In dubio pro reo [COMPLETO]
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Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
Como te gusta dejarnos con las ganas!!!!haz que kate vaya para casa inmediatamente !!!! no se por qué pero creo que ese baile de máscaras puede dar mucho juego.Continúa pronto
nusky- Ayudante de policia
- Mensajes : 61
Fecha de inscripción : 24/09/2013
Edad : 46
Localización : miña terra galega
Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
me dejas intrigadisima esperemos k este bien kate y k vuelva luego k rick se va a volver loco de los nervios!!!! me encanta sigue pronto!
cururi- As del póker
- Mensajes : 447
Fecha de inscripción : 15/03/2013
Edad : 36
Localización : World Citizen
Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
Por qué lo dejo solo? Cuanto nos falta para saber la historia de kate??
Ruth Maria- Policia de homicidios
- Mensajes : 565
Fecha de inscripción : 14/11/2012
Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
¡Hola de nuevo! Antes de nada, explicaciones: A ver, he tardado unos días en actualizar por el mero hecho de que pasan bastantes cosas importantes para la historia en estos capítulos y no quería que hubiera lapsos de tiempo entre unos y otros. Eso sí, siguiendo la costumbre, os dejo como siempre con ganas de más.
Luego, la frase esa que dice Castle (originalmente) "I was in the darkness, so darkness I became" es de una canción de Florence + The Machine - Cosmic Love. Quedaros con el nombre en la cabeza porque volverá a aparecer en algún momento.
Un beso enorme, mis agradecimientos por tener paciencia conmigo y ¡disfrutar!
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Estaba congelada.
Se apresuró, andando cada vez más rápido, casi corriendo, queriendo llegar ya al calor del apartamento, a la seguridad de las cuatro paredes. Se le había hecho demasiado tarde vagando por el bosque que lindaba con la playa, tan perdida en sus pensamientos y reflexiones que ni se había percatado del paso del tiempo, de que ya era casi medianoche y que ella seguía por allí perdida. Sacudió la cabeza, respirando hondo, llenando sus pulmones del refrescante aire que olía a mar y árboles. A libertad. A calma.
Pero la detective estaba de todo menos calmada. No podía relajarse, no sabiendo todo lo que sabía ahora, no con ese nudo en la garganta que era como una garra cerrándose más y más fuerte, impidiéndola respirar. Se paró, apoyada contra una farola, luchando contra el cansancio de sus piernas, sus agotados pulmones y el doloroso punto que había aparecido en un lateral del abdomen. Recordó al escritor quejándose de que tenía "un punto" y no pudo evitar sonreír, pero pronto esa sonrisa desapareció, tragada por toda la nueva información sobre Castle.
Alexis era su hija de cuatro años, matada por estar en el lugar equivocado y el momento equivocado. "¿A quién te recuerda eso?" preguntó una irónica voz en su cabeza. Beckett frunció el ceño, molesta, y volvió a centrarse en el escritor. Él se sentía culpable, creía que había causado su muerte, y había emprendido una tarea de venganza que se basaba en ganarse cierta reputación como ladrón, tratando de llamar la atención. Pero así también se iban a fijar en él otras personas, personas más peligrosas. Era algo que, claramente, Castle no había considerado. O en aquel momento no le había importado el pensamiento de que si la gente equivocada le reclutaba podía acabar muerto en cualquier cuneta. Un escalofrío recorrió la espalda de la detective, pero no a causa del frío, aun así se arrebujó más en el abrigo y aceleró el paso, vislumbrando la luz del porche del apartamento.
"Estaba en la oscuridad, así que en oscuridad me convertí". La frase de despedida del escritor volvía una y otra vez a su mente, sin dejarla en paz, sin lograr descifrarlo. ¿Y si no era tan complicado? ¿Y si simplemente era un guiño a una canción conocida? "¿En serio? ¿Castle? ¿El hombre de los enigmas y las conspiraciones diciéndote una frase de una canción solo porque le gusta?" replicó la vocecilla. Pero tenía razón. Aquello no había sido por gustos musicales, había sido una advertencia, un consejo. "¿Quiere que me aleje? ¿O que me acerque?".
Kate estaba confusa, sobretodo porque ni ella misma sabía que quería. Por un lado estaba harta de tanto mareo, quería dejarse de juegos y hacerlo de una vez. Pero por otro lado, no estaba preparada para una relación, no con sus muros oprimiéndola. No sería capaz de darle a Castle todo lo que él le daba a ella. Y eso, en una relación, solo crearía problemas.
Abrió con manos insensibles la puerta, tratando de no hacer ruido, lamentándose el haber pasado toda la tarde en la calle. Tenía el frío metido en el cuerpo… Sin encender las luces, entró y agradeció la bocanada de aire caliente en la cara, colgando el abrigo en el perchero de la entrada. Entonces oyó el ruido de la tele y se quedó congelada en la entrada, sin atreverse a seguir caminando y salir de aquella pared que hacía de pantalla protectora entre el salón y la entrada. ¿Quería enfrentarse a Castle? ¿Podría hacerlo? Lentamente, se encaminó al salón, viendo la tele encendida y el respaldo del sillón. Frunció el ceño, sorprendida por no ver a Castle esperándola. Más aún le extrañaba que él se hubiera dejado la televisión encendida.
Con una sensación incómoda en el pecho, entró en el salón, rodeando el gran sillón y acallando los murmullos de la película al apretar el botón de apagado. Giró sobre sus talones, algo desorientada por la repentina oscuridad, y esperó hasta que sus pupilas se adaptaron. Vio algo oscuro contrastar contra la tela color crema del sillón, y pensó que era una manta que Castle habría dejado allí hecha un guiñapo, otro dato desconcertante. La incomodidad creció dentro de ella mientras pensaba que había demasiadas cosas que no cuadraban.
Iba a subir a la habitación para tranquilizarse de una vez cuando viera al escritor dormir plácidamente en la cama pero un roce captó su atención. Mirando de nuevo al sillón, vio que lo que había tomado por una manta se movía.
Y tuvo que morderse la lengua para contener la carcajada de alivio que luchaba por escaparse.
- Castle…
Protesté, haciéndome una bola, retorciéndome en busca de una postura cómoda. Pero había algo o alguien que no quería dejarme en paz, dándome golpecitos en el brazo insistentemente.
- Castle… - volvieron a llamarme, disipando los últimos restos de sueño.
- ¿Hum? – contesté, sin querer abrir los ojos, solo tratando de que se callara.
- Vamos a la cama, anda.
- ¿Qué?
- Te has quedado dormido en el sillón. Venga, sube a la cama.
Abrí un ojo a regañadientes, algo susurrándome en la mente que esa podía ser la explicación lógica al hecho de que la cama había empequeñecido. Me froté la cara, tratando de pensar racionalmente, recordando porque me había quedado dormido.
- Te estaba esperando – dije, con voz ronca del sueño y los ojos guiñados por la luz.
Beckett enmudeció, la sonrisa despareciendo ligeramente de su rostro.
- No tenías porque.
- Solo quería asegurarme de que volvías.
- Te dije que no iba a huir – contestó ella, con una intensa mirada.
- "Las promesas son mentiras implícitas, pues del futuro no hay certeza científica" – murmuré, caminando de alguna forma hasta la habitación.
Oí su leve suspiro a mis espaldas y luego sus pasos, siguiéndome, sin decir nada más. Me metí enseguida entre las mantas, buscando el calorcito y el sueño del que antes tanto me había costado salir mientras Beckett se cambiaba en el baño. Salió rápido, apagando la luz y cerrando la puerta, tumbándose a mi lado. Tan cerca y a la vez tan lejos. Aquella sensación me recordó a una canción, pero antes de que el nombre apareciera en mi mente, el sueño ya me había reclamado como suyo y me estaba sumiendo en la oscuridad. Pero yo era la oscuridad, ¿no?
- ¡Buenos días, señorito! – saludó Dolly alegremente, interrumpiendo la melodía de su silbido.
- Buenos días – contesté, sirviéndome una taza de café preparado por ella.
- Espero que no le moleste – comentó, haciendo un gesto hacia la máquina de café – Pero como vi que aún no lo habían hecho pensé que le gustaría.
- ¡Ay, Dolly! ¿Qué haría yo sin ti?
Me incliné, plantando un beso en la arrugada mejilla de la anciana, quien soltó una sincera carcajada, dándome suavemente con el trapo. Tenía que admitirlo, aquella señora era más mi madre que mi madre, si es que eso tenía algún sentido. Di un sorbo a la taza, agradeciendo el chute de cafeína recorriendo mis venas con rapidez, despertándome. "¡Hoy es mañana!" pensé, abriendo súbitamente los ojos de par en par "O sea, hoy es la fiesta de los Gabriel" aclaró mi subconsciente. Volví sobre mis pasos, entrando en la cocina de nuevo.
- Dolly, ¿puedo abusar un poco más de tu generosidad?
- Por supuesto, señor Castle.
- Aquí que se celebra tanto el carnaval… ¿No tendrás máscaras que me puedas dejar?
- ¿Venecianas? ¡Claro que tengo! ¡Son un elemento fundamental de los disfraces!
- Perfecto, es que me han invitado a un baile de máscaras esta noche.
- Pase por mi casa antes, si le pilla de camino, claro. Si no me acerco yo.
- No, no – rechacé la oferta con un amable gesto – Aun encima que me la dejas… Iré a buscarla a las 7, ¿te viene bien?
- Le estaré esperando, señor Castle – contestó Dolly con un guiño – Sé perfectamente cual le voy a dejar.
Contento por haber dejado ese tema zanjado y arreglado, subí a la habitación para coger mi iPhone. Con habilidad, lo desbloqueé mientras daba otro sorbo a mi café y marqué el número de Rob.
- ¿Sí? – contestó al tercer tono.
- Buenos días – saludé, canturreando casi.
- Realmente buenos, parece – bromeó el alcalde, tratando de sonsacar información.
- Pues sí, ¿sabes por qué? Porque después de unas semanas con un tiempo asqueroso ¡por fin ha salido el sol! – exclamé, arrastrando la cortina a un lado, dejando que los rayos del astro entraran a raudales por el gran ventanal.
- Ya veo, ya.
- Por cierto, ¿tienes un frac para mí?
- Supongo que sí, de mis tiempos mozos, ya sabes, cuando eso de la barriga cervecera era un mito – contestó el alcalde con una alegre carcajada.
- Genial, voy a buscarlo ahora mismo. ¡Nos vemos!
Colgué rápidamente, sin darle tiempo a que comenzara con su interrogatorio de tercer grado. Prefería que me lo hiciera mientras me probaba el traje. Giré sobre mis talones, silbando yo también, pero me congelé en el lugar, la cancioncilla muriendo en mis labios.
Apoyada contra el marco de la puerta del baño, con el pelo húmedo por estar recién duchada, estaba la detective, una sonrisilla curiosa en las comisuras de sus labios.
- ¿Para qué necesitas tú un frac? – preguntó.
Luego, la frase esa que dice Castle (originalmente) "I was in the darkness, so darkness I became" es de una canción de Florence + The Machine - Cosmic Love. Quedaros con el nombre en la cabeza porque volverá a aparecer en algún momento.
Un beso enorme, mis agradecimientos por tener paciencia conmigo y ¡disfrutar!
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Capítulo 69:
Estaba congelada.
Se apresuró, andando cada vez más rápido, casi corriendo, queriendo llegar ya al calor del apartamento, a la seguridad de las cuatro paredes. Se le había hecho demasiado tarde vagando por el bosque que lindaba con la playa, tan perdida en sus pensamientos y reflexiones que ni se había percatado del paso del tiempo, de que ya era casi medianoche y que ella seguía por allí perdida. Sacudió la cabeza, respirando hondo, llenando sus pulmones del refrescante aire que olía a mar y árboles. A libertad. A calma.
Pero la detective estaba de todo menos calmada. No podía relajarse, no sabiendo todo lo que sabía ahora, no con ese nudo en la garganta que era como una garra cerrándose más y más fuerte, impidiéndola respirar. Se paró, apoyada contra una farola, luchando contra el cansancio de sus piernas, sus agotados pulmones y el doloroso punto que había aparecido en un lateral del abdomen. Recordó al escritor quejándose de que tenía "un punto" y no pudo evitar sonreír, pero pronto esa sonrisa desapareció, tragada por toda la nueva información sobre Castle.
Alexis era su hija de cuatro años, matada por estar en el lugar equivocado y el momento equivocado. "¿A quién te recuerda eso?" preguntó una irónica voz en su cabeza. Beckett frunció el ceño, molesta, y volvió a centrarse en el escritor. Él se sentía culpable, creía que había causado su muerte, y había emprendido una tarea de venganza que se basaba en ganarse cierta reputación como ladrón, tratando de llamar la atención. Pero así también se iban a fijar en él otras personas, personas más peligrosas. Era algo que, claramente, Castle no había considerado. O en aquel momento no le había importado el pensamiento de que si la gente equivocada le reclutaba podía acabar muerto en cualquier cuneta. Un escalofrío recorrió la espalda de la detective, pero no a causa del frío, aun así se arrebujó más en el abrigo y aceleró el paso, vislumbrando la luz del porche del apartamento.
"Estaba en la oscuridad, así que en oscuridad me convertí". La frase de despedida del escritor volvía una y otra vez a su mente, sin dejarla en paz, sin lograr descifrarlo. ¿Y si no era tan complicado? ¿Y si simplemente era un guiño a una canción conocida? "¿En serio? ¿Castle? ¿El hombre de los enigmas y las conspiraciones diciéndote una frase de una canción solo porque le gusta?" replicó la vocecilla. Pero tenía razón. Aquello no había sido por gustos musicales, había sido una advertencia, un consejo. "¿Quiere que me aleje? ¿O que me acerque?".
Kate estaba confusa, sobretodo porque ni ella misma sabía que quería. Por un lado estaba harta de tanto mareo, quería dejarse de juegos y hacerlo de una vez. Pero por otro lado, no estaba preparada para una relación, no con sus muros oprimiéndola. No sería capaz de darle a Castle todo lo que él le daba a ella. Y eso, en una relación, solo crearía problemas.
Abrió con manos insensibles la puerta, tratando de no hacer ruido, lamentándose el haber pasado toda la tarde en la calle. Tenía el frío metido en el cuerpo… Sin encender las luces, entró y agradeció la bocanada de aire caliente en la cara, colgando el abrigo en el perchero de la entrada. Entonces oyó el ruido de la tele y se quedó congelada en la entrada, sin atreverse a seguir caminando y salir de aquella pared que hacía de pantalla protectora entre el salón y la entrada. ¿Quería enfrentarse a Castle? ¿Podría hacerlo? Lentamente, se encaminó al salón, viendo la tele encendida y el respaldo del sillón. Frunció el ceño, sorprendida por no ver a Castle esperándola. Más aún le extrañaba que él se hubiera dejado la televisión encendida.
Con una sensación incómoda en el pecho, entró en el salón, rodeando el gran sillón y acallando los murmullos de la película al apretar el botón de apagado. Giró sobre sus talones, algo desorientada por la repentina oscuridad, y esperó hasta que sus pupilas se adaptaron. Vio algo oscuro contrastar contra la tela color crema del sillón, y pensó que era una manta que Castle habría dejado allí hecha un guiñapo, otro dato desconcertante. La incomodidad creció dentro de ella mientras pensaba que había demasiadas cosas que no cuadraban.
