con una sonrisa torcida.
- ¿Ya estamos pensando mal? – me reprendió la detective mientras entrábamos en el coche, luchando contra el fuerte viento.
- En realidad estaba pensando en los fans perturbados.
- Ya, claro.
- ¡Que sí! Lo que pasa es que ahora te haces la "no me lo creo" para no quedar de guarra mental.
- ¿Yo guarra mental? ¿Y me lo dice el que siempre le saca dobles significados a todo?
- Touché… - dije, llevándome una mano al pecho. – Pero tú también lo haces – añadí, teniendo la última palabra en aquella conversación.
La detective eligió la sabia decisión de dejarme ganar por una vez y encendió la radio, llenando el coche con música, haciendo el viaje más ameno.
-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-
Cuando estábamos a punto de llegar – según el tontón quedaban 200 metros para llegar a su destino – me di cuenta de lo abarrotado que estaba aquello.
- ¡Dios mío! Para ser un hombre tan solitario y desconfiado como dicen sus compañeros vivía en un sitio lleno de gente – comenté, viendo como pasábamos filas y filas de coches aparcados, tan pegados unos a otros como podían.
- Algunos prefieren esconderse entre grandes masas, pasan más desapercibidos – puntualizó Beckett, sin apartar la vista de la carretera.
- Eso parece recién salido del "Manual sobre el comportamiento de los asesinos en serie".
- Algo así – admitió la detective, con una ligera sonrisa en los labios.
Me di por satisfecho, y observé como Beckett maniobraba con bastante pericia para meter el Jeep en un sitio que parecía mucho más pequeño. Al cuarto intento, quitó la llave del contacto y cogió su abrigo, preparándose para enfrentarse con el aire. Por suerte no llovía.
Bajé de un salto del coche, agarrando la puerta para que no saliera volando, y me arrodillé en el suelo, haciendo que lo besaba.
- ¿Qué haces? – inquirió la detective, con cara de asco.
- ¿Tú sabes el miedo que he pasado todo el camino con los bandazos que daba el coche? ¡Pensé que salíamos volando! – grité, haciéndome oír por encima del rugido del viento.
Beckett puso los ojos en blanco y me hizo levantarme, encaminándonos a una serie de bungalows bastante monos. Miró una hoja de papel que llevaba en la mano, bien agarrada para no perderla, y recorrió con la mirada la hilera de casitas, buscando el número indicado. Negó con la cabeza, extrañada, y me indicó la calle de atrás.
- ¿Qué número es? – pregunté.
- El 105.
Nos dividimos, ella mirando por un lado y yo por el otro. Mi teléfono vibró y vi que tenía un whatsapp de Beckett.
"Lo encontré. Tercera calle al final".
Cuando llegué a donde me estaba esperando la detective solo pude mirar con escepticismo lo que teníamos delante, sin terminar de creérmelo.
- ¿Segura que vive aquí?
- Y dale pedales… Sí, vive aquí, o por lo menos pagó la reparación de la caja de fusibles.
- Menuda cutrada – comenté, haciendo una mueca.
- Habla el escritor multimillonario por quien las mujeres se vuelven locas que seguro que vive en un inmenso loft de New York y tiene casa en los Hamptons – criticó Beckett – Pero hay más gente en el mundo, y muchos no tienen dinero para tanto.
- ¿Eso también sale de un manual? – pregunté, tratando de bromear.
- Sí, del de "Enséñale humildad al rico que te ha tocado de compañero". – respondió ella, con una sonrisa irónica.
Llamó a la puerta varias veces pero nadie contestaba. Miré mi reloj, con impaciencia, y me subí el cuello del abrigo, tratando de que el aire no me dejara allí congelado.
- Beckett llevamos aquí 15 minutos y no ha abierto nadie. ¿No puedes dar una súper-patada de las tuyas y acabar con esto?
- Eso se considera allanamiento, Castle. Quizá tú no tengas reparos en hacerlo pero yo soy un agente de la ley y eso está penado.
- ¿Con qué? ¿Un día limpiando la calle por entrar en casa de un muerto?
- No, más bien de seis meses a dos años en la cárcel.
- Joder – mascullé, sorprendido – Entonces no tienen por qué enterarse.
- ¿Qué vas a hacer? ¿Usar tus mágicas ganzúas?
- Pueeeede – dije, lentamente, observando su reacción.
Se giró para mirarme, quedándose callada unos segundos.
- Vale, pero hazlo rápido.
Dejé escapar un gritito de júbilo y me agaché frente a la cerradura, introduciendo los dos alambres que siempre usaba. A los 2 minutos, la puerta se abrió para dentro, revelando el interior de la caravana que Ian Sckuss usaba como casa. Beckett cerró a nuestras espaldas, dejándonos en la oscuridad. De repente la detective sacó una linterna, y al encenderla me apuntó directamente a la cara, cegándome.
- Arg – me quejé, alzando una mano para protegerme.
- Perdona – se disculpó, apartando el haz de luz.
Parpadeé varias veces, tratando de que mis ojos se adaptaran después de esos cambios tan bruscos. Vi a Beckett moverse por la caravana, apuntando con la linterna para ver algo.
- Tengo una súper idea – propuse, mientras iba hacia una de las paredes - ¿Por qué no encendemos la luz?
La mano de la detective se cerró encima de mi muñeca, apartando mi mano de golpe.
- No toques nada – ordenó. – Si encendemos la luz alguien podría verlo.
Cerré la boca, acallando la protesta que ya iba a dejar salir. Hice un mohín, resignado, y caminé cerca de Beckett, aprovechándome de su linterna. Me agaché junto a una mesita que salía de un armario, donde varias cartas reposaban, sin abrir todavía.
- Beckett… - llamé, preocupado.
Ella alzó la mirada, y se encontró con mis ojos, sabiendo en seguida que algo iba mal. Pero antes de que pudiera decir nada oímos el ruido de una llave en la cerradura de la entrada.
