(¿+18?) Continuación de La Tormenta

CAPÍTULO 22

El sonido del móvil la despertó. Se levantó con cuidado de no despertar a Ryxn. Desde hacia varios días no había una sola noche en la que alguno de los niños no quisiera dormir en la cama de papá y mamá. Beckett sabía que no debía acostumbrarlos, pero la verdad es que la cama se le hacía inmensa sin su marido y los niños llenaban un poco el vacío. Además no soportaba ver sus caritas y sus incesantes preguntas sobre su papá. Cogió el móvil y fue al estudio, apoyándose en el escritorio. No se sentó en la silla, no permitía que nadie lo hiciera, ese estudio era de Castle y nadie iba a usarlo hasta que su dueño volviera a casa. Miró la pantalla del móvil, era Esposito, suspiró.

-Beckett.
-Beckett, traigo noticias.
-¿Qué ocurre Esposito?
-Por fin tenemos algo, deja todo lo que estés haciendo ven a la comisaría ahora mismo, vamos a sacarlo de la cárcel.

Sintió como el corazón se le aceleraba. ¿Sería verdad? ¿Por fin podría volver a dormir abrazada a él? Se vistió a toda prisa y fue a ver a avisar a Alexis. La encontró en la cama desnuda, tapada con una sábana. Nathan no estaba, había ido a trabajar. No pudo evitar sonreír al pensar en lo que diría Castle si viese esa imagen. Alexis con sus veinticinco años se había convertido en una hermosa mujer y era feliz con su prometido, a pesar de las dudas sobre el matrimonio. Además, aunque aún no hubiera dicho nada Beckett estaba convencida de que la joven escondía algo, algo relacionado con futuros patucos y baberos. Se acercó a ella y la despertó con suavidad. Alexis la miró con los ojos medio cerrados.

-Kate... ¿ocurre algo?
-Tengo que ir a ver a Esposito, ¿puedes ocuparte de los niños?
-Claro... ¿es sobre papá?, ¿hay algo nuevo?
-Aún no lo sé... te llamaré en cuanto sepa algo, no te preocupes.
-Graci... -No pudo seguir hablando, se tapo la mano con la boca y fue corriendo al baño. Beckett sonrió y la siguió, sujetándole la frente y apartándole el pelo. La pelirroja se incorporó, mirándola con timidez.

-No se lo digas a nadie, no aún. Nathan todavía no lo sabe.
-Descuida.

Le dio un beso en la frente y le sonrió, dándole la enhorabuena. Se marchó, poniendo la sirena de camino a comisaría, no quería perder más tiempo. En cuanto llegó fue directa al escritorio de Esposito, donde el inspector la esperaba.

-¿Qué has encontrado?
-Verás, como ya sabes no encontramos nada sospechoso en el hotel, pero a pesar de eso no podía sacármelo de la cabeza, las chicas estuvieron en el hotel, es la única relación que se me ocurre, por lo tanto tenía que haber algo allí.
-Espo, ve al grano por favor.
-Vale, las chicas se registraron en distintas habitaciones, pero todas coincidieron en algo.
-Espo...
-Todas estaban aquí por ocio, ya sabes lo típico, de compras, visitas, algún musical...
-¡Esposito! -Estaba perdiendo la paciencia.
-Tranquila, escucha, durante esos meses el hotel ofrecía un tour para visitar los sitios menos conocidos de la ciudad y todas las chicas lo solicitaron.
-¿Y?
-El tour lo dirigía un hombre que solo trabajó durante esos meses pero justo tras el último asesinato desapareció.

Beckett no dijo nada, aún procesaba la información. Ese hombre tenía que ser el asesino, era la única solución posible a todo esto. Pero... y si una vez más resultaba no ser así... Esposito la miró y llamó su atención.

-Kate, escucha, esta vez tiene que ser él, estoy seguro.
-Pero está desaparecido, ¿no?, ¿cómo vamos a encontrarlo?
-Hemos buscado su última dirección, pero el tío usaba un nombre falso, Andrew Bush, pero no te vengas abajo, tenemos su foto, tarde o temprano daremos con él.
-Sí, pero mientras Rick seguirá en la cárcel. -Murmuró, con tristeza. Esposito puso una mano en su hombro, dándole ánimos.

Beckett fue a la sala de descanso, dónde se encontró con su sustituto, que la miró con preocupación.

-Sabe que no debe estar aquí.
-Uno de mis hombre me llamó, ya me iba.
-Beckett, por favor, no lo haga más dificil, sé que sigue investigando con ayuda del inspector Esposito, si continua así podría comprometer el caso y también al departamento.