Iba a subir a la habitación para tranquilizarse de una vez cuando viera al escritor dormir plácidamente en la cama pero un roce captó su atención. Mirando de nuevo al sillón, vio que lo que había tomado por una manta se movía.
Y tuvo que morderse la lengua para contener la carcajada de alivio que luchaba por escaparse.
-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-
- Castle…
Protesté, haciéndome una bola, retorciéndome en busca de una postura cómoda. Pero había algo o alguien que no quería dejarme en paz, dándome golpecitos en el brazo insistentemente.
- Castle… - volvieron a llamarme, disipando los últimos restos de sueño.
- ¿Hum? – contesté, sin querer abrir los ojos, solo tratando de que se callara.
- Vamos a la cama, anda.
- ¿Qué?
- Te has quedado dormido en el sillón. Venga, sube a la cama.
Abrí un ojo a regañadientes, algo susurrándome en la mente que esa podía ser la explicación lógica al hecho de que la cama había empequeñecido. Me froté la cara, tratando de pensar racionalmente, recordando porque me había quedado dormido.
- Te estaba esperando – dije, con voz ronca del sueño y los ojos guiñados por la luz.
Beckett enmudeció, la sonrisa despareciendo ligeramente de su rostro.
- No tenías porque.
- Solo quería asegurarme de que volvías.
- Te dije que no iba a huir – contestó ella, con una intensa mirada.
- "Las promesas son mentiras implícitas, pues del futuro no hay certeza científica" – murmuré, caminando de alguna forma hasta la habitación.
Oí su leve suspiro a mis espaldas y luego sus pasos, siguiéndome, sin decir nada más. Me metí enseguida entre las mantas, buscando el calorcito y el sueño del que antes tanto me había costado salir mientras Beckett se cambiaba en el baño. Salió rápido, apagando la luz y cerrando la puerta, tumbándose a mi lado. Tan cerca y a la vez tan lejos. Aquella sensación me recordó a una canción, pero antes de que el nombre apareciera en mi mente, el sueño ya me había reclamado como suyo y me estaba sumiendo en la oscuridad. Pero yo era la oscuridad, ¿no?
-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-
- ¡Buenos días, señorito! – saludó Dolly alegremente, interrumpiendo la melodía de su silbido.
- Buenos días – contesté, sirviéndome una taza de café preparado por ella.
- Espero que no le moleste – comentó, haciendo un gesto hacia la máquina de café – Pero como vi que aún no lo habían hecho pensé que le gustaría.
- ¡Ay, Dolly! ¿Qué haría yo sin ti?
Me incliné, plantando un beso en la arrugada mejilla de la anciana, quien soltó una sincera carcajada, dándome suavemente con el trapo. Tenía que admitirlo, aquella señora era más mi madre que mi madre, si es que eso tenía algún sentido. Di un sorbo a la taza, agradeciendo el chute de cafeína recorriendo mis venas con rapidez, despertándome. "¡Hoy es mañana!" pensé, abriendo súbitamente los ojos de par en par "O sea, hoy es la fiesta de los Gabriel" aclaró mi subconsciente. Volví sobre mis pasos, entrando en la cocina de nuevo.
- Dolly, ¿puedo abusar un poco más de tu generosidad?
- Por supuesto, señor Castle.
- Aquí que se celebra tanto el carnaval… ¿No tendrás máscaras que me puedas dejar?
- ¿Venecianas? ¡Claro que tengo! ¡Son un elemento fundamental de los disfraces!
- Perfecto, es que me han invitado a un baile de máscaras esta noche.
- Pase por mi casa antes, si le pilla de camino, claro. Si no me acerco yo.
- No, no – rechacé la oferta con un amable gesto – Aun encima que me la dejas… Iré a buscarla a las 7, ¿te viene bien?
- Le estaré esperando, señor Castle – contestó Dolly con un guiño – Sé perfectamente cual le voy a dejar.
Contento por haber dejado ese tema zanjado y arreglado, subí a la habitación para coger mi iPhone. Con habilidad, lo desbloqueé mientras daba otro sorbo a mi café y marqué el número de Rob.
- ¿Sí? – contestó al tercer tono.
- Buenos días – saludé, canturreando casi.
- Realmente buenos, parece – bromeó el alcalde, tratando de sonsacar información.
- Pues sí, ¿sabes por qué? Porque después de unas semanas con un tiempo asqueroso ¡por fin ha salido el sol! – exclamé, arrastrando la cortina a un lado, dejando que los rayos del astro entraran a raudales por el gran ventanal.
- Ya veo, ya.
- Por cierto, ¿tienes un frac para mí?
- Supongo que sí, de mis tiempos mozos, ya sabes, cuando eso de la barriga cervecera era un mito – contestó el alcalde con una alegre carcajada.
- Genial, voy a buscarlo ahora mismo. ¡Nos vemos!
Colgué rápidamente, sin darle tiempo a que comenzara con su interrogatorio de tercer grado. Prefería que me lo hiciera mientras me probaba el traje. Giré sobre mis talones, silbando yo también, pero me congelé en el lugar, la cancioncilla muriendo en mis labios.
Apoyada contra el marco de la puerta del baño, con el pelo húmedo por estar recién duchada, estaba la detective, una sonrisilla curiosa en las comisuras de sus labios.
- ¿Para qué necesitas tú un frac? – preguntó.
Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
Más explicaciones... El vestido de Beckett y las máscaras - por si queréis tener una imagen clara de ellas - están en mi twitter. Os dejo el link https://twitter.com/Raquellu47/status/427110975905349632/photo/1
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- Erm… - balbuceé, pillado por sorpresa. – Soy un hombre. Si quieres llevo vestido pero no creo que me quede bien – contesté finalmente, respaldándome en la ironía.
- ¿Llevar a dónde? ¿Tienes una cita? – preguntó ella, tratando con todas sus fuerzas de sonar como si no le importara pero fracasando estrepitosamente.
- No, nos han invitado a un baile de máscaras.
- ¿Nos?
- A ti y a mí.
- Sé lo que implica el pronombre nos, Castle – replicó Beckett, molesta. – Lo que me extraña es que me hayan invitado a mí también.
- Bueno, pues que no lo haga – contesté, encogiéndome de hombros.
- ¿Y de quién es la fiesta? ¿Del alcalde?
- No, de Cynthia Gabriel.
La detective apretó la mandíbula, luchando para que no dejar ver su verdadera reacción. Se apartó del marco del baño, caminando por la habitación, tratando de ganar tiempo de manera demasiado obvia. Tiempo para calmarse.
- O sea, que sí tienes una cita – comentó con frialdad.
- Si lo ves de ese modo… Sí.
- Pues que lo pases bien, porque yo no pienso ir – contestó Beckett, dándome la espalda.
Llegué a tiempo para cogerla de la muñeca, obligándola a girarse, notándola estremecerse bajo mi mano. Dio un tirón, soltándose, y me maldije interiormente.
- Por favor, sé mi acompañante – pedí, mirándola intensamente.
- Sé lo que estás tratando de hacer, Castle, y no funciona – previno la detective, todavía con voz impersonal.
- No estoy haciendo nada. No quiero ir allí solo, ¿vale? Porque como vaya solo Cynthia me va a estar acosando toda la noche. – confesé con total sinceridad.
Beckett se quedó callada unos segundos, meditando.
- ¿Así que me usarás como cebo?
- ¡No! Solo vamos a ir allí a beber champán, bailar un poco y pasarlo bien, ¿vale? Nadie va a utilizar a nadie.
La detective suspiró, rehuyendo mi mirada. Con resignación, volvió a levantar la cabeza y supe que había ganado. Una vez más.
- No sé cómo lo consigues… pero vale. Iré contigo.
- En el fondo lo estás deseando.
- ¡Créeme que no! – contestó ella, ya de espaldas a mí, yendo al pasillo.
Volví una hora más tarde al apartamento, bajándome de un salto del Jeep, quitándome las gafas de sol ahora que la oscuridad del garaje me protegía. Alargando el brazo, cogí la percha del frac y tiré de él hacia mí, agarrándolo por la parte baja y dejándolo reposar con cuidado en mis brazos. Clásico y elegante era como lo había descrito Rob cuando lo había sacado del armario, y solo podía coincidir con él.
Además de que me encajaba como anillo al dedo, realzando el azul de mis ojos y mi figura alta. Antes de cerrar la puerta del coche, recordé el paquete que me había dado la mujer de Rob y lo cogí del asiento trasero, totalmente intrigado por su contenido aunque teniendo una ligera sospecha. Cantando la canción que había estado sonando cuando apagué el coche, entré en la casa, anunciando mi llegada a la detective.
Ésta levantó la vista de su mano, con el pincelito de pintarse las uñas entre los dedos, cogido hábilmente para poder usarlo sin destrozarse las uñas ya pintadas.
- La verdad es que no sé cómo lo lográis – comenté mientras colocaba con esmero el frac en el respaldo del sillón, observando su concentración para no salirse.
- Es cuestión de práctica – contestó ella mientras cerraba el bote y agitaba las manos. Se levantó del sillón y lo rodeó, mirando apreciativamente mi traje.
- ¿Te gusta? – pregunté, cruzando los dedos mentalmente.
- Creo que te quedará muy bien.
Asentí, complacido, y entonces reparé en el paquete que aún llevaba bajo el brazo. Pesaba tan poco que me había vuelto a olvidar de él.
- Por cierto, Marissa me dio esto para ti.
- ¿Para mí?
- Aja – contesté, tendiéndole el paquete.
Ella lo miró fijamente, indecisa.
- ¿Puedes abrirlo tú? Es que… - levantó sus manos extendidas, mostrándome las uñas.
- ¡Ah, claro! – subí y bajé las cejas con rapidez, de broma, mientras dejaba el paquete en la mesa del centro y me agachaba para deshacer el lazo que lo sujetaba. Retiré la tapa y descubrí su interior.
Un vestido blanco estaba doblado de manera cuidadosa, la suave tela acariciando mi piel cuando lo cogí y saqué de la caja. Levantando los brazos, dejé que cayera cuan largo era y miré a Beckett, mi sorpresa reflejada en su cara.
- Wow – murmuré, admirando el vestido.
- Pero… ¿Por qué…?
- Debió de oír mi conversación con Rob y pensaría que no tenías vestidos para la ocasión – dije, encogiéndome de hombros.
La detective estaba sin palabras, como pocas veces la había visto, sus verdes ojos iluminados. Con cuidado de no mancharlo, lo coloqué en su brazo para que fuera a dejarlo en la cama o que buscara con qué combinarlo, y yo cogí mi traje para llevarlo a un sitio con menos peligro.
Las horas pasaron con rapidez, y a las seis salí de la ducha, quitando el vapor del baño al ritmo de la música, arreglándome con esmero. No estaba pesando en impresionar a nadie más que a la detective. Aquella era mi oportunidad de mostrarle que había otro lado de mí que aquellos que ya había visto. Esa noche sería el perfecto caballero. Pero antes había algo de lo que tenía que asegurarme, algo que llevaba rondando por mi cabeza desde hacía tiempo. Aprovechando que Beckett estaba ocupada arreglándose, me escabullí silenciosamente y cogí mi iPhone de la mesilla. Una vez encerrado en el baño de nuevo, busqué la operadora y le pedí un número específico. A los dos tonos contestaron con voz aburrida.
- Comisaria 12. ¿En qué puedo ayudarle?
- Buenas tardes, quisiera hablar con los detectives Esposito y Ryan, del departamento de Robos – pedí, manteniendo un tono de voz bajo.
- En seguida le paso – contestó el recepcionista, sin molestarse en averiguar nada más.
- Ryan – contestó el irlandés rápidamente.
- Hola, soy yo, Castle.
- Ah, eh, hola. ¿Necesitas algo?
- Sí, ¿puedes investigar a una mujer llamada Amanda Sckuss?
- ¿Cómo vuestro sospechoso? – preguntó el detective, sorprendido.
- Exactamente.
- ¿Y cómo es que Beckett no nos dijo nada?
- Es que ha estado algo atareada y me ha pedido que lo haga yo – contesté tranquilamente a pesar de que notaba mi corazón martilleando contra las costillas, como queriendo salirse.
Ryan no hizo más preguntas, conforme con mi respuesta. Era eso, o que no quería saber nada más, no quería presionar. Se despidió de mí con la promesa de avisarme con cualquier cosa que le apareciera y rechazó mis agradecimientos, diciendo que por los compañeros se hacía cualquier cosa. "Exactamente" pensé. "Cualquier cosa".
Salí del baño ya con el traje puesto, el pelo perfectamente peinado y una buena dosis de colonia encima. Cuando estaba en el salón, peleándome con la pajarita, maldiciéndola en voz baja por ser tan retorcida y horrible de poner, oí pasos a mi espalda y le di la espalda al espejo, girándome solo para quedarme totalmente sin palabras.
Beckett estaba al pie de la escalera, enmarcada por sus rizos castaños cayendo libremente por sus hombros, como a mí me gustaba. Su piel morena por el sol de Barbados contrastaba con el blanco del vestido, con dos aberturas en los laterales, y por una de ellas asomaba una larga y estilizada pierna, acabando en sus característicos tacones altos, pero esta vez blancos y con abertura por delante. El vestido se adaptaba a su cuerpo perfectamente, ciñéndose por la cintura para marcar las caderas, con un escote que dejaba poco a la imaginación. La detective giró sobre los talones, dando una vuelta, permitiéndome admirar la espalda con dos tiras de tela cruzadas y el resto al aire.
- ¿Qué tal me queda? – Preguntó con algo de timidez.
- Estás… - tartamudeé. Me aclaré la garganta y volví a intentarlo – Estás preciosa.
- Gracias – contestó, bajando la mirada halagada.
Se aproximó a mí, yo todavía no había salido del influjo de su hechizo y la oleada de aroma a cerezas que me rodeó cuando llegó a mi lado no ayudó.
- ¿Me dejas? – pidió, haciendo un gesto con la cabeza a mis manos todavía enredadas con la pajarita.
Por toda respuesta liberé mis manos de la tela negra y le hice un gesto de invitación, levantando ligeramente la barbilla para que pudiera ver mejor. Mientras ella estaba concentrada haciendo el nudo, yo aproveché para admirarla de cerca, viendo su maquillaje ahumado y los labios rojos intenso, a juego con las uñas. Realmente era una imagen sacada de la mismísima Grecia.
- Gracias – dije con la garganta seca cuando ella terminó.
- Tú también estás muy atractivo hoy.
- ¿Solo hoy? – pregunté, alzando una ceja.
Ella arrugó la nariz, riéndose, y aceptó el brazo que le ofrecía. A pesar de la altura de sus tacones, aún le sacaba media cabeza, lo que me encantaba.
Hablando de banalidades y tonterías, llegamos a casa de Dolly, y bajé del lado del conductor rápidamente, rodeando el morro para abrirle la puerta a la detective, quien me sonrió a modo de agradecimiento, cogiendo mi mano para bajar. Caminamos uno al lado del otro por la entrada y me paré frente una pequeña casa de un blanco roto, con las escaleras de entrada rojas y la puerta azul. Encajaba tan bien con la mujer que vivía dentro que no pude evitar sonreír.
- ¡Pero qué guapo está!, señor Castle. Le estaba esperando – saludó la mujer, abriendo la puerta de par en par. La mirada de Dolly se centró en mí y no pude evitar sentirme algo cohibido.
- Gracias, Dolly – dije, dándole un beso en la mejilla. Me hice a un lado, dejando ver a Beckett, escondida parcialmente detrás de mí.
