(¿+18?) Continuación de La Tormenta

Cuando despertó lo primero que sintió fue un dolor intenso, muy intenso en la cabeza. Se llevó la mano hasta ahí, notando la sangre y poco a poco se incorporó. Recordó lo sucedido. Estaba en el parking del hospital, acababan de salir de la consulta y estaba hablando con su hija. ¡Su hija! Miró a su alrededor, el coche estaba ahí, pero no había ni rastro de la niña. Lucía había desaparecido. Se la habían llevado.

Miraba asustada la pequeña habitación a oscuras donde se encontraba. Estaba tumbada en una cama, muy dura, no se parecía en nada a su suave colchón. Además le dolían mucho los brazos, que tenía atados al cabecero. Trató de moverlos, pero no podía, los tenía atado muy fuertes, no le gustaba, quería quitarse los nudos que le hacían daño. Escuchó pasos al otro lado y empezó a temblar. No eran los pasos de papá, ni los de mamá. Daban miedo y no le gustaba. La puerta se abrió y se encendió la luz. Un hombre con cara de malo se acercó a ella y sonrió.

-Hola princesita.

Estaba sentada en su despacho, con la cabeza entre las manos. Lanie la había obligado a sentarse, después de llevar diez horas sin parar, analizando pruebas, hablando con testigos, mirando cámaras de seguridad, esperando alguna llamada. Diez largas horas en las que no dejaba de escuchar la vocecita de su hija llamándola. No era la primera vez que sentía ese frío a su alrededor, ese vacío que solo la pérdida de un hijo puede provocar. Habían pasado ya cinco años desde que otro monstruo se había llevado a su niña y entonces todo salió bien, aunque tuvo que superar una horrible prueba para demostrar lo mucho que la amaba. Ahora se decía que haría lo que fuese necesario para volver a verla y tenerla entre sus brazos. Lo que fuera. Cualquier cosa.

Si le hace algo lo mato, juro por mi vida que lo mataré. No se decía nada más, solo pensaba en ello. Miraba a su mujer, que seguía en silencio, con la cabeza entre las manos. Se agachó junto a ella, le cogió la mano, le acarició la cara.

-La encontraremos. –Susurró.
-Lo sé.

El hombre malo se acercaba a ella y llevaba algo en la mano. Un cuchillito, muy parecido a los que usaba la tía Lanie, un bisturí, le había dicho mamá que se llamaba. El hombre malo se sentó en la cama y la tocó. No le gustaba el tacto. Papá siempre la acariciaba con cariño y mamá también. El hombre malo no, el hombre malo tenía los dedos muy raros y raspaban y no le gustaba. El hombre malo acercó el bisturí a su brazo. Se resistió y empezó a gritar y a llorar, pero el hombre malo la sujetó y le hizo un corte en el brazo. Lloró, dolía, como cuando se cayó en el recreo y se hizo una herida en la rodilla, pero esto dolía más. El hombre malo acercó un pañuelo a la herida y lo apretó contra ella. Ahora dolía aún más, empezó a llamar a su papá a voz en grito, pero el hombre malo no le hizo caso ni tampoco la mandó callar. Llevó la mano hasta su pelo y le quitó la gomilla que mamá le había puesto esa mañana. Con una Hello Kitty. El hombre malo se levantó y se marchó, llevándose su gomilla y dejándola asustada y dolorida.

-Beckett, han traído algo, es para Castle. –Alzó la mirada, asustada. Esposito llevaba un paquete en las manos. Castle lo cogió con las manos temblorosas, lo colocó sobre el escritorio de su mujer. Lo miró y le hizo un gesto para que lo abriese de una vez. Su marido abrió el paquete y la miró horrorizado. Se dejó caer, sin fuerzas. Su gomilla para el pelo, la misma que le había puesto esa mañana, porque según su hija iba a juego con su abrigo rosa. Su gomilla manchada de sangre, la sangre de su niña, su propia sangre. Sollozó. Su marido le cogió la mano otra vez.

-¿Dónde estás, mi amor?