- Oh, oh – murmuré.
Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
Capítulo 55:
Ambos nos quedamos rígidos donde estábamos, como si con no movernos fuéramos a pasar desapercibidos. Como si aún creyéramos en eso que todos habíamos hecho alguna vez de pequeños de taparnos la cara con las manos y pensar que así nadie nos podía ver. Era estúpido e infantil, pero casi tuve ganas de probar su eficacia en ese momento. Cualquier cosa con tal de no pasar de seis a dos años en la cárcel… Beckett apagó la linterna y la caravana se sumió en la oscuridad justo cuando la puerta se abría y un rayo de luz grisácea se colaba en el interior.
Una mujer entro de espaldas, empujando la puerta con el culo para poder pasar ella, sus manos ocupadas con bolsas de papel marrón llenas de comida y Coca-Cola. En un principio no nos vio, concentrada como iba en cerrar la puerta, dejar las bolsas sanas y salvas en la encimera y soltar un suspiro de alivio. "Sobreviví" casi parecía decir. Encendió la luz de la caravana, cegándome momentáneamente, y se giró para dejar su abrigo en el sillón.
Pero entonces nos vio y de su cara desapareció la sonrisa de un plumazo, dando paso al miedo y la determinación. En un rápido movimiento que yo no vi venir, pero Beckett sí porque lo imitó, pronto me encontré con el cañón de un pequeño revólver apuntándome a la cara. Como siempre, el pánico me sobrevino, los recuerdos me inundaron y se me cortó la respiración, sintiendo que la cuerda que me mantenía a flote se rompía y los fantasmas del pasado me llevaban hasta el fondo del pozo. A la negrura. A los recuerdos.
- Baje el arma, por favor – pidió Beckett, con voz suave y calmada, su Glock apuntando a la sospechosa.
- ¿Quiénes son? ¿Qué hacen aquí? – preguntó la mujer, con un acento que no supe identificar.
- Deje el revólver y se lo explicaré todo.
- ¡No! – Gritó ella - ¿Venís a matarme como mataron a Ian? ¡Yo no sé nada! ¡Lo juro!
- Mire, voy a sacar mi placa del bolsillo y podrá ver que somos policías, no tiene nada que temer. – Beckett deslizó lentamente la mano dentro del abrigo y expuso su placa. – Soy la detective Kate Beckett, del NYPD, y este es mi compañero, Richard Castle.
Al instante, los hombros de la mujer se relajaron y dejó caer el revólver al suelo con un golpe sordo. Me estremecí, sonando demasiado similar a un disparo, y me sacudí los restos del miedo, pudiendo respirar con normalidad otra vez. Tragué saliva, y recogí el arma del suelo, depositándola encima de la encimera, con cuidado.
- Lo siento… - sollozó la mujer, dejándose caer sin fuerza en un sillón.
Kate se acercó a ella y le pasó un reconfortante brazo por los hombros.
- ¿Por qué no me explica qué ocurrió con Ian, señora…? – preguntó, ofreciéndole un pañuelo a la víctima.
- Sckuss. Me llamo Amanda Sckuss.
- ¿Era usted su hija? – pregunté, reponiéndome de la sorpresa.
- No, soy su mujer. Era, perdón. – Se corrigió a sí misma, con tristeza – Yo llegué a Barbados desde Venezuela de forma ilegal. Conocí a Ian en un café y nos hicimos amigos, así que cuando le conté que necesitaba papeles para no ser repatriada, se ofreció a casarse conmigo. Éramos marido y mujer, pero solo en papel. – explicó Amanda.
- ¿Por qué nos dijo antes que usted no sabía nada? – Beckett entró en la conversación, su libreta haciendo acto de presencia.
- Él no quería que nadie supiera que tenía una "relación" con él. Me compró esta caravana, se ocupaba de los grandes gastos, pero si quería verle tenía que venir él o ir a algún sitio previamente concretado.
- ¿A qué se debía tanto secretismo? – inquirí, extrañado. ¿Acaso de avergonzaba de aquella hermosa mujer?
- Para protegerme – murmuró Amanda, secándose una lágrima con el pañuelo.
- ¿De qué necesitaba ser protegida, Amanda? – Intervino Beckett, con el ceño fruncido - ¿Algún enemigo de Venezuela?
- No, no era cosa mía. Quería protegerme de él, de su pasado. – Al ver nuestras caras desconcertadas, la mujer procedió a explicarse – Ian no es de aquí, ya lo saben, él es del este de Europa, Ucrania creo que me dijo. Siempre había ido de banda en banda, haciendo trabajillos varios, hasta que encontró un "trabajo" estable en New York bajo el mando de uno de los gordos de la mafia, como él siempre decía.
- ¿Quién era? ¿Alguna vez se lo dijo?
Amanda negó con la cabeza.
- Nunca, decía que eran tipos peligrosos y no quería meterme en líos. El caso es que una de las misiones que tuvo que hacer en New York no salió según lo planeado, no mataron a quien tenían que matar – de repente, la mirada de la mujer se fijó en mí, haciéndome estremecer – y el jefazo se dedicó a ir matando a cada uno de los componentes del grupo.
- E Ian era uno de ellos.
- Aja – asintió ella, apartando sus ojos de los míos, centrándose en Beckett – Entonces es cuando huyó y vino aquí, cuando yo le conocí. Por eso no quería que se supiera de mi existencia, porque podrían matarme o secuestrarme…
- Así que Ian le contó todo esto y, aun así, no quería que usted supiera de su pasado.
- Solo ciertas cosas – Amanda se sorbió la nariz – Me dijo que cuanto menos supiera más a salvo estaría.
- Los días previos a su muerte, ¿le notó nervioso? ¿Más callado de lo normal?
