In dubio pro reo [COMPLETO]
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Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
K bien por fin capi nuevo! K bien se la ha pasado este par y veo k siguen sin perder el tiempo. Me encanta esa Kate decidida, paciente dandole su tiempo y dispuesta a enfrentarlo y no dejar las cosas sin aclarar ambos se merecen encontrar su media naranja y ser felices. Continua pf!
Verispu- As del póker
- Mensajes : 437
Fecha de inscripción : 24/06/2013
Edad : 46
Localización : Mexico, Oaxaca
Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
Tenía pensado actualizar ayer pero me fue imposible, así que aquí os traigo la continuación. Dicen que la revancha es un plato que se sirve frío, ¿verdad? Pero nunca nadie ha comentado que puede causar mucho calor…
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"- ¿Vamos a hacerlo aquí?".
- Ssshh – dijo Beckett por toda respuesta, quitándome la camisa y dejándola caer el suelo.
Deslizó sus manos por mi pecho, parándose en los pectorales, dirigiendo su intensa mirada verde hacia mí, obligándome a mirarla. Sus dedos trazaron un lento camino en diagonal hasta la cicatriz de mi hombro y la detective me empujó contra la puerta para que no pudiera rehuirla.
Estaba acorralado.
Apreté los dientes con fuerza, sabiendo que si me ponía era capaz de cambiar la situación y dejarla a ella atrapada, pero no quería. No podía. Me había quedado paralizado.
Nadie me había tocado jamás el hombro, al menos no siendo conscientes de lo que la ropa ocultaba.
Pero allí estaba ella, la última persona en la que habría pensado para protagonizar aquella situación. Y, sin embargo, tenía todo el sentido del mundo que fuera ella quien lo hiciera. La dura detective de Robos que llevaba persiguiéndome casi un año, la misma que ahora conocía mi gran secreto y, aun así, allí seguía. La misma que acababa de colocar su dedo índice justo encima de mi cicatriz, sin presionar, en una leve pero constante caricia.
Dejé de respirar bruscamente, apretando tanto la mandíbula que temí romperme un diente.
- Es solo una marca, Castle – habló ella, en voz baja y calmada – Forma tan parte de ti como el lugar dónde está.
- No… - atiné a mascullar, dejando escapar algo de aire.
- Tú no mataste a Alexis, tú no empuñaste la pistola.
Sus ojos verde avellana se encontraron con los míos, mostrándome la calma y la confianza que tenía en mí. Toda la que me faltaba, la tenía ella. Volví a respirar, notando que la habitación dejaba de dar vueltas a mí alrededor y que mis pulmones me agradecían el oxígeno.
- Puede que yo no sujetara la pistola, puede que yo no apretara el gatillo, pero yo la apunté.
- Eso no es cierto, el objetivo eras tú, no ella.
- ¿Entonces por qué demonios sigo vivo? ¿Por qué hay una tumba que tiene su nombre y no el mío? – exclamé, alzando la voz.
Beckett no se dejó amedrentar por mi enfado, simplemente parpadeó y me contestó, impasible.
- Porque, obviamente, no lo hicieron bien. Ahora, ¿vas a seguir estancado en el pasado o vas a superarlo y ayudarme a resolver el caso?
- Kate…
- No, Rick – me cortó, mostrando algo de impaciencia – Esta cicatriz forma parte de ti – dijo, apretando ligeramente. – Este eres tú, con tus imperfecciones, tu talento, tu carácter. Eres tú y tienes que aceptarte tal y como eres. Yo lo hago.
Se separó bruscamente de mí, mordiéndose el labio inferior, preocupada por algo. Pero yo seguía pensando en lo que había dicho.
Yo lo hago. Ella me aceptaba así, con todo. Ella. Katherine Beckett. La misma que quería meterme entre rejas. ¿Y ahora me aceptaba? ¿A pesar de todo? Fue como si me despertaran de un sueño, de una ceguera, y me mostraran un nuevo mundo, mucho más colorido y brillante que en el que yo había estado atrapado.
- Si no te gustas a ti mismo, ¿cómo vas a lograr gustar a los demás? – inquirió la detective retóricamente, en apenas un susurro.
- No necesito gustar a los demás – contesté, acercándome a ella lentamente.
- Pero…
- Contigo me basta – la corté, atrapando sus labios en un beso interminable.
Un gemido escapó de su garganta, pegando su cuerpo al mío mientras nos apoyábamos en una de las estanterías de metal. Sin querer, una espesa nube de polvo se levantó ante el zarandeo de la estructura, rodeándonos y haciéndome estornudar. Sonreí a modo de disculpa y entrelacé mis dedos con los de Beckett. Ella llevó con miedo su mano a mi hombro, apoyando su palma abierta encima, comprobando mi reacción.
No pude evitar estremecerme, pero eso fue todo. Apreté su mano con fuerza contra mi cicatriz y sonreí.
- Deberíamos irnos – comentó la detective, rompiendo el hechizo.
- Mmmm… ¿Tú crees?
- Se van a pensar que nos hemos perdido.
- Quizá deberíamos – bromeé, recuperando mi camisa del suelo.
- Quizá más tarde – contestó ella, dándome una descarada palmada en el culo al salir.
-.-.-.-.-.-.-.-.-
- ¡Por fin! ¡Ya íbamos a ir a buscaros!
- Perdón – me disculpé con una sonrisa traviesa – La señorita aquí presente resulta ser una amante del arte y se entretuvo mirando los cuadros.
Beckett me lanzó una fulminante mirada cuando nadie la observaba y luego sonrió, encogiéndose de hombros mientras se disculpaba. Me acerqué a dónde Rob estaba sentado, con una cerveza bien fresca en la mano, un sombrero de paja y las pinzas para la barbacoa en el regazo. Apenas apartó la vista de las alitas de pollo que estaba haciendo, maniático en extremo cuando se trataba de su parrilla.
- Chicos, si queréis bebidas, están en la cocina – indicó Clarissa mientras hacía un gesto hacia la cristalera que daba al jardín trasero.
La detective me miró antes de dirigirse hacia allí y yo dejé lo que estaba haciendo para seguirla. En cuanto traspasé la puerta noté una fría mano cerrarse alrededor de mi brazo, tirando de mi hacia un lateral, donde una pared nos ocultaba.
- Te vas a enterar – masculló Kate.
- Oye, ¿qué querías que dijera?
- No sé, la verdad, ¿quizás?
- Oh, te refieres a ese momento en el que me raptaste, me metiste en un armario y comenzaste a desnudarme. ¿Esa verdad?
Ella se quedó momentáneamente callada, reflexionando sobre lo que había dicho. Finalmente, hizo una mueca y soltó mi brazo, liberándome de su agarre.
- Vale, no suena bien.
- ¡Claro que no lo hace! Era necesaria una excusa, y te usé a ti. – contesté, sonriendo con suficiencia.
- Aun así, me las vas a pagar.
- Muero de ganas – mis ojos se iluminaron con malicia.
- ¡Chicos! ¡La comida está lista! – gritó Rob desde el jardín.
Salimos de nuestro pequeño escondite, ambos con cervezas en las manos, y emprendimos el camino que bajaba a la parte dónde tenían una mesa de picnic y la parrilla.
- Por cierto, tú y yo no estamos juntos – murmuró Beckett segundos antes de que Clarissa nos apremiara para que escogiéramos un sitio.
Me senté en el banco de piedra, y delante de mí se sentó la detective, con Rob a su lado mientras su mujer se colocaba junto a mí, llamando a gritos a Jace para que dejara el bate de béisbol y viniera a comer. El niño salió corriendo, con cara de velocidad, y se sentó entre su padre y Beckett, enrojeciendo cada vez que ella le decía algo. Sonreí, divertido, pero algo en la mirada de la detective me hizo temer su venganza.
- Serviros – pidió Rob mientras él mismo cogía la fuente de la ensalada y se echaba un poco en el plato.
Las fuentes rularon por la mesa, de mano en mano, cada uno cogiendo lo que quería y en la medida en qué quería. Una de las chicas que ayudaba con la limpieza de la casa se acercó a la mesa cargada con una neverita de plástico y la dejó en un lateral.
- Se me ocurrió que les sería más cómodo – comentó, quitando la tapa para revelar un interior lleno de bebidas.
- Muchísimas gracias, Mila, no sé cómo no se me ocurrió antes – le agradeció Clarissa.
La mujer sonrió, azorada, y se retiró.
Me concentré en mi alita de pollo, disfrutando de su exquisito sabor, y regándola con cerveza, escuchando sin participar la conversación entre Clarissa y Beckett, la primera interrogando a la segunda sobre cómo era ser detective, los casos, su vida en general, etc. Rob estaba atento, haciendo preguntas de vez en cuando sobre el funcionamiento del departamento de policía o sobre el número de casos resueltos, el tipo de cosas que le preocuparía a un alcalde. Hasta el pequeño Jace intervenía, poniéndose colorado cada vez que abría la boca, lo cual era algo constante.
Entonces, sentí algo rozarme la rodilla. Me sobresalté, pero lo disimulé bastante bien y nadie se percató. Alcé levemente el mantel de cuadros, casi con miedo de encontrarme una araña subiendo por mi pierna o cualquier otro tipo de bicho salvaje; pero no había nada. Fruncí el ceño, desconcertado. Seguí comiendo, y volví a notar que algo me tocaba la rodilla, pero esta vez se deslizó lateralmente hacia mi entrepierna.
Abrí los ojos de par en par, sabiendo de repente quién y qué era. Miré a la detective, tratando de que nadie más se diera cuenta, y Beckett sonrió maliciosamente, ladeando la cabeza. Su pie siguió aproximándose, acariciándome la pierna en su camino, haciendo que tuviera que cerrar las manos en puños y apretar la mandíbula. Nadie podía darse cuenta.
Pero Kate no estaba satisfecha, y comenzó a presionar con su pie, obligándome a sentarme más recto mientras notaba que alguien se despertaba. La fulminé con la mirada y eso solo hizo su sonrisa más ancha.
- ¿Estás bien, Castle? – preguntó, atrayendo todas las miradas de la mesa hacia mí.
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Capítulo 76:
"- ¿Vamos a hacerlo aquí?".
- Ssshh – dijo Beckett por toda respuesta, quitándome la camisa y dejándola caer el suelo.
Deslizó sus manos por mi pecho, parándose en los pectorales, dirigiendo su intensa mirada verde hacia mí, obligándome a mirarla. Sus dedos trazaron un lento camino en diagonal hasta la cicatriz de mi hombro y la detective me empujó contra la puerta para que no pudiera rehuirla.
Estaba acorralado.
Apreté los dientes con fuerza, sabiendo que si me ponía era capaz de cambiar la situación y dejarla a ella atrapada, pero no quería. No podía. Me había quedado paralizado.
Nadie me había tocado jamás el hombro, al menos no siendo conscientes de lo que la ropa ocultaba.
Pero allí estaba ella, la última persona en la que habría pensado para protagonizar aquella situación. Y, sin embargo, tenía todo el sentido del mundo que fuera ella quien lo hiciera. La dura detective de Robos que llevaba persiguiéndome casi un año, la misma que ahora conocía mi gran secreto y, aun así, allí seguía. La misma que acababa de colocar su dedo índice justo encima de mi cicatriz, sin presionar, en una leve pero constante caricia.
Dejé de respirar bruscamente, apretando tanto la mandíbula que temí romperme un diente.
- Es solo una marca, Castle – habló ella, en voz baja y calmada – Forma tan parte de ti como el lugar dónde está.
- No… - atiné a mascullar, dejando escapar algo de aire.
- Tú no mataste a Alexis, tú no empuñaste la pistola.
Sus ojos verde avellana se encontraron con los míos, mostrándome la calma y la confianza que tenía en mí. Toda la que me faltaba, la tenía ella. Volví a respirar, notando que la habitación dejaba de dar vueltas a mí alrededor y que mis pulmones me agradecían el oxígeno.
- Puede que yo no sujetara la pistola, puede que yo no apretara el gatillo, pero yo la apunté.
- Eso no es cierto, el objetivo eras tú, no ella.
- ¿Entonces por qué demonios sigo vivo? ¿Por qué hay una tumba que tiene su nombre y no el mío? – exclamé, alzando la voz.
Beckett no se dejó amedrentar por mi enfado, simplemente parpadeó y me contestó, impasible.
- Porque, obviamente, no lo hicieron bien. Ahora, ¿vas a seguir estancado en el pasado o vas a superarlo y ayudarme a resolver el caso?
- Kate…
- No, Rick – me cortó, mostrando algo de impaciencia – Esta cicatriz forma parte de ti – dijo, apretando ligeramente. – Este eres tú, con tus imperfecciones, tu talento, tu carácter. Eres tú y tienes que aceptarte tal y como eres. Yo lo hago.