Lucía es mi debilidad y me he odiado a mí misma cuando he escrito este capítulo pero bueno. Espero que os guste y me odiéis a partes iguales.

CAPÍTULO 28

-Por fin te veo la cara, cabrón. –Castle miraba asqueado el vídeo de seguridad de la recepción de la comisaria. El 3XA entraba por la puerta tranquilamente, vestido de mensajero, sin miedo alguno, seguro de sí mismo. Se dirigía al mostrador y allí dejaba un paquete a nombre de Mark Steller, un inspector de robos. El agente que lo recibía lo cogía y el 3XA se iba, tan calmadamente como había entrado. Y diez minutos después, cuando ya se había largado sin que nadie sospechase nada, el inspector Steller abría el paquete y se encontraba otro a nombre de Richard Castle. El hijo de puta se había reído de toda la comisaria, Esposito estaba cabreado y Beckett también lo hubiera estado, sino fuera porque tenía la vista fija en una foto de su hija, situada en esa pizarra donde siempre colgaban fotos de sospechosos y muertos. Se decía a sí misma que su niña solo estaba desaparecida, que el monstruo no le había hecho daño, que la sangre era solo de una pequeña herida…

-Cirugía estética… ya dijo que tenía pensado hacerlo, pero ha entrado aquí como Pedro por su cada, hijo de puta… -Murmuró.
-Y no sabe el error que ha cometido. Porque ahora veremos la cámara del exterior para ver por donde se marchó. Luego veremos la siguiente más cercana y la otra y así hasta que demos con él. –Esposito se levantó y fue a por esas cámaras. Castle se acercó a Beckett, pero sonó su móvil, era Lanie.

-Kate… -Ella alzó la mirada, triste. –Vamos, Lanie nos espera.

Se levantó en silencio, cogió la foto de su hija de la pizarra y la arrancó, la acarició durante unos segundos y luego se dirigió al ascensor. Castle no dijo nada, a él también le dolía ver el rostro de su princesita en esa pizarra.



-Hola. –La forense abrazó suavemente a su amiga y luego le dio un cariñoso apretón de manos a Castle, que le sonrió agradecido. Beckett no reaccionó ante el gesto de apoyo.

-¿Y bien? –Lanie se acercó a una de sus mesas metálicas.
-He analizado la sangre y es de Lucía, como… esperábamos. Pero no hay mucha sangre Kate, tenlo en cuenta, puede que solo fuera un corte… para asustaros.
-Y para asustarla a ella. –Murmuró.
-La encontraremos. –La voz de Castle no tembló al decir aquello, no pensaba dejar que su niña sufriera más daño, la encontraría y la llevaría de vuelta a casa, con papá, mamá y sus hermanos. Beckett se dio la vuelta, con los ojos llenos de lágrimas.

-¿Cómo estará? Me… lla…llamó solo porque… tenía miedo de una… una vacuna… ¿cómo estará ahora?... debe de… estar tan asustada… ¿nos estará llamando? –Empezó a llorar, temblando. Castle la abrazó, acariciando su cabello, hablando en su pelo.
-Cálmate mi amor, ella está bien, lo noto, la vamos a encontrar, shhhh, calma, te necesito cielo, Lucía te necesita, ahora no puedes venirte abajo. –La besó en el pelo y la separó con suavidad de su pecho, limpiando con ternura sus lágrimas.-Eso es, no llores cariño, la encontraremos.

-Gracias por tu ayuda Lanie.
-No me las des. Estaré aquí por si me necesitáis para cualquier cosa. ¡Ánimo amiga, Lucía es fuerte, ha salido a ti, estará bien! –Le aseguró. Beckett se calmó y asintió en silencio, obligándose a sí misma a dejar de ser la aterrorizada madre y ser la calmada y concienzuda capitana Beckett. Salieron de la morgue y se dirigieron de nuevo a la 12. Cuando salieron Lanie no aguantó más y llamó a casa, necesitaba decirle a sus hijos que los quería, oír sus voces, saber que estaban bien.