- Sí – contestó la mujer, muy segura de sí misma – Me dijo que algunas cosas iban a cambiar, que alguien de su pasado había llegado hasta a él, pero que todos los cambios iban a ser para mejor. Pero unos días después las cosas se complicaron y fue cuando empezó a estar más paranoico de lo habitual. Tras mi visita sorpresa a la mansión donde trabajaba, me dio el revólver y me dijo que lo llevara siempre conmigo.
- ¿Le contó por qué se habían complicado las cosas?
- Solo dijo que había alguien más metido en el juego, alguien con quien no contaban.
- ¿No le dio nombres o alguna pista? – insistió Beckett.
- Solo que era una mujer.
Me tensé repentinamente en la silla y la detective lo notó. Nuestros ojos se encontraron y vio el miedo bien palpable en los míos.
- Muchas gracias, Amanda. En caso de que se acuerde de algo más – Beckett sacó una tarjeta de su abrigo y se la tendió a la mujer, que la aceptó, agradecida – llámeme. Da igual la hora que sea.
Nos despedimos de ella con rapidez, encaminándonos al coche corriendo, luchando contra el viento y la lluvia que éste nos tiraba a la cara. Una vez a salvo dentro del Jeep, Beckett conduciendo silenciosamente, los limpiaparabrisas moviéndose furiosamente, apartando el agua a duras penas, pude librarme en cierta medida de la sensación de peligro que había atenazado mi cuerpo cuando estábamos en la caravana.
- ¿Vas a contarme qué te pasa? – preguntó la detective, sin mirarme, centrada en vislumbrar la carretera a través de esa constante cortina de agua.
- No sé si hay algo que contar – murmuré.
- Castle, ¿te crees que no me di cuenta?
La miré, sin saber muy bien a qué se refería. Habían pasado muchas cosas ahí dentro.
- ¿Darte cuenta de qué?
- De que te bloqueaste cuando te apuntó con la pistola. De que estabas más rígido que una tabla de planchar. De que algo de lo que dijo Amanda te ha asustado.
Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
Capítulo 56:
Resoplé, molesto por su atención a los detalles. Porque supiera leerme tan bien cuando yo con ella nunca sabía por dónde iba a salir.
- Te he visto empuñar un arma, te he visto disparar sin pestañear; sin embargo, cuando está mujer te apuntó con el revólver te quedaste bloqueado, ni un movimiento de desarme, ni un intento de calmarla. Nada…
- ¿Quién no se quedaría congelado si le apuntan con una pistola? – pregunté irónicamente.
- Castle… - susurró ella, una súplica callada en sus ojos – Sabes que puedes confiar en mí.
Tragué saliva ante la intensidad de su mirada, ante la necesidad de confiarle a alguien aquello y saber que iba a ser comprendido, no juzgado o mirado con compasión. Cerré los ojos y decidí hacer un salto de fe.
- Puedo coger y disparar un arma perfectamente, no pasa nada mientras sea yo quien la lleva en la mano. Pero si la tengo justo frente a mí, directa a mí… - sacudí la cabeza, derrotado – No puedo. Me bloqueo, me cuesta respirar, me asaltan los recuerdos…
El silenció reinó en el coche sin que ninguno de los dos hiciera nada, solo se oía el golpeteo rítmico de la lluvia y el fru-fru de los limpiaparabrisas.
- Vuelvo a aquella noche una y otra vez, a ver el cañón de esa pistola justo aquí – señalé la zona entre ceja y ceja – A saber que te van a matar y sentirte impotente porque no puedes hacer nada para evitarlo.
- Pero no te mataron… - dijo Beckett, no para corregirme sino como un recordatorio de que seguía vivo, de que lo había logrado.
- No a mí, pero como si lo hubieran hecho.
Oí como la detective cogía aire bruscamente y decidí poner las cartas sobre la mesa, dejar parte de todo aquello claro.
- Estoy muerto por dentro, Kate. No brilla el sol, es un eterno invierno, un frío completo que me tiene adormiladas las emociones. Puedo matar sin sentir lástima, puedo obviar los remordimientos por lo que hago, puedo mentir a los demás y que no se den cuenta… Es como tener el corazón congelado.
- Yo no creo que sea así, Castle – contestó ella, con un hilo de voz. Apartó brevemente la mirada de la carretera para fijarla en mis ojos y vi que lo decía totalmente en serio. – Sí que sientes. Sientes el amor, el instinto de protección, la preocupación, tu insana curiosidad… Y el miedo.
- Dudo que alguien sea capaz de huir de ello – confesé.
- Pero sigue siendo un sentimiento y tú lo sufres. Los muertos no sienten nada. ¿Cómo les va a afectar algo que no puede llegarles? Aunque solo sea miedo, ya sientes algo, Castle. Ya no estás muerto.
- Aun así, estoy congelado.
Beckett encendió la calefacción del coche y puso todas las salidas de aire apuntándome a mí.
- Pues descongelémoste – dijo, guiñándome un ojo, pero con un trasfondo serio en su mirada.
-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-
Recogí los restos de la cena, metiendo los platos que Beckett me iba pasando en el lavavajillas. Mientras ella limpiaba la mesa de migas y algunas salpicaduras, yo puse el jabón en el lavaplatos y lo programé para que comenzara a trabajar. Un suave runrún comenzó a oírse mientras la tapa de la maquina vibraba a mi espalda. Me separé de allí, los pensamientos que llegaban a mi mente no eran muy dignos de ser contados.
La detective contuvo un bostezo y se estiró, su camiseta alzándose ligeramente por encima del borde de sus vaqueros y dejando a la vista una franja de suave piel, perfectamente bronceada. Era ridículo, porque solo se le veía un trocito, pero fue suficiente para que se me secara la boca.
- ¿Ves algo que te guste? – preguntó Beckett, divertida, bajando los brazos y tapándome las vistas.