Se separó bruscamente de mí, mordiéndose el labio inferior, preocupada por algo. Pero yo seguía pensando en lo que había dicho.
Yo lo hago. Ella me aceptaba así, con todo. Ella. Katherine Beckett. La misma que quería meterme entre rejas. ¿Y ahora me aceptaba? ¿A pesar de todo? Fue como si me despertaran de un sueño, de una ceguera, y me mostraran un nuevo mundo, mucho más colorido y brillante que en el que yo había estado atrapado.
- Si no te gustas a ti mismo, ¿cómo vas a lograr gustar a los demás? – inquirió la detective retóricamente, en apenas un susurro.
- No necesito gustar a los demás – contesté, acercándome a ella lentamente.
- Pero…
- Contigo me basta – la corté, atrapando sus labios en un beso interminable.
Un gemido escapó de su garganta, pegando su cuerpo al mío mientras nos apoyábamos en una de las estanterías de metal. Sin querer, una espesa nube de polvo se levantó ante el zarandeo de la estructura, rodeándonos y haciéndome estornudar. Sonreí a modo de disculpa y entrelacé mis dedos con los de Beckett. Ella llevó con miedo su mano a mi hombro, apoyando su palma abierta encima, comprobando mi reacción.
No pude evitar estremecerme, pero eso fue todo. Apreté su mano con fuerza contra mi cicatriz y sonreí.
- Deberíamos irnos – comentó la detective, rompiendo el hechizo.
- Mmmm… ¿Tú crees?
- Se van a pensar que nos hemos perdido.
- Quizá deberíamos – bromeé, recuperando mi camisa del suelo.
- Quizá más tarde – contestó ella, dándome una descarada palmada en el culo al salir.
-.-.-.-.-.-.-.-.-
- ¡Por fin! ¡Ya íbamos a ir a buscaros!
- Perdón – me disculpé con una sonrisa traviesa – La señorita aquí presente resulta ser una amante del arte y se entretuvo mirando los cuadros.
Beckett me lanzó una fulminante mirada cuando nadie la observaba y luego sonrió, encogiéndose de hombros mientras se disculpaba. Me acerqué a dónde Rob estaba sentado, con una cerveza bien fresca en la mano, un sombrero de paja y las pinzas para la barbacoa en el regazo. Apenas apartó la vista de las alitas de pollo que estaba haciendo, maniático en extremo cuando se trataba de su parrilla.
- Chicos, si queréis bebidas, están en la cocina – indicó Clarissa mientras hacía un gesto hacia la cristalera que daba al jardín trasero.
La detective me miró antes de dirigirse hacia allí y yo dejé lo que estaba haciendo para seguirla. En cuanto traspasé la puerta noté una fría mano cerrarse alrededor de mi brazo, tirando de mi hacia un lateral, donde una pared nos ocultaba.
- Te vas a enterar – masculló Kate.
- Oye, ¿qué querías que dijera?
- No sé, la verdad, ¿quizás?
- Oh, te refieres a ese momento en el que me raptaste, me metiste en un armario y comenzaste a desnudarme. ¿Esa verdad?
Ella se quedó momentáneamente callada, reflexionando sobre lo que había dicho. Finalmente, hizo una mueca y soltó mi brazo, liberándome de su agarre.
- Vale, no suena bien.
- ¡Claro que no lo hace! Era necesaria una excusa, y te usé a ti. – contesté, sonriendo con suficiencia.
- Aun así, me las vas a pagar.
- Muero de ganas – mis ojos se iluminaron con malicia.
- ¡Chicos! ¡La comida está lista! – gritó Rob desde el jardín.
Salimos de nuestro pequeño escondite, ambos con cervezas en las manos, y emprendimos el camino que bajaba a la parte dónde tenían una mesa de picnic y la parrilla.
- Por cierto, tú y yo no estamos juntos – murmuró Beckett segundos antes de que Clarissa nos apremiara para que escogiéramos un sitio.
Me senté en el banco de piedra, y delante de mí se sentó la detective, con Rob a su lado mientras su mujer se colocaba junto a mí, llamando a gritos a Jace para que dejara el bate de béisbol y viniera a comer. El niño salió corriendo, con cara de velocidad, y se sentó entre su padre y Beckett, enrojeciendo cada vez que ella le decía algo. Sonreí, divertido, pero algo en la mirada de la detective me hizo temer su venganza.
- Serviros – pidió Rob mientras él mismo cogía la fuente de la ensalada y se echaba un poco en el plato.
Las fuentes rularon por la mesa, de mano en mano, cada uno cogiendo lo que quería y en la medida en qué quería. Una de las chicas que ayudaba con la limpieza de la casa se acercó a la mesa cargada con una neverita de plástico y la dejó en un lateral.
- Se me ocurrió que les sería más cómodo – comentó, quitando la tapa para revelar un interior lleno de bebidas.
- Muchísimas gracias, Mila, no sé cómo no se me ocurrió antes – le agradeció Clarissa.
La mujer sonrió, azorada, y se retiró.
Me concentré en mi alita de pollo, disfrutando de su exquisito sabor, y regándola con cerveza, escuchando sin participar la conversación entre Clarissa y Beckett, la primera interrogando a la segunda sobre cómo era ser detective, los casos, su vida en general, etc. Rob estaba atento, haciendo preguntas de vez en cuando sobre el funcionamiento del departamento de policía o sobre el número de casos resueltos, el tipo de cosas que le preocuparía a un alcalde. Hasta el pequeño Jace intervenía, poniéndose colorado cada vez que abría la boca, lo cual era algo constante.
Entonces, sentí algo rozarme la rodilla. Me sobresalté, pero lo disimulé bastante bien y nadie se percató. Alcé levemente el mantel de cuadros, casi con miedo de encontrarme una araña subiendo por mi pierna o cualquier otro tipo de bicho salvaje; pero no había nada. Fruncí el ceño, desconcertado. Seguí comiendo, y volví a notar que algo me tocaba la rodilla, pero esta vez se deslizó lateralmente hacia mi entrepierna.
Abrí los ojos de par en par, sabiendo de repente quién y qué era. Miré a la detective, tratando de que nadie más se diera cuenta, y Beckett sonrió maliciosamente, ladeando la cabeza. Su pie siguió aproximándose, acariciándome la pierna en su camino, haciendo que tuviera que cerrar las manos en puños y apretar la mandíbula. Nadie podía darse cuenta.
Pero Kate no estaba satisfecha, y comenzó a presionar con su pie, obligándome a sentarme más recto mientras notaba que alguien se despertaba. La fulminé con la mirada y eso solo hizo su sonrisa más ancha.
- ¿Estás bien, Castle? – preguntó, atrayendo todas las miradas de la mesa hacia mí.
Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
Ja ja que par de ellos!! Se desquito kate con rick vamos a ver como lo soluciona nuestro amigo!!
Ruth Maria- Policia de homicidios
- Mensajes : 565
Fecha de inscripción : 14/11/2012
Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
Jajajajaja, pero que graciosa es esta Kate. A ver como Castle sale de esta
Yaye- Escritor - Policia
- Mensajes : 1751
Fecha de inscripción : 05/06/2012
Localización : Huelva
Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
Esta genial!!
28Caskett- As del póker
- Mensajes : 454
Fecha de inscripción : 02/05/2013
Edad : 25
Localización : Cd. Juárez
Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
Capítulo 77:
Oh dios mío pensé para mis adentros, mordiéndome la lengua mientras el pie de Beckett seguía masajeándome la entrepierna.
- Erm… Sí, es tanto sol en la cabeza – mentí, deseando que dejaran de mirarme, de que no notaran mi sufrimiento.
El pantalón me presionaba dolorosamente, en una dulce y horrible tortura de la que no conseguiría librarme. Me retorcí disimuladamente, moviendo el culo en el banco como si buscara una mejor postura, pero solo buscando aliviar el roce de la tela contra mi erecto miembro. La detective se tragó la sonrisa pícara y retiró suavemente el pie, sabiendo que el daño ya estaba hecho.
¿Y ahora cómo me libro yo de semejante…? Miré hacia abajo mientras me inclinaba ligeramente para recoger mi servilleta, la cual había dejado caer el suelo. Se me notaba demasiado el bulto en aquellas bermudas vaqueras… No podría levantarme e ir al baño a aliviarme sin que todos se dieran cuenta.
- Cariño – dijo Clarissa, sacándome de mis cavilaciones – Rick tiene razón, deberíamos poner una sombrilla para protegernos.
- Sí, yo también lo estaba pensando – contestó Rob, limpiándose las manos mientras se levantaba. - ¿Me ayudas a traerla? – me preguntó.
Mierdamierdamierdamierdamierda. Tenía que hacerlo, era una cuestión de educación y respeto. Asentí, tragando saliva, pensando en sí sería muy cantoso llevarme la servilleta a modo de taparrabos. ¡Qué sandeces se te ocurren! Me reprendió una vocecilla.
- No te levantes – dijo Kate, dirigiéndose a mí – Voy yo y así aprovecho para ir al baño.
- ¿Segura? – inquirí, arqueando las cejas.
- Sip, no vaya a ser que te desmayes por una insolación – apretó los labios para no sonreír, y se apresuró tras Rob, quién comenzó a explicarle algo animadamente.
Tiré de los bordes del vaquero para disminuir la presión y recoloqué la servilleta en mi regazo. Aprovechando que Clarissa estaba ocupada regañando con Jace, coloqué mi vaso de agua con cubitos de hielo de forma estratégica en el borde de la mesa, a la espera de que volvieran Beckett y el alcalde. Mi plan era que, cuando ellos se sentaran, la mesa temblaría y el vaso me caería encima, empapándome el pantalón con agua helada. Mano de santo.
- ¿Así está bien? – preguntó Rob, girando la sombrilla para que la sombra cayera justo encima de nosotros.
- Perfecta, cariño – contestó su mujer, limpiando una mancha de kétchup de la camiseta del pequeño mientras este refunfuñaba.
Kate le palmeó el brazo al alcalde y fue a sentarse de nuevo.
- ¡Ah! – exclamé, saltando hacia atrás pero no lo suficientemente rápido como para evitar la avalancha de agua.
Eso no estaba planeado. Para nada.
- ¡Oh…! Perdona, Castle, le di con la rodilla a la mesa sin querer – se disculpó la detective, con los ojos abiertos como platos en gesto inocente, levantando la jarra de agua y recogiendo algunos cubitos que habían quedado por el mantel. Pero a mí no me engañaba…
Resoplé, viendo mi vaso caído en dirección opuesta, y miré a mis bermudas, ahora chorreantes de agua helada. No pude evitar reírme, dejando escapar toda la tensión que había acumulado antes… Mi plan no había resultado como yo había previsto, pero el apaño había logrado su cometido: librarme de una molesta erección. Aunque ahora me sentía castrado de lo encogido que me había quedado después de tanto frío.
-.-.-.-.-.-.-.-.-
La detective se recostó en la butaca, colocándose mejor las gafas de sol, que se le habían escurrido. Observó con ojos curiosos cómo el escritor se rebozaba por el césped, riéndose a carcajada limpia, abrazando en gesto protector a Jace cuándo él se tiró en su pecho. No pudo evitar que algo dentro de ella rebosara amor. Era adorable verle actuando como padre, jugando como si todavía fuera un niño pequeño.
- ¿Cuánto tiempo hace que conoces a Richard? – preguntó Clarissa, situada a su lado en otra tumbona. Kate fue entonces consciente de que llevaba largo rato observándola, evaluándola.
- Un año – contestó, mirando a la mujer. – Hace un año que el caso de los robos cayó en mis manos, y fue cuándo di con él. Pero si te refieres a conocerle de verdad, y no a su fachada, entonces solo hace un mes y medio.
- ¿Un mes y medio? Qué rápido pasa el tiempo – se lamentó ella, sacudiendo la cabeza con tristeza.
Se hizo el silencio entre ellas, ambas perdidas en sus pensamientos, sin ganas de compartirlos en voz alta. Beckett siguió observando a los chicos jugar, Jace corría como un loco con el balón de rugby, riéndose tanto que se le iban las fuerzas. Castle iba tras él, ralentizándose para darle algo de ventaja, pero agarrándole de la camiseta cuándo veía que ya había llegado demasiado lejos. Entonces, ambos chocaban y caían al suelo, haciéndose cosquillas en una lucha por ver quién de los dos cogía el balón, que había caído un poco más allá.
- Será un buen padre – comentó la detective, pensando en voz alta.
- Lo fue – contestó quedamente Clarissa, con una mirada triste en sus marrones ojos. – Jace tiene la edad que debería tener Alexis…
Kate apartó la mirada, notando un nudo apretándose en su estómago.