No le contestó, se limitó a mirarlo con desprecio, sabía muy bien que a ese hombre no le importaba para nada el departamento o el caso, solo su carrera. Fue a despedirse de Esposito y le dijo que estaría pendiente del teléfono por si llamaba.

En casa se ocupó de la comida y ordenó las habitaciones de los niños, necesitaba tener las manos ocupadas. Luego ordenó su propio despacho y cuando ya no sabía que hacer se sentó en su escritorio con el último libro de la saga de Nikki Heat, que Castle había escrito poco antes del nacimiento de Ryan. Lo abrió por la página de la dedicatoria.

"A mi musa, mi compañera, mi amiga, mi amor. Siempre"

Sintió como una lágrima corrió por sus mejillas, yendo a parar sobre el "Siempre". Lo echaba de menos, quería tenerlo allí, en casa con él. Empezó a llorar, quedándose dormida, con la cabeza apoyada en el libro.

Un par de horas después fue el ruido del timbre el que la despertó. Se miró un momento al espejo, viendo su rostro sucio, por las huellas de las lágrimas. Se enjuagó la cara, mientras que el timbre sonaba de nuevo. Bajó sin prisa, no tenía ganas de ver a nadie. Abrió la puerta, encontrándose con Esposito, que estaba serio, muy serio.

-Javi... ¿qué ha...
-¿Puedo entrar? -Se hizo a un lado, dejándole pasar. El inspector la miró fijamente, durante unos segundos, Beckett sentía que algo malo estaba ocurriendo.
-¿Qué ha pasado?
-Cuando te fuiste vino una empleada del hotel, parecía confusa, traía algo.
-¿Qué era?
-Una pistola. Dijo que la había encontrado en el sótano del hotel.
-¿Y nadie la había visto hasta entonces?
-No, nosotros registramos el sótano y no vimos nada.
-¿Entonces?
-No sé como estaba ahí, Kate, pero lo que importa es otra cosa.
-Javi, por favor estoy agotada, habla de una vez.
-En la pistola había huellas.
-¡De quien! -Ahora estaba emocionada, por fin, iba a demostrar que su marido era inocente. -Esposito, ¿cuál es el problema?
-Kate, las huellas son de alguien que conocemos, alguien que odia a Castle profundamente...



-No puede ser, después de tanto tiempo...
-Ha vuelto, para vengarse. –Murmuró. Se miraron en silencio.
-¿Qué vamos a hacer Kate?
-No lo sé, no lo sé... quizás estés más seguro aquí dentro...
-¡De eso nada! -Su abogado había asegurado que la fiscalía había retirado los cargos, era libre, por fin podía salir de ese infierno y es lo que iba a hacer. Ir a casa, con su esposa y sus hijos, donde debía estar.
-Rick... no quiero que te pase nada.
-Escucha, tenemos que estar juntos cariño, te echo de menos, te necesito, necesito a los niños. Te prometo que todo saldrá bien, pero por favor no puedo quedarme aquí. -No pudo negarse. Primero porque era incapaz de dejarlo encerrado sin la familia más tiempo y segundo porque era incapaz de enfrentarse al 3XA ella sola.

La semana que viene estará dedicada por completo a este, que tendrá unos 30 capítulos. Una vez más, gracias por leer!!

CAPÍTULO 23

Beckett esperaba junto al coche, con el corazón acelerado. Estaba preocupada por todo el asunto relacionado con el triple asesino, pero se obligó a sí misma a dejar esos pensamientos de lado. Por fin, tras cuatro largos meses volvería a dormir abrazada al hombre de su vida y eso era lo único que le importaba en esos momentos. Miraba atentamente la puerta de la cárcel, esperando con impaciencia, deseando que se abriese de una vez. A su lado estaba el abogado de la familia, con varios papeles y una sonrisa de satisfacción en la cara. Por fin la puerta comenzó a abrirse y Richard Castle salió del infierno con una bolsa de deportes en la mano y una alegre sonrisa en la cara. Beckett se acercó a él y lo miró, con lágrimas en los ojos. Castle dejó caer la bolsa al suelo y atrajo a su mujer hacia él, abrazándola con fuerza.

