(¿+18?) Continuación de La Tormenta

Os presento el capítulo más corto de la historia.

CAPÍTULO 18

Todo está saliendo según lo previsto. Mi venganza está cerca, muy cerca. Richard Castle… el gran escritor, el famoso novelista de misterios, el marido de la capitana Kate Beckett, padre de tres hijas preciosas y un niño encantador. El hombre maduro, guapo, divertido, soñador… y ahora el asesino del siglo. Pero todavía no es suficiente. No, Richard Castle no sabe aún lo que es sufrir, lo sabrá pronto, muy pronto... cuando en el juicio lo condenen a Cadena Perpetua, cuando sus fans lo odien con toda su alma y dejen de comprar sus libros. Cuando su familia empiece a pasar necesidades… sí, Richard Castle va a saber lo que es el sufrimiento y lo sabrá. Y su mujer, su preciosa mujer sentirá ese sufrimiento en sus propias carnes, cuando se convierta en la mujer más odiada de esta ciudad. Ella, sus hijos, todos sufrirán. Y entonces podré decir tranquilo que mi venganza ha terminado.

CAPITULO 19

-Vamos Rick, tu parienta es poli. Si eres inocente seguro que lo averiguará y podrás salir de aquí y volverás a casa. Yo tendré más de sesenta cuando salga y todo por robar un puto banco… como si hubiera matado a alguien.
-¡Disparaste al director!
-¡Le dije que no se moviera! Si un tío con pistola te dice que no te muevas, no te muevas y te ahorras heridas innecesarias. Además solo fue en la pierna.
-Ya bueno, yo me pasaré aquí el resto de mi vida y sin haber cometido ningún delito.
-Ya veo que confías mucho en las capacidades de tu señora.
-¡Eh!, no te equivoques, confío plenamente en ella, pero esto no le va a ser fácil.
-Chico, no lo entiendo, eres un simple escritor, ¿Quién te odiaría tanto para querer joderte la vida? Si fueras político, lo entendería… pero ¿escritor?
-No lo sé… no se me ocurre nada.
-Ya bueno, pues mientras vamos a dejar que tu chica haga su trabajo y a disfrutar de nuestra estancia en el Hotel, ¿eh?
-¿Tengo otra opción?
-Venga, no te quejes, ya han pasado dos semanas desde que tuviste tu vis a vis, mañana tendrás el siguiente y podrás divertirte un rato. Y tú tienes suerte, la tuya está buena, si vieras como son las de otros...
-¿Y tu como sabes como es mi mujer?
-Digamos… que conozco muy bien sus fotos… de la Cosmopolitan.
-¿Conoces muy bien? –Lo miró, empezando a cabrearse.
-Venga Ricky, sabes lo aburrido que es la celda… de alguna forma hay que divertirse…
-Manuel…
-Venga no te lo tomes así, deberías sentirte halagado, además, en mis fantasías soy todo un caballero.
-Será mejor que dejemos este tema, por tu bien.
-Que susceptible estas, mañana no seas gilipollas y descarga, que llevas dos meses sin que el chiquitín juegue, déjalo disfrutar un poco.
-Escucha a tu amigo.



-Beckett. –Descolgó el teléfono con voz cansada, sin ganas de hablar con nadie.
-Beckett soy Esposito, escucha por fin tenemos algo.

Se levantó del escritorio de su despacho, animada. -¿Qué es?, dime que es algo que lo exculpa, por favor.
-Lo siento, no es eso, pero es una buena pista, ni si quiera sé cómo se nos ha pasado.
-Esposito, al grano. –Le apremió.
-Verás, todas las chicas se hospedaron en un hotel cercano a Central Park.
-¿Todas?, ¿por la misma fecha?
-No, la primera víctima se hospedó allí hace ocho meses y la última hace dos meses. El resto lo hicieron entre esas fechas, nunca coincidieron.
-Pero esa es la conexión, el asesino tuvo que conocerlas allí, no hay otra explicación. Esto es una buena pista, una gran pista… -Dijo esperanzada.
-¿Qué quieres que haga?
-Ve al hotel y habla con el personal, consigue las fichas de todos los que trabajan allí, de los clientes, a ver si hay alguno que sea habitual. Luego pregunta por los edificios vecinos, pide las cámaras de seguridad de las fechas de las chicas, avísame cuando tengas algo.
-Bien.