- Le conoces desde hace relativamente poco, Katherine, pero yo no. Yo ya le conocía antes de que pasara todo, y te sorprendería ver el cambio tan grande que ha dado en este último mes… Antes la sonrisa no le llegaba a los ojos, los tenía siempre tristes, como anegados en lágrimas que nunca caían. – La mujer se quedó callada unos segundos, pensativa – Supongo que debería agradecértelo.
- ¿A mí? – inquirió Beckett, sorprendida. Se aclaró la garganta, librándose de aquella garra que la impedía respirar – El cambio lo ha dado él, no yo.
- Quizá, pero tú le has dado el empujón. O se lo ha dado él mismo por ti…
La detective guardó silencio, todavía con la sensación de que le estaban dando demasiado mérito a su participación en la recuperación del escritor. Sí, le había ayudado, pero no era nada comparado con la ayuda que le había dado él a ella. Si lo pusieran en una balanza, esta se inclinaría hacia el lado de Castle, y no al suyo.
- Pero – continuó Clarissa, haciéndola regresar a la realidad – como su amiga y persona que se preocupa por él, te advierto. Más te vale no estar jugando con él, porque te aseguro que para Richard tú no eres ningún pasatiempo, y si le rechazas, su recaída será peor.
- No estamos…
- A mí no me engañas, señorita. Tengo a un niño de 7 años que trata de colármelas todos los días, así que esto – se señaló la nariz, dándose suaves golpecitos – no me falla nunca. Vosotros estáis juntos. – la detective iba a hablar, pero Clarissa la mandó callar, alzando una mano en gesto apaciguador – No te digo que te cases con él o que debas pasar el resto de tu vida con él, solo te pido que, en caso de que no funcione, sea por eso, porque no funciona, y no porque le has usado de juguete.
- No estoy jugando con Castle – admitió Beckett, sorprendiéndose de su seguridad. Le miró largamente, viéndole echar la cabeza hacia atrás para reírse mientras corría con el balón de rugby en las manos.
Y era cierto.
-.-.-.-.-.-.-.-.-
Me dejé caer en una tumbona al lado de la detective, sudando y resoplando de cansancio.
- ¿Qué tal? – pregunté, girándome para poder verla mejor.
Ella se bajó ligeramente las Ray-Ban, mirándome por encima del borde de la revista que tan absortamente leía.
- Así que… Soltero del año tres veces seguidas, ¿eh? ¿Sabías que te llaman "la ballena blanca"? – inquirió Kate a su vez, con una sonrisa traviesa en los labios, esa sonrisa que me daba ganas de comerla a besos.
- ¿Qué? – Vale, aquello me había desconcertado inmensamente. Me miré el cuerpo, escéptico – ¡No estoy gordo!
Beckett se carcajeó, volviendo su atención a la revista, buscando algo.
- "El afamado escritor Richard Castle se ha ganado el apodo entre las solteronas neoyorkinas de 'la gran ballena blanca'. Esto se debe a su actitud escurridiza y tan difícil de cazar, su gruesa piel exterior hace que los arpones no se hundan y que la hagan casi imposible de capturar. Lo mismo ocurre con Richard Castle, no es que se haya ganado el apodo por su apariencia física, ¡al revés! Considerado uno de los solteros más cotizados de la alta sociedad, parece que los encantos de nuestras damas no le afectan, y no se le conoce ninguna novia estable desde que se divorció de la actriz, Meredith…"
Le arrebaté la revista de las manos antes de que pudiera seguir leyendo, encontrándome con un yo sonriente, debajo de un absurdo titular: ¿Quién conquistará el castillo de Richard Castle?.
- Ja, ja, ja. Que ingeniosos – mascullé, molesto por el juego de palabras.
- ¿Te importa devolvérmela? No he terminado de leerla, y estaba bastante interesante.
- No, detective, usted se viene conmigo a jugar – tiré la revista de cualquier manera y agarré la mano de Beckett, tirando de ella para levantarla de la tumbona. - ¡Ey, Jace! ¡Mira quién va a ser nuestra pitcher!
- ¿Qué? – ahora fue su turno de sorprenderse, mirándome con los ojos bien abiertos.
- Lo que oyes, irás en el equipo de Jace, él es el cátcher.
- Castle…
- No, lo siento, no puedo mantener conversaciones con los adversarios – bromeé, calándome la gorra de los Red Sox hasta los ojos y recogiendo el bate del suelo.
- Adversarios, ¿eh? – dijo Kate, entrecerrando los ojos mientras aquella sonrisa picarona volvía a aparecer en su rostro. – Te vas a enterar, te voy a hacer llorar.
- No, detective, nosotros a ti – contestó Rob, chocando puños con Castle y poniéndose el guante.
Beckett se recogió el pelo en una coleta y aceptó la gorra de los Yankees que Jace le ofrecía.
- ¿Lista para derrotarles? – preguntó el joven, sin sonrojarse, todo concentrado.
- Más que lista – respondió la detective mientras chocaba la mano con él, yéndose cada uno a su sitio correspondiente.
Pateó la tierra de aquel casero campo de béisbol, ni la mitad de grande que uno real, pero que servía perfectamente para jugar de aquella forma: dos contra dos. Agradeció el haber traído Converse a la barbacoa, porque era un calzado cómodo en caso de que le tocara correr. Calibró el peso de la bola en la mano, girándola hábilmente mientras se aseguraba de tener el guante bien ajustado en la izquierda. Agarró la bola correctamente, con dos dedos sobre las costuras; llevo el brazo con el que iba a lanzar, el derecho, hacia el otro, juntando ambas manos. Alzó una rodilla para darse impulso y dejó que la pelota se escapara de sus dedos con toda la fuerza que fue capaz de aplicarle. La observó irse disparada, acorde con el movimiento que había acordado con Jace antes.
La bola se curvó ligeramente, cogiendo efecto. Apreté las manos en torno al bate y esperé al momento oportuno, algo desconcertado por el ligero cambio de dirección. Cuando fue el momento oportuno, eché los brazos hacia atrás y golpeé con todas sus fuerzas.
- ¡Strike uno! – gritó Jace a mis espaldas, atrapando la bola en su guante con maestría.
- ¡Rick! – se quejó Rob, dejando caer los brazos, sacudiendo la cabeza con decepción.
Miré hacia pelota que Jace lanzaba hacia arriba y volvía a atrapar con el guante, y entonces me giré hacia la detective, molesto. Esta me observaba con una amplia sonrisa de superioridad en el rostro, sin dejarse amedrentar cuando me acerqué enfurecido hacia ella.
- ¡Tramposa!
- Para nada, escritorzuelo. Quizá deberías limitarte a escribir y seguir evitando a las damas neoyorkinas.
- Tendrías que haberme avisado de que jugabas tan bien – mascullé – Te habría puesto conmigo.
Beckett dejó escapar una carcajada para luego ponerse seria.
- Esto lo hace más excitante, ¿no?
- ¿Me estás retando?
- Eso creo.
- Vale – escupí, pegando mi cara a la suya. – Que gane el mejor.
Estrechó mi mano con fuerza y volví al centro del campo, cogiendo con maestría el bate del suelo sin necesidad de agacharme. Se coloqué bien la gorra para protegerme del sol de frente y apreté las manos alrededor de la base del bate. Jace lanzó la pelota por encima de mi hombro y la detective la cogió sin problemas, con familiaridad.
- ¿En qué equipo jugaste? – pregunté, con curiosidad.
- Rolando Paulino, del Bronx. Mi padre era amigo del entrenador.
Asentí, pensativo. Era una liga con bastante prestigio. Pero la mía también lo tenía…
Se iba a enterar.
Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
Me han encantado este capitulo. En pleno plan parejita! Ahhhhh k lindos. Tratando de ser discretos y ya me los cacharon jajajaja. Continua quiero ver quien de los dos llora jajajajaja!
Verispu- As del póker
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Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
Jajajajaja, Rick tiene todas las de perder, seguro que Kate juega mucho mejor que él. Me ha hecho gracia como Clarissa los ha pillado, dándose cuenta de los sentimientos de ambos y como ha tenido la charla con Kate.
Espero que puedas continuar pronto. Deseando saber como acaba ese partido y la revancha que se tomará Rick por lo que le hizo en la mesa, porque seguro que se la toma
Espero que puedas continuar pronto. Deseando saber como acaba ese partido y la revancha que se tomará Rick por lo que le hizo en la mesa, porque seguro que se la toma
Yaye- Escritor - Policia
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Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
Me encanto el capitulo k manera de reirme con el pekeño percance de castle!
espero k continues pronto por k me encanta el fic!
espero k continues pronto por k me encanta el fic!
cururi- As del póker
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Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
Capítulo 78:
Me rasqué la cabeza, levantándome la gorra para dejar ventilar un poco mi sudada cabeza. Me retiré el flequillo de los ojos, secándome con el dorso de la mano solo para volver a colocarla en su sitio: alrededor de la pelota que estaba a punto de lanzar. Observé cómo Beckett se balanceaba tranquilamente en sus pies, de un lado a otro, sin estar nerviosa, cogiendo el bate con una falsa actitud relajada. La tensión de sus brazos era visible por debajo de la camisa vaquera que llevaba, y su mirada era de concentración total, aunque sus labios tuvieran una permanente sonrisa puesta. Ambos sabíamos lo que nos jugábamos.
Habían comenzado ganando, y por bastante, tanto que Rob se había desesperado conmigo al ver que no dejaban de sumar puntos y nosotros nos quedábamos cada vez más atrás. Entonces, me puse serio y me metí en mi papel, logrando hacer una remontada digna de los Récords Guinness. Ahora, estábamos empatados. Si Beckett fallaba este tiro, ganaríamos. Si nosotros no atrapábamos la bola, perderíamos.
Fruncí el ceño y me recoloqué bien la gorra, subiéndome las gafas de sol, que se me habían escurrido por culpa del sudor. Tragué saliva y respiré hondo, expulsando el aire lentamente, calmando los latidos de mi corazón y concentrándome en el tacto del cuero en mi mano, en el roce de las costuras, su peso y a la vez ligereza. Tensé los músculos de mi brazo, preparado para lanzarla con toda la fuerza posible.
Inspiré bruscamente, alcé una pierna mientras me llevaba los brazos juntos al pecho y expulsé el aire al mismo tiempo que dejaba que la pelota resbalara de entre mis dedos extendidos, aplicándole todo el impulso que pude, viendo cómo se dirigía con rapidez y efecto hacia la detective, que la esperaba con el cuerpo en tensión y el bate preparado.
Contuve el aliento, rezando por que fallara o no golpeara bien.
-.-.-.-.-.-.-.-.-
- ¿Qué tal están los jugadores? – preguntó Clarissa, sirviendo limonada, dejando oír el suave tintineo de los hielos.
Sacudí la cabeza, derrotado. Habíamos perdido. Beckett le había dado tan fuerte que no habíamos sido capaces de recuperar la pelota…
- ¡Genial! ¡Les hemos machacado! – exclamó Jace con entusiasmo, abalanzándose sobre la mesa para hacerse con dos vasos de limonada bien fresquita. Le tendió uno a la detective mientras la miraba con la adoración escrita en el rostro – Kate es una profesional, mamá, ¡tendrías que haberla visto golpear la bola!
En seguida se lanzó a relatar todo el partido, con caras, gestos y representaciones gráficas incorporadas, animado por las risas de su madre y sus exclamaciones. Yo me senté en una tumbona, dándole sorbos a mi vaso, agradeciendo su frescor después de tanto sudar.
- ¿Cansado, perdedor? – preguntó Beckett con picardía, poniéndose frente a mí.
- Bueno, bueno, relájate que tampoco nos habéis ganado por tanto. Fue solo un punto – mascullé, enfurruñado.
Ella soltó una carcajada y me quitó la limonada de las manos para darle un buen trago.
- ¿Dónde está la tuya?
- La dejé en la mesa, es que sabe mejor si es tuya.
- Claro, tú sigue quitándome cosas – me quejé – Ya tienes mi orgullo, ¿por qué no la bebida también?
- ¡Oh, venga! ¿Te vas a enfadar por haber perdido? Eres peor que un niño pequeño.
- Me molesta que tengáis que restregarlo.
- Vale, no se habla más del tema… - parecía que iba a darse por vencida, pero tenía que ponerle la guinda al pastel – Perdedor.
- ¡Quiero la revancha! – salté, acercándome bruscamente a su rostro. Ella dejó la limonada encima de una mesita de madera y centró sus ojos verde avellana en mí, mirándome con superioridad.
- ¿Para qué te vuelva a machacar?
- Sigue soñando, detective. Te voy a hacer sufrir.
- Y yo a ti llorar como un bebé – contestó ella, pegando su nariz casi a la mía.
- ¿Significa eso que aceptas? – inquirí, estirando mi mano en el poco espacio que había entre ambos.
- Por supuesto.
Volvimos a estrecharnos las manos y yo tiré de ella para acercarla a mí, robándole un beso con sabor a limón y hielo.
