(¿+18?) Continuación de La Tormenta

Para Zeny_Mackenzie y Maku_Stanathan, espero que el capítulo cumpla vuestras espectativas de romanticismo. Gracias a todos por leer y por comentar

CAPÍTULO 20

-Kate, espera… -Cogió sus manos, frenándola. Ella lo miró, realmente sorprendida, lo echaba de menos, su cuerpo lo echaba de menos, echaba de menos esos minutos en los que solo existían ellos dos y no había preocupaciones, solo amor. Pero Castle parecía no echarlo de menos tanto como ella. Se apartó de él y se sentó en el borde de la cama, con tristeza, mirando hacia la pared. Se sentía dolida y a la vez culpable, su marido lo estaba pasando mal y ella pensando en que la había rechazado. Castle la miró, sabiendo que la había herido con su rechazo y se agachó en el suelo, puso una mano en su rodilla y con la otra la tomó de la barbilla, obligándola a enfrentarse a su mirada.

-Escucha, no pienses ni por un segundo que no quiero hacerte el amor… pero…
-Lo siento Rick, estar aquí dentro debe de ser horrible y yo solo pensaba en… -Castle colocó dos dedos sobre sus labios, haciéndola callar.
-Estar aquí dentro es horrible, pero tus visitas me devuelven las ganas de vivir. Cariño claro que quiero hacer esto, pero, no aquí. Esta habitación… es horrible, fría, desnuda. Ese incesable tic tac del reloj que me dice que dentro de poco tendrás que irte y volveré a esa jaula. No… no puedo concentrarme, entiéndelo, por favor. –La miró suplicante y también avergonzado. Kate acarició su cabeza como hacía con su hijo menor, enredando suavemente sus dedos en su cabello, pasando luego la mano por su mejilla. Castle se la cogió y la llevó hasta sus labios, besándola con veneración.

Beckett se levantó y se agachó a su lado, mirándolo con un brillo en la mirada que él conocía muy bien. Castle se sentó en el suelo, apoyando la espalda contra la cama, mirándola con curiosidad. Ella separó sus piernas, arrodillándose entre ellas, acariciando su barba de tres días. -¿Y si te dijera que no estamos aquí?
La miró sin entender. –Kate, cariño, creo que estos días no te están sentando muy bien…
-Shhh, ¿no eras tú el qué creía en la magia? –Asintió, pero seguía sin seguirla.
-Pues he traído unos polvos mágicos… para llevarnos de viaje. –Susurró en su oído. Castle acarició su pelo, pasando suavemente los dedos por su nuca, sorprendido y a la vez intrigado.

-Cierra los ojos. –Obedeció. –Respira hondo, no pienses en nada, dime, ¿dónde estamos?
-En… en la car…
-Shhhh, no mi amor, escucha bien, ¿no lo oyes? –Castle no contestó, se limitó a sentir como su mujer le daba un suave masaje en el pelo, mientras que le daba suaves besos en el rostro. –Es el mar… -Dijo, ilusionado.
-Eso es. –Sonrió. –Estamos en la playa, hace calor, y tú llevas ese bañador celeste que me gusta tanto… los niños están dormidos en la casa, se han…
-…pasado toda la tarde jugando… y están cansados. –Terminó él. Ella sonrió, mientras que seguía acariciándolo. Castle seguía con los ojos cerrados, ahora con una sonrisa en su rostro. -…no hay nadie aquí… solo nosotros dos. Y hay luna llena.
-¿Qué llevo puesto? –Le preguntó en voz baja.
-Un bikini, marrón oscuro, muy sexy… y un vestido blanco por encima. Te sienta muy bien, con la piel bronceada… ¿has estado tomando el sol, Kate?
-Sí… sé que te gusta mirar cómo me tumbo en la arena, mientras que juegas con los niños. –Ambos sonrieron. Castle empezó a acariciar su espalda, aún por encima de la camisa que llevaba puesta.

-No puedo evitarlo, estás preciosa cuando el sol te da de lleno, con gotas de agua en tu cuerpo, después de haberte dado un baño en el mar.
-Pero ahora no quiero bañarme, empieza a hacer fresco, necesito entrar en calor. –Susurró.