-Se acabó mi amor, vuelvo a casa. –La besó con delicadeza y tras darle una última caricia y apartar las lágrimas de su rostro cogió de nuevo la bolsa y fue hacia el coche, abrazado a ella. El abogado sonrió.
-Bueno, mi trabajo aquí ha terminado, aunque puedo haceros de chófer si queréis. –Los tres se rieron, era un buen hombre, amigo de Castle desde hacía años.
-No es necesario Derek, no te preocupes, muchas gracias por todo.
-No hay de qué, aunque en realidad el trabajo lo ha hecho todo tu mujer. –Castle sonrió, dándole un beso en el pelo a la aludida. –Bueno, te alegrará saber que mientras que arreglábamos los papeles de tu salida he limpiado tu nombre. Todo el país sabe que no mataste a nadie, muchas cadenas y programas han pedido disculpas públicas y la venta de tus libros se han disparado, ¡felicidades!
-Gracias amigo, pero ahora lo único que me importa es que soy libre de nuevo, te llamaré un día de estos para ir a cenar, díselo a Mónica. –Derek asintió. –Ahora es hora de irse, echo de menos a mis hijos.
-Y ellos a ti. –Dijo Beckett.

Derek se fue por un lado y Castle se sentó en el asintió del copiloto, Beckett en el del conductor. -¿Listo?
-Sí.



Le cogió la mano y la apretó con fuerza, mirándola asustado.

-¿Cómo estoy?
-Guapísimo, pero eso a ellos les da igual. Vamos, nuestros hijos nos esperan. –Le dio un beso y abrió la puerta.

En el loft estaban Martha, Jim, Alexis, Nathan y los tres pequeños. Castle entró y sonrió con lágrimas en los ojos. Beckett cogió la bolsa de deportes y la dejó a un lado, durante unos segundos nadie se movió. Alexis llorando a lágrima viva fue corriendo a arrojarse sobre sus brazos.

-¡Papá! –El escritor la abrazó con fuerza, besando el rostro y el pelo de su hija una y otra vez, emocionado. La joven no se apartó de él entre sollozos, cuando sintió como una manita tiraba de su camisa. Ambos miraron hacia abajo, Ryan miraba ilusionado a su padre. El hombre sonrió y tras darle un último beso a Alexis se agachó.
-Hola campeón, ¿me has echado de menos? –El pequeño asintió varias veces y lo abrazó. Castle lo alzó en brazos, sonriéndole con ternura, limpiándole las lágrimas. –Shhhh, no llores, papá está aquí, ya pasó todo campeón, papa está aquí.
-¿Ya no te vas más?
-No, te lo prometo, nunca más.

La siguiente en acercase fue Martha que tampoco pudo contener las lágrimas y besó a su hijo en cada trozo de mi piel que encontraba en su rostro. –Richard…
-Vamos madre, no llores, ya estoy aquí, tranquila. Te quiero madre. –La mujer sonrió y se apartó un poco, Alexis se acercó a ella y la abrazó. Ambas ilusionadas. Castle miró hacia el sofá, las niñas no se habían movido de allí, se acercó a ellas preocupadas.

-¿Y mis princesas, no vais a darme un beso? –Sarah se levantó y lo abrazó, llorando.
-Papi no te vayas nunca más, no quiero que te vayas, nunca, nunca, nunca más. –Castle sonrió y la abrazó contra su pecho, negando, acariciando su pelo con ternura.
-No mi niña, papá estará con vosotros siempre, lo prometo. –Le dio un beso más y luego miró a Lucía, esperando. Pero la pequeña lo miraba enfadada, se levantó de golpe y se fue, subiendo las escaleras. Castle se levantó, mirando a Beckett, confuso. Ella se le acercó. –Te ha echado mucho de menos, no entiende porque nunca llamabas…
-Hablaré con ella. –Se dirigió a las escaleras y antes de subir se volvió.
-No sabéis cuanto me alegro de estar con vosotros, en casa, con mi familia. Os prometo que nunca más voy a abandonaros. –Alexis se acercó a él y lo abrazó de nuevo.

-Te quiero papá.
-Yo también te quiero cielo. –La besó y subió las escaleras. Beckett abrazó a su hijastra, sonriéndole, con cariño. Luego subió junto a su marido.

Entraron en la habitación de las niñas. Lucía estaba tumbada en su cama boca abajo, llorando. A Castle se le partió el corazón. Se sentó tumbó a su lado, mientras que Beckett se sentaba en el borde de la cama. El escritor frotó con suavidad la espalda de la niña, esperando a que la pequeña dejase de ignorarlo.

-¿Estás muy enfadada conmigo, princesita?
-¡Sí!
-¿Y no me vas a perdonar nunca?
-¡No, porque tú no me quieres! –Chilló. Castle y Beckett se miraron. Él se sentó atrayendo a la pequeña hasta él, que intentó patalear.
-¿Qué no te quiero?, ¿por qué dices eso?
-Porque has estado mucho tiempo fuera, y nunca llamabas, y no estabas aquí cuando yo tenía pesadillas, ni cuando estaba malita, ni viniste a la función de principio de curso y te perdiste mi baile. –La pequeña se soltó de los brazos de su padre y se abrazó a su madre, llorando. Beckett la besó con ternura, mientras que miraba compasiva a su marido. Alzó la carita de la niña, limpiándole las lágrimas.