- Ese es mi premio de consolación – comenté, siendo mi turno de sonreír con picardía.
- Mmmm… - murmuró Beckett, alargando el roce – Yo tenía otra cosa en mente – su aliento me acarició los labios sensualmente.
- Después de que te vea perder.
En ese momento, Jace vino corriendo hacia nosotros, sentándose entre ambos, apoyando su cabeza en mi pecho y colocando sus delgadas piernas encima de las de la detective. Sonriente, dándole sorbos a una pajita, comenzó a hacerle preguntas a Kate, dejándome descansar. Reposé la cabeza contra el plástico de la tumbona y disfruté de la calidad de aire en la piel, refrescante después del partido, agradeciendo el suave murmullo del mar en la distancia. Mila, la sirvienta, se acercó hacia nosotros, vistiendo ropa de calle que antes ocultaba el delantal.
- Señor, le llama un tal detective Esposito desde Nueva York – le dijo a Rob, tendiéndole un teléfono inalámbrico.
Beckett y yo cruzamos miradas, ambos preguntándonos que tenía Esposito que hablar con el alcalde. Me encogí de hombros, desconcertado, y me senté mejor, enderezando el respaldo. Mila se acercó a Clarissa y le preguntó si se podía ir ya, a lo que la mujer respondió afirmativamente, preguntándole si quedaba alguien en la casa.
- No, señora, se han ido todos ya – contestó la sirvienta, sonriéndole con agradecimiento a Clarissa antes de dirigirse hacia el portalón de la entrada.
- Los fines de semana todos se van – comentó Jace, sacándome de mi ensueño. – Aprovechan para ir a ver a sus familias.
- ¿Duermen en la casa entre semana? – inquirió Beckett, interesada. ¿En qué estaría pensando?
El pequeño afirmó antes de dirigirse hacia donde estaba su padre, que ya había colgado el teléfono y estaba hablando en quedos murmullos con su mujer. Rob levantó la cabeza y se acercó hacia dónde nosotros estábamos.
- Tenemos que irnos – anunció no sin cierta tristeza.
- ¿Ahora? – exclamé, sorprendido.
- Han encontrado nuestro cuadro robado y necesitan que vayamos a identificarlo, además de que tienen algunas preguntas que hacernos a todos.
- Vaya…
- Necesito que me hagáis un gran favor – pidió a continuación, aumentando mi estupefacción.
- Lo que tú digas – contesté, incorporándome.
- ¿Podríais quedaros aquí esta noche? Los ladrones rompieron el sistema de alarmas y no me gustaría dejar la casa vacía…
Intercambié una mirada con Beckett, dubitativo. No quería aceptar por si a ella no le apetecía, pero tampoco iba a hacerle ese feo a un amigo como Rob, que siempre había hecho lo que yo le había pedido.
- Cuenta con nosotros – contestó la detective, regalándole una radiante sonrisa.
El alcalde soltó un suspiro de alivio y se apresuró a llamar al piloto de su jet privado para preparar un vuelo que tendría que salir lo antes posible. Nos indicó que se irían en media hora y desapareció dentro de la casa para ayudar a Clarissa con las maletas. Beckett recostó su espalda contra mi pecho, apoyando su cabeza en mi hombro y dejando soltar un suave gemido. Deposité un beso en su pelo y la rodeé con mis brazos.
- ¿Cansada? – pregunté, susurrando en su oído.
- La verdad es que no.
- Mejor.
- ¿Qué tienes pensado? – inquirió, casi con miedo.
- Nada – me reí, agradeciendo que no pudiera ver mi sonrisa traviesa – Solo te comento que tienen piscina climatizada… - besé lentamente su cuello, apartando su sedoso cabello de mi camino – y una mesa de billar – la mordí con suavidad.
-.-.-.-.-.-.-.-.-
Ya estaba anocheciendo cuando nos despedimos de la familia de Rob.
Nada más desaparecer las luces traseras de su coche tras una curva, entrelacé mis dedos con los de la detective y me aseguré de haber cerrado bien el portalón de la entrada, aunque de poco sirviera. Tiré de Beckett hacia el interior de la casa, proveyéndola en seguida de un vaso de vino tinto que había traído yo como obsequio para la barbacoa y que se había visto desplazado por las cervezas.
Bebimos tranquilamente, degustando el suave regusto a cerezas del vino que me recordaba al aroma de la piel de la detective. Dejé mi copa en la encimera y la atraje hacia mi cuerpo, ansiando probar esos labios que llevaban toda la tarde tentándome con sus sonrisas picaronas. Nos movimos lentamente, disfrutando del roce, y presioné sus labios con mi lengua, pidiéndole permiso. Cuando me lo concedió, supe lo que era degustar el vino en su boca, su dulce sabor, la lucha en la que se enzarzaron nuestras lenguas.
- ¿Prefieres jugar primero o bañarnos?
- Tendré que ganarte antes de darte tu premio de consolación – murmuró ella contra mis labios.
- Más bien va a ser al revés.
Agarré su mano y la guie a través de los largos pasillos de la casa hasta unas escaleras de granito que bajaban a un piso inferior. La tenue luz de una solitaria bombilla nos alumbró el descenso y giré la llave para abrir una sencilla puerta de madera que no daba ninguna pista de lo que escondía detrás. Me alumbré con el móvil mientras tanteaba las paredes que yo sabía que eran granates en busca del interruptor.
Activé la corriente eléctrica y las luces se encendieron, iluminando una amplia estancia con un muro de piedra al fondo y una gran cristalera en el lateral derecho que daba al jardín, aunque también se veía el mar. En el centro de la habitación había una mesa de billar de madera oscura y con el reluciente tapete verde invitando a jugar, las bolas colocadas dentro del triángulo en un extremo y los palos en una vitrina. Beckett giró la cabeza hacia el sonido de agua cayendo, curiosa, tratando de averiguar de dónde venía. Sonreí y le hice un gesto hacia la pared de la izquierda, señalándole otro pequeño tramo de escaleras.
La seguí mientras las bajaba casi de un salto, guiándose por el ruido. Y entonces llegamos a la mejor estancia de la casa: la piscina. Era una gran piscina en forma de rectángulo, pero uno de los lados cortos tenía una elevación en forma de círculo: el jacuzzi.
- Wow… - murmuró la detective mientras se paseaba por el borde, metiendo la punta de sus pies descalzos para probar el agua.
- ¿Sigues queriendo jugar al billar antes? – inquirí, maravillándome al ver el juego que las luces de la piscina hacían en su cara, dándole el aspecto de un hada.
- Por supuesto, ahora más.
- ¿Ah, sí?
- Aja… El premio va a ser mil veces mejor – comentó, guiñándome un ojo mientras le daba la espalda a la piscina y volvía a la habitación.
Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
jajajaja que bueno!!!Castle pidiendo la revancha como un niño pequeño,me parto con él. Kaaaate!!!! ¿en que estas pensando?quítale la ropa y tíralo a la piscina pero yaaaa!!!!!....esto está que arde jejeje continúa pronto
nusky- Ayudante de policia
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Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
Jajajaja, muy bueno, este Rick picándose como un niño pequeño y pidiendo la revancha. Seguro que ahora se deja perder con mucho gusto para ver cual es el premio de consolación
Espero que puedas continuar pronto.
Espero que puedas continuar pronto.
Yaye- Escritor - Policia
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Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
Continua pronto!! Me ja encantado tu fic hace como una semana que lo leo y ya llegue a la pagina 24! Siguelo escribes muy bien a esperar el prox capitulo
28Caskett- As del póker
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Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
uffffff! lo que me ha costado ponerme al corriente con tu fic,pues lo comencé a leer y ya tenia demasiados caps,pero en fin valio la pena leermelos pues es estupenda esta magnifica historia.
escribes de maravilla!
escribes de maravilla!
Caskett(sariita)- Policia de homicidios
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Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
Esta estupendo continua pronto
28Caskett- As del póker
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Localización : Cd. Juárez
Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
siento ser tan descriteriada por no comentar antes ultimamente soy un desastre!
pero bueno en cuanto a tu fic k decirte k no te haya dixo ya! me encanta es cada vez mas genial y entretenido! este castle es peor k mi sobrino de 2 años! y me encanta esperemos k esta vez salgan ganando los 2!! continua pronto porfis!
pero bueno en cuanto a tu fic k decirte k no te haya dixo ya! me encanta es cada vez mas genial y entretenido! este castle es peor k mi sobrino de 2 años! y me encanta esperemos k esta vez salgan ganando los 2!! continua pronto porfis!
cururi- As del póker
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Localización : World Citizen
Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
WOW! estoy alucinando con este fic! llevo dos días sin parar de leer hasta que he llegado aquí! ahora quiero más!! ajajaja
Es uno de los mejores, por no decir, el mejor, fic que he leído, me atrapó la historia desde el principio!
Eres una gran escritora, me encantan tus descripciones de todo!
Espero con ansias el próximo capitulo
Es uno de los mejores, por no decir, el mejor, fic que he leído, me atrapó la historia desde el principio!
Eres una gran escritora, me encantan tus descripciones de todo!
Espero con ansias el próximo capitulo
DidiBcn- Ayudante de policia
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Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
bueeeeeno... Sé que dije que iba a tratar de actualizar más de seguido pero me es imposible. Empiezo la peor parte de este curso y no tengo tiempo ni para respirar, así que siento tardar tanto, solo puedo prometeros que no voy a dejar esta historia olvidada, así que no temáis, poco a poco ¡Espero que os guste! ¡Mañana más!
Esto no había sido una buena idea.
A ver, en un principio sí, y centrándome en el billar, también, porque iba ganando. Pero en lo que a concentración se refería… ¿Qué era la concentración? ¿Se comía?
Apreté con fuerza las manos alrededor del taco de billar, tanto que los dedos se me pusieron blancos. Tragué saliva, o por lo menos lo intenté, porque tenía la garganta seca y me sentía como un hombre perdido en un desierto que acababa de descubrir que el oasis que había pensado que sería su salvación solo era una ilusión más y que había sido un error ir hasta allí solo para encontrar más arena. En mi caso, el oasis era toda la locura de jugar el billar y mi desengaño no era otro que la ardiente detective.
Cuando ideé mi revancha, no se me había pasado por la cabeza el efecto que tendría en mí ver a Beckett tumbada encima de la mesa, con aquellos shorts vaqueros acortándose más aún y enmarcando perfectamente ese culo que me traía por el mal camino. Y si me cambiaba de lugar, todo lo que veía era su escote, más pronunciado por el botón que, mágicamente, se había desabrochado después de que el alcalde y su familia se marcharan hacia el aeropuerto. En definitiva, una bomba explosiva hecha con el propósito – logrado – de despistarme.
- Maldito seas, Castle – maldijo la detective, rompiendo su hechizo de sensualidad. Aunque aquel lado de chica mala la hacía más sexy aún… - ¡No sé cómo meter esa bola! – se quejó, poniendo morritos y apoyando la cadera contra el borde de madera de la mesa. Frunció el ceño, con sus concentrados ojos almendrados fijos en la bola roja que quería meter.
- Es sencillo, Beckett. Concéntrate – dije, sin saber bien si me lo decía a mí mismo o a ella.
- ¡Cómo si eso fuera posible! – resopló, lanzándome una mirada furiosa.
Mmmm… Así que yo no era el único afectado aquí… Mi malvada y retorcida mente comenzó a idear otro plan, pero esta vez para mi propio provecho.
- ¿Segura qué quieres meter esa bola y no otra? – inquirí, aprovechando para acercarme lentamente a ella.
- Pues sí, por si no te has dado cuenta, que obviamente no lo has hecho porque estás demasiado ocupado mirándome el culo, es la única que me queda.
Miré con el ceño fruncido a la mesa y entonces me fijé en que Kate tenía razón. Habíamos acordado jugar algo más light, sin tantas normas, para hacerlo más fácil y divertido. Más rápido. Yo tenía que meter las lisas y ella las rayadas, y dejábamos la negra para el final. Eso había sido lo pactado, pero ahora pude ver que Beckett ya había metido todas sus rayadas, poniéndose a la par conmigo. Adiós ventaja pensé, suspirando interiormente.
- Vale, a ver, déjame pensar… - observé rápidamente la disposición de las bolas en el tapete verde: la blanca en la esquina inferior izquierda, mi bola amarilla lisa justo frente al agujero de esa esquina, pero la de Beckett estaba en el lado opuesto y tenía difícil el darle a la blanca sin mover la mía en el intento. – Ya lo tengo.
Dejé mi taco apoyado contra la pared, vigilando que no se cayera, y pegué mi espalda al pecho de la detective. La noté tensarse, sin saber que esperar de mi gesto, así que acaricié sus costados suavemente, una mano dirigiéndose a su cintura mientras que la otra subía por su brazo. Rodeé su mano con la mía, abarcándola sin dificultades, y las hice deslizarse por el taco.