Castle asintió y la besó, aún con los ojos cerrados, mientras que ella se acomodaba entre sus piernas y suspiraba. La tomó por la nuca y profundizó el beso. Tras tantos años de matrimonio sabía de sobra que hacer para provocarla y en pocos segundos la dejó sin aliento. Kate gimió. –Rick…
-La arena está caliente, le ha dado el sol durante todo el día, si tienes frío deberías tumbarte sobre ella, mi amor. –Murmuró sobre su cuello. Se incorporó para tumbarla lentamente sobre el suelo, ignorando la cama que tenían al lado. No la querían, preferían su mundo, íntimo y cálido. –Quiero quitarte el frío…
-Hazlo. –Lo animó. Castle empezó a desabrochar uno a uno los botones de la camisa blanca que llevaba, dejando a la vista un bonito sujetador de encaje, beige. Le quitó la camisa y la echó a un lado, empezando a dar besos cortos por la piel desnuda, bajando lentamente por su estómago, provocándole un agradable cosquilleo. Hizo círculos con su lengua en su ombligo, ella se arqueó, deseosa de sentir más y capturó sus labios con los suyos cuando volvió a subir hasta su rostro.

-La luna ilumina tu rostro… eres preciosa. –Susurró sobre sus labios.
-Te quiero. -Kate empezó a acariciar su espalda, mientras que él le desabrochaba lentamente el pantalón, sin dejar de mirarla a los ojos, queriendo perderse en ellos. Ya no oía el tic tac, ni veía las frías paredes, ni la cama con sábanas grises, ahora escuchaba el sonido de las olas romper en la arena, sentía la piel cálida y suave de Kate bajo sus dedos, la arena que le hacía cosquillas en los pies. Kate le quitó el horrible pijama naranja lentamente, dejándolo en sus bóxers. Durante unos segundos miró el cuerpo de su marido, buscando alguna nueva señal de maltrato, pero no la encontró. Sonrió aliviada, él la miró, terminando de deslizar sus vaqueros por sus largas y espectaculares piernas.

-¿En qué piensas?
-En ti. –Lo besó y habló en su boca. –Me gusta hacer el amor en la playa contigo, es…
-¿Romántico? –Probó. Ella asintió y lo acarició, sintiendo su piel caliente, musculosa. Al parecer no le había mentido cuando le había dicho que pasaba parte de su tiempo haciendo pesas en el patio. Acarició sus brazos, fuertes y sus piernas. Sonrió de nuevo y volvió a besarlo, con pasión, hasta que lo escuchó gemir en su boca. Con su habitual habilidad le hizo una llave y se colocó sobre él, que la miró con admiración.
-Creía que tenías frío. –Comentó. Ella se rio y negó con la cabeza. –Ya no mi amor, pero la arena sigue estando calentita, disfrútala tú un ratito, mientras déjame jugar.
-De acuerdo. –Sonrió. Kate empezó a besar todo su torso, dejando rastros de saliva, Rick gimió y se relajó a sus besos y caricias, mientras que en su imaginación seguía sintiendo la arena bajo su espalda. Ella lo miró y lo acarició por encima de los bóxers, provocándole un gruñido.

-Kate…
-¿Y tú mi amor?, ¿tienes frío? –Castle sonrió, adoraba esa chispa que ella le ponía a la relación, esa pasión, esa entrega. Asintió. –Deja que te haga entrar en calor. –Susurró.
Deslizó los bóxers por sus piernas y sonrió. Castle estaba más que preparado para eso, acarició suavemente la punta de la erección haciendo que se retorciera. Se agachó junto a él y le dio varios besos en el interior de los muslos, mordiendo suavemente. Castle gimió, disfrutando de la agradable tortura. Ella alzó unos segundos la mirada, disfrutando de verlo tan relajado y volvió a su tarea. Pasó lentamente su lengua a lo largo de su pene, haciendo que se arqueara. -¿Te gusta esto?
-Sí… sí… sigue…

Lo tomó con cuidado e introdujo la punta en su boca, succionando. Castle volvió a retorcerse, apretando los puños con fuerzas. Kate empezó a lamer lentamente, arriba y abajo, jugando con él y mirándolo a los ojos, con esa mirada sensual que lo volvía loco. Continuó la tortura durante varios minutos y luego volvió a subir por su pecho, hasta llegar a sus labios.