- No sé, no me ha dado mucho tiempo a mirar. Quizá si volvieras a subírtela… - sugerí, con una sonrisa traviesa.
Nuestros ojos se encontraron y vi que el verde avellana de la detective estaba algo oscurecido. Atrapó su labio inferior entre los dientes, haciendo que consideraba mi propuesta.
- Creo que no… ¿Y dejarte descubrir mi pequeño secreto? ¡Ni loca!
- ¿Secreto? ¿Pequeño? – pregunté, curioso.
- En el orden inverso, pero sí.
- ¿Qué es?
- Algo que solo muy poca gente ha visto ya que necesito estar desnuda.
Se me descolgó la mandíbula y la boca se me secó aún más. Divertida, Beckett me cerró la boca y soltó una carcajada, sacudiendo la cabeza.
- Todos picáis…
Giró sobre sus talones y subió a la habitación. Yo me quedé unos segundos más, sin saber si la detective había estado jugando conmigo todo el rato o si era para que no insistiera más en el tema. Decidí averiguarlo y, una vez más, la seguí con paso rápido a la habitación. Me paré frente a la puerta entrecerrada, cogiendo aire, e hice algo que no había vuelto a hacer desde que era un adolescente. Espié a través de la ranura. Pero aquello fue demasiado para mí…
Beckett estaba de espaldas a la puerta, todavía con los ajustados vaqueros puestos pero quitándose la camiseta. Vi como el borde blanco de la tela iba subiendo por su espalda, deslizándose suavemente, dejando ver la bronceada piel de la detective, la tira del sujetador negro, un pequeño lunar en el omoplato… Tragué saliva, tratando de no delatarme, y me escondí hacia un lado cuando ella se giró para coger la camiseta del pijama. Volví a asomarme, pero aquello era aún peor. Mirando de frente a la puerta, tenía una imagen bien clara de lo que antes había pensado que era un sujetador negro normal y corriente. El encaje era bastante sugerente, sin dejar nada a la imaginación. Observé como se marcaban los pezones, como los perfectos pechos quedaban recogidos tras la tela negra. Beckett alzó los brazos para meterse la camiseta por dentro de la cabeza y, entonces, un destello captó mi atención. ¿Era aquello…? ¡Oh dios mío! ¡Sí que lo era!
La excitación fue demasiada para contenerla y en un fallo de logística, me apoyé contra la puerta, sin recordar que no estaba cerrada. La madera venció bajo mi peso y se abrió de golpe, haciendo que trastabillara dentro de la habitación, sobresaltando a Beckett. La detective me miró desde arriba, conteniendo la risa pero a la vez enfadada.
- ¿Qué demonios haces?
- Perdona, no me di cuenta de que estaba abierta.
- ¿Estabas espiándome? – inquirió Kate, entrecerrando los ojos.
- ¡No! ¿¡Por quién me has tomado?! – exclamé, interpretando a la perfección el papel de dolido. – Estaba esperando a que abrieras, me apoyé en la puerta y me caí.
- Más te vale… Porque como te pille espiándome te vas a enterar de lo que vale un peine – me amenazó ella.
- Un dicho que nunca he comprendido – murmuré mientras me ponía en pie, sacudiéndome los vaqueros.
-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-
Mi respiración era pesada. No sabía por qué pero presentía que pronto lo averiguaría.
Según lo previsto, noté unas suaves manos jugueteando en mi pecho, recorriéndolo con un dedo sensualmente. Abrí los ojos lentamente, sin cansancio o sensación de pereza alguna. Estaba totalmente despierto y dispuesto para quien fuera que estaba tentándome. Traté de enfocar los ojos pero veía todo negro. El pánico me sobrevino, y noté unos labios en mi oreja.
- Rick – ronroneó alguien.
De repente, reconocí esa voz y se me secó la boca. No podía ser, tenía que estar equivocado. Alguien me mordió la oreja y luche por ver, pero el negro seguía ahí. Cerré los ojos y los volví a abrir. ¡Por fin! Reconocí la habitación, y también la cara sonriente que se cernía sobre mí, con los ojos verde avellana totalmente oscurecidos por el deseo y la lujuria.
- Beckett – susurré, sin poder creérmelo todavía.
- Buenos días – saludó, inclinándose sobre mí.
Noté su piel rozar la mía, su lengua recorrer mi pecho, sus labios besar mi cuello, morderlo, sorber… Un estremecimiento me recorrió de pies a cabeza y moví las manos, repentinamente liberadas de lo que fuera que me estaba impidiendo moverlas antes. Agarré a Beckett del pelo y la obligué a mirarme, viendo que tenía el labio inferior apresado entre sus dientes.
- No te muerdas el labio – ordené.
Atraje su cara a la mía e hice lo que llevaba mucho tiempo deseando hacer: probarla. Atrapé sus labios en un beso suave al principio, pero su roce sobre mí me excito sobremanera, despertando todo mi cuerpo. Mordí su labio inferior, arrancando un gemido gutural de su garganta, e introduje mi lengua en su boca, comenzando un baile sensual. En un rápido movimiento, sin razón restante en mi cuerpo, me coloqué encima de ella y admiré su desnudez. Deslicé mis labios por su cuello, mordiendo, chupando, sorbiendo, dejando marcas que atestiguaran que yo había estado allí, que la había probado finalmente.
Sus largas y estilizadas piernas rodearon mi cadera, haciendo que más piel entrara en contacto, logrando que donde nos rozáramos sintiera fuego abrasándome, un calor que crecía y crecía dentro de mí y me pedía a gritos soltarlo.
- Rick… - gimió ella contra mi boca, suplicante.
Besé su ombligo y recorrí con una mano su pierna, deleitándome por la suavidad de su piel.
- Castle – pidió Beckett, mirándome directamente a los ojos, totalmente oscurecidos. – Hazlo ya.
