In dubio pro reo [COMPLETO]
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Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
oh my god! :O :O
Por finnnnnnnnnnnnnnnnn aleluya
divina de la muerte me has dejado jajaj
que feliz estoy con otro capitulo tan BRILLANTE soy tu fan
Muchas gracias por tener esa súper imaginación que adoro xD
Por finnnnnnnnnnnnnnnnn aleluya
divina de la muerte me has dejado jajaj
que feliz estoy con otro capitulo tan BRILLANTE soy tu fan
Muchas gracias por tener esa súper imaginación que adoro xD
Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
Uyuyuy, como se nota que el alcohol les ha hecho desinhibirse, y no les ha costado nada dejarse llevar, haciendo lo que llevan tiempo deseando hacer. Que pasará cuando se despierten y se den cuenta de lo que han hecho??? Jejejejeje, no se cual de los dos lo tomará peor.
Espero que puedas continuar pronto.
Espero que puedas continuar pronto.
Yaye- Escritor - Policia
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Fecha de inscripción : 05/06/2012
Localización : Huelva
Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
ya era hora!!!por fin!!! ahora ni se te ocurra cortarles el rollo ,no seas mala y déjales acabar lo que han empezado!!pobriños que necesitas desfogarse!! jajajajajaja......continua pronto!!
nusky- Ayudante de policia
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Edad : 46
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Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
Capítulo 63:
Mi espalda chocó con fuerza contra la puerta de la habitación y luché por abrirla sin romper ni un solo instante el beso. Atiné finalmente y entramos trastabillando en la habitación. Nuestras aceleradas respiraciones y los gemidos y jadeos era lo único que se oía, acompañado por el bramar del viento fuera y las exaltadas olas chocando contra la orilla.
Beckett se separó, tirando de mi camiseta para sacármela, y la dejó caer al suelo. Ninguno nos paramos a ver que había sido de ella.
El deseo nos consumía, el mismo que llevaba enjaulado desde el principio de aquel extraño emparejamiento. Me tocara donde me tocara, yo solo sentía un fuerte fuego quemándome la piel, haciendo trabajar a mis nervios para que todas las sensaciones estuvieran multiplicadas en intensidad. Le quité la camiseta a la detective por encima de la cabeza, maravillándome unos segundos al ver aquella diosa que derrochaba sensualidad por todos los poros de su piel mirarme con los ojos totalmente oscurecidos por el deseo, en sujetador y con los rizos alborotados cayendo por su espalda como una cascada que susurraba "Ven y piérdete en mí".
No dudé en hacerle caso y ambos caímos en la cama, Beckett rozándose contra mí en una lenta y exquisita tortura. Me sentía capaz de llegar al orgasmo solo con ese vaivén de sus caderas, con la textura de su piel contra la mía, el sabor de sus labios y su olor a cerezas rodeándome.
Acaricié sus pechos por encima del encaje de su sujetador, deleitándome, sabiendo por fin lo que era tenerlos entre las manos, poder besarlos y sentir sus pezones reaccionar.
- Castle… - gimió Beckett, retorciéndose bajo mi roce.
La miré fijamente, y pude ver los restos del influjo del tequila en sus ojos. Algo saltó en mi subconsciente, pero no quería hacerle caso, tenía el presentimiento de que no me gustaría.
Volví a atrapar los labios de la detective, ahora en un beso lento, cargado de erotismo y sensualidad. Me deslicé por su mandíbula y fui dejando un camino húmedo por su cuello, por su pecho, entreteniéndome en su ombligo… Las largas y estilizadas piernas de la detective se enredaron en mis caderas, empujándome contra ella.
"Nunca te acuestes con una mujer que realmente te gusta estando borracha, Richard. Al día siguiente lo más probable es que le eche la culpa al alcohol".
La voz de mi madre me llegó tan clara como si estuviera parada justo detrás de mí. Me separé de Beckett bruscamente, quien abrió los ojos, sorprendida.
- ¿Ocurre algo? – preguntó con voz ronca del deseo.
- Estamos borrachos. Estás borracha.
- ¿Y? – dijo ella, frunciendo el ceño, sin ver el problema.
- Esta no es la forma de hacer las cosas – sacudí la cabeza, mareándome, pero logrando despejarme.
- ¿Qué? ¿Por qué no? Ambos sabemos lo que queremos, Castle.
- Si mañana, cuando no sea el tequila el que habla por ti, me dices lo mismo – contesté, encarándola – entonces no pondré ninguna objeción.
Giré sobre mis talones y salí de la habitación rápidamente, sin mirar atrás para no ver lo que estaba dejando allí. Dolía, pero en el fondo sabía que era la elección correcta, aunque esa noche me tocara sufrir en el sillón.
-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-
La detective se despertó por la mañana bruscamente, abriendo los ojos en el preciso momento en el que su pesadilla llegaba a su peor parte.
Con un sudor frío recorriendo su piel, alargó la mano al otro lado de la cama, tratando de encontrar a Castle, necesitando comprobar que había sido solo un sueño. Pero las sábanas estaban frías e intactas. Beckett se incorporó, con el miedo atenazando su garganta, notándola seca. Aquello fue el dato que necesitó para que todos los recuerdos de la noche anterior llegaran en tropel a su dolorida cabeza.
Se dejó caer contra las almohadas, tapándose la cara con las manos.
- ¿Qué has hecho, Beckett? – susurró.
Casi esperó que alguien la contestara y la sacara de su error, la hiciera abrir los ojos y ver que aquello que consideraba recuerdos no era más que otro dulce sueño tornado en pesadilla. ¿Iba a ser capaz de afrontarlo ahora? No estaba preparada… No todavía. Aún quedaban muros por derrumbar de su muralla.
Necesitando desesperadamente un vaso de agua y una aspirina, y con las últimas imágenes de su sueño en la cabeza, se levantó despacio de la cama para no marearse, viendo que la noche anterior se había quedado dormida sin siquiera quitarse los vaqueros. Contempló su imagen en el espejo de cuerpo entero de detrás de la puerta y soltó un suspiro. "Soy un desastre. Un completo y despreciable desastre". Se puso unos pantalones limpios y una sudadera, decidiendo que ir en sujetador quizá no sería la mejor idea. Cuando se estaba recogiendo el pelo en un moño, su mirada se quedó fija en unas manchas en su cuello. Ruborizada, pasó los dedos suavemente por encima, recordando el tacto de los labios del escritor allí, el sentir su lengua y sus dientes. Sacudió la cabeza, haciendo una mueca de dolor y salió al pasillo. Tratando de bajar las escaleras lo más silenciosamente que pudo para no despertar a Castle, llegó al piso de abajo y se quedó congelada en la última escalera.
- Hola – saludó el escritor, mirándola apreciativamente por encima del borde del portátil.
- Hola… - susurró ella. ¿Sería capaz de volver a mirarle de la misma forma?
- ¿Estás bien? Parece que has visto un fantasma.
- Pesadillas – dijo Beckett en voz queda.
Castle asintió, sabiendo lo que era aquello. No dijo ni una sola palabra más, volviendo su atención a la pantalla del ordenador, pulsando las teclas con rapidez. La detective lo tomó como una señal y se dirigió silenciosamente a la cocina, buscando las aspirinas. Tragó la pastilla y se quedó apoyada contra la encimera, sin saber qué hacer. Suspiró, ahora que había visto al escritor, notó que el miedo que le había atenazado el pecho había desaparecido y podía respirar bien. Había sido solo una pesadilla y nada más que eso.
Ahora le quedaba enfrentarse a la dura realidad.
- Rick…
Castle alzó la cabeza del documento de Word en el que con tanto énfasis estaba escribiendo, sabiendo al instante de que iba a tratar la conversación. Cerró el portátil y lo dejó encima de la mesa, cruzándose de brazos, a la espera de lo que Beckett tuviera que decirle. Ésta miró al suelo, en busca de inspiración.
- Gracias por pararme anoche – susurró al fin, rehuyendo sus ojos – No sabía lo que hacía…
- ¿En serio? Parecías muy segura.
- Realmente no recuerdo mucho de lo que pasó o de cómo ocurrió – "Mentirosa. Lo tienes bien nítido en la mente, Beckett" le susurró su subconsciente.
- Así que eso de "ambos sabemos lo que queremos", ¿dónde quedó? – preguntó él, sospechando, acercándose a ella con paso felino.
- Era el tequila el que hablaba, no yo.
- ¿Segura?
- Aja – asintió Beckett, notando su garganta seca otra vez, incapaz de sostener los perspicaces ojos azules del escritor.
- Vaya, esperaba que no me dijeras eso… En fin, supongo que mi madre sí que daba buenos consejos al fin y al cabo – comentó Castle mordazmente, pasándose una mano por el pelo.
- ¿Qué? – preguntó la detective, perdida.
- "Nunca te acuestes con una mujer que realmente te guste si está borracha" me decía "Al día siguiente seguro que le echa la culpa al alcohol".
- Castle, la culpa es del alcohol.
- No lo creo. El tequila puede envalentonarte, puede hacerte olvidar todos tus perjuicios, pero nunca empujarte a hacer algo en contra de tu voluntad.
Kate Beckett se quedó callada, sin saber cómo rebatir aquello, porque no se podía rebatir. ¿Desmentir algo que con absoluta certeza era cierto? Era como tratar de retroceder en el tiempo: imposible.
- Cuando estés preparada para admitir lo que sientes – murmuró Castle, obligándola a mirarle al empujar su barbilla gentilmente con la mano – Ya sabes dónde encontrarme…
Las lágrimas acudieron en tropel a los ojos de la detective, quien parpadeó varias veces para retenerlas, tratando de convertirlas en una mera película brillante sin que llegaran a derramarse. Se mordió la lengua, usando el dolor para concentrarse en otra cosa que no fuera en lo miserable y gilipollas que era. ¿Realmente se merecía a aquel extraordinario hombre? ¿Ella? ¿Una detective con una soga al cuello que cada día la apretaba más y más?
Huyó hacia el piso de arriba y cogió el teléfono, necesitando alguien con quien desahogarse, pero alguien que no la reprendiera o recordara lo estúpida que había sido como probablemente harían Lanie o su madre. Beckett sabía perfectamente a quien llamar, aunque el simple hecho de marcar ese teléfono que tenía grabado a fuego era horriblemente doloroso.
- Centro Médico Jewish, ¿dígame? – contestó la voz aburrida de una joven.
- Hola, Catrina – saludó Beckett, vacilante.
- ¡Oh, Kate! ¡Cuánto tiempo sin saber de ti!
- Ya… Estoy fuera de la ciudad por trabajo – la detective se quedó callada, dubitativa - ¿Puedo…? ¿Me pasas con él?
- Eres consciente de que no te contestará, ¿verdad? – suspiró Catrina con pesar.
- Sí, pero con saber que está al otro lado me sirve.
Se oyó un ruido estático al otro lado de la línea mientras la enfermera se desplazaba, y luego una mano descubriendo el micrófono.
- ¿Sigues ahí? – inquirió la joven.
- Aja – asintió Beckett.
- ¡Buenos días, Jimmy! – Oyó la detective de lejos, seguido del ruido de unas cortinas descorriéndose – Alguien muy especial quiere hablar contigo.
La enfermera colocó el teléfono en la almohada, al lado de la cabeza del paciente, y se sentó en una silla con un libro, dispuesta a pasar el rato. En Barbados, Kate cogió aire profundamente y se acurrucó en la cama, las lágrimas finalmente cayendo por sus mejillas.
- Ho… - se cortó, cerrando los ojos con fuerza, diciéndose mentalmente que ella podía hacer eso – Hola, papá.