-Kate… -Sonrió, visiblemente acelerado. Ella acarició su rostro y luego besó su cuello, mordiendo también el lóbulo de su oreja, hablando sobre su oído. –Tenemos que darnos prisa, los niños podrían despertarse.

Castle se incorporó, quedando sentado y le desabrochó el sujetador, contemplando los pechos erectos de su mujer. Besó uno y luego el otro, alternando caricias, jugando unos segundos con ella. Kate gimió y alzó un poco su cuerpo para poder quitarse las braguitas, a juego con el sujetador. Lo miró fijamente y asintió. Tomó su miembro y lo guió hasta su interior, gimiendo y cerrando los ojos al sentir como se deslizaba suavemente, llenándola por completo. Castle acarició sus nalgas, las apretó, para llevar luego sus manos a sus caderas. Esperó a que ella se relajase y empezase a moverse. La vio abrir los ojos y dibujar una sonrisa en su rostro.

-Te quiero.
-Yo también te quiero. –Muy despacio se movió hacia arriba y volvió a descender, gimiendo. Castle la ayudó a establecer un ritmo, mientras que disfrutaba de sus pechos con sus dientes y su lengua, deleitándose en los gemidos y suspiros que le arrancaba de los labios. Kate sollozó de placer, sintiendo como lentamente todo desaparecía a su alrededor, mientras que seguía moviéndose, notando como su piel envolvía la erección cada vez con más fuerza. De repente él la hizo parar y mirándola a los ojos llevó su mano a su clítoris, frotando suavemente durante unos segundos. Kate gritó y se aferró a su espalda, mientras que convulsionaba y perdía el sentido. Castle la siguió segundos después, abrazándola, ayudándola a relajarse tras el clímax.

Se quedaron así durante minutos, luego volvieron a su realidad y a la habitación del reloj, pero sin miedo, sabiendo que podrían volver a viajar cuando ellos quisieran.

CAPÍTULO 21

-¡Papá! ¡Papá!¡Papaaaaa! –Beckett despertó de golpe, oyendo los gritos de su hija. Fue corriendo al dormitorio de las niñas, donde Sarah estaba sentada en la cama de Lucía, abrazando a su hermanita, que no paraba de llorar. Se sentó con las pequeñas, Lucía le echó los brazos, la sentó en su regazo y la abrazó, frotándole la espalda para reconfortarla.

-No pasa nada cielo, no llores, mamá está aquí, vamos no llores, no llores.
-¿Qué pasa? –Alexis y Nathan se asomaban por la puerta, mirando, adormilados.
-Lucía ha tenido una pesadilla. –Explicó Sarah, mientras que volvía a su cama. Alexis se sentó al lado de Beckett y Nathan en la cama de la rubita. Sarah apoyó la cabeza en su regazo y cerró los ojos. De los tres pequeños era la que más quería a su cuñado y para Nathan la niña era su debilidad, aunque también adoraba a Lucía y a Ryan.

-Solo ha sido un sueño, cariño, no pasa nada.
-Ha… ha sid… sido un sueño… mu… muy feo. –Sollozó.
-¿Qué has soñado cariño? –Alexis le cogió la mano a la pequeña y se la besó.
-Qué… qué un… tigre muy malo… se… se comía a pa… papá y… y papá… grita…gritaba… y le do… dolía mucho. –Beckett abrazó con fuerza a la niña, besándola en el pelo.
-Solo era un sueño cariño, a papá no se lo va a comer un tigre, de verdad.
-No, ¡por… porque ya s… se lo ha co… comido! –Y empezó a llorar otra vez, con más fuerza, Ryan entró en la habitación frotándose los ojos, medio dormido, con un oso de peluche en la mano.

-¿Qué pasa?
-A papá se lo ha comido un tigre. –Informó Sarah.
-¿Qué? –El pequeño empezó a hacer un puchero, le temblaba la barbilla. Alexis se apresuró a hablar.
-No, no, no, no, no llores Ryan, papá está bien, solo ha sido una pesadilla de Lucía.