- Déjate llevar – susurré en su oído, viendo cómo se le erizaba el vello del cuello y notando un estremecimiento recorrerle la espalda.
Me tragué la sonrisa y acaricié levemente la piel de su nuca con la nariz, aspirando su aroma a cerezas y sol, colocando mi cara al lado de la suya para poder ver lo que hacía. Ambos levantamos la parte posterior del taco y yo me recliné sobre ella, toda su espalda en contacto con mi pecho, su culo contra mi pelvis. Apoyando nuestros codos en el borde de la mesa, acaricié su mano hasta colocar la mía sobre el tapete verde, notando su suavidad contra mis dedos al posicionarme y dejar que el peso del taco y del brazo de la detective recayera sobre mí.
- Ahora, vamos a golpear la blanca desde un lateral – susurré sobre su oído – Rebotará contra la pared y, si le damos la fuerza suficiente, llegará hasta tu bola.
Beckett asintió, tragando saliva, mordiéndose el labio inferior. Pude ver que luchaba por centrarse, por no dejarse llevar por mi aliento acariciándole la piel, mis manos sobre sus brazos. Moví suavemente la pelvis y la escuché jadear.
- Castle… - comenzó a decir, protestando.
- Ssshh – la acallé, sin poder reprimir la sonrisa – Necesito concentrarme.
La detective emitió un pequeño gruñido de frustración y sacudió la cabeza, frunciendo el ceño. Respiró hondo y noté su espalda expandirse. Oh dios… ¡Céntrate! Me mordí la lengua, agradeciendo que el dolor disipara la neblina de erotismo que se estaba formando poco a poco en mi cabeza. Retrasando nuestros brazos, dejando que la parte superior del taco se deslizara suavemente entre nuestros dedos entrelazados, cogimos el impulso necesario para golpear con fuerza la bola blanca. Ambos aguantamos la respiración mientras la veíamos pasar rozando a mi bola amarilla, sin tocarla por poco, yendo con fuerza a chocar contra el extremo de la mesa y rebotando hasta alcanzar la bola de la detective. Colisionaron, llenando la habitación con el sonido del clac y logrando que la roja se colara por el hoyo de la esquina derecha.
Beckett saltó entre mis brazos, eufórica, dejando escapar un gritito de felicidad. Con una sonrisa radiante que iluminaba sus ojos, haciéndolos parecer de un verde brillante que hipnotizaba, se giró para mirarme, quedando el taco olvidado encima de la mesa, rodeando mi cuello con sus brazos.
- ¡Gracias! – exclamó.
A la mierda, llevo aguantándome mucho me dije a mí mismo cuando traté de luchar contra mi impulso de besarla. Cubrí sus labios con los míos, pero no con urgencia, sino como si tuviéramos todo el tiempo del mundo, como si no tuviéramos prisa alguna. Nos besamos lentamente, con cariño, diciéndonos con un beso todo lo que no nos atrevíamos a poner en palabras. Sin embargo, el calor fue aumentando, y con él la pasión. Pasamos a devorarnos, a quemar juntos. Mi lengua entró en su boca y se enzarzó en una pelea con la suya, tratando de ver quién podía más. Sabía a vino, a limonada, a sexo…
La cogí en brazos, haciéndola sentarse en la mesa de billar, dejó escapar un gemido cuando sus muslos tocaron la frialdad de la abrillantada madera. Mis manos recorrieron todo su cuerpo de arriba abajo, sus largas y tonificadas piernas se enredaron en mi cintura, presionándome contra ella, haciendo que jadeara contra sus labios cuando nuestros sexos se tocaron. Casi podía notar el calor saliendo de ella, invitándome a bajar a aquel infierno con pinta de paraíso, a sumergirme en su río de lava y arder.
Me desembaracé de mi camisa, sacudiendo mis brazos para lanzarla a algún lugar, y, sin perder tiempo, comencé a pelearme con los botones de la que llevaba Beckett mientras ésta se reía de mí y me ayudaba. Tras varios problemillas, conseguí quitársela, dejándola hecha un guiñapo encima de la mesa de billar mientras yo recorría lentamente su pecho, dejando un reguero de besos desde su cuello hasta su ombligo, donde me entretuve trazando círculos a su alrededor con la lengua, disfrutando de su sabor a sal y de los gemidos de la detective, que eran como oír a un coro de ángeles cantando para mí.
- Espera, espera – jadeó Kate, separándose cuando vio que mis manos ya iban decididas hacia el broche de su sujetador. Se echó ligeramente hacia atrás, desenredando sus piernas de mi cintura.
- ¿Qué pasa? – pregunté, con los ojos muy abiertos, sorprendido de que me rechazara.
- Hay algo que tenemos que hacer antes.
- Oh, mierda… ¿Necesitamos condones? Porque creo que no me he traído ninguno – comenté mientras comenzaba a palparme los bolsillos. Ella soltó una carcajada y sacudió la cabeza, bajándose de un salto de la mesa de billar.
La observé alejarse de mí con cierta sensación de desamparo en el pecho, además de una gran erección rozándose de manera muy incómoda contra la tela de mi bóxer. Caminó con gracia hacia las escaleras que llevaban a la piscina, girándose para mirarme por encima del hombro, con una sonrisa traviesa en la cara.
- ¿Vienes? – preguntó, y, sin esperar a mi respuesta, se deshizo de su sujetador de encaje, dejándolo caer.
Me apresuré a seguirla, notando la presión en mis pantalones. Llegué a las escaleras y evité su sujetador solo para encontrarme unos metros más allá sus shorts vaqueros. Se me secó la boca, más aún si aquello era posible, y me desabotoné los pantalones con prisa, casi sin atinar.
- ¿Kate? – inquirí al entrar en la habitación, encontrándomela a oscuras, solo iluminada por las luces interiores de la piscina, dándole un toque mágico, como si entraras en otro mundo.
Miré a mi alrededor por si la veía, pero su cabeza surgió del agua, sonriéndome, con el pelo flotando a su alrededor como un halo castaño, casi rubio. Me quedé ahí parado, sin reaccionar, simplemente admirándola.
- ¿Qué ocurre, Castle? ¿No sabes nadar? – me picó.
- Sí, es solo que…
- ¿Qué qué?
Me acerqué al borde de la piscina, encontrándome otro tesoro por el camino: unas braguitas negras a juego con el sujetador. Cogí aire bruscamente, manteniéndolo en los pulmones hasta que me exigieron que lo expulsara. Me senté, metiendo las piernas en el agua, caliente gracias a un sistema de placas solares del que Rob estaba muy orgulloso. Ella se acercó hasta mí, metiéndose entre mis piernas, su cabeza quedando a la altura de mi pecho.
Atrapé su cara entre las manos y la atraje hacia mí para saborear sus labios en un beso que sabía a cloro.
Y a agua.
Beckett me agarró de los brazos y tiró de mí hacia el agua, tirándome. Me dio tiempo a respirar un poco antes de caer, escuchando la risa de la detective propagándose por el líquido que ahora me envolvía.
- ¡Serás bruja! – exclamé cuando salí a la superficie y cogí una gran bocanada de aire. Me lancé en una persecución con Kate que consistió en muchos gritos, quejas y salpicaduras. Atrapé su pie y tiré de él hacia mi cuerpo, encajonándola en mi abrazo de oso.
Ella trató de luchar pero era imposible, así que terminó rindiéndose, dejando que yo la mantuviera a flote. En su desnudez, enredó sus piernas en mi cintura de nuevo y me rodeó con los brazos, apoyando su frente en mi hombro, relajándose. Besé suavemente su cuello, apartando el mojado pelo hacia un lado, dejando un camino de besos hasta su mandíbula. Nos besamos, volviendo a recuperar aquella dormida pasión que nunca se nos acababa, como si fuéramos animales insaciables. Aprovechando dónde estábamos, Beckett se escurrió entre mis brazos, y me quitó los calzoncillos, lanzándolos hacia el suelo seco, donde cayeron con un chapoteo. Contuve un suspiro de alivio al notar mi erección libre de su prisión y nadé hacia dónde la detective estaba, apoyada contra una de las paredes, justo encima de una luz, de forma que parecía una diosa enmarcada por un halo divino.
La agarré por la cintura y la atraje hacia mi cuerpo, notando su gemido cuando la parte baja de su abdomen presionó mi erecto miembro.
- ¿Preparada para su premio de consolación, detective? – jadeé entre beso y beso.
- Creo que es el tuyo – contestó ella de la misma forma, rodeando con sus largos y finos dedos de pianista mi erección. Se me cortó la respiración y perdí toda capacidad de raciocinio.
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Capítulo 79:
[color][font]Esto no había sido una buena idea.
A ver, en un principio sí, y centrándome en el billar, también, porque iba ganando. Pero en lo que a concentración se refería… ¿Qué era la concentración? ¿Se comía?
Apreté con fuerza las manos alrededor del taco de billar, tanto que los dedos se me pusieron blancos. Tragué saliva, o por lo menos lo intenté, porque tenía la garganta seca y me sentía como un hombre perdido en un desierto que acababa de descubrir que el oasis que había pensado que sería su salvación solo era una ilusión más y que había sido un error ir hasta allí solo para encontrar más arena. En mi caso, el oasis era toda la locura de jugar el billar y mi desengaño no era otro que la ardiente detective.
Cuando ideé mi revancha, no se me había pasado por la cabeza el efecto que tendría en mí ver a Beckett tumbada encima de la mesa, con aquellos shorts vaqueros acortándose más aún y enmarcando perfectamente ese culo que me traía por el mal camino. Y si me cambiaba de lugar, todo lo que veía era su escote, más pronunciado por el botón que, mágicamente, se había desabrochado después de que el alcalde y su familia se marcharan hacia el aeropuerto. En definitiva, una bomba explosiva hecha con el propósito – logrado – de despistarme.
- Maldito seas, Castle – maldijo la detective, rompiendo su hechizo de sensualidad. Aunque aquel lado de chica mala la hacía más sexy aún… - ¡No sé cómo meter esa bola! – se quejó, poniendo morritos y apoyando la cadera contra el borde de madera de la mesa. Frunció el ceño, con sus concentrados ojos almendrados fijos en la bola roja que quería meter.
- Es sencillo, Beckett. Concéntrate – dije, sin saber bien si me lo decía a mí mismo o a ella.
- ¡Cómo si eso fuera posible! – resopló, lanzándome una mirada furiosa.
Mmmm… Así que yo no era el único afectado aquí… Mi malvada y retorcida mente comenzó a idear otro plan, pero esta vez para mi propio provecho.
- ¿Segura qué quieres meter esa bola y no otra? – inquirí, aprovechando para acercarme lentamente a ella.
- Pues sí, por si no te has dado cuenta, que obviamente no lo has hecho porque estás demasiado ocupado mirándome el culo, es la única que me queda.
Miré con el ceño fruncido a la mesa y entonces me fijé en que Kate tenía razón. Habíamos acordado jugar algo más light, sin tantas normas, para hacerlo más fácil y divertido. Más rápido. Yo tenía que meter las lisas y ella las rayadas, y dejábamos la negra para el final. Eso había sido lo pactado, pero ahora pude ver que Beckett ya había metido todas sus rayadas, poniéndose a la par conmigo. Adiós ventaja pensé, suspirando interiormente.
- Vale, a ver, déjame pensar… - observé rápidamente la disposición de las bolas en el tapete verde: la blanca en la esquina inferior izquierda, mi bola amarilla lisa justo frente al agujero de esa esquina, pero la de Beckett estaba en el lado opuesto y tenía difícil el darle a la blanca sin mover la mía en el intento. – Ya lo tengo.
Dejé mi taco apoyado contra la pared, vigilando que no se cayera, y pegué mi espalda al pecho de la detective. La noté tensarse, sin saber que esperar de mi gesto, así que acaricié sus costados suavemente, una mano dirigiéndose a su cintura mientras que la otra subía por su brazo. Rodeé su mano con la mía, abarcándola sin dificultades, y las hice deslizarse por el taco.
- Déjate llevar – susurré en su oído, viendo cómo se le erizaba el vello del cuello y notando un estremecimiento recorrerle la espalda.
Me tragué la sonrisa y acaricié levemente la piel de su nuca con la nariz, aspirando su aroma a cerezas y sol, colocando mi cara al lado de la suya para poder ver lo que hacía. Ambos levantamos la parte posterior del taco y yo me recliné sobre ella, toda su espalda en contacto con mi pecho, su culo contra mi pelvis. Apoyando nuestros codos en el borde de la mesa, acaricié su mano hasta colocar la mía sobre el tapete verde, notando su suavidad contra mis dedos al posicionarme y dejar que el peso del taco y del brazo de la detective recayera sobre mí.