-¿Qué haremos ahora?
-Llamar al FBI. –Contestó, sorprendiéndole. Castle la miró y colocó una mano en la de su mujer. –Kate, la última vez no sirvieron para nada.
-Las desapariciones son responsabilidad del FBI y vamos a seguir el protocolo. Ellos tienen más facilidad a la hora de analizar pruebas y encontrar sospechosos que nosotros y ahora voy a llamar a cualquiera que pueda ayudarnos a encontrar a nuestra hija, aunque tú lo odies. –Dijo con frialdad. Aquello le dolió al escritor, pero no dijo nada. Si su mujer creía que no sería capaz de tragarse su orgullo frente a ese tío para ayudar a su pequeña, es que simplemente no lo conocía bien.

Beckett entró en el despacho seguida de Castle y cogió su teléfono.

-Póngame con el agente Willian Sorenson, dígale que se trata de la hija de Kate Beckett.



-¿Tienes hambre?-El hombre malo la miraba, estaba de pie, junto a la cama, llevaba una bandeja con comida. Tenía mucha hambre pero mamá siempre le decía que no aceptara comida de desconocidos.
-Quiero ir con mis papás.
-Eso depende de tu papá. –El hombre malo sonrió, pero su sonrisa no era amable como la de papá, era fría y le daba miedo. El hombre malo quería hacerle daño a papá, igual que le había hecho daño a ella con aquel bisturí. Le dolía el brazo y lo tenía sucio, lleno de sangre. No le gustaba la sangre, le recordaba a las películas que veían mamá y papá y que a ella le daban miedo y le ocasionaban pesadillas. ¡Ya está! Esto no era real, era una pesadilla y se despertaría dentro de poco y podría dormir en la cama de papá, abrazada a mamá. Pero mientras seguía teniendo hambre y le dolían mucho los brazos. El hombre malo del sueño se acercó a ella y dejó la bandeja en una mesita que había al lado de la cama.

-Ahora te voy a soltar y vas a comer como una niña buena. Pórtate bien o te ataré de nuevo y no te soltaré más. –Asintió, porque aunque fuera una pesadilla no es bueno enfadar a los monstruos de los malos sueños. El hombre malo la soltó y luego se fue, dejándola allí, con la bandeja de comida y llorando porque tenía frío y le dolían los brazos. Quería despertar de esa pesadilla y abrazar a papá mientras que mami le cantaba una nana.



-Aquí están las cámaras. –Esposito entró en el despacho y se quedó quieto, mirando sorprendido al hombre que se encontraba junto a Beckett y Castle. –Agente Sorenson…
-Inspector Esposito. –Saludó.
-No sabía que estuviera usted aquí.
-Ya ve… ha pasado mucho tiempo.
-Sí.
-Desde que me acusó injustamente de secuestrar a la pequeña Lucía y tuve que huir del país por ello.
-Si no hubieras huido todo se habría aclarado. –Dijo Castle con frialdad.
-Si no hubiera huido me hubiera enfrentando a tus contactos y no ibas a destrozar mi vida. –Sorenson lo miró con la misma frialdad. Beckett le cogió la mano a Castle y le lanzó una mirada de advertencia. Luego miró a su antiguo novio.

-Will, por favor, te necesitamos.
-Kate estoy aquí porque es mi trabajo pero sobretodo porque se trata de tu hija. Haré lo que esté en mi mano para ayudar. Ahora veamos esas cámaras.