Gruñí, besándola con fuerza, con ganas de hacerla suplicar un poco más mientras deslizaba mis labios por su estómago, en busca de mi presa.
- ¡Castle! – gritó la detective.
Abrí los ojos de golpe, incorporándome, con la respiración entrecortada. "Dios mío" pensé "Ha sido todo un sueño". Todo un maldito sueño. Pero tan vívido… La voz de Beckett había sonado muy real, como si hubiera estado llam… Interrumpí el hilo de mis pensamientos para girarme bruscamente.
- Veo que alguien se ha despertado – comentó la detective, con una enorme sonrisa burlona y no mirándome precisamente a la cara.
Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
Que fascinante lo estoy leyendo en fanfiction me ha gustado muchísimo continua cuando puedas
______________________
CASKETT ALWAYS
Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
Jajajajaja, pobre, creo que va a preferir dormir otra vez en el sofá, aunque acabe con la espalda molida, que volver a soñar con ella de esa forma tan intensa y despertar así
A quien sería a quien tenía que matar que no lo consiguió???? Quien seriaesa nueva persona con la que no contaban??? Me has dejado muy intrigada con esa parte.
Espero que puedas continuar pronto.
A quien sería a quien tenía que matar que no lo consiguió???? Quien seriaesa nueva persona con la que no contaban??? Me has dejado muy intrigada con esa parte.
Espero que puedas continuar pronto.
Yaye- Escritor - Policia
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Localización : Huelva
Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
wuuuu !!!!!,VENEZUELAAAAA !!!!!!!.
continua es genial ,tiene lo suficiente de contenido de crimen y momentos caskett
como se te ocurrió poner que era de Venezuela ?
continua es genial ,tiene lo suficiente de contenido de crimen y momentos caskett
como se te ocurrió poner que era de Venezuela ?
Castlefica- Escritor novato
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Localización : donde mi mente me lleve
Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
Pobre lo encontraron con la casa de campaña puesta! pero ni como evitarlo teniendola cerca ella debera entender! Casi logran abrirse ambos pero algo los sigue deteniendo habra k darles un empujosito no crees?
Verispu- As del póker
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Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
Uffffffffff, Ufffffffffff, Ufffffff, como vienen las vacaciones, jajajajaja menudos Reyes Magos, y con todo lo que he leído, que me haya quedado con hambre de mássssss, esto no me llena, yo quiero más, que se me ha hecho corto, jajajajajajajajajajaja
Bueno no hay que exagerar, corto no se me hizo, lo que pasa es que leo muy rápido y enseguida se me acaban los libros, jajajajajaja y no te digo los fics. Muchas gracias por no olvidarnos ni olvidar tu fic, que es uno de mis favoritos.
Muchas y variadas cosas, son las que nos has enseñado, aunque he de decir que no se me acaban las preguntas, pero es que yo soy así de curiosa, jajajajajaja
Con impaciencia espero al siguiente o siguientes, que estoy cogiéndole el gusto a esto de tener raciones dobles y cuádruples, jajajajajaja
Sigue pronto que mi curiosidad no me deja en paz, y me está estresaaaaaaaaannndo, jajajajajaja
BESOTESSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS y sigue así que lo estás haciendo de lujo
Bueno no hay que exagerar, corto no se me hizo, lo que pasa es que leo muy rápido y enseguida se me acaban los libros, jajajajajaja y no te digo los fics. Muchas gracias por no olvidarnos ni olvidar tu fic, que es uno de mis favoritos.
Muchas y variadas cosas, son las que nos has enseñado, aunque he de decir que no se me acaban las preguntas, pero es que yo soy así de curiosa, jajajajajaja
Con impaciencia espero al siguiente o siguientes, que estoy cogiéndole el gusto a esto de tener raciones dobles y cuádruples, jajajajajaja
Sigue pronto que mi curiosidad no me deja en paz, y me está estresaaaaaaaaannndo, jajajajajaja
BESOTESSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS y sigue así que lo estás haciendo de lujo
agecastbet- Escritor - Policia
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Localización : En la colina del loco - Madrid
Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
kjakjajak buenisimo como siempre!!! me encantaron todos los capitulos en especial el utlimo!!! esperemos k beckett se apiade un poco de castle k eso es bullying!!!
me kedo esperando con ancias los siguientes capitulos!
me kedo esperando con ancias los siguientes capitulos!
cururi- As del póker
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Edad : 36
Localización : World Citizen
Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
jajajajaajja veo que el año nuevo y el temporal que nos azota ,te tienen muy inspirada.....jajajajaja como reí con este último capítulo.con cada capítulo me sorprendes más .sigue pronto
nusky- Ayudante de policia
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Fecha de inscripción : 24/09/2013
Edad : 46
Localización : miña terra galega
Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
Asdfghjklñ, me encanta!
Sigue pronto plisss
Sigue pronto plisss
treinta y uno- As del póker
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Fecha de inscripción : 09/06/2013
Edad : 25
Localización : Pamplona/Navarra
Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
No sé muy bien cómo ha salido al final este capítulo... La verdad es que ando bastante empanada, mis neuronas flotando todavía en un sobreexceso de información sobre Geografía así que espero no decepcionar. Eso sí, quedáis con la intriga hasta pasado el fin de semana, que estaré fuera y no podré actualizar. Sorry :s
¡Espero que os guste!
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No quería mirar para abajo. Sabía a la perfección que me iba a encontrar allí. Lo sentía… Y lo veía reflejado en la sonrisa burlona de Beckett, en sus ojos, en su cara… Pero si miraba sería confirmarlo y la vergüenza ya estaba causando estragos en mí, como para empeorarlo aún más. "Es que no se puede empeorar más, Castle" me dije a mí mismo. Cerré los ojos, sintiendo la garganta horriblemente seca, y cuando los volví a abrir vi la sábana ligeramente levantada.