- Ahora, vamos a golpear la blanca desde un lateral – susurré sobre su oído – Rebotará contra la pared y, si le damos la fuerza suficiente, llegará hasta tu bola.
Beckett asintió, tragando saliva, mordiéndose el labio inferior. Pude ver que luchaba por centrarse, por no dejarse llevar por mi aliento acariciándole la piel, mis manos sobre sus brazos. Moví suavemente la pelvis y la escuché jadear.
- Castle… - comenzó a decir, protestando.
- Ssshh – la acallé, sin poder reprimir la sonrisa – Necesito concentrarme.
La detective emitió un pequeño gruñido de frustración y sacudió la cabeza, frunciendo el ceño. Respiró hondo y noté su espalda expandirse. Oh dios… ¡Céntrate! Me mordí la lengua, agradeciendo que el dolor disipara la neblina de erotismo que se estaba formando poco a poco en mi cabeza. Retrasando nuestros brazos, dejando que la parte superior del taco se deslizara suavemente entre nuestros dedos entrelazados, cogimos el impulso necesario para golpear con fuerza la bola blanca. Ambos aguantamos la respiración mientras la veíamos pasar rozando a mi bola amarilla, sin tocarla por poco, yendo con fuerza a chocar contra el extremo de la mesa y rebotando hasta alcanzar la bola de la detective. Colisionaron, llenando la habitación con el sonido del clac y logrando que la roja se colara por el hoyo de la esquina derecha.
Beckett saltó entre mis brazos, eufórica, dejando escapar un gritito de felicidad. Con una sonrisa radiante que iluminaba sus ojos, haciéndolos parecer de un verde brillante que hipnotizaba, se giró para mirarme, quedando el taco olvidado encima de la mesa, rodeando mi cuello con sus brazos.
- ¡Gracias! – exclamó.
A la mierda, llevo aguantándome mucho me dije a mí mismo cuando traté de luchar contra mi impulso de besarla. Cubrí sus labios con los míos, pero no con urgencia, sino como si tuviéramos todo el tiempo del mundo, como si no tuviéramos prisa alguna. Nos besamos lentamente, con cariño, diciéndonos con un beso todo lo que no nos atrevíamos a poner en palabras. Sin embargo, el calor fue aumentando, y con él la pasión. Pasamos a devorarnos, a quemar juntos. Mi lengua entró en su boca y se enzarzó en una pelea con la suya, tratando de ver quién podía más. Sabía a vino, a limonada, a sexo…
La cogí en brazos, haciéndola sentarse en la mesa de billar, dejó escapar un gemido cuando sus muslos tocaron la frialdad de la abrillantada madera. Mis manos recorrieron todo su cuerpo de arriba abajo, sus largas y tonificadas piernas se enredaron en mi cintura, presionándome contra ella, haciendo que jadeara contra sus labios cuando nuestros sexos se tocaron. Casi podía notar el calor saliendo de ella, invitándome a bajar a aquel infierno con pinta de paraíso, a sumergirme en su río de lava y arder.
Me desembaracé de mi camisa, sacudiendo mis brazos para lanzarla a algún lugar, y, sin perder tiempo, comencé a pelearme con los botones de la que llevaba Beckett mientras ésta se reía de mí y me ayudaba. Tras varios problemillas, conseguí quitársela, dejándola hecha un guiñapo encima de la mesa de billar mientras yo recorría lentamente su pecho, dejando un reguero de besos desde su cuello hasta su ombligo, donde me entretuve trazando círculos a su alrededor con la lengua, disfrutando de su sabor a sal y de los gemidos de la detective, que eran como oír a un coro de ángeles cantando para mí.
- Espera, espera – jadeó Kate, separándose cuando vio que mis manos ya iban decididas hacia el broche de su sujetador. Se echó ligeramente hacia atrás, desenredando sus piernas de mi cintura.
- ¿Qué pasa? – pregunté, con los ojos muy abiertos, sorprendido de que me rechazara.
- Hay algo que tenemos que hacer antes.
- Oh, mierda… ¿Necesitamos condones? Porque creo que no me he traído ninguno – comenté mientras comenzaba a palparme los bolsillos. Ella soltó una carcajada y sacudió la cabeza, bajándose de un salto de la mesa de billar.
La observé alejarse de mí con cierta sensación de desamparo en el pecho, además de una gran erección rozándose de manera muy incómoda contra la tela de mi bóxer. Caminó con gracia hacia las escaleras que llevaban a la piscina, girándose para mirarme por encima del hombro, con una sonrisa traviesa en la cara.
- ¿Vienes? – preguntó, y, sin esperar a mi respuesta, se deshizo de su sujetador de encaje, dejándolo caer.
Me apresuré a seguirla, notando la presión en mis pantalones. Llegué a las escaleras y evité su sujetador solo para encontrarme unos metros más allá sus shorts vaqueros. Se me secó la boca, más aún si aquello era posible, y me desabotoné los pantalones con prisa, casi sin atinar.
- ¿Kate? – inquirí al entrar en la habitación, encontrándomela a oscuras, solo iluminada por las luces interiores de la piscina, dándole un toque mágico, como si entraras en otro mundo.
Miré a mi alrededor por si la veía, pero su cabeza surgió del agua, sonriéndome, con el pelo flotando a su alrededor como un halo castaño, casi rubio. Me quedé ahí parado, sin reaccionar, simplemente admirándola.
- ¿Qué ocurre, Castle? ¿No sabes nadar? – me picó.
- Sí, es solo que…
- ¿Qué qué?
Me acerqué al borde de la piscina, encontrándome otro tesoro por el camino: unas braguitas negras a juego con el sujetador. Cogí aire bruscamente, manteniéndolo en los pulmones hasta que me exigieron que lo expulsara. Me senté, metiendo las piernas en el agua, caliente gracias a un sistema de placas solares del que Rob estaba muy orgulloso. Ella se acercó hasta mí, metiéndose entre mis piernas, su cabeza quedando a la altura de mi pecho.
Atrapé su cara entre las manos y la atraje hacia mí para saborear sus labios en un beso que sabía a cloro.
Y a agua.
Beckett me agarró de los brazos y tiró de mí hacia el agua, tirándome. Me dio tiempo a respirar un poco antes de caer, escuchando la risa de la detective propagándose por el líquido que ahora me envolvía.
- ¡Serás bruja! – exclamé cuando salí a la superficie y cogí una gran bocanada de aire. Me lancé en una persecución con Kate que consistió en muchos gritos, quejas y salpicaduras. Atrapé su pie y tiré de él hacia mi cuerpo, encajonándola en mi abrazo de oso.
Ella trató de luchar pero era imposible, así que terminó rindiéndose, dejando que yo la mantuviera a flote. En su desnudez, enredó sus piernas en mi cintura de nuevo y me rodeó con los brazos, apoyando su frente en mi hombro, relajándose. Besé suavemente su cuello, apartando el mojado pelo hacia un lado, dejando un camino de besos hasta su mandíbula. Nos besamos, volviendo a recuperar aquella dormida pasión que nunca se nos acababa, como si fuéramos animales insaciables. Aprovechando dónde estábamos, Beckett se escurrió entre mis brazos, y me quitó los calzoncillos, lanzándolos hacia el suelo seco, donde cayeron con un chapoteo. Contuve un suspiro de alivio al notar mi erección libre de su prisión y nadé hacia dónde la detective estaba, apoyada contra una de las paredes, justo encima de una luz, de forma que parecía una diosa enmarcada por un halo divino.
La agarré por la cintura y la atraje hacia mi cuerpo, notando su gemido cuando la parte baja de su abdomen presionó mi erecto miembro.
- ¿Preparada para su premio de consolación, detective? – jadeé entre beso y beso.
- Creo que es el tuyo – contestó ella de la misma forma, rodeando con sus largos y finos dedos de pianista mi erección. Se me cortó la respiración y perdí toda capacidad de raciocinio.
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Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
Jajajaja, muy bueno, estos dos no tienen remedio. Ahora se pondrán a discutir de quién será el premio de consolación???
Mucha suerte en tus exámenes
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Yaye- Escritor - Policia
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Localización : Huelva
Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
Que bueno que te pudiste dar un tiempito para actualizar! Muy bueno el capi como siempre y muchas gracias por no abandonar tu fic seria miy lamentable dejarlo en el olvido, asi que cuando puedas aqui estaremos para leerte y comentarte!
Verispu- As del póker
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Localización : Mexico, Oaxaca
Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
kjakjakjakj buenisimo me encanto de verdad aunk lo cortaste en la mejor parte! espero k continues pronto para ver como sigue este jueguito del ganador y perdedor o solo ganadores?
cururi- As del póker
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Localización : World Citizen
Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
Definitivamente los dos son ganadores!! Ja ja como siempre excelente tu fic, y esa maña de dejarlo en la mejor parte. Estaremos esperando con paciencia la continuación
Ruth Maria- Policia de homicidios
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Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
Me tienes enganchada a tu fic desde que comenze a leerlo!.. sigue pronto me encanta como escribes continua pronto.... saludos(:
28Caskett- As del póker
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Edad : 25
Localización : Cd. Juárez
Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
Ayer me fue imposible actualizar, lo siento, pero lo compenso con un capi algo más largo de lo normal. He de decir que lo empecé sin saber cómo demonios iba a explicar algunas cosas, pero bueno, creo que todo lo que puse tiene lógica, así que espero que os guste y lo disfrutéis.
Comenzó a masajearme lentamente, desde la punta a la base, paseando sus dedos con la tranquilidad de alguien que sabe lo que hace y el efecto que causa. Apreté la mandíbula, controlándome, disfrutando de las inmensas oleadas de placer que me recorrían el cuerpo entero, como una ola de calor que llegaba a todas mis extremidades. Nos besamos lentamente, compartiendo el sabor a deseo y cloro de nuestras bocas, mordiéndonos los labios y enredando nuestras lenguas.
Deslicé mis manos por sus brazos y rodeé sus senos, acariciando con los pulgares sus pezones, ya erectos y totalmente sensibles a mi toque.
- Kate - gemí con voz ronca. – Para…
Se quedó parada en mitad de su recorrido y soltó sus dedos uno a uno, aprovechando al máximo para seguir torturándome un poco más. Solté un suspiro de alivio cuando quedé libre, no porque no me gustara, sino porque me gustaba demasiado. Si hubiera seguido así un minuto más me habría corrido. La cogí en brazos, sus pechos quedando a la altura perfecta, nuestros sexos en contacto.
Moví la pelvis en un gesto brusco, arrancando un jadeo de su garganta, seguido de un gruñido que tenía como destino regañarme. Pero aquello era demasiado bueno como para dejarme amargar. Mordí sus pezones, rozándolos con la lengua, pellizcándolos con los dientes, dejándome llevar por los dedos de Beckett enredados en mi pelo, tirándome a veces suavemente, por sus labios en mi cuello y sus gemidos en mi oído.
Ella comenzó a mover sus caderas con un lento vaivén, aumentando el roce entre nuestras partes íntimas, haciendo que el momento subiera unos cuantos puestos de golpe en la escala de placer. Estábamos arañando el paraíso…
- Rick – ronroneó Kate, sin apenas voz, en un jadeo.
- ¿Mmmm?
- Ya – ordenó, casi suplicó – Te necesito ya.
Sin hacerme de rogar porque, seré sincero, yo también lo estaba deseando, me introduje en ella con lentitud. Cuando estuve completamente dentro, dejé escapar un gruñido de satisfacción al mismo tiempo que ella suspiraba, echando la cabeza hacia atrás y cerrando los ojos. Retorció las caderas con impaciencia, deseosa de que empezara lo bueno, pero la hice parar, pegando totalmente su espalda al borde de la piscina. Con la misma parsimonia que antes, salí de su interior.
Y la siguiente fue brusca, con ganas, con deseo. Establecimos un ritmo ni demasiado lento, ni demasiado rápido, buscando prologar aquel momento al máximo, llegar lo más alto que pudiéramos. Llenamos aquella gran habitación con el sonido de piel contra piel, el chapoteo del agua a nuestro alrededor y nuestros gemidos, cada vez más altos, sin miedo alguno a que alguien nos escuchara. Total, estábamos solos…
Poco a poco, comencé a notar como se apretaba alrededor de mí, casi al mismo tiempo que el hormigueo que me recorría comenzaba a aumentar de fuerza y volumen, creciendo y creciendo sin parar como una bola de fuego preparada para estallar en cualquier momento. Y el momento era ese. Beckett llegó al orgasmo gritando mi nombre, echando la cabeza hacia atrás mientras tocaba el cielo. Y yo la seguí no tardando mucho, notando como me derramaba en su interior, el placer expandiéndose por mi cuerpo como el fuego por el alcohol. Entramos juntos en el paraíso y caímos juntos al suelo, despertando en la realidad.