Esposito colocó el DVD de la primera cámara en el ordenador de Beckett y los cuatro miraron la pantalla. Beckett ajustó el horario y luego señaló al 3XA. –Ahí está. Se dirige a… ¡¿pero qué?! –El vídeo se quedó negro. Beckett pulsó todos los botones, pero no salía nada, dos minutos después aparecía de nuevo la imagen. –Ahora, habrá sido un fallo del ordenador. –La tranquilizó Esposito.
-¿Dónde está? –La imagen era exactamente la misma, Beckett miró por cada centímetro de la pantalla, luego se fijó en el reloj. –Ha borrado dos minutos de la cámara para poder desaparecer. ¡Maldita sea!
-Tranquila Kate, miraremos los siguiente vídeos de las cámaras cercanas, en alguno tiene que aparecer.
-Yo me ocuparé de ello. –Se ofreció Esposito. –Y deberíamos publicar su foto en los medios de comunicación.
-¡Ni hablar!
-Kate…
-¡Rick, se trata de Lucía!, si el 3XA ve su foto en las noticias puede agobiarse y no nos conviene que se agobie, ¿entendido?
-Kate, escucha, a este tío le da igual que salga su foto en las noticias, en internet o en todos los carteles publicitarios de la ciudad. Es un arrogante, ha entrado aquí sin taparse la cara, sin miedo alguno. La idea de Esposito es una buena idea, si alguien lo ha visto podríamos tener una posibilidad de encontrarla. –Sorenson le cogió la mano y añadió. –Sé que se trata de tu hija, que estás asustada, pero debes confiar en mí, la encontraremos. –Ella suspiró y asintió en silencio.

-Kate, estás agotada, deberías descansar, deja que te lleve a casa.
-¡No pienso ir a ningún lado!
-Kate…
-¡He dicho que no!
-Cariño…
-¡Maldita sea, es Lucía! ¡¿Cómo coño estás tan tranquilo?!
-¡¿Tranquilo?!, ¿crees que estoy tranquilo?, también es mi niña, pero intento conservar la calma, ahora no podemos dejarnos llevar por el pánico, ¡tú mejor que nadie deberías saberlo!
-¿Y si la ha matado? –Susurró, agotada, llorosa. Esposito y Sorenson la miraron con tristeza, antes de salir a hacer cada uno su trabajo. Esposito le dio una palmada en el hombro a su amigo.

-Tranquilo hermano, no pienso descansar hasta que volváis a verla. –Cerró la puerta con suavidad. Castle se arrodilló a su lado, cogió su mano.

-Tú eres su madre. –Llevó la mano de su mujer hasta su pecho, justo sobre su corazón. –Cierra los ojos, ¿qué sientes?
-Está vi… viva. Pero tiene miedo.
-Pero está viva. Y dentro de poco estará con nosotros y haremos que todo esto solo sea un mal sueño. Pero para eso te necesito, Kate. No puedo hacer esto solo.
-Lo siento tanto Rick, siento haberte gritado…
-Shhhh, olvídalo. –La besó con dulzura. –Te quiero Kate.
-Yo también te quiero. –Lo abrazó durante unos segundos, pero entonces sonó el móvil de Castle, era un mensaje.

“¿Qué estarías dispuesto a hacer por tu princesita?”

-Nada. Lo siento. –Nada. Tras una hora intentando registrar el móvil desde el que se hizo el mensaje y otra hora tratando de arreglar los vídeos de las cámaras de seguridad, el resultado era este, nada. El 3XA sabía lo que se hacía, las cámaras en blancos, mensajes seguros y ahora estaban de nuevo como al principio. Solo había una posibilidad, que alguien viera la foto del asesino en los medios de comunicación y lo reconociera, pero para Beckett esta solución estaba lejana, muy lejana. Castle estaba sentado a su lado, mirando el móvil en silencio, esperando un nuevo mensaje. ¿Qué estaría dispuesto a hacer? Todo, cualquier cosa. Sorenson miró al matrimonio, sus rostros abatidos y suspiró. No le tenía mucho aprecio a Castle, pero le guardaba mucho cariño a Beckett y odiaba verla así. Se agachó a su lado.

-Vete a casa Kate, descansa, abraza a tus hijos. Voy a poner a toda mi gente a rastrear la ciudad, hoy nadie dormirá. Habrá un equipo en tu casa con un rastreador de llamadas por si vuelve a mandar otro mensaje. Te prometo que vamos a encontrarla, pero por favor, tú déjalo por hoy. –La capitana miró a su ex en silencio y luego a su marido, que se levantó y le cogió el abrigo. Beckett se levantó y dejó que se lo pusiera, luego se dirigió al ascensor, sin hablar. Castle se demoró un poco.