Pero el niño no se dio por satisfecho con esa respuesta y empezó a llorar, durante un rato solo se oyó el llanto de ambos niños. Nathan, Alexis y Beckett estuvieron un buen rato intentando convencer a los pequeños de que ningún tigre se iba a comer a su padre. Al final Beckett decidió recurrir al método Castle, es decir contar una historia.

-Eh niños, es cierto que una vez papá se enfrentó a un tigre, pero papá le ganó. ¿Queréis que os cuente la historia? –Los pequeños dejaron de llorar y asintieron. Beckett se acomodó, apoyando la espalda en la pared. Lucía se sentó a un lado y Ryan al otro. Alexis se sentó con Nathan y Sarah en la cama de enfrente.

-Pues veréis, esto ocurrió hace ya muchos años, antes de que papá y yo estuviéramos juntos.
-¿Cuándo papá intentaba hacer cosas de mayores contigo, pero tú siempre le decías que no? –Preguntó Lucía. Beckett sonrió, recordando aquella época en la que las bromas y las insinuaciones eran constantes, pero ella aún no estaba lista para dar el primer paso.
-Eso es. Un día papá y yo fuimos a trabajar como siempre, pero entonces unos hombres malos nos encerraron en una habitación muy fría y oscura, ¿y sabéis lo peor?
-¿Qué? –Preguntaron los tres niños a la vez.
-Que estábamos esposados.
-Woww.
-Seguro que papá estaba encantado. –Comentó Sarah, Alexis y Beckett se rieron.
-No mucho, porque no sabíamos dónde estábamos. Solo había un colchón viejo y un congelador cerrado.
-¿Y el tigre?
-El tigre vino después. Papá y yo primero quisimos ver que había en el congelador, pero no sabíamos como abrir el candado.
-¿Y qué hicisteis?
-Pues papá tuvo que abrirlo y le costó un buen rato. Yo ya dudaba de que fuera capaz…
-Pero papá siempre consigue todo lo que quiere.
-Es verdad, papá quería ser escritor famoso y lo es.
-Y quería que la abuela no viviera aquí y la abuela se fue a otra casa.
-Y quería a mamá y se casó con ella.
-Vale, sí, papá consigue todo lo que quiere, ahora, ¿queréis que siga la historia?
-¡Sí!
-Bueno, cuando abrimos el congelador nos asustamos mucho…
-¿Qué había?
-Cosas feas, pero bueno, eso no importó, porque después escuchamos unas voces y entonces nos creímos que había una chica secuestrada al otro lado de la pared.
-Pobrecita. –Dijo Sarah.
-Pero no había ninguna chica, cielo, no te preocupes. Papá y yo empezamos a golpear la pared para romperla y entonces, cuando hicimos un agujero, nos dimos cuenta de que había detrás.
-¡¿El tigre?!
-Sí, un gran tigre, con unos colmillos enormes y grandes zarpas.
-¿Y tenía hambre?
-Mucha hambre y quiso comernos a papá y a mí.
-¿Y por qué no os comió?
-Porque papá se puso a hablar con él y le convenció, como es encantador ¿a qué sí mamá?
-Alexis y Nathan miraron a Beckett, los tres con una sonrisa, divertidos. –Sí, papá se puso a hablar con el tigre y al final le convenció.
-¿Y qué le dijo? –Quiso saber Sarah.
-Pues…
-Le dijo que si no los comía lo llevarían al zoo y allí le darían siempre rica carne para comer además de otro tigre para que pudieran jugar. –Dijo Alexis.
-Exacto y el tigre después de pensárselo aceptó y se sentó a esperar.
-¿Ves como a papá no se lo puede comer ningún tigre, cielo?, vamos, es hora de dormir.
-Mami, papá está bien, ¿verdad?

Beckett miró con ternura a sus hijos y asintió. –Sí, papá está bien, pero os echa mucho de menos.
-¿Y por qué no vuelve a casa?
-Porque todavía no ha terminado con tu viaje, pero ya vereis como muy pronto volverá. ¿Vais a ser buenos mientras que lo esperais? –Los tres niños asintieron. Esa noche Beckett durmió en la cama con Lucía, mientras que Sarah y Ryan dormían en la de al lado. En otra habitación, mucho más pequeña y en la litera de abajo Richard Castle dormía abrazado a una foto de sus hijos, soñando con volver a verlos y abrazarlos.