Observé a la detective, cómo tenía el labio inferior atrapado con fuerza entre los dientes, parpadeando lentamente como si despertara de un sueño. Salí de ella despacio, con cuidado de no hacerle daño, y la dejé en el suelo, sin poder diferencial las perlas de sudor del agua.
- Uf – resopló, apartándose un mechón mojado de la cara.
Tenía coloretes y una sonrisa tonta en el rostro, además de los ojos brillantes. Estaba preciosa…
- ¿Cansada? – pregunté, robándole un lento beso.
- ¿Estás de broma? La noche es joven, Castle, y yo también.
- Bueno, pues yo no soy tan joven… - comenté, bromeando. En realidad sentía la misma energía que ella.
Beckett se río y se acercó a nado a las escaleras de entrada a la piscina. Cogió de una de las tumbonas un albornoz blanco y me señaló el otro para que me lo pusiera.
- ¿A dónde vas? – grité al ver su cuerpo desaparecer escaleras arriba.
- A investigar – contestó en el mismo tono.
-.-.-.-.-.-.-.-.-
- ¿Sabes algo que me intriga? – preguntó Castle, apoyando la cabeza en la mano.
Estaban ambos tumbados en la gruesa alfombra de una habitación, el fuego de la chimenea encendido, no porque fuera necesario, la temperatura era perfecta; sino porque el juego de sombras que proyectaban las llamas en el techo y paredes era mágica, porque a la detective le gustaba escuchar el crepitar de los troncos con el calor, el reflejo amarillento del fuego. Jugueteó con la base de su copa, recorriéndola con un dedo, notando su frialdad y el color cereza del vino.
Beckett alzó la cabeza para mirar a Castle al ver que éste no continuaba con su explicación. Se dio cuenta de que la estaba mirando atentamente, sus ojos fijos en los de ella, el reflejo amarillento del juego bailando en su azul. ¿Y la gente se preguntaba qué veía de mágico en el fuego? No era para nada una pirómana, pero tenía una madre que le había inculcado el amor hacia la naturaleza, hacia los cuatro elementos. Admiraba una cascada de la misma forma de admiraba una hoguera. Pero aborrecía que las cosas se descontrolaran.
- ¿El qué? – preguntó ante la obviedad de que el escritor no iba a decir nada.
- Nos conocemos desde hace un año, cuando comenzaste a investigarme – hizo una breve pausa, dejando que calara ese dato – y, sin embargo, no sabías nada sobre Alexis.
Kate rehuyó su mirada, fijando sus ojos en el vino de la copa. Tamborileó con nerviosismo los dedos en la alfombra y cambió de posición, imitando la de Castle: con el codo en el suelo, descansó la cabeza en la mano, mordiéndose el interior de la mejilla mientras buscaba una explicación.
- ¿Cómo es eso? ¿No tendrías que haber leído mi expediente?
- Yo… - se le quebró la voz y tuvo que carraspear, ganando tiempo. Bueno, era lógico que en algún momento Castle se iba a dar cuenta de aquello, era demasiado perspicaz. Además, tampoco estaba tan mal lo que había hecho, ¿no? Tenía su sentido… ¿verdad? Las dudas la estaban volviendo loca. Respiró hondo y lo soltó todo – Yo no leí tu expediente, no directamente.
- ¿Qué? – eso le había desconcertado, podía verlo en su rostro.
- Sé que todos tenemos una vida privada que en ciertos casos, como el tuyo o el mío, nos empuja a hacer cosas. Cuando me dieron tu caso por primera vez, bueno… No me dieron tucaso, yo hice que fuera tuyo en cuánto junté unas cuantas piezas.
- ¿Cómo cuáles? Siempre he querido saber qué hice mal para que me pillaras – inquirió el escritor con curiosidad, ladeando la cabeza como hacen los perros.
- Pues… - Beckett frunció el ceño, tratando de recordar. Habían pasado tantas cosas desde aquello. – Creo que una de las principales cosas que me llamaron la atención fue la falta completa de relación entre las víctimas, como si fuera alguien que se dedicara a robar o bien por hobby, por el valor de las piezas, 6 millones es mucho dinero; o porque se lo encargaban. Buscar en el mercado negro no sirvió de nada por lo que descarté la segunda opción. No estaba vendiendo lo que robaba, así que no sacaba ninguna riqueza de ello a no ser que fuera por petición de alguien. Me centré en las víctimas en particular, en cada caso por separado y no en conjunto, y busqué quién tenía algo que ganar si una obra desaparecía o posibles compradores que habían visto sus deseos truncados.
›› Encontré algo en uno de los casos, el del Van Gogh – vio como Castle asentía al reconocer su huella en el crimen – Había sido comprado en una casa de subastas y uno de los participantes se había cabreado mucho al no poder seguir poniendo dinero, así que investigué hasta el más mínimo detalle de su vida – hasta la marca de sus cereales – y vi que tenía contactos con gente dedicada al robo y la venta ilegal, por lo que no necesité muchos motivos para arrestarle. El resto fue coser y cantar. Una hora conmigo dentro de la sala de interrogatorios y le faltó tiempo para empezar a recitarme poesía… - la detective sacudió la cabeza, sonriendo.
- Tampoco te creas tan buena, te recuerdo que a mí no lograste sacarme nada – interrumpió Castle, guiñando un ojo con picardía.
- Cierto es – asintió ella – Creo que eres de los pocos, sino el único, que se me ha resistido. Tendrían que haberme dado más tiempo contigo…
- ¡Bendito abogado que nos interrumpió! Sino ya me veo entre rejas – bromeó él, sin aparentar preocupación alguna.
Pero Beckett sí estaba preocupada. ¿Iba a dejar que le metieran en la cárcel? ¿Podría cargar con ese peso para el resto de su vida?
- El caso es que me contó que tenía un amigo, de lo poco que se negó a decirme, que le había hablado de un tipo llamado "Linterna Verde" que robaba arte por encargo. En total, le salías más barato que lo que habría gastado de comprarla en la subasta. – Kate se río ante el gesto ofendido de Castle.
- Tendré que subir mis precios – masculló, frunciendo el ceño.
- Me entregó su móvil y aceptó cooperar a cambio de que nada de eso se reflejara en su expediente, y así es cómo llegué a tu famoso móvil de prepago, ese que has traído hasta aquí por pura costumbre, espero.
- Pero esos móviles son prácticamente imposibles de rastrear, sobre todo si te toca un tipo precavido como yo que los cambia cada cierto tiempo y siempre compra de los que no tienen ni cámara de fotos. ¿Sabes lo complicado que es escribir con esas mini teclas?
- Todos hemos pasado por eso, Castle – sonrió la detective – Lo planeaste todo a la perfección, era casi imposible dar con el propietario del teléfono, pero Esposito movió algunos hilos en altos cargos que nos permitieron acceder a las redes de la casa asaltada. ¿Por qué? ¿Por qué a dónde se va a conectar un móvil si tiene que hacer una llamada de que el trabajo está completo? Una vez te localizamos en un callejón contiguo, fue sencillo seguir tus pasos.
›› Una noche vi en mi ordenador que estabas en un bar de pizzas y hamburguesas llamado Remy's, lo conozco porque que íbamos a veces mis padres y yo – una sombra cruzó por su cara pero desapareció rápidamente, tanto que Castle dudó de si había sido real o fruto de su imaginación – Me dirigí hacia allí y me paré en la puerta. Observé a todos los presentes y se me ocurrió usar el número de teléfono que me había dado el sospechoso, así que llamé y quien cogió fuiste tú, pero yo ya había colgado. He de decir que me chocó mucho…
- ¿Me conocías?
- ¿Cómo no voy a conocerte? Eres un escritor famoso, Castle, tu cara aparece casi todos los días en la prensa.
- ¿Y no será porque lees mis libros? – inquirió él, arqueando una ceja.
- Sigue soñando…
- Venga, Kate, ¡ha quedado demostrado! Además, cuando estuve en tu casa tuve la oportunidad de echar un vistazo a tu librería. ¿Cómo eres capaz de entender a Tolstoi?
- Estudié ruso – contestó la detective con un encogimiento de hombros.
- ¿En serio? Quiero saber esa historia, pero primero termina con lo que me estabas contando.
- Bueno, pues nadie me creyó cuando les conté lo que había pasado, dijeron que era una casualidad. ¿Para qué iba a robar cosas un escritor multimillonario? Carecía de sentido, hasta yo no podía encontrarle la lógica. Así que decidí investigarte, pero no completamente…
- ¿Por?
- Porque estaba tan segura de que eras tú que no quería saber nada de tu vida personal que pudiera influir en mi objetividad. Una vez supiera algo que hubiera podido causar que actuaras así, sabía que no vería el caso con los mismos ojos. Le pedí a Ryan que leyera todo lo que encontrara sobre ti y que me hiciera una lista solo con lo relevante al caso, absteniéndose de cualquier tipo de dato personal.
Castle fue a hablar pero ella le interrumpió, alzando un dedo para hacerle callar.
- Sé que estuvo mal, sé que si hubiera leído tu expediente quizá no habría llegado a llevarte a juicio, habría comprendido porqué lo hacías, pero entonces ya no estaría siendo justa… Sé que tendría que haberlo leído, más que nada por si había algo relevante en tu vida que condicionara el caso, pero precisamente era eso lo que no quería que pasara. Pensaba trabajar con todo lo que tuviera y mantenerlo dentro de esos márgenes lo máximo que pudiera.
- Vaya… - murmuró el escritor, todavía asimilándolo – Tengo que decir que, si yo hubiera estado en tu situación, probablemente habría hecho lo mismo.
- Pero ahora me arrepiento – susurró Beckett, evitando aquellos ojos azules que la miraban con sorpresa.
- ¿Por qué? – preguntó él, acercándose hasta quedar a escasos centímetros de ella, de manera que no podía rehuirle.
- Porque he hecho que la atención de todos se centre en ti, he comenzado un caso contra ti y ahora no puedo dejarlo sin levantar sospechas. Traté de mantenerme lejos de todo esto pero he acabado hundida hasta el cuello.
- Cuando volvamos a New York tú continuarás tu caso, Kate.
- ¿Qué? – exclamó ella, sorprendida por la seriedad de Castle.
- Sí. Seguirás con ello hasta el final, pase lo que pase.
- Pero… ¿Y si encuentro algo que te incrimina? ¿Y si te mando a la cárcel?
- Asumiré las consecuencias de mis actos – contestó – Lo que no voy a pedirte es que destruyas evidencias llegado el momento o que te metan en una investigación de Asuntos Internos.
- Castle…
- No, esto no es algo discutible, Beckett.
- ¡Sí que lo es! Ahora que te he encontrado… ¿Crees que voy a dejarte marchar? – gritó la detective, con sus ojos encendidos y brillantes por las lágrimas contenidas.
Capítulo 80:
Deslicé mis labios por su cuello, en una suave caricia, notando como todo su cuerpo reaccionaba ante mi roce. Atrapé el lóbulo de su oreja entre mis dientes, tirando de él suavemente, logrando que ella gimiera y apretara su mano alrededor de mi erección, haciendo que se me cortara la respiración.Comenzó a masajearme lentamente, desde la punta a la base, paseando sus dedos con la tranquilidad de alguien que sabe lo que hace y el efecto que causa. Apreté la mandíbula, controlándome, disfrutando de las inmensas oleadas de placer que me recorrían el cuerpo entero, como una ola de calor que llegaba a todas mis extremidades. Nos besamos lentamente, compartiendo el sabor a deseo y cloro de nuestras bocas, mordiéndonos los labios y enredando nuestras lenguas.
Deslicé mis manos por sus brazos y rodeé sus senos, acariciando con los pulgares sus pezones, ya erectos y totalmente sensibles a mi toque.
- Kate - gemí con voz ronca. – Para…
Se quedó parada en mitad de su recorrido y soltó sus dedos uno a uno, aprovechando al máximo para seguir torturándome un poco más. Solté un suspiro de alivio cuando quedé libre, no porque no me gustara, sino porque me gustaba demasiado. Si hubiera seguido así un minuto más me habría corrido. La cogí en brazos, sus pechos quedando a la altura perfecta, nuestros sexos en contacto.
Moví la pelvis en un gesto brusco, arrancando un jadeo de su garganta, seguido de un gruñido que tenía como destino regañarme. Pero aquello era demasiado bueno como para dejarme amargar. Mordí sus pezones, rozándolos con la lengua, pellizcándolos con los dientes, dejándome llevar por los dedos de Beckett enredados en mi pelo, tirándome a veces suavemente, por sus labios en mi cuello y sus gemidos en mi oído.
Ella comenzó a mover sus caderas con un lento vaivén, aumentando el roce entre nuestras partes íntimas, haciendo que el momento subiera unos cuantos puestos de golpe en la escala de placer. Estábamos arañando el paraíso…
- Rick – ronroneó Kate, sin apenas voz, en un jadeo.