La cara de sorpresa de la anciana fue bastante llamativa, pero se repuso pronto y cerró la puerta tras nosotros, instándonos a entrar.
- Está usted preciosa, señorita. Realmente preciosa.
- Gracias – contestó Beckett, sonrojándose ligeramente.
- No sabía que usted también iba a necesitar una máscara pero sé exactamente cual darle. Esperen un momento que voy a por ellas.
La mujer desapareció detrás de una puerta y reapareció a los dos minutos con una caja en las manos. La dejó encima de la mesa del comedor, en plena entrada dado la pequeñez de la casa, y abrió ambas tapas, revelando un montón de máscaras de llamativos colores, con plumas, flores y hasta figuritas. Y mucha purpurina…
- Tome, esta es para usted, señor Castle – dijo, sacando una máscara de color dorada, sin adorno alguno. Eran tres caras juntas formando una sola, la de la izquierda estaba triste, la del centro carecía de expresión y la de la derecha era alegre. – Usted tiene tres caras también: la que la finge ser… – señaló la de la derecha – Quien realmente es… – señaló el centro – Y quien cree que es… – mirándome fijamente, señaló la de la izquierda.
Tragué saliva, sorprendido por la inmensidad y verdad de aquello. Asentí, sin poder componer una sonrisa, y me quedé allí parado, esperando para ver la de la detective. Dolly volvió su atención a la caja de máscaras y rebuscó de nuevo, dejando escapar una exclamación de victoria al encontrarla. Se giró con una delicada máscara entre las manos, compuesta por un intrincado conjunto de pequeños alambres dorados que se entrecruzaban unos con otros, dando como resultado un hermoso diseño.
- Esta es para usted, señorita, para que por una noche muestre la fragilidad que realmente siente – dijo la mujer, ofreciéndosela a Beckett.
Ella tragó saliva, cogiéndola con cuidado, asintiendo ligeramente.
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Capítulo 70:
- Erm… - balbuceé, pillado por sorpresa. – Soy un hombre. Si quieres llevo vestido pero no creo que me quede bien – contesté finalmente, respaldándome en la ironía.
- ¿Llevar a dónde? ¿Tienes una cita? – preguntó ella, tratando con todas sus fuerzas de sonar como si no le importara pero fracasando estrepitosamente.
- No, nos han invitado a un baile de máscaras.
- ¿Nos?
- A ti y a mí.
- Sé lo que implica el pronombre nos, Castle – replicó Beckett, molesta. – Lo que me extraña es que me hayan invitado a mí también.
- Bueno, pues que no lo haga – contesté, encogiéndome de hombros.
- ¿Y de quién es la fiesta? ¿Del alcalde?
- No, de Cynthia Gabriel.
La detective apretó la mandíbula, luchando para que no dejar ver su verdadera reacción. Se apartó del marco del baño, caminando por la habitación, tratando de ganar tiempo de manera demasiado obvia. Tiempo para calmarse.
- O sea, que sí tienes una cita – comentó con frialdad.
- Si lo ves de ese modo… Sí.
- Pues que lo pases bien, porque yo no pienso ir – contestó Beckett, dándome la espalda.
Llegué a tiempo para cogerla de la muñeca, obligándola a girarse, notándola estremecerse bajo mi mano. Dio un tirón, soltándose, y me maldije interiormente.
- Por favor, sé mi acompañante – pedí, mirándola intensamente.
- Sé lo que estás tratando de hacer, Castle, y no funciona – previno la detective, todavía con voz impersonal.
- No estoy haciendo nada. No quiero ir allí solo, ¿vale? Porque como vaya solo Cynthia me va a estar acosando toda la noche. – confesé con total sinceridad.
Beckett se quedó callada unos segundos, meditando.
- ¿Así que me usarás como cebo?
- ¡No! Solo vamos a ir allí a beber champán, bailar un poco y pasarlo bien, ¿vale? Nadie va a utilizar a nadie.
La detective suspiró, rehuyendo mi mirada. Con resignación, volvió a levantar la cabeza y supe que había ganado. Una vez más.
- No sé cómo lo consigues… pero vale. Iré contigo.
- En el fondo lo estás deseando.
- ¡Créeme que no! – contestó ella, ya de espaldas a mí, yendo al pasillo.
-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-
Volví una hora más tarde al apartamento, bajándome de un salto del Jeep, quitándome las gafas de sol ahora que la oscuridad del garaje me protegía. Alargando el brazo, cogí la percha del frac y tiré de él hacia mí, agarrándolo por la parte baja y dejándolo reposar con cuidado en mis brazos. Clásico y elegante era como lo había descrito Rob cuando lo había sacado del armario, y solo podía coincidir con él.
Además de que me encajaba como anillo al dedo, realzando el azul de mis ojos y mi figura alta. Antes de cerrar la puerta del coche, recordé el paquete que me había dado la mujer de Rob y lo cogí del asiento trasero, totalmente intrigado por su contenido aunque teniendo una ligera sospecha. Cantando la canción que había estado sonando cuando apagué el coche, entré en la casa, anunciando mi llegada a la detective.
Ésta levantó la vista de su mano, con el pincelito de pintarse las uñas entre los dedos, cogido hábilmente para poder usarlo sin destrozarse las uñas ya pintadas.
- La verdad es que no sé cómo lo lográis – comenté mientras colocaba con esmero el frac en el respaldo del sillón, observando su concentración para no salirse.
- Es cuestión de práctica – contestó ella mientras cerraba el bote y agitaba las manos. Se levantó del sillón y lo rodeó, mirando apreciativamente mi traje.
- ¿Te gusta? – pregunté, cruzando los dedos mentalmente.
- Creo que te quedará muy bien.
Asentí, complacido, y entonces reparé en el paquete que aún llevaba bajo el brazo. Pesaba tan poco que me había vuelto a olvidar de él.
- Por cierto, Marissa me dio esto para ti.
- ¿Para mí?
- Aja – contesté, tendiéndole el paquete.
Ella lo miró fijamente, indecisa.
- ¿Puedes abrirlo tú? Es que… - levantó sus manos extendidas, mostrándome las uñas.
- ¡Ah, claro! – subí y bajé las cejas con rapidez, de broma, mientras dejaba el paquete en la mesa del centro y me agachaba para deshacer el lazo que lo sujetaba. Retiré la tapa y descubrí su interior.
Un vestido blanco estaba doblado de manera cuidadosa, la suave tela acariciando mi piel cuando lo cogí y saqué de la caja. Levantando los brazos, dejé que cayera cuan largo era y miré a Beckett, mi sorpresa reflejada en su cara.
- Wow – murmuré, admirando el vestido.
- Pero… ¿Por qué…?
- Debió de oír mi conversación con Rob y pensaría que no tenías vestidos para la ocasión – dije, encogiéndome de hombros.
La detective estaba sin palabras, como pocas veces la había visto, sus verdes ojos iluminados. Con cuidado de no mancharlo, lo coloqué en su brazo para que fuera a dejarlo en la cama o que buscara con qué combinarlo, y yo cogí mi traje para llevarlo a un sitio con menos peligro.
Las horas pasaron con rapidez, y a las seis salí de la ducha, quitando el vapor del baño al ritmo de la música, arreglándome con esmero. No estaba pesando en impresionar a nadie más que a la detective. Aquella era mi oportunidad de mostrarle que había otro lado de mí que aquellos que ya había visto. Esa noche sería el perfecto caballero. Pero antes había algo de lo que tenía que asegurarme, algo que llevaba rondando por mi cabeza desde hacía tiempo. Aprovechando que Beckett estaba ocupada arreglándose, me escabullí silenciosamente y cogí mi iPhone de la mesilla. Una vez encerrado en el baño de nuevo, busqué la operadora y le pedí un número específico. A los dos tonos contestaron con voz aburrida.
- Comisaria 12. ¿En qué puedo ayudarle?
- Buenas tardes, quisiera hablar con los detectives Esposito y Ryan, del departamento de Robos – pedí, manteniendo un tono de voz bajo.
- En seguida le paso – contestó el recepcionista, sin molestarse en averiguar nada más.
- Ryan – contestó el irlandés rápidamente.
- Hola, soy yo, Castle.
- Ah, eh, hola. ¿Necesitas algo?
- Sí, ¿puedes investigar a una mujer llamada Amanda Sckuss?
- ¿Cómo vuestro sospechoso? – preguntó el detective, sorprendido.
- Exactamente.
- ¿Y cómo es que Beckett no nos dijo nada?
- Es que ha estado algo atareada y me ha pedido que lo haga yo – contesté tranquilamente a pesar de que notaba mi corazón martilleando contra las costillas, como queriendo salirse.
Ryan no hizo más preguntas, conforme con mi respuesta. Era eso, o que no quería saber nada más, no quería presionar. Se despidió de mí con la promesa de avisarme con cualquier cosa que le apareciera y rechazó mis agradecimientos, diciendo que por los compañeros se hacía cualquier cosa. "Exactamente" pensé. "Cualquier cosa".
Salí del baño ya con el traje puesto, el pelo perfectamente peinado y una buena dosis de colonia encima. Cuando estaba en el salón, peleándome con la pajarita, maldiciéndola en voz baja por ser tan retorcida y horrible de poner, oí pasos a mi espalda y le di la espalda al espejo, girándome solo para quedarme totalmente sin palabras.
Beckett estaba al pie de la escalera, enmarcada por sus rizos castaños cayendo libremente por sus hombros, como a mí me gustaba. Su piel morena por el sol de Barbados contrastaba con el blanco del vestido, con dos aberturas en los laterales, y por una de ellas asomaba una larga y estilizada pierna, acabando en sus característicos tacones altos, pero esta vez blancos y con abertura por delante. El vestido se adaptaba a su cuerpo perfectamente, ciñéndose por la cintura para marcar las caderas, con un escote que dejaba poco a la imaginación. La detective giró sobre los talones, dando una vuelta, permitiéndome admirar la espalda con dos tiras de tela cruzadas y el resto al aire.
- ¿Qué tal me queda? – Preguntó con algo de timidez.
- Estás… - tartamudeé. Me aclaré la garganta y volví a intentarlo – Estás preciosa.
- Gracias – contestó, bajando la mirada halagada.
Se aproximó a mí, yo todavía no había salido del influjo de su hechizo y la oleada de aroma a cerezas que me rodeó cuando llegó a mi lado no ayudó.
- ¿Me dejas? – pidió, haciendo un gesto con la cabeza a mis manos todavía enredadas con la pajarita.
Por toda respuesta liberé mis manos de la tela negra y le hice un gesto de invitación, levantando ligeramente la barbilla para que pudiera ver mejor. Mientras ella estaba concentrada haciendo el nudo, yo aproveché para admirarla de cerca, viendo su maquillaje ahumado y los labios rojos intenso, a juego con las uñas. Realmente era una imagen sacada de la mismísima Grecia.
- Gracias – dije con la garganta seca cuando ella terminó.
- Tú también estás muy atractivo hoy.
- ¿Solo hoy? – pregunté, alzando una ceja.
Ella arrugó la nariz, riéndose, y aceptó el brazo que le ofrecía. A pesar de la altura de sus tacones, aún le sacaba media cabeza, lo que me encantaba.
Hablando de banalidades y tonterías, llegamos a casa de Dolly, y bajé del lado del conductor rápidamente, rodeando el morro para abrirle la puerta a la detective, quien me sonrió a modo de agradecimiento, cogiendo mi mano para bajar. Caminamos uno al lado del otro por la entrada y me paré frente una pequeña casa de un blanco roto, con las escaleras de entrada rojas y la puerta azul. Encajaba tan bien con la mujer que vivía dentro que no pude evitar sonreír.
- ¡Pero qué guapo está!, señor Castle. Le estaba esperando – saludó la mujer, abriendo la puerta de par en par. La mirada de Dolly se centró en mí y no pude evitar sentirme algo cohibido.
- Gracias, Dolly – dije, dándole un beso en la mejilla. Me hice a un lado, dejando ver a Beckett, escondida parcialmente detrás de mí.
La cara de sorpresa de la anciana fue bastante llamativa, pero se repuso pronto y cerró la puerta tras nosotros, instándonos a entrar.
- Está usted preciosa, señorita. Realmente preciosa.
- Gracias – contestó Beckett, sonrojándose ligeramente.
- No sabía que usted también iba a necesitar una máscara pero sé exactamente cual darle. Esperen un momento que voy a por ellas.
La mujer desapareció detrás de una puerta y reapareció a los dos minutos con una caja en las manos. La dejó encima de la mesa del comedor, en plena entrada dado la pequeñez de la casa, y abrió ambas tapas, revelando un montón de máscaras de llamativos colores, con plumas, flores y hasta figuritas. Y mucha purpurina…
- Tome, esta es para usted, señor Castle – dijo, sacando una máscara de color dorada, sin adorno alguno. Eran tres caras juntas formando una sola, la de la izquierda estaba triste, la del centro carecía de expresión y la de la derecha era alegre. – Usted tiene tres caras también: la que la finge ser… – señaló la de la derecha – Quien realmente es… – señaló el centro – Y quien cree que es… – mirándome fijamente, señaló la de la izquierda.
Tragué saliva, sorprendido por la inmensidad y verdad de aquello. Asentí, sin poder componer una sonrisa, y me quedé allí parado, esperando para ver la de la detective. Dolly volvió su atención a la caja de máscaras y rebuscó de nuevo, dejando escapar una exclamación de victoria al encontrarla. Se giró con una delicada máscara entre las manos, compuesta por un intrincado conjunto de pequeños alambres dorados que se entrecruzaban unos con otros, dando como resultado un hermoso diseño.
- Esta es para usted, señorita, para que por una noche muestre la fragilidad que realmente siente – dijo la mujer, ofreciéndosela a Beckett.
Ella tragó saliva, cogiéndola con cuidado, asintiendo ligeramente.
Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
La canción de este capítulo es...
Recomiendo escucharla mientras leéis, para tener una full experience jajajaja
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Volví a repetir el proceso de rodear el morro del coche y abrir gentilmente la puerta de la detective. Ella volvió a aceptar mi mano para ayudarse a bajar, con una ligera sonrisa de agradecimiento. Ambos seguíamos algo chocados por la certeza de las observaciones de Dolly, una mujer con la que yo había convivido bastante, pero la detective no tanto, y aun así ella se las había apañado para descifrarla.
Era bastante desconcertante…
- ¿Me permites? – pregunté, alargando la mano.
Beckett miró su máscara y asintió, dándomela. Giró sobre sus talones, ofreciéndome su espalda, una imagen que te incitaba a desconcentrarte, pero sacudí la cabeza y rodeé con mis manos ambos lados de la cabeza de la detective, colocando la máscara frente a su cara para que ella se la pusiera donde correspondía. Una vez bien colocada, até, con cuidado de no pillarle el pelo, ambas cintas negras que servían como sujeción.
- ¿Así está bien? – pregunté.
- Perfecta – dijo ella, con voz ahogada.
Aparté mis manos de sus hombros, rozando ligeramente su piel. Me coloqué mi máscara, la cual simplemente usaba una goma elástica para sujetarse, y nos encaminamos a una gran carpa blanca de la que salía una suave música. Entramos, sorprendidos al encontrar que no estaba tan llena como daba a entender, grupos de gente con copas en las manos se encontraban dispersas por el amplio espacio que proporcionaba la carpa, un gran escenario a un lado con una orquesta tocando música de fondo, y la pista de baile ahora vacía, sin ningún valiente bailando nada más llegar.