Beckett sonrió al colgar, quizás con suerte todo se arreglaría, quizás encontraran a ese hijo de puta y su marido podría volver a casa, con ella y con sus hijos. Pero no le diría nada al día siguiente, cuando fuera a verlo, no iba a darle falsas esperanzas. Suspiró, estaba deseando verlo, a solas, sin el abogado de por medio. Llamaron a la puerta del despacho.

-Kate, ¿puedo pasar?
-Pasa cielo. –Beckett se sentó y miró a su hijastra, que parecía agotada. Tenía ojeras, profundas y estaba bastante más delgada.
-¿Quién ha llamado?, ¿era Javi? –La miró, esperanzada. Beckett asintió.
-Sí, era él, pero no hay nada nuevo. –Mintió. Se sintió mal al ver la cara desilusionada de la joven, pero era mejor así, no quería que se agarrase a un clavo ardiendo, cuando no tenía la certeza de nada. –Escucha Alexis ahora no te puedes rendir, tu padre nos necesitas a las dos, tus hermanos nos necesitan, voy a traer a tu padre de vuelta, te lo prometo, pero necesito que me ayudes con la casa. –Alexis asintió, Kate rodeó el escritorio y la abrazó.
-Todo saldrá bien, antes de que te des cuenta estará aquí, te lo prometo.
-Ojala tuviera fuerzas para ir a verlo, pero no puedo…
-Lo entiendo, y él también. Tu carta le da muchas fuerzas, cielo, lo sé, es como si hubieras ido a verle. Tranquila, muy pronto esto se acabará. Ahora vamos, tus hermanos llegaran del colegio enseguida y tendrán hambre.

El resto del día fue tranquilo. Alexis se quedó con los niños mientras que Beckett esperaba ansiosa la llamada de Esposito, poniendo en orden las facturas del hogar mientras que esperaba. Las cosas no iban bien. Castle se había convertido en un asesino para el resto del mundo y esto había provocado una caída muy acusada de la venta de sus libros. Los fans se sentían decepcionados y eso se notaba en el hogar de los Castle-Beckett. Además la capitana seguía suspendida de empleo y sueldo y por si fuera poco las cuentas de Castle habían sido congeladas, por lo tanto solo podían disponer del dinero que ella tenía en una cuenta personal, lo que no era suficiente para pagar todos los gastos. Tendría que hablar con él de todo eso, aunque prefería no hacerlo, no quería darle más disgustos. Se quedó despierta hasta tarde, pero Esposito no llamó. Suspiró y se fue a la cama, confiaba plenamente en su amigo, sabía que la llamaría cuando averiguara algo. Ahora tenía que dormir, su marido la esperaba al día siguiente.



-Dos horas. –Le dijo el guardia. Beckett lo miró sorprendida y luego se giró, Castle sonreía con inocencia. Su mujer se acercó a él y lo abrazó, hablando en su pecho. -¿Dos horas?
-Parece que empiezo a caerle bien al guardia…
-Te echaba de menos. –Murmuró, abrazándole con fuerza.
-Y yo a ti mi amor, no sabes cuánto… y a los niños y a Alexis.
-Alexis lo está pasando mal, es muy fuerte, pero…
-Dile que la quiero, que voy a salir de aquí para llevarla al altar de mi brazo, que es una promesa.
-Lo haré. –Le aseguró.
-Deja que te vea. –Pidió, separándola de su cuerpo para contemplarla. –Kate estás muy delgada, ¿comes bien?
-Eso debería preguntártelo yo…
-He hablado con mi abogado. Tengo una buena noticia. –Beckett lo miró, esperando. –Van a descongelarme las cuentas, el juez piensa que no hay peligro de fuga, así que…
-¡Menos mal! –Dijo aliviada.
-Pareces demasiado aliviada, ¿hay algo que deba saber?
-Nada… tranquilo. –Un problema menos, no tenía porque agobiarle con eso. Pero Castle no parecía convencido.
-Kate…
-De verdad, no pasa nada, además ahora mismo se me ocurre algo que podemos hacer, algo mucho mejor que hablar. –Intentó distraerle, alzando las cejas, mordiéndose el brazo.
-Escucha a tu mujer.