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Sé que vais a querer matarme y pedir mi cabeza, PERO, en mi defensa tengo que decir que la escena que vosotros queréis está cerca, a unos capítulos de distancia. Este "retroceso" - si se le puede calificar así - es necesario para que ocurran algunas cosas. ¡Un beso!
Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
Capítulo 64:
Una semana pasó sin novedades. Una semana de estar encerrados en casa, matando el tiempo haciendo cualquier cosa, intercambiando apenas cuatro palabras a lo largo del día. Una semana en la que la tensión se podía cortar con cuchillo, y los únicos momentos de alivio eran cuando no estábamos en la misma habitación – algo habitual ya que parecía que Beckett rehuía mi compañía – o los breves intervalos de tiempo en los que Dolly aparecía por el apartamento con su carrito de la limpieza y sus alegres silbidos. Una semana de mal tiempo constante, que parecía cambiar acorde con nuestro estado de ánimo.
Cuando, por fin, una mañana desperté en el sillón sin oír el viento rugir, sin el rítmico golpeteo de la lluvia contra las ventanas, casi tuve ganas de salir corriendo en pijama a la calle gritando "Aleluya". Estaba hasta las narices de andar siempre rodeado de las mismas cuatro paredes, de mirar fijamente nuestra pizarra casera sin que nada llamara mi atención, de esperar impaciente las llamadas rutinarias de los compañeros de Beckett para decirnos algo. Cualquier cosa. Como si solo era que habían visto una vaca verde paseando por Central Park.
A esos extremos llegaba mi desesperación.
Ese día Dolly entró a su hora habitual por la puerta, ya silbando una caribeña melodía, y me vio recorrer el salón con impaciencia.
- ¿Espera algo, señor Castle? – preguntó, con su peculiar acento.
- A la detective, es raro que no se haya despertado ya – comentó él, con el ceño fruncido, mirando el reloj.
- ¿Qué ocurre entre ustedes dos exactamente?
- ¿Tiene que ocurrir algo?
- No me venga con sus acertijos, señor Castle. Se me dará mal el inglés pero esto – dijo, dándose golpecitos en la nariz – nunca me falla. Y huelo problemas.
- ¿Ah, sí? Yo huelo a detergente de limón.
La mujer sacudió la cabeza, exasperada, y entonces alzó la mirada, con repentina resolución.
- ¿No se ha fijado en el aspecto de la detective últimamente?
- No, huye de mí.
- La próxima vez que la vea, fíjese. Entonces le resultará obvio darse cuenta de que algo pasa entre ustedes dos.
- Hubo… - suspiré, resignado - ¿Cómo decirlo? Una mala elección de ambos, y quedó resuelta a medias.
- Si realmente le gusta esa chica, debería abrirse – aconsejó Dolly, pasando lentamente el cepillo por el suelo.
- ¿Y ella qué? No soy el único con secretos, ¿sabes? – protesté, enfurruñado.
- El problema de la señorita Beckett es que le falta confianza, jovencito. Quizá haga falta un salto de fe por su parte para que las cosas mejoren.
Resoplé, sin estar muy seguro, y me harté de dar vueltas sin sentido.
- Voy a buscarla.
Subí de dos en dos los escalones y abrí la puerta con algo de brusquedad, sin controlar la fuerza con la que la empujé. Logré sujetarla antes de que golpeara la pared y solté un suave suspiro de alivio, girándome. La sorpresa me dejó paralizado, quitándome todo el aire de los pulmones.
Beckett estaba hecha un ovillo en un lateral de la cama, abrazándose las piernas, su cabeza directamente sobre el colchón. Pero lo más asombroso era que todavía seguía dormida. Me acerqué sigilosamente y aproveché para observarla, siendo consciente por primera vez de su aspecto: lucía demacrada. Estaba pálida, o quizá era la blancura de la luz que entraba por la ventana; con amplias ojeras bajo los ojos, algo irritados, y su iPhone yacía a su lado, fuertemente apretado en la mano. La pantalla se iluminó súbitamente, asustándome, pero solo era la alarma que debía de estar sonando por quinta vez. Con cuidado, deslicé un dedo por la pantalla para desbloquearla y apagarla, pero una vez desconectada me apareció el listín de llamadas recientes. Sin poder evitarlo, vi que todos los días había realizado largas llamadas a un número identificado como "Clínica Médica Jewish". Aparté la mirada, sintiendo aquello como una violación de su intimidad bastante descarada, y mis ojos tropezaron con un envoltorio plateado encima de la mesilla, al lado de un vaso de agua. Valeriana.
Me sentí fatal. Se suponía que yo era su compañero y no me había dado cuenta de los problemas de la detective, aunque claro, pasando la mayor parte del día encerrada en la habitación había sido algo diferente. "No pongas excusas" me reprendí a mí mismo. Un quejido me sacó de mi auto-castigo, y vi que Beckett se revolvía, encogiéndose aún más sobre sí misma.
Pesadillas.
Me senté en una esquina de la cama, junto a ella, y la escuché quejarse una vez más, sollozando.
- No, por favor – suplicó, soñando.
- Kate… - susurré, sacudiendo su brazo. – Kate, despierta.
- No… Castle, ¡no! – siguió llorando.
- ¡Beckett! – exclamé, moviéndola con más fuerza ahora.
La detective abrió los ojos de golpe, anegados en lágrimas, y su asustada mirada recorrió la habitación en busca de sus atacantes. Entonces, se enfocó en mí y el alivio aclaró sus verdes ojos.
- Castle – dijo, lanzándose a mis brazos. – ¡Estás bien!
La acogí entre ellos, abrazándola con fuerza, una mano subiendo y bajando suavemente por su espalda mientras notaba sus lágrimas mojar mi camiseta.
- Claro que lo estoy, ¿por qué…? – dejé que mi voz se apagara, recordando. "¡Castle, no!". Sentí que se me cortaba la respiración: estaba soñando conmigo. - Ssshh, no pasa nada. Solo era una pesadilla – susurré para calmarla, su cuerpo sacudiéndose por los sollozos.
- Lo siento tanto – lloró, su aliento haciéndome cosquillas en el cuello.
- No hay de qué disculparse.
- Te necesito, Castle, eres el mejor antídoto para las pesadillas.
- Vaya, me han llamado muchas cosas pero nunca antes antídoto. Más bien veneno – bromeé, notándola reírse entre las lágrimas.
La apreté con más fuerza entre los brazos y la acaricié suavemente.
- Estoy justo aquí, Kate. Siempre.
-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-
Dolly me sonrió apreciativamente cuando bajé las escaleras tranquilamente, el ruido de la ducha de fondo. Mientras la mujer seguía limpiando el polvo, me senté en el sillón a juguetear un poco con mi portátil, viendo el cursor parpadear en la hoja de Word, pero mi mente no estaba centrada en escribir, sino en las llamadas recientes de la detective.
Abrí una página de internet, cargándose inmediatamente el Google, y dejé mis dedos suspendidos sobre las teclas, sin atreverme a presionarlas, sabiendo que una vez hecho no habría marcha atrás y que era una invasión de la privacidad de Beckett. Aquella vacilación fue suficiente para hacerme cerrar la ventana y volver a colocar el portátil en la mesa. Pasara lo que pasara con esa clínica, tendría que contármelo ella.
- ¿Dio el salto del fe, señor Castle? – preguntó Dolly, con una sonrisa de curiosidad.
- No todavía.
- Hágalo pronto – me aconsejó. Guardó los trapos en el carrito y se fue silbando al piso de arriba con el cepillo y el recogedor.
- Si fuera tan fácil – murmuré para mí mismo, pensativo.
Me paré a reflexionar sobre ello seriamente. Llegado el momento, ¿sería capaz de contarle todo? ¿Incluso si era crucial para la investigación? Mi vista se quedó fijada en la cara seria de Petrov, en sus rasgos afilados y bruscos, en la falta de vacilación que tuvo al apretar el gatillo y arrebatarle la vida a una niña de cuatro años. Dejé caer la cabeza en las manos, sintiendo la tristeza y la rabia apoderarse de mí, como siempre me pasaba cuando me quedaba mirando aquella foto. "Por supuesto que lo harías" susurró mi subconsciente "Le contarías todo y mucho más, lo que fuera para pillar al cabrón que le mandó disparar". Asentí interiormente, sabiendo que llevaba razón. Confiaba en Beckett, y sería capaz de soportar cualquier cosa si ella me ayudaba a meter a aquel tipo entre rejas. O a dos metros bajo tierra.
Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
ah ah!! como nos haces esto :O jeje me ha gustado mucho
continua pronto
que engancha mucho tu fic
continua pronto
que engancha mucho tu fic
Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
No se por qué, pero me imaginaba que algo de eso sucedería, pero me equivoqué en quien pararía
Espero que le haga caso a Dolly y que se sincere de una vez con Kate, seguro que ante tal gesto ella también se sincerará y le contará del porqué de su comportamiento.
Continúa pronto. Deseando saber que es lo que pasará.
Espero que le haga caso a Dolly y que se sincere de una vez con Kate, seguro que ante tal gesto ella también se sincerará y le contará del porqué de su comportamiento.
Continúa pronto. Deseando saber que es lo que pasará.
Última edición por Yaye el Dom Ene 19, 2014 8:51 am, editado 1 vez
Yaye- Escritor - Policia
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Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
Capítulo 65:
Habíamos vuelto a la normalidad, metiéndonos el uno con el otro, teorizando juntos, exasperándonos cuando veíamos que no sacábamos nada nuevo de las pistas que teníamos, nuestra tensión sexual más palpable que nunca. Y he de decir que lo había echado mucho de menos.
- ¿Sabes? – Pregunté una tarde, estirándome en el sillón, apartando la mirada de la tele – He estado pensando…
- ¡No me digas! ¿Tú pensando? Así decía yo que olía a quemado – bromeó Beckett, cortándome.
- ¿Me vas a dejar hablar o no?
- Adelante.
- Gracias – contesté, remarcando la palabra – El caso… He estado pensando en qué hacer con la buhardilla para que no esté ahí muerta de risa y se me ha ocurrido que podríamos poner una colchoneta o un saco de boxeo para hacer deporte.
Beckett frunció el ceño, considerando la idea.
- No está mal… Fundirse las neuronas ha merecido la pena – dijo ella con una sonrisa burlona que le borré de la cara dándole suavemente con el cojín.
- Eso sí, tenemos que decírselo a Rob.
- Encárgate tú que eres el de la genial idea.
- Claro… Escurrir el bulto al estilo de Katherine Beckett.
Me obsequió con una ancha sonrisa interrumpida por el timbrazo de su móvil. Alargó el brazo para cogerlo de la mesa y miró el identificador de números.
- Beckett – saludó como siempre.
- Buenas – dijo Esposito desde el altavoz, con su habitual tono graciosillo.
- ¿Algo nuevo? – preguntó la detective.
- Estoy bien, gracias, yo también me alegro de volver a hablar contigo – respondió su compañero, de broma.
- Espo… - se quejó Beckett, sonriendo inevitablemente mientras yo me reía.
- Vale, vale, me dejo de cortesías. He estado investigando lo que me pediste y, aparte de que seguro que me han aumentado las dioptrías…
- ¡Si no llevas gafas!
- …no he encontrado rastro alguno de Ian Sckuss en New York. – continuó el detective, haciendo caso omiso de la queja de Kate - O el tío era un fantasma o vivía con una identidad falsa, que también es posible.
- Vaya… Esto lo dificulta todo – me dijo Beckett en un murmullo, decepcionada.