- ¿Quieres algo?
- Una copa de champán estaría bien – pidió ella, su mirada recorriendo con rapidez los diferentes rostros allí presentes.
Me dirigí a la barra de bar que habían colocado al fondo de la carpa, y le hice un gesto al camarero para que me sirviera dos copas. Apoyado en la barra en espera de que me sirvieran, alguien me dio dos suaves golpecitos en el hombro, reclamando mi atención.
- ¡Pero qué elegante estás, Ricky! – exclamó una conocida voz a mis espaldas.
- Tú también, Cynthia – contesté, sonriendo falsamente. - ¿No se supone que las máscaras protegen tu identidad?
- Bueno… Es que es imposible que tú pases desapercibido.
Preferí no contestar a eso, sin poder evitar que mi mirada recorriera la carpa en busca de la detective.
- ¿Buscas a alguien? – preguntó la señora Gabriel, mostrándose fríamente cordial.
- A Kate – dije, señalando la otra copa de champán que había en la barra.
- Pensé que vendrías solo…
- Ella es mi compañera, Cynthia – contesté, mirándola fijamente – No voy a dejarla sola.
Cogí las copas y, disculpándome con una sonrisa, me mezclé entre la gente, buscando a Beckett.
- ¿Me concedes este baile? – susurré al oído de la detective.
Ella se estremeció, girándose para mirarme, con el labio inferior atrapado entre los dientes. Recordé como era morderlo, escuchar sus gemidos, y decidí que era el momento de dejar de beber champán aunque solo hubieran sido dos copas. Acabó la canción y comenzaron a tocar otra. Beckett asintió, cogiendo suavemente la mano que le ofrecía, y nos dirigimos a la pista de baile en la que ya había varias parejas dando vueltas grácilmente.
You only know what I want you to
I know everything you don't want me to
Coloqué mi mano en la parte baja de su espalda, maravillándome de nuevo ante el suave tacto de su piel, el calor que desprendía. Su brazo reposó en mi hombro y entrelazó los dedos por detrás de mi cuello, su cuerpo pegándose al mío sensualmente. Giramos con lentitud, siguiendo el ritmo de la canción, mirándonos fijamente a los ojos cuando escuchamos la letra.
Oh your mouth is poison, your mouth is wine
you think your dreams are the same as mine
Mis ojos se deslizaron a sus labios, rojos, como el vino precisamente. Otra vez volvieron a asaltarme los recuerdos: el sabor de su boca, el tacto de su lengua luchando contra la mía, nuestros alientos entremezclándose. Sus dientes mordiendo mi labio… Suspiré contra el cuello de la detective y la noté estremecerse entre mis brazos.
Oh I don't love you but I always will
Oh I don't love you but I always will
Oh I don't love you but I always will
I always will
Beckett movió su cabeza, colocándola de lado en mi hombre, su nariz rozando mi cuello, su respiración haciéndome cosquillas. Nuestros cuerpos se adaptaron perfectamente y mis manos se deslizaron suavemente por la piel desnuda de su espalda, notando como ella contestaba mordiéndose el labio.
I wish you'd hold me when I turn my back
the less I give the more I get back
La detective estrechó más su agarre en mi cuello, pegando su cara, y la noté inspirar profundamente, inundando su nariz con mi colonia. Por esa misma razón me encantaba oler bien, porque adoraba cuando hacían eso, aunque fuera Beckett, que andaba a idas y venidas conmigo, dando y quitando.
Oh your hands can heal, your hands can bruise
Me separé ligeramente de Beckett, sabiendo que el final de la canción estaba cerca, y le acaricié la mejilla, viendo su reticencia a abandonarse a la caricia en la tensa línea de sus hombros, en su espalda recta, en su cuerpo tratando de no pegarse más.
I don't have a choice but I'd still choose you.
Mire fijamente a Beckett, viendo sus verdes ojos oscurecerse, su labio atrapado entre los dientes, con deseo. La frase resonando entre nosotros, a pesar de que la canción ya estaba llegando a su último estribillo. Mi dedo siguió trazando círculos en su mejilla, su barbilla atrapada en mi mano, obligándola gentilmente a mirarme. Seguimos girando, totalmente perdidos en el otro, sin ver lo que ocurría a nuestro alrededor, sin escuchar, sumergidos en un mundo alternativo en el que solo estábamos nosotros dos, centrado en el otro. Si la música había cesado, no lo sabíamos. Si la gente se había ido, no nos habíamos dado cuenta. Todo se reducía a los ojos del otro, a sus brazos alrededor de nuestro cuerpo, su calor mezclándose con el nuestro…
El teléfono de la detective sonó en mi bolsillo, sobresaltándonos a ambos. Beckett se alejó de mí, despertando bruscamente de la ensoñación, y me miró expectante desde detrás de su máscara dorada, el avellana de sus ojos realzado. Con nerviosismo, saqué el iPhone del pantalón, tendiéndoselo, pero no pude evitar echarle un vistazo a la pantalla: Javier Esposito.
Me quedé mudo, el hechizo hecho un millón de pedazos de cristal en el suelo, siendo pisado por todas las parejas que seguían girando en la pista, dando vueltas y vueltas al ritmo de una nueva música. Salí de la pista de baile tras Beckett, pero cuando ella se dirigió a la entrada de la carpa para poder hablar sin que la orquesta les molestara, yo giré, yendo a la barra del bar para pedir alguna bebida que me quitara esa sensación de opresión en el pecho. Sin embargo alguien se cruzó en mi camino, impidiéndomelo. Alguien con un vestido rosa y una máscara bastante ornamentada con plumas que casi parecía la cola de un pájaro.
- ¡Ricky! – exclamó, cogiéndome el cuello de la americana, tirando de mí tras ella.
Con paso algo inestable en aquellos altos tacones, me guio de vuelta la pista de baile, y me di cuenta de que se había pasado con las copas de champán.
- Cynthia… Creo que has bebido demasiado – comenté mientras seguía tirando de mí hacia la pista de baile.
- ¡Chorradas! ¿No pensarías que te he invitado solo para intercambiar cuatro palabras y luego verte bailar con esa?
- Cuidado.
- Yo controlo, Ricky – contestó con una risita, malinterpretando mi advertencia.
Sin poder hacer nada, la señora Gabriel lanzó sus brazos a mi cuello, casi ahogándome, pegando su cuerpo mientras bailábamos al ritmo de una canción mucho más animada que la que había bailado con la detective.
Recomiendo escucharla mientras leéis, para tener una full experience jajajaja
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Capítulo 71:
Volví a repetir el proceso de rodear el morro del coche y abrir gentilmente la puerta de la detective. Ella volvió a aceptar mi mano para ayudarse a bajar, con una ligera sonrisa de agradecimiento. Ambos seguíamos algo chocados por la certeza de las observaciones de Dolly, una mujer con la que yo había convivido bastante, pero la detective no tanto, y aun así ella se las había apañado para descifrarla.
Era bastante desconcertante…
- ¿Me permites? – pregunté, alargando la mano.
Beckett miró su máscara y asintió, dándomela. Giró sobre sus talones, ofreciéndome su espalda, una imagen que te incitaba a desconcentrarte, pero sacudí la cabeza y rodeé con mis manos ambos lados de la cabeza de la detective, colocando la máscara frente a su cara para que ella se la pusiera donde correspondía. Una vez bien colocada, até, con cuidado de no pillarle el pelo, ambas cintas negras que servían como sujeción.
- ¿Así está bien? – pregunté.
- Perfecta – dijo ella, con voz ahogada.
Aparté mis manos de sus hombros, rozando ligeramente su piel. Me coloqué mi máscara, la cual simplemente usaba una goma elástica para sujetarse, y nos encaminamos a una gran carpa blanca de la que salía una suave música. Entramos, sorprendidos al encontrar que no estaba tan llena como daba a entender, grupos de gente con copas en las manos se encontraban dispersas por el amplio espacio que proporcionaba la carpa, un gran escenario a un lado con una orquesta tocando música de fondo, y la pista de baile ahora vacía, sin ningún valiente bailando nada más llegar.
- ¿Quieres algo?
- Una copa de champán estaría bien – pidió ella, su mirada recorriendo con rapidez los diferentes rostros allí presentes.
Me dirigí a la barra de bar que habían colocado al fondo de la carpa, y le hice un gesto al camarero para que me sirviera dos copas. Apoyado en la barra en espera de que me sirvieran, alguien me dio dos suaves golpecitos en el hombro, reclamando mi atención.
- ¡Pero qué elegante estás, Ricky! – exclamó una conocida voz a mis espaldas.
- Tú también, Cynthia – contesté, sonriendo falsamente. - ¿No se supone que las máscaras protegen tu identidad?
- Bueno… Es que es imposible que tú pases desapercibido.
Preferí no contestar a eso, sin poder evitar que mi mirada recorriera la carpa en busca de la detective.
- ¿Buscas a alguien? – preguntó la señora Gabriel, mostrándose fríamente cordial.
- A Kate – dije, señalando la otra copa de champán que había en la barra.
- Pensé que vendrías solo…
- Ella es mi compañera, Cynthia – contesté, mirándola fijamente – No voy a dejarla sola.
Cogí las copas y, disculpándome con una sonrisa, me mezclé entre la gente, buscando a Beckett.
-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-
- ¿Me concedes este baile? – susurré al oído de la detective.
Ella se estremeció, girándose para mirarme, con el labio inferior atrapado entre los dientes. Recordé como era morderlo, escuchar sus gemidos, y decidí que era el momento de dejar de beber champán aunque solo hubieran sido dos copas. Acabó la canción y comenzaron a tocar otra. Beckett asintió, cogiendo suavemente la mano que le ofrecía, y nos dirigimos a la pista de baile en la que ya había varias parejas dando vueltas grácilmente.
You only know what I want you to
I know everything you don't want me to
Coloqué mi mano en la parte baja de su espalda, maravillándome de nuevo ante el suave tacto de su piel, el calor que desprendía. Su brazo reposó en mi hombro y entrelazó los dedos por detrás de mi cuello, su cuerpo pegándose al mío sensualmente. Giramos con lentitud, siguiendo el ritmo de la canción, mirándonos fijamente a los ojos cuando escuchamos la letra.
Oh your mouth is poison, your mouth is wine
you think your dreams are the same as mine
Mis ojos se deslizaron a sus labios, rojos, como el vino precisamente. Otra vez volvieron a asaltarme los recuerdos: el sabor de su boca, el tacto de su lengua luchando contra la mía, nuestros alientos entremezclándose. Sus dientes mordiendo mi labio… Suspiré contra el cuello de la detective y la noté estremecerse entre mis brazos.
Oh I don't love you but I always will
Oh I don't love you but I always will
Oh I don't love you but I always will
I always will
Beckett movió su cabeza, colocándola de lado en mi hombre, su nariz rozando mi cuello, su respiración haciéndome cosquillas. Nuestros cuerpos se adaptaron perfectamente y mis manos se deslizaron suavemente por la piel desnuda de su espalda, notando como ella contestaba mordiéndose el labio.
I wish you'd hold me when I turn my back
the less I give the more I get back
La detective estrechó más su agarre en mi cuello, pegando su cara, y la noté inspirar profundamente, inundando su nariz con mi colonia. Por esa misma razón me encantaba oler bien, porque adoraba cuando hacían eso, aunque fuera Beckett, que andaba a idas y venidas conmigo, dando y quitando.
Oh your hands can heal, your hands can bruise
Me separé ligeramente de Beckett, sabiendo que el final de la canción estaba cerca, y le acaricié la mejilla, viendo su reticencia a abandonarse a la caricia en la tensa línea de sus hombros, en su espalda recta, en su cuerpo tratando de no pegarse más.
I don't have a choice but I'd still choose you.
Mire fijamente a Beckett, viendo sus verdes ojos oscurecerse, su labio atrapado entre los dientes, con deseo. La frase resonando entre nosotros, a pesar de que la canción ya estaba llegando a su último estribillo. Mi dedo siguió trazando círculos en su mejilla, su barbilla atrapada en mi mano, obligándola gentilmente a mirarme. Seguimos girando, totalmente perdidos en el otro, sin ver lo que ocurría a nuestro alrededor, sin escuchar, sumergidos en un mundo alternativo en el que solo estábamos nosotros dos, centrado en el otro. Si la música había cesado, no lo sabíamos. Si la gente se había ido, no nos habíamos dado cuenta. Todo se reducía a los ojos del otro, a sus brazos alrededor de nuestro cuerpo, su calor mezclándose con el nuestro…
El teléfono de la detective sonó en mi bolsillo, sobresaltándonos a ambos. Beckett se alejó de mí, despertando bruscamente de la ensoñación, y me miró expectante desde detrás de su máscara dorada, el avellana de sus ojos realzado. Con nerviosismo, saqué el iPhone del pantalón, tendiéndoselo, pero no pude evitar echarle un vistazo a la pantalla: Javier Esposito.
Me quedé mudo, el hechizo hecho un millón de pedazos de cristal en el suelo, siendo pisado por todas las parejas que seguían girando en la pista, dando vueltas y vueltas al ritmo de una nueva música. Salí de la pista de baile tras Beckett, pero cuando ella se dirigió a la entrada de la carpa para poder hablar sin que la orquesta les molestara, yo giré, yendo a la barra del bar para pedir alguna bebida que me quitara esa sensación de opresión en el pecho. Sin embargo alguien se cruzó en mi camino, impidiéndomelo. Alguien con un vestido rosa y una máscara bastante ornamentada con plumas que casi parecía la cola de un pájaro.
- ¡Ricky! – exclamó, cogiéndome el cuello de la americana, tirando de mí tras ella.
Con paso algo inestable en aquellos altos tacones, me guio de vuelta la pista de baile, y me di cuenta de que se había pasado con las copas de champán.
- Cynthia… Creo que has bebido demasiado – comenté mientras seguía tirando de mí hacia la pista de baile.
- ¡Chorradas! ¿No pensarías que te he invitado solo para intercambiar cuatro palabras y luego verte bailar con esa?
- Cuidado.
- Yo controlo, Ricky – contestó con una risita, malinterpretando mi advertencia.
Sin poder hacer nada, la señora Gabriel lanzó sus brazos a mi cuello, casi ahogándome, pegando su cuerpo mientras bailábamos al ritmo de una canción mucho más animada que la que había bailado con la detective.
Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
Capítulo 72:
- Cynthia, estoy agotado – me quejé, cuatro canciones después.
- ¡Oh, vega! ¡Solo uno más!
- Eso me dijiste tres canciones atrás.
- Bueeeeno, vaaaaale – se resignó ella, dejando caer sus brazos de mi cuello, poniendo morritos de tristeza. – Pero solo una copa, ¡eh! O iré a buscarte – amenazó ella, acabándose la copa de champán y encasquetándomela.
Se dio la vuelta y se fue bailando, en busca de otro al que arrastrar y obligar a bailar con ella. Haciendo caso omiso de la barra del bar, dejé la copa en el primer lugar en donde la pude dejar, aunque eso fuera en el soporte de un florero.
Recorrí con la mirada toda la carpa, en busca de un vestido blanco y largo, una espalda descubierta familiar o una máscara conocida. Pero no la veía por ninguna parte.