- ¿Mmmm?
- Ya – ordenó, casi suplicó – Te necesito ya.
Sin hacerme de rogar porque, seré sincero, yo también lo estaba deseando, me introduje en ella con lentitud. Cuando estuve completamente dentro, dejé escapar un gruñido de satisfacción al mismo tiempo que ella suspiraba, echando la cabeza hacia atrás y cerrando los ojos. Retorció las caderas con impaciencia, deseosa de que empezara lo bueno, pero la hice parar, pegando totalmente su espalda al borde de la piscina. Con la misma parsimonia que antes, salí de su interior.
Y la siguiente fue brusca, con ganas, con deseo. Establecimos un ritmo ni demasiado lento, ni demasiado rápido, buscando prologar aquel momento al máximo, llegar lo más alto que pudiéramos. Llenamos aquella gran habitación con el sonido de piel contra piel, el chapoteo del agua a nuestro alrededor y nuestros gemidos, cada vez más altos, sin miedo alguno a que alguien nos escuchara. Total, estábamos solos…
Poco a poco, comencé a notar como se apretaba alrededor de mí, casi al mismo tiempo que el hormigueo que me recorría comenzaba a aumentar de fuerza y volumen, creciendo y creciendo sin parar como una bola de fuego preparada para estallar en cualquier momento. Y el momento era ese. Beckett llegó al orgasmo gritando mi nombre, echando la cabeza hacia atrás mientras tocaba el cielo. Y yo la seguí no tardando mucho, notando como me derramaba en su interior, el placer expandiéndose por mi cuerpo como el fuego por el alcohol. Entramos juntos en el paraíso y caímos juntos al suelo, despertando en la realidad.
Observé a la detective, cómo tenía el labio inferior atrapado con fuerza entre los dientes, parpadeando lentamente como si despertara de un sueño. Salí de ella despacio, con cuidado de no hacerle daño, y la dejé en el suelo, sin poder diferencial las perlas de sudor del agua.
- Uf – resopló, apartándose un mechón mojado de la cara.
Tenía coloretes y una sonrisa tonta en el rostro, además de los ojos brillantes. Estaba preciosa…
- ¿Cansada? – pregunté, robándole un lento beso.
- ¿Estás de broma? La noche es joven, Castle, y yo también.
- Bueno, pues yo no soy tan joven… - comenté, bromeando. En realidad sentía la misma energía que ella.
Beckett se río y se acercó a nado a las escaleras de entrada a la piscina. Cogió de una de las tumbonas un albornoz blanco y me señaló el otro para que me lo pusiera.
- ¿A dónde vas? – grité al ver su cuerpo desaparecer escaleras arriba.
- A investigar – contestó en el mismo tono.
-.-.-.-.-.-.-.-.-
- ¿Sabes algo que me intriga? – preguntó Castle, apoyando la cabeza en la mano.
Estaban ambos tumbados en la gruesa alfombra de una habitación, el fuego de la chimenea encendido, no porque fuera necesario, la temperatura era perfecta; sino porque el juego de sombras que proyectaban las llamas en el techo y paredes era mágica, porque a la detective le gustaba escuchar el crepitar de los troncos con el calor, el reflejo amarillento del fuego. Jugueteó con la base de su copa, recorriéndola con un dedo, notando su frialdad y el color cereza del vino.
Beckett alzó la cabeza para mirar a Castle al ver que éste no continuaba con su explicación. Se dio cuenta de que la estaba mirando atentamente, sus ojos fijos en los de ella, el reflejo amarillento del juego bailando en su azul. ¿Y la gente se preguntaba qué veía de mágico en el fuego? No era para nada una pirómana, pero tenía una madre que le había inculcado el amor hacia la naturaleza, hacia los cuatro elementos. Admiraba una cascada de la misma forma de admiraba una hoguera. Pero aborrecía que las cosas se descontrolaran.
- ¿El qué? – preguntó ante la obviedad de que el escritor no iba a decir nada.
- Nos conocemos desde hace un año, cuando comenzaste a investigarme – hizo una breve pausa, dejando que calara ese dato – y, sin embargo, no sabías nada sobre Alexis.
Kate rehuyó su mirada, fijando sus ojos en el vino de la copa. Tamborileó con nerviosismo los dedos en la alfombra y cambió de posición, imitando la de Castle: con el codo en el suelo, descansó la cabeza en la mano, mordiéndose el interior de la mejilla mientras buscaba una explicación.
- ¿Cómo es eso? ¿No tendrías que haber leído mi expediente?
- Yo… - se le quebró la voz y tuvo que carraspear, ganando tiempo. Bueno, era lógico que en algún momento Castle se iba a dar cuenta de aquello, era demasiado perspicaz. Además, tampoco estaba tan mal lo que había hecho, ¿no? Tenía su sentido… ¿verdad? Las dudas la estaban volviendo loca. Respiró hondo y lo soltó todo – Yo no leí tu expediente, no directamente.
- ¿Qué? – eso le había desconcertado, podía verlo en su rostro.
- Sé que todos tenemos una vida privada que en ciertos casos, como el tuyo o el mío, nos empuja a hacer cosas. Cuando me dieron tu caso por primera vez, bueno… No me dieron tucaso, yo hice que fuera tuyo en cuánto junté unas cuantas piezas.
- ¿Cómo cuáles? Siempre he querido saber qué hice mal para que me pillaras – inquirió el escritor con curiosidad, ladeando la cabeza como hacen los perros.
- Pues… - Beckett frunció el ceño, tratando de recordar. Habían pasado tantas cosas desde aquello. – Creo que una de las principales cosas que me llamaron la atención fue la falta completa de relación entre las víctimas, como si fuera alguien que se dedicara a robar o bien por hobby, por el valor de las piezas, 6 millones es mucho dinero; o porque se lo encargaban. Buscar en el mercado negro no sirvió de nada por lo que descarté la segunda opción. No estaba vendiendo lo que robaba, así que no sacaba ninguna riqueza de ello a no ser que fuera por petición de alguien. Me centré en las víctimas en particular, en cada caso por separado y no en conjunto, y busqué quién tenía algo que ganar si una obra desaparecía o posibles compradores que habían visto sus deseos truncados.
›› Encontré algo en uno de los casos, el del Van Gogh – vio como Castle asentía al reconocer su huella en el crimen – Había sido comprado en una casa de subastas y uno de los participantes se había cabreado mucho al no poder seguir poniendo dinero, así que investigué hasta el más mínimo detalle de su vida – hasta la marca de sus cereales – y vi que tenía contactos con gente dedicada al robo y la venta ilegal, por lo que no necesité muchos motivos para arrestarle. El resto fue coser y cantar. Una hora conmigo dentro de la sala de interrogatorios y le faltó tiempo para empezar a recitarme poesía… - la detective sacudió la cabeza, sonriendo.
- Tampoco te creas tan buena, te recuerdo que a mí no lograste sacarme nada – interrumpió Castle, guiñando un ojo con picardía.
- Cierto es – asintió ella – Creo que eres de los pocos, sino el único, que se me ha resistido. Tendrían que haberme dado más tiempo contigo…
- ¡Bendito abogado que nos interrumpió! Sino ya me veo entre rejas – bromeó él, sin aparentar preocupación alguna.
Pero Beckett sí estaba preocupada. ¿Iba a dejar que le metieran en la cárcel? ¿Podría cargar con ese peso para el resto de su vida?
- El caso es que me contó que tenía un amigo, de lo poco que se negó a decirme, que le había hablado de un tipo llamado "Linterna Verde" que robaba arte por encargo. En total, le salías más barato que lo que habría gastado de comprarla en la subasta. – Kate se río ante el gesto ofendido de Castle.
- Tendré que subir mis precios – masculló, frunciendo el ceño.
- Me entregó su móvil y aceptó cooperar a cambio de que nada de eso se reflejara en su expediente, y así es cómo llegué a tu famoso móvil de prepago, ese que has traído hasta aquí por pura costumbre, espero.
- Pero esos móviles son prácticamente imposibles de rastrear, sobre todo si te toca un tipo precavido como yo que los cambia cada cierto tiempo y siempre compra de los que no tienen ni cámara de fotos. ¿Sabes lo complicado que es escribir con esas mini teclas?
- Todos hemos pasado por eso, Castle – sonrió la detective – Lo planeaste todo a la perfección, era casi imposible dar con el propietario del teléfono, pero Esposito movió algunos hilos en altos cargos que nos permitieron acceder a las redes de la casa asaltada. ¿Por qué? ¿Por qué a dónde se va a conectar un móvil si tiene que hacer una llamada de que el trabajo está completo? Una vez te localizamos en un callejón contiguo, fue sencillo seguir tus pasos.
›› Una noche vi en mi ordenador que estabas en un bar de pizzas y hamburguesas llamado Remy's, lo conozco porque que íbamos a veces mis padres y yo – una sombra cruzó por su cara pero desapareció rápidamente, tanto que Castle dudó de si había sido real o fruto de su imaginación – Me dirigí hacia allí y me paré en la puerta. Observé a todos los presentes y se me ocurrió usar el número de teléfono que me había dado el sospechoso, así que llamé y quien cogió fuiste tú, pero yo ya había colgado. He de decir que me chocó mucho…
- ¿Me conocías?
- ¿Cómo no voy a conocerte? Eres un escritor famoso, Castle, tu cara aparece casi todos los días en la prensa.
- ¿Y no será porque lees mis libros? – inquirió él, arqueando una ceja.
- Sigue soñando…
- Venga, Kate, ¡ha quedado demostrado! Además, cuando estuve en tu casa tuve la oportunidad de echar un vistazo a tu librería. ¿Cómo eres capaz de entender a Tolstoi?
- Estudié ruso – contestó la detective con un encogimiento de hombros.
- ¿En serio? Quiero saber esa historia, pero primero termina con lo que me estabas contando.
- Bueno, pues nadie me creyó cuando les conté lo que había pasado, dijeron que era una casualidad. ¿Para qué iba a robar cosas un escritor multimillonario? Carecía de sentido, hasta yo no podía encontrarle la lógica. Así que decidí investigarte, pero no completamente…
- ¿Por?
- Porque estaba tan segura de que eras tú que no quería saber nada de tu vida personal que pudiera influir en mi objetividad. Una vez supiera algo que hubiera podido causar que actuaras así, sabía que no vería el caso con los mismos ojos. Le pedí a Ryan que leyera todo lo que encontrara sobre ti y que me hiciera una lista solo con lo relevante al caso, absteniéndose de cualquier tipo de dato personal.
Castle fue a hablar pero ella le interrumpió, alzando un dedo para hacerle callar.
- Sé que estuvo mal, sé que si hubiera leído tu expediente quizá no habría llegado a llevarte a juicio, habría comprendido porqué lo hacías, pero entonces ya no estaría siendo justa… Sé que tendría que haberlo leído, más que nada por si había algo relevante en tu vida que condicionara el caso, pero precisamente era eso lo que no quería que pasara. Pensaba trabajar con todo lo que tuviera y mantenerlo dentro de esos márgenes lo máximo que pudiera.
- Vaya… - murmuró el escritor, todavía asimilándolo – Tengo que decir que, si yo hubiera estado en tu situación, probablemente habría hecho lo mismo.
- Pero ahora me arrepiento – susurró Beckett, evitando aquellos ojos azules que la miraban con sorpresa.
- ¿Por qué? – preguntó él, acercándose hasta quedar a escasos centímetros de ella, de manera que no podía rehuirle.
- Porque he hecho que la atención de todos se centre en ti, he comenzado un caso contra ti y ahora no puedo dejarlo sin levantar sospechas. Traté de mantenerme lejos de todo esto pero he acabado hundida hasta el cuello.
- Cuando volvamos a New York tú continuarás tu caso, Kate.
- ¿Qué? – exclamó ella, sorprendida por la seriedad de Castle.
- Sí. Seguirás con ello hasta el final, pase lo que pase.
- Pero… ¿Y si encuentro algo que te incrimina? ¿Y si te mando a la cárcel?
- Asumiré las consecuencias de mis actos – contestó – Lo que no voy a pedirte es que destruyas evidencias llegado el momento o que te metan en una investigación de Asuntos Internos.
- Castle…
- No, esto no es algo discutible, Beckett.
- ¡Sí que lo es! Ahora que te he encontrado… ¿Crees que voy a dejarte marchar? – gritó la detective, con sus ojos encendidos y brillantes por las lágrimas contenidas.
Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
Me encantaaaaaa!! pobrecitos... yo me muero si se separan cuándo vuelvan a Nueva York! Continua pronto por favor!! Estoy deseando leer la continuación!! Te adoro!!
MARIAFV- Ayudante de policia
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