- Pero – habló de nuevo Esposito, cortando nuestro intercambio no verbal – He estado buscando cualquier cosa interesante sobre el otro sospechoso… - se quedó callado, el ruido de papeles revolviéndose oyéndose al fondo - ¡Aquí! Petrov Kovitski, se llama…ba – se corrigió a tiempo.
Me estremecí de forma que no le pasó desapercibida a la detective.
- ¿Y?
- Pues no hay mucho que contar, vivió siempre en New York desde que llegó de Ucrania. Trabajó principalmente en garitos, luego en un garaje como mecánico de motos y volvió a un bar de Chinatown llamado "Blue Dragon".
- ¿Seguro? – pregunté, notando el pulso acelerado y una opresión en la garganta.
- Por supuesto – contestó el latino, ofendido.
- Espo, ¿algo más?
- No mucho. Se dedicó a ir de aquí para allá, ganando dinero de formas no legales, como ya imaginarás. No pude averiguar el nombre de su banda pero eso tampoco habría sido de mucha ayuda… Luego se marchó a Barbados, casi al mismo tiempo que vosotros, y le perdí el rastro.
- Vale… Muchas gracias, llámame si encuentras algo más.
- No lo dudes – dijo Esposito a modo de despedida.
Beckett se quedó en silencio, mirando nuestra pizarra con el ceño fruncido. Yo cogí el block de post-its y garabateé "Blue Dragon" en uno azul, pegándolo al lado de la cara de Petrov.
- ¿Realmente crees que es relevante? – preguntó la detective, lanzando el anzuelo para ver si picaba.
- No es que lo crea, es que lo sé – contesté con firmeza, dejándome pescar.
- ¿Cómo?
- Porque conozco ese bar.
-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-
Beckett le observó atentamente, tratando de averiguar si Castle le iba a contar algo más o no. Pero el escritor se había quedado absorto en sus pensamientos, o en sus recuerdos, mirando sin ver la cara de la fotografía allí pegada, leyendo sin leer los diferentes post-its con información.
Ella aprovechó para analizarlo todo. Cuando Esposito había dicho el nombre del bar, se había dado cuenta del cambio en la actitud de Castle: había pasado de un fingido aburrimiento al nerviosismo. Sabía dónde estaba ese sitio, qué pasaba o qué había pasado allí. Pero Beckett no le iba a presionar porque si no se resentiría con ella, prefería dejarle a su aire y que él le contara lo que pasó cuando se sintiera preparado. Por mucho que le frustrara estar estancada en aquel caso, sin nuevos datos que poder analizar y tirar de ellos para averiguar cosas, la detective sabía que de estar en el lugar del escritor, habría mandado a la mierda a una compañera que no dejaba de atosigarle para que hablara sobre una experiencia traumática. Normalmente la gente buscaba olvidarlas, algunos hasta lo conseguían, y lo último que querías era que te obligaran a recordarlo. Beckett bien lo sabía…
Sacudió la cabeza, no queriendo pensar en eso. Lo tenía todo demasiado reciente en la memoria, las llamadas a la clínica se lo habían hecho recordar, volver a sufrirlo con la misma intensidad que siempre. Antes era su madre o Lanie las que la ayudaban a salir aquello. Innumerables noches había hecho despertarse a la forense en medio de la noche, suplicándole que fuera a su casa con la voz ahogada por las lágrimas, casi sin poder respirar por la ansiedad. Y si Lanie no podía, era su madre la que se presentaba en su puerta, con el abrigo colocado de cualquier manera por encima del pijama, era ella quien la sujetaba mientras Beckett lloraba en sus brazos hasta quedarse dormida por puro agotamiento, la que la despertaba cuando las pesadillas volvían a amenazarla.
Sin embargo ese papel ahora lo estaba haciendo Castle, sin siquiera tener una idea de lo que pasaba. Estaba siendo el escritor el que la despertaba en medio de la noche, haciendo parar sus gritos y llantos, era él quien la abrazaba y susurraba que solo había sido un mal suelo, era él quien velaba por ella por las noches. Y Beckett jamás podría expresar lo inmensamente agradecida que se sentía.
Su teléfono comenzó a vibrar y sonar, asustándola, sacándola de su ensimismamiento bruscamente. Miró a su alrededor, desconcertada, dándose cuenta tarde de que tenía el iPhone en la mano. Castle la miró, divertido.
- ¿En quién estabas pensando, detective, para estar tan sumamente empanada?
- Quién sabe – contestó ella enigmáticamente. "Si tú supieras, Castle" pensó. Contestó al móvil sin mirar quien era, solo queriendo que dejara de sonar – Beckett.
- Hola, cariño – saludó su madre.
- Hola, mamá, justo estaba pensando en ti - saludó la detective, suavizando la voz ante los atentos ojos azules del escritor.
- ¡Yo también! Por eso te llamé, dado que no contestas a mis SMS.
- Ay, lo siento – se disculpó Kate, dándose una palmada en la frente. – Es que han sido unas semanas bastante ajetreadas.
- Te echo de menos, Katie, hace casi un mes que no nos vemos – suspiró su madre, con nostalgia de su pequeña.
- Lo sé, pero este caso se va complicando por momentos. Además, la falta de pistas no ayuda nada.
- Katie, cariño… – dijo Johanna, su voz tiñéndose de tristeza súbitamente. – Ten cuidado…
- ¿Qué ocurre? – preguntó Beckett, irguiéndose, totalmente concentrada ahora en su madre.
- Encontré el artículo del que te había hablado, sobre Richard Castle… Y… Es una auténtica tragedia.
- Mamá, no quiero sabe… - comenzó a decir la detective, tratando de parar a su madre, sin querer enterarse de aquella forma.
- El pobre hombre perdió a su hija – continuó Johanna, sin hacer caso a los intentos de Beckett – Alexis, se llamaba.
"Alexis" pensó Kate, perdiendo totalmente la noción del espacio, el tiempo, el habla y el raciocino.
Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
Tengo un problema contigo, resulta que cuanto más escribes, más intrigada me dejas, y es insoportableeeeeee, mi curiosidad está pensando abandonarme, pues siendo una lectora tan ávida de historias como yo, no puede parar quieta mucho rato, jajajajaja soy rara tengo estresada a mi propia curiosidad, jajajajajaja
Bueno impresionantes capítulos la verdad que no hay uno que no sea bueno. En el primero me doy cuenta de que a pesar de lo que todos pensamos del escritor, viéndole como una persona superficial, resulta ser que no sólo no lo es, sino que es un hombre de cuerpo entero, como se dice en mi tierra. No se deja llevar por un impulso, a pesar de ser tan fuerte como la atracción que siente por Kate. Se para a pensar en las consecuencias de sus actos y eso no se ve todos los días. Tan bien hay que tener en cuenta a su madre, que a pesar de su aparente frivolidad, sabe aconsejar muy bien a su hijo, aplicando todo el conocimiento que ha adquirido con los años. Es la inspectora la que va a tener que dar el paso definitivo, si es que realmente se siente atraída o quizá hasta enamorada de Castle. Y por lo que estamos viendo él la ha calado hondo, por mucho que quiera disimularlo, le necesita a su lado y lo sabe, veremos si es capaz de verbalizarlo y asumir sus sentimientos o huirá, aunque no va a poder correr mucho, mientras estén metidos en esta investigación. Parece que estás disponiendo todo en una sola dirección, que es la de rematar todo el relato, enfocándolo hacia la pareja y por ende, hacia la apertura total de sus almas, siendo la pieza clave para la resolución de todo lo demás, pues serán muchas las decisiones que tengan que tomar, sean las que fueren. Por lo tanto creo que estamos llegando al climax de la historia, al punto sin retorno y eso me tiene de los nervios, pues ya está mi cabeza valorando todas las posibilidades que se me ocurren. Claro que no serán las tuyas, y eso lo paga mi curiosidad, jajajajajajajaja
Sigue pronto por favor, que ya es necesidad de saber, jajajajajaja
BESOTESSSSSSSSSSSSSSSSSSSS
Bueno impresionantes capítulos la verdad que no hay uno que no sea bueno. En el primero me doy cuenta de que a pesar de lo que todos pensamos del escritor, viéndole como una persona superficial, resulta ser que no sólo no lo es, sino que es un hombre de cuerpo entero, como se dice en mi tierra. No se deja llevar por un impulso, a pesar de ser tan fuerte como la atracción que siente por Kate. Se para a pensar en las consecuencias de sus actos y eso no se ve todos los días. Tan bien hay que tener en cuenta a su madre, que a pesar de su aparente frivolidad, sabe aconsejar muy bien a su hijo, aplicando todo el conocimiento que ha adquirido con los años. Es la inspectora la que va a tener que dar el paso definitivo, si es que realmente se siente atraída o quizá hasta enamorada de Castle. Y por lo que estamos viendo él la ha calado hondo, por mucho que quiera disimularlo, le necesita a su lado y lo sabe, veremos si es capaz de verbalizarlo y asumir sus sentimientos o huirá, aunque no va a poder correr mucho, mientras estén metidos en esta investigación. Parece que estás disponiendo todo en una sola dirección, que es la de rematar todo el relato, enfocándolo hacia la pareja y por ende, hacia la apertura total de sus almas, siendo la pieza clave para la resolución de todo lo demás, pues serán muchas las decisiones que tengan que tomar, sean las que fueren. Por lo tanto creo que estamos llegando al climax de la historia, al punto sin retorno y eso me tiene de los nervios, pues ya está mi cabeza valorando todas las posibilidades que se me ocurren. Claro que no serán las tuyas, y eso lo paga mi curiosidad, jajajajajajajaja
Sigue pronto por favor, que ya es necesidad de saber, jajajajajaja
BESOTESSSSSSSSSSSSSSSSSSSS
agecastbet- Escritor - Policia
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Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
Me encanta. Al final se ha enterado de lo que le ha pasado a Castle sin que el se lo cuente, como reaccionará ante lo que le acaba de decir su madre por teléfono?? Me dejas súper intrigada. Espero que puedas continuar pronto
Yaye- Escritor - Policia
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Localización : Huelva
Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
Este capítulo va especialmente dedicado a Libe, porque la conozco desde hace nada, pero está claro que es una persona especial y hoy ha tenido un día horriblemente malo. Así que esto es por ella, para que se anime un poco
¿Alguna review ahora que todo está empezando a salir a la luz?
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- ¿Katie? ¿Cariño, sigues ahí?
- Sí… - susurró la detective, pálida, sintiendo que todo daba vueltas a su alrededor.
- ¿Estás bien? – preguntó Castle, preocupado.
Ella se limitó a asentir y, con un gesto de disculpa, se encerró en la cocina para hablar con su madre tranquilamente.
- ¿Estás segura de eso, mamá?
- Totalmente, tengo ahora mismo el reportaje aquí delante… Fue… - comenzó a decir Johanna.
- ¡No! – La cortó Beckett bruscamente – Realmente no quiero saberlo.
- Pero, cariño, no puedes trabajar con él no sabiendo nada. Es un riesgo…
- Mamá, es mi trabajo, es mi vida, y ya hemos tenido esta conversación antes. Rick no es mi enemigo, y él ya me contará que ocurrió cuando se sienta preparado.
- ¿Rick? ¿Cuándo ha dejado de ser ese detestable escritor con actitud de un niño de siete años?
- Han pasado muchas cosas… - susurró la detective.
- Katie, tienes que entenderme. Soy tu madre y me preocupas… Necesito saber que estás bien pero trabajar con él es como llevar una diana pintada.
- No es algo que esté a tu elección. Te aseguro que, en caso de que algo pasara, él me protegería y yo a él.
- No lo dudo pero…
- Nada de peros. Ahora… - Beckett suspiró, llevándose una mano a la cara – Ahora mismo no puedo pensar con claridad, ¿vale? Necesito procesar algunas cosas.