Entonces recordé que había salido para hablar por teléfono y quizá no había terminado. "Pero han pasado casi 10 minutos" pensé, extrañado. Aun así, salí de la carpa, agradeciendo el frescor de la calle, y miré a mí alrededor, en busca de Beckett. Vislumbré su figura al fondo, al lado del Jeep aparcado, dando vueltas con nerviosismo. Me apresuré para llegar hasta el coche, despejándome del mareo que había supuesto el baile con la señora Gabriel.
- Hey – saludé.
- Llévame a casa – espetó ella a modo de respuesta, dejando abruptamente de dar vueltas.
- ¿Por? ¿Ocurre algo?
- Sí. Muchas cosas – se frotó los brazos, con frío.
Me quité la americana con rapidez y se la coloqué encima de los hombros. Pero cuando la toqué, se escabulló, agarrando la chaqueta para que no se le cayera.
- ¿Te he hecho algo? – pregunté, cerrando ambas manos en puños.
Me fulminó con la mirada y entró en el coche, cerrando la puerta con brusquedad. Me encogí ante el golpe y la observé a través del parabrisas antes de entrar yo también, sin decir ni una palabra.
-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-
Aparqué frente al apartamento, y nos bajamos ambos del coche en un tenso silencio, el mismo que nos acompañaba desde que salimos de la fiesta. Pero mi paciencia estaba llegando a su límite.
- ¿Me vas a decir qué demonios te pasa? – escupí, apretando las llaves de casa en la mano.
- No. ¿Qué demonios te pasa a ti?
- ¿A mí? ¡Nada!
- ¿Seguro? ¿Entonces qué es eso de investigar a mis espaldas?
Cerré los ojos, mis sospechas confirmándose. La rabia desapareció, dejando a su paso solo miedo y pena.
- Me llamó Esposito esta noche y cuando lo cogió comenzó a decirme millones de cosas sobre algo que supuestamente yo le había pedido. Él tenía prisa y yo no sabía de qué me estaba hablando, no entendía nada. Así que le mentí, le dije "muchas gracias, la información sobre Amanda será útil". Pero no lo era, por lo que llamé a Ryan en busca de explicaciones, y él me dice que le llamaste tú usándome como excusa. ¿¡Tienes una idea de lo inmensamente estúpida que me sentí?!
- Kate, escúchame…
- ¡No! ¿¡Vas a decirme otra mentira?! ¿Dónde quedó eso de "nadie va a utilizar a nadie"? Porque una vez terminé de enterarme de aquello, entro en la carpa y lo primero que veo es a ti restregándote contra esa mujer.
- ¡Me arrastró hasta la pista! ¡No me dejaba ir!
- Claro, claro – dijo la detective, destilando sarcasmo – Pobrecillo, lo que has tenido que sufrir.
- Beckett, necesitaba investigar a Amanda, no tenía buenas vibraciones…
- ¡Tus vibraciones me dan exactamente igual, Castle! – Me cortó ella - ¿Querías investigarla? Vale, pero habérmelo dicho. Te habría ayudado, ¿sabes? Pero ahora puedes irte a…
Tapé su boca con una mano, tensándome repentinamente, aguzando el oído.
- ¿Has oído eso? – pregunté, frunciendo el ceño.
- ¡No cambies de tema!
- Kate, calla - pedí, con desesperación, seguro de haber oído el eco de pasos en la calzada.
- No pienso callarme solo para cumplir tus exigencias, estoy algo harta.
- En serio. Solo un momento – miré a un lado de la carretera y vi una sombra aproximarse. Una sombra familiar, con una mano alrededor de la cámara.
- ¿Para luego hacer como que no ha…?
Necesitaba hacerla callar. ¡No podíamos llamar la atención! Así que hice lo primero que se me ocurrió, estaba tan cerca, tan exaltada, tan condenadamente sexy… Agarré ambos lados de su cara y sellé sus labios con los míos en un beso cargado de urgencia. Los moví encima de los suyos, notándola paralizada por la sorpresa y mordí su labio inferior con fuerza, tirando de él hacia mí mientras me separaba ligeramente de ella para coger aire.
- Te dije que la próxima vez te besaría – gruñí, rememorando nuestro primer encuentro con los paparazzis.
Beckett simplemente me miró, sin palabras, su boca entreabierta, su labio inferior con mi marca. Nuestros ojos se encontraron en aquel espacio reducido y entonces la lucidez se abrió paso entre la bruma del peligro y la excitación. Miré hacia la carretera y vi a Josh Davidson cada vez más cerca y a la detective allí parada, sin reaccionar.
- Dios, Kate… Perdón…
Beckett por fin reaccionó. Parpadeó varias veces, mirándome como si nunca antes me hubiera visto. Abrió la boca para decir algo pero la volvió a cerrar, las palabras no tenían valor alguno en ese momento.
- Lo siento, Kate, lo siento muchísimo pero…
La detective negó con la cabeza, y lanzó sus brazos a mi cuello, pegando nuestros cuerpos con un nuevo significado, mucho más sexual que horas antes cuando estábamos bailando. Su boca hambrienta se encontró con la mía, devorándome, mordiéndome los labios, su lengua presionando para hacerse hueco, chocando y tentando a la mía. Nuestros alientos agitados se entremezclaron, sus manos enredadas en mi pelo mientras las mías estaban perdidas por su espalda.
Se oyeron pasos tras nosotros y yo me tensé entre sus brazos. Beckett lo notó e hizo nuestro beso más lento pero más fiero, si aquello era posible, atrapándome y llevándome lejos, haciéndome olvidar todo. Sin poder evitarlo, mis caderas cobraron vida propia, empujando el cuerpo de la detective contra la pared del apartamento, presionándose contra ella. Beckett sacó una pierna por la maravillosa abertura lateral de su vestido, enredándola en mi cintura, tirando más de mí. Recorrí la tersa piel de su muslo con la mano, suavemente, sujetándola por la rodilla.
- ¡Iros a un hotel! – exclamó una conocida voz teñida de repugnancia a mis espaldas, siguiendo su camino sin darse cuenta de quién era yo.
Kate no lo pudo evitar y comenzó a reírse en mi beso, logrando que me separara de ella para mirarla, algo desconcertado.
- ¿Qué pasa?
- Últimamente todos nos dicen que nos vayamos a un hotel – explicó ella, toda sonrisas.
Recordé a Slaughter, al señor se había quejado porque estábamos en medio de la carretera y ahora a Josh Davidson, con su maldita capacidad para interrumpir momentos mágicos, diciendo la misma frase que todos. Sacudí la cabeza, sin poder evitar sonreír con tristeza. ¿Eso era todo? ¿Sólo me estaba ayudando?
- Hey – me llamó, obligándome a mirarla de nuevo – Quizá deberíamos ir adentro... Por si vuelve.
Asentí, soltando su pierna, apartándome de ella mientras notaba algo romperse en mi interior. Volvíamos a actuar como que nada había pasado, un beso con tanto significado para mí y tan poco para ella… Abrí la puerta del apartamento en silencio, con los hombros hundidos, sintiéndome derrotado e inmensamente cansado.
Una vez dentro, Beckett encendió la luz del salón y se quitó los tacones dejando escapar un suspiro de alivio, su vestido abriéndose y dejando ver demasiado, pero ella no hizo nada por evitarlo, ni pareció molesta cuando me pilló mirándola. Se acercó a mí sensualmente, haciéndome recular hasta que mis sentidos me alertaron de que la pared debía de estar cerca.
- Ahora que estamos a salvo de interrupciones… - susurró ella, sus ojos alegres y brillantes, sus dedos paseándose por mi camisa - ¿Dónde nos habíamos quedado?
Sonreí traviesamente, la esperanza inundando mi pecho repentinamente, haciendo que todo se viera más brillante y colorido.
- ¿Estás segura? ¿Qué pasa con tus muros? – pregunté a modo de respuesta, acariciando suavemente su mejilla.
- Que le den a los muros – murmuró Beckett sin titubear, su mirada fija en la mía, su ardiente deseo llegando a mí en oleadas.
- En ese caso… - atrapé sus labios en un rápido movimiento y ella dejó escapar una exclamación de agradable sorpresa, respondiendo a mi beso con avidez.
Y esto es todo por hoy :)No me odiéis mucho por haberos dejado así pero ahora ya sabéis que esta vez no habrá interrupciones de ningún tipo...
¡Gracias por leer!
Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
por finnnnnnnnnnn pero no lo deje así :O
impresionante los capítulos
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CASKETT ALWAYS
Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
Menudos 3 capítulos que te acabas de marcar!!!!!!!escuchando la canción y leyéndo la descripción que realizas del baile entre los 2 ,consigues un momento mágico.Me encanta el cabreo que se pilla kate con la llamada de Espo y los celos que le entran al ver a Castle bailando con otra jejeje .Otro momento que me gustó mucho es la discusión antes de entrar en casa,reconozco que cuando apareció Josh no me imaginaba lo que iba a pasar ,al contrario me dije "a ver ahora por donde se complican las cosas".Como me reí con la frase "iros a un hotel" porque yo la empleo mucho cuando mis amigos se ponen cariñosos jeje. Y POR FIN!!!!! KATE SE DEJA LLEVAR...YA ERA HORA!!!!!ahora ni se te ocurra interrumpirlos!!!!!!como ves,me quedo con ganas de más, así que continúa pronto!
nusky- Ayudante de policia
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Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
Tres grandes capítulos, jejejejeje. Bueno, ahora queda claro que no habrá interrupciones por parte de ellos, esperemos que tampoco arrepentimientos , pero............., habrá alguna llamada o algún otro hecho que los interrumpan??, jejejejeje
Me ha gustado mucho esa Kate celosa, se nota que está loquita por él y lo que le ha molestado verla bailar con la otra.
Espero que puedas continuar pronto.
Me ha gustado mucho esa Kate celosa, se nota que está loquita por él y lo que le ha molestado verla bailar con la otra.
Espero que puedas continuar pronto.
Yaye- Escritor - Policia
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Localización : Huelva
Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
Ahhh me encanta me encanta me encantaaaaa!!! De verdad que cuando me decidí leer este fic, no me equivoqué! Uy y ahora a ver como continua!! Ojalá no los interrumpan, el teléfono siempre puede sonar...
asita24- Actor en Broadway
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Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
Gracias a dios se llevo el momento ta esperado!!
Ruth Maria- Policia de homicidios
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Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
about time!!!! excelente los capitulos me encantaron!!! en epecial el ultimo despues de todo el paparazzi les dio una mano para k porfin se dejaran llevar!
espero continues tan pronto puedas por k me encanta!
espero continues tan pronto puedas por k me encanta!
cururi- As del póker
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Edad : 36
Localización : World Citizen
Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
Hora de cambiar el rated de este fanfic... Por cierto, creo que es mi ¿segunda? ¿tercera escena M? Así que aun soy novata en esto, sorry si no doy descripciones fieles Con la práctica todo mejora, ¿no?
¡Reviews venid a mi!
"¿Es esto una fantasía o me han dado algún tipo de droga con el champán?"
Como si la detective quisiera dejarme claro que estaba despierto y que aquello era real, mordió el lóbulo de mi oreja, haciéndome jadear con fuerza, notando como me temblaban las piernas y una oleada de calor se extendía por todo mi cuerpo. Sus gemidos flotaban entre nosotros, suspendidos en el aire como notas de una música cantada directamente por los ángeles, una música perfecta. Y sus labios… Sus labios eran pura heroína: una vez los probabas, eras adicto a ellos. Siempre querías más, nunca estabas satisfecho… Y lo mejor – o lo peor – es que ella tampoco se saciaba nunca.
Agarró mi labio inferior entre sus dientes, tirando de él hacia ella, logrando que perdiera mi capacidad de raciocinio, que la última gota de autocontrol se evaporara de mi cuerpo. Su espalda chocó contra la puerta de la habitación mientras tanteaba el manillar para abrirla, haciendo que entráramos a trompicones, un lio de brazos, piernas, lenguas y suspiros. De manera milagrosa, y totalmente carente de explicación, logramos llegar a la cama sanos y salvos, sin caídas, solo dejando tras nosotros cosas en el suelo.
Beckett paseó sus manos por mi pecho, tamborileando los dedos encima de los botones mientras me miraba con una sonrisa traviesa dibujada en sus labios, hinchados y enrojecidos. Comenzó a desatar los botones con impaciencia y rapidez, pequeños suspiros irritados dejándose oír cuando alguno se le resistía, teniendo que aguantar las ganas de arrancarlos de un tirón porque aquella camisa no era mía. Finalmente logró deshacerme de ella y la dejamos caer al suelo, sin cuidado alguno, como mi americana, tiempo atrás abandonada en el recibidor. A mí me molestaba el vestido de la detective, por muy bonito que fuera y muy bien que le quedara, frustraba mi intención: la de recorrer cada centímetro de su piel con mis labios. Comencé a tantear, en busca de una cremallera, un broche… ¡Algo! Beckett no pudo evitar que una sonora carcajada se le escapara, inclinando la cabeza hacia atrás.
- ¿Cómo demonios se quita esto? – pregunté con el ceño fruncido.
- Por la cabeza, Rick – ronroneó ella.
Bajando y subiendo las cejas con rapidez, agarré la sedosa tela por los bajos y la detective alzó sus brazos por encima de la cabeza, facilitándome la tarea de dejar que el vestido se deslizara por su piel, acariciándola a su paso de la misma manera que tenía pensado hacer yo. Lo dejé caer al suelo, casi sintiendo celos de un vestido, y entonces se me secó la boca ante semejante imagen: una diosa con un alboroto de rizos castaños desperdigados por encima de sus hombros, en braguitas de encaje negro y sin sujetador alguno.
Agarrándola por la cintura, atraje a Beckett hacia mi cuerpo, dejando que viera cuanto la deseaba. La lascivia inundó sus ojos como un río de lava y volví a atrapar sus labios en un horriblemente lento beso en el que quedó bien claro nuestras intenciones. Las ganas que le teníamos al otro. La deposité con suavidad en la cama, mi pecho desnudo tocando el suyo, nuestras pieles entrando en contacto para crear una deliciosa fricción, un inmenso calor que se extendía desde donde nos rozábamos a todo nuestro cuerpo. No hace falta decir cuánto me molestaban los pantalones…
Me desembaracé de ellos con rapidez, y si antes había sido todo precavido con el frac, ahora me importaba poco que le pasara. Volví a colocarme encima de Beckett, nuestros cuerpos amoldándose el uno al otro como si hubieran nacido para encajar juntos, nuestros labios deslizándose con suavidad y precisión, nuestras manos explorando todo lo que había y más. Besé su mandíbula, trazando un camino de besos hasta su cuello, bajando por él, mordiendo y chupando cada centímetro de su suave piel. Beckett enredó sus piernas en mis caderas, empujándome contra ella, soltando ambos un gemido cuando nuestros sexos se tocaron. Oh, dulce tortura…
Llegué a su pecho izquierdo y lo devoré con asombrosa lentitud, pasando mi lengua por su aureola y luego mordisqueando suavemente su pezón hasta que lo sentí erecto y sensible en mi boca. Con rapidez, me pasé al otro para que no sintiera celos mientras la detective tiraba de mi pelo en busca de más y jadeaba de placer. Estaba lista, ¡más que lista! Dejé un húmedo reguero de besos por su abdomen, jugueteando un poco con mi lengua en su ombligo, trazando círculos sobre él y sintiéndolo contraerse ante mi contacto. Pero aquello eran meros preliminares, el verdadero tesoro estaba cerca, húmedo y caliente, esperando por mí.