-Llamad con cualquier cosa.
-Lo haremos, tú estate atento al teléfono, el equipo te dirá lo que debes hacer en caso de que recibáis noticias suyas.
-Bien y Will… gracias por todo.
-De nada.

Castle se acercó a su mujer, que esperaba agotada al ascensor. Cuando las puertas se abrieron ella entró primero y le dio al botón, Castle entró con rapidez. Se colocó detrás de Beckett y la rodeó por la cintura, apoyando la barbilla en su pelo. Beckett colocó sus manos sobre las de él y las apretó con fuerza. El escritor sintió el temblor de su esposa, le dio un beso en el pelo, la hizo girar y la abrazó. Beckett hundió el rostro en su pecho, se quedaron así hasta que las puertas del ascensor volvieron a abrirse y salieron, camino al loft.

Cuando llegaron Castle se vio rodeado por los brazos de su hija mayor. La apretó durante unos segundos contra su pecho y luego la apartó, dándole un beso en la frente. -¿Sabéis algo más?
-No cielo, aún no.
-He visto las noticias… ha salido su foto.
-Lo sé, quizás alguien la haya visto o haya visto al 3XA.
-La encontrareis. –Alexis creía ciegamente en ello. Beckett y su padre había resuelto todos los casos a los que se habían enfrentado y este no sería menos. Castle asintió y miró a su alrededor.

-¿Y los niños?
-Dormidos, es tarde. Les he dicho que… Lucía está con la abuela. –La voz de Alexis tembló al mencionar el nombre de su hermana. Castle acarició su mejilla y le dio un beso.

-Gracias cielo, vete a dormir.
-No creo que pueda dormir…
-Inténtalo, estás embarazada, debes descansar por el bebé. –La chica asintió pero luego miró ella también alrededor. -¿Y Kate?

No estaba en el salón. Allí solo estaba el equipo del FBI preparándose por si recibían un mensaje nuevo y Nathan que se mantenía alejado de ellos, dándoles intimidad a padre e hija. -Debe de estar arriba. Iré a ver. Escucha este policía os acompañará a vuestro apartamento, sé que es incomodo, pero me quedaré más tranquilo si tenéis protección.
-No te preocupes Rick, estaremos bien. Tú cuida de Kate y llámanos si surge algo nuevo. –Nathan tranquilizó a su futuro suegro. Castle sonrió agotado y asintió. Le dio la mano al joven y un beso más a su hija y luego los acompañó a la puerta.

-Mi hermana está bien papá, estoy segura. Pronto la tendremos con nosotros de nuevo, lo sé.
-Te quiero cielo.

Castle les dio unas indicaciones a los policías que estaban en el salón y miró primero en su dormitorio, pero Beckett no estaba allí. Luego subió al piso superior. Entró en la habitación de Ryan, pero la cama estaba vacía. Supuso que el pequeño estaría durmiendo con Sarah. Fue a la habitación de las niñas y lo que vio le partió el corazón. Sarah y Ryan dormían tranquilos en la cama de la rubita, en la de Lucía estaba Beckett, abrazada a sí misma, con el peluche favorito de la niña en la mano, llorando. Se acercó a ella y la abrazó. Esta vez no le dio palabras de consuelo ni ánimos, solo lloró con ella, hasta que se quedaron dormidos.

La capitana fue la que despertó primero, unas horas después. Estaba rodeada por los brazos de su marido. Acarició su mejilla y se incorporó con cuidado, mirando a la cama de al lado. Sarah estaba muy cerca del borde, empujada por Ryan. Se levantó sin hacer ruido y cogió al niño en brazos, llevándolo a su habitación. Lo acostó y lo arropó, dándole un beso. –Duerme, mi vida.