- ¿Sobre…?
- Sí.
- Vale, cariño. Pero llámame, por favor – pidió Johanna, dejando escapar un suave lamento. – Y cuídate.
- Lo haré, mamá. Te quiero – se despidió Kate, colgando lentamente. Se quedó mirando por unos segundos la pantalla en negro del iPhone, sin poder concentrarse en nada. Necesitaba aire. Necesitaba despejarse.
Salió medio corriendo de la cocina, pasando frente a Castle como un huracán con un solo objetivo: coger su abrigo y salir de allí.
- ¡Kate! – Le llamó él, asomándose a la puerta de la casa - ¿Pasa algo?
- Sí… O sea, ¡no! – Beckett se mordió la lengua, parándose cinco segundos para mirarle, con el suave aire revolviéndole el pelo – Solo… necesito estar a solas un momento, ¿vale?
Castle se quedó parado en el umbral de la entrada, mirándola con desconcierto y preocupación. Observándola darle la espalda y marcharse con paso apresurado sin ninguna dirección concreta, solo escapando de algo que parecía estar cazándola.
Me quedé largo rato allí, tanto que el frío se caló en mis huesos y me hizo comenzar a tiritar. Estaba nublado, y se estaría bien si no fuera por el viento... Me metí dentro de la casa, dando vueltas alrededor del salón, millones de posibilidades pasando por mi mente.
¿Habría perdido a algún familiar? ¿Quizá algo relacionado con la Clínica Médica Jewish? ¿Habría discutido con su madre? Me había parecido oír algo así como reproches.
Pero mi sexto sentido no dejaba de lanzar señales de alarma, pitando tan fuerte que casi ensordecía cualquiera de las demás opciones. Sacudí la cabeza, la foto de Petrov atrapando mi mirada al igual que el azul del post-it donde yo había escrito Blue Dragon. Me estremecí, tragando saliva, negándome a dejarme vencer por la culpabilidad que ese nombre despertaba en mí. "No se trata de ti ahora, Castle, sino de Beckett" me reprendí a mí mismo. Cerré los ojos, respirando hondo, y traté de descifrar lo que me quería decir mi sexto sentido, aquella habilidad para juzgar a las personas que pocas veces me fallaba.
"Los secretos son como bombas de relojería, querido. Terminan por explotar" resonó la voz de mi madre en mi cabeza. Me tapé la cara con las manos, tratando de pensar con claridad. "¿Qué quiere decir eso?" me pregunté. ¿Era algún tipo de señal? ¿Tenía que descifrarlo para averiguar su verdadero significado? "¡Por el amor de dios! ¡Eres escritor, no Indiana Jones!" me gritó el diablillo, exasperado por mis ridículas ideas.
"Quizá sí está relacionado contigo, de un modo u otro" susurró el angelito. Quizás… Abrí los ojos de golpe, levantando la cabeza bruscamente, mi mirada fija en la cara de Petrov. Subí corriendo las escaleras, cogiendo un jersey de la maleta mientras rebuscaba en ella hasta que encontré lo que buscaba: el archivo de Alexis. Lo cogí con manos temblorosas, notando las lágrimas picando en mis ojos. "No" me dije a mí mismo "Sé fuerte. Es la hora". Saqué mi iPhone del bolsillo, bajando las escaleras al mismo tiempo. Colocándome bien el abrigo, agradeciendo el calor, cogí las llaves y salí del apartamento en busca de la detective.
Entré en la playa, sin darme cuenta de que los zapatos se me estaban llenando de arena, pero sí noté que el aire había parado. Nos estaba dando una tregua.
Desbloqueé el móvil y abrí una aplicación, esperando a que se cargara el Phone Tracker mientras rezaba en silencio para que la detective no hubiera desactivado su GPS. La ruedecita giró y giró, trabajando lentamente por la falta de cobertura, pero finalmente un puntito verde apareció a unos metros más adelante. Me encaminé hacia allí, sin apartar ni un segundo la vista de la burbuja blanca con el nombre de "Kate Beckett" impreso en negrita, temiendo que si dejaba de mirarlo, desaparecería. Apreté bien el archivo contra mi pecho y seguí caminando, con rapidez, a través de la arena húmeda de la orilla, con cuidado de no mojarme con las traicioneras olas.
Beckett se arrebujó en el abrigo, notando el calor que desprendía envolverla confortablemente. Observó el ir y venir de las olas y no pudo evitar compararlo con su relación con Castle: iban y venían, se acercaban y se alejaban, avanzaban y retrocedían. Todo impulsado por un extraño magnetismo que se divertía viéndolos trazar círculos una y otra vez pero si nunca llegar a tocarse.
Estaba tan perdida en sus pensamientos, que no percibió la presencia del escritor tras ella hasta que él habló, sobresaltándola.
- ¿Sabes que el GPS de una persona es bastante delator? – preguntó él enigmáticamente, sentándose a su lado, pero un poco más alejado, en la arena. "Dejándome espacio" pensó Beckett. "O dejándoselo a él" objetó su subconsciente.
- ¿A qué viene eso? – La detective se quedó callada cuando vio la carpeta del NYPD marrón que reposaba en el regazo del escritor. – Castle… - susurró – Lo siento… No fue…
- ¿Qué? – la cortó él, sorprendido.
- ¿No es por…? – Beckett cogió aire, girándose ligeramente hacia Castle para poder verle mejor – Mi madre me medio contó qué te pasó. Con Alexis. Perdona, yo intenté pararla pero no me hizo caso y…
- Kate, no pasa nada – la tranquilizó el escritor, con una mirada triste en sus azules ojos. – Era hora de que la bomba explotara – murmuró él, para sí mismo, como riéndose de alguna broma privada.
- Realmente…
- Pero quiero hacerlo. Necesito hacerlo – remarcó Castle, con intensidad – Llevo mucho tiempo cargando con un peso que cada vez me hace hundirme más. Estancarme. Y, acéptalo, tú también necesitas saberlo, aunque solo sea para ver cuán echado a perder estoy, o para seguir adelante con el caso.
Beckett guardó silencio, bajando la mirada. La carpeta marrón entró en su campo de visión y vio que el escritor se la estaba ofreciendo para que la leyera. Pero ella la rechazó, empujándola de nuevo hacia su regazo.
- Kate…
- No, Castle. Si me lo vas a contar, quiero que seas tú, no las palabras insensibles de un policía con poco interés en resolver un caso.
El escritor la miró fijamente, tratando de probarla, así que ella le mantuvo la mirada, sin dejarse amedrentar. Finalmente, Castle volvió a colocar el informe encima de la arena, poniendo una piedra pequeña encima para que no se volara, y miró hacia el horizonte, buscando las palabras.
- ¿Sabes lo qué es ser un escritor triunfador recién acabada la universidad? – Preguntó retóricamente – ¿De pasar épocas con el dinero justo para comer hasta que mi madre encontraba un buen papel, a que de repente parezca que te caiga el dinero del cielo? Con apenas 23 años, vi mis libros calificados como Best-sellers, las ofertas me llegaban como churros, tenía mujeres locas por mí, y solo con apretar cuatro teclas de mi ordenador y escribir algo con lógica y enganche… Me sentía invencible, con la fama nublándome la vista, sin tener que volver a preocuparme por si el dinero no me llegaba o si mis libros no triunfaban. Pasé de estar en lo más bajo a hacer equilibrios en la punta de la pirámide. Jugué con fuego.
›› Comencé a codearme con gente importante que me invitaba a eventos, a partidos de baloncesto a los que jamás habría pensado que iría. Todo el mundo quería entrevistar al joven Richard Castle, el pobre que había saltado a la fama, el pobre que se había forrado de oro. Me comieron la cabeza, y yo les dejé comer gustosamente. Al cabo de unos años, conocí a una actriz… Meredith. Pura pasión y determinación aderezado con locura, lo que la hacía una gran aman… - Castle se cortó, carraspeando – Perdón, dato innecesario. El caso es que apenas llevábamos un año de noviazgo cuando le propuse matrimonio. No era amor, era pura rutina, sexo, cariño y amistad, pero algo me impulsó a hacerlo. Ella aceptó, lógicamente, y yo desoí los consejos de mi madre de que me estaba casando con una réplica a ella. Mis libros seguían en lo más alto de la lista de best-sellers cuando recibí una noticia impactante: Meredith estaba embarazada.
›› Aunque debo aceptar que al principio me asusté, comencé a pensar en lo que sería tener un pequeñín entre mis brazos, y más bien fui yo el embarazado. Mientras mi exmujer no dejaba de quejarse porque se sentía gorda, porque comía demasiado, porque la niña le daba patadas y porque el parto era horriblemente doloroso; yo vivía en una burbuja de emoción y expectación. Cuando vi aquella pequeña cabecita, con cuatro pelos pelirrojos, heredados de su madre… Bueno, sobran las palabras. Fue como si la flecha que Cupido tendría que haberme lanzado cuando conocí a Meredith hubiera encontrado su camino en ese momento y ¡boom! A partir de ese momento solo vivía por y para Alexis – Castle se quedó callado unos segundos, sus ojos anegados en lágrimas – Y Meredith… Bueno, ella parecía estar esperando a librarse del bebé para dejarme con la excusa de que "necesitaba encontrar al amor de su vida". Con custodia completa para mí y 100.000 dólares menos en mi cuenta bancaria, se marchó para siempre.
›› Los primeros meses fueron una auténtica locura, un infierno viviente de pañales, llantos y pocas horas de sueño. Mi madre se mudó conmigo para ayudarme a cuidar a su nieta, aunque la verdad era que su último ligue la había dejado sin dinero. Mi editora me estaba presionando así que me aproveché de su presencia para escribir dos libros más que me catapultaron de nuevo a la fama, de vuelta a la punta de la pirámide y a los malabares con fuego. Aunque esta vez tenía a Alexis para darme algo de equilibrio, eso no me evitó de caer en la tentación del dinero. Del juego. Y ahí es cuando comencé a regentar ciertos garitos que organizaban apuestas y partidas de póker ilegales. Garitos como…
- El Blue Dragon – le interrumpió Beckett, casi sin voz.
¿Alguna review ahora que todo está empezando a salir a la luz?
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Capítulo 66:
- ¿Katie? ¿Cariño, sigues ahí?
- Sí… - susurró la detective, pálida, sintiendo que todo daba vueltas a su alrededor.
- ¿Estás bien? – preguntó Castle, preocupado.
Ella se limitó a asentir y, con un gesto de disculpa, se encerró en la cocina para hablar con su madre tranquilamente.
- ¿Estás segura de eso, mamá?
- Totalmente, tengo ahora mismo el reportaje aquí delante… Fue… - comenzó a decir Johanna.
- ¡No! – La cortó Beckett bruscamente – Realmente no quiero saberlo.
- Pero, cariño, no puedes trabajar con él no sabiendo nada. Es un riesgo…
- Mamá, es mi trabajo, es mi vida, y ya hemos tenido esta conversación antes. Rick no es mi enemigo, y él ya me contará que ocurrió cuando se sienta preparado.
- ¿Rick? ¿Cuándo ha dejado de ser ese detestable escritor con actitud de un niño de siete años?
- Han pasado muchas cosas… - susurró la detective.
- Katie, tienes que entenderme. Soy tu madre y me preocupas… Necesito saber que estás bien pero trabajar con él es como llevar una diana pintada.
- No es algo que esté a tu elección. Te aseguro que, en caso de que algo pasara, él me protegería y yo a él.
- No lo dudo pero…
- Nada de peros. Ahora… - Beckett suspiró, llevándose una mano a la cara – Ahora mismo no puedo pensar con claridad, ¿vale? Necesito procesar algunas cosas.