-Papá te quiere mucho, mi niña y te ha echado mucho de menos.
-¡¿Y por qué no ha venido antes?!
-Porque no podía, cariño, pero eso no significa que no te quiera.
Castle sonrió con ternura y acarició el rostro de su hija menor. -¿Quieres qué te cuente un secreto? –La niña miró a su padre y luego a su madre, hipando, entre sollozos. Asintió. Castle le tendió los brazos, esperando. Lucía al principio no se movió pero al final se sentó en el regazo de su padre. Beckett se levantó y cogió un pañuelo de la mesita de noche, dándoselo a su marido, que le limpio la cara a la pequeña.

-¿Sabes por qué no he venido antes mi amor? –Ella negó con la cabeza.
-Porque he estado secuestrado. –Anunció. Beckett dejó de mirar con ternura la escena para dirigirle a su marido una mirada asesina de advertencia. La pequeña miró a su padre asustada.

-¿Secuestrado?
-Sí, ¿sabes por quien?
-Castle… -Le advirtió, él sonrió, negando con la cabeza. -¿Por quien?
-Por unos temibles y fieros piratas, pero no se lo digas a nadie ¿eh?
-¡Unos piratas! –La pequeña se había quedado con la boca abierta.
-Sí, por eso no he podido venir antes, ni llamarte.
-¿Y cómo eran?
-Pues… uno tenía un ojo tapado por un parche y otro unos tatuajes horribles y otro más tenía un temible garfio y una pata de palo.
-¿Y te hicieron daño? –Preguntó asustada.
-No mi amor, porque... me querían para descifrar un tesoro y tenían que tratarme bien. –La verdad es que los primeros días no fueron muy agradables, pensó con cierta tristeza. Beckett le cogió la mano y se la apretó, mirándolo con ternura.
-¿Y cómo te escapaste?
-Pues… tenía tantas ganas de veros a tus hermanos, a ti y a mamá que al final tuve que romper las cuerdas con las que me ataban y ¡me enfrenté a ellos!
-¡Cómo! –La niña estaba cada vez más emocionada. Castle sonrió se levantó y cogió unas espadas de juguete que había en la habitación, dándole una a la niña.

-¿Quieres saber cómo me enfrenté a ellos?
-¡Sí! –Se levantó corriendo de la cama.
-Pues primero les hice así… y luego así… y después esto… y esto –Empezó a moverse de forma exagerada, moviendo la espada y la niña empezó a imitarle. Beckett se tumbó en la cama, mirándolos, con lágrimas en los ojos, feliz de tener de nuevo estas escenas en casa.

-Y entonces, el pata de palo me amenazó con su afilada espada y ¡me hizo caminar por la tabla!
-¿Y quería tirarte a los tiburones!
-¡Sí!, pero ¿sabes que hice yo?
-No, ¿qué?
-Pues di un gran salto y le di una patada y al final él se cayó al mar y tuve que enfrentarme a los otros. Así, hazlo conmigo. –Padre e hija empezaron una lucha entre risas y juegos. Entonces Ryan, Sarah y Alexis entraron por la puerta. El pequeño puso los brazos en jarra.
-¿Estáis jugando a los piratas sin nosotros? –Lucía miró a su padre, que le giñó el ojo.
-¡Sí! Y ahora te voy a atrapar y vas a caminar por la tabla y ¡te comerán los tiburones!
-¡No, ganaré yo! –Los pequeños empezaron a jugar y a perseguirse, dándose con las espadas de juguetes. Castle sonrió y se sentó al lado de Beckett, con Alexis al otro lado.

-Da gusto estar en casa.
-Sí, papá, como te echaba de menos. –Lo abrazó, él jugó con los cabellos de su hija acariciando con la otra mano la de su esposa, mientras que ambos miraban a los niños jugar. Los pequeños salieron de la habitación jugando entre gritos, corriendo por el pasillo. Alexis se levantó, riendo.
-Será mejor que los siga, antes de que rompan algo. –Salió de la habitación con una radiante sonrisa en la cara, una sonrisa provocada por la vuelta de su padre y también por la noticia que daría en la cena. Beckett y Castle se quedaron solos. Ella lo miró, acercándose, mimosa, sentándose en su regazo.

-Piratas, ¿eh?
-Bendita inocencia. –Ambos sonrieron. Se miraron fijamente y acercaron sus rostros, dándose un tierno, romántico y apasionado beso. –Te quiero. –Se dijeron a la vez.