Unas braguitas negras de encaje salieron volando en alguna dirección y alcé la mirada un segundo hacia Beckett, quien tenía el labio inferior atrapado entre los dientes y los ojos cerrados, en espera. Alcancé su monte venus y hundí mi lengua en ella, oyéndola gemir ruidosamente, pillada por sorpresa a pesar de todo. Con descaro, la recorrí lentamente, obligando a sus caderas a estarse quietas mientras trazaba círculos por sus pliegues.
- Oh, Castle… - suplicó ella, su voz ahogada, su respiración agitada.
Besé su clítoris, escuchándola coger aire bruscamente, e introduje un dedo dentro de ella, moviéndome despacio. A medida que aumentaba el ritmo, hundí otro dedo más y Beckett echó la cabeza hacia atrás, los ojos apretados con fuerza y sus manos hechas puños agarrando las sábanas como si éstas la mantuvieran fija en la tierra y la impidieran irse a otro sitio. Cuando notaba sus paredes interiores presionarse contra mi dedo, lo curvé en su interior y la sentí explotar, mi nombre escapando de sus labios en un grito.
Gateé hacia ella, mis manos a ambos lados de su cabeza mientras me alzaba sobre la detective, que yacía en la cama tratando de calmar su agitada respiración. Besé sus labios con suavidad sin poder quitarme una sonrisa tonta de la cara.
- Dios… - abrió por fin los ojos, permitiéndome ver aquel verde avellana brillante y dorado por el orgasmo.
- Sí, bueno, hubo una época en la que me llamaban Eros – bromeé, tumbándome de costado a su lado, mi cabeza reposando en mi mano mientras la veía recuperarse. Era una hermosa imagen…
- Puedo entender por qué – dijo ella con voz ronca, sonriendo de lado, pegando sus curvas a mí.
Atrapó mis labios en un lento beso cargado de sentimientos, logrando que me entregara y olvidara todo lo que me rodeaba, todo lo que había pasado. Antes de darme cuenta, tenía a Beckett encima, su cuerpo presionando el mío contra el colchón, sus pechos contra mi piel.
- Su turno, escritor – murmuró la detective en mi oído, comenzando a bajar por mi cuello y pecho.
Se colocó a horcajadas sobre mí, justo encima de mi erección, y cada roce suyo era una como ver los fuegos artificiales del 4 de Julio. El placer y el deseo me nublaron la mente por un momento, y cuando reaccioné, Beckett ya se había deshecho de mis boxers, liberándome de aquella horrorosa presión.
- ¡Ah! – jadeé, mirando como la detective me sonreía traviesamente mientras alejaba la mano de mi soldadito.
- Lo siento, estaba deseando hacerlo – contestó ella sin mostrar signo alguno de arrepentimiento.
- No seré yo el que te lo prohíba…
Y entonces morí y fui al paraíso. Beckett comenzó a deslizar la mano a lo largo de mi erección, presionando en la base, liberando en la punta, y aquel masaje me estaba volviendo loco, pero no quería que parara. Nunca.
- Kate… - avisé, notándome a las puertas del orgasmo.
Ella se alzó sobre sus rodillas y vi en sus ojos su intención.
- ¿Tienes protección?
- No hace falta – contestó la detective simplemente, dejándose caer sobre mí.
Me hundí dentro de ella con una horrorosa lentitud. Traté de controlar mis caderas y dejarla hacer el trabajo. Despacio, volvió a alzarse y a bajar, instaurando un ritmo lento que, poco a poco, iba aumentando de intensidad. Coloqué mis manos a ambos lados de su cintura, queriendo cerrar los ojos para disfrutar del millar de sensaciones que me recorrían como en un tío vivo, pero a la vez sin querer perderme la maravillosa imagen de la detective con la cabeza echada para atrás, mordiéndose el labio, y sus caderas moviéndose en círculos para proporcionarnos aún más placer.
Entrelazó sus dedos con los míos y apretó con fuerza cuando llegó al orgasmo. Sin parar, sus paredes interiores se presionaron contra mí, todavía en su interior, y me hicieron llegar al cielo, pasarlo y rozar el infinito con la punta de los dedos, solo para dejarme en caída libre para regresar a la tierra. Beckett quedó tumbada encima de mi pecho, mis brazos rodeándola en un deseado y necesitado abrazo mientras nuestros pechos subían y bajaban sincronizadamente, tratando de calmarnos.
La detective inclinó la cabeza hacia atrás para mirarme con una sonrisa de inmenso cariño y adoración en la cara que no pude menos que corresponder. Le aparté un sudado rizo del rostro, enganchándoselo tras la oreja mientras la besaba lentamente, expresando todo y más con ese gesto. Beckett volvió a apoyar la cabeza en mi pecho y con el sonido de mis latidos de corazón de fondo, se quedó dormida entre mis brazos.
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Capítulo 73:
"¿Es esto una fantasía o me han dado algún tipo de droga con el champán?"
Como si la detective quisiera dejarme claro que estaba despierto y que aquello era real, mordió el lóbulo de mi oreja, haciéndome jadear con fuerza, notando como me temblaban las piernas y una oleada de calor se extendía por todo mi cuerpo. Sus gemidos flotaban entre nosotros, suspendidos en el aire como notas de una música cantada directamente por los ángeles, una música perfecta. Y sus labios… Sus labios eran pura heroína: una vez los probabas, eras adicto a ellos. Siempre querías más, nunca estabas satisfecho… Y lo mejor – o lo peor – es que ella tampoco se saciaba nunca.
Agarró mi labio inferior entre sus dientes, tirando de él hacia ella, logrando que perdiera mi capacidad de raciocinio, que la última gota de autocontrol se evaporara de mi cuerpo. Su espalda chocó contra la puerta de la habitación mientras tanteaba el manillar para abrirla, haciendo que entráramos a trompicones, un lio de brazos, piernas, lenguas y suspiros. De manera milagrosa, y totalmente carente de explicación, logramos llegar a la cama sanos y salvos, sin caídas, solo dejando tras nosotros cosas en el suelo.
Beckett paseó sus manos por mi pecho, tamborileando los dedos encima de los botones mientras me miraba con una sonrisa traviesa dibujada en sus labios, hinchados y enrojecidos. Comenzó a desatar los botones con impaciencia y rapidez, pequeños suspiros irritados dejándose oír cuando alguno se le resistía, teniendo que aguantar las ganas de arrancarlos de un tirón porque aquella camisa no era mía. Finalmente logró deshacerme de ella y la dejamos caer al suelo, sin cuidado alguno, como mi americana, tiempo atrás abandonada en el recibidor. A mí me molestaba el vestido de la detective, por muy bonito que fuera y muy bien que le quedara, frustraba mi intención: la de recorrer cada centímetro de su piel con mis labios. Comencé a tantear, en busca de una cremallera, un broche… ¡Algo! Beckett no pudo evitar que una sonora carcajada se le escapara, inclinando la cabeza hacia atrás.
- ¿Cómo demonios se quita esto? – pregunté con el ceño fruncido.
- Por la cabeza, Rick – ronroneó ella.
Bajando y subiendo las cejas con rapidez, agarré la sedosa tela por los bajos y la detective alzó sus brazos por encima de la cabeza, facilitándome la tarea de dejar que el vestido se deslizara por su piel, acariciándola a su paso de la misma manera que tenía pensado hacer yo. Lo dejé caer al suelo, casi sintiendo celos de un vestido, y entonces se me secó la boca ante semejante imagen: una diosa con un alboroto de rizos castaños desperdigados por encima de sus hombros, en braguitas de encaje negro y sin sujetador alguno.
Agarrándola por la cintura, atraje a Beckett hacia mi cuerpo, dejando que viera cuanto la deseaba. La lascivia inundó sus ojos como un río de lava y volví a atrapar sus labios en un horriblemente lento beso en el que quedó bien claro nuestras intenciones. Las ganas que le teníamos al otro. La deposité con suavidad en la cama, mi pecho desnudo tocando el suyo, nuestras pieles entrando en contacto para crear una deliciosa fricción, un inmenso calor que se extendía desde donde nos rozábamos a todo nuestro cuerpo. No hace falta decir cuánto me molestaban los pantalones…
Me desembaracé de ellos con rapidez, y si antes había sido todo precavido con el frac, ahora me importaba poco que le pasara. Volví a colocarme encima de Beckett, nuestros cuerpos amoldándose el uno al otro como si hubieran nacido para encajar juntos, nuestros labios deslizándose con suavidad y precisión, nuestras manos explorando todo lo que había y más. Besé su mandíbula, trazando un camino de besos hasta su cuello, bajando por él, mordiendo y chupando cada centímetro de su suave piel. Beckett enredó sus piernas en mis caderas, empujándome contra ella, soltando ambos un gemido cuando nuestros sexos se tocaron. Oh, dulce tortura…
Llegué a su pecho izquierdo y lo devoré con asombrosa lentitud, pasando mi lengua por su aureola y luego mordisqueando suavemente su pezón hasta que lo sentí erecto y sensible en mi boca. Con rapidez, me pasé al otro para que no sintiera celos mientras la detective tiraba de mi pelo en busca de más y jadeaba de placer. Estaba lista, ¡más que lista! Dejé un húmedo reguero de besos por su abdomen, jugueteando un poco con mi lengua en su ombligo, trazando círculos sobre él y sintiéndolo contraerse ante mi contacto. Pero aquello eran meros preliminares, el verdadero tesoro estaba cerca, húmedo y caliente, esperando por mí.
Unas braguitas negras de encaje salieron volando en alguna dirección y alcé la mirada un segundo hacia Beckett, quien tenía el labio inferior atrapado entre los dientes y los ojos cerrados, en espera. Alcancé su monte venus y hundí mi lengua en ella, oyéndola gemir ruidosamente, pillada por sorpresa a pesar de todo. Con descaro, la recorrí lentamente, obligando a sus caderas a estarse quietas mientras trazaba círculos por sus pliegues.
- Oh, Castle… - suplicó ella, su voz ahogada, su respiración agitada.
Besé su clítoris, escuchándola coger aire bruscamente, e introduje un dedo dentro de ella, moviéndome despacio. A medida que aumentaba el ritmo, hundí otro dedo más y Beckett echó la cabeza hacia atrás, los ojos apretados con fuerza y sus manos hechas puños agarrando las sábanas como si éstas la mantuvieran fija en la tierra y la impidieran irse a otro sitio. Cuando notaba sus paredes interiores presionarse contra mi dedo, lo curvé en su interior y la sentí explotar, mi nombre escapando de sus labios en un grito.
Gateé hacia ella, mis manos a ambos lados de su cabeza mientras me alzaba sobre la detective, que yacía en la cama tratando de calmar su agitada respiración. Besé sus labios con suavidad sin poder quitarme una sonrisa tonta de la cara.
- Dios… - abrió por fin los ojos, permitiéndome ver aquel verde avellana brillante y dorado por el orgasmo.
- Sí, bueno, hubo una época en la que me llamaban Eros – bromeé, tumbándome de costado a su lado, mi cabeza reposando en mi mano mientras la veía recuperarse. Era una hermosa imagen…
- Puedo entender por qué – dijo ella con voz ronca, sonriendo de lado, pegando sus curvas a mí.
Atrapó mis labios en un lento beso cargado de sentimientos, logrando que me entregara y olvidara todo lo que me rodeaba, todo lo que había pasado. Antes de darme cuenta, tenía a Beckett encima, su cuerpo presionando el mío contra el colchón, sus pechos contra mi piel.
- Su turno, escritor – murmuró la detective en mi oído, comenzando a bajar por mi cuello y pecho.
Se colocó a horcajadas sobre mí, justo encima de mi erección, y cada roce suyo era una como ver los fuegos artificiales del 4 de Julio. El placer y el deseo me nublaron la mente por un momento, y cuando reaccioné, Beckett ya se había deshecho de mis boxers, liberándome de aquella horrorosa presión.
- ¡Ah! – jadeé, mirando como la detective me sonreía traviesamente mientras alejaba la mano de mi soldadito.
- Lo siento, estaba deseando hacerlo – contestó ella sin mostrar signo alguno de arrepentimiento.
- No seré yo el que te lo prohíba…
Y entonces morí y fui al paraíso. Beckett comenzó a deslizar la mano a lo largo de mi erección, presionando en la base, liberando en la punta, y aquel masaje me estaba volviendo loco, pero no quería que parara. Nunca.
- Kate… - avisé, notándome a las puertas del orgasmo.
Ella se alzó sobre sus rodillas y vi en sus ojos su intención.
- ¿Tienes protección?
- No hace falta – contestó la detective simplemente, dejándose caer sobre mí.
Me hundí dentro de ella con una horrorosa lentitud. Traté de controlar mis caderas y dejarla hacer el trabajo. Despacio, volvió a alzarse y a bajar, instaurando un ritmo lento que, poco a poco, iba aumentando de intensidad. Coloqué mis manos a ambos lados de su cintura, queriendo cerrar los ojos para disfrutar del millar de sensaciones que me recorrían como en un tío vivo, pero a la vez sin querer perderme la maravillosa imagen de la detective con la cabeza echada para atrás, mordiéndose el labio, y sus caderas moviéndose en círculos para proporcionarnos aún más placer.
Entrelazó sus dedos con los míos y apretó con fuerza cuando llegó al orgasmo. Sin parar, sus paredes interiores se presionaron contra mí, todavía en su interior, y me hicieron llegar al cielo, pasarlo y rozar el infinito con la punta de los dedos, solo para dejarme en caída libre para regresar a la tierra. Beckett quedó tumbada encima de mi pecho, mis brazos rodeándola en un deseado y necesitado abrazo mientras nuestros pechos subían y bajaban sincronizadamente, tratando de calmarnos.
La detective inclinó la cabeza hacia atrás para mirarme con una sonrisa de inmenso cariño y adoración en la cara que no pude menos que corresponder. Le aparté un sudado rizo del rostro, enganchándoselo tras la oreja mientras la besaba lentamente, expresando todo y más con ese gesto. Beckett volvió a apoyar la cabeza en mi pecho y con el sonido de mis latidos de corazón de fondo, se quedó dormida entre mis brazos.
Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
Capítulo 74:
Kate Beckett abrió los ojos ante la inmensa claridad que entraba por la ventana, y volvió a dejar caer la cabeza sobre la almohada, agotada hasta el límite de sentir pereza por mover un solo dedo. Dejando escapar un suspiro, giró sobre su espalda.
Una mano se deslizó por su piel desnuda, paralizándola, siendo totalmente consciente en un par de segundos de que Richard Castle estaba abrazándola, como su madre le trajo al mundo. Todos los recuerdos de la noche anterior llegaron en tropel a su todavía demasiado adormilado cerebro: la fiesta, su enfado, el primer beso, el segundo beso, el tercero… El ver las estrellas gracias a los hábiles dedos del escritor, que había descubierto que no solo servían para escribir maravillas. Ah, ¿y todos esos mitos sobre la longitud de cierta parte de su cuerpo? Más que confirmados y vueltos a confirmar. Recordaba haberse quedado dormida en sus brazos después de la segunda vez. ¿O había sido en la cuarta? No le extrañaba que se sintiera tan dolorida y agotada…
Sonrió sin poder evitarlo, y, por primera vez, no se levantó con un sobresalto ni separó al escritor; es más, se acurrucó más aun contra el escritor, encajonándose en su pecho de aquella forma tan cómoda, disfrutando de sus lentos latidos del corazón contra su espalda; el brazo rodeando su cintura, atrayéndole hacia él; su pausada respiración cosquilleando en su desnudo cuello y aquella pierna enredada entre las de la detective. Se sentía tan bien, tan calentita… Tan protegida y a salvo como tan pocas veces y tan pocas personas lograban hacerla sentir.