- ¿Sobre…?
- Sí.
- Vale, cariño. Pero llámame, por favor – pidió Johanna, dejando escapar un suave lamento. – Y cuídate.
- Lo haré, mamá. Te quiero – se despidió Kate, colgando lentamente. Se quedó mirando por unos segundos la pantalla en negro del iPhone, sin poder concentrarse en nada. Necesitaba aire. Necesitaba despejarse.
Salió medio corriendo de la cocina, pasando frente a Castle como un huracán con un solo objetivo: coger su abrigo y salir de allí.
- ¡Kate! – Le llamó él, asomándose a la puerta de la casa - ¿Pasa algo?
- Sí… O sea, ¡no! – Beckett se mordió la lengua, parándose cinco segundos para mirarle, con el suave aire revolviéndole el pelo – Solo… necesito estar a solas un momento, ¿vale?
Castle se quedó parado en el umbral de la entrada, mirándola con desconcierto y preocupación. Observándola darle la espalda y marcharse con paso apresurado sin ninguna dirección concreta, solo escapando de algo que parecía estar cazándola.
-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-
Me quedé largo rato allí, tanto que el frío se caló en mis huesos y me hizo comenzar a tiritar. Estaba nublado, y se estaría bien si no fuera por el viento... Me metí dentro de la casa, dando vueltas alrededor del salón, millones de posibilidades pasando por mi mente.
¿Habría perdido a algún familiar? ¿Quizá algo relacionado con la Clínica Médica Jewish? ¿Habría discutido con su madre? Me había parecido oír algo así como reproches.
Pero mi sexto sentido no dejaba de lanzar señales de alarma, pitando tan fuerte que casi ensordecía cualquiera de las demás opciones. Sacudí la cabeza, la foto de Petrov atrapando mi mirada al igual que el azul del post-it donde yo había escrito Blue Dragon. Me estremecí, tragando saliva, negándome a dejarme vencer por la culpabilidad que ese nombre despertaba en mí. "No se trata de ti ahora, Castle, sino de Beckett" me reprendí a mí mismo. Cerré los ojos, respirando hondo, y traté de descifrar lo que me quería decir mi sexto sentido, aquella habilidad para juzgar a las personas que pocas veces me fallaba.
"Los secretos son como bombas de relojería, querido. Terminan por explotar" resonó la voz de mi madre en mi cabeza. Me tapé la cara con las manos, tratando de pensar con claridad. "¿Qué quiere decir eso?" me pregunté. ¿Era algún tipo de señal? ¿Tenía que descifrarlo para averiguar su verdadero significado? "¡Por el amor de dios! ¡Eres escritor, no Indiana Jones!" me gritó el diablillo, exasperado por mis ridículas ideas.
"Quizá sí está relacionado contigo, de un modo u otro" susurró el angelito. Quizás… Abrí los ojos de golpe, levantando la cabeza bruscamente, mi mirada fija en la cara de Petrov. Subí corriendo las escaleras, cogiendo un jersey de la maleta mientras rebuscaba en ella hasta que encontré lo que buscaba: el archivo de Alexis. Lo cogí con manos temblorosas, notando las lágrimas picando en mis ojos. "No" me dije a mí mismo "Sé fuerte. Es la hora". Saqué mi iPhone del bolsillo, bajando las escaleras al mismo tiempo. Colocándome bien el abrigo, agradeciendo el calor, cogí las llaves y salí del apartamento en busca de la detective.
Entré en la playa, sin darme cuenta de que los zapatos se me estaban llenando de arena, pero sí noté que el aire había parado. Nos estaba dando una tregua.
Desbloqueé el móvil y abrí una aplicación, esperando a que se cargara el Phone Tracker mientras rezaba en silencio para que la detective no hubiera desactivado su GPS. La ruedecita giró y giró, trabajando lentamente por la falta de cobertura, pero finalmente un puntito verde apareció a unos metros más adelante. Me encaminé hacia allí, sin apartar ni un segundo la vista de la burbuja blanca con el nombre de "Kate Beckett" impreso en negrita, temiendo que si dejaba de mirarlo, desaparecería. Apreté bien el archivo contra mi pecho y seguí caminando, con rapidez, a través de la arena húmeda de la orilla, con cuidado de no mojarme con las traicioneras olas.
-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-
Beckett se arrebujó en el abrigo, notando el calor que desprendía envolverla confortablemente. Observó el ir y venir de las olas y no pudo evitar compararlo con su relación con Castle: iban y venían, se acercaban y se alejaban, avanzaban y retrocedían. Todo impulsado por un extraño magnetismo que se divertía viéndolos trazar círculos una y otra vez pero si nunca llegar a tocarse.
Estaba tan perdida en sus pensamientos, que no percibió la presencia del escritor tras ella hasta que él habló, sobresaltándola.
- ¿Sabes que el GPS de una persona es bastante delator? – preguntó él enigmáticamente, sentándose a su lado, pero un poco más alejado, en la arena. "Dejándome espacio" pensó Beckett. "O dejándoselo a él" objetó su subconsciente.
- ¿A qué viene eso? – La detective se quedó callada cuando vio la carpeta del NYPD marrón que reposaba en el regazo del escritor. – Castle… - susurró – Lo siento… No fue…
- ¿Qué? – la cortó él, sorprendido.
- ¿No es por…? – Beckett cogió aire, girándose ligeramente hacia Castle para poder verle mejor – Mi madre me medio contó qué te pasó. Con Alexis. Perdona, yo intenté pararla pero no me hizo caso y…
- Kate, no pasa nada – la tranquilizó el escritor, con una mirada triste en sus azules ojos. – Era hora de que la bomba explotara – murmuró él, para sí mismo, como riéndose de alguna broma privada.
- Realmente…
- Pero quiero hacerlo. Necesito hacerlo – remarcó Castle, con intensidad – Llevo mucho tiempo cargando con un peso que cada vez me hace hundirme más. Estancarme. Y, acéptalo, tú también necesitas saberlo, aunque solo sea para ver cuán echado a perder estoy, o para seguir adelante con el caso.
Beckett guardó silencio, bajando la mirada. La carpeta marrón entró en su campo de visión y vio que el escritor se la estaba ofreciendo para que la leyera. Pero ella la rechazó, empujándola de nuevo hacia su regazo.
- Kate…
- No, Castle. Si me lo vas a contar, quiero que seas tú, no las palabras insensibles de un policía con poco interés en resolver un caso.
El escritor la miró fijamente, tratando de probarla, así que ella le mantuvo la mirada, sin dejarse amedrentar. Finalmente, Castle volvió a colocar el informe encima de la arena, poniendo una piedra pequeña encima para que no se volara, y miró hacia el horizonte, buscando las palabras.
- ¿Sabes lo qué es ser un escritor triunfador recién acabada la universidad? – Preguntó retóricamente – ¿De pasar épocas con el dinero justo para comer hasta que mi madre encontraba un buen papel, a que de repente parezca que te caiga el dinero del cielo? Con apenas 23 años, vi mis libros calificados como Best-sellers, las ofertas me llegaban como churros, tenía mujeres locas por mí, y solo con apretar cuatro teclas de mi ordenador y escribir algo con lógica y enganche… Me sentía invencible, con la fama nublándome la vista, sin tener que volver a preocuparme por si el dinero no me llegaba o si mis libros no triunfaban. Pasé de estar en lo más bajo a hacer equilibrios en la punta de la pirámide. Jugué con fuego.
›› Comencé a codearme con gente importante que me invitaba a eventos, a partidos de baloncesto a los que jamás habría pensado que iría. Todo el mundo quería entrevistar al joven Richard Castle, el pobre que había saltado a la fama, el pobre que se había forrado de oro. Me comieron la cabeza, y yo les dejé comer gustosamente. Al cabo de unos años, conocí a una actriz… Meredith. Pura pasión y determinación aderezado con locura, lo que la hacía una gran aman… - Castle se cortó, carraspeando – Perdón, dato innecesario. El caso es que apenas llevábamos un año de noviazgo cuando le propuse matrimonio. No era amor, era pura rutina, sexo, cariño y amistad, pero algo me impulsó a hacerlo. Ella aceptó, lógicamente, y yo desoí los consejos de mi madre de que me estaba casando con una réplica a ella. Mis libros seguían en lo más alto de la lista de best-sellers cuando recibí una noticia impactante: Meredith estaba embarazada.
›› Aunque debo aceptar que al principio me asusté, comencé a pensar en lo que sería tener un pequeñín entre mis brazos, y más bien fui yo el embarazado. Mientras mi exmujer no dejaba de quejarse porque se sentía gorda, porque comía demasiado, porque la niña le daba patadas y porque el parto era horriblemente doloroso; yo vivía en una burbuja de emoción y expectación. Cuando vi aquella pequeña cabecita, con cuatro pelos pelirrojos, heredados de su madre… Bueno, sobran las palabras. Fue como si la flecha que Cupido tendría que haberme lanzado cuando conocí a Meredith hubiera encontrado su camino en ese momento y ¡boom! A partir de ese momento solo vivía por y para Alexis – Castle se quedó callado unos segundos, sus ojos anegados en lágrimas – Y Meredith… Bueno, ella parecía estar esperando a librarse del bebé para dejarme con la excusa de que "necesitaba encontrar al amor de su vida". Con custodia completa para mí y 100.000 dólares menos en mi cuenta bancaria, se marchó para siempre.
›› Los primeros meses fueron una auténtica locura, un infierno viviente de pañales, llantos y pocas horas de sueño. Mi madre se mudó conmigo para ayudarme a cuidar a su nieta, aunque la verdad era que su último ligue la había dejado sin dinero. Mi editora me estaba presionando así que me aproveché de su presencia para escribir dos libros más que me catapultaron de nuevo a la fama, de vuelta a la punta de la pirámide y a los malabares con fuego. Aunque esta vez tenía a Alexis para darme algo de equilibrio, eso no me evitó de caer en la tentación del dinero. Del juego. Y ahí es cuando comencé a regentar ciertos garitos que organizaban apuestas y partidas de póker ilegales. Garitos como…
- El Blue Dragon – le interrumpió Beckett, casi sin voz.
Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
WOW Oleeeeeee por fin actualización jijiji
Me encantan los capitulos..... Un gran trabajo hasta ahora, todo perfecto y muy pero muy interesante con muchas ganas del siguiente
Me encantan los capitulos..... Un gran trabajo hasta ahora, todo perfecto y muy pero muy interesante con muchas ganas del siguiente
Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
Como los dejas a mitad de la historia?? Que mala eres,jejejejeje.
Espero que puedas continuar pronto y así saber la reacción de ella cuando le cuente todo
Espero que puedas continuar pronto y así saber la reacción de ella cuando le cuente todo
Yaye- Escritor - Policia
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Localización : Huelva
Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
Por que lo dejas asi? ya quiero conocer toda la historia de rick, que fue lo que realmente paso con Alexis? a lo mejor kate se sincera con el y le cuenta la parte de ella que le hace sufrir tanto
Ruth Maria- Policia de homicidios
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Fecha de inscripción : 14/11/2012
Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
Menudo momento de sinceridad!!solo espero que los 2 de una vez por todas se sinceren y pueda así avanzar . Y que mala eres que nos vuelves a dejar con las ganas de mucho más jeje. Por cierto,me encanta que alguien tan joven escriba tan bien,sigue así y continúa pronto.
nusky- Ayudante de policia
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Edad : 46
Localización : miña terra galega
Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
¡Las cosas marchan! *se frota las manos con nerviosismo* Estoy casi tan emocionada como vosotras jajaja ¡Espero que os guste! He puesto litros y litros de dramatismo en este capítulo
¡Reviews porfi plis!