Se quedó unos minutos mirando al pequeño y volvió a la habitación, acomodando a Sarah en el otro lado de la cama, junto a la pared y arropándola de nuevo. Acarició con ternura el pelo rizado de la niña y la besó. Se tumbó de nuevo en la cama de Lucía, junto a su marido, lo despertó con suavidad, mientras que nuevas lágrimas corrían por su rostro.

-Rick… -Castle despertó confuso, distinguió en la oscuridad las lágrimas de Beckett y las limpió con el pulgar, mientras que con la otra mano la atraía hacía el, pegándola a su pecho, acariciando su espalda con dulzura.

-Shhh, tranquila, ella está bien mi amor, shhh, vuelve a domir, mañana seguiremos buscando, shhhh… -Siguió tranquilizándola en voz baja, hasta que volvió a dormirse, abrazada a él. Castle se quedó mirándola durante un buen rato, limpiando lágrimas que aparecían en su rostro, en sus sueños. El escritor no pudo dormir de nuevo, solo pensaba en su pequeña Lucía. La cama olía a nenuco, esa fragancia infantil que le echaban siempre después de ducharse y que impregnaba sus sábanas. Beckett se movió en sueños, murmurando algo. Castle acarició su pelo, hablándole. –Duerme cariño, tranquila…

Un rato después se levantó con cuidado, la tapó con una manta y fue al baño. Se dirigió a su despacho y se sentó, tapándose la cara con las manos. Pero no se quedó así mucho tiempo, se levantó, se sirvió un trago de whisky, volvió a sentarse, acarició la foto de su hija del escritorio, arrojó el vaso a la pared, que se rompió el mil pedazos… un policía se acercó y le preguntó si iba todo bien, Castle asintió y le hizo un gesto para que lo dejara solo. Cerró los ojos, pensando aquella mañana, recordando la mirada asustada de la niña cuando la obligó a bajar del coche y cuando la gritó. Sintió como la pequeña se aferraba a la mano de su padre mientras la pinchaban, dándole protección. Deseó estar con ella y darle de nuevo la mano, acariciar la suya, decirle que no tuviera miedo, que papá la protegería. Unas lágrimas corrieron por su rostro y luego sintió como unas suaves manos se las limpiaban. Abrió los ojos y se encontró con los de su mujer, que se sentó en su regazo y lo abrazó. –Ella está bien, sabe que no la vamos a dejar sola… -Murmuró. Castle asintió y la rodeó con los brazos, dándose fuerzas el uno al otro.

Eran las seis de la mañana cuando el móvil de Castle sonó con un nuevo mensaje. Ambos miraron con ansiedad el teléfono.

“Si quieres volver a verla no digas nada de ese mensaje a esos inútiles. Tendrás noticias mías en pocos minutos.”

-Tenemos que…
-No. –Beckett negó con la cabeza. –Esperemos a ver que quiere, nos está vigilando, no podemos cometer errores.
-¿Y qué hacemos Kate?
-Esperar. –Castle suspiró frustrado y miró el teléfono. Beckett le apretó la mano, sin dejar de mirar el móvil. Ambos empezaron a desesperarse, pero un nuevo mensaje llegó.

“Vas a tener que elegir”

Nada más. Se miraron sin entender nada, ¿qué era lo que debía elegir el escritor?, ¿qué se le habría ocurrido al psicópata?

-Kate no entiendo…
-Esperemos, tiene que mandar algo más. –Volvieron a esperar, durante minutos, pero no llegó un nuevo mensaje. Beckett se levantó, frustrada y deprimida.

-Quiere volvernos locos y lo está consiguiendo.
-Tranquila Kate, mandará otro mensaje, cálmate cariño.
-¿Cómo quieres que me calme?
-Eso es lo que él quiere, que te desesperes, que pierdas la calma, no le des ese gusto. –Se levantó de la silla y la abrazó. Beckett suspiró, estaba agotada, sin fuerzas. Castle la obligó a mirarlo a los ojos y la atrajo hacia él, dándole un tierno beso. Se separaron de golpe, al oír un nuevo mensaje.

“Elige Castle, ¿Sarah o tu verdadera hija?"