Giró en el abrazo de Castle, dejando de darle la espalda para pasar a disfrutar del espectáculo de una erección mañanera presionando su pierna, su boca ligeramente entreabierta y el pelo con aquellos signos de "sí, he hecho el amor tantas veces en una noche que ya ni las puedo contar". El escritor movió los ojos tras los párpados y murmuró algo que Beckett, a su pesar, no pudo entender.
Poco a poco su conciencia de detective fue despertando, haciéndola darse cuenta de que no sabía dónde había dejado su móvil o su bolso, ni en qué día vivía. Menudo desastre… Como sabía que su Pepito Grillo no la iba a dejar disfrutar tranquila del momento hasta que no se pusiera al día, se desembarazó de la pierna de Castle y retiró con sumo cuidado el brazo de su cintura, echando de menos al segundo su contacto y su calor, aquella seguridad que le proporcionaba su ancho pecho cubriendo su espalda desnuda.
Con un suspiro de nostalgia, se deslizó hasta el borde de la cama, estirando todos sus cansados músculos, sobre todo la parte baja del abdomen. Ocultó la sonrisa que luchaba por salir y reunió toda su fuerza de voluntad para levantarse del mullido colchón. Pero alguien hizo la decisión por ella.
Notó la mano del escritor rodear su muñeca y tirar de ella hacia él, impidiéndole levantarse.
- ¿A dónde crees que vas, detective? – preguntó, con seriedad.
- Iba a buscar mi móvil que no sé dónde lo dejé. Y ya de paso a hacer café.
Castle soltó lentamente su muñeca, su expresión suavizándose. La detective acarició su mejilla suavemente, con ternura infinita.
- ¿Qué ocurre? – inquirió en un susurró, mirándole fijamente.
- Pensé que huías de mí, que estabas arrepentida – murmuró él, rehuyendo su mirada.
- ¿Estás loco? – exclamó Beckett, sorprendiéndole - ¿Y perderme esto? – señaló hacia el soldadito del escritor, despierto ya.
Castle se sonrojó ligeramente pero lo remplazó rápidamente con una amplia sonrisa.
- ¿Ves el efecto que tienes sobre mí? – preguntó, colocándose encima de la detective, sus pieles tocándose completamente.
- Ya lo sabía.
- Pero… ¿Ves cómo me traiciona a la mínima? Así que ahora, detective, la ley te prohíbe irte sin satisfacerme, porque el consumidor siempre tiene la razón.
Beckett soltó una carcajada, rehuyendo las cosquillas del escritor. Éste se agachó y besó un punto del abdomen de la detective, al lado del hueso de la cadera, encontrando súbitamente muy interesante lo que allí había. Apoyando la cabeza en la mano, Castle comenzó a delinear el contorno con un dedo, pensativo.
- Me gusta – comentó de repente, despertando a la detective del trance en el que la habían sumido el delicioso cosquilleo que provocaba el roce del escritor.
- ¿En serio?
- Sí, creo que está lleno de significado.
- Lo está – contestó Beckett, mirando ella también aunque lo había visto reflejado en el espejo un millón de veces: una pequeña pluma, que se adaptaba a la curva del abdomen de la detective, a la que le faltaba una parte porque de ella salían multitud de golondrinas alzando el vuelo.
- Una pluma es algo tan simple, aparentemente – siguió hablando Castle, concentrado en el tatuaje – Pero tiene tantos significados. Depende de la cultura de cada uno o de la interpretación, aunque casi todos acaban relacionándose.
- Libertad – susurró Kate – Cuando me lo hice buscaba libertad, por eso las golondrinas también: no existe animal más libre que ellas, van a donde quieren y cuando quieren. Quería dejar el pasado atrás, liberarme de las ataduras… Sin embargo, también quería que fuera mi amuleto de protección, como las que colgaban del atrapa-sueños que tenía de pequeña; pero, por encima de todo, que me proporcionara el valor que a mí me faltaba para hacer todo lo que quería hacer: dejar la universidad de Derecho, entrar en la Academia de Policía, renunciar a un sueño por otro.
- ¿Y todo eso por qué? – el escritor alzó sus azules ojos para escrutarla en busca de respuestas.
- Porque, al igual que tú, no estaba dispuesta a dejar que otros pasaran por el mismo sufrimiento que yo.
Castle sacudió la cabeza, con la mirada iluminada por una emoción que la detective no supo identificar.
- Kate… - se acercó a ella lentamente, parándose a escasos centímetros de su cara – Eres admirable.
Eso era: admiración.
Sus labios se encontraron en un beso que comenzó lento y tierno, con mucho más significado del que dejaba entrever. Pero pronto las ansías del escritor entraron en juego, volviéndolo más apasionado y ardiente.
- Rick – se quejó Beckett, llamándole así para que la prestara atención – No…
- Ssshh – le cortó él con su boca - ¿No pensarás irte y dejarme así?
- Me duele todo…
- No hay porqué meter nada, ¿sabes? – comentó Castle, alejándose para mirarla con una mueca divertida – Hay otras formas de hacerte tocar el cielo.
- Claro que sí, Eros – le siguió la broma Kate.
- ¿Eso es un sí? – inquirió el escritor, con una súplica silenciosa en sus ojos azules.
La detective puso los ojos en blanco y, en un rápido movimiento, se colocó encima de él.
- ¡Por supuesto que es un sí! – exclamó, atrapando sus labios en un deseoso beso.
Siento si este es algo más cortito de lo normal, pero se me está echando el tiempo encima y tenía que hacerlo rapidillo. ¡Espero que os gustara!
Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
Me encanta. Nos estás acostumbrando mal al actualizar tantos capítulos y tan seguidos, jejejejeje, siempre nos dejas con las ganas de más.
Bonito despertar. En un principio pensaba que lo tiraría de la cama, pero no, se acurrucó mas a él. Me ha gustado mucho como le contaba el significado de sus tatuaje, poco a poco parece que se va abriendo a él y contándole cosas. Esperemos que pronto le cuente ella también su trauma.
Bonito despertar. En un principio pensaba que lo tiraría de la cama, pero no, se acurrucó mas a él. Me ha gustado mucho como le contaba el significado de sus tatuaje, poco a poco parece que se va abriendo a él y contándole cosas. Esperemos que pronto le cuente ella también su trauma.
Yaye- Escritor - Policia
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Fecha de inscripción : 05/06/2012
Localización : Huelva
Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
Menudos capítulos más hot!!la verdad es que tenía mis dudas sobre la reacción que tendría ella al despertar y me alegro el haberme equivocado.Es bonito verlos tan cariñosos al despertar y más después de aclarar que los dos no se arrepentían de lo que había sucedido entre ambos .
nusky- Ayudante de policia
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Edad : 46
Localización : miña terra galega
Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
POR FIN!!!!!!!!!!!! me encantaron estos 2 capitulos no solo por lo hot sino por lo tiernos k son, ese despertar recordando todo como en camara lenta me a encantado!!! porbre cuerpo el significado del tatuaje es muy bello! cojnitnua tan pronto puedas k cada vez me encanta mas el fic!!!
cururi- As del póker
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Edad : 36
Localización : World Citizen
Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
No puedo creer que por fin paso! Y lo mejor no se arrepintieron. Ella por fin empieza a demostrar su confianza en el. Haber ahora quien los saca de la cama Continua por favoooooooooooor
Verispu- As del póker
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Edad : 46
Localización : Mexico, Oaxaca
Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
Me encanta! Este es Woooooow!
por fin que feliz estoy leyendo tu fic
He disfrutado mucho leyendo sus dos nuevos capítulos continua así .Yo ya no puedo esperar para leer más! muchas gracias por subir mas
______________________
CASKETT ALWAYS
Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
Esta genial, espero que puedas continuar pronto
rubiodav- Actor en Broadway
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Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
Lamento mucho la tardanza, pero entre exámenes, gripe y circunstancias familiares varias que me robaron la inspiración pues… Ha sido algo complicado ponerse frente al ordenador y no limitarme a mirar el cursor parpadear. En fin, no voy a aburriros con mis bloqueos de escritora, las musas han vuelto a cantar para mí y estoy de vuelta. Así que, ¡espero que os guste!
Un besazo,
Raquel xoxo
-----------------------------------------------------------------------------------------
Salí de la ducha con rapidez, escabulléndome del agua para meterme en una nube de vapor caliente que me acarició la piel, dándome la sensación de estar en una sauna. Me sequé la cabeza con la toalla, lamentando la decisión de la detective de no meterse conmigo en la ducha, habría sido mucho más divertido con ella. Recordar la noche anterior o cualquier otra noche conseguía que una sonrisa tonta se instalara en mis labios de manera permanente, esa misma sonrisa que había visto tantas veces en las películas, leído tantas veces sobre ella, la sonrisa de los enamorados, de aquellos que finalmente han encontrado a la persona con la que van o deberían pasar el resto de sus vidas. La que les hace felices, dichosos, la que hace que vivir merezca la pena y da un motivo para levantarse cada mañana. La definitiva.
Sacudí la cabeza, siendo consciente de que me estaba precipitando. Una semana juntos y la palabra matrimonio ya resonaba en mi cabeza… Tendría que comentárselo al Dr. Burke, probablemente mereciera un estudio, seguro que hay algún nombre para el gusto a comprometerse rápidamente. Una fobia o algo así. O más bien una obsesión. Aparté todo aquello de un manotazo de mi mente y me enrollé la toalla en la cintura, saliendo de aquella sauna y agradeciendo el frescor del aire de la habitación sobre mi piel. Mmmm… ¿Eso que olía era café?
Dejé que mi olfato me guiara escaleras abajo hacia la cocina, donde me quedé apoyado en el marco de la puerta, disfrutando del espectáculo de ver a Kate Beckett vestida solo con una camiseta mía, sus largas y estilizadas piernas asomando por debajo, desnudas, poniéndose de puntillas para coger una taza del armario, alzando la mano y provocando que la camiseta subiera con ella. Entreabrí la boca para coger aire, bien atento a cada movimiento.
- ¡Dios! ¡Castle! – se asustó ella, bajando los brazos, logrando que me quedara sin vistas.
- Mmmm – refunfuñé, arrugando la nariz - ¿Puedes volver a la posición de antes? – pedí, ladeando la cabeza y apoyándola en la puerta.
Ella me devolvió la mirada con sus ojos verdes inquisitivos y sus párpados entrecerrados, sin saber bien a qué venía esa petición. Miró hacia mi camiseta, y entonces sacudió la cabeza fingiendo disgusto, aunque no pudo evitar sonrojarse ligeramente.
- ¿Nunca te cansas? – inquirió, apoyando su espalda contra la encimera.
Me acerqué a ella lentamente, pasándome una mano por el mojado pelo para evitar que las gotitas que caían de mi flequillo me dieran en la cara.
- ¿De ti? Nunca.
- Vaya, escritor, realmente eres un mago con las palabras – susurró ella antes de abalanzarse sobre mi boca.
- Detective – jadeé cuando nos separamos para coger aire – realmente sabes cómo encenderme.
Ella gimió contra mis labios, escapándose de mí cuando traté de apresar su cuerpo entre el mío y la encimera.
- Y como bien has dicho, soy detective, y tengo que trabajar.
- ¡Venga ya! ¡Es sábado! – protesté, enfurruñándome como un niño pequeño.
Se escabulló por debajo de mi brazo, acariciándome la espalda. Depositó un rápido beso en mi hombro, más concretamente, el hombro.
No pude evitarlo.
Me alejé de su toque bruscamente, una reacción fundada en muchos años de retraimiento y de repulsión hacia esa cicatriz que adornaría mi brazo para siempre. Beckett se quedó mirándome con el ceño fruncido, no sabría decir si molesta por mi respuesta, porque la hubiera rechazado o simplemente desconcertada.
- Perdón – susurré, súbitamente sin ganas de café o hambre alguna – Voy a… voy a vestirme.
Agarré con fuerza la toalla que cubría mi cintura y subí lo más rápido que me lo permitieron mis piernas hasta la habitación, dónde me puse ropa sin siquiera mirar los colores o si tenía sentido lo que había hecho. Me sentí mal, los remordimientos me reconcomían, una sensación que no estaba habituado a sentir.
Cuando decidí convertirme el ladrón, una buena parte de mí se deshumanizó. Creé máscaras, una doble personalidad, un álter ego, alguien que tapara quien realmente era yo, que me protegiera de los sentimientos que conllevaban lo que hacía, del pensarme las cosas dos veces. Había conseguido congelar la mitad de mi corazón, ser como esas personas que sufren de alexitimia – no poder sentir emociones; una enfermedad totalmente aplicable a mi mitad y con un nombre algo irónico. Yo lloraba la pérdida de una niña llamada Alexis y sufría de alexitimia, casi parecía estar hecha para mí…
Mi teléfono sonó, sacándome de mi divagar con algo de brusquedad. Miré a mí alrededor y me palpé los bolsillos de las bermudas vaqueras que me había puesto en pleno trance, pero allí no estaba el iPhone.
- Richard Castle al habla – contesté cuando me hube abalanzado sobre él, cogiéndolo del revés, aprovechando que tenía que hablar yo para colocarme bien el móvil en el hombro.
- Rick, ¿qué te parece una visita a tu viejo amigo?
- ¿Ahora?
- Te recuerdo que tenemos una barbacoa pendiente – replicó Rob, soltando una sonora carcajada por algo que yo no veía.
- Sí, es solo que… No sé si es el mejor momento.
- ¿Ocurre algo? – inquirió el alcalde, yendo a un lugar con menos ruido y dejando que la preocupación traspasara a su voz.
- Nada de lo que debas preocuparte – dije, sin querer cargarle con más cosas.
- Sabes que puedes contármelo, ¿verdad? Un momento, Rick – tapó el micrófono con la mano, por lo que la conversación se oía distorsionada, pero pude distinguir claramente a Clarissa preguntándole si iríamos y su decepción ante la negativa de Rob. – Ya está… ¿Por dónde iba? Ah, sí, puedes contarme cualquier cosa, ¿vale? Si no me hubieran cogido como alcalde, habría terminado siendo psicólogo – comentó él, riéndose.
Me lo imaginé sentado en la butaca de cuero negra en la que se sentaba el Dr. Burke, con sus gafas bajadas para poder mirar a sus pacientes por encima de ellas y dar una sensación de superioridad, la libreta donde anotaba Dios sabe qué y sus manos entrelazadas bajo su barbilla, en actitud paciente y reflexiva. No pude evitar reírme con él, aquello era demasiado para el hombre que gritaba e insultaba a la tele cuando había un partido, daba igual cuál fuera el deporte.
- Así mejor, chico.
- ¿Sabes? Quizá nos venga bien a Kate y a mí salir un poco, despejarnos. Dile a Clarissa que no se preocupe, en 20 minutos estamos allí.
- ¡Genial! No sabes la alegría que les vas a dar. Además, así tengo excusa para estrenar la parrilla nueva – exclamó Rob.
- Nos vemos – me despedí.
Cogí aire profundamente y bajé al salón, preparándome mentalmente para enfrentarme a la detective.
- ¿Kate? – pregunté, casi con miedo, mirándola mientras ella estaba parada frente a la pared que hacía de pizarra, concentrada.