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- El Blue Dragon – le interrumpió Beckett, casi sin voz…
- Exacto – asintió Castle, sus ojos azules inundados en tristeza. – Empecé despacio pero, como ya te dije, tengo un talento natural con las cartas. No es gracias a trampas, aunque… ¿Quién no las ha hecho alguna vez cuando el dinero está en juego? – preguntó él retóricamente, destilando sarcasmo – No duré más de una semana en las mesas de apuestas bajas, aburrido de la monotonía y la sencillez que me suponía ganarles. Quería más emoción, más drama, sentir la adrenalina zumbar en mis oídos y que mis manos temblaran de excitación; así que no tardé nada en sentarme con los gordos del lugar, los que se sacaban fajos inmensos del bolsillo y ni se inmutaban si perdían. Gané mucho dinero, perdí una parte de él, y me busqué enemigos.
›› Una noche el ambiente del bar era diferente, estaba cargado de expectación. Al ir a pedir mi Martini habitual a la barra, el camarero, Bryan, me contó que alguien importante había aparecido por allí y que estaba sentado en las grandes apuestas. Me dijo que era mejor mantenerme alejado, pero aquella noche me sentía con suerte, estaba envalentonado. Así que coloqué un gran fajo de dinero encima de la mesa y miré a todos los que estaban allí sentados desafiadoramente, más que preparado para ganarles. Y lo peor es que lo hice… Aquella noche volví a casa 4.000 dólares más rico, 4.000 veces más invencible, 4.000 veces más egocéntrico. Pensé que no me harían nada, que saldría impune por el mero hecho de ser quien era: un ricachón que se había ganado cierta reputación. Pero, obviamente, me equivoqué.
›› Tardaron medio mes en contraatacar, tanto que, si alguna vez había sentido al peligro echarme el aliento en la nuca, lo había dado de lado porque ya había pasado demasiado tiempo. "Nadie es tan rencoroso" me había dicho a mí mismo. Aquella noche mi madre estaba fuera en un viaje, nos quedamos solos Alexis y yo. La dejé dormirse en mi cama mientras yo trabajaba en el despacho, y cuando ya me iba a acostar, sobre las 2 de la mañana, subí a su habitación para abrirle la cama. No oí nada. No vi nada. El crimen perfecto, ¿verdad? Cuando bajé al piso de abajo para coger a Alexis alguien me golpeó en la nunca, tirándome al suelo, aturdido y mareado. Luché contra el dolor y entonces me encontré con el cañón de una pistola apuntándome directamente a la cara.
›› La bala… - Castle se quedó callado unos segundos, su mirada perdida en algún punto lejano, y se estremeció. Beckett, conmocionada, cogió suavemente la mano del escritor entre las suyas – La bala me quemaba y apenas podía mantenerme consciente, la pérdida de sangre era demasiada, el dolor de la cabeza todavía me tenía aturdido. Y entonces recordé de golpe que Alexis seguía en mi cama. Les supliqué todo lo que pude y más – susurró, lágrimas surcando su rostro – "Solo tiene cuatro años" repetí una y otra vez "No le hagáis nada". Todo en vano… El disparo resonó por toda la casa como si estuviera vacía, reverberó por mi interior, rompiendo todo a su paso. Sentía las costillas magulladas por las constantes patadas, solo olía el óxido de mi sangre, podía saborearla en la boca… Y lo único que me importaba era que aquel disparo solo hubiera sido una advertencia y no una sentencia final.
›› Entonces es cuando entró un hombre por la puerta, manteniéndose astutamente fuera de mi vista, pero dejando claro que estaba allí para regodearse. Me dijo que Alexis había sido el precio por su dinero perdido, aunque cuando se enteró de que la habían matado pareció enfadarse con sus hombres. Se marcharon, dejándome en el suelo, empapado en mi sangre y mis lágrimas, sin poder moverme, sin poder eliminar el sentimiento de querer morir. De alguna forma, logré arrastrarme del salón a la entrada de mi despacho, donde yacía Alexis, y una vez allí me dejé arrastrar por la inconsciencia, abrazando a… - se le quebró la voz y agachó la cabeza, sacudiéndola.
- Castle… No tienes por qué seguir – susurró Beckett, acercándose a él rápidamente. Sentía un enorme nudo en su garganta y le picaban los ojos solo por ver el tremendo sufrimiento que aquello despertaba en el escritor.
- No… - negó él, ahogado por las lágrimas. Se aclaró la garganta y se pasó ambas manos por la cara, secándola – Quiero hacerlo.
Los segundos pasaron lentamente, como si alguien estuviera tratando de retener la imparable aguja en su camino por el reloj, solo consiguiendo ralentizarla, pero nunca pararla. El escritor respiró profundamente, notando el olor a mar, y echó el aire despacio.
- Lo siguiente que recuerdo es despertar bajo hirientes luces blancas, tan anestesiado que no sentía mi cuerpo. Mi primera pregunta fue "¿dónde está Alexis?" y mi madre rehuyó mi mirada, sus ojos hinchados y enrojecidos por tanto llorar. Y en ese momento lo supe… – Castle se encontró con la mirada de Beckett – Mi vida había acabado. Los días pasaron, el caso fue acumulando polvo en la mesa de algún policía, me echaron de la comisaria por alteración del orden público y me negaron la entrada a varios bares por haber bebido demasiado. Pero cuando no estaba borracho, comenzaba a sentir… Y no me gustaba lo que sentía. El arrepentimiento me corroía, y ya dijo el gran Conan Doyle que es el peor de los venenos. La venganza me nublaba la vista, me hundía en un pozo negro, y me convertí en la rana de aquella vieja fábula que solía contarle a Alexis. No podía luchar más, no quería luchar más. Quería rendirme, hundirme, dejar de sufrir, de sentir.
›› Mi madre me dejó. Se marchó un día, dejándome una nota en la encimera de la cocina, la cual leí con la vista borrosa por el whisky y enseguida tiré a la basura, llorando por otra pérdida más. Me sentía fracasado, un deshecho que nadie quería pero a todos molestaba y se dedicaban a mandarme de un lado para otro, dándome patadas, pisoteándome. Todos los días me levantaba contemplando la posibilidad del suicidio y todas las noches me acostaba con aquella idea grabada a fuego en la cabeza. Varias veces sostuve un cuchillo en la mano, jugué a dar vueltas a la pistola entre los dedos, saboreando ya el sabor a metal en mi boca. Pero era demasiado cobarde para quitarme la vida. Si es que eso podía llamarse vida… Una noche de borrachera me di cuenta de que me había dejado las llaves en casa, y mientras contemplaba la cerradura de la puerta, esperando a que se abriera por obra de magia, tuve una idea. Ya que los policías no iban a hacer nada por encontrar al asesino de Alexis, ¿por qué no lo hacía yo?
›› Al día siguiente, después de pedirle a mi vecina que me dejara sus llaves de repuesto para poder entrar, tiré todas las botellas de alcohol a la basura. Me duché, me afeité, fui a cortarme el pelo y me vestí decentemente. Volví a encender el portátil, lleno de polvo encima de mi mesa del despacho, a pulsar las letras, volcando toda mi rabia en mis libros. Volví a la cima, solo que ahora tenía una máscara de linterna verde y unas ganzúas en la mano que me ayudaron a mantener el equilibrio. Me apunté a clases de defensa personal, dispuesto a no quedarme en el suelo otra vez sin poder defenderme; me puse en forma y comencé a hacer correr el rumor. Un nuevo ladrón se había unido al lado oscuro.
›› No fue difícil forjarse una reputación. Llevó su tiempo, sus intentos fallidos y las huidas precipitadas mientras la alarma seguía resonando en mis oídos, pero pronto perfeccioné la técnica y me convertí en uno de los más solicitados. Era… Soy – se corrigió – como una sombra: silencioso, rápido y certero. Pasé de ser la rana hundida hasta las cejas en mantequilla a ser la que pataleaba con todas sus fuerzas para mantenerse a flote.
- ¿Te hiciste ladrón así como así? – preguntó Beckett, sorprendida.
- No fue fácil decidirlo… Me planteé muchas cosas, di de lado muchas otras, pero finalmente lo hice.
- Pero… ¿Con que motivo? Quiero decir… ¿No habría sido más eficaz unirte al bando de la ley?
- ¿Para qué? – Preguntó Castle con dureza, apretando la mandíbula - ¿Para ser un malnacido como Slaughter? ¿Para pedir declaraciones y que cuando vengan a preguntarte digas "Estamos poniendo todos nuestros esfuerzos en ello" mientras el archivo acumula polvo? No confío en la justicia, no creo que exista. Tampoco confío en los policías. ¿Es más fácil hacerlo por el lado legal? Puede que sí. Puede que no. Tienes que ceñirte a unas leyes que yo rompo sin preocupaciones cada noche, tienes que seguir ciertos procedimientos mientras que mi única guía es mi instinto. ¿De qué sirve al final hacer las cosas bien si haciéndolas mal llegas al mismo objetivo?
- Tener la conciencia tranquila, quizás.
- La tengo muy tranquila, créeme.
- ¿Cómo…? – preguntó la detective.
- ¡Por qué estoy haciendo algo útil! – saltó Castle, levantándose con brusquedad, paseando en círculos mientras se llevaba las manos a la cabeza - ¡Cuatro años, Beckett! ¡Cuatro años me tuvieron dando vueltas de un detective a otro! Comiéndome la cabeza, diciéndome que tenían sospechosos, que pronto los atraparían. ¡Necesitaba ver a ese cabrón entre rejas! Y mientras yo me ahogaba en whisky barato para poder dejar de sentir, para poder dejar de llorar hasta quedarme dormido de agotamiento solo para despertarme minutos después por culpa de las pesadillas… ¿¡Ellos que hacían?! ¡Tocarse las narices! ¡No hicieron una mierda! Ni miraron la lista que les di, ni hicieron interrogaciones, ¡NADA! Directamente dieron por hecho que era un robo que había salido mal, lo metieron en una caja y lo bajaron al archivo, a hacer compañía a muchos otros. Y aun encima tuvieron el valor de darse palmaditas de consuelo en la espalda, como si hubieran hecho un duro esfuerzo pero no hubiera resultado. ¿¡Qué esperabas que hiciera?! ¿¡Quedarme sentado de brazos cruzados, sin más lágrimas que derramar, pasándome el resto de mi vida viendo las cosas a través de la bruma del alcohol?! Era un barco a la deriva, sin capitán, y directo hacia unas rocas. Me iba a estrellar y no lograría superarlo. ¡Necesitaba hacer algo! Y si ese algo es robar, ¡pues bienvenido sea!
›› ¿No entiendes…? – La energía pareció abandonarle y se dejó caer de rodillas en la arena - ¿No me entiendes? Quería sentirme útil… Eso es todo… - dijo en un susurro.
- ¿Y robar es útil? – preguntó Beckett, aparentemente impasible ante los gritos del escritor.
- Sí – suspiró él – Me da una oportunidad de pertenecer a su mundillo, y si consigo cierta reputación…
- Entonces esperas que contacten contigo – terminó la detective por Castle, comprendiendo todo de golpe. – Y cuando lo hagan…
- Cuando lo hagan se acordarán del día en el que decidieron quitarle la vida a Alexis – escupió Castle, sus ojos llameando.
- Pero… ¿Y si no funciona, Rick? ¿Has pensado en el daño que puede causarte?
- ¿Qué daño? ¿Te refieres a terminar en la cárcel? ¿O a saber que soy un fracaso? – inquirió él, destilando sarcasmo. - ¿Qué más me da lamentarme en casa o en el cutre camastro de una celda? El exterior da exactamente igual cuando toda la mierda la tienes dentro, Beckett.