Por fin reaccioné como tendría que haber hecho nada más despertarme, nada más oír el comentario de la detective, y me incorporé bruscamente, colocando la almohada en mi regazo, tapando aquel delator bulto. Notaba arder mis mejillas, quería que la tierra me tragara y jamás salir de allí.
Beckett me miró, todavía riéndose de mí. Parecía totalmente despierta, sin restos de sueño, como si llevara rato levantada… "Oh dios mío" pensé "Sí que puede empeorar". Tragué saliva, inexistente ya que tenía la garganta como si hiciera una semana que no probaba el agua, y carraspeé, haciendo una mueca.
- Yo… Erm… - intenté disculparme, pero me faltaban las palabras.
- ¿Sí? – inquirió la detective, con un brillo perverso en su mirada.
- Siento que hayas tenido que presenciar esto… No… Todo fue por un…
- Basta – me cortó ella, todavía divertida – Prefiero vivir en la ignorancia, no me interesa saber porque te has despertado así. – señaló con un acusador dedo mi entrepierna, haciendo que enrojeciera aún más.
¿Cómo iba a poder mirarla a la cara otra vez? ¿Cómo iba ella a soportar la risa cada vez que me viera? Yo soy ella y cada vez que me mirara vería el bulto de la sábana, mi cara, mi reacción. No podría, sencillamente.
- Pero… - empecé a decir.
Beckett alzó una mano, mandándome callar.
- Chitón. No quiero saber con qué has soñado – se levantó de la cama, dirigiéndose al baño con paso sensual. Estaba a punto de cerrar la puerta cuando se volvió para mirarme, otra vez ese brillo perverso en sus ojos verde avellana. – Creo que me hago una idea bastante clara por lo que murmuraste.
Abrí los ojos como platos, oyendo su risa a través de la puerta cerrada del baño, la boca más seca aún, mi cara más roja. ¿Podría haber metido más la pata? ¿Podría estarse regodeando más? Me dejé caer al colchón, colocándome la almohada en la cara, sin dejarme respirar. ¿Y si seguía así? ¿Y si no volvía a respirar? Suspiré contra la tela, resignado a tener que vivir con aquello. Tiré la almohada al lado de la detective y, al levantarme, vi que ésta estaba apoyada contra el marco de la puerta, observándome atentamente.
- Pensé que no te ibas a quitar la almohada – dijo, medio divertida, medio seria.
- No vas a tener ese gusto, detective. Me puedo estar muriendo de vergüenza en estos momentos tanto que no puedo ni mirarte a la cara casi, pero vas a seguir teniendo Richard Castle para mucho tiempo. Aunque me vea obligado a llevar una bolsa de papel en la cabeza.
- ¡Oh, venga! ¡Estás dramatizando!
Enarqué una ceja, entre sorprendido y escéptico.
- ¿Tú crees? ¿No estarías deseando que la tierra te tragase si hubieras sido tú?
- No lo sé dado que no soy hombre y nunca me he visto en esa situación – replicó ella, apartándose el pelo de la cara.
- ¿Nunca has tenido un sueño erótico? – pregunté, realmente interesado en el nuevo matiz de esta conversación.
- No. O sea, sí – Beckett frunció el ceño, molesta - ¿A ti que más te da? Me refería a que no sé cómo es tener una parte del cuerpo con vida propia.
No pude evitar reírme ante aquella forma de describirlo.
- ¿Qué? – exclamó ella.
- Nada… Es que ni que fuera a empezar a correr de un momento a otro.
La detective hizo una mueca, haciendo que volviera a reírme.
- De todos modos, que es a lo que quería llegar antes de que me enredaras – se explicó – Tampoco es para tanto. Quiero decir, parte de la culpa la tengo yo, ¿no? – comentó, mientras abría la puerta de la habitación, aquella sonrisita de suficiencia volviendo a asomar en sus labios.
Entrecerré los ojos, sabiendo que aquello tenía trampa pero, aun así, picando en ella.
- ¿La tienes tú? ¿Por qué?
- Por ser tan sexy – comentó ella, encogiéndose de hombros – Tú mismo lo dijiste anoche – añadió, gritando mientras se iba a paso rápido por el pasillo.
Palidecí, volviendo a quedarme sin saliva, sin poder respirar, queriendo volver a presionar la almohada contra mi cara y no respirar jamás. "Ay, madre, ¿por qué tuve que heredar tu somniloquía?" me lamenté interiormente. Me encaminé a la ducha, con aire mortificado, y me desnudé como un completo autómata. Noté el agua caliente caer suavemente por mi espalda, relajándome poco a poco, y entonces giré bruscamente el grifo hacia la derecha, volviendo a tensarme cuando el agua helada hizo contacto con mi piel.
- Así aprenderás – murmuré, comenzando a temblar. – No vuelvas a hacer eso nunca, ¿entendido? – regañé, hablando con mi pequeño soldadito.
Me sentía traicionado por él.
Cuando salí, tan congelado que temí que pudiera sobrevivir a eso, y me envolví la toalla en la cintura. Iba a salir así del baño, tranquilamente, como llevaba haciendo desde que habíamos llegado cuando un pensamiento me hizo quedarme tieso en la puerta. ¿Y si volvía a despertarse contra mi voluntad? Miré la endeble toalla y supe inmediatamente que si aquello pasaba, esa tela no iba a ocultarlo, iba a delatarme tan rápidamente como lo había hecho la sábana. Tragué saliva, asustado, y fui corriendo a mi maleta para coger ropa.
- Hombre, el primer día que sales vestido de la ducha – comentó Beckett, mirándome divertida por encima del borde de la taza.
- Sí, tenía frío – mentí, sirviéndome un café.
- Te repito que estás exagerando, Castle.
- Y yo te repito que no. Si fueras hombre lo entenderías, pero como eres una mujer…
- Ah, ya, claro. ¿Te crees que nosotras no sentimos las mismas cosas? – rebatió la detective, sarcástica.