Se giró hacia mí, y me quedé sin aire por unos segundos ante la intensidad de sus ojos verdes. Sonrió de lado, dejándome ver que no estaba enfadada conmigo por mi reacción, y por fin pude respirar con libertad. Me acerqué a ella, abrazándola, estrechando su fino cuerpo entre mis brazos mientras aspiraba su aroma a cerezas, aquel aroma que se había convertido en mi droga diaria, la que necesitaba para despertarme y para dormirme.
- Gracias – susurré contra su cuello, dándole un suave beso allí.
- Siempre.
Mi corazón se saltó un latido, lanzándose seguidamente a una carrera.
- Me ha llamado Rob para hacer la barbacoa hoy. Le dije que sí, porque pensé que nos vendría bien salir un poco, pero si no quieres – me apresuré a añadir, hablando atropelladamente – puedo decirles que lo canc…
Beckett colocó su dedo índice sobre mis labios, acallándome con ese simple gesto, regalándome una amplia y sincera sonrisa.
- Vámonos – dijo, entrelazando sus dedos con los míos mientras tiraba de mí hacia la puerta de la calle.
-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-
- ¡Tío Castle! – gritó Jace, corriendo hacia nosotros cuando apenas nos habíamos bajado de la moto.
Colgué el casco el manillar rápidamente, con el tiempo justo para agarrar al pequeño terremoto que se había lanzado a mis brazos. Le cogí en el aire, cargándolo en el hombro no-conflictivo mientras él se sacudía y se reía. Entonces se quedó totalmente quieto, pidiéndome que le bajara con unos golpes en la espalda.
- Hola, Kate – saludó, rojo como un tomate y tirándose del polo hacia abajo, como queriendo alisarlo.
- ¿Qué tal, jovencito?
- Muy bien – masculló, sonrojándose más aún.
Me reí a sus espaldas, ganándome un manotazo disimulado por parte de la detective, y Jace salió corriendo una vez terminadas las formalidades, dejándonos allí tirados para que encontrásemos el camino nosotros solos. Beckett se agarró de mi brazo, apoyando su cabeza en mí, y comenzamos a caminar lentamente, en un cómodo silencio, pasando abetos cuidadosamente cuidados y caminos de grava con todas las piedrecillas colocadas en su sitio, algo milagroso teniendo en cuenta que un niño de siete años vivía allí.
- ¿Por qué no quieres que te toquen? – preguntó la detective, rompiendo el silencio, haciéndome estremecer.
Me quedé callado, mirando al suelo, guiándola a través de un pasillo enmoquetado que daba a la parte trasera de la casa. Ella se paró, obligándome a hacer lo mismo, y se quedó esperando mi respuesta con aparente paciencia.
- Tengo una cicatriz.
- Lo sé, Castle, pero es solo piel.
- Me da igual la marca, Kate – susurré, sacudiendo la cabeza – Lo que me duele no es estar marcado, sino las circunstancias que llevaron a ello. Lo que me molesta no es que me toquen, sino que me recuerden que eso está ahí, que lo llevo yo, que lo causé yo.
La detective agarró mi brazo, tirando de él para meterme detrás de una puerta que había en ese pasillo, resultando no ser una habitación, como ambos habíamos esperado, sino un armario donde guardaban sábanas, manteles, etc. todo tipo de telas allí amontonadas, acumulando polvo en las estanterías metálicas.
- ¿Qué…? – intenté preguntar, sin saber qué planeaba Beckett.
- Esto sirve – dijo ella, encogiéndose de hombros mientras miraba a nuestro alrededor.
- ¿Servir para qué? ¿Beckett? ¿Kate? – pero no contestaba, ocupada como estaba en desabrochar los botones de mi camisa azul.
- Ssshh – me chistó, mandándome callar.
- ¿Vamos a hacerlo aquí?
Un besazo,
Raquel xoxo
-----------------------------------------------------------------------------------------
Capítulo 75:
Salí de la ducha con rapidez, escabulléndome del agua para meterme en una nube de vapor caliente que me acarició la piel, dándome la sensación de estar en una sauna. Me sequé la cabeza con la toalla, lamentando la decisión de la detective de no meterse conmigo en la ducha, habría sido mucho más divertido con ella. Recordar la noche anterior o cualquier otra noche conseguía que una sonrisa tonta se instalara en mis labios de manera permanente, esa misma sonrisa que había visto tantas veces en las películas, leído tantas veces sobre ella, la sonrisa de los enamorados, de aquellos que finalmente han encontrado a la persona con la que van o deberían pasar el resto de sus vidas. La que les hace felices, dichosos, la que hace que vivir merezca la pena y da un motivo para levantarse cada mañana. La definitiva.
Sacudí la cabeza, siendo consciente de que me estaba precipitando. Una semana juntos y la palabra matrimonio ya resonaba en mi cabeza… Tendría que comentárselo al Dr. Burke, probablemente mereciera un estudio, seguro que hay algún nombre para el gusto a comprometerse rápidamente. Una fobia o algo así. O más bien una obsesión. Aparté todo aquello de un manotazo de mi mente y me enrollé la toalla en la cintura, saliendo de aquella sauna y agradeciendo el frescor del aire de la habitación sobre mi piel. Mmmm… ¿Eso que olía era café?
Dejé que mi olfato me guiara escaleras abajo hacia la cocina, donde me quedé apoyado en el marco de la puerta, disfrutando del espectáculo de ver a Kate Beckett vestida solo con una camiseta mía, sus largas y estilizadas piernas asomando por debajo, desnudas, poniéndose de puntillas para coger una taza del armario, alzando la mano y provocando que la camiseta subiera con ella. Entreabrí la boca para coger aire, bien atento a cada movimiento.
- ¡Dios! ¡Castle! – se asustó ella, bajando los brazos, logrando que me quedara sin vistas.
- Mmmm – refunfuñé, arrugando la nariz - ¿Puedes volver a la posición de antes? – pedí, ladeando la cabeza y apoyándola en la puerta.
Ella me devolvió la mirada con sus ojos verdes inquisitivos y sus párpados entrecerrados, sin saber bien a qué venía esa petición. Miró hacia mi camiseta, y entonces sacudió la cabeza fingiendo disgusto, aunque no pudo evitar sonrojarse ligeramente.
- ¿Nunca te cansas? – inquirió, apoyando su espalda contra la encimera.
Me acerqué a ella lentamente, pasándome una mano por el mojado pelo para evitar que las gotitas que caían de mi flequillo me dieran en la cara.
- ¿De ti? Nunca.
- Vaya, escritor, realmente eres un mago con las palabras – susurró ella antes de abalanzarse sobre mi boca.
- Detective – jadeé cuando nos separamos para coger aire – realmente sabes cómo encenderme.
Ella gimió contra mis labios, escapándose de mí cuando traté de apresar su cuerpo entre el mío y la encimera.
- Y como bien has dicho, soy detective, y tengo que trabajar.
- ¡Venga ya! ¡Es sábado! – protesté, enfurruñándome como un niño pequeño.
Se escabulló por debajo de mi brazo, acariciándome la espalda. Depositó un rápido beso en mi hombro, más concretamente, el hombro.
No pude evitarlo.
Me alejé de su toque bruscamente, una reacción fundada en muchos años de retraimiento y de repulsión hacia esa cicatriz que adornaría mi brazo para siempre. Beckett se quedó mirándome con el ceño fruncido, no sabría decir si molesta por mi respuesta, porque la hubiera rechazado o simplemente desconcertada.
- Perdón – susurré, súbitamente sin ganas de café o hambre alguna – Voy a… voy a vestirme.
Agarré con fuerza la toalla que cubría mi cintura y subí lo más rápido que me lo permitieron mis piernas hasta la habitación, dónde me puse ropa sin siquiera mirar los colores o si tenía sentido lo que había hecho. Me sentí mal, los remordimientos me reconcomían, una sensación que no estaba habituado a sentir.
Cuando decidí convertirme el ladrón, una buena parte de mí se deshumanizó. Creé máscaras, una doble personalidad, un álter ego, alguien que tapara quien realmente era yo, que me protegiera de los sentimientos que conllevaban lo que hacía, del pensarme las cosas dos veces. Había conseguido congelar la mitad de mi corazón, ser como esas personas que sufren de alexitimia – no poder sentir emociones; una enfermedad totalmente aplicable a mi mitad y con un nombre algo irónico. Yo lloraba la pérdida de una niña llamada Alexis y sufría de alexitimia, casi parecía estar hecha para mí…
Mi teléfono sonó, sacándome de mi divagar con algo de brusquedad. Miré a mí alrededor y me palpé los bolsillos de las bermudas vaqueras que me había puesto en pleno trance, pero allí no estaba el iPhone.
- Richard Castle al habla – contesté cuando me hube abalanzado sobre él, cogiéndolo del revés, aprovechando que tenía que hablar yo para colocarme bien el móvil en el hombro.
- Rick, ¿qué te parece una visita a tu viejo amigo?
- ¿Ahora?
- Te recuerdo que tenemos una barbacoa pendiente – replicó Rob, soltando una sonora carcajada por algo que yo no veía.
- Sí, es solo que… No sé si es el mejor momento.
- ¿Ocurre algo? – inquirió el alcalde, yendo a un lugar con menos ruido y dejando que la preocupación traspasara a su voz.
- Nada de lo que debas preocuparte – dije, sin querer cargarle con más cosas.
- Sabes que puedes contármelo, ¿verdad? Un momento, Rick – tapó el micrófono con la mano, por lo que la conversación se oía distorsionada, pero pude distinguir claramente a Clarissa preguntándole si iríamos y su decepción ante la negativa de Rob. – Ya está… ¿Por dónde iba? Ah, sí, puedes contarme cualquier cosa, ¿vale? Si no me hubieran cogido como alcalde, habría terminado siendo psicólogo – comentó él, riéndose.
Me lo imaginé sentado en la butaca de cuero negra en la que se sentaba el Dr. Burke, con sus gafas bajadas para poder mirar a sus pacientes por encima de ellas y dar una sensación de superioridad, la libreta donde anotaba Dios sabe qué y sus manos entrelazadas bajo su barbilla, en actitud paciente y reflexiva. No pude evitar reírme con él, aquello era demasiado para el hombre que gritaba e insultaba a la tele cuando había un partido, daba igual cuál fuera el deporte.
- Así mejor, chico.
- ¿Sabes? Quizá nos venga bien a Kate y a mí salir un poco, despejarnos. Dile a Clarissa que no se preocupe, en 20 minutos estamos allí.
- ¡Genial! No sabes la alegría que les vas a dar. Además, así tengo excusa para estrenar la parrilla nueva – exclamó Rob.
- Nos vemos – me despedí.
Cogí aire profundamente y bajé al salón, preparándome mentalmente para enfrentarme a la detective.
- ¿Kate? – pregunté, casi con miedo, mirándola mientras ella estaba parada frente a la pared que hacía de pizarra, concentrada.
Se giró hacia mí, y me quedé sin aire por unos segundos ante la intensidad de sus ojos verdes. Sonrió de lado, dejándome ver que no estaba enfadada conmigo por mi reacción, y por fin pude respirar con libertad. Me acerqué a ella, abrazándola, estrechando su fino cuerpo entre mis brazos mientras aspiraba su aroma a cerezas, aquel aroma que se había convertido en mi droga diaria, la que necesitaba para despertarme y para dormirme.
- Gracias – susurré contra su cuello, dándole un suave beso allí.
- Siempre.
Mi corazón se saltó un latido, lanzándose seguidamente a una carrera.
- Me ha llamado Rob para hacer la barbacoa hoy. Le dije que sí, porque pensé que nos vendría bien salir un poco, pero si no quieres – me apresuré a añadir, hablando atropelladamente – puedo decirles que lo canc…
Beckett colocó su dedo índice sobre mis labios, acallándome con ese simple gesto, regalándome una amplia y sincera sonrisa.
- Vámonos – dijo, entrelazando sus dedos con los míos mientras tiraba de mí hacia la puerta de la calle.
-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-
- ¡Tío Castle! – gritó Jace, corriendo hacia nosotros cuando apenas nos habíamos bajado de la moto.
Colgué el casco el manillar rápidamente, con el tiempo justo para agarrar al pequeño terremoto que se había lanzado a mis brazos. Le cogí en el aire, cargándolo en el hombro no-conflictivo mientras él se sacudía y se reía. Entonces se quedó totalmente quieto, pidiéndome que le bajara con unos golpes en la espalda.
- Hola, Kate – saludó, rojo como un tomate y tirándose del polo hacia abajo, como queriendo alisarlo.
- ¿Qué tal, jovencito?
- Muy bien – masculló, sonrojándose más aún.
Me reí a sus espaldas, ganándome un manotazo disimulado por parte de la detective, y Jace salió corriendo una vez terminadas las formalidades, dejándonos allí tirados para que encontrásemos el camino nosotros solos. Beckett se agarró de mi brazo, apoyando su cabeza en mí, y comenzamos a caminar lentamente, en un cómodo silencio, pasando abetos cuidadosamente cuidados y caminos de grava con todas las piedrecillas colocadas en su sitio, algo milagroso teniendo en cuenta que un niño de siete años vivía allí.
- ¿Por qué no quieres que te toquen? – preguntó la detective, rompiendo el silencio, haciéndome estremecer.
Me quedé callado, mirando al suelo, guiándola a través de un pasillo enmoquetado que daba a la parte trasera de la casa. Ella se paró, obligándome a hacer lo mismo, y se quedó esperando mi respuesta con aparente paciencia.
- Tengo una cicatriz.
- Lo sé, Castle, pero es solo piel.
- Me da igual la marca, Kate – susurré, sacudiendo la cabeza – Lo que me duele no es estar marcado, sino las circunstancias que llevaron a ello. Lo que me molesta no es que me toquen, sino que me recuerden que eso está ahí, que lo llevo yo, que lo causé yo.
La detective agarró mi brazo, tirando de él para meterme detrás de una puerta que había en ese pasillo, resultando no ser una habitación, como ambos habíamos esperado, sino un armario donde guardaban sábanas, manteles, etc. todo tipo de telas allí amontonadas, acumulando polvo en las estanterías metálicas.
- ¿Qué…? – intenté preguntar, sin saber qué planeaba Beckett.
- Esto sirve – dijo ella, encogiéndose de hombros mientras miraba a nuestro alrededor.
- ¿Servir para qué? ¿Beckett? ¿Kate? – pero no contestaba, ocupada como estaba en desabrochar los botones de mi camisa azul.
- Ssshh – me chistó, mandándome callar.
- ¿Vamos a hacerlo aquí?
Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
Bienvenida de nuevo!!!! y .....como nos dejas así!!!!!!continúa!!!!!!.......que monos los dos tan enamoraditos!!
nusky- Ayudante de policia
- Mensajes : 61
Fecha de inscripción : 24/09/2013
Edad : 46
Localización : miña terra galega
Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
Ya se echaban de menos capítulos de esta historia. Lo has dejado en lo mejor. A ver si Rick superabpronto ese miedo a que le toquen.
Espero que ya estes del todo recuperada
Continúa pronto
Espero que ya estes del todo recuperada
Continúa pronto
Yaye- Escritor - Policia
- Mensajes : 1751
Fecha de inscripción : 05/06/2012
Localización : Huelva
Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
Gracias a Dios has vuelto ! extrañaba montones este fic y ademàs lo dejas en lo mejor. A ver cuales son las intenciones de kate!!
Ruth Maria- Policia de homicidios
- Mensajes : 565
Fecha de inscripción : 14/11/2012
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