- No digas eso.
- ¿Por qué? ¿Por qué la verdad duele?
- Porque no es cierto, Castle. Porque hay gente que no quiere perderte.
- ¿Cómo quién? ¿Mi madre la que me abandonó? ¿Mi mujer la que le faltó tiempo para salir corriendo? ¿Rob que tiene a su familia perfecta? ¿Mi padre desconocido? ¡Estoy solo!
- No lo estás – susurró Beckett, sin mirarle, y a penas con un hilo de voz – Yo no quiero perderte.
¡Reviews porfi plis!
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Capítulo 67:
- El Blue Dragon – le interrumpió Beckett, casi sin voz…
- Exacto – asintió Castle, sus ojos azules inundados en tristeza. – Empecé despacio pero, como ya te dije, tengo un talento natural con las cartas. No es gracias a trampas, aunque… ¿Quién no las ha hecho alguna vez cuando el dinero está en juego? – preguntó él retóricamente, destilando sarcasmo – No duré más de una semana en las mesas de apuestas bajas, aburrido de la monotonía y la sencillez que me suponía ganarles. Quería más emoción, más drama, sentir la adrenalina zumbar en mis oídos y que mis manos temblaran de excitación; así que no tardé nada en sentarme con los gordos del lugar, los que se sacaban fajos inmensos del bolsillo y ni se inmutaban si perdían. Gané mucho dinero, perdí una parte de él, y me busqué enemigos.
›› Una noche el ambiente del bar era diferente, estaba cargado de expectación. Al ir a pedir mi Martini habitual a la barra, el camarero, Bryan, me contó que alguien importante había aparecido por allí y que estaba sentado en las grandes apuestas. Me dijo que era mejor mantenerme alejado, pero aquella noche me sentía con suerte, estaba envalentonado. Así que coloqué un gran fajo de dinero encima de la mesa y miré a todos los que estaban allí sentados desafiadoramente, más que preparado para ganarles. Y lo peor es que lo hice… Aquella noche volví a casa 4.000 dólares más rico, 4.000 veces más invencible, 4.000 veces más egocéntrico. Pensé que no me harían nada, que saldría impune por el mero hecho de ser quien era: un ricachón que se había ganado cierta reputación. Pero, obviamente, me equivoqué.
›› Tardaron medio mes en contraatacar, tanto que, si alguna vez había sentido al peligro echarme el aliento en la nuca, lo había dado de lado porque ya había pasado demasiado tiempo. "Nadie es tan rencoroso" me había dicho a mí mismo. Aquella noche mi madre estaba fuera en un viaje, nos quedamos solos Alexis y yo. La dejé dormirse en mi cama mientras yo trabajaba en el despacho, y cuando ya me iba a acostar, sobre las 2 de la mañana, subí a su habitación para abrirle la cama. No oí nada. No vi nada. El crimen perfecto, ¿verdad? Cuando bajé al piso de abajo para coger a Alexis alguien me golpeó en la nunca, tirándome al suelo, aturdido y mareado. Luché contra el dolor y entonces me encontré con el cañón de una pistola apuntándome directamente a la cara.
›› La bala… - Castle se quedó callado unos segundos, su mirada perdida en algún punto lejano, y se estremeció. Beckett, conmocionada, cogió suavemente la mano del escritor entre las suyas – La bala me quemaba y apenas podía mantenerme consciente, la pérdida de sangre era demasiada, el dolor de la cabeza todavía me tenía aturdido. Y entonces recordé de golpe que Alexis seguía en mi cama. Les supliqué todo lo que pude y más – susurró, lágrimas surcando su rostro – "Solo tiene cuatro años" repetí una y otra vez "No le hagáis nada". Todo en vano… El disparo resonó por toda la casa como si estuviera vacía, reverberó por mi interior, rompiendo todo a su paso. Sentía las costillas magulladas por las constantes patadas, solo olía el óxido de mi sangre, podía saborearla en la boca… Y lo único que me importaba era que aquel disparo solo hubiera sido una advertencia y no una sentencia final.
›› Entonces es cuando entró un hombre por la puerta, manteniéndose astutamente fuera de mi vista, pero dejando claro que estaba allí para regodearse. Me dijo que Alexis había sido el precio por su dinero perdido, aunque cuando se enteró de que la habían matado pareció enfadarse con sus hombres. Se marcharon, dejándome en el suelo, empapado en mi sangre y mis lágrimas, sin poder moverme, sin poder eliminar el sentimiento de querer morir. De alguna forma, logré arrastrarme del salón a la entrada de mi despacho, donde yacía Alexis, y una vez allí me dejé arrastrar por la inconsciencia, abrazando a… - se le quebró la voz y agachó la cabeza, sacudiéndola.
- Castle… No tienes por qué seguir – susurró Beckett, acercándose a él rápidamente. Sentía un enorme nudo en su garganta y le picaban los ojos solo por ver el tremendo sufrimiento que aquello despertaba en el escritor.
- No… - negó él, ahogado por las lágrimas. Se aclaró la garganta y se pasó ambas manos por la cara, secándola – Quiero hacerlo.
Los segundos pasaron lentamente, como si alguien estuviera tratando de retener la imparable aguja en su camino por el reloj, solo consiguiendo ralentizarla, pero nunca pararla. El escritor respiró profundamente, notando el olor a mar, y echó el aire despacio.
- Lo siguiente que recuerdo es despertar bajo hirientes luces blancas, tan anestesiado que no sentía mi cuerpo. Mi primera pregunta fue "¿dónde está Alexis?" y mi madre rehuyó mi mirada, sus ojos hinchados y enrojecidos por tanto llorar. Y en ese momento lo supe… – Castle se encontró con la mirada de Beckett – Mi vida había acabado. Los días pasaron, el caso fue acumulando polvo en la mesa de algún policía, me echaron de la comisaria por alteración del orden público y me negaron la entrada a varios bares por haber bebido demasiado. Pero cuando no estaba borracho, comenzaba a sentir… Y no me gustaba lo que sentía. El arrepentimiento me corroía, y ya dijo el gran Conan Doyle que es el peor de los venenos. La venganza me nublaba la vista, me hundía en un pozo negro, y me convertí en la rana de aquella vieja fábula que solía contarle a Alexis. No podía luchar más, no quería luchar más. Quería rendirme, hundirme, dejar de sufrir, de sentir.
›› Mi madre me dejó. Se marchó un día, dejándome una nota en la encimera de la cocina, la cual leí con la vista borrosa por el whisky y enseguida tiré a la basura, llorando por otra pérdida más. Me sentía fracasado, un deshecho que nadie quería pero a todos molestaba y se dedicaban a mandarme de un lado para otro, dándome patadas, pisoteándome. Todos los días me levantaba contemplando la posibilidad del suicidio y todas las noches me acostaba con aquella idea grabada a fuego en la cabeza. Varias veces sostuve un cuchillo en la mano, jugué a dar vueltas a la pistola entre los dedos, saboreando ya el sabor a metal en mi boca. Pero era demasiado cobarde para quitarme la vida. Si es que eso podía llamarse vida… Una noche de borrachera me di cuenta de que me había dejado las llaves en casa, y mientras contemplaba la cerradura de la puerta, esperando a que se abriera por obra de magia, tuve una idea. Ya que los policías no iban a hacer nada por encontrar al asesino de Alexis, ¿por qué no lo hacía yo?
›› Al día siguiente, después de pedirle a mi vecina que me dejara sus llaves de repuesto para poder entrar, tiré todas las botellas de alcohol a la basura. Me duché, me afeité, fui a cortarme el pelo y me vestí decentemente. Volví a encender el portátil, lleno de polvo encima de mi mesa del despacho, a pulsar las letras, volcando toda mi rabia en mis libros. Volví a la cima, solo que ahora tenía una máscara de linterna verde y unas ganzúas en la mano que me ayudaron a mantener el equilibrio. Me apunté a clases de defensa personal, dispuesto a no quedarme en el suelo otra vez sin poder defenderme; me puse en forma y comencé a hacer correr el rumor. Un nuevo ladrón se había unido al lado oscuro.
›› No fue difícil forjarse una reputación. Llevó su tiempo, sus intentos fallidos y las huidas precipitadas mientras la alarma seguía resonando en mis oídos, pero pronto perfeccioné la técnica y me convertí en uno de los más solicitados. Era… Soy – se corrigió – como una sombra: silencioso, rápido y certero. Pasé de ser la rana hundida hasta las cejas en mantequilla a ser la que pataleaba con todas sus fuerzas para mantenerse a flote.
- ¿Te hiciste ladrón así como así? – preguntó Beckett, sorprendida.
- No fue fácil decidirlo… Me planteé muchas cosas, di de lado muchas otras, pero finalmente lo hice.
- Pero… ¿Con que motivo? Quiero decir… ¿No habría sido más eficaz unirte al bando de la ley?
- ¿Para qué? – Preguntó Castle con dureza, apretando la mandíbula - ¿Para ser un malnacido como Slaughter? ¿Para pedir declaraciones y que cuando vengan a preguntarte digas "Estamos poniendo todos nuestros esfuerzos en ello" mientras el archivo acumula polvo? No confío en la justicia, no creo que exista. Tampoco confío en los policías. ¿Es más fácil hacerlo por el lado legal? Puede que sí. Puede que no. Tienes que ceñirte a unas leyes que yo rompo sin preocupaciones cada noche, tienes que seguir ciertos procedimientos mientras que mi única guía es mi instinto. ¿De qué sirve al final hacer las cosas bien si haciéndolas mal llegas al mismo objetivo?
- Tener la conciencia tranquila, quizás.
- La tengo muy tranquila, créeme.
- ¿Cómo…? – preguntó la detective.
- ¡Por qué estoy haciendo algo útil! – saltó Castle, levantándose con brusquedad, paseando en círculos mientras se llevaba las manos a la cabeza - ¡Cuatro años, Beckett! ¡Cuatro años me tuvieron dando vueltas de un detective a otro! Comiéndome la cabeza, diciéndome que tenían sospechosos, que pronto los atraparían. ¡Necesitaba ver a ese cabrón entre rejas! Y mientras yo me ahogaba en whisky barato para poder dejar de sentir, para poder dejar de llorar hasta quedarme dormido de agotamiento solo para despertarme minutos después por culpa de las pesadillas… ¿¡Ellos que hacían?! ¡Tocarse las narices! ¡No hicieron una mierda! Ni miraron la lista que les di, ni hicieron interrogaciones, ¡NADA! Directamente dieron por hecho que era un robo que había salido mal, lo metieron en una caja y lo bajaron al archivo, a hacer compañía a muchos otros. Y aun encima tuvieron el valor de darse palmaditas de consuelo en la espalda, como si hubieran hecho un duro esfuerzo pero no hubiera resultado. ¿¡Qué esperabas que hiciera?! ¿¡Quedarme sentado de brazos cruzados, sin más lágrimas que derramar, pasándome el resto de mi vida viendo las cosas a través de la bruma del alcohol?! Era un barco a la deriva, sin capitán, y directo hacia unas rocas. Me iba a estrellar y no lograría superarlo. ¡Necesitaba hacer algo! Y si ese algo es robar, ¡pues bienvenido sea!
›› ¿No entiendes…? – La energía pareció abandonarle y se dejó caer de rodillas en la arena - ¿No me entiendes? Quería sentirme útil… Eso es todo… - dijo en un susurro.
- ¿Y robar es útil? – preguntó Beckett, aparentemente impasible ante los gritos del escritor.