- No. Quiero decir, sí – rectifiqué inmediatamente – Pero no os delatáis.
- O sí… - murmuró ella.
Mis sentidos se agudizaron, súbitamente interesado.
- ¿Sí? ¿Cuándo te has delatado tú? – pregunté.
Beckett alzó la mirada bruscamente, sus ojos mostrando arrepentimiento. Estaba claro que había dicho eso sin pensar.
- ¿Yo? No.
- ¡Ja! ¡Y voy yo y me lo creo!
- Solo digo que cada uno tenemos nuestros indicadores. Algunos lo dicen con los ojos y otros responden a estímulos soñados que hacen que su soldadito… - Beckett estiró el dedo índice mientras silbaba cómicamente, tratando de no reírse.
- Nunca vas a dejarme olvidarlo, ¿verdad? – suspiré, avergonzado y resignado.
- Oh, créeme que no… Pero tampoco debes sentirte como un pobre mártir, son cosas que pasan.
- Seguro. – dije, haciendo una mueca. Entonces, una bombillita se iluminó en mi cabeza y decidí tomarme una pequeña revancha, ya que me iba a tocar sufrir por aquel desliz.
Me acerqué a ella distraídamente, como si no fuera consciente de lo que hacía. Noté como se tensaba, su postura relajada desapareciendo mientras su mirada interrogante seguía cada uno de mis movimientos. Agradeciendo mentalmente que se hubiera colocado allí, apoyé una mano en la encimera, al lado de su cadera, y dejé la taza en el fregadero, tras su espalda, con la otra; quedando al final cara a cara. La miré fijamente a los ojos.
- Pero, ¿sabes una cosa? Siempre puedo consolarme con la idea de que fue culpa tuya – dije en voz baja, sin que hiciera falta hablar más alto. Sus ojos se oscurecieron gradualmente y atrapó su labio inferior entre los dientes, su mirada deslizándose poco a poco hasta mis labios. Me sorprendió el trasfondo hambriento que brillaba en sus ojos – Porque… Quién… te… mandaría… ser… - dije, separando cada palabra, observando cuidadosamente sus reacciones: tragar saliva, intentar retroceder, morderse el labio de nuevo – Tan…
Los labios de Beckett se entreabrieron ligeramente, expectantes, su respiración errática mezclándose con la mía. Nuestros ojos se encontraron y vi tanto deseo en los suyos que casi pierdo la razón, casi consiguió que se me olvidara completamente mi plan. Solo tenía un pensamiento en mente: besarla.
¡Espero que os guste!
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Capítulo 57:
No quería mirar para abajo. Sabía a la perfección que me iba a encontrar allí. Lo sentía… Y lo veía reflejado en la sonrisa burlona de Beckett, en sus ojos, en su cara… Pero si miraba sería confirmarlo y la vergüenza ya estaba causando estragos en mí, como para empeorarlo aún más. "Es que no se puede empeorar más, Castle" me dije a mí mismo. Cerré los ojos, sintiendo la garganta horriblemente seca, y cuando los volví a abrir vi la sábana ligeramente levantada.
Por fin reaccioné como tendría que haber hecho nada más despertarme, nada más oír el comentario de la detective, y me incorporé bruscamente, colocando la almohada en mi regazo, tapando aquel delator bulto. Notaba arder mis mejillas, quería que la tierra me tragara y jamás salir de allí.
Beckett me miró, todavía riéndose de mí. Parecía totalmente despierta, sin restos de sueño, como si llevara rato levantada… "Oh dios mío" pensé "Sí que puede empeorar". Tragué saliva, inexistente ya que tenía la garganta como si hiciera una semana que no probaba el agua, y carraspeé, haciendo una mueca.
- Yo… Erm… - intenté disculparme, pero me faltaban las palabras.
- ¿Sí? – inquirió la detective, con un brillo perverso en su mirada.
- Siento que hayas tenido que presenciar esto… No… Todo fue por un…
- Basta – me cortó ella, todavía divertida – Prefiero vivir en la ignorancia, no me interesa saber porque te has despertado así. – señaló con un acusador dedo mi entrepierna, haciendo que enrojeciera aún más.
¿Cómo iba a poder mirarla a la cara otra vez? ¿Cómo iba ella a soportar la risa cada vez que me viera? Yo soy ella y cada vez que me mirara vería el bulto de la sábana, mi cara, mi reacción. No podría, sencillamente.
- Pero… - empecé a decir.
Beckett alzó una mano, mandándome callar.
- Chitón. No quiero saber con qué has soñado – se levantó de la cama, dirigiéndose al baño con paso sensual. Estaba a punto de cerrar la puerta cuando se volvió para mirarme, otra vez ese brillo perverso en sus ojos verde avellana. – Creo que me hago una idea bastante clara por lo que murmuraste.
Abrí los ojos como platos, oyendo su risa a través de la puerta cerrada del baño, la boca más seca aún, mi cara más roja. ¿Podría haber metido más la pata? ¿Podría estarse regodeando más? Me dejé caer al colchón, colocándome la almohada en la cara, sin dejarme respirar. ¿Y si seguía así? ¿Y si no volvía a respirar? Suspiré contra la tela, resignado a tener que vivir con aquello. Tiré la almohada al lado de la detective y, al levantarme, vi que ésta estaba apoyada contra el marco de la puerta, observándome atentamente.
- Pensé que no te ibas a quitar la almohada – dijo, medio divertida, medio seria.
- No vas a tener ese gusto, detective. Me puedo estar muriendo de vergüenza en estos momentos tanto que no puedo ni mirarte a la cara casi, pero vas a seguir teniendo Richard Castle para mucho tiempo. Aunque me vea obligado a llevar una bolsa de papel en la cabeza.
- ¡Oh, venga! ¡Estás dramatizando!