- Sí – suspiró él – Me da una oportunidad de pertenecer a su mundillo, y si consigo cierta reputación…
- Entonces esperas que contacten contigo – terminó la detective por Castle, comprendiendo todo de golpe. – Y cuando lo hagan…
- Cuando lo hagan se acordarán del día en el que decidieron quitarle la vida a Alexis – escupió Castle, sus ojos llameando.
- Pero… ¿Y si no funciona, Rick? ¿Has pensado en el daño que puede causarte?
- ¿Qué daño? ¿Te refieres a terminar en la cárcel? ¿O a saber que soy un fracaso? – inquirió él, destilando sarcasmo. - ¿Qué más me da lamentarme en casa o en el cutre camastro de una celda? El exterior da exactamente igual cuando toda la mierda la tienes dentro, Beckett.
- No digas eso.
- ¿Por qué? ¿Por qué la verdad duele?
- Porque no es cierto, Castle. Porque hay gente que no quiere perderte.
- ¿Cómo quién? ¿Mi madre la que me abandonó? ¿Mi mujer la que le faltó tiempo para salir corriendo? ¿Rob que tiene a su familia perfecta? ¿Mi padre desconocido? ¡Estoy solo!
- No lo estás – susurró Beckett, sin mirarle, y a penas con un hilo de voz – Yo no quiero perderte.
Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
Alaaaaaa, me encanta. Ya Kate sabe toda la historia. Sabe por todo lo que ha pasado Castle y el por qué se metió a ladrón. A ver como relaciona él ante lo que le ha dicho Kate
Yaye- Escritor - Policia
- Mensajes : 1751
Fecha de inscripción : 05/06/2012
Localización : Huelva
Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
Que emotivo lo has clavado
no tengo palabras solo puedo decirte que no quiero que acabe nunca tu historia
no tengo palabras solo puedo decirte que no quiero que acabe nunca tu historia
Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
me ha encantado como le ha contado todo y también me da mucha pena como ocurrió la desgracia de Alexis ..menudo dramón!!!!ahora a ver como reacciona Rick al saer que kate no lo quiere perder.....continúa pronto
nusky- Ayudante de policia
- Mensajes : 61
Fecha de inscripción : 24/09/2013
Edad : 46
Localización : miña terra galega
Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
Yo tampoco! pero quien quiere perder a ese papacito mmm? Si mujer hazle reaccionar enseñale lo que se puede perder! Revivelo por favor! Consuelense mutuamente! Agarrense cariño pues! jajajajaja si estoy loca lo se. Tu continua que esto me encanta!
Verispu- As del póker
- Mensajes : 437
Fecha de inscripción : 24/06/2013
Edad : 46
Localización : Mexico, Oaxaca
Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
buenisimo me encanto muy triste la historia pero beckett siempre ahy dandole apoyo esperemos k ahora k se estan sincerando puedan avanzar las cosas entre ellos! cotninua pronto porfis
cururi- As del póker
- Mensajes : 447
Fecha de inscripción : 15/03/2013
Edad : 36
Localización : World Citizen
Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
Capítulo 68:
Alcé la mirada bruscamente, dejando de encontrar tan interesante la arena bajo mis rodillas. Mis ojos se encontraron con la límpida mirada verde avellana de Beckett, y la analicé en busca de compasión, de rencor, una pizca de miedo o algo que me hiciera ver que solo estaba jugando conmigo, tomándome el pelo. Pero no había nada.
Solo una sinceridad absoluta que me hizo estremecer.
- ¿Qué? – pregunté de forma apenas audible.
- Yo no quiero perderte, Castle – repitió ella, impasible – No puedo perderte.
Me quedé sin palabras, descolocado. ¿Realmente estaba diciendo eso o todo era una mala pasada de mi mente? Mis pulmones me pidieron con gritos silenciosos aire y me di cuenta de que había estado conteniendo la respiración, en espera de que alguien me pellizcara y me hiciera despertar.
- ¿Cómo puedes decir eso después de todo lo que te he contado? – susurré, desconcertado. Nada tenía sentido.
- Tú no tuviste nada que ver – dijo la detective, frunciendo el ceño.
- ¡Yo fui el causante de su muerte, Beckett! – Exclamé, sintiéndome al borde del precipicio otra vez - Yo y mi maldito egocentrismo, mi manía de sentirme invencible cuando solo soy un castillo de naipes al que le falta una carta de la base. ¿Sabes lo que dicen sobre la muerte? Dicen que morimos dos veces: una cuando dejas de respirar y otra, un poco después, cuando alguien dice nuestro nombre por última vez. Yo maté a mi hija dos veces. ¿Comprendes la atrocidad de mis actos?
- ¡Tú no mataste a Alexis, Castle! – Replicó ella en el mismo tono, como cuando le gritas a alguien para que se dé cuenta de cuan equivocado está - ¿Acaso fuiste tú el que la apuntó con la pistola? ¿Acaso fuiste tú el que apretó el gatillo? Puedes sentirte culpable por los sucesos que conllevaron su muerte, pero no puedes decir que tú la mataste porque no es así. No fuiste tú, no pudiste preverlo ni tampoco pararlo.
- ¡Sí que pude! ¡Pero estaba demasiado ciego para darme cuenta! – Nuevas lágrimas afloraron a mi rostro y me las sequé de un manotazo, casi esperando que salieran negras, del mismo color que la rabia que me corroía.
- ¿Y de qué sirve lamentarse ahora, Rick? No puedes retroceder en el tiempo, no puedes cambiar lo que pasó. Lo que hiciste. Alexis está muerta – constató la detective con sorprendente frialdad.
- No hace falta que me lo recuerdes.
- No quería… - Beckett suspiró y suavizó el tono de su voz – No me refería a eso… Quiero decir que ella ya no está aquí, no puedes seguir estancado en el pasado porque tienes gente en el futuro que te necesita. Tu madre, Rob, el pequeño Jace…
- Tú – dije con un tono de voz que dejaba entrever mi incomprensión
- Yo – añadió ella con un suspiro - Yo te necesito – respondió, sin rehuirme, con firmeza - Necesito que me marees, necesito que me hagas reír, que consigas hacerme olvidar mis pesadillas cada noche con solo una sonrisa. Necesito tu sentido del humor, tu perspicacia y tu horrible atención a los detalles. Te necesito para que sigas dando cabezazos a mi muro, para que pongas celo a los cachos que te vas encontrando de mí. Porque yo también estoy rota, yo también soy un desastre andante, una rana que decidió dejar de hundirse y luchar un poco más.
Beckett alargó una mano y secó una lágrima que todavía resistía en mi mejilla, reticente a marcharse. Dejó su mano allí por unos segundos, en una caricia, y casi tuve ganas de hacer como los gatos y restregar la cara contra ella. Pidiendo más. Queriendo más.
Pero la detective recuperó su mano, enredando sus dedos en su regazo, jugueteando con ellos nerviosamente.
Con arrepentimiento.
Sin embargo, sus ojos delataban otra emoción: miedo. Miedo de haber dicho demasiado, de no ser correspondida, de no estar preparada. Podía estar asustadas de tantas cosas que solo pensarlo me mareaba.
Beckett se levantó, algo inestable, con las piernas entumecidas por haber estado sentada tanto tiempo ellas flexionadas. Dio varios pasos atrás, hacia el bosque que casi ocultaba la playa, como queriendo huir.
Me levanté inmediatamente, sin querer que se fuera, contemplando la posibilidad de abrazarme a su pierna y jamás soltarme. Sacudí la cabeza, tratando de eliminar todas aquellas estúpidas ideas.
- Kate… - susurré, una súplica silenciosa bien clara en mi gesto.
- Tengo… - se calló, frunciendo el ceño mientras miraba por encima de mi hombro al mar – Tengo que pensar en todo esto.
- Pero…
- Volveré, Castle. No voy a huir de ti, si es lo que piensas. No te culpo por lo que pasó, no tengo miedo alguno de que la historia vuelva a repetirse.
- Deberías – mascullé, a pesar del tremendo esfuerzo que constituía pronunciar esas palabras – "Estaba en la oscuridad, así que en oscuridad me convertí" – recité con amargura.
Beckett entrecerró los ojos y retrocedió más aun, sorprendida por mis palabras. Una sombra de confusión se instaló en su cara, dejándome verla brevemente antes de que ella se diera la vuelta con lentitud y caminara hacia el interior del bosque, siendo engullida rápidamente por los árboles.
Largo rato me quedé observando el verde, el mecerse de las ramas, dejando oír sus suaves chasquidos como una melodía. No recuerdo haber pensado nada, no recuerdo haber caminado hasta el apartamento y haberme derrumbado en la cama. Solo recuerdo la negrura que se cernió sobre mí, llevándome de la mano a un turbulento sueño plagado de recuerdos y dolor.
Desperté en lo que se sintieron años después por un ruido insistente que martilleaba en mi cabeza, torturándome, instándome a levantarme y hacerlo callar de una vez por todas. Con lentitud, me di cuenta de que solo era la melodía de mi iPhone. Mirando la hora y viendo la oscuridad por la ventana, el horrible silencio de la casa, me abalancé hacia el teléfono, temiendo que fuera Beckett y que necesitara ayuda.
- ¿Kate? – contesté, sin saludar ni nada, sin siquiera pararme a mirar el identificador de llamadas.
- Eh… No – dijo una mujer, claramente desconcertada.
- Perdona, ¿quién es? – pregunté, frunciendo el ceño, la voz sonándome tremendamente familiar pero sin lograr ubicarla.
- Cynthia.
- ¿Cynthia…? – entrecerré los ojos, repasando mentalmente todas las mujeres que conocía que se llamaban así. No podían ser tantas, ¿no? Pero mi mente no estaba dispuesta a colaborar, solo había una que realmente me interesaba.
- Cynthia Gabriel – dijo la mujer, con algo de fastidio.
- ¡Ah! Perdona, Cynthia, acabo de despertarme y andaba algo confuso. Además, creo que no llegaste a decirme tu nombre porque seguro que no lo habría olvidado.
Adiós a Castle, hola al adulador Ricky.
- Aish, que cosas dices – una risita logró que me apartara algo el móvil del oído, molesto. – Antes de que sigas diciéndome mentiras como a todas… Hago una fiesta mañana por la noche y estás invitado.
Me di cuenta del verbo en singular pero lo pasé por alto.
- ¡Iré encantado! ¿Se supone que es de etiqueta o algo en especial?
- De máscaras – contestó la señora Gabriel con un tono seductor.
- Mmmm… Pinta interesante – mentí – Dime hora y lugar y allí estaré.
Lo apunté todo en el block de notas del iPhone y me despedí cordialmente de ella, con promesas vanas que no pensaba cumplir. No estaba de humor, no para ella, por mucha pena que me diera. Con un suspiro de cansancio, bajé a la cocina a preparar algo de cenar y me senté en el sillón a ver las horas pasar, sin prestar atención a lo que salía en la tele, simplemente esperando el sonido de unas llaves girando en la cerradura que lograran quitar la tensión de mi cuerpo.
Pero nunca llegaba…
Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
Oh no y ahora donde se metio Kate! Continua pf!
Verispu- As del póker
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Edad : 46
Localización : Mexico, Oaxaca
Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
Y ahora por que se ha ido??? Dónde se ha podido meter?? Se habrá arrepentido de lo que le ha dicho y no quiere que le pregunte nada. Me has dejado muy intrigada
Yaye- Escritor - Policia
- Mensajes : 1751
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Localización : Huelva
Re: In dubio pro reo [COMPLETO]
mm mm....
donde fue kate , que intriga
muy interesante todo el capitulo estupendo
sigue pronto
donde fue kate , que intriga
muy interesante todo el capitulo estupendo
sigue pronto
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