Enarqué una ceja, entre sorprendido y escéptico.
- ¿Tú crees? ¿No estarías deseando que la tierra te tragase si hubieras sido tú?
- No lo sé dado que no soy hombre y nunca me he visto en esa situación – replicó ella, apartándose el pelo de la cara.
- ¿Nunca has tenido un sueño erótico? – pregunté, realmente interesado en el nuevo matiz de esta conversación.
- No. O sea, sí – Beckett frunció el ceño, molesta - ¿A ti que más te da? Me refería a que no sé cómo es tener una parte del cuerpo con vida propia.
No pude evitar reírme ante aquella forma de describirlo.
- ¿Qué? – exclamó ella.
- Nada… Es que ni que fuera a empezar a correr de un momento a otro.
La detective hizo una mueca, haciendo que volviera a reírme.
- De todos modos, que es a lo que quería llegar antes de que me enredaras – se explicó – Tampoco es para tanto. Quiero decir, parte de la culpa la tengo yo, ¿no? – comentó, mientras abría la puerta de la habitación, aquella sonrisita de suficiencia volviendo a asomar en sus labios.
Entrecerré los ojos, sabiendo que aquello tenía trampa pero, aun así, picando en ella.
- ¿La tienes tú? ¿Por qué?
- Por ser tan sexy – comentó ella, encogiéndose de hombros – Tú mismo lo dijiste anoche – añadió, gritando mientras se iba a paso rápido por el pasillo.
Palidecí, volviendo a quedarme sin saliva, sin poder respirar, queriendo volver a presionar la almohada contra mi cara y no respirar jamás. "Ay, madre, ¿por qué tuve que heredar tu somniloquía?" me lamenté interiormente. Me encaminé a la ducha, con aire mortificado, y me desnudé como un completo autómata. Noté el agua caliente caer suavemente por mi espalda, relajándome poco a poco, y entonces giré bruscamente el grifo hacia la derecha, volviendo a tensarme cuando el agua helada hizo contacto con mi piel.
- Así aprenderás – murmuré, comenzando a temblar. – No vuelvas a hacer eso nunca, ¿entendido? – regañé, hablando con mi pequeño soldadito.
Me sentía traicionado por él.
Cuando salí, tan congelado que temí que pudiera sobrevivir a eso, y me envolví la toalla en la cintura. Iba a salir así del baño, tranquilamente, como llevaba haciendo desde que habíamos llegado cuando un pensamiento me hizo quedarme tieso en la puerta. ¿Y si volvía a despertarse contra mi voluntad? Miré la endeble toalla y supe inmediatamente que si aquello pasaba, esa tela no iba a ocultarlo, iba a delatarme tan rápidamente como lo había hecho la sábana. Tragué saliva, asustado, y fui corriendo a mi maleta para coger ropa.
- Hombre, el primer día que sales vestido de la ducha – comentó Beckett, mirándome divertida por encima del borde de la taza.
- Sí, tenía frío – mentí, sirviéndome un café.
- Te repito que estás exagerando, Castle.
- Y yo te repito que no. Si fueras hombre lo entenderías, pero como eres una mujer…
- Ah, ya, claro. ¿Te crees que nosotras no sentimos las mismas cosas? – rebatió la detective, sarcástica.
- No. Quiero decir, sí – rectifiqué inmediatamente – Pero no os delatáis.
- O sí… - murmuró ella.
Mis sentidos se agudizaron, súbitamente interesado.
- ¿Sí? ¿Cuándo te has delatado tú? – pregunté.
Beckett alzó la mirada bruscamente, sus ojos mostrando arrepentimiento. Estaba claro que había dicho eso sin pensar.
- ¿Yo? No.
- ¡Ja! ¡Y voy yo y me lo creo!
- Solo digo que cada uno tenemos nuestros indicadores. Algunos lo dicen con los ojos y otros responden a estímulos soñados que hacen que su soldadito… - Beckett estiró el dedo índice mientras silbaba cómicamente, tratando de no reírse.
- Nunca vas a dejarme olvidarlo, ¿verdad? – suspiré, avergonzado y resignado.
- Oh, créeme que no… Pero tampoco debes sentirte como un pobre mártir, son cosas que pasan.
- Seguro. – dije, haciendo una mueca. Entonces, una bombillita se iluminó en mi cabeza y decidí tomarme una pequeña revancha, ya que me iba a tocar sufrir por aquel desliz.
Me acerqué a ella distraídamente, como si no fuera consciente de lo que hacía. Noté como se tensaba, su postura relajada desapareciendo mientras su mirada interrogante seguía cada uno de mis movimientos. Agradeciendo mentalmente que se hubiera colocado allí, apoyé una mano en la encimera, al lado de su cadera, y dejé la taza en el fregadero, tras su espalda, con la otra; quedando al final cara a cara. La miré fijamente a los ojos.
- Pero, ¿sabes una cosa? Siempre puedo consolarme con la idea de que fue culpa tuya – dije en voz baja, sin que hiciera falta hablar más alto. Sus ojos se oscurecieron gradualmente y atrapó su labio inferior entre los dientes, su mirada deslizándose poco a poco hasta mis labios. Me sorprendió el trasfondo hambriento que brillaba en sus ojos – Porque… Quién… te… mandaría… ser… - dije, separando cada palabra, observando cuidadosamente sus reacciones: tragar saliva, intentar retroceder, morderse el labio de nuevo – Tan…
Los labios de Beckett se entreabrieron ligeramente, expectantes, su respiración errática mezclándose con la mía. Nuestros ojos se encontraron y vi tanto deseo en los suyos que casi pierdo la razón, casi consiguió que se me olvidara completamente mi plan. Solo tenía un pensamiento en mente: besarla.
Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
Como lo dejas en lo mejor?? No puede ser!!
Ruth Maria- Policia de homicidios
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